LA NATURALEZA MORAL DEL SER HUMANO
Génesis 1:24-31
¿Qué significa que el hombre es hecho a la imagen y
semejanza de Dios (Génesis 1:26-27)?
En el último día de la creación, Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza” (En el último día de la creación, Dios dijo, “Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis1:26). Y así, de esta manera Él terminó Su
trabajo con un “toque personal”. Dios formó al hombre del polvo y le dio vida de Su mismo aliento
(Génesis 2:7). De acuerdo a esto, el hombre es el único, entre toda la creación de Dios, que tiene
una parte material (cuerpo) y una inmaterial (alma / espíritu).
Tener la “imagen” o “semejanza” de Dios significa, en términos simples, que fuimos hechos para
parecernos a Dios. Adán no se parecía a Dios en el sentido de que Dios tuviera carne y sangre.
La Escritura dice que “Dios es espíritu” (Juan 4:24) y por tanto Él existe sin un cuerpo material.
Sin embargo, el cuerpo de Adán reflejó la vida de Dios, en cuanto a que fue creado con perfecta
salud y no estaba sujeto a morir.
La imagen de Dios (del latín imago deí), se refiere a la parte inmaterial del hombre. Esto coloca al
hombre aparte del mundo animal, adecuándolo para el “dominio” que Dios le designó
(Génesis 1:28), y capacitándolo para tener comunión con su Creador. Es una semejanza mental,
moral y social.
Mentalmente, el hombre fue creado como un ser racional con voluntad propia. En otras palabras,
el hombre puede razonar y elegir. Este es el reflejo de la inteligencia y la libertad de Dios.
En cualquier momento que alguien inventa una máquina, escribe un libro, pinta un paisaje, disfruta
una sinfonía, calcula una suma, o nombra a una mascota, él o ella está proclamando el hecho de
que fueron hechos a la imagen de Dios.
Moralmente, la humanidad fue creada en justicia y perfecta inocencia, un reflejo de la santidad de
Dios. Dios vio todo lo que había hecho (incluyendo la humanidad) y lo llamó "muy bueno"
(Génesis 1:31). Nuestra conciencia o "brújula moral" es un vestigio de ese estado original. Cada
vez que alguien escribe una ley, se aleja del mal, alaba la buena conducta o se siente culpable, él
o ella está confirmando el hecho de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Socialmente, el hombre fue creado para tener compañerismo. Esto refleja la Trinidad de Dios y
Su amor. En el Edén, la primera relación que tuvo el hombre fue con Dios (Génesis 3:8 implica
esta relación con Dios), y Dios hizo a la mujer porque “no es bueno que el hombre esté solo...”
(Génesis 2:18). Cada vez que alguien se casa, hace un amigo, abraza a un niño, o asiste a una
iglesia, está demostrando el hecho de que fuimos hechos a la semejanza de Dios.
Parte de haber sido hechos a la imagen de Dios, es que Adán tuvo la capacidad de tomar
decisiones libremente. Aunque les fue dada una naturaleza justa, Adán y Eva tomaron una mala
decisión al rebelarse en contra de su Creador. Al hacerlo, ellos dañaron la imagen de Dios en su
interior, y pasaron esa semejanza dañada a todos sus descendientes (Romanos 5:12).
Hoy, todavía llevamos esa semejanza de Dios (Santiago 3:9), pero también llevamos las
cicatrices del pecado, y mostramos los efectos mental, moral, social y físicamente.
Las buenas noticias son que, cuando Dios redime a un individuo, Él comienza a restaurar la
imagen original de Dios, haciendo de él “... el nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad” (Efesios 4:24). Esa redención sólo está disponible por la gracia de Dios a
través de la fe en Jesucristo como nuestro Salvador del pecado que nos separa de Dios
(Efesios 2:8-9). Por medio de Cristo, somos hechos nuevas creaciones a la semejanza de Dios
(2 Corintios 5:17).