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XI SEMINARIO INTERNACIONAL POLÍTICAS DE LA MEMORIA

Memorias subalternas, memorias rebeldes


4, 5 y 6 de octubre de 2018. Buenos Aires, Argentina - CENTRO CULTURAL DE LA MEMORIA HAROLDO CONTI

Mesa 35. El trabajo en archivos, búsqueda y hallazgos: la construcción de memorias


subalternas

¿Archivos del poder o el poder los archivos? Reflexiones en torno a las


consecuencias políticas de la conceptualización sobre los archivos

Mariana Nazar (AGN – UDESA)


[email protected]

A partir del año 2000, pero particularmente a partir del año 2003, se encuentran en la
Argentina el establecimiento de una serie de medidas orientadas a dar respuesta a los
reclamos sociales de memoria y verdad a partir de identificar documentación vinculada
a la última dictadura militar.

Dichas medidas, han adoptado diversas formas, ya sea la creación de instituciones


específicas, de áreas dedicadas al relevamiento de documentación o la continuidad en el
desarrollo de las tareas propias de Archivos generales.

Cada una de estas áreas o instituciones mencionadas han conceptualizado de una forma
particular los archivos resultando de esa conceptualización el tratamiento y finalidad
que le han dado a los documentos; en particular en relación a la centralidad otorgada a
la información literal que los documentos portan y la utilización instrumental de los
mismos para cumplimentar con una de sus funciones (sea la de ser fuente para la
historia, para la memoria o de garantía en el ejercicio de derechos).

Esta presentación tiene por finalidad presentar una serie de herramientas conceptuales
que permitan reflexionar en forma comparativa sobre las implicancias prácticas (y por
ende políticas) que han tenido estas conceptualizaciones, las potencialidades y las
limitaciones que una u otra forma de trabajar han implicado en relación tanto a la triple
función social de los Archivos como en referencia a las posibilidades de recuperación
de las memorias no oficiales.

Archivos: entre la historia, la memoria y los derechos

En respuesta a la necesidad de hacer frente a los abusos y las violaciones sistemáticas y


generalizadas a los derechos humanos que a lo largo del siglo XX, y hasta principios de
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éste, se dieron en América Latina y, por otro lado, de evitar poner en riesgo los procesos
de transición a la democracia que les seguían, comenzaron a llevarse adelante diversas
políticas públicas en los Estados de la región. A partir de la implementación de las
mismas se desarrolló un campo multidisciplinario que empezó a conocerse como
“justicia transicional”.

En el caso de Argentina, la demanda social de memoria, verdad y justicia formó parte


de las reivindicaciones que los organismos de derechos humanos realizaron incluso
desde antes de finalizada la última dictadura militar. A su vez, los reclamos referidos a
la existencia y acceso a los documentos que dieran cuenta del accionar terrorista del
Estado fueron incesantes en tanto pruebas para establecer responsabilidades, el ejercicio
de derechos y fuentes para la historia.

En un trabajo publicado con anterioridad (Nazar, 2018) realizamos una historización del
lugar que ocuparon los Archivos en el marco de las políticas de justicia transicional en
Argentina señalando que si bien a partir de la apertura democrática en 1983, las
demandas de memoria, verdad y justicia tuvieron diferentes respuestas en la órbita
estatal (desde la creación de la CONADEP y el Juicio a las Juntas, hasta el
establecimiento de leyes reparatorias); las tomadas desde los últimos 15 años
evidenciaron una firme voluntad de generar políticas de reparación. De hecho, la
evolución de este proceso en materia de erradicación de la impunidad convirtió a la
Argentina en un referente internacional.

Sin embargo, si bien las políticas de reparación más importantes se dieron de la mano
del reconocimiento y el pedido de disculpas, satisfacción y políticas de memoria
iniciadas en 2003, y se vieron potenciadas y validadas por los procesos de justicia que
se retomaron a partir de ese momento, las mismas no incluyeron el establecimiento de
políticas archivísticas eficientes que lo acompañaran. En otras palabras, las políticas de
reparación y de memoria no incluyeron la gestión de políticas archivísticas sino que se
dieron por sentadas al incluirlas dentro del concepto de políticas de memoria (Nazar:
2017).

Como fue señalado, a partir del año 2000, pero particularmente a partir del año 2003,
encontramos el establecimiento de una serie de medidas orientadas a dar respuesta a los
reclamos sociales de memoria y verdad a partir de identificar documentación vinculada
a la última dictadura militar.
Dichas medidas, han adoptado diversas formas.
Por un lado, se han creado instituciones específicas, los llamados “archivos de la
memoria”. Éstos se han constituido incluyendo en sí variadas funciones que pueden
incluir desde recopilar, sistematizar y conservar el material documental de determinada
época; contribuir a la prevención, investigación y juzgamiento en casos de violación de
derechos humanos; fomentar estudios e investigaciones; armar redes de información;
recuperar predios de centros clandestinos; cumplir tareas de difusión y educación; hasta
realizar exhibiciones o muestras, cursos, conferencias, monumentos, etc. De alguna
manera, en la mayoría de estas instituciones, no ha quedado claro el rol del archivo y
una gran parte de los que existen en Argentina ni siquiera preservan documentos, ni
reprografías de los mismos. Si bien existen con la finalidad de preservar o al menos
reunir determinados documentos de archivo, sus variadas funciones y la falta de una
política clara y coherente con respecto a la preservación de documentos de archivo

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culminó desdibujando esa función y confundiéndola con la de un centro de


documentación o una fiscalía.
El primer centro de memoria y archivo de carácter estatal creado en Argentina fue la
Comisión Provincial por la Memoria de la provincia de Buenos Aires en el año 2000. A
nivel nacional, luego se creó el Archivo Nacional de la Memoria en el año 2003. Hoy, a
excepción de las provincias Catamarca y Entre Ríos, cada provincia tiene un centro de
memoria que debiera cumplir funciones de archivo. Se sumaron a estos las Comisiones
Provinciales por la Memoria, de Córdoba, Santa Fe, la Pampa, Chaco, Mendoza,
Misiones y Río Negro; Archivos de la memoria en Salta, Chubut y La Rioja; Archivo
Municipal de la memoria en Corrientes; Espacio de la memoria en Ciudad de Buenos
Aires (disuelto por el gobierno de la Ciudad y transformado en Asociación Civil en el
año 2104) y Formosa; Biblioteca de la memoria en Jujuy; y actualmente está el
proyecto de creación de un archivo o museo de la memoria en Neuquén.

Con la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto final en 2003 y su


declaración de inconstitucionalidad por la Corte Suprema en 2005, se generó la
reapertura de los Juicios por delitos de Lesa Humanidad. En ese contexto, y a los fines
de poder aportar documentación probatoria, comenzaron a crearse áreas específicas para
el relevamiento de documentación que pudiera servir como prueba.
La primera fue en el Ministerio de Defensa, dentro de la Dirección Derechos Humanos
y Derecho Internacional Humanitario (creada en el año 2006) donde, como las
solicitudes de información a las Fuerzas no eran satisfactoriamente respondidas, unos
años después empezaron a funcionar equipos de investigación que ingresaban a los
Archivos de las mismas. Luego, y para facilitar y mejorar el trabajo de los mismos así
como para generar condiciones igualitarias de acceso para la ciudadanía en su conjunto;
en el año 2011 se creó el Programa de Modernización de Archivos.
En el mismo año dentro de la Dirección de DDHH del Ministerio de Seguridad, se creó
el Grupo Especial de Relevamiento Documental, la Oficina de Derechos Humanos en
la Comisión Nacional de Valores y la Comisión de Relevamiento para la Recuperación
de la Memoria Histórica en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en 2014 una
Subgerencia de DDHH en el Banco Central.
Por otro lado, también debemos señalar que tanto el Archivo General de la Nación,
como el Archivo General de la Pcia. De Santa Fe y el Archivo Histórico de la Pcia. De
Buenos Aires recibieron la transferencia de fondos documentales vinculados a la
violación y/o defensa de derechos humanos producidos durante el autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional.

Cada una de estas áreas o instituciones mencionadas han conceptualizado de una forma
particular a los archivos resultando de esa conceptualización el tratamiento y finalidad
que le han dado a los documentos.
Así podemos mencionar como caso las que le han dado un tratamiento integral a los
fondos documentales y las que los han desmembrado, separando los documentos que les
interesaban de aquellos que no; las que han priorizado la construcción de memorias, las
que sólo han tenido por finalidad aportar documentos a la Justicia y las que han
respetado la triple función del Archivo entendiendo que el trabajo es volverlos
accesibles para que puedan servir como fuente para la historia, la memoria institucional
y/o el ejercicio de derechos; las que han comenzado dando un tipo de tratamiento a los
documentos y luego han modificado su línea de trabajo las que establecieron

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condiciones de acceso restrictivas y las que establecieron condiciones de acceso


igualitarias para la ciudadanía en su conjunto.
Lo que interesa destacar, sin pretender negar la importancia que este tipo de políticas
pueden tener en todo Estado de derecho y lo necesarias que puedan ser para asegurar el
desarrollo de los juicios y la generación de políticas de memoria, es la necesidad de
insistir en que muchas veces no aseguran la preservación a largo plazo de los
documentos; como tampoco lo asegura el hecho de disponer para la consulta pública la
reprografía de esos documentos hallados, formando un centro de documentación.
La confusión y solapamiento de funciones generó que se dieran distintos tipos de
tratamiento a los documentos de archivo. En los casos en que no hubo un tratamiento
integral de los fondos de archivo, sino que se seleccionaron determinados documentos
ya sea para la creación de Centros de Memoria o para poder aportarlos a la Justicia, lo
que encontramos es un uso instrumental de los mismos que atentó contra sus propias
potencialidades.
Básicamente, la selección deliberada de determinado tipo de documentos o de
información para la difusión obtura (por acción u omisión de trabajo) el acceso al resto
de la documentación que le da sentido y que complementa su información. Esto que
podría ser leído desde otras miradas o con otras técnicas dentro de muchos años, puede
colaborar en congelar la memoria; restringir el derecho a saber y atentar contra la
posibilidad de que esos documentos puedan brindar información a la Justicia, por más
voluntad que exista en contrario. Este tipo de trabajo, sin duda bien intencionado, puede
producir un efecto contrario al inicialmente pretendido. Porque si bien, aparentemente,
aseguran la conservación a corto plazo de unos documentos determinados (y
probablemente descontextualizados) generan dudas sobre la capacidad de las
infraestructuras archivísticas permanentes y profesionales, propias de todo Estado.
En ese sentido, es necesario destacar las diferencias de políticas de gestión interna que
se dieron al interior de cada una de estas instituciones. Si bien la mayoría surgieron en
el marco de las políticas generales, los desarrollos propios dependieron de variables más
vinculadas a la impronta otorgada por cada gestión. Por ejemplo, el Archivo Nacional
de la Memoria se inició como un centro de documentación y así continuó, estableciendo
agrupaciones temáticas de la documentación que ingresaba. Este tipo de tratamiento
llevó, entre otras cuestiones, a que no se puedan establecer condiciones de acceso claras
e igualitarias basadas en la identificación de la producción de los mismos y en su
defecto dichas condiciones quedaran sujetas a un Reglamento que otorga al Presidente
del ANM la potestad de decidir, en función del usuario, qué documentos pueden darse
al acceso y cuáles no. 1 Por otro lado, la Comisión Provincial por la Memoria de la Pcia.
de Buenos Aires, si bien en sus orígenes también priorizó el contenido informativo de
los documentos abocándose a la digitalización del material con vistas a realizar
búsquedas por palabras clave, tiempo después descubrió que otorgarle tratamiento
integral (archivístico) al fondo documental DIPPBA mejoraría ampliamente sus
potencialidades de información y sus condiciones de acceso, y así es como hoy puede

1
Véase Protocolo de Acceso al Archivo Nacional de la Memoria, aprobado por Dis p osició n Nº 6, d el
Presidente del ANM de fecha 20/08/2015 disponible en
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/acceso_a_fondos_documentales.pdf (última visita: 16 d e
septiembre de 2018). También puede verse la declaración del Presidente destituido del ANM "El
presidente del archivo es quien dispone los criterios de accesibilidad a la información. Si no hay un
acompañamiento de los organismos y solamente se pone a una persona polít ica q u e respo nde a ello s
(NdR: el macrismo), nos preocupa que se manipule la información del archivo."
http://www.infonews.com/nota/275045/nos-preocupa-que-se-manipule-la-informacion (última v is it a 16
de septiembre de 2018)

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consultarse la descripción general del fondo, su cuadro de clasificación, la descripción


de series y hasta algunos inventarios por internet. 2
Otros dos casos paradigmáticos son los de los equipos de relevamiento documental
creados en los Ministerios de Defensa y de Seguridad a los fines de poder aportar
documentación a los procesos judiciales. Mientras que en el primero el trabajo
desarrollado llevó a crear un programa de Modernización de Archivos que sirvió de
apoyo al equipo de relevamiento documental a partir de la realización de Censos,
Estados de fondos e implementando políticas de desarrollo archivístico; en el segundo
sólo funcionó el equipo de relevamiento. Al finalizar la gestión kirchnerista el
Ministerio de Defensa contaba con Guías de Archivo de las tres Fuerzas Armadas, el
establecimiento de condiciones de acceso para la ciudadanía en su conjunto y diversos
trabajos de desarrollo archivístico que incluyeron la creación del Sistema de Archivos
de la Defensa (SAD). En cambio en el Ministerio de Seguridad no se hicieron públicos
los informes producidos para la Justicia y el equipo de relevamiento fue totalmente
desarticulado.
En resumen, el inconveniente detectado respecto al tratamiento del archivo reside no
solo en relación a las funciones que venía a cumplir la institución o área que lo
preservara y las posibilidades de cumplir sus funciones específicas, sino también en la
misma posibilidad de cumplir dichas funciones a partir de darle a los documentos un
tratamiento no-archivístico, dependiendo muchas veces de esfuerzos individuales y
alejados de un modelo de normalización en la gestión.
En relación con esto ello, es que a continuación abordaremos las potenciales y
limitaciones que un tipo de tratamiento u otro pueden tener para la recuperación de
información.

¿De qué hablamos cuándo hablamos de Archivos?

Es frecuente encontrar tanto en la historiografía, como en la prensa periódica y en el


sentido común, la referencia a los Archivos o a los documentos de archivo como
cualquier rastro, huella o registro que nos haya llegado desde el pasado.

Sin embargo, los Archivos y los documentos de archivo son un tipo de registro
particular. Un registro que puede leerse por su contenido y por su contexto de
producción, por su contenido y la función que vino a cumplimentar, por su contenido y
su historia. Si lo pensamos así, queriendo extraer de los documentos mucha más
información de la que en el mismo puede leerse en forma literal, necesitamos dejar
asentadas algunas precisiones.

Denominamos documentación de Archivo a aquellos documentos producidos por una


institución o persona en el desarrollo de sus funciones. Los archivos son elementos
consustanciales de la actividad del ser humano y de las instituciones, surgen del
accionar espontáneo de la misma y podemos pensarlos como la sedimentación de una
actividad continuada. Un documento de archivo es el testimonio de la actividad
desarrollada por una persona física o jurídica, pública o privada cuyas características
particulares son: originalidad, organicidad y carácter seriado que lo distinguen del resto

2
Disponible en http://www.comisionporlamemoria.org/static/prensa/archivo/cuadroclasificacion/ (última
visita: 16 de septiembre de 2018) Sobre el giro archivístico en el trabajo de la CPM puede verse: Lanteri y
Nazar, 2014.

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de los documentos, válidos como testimonios o soportes de información pero de un


orden diferente (museológico, bibliotecológico, hemerográfico) pues permiten a
determinados documentos de archivo cumplir una de sus principales funciones: ser,
además de posibles fuentes para las ciencias sociales, garantes de derecho.

El Consejo Internacional de Archivos (ICA) contempla tres acepciones para el vocablo


“archivo”: el conjunto de documentos producidos o recibidos por cualquier institución,
persona física o moral en el ejercicio de su actividad; la institución que preserva dichos
documentos; o el edificio o parte de un edificio donde se conservan y comunican los
archivos. Por lo tanto, para el ICA archivo es tanto la producción documental, la
institución que los preserva, como el lugar específico donde se conservan los
documentos. Siendo que entendemos que gran parte de los desplazamientos
conceptuales en torno a la palabra archivo se origina en utilizar dicho vocablo para
denominar la reunión física de un conjunto de documentos (cualesquiera sean ellos), no
la utilizaremos para referirnos a depósito (3º acepción). Para la primera acepción –
conjunto de documentos de archivo- también puede utilizarse el concepto de fondo
documental, y para referirnos a una institución utilizamos el término en mayúscula
(Heredia Herrera, 2003-2004).

Una de las particularidades que tienen los archivos, en tanto fondo documental, es que
poseen una triple función social, la documentación de archivo se preserva: por ser
posible fuente para la escritura de la historia de la sociedad, para la memoria de la
institución productora y como garantía en el ejercicio de derechos. Esta triple función,
distingue al documento de archivo de otros tipos de documentos; marca su especificidad
respecto a la información que contiene y frente a la posibilidad de aportarlo en un
estrado judicial ante un conflicto de derechos.

En la medida en que la documentación de archivo tiene la particularidad de poseer


información que se encuentra inter-relacionada con otra producida por la misma
institución, es que la disciplina archivística reconoce tres principios fundamentales a ser
respetados para garantizar que dicha información no se pierda: los principios de
procedencia, de orden original y de integridad de los fondos.

El principio de procedencia establece que los fondos documentales sean tratados en


forma individual y mantengan su autonomía frente a otros (los documentos de una
misma procedencia no deben mezclarse con los documentos de otra), este principio es
particularmente necesario de respetar en los Archivos que preservan más de un fondo
documental. El principio de orden original, complemento de éste, que no se altere el
ordenamiento en el que los mismos fueron creados. El principio de integridad, que los
documentos de un archivo no deben sufrir fragmentaciones ni eliminaciones no
autorizadas ni la adición de elementos extraños de cualquier otra procedencia para
mantener su valor de prueba e información. La alteración de cualquiera de estos
principios puede volver muy dificultoso la recuperación de la información que
contienen los documentos, la posibilidad de indagar acerca de las condiciones de
producción y la integridad misma de éstos. La alteración de estos principios destruye la
posibilidad de leer los documentos en contexto.

De esta manera, el concepto de fondo documental “no queda determinada por el uso que
se pueda hacer del mismo, sino por la estructura interna que presenta y, en último
término, reitera la necesidad de conocer exhaustivamente la estructura y el
funcionamiento de las instituciones y los órganos productores de los documentos, así

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como el contexto jurídico-administrativo de la producción documental” (Alberch


Fugueras, 2003: p.38)

Instrumentalización y extractivismo en los archivos

Si pensamos a los documentos de archivo como el sedimento del accionar continuado


de las instituciones, creados para garantizar su funcionamiento y desarrollar sus tareas,
comprendemos que todas las instituciones tienen y generan archivos, aunque conocer su
ubicación e historia muchas veces nos esté negado. Como señalábamos en un trabajo
anterior: “La historia de los archivos en la Argentina aún está por escribirse.
Estrechamente vinculados a la emergencia de burocracias modernas, no han encontrado
todavía el lugar que les corresponde en la reconstrucción de la génesis y evolución de
las capacidades estatales” (Caimari y Nazar, 2015: p. 118)

Si bien la idea de que los archivos argentinos siempre han sido víctimas de la desidia
estatal es hoy de sentido común, cuando se empieza a investigar el tema se observa un
mundo mucho más complejo, donde la lógica de la generación de la información y su
uso se torna central para el funcionamiento institucional y los avatares de los
documentos en los cuales se plasman, corren distintos destinos en función de las
políticas y capacidades que se dan en los diferentes contextos históricos.

Sin embargo, hay un punto en común que puede identificarse: la diferencia de atención
y tipo tratamiento dado a los archivos cuando se los considera “administrativos” a
cuando pasan a considerarse “históricos”.

Es en este paso, donde podemos observar las diferencias de tratamiento y la


instrumentalización de los archivos para un uso determinado, en este caso: la
investigación. Desde una concepción que podemos denominar como decimonónica,
positivista o anticuaria, los archivos pasan a transformarse en depósitos de fuentes,
depositarias de una verdad que ha quedado registrada en la información literal que de
las mismas puede extraerse y que están allí a la espera de ser plasmada en un texto,
generalmente, historiográfico.

En un extraordinario texto sobre los silenciamientos del pasado y las estrategias de


reproducción del poder a través de la historia a partir de su incidencia en la producción
historiográfica, Trouillot identifica cuatro momentos clave en los que los silencios
ingresan como tales en el proceso de producción histórica: “el momento de la creación
del hecho (la elaboración de las fuentes); el momento del ensamblaje de los hechos (la
construcción de los archivos); el momento de la recuperación del hecho (la construcción
de narraciones); y el momento de la importancia retrospectiva (la composición de la
Historia en última instancia)” (Trouillot, 2017: 23)

Cada uno de estos momentos, tomados como herramientas conceptuales, son


presentados como puertas de ingreso de los silencios de la Historia. Nos interesa
retomar esta conceptualización, porque en la medida en que establece etapas
diferenciales entre el suceder de la historia, su registro, el ordenamiento de dichos
registros y su uso; permite desarmar sentidos para comprender por qué no todos los
silencios son iguales y/o por qué no pueden ser (re)examinados de la misma manera; así

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como reflexionar en torno a las condiciones de posibilidad de la construcción


historiográfica en relación a la explotación de sus fuentes.

Nos resulta clave poder diferenciar y problematizar estas etapas para contrastar con una
especie de sentido común instalado que asume una linealidad de procedimientos
entendiendo que los Archivos cumplen 4 etapas de tratamiento a los fines de dar a
conocer la Historia: reunión, descripción, acceso y escritura.

Esta linealidad del procedimiento, donde la función del Archivo no es brindar al acceso
los documentos en contexto sino producir una escritura de la Historia que, dependiendo
del grado de evolución o recursos con que cuente, llegará a brindar la información
reordenada alcanzando una u otra etapa, tiene un impacto en el tipo de trabajo que se
realiza en el Archivo y en las condiciones de acceso al mismo.

Denominamos a esta concepción como positivista, decimonónica o anticuaria porque


fue en el momento de constitución de los Estados Nación que se le otorgó este lugar a
los Archivos. La división entre Archivos administrativos e históricos, entendiendo que
los primeros debían su razón de ser al funcionamiento del Estado y los segundos a la
Historia, disciplina que se constituía como tal al mismo tiempo y en gran medida como
sustento ideológico de esos mismos Estados. En este paradigma de pensamiento se
asociaba las funciones del Archivo Histórico con las de un centro de investigación.
Preservar los fondos documentales de valor histórico era asociado a promover la
investigación histórica y eso fue llevando a una identificación y valoración del
documento considerado como histórico más en relación a los temas de investigación de
quienes gestionaban esos archivos que a una valoración propiamente archivística de los
mismos.3

En función de pensar los documentos de archivo desde la perspectiva de valorar la


información que poseen sus contextos de producción se hace necesario reflexionar en
torno a cómo conceptualizamos los archivos desde la investigación, ya sea la
historiográfica o aquella que busca aportar información a la justicia.

3
En los más destacados manuales de Archivística se plantea este problema. Cruz M u n d et lo en cuent ra
claramente manifestado en estos dos ítems “Sin embargo, los principios de racionalidad y cien t ificis mo
propios de la Ilustración tuvieron un efecto negativo en el mundo archivístico , lo s n uevos arch iveros
adoptan un método de clasificación: el sistemático o por materias. Éste suponía desgajar los fondos de s u
adscripción originaria, para reagruparlos según criterios sistemáticos, por la materia de que t rat aran lo s
documentos, con lo cual los archivos se desnaturalizan y pasan a sufrir continuas clasificaciones y
reclasificaciones, a medida que varían los criterios subjetivos que las inspiran. La primera experiencia s e
llevó a cabo en los archivos de Milán, extendiéndose por toda Italia y otros países, de manera muy
significativa a Francia, donde la clasificación por materias de los Archivos Nacionales supuso la
desestructuración y dispersión de importantes fondos de Antiguo Régimen. Este desafortunado s istema
fue observado con pequeñas variaciones durante unas cuantas décadas, hasta que a med iad o s d el s ig lo
XIX se enunció el principio del respeto de fondos” (…) “A partir de entonces y a lo largo de casi toda la
primer mitad del siglo XIX, se desarrolla un subperíodo de transición hacia los alb o res d e la p len it u d
archivística, con una situación novedosa y que en adelante marcará la profesión archivera hasta nu est ros
días: la división entre archivos históricos y archivos administrativos, entre fondos p ara la h is t oria y la
cultura, y fondos para la gestión. Siendo los primeros objeto preferido de atención por parte de los
archiveros, su evolución profesional ha estado, hasta bien entrado el siglo XX, radicalmente marcada p o r
el historicismo y lastrada por el influjo secular de la Paleografía y la Diplomática que, al precisar
documentación antigua, ha llevado a la profesión, durante mucho tiempo, a vivir en desequilibrio co n la
necesidad que dio origen a los archivos y sus servidores: la gestión administrativa”(Cruz Mun det , 2003:
páginas 36-37, 39).

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¿Qué tan lejos estamos del pensamiento decimonónico cuando evaluamos el tipo de
documentación que podremos utilizar en nuestras investigaciones? ¿Cuál es el lugar que
le otorgamos a la documentación que explotamos como fuente? ¿Hasta qué punto nos
interesa problematizar sus contextos de producción y su historia; las razones de su
creación como registros de actividades o hechos sucedidos, las razones y las formas de
su preservación y las características de su ordenamiento, las de su puesta al acceso (su
“llegada hasta acá”)? ¿Cómo pensamos su aporte a nuestra investigación?

Y más allá de la instancia de investigación propiamente dicha y cuando existe la


posibilidad de gestionar dichos acervos: ¿qué estamos construyendo o reconstruyendo
cuando seleccionamos fragmentos de esos archivos negando, por acción u omisión, el
conjunto al que pertenecen?

La idea que se pretende transmitir en esta presentación es que es justamente esta mirada
acotada a la información literal que poseen los documentos la que conduce a las
investigaciones a tener una actitud meramente extractivista sobre los archivos. En línea
con esa actitud, cuando las condiciones políticas habilitan la gestión sobre los mismos
los tratamientos que se proponen son meramente instrumentalizadores.

En esta lógica, donde los documentos son observados sólo en su literalidad, es que se
los conceptualiza como archivos del poder en la medida en que el acercamiento se
produce en relación a la función para la cual los documentos fueron creados. Sin
embargo, será justamente a partir de incorporar sus contextos de producción que
tendremos mayores posibilidades de “recuperar (ya sea intencionalmente o
accidentalmente) voces, marcas o huellas” (convocatoria PON, mesa 35).

Documentos de archivo, contextos de producción y condiciones de posibilidad para


las memorias subalternas
Si lo que interesa indagar es el marco de creencias, interpretaciones y representaciones
del sistema a partir del cual se ejerce el poder, si lo que se busca es recuperar las huellas
de quienes lo resistieron, se hace necesario precisar conceptualmente el análisis de
campo.

Los documentos de archivo nos brindan muchas posibilidades de indagación respecto a


las grietas del discurso oficial cuando podemos tomar su contexto de producción como
parte del análisis: esto implica contar con la identificación del productor de los mismos
(procedencia), la actividad que reflejan/sedimentan (serie), las razones e historia de su
preservación, de sus formas de organización y acceso. 4 Una primera instancia de
visibilización se produce cuando asumimos que esos documentos no fueron producidos
para su consulta hermenéutica posterior, sino con una finalidad administrativa. Estos
documentos que cumplieron con una finalidad inmediata en el momento de su creación
pueden muchos años después tener una utilización diferida al ser transformado en
fuente de investigación. Un ejemplo, un tanto burdo, que solemos utilizar para graficar
esta situación es que cuando el 25 de mayo de 1810 el secretario de actas del Cabildo
estaba escribiendo el acta de constitución de la Primera Junta de Gobierno no lo estaba

4
Queremos insistir, a riesgo de ser redundantes pero a sabiendas de la cantidad de veces que
presenciamos esta confusión, que cuando hablamos de contexto de producción no nos referimo s s ólo al
contexto histórico-social en que fueron creados esos documentos.

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haciendo para que ésta fuera utilizada en cuanta revista de educación infantil existiera,
ni siquiera para que sus copias fueran expuestas en las escuelas sino que, simplemente,
estaba haciendo su trabajo. Otro ejemplo, quizás un poco más provocativo, lo dio el
Director del Archivo Nacional de Portugal cuando en un encuentro sobre centros de
memoria donde se discutía sobre la clase de documentos que debían preservar estos
centros señaló “cuando los nazis estaban asesinando judíos, no estaban cometiendo
genocidio, estaban cumpliendo una función administrativa. El holocausto existió y sus
responsables políticos también, la ejecución de judíos formaba parte de una política
interna del III Reich y por eso sus actos se pueden encuadrar en las funciones
administrativas del Estado Alemán y en ese ámbito se encontrarán los documentos”. 5

Es por ello que el análisis de los documentos de archivo, la operación historiográfica o


intelectual a partir de la cual lo transformamos en fuente, puede permitir traer a la
superficie, textualizar las relaciones de dominación, los idearios, la ética, en relación
con las misiones y funciones del organismo o institución que los produjo. 6
En el archivo, entendiéndolo como fondo documental, deberíamos poder encontrar
reflejadas en los documentos las misiones y funciones propias de la institución
productora. Esto es: si estamos buscando información sobre presos políticos, raramente
la encontraremos en el fondo documental del Ministerio de Agricultura, Ganadería y
Pesca.
En la documentación de un fondo documental (si se han respetado los principios básicos
de la Archivística, el de integridad, procedencia y orden original) debieran poder
identificarse las series documentales (los grupos de documentos que tiene por objetivo
cumplir determinada función, y para ello repiten -porque se encuentra normada- un
determinado procedimiento administrativo). En ese sentido, se pueden identificar series
documentales que han sido elaboradas para su difusión (comunicados de prensa,
memorias que serán editadas), otras que probablemente fueran difundidas (actos
dispositivos, reglamentos) y otras que fueron creadas casi exclusivamente con la
finalidad de circular sólo al interior de la institución. En algunas de ellas, en particular si
su tipo documental es el expediente, se pueden indagar las diferencias que distintas
áreas de una institución tienen respecto a la visión sobre determinado problema, las
disputas internas, las divergencias, las convergencias, en fin, las relaciones de poder que

5
Silvestre Lacerda, debate durante el “1° Encuentro Internacional de Centros d e M emo ria His t órica”
organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España Centro Documental de la Memoria
Histórica en la Universidad de Salamanca, 29 de noviembre de 2008.
6
En esta misma línea, analizando la diferencia entre los documentos bibliográficos y los d e u n archiv o
judicial para el siglo XVIII Arlette Farge señalaba: “Desconcertante y colosal, sin emb argo el arch iv o
atrapa. Se abre brutalmente sobre un mundo desconocido donde los condenado s, lo s mis erab les y lo s
malos sujetos interpretan su papel en una sociedad viva e inestable. De entrada, su lectu ra p rodu ce u na
sensación de realidad que ningún impreso, por desconocido que sea, puede suscit ar. El imp res o e s u n
texto, entregado al público intencionadamente. Está organizado para ser leído y comprendido por
numerosas personas; intenta anunciar y crear un pensamiento, modificar un estado de cosas con la
exposición de una historia o de una reflexión. Se ordena y se estructura s eg ún s ist emas más o men o s
descifrables y, sea cual fuere la apariencia que reviste, existe para convencer y transformar el orden de los
conocimientos […] Enmascarado o no, está cargado de intención; la más simple y evidente de las cu ales
es la de ser leído por los demás. Nada tiene que ver con el archivo; huella en bruto de vidas que de ningún
modo pedían expresarse así, y que están obligadas a hacerlo porque un día se viero n en frent ad as a las
realidades de la policía y de la represión […] Sus palabras aparecen consignadas una vez que ha s u rgid o
el acontecimiento, y aunque en el momento adopten una estrategia, no obedecen, como en el impreso, a la
misma operación intelectual. Expresan lo que nunca hubiese sido pronunciado de no haberse p rodu c id o
un acontecimiento social perturbador. En cierto modo, expresan un no -dicho […] El archivo es una
desgarradura en el tejido de los días” (Farge, 1991: p. 10).

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pueden haberse establecido. Incluso la opinión, mirada y/o participación de otros


actores que no forman parte de dicha institución (otras instituciones del Estado, de la
sociedad civil, individuos o familias, etc.). Si bien en los procedimientos
administrativos no quedan plasmadas las verdaderas opiniones de los actores que
forman el aparato estatal, sí pueden encontrarse reflejados los deberes ser del momento
que cada área plasmó en un escrito respecto a un tema. A su vez, estas posibles
disidencias o diferencias no se encuentran luego en lo que esas discusiones produjeron
como resultado. O sea, una vez tomada una decisión no queda registro de las mismas en
los documentos que se hacen públicos, ya sean los actos dispositivos que resuelven en
función de una u otra disputa o en las memorias anuales. También realizar una mirada
diacrónica de las resoluciones que se toman respecto a determinada series (funciones)
nos permite analizar el funcionamiento de las instituciones estatales en forma
comparada bajo diferentes regímenes políticos y visualizar las rupturas y continuidades
que se dan frente a determinadas prácticas.
Poder identificar la serie documental del documento que estamos utilizando como
fuente (tarea que debiera ser realizada y presentada por el servicio de archivo al que
estamos acudiendo) nos permite enriquecer el análisis superando la mirada sobre la
información literal que contiene el documento permitiendo cruzarla con la información
contextual del mismo. En esa línea, las excepciones que pueden encontrarse también
brindan una gran cantidad de información.
Lo mencionado, sólo es posible si dicho archivo o fondo documental mantuvo su
integridad (esto es, si se respetaron los principios de procedencia y de orden original).
Si la documentación fue seleccionada (ya sea por su temática, porque menciona a
determinadas personas, porque pertenece a determinado período) y extraída de su
pertenencia a un fondo sólo podremos utilizarla como fuente en función de la
información literal que contiene. Esto es lo que suelen (o deberían) hacer los centros de
documentación con las copias de los documentos de archivo, ya que a los mismos les
interesa reunir documentos (cualesquiera sean ellos) que refieren a una temática. Por
eso insistimos en la diferenciación entre Centro de Documentación y Archivo, entre
trabajo de investigación en Archivos y trabajo de puesta a la consulta de Archivos y
entre políticas de memoria y políticas archivísticas.

A modo de cierre : la necesidad de políticas públicas archivísticas


Los archivos custodian decisiones, actuaciones y memoria. Son el sedimento del
accionar continuado de instituciones y/o personas y su preservación y acceso debe ser
garantizado por el Estado en la medida en que los mismos puedan contener información
plausible de ser explotada como fuente para la historia de la sociedad, para la memoria
de la institución productora y/o se vinculen al ejercicio de derechos.

Sin embargo, la ausencia de una política pública en materia de archivos en la Argentina,


sumada a la escasa difusión de la disciplina archivística, ha colaborado en la generación
de un vacío procedimental que ha sido llenado por buenas voluntades y respuestas
espasmódicas vinculadas, la mayoría de las veces, más a la utilización instrumental de
los mismos que a políticas públicas de desarrollo que aseguren su preservación y acceso
en el largo plazo.

Como hemos querido presentar en este trabajo, las medidas adoptadas en relación a los
procesos de Justicia Transicional se basaron en el mismo paradigma de

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conceptualización respecto a los documentos de archivo que aquellas que constituyeron


los Archivos históricos a fines del siglo XIX, principios del XX: considerarlos
portadores de información literal y negar (por acción u omisión) el enorme potencial
informativo que tiene su contexto de producción. La utilización instrumental de estos
archivos para cumplimentar con una de sus funciones (sea la de ser fuente para la
historia, para la memoria institucional o de garantía en el ejercicio de derechos) ha
llevado a tratamientos que, enfocados en el contenido informativo de los documentos,
atentaron contra su integridad y en algunos casos hasta eliminaron de forma permanente
la posibilidad de recuperar sus contextos de producción.

Como hemos visto al referirnos al lugar de los Archivos en las políticas de Justicia
Transicional, las normativas emanadas desde el Estado presentaron lineamientos
contradictorios con la preservación o el tratamiento integral dados a los archivos, ya que
el foco estaba puesto en las políticas públicas de memoria y reparación que, a partir del
año 2003, intentó ser una respuesta al reclamo de Memoria, Verdad y Justicia que los
organismos y gran parte de la sociedad civil venían realizando. Si bien esto ha generado
un movimiento de visibilización y condena social a los crímenes del terrorismo de
Estado impensado veinte años atrás; y que el reinicio de las causas y el aporte a la
Justicia ha sido grande y efectivo poniendo fin a una situación de impunidad contraria al
derecho nacional e internacional y reconociendo nuevamente la dignidad de los
afectados, esto no implicó una política de archivos. A pesar de ello, hubo personas
habitando esas políticas que identificando el problema supieron buscar apoyos teóricos
y ofrecer una reflexión permanente sobre las prácticas que permitió encontrar la manera
de asegurar la preservación integral y el acceso igualitario.

Por ello, la mayor limitación que se encuentra hoy en día a la hora de pretender acceder
a documentos del poder es de orden práctico: no está asegurada su identificación, su
preservación integral, su tratamiento archivístico ni las condiciones de acceso que los
principios básicos del derecho de acceso a la información pública deberían garantizar.

Un gran paso en la materia sería reconocer la triple función social de los Archivos, y
valorar el aporte que puede significar la identificación de la integridad de los fondos
documentales. Asumir que cuando un archivo está siendo negado no es un hecho que
responda a una cuestión azarosa o la carencia de contactos para acceder a él, sino que
estamos frente a la violación del ejercicio de un derecho ciudadano. Y que por tratarse
del ejercicio de derechos colectivos, ya no es algo que se pueda resolver en forma
individual; sino que requiere que como colectivo se le exija al Estado asumir la
responsabilidad de generar políticas públicas eficientes

Si de lo que se trata es de intentar recuperar memorias subalternas, empecemos por


tener claro el campo de acción: las mismas son una construcción, no se hallan en un
Archivo, de un Archivo podemos tomar información para re-construirlas. Y un Archivo
podrá darnos mucha más información, en función de cuánto se haya respetado su
integridad: el camino más eficiente a seguir será insistir en la necesidad de
implementación de políticas públicas que aseguren el tratamiento archivístico de los
Archivos. Ya que esto redundará en un doble beneficio: el acrecentamiento de la
cantidad de información a ser consultada –tanto porque se podrá acceder a la
información que poseen los documentos y las de su contexto de producción como por la
ampliación de la cantidad de documentos puestos a disposición- y la democratización de
su acceso.

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