DESPONSORIOS CON JOSÉ
Estaba cercana la plenitud de los tiempos pero María aún no lo sabía, ha
crecido y se ha hecho mujer. La Trinidad Santa le prepara un matrimonio
santo que custodiará su virginidad. El Hijo de Dios ha de nacer y crecer en
el seno de una familia, porque Dios ama a las familias.
Es probable que por aquellas fechas los padre de la Virgen ya hubieran
fallecido y María vivía en casa de algún pariente que al aproximarse la
edad en que las doncellas de Israel solían contraer matrimonio – cerca
de los quince años- tuvo que ocuparse de esta cuestión y concertó el
matrimonio de María con José.
Pocas noticias nos dan los Evangelios sobre el esposo de María,
sabemos que él también pertenecía a la casa de David y que era un
varón justo, un hombre que como afirma la Escritura se complace en la
ley del Señor y noche y día medita en su ley.
En el Evangelio de San Lucas cuando María responde al Arcángel Gabriel
que no conoce varón, muestra que ella tenía la firme determinación de
permanecer virgen. No hay motivos humanos que justifiquen esa
decisión extraña, porque en aquella época toda joven israelita y mas si
pertenecía a la descendencia de David, abrigaba en su corazón la ilusión
de contarse entre los ascendientes del Mesías. Por ello la tradición de la
Iglesia explica que esa firme determinación es fruto de una inspiración
especial del Espíritu Santo que estaba preparando a la que iba a ser
Madre de Dios.
No sabemos cómo se conocieron María y José, es posible que se
conocieran desde tiempo atrás. En cualquier caso, es lógico pensar que
antes de los desposorios María comunicó a José su propósito de
virginidad, y José -preparado por el Espíritu Santo- también había sentido
el impulso de dedicarse en cuerpo y alma al Señor. Así es posible
imaginar la concordia que se estableció entre estos dos corazones y la
paz interior que rebosaba en sus almas.
Recordemos que este acuerdo fue previo a los desposorios y la
Anunciación fue antes de que José llevara a María a vivir con él.
María sabe que el Señor ha querido desposarla con José, un varón justo
que la quiere y la protege. José solo sabe que el Señor desea que sea
esposo de María. Israel sólo ve a una pareja de recién casados, pero Dios
se complace y los ángeles se admiran.
Cuando María regresa de visitar a su prima Isabel, José observa que está
embarazada y piensa en dejarla en silencio, mas en sueños el Ángel del
Señor le dice que no tema tomar a maría porque lo engendrado en ella es
del Espíritu Santo (Mt 1,20). De esta forma recibe la confirmación de
estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del
matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada
para dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar en la realización de su
designio de salvación.
El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a Maria y a
José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito
de una elevada espiritualidad. José y María, dos humanos como tu y yo,
llamados a contribuir al misterio de la Encarnación del verbo, Recibieron
la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y al mismo tiempo el
don del matrimonio.
La dificultad de entender este misterio sublime de su comunión
esponsal, ha inducido a algunos atribuir a José una edad avanzada y a
considerarlo custodio de María mas que su esposo.
Sin embargo, podemos imaginar a un José joven, fuerte, quizá con
algunos años más que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y
de la energía humana. Ya que para vivir la virtud de la castidad, no hay
que esperar a ser viejo o a carecer de vigor. La pureza nace del amor y
para el amor limpio no son obstáculos la robustez y la alegría de la
juventud.
Así podemos reflexionar que San José era joven de corazón y de cuerpo
cuando contrajo matrimonio con María, cuando supo del misterio de su
Maternidad divina y cuando vivió con ella respetando la integridad que
Dios quería legar al mundo. “Quien no sea capaz de entender un amor
así, sabe muy poco de lo que es el verdadero amor y desconoce por
entero el sentido cristiano de la castidad” San Josémaría Escrivá de
Baleguer, Es Cristo que pasa, n. 40
ACCIÓN SUGERIDA: Conociendo el amor profundo que se tenían José y
María podemos reflexionar acerca del amor que tenemos en nuestro
matrimonio. Ellos son un ejemplo de cómo vivir muchas virtudes en la
vida matrimonial, por ejemplo la confianza en Dios y el servicio que se
daban el uno al otro. Observemos cómo María se presenta ante su
esposo confiando en que Dios sabrá obrar en él. Oremos por nuestros
esposos como María lo hacía por José. Pidamos la intercesión de este
Santo Matrimonio en nuestras alegrías y en nuestras necesidades. Es
buen momento de seguir su ejemplo para santificarnos como esposos.