JESÚS ANTE DOS SITUACIONES DE VIOLENCIA DE GÉNERO
Gerardo García Helder
INTRODUCCIÓN
La fama adquirida por Jesús después de su muerte ignominiosa, que
hizo de él el hombre más renombrado de la historia, hace que muchas
veces nos olvidemos que durante su vida fue un judío marginal, un
varón no hegemónico, un obrero devenido en maestro de arrabales
fuertemente cuestionado por las autoridades religiosas, que por
denunciar el abuso de poder y muchas injusticias no murió de viejo, en
su lecho, rodeado de hijos y nietos, sino que fue entregado a los
invasores romanos para ser ajusticiado entre otros malhechores.
El judaísmo en el que nació y vivió Jesús era monolíticamente
teocéntrico y Dios era el referente último de sus leyes y costumbres. “La
significación Dios –como afirma la Dra. Ana María Fernández– es a la
vez creadora de un objeto de representaciones individuales y elemento
central en la organización del mundo en una sociedad monoteísta. Dios
es puesto a la vez como fuente del ser y ente por excelencia, norma y
origen de la ley. Es fundamento último de todo valor y orientador del
hacer social. Permite separar las regiones sagradas de las profanas, y
en función de lo anterior son instituidas una multitud de actividades
sociales y se crean objetos que no tendrían otra razón de ser”1. Pero
dentro de esa cultura existía una larga tradición de denuncia profética –
en discordante paralelo al poder (sobre todo legislativo) ostentado por
sacerdotes, fariseos, doctores de la ley, ancianos y escribas– en la que
Jesús de Nazaret se alineó denunciando, entre otras cosas, teologías y
prácticas oficiales patriarcales o kiriarcales2.
En la cultura en la que vivió Jesús de Nazaret, “fuera del hogar las
mujeres no ‘existían’. No podían alejarse de la casa sin ir acompañadas
1 Fernández, A. M., Las lógicas colectivas: Imaginarios, cuerpos y multiplicidades, Bs.
As., Biblos, 2007, p. 43.
2 Término acuñado por Elisabeth Schüssler Fiorenza para denunciar la inequidad de
género en algunas culturas.
1
por un varón y sin ocultar su rostro con un velo. No les estaba
permitido hablar en público con ningún varón. Debían permanecer
retiradas y calladas. No tenían los derechos de los que gozaban los
varones. No podían tomar parte en banquetes. Excepto en casos muy
precisos, su testimonio no era aceptado como válido, al menos como el
de los varones. En realidad no tenían sitio en la vida social. El
comportamiento de mujeres que se alejan de la casa y andan solas, sin
la vigilancia de un hombre, tomando parte en comidas o actividades
reservadas a los varones, era considerado como una conducta desviada,
propia de mujeres que descuidan su reputación y su honor sexual.
Jesús lo sabía cuando las aceptaba en su entorno”3, sacándolas del
encierro y la postración servil.
No hay testimonios de que Jesús haya hablado sobre “la Mujer”, pero sí
innumerables pruebas de su trato afectuoso con gran cantidad de
mujeres singularmente situadas. En los evangelios canónicos no hay ni
una sola expresión que pueda sugerir desprecio, desestima o maltrato
de Jesús hacia las mujeres4. Y muchos dichos de Jesús a los que
comúnmente se les da un sentido normativo-disciplinador, pueden ser
leídos como una reivindicación de los derechos femeninos conculcados.
Así el dicho “que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mc 10,9;
Mt 19,8) habría que leerlo más que como una defensa del matrimonio
indisoluble como un intento de salvaguardar a las mujeres del capricho
masculino y de equiparas a ellos. Él dejó en claro que la mujer no es un
bien personal, heredable, del marido (cfr. Mt 22,23-33; Mc 12,18-25; Lc
20,27-35). Por eso, azorados, “los discípulos le dijeron a Jesús: Si esta
es la situación del varón con respecto a su mujer, no conviene casarse. Y
él les respondió: No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a
los que se les ha concedido” (Mt 19,10-11). De este modo, re-
contextualizando los relatos y de-construyendo las domesticaciones de
los mismos, podemos comprender de otro modo sus enseñanzas y el
alcance liberador que poseen para las mujeres (¡y para los varones!) de
ayer y de hoy.
Al trato familiar que Jesús tenía con las mujeres podemos considerarlo
radicalmente contracultural, justamente por la propuesta renovadora y
totalmente revolucionaria que significaba y el escándalo que producía
entre los que ostentaban el poder. La importancia que él daba a las
3 Pagola, J. A., Jesús. Aproximación histórica, PPC, Madrid, 2007, p. 213.
4 Comparar, por ejemplo, con el Evangelio (apócrifo) de Tomás donde se lee: “Simón
Pedro les dijo: ¡Qué María se aleje de nosotros!, ya que las mujeres no son dignas de la
vida. Dijo Jesús: Mira, yo me encargaré de hacerla un macho, de manera que ella
también se convierta en un espíritu viviente, idéntico a ustedes los varones: porque toda
mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo.” (Ev. T. 114)
2
mujeres (no en detrimento de los varones) puede verse, por ejemplo, en
que en todo el Nuevo Testamento la palabra “hombre” como sinónimo
de “ser humano” (anthôpos/homo) aparece 464 veces, y los términos
“varón” (anêr/vir) y “mujer” (gynê/mulier) con la misma frecuencia, esto
es 215 veces cada uno de ellos. En los cuatro evangelios canónicos el
término “varón” se emplea solamente 47 veces, mientras que la palabra
“mujer” aparece 109 veces (63 se refieren a una mujer en cuanto tal y
46 veces sirve para identificar a una mujer en tanto esposa; el
evangelista Juan, que usa 22 veces la palabra “mujer”, no lo hace ni
una sola vez para situarla en el rol de esposa).
La antropología de Jesús, trasmitida por los evangelios, no tiene al
varón como modelo único, no identifica hombre (anthôpos/homo) con
varón (anêr/vir). No concibe a las mujeres como “hombres
defectuosos”. Esos relatos les otorgan a las mujeres un protagonismo
impensable en esa época en Medio Oriente; nunca se las llama
discípulas, simplemente porque no existe esa categoría (en femenino) ni
en hebreo ni en griego, pero en la práctica se las trata como a tales5.
Una gran cantidad de datos indican que Jesús visibilizaba y hacía
visibles a las mujeres6 y hasta les otorgaba la palabra7.
En este breve artículo me detendré solamente en dos escenas –la
primera narrada en dos textos paralelos y la segunda en tres– en donde
se muestra cómo algunos miembros de grupos formadores de opinión,
como eran los fariseos y los saduceos, ponen a prueba a Jesús con
preguntas capciosas y la manera en que el laico maestro (no formal)
galileo se distancia de la opinión de sus contrincantes. Y fundamenta
su postulado yendo o hacia el mito bíblico de origen o hacia un futuro
5 Esto queda ilustrado en la narración de la visita de Jesús a casa de Marta y María.
Esta última, al sentarse a los pies de Jesús, reivindica para sí el lugar ocupado
tradicionalmente por los varones dedicados a los estudios rabínicos. Marta (como
suele suceder incluso entre las mujeres cuando se desafían las leyes del
patriarcado/kiriarcado), protesta. Pero Jesús elogia la sed de conocimientos de Dios
expresada por María, diciéndole a Marta que: “María eligió la mejor parte, y nadie se la
quitará” (Lc 10,42). El que Marta cuestione aquí públicamente al Maestro, como
también lo hace en Jn 11,21, muestra también la libertad que Jesús les daba en su
trato.
6 Compárese Mt 14,21: “Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar
las mujeres y los niños” y Mt 15,38: “Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin
contar las mujeres y los niños”; en donde el que contabiliza es el narrador y Lc 7,44:
“Jesús, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y
tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los
secó con sus cabellos”.
7 Jn 4,27: “En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo
hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó: ¿Qué quieres de ella? o ¿Por
qué hablas con ella?”.
3
utópico en donde no existía o dejará de existir toda violencia de género
o la apropiación desigual de roles y oportunidades.
4
QUE EL HOMBRE NO SEPARE LO QUE DIOS HA UNIDO
La sentencia: “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”, que
ministros de distintas confesiones cristianas, pronuncian actualmente
después de recibir el mutuo consentimiento de los novios en la liturgia
del matrimonio, y que ninguna novela (escrita, radial o televisiva) que se
precie deja de incluir en el cenit de su libreto, forma parte de nuestro
imaginario social y es usada por determinados sectores para refrendar
el origen “natural” del matrimonio (que podríamos llamar “tradicional”):
heterosexual, monógamo y permanente (“hasta que la muerte los
separe”) y de la familia nuclear occidental y cristiana.
Ese logión se encuentra escrito por primera vez, alrededor de los años
55-70 de nuestra era, en dos textos paralelos pertenecientes al
Evangelio de Marcos y al de Mateo que lo ponen en labios de Jesús
como respuesta a una pregunta capciosa hecha por sus adversarios
fariseos.
Mateo 19,3-9 Marcos 10,2-12
3Se acercaron a él algunos fariseos 2 Se acercaron algunos fariseos y,
y, para ponerlo a prueba, le para ponerlo a prueba, le
dijeron: “¿Es lícito al hombre plantearon esta cuestión: “¿Es
divorciarse de su mujer por lícito al hombre divorciarse de su
cualquier motivo?”. mujer?”.
7 Le replicaron: “Entonces, ¿por 3 El les respondió: “¿Qué es lo que
qué Moisés prescribió entregar una Moisés les ha ordenado?”. 4 Ellos
declaración de divorcio cuando dijeron: “Moisés permitió redactar
uno se separa?”. una declaración de divorcio y
separarse de ella”.
8 Él les dijo: “Moisés les permitió 5 Entonces Jesús les respondió: “Si
divorciarse de su mujer, debido a Moisés les dio esta prescripción
la dureza del corazón de ustedes, fue debido a la dureza del corazón
de ustedes.
5
pero al principio no era así.
4 Él respondió: “¿No han leído 6 Pero desde el principio de la
ustedes que el Creador, desde el creación, Dios los hizo varón y
principio, los hizo varón y mujer; 5 mujer. 7 Por eso, el hombre dejará
y que dijo: Por eso, el hombre a su padre y a su madre, y se
dejará a su padre y a su madre unirá a su mujer, 8 y los dos no
para unirse a su mujer, y los dos serán sino una sola carne. De
no serán sino una sola carne? 6 De manera que ya no son dos, sino
manera que ya no son dos, sino una sola carne.9 Que el hombre no
una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.
separe lo que Dios ha unido”.
10 Cuando regresaron a la casa, los
discípulos le volvieron a preguntar
sobre esto.
9 Por lo tanto, yo les digo: El que 11 Él les dijo: “El que se divorcia de
se divorcia de su mujer, a no ser su mujer y se casa con otra,
en caso de unión ilegal, y se casa comete adulterio contra aquella;
con otra, comete adulterio”.
12y si una mujer se divorcia de su
marido y se casa con otro, también
comete adulterio”.
La sociedad judía contemporánea a Jesús de Nazaret poseía una
modalidad de claro predominio masculino. En ese patriarcado explícito
las mujeres eran consideradas esencialmente inferiores al varón8,
8 Rabí Yehudá aconsejó en el s. II a los judíos piadosos rezar (y algunos aún lo hacen)
por las mañanas, al despertarse, esta oración:
“¡Alabado seas, Señor Dios del Universo, porque no me hiciste pagano!
¡Alabado seas, Señor Dios del Universo, porque no me hiciste esclavo!
¡Alabado seas, Señor Dios del Universo, porque no me hiciste mujer!”.
En algunos libros de oraciones modernos, se sugiere a las mujeres una oración
semejante, aunque :
“¡Alabado seas, Señor Dios del Universo, porque no me hiciste pagana!
¡Alabado seas, Señor Dios del Universo, porque no me hiciste esclava!
¡Alabado seas, Señor Dios del Universo, porque me hiciste según tu voluntad!”.
6
particularmente impuras9, se las creía fuente permanente de tentación
y eran vistas como ocasión próxima de pecado, estaban ubicadas casi
en el límite del pueblo elegido –entre otras cosas por la imposibilidad
material de recibir en su propio cuerpo la marca característica de
pertenencia: la circuncisión– y siempre –como si fueran menores de
edad– quedaban relegadas al ámbito de lo privado, bajo la vigilancia y el
dominio masculino. De la tutela del padre, al ser entregada en
matrimonio la mujer pasaba a depender del marido y si enviudaba
quedaba bajo la égida de los hijos varones o, si no los tenía o eran
menores, de la de sus cuñados, el suegro o cualquier otro varón de su
clán. A su marido lo llamaban ba’al, es decir mi dueño, o ‘adón, mi
señor. Tomar esposa era considerado adueñarse de una mujer, que
pasaba a formar parte de las posesiones del varón que la adquiría para
sí fundamentalmente en vista de garantizar su propia (la del varón)
sucesión10. Y a pesar de que la primera norma exogámica manifiesta en
la Biblia dice: “El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su
mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Gn 2,24), de ordinario era
la mujer la que, al ser desposada, abandonaba su clan y pasaba a
pertenecer al de su marido al que le ofrecía su vientre (presumiblemente
fecundo como para hacer de la maternidad el eje central de su vida en
adelante) y una diversidad innumerable de labores no remuneradas que
quedan fielmente reflejadas en el elogio de la buena ama de casa del
libro de los Proverbios (31,10-31).
Así, en muchas culturas, “se ha invisibilizado las condiciones por las
cuales lo privado es, en realidad, el lugar donde, a través del
matrimonio y la familia, se generan las condiciones para las formas de
apropiación desigual del capital cultural y para las formas de desigual
acceso a los circuitos de calificación labora, centros de poder, etc. Y no
9 El nacimiento de un hijo la deja impura y alejada del trato social, si el nacido es
hembra, su impureza es mayor. Lev 12,2-5: “Cuando una mujer quede embarazada y
dé a luz un varón, será impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su
menstruación. Al octavo día será circuncidado el prepucio del niño, pero ella deberá
continuar purificándose de su sangre durante treinta y tres días más. No tocará
ningún objeto consagrado ni irá al Santuario, antes de concluir el tiempo de su
purificación. Pero si da a luz una niña, será impura durante dos semanas, como lo es
durante su menstruación, y deberá continuar purificándose de su sangre durante
sesenta y seis días más”
10 Ex 20,17: “No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo,
ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le
pertenezca.”
Dt 5,21: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, su campo, su
esclavo, su esclava, su buey, su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.”
7
menos importante que lo anterior, el escenario conyugal es, aún hoy, el
lugar de apropiación y control del erotismo de la esposa”11.
“El marido puede repudiar a su mujer. El motivo reconocido por Dt 24,1
es que ‘ha hallado una tara que imputarle’. La expresión es muy
genérica y en época rabínica se discutía vigorosamente sobre el alcance
de este texto. La escuela rigorista de Samay no admitía como causa de
repudio sino el adulterio y las malas costumbres, pero la escuela más
laxa de Hilel se contentaba con cualquier motivo, incluso fútil, como
que la mujer hubiera guisado mal un plato o, sencillamente que otra
mujer le gustaba más al marido.”12.
Las escuelas de Samay, de Hilel y otras tantas que pululaban en Israel
a comienzos de la era cristiana, eran instituciones religioso-políticas –
conformadas y dirigidas exclusivamente por varones hegemónicos– que
invisibilizaban, detrás de alambicadas disquisiciones morales,
estrategias biopolíticas destinadas a construir subjetividades y producir
consensos de disciplinamiento social. Sus disputas, que daban por
sentado que era lícito al varón divorciarse de su mujer, quedan mejor
reflejadas en la versión mateana de este episodio: “¿Es lícito al hombre
divorciarse de su mujer por cualquier motivo?”. Pero pienso que Jesús
no se pronuncia aquí sobre el divorcio como tal –como sostienen y
desearían algunos– sino sobre la diferencia desigualada entre varones y
mujeres, denunciándola como algo anti natura. Él evade las discusiones
coyunturales poco éticas en las que intentan incluirlo, y va más allá de
Moisés que había permitido a los varones judíos divorciarse de sus
esposas “debido a la dureza de sus corazones”, y se remonta hasta el
mito de origen, al principio en el que las cosas no eran así, va al plano
estructural fundante, realizando un verdadero trabajo de
deconstrucción.
Al afirmar Jesús que “al principio no era así”, desnaturaliza las
categorías mujer y varón, mostrando que son modos de subjetivación
articulados social e históricamente, y denuncia determinadas prácticas
sociales como violencias simbólicas. Para hacerlo se remite a uno de los
textos bíblicos de creación de la pareja humana (que aparece en
segundo lugar en la Biblia, pero que presumiblemente es cinco siglos
anterior al otro que aparece en el primer capítulo del libro del Génesis)
sobre el origen de la humanidad. “Es probable que este texto leído hoy
nos parezca sumamente patriarcal y en un sentido lo fue en cuanto dio
11 Fernández, A.M., “Violencia y conyugalidad: una relación necesaria”, en Giberti, E. y
Fernández, A.M. (comp.) La mujer y la violencia invisible, Sudamericana, Bs. As., 1989,
p. 148.
12 Vaux, R. de, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona, 1992, p. 68.
8
sustento a la realidad del carácter secundario de la mujer en la
sociedad de su tiempo. Pero también puede entenderse que justamente
en ese contexto esta narración llevó un poderoso mensaje de
dignificación de la mujer en los términos que para la época eran
comprensibles. Colocó una semilla de contradicción entre el machismo
imperante e irreductible de la sociedad antigua y esta concepción
creacional por la cual la mujer tenía un origen propio junto al varón y
un carácter singular que la hacía el vínculo obligatorio para él. El
hombre no la elige entre otras criaturas, está allí al despertar y debe
aceptarla”13.
Para mostrar que las diferencias desigualadas o las desigualdades
sociales entre varones y mujeres no son oposiciones esenciales, Jesús
echa mano del mito antropogénico que afirma la igualdad sustancial de
ambos sexos simbolizada en la expresión jubilosa: “El hombre exclamó:
¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará
mujer (literalmente varona: isha), porque ha sido sacada del varón (ish)”
(Gn 2,7).
Me parece interesante destacar también en estos textos, como al final
de la versión de Marcos, Jesús coloca a la mujer como sujeto moral.
Marcos, como Mateo, recuerda que Jesús dijo: “El (varón) que se
divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra
aquella”; pero agrega: “y si una mujer se divorcia de su marido y se casa
con otro, también comete adulterio”; dejando en claro no solo la
responsabilidad de la mujer, sino equiparándola al varón en la
posibilidad de elegir repudiar a su marido.
13 Andiñach, P.R., “Génesis”, en Levoratti, A. (comp.) Comentario bíblico
latinoamericano. Antiguo Testamento I, Verbo Divino, Estella, 2005, p. 374.
9
NI LOS HOMBRES NI LAS MUJERES SE CASARÁN
Otro pasaje de la vida de Jesús, relatado esta vez por tres de los cuatro
evangelistas canónicos, muestra cómo él intentaba liberar con sus
enseñanzas a las mujeres de su situación de objeto, de su depreciación
hasta ser considerada una mercancía social, un bien de posible
intercambio interfamiliar o social en las que ella llevaba siempre las de
perder.
Mateo 22, 23-30 Marcos 12, 18-25 Lucas 20, 27-35
23Aquel mismo día se le 18Se le acercaron unos 27 Se le acercaron
acercaron unos saduceos, que son los algunos saduceos,
saduceos, que son los que niegan la que niegan la
que niegan la resurrección, y le resurrección, 28 y le
resurrección, y le propusieron este caso: dijeron: “Maestro,
propusieron este caso: 19“Maestro, Moisés nos Moisés nos ha
24“Maestro, Moisés dijo: ha ordenado lo ordenado: Si alguien
“Si alguien muere sin siguiente: “Si alguien está casado y muere
tener hijos, que su está casado y muere sin sin tener hijos, que
hermano, para darle tener hijos, que su su hermano, para
descendencia, se case hermano, para darle darle descendencia,
con la viuda”. descendencia, se case se case con la viuda.
con la viuda”.
25Ahora bien, había 20 Ahora bien, había 29Ahora bien, había
entre nosotros siete siete hermanos. El siete hermanos. El
hermanos. El primero se primero se casó y murió primero se casó y
casó y como murió sin sin tener hijos.21 El murió sin tener hijos.
tener hijos, dejó su segundo se casó con la 30El segundo 31se
esposa al hermano. 26 viuda y también murió casó con la viuda, y
Lo mismo ocurrió con el sin tener hijos; lo mismo luego el tercero. Y así
segundo, después con el ocurrió con el tercero; murieron los siete sin
tercero, y así 22y así ninguno de los dejar descendencia.
sucesivamente hasta el siete dejó descendencia. 32Finalmente, murió
séptimo. 27Finalmente, Después de todos ellos, también la mujer.
10
murió la mujer. murió la mujer.
28 Respóndenos: cuando 23 Cuando resuciten los 33 Cuando resuciten
resuciten los muertos, muertos, ¿de quién será los muertos, ¿de
¿de cuál de los siete esposa, ya que los siete quién será esposa, ya
será esposa, ya que lo la tuvieron por mujer?”. que los siete la
fue de todos?”. tuvieron por mujer?”.
29 Jesús les dijo: “Están 24 Jesús les dijo: “¿No 34 Jesús les
equivocados, porque será que ustedes están respondió: “En este
desconocen las equivocados por no mundo los hombres y
Escrituras y el poder de comprender las las mujeres se casan,
Dios. 30 En la Escrituras ni el poder de 35 pero los que son
resurrección ni los Dios? 25 Cuando juzgados dignos de
hombres ni las mujeres resuciten los muertos, participar del mundo
se casarán, sino que ni los hombres ni las futuro y de la
todos serán como mujeres se casarán, resurrección, no se
ángeles en el cielo. sino que serán como casan.
ángeles en el cielo.
Los tres textos paralelos dicen que los que hacen la pregunta a Jesús
pertenecen al grupo de los saduceos, y que estos no creían en la
resurrección de los muertos; sin embargo comienzan la pregunta
diciendo: “Cuando resuciten los muertos…”. Esto podría explicarse por
su intención de poner a prueba al maestro de Nazaret que debería
terminar aceptando que no existe la resurrección por la simple razón de
que si existiera la mujer se vería obligada a ser posesión alguno o de los
siete hermanos a la vez.
La ley del levirato ordenaba: “Si varios hermanos viven juntos y uno de
ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará con un
extraño. El hermano del difunto se unirá con ella, y cumplirá con sus
deberes de cuñado tomándola por esposa. El primogénito que ella dé a
luz llevará el nombre de su hermano difunto, y así su nombre no se
borrará de Israel” (Dt 25,5-6). En esa normativa queda de manifiesto,
más allá de la protección social que parece se brinda a la viuda
desvalida, que las mujeres israelitas no eran libres de decidir por sí
mismas y que sus vientres estaban a entera disposición del marido que,
aún muerto, debía perpetuar su nombre (el de él, no el de la mujer) por
medio de un hermano o familiar vivo. El control de la sexualidad de las
11
mujeres acabará produciendo su propia percepción de inferioridad y su
autovaloración como cuerpo reproductor al servicio de la perduración
del nombre de su esposo y de su clan.
Esto da cuenta de que “la familia tradicional era mucho más una
unidad productora y reproductora que una unidad emocional. Era un
mecanismo para transmitir la propiedad y la posición de generación en
generación. El linaje era lo importante y no la reunión alrededor de la
mesa”14.
Tan inesperada y fuera de la lógica común es la respuesta que da Jesús
que los textos señalan que “la multitud, que había oído esto, quedó
asombrada de su enseñanza” (Mt 22,33), y que “tomando la palabra,
algunos escribas le dijeron: Maestro, has hablado bien” (Lc 20,39). Con
su contestación Jesús mostró la distancia que tomaba del sistema
patriarcal en el que vivía y bajo el que murió, porque él pensaba “que la
lógica del Reino es diferente y las mujeres no son objeto [a ser] poseído
por varones: ellas quedan liberadas del dominio de los hombres para
convertirse simplemente en lo que son, personas, como los ángeles del
cielo. Jesús ha superado la lógica de dominación, abriendo un camino
de Reino donde cada uno (varón o mujer) vale por sí mismo y puede
vincularse libremente con los otros”15. Con valentía inusitada, Jesús
abre visibilidades y denuncia dimensiones de sojuzgamiento que
estaban tan arraigadas al punto de que a nadie llamaban la atención.
La institución matrimonial actuaba como pieza clave en el control social
de las mujeres, naturalizando desigualdades y eliminando de las
mismas mujeres la capacidad de desear. “Desde el origen del
patriarcado el hombre se definió siempre como un ser humano
privilegiado, dotado de algo de más que las mujeres ignoraban. Se
consideraba más fuerte, más inteligente, más valiente, más
responsable, más creador o más racional. Y ese más justificaba su
relación jerárquica con las mujeres o, al menos, con su propia mujer.
Pierre Bourdieu explica que ‘ser hombre es estar instalado por derecho
propio en una posición que implica poderes’.”16.
El mundo judío desconocía la bisexualidad de dominación, practicada
por griegos y romanos, y se regía por la más estricta heterosexualidad al
servicio de la reproducción. Pero dentro de esa sociedad, “ni liberadas ni
víctimas, las mujeres estructuran sus espacios, producciones y enlaces
14 Shorter, E., El nacimiento de la familia moderna, Ed. Crea S.A., Bs. As., 1977, p. 11.
15 Pikaza, X., Diccionario de la Biblia. Historia y palabra, Verbo Divino, Estella, 2007,
p. 679.
16 Badinter, E., XY. La identidad masculina. Ed. Alianza, Madrid, 1993, p. 19.
12
sociales y subjetivos en el marco de conflictos de poder con el otro
género, donde sin lugar a dudas en desventajas objetivas y subjetivas se
subordinan, pero también resisten y enfrentan una hegemonía
masculina que –bueno es recordarlo– nunca es monolítica”17. Por fuera
de los centros de poder, Jesús –que según los textos del Nuevo
Testamento se movía de ordinario por la periférica Galilea evitando
Jerusalén, considerada por los judíos como el ombligo del mundo– tomó
distancia del status quo imperante, y cuestionó con su comportamiento
–permitiendo por ejemplo que mujeres que abandonaban a sus maridos
y a sus familias lo siguieran desde Galilea hasta Jerusalén18– y sus
enseñanzas las disposiciones impuestas por el grupo hegemónico de
poder a las mujeres y a otros miembros marginados, como lo eran los
niños, los pobres, los extranjeros y los enfermos.
Dejando de lado la afirmación que Jesús hace de la resurrección de los
muertos –que no tiene que ver con el tema que aquí se trata– ¿cómo
puede interpretarse que en el futuro del Reino de los cielos “serán como
ángeles en el cielo”? Según un extraño pasaje de la Biblia: “Cuando los
hombres comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas,
los hijos de Dios [o sea los ángeles] vieron que estas eran hermosas, y
tomaron como mujeres a todas las que quisieron” (Gn 6,1-2); pero el
objetivo de estas uniones no parece ser otro que el puro deseo, el gusto
por las bellas terrícolas, porque ellos –por el simple hecho de ser
inmortales– no tenían la obsesión de la descendencia que sí tenían los
varones israelitas que en líneas generales no creían en la vida después
de la muerte y que si querían seguir viviendo solo podían hacerlo
interpósita persona por medio de sus herederos legítimos. Por tanto, con
esta afirmación “Jesús no está diciendo que unos humanos serán
transformados en ángeles, pasarán a ser incorpóreos o se volverán
asexuados, sino que en la resurrección experimentarán una
transformación radical de su existencia en virtud del poder de Dios;
recibirán cuerpos refinados como los ángeles. También como los
17 Fernández, A.M., “Violencia y conyugalidad: una relación necesaria”, en Giberti, E. y
Fernández, A.M. (comp.) La mujer y la violencia invisible, Sudamericana, Bs. As., 1989,
p. 146.
18 Lc 8,1-3: “Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la
Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas
mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada
Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa,
intendente de Herodes; Susana y muchas otras que los ayudaban con sus bienes”.
Mt 27,55: “Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que
habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo”.
Lc 23,49: “Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea
permanecían a distancia, contemplando lo sucedido”.
Lc 23,55: “Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José,
observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado”.
13
ángeles, esos humanos resucitados serán dotados de inmortalidad por
el poder de Dios. Tendrán sexo, pero no actividad sexual ni cónyuge
alguno, puesto que, como los ángeles no necesitarán reproducirse de
cara a la muerte”19.
19Meier, J.P., Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo III Compañeros
y competidores, Verbo Divino, Estella, 2003, p. 436-7.
14
BIBLIOGRAFÍA
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