0% encontró este documento útil (0 votos)
11 vistas3 páginas

La Última Transmisión

Cargado por

gamerdairmo08
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
11 vistas3 páginas

La Última Transmisión

Cargado por

gamerdairmo08
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 3

LA ÚLTIMA TRANSMISIÓN

Siempre he sido un niño muy interesado por lo que me rodea. Me chiflaba subir a la

buhardilla de casa de mis abuelos cada vez que estoy en esta. Allí, en aquel pequeño rincón

polvoriento y húmedo, he encontrado auténticas maravillas que mis abuelos han archivado a

lo largo de las décadas. Por ejemplo, muñecas que utilizaba mi abuela cuando tenía algo de

tiempo libre para librarse de sus penurias o unas peonzas roñosas de mi abuelo que parecían

haber sido fabricadas con madera proveniente de un abeto. Esta actividad, por desgracia, se

había vuelto monótona e insulsa sin ninguna clase de viveza. Sin embargo, llegó un día en el

que todo cambió.

Estuve indagando por una pila de libros que había leído en centenares de ocasiones. La

verdad es que eran libros de todo tipo, desde la historia de un fantasmagórico castillo

medieval hasta un diccionario en portugués. No obstante, detrás de esta columna de tomos,

encontré lo que parecía un instrumento rectangular con altavoces. Este estaba en un estado

mugriento y tenía incluso arañas que llevaban viviendo en aquel artilugio una larga

temporada. Lo saqué y lo limpié un poco con un cepillo que tenía a mano y decidí presionar

el botón de encendido. De súbito, escuché una sintonía algo distorsionada y una vocecilla

dulce que parecía anunciar en directo lo que estaba ocurriendo en la Gran Vía de Madrid.

Decidí girar una ruleta incorporada y poco a poco empecé a escuchar punto por punto lo que

comunicaba aquella reportera. Decidí oprimir otro botón y pasé a escuchar una ópera en

riguroso directo que se estaba llevando a cabo en Irlanda. Después de este evento, me quedé

totalmente anonadado tras descubrir la existencia de este método de telecomunicación. Solía

informarme a través del periódico o de la televisión, pero no sabía de la presencia de este

artefacto. Decidí quedarme el resto de la tarde escuchando cada emisora a mi elección hasta

que, de pronto, ocurrió algo completamente inesperado…


-Les comunicamos que es muy probable que -la interlocutora respiró entrecortada de

sollozos- en las próximas horas el mundo quede rotundamente incomunicado durante un

largo tiempo, ya que, debido a la caída satelital de la Estación Espacial Internacional, no

vamos a poder mantener contacto- hizo una pausa notando un agudo nudo en la garganta-,

causando una caída económica brutal y, probablemente, extinguiendo a la raza humana.

Gracias por escucharnos durante todas estas décadas y… hasta siempre.

Se me resbaló la gota de sudor por la frente, tragué saliva y se me empezó a helar la sangre.

Incluso llegué a reflexionar bastante hasta agradecer todos estos años de vida que había

tenido. Lo peor de todo este asunto es que vivía a cientos de kilómetros de la ciudad, sin la

posibilidad de obtener alimento a menos de un pedido a distancia a través de internet. Intenté

recapacitar intentando retrasar en mi cabeza lo que parecía totalmente inevitable, pero era

inútil. A los pocos minutos, se cortó la conexión del teléfono sin la posibilidad de acceso a

ninguna red y, por lo tanto, sin la posibilidad de efectuar llamadas telefónicas. La televisión

cortó todas las emisiones y no había ninguna transmisión activa. Como última salvación,

decidí comprobar la existencia de alguna emisora en funcionamiento en aquella radio.

Tras quince angustiosos minutos, encontré lo que podía ser mi salvación. Una emisora en el

loro que permitía comunicarse con cualquier persona que se conectará a esta. Decidí esperar

hasta la llegada de alguna persona que tuviese el mismo objetivo que yo, hablar con un ser

humano a distancia. Escuché unos truenos y visioné unos rayos a lo lejos. Una tormenta

eléctrica acechó la fachada de la casa. Los goterones de agua empezaron a caer, un rayo cayó

en el coche destruyéndolo en cientos de pedazos. No había forma de escapar de aquella

pesadilla. Bajé rápidamente para ver si mis abuelos estaban bien hasta que me di cuenta de

que no estaban en casa. Estaba solo. Únicamente oía esa maldita emisora vacía, perdiendo

poco a poco la esperanza de poder hablar con alguien. No podía más. La desesperación me

estaba empezando a corroer por dentro. Agarré un cuchillo, lo acerqué a mi cuello e, ipso
facto, anuncié mis últimas palabras antes de despedirme de aquella agónica pesadilla

telecomunicativa.

También podría gustarte