0% encontró este documento útil (0 votos)
43 vistas10 páginas

Los Frutos Del Espíritu Santo

Cargado por

wendy camones
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
43 vistas10 páginas

Los Frutos Del Espíritu Santo

Cargado por

wendy camones
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 10

Los Frutos del espíritu Santo

El diccionario Webster define “fruto” como el efecto o consecuencia de un acto o acción. Esto se ajusta
bien a las enseñanzas de las Escrituras acerca del fruto del Espíritu Santo, el cual se desarrolla como
resultado directo de la acción del Espíritu Santo en la vida del creyente. De hecho, el proceso comienza en
el momento en que la persona acepta a Jesús como su Señor y Salvador.
El apóstol Pablo escribe:
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he
dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;
contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:19‐23)
Pablo hace una única distinción entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Las obras de la carne
fluyen desde nuestra naturaleza humana pecadora, pero el fruto del Espíritu es el resultado de la actividad
del Espíritu en nosotros. Que produzcamos nosotros mismos sin la ayuda del Espíritu esos buenos frutos
son imposible, pero sí tenemos una parte que cumplir en el proceso. Debemos cooperar de buena
voluntad y
responder a lo que el Espíritu está haciendo en nosotros.
BOSQUEJO DE LA LECCIÓN
1. El rol de la salvación en el proceso de dar fruto
2. Una vida equilibrada
3. Los nueve frutos del Espíritu
OBJETIVOS DE LA LECCIÓN
Cuando usted complete esta lección, deberá ser capaz de:
1‐ Señalar cuáles son los prerrequisitos para poder dar fruto
2‐ Explicar la necesidad tanto de los dones como de los frutos del Espíritu Santo
3‐ Describir los nueve frutos del Espíritu
1.EL ROL DE LA SALVACIÓN EN EL PROCESO DE DAR FRUTO
Objetivo 1. Señalar cuáles son los prerrequisitos para poder dar fruto
1. Nacer de nuevo
Para poder dar fruto, es necesario que haya vida. Debemos experimentar la salvación por medio de la fe en
Cristo, para poder tener la capacidad de dar fruto. A menudo, nos referimos a la salvación como una
“regeneración”, o la experiencia de nacer de nuevo. Un verdadero creyente y seguidor de Jesús es
habitado por el Espíritu Santo, quien produce los buenos frutos. Mateo registró las siguientes palabras de
Jesús:
“Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar
malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el
fuego.” (Mateo 7:17‐19)
La regeneración, entonces, es el primer prerrequisito para poder dar fruto.
2. Permanecer en Cristo
El segundo prerrequisito para poder dar fruto es la permanente unión a Cristo por medio del Espíritu
Santo. Juan registró las siguientes palabras de Jesús:
“YO SOY la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
sin mí nada podéis hacer. El que no permanece en mí, será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y
los cogen, y los echan en el fuego, y arden.” (Juan 15:5‐6)
Note que Jesús es la vid, y nosotros somos sus ramas. Necesitamos permanecer en la vid para poder crecer
y producir fruto. Las personas que no permanecen en su compromiso con Cristo y su comunión con él, no
pueden producir fruto espiritual agradable a Dios. Si arrancas una planta floral de la tierra, no puedes
esperar que produzca flores. De la misma manera, cuando no estamos arraigados y cimentados en una
relación con Cristo, no podremos dar fruto.
3. Vivir en el Espíritu
El tercer pre‐requisito para poder producir fruto es que debemos desear vivir en el Espíritu. El apóstol
Pablo dice en su carta a los gálatas:
“Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gálatas 5:16)
Vivir en el Espíritu, a veces se refiere a caminar en el Espíritu, y esto nos indica que requiere de la persona
que se rinda a la dirección y la guía del Espíritu en su vida. Ser guiado por el Espíritu implica rendirse a su
autoridad. Consideremos la siguiente
ilustración: Cuando viajamos a un país extranjero, es mucho más fácil todo cuando somos acompañados de
un guía experto; este guía conoce la geografía y la cultura del país y puede guiarnos para visitar
directamente los lugares más interesantes o agradables. De la misma manera sucede con el creyente.
Cuando somos guiados por el Espíritu Santo, nuestra jornada en la tierra se transforma en algo mucho más
agradable a Dios y más productivo.
Siembra y cosecha
El último pre‐requisito para dar fruto es reconocer la ley de la siembra y la cosecha.
Pablo escribe:
“No os engañéis, Dios no puede ser burlado; porque todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
8 porque el que siembra en su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra en el Espíritu, del
Espíritu segará vida eterna.” (Gálatas 6:7‐8)
Necesitamos preguntarnos a nosotros mismos qué clase de cosas queremos cosechar en nuestra vida. Si
queremos una cosecha de buena calidad, debemos sembrar apropiadamente. Y sembramos buena semilla
cuando hacemos lo que Dios nos pide que hagamos.
En las cartas del apóstol Pablo identificamos una serie de atributos humanos negativos. Él los llama “obras
de la carne”, o actos de la naturaleza humana. Algunos de ellos son la inmoralidad, la impureza, la
sensualidad, las contiendas, los celos, arrebatos de ira, la embriaguez y orgías. Estas cosas son el resultado
de sembrar inapropiadamente. Saber que Dios quiere que produzcamos buen fruto, nos pone en la
responsabilidad de sembrar adecuadamente, de manera que, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos
tener una buena cosecha.
2. UNA VIDA EQUILIBRADA
Objetivo 2. Explicar la necesidad tanto de los dones como de los frutos del Espíritu Santo
Los dones del Espíritu Santo son mencionados en 1 Corintios 12:8‐10:
“Porque a la verdad, a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el
mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu, y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu; a otro,
operaciones de milagros, y a otro, profecía; y a otro, discernimiento de espíritus; y a otro, géneros de
lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.”
Como hijos de Dios, y teniendo al Espíritu Santo viviendo dentro nuestro, podemos experimentar
personalmente los dones del Espíritu. Sin embargo, debido a que la manifestación de estos dones es
emocionante muy a menudo, muchas personas se enfocan más en ellos que en los frutos del Espíritu.
A medida que reconocemos la importancia de los dones del Espíritu, no perdamos de vista la significancia
de los frutos. Hay nueve frutos del Espíritu mencionados en Gálatas 5, y nueve dones del Espíritu
mencionados en 1 Corintios 12. Ambos tienen la naturaleza de Dios y son sobrenaturales. Una buena
manera de entender la diferencia entre estos dos es recordar que los frutos son la evidencia de un carácter
semejante al de Cristo en nuestras vidas, mientras que los dones son predominantemente enfocados hacia
fuera, para ministrar al Cuerpo de Cristo y a otros. Los frutos requieren tiempo para crecer, y los dones son
algo que se recibe instantáneamente.
Las personas que ejercitan los dones espirituales, tienen la mayor necesidad de mostrar los frutos del
Espíritu. Los dones no son una referencia de la profundidad espiritual y el carácter del creyente. De hecho,
los creyentes que operan en los dones del Espíritu sin demasiada evidencia de los frutos espirituales,
pueden traer deshonra a su testimonio y al nombre de Cristo. ¡Tal inconciencia debe ser evitada a toda
costa!
Claramente, Dios les da un valor especial a los frutos. Es la influencia de una tranquila vida de Cristo, en
lugar de la potencia aparentemente explosiva de los dones, que verdaderamente validan la relación de una
persona con el Señor.
Los cristianos son “un trabajo en progreso”. El crecimiento en todas las áreas de nuestra vida es continuo y
progresivo. Además, cuando hablamos de los frutos del Espíritu creciendo en nuestra vida, debemos
recordar dos simples verdades: el creyente debe cooperar con el Espíritu Santo, y los frutos deben producir
un cambio visible.
Cooperar con el Espíritu Santo
El Señor no nos obligará a desarrollar los frutos espirituales en nuestra vida. Él solo puede producir los
frutos, pero nosotros debemos permitírselo. Por lo tanto, debemos evitar hacer lo que le desagrada y
entristece. Si queremos ver el crecimiento del fruto espiritual, tenemos que hacer un esfuerzo concertado
para arrancar las malezas (los actos de la naturaleza pecadora), y mantenernos conectados a la vid, nuestra
fuente de vida.
Los frutos producen un cambio visible.
Si bien el desarrollo de los frutos está en curso y tal vez no sea tan rápido como usted desee, los cambios
se notarán. Las personas verán los frutos del Espíritu en su vida y se asombrarán. ¡Esto traerá gloria a Dios!
Aunque usted está aún en proceso, ya no es la misma persona que solía ser en el pasado. Dios se agrada
cuando puede ver en usted un progreso genuino, así que no se desanime cuando los frutos parecen crecer
muy lento. Recuerde que Dios no ve lo que fuimos, sino que ve lo que seremos.
3.LOS NUEVE FRUTOS DEL ESPÍRITU
Objetivo 3. Describir los nueve frutos del Espíritu
Pablo escribe en Gálatas 5:22
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio propio; contra tales cosas no hay ley.”
Echemos un vistazo a cada uno de estos nueve frutos.
Amor
El amor que es producido por el Espíritu Santo es diferente al amor natural y humano. Este fruto del
Espíritu va más allá del amor natural, y es capaz de hacernos amar incluso a nuestros enemigos, a través de
la motivación a hacer el bien. Jesús nos enseñó:
“Habéis oído que se dijo: "AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo." Pero yo os digo: amad a
vuestros enemigos y orad por los que os persiguen” (Mateo 5:43‐44)
Esa es la clase de amor que Jesús mostró cuando pendía del madero y clamaba:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y echaron suertes, repartiéndose entre sí sus vestidos.”
(Lucas 23:34)
Y esta es la misma clase de amor que Jesús quiere producir en cada uno de nosotros. El amor nacido del
Espíritu es sacrificial y no falla. Es en el área del sacrificio que el amor natural se parece más al fruto
espiritual del amor. Cuando el amor natural es fuerte, una persona puede estar dispuesta a sacrificarse por
la persona que ama, aún hasta el punto de morir. Y esto es precisamente lo que Dios hizo por nosotros.
Pero Dios demuestra su propio amor en esto: que cuando nosotros éramos aún pecadores, Cristo murió
por nosotros (Romanos 5:8). Así que, el amor que viene del Espíritu es sacrificial, y nunca disminuye.
Gozo
El Espíritu desea producir gozo en nuestras vidas. De hecho, el gozo debiera ser un rasgo predominante en
cada creyente, y en la Biblia se menciona muchas veces este fruto del Espíritu. Jesús dijo una vez:
“Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” (Juan 15:11)
David, el salmista, también escribe:
“Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes, Y sus santos darán voces de júbilo.” (Salmo 132:16)
Isaías, el profeta, continúa:
“Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus
cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.” (Isaías 35:10)
Y volvemos a citar palabras de David:
“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para
siempre.” (Salmo 16:11)
Hay una gran diferencia entre la alegría o felicidad humana y la felicidad espiritual. La felicidad humana
usualmente está basada en las circunstancias; mientras las cosas van bien o las personas experimentan
buenas cosas, hay felicidad. Sin embargo, el fruto espiritual del gozo que es producido por Dios, no
requiere que haya circunstancias favorables. Por ejemplo, cuando Pablo y Silas estaban en la cárcel de
Filipos, eligieron cantar alabanzas a Dios a la medianoche, a pesar de que estaban en una situación
físicamente dolorosa (puede encontrar esta historia en Hechos 16:15). Su actitud al enfrentar la
persecución demostró el gozo del Espíritu.
Paz
La paz de Dios viene a nuestro corazón como fruto del Espíritu de Dios. Su fuente es la obra expiatoria de
Cristo en la cruz. Pablo escribe:
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; Romanos
5:1)
Lo primero experimentamos cuando nacemos de nuevo es la paz de Dios.
El fruto de la paz llena nuestro corazón de tal modo, que aún en tiempos de gran confusión podemos aun
sentirla. ¿En qué se diferencia el fruto de la paz, de la serenidad que pueden sentir las personas que no son
salvas? De la misma manera que el fruto del gozo, no depende de las circunstancias. Es una paz que
“sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7)
Paciencia
A veces, la paciencia es descripta como un sufrimiento largo. Dios es paciente y sufrido con la humanidad
en general, e incluso con sus verdaderos seguidores.
Él es lento para enojarse, compasivo y lleno de gracia. Lea como Dios se describe a sí mismo:
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo
para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la
iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la
iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”
(Éxodo 34:6‐7)
Seguramente, la paciencia es uno de los atributos más notables de Dios. El apóstol Pedro escribe:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9)
Nosotros, como cristianos, necesitamos también el fruto de la paciencia. El trayecto de la vida es largo,
pero no podemos perder el corazón. Aunque deseamos ser como Cristo y escapar de las pruebas de este
mundo, debemos ser pacientes. Considere el deseo del apóstol Pablo para los colosenses:
“fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con
gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;”
(Colosenses 1:11‐12)
La paciencia es esencial en nuestras relaciones con las personas, tanto cristianas como no cristianas. Las
personas nos decepcionarán y nos fallarán. Nos harán cosas malas y serán lentos para cambiar. Pero de la
misma manera que Dios es paciente con nosotros, debemos nosotros ser pacientes también con otros.
Ningún creyente puede darse el lujo de ignorar este fruto del Espíritu si quiere llegar a ser un siervo de
Dios.
Benignidad (amabilidad)
Cuando usted piensa en la amabilidad, ¿qué es lo que se le viene a la mente? El apóstol Pablo nos dice que
la bondad de Dios lleva a las personas al arrepentimiento (Romanos 2:4). Y a nosotros, en las Escrituras, se
nos manda a ser amables en nuestra vida espiritual y en nuestras relaciones con otros. El apóstol Pedro
escribe:
“vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud,
conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la
piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” (2 Pedro 1:5)

Y en su carta a los colosenses, Pablo nos aconseja:


“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia;” (Colosenses 3:12)
En Efesios 4:32, Pablo escribe nuevamente:
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo.”
Note en este versículo que una de las formas en que mostramos bondad es perdonando a los demás
cuando nos han hecho daño. Vemos un gran ejemplo de bondad en el relato de José y sus hermanos, en el
Antiguo Testamento. Después de haber sido vendido como esclavo por sus hermanos mayores, y de haber
experimentado una serie de eventos traumáticos, José pudo haber sido cruel con ellos. Pero eligió
mostrarles bondad. En el libro de Génesis, se relata:
“Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, más
Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora,
pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al
corazón.” (Génesis 50:19‐21)
Cada uno de nosotros, como cristianos, ha experimentado la bondad de Dios al haber sido salvados por Él;
lo menos que podemos hacer es mostrar amabilidad hacia otros.
Bondad
Una vida de bondad es una fuerte evidencia de que una transformación espiritual y moral se está
produciendo en una persona. Jesús dijo:
“El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca
malas cosas.” (Mateo 12:35)
Más adelante, el apóstol Pablo escribe a la iglesia de Colosas:
“Para que andéis como es digno del Señor, agradando le en todo, fructificando en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10)
No piense nunca que Dios no se preocupa por las buenas obras. La Biblia nos enseña que no somos salvos
por las buenas obras, sin embargo, las buenas obras deben ser evidentes una vez que hemos nacido de
nuevo.
El apóstol Pablo escribe en Efesios 2:10
“Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que
anduviésemos en ellas.”
Somos hechura suya. Dios nos salva para que podamos servir a Él ya los demás. Lea lo que escribió Tim
LaHaye (1993) en su libro “Spirit‐Controlled Temperament” (Temperamento controlado por el Espíritu
Santo) acerca del fruto de la bondad:
“Muchos cristianos se han apartado a sí mismo fuera de la bendición del Espíritu Santo cuando les inspiró
a hacer algo bueno o amable por otra persona, al no obedecer a ese impulso. En vez de traer alegría a la
vida de otra persona por un acto de bondad, la persona egocéntrica reprime el impulso y se hunde más y
más profundamente en el abismo de desaliento y pesimismo. Una cosa es recibir el impulso del Espíritu
Santo para hacer algo bueno, y otra muy distinta es transformarlas en actos concretos de bondad.”

Fe (fidelidad)
La fe genuina produce fidelidad. La fidelidad puede ser vista en la forma en que el creyente
conscientemente estudia la palabra de Dios, ora, adora, sirve, da, vive y cumple con sus responsabilidades.
Esto afecta a cada área de su vida.
Pablo escribe:
“Mas ahora se requiere en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel.” (1 Corintios 4:2)
La fidelidad, como todos los demás frutos del Espíritu, crece. Se desarrolla a medida que cumplimos con las
pequeñas responsabilidades. Entonces, Dios nos confiará tareas mayores. Podemos vivir esta nueva vida
en Cristo desde una posición de confianza. Sería contradictorio confiar en Dios por la eternidad, pero no
confiar en Él para nuestras actividades diarias y nuestras relaciones. Jesús nos prometió que si somos
fieles, incluso hasta el punto de la muerte, Él nos dará la corona de la vida (esta promesa se encuentra en
Apocalipsis 2:10)
Mansedumbre
En Gálatas 5:22, la mansedumbre se refiere a tener humildad y docilidad. Hoy en día, esta característica no
siempre es vista como una virtud; sin embargo, no debiera verse como debilidad. Miremos un ejemplo en
el Antiguo Testamento. Dios el Padre es todopoderoso, pero Él trata con cuidado con su pueblo. El profeta
Isaías escribió acerca de Dios:
“Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo cogerá los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará
suavemente las paridas.” (Isaías 40:11)
Tenga en cuenta que los versos justo antes y después de este texto, hablan del poder y de la sabiduría
infinita de Dios. Por lo tanto, a pesar de que la dulzura y el poder pueden parecer un gran contraste, en
realidad, la mansedumbre es poder bajo control del Espíritu.
La mansedumbre también nos impide hacerles daño a otros. A veces los cristianos mayores establecen
estándares irrazonables para los nuevos cristianos, olvidando demostrar ternura mientras los nuevos
creyentes crecen en su relación con Jesucristo. Así como los padres no les gritan y regañan a sus hijos
cuando caen al intentar dar sus primeros pasos, sino que con amor los levantan y animan, de la misma
manera, los creyentes maduros deben ser amables y comprensivos con los que recién llegan a la fe.
Dominio propio (autocontrol)
El dominio propio ha sido descripto como el termostato que controla el funcionamiento de todos los
demás frutos del Espíritu. Aparece en último lugar en la lista, pero no significa que sea menos importante.
La habilidad de una persona para controlarse a sí misma es una gran virtud cristiana, y una marca segura
de madurez.
Todos conocemos personas cuyas vidas son dominadas por hábitos peligrosos y por pecados, precisamente
porque les falta dominio propio. Pueden tener exceso de peso por no poder dejar de comer, pueden beber
o fumar constantemente, usar lenguaje obsceno o ser adictos a las drogas.
El fruto espiritual del dominio propio no es algo que pueda ser alcanzado por esfuerzo humano, sino que es
producto de la ayuda del Espíritu Santo y su gracia en nuestra vida. Por causa de su gracia, aún personas no
cristianas pueden demostrar cierto dominio propio. Por ejemplo, un atleta se entrena y disciplina su
cuerpo para un partido o evento deportivo en particular; se abstiene de comer alimentos que puedan
disminuir su rendimiento físico; puede obligarse a sí mismo a hacer cosas a pesar del cansancio extremo o
el dolor. Sin embargo, aunque es algo recomendable, el esfuerzo humano por lograr el dominio propio
tiene limitaciones.

El fruto espiritual del dominio propio provee una dimensión de control que supera la habilidad humana.
Volviendo al asunto de comer en exceso, en los Estados Unidos se ha aconsejado a la gente a abstenerse
del tabaco y las bebidas fuertes, debido al daño que causan en nuestro cuerpo. Sin embargo, aquellos que
se abstienen de estas cosas, ingieren excesivas cantidades de comida, hasta el punto de la glotonería, lo
cual también tiene serios efectos en la salud, como la diabetes, presión sanguínea alta, fatiga, dificultades
para moverse, etc., y muchas personas no pueden dejar de comer en exceso. Necesitan la ayuda del
Espíritu Santo y el fruto espiritual del dominio propio.
Tome un tiempo para pensar acerca de aquellas áreas de su vida en donde necesita un mayor dominio
propio. Así como usted crece en la gracia de Dios, puede esperar que también crecerá en el dominio
propio.
CONCLUSIÓN
Los frutos del Espíritu no son el resultado del esfuerzo humano por mejorar. Más bien, es el resultado de
una vida espiritual nueva que viene de arriba. Hay muchas personas religiosas en el mundo que se
esfuerzan por mejorar sus vidas, yendo a iglesias, templos o mezquitas, dando ofrendas, orando y
haciendo buenas obras. Esto, sin embargo, no hace que sus vidas sean aceptables a Dios. Para ser
aceptables a Dios, debemos experimentar el nuevo nacimiento espiritual a través de la fe en Cristo. Esta es
la manera diseñada por Dios, y no cambiará. Sólo después de haber comenzado una relación con Dios, en
sus términos, puede Él comenzar a obrar en nuestras vidas para producir en nosotros las cualidades que a
Él le agradan.
Es mi deseo que pueda usted prestar especial atención a su con Cristo y enfocarse en aquellas cosas que
le darán crecimiento espiritual.
AUTO‐EXAMEN
Luego de haber estudiado la lección, por favor lea cuidadosamente cada pregunta de estudio y circule la
respuesta correcta. Hay solo una respuesta correcta para cada pregunta
1‐ El fruto del Espíritu se desarrolla en la vida de una persona
a. Todo por su esfuerzo propio
b. Por ensayo‐error
c. Como resultado de la acción del Espíritu Santo
2‐ Para producir fruto espiritual, usted debe
a. Ser parte de la iglesia correcta
b. Ser miembro de la familia real
c. Haber tenido la experiencia de nacer de nuevo
3‐ La mayor muestra de espiritualidad viene de
a. La cooperación de los frutos y los dones espirituales
b. Asistir siempre a la iglesia
c. Orar a menudo
4‐ Para que los frutos se desarrollen y para que el carácter madure, debemos
a. Unirnos al cuerpo de la iglesia
b. Mantenernos en compañía comunión con Cristo
c. Hablar en las lenguas que el Espíritu nos da para hablar
5‐ Crecer en la vida del creyente es
a. Un asunto de suerte
b. Algo sobre lo cual no tenemos control
c. Continuo y progresivo
6‐ El amor del que nos habla el apóstol Pablo en Gálatas 5:22 es
a. Romántico y fácil
b. Posible solo a través del Espíritu Santo
c. Emocional y temporario
7‐ La paciencia de Dios nos lleva a:
a. La indiferencia
b. El ataque de nervios
c. El arrepentimiento
8‐ El fruto del Espíritu no es resultado de desarrollar el carácter natural, sino que es resultado de
a. Ser una buena persona
b. Una vida espiritual nueva, dada desde arriba
c. Leer la Biblia y orar todos los días
9‐ Uno de los beneficios de tener los frutos del Espíritu es
a. Libertad para decir y hacer lo que queremos, sin sufrir consecuencias
b. Que Dios nos fuerza a hacer su voluntad en nosotros
c. Que los frutos producen un cambio visible
10‐ La ley de la siembra y la cosecha nos enseña que
a. Uno cosecha lo que siembra
b. Debemos ser buenos granjeros
c. Que nuestros pensamientos no afectan a nuestras acciones
Nota: Si usted ha respondido una pregunta de estudio incorrectamente, puede encontrar el objetivo a
partir del cual se ha elaborado, mirando la referencia entre paréntesis.

También podría gustarte