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La Involución Del Siglo XXI - A. Carlos González

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La INVOLUCIÓN Del Siglo X X I

A. Carlos González

Biografía
A. Carlos González es el autor del libro Cenizas de Prosperidad - Más allá del desarrollo personal, y
La Involución del siglo XXI; fundador de Negocios1000.com, un portal web donde se comparte de
forma totalmente gratuíta contenido relacionado con el mundo de los negocios y las finanzas, así
como una filosofía un tanto particular sobre desarrollo personal. Autodidacta con más de 15 años
dedicados a la estrategia empresarial y la gestión y preparación de equipos comerciales. Gran
apasionado de las finanzas y el mundo de los mercados financieros. Esporádicamente asiste a algunos
centros educativos y empresas para impartir su filosofía en cuestión de finanzas personales.

Para más información o contacto con el autor

[email protected]

A. Carlos González

Acarlosgonz
Involución.
Podemos definir la involución como la detención y/o retroceso de una
evolución, tanto si ésta es biológica, económica, cultural, política o social.
Por definición, la involución sería lo contrario a la evolución y progreso.
Dicho de otra manera, mientras que una sociedad esté progresando, seguirá
evolucionando. Al menos en teoría, pues en la práctica, el exceso de
evolución y progreso mal dirigido, también puede acabar provocando la
involución, sobre todo cuando en la búsqueda de progreso se producen
retrocesos en otros procesos evolutivos vitales, tanto a nivel cultural,
económico y social.
En el último siglo se han producido más avances —a todos los niveles—
que en toda la historia de la humanidad. Y más concretamente, en las
últimas tres décadas se ha producido un mayor progreso que en el resto de
décadas conjuntas. Pero es muy posible que dentro de algunos siglos, en los
anales de la historia, se hable del siglo XXI, no para elogiar los avances de
este siglo, sino para explicar cómo se produjo el mayor proceso involutivo
de la humanidad. A lo largo de estas páginas encontrarás algo que podría
considerarse una crítica despiadada, aunque en realidad únicamente se trata
de una descripción de la situación y un análisis de las consecuencias
presentes y futuras de tales eventos y decisiones de las que aún estamos a
tiempo de reflexionar. Posiblemente encuentres reflexiones y opiniones tan
despiadadas como políticamente incorrectas, y no por ello poco necesarias o
incorrectas. Fundamentaré todo el contenido desde la psicología, ciencia,
biología y antropología. Y para ello he contado con todo tipo de hipótesis de
expertos en su campo.
He intentado ser lo más objetivo e imparcial posible, dentro de lo toda la
imparcialidad que se puede esperar cuando se habla de algunos temas tan
delicados que ya de antemano he incluído como los principales problemas
de este siglo. Simplemente pretendo que el lector pueda sacar sus propias
conclusiones acerca de las problemáticas sociales que se viven en la
actualidad. Comprendo que algunos lectores no estén completamente de
acuerdo con todo lo que expongo a lo largo de estas páginas, y eso, sin
lugar a dudas, será algo sano.
1

La deconstrucción del matrimonio y las relaciones


sexoafectivas.

“T
eniendo en cuenta que el ser humano es de naturaleza polígama, no
tiene sentido desarrollar relaciones monógamas”.
Este es un discurso que cada vez está teniendo más popularidad en el siglo
XXI. Si bien algunos antropólogos y estudiosos de la sexualidad del ser
humano han desarrollado hipótesis en este sentido, lo cierto es que,
curiosamente, es la literatura feminista la que está magnificando dicho
discurso a día de hoy. Y para ello, se suele partir de algunas premisas — en
ocasiones erróneas—. Si nos vamos a varios de los últimos best sellers
dentro de esta literatura, como ha sido el libro de “El fin del amor: Amar y
follar en el siglo XXI”, escrito por Tamara Tenenbaum, o “La dialéctica del
sexo”, escrito en 1970 por Shulamith Firestone, podemos encontrar un
discurso que ya hemos escuchado anteriormente. Para Tenenbaum, al igual
que para la escritora Virginia Woolf y Kate Millet, el matrimonio y las
relaciones sexoafectivas son un constructo social reciente que oprime a la
mujer. Este discurso parte de la premisa de que, en la prehistoria, las
relaciones eran abiertas y polígamas. El matrimonio únicamente es una
invención reciente cuyo propósito es poseer, dominar y oprimir a la mujer,
pues la misión de la mujer ha sido la de corresponder y satisfacer los deseos
de su marido, mientras que el marido podía mantener relaciones sexuales
con otras mujeres sin que la mujer le pudiera reprochar absolutamente nada.
La mujer simplemente aceptaba esta conducta del hombre. También se
habla de esas épocas en las que los matrimonios eran en su mayoría por
conveniencia y la mujer era obligada a casarse con un hombre que ella no
había elegido. Es cierto que estas situaciones se han dado, y como veremos
en el capítulo 4, es cierto que ha existido una sociedad machista y
heteropatriarcal. Es completamente cierto que las mujeres han sido
oprimidas e infravaloradas, pero las cosas han cambiado en la actualidad.
En pleno siglo XXI ya no podemos comprar la teoría de ese feminismo
marxista que relacionaba la monogamia con la opresión hacia la mujer,
donde el matrimonio era comparable a la relación entre el capitalista
(hombre) y el obrero (mujer).
Hoy en día ambas partes pueden decidir deshacer un matrimonio sin dar
explicaciones; ni marido ni mujer están obligados a permanecer en esta
unión por hipocresía o por guardar las apariencias; la mujer no está
obligada a aguantar que su marido tenga relaciones extramaritales a cambio
de comida, casa y validación social. El hombre es libre. La mujer es libre.
Ambos miembros de la pareja pueden decidir quedarse o marcharse si
consideran que existe una falta de respeto por cualquiera de las partes.
Ahora bien, el hecho de que el ser humano sea polígamo por naturaleza es
una hipótesis que debemos poner en cuarentena. Y el hecho de que
podamos prosperar como sociedad sin relaciones sexoafectivas es algo que
debemos analizar cautelosamente sin caer en discursos superficiales o
hipótesis sesgadas.
Ahora existe otro discurso que podría partir de una base algo más
egoísta. Para Tamara y un amplio grupo de mujeres y hombres, tener una
relación de pareja estable monógama únicamente significa que te estás
perdiendo la oportunidad de estar con otras personas; podrías perderte la
oportunidad de estar con alguien mejor; podrías perderte la oportunidad de
disfrutar mucho más. La relación perfecta, según la literatura feminista
actual, sería tener una relación afectiva estable, pero al mismo tiempo, que
la relación sea abierta sexualmente. Es decir, tener un novio o novia —
marido o mujer—, pero si te apetece tener sexo con otra persona, hacerlo
con total libertad. Y al llegar a casa, que no existan enfados por ninguna de
las dos partes. De esta manera, tendríamos lo mejor de los dos mundos: una
pareja sexoafectiva estable y sexo con quien nos apetezca. ¿Podríamos
conseguir este tipo de relación? Analicémoslo por un momento.
Según el filósofo Harry Gordon Frankfurt, el concepto de compromiso
en términos de la teoría de acción racional, estaría orientado a mejorar
siempre la situación personal, maximizando de esta manera el bienestar y el
placer. Pero si únicamente nos comprometemos con una de estas opciones,
lo que hacemos automáticamente es renunciar a la otra. Es decir, si
elegimos el bienestar que nos proporciona una relación estable monógama,
estamos renunciando al placer que nos proporciona el acostarnos con otras
muchas personas. Y del mismo modo, si elegimos únicamente el acostarnos
con todo el mundo, estamos renunciando a la posibilidad de tener el
bienestar dentro de una relación estable. Llegados a este punto, está claro.
Lo ideal sería tenerlo todo.
¿Has probado alguna vez a lanzar 5 monedas al aire a unos 10 metros de
altura e intentar cogerlas todas antes de que caigan al suelo? Se darían dos
escenarios posibles: o bien intentas coger todas las monedas antes de que
caigan al suelo, y con total seguridad no lograrás coger ninguna, o bien te
centras en la trayectoria de una, y acabas cogiéndola, provocando que las
otras 4 monedas restantes caigan al suelo. Difícilmente podemos tenerlo
todo, y en cuestión de pareja sexoafectiva, esto parece aplicar
perfectamente. En este sentido tuve un intercambio de opiniones con la
psicóloga Rocío García Segura —cuya visión y opinión aparecerá en más
de un capítulo de este libro—, dando lugar a algunas conclusiones algo
difusas por la naturaleza del asunto a tratar. Y es que, ciertamente, según
Rocío, desde el punto de vista meramente racional, las relaciones deberían
ser abiertas —si partimos de la premisa de que el ser humano es polígamo
—, pues el concepto de amor romántico que nos han inculcado podría
generar falsas expectativas en las personas. Es decir, biológicamente, será
muy difícil que no te atraigan sexualmente otras personas mientras tienes
pareja, y por lo tanto, la monogamia no sería un proceso natural de la
biología, sino más bien una elección racional y una decisión personal que
podría ir en contra de nuestros instintos primarios biológicos. En
contraparte, la mayoría de los humanos, cuando formamos pareja,
necesitamos esa exclusividad de nuestra pareja y, más importante aún, la
permanencia, lo cual podría ser una necesidad del ser humano para sentirse
seguro en pareja.
Desde un punto de vista racional, viendo cómo está la situación de las
parejas hoy en día y la dificultad para mantenerse fieles dentro de una
relación estable, lo ideal sería normalizar el concepto de relación
sexualmente abierta, sin que ello provocara inseguridades o rechazo en el
otro cónyuge, siendo ésta la mejor manera de que una relación de pareja
durara para siempre. Incluso desde el punto de vista de la biología,
posiblemente requiriera menos esfuerzo el dar rienda suelta a nuestros
instintos naturales donde sea y con quien nos apetezca, llegando a casa,
donde nos esperaría nuestra pareja afectiva. Pero entonces, si ésta es la
forma más inteligente y racional, y además la acompaña la biología, ¿Por
qué no podemos hacerlo?¿Por qué esta dificultad para naturalizar este
concepto de pareja abierta?¿Podría deberse a un constructo social que ya
tenemos arraigado culturalmente? Aquí es donde la cosa se pone
interesante, pues si bien mi generación no es capaz de tener relaciones
abiertas con éxito, pudiendo deberse a que estamos contagiados
culturalmente por conceptos desfasados de amor romántico— y parejas
sexoafectivas—, en este sentido, los Zillennials[1] (generación Z) sí estarían
más libres de carga cultural. Ellos nos podrían dar algunas respuestas en
este sentido. Y en breve lo vamos a analizar.
La propia psicóloga Rocío García reconoce que, a pesar de que en
ocasiones piensa de forma racional que lo ideal sería normalizar una
relación abierta, ella misma no es capaz de tener una relación abierta
cuando se encuentra en pareja. Y esto es algo muy común, pues una cosa es
cómo deberían ser las cosas desde un punto de vista racional y otra muy
diferente, cómo son en realidad las cosas. Básicamente es la diferencia que
existe entre “ojalá no tuviera que dormir” y la necesidad de dormir. Este
hecho tan común que nos cuenta Rocío tiene una sencilla explicación, y es
que lo que conocemos como “amor” no es racional. El amor, literalmente,
es una adicción, pues no deja de ser un proceso químico que activa áreas del
núcleo estriado y de la ínsula, zonas que están involucradas en la
drogadicción. Puedes pensar racionalmente que las relaciones abiertas
serían más aconsejables, pero, por suerte o por desgracia, el amor activa
también las rutas del cerebro que están involucradas en la monogamia. El
problema de este proceso químico conocido comúnmente como
enamoramiento, según el Albert Einstein College of Medicine, es que el
amor romántico tendría una duración aproximada de 28 meses, mientras
que el enamoramiento intenso sería de unos 18 meses aproximadamente.
Una vez transcurrido ese periodo de psicosis temporaria que te impide ser
racional, ya llegaría el periodo de la lucidez y cordura emocional donde, a
partir de ese momento, mantener la estabilidad dentro de una relación
monógama, ya sí sería una decisión voluntaria. Este es uno de los motivos
por los que algunos científicos le han puesto una obsolescencia programada
al amor romántico (4 años). Por otra parte, otro problema en este sentido es
que en la actualidad vivimos en una sociedad tan superficial como
consumista, y el hábito de consumo desmedido ha cobrado poder incluso en
las relaciones. Hoy día, un gran porcentaje de personas han incorporado el
hábito de consumismo extremo al terreno de las relaciones. De la misma
forma que consumimos productos, ahora consumimos personas. La
pregunta sería si, al igual que ocurre con el consumismo desmedido—que
no aporta más felicidad—, cuando consumimos personas de forma
desmedida, ¿somos capaces de encontrar más felicidad? En principio, los
niveles de infelicidad en las personas promiscuas nos indicaría que no.

Entonces, ¿son las relaciones sexualmente abiertas


la solución?
Aunque en este sentido encontramos todo tipo de hipótesis y opiniones, la
forma más efectiva de responder a este tipo de cuestiones tan delicadas, a
falta de estudios estadísticos fiables, es hacerlo a través de la observación,
la lógica y el sentido común. Y es que en este tema existen muchos estudios
científicos de chichinabo que escogen a conciencia y muy cuidadosamente
algunos datos que les lleven hacia la conclusión deseada.
En primer lugar, existen algunos estudios científicos que ya parten de la
premisa de que los humanos somos una de las pocas especies del reino
animal[2] que mantenemos relaciones monógamas y que, por lo tanto, la
monogamia se debe a un proceso evolutivo social y cultural. En este
sentido, olvidamos que los humanos nos diferenciamos en muchas otras
cosas de los animales. Tal es así que somos los únicos “animales” que
podemos pensar y reflexionar sobre nuestros propios pensamientos. Otra
diferencia con respecto a los animales es que tenemos una noción de futuro
consciente y contamos con la habilidad para planificar nuestro futuro de
forma totalmente consciente y racional. Incluso podemos plantearnos
asuntos relacionados con nuestra propia moralidad. Es decir, la diferencia
en este sentido es que los animales están condicionados expresamente por
su genética; actúan por instinto. Dicho de otra manera: hacen las cosas pero
no saben por qué las hacen. Simplemente forma parte de su programa
genético y sus actos son en cierto modo automáticos. El ser humano, por el
contrario, a pesar de que tiene ciertos instintos en su material genético,
puede decidir alterar su conducta instintiva gracias a su capacidad para
razonar. La conducta humana no sólo está predeterminada por sus genes. Es
por eso que cuando un estudio parte de la premisa de que la monogamia es
antinatural porque somos de las pocas especies animales monógamas,
debemos recordar que también vamos en contra de nuestra naturaleza
cuando en mitad de la calle te dan ganas —con perdón— de defecar, pero
no lo haces en mitad de la calle. Simplemente te esperas para hacerlo en
otro lugar. De la misma manera, a diferencia de los animales, cuando tienes
ganas de practicar sexo con otra persona, no te pones a hacerlo en mitad de
un parque delante de todo el mundo. Un animal tampoco padece de sesgos
cognitivos; no llora ni entra en depresión cuando pierde dinero; si le
rebozas un filete de carne en estiércol, sencillamente aparta el estiércol y se
come el filete. Tenemos un cerebro más desarrollado que el resto de
animales, y por lo tanto, tenemos la capacidad de decidir si queremos anular
algunos instintos que llevamos incorporados en nuestro material genético.
Dicho esto, disponemos de la opción de pensar sobre nuestro futuro y
decidir si merece la pena mantener una relación monógama con sus ventajas
y desventajas o, por el contrario, si deseamos una relación abierta o
polígama —también con sus ventajas y desventajas—. Este dilema no lo
tienen el resto de animales, y por lo tanto, no podemos abordarlo de la
misma manera que lo hacen los animales, pues ellos, sencillamente, no lo
abordan de ninguna manera.
Muchos de los adeptos de la filosofía de las relaciones abiertas y el
poliamor, tachan a los monógamos de personas inseguras que necesitan de
la exclusividad y permanencia en sus relaciones sexoafectivas porque es la
única manera que tienen de sentirse seguros, pero en este sentido, olvidan
algo, y es que algunos humanos eligen la monogamia como única manera
de relacionarse en pareja debido a que han elegido vivir bajo unos
principios, código y valores (algo que se hace desde la consciencia y no
desde la biología). Valoran la exclusividad no como consecuencia de una
inseguridad, sino como única forma de concebir una relación sexoafectiva
estable. Y lo eligen de una forma totalmente racional. Si esta elección la
hacen debido a que han sido contagiados culturalmente por este concepto de
amor romántico ya sería otra historia. Aún así, conocen la existencia de
otras opciones y eligen de forma totalmente voluntaria decantarse por este
tipo de relación. Como veremos más adelante, la monogamia se produjo a
raíz de un proceso evolutivo para preservar la especie. Es por eso que hay
que tener mucho cuidado cuando a las personas monógamas se las llama
anticuadas, pues la monogamia fue fruto de la evolución, mientras que la
poligamia fue el instinto biológico animal que traíamos de serie antes de
nuestro pleno desarrollo cerebral.
Otra de las hipótesis para sustentar la idea de que las relaciones abiertas
son mejores que las relaciones monógamas, trata de mostrar las estadísticas
de infidelidad entre relaciones aparentemente monógamas. Y es que según
los números, hasta un 60% de los hombres y un 40% de las mujeres que se
encuentran dentro de una relación monógama —supuestamente estable—
estarían cometiendo infidelidad dentro de la relación sin que su cónyuge lo
sepa. En este caso, se daría por hecho que más personas de las que
pensamos tienen relaciones polígamas dentro de una relación que su
cónyuge piensa que es monógama. Nuevamente, aquí tendríamos unas
cifras preocupantes que se han disparado a lo largo del siglo XXI, y que
únicamente nos hace ver que estamos fallando en nuestra escala de valores
como humanos.
Pero entonces, si las relaciones abiertas son la solución a todos estos
problemas, ¿por qué prácticamente ninguna relación abierta funciona en el
largo plazo? Voy a más, si el ser humano ha ido evolucionando a lo largo de
miles de años —y supuestamente en el paleolítico nuestra especie era
polígama—, ¿por qué decidió el ser humano cambiar un tipo de relaciones
tan geniales por otro tipo de relaciones menos satisfactorias? La mayoría de
especies animales eran polígamas y siguen siendo polígamas a día de hoy.
¿Qué hicimos entonces los humanos en cuestión de relaciones sexuales?
¿Evolucionamos o involucionamos? En breve vamos a ver el porqué de ese
cambio.
Debemos comprender que una de las cosas que está predominando en la
sociedad del siglo XXI es el egoísmo de las personas y la búsqueda del
placer inmediato y, a menudo, sin detenerse a pensar en las consecuencias.
Tampoco estamos dispuestos a hacer ningún tipo de sacrificio si ese
sacrificio conlleva perdernos algo de placer. Lo queremos todo; no
queremos perdernos nada. Y eso está haciendo que en el intento de coger las
5 monedas en el aire, acabemos dejándolas caer todas. Debemos ser
conscientes de que, por nuestro estilo de vida actual o por nuestra situación
personal, además de una pérdida de valores considerable como sociedad,
también tenemos ciertos problemas a nivel individual, por lo que es normal
que entre dos personas que no se sienten bien de forma individual, acaben
formando una relación de pareja dañada de base. Y es entonces cuando
buscamos una explicación a este problema actual, y pensamos que debemos
cambiar el concepto de relación sexoafectiva al considerar que son las
relaciones lo que están mal planteadas; que es el concepto de relación lo
que está fallando. Y de esta manera, descartamos en todo momento que
parte del problema se encuentre en nosotros como seres individuales.
Pensamos que si cambiamos el concepto de relación, podremos alcanzar un
mayor grado de felicidad. Es una especie de huída hacia adelante, pero
posiblemente, hacia la dirección equivocada como sociedad.
Ni que decir tiene que, en todo momento, vamos a partir desde el
respeto hacia cualquier forma escogida de expresar la sexualidad y vivir las
relaciones sexuales como a cada uno le venga en gana. La primera cuestión
que debemos responder en este sentido sería con respecto a los Zillennials.
Estos jóvenes nacidos entre 1995 y comienzos del año 2000 no han sido tan
influenciados a nivel cultural como el resto de los adultos. De hecho, una
gran parte de estos jóvenes ya provienen de familias desestructuradas. Han
conocido las mentiras, los engaños y el divorcio de sus propios padres.
Tienen claro que el amor, posiblemente no sea para siempre; que las
relaciones no duran. Están expuestos a las redes sociales, donde existe un
cruce de contenidos entre hombres que critican a las mujeres y mujeres que
ponen a parir a los hombres. Son más conscientes que ninguna otra
generación de que el matrimonio no compensa como proyecto de vida.
Incluso que el concepto de pareja está desfasado y hasta corrompido.
Muchos de ellos dicen abiertamente no querer una pareja formal y, debido a
cierto consumo en Internet, su éxito como hombres radica en el número de
mujeres con las que consiguen acostarse. De la misma manera, las chicas
Zillennials han crecido escuchando mensajes similares, donde una mujer
debe ser independiente a todos los niveles: económico y sexual, y que no
merece la pena una relación sexoafectiva estable porque el hombre es
polígamo por naturaleza.
De base, los Zillennials salen al mercado sexual con la idea de disfrutar
del sexo sin mezclarlo con lo afectivo. Es decir, no es que salgan —en un
gran porcentaje— en la búsqueda de una relación abierta, sino que apenas
se plantean la palabra relación (ni abierta ni monógama). Por defecto y de
forma casi instintiva buscan sexo. Según las últimas encuestas, hasta un
71% de los hombres y un 63% de las mujeres dicen no querer una relación
formal, ni mucho menos casarse—obviamente—. Entonces, ¿por qué la
mayoría de ellos están tan tremendamente jodidos y sufridos afectivamente?
No quieren una relación formal, pero sufren por una persona. No creen en el
concepto de pareja estable, pero llaman zorra a una mujer porque en lugar
de repetir la noche de pasión con él, ésta ha decidido cambiar de hombre.
Es un constante “no quiero pero quiero“ y un “esto no me va, pero aun así
me va”. La respuesta es sencilla. Acaban quedándose pillados de forma
afectiva por otra persona, porque en realidad no depende de ellos. Debemos
hacer una similitud entre amor y drogas. La mejor forma de no caer en una
adicción es alejarte de los productos que pueden provocar una adicción.
Cuando entras al mercado sexual, estás jugando con los productos que te
pueden causar adicción (hombres o mujeres). Y en muchos casos, no
depende de ti que se activen esas regiones del cerebro que están
involucradas en la drogodependencia, pero en este caso, la
drogodependencia se da con una persona. Es exactamente lo mismo que nos
comentaba Rocío (la psicóloga). Racionalmente, no queremos una relación
estable, pero nuestro cerebro prepara el cóctel de neurotransmisores sin
pedirnos permiso. Y seguidamente, nuestro cerebro se encarga de hacer el
resto del trabajo, pues una vez que aparece la drogadicción amorosa, no
importa lo que tú quisieras; importa lo que tu cerebro te dice que quieres.
Algunos pueden pensar que una relación abierta es una película de
hippies donde todo es sexo, alegría y felicidad, pero lo cierto es que una
relación abierta se acaba pareciendo más bien a la película de Aguas
profundas, protagonizada por Ana de Armas y Ben Affleck. En esta cinta
podemos ver algo que sucede comúnmente en este tipo de relaciones
sexualmente abiertas (sin llegar al asesinato, claro). En el film, Ben Affleck
permite que su mujer, Ana de Armas, tenga relaciones sexuales con otros
hombres como forma de evitar el divorcio. Ella disfruta de esta relación.
Por el contrario, él sufre con cada encuentro sexual de su mujer con otros
hombres. Es similar a la historia que conté sobre mi amigo Ramón y su
pareja en el libro de Cenizas de prosperidad. En primer lugar, en muchas de
estas relaciones abiertas, uno de los partícipes suele disfrutarlo más que el
otro; incluso se dan muchos casos de hombres y mujeres que acceden a este
tipo de relación porque no quieren perder a su pareja, y por más que se
esfuerzan, no logran dejar de sufrir por este tipo de relación. En los casos
donde ambos inician desde primera hora una relación abierta, teniendo claro
por ambas partes el acuerdo, suele ocurrir que uno de los dos comienza a
enamorarse perdidamente del otro, y llega un momento en que la relación se
vuelve un tormento para esa persona. Y en otros casos el desenlace es más
trágico, y es que uno de los partícipes de la pareja, acaba enamorándose de
uno de los amantes, decidiendo comenzar con él una relación monógama y,
por consiguiente, dejando a la pareja con la que mantenía una relación
abierta.
En cualquier caso, y sin estadísticas oficiales de por medio (únicamente
casos y más casos observados), rara vez una relación abierta tiene una
mayor duración que una pareja monógama. Es más, la mayoría de los
sexualmente abiertos, tarde o temprano, acaban buscando una relación
monógama. Eso es lo que no dicen en muchos estudios científicos.
La mejor forma de que una relación abierta funcione es que nadie esté
enamorado de nadie. De hecho, desde un punto de vista lógico, dudo que
las parejas sexualmente abiertas se amen. Pueden quererse, eso sí, al igual
que yo quiero a mi gato o a mis sobrinas, ¿pero amarse? Debo —
mínimamente— ponerlo en duda y cuestionarlo, por la propia naturaleza
evolutiva del ser humano. Entre los casos más comunes que se observan en
las relaciones abiertas es que uno de los partícipes acabe formando una
relación monógama con uno de sus amantes, pudiendo inferir de esta
manera que se ha enamorado de su amante porque esa persona no estaba
enamorada de su pareja. Dicho esto, la relación abierta sexualmente es lo
que se suele proponer en los matrimonios que están prácticamente rotos
como forma de avivar la chispa y evitar el divorcio. Dicho de otra manera,
cuando en un matrimonio ya se ha puesto sobre la mesa la idea del divorcio,
en cierto modo, la rotura ya ha aparecido. La proposición de relación
abierta suele ser una forma de alargar la agonía de los partícipes con el fin
de no admitir que el matrimonio ya se ha roto. En muchos casos, es la
forma de evitar el dolor que conlleva una separación, pero para sorpresa de
los iniciantes en este nuevo mundo de sexualidad abierta dentro de un
matrimonio desgastado, en la mayoría de los casos, el divorcio acaba
llegando de todas maneras. En este sentido, las relaciones abiertas aparecen
como una forma de no asumir la soledad temporal, fruto de cortar los lazos
con nuestra pareja actual, y poder disfrutar del sexo abiertamente.
Es por eso que este tipo de relaciones suelen ser ideales para dos
personas jóvenes que se gustan y se atraen sexualmente, pero que no han
formado otro tipo de sentimientos amorosos más profundos. Aún así, como
expusimos anteriormente, posiblemente una de las dos partes, es cuestión
de tiempo que acabe sufriendo. Entrarían en un juego que consiste en: “el
primero que se enamore, pierde”. Las relaciones sexualmente abiertas, sin
lugar a dudas, no son para todo el mundo, pero algunas personas se las
plantean como una forma de no sufrir en las relaciones monógamas, pues ya
ven con cierta asiduidad que la mayoría de relaciones estables se están
yendo al carajo. Es entonces cuando se plantean esta posibilidad y reciben
algunos consejos de algunos expertos en psicología sobre lo que es
importante a la hora de plantearte este tipo de relaciones.
En primer lugar, cambiaría el concepto de infidelidad. Una infidelidad
es simplemente traicionar o engañar a tu pareja dentro de un acuerdo.
Evidentemente, en una relación monógama, el acuerdo incluye exclusividad
sexual y afectiva. Es decir, en el momento que mantengas una relación
sexual con otra persona, ya has traicionado; ya has sido infiel. Este
concepto cambia en una relación abierta, pues en este caso sí hay que
definir unas reglas muy concretas. Está claro que van a tener sexo con otras
personas, pero al estar consensuado, no estaría dentro de la infidelidad o
engaño. Algunas parejas ponen como cláusula a este acuerdo que deben
contárselo todo, es decir, si su pareja se ha acostado con otra persona,
quieren saber con quién e incluso quieren saber qué han hecho. Otras
parejas tienen la cláusula contraria, y es que aún pudiendo acostarse con
otras personas, no quieren saberlo —ni cómo ni con quién ni con cuántos
—. Otras parejas acuerdan ser swinger (pueden mantener relaciones
sexuales con otras personas pero únicamente cuando su pareja esté
presente).
Hubo un texto[3] de la sexóloga Cecilia Bizzotto que me llamó la
atención.
“A veces se piensa que las parejas abiertas no sienten celos, pero no es así. Sí los sienten,
pero se gestionan, se trabajan, o se decide cómo experimentarlos, cómo vivirlos o se
transforman en una emoción positiva, como una erotización”

Aunque este texto, evidentemente, lleva la intención contraria (tratar de


normalizar las relaciones abiertas), lo cierto es que de base ya nos muestra
uno de los principales problemas de este tipo de relaciones. Ese texto,
básicamente nos dice: “Vas a sentir dolor, pero debes acostumbrarte a ese
dolor, incluso hacer que te guste ese dolor”. Esto no deja de ser una forma
de enaltecer el masoquismo relacional. Y es que en teoría se buscaría la
manera de ir eliminando los celos, pero en la práctica, la cosa funciona de
otra manera. Para que los celos y la incomodidad provocada por el hecho de
saber que tu pareja está teniendo sexo con otra persona desaparezca, en lo
que estaríamos trabajando sería en la forma de hacer que nuestra pareja
cada vez nos importe menos. De hecho, los celos son una reacción
evolutiva natural como forma de preservar la especie. La antropóloga Helen
Fisher lo tiene claro en este sentido:
“Cuando nos acostamos con alguien y no lo amamos, no nos importa que esa persona se
acueste con otras personas. En cambio, si amamos a esa persona, aparece el sentimiento
de posesión”

Es por este motivo que en las relaciones abiertas entre parejas que se aman
entre sí, deben luchar contra reacciones evolutivas naturales. Otra cosa
serían los celos patológicos, los cuales hoy día se relacionan con un bajo
nivel de serotonina en sangre y que suelen estar relacionados con problemas
de autoestima e inseguridad. En ese caso, los celos serían un síntoma de
algo más profundo, y no una causa. Pero los celos que surgen cuando sabes
que la persona a la que amas está teniendo sexo con otras personas, están
dentro de lo normal como respuesta de nuestro cerebro evolutivo.
Posiblemente, lo antinatural sería no sentirlos.
Como dato curioso, partiendo de la premisa de que, por motivos varios,
las relaciones abiertas no suelen funcionar en el largo plazo, sí
encontraríamos un grupo concreto donde este tipo de relaciones funcionan
con mayor asiduidad: parejas homosexuales o bisexuales. Desconocemos el
motivo por el que este grupo sí acaba encontrando este tipo de relaciones
más satisfactorias dentro de su vida sexual. Algunos simplifican este dato,
dando a entender que en el mundo homosexual o bisexual, se tiende con
mayor facilidad a la promiscuidad y al desapego afectivo, pero sería
simplificar demasiado, pues lo cierto es que este tipo de grupos, cada vez
más —al contrario que está ocurriendo en los grupos heterosexuales—
persiguen las relaciones monógamas. Es decir, mientras que dentro del
sector heterosexual aumenta el interés por las relaciones sexualmente
abiertas y polígamas, en el sector homosexual, aumenta el interés por las
relaciones monógamas.
Es cierto que es muy difícil separar el amor romántico del sentimiento
de exclusividad y propiedad privada. Algunos antropólogos piensan que el
humano cambió la poligamia por la monogamia a raíz de la aparición de la
propiedad privada. Y con esto se puede deducir que si debido al traspaso
genético de nuestros antepasados —o a través del constructo social—
tenemos una asociación en nuestro cerebro con respecto a la exclusividad
amorosa y la propiedad privada, podríamos inferir que el ser humano no
estaría preparado para tener relaciones abiertas hasta que no esté preparado
para que su vivienda y sus bienes puedan ser accesibles y estén al alcance
de todo el mundo. Y no sé hasta qué punto estoy diciendo ésto con ironía.
Para resolver algunas cuestiones, debemos dirigirnos por un momento al
paleolítico.

Monogamia como forma de preservar la especie en


la prehistoria.
Si bien contamos con cientos de estudios e investigaciones de todo tipo
sobre cómo se comportaron los primeros humanos en la prehistoria, tengo
que recordar, que a pesar del excelente trabajo de investigación, nunca
sabremos a ciencia cierta qué ocurrió allí. Por desgracia, nuestros
antepasados prehistóricos no escribieron libros ni dejaron huellas
rastreables en Internet. De hecho, la palabra “prehistoria” significa
literalmente “antes de la historia”. Y es que la historia es una ciencia que
estudia los acontecimientos que suceden después de la aparición de la
escritura. Todo lo que sabemos de los primeros homínidos proviene de
hipótesis y suposiciones a través del estudio de fósiles y objetos
encontrados. Más recientemente, se están usando técnicas de modelado por
ordenador donde se simula la evolución de la conducta humana en la
prehistoria, pero insisto en que nadie tiene una respuesta certera al cien por
ciento sobre la conducta de los primeros homínidos.
Hay quien piensa que el matrimonio y la creación de relaciones monógamas están
relacionadas con la aparición de las religiones, pero esto no es cierto, pues la monogamia
es más antigua que la aparición de las religiones.

Casi todos los investigadores están de acuerdo en la misma hipótesis, y es


que todo indica que los primeros humanos fueron polígamos. A esta
conclusión se ha llegado observando la conducta de los parientes más
cercanos al Homo sapiens, que son los bonobos, y no el chimpancé común
como se había llegado a pensar anteriormente. Los bonobos son un primate
casi idéntico al chimpancé, y de todos los primates, son los más parecidos a
los humanos en su manera de tener sexo. Es decir, se besan, mantienen sexo
mirándose a la cara, se practican felaciones, etc. Los bonobos viven la
sexualidad de una forma totalmente libre. Todos mantienen sexo con todos,
incluso machos con machos y hembras con hembras, sin ningún tipo de
guerra territorial y sin apegos. La hembra está a disposición de todos los
machos sin que exista un macho dominante en el grupo, y sin que nadie
entre en conflicto con otros machos por este motivo. Sin duda, ese estilo de
vida sería el paraíso para algunos humanos.
Según la tesis doctoral del psicólogo Christopher Ryan, nuestros
antepasados prehistóricos vivían en grupos de unos 150 individuos y todos
se relacionaban sexualmente con todos —al igual que los bonobos—. Ryan
sintetiza que nuestra especie prehistórica era nómada y se formaba por
pequeños grupos, donde existía una completa libertad sexual y nadie
controlaba los recursos. Es decir, según la teoría de este doctor en
psicología, se compartía absolutamente todo. Cuando se produjo la
transición del nomadismo al sedentarismo gracias a la agricultura, según
este autor, fue cuando la mujer se convirtió en propiedad del hombre, por lo
que para Ryan, la agricultura no fue un gran invento evolucionista en la
vida del humano, sino un proceso involucionista que se vio reflejado
incluso en la disminución de estatura de los humanos.
Siguiendo la tesis de Ryan, no sería cierto que en la prehistoria el
humano no vivía más de 35 años, pues nos dice que la humanidad cazadora-
recolectora vivía entre 65 y 75 años, y la estatura media de los humanos era
de 1,70 m antes de la era agrícola. Con la agricultura, la estatura media cayó
aproximadamente 10 centímetros de media. La agricultura dio paso al
asentamiento en comunidades, dando lugar asimismo a la propiedad privada
y la herencia, siendo éste el comienzo de la era en que la vida sexual de la
mujer comenzó a ser controlada al aparecer el concepto de familia. De la
misma manera, comenzaron las guerras por el territorio y los bienes. Ryan
no está de acuerdo con algunos teóricos de la evolución; con aquellos que
aseguran que la misión del Homo Sapiens era la de imponer sus genes, y la
de las mujeres era atraer al macho más válido a modo de proveedor.
Podríamos decir que este investigador pone en duda que la hipergamia sea
un proceso evolutivo.
Para llegar a esta conclusión, teoriza sobre este asunto. Y es que si las
mujeres prehistóricas no tenían mayor interés por el sexo más allá de una
forma de manipulación para conseguir al mejor macho posible para la
procreación, ¿por qué la mujer, a diferencia de otros mamíferos están
dispuestas a tener sexo fuera de sus ciclos de ovulación? Y de esta manera,
comparando nuevamente a los humanos con los chimpancés y los bonobos
—ambos parientes nuestros que practican sexo fuera de los ciclos de
ovulación buscando no sólo la procreación, sino también el placer—, la
monogamia no estaría en nuestra naturaleza. De la misma forma explica
que los genitales humanos masculinos tienen los testículos en el exterior
para preservar los espermatozoides durante más tiempo, siendo esta
ubicación de los testículos lo que nos indicaría que el macho humano está
dispuesto a tener sexo en cualquier momento. Esto es debido a que los
animales que no están dispuestos a tener actividad sexual en cualquier
momento, tienen los testículos dentro, y no en el exterior del cuerpo. Y
nuevamente, por este motivo, la naturaleza humana no es monógama.
El problema con este tipo de hipótesis es que muchos investigadores
olvidan que el humano es el único animal cuya conducta no depende
expresamente de su genética, pues puede adquirir una conducta en base a la
experiencia y el aprendizaje, y nuevamente, somos el único animal que
puede cuestionarse el porqué de las cosas e incluso cuestionarse sus propios
razonamientos. Es como si cuestionásemos a día de hoy los motivos por los
que el humano abandonó el nomadismo para asentarse en lugares fijos y dar
paso a la agricultura. No podemos simplificarlo de la manera que lo hacen
algunos investigadores, llegando a insinuar que abandonar la vida nómada
fue un error, e incluso llegando a insinuar que por haber evolucionado y
vivir en casas de piedra con calefacción en lugar de estar practicando sexo
todos con todos en mitad de la selva a la intemperie, el ser humano ha
involucionado. Pudo haber otros motivos, evidentemente, como una mayor
preocupación por proteger la especie. Debemos recordar que el bebé
humano tiene el desarrollo más lento de todos los mamíferos, por lo que
requiere una mayor atención y cuidado que el resto de las crías de cualquier
otra especie. También pudo deberse a que el humano comenzó a volverse
más inteligente, y por ello sumó 2 + 2 cayendo en la cuenta de que era
mucho más cómodo establecerse en una zona fija donde tuvieran la
seguridad de un techo, agua y comida gracias a la agricultura,
diversificando de esta manera su forma de alimentarse y no dependiendo
tanto de los frutos de la caza. Incluso pudo ser la propia hembra del
paleolítico la que comenzara a molestarse porque el macho por el que se
sentía atraída mantuviera sexo con otras hembras, pidiendo exclusividad
sexoafectiva a su macho elegido. Igual hubo una especie de discurso
prehistórico-feminista que obligó a la sociedad del paleolítico o neolítico a
volverse monógama. Hemos dado por hecho muy rápido que no fuera el
cerebro de la mujer el que avanzó más rápido emocionalmente y
sentimentalmente, obligando a hacer cambios sociales en este sentido.
Insisto en que es difícil conocer la verdad, pues tenemos cierta dificultad
para acceder a la Wikipedia y el Twitter de la era paleolítica.
El Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, a cargo de los
profesores Bauch y Richard McElreath tienen una hipótesis bastante
plausible para explicar por qué nuestros antepasados evolucionaron hacia la
monogamia. Para estos investigadores, el problema fueron las
enfermedades de transmisión sexual. Y es que cuando los cazadores y
recolectores se asentaron en poblaciones más grandes alrededor de la
agricultura, también hizo que las enfermedades de transmisión sexual
aumentaran, por lo que en una sociedad de sexo libre, el aumento de
contagios por enfermedades de transmisión sexual habría provocado un
mayor número de muertes, así como una disminución de descendencia —si
suponemos una aparición de sífilis y la ausencia de medicina para curarla,
esta ITS no tratada puede provocar la infertilidad en la hembra—, no
tardarían en darse cuenta que ante este problema, la monogamia constituía
un menor riesgo de mortalidad, garantizando la continuidad del grupo, de la
sociedad y de la especie. Y por lo tanto, las poblaciones monógamas se
hicieron más grandes y poderosas que aquellas otras poblaciones que
practicaban la libertad sexual.
Finalmente podemos comprobar que las causas naturales del entorno
pueden provocar cambios sociales con el fin de preservar la continuidad de
la especie. Nuevamente, la monogamia pudo haber sido el tipo de relación
preferida de nuestros antepasados, no como una forma de anular a la mujer,
sino como una forma inteligente de evolucionar como especie. No obstante,
existe otra hipótesis del antropólogo Kit Ople, del University College de
Londres, y que es tan plausible como las demás. Este antropólogo parte del
problema ocasionado por el desarrollo del cerebro humano. Que las crías
humanas sean tan cabezonas, condujo a la evolución monógama. El hecho
de que los bebés humanos no se puedan servir por sí mismos hasta un
periodo de tiempo más prolongado que en el resto de animales, tendría que
ver con el desarrollo de nuestro cerebro. Un cerebro más grande necesitaba
un cráneo más grande, por lo que generó un problema, y es que en el
momento de parir, la cabeza de la cría no cabía por el canal del parto. La
forma en que la evolución solucionó este problema fue haciendo que
nuestras crías nacieran antes, aunque no pudieran valerse por sí mismas y
necesitaran de más cuidados durante un mayor tiempo tras nacer. Nuestras
crías dependían de los cuidados de la madre para sobrevivir. De esta
manera, la evolución solucionó un problema, pero creó otro para la
supervivencia de la especie.
Tras parir, la hembra no tenía ganas ni tiempo —ni interés— para tener
relaciones sexuales con los machos. Durante un periodo largo de tiempo, se
centraba expresamente en cuidar y amamantar a la cría. Y siguiendo la
hipótesis de este antropólogo, los machos, ávidos por tener relaciones
sexuales con la hembra indispuesta, trataban de forzarla; y la hembra se
resistía al estar cuidando a la cría. Una forma de solucionar este problema
era acabar con la cría (asesinar a la cría). El infanticidio llegó a convertirse
en algo común en nuestros parientes primates (esta práctica sigue estando
presente a día de hoy en algunos chimpancés).
Una manera de solucionar este problema fue hacer que las hembras
estuvieran protegidas por un macho en particular, el cual se encargaría de
cuidar tanto a la hembra como a la cría. Pero, ¿por qué un macho iba a
perder su tiempo en proteger a una cría y a su madre en lugar de dedicarlo a
practicar sexo con otras hembras sin necesidad de buscarse problemas?
Había que darle un motivo a ese macho, y la evolución nos dio el
enamoramiento, cargando nuestro cerebro con un cóctel neuroquímico. Y
esto explicaría en cierto modo el por qué el enamoramiento intenso dura
entre 18 y 28 meses. Era el tiempo suficiente para dejar embarazada a una
hembra, cuidarla durante el tiempo de embarazo y, además, proveer y
proteger tanto a la hembra como a la cría durante un tiempo después del
parto. La monogamia protegía a la hembra y a la cría de las amenazas de
machos rivales, por lo que la familia prosperaba. Y de esta manera, habría
surgido la monogamia. Se puede interpretar que: (1) la monogamia nace de
un acto de amor del macho hacia la hembra y la cría o, (2) por el contrario,
que la hembra pasó a ser propiedad del macho con el fin de ponerla a salvo
de las amenazas rivales. A mí personalmente me gusta mucho más la
primera interpretación, aunque algunas personas usan la segunda
interpretación para explicar que la monogamia es machista. Yo quiero
insistir en ese pequeño e imperceptible detalle que algunos pasan por alto.
¡Ya no somos monos!
Hoy en día se pone sobre la mesa la idea de fomentar las relaciones
sexualmente abiertas con el pretexto de que nuestra naturaleza no es
monógama y que en la prehistoria éramos polígamos, pero los prehistóricos
evolucionaron para preservar la especie. Y es aquí cuando debemos
hacernos la pregunta: ¿Si volviéramos socialmente a la poligamia,
evolucionaríamos o involucionaríamos? En cualquier caso, dentro de
nuestra sociedad avanzada, no tenemos un precedente histórico para medir
los beneficios y/o consecuencias de instalar una sociedad polígama o
abierta sexualmente. En este sentido, comenzaríamos un experimento de
resultados y consecuencias desconocidas al no tener ese precedente de
sociedad sexualmente abierta en la era moderna. Lo único que en estos
momentos sí podemos comprobar es que las relaciones monógamas tienen
problemas, y las relaciones abiertas tienen muchos más. Y es que no somos
chimpancés. Tenemos un cerebro más evolucionado que, para bien o para
mal, nos ha hecho despertar otro tipo de emociones, sentimientos y
motivaciones. No vivimos en la selva ni queremos vivir sin internet o
calefacción, a diferencia del mono. Pensamos supuestamente de forma
lógica y racional una gran parte del tiempo, y no por instintos, como sí
hace el chimpancé. A diferencia del chimpancé o el bonobo, cuyas únicas
preocupaciones son tocarse, dormir, tener sexo y comer, los humanos
tenemos ciertas obligaciones, incluso ciertos propósitos de vida, por lo que
para fomentar las relaciones abiertas, éstas deben sustentarse en otro tipo de
discurso que no sea únicamente decir que la monogamia no está en nuestra
naturaleza. Porque posiblemente la única naturaleza del ser humano sea la
supervivencia, y fue debido —precisamente— a esa naturaleza de
supervivencia que nuestros antepasados eligieron la monogamia. De lo
contrario, en estos momentos seguiríamos haciendo lo mismo que hacen los
bonobos.

¿Por qué no funcionan las relaciones abiertas o


poliamorosas?
Partiendo de los pocos datos de los que disponemos sobre estos temas y que
nos dicen que las relaciones monógamas, aún teniendo problemas, tienen
una mayor duración que las relaciones abiertas y poliamorosas, es momento
de teorizar sobre estas cuestiones desde un punto de vista más lógico y
sensato que biológico. Para comenzar, cuando se ponen sobre la mesa este
tipo de posibilidades dentro de la deconstrucción de las relaciones
sexoafectivas, lo hacemos, en cierto modo, igualándonos biológicamente
con los chimpancés o bonobos. Partimos de la antinaturalidad de la
monogamia desde el punto de vista meramente instintivo-sexual, cuando lo
cierto es que lo que acaba matando a una relación de pareja estable,en la
mayoría de los casos, no está relacionado con el sexo. A menudo es el
desgaste que surge de la convivencia. Y por supuesto que está dentro de lo
normal que los niveles de deseo sexual disminuyan junto a la persona con la
que convives 24 horas. Sabemos que la fase de enamoramiento profundo
tiene fecha de caducidad. Ese subidón hormonal que sentíamos al principio
de la relación, poco a poco comienza a desaparecer debido a que el proceso
neuroquímico que produjo el enamoramiento profundo, comienza a remitir
y estabilizarse. En esta parte del proceso, desaparece la persona que
idealizaste debido a tu drogadicción amorosa y comienzas a ver a la persona
tal y como es. Los problemas de convivencia se acentúan si comienzas a ver
con claridad ciertas conductas de tu pareja que antes tu propio cerebro
ocultaba. Y es en este punto cuando muchas personas dicen que han
desaparecido esas mariposas de su estómago, y desean volver a sentirlas.
Comienzan a necesitar otro chute neuroquímico. La realidad es que esta
situación tarde o temprano les llega a todas las parejas. Algunas deducen
que cuando esa magia inicial acaba, la pareja, por tanto, también debe
acabar. Lo que muchas parejas no logran comprender es que la fase de
enamoramiento inicial es ilógica, inmadura e infantil, pues las personas
pueden hacer verdaderas locuras durante esa fase. Están despegados de la
realidad. El verdadero amor viene una vez que termina esa fase
neuroquímica. Lo que viene después de la estabilización neuroquímica es el
verdadero amor romántico, pues ese amor es el que elegimos tener de una
forma lógica, racional y madura. El enamoramiento inicial, en muchos
casos ni siquiera lo eliges. Simplemente se genera, y por eso las personas se
suelen quedar pilladas por la persona menos aconsejable. En cualquier caso,
ese enamoramiento intenso va a desaparecer en una pareja estable, y te
tocará decidir si quieres permanecer en esa relación por el tipo de persona
que es tu pareja, por todo lo que te aporta. Porque lo vale. Es por este
motivo que eso que algunos sienten como el final, en realidad es el
principio del verdadero amor.
Uno de los problemas que surgen en este sentido, y más en la actualidad,
es que si comenzamos una relación movidos únicamente por lo superficial,
en cuanto la neuroquímica cae, nos podemos encontrar con una persona de
un carácter poco deseable y con todos y cada uno de sus defectos visibles.
Si además elegimos a una persona con escasos principios y valores, la
relación se vuelve un tormento y la convivencia con esa persona acaba
siendo una tortura. Si, por el contrario, escogimos a un compañero o
compañera de vida por otro tipo de cuestiones, una vez cae la
neuroquímica, seguimos amando a esa persona y seguimos queriendo tener
a esa persona en nuestra vida. Y lo hacemos de forma totalmente consciente
y deliberada.
Las relaciones abiertas surgen para darle una solución al desgaste que
produce la pareja monógama estable. Estas personas piensan que la pareja
durará más si normalizan el hecho de que pueden tener sexo con otras
personas, teniendo fuera de casa lo que ellos consideran que va a fallar
dentro de casa, pero en mucho casos, se acaban dando de bruces con la
realidad. Y es que, además de los problemas que mencionamos en el
apartado anterior, aquí surge otro problema. Las parejas abiertas tienen
solucionado el problema del sexo, pero no solucionan los problemas que
acarrea la convivencia ni solucionan los problemas que tenemos como seres
individuales. Finalmente, este tipo de parejas acaban siendo almas libres
sexualmente que conviven como compañeros de piso que, de vez en
cuando, mantienen relaciones sexuales entre ambos (compañeros de piso
con derecho a sexo). Pero no desaparecen los problemas que tienen las
parejas monógamas, como es el hecho del reparto de tareas, el cuidado de
los niños— en caso de que existan—, el carácter y personalidad de los
partícipes, así como posiblemente, nuevas discusiones por este estilo de
relaciones sexualmente abiertas. Es por eso que, estos compañeros de piso
suelen tener un menor tiempo de permanencia en pareja que los
matrimonios o parejas monógamas.
Esta situación es mucho peor en las relaciones poliamorosas, donde ya
no es únicamente una cuestión de sexo abierto, sino que en este caso,
también es una relación abierta afectivamente. En este tipo de relaciones “a
tres” o más, existen —eso sí— unas claras ventajas, como puede ser un
mejor y efectivo reparto de tareas y una mayor contribución económica al
núcleo familiar. El problema de estos matrimonios poliamorosos es una
cuestión de sentido común y matemáticas. Supongamos que una mujer está
conviviendo con dos hombres. En una relación monógama, encontraríamos
las discusiones típicas entre marido y mujer. Es decir, el marido puede tener
ciertos problemas con su mujer y la mujer puede tener ciertos problemas
con el marido. Evidentemente, al haber otro miembro más dentro de la
relación, el problema se duplicaría. De esta forma, podríamos pensar que
los problemas aumentarían de forma aritmética. Pero no es tan simple, pues
en realidad, los problemas pueden aumentar de forma geométrica, ya que
ahora existirían los problemas que la mujer tiene con el marido 1 y con el
marido 2; los problemas que el marido 1 tiene con su mujer; los problemas
que el marido 2 tiene con su mujer; los problemas que el marido 1 tiene con
el marido 2; y los problemas que el marido 2 tiene con el marido 1.
Los problemas de convivencia se multiplican muy por encima de las
parejas monógamas, ya que, como reza el dicho: “Dos son compañía; tres
son multitud; más de tres es una locura”. Y aquí surge otra cuestión: ¿Se
puede estar enamorado de dos personas a la vez? La bioquímica del amor
nos dice que sí, aunque con ciertos desajustes. Es decir, por una persona vas
a tener actuando la oxitocina en mayor cantidad, mientras que por otra vas a
tener un mayor nivel de adrenalina y dopamina. Bioquímicamente es
posible estar enamorado de una persona y que te guste otra. Por una vas a
sentir más apego afectivo y por otra más deseo sexual. Difícilmente ese
amor estará equilibrado y repartido a partes iguales dentro de nuestro
cerebro. No obstante, al igual que ocurre con las relaciones monógamas,
finalmente, los niveles de oxitocina y dopamina se van a estabilizar,
teniendo exactamente el mismo problema que ocurre con las relaciones
monógamas, pero en este caso con dos o más personas. Si el amor se acaba
en una pareja de dos, también se acaba en una “pareja” de tres. La atracción
física y el deseo sexual disminuye de la misma manera que haría en una
pareja tradicional.
No hace mucho tiempo vi un artículo de prensa en el que un matrimonio
poliamoroso compuesto por una mujer y dos hombres, habían tenido un
hijo. Los hombres no sabían quién era realmente el padre, y decían que era
algo que no les preocupaba en absoluto. Y aquí tendríamos otra cuestión,
pues está claro que mientras todo vaya bien, todo es paz y alegría. Ahora
bien, si dentro de un tiempo esta relación poliamorosa se rompe, ¿quién
deberá pasarle la manutención a la mujer? Jurídicamente aún no se
contemplan los matrimonios poliamorosos o polígamos (más bien se
castigan en la mayoría de países con multas y penas de cárcel), por lo que
legalmente la mujer no podría exigir que sean ambos papás los que le pasen
una manutención, siendo únicamente el papá biológico el responsable de
pasarle dicha manutención. No existen muchas parejas polígamas o
poliamorosas en la actualidad, pero nuevamente, encontraríamos que no
gozan de una media de duración mayor a los matrimonios monógamos,
encontrando una mayor duración en aquellas relaciones poliamorosas o
abiertas donde los miembros son homosexuales o bisexuales.

Existió una sociedad moderna de sexo abierto y amor


libre.
A partir de los años 60 y mediados de los 70, en Estados Unidos emergía un
movimiento contracultural hippie cuya filosofía fue similar a muchos de los
discursos que estamos escuchando en el siglo XXI. Si hablamos de las
“comunas hippies”, podría tener algunas connotaciones negativas para
muchas personas hoy en día, pero la realidad es que la filosofía hippie era
en un principio inofensiva para el resto de la sociedad y clamaba por
algunos cambios sociales y culturales por los que hoy día se sigue luchando
con asiduidad (proteger el medio ambiente, acabar con el capitalismo, el
consumismo y las guerras, acabar con los roles de género y clases sociales
entre otras cosas). La filosofía hippie se podría simplificar en “Paz y amor”.
Los hippies se oponían a la monogamia y hablaban de libertad sexual.
Este movimiento que comenzó en San Francisco y California, acabó
extendiéndose por todo Estados Unidos, y en poco tiempo dio el salto a
prácticamente todo el mundo. Se alejaron de las grandes urbes, instalándose
en comunas a las afueras. Gracias a la píldora anticonceptiva y unos
mejores tratamientos de las enfermedades de transmisión sexual, el sexo
libre en estas comunas hippies parecía la panacea de la felicidad. Mantenían
relaciones cruzadas unos con otros, y si nacía un bebé lo cuidaban entre
todos. El uso de todo tipo de drogas recreativas como la marihuana y el
LSD favorecieron esta desinhibición sexual. La demanda de prostitución
cayó en Estados Unidos, pues no era necesario recurrir a los servicios de
una meretriz al tener sexo libre —y gratis— en estas comunas. Si cumpliste
la mayoría de edad en los años 70, unirte a la comunidad hippie era una
forma de disfrutar abiertamente del sexo. Teniendo en cuenta que las
enfermedades de transmisión sexual se encontraban en uno de los niveles
más bajos, y se seguía teniendo la mentalidad de que las enfermedades de
transmisión sexual se debían, en mayor parte, a la prostitución callejera, las
comunas hippies dejaron de usar condones. Ya no había miedo ni a
embarazos no deseados ni a las ETS.
Los hippies lo lograron. Habían construído una sociedad similar a los
bonobos, aunque con drogas de por medio. El paraíso humano de la paz y la
sexualidad libre. Pero entonces, si se estaban creando pequeñas sociedades
de felicidad plena, alejados de los muchos problemas que existen en una
sociedad de valores tradicionales ¿Qué fue de estas comunas?¿Por qué
desaparecieron? En este sentido, no debemos buscar un único motivo.
Algunas fuentes dicen que el declive del movimiento hippie se produjo tras
el famoso megafestival de Woodstock de 1969, donde lograron convocar a
cerca de medio millón de personas y un hombre de color fue apuñalado a
manos de la banda de moteros los Ángeles del Infierno, los cuales habían
sido contratados por el propio movimiento hippie para que se encargaran de
la seguridad del concierto. Según algunas fuentes de la época, los moteros
cobraron en cerveza y drogas, por lo que dejar a cargo de la seguridad a una
banda violenta drogada y bebida, en principio no resulta buena idea.
Además de esta víctima, tras cientos de incidentes, al menos otras tres
personas perdieron la vida a causa de los golpes recibidos, y unas 2.000
personas tuvieron que ser atendidas por sobredosis. El movimiento hippie
se estaba volviendo cada vez más violento a pesar de que su filosofía
consistía en hacer el amor y no la guerra. Estos incidentes se sumaron a otra
polémica ocurrida meses antes: el asesinato de la joven actriz Sharon Tate,
esposa del director de cine Roman Polanski, a manos de un grupo de
individuos enviados por Charles Manson, el cual lideraba una comuna de
hippies en un rancho a las afueras de Los Ángeles.
Pero si bien todos estos eventos hicieron que el resto de la sociedad
comenzara a ver a los hippies como un serio problema, lo cierto es que las
comunas hippies continuaron hasta mediados de los 70. Fueron los propios
hippies los que decidieron abandonar esta forma de vida, debido a otro tipo
de problemas. El amor libre acabó desencadenando una oleada de divorcios
dentro de las comunas. Los celos hicieron acto de presencia. Las comunas
hippies se acabaron convirtiendo en un caldo de cultivo de enfermedades de
transmisión sexual. Provocaron un repunte de sífilis y gonorrea a lo largo de
todo Estados Unidos. En estos grupos se podían encontrar también herpes
genitales, condilomas, ladillas y tricomonas como consecuencia del sexo
indiscriminado. Por otra parte, las enfermedades mentales debido al
constante uso y abuso de drogas acabaron convirtiendo un entorno de paz y
amor en enfermedad, depresión y muerte.
Si cumplías la mayoría de edad en los años 70 y decidías vivir siguiendo
la filosofía hippie de la época, tu esperanza de vida se reducía de forma
significativa, y tus niveles de felicidad y satisfacción caían bajo mínimos.
Con la aparición del VIH en 1981, los pocos integrantes que aún quedaban
en estas comunas, prácticamente desaparecieron. Apareció el miedo al sexo
indiscriminado. La mayoría de los supervivientes acabaron formando
relaciones monógamas, y muchos de ellos se acabaron casando dentro de
una familia estable tradicional. La vida hippie en comunas quedó para esas
historias que la abuela ex-hippie cuenta a sus nietos, recordándoles que si
bien fue una época de diversión y experimentación, al final, la felicidad
permanente se encuentra dentro de un proyecto de vida estable.
Nuevamente, una población monógama muestra una mayor continuidad y
supervivencia que una población promiscua.

¿Por qué los promiscuos son menos felices?


Durante mucho tiempo, la pregunta sobre si las personas promiscuas[4]
tienen mayores niveles de felicidad que las personas no promiscuas, se ha
planteado al revés, pues en realidad, es el estado de ánimo y tu nivel de
felicidad lo que provoca la promiscuidad por regla general. Es decir, el que
una persona sea promiscua es una consecuencia de algo más profundo. En
ocasiones, la promiscuidad es un síntoma de un proceso depresivo. En otros
casos, la promiscuidad es una causa directa de traumas e inseguridades. La
mayoría de los estudios psicológicos coinciden en que este tipo de
conducta, además de encontrarse en pacientes deprimidos o depresivos, se
debe a una forma de rellenar vacíos. No son felices a modo general, y
buscan esa felicidad en el placer. Por momentos, mientras están teniendo
sexo, aumentan los niveles de adrenalina y serotonina, rellenando
temporalmente ese vacío, pero al terminar, los niveles hormonales vuelven
a su estado previo, sintiéndose igual e incluso peor. No trabajar en la causa
de la promiscuidad, en algunos casos acaba provocando una adicción al
sexo, aumentando de esta manera la infelicidad en el paciente. Otra de las
causas que pueden conducir a una conducta promiscua podría ser la
inmadurez emocional o una enorme carencia afectiva. Nuevamente, la
persona promiscua no se siente querida y busca en las relaciones sexuales,
de forma inconsciente, no el placer sexual, sino las muestras de afecto en su
pareja sexual. Debido a esto, es más probable que esta persona acabe
enamorándose de una de sus parejas sexuales. De ser correspondido,
encontrará la felicidad, pero en muchos casos, de forma momentánea, pues
el problema de base no está resuelto. Y en caso de no ser correspondido,
aumentará la búsqueda de relaciones sexuales partiendo desde un estado de
insatisfacción aún mayor.
Otras de las causas de la conducta promiscua tiene más que ver con la
exposición temprana a contenidos sexuales. En otros casos, al consumo
excesivo de pornografía en su edad adulta. También tendríamos el miedo al
compromiso afectivo y asumir responsabilidades dentro de una relación
estable como una causa de la promiscuidad. En la actualidad, la conducta
promiscua en las personas más jóvenes se está encontrando en cuadros
psicológicos como un trastorno narcisista y cuadros de ansiedad. Diferentes
estudios científicos llegaron a la conclusión de que las personas promiscuas
no eran más felices que las no promiscuas, pero cayeron posiblemente en un
error. Y es que no fue el hecho de que por ser promiscuas tuvieran menos
niveles de felicidad, sino que a raíz de sus bajos niveles de felicidad,
recurrieron a la conducta promiscua.
Y no es para nada extraño que en pleno siglo XXI se esté hablando de
relaciones abiertas; o que las personas jóvenes estén interesadas en tener
más sexo para sentirse más satisfechos, pues los niveles de felicidad de la
sociedad actual han caído a unos niveles preocupantes. A pesar de que
vivimos en una época en la que tenemos muchas más comodidades que en
cualquier otra época de la historia, somos mucho menos felices que
nuestros abuelos y nuestros padres, por lo que a algunos investigadores no
les sorprende en absoluto que aparezca esa búsqueda de felicidad en los
lugares inadecuados, y que incluso se decida rellenar un vacío de felicidad
con todo tipo de eventos placenteros. Muchas personas mantienen sexo de
forma indiscriminada porque para ellos es también una forma de validación
social, una manera de rellenar en cierto modo esas inseguridades
intrínsecas.
Finalmente, al igual que con otros temas que tratamos en el libro,
podemos ver que a pesar de que se diga que la monogamia es algo reciente
—pues llevamos entre 10.000 y 20.000 años siendo monógamos en
comparación con los más de 100.000 años que existe el humano como tal
—, no tenemos referente histórico dentro de la era moderna para medir las
consecuencias de esta animadversión por las relaciones monógamas y el
concepto de familia. Podríamos decir que estamos iniciando una especie de
experimento en tiempo real en este sentido. Y por ahora, los resultados no
están siendo favorables. Es curioso que de animales polígamos pasáramos a
humanos monógamos —De animales a dioses, como reza el título de
Sapiens, escrito por Yuval Noah Harari—, y que en estos momentos nos
estemos planteando adquirir nuevamente las conductas que dejamos atrás.
De dioses a animales nuevamente.
2

Cosas de Hombres y mujeres.

¿Se puede vivir sin amor en general y sin amor


romántico en particular?

E
l filósofo griego Sócrates tenía la teoría de que el ser humano, antes de
renacer como un bebé, ya lo sabía todo, pero ese conocimiento
desaparecía justo al nacer, y por lo tanto, debía recuperar esa sabiduría
a través de sus vivencias y experiencias. Estoy seguro de que se refería a
otra cosa, pero desde la biología esta teoría tendría sentido, pues en
realidad, los seres humanos nacemos con cierta carga genética ya
programada de nuestros ancestros, y por más que evolucionemos, existen
ciertos comportamientos de los que no somos capaces de deshacernos y, a
menudo, aún siendo conscientes de la inutilidad de dichos
comportamientos, están grabados en nuestro ADN. Es por este motivo que
incluso con esta guerra que existe en la actualidad entre hombres y mujeres,
donde por un lado la ideología feminista ataca a los hombres, mientras que
la cultura o filosofía MGTOW[5] ataca al feminismo y mujeres en general,
hará que sea muy difícil que los partícipes de ambos grupos no acaben
formando relaciones de pareja o, en su defecto, sufriendo los efectos
devastadores de la carencia afectiva, pues existe una carga genética que es
más potente y poderosa que sus propias ideologías.
Y es que para entender cómo funciona la biología y la psicología
humana, puedes odiar e incluso tener aversión por comer e ir al baño, pero
la biología es más fuerte que tu odio y aversión, por lo que tu propia
biología hará que vuelvas a comer e ir al baño, al ser una necesidad
biológica y fisiológica. Y por supuesto que puedes evitar comer e ir al baño,
pero no podrías evitar el daño que conlleva para tu salud. Lo mismo ocurre
con otra necesidad primaria como es la necesidad de recibir afecto. Si bien
el afecto lo podemos lograr al cubrir esta necesidad dentro de lo establecido
como social (amigos, familia, aceptación dentro de un grupo), podríamos
llegar a pensar que podemos escapar de la necesidad sexoafectiva, y aquí es
donde olvidamos que esa necesidad ya la llevamos incorporada en nuestro
material genético, pues nuestro sistema nos recuerda con cierta crueldad
que el amor es una necesidad biológica. La neurocientífica Stephanie
Cacioppo lo dejaba bien claro en su libro Wired for Love: “El amor es una
necesidad biológica, como el agua o la comida”. Para esta neurocientífica,
lo contrario al amor es la soledad, y la falta de relaciones afectivas sanas y
saludables acaban desencadenando toda una serie de desventajas físicas y
mentales, que aumentan el riesgo de padecer tensión alta, diabetes y
depresión. Si nos atenemos a los datos, en la actualidad existe una
pandemia de depresión, que cada vez afecta a personas más jóvenes, y si
bien puede deberse a un cúmulo de factores, lo cierto es que uno de esos
factores podría estar relacionado con la dificultad de estas personas para
tener una relación sexoafectiva saludable. Es cierto que debemos aprender a
disfrutar de la soledad, pero no te quepa duda de que el ser humano no está
diseñado para vivir en soledad; es un ser social. Puede acostumbrarse a la
soledad prolongada, pero con un coste para su salud mental y física.
Esto lo dejó más que claro el psicoanalista René Árpád Spitz[6] en la
década de los 50 del siglo pasado. Su trabajo fue confirmado por la
comunidad científica décadas más tarde. En su estudio, el psicoanalista
afirmaba de forma rotunda que un bebé que crece sin amor puede llegar a
morir. Y si el bebé no muere, éste puede crecer con enfermedades tanto
físicas como mentales. En un principio, la comunidad científica desprestigió
por completo el trabajo de René, pues éste aseguraba que los niños que se
criaban en orfanatos tenían un mayor índice de enfermedades y muertes,
debido expresamente a la falta de amor, una teoría que, para la comunidad
científica, estaba vacía y no tenía sentido. En contra-argumentación, la
ciencia ofreció otras alternativas para explicar los datos de esta estadística,
diciendo que, posiblemente se debiera a (1) la limpieza de los orfanatos era
más deficiente que cualquier otro lugar, lo que hacía que los niños
estuvieran expuestos a más patógenos, y por este motivo enfermaran más, y
(2) que los genes de los padres que abandonan a sus hijos podían ser
deficientes —con el consiguiente traspaso de esos genes a sus bebés— en
comparación con los genes de los padres que no abandonan a sus hijos.
Décadas más tarde derribaron ambas teorías con otro estudio
científico controlado que acabó dándole la razón al psicoanalista René. Para
este estudio se escogieron niños sin defectos genéticos y un orfanato donde
se aseguraron de que la limpieza y la alimentación fuera una absoluta
prioridad para los niños. Los resultados fueron devastadores para la
comunidad científica, pues los bebés que se criaron en el orfanato crecían
menos, tenían un menor cociente intelectual y, además, acababan
desarrollando algún tipo de trastorno o enfermedad mental, mientras que el
grupo de los bebés que fueron acogidos por padres adoptivos, en su mayoría
no tenían este tipo de problemas. De hecho, los investigadores explicaron
que de esa minoría de niños que se criaban con padres adoptivos y que aun
así acababan desarrollando algún tipo de enfermedad mental o problema de
salud, podría ser debido, en cierto modo, al tiempo que pasaron en el
orfanato antes de ser acogidos por una familia de adopción.
Se puede extraer de forma irrefutable que un bebé no está preparado
para criarse sin afecto, pudiendo enfermar e incluso llegar a morir por ello.
De la misma manera, algunas investigaciones avanzan que, al igual que
con los bebés, el ser humano en su edad adulta tampoco está preparado para
vivir en soledad y sin afecto, pudiendo dar lugar al desarrollo de
enfermedades mentales y serios problemas de salud. Esta hipótesis
explicaría la teoría del “genio loco”. No es ningún secreto que los mayores
genios han tenido serios problemas de salud mental. Grandes investigadores
y descubridores que tenían un alto cociente intelectual, pero que, al mismo
tiempo, tenían comportamientos extraños que acabaron derivando en
trastornos mentales. Primero nace el genio, y posteriormente se fabrica el
genio loco. Hoy día se sabe que las personas con altos cocientes
intelectuales desarrollan con más frecuencia todo tipo de enfermedades
mentales e inmunológicas tales como depresión, trastorno bipolar, ansiedad,
trastorno obsesivo compulsivo, TDAH, etc. De hecho, los adolescentes con
altos cocientes intelectuales corren más riesgo de suicidio que el resto de
adolescentes. Recordemos el famoso caso de Brandenn Bremmer, el niño
prodigio de Nebraska (Estados Unidos). Este adolescente contaba con un
cociente intelectual (CI) de 178 puntos, lo cual está por encima de la
categoría de genio. A sus 14 años cogió un arma y se disparó en la cabeza.
Cuando ocurren este tipo de casos, se suele buscar una explicación al
porqué del genio poeta atormentado, el genio científico con un trastorno
mental o el gran pintor traumado. Todo parecía indicar que para ser un
genio hay que padecer algún tipo de trastorno, pues la mayoría de genios lo
padecen. Y aquí es donde podemos desarrollar otro tipo de hipótesis.
Comprendamos que una de las características de estos grandes genios se
encuentra en el aislamiento —donde dicen encontrar la creatividad—.
Entonces, siendo la soledad aquello que les hacía más creativos y geniales,
¿no podría ser también la causa de sus trastornos mentales? Debemos tener
en cuenta que un genio ya es un prodigio en su adolescencia. No es ningún
secreto que los “empollones” suelen tener más dificultad a la hora de
generar interés en el sexo opuesto, y por lo tanto, una mayor dificultad para
desarrollar relaciones sexoafectivas. Son más incomprendidos y tienden al
aislamiento social, por lo que desde que son jóvenes están más alejados del
afecto social en general y de las relaciones sexoafectivas en particular. Un
genio tiene más dificultad para ser abrazado, acariciado y tener una relación
afectiva en una primera fase de su vida, porque no atrae el interés del sexo
opuesto y, el resto de su círculo social, tiende a rechazarlo. En una segunda
fase, porque ya disfruta de su aislamiento y cree no tener esa necesidad de
afecto e inclusión social, al disfrutar de su aislamiento y soledad. Si
seguimos la hipótesis de René Árpád, en la tercera fase, aún encontrando el
amor y el afecto en una pareja, los daños mentales ya estarían creados, pues
ya no estaríamos frente al genio a secas, sino frente al genio que ha
desarrollado ciertas rarezas —posiblemente trastornos— y
comportamientos extraños (genio loco), debido a su aislamiento, soledad y
carencia sexoafectiva. En un entorno donde estos adolescentes prodigio
acabaran teniendo el afecto del sexo opuesto en su adolescencia,
posiblemente no acabarían desarrollando los mismos trastornos mentales
que aquellos otros a los que el entorno les aísla afectivamente. Claro que
esto no deja de ser una hipótesis.
En este sentido, debo retroceder a mis tiempos de instituto, donde tuve
la suerte de estudiar con dos genios de alto cociente intelectual. Si bien no
podemos usar esto como una muestra representativa para dar validez a esta
hipótesis, al menos es algo que se debe tener en cuenta. Darío y Benja
fueron dos compañeros de instituto con habilidades sorprendentes. Ambos
eran capaces de aprobar los exámenes con máxima nota sin apenas estudiar.
Internet estaba en sus inicios y Benja ya jugaba a hackear bases de datos de
algunos organismos, mientras que Darío usaba su CI para ampliar sus
conocimientos en química e inventar cosas —nunca entendí muchos de sus
inventos—. Quince años más tarde, Darío comenzó a tener problemas
psicológicos serios, convirtiéndose en una persona con una actitud un tanto
extraña, rozando el espectro del autismo con sus comportamientos, mientras
que Benja acabó desarrollando una vida completamente normal, siendo una
persona bastante social a pesar de que nunca fue el típico joven que
encontrabas de fiesta en una discoteca un fin de semana (solía quedarse la
mayoría de los fines de semana trabajando en lenguaje de programación). A
los 14 y 15 años, en ningún momento podríamos hablar de problemas
psicológicos en ninguno de los dos, más allá de sus extrañas conductas y la
constante evasión de diversión estandarizada en los jóvenes de su edad (Éso
que hacen los empollones). Ninguno de los dos fue víctima de bullying ni
nada por el estilo. ¿Cuál fue la única diferencia entre Benja y Darío? A mi
parecer, Darío, a diferencia de Benja, fue llevado por la propia inercia a la
soledad y la carencia sexoafectiva. A Benja no se lo permitieron. Me
explico en este punto. Ambos eran empollones; ambos eran “raros” —por
llamarlo de alguna manera—, pero Benja era un tipo atractivo que lograba
atraer el interés de las chicas. Era un empollón, pero no era el típico
empollón al que el entorno le aísla, pues muchas chicas hacían todo lo
posible para pasar el rato con él. Benja conoció las relaciones sexoafectivas
a una temprana edad, mientras que Darío tuvo bastante dificultad para ello.
A los 20 años, en la universidad, Darío se encaprichó por una chica. No fue
correspondido, lo que le llevó a sumergirse en una profunda depresión. En
cambio, Benja, tras salir de la universidad conoció a una chica. A los dos
años se casó y tuvo un par de hijos. Hace 7 años Benja se divorció. Y lo
pasó mal. Pero sólo durante un par de meses. Su matemático cerebro le dice
que, por estadística, existe un alto porcentaje de mujeres que estarían
interesadas en alguien como él: atractivo, inteligente y económicamente
pudiente. Volvió a casarse a los cuatro años de su ruptura. Darío, según los
rumores, siguió empeorando en el desarrollo de algunas conductas extrañas,
siendo una persona mentalmente inestable que vive aislado del resto de la
sociedad. Si echo la vista atrás —y sin descartar otro tipo de causas—, la
mayor diferencia en las actitudes de Darío y Benja ha sido la dificultad o
facilidad para construir relaciones sexoafectivas. De haber tenido Darío un
acercamiento temprano al afecto del sexo opuesto y haber logrado construir
relaciones sexoafectivas, ¿hubiera tenido un final diferente? Ya nunca lo
sabremos. Y esta hipótesis que hubiera sonado algo alocada hace tan sólo
20 años, hoy día parece tener más sentido que nunca. La investigadora Ruth
Karpinski, del Pitzer College, durante su estudio en el que analizó a más de
4.000 individuos con cocientes intelectuales por encima de 130 puntos,
llegó a la conclusión de que la aparición de problemas psicológicos en estos
individuos, mostraba cierta relación con el aislamiento, no hacer tanto
ejercicio como el resto de personas y la sobreexcitación frente a los
fenómenos de la vida. Y es en este último punto donde se produce una mala
gestión emocional, por lo que no es de extrañar que, tras un rechazo
sentimental, para estos cerebros, pueda ser algo mucho más dañino que para
cualquier otra persona. Muchos de estos genios viven el constante rechazo
social y sexoafectivo.
Diferentes investigaciones respaldan esta teoría en la que las personas con
altos cocientes intelectuales, de la misma manera que tienen grandes
habilidades para la resolución de problemas matemáticos o espaciales,
cuentan con una menor habilidad para la gestión de sus emociones, por lo
que tienen más posibilidades de que su cerebro se quiebre ante eventos que
requieren de una mayor gestión emocional. Es en este punto donde contar
con el apoyo de una pareja sexoafectiva, puede ayudar a una mejor calidad
de vida y salud psicológica para estas personas de alto cociente intelectual.
Y es que cuando hablamos de amor o afecto, pareciera que estamos
hablando de algo meramente espiritual, filosófico o poético. Y no debemos
confundirnos en este sentido, pues estamos hablando de pura biología
evolucionista. Y de esta manera, podemos inferir que esos hombres que
siguen su propio camino (MGTOW) por voluntad propia, es cuestión de
tiempo que acaben encontrando nuevamente el afecto en una mujer que les
acompañe en su camino o, en su defecto, teniendo una mayor posibilidad de
sufrir las consecuencias del aislamiento afectivo. Y es que aquí debemos
resaltar algo. Tanto hombres como mujeres, dicen no querer una relación
sexoafectiva en sus veinte y sus treinta años, pero llega un momento en que
el vacío sexoafectivo hace acto de presencia. Tarde o temprano, como se
está viendo, la mayoría de estas personas salen al mercado de las citas
nuevamente. Algunos a los 35, otros a los 40 y otros a partir de los 50. En
Andalucía (España) tenemos un programa de televisión llamado “ La Tarde,
aquí y ahora”, presentado por Juan y Medio y Eva Ruíz, donde se pueden
ver los efectos devastadores de la soledad afectiva en la vejez. A este
programa asisten ancianos de todas las edades (algunos pasan de los 90
años), buscando desesperadamente, ya no el amor en algunos casos, sino
una pareja que les acompañe en lo que les queda de vida. Pero no debemos
irnos hasta la tercera edad, pues en personas jóvenes, ya se están viendo los
trastornos que padecen algunas personas ante la impotencia o incapacidad
de tener relaciones sexoafectivas.
Esto está ocurriendo con los hombres denominados INCEL (Celibato
Involuntario), una subcultura que nace del resentimiento hacia la mujer,
debido a que estos hombres tienen serias dificultades para mantener
relaciones románticas y sexuales con mujeres. Según ellos, las mujeres se
han vuelto demasiado exigentes y no logran atraer el interés de las féminas.
Algunos simplifican el mensaje de esta “comunidad”, reduciéndolo a algo
tan simple como: “Están molestos porque no consiguen follar”. Pero lo
cierto es que su molestia va más allá del sexo. En realidad les duele la
carencia afectiva. Veamos por un momento este tweet:
“Me he visto obligado a soportar una existencia de soledad, rechazo y deseos
insatisfechos, y todo porque las chicas nunca se han sentido atraídas hacia mí. Ellas
dieron su cariño, sexo y amor a otros hombres, nunca a mí. Todavía soy virgen, ni
siquiera he besado nunca a una chica”.

Estas palabras salieron de Elliot Rodger, un joven de 22 años que asesinó a


6 personas en el campus universitario de Isla Vista (California). Después se
suicidó.
—La Rebelión Incel ya ha comenzado —escribió en un tweet Alek
Minassian, el joven de 25 años, minutos antes de atropellar con su
furgoneta a más de 20 personas en la ciudad de Toronto, dejando 10
muertos y unos 15 heridos en el camino.
Estos jóvenes no clamaban realmente tener sexo, pues el sexo lo pueden
conseguir en ciertos lugares por un módico precio. Deseaban lo que no
podían pagar. Puede que sus mentes estuvieran en cierto modo dañadas, y
por este motivo, les resultara más difícil contar con el interés de las chicas.
También puede ser que, a raíz de ser personas poco atractivas para las
mujeres, acabara siendo la carencia sexoafectiva la que dañara sus mentes
hasta este punto.
No obstante, debemos recordarles a los INCEL un pequeño detalle que
posiblemente no tengan en cuenta. No es que las mujeres no quieran tener
una relación sexual o afectiva con ellos. Lo que ocurre es que, son las
mujeres que ellos quieren tener, las que no les corresponden. Estoy seguro
de que estos hombres INCEL también rechazan a mujeres porque no llegan
al mínimo de atractivo que ellos requieren. Si se les hace ver este pequeño
detalle, quizás comprendan que ellos también son exigentes al igual que las
mujeres que les rechazan, pero el nivel de exigencia aumenta conforme te
puedas permitir ser más exigente. Es cierto que el nivel de exigencia ha
aumentado a unos niveles nunca antes vistos (hablamos de ello en el
capítulo 7), pero se está dando de forma bidireccional. El caso es que poca
gente escapa de la necesidad sexoafectiva.
Por algún motivo, si bien se debe separar el concepto de amor en
general con el concepto de amor romántico en particular, es como si en los
últimos tiempos, lo sexo-afectivo se hubiera instalado en el cerebro de
muchas personas como una necesidad biológica al igual que la necesidad de
recibir afecto en general. De hecho, son muchísimas las personas —cada
vez más; y cada vez más hombres— que aun recibiendo afecto constante
por parte de familia y amigos, no suplen esa necesidad de relación
sexoafectiva. Es como si el cerebro humano, debido a miles de años de
monogamia, hubiera incorporado esta necesidad sexoafectiva.
No obstante, si bien comprendo el malestar de muchos hombres que
tienen dificultad para tener relaciones sexoafectivas saludables, ni que decir
tiene que, el movimiento INCEL se ha convertido en algo realmente
peligroso, pues en sus discursos llegan a hacer apología de la violación y
violencia contra las mujeres, sirviéndose de Internet para rellenar ese vacío
afectivo con la pertenencia a un grupo (aceptación y validación social),
donde se sienten comprendidos por otras personas que piensan como ellos y
que incluso les apoyan en sus discursos de odio cada vez más violentos. No
todos los hombres que se sienten identificados con estos grupos son
peligrosos. De hecho, muchos de los nuevos participantes de estos grupos
se sienten identificados con la descripción de la situación que encuentran en
los grupos INCEL, al menos con respecto a la dificultad para conseguir
llamar la atención de una mujer. Y poco a poco, cada vez más, sienten que
forman parte de una comunidad que por fin comprende su malestar. La
carencia afectiva y la dificultad para tener relaciones sexoafectivas puede
llegar a provocar consecuencias impredecibles en el cerebro de las
personas.
Incluso el filósofo Friedrich Wilhelm Nietzsche, el cual tenía una
relación de amor-odio hacia las mujeres, de haber vivido en el siglo XXI,
posiblemente se hubiera sentido identificado con el movimiento INCEL. Y
es que Nietzsche, en una etapa avanzada de su vida acabaría recibiendo la
estocada final por parte de Lou Andreas Salomé. Tras pedirle matrimonio a
la que fue considerada la femme fatale[7] del siglo XIX, se encontró con el
rechazo que le llevó a sufrir una profunda depresión. En febrero de 1883,
Nietzsche le escribiría una carta reflexiva a su amigo teólogo Franz
Overbeck, en la que le confesaba que “su error del año anterior fue
abandonar la soledad”, refiriéndose al hecho de haberse dejado llevar por
sus sentimientos hacia una mujer que lo elevó verticalmente desde el
abismo hacia las cumbres—en palabras del propio Nietzsche— y, con la
misma verticalidad, acabó cayendo a los infiernos.
A día de hoy aún no está claro si Nietzsche ya tenía predisposición
genética para el desarrollo de una enfermedad mental (el gen de la locura),
pues su padre murió demente, pero no cabe ninguna duda de que fue el
rechazo de Salomé el que le acabó sumiendo en una profunda depresión de
la cual no logró salir, pasando sus últimos años de vida en una clínica
mental y seguidamente en casa, siendo cuidado por su madre hasta el fin de
sus días. Y es que Nietzsche, a pesar de la imagen simplificada que se ha
tratado de mostrar sobre su figura, era un hombre que amaba demasiado a
las mujeres, a menudo con intensidad, pero solía ser rechazado por ellas con
la misma intensidad, lo cual acababa desencadenando esa especie de odio
que mostraba en algunos escritos. En uno de sus manuscritos, Nietzsche
escribió que “el hombre ama dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a
la mujer, el más peligroso de los juegos”. Unos cuantos rechazos más tarde,
el mismo Nietzsche escribiría: “llegará el día en que para tratar con una
mujer habrá primero que pegarle en la boca”. No cabe duda de que fue uno
de los más importantes e influyentes filósofos de la época, y tampoco cabe
duda de que su intelectualidad le llevó a aislarse demasiado tiempo, pues
podríamos decir que durante la mayor parte de su vida sólo estuvo
acompañado de su piano y sus propios pensamientos. Siempre
fue un defensor de la idea de que la creatividad nace de la soledad, pero lo
cierto es que Nietzsche no amaba la soledad —incluso los grandes genios
son incongruentes con sus palabras—, pues siempre se mantuvo en la
búsqueda incesante del afecto de una mujer. Logró acostumbrarse a la
soledad, pero cuando Lou (Salomé) lo sacó de ahí, y le devolvió a su estado
previo, ya no pudo soportar esa soledad que tanto decía amar.
Independientemente de si tenía predisposición genética a desarrollar una
enfermedad mental o no, el cúmulo de rechazos mal gestionados
emocionalmente y la suma de horas de soledad y carencia afectiva,
acabaron por desestabilizar su brillante mente. Trató de huir de ese estado
de soledad y buscó por todos los medios rellenar ese vacío de afecto,
incluso haciendo esta búsqueda en burdeles, donde acabó encontrando la
sífilis.
El final para otro gran intelectual de la época, el filósofo Paul Rée, el
cual vivió encerrado en su propia intelectualidad, no fue mucho mejor que
el de Nietzsche. Y es que Paul Rée, tampoco pudo superar el rechazo de
Lou Andreas Salomé. De hecho, tras el rechazo de la femme fatale, con el
fin de no perder ni el contacto ni la posibilidad de volver a intentarlo,
accedió a vivir con ella en lo que fue una especie de comuna intelectual
entre Salomé, Rée y Nietzsche. Digamos que, traducido a un lenguaje del
mundo actual de la seducción, tanto Rée como Nietzsche cometieron el
error de aceptar una friendzone (zona de amigos), cuando en realidad
ambos sufrían por hacerse con el amor de Salomé. Finalmente, Salomé
contrajo un matrimonio de conveniencia con el orientalista Friedrich Carl
Andreas, lo que provocó la angustia, enfado, tristeza y agonía de Paul Rée,
el cual fue devuelto, al igual que Nietzsche, a su estado previo de soledad
afectiva. En 1901, un año después de la muerte de Nietzsche, Paul Rée
acabó suicidándose en el mismo lugar donde Salomé lo había rechazado
veinte años atrás. Hombres inteligentes y creativos, conducidos a la soledad
afectiva, una soledad que, posiblemente, ya les ha dañado
psicológicamente, y que un día conocen a alguien que en cierto modo les
confunde, dándoles una esperanza y posibilidad de recibir ese afecto del
que no han disfrutado y, una vez se rompen sus esperanzas, son devueltos a
su estado previo de soledad, y ya no son capaces de superarlo.
El neurobiólogo Gerald Hüther lo tiene aún más claro en este sentido.
Para este autor de numerosos libros de divulgación científica, la falta de
amor es perjudicial para la salud. Y no sólo se refiere al amor en general,
sino que en sus estudios, incluye tanto el amor que da lugar a la unión en
pareja como el que da paso a una cooperación en un grupo social como
única perspectiva de supervivencia de nuestra especie. Para este
neurobiólogo, el amor como manifestación biológica, es la base de nuestra
existencia y de nuestros logros culturales. Y es que, como se suele decir, no
sobrevive la especie más fuerte, sino aquella que es capaz de adaptarse. El
amor apareció como una forma de adaptación, siendo uno de los principales
motivos por los que hemos llegado tan lejos como especie. Incluso ayudó a
nuestro cerebro a desarrollarse con una mejor eficiencia. Sin el amor, un
fenómeno creado por la propia evolución —según Gerald—, nuestra
intrincada red de enlaces familiares que han venido sucediendo a lo largo de
la historia, sería muy diferente, de la misma forma que nuestro rumbo como
sociedad, hubiera sido distinto.
Gracias al amor, el humano no sólo cuenta con el valor de los genes
egoístas (necesarios también para la supervivencia), sino también con la
capacidad de una elección de pareja por motivos diferentes a la simple
atracción física o por el mero instinto biológico de la reproducción. En su
libro “La evolución del amor”, desarrolla la idea de cómo el amor es
necesario para mantener cohesionados al mundo y a las personas. Además
afirma que el papel del amor es tan importante en la supervivencia de la
especie como pueden serlo otros factores biológicos, aportando para ello
unos excelentes argumentos.

No confundas el placer con la felicidad.


El sexo indiscriminado ha demostrado una y otra vez ser únicamente un
parche, y no una alternativa saludable como proyecto de vida. Existen
muchas cosas que pueden proporcionarnos placer instantáneo, pero que nos
alejan de la felicidad en el largo plazo. La ciencia ha hablado en este
sentido. Las personas casadas viven más tiempo y tienen una mejor salud.
En contra de la creencia popular, los hombres casados alcanzan la vejez con
menores tasas de mortalidad que sus contrapartes que nunca se casaron,
enviudaron o se divorciaron.
Y es que cuando hablamos de elegir pareja, una vez olvidamos los
mensajes que circulan por las redes sociales donde la mujer es una
interesada que busca a un hombre a modo de proveedor y el hombre
únicamente busca a una bella mujer para satisfacer sus deseos carnales,
llegamos a la conclusión de que elegir a una pareja, más que un pacto
interesado o un acuerdo superficial, se trata de elegir, no a una pareja, sino a
un compañero de vida para darle forma a un proyecto de vida. No es que el
matrimonio o la vida en pareja por sí mismo aumente tu calidad de vida por
el simple hecho de elegir esta opción. Se trata de todo lo que conlleva una
vez que ambos miembros han escogido esta opción. Los estudios atribuyen
estos beneficios a un mayor cuidado y afecto en tiempos de enfermedad,
una reducción significativa de los niveles de estrés —pues un ambiente
familiar reduce de forma considerable las enfermedades relacionadas con el
estrés—, un mayor apoyo económico que hace mejorar la calidad de vida
del conjunto familiar, y un apoyo social que beneficia la salud física y
mental. Pero lo más importante, según la investigación, es que las personas
casadas, en comparación con sus contrapartes, tienen menos posibilidades
de desarrollar enfermedades mentales —entre ellas la demencia— por el
factor que explicamos anteriormente, y es que esa persona no se siente
aislada ni en soledad, y por lo tanto, reduce el riesgo de trastornos y
enfermedades mentales. El concepto de proyecto de vida conjunto (familia),
ha mantenido a hombres y mujeres dentro de un propósito en la vida hasta
hace relativamente poco. Podríamos decir que una vida en pareja
proporciona unos beneficios para la salud física y mental que no los
proporciona el sexo indiscriminado, pues el sexo nos otorga placer y es fácil
de dar y recibir, mientras que dar y recibir afecto de una manera sincera es
más complicado de dar fuera de un proyecto de vida conjunto entre dos
personas.
Una prostituta puede hacernos entender perfectamente este punto a
nivel psicológico. La mayoría de las personas podrían pensar que una
prostituta estaría encantada de cobrar por un servicio donde el cliente no
quiere tener sexo con ella, y únicamente quiere hablar o abrazarla.
Podríamos pensar que la prostituta agradecerá tener este tipo de clientes,
pues ella va a ganar dinero sin trabajar. La realidad es que éste es el tipo de
cliente que intenta evitar una prostituta, pues si bien ella no disfruta con el
sexo cuando recibe a un cliente —aunque algunos puteros crean que pueden
hacerla disfrutar—, al menos ya lo hace de forma mecánica. Para ella, el
sexo no es nada, y únicamente ve los 50 ó 100 euros que el cliente le
pagará. Pero cuando se trata de imitar gestos de afecto, es cuando la
prostituta topa con una resistencia, pues eso para ella no es fácil. Es ahí
donde deberá hacer un esfuerzo sobrehumano.
Una prostituta puede realizar de forma monótona y casi automática
prácticas como penetración, sexo oral y todo tipo de perversiones sexuales,
porque para ella no significan absolutamente nada. Pero por regla general,
no será capaz de besar en la boca, porque eso es mucho más íntimo que el
sexo; es un símbolo de afecto que la mayoría de ellas no están dispuestas a
dar a un cliente. Y en caso de hacerlo, ahí requeriría un sobreesfuerzo. Lo
mismo ocurre en otros aspectos. Si un cliente le da a elegir a una prostituta
entre (A) 50 euros por tener sexo durante 1 hora, ó (B) 50 euros por
abrazarle durante 30 minutos, la mayoría de prostitutas escogerían la opción
(A), aunque requiriera más tiempo y —supuestamente— más esfuerzo. Para
ella requeriría mucho más esfuerzo la opción (B). De hecho, he conocido a
prostitutas[8] que han rechazado propuestas económicas porque el cliente
quería únicamente dormir con ellas. Aquí tendríamos un claro ejemplo de
cómo algunos clientes de prostíbulos tratan de encontrar algo más que sexo
en sus interacciones con una prostituta, pues necesitan ese “algo más”
además del sexo. Supongo que aquí se confirma el famoso dicho de “El
dinero puede comprar el sexo, pero no el amor”. Estos hombres,
contratando los servicios de una prostituta pueden encontrar —comprar—
el placer inmediato a través del sexo, pero después, esa persona se enfrenta
a su verdadero estado de soledad y carencia afectiva, por lo que el sexo
únicamente fue un parche. La grieta sigue estando y por más parches que
pongas posteriormente, la grieta no va a desaparecer. No obstante, esto no
significa que por el hecho de no estar solos, debamos agarrarnos a la
primera persona que se nos cruce en nuestro camino, pues introducirse en
una relación tóxica puede conllevar incluso más riesgos de desarrollo de
trastornos mentales que vivir en soledad. En un estudio que realizó el
economista Andrew Oswald, descubrió que las personas divorciadas son
más felices un año después de divorciarse que cuando estaban casadas (si
fueron ellas las que pidieron el divorcio, claro). Y desde luego, no significa
que el 100% de las personas que decidan estar solos en la vida, huyendo del
concepto de familia, vayan a desarrollar necesariamente trastornos mentales
o más enfermedades que aquellas otras personas que han escogido la vida
en pareja como proyecto de vida, de la misma manera que no
necesariamente una persona fumadora va a vivir menos tiempo que una
persona no fumadora. Pero los números, la estadística y la probabilidad
están ahí, tanto para las personas que deciden fumar, como para aquellas
personas que deciden vivir permanentemente en soledad. Un estudio
llevado a cabo por investigadores estadounidenses y chinos liderados por la
empresa de Hong Kong Deep Longevity, acabó hallando que la soledad y la
infelicidad aceleran el envejecimiento incluso más que el tabaquismo.
Según este estudio, sentirse solo equivale a fumar 15 cigarrillos al día.

Conversaciones con una prostituta.


—¿No has pensado en dejar la prostitución? — Le pregunté a Carmina,
una prostituta de 40 años con más de 20 años dedicados al sector.
— ¿Para qué voy a dejarlo? Hago lo mismo que hacen las mujeres hoy
en día, pero cobrando por ello. — Me respondió con absoluta convicción.
De no haberse dedicado a la prostitución, Carmina hubiera sido una
excelente filósofa, porque sus teorías —a menudo sesgadas— eran bastante
plausibles. Ante su respuesta le argumenté que no era exactamente lo
mismo aquello que hace una mujer activa sexualmente un fin de semana
que lo que hace una prostituta, pues la mujer sexualmente activa elige con
quién lo hace. Y aquí vino mi primer error de deducción y la
correspondiente explicación de Carmina. Las prostitutas que trabajan en un
club, en todo momento pueden aceptar o rechazar a un cliente, aunque con
el paso del tiempo, a ellas les da exactamente igual que el cliente sea guapo,
feo, joven, viejo, gordo o flaco. “Cuando una persona entra por la puerta, yo
sólo veo 60€”, me dijo Carmina con absoluta frialdad. Su teoría se basaba
en que las chicas se acaban acostando —gratis— con hombres que son
clientes asiduos del club en el que trabaja. Y es que a pesar de la falsa
creencia que existe entre las masas, el cliente de un club no siempre es un
hombre físicamente poco atractivo o viejo. Cada vez más, jóvenes de
estética atractiva con dinero acuden a los clubes en la búsqueda de sexo
fácil o la práctica de otro tipo de experiencias sexuales. Algunos jóvenes
confiesan que prefieren tener sexo en un club, porque se sienten más
seguros al saber que estas mujeres pasan periódicos controles de salud.
Muchos de estos hombres o chicos jóvenes, incluso tienen pareja estable.
Acuden esporádicamente —o con frecuencia— al club, pero también van a
discotecas y pubs. Al ser físicamente atractivos y derrochadores —en
muchos casos son los que piden una botella de champagne en una discoteca
para presumir su estilo de vida en las redes sociales—, suelen llamar la
atención de algunas chicas, las cuales, acaban acostándose con ellos. La
diferencia entre la prostituta y la chica de la discoteca que accede a la
interacción sexual —según Carmina— es que, la prostituta, al menos, le ha
cobrado por prestarle su cuerpo. La chica de la discoteca se lo ha regalado.
En los dos casos, ambas mujeres han elegido libremente estar con ese
hombre, pero sólo una de ellas ha tenido un beneficio económico por estar
con él. “El chico buscaba sexo fácil. Ambas hemos estado con un putero,
pero sólo una de las dos se ha beneficiado de ello”, explicaba de forma
fulminante Carmina.
La otra teoría de Carmina es que, debido a la hipergamia (en breve
hablaremos de ello), que hoy día se hace notar más que nunca, no hay
diferencia entre una prostituta que decide estar con un hombre por dinero y
una mujer que elige a su pareja por su estatus socioeconómico. De hecho, la
prima de Carmina dejó la prostitución porque llegó a un acuerdo económico
con uno de sus clientes, el cual consistía en que ella dejaría la prostitución y
se iría a vivir con él, y, a cambio, este hombre le daría cada mes 2.000 euros
para enviarlos a su familia fuera de España, además de tener cubiertos los
gastos de vivienda, ropa y comida. Entonces me preguntó: “¿Eres capaz de
explicarme la diferencia entre mi prima y una mujer que busca pareja en
base al estatus socioeconómico de un hombre?¿No podríamos decir que
ambas se dedican a jugar al mismo juego?” Y lo reconozco. Me hizo un
Jaque mate en toda regla. No obstante, antes de sacar conclusiones
definitivas en este sentido, debemos recordar el papel de la biología y la
carga genética para darle un poco de luces y sombras a la teoría de
Carmina.

Hipergamia y por qué las mujeres siguen prefiriendo


a hombres con dinero.
En el caso de las mujeres, podríamos definir la hipergamia como el acto de
buscar una pareja o cónyuge de mejor nivel socioeconómico que ella, es
decir, una mujer buscaría una pareja que, como mínimo, tenga los mismos
ingresos que ella, pero, preferiblemente, por encima de su nivel. En el caso
del hombre, si éste tiene un nivel socioeconómico alto, la hipergamia
consistiría en el interés de este hombre por una mujer que,
independientemente de su nivel de ingresos, sea de un atractivo físico
superior —o más juventud y belleza— que él mismo. Traducido a un
lenguaje sencillo y coloquial— de la forma que circula en la actualidad por
las redes sociales—, una mujer guapa sólo estaría interesada en un hombre
con más dinero que ella, mientras que un hombre con dinero únicamente
estaría interesado en una mujer más guapa y/o más joven. La mayoría de
mujeres niegan que se fijen en el nivel de ingresos de un hombre a la hora
de elegir pareja. Y posiblemente sea cierto, al menos el hecho de que lo
hagan de forma totalmente consciente, racional y deliberada, pues ahora
veremos que hay algo más poderoso que sus propias decisiones lógicas.
¿Realmente sigue ocurriendo ésto en la sociedad actual? Esta pregunta
se sigue haciendo, pues hoy día las mujeres son independientes
económicamente, por lo que no tendría sentido que aún teniendo su propio
dinero, siguieran necesitando a un hombre con unos ingresos superiores a
los de ella, algo que sí tendría sentido si retrocedemos un poco en el tiempo.
Aquí la estadística es abrumadora, pues la mayoría de hombres de altos
ingresos no tienen ningún problema a la hora de elegir como pareja a un
cónyuge con ingresos bajos o nulos ingresos. De hecho, los hombres no
suelen tener en cuenta el nivel de ingresos de una mujer a la hora de elegirla
como pareja, salvo si hablamos de algunas excepciones. Los economistas
han dedicado mucho tiempo a estudiar las citas por Internet, así como las
citas rápidas, llegando todos ellos a la misma conclusión: los hombres que
dicen tener altos ingresos o que muestran de forma indirecta que tienen
ingresos altos, reciben muchas más contestaciones en sus anuncios de
contactos. Ésto, curiosamente, no ocurre con las mujeres. Si una mujer dice
tener ingresos altos, recibe muchas menos respuestas a sus anuncios.
Podríamos deducir que el hombre siente que está por debajo del nivel de esa
mujer, pudiendo llegar a sentirse más inseguro. Por resumirlo de algún
modo, existen más hombres de 80 años que se han casado con una joven de
25 años que mujeres de 80 años que se hayan casado con un hombre de 25
años. No obstante, dejando a un lado los casos extremos, es incuestionable
que la hipergamia se da en nuestra sociedad actual, lo cual no tendría
sentido racional si, como decíamos anteriormente, hoy día las mujeres son
libres económicamente. Es decir, aquí no nos sirven las teorías racionales,
ni ésto nos lo puede explicar un poeta romántico o un astuto economista; la
explicación a esta conducta únicamente nos la puede profesar un
antropólogo o un biólogo.
Y es que para entender por qué se sigue dando la hipergamia,
debemos hablar nuevamente de la memoria genética, la cual se resiste a la
evolución social. Para comprenderlo, debemos dirigirnos hacia el pasado, a
una época en la que la hipergamia ya existía incluso antes de la aparición
del dinero; debemos dirigirnos a la Sabana africana hace muchos miles de
años. Todo trata del instinto más básico del ser humano: supervivencia y
procreación. En aquellos viejos y lejanos tiempos, una hembra escogía al
macho más válido para proteger a sus crías, mientras que el macho escogía
a una hembra fértil donde desparramar sus genes y que pudiera darle
descendencia. La fertilidad estaba asociada a la juventud y belleza. El papel
del macho básicamente consistía en procrear, proveer y proteger a la
hembra y a sus crías. Existía una clara separación de tareas, pues mientras
que la hembra amamantaba a sus crías, el macho salía de caza y traía los
alimentos. Estar emparejada con un macho fuerte y dominante hacía que la
hembra se sintiera protegida de otras muchas amenazas del entorno, pues el
resto de machos respetaban el territorio del macho dominante. Podríamos
decir que la hembra escogía a un macho que tuviera poder en cualquiera de
sus formas: fuerte, buen cazador, buen luchador, buenas alianzas, etc.
Teniendo un macho así al lado, la descendencia estaba garantizada y
protegida.
Teniendo en cuenta que en el ADN de nuestras células aún conservamos
parte de la herencia genética de nuestros antepasados neandertales, la
hembra actual sigue teniendo ese instinto de supervivencia, al igual que el
macho actual sigue teniendo ese instinto de búsqueda de fertilidad, aunque
el prototipo de fertilidad en la mujer ha cambiado para el hombre actual[9],
como explicaremos en el capítulo 7. La diferencia entre nuestros
antepasados de la sabana africana y nosotros, es que, en la actualidad,
nuestro poder como hombres no radica en nuestras habilidades de caza,
lucha o repartir guantazos a otros miembros de nuestro vecindario para
proteger así a nuestra hembra, nuestra descendencia y nuestro territorio. El
estatus de poder, hoy en día, radica en el dinero. Es la mejor forma de
proveer y proteger a nuestra tribu (familia). Y es por este motivo que, a
pesar de los cambios sociales con respecto a la independencia de la mujer,
ésta sigue estando dominada, al igual que el hombre, por el gen prehistórico
que corre por su cuerpo. Pero en este sentido, encontraríamos otro tipo de
gen prehistórico que sí se ha logrado eliminar, debido a otro tipo de
avances.

¿Siguen siendo las mujeres más difíciles que los


hombres a la hora de tener sexo?
A lo largo de toda la historia del ser humano, y hasta hace relativamente
poco tiempo, las mujeres han abordado el sexo de una forma muy diferente
a los hombres. Siempre se ha dicho que a un hombre no hay que insistirle
demasiado para que tenga sexo, mientras que una mujer se lo piensa mucho
más a la hora de tener relaciones sexuales. Podríamos decir que la mujer es
más precavida y más selecta y exigente a la hora detener sexo; no siempre
está dispuesta a tenerlo. Y para comprender por qué ésto ha estado
ocurriendo así a lo largo de la historia, debemos volver a la vieja sabana de
África.
Para nuestra hembra ancestral, tener sexo requería de una inversión
de tiempo y recursos vitales, pues el acto sexual podía acabar derivando en
un embarazo. Eso son nueve meses, a los que hay que añadir el tiempo que
posteriormente debe dedicar a amamantar y criar al bebé. Para el macho, el
acto le costaba una inversión de únicamente 5 ó 10 minutos (para algunos
machos unos 15 segundos). Como podemos ver, la inversión de recursos,
tiempo y energía es superior en la mujer cuando se trata de mantener
relaciones sexuales. Nuevamente, la biología nos daría la respuesta al hecho
de que un macho únicamente se centre en propagar sus genes, mientras que
la hembra estaría obligada a ser más precavida a la hora de prestar su
cuerpo para relaciones sexuales, pues para ella, el acto en cuestión podría
terminar en una incapacidad temporal y posterior cuidado de la cría. Por no
hablar de los riesgos asociados a quedarse embarazada. Como nos recordó
el biólogo Robert Trivers[10], el hecho de que una mujer sea más precavida a
la hora de tener relaciones sexuales, no viene precedido por una elección
consciente o decisión lógica, sino por una relación coste/beneficio dada por
la propia evolución. De hecho, en otras épocas a lo largo de nuestra historia,
una mujer no mantenía relaciones sexuales si no era con el candidato
escogido para formar una pareja con él, por lo que nuevamente, no tenía
sexo si éste no era un hombre que pudiera protegerla y proveerla. Es cierto
que ha podido existir reticencia de la mujer a mantener relaciones sexuales
indiscriminadas debido a la posibilidad de rechazo social, donde la sociedad
siempre ha dado por hecho que una mujer debe ser más selectiva y exigente
que un hombre a la hora de mantener relaciones sexuales. Y precisamente
este arraigo en la sociedad más actual, viene precedido por la carga genética
del propio proceso evolutivo. Es decir, lo biológico ha derivado hacia lo
cultural.
En 1960 se inició el cambio en este sentido. Fue el año en que la
Administración Federal de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó
formalmente la píldora anticonceptiva, algo que inmediatamente se notó en
la considerable disminución de muertes de mujeres a consecuencia de un
embarazo. —También se hizo notar en el aumento de enfermedades de
transmisión sexual—. Si seguimos la teoría evolucionista donde los genes
continuarían dominando la conducta de la mujer —al igual que con la
hipergamia—, a pesar de disponer de la píldora anticonceptiva, la mujer
debería haber seguido siendo precavida a la hora de mantener relaciones
sexuales de forma indiscriminada como sí hace el hombre, pero en este
caso, una gran mayoría lograron eliminar dicha predisposición evolutiva y,
simplemente, sabiendo que podían controlar la fertilidad, decidieron
comenzar a aumentar sus relaciones sexuales con más variedad de hombres.
La píldora anticonceptiva también llevó a más hombres a aumentar el
número de relaciones sexuales fuera de su matrimonio, pues tenían la
tranquilidad de que, mientras sus amantes tomaran la píldora, ellos no
tendrían que preocuparse por hacerse cargo de las semillas que iban
plantando fuera de su matrimonio. En cambio, las mujeres se negaron —en
un principio— a imitar este comportamiento masculino, no haciendo uso de
este avance para mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio,
aunque, todo sea dicho de paso, también aumentaron de forma leve las
relaciones extramaritales por parte de las mujeres.
Otro efecto que tuvo la píldora anticonceptiva, y que no tardó
demasiado tiempo en notarse, fueron los aplazamientos del matrimonio a
edades más tardías. Y es que, si tanto hombres como mujeres ya podían
tener sexo sin riesgo de embarazo, no había necesidad de casarse tan
pronto. El matrimonio y el tener hijos podía esperar. Esto también hizo que
la mujer ahora decidiera aumentar sus estándares en la vida, creciendo
considerablemente el número de matriculaciones de universidad y logrando
mejores puestos de trabajo. En términos de evolución e independencia de la
mujer, la píldora anticonceptiva jugó un papel clave en la liberación de la
mujer.
Sé lo que te estarás preguntando. “¿Qué pasa con los condones? Si los
condones se inventaron antes que la píldora anticonceptiva y también
previenen el embarazo”. Correcto. Si bien los primeros condones de látex
datan de 1920[11], siendo la compañía inglesa London Rubber Company, la
primera en fabricar industrialmente estas fundas, el condón no llegó a
considerarse un gran invento. De hecho, fue un invento que nunca gustó ni
a los hombres ni a las mujeres, al restar la sensación de placer. Era algo que
pocas personas usaban, entre otras cosas porque no todo el mundo los
conocía —no había medios masivos para anunciarlo, salvo la radio y
televisión, pero en aquella época anunciar un producto de temática sexual
no estaba contemplado al no estar bien visto socialmente— y otras muchas
personas no se podían permitir comprarlos. Cuarenta años más tarde, sobre
1960, se hizo más popular.
Irónicamente, el mayor aumento de uso de condones fue provocado por
la propia píldora anticonceptiva, pues ahora la gente practicaba más sexo y
con más variedad de personas, aumentando los contagios por enfermedades
de transmisión sexual, por lo que el miedo a contraer una enfermedad
venérea aumentó, vendiéndose el condón como la mejor manera de
protegerse. Pero el punto más álgido de venta de condones se produjo a
partir de 1981, cuando el VIH entró en escena, siendo el condón la única
alternativa para mantener relaciones sexuales con el menor riesgo. Como
podemos ver, un simple invento como la píldora anticonceptiva acabó
provocando un efecto mariposa en varias direcciones, entre ellas, el
aumento del uso de otro medio anticonceptivo.
El segundo invento que influyó de forma positiva en la independencia y
liberación de la mujer se produjo en 1969, cuando el presidente Ronald
Reagan firmó la primera ley de divorcio “sin culpa”, es decir, divorcio sin
causa. No había que alegar ningún motivo o causa para divorciarse, por lo
que tanto hombres como mujeres podían divorciarse si así lo deseaban. En
España, que hasta entonces únicamente se podía disolver un matrimonio por
causas de muerte de uno de los cónyuges o nulidad matrimonial, sería en
1981 cuando se aprobó el divorcio libre. Hasta ese entonces, una mujer que
se casaba, estaba irremediablemente atada a su marido de por vida, aunque
estuviera viviendo un matrimonio tortuoso. Con la aprobación de esta ley,
las mujeres ya podían deshacerse de esta atadura. Los sectores más
conservadores —entre ellos la iglesia— criticaron la aprobación de esta ley,
pues esperaban una oleada de divorcios. Lo cierto es que el miedo a esta
oleada de divorcios, daba a entender que eran conocedores de la
insatisfacción de muchas mujeres con sus respectivos maridos. Pero esa
oleada de divorcios no llegó. De hecho, se dieron menos de 10.000
solicitudes de divorcio en los primeros seis meses tras la aprobación de
dicha ley.
Contra todo pronóstico, esta ley acabó contribuyendo a un leve
aumento de la tasa de nuevos matrimonios a lo largo de la década de los
ochenta. Teniendo la posibilidad de divorciarse si el matrimonio no
funcionaba, se había perdido en cierto modo el miedo a contraer
matrimonio. En la década de los ochenta y parte de los noventa, el
matrimonio como proyecto de vida entre los jóvenes, seguía estando
vigente. Fue a partir de 2004 cuando la tasa de nuevos matrimonios
comenzó a caer en picado. Y a partir del 2015, el número de divorcios y
separaciones comenzó a superar con creces el número de nuevos
matrimonios. Esta tendencia alcista de aversión al matrimonio, así como la
tendencia alcista de divorcios y separaciones, está curiosamente
acompañada de la tendencia alcista de enfermedades de transmisión sexual.
Podemos deducir que a partir de 2004 y, más concretamente, a partir de
2015, la gente practica más sexo indiscriminado y huye mucho más del
compromiso. Encuentran la felicidad en el sexo mucho más que en la
estabilidad en pareja.
Pero encontraríamos otro dato curioso, y es que a partir de 2015 también se
produjo una de las mayores tendencias alcistas en trastornos mentales y
depresión entre las personas. ¿Podría estar relacionado este dato con
nuestros nuevos hábitos tecnológicos?¿Podría estar relacionado el aumento
de divorcios con el deseo de tener una vida sexual más activa y variada? Y
lo más importante, ¿Podría estar relacionado el aumento de promiscuidad
con el nivel de insatisfacción de las personas a nivel individual?
Las personas están más conectadas que nunca a través de internet y
redes sociales; Encuentran el sexo con más facilidad que en cualquier otro
momento de la historia; Pueden resolver cualquier complejo y defecto a
golpe de talonario (otro problema que tratamos en el capítulo 7), y, por si
fuera poco, ya no tienen la necesidad de conformarse con una única persona
para tener interacciones sexuales, pudiendo encontrar cada día a una
persona diferente a través de las diferentes redes sociales, aplicaciones de
citas, discotecas y pubs, pues nadie te va juzgar hoy día —tanto si eres
hombre o mujer— por tener relaciones sexuales variadas y contínuas.
Muchas mujeres dicen no necesitar a un hombre para su proyecto de vida y
muchos hombres dicen no querer tener a una mujer hoy día en su proyecto
de vida, pues ambos se sirven por sí solos, y pueden tener sexo sin
necesidad de compromiso. ¿Por qué, entonces, esos niveles de infelicidad y
ese aumento de casos de depresión y trastornos mentales en personas cada
vez más jóvenes? Encontramos una relación casi directa entre la dificultad
para tener un proyecto de vida en pareja y la insatisfacción en la vida en
general. No obstante, por supuesto que existen otras muchas causas, pero no
debemos olvidar que, con respecto a tener un propósito de vida, nuestros
abuelos lo tenían mucho más claro: “Sacar a mi familia adelante”.
Pregúntale a las personas hoy día cuál es su propósito en la vida. Las
respuestas que encontraremos son muy variadas, pero el “YO” está más
presente que nunca, mientras que el “NOSOTROS” ha perdido visibilidad.
Nuestros abuelos usaban el “NOSOTROS” con más frecuencia que el
“YO”. Y aunque esto suene a autoayuda, lo cierto es que tener un propósito
que vaya más allá del “YO”, suele hacer que saltes de la cama con más
vitalidad para enfrentarte a la adversidad.
Respondiendo a la pregunta que daba paso a este apartado —¿Siguen
siendo las mujeres más difíciles que los hombres a la hora de tener sexo?
—, podríamos afirmar que no, aunque es cierto que la mujer no ha perdido
del todo esa carga genética heredada de sus ancestros neandertales, pues si
bien hoy día está igual de dispuesta que un hombre a tener relaciones
sexuales de forma indiscriminada, sigue siendo mucho más selectiva que un
hombre a la hora de elegir con quién. Podríamos decir que una mujer
siempre va a ser más exigente que un hombre a la hora de mantener
relaciones sexuales, claro que, esas exigencias pueden elevarse o bajar en
función de la ley de la oferta y la demanda. Como explicaba el economista
Tim Harford, tanto las mujeres como los hombres se vuelven más exigentes
cuando pueden permitirse ser más exigentes. En caso de no poder
permitírselo, bajan sus estándares. Y para ello recurría a la observación del
mercado de citas rápidas[12]. Algunas mujeres prefieren hombres altos o no
fumadores. Si esa noche coincide que únicamente han asistido hombres
bajos y fumadores, algunas de ellas acaban rebajando sus estándares y
eligiendo en función de los hombres que tienen disponibles. Lo mismo
ocurre con los hombres, aunque según el estudio, los hombres, con tal de
tener sexo, son capaces de rebajar mucho más sus estándares que las
mujeres. En ambos casos, como explicaba en el libro “Cenizas de
prosperidad”, no solemos elegir en función de nuestros gustos, sino en
función de las opciones que tenemos disponibles, siendo el entorno muy
capaz de alterar y ajustar nuestros gustos hacia aquellas opciones que
tenemos disponibles. Este es uno de los motivos por los que las aplicaciones
de citas como Tinder, pueden llegar a ser desesperantes para las personas de
físico promedio, pues otorgan a los usuarios una sensación de exceso de
opciones disponibles, sin contar con el hecho del gran desajuste que existe
entre la oferta/demanda, pues existe una descompensación entre el número
de usuarios masculinos y el número de usuarias femeninas, siendo mucho
más numeroso el número de hombres que de mujeres. Por esta razón, el
hombre estará mucho más dispuesto a bajar sus estándares en este tipo de
aplicaciones, al tener muchas menos opciones disponibles, no pudiendo ser
tan exigente como a él le gustaría. La mujer, en cambio, teniendo un amplio
mercado donde elegir, puede mantener sus estándares elevados o, al menos,
eso cree ella, ya que en la práctica, como explicamos en el capítulo 3, un
bajo porcentaje de hombres reciben la mayor parte de la atención de
mujeres, debiendo éstas competir con otras mujeres por los mismos escasos
hombres. Y aquí se rompería la teoría de que es la mujer la que elige, pues
cuando la mayoría de mujeres que pueden permitirse ser exigentes, están
interesadas en esos escasos hombres que también pueden permitirse un gran
abanico de opciones, la mujer, al igual que los hombres promedio, se pone
en la lista de espera del “macho con opciones”, esperando a ser elegida. La
ley de la oferta/demanda y la hipergamia, acaban convirtiendo a estas
aplicaciones en algo más divertido para estudiar y analizar que para usar en
la búsqueda de pareja.

Entonces, ¿necesitamos el amor romántico en


nuestras vidas?
Si bien hemos dejado claro que el amor es una necesidad vital para el ser
humano, lo cierto es que el amor romántico no es una necesidad vital. Por
supuesto que puedes vivir sin tener una relación sexoafectiva con otra
persona. Esto lo dejaba claro la antropóloga británica Anna Machin, autora
del libro Why We Love: The new science behind our closest relationships.
Esta antropóloga no sólo afirma que no necesitamos amor romántico en
nuestras vidas, sino que, la búsqueda de este tipo de amor puede ser incluso
perjudicial.
En su libro, la autora habla del daño que se ha hecho a la sociedad
occidental con respecto al cliché de buscar a tu media naranja, pues no todo
el mundo logrará encontrar a una pareja sexoafectiva. Además, en la
búsqueda de este tipo de amor nos podemos llegar a olvidar de la
importancia que tienen otro tipo de amores, como por ejemplo —en
palabras de la autora— el amor entre amigos, el amor padres-hijos y el
amor por lo sagrado (Dios). La antropóloga nos lleva a la vieja Sabana
africana para explicarnos que la finalidad del amor es únicamente la
supervivencia y la garantía de la evolución. Nuevamente aparece el discurso
de que el amor nace como una forma en que los machos puedan transmitir
sus genes mientras que la hembra dispone de una red de apoyo para criar a
sus hijos. Pero fuera de la explicación biológica y el conjunto de
neuroquímicos (oxitocina, dopamina, serotonina), no hay mucho más. Para
Anna Machin, el amor romántico también estaría relacionado con el
momento cultural que vivimos, siendo nuestra relación con el amor un
comportamiento provocado por el tipo de relaciones que observamos a
nuestro alrededor.
El problema, como mencionábamos al principio de este capítulo, es que,
por algún motivo, a lo largo de la vida de las personas, éstas no podrán
evitar enamorarse; no podrán evitar sufrir por amor; por desamor; por
relaciones no correspondidas. Estoy de acuerdo con esta antropóloga en que
no existe una media naranja que debamos encontrar para sentirnos
completos. Quizá partir de esta premisa es la que mete en problemas a los
individuos con respecto a las relaciones sexoafectivas, y es que consideran
que para estar completos necesitan esa media naranja. De forma
inconsciente, parten hacia la búsqueda del amor incompletos, cuando en
realidad, debemos ser naranjas completas de forma individual. Con este
cambio de perspectiva, no buscamos el amor como una necesidad para estar
completos, sino que siendo personas completas sin necesidad, elegimos a
otra persona completa en sí misma para compartir nuestra vida. Dicho esto,
podemos vivir individualmente sin tener relaciones sexoafectivas,
rechazando el concepto de familia como proyecto de vida, pero a modo de
sociedad colectiva, es el concepto de familia lo que ha hecho que la especie
haya sobrevivido y lo que nos ha hecho avanzar como sociedad. Y pareciera
que existe cierto interés en romper el concepto de familia tradicional (Lo
vemos en el capítulo 5).
En la prehistoria, un bebé que era cuidado y protegido por ambos padres
(macho y hembra), aumentaba su supervivencia y esperanza de vida de
forma exponencial. En la actualidad, existen diferentes estudios que
corroboran exactamente lo mismo, no en términos de supervivencia, pero sí
en términos de desarrollo. Aquellos niños que se crían en un entorno
monoparental suelen tener vacíos emocionales y más trastornos de conducta
que los niños que se crían bajo el concepto de familia tradicional. Estos
niños de entornos monoparentales han mostrado más dificultad para
relacionarse con otros niños, un menor rendimiento escolar y más déficit de
atención, además de otros problemas relacionados con la baja autoestima.
También suelen ser más dependientes y tener más tendencia hacia la
ansiedad, depresión y conductas de agresividad. Como decíamos en el
capítulo 1, este tipo de trastornos se han encontrado en las personas que
tienden a la promiscuidad, por lo que no es de extrañar que los jóvenes
nacidos después de 1995 —que muchos de ellos ya vienen de hogares
desestructurados— acaben teniendo mayores dificultades para formar
relaciones de pareja estables, con el problema añadido de la exposición a las
redes sociales y todo ese tipo de mensajes que inundan la red, promoviendo
constantemente el odio de sexos y clamando por otro tipo de relaciones más
abiertas, cuando precisamente estos jóvenes, necesitarían todo lo contrario
en sus vidas; Estabilidad y afecto, pues vienen de entornos inestables y han
sufrido la carencia de afecto presente de uno de sus padres.
Los mismos estudios añaden que cuando un pariente de la familia asume
el rol de padre ausente, la situación para el niño mejora de forma
considerable. Quiero decir con ésto que, al mismo tiempo que contamos con
todo tipo de estudios que nos muestran los problemas de los hogares
monoparentales, estamos en pleno auge de discursos que sugieren que el
concepto de familia tradicional está desfasado, cuando precisamente ha sido
ese concepto de familia tradicional el que ha creado una de las generaciones
más felices de la historia, como fue la de nuestros abuelos y nuestros
padres. Si bien nadie encuestó a nuestros abuelos para preguntarles si eran
felices, aquellos que siguen vivos, pueden contestar a la pregunta. Tal y
como explicaba Zygmunt Bauman en su libro “Vidas desperdiciadas: La
modernidad y sus parias”, hemos creado una sociedad líquida e inestable,
tanto a nivel económico como político, pero principalmente, nos hemos
cargado las relaciones humanas. Entendamos hasta qué punto hemos
involucionado en este sentido. Nuestros abuelos pasaron por guerras y
épocas de hambruna; la vida de muchos de ellos consistía en trabajar hasta
16 horas al día para tener el dinero justo para alimentar a su familia. Y aún
así, decían vivir con ilusión. Por tanto, no comprenden por qué la sociedad
de hoy es menos feliz que hace 60 años. Les he preguntado a más de 10
ancianos de entre 80 y 90 años y las respuestas han sido muy similares.
Todos ellos han coincidido en que a pesar de que no contaban con las
tecnologías y comodidades actuales, ellos tenían algo que nosotros hemos
perdido: contacto real con la sociedad. ¿Qué es lo más importante para
ellos? La familia —, han respondido por unanimidad—.
Es difícil medir la felicidad, pues como siempre me aseguro de dejar
claro, la felicidad debe ser algo intrínseco, y no algo que conseguimos del
exterior. Pero si algo sabemos hoy día, es que las personas que tienen
objetivos y metas por las que luchar, son más felices y enfrentan la vida con
más ilusión. Es decir, las personas con un propósito son más felices; las
personas con un proyecto de vida son más felices. Llegados a este punto,
podríamos debatir sobre si recorrer el camino en solitario o acompañado
podría dar lugar a una mayor o menor felicidad, pero es incuestionable que
las personas que llegan a la vejez con un compañero de vida leal, son
mucho más felices y corren menos riesgos de padecer enfermedades físicas
y mentales. Y con respecto a esta hipótesis sí tenemos precedentes.
Por lo tanto, ¿Podemos vivir sin relaciones sexoafectivas? Desde luego
que sí, pero nuestra calidad de vida y niveles de felicidad serán más bajos
en la vejez. ¿Podemos vivir sin colchones para dormir? Por supuesto, pero
un buen colchón mejora la calidad del sueño y acarrea menos problemas
para la espalda, por lo que mejora nuestra calidad de vida. Y antes de
cuestionar el estilo de vida o la forma de vida de nuestros abuelos, no
debemos olvidar que han sido ellos los que han criado a los hijos y nietos
que han provocado los mayores avances de la humanidad. Ahora somos
nosotros (hijos y nietos de estos hombres) los que criaremos a los hombres
y mujeres de la sociedad venidera. ¿Lo haremos mejor que ellos? En
principio, todo indica que lo estamos haciendo algo peor, al menos en lo
referente a relaciones humanas y otros conceptos éticos y morales que
hemos considerado anticuados. Nos hemos comenzado a creer más
inteligentes que nuestros abuelos, y posiblemente eso haya sido un error.
Tal es así que, para cambiar aspectos de nuestra sociedad que no funcionan,
lo que hacemos es buscar la forma de parecernos cada vez más a los
bonobos, en lugar de buscar la manera de continuar avanzando en la
dirección correcta solucionando los problemas coyunturales que nos han
traído hasta aquí. En muchos sentidos, hemos evolucionado tanto como
seres humanos, que estamos llegando a pensar que vivir como hippies o
bonobos nos hará mejorar como especie. ¿No podría considerarse eso, en
cierto modo, un tipo de involución en nuestra manera de pensar? En breve
sacaremos otro tipo de conclusiones al respecto.
3

Si quieres que te mientan, entra en Tinder.

P
osiblemente Tinder sea la aplicación de citas líder del momento, con
más de 100 millones de descargas únicamente en la Play Store, y más
de 50 millones de usuarios activos que cada semana interactúan
deslizando su dedo hacia la izquierda o hacia la derecha en la búsqueda de
ese deseado Match. Si bien la idea original de esta aplicación es que puedas
encontrar el amor, todo indica que la mayoría de los usuarios —aun no
descartando que se pueda encontrar pareja— la usan para tener encuentros
sexuales (algunos de ellos ni siquiera saben que la usan con estas
intenciones y lo descubren una vez que únicamente están teniendo
encuentros sexuales).
Recientemente, un estudio científico publicado por Plos One decía
haber encontrado algo curioso sobre lo que realmente influye a la hora de
captar la atención en esta aplicación. Según este estudio, el atractivo físico
no es tan importante como pudiera parecer, siendo el secreto del éxito en
esta aplicación el distinguirte con un texto original y llamativo. Es decir, los
investigadores dicen haber descubierto que las mujeres estarían más
interesadas en un texto original que haga ver a los potenciales candidatos
más inteligentes y graciosos, pues eso añadiría cierta percepción de
atractivo en el usuario. Los investigadores entrevistaron a más de 1.200
personas activas en Tinder a las cuales se les pidió que clasificaran 308
perfiles valorando la personalidad y atractivo de los usuarios. Y parece ser
que dieron con un hallazgo verdaderamente importante, pues lejos de la
creencia popular, el físico pasó a un segundo lugar, y los usuarios se
decantaron por aquellos perfiles cuyo texto y descripción se distinguían del
resto. Teniendo en cuenta que, en estos momentos, un gran porcentaje de
personas usan aplicaciones de citas para ligar —tanto si hablamos de
relaciones estables como esporádicas— estaríamos frente a un
descubrimiento verdaderamente importante que cambiará tu percepción
sobre lo que funciona y lo que no funciona a la hora de hacerte tu perfil en
una aplicación de citas— Tinder en este caso—. Y ojalá fuera tal y como
han descubierto estos investigadores, pero por desgracia, casi con absoluta
seguridad, la situación real no es como se dice en ese estudio.
Desconozco el procedimiento que se ha realizado para llegar a esa
conclusión. Si algo sé de estudios científicos (y algo sé) es que es
relativamente fácil llegar a la conclusión que estabas buscando en un inicio.
Lo diré sin paños calientes: que un estudio científico diga que el consumo
de vino es bueno o malo para la salud, no depende de los beneficios o
perjuicios del vino para tu salud, sino de quién financia el estudio científico
y de qué resultado quieren obtener los investigadores. Por otro lado, una
parte esencial a la hora de realizar un estudio científico que tenga que ver
con la psicología o conducta de las personas, es que los participantes de
dicho estudio no sepan de qué va exactamente el estudio con el fin de que
su conducta no sea alterada. Es decir, si quieres observar la conducta natural
de dos ratones en el interior de una caja, debes procurar que los ratones no
vean que los estás observando, pues su conducta se verá alterada ante la
observación externa. En el caso de este estudio de “lo que realmente
importa en Tinder”, existe una alta probabilidad de que al preguntarle a los
usuarios, éstos no quieran dar la sensación de ser demasiado superficiales,
alterando su sinceridad a la hora de decirle al investigador quién le parece
más atractivo o con quién tendría una cita. Desconozco el entorno científico
en que se ha llevado a cabo dicho estudio, pero mi propio estudio personal
me ha llevado a la conclusión totalmente contraria. Reconozco que mi
propio estudio personal está posiblemente igual de sesgado que el estudio
de estos científicos, pero considero que se ha llevado a cabo de una forma
metódica, partiendo de la base de que los usuarios no sabían que estaban
siendo analizados y/o estudiados. De hecho, las únicas personas que sabían
que estábamos dentro de un experimento éramos mi socio y yo. No
obstante, estaba convencido del resultado que obtendría, y no sé hasta qué
punto, mi convicción ha provocado la profecía autocumplida. Eso es algo
que deberás decidir tú como lector. Mi resultado está más en línea con el
estudio que realizaron los investigadores de Princeton, los cuales llegaron a
la conclusión de que lo más importante para los usuarios son las fotografías.
Es decir, las fotos del usuario son lo que captan la atención del usuario, y
cuanto más llamativa sea la “miniatura” —más bella sea la persona— más
porcentaje de likes y matches tendrá ese perfil.
¿A qué conclusión quería llegar con mi experimento en Tinder?
Básicamente quería probar que, con el físico adecuado, incluso esas
mujeres que dicen en su perfil no buscar sexo de una noche, acabarían
accediendo a tener una noche de sexo. Quería poder afirmar que casi todo
lo que se dice en una aplicación de citas, no es del todo cierto, y quería
corroborar que las personas mienten más que halan. Y desde luego, quería
confirmar algo que ya sabía: en una aplicación de citas, la superficialidad
manda, por lo que el físico influye más allá que un buen texto o unas
buenas intenciones. De hecho, ahora es común ver perfiles femeninos con
ciertos avisos: “Mido 1,75, así que abstenerse hombres de menos de 1,80”;
“Sólo gente con cuerpo cuidado de gimnasio”; “Abstenerse bajitos o muy
delgados”. Estas son algunas de las cosas que se pueden leer en los perfiles
de algunas usuarias. Pero mi preferido fue el de una chica de 34 años, la
cual ponía: “Ya ves mis fotos y cómo soy. Sólo hombres que estén a mi
altura. No quedo con cualquiera ni busco sexo de una noche. Si buscas
cama, dale a la X”. Solo al verlo, ya supe que esa mujer sería una de mis
víctimas. Ni que decir tiene que, en Tinder, cuando se trata de encontrar
pareja, la hipergamia tiene una notable presencia.
Pero podríamos decir que mi interés por la psicología y conducta de
las personas en este tipo de aplicaciones viene desde mucho antes de
decidirme a hacer este pequeño experimento. Fue en 2014 cuando quise
analizar las principales aplicaciones de citas con el fin de realizar una
publicación comparativa para el portal Negocios1000.com. En aquella
época, los usuarios de estas aplicaciones aún eran algo diferentes a lo que
encontramos en la actualidad, al menos en mi propia percepción. Existía
una mayor probabilidad de tener una cita sincera, honesta y real. Tras mi
segunda entrada en estas aplicaciones en 2022, he visto un notable y
preocupante declive en la conducta de los usuarios.
Cuando comencé a analizar por dentro estas aplicaciones, recuerdo
que la que más me gustó en aquella época fue Lovoo. Para mi gusto, su
funcionalidad era mayor a Tinder. Puesto que en aquella época estaba
soltero, decidí sacarle partido a la aplicación y, ya que estaba probándolas,
decidí usar mi perfil real. ¿Quién sabe? Lo mismo incluso encontraba a
alguien interesante. Reconozco que a mí, personalmente, me aburren las
interminables charlas virtuales. De hecho, siempre me tomé los chats y
aplicaciones de citas como una forma de lograr una cita para conocer a una
persona, y no para conocer a una persona a través de una aplicación. Este
fue el motivo por el que no tuve ni las ganas ni la paciencia para mantener
20 conversaciones simultáneas abiertas donde siempre contestaba a las
mismas preguntas. El uso de estas aplicaciones me pareció algo monótono y
aburrido, y más sabiendo que gran parte de lo que te están contando puede
ser una carta de presentación que dista mucho de la realidad.
Me quedé únicamente con una conversación abierta, pues aquella chica
me parecía algo más interesante que el resto. El problema era que no había
forma de convencerla para quedar y tener una cita en persona. Ella decía
que necesitaba conocer mejor a una persona antes de quedar con ella, pues
ella no solía quedar con cualquier usuario. De hecho, según ella, aún no
había quedado con nadie de la aplicación. Y claro, escuchar eso —leerlo
más bien— hizo que mi interés por esta chica aumentara (Lo sé, a veces
podemos llegar a ser muy inocentes). Y si hay algo que no me gusta de las
conversaciones virtuales es que pierdo una gran ventaja. En una
conversación cara a cara tengo cierta facilidad para saber cuándo me están
mintiendo. Llamémosle intuición. En una conversación online,
evidentemente, puedo creer o no creer que me están mintiendo o diciendo la
verdad, pero no lo puedo fundamentar en ningún aspecto de la observación
más allá de la propia sospecha (en muchos casos simplemente queremos
creer porque deseamos creer que nos están diciendo la verdad). En el caso
de esta chica, decidí creerla y armarme de paciencia. Pero mi paciencia
expiró a los 15 días de conversación virtual. Y quise saber hasta qué punto
esta chica decía la verdad o no, pues mi intuición me decía que en algo me
mentía, y quería comprobar hasta qué punto era efectiva mi intuición.
Cogí un segundo móvil que tenía guardado y abrí un segundo perfil en
Lovoo. En este segundo perfil usé mi propia imagen, pero con diferentes
fotos. Usé fotos sin camisa y diferentes posiciones para que, a pesar de
seguir siendo yo, no se me identificara con mi otro perfil. Y me metí en el
papel para adquirir una segunda personalidad. Mi nuevo perfil era un chico
muy dominante que no buscaba nada serio, y únicamente buscaba a una
chica sumisa para jugar a juegos de sumisión. Teniendo en cuenta que en
aquella época aún no se había estrenado la película de 50 sombras de Grey,
hay que reconocer que ese perfil era bastante original. Aprovechando que
Lovoo no tenía el mismo sistema que Tinder —no debías esperar a recibir
un match y podías hablarle directamente a un usuario de la aplicación— me
dirigí directamente a por mi cita pendiente.
Y aquí es donde uno se queda sorprendido, pues una chica que
supuestamente no ha quedado con nadie de la aplicación; una chica que
busca una relación seria y no sexo de una noche; que necesita hablar y
hablar hasta el hastío con un hombre antes de quedar con él; una chica con
la que había hablado durante 15 días no logrando quedar con ella…
únicamente tardé cuatro horas en concertar una cita con ella con el segundo
perfil. Y curiosamente, mi lenguaje para seducirla fue bastante vulgar,
mostrándole una imagen de depravado sexual. Lo irónico del asunto no es
que tardara únicamente 4 horas en quedar con ella; lo irónico es que dijo de
quedar directamente en su casa o en la mía, saltándose incluso el
conocernos mediante una charla previa. Acabé cancelando el encuentro,
pues yo no era un hombre de relaciones esporádicas, y si bien podía ser
interesante jugar a ser una especie de Christian Grey, este tipo de
encuentros fríos no me llenaban en absoluto. Pero aquello me dio por
pensar. Dediqué quince días a hablar con una persona pensando que estaba
hablando con una bella princesa a la que había que cortejar con mucho
cuidado, dulzura y esmero, cuando en realidad estaba frente a una
fantasiosa de la esclavitud sexual. Lo cierto es que no se puede generalizar
por una sola experiencia, pero quise comprobar hasta qué punto la gente es
sincera en estas aplicaciones y hasta qué punto lo que dicen que buscan en
estas aplicaciones se corresponde con la realidad. Y aproveché para usar ese
segundo perfil para hablar con otras chicas con las que ya había hablado. Si
bien es cierto que no todas entraron al trapo, lo cierto es que hubo un alto
porcentaje de chicas que supuestamente buscaban una relación formal —y
decían claramente que no querían sexo de una noche— y acabaron cediendo
a una cita para probar la sumisión con un desconocido que se presentaba
con malos modales y un comportamiento demasiado rudo. De haber estado
dispuesto a quedar con todas estas chicas, hubiera tenido un mes muy activo
en cuanto a sexualidad.
Muchas mujeres se quejan de que algunos hombres les entren
directamente con sus intenciones sexuales cuando reciben un match, pero,
posiblemente, estos hombres entren de esa manera, debido a que les ha
funcionado con otras mujeres. En 2014 llegué a la conclusión de que en una
aplicación de citas es más fácil quedar para practicar sexo que para tomarse
un café. Y por desgracia, en 2022 es aún más fácil—más fácil tener sexo,
más difícil encontrar algo serio—. Y también es cierto que la gente ahora
miente bastante más.
La otra conclusión a la que llegué en aquel entonces fue que, a pesar de
que se dice que gusta la naturalidad y autenticidad de un hombre con
intenciones sanas y ciertos valores, en mi caso, creando dos perfiles
diferentes donde en uno me comportaba siendo yo mismo, y en el otro de
una forma muy diferente, mi personalidad de “gilipollas” logró tener más
éxito a la hora de tener una cita que mi yo natural y auténtico. En mi caso
creo que eso de “sé tú mismo” no me funciona en una aplicación. Y por
desgracia, a la mayoría de hombres formales y de buenas intenciones
tampoco les funciona demasiado bien.

Mi experimento en Tinder.
Para realizar mi propio experimento abrí cuatro cuentas en Tinder en el
mismo día. De una de ellas se encargaría mi socio con su propio perfil
personal, pues este hombre buscaba realmente conocer a una mujer para
tener una relación seria y formal con ella. Teniendo en cuenta que mi amigo
es un tipo bien apuesto sin llegar a ser modelo de portada y, con una
búsqueda relacionada con algo que va más allá de lo puramente sexual, sus
interacciones me ayudarían a llegar a varias conclusiones. De paso, él
contaría con información privilegiada al disponer de otros perfiles que
posiblemente acabarían interactuando con muchas de las chicas con las que
él iba a hablar. Al perfil de Tinder de mi socio le llamaremos “perfil Real”.
El segundo y tercer perfil fueron fotos de hombres modelos de bandera, lo
suficientemente alterados y modificados como para que sus imágenes no
pudieran encontrarse en internet si alguien decía de hacer la búsqueda. Uno
de estos modelos aparecería bien vestido, buscando pareja estable y con un
texto descriptivo y original (perfil Beta). El otro tendría una foto en la
piscina mostrando un cuerpo muy bien definido y unas abdominales bien
marcadas, además de otras fotos haciendo senderismo —Por algún motivo,
el senderismo ayuda a hacerte ver una persona más interesante—. Este
perfil (Perfil alfa) no tendría ningún tipo de texto o descripción.
Únicamente aparecería su nombre y edad. Y para el cuarto perfil recurrí a
mi clásico “Amo dominante”, dejando bien claro su intención de búsqueda:
“una chica con ganas de experimentar la sumisión”. Llamaremos a éste
“perfil Grey”.
En las primeras 24 horas ya pudimos ver los primeros resultados antes
de proceder a interactuar deslizando los dedos. El número de “me gustas”
ya nos arrojó las primeras cifras:
● Perfil Real: 11 likes
● Perfil Beta: 22 likes
● Perfil Alfa: 98 likes
● Perfil Grey: 3 likes
La primera conclusión estaba bastante clara, y es que lo que capta el interés
de la mayoría de mujeres no se encuentra en la originalidad del texto, sino
en el atractivo físico que muestras en una foto. Somos superficiales. —
Menudo descubrimiento has hecho, Carlos—, me dijo mi socio a modo de
ironía. Tras esta primera conclusión, llegó el momento de ponerse manos a
la obra en la búsqueda de matches. Me deshice del perfil beta, pues para lo
que quería comprobar —que incluso las mujeres que dicen no buscar sexo
esporádico acabarían accediendo según el nivel de atractivo— no
necesitaba ese perfil, pues ya tenía el perfil Alfa que había barrido por
completo al perfil Beta.
Y debe ser genial ser mi modelo Alfa, pues cada like que daba acababa
en un match. Así que comencé a interactuar con mis matches. Y aquí viene
lo interesante del asunto. Tras la primera ronda de conversaciones,
dejándoles claro a estas mujeres que únicamente buscaba sexo sin
compromiso, de las primeras 10 mujeres, únicamente una de ellas accedió.
Entonces llegué a pensar que posiblemente estuviera equivocado y que
realmente, estas chicas realmente tuvieran aversión a este tipo de hombres
que buscan sexo de una noche. Pero recordé un principio muy básico, y es
que si quieres conseguir algo de alguien, debes darle un motivo para
hacerlo.
Posiblemente estaba fallando a la hora de ser tan directo, pues una mujer
no quiere sentirse una mujer fácil, ya que eso le restaría valor. En cierto
modo, podría llegar a sentirse “sucia”. Así que cambié el guión de mi
modelo Alfa para que me dieran lo mismo pero pidiéndolo de una forma
completamente diferente. Convertí a mi modelo Alfa en un fotógrafo que
estaría de paso en la ciudad durante únicamente 20 días. Y su guión
básicamente consistía en decir: “Terminé una relación no hace mucho, yo
no soy de sexo de una noche, pero ahora mismo mismo no me veo para otra
relación. La lástima es que sólo vaya a estar unas semanas en esta ciudad,
porque a ti sí me gustaría conocerte, pero en esta situación sólo puedo
ofrecerte unas cuantas noches de pasión. Entiendo que tú no seas así y no
busques eso, porque yo tampoco suelo ser así. Pero piénsatelo, porque me
gustaría, y creo que a ti también te gustaría. Lo podríamos pasar genial. Ya
me dices algo[13]”.
Y tras esta ligera modificación en su discurso esperaba que aumentara el
número de síes. Lo que no esperaba en ningún momento fue el resultado
que se dio. El 85% de mis matches accedieron a pasar una noche de sexo
con el modelo Alfa. Y ojo, porque la muestra representativa fue bastante
amplia. Para finales de esos 30 días de experimento, el número de matches
de cada perfil —No likes, sino matches— fue el siguiente:
● Perfil Real: 27 matches.
● Perfil Alfa: 134 matches.
● Perfil Grey: 43 matches.
Para mi sorpresa, como puedes apreciar, el perfil Grey se disparó.
Posiblemente sea debido al interés que despertó 50 sombras de Grey en este
sentido, abriendo la curiosidad de muchas mujeres sobre la realización de
este tipo de prácticas. La otra lectura es que el perfil Alfa logró conseguir
que perfiles de mujeres que decían claramente cosas del tipo “si estás
buscando un rollo de una noche dale a la X”, estuvieran dispuestas a tener
esa noche de pasión con un tipo que había logrado engañarlas al adornar su
interés sexual esporádico jugando con las palabras, porque estuvieron
dispuestas a creerle, cegadas por un escultural cuerpo, un lindo rostro y
unas envidiables abdominales.
Lo engañoso de este resultado, siendo honesto y comprendiendo cómo
podemos manipular datos, es que a pesar de que digamos que el 85% de las
mujeres dijeron de tener un encuentro sexual con el perfil Alfa, debemos
entender que muchas otras mujeres pasaron de largo a la hora de darle un
like, evitando el match. Es decir, cayeron el 85% de las mujeres que habían
sido llamadas por la belleza, atractivo y cuerpo escultural del perfil Alfa,
pero teniendo en cuenta los miles de perfiles que existen en Tinder, está
claro que una gran mayoría no se molestaron en tratar de conocer a nuestro
Alfa. Claro que, todo sea dicho de paso, la belleza física de las usuarias a
las que tuvo acceso este perfil, fue notablemente mayor a las del resto de
perfiles. Puede que otras mujeres menos atractivas no quisieran perder
tiempo con un perfil que ellas consideraban que estaba fuera de su alcance.
Y esto también hizo que pudiera llegar a otras conclusiones que veremos
más adelante. Quiero pensar también que otras muchas mujeres atractivas
identificaron a este perfil como un hombre superficial y de poco valor (al
menos me gustaría pensarlo).
No hay que olvidar que nuestro perfil Real fue el que menos
interacciones tuvo, y de hecho, el que más dificultad tuvo para concertar
una cita con una mujer aunque fuera sólo para quedar a tomar un café. De
hecho, más de la mitad de las mujeres con las que hablaba el perfil Real,
mantenían conversación con nuestro perfil Alfa. Mostraban dificultad para
quedar en persona con el perfil Real, llegando incluso a tardar en contestar,
mientras que por otro lado, no dejaban de insistir al perfil Alfa si éste
tardaba en contestarles. Con este tipo de conducta podemos inferir que un
hombre de valor real, con un físico medianamente atractivo, buenos
modales e intenciones sanas, en este tipo de aplicaciones, tiene una mayor
dificultad para conseguir una cita con una mujer que aquellos otros perfiles
donde independientemente del valor e intenciones, predomina un físico
escultural. No he descubierto el nuevo oro con esto, pues más o menos ya
se sabía, a pesar de que se intenta negar por activa y por pasiva.
Simplemente quería confirmarlo. Y con este tipo de conducta me dio por
pensar en otro asunto. Si nuestro perfil Alfa fuera real en Tinder, con sólo
un poco de inteligencia añadida, tendría la posibilidad de tener sexo con una
mujer diferente cada día a lo largo de todo el año. Y además, con mujeres
que, independientemente de su valor real, principios y valores, eran
físicamente bellas.
Y quise dar un paso más sin tener del todo claro lo que quería encontrar.
Me enfoqué en el perfil Grey y decidí conocer personalmente a algunas de
estas mujeres, centrándome en aquellas que, por su forma de escribir y
expresarse, parecían mujeres cultas. Desconozco si estaban siendo sinceras
cuando me decían que nunca habían tenido este tipo de experiencias de
sumisión, pero que estaban dispuestas a probarlo. Así que comencé a
concertar citas, poniéndoles la condición de que en una primera cita no
haríamos absolutamente nada, salvo hablar. Aunque parezca sorprendente,
varias de ellas me dijeron que si era sólo para hablar, preferían no quedar
conmigo, pues ellas querían quedar directamente para pasar a la acción.
“Para hablar ya tengo a mis amigos y amigas”, me decían algunas. Y no
quiero que te hagas una idea equivocada de estas mujeres, pues algunas de
ellas estaban buscando una relación estable. Al menos eso le decían al perfil
Real, pues algunas de estas mujeres, también tenían conversación abierta
con mi socio.
Lo de estudiar la conducta psicosocial en primera persona, reconozco
que te puede afectar de forma personal, al menos en la percepción que
posteriormente tienes de las personas. Supongamos que mañana conoces a
una chica a través de la aplicación, y esta mujer te dice que ella no es de
tener relaciones esporádicas; que ella se hace valer y no se acuesta con
cualquier hombre. Es educada, culta y simpática. Y tú decides creerla, pues
no hay nada que te haga sospechar de que te está mintiendo. Puede que
algún día lo descubras o puede que no, pero esa mujer, en esa misma
semana que tuvo la cita contigo, podría haber quedado con hombres
desconocidos para realizar todo tipo de depravaciones sexuales. Y ahí la
tienes, frente a ti, vendiéndose como una mujer que no mantiene relaciones
íntimas con cualquiera. Y aquí sería donde las personas más progresistas o
modernas, podrían decir que eso no debe importarnos, al igual que no debe
importarnos el comportamiento pasado o conducta sexual de una persona.
Tampoco quiero que pienses que estoy criticando esta conducta en una
mujer y no en un hombre, pues personalmente siempre he sido de la idea de
que el sexo se disfruta mucho más en pareja, o con alguien con quien tienes
cierta confianza y te gusta algo más que su físico. No obstante, lo cierto es
que el pasado sexual tanto en un hombre como en una mujer sí es algo
relevante y de interés, y más conociendo los datos que nos muestran
algunos estudios.
Según algunos estudios, las mujeres con un pasado de promiscuidad, no
son buenas candidatas para formar una pareja a largo plazo. Aunque el
hombre piense que ella puede cambiar muchos comportamientos de su
conducta pasada, salvo algunas excepciones, rara vez lo harán. Gran parte
de ellas deciden entrar en una relación y ofrecer exclusividad en un
momento de lucidez, pero es cuestión de tiempo que acaben pensando que
se están perdiendo un mundo de oportunidades sexuales ahí fuera. Acaban
dañando su relación y volviendo a una vida sexual más activa dentro de las
relaciones sexuales ocasionales. Muchas de estas mujeres acaban teniendo
un vacío existencial, pues el sexo ocasional no les llena, pero comprenden
que tampoco pueden estar en una relación estable, y esto, en muchos casos
las acaba conduciendo a un grado máximo de insatisfacción, dando lugar a
la frustración y pudiendo llegar a desembocar en depresión.
Por otra parte tendríamos el polémico estudio del Doctor Steve Stewart-
Williams[14], en el cual se documentaba que tanto hombres como mujeres,
no se sentían cómodos a la hora de formar una pareja con una persona que
ha tenido un estilo de vida promiscuo. Es decir, a las personas les cuesta
tomarse en serio a una potencial pareja si ésta ha recibido en su cama a un
alto número de amantes. Claro que, siendo honestos, debido a la
hipergamia, la mujer puede llegar a olvidar el pasado sexual y
autoengañarse pensando que únicamente va a mantener una relación sexual,
y antes de darse cuenta, acabará quedándose pillada por esa persona con
mucha mayor probabilidad. Y es que todo indica que el hombre tiene más
dificultad para olvidar el pasado sexual de una mujer y mucha más
dificultad para tomar en serio como pareja estable a una mujer que ha
tenido una extensa actividad sexual. Recordemos que aquí intervienen
muchos factores, entre ellos el espíritu competitivo del hombre. Si a una
mujer la ha podido tener todo el mundo, ¿qué mérito tiene quedarme con
ella?. El hombre prefiere las cosas difíciles pero alcanzables, o al menos
tener la sensación de que va a lograr aquello en lo que otros han fracasado.
En este sentido, el cerebro de la mujer funciona de diferente manera,
estando una mujer dispuesta a intentar conseguir lo que otras no han
conseguido: convertir al hombre promiscuo en un hombre fiel dentro de una
relación estable. ¡Que tengas suerte guapa!
El hombre, por el contrario, no tiene problemas a la hora de tener sexo
con mujeres promiscuas, pero suele descartarlas como candidatas a la hora
de tener una relación formal. Y en breve veremos otra razón por la que el
pasado sexual podría ser importante.
Volviendo a mi perfil Grey, podríamos decir que tuve algunas
experiencias dignas de mencionar. Observé algo insólito, y es que la
mayoría de estas mujeres, cuando se decidían a quedar, no lo hacían en un
bar para conocerse. La gran mayoría, por algún motivo, preferían quedar
directamente en su propia casa. Y esto sí que me chocó bastante. Una mujer
le está dando su dirección a un desconocido. Si bien es cierto que se puede
inferir en cierto modo el tipo de persona que se esconde tras un perfil
estando atentos a cómo se expresa y lo que dice, también debemos recordar
que existen personas hábiles con respecto a la manipulación y el engaño.
Llamémosla Nerea. Fue una de mis primeras citas usando el perfil Grey.
Por su forma de escribir, parecía ser una chica culta e inteligente, y además,
muy guapa. Decía no haber experimentado nunca eso de la sumisión, pero
tenía esta fantasía. Despertó mi interés por conocerla. Acordamos quedar en
algún bar a la hora que ella creyera conveniente. Le puse como condición el
quedar únicamente para conocernos, sin hacer absolutamente nada.
Finalmente cambió de opinión y me dijo que fuera directamente a su casa.
Me dio su dirección. Y esto llamó aún más mi atención, pues necesitaba
saber qué lleva a una mujer a actuar con este tipo de irresponsabilidad.
Cuando abrió la puerta de su piso y la vi, no podía creerlo. Esta mujer
era preciosa. Aquello puso mi mente a trabajar en todas direcciones.
Pasamos al salón donde intenté tener la conversación fría que iba a tener en
un inicio, pero no pude evitar interesarme por su vida más allá de la
temática dominación-sumisión. Efectivamente, Nerea, era aparentemente
inteligente, culta, con estabilidad laboral, guapa, agradable, simpática, etc.
Es decir, una mujer que a simple vista no debería tener dificultad para
encontrar la estabilidad emocional con una pareja. Escuchándola hablar sí
que podía observar cierta fragilidad en ella.
Lo único que me preguntaba a mí mismo era: “¿Por qué una mujer así
hace este tipo de locuras?” Luego, con más paciencia, llegué a pensar que
una mujer que queda directamente con un desconocido en su propia casa,
no es que sea una mujer frágil, sino que es una mujer que, por algún
motivo, ya está rota. Y aquello me dio por pensar también en otra cosa. Si
muchas de las mujeres válidas que he conocido en el pasado vivieran hoy
día en esta sociedad, posiblemente hubieran sido muy diferentes a lo que
conocí en otra época donde el entorno era muy diferente al entorno actual.
Y es que, como explicábamos en el libro Cenizas de prosperidad, el entorno
acaba haciendo estragos de una u otra forma. Y en estos momentos, el
nuevo entorno al que estamos sometidos, está llevando a las personas a la
decadencia en muchos aspectos. Tras este encuentro con sensaciones
extrañas en mente, decidí dar por finalizado mi cutre experimento y análisis
de conducta psicosocial. Eso sí, tenía pendiente una última cita con una
activista feminista. Pero de mi cita con esta mujer hablaré en el capítulo 5.

Estamos despertando a un gigante que estaba


aparentemente dormido.
Hace un par de años, tras acabar con la pareja que tenía en ese momento,
me quedé con un exceso de profilácticos, y no tenía intención de usarlos en
el corto plazo. Así que al ver a un grupo de cuatro chicas jóvenes (entre 19
y 24 años) a las que conozco y que tienen una vida sexual muy activa,
decidí ir a casa para cogerlos y regalárselos, pues pensé que ellas les
sacarían más provecho que yo. Para mi sorpresa, tres de ellas me dijeron
que no usaban preservativos en sus relaciones sexuales, pues tomaban la
píldora anticonceptiva. Sólo una de ellas los aceptó, diciéndome: “Yo sí los
uso, aunque sólo cuando hago penetración anal”. Sí, querido lector, más o
menos así me quedé yo. Hacía tan sólo unas semanas, otra chica, amiga de
este mismo grupo, tenía la preocupación de que posiblemente se había
quedado embarazada de un chico al que había conocido aquella misma
noche en una discoteca. Lo hacen con desconocidos sin usar preservativo.
Y es que la gente joven no le tiene miedo a las enfermedades de transmisión
sexual. De hecho, no están preocupadas al no conocer siquiera su existencia
y mucho menos sus peligros. Claro que, esto ya no va de gente joven, pues
incluso los adultos le han perdido miedo al VIH, una pandemia olvidada,
pero que sigue estando presente. Estamos a punto de volver a despertar a
este gigante aparentemente dormido.
Los nuevos casos de VIH llevan más de una década en descenso. Esto
no significa que haya desaparecido. Sigue estando ahí y se siguen
diagnosticando nuevos casos cada día, pero el número de nuevos casos ha
estado descendiendo de forma paulatina. Pues bien, este descenso se está
comenzando a desacelerar. Es decir, estamos a punto de que un año se
diagnostiquen el mismo número de casos que el año anterior, y a partir de
ahí, volvamos a la senda alcista de nuevos casos de VIH. Algo que no sería
demasiado extraño, teniendo en cuenta que la promiscuidad y pérdida de
miedo entre los jóvenes —y no tan jóvenes— también se encuentra más
alcista que nunca. En cuanto alcancemos el punto clave del que hablaba
Malcolm Gladwell en su libro titulado con este mismo término, “El punto
clave”, la pandemia volverá a ser preocupante e imparable, teniendo en
cuenta las conductas sexuales de hoy día.
Según los datos de la OMS, el 11% de los nuevos diagnósticos de VIH
en España provienen de jóvenes entre los 15 y los 24 años. No es de
extrañar que la cifra esté aumentando entre estas edades si tenemos en
cuenta que para ellos, el VIH es algo que posiblemente hayan escuchado de
pasada, pero que, al igual que en los años 90, piensan que es cosa de
homosexuales o personas ajenas a ellos. Si bien es cierto que el VIH se
sigue dando con más frecuencia entre hombres que practican sexo con otros
hombres, más cierto aún es que los nuevos casos se están disparando entre
personas que mantienen relaciones heterosexuales. Debemos recordar, para
no olvidar lo que ocurrió en los años 90, que existe algo que se llama
bisexualidad, por lo que algunos hombres que mantienen relaciones
sexuales con otros hombres, también las mantienen con mujeres.
El mayor problema del VIH es que un alto porcentaje de los
seropositivos no saben que son seropositivos, por lo que mantienen
relaciones sexuales con otras personas dentro de la nueva moda sexual, que
no deja de ser variada y desprotegida. Esto respondería a la pregunta que
hacíamos en el apartado anterior: ¿Importa la conducta y hábitos sexuales
de una persona con la que vas a tener encuentros sexuales? Importa desde
muchos puntos de vista, pero para este punto en cuestión, importa bastante.
En el gráfico 1 puedes ver la evolución de las principales enfermedades
de transmisión sexual (ETS). Si fueran gráficos de acciones te recomendaría
que invirtieras, pues tienen toda la pinta de que van a seguir subiendo. El
aumento de gonorrea, sífilis y clamidia es preocupante, pero tampoco hay
que olvidar otra ETS algo más obviada, como es el virus del papiloma
humano (VPH). Este virus es la infección de transmisión sexual más
frecuente en nuestros días. Tal es así que se estima que más del 80% de las
personas entre los 15 y los 50 años de edad, o han tenido contacto con este
virus o se infectarán por él — al menos una vez— a lo largo de su vida.
Gráfico 1
El problema del VPH es que es el gran incomprendido entre la población
sexualmente activa. Tal es así que cuando en un círculo de amigos se habla
de enfermedades de transmisión sexual, casi nadie lo nombra. Otros piensan
que es solo un problema para las mujeres. Y es cierto que las mujeres
pueden tener mayores problemas que los hombres con este virus, pero el
hombre también puede sufrir sus consecuencias, sobre todo si mantiene
relaciones sexuales con mujeres.
Se han encontrado más de 150 tipos diferentes de VPH (tipos de cepas),
de los cuales, 40 cepas de este virus pueden infectar con mayor facilidad las
mucosas genitales y anales de ambos sexos. La mayoría de estas cepas no
suelen causar mayores problemas de salud, pues tu sistema inmunológico
las puede eliminar. En otros casos, el virus en sí no manifiesta ningún
síntoma en la persona infectada. Y esto hace que algunas personas sigan con
su actividad sexual sin ser conscientes de que están infectadas por el VPH.
El problema con este virus es que algunas de sus cepas podrían acabar
derivando en cáncer. En otros casos causan lesiones precancerosas, es decir,
un crecimiento anormal en alguna zona que en principio no es cancerosa,
pero que podría, en un futuro, acabar por convertirse en cáncer.
Parte de la comunidad médica ya ha advertido de que están viendo un
aumento en los cánceres de lengua, faringe o laringe (entre otros),
posiblemente, debido al virus del papiloma humano. Cabe recordar que
desde que una persona se contagia por el VPH hasta que aparece un cáncer
provocado por el virus, pueden pasar 5 años, 10 años e incluso 15 años.

Entonces repetimos la pregunta que dejamos sin responder anteriormente.


¿Importa la vida sexual de la persona con la que vas a tener relaciones
sexuales? Por supuesto que importa. Teniendo en cuenta el nivel tan
elevado de promiscuidad y las estadísticas que muestran un claro aumento
de enfermedades de transmisión sexual —Sin olvidar que las estadísticas
únicamente muestran las personas que tienen un diagnóstico, y que debe
haber otras muchas que no saben que son portadoras de una ETS— , lo más
sensato es tenerlo en cuenta, pues la posibilidad de contagiarte aumenta
conforme aumenta el número de portadores de ETS (Esto no es ciencia
espacial).
Ahora bien, está claro que hay maneras de disminuir esta probabilidad.
Hervir a una pareja para desinfectarla antes de acostarte con ella no es
viable ni contemplamos esa posibilidad. Sin duda, las recomendaciones son
bastante evidentes. Como damos por hecho que la abstención absoluta
tampoco es una opción viable, sí que se recomendaría limitar el número de
parejas sexuales, usar protección en cada encuentro sexual o mantener
relaciones sexuales únicamente con una persona que no tenga ninguna ETS
y que sea fiel. De esta manera, puedes realizar todo tipo de prácticas
sexuales y disfrutar mucho más del sexo en confianza.
Con el uso de protección —preservativos en este caso— es cierto que
eliminamos gran parte del riesgo, aunque no el 100% en la mayoría de
enfermedades de transmisión sexual. En el caso del VPH, el preservativo es
donde menos practicidad encontramos, pues los propios fluidos y roce de
piel con piel pueden ser suficientes para contagiarte. De hecho, aunque
poco probable, no es del todo descartable que una persona se pueda
contagiar incluso con besos profundos. En este sentido, no todos los
científicos se ponen de acuerdo. Algunos dicen que sí existe posibilidad,
mientras que otros aseguran que la probabilidad es nula. Si algo debemos
saber con respecto a la ciencia es que nunca existe el 100% de certeza en
algo.
Personalmente siempre he dicho que soy de esos hombres que disfrutan
del sexo en pareja mucho más que teniendo relaciones sexuales por aquí y
por allá. Y no lo digo desde un punto de vista conservador, sino desde cierto
grado de lógica, pues conocer los gustos sexuales de una persona y tener
confianza con ella puede hacer que el sexo sea mucho más placentero. Creo
que se puede llegar a disfrutar mucho más bajo el manto de la confianza
que te proporciona una pareja estable, aunque soy consciente de que la
estabilidad en pareja hoy día se ha convertido en algo verdaderamente
complicado.

Los senderistas de Tinder tienen más probabilidad de


contagiarte una ETS.

Tras terminar su relación tóxica de 5 años, Vanessa, una funcionaria de la


administración, pronunció las famosas palabras que tanto circulan por las
redes sociales: “Ahora voy a comenzar a valorarme más a mí misma”. Por
algún motivo, estas palabras chocan bastante con las acciones que
posteriormente realizan aquellas personas que las pronuncian, pues la forma
en que Vanessa comenzó a valorarse a sí misma fue abrirse una cuenta en
una aplicación de citas dispuesta a tener una vida sexual mucho más activa
con todo tipo de hombres. Eso sí, Vanessa tenía muy claro que ahora
elegiría a hombres muy diferentes a su expareja, es decir, hombres que se
cuidaran físicamente, deportistas y, a fin de cuentas, gente de vida sana por
dentro y atractiva por fuera.
Una forma de crear interés en las aplicaciones de citas, según las
recomendaciones de los expertos en la materia, es crear perfiles aventureros
que muestren un estilo de vida saludable. No es casualidad que la mayoría
de perfiles en Tinder parecieran estar hechos con la misma plantilla,
siguiendo un mismo abecé: foto donde sales elegante, foto haciendo
senderismo, alpinismo o montañismo, y alguna foto donde, de forma
discreta y casi inintencionadamente, dejes entrever tus avances en el
gimnasio —suele ser una foto en la playa o piscina—. Pero lo más
importante, el espíritu aventurero y saludable. Si bien no existe un estudio
estadístico oficial, sí que podríamos inferir una correlación entre la apertura
de una cuenta en una aplicación de citas con la inscripción a un grupo de
senderismo o similares. Vanessa, en su proceso por valorarse a sí misma,
hizo ambas cosas (abrió cuenta en Tinder y comenzó a hacer senderismo
cada fin de semana).
Al ser una mujer bastante guapa, los matches se le comenzaban a
acumular. Comenzó a planificar sus citas con entusiasmo, pues ésto era un
mundo totalmente nuevo e interesante para ella. Y durante ese primer mes
llegó a tener bastantes citas. En algunas no hubo feeling y otras acabaron en
una noche de sexo pasional. Por primera vez en su vida, Vanessa descubría
un nuevo mundo donde poder disfrutar del sexo a la carta. Y como suele
ocurrir en estos casos, todo marcha bien dentro del sexo esporádico sin
compromiso hasta que conoces a una persona que hace que tu cerebro
comience a preparar el cóctel de neurotransmisores (dopamina,
norepinefrina y serotonina) que dan paso a lo que conocemos como
enamoramiento. Pero en el caso de Vanessa, la persona que le hizo perder la
cabeza, no la conoció a través de Tinder, sino dentro del grupo de
senderismo. Fue Roberto, un hombre bastante guapo, atractivo, simpático y
en una situación similar a la de Vanessa, pues había salido de una relación y
no quería nada serio con una mujer (se estaba valorando a sí mismo
también). Roberto también tenía cuenta en Tinder. Y así surgió un interés
mutuo entre ambos participantes del grupo de senderismo. Aquello no duró
mucho, pues Vanessa cometió el error de mostrar demasiado interés por
Roberto, un hombre que pertenece a ese 10% de perfiles de Tinder que
logra captar la atención de las mujeres más atractivas.[15] Esta muestra de
interés de Vanessa provocó el desinterés de Roberto. Recuerda que
valoramos mucho más lo que no tenemos que aquello que ya tenemos.
Cuando Vanessa se enteró de que Roberto había seguido teniendo citas
por Tinder, decidió dejar a Roberto y volver a valorarse aún más a sí misma.
Es decir, ahora, en lugar de tener 3 citas a la semana, intentaría tener el
doble, teniendo en mente que “un hombre únicamente sirve para lo que
sirve, porque los hombres son nosequé y nosecuanto. A partir de ahora sólo
para sexo”, se recordaba Vanessa a sí misma. Ni que decir tiene, que
mientras Vanessa se siente dolida por un amor no correspondido hacia un
hombre que pasa olímpicamente de ella, Vanessa pasa también
olímpicamente de decenas de hombres que la podrían corresponder y que,
seguramente, estos hombres no serían nosequé y nosecuanto. Y así, de esta
manera, entre cita y cita, y entre buenos y malos polvos, pasaron las
semanas. Cierto día, Vanessa comenzó a sentirse mal. Tenía fiebre, dolor
muscular y dolor de garganta, y estando aún en plena pandemia de
coronavirus, pensó que posiblemente fuera debido a que se había
contagiado de COVID-19. Se hizo la prueba y el resultado fue negativo, por
lo que pensó que, posiblemente, fuera una gripe. Pero los síntomas no
desaparecían, e incluso, cada vez comenzaba a sentirse peor, encontrando
nuevos síntomas. Finalmente se dirigió al médico y tras realizarle algunas
pruebas obtuvo su diagnóstico. Vanessa tenía sífilis. En estos casos,
siguiendo el procedimiento, el médico recomienda a Vanessa que llame a
aquellas personas con las que ha mantenido relaciones sexuales para
recomendarles que se hagan la prueba, evitando de esta manera que se siga
propagando la ETS y que conozcan al menos la posibilidad de que podrían
ser portadores de ella. Por suerte, Vanessa tiene tarifa plana con su
compañía de telefonía, pues va a tener que realizar bastantes llamadas.
Vanessa sospecha de algunas de sus citas de Tinder, sobre todo, de
aquellos hombres con los que quedó y que no tenían un estilo de vida muy
saludable. Cuando piensa en quién la ha podido infectar con sífilis, repasa
mentalmente a todas y cada una de sus citas, pero curiosamente, descarta a
Roberto (el senderista). Más adelante se acabaría descubriendo que otra de
las chicas del grupo de senderismo también tenía sífilis, al igual que la
pareja de esta mujer. Todo indica que esta propagación de sífilis comenzó
con Roberto —al menos dentro del grupo de senderistas—. Éste se lo
contagió, no sólo a Vanessa, sino a otra de las chicas que hacía senderismo
en ese grupo, por lo que esta chica se lo contagió también a su pareja, la
cual desconocía que su saludable novia hacía otro tipo de ejercicios con los
chicos del grupo de senderistas. Y a su vez, tanto Roberto como Vanessa
continuaron propagando la sífilis a través de sus citas por Tinder. Y así
comenzó uno de los mayores repuntes en casos de sífilis que hemos tenido
en la provincia de Granada y Málaga, siendo una aplicación de citas un
excelente propagador. Imaginemos por un momento que en lugar de estar
hablando de sífilis, estuviésemos hablando de VIH. ¿Los portadores de
sífilis, Gonorrea y VIH no hacen senderismo?¿No son atractivos?
Si hablamos de probabilidad y estadística, no hay que ser Albert
Einstein para saber que una vida sexual más activa, conlleva más riesgo de
contraer cualquiera de las ETS de las que hemos nombrado en el apartado
anterior. Si tenemos en cuenta que las personas atractivas tienen más
facilidad a la hora de tener una cita sexual, también serían las más
propensas a contraer una ETS, y, por consiguiente, más propensas a la hora
de transmitirla y propagarla. Al igual que ocurrió en la década de los 90 en
Estados Unidos, la mayor propagación de VIH en algunas ciudades se debió
a un grupo muy reducido de personas que más adelante se les denominaría
“los super-contagiadores”, siendo personas que juegan un papel importante
en la propagación de una pandemia. Solían ser personas con mucha
facilidad para mantener relaciones con el sexo opuesto, pues aquí entra en
juego un peligroso sesgo psicológico: el sesgo de efecto halo.
Este sesgo psicológico nos hace atribuir a algunas personas ciertas
características o propiedades guiándonos únicamente por su aspecto físico.
Es decir, una persona es atractiva, por lo que debe ser también más
competente para ciertas tareas. Es más probable que identifiquemos de
forma inconsciente a una persona atractiva como más saludable, y por tanto,
eludimos la posibilidad de que esa persona sea portadora de una
enfermedad de transmisión sexual, siendo más propensos a bajar la guardia
hacia una relación sexual desprotegida. De forma inconsciente, cuando
vemos a una persona físicamente atractiva, automáticamente la asociamos
con una persona con buena salud en general.
Según las investigaciones, las mujeres (al igual que los hombres) son
más propensas a tener sexo sin protección con una persona atractiva. Si a
ésto le añadimos que, además, esa persona lleva —o aparenta llevar— un
tipo de vida saludable, nuestra cabeza automáticamente descarta la idea de
que esa persona pueda ser portadora de alguna enfermedad de transmisión
sexual, por lo que la mujer bajará la guardia a la hora de protegerse en sus
relaciones sexuales; algo que no haría, en la mayoría de los casos, con una
persona físicamente menos atractiva o con un tipo de vida menos saludable.
Y aquí es donde olvidamos que las enfermedades de transmisión sexual no
entienden de atractivo físico, y únicamente entienden de cuántas veces has
tenido sexo de riesgo con otras personas que eran portadoras de alguna
ETS. A mayor actividad sexual, mayor probabilidad de dar con una persona
que en ese momento esté infectada por alguna ETS, y por tanto, mayor
probabilidad de ser infectado. La estadística dice que a mayor interacción
sexual, mayor probabilidad de contraer una ETS; a mayor atractivo, mayor
probabilidad de interacción sexual; a mayor atractivo, más probabilidad
existe de tener interacciones sexuales desprotegidas, deduciendo de esta
manera que a mayor atractivo, mayor probabilidad de contraer una ETS —
siempre y cuando uses el atractivo para tener más interacciones sexuales,
claro—.
Así que no, el hecho de que una persona lleve un estilo de vida
saludable, no fume, no beba y haga senderismo, no es un indicador fiable de
su salud en cuanto a enfermedades de trasmisión sexual, si esta persona no
limita también sus interacciones sexuales. Ser una persona atractiva y hacer
senderismo se ha convertido en algo muy peligroso (Nótese la ironía, por
favor).

¿Es tu forma de vestir un acto de llamada de


atención y solicitación?
Es muy posible que la ciencia del cortejo o flirteo siga siendo la misma que
hace miles de años, aunque con algunas nimias alteraciones. ¿Quién da el
primer paso en un acercamiento entre un hombre y una mujer? La opinión
popular —e incluso la observación— nos diría que es el hombre el que da
el primer paso. Tanto hombres como mujeres están de acuerdo en que es el
hombre el que decide acercarse a una mujer para hablar con ella, o bien con
intención de formar pareja o bien con intenciones sexuales. Pero la
evidencia científica nos dice que en la mayoría de los casos, ésto no sucede
exactamente así.
Todo indica que el acercamiento de un hombre a una mujer es el paso
posterior a un paso previo que ha dado la mujer. Los psicólogos
conductuales han dedicado muchas horas al estudio del flirteo. Tras la
observación en bares de solteros, notaron que los hombres no se acercan a
una mujer si ésta no ha lanzado ciertas señales a las que llaman “conductas
de solicitación”. Estas conductas son aquellas que provocan que un hombre
se acerque al poco tiempo de darse. A menudo son pequeños gestos como
una ligera mirada, una sonrisa, acicalarse, cambiar hacia una postura algo
más insinuante, etc. Estos investigadores fueron capaces de predecir con
bastante exactitud qué mujer sería invitada a bailar o tomar una copa en los
próximos 10 minutos tras realizar algunas de estas conductas de solicitación
—recorrer con su mirada el establecimiento, sonreír o alisarse el pelo entre
otras conductas—.
Descubrieron que incluso una mujer menos atractiva podía recibir la
entrada de muchos más chicos que aquellas otras mujeres más atractivas
que no mostraban este tipo de conductas. La creencia popular y, de hecho,
algunos investigadores, han llegado a comparar el cortejo humano con el
cortejo de otros mamíferos, pero lo cierto es que existe una pequeña
diferencia. Podríamos decir que en todas las especies —tanto la humana
como la animal— es la hembra la que decide con quién formar pareja. Y
aquí tendríamos la primera diferencia entre los animales y los humanos, y
es que si bien existe en todas las especies la llamada de la biología, el ser
humano —en su mayoría— evoluciona gracias al aprendizaje y el
condicionamiento. En este sentido, el macho animal, una vez que es
elegido, no piensa, y únicamente se deja llevar por sus instintos
absolutamente biológicos. No piensa en si la hembra es fácil o difícil, si
mañana le dejará por otro o si es una interesada o no. Simplemente se deja
llevar por su instinto animal. En este sentido, los hombres que son
dominados únicamente por sus instintos sin pensar en las consecuencias —
o que se pasan todo el día pensando en tener sexo— estarían institivamente
más cerca del animal que del humano, al menos en lo que se refiere a
inteligencia bruta, pues han quedado atrasados en el proceso evolutivo dado
por el condicionamiento, el aprendizaje y la experiencia. Y es que aquí se
produce cierta paradoja. La ciencia dice que tener más sexo aumenta tu
inteligencia, pero al mismo tiempo, estar únicamente pensando en sexo la
disminuye. De hecho, el prototipo de hombre semental hoy día, se asocia a
un bajo cociente intelectual. Así lo reflejaba un estudio difundido por
Medical Daily, en el cual revelaban que las personas altamente inteligentes
suelen tener menos actividad sexual, entre otras cosas porque reducen de
forma considerable el número de parejas. La otra lectura es que las personas
inteligentes, saben que el sexo es únicamente otra cosa más que nos da la
vida, pero no lo único que importa en la vida. De hecho, en otros estudios
se ha determinado que las personas que accedían a mejores universidades y
que acababan teniendo más éxito en la vida, habían comenzado a tener sus
relaciones sexuales a edades más avanzadas, siendo ésta una clara señal de
que estas personas tenían unos objetivos mucho más claros en la vida. Es
decir, el sexo podía esperar. Otros estudios han afirmado rotundamente que
las personas más activas sexualmente (más promiscuas) acaban padeciendo
muchos más problemas psicológicos y patologías que aquellas personas
más selectivas o conservadoras sexualmente.
La otra diferencia en las conductas de flirteo con respecto al mundo
animal se da cuando tenemos en cuenta cómo funcionan ambas especies. En
el reino animal, la conducta de solicitación es iniciada por los machos, los
cuales atraen la observación de la hembra, y una vez que la hembra observa,
procede a la elección. Por ejemplo, en el caso de los pájaros pergoleros,
éstos construyen prácticamente obras arquitectónicas con todo tipo de
decoraciones con el fin de atraer a las hembras. La hembra identificará las
habilidades de este macho, y si es elegido, construirá un nido junto a la obra
arquitectónica del macho en señal de aceptación de apareamiento. Esto
también podría tener cierta similitud con el reino humano, debido a la
hipergamia, donde una buena obra arquitectónica también puede atraer a la
hembra. Nuevamente aquí se da el poder de la biología y nuestra similitud
con el reino animal.
Con los pavos reales ocurre algo similar, y es que los machos se suelen
reunir en un mismo lugar, donde cantan, bailan y abren sus alas para
mostrar todo su colorido. Una forma de atraer hembras es convertirse en el
macho dominante, por lo que los pavos reales hacen uso de su gran apertura
de alas para mostrar más tamaño y asustar a otros machos. Aquellos pavos
reales que permanecen en el centro del lugar, suelen ser los que la hembra
acaba escogiendo para el apareamiento. Con los pavos reales ocurre algo
similar a la aplicación de Tinder, y es que el 5% de los pavos reales copulan
con la mayoría de las hembras, mientras que el resto se quedan sin nada.
En cambio, en el reino humano —siguiendo la investigación de los
analistas de la conducta del flirteo—, es la propia hembra la que atrae la
atención de los machos a través de las señales de solicitación, y una vez se
produce el acercamiento de los machos, la hembra comienza su proceso de
selección en base a toda una serie de factores tanto innatos como
aprendidos o condicionados, pero que a grandes rasgos no es diferente al
reino animal, pues al igual que con el pavo real, puede ayudar el tamaño de
sus alas (un cuerpo escultural), el colorido (belleza de su rostro) o una bella
estructura arquitectónica (€). En el reino humano hemos decidido no
llamarlo instinto biológico y le hemos puesto el nombre de hipergamia,
aunque no deja de ser un instinto biológico.
Aquí se produce la simplificación, sobre todo para el macho, el cual
interpreta como una conducta de solicitación la forma de vestir de una
mujer. Es decir, una mujer que viste demasiado provocativa, envía
solicitudes de acercamiento a otros hombres pues éstos interpretan —de
manera biológica-aprendida— la elección de vestimenta como una
conducta de solicitación. ¿Significa que la mujer decide vestirse de forma
provocativa con la intención de atraer a los hombres? No…. y…. sí. En
algunos casos, la forma de vestir que elige una mujer está condicionada por
el entorno. Recordemos que un instinto básico del ser humano es la
aceptación social—simplificación: gustar—, y no necesariamente desea el
acercamiento de hombres ni se trata de una conducta consciente de
solicitación directa. En otros casos, esa molestia de la mujer por el
constante acercamiento de hombres, no se debe al acercamiento abundante
de hombres en sí, sino al hecho de que no se ha acercado el pavo real
adecuado. Y sí, en otros casos, viste así porque, sencillamente, le da la gana.
Pero no te quepa duda de que la vestimenta es interpretada por el hombre de
forma inconsciente como una conducta de solicitación. Y para eso la
aplicación Tinder es un terreno digno de estudiar. Observa los perfiles y lee
sus textos, pues te darán un perfecto resumen de las conductas de
solicitación. Y es que sin ningún tipo de duda, toda persona que tiene una
cuenta de Tinder es porque desea algún tipo de interacción con el sexo
opuesto. Es decir, nadie se abre una cuenta en Tinder para luego molestarse
porque alguien le habla en Tinder. Algunos hombres y mujeres recurren al
humor como forma de atraer la atención. Otros hombres y mujeres recurren
directamente a lo visual, mostrando más carne de la que deberían mostrar
con el fin de atraer la atención del mayor número de hembras y machos.
Recordemos que nuestra conducta virtual es un reflejo bastante exacto de
nuestra conducta fuera de las aplicaciones, por lo que las llamadas de
solicitación son exactamente las mismas dentro de las limitaciones que
tenemos en el mundo virtual.
Pero la forma de vestir, desde un punto de vista más psicológico-
sensorial, no sólo se convierte en una conducta de solicitación, sino que
también se convierte en una “solicitación seleccionadora”, y por tanto, a su
vez, también descartante. Es decir, si vistes y te maquillas con estilo gótico,
de forma consciente o inconsciente, estás enviando una señal
seleccionadora. Es más probable que atraigas el interés de otra persona
gótica que de una persona más conservadora. Si vistes de una forma
extremadamente elegante, de forma indirecta estás descartando a cierto
público, aunque ésto no evitaría que se acerque otro tipo de público, y más
si el atractivo físico acompaña. Y esto se ha demostrado una y otra vez con
diferentes experimentos conductuales, tanto en hombres como en mujeres.
Un hombre apuesto, con peinado clásico y vestido de traje en un local de
ocio, atraerá menos mujeres, pero de mayor nivel cultural y una mejor
posición socioeconómica, mientras que ese mismo hombre, vestido con un
atuendo más a la moda actual, posiblemente atraiga a un mayor número de
mujeres, pero de menor nivel cultural.
A la inversa funciona igual. Una mujer vestida de traje (chaqueta y falda
hasta las rodillas), atrae el interés de un grupo concreto de hombres,
mientras que produce el alejamiento de otro grupo de hombres. A medida
que se aumenta el tamaño de piel visible a la hora de vestir, aumenta de
forma exponencial la atención de grupos más amplios de hombres. De la
misma forma, se ha comprobado que a medida que aumenta la vestimenta
provocativa, aumentan las proposiciones meramente sexuales, pues las
personas tenemos activado un sistema muy básico de interpretación de
señales. Se puede considerar justo o injusto, pero es una realidad que
funciona para ambos sexos.
4

Hombres VS mujeres: la batalla del siglo


XXI

“Un día el movimiento feminista está luchando por los derechos y libertades de la mujer, y
sin saber qué pasó, a otro día quieren separar las gallinas de los gallos, porque los gallos
violan a las gallinas”

N
o voy a ser tan hipócrita como para no justificar la entrada de la
ideología feminista y la lucha de la mujer por ganar su derecho a la
igualdad, como ya ocurrió en la primera ola del feminismo, pues es
innegable e irrefutablemente indiscutible que la mujer, a lo largo de los
tiempos ha sido cosificada, menospreciada e infravalorada, llegando a ser
en términos legales algo más parecido a una propiedad que a un ser humano
libre. Si retrocedemos en el tiempo, podemos contraponer diferentes
lecturas donde, por un lado, la mujer sería víctima de una sociedad machista
desde el principio de la historia, siendo la responsable incluso de todos los
males de la humanidad, provocando que todos los humanos fueran
expulsados del paraíso terrenal—según los textos bíblicos—, a pesar de que
fue Adán el que comió la fruta prohibida.
Incluso en la literatura griega ya se expresaban con total normalidad los
comportamientos de violencia hacia la mujer, pues el Dios Zeus pegaba de
forma frecuente a su mujer Hera. Todas las religiones —cristiana,
musulmana, judía, budista…— de una u otra forma, socavan el valor de la
mujer, siendo la religión musulmana la que más cosifica a la mujer, pues en
los países islámicos, la religión es la ley, y por ley, según las normas
islámicas, la mujer se considera propiedad privada del marido, permitiendo
—e incluso obligando— al marido a educar a su mujer rebelde a base de
golpizas, incluso llegando a exonerar de toda responsabilidad penal a aquel
marido que, ejerciendo su derecho a educar a su mujer a través de un
castigo físico, acabe provocando el fallecimiento de su mujer. En la antigua
Roma, la mujer era considerada como un ser inferior, una especie de bien
material que su marido podía vender, pegar e incluso matar sin que ello
tuviera absolutamente ninguna responsabilidad penal.
Pero no debemos irnos tan lejos ni retroceder tanto en el tiempo, pues
en España, el Código Civil de 1889 contemplaba a las mujeres como
menores de edad, las cuales eran seres dependientes de su padre en primer
lugar y, posteriormente, de su marido. La mujer necesitaba el permiso
explícito de su marido para trabajar, vender sus propios bienes o realizar
cualquier compra de bienes con su propio dinero. No podía abrirse una
cuenta bancaria ni obtener un pasaporte. Es más, incluso la ley justificaba la
violación si se consideraba que la mujer tenía comportamientos promíscuos.
Y todo esto ha estado sucediendo, y nadie puede cuestionar que la mujer ha
sufrido una grave cosificación, siendo sometida a unas leyes que no
contaban con ella, y que incluso la perjudicaban. Evidentemente, la mujer
tenía mucho por lo que luchar para poder adaptarse a una sociedad que la
dejaba al margen como persona individual, pues era considerada más bien
una propiedad de su marido.

Mujeres y niños primero. El amor incondicional


hacia la mujer.
De forma paralela a lo dicho anteriormente, y como si de una cruel
controversia se tratara, el hombre, desde el principio de los tiempos, ha
amado a la mujer más que a sí mismo. Los hombres han estado dispuestos a
morir por su mujer desde el principio de la humanidad. Y es que, mientras
en una comunidad exista una mujer, la comunidad seguirá existiendo. La
mujer tiene lo más bello que puede tener un ser humano: la capacidad de
crear vida y mantener la continuidad de la comunidad; el linaje; la familia;
la propia especie humana. Expresado de esta manera, podríamos pensar que
están hablando los genes heredados de nuestros ancestros, pero lo cierto es
que el hombre ha protegido a su familia incluso costándole su propia vida,
porque su vida y su razón de existir, precisamente, era su familia. Y su
mujer era el núcleo principal de la familia, engendradora, cuidadora de su
descendencia y compañera de vida. El hombre simplemente era el pilar que
protegía al núcleo principal de la familia: la mujer y su descendencia.
El valor varonil y el amor hacia la mujeres se expresó de forma brillante
en el naufragio del navío HMS Birkenhead el 26 de febrero de 1852, a 140
km de Ciudad del Cabo en Cape Colony, cuando la nave, condenada al
inevitable hundimiento, fue testigo de uno de los actos más heróicos que se
han presenciado. Y es que en tales circunstancias de caos, los oficiales del
navío podrían haber gritado un “sálvese quien pueda”, pero al haber dentro
del navío, no sólo soldados, sino también mujeres y niños, y ante la escasez
de botes salvavidas útiles, los oficiales ordenaron a los soldados que
formaran filas a bordo, de forma que, tras el grito de “mujeres y niños
primero”, las mujeres y los niños pudieran abordar los botes salvavidas con
seguridad, mientras que los soldados, completamente inmóviles en tal
escenario y, a sabiendas de que cada segundo más que permanecieran en el
barco aumentaría las posibilidades de perecer en el mar, se mantuvieron en
formación[16]. Únicamente se salvaron 193 personas de las 643 personas que
viajaban a bordo. Podrían haberse salvado muchos más, pero esperaron a
que las mujeres y los niños estuvieran a salvo. Aquel acto de caballerosidad
y valentía se convirtió en el protocolo estándar[17] en caso de naufragios y
catástrofes. Además, suponemos que quedó grabado socialmente como un
protocolo de caballerosidad a la hora cruzar una puerta: “las damas
primero”.

El protocolo “las damas primero”, es en


realidad una conducta machista.
Lo cierto es que es que eso de “las damas primero”
a la hora de cruzar una puerta, es un invento para
que el hombre pueda mirarle el trasero a una
mujer de forma disimulada sin que ésta le vea.
Es broma
Durante el hundimiento del RMS Titanic la madrugada del 15 de abril de
1912, el comandante Edward John Smith también aplicó este protocolo de
“mujeres y niños primero”.
Como podemos ver, por una parte, las mujeres han sido cosificadas,
sometidas, menospreciadas e infravaloradas por una sociedad que,
efectivamente ha tenido actitudes machistas, y ciertamente ha existido un
heteropatriarcado socialmente dominante. Por otra parte, para la sociedad,
la mujer ha sido la prioridad absoluta a la hora de proteger su vida cuando,
en igualdad de peligro entre hombres y mujeres, los hombres han estado
dispuestos a entregar su vida por las mujeres.
De una u otra forma, es cierto que durante mucho tiempo, algunas
mujeres han sido víctimas de violencia por parte de sus maridos y parejas, y
más cierto aún, si cabe, estos hombres lo hacían con total impunidad. Por
supuesto que está más que justificada la lucha de la mujer por sus derechos,
y como es evidente, se crearon leyes para asegurarse de que las mujeres
maltratadas encontraran justicia y, los hombres maltratadores fueran
ajusticiados.

En el siglo XXI todo cambió.


Si nos dirigimos directamente al actual siglo XXI, concretamente al 28 de
Diciembre de 2004, momento en que se aprobó la ley Integral contra la
Violencia de Género en España, por fin la mujer tuvo a su alcance todo el
apoyo necesario en caso de ser víctima de violencia de género, activando un
protocolo donde, en caso de denuncia por maltrato, el hombre sería
inmediatamente detenido, expulsado de la vivienda marital y, en muchos
casos, negándole el derecho a ver a sus hijos hasta la celebración del juicio
o hasta que un juez lo considerase oportuno. Y si un hombre ha maltratado a
su mujer, en mi opinión personal, sin ningún tipo de duda, lo veo un castigo
justo. Pero entonces ocurrió lo inesperado.
Nadie contó con el hecho de que la mujer, al igual que el hombre,
puede ejercer mucha violencia, incluso un tipo de violencia más cruel que la
física. Y es que la ley contemplaba diferentes ayudas económicas y otros
beneficios para las mujeres víctimas de violencia de género, así como un
ministerio y asociaciones que recibían ayudas para luchar contra este
problema. Posiblemente, nadie contó con el hecho de que una mujer
también podía hacer uso del engaño tanto para obtener un beneficio
económico como para maltratar a su marido. Comenzaron a llegar las
denuncias falsas, y muchos hombres inocentes comenzaron a ser detenidos
injustamente, sin haberle puesto la mano encima a su mujer. Otras mujeres
usaron a sus propios hijos como armas para vengarse de sus maridos. Con
el discurso de la existencia de un viejo patriarcado, se pasó a una especie de
matriarcado, donde en caso de divorcio, la mujer lo tenía todo mientras que
el hombre se quedaba sin nada. Y tampoco podía protestar demasiado, pues
su libertad física dependía de la bondad o maldad de su ex mujer, la cual
tenía el poder legal para encerrarlo en un calabozo durante unos días en
cuanto ella quisiera.
Comenzaron a darse casos donde, en un divorcio amistoso, algunas
mujeres eran asesoradas —incentivadas y motivadas— por los propios
abogados de que tenían la posibilidad de conseguir una ayuda económica
que se podía extender hasta los 24 ó 36 meses. ¿Qué debían hacer?
Simplemente poner una denuncia por maltrato. Y lo que comenzaría siendo
un divorcio amistoso, acabaría derivando en un divorcio hostil, pues el
riesgo/beneficio compensaba. Únicamente por poner la denuncia, la mujer
ya era apta para recibir la ayuda, independientemente de si, posteriormente,
el juez determinaba que el marido no sería condenado al no haber pruebas
suficientes. Incluso en ese caso, la mujer no debía devolver el dinero que
había recibido. Incluso aprovechando las leyes españolas, comenzaron a
darse casos de parejas extranjeras que acordaban interponer una denuncia
por malos tratos, para así obtener una ayuda económica en suelo español.
En España también se podía obtener el permiso de residencia de forma
automática por el simple hecho de poner una denuncia por violencia de
género. También aparecieron algunas redes criminales que tramitaban
permisos de residencia, siendo uno de los pasos el poner una denuncia por
violencia de género para así hacerse con un porcentaje de las rentas
mensuales que cobraban las falsas víctimas de violencia de género. Y con
todo esto no quiero que nadie me malinterprete, pues soy plenamente
consciente de que existen hombres maltratadores y que cada año mueren
mujeres a manos de sus parejas, pero todos debemos ser conscientes de que
la maldad no entiende de género, y que algunas mujeres han aprovechado
las leyes para beneficiarse y perjudicar a los hombres. Y son las propias
mujeres —incluídas las activistas feministas— las que deberían estar en
guerra contra estas mujeres —en lugar de negar su existencia—, pues son
las que realmente ponen en peligro al conjunto de la mujer.
Irónicamente, el propio discurso feminista radical tiene tintes machistas.
Y es que, en caso de divorcio, la custodia de los hijos, por defecto, pasa a
ser para la madre, por lo que es la propia ley, con el apoyo de la ideología
feminista la que dice que es la mujer la que debe encargarse de cuidar a los
hijos, y no el hombre. Nuevamente encontramos serias incongruencias a
conveniencia. De todas las olas del feminismo que han existido a lo largo de
la historia, el feminismo actual (considerado por los críticos como
feminismo radical), sin ningún tipo de duda, es el que más daño está
provocando a nivel social, pues nace de un odio hacia el hombre. De hecho,
es un tipo de ola feminista tan nociva que ni siquiera cuenta con el apoyo de
la mayoría de las mujeres. Si preguntamos a una mujer o a un hombre si
cree que hombres y mujeres deberían tener los mismos derechos,
encontraríamos que prácticamente todos te dirían que sí. En cambio, si les
preguntamos si apoyan el feminismo, la gran mayoría de estos mismos
hombres y mujeres te dirían que no. El feminismo actual desencadena
connotaciones negativas para la mayoría de la población. Este nuevo
feminismo no es una ola; es un tsunami, y no parte de una ideología
constructiva, sino de una ideología de destrucción. Destrucción de valores,
destrucción de la familia tal y como la conocemos, además de una
destrucción de la armonía entre hombres y mujeres.
En la actualidad (2022), Internet —con las redes sociales al frente— se
ha dividido en dos claros bandos. Por una parte, el discurso feminista
radical donde se muestra un odio jamás antes visto hacia los hombres,
tachándolos de potenciales violadores y maltratadores. Por otro lado, esos
hombres que, viendo el panorama y los discursos de odio de las mujeres
hacia los hombres, deciden combatirlo con el mismo odio. Artículos y
vídeos virales en ambos sentidos donde se parte de una peligrosa
deducción: la generalización de géneros. “Todas las mujeres son…” y
“todos los hombres son…” Todo sea dicho de paso, aquí el problema
también se debe a los vendedores de odio, de los que hablamos en el
capítulo 6.
Ambos discursos nos llevan al mismo lugar, y es que es preferible que te
quedes solo antes que buscar pareja hoy en día, pues el hombre es un
machirulo con posibilidad de maltratarte y violarte, y la mujer es
únicamente una interesada que te quiere únicamente como proveedor, capaz
de quedarse con la casa y convertirte en un cajero automático. Hombres y
mujeres, chicos y chicas jóvenes se exponen continuamente a este tipo de
mensajes y, como ya explicamos en “Cenizas de prosperidad”, no existe ser
humano, por muy inteligente que sea y por mucha fuerza de voluntad que
tenga, que sea capaz de no ser contagiado por el entorno al que se expone.
Y el entorno de las redes sociales, por desgracia, tiene un poder contagiador
increíble. La semilla del odio está plantada, y es precisamente la exposición
a este tipo de mensajes lo que está provocando en personas jóvenes —y no
tan jóvenes— la profecía autocumplida, pues ambos bandos están
comenzando a adquirir comportamientos en base al concepto generalizado
que se tiene del sexo opuesto. Las redes sociales se están convirtiendo en un
excelente propagador de odio entre ambos sexos.

Una feminista llamada Lou Andreas Salomé.


Si naciste mujer en pleno siglo XIX, la lucha por los derechos e igualdad,
no sólo estaba justificada, sino que era necesaria, debido a que, como
decíamos anteriormente, existía un heteropatriarcado que tendía a socavar a
las mujeres y las excluía por defecto de la mayoría de ámbitos sociales. En
muchos países, una mujer ni siquiera podía ir a la universidad, pues la
universidad era cosa de hombres. Tal es así, que una de las mentes más
brillantes de la época fue la filósofa, escritora y psicoanalista rusa Lou
Andreas Salomé —de la que ya hemos hablado en el capítulo 2—, la cual,
para demostrar su valía como filósofa y escritora, cuando publicó su libro
“En la lucha por Dios”, lo hizo bajo el pseudónimo de “Henri Lou”, ya que
de lo contrario, posiblemente nadie hubiera leído su libro por el simple
hecho de ser mujer.
La filosofía de Salomé con respecto al amor y las relaciones fue
demasiado controvertida para la época, aunque, casualmente, esa filosofía,
de una u otra forma, es la que se está aplicando en la sociedad actual del
siglo XXI. Salomé se prometió a sí misma desde joven que no se casaría
con ningún hombre con el fin de mantener su independencia y libertad. De
hecho, según los numerosos escritos que se han hecho sobre ella, se
mantuvo en celibato hasta pasados los 30 años, pues para ella, entregarse a
una persona era una incoherencia filosófica. Incluso pensaba que
“Nietzsche habría sido indigno de su genio al declararse enamorado de
ella”. Y es que para Salomé, la vida amorosa natural se basaba en la
infidelidad.
“Si los seres particulares carecen de consistencia, la fidelidad a una persona es una
infidelidad al todo. Fidelidad, por tanto, es sinónimo de insuficiencia”

Para Salomé, la sexualidad era una necesidad física como el comer o el


beber, y por tanto, “el amor correspondido moría de saciedad”. Y no seré yo
el que tenga la osadía de poner en duda algunos de los planteamientos
filosóficos de una mujer que, bajo todo prisma, es innegable que ha sido
una persona brillante, instruida por otras mentes de las más brillantes de la
época (Rée, Nietzsche, Freud…), pero curiosamente, esas palabras salieron
de una mujer que en aquel momento únicamente había vivido un
matrimonio prácticamente forzado[18] con Friedrich Carl Andreas (con el
que no llegó a tener relaciones sexuales) y una relación con su amante, el
novelista Rainer Maria Rilke, el cual era unos 15 años menor que ella[19], y
posiblemente su única relación sentimental correspondida hasta ese
entonces. Ese cántico al amor libre y a la infidelidad, aunque controvertido,
fue aplaudido por el sector feminista de la época, aunque causando cierto
revuelo en una sociedad que, por aquel entonces, era bastante más
conservadora.
La filosofía de Salomé partía de la base de que las mujeres no debían
perseguir la igualdad de los hombres. Es decir, según ella, una mujer no se
libera compitiendo con los hombres y volviéndose igual que ellos, sino
feminizando el mundo y logrando que los hombres proyecten su lado
femenino, pues según Lou, ese lado femenino en los hombres es tan
profundo como su masculinidad. Irónicamente, en la actualidad, eso es
precisamente lo que busca el feminismo actual; sensibilizar mucho más al
hombre; incluso hacerle perder parte de su masculinidad, mientras que las
mujeres siguen sintiendo aversión por los hombres que pierden su
masculinidad.
Nuevamente encontraríamos algo paradójico, y es que para que un
hombre sea el hombre ideal de una mujer, en la actualidad, debe convertirse
en ese hombre por el que una mujer, a la hora de la verdad, no se siente
atraída por él. Podemos llegar a ser bastante incongruentes con lo que
decimos que buscamos y lo que en realidad buscamos. En este sentido, la
mujer no es capaz de deshacerse de la carga genética procedente de la
propia biología, por lo que aunque ella, de forma racional, desee un hombre
más sensible con un fuerte lado femenino, su biología aún se siente
incontrolablemente atraída por los atributos potencialmente masculinos. De
esta manera, una mujer mantiene cierta lucha entre su búsqueda lógica e
inteligente y su instinto biológico evolutivo. Y no todas las mujeres son
capaces de lograr que sus decisiones lógicas e inteligentes anulen sus
decisiones instintivas, lo cual les produce una frustración inconsciente —
debido a las malas decisiones— que las conduce a un odio consciente hacia
el hombre —debido a los malos resultados obtenidos por la pésima elección
—. Pero no nos equivoquemos, pues al hombre le ocurre exactamente igual.
En el caso de Salomé, parece que esta mujer sí logró dominar sus
instintos biológicos, al mismo tiempo que quebraba los cerebros de los
hombres. Freud la describiría como “una mujer con una inteligencia
peligrosa”. Y estas palabras fueron suficientes como para que algunas
intelectuales feministas tacharan a Freud de machista al dar a entender que
“ser inteligente y ser mujer, entraña peligros”. Pero Freud no se refería a
eso. Recordemos que estamos hablando de Salomé, una mujer que era
capaz de seducir a curas, poetas, filósofos, catedráticos y a las personas más
inteligentes de la época, y cuyo poder de seducción provocaba que éstos
acabaran rompiéndose por dentro al toparse con un muro de frialdad
sentimental y rechazo sexual.
Sigmund Freud la definiría mucho mejor mostrando —en sus propias
palabras— “su asombro por su imperturbabilidad ante una existencia que
consideraba trágica, y al mismo tiempo lejana e inalcanzable”, cualidades
que convierten a Salomé en una seductora nata.
“Los que estuvieron cerca de ella pudieron descubrir que todas las fragilidades
femeninas, así como la mayor parte de las fragilidades humanas, le eran ajenas o ya
habían sido dominadas por ella en el transcurso de su vida”.

Con este texto, Freud dejaba claro que no la consideraba peligrosa por ser
mujer y ser inteligente, sino por ser simplemente Lou Andreas Salomé, una
persona que tenía la capacidad de desquiciar a todo hombre que sucumbía a
sus encantos, mientras que ella no era capaz de amar de forma
comprometida. Pareciera como si Salomé estuviera por encima de la
necesidad de afecto. Y en cierto modo sí lo estaba, pero posiblemente no
por una inteligencia superior a la de la mayoría de personas. Tampoco por
elección racional; ni mucho menos por haber aplicado una filosofía de vida
diferente al resto. Para Freud, la situación de no-necesidad de afecto y su
dificultad para enamorarse, podía deberse a una serie de eventos
traumáticos durante su niñez, entre ellos la muerte de su padre a una edad
temprana y sus primeras experiencias con hombres, especialmente con el
pastor holandés Hendrik Gillot, 25 años mayor que ella, y uno de sus
primeros “enamorados”[20], a pesar de que ella tenía únicamente 17 años.
Posiblemente, como suele ocurrir en este tipo de comportamientos
considerados “anormales”, suelen existir algunos eventos pasados que
pueden llegar a explicar conductas presentes.
Freud acabaría viendo en ella un narcisismo extremo, una mujer que era
incapaz de amar y que sólo pensaba en sí misma, aunque para sorpresa del
propio Freud —y del mundo—, Salomé sería esa narcisista que acabó
ahondando en su propio narcisismo, dando lugar a una teoría que incluso a
día de hoy está vigente: el narcisismo de doble dirección[21].
Cuando le preguntaron a Salomé por qué no fue capaz de entregarse
y amar a otros hombres, pero en cambio sí lo hizo con el joven poeta Rainer
Maria Rilke, 15 años menor que ella, respondió que Rilke tenía ese lado
femenino que le gustaba de los hombres. En este sentido, Freud teorizó ese
romance usando el psicoanálisis, llegando a insinuar que pudo deberse a
que le dio más bien un amor de madre que de amante. La vida de Lou
Andreas Salomé y sus entresijos, sin lugar a dudas, es bastante interesante.
En cualquier caso, la filosofía revolucionaria de Salomé —de no tener
compromiso afectivo, no tener apego sentimental por nadie, y tener el sexo
como un vehículo expresamente de placer biológico—, si nos fijamos, es la
filosofía que se intenta implantar en la sociedad del siglo XXI.
En la actualidad se habla de masculinidad tóxica y de la necesidad de
deconstruir la masculinidad del hombre, al mismo tiempo que se
pronuncian discursos sobre el empoderamiento de la mujer. Rara vez se es
capaz de explicar en qué consiste deconstruir la masculinidad del hombre,
pues únicamente se dice lo que está mal en la conducta del hombre, pero no
se tiene una guía definida sobre en qué se debe convertir. Todo indica que
se pretende ir haciendo al hombre más femenino al mismo tiempo que la
mujer adopta conductas cada vez más masculinas. Imaginemos por un
momento a un hombre sensible, educado, participativo en las labores de su
casa, romántico y otra serie de cualidades que tiene supuestamente un
hombre deconstruido. Pues bien, no hace falta que te lo imagines, pues se
cuentan por miles, y suelen estar solteros, ya que no atraen el interés de las
mujeres. Nuevamente nos encontramos frente a la lucha que se da en el
cerebro de una mujer, donde su pensamiento racional elabora el perfil de un
hombre deconstruido como el hombre ideal, pero, al mismo tiempo, su
cerebro instintivo le hace fijarse en todo lo contrario: el hombre masculino.
No es de extrañar que, llegados a este punto, las mismas personas que
hablan de la masculinidad tóxica, también hablen de la necesidad de acabar
con la monogamia y fomentar las relaciones abiertas. Y es que de esta
manera, estas mujeres pueden tener al hombre deconstruido como pareja en
casa, mientras mantienen relaciones sexuales con otros hombres
masculinos.

Lecciones de mi encuentro casi sexual con una


activista feminista.
Antes de terminar con mi particular y soso experimento en Tinder —del que
he hablado en el capítulo 3—, tuve un match algo curioso en mi perfil Grey
(Amo dominante). Pertenecía a un perfil de una chica con avisos feministas
de hoy día: no hombres autoritarios, no machirulos, etc. Me llamó la
atención y me vi tentado por la curiosidad.
— Reconozco que este match me ha llamado bastante la atención.
No lo esperaba, pues para no gustarte la autoridad, has dado posiblemente
con el perfil más autoritario—. Le escribí.
— Una cosa son mis ideales y otra mis fantasías. La idea me pone
—. Me contestó.
Durante varios días intercambiamos algunos mensajes, siempre alejados de
los temas políticos e ideología de género. Y he de reconocer que esta mujer
me cayó bastante bien. Si bien cuando comencé el experimento no tenía
pensado aprovecharlo para conocer a alguien o tener ningún tipo de
encuentro sexual, lo cierto es que vi algo paradójicamente poético en este
asunto. Tenía enfrente a la que posiblemente fuera la mujer más diferente a
mí en todos los sentidos, incluída una gran diferencia entre nuestras
ideologías. Y eso, unido a que era una chica muy guapa y que yo estaba
soltero, reconozcámoslo, tenía su morbo.
Nuestra conversación se fue apagando poco a poco, hasta que casi la di
por olvidada, pensando por momentos que, quizá, únicamente buscó un rato
de charla, o que ella también estaba llevando a cabo su propio experimento
personal para ver cómo se comportan los machirulos en Tinder. Pero me
equivoqué. Un domingo en la tarde recibí un mensaje: “¿Quieres venir esta
noche a mi casa?” Acepté. Y nuevamente, había dado con una mujer sin
miedo y muy poco precavida, pues me dio inmediatamente la dirección de
su casa; ni tomar algo previamente ni charlar.
Mientras iba conduciendo hacia su casa, pensé en lo poético de este
encuentro. Un capitalista y una comunista compartiendo un momento
íntimo; una feminista y un crítico del feminismo actual en una misma
habitación; una bandera blanca entre tanto odio de hombres contra mujeres
y viceversa. Iba dispuesto a hacerlo por el bien de los intereses de toda la
comunidad española. Vale, ya paro con tanto patriotismo.
Cuando llegué a su casa y me recibió, lo cierto es que me encontré con
una chica realmente guapa. Ella hizo el amago de dirigirse hacia el
dormitorio y yo hice el amigo de dirigirme hacia el salón, pues considero
que una charla previa es necesaria para evitar la frialdad del encuentro,
aunque lo cierto es que ambos tuvimos bastante feeling en nuestra
conversación virtual. Así que nos sentamos a charlar, y juro por Dios que
era un encanto de mujer a la hora de hablar de ciertos temas. El error fue
expresamente mío.
Existen unos 2.573 temas de conversación de los que puedes hablar
en una cita. A mí me dió por sacar el tema del feminismo, y no por tocar las
narices, sino por tratar de comprender de forma sincera qué piensan, si
realmente son conscientes de lo que piensan y por qué lo piensan. Ni que
decir tiene que, a pesar del cúmulo de datos almacenados en mi cabeza para
derribar la mayor parte de los argumentos feministas, pregunté en todo
momento haciéndome pasar por un completo ignorante, pero había cosas
que no me podía resistir a debatir. Fui testigo en primera persona de una
transformación —o posesión, más bien— en la que su rostro, por momentos
iba cambiando. Ella no reconocía el problema de la existencia de denuncias
falsas, y me hablaba de una actual sumisión social de la mujer que yo, como
hombre que vive en esta sociedad; que tiene hermana; que tiene muchas
amigas, no le veía sentido. Pero la chispa que acabó prendiendo la gasolina
—lo que la hizo estallar— fue para mí un sinsentido.
—...porque tú tendrás amigas a las que han violado, ¿no?— me preguntó
prácticamente afirmando.
—Pues que yo sepa no.
— O quizá sea porque no te lo han contado.
—No, créeme, a mí me lo hubieran contado.
—O quizá ni ellas mismas sepan que las han violado.
—¿Pero qué coñ*......?
Y es que parece ser que si te apetece hacerlo con tu novia —o tu mujer—, y
te dice que no tiene muchas ganas de hacerlo, pero tras insistirle un poco (y
esto por regla general se hace a modo de juego), ella acepta sin que en un
principio tuviera demasiadas ganas, eso entra dentro de lo que ella
consideraba violación. Entonces tuve que hacerle mi típica broma: “Pues
cielo, si eso es violación, a mí me han violado más de 20 veces”. Siendo
sincero, cuando he convivido en pareja, no siempre he tenido ganas, y en
muchas ocasiones he necesitado un poco de insistencia y tocamientos —en
contra de mi voluntad (nótese la ironía) — para finalmente acceder y
cumplir. Y nunca me he sentido violado. Aquí quiero dejar claro que dentro
de una pareja sana, entre dos personas mentalmente sanas, ambos saben
cuándo se está jugando o cuándo se está forzando una situación. Insisto en
que yo, personalmente, concibo el concepto de pareja como algo muy
diferente a la idea que tienen muchas de las mujeres que pregonan este tipo
de discursos. De hecho, el dolor y malestar de mi pareja, es mi dolor y mi
propio malestar.
Tras esta broma —que no era broma del todo— la transformación
fue total. Llegué a pensar que el que se iba a llevar los azotes iba a ser yo.
Finalmente me dijo: “Lo siento, pero tú y yo no vamos a hacer nada, porque
necesito que la otra persona tenga cierta comprensión con mis ideales”. Y
así se quedó la cosa. Suavizamos un poco la situación y seguidamente nos
despedimos. Y de vuelta a casa, aquello me dio por pensar. ¿Qué lleva a una
mujer así a adquirir esta mentalidad? Me explico. Esta chica es
financieramente independiente, pudo elegir si quería estudiar o trabajar.
Incluso pudo elegir qué quería estudiar y luchar en igualdad de condiciones
por un puesto de trabajo contra un hombre. Ha podido elegir entre vivir sola
o acompañada. No existe absolutamente nada que ella no pueda hacer y que
sí pueda hacer un hombre. ¿Por qué entonces tanta lucha y tanto discurso de
la búsqueda de una supuesta igualdad en los tiempos actuales?
Reconozco que el debate que tuve con ella acerca de la brecha salarial
fue bastante productivo, pues incluso me hizo pensar. Lo cierto es que en la
práctica no existe ninguna brecha salarial. Hoy día, una mujer, en un mismo
puesto de trabajo, cobra exactamente igual que un hombre. Simplemente, la
mayoría de las mujeres se decantan por puestos de trabajo que suelen estar
peor pagados que aquellos puestos de trabajo por los que se decanta un
hombre. Y de ahí vendría esa brecha salarial. Es decir, los trabajos mejor
pagados, como puede ser el de broker en Wall Street o expertos en cualquier
área tecnológica dentro de las importantes empresas de tecnología, así como
las profesiones de ingeniería, suelen estar cubiertas por hombres, y no
porque no contraten a mujeres, sino porque, de base, menos mujeres están
atraídas por estudiar una carrera universitaria que las prepare para estos
sectores. Y aquí es donde esta feminista podía tener razón, pues el hecho de
que más mujeres se dediquen a la moda y confección, o carreras que tengan
que ver con el cuidado de otras personas, como puede ser enfermería —
incluso veterinaria—, puede venir interpuesto por la sociedad desde el
momento en que nacen. No le quitaremos en un principio la razón, pues si a
todas las niñas les regalamos un balón de fútbol cuando son pequeñas, por
supuesto que aumentaría el número de mujeres futbolistas. O…quizás…
puede que no. No podemos simplificarlo de esta manera, porque estamos
asumiendo que hombres y mujeres somos biológicamente iguales, y esto no
es cierto. En primer lugar, un estudio de la Universidad A & M de Texas en
Estados Unidos ya desmontó el mito de que las niñas eligen muñecas y los
niños coches porque les influenciamos culturalmente. Según estos
investigadores, las preferencias a la hora de escoger un juguete se debe a
una programación genética y no a una presión social.
Tras estudiar el comportamiento de 30 bebés de entre 3 y 8 meses de
vida —unas edades a las que aún no han sido expuestos a presiones
culturales— se les dio elegir entre una muñeca y un camión a todos los
bebés por igual (varón y hembra). Los niños eligieron el camión de juguete
y las niñas la muñeca. Así que la preferencia es innata y no interpuesta
culturalmente. Los niños acostumbran a jugar a juegos de lucha, acción y
con más movimiento, mientras que las niñas eligen juguetes más tranquilos.
El hecho de que una niña escoja una muñeca, según las recientes
investigaciones, tiene que ver con que el instinto maternal es manifestado
desde que son pequeñas. Y por otra parte, en la muñeca ella ve una
representación de sí misma.
De la misma manera, el hecho de que hombres y mujeres tengan más
tendencia a dirigirse hacia profesiones diferentes, también está en cierto
modo relacionado con las hormonas sexuales, las cuales están directamente
relacionadas con ciertos aspectos de nuestra personalidad. Las mujeres
desarrollan entre un 5 y un 10% de la testosterona de un hombre, mientras
que en la mujer priman los estrógenos y la progesterona. En ambos casos, la
oxitocina está presente, pero juegan papeles diferentes en ambos géneros.
En el caso de las mujeres, debido a sus hormonas, ellas tienden a ser más
empáticas y emocionales que los hombres, y por este motivo se sienten más
cómodas en todas aquellas profesiones relacionadas con el cuidado de otras
personas (sin contar con la ya mencionada manifestación del instinto
maternal). Esto rompería la teoría filosófica de que las personas nacemos
como un lienzo en blanco y conforme nos exponemos a factores culturales,
vamos adquiriendo ciertas conductas. Todo parece indicar —al menos en
este tema— que esto no funciona así, y que no nacemos como un lienzo en
blanco, sino como un lienzo que ya ha sido pintado con cierta carga
genética que puede condicionar algunos comportamientos desde el
momento en que nacemos hasta nuestra edad adulta.
Y es curioso, porque parte del discurso del feminismo hegemónico nos
dice que debemos eliminar esa carga genética trabajando como sociedad,
pues consideran que la mujer no elige este tipo de profesiones de forma
voluntaria al estar condicionada por esta carga genética-cultural. En
cambio, cuando surge el debate sobre la elección del velo en mujeres
musulmanas en suelo español, es el propio feminismo hegemónico el que
dice que la mujer está eligiendo libremente ponerse el velo. Volvemos a
encontrarnos con contradicciones e incongruencias en el discurso feminista.
Si algo sabemos de forma absolutamente veraz es que la mujer islámica no
está predispuesta genéticamente para llevar un velo; lo está culturalmente
de forma expresa. No obstante, volviendo al tema anterior, para que no haya
ningún tipo de duda, la diferencia hormonal que existe entre hombres y
mujeres sólo ha atribuido una ventaja al hombre con respecto a la mujer: la
fuerza bruta. En el resto de áreas, ambos están igualados[22].
Recordemos, como decíamos anteriormente, que muchos de los
comportamientos que están implantados en la sociedad, son debidos a la
biología y no a lo social en sí. El hecho de que una mujer tenga más
tendencia a dirigirse a profesiones que estén relacionadas con el cuidado de
otras personas, es también algo que se puede explicar desde la evolución.
Volvamos por un momento a la época de la jungla, las cuevas y las tribus.
Cuando el macho y la hembra tenían una cría recién nacida y faltaba
comida, se daba la siguiente situación. Uno tiene que salir a buscar comida
(a cazar) mientras que otro tiene que amamantar al bebé. ¿Quién se debe
encargar de cada tarea? Está claro que si el hombre sale a cazar, no es
necesariamente porque sea mejor cazador que la mujer, sino porque el
hombre no puede hacer lo que sí puede hacer la mujer: amamantar. De
hecho, para esa función, la mujer es insustituible. Así que en esa situación,
nuestro macho de la jungla escogía cazar, y por lo tanto nuestro bebé varón
actual escoge el coche o el camión (movimiento, fuerza y velocidad). La
hembra de la jungla escogía amamantar, y por lo tanto, nuestro bebé hembra
actual escoge la muñeca (tranquilidad, cuidar y proteger).
Otro problema de la nueva ideología feminista es no ser conscientes de
que están confundiendo la búsqueda de la igualdad con la creación del
igualitarismo. Y es que la igualdad entre hombres y mujeres es un derecho a
través del cual, ambos géneros tienen los mismos derechos y oportunidades.
Dada esta definición, como es lógico, en igualdad de derechos y
oportunidades, se producirá una desigualdad en los resultados. Y esto
ocurriría tanto entre hombres vs mujeres compitiendo por un mismo puesto
de trabajo, así como entre dos hombres compitiendo por ese mismo puesto
de trabajo. Es decir, a nadie se le puede negar la oportunidad de pelear por
el puesto de trabajo, siendo el más válido el que lo consiga, en cuyo caso,
no ha existido una discriminación de ningún tipo. Simplemente ha logrado
el puesto la persona más válida en aptitudes y capacidades. De esta manera,
en una sociedad igualitaria podemos encontrar cierta desigualdad orgánica
en los resultados.
Por el contrario, el igualitarismo no propone ésto. El igualitarismo
impone cuotas mínimas, justificando que la desigualdad orgánica es fruto
de una injusticia provocada por algún tipo de discriminación. Si esta
desigualdad se ha dado entre dos hombres, simplemente ha ganado el mejor
preparado para el puesto de trabajo. Si, por el contrario, competía un
hombre contra una mujer, y ha ganado el hombre, el igualitarismo dice que
ha existido discriminación hacia la mujer, proponiendo que ese puesto de
trabajo sea reservado para la mujer para que no exista discriminación. La
igualdad sería sacar 200 plazas para funcionarios del Gobierno, a las que
puedan acceder hombres y mujeres por igual. Igualitarismo sería reservar
un cupo de plazas exclusivamente para mujeres, no por estar mejor
preparadas que los hombres, sino con el fin de evitar una supuesta
discriminación de género. Y de esta manera, se acaba discriminando al
hombre de forma negativa al mismo tiempo que se produce una
discriminación positiva hacia la mujer. Con la reserva de plazas destinadas
a un género concreto, puedo estar de acuerdo, pero, de la misma manera,
me gustaría que estén de acuerdo en que eso no es igualdad, sino
igualitarismo.
Si yo necesito una operación a vida o muerte, me importa un carajo si la
operación la va a realizar un hombre o una mujer. Simplemente quiero al
mejor cirujano o cirujana, sea del género que sea. No estaría muy cómodo
en la camilla de operaciones sabiendo que me va a operar una persona que
no estaba tan preparada como otros cirujanos que eran mucho mejores, pero
que no pudieron entrar porque se habían reservado plazas a otras personas,
sin importar si eran mejores o peores profesionales. Podemos aceptar cierto
grado de igualitarismo, aunque lo disfracen de igualdad, pero no podemos
dejar completamente de lado la meritocracia. Las mujeres, al igual que los
hombres, están perfectamente preparadas para competir con hombres en
cualquier área, salvo en todo lo que tenga que ver con fuerza, velocidad y
resistencia física. Y por este motivo no veo mal que se reserven plazas para
ciertas oposiciones que requieren de exámenes físicos. Por el contrario, no
veo bien que hoy en día se obligue a las empresas a tener un cupo mínimo
de personas de un género concreto por el simple hecho de pertenecer al
género, y no por haber demostrado una valía superior hacia los miembros
del otro género.

¿Y si la igualdad en un matrimonio no es buena


idea?
Un hombre y una mujer no son iguales. Es más, no deberían serlo, pues
gracias a eso, se ha mantenido viva nuestra especie. Las primeras
diferencias entre ambos géneros, como ya hemos visto, tienen mucho que
ver con la biología, y otras muchas diferencias sí que podrían estar
interpuestas por causas culturales, aunque en cierto modo, como ya
explicamos antes, algunas de las causas culturales se han dado debido a las
causas biológicas. Y con esto no estoy insinuando que una mujer deba estar
en casa y su marido trabajando. Simplemente que, al igual que en una
empresa o en un equipo deportivo, todos no pueden hacer lo mismo; hay
que repartir tareas y funciones.
En un equipo de fútbol, todas las figuras son necesarias e importantes.
No todos pueden ser delanteros, ni todos pueden ser defensas o laterales,
pues ese equipo igualitario donde todos pueden hacer de todo, acabaría
siendo derrotado por cualquier otro equipo que haya hecho una separación
de funciones de cada jugador. Una tribu en la que todos los miembros
(hombres, mujeres, niños y abuelas) salían a combatir contra otras tribus, no
era una tribu progresista e igualitaria, sino una tribu estúpida que se
acabaría extinguiendo.

Existió violencia de género en la prehistoria. Tras la


aparición de mujeres neandertales con cráneos rotos, algunas feministas han
usado este hallazgo para explicar que ya existía violencia de género en la
prehistoria, dando a entender que esas lesiones fueron provocadas por la
pareja de esta mujer. Algunos antropólogos han dado otra explicación a
estos descubrimientos. Existieron tribus igualitarias donde hombres y
mujeres salían a combatir por igual. Estas tribus se acabaron extinguiendo,
mientras que el resto de tribus que tenían una separación de tareas lograron
prosperar al preservar la continuidad de la tribu al no poner en peligro a sus
mujeres. Nuevamente debemos recordar que todo este tipo de hipótesis son
únicamente éso: hipótesis.

Desde el principio de la humanidad, la separación de tareas ha estado muy


bien definida. Unos recolectaban y otros cazaban, unos combatían y otros
protegían el futuro de la especie. Y esto siguió siendo así hasta la década de
los sesenta del siglo pasado, donde el reparto de tareas basado en papeles
sexuales estuvo claramente definido dentro de un matrimonio. El marido se
encargaba de trabajar 8, 10, 14 ó 16 horas para traer el pan a la mesa,
proporcionar un hogar acogedor a su familia, y, dentro de sus posibilidades,
proporcionar a su familia todo tipo de comodidades (una mejor casa, un
coche, vacaciones, etc.). La mujer se encargaba del cuidado del hogar y la
crianza de los hijos. Por regla general, una mujer no solía acudir al mercado
laboral a no ser que fuera una familia extremadamente pobre. Según la
teoría del economista Gary Becker, este reparto de asignaciones no se debía
a que la mujer fuera menos competente para el mundo laboral, sino a la
“incompetencia” del hombre para el cuidado de un hijo recién nacido, y
nuevamente, a la imposibilidad del hombre para dar el pecho a un bebé. Por
tanto, en caso de un parto, la biología —y no lo social— establecía de
forma automática quién debía quedarse en casa y quién debía seguir
trabajando para mantener el hogar. Aquí debemos recordar también otro
asunto, y es que la mayoría de los trabajos a los que acudían los hombres
hasta hace relativamente poco, solían ser de mucho esfuerzo físico:
construcción, descargar mercancías, minería, etc. Y como explicamos, la
única ventaja que tiene el hombre con respecto a la mujer es la fuerza bruta,
por lo que en un mercado laboral equiparado entre hombres y mujeres en
esa época hubiera supuesto un problema de salud para la mujer. De hecho,
el índice de muertes y accidentes laborales en hombres era bastante alto.
Incluso hoy día, los accidentes laborales y muertes en el trabajo siguen
siendo en su inmensa mayoría protagonizados por los hombres.

Obviando ese punto, dividir las tareas al 50% tampoco era una buena
opción. Es decir, que marido y mujer trabajaran media jornada (a tiempo
parcial) y se repartieran las tareas del hogar al 50% no era una buena idea
en términos económicos si seguimos el concepto de economía de escala. Y
es que un trabajador a tiempo completo gana más que dos trabajadores a
media jornada. Esto sobre todo se da en los puestos de trabajo o profesiones
mejor pagadas. Es decir, dos abogados a media jornada difícilmente
ganarán más dinero que un abogado a jornada completa. El concepto de
economía de escala, en este caso se explica de forma muy sencilla. Cuando
una persona lleva años trabajando en una profesión a tiempo completo,
adquiere experiencia, contactos y cierta agilidad para desarrollar su función
de una manera más eficiente y efectiva, por lo que con el tiempo, cada hora
de su tiempo tendrá más valor, y acaba generando más dinero con el paso
del tiempo y la experiencia acumulada. En términos de productividad, una
persona enfocada al 100% en un proyecto, resultará más rentable que una
persona que esté enfocada únicamente al 50%, pues esa persona va a
medias, y por lo tanto, será menos competitiva que otra persona que vaya
con todo.
Pero aquí tenemos grandes problemas a la vista en el concepto de
familia, matrimonio y reparto de tareas, pues, como decíamos, si un
matrimonio decide aumentar el número de miembros de la familia,
automáticamente —por muy competente que sea la mujer profesionalmente
—, estará obligada a la indisposición laboral temporal. Y este hecho ha
llevado a muchas familias a aplazar o eliminar la idea de tener hijos. En
algún momento de nuestro proceso evolutivo, la mujer ha comenzado a ver
su propia capacidad de crear vida como un inconveniente para su progreso
y no como una de las mayores bendiciones que le ha dado la naturaleza,
hasta el punto de que más mujeres deciden no tener hijos. También es
debido al aumento del coste de vida en la sociedad actual, ya que, a causa
del desajuste entre ingresos/coste-de-vida provocado por los procesos
inflacionarios, hoy, más que nunca, la mayoría de familias no pueden vivir
con un único sueldo, necesitando que ambos miembros de la familia deban
repartirse sus funciones. Pero claro, ahora no basta con un reparto
equitativo al 50% dentro del mercado laboral —trabajando a tiempo parcial
—, pues ambos, individualmente, salen al mercado laboral a tiempo
completo. Y esto influye de dos maneras: o bien la pareja decide no tener
hijos, o bien los hijos crecen sin la atención, afecto y directrices de los
padres, recibiendo la educación por parte de figuras externas al núcleo
familiar, siendo sus mayores profesores todo aquello que ven a través de un
smartphone.
Aquí se da una situación que, en principio, no es ni buena ni mala, pues
una mujer, hoy día, desea prosperar en la vida al igual que un hombre, y
valerse por sí misma para no depender de un hombre. Y el hombre hace
exactamente lo mismo, incluso en cierto modo obligado psicológicamente a
ganar más dinero que su mujer. En ambos casos, podemos hablar de
progreso, pues ambos están dedicando su tiempo a un propósito: ganar
dinero o desarrollarse en su carrera profesional. De forma individual, el
hombre progresa, al igual que progresa la mujer. En conjunto, la pareja
también progresa, pero en un conjunto más amplio, si hablamos de familia,
la eliminación del deseo por tener hijos o la falta de tiempo para atender a
los hijos por parte de ambos cónyuges nos deja una víctima en este proceso
de progreso, que son los propios hijos o la ausencia de ellos. En muchos
casos se confirma el dicho de “no se puede tener todo”, y es que algo hemos
hecho mal como sociedad, cuando hoy día el ser madre y cuidar a los hijos
es un inconveniente para progresar como mujer. Incluso algunas corrientes
del movimiento feminista llegan a insinuar que la capacidad de una mujer
para tener hijos y hacer uso de esa capacidad, es más una debilidad que una
fortaleza. Es más, se critica incluso a las mujeres que eligen dejar sus
compromisos laborales para dedicarse a la crianza de sus hijos de una forma
totalmente libre y voluntaria, y no debido a la opresión de ese supuesto
sistema capitalista-heteropatriarcal. Según los datos de la ONU, en los
países escandinavos, considerados como los más igualitarios, es la mujer la
que libremente escoge dedicar menos horas al trabajo para poder dedicarlas
a la crianza de sus hijos. Nuevamente, no sería un sistema opresor dentro de
una cultura machista lo que condiciona a una mujer a anteponer el cuidado
de sus hijos a la dedicación de más horas al trabajo. Lo escoge libremente,
posiblemente debido, como mencionamos antes, a una carga genética que
incorpora. En muchos casos, con tal de generar polémica y mantener abierta
una lucha innecesaria, se está obligando moral y culturalmente a las
mujeres para que luchen contra sus propios instintos biológicos. Hoy día,
una mujer que elige libremente dedicarse a la crianza de los hijos,
automáticamente recibe el nombre de mujer oprimida o fracasada por parte
de sus iguales.
Concretamente en España —aunque está ocurriendo en otras muchas
partes del mundo—, nos enfrentamos a un serio problema, en principio
económico. Y es que en breve, el número de ancianos y jubilados superará
con creces al número de jóvenes y nuevos nacimientos. Tenemos la
tormenta perfecta:
● La dificultad laboral para una mujer que quiere ser madre.
● La dificultad económica para la división de tareas en un
matrimonio en el que ambos deben salir al mercado laboral a
jornada completa.
● La aversión entre géneros para formar una pareja sólida y estable.
● La inestabilidad laboral.
Irónicamente, una de las mayores preocupaciones de los líderes mundiales
es que existe una superpoblación insostenible para el planeta. Es decir,
estamos en el mundo más de los que deberíamos estar.
Y encontraríamos algunos motivos algo más curiosos entre aquellas
personas que han decidido no tener hijos. Algunas mujeres que están a
punto de llegar a ese límite de edad de embarazo sin riesgo, afirman que no
están dispuestas a traer a un hijo a este mundo egoísta, problemático y
peligroso, falto de valores. Los motivos de otras personas son algo más
“lógicos” y “sensatos” dentro de la involución, y es que algunas chicas han
decidido extirparse las trompas, y algunos chicos realizarse una vasectomía,
para así poder disfrutar mucho más del sexo sin el riesgo de producir
embarazos. Otro motivo “sensato” dentro de la involución es el no querer
tener hijos para no estropear su cuerpo, pues tras un embarazo, la estilizada
figura se podría perder.
No obstante, y ésto debería hacer reflexionar a las figuras políticas, el
principal motivo por el que muchas parejas jóvenes no quieren tener hijos,
es el económico. Y es que les asusta la idea de tener hijos sin saber si serían
capaces de mantenerlos. Por tanto, podemos apreciar que factores
involutivos como el egoísmo, el narcisismo y la aversión al concepto de
matrimonio o pareja, se están mezclando con otros factores involutivos
como son las finanzas familiares y la preocupación por el futuro laboral y
económico. Otra lectura que podemos extraer es que, precisamente en la
época en la que más se necesitan dos sueldos incluso para hipotecarse, es
también la época en la que más aversión existe a formar una pareja estable.
Y esta aversión tiene su lógica desde un análisis estadístico, pues si tenemos
en cuenta la tasa de divorcios y la duración media de los matrimonios
actuales, el riesgo de que tu matrimonio acabe en divorcio es bastante
elevado.
Pero aquí tenemos un problema de difícil solución. Está claro que los
padres de hoy día no pueden prestar a sus hijos la misma atención que se les
ha prestado a los niños de otras generaciones. En muchos casos debido a la
carga laboral de ambos padres y, evidentemente, al hecho de disponer de
menos tiempo libre para dedicarle a sus hijos. En otros casos, debido a que
los padres ya están separados, por lo que rara vez el niño comparte tiempo
con ambos padres. La familia tradicional, poco a poco está desapareciendo,
y en las familias tradicionales que se mantienen, el tiempo que pueden
dedicarle a sus hijos es bastante escaso. De esta manera, como ya
explicamos anteriormente, aumentamos la probabilidad de que el niño tenga
una serie de problemas en su edad adulta. Pero un problema mayor se da
cuando el niño llega a la adolescencia.
A pesar de que los padres primerizos no tienen problemas para
sobrellevar la crianza de sus hijos desde que nacen hasta los diez u once
años, el problema se da cuando aparece la impotencia de los padres tras la
entrada de su hijo en el periodo preadolescente y adolescente. Los padres,
hoy en día, no saben cómo ponerle límites a sus hijos, y aunque tengan
claro cómo hacerlo, se enfrentan a otro problema. Y es que sus hijos van a
pasar mucho tiempo con otros jóvenes cuyos padres no les han puesto
límites, por lo que aquellos padres que quieren educar correctamente a sus
hijos, suelen acabar discutiendo mucho más con sus hijos que aquellos
padres que acaban pasando olímpicamente de sus hijos y les dejan hacer lo
que les venga en gana. Por otra parte, no es casualidad que los adolescentes
de hoy en día estén más mimados que los de otras generaciones. Los padres
se pueden llegar a sentir culpables por no pasar tanto tiempo con ellos, lo
cual acaba provocando que éstos le permitan a sus hijos tanto conductas
inapropiadas como algunos caprichos, y todo por no pasar discutiendo con
sus hijos el poco tiempo que pueden dedicarle de forma presencial. Este
comportamiento de mimar en exceso a los niños es más frecuente en padres
divorciados, pues ambos cónyuges compiten por ser mejor papá o mamá
que su ex pareja.
Por otra parte, la comunicación ha caído en las familias de hoy día.
Recuerdo que, cuando yo tenía 11 años, ya se hablaba de un problema de
comunicación en las familias debido a la televisión. Si hoy día nos ponemos
a pensarlo, la televisión al menos, se veía en familia. Existieron programas
de televisión que lograban reunir a toda la familia donde padres e hijos se
acurrucaban en el sofá para ver el programa. Aún recuerdo la charla que dio
un psicólogo en mi colegio, enfocada a los padres. Les decía que nunca
debían comprarle a un niño una televisión para que la tuviera en su cuarto,
pues eso podría dañar la relación entre padres e hijos al provocar el
aislamiento del niño del núcleo familiar. Irónicamente, ahora cada miembro
de la familia lleva algo más completo que un televisor en su bolsillo. Hoy
en día, ya no es que las familias no tengan más o menos comunicación, sino
que muchas de ellas ni se llegan a mirar a la cara durante una cena, debido a
que están pendientes de sus smartphones.
A lo largo de todo este libro estamos hablando de la evolución, un
proceso de adaptación del ser humano y una mejora constante para
preservar la especie. El problema que se está dando en este siglo es que
hemos creado tantos avances en tan poco tiempo, que aún no nos ha dado
tiempo a adaptarnos, pero con la misma rapidez, sí hemos decidido
comenzar a deshacernos de algunos valores que hasta hace relativamente
poco tenían una gran importancia. Si tienes un hijo de 15 años, en estos
momentos está recibiendo una carga preocupante de información que no es
capaz de procesar y asimilar correctamente. Tal es el problema que está
ocurriendo que, en una encuesta realizada en Estados Unidos a jóvenes de
entre 18 y 24 años, el 34% de ellos creen firmemente que la tierra es plana.
Pregúntales ahora a los hombres jóvenes qué piensan de las mujeres, y
pregúntale a las mujeres jóvenes qué piensan de los hombres. Con la misma
astucia que han deconstruido la imagen de la figura geométrica del planeta
tierra, están deconstruyendo el mundo de las relaciones y la percepción que
tienen sobre el otro género. Por desgracia, en esta segunda cuestión, no sólo
están apoyados por la información engañosa que reciben de Internet, sino
que les ayuda lo que escuchan de los adultos, incluídos sus propios padres
en ocasiones. Y ésto debería hacernos reflexionar, pues si la exposición a
Internet puede hacer que nuestros jóvenes crean que ahora la tierra es plana
—con la de gente que murió en la antigüedad por decir que la tierra era
redonda—, imagina qué cacao mental se les puede crear cuando se trata de
hablar de hombres, mujeres y parejas sexoafectivas. Influencers de
veintipocos años tienen un altavoz a través del cual llegan a millones de
personas. Algunos de ellos hablan de la vida sin haber comenzado a vivir, y
otros hablan de las relaciones amorosas cuando aún no han conocido el
amor más allá de gustarles un trasero o una cara bonita, mientras que otros
y otras han ganado popularidad con los discursos de odio entre géneros. Su
educación hoy día depende de algoritmos y redes neuronales (hablamos de
ello en el capítulo 6). Pero lo que más preocupa es que las chicas jóvenes
salgan al mundo con la idea de que todos los hombres son potenciales
violadores. Veamos este punto.

¿Son realmente los hombres unos potenciales


violadores?
Este tema hay que abordarlo con sumo cuidado, pues hoy día, ningún
psicólogo, psiquiatra o científico conoce a ciencia cierta qué es lo que da
lugar al perfil de un violador, es decir, aún no se tiene una respuesta clara a
la cuestión de por qué un hombre viola. Pero veremos que existen algunos
datos tan curiosos como alarmantes. Para comenzar, la palabra “potencial”.
Cuando nos referimos a “esta persona tiene potencial para hacer algo”,
simplemente estamos diciendo que “podría hacerlo”. Y tal como expresó la
psiquiatra Genoveva Rojo, un hombre está preparado para ello y puede
hacerlo. Es decir, el hombre tiene pene y tiene fuerza, por lo que podría
cometer el acto de penetrar a una mujer en contra de su voluntad
(violación). Por tanto, un hombre tiene las herramientas necesarias para
poder llevar a cabo el acto de la violación; tiene potencial para violar, que
no es lo mismo que decir que un hombre es un violador en potencia, pues
esta segunda expresión tiene otro tipo de connotaciones.
Siguiendo esta misma lógica, hombres y mujeres somos potenciales
asesinos, pues ambos estamos equipados para cometer un asesinato, y no
por ello cuando vas a comprar al supermercado, ves a la cajera como una
asesina en potencia. No obstante, como diría Jefferson (Stanley Tucci), el
personaje de ficción de la serie “Desde Dentro (Netflix)”, “todos somos
asesinos. Sólo necesitamos tener una buena razón y un mal día”.
Con respecto a los violadores, de la misma manera que para buscar
explicación a otro tipo de conductas humanas solemos recurrir a teorías
evolucionistas, las personas interesadas en demostrar que el hombre es un
violador en potencia, recurren a la evolución y nos llevan a los tiempos
prehistóricos de los cazadores recolectores, pues es cierto que en aquellos
seres humanos con cerebros aún no tan desarrollados, la violación formaba
parte de su día a día. De hecho, como vimos en el capítulo 1, es una
hipótesis para explicar cómo surgió la monogamia. Ahora bien, si usamos la
hipótesis evolucionista para explicar que, por ese motivo, el hombre es un
violador en potencia, debo recordar que haciendo uso de este tipo de
teorías, también estaríamos diciendo que una mujer es un ser débil e
indefenso y una potencial ama de casa. Volvemos a lo mismo, y es que nos
distinguimos de los animales por contar con un cerebro privilegiadamente
más desarrollado que aquellos cazadores recolectores de antaño. No
obstante, no hay que descartar que un violador, además de algunos graves
problemas psicológicos y psíquicos, esté situado en el peldaño más bajo de
la evolución. Se quedó en la era de los cazadores-recolectores.
Por desgracia, esta hipótesis sería fácil de derribar, pues tanto en la
conquista de las Indias como en otros conflictos bélicos, la violación
masiva fue llevada a cabo de forma casi instintiva. Tras la caída del muro de
Berlín, la estimación de víctimas de violación fue de entre 90.000 y 140.000
mujeres, según el novelista Vasily Grossman, el cual relató que dichas
violaciones se llevaron a cabo de una forma monstruosa, llegando a
provocar la muerte de miles de mujeres tras el acto en cuestión. Pero el
ejército rojo no lo hizo sólo con las mujeres alemanas, sino que también lo
hizo con las mujeres judías y soviéticas rescatadas de los campos de
concentración, además de polacas y ucranianas. Otras fuentes aseguran que
la situación fue mucho peor, pues las tropas americanas también violaron a
mujeres y niñas durante el tiempo que estuvieron tomando pueblos y
ciudades en Alemania tras el fin de la guerra, contabilizando en 800.000 las
víctimas de violación. Otras fuentes lo suben a 1.400.000. Estudios
recientes dicen que fueron más de 2 millones de violaciones entre mujeres y
niñas. Escuchar algunos testimonios produce pavor y asco a partes iguales,
pues posiblemente muestre la peor cara del ser humano. En estos casos, las
violaciones se usan como un arma de guerra, como una forma de destruir
definitivamente la moral del enemigo. No se hace expresamente por placer
sexual, sino por un sentimiento de odio, castigo, humillación, dominación y
venganza. Y esto les provoca otro tipo de placer y satisfacción. Ni siquiera
les preocupaba ya no sólo el dolor de sus víctimas a través de la violación—
niñas en muchos casos—, sino que tampoco parecía importarles la muerte
de sus víctimas.
Pero, ¿por qué en un conflicto bélico se dan este tipo de conductas? Por
desgracia, no existe una explicación lógica, sensata ni mucho menos
coherente más allá del horroroso rostro de la crueldad humana. Lo hicieron
porque podían hacerlo, porque estaba permitido hacerlo y porque no había
ningún tipo de castigo por hacerlo. Y esto no sólo ocurre en un conflicto
bélico, donde en cierto modo, aún no estando justificado, se pueden
producir violaciones porque un frente justifica la violación por estar
castigando al enemigo, que a su vez, también ha violado a las mujeres del
otro bando. Tras los desastres naturales, las violaciones y otro tipo de
delitos también aumentan de forma significativa. De hecho, tras el
terremoto de Haití en 2010, se denunciaron más de 250 casos de violaciones
de mujeres y niñas. Y en este caso, no existían bandos enfrentados, sino un
evento catastrófico que asoló a todos por igual, y nuevamente, cuando
algunas personas tuvieron la oportunidad de delinquir y violar
impunemente, simplemente lo hicieron.
La crueldad humana quedó aún mejor reflejada en el experimento de
Philip Zimbardo en la cárcel de Stanford, un estudio psicológico que
pretendía extraer un tipo de hipótesis, y que acabó revelando que el ser
humano, en cuanto tiene poder y autoridad, tiende a hacer uso de su
superioridad. Y es que lo que comenzó siendo la simulación de una cárcel
dentro del sótano del departamento de psicología de la Universidad de
Stanford, acabó convirtiéndose en una pesadilla. Los participantes que
tenían el rol de guardianes, no tardaron en comenzar a abusar del resto de
participantes que tenían el rol de presos, teniendo comportamientos sádicos
y humillantes, tales como castigos físicos u obligarles a limpiar retretes con
las manos desnudas. Incluso cuando los guardias pensaban que las cámaras
estaban apagadas, su sadismo aumentaba. Algunos de los participantes con
el rol de guardias, llegaron incluso a enfadarse cuando el experimento
terminó. Posiblemente, de haber sido un experimento con participantes
masculinos y femeninos, llegados a cierto nivel de sadismo, hubieran
aparecido las violaciones como forma de castigo.
Parece entonces que el dilema está resuelto. El hombre es un potencial
violador que viola en cuanto tiene impunidad para hacerlo. Pero no tan
rápido, pues parece que no es tan fácil llegar a esta conclusión. Y es que
hasta ahora estamos hablando de conflictos bélicos, donde los ganadores
cometen este tipo de actos con las mujeres del bando perdedor. También en
esas otras situaciones donde el hombre, haciendo uso de su superioridad
física, fuerza a una mujer por la sencilla razón de que puede hacerlo,
esperando no ser pillado por la policía y, por lo tanto, ni juzgado ni
sentenciado. Por lo tanto, en un conflicto bélico, la mujer es violada por el
simple hecho de ser mujer. Y si bien no podemos negar que la mujer es
violada con más frecuencia en los conflictos bélicos, ha quedado como tabú
el hecho de que muchos hombres también son violados. De hecho, la
violación de hombre a hombre está bastante extendida y es considerada un
arma de terror durante una guerra. Estos casos no se conocen porque los
prisioneros víctimas de estos abusos no cuentan con ningún tipo de
servicios de apoyo y quedan completamente estigmatizados. Durante la
Guerra Civil de Siria, la violación y abusos de hombre a hombre fue un
procedimiento habitual. En la República Democrática del Congo y otras
partes de África, a menudo los hombres también son violados por hombres,
con el problema añadido de que tras ser violados, pueden ser acusados de
homosexualidad, algo ilegal en muchos de estos países. Pero, ¿qué ocurre
cuando ponemos a la mujer en una situación similar a la del hombre? Para
encontrar un entorno similar, debemos irnos a las cárceles femeninas.
Según los datos estadísticos procedentes de una investigación que
aportó el “Bureau of Justice Statistics under the Prison Rape Elimination”,
un organismo que trata de eliminar las violaciones en las cárceles de
Estados Unidos, Los abusos sexuales cometidos por mujeres, tanto si
hablamos de presas como trabajadoras de prisiones, son mayores que los
abusos sexuales cometidos por hombres. Es decir, siendo mujer en una
cárcel, en términos estadísticos, es más probable que ésta sea violada por
otra mujer que por el personal masculino. ¿Por qué violan estas mujeres a
otras mujeres? Al igual que explicamos en el caso de los hombres en caso
de conflictos bélicos, estas mujeres abusan de otras mujeres porque pueden
hacerlo, porque sienten que tienen el poder suficiente como para dominar y
humillar a otra mujer en un entorno donde parece que todo está permitido, y
además, gozan de cierta impunidad.
Estas investigaciones dejaron claro que, a pesar del tópico, las mujeres
pueden llegar a ser igual de dominantes y violentas sexualmente que un
hombre. Pero estos datos están prácticamente silenciados por los
profesionales de la salud mental e incluso por las leyes, pues es cierto que
los casos de mujeres que violan son mucho menores en comparación con
los casos de violadores masculinos, pero más cierto aún es que, son muchas
menos las mujeres que suelen estar en disposición de una ventaja de fuerza
física con respecto a un hombre. Si nos dirigimos a la Alemania Nazi, este
hecho quedaría expuesto, pues muchas de las guardianas nazis
contribuyeron de forma voluntaria a toda una serie de terroríficos abusos y
torturas de cientos de miles de judíos, judías, gitanos y gitanas.
Curiosamente, a la hora de ser juzgadas por sus crímenes, se aprovecharon
de la discriminación de género para eludir su implicación. La crueldad no
tiene género.
Otros estudios han llegado a afirmar que en el núcleo familiar, la mujer,
en promedio, suele llegar a hacer más uso de la violencia física que el
hombre, pero por una cuestión de fuerza bruta, sus ataques no causan los
mismos daños. De hecho, rara vez se toman en serio los ataques violentos
de una mujer hacia un hombre.
La doctora Siobhan Weare, de la Escuela de Derecho de la Universidad
de Lancaster, en Reino Unido, llevó a cabo una investigación sobre este
asunto, y su hallazgo demostró que existen bastantes casos de hombres que
han vivido bajo el maltrato y el abuso sexual de sus parejas femeninas. El
problema para estos hombres es que suelen toparse con la incredulidad
tanto de las personas de su círculo como de la justicia, pues supuestamente,
un hombre tiene más fuerza física que una mujer, pudiendo llegar a evitar
esta situación. Y es cierto, pero de la misma manera que un maltratador es
capaz de anular psicológicamente a una mujer hasta el punto de que asuma
su condición de sometida, el mismo proceso se puede dar en un hombre. El
problema para estos hombres sería que en muchos países ni siquiera se
contempla la posibilidad de que un hombre pueda ser violado o maltratado
por una mujer, por lo que no están amparados por la ley. Y en otros casos,
les invade el sentimiento de vergüenza. Y no es para menos, teniendo en
cuenta de que la mayoría de hombres no tomarían en serio a otro hombre
que dice que ha sido violado por una mujer, mientras que la mayoría de las
mujeres, directamente, ni le creerían. Así que la pregunta no sería “por qué
los hombres son potenciales violadores”, sino, más bien, ¿por qué los
humanos en todos sus géneros y colores, pueden llegar a abusar
sexualmente de otra persona o ejercer violencia sobre ella? Y a partir de
esta pregunta mucho mejor planteada, sí podríamos buscar respuestas.
Lo poco que se sabe sobre los violadores es que carecen de empatía, y
que más que un disfrute con el placer sexual en sí, su mayor disfrute se da
mientras están forzando a la víctima. Su disfrute es la vejación y la
dominación, y su ética y moralidad es arcaica, por no decir inexistente.
Como decíamos, no existe un perfil claro de violador, pues puede ser el
típico delincuente movido por el consumo de drogas y alcohol, o puede ser
una persona con una lesión cerebral, alguien con un cuadro de psicopatía o
un gerente de empresa sin problemas psicológicos aparentes más allá de su
egolatría. Puede ser mujer y puede ser hombre. En cualquier caso, el
violador, tal y como decía, se encuentra en la parte más baja de la escala
evolutiva del ser humano.

¿Cómo acabar con las violaciones?


Únicamente en mi provincia, Granada (Andalucía, España), en 2021 se
denunciaron 43 agresiones sexuales, es decir, 43 casos de mujeres cuyo
agresor las asaltó en algún lugar y las penetró en contra de su voluntad. Esta
cifra es la más alta que hemos tenido hasta ahora en la provincia. A nivel
nacional, las cifras no son mucho mejores, pues en 2021 se contabilizaron
2.143 denuncias por agresión sexual. Cada día se cometen 6 violaciones en
España. Es decir, cada 4 horas se produce una violación en nuestro país. El
actual ministerio de igualdad trata de usar estas cifras para explicar que se
necesita más educación ciudadana en materia de igualdad. Pero este tema
va más allá de un problema de machismo cultural. De hecho, el aumento de
violaciones coincide con el aumento de todo tipo de delitos. Si solapamos
en un gráfico la tendencia de la delincuencia en general y la tendencia de
los asaltos sexuales, encontraríamos que ambas líneas ascienden o
descienden en la misma proporcionalidad. No puedo hablar de lo que ocurre
en otras provincias de España, pero sí puedo hablar de lo que ocurre donde
yo vivo. La percepción de seguridad de los ciudadanos tanto en la calle
como en sus propios hogares, ha descendido. Tanto si eres hombre como si
eres mujer, la probabilidad de sufrir un robo en la calle, ha aumentado, al
igual que ha aumentado la probabilidad de sufrir un asalto a la vivienda o
un robo en tu local comercial. Y por tanto, si hablamos de delincuencia, la
probabilidad de sufrir una violación, también ha aumentado. Esa percepción
de inseguridad que padece la “gente de bien”, está proporcionalmente
ligada a la percepción de impunidad para un asaltante, delincuente o
violador. Este tipo de delitos no se resuelven con charlas, pues el violador
sabe lo que está haciendo, al igual que el ladrón sabe que aquello que hace,
está mal. Lo dice incluso en la Biblia en los mandamientos 6 y 7 (No
robarás y no cometerás actos impuros). Este tipo de delitos se solucionan
con miedo, y posiblemente con terapia psicológica. El problema es que para
recibir terapia psicológica, en primer lugar se le debe identificar como
violador, y claro, casi siempre se les identifica una vez que han cometido la
violación.
En economía existe un concepto que se tiene en cuenta a la hora de
realizar una inversión y que es tan sencillo como sopesar la ecuación
riesgo/recompensa. Si la recompensa es alta y el riesgo es bajo, lo más
sensato es invertir. Por el contrario, cuando el riesgo es más alto que la
recompensa, se recomienda no invertir. Un criminal y un delincuente
piensan en términos económicos cuando se trata de analizar esta cuestión.
No nos equivoquemos, pues un violador hace una inversión de tiempo y
recursos, esperando obtener una recompensa. Del mismo modo que un
inversor busca el mercado donde puede obtener mayor rentabilidad con
menor riesgo, los violadores, así como las bandas organizadas y
delincuentes con tendencia hacia los delitos violentos, suelen buscar un
mercado donde el riesgo de ser atrapados sea también más bajo. Y en caso
de ser atrapados, que el castigo sea lo más bajo posible.
Un violador es un desalmado, pero como todo delincuente, también es
racional. Incontables estudios han demostrado que un endurecimiento de las
condenas para ciertos delitos, ha provocado que esos delitos caigan de
forma considerable, sencillamente porque no compensa cometer estos
delitos. El economista Steven Levitt, coautor de Freakonomics, observó que
cuando el sistema judicial juvenil y las leyes para menores se volvieron más
benévolas entre 1978 y 1993, los delitos violentos perpetrados por menores
se dispararon en relación con los delitos violentos perpetrados por adultos.
Y es que las penas por este tipo de delitos se endurecieron para los adultos.
De esta manera observaron que los menores que tenían un largo historial de
delitos, en cuanto llegaban a la mayoría de edad y ya podían ser condenados
como adultos, un alto porcentaje de estos delincuentes dejaban de delinquir,
pues ya no les compensaba la ecuación riesgo/recompensa. Es más,
observaron que aquellos estados en los que trataban judicialmente a los
menores de una forma más dura, tenían una menor incidencia de delitos con
violencia perpetrados por menores. Lo miremos por donde lo miremos, los
castigos más severos, logran que disminuya la delincuencia, al igual que
una mayor sensación de seguridad, hace que se lo piensen mucho más a la
hora de cometer un delito. Otro beneficio del endurecimiento de las penas
es que, los violadores estarían más tiempo encerrados, y por lo tanto, los
delitos de violación, por las propias matemáticas (más violadores
encerrados = menos violadores en la calle), más tiempo estarían los
violadores sin delinquir y, más miedo tendrán otros violadores al observar
una ecuación riesgo/rentabilidad que no compensa. Y finalmente, nos
quedaría solucionar el problema de la rehabilitación, pues según las últimas
investigaciones, con ciertos tipos de terapia psicológica, se puede lograr una
baja tasa de reincidencia en este tipo de delito tras la excarcelación.
Desconozco la eficacia de este tipo de terapias para violadores, pero me
consta que existe una probabilidad del 100% de que un violador encerrado,
deja de cometer violaciones en la calle durante el tiempo que permanece
alojado en prisión.
Así que, personalmente, considero que la mejor manera de acabar con
un gran porcentaje de delitos de agresión sexual sería aumentar la presión
policial, así como endurecer las condenas por este tipo de delitos.
Básicamente, la mejor manera de reducir las violaciones sería reducir el
resto de delitos, pues insisto en que están curiosamente relacionados en
proporción. Como decíamos anteriormente, las violaciones tienden a
aumentar cuando se crean entornos donde parece que todo está permitido y
se goza de cierta impunidad, por lo que unas calles con alta delincuencia
acaban pareciéndose a un terreno bélico que incita a todo tipo de delitos.
Ésto, sumado a bajas condenas por estas conductas delictivas, hace que
aumenten los delitos de violación.
Aquí debemos tener en cuenta “la teoría de las ventanas rotas (Philip
Zimbardo)”. Esta teoría viene a decir que si rompes una ventana de un
edificio en una calle, y ésta no se arregla pronto, se dará la sensación de
abandono en el edificio, y no tardarían en aparecer otras ventanas rotas en
el edificio debido a los actos vandálicos. Si no se arreglan esas ventanas del
edificio, ocurrirá lo mismo en los edificios colindantes, aparecerán grafitis,
suciedad, y esa calle dará un aspecto de abandono en general donde todo
estará permitido. Y por lo tanto, es cuestión de tiempo que la delincuencia
aumente en esa calle. Es por eso que, con el tema de las violaciones, en
primer lugar se debe atacar la causa real, y no centrarnos en dar charlas
sobre machismo, pues desde que se ha ampliado el presupuesto para esas
charlas, las violaciones no han dejado de aumentar en España. Sería mucho
mejor destinar esos recursos económicos a atacar la causa que origina el
problema. Y el problema, como mencionamos, posiblemente se encuentre
en el aumento de delincuencia en general. Si se logra disminuir la
delincuencia en general, se disminuirán los delitos sexuales en particular. Y
una vez hecho eso, ya se pueden dar charlas sobre machismo o lo que sea.
Importante también, extraer un perfil estadístico de aquellas personas que
suelen cometer este tipo de delito con más frecuencia en las calles, pues
posiblemente encontraríamos una relación entre un aumento de violencia
con la presencia de esos perfiles concretos, pudiendo llegar a la conclusión
de que para mejorar la seguridad de las mujeres en las calles, quizás
debamos trabajar en otro tipo de leyes para otro tipo de asuntos.
5

Feminismo. Cuestión de género.


Este nuevo feminismo no es una ola; es un tsunami. Y no parte de una ideología
constructiva, sino de una ideología que parte de la destrucción. Destrucción de valores,
destrucción de la familia tal y como la conocemos, y destrucción de la armonía entre
hombres y mujeres.

L
o que comenzó siendo un feminismo que únicamente buscaba la
igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres —algo
en lo que creo que a día de hoy no existe nadie que esté en contra —,
acabó convirtiéndose en un movimiento político que ha metido sus garras
en lo económico, social, cultural y sexual. Y este movimiento está alejado
de la construcción. Usan con frecuencia la palabra deconstrucción, pero
para deconstruir, primero hay que destruir. El problema es todo lo que están
destruyendo a su paso. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
En su polémico libro, “El Libro negro de la nueva izquierda”, el
politólogo Agustín Laje, junto a Nicolás Márquez, exponen su propia
hipótesis. Para Laje, la ideología de género es la nueva arma de la izquierda
para oxigenar políticamente a las militancias de la izquierda. En su libro
argumenta que la antigua izquierda siempre tuvo un discurso que se
enfocaba en la guerra de clases sociales, donde se abría un frente entre los
obreros y los empresarios, entre pobres y ricos, entre socialismo y
capitalismo.
En aquella época, para llevar a cabo una revolución de izquierdas, había
que crear una grieta dentro de las diferencias económicas entre clases,
donde una verdadera revolución solía tener un discurso de expropiación de
los medios de producción y colectivización. Aquella revolución fracasó. A
partir de la segunda mitad del siglo XX, los teóricos marxistas se dieron
cuenta de que la guerra de clases ya no resultaba tan rentable al no existir
un espacio conflictivo. Entonces debían buscar otra lucha para movilizar
nuevamente a la clase obrera. Buscaron nuevos puntos de fractura donde
poder continuar con nuevas luchas sociales. Y las diferencias de género se
presentaron como una nueva fractura. Si anteriormente la lucha entre la
izquierda y la derecha fue la grieta entre obreros y burgueses, en este caso,
la grieta sería la guerra de sexos, una forma de volver a dar una causa a los
militantes de izquierdas. Pero la guerra de sexos entre hombres y mujeres
no fue suficiente, por lo que se incorporó la ideología de género. En la vieja
izquierda se planteaba expropiar los medios de producción, y en la nueva
izquierda se trata de expropiar el pensamiento. Para Laje, la nueva
revolución no se está dando en el entorno económico, y estaríamos dentro
de una revolución sexual, donde la izquierda habría unido el feminismo con
la comunidad LGTBI y otros colectivos minoritarios, el medio ambiente y
la lucha contra el capitalismo. La izquierda, de esta manera, tendría un
enemigo identificado: el hombre blanco heterosexual y el malvado sistema
capitalista. Y su flanco de ataque sería el núcleo familiar, pues si
desestructuras una familia, ya tienes asegurada la guerra entre hombres y
mujeres, y niños educados por el Estado y unas redes sociales que suelen
censurar los contenidos anti-izquierda y anti-feminismo, además de que
esos niños crecen bajo la influencia de las teorías del Estado a través de los
programas educativos y sexuales de la ideología feminista. Y podemos estar
más o menos de acuerdo con la exposición de Laje y Márquez, pero una
cosa no se puede negar, y es que muchas de las proposiciones y leyes que
propone este feminismo actual, son cuanto menos cuestionables.
Según la filosofía del movimiento feminista en materia de política de
género, el género es una imposición de la sociedad. Es algo cultural. No se
nace mujer ni hombre, sino que se llega a ser culturalmente un hombre o
una mujer. Y esta hipótesis viene a decir que no existe nada intrínseco o
biológico que nos haga ser hombres o mujeres, y lo único que cuenta es la
autopercepción (autodeterminación) que tenemos sobre nosotros mismos.
Está claro que si recurrimos a la ciencia, esta hipótesis, suposición, opinión
o corriente filosófica (o lo que sea), está mal fundamentada, por no decir
que es completamente errónea. Y es que incluso antes de nacer, a través de
una ecografía, ya podemos ver si lo que viene es un bebé de sexo masculino
o femenino, debido a todo un proceso hormonal dentro del útero materno
que da forma tanto a nuestro cerebro como a nuestro cuerpo. Según esta
filosofía de género, obligaremos a los médicos a decir:
—Está usted embarazada de 7 meses.
— ¿Es niño o niña?
— Es de género indeterminado. Deberemos esperar a que su “hije”
pueda hablar para que nos diga qué es.
Incluso un antropólogo forense o un osteólogo, tras estudiar los restos
esqueléticos de personas que vivieron hace miles de años, puede determinar
si el esqueleto pertenece a un hombre o una mujer. Por lo tanto, cuando se
trata de géneros, la ciencia nos da dos únicas opciones: hombre o mujer, y
salvo puntuales excepciones, el macho tiene órganos masculinos y la
hembra órganos femeninos. Ahora bien, si una persona no se siente a gusto
con su cuerpo y decide someterse a una intervención de cambio de sexo,
podríamos comenzar a hablar de una persona transgénero. Y todo ésto lo
veo perfecto, faltaría más. De hecho, si todo el problema fuera ese, no
habría ningún tipo de problema. Debemos ahondar en todo tipo de
cuestiones, pues posiblemente se estén cometiendo demasiados errores por
parte de los encargados de aprobar ciertas leyes, generando más problemas
de los que resuelven. Y voy a tratar de adentrarme en esta cuestión de una
forma totalmente objetiva e imparcial. Y para ello, qué mejor que comenzar
con algo de historia.

Una breve historia de la homosexualidad.


La pregunta no es si desde el principio de los tiempos existieron hombres
que mantenían relaciones con otros hombres, pues de forma irrefutable,
podemos afirmar que, efectivamente, las relaciones entre personas del
mismo sexo se han dado desde que el ser humano habitó el planeta.
Aristóteles, Platón, Alejandro Magno, Miguel Ángel, Óscar Wilde o
Salvador Dalí son sólo algunos ejemplos de hombres que mantenían
relaciones con otros hombres. ¿Eran gais, bisexuales, homosexuales,
pansexuales…? Aquí comienza el debate, pues la dicotomía
homosexual/heterosexual produce un choque entre esistencialistas y
construccionistas sociales, donde todos parten de la base de que siempre
existieron personas que mantenían relaciones sexuales con personas del
mismo sexo, pero no siempre existieron homosexuales, por lo que la
homosexualidad sí podría ser un invento reciente —un constructo social—
mientras que la práctica en sí, ha estado presente a lo largo de los milenios
de la humanidad. Queremos decir con esto que, en la antigüedad, las
prácticas homosexuales no eran un rasgo característico divisor entre dos
orientaciones sexuales, sino una práctica que cualquier humano podía
cometer. Es decir, no existía una etiqueta para las personas que mantenían
relaciones con otras personas del mismo sexo. De hecho, una de las
prácticas dominantes en la Grecia antigua era la pederastia, pues los griegos
adultos solían alternar entre mujeres, esclavos, extranjeros y muchachitos
bastante jóvenes. Era muy común el hecho de que un joven de entre 12 y 18
años (incluso posiblemente de menos edad) fuera el amante de un hombre
adulto, siendo el adulto el que se encargaba de la educación moral, política
y social del “muchachito”.
Curiosamente, Aristóteles y Platón son dos de las figuras históricas más
nombradas en la actualidad por su gran sabiduría. Supongamos que
Aristóteles viviera hoy día y mantuviera sus mismas prácticas sexuales que
en la época. La sociedad actual dejaría de ver su sabiduría y lo llamaría
“enfermo” al ser un pederasta. Y mucho ojo, porque estos datos son los que
están usando algunas personas “demasiado progresistas” para decir que la
pederastia es pederastia por un mero constructo social y que quizás no
debería considerarse pederastia el gusto de un adulto por un menor de
edad al ser algo que estaba normalizado en la antigüedad.
El hecho de tener amantes masculinos o más tendencia a personas del
mismo sexo, no te hacía perder masculinidad de cara a la sociedad, pues era
el estándar de la época. Lo que sí estaba mal visto era la sodomía entre dos
hombres adultos, y sobre todo, el hacer de pasivo en una relación sexual.
Eso no estaba bien visto socialmente, pues el pasivo se consideraba inferior
al activo. Y este dato explicaría cómo se había creado una percepción a
través de un constructo social de la época, pues el hecho de que estuviera
mal visto hacer de pasivo, era debido a que los muchachitos y esclavos eran
los que solían hacer de pasivos, mientras que en el otro lado de la jerarquía,
se encontraba el adulto o el amo. En cualquier caso, cabe destacar —como
me imagino que habrás interpretado— que los griegos no hacían uso de la
homosexualidad en sí, sino más bien de lo que hoy se considera pederastía.
Si nos vamos a la antigua Roma, a pesar de que algunos autores de la
época contemplaban la homosexualidad como un signo de decadencia y
degeneración moral, también nos consta que las relaciones entre personas
del mismo sexo eran comunes y habituales, pues hoy día sabemos que los
emperadores Marco Antonio y Augusto César tenían amantes jóvenes del
mismo sexo. Y este recorrido lo podemos hacer por todas las culturas —
África, Oriente, Egipto, la India…—, y en todas ellas, así como en
cualquier época encontraríamos que la homosexualidad siempre existió,
aunque no tuviera un nombre específico para referirse a ello. Lo que no
podemos obviar es el recorrido de la homosexualidad a lo largo de los
tiempos, pues en la antigüedad se consideraba algo normal y aceptable,
posteriormente se convirtió en pecado, más adelante se llegó incluso a
perseguir como si de un delito se tratara, y más recientemente, se llegó a
hablar de ello como una enfermedad. En el presente, se lucha por
devolverla a su normalidad original, aunque con una separación entre
heterosexuales/homosexuales, cosa que no existía en su origen, al menos en
Grecia.
Según el historiador John Boswell, en la antigüedad existían términos
para referirse a las prácticas sexuales, pero no existían términos para
referirse a las orientaciones sexuales, pues no existía una línea divisoria
entre heterosexual y homosexual. Los únicos términos para separar a las
personas en categorías sexuales eran “personas castas o no castas”, “casadas
o solteras”, “románticas o no románticas”, y una vez más adentrados en
quién ejercía la práctica según su nivel jerárquico, “amo o esclavo”, dando
por hecho que el esclavo sería pasivo y el amo activo. Pero entonces, ¿de
dónde viene la homosexualidad?
El historiador David M. Halperin piensa que la homosexualidad fue
inventada por Charles Gilbert en 1892[23]. No es que inventara la orientación
o la práctica, pero todo indica que inventó el nombre para referirse a esta
práctica u orientación. Evidentemente, como ya hemos explicado, siempre
existieron hombres y mujeres que mantenían relaciones con personas de su
mismo sexo, pero antes de 1892 no existía homosexualidad, sino inversión
sexual, un término que acuñaron los psiquiatras para referirse a este tipo de
prácticas sexuales perversas.
Curiosamente, el homosexual fue inventado antes que el heterosexual.
La palabra “homosexualidad” se forma a partir del prefijo griego “homo
(mismo)” y “sexus (sexo)”, pero no se inscribió como polo opuesto de la
“heterosexualidad”, pues este término no existía. De hecho, como oposición
a "homosexual", se usó en un inicio el término "normosexual
(normalsexual), haciendo referencia a una sexualidad normal, y connotando
de esta sutil manera, que todo lo que no sea “normosexual” no está dentro
de lo normal, y de esta manera, dando paso a la interpretación de que, si no
es normal, puede existir patología.
Llegados al siglo XIX, el concepto de homosexualidad cogió algunos
caminos diferentes. (1) Llegó a ser una cuestión psiquiátrica, donde se
entendía como patología, desviación u orientación pervertida. (2) También
fue una cuestión psicoanalítica, la cual trató el propio Freud, el cual decía
que todos los seres humanos nacían con disposición perversa polimorfa. Es
decir, Freud llegó a pensar que todas las personas nacían con cierto grado
de bisexualidad, y podía existir una intención erótica temporal por personas
del mismo sexo sin llegar a tener una orientación sexual permanente. En
ningún momento Freud se refirió a ello como desviación sexual o patología
a pesar de que usó el término “inversión” para referirse a ello; (3) Y por
último, una cuestión sociológica dentro de los problemas sociales
existentes, donde la homosexualidad no la practican únicamente personas
con orientación homosexual, y tampoco es patológico, al estar extendido en
la sociedad. Y quizás esta tercera cuestión (sociológica) es la que está
provocando revuelo en los círculos más conservadores del siglo XXI, pues
se tiene miedo a que, en caso de exponerse esta normalización
continuamente en redes sociales o dentro de la educación sexual en centros
educativos pudieran “fabricarse” más gays, lesbianas y bisexuales. Es decir,
cambiar la identidad sexual de una persona.
Para ello se usan datos y estadísticas que muestran cómo en el siglo XXI
hay más jóvenes homosexuales y bisexuales que nunca antes. Y claro, aquí
tendríamos otro ejemplo de mala interpretación de datos estadísticos al no
tener en cuenta otros factores. Posiblemente —y casi pondría la mano en el
fuego—, lo que está ocurriendo no tiene nada que ver con que más
heterosexuales se estén pasando al lado homosexual debido a la
normalización o mayor visibilidad del mundo homosexual, sino que gracias
a esta normalización, los homosexuales pueden salir del armario con mucha
más facilidad y tranquilidad. Yo mismo he conocido bastantes casos de
hombres y mujeres que vivían como heteros, pero eran homosexuales.
Tenían miedo a expresarlo abiertamente por el rechazo social e incluso por
el rechazo de su propia familia[24]. Todas estas personas —que viven como
heteros siendo gays— no formaban parte de las estadísticas de años
anteriores, es decir, no contabilizaban para el número de homosexuales en
nuestro país. Hoy en día, la mayoría ya no tienen este problema, y pueden
decir abiertamente que son gays o lesbianas. Y muy posiblemente, a eso se
debe el aumento de homosexuales en nuestra época. Otros han intentado
hacer una similitud entre la disminución de testosterona en los hombres y el
aumento de homosexuales y, evidentemente, no está relacionado, pues
como veremos en breve, la homosexualidad no está relacionada con unos
niveles de testosterona más bajos. Existen gays con altos niveles de
testosterona y heteros con bajos niveles de testosterona. Si bien es cierto
que los niveles de testosterona en muchos hombres están cayendo, ésto
estaría relacionado con situaciones de estrés, inseguridades, problemas
psicológicos y alimenticios. Nada que no se pueda arreglar tras una visita
médica o psicológica. Lo que sí se está viendo es que ha habido un aumento
considerable entre chicos jóvenes que dicen ser trans. Eso lo veremos más
adelante. Veamos antes con qué facilidad o dificultad podemos convertir a
un joven hetero en homosexual. ¿Sería una posibilidad? Veámoslo.

¿Se puede aprender a ser homosexual?


La mayoría de investigaciones científicas sugieren que las personas
homosexuales nacen así, aunque las propias investigaciones reconocen que
este dato estaría mucho más claro para los gays que para las lesbianas, pues
no se han llevado a cabo estudios demasiado rigurosos con las mujeres. Si
nos centramos en el trabajo de los neurocientíficos Sandra Aamodt y Sam
Wang[25], podríamos inferir que muchos de los factores que afectan al
desarrollo del feto masculino, también influyen sobre su orientación sexual
adulta. Asimismo, en ningún momento descartan que las influencias
ambientales sean relevantes, pero sí que queda constatado que puede
desarrollarse una orientación sexual sin que haya existido ninguna clase de
aprendizaje. Todo indica que se trata de genética y hormonas en la etapa
prenatal que provocarían algunos cambios en el cerebro. Tal es así que,
analizando las regiones del cerebro que diferencian a los hombres de las
mujeres —la región denominada “tercer núcleo intersticial del hipotálamo
—, descubrieron que en los hombres gays, esta zona tiene un tamaño
similar al de las mujeres, cuando en heterosexuales, esa zona tiene el doble
de tamaño que en las mujeres[26].
¿Y cuál sería el mayor pronosticador de homosexualidad? Más de una
docena de estudios han descubierto que el hecho de tener un hermano
mayor aumenta las probabilidades de ser homosexual en un 33%. Es decir,
si nace un niño, las probabilidades de que el siguiente niño de la pareja sea
homosexual aumentan en un impresionante 33%. Según esas estadísticas, el
15% de los gays deben su homosexualidad a sus hermanos mayores. En
estos estudios sí quedó verificado que en las mujeres no se encuentra este
patrón estadístico. Lo que sí podemos extraer de toda esta serie de estudios
es que el desarrollo del cerebro durante el embarazo juega un papel
verdaderamente importante en la orientación sexual adulta.
Bill Bradshaw, del Departamento de Microbiología y Biología
Molecular de Brigham Young University, tras más de 38 años de
investigaciones científicas al respecto, llegó a la conclusión de que la
homosexualidad es un rasgo biológico innato, por lo que no puede ser
alterado de ninguna manera. El deseo de algunas personas homosexuales
por cambiar su orientación sexual, no viene de un malestar por su
orientación sexual, sino por un malestar social, al ser conductas que pueden
ser reprochadas por el entorno social y familiar. Es por eso que las
denominadas terapias de reconversión cuya finalidad es convertir a una
persona homosexual en heterosexual, son inútiles, pues están llevando a una
persona a luchar contra su naturaleza, y lo único que se consigue es frustrar
a la persona y causarle serios problemas psicológicos. El homosexual es
homosexual y el heterosexual es heterosexual, aunque con el
“heteroresbaladizo” que veremos más adelante, seguimos sin tener una
clara hipótesis.
Por otra parte, algunos estudios encontraron una correlación entre los
casos de abuso físico, emocional y sexual con la posterior tendencia a
desarrollar tendencia sexual hacia personas del mismo sexo. Estos estudios
han sido refutados posteriormente. Los hombres que han sido abusados en
su infancia por otros hombres, pueden expresar confusión sobre su
identidad y orientación sexual, debido a un trauma psicológico que les hace
pensar que un hombre que ha tenido relaciones sexuales con otro hombre,
ya no puede ser un hombre heterosexual o, sencillamente, llegar a pensar
que si aquéllo ocurrió fue porque él mismo lo ocasionó debido a su
conducta homosexual. Otras veces ocurre, como es evidente, que algunos
hombres que fueron abusados sexualmente en su niñez, no es que se hayan
convertido en homosexuales, sino que ya eran homosexuales antes de los
abusos. En cualquiera de los casos, tanto para el heterosexual como para el
homosexual víctimas de abusos, ambos vivirán con más probabilidad de
sufrir todo tipo de traumas relacionados con el hecho en cuestión. Así que,
si bien no existe una hipótesis confirmada al cien por ciento, todo indica por
ahora que no hay manera de convertir a un heterosexual en homosexual;
tampoco a un homosexual en heterosexual. Y cualquier manera de
intentarlo, sólo conlleva riesgos de generar traumas y confusión en las
personas.
Dicho esto, en principio no debería preocuparte el hecho de que los
jóvenes se expongan a imágenes, propaganda o escenas homosexuales, pues
el hetero seguirá siendo hetero, mientras que la persona dentro del armario
se animará a salir de él, lo cual es beneficioso para la sociedad en conjunto
y mucho más beneficioso para él mismo y su salud mental. Pero en breve
vamos a ver que aquí pueden surgir otro tipo de complicaciones, sobre todo
cuando nos adentramos en la famosa y polémica Ley Trans, y con el
discurso al que se quiere someter a los niños en materia de diversidad
sexual, pues como me han expuesto algunos psiquiatras, “a los niños se les
debe dejar en paz”.

Trans
Con el término “trans” entramos en un terreno pantanoso que se debe tratar
con extrema delicadeza, pues una cosa es la incongruencia de género[27]
(cuando no coincide tu identidad sexual con tu género biológico), y otra
muy diferente, la puerta que se está abriendo a suculentas estupideces. Así
que vayamos por partes.
La incongruencia de género es el término que hoy día se usa para definir
lo que en el pasado se denominaba trastorno de identidad de género, y más
recientemente, hasta 2018, disforia de género. Se da cuando el sexo
biológico de una persona no coincide con su identidad de género. Es decir,
si una persona ha nacido biológicamente hombre, y se siente hombre (como
ocurre en la mayoría de los casos), su género asignado al nacer se
identificaría con su identidad de género. En este caso hablaríamos de una
persona cisgénero. Por el contrario, si una persona nace biológicamente
hombre, pero se siente mujer, su identidad de género no coincidiría con el
género asignado, por lo que estaríamos hablando de una persona
transgénero. Y esta discordancia puede provocar en la persona algunas
afecciones de salud mental, entre ellas ansiedad, depresión o
inconformidad, al no coincidir su cuerpo con su identidad de género.
Hasta ahora, como explicábamos al principio de este capítulo, la norma
social ha sido un sistema binario donde únicamente existe el género
masculino y femenino, por lo que las personas transgénero no encajan
dentro de dichas normas sociales, siendo el resultado una mayor tasa de
problemas de salud mental e intentos de suicidio entre la comunidad
transgénero. También tienen mayores problemas a la hora de incorporarse al
mercado laboral. Un alto porcentaje de las personas transexuales
únicamente llegan a encontrar una salida económica dentro de la
prostitución.
Nadie, absolutamente nadie —ni médicos, ni científicos, ni filósofos ni
psicólogos— tienen hoy por hoy ni la menor idea de por qué se produce la
incongruencia de género. Por el momento, únicamente son conjeturas y
especulaciones. Algunos investigadores se refirieron a ello en el pasado
como patología, mientras que hoy día, la comunidad científica tiene claro
que no es ninguna patología. Algunos usan la expresión “nacer en un cuerpo
equivocado”, mientras que otros afirman que “nadie nace en un cuerpo
equivocado”, pues sería como decir que has nacido defectuoso. De hecho,
esa expresión acabó dando paso a un libro llamado “Nadie nace en un
cuerpo equivocado”, donde los profesores de psicología José Errasti y
Marino Pérez, elaboraban diferentes hipótesis sobre esta cuestión, pero
ambos autores pecaron, en mi opinión, de tratar este asunto bajo un prisma
demasiado conservador con respecto al sexo. Y es que los autores parten de
la premisa expresamente biológica donde el único fin del sexo humano es la
reprodución, por lo que de esta manera, una persona transexual estaría fuera
de lugar, ya que dentro de un sistema biológicamente binario —para darse
la reproducción se necesita forzosamente a un hombre y una mujer—, no
sólo trataríamos como “anormal” una relación sexual entre personas del
mismo sexo, sino también, cualquier relación heterosexual con fines
recreativos y placenteros y no con fines reproductivos.
Y es aquí cuando olvidamos que el ser humano, además de ser un
organismo biológico, también es cultural. Es decir, posiblemente sea la
única especie donde el gen no define completamente su conducta, a pesar
de estar condicionado genéticamente. El ser humano, como ya se ha
demostrado, puede hacer una gran separación entre el sexo y los fines
reproductivos. Por tanto, ese tipo de hipótesis no nos sirve, pues si bien la
reproducción es binaria, el sexo puede darse con otros fines entre
“relaciones binarias” y otro tipo de relaciones de diferentes orientaciones
sexuales y géneros. Y no, la separación entre sexo y reproducción, tampoco
es algo nuevo de nuestro siglo. El ser humano lleva haciéndolo durante
milenios.
Algunos expertos teorizan con la idea de que la incongruencia de género
puede deberse a los genes, las hormonas en el útero o incluso a factores
culturales y ambientales, pero por el momento, todo son especulaciones. Lo
que sí está más que claro, —al igual que la homosexualidad—, es que no es
ni un invento ni una moda, pues nuevamente encontraríamos personas
“transgénero” a lo largo de la historia, con la imposibilidad de someterse a
las intervenciones de cambio de sexo que sí disponemos hoy en día. Por
tanto, el travestismo como expresión de lo que hoy consideramos una
persona transexual, ha estado presente a lo largo de los tiempos.
Lo más cerca que se estuvo de las intervenciones para un cambio de
sexo, fue en la antigua Roma con las sacerdotisas Gallae. Estas sacerdotisas
nacían varones y se auto castraban para convertirse en mujeres. En
prácticamente todos los tiempos y culturas, de una u otra manera, existe una
clara referencia a las personas trans —varones que quieren convertirse en
hembras y hembras que quieren convertirse en varones—. Lo único que se
ha modernizado son los avances para el cambio de sexo en quirófano, pero
no cabe ninguna duda de que la transexualidad no es ninguna moda o
invento actual. Dicho esto, al menos en el caso de España, este tema se está
abordando de una manera muy extraña y preocupante en la actualidad.
Una vez hemos visto que los sectores más progresistas, con el
feminismo al frente, huyen del concepto binario biológico —Es decir, la
idea de que biológicamente puedas ser hombre o mujer—, y justo cuando se
debatía la opción de incluir un tercer género en el DNI (Transgénero), se
desató la locura. Una locura que no es que pueda traer consecuencias en un
futuro lejano, sino que ya se están produciendo en el presente. Si bien está
dentro de lo razonable, e incluso dentro de lo necesario para la salud
psicológica de una persona adulta con incongruencia de género, el hecho de
tenga todos los medios a su alcance para someterse a una intervención que
se denomina cambio de sexo[28], la actual denominada Ley Trans, abre una
puerta perjudicial tanto para las personas que verdaderamente se consideran
transexuales, así como para las mujeres en general.
No podemos obviar la picaresca del ser humano. Si anteriormente
hablamos de una ley beneficiosa para la mujer, como fue la ley integral de
violencia de género, y que fue aprovechada por las propias mujeres para
“maltratar” a sus ex parejas, en el caso de la Ley Trans, la situación es
mucho peor. Esta ley contempla la posibilidad de que cualquier persona
pueda cambiarse de sexo legalmente sin necesidad de someterse a cirugía,
tratamiento hormonal y sin ningún diagnóstico por parte de profesionales
médicos. En todo momento será considerada e interpretada de acuerdo a la
autopercepción o autodeterminación de la persona. Es decir, la simple
petición de cambio de género, basta para cambiar el género en el DNI. Si
añadimos también el hecho de que un nuevo género incorporado a la
extensa lista de identidades de género sería el género fluido (Puedes ser
hombre el mes de Agosto y mujer en Diciembre), la polémica está servida.
En el momento que estoy escribiendo estas líneas, tenemos la noticia de que
el Ministerio de Interior de España ha reservado un 40% de las plazas a
mujeres hasta 2030. No vamos a entrar en este tipo de discriminación
positiva hacia las mujeres y discriminación a secas hacia los hombres. La
cuestión a tratar aquí es que gracias a la Ley Trans, esas plazas reservadas a
mujeres, podrían ser cubiertas por hombres biológicos que dicen sentirse
mujeres. Y como nadie podría cuestionar esta autopercepción que tienen de
sí mismos estos hombres, podrían perjudicar notablemente a la mujer.
En España no han contado con la problemática que ya está ocurriendo
en otros países. Y es que el Ministerio de Igualdad de España quiere aplicar
esta ley de la forma más dura posible. La autodeterminación de género por
sí misma no es válida en otros países de la Unión Europea como
Dinamarca, Noruega, Portugal, Malta, Bélgica e Irlanda. En estos países, se
exige a la persona que, antes de cambiar su sexo en el DNI, debe haber
pasado por un tratamiento hormonal y presentar un informe médico que
acredite que esta persona tiene incongruencia de género. Y todo ello con el
fin de evitar lo ocurrido en otros países como Canadá, un país que, al igual
que España, no requiere tratamiento hormonal ni informe médico. Y las
consecuencias ya se están pagando.
En uno de los refugios para mujeres maltratadas más antigüos de
Canadá, una “mujer” nacida biológicamente hombre denunció al refugio
porque le impidieron trabajar asistiendo a las mujeres víctimas de violación,
víctimas de violencia en el hogar y víctimas de acoso sexual. La Corte
Suprema de Canadá, en base al consejo de expertos de la psicología,
entendió que cuando las mujeres son víctimas de violencia sexual por parte
de un hombre, la presencia de hombres (o personas que siguen teniendo la
apariencia de hombres aunque se autodeterminen como mujeres), podía
impedir o retrasar la curación del tráuma de dichas mujeres. Todo parecía
estar aclarado, y por tanto, solucionado. Pero Morgane Oger, miembro del
Partido Democrático de British Columbia no se quedó conforme con dicha
resolución, llegando a insinuar que el refugio mordió la mano que le daba
de comer. Se acusó al refugio de incitar a los prejuicios y tener una
conducta discriminatoria hacia dicha mujer nacida varón. Le acabaron
quitando las subvenciones al refugio. No importó el bienestar de las
mujeres víctimas de abuso y agresiones. Únicamente prevaleció la
protección de la Ley Trans.
En 2018, en el Estado de British Columbia, otra mujer nacida hombre y
conservando sus genitales masculinos, realizó más de 15 denuncias a
salones de belleza y trabajadoras de centros de estética por negarse a depilar
sus genitales (compuestos de pene y testículos). La ley trans le daba la
razón, por lo que se dispuso a negociar con cada una de estas mujeres para
que le pagaran más de 2.000 dólares cada una. Uno de estos locales se vio
en la obligación de cerrar tras la denuncia, debido a la reacción de algunos
clientes cuando la tacharon de transfóbica. La dueña del local relató al
tribunal que ella no se negó a cumplir la petición de esta persona por ser
transexual, sino porque se vio acosada por dicha transexual. Otras
trabajadoras de centros de belleza femeninos corroboraron que esta mujer
nacida biológicamente hombre, también mostró en sus salones una
conducta claramente de acoso hacia las trabajadoras.
Desde presos que dicen ser mujeres para ser encarcelados en cárceles
femeninas y terminar violando a reclusas, hasta hombres que aprovechan
esta ley para disfrutar en vestuarios femeninos. Protestar o no estar de
acuerdo con algunas líneas de la Ley Trans, puede llevar sanciones
económicas e incluso cárcel. En el artículo 5.3 del anteproyecto se dice:

“La autodeterminación de la identidad sexual no podrá ser puesta bajo cuestionamiento


de manera que en ningún momento, proceso o trámite se exigirá la aportación de medios
probatorios de aquella. En todo momento será considerada e interpretada de acuerdo a la
manifestación de voluntad personal”

La considerada ideología de género ha provocado ya el primer choque entre


el propio movimiento feminista, pues un gran número de mujeres
feministas, en su lucha por eliminar todas las formas de discriminación
contra mujeres y niñas, han incluído dentro de esa discriminación la
sustitución de la categoría “sexo” por la de “identidad de género”. En la
página principal de la alianza feminista “Contra el borrado de mujeres”,
podemos leer el siguiente texto:
“En los últimos años, en algunos países del mundo, se han ido aprobando leyes que
permiten que cualquier varón pueda “autodeterminarse” mujer con su palabra como
único trámite necesario. Esto pone en peligro los derechos de las mujeres y las niñas
basados en su sexo. Nosotras, como feministas, no podemos permitir que el género se
introduzca en las leyes como una “identidad” y se proteja por encima de la categoría
sexo.

El género no es una identidad, el género es el conjunto de normas, estereotipos y roles,


impuestos socialmente a las personas en función de su sexo. El género es un instrumento
que favorece y perpetúa la situación de subordinación en la que nos encontramos las
mujeres. Por eso, admitirlo como “identidad” implica esencializarlo, anulando por
completo las posibilidades de luchar contra las imposiciones que conlleva”.

contraelborradodelasmujeres.org
Ese texto por sí solo, en algunos países ya podría considerarse como
transfóbico, pudiendo llevar a sus responsables a pagar elevadas multas e
incluso penas de cárcel, cuando lo cierto es que su queja está más que
justificada. Esta Ley Trans, de la forma que está presentada, y una vez que
descartamos que no se trata de ninguna broma para el día de los inocentes,
es como si tuviera la intención de destruir el mundo tal y como lo
conocemos, pues no sólo nos encontramos con el problema mencionado
anteriormente (no tener en cuenta la picaresca humana y poner en peligro a
las mujeres), sino que encontraríamos algo mucho más terrorífico: los
niños. Posiblemente sea el punto más polémico de esta ley, y es el hecho de
que un menor, a partir de los 12 años ya pueda solicitar un cambio de sexo
registral, y que menores puedan someterse a un tratamiento hormonal. En la
mayoría de países que han aplicado la Ley Trans, el cambio únicamente se
admite a partir de los 18 años, siendo las excepciones Islandia —que
permite el cambio de género sin informe médico a los 15 años tras realizar
una declaración formal—, y Noruega y Países Bajos —que permiten el
cambio a partir de los 16 años—.

¿Qué dicen los psiquiatras con respecto a la Ley


Trans?
Quise consultar a diferentes psiquiatras alejados de los medios de
publicación tradicionales, pues realmente, no tenía una teoría clara sobre si
la exposición a una educación sexual integral de temática feminista podría
dar lugar a confundir a algunos niños. Así que comencé con la pregunta:
“¿Pueden salir los niños perjudicados a través de la exposición excesiva a
mensajes y escenas de diversidad sexual?”. La mayoría de los que he
consultado han preferido mantenerse en el anonimato, e incluso al margen
de sacar conclusiones sobre este asunto al reconocer que la comunidad
científica y el colegio de psiquiatras aún no tienen unanimidad en este
sentido.
No obstante, varios de ellos han coincidido en el mismo punto, y es que
si bien será difícil convertir a un niño hetero en homosexual, al ser algo con
lo que se nace, y no algo que se pueda construir —sin descartar que se
pueda llegar a incitar a un niño a experimentar por confusión, con los
correspondientes traumas posteriores—, el problema estaría en los propios
niños homosexuales. Y es que sí se podría conseguir que un niño
homosexual se pueda sumar a un “efecto moda”, y que pueda considerar el
cambio de sexo, arrepintiéndose después. Y en muchos casos, la marcha
atrás no es posible.
Y es que no hay que olvidar que los niños, hasta pasada la pubertad,
suelen tomar decisiones muy cambiantes. La primera autopercepción de
identidad de género se suele dar entre los 3 y los 4 años de edad, según
algunos profesionales, que es el momento en que un niño se identifica más
con su padre o con su madre. Es decir, llegados a esta edad, los niños
tienden a decir: “yo soy como mi padre”, mientras que las niñas dicen: “yo
soy como mi madre”. Esto es sano para un niño, y someterlo a discursos
prematuros que les digan que no tienen por qué ser como su padre o como
su madre, únicamente podría crear problemas de confusión temprana. Y
más cuando el niño es realmente como su padre (niño heterosexual).
Además, muchos niños padecen trastornos mentales o se pueden sentir
aislados de un grupo, por lo que si encuentran que se sienten arropados por
un “movimiento trans”, sí pueden darse casos de menores que digan ser
trans sin serlo en realidad. El problema de esta ley es que quiere eliminar la
evaluación psicológica, siendo el propio niño el que examine su propia
salud psicológica. Y ese es el verdadero pánico. En este sentido, coinciden
con el manifiesto de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental
(SEPSM), donde más de 450 profesionales de la psiquiatría reconocían la
importancia de que un médico hiciera una evaluación de la madurez mental
de ese niño para tomar esa decisión. Por lo demás, me insisten varios de
estos psiquiatras consultados que, si bien no hay consenso para poder
analizar las consecuencias de esta ley con respecto al futuro de estos niños
que dicen ser trans sin la valoración de un profesional, por desgracia, en
caso de consecuencias negativas, saldrán en un futuro, cuando los
problemas sean irreversibles. Y entonces podríamos haber acabado con la
salud mental de muchos niños que tomaron una decisión cuando este tipo
de decisiones no se deben tomar hasta existir una madurez mental. Y por
este motivo, a los niños, a esas edades, hay que dejarlos en paz, y dejar que
ellos mismos descubran su sexualidad, y si expresan algún tipo de malestar
por su condición, para eso están los profesionales. Bajo ningún concepto se
les debe inducir a la experimentación a estas edades, ni con el sexo opuesto
ni con su mismo sexo. Simplemente hay que dejarlos tranquilos. Uno de
estos psiquiatras me ponía como ejemplo el género “no binario”,
diciéndome que ese es el ejemplo perfecto para explicar cómo los niños y
jóvenes pueden mostrar rebeldía o sumarse a una moda. Ya no hablamos de
considerarse heterosexual, homosexual o trans. Hablamos de jóvenes que
no se consideran ni hombres ni mujeres, y no por creer realmente que no
son ni hombres ni mujeres, sino por encajar dentro de un movimiento que
nace como revolución ante un sistema clasificador de géneros biológicos
para cambiarlo por un sistema de elección a la carta que atenta contra las
leyes de la biología. Y ellos se rebelan contra este sistema binario, cuando
la biología, la genética y cualquier ciencia, únicamente divide al humano en
dos sexos: varón y hembra. De esta manera, me vuelven a insistir en que
hay que alejar a los niños de todo este tipo de discursos, porque a estas
edades puedes querer ser astronauta, atracador de bancos (porque has visto
una película de atracadores de bancos), abogado (porque has visto una serie
de abogados), o transexual (porque has encajado dentro de un grupo que te
arropa), incluso elegir el no binario porque ahora es “guay” decirlo. Lo que
sí me han expresado todos ellos, es que antes de aprobar este tipo de leyes,
se necesita un debate serio entre profesionales de la ciencia, la biología,
genética y psiquiatría, para evitar que se aprueben leyes en base a una
ideología y no evidenciadas en la ciencia.
Recordemos el caso de la australiana Jay Langadinos, una mujer que se
sometió a una operación de cambio de sexo para convertirse en hombre a
los 22 años, y que 10 años más tarde ha terminado denunciando legalmente
al psiquiatra por permitirle cambiar de sexo, tras tener con ella únicamente
una sesión. Esta mujer no se identificaba como una mujer, a pesar de que su
cuerpo era el de una persona de sexo femenino, por lo que pensó que podría
tratarse de una disforia de género (actual incongruencia de género). Jay fue
a ver a un psiquiatra, al cual le dijo que ella siempre se había sentido un
niño y no una niña.El psiquiatra le diagnosticó disforia de género. El
siguiente paso fue comenzar con el tratamiento de testosterona, continuando
con una mastectomía doble (extirpación de senos), seguido de una
histerectomía (extirpación del útero). Sólo 4 años más tarde, sin pechos y
sin útero, requirió nuevamente de atención psiquiátrica por parte de otro
médico por el arrepentimiento de haberse sometido a la terapia hormonal y
ambas cirugías. Acabó demandando al psiquiatra por negligencia
profesional. Pensemos por un momento lo que puede ocurrir si únicamente
se necesita la autodeterminación de género sin ningún tipo de informe
médico.
Sí que encontramos algo curioso en este sentido, y que ya nos muestra
serios indicios de este problema. Los casos de niños que ahora se
consideran trans se han disparado de forma alarmante, pero más alarmante
es otro hecho. Y es que hasta hace poco, la mayoría de los jóvenes trans,
eran hombres que se sentían mujeres. Los casos que se han disparado en
estos momentos son precisamente mujeres que desean ser hombres.
Podríamos inferir que, efectivamente, el contagio cultural ha comenzado, y
es posible crear una moda en este sentido. ¿Consecuencias? Las veremos en
un futuro.
Y todo esto, sin entrar en otros temas como puede ser el mundo
deportivo, donde ya se han generado bastantes polémicas. Y es que un
hombre que se autopercibe a sí mismo como mujer, con esta ley, ya puede
participar en competiciones deportivas en la categoría femenina, y como ya
sabemos, una mujer nacida biológicamente hombre, siempre va a contar
con más fuerza, resistencia y velocidad que una mujer biológica.
Dentro de toda esta locura progresista y revolucionaria con aplicación
de leyes cuyas consecuencias no se han estudiado a fondo (ni desde un
punto de vista seriamente científico ni desde los futuros problemas que
pueden causar en otras áreas), espero ansioso, e incluso con cierta
impaciencia, que se den algunos eventos de cierta naturaleza, y que
podríamos considerar cómicos, de no ser porque en realidad ya nos
mostraría el daño que puede hacer cierta ideología de género.
Hace poco vi en internet a una chica nacida varón que aseguraba que
había tenido la menstruación. Llegará el día en que se considere
discriminación e incluso transfobia el decirle abiertamente a esa mujer que
ella no puede tener la menstruación. Y es que para explicarle el por qué ella
no puede tener la menstruación, no existe una respuesta correcta más allá de
decirle: “No puedes tener la menstruación porque no eres biológicamente
una mujer aunque te percibas como mujer”. Llegaremos a ver denuncias a
hospitales cuando una mujer nacida biológicamente varón considere
discriminación que a ella le atienda un urólogo en lugar de un ginecólogo.
Incluso a nivel de medicina existen medicamentos que puede tomar una
mujer, pero no debe tomar un hombre; también cambian las dosis de
algunos medicamentos según el género biológico y no tu autopercepción. El
hecho de que te autopercibas mujer —tanto si te has sometido a una
intervención de cambio de sexo como si no— te puede costar la vida en
caso de que te mediques en función de esa creencia. Es por eso que el
género biológico importa, pues si llevamos al extremo la teoría dentro de la
ideología de género, pondríamos vidas en peligro.
Como decía el filósofo francés Auguste Comte, la ciencia es el motor del
progreso y limitarla o ignorarla supone retrasar nuestra evolución como
sociedad. Curiosamente, los que supuestamente se consideran progresistas
en el siglo XXI, están dando de lado a la ciencia —motor del progreso—. Y
pagaremos las consecuencias como sociedad, o lo que es peor, pagarán las
consecuencias las nuevas generaciones que crecerán creyendo que la tierra
es plana y que los sexos no dependen de la biología, sino que tú mismo te
los puedes fabricar. Pero, posiblemente, lo que más me preocupe sea el
siguiente punto.

¿El caballo de troya para la pederastía?


Sinceramente, no creo que exista un plan maquiavélico y consensuado entre
élites para abrir la puerta a la pedofilia, pero al menos debemos tener en
cuenta que si una hipótesis pudiera abrir esa puerta, precisamente sería la
ideología de género.
Hay algunos puntos que podrían ser casuales por sí mismos. Unidos entre
sí, seguirían siendo casuales, aunque algo más preocupantes. El primero
sería el choque que se produce entre la ciencia y la construcción social y
cultural. Y es que para el movimiento feminista, dentro de su rama de
deconstrucción de género, la biología no tiene peso, y únicamente importa
cómo nos autopercibimos a nosotros mismos. Si en el caso de un hombre
que se siente mujer, automáticamente lo convertimos en mujer sin ningún
tipo de observación médica y tratamiento hormonal, esto abre todo un
perverso mundo de posibilidades, pues por esta norma, la edad también
sería un constructo social y no algo biológico, ya que si todo depende de la
autopercepción, en tu interior te puedes sentir un niño de 12 años aunque
tengas 50 años, y por lo tanto, puedes pasar tiempo con otros niños de 12
años; jugar con niños de 12 años… y teniendo en cuenta que “los niños, las
niñas y les niñes tienen derecho a tener relaciones sexuales con quien les dé
la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento”, sería abrir una puerta
bastante peligrosa.
Las relaciones sexuales también son culturales, ya que biológicamente
no hay nada que impida que un hombre de 50 años pueda tener relaciones
íntimas con un niño, como ocurría en la antigüa Grecia. Si en la actualidad
se impide que un adulto tenga sexo con un niño, se debe expresamente a las
nuevas reglas morales y legales que ha interpuesto la sociedad para evitar
que sigamos como en la antigua Grecia. Y es que lo “trans” ya está llegando
a la edad. Si una mujer o un hombre no nace, sino que se construye, al ser
cuestiones no biológicas pero sí culturales, y todo depende de cómo nos
auto-determinemos a nosotros mismos, por esa regla de tres, la edad
también dependería de una autopercepción. Si los niños ya tienen la
suficiente madurez como para decidir que quieren cambiar de sexo e
incluso para decidir con quién quieren mantener relaciones sexuales, ¿por
qué no cambiar algo tan anticuado como el mínimo de edad legal para
mantener relaciones sexuales con un adulto? Insisto en que el mínimo de
edad es debido a las normas impuestas por un sistema hetero-capitalista-
patrialcal que busca oprimir a los niños, negándoles su libertad sexual.
Por otra parte, el movimiento feminista tiende a idealizar a la referente
feminista Simone de Beauvoir. Esta mujer, al igual que algunos pilares del
movimiento feminista actual suelen usar algunos palabros y expresiones, en
ocasiones ambiguas, para decir una cosa sin que parezca que has dicho “esa
cosa”. En otros casos se dice claramente lo que querían decir. Por ejemplo,
en el caso de Beauvoir, ella no defendía la pedofilia. Lo que defendía era
“la libertad sexual de los cuerpos”. Y dicho así, parece algo inofensivo,
salvo porque un hombre de 50 años es un cuerpo y un niño de 12 años es un
cuerpo. Otras feministas han abordado esta teoría de que no somos ni
hombres ni mujeres, sino cuerpos hablantes.
En 1977, Beauvoir y Sartre (su pareja) hicieron una especie de defensa a
favor de tres hombres acusados de pedofilia al haber realizado actos
lascivos con chicos y chicas de 13 y 14 años, defendiendo el hecho de que
había existido consentimiento de esos niños. En el manifiesto de Beauvoir
podíamos ver frases del tipo:
“Semejante tiempo en prisión preventiva para investigar un simple 'vicio', en el que los
niños no han sido víctimas de la más mínima violencia, sino que al contrario,
manifestaron ante los magistrados que ellos habían consentido los hechos, ya puede
considerarse escandaloso en sí mismo”

En otras líneas, Simone de Beauvoir llegaba a decir que “por unos simples
besos y caricias veía excesiva la condena”. Recordemos que esta feminista
también fue acusada por Bianca Lamblin de sufrir abusos por parte de la
pareja formada por Beauvoir y Sartre cuando tenía 17 años. Beauvoir
también tuvo una relación con una de sus alumnas menor de edad[29]
mientras trabajaba como profesora.
Como decía, son simplemente hipótesis, y no creo que se persiga la
deconstrucción de la edad mínima para mantener relaciones sexuales
consentidas, ni mucho menos apologizar la pederastía. A lo sumo, se
perseguiría “la liberación de los cuerpos” sin distinguir género o edad. En
este sentido podemos estar algo más tranquilos, a no ser que nos
adentremos dentro del pensamiento de otra referente para el mundo
feminista, la señora Shulamith Firestone, autora de “la dialéctica del sexo”.
Por decirlo de una forma extremadamente suavizada, las ideas principales
de su libro son aterradoras.
Para esta comunista feminista, el fracaso de la Revolución Rusa se debió
directamente al fracaso de sus intentos de eliminación de la familia y de la
represión sexual. Firestone defiende la idea de que para implantar el
comunismo, se debe destruir la familia. Y es que, como decíamos
anteriormente, mientras que en la sociedad exista el concepto de familia,
será muy difícil implantar ideas que atenten contra las libertades de
hombres, mujeres y niños. En su libro aparece un texto escalofriante:
"Si el niño escogiera la relación sexual con los adultos, aun en el caso de que escogiera a
su propia madre genética, no existirían razones a priori para que ésta rechazara sus
insinuaciones sexuales, puesto que el tabú del incesto habría perdido su función".
……….
"Las relaciones con los niños incluirían la cantidad de sexualidad genital de que el niño
fuera capaz —probablemente bastante más de lo que creemos en la actualidad—, pero al
no ser ya el aspecto genital del sexo el foco central de la relación, la falta de orgasmo no
supondría un problema grave. Los tabús sexuales adulto/niño y homosexuales
desaparecerían".

Muchos de sus planteamientos están en concordancia con las ideas de


Simone de Beauvoir. Sus ideas principales las podríamos resumir en: (1) La
independencia económica absoluta de la mujer y los niños mediante un
sistema socialista-comunista. (2) Destruir toda distinción legal entre hombre
y mujer, adulto y niño —de esta manera, si un niño quiere tener relaciones
sexuales con un adulto, estaría permitido, pues recordemos que las
relaciones adulto-niño son una mera construcción social y cultural—. (3)
Lograr la absoluta libertad sexual de los niños para que puedan tener sexo
con quien ellos quieran, pudiendo experimentar a su libre elección. (4) En
un mundo en el cual lo cultural y lo natural son conceptos cuya distinción
tiende a diluirse, cabe pensar que lo que es natural ya no es necesariamente
humano. — Esta es su manera de derribar a la biología y la ciencia como
algo desfasado para explicar la sexualidad, dando paso a la validez de los
argumentos de la ideología de género. Algunos retrógrados del sistema
opresor heterocapitalista-patriarcal, podrían pensar que esta mujer está
haciendo apología de la pedofilia, cuando en realidad sólo está hablando
—nuevamente— de la liberación de los cuerpos.
Lo preocupante del asunto es que este libro ha recibido toda una serie de
elogios por parte de medios de primer nivel, además de estar incluído
dentro de los ensayos feministas imprescindibles. Quiero recordar
nuevamente, que deben existir una gran cantidad de feministas que aún
piensan que están dentro de una batalla por equiparar sus derechos con los
de los hombres, sin saber que esta ola feminista del siglo XXI no tiene
absolutamente nada que ver con el feminismo de primera ola. Como he
repetido en varias ocasiones, este feminismo no es una ola, sino un tsunami.
Funciona con un tipo de pensamiento sectario que incluye unas extrañas
creencias, y además cuenta con el poder estatal para bloquear cualquier
intento de crítica, tanto si la crítica es fundamentada como si no. Y quiere
arrasarlo todo.

¿Educación Sexual Integral o adoctrinamiento?


En principio, que los niños reciban educación sexual, no debería ser
perjudicial en absoluto. El problema se da cuando la educación sexual se
usa para adoctrinar a los niños en ideología de género. Es decir, que los
niños conozcan todo lo necesario sobre los aparatos reproductores y cómo
nacen los bebés, es algo bastante sano a cualquier edad. Incluso a partir de
cierta edad, no tendría nada de malo hablar del sexo en más profundidad
para ayudar a los jóvenes a prevenir las enfermedades de transmisión
sexual, a tomar otro tipo de precauciones e incluso a respetar a las personas
que tienen una orientación sexual diferente. Educar a los niños sobre el
sexo, personalmente, me parece correcto. Ahora bien, una cosa es que los
niños reciban educación sexual y otra muy diferente es que la educación
sexual incluya el temario de la ideología de género creado por un
movimiento político que llega a ser un sinsentido, pues en este punto no
sólo entraríamos en un debate sobre si la educación sexual atenta contra la
libertad de culto y creencias, amparado por la constitución, sino que, este
tipo de educación sexual estaría atentando directamente contra la ciencia.
Los padres tienen derecho a quejarse de que se eduque a sus hijos bajo
unas creencias que no tienen validez científica y que niega los sexos
asignados al nacer, pues eso no sólo atenta contra las creencias de los
padres, sino que también atenta contra la evidencia científica. Por otra
parte, la educación sexual —sobre todo cuando se imparte a niños— debe
prevenir en su mayor medida la realización del sexo, y no promoverla,
como parece que se hace cuando se incita a los niños a la experimentación
para que descubran cuanto antes su verdadera identidad sexual. No se debe
dirigir a un niño en este sentido. Hay que dejar que el niño siga su camino,
y encuentre, cuando éste tenga la madurez mental necesaria, su propia
identidad.
Si bien parte del temario que se incluye en esta educación sexual que se
le quiere imponer a los niños, no tendría nada de malo para jóvenes que ya
pasan los 13 ó 14 años, cuando ciertos temas se les expone a niños de 5
años, pueden crear una severa confusión. Y es que eso que comienza siendo
la normalización de la diversidad sexual, sería una cosa (evidentemente se
debe respetar la diversidad sexual), pero cuando en este tema ya se habla
desde el punto de vista de la imposición social de la heteronormatividad,
nos dirigimos a otro nivel de educación sexual. Es decir, no se habla de la
naturaleza de la diversidad sexual , sino de la cultura impuesta de la
heterosexualidad, pudiendo llegar a inducirle a un menor que si es
heterosexual, podría realmente no serlo, y que simplemente se siente
heterosexual por encajar dentro de una heteronormatividad impuesta.
Una educación sexual que quiera deconstruir la base científica de los
géneros binarios, ya no entra dentro de la educación sexual, sino dentro del
adoctrinamiento hacia la ideología de género cuyo propósito principal es
ayudar a los niños a desaprender lo que ya sabemos acerca de la naturaleza
de los sexos. Otro asunto sería la orientación sexual que, como ya vimos,
también es algo biológicamente innato. En resumidas cuentas, pretendo
decir que no hay nada de malo en incluir la temática de educación sexual
dentro de los colegios. Lo que sí veo peligroso es que esta educación sexual
se imparta desde una ideología de género que, por algún motivo, considera
que el varón heterosexual es una figura arcaica y opresora y que las familias
tradicionales de hombre y mujer son lo estandarizado en la sociedad porque
es algo impuesto culturalmente por un malvado programa heteronormativo.
Me preocupa el hecho de que esos niños no van a salir al mundo con una
mayor educación sexual, sino con una mayor confusión sobre su propia
identidad sexual. El debate en esta cuestión sería sobre si la sexualidad de
los niños se debería convertir en un programa cultural dentro de la política
de estado. Insistimos en la importancia que tiene el hecho de que sea el
propio niño el que vaya descubriendo de una forma natural su propia
sexualidad e identidad sexual, sin que exista ningún tipo de encauzamiento
o adoctrinamiento.

¿Quién es el cliente típico de una prostituta


transexual?
La respuesta a esta pregunta parece obvia, pero no es tan obvia. Para
explicarlo comenzaremos hablando de Paola, una transexual de 29 años que
desde hace más de 10 años ofrece sus servicios sexuales a través de las
páginas de contactos. Paola es mestiza, de padre colombiano y madre
oriental, lo que le ha dado unos rasgos exóticos muy llamativos. A los 19
años se sometió a una intervención de cambio de sexo, y las cosas como
son; hicieron un trabajo excelente, es decir, está muy bien hecha, pues a
simple vista podría pasar por una bella mujer sin que un hombre sospechara
de que es una mujer transexual. No obstante, ella siempre avisa de que entre
sus piernas hay un pene, y lo dice para que no haya malentendidos. Paola
solía asistir asiduamente a un pub que suelo frecuentar, y es indiscutible que
su entrada en el local no pasaba desapercibida, llevándose las miradas de
todos los presentes. Cierta noche presencié algo curioso —al menos para
mí, pues para ella era algo normal—.
Paola se acercó a un grupo de cuatro chicos jóvenes heteros. Debían
rondar edades entre los 25 y los 30 años. Y Paola se acerca sin miedo aún
sabiendo que son heteros, porque su experiencia le dice que los heteros no
tienen problemas para estar con ella. Claro que, en la distancia, observé
cómo los miembros del cuarteto bromeaban entre ellos. “¿Yo con una
travelo? Ni de coña”, decía uno de ellos a sus amigos de forma despectiva.
El resto opinaban de la misma manera. Finalmente, el grupo de los cuatro
chicos se marchó del local, y ahí se quedó Paola hablando con algunos de
mis amigos y amigas. A los 30 minutos volvió a entrar uno de los cuatro
chicos del grupo que anteriormente se habían marchado. Venía solo. Se
sentó en un taburete al fondo de la barra y pidió una copa sin dejar de mirar
a Paola.
El joven se levantó y se dirigió al baño, aunque supongo que su
intención no era la de ir al baño, sino pasar por el lado de Paola. Como sus
miradas no se cruzaron durante su trayecto al baño, al salir, el chico se
acercó disimuladamente a Paola y le dijo algo al oído. Seguidamente volvió
a su sitio, dio otro trago a la copa, se puso la chaqueta y salió del local.
Inmediatamente, Paola se despidió de mi grupo de amigos y salió también
del local sin decir nada. Estaba claro que aquel joven hetero no quería dejar
pasar la oportunidad de estar con Paola, pero quería hacerlo de forma
discreta y, desde luego, sin que se enterara su grupo de amigos, pues eso
podría ser motivo de burla. Y para Paola esto era algo muy habitual. Según
ella, en sus más de 10 años de actividad profesional, podría afirmar que más
del 90% de sus clientes son heteros. En muchos casos heteros casados o con
pareja, aunque cada vez más, sus clientes típicos son los chicos heteros cada
vez más jóvenes. ¿Se puede considerar que una persona es hetero si ésta
siente atracción sexual por una mujer transexual? La respuesta a esta
pregunta es complicada, pues cuando dije de indagar en este asunto, lo
cierto es que estos jóvenes —y no tan jóvenes— que recurren a los
servicios de una transexual, serían incapaces de tener relaciones sexuales
con otro hombre, pero fantasean con la idea de hacerlo con una transexual.
Y ésto tiene sentido, pues realmente, a las mujeres heteros les gustan los
hombres; a los hombres heteros les gustan las mujeres; a los hombres gais
les gustan los hombres, pero no las transexuales (por regla general), pues
una transexual es más mujer que hombre en apariencia, y por lo tanto es
algo que echa para atrás a la mayoría de hombres gais (y esto me lo han
confirmado gran cantidad de hombres gais). Así que los servicios de las
transexuales deben ser contratados por hombres heteros que, por algún
motivo, tienen esta fantasía. Y no deben ser pocos hombres los que acuden
a los encantos de una trans, pues la demanda de travestis y transexuales es
bastante alta. Eso lo reflejan sus precios dentro de un mercado que se ajusta
a la oferta y la demanda. De hecho, los precios de las prostitutas
transexuales suelen ser más elevados que los de las mujeres prostitutas.
¿Y cuál es la fantasía más común que tienen los hombres heteros que
deciden estar con una transexual? Según Paola, la cual dice coincidir con
prácticamente todas sus compañeras de profesión, la gran mayoría de
fantasías pasan por jugar con el pene de la transexual, incluso realizarle una
felación, además de otras cosas pasivas que no nombraremos para no
convertir estas páginas en un festival eroticofestivo. Eso explicaría el
porqué aun pudiendo operarse completamente y cambiar su pene por una
vagina, muchas de ellas no lo hacen, pues reconocen que, de hacerlo, ya
deberían competir con el resto de prostitutas mujeres, no pudiendo cobrar
mayores precios al perder esa parte de su cuerpo que es la que las diferencia
del resto de prostitutas y que logra atraer de la misma manera a los clientes
heteros. Claro está que otras muchas transexuales no quieren deshacerse de
esa parte de su cuerpo porque realmente quieren tenerlo ahí para no perder
el placer.
La escena que presencié aquella noche, según Paola, es lo común y
frecuente cada vez que asiste a un pub. Chicos que esperan a que se vayan
sus amigos para volver y pedirle de forma discreta que queden en algún
lugar fuera del pub. En otros muchos casos, me contaba casos de hombres
que fueron a llevar a su novia o mujer a casa, y volvieron para irse con ella
a su casa. Según cuenta, cuando vivía en Madrid y asistía a alguna
discoteca, si veía a un hombre de buen aspecto físico, si éste estaba
acompañado de amigos o su pareja, lo que hacía era introducir
disimuladamente su número de teléfono en el bolsillo del chico. Y rara vez
—según cuenta— no acababa recibiendo un whatsapp. Si no esa misma
noche, al día siguiente o a lo largo de la semana, pero el teléfono casi
siempre sonaba.
En este sentido, Cristina Ortiz —más conocida como “la Veneno”
—, posiblemente la transexual más famosa de España junto con Bibiana
Fernández, también tuvo mucho que decir. La Veneno, ya tristemente
fallecida en extrañas circunstancias[30], contaba en su biografía (¡Digo! Ni
puta ni santa. Las memorias de la Veneno. 2016) que algunos políticos y
futbolistas de primera división— de los que únicamente puso sus iniciales
para que pudiéramos deducir sus nombres manteniendo en cierto modo su
seguridad— pasaron por su cama. Evidentemente, tanto los políticos como
los futbolistas que mencionaba con dichas iniciales, bajo todo prisma, son
hombres heterosexuales.
Incluso el supremacista blanco y exlíder del Ku Klux Klan, Frazier
Glenn Cross, el cual odió durante prácticamente toda su vida a los negros y
homosexuales, acabó sucubiendo a los encantos de una travesti. En el
momento de ser detenido, el supremacista blanco se encontraba con una
prostituta travesti —cuyos servicios había contratado— en el interior de un
coche. Para sorpresa de la policía, tratándose de quien se trababa, fue
llamativo que estuviera manteniendo relaciones sexuales con una travesti,
pero aún más llamativo fue el hecho de que la travesti, además, era negra.
Definitivamente, un cuerpo de Eva que incorpora el miembro de
Adán, tiene algo que atrae a gran cantidad de hombres heterosexuales con o
sin pareja, pero difícilmente podremos cuantificar el número de heteros que
recurren a ellas, pues no es un tema del que estos hombres estén dispuestos
a hablar, ni mucho menos confesar a su grupo de amigos. Todo queda en la
discreción entre la mujer trans y este hombre. No obstante, sí podemos
deducir que el porcentaje de hombres heteros que acuden a prostitutas trans
debe ser elevado, pues las páginas de contactos pueden mostrar con
excelente exactitud el dinero que se invierte en prostitución en cada
provincia. De hecho, las prostitutas son un excelente indicador económico
de una provincia, pues ellas tienden a ajustarse a la oferta y la demanda,
como en cualquier otro negocio. Cuanto mayor es el número de anuncios de
prostitución en una provincia, es señal de que existe más demanda en dicha
provincia, por lo tanto, en esa provincia están más dispuestos a gastar
dinero en este tipo de servicios. Lo mismo ocurre con la sección de
prostitutas transexuales, y es que, como es lógico, aquellas provincias
donde existen más prostitutas transexuales únicamente indica que cuentan
con el interés de más personas en contratar este tipo de servicios —Es decir,
una provincia donde más hombres heteros están dispuestos a cumplir sus
fantasías con una mujer trans—.
Cabe recordar que España es el tercer país del mundo que más
prostitución demanda y el primero en todo Europa[31]. Estamos a la cabeza
del ranking en Europa como los más puteros, únicamente superados a nivel
mundial por Tailandia y Puerto Rico. Si bien no contamos con datos
documentados fiables sobre la demanda de prostitución transexual,
siguiendo el mismo paralelismo, es muy posible que estemos a la cabeza
también en consumo de prostitución trans, algo que confirmarían muchas de
las prostitutas trans extranjeras que han decidido quedarse en España y no
en Suiza o Austria —los otros dos países que más prostitución consumen—.
Resumiendo la lectura de los datos, España sería posiblemente el país
donde más hombres heteros solicitarían los servicios de prostitutas trans, y
por estadística, posiblemente algunos de ellos hagan senderismo y tengan
un perfil en Tinder (vuelva a notarse la ironía, por favor). Supongo que este
tipo de casos de heteros que tienen relaciones con transexuales se
identificarán con el género heteroflexible. Personalmente yo crearía el
término heteroresbaladizo.
6

Un experimento social a escala masiva sin


precedentes.

E
n 1962, el polaco Paul Baran acabó colaborando para el Gobierno de
Estados en el desarrollo de un sistema de comunicaciones que
consistía en conectar computadoras entre sí a través de una red
descentralizada, de forma que si un ordenador o varios nodos eran atacados,
los demás podían seguir comunicando sin ningún tipo de problema. Este
proyecto fue la continuación del trabajo de Leonard Kleinrock, un profesor
de Ciencias de la Computación en la UCLA, el cual en 1960 había
planteado la posibilidad de la conmutación de paquetes, es decir, trocear la
información que sale de un ordenador para que dicha información pudiera
ser transmitida a través de una red conectada.
En 1965 se conectaría el primer ordenador TX2 a la “red galáctica[32]”
mediante una línea telefónica conmutada de baja velocidad, logrando que
cualquier ordenador de otras partes del mundo pudiera conectarse a la
información que contenía dicha red. Aquello funcionó, pero el sistema no
era muy eficiente.
Fue en el año 1983 cuando el Departamento de Defensa de Estados Unidos
decidió usar el protocolo TCP/IP en su red Arpanet, creando de esta forma
la Red Arpa Internet. Había nacido la primera versión del Internet que hoy
día conocemos.
En 1989, Tim Berners Lee, un científico de computación británico
trabajaría en tres recursos: HTML (lenguaje de marcado para la elaboración
de páginas web), HTTP (Protocolo de transferencia de hipertexto) y el
programa Web Browser (Un navegador web), creando el primer internet
cerrado dentro del CERN[33]. Este británico pasaría a la historia como el
padre de la Word Wide Web (esas “www” por las que comienzan las
páginas web).
En 1991, los usuarios externos al CERN pudieron comenzar a acceder a
la información de la red. Para 1993 únicamente existían 100 sitios “www”
(páginas web). Para 1997 ya existían más de 200.000 “www”. En la
actualidad existen más de 2.000.000.000 de sitios web.
Internet ha sido una de las mayores revoluciones de toda la historia de la
humanidad. Cualquier persona puede tener acceso a la información en
tiempo real desde cualquier parte del mundo. Si tienes dudas sobre una
cuestión en concreto, únicamente debes buscarla en la red, y obtendrás una
respuesta. Si deseas aprender sobre cualquier temática, tienes toda la
información necesaria. Incluso puedes contrastar todo tipo de información.
Y lo mejor de todo, puedes conectarte con otras personas y mantener una
conversación por escrito en tiempo real. También puedes realizar una
videollamada con una o varias personas. Internet no entiende de límites a
día de hoy. Hasta aquí todo bien: evolución y progreso como nunca se
había visto en la humanidad. Pero esta evolución acabó convirtiéndose al
mismo tiempo en una de las mayores involuciones sociales que la
humanidad haya conocido.

¿En qué momento comenzamos a cagarla tanto?


El siguiente paso para el progreso en comunicaciones fue quitar los cables y
diseñar un ordenador de bolsillo para que pudieras conectarte a la red desde
cualquier lugar. El primer prototipo de teléfono móvil con Internet fue el
IBM Simon Personal Communicator, que salió a la venta en 1994 y que
integraba funcionalidades como calendario, reloj, correo electrónico y
agenda de eventos. Un gran avance para la época, pero algo rudimentario.
No tuvo apenas impacto en ventas.
En el año 2000 encontramos por primera vez la palabra Smartphone
(Teléfono inteligente), de la mano de la compañía Ericsson, sacando al
mercado el Ericsson R380, el primer móvil que integraría el sistema
operativo Symbian OS. Nuevamente estábamos frente a un concepto de
teléfono inteligente con muy poca utilidad para el cliente promedio de
teléfono móvil. En los posteriores años, otras compañías como Nokia, RIM
y Motorola entraban al reducido mercado de Smartphones para luchar
contra Sony Ericsson e IBM. Para 2006 únicamente se habían vendido 22
millones de smartphones en todo el mundo. El público en general no se
sentía demasiado atraído por un móvil con cámara de mala calidad y una
conexión extremadamente lenta.
Pero entonces, en enero de 2007, un tipo que vestía vaqueros con un
jersey de cuello alto y zapatillas, salió al escenario del Macworld 2007 en
San Francisco para anunciar un producto que, según él, cambiaría el
mundo. Aquel hombre era el legendario Steve Jobs (Apple), y su producto
era un tres en uno: era un dispositivo para escuchar música (iPod) con una
gran pantalla y controles exclusivamente táctiles. También podías realizar
llamadas y recibir llamadas, y además, podías conectarte a internet con una
experiencia de usuario mejorada. Era el mejor ordenador de bolsillo que se
había inventado hasta el momento, y prometía facilitarte la vida. La idea
originaria de Steve Jobs no fue la de crear al mejor amigo del hombre ni
provocar un matrimonio inseparable entre humano y dispositivo, sino tener
un dispositivo en el que pudieras almacenar tu música favorita para
escucharla en algún momento en que quisieras desconectar, y poder hacer
esas llamadas cotidianas. Al mismo tiempo, incorporar algunas funciones
para facilitarte la vida. Por ejemplo, en caso de estar perdido en alguna
ciudad, poder consultar una aplicación de mapas que te guíe en el camino.
Si necesitabas saber el teléfono de algún restaurante para hacer una reserva,
poder usar el navegador web para buscar el teléfono. Es decir, la idea
originaria de smartphone se suponía que era un facilitador de algunas
necesidades en nuestra vida, pero en ningún momento se consideró la idea
de que fuera un objeto que requiriera nuestra atención las 24 horas del día, y
mucho menos un producto que causara adicción. Y es que podríamos decir
que, literalmente, no poseemos un teléfono; el teléfono nos posee a
nosotros.
Con el paso del tiempo, se fueron desarrollando nuevas aplicaciones
(App), algunas con utilidades concretas y otras para el mero
entretenimiento. Las redes sociales, con Facebook a la cabeza, ya habían
sacado su versión para smartphones, y estaban creciendo a un ritmo
sorprendente en número de usuarios. El problema aún no se había
generado. Fue a partir del año 2011 cuando el problema se comenzó a
gestar. Y es que tras la primera fase de las redes sociales, la cual consistía
en crecer en número de usuarios, llegó la segunda fase. Ahora no bastaba
con seguir creciendo, sino que se necesitaba aumentar los ingresos a través
de los usuarios existentes y potenciales nuevos usuarios. Y para ello se
necesitaba aumentar el tiempo de sesión por usuario. Es decir, ahora se
trataba de que los usuarios permanecieran conectados a las redes sociales el
mayor tiempo posible, pues a mayor tiempo de conexión, mayor interacción
con los anuncios patrocinados. ¿Y de qué forma se conseguiría esto?
Cambiando por completo la experiencia de usuario. Necesitaban convertirte
en un adicto a las redes sociales, y para ello necesitaban sacarle partido a
los indicadores de aprobación social para cargar tu cerebro con dopamina.
La interacción social a través de esos pulgares hacia arriba (likes),
corazones, favoritos, compartidos, retuits, etc. Estos indicadores de
aprobación social consiguen aumentar la dopamina de nuestro cerebro con
cada publicación. “A mis amigos les gusta lo que muestro”, por lo que
volverás a publicar con más asiduidad. Y es que la dopamina nos hace
sentirnos bien, al igual que una droga para un adicto. Cuando esa
publicación deja de traernos nuevos likes, la dopamina desciende, y
volvemos a subir una publicación en la búsqueda de un nuevo chute de
dopamina a través de la aprobación social. Por otra parte, las redes sociales
no quieren que te distraigas de tu interacción social virtual, por lo que
hicieron más efectivas sus llamadas de atención con la invasión de
notificaciones. Y es que podrías olvidarte de que estás recibiendo
aprobación social si no te colocan en la pantalla de tu teléfono móvil un
mensaje del tipo “a Elena-69 le gusta tu publicación”, o “a Federico-cachas
le encanta tu comentario”. Tal es el éxito de esta estrategia que, para
justificar la alta valoración en bolsa de las compañías de redes sociales, se
inventaron unas nuevas métricas de análisis financiero: usuarios activos y
tiempo de sesión por usuario. Mientras esas dos métricas permanezcan
altas, las redes sociales pueden seguir aumentando sus ingresos, y por lo
tanto, siguen teniendo el interés de los inversores.
Tony Fadell, el supervisor jefe del desarrollo del iPod y iPhone, aseguró
que ellos no inventaron el smartphone para el uso que se le está dando hoy
en día. En ningún momento contaron con la posibilidad de que el público
estuviera todo el día pendiente del dispositivo. Y es que todo indica que las
redes sociales provocaron este problema, convirtiendo uno de los mayores
progresos en una de las mayores involuciones sociales. Irónicamente, eso
que llamamos redes sociales, son responsables directas de haber dañado
nuestra sociabilidad. La gente piensa que tiene 2.400 amigos y que está
conectada a todos ellos, cuando lo cierto es que la amistad física está bajo
mínimos. Grupos de amigos que se reúnen para cenar en un restaurante,
pero cada uno está mirando su teléfono móvil. Gente que asiste a un
concierto para mirarlo a través de la pantalla de su móvil mientras lo graba.
Hemos comenzado a dañar nuestra experiencia con el mundo real. Hemos
cambiado los abrazos por los likes y corazones virtuales.
Hemos cambiado las visitas presenciales por los mensajes a través de
aplicaciones de mensajería. Estamos conectados con todo el mundo y al
mismo tiempo desconectados del mundo real. Gente a la que no has visto
durante años y en Navidad o en tu cumpleaños te saturan el móvil con
felicitaciones, y además, pierdes tu tiempo en contestarles y darles las
gracias. Incluso pierdes tu tiempo en escribir a personas que no te importan
en absoluto, simplemente porque es fácil hacerlo, y en cambio, carecemos
de tiempo para visitar personalmente a esas personas que sí nos importan de
verdad. Si alguien está encamado en el hospital, ahora puedes salir del paso
con un simple mensaje de Whatsapp preguntándole “¿Cómo estás? Espero
que te recuperes pronto”, como una forma de no perder tu tiempo en hacerle
una visita física, pues no tenemos tiempo de hacerlo, a pesar de que
pasamos más de 2 ó 3 horas diarias conectados a redes sociales. Hemos
desarrollado una adicción al constante uso de nuestro teléfono móvil, y
como suele ocurrir con las adicciones, éstas tienden a separarnos de la
sociedad.
Cuando usamos la palabra adicción para referirnos al uso
indiscriminado del teléfono móvil, no lo decimos como una forma de
exageración. Lo decimos de forma literal, pues ya se están viendo casos de
estrés y ansiedad en personas que, por algún motivo, no pueden llevar su
teléfono móvil encima durante un tiempo determinado. Ponte a pensar en
algo. Si sales de fiesta un sábado por la noche, y no llevas tu teléfono móvil
encima, comienzas a estar ansioso, incómodo, a pesar de que rara vez
necesitas el teléfono móvil para hacer una llamada importante un sábado
por la noche. O lo que es peor, si no compartes con el mundo lo bien que te
lo estás pasando el fin de semana, es como si no te lo estuvieras pasando
bien. Un aparato que prometía ser un complemento, se ha terminado
convirtiendo en una necesidad, hasta el punto de que no lo vemos como un
dispositivo externo, sino como una extensión de nuestro propio ser.
Este cambio lo hemos podido percibir mucho mejor los que vimos llegar
los primeros ordenadores, los primeros móviles y la llegada de los primeros
smartphones. Hemos podido ser testigos en primera persona de cómo la
tecnología ha ido cambiando la vida de las personas, y no sólo para bien.
Cuando tratamos estas cuestiones y el problema de la nueva generación que
ha crecido con la normalidad del uso constante de estos dispositivos,
algunas personas tratan de reducir este impacto, asegurando que toda
generación anterior siempre ha criticado el progreso de la generación
venidera. Pero esta vez es diferente, pues en ningún otro momento del
proceso evolutivo del ser humano se ha dado el caso de tener una conexión
constante con otras personas. No existe referente a lo largo de la historia de
la humanidad para medir el impacto en la forma de uso de esta nueva
tecnología. Pero ya estamos viendo las primeras consecuencias en el
cerebro humano. Desde serios problemas de concentración hasta toda una
serie de problemas psicológicos. Por no hablar de otros asuntos no menos
importantes y que vamos a tratar a fondo. Y es que el problema no se da
únicamente en nuestras relaciones sociales a causa de las redes sociales.
Tras la mejora de los algoritmos y redes neuronales, el problema ya es
coyuntural, y éste abarca el largo y ancho de Internet; desde la experiencia
de uso, pasando por el tipo de información que recibimos hasta el modo en
que recibimos la información.

El Caballo de Troya de China en Occidente.


La mejor manera de ganar una guerra es ganar sin pelear. China, por el
momento, es la segunda potencia económica mundial, únicamente superada
por Estados Unidos, y quiere recuperar su estatus de liderazgo económico.
Si algo sabemos del gobierno chino es que posiblemente sea el gobierno
más controlador que existe (dentro de las grandes potencias económicas),
con una estrategia de mercado un tanto curiosa. Mientras China invade el
resto de mercados mundiales con sus productos y servicios, pone todo tipo
de trabas a la entrada de productos y servicios extranjeros. Por ejemplo,
Google y Facebook están bloqueados en China. De esta forma, se obliga a
los ciudadanos chinos a usar el buscador Baidu en lugar de Google, por lo
que el ciudadano chino, tras hacer una búsqueda en internet, encontrará los
resultados que le proporciona el buscador chino dentro de una red neuronal
china que decide qué contenido verá el usuario chino al considerarlo el más
adecuado. De la misma manera, el usuario chino usará Youku al encontrarse
con el bloqueo de Youtube; y usará WeChat en lugar de la bloqueada
Facebook. De esta forma, el Gobierno chino controla los contenidos que
consumen los usuarios chinos, no dependiendo en absoluto de lo que una
red neuronal yankee desee mostrarles.
Existen algunas teorías de la conspiración que aseguran que Tik Tok es
el Caballo de Troya chino, cuya idea es idiotizar a los jóvenes y no tan
jóvenes de occidente. Si bien no podemos validar esta teoría, o al menos no
podemos corroborar que exista una estrategia del Gobierno chino con esa
intencionalidad, tampoco podemos negar el hecho de que, tanto el formato
como el contenido de vídeos de Tik Tok ha idiotizado a los jóvenes de
occidente. Por una parte, tendríamos la primera cosa llamativa, y es que la
empresa china ByteDance, responsable y dueña de Tik Tok, creó dos
aplicaciones de vídeos de formato corto: Douyin para los usuarios chinos (el
Tik Tok chino), y Tik Tok para los usuarios del resto del mundo. Como
estrategia empresarial, esto no tendría sentido, pues están aumentando el
número de recursos necesarios para un mismo proyecto de negocio.
Entonces, ¿por qué duplicar el modelo de negocio en lugar de concentrarlo
todo en un mismo lugar, necesitando un menor número de recursos? La
única respuesta sensata sería decir que, ambas aplicaciones, en realidad, no
funcionan igual. Diferentes estudios han corroborado que el contenido
estándar de Douyin es muy diferente al contenido que consumen nuestros
jóvenes en occidente con Tik Tok. Mientras que en occidente, nuestros
jóvenes están todo el día expuestos a vídeos con bailes estúpidos, bromas
sin sentido y sexualización constante, en China, los jóvenes están expuestos
a un tipo de mensajes muy diferentes, donde se muestran logros,
habilidades y respeto a la sociedad (y al régimen, claro). En resumidas
cuentas, el Tik Tok chino entretiene y educa. También adoctrina a los
jóvenes en la cultura que quiere imponer el gobierno. En cambio, en
occidente, Tik Tok únicamente entretiene, pero también adoctrina a nuestros
jóvenes. Les adoctrina para que pierdan el tiempo con estupideces.
Podríamos pensar que, al tratarse de algoritmos y redes neuronales, la
aplicación sólo muestra el contenido que los jóvenes quieren ver, pero esta
teoría cae por su propio peso, pues en realidad, un algoritmo no te muestra
lo que quieres y necesitas ver. Te muestra lo que el algoritmo sabe que vas a
ver, y si alteramos el algoritmo, acabas viendo lo que dicho algoritmo
quiere que veas. Más adelante veremos cómo en realidad, tú no decides lo
que quieres ver en Internet, aunque tengas la sensación contraria.

60 segundos para destruir tu cerebro.


La involución, así como la evolución o el progreso, suele venir por fases o
etapas. Si hasta ahora hemos podido ver cómo la llegada de las redes
sociales causaron un deterioro en la conducta de los usuarios de Internet, la
llegada de Tik Tok provocó otro serio incidente en la salud mental e
intelectual de sus usuarios. El contenido en formato de vídeos de 60
segundos puede parecer inofensivo, pero ya se están notando los efectos
adversos que han provocado en sus consumidores.
Lejos de toda teoría de la conspiración, los efectos devastadores del
consumo de vídeos cortos no se han hecho esperar. Cuando las principales
plataformas de entretenimiento vieron el crecimiento exponencial de
usuarios de Tik Tok, con el correspondiente peligro de hacerse con el
mercado, tanto Facebook como Youtube no se plantearon combatir al
gigante chino con mejores formatos o experiencia mejorada de sus propias
aplicaciones. Por el contrario, decidieron copiar el formato de Tik Tok.
Facebook lo hizo a través de Instagram con los Reels, mientras que Youtube
dio inicio a los Shorts. Básicamente dijeron: “Ya que los jóvenes se van a
idiotizar, al menos que se idioticen usando nuestra plataforma, y no la de la
competencia”.
El reclamo es sencillo. Vídeos cortos de menos de 60 segundos en los
que un algoritmo, en función de los vídeos que has visto anteriormente, te
irá recomendando vídeos similares o vídeos que ya han alcanzado cierta
viralidad en la plataforma. De esta forma, verás un vídeo tras otro,
aumentando el tiempo de sesión por usuario. Es un formato ideal para pasar
el rato, divertirse y matar el aburrimiento, y además, estas plataformas
cuentan con el sistema de notificaciones para hacerte volver a encender el
móvil si hace ya un buen rato que no te conectas. Más diversión y más
entretenimiento. ¿Qué podía salir mal?
Decenas de estudios han descubierto que el consumo de este tipo de
entretenimiento ha modificado el cerebro de los consumidores. Se ha visto
que la capacidad de atención ha sido dañada. Asimismo, la capacidad de
concentración ha caído de forma considerable, y lo que es peor, la memoria
de corto plazo ha sido afectada negativamente. De la misma forma, debido
a los problemas de concentración y problemas de atención, la fuerza de
voluntad para la realización de otro tipo de tareas también ha caído a unos
niveles sorprendentemente bajos. Podríamos usar un lenguaje cargado de
tecnicismos, pero creo que la mejor forma de describir la situación es que,
efectivamente, Tik Tok y sus imitadores, nos han hecho más tontos.
Supongamos que estás aburrido, y supongamos que tienes dos opciones
para matar el aburrimiento: encender tu móvil o ponerte a leer un libro. Hoy
en día, la mayoría de jóvenes —y no tan jóvenes— lo tienen claro. Eligen
encender el móvil y acaban interactuando en redes sociales, no tardando
mucho tiempo en acabar en el feed de vídeos cortos (youtube, Instagram o
Tik Tok). Y es que el consumo de vídeos cortos no requiere esfuerzo ni
demasiada concentración. Tampoco requiere mucha reflexión. Es dejar libre
a tu cerebro para darle entrada al entretenimiento. En cambio, ponerte a leer
un libro requiere esfuerzo, requiere concentración y requiere reflexión. ¿Por
qué esforzarte por aprender algo cuando puedes simplemente distraerte sin
esfuerzo?
El problema es que, conforme una persona se acostumbra al formato de
vídeo corto, ha ido acostumbrando a su cerebro a lo rápido y fácil. El vídeo
debe ser llamativo, tener un comienzo explosivo para captar tu atención y
tratar de mantenerte ahí hasta consumir esos segundos que dura el vídeo. A
medida que aumentas el consumo de contenido de este formato de vídeo,
poco a poco dejas de consumir el formato de vídeo largo, pues un vídeo
largo suele ser más explicativo, entrar en más detalles, y no siempre es tan
entretenido como el vídeo corto. Requiere más atención y pone a prueba tu
capacidad de concentración. Suponiendo que estés consumiendo contenido
educativo y no bailes de chicos y chicas jóvenes sexualizadas, rara vez un
creador de contenido va a poder abordar un tema en profundidad en menos
de 60 segundos. De esta manera estamos acostumbrando a las personas a
escuchar las ideas principales de un tema (aunque incluso esas pocas ideas
las acabarán olvidando al ser enterradas por nuevo consumo de formato
corto), pero sin llegar a ahondar en el tema, porque ahondar en la materia
puede resultar algo más aburrido. Y ésto está dando lugar al hecho de que
cada vez más, las personas creen saber de todo, pero no conocen de nada en
profundidad.
Por otro lado, ya sabemos que una persona acostumbrada al consumo
excesivo de redes sociales y contenido de vídeo de formato corto, es poco
probable que pueda acabar de leerse un libro, pues como explicábamos
anteriormente, leer un libro requiere de esfuerzo consciente, concentración
y reflexión. Conforme se sigue exponiendo el cerebro al consumo
desmedido de entretenimiento en Internet, es menos probable que puedan
realizar otro tipo de tareas sin perder la concentración, debido a que han
desacostumbrado a su cerebro a enfocarse en algo y concentrarse en ello,
perdiendo la fuerza de voluntad para hacer uso de sus capacidades
cognitivas. Y por desgracia, esta situación funciona como un pez que se
muerde la cola, pues a mayor consumo de entretenimiento rápido, mayor
aburrimiento para la realización de otras actividades, y a mayor
aburrimiento, mayor necesidad de obtener esa recompensa que nos
proporciona el contenido de entretenimiento en formato corto. Cada vez es
más común escuchar: “A mí es que leer me aburre, pero me gustaría
aprender de esta temática”. Y ese es el equivalente a decir: “a mí me
gustaría aprender a nadar, pero no me gusta mojarme con el agua”.
A estos problemas neuropsicológicos de memoria, atención y
concentración provocados por nuestros malos hábitos de consumo en red,
debemos añadirle otras consecuencias. Y es que muchas personas se sienten
culpables por el hecho de saber que están procrastinando y que en realidad
están perdiendo el tiempo. Quieren aprender algo o darle forma a cualquier
tipo de proyecto; saben que deben hacerlo, pero no tienen tiempo. Y si estas
personas llegan a casa cansadas, lo último que quieren es hacer otro
esfuerzo por aprender. Y así pasan los días hasta que cierto día vuelven a
caer en la cuenta de que no están creciendo intelectualmente o no han
comenzado a darle forma a ese proyecto. Se sienten mal entonces, y por lo
tanto, deciden distraerse nuevamente para evadirse de una realidad que les
incomoda. Al cabo del tiempo caen de nuevo en la cuenta de que deberían
aprender, pero, nuevamente, no tienen tiempo a pesar de que dedican más
de 2 horas al día a las redes sociales, al consumo de chorradas o,
sencillamente, a hablar por Whatsapp con todo el mundo. Y esta sensación
de no tener tiempo, de estar muy ocupado, es bastante común, aunque no
seamos conscientes de que las horas de nuestros días se están drenando.
Cuanto antes seas consciente de que estamos hablando de los mismos
mecanismos que se dan en una adicción, antes podrás ser consciente acerca
de cómo revertir estos daños. Es común que en cualquier adicción se dé esa
sensación de placer con el consumo, pero más común aún es el hecho de
que cada vez necesitamos más consumo, porque cada vez el placer es
menos intenso y de menor duración, al estar aumentando nuestro nivel de
insatisfacción.
Y todo comienza con algo tan básico como tratar de matar el
aburrimiento o simplemente entretenernos un rato. Hemos perdido incluso
el beneficio de la soledad. Si bien la soledad prolongada es dañina, el estar
algún tiempo disfrutando de nuestra soledad puede ayudarnos a poner en
orden nuestros propios pensamientos. Pero difícilmente estarás a gusto con
tu soledad cuando cada cinco minutos tienes una notificación en tu móvil.
Las redes sociales se han llevado el beneficio de la soledad; se han llevado
también el beneficio de la concentración para otro tipo de actividades, como
puede ser la lectura, algo enriquecedor para la mente. Y desde luego, se han
llevado los beneficios de la interacción humana física.
Hoy día el valor está en el enfoque. Cualquier persona que sepa
enfocarse sin distraerse, tendrá una ventaja competitiva en sí misma con
respecto a la mayoría de las personas. Como decía al inicio de este capítulo,
no existe un referente en la historia para saber a ciencia cierta cómo acabará
afectando este uso de la tecnología a las generaciones venideras. En
principio, los que creamos contenido audiovisual para estas plataformas,
sabemos de la importancia que tiene el crear un vídeo como si lo hicieras
para niños de cinco años: fácilmente distraibles y con problemas de
concentración. Debemos llamar la atención del usuario en los primeros 8
segundos para que, de esta forma, no cierre el vídeo. Eso lleva a algunos
creadores a forzar la introducción con sonidos o imágenes impactantes
capaces de captar la atención. No podemos hacer una introducción
demasiado larga, pues el usuario se podría aburrir antes de los primeros 30
segundos, y el vídeo se vería perjudicado por el algoritmo. Esto ha
cambiado por completo la forma de crear contenido. La gran mayoría de
usuarios no están preparados para consumir un vídeo largo de unos 15
minutos con la exposición de un tema de forma calmada, tranquila y
profesional. El usuario, sencillamente, se aburre y deja de ver el vídeo.
Algunos dirían que ese profesional carece de habilidades para comunicar en
internet, donde hoy día se requieren roturas de patrón (captar nuevamente la
atención de un espectador con tendencia a la distracción), movimientos
constantes de cámara, intercalar dibujos y animaciones para que no parezca
tan monótono el discurso (una técnica para retener la atención en niños de
entre 3 y 5 años). Y esto ha provocado que los verdaderos expertos de una
temática no les vaya bien a la hora de generar contenido en redes sociales,
mientras que creadores de contenido más jóvenes que están enseñando
cuando en realidad, muchos de ellos aún deberían estar aprendiendo, se
encuentran con que tienen una mejor acogida por parte del público, porque
saben captar la atención de los altamente distraibles. Es decir, tienen menos
conocimientos en una materia, pero más experiencia en marketing, SEO y
otras estrategias. Ojo, que siempre encontraremos excepciones. En este
sentido siempre pongo un ejemplo. Una persona que tiene un patrimonio de
10 millones de euros y busca a alguien para que le gestione ese dinero, no
lo pone en manos de un creador de contenido que habla sobre inversión. Lo
pone en manos de personas que, posiblemente, no estén creando contenido,
y en caso de que crearan contenido, carecerían de las habilidades de
comunicación que se requieren para captar la atención de un usuario
altamente distraible.
Otro cambio que las redes sociales han provocado en nuestro cerebro es
la percepción del valor a través de la cantidad, y no de la calidad.
Consideramos mucho más válido el mensaje de una persona con millones
de seguidores que el mensaje de una persona con 20.000 seguidores.
Internet ha simplificado nuestro procesamiento mental hasta el mínimo,
donde el sesgo de consenso social se aplica por defecto dentro de las redes
sociales. Si a una persona la siguen un millón de personas, debo seguirla
porque debe ser buena en lo que hace. Si a una persona la siguen
únicamente 1.000 personas, debe ser porque es mediocre. Entonces, ¿sigues
a una persona porque realmente es buena en lo que hace o simplemente la
sigues porque millones de personas la siguen? Cuando simplificamos de
forma excesiva nuestro procesamiento mental, minimizamos de forma
preocupante nuestro pensamiento crítico, siendo dirigidos automáticamente
a formar parte de una masa amplia; el rebaño. Tal es así que conozco
personas que dicen que ellos sólo leen libros que son best seller, pues
confían en que si el libro ha llegado a la categoría de best seller es porque el
libro es bueno. Y ciertamente, es una forma de pensar bastante lógica, salvo
por un pequeño problema. No lees lo que a ti te gusta, sino lo que gusta a
los demás (consenso social), y una vez que has dado por hecho que debe ser
bueno porque las personas han dicho que es bueno, el siguiente sesgo que
entra en juego es el sesgo de confirmación, a través del cual te reafirmarás
en tu idea inicial de que ese libro es bueno. El éxito de un libro está más
ligado a la campaña de marketing que a la calidad del libro. Es por este
motivo que dentro del mundo de la autoayuda se han convertido en grandes
éxitos algunos libros cuyo mensaje me atrevería a decir que es incluso
peligroso para el lector. El problema es que 5 millones de lectores (o 10
millones de lectores) no pueden estar equivocados.

¿Sabías que la serie más vista en Netflix suele


acabar siendo la serie más vista en Netflix?
Es bastante obvio. La serie más vista en Netflix acaba siendo la serie más
vista. De la misma manera, el artículo que más se acaba leyendo en una
página web o blog es el artículo que se encuentra en la posición superior
dentro de la sección “Artículos más vistos”. Y por supuesto que uno de los
libros que más se leerá en Amazon, es aquel que se encuentra entre los más
leídos de Amazon. Y ésto tiene su lógica dentro de un mundo algorítmico.
Esta prueba la he hecho una y otra vez en el boletín de correo
electrónico que envío a mis poco más de 25.000 suscriptores por correo. A
veces el boletín consta únicamente de 3 artículos; otras veces de 5 artículos
y 2 vídeos. Pero siempre se da el mismo patrón. Independientemente de la
calidad de los artículos, el artículo que aparece en la parte superior del
boletín es el más leído. No importa la temática del artículo en cuestión.
Durante años siempre se ha dado este patrón. ¿Qué significa este dato? Que
puedo convertir un artículo en el más visto de todo el boletín simplemente
cambiando la posición de los artículos. No necesito añadir textos que digan:
“lo más interesante del blog”. Simplemente debo colocarlo arriba. Algo
inofensivo cuando se trata de artículos de temática de economía y desarrollo
personal, pero, ¿qué ocurre si una red social modifica sus algoritmos para
cambiar la posición de lo que esa red social considera prioritario? Pues que
haría más válido e importante para los usuarios lo que en un inicio, quizá no
hubiera sido lo más válido si se hubiera realizado dicha función de una
forma natural y orgánica.
En Netflix pueden salir a catálogo 5 nuevas series, las cuales compiten
con las series ya existentes. Una de esas series, en el momento de salir,
logra tener más visualizaciones iniciales. A menudo, algunas series han
contado con una mayor exposición en medios de comunicación antes de su
lanzamiento, por lo que los usuarios ya tenían unas expectativas pre-
lanzamiento. Esa serie en cuestión entra en el ranking de las 10 series más
vistas en Netflix. Los medios de comunicación elogian la buena acogida
que ha tenido la serie entre el público, lo cual hace que más usuarios se
interesen por ver la serie, dándole aún mayor visibilidad y colocándola en la
serie más vista de Netflix, lo cual atrae aún más la atención de los
espectadores. Y este proceso se puede dar en tan solo 7 días. Es decir,
millones de personas posiblemente han visto sólo 2 capítulos de la serie, y
aún no saben si la serie les va a resultar buena, pero la serie ya es la más
vista en Netflix, y por lo tanto, algo espectacular debe tener esa serie, pues
millones de personas no pueden estar equivocadas. El propio público se
encargará de buscar todo lo necesario para confirmar el por qué esa serie es
tan tremendamente buena para el público. Y ya no importa que la serie sea
una bazofia, pues se encontrará genialidad en ella gracias al sesgo de
confirmación. Han logrado convertir a una serie mediocre en lo más visto
de Netflix, mientras que han enterrado posiblemente una serie de mayor
calidad, bien sea porque no tuvo el apoyo necesario de los medios de
comunicación antes de su salida, o bien sea porque se dieron una serie de
factores aleatorios que hicieron que otros títulos ocuparan el ranking de
mayor visibilidad. Puedes conseguir que lo mediocre supere a lo
espectacular con extrema facilidad. De hecho, no hay nada que más incite a
la compra de un libro que el sello de “best seller” en su portada. Tras la
colocación de ese sello, las ventas suben un 23% de media.
Para comprenderlo mucho mejor, únicamente debemos irnos a un libro
titulado “Aventuras empresariales: 12 cuentos clásicos sobre Wall Street”,
de John Brooks. Este libro se escribió en 1969 y acabó convirtiéndose en
uno de los libros más leídos dentro de la temática de negocios en el siglo
XXI. ¿Tan genial era el libro como para adquirir tanta popularidad? Veamos
esta frase.
“Más de dos décadas después de que me prestaran este libro, sigue siendo el mejor libro
de negocios que he leído nunca”.

Esta frase convirtió a este libro en un best seller 50 años después de su


publicación, pero no por la calidad del libro, sino por las dos personas que
se nombran en esa frase. Veamos la frase completa:
“Más de dos décadas después de que Warren Buffett me lo prestara, este libro sigue
siendo el mejor libro de negocios que he leído nunca” — Bill Gates.

Un libro que ha leído Warren Buffett, considerado uno de los mejores


inversores de la historia, y que le ha prestado a Bill Gates, uno de los
mayores empresarios de nuestro siglo y uno de los hombres más ricos del
mundo. Y no sólo dice que le ha gustado el libro. Dice que es el mejor libro
de negocios que ha leído en toda su vida. Y mira que hay excelentes libros
de negocios. Pues bastó con eso para convertir el libro en un best seller. Eso
sí, gracias también al bombo y platillo de los medios de comunicación, los
cuales invadieron Internet con publicaciones que mostraban el libro que Bill
Gates había aconsejado. Evidentemente, dudo que la persona que escribía
esos artículos y la persona que los supervisaba, hubieran leído el libro en
cuestión, porque… a ver cómo lo digo de forma delicada. He leído más de
80 libros de negocios, incluído el que Bill Gates dice que es el mejor libro
de negocios. Y puedo decir que, rara vez en toda mi carrera de lector voraz,
he sufrido tanto leyendo un libro que me pareció un verdadero castañazo de
principio a fin. Pensé que ésto podría deberse al cambio de época, y que
posiblemente el libro fuera bueno en sus días. Pero creo sinceramente que
ese libro fue en sus días exactamente lo mismo que es hoy día: un bodrio
aburrido y potencialmente infumable. Creo que ese libro es el ejemplo
perfecto de cómo se puede convertir una mierda en oro. Simplemente,
alguien importante debe decirle al público que está frente a un lingote de
oro. De esta manera, el público dejará de ver que lo que tiene delante es una
mierda como una catedral. En este caso estamos frente al poder del sesgo de
autoridad, que básicamente se trata de tener en cuenta las recomendaciones
o consejos de personas que son un referente en su campo. Y es que Warren
Buffett y Bill Gates no pueden estar equivocados. Entonces ya tenemos tres
sesgos trabajando y guiando nuestras elecciones y toma de decisiones, que
serían: el consenso social, el sesgo de autoridad y el sesgo de confirmación.
Este último hace que demos validez a los dos sesgos anteriores. ¿Y si un
algoritmo o una red neuronal pudiera convertirnos en víctimas de toda esta
clase de sesgos?
El algoritmo o red neuronal de cualquier red social puede conocernos
mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Es más, ni siquiera
necesitaría conocernos, pues la alteración de un algoritmo puede guiarnos
en nuestra forma de pensar. Viendo las publicaciones y los “me gusta” de tu
perfil en una red social, cualquier persona puede hacerte el molde. No hay
que ser un genio para saber, a partir de tu actividad en redes sociales, si te
gustan los coches o el cine, si eres más afín a la izquierda o a la derecha, si
pasas los fines de semana en discotecas o de viaje (sobre todo si eres de los
que publica toda clase de actividades e intimidades). Eso lo ve cualquier
persona. Pues bien, un algoritmo es capaz de hacerte el molde con mucha
más exactitud que 1000 humanos observando tu actividad en redes sociales
y conviviendo contigo 24 horas al día. El algoritmo no sólo ve tus “me
gusta”, sino aquellas publicaciones en las que más tiempo pasas, aquellos
vídeos que ves hasta el final aunque no le des un “me gusta”, incluso tus
conversaciones privadas en el chat. Es más, gracias a las cookies de
seguimiento, es capaz de vigilar tu actividad fuera de la red social para,
posteriormente, en cuanto entres, mostrarte anuncios relacionados con tu
actividad fuera de su aplicación.
En la antigüedad, si dos bandos se enfrentaban en un conflicto bélico,
existían ciertas personas o entidades que podían dirigir el resultado de la
guerra. Únicamente debían quitarle la financiación a uno de los dos bandos
y prestarle los medios económicos al otro bando. Con ello, habían
garantizado el resultado del conflicto bélico. En internet ocurre algo similar,
y es que ante una polémica, las redes sociales pueden darle más peso y
validez a una opinión frente a otra, únicamente restándole visibilidad a una
opinión y prestarle visibilidad a la opinión contraria. Si algo sabemos es que
los algoritmos pueden influenciarte para modificar tus propios
pensamientos con respecto a un tema en concreto. El caso más polémico en
este sentido fue el de Cambridge Analytica, una empresa británica que se
enorgullece de lograr cambiar el comportamiento de la audiencia a través
del análisis de las bases de datos de usuarios. Su especialidad son las
campañas políticas, pues pueden influir en el voto de las personas. Tras
realizar un perfil psicológico de los usuarios, Cambridge Analytica
conseguía averigüar cuál debía ser el contenido y tono de un mensaje para
cambiar la forma de pensar de los votantes de forma individualizada.
También se procedió a crear noticias falsas, sabiendo que los usuarios de
redes sociales no se molestarían demasiado en contrastar la información
publicada en medios de información y redes sociales; simplemente
comparten la noticia. Es entonces cuando las personas comienzan a hacerse
una idea de un candidato o de un partido político, ejerciendo su derecho a
voto por cosas que creen que saben, pero que en realidad no las saben. Les
han mentido; han sido influenciados; y ni siquiera son conscientes de ello.
Toda una maquinaria invisible se ha puesto a trabajar para modificar tu
manera de pensar e implantar una opinión en tu cerebro.
Recuerdo el caso de “las últimas palabras de Steve Jobs”. En este caso,
surgió de una forma más orgánica, aunque el propio algoritmo de Facebook
se encargó de darle visibilidad a una publicación falsa. Las últimas palabras
de Steve Jobs en su lecho de muerte tuvieron millones de “me gusta” y
fueron compartidas cientos de miles de veces a través de Facebook. Se
mostraba a un Steve Jobs arrepentido por haber dedicado su vida
únicamente a ganar dinero, sin apreciar lo más importante de la vida.
Arrepentido porque ahora, en su lecho de muerte, se da cuenta de que ha
desperdiciado su vida. Aconseja a las personas no tirar su vida por la borda
como él hizo, pues la persecución de la riqueza no merece la pena.
Es un lindo mensaje. No lo vamos a negar. El problema de dicha
publicación es que cualquiera que haya seguido la trayectoria de Steve Jobs,
sabría que esas palabras no hubieran podido salir de la boca de Steve ni en
su mejor día de borrachera. En primer lugar, porque el propósito de Steve
Jobs no era generar riqueza per sé. Su propósito era cambiar el mundo. El
porqué este mensaje se compartió de una forma tan masiva, únicamente
demuestra varios de los problemas que existen con Internet y las redes
sociales. El público en general comparte algo de un tipo del que no saben
absolutamente nada, pero creen conocerlo por lo que han leído tanto en
publicaciones veraces como falsas. No tienen una opinión formada. Más
bien les han formado una opinión. En segundo lugar, es un mensaje de
conformismo, pues es más fácil decirle a la gente que no dedique su vida a
construir algo de valor para el mundo, pues no merece la pena, ya que vas a
morir. Posiblemente, si Steve Jobs fuera el tipo de persona que se muestra
en esa publicación, no tendríamos muchos de los avances de los que hoy día
disfrutamos. Avances que poco a poco les estamos dando un uso involutivo.
Por otro lado, está claro que las personas que le dieron visibilidad a esa
publicación, no leyeron la biografía de Steve Jobs. Nuevamente tenemos el
problema de una audiencia que opina y comparte algo, sin tener un
conocimiento del tema o un criterio fundamentado, lo que es otro problema
de Internet. Y es que las publicaciones falsas, por algún motivo, tienen más
impacto en redes sociales. Ésto es un proceso muy sencillo de explicar.
Sabemos que para que un usuario lea y comparta una publicación, debemos
llamar la atención de su cerebro.
Noticia real: “Mujer tropieza en una calle de Madrid y es llevada al
hospital por un esguince”.
¿Entrarías a ver el artículo?¿Lo compartirías con tus amigos? Posiblemente
no. Veamos cómo lo hacen los periodistas hoy en día.
Noticia + copywriting: “Éste es el motivo por el que una mujer de Madrid
ha sido encamada en el hospital”
Noticia + copywriting + clickbait: “Los médicos no se explican el extraño
caso de esta mujer. Todo ha ocurrido en una calle de Madrid.
Noticia + sensacionalismo: “La vida de un millón de madrileños en peligro
al caminar por las calles”.
Noticia + Ideología: ¿Adónde fue a parar el dinero destinado a las obras
públicas? El alcalde madrileño de extrema derecha no se hace responsable
del incidente de una mujer que casi pierde la vida.
Noticia + Ideología 2: Calles heteropatriarcales ponen en riesgo cada día la
vida de las mujeres. #Ni-un-tropiezo-más.
Puede sonar a broma, pero cada día los usuarios se exponen a los titulares
de los medios que son capaces de transformar una noticia para cambiar su
significado por completo. Durante mucho tiempo se pensó que la estupidez
era debido a que la gente no tenía la información necesaria. Con la entrada
de Internet en nuestras vidas, esa hipótesis ha sido derribada, pues se puso
la información al alcance de todo el mundo. Incluso se puso a disposición
de las personas la información contrastada para que sean ellos mismos los
que puedan decidir extraer sus propias conclusiones. Entonces supimos que
la información no es el problema, pues la información por sí misma, no te
da conocimientos, ya que podrías estar consumiendo información sesgada o
directamente errónea. Nuevamente haremos responsable a las redes sociales
de la vuelta de la tierra plana y el aumento considerable de personas que
creen que los extraterrestres están conviviendo entre nosotros. El uso de
redes sociales sin la habilidad de pensamiento crítico y cierto grado de
desconfianza, se convierte en algo extremadamente peligroso, pues debes
saber que cuando no te está manipulando un algoritmo, hoy más que nunca
te están manipulando los medios de información.

El periodismo murió.
Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser
importante — Ryszard Kapuściński
Los medios de información siempre han estado polarizados, y por supuesto,
siempre han intentado influir en la forma de pensar de los lectores. Eso no
es nada nuevo del siglo XXI. Lo que sí es nuevo, es que ahora no se
esfuerzan por disimular que lo hacen. Tratan a los usuarios como
verdaderos idiotas sin tomarse la más mínima molestia por tratar de
ocultarlo. Si me preguntaran cuál es una de las profesiones más necesarias
en este mundo, incluiría con firmeza el periodismo entre ellas, pues un
periodista nos trae la información contrastada. Nos trae la verdad. Al menos
en teoría.
El problema es que los periodistas de hoy día no respetan su propio
Código Deontológico, donde el primer compromiso ético del periodista es
el respeto a la verdad. Por supuesto que partimos de la base de que un
periodista sale de la universidad de periodismo dispuesto a hacer su trabajo
lo mejor posible. El problema viene cuando entra a trabajar en esas
empresas disfrazadas de medios de información. Desde que el campo de
juego periodístico se encuentra en Internet, en estos medios ya no importa
la verdad, sino la interacción de los usuarios y las visitas al sitio web, lo
cual se traduce a dinero. El dinero siempre ha sido importante para los
medios periodísticos, pero existía un mínimo de responsabilidad por y para
los lectores y sociedad. Eso se perdió. El periodismo perdió su
independencia. Como decía el gran Ryszard Kapuściński, “El periodismo
lleva tiempo dominado por gente que no es periodista, tratando la
información como mercancía. No les interesa en absoluto lo que debería ser
el objetivo del periodismo, la búsqueda de la verdad. Sólo importa lo
atractivo de la noticia”. Esta industria ahora contrata a periodistas para
fabricar un mínimo de 8 ó 10 noticias al día. No se mide su nivel de
profesionalidad ante la noticia en sí. Se les mide por sus resultados (las
visitas e interacción que hayan conseguido con sus noticias). Es lo único
que importa, y si para ello debes falsear un poco la noticia, está dentro de lo
normal. Si para ello debes usar un clickbait como un castillo, está
permitido. No importa que de los 5.000 comentarios que aparecen bajo la
publicación, 3.500 de esos comentarios pongan: “qué vergüenza de
publicación”, pues en realidad, la interacción genera que las posteriores
publicaciones alcancen un número mayor de usuarios en Internet. La
industria del periodismo sabe que mientras exista interacción por parte de
miles de usuarios, tarde o temprano, el algoritmo volverá a recomendarte
nuevamente una publicación del mismo medio al que te juraste no volver a
visitar. Pero volverás a caer. Un algoritmo va a asegurarse de ello. Y ellos lo
saben.
La siguiente línea que se cruza en prácticamente todos los medios de
información es una línea legal. Y tiene que ver con la publicidad encubierta.
No nos equivoquemos en este sentido, pues la publicidad encubierta puede
ser más dañina de lo que puedes imaginar. La Ley de Servicios de la
Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico (LSSI), dice
claramente que “la publicidad debe presentarse como tal, de manera que no
pueda confundirse con otra clase de contenido, e identificarse de forma
clara al anunciante”. Esta ley, al menos en España, no se está regulando
correctamente en los medios de información de primer nivel, por lo que
podemos ver artículos periodísticos que en realidad son únicamente
publicidad encubierta. Y para verlo claramente, únicamente debemos visitar
los marketplaces donde podemos contratar la publicidad. El coste de los
anuncios patrocinados, como es evidente, dependerá del tamaño del medio
en cuestión. El tamaño únicamente se mide por el número de visitas que
recibe el medio, en caso de querer contratar publicidad online, y la venta de
periódicos físicos, en caso de contratar la publicidad clásica en un periódico
impreso.
Los medios cuentan con diferentes precios, donde te dan a elegir entre
un artículo patrocinado dentro de los estándares que marca la ley, colocando
correctamente el símbolo que indica al lector que dicho artículo es
patrocinado, o bien, pagando más dinero, y hacerlo pasar por una
publicación periodística natural. A pesar de que cada vez más personas
asumen que la información periodística está altamente corrompida, lo cierto
es que la mayoría de la población sigue pensando que una información es
veraz por el simple hecho de la reputación que tiene un periódico de alto
nivel. Este tipo de publicidad encubierta se está dando, sobre todo, en esos
artículos periodísticos donde entrevistan a un chaval que pasó de trabajar de
camarero a hacerse millonario con un método de trading, y que, mira por
dónde, aparece el nombre de la academia que tiene, o el maravilloso curso
que hizo y que le cambió la vida.
Ese tipo de entrevista pagada te costaría unos 19.000 euros en el diario
francés Le Monde, mientras que en los principales medios españoles te
costaría en torno a los 7.000€. Otros medios te lo podrían dejar sobre los
4.000€. En cualquier caso, puedes tener tu falsa entrevista dentro de un
medio nacional. ¿Y compensa pagar 7.000€ por aparecer en una entrevista
dentro de un medio nacional? Todo parece indicar que sí. En primer lugar,
por las ventas directas del artículo-entrevista en cuestión. Posiblemente,
únicamente con esa aparición ya hayas cubierto el coste publicitario. Y en
segundo lugar, para tu propia marca personal, donde mañana puedes poner
que tu curso ha sido alabado por medios de primer nivel con esos mensajes
de: “hemos aparecido en…” Un alto porcentaje de personas no cuestiona
este procedimiento, a pesar de que el producto que venden sería engañoso,
dañando gravemente el bolsillo del comprador. A lo largo del siglo XXI, los
vendehumos han financiado la industria periodística. Ahora quiero que unas
la pérdida de valores del periodismo con la posibilidad de alterar los
algoritmos para que recibas la información que le interesa a la red social en
cuestión. El resultado es que a mayor exposición a la información que
recibes sin buscarla, mayor probabilidad tienes de vivir completamente
desinformado. El hecho de tener un pensamiento crítico nunca ha sido tan
importante como hoy en día.
Un simple cambio o ajuste en el algoritmo puede provocar el cierre de
un blog, un medio o un canal de Youtube de un día para otro. Y esto ha
ocurrido en bastantes ocasiones. He visto cómo algunos canales de Youtube,
que tienen cientos de miles de suscriptores y, algunos, incluso millones, de
un día para otro comenzaron a observar cómo en lugar de recibir 200.000
visitas en cada vídeo que subían, ahora recibían 2.000 ó 10.000 visitas
máximo. La mayoría de la gente piensa que si le gusta un canal de Youtube,
va a seguir viendo los vídeos de ese canal, pero lo cierto es que en la
mayoría de los casos, que sigas viendo los vídeos de ese canal, dependerá
de la red neuronal, y no tanto de tus propias neuronas.
Cuando este tipo de casos ocurren, algunos piensan que puede deberse a
que el youtuber en cuestión no supo adaptarse a los nuevos gustos de los
usuarios, pero lo cierto es que lo único que cambió fue el cariño que le
mostraba el algoritmo, un amor que desapareció. Y una vez que el algoritmo
te quita su amor, puede que los usuarios sigan buscando el contenido de ese
canal la primera semana, o puede que el siguiente mes, pero es cuestión de
tiempo que dejes de buscar el contenido de ese canal, y más si la red
neuronal te está invadiendo con nuevos canales. Esto provocará que el
nuevo canal que ahora recibe el amor algorítmico se esfuerce más al
sentirse querido, mientras que el canal que dejó de recibir ese amor,
comience a frustrarse al no saber cómo solucionar la situación. Finalmente,
por regla general, acaba desapareciendo. Y sólo tiene una explicación: el
algoritmo o la red neuronal dejó de quererte y acabó contigo. Tras una gran
actualización de Google en su buscador, allá por el 2015 - 2016, miles de
blogs y páginas web ya no volvieron a levantar cabeza. ¿Dejaron de ser
buenos de un día para otro? Por supuesto que no. Un algoritmo dijo que, a
partir de ese momento, dejarían de ser buenos. Si eres una persona que trata
un tema controvertido con una opinión diferente a la políticamente
establecida, un algoritmo puede dejarte fuera del campo de juego tras un
pequeño ajuste.
Sin ir más lejos, el tema del feminismo, la ideología de género y la Ley
Trans han tenido un debate injusto en internet, pues tanto los artículos como
los vídeos que mostraban su discrepancia ante las incongruencias de la
ideología de género, han estado siendo desmonetizados e incluso siendo
eliminados de las plataformas. Es difícil dar una opinión contraria cuando
una red neuronal ya parte de la premisa de que argumentar en contra no es
correcto. Este mismo año (2022) me han eliminado cuatro artículos que
publiqué entre 2011 y 2012 donde hablaba sobre las ventajas y desventajas
de legalizar la prostitución en España, desde un prisma meramente
económico, coincidiendo, casualmente, con el debate que abrió el Gobierno
sobre la abolición de la prostitución. Es muy difícil contrastar la
información en internet cuando los algoritmos determinan qué tipo de
contraste puedes encontrar. Un algoritmo puede quitarte la voz para
convertir la voz contraria en un altavoz. Y existe un principio en la
psicología política: “Repite una mentira una, otra y otra vez, y a base de
repetición, esa mentira acabará convirtiéndose en una verdad”. Los
algoritmos logran este mismo efecto. Si te invaden con un mismo mensaje
una y otra vez, acabarás comprando el mensaje. Si te muestran una y otra
vez los artículos de un medio en cuestión, tarde o temprano acabarás
leyendo las noticias de ese medio. Podríamos afirmar que la vida de la
mayoría de las personas están siendo controladas por algoritmos. Influyen
en lo que ven, en lo que leen, en lo que compran. Influyen de forma directa
en cómo piensan. Tienen el poder de convertir una serie mala en la más
vista y convertir a un cantante mediocre en el artista más popular.
El primer capítulo de este libro comenzaba con la deconstrucción del
matrimonio y la decadencia de las parejas sexoafectivas. ¿Hasta qué punto
los algoritmos no han contribuido a esta situación o percepción de las
relaciones sexoafectivas?
Los vendedores de odio.
Si hasta ahora hemos hablado del poder de los algoritmos, no debemos
olvidar qué es lo que alimenta a un algoritmo. ¿Qué le dice a un algoritmo o
a una red neuronal qué tipo de contenido se considera interesante?
Podríamos decir que la visualización completa de tu contenido y la
interacción del público. No importa tanto que la interacción sea debida a
una respuesta positiva o negativa. Sólo importa que el público muestre unos
altos niveles de interacción. ¿Cómo se consigue eso? Sobre todo se
consigue despertando emociones y sentimientos. Y el odio es uno de los
sentimientos más eficaces a la hora de la interacción.
A partir de 2004 se comenzó a generar un odio masivo en Internet
gracias al sensacionalismo de los medios de comunicación, interesados en
acoplar una ideología concreta en tu cerebro. La guerra de sexos despertaba
esa interacción, pues por una parte tenemos el interés de una parte por
promover un feminismo insano que más que nunca ataca al concepto de
familia, siendo el hombre el causante de todos los males de la sociedad, y
por otra parte tenemos a hombres y mujeres que están totalmente en contra
de esta ideología que parte de demasiadas contradicciones. La interacción
estaba servida. Fuimos testigos de cómo el lenguaje usado en los medios se
puede alterar para tergiversar un acontecimiento. Si un padre acaba con la
vida de su hijo, es debido a la ineficiencia de un sistema heteropatriarcal
que deja indefensas a las mujeres y a sus hijos. “Se necesitan leyes para
proteger a las mujeres de este heteropatriarcado dañino”. Si es una mujer la
que acaba con la vida de su hijo, es debido a que la pobre mujer estaba
enferma, muy posiblemente, por culpa del marido. Por algún motivo, un
hombre mata a sus hijos por maldad, mientras que una mujer lo hace por
accidente. De nuevo, aquí tenemos cómo los medios de información faltan a
la verdad, se venden a intereses ideológicos y por lo tanto, abandonan el
código deontológico. El beneficio para los medios, además de corresponder
a ciertos intereses ideológicos, es que estas publicaciones cuentan con una
interacción sorprendente, abriéndose un constante debate de opiniones
contrapuestas. Te tratan como a un idiota, pero a nivel interactivo les
funciona.
Si quieres cambiar la línea editorial de un medio de información,
quítales la interacción, y cambiarán la línea de su discurso. Recuerda que el
periodismo de hoy día es como un mercenario. No actúa en base a un
código ni a unos valores. Si no recibe dinero, no va a la guerra. Por lo tanto,
si no recibe interacción en una línea editorial, dejará de trabajar en esa línea
editorial al ser un tema de poco interés para el lector. Por desgracia, hasta
ahora les ha funcionado. La guerra de mujeres contra hombres comenzó, y a
base de noticias cruzadas, a menudo sensacionalistas, se fue implantando en
el cerebro de los consumidores de noticias el hecho de que los hombres son
malvados por naturaleza. Y por ende, los hombres, tras ver este tipo de
mensajes, comenzaron a pensar que a las mujeres se les estaba yendo la
cabeza con este tipo de discursos. Si el objetivo de algunas partes
interesadas era acabar generando desconfianza entre la unión afectiva de un
hombre y una mujer, sintiéndolo mucho, a grandes rasgos, lo lograron. La
familia tradicional está en peligro en el siglo XXI. La pregunta sería:
¿Estaba en peligro y por ello los medios comenzaron a hablar de esta
situación, o fue a raíz de que los medios comenzaron a magnificar este
problema, lo llegamos a convertir en un serio problema? Tengo mis dudas
en este sentido. Quizás pusimos esta guerra de sexos entre las películas más
vistas, y gracias a ello se convirtió en la película más vista.
Al problema de los medios de comunicación se le sumó el problema de
los creadores de contenido. Y es que un creador de contenido, siendo
honestos, busca un nicho que le genere una interacción que le permita ganar
dinero. La guerra de sexos era un tema candente en este sentido. Tik Tok y
Youtube se llenaron de creadores de contenido, que posiblemente tengan un
propósito sano dentro de la temática, pero no por ello dejan de contribuir a
darle una visibilidad masiva a una problemática actual que quizás no
hubiera sido una problemática tan generalizada de haber carecido de tanta
visibilidad. Mujeres youtubers dedican horas de contenido a hablar de cómo
los hombres usan a las mujeres para sus necesidades biológicas, mientras
que youtubers hombres realizan vídeos de cómo ahora no deberías dejar
entrar a una mujer en tu vida para algo serio, pues se han vuelto unas
interesadas, mentirosas, infieles, etc. Ambos tipos de contenido, que insisto
en que puede ser bienintencionado, pero no deja de ser contenido que, en
cierto modo, genera odio. El consumo de este tipo de contenido un día tras
otro, únicamente contribuye a condicionar nuestro cerebro, de la misma
manera que explicamos con el consumo de noticias. Si un creador de
contenido sube cada día las chorradas que dice una chica con respecto a los
hombres, los cientos de miles de seguidores del canal, inevitablemente,
pensarán que la mayoría de las mujeres son así. Y lo mismo ocurre a la
inversa. ¿Existe un problema real en este sentido? Por supuesto, pero
posiblemente no sea un problema tan masivo o, quizás, no fuera un
problema masivo hasta que provocamos la profecía autocumplida. El odio
se ha implantado en las redes sociales. Lo vemos en los comentarios de
cada vídeo y en cada publicación. El ser humano tiende a generalizar a
partir de hechos concretos, y las redes sociales tienen el poder de lograr
esto. Pero no debemos olvidar que existe otro jugador más importante en la
generación de odio, y nuevamente son los medios de información.
En un estudio de chichinabo presentado en un documental en
“Documentos TV”, uno de los programas más prestigiosos de TVE, titulado
“Cuando la red no es social”, se llegó a la conclusión de que las redes
sociales, evidentemente, se han llenado de odio. Y buscaron a los más
odiados. Según ese estudio, los usuarios de las redes sociales descargan su
odio con asiduidad hacia las mujeres, homosexuales, negros , musulmanes y
gitanos. Si nos guiamos por este estudio, llegaríamos a la conclusión de que
España es un país machista, xenófobo y homófobo. Y esa visión choca
demasiado con la visión que personalmente yo tengo de mi país. Es fácil
manipular un estudio, analizando únicamente el resultado de una serie de
comentarios sin analizar la causa.
En el estudio se recogían algunos comentarios publicados en las redes
sociales, donde algunos hombres insultaban a algunas mujeres, llamándolas
“malfolladas”, “feminazis de mierd*” y otras cosas peores. Si nos
quedamos únicamente con eso, es fácil transmitir la idea de que sigue
habiendo un machismo instalado en nuestro país. Si bien no justifico en
ningún momento que se insulte en las redes sociales aprovechando cierto
anonimato, tampoco veo justo que no se exponga “la película” completa,
pues muchos de esos comentarios machistas únicamente eran la
contestación a otros comentarios hirientes de mujeres hacia los hombres en
general. Si una feminista dice de forma educada que todos los hombres son
potenciales violadores y maltratadores, no debería esperar que la feliciten
en la caja de comentarios por su gran sabiduría. De hecho, si nos vamos a la
caja de comentarios donde se discute sobre si es mejor equipo el Real
Madrid o el Barcelona, encontraríamos barcelofobia y Madrifobia a
raudales. Por otra parte, no podemos tachar a un país de racista observando
la caja de comentarios de un medio de información cuya publicación dice
que varios hombres negros han herido de gravedad a 7 agentes de la
Guardia Civil mientras trataban de saltar una vaya ilegalmente.
Con respecto a la homofobia, me atrevo a asegurar que estamos en uno
de los países donde más se respeta la condición sexual de cada quien.
Personalmente no veo un problema de homofobia, racismo o machismo.
Sólo observo un problema de mala educación dentro de un espacio (redes
sociales) donde algunas personas aprovechan el anonimato para
comportarse como idiotas y perder el tiempo debatiendo temas polarizados
de antemano. Es decir, no vas a hacerle cambiar a nadie de opinión por
intercambiar 40 mensajes en redes sociales. Es muy posible que no lo logres
ni en 40 días cara a cara. En las redes sociales, en cierto modo, se produce
el efecto “conflicto bélico”, una situación en la que el ser humano cree que
todo está permitido. Muchos de los haters o personas que insultan a otras,
atacan el flanco más dañino. Insultarán a un homosexual de la misma
manera que insultarían a un calvo por no tener pelo, a otro por estar
demasiado delgado y a otro por estar demasiado gordo. También por llevar
gafas. Son idiotas profesionales con ganas de perder el tiempo.
Posiblemente personas traumadas y acomplejadas. Pero ni mucho menos
son un reflejo de los millones de personas que no insultan a nadie por ser
mujer, homosexual o negro. Y poner a una minoría como representación de
la sociedad en general y, además, tergiversando los hechos, es caer en la
bajeza absoluta.
Aquí tenemos otro ejemplo más de cómo generar “mal rollo”, de cómo
enfrentar a esos grupos que el Gobierno llama “minorías sociales” contra el
enemigo que todos ellos tienen en común: el malvado hombre blanco
heterosexual. Por algún motivo se ha puesto a trabajar toda una maquinaria
para echarnos a pelear unos contra otros, inventando problemas inexistentes
con el fin de inventar soluciones a dichos problemas inexistentes. Y aquí es
donde cobra sentido cierta hipótesis. Y es que si creamos ciertos problemas
y les decimos a las mujeres cómo pensar y cómo actuar frente a un enemigo
común; si le decimos a los homosexuales que viven en un país homófobo y
que deben pelear por sus derechos, y hacemos lo mismo con los
inmigrantes, ahora necesitarán a alguien que les proteja de ese malvado
sistema heterocapitalista-patriarcal y heteronormativo. Les hacemos creer
que existe un odio contra ellos, y la mejor manera de defenderse de ese odio
es pasándose al bando de los buenos, pudiendo combatir todos juntos a los
malvados. Divide y vencerás, una estrategia que por ahora les ha
funcionado bastante bien. En los anales de la historia se hablará de la
primera mitad del siglo XXI como la época en la que la sociedad se dividió
sin necesidad; la época en la que se inventaron más problemas de los que
existían hasta acabar convirtiéndolos en problemas reales. Se recordará
como la época en la que redes sociales y sistema educativo les dijeron a
nuestros jóvenes y adultos cómo debían pensar. Se recordará como la época
en la que se intentó acabar con los valores tradicionales; la época en la que
destruímos la familia; la época en la que se inventaron los niñes (cuerpos
parlantes normativo-indecisos sobre su sexo e identidad sexual); la época en
la que se instaló un odio social generalizado.

Los Incontagiables.
Existe un grupo de personas muy reducido. Mantienen relaciones
únicamente entre ellos. Se reconocen unos a otros. No pasan mucho tiempo
con personas que carecen de los principios y valores con los que ellos
cuentan. No asisten a los lugares que frecuentan la mayoría de personas.
Tienen unos intereses muy diferentes al resto de personas. Tienen
smartphone pero no suelen consumir el contenido de las redes sociales.
Muchos de ellos ni siquiera tienen cuenta en Facebook o Instagram; o bien
su última publicación fue de hace más de 5 años. Tienen unos intereses muy
diferentes a la mayoría de personas. Viven dentro de esta sociedad, pero
muy alejados de los mensajes a los que están expuestos la mayoría de
personas.
Con esta descripción podrías pensar que estamos hablando de una
comuna o una secta, pero lo cierto es que son personas que disfrutan de su
libertad y eligen de forma voluntaria y racional vivir de esta manera. A
pesar de que son un pequeño grupo o un pequeño porcentaje de la
población, no viven en comunas. Están repartidos por todo el territorio
español y no se conocen todos entre sí, aunque en algún momento pueden
encontrarse. No saben qué es un SIMP o un INCEL. No conocen a los
youtubers más populares. Posiblemente no conozcan un programa llamado
“La Isla de las Tentaciones”. Usan internet de una manera muy diferente al
resto. Llevan años consumiendo contenido productivo a voluntad y no
interpuesto por una red neuronal. Son plenamente conscientes de que son
una minoría; plenamente conscientes de que algunas personas pueden
pensar que son un tanto raros.
La primera vez que caí en la cuenta de que existe este grupo de personas
y de los beneficios que aporta esta filosofía, fue a raíz de recibir la visita de
un lector en mi ciudad. Era un chico de unos 29 años, el cual tenía fecha de
boda con su novia, la cual conocería más adelante. Tenía ahorrados cerca de
120.000 euros a pesar de que era un trabajador asalariado —bien pagado,
eso sí—. Seguía únicamente 6 canales de Youtube, y estaba suscrito a 5
boletines de correo electrónico de blogs relacionados con las finanzas y el
desarrollo personal. No tenía cuenta de Facebook ni Instagram. Sus días
pasaban entre la dedicación al trabajo, su pareja, familia y un grupo
reducido de amigos. Si hablábamos de la mayoría de problemas sociales
que existen en la actualidad, parecía como si estuviéramos hablando de dos
sociedades diferentes. Ignoraba la mayoría de problemas sociales que
inundan los titulares de la prensa, incluso ignoraba la problemática de la
ideología de género y otros problemas que existen en las relaciones
sexoafectivas de hoy día. En cambio, si hablábamos de finanzas y bolsa,
estaba al corriente de todos estos aspectos. La mayoría de sus amigos ya
estaban casados; felizmente casados. Solían reunirse los fines de semana
para cenar y tomar algo en la casa de algunos de ellos. Decían que
disfrutaban mucho más de esta forma. En un principio pensé que era una
persona alejada de la realidad social. Luego lo pensé mejor. Era una persona
que había creado su propia realidad dentro de un círculo donde se rodeaba
de lo mejor, y con una mentalidad libre de contagio social. Usaba la
tecnología a su favor, sin dejar que fuera la tecnología la que le usara y
dominara a él. De hecho, reconocía que, incluso Whatsapp, era algo que
apenas usaba. Solía tenerlo en silencio. Cuando se metía en la aplicación de
Youtube, decía que pasaba directamente a su feed de suscripciones para no
perder el tiempo con las recomendaciones de Youtube. Los viernes en la
tarde abría su correo personal para dedicar varias horas a la lectura de los
artículos y vídeos a los que estaba suscrito.
Cuando conocí a su pareja, al cabo de 30 minutos de charla, le dije que
había tenido mucha suerte al encontrar un hombre así hoy día. Ella me miró
como preguntándose: “¿Cómo serán hoy día los hombres?” Estábamos
frente al mismo caso. Una chica joven de 27 años, financieramente
independiente, sin cuenta en redes sociales. Se conocieron en una empresa
para la que ambos trabajaron y desde entonces han mantenido una relación
con vistas a un futuro conjunto y la creación de una familia. Jóvenes,
financiera y mentalmente estables, inteligentes y no contagiados por la
intoxicación de la información que circula en Internet.
A lo largo de los años creando contenido para mi blog
Negocios1000.com, tras tener un problema que exigió el análisis de algunos
expertos en la materia, me comentaron que tenía un tipo de audiencia
extraña. Él los llamó “usuarios pasivos”, refiriéndose al hecho de que eran
usuarios que, en su mayoría, consumían el contenido asiduamente, pero no
existía interacción. Un gran porcentaje de mis usuarios suscritos no estaban
dispuestos a perder el tiempo. Nuevamente, tras tener contacto con algunos
de ellos, me encontré con un mismo patrón: el uso inexistente en redes
sociales. Tenía un alto porcentaje de lectores dentro de la categoría de
incontagiables. Aquello dio explicación a otro dato curioso que no llegué a
comprender en sus días.
Solía rechazar hasta el 90% de la publicidad y artículos patrocinados
que me ofrecían para el blog. Pero en una ocasión acepté las campañas
publicitarias de ordenadores e impresoras de una conocida marca. Si bien
cualquier publicación del blog solía contar con un mínimo de entre 10.000 y
25.000 vistas, en los artículos patrocinados por esta marca de impresoras,
me encontraba con un fiasco en las visitas, en torno a las 450 ó 700 vistas
máximo. Pero volvían a contar conmigo para las siguientes campañas. Y
además, solían pagar bastante bien. En una ocasión hablé con el encargado
de las campañas publicitarias para preguntarle por qué querían continuar
anunciándose en mi sitio web, cuando era evidente que las campañas no
estaban funcionando como deberían y que era notablemente visible que mi
audiencia no estaba demasiado interesada en este tipo de contenido
publicitario. Este señor me respondió que el anunciante quería seguir
contando con nuestro sitio web porque le estaba reportando uno de los
mejores resultados. Tenían un ratio de conversión de ventas bastante alto a
pesar de que el número de visitas era bajo. Las ofertas de impresoras para
empresas funcionaron porque muchos de los usuarios pasivos eran
ejecutivos, empresarios o emprendedores. Estaban enfocados al consumo de
contenido productivo.
A medida que fui conociendo a más lectores, pude observar nuevamente
otro patrón: mentalidad más conservadora y cierto desconocimiento o
desinterés por muchos de los temas que aparecen en los titulares que
inundan las redes sociales. Pero claro, todo esto da mucho que pensar. ¿Son
ellos los que están desinformados o soy yo el que está demasiado sobre-
informado (contagiado)? Conforme fui tratando de darle respuesta a esta
pregunta, observé que los incontagiables no son en realidad un grupo tan
pequeño como pensé. El número es más elevado de lo que imaginé a simple
vista.
Fue cuando eché un vistazo a mi amplio círculo de amigos y conocidos.
Recordé a mis viejos amigos murcianos, los cuales están completamente
alejados de todo lo que tiene que ver con Internet. De hecho, uno de mis
amigos de Murcia, si le envías un Whatsapp por la mañana, es muy posible
que te conteste por la noche o al día siguiente. En cambio, si le haces una
llamada tradicional, cogerá el teléfono enseguida. Siempre ha dicho que si
es algo importante “lo llamas”, y si alguien le envía un Whatsapp es porque
no debe ser importante, y por lo tanto, contestará cuando pueda —si es que
llega a contestar—. La mayoría de este grupo de amigos tienen entre los 35
y los 50 años, están casados, tienen hijos y son felices, aunque no todos
ellos tengan el mismo poder financiero. Su modo de vida: trabajo, familia y
amigos.
Si echo un vistazo a mis compañeros de colegio, muchos de ellos
amigos de mi infancia, podría dividirlos en dos grupos. Los que viven algo
más alejados de Internet y las redes sociales, y los que suelen interactuar
con frecuencia en las redes sociales. No sé si es debido a una mera
casualidad, pero el número de divorcios que existe entre los activos en redes
sociales triplica a los divorcios que existen entre los que viven alejados de
las redes sociales. Lo que sí podría asegurar desde mi propia observación,
es que conforme aumenta el consumo de contenido en redes sociales,
también lo hacen las preocupaciones. Es como si el mundo en el que viven
lo percibieran mucho peor de lo que en realidad es.
Es difícil hacer una correlación entre el nivel de bienestar general de los
que viven alejados de las redes sociales y aquellos que consumen más de 2
horas diarias de contenido en redes sociales, y más aún, poder analizarlo
entre personas menores de 30 años. Aún así, quise hacer la prueba entre 30
jóvenes a los que estaba formando como comerciales. Únicamente 5 de
ellos no tenían cuenta en Facebook e Instagram. Otros 4 tenían cuentas,
pero hacía un par de años que no actualizaban su muro. Nuevamente
estamos frente a un grupo demasiado reducido como para sacar
conclusiones empíricas, pero casualmente, 8 de estas 9 personas creían en
un proyecto de pareja estable, mientras que de los otros 21, únicamente 3 de
ellos hablaban de forma positiva con respecto a tener una pareja estable.
¿Influye de alguna manera el contenido en redes con nuestra forma de
planificar el futuro? Es muy posible que así sea, de la misma forma que es
muy posible que el hecho de que esos 9 facturaran casi la misma cantidad
de dinero que los 21 restantes, podría ser casualidad, pero la unión de
demasiadas casualidades, en ocasiones deja de ser casualidad y se convierte
en causalidad. Tenían muchos de los rasgos de los Incontagiables, lo cual,
por sí solo, explica el hecho de que sean mejores profesionales, y es que
están más enfocados y centrados que el resto. Sus niveles de optimismo son
más elevados. Y eso, de una y otra forma, se acaba notando en diferentes
áreas.
La gente que se dedica al mundo de la publicidad tiene varios principios
claros. Por una parte, saben que la venta no es un proceso lógico, sino
emocional. Ataca las emociones del comprador, y eso te dará unos mejores
resultados que si atacas su racionalidad. Hoy día se sabe que una persona en
un estado de tristeza y preocupación, gastará más dinero que una persona
feliz y sin preocupaciones. Las ONGs, en sus campañas para captar fondos,
descubrieron que si te ponían un anuncio de niños hambrientos en paisajes
desolados a la hora de comer, las donaciones se disparaban mucho más que
en cualquier otro momento del día. Despierta emociones y modificarás el
pensamiento y la conducta de las personas a tu antojo.
¿Por qué tanto alarmismo, sensacionalismo y contenido de odio en
internet? ¿Podría ser debido a una campaña mundial para destruir nuestra
felicidad y bienestar mental, convirtiéndonos en potenciales consumidores?
¿Podría deberse a un interés global de las diferentes fuerzas y cabezas
pensantes unidas entre sí para destruir la vida tal y como la conocemos? Me
atrevo a decir que no, siendo lo más probable que estemos ante eventos
aislados en la búsqueda del beneficio individual, pero dentro de un mismo
entorno. Es decir, en la búsqueda del beneficio económico de los medios de
información se debe recurrir al sensacionalismo, alarmismo y falseamiento
de la verdad y confrontación con el fin de atraer la interacción de los
usuarios y las visitas hacia los sitios web. La víctima en este caso es el
usuario, el cual no sólo pierde el tiempo consumiendo contenido engañoso
y altamente manipulado, sino que colateralmente adquiere una visión del
mundo altamente tergiversada. Cuando alteramos la visión individual de
millones de usuarios, provocamos la profecía autocumplida, y actuamos en
función de cómo percibimos el mundo. Recordemos que una mentira
repetida acaba siendo percibida como verdad. Dile a las personas que el
país está en guerra, y algunos se armarán para prepararse. El resto verá que,
efectivamente, hay gente que ya está armada, por lo que acabarán
armándose también. En poco tiempo, todo el mundo verá que el país está
armado, llegando a deducir que los medios tenían razón: el país está en
guerra.
Posiblemente no exista un plan entre las mentes más brillantes de
Silicon Valley para hacernos más estúpidos. Únicamente buscan el
beneficio económico con el fin de mantener el interés de los inversores, y
para ello se necesita que los usuarios permanezcan usando sus plataformas
el mayor tiempo posible, buscando mil formas de hacerlos interactuar. Las
consecuencias de esta búsqueda de beneficios vuelven a colocar como
víctimas a los usuarios que usan estas plataformas, los cuales pueden llegar
a dejar de lado otras actividades y acabar desarrollando todo tipo de
problemas psicológicos que ya hemos mencionado en el apartado anterior.
Y por otra parte tenemos a los creadores de contenido que en la
búsqueda del beneficio individual hacen contenido basado en resaltar los
aspectos negativos de la conducta del ser humano, aprovechando las
polémicas generadas por los medios de información. Y con la búsqueda de
beneficio individual de diferentes entes (tanto empresas como individuos)
reunidos todos en un mismo espacio, el problema acaba siendo colectivo al
corromper todo el nuevo entorno social en el que hoy día se mueven las
personas. Y es que hasta no hace mucho tiempo, se demostró que las
personas que se mantenían alejadas de la televisión, tenían unos niveles de
estrés mucho más bajos. Los beneficios de no consumir noticias quedaron
más que respaldados, pues el hecho de ahorrarse un resumen de todo lo
malo que ha ocurrido en el mundo (asesinatos, violaciones, atentados,
desastres naturales, guerras), demostró que las personas percibían el mundo
con más optimismo. Si hay un indicador de buena salud, sin duda es el
coeficiente de optimismo. La gente comenzó a ser consciente de la
manipulación de los medios de comunicación televisivos, por lo que
pensaron que, gracias a Internet, escaparían de la manipulación mediática
controlada por fuerzas ideológicas. Pero… ¡Sorpresa! Ahora se juega a este
mismo juego en Internet, donde, por una parte, tu idea sobre el mundo
depende de toda una serie de algoritmos y redes neuronales, y muchos de
los que podrían traerte la verdad de una forma objetiva, también se
encuentran en la búsqueda del contenido rentable —Contenido que tenga
visitas y haga interactuar a los usuarios—, por lo que en ocasiones, el
contenido no es tan imparcial como debería ser, y únicamente se produce la
exageración de los aspectos más negativos del ser humano con el fin de
sacar un contenido más llamativo, pero no más productivo. Por no hablar de
la creación de noticias dirigidas a fomentar ideologías concretas.
Así que, si antiguamente el consejo era: “mantente alejado de la
televisión si no quieres perder el tiempo ni ser manipulado”, en la
actualidad el mensaje es similar, pero enfocado al mundo de las redes
sociales y el contenido que consumes en Internet. El caso es que apagar la
televisión es fácil, pero darle un uso adecuado a la tecnología, ha
demostrado ser bastante más complicado, pues estamos poniendo a prueba
constantemente nuestra fuerza de voluntad. La televisión podía manipularte,
pero internet tiene el poder de cargarte el pack completo: manipular tu
forma de pensar, influir en tu forma de ver el mundo, hacerte perder el
tiempo, dañar tu capacidad de concentración y memoria, y por supuesto,
hacerte más idiota. Y la única manera de escapar de eso es convertirte en un
Incontagiable. Y por supuesto que no es fácil.
Una mañana me encontraba sentado en el ambulatorio médico,
esperando que llegara mi turno. Entró una señora, y al ver que estaban todos
los asientos ocupados, se quedó esperando de pie apoyada en una de las
columnas. Me decidí a levantarme para cederle mi sitio, pero durante unos
segundos dudé por si el hecho de cederle mi sitio a una mujer podía ser
visto por los demás como una conducta machista. El simple hecho de dudar
por unos segundos, demuestra que ya has sido influido por esta serie de
estupideces. Ya han dañado tu conducta y tu forma de percibir el mundo en
el que vives. Pero siempre hay un negocio detrás.
En el caso del terraplanismo, ha sido posible gracias a las redes sociales
y las fake news. Pero no se le habría puesto tanto interés a la teoría de que la
tierra es plana si no hubiera un negocio detrás del terraplanismo. Como
exponían en un artículo del diario deportivo Marca en 2019, “la tierra no es
plana pero el negocio es redondo”. Las víctimas: los pobres creyentes que
financian esta idea y que pierden su tiempo tratando de justificar una
hipótesis que a todas luces es falsa.
En el caso de las inseguridades físicas de las personas provocadas por
las redes sociales, habiendo aumentado de forma exagerada la
superficialidad del prototipo de belleza y cuerpo estándar, hay algunos
interesados en que esta tendencia continúe: las clínicas de estética y
especialistas en cirugía estética, además de las propias redes sociales que
cuentan con estos anunciantes. Las víctimas serían las pobres personas que
se ven obligadas a someterse a cirugías y tratamientos estéticos para
eliminar sus complejos e inseguridades (hablamos de ésto en el próximo
capítulo).
En el caso del odio entre hombres y mujeres, existen demasiados
interesados. Por una parte, los propios medios de comunicación y creadores
de contenido que cubren este tipo de contenido que genera odio, y por tanto
alimenta la interacción de los usuarios. Por otra parte, la desunión entre
hombres y mujeres como forma de dirigir al 50% de la población (mujeres)
hacia una ideología política concreta. Si a esto le añadimos la ideología
completa, la división es mucho más amplia, pues ya también incluirían
dentro de un mismo grupo a mujeres, trans, homosexuales, inmigrantes y
todo colectivo al que se le ha hecho creer que existe un enemigo común. De
esta manera, el partido político hace suyos a un grupo de colectivos que,
sumados entre sí, son un grupo bastante amplio de personas. Los
beneficiados en este sentido serían los interesados en hacerse con estos
colectivos. Las víctimas: todo el mundo. Y con el tiempo nos daremos
cuenta de eso.
7

La psicóloga que se operó los pechos.


Ana siempre fue una chica alegre, responsable, aplicada y una joven muy
guapa. Durante toda su etapa escolar contó con el interés de los chicos. Y
esto siguió siendo así cuando pasó del colegio al instituto. A sus 14 años
tenía más madurez mental que la mayoría de jóvenes de su edad. Su bello
rostro no pasaba desapercibido, lo cual hacía que no dejara de recibir todo
tipo de proposiciones de los chicos de la clase. Su autoestima era bastante
alta. Venía de una familia de clase social bien posicionada, y sus padres le
habían inculcado la importancia de centrarse en sus estudios y no perder
mucho tiempo haciendo lo mismo que hacían otros jóvenes de su edad. Fue
a sus 15 años cuando su apetito por los chicos comenzó a hacer acto de
presencia. Y Ana no tuvo demasiado problema para captar el interés de esos
chicos de cursos superiores.
Aquí entra en escena Alberto, que es el “chico guapo” del instituto. A
diferencia de otros chicos, Alberto contaba con el interés de la mayoría de
chicas. Y sí, a Alberto le gustaba Ana, por desgracia para un grupo muy
concreto de chicas que se sentían atraídas por él.
Cuando Alberto comenzó a pasar más tiempo con Ana, fue inevitable que
comenzaran a surgir las envidias, los celos y los comentarios por parte de
otras chicas del instituto. Por primera vez, Ana se enfrentaba al escrutinio
de otras jóvenes, las cuales iban a proceder a atacar el “defecto” más visible
de Ana. “Pero si no tiene tetas”. Este era el comentario que comenzaron a
hacer sobre ella, al ver que el joven por el que se sentían atraídas, había
puesto su foco de atención en la bella Ana.
Alberto, el cual ya se había acostado con varias jóvenes del instituto,
encontraba en Ana algo diferente, pues esta joven no era una chica fácil a la
hora de mantener relaciones íntimas con un chico. De hecho, posiblemente,
aún no había tenido este tipo de relaciones íntimas. Ese era un rumor que
también circulaba por el instituto, y que lejos de ser halagado por otras
chicas, por algún motivo, también lo convertían en un defecto. Ana no solo
no tenía pechos, sino que además era una mojigata, al no haber tenido
relaciones sexuales acercándose ya a sus 16 años.
Alberto comenzó a invitarla a salir algunos fines de semana con los
amigos, pero los padres de Ana le tenían impuesto un horario de llegada a
casa muy ajustado para impedir que la chica comenzara a desviarse del
buen camino. Los padres de Ana no veían bien que una joven de 15 años
estuviera emborrachándose hasta las tres de la mañana un sábado. Y aquí
comienzan los problemas, porque el resto de jóvenes del instituto tenían
unos padres más permisivos para este tipo de asuntos, y Ana no quería
parecer una mojigata ante un chico que contaba con muchas opciones a la
hora de quedar con otras chicas que no eran tan mojigatas como ella.
En algún momento de esas semanas, Ana comienza a maquillarse más
de lo habitual para asistir a clase. Ahora usa también sujetadores con relleno
para aparentar más pechos. También ha cambiado su forma de vestir,
pareciéndose cada vez más a esas chicas más provocativas del instituto. Ana
está decidida a no parecer esa mojigata. Por algún motivo, la chica más
guapa del instituto —y que más llamaba la atención de los chicos por su
forma de ser y su madurez mental—, se ha visto en la necesidad de alterar
todo aquello que la hacía tan especial y la diferenciaba de otras chicas.
Para Ana todo cambió cierto día, cuando quedó con Alberto y otros
chicos y chicas en la cochera de uno de los amigos de éste un sábado por la
noche. Ana tuvo que marcharse a las 23:00 PM, pues era el horario que le
tenían puesto sus padres, y allí se quedó Alberto con su grupo de amigos y
amigas para continuar con la fiesta.
El lunes, al llegar al instituto, Ana recibió la noticia. Alberto se había
acostado con una de las chicas que había en la fiesta. De hecho, era una
chica que asistía al mismo instituto de ambos. La noticia le cayó como un
jarro de agua fría, pues Ana tenía unos sentimientos sinceros por Alberto.
Le gustaba de verdad. Por primera vez en su vida, la joven conocería el
sabor de la decepción. Cuando vio a la chica con la que su “príncipe” la
había engañado, todo encajó para ella. Esa chica no era más guapa que ella.
Tampoco era más inteligente. Lo que sí tenía esta chica eran unos grandes
pechos que se encargaba de enaltecer con su forma de vestir. Y aquí es
cuando falla la interpretación de Ana acerca de lo ocurrido. A pesar de que
es una joven inteligente, en ningún momento es capaz de asumir que el
único motivo por el que Alberto acabó liándose con esta chica, fue porque
era la opción que más a mano tenía y, además, la chica se lo puso fácil. Pero
Ana no era capaz de llegar a esta conclusión. “Si mi chico se ha liado con
una chica que, ni es más guapa ni más inteligente, debe ser únicamente por
sus voluptuosos pechos, su indumentaria provocativa o porque está
dispuesta a complacer a un chico poniéndoselo algo más fácil”, es la
conclusión a la que llegó el recién dañado cerebro de Ana. En ningún
momento, Ana, a esa edad, es capaz de entender que, posiblemente, Alberto,
esa noche se hubiera acostado con cualquier otra chica que hubiera tenido a
su alcance, independientemente del tamaño de sus pechos e
independientemente de si era más o menos guapa que ella.
Es entonces cuando Ana se dirige a pedirle explicaciones a Alberto
mostrando una seria molestia en su rostro. Alberto le pide perdón, poniendo
como excusa el alcohol, e incluso llegando a echarle en cara que fue ella, en
cierto modo, la culpable por haberse marchado antes en la fiesta. De
haberse quedado, aquello no hubiera ocurrido. A pesar de que Ana sigue
encaprichada de Alberto, decide alargar su enfado, insinuándole,
posiblemente a modo de farol, que está demasiado molesta para seguir con
él. Debido a este error de Alberto, en estos momentos, el joven deduce que
se ha quedado sin Ana. Y Alberto decide empeorar la situación. Para el resto
de sus amigos, Alberto es lo que hoy día se conoce como un macho Alfa,
pues estando con la chica posiblemente más guapa del instituto, también se
ha liado con otra chica muy provocativa. Alberto cuenta con la admiración
de sus amigos. Cuando le preguntan cómo se siente por el hecho de que Ana
haya roto con él, Alberto, a pesar de que tiene cierto dolor por ello, intenta
restarle importancia al asunto diciéndole a su grupo de amigos: “Bah, es
una mojigata, y además, no tiene apenas tetas”. Evidentemente, Alberto no
piensa eso, pero habla desde el despecho, intentando no admitir que en
cierto modo está algo dolido por haber perdido a Ana. El problema se da
cuando este comentario llega a los oídos de Ana. Para Ana, ahora encajan
todas las piezas. Por muy inteligente y guapa que sea, si no tiene unos
buenos pechos, tendrá dificultades para retener a un hombre. Y es aquí
cuando la chica más válida y bella de todo el instituto, comienza a
desarrollar un complejo debido a un evento que no debería ser traumático,
pero que a esas edades parece el fin del mundo. Y esto acaba dando paso a
todo tipo de inseguridades. Ana se encierra en casa todo el fin de semana y
comienza a hacer búsquedas en internet del tipo:

“¿Hasta qué edad crecen los pechos de una mujer?”


“¿Puede una mujer con pechos pequeños seducir a un hombre?”
“Alimentos para potenciar el crecimiento de los pechos”.
Por un lado, la joven conserva cierta esperanza, pues ha encontrado varias
publicaciones que dicen que los pechos de una mujer pueden seguir
desarrollándose hasta los 18 ó 20 años. Lo que Ana no sabe es que, por
regla general, poco más van a crecer los pechos a partir de los 16 años (si es
que llegan a hacerlo).
Por otra parte, ya sabéis cómo funciona la publicidad en internet. En
cada búsqueda que ha realizado Ana, le han aparecido varios anuncios de
clínicas donde pueden solucionar su problema con una mamoplastia de
aumento de senos con prótesis mamarias. Es decir, tiene la opción de
someterse a un aumento de pechos y solucionar su complejo. Pero otra mala
noticia le cae como un jarro de agua fría, y es que una vez que se interesa
por una mamoplastia de aumento de pechos, la información dice que hay
que ser mayor de edad para someterse a este tipo de cirugía y, además, hay
que esperar para realizarla más allá de la mayoría de edad, pues el
desarrollo de los pechos de una mujer puede alargarse incluso hasta después
de los 21 años de edad, siendo contraproducente someterse a este tipo de
cirugía siendo tan joven. De hecho, la mayoría de cirujanos se niegan a
realizar esta cirugía a jóvenes menores de 21 años (Aunque no todos los
cirujanos se niegan). Y mientras Ana está rodeándose de este tipo de
información, está olvidando algo. Sus pechos son perfectos. No son
grandes, pero, ¿en qué momento tener unos pechos pequeños es un defecto
en una mujer?

Instagram empeora la situación de Ana.


La política de contenidos de Instagram es un tanto curiosa, pues pueden censurar una
foto de una modelo que está haciendo una sesión de desnudo artístico, pero no censuran
el vídeo de una menor de edad que mueve su trasero a cámara únicamente con un fino
tanga puesto.

Hasta ahora, la joven y bella Ana, únicamente tenía un complejo —la falta
de pechos—. Mientras que la opción de someterse a una cirugía de aumento
de pechos sigue rondando su cabeza, comienza a ver a algunas influencers
de Instagram y otras chicas que cuentan con una gran legión de fieles
seguidores, donde cientos de chicos y chicas halagan a la influencer.
Muchas de ellas cuelgan algunos vídeos y fotos muy subidas de tono.
Algunas de estas influencers ya han pasado por quirófano; incluso en más
de una ocasión; incluso para arreglarse diferentes partes del cuerpo que,
siendo honestos, no necesitaban ningún arreglo.
Ana no es capaz de verlo, pero yo, como hombre, he visto el antes y el
después de algunas de estas chicas. Algunas de ellas tenían unos pechos
perfectos, y tras pasar por la cirugía, han sacrificado la naturalidad de unos
bellos pechos por la artificialidad de unos implantes que distan mucho de lo
que yo, personalmente, consideraría unos pechos bonitos. Pero ahora,
muchas otras chicas también se enorgullecen del trabajo que han logrado
hacer con sus glúteos. Algunos críticos lo llaman la nueva tendencia del
“trasero de Instagram”. Cientos de chicas se inscriben a los gimnasios con
la idea expresa de desarrollar un trasero de este tipo. Eso atrae la atención
de los chicos y la admiración de otras chicas. Ana ve, incluso, a algunas
otras chicas de su edad en Instagram o Tik Tok moviendo el trasero al ritmo
de samba. Por primera vez, Ana se gira para observar su trasero en el
espejo. Y a pesar de que su trasero es perfecto, el pantalón no le queda igual
que a estas influencers. Y Ana adquiere otro pequeño complejo. Ahora
también quiere aumentar el tamaño de sus glúteos para tener un trasero
como el que ve en muchas de estas chicas. El hecho de ver cada día a más
mujeres e influencers con los pechos operados, provoca dos cosas:
1. Se reafirma la idea o creencia de que tener unos pechos
normales o pequeños es un defecto que se debe corregir.
2. Se normaliza el hecho de solucionar este complejo con cirugía
estética.

Tal es así que, únicamente en España, en plena pandemia por COVID-19,


los españoles gastaron más de 2.600 millones de euros en tratamientos
estéticos donde la mayoría requerían algún tipo de intervención quirúrgica.
Más de ocho de cada diez intervenciones fueron hechas en mujeres (cada
vez más jóvenes), mientras el mercado de la cirugía estética en hombres ha
aumentado hasta alcanzar el 15% de las intervenciones cuando hasta hace
relativamente poco, la cirugía estética en hombres únicamente representaba
el 2%. Si seguimos los datos de la consultora Fortune Business Insights, el
mercado mundial de la cirugía estética ya estaría moviendo más de 70.000
millones de dólares en 2022.
El tipo de cirugía estética que más ha aumentado es la cirugía de
aumento de pechos. También la elevación de pechos, la cual es un tipo de
cirugía similar. Le seguiría la abdominoplastia (quitar la grasa abdominal
para lograr un vientre plano), la labioplastia[34], y el aumento o
levantamiento de glúteos. Otro tipo de intervención estética no quirúrgica
que ha aumentado de forma considerable es el uso de la Toxina botulínica
(conocida más comúnmente como Bótox) y los tratamientos con ácido
hialurónico.
Para sorpresa de muchos cirujanos que he consultado, las pacientes
jóvenes han aumentado de forma considerable —y preocupante—. Según
los veteranos de la cirugía estética, su tipo de cliente solía ser el de una
mujer que ya había pasado de los 35 o 40 años de edad. En estos
momentos, chicas de 20 años se inyectan toxina botulínica para quitar las
arrugas de su frente y se someten al ácido hialurónico para aumentar el
volumen de sus labios, mientras están en lista de espera para someterse a
una intervención de aumento de pechos. En el caso de los hombres, las
intervenciones más demandadas han sido los injertos capilares (ponerse
pelo), la abdominoplastia[35] y la cirugía de párpados (altamente demandada
también por las mujeres). Según algunas fuentes internas de clínicas de
cirugía estética, la solicitud de información sobre la cirugía para el aumento
o alzamiento de glúteos ha crecido de forma considerable tanto en hombres
como en mujeres. No obstante, muchas clínicas se niegan a este tipo de
cirugía mientras que otras lo realizan sin problema. Y es que la cirugía para
el aumento de glúteos es un tipo de cirugía que suele acabar teniendo
considerables problemas estéticos en el medio y largo plazo.
Debemos tener en cuenta que incluso en una cirugía de aumento de
pechos, existe la recomendación médica de evitar dormir boca abajo para
no provocar que las prótesis se deformen. Cuando las prótesis se han
implantado en el trasero, difícilmente evitaremos no pasar tiempo sentados,
por lo que en muy poco tiempo suelen aparecer las deformidades. Es decir,
lo que comienza siendo el “trasero brasileño” soñado, en muchos casos se
acaba pareciendo al chasis de un vehículo recién estrellado. Esto es algo a
tener en cuenta a la hora de someterse a una intervención de aumento de
glúteos. Quizá sea mejor idea recurrir a las sentadillas de toda la vida; o
quizás no sea necesario llevar el volumen de los glúteos hasta ciertos
niveles.
La preocupación silenciosa de algunos de estos profesionales es la edad
de las personas que están recurriendo a tratamientos estéticos. Y es que si
una joven de 20 años ya recurre a las inyecciones de bótox facial, ¿qué hará
cuando pase de los 30 o los 40 años?
Según estas mismas fuentes, la solicitud de información para
intervenciones de alargamiento de pene también se han disparado. Si bien
algunos de estos hombres podrían tener un tamaño del miembro viril por
debajo de la media, en muchos casos son hombres con un tamaño
estándar[36], y que por algún motivo o suceso han llegado a acomplejarse de
forma innecesaria. Este último caso es más frecuente en jóvenes menores de
30 años. Se desconoce el motivo por el que los jóvenes de menos de 30
años con un tamaño estándar del miembro viril están teniendo complejos en
este sentido. No obstante, tengo mis propias teorías. En una de ellas, se
debe directamente al consumo de pornografía. Y es que si te comparas con
los actores de esta industria, en la mayoría de los casos vas a salir
perdiendo, pues la mayor parte de los hombres que se dedican a esta
profesión no estarían dentro de la media, más bien se encontrarían muy por
encima del percentil 50. Mi otra teoría pasa por culpar en cierto modo a las
propias mujeres más jóvenes, pues por algún motivo ahora piensan que el
tamaño es importante, y así se lo hacen saber a los hombres con los que
hablan. Y esto se debe a un desconocimiento de la mujer sobre su propio
cuerpo y órgano genital, y es que únicamente el tercio externo del canal
vaginal tiene conexiones sensibles a la hora de sentir placer. Esto significa
que un pene, a partir de 7 cm es suficiente para proporcionar placer a través
de la penetración. Esto indica que la dificultad para obtener un orgasmo
debido al tamaño del miembro viril no se debe al tamaño en sí, sino a una
cuestión meramente psicológica de la mujer (lo mismo que les está
ocurriendo a algunos hombres con el tamaño de los pechos de una mujer).
Cuanto más piense una mujer que necesita un miembro de gran tamaño,
más dificultad tendrá a la hora de sentir placer con un miembro que no se
corresponde con la idea que esta mujer tenía en mente. El caso es que de
una u otra forma, los hombres ahora piden información sobre la cirugía para
aumento de pene y las mujeres asisten a las clínicas completamente
decididas a aumentar el tamaño de sus pechos.

¿Qué se esconde detrás del aumento de cirugías


estéticas?
“En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la
virilidad masculina y silicona para las mujeres que en la cura del Alzheimer. Dentro de
algunos años tendremos a viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero no
recordarán cómo se usa.”
Dr. Drauzio Varella

Cuando una persona asiste a una clínica para someterse a una intervención
de aumento de pechos o algo tan simple como eliminar sus arrugas en frente
u ojos, realmente no están buscando aumentar sus pechos o eliminar sus
arrugas. Lo que en realidad buscan es aumentar su autoestima; su
confianza; eliminar sus inseguridades; recuperar su salud psicológica. En
ocasiones, esto se debe a la necesidad por encajar dentro de un estándar de
belleza que ha contagiado a la sociedad. Este aumento de cirugías estéticas
únicamente corresponde a un aumento de las inseguridades y una
disminución significativa de la autoestima en las personas, y cada vez es
más frecuente en las personas jóvenes. Y aquí tendríamos una cuestión tan
paradójica como preocupante: ¿En qué momento lo normal y natural es
precisamente lo anormal y artificial?¿Por qué motivo las personas ahora se
sienten tan acomplejadas, inseguras y faltas de confianza a unas edades en
las que deberían gozar de todo esto? Todo indica que las redes sociales han
sido las mayores responsables de este aumento de inseguridades. De una
forma colateral, las redes sociales se han convertido en los mayores
publicistas de las clínicas de cirugía estética. El ex publicista francés
Frédéric Beigbeder[37] lo definió perfectamente con su relato:
“...La infelicidad es lo que estimula el comercio. Para crear necesidades resulta imprescindible
fomentar la envidia, la insaciabilidad y el dolor”.

Redes sociales como Instagram y Tik Tok logran fomentar perfectamente la


envidia e insaciabilidad, pues en estas redes sociales reina la falsa
perfección. Para comprender cómo funciona esto, debemos hablar de los
quirófanos digitales. Hollywood fue la primera industria en ocasionar este
problema, pues debido a los avances en tecnología de software, fueron
pioneros a la hora de engañar al gran público. Gracias a los softwares
altamente especializados en retoques físicos digitales, una serie de
especialistas pueden ser capaces de cambiar la apariencia de una persona
por completo. De hecho, la mayoría de cuerpos y rostros que vemos en el
cine no son reales. Varios expertos de la industria hablaron desde el
anonimato en una entrevista realizada por el portal Mashable.com, contando
algunos secretos que el público en general desconocía. Lo cierto es que la
mayoría del público sabe que en el cine se usan filtros y suavizadores de
piel, además de excelentes maquillajes y cirugía en los actores y actrices.
Pero el público desconocía la magnitud del engaño gracias a este tipo de
softwares.
Y es que no hablamos únicamente de simples filtros. Tomando varias
tomas del actor, el software puede lograr mostrarlo a lo largo de toda la
película más delgado, más musculoso, hacerte la cara más delgada, labios
más abultados, tratamiento dental y dermatológico de todo tipo,
restauración del cabello, e incluso ponerle unas abdominales marcadas
(Esto lo vimos perfectamente en la película 300, dirigida por Zack Snyder).
A esto se le conoce como quirófano digital y los encargados de usarlo
tienen serios acuerdos de confidencialidad. Es decir, tienen
terminantemente prohibido hablar sobre los actores que deciden recurrir al
uso de este software. Es más, tenían terminantemente prohibido hablar de la
existencia de este tipo de softwares.
Debido a la alta competencia entre las estrellas de cine y a la
exigencia estética actual, estos especialistas reconocían que prácticamente
todas ellas recurrían a pasar por sus oficinas para que les hicieran el
“molde”. El proceso es sencillo. Durante varios días se someten a largas
sesiones de análisis, donde se desnudan para un escáner que captura todos y
cada uno de los poros y folículos pilosos, creando una plantilla que
posteriormente se usará a modo de filtro en tiempo real, pasando
completamente desapercibido para el ojo humano. Es por este motivo que
cuando ves a una estrella de cine, su piel carece de defectos; su cuerpo
parece perfecto. No existen manchas en la piel, estrías, celulitis, arrugas,
ojeras, etc. El quirófano digital ha acabado con todo defecto. Lo paradójico
del asunto es que, muchas de estas actrices y actores, posteriormente, tanto
en entrevistas como en anuncios publicitarios, cuentan la dieta que siguen
para tener ese cuerpo, e incluso anuncian las cremas que supuestamente
usan para mantener esa piel tan tersa a partir de los 50 años. Y esto hace que
muchas mujeres gasten cientos de euros en todo tipo de productos para
intentar parecerse a esa actriz que, en realidad, tiene un aspecto más
deteriorado que la mujer que compra las cremas para parecerse a ella. Y en
la mayoría de los casos, esa piel tersa no es el resultado de las cremas que
usan, sino de otro tipo de tratamientos y cirugías.
Uno de estos especialistas reconocía que, en ocasiones, no es que la
imagen que vemos en el cine no sea del todo real, sino que en muchos
casos, ni siquiera se le parece. Si bien algunos actores y actrices
comenzaron a recurrir a este tipo de softwares por pura vanidad, lo cierto es
que la creación de esta tecnología surgió porque algunos papeles lo
requerían. En el caso de la película El curioso caso de Benjamin Button
(dirigida por David Fincher en 2008), pudimos ver el poder de este software
en su máximo esplendor, pues lograron convertir a un Brad Pitt que rondaba
los 50 años en un adolescente. El papel lo requería, como ha ocurrido en
otras películas.
Claus Hansen fue uno de los pioneros en trabajar dentro de la
industria del quirófano digital, afirmando que ninguna estrella del cine se
parece en persona a lo que ves en pantalla. “Hoy día todos los actores están
digitalmente alterados”, afirma este profesional que en la actualidad tiene su
propio negocio de retoques digitales de vídeos. Hansen se encargó de
recordarle a los consumidores de cine que todo lo que se ve tras la pantalla
es humo y espejos, advirtiendo de los peligros que conlleva idolatrar la
imagen que vemos en pantalla.
Esta tecnología de retoque digital en tiempo real ahora está
disponible para los usuarios de redes sociales. Instagram cuenta con filtros
bastante bien conseguidos que van desde el bronceado de piel, suavizador
de piel, ocultador de defectos de la piel, hasta el cambio del color de ojos y
blanqueamiento dental. Al igual que ocurre con las estrellas del cine, ahora,
los influencers tienen a su alcance los retoques digitales. Con las redes
sociales, muchos influencers sienten la misma presión que las estrellas de
cine. En el caso de un actor, su autoestima está ligada a la recaudación en
taquilla, la crítica y la prensa, y hará todo lo que sea necesario hacer para
contentar a todos. En el caso de un influencer, su autoestima está ligada a la
interacción de su audiencia y los likes que recibe, y, en muchos casos, como
hemos podido observar, los influencers harán todo lo que sea necesario
hacer para aumentar dicha interacción. Esta presión por verse siempre
perfectos en “pantalla” ya está provocando serios problemas psicológicos
incluso en algunos influencers. Los expertos están advirtiendo sobre
algunas consecuencias psicológicas que pueden causar en las personas que
recurren de forma habitual a los filtros. Algunos de ellos se han
acostumbrado tanto a los filtros que tienen miedo a la interacción con el
público fuera de las redes sociales, pues en el mundo real nos vemos sin
filtros. Otros influencers, por el contrario, decidieron mostrarse sin filtros
para lanzar el mensaje a los usuarios de redes sociales de que lo que ven en
las redes sociales, no es del todo real, incluso esa foto de la modelo perfecta
es el resultado de 100 fotos descartadas hasta dar con la pose correcta + un
poco de retoques. Pero de la misma manera que parte de la tecnología de
quirófano digital ya está al alcance del público en general —y no solo para
las estrellas de cine—, ahora, las intervenciones de cirugía estética también
se encuentran al alcance de un público mayor. Y es que el coste de este tipo
de cirugías se ha reducido en los últimos años. Ahora el público en general
tiene acceso a tratamientos que antes únicamente estaban al alcance de los
bolsillos más pudientes. Cualquier persona puede solucionar su complejo e
inseguridad a golpe de talonario. Esa sería, en parte, la buena noticia. Por
unos pocos de miles de euros puedes aumentarte los pechos e incluso
financiar la intervención en cómodos plazos. Puedes acortar el tiempo y
esfuerzo a la hora de marcar abdominales, desprenderte de esas arruguitas
en el contorno de los ojos (patas de gallo), eliminar las arrugas de tu frente
y lucir unos dientes muy blancos. El precio de este tipo de tratamientos, si
bien es costoso, con un poco de ahorro y esfuerzo económico, está al
alcance de la mayoría de bolsillos. El problema es que esta obsesión está
comenzando a ser perjudicial, pues se está estandarizando un concepto de
belleza que no es sano. No es natural, y a largo plazo terminará provocando
en la mayoría de los casos más problemas psicológicos de los que resuelve.
No ayuda el hecho de que las influencers de Instagram se hayan convertido
en el mayor escaparate de normalización de retoques estéticos, cuando lo
cierto es que no debería ser tan normalizado. Y es que si una influencer se
opera la nariz por motivos estéticos, a pesar de que su nariz no tiene ningún
defecto, ¿qué mensaje está lanzando a sus cientos de miles de seguidoras
que podrían considerar que su nariz no es tan perfecta como la de su
influencer favorita?

El problema de la estandarización.
Hace tan sólo 25 años, el vello púbico era algo normal y natural. Si
conocías a una chica o un chico, cuando llegaba el momento de desnudarse
para pasar a la acción íntima, no había ningún problema en que esa persona
no estuviera rasurada. De hecho, en el propio cine, cuando se dejaba ver el
vello púbico, era algo sumamente erótico. Era lo habitual y lo normal. En
algún momento, con el paso de los años, el vello púbico comenzó a causar
repulsión. Difícilmente encontrarás unos genitales —masculinos o
femeninos— sin rasurar hoy en día. No se sabe con exactitud el motivo por
el que se produjo esta moda o cambio en nuestra forma de ver los genitales
(una moda que me gusta, todo sea dicho de paso). Todo indica que la
industria pornográfica contribuyó a ello. De una u otra forma, este cambio
—o moda— nos ha terminado por contagiar prácticamente a todos. El vello
púbico, en estos momentos causa repulsión en prácticamente la totalidad de
las personas, hasta el punto de querer eliminarlo definitivamente con
tratamiento láser.
Y este hecho, por sí sólo, no tiene nada de preocupante. El problema es
que este mismo proceso se dé en otros muchos aspectos físicos. Y por
desgracia, ya está sucediendo. El estándar físico se ha vuelto bastante
exigente, hasta el punto de que muchas personas, con el fin de encajar
dentro de ese estándar físico, que ya incluye incluso una sonrisa blanca
deslumbrante. Otros muchos jóvenes acaban entrenando como si se
prepararan para una constante competición deportiva. Dejemos claro que
cuidar tu cuerpo es importante; mantenerte en forma es saludable, pero en
ocasiones se da un culto al cuerpo que puede cruzar esa línea que separa lo
saludable de lo narcisista. En ambos casos, si tu autoestima depende
únicamente de un cuerpo estandarizado en las redes sociales o el cine, vas a
acabar bastante jodido.
El último en hablar de este problema fue el actor Zac Efron, uno de
los cuerpos más envidiados de la pantalla en los últimos años. Para su papel
en la película Baywatch (Los Vigilantes de la playa en España), Efron logró
mostrar uno de los cuerpos más esculturales del momento con unas
abdominales marcadas que parecían hechas con photoshop. Y en este caso,
Efron no usó el quirófano digital. Lo que mostraba en la pantalla se
asemejaba completamente a lo que se veía en la realidad.
La búsqueda en internet relacionada con las abdominales de Efron
aumentó de forma exponencial. Muchos jóvenes —y no tan jóvenes—
estaban dispuestos a hacer el sacrificio por lograr ese tipo de cuerpo y, sobre
todo, esas abdominales. El propio Efron dijo en una entrevista que ese
cuerpo es imposible de mantener, y que el simple hecho de haberlo logrado,
le causó graves problemas físicos y psicológicos, debido a la alimentación
tan estricta y limitada a la que se vio sometido, así como al duro
entrenamiento que tuvo que seguir. Habla también de depresión, y desde
luego, de una disconformidad con su silueta cuando vio la rapidez con la
que perdió aquel cuerpo extra-definido en cuanto dejó de hacer ese sobre
esfuerzo. En el momento que escribo estas líneas, Zac Efron se encuentra
preparándose otro papel en el que ha tenido que volver a trabajar un cuerpo
musculoso, en esta ocasión, con un gran volumen. Algunos canales
especializados en fitness, aseguran que el nuevo cuerpo musculoso de Efron
se debe posiblemente a que el actor se ha chuzado[38]. Si bien en un actor
podría estar medianamente justificado el uso de anabolizantes para
prepararse un papel de cine en menor tiempo —aunque está dañando su
salud igualmente— no tendría ningún sentido que una persona se chuce
únicamente por mejorar su estética, pues en el medio y largo plazo le va a
pasar factura. El uso de esteroides y anabolizantes también está
estandarizado entre el público joven que asiste a los gimnasios y algunos
influencers del mundo del fitness. Más de 1 millón de jóvenes en Estados
Unidos reconocieron que recurrían de forma habitual al consumo de este
tipo de productos.
Tanto Efron como otros actores que tuvieron que prepararse físicamente
para ciertos papeles, aconsejan a las personas no intentar perseguir ese ideal
de cuerpo que muestran en sus papeles, pues no merece la pena el esfuerzo
para lograr algo que no vas a poder mantener. No quiero que me
malinterpretes, pues debemos ejercitarnos prácticamente a diario. Los
beneficios de hacer ejercicios tanto de cardio como de fuerza están más que
avalados por la ciencia. Sin ningún tipo de duda, pueden alargarnos la vida
y la calidad de nuestro tiempo de vida a todos los niveles. El problema se da
cuando anteponemos la estética a la salud, convirtiendo algo tan saludable
como hacer ejercicio en algo perjudicial. Con el equilibrio
cuerpo/autoestima ocurre exactamente igual que con el equilibrio
dinero/felicidad. Y es que es necesario tener un mínimo de poder
adquisitivo para tener un nivel aceptable de felicidad, pero a partir de cierto
nivel de ingresos, más dinero ya no te proporciona más felicidad, pues
recordemos que la felicidad no deja de ser algo intrínseco. Lo mismo ocurre
con la estética corporal, y es que a partir de cierto nivel de estética
saludable, nuestra autoestima ya no aumentará. De hecho, esta obsesión por
el cuerpo puede dar lugar a la vigorexia, un trastorno mental que está
aumentando en la actualidad, de la misma forma que está aumentando la
blancorexia, un síndrome provocado por la obsesión de tener una sonrisa
completamente blanca, y que ha llevado a algunos jóvenes a estropearse sus
dientes naturales para colocarse unas carillas por pura estética.
No obstante, comprendo la dificultad a la que se enfrentan las
personas en este sentido, y es que es innegable que vivimos en una sociedad
extremadamente superficial. Es innegable que las mujeres se sienten
atraídas por este tipo de cuerpos algo más musculosos, por lo que un
hombre, para competir en este mercado, en ocasiones, no tiene más remedio
que adaptarse. De la misma manera, si una mujer interpreta que el hombre
ahora prefiere a las mujeres con cuerpos fitness, buen trasero y pechos bien
puestos, la mujer es dirigida a solucionar estas aparentes taras con el fin de
gustar a los hombres. Y por este motivo, tanto hombres como mujeres
recurren cada vez más a todo tipo de tratamientos y retoques estéticos.
Tendemos a adaptarnos al entorno como forma innata de supervivencia, y el
mayor entorno al que se exponen los jóvenes —y no tan jóvenes— es
internet y redes sociales. Siempre hemos sido personas superficiales en
mayor o menor medida, es decir, nos debe atraer físicamente una persona.
Sería cuestión de medir nuestro grado de superficialidad o el estándar
mínimo de belleza que estamos dispuestos a aceptar. El problema es que las
redes sociales han elevado este estándar mínimo a unos límites
verdaderamente preocupantes y en ocasiones surrealistas. Nuestro grado de
superficialidad se ha disparado de forma alarmante, pues las personas
tienden a compararse con lo que ven en el entorno, y en el entorno de las
redes sociales muchos usuarios están “tuneados”, alterados o modificados
de alguna manera. Lo natural y sano ha llegado a no satisfacer el estándar
mínimo de belleza aceptable para la mayoría de personas. La buena noticia
—o mala noticia, según se mire— es que siempre puedes mejorar a golpe
de talonario.
Como decía, comprendo la dificultad psicológica a la que se enfrentan
las personas hoy en día. En mi caso personal, cuando me miro al espejo, me
gusta lo que veo. Tengo 43 años —en el momento en que escribo este libro
(2022) —, mido 1,70m y peso 64Kg, tengo un bajo porcentaje de grasa, un
cuerpo ágil, definido y funcional. Pero, ¿Qué ocurre si me coloco entre
otros 4 hombres que dedican horas a ganar masa muscular? Mezclado entre
ellos parezco muy poca cosa en realidad. Es entonces cuando algunas
personas me dicen: “por tu constitución, si hicieras más pesas, podrías
ganar fácilmente 5 ó 7 kilos de masa muscular. Te pondrías petado”. Y
suena tentador; y sí, es cierto. En menos de un año podría ganar mucha
masa muscular. La pregunta sería si merece la pena. ¿Por qué aumentar mi
número de ingestas de calorías cuando me van bien mis calorías actuales?
¿Por qué aumentar mi masa muscular cuando he pasado de los 40 años con
un cuerpo ágil y funcional que se mantiene delgado sin esfuerzo y sin
sacrificios? ¿Compensa hacer todo eso simplemente para estar más petado
y así entrar en el estándar actual? En mi caso no me compensa cambiar un
cuerpo saludable y funcional por un cuerpo más voluminoso. Mi autoestima
está sustentada en muchas otras cosas.
Deporte y dieta salvan vidas, pero cuando entra de por medio un
estándar de físico inadecuado, se podría hacer más mal que bien tanto al
organismo como a la salud mental. Y es que hacer sentadillas para
mantenerte saludable es una cosa; hacer sentadillas elevando el peso que
cargas para sacar unas prominentes nalgas en poco tiempo, ya es otra
historia.
Cada vez más jóvenes recurren a aumentar la testosterona de forma
artificial para potenciar su escultural cuerpo más rápido. El riesgo de
anteponer lo estético a lo saludable está derivando en muchos casos en
disfunción hepática, problemas cardiovasculares, atrofia testicular o
tumores hepáticos entre otros muchos problemas que causan algunas de las
sustancias que se están normalizando en la supuesta vida sana. Es el coste
que están pagando muchos de nuestros jóvenes para encajar dentro de un
estándar peligroso, sin olvidar el castigo innecesario al que someten su
cuerpo por lucir bien. Aumentar músculo a cualquier precio no es una buena
idea.
Si quieres tener un cuerpo saludable y longevo, es mucho más sencillo.
Según Sergey Young, uno de los mayores expertos en longevidad, la
mayoría de investigaciones relacionan un consumo bajo de calorías con una
vida más longeva. Caminar 10.000 pasos diarios, consumir las calorías
necesarias, y hacer algunos ejercicios tanto aeróbicos como de fuerza, te
hará vivir más tiempo. Pero existe una tercera fuerza poderosa que te ayuda
a alargar la vida y que la mayoría pasan por alto: entrenar tu mente.
Mantenerte alejado del estrés, descansar correctamente, una buena
comunicación intrapersonal y una buena gestión emocional son esenciales
para la longevidad. Recordemos que es la mala gestión emocional la que
puede hacer que nuestro cuerpo se inunde de cortisol, y por lo tanto, dando
paso a otras posibles enfermedades. Trabajar en tu autoestima también te
ayudará a mantener tu salud mental en su sitio. No obstante, como veremos
en breve, es difícil no caer en esta presión social por tener un cuerpo
musculoso en los hombres y unos glúteos y pechos bien puestos en el caso
de las mujeres.

La belleza a lo largo de la historia.


De todos los ideales de cuerpo perfecto que han existido a lo largo de la
historia, el actual es el más peligroso. Es el más difícil de conseguir y el que
más esfuerzo y dedicación requiere. Te convierte en esclavo del cuerpo. El
problema, nuevamente, es la estandarización de un ideal social de belleza.
En este sentido, hemos evolucionado tanto, que ya hemos provocado la
involución. Si algo podemos tener claro, es que el concepto de belleza
depende de la construcción cultural y social. El concepto de belleza es
altamente cambiante según el ciclo cultural. No deja de ser una moda, a
menudo pasajera. Hoy en día, el cuerpo obeso se considera poco atractivo y
poco saludable. A menudo se le achaca a problemas de alimentación de la
sociedad actual, pero lo cierto es que el cuerpo obeso fue el estándar de
belleza y salud en otras épocas. Si retrocedemos 35.000 años en el tiempo, a
pesar de la falsa creencia popular, la mujer obesa fue el mayor símbolo de
belleza y fertilidad. Eso nos lo indicarían perfectamente las famosas
figurillas de Venus del Paleolítico superior, las cuales, supuestamente,
habrían sido talladas en representación de símbolo de fertilidad y belleza.
En ellas se apreciaban mujeres corpulentas muy alejadas del estándar de
belleza contemporáneo.
Pero no hay que irse tan lejos, pues en el cuadro de “Las tres
gracias”, de Pablo Rubens, pintado en 1635, podemos apreciar a 3 mujeres
curvys como representación de tres mujeres bellas de la época. Hasta el
siglo XVIII, el estándar de belleza femenino fue curvy y voluptuoso. De
hecho, la delgadez se llegaba a asociar con la pobreza. Después llegaron los
corsés, dando paso a un estándar de belleza de cintura estrecha y caderas
anchas. Para finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el prototipo de
belleza femenino sufrió una de las mayores alteraciones, dando paso al
estándar de belleza de Gibson Girl (Chica Gibson), cuyo nombre se debe al
ilustrador Charles Dana Gibson. En este caso, el ideal de belleza femenino
tenía una silueta más atlética, pechos menos voluptuosos y cintura más
amplia. Las casas de moda de la época comenzaron a fabricar vestidos para
resaltar este nuevo concepto de belleza.
A partir de esa época, se desconoce qué ocasionó el cambio hacia
cuerpos femeninos cada vez más delgados. De hecho, a partir de 1920
comenzaron a aumentar los trastornos alimentarios en las mujeres jóvenes
del mundo occidental con la aparición de mujeres delgadas en las revistas
de la época[39]. Tras aparecer la píldora anticonceptiva, las décadas de los 60
y 70, fue una persecución constante no sólo por la liberación de la mujer,
sino también por liberar el cuerpo de la mujer de las tendencias de moda de
la época. Y esto es algo paradójico, pues a partir de ese momento, la mujer
comenzó a ser más esclava de su cuerpo que nunca. Entró en escena la dieta
y ejercicio para acoplarse dentro del nuevo estándar de belleza, que ahora
era un cuerpo delgado. Y esto produjo una epidemia de anorexia nerviosa y
muchos más trastornos alimentarios en las mujeres jóvenes.
A partir de 1980, el prototipo de belleza cambió de forma aún más
radical, pues la televisión y las revistas de moda y belleza, ya incluían a las
top-models de la época; Cindy Crawford, Naomi Campbell y Claudia
Schiffer se convirtieron en el estándar de belleza femenino a seguir, siendo
cuerpos no sólo delgados, sino también atléticos y tonificados, siendo el
estándar de las pasarelas este tipo de cuerpos que, a su vez, tenían unos
pechos naturales y de tamaño normal. Por el contrario, Pamela Anderson y
Carmen Electra se convirtieron en las mayores publicistas de la cirugía
plástica y el aumento de pechos. Si bien hasta ese entonces, la modelo de
pasarela solía ser de pechos pequeños al considerarse un cuerpo más bonito,
Pamela y Carmen se encargaron de destacar como símbolo de deseo sexual
esos prominentes pechos y labios gruesos. El aumento de beneficios de las
clínicas de cirugía plástica se comenzaba a gestar.
En algún momento de la década de los noventa, mientras que la OMS
anunciaba un serio problema de obesidad en Estados Unidos, por otra parte,
algunos medios daban la voz de alarma por el aumento de casos de anorexia
y trastornos mentales entre las jóvenes. El ideal de cuerpo delgado y
tonificado continuó durante los siguientes años. Entonces llegamos al siglo
XXI, y tras la llegada de las redes sociales, el ideal se acabaría convirtiendo
no sólo en un cuerpo delgado y tonificado, sino que también necesita de
unas grandes nalgas, e incluso requiere entrar en el “taller” para hacerse
modificaciones de todo tipo. En este momento, el mayor aviso es de salud
mental, pues el siglo XXI ha entrado con un récord histórico de complejos,
inseguridades y baja autoestima tanto en las mujeres como en los hombres,
sumado al progresivo aumento de casos de infelicidad y depresión por
motivos que habrás podido deducir a lo largo de todo el libro. Esto nos hace
entender que, las profesiones relacionadas con la salud mental tendrán un
gran futuro.

Clickbait y CTR en el mundo real.


Cualquier creador de contenido conoce la importancia de llamar la atención
en los primeros tres segundos de un vídeo o publicación. Incluso en los
vídeos cortos de 60 segundos (Shorts en Youtube, Tik Tok o Reels en
Instagram), si no has logrado captar la atención del usuario en los primeros
segundos, el usuario deslizará su dedo para pasar al siguiente vídeo.
Lógicamente, si no hemos atraído la atención del usuario en esos primeros
dos o tres segundos, el usuario no estará interesado en saber qué vas a decir
en los próximos segundos. Y esto ocurre cuando se abre el vídeo
automáticamente en tu feed, pero si debes elegir entre hacer click en uno u
otro vídeo, algunas miniaturas no despertarán el interés del usuario ni
siquiera para llegar a esos primeros 2 segundos. Descartamos
automáticamente un vídeo, no por su contenido (pues no sabemos lo que
dirá el vídeo); lo descartamos únicamente por su imagen, colorido o título.
Lo que vemos en internet es un reflejo bastante exacto de cómo
actuamos en el mundo real. El clickbait podríamos definirlo como el uso de
titulares y miniaturas (imágenes del vídeo o artículo) sensacionalistas y
engañosas con la idea de atraer el mayor número de clics a un vídeo o
artículo en cuestión. El CTR[40] es el porcentaje de personas que hacen clic
en un vídeo tras mostrarse a los usuarios. Es decir, si un vídeo de Youtube
se le muestra a 100 usuarios y 4 de ellos hacen clic en él, podríamos decir
que ese vídeo tiene un CTR del 4%. Si quieres aumentar el CTR debes
hacer una miniatura más llamativa o un título que llame la atención del
usuario. La forma más efectiva de aumentar el CTR, sin duda, se encuentra
en recurrir al clickbait.
¿Significa esto que un vídeo que tiene un CTR más alto es mejor que un
vídeo que tiene un CTR bajo? Para nada, pero el CTR alto generará más
visitas —y por lo tanto más dinero en ingresos por publicidad— que el
vídeo con un CTR más bajo (siempre hablando en igualdad de veces que se
muestra un vídeo a los usuarios). Traslademos ésto al mundo real fuera de
internet.
Es evidente que existen mujeres y hombres con un CTR más alto, es
decir, personas que reciben más atención que otras, personas que tienen una
miniatura más llamativa, o sea, personas que físicamente provocan más
interés que otras. La mentalidad de las personas ha cambiado. Ahora nuestra
atención e interés se dirige hacia lo llamativo con mucha más frecuencia e
intensidad que en otras épocas. Recuerdo que hace algún tiempo, algunas de
las mejores historias de amor comenzaban poco a poco. A veces
encontrabas pareja, precisamente en esa persona por la que no llegaste a
sentir atracción en un principio. Simplemente comenzaste a hablar con ella,
quedaste otro día y seguiste hablando con ella, y sin saber cómo ocurrió, ya
únicamente te apetecía estar con ella.
Conozco casos de mujeres que siempre dijeron que ellas nunca podrían
estar con un hombre que no tuviera pelo. En la actualidad, sus parejas
tienen calvicie. Otras decían que a ellas sólo les gustaban los rubios con
ojos azules. Están casadas con morenos de ojos oscuros. La mayoría de las
personas que conozco están casadas con parejas que distan mucho del
prototipo que tenían en mente. Como decía Steve Jobs, “A veces la gente no
sabe lo que quiere hasta que tú se lo enseñas”. Pero entonces llegó el exceso
de miniaturas y clickbait al mundo real. Con el exceso de opciones que
tienen tanto los hombres como las mujeres, automáticamente descartan las
miniaturas menos llamativas, decantándose por las miniaturas más
llamativas, las cuales, además, suelen ir acompañadas de un título algo más
llamativo también. Recordemos que en esta comparación, el físico es
únicamente la miniatura y el título. Luego hay que ver el contenido del
vídeo, que en este caso sería la personalidad, carácter y otros atributos de la
persona. Y aquí es donde muchas bellezas tanto femeninas como
masculinas son clickbait. Atraen nuestra atención, estamos dispuestas a ver
su contenido y… encontramos un contenido vacío. Pero rara vez hoy día
ocurre que una persona decida dedicarle algo de su tiempo a conocer a otra
persona que no le ha llamado la atención desde primera hora. Rara vez va a
dedicar tiempo en conocerle. Sencillamente, desliza el dedo y se dirige a la
búsqueda de otra miniatura más llamativa. Y ojo, porque el estándar de las
miniaturas hoy en día es bastante elevado. De hecho, una queja que surge
con frecuencia —en los hombres sobre todo— es que las personas ya se han
vuelto demasiado exigentes con respecto a los estándares físicos. Y este
nivel de exigencia acaba pasando factura.
Si algo podemos ver en la sociedad actual es que, las personas se están
centrando tanto en desarrollar un buen físico —así como en buscarlo—,
que están olvidándose de desarrollar su mente. Dedican horas al cuidado de
su cuerpo, pero tienen serios problemas con el uso correcto de las “haches”,
las “uves” y las “bes”.
Observar esto en una persona en pleno siglo XXI es bastante
preocupante, y no por el hecho de que no sepa escribir. Me explico. Mi tía
apenas sabía escribir y leía con bastante dificultad. Su historia resumida es
que era la mayor de ocho hermanos. Se crió en tiempos de guerra, no
teniendo la oportunidad de asistir al colegio. Cuando comenzaron a nacer
sus hermanos (entre ellos mi padre), mis abuelos la pusieron a cuidar de
ellos y a las labores de casa. Aún así, luego en su edad adulta intentó
aprender por su cuenta, pero no llegó a tener una escritura limpia de faltas
de ortografía. Esa es una historia muy común en las personas mayores de
otra época que no tuvieron la oportunidad de asistir a la escuela y no
pudieron formarse correctamente.
Ahora bien, en la actualidad, salvo algún caso excepcional, las
personas que no han aprendido a escribir correctamente es únicamente
porque no le han dado la debida importancia a su propio desarrollo
personal. Por eso, cuando vemos a una persona con un lindo rostro y un
cuerpo creado a base de horas de gimnasio, tanto si hablamos de hombre o
mujer, pero que no acierta con las “uves” y las “bes” más que jugárselas a
un cara o cruz, eso ya dice mucho de los intereses de la persona. Algunos
casos son curiosos dentro de este estándar de belleza y personalidad
extraña, que es aparecer en una publicación casi desnudo o desnuda,
mostrando el trasero y con una frase de autoayuda. Eso sí, la frase con faltas
de ortografía. Ha nacido el nuevo concepto de “trasero con autoayuda”.

Mi encuentro con Ana.


Si al principio de este capítulo hablamos de la joven Ana, una bella e
inteligente adolescente de casi 15 años, nos adelantamos unos años en el
tiempo hasta sus 22 años de edad. Sus padres llevan 7 años de sufrimiento
debido a que su hija bajó su rendimiento académico. Aún así, logró entrar
en la Universidad, pero dejó la carrera universitaria a los dos años de
comenzarla. La joven alegre se esfumó y dio paso a una chica de constante
frustración. La relación con sus padres empeoró el día que les pidió dinero
para inyectarse ácido hialurónico en los labios. Si bien sus padres no tenían
problemas económicos y podían permitirse todo tipo de gastos y lujos, la
madre de Ana intentó persuadirla de esta idea, pues su madre no quería
verla convertida en una de esas chicas que se pierden en este tipo de modas.
Su madre incluso rezaba para que su bella e inteligente hija no cayera en
este tipo de cosas. Pero la joven estaba completamente decidida a hacerlo,
con o sin el consentimiento de sus padres. Además, Ana ya tenía en mente
otro tipo de tratamientos aparte del aumento de grosor de labios.
Ya que sus padres no le iban a pagar este tipo de tratamientos, decidió
buscar un trabajo para costearse estos gastos. Comenzó trabajando en un
pub de camarera los fines de semana, algo que podía compaginar con la
carrera. Su círculo de amistades habituales cambió, y para alguien que
trabaja en un pub y que no puede disfrutar saliendo un fin de semana, acaba
convirtiendo los lunes o los jueves en fin de semana. Poco a poco, el
camino de Ana se desviaba de lo que sus padres querían para ella, lo cual
acabó derivando en constantes discusiones familiares. El mundo de la noche
la atrapó hasta el punto de que ya no era cosa de fin de semana, sino un
trabajo de 6 días a la semana. Dejó de asistir a las clases de la universidad.
Los padres de la joven comenzaron a sentir impotencia ante esta situación.
No estaban preparados para ver cómo su hija había sido consumida por este
tipo de ideas que rondaban la cabeza de la joven.
—Pero si tú eres preciosa, Ana. ¿Para qué quieres hacerte nada de eso?
— Replicaba constantemente la madre de Ana.
Pero no era capaz de hacerla entrar en razón. Se plantearon la idea de
llevarla a un psicólogo, pero Ana se negó de forma rotunda. Ningún
psicólogo le haría cambiar de idea ante algo que ya tenía decidido. Además,
el simple hecho de que intentaran quitarle la idea de la cabeza y le
insinuaran el hecho de que asistiera a un psicólogo, era motivo de disputa
familiar. Y en ocasiones, tras el conflicto, Ana ni siquiera dormía en casa
durante varios días. Llegados a este punto, los padres no pueden gritarle
(porque empeoran la situación); no pueden castigarla (porque empeoran la
situación); no pueden llevarla a un profesional; y tampoco pueden apoyarla,
porque consideran que es una locura de la que no quieren ser partícipes. No
con su preciosa hija. Solo les queda asumir su impotencia y preguntarse qué
han hecho tan mal como padres
Y pasado un tiempo, cierto día, mi teléfono suena. Son Claudia y
Fernando, los padres de Ana. Quieren que vaya a su casa por si les puedo
aconsejar sobre un problema que tienen. Ambos saben que yo no soy
psicólogo, pero aun así quieren que hable con su hija. No me explican el
problema por teléfono, por lo que voy a su casa. Me cuentan que su hija
lleva más de 5 días prácticamente sin hablar y sin dejar de llorar; Apenas
come; no les dice a sus padres qué le ocurre; tampoco quiere ir al médico.
Ponen sus esperanzas en mí por un único motivo: porque Ana solía tener
mucha confianza conmigo. El problema es que la última vez que vi a esta
preciosa chica, ella tenía 17 años. Claudia me lleva a la cochera y me
cuenta entre lágrimas todo lo que han pasado con ella durante estos años. Y
esto no se lo digo a Claudia —aunque lo pienso—, pero lo que les ha
ocurrido con Ana durante estos años, si bien es duro para ellos como padres
—al ser padres más conservadores—, lo cierto es que es algo habitual hoy
en día, salvo por la diferencia de que otros padres ya han asumido sin
traumas el hecho de que su hija se haga todo tipo de retoques estéticos,
aunque no los necesite. Es una nueva moda.
Cuando veo bajar a Ana por la escalera me quedo helado. Lo primero
que observo son unos labios que están descompensados con el resto de sus
facciones. Posiblemente se les ha ido la mano con el aumento de grosor de
los labios. Su cara la noto extraña, inexpresiva, quizás debido a que también
se ha inyectado bótox. Pero lo que más me llama la atención es el nuevo
tamaño de sus pechos. El cuerpo de Ana es delgado y muy tiposo —eso no
ha cambiado—, por lo que es inevitable que la vista se vaya a la zona del
pecho, ya que no ha escatimado en el tamaño de éstos; tampoco escatima en
su iniciativa por realzarlos con su forma de vestir. Aunque sus padres no lo
saben con certeza, calculan que lleva gastado en tratamientos más de 11.000
euros, por lo que posiblemente se nos escape algún otro retoque estético a
simple vista.
El caso es que miro a Ana, y es como si hubiera desaparecido la chica
alegre y bella que conocí años atrás. ¿Es mucho más explosiva? Desde
luego, pero no más guapa de lo que era. ¿Es una mujer más segura de sí
misma y más feliz? Desde luego que no. ¿Atraerá a más hombres con su
nueva apariencia? Sin lugar a dudas; a muchísimos. Pero por desgracia,
atraerá al tipo de hombre equivocado,—más bien, ella misma acabará
eligiendo al hombre inadecuado—. Y por ese motivo me han llamado. Toda
su tristeza y todos sus lloros, se deben a que el medio-novio que Ana tenía
ha terminado dejándola, pues la historia se ha vuelto a repetir. Ella estaba
enamorada—encaprichada más bien— de un tipo que no vacilaba a la hora
de acostarse con otras chicas. Ni valoraba a Ana ni la respetaba. En cuanto
ella le ha reprochado sus deslices, el tipo le ha dicho que él no puede estar
con una chica tan posesiva. Y esta vez, la situación es mucho peor, pues
ahora Ana no tiene complejo por tener poco pecho. Ana se encuentra en ese
rango de chicas a las que a un hombre promedio le cuesta acceder. No le
faltan proposiciones de todo tipo por parte de los jóvenes clientes del pub.
El problema se encuentra en que ella va a optar por decantarse por ese otro
bajo porcentaje de chicos que están por encima del hombre promedio
físicamente. Raúl, su ex novio, al igual que ella, trabaja en la noche. Tiene
25 años, pasa una vez a la semana por la peluquería para mantener intacto
su corte de pelo degradado. El transcurso de sus días es muy sencillo de
explicar. Consiste en trabajar en el pub por la noche, entrenar en el
gimnasio por el día, y en sus ratos libres, gastar la mayor parte del dinero en
ropa que realce su cuerpo fitness y caras fragancias para hombre. El resto
del tiempo lo dedica a mantener sexo con variadas chicas que va
conociendo en la noche. Y no son pocas, pues Raúl es el típico joven por el
que las chicas suspiran, a pesar de que sólo está al alcance de unas pocas. Y
esas pocas, que en principio únicamente desean tener sexo ocasional,
acaban desarrollando otro tipo de sentimientos por él al ser un hombre
afectivamente indomable. Ana sólo es una víctima más, al igual —y así se
lo hice ver— que ella también ha dejado muchas víctimas por el camino al
rechazar a jóvenes válidos y de sentimientos sinceros. Y esta situación que
está atravesando Ana es un estándar de las relaciones superficiales actuales.
De hecho, el propio Raúl acabará en algún momento igual de dañado que
Ana, pero él aún no lo sabe; o quizás ya lo haya averiguado.

Conversaciones con la psicóloga Rocío García


Segura.
La idea de este capítulo surgió a raíz de ver la película “Perfetti
Sconoscuiti”, dirigida por Paolo Genovese. En su adaptación española, con
el título de “Perfectos Desconocidos”, protagonizada por Belén Rueda, hay
una escena donde Eva, la psicóloga (Belén Rueda) reconoce que va a
operarse los pechos. Es entonces cuando la chica joven del grupo, Blanca
(Dafne Fernández), le dice:
—Pero tú eres psicóloga
—¿Y…?
— Pues que las psicólogas no se aumentan los pechos.
—No es que no me gusten mis pechos. Los quiero mejorar y punto.
— En teoría deberías hacer que te gusten.
—¿Por…?
— Porque eres psicóloga. Se supone que debes aceptarte tal y como
eres.
— Y yo me acepto.
— Pues parece que no.
— ¿De qué vas?¿Acaso las personas que se operan las tetas no se
aceptan?
— Pues no.
— Yo me acepto toda, menos mis tetas.
Y este diálogo me dio por pensar, pues en cierto modo, Blanca tiene razón.
Una persona que se somete a una cirugía estética es porque no está
aceptándose tal y como es, o, al menos, no está aceptando una parte de su
cuerpo. Y entonces me hice varias preguntas: (1) ¿Existirán en el mundo
real psicólogas que se hayan sometido a una cirugía de aumento de pechos
por pura estética?; (2) ¿Puede una psicóloga operarse los pechos? —Y
bueno… poder puede. La pregunta más bien sería si debe—. Me puse a
buscar respuestas a ambas cuestiones.
La primera respuesta la obtuve de forma rápida. Existen una gran
cantidad de psicólogas en ejercicio de sus funciones que se han operado los
pechos en España. Si nos vamos a licenciadas en psicología que no ejercen
como tal en la actualidad, la cifra se multiplica de forma considerable. Y si
incluímos también a las coaches, el número crece exponencialmente.
Entonces, ¿Qué está ocurriendo? Pensé en el caso de nuestra bella Ana.
¿Cómo le decimos a una joven que no se opere los pechos si las encargadas
de recordarle que debe aceptarse a sí misma tampoco se aceptan a sí
mismas? Y aquí llegué a un problema social mucho mayor y que tiene una
difícil solución. Y para ello, qué mejor que contar con la opinión
profesional y personal de una psicóloga. Y de esta forma contacté con la
psicóloga Rocío García Segura, con la cual intercambié algunas opiniones
sobre éste y otros temas. Pero no quise hablar con Rocío “la psicóloga”,
sino con Rocío, “la mujer que ejerce la psicología”. Parece lo mismo, pero
se llegan a conclusiones muy diferentes.
Esta psicóloga tiene claro que las cosas han cambiado y que la sociedad
ha sido contagiada de forma negativa. De hecho, en estos momentos hay
una línea divisoria muy fina entre lo que es un complejo y un problema real.
En palabras de esta psicóloga, el hecho de estar en una sociedad que castiga
o premia por lo estético, donde se refuerza continuamente el físico atractivo
y cierto concepto de belleza, y donde te pueden rechazar por no ser lo
suficientemente atractivo, algunos aspectos dejan de ser un complejo para
convertirse en un problema real.
Y es que tú puedes aceptarte a ti mismo, pero si no te aceptan los demás
y sientes el rechazo una y otra vez, difícilmente lograrás esa aceptación
plena. Aquí se rompe el viejo clásico de :
“Lo hago por sentirme mejor conmigo mismo, no por gustar a los demás”.

Este planteamiento provoca una dicotomía, pues somos seres sociales


con necesidad de aceptación social. Estamos a gusto con nosotros mismos
cuando gustamos a los demás. Tenemos cierta necesidad biológica y
psicológica de sentirnos aceptados y amados (gustar a otros). Por lo tanto,
es cierto que las personas no se visten para gustar a los demás, sino para
sentirse a gusto consigo mismas; una mujer no se maquilla para gustar a
otros, sino para gustarse a sí misma y sentirse bien consigo misma; no
vamos al gimnasio para gustar a los demás, sino para sentirnos mejor con
nosotros mismos. Y todo esto puede ser cierto en teoría, pero en la práctica,
la mayoría de estas cosas, incluso haciéndolas para gustarte a ti mismo y no
para gustar a los demás, sólo acaban proporcionándote gratificación cuando
gustas a los demás. Es decir, rara vez te gustarás a ti mismo si no gustas a
los demás, y por lo tanto, la mejor manera de gustarte a ti mismo, es
gustándole a los demás. Y es fácil de comprender. Supongamos que
naufragas en una isla desierta con cinco maletines cargados de maquillaje y
ropa sexy. Con total seguridad, en una isla desierta no perderías el tiempo
maquillándote, pues no vas a estar visible para nadie. Y estoy aún más
seguro de que cualquier trapito te servirá para vestir en la isla, sin
necesidad de realzar pechos y sin necesidad de ponerte ropa elegante. Por lo
tanto, sólo te maquillas para gustarte a ti misma cuando existe la posibilidad
de que te vean otras personas. Así que no. Cuanto antes comprendamos que
tenemos un mecanismo de necesidad de aceptación social activado en
nuestro cerebro, antes podremos ser conscientes de por qué tenemos ciertas
conductas y qué da lugar a la activación de las inseguridades y complejos.
El problema que se ve en este sentido es que por muy bien que te sientas
contigo mismo, si no estás siendo aceptado, el malestar acabará emergiendo
en tu persona, y posiblemente dejarás de gustarte a ti mismo.
Podemos poner como ejemplo el tema de la calvicie, una de las
inseguridades que más preocupan a una gran cantidad de hombres. Muchos
de estos hombres han adquirido un complejo, mientras que otros, en un
primer momento, intentaron aceptarse a sí mismos. El problema al que se
enfrentaron es que notaron cómo se les rechazaba por el simple hecho de
ser calvos. Incluso se encontraban con bromas al respecto. Entonces, si un
hombre se encuentra con que es rechazado por las mujeres (y además es
víctima de burla por parte de otros hombres y mujeres), acaban
convirtiendo la calvicie, no en un complejo, sino en un problema real que
les repercute en su vida de una forma palpable —No a todos los hombres
les sienta igual de bien llevar la cabeza rapada, pues depende de las
facciones de tu cara y forma de tu cabeza—. De la misma manera, si hoy
día el prototipo de influencer es guapa, delgada y pechos voluminosos, y
ésas son las influencers que ganan dinero al recibir más atención de los
hombres y mujeres, es difícil explicarle a una joven de 16 ó 18 años que no
debería parecerse a ella, cuando ve claramente cómo a esa influencer se le
abren las puertas del dinero y la fama, mientras que la sociedad rechaza
todo aquello que no se acerque visualmente a este prototipo.
En este sentido, la psicóloga Rocío García lo tiene claro a la hora de
solucionar ciertos problemas de autoestima. En primer lugar, se debe
valorar si aquello que no le gusta a una persona es porque realmente no le
gusta esa parte de su cuerpo, o, por el contrario, si es debido a la presión
social. Una vez llegados aquí, ahora toca preguntarse, ¿Qué cosas dependen
de nosotros para cambiar? Y aquello que dependa de nosotros, simplemente
nos ponemos a trabajar en ello para cambiarlo. Y en el resto de cosas que
no dependen de nosotros, sencillamente nos preparamos para aceptarlas y
ser coherentes con ello.
Ahora bien, si volvemos a la presión social a la que estamos expuestos,
¿hasta qué punto una persona puede aceptar algo cuando la sociedad no
deja de recordárselo? Hoy en día tenemos más que claro que contar con un
buen físico abre puertas. Incluso se relaciona el atractivo físico con el
dinero que se gana, tanto en mujeres como en hombres.
Y es por este motivo que Rocío me reconocía que ella no puede estar en
contra de la cirugía. Tristemente, ante el bombardeo al que estamos
expuestos, ella reconoce que no puede decirle a una paciente que no se
opere, si esa persona no va a ser feliz debido a esta presión social, aunque
insiste en que es un problema —un problema social y cultural—. La
dificultad para darle solución a este problema es que posiblemente no tenga
una solución desde la individualidad. Se ha magnificado un estándar de
atractivo físico bastante preocupante, y no alcanzar el mínimo de atractivo,
te puede dejar fuera de la aceptación social en general y de la aceptación del
sexo opuesto en particular.
Finalmente, en nuestra charla, llegamos a la conclusión de que este
problema está tan magnificado que el hecho de que una chica joven no se
sienta a gusto con el tamaño de sus pechos, ya no es motivo de consulta
psicológica. Si no estás a gusto con tus pechos, sencillamente te los operas
y punto. Los tratamientos de cirugía estética están tan normalizados que ya
no se considera en la mayoría de los casos un problema de autoestima, a
pesar de que, intrínsecamente, es obvio que se recurre a ellos para mejorar
la autoestima.

Problemas observados en la conducta de mujeres que


se someten a un aumento de pechos.
Tras una intervención de aumento de pechos, la mujer busca una mejora
física para solucionar un problema psicológico que, como decíamos, puede
ser una baja autoestima. El problema es que para una chica joven, ésta no
debería ser la primera opción que debería rondar su cabeza, pues a menudo,
esta chica no tiene un problema real. No está sufriendo ningún rechazo
social más allá del que existe en su propia cabeza. La mayoría de las
jóvenes que se someten a esta intervención no necesitan aumentar el tamaño
de sus pechos. Muchas chicas jóvenes son intervenidas sin tener la madurez
mental necesaria, como es el caso de nuestra bella Ana. Y aquí, en
ocasiones, se dan varios problemas con los que no cuentan algunas mujeres.
De hecho, la cirugía no es la solución a muchos de los problemas
psicológicos que llevan a estas chicas a buscar la cirugía como solución. Es
más, un número considerable de mujeres se arrepienten por haberse
sometido a este tipo de intervención, y acaban encontrando más problemas
de los que fueron a solucionar.
Cuando una chica joven quiere solucionar un complejo de pecho
pequeño, debido a que durante toda su adolescencia contó con una talla de
sujetador inferior a la de sus compañeras, la cirugía de aumento de pechos,
evidentemente, puede solucionar ese complejo para siempre. Puede sentirse
más cómoda con su figura, y por lo tanto, tener más confianza a la hora de
relacionarse con los demás, así como tener más seguridad en sus relaciones
sexuales.
Cuando el problema es de autoestima, a menudo encontramos que el
aumento de pechos no siempre es la solución, pues el tamaño de los pechos
aumenta, pero no aumenta la autoestima.
En otros casos —y con esto rara vez cuentan las pacientes—, algunas
mujeres, tras el aumento de pechos, se encuentran con un rechazo
psicológico de los implantes; como si esos implantes no formaran parte de
su cuerpo; otras mujeres se obsesionan con la idea de tener algo externo en
el interior de su cuerpo que podría ocasionarles daños en un futuro. Si bien
las prótesis mamarias pueden durar toda la vida, muchas de estas mujeres
tienen la constante preocupación de que podrían tener que volver a
cambiarlas a los 7 años, 10 años o dentro de 20 años. Si bien se ha
mejorado tanto en la calidad de las prótesis como en la cirugía en sí, son
conscientes de que puede suceder —es una posibilidad—, por lo que
recurrieron a una operación para solucionar un problema psicológico, y han
acabado generando una preocupación real.
Y desde luego, no hay que olvidar que, como en cualquier cirugía
estética, el resultado obtenido no siempre es el resultado deseado en un
inicio. Si bien algunas mujeres obtienen un resultado algo más natural,
otras, en cambio, obtienen un resultado muy poco estético.
Pero existen otros problemas en la conducta de muchas de las chicas
jóvenes y mujeres que se someten a una intervención de aumento de pechos
y que no podemos pasar por alto. Cuando una chica tiene un complejo por
el tamaño de sus pechos —casi siempre un complejo innecesario. Insisto en
este punto—, suele tener una forma de vestir más discreta, incluso llegando
a ser algo más introvertida, pudiendo estar relacionado con esa baja
autoestima que ha desarrollado a raíz de ese complejo.
Tras someterse a este aumento de pechos, y encontrarse más a gusto con su
cuerpo, la mayoría cambian su forma de vestir para mostrar al mundo ese
escote que antes ocultaban. Y podríamos pensar que ahora se siente más
segura de sí misma, pero desde otro prisma, esta mujer ha cambiado un
problema de baja autoestima por un problema de necesidad de constante
validación social.
Es normal encontrarnos que tras un aumento de pechos, muchas de estas
mujeres comiencen a aumentar su número de interacciones sexuales con
otros hombres. Falsamente piensan que ahora les resulta más fácil ligar, en
parte porque se consideran a sí mismas más atractivas. Pero esto no es
cierto en la mayoría de los casos, pues en realidad, antes de someterse al
aumento de pechos hubieran podido tener acceso al mismo número de
interacciones sexuales, e incluso con los mismos hombres, pero es a raíz del
aumento de pechos cuando se sienten con esa confianza para hacerlo. Es
decir, el hecho de que muchas de estas mujeres aumenten su número de
interacciones sexuales no se debe al hecho de una mejora física, sino a un
cambio de conducta. Aquí podríamos debatir sobre si este cambio de
conducta es positivo o negativo; podríamos debatir sobre si aumentar el
grado de promiscuidad es una forma de valorarse más a sí misma o de
valorarse menos; incluso si este aumento de interacciones sexuales se debe
a la necesidad constante de validación. Recordemos nuevamente que tanto
hombres como mujeres, no se toman en serio como pareja estable a una
persona con un gran historial de promiscuidad. Para ambos géneros es algo
muy poco atractivo. En el capítulo 3 ya vimos lo referente a la conducta de
solicitación, siendo esta conducta algo que encontramos en un alto
porcentaje de mujeres que se someten a una intervención de aumento de
pechos.

Si tu mujer te dice que quiere aumentarse los pechos,


posiblemente tu soltería esté en camino.
No cuento con estudios estadísticos sobre este punto más allá de la
observación de una amplia muestra representativa de mi propio círculo de
amigos, conocidos y conocidos de conocidos. Si bien decir esto podría
restar validez a esta hipótesis, debo recordar que la observación de una
muestra representativa amplia suele ser un método efectivo dentro del
mundo de la inversión para conocer el comportamiento futuro de algunas
empresas cotizadas. Es algo empírico. Es decir, si observas a 20 gatos
lamiéndose la cola, es muy posible que sea una conducta que está muy
presente en un alto porcentaje de gatos.
Víctor y Lucía eran un matrimonio estable. Llevaban 12 años casados
tras un noviazgo de 5 años (17 años juntos en total). Tenían dos hijos.
Lucía, su atractiva mujer, comenzó a obsesionarse con la idea de operarse
los pechos, a pesar de que Víctor no dejaba de recordarle que a él le
encantaban sus pechos. De hecho, Lucía nunca había tenido complejo por
ello hasta ese momento. La situación económica familiar no estaba en su
mejor momento, pero tras la insistencia de Lucía, Víctor se vio obligado a
pedir un crédito para complacer a su mujer y que ésta pudiera aumentarse
los pechos. Y así lo hizo.
Pasado un tiempo, Lucía cambió sus camisas, camisetas y jerseys
habituales por todo tipo de prendas con grandes escotes. Lucía comenzó a
salir más con sus amigas y a tener conductas que nunca antes había tenido.
Víctor comenzó a sospechar lo peor, y sus sospechas acabaron siendo
fundamentadas. Cierta noche, Víctor la sentó en la mesa de la cocina para
preguntarle si iba todo bien; si estaba a gusto con él; si seguía amándolo.
Lucía le dijo que sí, que seguía siendo el amor de su vida, pero tenía que
confesarle algo. Le fue infiel una noche con un hombre que conoció en un
pub. Y Víctor no quería tirar por la borda toda una vida juntos por algo tan
insignificante como una infidelidad puntual, por lo que decidió perdonarle
la infidelidad y seguir con ella para no romper la familia. En todo momento,
Víctor reconoce que perdonó aquella infidelidad pensando en sus hijos. Y
durante algún tiempo la cosa volvió a la normalidad, ambos volvían a ser el
matrimonio perfecto, aunque ya se había dañado en cierto modo la
confianza que Víctor tenía en su mujer. De hecho, cada vez que Lucía le
decía que iba a ver a una amiga a su casa, no podía dejar de sospechar. Y
continuó observando conductas extrañas en su mujer.
Cierto día, Víctor volvió a sentar a su mujer en la misma mesa de la
cocina para volver a preguntarle. Lucía le confesó que le había sido infiel
con 4 hombres diferentes. Le dijo entre lágrimas que se sentía culpable,
pues realmente no quería hacerlo, pero sencillamente lo hacía. Lucía le dijo
a su marido entre lágrimas que si quería dejarla, ella le entendería
perfectamente, pero no era lo que deseaba.
Pocos días después de firmar el divorcio, una ex amiga de Lucía le
confesó a Víctor que había perdido la cuenta de los hombres con los que se
había acostado su mujer, pero ella vio que fueron más de 10 hombres. Más
adelante, la cuenta subiría a más de 15, algunos de ellos jóvenes de 19 y 20
años. Lo irónico del asunto es que tras el divorcio, Víctor continuó pagando
el crédito de la intervención de aumento de pechos.
En la actualidad, Lucía sufre una depresión clínica importante. Su hija,
de 21 años, eligió vivir con su padre, y no quiere saber nada de ella, pues
considera que su madre se convirtió en una persona egoísta que dañó
innecesariamente a su familia en general y a su padre en particular. Y es que
Lucía actuó como si hubiera descubierto un nuevo mundo de posibilidades
y opciones que se había estado perdiendo por estar casada. Finalmente, en
la búsqueda de otro tipo de felicidad (o placer) acabó encontrando la
desdicha y la verdadera infelicidad.
No es únicamente el caso de Lucía y Víctor. En un alto porcentaje de
matrimonios, felizmente casados —al menos en apariencia—, tras el interés
de una mujer por someterse a una intervención de aumento de pechos, un
divorcio o separación ha acabado apareciendo al poco tiempo. En otros
casos no ha aparecido el divorcio, pero sí un cambio de conducta en la que
ha surgido la sospecha de infidelidad. En algunos casos se ha confirmado la
infidelidad mientras que en otros casos se quedó únicamente la
incertidumbre. Aunque en este sentido, no es únicamente cosa de mujeres,
pues una de las señales más efectivas para detectar la infidelidad consiste en
estar atentos a los cambios de conducta de tu pareja, tanto si hablamos de
hombres como de mujeres. Si bien la necesidad de gustar a los demás es
algo intrínseco, en un alto porcentaje, la mejor prueba de validación de que
gustamos a otras personas es el aumento de flirteo correspondido. Una vez
entramos en el juego del flirteo, ya hemos abierto una puerta que no todo el
mundo es capaz de cerrar a tiempo.

La correlación entre el gusto por los pechos grandes


y el nivel intelectual.
Nuevamente no contamos con datos estadísticos, pero sí con la observación
empírica. En este sentido, los hombres han hablado, y a la mayoría de ellos,
les importa un carajo el tamaño de los pechos de una mujer. De hecho,
podemos llegar a conclusiones muy interesantes. En mi caso y partiendo de
mis gustos personales, el tamaño de los pechos de una mujer no es algo en
lo que me fije a la hora de atraerme sexualmente, ni mucho menos algo que
tenga en cuenta si pienso en una mujer como pareja, pero si me dan a elegir,
prefiero unos pechos pequeños. Insisto. En mi opinión y gustos personales
veo más bellos unos pechos pequeños que unos pechos grandes, si bien no
descartaría a una mujer únicamente por tener unos pechos grandes. ¿Soy
raro en este sentido? Parece ser que no soy tan raro y es más común de lo
que podemos llegar a imaginar.
El gusto de los hombres por unos pechos grandes —que si bien es cierto
que puede resultar más llamativo para la vista—, ha quedado para un tipo
de hombre que suele ser más arcaico. Quise poner a prueba esta hipótesis y
para ello me dispuse a buscar a esas personas que me consta que tienen un
alto cociente intelectual. Tras preguntarles si ellos preferían pechos grandes
o pechos pequeños en una mujer, todos me respondieron lo mismo: “no es
algo que tenga en cuenta. Me da igual. Miro otras cosas en una mujer”.
Si nos vamos a esas personas que, sin contar con un alto cociente
intelectual, podríamos deducir que son personas inteligentes y de un nivel
cultural aceptable, encontraríamos respuestas más variadas, donde algunos
de ellos se mantienen en la idea de que no es algo que miren en una mujer;
otros me comentaban que si es para tener una relación sexual ocasional,
sienten atracción por una mujer de pechos voluptuosos, pero cuando se trata
de una pareja normal, nuevamente, no es algo que les importe; ellos buscan
otras cosas. Y conforme fui bajando en el nivel cultural de los hombres
consultados, comencé a encontrar ciertas respuestas del tipo: “más vale que
sobre y no que falte”, “Las tetas cuanto más grandes mejor”, “A mí me
gusta que haya donde agarrarse”, etc. Es por eso que debemos tener muy
claro a qué tipo de persona queremos atraer con ciertos cambios, pues los
hombres de verdadero valor —¡escucha bien, mujer!— les importa un
carajo el tamaño de tus pechos cuando buscan una relación seria, pudiendo
llegar a estar interesados en esa exuberancia únicamente para satisfacer sus
instintos más primitivos.
En una antigua entrevista le preguntaron a Jeff Bezos (el dueño de
Amazon), qué buscaba en una mujer. Bezos no contestó diciendo: “busco
una mujer que tenga unas buenas tetas donde haya bastante para agarrarse”.
Su respuesta fue: “Me casé con MacKenzie Scott porque era una mujer
ingeniosa; me casé con ella porque era una mujer que si algún día me
encerraran en una cárcel turca, ella sabría cómo sacarme de allí”. Claro que,
todo sea dicho de paso, Jeff Bezos, tras más de 25 años casado con
MacKenzie, ha puesto fin a su matrimonio, dejando a su mujer por Lauren
Sánchez, una mexicana que ha generado mucha polémica por su aspecto
físico poco natural debido al exceso de cirugías estéticas. Gran cantidad de
hombres han mostrado su indignación por el cambio que ha hecho Bezos,
asegurando algunos de ellos que este hombre ha tenido muy mal gusto al
elegir a una mujer tan artificial, siendo mucho más bella y natural su
anterior esposa.
No me posicionaré ni a favor ni en contra de la cirugía estética, pues
contamos con el hecho mencionado anteriormente. Y es que existe una
presión social importante, además de una normalización de la cirugía
estética como solución a ciertos problemas de autoestima. Tal es el proceso
involutivo en este sentido que incluso los propios psicólogos están
divididos. Si bien hemos contado con la visión de la psicóloga Rocío García
Segura, la cual es consciente del problema social existente en este sentido,
también conté con otras diversas opiniones. Para otra psicóloga, la cual ha
preferido permanecer en el anonimato, es una aberración que las personas
jóvenes recurran a la cirugía estética con el único fin de engordar su ego,
pues para ella, no deja de ser una conducta de solicitación, necesidad de
atraer atención y una constante necesidad de validación social. Esta
psicóloga, sin lugar a dudas más conservadora, piensa que la situación se
nos ha ido de las manos, y que los jóvenes acabarán pagando una factura de
proporciones desconocidas en un futuro, pues están enfocándose
únicamente en el ego, olvidando crecer en otros aspectos vitales.
Construyen relaciones basadas expresamente en la superficialidad, creando
de esta manera relaciones meramente superficiales, lo que les hace sufrir
más en el corto, medio y largo plazo.
De la misma manera, encontraríamos el discurso contrario en una de las
psicólogas que se sometió a una intervención de aumento de pechos, para la
cual, el hecho de que los jóvenes quieran verse bien y mejorar su cuerpo
dentro de los medios que tienen a su alcance, no tiene nada de malo per sé.
De hecho, parte de su discurso fue similar al argumento citado en la película
“Perfectos desconocidos”, donde ella me ha recordado que una persona
puede aceptarse a sí misma, pero no aceptar una parte de su cuerpo, y por
tanto querer mejorarla, siendo la cirugía estética una opción. Pero claro, en
este sentido, vuelvo a repetir la pregunta: ¿En qué momento se ha
comenzado a considerar que tener unos pechos pequeños sea un defecto?
¿En qué momento estar delgado ya se considera fuera de moda? No
obstante, la mayor involución en este sentido se debe al nivel de exigencia
mínimo de estándar físico que se ha alcanzado, habiendo dado paso,
posiblemente, a una de las épocas donde el nivel de superficialidad en las
personas se ha vuelto preocupante, pues una sociedad meramente
superficial, deja de lado la importancia de contar con unos principios y
valores adecuados.

El problema de la superficialidad y materialidad en


la pareja.
Hoy en día, tanto lo superficial como lo material están a la orden del día.
Como hemos podido ver a lo largo de todo el libro, ésto no es algo nuevo de
nuestra época, pero es cierto que el nivel de superficialidad y materialidad
ha alcanzado unos límites insanos. En el caso del hombre, a pesar de que la
mujer goza de independencia económica en este siglo, es común ver cómo
al hombre de alto nivel socio-económico le va mucho mejor a la hora de
seducir a una mujer (hipergamia). En una cita, rara vez una mujer se va a
sentir atraída por un hombre que muestra claras señales de problemas
económicos. Y debido al proceso evolutivo, no podemos criticar el hecho de
que una mujer sienta aversión por iniciar una relación con un hombre que
no goce de estabilidad financiera, siendo éste uno de los requisitos “no
reconocidos abiertamente” por la mayoría de las mujeres. El poder
económico suma atractivo. Y ésto es una realidad.
El problema en este sentido se da cuando una relación se inicia con
mayor peso en esta característica, pues si el día de mañana, tras años de
relación de la pareja, el hombre sufre un revés económico, ese día, no sólo
ve afectadas sus finanzas, sino que también ve afectada su relación, pues
aunque el hombre no ha cambiado —simplemente ha cambiado su situación
financiera—, lo que sí ha cambiado ha sido la situación por la que se
comenzó dicha relación. En los tiempos de nuestros padres y abuelos, las
relaciones se solían construir al mismo tiempo que se construía la situación
financiera (en un alto porcentaje de casos). Es decir, se comenzaba una
relación, y ambos, trabajando en equipo, lograban unas mejores finanzas
familiares. Cuando existía un problema económico, ambos trataban de
solventarlo. Se conocieron en la pobreza o ausencia de estabilidad
financiera, y por lo tanto, las malas rachas económicas no provocaban la
desunión de la pareja. Todo lo contrario. Se unían aún más. Atravesaban
juntos la adversidad. Hoy en día las personas no quieren permanecer ni
luchar en tiempos adversos, y más cuando se conocieron en una situación
de bonanza.
Solían contarme mis abuelos que, antiguamente, la mayoría de los
jóvenes eran pobres, y el crecimiento económico se producía cuando
formaban una familia. Ya tenían un propósito por el que pelear. Hoy
funciona al revés. Primero se busca estabilizar las finanzas y después
formar una familia, más que nada por la dificultad de atraer a una pareja sin
tener las finanzas saneadas. Se busca a un hombre ya hecho
financieramente, y no construir juntos las finanzas familiares. Es por eso
que, tras una ruina financiera, se produce también la ruina en la pareja. Con
la superficialidad ocurre algo similar. No hay nada más estúpido que
comenzar una relación únicamente porque tu pareja es guapa. Y no porque
la belleza algún día vaya a desaparecer —que también lo hará—, sino
porque tu cerebro, en cuanto se estabilicen los neurotransmisores, se
adaptará a esa belleza, llegando a ver a otras personas más bellas que a tu
propia pareja. La belleza comienza relaciones, pero no las mantiene. Por
otra parte, en caso de cualquier tipo de enfermedad que estropee el físico, si
fue el físico el motivo principal por que comenzó esa relación, tras el
deterioro de tu salud, también llegará el deterioro de tu relación. He
conocido casos de personas que dejaron a su pareja el día que la
diagnosticaron con cáncer. No se quedaron a luchar junto a su pareja.
Decidieron abandonar el barco, y eso es una clara señal del cruel egoísmo
que se está implantando en la sociedad. Y desde luego, una clara muestra
del deterioro que ha sufrido el concepto de relación sexoafectiva, el
matrimonio o la familia, acompañado por una pérdida considerable de
valores.

Una historia real


Cuando estalló la Guerra Civil, Ricardo, un joven apuesto de 19 años, tuvo
que aplazar su boda con Azucena, su joven prometida de 17 años de edad.
Cada semana Ricardo le escribía una carta desde el frente, haciéndole saber
que deseaba volver a casa para formar una familia y pasar el resto de su
vida con ella. Saber que tenía a su prometida esperándolo en casa era algo
que le mantenía con vida en unas condiciones bélicas extremas. Para
Azucena, el hecho de ver llegar aquellas cartas, que no siempre llegaban
puntuales, era la mejor forma de saber que su prometido seguía con vida,
manteniendo la esperanza de poder cumplir el sueño de ambos.
A los siete meses, aquellas cartas dejaron de llegar. Azucena comenzó a
temer lo peor. Si bien no quería pensar ni por un momento que su prometido
había caído en el frente, tampoco podía negar esa posibilidad. Ricardo no
había muerto, pero había sido capturado. Tenía la posibilidad de escribirle
una carta a su amada desde el campo de prisioneros para decirle que seguía
vivo, pero prefirió no hacerlo por amor. Y es que existía la posibilidad de
que los prisioneros acabaran siendo fusilados. Ricardo ya había visto morir
a varios de sus compañeros de lucha en el campo de prisioneros. Pensó que,
de esta manera, le ahorraría un doble sufrimiento tanto a su prometida como
a su familia. Si ella pensaba que ya estaba muerto, y finalmente acababa
siendo fusilado, ya se habría hecho a la idea tras tanto tiempo sin recibir
noticias suyas. En cambio, enviarle una carta tras un largo tiempo sin
escribirle, podría generarle unas falsas ilusiones a su prometida, la cual
después podría enfrentarse a la noticia de que, finalmente, su amado había
muerto, provocando la vuelta del sufrimiento.
Los peores temores de Azucena se hicieron realidad, pues al pueblo
llegaron rumores de que Ricardo había muerto. Un amigo de un conocido
que luchó en el frente le contó a otro conocido que Ricardo fue fusilado. Lo
vieron morir. Azucena se vistió de luto y lloró la pérdida. Fueron muchos
los hombres que pidieron la mano de Azucena durante bastante tiempo.
Azucena le dijo a sus padres que ella le prometió amor eterno a Ricardo y
que eso no iba a cambiar aunque Ricardo ya no estuviera. Se prometió a sí
misma que Ricardo sería el único hombre al que ella amaría en toda su vida.
Cierta mañana, tiempo después de acabar la guerra, Azucena vio a un
hombre caminando hacia ella. Cojeaba y estaba muy estropeado
físicamente. Era Ricardo, difícilmente reconocible tras haber perdido más
de 15 kilogramos de peso. Azucena volvió a la vida. Aún sin saber de qué
iban a vivir, cumplieron con lo prometido y se casaron. Sabían que mientras
estuvieran juntos, todo iría bien. Eso era lo único que importaba. De aquel
matrimonio nacieron cuatro hijos (dos varones y dos hembras), entre ellos
Azucena-2. Cada año, sin falta, durante más de 65 años, celebraron su
aniversario, recordando esta historia de amor tan trágica como bonita. Esos
4 hijos también se casaron y formaron su propia familia. Del matrimonio de
Azucena-2 nacieron dos hijas, una de ellas Azucena-3, la cual fue mi pareja
durante 6 meses. Cuando Azucena-2 (mi suegra) me contó esta historia,
logró emocionarme. Me pareció una historia digna de novela.
Un fin de semana de Septiembre tuve que irme al norte de España para
cerrar una negociación. Le dije a mi pareja (Azucena-3) que podía
acompañarme y quedarnos en el norte pasando un par de días más a modo
de vacaciones. Declinó mi propuesta. Cuando volví del norte, tras
aproximadamente, ni más ni menos que unas 37 horas después, supe que se
había acostado con otro tipo. Ni siquiera tenía pensado decírmelo, y actuó
con total y absoluta normalidad. Tras enterarme, de forma inmediata puse
fin a la relación. Ni siquiera se disculpó. Fue su propia madre la que cierto
día vino a pedirme disculpas por el comportamiento de su hija. No me había
ido a ninguna guerra. No había sospechas de que hubiera sido fusilado en
un campo de prisioneros o que hubiera sido engullido por el ascensor de
aquel hotel de Galicia. Y lo más importante, sólo estuve ausente 37 horas.
Pues bien, la historia de Azucena y Ricardo es una historia que habla de
una relación monógama dentro de una época social considerada machista y
heteropatriarcal, donde se oprimía a la mujer. La historia de Azucena-3 no
sé qué es, pero al menos nos deja claro que los principios y valores no se
heredan genéticamente y que, culturalmente, las cosas han cambiado.
Hemos progresado.

Reflexión final.
Puede que algunos de los lectores hayan percibido mi discurso como el
procedente de alguien demasiado conservador, pero nada más alejado de la
realidad. Pienso, y de hecho creo firmemente desde un punto de vista
lógico, que existen ciertos valores y conceptos que no debemos abandonar
por muy anticuados que parezcan o por muchos discursos post-modernistas
que estemos escuchando. La familia ha mantenido la evolución de nuestra
especie. Posiblemente no hubieran sido posibles muchos avances sin este
concepto que ahora se mancilla. Y se mancilla con discursos de personas
que incluyen dentro del mismo manifiesto tanto la deconstrucción de la
pareja sexoafectiva y el matrimonio, por ser algo machista; el derecho a
ocupar viviendas ajenas; y la eliminación de los principios biológicos que
definen a nuestra especie. Y evidentemente, el hecho de volver a
convertirnos en bonobos con cirugía y tecnología dentro de una sociedad
culturalmente hippie es algo que no puede salir bien. Algunos lo llaman
progreso, pero no nos equivoquemos. Es involución.
Y por último, y no menos importante, estamos dando un altavoz a
algunas ideas extraídas de la litera feminista, cuyas autoras expresaban su
apatía por el género masculino. En el caso de Shulamith Firestone,
hablamos de una mujer con serios problemas psiquiátricos que parte de la
teoría de que el hombre no es capaz de amar, y quería abolir la separación
sexual entre adultos y niños. Por otra parte, Simone de Beauvoir, si bien
estaba casada, tendía al abuso de chicas jovencitas. Y Virginia Woolf
podemos deducir que tenía una bisexualidad con más tendencia hacia su
mismo sexo. Quiero decir con ésto que, antes de dejarse influenciar por una
filosofía que cuestiona la unión sincera entre hombres y mujeres, debemos
asegurarnos de que, al menos, a esas mujeres que lideran estos
movimientos, les gusten los hombres o, al menos, que no sientan odio hacia
ellos.
El mundo no lo mueven en la dirección correcta esas personas que usan
la “deconstrucción” como eufemismo de “destrucción”, acabando con todas
aquellas costumbres y conceptos que nos han mantenido unidos y que nos
han hecho evolucionar. El mundo seguirá girando en la dirección correcta
gracias a —dejaremos a los hombres a un lado— esas mujeres que rechazan
las locas ideas de odio y desunión que promueven este tipo de movimientos.
La toxicidad se ha instalado en las altas esferas de la sociedad y pretende
arrasar con todo sin importarle las consecuencias. No demos lugar a ello.

¡¡Gracias!!
Otros libros del autor
[1]
Nacidos a finales de los 90 y principios del 2000.
[2]
Entre los animales monógamos encontraríamos a los albatros, antílopes, pingüinos, ratones de la
pradera, nutrias y cisnes entre otros.
[3]
https://www.20minutos.es/salud/familia/desafio-psicologia-relaciones-abiertas-celos-
inseguridades-5023160/
[4]
Se define como persona promiscua aquella que, estando soltera o no, mantiene relaciones sexuales
frecuentes e indiscriminadas con diferentes parejas o grupos sexuales.
[5]
MGTOW corresponde a las siglas en inglés “Men Going Their Own Way”, que traducido al
español sería “Hombres que siguen su propio camino”, y son un grupo antifeminista cuya premisa es
que la sociedad ha sido corrompida por el feminismo radical y que las mujeres únicamente buscan su
propio interés.
[6]
El trabajo del psicoanalista René Árpad Spitz quedó plasmado en el libro “El primer año de vida
del niño”.
[7]
Del francés, Mujer fatal, alude a una mujer que usa su sexualidad para manipular a los hombres,
siendo éstos seducidos más allá de su propia capacidad de resistirse.
[8]
Aclarar que hablo con conocimiento de causa, no por haber sido cliente de este sector, sino debido
a que en cierto momento de mi vida trabajé para un prostíbulo y conocí a más de 500 prostitutas,
donde aproveché para interesarme por muchas cuestiones desconocidas para la mayoría de personas
que miran el sector de la prostitución desde fuera.
[9]
Hasta hace relativamente poco, una mujer delgada se asociaba con la pobreza, la enfermedad, y
por lo tanto, de forma inconsciente, con la infertilidad. Si en la edad media hubieran existido las
aplicaciones de citas, las mujeres obesas o rellenitas se hubieran llevado todos los matches de los
hombres, pues éstos hubieran descartado por completo el actual prototipo de atractivo corporal.
[10]
Robert Trivers es doctorado en biología por la Universidad de Harvard y el autor de “Natural
Selection and Social Theory”.
[11]
Aunque se dice que el condón más antiguo tiene 3500 años de antigüedad, habiendo sido
encontrado en la tumba de Tutankamon, existen dudas de que fuera usado para este fin. Todo indica
que los primeros condones se crearon en 1567, siendo el italiano Gabriel Falopio, la persona que en
plena epidemia de sífilis en Europa, crearía el primer condón hecho de lino.
[12]
Las citas rápidas (como habrás visto en algunas películas) consisten en reuniones de solteros
donde, tras sonar una campanita, los hombres van sentándose frente a las mujeres y tienen un tiempo
limitado para conocerse mutuamente. Transcurrido ese tiempo, deben pasar a la siguiente mesa con
otro candidato. Al final de la noche, apuntan con qué hombre o mujer les gustaría repetir la cita o
quedar directamente con ella.
[13]
Únicamente se trata de una simplificación de la idea del guión, pues en la interacción se trataba
de generar un discurso que diera a entender esas ideas: (1) No soy hombre de sexo de una noche (2)
A tí sí me gustaría conocerte para una relación formal (3) Pero lástima que no pueda (4) Aunque me
encantaría (5) Tú decides qué quieres hacer.
[14]
Sexual History and Present Attractiveness
[15]
Algunos estudios sobre las aplicaciones de citas han revelado que un 10% de los perfiles
masculinos abarcan más del 80% de los matches de las mujeres atractivas.
[16]
Según algunos escritos, sólo tres soldados rompieron filas y huyeron del navío presas del pánico.
El resto de soldados estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas para salvar la vida de las mujeres y
los niños que se encontraban a bordo.
[17]
Hoy en día los protocolos en caso de abandono de un barco han cambiado. Debido a la entrada
del Convenio SOLAS, las mujeres y niños no serían los primeros en embarcar en los botes
salvavidas. En primer lugar, embarcarían los más ágiles y con mayor posibilidad de sobrevivir,
independientemente de si son hombres o mujeres. En penúltimo lugar, embarcarían los heridos y
personas con movilidad reducida, y en último lugar los miembros de la tripulación.
[18]
Según los escritos, Friedrich Carl Andreas amenazó con suicidarse si Lou no se casaba con él, y
ella accedió con la condición de no llegar nunca a consumar su matrimonio.
[19]
En el año de su encuentro, 1897, Rainer Maria Rilke tenía 22 años y Lou 36 años.
[20]
Hendrik Gillot fue probablemente el primer hombre en pedirle matrimonio a Lou Salomé,
estando dispuesto a dejar a su mujer. Evidentemente, fue fríamente rechazado por ella.
[21]
El narcisismo de doble dirección fue una de sus obras más importantes, rescatada y publicada
entre 1913 y 1931.
[22]
Esta fue la conclusión a la que llegó el neurobiólogo alemán Gerald Hüther en su ensayo
"Hombres, el sexo débil y su cerebro”.
[23]
El término "homosexualidad" se escribió por primera vez en alemán (Homosexualität) en 1869
por el escritor Karl Maria Kertbeny
[24]
Se han dado casos de jóvenes de 19 ó 23 años que, tras decirle a sus padres que eran gays, sus
padres les dijeron textualmente: “Haz las maletas y vete. Desde hoy es como si no tuviera hijo”. Esta
es una realidad que incluso hoy día se sigue dando.
[25]
Sandra Aamodt y Sam Wang son los autores, entre otros libros, de “Entra en tu cerebro”, un
ensayo divulgativo sobre algunos mitos acerca del cerebro.
[26]
Si bien ese dato está científicamente demostrado, algunos otros científicos también tienen la
hipótesis de que esa diferencia podría deberse al hecho de que esa persona es homosexual, y por tanto
el cerebro se desarrolla de esa manera, y no por el hecho de ese desarrollo cerebral se deba su
orientación sexual. Simplificando: la diferencia en esa región del cerebro sería una consecuencia de
la homosexualidad, y no una causa.
[27]
Anteriormente conocida como Disforia de género, hasta que en 2018 la OMS cambió el término
para tratarla como una condición relativa a la salud sexual.
[28]
En términos científicos, una persona no cambia de sexo tras la intervención, y simplemente se
altera su apariencia física, dando paso a lo que denominamos una persona transexual.
[29]
Esta alumna fue Natalie Sorokine, de 17 años de edad, y fueron sus propios padres los que
denunciaron esta relación consentida, debido a que la profesora había seducido a su hija. En este
caso, la molestia de los padres de la joven se debió al descubrir que su hija era lesbiana.
[30]
Las hipótesis sobre las causas de la muerte de Cristina Ortíz siguen sin estar claras hoy día.
Mientras que las fuentes policiales sostuvieron que tras ingerir alcohol y ansiolíticos, se dio un golpe
en la cabeza, las fuentes de su entorno aseguran que tenía signos de haber recibido una paliza al
presentar moretones por todo el cuerpo. Algunas teorías conspiranoides apuntaron a la posibilidad de
que fuera una especie de ajuste de cuentas, o bien por lo que contó en su biografía, o bien por los
nombres que aún no había dado pero que podía llegar a dar. En cualquier caso, únicamente es una
teoría como cualquier otra.
[31]
Datos publicados por la ONU en 2019.
[32]
La Red Galáctica fue el primer nombre que recibió la idea de un conjunto de ordenadores
interconectados entre sí y con la posibilidad de acceder rápidamente a datos y programas desde
cualquier lugar. Lo que hoy día se conoce como Internet.
[33]
Organización Europea para la Investigación Nuclear
[34]
La labioplastia es un tipo de cirugía íntima femenina que consiste en el rejuvenecimiento de los
genitales de la mujer. Existen diferentes tipos de labioplastia:
labioplastia de reducción de labios menores, labioplastia de aumento de labios mayores, y
disminución del monte de Venus.
[35]
Gracias a la abdominoplastia, tanto hombres como mujeres pueden llegar a marcar abdominales
de una forma mucho más rápida al deshacerse de la grasa que las cubre.
[36]
El percentil 50 se encontraría en aproximadamente 13 cm de longitud en erección. El 90% de los
hombres se encuentran en el rango de 10,6 cm - 16,1cm. (fuente: medical news today)
[37]
Frédéric Beigbeder es el autor de la novela titulada “13,99 euros”—una crítica despiadada acerca
de los entresijos de las agencias de publicidad y sus directivos—. Fue despedido tras la publicación
de su novela al criticar el mundo de la publicidad para el que trabajó durante más de 10 años.
[38]
“Chuzado” hace referencia al uso y consumo de esteroides y anabolizantes con el fin de lograr el
cuerpo deseado de una forma más rápida.
[39]
Eso que llamamos mujer delgada en 1920, aún estaría alejado del concepto de mujer delgada en
la actualidad.
[40]
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