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JM Estrada La Política Liberal Bajo La Tirania de Rosas

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SA 5095,14

HARVARD COLLEGE

LIBRARY

SOUTH AMERICAN COLLECTION


IS
CHR

TAS

THE GIFT OF
ARCHIBALD CARY COOLIDGE , '87
AND
CLARENCE LEONARD HAY, '08
IN REMEMBRANCE OF THE
PAN-AMERICAN SCIENTIFIC CONGRESS
SANTIAGO DE CHILE, DECEMBER
MDCCCCVIII

FROM THE LIBRARY OF LUIS MONTT


OBRAS COMPLETAS

DE

JOSÉ MANUEL ESTRADA

TOMO IV

LA POLÍTICA LIBERAL

BAJO

LA TIRANÍA DE ROSAS
Es propiedad.
*

LA POLÍTICA LIBERAL

BAJO

LA TIRANÍA DE ROSAS

POR

JOSÉ MANUEL ESTRADA

BUENOS AIRES

LIBRERÍA DEL COLEGIO, DE PEDRO IGÓN Y CÍA.


CALLE ALSINA 500, ESQ. BOLIVAR
1897
SA 5095, 14

Harvard College Library


Gift of
Archibald Cary Coolidge
and
Clarence Leonard Hay
April 7 , 1909 .
A la Universidad de Chile (1)

dedica respetuosamente el autor el presente

volumen en prenda de gratitud y confrater-

nidad.

Buenos Aires, Marzo de 1873.

(1) El autor era miembro corresponsal de la Universidad de Chile.


PRÓLOGO

Al establecerse en el Colegio Nacional de Bue-


nos Aires un curso público de Instrucción Cívica,
el Presidente de la República me hizo el honor
de encargármelo . Acepté por buenas razones ;
soy el primero que entre nosotros haya ensaya-
do este medio de difundir ideas y la enseñanza
de las ciencias políticas como ramo de la ins-
trucción secundaria. Esto no me da méritos , pero
me impone deberes : los conozco y los amo .
Urgido por la premura del tiempo , me hallaba
el año pasado en singular dificultad para elegir
un tema que fuera á la vez provechoso y atrac-
tivo . Temía la impopularidad de lo abstracto ,
generalmente acogido con repugnancia ó con
desdén ; temía la esterilidad de lo excesivamente
concreto que expone al empirismo , ó á herir
pasiones en ebullición cuyo contragolpe siem-
pre hace que la verdad pierda algún terreno . El
éxito de una propaganda no depende tanto de la
suma de pensamiento que se esparce cuanto de
8

la suma de pensamiento que se suscita. El que


tiene el secreto de hacer pensar tiene todos los
secretos de la enseñanza y del apostolado, como
el que tiene el secreto de hacer sentir tiene
todos los secretos de la poesía ; y para hacer
pensar es necesario atraer el espíritu , elevarle
y conservarle sereno. Nada menos me proponía,
porque cualquier propósito menor se avenía mal
con mi deber, que hacer pensar sobre cosas
fuertes, sustanciales y aplicables en la región de
los intereses comunes .
Creo haber acertado en la elección de mi
tema.
Las páginas que van á leerse no contienen la
crítica de un libro , sino el juicio de un credo ,
el análisis de las doctrinas políticas del elemento
joven y liberal, que bajo la tiranía de Rosas, se
preparaba para el gobierno de su país y que le
ha regido, en efecto , desde 1852 hasta el presente,
No he considerado sólo el texto del Dogma que
las contiene, aunque habría tenido derecho para
proceder asi, porque he querido abarcar el con-
junto de sus pensamientos á fin de explicar los
fenómenos actuales y los problemas contenidos
en nuestra vida contemporánea , tratándolos fun-
damentalmente y buscando sus soluciones para
dar á mi curso un interés militante y justificar
mi crítica por mi cooperación á la obra común .
Dos estudios podrán completar el que presento
hoy : un examen del desenvolvimiento de las
ideas respecto de las relaciones internacionales
del país, - á cuyo progreso han servido tanto los
- 9 -

afiliados de la Asociación « Mayo » , - y un juicio


de la acción positiva de la generación cuyas
teorías discuto. El primer tema exige ser consi-
derado en las formas que esas ideas revestían
en la generación anterior y formará una parte
del curso que preparo para el segundo semestre
de 1873 : el último me tienta, y por vidrioso que
sea, creo que le abordaré en el año inmediato .
Ignoro si este volumen tiene algún mérito
científico ó literario, y me inclino á pensar lo
contrario ; presumo que sus proporciones artís-
ticas serán criticadas, porque en vez de limitar-
me á analizar, he expuesto ideas propias sobre
puntos que el Dogma socialista trató errada-
mente á mi entender y sobre otros que descuidó
del todo ; pero reposo en la confianza de que no
podrá negársele uno : el que dan el patriotismo
y la sinceridad á todas las obras que inspiran.

J. M. E.

Buenos Aires, Marzo de 1873.


LECTURA PRIMERA

La tiranía de Rosas - Sus antecedentes - Giro de la revolución


argentina - Los partidos y sus descomposiciones - Papel que
la tiranía les criaba - La juventud y la Asociación · Mayo».

SEÑORES :

Que Rosas fué un tirano perseguidor del dere-


cho bajo todas sus formas, metódicamente cruel
y popular por cálculo hasta que por miedo y
arrogancia se rodeó de misterios , todo eso es
cosa que nadie ignora ni niega, bien como nadie
ignora los terrores que había esparcido , la des-
moralización que incubara y las cobardías que
explotó ; pero que Rosas fué un producto social,
lógico á pesar de ser abominable, es cosa, no
sólo que ordinariamente se ignora, sino que han
negado publicistas y poetas bajo la inspiración
de un patriotismo extraviado por engañosos mi-
rajes.
Yo era muy niño cuando sucumbió; pero la
infancia tiene una aptitud especial para que las
emociones profundas se le comuniquen; y re-
cuerdo el júbilo popular del 3 de Febrero de
1852. Si, pues, nadie amaba á aquel malvado y
12 LECTURA PRIMERA

su ruina provocaba tanta alegría : ¿ por qué


avergonzó nuestro país durante diecisiete años ?
¿ por qué la mano de ningún huérfano se armó
para vengar á su padre ? ¿ por qué no le pusieron
bajo el rigor de la ley los jueces que poco des-
pués enviaban sus cómplices al cadalso, -y le
era dado acogerse á la hospitalidad de un pueblo
libre, en el cual le ampara el derecho que se
complacía en deprimir ?
No me pesa, señores, que su sangre siga ali-
mentando un corazón azotado por el remordi-
miento ; pero en la prolongación de la tiranía y
en la impunidad de Rosas veo el fruto del terror.
Y bien, un hombre solo no puede aterrorizar
un pueblo. Tras del tirano está su crapulosa
cohorte ; tras de la tiranía está el elemento social
que la produce. Cuando los déspotas se desagre-
gan de la fuerza que les ha elevado , su propio
aislamiento les debilita y caen.
Le vemos vencido y odiado, y decimos : el
pueblo es inocente .... «Rosas es un monstruo que
abortó el infierno » .
Contempladle triunfante y estudiadle en sus
antecedentes ; veréis que es un monstruo nacido
del pueblo antes que del infierno , hijo de su
época y no de la fatalidad.
Conocer la tiranía es conocer la revolución .
Por consiguiente, es habilitarnos para juzgar la
escuela política y social, que formará la materia
de nuestros estudios en el presente año .
LECTURA PRIMERA 13

La revolución argentina fué obra del pueblo ,


pero su dogma ostensible provenía de la clase.
pensadora. El principio democrático no estaba
incluído en él.
Examinadla, y veréis que no reconoce caudi-
llo ; luego, no fué obra de un partido. Discernid
sus agentes, y veréis que fué obra de todas las
fuerzas vivas traídas por distintos impulsos á
una acción uniforme, probadas ocasionalmente
y vinculadas por padecimientos y aspiraciones
que les eran comunes.
Adviértese su primer síntoma en los debates
del Consulado á fines del siglo pasado, que ten-
dían á realzar nuestro interés económico y social
separándole por límites bien trazados del interés
de la madre patria, en cuyo obsequio había sido
hasta entonces sacrificado sin resistencia.- Mas
por universales que fueran los males que se tra-
taba de extirpar, esta iniciativa no podía penetrar
hondamente en el espíritu de las muchedumbres.
La masa popular sufría las consecuencias del mo-
nopolio mercantil; pero era incapaz de levantarse
hasta las ciencias económicas.
Otra debía ser su dirección. - Suponed una
multitud desventurada en presencia de una clase
que ostenta insolentemente su felicidad y su
prepotencia. La odiará; y si es fuerte, se alzará
para derrumbarla. Ahora, si cuando adquiere
conciencia de su vigor, se ve solicitada por otro
elemento igualmente revolucionario, se confun-
de con él por la coincidencia de sus intereses, de
sus pasiones, de sus ideas,-y triunfan juntos. Un
14 LECTURA PRIMERA

peligro aventuran: desconocerse en seguida de


vencer. --- En tal caso, se arrojan en la guerra
intestina y se despedazan, retardando la conso-
lidación de su obra solidaria y abriendo camino á
estragos y aberraciones, porque se mutilan y se
alternan en el poder sin más resultado que per-
seguirse y revelar la impotencia de cada uno
cuando está aislado .
Sobre el derecho del pueblo se apoyaban los
raciocinios de los reformadores sociales, lo cual
importaba invertir los términos de la teoría co-
lonial. El fué categóricamente preconizado como
fundamento de todas las doctrinas enunciadas
para criar gobiernos provisorios en la acefalía
subsiguiente á las invasiones inglesas y ante el
abatimiento de la autoridad real por el ataque de
los franceses á España y el cambio de dinastía
que desobligaba la América , si se reconocía en
sus poblaciones entidades políticas libres y no
un feudo castellano, como lo pretendían los con-
servadores. Este movimiento en el terreno de
las ideas habría sido insuficiente para poner por
obra la revolución é imprimirle sello sin los acci-
dentes que colocaron la suerte del pueblo en su
propio arbitrio. Fué soberano cuando tuvo que
ser héroe. El se redimió de la conquista inglesa
en 1806 y la repelió en 1807. Pendientes las va-
cilaciones de la aristocracia bonaerense, fué él
quien, en el famoso plebiscito del 14 de Agosto de
1806, exaltó al poder al caudillo que le había guia-
do en las jornadas de la Reconquista. El se armó,
bajo una organización democrática, para preve-
LECTURA PRIMERA 15

nirse contra ulteriores peligros , asumiendo en la


aurora de su vida libre la prerrogativa y la res-
ponsabilidad de la defensa del territorio y de su
bandera. Al empuje de su indignación sucumbió
el gobierno del marqués de Sobremonte. El sostu-
vo, con la autoridad de Liniers, la supremacía de
su derecho, venciendo la revolución española de
1.º de Enero de 1809. Cuando este personaje cayó
sacrificando su papel histórico y las esperanzas
comunes, no luchaban los revolucionarios, y
principalmente Moreno , contra la administración
reaccionaria de Cisneros , sino en nombre del
pueblo. Llegó por fin la revolución de Mayo . Ella
tiene dos actos caracterizados por la índole de
sus agentes. El primero tiene su nudo en el Ca-
bildo abierto del 22: el segundo lo tiene en el ple-
biscito del 25; el primero fué aristocrático , el se-
gundo popular: el primero frustráneo, el segun-
do victorioso! La alta clase urbana congregada
el 22 de Mayo declaró caduca la autoridad del
virrey Cisneros , pero entregó el país en manos
de la municipalidad de Buenos Aires que redujo
á mera fórmula la decisión del Congreso veci-
nal y distrajo la corriente de las cosas renovan-
do el despotismo patricio de los romanos para
servir al restablecimiento del absolutismo repre-
sentado por su agente más culminante de la Junta
de gobierno que formó. Los revolucionarios se
despojaron entonces de sus timideces, y apelan-
do á la muchedumbre, aseguraron la victoria. El
pueblo vino á la arena con ánimo arrogante : des-
barató de un soplo las combinaciones retardata-
16 LECTURA PRIMERA

rias, invistió la autoridad en los que merecían su


confianza reproduciendo el acto de soberanía de
1806, y ensanchó los horizontes de la revolución ,
tanto por su significado cuanto por la amplitud
del teatro que le abrió y el carácter nacional que
le impuso enviando auxilios á todas las provin-
cias para que se insurreccionaran y formasen un
congreso que constituyera el país. - He ahí va-
rios rasgos elocuentes de su fisonomía : afirma la
unidad argentina, constituye de hecho al pueblo
en fuente originaria de todo poder político , y pro-
cede democráticamente y por acción anónima,
sin idolatría de caudillo, sin las vaguedades de
un doctrinarismo inseguro: obra por la lógica in-
destructible de las cosas en hora oportuna é im-
prevista: cuando en la armonía de las pasiones
se revela una vida incubada en austeras fatigas
é inspirada al contacto de la libertad.
A pesar de todo, la clase pensadora que debía
encabezar el pueblo no creía en él, desconfiaba
de su aptitud, y aun disminuía en pos de la pri-
mer victoria, la extensión que parecía haber
atribuído, durante la lucha, á las franquicias re-
vindicadas por el esfuerzo común.
El derecho electoral del pueblo no tenía sino
cinco partidarios en la asamblea del 22 de Mayo.
Moreno fué perseguido, y sobre su muerte pre-
matura en las soledades del mar hay un sombrío
misterio que ningún dato auténtico de la historia
ha podido esclarecer. El club republicano que él
fundó fué perseguido como su apóstol. La Asam-
blea de 1813 no ha sido jamás superada en coraje
LECTURA PRIMERA 17

y perseverancia para corregir los malos antece-


dentes políticos del país ; pero aparte de los ex-
travíos á que la arrastraron falsas nociones y
teorías intemperantes: aparte de los excesos de
su igualitarismo fanático , y de la solemne usur-
pación simbolizada en su título de « Soberana, »>
vosotros sabéis cómo fué disuelta á impulsos
de la intriga y prepotencia de un partido adverso
al derecho popular por veleidad y por ambición,
y temible por tener su instrumento capital en la
sociedad secreta de Lautaro . Entre tanto, habían
fracasado las negociaciones entabladas en Euro-
pa para monarquizar el Río de la Plata exaltando
al trono un vástago de la familia de Borbón. Po-
co después se reunía en Tucumán el Congreso ,
que en la situación más aflictiva por que pasara
el país durante la guerra de la emancipación ,
retó valerosamente á los tiranos y salvó al pue-
blo de todas las tentaciones del desaliento con la
declaración de la independencia proclamada el
9 de Julio de 1816. Ese mismo Congreso adopta-
ba por unanimidad, con exclusión de un voto, la
forma monárquica de gobierno, oyendo el con-
sejo de los dos más grandes soldados de la revo-
lución, Belgrano y San Martín. Tres años des-
pués, en 1819 , se negociaba por segunda vez la
coronación de un monarca europeo, el prínci-
pe de Luca, que debía reinar sobre el Río de
la Plata y Chile.
No son estos los únicos datos que debo recor-
daros. La adopción de una forma mixta de go-
bierno puede ser prudente en circunstancias
18 LECTURA PRIMERA

excepcionales para templar las transiciones po-


líticas demasiado bruscas ; - pero es en la misma
medida temeraria dónde y cuándo no existen las
condiciones sociales que la explican . - Concibo
que se transija para equilibrar elementos polí-
ticos que están en actividad y que no es posible
destruir en una hora ; pero no alcanzo que se
busque el contrapeso si nadie rivaliza : que se
crie artificialmente la desigualdad para hallarle
lenitivos en instituciones transcriptas.
Las masas populares antes que los caudillos y
los desengaños las hubieran fatigado eran in-
comparablemente más enérgicas que hoy día.
Habían llevado su sangre á las batallas de la
independencia y entreveían que su inmolación
las llamaba á la igualdad política, y que al fun-
dar la patria adquirían el derecho de gobernarse.
Tal adivinación, anidada en pechos para los
cuales no había cansancio, debía hacer reventar
un volcán de pasiones. ¿ Qué forma, empero , po-
día tener en ellos el sentimiento democrático ?
Cualquiera menos la regular : menos la noción
del orden social por la armonía de los derechos ,
por la supremacía de la ley, por la subordinación
del egoísmo, por el respeto á las entidades mo-
deradoras sin las cuales desaparece la libertad
que resulta del imperio del deber bajo todas sus
faces, moral, doméstica y social. La razón es
obvia. Eran multitudes nómades avezadas á
luchar contra la naturaleza y á las vicisitudes
de una existencia precaria, sin vinculación en
el hogar, sin la disciplina de la escuela y de
LECTURA PRIMERA 19

la Iglesia, sin los estímulos de la propiedad y


de la industria, - para quienes la democracia
se resolvía en su propio imperio y en la ele-
vación de los hombres que sobresalieran por
las calidades que les son simpáticas y en las
artes que conocen. - De aquí la prepotencia de
los caudillos gauchos que las halagaban para
avasallarlas, se apoderaban de las poblaciones
cuya resistencia era fácil sofocar con las monto-
neras, y pugnaban por segregarlas de sus cuer-
pos políticos constituyendo nuevas provincias
destinadas á ser asiento de su tiranía. Véase,
señores, - una verdad que humilla y ufana al
mismo tiempo : las muchedumbres argentinas
han exaltado la barbarie por exaltar la demo-
cracia, y por amor de la libertad han soportado
las tiranías .
Por otra parte, el provincialismo era congénito
con la revolución . Revélase en los primeros
actos del trabajo interno de esta sociedad, y ani-
maba á los iniciadores de la emancipación en la
mayor parte del virreinato fuera de Buenos Ai-
res. - La subdivisión de las provincias era emi-
nentemente propia para vigorizarle, y ambos
órdenes de hechos se oponían diametralmente á
los propósitos monárquicos de aquellos tiempos.
Era tan poderoso el movimiento en uno y otro
sentido, que el partido doctrinario se vió en va-
rias ocasiones precisado á ceder. Por eso acep-
tó sucesivamente la independencia relativa de
los territorios desmembrados, y aun obtemperó
á las pretensiones de gobierno propio de las lo-
20 LECTURA PRIMERA

calidades. Pero estas concesiones hechas de


mala gana eran seguidas de reacciones que pro-
vocaban nuevos desastres. El Estatuto de 1815
reconoció á las provincias el derecho de elegir
y rentar sus gobernadores; dos años después, el
Reglamento de 1817 lo abolió, y la Constitución
de 1819 perfeccionó la organización unitaria del
Reglamento provisorio.
Esta Constitución, promulgada cuando todo
rugía en el seno del país, no refleja el impulso
democrático sino en la formación de las asam-
bleas primarias para los actos electorales, que,
por lo demás, eran invariablemente indirectos;
no contenía ningún principio federativo; daba al
poder legislativo una estructura y apariencias
aristocráticas, y organizaba un ejecutivo , que
habría sido plenamente realista si la autoridad
de su depositario hubiera sido perpetua. - Re-
compuesto este resorte y corregida la composi-
ción del ministerio, el régimen político que crea-
ba se habría transformado en la monarquía cons-
titucional que el Congreso y el Directorio medi-
taban establecer. -Ponía, por lo tanto , las cues-
tiones internas en su crisis ; repelía las aspira-
ciones concienzudas del partido demócrata y los
votos de las muchedumbres, tanto más exigentes
y temibles cuanto más ciegos eran; - descono-
cía el progreso de unas y otros en las entrañas
de la sociedad, y. presumía amoldar el pueblo á
los conceptos teóricos de una política idealista
cuyo criterio era falaz y de una moral contem-
plativa cuyas direcciones eran extraviadas.
127
LECTURA PRIMERA

La forma política de un pueblo surge y varía


en el movimiento libre de su vida, y si un parti-
do ó una ley pretenden comprimirle, el partido
cae y la ley caduca. — Así cayeron el Congreso
y el Directorio y caducó la Constitución bajo
el embate de la bárbara y fecunda revolución
de 1820: - fecunda, digo, porque ella afirmó la
democracia como la fórmula inconmovible de
nuestro ser político : bárbara, porque lo era el
núcleo social que la consumó, porque fueron
bárbaros sus medios y sangrientos los caminos
en que arrojó al pueblo.
Ya véis que á pesar de tener la revolución por
su origen un carácter democrático , las clases
gobernantes no lo conocieron en su primera dé-
cada: contradicción flagrante que explica el an-
tagonismo entre el elemento popular y el ele-
mento pensador, entre la fuerza campesina y la
fuerza urbana. Pero este triunfo tumultuoso
de la democracia, si bien producía la soberanía
de las masas, era impotente para producir la li-
bertad. El despotismo es tan compatible con el
predominio popular como con el privilegio. La
libertad no resulta sino de una organización
adecuada para proteger el juego regular de
todos los derechos . -Sometiéndose al resultado
de las subversiones de 1820, los centros civiliza-
dos debían acometer una tarea nueva: consoli-
dar la libertad dentro de ia forma democrática.
Noto aquí el origen de nuestros dos grandes
partidos constitucionales, el unitario y el fe-
deral.
22 LECTURA PRIMERA

Militaban en el primero las mayores eminen-


cias argentinas del foro , del sacerdocio y de las
armas. Era un partido doctrinario, que simuló
contradicciones precisamente por la tenacidad
con que se aferraba á sus dogmas . Durante la
dispersión de las provincias que subsiguió á la
caída del Directorio, varias de ellas formularon
su constitución política. —Rivadavia estorbó que
Buenos Aires las imitara y prefirió acometer
una reforma en la administración pública por
medio de leyes parciales y ordinarias, manifes-
tando poca confianza en las ventajas de dar una
constitución. Poco después y á la cabeza del
régimen nacional, él y sus partidarios revelan
una credulidad en la eficacia de la constitución
sólo comparable al candor de los congresos an-
teriores ó á las ilusiones del abate Sieyes . Y sin
embargo, no hay en esto falta sino exceso de
lógica. El partido unitario repugnaba constituir
á Buenos Aires por no criar, cooperando á la
formación de entidades provinciales autonómi-
cas, estorbos á la reconstrucción unitaria, y pre-
parar entre tanto , rehaciendo su administración
local , un modelo de gobierno centralista desti-
nado á servir de base á la organización consoli-
dada de la República. - Su doctrinarismo le ha-
cía imperativo , intransigente, desconfiado . Era
aristocrático en su composición, propagandista
por su índole, civilizador por su naturaleza. Sus
elementos y tendencias le hacían á la vez cien-
tífico y moral . Tales eran sus grandes cualida-
des acompañadas de los vicios que casi siempre
LECTURA PRIMERA 23

las acompañan en este vaso de conflictos ama-


sado de oro y lodo que llamamos el corazón del
hombre. Imbuído en las teorías que precedie-
ron á la revolución francesa y que emergieron
de ella, desplegaba una política conceptualista,
ó por lo menos deductiva, -y fanatizado por sus
teorías, desdeñaba probarlas al contacto de la
experiencia. Generosamente patriótico, era sin
embargo, arrogante como todo utopista saturado
en su ilusión .
El partido federal no abundaba en personali-
dades descollantes. Era más político que doctri-
nario: contemplaba menos que el unitario en las
abstracciones, pero analizaba mejor las realida-
des de la vida social: consultaba los resultados
y los instintos manifiestos en el giro de la revo-
lución y la tendencia que ellos le imprimían .
Desechaba las teorías francesas de gobierno y se
inclinaba á la escuela anglo - americana. Arros-
traba valientemente la suerte ; y lejos de querer
reprimir el país bajo una ley utópica sostenida
por un prestigio ficticio , quería dejarle darse su
ley, organizarse por sus atracciones naturales
y desafiar todas las aventuras á que su impe-
ricia pudiera condenarle para buscar la libertad
en la consagración de todo derecho y en la sa-
tisfacción de todo interés legítimo; quería, en
fin, desarmar los caudillos haciendo justicia al
pueblo y civilizándole por la práctica y bajo la
garantía de las instituciones libres.
Los unitarios presumían desalojar todos los
elementos primitivos de la nación política: los
24 LECTURA PRIMERA

federales anhelaban domesticarles, filtrarles la


luz gradualmente y dar al país formas estables y
resistentes. Yo no necesito deciros quién acer-
taba y quién estaba en error. El partido federal
está justificado por la victoria de sus princi-
pios, siquiera no lo estén sus más nobles apósto-
les en fuerza de la ingratitud ó de la ignorancia
de la posteridad . Le justifican el producto de
nuestro desenvolvimiento histórico , la conver-
sión de varios de sus más ilustres adversarios ,
y principalmente la adopción por todo espíritu
serio y liberal de esta verdad implícita en su
credo: que sólo es propia para garantizar la li-
bertad de los pueblos aquella combinación polí-
tica que respeta todas las entidades con fuerza
moral, criadas en la generación gradual del
Estado á través de la vasta serie en que se des-
arrolla, barrio, municipio, departamento , pro-
vincia, nación, dd y les inviste ó les reconoce la
soberanía limitada y fragmentaria indispensable
para que ejerzan su función orgánica, dirijan
las relaciones que las explican, y gobiernen los
intereses que encabezan. — Esta es la fórmula
cardinal del gobierno federativo: se confunde
con la fórmula del gobierno libre ; luego, ambos
son indiscernibles .
Pero el partido federal, por su composición y
su naturaleza, era un partido popular; y siéndolo,
se veía obligado á transigir con los caudillos
que imperaban sobre las masas, en las cuales
tenía su apoyo. Esta circunstancia suministra
una luz copiosa para entender los acontecimien-
tos que prepararon la tiranía.
LECTURA PRIMERA 25

Apenas reunido el Congreso Constituyente


que funcionó de 1824 á 1827, sancionó (1) una ley
llamada fundamental en que declaraba restable-
cida la unión nacional y proveía al gobierno in-
terino del país hasta que se promulgara la
constitución que debía ser ratificada por las
provincias, según los términos del artículo 6.°—
Las primeras contiendas de los partidos versa-
ron sobre la interpretación de esta ley, -federal
según los unos, unitaria según los otros: y los
debates que suscitara se agriaron á medida que
el Congreso desarrollaba su plan de centraliza-
ción nacionalizando los ejércitos, estableciendo
el poder ejecutivo , fundando el Banco Nacional,
hipotecando las tierras públicas, dictando la ley
de capital, y por último, adoptando la base uni-
taria de la Constitución después de interpretar
arbitrariamente el resultado de la consulta he-
cha á las legislaturas de las provincias.
Si en estas cuestiones de orden político los
partidos pugnaban, en las de otro orden rivali-
zaban en una noble competencia de liberalidad
y espíritu civilizador ; pero los federales, siendo
minoría en el Congreso, no eran gobierno, y
todos los progresos adquiridos con su coopera-
ción, ―― la ley de ciudadanía, la libertad de cul-
tos , el fomento de la inmigración, tres leyes que
alteraban sustancialmente las condiciones socia-
les de la República Argentina, - son reputados
como honra exclusiva del partido unitario y mo-
numento de su prudencia y de su patriotismo .

(1) Enero de 1825.


26 LECTURA PRIMERA

Mientras tanto, el localismo echaba raíces y


cobraba tonos amenazantes en las provincias.
Córdoba desobedecía á toda ley de carácter
constitucional apoyándose en las garantías de la
de 1825.- Un movimiento uniforme de temor y
de indignación acogió la ley de capital que des-
truía la autonomía de la provincia de Buenos
Aires ; y lo que era más alarmante que estos
estallidos de la opinión, que las controversias
parlamentarias y las polémicas de la prensa, -
Rosas y Quiroga, — dos caudillos típicos , envuel-
tos en una atmósfera de fanatismo como jamás
había rodeado á hombre alguno, - imperaban en
ambos extremos de la República. La masa bár-
bara había encontrado, por fin, sus ídolos, su
expresión, las personas superiores cuyo ascen-
diente la atraía y cautivaba .
Algo sobrenatural veían los gauchos en Fa-
cundo. Su caballo misterioso, su suerte invaria-
ble, aquel arrojo inspirado por el fanatismo
común á sus afines, su destreza, su perseveran-
cia : la reserva imperiosa de su espíritu, la fero-
cidad que relampagueaba en sus ojos velados
entre el ceño de su frente y las guedejas enma-
rañadas de su espesa cabellera: todo aquello ,
señores , - le revestía con los terrores de una
maravilla infernal .
Rosas era hermoso como el Belial de Milton .
La luz estaba fuera y la sombra dentro. Hay en
sus ojos una mirada tenaz : revela un pensa-
miento fijo. Hay en sus labios una sonrisa fría,
desdeñosa, perpetua, que los repliega en un di-
LECTURA PRIMERA 27

bujo inmóvil: se la estereotipa una esperanza


siniestra y el sarcasmo satánico que brota en las
profundidades de su alma. - Ginete, aventurero,
desmoralizado , caprichoso y extravagante , así le
adora el gaucho del sud como adoran á Facundo
los gauchos del interior. La sociedad colonial y
pastora ha engendrado sus monstruos...
El partido unitario , semejante á los contem-
pladores místicos que se abstraen de las reali-
dades del mundo para sumergirse en los torren-
tes de poesía que les fascinan, - prescinde de la
tempestad que truena, del fenómeno social que
representan caudillos y acaudillados , — del pro-
ducto revolucionario expresado en el provincia-
lismo , - de todos los órganos de la vida nacional
criados ó revelados en el desarrollo histórico y
social de la democracia, -y formula una Cons-
titución académica, no política, porque era con-
traindicada: destinada á perecer inevitablemente
porque era antipática para las muchedumbres y
mala en sí misma . - Yo la llamaría mala, sólo
por ser unitaria; pero aun los que rechacen mi
criterio, convendrán conmigo en que , limitán-
dose como se limitaba á destruir la independen-
cia provincial y establecer la división y balanza
de las autoridades políticas, -esa Constitución
era estéril, porque no fomentaba la libertad pro-
tegiendo sus formaciones naturales, porque el
poder colocado sobre la nación estaba cons-
truído según la falsa teoría de los discípulos de
Montesquieu, y porque no proveía los medios
de regenerar la sociedad é imprimirle la aptitud
y la disciplina de las instituciones libres.
28 LECTURA PRIMERA

Los federales atizaron la hoguera : la Consti-


tución fué rechazada, y con ella cayeron el Con-
greso y la Presidencia.
Dispersas de nuevo las provincias, impera en
Buenos Aires el partido federal, y acomete otra
tentativa de reconstrucción nacional, cuyo único
paso fué la abortada Convención de Santa Fe
en 1828. - Mas el partido unitario , partido hasta
entonces puramente propagandista, constitucio-
nal y de gobierno, pierde el rumbo que le impri-
mía la serena razón de Rivadavia, é imita á sus
adversarios entrando en la vía de las conspira-
ciones y de la violencia. Bien como el partido
federal se había apoyado en el caudillaje , - el
unitario, siguiendo sus atracciones , se apoya en
el ejército. — Una revolución militar derroca y
sacrifica en Buenos Aires á Dorrego : - El ge-
neral Paz establece, en nombre y quiero creer
que en servicio de la libertad, - una dictadura,
militar también, en el interior.
Desde aquel momento, señores, la infortu-
nada suerte de estos pueblos estaba escrita. — Se
habían desconocido á sí mismos hasta el punto
de debilitar todos sus elementos organizadores ,
y debían sobrevenirles grandes calamidades.
El partido unitario se desnaturaliza, el federal
se disuelve. - En adelante no hay hombres de
pensamiento ilustrado y de alma sana, vincula-
dos por la comunidad de sus ideas, que luchen
por formas de gobierno : queda el ejército en
frente de la muchedumbre iracunda, explotada
por los caudillos, arrastrada á lo sangriento y á
lo abyecto.
LECTURA PRIMERA 29

Este presentimiento amargaba sin duda el


espíritu de Dorrego al marchar á su martirio,
cuando formulaba su testamento político y mo-
ral perdonando á sus enemigos y encareciendo
á sus partidarios que se abstuvieran de ven-
garle. La noble víctima quería que su sangre
fuera absorbida en la tierra, como la de una víc-
tica obscura, y que de aquel infortunio no sur-
giera el infortunio de su patria. No le fué dado
contemplar desde las regiones superiores la
satisfacción de sus votos. Los partidos degene-
rados se fraccionaban en medio de la guerra
civil, y la descomposición social crecía como la
gota primitiva de un torrente se engruesa con
la que le sigue y se aglomeran con otra y otra,
engendran la onda, y las ondas se atropellan, se
engloban, rasgan la tierra, abren cauce y se
hacen corrientes que van á precipitarse mu-
giendo en los anchos senos de la mar.
El espíritu moderador había desaparecido .
Ninguna doctrina fulguraba anunciando al pue-
blo un punto de refugio. La ignorancia, la des-
moralización , el egoísmo, la rapacidad , todos los
vicios generados por la economía y la política
de los gobiernos coloniales, reventaban sobre
la superficie sin hallar obstáculo ni correctivo ,
á no ser en otra fuerza no menos peligrosa
para la libertad, quiero decir, en el ejército , —ó
en las resistencias intermitentes de algún resto
de los partidos constitucionales que conseguía
mezclarse en el movimiento y hacerles frente
con más coraje que fortuna.
30 LECTURA PRIMERA

Si sorprendéis la tiranía de Rosas en su apo-


geo no podréis menos de admirar la sagacidad
con que metodizó el terror y la destreza con que
se desprendió del elemento que le había elevado
hasta romper todo vínculo y cernerse solo en
su sangriento Olimpo . Hería con los grandes
golpes como el asesinato de Maza, con lo ines-
perado sacrificando víctimas insignificantes para
advertir que ninguna cabeza estaba exenta de
sus iras : sobrecogía con tragedias repugnantes
como la carnicería de indios en 1836: probaba la
madurez de sus elaboraciones en la víspera de
terminar el primer período de su dictadura con
las matanzas de 1840: en 1842 se daba un festín
de sangre mezclando á los torrentes que vertían
Aldao, Oribe y Urquiza en todo el territorio de
la República, la que derramaba la mazorca en
el seno de la capital vilipendiada ; - y cuando
fatigado paralizó el terror, viendo palpitar las
entrañas en que el miedo disminuía, ofreció á
sus genios protervos la brutal inmolación de
Camila O'Gorman. Esta vocación, este genio ó
destino de tirano revelábase, señores, cuando
trillaba los senderos del altar que ocupó como
sacrificador y como ídolo .
Ahogó la ciudad con la campaña, la revolu-
ción liberal con la escoria colonial, y apoderado
del gobierno por primera vez en 1830, hizo gala
de su ferocidad . En seguida volvió á la esfera
campesina que adueñaba, y se vinculó con los
caudillos subalternos que más tarde sacrificaría
á puñal ó veneno : se adhirió las masas, más
LECTURA PRIMERA 31

íntimamente que lo habían estado jamás , en


fuerza de crueldades, de cinismo y de extrava-
gancias en la expedición al desierto de 1833 ; y
volvió de las márgenes salvajes del Colorado
repleto de aliento felino á echar garra á la
presa ya preparada por el cansancio, la podre-
dumbre moral y el pánico que enervaba los
corazones.
El partido unitario estaba vencido y pros-
cripto ; pero el tirano necesitaba vencer las re-
sistencias del sentimiento urbano, civilizado y
moral, alimentado por las dos últimas fraccio-
nes del partido federal : la fracción de Balcarce,
grupo heroico como los trescientos espartanos de
Leonidas, que exponían su pecho á la multitud
de las legiones bárbaras, y fiando en el instinto
popular y en las fecundidades de la libertad,
presumían contener al malvado levantando , en
las fórmulas de una constitución, el imperio del
derecho : la fracción de Viamont que hacía pie
en la arena, con denuedo pero sin esperanza ,
como los soldados indómitos que rodean su ban-
dera en el perdido campo para tener el varonil
consuelo de ser los últimos que mueren á su
sombra .
Facundo Quiroga ganó la lid en el interior
cuando Rosas la ganaba en el litoral. Eran riva-
les ; uno de los dos sobraba. El pampa aterraba
al llanista. Le inmoló también. El teatro quedó
suyo.
La sociedad estaba gangrenada. Bandas re-
clutadas entre la canalla más soez , en las cár-
32 LECTURA PRIMERA

celes y los mataderos, disciplinadas en una aso-


ciación terrible, recorrían las calles de Buenos
Aires esparciendo denuestos y terrores..... Las
montoneras diseminaban en los campos la reli-
gión del crimen... Y por todos estos medios , Ro-
sas envolvía la capital en una red en que debía
cazarla .
Cobardes representantes de la ley doblaban la
rodilla y ofrecían al yugo la cerviz de la patria...
Rosas desdeñaba sus votos para solazarse en su
miseria.
La superabundante degradación llegó : el vaso
rebosó su fetidez. La democracia bárbara, la
soberanía numérica, la brutalidad moral exal-
taron la encarnación más sombría de gaucho á
una autocracia irresponsable.
¡ Ah señores ! Hay días en que los pueblos de
nada dudan, sino de sí mismos : en todo esperan,
menos en su derecho . Ese día pálido y vergon-
zoso ha brillado sobre esta sociedad conturbada
por todos los infortunios, aun los más horrendos,
el miedo y la abyección. La tiranía fué confir-
mada por el ignominioso plebiscito de 1835.
Como véis , era un resultado de nuestras con-
tradicciones políticas y un producto natural de
la sociedad.
Si no puede establecerse la complicidad de un
partido con el tirano , tampoco podemos absolver
á ninguno de ellos de sus responsabilidades indi-
rectas. Bástenos , empero , para nuestros objetos
especiales considerar que la dictadura desalo-
jaba á todos de su terreno, les separaba de sus
afinidades peculiares y les confundía en el mar-
LECTURA PRIMERA 33

tirio . Las eminencias del partido unitario bus-


caron en 1829 su seguridad expatriándose, y no
tardaron en seguirles las diversas fracciones en
que se descompuso el partido federal. Aun era
poco esto para la vanidad y el hambre de pre-
dominio de Rosas. « Destempla la fibra de las
>> montoneras sacrificando los caudillos que le
>> levantaron : disciplina ejércitos de línea ; soli-
>> cita y encuentra generales; arma los indios sal-
>> vajes: confunde todas las jerarquías, y dirige el
» pobre contra el rico, el gaucho contra el hom-
>> bre de ciudad, el militar contra el gaucho, el
» mazorquero contra el militar, la policía contra
» la mazorca : desmonta, en una palabra, la es-
>> tructura social y lo nivela todo bajo la única
» noción inoculada en las masas : la terrible
>
>>> magnitud de su persona. » (1) ― Era un impe-
rialismo bárbaro nacido de una fuerza bárbara.
En tal desborde de todas las pasiones primi-
tivas y semejante compresión de los derechos y
de los intereses más legítimos, cambió el papel
de los partidos . Un partido se disuelve cuando
no puede militar, porque se le cierra el terreno
libre en que se cruzan las ambiciones y se con-
trastan las ideas . Así, los partidos argentinos
arrojados por la ola de sangre de la escena
política y aun del suelo de la patria, se transfor-
maron obedeciendo á afinidades comunes y á
las atracciones morales de los individuos con-
gregados en sus cuadros.

(1) El autor, Lecciones sobre la Historia de la República Argen-


tina, Tomo 2º, Lección XXI.
34 LECTURA PRIMERA

Nueva descomposición aquí.


En la corte de Rosas figuran unitarios y fede-
rales. Son las almas medrosas ó depravadas que
buscan su centro . Concebidos de mísera si-
miente, tiemblan y vociferan : tiemblan ante el
tirano, vociferan contra el pueblo. Esclavos y
verdugos al mismo tiempo , se vengan de su de-
gradación en los débiles, y obran en las esferas
que les están subordinadas por los mismos me-
dios que imperan en las esferas más altas en
que ellos gimen.
Al contrario, los principios constitucionales
en su más vasta generalidad debían aproximar
á los que, profesándolos sinceramente, eran ad-
versarios ayer, porque las circunstancias les
obligaban á luchar juntos por recobrar su arena.
Y en efecto, se confunden conservando la tradi-
ción liberal y la honra del nombre argentino en
reacciones perseverantes y sacrificios soporta-
dos con fortaleza, unitarios y federales, vincu-
lados por la austeridad del carácter y ufanos de
su martirio. Writh y Agüero, Varela y Rivera
Indarte corren las mismas aventuras y frater-
nizan en su infortunio común.
La composición de los partidos se simplificaba
por la sencillez de sus objetos inmediatos; mas
el problema social argentino no estaba resuelto,
sino aplazado; la dictadura esclarecía la dificul-
tad, pero no la desataba.
La revolución de 1820 estalló porque el pueblo
fué comprimido. La revolución de 1827 disolvió
la nación porque se pretendió deprimir los ins-
LECTURA PRIMERA 35

tintos universales de las masas. Rosas triunfó,


porque los partidos constitucionales se descom-
pusieron en su choque , y se creyó poder ahogar
la irrupción campesina con la irrupción militar.
En una palabra, las clases pensadoras mostraron
en todo el curso de la revolución que no cono-
cían la sociedad ni apreciaban la medida de sus
fuerzas. - Por eso la desviaron . —¿ Qué era la
tiranía si no una revelación atérradora del vi-
gor y de la barbarie de las masas ? El problema
llegaba, pues, á su claridad culminante.
Al prepararse para continuar la revolución
interrumpida urgía despojarse del doctrinarismo
intolerante, reconciliarse con el pueblo olvidan-
do todos los rencores viejos, é iniciar una obra
fecunda de organización libre basada en la mo-
ralidad y la educación , adecuada al ejercicio y
al desenvolvimiento del derecho popular. Pero
parece que las ideas vencidas por conmociones
profundas tuvieran el privilegio de apasionar
más tenazmente que ninguna á los hombres.
cuyo espíritu dominan . - Los reyes sacrificados
por las revoluciones mueren con la serenidad y
la fe de los mártires . - De los unitarios argenti-
nos ha podido decirse como de los aristocratas
franceses emigrados : que nada aprendieron ni
olvidaron en el destierro; sus ideas convencidas
de impotencia les fanatizaban , y conservaron su
ensimismamiento científico sin moderar sus re-
criminaciones , sin disimular su esperanza de
salvar el país con las quimeras que le habían
perdido y cuyo prestigio se desvanecía ante la
experiencia y la tribulación.
36 LECTURA PRIMERA

No se pierden, empero , los pueblos para siem-


pre. ---- Las sociedades se transfiguran y son
fértiles para suscitar vocaciones en los más fu-
nestos conflictos y salvarse por su renovación
constante. La regeneración brota de la ignomi-
nia y la vida de la muerte como en la metamor-
fosis de Memnon .
Una generación enérgica y reflexiva solicita
su puesto en la común labor; niégaselo la tiranía,
y le busca en los templos perseguidos. — Está
limpia de complicidades: ninguna responsabili-
dad la sobrecarga, ningún fanatismo la enerva,
ningún odio la hiere. No han extraviado su cri-
terio ni las flaquezas de los federales ni los en-
sueños de los unitarios . El problema social está
planteado ante sus ojos, y cuanto la rodea le
advierte que la libertad ha perecido porque el
doctrinarismo la ha echado en el precipicio , pre-
tendiendo consolidarla sin contar con el senti-
miento popular: que la democracia sucumbió
por no haber sido organizada, y cuando carece
de organización se corrompe y degenera en ti-
ranía, sea que las masas opriman, sea que las
masas abdiquen .
No se resuelve la democracia en la electividad
de los que mandan ni en la « soberanía popular»
que es el imperio del número, un cesarismo
multiforme é incomprimible. Consiste en la so-
lidaridad del pueblo para el ejercicio y la ga-
rantía del derecho. - El gobierno ejercido á la
luz de teorías exclusivas y en nombre de una
entidad ideal ó defraudada, fué el desideratum
LECTURA PRIMERA 37

de nuestros partidos doctrinarios . La juventud


comprende que el pueblo es una realidad con-
creta y viva, compleja y orgánica; y que la bar-
barie colonial que le redujo á muchedumbre
informe, y la extravagancia de una revolución
que presumió supeditarle después de haberle
irritado , eran las causas eficientes de aquella
monstruosa tiranía que explotaba los errores y
los vicios de todas las generaciones pasadas.
Estudiar la política bajo estas faces y propa-
gar el credo de la nueva alianza fueron los ob-
jetos de la Asociación «Mayo» fundada en 1837
bajo la presidencia de D. Esteban Echeverría.
He aquí, señores, un instante singularmente
crítico: está á la altura de 1810, hora de la eman-
cipación patria : está á la altura de 1820, hora de
la victoria democrática ; abre un camino de con-
ciliación, un rumbo revolucionario opuesto á los
que nos condujeron á doblarnos exánimes de fa-
tiga y de vergüenza bajo una tiranía, cuya res-
ponsabilidad tienen los contemporáneos , porque
es una verdad indestructible de experiencia his-
tórica que «< los pueblos tienen los gobiernos que
merecen » .
Mirabeau decía que « los tiranos no nos pare-
cen grandes sino cuando estamos de rodillas» .-
Olvidaba que hay algo más fuerte que los tira-
nos , y son las tiranías cuando expresan genui-
namente el estado de una sociedad y constitu-
yen un nudo histórico, -como era la tiranía de
Rosas la forma de la democracia bárbara en sus
degeneraciones naturales y el nudo histórico de
38 LECTURA PRIMERA

la revolución nacional. - Quiere decir, que refor-


mar la democracia y desenlazar la revolución ,
eran los propósitos que condensaban la tarea de
la varonil juventud asociada á Echeverría, y
cuyo espíritu político comenzaremos á estudiar
desde nuestra próxima reunión .
LECTURA II

Qué es el Dogma socialista de la Asociación « Mayo» . Su impor-


tancia como programa de una generación. Su método. -
Equivale á una revolución filosófica y política. Sus prin-
cipios generales .

SEÑORES :

Los fundadores de la Asociación «Mayo » con-


cibieron una idea inspirada tal vez por la frater-
nidad en que los vinculaban sus peligros perso-
nales y las desventuras comunes. - Quisieron
entrar en la vida activa con un programa ma-
duro , temerosos de extraviarse en medio de las
vicisitudes á que se lanzaban; y encargaron á
D. Juan Bautista Alberdi, D. Juan María Gutié-
rrez y D. Esteban Echeverría que redactaran
una explicación sucinta de las quince palabras
simbólicas que el día de la instalación habían
aceptado, propuestas por Echeverría, como di-
visa y como compendio de su credo . - Estas
palabras eran las siguientes:
1. Asociación . - 2. Progreso. - 3. Fraterni-
dad. 4. Igualdad. — 5. Libertad. - 6. Dios,
centro y periferia de nuestra creencia religio-
40 LECTURA SEGUNDA

sa: el cristianismo, su ley. - 7. El honor y el


sacrificio móvil y norma de nuestra conducta
social. - 8. Adopción de todas las glorias legí-
timas, tanto individuales como colectivas de
la revolución: menosprecio de toda reputación
usurpada é ilegítima. - 9. Continuación de las
tradiciones progresivas de la revolución de
Mayo. 10. Independencia de las tradiciones
retrógradas que nos subordinan al antiguo
régimen. — 11. Emancipación del espíritu ame-
ricano.- 12. Organización de la patria sobre
la base democrática. - 13. Confraternidad de
principios. - 14. Fusión de todas las doctrinas
progresivas en un centro unitario. - 15. Abne-
gación de las simpatías que puedan ligarnos á
las dos grandes fracciones que se han dispu-
tado el poderío durante la revolución.
Dos de los comisionados delegaron su encar-
goen Echeverría; y con excepción de un capítu-
lo que redactó el señor Alberdi , - la exposición
fué trabajada por él, mientras la asociación se
preparaba á formalizar su símbolo conferencian-
do sobre numerosas cuestiones políticas y socia-
les. - Cuando la minuta estuvo terminada, Eche-
verría la sometió al análisis de sus colegas que
la discutieron prolijamente y la aceptaron con
ligeras modificaciones. - Nueve años más tarde ,
él publicó en Montevideo el resultado de estas
elaboraciones comunes, titulándole Dogma so-
cialista de la Asociación «Mayo» .
En consecuencia, el libro que nos va á ocupar
tiene una significación especialísima para todos,
LECTURA SEGUNDA 41

y principalmente para la generación á que per-


tenezco, porque refleja el pensamiento de la que
le ha precedido , de la que ha encabezado la reor-
ganización del país y le gobierna hoy día. No re-
vela un espíritu; revela una edad. No revela un
-
carácter; revela una época histórica. — Apenas
hay un hombre eminente entre los que comen-
zaban entonces su carrera que no haya contri-
buído á formular las doctrinas que consigna, ó
que por lo menos, no se haya adherido á los
principios que preconizaba.- Le examinaré con
singular complacencia; porque , á salvo desvia-
ciones eventuales , él debe darnos la clave de
la política desenvuelta desde que los jóvenes
pensadores que lo formularon se convirtieron
en generación gobernante, es decir ; desde la
caída de Rosas hasta la actualidad.
Esta noche lo consideraremos sintéticamente
para entrar después á analizar las ideas en que
se descompone .
Mi generación está dispersa y aquélla estaba
unida, acaso porque la libertad nos protege y
podemos entregarnos á nuestras propias inspi-
raciones, en tanto que los que nos preceden de
cerca no tuvieron en su juventud más amparo
que su solidaridad . Basta para que recompen-
semos su virilidad con nuestro amor. —¡Es tan
fácil y tan quieta la vida de la esclavitud políti-
ca! Ellos, sin embargo, prefirieron los azares de
la libertad, la brega revolucionaria, las fatigas
de la propaganda. Si hubieran sido vencidos, sólo
habría en nuestros labios cantares en su loor,
42 LECTURA SEGUNDA

pero vencieron, al contrario , y su victoria


constituye en tribunal á la generación que va á
disfrutar de sus aciertos, á soportar la conse-
cuencia de sus errores y á compartir su res-
ponsabilidad continuando la historia donde ellos
la terminan .

La innovación radical del Dogma socialista


consistió en sustituir el método de los doctrina-
rios por un método experimental . - Reemplaza
las concepciones imaginativas con las ideas po-
líticas. « Ser grande en política, decía, - no
es estar á la altura de la civilización del mundo ,
sino á la altura de las necesidades de su país . »>
-Veo en esto algo más que una reparación de
funestas injusticias; veo una nueva faz científi-
ca abierta á la luz de un sistema psicológico, y
que debía conducirnos á cambios profundos en
la filosofía y en el arte.
En efecto, todo error metodológico entraña
errores proporcionados en cada rama de los co-
nocimientos humanos, y principalmente en las
ciencias morales cuyo estudio tiene dificultades
que están en razón directa con la proximidad del
observador á su materia. En política los intere-
ses contribuyen á obscurecer el criterio, y las
pasiones exasperadas en su choque, ó la inercia
que se difunde en los períodos de quietud y de
excepticismo abren campo á los métodos vicio-
sos y á los sofismas que ellos producen. - Suge-
rir desconfianza respecto de los espíritus forma-
LECTURA SEGUNDA 43

dos en una mala disciplina mental, no es dar á


los pueblos una vana alarma, sino prevenirles
contra los estragos que siguen á las paradojas.
-Tomado el problema social en su masa de pro-
blemas parciales, puede augurarse la solución á
que un pensador, por despreocupado y original
que sea, debe llegar, cuando conocemos los pro-
cederes intelectuales con que está familiarizado .
- Innovar el método, equivalía, por lo tanto, á
innovar el criterio político; y quien dice esto,
dice variar la dirección de los elementos gober-
nantes, extirpar en la región de las ciencias los
principios que habían sido vencidos en la región
de los hechos. Mas, como todo método exclusivo
contiene peligros peculiares, analicemos el que
destruía y el que iniciaba el Dogma socialista.
Los vencidos de 1820 y de 1827 eran doctrina-
rios. Su método era puramente racional; y es
fácil percibir las degeneraciones que pueden
desfigurarle examinándole en sus productos.
Descartes establecía la diferencia radical del
espíritu y la materia en la maravillosa dualidad
de la persona humana: Mallebranche, arroján-
dose en los conceptos generales, llevaba el prin-
cipio cartesiano á conclusiones desmentidas en
la conciencia, - á la negación de toda relativi-
dad entre los dos elementos que constituyen
nuestro sér en su estado experimental. Idéntica
suerte que la metafísica han corrido la sociolo-
gía y la política por los excesos de las escuelas
y la intemperancia del racionalismo filosófico.--
Vosotros sabéis cuán poderoso es el papel de la
44 LECTURA SEGUNDA

imaginación en la formación de las teorías; pero


sabéis también cuán á menudo las esteriliza en
germen falseando sus elementos! - La imagina-
ción construye con los conceptos de fenómenos
físicos y morales entidades ficticias que reem-
plazan en el espíritu á las nociones inmediatas
sobre las cuales operan las facultades discursi-
vas; y embebida la mente en contemplaciones
engañosas, procede de ilusión en ilusión, hasta
dar en la quimera. Así, la ciencia se torna fan-
tástica; y las fantasías políticas son pecados que
no purgan los teorizadores , sino los pueblos .
Montesquieu llegó, por una serie de observa-
ciones incompletas y sugestiones imaginativas,
á reducir todas las formas de la acción de la so-
ciedad sobre sí misma y sobre los individuos al
concepto de la ley que es una expresión exacta,
pero no exclusiva ni suficiente. Fuéle fácil des-
componerla. Si la ley es la única expresión de
la acción colectiva, basta para que ella se aco-
mode á las necesidades humanas y tenga la fle-
xibilidad y la permanencia convenientes que la
facultad de imprimirle cada una de sus tres faces :
- formulación, aplicación, ejecución , resida
en otras tantas ramas de autoridad indepen-
dientes entre sí. — De esta suerte llegó á su doc-
trina de la separación de los tres poderes: legis-
lativo, judicial y ejecutivo . Exageró la teoría de
Aristóteles, y dió su punto de partida á los visio-
narios que en la Asamblea Constituyente y en
la Convención, frustraron las esperanzas de la
Francia y vistieron á la moda el despotismo ,
LECTURA SEGUNDA 45

cambiando su agente y simplificando sus resor-


tes, derribando la monarquía y la influencia tem-
perante de las clases privilegiadas para procla-
mar la omnipotencia de la muchedumbre ó sus
representantes, sin regularizar el gobierno que
criaban ni organizar la defensa de los derechos
personales preconizados en 1789.
La rápida reseña histórica que tuve el honor
de haceros en nuestra última reunión comprue-
ba que nos arrojó en extravíos análogos el con-
tagio del racionalismo político cuando la fantasía
irresponsable luchaba contra otra irresponsabi-
lidad, la pasión de las multitudes.- En el cam-
po de la teoría, puede operar el espíritu sobre
abstracciones y desatar a priori los problemas
más intrincados de la política ; pero desdeñar,
en el terreno positivo , los hechos y las fuerzas
en movimiento para desechar lo que no quepa
en las definiciones convertidas de axiomas es-
colásticos en dogmas de partido, y acatar sola-
mente lo que, por sus exterioridades, cuadra
con ella , - es un error de múltiples consecuen-
cias : deprava el juicio científico , y trastornando
las sociedades, genera, tarde ó temprano , tira-
nías afines con los caracteres más prominentes
--
del pueblo: Napoleón, el cesarismo glorioso
é igualitario en Francia: Rosas, el despotismo
bruto, hijo de la demagogía campestre , en la Re-
pública Argentina.
Ya indiqué, sin embargo, - que si había ins-
piración en la reacción del Dogma socialista,-
ella por el hecho de serlo, entrañaba también
46 LECTURA SEGUNDA

graves peligros. Debo determinarlos é indagar


si la juventud de 1837 supo y pudo esquivarlos.
El extremo opuesto al racionalismo puro es el
empirismo puro . Ambos se tocan en un resul-
tado único . El empirismo aplicado á la política
tiene una forma conocida; la escuela histórica.—
Desechadla si amáis el progreso . Su criterio
está en la tradición, su prueba en el hecho, su
producto es la inmovilidad.
Generaciones que han visto la tiranía de la
democracia en la revolución francesa y la tira-
nía realista de los Borbones de España, el dere-
cho consolidado bajo las instituciones republi-
canas de los Estados Unidos de América y la
libertad civil y política aliadas con la aristocra-
cia y la monarquía en Inglaterra, no pueden
menos de abrigar cierto excepticismo respecto
de los principios y el valor absoluto de las for-
mas de gobierno . Esto explica el prestigio de
la escuela histórica en nuestro siglo: prestigio
que tiene necesariamente que ser mayor en
aquellos pueblos en que, á semejanza de Ingla-
terra, las libertades públicas avanzan en terreno
y solidez paulatina y mesuradamente ; — pero
los antecedentes históricos sólo sirven para ex-
plicar la filiación de las instituciones: de nin-
guna manera para justificarlas. Si esta escuela
prevaleciera, sería forzoso que cada genera-
ción se inmolara por respeto á la antecedente,
que toda reforma fuera desechada por respeto
á lo que existe , que se inveterara todo vicio
y se renunciara á toda regeneración y á toda
mejora.
LECTURA SEGUNDA 47

Un pensador inglés contemporáneo ha sorpren-


dido á su país con un libro sustancial y atractivo
á la vez, en el cual, como fruto de viajes proli-
jos y de lentísimos estudios , -le presenta esta
conclusión: la plenitud de las libertades ingle-
sas no está en Inglaterra, sino en las sociedades
que fueron ó son sus colonias y que han acele-
rado el desenvolvimiento de la semilla deposi-
tada en el seno de la sociabilidad anglo - sajona.
-
Luego, el secreto no está en conservar, sino
en progresar. Mas, ¿cómo progresar si la
historia justifica la política y la tradición amnis-
tía los hechos, sea cual fuere su naturaleza?
Comparad las instituciones comunales de los
pueblos libres con las de Rusia. En los unos
la entidad municipal se forma por la aglomera-
ción de intereses particulares concurrentes en
razón del territorio; en Rusia la propiedad es
un mero derecho usufructuario y el territorio
es de dominio común compartido entre los
tiaglos de cada municipio . Las consecuencias
son claras; en el primer caso, el pueblo se
gobierna por sí mismo en virtud de la coordina-
ción de sus fuerzas solidarias; en el segundo,
la inmensa familia rusa se somete al gobierno
del czar que es ley, pontificado, soberanía. --
Ciertamente que la historia puede explicar los
orígenes de estas formas contradictorias de la
vida; pero de sus datos no podrá desprenderse
jamás un criterio para discernir el mérito de
cada una y escoger entre ellas. ― En último
análisis llegaríamos á la necesidad de que cada
48 LECTURA SEGUNDA

pueblo se someta á la suerte que le demarcan


los primeros errores de su estado bárbaro. Ex-
cuso probar que en este extremo deberíamos
renunciar á nuestras libertades, á todas nues-
tras aspiraciones, á la propiedad y al derecho
político, para humillarnos bajo el sistema ruso
que no es sino una transformación del patriar-
cado, molde de todo gobierno primitivo .
El progreso es ley de la vida; y el progreso
es desarrollo y destrucción. — Los pueblos mal
constituídos son revolucionarios, como nosotros ,
y esto explica que buscáramos en las teorías y
las generalizaciones impulsos que son peligro-
sos cuando exceden su medida; los que tienen
buenas leyes y prácticas arraigadas adelantan
conservando, como la Inglaterra; pero si bien
pueden y deben apoyarse en la tradición para
precaverse contra las temeridades, no pueden
ni deben buscar en ella la luz de su camino ni las
reglas invariables de su conducta.
La escuela histórica es hija del empirismo ,
cuya forma contemporánea es la filosofía posi-
tiva. Precisamente por eso es que no se rinde
ante el concepto de la ley del progreso, porque
el vasto sistema científico que la contiene,
rechaza como una ficción la noción de las leyes,
y con ella la noción de las sustancias. Recorred
las tres faces del positivismo, y le hallaréis
impotente para criar una doctrina social. -
Augusto Comte se detiene en la consignación
de los hechos . Aplicad su método á la sociedad,
y habréis catalogado dos fenómenos: la socie-
LECTURA SEGUNDA 49

dad, la ley. - Stuart Mill busca las parejas de


hechos y los relaciona; es el positivismo des-
arrollado hasta la inducción. ― Y bien , socie-
dad y ley son dos hechos correlativos que
producen la sumisión de los particulares á la
colección, como los vapores suspendidos en la
atmósfera y el frío de los cuerpos en cuyo
contacto se condensan son dos fenómenos que
producen el rocío . - Enrique Taine va más
allá de la inducción: abstrae, y en vista de
la persistencia de los fenómenos y de sus re-
laciones productivas de otros fenómenos , afir-
ma la perpetuidad de esas relaciones y de su
fecundidad mecánica, química ó instintiva. Si
coinciden la sociedad y la ley, si el particular
está subordinado á la colección, estas relaciones
son perpetuas, forman un principio: este princi-
pio se llama soberanía.
El positivismo concluye aquí; pero no satis-
face las curiosidades del espíritu . Si la sobe-
ranía es una fuerza compuesta y reductible en
fuerzas libres, es en sí misma una fuerza libre
como sus elementos. Luego, tiene una ley en la
cual se encierran todos los principios absolutos
que la rigen, la organizan y la moderan; porque
tras de todo fenómeno hay una fuerza, tras de
toda fuerza una sustancia y sobre cada sustan-
cia una ley.
Adoptando el método empírico, el Dogma so-
cialista corría riesgo de incidir en el excepti-
cismo de Cornewall Lewis; y vosotros sabéis
como yo, por nuestra propia experiencia, que
50 LECTURA SEGUNDA

no es menos funesto , en el terreno práctico ,


que el racionalismo inmoderado. ¿Por qué
cuesta tan ruda fatiga implantar hoy día en
este país instituciones indispensables para la
libertad y extirpar vicios que la enervan? Por-
que hay, señores, un empirismo doctrinario y
otro natural. El primero suele esquivar sus
propios estragos, porque sabe ser inconsecuente:
el segundo no puede ser modificado, porque no
es dado cambiar el cerebro de los hombres.
Este es el que nos oprime, diciendo: - pedís
demasiada libertad, y el pueblo no es bastante
libre para soportarla: dejad el pájaro en la jaula,
no sea que caiga en las garras del buitre: espe-
rad que sepamos nadar, entonces entraremos en
el río.
Morigerar los arrebatos de la imaginación es
el resultado del método experimental: realzar
y fecundizar la experiencia es el resultado del
método racional. Racionalismo y empirismo
deben conciliarse en política como se concilian
en la filosofía ecléctica. El Dogma aspiró á esta
conciliación, reconociendo tres principios abso-
lutos , destinados á iluminar la experiencia polí-
tica, y á cuyo análisis paso en seguida.
Acepta la limitación de la soberanía por la
ley universal. Todas las variedades de la natu-
raleza se resuelven en una unidad. La evolución
de la vida, de la reproducción y de la muerte ,
la interminable escala de las cosas y de los seres
se explican por una ley inmutable que produce
sus diferencias, sus transformaciones, su movi-
LECTURA SEGUNDA 51

miento: ley de orden y equilibrio que lo con-


cuerda todo , el infusorio como el animal potente
del desierto , las fuerzas ciegas como las inteli-
gentes y libres. La ventaja de éstas consiste en
conocerla y cooperar á su desarrollo . Además ,
cada categoría de seres tiene su ley particular.
La ley particular del hombre y la ley universal
en cuanto afecta su razón y su libertad, es la
moral, que contiene el criterio de las acciones y
la condición de desenvolvimiento de la persona
humana. El hombre no puede eximirse de su
imperio, cualquiera que sea la esfera en que
obre, ni es dable concebir seres inteligentes que
se desarrollen fuera de la idea absoluta del bien.
Luego, ninguna legislación política , ningún acto
colectivo en las mil situaciones históricas de la
humanidad, puede disminuir la estabilidad y la
eficiencia de la ley moral. La soberanía que la
menosprecia, caduca, porque se sustrae de su
centro y borra el principio que la justifica.
Si esto es así: si la moral es invariable y sus
formas de aplicación iguales para todos los hom-
bres en iguales determinaciones de su activi-
dad; si la sociedad es una de estas determina-
ciones puesto que es una condición de su exis-
tencia, se sigue, que las formas de la moral que
limitan la soberanía son iguales para todos los
pueblos del mundo. Los hechos pueden contra-
riarlas, pero no las destruyen y es necesario
vencerlos para restablecer el equilibrio de la
naturaleza. Ahora, el criterio de la sociedad
surge de su función. Siendo ésta proteger al
52 LECTURA SEGUNDA

hombre y multiplicar sus fuerzas aisladas por el


concurso de la asociación, el criterio y la valla
de la soberanía está en el derecho. Respetarle
garantirle : he ahí su ley. Reprimir las liberta-
des desarregladas no es otra cosa sino amparar
los derechos que sus desórdenes pueden vulne-
rar. Por consecuencia, la sociedad como los in-
dividuos se mueven dentro de la moral.
Aquí debo notar un extravío del Dogma que,
llegando á definir la libertad que preconiza ,
dice : «La libertad es el derecho que cada hom-
» bre tiene para emplear sin traba alguna sus
>> facultades en el conseguimiento de su bienes-
» tar y para escoger los medios que pueden ser-
>> virle á este objeto.» Esta definición envuelve
el principio utilitario: es la doctrina de Benthan
que reemplaza en moral el criterio absoluto por
un criterio suplementario . No puede decirse
que la virtud y la felicidad se confunden, sino
en cuanto se entienda por felicidad el bienestar
común, jamás el bienestar individual que es for-
zoso sacrificar constantemente en obediencia á
las leyes supremas que dominan nuestra vida.
El Dogma mismo lo advierte cuando dice más
adelante : «la virtud es la acción encaminada al
sacrificio. » Es evidente que la austeridad de la
vida es una inmolación perpetua, cuyo mérito
está en razón directa de los padecimientos con
que nos labra ; y está de tal manera equilibrada
nuestra constitución psicológica, que la virtud
es inseparable de la lucha y del dolor. Por eso
dice el Evangelio que el reino de los Cielos pa-
LECTURA SEGUNDA 53

dece fuerza, y que son bienaventurados los que


lloran. Luego, el derecho que comprime la so-
beranía no es mensurable por el bienestar tran-
sitorio de los individuos , - sino por el principio
moral. Llamo derechos los medios de desem-
peñar los deberes primitivos. De éstos no puede
el hombre ser privado sin una perturbación
manifiesta de la economía natural. En conse-
cuencia la libertad en el estado social, consiste
en la supremacía del derecho: sus garantías
dependen de la organización de los gobiernos
y de la armonía entre la responsabilidad soli-
daria de las sociedades y la extensión y asiento
de las atribuciones que ella implica.
Y llego á otra cuestión de las más graves que
pueden ocupar la filosofía social. ¿En quién re-
side la soberanía ? Comenzaría, señores, por re-
chazar la palabra si tuviera otra de que valerme .
La soberanía no reside sino en la fuente infa-
lible y omnipotente de la ley universal ; pero
damos ese nombre al poder de gobernar, re-
glando las relaciones de los individuos , que
posee derivada y fragmentariamente la socie-
dad civil, como la poseen la Iglesia y la familia
dentro de sus órbitas peculiares. Prescindiré de
las soluciones añejas sobre las cuales han estri-
bado los gobiernos de privilegio, los despotis-
mos de las minorías y las monarquías absolutas ;
no pertenecen á la ciencia militante : antes, los
restos de sus productos vacilan ya porque tien-
de á desaparecer la masa de preocupaciones
que les apoyaban, y la luz cristiana se disemina
54 LECTURA SEGUNDA

suscitando la libertad donde quiera que encuen-


tra un espíritu limpio de extravagancias y vani-
dades que penetrar con su fulgor. Sin embargo,
todo es lento en la historia, como es limitado en
su agente .
Las revoluciones modernas realzaron las fuer-
zas populares: el imperialismo de que se habían
apoderado los reyes pasó al pueblo, y en la
región teórica se dijo : el pueblo es soberano .
Esta palabra nada contiene ó contiene un error
cuando no se precisa su sentido. Como la sobe-
ranía supone acción, para hacerla inteligible, es
necesario atribuirle un agente concreto, cuya
determinación no sea tergiversable . Pueblo, y
pueblo soberano, se llamaba una entidad abstrac-
ta en nombre de la cual las águilas romanas
desolaban el mundo, y se transfería en las eda-
des imperialistas y monárquicas el poder efec-
tivo íntegro á un hombre, en cuya raza se vin-
culaba como un derecho sancionado por Dios y
trasmisible de generación en generación. In-
vertida la fórmula, se ha atribuído la soberanía
al número . Los individuos aislados carecen de
soberanía; si juntándose se transforman en so-
beranos por la importancia numérica que ad-
quieren, damos la fuerza por base del derecho y
nos encontramos ante una paradoja y una
monstruosidad positiva. La fuerza no es derecho,
ni el robo es propiedad, ni la conquista nacio-
nalismo, ni el número soberanía. La soberanía
es un atributo moral: su función interpretar los
principios que coartan la libertad de los hom-
LECTURA SEGUNDA 55
55

bres ; luego, pertenece al instrumento de con-


cepción de lo justo y de lo injusto ; pertenece á
la razón. Y no creáis que incurro en una abs-
tracción tan estéril y tan indeterminada como
la que acabo de reprobar. Hay una razón soli-
daria, porque los hombres viven de derechos
comunes que no pueden proteger y de intere-
ses fraternos que no pueden fomentar, sino bajo
el imperio de una ley de equilibrio que requie-
re una interpretación uniforme y obligatoria ....
Acepto la fórmula del Dogma socialista , por-
que es el principio salvador de las democracias:
<< la soberanía reside en la razón del pueblo » .
Mas -¿ cómo se discierne la razón del pueblo
y se constituye su órgano visible? Si constituís
en órgano de la razón pública las asambleas tu-
multuarias de las muchedumbres, caeréis en las
consecuencias de la soberanía numérica , ponien-
do á la cabeza de los negocios sociales , no la
razón, sino las pasiones de la masa ignorante
agitada por las ambiciones privadas. Si se vin-
cula el derecho de gobernar en una casta, en
cierto orden circunscripto de la sociedad, enton-
ces se incurre en graves peligros é injusticias ,
condensando las facultades políticas en una je-
rarquía probablemente incapaz para exponer la
razón del pueblo , ya por los intereses especiales
que le cría el privilegio mismo, ya por inepcia
para desempeñar un papel, al cual es llamado
cada uno de los privilegiados por el acaso del
nacimiento y no por sus méritos ni por su com-
petencia probada. De suerte, que sólo en el sis-
56 LECTURA SEGUNDA

tema representativo , predominante hoy día en


todos los pueblos libres, puede encontrarse la
soberanía legítima formalizada en órganos ade-
cuados á su índole y á sus objetos. De aquí esta
doctrina: las atribuciones de la ciudadanía son
un derecho universal: la prerrogativa propia y
característica del ciudadano es el derecho elec-
toral. Soberanía de la razón del pueblo se con-
vierte así en estos términos: gobierno democrá-
tico, sufragio universal.
No hemos llegado , empero , al término del ra-
ciocinio . De la conclusión que precede nacen
nuevas cuestiones que han preocupado á todos
los pensadores liberales, como preocuparon á
los autores del Dogma socialista , y nos preocu-
pan á nosotros .
Los contemporáneos han sido frecuentemente
sorprendidos por los resultados del sufragio uni-
versal, y vosotros sabéis que están en minoría
los países libres que lo aceptan. Cuando todo
hombre, cualesquiera que sean su moralidad y
su instrucción, posee la atribución electoral, sí-
guese amenudo una de dos cosas : -ó bien, que
la masa cede al cohecho, á la violencia, á suges-
tiones pérfidas en cuyas redes le arroja su pro-
pia ignorancia, y entonces, siendo confiscado
el sufragio , se desnaturaliza y sirve de pretexto
á la tiranía ó da títulos aparentes á un gobierno
oligárquico ; —ó bien, que exalta al poder, ope-
rando auténticamente, las hechuras de la mayo-
ría que no representa la civilización, ni la más
alta moralidad, ni los antecedentes gloriosos, ni
LECTURA SEGUNDA 57

la inteligencia política requeridos para gobernar,


y cuya prepotencia no tiene más fundamento
que el número. En ambos casos fracasa la sobe-
ranía de la razón del pueblo; en el primero ,
porque el gobierno se funda en el fraude ; en el
segundo, porque se funda en la fuerza.
Ya veis que no atenúo las dificultades; y aún
debo añadir algo más. Tocqueville se alarmaba
por las consecuencias de una grande extensión
del derecho de sufragio, estudiando la composi-
ción de la rama popular en el Congreso de los
Estados Unidos, en la cual buscaba en vano las
grandes eminencias del país desalojadas de su
puesto natural en la dirección de la política por
medianías ó nulidades preferidas de una muche-
dumbre de electores ignorantes ó venales. El mal
ha crecido con rapidez por la influencia de ele-
mentos adventicios, menos aptos que los oriun-
dos para ejercer discretamente la prerrogativa
electoral,
― hasta llegar á la escandalosa corrup-
ción administrativa de Nueva York que vosotros
conocéis. Por otra parte, las multitudes carecen
de iniciativa y son dóciles á toda sugestión hábil
y á todo prestigio deslumbrante: no perseveran
en ningún entusiasmo ni tendencia; se irritan
y se enervan alternativamente: adoran y abo-
rrecen con una volubilidad sólo comparable al
ardor de sus amores y de sus odios de un día.
Esas pasiones, sin embargo, las absorben en las
horas críticas y deciden por años de la suerte
de los pueblos. Recordad los plebiscitos en que
se ha apoyado el cesarismo francés que se abis-
58 LECTURA SEGUNDA

mó en Sedan; el de Buenos Aires en 1835, de que


hablé en mi lectura anterior; el que ha dado
hace poco un consentimiento burlesco á la di-
nastía de Saboya introducida en España por el
ejército y los partidos personales ; y encontra-
réis acumulados datos suficientes para explicar
las desconfianzas de muchos espíritus sincera-
mente liberales respecto de la amplitud de la
ciudadanía activa.
Tres medios han sido iniciados para discernir
la razón soberana del pueblo, esquivando los pe-
ligros del sufragio universal: uno le destruye ,
otro le enerva, el tercero le purifica, — y me abs-
tengo de considerar los sistemas tendentes á
paliarle, como la elección indirecta y la doble
elección sugerida por Seaman .
El primero es la doctrina de Guizot, preva-
lente en Inglaterra, en Bélgica, en Suiza y en va-
rios Estados de la Unión norte- americana: la res-
tricción del derecho electoral, á la cual adhirió
el Dogma socialista, y que fundaba en razones
idénticas á las que alega Guizot. << Si la sobera-
>> nía, — decíase , — reside en la razón del pueblo ,
» sólo es llamada á ejercerla la parte sensata y
>> racional de la comunidad social: el resto debe
>> permanecer en tutela hasta que se emancipe
>> ilustrándose» . El segundo, abonado por Stuart
Mill, se sostiene en un raciocinio sofístico : « el
>> derecho de todos á tener un voto no implica el
>> derecho de tener un voto igual, » y consiste
en pesar los votos, graduándoles por la importan-
cia de las personas que les emiten, en virtud del
LECTURA SEGUNDA 59

distinto valor numérico que se asigne á los de


cada categoría, con el fin de establecer la supe-
rioridad de las clases más adelantadas de la
sociedad.
Me extendería demasiado si discutiera proli-
jamente ambos sistemas, sobre los cuales, por
otra parte, he de verme necesitado á insistir más
adelante, - y me contentaré con una observa-
ción perentoria. Si se rechaza el sufragio uni-
versal porque puede dar margen al imperio de
una sola fuerza política ó de círculos diestros
en el fraude, los remedios que se proponen son
peores que el mal que atacan, porque, restrin-
giendo el sufragio ó eludiendo, por la pluralidad
del voto, la eficacia del derecho reconocido á
todos, se normaliza el privilegio; y si dudáis de
que el gobierno de privilegio sea malo, al menos
confesaréis que es incompatible con el principio
democrático, y que no se puede desenvolver un
sistema político compuesto de elementos que se
repelen.
Yo me explico estos descarríos de los pensa-
dores, y no vitupero á los autores del Dogma
por haberse dejado arrastrar en ellos. Se ha
supuesto que todos los abusos y cobardías que
he indicado sin disimular su exactitud y su gra-
vedad son inherentes al sufragio universal ; y
conviene destruir este error. No provienen de
él, en efecto, sino de otras varias causas : la una
es la corrompida noción de la soberanía, en cuya
virtud se ha entendido que uno de los usos que
los pueblos pueden hacer de su libertad es abdi-
60 LECTURA SEGUNDA

carla; otra es el sistema plebiscitario que entre-


ga los pueblos á las vicisitudes de sus propias
pasiones; y la principal por ser la más invetera-
da, es acatar el derecho exclusivo de las mayo-
rías á la representación , lo cual pone el gobierno
en manos de la clase menos culta, y despoja á
las clases ilustradas, que son las menos nume-
rosas, de la facultad de hacerse representar por
las que tienen con ellos afinidades de espíritu y
moralidad . Como los gobiernos populares han
sido obra de la reacción moderna contra los
gobiernos de privilegios , no me maravilla que
hayan desnaturalizado su esencia confiriendo á
las mayorías el poder que arrebataban á las mi-
norías, bien como transferían al pueblo la sobe-
ranía imperial, variando el agente, pero dejando
subsistir el mismo fondo de tiranía. Pueblo
omnipotente ó rey omnipotente, quiere decir
«violación del derecho primitivo» ; y mayoría
imperante ó minoría imperante quiere decir
«mutilación de los elementos vivos del orden
político>> .
En consecuencia , señores, la soberanía perte-
nece á la razón del pueblo, discernida, en virtud
del sufragio universal, por una representación
proporcional de las clases , de los intereses y de
las opiniones .
La representación proporcional que indico , es
una doctrina que hoy día preconizan publicistas
de todas las naciones y cuya aplicación atarea
los legisladores. Merced á ella puede radicarse
la democracia sin violencia ni peligro, porque
LECTURA SEGUNDA 61

purifica el sufragio , le robustece para el bien y


le desarma para el mal, y llama á exponer la
razón del pueblo á la aristocracia movible, pres-
tigiada por sus méritos , - en gobiernos que no
emanan de una facción , ni de un partido , ni de
un círculo, sino auténticamente de la comunidad
íntegra, solidaria y libre.
Como veis, el Dogma no abarcó toda la ver-
dad, siquiera estuviese en vías de alcanzarla.
Réstame considerar otro de los principios ab-
solutos que aceptaba.
Señores tres tipos de gobierno pueden ser
descritos y definidos á la luz de un criterio cien-
tífico ; pero como todos ellos son compatibles
con la tiranía, incluyendo el gobierno popular, y
como es la libertad la condición racional y ape-
-
tecible del hombre, se sigue que, cuando se
cosecha la monarquía por ser monarquía y la
aristocracia por ser aristocracia, y se acepta el
gobierno democrático llanamente por el con-
cepto de la soberanía que él supone , se ha
ejecutado una operación abstracta, pero no se
ha formulado un juicio político ; y si se pretende
influir con esa doctrina en la vida de un país,
se llega á la impotencia y la ineptitud . Estable-
cer en quién reside legítimamente la soberanía
basta para caracterizar la mejor forma de go-
bierno, pero no para caracterizar el mejor go-
bierno. Por manera, que el pensador político
debe indagar cuál es la organización conve-
niente para que la sociedad llene sus funcio-
nes, y dentro de su seno se muevan libremente
62 LECTURA SEGUNDA

todas las actividades y todos los derechos , bajo


la protección y el freno de la ley. El Dogma so-
cialista atribuyó á este problema su vital im-
portancia; pero no fué tan feliz al aplicar su
principio como al formularle.
Confunde, en efecto, la organización social
con la disciplina intelectual y moral que habilita
los pueblos para entender y practicar los dere-
rechos políticos: punto de vista no menos arduo
é interesante, pero radicalmente distinto ; y á
tal extremo se equivocó en la cuestión, que al
aconsejar la abjuración de las tradiciones de
partido, fijando de paso las bases constituciona-
les de la República Argentina, en un capítulo
redactado por el señor Alberdi, - atribuye al
derecho provincial los caracteres efímeros de
una subdivisión revocable del gobierno, y trata
el régimen municipal como una simple delega-
ción administrativa, fundada en la conveniencia
de descentralizar el poder para garantir la li-
bertad. Como veis , invertía los términos. Parte
de la cúspide á la base en vez de seguir el curso
natural de las cosas. El municipio y la provin-
cia no son creaciones artificiales: son entidades
vivas. Si prescindís de ellas, os desafío á que me
expliquéis lo qué es un pueblo. Un pueblo no es
un conjunto informe de hombres absorbidos en
una colección monstruosa, omnipotente ó inmó-
vil como aquellas masas inarticuladas de solda-
dos que forman los ejércitos bárbaros. Tanto
valdría decir que el hombre , considerado fisio-
lógicamente, es un conjunto de materia. No es
LECTURA SEGUNDA 63

un conjunto de órganos armonizados por el pa-


pel funcional de cada uno. Del mismo modo, un
pueblo es un conjunto de agregaciones elemen-
tales con fuerza y movimientos propios . El go-
bierno, que no es sino la acción social, — es el
resultado de la vida orgánica de las sociedades.
Así la autoridad de cada uno de sus focos co-
mienza donde termina la eficacia del que le
precede inmediatamente. En cuanto la familia
basta para dirigir las cosas que la naturaleza ha
puesto bajo su égida, es soberana y su autono-
mía es invulnerable. Donde su poder deja de ser
eficiente, comienza la autoridad del municipio ;
la acción imperativa de la sociedad adquiere
mayor extensión perdiendo intensidad ; y de la
misma manera se escalona en todas las entida-
des jerárquicas hasta llegar á la soberanía na-
cional, que no es el principio sino el término
en el desenvolvimiento de los pueblos, no es el
corazón que nutre su vida, es la cabeza que co-
rona su sér, y en la cual refluyen todos sus
elementos constitutivos: la unidad superior que
condensa todas las variedades del derecho y de
los intereses.
Expongo estos principios, é insisto sobre el
error del Dogma socialista, porque su presen-
cia en el programa político de una generación
explica muchos fenómenos históricos que el pro-
greso de las ideas aclarará de día en día.
Como quiera que sea, tenemos que apreciar en
el Dogma socialista, desde luego el hermoso é
insólito espectáculo de una generación que se
64 LECTURA SEGUNDA

prepara, por fuertes estudios y la promulgación


de un credo común, á tareas más ásperas en
servicio de la libertad y de la civilización; y de
otra parte, su viril originalidad para abrir sendas
nuevas á la política, demoliendo el método y el
criterio de sus predecesores, sin incurrir en los
excesos de la reacción y levantando, con la
bandera del eclectismo, la noble. y pura enseña
de la filosofía espiritualista. Fué rigorosa en el
pensamiento y debía serlo en la obra. « Acor-
>> daos, decía, — que la virtud es acción, y que
>> todo pensamiento que no se realiza es una
>> quimera indigna del hombre . » Analizando en
lo sucesivo la explanación de todas sus palabras
simbólicas, penetraremos en todos los matices de
su idea, y podremos apreciar mejor el espíritu,
que en esta ojeada general he procurado descri-
bir y criticar. A pesar de sus claros, de sus con-
tradicciones y de sus deficiencias , os sorpren-
derán sus fecundidades. Venera la tradición
que constituye nuestra unidad y nuestro honor,
y ahonda con austera modestia las entrañas
sociales para descubrir los gérmenes corrom-
pidos y pedir la regeneración por medio de las
fuerzas educatrices de la escuela y de la vida
real, que resplandezcan sobre toda alma de ar-
gentino y levanten el nivel del pueblo por la
práctica de instituciones superiores á nuestro
estado cuanto es superior la libertad á la barba-
rie, pero calculadas para influir en las costum-
bres y transformarlas. He ahí las consecuencias
de su método á que llegaron con lógica valiente ,
LECTURA SEGUNDA 65

y las condiciones de éxito del principio demo-


crático que tiene su raíz en la naturaleza, su ley
en Dios y su monumento perenne en el Evan-
gelio como ellos lo proclamaban. Recojamos
también ese voto. La libertad es cristiana. Nace
del predominio estricto de la justicia que somete
á su criterio y á su regla todas las leyes de los
hombres, emancipa la conciencia y los brazos
del esclavo, iguala todos los seres y santifica la
familia. La libertad es el Evangelio, porque el
Evangelio transtorna el socialismo y ampara
todos los centros libres por la simpatía y el amor,
porque es el dogma del individualismo respon-
sable y de la fraternidad consagrada por la co-
munión del origen, del deber y la esperanza:
doctrina de reparación, de clemencia y dignidad
que ensalza á los humildes y abate á los sober-
bios, infunde la eterna y sustancial verdad en
todo espíritu, en el judío como en el griego, en´
el siervo y el señor, y que el Divino Maestro
caracterizaba, cuando dió los signos de su mi-
sión á los discípulos del Bautista que le pregun-
taban : -¿Eres Tú el que ha de venir ó espera-
mos á otro ? — respondiéndoles: - Id y decid lo
que habéis visto y oído : ¡ los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los muertos
resucitan, y á los pobres les es anunciado el
Evangelio !
LECTURA III

Asociación

SEÑORES:

Si para explicar el carácter genérico de la so-


ciedad, aceptáis la hipótesis de Beccaria que la
considera como un fenómeno resistente porque
es fuerte y en cuyo seno se inmolan los dere-
chos individuales; si aceptáis la de Rousseau,
que la explica por convenciones revocables y
amengua el valor de la ley y de la soberanía que
la produce; ó la de Burlamaqui que la define
como una fuerza colectiva opresora del indivi-
dualismo, y criada por los impulsos de la pasión
que un utopista moderno llamaba societaria,-
habréis tomado, en cualquier caso, un punto de
partida que conduce inmediatamente á sofismas
y extravagancias. Si el derecho personal no es
supremo y absoluto, llamad como queráis á las
declaratorias y á las garantías contenidas en
las leyes, pero no les llaméis derechos . Si la so-
ciedad no cabe en el cuadro de las fuerzas natu-
68 LECTURA TERCERA

rales que conspiran á la finalidad del sér huma-


no,-borrad de vuestros diccionarios la palabra
<< soberanía » y escribid << violencia » : borrad
<< justicia » y escribid « antojo » : borrad « liber-
tad » y escribid « servidumbre ». Toda la filo-
sofía política se funda en el concepto genérico
de la sociedad: toda su estructura se disuelve ,
si el paralogismo conmueve la base de las rela-
ciones entre los hombres, privando la soberanía,
la ley, y el criterio de la soberanía y de la ley,
de su certidumbre para caer con los anarquistas
en el desorden, con los tiranos en la iniquidad,
con los soñadores en un torbellino de reglas ar-
bitrarias y de círculos viciosos.
El Dogma socialista comenzó por despejar
este concepto para iluminar su ruta en la inda-
gación.

El capítulo respectivo confunde dos ideas rela-


cionadas, sin duda, pero radicalmente distintas:
la idea de la sociedad y la idea de la asociación.
La primera es natural en su esencia, en su forma
y en sus funciones: es como dice el Dogma:—
<< la condición necesaria que la Providencia im-
puso al hombre para el libre ejercicio y pleno
desarrollo de sus facultades » . La asociación es
artificial: se explica por conveniencias clarísi-
mas, la determinan instintos poderosos en la
constitución moral del hombre y advertencias
precisas y diarias de la impotencia del egoismo;
LECTURA TERCERA 69

pero no existe por su propia virtud, sino por la


virtud que la sociedad le trasmite . En otros
términos ,- la sociedad es la unión primitiva de
los hombres , fuera de la cual ni discurrirían
porque les faltaría el lenguaje , ni avanzarían en
moral por falta de libertad positiva: hecho, por
consecuencia, necesario para el desarrollo de
todas sus leyes , de las leyes intrínsecas de su in-
teligencia, como de los movimientos de su sen-
sibilidad. La asociación, ó mejor dicho, las aso-
ciaciones son aquellos grupos formados dentro
de la sociedad y bajo su patrocinio para conso-
lidar y servir intereses comunes á los asociados ,
pero peculiares de la parcialidad en que se con-
gregan. Su regla difiere como su naturaleza.
Como los derechos nacen de la relación de cada
individuo con los demás, el papel de la sociedad
civil es resguardarles: y como la comunidad de
ciertos derechos circunscriptos cría un interés
colectivo, fomentarle es el papel de las asocia-
ciones.
Deslindada esta diferencia, nos será más fácil
discernir las doctrinas del Dogma socialista.
Por medio de una afirmación categórica des-
echa todas las hipótesis fraguadas para explicar
el origen de esta entidad superior á los embates
que derrumban gobiernos, alteran ideas, leyes y
costumbres, crian privilegios, allanan desigual-
dades, sin que ella jamás perezca; que cobra, por
el contrario, mayor tensión y poderío cuanto
más avanzan el pensamiento y la riqueza, rena-
ciendo de las conflagraciones por su esencia in-
70 LECTURA TERCERA

mortal. Veis en la naturaleza la multiplicidad


de las especies, la indefinida graduación de ap-
titudes desde el primer rudimento de la vida
hasta su fulgurante plenitud en el hombre, y en
el centro de lo aparentemente inconexo, feo y
contradictorio, un principio único , una ley, un
resultado y un ideal; la vida, la reproducción,
la armonía y la belleza. De esta suerte, señores ,
descúbrese en el turbulento moverse de los
hombres y los pueblos una entidad invariable,
que sobrevive á todo cataclismo y sobrepuja las
oleadas de hechos y de pasiones que la pertur-
ban. Las leyes caducan entre las oscilaciones
del pensamiento, sea que progrese, sea que re-
trograde: sucumben los sistemas, desaparecen
las nacionalidades y las lenguas: las razas gue-
rreras se hunden en el abismo de su sangrienta
gloria, y las razas cobardes que tienen perezosa
la mente y flaco el brazo caen bajo la superio-
ridad de la fuerza y de las civilizaciones . Todo
perece, menos la sociedad. Ella es la unidad
inalterable. Extermínase una nación; sobre su
territorio, vuelto sepultura, nuevas gentes rea-
lizan el principio social encarnado ayer en los
vencidos. Ha desaparecido una raza, pero la
sociedad no ha hecho sino transformarse. Pene-
trad en las regiones salvajes, volved la vista á
las remotas edades del patriarcado bíblico, por
todas partes, en formas elementales, en formas
intermedias, en formas completas, veréis la so-
ciedad. Aislaos en la contemplación, y discer-
nid, si podéis, lo que hay exclusivamente nues-
LECTURA TERCERA 71

tro en nuestros conocimientos, en la dirección


de nuestros instintos; y veréis que es tan poco
como lo que hay nuestro en el vestido que nos
cubre, en el pan que nos alimenta, y que nues-
tras ideas se llaman civilización, que nuestro
pan se llama industria y comercio; que el hom-
bre, en una palabra, se llama sociedad. Ella
es á la vida moral lo que es á la vida física la
masa de aire que nos envuelve.
Los cuerpos se hacen apreciables por su mul-
tiplicidad. De otra manera, el universo sólo se
explica por la armonía. Kant llamaría á este
axioma una forma de la inteligencia. Os invito
á aplicarle. Si la sociedad es natural y explica-
ble por la constitución intelectual y moral del
hombre, se sigue que, armonizándose con la
fuerza individual en la economía de la creación,
siéndole superior en poder, y originando la idea
del derecho, -es órgano de la ley superior en
cuanto ésta se refiere á las relaciones de los
seres que ella pone en contacto, á pesar de cual-
quier defecto positivo y ocasional, y que no su-
pone, como escuelas sofísticas lo han sustentado ,
renuncia ni límite de derecho alguno.
Concretaré. Digo que la sociedad gobierna
todas las relaciones de derecho entre los indi-
viduos, porque el derecho nace en ella y con
ella. Sólo por un esfuerzo de imaginación po-
demos, en las condiciones actuales de la huma-
nidad, suponer el hombre solitario ; pero con-
siderad el Adán de la Biblia. He ahí un sér
racional, libre , responsable bajo su ley. Conoce
72 LECTURA TERCERA

un deber á cuya observancia están proporciona-


das todas sus facultades y que es la condición
de su destino; pero como no conoce persona que
le sea igual, puesto que no conoce sino las cosas
y seres inferiores y el supremo autor de la ley
que su razón acata, - ignora la idea del dere-
cho; porque no son un derecho ni su destino ni
la superioridad con que avasalla cuanto le ro-
dea, sino consecuencias de su naturaleza y de
las leyes que le rigen. Pero si suponéis los hom-
bres puestos en contacto por el estado social,
veréis que ninguno puede entorpecer el des-
arrollo y la actividad moral de otro sin pertur-
bar la ley que predomina sobre todos; luego ,
cada uno puede exigir de los demás que le res-
peten en el uso de las facultades sin cuyo ejer-
cicio no puede desempeñar sus deberes. Tal es
el derecho en su noción más pura. Fluye de la
naturaleza, pero nace en la sociedad y con la
sociedad. Esta debe garantizarle , y por lo tanto ,
gobernar todas las acciones que se toquen con
él y reprimir aquellas que le menoscaben. Aquí
se ve que el estado social no supone renuncia
del derecho individual , -— hipótesis basada en el
falso concepto de la sociedad propio de los que
le atribuyen un origen convencional; y por otra
parte,- que la soberanía social es inmutable, á
pesar de todos los vicios de forma en que pue-
den incurrir los gobiernos: un derecho no se
invalida porque su órgano sea defectuoso .
La paz, el orden y la libertad reposan exclu-
sivamente sobre este principio. Sin su imperio,
LECTURA TERCERA 73

todas las reglas positivas de la vida se altera-


rían bajo la corriente de pasiones fugitivas y
de intereses bastardos que transitoriamente se
convirtieran en gobierno . Los sofismas aglo-
merados por los publicistas del siglo pasado en
materia de derecho público pueden resumirse
en la doctrina del contrato social. Ella disfrazó
con apariencias filosóficas todas las intemperan-
cias de la revolución francesa. El derecho de la
sociedad sobre la vida, fundada en la alienación
de los derechos individuales contemporánea del
pacto,― era la máxima enfática de los que, se-
gún un lema sangriento, pusieron, durante el
terror, « la guillotina en permanencia ». La fa-
cultad indeclinable de los contrayentes para
alterar las bases del pacto , cohonestaba las ex-
poliaciones, la destrucción de todo núcleo capaz
de resistir al torrente nivelador, la constitución
civil del clero, el establecimiento del divorcio ,
la partición forzosa de los bienes testamenta-
rios, la abolición de las personas jurídicas cuyas
funciones rolaban en esferas puramente intelec-
tuales ó morales, -y en una palabra, -toda la
suma de atropellos que imitados más tarde por
los revolucionarios de gran parte de este conti-
nente han reducido la democracia en Sud Amé-
rica á la medida que le impusieron en Francia;
á una noción absurda de la soberanía del pueblo
y la división de los poderes políticos, regentes
de una masa inerte que se contenta con que la
llamen soberana : aspira el incienso y entrega
la libertad.
74 LECTURA TERCERA

No es, por cierto , señores, el menor mérito de


los autores del Dogma haberse emancipado de
la tradición que unía en espíritu á sus prede-
cesores con los revolucionarios franceses y la
escuela de Rousseau , la cual, sea reconocida
en disculpa de todos, por sus orígenes anterio-
res á este elocuente expositor, - había pene-
trado aun en la mente de los fundadores de la
independencia y de la Constitución federal de
los Estados Unidos . No basta, empero, aceptar
un principio. Si se quiere que sea fecundo, es
menester desenvolverle .
Ahora, dos tendencias solicitan en sentido
opuesto la organización de las sociedades; la
una se inclina á absorber en virtud del derecho
colectivo; la otra á dispersar en virtud del de-
recho individual. ― De aquí dos escuelas; la
escuela socialista, la escuela individualista. El
Dogma, fiel á su eclectismo, se coloca entre los
dos extremos, y tiene razón ; pero su lógica ter-
mina aquí, como vamos á verlo .
La civilización cristiana comenzó á germinar
cuando los dos principios contrarios, preñados
de verdades y errores, de esperanzas y de estra-
gos, se disputaban el mundo ó le compartían
entre sí. La sociedad es la omnipotente é infali-
ble fuente de todo derecho: he ahí la máxima
de las civilizaciones antiguas. Según las versio-
nes de Jenofonte (¹) , Sócrates definía la justicia,
ó más bien, la precisaba, diciendo que emana de

(1) Memorias sobre Sócrates, Lib. IV. Cap. VI.


LECTURA TERCERA 75

la ley, y convirtiendo así en principios absolutos


las fórmulas transitorias del derecho positivo.
Cicerón adoptaba la definición de los estoicos:
lex est ratio summa: (1) la ley es la suprema
razón, decía ; y parece que esta máxima fuera
idéntica á la nuestra; pero desaparece la ilusión,
oyéndole explicarse cuando añade : a lege du-
cendum est juris exordium: (2) en la ley está
el principio del derecho. Aun las reacciones
contra la política prevalente, como las fantasías
de Platón, estaban empapadas en el mismo es-
píritu , y nadie vacilaba para entender que la
sociedad es el órgano propio de los deberes
humanos. Sólo Aristóteles contraponía la diver-
sidad individual á la unidad específica de las
sociedades. El hecho general y característico
por consiguiente en la antigüedad era el predo-
minio teórico y práctico del socialismo,- quiero
decir, la supremacía de la voluntad y del in-
terés de las colecciones sobre los derechos de
los particulares: la sustitución de la idea de lo
justo por la idea de lo legal, brevemente dicho ,
el despotismo.
El principio bárbaro era un personalismo tan
extremado como el principio opuesto de la civi-
lización antigua. La irresponsabilidad del que
tiene vigor en el brazo para humillar sus riva-
les, abonar sus caprichos y esclavizar los dé-
biles: la igualdad en el seno de la clase prepo-

( 1) De Legibus, Liber Primus, Cap. VI.


(2 ) De Legibus, loc. cit.
76 LECTURA TERCERA

tente: su arrogancia represiva de los poderes


colocados sobre el conjunto: la libertad para los
afortunados, la esclavitud para la muchedum-
bre: tales fueron las consecuencias del indivi-
dualismo bárbaro, con sus productos naturales ,
las desigualdades, los privilegios , el feudalismo ,
la tiranía egoísta y personal, inferior á la civili-
zación antigua en que ésta ponía en la sociedad
la fuente de la justicia y ella no la ponía en nin-
guna parte.
¿Qué interpone el cristianismo entre esas co-
rrientes embravecidas ?-Vosotros lo sabéis, se-
ñores. Realza la responsabilidad individual y
repele todo intermedio social entre Dios y la
conciencia del hombre ; afirma una justicia ante-
rior y superior al hombre y á todas las formas.
y condiciones de la existencia histórica del
hombre.- Desagrega, por lo tanto, al individuo
de la masa en que la civilización antigua le ad-
hería para inspirarle la ley de su conciencia y la
ley de sus relaciones. Separa el pontificado de
la soberanía; pero como no destruye ni al uno
ni á la otra, les echa en órbitas particulares; y
como al afirmar la responsabilidad de los indi-
viduos deja subsistente el poder de las socieda-
des,- funda una armonía nueva entre los dere-
chos personales y la autoridad de las coleccio-
nes. La política antigua era socialista, la política
bárbara era individualista, y ambas eran despó-
ticas; la política cristiana es orgánica y libre.
Sin embargo, una doctrina transformadora
como el cristianismo y cuyas consecuencias po-
LECTURA TERCERA 77

líticas y sociales son implícitas y germinativas


no podía triunfar en la carrera de pocas gene-
raciones imbuídas en errores tradicionales y ce-
gadas por pasiones renacientes, - ni ha podido
triunfar por completo hasta hoy día, como nos lo
advierten los mil equívocos que imperfeccionan
la civilización moderna y contradicen sus prin-
cipios fundamentales. Penetrad en la legisla-
ción penal y el procedimiento jurídico de la
Edad Media, y os horrorizará la mezcla espúrea
del individualismo bárbaro que produce el com-
bate judicial y el derecho de composición, con
el socialismo pagano que produce las penas sim-
bólicas, la teoría de la venganza social y la ins-
trucción por medio de la tortura, y en fin, con
los sacrilegios que confunden la penalidad ca-
nónica con las represalias de los tiranos nivela-
dores hasta producir en los tiempos modernos
la Inquisición de España. Otros encuentran en
todo esto, pretextos para menospreciar lo que
no es contemporáneo y novedoso, y para reac-
cionar temerariamente contra las instituciones
sagradas cuyo prestigio compromete ante los
espíritus superficiales; yo no veo en ello, seño-
res, sino extravíos naturales en edades que han
perdido la balanza entre los sujetos de derecho
de dos órdenes destinados á combinarse según
el patrón cristiano: colección é individuo , — y
sus formas, - soberanía y libertad.
Conciliando todas estas tendencias se destru-
ye implícitamente la omnipotencia de las mayo-
rías y de la ley positiva. La aglomeración de
78 LECTURA TERCERA

individuos no aumenta derechos ni produce al-


guno nuevo y superior: cría intereses, y jamás el
interés de muchos ni de todos puede prevalecer
legítimamente contra el derecho de uno solo, sea
cual fuese su condición y debilidad. La ley po-
sitiva no tiene validez sino en cuanto sirve á los
fines de la sociedad, y siendo éstos amparar
los derechos primitivos del individuo en su seno,
es odiosa y despreciable la que quebrante el
derecho natural.- Ningún derecho es limitable,
prescriptible ni enajenable . Si las leyes menos-
cabaran el derecho, conmoverían los quicios de
la sociedad, sin que pudieran legitimarlas nin-
guna tolerancia ni adhesión , -porque si nadie
puede desligarse de sus responsabilidades, nadie
puede abdicar sus atribuciones; y pecan, ante
sí y ante la posteridad , las generaciones acobar-
dadas ó escépticas que doblan voluntariamente
el cuello y prefieren la esclavitud á la lucha y
al sacrificio. Renegaban de su noble naturaleza
los que se arrodillaban ante los ídolos de Babi-
lonia ó veneraban en Roma los tiranos deifica-
dos , como se envilecen los que aceptan, aun
exteriormente, el dogma definido por el czar de
Rusia, ó los que besan una mano ensangrentada,
sea que blanda la espada como Napoleón, sea
que aseste el puñal como Rosas.
El principio cristiano , en resumen, aplicado á
la política se sintetiza en esta fórmula: armonía
de todos los derechos coincidentes, correlación
orgánica de todos los elementos funcionales de
la entidad social. Ella cifra la legitimidad de la
LECTURA TERCERA 79

soberanía en la justicia de sus procederes ; y


limitando la libertad del hombre, emancipa su
derecho, sólo su derecho , pero éste en toda su
integridad, en todas sus consecuencias y en to-
das sus formas.
El derecho de asociación no puede desenvol-
verse bajo la omnipotencia del conjunto, porque
todo núcleo condensa fuerza y estorba la acción
igualitaria y absorbente del socialismo; no pue-
de desenvolverse tampoco en medio de un indi-
vidualismo desatentado, porque es de su esencia
obligar y el egoísmo rechaza el freno: criar soli-
daridad y el egoísmo la repele . Es una extensión
del derecho individual subordinado á la socie-
dad y protegido por ella; es condicional de la li-
bertad, y tan sagrado y extenso como el derecho
de las personas cuando se ejercita en servicio de
un interés legítimo .
Aquí falla la lógica del Dogma y resaltan las
vaguedades de sus conceptos.
Rara vez el pensamiento de una generación
se libra totalmente de la opinión que le forma
atmósfera. Desde el primer momento de la re-
volución, los legisladores habían cedido á los
ejemplos de la república francesa, y atacado
sin vacilar ni apiadarse el derecho legal de las
asociaciones, reparando poco en que los exce-
sos que la sociabilidad de Francia explicaba ya
que no justificara, - carecían en nuestro país de
antecedentes serios que pudieran abonarles.
Las coaliciones de intereses solidarios co-
mienzan y se extienden en Europa á medida que
80 LECTURA TERCERA

toman formas las combinaciones sintéticas de


las tendenclas bárbaras y antiguas en la cuna de
la civilización moderna; pero como tales combi-
naciones eran rudimentarias, el espíritu de aso-
ciación no podía menos de desorientarse incli-
nándose hacia el privilegio.- Vosotros conocéis
las corporaciones industriales, las maestrías, las
jurandas, las órdenes caballerescas y nobilia-
rias de la Edad Media ; y confieso que las unas
perturbaban el orden económico por medio del
monopolio, las otras favorecían la desigualdad
política, y todas entrañaban consecuencias per-
niciosas para la organización libre. Esto explica
que la revolución fuera intemperante contra
ellas, y las retase á muerte en vez de acometer
imparcialmente su reforma; pero no explica la
reproducción de la misma intolerancia en países
donde no existía ninguno de los excesos que
alarmaban á la Europa. No obstante, el espíritu
de ciega imitación que tantas amarguras ha des-
atado sobre estos pueblos, se lanzó por los ata-
jos, y desde 1810 hasta 1822, la ley, la doctrina,
la reforma, trabaron batalla contra todas las
asociaciones, y consiguieron, por fin, absorber
la vitalidad social en la administración confun-
dida con el gobierno político .
No se me replique que todas nuestras consti-
tuciones han consagrado el derecho de asociar-
se. Tengo poca fe en esas declaraciones vagas
con que se halagan los pueblos indiscretos sin
advertir que están expuestas á ser falsificadas
por errores ó intereses dominantes. Conozco
LECTURA TERCERA 81

nuestra historia lo bastante para saber que tales


garantías han sido frustradas en virtud de ideas
que si eran erróneas en los pensadores que las
propalaban en Europa, son verdaderas aberra-
ciones aplicadas á la vida sud-americana. El de-
recho de las personas jurídicas á adquirir y po-
seer bienes inmuebles, ha sido reputado en esta
tierra de desiertos en colonización como un pe-
ligro social ! - Es para mí inconcebible que él
alarme á quien quiera que entienda que ningún
derecho es contradictorio de otro, y que las evo-
luciones económicas que no está en la mano de
nadie reprimir ni acelerar, cuando la libertad no
es inmolada, bastan para suscitar intereses
que por su propio impulso desligan los capitales
de la inmovilidad y los echan en las corrientes
de la riqueza común . - Preguntaos qué alcance
serio tiene la libertad de asociación mientras es-
tas extravagancias embarazan sus movimientos .
No os maraville, pues, el deplorable fruto que
hemos cosechado de la contradicción entre nues-
tro derecho abstracto y nuestro derecho posi-
tivo ; --
— y para percibirle, no miréis las cosas en
aquellos días en que expedientes precarios les
dan un esplendor efímero : miradlas cuando se
desnudan de su barniz transitorio.
Durante la tiranía encontramos la niñez des-
tituida de medios de educación, los huérfanos
sin amparo, los enfermos sin consuelo, y en una
palabra, destruídos todos los recursos de civi-
lización y beneficencia con que las sociedades
cristianas procuran, bajo la inspiración de
82 LECTURA TERCERA

la fraternidad y obedeciendo á su ley de per-


fección, fomentar el progreso , consolar á los
que lloran, reparar las injusticias y disminuir
los estragos de la miseria. - Y bien, - es nece-
sario saber, que mal grado de su pobreza y
de su infortunio, la sociedad colonial había
provisto á tan urgentes exigencias morales
y materiales, por medio de comunidades reli-
giosas ocupadas en la enseñanza , de institu-
tos de amparo para la infancia desvalida, de
hospicios para los pobres, dueños de elementos
bastantes para llevar una vida independiente
y consagrada á su misión. Distaban segura-
mente de satisfacer todas las necesidades; eran,
sin embargo, un plantel sobre el cual las asocia-
ciones libres hubieran podido basar obras más
completas, más numerosas, y aptas para desa-
fiar las peripecias de la fortuna. La Reforma
de Rivadavia destruyó su autonomía. Cierto es
que prosperaron mientras este ilustre patriota y
otros hombres cultos y morales encabezaron la
administración que les había absorbido ; pero es
verdad también que bastó encumbrar al gobier-
no un hombre receloso dela civilización y sordo
á los llamamientos de la caridad para que caye-
ran desplomados. ¿Y qué mucho, señores, si
aun los que á cada paso manifiestan terror por
la ignorancia de las masas populares, acusan de
falsedad á quien deplora que Rivadavia, cuando
se empeñó en fomentar la educación primaria,
no le diera por base de organización administra-
tiva el municipio, en vez de confiarla á la buena
LECTURA TERCERA 83

voluntad de los gobernantes políticos que, -po-


demos asegurarlo con la historia delante,-ja-
más han subido, en tan vitales materias, á la
altura de sus responsabilidades ?
Tan obstinado ha sido el error de nuestra es-
cuela revolucionaria, que como véis, ha atacado
todo linaje de personerías jurídicas, no sólo las
libres, sino aun los cuerpos orgánicos del Esta-
do. Examinad si lo dudáis, las órdenes en que
se subdivide esta categoría de entidades. Conte-
mos, desde luego, las que se crían naturalmente
por el hecho de existir la sociedad: los munici-
pios . Y bien, reparad lo que nadie ignora: la
abolición del derecho municipal y aun de sus
apariencias en este país, cuyas instituciones pro-
vinciales contradicen de lleno los principios del
régimen federativo adoptado en la Constitución
de la República. — En segundo lugar, las que se
forman en el seno del Estado en virtud de la es-
pecialidad de servicios á que se destinan: ejem-
plo , las universidades; y el más leve conocimiento
de la crónica doméstica os bastará para explicar
las anomalías y la ruina de la Universidad de
Buenos Aires que ha sido, y continúa siendo ,
después de los trastornos que la han desacredi-
tado, una escuela dependiente de la administra-
ción, sin rentas, sin gobierno propio , solidaridad
ni disciplina conveniente , y condenada á perecer
o reformarse, porque mil veces reconstruída so-
bre el mismo plan, mil veces sucumbiría . — En
tercer lugar, las que cultivan intereses morales
de fracciones más ó menos extensas de la socie-
84 LECTURA TERCERA

dad, tales como las sacristías, las congregacio-


nes monásticas, las sociedades de beneficencia, -
para despotizar las cuales subsisten, sin que
creamos amenguada nuestra libertad, el patro-
nato de los reyes de España y el odio contra los
conventos. Creemos marchar de prisa y pensa-
mos como Felipe II por la mañana y como Vol-
taire á la tarde.
El absolutismo democrático tiene pecados
como el absolutismo monárquico. -Destruir las
corporaciones es un atentado y un absurdo : que-
branta derechos y contradice los principios car-
dinales del gobierno libre.
El Dogma socialista deploraba la debilidad
del espíritu de asociación y procuraba realzarle.
Pero ¿ cómo lo entendía ? Pensaba que él consis-
te en la unanimidad de las opiniones y la iden-
tidad de las tendencias humanas. Tal espíritu de
asociación no ha existido, á la verdad, no existe
ni existirá jamás. Pedirlo es olvidar la natura-
leza. Lejos de eso , el espíritu y la libertad de
asociación suponen diversidad de intereses que
pueden y deben conciliarse , pero que no pueden
ni deben confundirse. El Dogma declamaba en
este punto, como nuestras constituciones, con
palabras, cuyo sentido no penetraba, cuyos re-
sultados lógicos, -dada la definición que acabo
de recordar,—repelía por el contrario. Así que
cuando de programa teórico se convirtió en plan
de gobierno, el país perseveró marchando en su
extraviada vereda, y el espíritu de asociación
permanece inerte, porque no encuentra esfera en
LECTURA TERCERA 85

que realizarse, á no ser en las sociedades anóni-


mas con fines mercantiles , y en las que no con-
ducen sino á frivolidades, como los clubs y las
comparsas de Carnaval.
En resumen, señores, los autores del Dogma
confunden la idea de la sociedad con la idea de
la asociación. Sólo intermitentemente, y por la
coacción de las cosas, disciernen la una de
la otra; y en estos casos, si aciertan respecto
de la primera,-yerran lastimosamente respecto
de la segunda, influenciados por el centralismo
socialista que fascinaba á la generación prece-
dente .
Por mi parte, y por vía de comentario , añadiré,
teniendo en cuenta los horizontes que esta cues-
-
tión abarca, que su extravío es capital, que en
él escolla la libertad social en nuestro país, y que
el no reaccionar contra su mente hará para nos-
otros eterno el desengaño y perpetua la zozo-
bra. Los derechos individuales y populares no
se resuelven en fórmulas científicas. Los apo-
tegmas escritos en las constituciones dejan
abierto el paso al sofisma que les tuerce y al
absurdo que les destruye . Para que los dere-
chos subsistan es forzoso que estén resguarda-
dos por instituciones eficaces, que les hacen
tanto más sagrado cuánto más poderosos son.
Poco ó nada significa el derecho de propiedad,
por solemnemente que una constitución le de-
clare, mientras el juego de las instituciones y
los procederes judiciales no estén combinados
para defenderla en el terreno y en el momento
86 LECTURA TERCERA

oportuno contra todo linaje de avances: como


significa poco ó nada la igualdad ante la ley,
mientras sus medios de acción no estén calcu-
lados para proteger el derecho, sin acepción de
sujeto, rápida y decisivamente, de manera que
los que mandan y los que obedecen, los contri-
buyentes y los administradores , obedezcan á
una sola ley y á un solo órgano de la ley.
La Inglaterra no ha catalogado los axiomas
que rigen su vida. Es libre, sin embargo, y su
libertad no se enerva ni se estaciona: se robus-
tece, al revés, y progresa, y en materias políticas
ensancha diariamente su órbita, porque las ga-
rantías de la libertad residen á la vez en los re-
sortes del gobierno y en los resortes de la socie-
dad, en su estructura administrativa y judicial,
fuerzas vivas armonizadas por un fuerte espíritu ,
que sin la unidad aparente del aforismo , le impri-
me la unidad intrínseca de la lógica. Y creedlo ,
señores, de buena fe: será estéril empeño el que
se ponga en fomentar el espíritu de asociación al
amparo de las declaratorias constitucionales,
será frustránea toda tentativa por transmitir su
principio vital á los grandes cuerpos orgánicos
del Estado, y concretando, será vano todo es-
fuerzo por constituir municipios, emancipar la
Iglesia, fomentar la educación, criar universi-
dades ni aun organizar libremente las oficiales,
mientras en el campo legislativo y en los siste-
mas de administración no se renuncie totalmente
á los añejos resabios y á las temeridades indis-
cretamente adoptadas como reglas inconcusas
LECTURA TERCERA 87

de sociabilidad en la época embrionaria de la


revolución . Pasaron ya los tiempos en que fue-
ron tolerables. La libertad no es el derecho real
de las comunas de la Edad Media. La solidari-
dad de los grupos que se congregan por la co-
munidad del territorio en que arraigan, como
la que uniforma en intereses á los que están
esparcidos en todos los rangos de la sociedad,
pero convenidos en una idea,-se fundan en el
fuero propio y nativo de la persona humana y
en los caracteres distintivos de su naturaleza.
Respetémosla en su plenitud si queremos avan-
zar de la meta que alcanzaron nuestros ante-
pasados. Un gran pensador alemán lo ha dicho:
«Sólo es libre aquel que quiere dar libertad á
todo lo que le rodea» .
LECTURA IV

Progreso

SEÑORES:

Desde que los antiguos formulaban su famoso


axioma, que la naturaleza no procede á saltos ,
hasta que Darwin ha avanzado sus hipótesis hu-
millantes,-los pensadores han operado sobre un
caudal de datos, del cual han inducido teorías
más o menos temerarias, lógicas ó caprichosas ,
y que un expositor moderado y sesudo de las
ciencias naturales, -Marcelo de Serres, -catalo-
gaba no ha mucho para demostrar que en la
prodigiosa variedad de formas que tiene la vida,
todo se eslabona y ha remontado de lo simple á
lo compuesto, desde las primeras edades geoló-
gicas hasta el período humano de la tierra, en
una escala perceptible en cualquier época, y que
vincula la yerba con la encina y las generaciones
microscópicas con las especies más fuertes y
perfeccionadas. He aquí la idea más extensa del
progreso; pero ella se refiere al conjunto de la
90 LECTURA CUARTA

naturaleza, no á los individuos; y ningún ante-


cedente experimental puede acreditar la teoría
de la convertibilidad de las especies ni la progre-
sión de cada una de ellas ó de sus tipos. El pri-
mer sujeto susceptible de progreso individual y
solidario aparece en las cumbres de la vida: es
el hombre, iniciado en los secretos de su natura-
leza y libre cooperador en las funciones armóni-
cas del universo. Para distinguir su condición
de la condición de todos los demás seres anima-
les, inmovilizados dentro de una esfera que lla-
maríamos rutinaria,-si no fuera rigurosamente
lógica con su esencia, -no necesitáis prolijas
indagaciones, en las primitivas edades de la his-
toria. La noción de la inteligencia y la noción de
la libertad serían palmariamente absurdas si, en
relación con una criatura imperfecta, no se re-
solvieran en esta otra noción sintética: la per-
fectibilidad . Y bien,-la perfectibilidad no es
sino el progreso indefinido del pensamiento y de
la conciencia.— Por otra parte nuestra raza está
desigualada en razón de la diversidad de influen-
cias á que obedece en distintos centros de socie-
dad, y reune en un mismo instante histórico
individuos y grupos que ocupan todos los grados
que puede recorrer la civilización, como si quien
la crió y dirige quisiera hacer patentes sus fuer-
zas y sus leyes, al modo en que se revelan juntas
las formas biológicas por la existencia simultá-
nea de todas las categorías de seres vivos y
sensibles. La sociabilidad rudimentaria y la ig
norancia física y metafísica de la tribu nómade
LECTURA CUARTA 91

muestran al hombre en su punto de partida; las


comunas patriarcales y taciturnas de la Rusia le
revelan en sus estados intermedios, y los gran-
des focos de la cultura moderna en su más alto
esplendor, con todos los prestigios de la ciencia,
el refinamiento moral y el bienestar, mezclados
en dosis desiguales con impotencias , depravacio-
nes y amarguras, que confirman, lejos de des-
truir, esta ley, signo de nuestra grandeza y de
nuestra pequeñez, que nos exalta y nos abruma,
que es una ley sublime y una ley implacable. El
progreso es un don que sobrepone el hombre á
toda criatura imaginable; pero es también un
deber rígido y una condición acerba, que doblan
el sér humano bajo el peso de la tarea cuando
brotan las flores y cuando amarillean las hojas
en la rama medio desnuda , desde la aurora has-
ta el ocaso de la vida , mientras por la atrofia de
un cerebro periclite una civilización, mientras la
balanza moral se altere bruscamente, mientras
una nube sombree un misterio,-siempre, -por-
que el hombre sólo progresa porque duda , sólo
es perfectible porque es imperfecto.
He ahí, señores, el principio que los autores
el Dogma expusieron bajo sus tres faces: indi-
vidual, social y política, en el capítulo que va-
mos á analizar esta noche.

El Dogma socialista no discute la ley del pro-


greso. La afirma netamente, y hace bien; por-
92 LECTURA CUARTA

que es una idea que se impone al espíritu y le


subyuga cuando no está enfermo por preocupa-
ciones escolásticas. Un hombre es un pensa-
miento y una conciencia. Se conoce como su-
geto, conoce lo objetivo, discierne sus nociones
y se levanta hasta concebir lo bueno y lo malo.
Ahora, no podéis negar que un sér inteligente
sea un ser progresivo. Negándolo quedan sólo
dos hipótesis en que escoger: ó se inmoviliza ó
retrocede. Aceptando la primera, suponéis que
la criatura humana puede, en sus condiciones
históricas, agotar todas sus esperanzas apode-
rándose de todos sus ideales, ó que en una cir-
cunstancia dada ha llegado á este summum de
vida. Desde ese momento , toda acción sería es-
téril, cualquier esfuerzo sería vano y sin objeto.
Un silogismo más, y llegáis al fatalismo , contra
el cual protesta el sentimiento primitivo de la
libertad que caracteriza y constituye la concien-
cia del hombre. El movimiento general de nues-
tra especie no concurre menos poderosamente á
destruirle. La teoría de Juan Bautista Vico es
insubsistente. Explicando una evolución histó-
rica que tiene por remate culminante y punto
crítico la aparición del cristianismo , ha consig-
nado un fenómeno ; pero presumiendo establecer
una ley sobre una sola experiencia y un dato
reducido, no sólo ha roto con los principios de la
lógica, sino que además se estrella contra todos
los antecedentes experimentales que ilustran la
filosofía de la raza humana . La decadencia de
los imperios antiguos y la caída de los romanos,
LECTURA CUARTA 93

la transformación de las sociedades particulares,


en ninguna manera arguyen que la humanidad
esté condenada á recorrer perpetuamente un
círculo de crecimiento , apogeo y degeneración
que en el fondo no importa sino la inmovilidad, -
puesto que en medio y á consecuencia de todas
esas peripecias, sube lejos de bajar el nivel co-
mún de la inteligencia, y los pueblos que susti-
tuyen á los que se abisman, aprovechan su civi-
lización, se la asimilan y la superan; y así, se
dulcifican las pasiones, aumenta el valor moral
de la raza, y para decirlo en una palabra,—la
humanidad progresa. No me guarezco en la
petición de principio. El progreso es evidente,
y lo evidente se prueba por sí mismo.
Prescindamos de las ilustraciones históricas, y
encerrándonos en lo individual, preguntemos si
es la inmovilidad , si es la decadencia, el resulta-
do de nuestra actividad intelectiva y moral?... El
hombre en la primera infancia ve fugitivamente
reflejados en su conciencia todos los conceptos
del mundo externo: ni abarca su noción, ni con-
serva su recuerdo; pero á medida que avanza en
edad, y que sus facultades se maduran y ejerci-
tan, domina las ideas, las expone por medio del
lenguaje y las incorpora en un complejo de co-
nocimientos que después clasifica abstrayendo,
y de grado en grado llega hasta dilatar su men-
te por el vasto universo de lo visible y de lo in-
visible. Sensitivo en la niñez, imaginativo en la
juventud, reflexivo en la virilidad,-el hombre,
con tal que no enerve su espíritu en la apatía ó
94 LECTURA CUARTA

en frivolidades, -progresa constantemente; y


cuando los cabellos abandonan la frente, cuando
los negros bucles que sombrearon mejillas ter-
sas ayer y hoy marchitas, se blanquean como si
el frío de la tumba próxima comenzara á helar-
les, entonces, señores, suscita las gloriosas con-
templaciones que encantan la ancianidad; los
fuertes por la plenitud de la vida y el ímpetu de
la carrera ascendente veneran esta fuerza miste-
riosa y sublime envuelta en la debilidad del vie-
jo. Ah! es que el espíritu se emancipa mientras
los hombros se doblan: es que el alma se dilata
en contacto con la muerte y el infinito y se cier-
ne vivificada por la experiencia, por el dolor y
la esperanza mientras los órganos se paralizan
y las moléculas del gretado vaso que la encierra
comienzan á desprenderse para buscar nueva
forma.
Sí, señores, la historia y la conciencia patenti-
zan la ley del progreso . La inmovilidad y el re-
troceso son igualmente absurdos . Pensar para
decaer en el pensamiento, sentir condenados á
sentir depravadamente, para paralizarse en un
concepto ó en una forma de sensibilidad, sería
vivir bajo una ley contradictoria que destruye
toda idea y la ciencia de las ideas, toda convic-
ción y todo criterio, la moralidad y la estética.
Ahora, — la noción del progreso vacila en teo-
ría por una doctrina que se presume ser exclu-
yente de él, y por una fórmula que le incomple-
ta. Ambas reposan sobre fundamentos falaces.
Me refiero en primer lugar, al misticismo.-
LECTURA CUARTA 95

¿Qué es,-ante todo , -el misticismo ?.... Rigorosa-


mente no es una doctrina, es un estado psicoló-
gico, una forma anormal y rara del espíritu hu-
mano. Perturba las proporciones ordinarias de
las facultades, exacerba la imaginación , la sensi-
bilidad, absorbiéndolas en una contemplación , -
el concepto religioso de las cosas sobrenatura-
les . Difiere de la poesía en que, bajo su influjo,
el campo de la fantasía es restringido por la ra-
zón perentoria de lo divino,-mientras que el
poeta le tiene abierto para todas las volubilida-
des del espíritu y todas las excelsitudes y
desarreglos de la pasión sin tasa ni límite. Los
grandes místicos son grandes poetas, al punto
que ni aun la forma artística de las profecías,
por ejemplo, puede ser superada, -porque jamás
lo será en intensidad el esfuerzo contemplativo
de las almas que viven perpetuamente arroba-
badas en los misterios superiores . - Cualquier
aplicación, con tal que sea noble, - de las facul-
tades humanas, es conciliable con el progreso y
es en sí misma un progreso : observación tanto
más palmaria respecto del misticismo si tenéis
en cuenta que en sus éxtasis no se busca sino
una vía de perfeccionamiento moral. Yo sé que
es lo propio de este estado del espíritu desnudar
al hombre de todos los afanes y las inquietudes
que llenan el alma en la vida ordinaria; pero de
aquí no se concluye que entrañe el quietismo.
Todas las realidades comunes, por exigentes
que sean, desaparecen ó disminuyen á la vista
de quien quiera que remonta el vuelo hasta lo
96 LECTURA CUARTA

absoluto y se sostiene en la contemplación


abstracta, como se borran ó atenúan á la vista
del místico: Kant no era hombre más práctico
en este sentido que San Juan el Evangelista.—
La renuncia de todo interés inmediato y de todo
goce pasajero no desvincula tampoco del resto
de la raza, que se atarea en provecho personal
y común, á las almas escogidas capaces de ta-
maña victoria. -Su ejemplo y su palabra son un
llamamiento hacia los altos ideales, nunca más
necesario que cuando éstos se desvanecen en
los horizontes vulgares: cuando los caracteres
se debilitan gastados por el vaivén de las cosas
fugitivas ó de los apetitos sórdidos. De esta
suerte, señores, contribuye el misticismo, como
la poesía, como la ciencia pura, á realzar el ni-
vel de las tendencias , á templar los corazones
abatidos y equilibrar los elementos de la civili-
zación. En consecuencia, - no sólo es falso que
destruye el principio del progreso en el indivi-
duo , - sino que es verdad que coopera positiva-
mente al progreso colectivo.
Resistamos al encanto de las palabras sonoras
que reciben su prestigio de su propia obscuri-
dad y de fanatismos vulgares. Si preguntarais
¿cuál es la condición cardinal del progreso para
el hombre? millares de charlatanes se atropella-
rían á responder: la libertad del pensamiento.
Confieso que no percibo el valor de esta máxi-
ma. Si por libertad de pensar se entiende la
ausencia de trabas á la elaboración mental, la
fórmula es insignificante, porque es absurdo el
LECTURA CUARTA 97

concepto de todo estorbo puesto al pensamiento ,


yhay necedad en reclamar que desaparezca lo
que no existe por imposibilidad absoluta. Si se
entiende la libertad de manifestar el pensamien▾
to, entonces la fórmula no afecta la vida indivi-
dual; coloca la cuestión en el terreno de las rela-
ciones sociales, y antes que en el progreso per-
sonal, influye en la civilización de los pueblos;
sale de la filosofía para entrar en la política, y
en tal caso necesita combinarse con todos los
principios de la soberanía y del gobierno . - Si,
por fin, implica una libertad intrínseca del pen-
samiento, entonces contiene una extravagancia.
El pensamiento no es libre en ese sentido y en
esa extensión. Hay evidencias de percepción
y evidencias racionales que le subyugan; si-
gue en sus operaciones discursivas procederes
que son sus leyes formales y que no puede in-
fringir sin precipitarse en el error: la ciencia de
estas leyes se llama la lógica. No es, pues, una
libertad de este linaje el resorte del progreso.
Al revés , - como Kant lo demuestra palpable-
mente, (1 ) siempre que el espíritu se emancipa
de la lógica y de los axiomas incurre en la incre-
dulidad racional, que le lleva irresistiblemente
á la negación de todo freno moral; y en tal ex-
tremo, las sociedades alarmadas, exceden su
derecho de coartar la difusión de máximas y
ejemplos disolventes y atacan de raíz la liber-

- Frag. Loj .
(1) V. Kant -¿Qué es orientarse en el pensamiento? —
1786.
98 LECTURA CUARTA

tad de la enseñanza y la libertad de la palabra.


Luego, si esta fórmula es incompleta y equívo-
ca, debemos sustituirla diciendo, que la condi-
ción del progreso es el cultivo mental, el afán
por penetrar en los secretos de la naturaleza en
cuya eminencia está colocado el hombre, por
fortificar las facultades en que se refleja Dios y
esclarecer su divina imagen estampada en nues-
tra razón y en nuestra sensibilidad : por educar-
nos á nosotros mismos, acentuar nuestro carác-
ter y aplicar las fuerzas, cuya preponderancia
en su sér puede discernir todo el que sabe estu-
diarse, - á nuestra mejora y á la elevación de
cuánto , inmediata ó remotamente, cae bajo nues-
tra influencia.
Tal es, si no me equivoco, —la verdadera con-
dición del progreso personal, que los autores del
Dogma no formalizaron correctamente. El ideal
del progreso surge naturalmente de elia; y por
consiguiente, podemos rechazar categóricamen-
te otro error del Dogma. « Todos los conatos del
>> hombre y de la sociedad , - dice , - se encami-
»> nan á procurarse el bienestar. » Véis reapare-
cer aquí el utilitarismo . Repelámosle una vez
más. El ideal del progreso es el pefecciona-
miento á que debe aspirar el hombre sacrifi-
cando sus intereses fugitivos en los altares del
deber y de la verdad: en el amor común y en las
inmolaciones de la adversidad . Se confunde
con el principio moral, - porque la moral es la
ley y el progreso es el camino para la noble na-
turaleza de los seres racionales .
LECTURA CUARTA 99

Tampoco ha sido explícito el Dogma al enca-


rar el progreso bajo el aspecto que roza con la
sociedad, y esto debe, á la verdad, sorprender-
ncs, puesto que fijaba las líneas de acción polí-
tica de una generación . En efecto , respecto de
la sociedad, como respecto de los individuos, la
teoría del progreso puede condensarse en los
breves términos en que la refundía Fichte (1), y
que posteriormente han reproducido Courcelle
Seneuil (2) y Pelletan (8): acrecentamiento de vida;
pero si esto basta para la solución abstracta de la
dificultad, dista mucho de ser suficiente para su
resolución positiva. —¿Bajo cuántas y cuáles for-
mas concretas se determina la vida de las socie-
dades? El Dogma prescindió de esta cuestión
complementaria que debía analizar preferente-
mente, si aspiraba á ser eficaz y producir otra
cosa que máximas declamatorias.
La vida de las sociedades se revela en su cul-
tura intelectual, en su moralidad y en su riqueza;
-y no puede iniciarse un movimiento poderoso
y duradero de civilización sin discernir los ele-
mentos en que se descompone cada una de sus
faces y precisar los medios de fomentar su in-
cremento .
El esplendor científico que brilla sobre las
cumbres de una sociedad es un resorte de pro-
greso humanitario antes que de robustez nacio-
nal, y fomentarla manifiesta más bien filantropía

(1) Destino del hombre.


(2) Science sociale.
(3) Le monde marche.
100 LECTURA CUARTA

que patriotismo, cuando grandes desniveles en


la propagación de los conocimientos dejan en
tinieblas la masa que se agita en su fondo sin que
la penetre ni la bañe un rayo de las iluminacio-
nes superiores. -Hay, pues, dos formas de cul-
tura intelectual, que podemos representar en las
academias y en las escuelas: la cultura de los
espíritus escogidos ó afortunados, la cultura de
todas las inteligencias, cualesquiera que sean
su índole y extensión . Esto es lo que realza la
capacidad común y constituye la fuerza de las
sociedades, que se perturba ó enerva por el con-
traste entre la barbarie de las muchedumbres y
la arrogancia de la aristocracia intelectual ex-
tasiada en todas las esplendideces del pensa-
miento. Poco influye en el vigor social la exis-
tencia de muchos sabios, con tal que haya mu-
chos ignorantes , mientras que al contrario,
donde hay pocos ignorantes, aunque haya pocos
sabios, tendréis una sociedad, menos exornada,
pero más robusta. De aquí, señores, dos medios
diversos de levantar el elemento intelectual de
las civilizaciones: el cultivo de las ciencias y las
artes, la educación universal.
La moralidad abarca también en el estado
social más de una forma. El hombre es en él
ejemplo que escandaliza ó edifica; sus acciones,
por la publicidad que tienen, y por su contacto
con todos los intereses que se traban en la uni-
dad civil, pierden su carácter de actos, digá-
moslo así, inmanentes, para transformarse en
costumbres sujetas al criterio público. - Por otra
LECTURA CUARTA 101

parte, la simpatía adhiere entre sí á todos los


que se nutren de una misma noción teológica; y
como todos los hombres se reconocen iguales y
se sienten hermanos cuando despejan en su es-
píritu la idea de Dios y de las relaciones de-
Dios con la creación, —á medida que se aumen-
tan los caracteres comunes que esta idea su-
prema tiene en las conciencias, los vínculos
fraternos crecen y se estrechan: las atracciones
difusas se condensan , nacen las Iglesias y la
oración solitaria se convierte en culto público.-
Hé ahí otra forma de moralidad.- Y por fin,
cada relación humana enciende un amor en el
corazón y revela al espíritu la luz de un deber.
Si el salvaje ama su gruta y su selva, si todos
estamos vinculados á la tierra, feliz ó infortu-
nada, en que nos acarició el primer soplo del
aire, y cuyo recuerdo, estemos próximos ó le-
janos, se asocia á todas las memorias infantiles
del afecto, del placer y de la angustia,-basta la
persistencia y la universalidad de este senti-
miento para aceptar como natural el amor de la
patria y como legítimos los deberes que él nos
descubre cuando nos impele á sacrificarle todo
excepto la justicia. El civismo es, por lo tanto ,
-la tercera forma de la moralidad social con-
currente al progreso porque dilata y fortifica la
vitalidad de los pueblos.
Mencioné, en tercer lugar, la riqueza.-En-
tiendo por riqueza aquella distribución media
de recursos que permite á todos ó á la mayor
parte satisfacer sus necesidades con el menor
102 LECTURA CUARTA

esfuerzo proporcional . De la riqueza puedo


decir lo que decía de la cultura intelectual: el
esplendor en la cúspide y la sombra en la base,
la opulencia arriba y la miseria abajo, pueden
dar brillo aparente á las sociedades, poderío ex-
terior á una nación prestigiada por sus relaciones
mercantiles; pero no expresan equidad ni una
fuerza propia é interna en las sociedades. -
Organizaciones económicas que aglomeran los
capitales en las manos de un señorío sórdido
opresor del pobre, del dependiente y del obrero,
llevan en su seno principios mortíferos, el gér-
men de las reacciones en que sucumben juntos
la riqueza mal repartida y la paz y el decoro de
las naciones . Vosotros conocéis sin duda, se-
ñores, las tentativas del socialismo y del comu-
nismo hechas en los tiempos modernos por
medio de la propaganda ó de la revolución . Esas
quimeras han tenido apóstoles al lado de todas
las formas políticas y económicas de todos los
pueblos civilizados: junto al feudalismo, junto al
mercantilismo de las ciudades marítimas, junto
á la industria contemporánea, y en nombre de
la teología, en nombre del interés y de la liber-
tad, en todos los terrenos, por fin, han batido
en brecha el principio de la propiedad. De la
teoría se ha pasado á veces á la acción; y bas-
taría recordaros la sociedad internacional cu-
yos secuaces acaban de escandalizar al mundo
durante el segundo sitio de París para poner de
relieve los enormes peligros que entrañan esos
desórdenes del pensamiento y esa efervescencia
LECTURA CUARTA 103

de las pasiones. Deteneos, no obstante , é in-


terrogando los hechos , indagad si unos y otros
no tienen su raíz en la distribución de la rique-
za y el régimen del trabajo. Esa filiación es
clarísima para mí; y por lo mismo admiro la
sensatez con que estadistas y grandes indus-
triales de Inglaterra procuran conjurar el peli-
gro eliminando su causa: no por medio de la
violencia sino por medio de la reforma; y la In-
glaterra se salvará como se salvó hace treinta
años oyendo la palabra honesta y calorosa de
Cobden. Todos los hombres no pueden ser ricos
en el sentido vulgar de la palabra, pero sí pue-
den serlo todos ó casi todos en su sentido cien-
tífico; porque el trabajo bien organizado debe
suministrar medios de satisfacción para las ne-
cesidades de la vida proporcionados al esfuerzo
de cada cual , y el equilibrio entre las satisfac-
ciones moderadas por hábitos austeros y senci-
llos y los esfuerzos disminuídos por el respeto
común á la dignidad y al derecho de los hom-
bres, es lo que constituye la riqueza,-aquella
suma de bienestar general que armoniza todas
las clases y robustece las sociedades.
No son otras, señores, ni las formas de la vida
social ni las condiciones de incremento en que
se resuelve y realiza su ley de progreso.
Una vez establecida la teoría correspondía
traerla al terreno de la aplicación; y aquí nos
vemos obligados nuevamente á llenar una la-
guna del Dogma.
Cada sociedad tiene una complexión original
104 LECTURA CUARTA

que la distingue de las demás, como cada indi-


viduo, aunque dotado de un organismo igual á
todos los de su especie , tiene su temperamento ,
su idiosincracia y su génio. -La inteligencia de
los medios aplicables á su desenvolvimiento
varía en cada cual en la misma medida en que
varían las tendencias nacidas de su principio
orgánico.- No marcha por la misma senda ni
en rumbo igual una sociedad estribada sobre
las bases de la propiedad y el derecho indivi-
dual , como los Estados Unidos , —que una socie-
dad estribada sobre el comunismo y la omni-
potencia colectiva como las Misiones jesuíticas
del Paraguay. La primera tiende á emancipar
los individuos, la segunda á acrecentar indefini-
damente la soberanía á expensas de la perso-
nalidad. Tal resorte peligroso bajo un gobierno
autocrático, es indispensable en un gobierno li-
mitado, y viceversa. -La libertad tiende á con-
vertir todo privilegio en derecho al paso que
bajo el contagio aristocrático, toda función de-
genera en privilegio , y los despotismos se cam-
bian de políticos en sociales y de sociales en
políticos , por la forma que el movimiento ge-
neral de la vida imprime á las fuerzas prepon-
derantes, llámense nobleza , curialismo , milicia
ó manufactura.
Guárdeme Dios, señores, de colocarme en el
árido punto de vista de una indiferencia radical
sobre cuestiones tan hondas. - Establezco los
hechos que ilustran el problema circunstancial
de cada país en la región positiva; y añado desde
LECTURA CUARTA 105

luego para acercarme á conclusiones prácticas ,


que el ideal de progreso del nuestro, -tal cual lo
revela desde sus primeros síntomas de vida, -
fluye de su carácter eminente, exclusivamente
igualitario y democrático . Equivale á decir que
para la República Argentina, el progreso se
concentra en dos fórmulas convertibles : enca-
minar la inteligencia , las costumbres y la riqueza
á consolidar la libertad: apoyarse en la libertad
para levantar la inteligencia, las costumbres y
la riqueza.
Procuraré ser breve al explicarme .
Si bien es verdad que la función política de la
inmensa mayoría se reduce al derecho electo-
ral, — no es menos cierto que , puesto en manos
de muchedumbres mal preparadas para usarle
concienzudamente , es una arma de dos puntas:
con la una hieren los intereses de la civiliza-
ción, ― con la otra se hieren en el medio del pe-
cho; porque de las abdicaciones provocadas por
desaliento ó fascinación nacen las tiranías per-
sonales ú oligárquicas que arrasan cuanto se
opone á sus caprichos por santo y legítimo que
sea. No es, además, tan estrecho el círculo en
que la generalidad se mueve en materias admi-
nistrativas y civiles. La vida municipal requie-
re un concurso asiduo y discreto de todos los
miembros de la comunidad, sin el cual la liber-
tad termina donde termina la prerrogativa po-
lítica del pueblo, tomado en sus elementos más
vulgares. Todos los derechos requieren defen-
sa y uso, y no subsisten sino donde hay inteli--
106 LECTURA CUARTA

gencia para ejercitarles dentro de sus órbitas y


encastillarles dentro de sus garantías. Por otra
parte, la democracia no es la forma de gobierno
sobreexcelente, sino porque ninguna otra ase-
gura tan sólidamente la libertad; pero para que
sea realmente libre necesita reservar la sobera-
nía á la razón popular y conferir la autoridad á
los mejores entre el pueblo. De aquí la impor-
tancia de la función electoral y la necesidad de
cultivar los espíritus superiores en la alta disci-
plina científica; de criar, á la vez que los focos
que iluminan las inteligencias ordinarias, aque-
llos más intensos en que se retempla la mente
de los favorecidos , entre los cuales debe buscar
la sociedad sus conductores si no quiere per-
derse retrogradando ,
Pero si la ilustración favorece la libertad,
también es la libertad la única palanca que pue-
de remover el peso de la ignorancia.
La educación del pueblo debe ser hecha por el
pueblo. En otros términos ,-como educar es una
función primitivamente doméstica, --- el régimen
de la educación popular no debe partir del Es-
tado , sino de la unión solidaria de los padres de
familia protegida por la ley y constituída con
carácter público en virtud de los intereses co-
munes que se asocian con los intereses priva-
dos respecto de la educación de los niños.
No están las tres cuartas partes de los argenti-
nos en un estado vecino á la barbarie, prontos
para todos los desórdenes é inhábiles para la
práctica regular de sus derechos civiles y polí-
LECTURA CUARTA 107

ticos, sino porque , ―atolondrados con el estrépito


de la revolución y corrompidos por malas máxi-
mas, -- nos hemos afanado en reprimir todos los
movimientos de la acción popular en la simetría
de un centralismo enervante. La educación po-
pular requiere un gobierno propio constituído
por centros autonómicos coordinados en una
unidad libre y legal que armonice el sistema é
iguale el nivel de la enseñanza primaria, adap-
tándola á la naturaleza política del país y á su
índole industrial y mercantil.
El mismo principio debe imperar en la organi-
zación de la enseñanza superior y universitaria,
en las cuales se abre arena más espaciosa á to-
das las libertades de los individuos y de las cor-
poraciones . El monopolio ó el privilegio de los
institutos oficiales desalojan del teatro de la la-
bor fuerzas civilizadoras, porque ninguna acción
es estéril cuando tiende á iluminar la mente y
poner en labios de hombre la palabra del enigma,
el cántico del que penetra en los misterios del
cielo y de la tierra.
Además , señores, la democracia es más dege-
nerable que cualquier otra forma de gobierno,
si el principio moral no impera tan rígidamente
que aniquile todos los vicios inherentes á cada
orden social, puesto que requiere la manifesta-
ción de todas las fuerzas y el choque de todos
las intereses legítimos y de todas las opiniones.
Una legislación excesivamente reglamentaria
deprime la libertad; pero como toda acción ne-
cesita freno, - la moralidad debe hacer en la
108 LECTURA CUARTA

democracia el papel que hace la ley en los go-


biernos despóticos . La sociedad humana oscila
constantemente entre una y otra presión . Con-
siderad también que la democracia es un de-
senvolvimiento armonioso de los tipos sociales
primitivos, que se perturba cuando éstos se co-
rrompen ó se trastornan, y que por consecuen-
cia, debe buscar su base en la ley suprema del
domesticismo , que es la moralidad .
Fomentando la moral, se consolida , pues, la
libertad; y he añadido que debe ser fomentada
en virtud de la libertad misma. La libertad re-
ligiosa es su primera condición. La entiendo
contenida dentro del cuadro de los derechos so-
ciales y de los principios cristianos que son el
núcleo de la civilización moderna; y aceptándo-
la sin restricciones ni inquietudes , menosprecio
las libertades bastardas que tienden á reempla-
zar la fe de los pueblos con un fanatismo nega-
tivo, ó que introducen, á la sombra del derecho,
doctrinas y costumbres que la destruyen.
Las buenas prácticas políticas son el segundo
medio de fomentarla. La libertad educa, como
decía Channing. -Por eso la clase pensadora y
gobernante de una sociedad republicana debe
adelantarse, en la organización de las institu-
ciones políticas á la capacidad actual del pue-
blo, á fin de levantarla por el ejercicio de de-
rechos, cuyo mérito se aprecia en vista de sus
resultados . -Hé aquí una máxima harto deli-
cada, pero cuyos peligros no es difícil conjurar,
si el legislador es bastante prudente y calcula
LECTURA CUARTA 109

en qué grado pueden exceder las instituciones


á las costumbres, de tal manera que no pierdan
su fuerza de atracción, y elevando éstas, ge-
neren simultánea y recíprocamente la civiliza-
ción por medio de la libertad y la libertad por
medio de la civilización.
Puedo, por último tomar como punto de par-
tida que la riqueza general favorece singular-
mente las libertades políticas. Las repúblicas
antiguas eran la unión de una nación soberana
con una nación esclava; los desheredados de la
propiedad obedecían, los ricos imperaban. Abro-
gada la esclavitud, el derecho político se ex-
tiende á medida que se extiende la independen-
cia individual nacida de los hechos económicos.
Las monarquías templadas de la Edad Media se
asemejaban á las repúblicas griegas; y al con-
vertirse en gobiernos representativos han en-
sanchado el círculo del derecho político si-
guiendo todas las inflexiones de la riqueza que
ha sido el fundamento de las franquicias muni-
cipales . Vosotros conocéis bastante la historia
para hallar la explicación de este fenómeno ,
que está, á juicio mío, en una convicción instin-
tiva de que la miseria debilita la fiereza reque-
rida para proceder con independencia en la
vida política. Los Estados Unidos de Norte-
América han participado de esta idea, y para
aplicarla sin menoscabar la igualdad ni perver-
tir sus principios de gobierno, han buscado en
leyes tan fecundas y generosas como la llamada
ley del hogar un medio de facilitar á todos los
110 LECTURA CUARTA

hombres á quienes su clima, su libertad y su


prodigiosa industria llaman á establecerse en su
seno, la adquisición de la independencia indivi-
dual por el bienestar y la propiedad .
Garantizar este derecho á la vez que la liber-
tad de industria y la libertad mercantil son re-
cursos para incrementar la riqueza, que ago-
tarían nuestro programa , si la sociabilidad ar-
gentina no revelara otro hecho y otro remedio,
sobre los cuales debo llamar especialmente
vuestra atención y que escaparon á los autores
del Dogma.- «El mal de este país es el de-
sierto» , ha dicho un pensador argentino; y otro
ha añadido : « en nuestra República poblar es go-
bernar» . - Efectivamente , en el desierto se dise-
mina la población argentina como una serie de
tribus errantes y se apagan las antorchas de la
civilización. Hace trescientos años que los con-
quistadores enfeudaron el territorio en las en-
comiendas, y que el fisco avaro, al destruírlas,
se apropió el suelo y rehizo el desierto en que
nuestros compatriotas vagan endureciéndose
en el egoísmo, sin albergue para su familia, sin
tumba para sus huesos . Distribuir la propiedad
territorial, haciéndola accesible en cuanto de-
pende de la ley, excepcionalmente poderosa
aquí por la extensión de la propiedad pública,
es pues, la manera de extirpar la herencia de la
economía colonial y redimir las masas agres-
tes domesticándolas en el hogar que no tienen,
dignificándolas con los derechos y el bienestar
que reclaman á nombre de la libertad de todos,
LECTURA CUARTA 111

que ellas adquirieron con su inmolación heroica


en las batallas, y que contemplan de lejos y en-
vidiosas después de la victoria. Y algo más:
condensar y modificar la población por medio
de la inmigración extranjera, acogida en per-
fecta igualdad de derechos con los naturales ,.
bajo las hermosas y solemnes garantías envuel-
tas en el principio democrático .
Veo, señores , en las ideas que acabo de ex-
poner las determinaciones concretas de la ley
del progreso en la sociedad, y especialmente
en nuestra sociedad democrática. El Dogma se
limitó á exponerla axiomáticamente, y habiendo
explicado mal,-como lo demostré en mi lectura
anterior, el origen y la naturaleza de la socie-
dad, - erró también al explicarla bajo este punto
de vista. No la individualiza, no desentraña sus
caracteres ni sus formas locales, y la resuelve
en una máxima vaga: « la inoculación en Amé-
rica del espíritu científico europeo » . La llamo
vaga porque no es comprensiva del progreso ,
sino de una faz de la civilización. La libertad,
antes que una ciencia es un sentimiento, un he-
cho y un producto del orden social. Por otra
parte, quebranta la regla de su método, puesto
que desdeña lo experimental y se refugia en
una abstracción. -A pesar de todo , hay en este
fragmento el soplo varonil que animaba el sím-
bolo y los creyentes: valerosos estímulos á la
lucha y á la labor dignos de la fuerte generación
cuyo espíritu refleja: algo del coraje del poeta
que al poner la mano sobre su pecho sentía el
112 LECTURA CUARTA

ritmo del corazón como el redoble de un oculto


tambor que nos guía y nos retempla en las ba-
tallas de la vida . Su divisa es la consigna de los
pueblos libres y de las almas ardientes.
Un elocuente escritor, --- con cuyas ideas difie-
ro, por lo demás, -lo ha dicho en una hermosa
comparación que me permitiréis reproducir
para terminar. « Después de la batalla de Al-
» ma se vió un extraño espectáculo . Un soldado
» inglés de talla homérica yacía en la llanura,
» vuelto el rostro al cielo, abierto el ojo y fija la
>> pupila como si midiera con la vista un enemi-
» go en el espacio. - Sin embargo, estaba muer-
» to . Pero al agonizar, cuando aún palpitaba
» sobre la yerba, un buitre revoloteaba encima
» de su cabeza para devorar sus carnes tibias
» todavía. El herido había visto , á través del velo
» de la agonía, flotar como un velo más la som-
» bra fúnebre del ala de su último enemigo; y
» con supremo esfuerzo había cogido el buitre
» por el cuello y le había estrangulado antes de
» dar el último suspiro. Después de muerto, le
»
apretaba aún con una mano eternamente con-
» traída y ambos reposaban juntos. Obremos
» como el soldado ! >»
Es decir, señores: luchemos contra toda ad-
versidad obedeciendo la ley del progreso sin
fatiga y sin reposo. - Dios nos ha dado la vida.
para el trabajo, y la tumba para el descanso.
LECTURA V

Fraternidad, Igualdad, Libertad. — Dios, centro y periferia de


nuestra creencia religiosa: el cristianismo, su ley.

SEÑORES:

Las palabras simbólicas de la Asociación


«Mayo» que voy á estudiar forman un solo cuer-
po de doctrina. Preveníos contra una falsa alar-
ma. Por lo mismo que la charlatanería y el cri-
men desprestigian las divisas que explotan,
restablecerlas, rectificando su sentido, es obra
útil y valiente si encierran verdades capaces de
salvar los pueblos; y sea éste el primer homena-
je que tributo á los nobles pensadores que pro-
curaron disipar la nube de sangre que envolvía
esta hermosa fórmula y levantarla de la vulga-
ridad en que la han hundido los declamadores
de plazoleta. ¡ Libertad, igualdad, fraternidad !
era el grito del guillotinador francés: es el es-
tribillo de los pseudo políticos , el lugar retórico
de todos los farsantes . Sin embargo , esas pala-
bras expresan el ideal culminante de la civiliza-
ción y los caminos de redención para los pueblos
114 LECTURA QUINTA

que gimen en esclavitud , los del progreso para


aquellos que la han rechazado ó que no la co-
nocieron jamás. Y reparad, desde luego, que el
Dogma socialista altera el orden de su enun-
ciación consuetudinaria para colocarlas en una
graduación lógica; reparad que al explicarlas ,
sube hasta las regiones más encumbradas de la
abstracción y desciende á todas sus aplicaciones
concretas , despejando así los principios políti-
cos y las instituciones en que se realizan; y por
fin que las enlaza con las palabras en que con-
signaba su credo religioso. Atribúyeles, de esta
manera, un valor peculiar, puesto que por ellas
eleva el pensamiento político y social á sus for-
mas supremas y á sus fuentes metafísicas.

La libertad moral, es un hecho; la libertad


civil es un derecho que no se desenvuelve sino
en virtud de la igualdad de todos los hombres
ante la ley y la justicia distributiva. Pero como
toda forma de las relaciones humanas supone
una condición moral que la genera, la igualdad
que engendra la libertad tiene su raíz y su apoyo
en el más esplendente producto de la simpatía,
-el sentimiento de la fraternidad común.
Tal era el raciocinio del Dogma si reducimos
sus axiomas á los elementos discursivos en que
pueden descomponerse . Difería capitalmente
del raciocinio de Robespierre que podía com-
LECTURA QUINTA 115

pendiarse así:-todos los hombres son iguales


porque son libres, y siendo iguales deben frater-
nizar.
Para ser del todo imparciales conviene decla-
rar que ambos son fuertes y debieran conducir-
nos á consecuencias semejantes: sólo que el
segundo confunde en un mismo concepto los he-
chos y condiciones psicológicos con los hechos
y condiciones sociales, -al paso que el primero
discierne ambos órdenes de ideas y de fenóme-
nos , y para construir la teoría política toma por
punto de partida el último dato de la psicolo-
gía que es la premisa cardinal de las ciencias
sociales.
A la verdad,-cualquier teoría social recono-
ce por base una noción del derecho, y ninguna
noción de derecho es perceptible cuando se con-
sidera al hombre como un sér aislado. - Decir
que el libre albedrío es un derecho , equivaldría
á decir que son derechos la inteligencia ó la
sensibilidad.- Nuestras facultades morales ó
nuestras fuerzas físicas son hechos cuya lógica
y armonía descubre la ciencia, pero que sólo
poseemos como dones gratuitos y que no deter-
minan derechos sino en cuanto con ellas y por
ellas nos vinculamos á la sociedad . Son además
indestructibles; no pierde un hombre la propie-
dad de respirar porque se le prive del aire , ni la
facultad de pensar porque se coarte la manifes-
tación de sus ideas, ni su libertad aunque se le
reduzca á impotencia para realizar sus volunta-
des. Hácese aquí palpable la diferencia que
116 LECTURA QUINTA

media entre los resultados lógicos de la consti-


tución moral del hombre y el respeto de esos
resultados consignados y garantidos en las leyes
de un pueblo. En fuerza de considerarnos esen-
cialmente libres é iguales en nuestra libertad,
y en la inteligencia y la sensibilidad que harían
del hombre un sér trunco y absurdo si no fuera
un sér libre,-todos los hombres nos reputamos
hermanos. Aquí terminan la psicología y la mo-
ral y comienza la política; porque de aquí se
sigue la obligación estricta de no perturbar la
igualdad, y de garantir toda serie de manifesta-
ciones intelectuales ó de actos libres con tal que
no entorpezcan ni traben otra serie, igual en ca-
tegoría, de manifestaciones intelectuales y de
actos libres.
No me detendré á explicar lo qué es la frater-
nidad; los sentimientos no se definen. Vosotros
recordáis sin duda los días plácidos de la infan-
cia, y la inalterable unión que asimila á los que
han nacido del mismo seno, crecen en el mismo
hogar, en los mismos ejemplos, con iguales in-
quietudes, amores indiscernibles y amarguras
comunes; habéis llegado á las edades explosi-
vas ó á las épocas maduras de la vida atados á
vuestros hermanos con un vínculo que el tiem-
po vigoriza y que la experiencia perfecciona;
sabéis que ninguna mezquindad amortece el
amor fraterno que da encantos y fuerzas juntos,
como esos perfumes vivificantes de la selva y
de los prados que invitan å respirar y dilatan los
pulmones. Si lo sabéis, —¡ y quién lo ignora cuan-
LECTURA QUINTA 117

do tiene delicada el alma y generoso el cora-


zón !—tenéis la nota de este sublime tema de la
fraternidad humana . Es el mismo instinto del
ánimo despojado de las circunstancias que en
la vida doméstica le condensan y le dan relieve:
más extenso, más difuso , menos poderoso ; y en
consecuencia , esponente , cuando domina, de un
carácter más elevado y más virtuoso .
Ahora, de la fraternidad se deriva la igualdad
fundada en el respeto recíproco de todos los
derechos . « Para que la igualdad se realice , -
decía el Dogma, - es preciso que los hombres
se penetren de sus derechos y obligaciones mú-
tuos ». En abstracto, se comprende sin esfuerzo
que, partiendo de la fraternidad de los hombres,
no puede llegarse á otro resultado sino á la
comunidad del derecho y la desaparición de
todo privilegio, cualesquiera que sean los títulos
en que se funde, y basta la fórmula que acabo
de reproducir para enunciar la doctrina iguali-
taria; pero ninguna teoría política ha sido tan
explotada y pervertida como ésta en los tiempos
modernos y en el seno de las revoluciones libe-
rales.
Utopistas, arrastrados á lo extravagante por
sus conceptos fantásticos, han preconizado la
igualdad absoluta, la igualdad de las riquezas, la
igualdad de la influencia: el comunismo susti-
tuído á la propiedad, la suerte sustituída á la
elección para la investidura de los mandatarios
populares . Serían invulnerables si aceptáramos
su definición de la igualdad; pero la igualdad
118 LECTURA QUINTA

como ellos la entienden no existe ni existirá en


los siglos, porque es contradictoria. Confunden
lo natural con lo artificial, y por atacar las des-
igualdades abusivas consentidas por los pueblos
ó que les son impuestas violentamente, atacan
las desigualdades inherentes á la condición hu-
mana, y aquí caen en un absurdo flagrante.
Mientras sea diversa la medida de las aptitudes,
será diversa la medida de todo esfuerzo y de
sus resultados; y como quiera que lo que ins-
pira el sentimiento fraterno es el respeto y la
garantía del derecho de cada cual sin preferen-
cias ni exclusiones,-se sigue que es repugnante
un igualitarismo que sacrifica los derechos evi-
dentes de unos en favor de los derechos ficticios
de otros. La igualdad bien entendida es la raíz
del derecho de propiedad con todas sus conse-
cuencias.- Ni es menos palpable el error de los
que rechazan como ilegítima la influencia polí-
tica de los hombres superiores, llevado por
Rousseau hasta adoptar medios aleatorios para
designar las personas que deben ejercer funcio-
nes públicas en el Estado. -La democracia des-
truye el privilegio , pero conserva la jerarquía.
Los pueblos tienen que escoger entre los dos
extremos de esta alternativa: ó aventurarse te-
merariamente confiriendo el gobierno á malva-
dos ó á incapaces para quienes es favorable
todo cálculo de probabilidades bien hecho,—6
depositar su confianza , por actos reflexivos, en
las inteligencias altas y en los caracteres aus-
teros; de manera que, consultando sus intereses
LECTURA QUINTA 119

de civilización y de libertad, deben acatar su


aristocracia natural. -Precisamente la ventaja
que los gobiernos populares llevan á los de privi-
legio consiste en que pueden reclutar constante-
mente su aristocracia, incorporarle todo hombre
digno, y retemplar los elementos gobernantes
sin agravio de ningún derecho ni mengua de la
igualdad.
De suerte que la igualdad democrática no es
el allanamiento de las superioridades ni la anu-
lación de los hechos y de los principios en que
se funda el orden económico: es la identidad de
todos en el derecho y bajo la ley, cuya suprema-
cía uniforme é inexorable es el baluarte de todas
las libertades. El que ha sido hábil y fuerte para
la labor no puede ser despojado en favor del
perezoso y el torpe, ni el hombre virtuoso y de
genio puede ser pospuesto, en cuanto á su in-
fluencia política, por el corrompido y por el
ignorante; pero todos, los favorecidos como los
desheredados, los grandes como los pequeños,
los que mandan y los que obedecen, sin discer-
nimiento de cualidades ni de categorías, deben
subordinarse á una sola expresión de la razón
pública, es decir, á una sola ley, aplicada por un
mismo órgano y con iguales garantías de impar-
cialidad.
Explicar de este modo la igualdad equivale á
explicar la libertad civil, que sustancialmente
no es otra cosa sino la coordinación de derechos
bajo la acción de una ley igual y soberana. No
difiero del Dogma en ninguno de estos dos pun-
120 LECTURA QUINTA

tos; y una vez delimitado el sentido de su divisa ,


podemos sentar sobre ella la base de su her-
moso raciocinio filosófico y social.
Ahondando las cuestiones políticas, revélanse
al espíritu conexiones que no espera quien se
detiene en la contemplación empírica de las
cosas. A primera vista, en efecto,-parece que
el orden social y la libertad del hombre en su
seno reposaran exclusivamente en el imperio de
la ley; pero á medida que se esclarecen las ideas
respecto de la naturaleza y operaciones del dere-
cho, la cuestión pierde su simplicidad primitiva .
Importa poco que aceptéis el criterio de Ah-
rens ó el de moralistas más lógicos que derivan ,
como yo, la noción del derecho de la noción del
deber, si de todos modos convenís en que el
derecho existe con prescindencia de las leyes
positivas. Nacido en el orden moral, necesita
encontrar en él sus últimas garantías. En buena
hora que la ley proteste su respeto hacia los
derechos del pensador para propagar sus ideas
sobre todos los teatros y todas las materias;
pero esa libertad será ilusoria si no está robus-
tecida por una virtud común concorde con la
disposición legal: esta virtud se llama la tole-
rancia, y es aquella inclinación del espíritu á
acoger imparcialmente las ideas ajenas y con-
formarse en las luchas de las opiniones y de los
partidos con las ventajas que la verdad propor-
ciona á los que la poseen. Suponed un pueblo
que haya conocido la esclavitud,-cuya sociabi-
lidad se haya originado en una conquista, en
LECTURA QUINTA 121

el duelo de dos razas que diera la victoria á la


superior y hundiera en una anulación política
completa á la más débil por sus ideas, su instin-
to moral ó su arte bélico; -tal sociedad llevará
en sus entrañas gérmenes de discordia, de hu-
millaciones y vanidades contra las cuales puede
reaccionar sin embargo en el campo de la teo-
ría, pero que difícilmente llegará á destruir en
lo concreto y en el pormenor de la vida.
Parece que describiera la fisiología de la so-
ciedad argentina.- Nosotros somos decidida-
mente igualitarios en política; pero al lado de
la raza blanca heredera del derecho de con-
quista, vemos moverse razas puras y mezcladas
primitivamente esclavas, -cuyo derecho á la
libertad acatamos después de la revolución ,
cuya intervención en las funciones políticas no
tenemos reparo en aceptar; pero que á pesar
de todo, no son, de hecho, iguales al elemento
que las dominó como conquistador ó como amo.
-Un sistema inepto de educación popular per-
petúa estas desigualdades y somete los descen-
dientes de esclavos y los descendientes del
indio encomendados á condiciones serviles , den-
tro de las cuales viven sin inquietud porque
sólo aprenden á obedecer, y que jamás procu-
ran mejorar porque no se les sugiere aquellos
apetitos magnánimos que aumentan el valor so-
cial de los hombres y con él levantan los carac-
teres de la civilización general. Y no se diga
que si en esto hay culpa, ella recae exclusiva-
mente sobre los gobiernos. Los gobiernos son
122 LECTURA QUINTA

lo que los pueblos quieren que sean; y si una


preocupación tenaz ó un excepticismo enfer-
mizo no disimulara ante los ojos de las mayo-
rías influyentes la contradicción en que reposa
nuestro estado artificial y equívoco, -las fuen-
tes del carácter nacional habrían sido ya puri-
ficadas, como ha sido descuajado el terreno de
las instituciones políticas, -y habríamos proce-
dido de la esclavitud á la igualdad perfecta y
de la barbarie á la civilización , como hemos
procedido de la tiranía al gobierno popular y
federativo.
Digo lo propio respecto de la tolerancia indis-
pensable para el desenvolvimiento positivo de
las libertades.-Un espíritu implacable ha ani-
mado las facciones en la República Argentina;
y á salvo ciertas transformaciones de la con-
ciencia pública adquiridas en medio de hórri-
dos desastres y cuya fecundidad reconozco y
preconizo , - el juego político del país ha con-
sistido en sustituciones de bandos en el go-
bierno, armados de la calumnia ó el denuesto
cuando no podían esgrimir el azote con que los
déspotas desalojan de las tribunas y de la
prensa á los que interrumpen las delicias de su
pasajera victoria.
Sé muy bien, como ya lo he indicado, que las
desigualdades sociales están en la naturaleza;
sé que la existencia y el combatir de los parti-
dos son condicionales de la libertad democrá-
tica; mas, por lo mismo que lo son, por lo mismo
que ninguna ley puede ni debe reprimirles, im-
LECTURA QUINTA 123

porta que en la complexión de la sociedad fun-


cionen resortes que rectifiquen sus movimientos
y prevengan sus desviaciones.
Llego aquí á la consecuencia de Montesquieu
que era también la consecuencia del Dogma
socialista. « El principio de la república es la
virtud» , decía aquél. « El principio de la libertad
>> y de la igualdad, - decía éste , — reside en la
» fraternidad definida por la noción del deber
» moral .» - En términos diversos , ambas máximas
encierran una misma doctrina y una conclusión
rigorosa; porque si el concepto democrático
del derecho y la soberanía implica constituir en
la justicia el criterio de la vida colectiva para
radicar el espíritu que penetró en las legislacio-
nes romana y visigoda en el período crítico de
la civilización moderna,-se sigue indivisible-
mente, que el resorte moderador de la sociedad
en sus desigualdades, en su juego orgánico y en
sus movimientos de ideas y pasiones encarna-
das en los partidos, no es ni puede ser sino la
moralidad universal que compensa nuestra fra-
gilidad nativa.
Pero el Dogma no se detiene en esta conclu-
sión que podría ser tachada de vaguedad. No
basta ensalzar la moral: es menester determi-
narla; porque de hecho, puede atribuírsele tres
fórmulas,-y equivocándose al elegir, nada me-
nos se arriesga que destruir su principio mismo.
Al formular su credo , el Dogma dice en pri-
mer lugar: Dios . - Luego , rechaza la moral in-
dependiente; y á la verdad que ninguna idea
124 LECTURA QUINTA

neta, ninguna regla estable puede percibir el


hombre en materia de moral cuando desecha el
concepto de la divinidad.-La conciencia eman-
cipada de la voluntad superior va al vicio direc-
tamente, como va al error el pensamiento eman-
cipado de las trabas de la lógica. -La idea mor al
no es una forma esencial de la razón, sino por-
que lo es también la idea de lo absoluto que se
resuelve en Dios, centro de todas las inteligibles
eternas. Y los libre-moralistas, que son lógicos,
no lo atenúan.- Reputan la divinidad una cate-
goría ideal, producto de productos, como todas
las formas de la naturaleza desde el element o
inorgánico hasta el pensamiento y sus ideas , la
conciencia y sus reglas. « El vicio es un pro-
ducto, dice Enrique Taine, porque el hombre lo
es y su imperfección nativa está en el orden » ....
Explicando así todo fenómeno psicológico como
un movimiento , según la hipótesis materialista
y positivista,-ni el error tiene explicación, ni la
lógica principios, ni la moral asiento ni criterio .
-Es pues la moral independiente « una moral
variable y corruptible» .-Añado que es una fic-
ción y sólo concibo que sus apóstoles resistan á
la depravación, teniendo en cuenta que las ideas
cristianas, aunque maleadas ó truncas, se filtran
desde temprano en todas las almas en la civili-
zación contemporánea, y enderezan la concien-
cia de los ilusos á pesar de sus extravagancias
metafísicas.
Otra fórmula, fundada ya sobre el deísmo , es
la religión natural, « aquel instinto imperioso, —
LECTURA QUINTA 125

» dice el Dogma, -que lleva el hombre á tribu-


>> tar homenaje á su criador; pero ella, agrega,
» no le ha bastado, porque, careciendo de certi-
>> dumbre, de vida y de sanción, no satisfacía las
>> necesidades de su conciencia» . La repele explí-
citamente, como véis; y añadiría poquísimo pa-
ra aclarar su doctrina, si no prefiriera citaros en
su abono la de un adversario, el más sincero y
leal entre los espiritualistas del siglo que recha-
zan la religión positiva. Aludo á Julio Simon.--
El preconiza la religión natural con acento en
que vibran todos los sentimientos de una alma
s eñalada con la unción del genio y de la virtud,
todos los anhelos de un corazón sediento de las
cosas divinas y lastimado por las sombras que
no puede despejar. Su elocuente exposición
remata, sin embargo, en una confesión angus-
tiosa. -Preséntase colocado, en fuerza de todas
las ideas que le suministra la religión natural
entre dos términos irreductibles, batido por dos
raciocinios inconciliables: el uno concluye en la
idea de la Providencia,-el otro en la inmutabi-
lidad de Dios: el primero en el instinto de la
oración: el segundo en su esterilidad, si el Sér
Supremo es inaccesible á la plegaria como lo
sería necesariamente si su Providencia no se
ejercitara clementemente á favor de los que en
la sinceridad de su fe obedecen aquel precepto
de Jesús: « Pedid y se os dará , llamad y se os
abrirá» .—Ahora, la religión natural es impoten-
te para colmar este vacío . - El lo confiesa, como
lo reconocía el Dogma al acogerse á la región
126 LECTURA QUINTA

en que surgen certidumbres inconmovibles, de-


clarando : « El Evangelio es la ley de Dios, por-
» que es la ley moral de la conciencia y de la
» razón, y formulando su credo en la palabra
simbólica que comento : «Dios, centro y perife-
>> ria de nuestra creencia religiosa: el cristianis-
» mo, su ley» .
Circunstanciando esta declaración , bajo el
aspecto político, añadió: el cristianismo debe
ser la religión de las democracias.
Séame permitido hacer resaltar brevemente
la profunda verdad de estas palabras, tanto más
elocuentes cuanto que salen de labios en los
cuales luchaba por estamparse la sonrisa vol-
teriana (1), Bastaría reparar en que del cristia-
nismo nace el principio de la justicia abstracta
introducida en la legislación , verdadero foco de
la regeneración política del mundo , -si los fun-
damentos de la libertad popular no estuvieran
confirmados en cada página del Evangelio . Me
abstendré de enumeraciones prolijas; pero no
puedo prescindir de invitaros á reflexionar so-
bre este dato; que el cristianismo es la úni-
ca doctrina religiosa que no constituye la enti-
dad social en órgano dogmático , y que atribuye
al movimiento del hombre hacia Dios caracte-
res en cuya virtud la evolución se consuma

(1) Más adelante (Lectura X) se verá la contradicción del Dogma


en materia religiosa: circunstancia que revela poca solidez en las
creencias de sus autores y que explica multitud de errores imperan-
tes hoy día en la sociedad y gobierno de nuestro país.
LECTURA QUINTA 127

entre la conciencia y la divinidad, en el san-


tuario, impenetrable para toda mirada, en que
se neutraliza toda presión. He ahí el individua-
lismo, cimiento de la libertad civil. Conocéis
también la enseñanza encerrada, ya en la pará-
bola del hombre que distribuyó diez talentos
entre sus servidores, exigiéndoles al volver
cuenta de su labor según la capacidad y recur-
sos de cada cual, y premiando á los que habían
sido fieles y activos y castigando al perezoso :
ya en la parábola de las vírgenes prudentes que
aguardaban preparadas al esposo; y en ellas
encontraréis la fórmula simbólica y religiosa de
la solidaridad que es el principio de la libertad
política, y de la perseverancia y el trabajo que
son el principio de la civilización . Por fin , si la
fraternidad es la expresión más alta de todos
los sentimientos conservadores del derecho, no
sé que pueda encontrar confirmaciones más so-
lemnes que la doctrina de la caridad y el
ejemplo de inalterable misericordia del Salva-
dor que vivía con los pecadores y redimía á
Zaqueo y la Samaritana.
El Dogma socialista condensa los principios
de la civilización y los elementos de la liber-
tad al afirmar que el cristianismo debe ser la
religión de las democracias. Quien le rechaza ,
rechaza juntamente todas las bases del orden
político y de sus garantías; y de ahí que las so-
ciedades modernas le deban claros testimonios
de veneración.
Tocamos en este punto con una grave cues-
128 . LECTURA QUINTA

tión que el Dogma agitó también; me refiero á


la libertad religiosa, ó más propiamente, á la
libertad de cultos.-El Dogma la acepta; pero
entendiendo que sin la moralidad desenvuelta
por el cristianismo vacilarían todos los derechos
y sus garantías externas; añade que es atributi-
vo de la sociedad reprimir aquellos cultos que
hieran la moral social ó perturben el orden.
Hasta aquí no hay dificultad seria, pero aparece
cuando se trata de las calidades requeridas para
el voto pasivo , y versa sobre este problema: -
Si puede exigirse , como condición de elegibili-
dad algún carácter religioso á los individuos.-
La legislación de varios pueblos libres le ha
resuelto desechando toda exigencia de creencia
particular á los funcionarios políticos, con tal
que pertenezcan á alguna comunión cristiana,
como en Suiza, ó que declaren creer en Dios , la
in mortalidad del alma y la responsabilidad futu-
ra, como en la constitución de Pensilvania. Da-
do que es temerario fiar en las confesiones
aconsejadas por impulsos distintos de los debe-
res de conciencia, no percibo gran ventaja ni
seguridad en estas garantías; y como homenaje
á la doctrina en que estriba toda la estructura
de las sociedades libres,-bastaría , á mi juicio,
invocar el Evangelio en las solemnes protestas
de fidelidad á la ley y á la nación que tradicio-
nalmente preceden á la exaltación de un hombre
á las funciones políticas más elevadas. - Veo en
ello un hermoso acto de lógica y de sinceridad,
exento de todo peligro, toda vez que es igual-
LECTURA QUINTA 129

mente legítimo exigir respeto por las leyes que


por las fuentes doctrinarias de donde emanan.
Por lo demás, una sola especie de hombres, si no
es cediendo á una aberración, podría rehusarlo :
aquellos que positivamente niegan todas las
ideas absolutas en que germina la civilización
democrática. De lo contrario, ni el libre - pensador
más desprendido de todo vínculo religioso, ne-
garía su tributo de veneración al Evangelio (¹) .
En resumen, señores: el Dogma socialista,
realzando las libertades políticas por la solidez

(1) Con motivo de la admisión de los judíos en el parlamento, fué


activamente discutida esta materia en Inglaterra, y al recordarlo ,
se me ocurre consignar aquí ciertos hechos que corroboran mi opi-
nión.- En el seno del judaísmo contemporáneo hay una elaboración
profunda promovida por tres escuelas: la tradicionalista, represen-
tada por Bloch , la reformada que tiende á dulcificar sus máximas y
disciplina, representada por Levy Bing,-y la llamada liberal, re-
presentada por Hipólito Rodríguez: elaboración científica y social,
de la cual han surgido , por una parte los proyectos de colonización
de la Palestina, y por la opuesta, el reconocimiento de la sublimidad
doctrinaria y moral del Evangelio , formulado por uno de sus adep-
tos con estas palabras: «El mesianismo es la promesa hecha por Dios
» á los judíos de desenvolver su religión. El día de Jesús es un día
> mesiánico: el Evangelio es una buena nueva: la iglesia hebrea es
> la madre y la iglesia cristiana es la hija, y su autor el modelo de
» todas las perfecciones humanas, el virtuoso por excelencia, que
» sacrificó su vida por la salud de la humanidad ».- «Si Jesús, -dice
Adolfo Cremieux, -reapareciera en medio de nosotros seguramente
que no le crucificaríamos. » Estas palabras aún más terminantes que
las de Mahoma (Coran, Cap. V. La Mesa. v. 85) pronunciadas por los
adversarios más radicales del cristianismo y del Evangelio mues-
tran con una luz singular el movimiento instintivo de la humanidad
iniciada en la civilización y en las esperanzas del derecho por aco-
gerse al amparo de una doctrina , sagrada y fecunda respecto de la
política y de la legislación para quien no haya perdido el sentido de
lo transcendental.
130 LECTURA QUINTA

de la base que les atribuye, explica la trabazón


de los derechos civiles en la región moral, y
busca la garantía de la libertad y de la igualdad
en el sentimiento fraterno elevado á la catego-
ría de los principios religiosos en su forma más
completa. No profundizó en vano los misterios
de la naturaleza; y deseo que la juventud que
estudia conmigo el espíritu de la generación an-
tecedente sea aún más afortunada que ella, bo-
rre los engaños subsistentes, la supere en lógica,
y busque la libertad en la civilización que mora-
liza los pueblos, reparte la riqueza, fomenta la
ciencia y engendra el arte educando el senti-
miento de lo puro, de lo bello y de lo grande.—
He dicho que tenemos intolerancias y desigual-
dades; debo añadir que tenemos egoísmos . Con-
fesémoslo para entrar en vía de arrepentirnos .
Tenemos egoísmo urbano que cierra nuestros
oídos al lamento de la enorme mayoría popular
despojada de bienestar y de derechos, esclava
en medio de la libertad, -paria en el seno de
una democracia arrogante con su soberanía; te-
nemos egoísmos de clases que inveteran las des-
igualdades y nos vuelven insensibles á la de-
gradación sistemática de una fracción social,
condenada á las industrias serviles y educada en
las escuelas públicas ó para la servidumbre ó
para el vicio ; tenemos egoísmos personales que
nos hacen descuidar el interés público y poner
su cultivo en malas manos, abandonando los co-
micios, tolerando los aplausos discernidos á la
ignorancia y las coronas puestas sobre la frente
LECTURA QUINTA 131

de todos los que triunfan. - Por fortuna, no pro-


vienen de una perversión de la conciencia, sino
de un vicio intelectual , -el empirismo , cuyos es-
tragos resaltan en cada faz de nuestra historia.
-Levantar la mente hasta las generalizaciones
vastas es el medio de curar el mal en su raíz; y
dar ese vuelco á nuestros métodos y procede-
res políticos es la misión de la juventud, como
fué el intento del Dogma socialista en la doc-
trina político moral que acabo de exponer.-
Pero no remontaremos el vuelo, señores,-sino
á impulsos de un sentimiento disciplinado en la
contemplación de lo supremo y de lo bello. Tre-
pemos á su cumbre: se llama el cristianismo .
LECTURA VI

El honor y el sacrificio, móvil y norma de nuestra conducta so-


cial.-Adopción de todas las glorias legitimas, tanto indivi-
duales como colectivas, de la revolución: -Menosprecio de
toda reputación usurpada é ilegítima. - Cuestión moral.-
Cuestión política. -Cuestión histórica.

SEÑORES:

Del principio cristiano, sigue la abnegación


como resorte de la acción política inspirado por
el patriotismo, que bajo su influencia adquiere
un tipo en cierto modo religioso. - Por eso la
Asociación de Mayo, añadía al programa ex-
puesto : « el sacrificio, móvil y norma de nuestra
conducta social.» Y considerando insuficientes
las máximas generales de la moral cuando no
las vulgariza un criterio accesible, constituye
en el honor la clave de todas las cuestiones en
que están contenidas las reglas de nuestra acti-
vidad como seres asociados, y explica su papel
en cada una de las grandes faces de la existen-
cia humana, terminando por indicar lo que im-
pone especialmente á los pueblos argentinos.—
«Adopción, -decía, -de todas las glorias legíti-
134 LECTURA SEXTA

» mas, tanto individuales como colectivas, de la


» revolución: menosprecio de toda reputación
» usurpada ó ilegítima. » -Encierran, por lo tanto ,
los capítulos del Dogma en que explicó una y
otra palabra simbólica, una cuestión moral, una
cuestión política y una cuestión histórica, triple
punto de vista bajo el cual paso á considerarles.

La ligereza con que trató la cuestión moral le


indujo á una contradicción flagrante . Por una
parte, sienta que « el honor y la moral son dos
» términos idénticos que conducen á idéntico re-
» sultado ; » por otra que «hay ciertas acciones que
» la moral aprueba en el hombre privado y re-
>> prueba en el hombre público,» terminando por
decir : « la moral será el dogma del cristiano y
» del hombre privado, el honor el dogma del
>> ciudadano y del hombre público » . Salta á los
ojos que estas ideas son repugnantes entre sí.-
Dos términos convertibles tienen que poseer
las mismas cualidades, y como sólo siéndolo ,
pueden conducir á un mismo resultado , es claro
que si la moral no se confunde por sus caracte-
res con el honor, tampoco existe la identidad
pretendida. Hay además en este paralelo un
concepto evidentemente falso: el que atribuye á
la moral una flexibilidad que permite al hombre
en la vida privada actos que le están vedados
en la vida pública.
Para esclarecer el punto, conviene fijar el
LECTURA SEXTA 135

sentido de las palabras. -Moral es la ciencia de


lo bueno y de lo malo en relación con la activi-
dad libre. Por lo tanto , es una idea absoluta y
una ley universal que obra sobre la conciencia
bajo una sanción sobrenatural. «Es la voluntad
de Dios comunicada á la criatura,» según la
expresión de Clarke. Y ya hemos tenido oportu-
nidad de reconocer que el sentimiento primitivo
del deber que la educación informativa perfec-
ciona mejorando sus órganos y que la educa-
ción religiosa vigoriza circunstanciándole, -se-
ría inexplicable en la constitución del hombre
si la noción de un Sér Supremo, causa primera
é infinita perfección, principio y fin de todas
las cosas, no le diera vida, validez y sanción.-
Todo lo abarca, pues; ninguna dirección de la
vida se le escapa: ningún acto libre está exento
de las reglas que concentra .
El Dogma socialista lo reconoce . Tenemos,
entonces, una premisa común en el raciocinio ;
y sólo nos es menester definir el honor para te-
ner datos claros con que plantear la cuestión.
Entiendo por honor el prestigio que cada hom-
bre adquiere sujetando sus actos á la opinión.
Luego, el honor no contiene sino una ley relati-
va, que no arraiga en la conciencia sino en lo
exterior: viene de la sociedad, y es por natura-
leza caprichosa é insegura. -La alteran las di-
versidades de costumbres y la obscurecen todos
los desfallecimientos del sentido común. -Una
ley de carácter moral necesita ser eficaz cuando
pena y cuando premia; pero la del honor está
136 LECTURA SEXTA

expuesta á penar ó premiar ciegamente, si la


calumnia mancilla un nombre puro, si la hipo-
cresía ó la complicidad disimulan las iniquida-
des de los malos. Requiere, además, ser per-
manente, y la ley del honor varía con las socie-
dades: de manera que uno es el honor entre
los mormones , otro es el honor entre los
orientales, otro en los pueblos cristianos sobre
puntos sustanciales que ocupan la línea diviso-
ria de la vida individual y las relaciones de
sociedad. ― Algo más: aun en el seno de una
sociedad espiritualista y cristiana, la repetición
de ciertas inmoralidades que halagan las pasio-
nes políticas, el orgullo ó los instintos más gro-
seros de la sensualidad,-puede gastar la aver-
sión que producirían en otras circunstancias, y
la tolerancia, convertida en opinión universal,
altera la ley del honor. Así vemos que el per-
jurio político, la ambición ávida ó rastrera, á
nadie deshonran, como no deshonra el duelo ,
como no deshonra el adulterio sino á las mu-
jeres.-El carácter moral de estas acciones no
varía, pero varía su valor ante la ley del honor.
Por consecuencia: si la sanción de los deberes
que impone es incierta é independiente del mé-
rito efectivo de los actos: si es eludible , y está
por su propia esencia sujeta á mudanzas, ella
no basta para cohibir á los hombres, y la inso-
lente prepotencia del vicio que se disfraza entre
oropeles está probando palpitante y diariamente
su impotencia. Ha podido suplir en los estados
intermedios de las sociedades las deficiencias
LECTURA SEXTA 137

de las leyes positivas y templar los estragos de


las pasiones en las edades bárbaras, como el de-
coro caballeresco rectificó la altivez de los
grandes en la Edad Media; puede aún bajo una
forma mejor desenvuelta de sociabilidad des-
empeñar un papel análogo, porque el deshonor
hiere donde la penalidad legal no alcanza; pero
de ningún modo puede presumírsele capaz de
reemplazar á la moral que, hiriendo en la con-
ciencia, llega á una región inaccesible tanto
para la ley cuanto para la opinión.
Y una vez aclarada y reducida la noción del
honor, debo determinar su papel en el régimen
de la vida humana.
No es estéril. Suministra, al revés, un criterio
suplementario y rápidamente perceptible para
juzgar del mérito de una acción propuesta, y
bajo este punto de vista se confunde con los
antecedentes en que Adam Smith fundaba la teo-
ría de las simpatías morales . Pero en esta idea
está contenida otra: la inferioridad de la ley del
honor y su subordinación á los principios racio-
nales de lo justo. Los espíritus vulgares que se
dejan modelar por las opiniones corrientes sin
inquietarse, como las almas mejor templadas,
por cobrar un tipo de carácter propio, conside-
ran suficiente el honor para reglar sus actos :
son condescendientes con sus propias flaquezas
siempre que no les desacrediten, y el delito les
importa poco con tal que su habilidad le encu-
bra ó el error dominante le absuelva. El hom-
bre pensador y prudente ama también su honra,
138 LECTURA SEXTA

pero no se da por satisfecho con su aureola, y


se afana por equilibrar el juicio interno de su
conciencia con los dones de la fama, prefiriendo ,
en caso de conflicto , la lógica de sus principios
á las arbitrariedades de la reputación.
Por otra parte, el honor puede ser tradicional
y solidario, y en este sentido tiene un poder
mucho más influyente . El orgullo nobiliario es
el desorden de una pasión nativa y el abuso de
un principio moralizador. Una serie de genera-
ciones virtuosas y vinculadas por la sangre
sugiere una tradición de honor que sujeta mu-
chos ímpetus y obliga á los individuos á mode-
rarse dentro de la órbita en que su nombre
adquirió la reputación que les enorgullece. Sin
embargo, á nadie puede ocultársele que el que
no respeta las leyes que Dios ha estampado en
la razón de todo sér libre, se habituará pronto á
emanciparse de estas presiones exteriores, cuyo
resorte es quebradizo.
Sin negar, por lo tanto , el poder del honor, de-
bemos negar la dualidad del criterio moral afir-
mada por el Dogma socialista. El hombre es
uno: una es su ley. No hay más que una verdad
que ilumina la razón, no hay más que una jus-
ticia y una regla de justicia que guíen la libertad ,
porque no hay sino una fuente de lo verdadero
y de lo bueno, un ideal y un objeto que determi-
nan el destino de los seres inteligentes. La vida
privada y la vida pública se confunden por la
unidad de sus móviles; y á menos de incurrir en
la ilusión de los que presumen obedecer su ley
LECTURA SEXTA 139

y servir á la patria y á la humanidad desdeñan-


do la familia, la caridad y todas las virtudes que
expanden el alma y la preparan para lo admira-
ble, tendremos que convenir en la inconsistencia
de esas virtudes de aparato que bajan los hom-
bres á la categoría de histriones, héroes sobre
el proscenio, miserables y odiosos cuando el te-
lón les separa de los espectadores mistificados .
La fama es á veces complaciente y pone caretas
sobre feas y repugnantes fisonomías. Digamos
la palabra: la opinión puede advertirnos lo bue-
no y lo malo; pero sería invertir la lógica de las
cosas contentarnos, ni en la vida privada ni en
la vida pública, con la sanción del renombre ni
buscar en sus oscilaciones casuales la balanza
de la moralidad .
Si hemos reconocido, empero, el poder de la
tradición doméstica para refrenar el hombre por
medio del honor,-pasando ahora de la cuestión
moral á la cuestión política, debemos afirmar la
influencia incomparablemente más eficaz del
honor patrio y del orgullo nacional para predis-
poner los pueblos á todas las acciones que re-
dundan en su engrandecimiento , en su esplendor
y en su felicidad. — Y aquí podemos aceptar, casi
sin restricciones, la doctrina del Dogma socia-
lista.
Me hago cargo de las objeciones que podrían
oponerse á esta máxima. -Sé que más de un fra-
caso ruidoso ha sido el término de muchos en-
greimientos nacionales; porque los pueblos des-
viados por el celo de su gloria, no advierten sus
140 LECTURA SEXTA

flaquezas ni los fenómenos alarmantes que en-


cierran, como el celo de la vida sugiere á los
enfermos mil explicaciones que dar á los sínto-
mas más complicados para alejar de sí la
perspectiva sombría. Si son bárbaros llaman
refinamiento peligroso á la civilización; si son
débiles llaman barbarie á la fuerza. Menospre-
cian todas las calidades que no poseen; reputan
anarquía la libertad ajena y despotismo el or-
den de otros pueblos. - Estas sociedades infatua-
das se gastan paulatinamente en el quietismo ó
se balancean entre lo ideal y lo inveterado, y una
admiración que nadie comparte les disimula el
abismo hasta que se hunden en él. Sé también
que estas perversiones del patriotismo son sin-
gularmente peligrosas en las sociedades nuevas
por cuanto en ellas nada es sólido y sus movi-
mientos de progreso suelen no ser perseveran-
tes, porque son á menudo inconscientes ó inmo-
derados. De aquí no se sigue, á pesar de todo,
que haya cordura en debilitar el orgullo de las
naciones, sino que conviene morigerarle y tem-
plar sus sugestiones con la práctica de esta
máxima que podemos transcribir del templo
antiguo para los que no saben leer el Evangelio:
«Conócete á ti mismo» . (1)

(1) Todos los sentimientos que expresan la fiereza humana en sus


diversos grados son faces de una misma pasión: el amor propio , que
es la estimación y preferencia de sí mismo, de sus derechos y de sus
intereses particulares. -A la conciencia de la superioridad propia,
llamo orgullo; llamo soberbia al menosprecio virtual y constante
de los que un individuo reputa inferiores; y por fin, llamo vanidad
LECTURA SEXTA 141

El pueblo que se infatúa, se adormece ó se es-


trella cegado por sus vanidades; pero el que no
posee el sentimiento de su valor ni tiene fe en
su fuerza ni la ufanía de sus antecedentes y de
sus facultades es un pueblo enervado á quien la
pereza reduce á una especie de imbecilidad .
Cuando los pueblos no creen en sí mismos, creen
en los explotadores y en los verdugos . Basta un
eclipse de su orgullo para que se infamen , como
nos bastó á nosotros un día de desaliento para
postrarnos delante de la tiranía. De ahí la ne-
cesidad de realzar la dignidad del pueblo por el
conocimiento de sus antecedentes y de su com-
plexión, de sus extravíos y de sus glorias : de
las glorias que le enaltecen, de los extravíos que
le aleccionan.
La gloria, he dicho : y he ahí la más alta ex-
presión del honor: funesta cuando proviene de
una fascinación del espíritu público: saludable
cuando la engendran actos bien dirigidos, bien

al orgullo y la soberbia fundados sobre cualidades fútiles. Es in-


cuestionable que nunca es tan fuerte la virtud como cuando está
unida con la más difícil de todas que es la humildad ; pero no consi-
dero incompatibles el orgullo y la humildad: el primero es la con-
ciencia de los méritos y dotes de cada cual, y la segunda se origina
en la convicción de que ningún mérito ni dote realzan un hombre
respecto de otros ni en derechos , ni en jerarquía, ni en poder, y
corta el paso á la altanería que perturba la fraternidad de todos
los seres igualados por su naturaleza y la identidad de su destino.
El que se ensoberbece , se degrada y se enerva. Si el Evangelio no
lo dijera, lo diría la experiencia. Mas el que no tiene la conciencia
de sus propias fuerzas carece de un resorte de actividad y se inha-
bilita para las grandes acciones, cuyo éxito depende de la fe con que
se acometen.
142 LECTURA SEXTA

apreciados y exponentes de una fuerza superior;


piedra de escándalos para ciertos caracteres
sedientos de triunfo y de poder que aspiran á lo
ruidoso si son incapaces de lo grande; á lo ho-
rrible ó á lo brillante si son incapaces de lo noble
y de lo bello: piedra de edificación cuando sor-
prende á los varones preclaros que se despeda-
zan en las escabrosidades de la senda estrecha
y diseminan la luz de su alma en obras durade-
ras. Y no despojéis á las naciones de las glorias
puras de su historia; no amortezcáis los fulgo-
res que retemplan su conciencia!... Un poeta ha
dicho: «felices los pueblos que no tienen historia! .. >>
Esa palabra es el acento lírico de un escepticis-
mo letal. Pueblos sin historia son las tribus nó-
mades azotadas por lo imprevisto : sin ejemplos
en el pasado , sin responsabilidades ante el por-
venir. Yo comprendo que los ambiciosos y los
misántropos desacrediten todo lo que es grande
en el pasado de un pueblo, presumiendo hacerle
sentir que hay en su alma más noble potencia
que en el alma de los héroes cuyo pedestal quie-
ren abatir; comprendo también que las ruindades
del sectario no se detengan ante el signo de paz
que la muerte pone sobre todas las frentes, des-
pojen á los unos y endiosen á los otros y eduquen
generaciones enteras en idolatrías y en odios
que son á la vez absurdos y sacrilegos ; pero no
comprendo que pensadores discretos duden de
las influencias de la honra nacional ni vacilen en
exaltar, como lo quería el Dogma,-toda gloria
legítima para destruir juntos los falsos mirajes
LECTURA SEXTA 143

de la historia y las glorias usurpadas de la vul-


garidad feliz ó del crimen amnistiado por el éxi-
to. Si el amor propio es la clave del carácter
individual, el patriotismo , la comunidad de las
glorias y de las tradiciones sanas de un pueblo ,
son los sentimientos que le constituyen tal . Mo-
derarles para que no se infatúe , cultivarles para
que no se enerve,-son, si no me equivoco, los
términos en que se resuelve la cuestión política
del Dogma, y que nos llevan inmediatamente á
afrontar la cuestión histórica que abarca.
¿Hay en los antecedentes de la República Ar-
gentina tradiciones propias para impulsar al
pueblo en la elaboración revolucionaria que
afronta: para dar tono á su carácter y templar
su espíritu en la adversidad?
Jamás os hablaré con tanta complacencia como
esta noche en que puedo volver sin escrúpulo la
espalda hacia la sombra para dirigiros á con-
templar todo lo que es hermoso y fulgurante en
nuestra historia.
Si la revolución nacional hubiera tenido, cuando
estalló, un credo doctrinario y hubiera obedecido
al prestigio de un caudillo, teniendo como tenía
por teatro y por agente una sociedad embriona-
ria, desvinculada de todo comercio de ideas con
el mundo y la civilización , habría sido la obra
de un partido, gloriosa sin duda, pero con aque-
lla gloria que expone los pueblos á la tiranía de
los que pueden revindicarla. A no ser por una
rara magnanimidad , las facciones ofuscan y es-
clavizan á las muchedumbres que arrastran. Mas
144 LECTURA SEXTA

la revolución nacional es grande, precisamente


porque parece pequeña. Y habríais juzgado muy
mal mi pensamiento, si al oirme en diversas
ocasiones que emergió sin una profesión de fe
categórica, hubierais creído que intentaba reba-
jar su talla, cuando al revés entendía exaltarla,
reconociendo su espontaneidad, su carácter na-
tural, común, eminente y nativamente democrá-
tico, por lo mismo que era obra de todos, ciega
y no complicada con ninguna teoría preconce-
bida.
Los pensadores que minaban la economía co-
lonial desde fines del siglo pasado, los políticos
que repelían la sustitución de un dominador por
otro en 1806 y 1807 , los patriotas que desde 1808
hasta 1810 fraguaban el arma que debía trozar la
cadena, los que el 22 de Mayo revindicaban el de-
recho accidental de gobierno propio de la colo-
nia y se arrepentían el 24 de sus condescenden-
cias con el viejo régimen , -no hicieron en la
eternamente memorable mañana del 25 , al incor-
porarse á la avalancha popular que arrasaba el
trono virreal, otra cosa sino reconocer , de buena
ó de mala gana, el sumo imperio del elemento
que hizo explosión en el plebiscito del 16 de
Agosto de 1806: que en 1807, según la expresión
ya célebre de uno de los conquistadores venci-
dos, convirtió « cada casa de Buenos Aires en
una fortaleza, cada hombre en un soldado y cada
soldado en un héroe:» el que consagró al sacrifi-
cio los arrojados mártires de Perdriel: el que de-
puso y exaltó gobiernos truncando la soberbia
LECTURA SEXTA 145

de los reyes: el que, por fin, en aquel momento


solemne cogió el arma, la templó en el hogar de
sus entusiasmos supremos, y de un golpe derri-
bó al tirano, cortó de un tajo la coyunda, y se
arrojó valientemente en todas las aventuras de
la democracia, en todas las temeridades de la
libertad!
Vosotros conocéis los orígenes y el curso de
los movimientos, más bien sociales que políticos ,
que han generado nuestra forma de gobierno
republicana y federativa .... Me he propuesto mos-
traros el lado luminoso de nuestras cosas, y
prescindiré de las peripecias: mirad hacia los
dos extremos del drama. Cuando la revolución
germinaba, la sociedad argentina era una masa
heterogénea y descolorida: la ignorancia popu-
lar ennegrecía todos los horizontes é intercepta-
ba todo rayo de la verdad , y el cerebro pere-
zoso se consumía en la quietud . Dispersa en los
campos y enervada en las ciudades se dividía en
dos elementos : el uno nómade y agreste, el otro
humillado bajo la desigualdad . Empobrecíala el
monopolio mercantil que aglomeraba el bienes-
tar en provecho de los privilegiados , y la escla-
vitud de los negros que eliminaba el trabajo li-
bre, condenando , en consecuencia, á los pobres
al crimen ó la miseria. Sin conciencia política
ni práctica alguna de la libertad, el derecho que
reclamaba en los plebiscitos y que adquiría
en el campo ensangrentado de las victorias era
una adivinación súbita y temprana, cuyo alcance
no medían los mismos que con mayor inspira-
146 LECTURA SEXTA

ción se consagraban á su servicio . Los próce-


res de la independencia desconfiaban del pueblo
y rechazaban la democracia en el terreno de las
combinaciones políticas. - No obstante eso, la
revolución penetra por todo, avasalla resisten-
cias, estalla en catástrofes, recorre todas las
alternativas de la fortuna desde lo más alto
hasta lo más vergonzoso: demuele, sucumbe , re-
nace y del seno de la voragine salen la libertad
y la igualdad, dominantes en principios y en for-
ma en la altura presente de nuestro progreso
social que limita la ambición de los contempo-
ráneos á promover su organización en el por-
menor de la vida y su defensa tras de sus garan-
tías naturales.
No es esto todo , señores, -y lo digo para que
resuene en los oídos de los que vituperan las
masas argentinas : - mientras, á vuelta de es-
pantosos desastres, se elaboraba la transforma-
ción de esta sociedad en un nuevo sér político , -
era necesario propagar la revolución, radicarla
de hecho como estaba radicada de derecho en la
conciencia pública, domeñar reacciones, sacrifi-
car en los ritos de la bandera nacional y entonar
el himno patrio sobre las ruínas de las huestes
destrozadas, con acento de victoria en Tucumán,
con ira en las fronteras de Salta , con inalterable
fortaleza en Vilcapugio y en la noche tristísima
de Cancha Rayada; era necesario difundir el
credo y estimular corajes desde el Plata hasta
el Rimac, vencer bajo el círculo del Ecuador y
dejar una huella de sangre y de heroísmo donde
LECTURA SEXTA 147

quiera que un pueblo reclamara nuestro brazo


fraternal.... Y todo fué hecho.... porque el pueblo
se hizo legión: con el denuedo que suplía á los
recursos y el patriotismo que suplía á la ciencia
militar. -Venció el pueblo por su abnegación y
por su arrojo, y las legiones enemigas sucum-
bían bajo el embate de las caballerías campesi-
nas que no sólo han acudido á los campos del
fratricidio, sino á las nobles lides en que se de-
fendía el honor de la patria bajo la enseña agi-
tada por Güemes y Belgrano, y donde las guiaba
la fulminante espada de San Martín.... Menos
grandes seríamos si las montañas se hubieran
allanado al paso de nuestros héroes como caían
los muros de Jericó al son de las trompetas he-
breas; pero lo somos con glorias esplendentes,
porque Dios inspiró soplo sublime en el pecho
de los bravos que pisaban la boca de los abismos
y las crestas de las heladas cumbres, á quienes
nada amedrentó , ni el torrente, ni la tempestad,
ni la derrota, ni el hambre, ni menos el enemigo
que les confesaba fuertes y recibía la libertad de
la misma mano que desarmaba su brazo y rom- .
pía su espada al pie del nuevo altar.
Me ufano de mi nombre y de mi sangre, y
preconizo estas glorias porque ellas son para
el pueblo argentino una ley y una vocación:
una ley de honor y una vocación de sacrificio y
de libertad.
¿Qué extraño , señores, que robustos caracte-
res se destacaran en senos tan fecundos? Si
podemos revindicar hermosas glorias colecti-
148 LECTURA SEXTA

vas, podemos revindicar también glorias per-


sonales no menos estimulantes.
Ungido por la muerte que le sorprende en el
lleno de su esplendor, un hombre legó á la pos-
teridad la memoria pura de su acción rápida y
fértil, de su alma incontaminada de todo desfa-
llecimiento, exenta de las manchas de la anar-
quía y de las intemperancias de la ambición.
Espíritu escogido y corazón fogoso, abarcó tem-
prano el sentido de la revolución, amó con fre-
nesí y obró con denuedo. De todos los espectácu-
los del mundo moderno y de todos los hechos
que brotaban ante sus ojos al calor de la irrita-
ción popular, recogió la lumbre que en su cabe-
za genial se convirtió en antorcha y en rayo.
Formulando la mente oculta en el trastorno so-
cial y el destino del pueblo naciente iluminaba
las sendas de las muchedumbres libres , y con es-
tro profético y la audacia de un apóstol fulmina-
ba sobre los tiranos y sobre el pasado la inexo-
rable sentencia. Como la mayoría de las grandes
personalidades históricas, parecía absorto en
una sola contemplación , y refundía su coraje, su
actividad, sus pasiones en un amor y un ideal:
el pueblo, la soberanía democrática. Indómito,
orgulloso, original,-ninguna condescendencia le
hizo paliar su pensamiento, ni torcer su rumbo,
ni moderar las formas crudas y viriles de su pa-
labra ardiente. Durante su juventud, un día en
que la fiebre le oprimía y le martirizaba con vi-
siones extravagantes, bastóle un momento de
lucidez en medio de la obsesión de lo absurdo
LECTURA SEXTA 149

para recobrarse, y tan imperiosa era su alma


que un acto, insensato en otro, de voluntad,

despejó su atmósfera fantástica y equilibró su
organismo conmovido. Tanta energía era sig-
no de su vocación de revolucionario y de inicia-
dor. Fija el dogma, le propaga, enciende las
almas en el fuego que desbordaba de la suya…...
y desaparece, como si la Providencia hubiera
querido sublimar el credo democrático eximien-
do pronto de la vulgaridad á su primer apóstol
y resguardar su nombre bajo el ala de la gloria.
Muere joven, puro y lejos .... en la soledad del
mar que traga sus cenizas para que nos quedara
sólo el recuerdo de su paso, súbito como el de
una ráfaga vivificante, y su doctrina inoculada
en todos los espíritus, encarnada en una socie-
dad. Ese hombre se llama Mariano Moreno .
Repartida la labor política entre las guerras
de la independencia y la revolución interior ,
habrían sido débiles los esfuerzos del pueblo ar-
gentino en favor de la emancipación sud- ameri-
cana, si ésta no hubiera sido por sí sola un pro-
pósito bastante atractivo para dominar ciertos
espíritus con exclusión de cualquier otro inte-
rés. El sentimiento de la fraternidad continen-
tal fué extraordinariamente fecundo en aquella
época, y le representan en nuestra historia dos
personajes, diversos por su índole, pero igual-
mente admirables por su patriotismo y por su
fe incontrastable.
Era el primero un hombre manso y austero,
sano y pensador, desinteresado y superior á to-
150 LECTURA SEXTA

das las tentaciones del poder y de la gloria.


No sobresalía del pueblo sino por el cultivo de
su espíritu , por la fisonomía moral que le im-
primían sus ideas, y por la lealtad con que,
desde las más remotas manifestaciones de in-
quietud social, se puso en la primera línea de
los reformadores , chocando intereses bastardos,
esclareciendo los derechos comunes é ilustran-
do, por medio de luminosas controversias, los
problemas económicos y los principios salvado-
res. Prestigiado por su patriótico concurso en
las guerras de 1806 y 1807, el pueblo le arma en
el día de la revolución, y encabezando soldados
valerosos y voluntarios, es el primero que enar-
bola la bandera nacional y la consagra con
victorias decisivas. Modesto en el triunfo, como
era paciente y fuerte en la adversidad ,-aquel
noble varón, el primer representante del pueblo
bajo su faz guerrera, esquiva el poderío, rehuye
los laureles, entrega sin resentimiento su pues-
to á los que ganan el prestigio que él pierde,—
y termina en la desgracia y bajo la pesadum-
bre de la injusticia una vida ilustre por sus vir-
tudes cívicas y su abnegación. Era Manuel Bel-
grano .
El otro es San Martín . Predilecto de la gloria,
nació para la guerra.-Tenía el numen que im-
provisa la victoria, la prudencia que la prepara
sabiamente. El pueblo hizo de Belgrano un
héroe. San Martín hizo del pueblo armado un
ejército. - Amenazada la última almena de la
libertad sud-americana, le arrebata una inspira-
LECTURA SEXTA 151

ción, capaz de arredrar á quien no tuviera sus


nervios de acero y su alma de espartano. Pero
¿qué son las montañas erguidas sobre la cásca-
ra del globo para estorbar la redención de pue-
blos que tienen Aníbales en la guerra y Cinci-
natos en la paz ? San Martín salvó la revolución
y la condujo triunfante por tres naciones cuya
libertad aseguró, huyendo del teatro político , sin
escuchar los llamamientos de su ambición , go-
zoso de haber completado la obra más hermosa
que se haya acometido en el Nuevo Mundo con
el hierro y con la sangre .
Belgrano y San Martín son las dos gradiosas
personificaciones del sentimiento americano y
de la edad homérica de la patria. Explican una
faz entera de la revolución, porque tuvieron
todos sus instintos y sólo sus pasiones, todos sus
propósitos y sólo sus ideas, inaccesibles como
fueron á cuanto difería del programa emanci-
pador de 1810, semejantes á aquellos seres, reme-
morados en los libros santos , que vienen á este
mundo en sus días de crisis para salvar á los
hijos de los hombres, y cuyo oído se cierra
para todo lo que no les habla de la ley peculiar
que les impone Dios ó los pueblos inspirados
por Dios.
Me reprocharíais que olvidara á Rivadavia,
porque á su respecto la posteridad, no sólo ha
sido más justa que sus contemporáneos , sino
que aun se ha excedido en la admiración, ra-
yando en la idolatría. La admiración es legí-
tima, sin duda, y la idolatría explicable. Era
152 LECTURA SEXTA

Rivadavia un pensador lógico y ensimismado,


al mismo tiempo que un patriota austero y ge-
neroso. Teorizador como Sieyes, imperativo
como Moreno, era de inteligencia más dócil que
el primero y de carácter más suave que el
segundo merced á la experiencia de una vida
política más larga y más azarosa. Fué monar-
quista hasta 1820, porque era un representante
franco de las arrogancias urbanas y aristocrá-
ticas. - 1820 le redime. Sométese á los hechos y
reconoce el triunfo de la soberanía popular . Al
acometer la empresa de regularizarla, yerra,
esterilizándola bajo el imperio de un centralismo
absorbente . ¡Cuánta grandeza , empero, no re-
vela al lado de estas debilidades si contem-
plamos su acción civilizadora, inspirada por esta
idea: que los pueblos no son libres sino en la
medida de su fuerza moral, es decir, en la me-
dida de su instrucción ! ¡Cuánta grandeza en
su esfuerzo por acrecentar la riqueza del país,
y con ella la independencia de los hombres y
su aptitud para la civilización que procuraba
fomentar en las escuelas, en los parlamentos ,
en la prensa y en las bellas artes. No le es dado ,
sin embargo, á criatura alguna transformar su
espíritu, y Rivadavia , después de la abjuración
de 1820, pasó de una teoría á otra teoría porque
era un filósofo, y de una intransigencia á otra
intransigencia porque era formado del barro
y de la luz con que son amasados los grandes
caudillos y los grandes propagandistas. Su uni-
tarismo exigente, sus abstracciones constitu-
LECTURA SEXTA 153

cionales le perdieron y perdieron á su partido .


Había dos cosas de que Rivadavia jamás dudaba :
de sí mismo y de la eficacia de sus principios. Era
tanta su influencia sobre el partido unitario que
todo él le reflejaba. En la pertinacia de sus pro-
pósitos, en el rigorismo implacable de su lógica,
en el fausto literario de sus discursos y de sus
documentos oficiales, el partido unitario se reve-
laba como hecho á imagen y semejanza de Ri-
vadavia. Desencantado por el cataclismo de
1827 , abandonó la arena antes que defenderla
con violencias sanguinarias, y de todas las teme-
ridades de su partido que siguieron á la revolu-
ción de 1828, es inocente aquella alma impreg-
nada de candor y de fortaleza, que hacía varo-
nil confesión de sus errores, en medio de las
amarguras de la derrota y el destierro , alec-
cionado por la experiencia y los libros en la
triste vejez que le deparó la tiranía.
Al lado de Rivadavia, coloquemos á Dorrego,
su adversario en la vida, su compañero en la
inmortalidad. Apóstoles de dos soluciones polí-
ticas y sociales opuestas, concuerdan en la ele-
vación del pensamiento y de los propósitos que
les hizo jefes de nuestros dos grandes partidos
constitucionales. La mente de Rivadavia es
una tradición histórica: la mente de Dorrego en
la teoría y en el régimen positivo de la política
es una realidad viva en la sociedad presente y
en el espíritu de las generaciones actuales, que
no le olvidan ó le desdeñan, sino porque la in-
gratitud se contagia y cunde, y hay seres dos
154 LECTURA SEXTA

veces desgraciados á quienes la fortuna niega el


bienestar en la vida y los honores en la tumba.
Manuel Dorrego fué un apóstol, y no de los que
se alzan en medio de la prosperidad y de las
garantías, sino apóstol de las tremendas crisis ,
que así ofrecía á su patria y á su credo la elo-
cuencia de su palabra como el noble vaso de su
sangre. Menos grande que Moreno, porque en-
vuelto en combates que éste no tuvo que afron-
tar, los rencores empañaron el cristal de sus
pensamientos y el polvo del sangriento campo
desfiguró su fisonomía histórica,—es más grande
que él porque se dió en testimonio de su fe y
selló su enérgica vida con una muerte admira-
ble. Moreno y Dorrego se completan. El uno
sugiere el ideal, el otro la forma de la libertad.
Moreno preconiza el derecho y la igualdad:
Dorrego desafía las borrascas, buscando en el
máximum de la explosión revolucionaria la ma-
nifestación de todas las fuerzas sociales, cuyo
equilibrio debía garantir el derecho y consolidar
la igualdad. Formulando la doctrina federal
resolvía todas las cuestiones internas, puesto
que adoptaba el único sistema que concilia los
intereses de las parcialidades políticas autonó-
micas con la unidad nacional, sobre la base de
la libertad y de la distribución equitativa del po-
der. Transigiendo con los caudillos, transigía
con la masa popular que les seguía, é iniciaba
la tolerancia que compartieron , treinta años
más tarde, todos los hombres de buena volun-
tad, y cuyos resultados son hoy día en la Repú-
LECTURA SEXTA 155

blica Argentina nuestra prosperidad creciente y


la radicación del orden constitucional. - Cons-
piró... Es verdad, y añado que hizo mal ; pero en
nombre del respeto que merecen los muertos
ilustres y en nombre de la alta imparcialidad de
la historia, -yo repito á los que le denigran
aquellas palabras del Salvador: « El que esté sin
pecado tire contra él la piedra el primero ! » Se
adelantó á los tiempos y los tiempos le fueron
enemigos. Hora de penumbras fué su hora y
las gentes le hicieron ludibrio. Sus manes han
sido profanados: por el tirano que les evocaba
como signo de venganza: por los que nos llama-
mos libres y no tenemos lauro para su sepulcro,
ni piedad para su memoria. -Pisó la verde cam-
piña, convertida en cadalso, enseñando á sus
conciudadanos la clemencia y la fraternidad y
dejando á sus sacrificadores el perdón, en un
día de verano ardiente como su alma, y sobre
el cual la noche comenzaba á echar su velo de
tinieblas , como iba á arrojar sobre él la muerte
su velo de misterios. Se dejó matar con la dul-
zura de un niño el que había tenido dentro del
pecho todos los volcanes de la pasión . Supo
vivir como los héroes y morir como los márti-
res.-Creció en furor la onda revolucionaria que
le devoraba... Vosotros lo conocéis: conocéis á
Rosas, el supremo ministro del estrago.- Para
aplacarlo fué necesario ampararse de la fede-
ración y de la tolerancia: Dorrego es su profeta,
y si el presente es ciego ú olvidadizo, el porve-
nir se extasiará en el fulgor que le envuelve.
156 LECTURA SEXTA

Inútil sería, señores, - multiplicar ejemplos


que no podrían exceder en brillo y en nobleza á
las glorias colectivas y personales que acabo de
complacerme en recordar, para resolver la cues-
tión histórica planteada y me apresuraré á con-
cluir .
Manifiesta la contradicción del Dogma socia-
lista y sus errores en la manera de apreciar el
valor relativo del honor y de la moral como leyes
de la vida privada, -podemos, no obstante, acep-
tar su doctrina en cuanto tiende á fortalecer el
espíritu de las naciones por la contemplación de
sus hechos y de sus hombres preclaros, y á fo-
mentar en este país, tan necesitado de acción
enérgica, el culto de glorias tan altas como las
que encierra nuestra breve y fecunda historia.-
Preconizarlas equivale á fulminar desprecio so-
bre los falsos renombres adquiridos con mengua
del decoro de los pueblos y con mengua de la
justicia, más grande aún que los pueblos. - Hace
esta noche (1) sesenta y dos años que un grupo de
patricios preparaba en secreto el movimiento,
cuyo desenlace realizó el pueblo una semana
más tarde , fundando la independencia nacional
y la democracia. La pasmosa rapidez de esta
revolución prueba su fuerza intrínseca, y su
fuerza anónima y popular prueba la magnitud
del aliento que la movía; y encontraréis aquí
una nueva demostración de que los hombres

(1) 18 de Mayo .
LECTURA SEXTA 157

son verdaderamente grandes cuando obedecen


la ley del deber, que les depara el galardón
después del sacrificio. Son bellos el honor y
la gloria ; pero son preferibles las coronas que
no hieren la frente y que en los años cansa-
dos nos dejan la esperanza cuando se va la
ilusión.
LECTURA VII

Continuación de las tradiciones progresivas de la revolución de


Mayo.-Independencia de las tradiciones retrógradas que
nos subordinan al antiguo régimen.

SEÑORES:

Echeverría y sus compañeros , después de abar-


car los antecedentes impulsivos de la revolución
patria, estudiaron sus fracasos , desfallecimientos
y vergüenzas . Atraídos á la actividad por su vo-
cación y los caracteres de la época sobremanera
crítica que alcanzaban, no podían detenerse en
una contemplación estática: debían juzgary juz-
garon; debían indicar los medios políticos capa-
ces de transformar los hechos sociales , y los
indicaron. « Continuación , - dijeron en la pri-
mera de las palabras simbólicas que voy á co-
mentar, de las tradiciones progresivas de la
revolución de Mayo; » y añadieron en la segunda:
«Independencia de las tradiciones retrógradas
que nos subordinan al viejo régimen. » —El peli-
gro de lo muy extenso es la ambigüedad en que
incurren amenudo estas fórmulas enfáticas que
160 LECTURA SÉPTIMA

los partidos prefieren para divisa. Su elasticidad


da cabida á todas las opiniones y encubre nume-
rosos errores porque nada determina. Nos inte-
resa, por lo tanto, establecer el valor que el
Dogma socialista atribuía á las palabras enun-
ciadas, juzgando, en primer lugar su modo de
entender la revolución y sus desviaciones ; en
segundo lugar, los elementos inoculados por el
colonialismo en la complexión social, y de cuya
influencia aconsejaba al país emanciparse .

La revolución argentina , juzgada por sus pro-


gramas de gobierno , fué en el principio un mo-
vi miento emancipador más bien que de trans-
formación interna; de tal modo que , careciendo
la sociedad de una organización propicia para
que todos los intereses é ideas se desenvolvieran
en un terreno libre, y exigiendo las circunstan-
cias llevar á término una guerra en la cual no
era posible ni honorable cejar una vez empe-
ñada,-fué forzoso resignarse, bajo un punto de
vista, á la aventura, y bajo otro al militarismo
que oprimió estos países hasta 1822. Los autores
del Dogma lo veían, pero estaban demasiado
cerca de los acontecimientos y de los hombres
para juzgarles con imparcialidad. Así, recono-
cían lealmente el fenómeno, pero erraban en su
explicación ó se negaban á buscarla. Consignan
también el hecho de que los pensadores revolu-
cionarios, por incompletamente que encararan
la política interior, preconizaron desde el primer
LECTURA SÉPTIMA 161

momento los dos grandes principios en que es-


triba todo gobierno libre,-el derecho individual
y la igualdad ante la ley; y echando la vista so-
bre la República Argentina, no encontraban
vigente más que una ley caprichosa y brutal, —
la ley de las tiranías, y ningún derecho , á no ser
el que los déspotas revindicaban para martirizar
los pueblos. Ante tan dura lección, se pregun-
taban:-¿dónde está la raíz de este mal , la fuente
de tamaños desencantos, el error capital que ha
hecho fracasar el programa primitivo de nuestra
revolución? - Y respondían llanamente: está en
haber proclamado la soberanía popular.
Hay en su respuesta un error histórico y un
error doctrinario. Ni fué la soberanía popular
un dogma prematura é indiscretamente formula-
do por los elementos dirigentes de la revolución,
ni ese principio, que bien entendido, encierra la
base, si no de la libertad, al menos de las garan-
tías de la libertad , -podía extraviar los espíritus
ni corromper los corazones al extremo de este-
rilizar los sacrificios de tantos años de labor.
Hasta 1820 fueron ensayadas cinco constitucio-
nes, obras efímeras como trabajo político , pero
que hoy día nos sirven como monumentos his-
tóricos para conocer las ideas prevalentes en su
época. En Diciembre de 1810 fué desalojado de
la escena de las grandes influencias el partido
democrático que se reclutaba en derredor de
Moreno, y el tono oficial bajó hasta el tímido dia-
pasón de los conservadores adormecidos en to-
das las indolencias de la imprevisión . El Regla-
162 LECTURA SÉPTIMA

mento y el Estatuto provisional de 1811 orga-


nizaban el gobierno sobre los hechos irregulares
surgidos de las sediciones , y acatando los po-
deres de los diputados de 1810 expedidos con
aquiescencia pasiva de los pueblos, es verdad,
pero sin la manifestación auténtica de su volun-
tad. Nada eran, por consiguiente, menos que
democráticos. Fueron dados, por otra parte, en
nombre del rey Fernando VII, y según sus de-
claraciones categóricas,-para « conservar su
soberanía» y el imperio de las «leyes nacionales» ,
quiere decir, de las leyes españolas, en cuanto ,
como añadía el artículo 1 ° del Reglamento, « no
>> se opusieran al derecho supremo de la libertad
»civil de los pueblos americanos » . Fácil es per-
cibir con estas transcripciones textuales, que si
bien el derecho individual era proclamado en-
tonces como en las exposiciones de la primera
Junta y de la Gaceta de Moreno, -los legisla-
dores se abstenían de revindicar la autonomía
nacional, y por consiguiente , la soberanía del
pueblo , cuya sumisión á la soberanía del rey era
solemnemente declarada. Se inclinaban á mejo-
rar la condición civil de los hombres , pero no
herían de frente la cuestión política. Tenían en
cierto modo el instinto, pero en ninguno la inteli-
gencia de la reforma. Establecían la libertad de
la prensa y la seguridad personal, pero dejaban
de pie, no sólo el principio monárquico , sino el
principio feudal en que estribaban las relaciones
de la América española con la España europea.
En 1815 la idea de la independencia nacional
LECTURA SÉPTIMA 163

había tomado grandes creces. No podía ser esté-


ril tanta sangre! El 5 de Mayo de ese año se dió
un nuevo Estatuto, en el cual, sin declararlo,
para lo cual no era competente, la Junta de Ob-
servación que la dictó, se suponía sin embargo
rota la unidad hispano -colonial. Contenía, en
efecto, un capítulo (1) destinado á definir el de-
recho de ciudadanía y á enumerar las condicio-
nes requeridas para obtenerlo . La autonomía
nacional estaba pues, implícita, pero claramente
establecida en él. A continuación de este capí-
tulo, hay uno brevísimo en que se declara que
cada ciudadano es miembro de la soberanía
del pueblo. (2)
Esta declaración envuelve la idea de que la
soberanía pertenece al número. - Creo haberme
explicado en otra ocasión (3) con bastante clari-
dad á este respecto . La soberanía es un derecho
solidario de una entidad abstracta. Un individuo
no es soberano ni miembro de la soberanía: es
su agente para concretarla, darle realidad y po-
nerla en acción . Si es exacto que toda atribu-
ción importa responsabilidad, no puede decirse
que cada individuo es miembro de la soberanía
sin afirmar á la vez que es responsable perso-
nalmente de las direcciones que puede tomar el
ejercicio de la soberanía; y como es claro el ab-
surdo de tal doctrina, cualquiera que fuese la

(1) Sección 1. , Capítulo III.


(2) Sección 1.ª, Capítulo IX.
(3) Véase la Lectura II.
164 LECTURA SÉPTIMA

naturaleza atribuída á la responsabilidad su-


puesta, que no es moral, porque toda respon-
sabilidad moral supone libertad, y dentro de la
soberanía no cabe la libertad completa: que no
es legal, porque la soberanía, ó es inexplicable
ó es superior á la ley, -se sigue que hay impli-
cancia en los términos cuando se sustenta que
la soberanía reside en el número y que cada
individuo ó cada ciudadano es miembro de la
soberanía .
Por lo demás, ―la soberanía no obra ni puede
obrar sino por medio de sus formas positivas, —
el Estado y el gobierno. Constituirlos es la fa-
cultad política perteneciente al pueblo; y jamás
es demasiado temprano ni demasiado tarde para
devolverle lo que es suyo, porque si puede ha-
ber generaciones enervadas, no hay pueblos in-
dignos del derecho , cuyo ejercicio redime y for-
tifica.
Como véis, rechazo la teoría del Estatuto de
1815, pero rechazo á la vez los juicios del Dogma
socialista. Los legisladores de 1815 al reconocer
la soberanía del pueblo , nada hacían sino respe-
tar lo que no podían destruir, esto es , la eman-
cipación de las muchedumbres. Además, esa
declaratoria era un axioma pomposo anulado
por la organización política que se proyectaba
bajo su imperio ostensible. Ni el Estatuto de
1815, niel Reglamento de 1817 , ni la Constitución
de 1819 adoptaban para la formación de los pode-
res públicos un sistema concorde con el princi-
pio democrático . El-cuerpo electoral combinado
LECTURA SÉPTIMA 165

en las tres constituciones, menos aristocrático


por ser menos estable que el proyectado por
Bolívar, sería una monstruosidad sin explica-
ción posible y los que le idearon aparecerían co-
mo pobrísimos lógicos si no se traslujera su
intento secreto tras de sus máximas insidiosas.
Aquellos patriotas no eran demócratas. Los
más ilustres de entre ellos trabajaban en ser-
vicio de un plan monárquico en 1812: la forma
democrática de gobierno no tenía á su favor en
el Congreso de Tucumán, sino una palabra y un
voto ; (1) y por fin, en 1819, el mismo espíritu, ten-
dente á restablecer la reyecía imperaba, siquierà
con mayores divergencias, en las clases pensa-
doras. Siendo esto así, es cosa clara que ningún
efecto podía producir sobre el país el hecho de
que se consignara en una constitución un prin-
cipio ó un error científico, que nadie quería
aplicar. Al hablar de la soberanía del pueblo,
aludían á un concepto , sobre el cual, valiéndose
de los sofismas que abundan en el arsenal de los
partidos, presumían constituir un gobierno
radicalmente contrario al que cuadra con el
principio preconizado . Curábanse poco de su
extensión teórica desde que lo restringían en
la práctica; y una vez que este hecho es de
constancia evidente, sería temerario plegarse
á las opiniones del Dogma socialista.
En 1821 una provincia argentina, la de Buenos

(1) Don Tomás Manuel de Anchorena. Véase Redactor del Con-


greso Nacional, No 11.
166 LECTURA SÉPTIMA

Aires, adopta el sufragio universal, -- y parece


ser éste el dato en que estribaban sus juicios ;
pero basta ésta para percibir, que no es la sobe-
ranía del pueblo , sino lo que él llama sus excesos ,
y antes que el principio democrático , la exten-
sión del derecho electoral , lo que repudia de los
antecedentes revolucionarios. No es oportuno
esclarecer aquí su error. Para mí es una convic-
ción inalterable que el sufragio universal es inhe-
rente al principio democrático, como lo demos-
traré al ocuparme de las teorías constitucio-
nales del Dogma. Pero hay hechos históricos
que bastan para desalojar á sus autores de este
baluarte. La explosión bárbara que entronizó á
Rosas no tuvo por teatro exclusivo á Buenos
Aires; y fuera de Buenos Aires no habían tenido
acceso el sufragio universal ni las teorías que
ellos reprueban,-puesto que la Constitución de
1826 que los aplicó al régimen nacional, fué repe-
lida por las provincias sin que llegarà á fun-
cionar. La tiranía fué un producto indepen-
diente de toda influencia doctrinaria; y si algún
error se cometió capaz de exasperar una mu-
chedumbre, impotente en razón de su barbarie
para ser conmovida por ninguna combinación
de ideas, antes que suponer que consistió en
halagarla, es necesario abrir los ojos y ver lo
que no creo que pueda ocultarse á ningún espí-
ritu desprevenido: que consistió en compri-
mirla, en deleitarse con fantasías y nutrirse de
arrogancias, mientras ella conquistaba un po-
der que no sabía usar.
LECTURA SÉPTIMA 167

Pienso lo mismo que el Dogma respecto de la


incapaciad en que se hallaba el pueblo para el
régimen democrático; pero aparte de que esto
explica la resistencia que le hicieron las clases
pensadoras, con lo cual se destruye la mitad de
su raciocinio, - reflexionad en que nada conclu-
ye contra la justicia intrínseca y transcendental
del principio. Como lo ha dicho un gran pensa-
dor moderno: si un principio político es pal-
pablemente inaplicable, no se puede deducir
que convenga aplazar su aplicación, sino que el
principio es falso. Ahora, sin controlar la idea
cardinal del gobierno democrático por sus resul-
tados en los pueblos que han sabido ponerla por
obra, considerad que en este problema nos
encontramos entre dos evidencias: la evidencia
empírica de la ineptitud popular, la evidencia
racional del principio ; y quien no se resigna
con el absurdo , duda, en caso análogo, no de los
principios, sino de los medios de realizarlos
que se complican con todos los fenómenos carac-
terísticos de cada conjunto de hombres. Con-
vengo en que la barbarie repugna á la libertad;
pero exijo que se convenga conmigo en que la
garantía de la libertad no existe sino en la forma
democrática de gobierno ; en que la libertad no
se aprende sino practicándola; y en que si el
pueblo argentino no ha salido en política de un
estado rudimentario, es sencillamente porque
jamás ha sido libre y no porque haya sido libre
con exceso . Esclavo de los reyes, esclavo de la
generosa pasión que le arrastraba á las bata-
168 LECTURA SÉPTIMA

llas, esclavo de las preocupaciones patricias


que aceptaban el concurso de su brazo y des-
deñaban su derecho, esclavo de los caudillos,
esclavo del militarismo reaccionario y teórica-
mente liberal, esclavo hoy día del egoísmo
urbano que se entrega á los deleites del mer-
cantilismo, abandonándole á la miseria del en-
tendimiento y de la conciencia, al puñal de los
asesinos, al sable de los gendarmes y á las
explotaciones de los que le adulan, ese pueblo
ni ha sido libre jamás, ni tiene la responsabi-
lidad de sus errores explicados por su barbarie,
ni la responsabilidad de su barbarie , la cual cae
de lleno sobre la frente altanera y el corazón
cuitado de los que vuelven la espalda á la ver-
dad, cogen la antorcha y la apagan, y duermen
cuando es hora de obrar.
Investigando los medios de escapar del con-
flicto el Dogma decía en primer lugar: es nece-
sario moderar la soberanía bajo las restricciones
de la moral. Eso desde luego; pero percibiréis
que, diciéndolo, no se hace sino circunscribir la
noción de la soberanía, exactamente como la
circunscribía Brownson con estas palabras : « El·
derecho de soberanía emana de Dios por el
pueblo colectivo y por intermedio de la ley natu-
ral ». No estaría, por lo tanto el Dogma en lo
concreto al enunciar esta máxima, ya que ella
es válida sin relación de tiempo ni de forma
política, si no fuera que reaccionaba contra
iniquidades establecidas en nombre de la sobe-
ranía popular, sobre cuyo aparente imperio se-
LECTURA SÉPTIMA 169

fundaba la dictadura de Rosas, como se fundan


todas las tiranías que no tienen un título inme-
morial en los derechos dinásticos bajo cualquiera
de sus faces . Pero definir los límites de la liber-
tad no es igual á esclarecer los medios de orga-
nizarla y garantirla.
A estos objetos consagró la Asociación « Ma-
yo » el resto de su programa, y expresó com-
pendiosamente su teoría diciendo : « Indepen-
» dencia de las tradiciones retrógradas que nos
» subordinan al antiguo régimen » .
Un sistema político , ó bien es efímero, ó bien
se apoya en una organización social que le ex-
plica y le resguarda. Vosotros conocéis bastante
la historia para que os sea accesible esta idea
iluminada por una experiencia constante .
Antes que la edad moderna apresurara el des-
envolvimiento político de las naciones civiliza-
das, sobresalían en las formas rudimentarias de
la monarquía templada dos grandes pueblos que
han tenido en lo ulterior destinos muy diversos:
España é Inglaterra . La Inglaterra ha mar-
chado sin prisa ni cansancio en la senda de la
libertad, al paso que España ha decaído bajo la
presión del absolutismo; porque la primera ha
sabido mejorar y conservar su organización in-
terna, mientras la segunda ha visto desaparecer
la suya al impulso de innovaciones funestas.
Dos elementos han salvado la Inglaterra; el mu-
nicipalismo y la ley común, es decir, el gobierno
propio y la libertad individual garantizada por
la armonía de la ley con las costumbres y las
170 LECTURA SÉPTIMA

necesidades que la engendran por su juego es-


pontáneo y el movimiento natural de las rela-
ciones civiles . Paralelamente con el esfuerzo
tenaz del pueblo inglés por mejorar estos dos
resortes de su organización , el pueblo de España
ha recibido códigos que le atan en el lecho de
Procusto y ha perdido sus franquicias comuna-
les. El trabajo de los reyes ha sido profícuo:
España no es más que la sombra de sí misma.
Ahora, al colonizar la América le trasmitió
sus leyes degeneradas y su organización impo-
tente y formó los pueblos de este continente en
una escuela peor aún que la que había educado
á los conquistadores . Hemos querido fundar la
democracia; hemos arreglado gobiernos, criado
asambleas representativas, distribuído poderes
en agentes responsables, hemos levantado la tri-
buna para agitar las masas, usado y abusado de
la palabra en la prensa, disciplinado partidos y
echádonos , con noble coraje, han de confesarlo
nuestros rivales, pero con pueril arrogancia,
confesémoslo nosotros, en mares turbulentos; y
al dar la voz de marcha, la máquina ha crugido ,
la tripulación se ha afanado, hemos pulsado re-
sortes, pasiones, ideas, tiranías, revoluciones:
hemos desmontado y vuelto á construir nuestras
constituciones políticas; pero sin conseguir an-
dar. Olvidábamos sustituir el centralismo co-
lonial y la legislación absolutista con la libertad
municipal y la legislación republicana. Os acon-
sejo leer á Tácito . Allí veréis cómo decrecía la
libertad romana á medida que se ahondaba la
LECTURA SÉPTIMA 171

separación entre el derecho político y el derecho


comunal, y que con cada paso en la decadencia
de la libertad política coincide una innovación
en la legislación civil . Estudiad la historia de to-
das las repúblicas sud -americanas; las hallaréis
en igual impotencia que nosotros para consolidar
la democracia y en contraste con el esplendor
de la libertad radicada en los Estados Unidos
del norte. ¿Cómo explicaríais este fenómeno re-
chazando la doctrina que sustento? ¿Nos aven-
taja acaso en fiereza de carácter y en ilumina-
ción nativa el pueblo norte - americano, más frío
que nosotros, más calculador y mercantil, y uti-
tario y empírico como lo revela su política con
los negros y todas sus manifestaciones científi-
cas en el terreno social ? Por mi parte tengo
demasiado orgullo para decirlo, y demasiada
imparcialidad para creerlo. La desventaja no
está en el carácter de los hombres, sino en la es-
tructura de las sociedades. Los americanos del
sud hemos pretendido amalgamar lo incompa-
tible, la libertad en la política y el absolutismo
en la sociedad. Tal combinación sería fea como
el monstruo de Horacio. El vino nuevo pide vaso
nuevo; y es insensato el legislador que amarra
la república jóven y lozana con el colonialismo
putrefacto, renovando el suplicio del tirano ro-
mano que ataba los vivos de cara con los muertos .
Deploro, señores, que los límites y la índole
de estas lecturas me impidan analizar el punto
que acabo de exponer, y le someto sin más ilus-
tración á vuestro criterio; pero séame permitido
172 LECTURA SÉPTIMA

comentarle brevemente , siquiera tenga que cor-


tar en la carne.
El censo de la República contiene una cifra de
hijos ilegítimos que dice muy poco en favor de
la moralidad común. Esta cifra corresponde á
otra, no más halagüeña, de célibes en propor-
ción con la población adulta. Y ambos datos
hallan su explicación en que los hombres en las
esferas más humildes de la sociedad huyen de
la familia por ser demasiado pobres, y los de las
esferas superiores por no creerse bastante ri-
cos. Son en efecto demasiado pobres los que su-
fren las consecuencias de la legislación colonial
respecto de la propiedad territorial, que , des-
oyendo toda razón y justicia, conservan nues-
tros gobiernos imbuídos en las preocupaciones
del fiscalismo español que siglos enteros de pre-
dominio ha inveterado en nuestro régimen ad-
ministrativo . No se creen bastante ricos los que
calculan las necesidades de la vida con la medi-
da del lujo, y los que halagados con la perspec-
tiva de una riqueza que la ley pondrá en sus
manos cuando sus padres mueran, no tienen co-
raje para el trabajo, ni virilidad para la pobreza,
ni modestía en el corazón ni seriedad en el pen-
samiento para labrar el bienestar de su familia
en la independencia de su hogar. Como véis,
todo esto responde á errores en la legislación y
á los malos hábitos que ellos engendran. Una
mala ley es un padecimiento en una generación
y un vicio en la que se sigue , -y viceversa , el
derecho de hoy es la virtud de mañana.
LECTURA SÉPTIMA 173

Quería señalaros otro fenómeno sobre el cual


me detendré muy poco: la inercia comunal. Es-
peramos que el Estado eduque nuestros hijos,
edifique nuestros templos, construya nuestros
caminos, cuide nuestra higiene: aguardamos ,
en una palabra, de ese mito opulento una acción
providencial, y nos le entregamos. Nadie re-
para en que cuando educa los niños desiguala
la sociedad rebajando la escuela común á la ca-
tegoría de un asilo en que se ostenta la munifi-
cencia del soberano ; nadie ve que cuando edifica
nuestros templos tiraniza nuestra Iglesia y per-
turba la unidad de los que participan de una fe
y adoran en un mismo altar. Nos sometemos sin
alarma ni protesta. El patenta los que han de
cuidar de nuestros intereses y de nuestra salud ,
al punto que en este país no es posible arruinar-
se ni morir sin protección oficial. Tenemos ne-
cesidad de abogados con diploma del Estado
para obrar en justicia: tenemos una medicina
oficial y médicos con privilegio exclusivo del
Estado. He ahí los extremos del oficialismo os-
tentados con toda la pompa de su ridiculez y en
toda la plenitud de su ignominia. Ignominia,
digo, y repito adrede la palabra; porque es ver-
gonzoso el tutelaje que nos subyuga, como es
vergonzosa toda abdicación; y la ignominia con
que señala á sus víctimas está en razón directa
de las aspiraciones liberales que ostentan y de
la fuerza y la inspiración que revelan en otro
terreno; porque nunca parece tan grande la mi-
seria como al lado de la gloria, y si el pueblo
174 LECTURA SÉPTIMA

argentino no fuese tan esplendente por su he-


roísmo, no parecería tan pequeño por su apatía
en lo normal de la vida.
Estos datos evidencian el juicio del Dogma
socialista cuando decía: « la América indepen-
>> diente sostiene en signo de vasallaje los cabos
» del ropaje imperial de la que fué su señora y se
» adorna con sus apolilladas libreas » ; y la sen-
satez de su aspiración y la sanidad de su doc-
trina, cuando añadía :- « el nuevo orden político
>> exige nuevos elementos para constituirl » .
o
Dadme un pueblo compuesto como la colonia
le dejó. Podréis ungirle, pero nunca será sobe-
rano. Podrá amar por instinto su derecho y aun
revindicarle, pero será impotente en la libertad .
La colonia dejó, en efecto dos fracciones so-
ciales: la una llamada á gobernar: la otra con-
denada, mientras no se civilice , á obedecer, ó á
agitarse en revoluciones secundarias para es-
trellarse en los desengaño s .
Tocando con la barbarie de la pampa , entre-
gado á la suerte como una molécula á los giros
del caos, esclavo de las necesidades y en cons-
tante lucha con la naturaleza, el hombre de los
campos que se orienta en el desierto por el
sabor de las yerbas y se guía por las estrellas
como un caldeo antiguo, -ha menospreciado la
sociedad que le abandonara y de la cual no nece-
sita para domar el potro, hallar su alimento en
la torada salvaje , soñar, sufrir, cantar y vencer.
La vida ruda y el vigoroso carácter de los gau-
chos tienen atractivo para el poeta ; pero si dan
LECTURA SÉPTIMA 175

elementos al arte, sugieren también reflexiones


á la filosofía social. Cuando el hombre desciende
á un estado primitivo , sus aspiraciones se sim-
plifican y sus relaciones se relajan. De consi-
guiente, se aisla; y como la libertad, y sobre
todo, el gobierno democrático, no son otra cosa
sino el movimiento orgánico de la sociedad, se
debilitan á medida que los vínculos sociales
pierden tensión, y desaparecen cuando los hom-
bres ni esperan mucho de los demás ni piensan
deberles nada.
Entre este carácter y el de la clase urbana es
perceptible un matiz, menos fuerte que el pri-
mero, más independiente que el segundo: sin las
virtudes propias del hombre primitivo y con
todas las flaquezas del que se emancipa de los
influjos morales desenvueltos en la civilización,
que no conoce sino por sus lados pervertidos .
Me refiero al compadrito, fusión del majo y del
gaucho, ignorante, altivo , pendenciero y desmo-
ralizado .
Añadid á estos dos elementos los descendien-
tes de la raza esclava. Emancipados por la adop-
ción valerosa de los principios que iluminaban
la redención popular, entran en la vida libre , al
amparo de una sociedad, que cuando no ha sido
guerrera, ha sido frívola, en virtud de diversas
causas: la vaciedad de la educación general, la
presión de la tiranía que echaba á los hombres
en lo pueril en busca de compensaciones á sus
amarguras, y por fin los ejemplos extraños que
le han sorprendido al renacer antes que toma-
176 LECTURA SÉPTIMA

ra su quicio y su rumbo.- El resultado es claro


para quien quiere ver.- Esa fracción social
tiende á elevarse, pero por lo fútil. Quiere equi-
pararse á la raza que le fué superior y que no
acierta á desnudarse de la arrogancia del amo;
pero no por medio de las ideas ni de la acción
fecunda, sino por el remedo de sus trivialida-
des. - Bailes , conciertos, cortesanía: he ahí lo
que imita: he ahí el ideal en que los suyos inmo-
lan tal vez su dignidad , conformándose con el
domesticismo y abandonando la industria á los
inmigrantes que les reemplazan y trabajan y se
enriquecen mientras ellos sirven y bailan ...
También dejó impreso su sello el colonialismo
en los elementos gobernantes del país, y no nos
legó mejor presente . No había tenido disciplina
científica sino para formar dos gremios : sacer-
dotes y abogados. Ellos han dado constituciones
y leyes: ellos han dirigido la política, han sido
su pensamiento y su acción ...
El sacerdocio abandonó el altar para entre-
garse al combate, y plegando su estandarte de
caridad, tremoló en medio de las tempestades
la bandera de los partidos, exacerbando su cora-
zón que debió conservar limpio y sereno para el
amor cristiano . Por otra parte, hemos notado
el predominio de un racionalismo descompasado
en las doctrinas de la generación revoluciona-
ria, y ensalzado el espíritu del Dogma precisa-
mente porque se proponía introducir en los
estudios sociales un nuevo método en que se
amalgamaran lo racional y lo experimental.-
LECTURA SÉPTIMA 177

Del concepto puro de la libertad puede, por vía


de deducción, desprenderse todas las temerida-
des y todas las quimeras cuando la imaginación
campea libre de las rectificaciones de la expe-
riencia; pero induciendo rigorosamente sobre
los datos de la naturaleza no se puede menos
de llegar á las nociones absolutas que generan
la ciencia y sobre las cuales se construyen las
teorías sólidas . Este contraste explica los erro-
res antiguos y el acierto de los contemporá-
neos; y me parece que la verdad política no nos
habría sido tan esquiva, si el hábito del método
teológico puramente deductivo, no hubiera des-
orientado á los pensadores por la intervención
del clero á quien sus luces daban prestigio, pero
que se colocaba en un terreno que no era el
propio de sus calidades intelectuales y que, por
lo demás, no podía pisar sin descuido de sus
deberes primordiales .
Al lado de los clérigos estaban los abogados.-
Es verdad que un pensamiento enérgico puede
vencer toda rutina; pero es verdad también que
la originalidad no es dote común, y que regular-
mente, cada cultivo científico imprime á la inte-
ligencia formas características. Ahora, la abo-
gacía es un arte , cuyo punto de partida es una
ficción, la ficción ciceroniana: la infalibilidad de
la ley. En la ley positiva reside su criterio. La
interpreta, no la juzga. Sobre su texto establece
toda regla de derecho, en vez de criticarla á la
luz de las reglas absolutas que le son superio-
res y anteriores. De aquí que sugiera al pensa-
178 LECTURA SÉPTIMA

miento la idolatría del derecho escrito . A pri-


mera vista parece que, siendo estas cualida-
des opuestas al racionalismo inmoderado que
atribuyo á la otra fracción sabia que compartía
el gobierno con los abogados , -debieran haberse
rectificado mutuamente . No ha sido así, y bien
pensado, se ve que no podía ser así. —La su-
perstición escribió el noli me tangere sobre la
cubierta polvorosa de los códigos añejos. Los
abogados comprometidos en la revolución deja-
ban que los doctrinarios teorizaran á su sabor
con tal que respetaran el santuario . Por eso, á la
par que se ensayaban quimeras políticas, per-
sistía intacta la antigua organización civil, y se
afirmaba este absurdo: -que el orden civil y el
orden político son independientes , y que la so-
ciedad podía transformarse en un pueblo libre
sin conmover un resorte del viejo mecanismo,
sin aflojar una de sus trabas, sin poner la mano
sobre la deidad abogadil.- La preocupación ha
sido tan profunda , que aún subsiste (1), y tan
influyente, que su estudio desata todas las di-
ficultades que surgen del contraste de nuestras
esperanzas con nuestra impotencia. Los hechos

(1) El artículo 97 de la Constitución Nacional estatuye que para


ser nombrado juez de la Suprema Corte se requiere ser abogado
con ocho años de ejercicio . - El establecimiento de la justicia na-
cional tiende en la República Argentina á transformar el criterio
jurídico por el imperio absoluto de la Constitución, cuyas garan-
tías deben hacer efectivas todos los tribunales del país, correspon-
diendo su más alta salvaguardia á la Corte Nacional. Por lo tanto,
reacciona contra el abogadismo , sus fuentes y sus reglas de juicio.
LECTURA SÉPTIMA 179

son palpables. Sin negarlos no podéis negar mi


doctrina, y para negarlos es necesario borrar
la historia .
El consejo del Dogma es prudente. Un fácil
análisis lo esclarece y completa. Y siquiera difi-
ramos de su manera de entender la revolu-
ción, ó más bien, porque diferimos, negando que
una democracia prematura, como él afirma, nos
haya precipitado en los abismos de que empe-
zamos á salir, expliquemos nuestra azarosa exis-
tencia y procuremos mejorarla. El pueblo ha
sido bárbaro y las clases gobernantes infatua-
das. Esa infatuación y esa barbarie son enfer-
medad hereditaria y se cura con buenas institu-
ciones, que España no pudo darnos , porque
engendró en América retoños débiles como los
hijos de los viejos: con instrucción copiosa di-
fundida en las escuelas, en los libros, en las tri-
bunas, en las ciudades ruidosas como en las
aldeas somnolientas , y que tampoco pudo fomen-
tar España, porque la escuela cambia el vasallo
en ciudadano y el pueblo esclavo en soberano
inviolable . Con tanto mayor entusiasmo acepto
y reproduzco esta palabra estimulante , cuanto

Sin embargo, exige que sean abogados los que deben encabezar la
reacción. Esta extravagancia proviene de la organización de las
universidades que han confundido la ciencia del jurisconsulto
con el arte del abogado, pero manifiesta juntamente cuán tenaces
y funestas son las preocupaciones, puesto que llegan, como en este
caso, hasta poner en peligro inminente las mejores instituciones de
los pueblos. -
- Para nada es menos á propósito un abogado que
para ser juez, si no es para ser legislador.
180 LECTURA SÉPTIMA

más firmemente creo en el pueblo y en su de-


recho, sin eludir consecuencia alguna, sin ame-
drentarme ante ninguna forma ni ante ningún
riesgo de la democracia. — Ya que toda la vida
humana es una serie de combates y peripecias,
por mi parte temo menos al pueblo que á los
que se reputan nacidos para imperar sobre él,
y entre los peligros de la libertad y los peligros
del autoritarismo , mi elección y la de mis con-
temporáneos está hecha: preferimos los de la
libertad.
(1)
LECTURA VIII @

Organización de la patria sobre la base democrática. -El sufragio.

SEÑORES:

Es oportuno ahora llevar las teorías ya criti-


cadas al terreno positivo, y entramos en plena
política: política militante porque hemos de pre-
sentar el pecho á la corriente y poner la mano
sobre lo inveterado y lo añejo: política trascen-
dental porque remontaremos hasta los principios
para despejar los nublados que les estorban
resplandecer sobre el presente que deben redi-
mir, sobre el futuro que deben preparar. Busca-
mos el derecho y su consolidación institucional.
Buscaba lo propio el Dogma, y en adelante ana-
lizaremos bajo este punto de vista el credo de la
juventud en 1837, deteniéndonos hoy en una ma-
teria que comprende sustancialmente toda la
política, si esta ciencia consiste en definir la so-

(1) Altero aquí el orden expositivo del Dogma para seguir más
lógicamente el desarrollo y crítica de sus ideas. La 11ª palabra
simbólica que aplazo , contiene un tema educacional ligado con cier-
tas cuestiones políticas, pero que será más perceptible tratándolo
después de resolver éstas.
182 LECTURA OCTAVA

beranía y establecer los medios de ponerla en


actividad. Declara el Dogma que el principio
democrático es la más alta y visible adquisición
histórica del país, al cual le da la única forma
de organización política compatible con su índo-
le; y añade en otro lugar, que la democracia es
la esencia misma de todos los gobiernos libres.
Hasta aquí convenimos; pero más adelante afir-
ma que, si la soberanía sólo reside en la razón
del pueblo, «el sufragio universal es absurdo » .—
Nuestro acuerdo es semejante al de aquel fariseo
que convenía con el Salvador en que el manda-
to capital de la ley es el amor de Dios y del
prójimo; pero luego preguntaba:-¿quién es mi
prójimo? - Comenzamos á diferir desde que se
trata de averiguar lo que cada uno entiende por
democracia, puesto que él rechaza y yo acepto
el sufragio universal; ó más correctamente, el
principio del sufragio universal se me impone y
me arrastra con un impulso de lógica que no
podría resistir aunque tuviera, respecto de la
libertad, un miedo que no abrigo.

Ante todo, señores, -¿qué es la democracia?


La soberanía, dice el Dogma, no reside en el
número. Convenido. La soberanía reside en la
razón universal del pueblo y es restringida por
la ley moral . Es mi doctrina también. Ahora,
mientras más lejos de lo concreto se coloque el
asiento de la soberanía, más claro es el racioci-
nio que voy á someteros .
LECTURA OCTAVA 183

La razón popular, á que el Dogma atribuye


la soberanía, es una abstracción; pero la sobe-
ranía requiere ser viva, y se realiza en los
gobiernos. Ellos concentran la razón que legisla
positivamente y la fuerza que resguarda la ley
en la integridad de su imperio .
Pero la forma de los gobiernos no puede ser
entregada á la casualidad. Si es absurdo sos-
tener que el número da soberanía, no es menos
absurdo sostener que la dan el éxito , la violencia
ó los hechos fortuitos que alcancen á ser en
cierta medida durables .
La soberanía abstracta requiere intérpretes
para constituir sus agentes visibles y ordinarios.
Interpretarla con esos fines es la función cívica
en que consiste el derecho político , ó en otros
términos , la libertad política. De aquí nacen las
diferencias en las formas de gobierno. Cuando
el intérprete de la razón soberana es un indivi-
duo, cuyas preminencias acata un pueblo por-
que el terror acalla las protestas, ó porque la
presión de hechos inmemoriales perpetúa las
abdicaciones,-ese individuo se llama rey, em-
perador ó czar, y la forma de gobierno que se
condensa en su poder supremo, es monárquica.
Si en el seno de una misma comunidad coexis-
ten dos naciones, una nación política y una na-
ción sometida al beneplácito de la fracción pri-
vilegiada, el gobierno es aristocrático . Por fin,
es democrático aquel país en el cual el dere-
cho político pertenece á todos los individuos del
pueblo. Luego , la noción de la soberanía acep-
184 LECTURA OCTAVA

tada por el Dogma, y á la cual no titubeo en


suscribir,-- es impotente para clasificar y expli-
car los gobiernos , á menos que se entre en la
determinación de sus intérpretes primitivos.
Entonces es clarísimo que, atribuyendo el dere-
cho político á un individuo con exclusión de to-
dos los demás individuos , ó á una clase con
exclusión de todas las demás clases, la soberanía
se transfiere de hecho y de derecho de la razón
colectiva á la razón del rey ó á la razón de la
aristocracia, sea nobiliaria como en Venecia , sea
levítica como en las misiones del Paraguay, sea
patricia como en Roma. De suerte , que quien
adopta la idea del Dogma se ve forzado á acoger
esta otra doctrina: que la democracia es la única
forma de gobierno legítima , porque es la única
lógica; y á entender que consiste esencialmente
en el derecho primitivo , inalienable é impres-
criptible de todos á participar de las funciones
populares de carácter político .
No podría decir si el Dogma la aceptaba ó no
en principio, porque no se explica sobre ella;
pero negando el sufragio universal, la destruye.
Tomemos en cuenta sus razones.
Sustancialmente no da sino una que voy á
resumir. Si la soberanía reside en la razón del
pueblo, se sigue que no deben ejercerla sino
aquellos cuyas condiciones de inteligencia y de
moralidad dan seguridades, ó á lo menos, pre-
sunciones serias de que usarán cuerda y hones-
tamente de la prerrogativa política . No pueden
ser agentes de un orden político adecuado á los
LECTURA OCTAVA 185

grandes objetos de la sociedad, ni los ignoran-


tes que no disciernen el bien del mal, ni los que
por vivir subordinados á otra persona carecen
de independencia bastante para servir el bien
aunque le conozcan, ni los vagabundos y los hol-
gazanes que no están ligados á la sociedad por
ningún vínculo y amenazan ceder al cohecho ó
al terror. Y refundía su idea en estas frases
que copio textualmente:- «¿Cómo podrá ver el
» ciego, caminar el tullido , articular el mudo, es
» decir, concurrir á los actos soberanos el que no
» tiene capacidad ni independencia?»
Ya véis que nada atenúo en su argumentación;
pero ella es insubsistente .
Prescindo por ahora del criterio que adopta
para determinar el privilegio y las exclusiones
correlativas. Básteme considerar que pide pri-
vilegio y exclusiones, para que sea evidente la
contradicción en que incurre. El derecho polí-
tico por excelencia es el derecho de sufragio.
Negar, pues, el sufragio universal equivale á
negar la universalidad del derecho político , -
y si se niega ésta, no puede afirmarse ni el prin-
cipio democrático ni la noción de soberanía que
le engendra (1).
Suponer que el privilegio y las exclusiones
provengan de un acto común de soberanía es
una suposición implicante . Para que un privi-
legio político fuese instituído por todos ó en

(1) Véase la Lectura II, en que está sumariamente expuesta esta


crítica.
186 LECTURA OCTAVA

nombre de todos, sería necesario que todos


-
hubieran ejercido las funciones cívicas; — y no
es lógico pretender que una atribución de este
linaje puede ser ejercitada para destruirse : que
las restricciones estriben en la libertad, y que
una declaratoria de incapacidad sea eficaz por-
que la hacen los mismos á quienes perjudica.
¡Cómo! Queréis excluir una fracción del pueblo
de la libertad política y apoyáis su exclusión
en actos políticos ejercidos por ella ! Aceptáis
la aptitud y el derecho del pueblo para que se
suicide y no para que viva: le reconocéis
soberanía para que la abdique y no para que la
conserve. Si la legitimidad de la exclusión de-
pende de la renuncia hecha por la fracción
excluída, reconocéis categóricamente en el de-
recho político la extensión primitiva que le atri-
buyo; y en tal caso lo que la lógica exige no es
solicitar la renuncia, sino acatar el derecho.
Tampoco puede derivar la exclusión de la vo-
luntad del gobierno , porque los gobiernos demo-
cráticos sólo obran en virtud de mandato popu-
lar. Luego, al establecerla, destruirían la fuente
de su autoridad y perderían todo derecho á
obrar en cualquier sentido anulando sus títulos .
¿Derivaría de la voluntad de las mayorías?
Pero las mayorías no pueden obrar sino en uno
de dos caracteres: ó como gobierno , en cuanto
influyan sobre los mandatarios públicos, y en
ese caso el acto supuesto revestiría la nulidad y
el absurdo de aquellos con que un poder delega-
do aniquila al que le instituye ,-ó bien, como
LECTURA OCTAVA 187

soberano, y en este extremo encontramos des-


alojada la más vasta doctrina del Dogma socia-
lista. Las mayorías no pueden reclamar el poder
anexo á la soberanía sino en cuanto se crea que
ésta reside en el número, porque la idea de ma-
yoría es una idea relativa y numérica. El Dog-
ma rechaza esta doctrina, que también reputo
falsa. Por tanto, tenemos que escoger entre su
definición de la soberanía social y el derecho de
la mayoría para establecer exclusiones electora-
les, porque ambos conceptos no pueden con-
cordar.
Estas reflexiones cobran un vigor singular si
se repara que la Asociación « Mayo » preparaba
la organización de un país, cuya mayoría que-
daría excluída en virtud de las doctrinas que
sustentaba. El Dogma se anticipaba á rebatir
esta objeción, repitiendo que el intérprete de la
soberanía racional no puede menos de ser in-
dependiente, ilustrado y moral, y agregando que
las muchedumbres que se hallan en distinta ú
opuesta condición, aunque sean mayoría, deben
quedar bajo tutela hasta que se realcen. Lo con-
cedería de buena gana para preguntar ¿ quién
discierne los títulos de la minoría soberana? Y
volvemos al círculo vicioso.
Estoy muy lejos de negar los inconvenientes
que puede acarrear el sufragio universal ejer-
cido por masas ignorantes; pero al reconocerlos
y deplorarlos no los atribuyo sino á la ignoran-
cia: no me inclino á buscar su remedio en una
política de privilegios sino en una civilización
188 LECTURA OCTAVA

expansiva; y digo á los partidarios de la restric-


ción: estamos delante de dos evidencias: son
incoordinables: procurad reducir la una por la
otra, pero no inmolando la democracia, sino ele-
vando las multitudes hasta la altura de la liber-
tad. La doctrina contraria se acomoda con cual-
quierforma de despotismo, porque ning uno, sea
unipersonal, sea colectivo ,-negará la soberanía
ideal de una abstracción, con tal que pueda
apoderarse de la soberanía efectiva por vía de
tutela y patrocinio .
Temo, señores, que se me acuse de discurrir
con una petición de principio , y necesito expli-
car la naturaleza de la atribución electoral , que
cada escuela política ha estimado de diversa
manera.
Habría raciocinado sobre una premisa falsa si
se pudiera demostrar que el derecho de sufragio
es una función legal. Así lo pretende la escuela
histórica, porque confunde la soberanía con la
autoridad, les da por base las tradiciones y toma
la duración por signo de legitimidad. Así lo pre-
tende también el positivismo, porque desdeña
las ideas absolutas, se encierra en lo fenomenal
y destruye cualquier criterio histórico llegando
á idéntico resultado que los tradicionalistas,
aunque por distinto camino. Publicistas ameri-
canos y europeos lo preconizan, y Bolívar lo
adoptó como principio elemental de política en
el proyecto de Constitución que preparó para
Bolivia en 1826, porque tendía á aniquilar la de-
mocracia absorbiendo la soberanía positiva en
LECTURA OCTAVA 189

la autoridad con que le rodeaba su prestigio de


caudillo.
Por mi parte lo rechazo. Incluída la facultad
del sufragio entre las ramas del gobierno, se hace
imposible explicar todo gobierno, á lo menos,
todo gobierno libre. Los poderes constituídos se
explican por su mandato legal y por la elección
de las personas que les desempeñan; de manera
que si el derecho de elegir es equiparado al de-
recho de gobernar, necesita á su turno de una
nueva explicación; y para fundar la ciencia po-
lítica es necesario salir de lo compuesto para
llegar á lo simple.
He preguntado antes ¿ quién podría establecer
el privilegio en materias de sufragio? Aquella
interrogación es convertible en esta otra:-
¿quién puede constituir lo que se llama el «po-
der electoral» ? Sus atribuciones, ó provienen
de una arbitrariedad de mayorías ó gobierno, ó
provienen de una abdicación, y en ambos casos
son de origen ilegítimo. Ninguna distribución de
poderes es concebible, dentro de los límites de la
justicia y de la equidad, á menos que emane de
un poder superior á los que se organizan, —como
no puede dirimirse, dentro de los límites del
orden, ninguna contienda, sino por la interven-
ción de una entidad superior á las que contien-
den. Así, se dirimen los conflictos civiles porque
la ley es superior á los individuos,-y se dis-
tribuyen los poderes del gobierno, porque la so-
beranía es superior á la autoridad . Pero siendo
la noción de la soberanía una noción irreducti-
190 LECTURA OCTAVA

ble, es cosa muy clara que ningún sér mortal


puede interponerse entre ella y su intérprete
inmediato. Luego , no existe órgano competente
para constituir el derecho de sufragio en cate-
goría de función gubernativa. Nada mejor pro-
bado, entonces, por la imposibilidad metafísica
de toda hipótesis opuesta, que esta doctrina:
que el sufragio no es un poder sino la fuente de
todos los poderes: que no es un elemento orga-
nizado sino organizador de las sociedades libres,
y constituye, por lo tanto, un derecho natural é
indestructible , es decir, universal y que se ex-
plica y se demuestra por sí mismo .
Para sostener lo contrario con alguna fuerza
hay que acudir á la teoría del Contrato social,
ya se le entienda como Hobbes , ya se le entienda
como Locke. Pero aparte de que es intrínseca-
mente absurda , aun cuando la concediéramos
para los efectos del debate, ella entraña un argu-
mento que nada prueba porque prueba mucho,
y es tan apropósito para abonar la doctrina que
combato como para escudar cualquier despotis-
mo que se supusiera fundado en un título con-
vencional. Desalojada ésta, aún quedaría la de
Hamilton y de Grimke, que es una variante del
mismo tema: el origen convencional de los go-
biernos. También es falsa; porque gobierno y
sociedad son ideas inseparables y términos que
se implican, y es tan incomprensible el aisla-
miento del hombre como la impotencia de la so-
ciedad; y por otra parte, nos conduciría al mis-
mo paralogismo: la constitución convencional
LECTURA ОСТА
OCTAVA 191

del poder electoral sería producto del desposei-


miento ó de la renuncia de atribuciones hechas
contra ó por una parte del pueblo , después de
estar categóricamente reconocido que le perte-
necen.
Mi punto de partida es sólido , como se ve . Na-
die puede lisonjearse de conmoverlo si no des-
tierra estas tres ideas exaltadas por el Dogma
socialista: la soberanía de la razón colectiva, -
el influjo de la ley moral sobre las entidades po-
líticas, el principio democrático , que es la con-
secuencia de las dos primeras .
Cuando percibo la falsedad de un principio ,
me preocupo poco de sus desenvolvimientos ,
porque es inútil estudiar las metamórfosis de lo
que está irremisiblemente perdido . Sin embargo ,
debo seguir la cuestión en todos los terrenos en
que la plantea el Dogma y esclarecer el cri-
terio con que pudieran determinarse los privi-
legios y las exclusiones.
Reparemos, para comenzar, en un argumento
en que el Dogma no se detiene mucho, pero que
recluta la mayoría de los adictos á su sistema.
-- Los hombres, se dice, - deben tomar parte
en los actos políticos en razón del interés de
cada cual en la marcha y gobierno del país. Fal-
ta probar que el interés de los individuos en la
buena organización de la sociedad sea variable.
En toda sociedad hay grupos sobresalientes
y hay una masa ordinaria . Los primeros se com-
ponen de ricos, de sabios , de personajes distin-
guidos por una moralidad superior ó por un
192 LECTURA OCTAVA

patriotismo probado . La segunda es el pueblo :


la humanidad, cifra en el censo, vulgo por su
falta de relieve intelectual y moral. ¿Puede de-
terminarse a priori que alguna de estas catego-
rías de hombres tenga comprometidos en el
orden más y más poderosos intereses que otra
ú otras de las que coinciden con ella? El interés
preferente del rico será la seguridad y el creci-
miento de la riqueza , el del sabio será el des-
arrollo de la ciencia, el del justo el imperio de la
equidad y del derecho, el del patriota la gran-
deza, el crédito y la fama de su país . Es cierto;
pero son también intereses del vulgo la riqueza
por su bienestar, la ciencia para nacer á la
fuerza y á la luz, la justicia para ser libre, la
gloria para sentirse enaltecido; y vigor indivi-
dual y común, esplendor intelectivo y moral,
justicia y renombre de las naciones son los ele-
mentos de un solo objeto y de un solo ideal, que
se llama la civilización. -- El interés del pueblo
abarca, pues, todos los intereses fragmentarios
de las clases resaltantes. Levanta hasta la gene-
rosidad lo que en ellas es egoísta y ensancha lo
que es estrecho, en razón tal vez de que dismi-
nuye la intensidad y aumenta la extensión de
sus aspiraciones. Pide menos ciencia que el sa-
bio y menos riqueza que el rico, pero pide á la
vez pan para todos y un rayo de luz para cada
alma. - Tal es el instinto popular, y dijo el Evan-
gelio que Dios confunde á los soberbios con la
sencillez de los humildes.
Tampoco es posible determinar, dentro de la
LECTURA OCTAVA 193

clase superior, cuál de los grupos que la forman


está vinculado por mayor suma de intereses
al porvenir de una nación. Y he dicho poco; -
cada hombre tiene su filosofía, cada situación
su escuela y cada clase sus defectos. Tras de la
riqueza está el egoísmo , tras de la ciencia el
ensimismamiento , tras de la rigidez moral la
misantropía, tras del patriotismo la intolerancia.
Cada uno de esos defectos desliga al hombre de
los intereses comunes, ó bien porque le aisla, ó
bien porque le adhiere á centros exclusivistas y
disolventes. ― Si los aglomeráis para privile-
giarles, sucede una de dos cosas: ó que luchan
entre sí, porque no cuentan con una fuerza me-
nos apasionada en el sentido de cada cual, que
les rectifique y modere ; ó que se amalgamen y
docilicen transigiendo, en cuyo caso los perfi-
les de su fisonomía peculiar se desvanecen para
confundirse con la del pueblo.
Concluiría recordando : no hago sino recordá-
roslo, á vosotros, cuyo espíritu no está contami-
nado con las falacias materialistas ni utilitarias:
que el fundamento de ningún derecho está en el
interés: que la fuente de toda relación para los
hombres no está en sus apetitos variables y fu-
gitivos, sino en la inalterable ley de la moral . -
Pero sería cobarde perdonar la paradoja que
impugno, y para ir hasta el fin concretaré cuan-
to es posible.
La República Argentina tiene ricos y tiene
sabios: tiene también masa popular agreste y
formidable como lo fué con Güemes contra los
194 LECTURA OCTAVA

soldados del rey, con Quiroga contra la civili-


zación urbana. Y pregunto: ¿quiénes están
vinculados al desarrollo político del país por
intereses más vivos? los sabios, los ricos, ó las
muchedumbres? ¿los que mandan ó los que
obedecen? ¿los que arriesgan sus ambiciones ó
los que arriesgan sus derechos? Yo sé que en
nuestra indolente arrogancia decimos á la masa
campesina: << vosotros no tenéis propiedad, no
» tenéis hogar, ignoráis la táctica política: ¿ para
»qué queréis la libertad? » . Pero también sé lo
que esa masa tremenda y desgraciada podría
contestarnos : « queremos la libertad para tener
>>lo que os ufana y nos negáis; hemos emancipado
»la patria: que ella nos acoja; reclamamos la co-
>>munión del derecho en nombre de la comunión
>>del martirio ! >>
Si el interés de las altas clases es conservar
la libertad, el de las masas es adquirirla. Ya véis
que se confunden . Y para dudar que el descono-
cimiento de esta igualdad sustancial de intere-
ses ha sido causa tenaz de las conflagraciones y
de las catástrofes de la República, es necesario
ser ciego ó no querer ver. Si, pues , declaráis
que el interés es, en este caso por lo menos, la
medida del derecho, aceptad la igualdad del de-
recho ante la evidente igualdad de los intereses.
En una palabra, en el orden político es igual-
mente importante para todos la libertad: en el
orden moral la civilización : en el orden econó-
mico la propiedad y sus garantías; y desdeño
la observación trivial de que los ricos deben
LECTURA OCTAVA 195

señorear los pueblos, porque aventuran más en


las oscilaciones políticas y pagan mayor suma
de contribuciones . - Ni sé cómo comprenden la
teoría del impuesto los que tal afirman, ni en-
tiendo que pueda aventurarse, convertido en
oro, algo que valga más que la vida y la liber-
tad. Palabras! señores, y remedos serviles; por-
que si es cierto que la riqueza ha sido la medida
de las libertades políticas en grandes naciones,
-es verdad también que la riqueza que emanci-
pa los pueblos no es la opulencia monopolizada
sino el bienestar general (1) : que la historia de
una sociedad explica su vida, pero no genera
principios universales; y por fin, que los infor-
tunios de la raza humana no la condenan irre-
misiblemente á la servidumbre y á la explota-
ción del hombre por el hombre. - Esforzad el
raciocinio que combato y proscribiréis junto
con la masa popuiar la ciencia, que cuando me-
nos equivale á la riqueza, y el patriotismo y la
moralidad superior, que bien pudieran medirse
con ella.- La doctrina se vuelve raquítica, como
sucede con todo principio falso cuando se le
lleva á sus consecuencias extremas.
Oprimidos de esta manera los partidarios de
la restricción , renuncian á aquel fundamento y
hacen depender el privilegio de la capacidad de
los beneficiados. Lejos de ser indiferente adop-
tar cualquiera de ambos criterios, el uno es ex-

(1) Véase la Lectura IV.


196 LECTURA OCTAVA

cluyente del otro. Riqueza no arguye capacidad


ni viceversa. Reconociendo que son á la vez los
ricos y los capaces los merecedores del derecho
político, se concede implícitamente la nulidad
de cada uno de los criterios expuestos , y por
consiguiente, la de ambos reunidos. Además,
cuando se discurre sobre el derecho político , no
se trata de la capacidad de gobernar, sino de la
capacidad de juzgar la conducta del gobierno y
las aptitudes de los hombres que pueden des-
empeñarle; y es exacta la pintoresca compara-
ción de un publicista prudente: - « el mejor juez
de un banquete no es el cocinero sino el convi-
dado ».
Por otra parte; una vez que se acepte la igual-
dad, es forzoso confesar que la ciudadanía es
una prerrogativa común, y en consecuencia, que
todos son partícipes del gobierno, porque esto
es, como decía Aristóteles: « el signo caracterís-
tico del ciudadano » , lo cual equivale á esta fór-
mula de Kant : « el ciudadano es el elector » . El
derecho de sufragio es primitivo ; escapa á toda
condición criada artificialmente y sólo se some-
te á las que la naturaleza le impone. Más áspera
y augusta es la función del padre de familia que
la función del elector ; y cualesquiera que hayan
sido los avances de la sociedad dentro del fuero
doméstico , hay por lo menos un principio reco-
nocido, la libertad que preside la constitución
del hogar, en virtud de estar en la naturaleza la
serie de deberes y derechos que forman su re-
sorte y su apoyo, y le asignan su papel.
1

LECTURA OCTAVA 197

Tampoco es más fácil determinar las capaci-


dades que el interés para saber cuándo y en
qué grado confieren el derecho político.- ¿Se
entregaría el gobierno á los filósofos, según el
sueño platónico y sansimoniano? Salta á los
ojos un peligro : el contemplador se enamora de
sus pensamientos, y tras de la obsesión de un
ideal vienen las quimeras que preparan los es-
tragos. Y ¿quiénes son los filósofos? ¿ en qué
signos les distinguirá la ley ? ¿ por sus títulos
oficiales ó universitarios? Una patente de filó-
sofo me parece cosa asaz ridícula.- El medio es
palmariamente ineficaz, y expondría los pue-
blos á rechazar el concurso de grandes espíri-
tus para acogerse á la influencia nociva de los
que confunden la luz que da Dios y que la disci-
plina mental aviva, con el recargo de ideas, tal
vez indigeridas, que se aglomeran en el trabajo
escolar. Otro inconveniente entraña; las capa-
cidades no son iguales aun en cierta esfera; y
de aquí la necesidad, si el principio ha de ser
aplicado con lógica, de graduar por su fuerza
peculiar la influencia política de cada uno de
los privilegiados.
Mas deseo evitar todo reproche de exagera-
ción .-Podría contestárseme : no, este sistema no
realiza la utopía griega: procede negativamente,
y su tendencia se limita á excluir los ignoran-
tes. La dificultad no se allana, porque es tan difí-
cil clasificar los ignorantes como clasificar los
sabios y fijar exactamente la línea en que la
ignorancia comienza á excluir: - Stuart Mill
198 LECTURA OCTAVA

propone que se exija ciertos conocimientos de


contabilidad para admitir los individuos á las
funciones electorales : varias constituciones de
América privan de ellas á los que no saben leer
ni escribir.- Excuso demostrar que es mejor
fundada la opinión del filósofo inglés que las so-
luciones constitucionales de América. Nuestra
experiencia comprueba, por lo demás, que una
y otra regla son igualmente equívocas.- Si
conociérais de cerca y á fondo nuestro sistema
de instrucción primaria, veríais que Stuart Mill
soñaba creyendo encontrar signos claros de un
desarrollo mental en la posesión de ciertas ideas
aritméticas que pueden adquirirse mnemónica y
rutinariamente ; y si reparáis en el estado pre-
sente del Nuevo Mundo , toda ilusión desaparece
observando que el Paraguay, la fracción más
atrasada de Sud -América, era hasta momentos
antes de la guerra de 1865, el pueblo de nuestro
origen en que mayor número relativo de perso-
nas sabía leer y escribir.- En ambas reglas se
confunde los instrumentos de adquisición de las
ideas con las ideas mismas.
Bien, se replica; pero es necesario establecer
un mínimum de conocimientos que revele apro-
ximadamente la capacidad política de las per-
sonas. Quería llegar aquí. No encontráis sino
soluciones aproximadas; luego es preferible
abandonar un propósito estéril y quedarse lla-
namente con la noción perentoria que estriba
en el principio democrático y manifiesta sin una
sombra de duda la extensión originaria del de-
LECTURA OCTAVA 199

recho político. Un derecho no se cercena con


teorías que vacilan. Penáis al ignorante por la
culpa de los que omitieron educarle, lo cual es
injusto; y operando con medios de investiga-
ción tan incompletos, marcháis paralelamente
con la dificultad, porque la aptitud política sólo
depende del discernimiento de las cosas y de
los hombres que se concilia muy bien y muy
amenudo con la ignorancia aparente , como está
á veces reñida con la ciencia ostensible ó una
educación engañosa .
Ni es mejor sostenible ni más fácilmente de-
terminable la condición de independencia perso-
nal, porque bien mirado, ella es dote del que
tiene la conciencia austera y el corazón tem-
plado, siquiera pertenezca á la humilde cate-
goría de los que necesitan obtener pan por me-
dio del trabajo subordinado . Sólo observaré que
se contradicen los que quisieran dar influencia
política á la riqueza, y con esta faz de su sis-
tema, le quitan el medio de hacerla eficaz, puesto
que la exclusión del jornalero se funda en el
temor de que obedezca á las sugestiones y sirva
á los intereses del que le subordina. No hay,
pues, recurso para escapar de una de dos nece-
sidades: ó excluir ciegamente , ó discernir carac-
teres; y la apreciación psicológica y moral de
las personas no es función de los agentes de la
ley .
Estoy, por consiguiente, en la verdad prác-
tica, como estoy en la verdad teórica; y formulo
en contra de la doctrina del Dogma, ésta que
200 LECTURA OCTAVA

arranca de las premisas que él aceptaba: el su-


fragio es un derecho primitivo de todo varón
adulto .
Un esclarecimiento, y concluyo . Podría pre-
guntárseme: ¿ por qué limitáis á los varones el
derecho de sufragio? No le limito yo : le limita
la naturaleza. El mundo se gobierna desde la
familia y desde el foro: desde la familia por el
ministerio materno : desde el foro por la acción
política, incompatible con la augusta función de
ese ser, delicada condensación de afectos y de
maravillas espirituales y fisiológicas, que gesta
el germen de vida, nutre el infante y le protege
con su dolor y su ternura, y en cuyos labios
pone el cielo la palabra inspirada que modela el
alma en la primera aurora.
Lo dicho se condensa en breves términos : la
soberanía es limitada: reside en la razón del
pueblo obra por medio del sufragio . De estos
tres principios deduzco la doctrina del sufragio
universal, como le habría deducido el Dogma
si se hubiera emancipado totalmente de las
influencias engañosas con que solía transigir.
El sufragio universal sólo es temible cuando se
ejercita en él la soberanía mal concebida que,
haciendo omnipotentes á las mayorías, mutila
las fuerzas vivas de la democracia, entroniza
las pasiones y doblega la civilización exaltando
la iniquidad y la tiranía cuando las muchedum-
bres se desalientan ó se pervierten.
LECTURA IX

Organización democrática.-División de los poderes. -Aplicaciones


del sufragio.- Formas del sufragio : representación proporcio-
nal del pueblo .

SEÑORES :

Bajo la palabra « Organización democrática» y


en su brevísima amplificación, el Dogma socia-
lista abarcaba una cuestión vasta y compleja,
que no podría esclarecer si no debatiera sucesi-
vamente todos los problemas parciales que le
ocuparon y los que olvidó y me sean percepti-
bles. La división y balanza de los poderes del
gobierno fueron puntos que trató con preferen-
cia. Esto me conduce á las aplicaciones y for-
mas del sufragio . Ambas cuestiones forman un
conjunto que vibra todo entero apenas se hiere
uno de sus elementos. Dadme un gobierno con-
trapesado , pero sin origen popular y exento de
las influencias diarias de la opinión: tendréis
una combinación precaria, sin bases filosóficas ,
sin garantías ni medio de rectificación ; -dadme
un gobierno popular, cuyos poderes no sean li-
202 LECTURA NOVENA

mitados y divididos: tendréis el despotismo de


las muchedumbres ó de las oligarquías que las
fascinan. Ahora, no satisface al hombre ni una
simetría inconsistente ni un derecho nominal:
ni la multiplicidad de los opresores legales , ni
la participación ilusoria en una soberanía des-
arreglada que le absorve. ¡ Qué nos importa el
nombre de los tiranos!-En dos palabras se en-
cierran los medios de garantir el orden demo-
crático: enfrenar el poder, regenerar el poder:
en otros términos , dignificarle, porque el poder
no es grande sino en cuanto es justo y fecundo.
Y como los dos elementos que tienden á ese fin
han sido desfigurados en los estragos de la re-
volución y en los errores de la doctrina, con-
viene ponerlos de relieve y reducirlos á su ver-
dadera talla.

Puedo apoderarme de los resultados á que


llegó Madison en la cuestión relativa á la divi-
sión de los poderes, abonados por los estudios
concurrentes de Jefferson en sus notas sobre
Virginia. El parte de los apotegmas de Montes-
quieu, lo cual equivale á partir de la constitución
inglesa, que era, en este punto, la fuente con-
creta de las teorías expuestas en el Espíritu de
las leyes. - Podríamos rastrear su filiación en te-
rreno más lejano y más abstracto. La teoría de
la división de los poderes está, en efecto , indi-
cada en la Política, de Aristóteles. De parte de
LECTURA NOVENA 203

Monte squieu tiene un valor puramente político;


de parte de Aristóteles tiene un valor filosófico .
En cada uno de estos puntos de partida se ini-
cia un raciocinio que conduce á idéntico fin y
derrumba las construcciones sofísticas de los
Sieyes, de los Robespierre y de los Césares.
Gobernar es reglar las relaciones sociales de
los hombres; luego es de la esencia del gobierno
estatuir todo lo conducente á conservar la armo-
nía interna de cada país resguardando los dere-
chos de las personas,-y si puede dar reglas,
puede hacer obedecerlas. -Por otra parte, cada
sociedad particular es una entidad relacionada
con las demás de su especie; luego, necesita ór-
ganos competentes para dirigir esas relaciones.
Y por fin es un ser con funciones propias y au-
tonomía nativa: concentra intereses comunes;
es sujeto de derechos como lo es de responsabi-
lidades; luego, requiere medios de acción para
administrar sus intereses y fomentar su propio
desenvolvimiento. Esta complicada masa de
funciones supone una masa de facultades ade-
cuadas á su desempeño, pero reductibles á tres
poderes cardinales, cuyas atribuciones pueden
variar ocasionalmente sin que su naturaleza se
altere. Consideradas sintéticamente se resuel-
ven en una función: morigerar la libertad, -y
en un objeto: salvar el derecho . Por lo tanto, la
noción de la ley, regla positiva y estable de los
actos y de los hechos sociales, abarca todas las
determinaciones de la soberanía. De aquí se si-
gue que las atribuciones generales del gobierno
204 LECTURA NOVENA

se explican por las faces necesarias de la evolu-


ción de la ley. Formalizarla, es decir, legislar;
aplicarla, es decir, juzgar; y ejecutarla, es decir,
someter los renitentes y administrar los intere-
reses sociales de acuerdo con ella: son las tres
formas de acción de gobierno. No se concibe
otras, y si tuviera una menos , sería impotente,
y por consecuencia, se falsearía el papel de la
sociedad.
Ahora bien,-sería insensato sacrificar los ob-
jetos de la sociedad por acrecentar su poder.
Ella debe ser eficaz para el bien , pero no para el
mal: debe estar armada con cuanto se requiere
para defender el derecho y despojada de todo
medio de atacarle ó de destruirle. Si una sola
entidad autoritaria absorbiera el triple poder
que se necesita para hacer efectiva una ley, el
derecho estaría expuesto al capricho ó la male-
volencia del hombre ó corporación que tuviera
suma tan enorme de facultades, puesto que no
procedería con sujeción á reglas preexistentes
que deslindaran su límite y su criterio . El caci-
cazgo en los pueblos salvajes, el absolutismo
real, y la prepotencia de las asambleas revolu-
cionarias son ejemplo de los estragos que com-
porta la concentración de los poderes. Para que
el derecho permanezca es necesario que la auto-
ridad sea moderada, y para moderar la autori-
dad es indispensable dividir los poderes que le
pertenecen.
Esto por una parte. Bajo otro aspecto, el poder
legislativo, el poder judicial y el poder ejecu-
LECTURA NOVENA 205

tivo no son sino diversas ramas de un solo go-


bierno , determinaciones distintas de una sola
fuerza, bien como, según la expresión del Dog-
ma socialista, -las varias facultades del espí-
ritu «constituyen la unidad moral del indivi-
duo». Nada hay simple en la naturaleza ni en
la sociedad: todo en ambas categorías de he-
chos es múltiple y concordante; de suerte que
si los poderes en que se comparte el gobierno
son elementos de una unidad, ellos se relacio-
nan y contrapesan recíprocamente : son distin-
tos, no son independientes. En el caso de la
concentración de los poderes, encontramos el
despotismo; en el caso de la dispersión , halla-
ríamos el desorden y la esterilidad.
Por la vía que siguió Madison obtenemos
idéntico resultado doctrinario.
El exámen de la constitución de Inglaterra
basta para rectificar las intemperancias de Mon-
tesquieu y sus discípulos. Ella ha sido el mo-
delo de todos los gobiernos liberales . Sí, se
dice, por la división de sus poderes . Es verdad,
pero hay algo más que la hace fuerte y por lo
mismo útil, y es la armonía de los poderes divi-
didos: fuera de que todos los poderes ejercidos
en Inglaterra y sus divisiones y subdivisiones
emanadas de las leyes y costumbres del reino,
se presumen derivaciones de la potestad de la
corona ilustrada por « los lores espirituales y
>> temporales y los comunes reunidos en parla-
>> mento» . El monarca es el jefe ejecutivo y es
una rama del parlamento : éste administra por
206 LECTURA NOVENA

medio del presupuesto y de las leyes de dinero,


como por medio de los bills particulares dados
á solicitud de los burgos: gobierna por medio
del ministerio que , en el fondo , es una comisión
suya, movible según las oscilaciones de la opi-
nión en virtud de los derechos combinados de
censura y disolución: juzga en juicio político;
el departamento judicial administra justicia en
nombre del rey; y por fin , para no hacer pro-
lija esta enumeración, el gran canciller de In-
glaterra se sienta en el saco de lana y la cámara
alta ejerce en ciertos casos la jurisdicción de
equidad en materias civiles, además de ser juez
de los pares. Si tal es el modelo, lo es en el
sentido en que Madison le invocaba: modelo de
división y de unidad á la vez.
Sin embargo, debemos precavernos contra
una objeción. Yo admiro la Inglaterra en su
marcha imperturbable hacia la libertad: admiro
la solidez de sus instituciones políticas y el
poder reactivo que las mejora plegándolas á los
grandes movimientos nacionales sin conmoción
ni estrépito; pero en su estructura, comparable,
como dice Fischel, á los viejos caseríos señoria-
les inarmónicos por las reformas parciales que
les adaptan sucesivamente á necesidades impre-
vistas , percibo al mismo tiempo añejas tradi-
ciones feudales, flamantes principios de libertad,
amplitud para el presente y estrechez para el
porvenir: suficiente garantía para la nación
política del día, pero no comunidad universal
en el derecho . En una palabra, hay liga en aquel
LECTURA NOVENA 207

oro; la democracia inglesa tiene aún mucho


que luchar con el privilegio inveterado . Si es
así, podría objetarse,-no podéis repeler con
su ejemplo las últimas consecuencias de una
teoría fundada en la parte excelente de la
constitución inglesa.- Probar que la lógica de
que se hace alarde es insana y que las conse-
cuencias que se avanzan no están contenidas
en las premisas, sería cosa fácil; pero es más
fácil todavía replicar que las conexiones de los
poderes públicos , tomados en sus grandes líneas
y prescindiendo de impropiedades hijas de la
singular alianza que el progreso tiene en Ingla-
terra con el tradicionalismo, -no dicen relación
con el privilegio sino con la libertad en las ins-
tituciones británicas. Precisamente las luchas
bruscas entre el interés común y el privilegio
ahondan las divisiones y éstas concurren á
mantener viva la desigualdad, aunque favorezca
incidental y aparentemente á los comunes, como
acontece con la iniciativa reservada á la cá-
mara baja en materia de impuestos. La armo-
nía del gobierno responde á la unidad de in-
terés, á la comunión de las garantías: al lado
pacífico y liberal de las cuestiones sociales , y
no á su lado restrictivo y agitado .
Imbuídos en estas doctrinas, los autores de la
constitución de los Estados-Unidos aplicaron
en la organización del gobierno, el principio de
Madison, que era también el que Mirabeau sos-
tenía contra Sieyes y los teóricos que le seguían .
La libertad se salvó en América. -En Francia
208 LECTURA NOVENA

se presumió separar los poderes públicos é in-


comunicarles entre sí. La consecuencia fué
funesta. Se anarquizaron , y de la impotencia
del gobierno siguió la exacerbación revolucio-
naria hasta llegar á la concentración de la auto-
ridad en asambleas tumultuarias que ultrajaron
todos los derechos y lanzaron la libertad en
campos sangrientos y de oprobio. - Bien estu-
diada, la revolución francesa es uno de los
espectáculos más instructivos de la historia; y
lo es especialmente en el punto de que tratamos,
porque reunió los excesos de ambos estremos
y soportó todas sus consecuencias. Laboulaye
cita las palabras de una víctima del Terror
que decía: « no es Robespierre quien me mata:
es la falta de otra cámara». Duvergier de Hau-
ranne se resume diciendo: Si la Asamblea Na-
cional hubiera imitado el tipo del ministerio
inglés, la revolución no se habría pervertido por
anarquía (¹). Pienso que ambos tienen razón.
Cada una de las tres funciones del gobierno
debe estar atribuída á distintos funcionarios, y
cada rama subdividida á su turno. Dos cámaras
para el poder legislativo: un ministerio res-
ponsable al lado del poder ejecutivo : una gerar-
quía de tribunales y el jurado en materias
civiles y criminales para el poder judicial, son
resortes indispensables en la organización de
un pueblo libre . Suprimiendo cualquiera, vacila

(1) Puede decirse que si Mirabeau no hubiera muerto, la his-


toria de la Francia y del universo habría sido diferente.» (Carlyle).
LECTURA NOVENA 209

por algún punto el establecimiento social. Pero


así como las subdivisiones de cada poder se
armonizan en el ejercicio de su función peculiar,
todos los poderes deben armonizarse en la fun-
ción general del gobierno.
Hasta aquí discurro como Madison. En ade-
lante estamos separados, y para tomar posesión
de mi terreno, declaro desde luego mi doctrina:
si los poderes del gobierno son independientes
y correlativos, requieren tener un origen común;
porque no pueden armonizarse si proceden de
distintas fuentes, ni es lógico sustentar que son
independientes cuando los unos derivan de los
otros. Por eso he dicho que esta cuestión es, á
mi juicio, convertible en lo que se refiere á las
aplicaciones y formas del sufragio, pues yo no
entiendo que exista sino una fuente legítima de
poderes positivos, que es el pueblo.
Conocéis sin duda la prerrogativa real que se
llama en las monarquías parlamentarias « el
derecho de disolución » . Cuando no se reflexiona
á fondo parece una atribución despótica. No lo
es. Refleja, al contrario, una de las transigen-
cias entre el régimen autoritario y el régimen
popular condensados en esa forma de gobierno
mixta y transitoria. Importa sustancialmente
la apelación al pueblo en los conflictos entre dos
poderes públicos relacionados, cuando no pue-
den dirimirlos por sí mismos. Los monarquistas
se ven forzados á reconocer que, en último aná-
lisis, reside en el pueblo el poder de equilibrar
el gobierno y no por ser indirecto el medio que
210 LECTURA NOVENA

adoptan, es menos precioso su testimonio . Me


apresuro á recogerlo para luchar con los repu-
blicanos ilógicos que tienden á restringir la ac-
ción democrática, y reemplazan la fuerza viva
de la sociedad política con una trabazón de
entidades derivadas que terminan por prescin-
dir del pueblo ó menospreciarle .
Es cierto que en lo normal cada cámara con-
trola la otra ; que el poder ejecutivo y el legis-
lativo se celan y se refrenan; pero sobrevienen
circunstancias en que dos poderes públicos ó
dos ramas del mismo poder inciden en rivalida-
des insolubles. La monarquía parlamentaria las
obvia, llamando el pueblo á fallar las cuestiones,
porque su voto altera la composición de alguno
de los poderes, consagrando ipso facto las ideas
y los sentimientos del victorioso . Mas, en la mo-
narquía hay, fuera de los poderes y al lado del
pueblo, una entidad en cierta medida abstraída
del juego ordinario de la política, que resume ó
comparte la soberanía, y que, disolviendo el
parlamento, apela á él, no como á soberano,
sino como á cuerpo electoral en ejercicio de
funciones políticas análogas á las suyas. Sería
llanamente absurdo conferir atribuciones seme-
jantes á ninguna autoridad bajo un plan de go-
bierno democrático . - De aquí se sigue esta al-
ternativa : ó exponer el país á perturbaciones
constantes , ó establecer la electividad como me-
dio de conferir todas las funciones públicas,
acordándolas por períodos breves, á fin de que,
en renovaciones regulares de los funcionarios,
LECTURA NOVENA 211

se manifiesten todos los movimientos de la opi-


nión . Entiendo, pues, que la regla adoptada para
la formación del poder legislativo debe ser apli-
cada á la formación de todos los poderes.
La organización actual de nuestros gobiernos
es deficiente, porque ha sido tímida. La electivi-
dad del ejecutivo no garantiza lo bastante el im-
perio de la opinión, aunque ésta se revele en los
cuerpos legislativos, siempre que la influencia
del pueblo no alcance hasta el ministerio . Dos
formas diversas podría asumir el sufragio en esta
aplicación: o bien, una directa, si el personal mi-
nisterial derivara de él: ó bien, una indirecta, si
el cuerpo legislativo interviniera en su compo-
sición, ya que el ministerio sirve de intermedio
entre el poder legislativo y el poder ejecutivo .
No es más consistente con la libertad y sus ga-
rantías una judicatura vitalicia y aristocrática
que cualquier otro poder de gobierno extraño
á las fuentes populares.
Y no se diga que para consolidar la libertad
basta, como lo asienta falazmente la escuela
histórica, que sea consuetudinaria y la proteja
un gobierno contrapesado. Sólo los gobiernos
democráticos son verdaderamente contrape-
sados.
Si se pretende que con este sistema se da á las
masas una prepotencia sin restricciones, y que
por consecuencia, la balanza del gobierno des-
aparece, observaré que se cambian los términos
y el terreno de la cuestión . No hay que buscar
el contrapeso en la sociedad, sino en las autori-
212 LECTURA NOVENA

dades que ella crea para su bienestar y su se-


guridad, y el resorte maestro de este contrapeso
es el voto del pueblo, agente natural de la razón
soberana.- Buscar equilibrio creando artificial-
mente ó conservando adrede desigualdades y
antagonismos es producir peligros para tener
el placer de conjurarlos: crear, como decía un
convencional francés á otro propósito , -enfer-
medades para exaltar el prestigio de la medi-
cina .
Por otra parte, la democracia no puede ser
contrapesada: ó impera ó se anula, —dado que
no puede limitársele sino por medio del privile-
gio, y que el privilegio es su negación radical.-
La aristocracia inglesa no balancea la democra-
cia: la destruye parcialmente ; le estorba desen-
volverse y gobernar, de tal modo que ni en el
seno de los comunes existe la igualdad intrín-
seca de los derechos políticos.
Y por fin, si algún error sería palpable es el
que cometería quien pretendiera aplicar á nues-
tro país una doctrina que en tal caso sería re-
pugnante consigo mismo, puesto que supone
elementos diversos y transados, y si bien puede
ser un expediente oportuno para aplacar pasio-
nes, eludir conflictos y preparar la resolución
gradual de antagonismos existentes, no es sino
una quimera exótica en países igualitarios como
la República Argentina, formada por una revo-
lución esencial é irrevocablemente democrática,
en la cual no se descubre sino una entidad en
todos los centros capaces de gobierno: el pue-
LECTURA NOVENA 213

blo en el municipio, el pueblo en la provincia,


el pueblo en la nación. - Todo otro interés es ilu-
sorio, todo otro sujeto es ficticio . Reconózcase ,
al contrario, la igualdad que es el hecho históri-
co: la democracia que es á la vez el principio,
el agente y el resultado de nuestra revolución,
como lo reconocía el Dogma, pero sin la timi-
dez que niega el sufragio universal ó neutra-
liza su acción sobre el poder ejecutivo y le pa-
raliza del todo respecto del judicial, depositado
en un gremio, ya que no hemos encontrado una
casta en cuyas manos entregar las más precio-
sas é inmediatas garantías de la libertad civil.
Si se gobierna para el pueblo y en su nombre,
seamos leales y recibamos la ley de la opinión.
¿Y el espíritu de partido? se dirá. —Un publi-
cista avezado en las prácticas de la vida polí-
tica de su país, y cuyo nombre os he citado más
de una vez, Seaman, acaba de exponer las de-
generaciones profundas del gobierno norte- ame-
ricano, atribuyéndolas al influjo del espíritu de
partido . Esto es un hecho: encierra una doc-
trina, pero no adversa, sino favorable á la de-
mocracia.
Ante todo , y para evitar equívocos, me expli-
caré sobre el fondo de la observación. Convengo
en que las facciones son egoístas y corrosivas
cuando se forman por intereses excéntricos ó
por atracciones puramente personales y consi-
guen apoderarse del gobierno en cualquier es-
cala. En el orden político, en el orden judicial,
legislativo ó municipal, donde quiera que im-
214 LECTURA NOVENA

peren, empequeñecen su criterio por el hecho


solo de imperar, estrechan sus filas, y los ne-
gocios públicos, antes que en dirección favora-
ble á la comunidad giran en provecho del ele-
mento usurpador. Pero facción no es partido .
El partido lucha, la facción intriga: el partido
gobierna, la facción explota. La ausencia total
de partidos es el cretinismo de los pueblos. - En
toda nación, que no haya sido enervada por el
despotismo ó reducida á la indolencia por la
anarquía, surgen ideas que remueven los espí-
ritus, dudas que inquietan, aspiraciones que
enardecen y reclutan pensadores que las aco-
gen y voluntades que se les consagran.
La libertad es movimiento, y el movimiento ,
en el orden moral, es progreso ; pero el pensa-
miento no se convierte en civilización, sino
cuando la idea se convierte en acción porque
domina las inteligencias y el poder llega á ma-
nos de los que la profesan. Vosotros habéis es-
tudiado la historia y sabéis cuán lenta y dolo-
rosa es la transformación de las ideas y de los
sentimientos cuando el tiempo y el hábito les
perdonan de la crítica: sabéis qué porfiados
combates se necesita para desarraigar una pre-
ocupación, para imprimir una faz nueva á las
pasiones populares y á la organización de una
sociedad . - El papel de los partidos es alimentar
estas labores .-El progreso y los choques que le
engendran determinan su función en la econo-
mía de la libertad.
Debo reconocer también que la victoria en-
LECTURA NOVENA 215

gríe los partidos y les rebaja fácilmente á la


categoría de facciones, cuando alucinados con
el poder de que disfrutan, desdeñan al adversa-
rio, restringen la esfera en que se movían, se
destemplan é incurren en el exclusivismo, pro-
ducto de una prepotencia que con nadie com-
parten. Por eso es una verdad palmaria que las
minorías.progresistas, mientras combaten y as-
piran, se vuelven mayorías conservadoras cuan-
do triunfan, para terminar siendo minorías odio-
sas porque se envanecen y excluyen.
El mal notado por Seaman no proviene , por
lo tanto, de la presencia de los partidos en una
sociedad libre; proviene del predominio de las
facciones, de la exclusión de fuerzas políticas
útiles: digámoslo brevemente, -proviene de un
error capital de las instituciones que las falsea
y desnaturaliza el papel de los partidos ; y es
urgente investigar el medio de alimentar su
movimiento y regularizar su influencia, á fin de
que no degenere en tiranía facciosa, si la liber-
tad y la civilización han de conciliarse para
vivir la una por la otra.
Felizmente la investigación está hecha y el
problema resuelto. -Reune la solución encontra-
da á aquellas ventajas la de dar al sistema repre-
sentativo el grado de perfección compatible con
la condición humana. Aludo á la proporciona-
lidad electoral, sobre la cual ha llegado la opor-
tunidad de explicarme . Es un gran principio que
Dugna, sin embargo, con resistencias cuya tena-
dad sólo es comparable á su magnitud.
216 LECTURA NOVENA

Concretad la cuestión política: se resume así:—


¿á quién pertenece primitivamente el derecho
de gobernar? ¿ al pueblo ó á una fracción del
pueblo? Antes de la época revolucionaria fué
teórica y positivamente desatada en sentido del
privilegio , y de ahí los gobiernos monárquicos y
aristocráticos. La revolución arrojó las ideas en
el rumbo contrario, y afirmó audazmente la de-
mocracia; pero concedió al número lo que per-
tenece á la razón: el sumo imperio . Por eso el
sistema electoral ha reposado sobre el derecho
exclusivo de las mayorías á componer los cuer-
pos representativos, (¹) lo cual importa, por una
parte derribar á los gremios y á las clases para
reemplazar su omnipotencia con la de las mayo-
rías, facción indefinida y flotante pero no dueña
de mejores títulos porque ella no es el pueblo y
no debe su privilegio transitorio sino á una ven-
taja numérica, es decir, á una fuerza; y por la
otra, entronizar los partidos que se descompo-
nen en las embriagueces del poder. - Saint-Just
proponía hace ochenta años á la Convención
francesa un plan electoral destinado á quebrar
la influencia omnímoda de las mayorías y á pro-
curar que las asambleas políticas representaran
genuinamente todas las opiniones populares,
bien como la Inglaterra ha tratado siempre, en
virtud de la representación por clases, de dar
órganos competentes á todos los intereses socia-

(1) Véase la Lectura II.


LECTURA NOVENA 217

les. (1) La Convención desdeñó á Saint- Just, y


fué lógica con sus errores, pero no con los prin-
cipios de la libertad. El vicio se ha difundido , y
los pueblos que han adoptado plena ó parcial-
mente la democracia, han conservado esta forma
grosera de representación . Estado tan equívoco
debe desaparecer y desaparecerá; y nos es lícito
ufanarnos de que una provincia argentina, la
de Buenos Aires, se haya arrojado con valor en
la reforma, estableciendo en su nueva Consti-
tución (2) un principio que devuelve al pueblo
lo que le pertenece, y reconoce á cada una de
sus fracciones la porción de influencia corres-
pondiente á su importancia, abriendo campo á
la vez al movimiento fecundo de los partidos,

(1) La representación de los burgos, las ciudades y las universi-


dades en la cámara baja, fuera de la especial que tiene la alta
aristocracia y la Iglesia establecida, ha proporcionado desahogo á
las ideas, á los intereses y pasiones en lucha. Las excepciones con-
firman la doctrina. Aun los burgos podridos (rotten boroughs),
aquellas manchas morbosas de la constitución inglesa» , como los
llamaba lord Chatham, y que antes de la reforma de 1832 , dispo-
nían, por la voluntad de un número insignificante de personas , de
más de la mitad de los asientos en el parlamento , según los datos
recogidos por Fischel ,-han servido para abrir esta grande arena
á eminencias de primer orden, desconocidas ó desdeñadas . Los
burgos podridos introdujeron en el parlamento al mismo Pitt y á
Sheridan. Lord Brougham necesitó, para tener un asiento , la pro-
tección de lord Holland, que le dió el voto de los veinte electores
de Camelford en 1810.
(2) La Constitución de Buenos Aires ( en preparación todavía )
se ha limitado á consignar en términos genéricos el principio de
la representación proporcional, y el texto del artículo correspon-
diente es, con corta diferencia, igual al de la Ley fundamental de
Dinamarca que lo aplica á la formación del Landsthing, la rama
menos numerosa del Rigsdag.
218 LECTURA NOVENA

estorbando la supremacia de las oligarquías y


garantiendo la paz interna, siempre en peligro,
cuando en épocas agitadas, son comprimidas las
pasiones políticas.
Si la opinión pública se divide en varios par-
tidos, según las reglas electorales vigentes no
será representada sino la facción que sea más
numerosa en relación con cada una de las
demás, aunque sea minoría en relación con
todas juntas (1) . Como ninguna de éstas le iguale
en número, ninguna puede pretender absor-
verla ni dominarla; pero el país requiere ser
representado, y la representación de la minoría
de los electores no es la representación del país.
Aun cuando alteráramos la hipótesis y supusié-
ramos la existencia de un partido con la mayo-
ría absoluta, subsistiría la injusticia y estaría
falseado el principio de la representación del
pueblo que es el fundamento del sistema demo-
crático de gobierno .-Tal es el fenómeno común

(1) Supóngase un Estado que tiene 10.000 electores y cuya opi-


nión se divide así :
Lista A-4.000 votos.
> B-3.500 >
C-2.500 >
El partido que sostiene la primera obtendrá toda la representa-
ción, quedando sin ninguna los otros dos , no obstante ser mayoría,
puesto que reunen seis mil votos, que si no están de acuerdo en las
personas que deben representar al pueblo, lo están, al menos, en
rechazar la lista triunfante. Así, el sistema no sólo puede produ-
cir la prepotencia de las mayorías que repugnamos; puede produ- .
cir también lo que todos repugnan, la prepotencia de una minoría
activa ó bien disciplinada.
LECTURA NOVENA 219

á todas hasta hace poco, á la gran mayoría hoy,


entre las naciones liberales, que se ha procu-
rado obviar por medio de planes electorales,
más ó menos ingeniosos , como el de Russell y
el de Marshall.
Consiste el primero en limitar el derecho de
cada elector á votar por una parte de los rèpre-
sentantes de su distrito, para obtener de esta
manera que una minoría consiga un número de
representantes igual á la diferencia que media
entre el que cada elector puede votar y el total
de la representación . Este sistema quita á la
mayoría el monopolio de la representación, pero
no hace sino partırla entre las dos fracciones
relativamente más fuertes (1).
El de Marshall consiste en facultar á los elec-
tores para acumular sobre un número de candi-
datos menor que el total de la representación
todos los votos que emitiría si votara íntegra la
lista de su sección. - Es insuficiente y erróneo
también: erróneo porque altera arbitrariamente
la relación del voto con sus objetos, los cuales
pueden ser varios, siendo aquél necesario y

(1) En Inglaterra se ha establecido por acto del xxx- xxxi año


de Victoria (1867) que en los burgos y ciudades en que haya que
eligir tres miembros, ningún elector puede votar por más de dos
candidatos, y que en Londres sólo puede votar por tres.- Un sis-
tema análogo está vigente en Pensilvania para elegir los que pre-
siden los colegios electorales. El inconveniente principal de este
plan es que se funda en la presunción de que la opinión no está di
vidida sino en dos fracciones , y en que avanza la proporción en que
debe ser representada cada una de ellas. -La objeción que le opone
Lieber no tiene valor.
220 LECTURA NOVENA

esencialmente uno é indivisible: insuficiente: por-


que obliga á las minorías relativas á acumular
votos sobre un corto número de candidatos, de
donde resulta que la mayoría relativa adquirirá
la mayoría absoluta de la representación , aun-
que no exprese una mayoría absoluta de votos .
Se funda sobre una ficción: es un expediente, no
es el resultado de un principio (1).
Que la representación por clases repugna con
el sistema democrático no necesita nueva demos-
tración; y que es ineficaz para reflejar la opi-
nión y consolidar el derecho, mejor que cual-
quier demostración, lo comprobará el ejemplo
de Inglaterra que la desdeña ya y busca en la
proporcionalidad la solución del conflicto.
La representación singular es un medio del
mismo modo deficiente . Subdividiendo los es-
crutinios, los partidos en minoría pueden obte-
ner victorias parciales que les aseguren cierta
representación; pero no se puede presumir que

(1) El voto acumulativo está en ejercicio en algunas colonias in


glesas regidas por el Ruatan- warrant.
Lieber atacándole sugiere otro temor: el de que por errores en la
disciplina de los partidos, este plan favorezca una minoría para
apoderarse de la mayor parte de la representación. En su hipóte-
sis se trata de elegir tres representantes. - Supóngase, dice, que
> hay once electores, de los cuales, dos acumulan sus votos en O
> (oposición), dos igualmente por M, también de la oposición , seis
› votan regularmente por tres miembros ministeriales, y uno da
> dos votos por O, y uno por M. Tendremos:
0-8 votos
M -7 votos
> y cada miembro de la mayoría 6 votos» .
LECTURA NOVENA 221

sea adecuada á su importancia real, por cuanto


en cada distrito se amortizará un número de
votos, cuyo conjunto pudiera alterar sustancial-
mente los resultados de la elección.
El sistema proporcional ataca derechamente
el mal en su centro; y prescindiendo del con-
cepto en que estriban los anteriores, trata, por
medio del plan de Hare y de Stuart Mill, que es
muy semejante al de Saint-Just, de llevar al go-
bierno la expresión de todos los intereses y opi-
niones, siempre que tengan, en proporción con
.la suma de intereses y opiniones comprometidos
en la política, una importancia cierta y aprecia-
ble. La filosofía suministra el criterio : las cien-
cias exactas suministran el recurso . Una fracción
tendrá derecho evidente y legal á ser represen-
tada, cuando sea expresada en el escrutinio por
un número de electores en el cual esté conte-
nido cierto número de candidatos tantas veces
cuantas el total de los candidatos está contenido
en el total de los electores.- De aquí su nombre
de sistema proporcional, porque estableciendo ,
como lo hace para constituir su base, la igual-
dad de dos razones por cociente, se establece
una proporción geométrica (1),

(1) Supóngase una sección en que hay 4000 electores y que debe
elegir 10 representantes. El número de representantes está con-
tenido 400 veces en el de electores. Toda fracción del total de elec-
tores en cuya cifra está contenido 400 veces un número de candi-
datos forma una cuota electoral y tiene derecho á ser representada:
por ejemplo 2000, en cuya cifra está contenido 400 veces un número
L
222 LECTURA NOVENA

El plan para aplicarle es también muy sen-


cillo . Dividida la suma de los electores por la
suma de los puestos que se debe llenar, se obtie-
ne la cifra de votos requerida para convertir un
candidato en representante (1) . Al efecto es in-
dispensable que el voto sea singular y que el
Estado forme una sola sección electoral, ó por lo
menos, que no se divida sino en secciones muy
extensas, para que ciudadanos esparcidos por
todo el territorio puedan aglomerar sus votos en
favor de un candidato y se hagan representar
por él si reunen una cuota, que de otra manera
quedaría amortizada en escrutinios parciales .
Como véis, es un principio filosófico servido
por un plan matemático . Comprendo que puede
encontrar tropiezos en estados sociales imper-
fectos; pero yo no sé que la mejora de las insti-
tuciones deba retardarse hasta que los pueblos
llegan á un grado de civilización que no alcan-
zan sino mediante la práctica de las libertades
que se aconseja aplazar. Raras veces una idea
política tan justa podría ser encerrada en fórmu-

de 5 representantes. La fórmula matemática de esta proporción es


la que sigue:
4000 10 : 2000 : 5.
Ochocientos electores tendrían derecho á dos representantes : .
4000 10 : 800 : 2.
(1) El voto sustitutivo allana los inconvenientes que pueden sur-
gir de la aglomeración de votos en pocos candidatos . Aceptar como
cuotas válidas las mayores aproximaciones, cuando no las hay
completas, obvia las consecuencias de una gran dispersión en el es-
crutinio.
LECTURA NOVENA 223

las tan precisas; y vacilar cuando se le ve califi-


cada por circunstancias semejantes sería algo
más que una timidez y algo peor que una extra-
vagancia.
Razón tenía, pues, para afirmar que el proble-
ma está resuelto .
Los partidos sólo decaen cuando reposan, y
bajo el sistema de representación proporcional,
ninguno tendrá jamás el predominio exclusivo
que les paraliza. El terreno les será diariamente
disputado, y en el choque desplegarán su vitali-
dad en toda su plenitud, depurándose de cuanto
hoy día es en ellos sombrío y alarmante. La
acción gubernativa será el resultado de reflexio-
nes maduradas por la controversia , antes que
arrebatos de la pasión recrudecida con la fatuidad
de la omnipotencia. Así, jamás se debilitará la
opinión por estacionamiento , y al proceder como
entidad moderadora de las autoridades consti-
tuídas recobrará su imperio, el imperio de la
soberanía democrática por la concurrencia de
todos los elementos sociales , la tolerancia de to-
das las ideas y el respeto á todos los derechos,
al de los fuertes y al de los débiles, de las mayo-
rías y de las minorías.
En resumen: debiendo ser los poderes públi-
cos divididos y conexionados, necesitan un ori-
gen común, la opinión expresada auténticamen-
te por la representación proporcional del pueblo,
cuya acción será en esas condiciones pacífica y
perseverante, ya cuando obra directamente en
los comicios , ya cuando obra indirectamente en
224 LECTURA NOVENA

el gobierno.-En estos términos se satisface la


aspiración del Dogma socialista, que siquiera
descuidara las fórmulas concretas que acabo de
tener el honor de exponeros, fijó discretamente
lo sustancial de la solución apetecida. « Los
» tres poderes, decía, son á la verdad indepen-
dientes; pero lejos de aislarse y condenarse á
» la inmovilidad oponiéndose resistencias mu-
» tuas para mantener cierto quimérico equili-
>> brio,- se encaminarán armónicas por distintas
» vías á un fin único, -el progreso social » .
Su semilla no ha sido infructífera. No pocos de
los que condensaron en sus páginas las ideas y
las esperanzas de su juventud han cooperado á
que la provincia de Buenos Aires haga la adqui-
sición á que he aludido antes y que desenvuelve
las unas y satisface las otras (1). La elaboración
no ha podido menos de ser lenta, porque la ex-
periencia, que es la maestra de los progresos
políticos, es dura en los pueblos nacientes y agi-
tados. Hemos entendido mal la democracia de-
gradándola con la alianza del egoísmo faccioso;
y largas épocas de nuestra historia no contienen
más movimientos que el estéril revolverse de
los partidos que se alternan en el poder plegando

(1) En la Convención de Buenos Aires contribuyeron con su pa-


labra ó su voto á la adopción del principio de la representación
proporcional varios de los antiguos afiliados de la Asociación
<Mayo , ya en el núcleo primitivo de Buenos Aires, ya en las socie-
dades incorporadas posteriormente establecidas: D. Vicente Fidel
López, D. Juan María Gutiérrez, D. Bartolomé Mitre, D. Andrés
Somellera.
LECTURA NOVENA 225

la bandera de la tolerancia cuando triunfan para


volver á tremolarla cuando son vencidos , hijos
pródigos de la libertad que la desdeñan en el
esplendor y la ensalzan en el oprobio.-El egoís-
mo faccioso será desalojado. No queráis errar
improperando los partidos; resguardaos contra
la omnipotencia, y basta.... No queráis errar me-
nospreciando las muchedumbres: templad su
acción combinándola con la de fuerzas morales
mejor disciplinadas....Y, por fin, no presumáis
que sin el pueblo puede equilibrarse un gobierno
regular. Yo no conozco gobierno en que el pri-
vilegio y la libertad coincidan, sino donde la li-
bertad vive á expensas del privilegio que cede
terreno á medida que el derecho popular avanza.
-La Inglaterra será una democracia, porque es
un pueblo lógico que ama la libertad y un pue-
blo activo que ama el movimiento. Un alto en
su marcha sería su ruína, porque nada queda
á los pueblos cuando pierden su virilidad. Nos-
otros la perdimos en un día infausto , y nos hu-
milló la memoria de nuestros padres. Todo se
desvanece con ella. Dios ha formado así al hom-
bre, y no pueden borrar el divino sello de sus
obras ni los tiranos ni los sofistas.
LECTURA X

Organización democrática.-Emancipación del espíritu americano.


-Educación popular.

SEÑORES:

Para organizar la democracia adoptamos la


división de los poderes del gobierno; adoptamos
el sufragio universal y la representación pro-
porcional como fuente originaria del gobierno
y resorte del contrapeso de sus ramas.
Está bien. Pero el gobierno, aunque no sea
creación exclusiva de la mayoría debe reflejarla
principalmente , y si en nuestro estado social la
reflejara, sería bárbaro. Entre tanto, es un pro-
ducto apócrifo cuando no la refleja. Por eso,
nosotros como los autores del Dogma , oscilamos
entre dos precipicios: ó el imperio del elemento
inculto, ó la falsificación del principio de nues-
tro gobierno; y no salvamos las apariencias y
las esperanzas de la civilización , sino en virtud
de un privilegio oligárquico abonado por tole-
rancias consuetudinarias. Mas los equívocos y
las disimulaciones pueden eludir los choques ,
230 LECTURA DÉCIMA

darios de la humanidad . Excuso discutirla; pero


consignando su base compruebo que la alianza
de la civilización y de la libertad ha sido un
principio político de ascenso universal. Interro-
gad los partidos conservadores juntamente con
sus rivales. Los primeros os dirán que retardan
la libertad por la ineptitud de las masas para
ejercerla; los segundos, que la exigen porque
sólo ella es capaz de disciplinar adecuadamente
sus propios agentes. De esta doctrina se han
deducido errores y atrocidades: del atraso de
las naciones su minoría y su pupilaje; pero la
premisa es inconmovible, y nos es lícito apoyar
en ella nuestra petición de fuerza moral para
servir de cimiento á la libertad.
Buscadla, dice el Dogma, en la filosofía, en
la religión, en el arte.
«El saber, ha dicho Bacon, es una pirámide
» cuya base es la experiencia, cuya cima es el
» poder creador de Dios » . Así subir
gradualmen-
» te hasta la contemplación de Dios es abarcar la
» universidad de las cosas y de las ideas. Filoso-
>> fía equivale á ciencia. La síntesis del Dogma
>> es irreprochable» .
Estudiando la naturaleza en la multitud de
sus maravillas y la estabilidad de sus leyes,
remóntase el espíritu hasta las esferas en que
irradia la verdad soberana. Le ha sido menester
penetrar secretos , dominar fuerzas, domesticar
enemigos que aplica al incremento de su bien-
estar y de su poderío sobre la tierra. A la vez
adquiere ideas, aclara su ley y revindica liber-
LECTURA DÉCIMA 231

tades. Basta comparar la historia para destruir


las paradojas que la misantropía inspiraba á
Rousseau. El antiguo que buscaba vaticinios en
el vuelo de los pájaros cuando huían de tem-
pestades cercanas, no sólo ignoraba los fenóme-
nos de la electricidad: era también menos libre
y menos feliz que la generación de Morse.
Más vivamente percibiréis esta verdad discu-
rriendo en el terreno de las ciencias morales y
sociales. Suponed la ignorancia, y plantead esta
cuestión, simple pero urgente para todo pueblo ,
cuyas condiciones históricas le hayan colocado
en las vías de la democracia: ¿ en qué consiste
un gobierno libre? Cuestión insoluble. Y sin
embargo, su sencillez teórica no tiene parangón
sino con las dificultades positivas que le crían
las sociedades inexpertas. Sin relación al agente
originario de la soberanía, diría que es libre
todo gobierno limitado por principios morales
absolutos y consagrados á resguardar derechos
primitivos, descritos pero no criados por la ley.
Reposa, por consiguiente, la libertad civil sobre
nociones científicas del carácter más elevado, á
tal punto que, sin un criterio filosófico, la polí-
tica no puede ultrapasar la altura de un empi-
rismo estéril. Sus fuentes fluyen en la cumbre
de los conceptos morales en que se confunden
las leyes de la sociedad y las leyes de los indi-
viduos. Así que para robustecer la sociedad y
emanciparla, no bastan las revoluciones: se re-
quiere doctrinas; no basta la audacia: se nece-
sita la idea directamente recibida del rayo lumi-
232 LECTURA DÉCIMA

noso que nos conduce en la carrera histórica del


hombre.
A las ciencias, añadía el Dogma la religión.
Acertaba; y sólo me detendré en este punto
para realzar una contradicción flagrante y sig-
nificativa en que incurre. El ha preconizado el
cristianismo en páginas hermosas que os he
recordado ya. En este fragmento insiste, pero
añade que si bien el cristianismo debe ser la re-
ligión del pueblo, con todo, la filosofía presiente,
y anunciaba entonces por boca de Pedro Leroux
otra religión más amplia y más racional . En-
cuentro aquí una sinceridad sospechosa y dos
absurdos claros.
Dudo que el acento cristiano del Dogma fuera
leal, puesto que él duda de la permanencia y de
la verdad absoluta del Evangelio . El contagio
volteriano se deja sentir;-y juntamente se des-
cubre la raíz del desdén con que sus autores,
una vez adueñados del gobierno,-han proce-
dido respecto de los intereses religiosos de la
sociedad.
Agrego que hay absurdo en plegarse á las
quimeras tan enfáticamente ensalzadas. Pedro
Leroux fué uno de los sectarios reformistas de
la escuela sansimoniana. Su metafísica cabe en
dos palabras en cuanto se relaciona con la mo-
ral: el destino del hombre es morir y renacer in-
definidamente sobre el mundo: impotente como
es para alcanzar la felicidad, su condición actual
será eterna y eternamente renovada. Como véis,
destruye la responsabilidad y nos sumerge en el
LECTURA DÉCIMA 233

fatalismo. Menos consolador que el dogma ín-


dico, niega á los espíritus transformados en la
metempsícosis la esperanza de purificarse en
sus vidas ulteriores. Borrada la idea de la per-
fección y del progreso, quedan sin cimientos la
libertad y la justicia. Luego, es una aberración
palpable presumir en esta filosofía insana, in-
compatible con el principio democrático , mayo-
res elementos de desarrollo social que en las
divinas enseñanzas del Evangelio que engendra
el gobierno libre y el gobierno popular, radi-
cando la idea de la justicia sobre estos dos
hechos: el albedrío y la responsabilidad del
hombre.
Más lógicos que Echeverría y sus contempo-
ráneos eran los maestros de esas visiones disol-
ventes: ellos reducían la organización social á
un comunismo estacionario concorde con la
doctrina de nuestra miseria incurable, y al des-
potismo de la ley viva concorde con la negación
de la libertad que seguía ineludiblemente de su
metafísica.
Por otra parte, el Dogma sustentaba el cris-
tianismo como religión del pueblo . No sé si en
la distribución de creencias entendía dejar á las
altas clases el privilegio de la mentira ó el mo-
nopolio de la verdad; pero sí sé que al restaurar
este sistema egipcio, arrollaba todos los princi-
pios de la igualdad. ¿Qué dejaba de la demo-
cracia?
El absurdo es claro é indisculpable. Recha-
zándole, acojamos lo que es sensato en su racio-
234 LECTURA DÉCIMA

cinio, y añadamos la religión á las ciencias en


cuanto él las considera elementos fortificantes y
emancipadores del pueblo.
Agregaba algo más: ciencia y religión deben
ser encaminadas de acuerdo con las tendencias
liberales que trazan nuestra línea política. La
fórmula es vaga y puede proteger el error; pero
se concilia con la verdad si se le explica y se le
entiende bien.
La ciencia coincide en el sentido de una polí-
tica liberal, en virtud de su expansión , cuando
no es el patrimonio de un número escogido por
la fortuna que expulsa lejos del huerto cerrado
muchedumbres sedientas, ó lo que es peor, mu-
chedumbres perezosas para quienes la luz es
como si no existiera: en virtud de su aliento ,
cuando la anima una inspiración refulgente y
pura: la idea espiritualista, porque la ciencia
ennoblece á quien descubre à Dios tras de la
belleza cósmica y empequeñece á quien se deja
enfermar por el materialismo .
Acepto también la fórmula respecto de la
religión, pero en un sentido rigorosamente cir-
cunscripto. La religión es una doctrina inalte-
rable; forma además una sociedad. Por conse-
cuencia, ni en el dogma cabe reforma ni la
Iglesia puede admitir influencias exteriores.
Sube y baja la balanza de la riqueza, se trans-
forma la estructura política de los pueblos, se
desatan las revoluciones y sucumben los go-
biernos; pero en medio de los conflictos y de las
sustituciones de lo flamante y de lo vetusto , la
LECTURA DÉCIMA 235

religión, siempre vieja y siempre nueva, perma-


nece inalterable, extraña como es á los intere-
ses de la política, grandiosos sin duda, però que
giran en diversa esfera que los que ella conden-
sa. Aun siendo así, hay afinidades peculiares
entre la religión y la democracia, y pueden in-
fluenciarse particularmente. La libertad exige
una moralidad robusta; luego, el incremento de
la religión debe merecer un interés empeñoso
de parte de los que quieren consolidarla. Para
ser esclavo basta con ser cobarde; para ser li-
bre es necesario ser fiero por la conciencia del
deber y de la propia dignidad . Además, la ló-
gica del principio democrático reclama la auto-
nomía de la sociedad religiosa. Á una y otra
ley hemos sido refractarios. Omito señalar los
resultados de nuestra renitencia. Quien tiene
ojos los ve.
Ahora, la verdad en todas sus categorías y la
justicia con todos sus influjos, no sólo dominan
la razón: obran también sobre la imaginación
y la sensibilidad . Como crían las ciencias, en-
gendran el arte. He ahí otro medio de eman-
cipación, en el sentir del Dogma. Y lo es en
verdad. Cousin suministra magistralmente la
prueba: todo entendimiento sincero lo percibe,
si tiene idea correcta de lo que es el arte. El
arte cuando copia servilmente la naturaleza es
excéptico y cínico: abandona lo bello y lo ideal
para rendir culto á lo feo y arrastrarse en las
bajezas de un realismo procaz. La aspiración
culminante del arte es la idealidad y la belle-
236 LECTURA DÉCIMA

za; su regla y su proceder es la interpretación


de la naturaleza en la plástica, en el movi-
miento, en la vida y en lo moral, por el esfuerzo
combinado de la sensibilidad , de la imaginación
y de la conciencia . Inmovilizando el héroe en
el instante sublime ó brillante por medio de la
estatuaria: vigorizándole con el colorido de la
pintura: expresando modalidades de la sensibi-
lidad y contagiándolas por medio de sonidos si-
métricos en la música; agotando , por fin, en la
poesía las maravillas de este poder reflector y
subyugante que se llama el genio artístico
cuando esculpe, pinta y canta en una estrofa,—
el artista sirve á lo bueno ó á lo malo, á la liber-
tad ó á la esclavitud, á lo puro ó á lo depravado
según que desprecia ó que venera la nobleza
de su estro (1). De aquí la profunda sabiduría
de los que llamaban el arte argentino á su mi-
nisterio fortificante.... Sellemos el labio si no
queremos que nuestras propias palabras nos
amarguen.... Yo no veo el arte argentino; veo
en cambio un arte exótico que satura con ema-
naciones enfermizas y espectáculos innobles
una sociedad joven y señalada , sin embargo ,
con los signos de la caducidad: vejez prematu-
ra que nos enerva en la aurora como á los
hombres que arrastran su adolescencia en los
prostíbulos ....

(1) He aquí un punto sobre el cual debería reflexionar madura-


mente la juventud, pervertida por las idolatrías escolares que,
para invocar un ejemplo entre mil, vienen ensalzando y haciendo
que los hombres lean hace quinientos años los cuentos del Boccacio,
insulsos cuando no son rastreramente procaces.
LECTURA DÉCIMA 237

Resumida la fórmula del Dogma, os he dicho


que fué vaga y conviene precisarla.
En efecto, el pueblo no puede ser sabio ni
artista en el sentido rigoroso de la palabra. Las
funciones á que estamos destinados son tan va-
rias como nuestras necesidades: todas son no-
bles, y los hombres no ocupan distinta escala
de mérito, sea cual fuere la tendencia de sus
trabajos; pero es evidente que un espíritu in-
capaz de percibir lo verdadero y lo bello se
enerva y filtra su apatía en cuanto se relacio-
na con él. A otro propósito expuse la extrava-
gancia en que inciden las naciones cuando se
ufanan de una civilización efímera resultante
de cierta coordinación entre una clase sabia y
una masa ignorante. Más claro veréis la inani-
dad de estas ficciones si las consideráis en su
influjo sobre la fuerza moral de un pueblo que
aspira al gobierno democrático . Este exige cre-
ces intensas é iguales en el carácter de la socie-
dad, y tanto más lejos estará la sociedad de
obtenerlas cuanto más bruscos sean los desni-
veles en su seno. Desenvolver las ciencias para
que iluminen toda mente, fomentar la religión
para que moralice todos los corazones, cultivar
el arte para levantar todos los espíritus, -es la
obra de emancipación democrática correspon-
diente á la educación popular.
Si la libertad ha de ser sólida, la ley debe ser
moderada. Buscar en restricciones legales pre-
servativo contra todas las degeneraciones posi-
bles de la libertad, es sacrificarla por prevenir
238 LECTURA DÉCIMA

sus desarreglos: es una higiene política que


atenta contra la vida popular tan enérgica-
mente como el mal que precave. La última
garantía del derecho en los gobiernos libres re-
side en la inteligencia y en la moralidad co-
munes. Por otra parte, todo acto electoral es
ciego y sus resultados casuales cuando el pue-
blo no tiene criterio propio bajo el cual diri-
girse. Y como fuera de las responsabilidades
legales, que no siempre son ni pueden ser efec-
tivas, los funcionarios republicanos tienen una
responsabilidad moral, cuyo ministro es la opi-
nión que la hace eficaz y sensible, -ó se ilustra
la opinión, ó esta forma de responsabilidad des-
aparece. Además, conocéis el vasto papel de
los partidos en el movimiento social, pero co-
nocéis á la vez sus estragos cuando se hacen
omnipotentes, entronizan ideas falsas ó mienten
con programas hipócritas; y por lo tanto con-
vendréis en que la capacidad de pensar y resol-
verse de cada hombre llamado á influir, más ó
menos extensamente en los negocios públicos ,
es el único poder rectificativo de sus intempe-
rancias, el único que habilita los pueblos para
repeler á los que les explotan lisonjeándoles, y
delimitar la esfera en que es legítimo que se
muevan. Cuando la opinión dormita y pierde
celo y severidad, vienen inevitablemente los
desórdenes, y con cada desorden una deprava-
ción.-Un pueblo es fuerte en la medida de su
iniciación en la ciencia, en la religión y en el
arte.
LECTURA DÉCIMA 239

De aquí se sigue que la educación popular es


un resorte de organización democrática, y re-
sulta bastante luz para fijar las direcciones que
debe seguir.
Séame permitido proceder por un método de
eliminación.
Vulgarmente se entiende que la educación po-
pular debe limitarse á transmitir ciertos cono-
cimientos rudimentales en la primera edad, y á
poner á los niños en contacto con los que pien-
san por medio de dos artes , la lectura y la es-
critura. Hay errores para cuya refutación
basta enunciarlos . Considerar los fines socia-
les y políticos de la educación es de sobra para
comprender que esa máxima vetusta encierra
una inepcia. Nacida en sociedades gerárquicas
antes que el derecho hubiera nivelado todas las
frentes y que los intereses políticos coincidie-
ran en este punto con los intereses cristianos,
-no ha podido internarse hasta la presente al-
tura de nuestro progreso revolucionario, sino
amparada por la rutina ; pero en virtud de eso
mismo choca contra los nobles principios del
gobierno libre con toda la altanería del absur-
do. Yo no extraño que desdeñe la educación
popular quien la circunscribe así, porque en-
tendida en tales límites, ninguna acción podría
ejercer sobre la política. Sería un disimulo de
la ignorancia, un disfraz de la barbarie; pero la
la ignorancia y la barbarie, aun desfiguradas,
degradan mientras subsisten y corrompen las
instituciones que indiscretamente transigen con
ellas.
240 LECTURA DÉCIMA

Es un error también considerar la educación


común como un medio preparatorio para la alta
enseñanza científica.-La enseñanza universita-
ria se propone el cultivo profundo de la cien-
cia, y requiere ser combinada, desde sus pri-
meras tentativas, bajo un plan armónico y uno
á través de su larga escala. Por otro lado, es
circunscripta; no puede abrazar para cada indi-
viduo la universidad de los conocimientos , y
sus elementos preparatorios deben ser calcula-
dos de modo que respondan sin exceso ni defi-
ciencias á las necesidades peculiares de cada
ramo de investigación. Lo exige así su efica-
cia. Tanto peligro se corre prescindiendo de
los conocimientos intermedios que dan base á
las teorías superiores y preparan el espíritu
para adquirirlas y criticarlas, como dispersan-
do la atención en estudios relativamente incon-
ducentes. No se percibe, por consecuencia, en
qué grado de la instrucción científica termina
la educación común, y viceversa , qué desenvol-
vimiento ha de recibir ésta si es una instrucción
científica preparatoria y nada más que eso.—
Luego, son cosas radicalmente diversas entre
sí; diversas por su objeto, por su extensión y
por su alcance.
Desechadas ambas hipótesis, vuelvo al punto
de partida.
La educación común tiende á formar el ca-
rácter del pueblo; luego, aplicada individual-
mente, su objeto es formar el carácter de los
niños.
LECTURA DÉCIMA 241

Se propone hacer accesibles la ciencia y el


arte y fortificar los elementos políticos de la
sociedad; luego, es una educación instrumental
que debe desenvolver y equilibrar las faculta-
des, condensando por la acción pedagógica, la
acción ocasional de la experiencia .
De aquí el rumbo que han tomado los educa-
dores modernos, más ó menos fragmentaria-
mente, pero cediendo á inspiraciones luminosas
é inclinándose al plan encerrado en las fórmu-
las que preceden, á mi entender clarísimas.—
Pestalozzi, Calkins, Horacio Mann , Wickershan.
todos los que le adjudican como punto de par-
tida la iniciación de los niños en la naturaleza
por medio de la experiencia: los que adaptan á
la escuela el método de Bacon y Descartes : los
que, como Schwartz y Ortiz , un sesudo pensador
chileno, entienden que no se puede esperar
rápido incremento en las facultades de un espí-
ritu joven, sino cuando son suscitadas por gra-
dos y actúan sobre ideas experimentales sim-
ples y bien adquiridas, serían otras tantas
autoridades que podría invocar, si no creyera
yo que la verdad tiene en sí misma bastante
poder para imperar. La tarea educacional, en
efecto , puede concretarse en este desideratum :
preparar el hombre para sus funciones por el
desarrollo de sus fuerzas, cultivando su inte-
ligencia en cuanto facultad de conocer en gene-
ral, y especialmente en cuanto facultad directriz
de la vida: armonizando con ella su sensibili-
dad, en cuanto es foco de las pasiones y fuente
242 LECTURA DÉCIMA

del arte, y con su energía, que es la resultante


de las influencias de su criterio moral sobre su
libertad; porque sólo en estas condiciones está
apto para cumplir su ley como ser individuo y
como ser asociado en la triple relación domésti-
ca, civil y humanitaria. -Aquí resaltan los erro-
res que he combatido . Lo que antes de ahora se
llamaba primeras letras y la preparación de los
niños para el aprendizaje científico son me-
dios igualmente impotentes cuando se trata
de formar caracteres, templar espíritus, mode-
lar hombres, en una palabra, que por el hecho
de poseerse á sí mismos sepan gobernarse y
afronten la vidà con entereza. Ninguna ciencia
en particular es el objeto de la educación co-
mún. De ella se reclama el cúmulo de conoci-
mientos que exigía Plutarco de la generalidad
de los hombres y la disciplina intelectual pedida
por Everett, que moraliza y cría atmósfera pro-
picia á los grandes desarrollos científicos y ar-
tísticos. De ella se espera la civilización sólida
en que arraiga la libertad como los grandes ár-
boles en las montañas. Si el espíritu americano
se ha de emancipar de tradiciones retardata-
rias, será bajo su influencia.
La máxima de la Asociación « Mayo » es, pues,
convertible en esta : educación para la libertad,
ó simplemente educación , porque no puede me-
nos de ser libre un pueblo compuesto de hom-
bres que se conocen y se moderan.
Inquieta á los pueblos , preocupados por tan
altas aspiraciones, otro problema: el de los me-
LECTURA DÉCIMA 243

dios de difundir la educación común; y á este


propósito pasa en cierto favor una fórmula que
es indispensable analizar: la educación debe ser
obligatoria y gratuita.
Reputo legítima, filosófica y políticamente ha-
blando, la compulsión legal en esta materia; en
el primer sentido , porque es derecho natural de
los niños ser educados, y por lo tanto, la socie-
dad cuando obliga á un padre remiso á educar
á su hijo, no quebranta el fuero doméstico ni se
arroga facultad para interpretar los deberes mo-
rales de los hombres,-sino que desempeña, en
una forma fecunda, su función propia prote-
giendo el derecho del niño ; -en el segundo sen-
tido porque, siendo la educación general un
medio conservador de la sociedad y un instru-
mento indispensable de la democracia, -la ley
no vulnera prerrogativa alguna cuando cohibe
á los que atentan contra su estabilidad fomen-
tando la ignorancia ó la barbarie: se defiende,
y defendiéndose salvaguarda la libertad común
en las únicas condiciones que la favorecen.
Sin embargo, aun cuando una ley sea legítima,
pienso que no debe ser adoptada cuando no la
reclaman verdaderas necesidades públicas ó
cuando no existe el mal que con ella se propone
reparar. - Es, por otra parte, más armónico con
el interés que la educación obligatoria tiende á
fomentar, abstenerse de toda compulsión siem-
pre que sea posible llegar á idénticos resultados
por movimientos libres y estímulos indirectos.
Es un expediente indispensable en sociedades
244 LECTURA DÉCIMA

cuyas condiciones económicas crían resistencias


tenaces contra la educación , y donde la manu-
factura absorbe y martiriza la infancia, aniqui-
lando todo aspecto de la civilización distinto de
la industria; pero es inconducente en pueblos,
cuyo retardo en la materia proviene de causas
diversas y determinables.
En este país pugna la difusión de la enseñanza
con la poca densidad de la población, con la ·
escasez de escuelas, con la inseguridad de los
planes domésticos frecuentemente perturbados
por la guerra civil y por la guerra de indios,
que alejan á los padres de su hogar y obligan á
los niños á asumir responsabilidades prematu-
ras y reemplazar en los trabajos de su industria
al padre inmolado en los campamentos ó en las
batallas. La compulsión no remueve ninguno de
estos obstáculos. Al revés , ellos pueden esteri-
lizarla y echarla en el ridículo que rodea las
leyes impotentes. La experiencia cuotidiana
comprueba que donde quiera que un maestro
convoca los niños á recibir enseñanza, las fami-
lias se apresuran á entregárselos, y que si la
barbarie se invetera, no es por culpa de los pa-
dres humildes . Nuestra raza es generosa , y el
sentimiento paterno inspira en el alma del más
tosco de nuestros conciudadanos el deseo de
levantar el carácter de sus hijos más arriba de
su propio nivel . La causa está en la indolencia
de las clases altas y en la parsimonia y la ce-
guedad de los legisladores: la culpa es de los
que engañan al pueblo, dándole para guiar á sus
LECTURA DÉCIMA 245

hijos, en vez de maestros, niños peores que ellos,


porque son niños con barbas y con canas.
Sería golpe errado establecer la compulsión
legal para dar impulso á la educación , que sólo
necesita rentas, administración popular, planes
racionales, métodos , escuelas y maestros.
Respecto de la gratuidad, obervaré que no
determina un sistema, porque no es una reali-
dad, sino un calificativo falso y pernicioso . Es
falso, porque repugna á la teoría de la contri-
bución en los pueblos libres. Si el impuesto no
es pecho al soberano, sino escote entre los
miembros de la sociedad para satisfacer necesi-
dades comunes , se sigue que toda idea de gra-
tuidad en servicios costeados por el impuesto
es una idea palpablemente absurda. El hecho no
existe ; luego, no hay sistema que discutir.
Añado que es pernicioso calificar de esa ma-
nera la educación común. En primer lugar,-
para que los servicios del Estadoļtengan las apa-
riencias de ser gratuitos, es necesario dar pre-
texto á la ficción y mistificar el juicio , apoderán-
dose en masa del producto de las contribuciones,
centralizándolas y disponiendo de ellas, pro-
porcionada ó desproporcionadamente, según el
capricho del gobierno . No necesitáis buscar lejos
ejemplos que desacrediten este sistema. Es el
nuestro; y ved la administración todopoderosa,
el Estado idolatrado , el pueblo indolente . Cuando
cada impuesto es explicado por un objeto y no
puede ser invertido sino en el objeto que le ex-
plica, las responsabilidades de los funcionarios
246 LECTURA DÉCIMA

cobran seriedad, los contribuyentes les fiscali-


zan y pueden apreciar fácilmente la proporción
de cada servicio público con el recurso especial
que le sustenta. Despierta de este modo la aten-
ción general, crece la solicitud y la cooperación
de todos en el bien común, principalmente en
aquellos ramos que, como la educación, afectan
intensa y directamente intereses domésticos y
personales. (1) Sin la intervención activa del
pueblo, la educación común jamás pasará de ser
una institución raquítica ; y la experiencia y el
buen sentido convencen de que gratuidad y
solicitud popular son enteramente incompati-
bles, y que al calificarla así se ataca la civiliza-
ción con una palabra falsa y exótica.
En segundo lugar, llamándola gratuita se le
da un tinte de obra filantrópica que lastima el
amor propio y la reserva para los niños perte-
necientes á las clases más pobres. Así se pierde
su objeto igualitario, y las jerarquías comien-
zan donde no debería sugerirse á los hombres
sino el sentimiento de su común grandeza por-
que piensan y de su común pequeñez por la de-
bilidad de la mente ante la magnitud de la ver-

(1) Cuando en Massachusets y Conecticut llegó el fondo perma-


nente de educación á producir réditos cuantiosos, la ley redujo y
en parte suprimió el impuesto especial llamado de Escuelas. Así
que el servicio educacional dejó de ser directo sobrevino la apatía.
Alarmados los legisladores restablecieron las contribuciones y
aun las ensancharon. Todos sabemos en qué escala se encuentran
hoy día ambos 'estados á este respecto en paralelo con el resto de
la Unión Americana y de todas las naciones civilizadas, á excep-
ción tal vez de Prusia y de Holanda .
LECTURA DÉCIMA 247

dad. Los institutos públicos se desprestigian, y


decayendo cooperan con más funesta energía á
desigualar, puesto que en vez de realzar á los
humildes que se acogen bajo su amparo , les su-
mergen en la triple abyección de la ignorancia,
de la negligencia y de la grosería. El mercena-
rismo se desliza en la educación, y siquiera esto
se evite, es por lo menos evidente que el costo
de la enseñanza se recarga hasta lo enorme,
añadiendo á la cuota proporcional de las con-
tribuciones, los emolumentos de los institutos
privados, necesariamente más caros que los pú-
blicos en igualdad de condiciones.
La educación es primitivamente un ministerio
paternal: subsidiariamente , una función social.
Es lógico, entonces , que cuando es convertida
en institución pública, su gobierno se aleje lo
menos posible de los centros domésticos; pero
como responde á un interés común, no es propio
que se le atribuya una dirección puramente mu-
nicipal. Por lo tanto , considero erróneo todo sis-
tema que aisla el servicio educacional dentro
de cada localidad y centraliza su gobierno en el
municipio civil y administrativo; porque la
amaga con dos peligros: el uno es borrar su ca-
rácter político : el otro alejar al pueblo de su
vigilancia, ya que los efectos de la centraliza-
ción no varían por la mayor ó menor extensión
de su teatro. Además, la dirección de la ense-
ñanza pública es una función técnica, cuyo
acierto no puede ser sacrificado ni expuesto á
contingencias por la idolatría de un municipa-
248 LECTURA DÉCIMA

lismo mal entendido que convirtiera en cuerpos


científicos todos los concejos municipales. Ante
estas reflexiones me parece obvio que el sis-
tema de administración escolar debe huir de los
extremos de la unidad y de la dispersión , bus-
cando en rentas y en autoridades populares
combinadas, sus fuentes y su dirección, para
que tenga la variedad que proviene de la inter-
vención inmediata del pueblo y la armonía im-
presa por un pensamiento capital que la rija.
Ante todo la educación requiere impuestos
directos de carácter local, fondos permanentes
de carácter provincial, y como medio supletorio
y para provocar la generosidad de los ciudada-
nos pudientes, subvenciones del Estado ( pro-
vincia y nación ) aplicables con relación á las
necesidades respectivas de cada localidad.
Su gobierno y administración requiere tener
por base el municipio , pero no en su forma ad-
ministrativa y civil, sino en una forma distinta
que podríamos llamar « municipio educacional »> ,
con funcionarios especiales y electivos . Estas
autoridades parciales deben vincularse con otro
orden de autoridades de carácter provincial ,
que tengan origen directa ó indirectamente en
el pueblo y facultades legales é independientes
para administrar la renta general, dictar pla-
nes, escoger métodos, sistematizar, en una pala-
bra, la educación común y ejercer superinten-
dencia sobre ella.
Los municipios, federados así, son susceptibles ,
por lo demás, de todas las subdivisiones reque-
LECTURA DÉCIMA 249

ridas para facilitar el servicio que dirigen, como


las autoridades provinciales lo son del reparto
de sus funciones que mejor consulte la eficacia
de sus procederes y garantice más los altos inte-
reses que encabezan.
Bajo un plan análogo, la libertad sería la
palanca de la educación , como es su fin primor-
dial. Siendo común y popular, costeada equitati-
vamente y gobernada por todos, serviría bien á
la civilización , igualaría , redimiría, comprome-
tiendo en su amor todas las pasiones de los hom-
bres, al revés del sistema vigente que las con-
cita, á lo menos, para despreciarla , -y haría
inútiles las compulsiones que siempre son odio-
sas, subordinando bajo su bandera aun los inte-
reses que parecen serle adversos , y que real-
mente lo son cuando la conciencia de los pueblos
no está ilustrada respecto del carácter de la civi-
lización.
Yo sé que nuestra vanidad colectiva tiene
bastante arrojo para rechazar lo que digo y la
doctrina del Dogma socialista que he procu-
rado completar. La atacaré en su baluarte para
concluir.
Repito en suma que la libertad es fuerza y
la fuerza de los pueblos civilización: que la
representación proporcional rectifica, pero no
destruye la acción de las mayorías ignorantes y
desmoralizadas ; y que estamos condenados á
retroceder hasta la barbarie ó á falsificar nues-
tra forma política, porque las apariencias de la
civilización son en este país inseparables del
250 LECTURA DÉCIMA

imperio de las oligarquías. Preveo que mi racio-


cinio será repelido como falso , porque entre
muchos orgullos justos tenemos algunos insen-
satos, y uno de ellos es reputarnos en un alto
grado de civilización en vista de la prosperidad
comercial de algunos centros y las comodida-
des y el fausto de la vida en las ciudades ricas;
pero es necesario estar alucinado por un mer-
cantilismo enfermizo para confundir la civiza-
ción con la riqueza , y por una frivolidad pueril
para confundirla con el lujo.
Abrid el Censo de la Nación . Más de trescien-
tos mil niños , las cuatro quintas partes de los
que están en edad de recibir educación , encuén-
transe hoy día destituídos de todo recurso de
aprendizaje. Recontad la población adulta, com-
parad el número de los educados con el de
los ignorantes: pesad esa masa, y decidme
cómo se llama la ignorancia absoluta consti-
tuída en fuerza social …….. Quisiera hallar en la
lengua castellana una voz más suave , pero usaré
la única que tiene : se llama barbarie .
Cerrad el libro, y permitidme una breve pala-
bra de comentario . Hemos contado como edu-
cados á todos los que saben leer . Si deducís
todos los que no saben pensar, la cifra se ami-
nora hasta volverse insignificante, porque, en-
tendámoslo bien alguna vez, -la escuela argen-
tina es nula: hace traición al pueblo y á la
infancia que gime bajo la rutina, sin recibir, en
cambio de su inmolación, un solo germen de
desarrollo intelectual, un solo impulso que for-
LECTURA DÉCIMA 251

talezca su mente, subordine sus pasiones , enal-


tezca su sensibilidad, que la individualice y la
adapte ni para los deberes de la vida ni para
los afanes de la libertad ni para la contempla-
ción de la ciencia ni para el comercio purifi-
cante del alma con el arte y con lo bello .
Algo más; nunca con mayor justicia que res-
pecto de la educación puede decirse que dete-
nerse es retroceder. El incremento de la pobla-
ción altera de año en año la proporción entre
las necesidades y los medios de educar ; de
modo que si éstos no aumentan á la par de aqué-
llas, resulta de la desigualdad un déficit de bar-
barie, y el estacionamiento se convierte en un
positivo retroceso . En este sentido retrocede-
mos. La estadística lo comprueba respecto de la
Nación en conjunto y de Buenos Aires en com-
paración con el resto de la República. Siguiendo
en tales rumbos, pronto esta provincia , favore-
cida por mil circunstancias, y destinada á enca-
bezar el país en los senderos pacíficos de la civi-
lización como en los campos del heroísmo
revolucionario, será una masa informe de bar-
barie nativa é importada oculta tras los esplen-
dores de la opulencia urbana.
Señores ! Os invito á reflexionar, y sobre todo,
á obrar, á vosotros todos los que tenéis un co-
razón argentino que late dentro de un pecho
republicano; á vosotros todos los que tenéis una
palabra, una simpatía , una influencia, un voto en
las asambleas políticas ó populares .... No hay
en lo que os digo la amargura de la misantro-
252 LECTURA DÉCIMA

pía... Yo creo en el pueblo y espero su libertad ,


pero el pueblo está en la barbarie ; y quisiera
todos los tonos, desde la nota insinuante del pa-
triotismo más afectuoso hasta la imprecación
que resuena y que fulgura, para despertar ac-
ción. Regeneremos si queremos ser fuertes :
civilicemos si queremos ser libres. Y si el hondo
quejido de la infancia no taladra nuestros oídos
de piedra: si no nos estremece el gruñido de la
corrupción ni nos aterra el bramar de la barba-
rie, ¡ ea ! tened coraje : tomad el hacha de Fa-
cundo y romped la estatua de la República !
LECTURA XI

Organización democrática. -El municipio.

SEÑORES:

La Asociación « Mayo» al ocuparse de la orga-


nización democrática del país descuidó tratar
de los municipios . Su olvido ha sido funesto; á
nosotros nos toca repararlo.
Un publicista contemporáneo, Dupont White,
á pesar de su desdén por las libertades munici-
pales del punto de vista político, dice: «no hay
» sino una manera de definir la libertad política:
> es un poder, el poder de los pueblos sobre sí
» mismos. » (1)
Esta definición se ajusta bien al producto de
nuestros análisis y podría traducirse en nuestra
fórmula: la libertad viene de la fuerza moral de
los pueblos. Pero no basta reconocer la libertad :
es menester organizarla para que se desenvuel-
va lógicamente : consagrar todas sus formas, re-

(1) La liberté politique considerée dans ses rapports avec l'admi-


nistration locale.
254 LECTURA UNDÉCIMA

conociendo el papel de cada una de las entida-


des colectivas en que se realiza y armonizando
las funciones de su conjunto. Si en este propó-
sito se altera, en virtud de observaciones incom-
pletas ó de reservas tímidas, el orden natural de
las cosas: si fascinados por lo que es grande y
fuerte, reconocemos el Estado como forma primi-
tiva de la sociedad olvidando que es la más com-
plicada , no podremos esquivar este precipicio :
teóricamente, la ininteligencia radical de la polí-
tica: prácticamente, la mutilación de la libertad.
<< El hombre, decía Tocqueville, (1) es quien
>> constituye los reinos y cría las repúblicas: la
» comuna parece salir directamente de la mano
» de Dios . » No es cierto ni lo creía este eminente
pensador, que ninguna de las formas de la socie-
dad sea producto de artificio; pero hay en ellas
una escala: la gradación de lo simple á lo com-
puesto, de lo inmediato á lo remoto como en to-
das las cosas activas é inteligibles de la natura-
leza; y para que la mente comprenda las lejanas
y la acción libre intervenga á su medida en el
arreglo de las complicadas, es necesario partir
de las próximas y de las elementales cuando se
discurre y cuando se legisla.
Dice Cesar Cantú que « las instituciones comu-
>» nales pueden conciliarse con todas las formas
» de gobierno. » Vosotros conocéis la índole de
su espíritu. Es un cronista concienzudo más bien

(1) De la democratie en Amérique.


LECTURA UNDÉCIMA 255

que un historiador: cataloga los hechos y los cla-


sifica, pero carece de la inspiración del generali-
zador. En este caso consigna la permanencia
de un fenómeno, mas no le explica. Es verdad
que la institución comunal existe á la vez bajo
el gobierno norte- americano y bajo el gobierno
inglés, bajo el ruso y bajo el belga, en Suiza como
en Francia, como ha existido en la transición del
feudalismo á la monarquía, como existió en to-
das las vicisitudes políticas y sociales de los ro-
manos hasta la corrupción del Bajo Imperio; pero
veamos lo que este hecho enseña, aun prescin-
diendo de que las franquicias comunales han
sido medidas bajo diversa regla en épocas y
situaciones tan varias.
La compatibilidad del municipalismo y la tira-
nía que sugiere Cantú, conduce á afirmar que
hay dos órdenes inconexos de relación entre el
individuo y la sociedad , según la doctrina de
Dupont White, y esto no sólo es falso , es absurdo.
En política no puede conciliarse sino lo que es
homogéneo por su carácter, ó los hechos é inte-
reses que se desarrollan sin tener contacto en-
tre sí. Es palpable que no hay identidad entre la
libertad y la tiranía, como es palpable que hay
contacto necesario entre las diversas entidades
que forman el organismo de un pueblo; -luego
si los municipios son elementos orgánicos de la
nación ó de la provincia, su libertad ó su pupi-
laje no son cosas indiferentes y sin influencia
respecto de la amplitud ó restricción de los de-
rechos políticos en el conjunto que componen.
256 LECTURA UNDÉCIMA

De los gobiernos puede decirse como de los


hombres, que no son esclusivamente buenos ni
exclusivamente malos. En los mejores hay algo
que perdonar á nuestra flaqueza nativa ; en los
peores hay lo que Platon llamaría reminiscencia
de otra vida, impulsos del elemento luminoso
depositado en las sombras de nuestra naturaleza.
Y por lo demás, los gobiernos malos pueden ser
duraderos cuando saben disfrazarse : los inicuos
y los cínicos sólo se apoyan en la violencia, y se
derrumban cuando ésta disminuye ó la contra-
dicción la enerva. He aquí explicada la coinci-
dencia de las libertades comunales con las res-
tricciones y aun las tiranías políticas. Son de
tal modo naturales y fecundas las primeras que
en ciertos períodos bastan para disimular las se-
gundas, y el despotismo se presta á veces á con-
cederlas para distraer los pueblos y despojarles
de más extensos derechos .
En una palabra, el municipalismo es libertad
y escuela de libertad. La libertad sigue sus
oscilaciones, se refunde en él en los malos días,
y desaparecen juntos en la hora abominable de
los Césares y de las muchedumbres que impe-
ran desenfrenadas.
Indagad el antecedente positivo de la libertad
política en los Estados Unidos y en Inglaterra.
Quien conozca la condición de las colonias anglo-
americanas y los motivos inmediatos que re-
unieron el congreso de Filadelfia y armaron los
milicianos de Washington: quien conozca el ori-
gen y peripecias de la Magna Carta, la formación
LECTURA UNDÉCIMA 257

primitiva, la división y el vigor gradual del ele-


mento parlamentario en el gobierno inglés , acep-
tará esta explicación de lord Macaulay: las liber-
tades inglesas (y las norte-americanas que son
su consecuencia) se han desenvuelto por haber
estado compartido el poder político entre el rey
que tenía la espada y la nación que tenía la
bolsa: ó de otro modo, en este aforismo que ha
ha reprimido á los monarcas británicos y que
dió su bandera doctrinaria á los contemporá-
neos de Franklin: el impuesto no obliga sino á los
que contribuyen á establecerlo.
Esta teoría administrativa y política fué cas-
tellana antes de ser sajona. Alrededor de cien
años antes del parlamento inglés llamado de
Leicester, se reunió en Burgos una asamblea re-
presentativa y echó los fundamentos del parla-
mentarismo de Castilla. Entonces el elemento
popular, los diputados de las comunidades , im-
pelían la opinión y las leyes á reconocer y con-
solidar la libertad política por medio de aquella
fórmula que el emperador mismo no osaba bo-
rrar, cuatrocientos años más tarde, de los Esta-
tutos que naufragaban como todo derecho en la
guerra civil que derrocó las municipalidades es-
par olas.
El municipalismo explica la primacía de Es-
paña en la inteligencia, aun rudimentaria, de la
libertad política: explica también su origen en
Inglaterra: más todavía , explica su salvación en
este país y su ruína en aquél.
La nobleza fué impotente entre sajones y visi-
258 LECTURA UNDÉCIMA

godos para organizar el gobierno dándole su


fuerza útil y reduciendo ó suprimiendo sus fuer-
zas nocivas; la salud vino de otra fuente: de la
libertad comunal y el derecho político derivado
de la libertad comunal. Donde éste ha perseve-
rado, persevera y progresa el derecho: donde ha
desaparecido, no sobrevive del derecho sino un
recuerdo que exacerba las acritudes del presen-
te con aquel dolor, mayor que todos los dolores,
como llamaba el Dante á las memorias gratas
que se deslizan en medio de la miseria.-Felipe II
tuvo poco que hacer en España, si no es do-
blegar al clero y á los grandes: le bastaba el
molde político de Carlos V, cuyo plan conocéis :
no satisfecho con la unidad fundada por los re-
yes católicos, adormeció la nación con el per-
fume traidor de los laureles, y le arrancó el co-
razón en Villalar.
He mencionado los Estados Unidos. Permitid-
me insistir. Los pensadores verdaderamente li-
berales de Francia reprochan á sus conciuda-
danos haber entendido que la libertad es una
supresión de todo freno y un aniquilamiento casi
completo del imperio de la ley y de la autoridad
pública ; y frente á esta noción errónea han co-
locado el ejemplo de los Estados Unidos, donde
poquísimas acciones escapan del poder social y
todo derecho está defendido por una limitación
de libertad.
No presumo realzar la sociedad de los Estados
Unidos como modelo de perfección; pero es evi-
dente que no puede ser excedida la latitud de
LECTURA UNDÉCIMA 259

los derechos individuales que sus instituciones


garantizan; y entonces es necesario resolver el
contrasentido aparente que resulta estudiando
estas franquicias unidas á tanta restricción le-
gal . El gobierno es indispensable : es un mal
necesario, mientras una acción divina no modi-
ficara la naturaleza del hombre. Imaginadle su-
primido : no queda defensa para los derechos
vulnerados por la inmoralidad convertida en
acto, por el interés ó la pasión convertidos en
criterio. Condénsese en un hombre, en una cla-
se, ó lo que no han visto ó no han querido ver
los explotadores y los visionarios, en un centro
político todas las fuerzas que habilitan la sobe-
ranía para proteger el derecho, y se pondrá en
peligro la libertad: luego, tenemos el despotis-
mo; el peligro de la libertad entraña el de la jus-
ticia: luego, tenemos la tiranía. - Sí, pues , en
un extremo se encuentra la anarquía, una nega-
ción de la libertad, y en el otro el despotismo y
la tiranía, otras negaciones de la libertad, -sólo
puede resolverse el problema estableciendo la
suma total de gobierno que conviene para ha-
cerle adecuado á sus objetos , y dividiendo sus
poderes, desparramándolos, para valerme de la
expresión de Tocqueville, á fin de conseguir que
alcance á todas partes sin aglomerarse en nin-
guna. Tal es la solución á que han llegado los
Estados Unidos, y especialmente los de la Nueva
Inglaterra, y sólo han llegado y sólo han podido
llegar á ella en virtud de la organización muni-
cipal que descentraliza el gobierno, circunscribe
260 LECTURA UNDÉCIMA

en las localidades y sus agentes la gestión de los


intereses parciales, subdivide los poderes con-
solidados en los municipios, arraiga en éstos la
judicatura y la levanta sobre la administración,
robusteciendo así la majestad de la ley y crián-
dole órganos competentes y limitados. Tienen,
pues, fuerza de gobierno, porque quieren tener
garantía de derecho ; pero esa fuerza está dis-
tribuída, porque quieren tener libertad. Si esta
combinación flaqueara en cualquier sentido , la
libertad sería detrimentada. Ella es su base po-
lítica y permanente , como fué su base histórica
y revolucionaria.
Los municipios de Rusia tienen por condición
la propiedad comunal del suelo ; su autonomía
anula, por la naturaleza de su origen, cualquier
derecho personal, y sirve de punto de partida al
gobierno patriarcal de los czares.
Los municipios romanos no eran una institu-
ción de libertad, sino producto de privilegios
otorgados á ciertos centros sometidos que no
tenían ni los derechos romanos, ni los del Lacio,
ni los itálicos, pero á los cuales, en virtud de
conveniencias políticas, no se les doblegaba
tampoco bajo la forma provincia (1). Equivale
á decir que sus franquicias eran un expediente
para embotar pasiones ó resistencias y fortale-

( 1 ) Provincia designa un territorio extra- itálico sometido por la


guerra al pueblo romano (Strab . XVII, 3 § 25) dotado de una orga-
rización provincial, gobernado por un magistrado romano, y tri-
butario, prædium populi romani (Cic. Var. 2, 3 § 7).— Willems,-
Le droit public romain.
LECTURA UNDÉCIMA 261

cer la prepotencia patricia en una época y el


absolutismo imperial después de la ruina de las
mal llamadas libertades romanas .
Sobrepasaría todo límite cómodo si me propu-
siera reflejar el movimiento comunal de la Edad
Media ; pero os haré algunas reflexiones breví-
simas. Cuando veo las guildas de Escandinavia,
cuerpos en cierto modo religiosos y en cierto
modo municipales, análogos á la Santa Herman-
dad de España, conjurarse contra los elementos
políticos entronizados : cuando veo las ciudades
de Italia ampliando sus franquicias judiciales y
administrativas á vuelta de profundas agitacio-
nes : los municipios alemanes transformándose
en entidades señoriales, no encuentro sino
síntomas variables de un mismo fenómeno, - el
que presentan todas las comunas al emancipar-
se en el correr del siglo XI, es decir, una reac-
ción contra el feudalismo , la sustitución de los
derechos de los señores por el derecho real de
las localidades con apoyo de los reyes por medio
de condes y prelados .
En otro terreno, Orígenes y Tertuliano, y
antes que ellos San Lucas, describen la primitiva
organización de las iglesias particulares entre
los cristianos . ( 1 ) Eran municipios.
De esta masa de hechos se desprende que son
los municipios focos en que se han condensado
todos los movimientos de progreso en los instan-

(1 ) Orígenes, Ap. Lib. II-Tertuliano, Ap. Cap. XXXIX,-He-


chos de los Apóstoles XIX .
262 LECTURA UNDÉCIMA

tes críticos de las sociedades, sea que sintieran


la pesadumbre de la tiranía, el hastío de la co-
rrupción ó la nostalgía de la verdad, proscripta
por falsos sistemas políticos ; y se induce tam-
bién, que el municipalismo ha de haber influído
sobre ellos y al contrario , y por último que sobre
él debe descansar la estructura del gobierno, si
se quiere la libertad y no sus apariencias, el de-
recho y no sus falsificaciones.
La libertad existe en los Estados Unidos y no
existe en Alemania ; porque los alemanes se
han limitado á cambiar el señorío del noble por
el señorío de la ciudad , mientras los norte - ame-
ricanos preconizan la autonomía municipal co-
mo una consecuencia del derecho personal y del
fuero doméstico. En ambos órdenes de institu-
ciones hay lógica: ambos duran, porque en uno
se amansa el despotismo y en el otro ha desapa-
recido; su suerte, empero, es diversa, porque el
porvenir no pertenece ni á lo falso ni á lo in-
justo .
Es este, si no me equivoco mucho, el carácter
histórico del municipio. Los pueblos le aman:
los tiranos transigen con él: conforta á los pri-
meros y amedrenta á los segundos, tanto que le
respetan si antiguos errores no les han desemba-
razado de traba tan poderosa: está en la natu-
raleza, y pretende cosas vanas quien presume
llegar á la libertad desdeñándole.
Según esto ¿qué es el municipio? - Dos res-
puestas podrían proponerse á esta pregunta.
Quién os dirá : el municipio es una subdivi-
LECTURA UNDÉCIMA 263

sión del poder ejecutivo en cuanto autoridad


encargada de administrar, -conveniente pero
artificial : facultativa por lo tanto , y cuya exis-
tencia ó cuya desaparición, cuya amplitud ó cu-
ya estrechez, no desfiguran un sistema de insti-
tuciones liberales.
Otros, repeliendo esta opinión, que á la verdad
destruye por la raíz la libertad municipal, suge-
rirán esta otra respuesta : el municipio es en sí
mismo un poder político, que debe ser enume-
rado á la par de los tres poderes en que, se-
gún la doctrina aristotélica, se descompone el
gobierno de un Estado, tenga la categoría de
provincia ó la de nación. - Aplaudo la buena fe
de los que discurren así, pero no participo de su
modo de ver las cosas. El municipio no es un
poder del Estado ni una derivación de cualquie-
ra de ellos. Entiendo por « poderes» , las secciones
en que se divide la autoridad conferida á un go-
bierno. Esta división se hace en razón de la
naturaleza de las funciones correspondientes á
cada rama, pero no en razón de la extensión de
su autoridad. Así, el poder ejecutivo difiere del
poder legislativo en el carácter de su mandato,
pero no difiere en la extensión de su jurisdic-
ción ; ambos obran sobre todo el Estado , y cual-
quier parte del territorio y cualquier persona
que le habite le están igualmente sujetos, y no
puede ser de otra manera, puesto que son ele-
mentos de una entidad conjunta. Luego, cuando
se trata de clasificar una entidad política, basta
observar que abarca en sus funciones un radio
264 LECTURA UNDÉCIMA

mayor ó menor que otra dada, para reconocer


que no pertenece al mismo orden. No puede de-
cirse que la provincia es un poder del gobierno
federal, aparte de cualquier otra razón , porque
la provincia no coopera con igual extensión ju-
risdiccional á los objetos cuya solicitud compar-
ten entre sí el congreso, el presidente y los tri-
bunales de la nación . Bajo este punto de vista,
se encuentran los municipios respecto de la pro-
vincia en el mismo caso que las provincias res-
pecto de la nación . — Municipio, provincia y na-
ción son tres categorías políticas ó tres entida-
des autonómicas con gobierno propio ; de otro
modo, el municipio no es un poder del gobierno
provincial : es una concreción distinta de la so-
beranía. Creo, por lo tanto, que decir << régi-
men municipal » es más correcto que decir « po-
der municipal ».
Preveo una objeción que conviene rebatir
para esclarecer la materia .
Si se asienta que el municipio no es un poder
del gobierno sino una forma elemental de la so-
beranía, ¿ no se sigue de ahí la independencia
absoluta de los municipios, la impotencia de las
leyes para resguardar los derechos privados
contra las absorciones de las comunidades?....
Pienso al revés . Un orden legal fundado en
esta noción será incomparablemente más pode-
roso para mantener en equilibrio el derecho de
los individuos y el interés de los municipios que
el que obedezca á la doctrina que rechazo . Si
el municipio es un poder, es un poder adminis-
LECTURA UNDÉCIMA 265

trativo; es además, por su naturaleza, una per-


sona civil capaz de obligaciones y de derechos.
Ahora, entidades dotadas con este múltiple ca-
rácter son visiblemente más poderosas que las
personas privadas con las cuales pueden encon-
trarse en conflicto : la igualdad desaparece y la
armonía de las relaciones se perturba, porque
ni una ni otra puede subsistir donde haya per-
sonas jurídicas facultadas para hacerse justicia
por su propia mano. -La ley francesa del 14
de Diciembre de 1789 reagravada por la de Plu-
vioso del año VIII de la República y por los per-
feccionamientos centralistas de Napoleón el
Grande, en el solo hecho de alterar la condición
de las comunas ante los tribunales ordinarios ,
adulteró el principio liberal que ellas simbo-
lizaban y fundó la peor de las tiranías, la tiranía
administrativa, sistema arraigado en Francia
bajo todos sus gobiernos ulteriores, diametral-
mente contrario á los intereses de la justicia
social y de la equidad política, que estadistas
incautos ó miopes se han esforzado por incor-
porar en el plan democrático de la América del
Sud . Pero supóngase la doctrina opuesta. Bas-
ta que el municipio sea una entidad distinta del
gobierno general para que toda posibilidad de
tiranía administrativa se desvanezca . El muni-
cipio es radicalmente inhábil para garantir el
derecho, es decir, para dar la ley, que debiendo
ser general, es de competencia del Estado. Lue-
go, si su función se reduce á gestionar los inte-
reses y nada más que los intereses locales, —se
266 LECTURA UNDÉCIMA

sigue indivisiblemente, que es una persona civil


sometida á la ley que regla todas las relaciones ,
y á la jurisdicción de los agentes que ella cría
para resguardo de todos los derechos . Dupont
White entiende que el gobierno comunal, siendo
uno, es necesariamente absoluto . Su error pro-
viene de considerar los municipios como agen-
cias de la administración central; pero repután-
dolos libres por su capacidad y sujetos de dere-
cho por su naturaleza, todo temor se disipa.
Entre poderes de igual categoría pueden sobre-
venir conflictos, pero no entre la ley y las per-
sonas sub lege, porque éstas deben forzosamente
ceder. Así el absolutismo reaparece, aunque se
le suprima de la cúspide, cuando se multiplican
irresponsabilidades y se expone el derecho des-
armado á los avances del poder; y al contrario,
resulta la libertad cuando se organiza, bajo el
imperio de la ley, la independencia comunal y
la igualdad de todas las personas, individuas ó
colectivas, visibles ó jurídicas.
Señores : los argentinos hemos errado crasa-
mente en este punto . Uno de los detalles más
prominentes de la Reforma acometida en Bue-
nos Aires en 1821 fué la supresión de los cabil-
dos, sustituidos por una administración centra-
lizada, Juzgados de Paz de molde napoleónico
y tribunales de primera instancia que elimina-
ron el carácter popular de la justicia é hicieron
de sus funciones el monopolio de un gremio .
Al deplorarlo, estoy lejos de suscribir á las ideas
del Dogma socialista que á pesar de haber olvi-
LECTURA UNDÉCIMA 267

dado la institución municipal en su plan de or-


ganización democrática, exagera en un capítulo
que el señor Alberdi redactó y ha reproducido y
ampliado más tarde, ( 1 ) el papel de los estable-
cimientos comunales del régimen colonial.
Las municipalidades coloniales eran, desde
luego, deficientes por su origen. El voto de los
vecinos no intervenía en la designación de los
funcionarios sino para la primera instalación
de un cabildo, que en adelante se renovaba por
elección de los regidores ó por venta de los ofi-
cios anuales y se integraba con magistrados de
real nombramiento . El derecho municipal, por
otra parte, era un privilegio y no un principio
universal de orden social. Fuera de las ciudades
y villas privilegiadas sólo había una masa sub-
yugada bajo el patrocinio feudal de los encomen-
deros y propietarios , ó bajo el desgobierno y la
inseguridad de un estado nómade , sin que ley
alguna autorizara á las poblaciones rurales , cual-
quiera que fuese su importancia, á organizarse
como municipios ni aun como burgos según el
modelo de la Edad Media. Empero , sería hasta
cierto punto justificado el juicio en demasía,
favorable del señor Alberdi, si no obstante esto,
los cabildos hubieran tenido una estructura re-
gular. Mas no era así. Los cabildos aglomeraban
en su unidad como cuerpo atribuciones judicia-
les, administrativas y políticas.

(1) Bases y puntos de partida de la organización de la República


Argentina.
268 LECTURA UNDÉCIMA

Es obvio que la primer jerarquía de los tribu-


nales debe ser municipal en un pueblo que quiere
ser bien gobernado ; de lo contrario, la justicia se
hace dispendiosa y tal vez opresiva, gremial en
vez de ser popular: reemplaza la idea de lo buen o
y de lo equitativo en la regla positiva de las re-
laciones con un criterio convencional y rutina-
rio: la conciencia con la fórmula, el arbitraje de
los agentes de la comunidad con una autoridad
exótica. De aquí el Jurado y la administración
municipal de justicia en Nueva Inglaterra; pero
es una confusión deplorable y que bastardea la
doctrina, atribuir á las municipalidades todo lo
que parece pertenecer á los municipios. El siste-
ma español incorporaba á los cabildos los jueces
locales y confería al cuerpo mismo atribuciones
judiciales en apelación. Este error destruye
todo : centraliza medios distintos de gobierno y
deja indefensos á los particulares y en peligro
á las leyes. En un buen régimen, los jueces tienen
poder sobre los funcionarios administrativos
para cohibirles al recto desempeño de su man-
dato y para dirimir las contiendas en que sea
parte la persona civil que ellos representan .
Concéntrense todas estas atribuciones y des-
aparece el equilibrio que es la condición , mecá-
nica digámoslo así, de la libertad. Derecho del
municipio quiere decir derecho del vecindario .
Interpretarle, pues, en el sentido que critico , es
una extravagancia igual á la de aquellos demó-
cratas franceses que, por pertenecer originaria-
mente al pueblo el derecho de gobernar, con-
LECTURA UNDÉCIMA 269

cluían que toda autoridad positiva debe residir


en una asamblea soberana; es el resultado de
una dialéctica que discurre con datos incomple-
tos y pretende construir una teoría con un solo
y el más simple de sus elementos.
Además poseían atribuciones políticas que
habrían favorecido el progreso de las ideas li-
berales si hubieran estado limitadas á suscitar
la acción del pueblo para reconstruir los pode-
res superiores ; pero el papel político de los ca-
bildos entendido así responde á una faz muy
adelantada del gobierno popular. La ley colonial
les autorizaba para asumir interinamente el go-
bierno en el evento de una acefalía. Como ella
no aceptaba el derecho del pueblo para consti-
tuir su gobierno , debía en circunstancias críticas,
adoptar el expediente menos capaz de amenguar
el poder real depositándolo en cualquier autori-
dad legal mientras no fuese provisto por el
trono. El peligro que corría con ser más condes-
cendiente es palpable por los efectos del plebis-
cito del 14 de Agosto de 1806 en Buenos Aires.-
Por lo demás, estas facultades y la restricción
del privilegio municipal exponían los pueblos á
ser víctimas de las agitaciones é intrigas de las
ciudades cabeceras de provincia. Su consecuen-
cia era lisamente la prepotencia patricia en épo-
cas turbulentas. Ella sirvió para honra y prove-
cho del país en 1806 y 1810 ; pero cuando las
contiendas políticas avivaron los intereses de
partido y de facción y aceleraron la descompo-
sición de la vieja sociedad , el cabildo de Buenos
270 LECTURA UNDÉCIMA

Aires, y á su sombra los bandos de la capital,


imponían á la provincia y á la nación leyes,
constituciones y gobernantes. Representaba
este papel, llevado á su más deplorable exagera-
ción en 1820, cuando bajo la inspiración de Ri-
vadavia, fué suprimido en Diciembre de 1821 .
Este hecho se explica por los antecedentes
indicados. Lo que no es justificable es el error
de los estadistas que en vez de dirigir la reforma
á ampliar las libertades locales, apoyándose en
el elemento sano del régimen antiguo, arrasaron
todo, y criaron un poder casi omnímodo , funda-
do sobre el sufragio universal, es cierto , pero
anti-liberal por cuanto debía gobernar una ma-
sa desorganizada, indefensa, privada de todo
campo de vida y gobierno propios y de todo me-
dio de recomponer las instituciones cuando tre-
pidan, si no es por un patronazgo dictatorial ó
faccioso. No se advirtió al punto el error: le
disimulaban las cualidades morales de los hom-
bres que dirigían el mecanismo recién montado;
pero al organizar un gobierno no debe contarse
con la virtud de los gobernantes, sino con la fla-
queza humana, de suerte que los malos no en-
cuentren en su complexión medios tan dóciles
como halló Rosas en nuestro sistema adminis-
trativo y político para tiranizar una vez que
ocupó el puesto.de Rivadavia y de Dorrego . El
disimulo se ha convertido en idolatría. —La me-
moria de los grandes hombres perseguidos por
Rosas ha sido exaltada hasta el extremo de con-
sagrar todos sus errores y defender fanáticamen-
LECTURA UNDÉCIMA 271

te cuanto ellos produjeron . El silencio del Dog-


ma en este punto y su admiración por las
instituciones deterioradas que transplantaron á
América los españoles de la decadencia, cuando
en la península misma su naturaleza y modo de
funcionar habían llegado á ser, como los estados
generales de Francia en la víspera de la revolu-
ción, una cuestión de arqueología,-son un sín-
toma de que el virus de falsas doctrinas liberales ,
del centralismo bajo sus formas más falaces , de
la omnipotencia doctoral, de clase y de facción ,
se habían infiltrado hondamente en el elemento
pensador y directivo de la política . El producto
de esta perversión de las ideas está patente en
los ensayos constitucionales posteriores á 1852,
y en la pereza del pueblo, cuya minoría se re-
puta libre cuando no es sino negligente, y cuya
enorme mayoría gime bajo un despotismo insi-
dioso encarnado en agentes que, sin duda por
irrisión, no se llaman procónsules sino jueces
de paz, la entidad imperial con nombre inglés ,—
ó se alucina cuando le conducen á los comicios
como aquellos esclavos que se disfrazaban de
reyes para las fiestas del tambor.
Urge la reforma : meditemos sus condiciones.
Apenas hay, con excepción de Francia , una
nación civilizada que acepte el sufragio univer-
sal en materias municipales. La mayor parte de
los estados en la Unión norte- americana , Bélgi-
ca, Italia, Inglaterra, Prusia, Austria y aun la
Suiza, tan avanzada en la organización republi-
cana, restringen el derecho electoral en este
272 LECTURA UNDÉCIMA

punto más o menos parsimoniosamente , llegan-


do algunas constituciones á ser más exigentes
en la calificación de los electores municipales
que de los electores políticos. - La desmorali-
zación administrativa de Nueva York es atri-
buída por muchos á la latitud conferida á esta
franquicia. (1) En presencia de estos datos se
concluye que el sufragio universal debe ser ri-
gorosamente eliminado cuando se trata de echar
las bases electorales del gobierno municipal.
Ya presumiréis que pienso lo contrario, puesto
que he declarado no percibir el fundamento de
las exclusiones electorales (2) ; y llevo ganado
el debate para los que conceden el sufragio uni-
versal respecto del gobierno político, que si
difiere del gobierno municipal es por circuns-
tancias que hacen más grave la responsabilidad
de los electores y de los elegidos en los asuntos
del Estado que en los asuntos del vecindario.
Por más que vea, en consecuencia, en Nueva
York y más cerca que en Nueva York, los es-
tragos ocasionados por administraciones que re-
presentan, antes que el interés de la parte ho-
nesta de un vecindario , el de facciones sordidas
complotadas para explotar la comunidad, la
lógica me veda aceptar como remedio un ex-
pediente ilegítimo, y me obliga á buscar re-

( 1 ) Se requiere, según el artículo II, Sección 1.ª de la constitu-


ción de Nueva York para ser elector en el orden municipal diez
días de ciudadanía, ó un año de residencia en el Estado y cuatro
meses en el condado en que debe tener lugar la elección.
2 ) Véase la Lectura VIII.
LECTURA UNDÉCIMA 273

curso para repararlos en los resortes propios


del gobierno democrático . Desórdenes semejan-
tes no provienen de una causa simple, y es
implicante afirmar que los produce el hecho de
que todos los interesados en tener una buena
administración municipal tomen parte en la elec-
ción de sus funcionarios. Los autoriza, desde lue-
go, la falta de responsabilidad efectiva de los de-
legados comunales ; y ésta nace , ó bien de la im-
potencia de los tribunales á su respecto , es decir,
de un vicio de organización; ó bien, de la tole-
rancia ó la timidez de los particulares que se
abstienen de acogerse á las garantías de la ley
cuando la renta es malversada ó se vulnera, en
cualquier sentido , el interés encabezado por las
administraciones locales, es decir, de un estado
mal sano de la sociedad , de una depresión del
sentido moral y de la energía cívica. - Otra de
sus causas puede ser la preponderancia de ele-
mentos viciados ó corruptibles; y el sistema de-
mocrático es el único que puede neutralizarlos.
El mal no se obvia sometiéndose á los ricos , sino
conteniendo la influencia de los malos con la
influencia de los buenos, sean pobres ó ricos, por
medio de la proporcionalidad en la representa-
ción. Es sofístico argumentar que si el gobierno
municipal es el gobierno propio por excelencia,
no deben tener parte en él sino los que pagan
las contribuciones locales: primero , porque di-
recta ó indirectamente, todos concurren á la
formación de las rentas públicas ; y además,
porque los intereses municipales, educación,
274 LECTURA UNDÉCIMA

ornato, seguridad , higiene, afectan indistinta-


mente y por igual á todos los que tienen una
vida que defender, hijos que educar, á todos, en
una palabra, pues el vecindario es la familia
común y el municipio es la pequeña patria á
la cual nos vinculan, por lo menos, los afectos
y las esperanzas.
Más generosos ó más incautos que pueblo
alguno del mundo, hemos concedido á todo
extranjero la franquicia electoral, bien que como
no tenemos municipio, ese derecho es ilusorio
como el del sufragio universal en la comuna
francesa. Pienso que el origen de un individuo
no puede abonar filosóficamente su exclusión del
derecho á intervenir en el gobierno á que se
somete, y pienso á la vez que ni es deshonroso
ni debe inferir perjuicio el adoptar sucesiva ó
alternativamente la ciudadanía de los países en
que se resida; pero lo que no me parece cuerdo
es que las leyes otorguen á los inmigrantes
conjuntamente los privilegios del ciudadano y
los del extranjero, y les autoricen á intervenir
en el gobierno de un país con el cual no con-
traen ningún deber cívico . Y no se explique esta
condescendencia diciendo que el extranjero es
afectado por la administración municipal,
puesto que igualmente le afecta la marcha del
Estado , de la cual depende su seguridad y
bienestar. Sobre todo, es evidentemente peli-
groso armar con estas prerrogativas la masa
flotante que afluye de todas las regiones del
mundo á un país en colonización como el nues-
LECTURA UNDÉCIMA 275

tro; de modo que, por lo que toca á los extran-


jeros, conviene y es legítimo al menos limitar å
los domiciliados el derecho electoral.
Encuentro en estas condiciones las bases del
gobierno municipal concordes con el princi-
pio democrático; pero ellas podrían sustentar,
por excelentes que sean, una pésima institu-
ción, si no se prepara bajo un plan correcto la
distribución de sus funciones y de sus agen-
tes.
En Massachussets no existe forma alguna de
concejo representativo para la administración
comunal. Cada ramo de servicio municipal está
á cargo de un funcionario elegido anualmente.
Las select-men son independientes entre sí, pero
responsables judicialmente; de manera que no
son movidos por la solidaridad de su acción,
sino por la presión de los tribunales y de la
opinión pública. Los impuestos , las obras públi-
cas, toda innovación en los negocios son acorda-
dos por una asamblea vecinal en que tienen voz
y voto los que ejercen el derecho electoral ,
llamado town-meeting y semejante á la vestry
inglesa y á los cabildos abiertos de nuestra
antigua institución colonial. Este arreglo arran-
ca de los primitivos establecimientos puritanos
de Nueva Inglaterra, en que la vida era poco
complicada y la población escasa; pero siquiera
no sea adaptable á nuestro país , tanto por la
distinta base electoral en que deben reposar
nuestros municipios y que hace inaplicable el
sistema de las deliberaciones directas de los
276 LECTURA UNDÉCIMA

vecindarios, á menos que se le reduzca á los


términos que reviste en Béljica, — cuanto por la
extensión de nuestras subdivisiones territoria.
les, no obstante, obedece á principios tutelares
y contiene los principales elementos de una
organización completa. - Toma como unidad
gobernante el vecindario, y dispersa la acción
de sus representantes, criando agencias especia-
les para cada uno de los asuntos en que se des-
compone el interés doméstico que sirven.
Sustancialmente el plan no puede ser mejo-
rado cuando se huye de investir en los poderes
locales el absolutismo que se arrebata del poder
central; pero es susceptible de reforma en las
aplicaciones de detalle para ponerle al alcance
de cualquier sociedad.
Por mi parte, entiendo que son preferibles las
agencias colectivas á las unipersonales; porque
si las responsabilidades son ó parecen más efica-
ces cuando recaen sobre una sola cabeza, el
sistema opuesto reune á la ventaja de poder
aglomerar mayor ilustración en la gestión de
los negocios públicos, la de poder llevar al go-
bierno municipal los representantes de diversas
opiniones y círculos . Dada la elección singular
por la unipersonalidad de los agentes populares,
se arriesga que la autoridad sea monopolizada
por cábalas poco escrupulosas y camaraderías
de vecindad; y si alguna forma del gobierno
necesita ser fuerte por la simpatía que susciten
en torno suyo la pureza y el patriotismo, es sin
duda el gobierno de los municipios.
LECTURA UNDÉCIMA 277

Aparte de esta faz de la descentralización, y


concretando nuestras reflexiones á la forma
civil y administrativa del municipio, hay otra
que no puedo prescindir de indicaros, ni el
legislador de tener en cuenta, si nuestra expe-
riencia no ha de ser una escuela estéril.
Así como ciertos intereses que exceden el lí-
mite del municipio ó de la comuna sin entrar en
la categoría del Estado, crían entidades inter-
medias, como el departamento francés, el con-
dado en Inglaterra, en Escocia, en Estados Uni-
dos, el landrath en Prusia, etc. , hay otros,
digámoslo así, caseros, que deben estar á cargo
de entidades elementales como la parroquia ó
el cuartel, para servirme de nuestras denomina-
ciones administrativas, dotadas con suficiente
libertad y poder para sus objetos y que sean el
punto de partida de la construcción guberna-
tiva.
Detengámonos en un teatro inmediato de ob-
servaciones. La provincia de Buenos Aires está
dividida en dos sociedades específicamente di-
versas: una población diseminada en las cam-
pañas que forma cuerpo condensándose alre-
dedor de burgos más o menos numerosos : una
ciudad populosa extendida sobre una superficie
vasta, de la cual se ha pretendido y se pretende
hacer en masa un municipio centralista.
Para organizar la campaña sería indispensa-
ble hacer, en cierta medida, independiente el
cuartel; pero aun suponiendo que su atraso
deba limitar la reforma á darle á cada uno ad-
280 LECTURA UNDÉCIMA

posee, mal grado de su heroísmo , de su genero-


sidad, de su vocación democrática indómita y
precoz. -No quiero adularle porque le amo; y lo
primero que debo á mi país es la verdad. - Si,
pues , de todo lo dicho se deduce que el munici-
pio es una extensión de la familia y una escuela
práctica de la libertad, yo no insistiré en análi-
sis que lastiman y ruborizan . Estudiad nuestra
situación: comparad y decidid ..... Sufragio uni-
versal tiene la Francia, y ha soportado el despo-
tismo que ponía trabas á su genio , derribaba sus
cátedras libres, fomentaba semillas pestilen -
ciales y la arrastró á las ignominias de Sedan.—
Civilización copiosa tiene la Prusia, y los hom-
bres se doblan bajo el peso de las ofrendas
reclamadas por la deidad imperial, hostias dolo-
rosas que no se cansa de devorar el militarismo
implacable.-Un elemento de libertad no es la
libertad .
LECTURA XII

Organización democrática. - Sistema federal.-La provincia .

SEÑORES :

Reparado el olvido del Dogma socialista res-


pecto á los municipios, podemos reasumir su
análisis tomando en cuenta la explanación de
la 15a palabra simbólica de la Asociación «Mayo »> ,
que afecta por su materia lo más atrayente de
la política y lo más vivo de la revolución . La
unidad y la federación se habían chocado en las
corrientes de la opinión cuando ésta subió hasta
los conceptos científicos: su nombre maleado
hasta volverlo divisa facciosa había sido la voz
de orden de arranques turbulentos que removie-
ron el lodo en las entrañas de una sociedad en-
ferma y levantaron la tiranía . Los que simpli-
ficaban su credo y purificaban su corazón para
aliarse contra el tirano no podían satisfacerse
con ponerle en tierra; le aborrecían porque era
un malvado: le combatían porque enredaba el
drama revolucionario; importábales concor-
darse para reconstruir la patria al dispersar la
282 LECTURA DUODÉCIMA

grey. Iluminados por el principio metodoló-


gico que preconizaron, pidieron á la experiencia
datos y vías inductivas en el problema que se
veían precisados á afrontar. El capítulo que co-
mento encierra en cláusulas lacónicas el resul-
tado de sus indagaciones, enumerando los pre-
cedentes unitarios y los precedentes federativos
que se desprenden de la política y de la socia-
bilidad de nuestro país antes y después de la
revolución; y á salvo errores, que llevo en parte
salvados, su estudio revela detenimiento y saga-
cidad.-Llegado el momento de decidirse dije-
ron : « Abnegación de las simpatías que puedan
» ligarnos á las dos grandes fracciones que se han
disputado el poderío durante la revolución ».—
Como esta palabra podría ser obscura, la expli-
caron añadiendo: « abnegación, no personal,
sino política » : abnegación , no de los intereses
facciosos, «<< sino de las tendencias exclusivas de
ambos principios » .

El procedimiento del Dogma no estaba á la


altura de la ciencia. Aglomerando los datos de
una cuestión principal, y absteniéndose de resol-
verla, frustraba su propio esfuerzo.
Del punto de mira político , encierra bajo apa-
riencias animosas, un acto de timidez. Después
de analizar los antecedentes domésticos de las
doctrinas constitucionales , era indispensable
pesar su mérito respectivo y escoger; pero en
vez de intentarlo, se limitó á explicar las cir-
LECTURA DUODÉCIMA 283

cunstancias que sinceraban á los partidos. - Esta


disculpa y el lema levantado como su conse-
cuencia pueden probar cierta imparcialidad
especulativa, pero entrañan la absolución histó-
rica y el repudio político de federales y uni-
tarios.
La juventud de 1837 reaccionaba contra la ti-
ranía, y al mismo tiempo contra el método , el
exclusivismo y la arrogancia de los unitarios.
Por eso amnistiaba todos los errores, en lo cual
era equitativa más bien que generosa; pero al
desvincularse de cualquier solidaridad en los
entusiasmos y los odios de los antiguos partidos,
se habilitaba para observar serenamente , y no
podía ocultársele este hecho manifiesto en los
sucesos recientes: que la tiranía surgió del des-
orden social y la anarquía de haber sido desoí-
do el voto, tanto más enérgico cuanto menos
reflexivo, de los pueblos, y desechado el credo
en cierto modo profético de Dorrego. Si, pues,
el sistema unitario había fracasado irremisible-
mente después de dos ensayos: si la muchedum-
bre y fuertes grupos de la fracción culta pedían
el sistema contrario como prenda de fraternidad
y base de la unidad republicana argentina; si
ella aspiraba á obràs sólidas y libres de cone-
xión con el pasado, y afirmaba categóricamente
que constituir un país equivale á ordenar sus
fuerzas vivas bajo el amparo de un principio en
que concuerden,-se sigue, que tuvo oportunidad
y luces suficientes para formalizar sin rodeos la
doctrina constitucional en que más tarde buscó
284 LECTURA DUODÉCIMA

la República la libertad, el bienestar y el de-


coro.
Sin embargo, dos obstáculos la retuvieron.
Los viejos unitarios desdeñaban aquella ju-
ventud << turbulenta y romántica » que se ne-
gaba á imitar á D. Juan Cruz Varela en la res-
tauración de telas clásicas , y pedía á su corazón
lozano y á la sociedad estremecida con los so-
bresaltos de la primera edad una inspiración
rica y flamante : su ritmo á nuestros ríos, su
aroma á las brisas que rozan la sábana desierta
y la flexible corona de nuestros bosques vírge-
nes: juventud << versátil y cismática » que se
emancipaba de los que tenían en su mano
cetro del pensamiento» , y osaban promulgar un
dogma novedoso « inmaturo producto de su aca-
loramiento pueril » . La juventud acometía á
través de este desdén como á través de las som-
brías amenazas del tirano ; pero no le era dado
desembarazarse del respeto que le infundían
los hombres envejecidos en el trabajo y en el
mérito, y que por fidelidad á su bandera, se
agriaban ó desfallecían en el destierro privados
del sol de la patria que tan grato debe ser cuan-
do la perspectiva ineludible ya de la muerte co-
mienza á enfriar la sangre. —Si hubiera conven-
cido de error á esa falange intransigente y ex-
puesto abiertamente el sistema federal se habría
enajenado su concurso en el propósito inmedia-
to en que compartían su acción . Por otra parte,
la palabra «< federación » estaba desprestigiada
en fuerza de resonar en labios que saboreaban
LECTURA DUODECIMA 285

sangre ó la lisonja que abundaba en corazones


cobardes.- El Sr. Sarmiento fué, que yo sepa,
el primero que convertido y rectificando el Fa-
cundo con el Argirópolis, enunció valientemente
la doctrina eludida en 1837 por sus contemporá-
neos. No sé si yerro en la explicación, pero el
hecho es que sobrepasaron todos los escrúpulos
de la prudencia, y que su reserva les arrojó en
el absurdo. Por no escoger entre la federación
y la unidad, declararon que rechazaban uno y
otro principio; y como ellos son los dos únicos
sistemas concebibles para organizar una Repú-
blica, aparentaban aspirar á un objeto repe-
liendo todos los medios de obtenerlo.
Ahora, es para mí evidente que una genera-
ción no incide con impunidad en errores de ta-
maña importancia; porque la fe ó la duda en un
principio se arraigan tenazmente en el espíritu ,
cuando convertidas en actos, comprometen en
sentidos dados el honor ó la vanagloria de los
hombres. La generación de 1837 no tenía fe en
el sistema federal, ó la tenía muy imperfecta, y
el excepticismo doctrinario conduce al empiris-
mo político: las medias tintas del pensamiento
se convierten en obras incompletas y en legisla-
ciones truncas.
Hemos removido ya suficiente número de
ideas para abarcar con poco esfuerzo la justifi-
cación teórica del sistema federativo . Tiene su
raíz en la misma doctrina que abona la libertad
de los municipios: doctrina extensa y circuns-
tancial al mismo tiempo , que abraza, sin decli-
286 LECTURA DUODÉCIMA

nar en rigor, todas las faces del derecho político


y expresa la libertad en todas las graduaciones
del orden social.
Si toda acción humana es un tanto más intensa
cuanto mayor número de nuestras facultades y
de nuestros móviles compromete : si la libertad
es gobierno propio, es decir, acción del pueblo
sobre sí mismo,-es cosa muy clara que la exce-
lencia de cada sistema político está en razón de
la latitud que deja á cada grupo de sociedad
para gobernarse en lo que le interesa privativa-
mente; porque en los trabajos que reclama el
servicio local, el ciudadano es sostenido é im-
pulsado , no sólo por las ideas que posee respecto
del bienestar común, sino además por el patrio-
tismo en su mayor energía. En efecto, el pa-
tiotismo es una forma del sentimiento social,
que tiene su irradiación primaria en el centro
doméstico y se desenvuelve hasta la simpatía
humanitaria, tanto más difusa cuanto más ancho
es su radio ; así es que el hombre ama más á su
familia que á su grupo , á su grupo más que á su
nación, á su nación más que á su raza ; y cual-
quier otro desenvolvimiento de las afecciones
es anormal, ficticio ó malsano.
Además, hemos advertido antes de ahora, que
hay tanto peligro en enervar el gobierno como
en hacerle formidable concentrándole. De aquí
la necesidad de multiplicar sus centros, siguien-
do las circunscripciones de los intereses que
debe dirigir, de las relaciones que debe moderar.
Quien quiera que en virtud de estas observa-
LECTURA DUODÉCIMA 287

ciones acepte la libertad municipal, no puede,


siendo lógico , detenerse y rechazar parte algu-
na de las consecuencias que implican. ― La no-
ción de provincia confirma y completa la noción
de municipio : la naturaleza y el papel de ambos
son explicados por la misma ley y responden al
mismo ideal. Por eso he dicho hace pocas no-
ches que la teoría del gobierno libre y la teoría
del gobierno federativo son indiscernibles . Un
individuo frente á la prepotencia de una nación
compacta es un infusorio en una vorágine, una
molécula en la masa de un cuerpo: el total soli-
dario le absorbe; pero robustecedle añadiendo á
su dignidad el prestigio de las entidades orgá-
nicas en que naturalmente se afilia, la familia, el
municipio, la provincia : tenéis otro hombre , el
hombre libre, poderoso contra el conjunto bajo
la égida de la ley y que nada teme porque la
autoridad que le gobierna está distribuída en
una jerarquía compleja.
Prescindo de demostrar que si puede suscitar-
se alguna duda respecto del interés especial que
sus propias afecciones sugieren á los individuos
en el gobierno seccional, - ninguna tiene aside-
ro cuando se afirma que, circunscribiendo los
gobiernos, se obtiene que el de cada localidad
sea ejercido con conocimiento más cabal de las
necesidades é índole de la fracción sobre la
cual opera.
Omito también probar que este sistema consul-
ta como ninguno aquella regla del trabajo diri-
gida á obtener el mayor resultado con el menor
288 LECTURA DUODÉCIMA

esfuerzo, porque dividiendo la obra y multipli-


cando los obreros, puede ser ejecutada fácil y
rápidamente sin echar sobre los hombros tareas
superiores á su fuerza y responsabilidades que
sea imposible desempeñar. A este propósito
responden sin duda la institución de los pode-
res locales en Flandes y en Holanda y bajo la
actual constitución de Bélgica, los Estados par-
ticulares de Francia bajo el antiguo régimen y
las asambleas provinciales en la monarquía del
Brasil.
Mas, aunque me abstenga de entrar en estos
aspectos de la materia, no debo descuidar otros
puntos de vista, que si no me equivoco mucho ,
son concluyentes.
El gobierno democrático no abre empíreos á
los pueblos como lo fingen los explotadores ó lo
imaginan en sueños de sibaritismo los visiona-
rios . Es labor y lucha: lucha constante y labor
enorme, precisamente porque es la condición
natural de las sociedades humanas; ninguno
otro es tan difícil, y entre diversas causas, por-
que es delicadísimo y degenerable en dos senti-
dos: el despotismo y la anarquía. Pueblo que
quiere ser libre debe precaverse contra el go-
bierno y contra sí mismo; y ninguna precaución
puedo comparar á la que comporta en sí mismo
el régimen federativo. Complica los resortes
del gobierno, y por consecuencia, elimina las vo-
luptuosidades corruptoras de la omnipotencia y
entorpece la acción de los que han alojado en su
pecho el demonio de la tiranía y de la ambición ;
LECTURA DUODÉCIMA 289

subdivide las esferas políticas, y por consiguien-


te, impide que una violencia perdonada , que
una demasía victoriosa, perturben desde la su-
perficie hasta el fondo todo un plan de garantías
civiles y políticas. Es igualmente poderoso con-
tra la anarquía. Cualquier autoridad está á la
vez tanto más expuesta á corromperse y á ser
derribada si pierde vigor, cuanto más simple y
personalizada sea; por eso el sistema federal que
cría distintos gobiernos con órbitas propias y
que gravitan hacia un centro común, ataja efi-
cazmente los asaltos de la anarquía , oponiéndole
la ley y la fuerza moral de la nación , más la ley
y la fuerza moral de cada entidad autonómica.
En otro sentido abunda también en segurida-
des para los pueblos. En tanto que la pasión
que arrastra y la razón que moraliza estén des-
equilibradas en el hombre, todo respeto entre
pueblos soberanos dependerá de la fuerza . El
Derecho Internacional es filosofía ó es burla: es-
peculación abstracta ó envoltura acomodaticia
de todas las iniquidades que pueden ser defen-
didas con pólvora y con balas. - De esta situa-
ción anómala y anticristiana, pero no por eso
menos real ni menos duradera, resultan dos pe-
ligros para las naciones: su debilidad ante el ex-
tranjero cuando son muy pequeñas: su debilidad
ante el gobierno cuando son muy grandes y le
dan una fuerza, que en lo ordinario de la histo-
ria, no les suscita respeto en el exterior sino en
cambio de la inmolación de sus libertades . Sólo
el régimen federal puede esquivar uno y otro
290 LECTURA DUODÉCIMA

precipicio. A la ventaja de la grandeza nacio-


nal, reune la reducción del teatro en que los go-
biernos obran en lo interno, y garantiza al pue-
blo contra sus enemigos de fuera sin obligarle á
sacrificar sus derechos so pretexto de su segu-
ridad.
Pero aún hay otro riesgo para la democracia.—
Lord Macaulay ha profetizado á los Estados
Unidos el despotismo ó la devastación , el día en
que el incremento de la población y de la manu-
factura haga subir el precio de la tierra y bajar
el del trabajo manual, porque el pauperismo es
más temible donde , al revés de lo que sucede en
Inglaterra, sea una misma la clase que sufre y
la clase que gobierna. No puedo detenerme á
criticar á fondo este vaticinio ; pero notaré que
Inglaterra, y ésta es su gloria y su esperanza,-
no disipa las tormentas sociales sino porque
cede á las exigencias justas de los que padecen,
lo cual equivale á dejarles gobernar en cierta
medida y en ciertos momentos; y como, además ,
la tendencia de sus reformas electorales sucesi-
vas es extender el derecho político de día en
día, síguese que se salva democratizándose (1).

(1 ) No debe olvidarse la extensión y los caracteres especialísi-


mos que tiene en Inglaterra el derecho de petición. Las leyes ca-
pitales son en este gran pueblo producto de una larga elaboración,
y generalmente la idea de cualquier reforma entra en el parlamen-
to por medio de peticiones ratificadas en dos sesiones y esclarecidas
por pesquisas minuciosas y severas encargadas á comisiones de su
seno y en las cuales son oídos todos los interesados en la cuestión ,
cualquiera que sean sus condiciones.
LECTURA DUODECIMA 291

-El fin del gobierno no es sojuzgar una clase é


impedirle quejarse por la prepotencia de la otra:
es promover el bienestar general, según la her-
mosa fórmula de la constitución norte - america-
Lo que lord Macaulay no ha reparado es
que los Estados Unidos acatando las autono-
mías parciales para presidir los intereses y
modificar los fenómenos susceptibles de ser cir-
cunscriptos, y lo son cuantos afectan la condi-
ción económica de los pueblos , que varía por su
situación geográfica, por la naturaleza de sus
productos y de sus industrias, -han desarmado
las contiendas sociales, porque las aislan en su
teatro originario y les impiden tomar las dimen-
siones de un peligro nacional. En igualdad de
condiciones, la ventaja está de parte del pueblo
que tenga un gobierno más flexible , no por su
debilidad, sino porque la perfección de su orga-
nismo le haga más acomodaticio á las transfor-
maciones eventuales de la complexión social.
Si á un movimiento de reforma originado en una
necesidad viva se opone una fuerza compacta é
implacable, la pasión rebosa como una corriente
rota contra obstáculos que la atajan sin deri-
varla.
Descansa, pues, el sistema federativo en la
doctrina política más sana y responde á conve-
niencias universales que realzo para sincerar el
trabajo de fraccionamiento y descomposición
que lo ha producido en la República, como inte-
resa, más que á nadie , á los que rechazamos toda
solidaridad con sus excesos y desviaciones. Los
292 LECTURA DUODÉCIMA

orígenes históricos de la federación argentina


son, en efecto, opuestos á los que tuvo en el país
sobre cuya constitución está calcada la nues-
tra.-Niégalo un pensador argentino , (1) cuyas
opiniones merecen el mayor respeto, y su au-
toridad es bastante grave para poner en peligro
mi afirmación si no la resguardo.
Vosotros habéis leído sin duda el Federalista,
el más sesudo y animado comentario de la cons-
titución de los Estados Unidos. Reparad en su
método y en su punto de mira: se propone de-
mostrar la necesidad de constituir un gobierno
común, de formar una nacionalidad vinculando
en un solo pueblo los diversos estados emanci-
pados por la declaratoria del 4 de Julio de 1776.
Tratábase pues de allegar lo que estaba primi-
tivamente disperso ; y á la verdad , no existían
entre las colonias inglesas del norte de América,
diversas por su origen, oficial en unas, religioso
ó mercantil , pero libre en otras, mayores lazos
que los que unían los varios virreinatos y capita-
nías generales del sur del continente que han
formado después de emanciparse nacionalidades
independientes . Ni la alianza de Nueva Ingla-
terra en 1643 ni el congreso de 1754 tuvieron
sino una misión transitoria y eventual, á pesar
de que en el último sugirió Franklin el pensa-
miento de organizar una unión más estable. La
asamblea de Nueva York en 1765 convocada con

(1) El Dr. Rawson, Discurso en el Senado Nacional contra el


proyecto defederalización de la provincia de Buenos Aires. - 1862.
LECTURA DUODÉCIMA 293

motivo del conflicto sobre el papel sellado, y


aun el congreso de Filadelfia en 1774, malgrado
del peligro inminente que intimaba las relacio-
nes intercoloniales, abstuviéronse , no ya de pre-
conizar la nacionalidad como un hecho preexis-
tente, sino aún de iniciarle para lo ulterior. Su
primer esbozo está en los artículos de confede-
ración de 1779.
Nuestro desarrollo histórico ha tenido nece-
sariamente el carácter opuesto, porque lo era
nuestro punto de partida: ellos procedían de la
diversidad á la unidad, nosotros de la unidad á
la diversidad. La revolución nacional no surgió
de un acuerdo entre Estados ó colonias diver-
sos , sino de la iniciativa de un cabildo y del
pueblo de la capital, cuyo impulso estaban habi-
tuados á obedecer todos los grupos que compo-
nían el virreinato centralista . En 1814 fueron
reconocidos como provincias tres distritos del
litoral, en 1820 cuatro del interior, en 1821 Cata-
marca: la emancipación de Jujuy data de 1834:
las demás provincias eran bajo el antiguo régi-
men administraciones particulares pero subor-
dinadas. Así, la elaboración revolucionaria ha
tendido á fraccionar el país. La emancipación
de cada provincia está señalada con destrozos y
sangre en el luctuoso itinerario de la República;
y esto ha hecho variar esencialmente nuestra
manera de entender el sistema federativo . Es
cierto que hemos afectado situaciones análogas
á la de Norte América, cuando después de una
convulsión interior en que sucumbieran los po-
294 LECTURA DUODÉCIMA

deres generales, ó en seguida de caer la tiranía,


las provincias han recelado reconstruir la orga-
nización nacional; pero la índole de un país y
de una revolución, no se revela en un episodio
histórico ni en una peripecia, sino en el conjunto
de su drama, en lo que comprende una evolu-
ción completa como la que comenzó en 1810 y
termina con la constitución vigente. De lo con-
trario no sería inteligible la resistencia de lo
más poderoso de la sociedad argentina en saber
y carácter, á la organización federativa. Discer-
niendo estos caracteres de la revolución salva-
mos la dignidad de la patria y la memoria de
sus próceres . Nos ha animado un instinto fiel ;
y si las clases gobernantes no hubieran tenido
confianza excesiva en sí propias y completa
incredulidad en el pueblo y en el sistema de
gobierno que debían adoptar, no lamentaríamos
las mutilaciones inferidas al sistema federal al
aplicarle.
La nación ha sido reorganizada bajo la inspi-
ración del Dogma socialista. Sus recelos y su
exceptismo han sido incorporados á nuestras
leyes, y la federación ha sido aceptada, cuando
la fuerza de las cosas la impuso, con reticencias
y enmiendas que la desfiguran.
Me fijaré en una. El artículo 67 de la consti-
tución confiere atribuciones al congreso para
dictar los códigos civil, penal, mercantil y de
minería: facultad insólita en los gobiernos fede-
rales y que inutiliza en gran parte esta fecunda
combinación política. No falta quien para co-
LECTURA DUODECIMA 295

honestarla pretende que la mente de la consti-


tucion se reduce á dar al congreso una comisión
que terminará una vez que haya formulado los
códigos, quedando en adelante á las provincias
autoridad para darse sus propias leyes. La expli-
cación es improcedente ( ¹ ). El texto del § 11 del
artículo 67 está aclarado y robustecido por el
artículo 108 que prohibe á las provincias dictar
códigos, exceptuando tácitamente el de proce-
dimientos , después de haberlos promulgado la
autoridad nacional. Es, pues, insostenible que
las provincias conservan poder para modificar-
los, porque como el derecho de modificar es ó
nulo ó ilimitado, se sigue que podrían reempla-
zar los que la nación les diera; y como esto está
explícitamente vedado , tenemos que es repug-
nante con la constitución nacional, y por lo
tanto, inválido, todo acto legislativo de las pro-
vincias sobre materias atingentes á la vida civil,
posterior á la vigencia de los códigos que el
congreso sancione . Ahora, como es de la natu-
raleza del sistema federal constituir entidades
provinciales capaces de reglar las relaciones
sociales de acuerdo con su modo de ser y nece-
sidades peculiares, es evidente que nuestra

( 1 ) El congreso la ha rechazado implícita pero solemnemente.


La ley de 29 de Septiembre de 1869, que puso en vigencia el código
civil, ordena que los tribunales nacionales y provinciales informa-
ran de tiempo en tiempo acerca « de las dudas y dificultades que
> ofreciese en la práctica la aplicación del código , así como de los
› vacíos que encontrasen en sus disposiciones para presentarlas
» oportunamente al congreso ».
296 LECTURA DUODECIMA

constitución lo bastardea. Esta grave deficien-


cia constitucional tiene por otra parte, la misma
explicación que la tenacidad del partido unita-
rio para rechazar el sistema que ella desfigura.
Temíase que muchas provincias carecieran de
hombres competentes para reformar la antigua
legislación, armonizándola con los principios
formalizados en la ley fundamental: se descon-
fiaba de sus recursos para preparar trabajos tan
extensos, y aun de si les atribuirían ó no la
importancia trascendental que tienen . No criti-
caré estos raciocinios. Observo lo que ha ocu-
rrido en veinte años de régimen constitucional,
y veo que la promesa de reforma no se realiza
sino muy lenta y muy defectuosamente. El con-
greso ha convertido en ley de la República un
código de comercio calculado para una provin-
cia, y que es en gran parte inaplicable en la
mayoría de las argentinas que tienen una orga-
nización judicial distinta; y este hecho es de
sobra para ratificar la doctrina aceptada en los
Estados Unidos de Norte América y de Colombia,
y que acepto porque las legislaciones uniformes
someten porciones del país á reglas inconve-
nientes ó estériles. Si algunas provincias argen-
tinas pudieran haber demorado su reforma legis-
laliva, es por lo demás incuestionable que cada
una de ellas la habría acometido en su oportu-
nidad y le habría adecuado, dictando códigos ó
leyes fragmentarias, á sus condiciones especia-
les. Repito, empero, que no profundizaré esta
crítica; bástame hacer constar el hecho que es
LECTURA DUODÉCIMA 297

una consecuencia de la fe titubeante con que se


acató la autonomía de las provincias.
Otra imperfección constitucional, que ha pro-
vocado mayores quejas, es el arreglo de la
garantía que la nación ofrece á las provincias
para conservar su forma republicana de gobier-
no. La protección de que habla la constitución
norte-americana ( 1 ) ha sido convertida en inter-
vención por la argentina ( 2). En Estados Unidos
está inhibido el poder nacional de ejercer la
facultad que se le confiere , á menos de ser
requerido por alguna legislatura de Estado, ó
por el ejecutivo cuando la primera no puede ser
convocada, á fin de cooperar á su defensa contra
los disturbios domésticos; según la constitución
argentina, de cuatro casos de intervención, sólo
en dos es indispensable la requisitoria: cuando
las autoridades locales peligran ó han sido de-
puestas, ya por sedición interna, ya por invasión
de otra provincia; pero el gobierno federal pue-
de intervenir motu propio para defender una
provincia contra ataques extranjeros y para
estorbar cualquiera inversión de la forma repu-
blicana de gobierno. Atendidas las circunstan-
cias que atravesaba el país al constituirse, la
flaqueza de los obstáculos opuestos hoy mismo
por la conciencia pública á los desmanes de
mandatarios infieles, -no reprocho la alteración
del modelo en este último punto, porque consi-

(1) Sección 4.a del artículo 4.0 .


(2) Artículo 6.º.
298 LECTURA DUODÉCIMA

dero necesaria la protección nacional en favor


de los pueblos contra los malvados que les sacri-
fican. Quería llamaros la atención sobre lo sus-
tancial de las variantes adoptadas. Proteger sólo
significa cooperar con la fuerza moral y mate-
rial de la nación, á conservar ó restablecer el
orden doméstico en las provincias: intervenir,
por el valor propio de la palabra y el que le ha
dado nuestra jurisprudencia, significa asumir
total o parcialmente y por tiempo más ó menos
largo el gobierno de las provincias con fines
puramente locales. La diferencia es grande y
redunda en detrimento de la autonomía provin-
cial, que en momentos aflictivos es absorbida
por la soberanía nacional. Me apresuro, no obs-
tante, á recordar que á salvo abusos que esa ley
como todas las defectuosas puede apadrinar,-
las facultades anejas al derecho de intervención
son circunscriptas y no pasan de lo indispensa-
ble para volver á su normalidad una provincia
perturbada. De todas maneras, cualquiera que
sea el motivo y forma de la intervención, siem-
pre que se haya producido acefalía en su teatro,
compete al gobierno federal presidir la recons-
trucción de los poderes derrumbados ó feneci-
dos .
Fué imposible mutilar el principio federativo
hasta desposeer las provincias de facultades
para su fomento económico.- Si tanta timidez
hubiera prevalecido , se habría rechazado la for-
ma de un sistema, cuya consolidación, nominal
siquiera, cifraba toda esperanza de unidad na-
LECTURA DUODECIMA 299

cional y de orden público . Es verdad que la


emancipación de las provincias, como todo fruto
ocasional de grandes catástrofes , ha sido en mu-
chos casos obra indiscreta y ha revestido con la
« soberanía » entidades impotentes para gober-
narse bien ; pero si tienen autoridad bastante
para adquirir la importancia y la igualdad que
ha de equilibrarlas, sólo de ellas, sea que se
encuentren en una situación subalterna, sea que
se vean complicadas en el perjuicio por el esta-
do embrionario de otras de sus hermanas, — de-
pende sin embargo, que desaparezcan las re-
servas y los equívocos de nuestro admirable
régimen constitucional, cuya plenitud está con-
tenida por deficiencias de organización local.
Movimiento económico , educación popular,
todo resorte civilizador, es decir, fortificante ,
está torpe ó paralizado. ¿ Por qué ? Es llano ,
señores; porque hemos imaginado que la pro-
vincia es un elemento primitivo y simple en la
complexión política de la nación. Es un enorme
error. La provincia es un elemento secundario
y compuesto : lo irreductible es el municipio, y
los pensadores de 1837, que han sido los legisla-
dores de 1852 adelante, han menospreciado este
dato de las ciencias como lo demostré en mi lec-
tura anterior. El error comienza á disiparse en
su cabeza y desaparecerá del espíritu de sus
sucesores, pero las malas leyes quedan como
queda sobre tierra conquistada el estrago des-
pués que el ejército se marcha. La provincial
argentina es inmóvil ó pesada como aquellos
300 LECTURA DUODÉCIMA

animales imperfectos de las primeras edades


del globo .
Deploramos la unidad de legislación que tru-
cida nuestro plan político . Es perniciosa, pero
es curable por el movimiento natural de la vida.
Un código poco vale mientras sus generalida-
des no toman formas prácticas una vez aplica-
das al régimen de las relaciones concretas por
medio de la interpretación judicial ; así que , la
verdadera legislación está en la jurisprudencia,
y ésta varía conforme varían de uno á otro
estado social las circunstancias de las cosas y
-Nuestra admi-
las necesidades de los pueblos. —
nistración de justicia no es hoy día popular ni
científica ; es gremial, socialista y abogadil; pero
si en una época que ya tarda, los pueblos le
imprimen su verdadera fisonomía , la ley tendrá
en cada provincia órganos competentes que la
apropien á su manera de ser; y entonces llega-
remos á esta alternativa : -ó conservar una ley
transformada por la índole de cada uno de los
centros en que se aplica, uniforme en la apa-
riencia, varia en el fondo, lo cual es absurdo:
ó bien, reconocer autoridad bastante á las
provincias para legislar sobre el orden social, -
lo cual está en la lógica del federalismo, y será
más o menos tarde una consecuencia inevitable
del desarrollo del país.
Laméntese también la intervención del gobier-
no nacional en los asuntos interiores de las
provincias, según el sistema antes indicado ; y
juzgando imparcialmente se ve que él es indis-
LECTURA DUODÉCIMA 301

pensable en nuestra situación presente. La vida


administrativa y política de las provincias está
refundida en los altos poderes públicos, y entre
éstos, de preferencia el ejecutivo ; por manera
que cuando aquéllos ó el último desaparecen á
impulsos de los disturbios, la sociedad queda
imposibilitada para reorganizarse por falta de
agentes legales que presidan la acción popular.-
Para reconstituir las autoridades es necesario
entregar la dirección de la provincia, ó á la
revolución, medio insostenible y tanto más peli-
groso cuanto más delicado es el estado de un
pueblo que acaba de salir de una agitación
profunda, ó á los poderes nacionales que
representan un orden legal y una entidad diver-
sa pero no extraña á las provincias. - No era
mucho que la constitución prefiriera el segundo
expediente. A las provincias compete inutili-
zarle. ― Dadme un régimen municipal completo
que perfeccione la fisiología política, y á seme-
janza del de Nueva Inglaterra, pueda suplir la
iniciativa de poderes superiores caducos ó des-
truídos en los actos del pueblo tendentes á
reconstruirlos, y será inútil la intervención
nacional, á lo menos con los caracteres alar-
mantes que hoy reviste y necesita revestir
porque sólo la mano del ejecutivo puede abrir
los comicios. Si confiriéramos á los munici-
pios (1 ) la facultad de convocarse, para las asam-

(1) Esta idea sugerida á la Convención constituyente de Buenos


Aires por el autor de estas Lecturas fué rechazada por una enor-
me mayoría.
302 LECTURA DUODÉCIMA

bleas electorales la autonomía provincial sería


menos rozada por los agentes de la soberanía
nacional, y cada pueblo encontraría en sí mismo
órganos de reparación indefinida.
Estudiando estos males y estos remedios per-
cibiréis sin duda nuevas excelencias de la gran
doctrina que acogemos . Donde quiera que se
cercena una de sus aplicaciones se omite un
principio de libertad, - y toda mejora política la
consolida y la amplía .
Concluyo, señores, de lo dicho, que á pesar
de la parsimonia del Dogma, sus autores
supervivientes al desenlace del drama revolu-
cionario, viéronse obligados á acatar el pro-
ducto, antes desdeñado, de sus peripecias más
dolorosas; pero, presa todavía de preocupacio-
nes que se reflejan en su credo político, — no
consagraron el derecho provincial sino en la
medida rudimentaria de que les parecían capa-
ces los pueblos en el instante de su renacimien-
to. La incredulidad truncó el sistema. Descono-
cieron que la libertad sólo se robustece en la
acción ; que quiere culto, y tiene un solo rito : el
que practican los pueblos ejerciéndola. El primer
acto visible de la sociedad cristiana fué un acto
de libertad notorio á los contemporáneos y á la
posteridad; venía á radicarla en el mundo, y
la enseñaba y la aprendía á la vez en su única
escuela, la vida dura y valiente del que exige
todos sus derechos y afronta todas sus respon-
sabilidades. Nuestros estadistas se amedrentaron
de las cosas como antes se habían amedrentado
LECTURA DUODECIMA 303

de las palabras y de las ideas , y bastardearon el


federalismo, porque antes habían repudiado su
doctrina ; aspiraron al eclectismo y aglomeraron
lo incompatible; la federación en la nación, el
unitarismo en la provincia. No reprocho: critico.
No puedo reprochar, porque esa generación,
activa todavía, borra sus flaquezas con sus méri-
tos ; pero critico, porque es mi deber rasgar
oropeles y descubrir realidades.
LECTURA XIII

Organización democrática. -La nación. -Su papel en el régimen fe


derativo .

SEÑORES :

Si los hombres que se asociaron para formular


el credo político que comentamos no pudieran
revindicar otros méritos , bastaría para su gloria
la fe que revelaron tener en la nacionalidad ar-
gentina. La unión, tantas veces vacilante, jamás
había recibido embates más rudos; todo contri-
buía á hacerla trepidar, lo recio de la anarquía,
lo odioso del despotismo ; y lo que no la embestía
derechamente, la desacreditaba. Había, pues, en
el corazón de los que no desmayaban una espe-
ranza superior á la adversidad; y ved ahí el sig-
no de los caracteres bien templados. Pisamos
un terreno que nos es común . El charco abierto
en horas de vértigo y repleto con sangre de
mártires no anubla con su rojo vapor esta radiosa
esfera en que comunicamos con el espíritu de
nuestros padres.
306 LECTURA DÉCIMA TERCERA

No esclareceríamos, empero, sino incompleta-


mente la cuestión política envuelta en el princi-
pio de la nacionalidad argentina, cuando no ana-
lizáramos antes la naturaleza y funciones de la
entidad nacional en el régimen federativo.

Ni la política ni la historia dan cumplida razón


del principio que forma los pueblos . La política
puede amoldar bajo planes racionales sus partes
constituyentes y dirigir su acción colectiva; la
historia les describe , les juzga por sus manifes-
taciones y les ensalza ó les abate ante el tribunal
de la conciencia humana; pero ninguna de am-
bas ciencias puede definir la razón primitiva de
su existencia. No se define lo que es insuscep-
tible de ser descompuesto en otras ideas. —Así,
la noción de la vida es indefinible. La conoce-
mos por sus fenómenos pero no podemos preci-
sarla; y si la experiencia en fisiología y psico-
logía y el discurso metafísico reducen alguna
vez, en fórmulas que obtengan un ascenso uni-
versal, el conflicto entre el dinamismo y el
animismo para explicar la naturaleza del hom-
bre, la filosofía habrá alcanzado el más alto de-
sarrollo compatible con las flaquezas nativas
del instrumento investigador; habrá asentado
las premisas del raciocinio moral sobre los datos
más nobles del espiritualismo ; pero no por eso
habrá sorprendido el misterio de la vida en sus
profundidades inabordables. Desde el primer
eslabón que vincula la materia bruta con el uni-
LECTURA DÉCIMA TERCERA 307

verso vivo, sensible , inteligente , en cuyas alturas


se desprende el hombre en quien fulgura la ra-
zón y que siente la evidencia de su inmortalidad.
¡cuántas determinaciones, qué varias formas,
qué multiplicada gradación, no presenta esta
realidad, este arcano, esta fuerza: la vida! Nada
sabemos de ella, sino que vivimos. Y lo que con
los hombres, con las razas inferiores, con las ín-
fimas, con el árbol, con la yerba, con todo lo que
excede á lo inerte, con todo lo que revela la vida
por contraste con la muerte y posee condicio-
nes que la física y la química no explican, suce-
de, señores, con estas entidades, transformables,
y por eso mismo inmortales, que llamamos los
pueblos . -Desaparece una raza, y sobre el terri-
torio en que campeó soberana, otra raza la sus-
tituye; pero reproduce la entidad que desaloja,
y no está en su mano dejar de ser una, activa
y determinable como el pueblo vencido ó exter-
minado. Los pueblos reemplazan á los pueblos,
las naciones heredan á las naciones, como se
reproducen indefinidamente en su especie todos
los seres vivos. La Grecia se difunde en colo-
nias, Roma en ejércitos; Grecia y Roma sucum-
ben, los bárbaros se apoderan de sus ruínas, y
en medio del desorden emergen artificiosas com-
binaciones de nacionalidades; pero tarde ó tem-
prano el movimiento natural de la vida desba-
rata lo caprichoso y cada nacionalidad cobra
rasgos fisionómicos producidos por cierta virtud
que llamaremos la plasticidad política, como
hoy en el territorio de Sud América tenemos me-
308 LECTURA DÉCIMA TERCERA

jicanos donde hubo aztecas, granadinos donde


hubo muiscas, peruanos donde hubo incas , chi-
lenos en la temible tierra de Arauco: una enti-
dad social donde hubo otra, un sér en lugar de
otro sér, autonomías transfiguradas pero no ex-
tinguidas. He aquí el fenómeno; yo no le explico,
pero le veo; y repelo por absurda la hipótesis de
que este hecho constante en que se transparen-
tan una ley y una fuerza inapreciables, emane
de actos fortuitos y convencionales.- Un pueblo
no es hechura de mano; tiene vida y condiciones
de vida que puede violar sin duda, pero á expen-
sas de su energía. Todo se enferma y todo mue-
re, porque la armonía de la naturaleza consiste
en la permanencia de lo universal y la instabili-
dad de lo individuo , revelando á la vez la imper-
fección de lo creado y la perfección del Creador;
pero precisamente porque las borrascas arrasan
las sociedades que turban sus propias condicio-
nes de existencia, no es lícito afirmar que hay
en los pueblos una esencia superior á la liber-
tad, á las convenciones, á los volubles impulsos
de la ambición y del capricho. Primum est esse
quam esse tale.
En tal concepto , no es discutible siquiera que
las diversas concresiones de la soberanía que
comparten la administración y el gobierno co-
existen con la soberanía común en la capacidad
nacional del pueblo. -Bien como los intereses
domésticos crían funciones al municipio, como
las tiene la provincia para encabezar otras rela-
ciones de una esfera mas extensa: así las tiene
LECTURA DÉCIMA TERCERA 309

la nación, determinadas por aquellos intereses


que afectan á la comunidad nacional ó que no
serían hábiles para encabezar las comunidades
fragmentarias. Donde hay un pueblo hay una
soberanía: donde hay una entidad orgánica hay
una capacidad de gobierno; pero ni la soberanía
parcial de las provincias menoscaba la soberanía
nativa de la nación, ni ésta puede procediendo
legítima y lógicamente, absorber aquéllas. Cada
una tiene una órbita, dentro de la cual es invul-
nerable. Hay una ley común á cuanto existe: la
ley de la conservación y del desarrollo , que obra
indistintamente sobre las personas y sobre las
sociedades . Percíbase aquí la primera determi-
nación del papel de la nación.
Ante todo debe defender su independencia.
que es su primer condición vital. Las sensacio-
nes de entusiasmo y de poesía que subleva una
divisa, un himno, un blasón nacional, son, á se-
mejanza de la fidelidad con que se honra en la
vida ordinaria un nombre que condensa las tra-
diciones de una familia, medida de la virilidad y
de la nobleza de los caracteres. Salvar la vida
del país en la guerra y sus derechos en la paz es
una función propia de la soberanía nacional,
porque ninguna otra forma de la soberanía le
iguala, por su unidad y su rapidez de acción, en
aptitudes para desempeñarla.
Sin contar con estos peligros bruscos, es ame-
nazada la conservación del país por el trabajo
de descomposición de todas las fuerzas diver-
gentes y disciplinadas que encierra, á no tener
310 LECTURA DÉCIMA TERCERA

un regulador que las modere. De aquí otra fun-


ción nacional: mantener la paz interior y equili-
brar todos los centros de poder. -Si las provin-
cias fueran libres al extremo de no tener en sus
conflictos un juez á quien respetar, hallaríanse
en las circunstancias de los Estados independien-
tes, agravadas por la intimidad de sus relaciones
y de su dependencia recíproca en materias atin-
gentes con intereses valiosos y susceptibles de
despertar profundas rivalidades. Las guerras ci-
viles serían permanentes , porque la guerra es el
resultado inevitable de la falta de jueces para
zanjar las cuestiones internacionales; la libertad
desaparecería, porque ningún límite puede impo-
nerse al crecimiento de una población en número
y riqueza, y una vez que se pusieran en choque
fracciones desproporcionadas en fuerza, las más
vigorosas someterían á las más débiles.
Aun obtenida la independencia nacional y el
equilibrio político de sus elementos, no está bas-
tante garantida su conservación . La anarquía
es un monstruo insidioso y diestro en disfra-
zarse. Un día se arma, y otro oculta sus fealda-
des en los pliegues de la toga. Si la unidad abso-
luta de legislación es inconciliable con el sistema
federal, hay una unidad que es indispensable y
se apoya en la unidad moral de las naciones: la
unidad de los principios genéricos que contie-
nen virtualmente el plan de las leyes y de sus
garantías ; y formular estos principios, delimitar
con ellos toda facultad legislativa, es otro medio
que debe estar al alcance de la nación para con-
LECTURA DÉCIMA TERCERA 311

servar el país por la unidad sustancial de las


reglas concretas de la vida.
No es esto todo . Más allá de las sociedades
políticas está la sociedad humanitaria, más allá
de las naciones está la raza. Moral y económi-
camente, el progreso depende de la fraternidad.
Bajo ambos aspectos existen relaciones que las
nacionalidades están forzadas á cultivar; y como
su condición fundamental es la reciprocidad,
sería ilusorio el poder de la nación para diri-
girlas si no estuviera perfeccionado con el nece-
sario para hacer efectivas las obligaciones que
contrae; de manera que es ineludible convenir
en que le pertenece legislar sobre ciudadanía,
sobre la condición civil y política de los extran-
jeros, sobre el comercio exterior, y en una pala-
bra, sobre todo lo que directa ó indirectamente
se toca con las relaciones internacionales.
Por lo demás, reciprocidad supone igualdad .
Para guardarla con los fuertes, por civilización
y por riqueza, es indispensable ser civilizados
y ricos. - Es verdad que los centros secciona-
les son competentes para fomentar el adelanto
social bajo uno y otro aspecto ; pero también es
verdad que esta doble faz del progreso, y quien
dice progreso dice conservación, - urge siem-
pre, sea para desenvolver los pueblos que atra-
viesan edades rudimentarias, sea para que no
decaiga el nivel de los que han subido alto; y es
cosa clara que en este terreno pueden funcionar
poderes coincidentes sin chocarse. Por conse-
cuencia, es legítimo que la acción nacional se
aplique á cultivarle.
312 LECTURA DÉCIMA TERCERA

Discurro con un antecedente implícito : el


principio democrático; y es tan palpable que la
nación debe investir la vasta autoridad que aca-
bo de bosquejar, que muchos pensadores han
dudado de la compatibilidad de los gobiernos
populares con la magnitud de las naciones.
Montesquieu concluye como Aristóteles , y la
niega redondamente, entendiendo que sólo las
sociedades pequeñas pueden ser gobernadas
bajo un régimen democrático . La experiencia
de los Estados Unidos destruye esa máxima,
pero ella tiene su explicación . Concentrar go-
bierno es aniquilar la libertad. Estúdiese la his-
toria de los imperios antiguos y se verá el des-
potismo desenvolverse con la unidad; y sin
remontar mucho en lo retrospectivo , basta el
ejemplo de España y de Francia para diculpar
á los que han incurrido en el error que comento
por no haber hallado al problema político la so-
lución que es para nosotros una verdad teórica
y un hecho legal. La libertad democrática es
duradera, sean cuales fueren la extensión y
complicación de su teatro, cuando la actividad
de las provincias templa la actividad nacional,
y la soberanía de la nación consolida la unidad
intrínseca del pueblo y equilibra las soberanías
parciales. No insistiré en esta tesis que ya he
discutido ; pero una vez que ella ha fijado en la
mayor amplitud de lo abstracción las bases or-
gánicas de la democracia, es necesario concre-
tar para esclarecer, y eliminar de los sistemas
constitucionales las hipótesis que las debilitan .
LECTURA DÉCIMA TERCERA 313

Repróchase á los gobiernos federativos ser


instables. No hay exactitud ni forma rigorosa
en el raciocinio que remata así. Partiendo de la
idea primitiva de la libertad civil y política, se
llega á la teoría federal siempre que se procede
con lógica y se busca el último resultado de las
cosas. Cuando la experiencia parece serle des-
favorable, conviene criticar los fenómenos sobre
los cuales recae para discernir si son alarman-
tes porque se conforman á la teoría puesta en
duda, ó si al revés, nacen de ser inconsistentes
con ella. La razón no tiene evidencias menores
que la experiencia.
Ahora bien, el sistema federal consiste en
la armonía de dos órdenes de soberanía : la so-
beranía local, la soberanía de la nación . - Para
saber si es resistente ó débil, es menester expe-
rimentarle en organizaciones políticas en que
ambos elementos sean fuertes y su armonía ca-
bal. -¿Y cuáles son los datos históricos que
pueden traerse á cuenta para juzgar? — Se cita,
señores, la Grecia, la Holanda, la Suiza antes de
1848, la primitiva Confederación de los Estados
anglo- americanos; pero ninguno de estos ejem-
plos reviste las condiciones requeridas; y por lo
tanto, si tienen alguna eficacia, no es por cierto
enervante, antes es confirmativa de mi doctrina.
La liga anfictiónica entre los antiguos pueblos
de la Grecia era en cierto modo religiosa y en
cierto modo política; pero bajo el primer aspecto
era excesiva y bajo el segundo deficiente . Apo-
yada en la autoridad de oráculos mentidos y de
314 LECTURA DÉCIMA TERCERA

dogmas repugnantes con la iluminación de toda


alma elevada, no tenía, sin embargo, autoridad
positiva ni en la política interna ni en la política
exterior. Obligaba por medio de convenciones
ocasionales; pero cada Estado se reservaba ple-
na facultad para arreglar su legislación en cual-
quier sentido y sus relaciones con el extranjero ,
hacie ndo la guerra, ajustando la paz, tratando
individualmente , y creando en consecuencia ,
obligaciones y derechos particulares . Por lo
tanto la Confederación no limitaba los Estados
sino eventual y transitoriamente : ambos órde-
nes de soberanía , si es que la confederación es
una so beranía, funcionaban sin contrapesarse .
Así, malgrado de los delfios y de las execracio-
nes que solemnizaban el juramento de incorpo-
ración, la liga anfictiónica se desacreditó gra-
dualmente y recibió un golpe mortal cuando los
reyes de Macedonia echaron á pesar sus ambi-
ciones en aquella balanza ya desequilibrada . -
Por otra parte, el ejemplo griego no sólo com-
prueba que el sistema federal es insubsistente
cuando no equilibra los poderes que congrega:
comprueba juntamente que lo es cuando sus ele-
mentos son heterogéneos . Los Estados de la
Grecia tenían diversas formas de política y so-
ciabilidad. Ninguno era republicano , rigorosa-
mente hablando, ni aun Atenas, cuyo gobierno
era patricio y no democrático : directo , es decir,
apasionado, en vez de ser representativo para
que fuera racional. No siendo pues idéntica la
manera de proceder de cada una de las sobera-
LECTURA DÉCIMA TERCERA 315

nías coincidentes, su fuerza era desigual y dis-


cordante. La omnipotencia estaba en los Esta-
dos y la flaqueza en la Confederación.
No necesito detenerme mucho respecto de los
otros ejemplos citados . Por lo que toca á la Ho-
landa, os aconsejo la lectura de Motley. En ese
libro capital veréis cómo se desgrana y degene-
ra hasta llegar á la monarquía , aquella antigua
liga de repúblicas, conmovidas por las guerras
extranjeras y destituídas de un vínculo bastan-
te fuerte para hacerlas poderosas sin sacrificar
la actividad que cada una necesitaba á fin de
conservar sus libertades.
La Suiza, no obstante adolecer de defectos
comunes á la Holanda y á las confederaciones
griegas, viose libre de causas externas de per-
turbación, y ha podido conservarse y eliminar-
las en parte cuando los movimientos de la revo-
lución moderna le advirtieron la debilidad de su
organización y se preocupó de reformarla desde
la Dieta de Berna y siguiendo el rumbo indica-
do por Rossi .
La Confederación norte -americana de 1777 era
vulnerable por el mismo lado que las menciona-
das y que todas las confederaciones. El con-
greso que representaba la unidad nacional esta-
ba desarmado para hacerse obedecer aun en las
materias que más claramente le competían y en
las circunstancias más aflictivas y premiosas.
Entre él y el pueblo se interponía la soberanía
de los Estados, sin cuya aquiescencia sus órde-
nes no eran obligatorias, sus declaraciones no
316 LECTURA DÉCIMA TERCERA

eran válidas, sus compromisos no eran perfectos.


Tal unión trepidaba necesariamente , porque no
obedecía á la regla de la organización federal,
toda vez que en ella era visible la desproporción
entre la autoridad efectiva de la nación y la au-
toridad efectiva de los Estados. El pueblo norte-
americano fué sensato, y resolvió para sí y para
el mundo aquel viejo problema, modelando su
gobierno bajo un tipo que , por lo demás, no tenía
de nuevo sino la plenitud de su desenvolvimien-
to. A la antigua confederación sustituyó el go-
bierno federal .
Una confederación es una alianza permanente
de Estados: un gobierno federal es una organiza-
ción política, en la cual el pueblo forma una uni-
dad soberana para regir lo que es nacional, y
parcialidades soberanas para regir lo que es
privativo de cada una; requiere ser homogéneo
en todas sus escalas y fundado en el derecho po-
pular, porque de otra suerte no tiene aplicación
la coexistencia de varias soberanías en una sola
entidad. Las confederaciones son insubsistentes
porque no tienen vida propia, mientras que el
gobierno federal tiene la de la nación que repre-
senta, y es poderoso para proteger y para refre-
nar, en cuanto, dentro de su órbita, posee los
caracteres inherentes á la idea del gobierno,
como los seccionales dentro de la suya. Demos-
trado esto, la cuestión queda resuelta.
Un argentino cuya figura ha sido culminante
en nuestra vida parlamentaria, (¹) impugnaba

(1) Don José Mármol, Cartas al señor Sarmiento ( 1860) .


LECTURA DÉCIMA TERCERA 317,

hace pocos años el sistema constitucional vi-


gente prevalido de los estragos del feudalismo ,
que él, confundiendo las apariencias groseras
con el fondo de las cosas, equiparaba á la fede-
ración. Verdad es que el feudalismo combinaba
las soberanías señoriales bajo la soberanía mo-
nárquica; pero no cabe analogía entre un régi-
men que implica la concurrencia de privilegios
rivales y otro que excluye todo privilegio. La
soberanía feudal, como la romana, era territo-
rial, entretanto que la soberanía democrática es
una atribución moral pertinente á un sér abs-
tracto en que todos tienen parte como intérpre-
tes y que no reside particularmente en nadie.
Según aquella noción, el federalismo sería ab-
surdo. La propiedad es cosa concreta y circuns-
cripta; si pertenece al pueblo como entidad na-
cional, no puede pertenecer á ninguna de sus
comparticiones, y por lo tanto , el gobierno es
necesariamente unitario, si pertenece á las sec-
ciones, la soberanía nacional no tiene asidero , y
no podría imaginarse entre los pueblos unión más
estrecha que la de una confederación. Para co-
ordinar el señorío y el trono era forzoso recurrir
á una ficción: el dominio eminente de la corona.
Dada nuestra idea de la soberanía, no hay im-
plicancia en suponerle diversas concresiones.
Al revés, es lógico afirmar que existen. Como,
según ella, tienen una fuente común, son igual-
mente legítimas y eficaces: como tienen campo
distinto , se balancean sin menoscabarse; y ora
obre la soberanía nacional, ora obren las sobe-
318 LECTURA DÉCIMA TERCERA

ranías provinciales, siempre es el pueblo quien


obra. - Entendido así el gobierno, se uniforma el
principio radical de la ley, y su uniformidad está
garantida por la efectividad de los poderes que
inviste la nación, puesto que tiene acción directa
sobre las personas y sobre las cosas.
Es consecuencia rigorosa la superioridad de
la entidad nacional que es la expresión más com-
pleta de la soberanía; equivale á decir, la su-
premacia de la constitución y de las leyes na-
cionales. Los derechos que ellas reconocen y
las garantías que establecen son inconmovibles
y trazan un radio dentro del cual tiene que en-
cerrarse toda legislación . —De otro modo , la de
cada parcialidad podría alterar las condiciones
políticas del orden social, y la unidad del país
desaparecería sin remedio ; porque bien mirado ,
es exactamente igual suprimirla que reconocer-
la sin constituir la nación con facultades positi-
vas para radicarla. Los Estados Unidos, al or-
ganizarse, fueron asaltados por este temor, y
buscaron un resorte constitucional destinado á
impedir que las leyes nacionales fueran corrom-
pidas ó trabadas por las leyes particulares de los
Estados , y además, que los poderes constituídos ,
perturbaran el organismo político ó disminuye-
ran la esfera garantida á la libertad individual.
Criar una entidad nacional facultada para cen-
surar en abstracto los actos legislativos (1) y

(1) La constitución francesa de 1852 (artículo 26 § 1) daba al se-


nado facultad para oponerse á las leyes contrarias ó atentatorias á
LECTURA DÉCIMA TERCERA 319

administrativos, entrañaba el peligro de insumir


en ella todos los poderes del gobierno federal y
de absorber la independencia de los Estados en
el poderío ilimitado de la nación; pero todo se
allanó estableciendo un poder judicial, cuyo
único criterio es la constitución, y que resuelve
en concreto las dificultades, dirimiendo todo
conflicto entre las autoridades que ejecutan en
la nación ó en las provincias actos administra-
tivos ó judiciales opuestos á la constitución , y
las personas á quienes esos actos perjudiquen.
De esta manera, todo poder queda en su terre-
no, cada forma de soberanía en su independen-
cia; pero la ley universal del país impera inalte-
rablemente, porque enerva lo que la contraría.
El abuso no la gasta: ninguna usurpación la des-
acredita; y al revés, adquiere mayor nervio por
la influencia refleja de su propia actividad . Ved
ahí una soberanía efectiva, y por eso una unidad
duradera. Las confederaciones son inseguras
porque no se atan en un centro vivo: descansan
sobre convenciones revocables y no reconocen
ni una soberanía común ni una ley suprema.
Y aquí se presentan otros dos puntos de vista
complementarios que no podemos descuidar.
Los pensadores norte-americanos del tiempo
de Washington y sus inmediatos sucesores su-

la constitución.-Todo el mundo sabe hoy día que el senado era el


principal instrumento del despotismo imperial, porque era el cuer-
po legal que legitimaba todas sus demasías y plegaba á su capricho
la voluntad nacional y la constitución.
320 LECTURA DÉCIMA TERCERA

frieron el contagio de las doctrinas del siglo


XVIII, sino en la dirección positiva de las cosas
políticas, por lo menos en su explicación teórica.
El sofisma del contrato social se trasluce, cuan-
do no es explícitamente preconizado, en sus li-
bros y documentos. Sobre este fundamento han
reposado dos escuelas primitivamente limitadas
á definir las relaciones entre la Unión y los Esta-
dos en cuanto á la eficacia de las leyes naciona-
les, y que con el andar del tiempo y el concurso
de las pasiones, dieron origen al partido repu-
blicano y al partido secesionista . Podríamos
personificarlos en dos de sus más elocuentes y
enérgicos apóstoles : Webster y Calhoum (¹).
Los Estados, según discurría Webster,-al for-
mar la unión nacional enajenan su soberanía
consignándola en la entidad que crían; de donde
se sigue que dejan de ser soberanos para subor-
dinarse, bajo deber de rigorosa obediencia, á la
soberanía superior que surge de su convenio.
Están respecto de la nación en situación seme-
jante á la que tienen los particulares con refe-
rencia á la sociedad en la cual resignan parte de
su libertad primitiva para atribuirle facultades
de gobierno y un imperio nacido de un pacto

(1) Estos partidos son los mismos que con otros nombres surgie-
ron desde que se puso en vigencia la constitución; el de Calhoum
era el de los opositores á la administración de Washington, servido
desde el seno del gabinete por Jefferson, y en el congreso por Ma-
dison, que claudicaba de los principios preconizados en el Federalis-
ta:-el de Everett era el del presidente, el de John Adams, su primer
sucesor y el de Hamilton.
LECTURA DÉCIMA TERCERA 321

que por su naturaleza es irrevocable. Webster


se proponía garantir así la supremacia de la
constitución y de las leyes nacionales entre las
veleidades de la opinión , que intereses mal en-
tendidos ó ilusiones momentáneas conmueven á
veces en las localidades; porque era decisiva
en su espíritu la convicción , que no puede aban-
donar á ninguna mente despreocupada, de que
sin homogeneidad política es insubsistente una
nación.
Menos imbuído en esta máxima saludable , Cal-
houm tenía el coraje del paralogismo , y su teo-
ría manifiesta la nulidad de la premisa que le
era común con Webster. Poseyendo los Estados ,
-decía él,-la soberanía con toda plenitud, -y
siendo la unión nacional, como todo estableci-
miento político , producto de convenio entre en-
tidades libres , —es cosa clara que la han forma-
do para servir á sus intereses, y que ellos, y sola
y privativa y perpetuamente ellos , son jueces
de sí cada acto del poder nacional, sea cons-
titucional, legislativo ó reglamentario , sirve ó
no á los intereses en vista de los cuales ha sido
establecida la nación, es decir: si cada acto de
este género es válido y merece obediencia, sien-
do condicional de su legitimidad la convenien-
cia particular de cada uno de los Estados á
quienes afecta. De aquí el derecho de veto,
que presumía retenido por los Estados, sobre
todas las leyes y decretos de la autoridad fede-
ral, y la extensa doctrina de los State-rights,
que importaba sustancialmente igualar la cons-
322 LECTURA DÉCIMA TERCERA

titución de 1789 en los artículos de 1777, la


federación democrática con las confederaciones
precarias de la antigüedad y de la Edad Media.
Acabo de indicar que Webster tenía inspira-
ción más sana y Calhoum más lógica. Es la
verdad. Hay errores cuyas consecuencias pue-
den ser embotadas por una contradicción opor-
tuna. Aceptado el pacto social como punto de
partida de la política, y atribuyendo origen
convencional á la unidad federativa, nos ha-
llamos cogidos entre los dos términos de un
dilema; ó el contrato social vincula en una
unidad originaria todos los individuos que for-
man la nación , -ó después de realizado dentro
de los Estados , éstos contratan la unión obran-
do en su capacidad política: en el primer caso,
la soberanía de los Estados carece de funda-
mento: en el segundo , la soberanía nacional es
una ficción: en ambos desaparece el sistema
federal, porque falta uno de sus elementos cons-
titutivos .-Webster y Calhoum aceptaban el se-
gundo término; pero Webster pretendía que
el pacto nacional entrañaba alienación de la
soberanía del Estado, en lo cual avanzaba una
hipótesis destruída por su premisa, aunque en-
caminara la opinión á salvar con la unidad el
honor y las libertades comunes. -Más lógico que
ambos era Rousseau, que negaba la legitimidad
de los gobiernos . La soberanía es imprescrip-
tible é inalienable por su condición intrínseca;
si reside en el particular ó en el número , todo
gobierno es usurpación ; si reside exclusiva-
LECTURA DÉCIMA TERCERA 323

mente en la provincia, el título de la nación es


falso, como sería falso el de la provincia si sólo
perteneciera á la nación . Sin destruir, pues , la
paradoja del contrato social, es absolutamente
imposible radicar una doctrina fuerte ni un esta-
blecimiento durable.
La última consecuencia del sistema de Cal-
houm y de Jefferson ha sido escrita con la san-
gre de millares de hombres sobre el suelo de la
Unión americana sacudido por la guerra de se-
cesión, porque no es otra sino la revocabilidad
del pacto nacional. - Doctrina tan falsa como fu-
nesta, señores ! La unidad federativa es indiso-
luble.-Una organización política sólo puede ser
alterada por la entidad que la constituye ; y no
son los Estados los que forman la unidad nacio-
nal por medio de alianzas voluntarias : ella re-
posa en la soberanía del pueblo de la nación ,
que excluiría la soberanía provincial si fuera
convencional, según la teoría de Rousseau, pero
que lejos de excluirla, la confirma, si aceptamos
esta revelación de la naturaleza: que la socie-
dad es una condición precisa del desenvolvi-
miento moral de la persona humana; que tiene
una función propia, un papel providencialmente
asignado en el conjunto de hechos , de fuerzas y
de leyes que componen el universo; y que por
consecuencia, posee una soberanía ajena á la
voluntad del hombre , y divisible en todas las
formas que ella toma por su propia dilatación ,
desde la familia que atesora el amor, cela la in-
fancia y siembra en el corazón y en la mente la
324 LECTURA DÉCIMA TERCERA

fortaleza y las luces, hasta la nación que tiene


la bandera y la espada, ejerce el patrocinio su-
premo y forma la suprema ley. La soberanía de
la nación no es, pues, convencional, es innata;
no se la da el hombre, se la da Dios. Luego, es
indestructible; -y no puede sostenerse lo con-
trario, sino en el terreno de los hechos materia-
les, como puede sostenerse la posibilidad del
suicidio .
En suma: son improcedentes todas las fulmi-
naciones lanzadas contra el sistema federal: ni
es inestable, ni es impotente.
Concluyamos, señores: la nación es la última
escala del poder efectivo é inmediato de la so-
ciedad : refunde la vida popular, abarca todas
las relaciones de todas las autonomías parcia-
les para armonizarlas, y abriga con su garantía,
en la alta imparcialidad de actos que no se com-
plican con las pequeñeces domésticas, los dere-
chos é intereses legítimos comunes á todos los
hombres, á todas las corporaciones, á todos los
elementos orgánicos del país, bajo la inspira-
ción y la fianza del principio democrático .
Al llegar aquí, termino incitando vuestra es-
pectativa hacia un problema que me siento impa-
ciente por agitar .
Esta combinación bella y poderosa, no nace,
no puede nacer tampoco , sino inmóvil y muda
como el héroe que el cincel saca del mármol,
cuando es hija de artificios, de fantasías ó de
caprichos: de la aberración de un hombre, del
arrebato de una edad. La nación necesita ser
LECTURA DÉCIMA TERCERA 325

viva antes de constituirse.- Y bien, la República


Argentina cuya unidad nos ufana y esperanzó
á los nobles patriotas que se abanderaban en
1837 para servirla, -¿reviste esas condiciones?
- - ¿ es viva en sí misma y tiene la savia de la in-
mortalidad? —¿qué es, dónde comienza, cuánto
abarca? —¿está íntegra ó mutilada? — ¿ qué nos
enseña su pasado respecto de su porvenir? ...
Lo estudiaremos en la lectura siguiente .
LECTURA XIV

La nacionalidad argentina. - Su origen. -Su desarrollo . -Su forma


actual.

SEÑORES:

Para resolver la cuestión que dejé planteada


en mi última lectura, yo no necesito sino poner
los ojos en la historia y la mano sobre mi cora-
zón. ¿La nacionalidad argentina es una, viva,
indivisible? ¿ está íntegra? - Pregúntese lo qué
es, estudiémosla en sus orígenes , en su incre-
mento , en los actos en que se ha hecho cono-
cer, y esos problemas se despejarán, porque
quien tenga el sentido íntimo de nuestra vida
política no puede ser rozado por una duda, ni
abrigar las pequeñeces que corroen las socieda-
des como las bajezas de la pasión pervierten los
caracteres. Voy á refundir en una rápida reseña
os elementos constitutivos de la unidad argen-
ina, aceptando, rectificando ó completando el
Dogma socialista ; y presenciaremos una ges-
tción y un desarrollo , alternativamente som-
bíos y luminosos, robustos y desfallecientes,
328 LECTURA DÉCIMA CUARTA

muy humanos por sus contradicciones, pero


sobre los cuales y á través de turbulencias sin
nombre, flota ya pálido , ya brillante , un princi-
pio ordenador, como el espíritu de Dios se cernía
en la era ante -histórica de la Biblia sobre los
confusos embriones del universo.

La autonomía del pueblo argentino es de ayer;


pero antes de ser una nación él fué una unidad
política, y antes de ser una unidad política fué
una unidad social producida por aquella virtud
de la naturaleza, anterior y superior á las leyes ,
que da vida á los pueblos y les conserva.
Contempladle en su primera edad. Llamo así
á la infancia de la sociedad cristiana de origen
europeo en esta región del Nuevo Mundo . Yo
deploro la esclavitud y el exterminio de la raza
indíjena, como deploro la crueldad con que
nuestros abuelos la aplastaron ; pero no es dado
evocarla como tronco de un pueblo que no es el
suyo. Fantasías febriles de días críticos, queden
esas ficciones olvidadas como toda palabra falsa
destinada á producir enardecimientos fugaces.
El pueblo argentino comienza donde nuestra
raza choca con la indígena.
Cuando la colonización española se afirmó en
estas comarcas y revestía formas regulares ,
dividíase en vastas provincias, cada una de las
cuales estaba regida por un gobierno , represen-
tante subalterno de la corona ; pero no formabar
cuerpo administrativo ni tenían entre sí depen
LECTURA DÉCIMA CUARTA 329

dencia recíproca. Buenos Aires, Tucumán, el


Paraguay, eran en efecto gobernaciones inde-
pendientes, y aun su obediencia al virreinato del
Perú era insuficiente para consolidar entre ellos
y la metrópoli colonial, la unidad que identifica
los intereses y la vida de las sociedades. Sin
embargo, la sangre de tucumanos y paraguayos
era derramada en los mismos campos marcia-
les: sus industrias primitivas, su comercio tan
embarazado y pobre como era, afluían en un
centro y refluían por canales comunes : leyes
idénticas les regían, iguales zozobras les agita-
ban, un peligro que estremeciera uno de sus
grupos vibraba por todo el país.... El país he
dicho; y he ahí la explicación de la nacionalidad
argentina .
En vano será buscarla en la unidad de la raza
conquistadora, puesto que , siendo una la que
colonizó casi todo el sud del continente, debe-
ría afirmarse que todas sus fracciones forman
naturalmente una sola nacionalidad. La historia
desaloja otra hipótesis: la unidad de la conquista
local. La colonización de Tucumán es una
expansión de la de Chile; la del Paraguay es
una derivación de la de Buenos Aires, disemi-
nada más tarde en concurrencia con dos corrien-
tes, la oficial ó aventurera de la península por
el Atlántico, la del Pacífico desprendida del
foco que se había constituído en Tucumán. El
secreto está en la configuración del territorio.
Es una vasta sección de tierra cerrada por
enormes cordilleras, ondulada en sinuosidades
330 LECTURA DÉCIMA CUARTA

en que se aglomeran los climas varios y las


fuerzas productoras de todas las zonas del pla-
neta, cuya flora cuenta desde la vejetación
gigantesca hasta la flor del aire tímida como el
primer sobresalto de la pasión en el alma de
una virgen: cuyos niveles ardientes se engala-
nan con los lujos del trópico, mientras sus
montañas invitan al minero y sus planicies tem-
pladas atraen la tienda del pastor. Luego los
torrentes rasgan la tierra en líneas coordinadas,
y ruedan pidiendo bajeles que conducir; des-
préndense del este y del norte el Uruguay y
Paraná; del norte y del occidente, el Paraguay,
el Pilcomayo, el Bermejo, el Salado , tributarios
del gran río, y al juntar sus caudales repliegan
la árida y ensánchase el camino para abrir sobre
el Océano un pórtico esplendente. Esa tierra es
el hogar de una familia; y esa familia evocada
en región remota y traída de todos los rumbos,
se unía en medio del dolor, deprimida pero pre-
destinada .
Por eso era irrevocablemente individua en su
origen y en su destino ; lo fué en los tiempos
azarosos de la conquista y en su triste niñez
colonial.
Omito adrede examinar el influjo de las prohi-
biciones mercantiles en la unión de los pueblos
argentinos; busco las causas primarias, las que
habrían bastado para criarla, aun sin ninguna
de las concurrentes, y las percibo en una obra
de la divina mano : el teatro en que la familia
argentina debía expandirse . Dios pone el germen
LECTURA DÉCIMA CUARTA 331

de vida en ciertas condiciones que le dan inevi-


tablemente su tipo sin que nada pueda desfigu-
rarle .
El establecimiento del virreinato le imprime
una faz nueva y señala un positivo progreso en
su existencia. Constituyendo un gobierno de la
más elevada jerarquía colonial, concentrando
en él la representación del trono, centralizando
la renta y la guerra y armonizando la adminis-
tración de justicia, - aun por haber arrollado
instituciones municipales y provinciales, -con-
firmaba la unidad social con la unidad de gobier-
no, y el hecho natural pasaba á ser combinación
legal . Si algún acto de los reyes de España
puede escapar del vituperio que suscita el
conjunto de las leyes coloniales, es sin duda
éste, que regularizó un fenómeno preexistente, y
consagró, en nombre del derecho escrito , el
producto de las cosas sociales, echando los
cimientos de la entidad política que debía surgir
poco más tarde del seno de la revolución. Mas
reviste él otro carácter peculiar que debo esta-
blecer categóricamente .
Si bien es cierto que el virreinato fué com-
puesto con elementos ya unidos en otro terreno,
también es verdad que el móvil de los reyes al
coordinarlos no fué el deseo de que progresaran
en ningún sentido . Fué otro. Las colonias por-
tuguesas del Brasil se ensanchaban á expensas
de los territorios circunvecinos . Vosotros cono-
céis sin duda la historia de usurpaciones violen-
tas y de insidias diplomáticas que resume las
332 LECTURA DÉCIMA CUARTA

relaciones de los portugueses con los españoles


desde la bula de Alejandro VI y el tratado de
Tordesillas en que se dividieron la soberanía
de las tierras recién abiertas á la colonización
europea ; y os es familiar el perpetuo conflicto
de estos países, sobre cuyas tribus salvajes y
sobre cuyos hogares civilizados alzábase diaria-
mente un peligro, ya el ejército del enemigo,
ya las turbas vandálicas de San Pablo . Si no
me lo vedara la brevedad del tiempo en que
debo ocupar vuestra atención, reharía aquellos
cuadros y desplegaría ante vuestros ojos sus
contrastes: de una parte, las ruines cabañas del
bárbaro puestas á saco: los hijos del infortunio
sumergidos en las brutalidades de una esclavi-
tud inclemente : los niños arrancados del brazo
materno, y las madres entregadas á la feroci-
dad y la lascivia de amos empedernidos en las
correrías de los mamelucas ; de otra, la voca-
ción del heroísmo revelado, con los primeros
estímulos del patriotismo, en las poblaciones
cristianas, que hacían pie contra los ejércitos
regulares, recobraban el suelo y las plazas súbi-
tamente ocupados por enemigos inesperados; y
en este choque continuo hallaríais el episodio
más dramático de la historia colonial y un an-
tecedente político de grave trascendencia.—
Nunca habían tenido estas colisiones la impor-
tancia que adquirieron después del tratado de
1750 y de la guerra guaranítica, complicados
con los conflictos del continente europeo ; y
hacia el último cuarto del siglo el Brasil estaba
LECTURA DÉCIMA CUARTA 333

organizado con un gobierno poderoso y ocupaba


posiciones de España en el corazón mismo de
sus dominios, como la Colonia del Sacramento
en el Río de la Plata . Vióse forzado el trono á
tomar una iniciativa vigorosa para desalojar al
enemigo y contenerle en lo ulterior. Tal fué el
objeto de la expedición que comandaban el
general Zevallos y el marqués de Casa-Tilli ;
pero una de las desventajas de los españoles en
la lucha, era la carencia de unidad de gobierno
en los pueblos que atraían la codicia del enemi-
go y á la vez debían ser el baluarte de la sobe-
ranía española ; porque cualesquiera que fuesen
el entusiasmo y arrojo de los gobernantes y de
los súbditos para acudir á la guerra, -- la com-
plicación de los resortes gubernativos hacía
necesariamente lenta la acción del que la enca-
bezaba. — A fin de obviar esta dificultad , se crió
el virreinato colocando á su frente al coman-
dante en jefe de la expedición , que con denuedo
y gran actividad, puso pronto término á su
campaña con la victoria, desalojando á los
brasileros de sus avanzadas posiciones.
Por consecuencia , podemos establecer la uni-
dad intrínseca é histórica del pueblo argentino,
manifiesta desde sus primeros rudimentos socia-
les y económicos, y al mismo tiempo consig-
nar este hecho : que fué legalizada y convertida
en fuerza política para contrarrestar al Brasil .
Iníciase otra era en 1810 .
Nada más irregular sin duda, bajo un punto
de vista estricto, que el plebiscito del 25 de
334 LECTURA DÉCIMA CUARTA

Mayo; pero todo lo revolucionario es necesaria-


mente irregular. Por aquel acto memorable se
arrojaba el virreinato en vías aventuradas, se
interrumpía su quietud secular y se trastorna-
ban sus condiciones de existencia llamando el
país á las austeridades del trabajo político y
guerrero; y á pesar de la falta de títulos del
agente externo de la revolución, el pueblo se
acoge á su bandera, acata los poderes que él cría ,
acepta sus delegados, le robustece incorporán-
dole los suyos , y no aparece en el elemento acti-
vo sino una idea y una voluntad, — la idea del
derecho, la enérgica voluntad que le convierte
en legión, le ciñe recia armadura, y sin vacilar,
sin contar enemigos ni calcular obstáculos, le
arrastra á vencer, apenas armado , en Cotagaita
y Suipacha. — Seis meses bastan para que desde
el Plata hasta el Desaguadero no quede una
alma de argentino sin iniciación, un brazo de
argentino inmóvil, una sombra de resistencia
regular, ni un palmo de tierra firme bajo el pie
del adalid colonial. Incompleta é informe , veo,
señores, en esa masa que ruge la nacionalidad
argentina. Nadie la discute: todos la aman y la
sirven..... Nadie la define , ¿y para qué? ..... Nación,
provincia, federación ó unidad , para los hombres
de la suprema edad , ella era algo superior al in-
terés, á las acritudes del infortunio , á los halagos
de la libertad y de la gloria: era la patria, una,
indivisible , sagrada. - Su corazón les revelaba
mejor que la palabra y que la razón seca la uni-
dad esencial del pueblo regenerado .
LECTURA DÉCIMA CUARTA 335

En pos de este primer arranque sobrevienen


esfuerzos varoniles por la independencia, ensa-
yos de organización , turbulencias internas que
alucinan, pervierten, dispersan, enaltecen, hu-
millan, rehabilitan; y veremos, trepando á las
cumbres desde las cuales es dado abarcar su
-
conjunto, inmoble en medio del movimiento ,
puro en medio de la podredumbre, el sentimien-
to salvador que hervía en el pecho de Moreno
como en el corazón de Güemes: el sentimiento
patrio , y llamo así al sentimiento nacional que
es la alta inspiración del civismo, no á esas es-
travagantes fantasías de un egoísmo pequeño
que se ufana desplegando fuerzas efímeras bajo
rotos girones de nuestra noble bandera.
Dejad que el rayo glorioso ensanche y puri-
fique la mente, y contemplemos .....
Desde luego la guerra de la independencia.-
Del Plata al Ecuador todas las brisas han acari-
ciado nuestro pabellón, todos los huracanes le
han batido , y brisas y huracanes han modulado ,
hiriéndole, notas sonoras como el himno de vic-
toria. ¿Quién le tremolaba entre los peñascos
enhiestos, las cavernas y los torrentes á través
de la cordillera: en las orillas del Rimac , bajo el
sol ardiente de Quito? ..... Era el pueblo ; mas no
una prepotente fracción de la unidad nacional ,
no una provincia ni una región más abnegada,
más rica, más viril que el resto de la fuerte raza
diseminada en nuestro ancho territorio .- Con
Balcarce y con Ocampo iban los hijos de las
provincias centrales , con Belgrano el litoral,
336 LECTURA DÉCIMA CUARTA

Cuyo con San Martín, el norte con Güemes,


Buenos Aires á todos los peligros y á todas las
arenas; y confundidos en un entusiasmo uníso-
no, sin distinción de localidad ni de clase , los ar-
gentinos en muchedumbre anónima soportaban
iguales fatigas é iguales dolores y compartían
iguales glorias por un solo y dominante amor:-
el indescriptible pero indomable amor de la
patria!
Nada más grande que la guerra de la indepen-
dencia hará en los siglos la República Argentina .
No sé si debo deciros que veo, pero sí que siento
el por qué de esa grandeza. Un aliento inconta-
minado la impelía, y por más que los disturbios
intestinos turbaran la serenidad del alma, pare-
cía que el guerrero consagrado á la guerra na-
cional, fuese ungido en otro altar, á tal punto
se abstraía de toda sugestión , para no seguir
sino la estrella que le guiaba al combate, á la
gloria ó al martirio . Y recoged este otro dato
histórico: el heroísmo más noble , las glorias más
puras, la abnegación llevada á lo sublime, han
sido inspirados al pueblo argentino por el senti-
miento nacional. El contraste es horrendo pero
instructivo ; cuando él se ha amortecido en la
conciencia de los hombres y de las colectivida-
des, no hemos tenido pujanza sino para las mon-
toneras, ni grandiosidad sino en la fuerza del
mal, ni poder sino en la bestialidad de los ti-
ranos.
Le hemos contemplado en sus esplendores; si-
gámosle en sus sombras.
Al pronunciamiento de 1810, siguieron diver-
LECTURA DÉCIMA CUARTA 337

sos actos tendentes á organizar el país . Todos


fracasaron por causas que he tenido el honor de
exponer en otra circunstancia (1) y que es in-
oportuno reproducir aquí; pero hay en ellos un
principio inalterablemente servido y declarado
en la primera palabra de cada ley y en el fondo
de todas las tentativas reformadoras.
Dos leyes efímeras de carácter constitucional
fueron dadas en 1811 , el Reglamento de la Junta
Conservadora y el Estatuto provisional. Es ver-
dad que eran expedidos ilegítimamente y que
eludían la autonomía nacional; pero malgrado
de sus deficiencias y de las impurezas de su ori-
gen, son al menos un monumento histórico de
la permanencia del sentimiento unionista. La
independencia absoluta y la solidaridad política
de una sociedad son cosas distintas; y las leyes
de que tratamos, aunque no revindicaran la so-
beranía argentina, suponían que la suerte y el
derecho de todas las provincias eran indiscer-
nibles, siendo notable que no se preocupaban de
establecerlo explícitamente, que no invocaban
pactos , alianzas ni delegaciones de poder, -sino
que tomaban la unión como punto de partida
irreductible de todo el movimiento revoluciona-
rio. Ninguna discordia había hasta entonces su-
bido al punto de sugerir á las provincias preten-
siones de soberanía. En el orden positivo como
en el orden legal existía una sola entidad: el
pueblo argentino, al cual denominaban Provin-

(1) Véase la Lectura primera.


338 LECTURA DÉCIMA CUARTA

cias Unidas, no por atribuirle los caracteres de


una confederación , sino porque, no pudiendo
declararle independiente de la corona de Es-
paña, se conformaban con declararle una sección
de la monarquía revestida de una autonomía
transitoria; y en tales circunstancias no le com-
petía otra denominación. Sin embargo , estas
mismas leyes estatuyen, en nombre del pueblo,
sobre ciudadanía y diversos puntos que, impli-
cando la independencia, ratificaban la solidari-
dad enunciada en el primer artículo del Regla-
mento y en el preámbulo del Estatuto."
La Asamblea de 1813 tenía un título auténtico .
Ella se abstuvo de ensayar una constitución,
pero su nombre mismo (1) y lo sustancial de
sus disposiciones, aun prescindiendo de algunas
explícitas , conspiran en el mismo sentido que
las que acabo de comentar. Me fijaré en un acto
especialmente significativo . Muchos de los di-
putados que la formaban traían instrucciones
de sus provincias respectivas, circunstancia que
le habría impreso el carácter de una dieta fede-
ral. La Asamblea, por medio de tres disposicio-
nes sucesivas, revocó esas instrucciones decla-
rándose representante del pueblo argentino, y
al adoptarlas cuidó de que sus procederes no
fueran entendidos como una innovación , sino
como una interpretación de su mandato . De
consiguiente, se colocaba en igual terreno que

(1 ) Soberana Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas


del Río de la Plata.
LECTURA DÉCIMA CUARTA 339

los gobiernos fugaces de 1811 , en cuanto á la na-


turaleza y validez de la unidad patria. Ninguna
resistencia produjo este acto; luego, era la con-
signación sencilla de un hecho universalmente
reconocido.- La obra de la Asamblea Constitu-
yente fué tan plena y fecunda, como fué breve
su vida y trágico su fin. - Ella conmovió la legis-
lación antigua é inició reformas que tienen aún
que ocupar á los contemporáneos y á sus des-
cendientes, operando sobre la entidad nacional
argentina que desprendía de la masa hispano-
colonial localizando toda la jerarquía de sus
instituciones, dándole un nombre , un símbolo y
un himno. La apoyaba en tres elementos : las
ideas, la acción y el sentimiento poético del
pueblo.
Disuelta la Asamblea, otro poder parásito for-
mula una constitución : el Estatuto de 1815. Este
instrumento, más bien histórico que político , re-
fleja el progreso de las ideas federativas ; pero
toma por base de sus combinaciones el princi-
pio de la unidad, y en su virtud estatuye sobre
todas las materias que caen bajo la capacidad
legislativa de la nación .
Excuso detenerme en el acta del 9 de Julio de
1816, ni en todas las leyes orgánicas del Con-
greso de Tucumán; pero aquella valerosa de-
claratoria, el Reglamento que, ya trasladado á
Buenos Aires, dictó en 1817, la mal inspirada
Constitución de 1819, aun sus extraviados es-
fuerzos por establecer, en 1816 una monarquía
indígena y en 1820 una dinastía europea, — su
340 LECTURA DÉCIMA CUARTA

candorosa y crédula arrogancia en plena tem-


pestad: todo acto , toda palabra, todo pensa-
miento de los patriotas que le componían , cuan-
do divagaban como visionarios, cuando profun-
dizaban la vida real como estadistas, revelan
imperturbablemente el acatamiento del hecho
y la consagración del principio nacidos de la
unidad de sentimientos y del vínculo de la san-
gre y del territorio.
La primera voz que se alza en 1824 llamando
al pueblo argentino á organizarse, es obedecida ,
como si en su eco tronara el mandato que hace
brotar la vida. El espíritu del sér nacional obra
en el cuerpo dilacerado por el sable y se re-
anima cual el principio yital en aquellos en que
la diestra del Cristo ostentaba su divina for-
taleza.
Hemos llegado á sus humillaciones y sus opro-
bios. Los hombres la expulsan de su conciencia
y escupen sobre su ara: blasfeman del dios y
se arrojan bajo el carro del ídolo ; pero el ídolo
no llena el alma aunque la fascine, y el dios deja
el remordimiento en el corazón que abandona.
Como transparenta su disco empañando una es-
trella sombreada por una nube, así la deidad se
descubre entristecida aguardando el día del arre-
pentimiento para rasgar el velo. Cuando los
malvados se reparten la herencia de la patria y
los pueblos siguen más impetuosamente todo
empuje eversivo de la fraternidad nacional, re-
aparece el instinto primitivo como un tema mú-
sico olvidado se despierta en las fibras sonoras
LECTURA DÉCIMA CUARTA 341

Cuando recrudecen los males que en otro tiempo


consoló.
Nada más rápido ni más completo que la diso-
lución de 1820 ; pero esta fecha es también la de
un pacto en que, partiendo de la unidad esencial
de la nación, se estipulan bases para recons-
truirla ; y á la misma índole de sentimientos
responde el Congreso de Córdoba abortado en
1821 , los tratados de 1822, 1827, 1829, 1831 , la Con-
vención de Santa Fe de 1828, reapariciones de-
leznables o comprimidas del nacionalismo, pero
suficientes para probar su inmortalidad.
El ha resistido á todo, aun á la tiranía. Algo
más : aquella comunidad de sacrificios parece
haberle purificado . Jamás tuvo justificación tan
amplia la dispersión de las provincias argenti-
nas como en los tiempos en que la unidad tenía
por centro el poder omnímodo de un hombre
endurecido en los crímenes ; y á pesar de todo,
emergen dos lecciones del estudio de aquella
época. Es la primera, la impotencia de todas las
reacciones hechas en nombre del derecho pro-
vincial y con las fuerzas fraccionadas de un
pueblo dividido , y la necesidad, reconocida al
cabo por los pensadores que en 1837 escribían
el Dogma socialista, de llamar á la obra todos
los elementos sociales y conmover la nación
para que buscara su libertad con esfuerzos si-
multáneos y la esperanza de organizarse. La
segunda es la constancia del pueblo argentino
en asumir una sola personalidad ante el exte-
rior, encargando sus relaciones internacionales
342 LECTURA DÉCIMA CUARTA

á un gobernador de provincia, según el sistema


adoptado en todos los períodos críticos en que
desaparecían las autoridades nacionales y la
ley común.
No quiero exasperar pasiones dormitantes
trayendo aquí mi juicio, diverso del de los par-
tidos contemporáneos, respecto del pacto fir-
mado en San Nicolás en 1852 para preparar la
reconstrucción nacional ; pero indicaré al pasar,
que en él y en los calorosos debates que pro-
vocó y en los conflictos que les siguieron, per-
cibo, al lado de extravíos deplorables, síntomas
claros de que el sentimiento unionista se vigori-
zaba en medio de aquella crisis; y siquiera
lamentemos el eclipse que sufrió durante la se-
gregación de Buenos Aires, - de todos modos
él pugnaba por brotar aquí y allá, se anidó en
pechos fuertes y triunfó, por fin.
Luego la constitución federal de la República
está radicada en la índole del pueblo argentino ,
en su condición natural de existencia, en la ley
primitiva que fluye de su territorio, de su eco-
nomía , de su historia, de sus tradiciones glorio-
sas y de las tristes memorias de sus angustias
en la anarquía y bajo el yugo. La entidad na-
cional no es ficticia: es viva. Los hombres han
podido olvidarla, pero no extinguirla; y cuando
ellos la han repelido, se ha enervado, pero ja-
más ha desaparecido totalmente . No es dado á
los mortales deshacer la obra de la Providen-
cia ni eximirse de su ley y de los órganos que
ella cría para aplicarla en el estado social. De
LECTURA DÉCIMA CUARTA 343

ahí que la nación sea irrevocablemente sobe-


rana. (1)
Pero estos orígenes de la nacionalidad argen-
tina nos auxiliarán para resolver la última faz
del problema que agito.
Tres desmembraciones ha sufrido la naciona-
lidad consagrada por la revolución de 1810 y la
declaratoria de Tucumán de 1816.
La primera resulta de un movimiento entera-
mente natural. Me refiero á las provincias del
Alto Perú que forman hoy día la República de
Bolivia. Eran un elemento postizo en nuestra
unidad política. En virtud de su composición
social tuvo en ellos distinto origen la revolu-

(1 ) La Constitución ha definido en términos precisos la relación


existente entre las provincias y la nación. Está dada en nombre
del " pueblo de la Nación Argentina » por los delegados de su sobe
ranía (Preámbulo ) : declara que las provincias conservan todo el
poder no delegado por ellas al gobierno federal ( art. 104 ) , es decir,
todas aquellas facultades que , siendo inherentes á la idea de un go-
bierno, no hayan sido investidas por la soberanía nacional en el
gobierno federal ; y, añade, el que se hayan reservado por pactos
especiales al tiempo de su incorporación » ( art. 104 ) , -
— lo cual equi-
vale á reconocer que tales pactos sólo tienen la eficacia que la Cons-
titución les da incorporándoselos como si contuviera textualmente
sus cláusulas ; debiendo advertirse, por fin, que no alude á pactos
celebrados por una provincia con otra ni aun con todas en su capa-
cidad de provincias ( Diario de Sesiones de la Convención de
Buenos Aires, (1860), sino con la nación en su capacidad soberana,
-de donde se sigue que ellos nada importan sino una promesa de
legislar en el sentido de sus estipulaciones, promesa que no puede
ser irrevocable una vez que la provincia favorecida toma la parte
de influencia que le corresponde en los actos legislativos y constitu-
cionales de la República , porque es inadmisible el doble papel que
semejantes principios criarían á una provincia en la nación ha-
ciéndola á la vez fracción del pueblo y Estado contratante.
344 LECTURA DÉCIMA CUARTA

ción; en virtud de su situación geográfica fue-


ron el teatro de la resistencia española , y sus
masas fraternizaban más fácilmente con los re-
volucionarios del norte que con los sud. Estas
causas debían acelerar el producto de su estruc-
tura intrínseca. La independencia de Bolivia es
tan lógica como la solidaridad del resto del vi-
rreinato; es un caso especial de la ley que cría
y conserva los pueblos. No obedece á móviles
comparables el desprendimiento de las otras
dos fracciones de nuestra nacionalidad, que hoy
componen el Paraguay y la República Oriental
del Uruguay.
La emancipación sud - americana no debe á los
paraguayos el más leve esfuerzo: ni una gota de
sangre ni una palabra audaz. Resistieron la
cooperación que Belgrano les llevaba como la
llevaban los primeros soldados de la revolución
á todos los pueblos hermanos, y se declararon
en discordia cuando llegaba la hora de obrar, y
por consiguiente , la hora de amarse. Exigieron
en 1811 que el país les reconociera un grado de
independencia bastante para guarecerse en una
espectativa egoísta, pero no tan completa que
les privara del lote de beneficios que debía to-
carles en suerte permaneciendo unidos con los
que sabían que el sacrificio es el precio de toda
regeneración popular y que el camino de la vic-
toria es el combate. ¿ Qué móvil les impelía? No
es cobarde un pueblo que se ha dejado aniquilar
en defensa del monstruoso tirano que le fanati
zaba; no era ciego en punto á política un pue-
LECTURA DÉCIMA CUARTA 345

blo que tenía ciertas formas comunales desde


los tiempos de Irala, que había sido enérgico en
el sostén de sus prerrogativas y había amedren-
tado el trono en la revolución de los comuneros.
Pero, embolsado en el confín del territorio é im-
buído en un localismo mezquino, sabía que le
era dado recoger sin sembrar ; y aun esto habría
sido insuficiente para determinar su papel, si el
espíritu avieso de Gaspar Francia no hubiera
influído desde temprano sobre el ánimo del pue-
blo, explotando todas sus pasiones para aislarle
y oprimirle. Francia exasperó el localismo pa-
raguayo, primeramente contra el Río de la Plata,
sólo secundariamente contra España. No entra-
ré en esta caverna en que el aliento falta. Fran-
cia, como todos los grandes tiranos, se consti-
tuyó centro de la vida social, y en tal manera
radicó el despotismo que sus herederos no han
necesitado ni un esfuerzo de ingenio ni una
nueva obra de descomposición . Interesábanle
poco las relaciones políticas ni internacionales
de su país ; le bastaba secuestrarle para que se
corrompiese y le adorara. Su sucesor quiere
romper totalmente el relajado vínculo nacional .
El Brasil le ayuda; se apresura á reconocer la
independencia del Paraguay, la preconiza, le
busca prosélitos, insta, intriga : le sugiere ambi-
ciones que jamás abrigara : nuestros compatrio-
tas caen en la red , y en 1845 solicitan su coope-
ración contra Rosas trayendo á Corrientes un
ejército en el cual López el padre veía una hues-
te conquistadora y López el hijo ensayó sus
346 LECTURA DÉCIMA CUARTA

garras. - Bajo la alianza argentino -brasilera de


1851 sucumbe al cabo Rosas ; una parte de la
nación se organiza, Buenos Aires se segrega
transitoriamente; pero una y otra fracción ceden
á ilusiones ó compromisos, y reconocen si-
multáneamente la independencia del Paraguay
en 1853.
Sería un largo capítulo de historia la narra-
ción de las tentativas de absorción del Brasil
sobre el Estado del Uruguay. Ya que el tiempo
me falta, sorprendamos los hechos en su crisis.
La traición somete el país: el heroísmo le eman-
cipa. El pueblo argentino, sin haber reposado
de las batallas de la independencia, acude á
guerrear por el decoro de su pabellón, por la
integridad de su territorio y la libertad co-
mún. - El vecino rapaz que arrebata el nombre
de familia á nuestros hermanos, que escarnece
nuestra soberanía y nuestra raza conquistándo-
nos , suscita cóleras en el pecho, y la irritación
del argentino revela siempre una nobleza y pre-
para una victoria. Los triunfos de la guerra del
Brasil fueron en cierto modo esterilizados, á
pesar de la excepcional trascendencia de las
cuestiones que la provocaron. Los hombres de
la época, acostumbrados á vencer, no reprimie-
ron su impaciente actividad en la revolución
interior para concentrar los elementos del país
en el sitio del peligro. El orgullo nacional se
satisfizo con los hazañas de Brown, con las proe-
zas de los valerosos capitanes que conducían
nuestros soldados en la tierra del enemigo;
LECTURA DÉCIMA CUARTA 347

pero las perturbaciones internas imposibilitaron


á la nación para aprovechar sus sacrificios.
En 1828 fué necesario transigir. La Convención
de paz frustró á Ituzaingó . Verdad es que le
fué arrebatada la presa al conquistador; pero
la nacionalidad argentina quedó mutilada por
la independencia del Estado Oriental .
He ahí, señores, manifiesta la política brasi-
lera. Ha tendido ávida y pertinazmente, á disol-
ver la unidad del Río de la Plata ó á debilitarla
por su fraccionamiento, y es forzoso convenir
en que ve claro : ella fué formada para conte-
nerle, para contrapesar su influjo que crece con
su aumento de riqueza y población, y será
tanto más temible, cuanto con mayor incuria y
menos previsión encaremos estos graves proble-
mas internacionales. -No hemos tenido política
seguida ni fija ; y parece superfluo, en vista de
los antecedentes que he aglomerado, indicar que
ella no ha debido ni debe ni puede consistir sino
en un propósito : robustecer el dique que el
Brasil conmueve , vigorizarnos para balancearle,
armonizar lo que él anarquiza, reconstruir lo
que disuelve, rehacer, en una palabra, la nacio-
nalidad argentina en toda la plenitud de su sér
territorial é histórico .
Y líbreme el Cielo de ser siquiera sospechado
de sugerir á mis compatriotas sueños prusianos
ni de alimentar en su espíritu arrogancias
insensatas. -Yo hablo á mis hermanos que hoy
se llaman argentinos , orientales ó paraguayos ,
en nombre de nuestro pasado , de nuestra madre
348 LECTURA DÉCIMA CUARTA

común, de nuestro porvenir solidario. Somos un


solo pueblo seámoslo. La libertad puede sumi-
nistrarnos recursos para reintegrar esta familia,
dispersa por artes maquiavélicas, y amenazada
de impotencia el día en que los elementos des-
prendidos de su centro natural, engruesen las
fuerzas de nuestro rival, como sucederá sin
duda, si no tenemos inspiración y constancia
para recobrarlos.
Concluyo, señores . - Hemos interrogado la
naturaleza y la historia ; consultad vuestro cora-
zón de argentinos. Yo sé lo qué él os dice : la
patria es la nación ; la nación es una, vivaz ,
inmortal : su soberanía es indestructible .
Y por consecuencia, el principio que despejá-
bamos hace ocho días indagando en abstracto el
papel de la soberanía nacional en el régimen
federativo, ( ¹ ) antes que en nuestro derecho es-
crito, antes que en el fondo de nuestra estructura
constitucional , está en nuestro derecho no escri-
to, en la ley inabordable de vitalidad que nos da
tipo y nos hace un pueblo.
La federación argentina es indisoluble por su
carácter político y por las condiciones naturales
en que se ha producido .
Por otra parte, está incompleta, y es necesario
reintegrarla.
De estas dos verdades, el Dogma socialista
percibió la primera . Ella ha fructificado , y todos
reconocemos que las provincias no pueden

(1) Véase la Lectura XIII.


LECTURA DÉCIMA CUARTA 349

revocar la nacionalidad ni segregársele , y lo


que está en la regla suprema de la vida, que el
pueblo no puede suprimirse á sí mismo , ni
muere, á no ser por la descomposición ó la
conquista ; y hemos podido darnos una ley
común destinada, según las hermosas palabras
de su preámbulo , « á constituir la unión, á afian-
>> zar la justicia, consolidar la paz interior, pro-
» veer á la defensa común , promover el bienestar
» general y asegurar los beneficios de la libertad
» para nosotros, para nuestra posteridad y para
>> todos los hombres del mundo que quieran habi-
» tar el suelo argentino » .
Mas desdeñó la segunda, y su desdén, mal-
grado de los que como yo creyeron que la inmo-
lación del bienestar y de la sangre en los mismos
campos de batalla pudiera reducir un antago-
nismo secular, - compromete en peligros que
arrecian de día en día aun la existencia actual
de la nación tal como fué posible organizarla al
escapar de una zona en que hemos dejado ras-
tros sombríos, halagos y esperanzas: el Para-
guay en la mano del verdugo, el Uruguay bajo
la amenaza del Brasil. - Menos negligentes
seríamos si recordáramos esta sentencia anti-
gua : « es necio el pastor que no congrega su
rebaño cuando oye gruñir el lobo robador. >> -
Hace sesenta años que el lobo está gruñendo .
LECTURA XV

Confraternidad de principios. - Fusión de todas las doctrinas


progresivas eu un centro unitario . - Resumen.

SEÑORES :

Llegamos esta noche al término de nuestro


trabajo ; y para juzgar en resumen las ideas
prevalentes en la juventud en 1837, analizare-
mos los dos capítulos del Dogma socialista
en que las condensó . << Uno de los muchos obs-
» táculos, dice, que hoy día se oponen y por
» mucho tiempo se opondrán á la reorganización
» de nuestra sociedad, es la anarquía que reina
>> en todos los corazones é inteligencias : la falta
» de creencias comunes capaces de formar, ro-
> bustecer é infundir irresistible prepotencia al
» espíritu público » . Y para remover este estorbo
da dos consejos en otras tantas palabras simbó-
licas : « Confraternidad de principios » — « Fu-
sión de todas las doctrinas progresivas en un
>> centro unitario » . Tal es la política práctica del
Dogma.

Fácil es advertir que esa política vacila sobre


sus fundamentos movedizos; y basta interro-
352 LECTURA DÉCIMA QUINTA

garla para convencerla de falsedad. Ella des-


lumbraba, porque hería afectos nobles en una
situación dolorosa ; pero su lustre se disipa
cuando se reconstruye el raciocinio que la gene-
ra, el cual más bien que un discurso lógico, es
un arrebato irreflexivo.
Confieso que me veo embarazado para com-
batirla, porque nada es más difícil refutar que
lo evidentemente falso . -¿Qué significa « la con-
fraternidad de principios » , la « fusión de todas
las doctrinas » ?
¿ Significa la abolición de los partidos ? Esta-
mos en la quimera y el absurdo .
¿Significa la adhesión unánime de todos los
hombres á ciertos principios acogidos como
punto de partida del movimiento social ? Enton-
ces no se pide sino lo que el país tenía antes de
la dictadura, lo que ha tenido después, sin verse
por ello exento ni de las controversias y luchas
de los partidos, ni de las turbulencias y trapa-
cerías de las facciones.
Ciencia social que desestima la naturaleza , es
necesariamente errada ; y la desestima quien
pretende organizar un gobierno regido por la
opinión y evitar al mismo tiempo el choque de
las ideas diversas y de los intereses de partido.
Equivale á preconizar la soberanía del pueblo
sin pueblo, el imperio de las ideas sin ideas.
Semejante extravío cabe en dos casos : ó cuando
se parte de la noción materialista y se toma el
pensamiento como un producto mecánico ó quí-
mico : ó cuando se construye un sistema de
LECTURA DÉCIMA QUINTA 353

gobierno basado en la subordinación del pensa-


miento al criterio infalible de una autoridad
extraña al pueblo. Mas si el pensamiento es dis-
tinto de sus instrumentos fisiológicos: si la ver-
dad no nos es inmediata y plenamente accesible:
si necesitamos raciocinar para acercárnosle, ―
es natural que la mente yerre y las ideas varíen,
á poco que el hombre se desvíe de la línea lógica
ó se detenga en ella ; y de ahí la diversidad y el
conflicto de las opiniones. Si, pues, el pensa-
miento y la voluntad de todos deben ser refleja-
-
dos en el gobierno , — ¿ en virtud de qué princi-
pio puede pretenderse la coincidencia de todos
los pensamientos y la unanimidad de todas las
voluntades? ¿Qué regla suprema podría redu-
cir las divergencias ? - Bajo este simple punto
de vista, la teoría del Dogma es insostenible.
Sus fundamentos no están en la naturaleza;
luego, no los tiene.
Y no se olvide que el hombre no es sólo un sér
pensador: también es un sér afectivo y apasio-
nado . Nos apasionamos por las ideas y por los
que comparten las nuestras. Este elemento es
capital en la formación de los partidos . Hablan-
do en rigor, él les constituye; sin su influencia
serían escuelas, pero no grupos militantes. Las
ideas les dan su papel histórico : su cohesión les
da su fibra. Una teoría ( ¹ ) no puede convertirse
en hecho político , sino por la elevación al go-
bierno de los que la profesan y la sirven. De ahí

(1 ) Véase la Lectura VIII .


354 LECTURA DÉCIMA QUINTA •

que los partidos se esfuercen por predominar.—


También excluyen, y es natural que excluyan,
puesto que creen poseer la verdad y los elemen-
tos adecuados para aplicarla.
No hay término medio entre el combatir de
los partidos y la opresión del pueblo por autori-
dades parásitas ; de consiguiente, no hay cor-
dura en exigir la uniformidad de la opinión como
condición de una libertad fecunda dentro de un
orden sólido de gobierno.
Como este error era arraigado en los autores
del Dogma, se trasluce en diversos pasajes que
ya he comentado , y me abstendré de repetirme,
insistiendo en que ni el progreso social puede
ser continuo cuando no le fomenta el contraste
de las ideas, ni aun los actos necesarios para la
rotación regular de los poderes públicos pueden
ser ejecutados, ni lo son de hecho, cuando no
hay en el país ideas é intereses en pugna, por-
que en ésta se formaliza el criterio para juzgar
los hombres, y en la comunidad de trabajos y de
esfuerzos se originan las afinidades doctrinarias
y personales que explican los movimientos po-
pulares desde las candidaturas hasta las revo-
luciones.
Fusión de las doctrinas! -dice el Dogma; pero
esta máxima no tiene sentido filosófico ni valor
de aplicación , á no ser la indiferencia por las
teorías ; y sin ellas es imposible dar una regla á
la acción política del pueblo ni de los gobiernos.
En abstracto, no hay sino motivos para repe-
lerla; y como no quiero pesar sobre vuestra
LECTURA DÉCIMA QUINTA 355

atención demostrando lo que es obvio , entro en


lo concreto. El Dogma ansiaba por un principio
que sirviera de núcleo á la unidad popular y en
torno del cual girara la opinión en todas sus
evoluciones. —- Pisamos aquí un terreno más fir-
me, porque esta esplicación es un correctivo de
la doctrina.
En efecto, la actividad de la opinión produce
la divergencia de ideas y el antagonismo de los
partidos ; pero los pueblos, así como viven en
virtud de una fuerza indefinible y tienen una
unidad intrínseca, tienen una fisonomía derivada
de la tendencia general de todos sus movimien-
tos. Llamémosle vocación , ideal, sistema, como
queráis; bástenos saber que cada sociedad en
cada uno de los períodos caracterizados de su
existencia, se acoge á un centro de ideas, en
cuyas consecuencias y desarrollos disienten los
partidos, pero cuya inmutabilidad sustancial le
da permanencia y le sugiere constancia en su
marcha progresiva . La historia suministra ejem-
plos en contrario, pero son excepciones con-
firmatorias de la regla; porque los desastres
siguen inevitablemente á la falta de un criterio
común en los problemas radicales de la política.
Si el Dogma social aludía á esta forma de con-
cordia, podemos concederle la razón; pero la
exageraba hasta llegar á lo absurdo , y por otra
parte, prueba que entendía mal la revolución
argentina, cuando afirma que jamás ha existido
en nuestra sociedad : que « no hemos tenido fun-
damento sólido sobre el cual pudiera apoyarse
356 LECTURA DÉCIMA QUINTA

la razón de cada uno » , y que los estragos de la


dictadura arrancaban « de la anarquía reinante
en todas las inteligencias y en todos los cora-
zones ».
Aquí también tengo que invocar vuestros
recuerdos para no reproducir la refutación ya
hecha del vicioso concepto del Dogma acerca
del origen y desarrollo del principio democrá-
tico en la República Argentina, importado en el
espíritu de sus autores por el espectáculo del
país en aquella época aciaga, en que más bien
soñaban con la libertad eclipsada que no prepa-
raban el porvenir de la patria, cambiando de
prisa sus confidencias mientras tronaba en torno
suyo el anatema de los verdugos . — Esclareceré,
no obstante, un punto trascendental y en que
se repara poco por más glorioso que sea.
El pueblo ha tenido la uniformidad compati-
ble con el estado revolucionario , determinada,
aun en las épocas de mayor encarnizamiento,
por el punto más grave y perceptible de los in-
tereses en lucha.-Hasta 1820 todos los espíritus
coincidían en el amor y el servicio de la eman-
cipación patria; de 1820 adelante en el principio
democrático. Moreno y el deán Funes confra-
ternizaban en 1810, como Dorrego y Rivadavia
en 1826: los dos primeros porque eran partida-
rios de la independencia; los dos segundos por-
que eran demócratas. Prevendré una objeción .
-Si esta uniformidad ha existido , -¿de dónde
provienen la acritud de los partidos, las descom-
posiciones sociales, la anarquía que entronizó á
LECTURA DÉCIMA QUINTA 357

Rosas? Para mí es muy claro. -A la vez que


los partidos constitucionales; ha obrado otro
elemento que no era ni podía ser un partido y
que criaba la mayor dificultad ante el paso de
los que eran capaces de organizar la democra-
Aludo al caudillaje y á las masas que él
fanatizaba . Quienes quiera que hayan ejercido
influencia en los consejos de gobierno ó en la
opinión pública con un espíritu elevado y patrió-
tico, aceptaban el principio democrático como
resultado de las agitaciones populares ; pero para
darle formas regulares, tenían que resolver dos
cuestiones: la forma orgánica del gobierno : el
papel atribuído á las masas y sus encarnaciones
genuinas en el movimiento político . Revestían
ambas tan suma gravedad, que cualquiera dife-
rencia de solución debía apasionar profundamen-
te; y como las muchedumbres eran enérgicas,
los partidos se veían forzados, ó bien á herirlas
de frente, ó bien á ser tolerantes con ellas, acaso
en exceso, lo cual contribuía á envenenar sus
pasiones. Conocéis su historia, sus inspiracio-
nes y sus extravíos: por qué antecedentes y en
qué circunstancias fueron ambos desalojados
de la arena, en la cual les sustituyó la fuerza
inculta; y con estos datos deduciréis , como yo,
dos consecuencias: la tiranía que paralizó el
movimiento liberal no es producto de la falta
de un ideal común , sino una peripecia del dra-
ma revolucionario muy lógica dada la comple-
xión social de este país; y por lo demás , la
uniformidad del pueblo en ciertos principios
358 LECTURA DÉCIMA QUINTA

cardinales no ha impedido en el pasado ni im-


pedirá en lo porvenir la formación de partidos,
como no elimina la posibilidad de que ellos se
descompongan y degeneren . Hay pueblos enal-
tecidos por sentimientos universales, pero no
hay opiniones compactas, porque las ciencias
morales no tienen la certidumbre de las mate-
máticas. Hay partidos probos, pero no hay par-
tidos incorruptibles. No es política ni es cien-
cia inventar teorías para otro hombre sino el
que conocemos por la conciencia y por la his-
toria.
Y en el fondo, el Dogma socialista era un
credo político; luego , tendía á reclutar un par-
tido . Adherencias, más ó menos completas á
ciertas máximas generales , no podían hacer fe-
cunda la acción de los iniciados ; y la disciplina
de la Asociación « Mayo» bastaría para despejar
cualquier duda. -Sus autores se veían, pues,
obligados á emplear los medios que teóricamen-
te repudiaban, porque la política no tiene otros.
Ni se diga que su partido consistía en no tener
ninguno. Eso implica, y es un retruécano , pero
no una doctrina. Un individuo puede eximirse
de toda solidaridad de partido; pero una agru-
pación en que se afilian todos los que compar-
ten una idea precisa para servirle, es por ese
hecho un partido; acaso se desligue de toda in-
fluencia tradicionalista, piense con originalidad ,
y trace á los pueblos caminos antes desconoci-
dos, sea, como decía la juventud de 1837, un
partido nuevo, pero es irremediablemente un
LECTURA DÉCIMA QUINTA 359

partido. Combate, ambiciona y excluye. No hay


medio: toda evidencia incluye la repulsa de lo
que la niega; y no es natural ni sería discreto
que los hombres confiaran indistintamente el
poder de gobernar á los que comparten ó á los
que rechazan la doctrina que, ante sus ojos,
constituye la verdad política .
Los preconizadores del Dogma contraían el
deber de hacer triunfar las ideas formuladas en
él. —Sí, dirían, -pero « abnegando toda liga con
>> los partidos que se han disputado el predominio
>> durante la revolución» .- Enhorabuena; pero de
esta ruptura con el pasado ¿no se seguía la exclu-
sión de los que le fueran fieles?-Nótese además
que la línea que presumían establecer entre el
pasado y el presente era una ficción. Por lo
menos les era común con los viejos partidos lo
que hoy mismo nos vincula con ellos: el princi-
pio democrático y muchas de sus aplicaciones .
El partido unitario deja un rastro luminoso por
su espíritu civilizador, y á su memoria están
asociadas vastas adquisiciones en el sentido li-
beral. El partido federal brilla por su inspira-
ción política, y hay ingratitud ó ligereza en di-
vorciarse de su tradición cuando el desarrollo
del país ha consolidado una organización repu-
blicana bajo el plan que él proclamaba tempra-
no. Yo sé que hay que discernir en la obra de
ambas fracciones que como toda entidad hu-
mana mezclaron la escoria con el metal precioso ;
pero sé á la vez, que en 1837 había que escoger
entre la doctrina de uno y otro y acatar lo que
360 LECTURA DÉCIMA QUINTA

tienen de noble y acertado . Rechazo la idola-


tría, rechazo el olvido, porque la primera inmo-
viliza, y el segundo desorienta. - Ni acierto á
comprender cómo quien aconsejaba el olvido,
podía decir: «somos continuadores de la revo-
>> lución de Mayo: veneramos sus tradiciones y
>> sus glorias: la vida de los pueblos es trabada y
» contínua en su progreso, en la formación lenta
» y laboriosa de sus formas políticas y de su es-
>> tructura social. >>
Como véis, señores, el remedio era errado,
porque el diagnóstico era imperfecto .
Y puesto que en esa máxima estaba conden-
sada toda su doctrina, ha llegado el momento de
abarcar lo que hemos discutido en detalle, para
terminar.
He aplaudido el método cuya apología hicie-
ron para mejorar procederes desacreditados por
sus frutos . Un idealismo destemplado en mate-
rias políticas y un espíritu conservador en ma-
terias sociales habían producido , por su alianza,
al parecer absurda, dos efectos deplorables: la
inconsistencia de los ensayos constitucionales y
la desarmonía entre el ideal de la sociedad y
sus recursos para obtenerlo. La única fracción
que había revelado tener sentido práctico y pro-
curado fundar la Constitución en la filosofía de
las costumbres alcanzó una influencia escasa y
sufrió una descomposición rápida . Entre tanto,
sólo uno de los viejos unitàrios se convertía en
la adversidad: Rivadavia; y los que habían se-
guido su iniciativa y su palabra, le excedieron
LECTURA DÉCIMA QUINTA 361

en fanatismo por las utopías que él abjuraba. La


juventud ponía en mejor camino las ciencias po-
líticas: aliaba en su método la experiencia y el
racionalismo, y en consecuencia, tomaba el tér-
mino prudente entre el idealismo que remata
en las quimeras y el empirismo que aniquila el
progreso. -Colocada en este terreno le eran ac-
cesibles varias ideas fundamentales, cuyo comen-
tario voy á resumir.
Su noción de la soberanía es correcta. Su doc-
trina respecto á la consolidación de la libertad
puede compendiarse en estos dos términos: la
limitación de la soberanía por el influjo de la ley
absoluta de cuyo fondo nace el derecho natural,
-y la organización de la sociedad fundada en
la fuerza intelectual y moral del pueblo. Desalo-
jaba la doctrina errónea que atribuye la sobera-
nía al número y la omnipotencia al pueblo, como
asimismo la incauta confianza depositada en las
formas del gobierno popular cuando no se ad-
vierte que la tiranía es compatible con ellas y
que los despotismos populares no ceden á nin-
guno en ferocidad . Las formas externas son esté-
riles cuando no expresan una capacidad actual
de gobierno propio ; algo más que una capaci-
dad, el gobierno propio en ejercicio .
Pero al indicar estos principios , el Dogma so-
cialista no tenía una idea clara de los que ellos
entrañan; había vaguedad en sus conceptos, va-
cilación en su lógica, timidez en sus aplicacio-
nes concretas.
Difería de los idealistas de la generación an-
362 LECTURA DÉCIMA QUINTA

terior en que aceptaba la necesidad de armonizar


la sociabilidad con la política; pero á esta idea
abstracta no correspondía un plan fundado en
los datos , que según su propia confesión , debían
ser el punto de arranque de la ciencia social
argentina. El gobierno libre es movimiento, por
lo cual no arraiga en los pueblos cuya vida es
absorta en los motores políticos , porque lo inor-
gánico es necesariamente inmóvil. Reconocer
la autonomía de cada centro elemental, equili-
brar sus relaciones bajo el imperio de la ley:
introducir en la vida individual la regla de res-
ponsabilidad y de trabajo que se quiere incor-
porar en la institución política: esto es organizar
una sociedad y adecuarla para el régimen demo-
crático. Tampoco fué lógico al derivar de la
noción de la soberanía racional un derecho po-
lítico imperfeccionado por el privilegio. - De
manera, que en estas dos cuestiones, comunes á
cualquiera sociedad democrática, invertía los
términos y anulaba su sistema; y advertimos en
él vacilaciones análogas siempre que tiende á
aplicar una abstracción . Si preconiza la necesi-
dad de elevar el espíritu del pueblo , diserta so-
bre la filosofía, sobre las ciencias y las bellas
artes ; pero se abstiene de definir la educación
común, que es la que disciplina las fuerzas de-
mocráticas, diseminando la luz y fortaleciendo
los caracteres. Mas su timidez resalta singular-
mente cuando trata de recoger la clave del pro-
blema constitucional en la historia y los hechos
contemporáneos, y desdeña la controversia en-
LECTURA DÉCIMA QUINTA 363

tre la unidad y la federación y pretende una


concordia quimérica en la profesión de apoteg-
mas nebulosos, procediendo con la misma volu-
bilidad con que aconseja la « organización so-
cial » y descuida concretarla, con que exalta el
cristianismo como elemento inmortal de la civi-
lización y pretende transfigurar la doctrina del
Salvador con las fantasías de un visionario, con
que predica la igualdad y enseña el privilegio
político: la soberanía democrática absorbida ó
abdicada, es decir, la libertad en su negación .
En una palabra, -el Dogma fracasa en el te-
rreno positivo y aun en lo abstrato cuando debe
llevar á sus últimas consecuencias el principio
que le sirve de base . Revela salud de corazón ,
pero el temperamento poético de su autor le afec-
ta: es más imaginación que pensamiento : conmue-
ve, no enseña.
Y no quiero cerrar este libro que explica
grandes acontecimientos políticos sin indicar al
menos cuál ha sido su eficacia, dónde está el
rastro de sus noblezas, dónde está el rastro de
sus errores. - Exponerlo metódicamente anali-
zando el movimiento que fomentó, puede ser la
materia de otro curso , pero séame lícito bos-
quejarlo en brevísimas palabras.
Digo que el Dogma es principalmente senti-
miento; pero sentimiento rico , influyente , crea-
dor: el sentimiento argentino , principio virtual
de todo lo que en este país lleva estampado
un sello de grandeza: el amor de la libertad
pleno, incondicional, acendrado como una vo-
364 LECTURA DÉCIMA QUINTA

cación, exigente como uno de aquellos apos-


tolados que no ceden ni en la labor ni en el
martirio . El daba vigor á los pechos que pe-
netraba y les hizo duros en las borrascas y
en el incesante afanarse de una vida madu-
rada en las acritudes del destierro . Cuando la
tiranía asolaba la patria , ellos la fulminaron...
La sangrienta oleada les arrojó, y se fueron....
Mas no á deplorar su infortunio con lágrimas
estériles. Han sido poetas , publicistas, educado-
res y soldados. - Su poesía ha sido valiente y su
ciencia militante: han conmovido las fibras rela-
jadas del pueblo con sus apóstrofes y los re-
cuerdos de épocas gloriosas avivados en estrofas
sonoras, cantando los triunfos de la patria per-
dida y la majestad del derecho ultrajado , mal-
diciendo la tiranía, avergonzando los esclavos
con la revelación de su miseria. En sus libros y
en sus diarios está patente la metamórfosis de
sus ideas alteradas por la experiencia y los pro-
ductos de la revolución. Las nebulosidades del
Dogma y el fanatismo unitario del Facundo son
reemplazados , en medio de aquel período dra-
mático ,-- con los principios netos y conciliado-
res formulados por el Sr. Sarmiento y el Sr. Al-
berdi en obras que fueron el primer arranque
científico de la organización nacional; y justo es
reconocer que no fueron ellos solos los redimi-
dos .-Esparcidos por toda la América han deja-
do huella en la prensa, en la enseñanza, en la
política, sirviendo fielmente los intereses de la
civilización continental; y al propio tiempo que
LECTURA DÉCIMA QUINTA 365

preparaban la reconstrucción de la patria y fo-


mentaban el progreso de sus hermanos , cuyo
pan compartían, estaban listos para ceñir la es-
pada y arrojarse en el estrago de las batallas en
servicio de la libertad que tanto amaban.- El
sentimiento humanitario despertado en los pue-
blos al reaccionar contra el exclusivismo colo-
nial tuvo á la vez en ellos sus encarnaciones
más completas, y les impulsó á ahogar las vani-
dades de un patriotismo receloso para buscar la
alianza de quien pudiera contribuir á la regene-
ración del país tumbando el inicuo trono de la
tiranía. Han sido liberales, activos, y condes-
cendientes con el pueblo; han sido generosos y
perseverantes. ¿Queréis saber por qué?-Oidles.
-En 1837 decían: «Nuestro punto de arranque y
» de reunión será la democracia. Política, filo-
« sofía, religión, arte, ciencia, industria: toda la-
>> bor inteligente y material deberá encaminarse
» á fundar el imperio de la democracia. Política
» que tenga otra mira, no la queremos. Filosofía
» que no coopere á su desarrollo , la desechamos.
> Religión que no la sancione y la predique, no
» es la nuestra. Arte que no se anime de su es-
» píritu y no sea la expresión de la vida del in-
» dividuo y de la sociedad , será infecundo . Cien-
cia que no la ilumine, inoportuna. Industria
» que no tienda á emancipar las masas y elevar-
» las á la igualdad , sino á concentrar la riqueza
» en pocas manos, la abominamos.(1)-Al cobarde

(1) Dogma socialista, § XII.


366 LÉCTURA DÉCIMA QUINTA

» al egoísta, al perjuro,-anatema! Al que mire


» atrás y sonría cuando suene la trompeta de la
» regeneración de la patria, -anatema ! » (1) -He
ahí, señores, el secreto de su virilidad. Tenían
un ideal, y son ideales lo que las generaciones
necesitan para ser heroicas.- Por eso pudieron
hacer su divisa de aquella palabra de Job: «El
ave nace para volar y el hombre para el trabajo» .
En cuanto comprende la cuestión política , la
revolución argentina está desenlazada, y lo ha
sido bajo el influjo de sus sentimientos liberales
y democráticos.
No obstante, era imposible que del dualismo
notado no redundaran sombras en el cuadro . Ba-
jo el aspecto social, la revolución está en crisis.
Tenemos forma democrática; nos falta aptitud,
disciplina, organización, en una palabra; y ya
sabéis que era éste el punto en que flaqueaba el
Dogma. La experiencia aplicada á la legisla-
ción degenera fácilmente en empirismo cuando
no es metodizada por doctrinas absolutas y cla-
ras; y al analizar sus fórmulas las hemos halla-
do vagas ó incompletas; muchas , oprimidas por
la crítica, nos dejan sólo sus vestiduras declama-
torias: una palabra enfática simulando una idea
que no existe . El elemento racional del credo
se evaporó por su propia trivialidad: quedó el
tradicionalismo, y él ha hecho empírico el gobier-
no político, empírica la legislación, nula la ini-
ciativa de reforma que ha estado en todos los

(1) Dogma socialista, Proemio.


LECTURA DÉCIMA QUINTA 367

labios sin concretarse en actos ni en institucio-


nes. Esto explica , señores, por qué el orden
social no ha sido puesto de acuerdo, en los veinte
años que van corridos desde el renacimiento de-
mocrático , con su plan de gobierno político :
porque los que promulgaban yo no sé qué ar-
monía ascética de los espíritus, evidentemente
quimérica, han excedido á veces todos los lími-
tes que la prudencia y el amor de la patria po-
nen al antagonismo de los partidos; por qué los
que repudiaban todo vínculo con el pasado, han
idolatrado en él y alojado en su espíritu adhe-
siones indiscretas á lo vetusto y á lo irrevoca-
blemente vencido , odios sacrílegos como son los
que no se detienen en la tumba de los mártires ,
semejantes al que inmola ante la posteridad el
nombre glorioso de Manuel Dorrego; por qué se
pretende conciliar el centralismo unitario de las
provincias con la estructura federativa de la
nación: por qué se mutila la libertad civil con
legislaciones inveteradas ó transcriptas, y se
oprime las personas con una administración de
Justicia ajena á las fuentes populares; y lo que
resume cuanto revela en nuestro presente esta-
do la indolencia de un empirismo desastroso , -
por qué no se educa al pueblo para que se posea
á sí mismo, en vez de vivir pidiendo á las revo-
luciones disimulo para su servidumbre , ó con-
tento con un derecho nominal que no encubre,
ni para la víctima ni para el observador, las
traiciones del despotismo que ha desaparecido
del centro para diseminarse en la periferia.
368 LECTURA DÉCIMA QUINTA

No inculpo, señores: analizo y juzgo . A cada


día dice el Evangelio , le basta su propio afán; y
si cada generación tiene el suyo, admiremos á
los que han sido perseverantes en su tarea his-
tórica, y acometamos la obra común, encadena-
da á través de los tiempos, -donde concluye su
labor, para continuar, estimulados con su ejem-
plo, el desarrollo de la libertad y de la civili-
zación en este país que nuestros abuelos y
nuestros padres nos han enseñado á amar.— Y
despidámonos acogiendo los nobles y varoniles
consejos con que Esteban Echeverría conmovió
la juventud de su tiempo al incitarla á la acción
política, cuyas glorias no le dejó la muerte com-
partir: «No os echéis á dormir bajo la tienda que
» levantaron vuestros padres. El mundo mar-
» cha: marchad con él. El reino de la verdad no
» vendrá sino con guerra. La que os espera será
» cruda; pero triunfaréis con la ayuda de Dios y
» de vuestra constancia y fortaleza. Caed mil
» veces, pero levantaos otras tantas. La libertad,
» como el gigante de la fábula, recobra en cada
» caída nuevo espíritu y pujanza : las tempesta-
» des la agrandan y el martirio la diviniza ! »

FIN
INDICE

Página

PRÓLOGO . 7

LECTURA PRIMERA

La tiranía de Rosas.- Sus antecedentes .-Giro de


la revolución argentina. - Los partidos y sus
descomposiciones . -Papel que la tirania les
criaba. -La juventud y la Asociación « Mayo » .. 11

LECTURA II

Qué es el Dogma socialista de la Asociación


« Mayo» .- Su importancia como programa de
una generación . - Su método. - Equivale à una
revolución filosófica y politica.- Sus principios
generales 39

LECTURA III

Asociación 67

LECTURA IV

Frogreso .. 89

LECTURA V

Fraternidad, Igualdad, Libertad.- Dios, centro


y periferia de nuestra creencia religiosa: el
cristianismo, su ley... 113
370 ÍNDICE

LECTURA VI Página

El honor y el sacrificio, móvil y norma de nuestra


conducta social. -Adopción de todas las glorias
legítimas, tanto individuales como colectivas, de
la revolución.- Menosprecio de toda reputación
usurpada é ilegítima . - Cuestión moral . - Cues-
tión politica. -Cuestión histórica . 133

LECTURA VII
Continuación de las tradiciones progresivas de la
revolución de Mayo. - Independencia de las tra-
diciones retrógradas que nos subordinan el an-
tiguo régimen .... 159

LECTURA VIII
Organización de la patria sobre la base democrá-
tica. -El sufragio ... 181

LECTURA IX

Organización democrática. - División de los pode-


res.-Aplicaciones del sufragio . - Formas del su-
fragio: representación proporcional del pueblo . 201

LECTURA X

Organización democrática. - Emancipación del es-


piritu americano. -Educación popular .. 227

LECTURA XI

Organización democrática. -El municipio........ 253

LECTURA XII
·Organización democrática. - Sistema federal. - La
provincia... 281
ÍNDICE 371

LECTURA XIII Página

Organización democrática.-La nación.- Su papel


en el régimen federativo ... 305

LECTURA XIV

La sociedad argentina. - Su origen. - Su desarro-


llo. Su forma actual... 327

LECTURA XV

Confraternidad de principios.— Fusión de todas


las doctrinas progresivas en un centro unitario.
-Resumen . 351
COMPAÑÍA SUD- AMERICANA DE BILLETES DE BANCO
263 CALLE CHILE 283
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DUE APR 13 1915


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La politica liberal bajo la tirani
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