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Qué Significa La Pascua y Por Qué Importa para Los Cristianos

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¿QUÉ SIGNIFICA LA PASCUA Y POR QUÉ IMPORTA

PARA LOS CRISTIANOS?


La celebración de la pascua es uno de los eventos más
significativos en la historia bíblica. Al recordarlo, los creyentes
celebramos visible y activamente la obra redentora de Dios por
su pueblo a lo largo de las Escrituras.

Sin embargo, muchos cristianos a veces no comprendemos de


qué se trata esta celebración. Para identificar, analizar, y meditar
en los aspectos fundamentales de la pascua, necesitamos
considerar la historia de la redención. Por eso, a continuación,
buscamos ofrecer una breve teología bíblica elemental de la
pascua que informe y transforme nuestra predicación y
adoración.

La pascua en el Antiguo Testamento: Redención divina y


memorial perpetuo

De acuerdo al Nuevo diccionario ilustrado de la Biblia, la


palabra pascua “viene del vocablo hebreo pesaj, que
literalmente significa ‘pasar por alto’ o ‘encima’, y
figuradamente ‘preservar’, ‘mostrar misericordia’”. Su primer
uso en las Escrituras se encuentra en Éxodo 12, y nos ofrece
todos los elementos esenciales que serán considerados en el
resto de la Biblia:

Éxodo 12:1-14. 1Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la


tierra de Egipto, diciendo: 2Este mes os será principio de los
meses; para vosotros será éste el primero en los meses del
año. 3Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el
diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias
de los padres, un cordero por familia. 4Mas si la familia fuere
tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y
su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de
las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la
cuenta sobre el cordero. 5El animal será sin defecto, macho de
un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. 6Y lo
guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda
la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. 7Y
tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el
dintel de las casas en que lo han de comer. 8Y aquella noche
comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con
hierbas amargas lo comerán. 9Ninguna cosa comeréis de él
cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con
sus pies y sus entrañas. 10Ninguna cosa dejaréis de él hasta la
mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el
fuego. 11Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro
calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y
lo comeréis apresuradamente; es la Pascuaa de Jehová. 12Pues
yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo
primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de
las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de
Egipto. Yo Jehová. 13Y la sangre os será por señal en las casas
donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y
no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la
tierra de Egipto.
14Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta
solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por
estatuto perpetuo lo celebraréis.

Luego de leer ese pasaje, hay varias cosas que resaltan:


1. Dios es el personaje central de esta historia

Al observar el texto bíblico, todo texto bíblico, Dios (Padre,


Hijo, y Espíritu Santo) es siempre la palabra más importante.
Nuestra primera tarea al estudiar la Biblia debe ser descubrir la
voz de Dios y su obra en la historia.

En nuestras celebraciones y servicios de adoración, hemos de


asegurarnos que nada llegue a ser más visible o admirable que
Dios mismo y su obra gloriosa de redención.
En el caso de la pascua, es evidente que se trata de una
institución divina. Fue idea de Dios (Éx. 12:1-2, 11 1Habló
Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto,
diciendo: 2Este mes os será principio de los meses; para
vosotros será éste el primero en los meses del año. 11Y lo
comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en
vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis
apresuradamente; es la Pascuaa de Jehová ).
No pasemos por alto ni olvidemos que la pascua es “la pascua
del Señor”. Su propósito y valor están eternamente ligados a la
obra de Dios por medio de ella. En nuestras celebraciones y
servicios de adoración, aun hasta este día, hemos de asegurarnos
que nada llegue a ser más visible o admirable que Dios mismo y
su obra gloriosa de redención.
También podemos ver en el pasaje que la pascua es una
expresión del amor de Dios manifestado en la redención de su
pueblo y el juicio de sus enemigos, en fidelidad a su pacto (Éx.
12:7-13 7Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos
postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. 8Y
aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin
levadura; con hierbas amargas lo comerán. 9Ninguna cosa
comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su
cabeza con sus pies y sus entrañas. 10Ninguna cosa dejaréis de
él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo
quemaréis en el fuego. 11Y lo comeréis así: ceñidos vuestros
lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en
vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascuaa de
Jehová. 12Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de
Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así
de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en
todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. 13Y la sangre os será
por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y
pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad
cuando hiera la tierra de Egipto.

En la pascua, Dios recuerda su pacto y actúa con amor fiel


hacia su pueblo. El amor y la misericordia del Señor se ofrecen
a su pueblo mediante el sacrificio y la sangre de un cordero
inocente (Éx. 12:13).

2. En el Antiguo Testamento la pascua es en esencia una


celebración que mira hacia el pasado

Ella marca el día de independencia de Israel y el nacimiento de


la nación (Éx. 12:1-2).

Posterior al evento histórico de la primera pascua, el propósito


de la celebración era que el pueblo recordara, una vez al año,
con sus cinco sentidos, los detalles específicos de la obra
maravillosa de redención que Dios había realizado a su favor en
Egipto (Éx. 12:14; 42, 50-51; 23:15; Dt. 16:3).
En la pascua, Dios derramó sangre, la sangre de los
primogénitos de Egipto. Pero al mismo tiempo pasó por alto
(heb. pesaj) los hogares de aquellos israelitas quienes, con fe
obediente, cubrieron los dinteles de sus casas con la sangre del
cordero sin defecto que habían inmolado con sus propias manos.

3. Celebrar la pascua motivaba al pueblo a recordar


constantemente para vivir fielmente

Para Israel, recordar los detalles específicos de la obra


redentora de Dios en Egipto era importantísimo por una
razón sencilla: En la Biblia, el olvido del pueblo de Dios está
intrínsecamente ligado a la apostasía. Al mismo tiempo, la
Biblia testifica repetidamente la fidelidad de Dios para
recordar sus promesas. Observe los siguientes pasajes en
Deuteronomio 4: Deuteronomio 4:4-31
4
Mas vosotros que seguisteis a Jehová vuestro Dios, todos
estáis vivos hoy. 5 Mirad, yo os he enseñado estatutos y
decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así
en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de
ella. 6 Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es
vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los
pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán:
Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es
esta. 7 Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan
cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo
cuanto le pedimos? 8 Y ¿qué nación grande hay que tenga
estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo
hoy delante de vosotros?
La experiencia de Israel en Horeb
9
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que
no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten
de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las
enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. 10 El día que
estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová
me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis
palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días
que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos; 11 y os
acercasteis y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en
fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube y
oscuridad; 12 y habló Jehová con vosotros de en medio del
fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la
voz, ninguna figura visteis. 13 Y él os anunció su pacto, el cual os
mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en
dos tablas de piedra. 14 A mí también me mandó Jehová en aquel
tiempo que os enseñase los estatutos y juicios, para que los
pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis a tomar posesión
de ella.
Advertencia contra la idolatría
15
Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura
visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del
fuego; 16 para que no os corrompáis y hagáis para vosotros
escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o
hembra, 17 figura de animal alguno que está en la tierra, figura
de ave alguna alada que vuele por el aire, 18 figura de ningún
animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que
haya en el agua debajo de la tierra. 19 No sea que alces tus ojos
al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el
ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les
sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los
pueblos debajo de todos los cielos. 20 Pero a vosotros Jehová os
tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que
seáis el pueblo de su heredad como en este día. 21 Y Jehová se
enojó contra mí por causa de vosotros, y juró que yo no pasaría
el Jordán, ni entraría en la buena tierra que Jehová tu Dios te
da por heredad. 22 Así que yo voy a morir en esta tierra, y no
pasaré el Jordán; mas vosotros pasaréis, y poseeréis aquella
buena tierra. 23 Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová
vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis
escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha
prohibido. 24 Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios
celoso.
25
Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis envejecido
en la tierra, si os corrompiereis e hiciereis escultura o imagen
de cualquier cosa, e hiciereis lo malo ante los ojos de Jehová
vuestro Dios, para enojarlo; 26 yo pongo hoy por testigos al
cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra
hacia la cual pasáis el Jordán para tomar posesión de ella; no
estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos. 27 Y Jehová
os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número
entre las naciones a las cuales os llevará Jehová. 28 Y serviréis
allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y
piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. 29 Mas si desde
allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de
todo tu corazón y de toda tu alma. 30 Cuando estuvieres en
angustia, y te alcanzaren todas estas cosas, si en los postreros
días te volvieres a Jehová tu Dios, y oyeres su voz; 31 porque
Dios misericordioso es Jehová tu Dios; no te dejará, ni te
destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres.
En otras palabras, al instituir la celebración memorial de la
pascua, Dios proveía a su pueblo un medio de gracia que les
permitiría perseverar en la fe y la obediencia al pacto al recordar
“todos los días de su vida” la maravillosa obra de redención de
Dios (Dt. 16:1-3).

De la misma manera que olvidar nos conduce a apostatar,


recordar bíblicamente nos mueve a adorar.

Principios fundamentales

Al estudiar y enseñar acerca de la pascua en el Antiguo


Testamento, necesitamos asegurarnos de enfatizar los siguientes
principios:

1. La pascua es una celebración de la obra amorosa de Dios por


su pueblo. En ella, Dios pasó por alto las casas de israelitas
imperfectos y pecadores el día que juzgó a Egipto, y las pasó
por alto en base al sacrificio de un cordero inocente. Debemos
celebrar a Dios en la pascua.
2. El propósito de la celebración perpetua es dar al pueblo de
Israel una motivación constante, además de una memoria
visible y activa que les fortalezca espiritualmente para
permanecer fieles en su adoración y servicio al Dios que les
redimió. De la misma manera que olvidar nos conduce a
apostatar, recordar bíblicamente nos mueve a adorar.

La pascua en el Nuevo Testamento: Certeza de redención y


anhelo de comunión

En el Nuevo Testamento los pasajes asociados a la celebración


de la pascua se encuentran en los evangelios (Mt. 26:17-19; Mr.
1412–25; Lc. 22:7–23; y Jn. 13:21–30). La pascua judía fue
celebrada, consumada, y redefinida por nuestro precioso
Salvador. Él utilizó esta, la más importante de las fiestas judías,
como el punto de partida para la institución de la Cena del
Señor y la inauguración del Nuevo Pacto.

Aquí analizaremos solo el texto en Lucas 22:14-20. En él


encontramos todos los aspectos esenciales de la pascua y su
significado en el Nuevo Pacto:

Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y con El los


apóstoles, y les dijo: Lucas 22:14-20 “Intensamente he deseado
comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque les
digo que nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla en
el reino de Dios.”

Y tomando una copa, después de haber dado gracias, dijo:


“Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que de
ahora en adelante no beberé del fruto de la vid, hasta que venga
el reino de Dios.”

Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y


les dio, diciendo: “Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado;
hagan esto en memoria de Mí.” De la misma manera tomó la
copa después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo
pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes.
Luego de leer ese pasaje, hay varias cosas que resaltan.

1. Un profundo anhelo de entrar en comunión

Esto es vital para comprender la cena. Para Dios, es un


momento anhelado de comunión con su pueblo elegido; un
momento de gozo expectante, sostenido en la certeza de la
redención futura.
El anhelo del Salvador no ignora el padecimiento de la cruz,
sino que más bien lo reconoce como el perfecto cumplimiento
de la promesa que Dios hizo de otorgar a su pueblo su presencia
para siempre. Cuando nuestra redención sea consumada, el
Reino de Dios será final y completamente establecido. Y en ese
gran momento celebraremos la cena en la presencia inmediata
de nuestro Salvador. ¡Dios anhela darnos la gloriosa comunión
de su presencia!

2. Una ceremonia modificada y un nuevo significado


otorgado

Ahora damos gracias, no por el cordero que libró a Israel de


Egipto, sino por el Salvador, el cordero de Dios, que con su
cuerpo y su sangre otorga eterna redención a todo aquél que
cree.

De esta manera, la última pascua se convirtió en la primera


Santa Cena, el símbolo visible de la inauguración del Nuevo
Pacto (Lc. 14:20). Esta cena ya no apuntaría más al pasado, a la
liberación de la esclavitud temporal en Egipto, sino al sacrificio
de Cristo, el cordero de Dios, quien entregó su vida y derramó
su sangre en la cruz para darnos eterna libertad y redimirnos de
la esclavitud del pecado para siempre.

Ahora damos gracias, no por el cordero que libró a Israel de


Egipto, sino por el Salvador, el cordero de Dios, que con su
cuerpo y su sangre otorga eterna redención a todo aquél que
cree.
3. La copa y el pan: elementos memoriales (Lc. 14:19-20)
Por esta razón, en la Santa Cena no sacrificamos un cordero, ni
derramamos sangre. Nuestro cordero fue sacrificado por
nosotros, en aquella pascua, una vez para siempre, y con ello
obtuvo eterna salvación para su pueblo escogido (1 Co. 5:7; He.
10:12-14).

4. Una celebración

Al igual que el pueblo de Israel celebraba la fiesta de la pascua,


nosotros también celebramos con gratitud el sacrificio del Hijo
de Dios. La Cena del Señor nos recuerda que ahora vivimos en
una nueva etapa en el programa del Reino de Dios. Ahora
somos beneficiarios del Nuevo Pacto inaugurado en la cruz (Lc.
14:16, 20).

Además, la cena nos recuerda que nuestra esperanza está en el


futuro, en la consumación del Reino de Dios (Lc. 14:16). Al
comer el pan y beber la copa, esperamos con plena certidumbre
el día en que el Reino de Dios sea establecido por completo. El
día en que nuestra redención llegue a su conclusión gloriosa.
Ese día la celebraremos una vez más en la presencia inmediata
de nuestro Salvador.

5. Una invitación a recordar activamente

Hacemos esto en memoria de Él. El cristiano no celebra con


recuerdos pasivos sino con actos significativos. Recordamos al
Señor, su amor, su misericordia, y su gracia. Recordamos su
obra sacrificial por nosotros. Actos que, en el presente, nos
trasladan al pasado y al futuro. Comemos el pan y bebemos el
vino, y al hacerlo regresamos a aquél viernes donde el perfecto
amor de Dios por nosotros se desplegó en la cruz.

Al mismo tiempo, al celebrar la pascua saltamos también al


domingo, al gozo de la tumba vacía, a la realidad del Cristo
resucitado y glorificado. Y de allí somos llevados al futuro, a la
consumación del Reino, cuando nos sentaremos con Él y
celebraremos su sublime gracia, y adoraremos para siempre a
nuestro Rey soberano.

6. Una celebración no solo de la muerte, sino de la


resurrección

Podemos celebrar gozosos la muerte de nuestro Mesías, porque


proclamamos su resurrección. ¡Él ha resucitado! ¡Él está a la
diestra del Padre! ¡Él vendrá otra vez! ¡Él nos llevará consigo
para gozar junto a Él para siempre! La cruz consuma la
expiación, pero no es el fin de la salvación. El fin de la
salvación está en la resurrección corporal de Cristo y de cada
uno de sus hijos.

Podemos celebrar gozosos la muerte de nuestro Mesías,


porque proclamamos su resurrección.

Una última mirada a la pascua

Antes de terminar, observemos algunos aspectos adicionales


en relación a la pascua y la Cena del Señor presentes en el
último pasaje en el Nuevo Testamento asociado a la pascua
cristiana, que es la Cena del Señor:

“Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa,
proclaman la muerte del Señor hasta que El venga. De manera
que el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente,
será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto,
examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba
de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir
correctamente el cuerpo del Señor, come y bebe juicio para
sí”, 1 Corintios 11:26-29.

Como hemos visto, a lo largo de las Escrituras, la pascua y la


cena son una celebración. En la cena y en el domingo de
resurrección celebramos al Salvador. Sin embargo, existe
siempre un elemento sagrado y solemne. Existe el dolor de la
realidad presente del pecado. Tal como en el Antiguo
Testamento celebraban primero comiendo pan de aflicción y
hierbas amargas, símbolos de las angustias de Egipto, nosotros
también llegamos al Domingo de Resurrección cargados con el
dolor del mundo y de nuestro pecado.

Tal como nuestro Salvador anhelaba la comunión de la última


cena con sus discípulos, Dios aún anhela nuestra comunión.

Pero observe las Escrituras. En este pasaje, contrario a la


práctica de muchas congregaciones, la realidad del pecado en
el creyente no es una exhortación a la abstención, sino una
invitación a la comunión y al arrepentimiento. El texto no dice,
“pruébese cada uno a sí mismo, y absténgase”. En cambio dice,
“examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y
beba de la copa” (v. 27).
Tal como nuestro Salvador anhelaba la comunión de la última
cena con sus discípulos, Dios aún anhela nuestra comunión.
Nuestro pecado cotidiano es un obstáculo autoimpuesto.
¡Cristo lo venció en la cruz! Y en cada celebración de la Cena
del Señor, nos exhorta a arrepentirnos. Nos exhorta a venir, a
comer, a recibir nuevamente la gracia del perdón que el pan y
la copa simbolizan.

En la cena, nuestro Salvador está verdaderamente presente y


aún nos ofrece su gracia. Solo necesitamos un corazón contrito
y humillado. ¡Acerquémonos al Salvador! Él nos espera
anhelante.

Nota del editor: Este artículo ha sido modificado de una serie


publicada originalmente en La Voz Logos. Usado con permiso.

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