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Desarollo Doctrinas Adventistas - La Deidad - 1

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Lectura: Fundamentos Bíblicos de Nuestra Fe – Teología. Tomo 2.

Texto: La Doctrina de Dios. Fernando L. Canale.


Páginas 71 – 129.

V. UNICIDAD DE DIOS

La unicidad de Dios queda patente en la Biblia a través del relato completo de sus

providencias y revelaciones desde el Antiguo Testamento y refrendado en el Nuevo

Testamento. Asimismo, la doctrina de la Trinidad está implícita en el relato bíblico. Pero

fue a raíz de la revelación en Jesucristo que se estableció el contexto para un estudio

concreto de su naturaleza externa. En este propósito, la historia muestra que la filosofía

se ha mezclado con la investigación bíblica dando origen a concepciones erróneas

respecto a su unicidad y pluralidad. Lo que queda claro en el AT es que “Jehová uno es”

como declara Deuteronomio 6:4 y corroboran otros textos, aunque no vayan más allá en

cuanto a su naturaleza interior. Por su parte, el NT pone de manifiesto la tensión entre la

unicidad y la complejidad de su ser en la encarnación de Jesucristo.

VI. LA DEIDAD EN EL AT

La teología clásica ha optado por la simplicidad en la naturaleza de Dios para dar

respuesta a su unicidad en oposición a la compleja pluralidad que se desprende del NT.

Esta pluralidad se intuye desde el principio, donde Dios se presenta utilizando una

forma de “plural de plenitud” en su propio nombre o por ejemplo, de forma dual en su

presencia histórica como el Ángel del Señor.


VII. LA DEIDAD EN EL NT

En el NT se suceden la revelación de Dios en Jesús y la del Espíritu Santo en

armonía con lo enseñado a través de Santuario del AT en el contexto de la inmanencia

personal e histórica de Dios, ambos vitales para comprender el ser divino. En este

aspecto, la divinidad de Jesús queda afirmada desde los Evangelios con los atributos que

se le reconocen, así como con su identificación con el Yo Soy, el Yahweh del AT y otras

referencias en las cartas paulinas. Asimismo, la encarnación pone de manifiesto que la

plenitud de la deidad en Jesús no abarca todo el ser divino y que su existencia no está

supeditada a la misma. Por el contrario, afirman tanto su trascendencia como su

pluralidad sin que de ella se pueda inferir subordinación ontológica, aunque ciertos

textos puedan dar pie a entender que el Padre genera al Hijo, quien ésta subordinado.

Esta doctrina arriana ya se declaró herética, aunque no se ha desterrado del todo en la

ortodoxia cristiana. En cambio, del estudio de las Escrituras se extrae una subordinación

en la encarnación supeditada al plan de salvación y que se manifiesta en el plano de la

inmanencia divina a nivel relacional y funcional en el gobierno divino dentro del

contexto del Gran Conflicto. Esta relación Padre-Hijo permite hablar de fórmulas

binitarias que no excluyan la trinitaria cuando el Espíritu Santo interviene de forma

explícita. De esta forma se revela la tercera persona divina y presenta el panorama

completo de la pluralidad de Dios. Es gracias a la intervención del Espíritu Santo que se

explica la siguiente fase del plan de salvación, con Cristo en el Santuario Celestial y a la

vez, el Espíritu santo en la Tierra sin limitaciones físicas para alcanzar a todos los seres

humanos. La venida el Espíritu Santo en Pentecostés, después de la resurrección de

Jesús, dirige la atención al sistema de tipos del AT, donde la Pascua y Pentecostés

formaban parte de la misma cadena de eventos conmemorativos del desarrollo del plan
de salvación. La primera, como la liberación de Egipto y su muerte en la cruz y la

segunda, como el pacto del Sinaí y el derramamiento del Espíritu Santo. En estos dos

eventos Dios se hace presente en la vida del hombre de una manera concreta y cercana.

Y es que el Espíritu Santo siempre ha estado presente, otorgando dones espirituales a

individuos en el AT y a toda la iglesia en el NT, como representante de Cristo tras su

muerte y resurrección. Su énfasis desde el principio ha sido el acercar la relación con

Dios hasta el corazón del hombre que lo admita. Mientras Dios el Hijo intercede por los

pecadores arrepentidos en el Santuario Celestial, Dios el Espíritu Santo revela su

persona en la Tierra para desempeñar las labores designadas en le plan de salvación. Es

por esto que tanto estar en Cristo como en el Espíritu Santo tienen el mismo sentido.

Esta revelación de sí mismo no obedece tampoco a una realidad ontológica de

subordinación al Padre o al Hijo, sino a su momento oportuno para presentarse a la

humanidad como Dios mismo, con sus atributos, acciones y personalidad propia. No hay

lugar para decir que es una fuerza, una energía o un ser no personal. Por otra parte, su

papel en el proceso de revelación de Dios, desde la inspiración de los profetas hasta la

iluminación, morando en los corazones renovados de los pecadores, es lo que trae la luz

que necesitan para su salvación por la fe en Cristo. Esta nueva relación se manifiesta en

el bautismo y una nueva vida de obediencia a la voluntad de Dios expresada en su

Palabra inspirada. Por último, un derramamiento ilimitado de sus dones se producirá en

los días del fin cuando su iglesia esté en armonía con Cristo.

Todo esto permite asociar las fórmulas binitarias y trinitarias con lo implícito

desde al AT con relación a la naturaleza trinitaria de Dios, sin que la revelación haya

detallado esta doctrina.


VIII. IMPACTO DE LA DOCTRINA DE LA DEIDAD

Esta doctrina influye en toda la teología cristiana, donde la filosofía ha tratado de

jugar un papel relevante desde los primeros siglos. Desde la Reforma se ha tratado de

limpiar y ceñir únicamente a lo revelado en su Palabra. En el registro bíblico la Deidad

trinitaria ocupa el centro de todo, incluyendo la teología, y está presenta en el origen y

en el desarrollo de la historia humana. Su influencia va desde el marco metodológico

hasta el práctico en la vida del cristiano a nivel personal, eclesiológico y misionológico.

Y es que solo al entender esta realidad a la luz de la Biblia, su vida práctica mostrará una

espiritualidad con base a la relación con la divinidad y su plan de salvación. Por el

contrario, al relegar la salvación a un ámbito exclusivamente interno, la vida diaria

queda aislada de la espiritual, no ejerce cambios en la conducta del creyente y como

consecuencia, es la vida espiritual la que queda modelada bajo la influencia del mundo.

El otro aspecto en el que influye es en la vida comunitaria dentro de la iglesia, que fue

instituido por Dios el Hijo para la misión de salvación pero que queda desprovista de

esta función principal si se entiende como un mero sacramento de la presencia de Dios

entre la humanidad.

IX. RESEÑA HISTÓRICA

Es posible dividir el estudio del desarrollo de la teología cristiana en referencia a

la naturaleza y actividad de Dios en cuatro periodos principales, la patrística, el

Medioevo, la Reforma y el moderno y en todos estos períodos ha sido mayoritaria la

posición de que la filosofía extrabíblica era necesaria para la teología cristiana, con

especial incidencia de la filosofía griega. El ambiente helenístico en el que estaba

inmersa la cultura en tiempos de los primeros padres de la iglesia se deja notar en la

influencia neoplatónica desde el filósofo judío helenístico Filón de Alejandría, tomando


conceptos del propio Platón, de Pitágoras, Aristóteles y de los estoicos, así como en

Plutarco y en Plotino. Ambos partieron de la base de los dos mundos de Platón, pero

agregaron la idea de que un Dios atemporal celestial ejercía el gobierno trascendente, y

para su compresión eran necesarias unas realidades intermedias del mundo inteligible.

Por su parte, Plutarco se acercaba más al demiurgo platónico y Plotino relacionaba

ambos mundos a través de un panteísmo del que emanan todas las cosas.

Con la llegada de la Edad Media, el aristotelismo se abrió paso al ser traducidos

sus escritos en el siglo XII en Toledo, España, por parte de eruditos tanto judíos como

musulmanes. Fue la base para la síntesis escolástica, en la que Dios no es creador del

mundo, quien es eterno dentro de su ámbito espacial y temporal, y tampoco es capaz de

intervenir en la historia o hacer milagros. Aristóteles reduce la actividad de Dios a

autoconocerse en su perfección y atemporalidad, sin precisar de nada ni nadie más.

Algunos de los padres destacados por sus planteamientos teológicos fueron Justino

Mártir, en el s. II d. C. quien a través de su apologética deja ver un Dios eterno e

inmutable, el Padre, pero también personal, según extrae de la Biblia. Su limitación a la

hora de intervenir en la historia, fruto del aristotelismo, requiere de un mediador, a

saber, el preexistente Logos divino, emanado del padre como persona poco antes de la

creación. Se intuye una doctrina de la Trinidad inmanente, así como un tipo de

subordinacionismo en el Logos. Otro padre de la iglesia, como Ireneo de Lyon quien

luchó contra las herejías gnósticas, se enfocó en la actividad de la Dios más que en su

naturaleza con relación a la Creación, que sería ex nihilo, y en la Trinidad, que sí estaría

involucrada en la dimensión histórica y actor principal de la salvación. Su limitada

aceptación de la especulación filosófica, su tendencia pragmática preminente y su

preferencia bíblica en estos temas lo calificaron de ingenuo y se arrinconó. Orígenes de


Alejandría, en el s. III trajo una nueva perspectiva frente a las herejías a través de la

teología sistemática, aunque en vez de basarse en la Sola Scriptura, como pretendió

Ireneo, sino que cayó del lado filosófico con el neoplatonismo. Fue por esto que enmarcó

a la divinidad trinitaria en sus categorías filosóficas, concibiendo la Deidad como

inmanente, atemporal, fuera del espacio. Dios el Padre sería solo la causa simple y

eterna, mientras que requiere de una doble subordinación ontológica donde Dios el Hijo

sería generado por el Padre desde la eternidad, mientras que el Espíritu Santo tendría

un estado ontológico inferior al Hijo. En cuanto a su relación con la creación no temporal

platónica, Dios sería tanto creador, como benefactor y providente, dando pie a una

incipiente doctrina de la predestinación.

Otras herejías entre los siglos II y IV incluyeron el monarquianismo, Jesús fue un

hombre elevado a Hijo de Dios al descender el Espíritu Santo sobre él, rechazando la

idea de la Trinidad por una inmanencia dinámica y el arrianismo, que combinaban bien

tanto con el neoplatonismo como con las propuestas de Justino Mártir y Orígenes. Fue

Agustín de Hipona quien trajo la idea de relaciones de engendrar y ser engendrado, en

lugar de personas divinas, siendo el Espíritu Santo la materialización del vínculo de

amor entre el Padre y el Hijo. A su vez, Agustín es el influyente principal de la creencia

católica de la Trinidad, conocida como Credo atanasiano, donde se reconoce que hay un

Dios, tres personas, pero no tres dioses. Unicidad por su sustancia, aunque en su

explicación metafísica cae en monarquianismo y subordinacionismo ontológico por su

generación de Dios el Hijo y la procesión tanto de Dios el Padre como de Dios el Hijo del

Espíritu Santo, Filioque.

Es en la Edad Media sobresale Tomás de Aquino como referente de la teología

escolástica bajo el influjo aristotélico. Dota el concepto agustino de Dios de especificidad


técnica y coherencia interna, aunque cae en el triteísmo extrabíblico, por identificarlo en

vez de como personas como diferentes expresiones de sí mismo.

El tercer periodo corresponde con la Reforma, si bien su interés estaba orientado

a la soteriología y la eclesiología por lo que no existe mucha producción en el campo de

la Doctrina de Dios. Tanto Lutero como Calvino procuraron ceñirse a la Escritura aunque

se advierten tintes filosóficos neoplatónicos y agustinianos, así como ockamistas en sus

escritos. Lutero distingue entre el Dios revelado en Jesucristo y el Dios oculto más allá de

la revelación. Por su parte, Calvino retomó un estudio sistemático en la tradición de

Agustín, y en la práctica, identificó la presciencia divina con la predestinación, su

soberanía como la ejecución de su voluntad. Entre los diferentes movimientos surgidos

al calor de la Reforma, el anabaptismo, con su enfoque tan práctico volvió a la

concepción de las personas divinas como tales y no como relaciones, en las que Menno

Simons reconocía “tres verdaderos seres divinos que son uno en deidad, voluntad, poder

y obras”. En contraste, el arminianismo tendió hacia la filosofía aristotélica con un Dios

simple e inmutable, separándose de la predestinación y abrazando el decreto de Dios

para la salvación de todo aquel que se arrepiente y cree.

Por último, en la Edad Moderna o Contemporánea la teología bebe de la

ilustración y su tendencia anti metafísica. Kant, Hegel y Whithead sustituyen a Platón y

Aristóteles dando origen a una teología más liberal propugnada por Schleiermacher en

el s XVIII. En ella, la experiencia religiosa interior toma más peso en cuanto mayor es la

dependencia de Dios, quien es eterno, inmutable y simple por lo tanto no tiene cabida el

concepto de complejidad y Trinidad. Barth, ya en el s. XX sí que admite la Trinidad bajo

la que configura su Dogmática, siendo esta formada por el concepto agustino de

relaciones y no de personas, a causa de la revelación. Por su parte, Whitehead se basa en


el platonismo al que suma influencias empíricas de Locke y Hume pro lo que Dios ha de

poder explicarse con principios metafísicos presente en la explicación del mundo. Para

Whitehead, Dios es dipolar, donde le polo primordial es eterno y completo, aunque

deficiente e inconsciente y el polo consecuente es temporal, incompleto actual y

consciente. Dios no crea sino salva el mundo en su inmanencia, esto es el juicio divino.

Las acciones en el mundo se transforman en una realidad en el cielo y vuelven al mundo.

Este concept destaca a Dios como gran compañero del hombre a través del amor en

relación recíproca mutuamente interdependiente. A finales del s. XX Pannenberg

propone las tres personas divinas como modos de Dios, una fuerza impersonal en un

campo universal. Mientras que la “perspectiva abierta de Dios” incluye una visión

modificada de la naturaleza dipolar de Dios, ya que, en este caso, Dios es, a la vez,

temporal y atemporal para relacionarse con las criaturas dentro del tiempo, mientras

que le priva del conocimiento del futuro para permitir el libre albedrio de sus criaturas.

Como consecuencia, niega la profecía y la segura guía divina.

En cuanto a los adventistas del séptimo día, no han desarrollado de forma

sistemática las doctrinas de Dios y al Trinidad, en cambio, han producido declaraciones

dogmáticas y teológicas en el contexto de la cristología y el plan de salvación en

conformidad con su decisión firme por la Sola Scriptura. En sus orígenes, aceptaron

planteamientos cercanos a la subordinación temporal, pero siempre reconocieron la

plena divinidad de Jesús. En cuanto a su postura de oposición a la interpretación de la

teología clásica, no invalida su aceptación de la Trinidad mientras luchaban con una

comprensión adecuada de su inmanencia y su realidad “económica”. Asimismo,

encontraron que la unicidad era un problema para aceptar la distinción entre las tres

personas divinas. A pesar de esto, la influencia filosófica predominante les desplazó


hacia corrientes antitrinitarias en sus orígenes. Como resultado de su base bíblica, el

pensamiento adventista ha superado estos planteamientos iniciales reconociendo que

Dios incluye tanto a la persona de Padre en el cielo como al Jesucristo histórico

plenamente divino y a la persona del Espíritu Santo. Esto se ha plasmado en sucesivas

declaraciones como la de 1872 por Uriah Smith, de manera extraoficial y las oficiales de

1931 y 1980. El apoyo por parte de Elena de White al escribir en 1898 que la vida de

Cristo es original y no deriva de ninguna otra afirmó este punto como enseñanza bíblica

y abandono de posiciones previas con influencias filosóficas. La Trinidad está formada

por tres personas en sentido bíblico, individuales en inteligencia y acción. También se

reconoce la Trinidad inmanente y la “económica” en sentido de relación más que de

correspondencia. Su unicidad está ligada con su intervención de acuerdo con el plan de

salvación y no al concepto de esencia, mientras que rechazan el triteísmo derivada del

concepto de compañerismo de acción. Se recalca también que la razón humana se queda

corta para entender a cabalidad este aspecto y que es la fe la que permite aceptar este

concepto, sin el deseo de ir más allá de lo revelado ni entrar en especulaciones bajo

peligro para las almas que pretendan exaltar el intelecto humano por encima de la

revelación divina.

Comentarios críticos personales

Me ha gustado conocer el análisis de la doctrina de Dios que plantea este trabajo,

las diferentes etapas por las que ha pasado dentro del cristianismo y cómo la filosofía ha

influido en su desarrollo. Esto me va a ser muy útil a la hora de compartir con hermanos

de otras denominaciones y entender por qué piensan como lo hacen y cómo les puedo

ayudar a encontrar la verdad en la Biblia sobre la Deidad.


Otro punto que me ha gustado es el concepto de simplicidad o complejidad de la

divinidad y cómo desde ahí se extraen consecuencias prácticas para la vida del creyente.

Si bien conocía los conceptos de subordinación y emanación, leer un estudio más

profundo me ha aportado elementos críticos para analizarlos y por otra parte, afianzar

mi fe en la revelación de la Escritura. En concreto, los textos bíblicos que pueden dar pie

a sostener la idea de generación y su contexto más apropiado para entender lo que dicen

en armonía con el resto de la Biblia y en la historia del gran conflicto, muchas veces

olvidado por los que sostienen estos planteamientos.

Me ha llamado la atención la manera en que presenta, dentro de la labor de

iluminación por parte del Espíritu Santo que lso hombres estábamos privados de luz

desde la caída, con todo lo que esto implica, y que al Mesías se le dio de una forma

especial.

En cuanto a las implicaciones de la doctrina de Dios, me resulta práctico para

aplicarlo tanto a mi propia vida como al hablar con hermanos más jóvenes que priorizan

el impacto en sus vidas antes que las consideraciones teológicas.

En la reseña histórica se me ha quedado corto la presentación de filosofías como

el platonismo o el aristotelismo para entender mejor su influencia en los teólogos a lo

largo de la historia, por eso he tenido que revisar otros materiales para complementar lo

que expone el texto. Estoy agradecido por la lectura de este material y también por

conocer mejor cual ha sido la evolución del pensamiento adventista respecto a la

doctrina de Dios y sobre todo, comprobar que su base está tan cercana a la Biblia como

es posible y el espíritu de seguir acercándose todo lo que se pueda aunque me ha


sorprendido que no le de importancia al error doctrinal de los pioneros relativo al

subordinacionismoy el semiarrianismo.

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