ESCEPTICISMO
ESCEPTICISMO
“Escepticismo es, en general, aquella facultad de establecer antítesis entre la apariencias y los juicios; mediante el escepticismo, por
el que entendemos el «igual peso» que caracteriza a la oposición entre situaciones de hecho y argumentos, llegamos, primero, a la
suspensión del juicio y luego a ser libres de inquietud”. (Sexto Empírico, Bosquejo del pirronismo, I 8.)
▪Sexto empírico era un «médico» griego que floreció hacia el final del siglo II a. de C. «Escepticismo» (skepsis
significa especulación o investigación, en su uso no técnico).
▪El punto de partida del escepticismo es «la estructura de liberarse de la inquietud» . Buscaban un criterio en
referencia al cual pudieran fijarse la «verdad» y la «falsedad». Fracasaron en esta búsqueda, pero
consiguieron “descubrir la liberación de la inquietud, como por azar, a consecuencia de suspender el juicio
(acerca de la incompatibilidad propia de las apariencias y de los juicios)»
▪El escepticismo tiene sus raíces en el siglo IV a. de C. con la figura de Pirrón de Elide, un antiguo
contemporáneo de Epicuro, que fue el fundador o precursor del escepticismo griego en su sentido técnico.
▪Mucho antes de Pirrón, podemos encontrar filósofos que expresan actitudes escépticas. La falibilidad de la
percepción sensorial como fuente de conocimiento fue subrayada, por diferentes vías, por Heráclito,
Parménides, Empédocles y Demócrito, en el período presocrático e incluso llega hasta Jenófanes. El
escepticismo de Pirrón tiene entre sus predecesores la más estrecha conexión conceptual con Protágoras.
▪Queda poco o nada de base textual del escepticismo helénico y la reconstrucción es gracias a testimonios
posteriores.
▪Cicerón nombra regularmente a Pirrón junto a Aristón. La doctrina más notable de Aristón era la imposibilidad
de fijar un criterio de valor entre las cosas «indiferentes», es decir, aquellas que, en un sentido moral, no son
bien ni mal.
▪El segundo rasgo del pirronismo, es el fin ético, la liberación de la inquietud. Nadie había sugerido antes que
el escepticismo pudiera sentar la base de una teoría moral. Esta fue la innovación de Pirrón. En la búsqueda
de los medios para alcanzar la serenidad mental se ubica en la misma línea de Epicuro y de los estoicos.
▪Pirrón había nacido en Elide, en el N.O. del Peloponeso, hacia el 365 a. de C. Conocemos poco
acerca de su vida y de su trasfondo filosófico Se dice que fue alumno de Brisón, hijo de Estilpón
(D.L., IX-61). Se formó, probablemente, con miembros de la escuela megárica y de ellos había
adquirido un entrenamiento en la dialéctica y en las razones para desconfiar del testimonio de
los sentidos. También tuvo contacto con discípulos de Demócrito y puede que adoptara de allí el
antiguo subjetivismo atomista relativo a los juicios perceptivos.
▪De los atomistas, se formó con Anaxarco, quien llegó a ser filósofo en la Corte y acompañó a
Alejandro en su expedición a Oriente. Pirrón fue también miembro de la partida, y Diógenes
Laercio cuenta que ambos filósofos frecuentaron la compañía de los «Gymnosophistas» hindúes
(filósofos desnudos-probablemente faquires) y de los Magos (IX-61). Es imposible conocer si
alguna influencia oriental tuvo un papel importante en el desarrollo filosófico de Pirrón.
▪El propio Pirrón no escribió nada, posiblemente para evitar la impresión de dogmatizar. Por
suerte, tuvo un seguidor, Timón de Flío, menos escrupuloso, y algunos fragmentos de los escritos
de Timón sobreviven como citas en escritores posteriores. Gracias a Timón tenemos testimonio de
los puntos de vista originales de Pirrón.
▪Hacia el 330, unos 5 años antes de la fundación del Liceo, fundó una escuela en Elis. Fue muy
estimado por sus conciudadanos que lo hicieron un gran sacerdote de la ciudad. Se distinguió
por la sencillez y austeridad.
▪Tras observar cómo Pirrón no dejó nada por escrito, Aristocles continúa:
«Su discípulo Timón dice que el hombre que busca ser feliz ha de considerar estas tres cuestiones: primero, cómo son
realmente las cosas; segundo, qué actitud debemos adoptar frente a ellas; tercero, cuál será la consecuencia de tal actitud.
Conforme a Timón, Pirrón declaraba que las cosas eran igualmente indiscernibles, inconmensurables e indeterminables. Por
esta razón, ni nuestras percepciones ni nuestros incisos son verdaderos ni falsos. Por ello, pues, no debemos fiar de ellos, sino
evitar los juicios, sin inclinarnos ni de un lado ni de otro, inflexibles, diciendo, tocante a cada cosa, que no más es que no es, o
que, a un tiempo, es y no es, o que ni es ni no es. Para quienes adopten esta actitud la consecuencia será, primero, un
rechazo a hacer afirmaciones, y segundo, librarse de la inquietud»
▪La primera, cuestión de Pirrón había sido ya planteada y contestada durante los últimos doscientos años y
más. En verdad, podía muy bien ser llamada la cuestión básica de la filosofía griega. El supuesto de que
la «naturaleza» de las cosas o qué sea realmente el mundo, es algo que puede ser investigado y
descubierto, es básico en la filosofía pré-socrática, en Platón y en Aristóteles.
▪Pirrón, con su respuesta a esta cuestión, rechaza el supuesto, y niega con ello la legitimidad de la
especulación filosófica. Toda filosofía ha de partir de ciertos presupuestos, al menos si va a ofrecer algún
informe de la realidad. Y uno de los primeros presupuestos que ha de sentar un filósofo es que se pueda
decir algo verdadero acerca del mundo; de otro modo, no cabe conocimiento de la realidad exterior.
▪Pirrón, sin embargo, afirma que la verdad o la falsedad no caracterizan ni nuestra percepción de las cosas
ni los juicios que sobre ellas hacemos; de donde se sigue que lo que percibimos o juzgamos puede ser
objeto de conocimiento. Lo que Pirrón afirma está fundado en su respuesta a la cuestión: «¿cómo son
realmente las cosas?». Al contestar «incognoscibles», Pirrón elimina el mundo exterior como tema del
discurso filosófico. Si la naturaleza real de las cosas no puede ser conocida ni por los sentidos ni por la
razón, entonces no hay nada que sirva de referencia para contrastar la verdad o falsedad de
afirmaciones acerca de aquélla.
«Admitimos el hecho de que vemos, y reconocemos el hecho de que tenemos este pensamiento particular; mas ignoramos
cómo vemos o cómo pensamos. Y decimos, por vía de descripción, que ‘esto parece blanco’, sin confirmar que ello sea
realmente blanco» (D.L., IX-103).
▪El sujeto de la afirmación de Timón «parece dulce», es la miel, una cosa u objeto material. No habría
lugar a la distinción entre «x paréceme ser y», y «x es y», si x fuera meramente un dato de los sentidos.
Supongamos que, al comer algo amarillo y viscoso, me llega un sabor dulce. Si aquello que yo saboreo es
sólo un dato de los sentidos, entonces no podría haber razón para negar que ello es dulce. Lo que queda
abierto a discusión es si la dulzura que, en efecto, gusto, es una propiedad real del objeto amarillo y
viscoso.
▪Timón sugiere que percibimos objetos —miel—. El problema no es la relación entre los datos de los
sentidos y los objetos, sino la relación entre el objeto como percibido y el mismo objeto
independientemente del ser percibido. Las condiciones de percepción son tales, que introducen una
relación entre el objeto y el percibidor, que no puede suponerse válida entre el objeto y sus
propiedades.
▪Los pirrónicos niegan que la percepción sea algo intencional. No puedo evitar el ver esto como una
diapositiva de ppt, porque ese es el contenido de mi actual sensación visual. Sobre la base de esta
prueba puedo hacer la afirmación tipo (1). Si voy más allá y digo: «esto es una diapositiva», utilizo el
tipo de afirmación (2). El pirrónico objetaría ahora que he postulado una relación entre sujeto y
predicado para la que no poseía una prueba válida. He utilizado mi experiencia del «objeto como
percibido» para inferir una determinada característica del objeto en sí mismo. La validez de esta
inferencia no puede ser probada, y mi afirmación del tipo (2) no es, por lo tanto, ni verdadera ni falsa.
▪Dado que la percepción sensorial no proporciona fundamento para juicios acerca de las cosas-en-sí-
mismas, no deberíamos formular tales juicios. Nuestra actitud frente al mundo debería ser de suspensión
del juicio, lo que resumen los pirrónicos con la expresión «igual» (esto que eso).
▪La suspensión de juicio de Pirrón referente a la naturaleza de los objetos materiales, se aplica igualmente a los
conceptos morales.
▪Diógenes Laercio cuenta que Pirrón «negaba que algo fuera moralmente un bien o un mal», así como que la
costumbre y la convención gobiernan las acciones humanas (IX- 61).
▪Sobre la relatividad de los juicios morales, dice Diógenes:
«Todo cuanto a uno parece ser un bien, ha de decirse que es bien, o no todo. Mas de todo no cabe decir que sea
un bien, dado que la misma cosa a uno le parece un bien, como el placer a Epicuro, en cambio a otro, como a
Antístenes, un mal. La consecuencia debería ser que la misma cosa fuera a la vez bien y mal. Mas si no llamamos
bien a todo cuanto así le parezca a uno cualquiera, habremos de distinguir entre opiniones diferentes. Lo cual es
imposible, debido al igual monto de los argumentos de una y otra parte. Por lo tanto, qué sea realmente lo
bueno, es incognoscible» (IX-101).
Se llama «liberación de la inquietud» al resultado práctico de esta actitud frente a la realidad.
Se cuentan varias anécdotas de la suspensión del juicio de Pirrón: habría caído en unos pozos o habría sido
atacado por unos perros, de no ser por la ayuda de sus amigos (D.L., IX-62). Pero el escepticismo de Pirrón no
implica impericia práctica alguna en cuanto concierne a la vida cotidiana. Si así fuera, la vida estaría llena de
confusión. Los pirrónicos tienen un criterio para los propósitos prácticos, «el objeto tal como es percibido».
Niegan que ver sea creer, es decir, creer que somos capaces de ver o aprehender las cosas tal como ellas son en
sí mismas. El objeto del ataque pirrónico no son las actitudes del sentido común frente al mundo, sino los
postulados filosóficos del conocimiento. El conocimiento postula certidumbre, ya se trate de la naturaleza de
los objetos materiales, de la estructura del universo, de los valores morales, o de la existencia de Dios.
▪En el escepticismo de Pirrón no somos impedidos de decir que vemos gatos y perros, o como se diría
en su lenguaje, que nos «parecen» gatos y perros. Pero las experiencias apercitivas que tenemos no
nos legitiman para decir nada acerca de las entidades cuya existencia suponemos con
independencia de tales experiencias. Con la suspensión del juicio, somos liberados, de la
confusión que puede suscitarse si oímos informes contradictorios acerca de los dioses, de la
naturaleza del bien, etc.
▪En una época en la que los filósofos andaban compitiendo unos con otros en materia de lógica o de
filosofía natural y moral, Pirrón dio el paso de criticar a todos los filósofos, poniendo en tela de
juicio las bases de sus pretensiones cognoscitivas.
▪Su crítica alcanza un horizonte más amplio, incluyendo la religión y todas las prescripciones
dogmáticas acerca de la sociedad y del individuo. Al igual que la insistencia estoica y epicúrea en
la validez de sus explicaciones racionales de los fenómenos, el escepticismo antitético de Pirrón es
una respuesta alternativa para hombres insatisfechos con los valores tradicionales y con las
creencias de una sociedad en estado de transición.
▪La doctrina de Pirron se puede resumir en que no hay nada bueno ni malo. La felicidad consiste en
la paz y la tranquilidad el alma (ataraxia). Todo lo demás es indiferente (adiáphora).La fuente de
la perturbación proviene de los juicios. La actitud más racional es abstenerse de todo juicio, no
considerando nada ni como falso ni como verdadero, no pronunciándose a favor ni en contra de
ninguna cosa (aphasia) y suspendiendo todo asentimiento (epokhé). De esta manera se consiguen la
felicidad (eudaimonía) y la tranquilidad (ataraxia). Aunque nada puede saberse con certeza, no
significa que deba suspenderse toda acción, sino que se debe obrar conforme a las leyes vigentes,
pero dándoles un valor relativo
Pirrón murió hacia 270 a. de C. No fundó escuela en sentido estricto, y la gran
difusión de sus puntos de vista se debió, principalmente, a la tradición oral y a los
escritos de Timón.
La siguiente etapa en la historia del escepticismo griego está marcada, no por los
pirrónicos, sino por la Academia.
La última mitad de la vida de Pirrón cubre la juventud y la mediana edad de
Arcesilao, que llegó a ser Director de la Academia hacia el 265 a. de C. Se dice que
Arcesilao, al igual que Pirrón, negó la posibilidad del conocimiento (Cic., Acad., I,
45), y a un escéptico posterior como Sexto Empírico la posición filosófica de
Arcesilao le parecía casi idéntica al pirronismo (P.H., I, 232). Es sumamente probable
que Arcesilao fuera incluido por Pirrón, mas el trasfondo intelectual de los dos
escépticos era muy diferente. A diferencia de Pirrón, Arcesilao es una figura de la
institución filosófica ateniense, aunque fuera a iniciar cambios radicales en el
carácter del platonismo contemporáneo.