Apología San Justino
Apología San Justino
1. 1. Al emperador Tito Elio Adriano Antonino Pío, Augusto, César, César, hijo de
Augusto, filósofo, y a Lucio, filósofo, hijo por naturaleza del César, y de Antonino Pío
por adopción, amantes del saber, al sagrado Senado y a todo el pueblo romano, en favor
de los hombres de toda raza, injustamente odiados y perseguidos, yo, Justino, uno de
ellos, hijo de Prisco, nieto de Bacquio, natural de Flavia Neápolis, ciudad de Siria
Palestina, dirijo este discurso y esta súplica.
2. 1. Los que son de verdad piadosos y filósofos, manda la razón que, desechando las
opiniones de los antiguos, si no son buenas, sólo estimen y amen la verdad: la sana razón
ordena, en efecto, no seguir a quienes han obrado o enseñado la injusticia, pues el amador
de la verdad, por todos los modos, con preferencia a su propia vida, así se le amenace con
la muerte, debe estar siempre decidido a decir y practicar lo que es justo. 2. Ahora bien,
ustedes se oyen llamar por doquiera piadosos y filósofos, guardianes de la justicia y
amantes de la instrucción; pero que realmente lo sean, es cosa que tendrá que demostrarse.
3. Porque no venimos a halagarlos con el presente escrito ni a dirigirles un discurso por
conseguir sus favores, sino a pedirles que pronuncien su juicio al cabo de una exacta y
rigurosa investigación, y que no dicten sentencia contra ustedes mismos, llevados de un
prejuicio o del deseo de complacer a hombres supersticiosos, o movidos por una
irreflexiva precipitación o de unos pérfidos rumores inveterados. 4. Contra ustedes,
decimos, porque nosotros estamos convencidos de que por parte de nadie se nos puede
hacer daño alguno, mientras no se demuestre que somos obradores de alguna acción
criminal o nos reconozcamos culpables. Ustedes pueden matarnos, pero dañarnos, no.
3. 1. Para que nadie crea que se trata de propósitos insensatos y temerarios, pedimos que
se examinen las acusaciones contra nosotros, y si se demuestra que son reales, se los
castigue como es conveniente; pero si no hay crimen de que argüirnos, la recta razón
prohíbe que por rumores malévolos se cometa una injusticia con hombres inocentes, o,
por mejor decir, la cometan contra ustedes mismos, si es que creen justo que los asuntos
se resuelvan no por juicio, sino por pasión. 2. Porque todo hombre sensato ha de declarar
que la exigencia mejor y aun la única exigencia justa es que los súbditos puedan presentar
una vida y un pensar irreprensibles; pero que igualmente, por su parte, los que mandan
den su sentencia, no llevados de violencia y tiranía, sino siguiendo la piedad y la filosofía,
pues de este modo gobernantes y gobernados pueden gozar de felicidad. 3. Y es así que,
en alguna parte, dijo uno de los antiguos: "Si tanto los gobernantes como los gobernados
no son filósofos, no es posible que los estados prosperen" (cf. Platón, República V,473;
Filón de Alejandría, Vida de Moisés II,2; Alcínoo, Didascalikón 34). 4. A nosotros, pues,
nos toca permitir a todos el examen de nuestra vida y de nuestras enseñanzas, no sea que
nos hagamos responsables del castigo, en lugar de quienes hacen profesión de ignorar
nuestra religión, de las faltas que cometen por ceguera contra nosotros; pero también es
deber de ustedes, oyéndonos, mostrarse buenos jueces. 5. Porque ya en adelante,
instruidos como están, no tendrán excusa alguna delante de Dios, en caso de que no obren
justamente.
Argumentación
4. 1. Por el sólo hecho llevar un nombre no se puede juzgar a nadie bueno ni malo, si se
prescinde de las acciones que ese nombre supone; ahora bien, ateniéndose al nombre de
que se nos acusa, se comprueba que somos los mejores ciudadanos. 2. Pero como no
tenemos por justo pretender se nos absuelva por nuestro nombre, si somos convictos de
maldad; por el mismo caso, si ni por nuestro nombre ni por nuestra conducta en la ciudad
se ve que hayamos dilinquido, es deber de ustedes poner todo empeño para no hacerse
responsables de justo castigo, condenando injustamente a quienes no han sido
convencidos de crimen alguno. 3. En efecto, de un nombre no puede razonablemente
originarse alabanza ni reproche, si no puede demostrarse por hechos algo virtuoso o
vituperable. 4. Y es así que a nadie que sea acusado ante sus tribunales, le castigan antes
de que sea convicto; sin embrago, tratándose de nosotros, toman el nombre como prueba,
siendo así que, si por el nombre va, más bien deberían castigar a nuestros acusadores. 5.
Porque se nos acusa de ser cristianos, pero no es bueno odiar lo que es excelente. 6. Y hay
más, con sólo que un acusado niegue de viva voz ser cristiano, lo ponen en libertad, como
quien no tiene otro crimen de que acusarle; pero el que confiesa que lo es, por la sola
confesión le castigan. Lo que se debiera hacer es examinar la conducta lo mismo del que
confiesa que del que niega, a fin de poner en evidencia, por sus obras, la calidad de cada
uno. 7. Porque de la misma manera que algunos, que han aprendido en la escuela Cristo
a no negarle (cf. Mt 10,33), cuando son interrogados dan una lección de coraje; otros, con
su mala conducta ofrecen asidero a quienes ya de suyo están dispuestos a calumniar a
todos los cristianos de impiedad e iniquidad. 8. Al obrar así no se procede rectamente;
pues sabido es que el nombre y atuendo de filósofo se lo arrogan algunos que no practican
acción alguna digna de su profesión; y ustedes no ignoran que entre los antiguos, personas
que profesaron opiniones y doctrinas opuestas, son designados con la común
denominación de filósofos. 9. Y de éstos hubo quienes enseñaron el ateísmo, y los que
fueron poetas cuentan las impudencias de Zeus y de sus hijos; y, sin embargo, a nadie
prohíben profesar las doctrinas de ellos, antes bien establecen premios y honores para
quienes sonora y elegantemente insulten a sus dioses.
7. 1. Se nos objetará que ya algunos cristianos, han sido detenidos y condenados como
malhechores. 2. De hecho, cuando examinan la vida de cada uno de los acusados, a
menudo condenan también a muchos otros, pero no los condenan por los que
anteriormente fueron convictos. 3. Ahora bien, de modo general, no hay inconveniente en
admitir que, del mismo que entre los griegos a quienes siguen las doctrinas que les placen,
aunque sean contradictorias entre sí, siempre y por todas partes se les da el nombre único
de filósofos; así también, un solo nombre común llevan los que entre los bárbaros han
adquirido la reputación de sabios: todos se llaman cristianos. 4. De ahí que les pidamos
sean examinadas las acciones de todos los que los son denunciados, a fin de que quien
sea hallado culpable de un crimen sea castigado como tal, pero no como cristiano (cf. 1 P
4,15-16); pero el que aparezca inocente, sea absuelto como cristiano, por no haber en nada
dilinquido. 5. Porque no les vamos a pedir que castiguen a nuestros acusadores, pues
bastante tienen con la maldad que llevan consigo y con su ignorancia del bien.
8. 1. Lo que les hemos dicho es en el interés de ustedes; reconózcanlo por el hecho de que
está en nuestra mano negar cuando somos interrogados; 2. pero no queremos vivir en la
mentira, porque deseando la vida eterna y pura, aspiramos a la convivencia con Dios,
padre y creador del universo, y por ello nos apresuramos a confesar nuestra fe,
persuadidos como estamos y creyendo que pueden esos bienes aquellos que por sus obras
demostraron a Dios haberle seguido y deseado su convivencia, allí donde ninguna maldad
ha de contrastarnos. 3. A la verdad, y dicho compendiosamente, eso es lo que esperamos,
eso es lo que aprendimos de Cristo y nosotros enseñamos. 4. También Platón, de modo
semejante, dijo que Minos y Radamante han de castigar a los inicuos que se presentan
ante ellos (cf. Platón, Gorgias 523e; Apología de Sócrates 41a, Homero, Odisea XI,
568); nosotros afirmamos que eso mismo sucederá, pero por medio de Cristo, y que el
castigo que recibirán en sus mismos cuerpos, unidos a sus almas, será eterno (cf. Dt 32,22;
Is 1,16-20; 66,24; Mt 5,29; 25,41; Mc 9,48; Rm 8,10; 1 Co 15,35), y no sólo por un
período de mil años, como lo dijo Platón (Fedro 249a; República X,615a). 5. Ahora, si
hay quien diga que esto es increíble o imposible, a nosotros nos toca el engaño y no a
otro, mientras no seamos declarados culpables de haber cometido algún delito.
9. 1. Tampoco honramos con variedad de sacrificios y coronas de flores a esos seres que
los hombres, tras fabricarlos y colocarlos en los templos, los llaman dioses, pues sabemos
que son objetos sin alma y sin vida, que no tienen forma divina (cf. Sal 134,15-18);
nosotros no creemos, en efecto, que la divinidad tenga una forma semejante como
pretenden algunos haber imitado para tributarle honor, sino que llevan los nombres y
figuras de aquellos malos demonios que un día aparecieron en el mundo. 2. Porque ¿qué
necesidad hay de explicarles a ustedes, que lo saben, los modos como los artífices
transforman la materia, ora puliendo y tallando, ora fundiendo y martillando? Y muchas
veces a partir de un material sin valor, con sólo cambiarle la figura y darle forma
conveniente por medio del arte, se le pone nombre de dios. 3. Lo cual no sólo lo tenemos
por cosa irracional, sino un insulto a la divinidad, pues teniendo, la que poseyendo gloria
y belleza inefables, ve su nombre atribuido a cosas corruptibles y que necesitan de atentos
cuidados. 4. Ustedes saben perfectamente que los artífices de tales dioses son gente
disoluta y que viven envueltos en toda clase de vicios, que no voy a enumerar aquí. No
faltan entre ellos quienes llegan hasta violar a las esclavas que trabajan a su lado. 5. ¡Qué
estupidez decir que hombres intemperantes fabrican y transforman dioses para ser
adorados! Y que tales gentes sean puestas por custodios de los templos en que aquéllos
son consagrados, sin comprender que es una impiedad pensar o decir que los hombres
son guardianes de los dioses.
10. 1. Por el contrario, nosotros hemos aprendido que Dios no tiene necesidad de ofrendas
materiales por parte de los hombres, porque vemos que es Él quien nos lo procura todo
(cf. Is 1,11-15; 58,6s; 2 M 14,35; Hch 17,25); en cambio, se nos ha enseñado (cf. 1 Co
11,23; 15,1), y de ello estamos persuadidos y así lo creemos, que sólo aquellos le son a
Él gratos que tratan de imitar los bienes que le son propios: la templanza, la justicia, el
amor a los hombres y cuanto conviene a un Dios que por ningún nombre impuesto puede
ser nombrado. 2. También se nos ha enseñado que Él, al principio, porque es bueno, creó
todas las cosas de una materia informe, por causa de los hombres (cf. Gn 1,1-29); los
cuales, si por sus obras se muestran dignos del designio de Dios, nosotros hemos recibido
la creencia que se les concederá habitar con Él, hechos incorruptibles (cf. 1 Co 15,52) e
impasibles, participando de su reino (cf. 2 Tm 2,12). 3. Porque a la manera que al
principio creó los seres que no existían, así creemos que a quienes han escogido lo que a
Él es grato, les concederá, a causa de esa misma libre elección, la incorrupción y
convivencia con Él. 4. Porque el hecho de ser creados no fue mérito nuestro; pero ahora
Él nos persuade y nos lleva a la fe, para que busquemos, por libre elección, por medio de
las potencias racionales que Él mismo nos regaló, lo que le es agradable. 5. También
consideramos que es de interés para todos los hombres no se les impida aprender estas
verdades, antes bien exhortarlos vivamente a ellas. 6. Porque lo que no lograron las leyes
humanas, ya lo hubiera realizado el Verbo, puesto que es divino, si los malvados demonios
no hubieran esparcido muchas e impías calumnias, tomando por aliado el deseo perverso,
multiforme, que habita en cada hombre; calumnias con las que nada tenemos que ver
nosotros.
11. 1. Ya que ustedes han oído que nosotros esperamos un reino, suponen sin más
averiguación que se trata de un reino humano (cf. Jn 18,36), cuando nosotros hablamos
del reino de Dios, como aparece claro por el hecho de que al ser por ustedes interrogados
confesemos ser cristianos, sabiendo como sabemos que semejante confesión lleva
consigo la pena de muerte. 2. Porque si esperáramos un reino humano, negaríamos (ser
cristianos) para evitar la muerte y trataríamos de vivir ocultos, a fin de alcanzar lo que
esperamos; pero como no ponemos nuestra esperanza en lo presente, nada se nos importa
de nuestros verdugos, más que más que de todos modos tenemos que morir.
12. 1. Nosotros somos sus mejores auxiliares y aliados para el mantenimiento de la paz,
pues profesamos doctrinas como la de que no es posible que se le oculte a Dios un
malhechor, un avaro, un conspirador, como tampoco un hombre virtuoso, y que cada uno
camina, según el mérito de sus acciones, al castigo o a la salvación eterna. 2. Porque si
todos los hombres conocieran esto, nadie escogería la maldad, ni siquiera por un breve
instante, sabiendo que va a su condenación eterna por el fuego, sino que por todos modos
se contendría y se adornaría de virtud, a fin de alcanzar la felicidad que viene de Dios y
verse libre de los castigos. 3. Quienes ahora, por causa de las leyes y castigos por ustedes
impuestos, tratan de ocultarse al cometer sus crímenes y, sin embargo, los cometen por
saber que ustedes no son más que hombres (cf. Sb 17,3), y es posible ocultárselos, si se
enteraran y persuadieran que no puede ocultarse a Dios nada, ni acción ni intención,
siquiera por el castigo que les amenaza se moderarían de todos modos, como ustedes
mismos han de convenir. 4. Parece que temen que todos se decidan a obrar bien y no
tengan ya a quien castigar; semejante actitud convendría a verdugos, pero de ninguna
forma a príncipes buenos. 5. Estamos persuadidos que eso es también, como dijimos, obra
de los demonios perversos, los cuales exigen de quienes viven irracionalmente sacrificios
y adoraciones; pero no podemos concebir que ustedes, que aspiran a la piedad y a la
filosofía, hagan nada irracionalmente. 6. Pero si también ustedes, de modo parecido a los
insensatos, estiman en más la costumbre que la verdad, procedan conforme a lo que
pueden; pero sepan que el poder de los príncipes, que ponen la opinión por encima de la
verdad, equivale al de los bandidos en el desierto. 7. Pero no será bajo auspicios
favorables que ustedes inmolarán las víctimas, declara el Verbo, que es el príncipe más
alto y más justo que conocemos, después de Dios que le engendrara. 8. Porque a la manera
que rehúsan todos heredar de sus padres la pobreza, los sufrimientos o las deshonras; así
no habrá hombre sensato que acepte lo que el Verbo le manda que no debe aceptarse. 9.
Que todo esto sucedería lo predijo, como digo, nuestro Maestro, Jesucristo, que es el Hijo
y el enviado (cf. Hb 3,1) de Dios, Padre y Señor del universo, de quien hemos recibido
nuestro nombre de cristianos. 10. De ahí justamente viene nuestra firmeza para aceptar
todas sus enseñanzas, pues aparecen en la realidad cumplidas cuantas cosas se adelantó
Él a predecir que sucederían. Ciertamente esta es una obra de Dios: predecir cada
acontecimiento antes de su realización y que aparezca luego realizado tal como fue
predicho. 11. Aquí pudiéramos terminar nuestro discurso sin añadir nada más,
considerando que reclamamos justicia y verdad; pero como sabemos bien que no es fácil
cambiar a prisa un alma poseída de la ignorancia, hemos determinado añadir unos breves
puntos más, con el fin de persuadir a los amantes de la verdad, pues sabemos que no es
imposible disipar la ignorancia cuando se expone la verdad.
¿Quién es Jesucristo?
13. 1. No somos ateos, nosotros que adoramos al creador de este universo, que decimos,
según se nos ha enseñado, no tener necesidad ni de sangres, ni de libaciones, ni de
inciensos (cf. Is 1,11-14), nosotros que le alabamos, conforme a nuestras fuerzas, por todo
alimento que tomamos, con palabra de oración y acción de gracias; nosotros que hemos
aprendido que la única forma digna de honrarlo es ésta: no consumir inútilmente (cf. 1 S
15,22; Sal 51,18-21; Is 1,17; Am 5,24; Mi 4,2s.) por el fuego lo que por Él fue creado
para nuestra subsistencia, sino usarlo para nosotros mismos y para los necesitados. 2. Y
mostrándonos a Él agradecidos, dirigirle en solemne homenaje preces e himnos por
habernos llamado a la existencia, por los medios todos de salud, por la variedad de seres
de toda especie y por los cambios de estaciones, a par que le suplicamos nos conceda
revivir en la incorrupción por la fe que en Él tenemos, ¿qué hombre sensato no aceptará
esto? 3. Luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido
nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació; el mismo que fue crucificado bajo
Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos
aprendido ser el hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos en el segundo lugar,
así como al Espíritu profético, a quien ponemos en el tercero. 4. A este respecto,
efectivamente, se nos tacha de locura (cf. 1 Co 1,23) diciendo que damos el segundo
puesto después del Dios inmutable, aquel que siempre es y creó el Universo, a un hombre
que fue crucificado (cf. Dt 21,23); y es que ignoran el misterio que hay en ello, al que les
exhortamos que atiendan cuando nosotros lo expongamos.
14. 1. De antemano les avisamos que esos mismos demonios, que nosotros acabamos de
desenmascarar, no los engañen y los aparten de leer hasta el final y de entender lo que
decimos, pues ellos pugnan por tenerlos por sus esclavos y servidores, y ora por
apariciones entre sueños, ora por artes de magia, se apoderan de todos aquellos que de un
modo u otro no trabajan por su propia salvación; tengan cuidado, como nosotros lo hemos
hecho, después de creer en el Verbo, nos apartamos de ellos y por medio de su Hijo
seguimos al solo Dios ingénito. 2. Los que antes nos complacíamos en la disolución,
ahora abrazamos sólo la castidad; los que nos entregábamos a las artes mágicas, ahora
nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo
procurarnos dinero y bienes, ahora lo que tenemos lo ponemos en común (cf. Hch 2,42-
45) y lo compartimos con todo el que está necesitado; 3. los que nos odiábamos y
matábamos los unos a los otros y no compartíamos el hogar con quienes no eran de
nuestra propia raza por la diferencia de costumbres, ahora después de la manifestación de
Cristo, compartimos con ellos el mismo género de vida, rogamos por nuestros enemigos
y tratamos de persuadir a los que nos aborrecen injustamente (cf. Mt 5,44; Lc 6,28; 23,34;
Hch 7,60), a fin de que, viviendo conforme a los hermosos consejos de Cristo, tengan
buenas esperanzas de recibir junto con nosotros los mismos bienes de parte de Dios,
soberano de todas las cosas. 4. Pero para que no parezca que recurrimos a argumentos
sofísticos, hemos creído oportuno, antes de la demostración, recordar unas pocas de las
enseñanzas del mismo Cristo, y quede ya a cargo de ustedes, en virtud de la autoridad
imperial, examinar si verdaderamente eso es lo que se nos ha enseñado y lo que nosotros
enseñamos. 5. Sus discursos, empero, son breves y compendiosos, pues no era Él ningún
sofista, sino que su palabra era una fuerza de Dios.
15. 1. Ahora bien, sobre la castidad dijo lo siguiente: "Cualquiera que mirare a una mujer
para desearla, ya cometió adulterio en su corazón delante de Dios" (Mt 5,28). 2. Y: "Si tu
ojo derecho te escandaliza, arráncatelo, pues más te vale con un solo ojo entrar en el reino
de los cielos, que no con los dos ser enviado al fuego eterno" (Mt 18,9). 3. Y: "El que se
casa con una mujer repudiada por otro hombre, comete adulterio" (Mt 5,32; Lc 16,18). 4.
Y: "Hay quienes han sido hechos eunucos por los hombres; hay también quienes nacieron
ya eunucos; pero hay quienes se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino de los
cielos; sólo que no todos comprenden esto (Mt 19,12. 11). 5. Así, pues, para nuestro
maestro, no sólo son pecadores los que contraen doble matrimonio conforme a la ley
humana, sino también los que miran a una mujer para desearla, porque para él no sólo es
reprobable el que comete de hecho un adulterio, sino también el que quiere cometerlo,
como quiera que ante Dios no están sólo patentes las obras, sino también los deseos. 6. Y
entre nosotros hay muchos y muchas que, hechos discípulos de Cristo desde niños,
perseveran en la virginidad hasta los sesenta y setenta años, y yo me glorío de podérselos
mostrar de entre toda la raza de hombres. 7. Y eso sin contar la muchedumbre incontable
de los que se han convertido de una vida disoluta y han aprendido esta doctrina, pues no
vino Cristo a llamar a penitencia a los justos ni a los castos, sino a los impíos,
intemperantes e injustos. 8. Pues dijo así: "No vine a llamar a los justos, sino a los
pecadores a penitencia" (Mt 9,13). Pues el Padre celestial quiere la penitencia del pecador,
no su castigo.
9. Sobre el amar a todos enseñó lo siguiente: "Si aman a los que los aman, ¿qué cosa
nueva hacen? ¿No hacen eso también los impúdicos? Yo, en cambio, les digo: "Rueguen
por sus enemigos y amen a los que los aborrecen y rueguen por los que los calumnian""
(Lc 6,32. 27-28). 10. Sobre el deber de compartir con los necesitados y no hacer nada por
ostentación, dijo así: "A todo el que les pida, denle y no se aparten del que quiere pedirles
prestado (Mt 5,42). Porque si prestan sólo a aquellos de quienes esperan recibir (Lc 6,34),
¿qué cosa nueva hacen? Eso hasta los publicanos lo hacen (Mt 5,46)". 11. "Pero ustedes
no atesoren para ustedes sobre la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen y los
ladrones socavan, sino atesoren para ustedes en los cielos, donde ni la polilla ni la
herrumbre destruyen" (Mt 6,19-20). 12. "Porque, ¿qué aprovecha al hombre ganar el
mundo entero, si pierde su alma? ¿ O qué dará a cambio de ella? (Mt 16,26). Atesoren,
pues, en los cielos, donde ni polilla ni herrumbre destruyen" (Mt 6,20). 13. Y: "Sean
benignos y misericordiosos, como el padre de ustedes es benigno y misericordioso (Lc
6,36), y hace salir su sol sobre pecadores, y sobre justos y malvados" (Mt 5,45). 14. "No
se preocupen sobre qué comerán o qué vestirán (Mt 6,25). ¿No valen ustedes más que los
pájaros y las fieras? Y Dios los alimenta" (Mt 6,26 + Lc 12,24). 15. "No se preocupen,
pues, sobre qué comeréis o qué vestirán (Mt 6,25), pues su Padre celestial sabe que tienen
necesidad de estas cosas. 16. Busquen el reino de los cielos, y todo eso se les dará por
añadidura (Mt 6,32-33). Porque donde está el tesoro del hombre, allí también está su
espíritu" (Mt 6,21). 17. Y: "No hagan estas cosas para ser vistos de los hombres; pues en
ese caso, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos" (Mt 6,1).
16. 1. Sobre que seamos pacientes, prontos a servir a todos y ajenos a la ira, lo que dijo
es esto: "A quien te golpee en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quiera quitarte tu
túnica o tu manto, no se lo impidas" (Lc 6,29). 2. "Quienquiera que se irrite, es reo de
fuego (cf. Mt 5,22). A quien te requiera para una milla, acompáñale dos (Mt 5,41). Brillen
sus obras delante de los hombres, a fin de que viéndolas admiren a su Padre que está en
los cielos" (Mt 5,16). 3. No debemos, pues, ofrecer resistencia, porque no quiere Él que
seamos imitadores de los malvados, sino que nos exhortó a practicar la paciencia y la
bondad para apartar a todos los hombres de la abyección y del deseo del mal (cf. Mt 5,39).
4. Esto lo podemos demostrar con muchos que han vivido entre ustedes, que dejaron sus
hábitos de violencia y tiranía, convencidos ora contemplando la constancia de vida de sus
vecinos, ora considerando la extraña paciencia de compañeros de viaje víctimas de
injusticias, ora por haberlo experimentado ellos mismos en los negocios que tuvieron con
aquellos. 5. Sobre no jurar absolutamente, sino decir siempre la verdad, nos mandó como
sigue: "No juren de ninguna manera (Mt 5,34); que su sí sea sí no, y su no, no (St 5,12),
pues todo lo que pasa de esto viene del Maligno (Mt 5,37)".
6. En cuanto que a solo Dios hay que adorar, nos lo persuadió diciendo así: "El más grande
mandamiento (cf. Mt 22,28) es éste: Al Señor Dios tuyo adorarás y a Él solo servirás (Mt
4,10) con todo tu corazón y toda tu fuerza ( Mc 12,30; cf. Dt 6,5), al Señor Dios que te
ha creado". 7. Y una vez que se le acercó uno y le dijo "Maestro bueno", Él respondió
diciendo: "Nadie es bueno sino sólo Dios" (Mc 10,17-18), que creó el universo.
8. Pero aquellos que se vea no viven como Él enseñó, sean declarados como no cristianos,
por más que con la lengua repitan las enseñanzas de Cristo, pues Él dijo que habían de
salvarse no los que sólo hablaran, sino que también practicaran las obras. 9. Y
efectivamente dijo así: "No todo el que me diga "Señor, Señor", entrará en el reino de los
cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7,21). 10.
Porque el que me oye y hace lo que yo digo, oye a aquel que me ha enviado (Lc 10,16;
cf. Mt 7,24). 11. Muchos me dirán: "Señor, Señor, ¿no es así que en tu nombre comimos
y bebimos e hicimos prodigios?". Y entonces les contestaré yo: "Apártense de mí,
obradores de iniquidad (Mt 7,22-23; cf. Lc 13,26). 12. Entonces habrá llanto y crujir de
dientes, cuando los justos brillen como el sol (Mt 13,42-43) y los injustos sean enviados
al fuego eterno. 13. Porque muchos vendrán en mi nombre (Mt 24,5), vestidos por fuera
con pieles de oveja, pero que son por dentro lobos rapaces; por sus obras los conocerán
(Mt 7,15-16). Todo árbol que no produzca buen fruto, será cortado y echado al fuego (Mt
7,19)". 14. Ahora bien, que quienes no viven conforme a las enseñanzas de Cristo y sólo
de nombre son cristianos, sean castigados, nosotros somos los primeros en pedírselo.
17. 1. En cuanto a tributos y a los impuestos, nosotros procuramos pagarlos antes que
nadie a quienes ustedes tienen para ello ordenados por todas partes, tal como fuimos por
Él enseñados. 2. Pues por aquel tiempo se le acercaron algunos a preguntarle si había que
pagar tributo al César. Y Él respondió: ""Díganme, ¿qué efigie lleva la moneda?". Ellos
le dijeron: "La del César". Él les respondió: Entonces den al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios"" (cf. Lc 20,22-25). 3. De ahí que sólo a Dios adoramos; pero en
todo lo demás, les servimos a ustedes con gusto, confesando que son reyes y gobernantes
de los hombres y rogando en nuestras oraciones (cf. Rm 13,1-7; Tt 3,1; 1 P 2,13-17) que,
junto con el poder imperial, se halle que también tienen prudente razonamiento. 4. Pero
si no hacen caso de nuestras súplicas, a pesar de esta exposición detallada que les hacemos
públicamente, nosotros ningún daño hemos de recibir, creyendo o, más bien, estando
como estamos persuadidos que cada uno pagará la pena conforme merezcan sus obras en
el fuego eterno, y que tendrá que dar cuenta a Dios según las facultades que de Él mismo
recibió, conforme nos lo indicó Cristo diciendo: "A quien Dios dio más, más se le exigirá
de parte de Él" (Lc 12,48).
18. 1. Miren, en efecto, el fin que han tenido los emperadores que los han precedido: han
padecido la suerte común a todos los hombres, la muerte. Y si la muerte terminara en la
inconsciencia, ella sería buena suerte para los malvados todos. 2. Pero puesto que la
conciencia permanece en todos los nacidos, y nos amenaza un castigo eterno, no sean
negligentes en convencerse y creer que son verdad estas cosas. 3. La nigromancia, en
efecto, la adivinación hecha sobre las entrañas de niños inocentes, las evocaciones de las
almas humanas, las prácticas entre los magos de los llamados "enviados de los sueños" y
"asistentes", y los fenómenos que se dan bajo la acción de los que saben estas cosas, deben
persuadirles que aún después de la muerte conservan las almas la conciencia. 4. También
podríamos citar a los hombres que son arrebatados y agitados por las almas de los
muertos, a quienes todos llaman posesos y locos furiosos, los que entre ustedes se llaman
oráculos de Anfíloco, de Dodona y de Pitó, y otros que hay por el estilo. 5. Y también las
doctrinas de escritores como Empédocles, Pitágoras, Platón y Sócrates, el hoyo aquel de
Homero, la bajada de Ulises para visitar los infiernos y los relatos de otros autores que
han dicho cosas semejantes. 6. Reciban entonces nuestro testimonio, por lo menos de
modo semejante a éstos, pues no menos que ellos creemos en Dios, sino más, como que
esperamos recuperar nuestros propios cuerpos después de muertos y arrojados a la tierra,
porque nosotros afirmamos que para Dios nada hay imposible.
La resurrección
19. 1. Para quien bien lo considera, ¿qué cosa pudiera parecer más increíble que, de no
estar nosotros en nuestro cuerpo, nos dijeran que de una menuda gota del semen humano
sea posible nacer huesos, tendones y carnes con la forma en que los vemos? 2. Digámoslo,
en efecto, por vía de suposición. Si ustedes no fueran lo que son y de quienes son, y
alguien les mostrara el semen humano y una imagen pintada de un hombre y les asegurara
que ésta se forma de aquél, ¿acaso le creerían antes de verlo nacido? Nadie se atrevería a
contradecirlo. 3. De la misma manera, por el hecho de no haber visto nunca resucitar un
muerto (cf. 1 Co 15,34s.; 2 Co 5,4), la incredulidad los domina ahora. 4. Pero de la misma
manera que al principio no hubieran creído que de una gota pequeña de esperma nacieran
tales seres y, sin embargo, los ven nacidos; así, consideren que no es imposible que los
cuerpos humanos, después de disueltos y esparcidos como semillas en la tierra, resuciten
a su tiempo por orden de Dios y "se revistan de la incorrupción" (cf. 1 Co 15,53). 5.
Porque, a la verdad, no sabríamos decir de qué potencia digna de Dios hablan los que
dicen que todo ha de volver allí de donde procede y que, fuera de esto, nadie, ni Dios
mismo, puede nada; pero sí que vemos bien lo que dijimos: que no hubieran éstos creído
ser posible que un día llegaran a ser tales como se ven a sí mismos lo mismo que el mundo
entero, creados, y a partir de qué elementos. 6. Por lo demás, nosotros hemos aprendido
ser mejor creer aun lo que está por encima de nuestra propia naturaleza y es a los hombres
imposible, que ser incrédulos a la manera de otros, como quienes sabemos que Jesucristo,
maestro nuestro, dijo: "Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios" (Lc
18,27). 7. Y dijo más: "No teman a los que los matan y después de eso nada pueden hacer;
teman más bien a Aquel que después de la muerte puede arrojar alma y cuerpo al infierno"
(Lc 12,4-5; cf. Mt 10,28). 8. Es de saber que el infierno es el lugar donde han de ser
castigados los que hubieren vivido inicuamente y no creyeren han de suceder estas cosas
que Dios enseñó por medio de Cristo.
El combate final
20. 1. Por lo demás, la Sibila e Histaspes anunciaron que todo lo corruptible había de ser
consumido por el fuego; 2. y los filósofos llamados estoicos tienen por dogma que Dios
mismo ha de resolverse en fuego y afirman que nuevamente, por transformación, volverá
a nacer el mundo. Pero nosotros tenemos a Dios, creador de todas las cosas, por algo
superior a todos los seres que experimentan transformaciones. 3. Si sobre ciertos puntos
estamos de acuerdo con los poetas y filósofos que ustedes estiman, y sobre otros nuestra
doctrina es más elevada y digna de Dios, sin embargo, somos los únicos que ofrecemos
una demostración, ¿por qué entonces más que a todos los otros se nos odia injustamente?
4. Cuando nosotros decimos que todo fue ordenado y hecho por Dios, no parecerá sino
que enunciamos un dogma de Platón; al afirmar la conflagración universal, otro de los
estoicos; al decir que son castigadas las almas de los inicuos que aun después de la muerte
conservarán su conciencia, y que las de los buenos, libres de todo castigo, serán felices,
parecerá que hablamos como sus poetas y filósofos. 5. En fin, que no haya de adorarse a
las obras de las manos de los hombres (cf. Lv 26,1; Is 2,18; Sal 115,4-6; 135,15, etc.), no
es sino repetir lo que dijeron Menandro, el poeta cómico, y otros con él, que afirmaron
ser mayor el artífice que lo que él fabrica.
21. 1. Cuando nosotros decimos también que el Verbo, que es el primogénito de Dios (cf.
Col 1,15), fue engendrado sin comercio carnal, es decir, Jesucristo, nuestro maestro, y
que éste después de ser crucificado y matado, resucitó y subió al cielo (cf. Sal 3,6), nada
nuevo presentamos, si se atiende a los que ustedes llaman hijos de Zeus. 2. Porque ustedes
saben bien la cantidad de hijos que los escritores por ustedes estimados atribuyen a Zeus:
Hermes, el verbo que interpreta y enseña todas las cosas; Asclepio, que fue médico y
después de haber sido fulminado, subió al cielo; Dionisio, después que fue despedazado;
Heracles, después de arrojarse a sí mismo al fuego para huir de sus dolores; los Dioscuros,
hijos de Leda; Perseo de Dánae, y Belerofonte, nacido de hombres, sobre el caballo
Pegaso. 3. ¿Para qué hablar de Ariadna y de los que, de modo semejante a ella, se dice
haber sido colocados en las estrellas? Y paso igualmente por alto sus emperadores
difuntos, a quienes tienen siempre por dignos de la inmortalidad y nos presentan a algún
infeliz que jura haber visto remontarse al cielo desde la pira al César hecho cenizas. 4.
Tampoco hay necesidad de repetir aquí las acciones que se cuentan de cada uno de los
supuestos hijos de Zeus, pues ustedes las saben perfectamente. Basta indicar que eso se
ha escrito para utilidad e incitación de los jóvenes que se educan, porque todos tienen por
cosa bella ser imitadores de los dioses. 5. Sin embargo, un hombre sensato rechazaría
semejante concepción de la divinidad que admite que Zeus mismo, jefe y padre de todos
los dioses, haya sido parricida y nacido de parricida y, vencido por placeres bajos y
vergonzosos (cf. Lv 18,22; 20,13), haya ido a Ganimédes y a muchedumbre de mujeres
con las que cometió adulterio, y aceptar que sus hijos practicaron acciones semejantes. 6.
La verdad es, como anteriormente dijimos, que fueron los demonios malvados quienes
tales cosas hicieron. Ahora alcanzar la inmortalidad, a nosotros se nos ha enseñado que
sólo la alcanzan los que viven santa y virtuosamente cerca de Dios, así como creemos que
han de ser castigados con fuego eterno quienes vivieren injustamente y rehúsen
convertirse.
22. 1. En cuanto al Hijo de Dios, que se llama Jesús, aun cuando fuera hombre al modo
común, merecería, por su sabiduría, llamarse Hijo de Dios, pues todos los escritores
llaman a Dios padre de hombres y de dioses (cf. Homero, Ilíada 1, 544; 4, 68). 2. Y si
afirmamos que Él, el Verbo de Dios, fue engendrado de modo peculiar, diferente de la
común generación, como ya dijimos (cf. I,21,1), admitan entonces que este punto es
coincidente con lo que ustedes dicen de Hermes, a quien llaman el Verbo mensajero de
parte de Dios. 3. Si se nos echa en cara que fue crucificado, también esto es común con
los antes enumerados hijos de Zeus que ustedes admiten haber sufrido. 4. En efecto, se
cuenta de ellos que no sufrieron un mismo género de muerte, sino diferentes; de suerte
que ni por el hecho de haber sufrido (Cristo) una pasión particular es inferior a ellos; al
contrario, como lo habíamos prometido (cf. I,13,3) demostraremos que es muy superior,
o, por mejor decir, ya está demostrado (cf. I,15-17), pues el que es superior se muestra
por sus obras. 5. Nosotros, predicamos que nació de una virgen, y ustedes deben admitir
que este un punto común con Perseo. 6. En fin, que sanara a lisiados, paralíticos, enfermos
de nacimiento y resucitara muertos (cf. Mt 11,5), también en esto parecerá que decimos
cosas semejantes a lo que se cuenta haber hecho Asclepio.
23. 1. Todo lo que nosotros afirmamos, por haberlo aprendido de Cristo y de los profetas
que le precedieron, es la sola doctrina verdadera y más antigua que todos los escritores
que han existido, y no pedimos se acepte nuestra doctrina por coincidir con ellos, sino
porque decimos la verdad, a saber: 2. que sólo Jesucristo fue engendrado como Hijo de
Dios en el sentido propio del término, siendo su Verbo (cf. Jn 1,1), su primogénito (cf.
Col 1,15; Rm 8,29; Hb 1,6; 11,28; 12,23; Pr 8,22) y su potencia (cf. 1 Co 1,24); que,
hecho hombre por designio suyo, nos enseñó esas verdades para la transformación y
renovación del género humano; 3. antes de hacerse hombre entre los hombres, hubo
algunos, digo los malvados demonios antes mentados, que se adelantaron a decir por
medio de los poetas haber sucedido los mitos que se inventaron, a la manera que fueron
ellos también los que hicieron las obras ignominiosas e impías de las que se nos acusa,
sin que para ello haya testigo ni demostración alguna. Para que todo esto les quede claro,
haremos la refutación que sigue.
El politeísmo
24. 1. La primera prueba es que, diciendo nosotros cosas semejantes a los griegos, somos
los únicos a quienes se odia por el nombre de Cristo y, sin cometer crimen alguno, como
a malvados se nos quita la vida. Mientras que unos acá y otros acullá, dan culto a árboles,
a ríos, a ratones, a gatos, a cocodrilos y a muchedumbre de animales irracionales; aún
más, no todos lo dan a los mismos, sino unos son honrados en una parte, otros en otra,
con lo que todos (sus adoradores) son impíos los unos a los ojos de los otros, porque no
adoran los mismos objetos. 2. Lo único que ustedes nos pueden recriminar, es que no
veneramos los mismos dioses que ustedes y que, en las acciones públicas, no ofrecemos
ni libaciones, ni grasas de víctimas, ni coronas, ni sacrificios. 3. Ahora bien, que los
mismos animales son por unos considerados dioses, por otros fieras, por otros víctimas
para sacrificios, ustedes lo saben perfectamente.
La mitología
25. 1. En segundo lugar, porque hombres de toda raza, que antes dábamos culto a
Dionisio, hijo de Sémele, y a Apolo, hijo de Leto, de los cuales sería una vergüenza el
sólo narrar las acciones que cometieron por amor a los jóvenes; los que adorábamos a
Perséfone y Afrodita, que fueron aguijoneadas de amor por Adonis y cuyos misterios aún
celebran ustedes, o a Asclepio u otro de los demás llamados dioses; ahora, no obstante
amenazársenos con la muerte, a todos ésos los hemos despreciado por amor de Jesucristo,
2. y nos hemos consagrado al Dios ingénito e impasible; el Dios que creemos no ha de ir,
aguijoneado por el deseo, a seducir una Antíope ni a otras por el estilo ni a Ganimedes,
ni tendrá que ser desatado con ayuda de Tetis de aquel famoso gigante de cien brazos, ni
que preocuparse, para pagar este favor, de matar a una muchedumbre de griegos, por la
mano de Aquiles, el hijo de Tetis, a causa de su concubina Briseida. 3. Lo que sí hacemos
es compadecer a quienes tales cosas hacen, y bien sabemos que los responsables de ellos
son los demonios.
Las herejías
26. 1. En tercer lugar, después de la ascensión de Cristo al cielo, los demonios han
impulsado a ciertos hombres a decir que ellos eran dioses, y ésos no sólo no han sido
perseguidos por ustedes, sino que han llegado hasta juzgarlos dignos de recibir honores.
2. Así, a un tal Simón, samaritano (cf. Hch 8,9-11), originario de una aldea por nombre
Gitón, habiendo hecho en tiempo de Claudio César prodigios mágicos, por arte de los
demonios que en él obraban, en su imperial ciudad de Roma, fue tenido por dios y como
dios fue por ustedes honrado con una estatua, que se levantó en la isla del Tíber, entre los
dos puentes, y lleva esta inscripción latina: "A Simón Dios Santo". 3. Casi todos los
samaritanos, y algunos pocos individuos en las otras naciones, le adoran considerándole
como a su primer dios; y a una cierta Helena, que le acompañó por aquel tiempo en sus
peregrinaciones, que antes había estado en el prostíbulo, y sería su primera emanación. 4.
Sabemos también que un cierto Menandro, igualmente samaritano, natural de la aldea de
Caparatea, discípulo que fue de Simón, poseído también por los demonios, hizo su
aparición en Antioquía y allí engañó a muchos por sus artes mágicas, llegando a persuadir
a sus discípulos que no habían de morir jamás. Y no faltan aún ahora algunos de ellos que
se lo siguen creyendo. 5. En fin, un tal Marción, natural del Ponto, está ahora mismo
enseñando a los que le siguen a creer en un Dios superior al Creador, y con la ayuda de
los demonios ha conducido a muchos, en todas las naciones, a proferir blasfemias y negar
al Dios Creador del universo, confesando, en cambio, otro Dios al que, por suponérsele
superior, se le atribuyen obras mayores. 6. Todos los que de éstos proceden, como dijimos
(I,4,7; 7,3), son llamados cristianos, a la manera que quienes no participan de las mismas
doctrinas entre los filósofos, reciben de la filosofía el nombre común con que se les
conoce. 7. Ahora, si también practican todas esas ignominiosas obras que contra nosotros
se propalan, a saber: echar por tierra el candelero, unirnos promiscuamente y alimentarnos
de carnes humanas, no lo sabemos; de lo que sí estamos ciertos es de que no son por
ustedes perseguidos ni condenados a muerte, por lo menos a causa de sus doctrinas. 8.
Por lo demás, nosotros mismos hemos compuesto una "Tratado contra todas las herejías"
(obra perdida), si quieren leerlo, lo pondremos en sus manos.
El culto a la serpiente
28. 1. Entre nosotros, el príncipe de los malos demonios se llama serpiente, Satanás,
diablo (cf. Ap 20,2), como pueden aprenderlo consultando nuestras escrituras; y que él
con todo su ejército juntamente con los hombres que le siguen haya de ser enviado al
fuego para ser castigado eternamente (cf. Mt 25,41), cosa es que de antemano fue
anunciada por Cristo. 2. La paciencia que Dios muestra en no hacerlo de pronto, tiene su
causa en su amor al género humano, pues Él sabe con antelación que algunos han de
salvarse por la penitencia, de los que algunos tal vez no han nacido todavía. 3. Al
principio, creó Él al género humano racional y capaz de escoger la verdad y obrar el bien,
de suerte que no hay hombre que tenga excusa delante de Dios, como quiera que todos
han sido creados racionales y capaces de contemplar la verdad (cf. Rm 1,18-21). 4. Pero
si alguno no cree que Dios se cuide de las cosas humanas, una de dos, o tendrá que
confesar indirectamente que no existe o que, existiendo, se complace en la maldad o
permanece insensible como una piedra. Virtud y vicio no tendrían entonces ninguna
consistencia, y por su sola opinión distinguirían los hombres unas cosas por buenas y
otras por malas, lo que es el colmo de la impiedad e injusticia.
29. 1. En segundo lugar (cf. I,27,1), [evitamos la exposición de los niños], por temor de
que, al no ser recogidos algunos de los expósitos, vengan a morir y seamos culpables de
homicidio. Nosotros o nos casamos desde el principio por el solo fin de la generación de
los hijos, o si renunciamos al matrimonio, es para observar una castidad perfecta. 2. Ya
se ha dado el caso que uno de los nuestros, para demostrarles que la unión promiscua no
es misterio que nosotros celebramos, presentó un memorial al prefecto Félix en
Alejandría, suplicándole autorizara a su médico para cortarle los testículos, pues decían
los médicos de allí que semejante operación no podía hacerse sin permiso del gobernador.
3. Félix se negó en absoluto a firmar el memorial, y el joven permaneció célibe,
contentándose con el testimonio de su conciencia y con el apoyo de sus hermanos en la
fe. 4. Y aquí hemos creído no estaría fuera de lugar recordar a Antínoo, que vivió
recientemente, a quien todos, por miedo, se apresuraron a honrar como a un dios, no
obstante saber muy bien quién era y de adónde venía.
El argumento profético
30. 1. Se nos podría objetar: ¿Qué inconveniente hay en que ese que nosotros llamamos
Cristo sea un hombre que viene de otros hombres y que por arte mágica (cf. Mt 9,34;
12,24; Mc 3,22; Lc 11,15) hizo los prodigios que decimos y por ello pareció ser hijo de
Dios? Vamos, pues, ya a presentar la demostración, no dando fe a quienes nos cuentan los
hechos, sino creyendo por necesidad a los que los profetizaron antes de suceder, como
quiera que los vemos cumplidos o que se están cumpliendo ante nuestra vista tal como
fueron profetizados, demostración que creemos ha de parecerles la más fuerte y la más
verdadera.
31. 1. Hubo entre los judíos hombres que fueron profetas de Dios (cf. Hch 1,16; 28,25
[que cita Is 6,9s.]; 1 P 1,11), por medio de los cuales el Espíritu profético anunció
anticipadamente los acontecimientos por venir; y los reyes que según los tiempos se
sucedieron entre los judíos, haciendo propiedad suya tales profecías, las guardaron
cuidadosamente, tal como fueron dichas al momento de su proclamación y tal como los
mismos profetas las consignaron en sus libros escritos en su propia lengua hebrea. 2. Pero
cuando Ptolomeo, rey de Egipto, trató de formar una biblioteca y reunir en ella las obras
de todos los escritores, habiendo tenido noticia de estas profecías, solicitó al que entonces
era rey de los judíos, Herodes, le remitiera los libros de los profetas. 3. El rey Herodes le
envió esos escritos, como hemos dicho, en hebreo, su lengua original; 4. pero como su
contenido no podía ser entendido por los egipcios, le dirigió una nueva petición,
rogándole le enviara hombres que los vertieran a la lengua griega. 5. Esto hecho, se
quedaron los libros entre los egipcios hasta el presente, y los judíos los usan por todo el
mundo, pero sin embargo, no entienden al leerlos lo que está escrito, sino que nos tienen
por enemigos y adversarios, matándonos lo mismo que ustedes y atormentándonos apenas
tienen poder para hacerlo, como pueden fácilmente persuadirse. 6. Efectivamente, en la
reciente guerra de Judea, Bar Kokebas, el cabecilla de la rebelión judía, sólo a los
cristianos mandaba someter a terribles tormentos, si se negaban a renegar y blasfemar
contra Jesucristo.
7. Ahora bien, en los libros de los profetas hallamos de antemano anunciado que Jesús,
nuestro Cristo, había de venir, debía nacer de una virgen (cf. Is 7,14); que había de llegar
a edad viril y curar toda enfermedad y toda debilidad (cf. Mt 4,23), y resucitar muertos;
que había de ser odiado, desconocido y crucificado; que moriría, resucitaría y subiría a
los cielos; que es y se llama Hijo de Dios; que habían de ser enviados por Él algunos para
proclamar estas cosas a todo el género humano, y serían los hombres de las naciones
paganas (cf. Mt 28,19) quienes más le creerían. 8. Estas profecías se hicieron unas cinco
mil años, otras tres mil, otras dos mil, otras mil u ochocientos años antes de que Él
apareciera; pues es de saber que los profetas se fueron sucediendo unos a otros de
generación en generación.
La profecía de Moisés
32. 1. Así, pues, Moisés, que fue el primero de los profetas, dijo literalmente así: "No
faltará rey de la descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que venga aquel a quien
está reservado. Y Él será la expectación de las naciones, atando a la viña su pollino,
lavando sus vestidos en la sangre de la uva" (Gn 49,10-11). 2. Ahora es deber de ustedes
averiguar con todo rigor y enterarse hasta cuándo tuvieron los judíos jefe y rey salido de
su nación: hasta la aparición de Jesucristo, Maestro nuestro e intérprete de las profecías
desconocidas, tal como fue de antemano dicho por el Espíritu Santo profético por medio
de Moisés, que no faltaría príncipe de los judíos hasta venir Aquel a quien está reservado
el reino (cf. Gn 49,10). 3. Porque Judá fue el antepasado de los judíos y de él justamente
han recibido ese nombre; y ustedes, después de la manifestación de Cristo, establecieron
su reino sobre los judíos y se apoderaron de toda su tierra. 4. Lo de que: "Él será la
expectación de las naciones" (Gn 49,10), quería decir que los hombres de todas las
naciones esperarán su segunda venida, cosa que pueden ver con sus propios ojos y
comprobar en la realidad; pues de todas las razas de hombres esperan al que fue
crucificado en Judea, tras cuya muerte, inmediatamente, la tierra de los judíos, tomada a
punta de lanza, les fue entregada a ustedes. 5. La expresión: "Atando a la cepa su pollino,
lavando su vestido en la sangre de la uva" (Gn 49,11), era un símbolo de lo que había de
suceder a Cristo y de lo que por Él mismo había de ser hecho. 6. Porque fue así que a la
entrada de cierta aldea estaba un pollino (cf. Mt 21,1) atado a una parra (cf. Mt 21,2), y
Él mandó a sus discípulos que se lo trajeran y, traído que fue el pollino, montó sobre él y
así entró en Jerusalén (cf. Mt 21,10), donde estaba el templo más grande de los judíos, el
mismo que fue más adelante destruido por ustedes. Después de la entrada en Jerusalén
fue crucificado, a fin de que se cumpliera el resto de la profecía. 7. Puesto que lo de que
"había de lavar su vestido en la sangre de la uva" (Gn 49,11), era anuncio anticipado de
su pasión, la que había de padecer para lavar por su sangre a los que creyeran en Él. 8.
Porque lo que el Espíritu divino llama por el profeta "su vestido", son los hombres que
creen en Él, en los que mora la semilla que de Dios procede, que es el Verbo. 9. Y se habla
también de "la sangre de la uva", para dar a entender que el que había de aparecer tendría
ciertamente sangre, pero no de semen humano, sino de poder divino. 10. Ahora bien, el
primer poder después de Dios, Padre y Señor de todas las cosas, es el Verbo, que es
también su Hijo. Cómo se haya Este hecho carne y nacido hombre (cf. Jn 1,14), lo diremos
más adelante. 11. Porque a la manera que la sangre de la uva no la hace el hombre, sino
Dios, por semejante manera se daba a entender en esas palabras que la sangre de Cristo
no procedería de semen humano, sino del poder de Dios, como ya hemos dicho (cf.
I,32,9).
12. Isaías, otro profeta, viene a decir lo mismo con otras palabras, profetizando así: "Se
levantará una estrella de Jacob (Nm 24,1) y una flor subirá de la raíz de Jesé (Is 11,1); y
en su brazo, las naciones esperarán" (Is 51,5). 13. En efecto, una estrella brillante se
levantó y una flor subió de la raíz de Jesé, que es Cristo. 14. Porque Él fue concebido,
con el poder de Dios (cf. Lc 1,35), por una virgen de la descendencia de Jacob, que fue el
padre de Judá, antepasado, como lo hemos demostrado, de los judíos; y Jesé, según el
oráculo, fue un ancestro de Cristo, y Él, según la sucesión de las generaciones, hijo de
Jacob y (nieto) de Judá.
33. 1. Escuchen ahora cómo a su vez fue literalmente profetizado por Isaías que Cristo
había de ser concebido por una virgen. Sus palabras son éstas: "Miren que una virgen
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre "Dios con nosotros"" (Is 7,14; Mt
1,23). 2. Porque lo que los hombres pudieran tener por increíble e imposible de suceder,
eso mismo indicó Dios anticipadamente por medio de su Espíritu profético que se
realizaría, para que cuando sucediera no se le negara la fe (cf. Jn 14,29), sino que fuera
creído por haber sido predicho. 3. Y vamos ahora a poner en claro las palabras de la
profecía, no sea que, por no entenderla, se nos objete lo mismo que nosotros decimos
contra los poetas cuando nos hablan de Zeus que, por satisfacer su pasión libidinosa, se
unió con diversas mujeres. 4. Así, pues, lo de que "una virgen concebirá" (Is 7,14)
significa que la concepción sería sin comercio carnal, pues de darse éste, ya no sería
virgen; al contrario, fue el poder de Dios el que vino sobre la virgen y la cubrió con su
sombra (cf. Lc 1,35) y, permaneciendo virgen, hizo que concibiera. 5. Fue así que el ángel
que de parte de Dios le fue enviado por aquel tiempo a la misma virgen, le dio la buena
noticia diciéndole: "Mira que concebirás del Espíritu Santo, y darás a luz un hijo y se
llamará Hijo del Altísimo (Lc 1,31-32), y le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a
su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21). Así nos lo han enseñado los que consignaron todos
los recuerdos referentes a nuestro Salvador Jesucristo, y nosotros les hemos dado fe,
puesto que el Espíritu profético, como ya hemos indicado, anunció por el citado Isaías su
futuro nacimiento. 6. Ahora bien, ninguna otra cosa es lícito entender por el Espíritu y el
poder que de Dios procede sino el Verbo, que es el primogénito de Dios, como Moisés,
profeta antes mentado, lo reveló; y viniendo este Espíritu sobre la virgen y cubriéndola
con su sombra, no por comercio carnal, sino por el poder de Dios, hizo que ella concibiera.
7. "Jesús" es un nombre que significa, en hebreo, Hombre; y en griego, Salvador. 8. De
ahí que el ángel le dijo a la virgen: "Le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a su
pueblo de sus pecados" (Mt 1,21). 9. Ahora, que los que profetizan no son inspirados por
otro ninguno, sino por el Verbo divino, aún ustedes, como supongo, convendrán en ello.
35. 1. También fue predicho que Cristo, después de nacer, había de vivir oculto a los otros
hombres hasta llegar a la edad viril. Escuchen lo que a este propósito fue anticipadamente
dicho. 2. He aquí las palabras: "Un niño nos ha nacido, un pequeñuelo nos ha sido
regalado, cuyo imperio reposa sobre sus hombros" (Is 9,5), este (texto) señala el poder de
la cruz, sobre la cual él apoyó sus hombros cuando fue crucificado, como andando el
discurso se mostrará más claramente. 3. El mismo profeta Isaías, inspirado por el Espíritu
profético, dijo: "Yo extenderé mis manos hacia un pueblo que no cree y que contradice, a
los que andan por camino no bueno" (Is 65,2). 4. "Y ahora me vienen a pedir juicio y
tienen atrevimiento para acercarse a Dios" (cf. Is 58,2). 5. De nuevo, por otro profeta dice
con otras palabras: "Ellos taladraron mis pies y mis manos; y echaron a suerte mis
vestiduras" (Sal 21,17. 19).
6. David, rey y profeta, que esto dijo, nada de eso padeció, pero Jesucristo extendió sus
manos al ser crucificado por los judíos que le contradecían y decían que no era el Cristo.
En efecto, como lo había anunciado el profeta, para burlarse de Él, le sentaron sobre un
estrado, y le dijeron: "Júzganos". 7. Lo de "taladraron mis manos y mis pies" (Sal 21,17)
significaba los clavos que traspasaron en la cruz sus pies y manos. 8. Y después de
crucificarle, los que le crucificaron echaron a suerte sus vestiduras (Sal 21,19), y se las
repartieron entre sí (cf. Jn 19,24). 9. Y que todo esto sucedió así, pueden comprobarlo por
las Actas redactadas en tiempo de Poncio Pilato.
10. Vamos también a citar la profecía de otro profeta, Sofonías, cómo literalmente fue
profetizado que había de montar sobre un pollino y entrar así a Jerusalén. 11. He aquí sus
palabras: "Alégrate sobremanera, hija de Sión; proclámalo, hija de Jerusalén; mira que tu
rey viene hacia ti manso, montado sobre la cría de un asno, hijo de animal de yugo" (Za
9,9; Mt 21,5).
Reglas de interpretación
36. 1. Cuando oyen que los profetas hablan en nombre de algún personaje, no deben de
pensar que eso lo dicen los mismos hombres inspirados, sino el Verbo divino que los
mueve. 2. Porque unas veces habla como anunciando de antemano lo que ha de suceder,
a la manera de una predicción; otras como en persona de Dios, Maestro y Padre del
universo; otras en persona de Cristo; otras, en fin, en nombre de las naciones que
responden al Señor o a su Padre. Algo semejante pueden constatar entre sus escritores: es
un mismo autor el que compuso toda la obra, pero pone en escena varias personas que
dialogan entre sí. 3. Por no entender eso los judíos, que son quienes poseen los libros de
los profetas, no sólo no reconocieron a Cristo ya venido, sino que nos aborrecen a
nosotros, que decimos haber en efecto venido y mostramos que, como estaba profetizado,
fue por ellos crucificado.
Profecías atribuidas al Padre
37. 1. Para que también eso les resulte claro, he aquí unas palabras que fueron dichas por
el profeta Isaías, antes mentado, en nombre del Padre: "El buey conoció a su amo y el
asno el pesebre de su señor; pero Israel no me ha conocido y mi pueblo no me ha
entendido. 2.¡Ay de la nación pecadora, el pueblo lleno de pecados, descendencia mala,
hijos inicuos: han abandonado al Señor!" (Is 1,3-4). 3. Y nuevamente, en otro pasaje en
que habla igualmente el mismo profeta en nombre del Padre: "¿Qué casa me van a
edificar?, dice el Señor. 4. El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies" (Is 66,1).
5. Y otra vez en otro pasaje: "Sus novilunios y sus sábados, mi alma los aborrece; y su día
grande de ayuno y su ociosidad, no los soporto (Is 1,13-14), ni aun cuando se presenten
ante mi vista (Is 1,12), los escucharé.6. Llenas están de sangre sus manos (Is 1,15). 7. Aun
cuando me traigan flor de harina o incienso, me es una abominación (Is 1,13); grasa de
corderos o sangre de toros, no la quiero. 8. Porque, ¿quién requirió esas ofrendas de sus
manos? (Is 1,11-12). Desata más bien toda atadura de injusticia, rompe las cadenas de los
violentos contratos, cubre al sin techo y al desnudo, comparte tu pan con el hambriento
(Is 58,6-7)". 9. Por estos pasajes pueden entender de qué naturaleza son las enseñanzas
que en nombre de Dios dan los profetas.
38. 1. Cuando el Espíritu profético habla en persona de Cristo, se expresa así: "Yo extendí
mis manos a un pueblo que no cree y que contradice, a los que andan por camino no
bueno" (Is 65,2). 2. Y de nuevo: "Presenté mi espalda a los azotes y mis mejillas a las
bofetadas, y mi rostro no lo aparté del ultraje de los salivazos. 3. Pero el Señor se hizo mi
ayudador; por eso no quedé confundido, sino que puse mi rostro como roca dura, y supe
que no había de ser confundido, pues cerca está el que me justifica" (Is 50,6-8). 4. Y lo
mismo cuando dice: "Ellos echaron suerte sobre mis vestiduras, y taladraron mis manos
y mis pies (Sal 21,19. 17). 5. Pero yo me dormí y me entregué al sueño, y resucité, porque
el Señor me protegió" (Sal 3,6). 6. Y otra vez, cuando dice: "Cuchicheaban con sus labios
y movieron su cabeza diciendo: "Que se salve a sí mismo"" (Sal 21,8-9). Todo esto pueden
comprobar que se cumplió por los judíos en Cristo. 8. Pues cuando fue Él crucificado,
retorcían sus labios y meneaban sus cabezas diciendo: "El que resucitó muertos, que se
salve a sí mismo" (cf. Mt 27,39. 43).
39. 1. Cuando el Espíritu profético habla para profetizar lo por venir, dice así: "De Sión
saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén; Él juzgará en medio de las naciones y
convencerá a un pueblo numeroso. De sus espadas forjarán arados y de sus lanzas hoces;
y no tomará nación contra nación espada ni sabrán ya qué cosa sea la guerra" (Is 2,3-4;
cf. Mi 4,2-3). Que así haya sucedido, en sus manos está comprobarlo. 3. Porque de
Jerusalén salieron doce hombres (cf. Mt 10,2s.; Mc 3,14s.; Lc 16,13s.) por el mundo, y
estos ignorantes (cf. Hch 4,13), incapaces de elocuencia, que, sin embargo, anunciaron
por el poder de Dios a todo el género humano haber sido ellos enviados por Cristo para
enseñar a todos la palabra de Dios (cf. Hch 2,6-11). Y los que antes nos matábamos unos
a otros, no sólo no hacemos ahora la guerra a nuestros enemigos, sino que, por no mentir
ni engañar a nuestros jueces al interrogarnos, morimos gustosos por confesar a Cristo. 4.
Sin embargo, pudiéramos nosotros aplicar a nuestro caso el dicho famoso: "La lengua
juró, pero el corazón no ha jurado" (Eurípides, Hipólito 612). 5. Pero seguramente sería
ridículo que los soldados que ustedes reclutan y enrolan, pongan la lealtad hacia ustedes
por encima de su propia vida, por encima de sus padres, su patria y cuanto les pertenece,
siendo así que nada imperecedero les pueden procurar, y nosotros, que aspiramos a la
incorrupción, no lo soportemos todo a trueque de recibir los bienes que esperamos
ardientemente de Aquel que tiene poder para dárnoslo.
40. 1. Escuchen ahora lo que fue predicho sobre los que predicaron su doctrina y
anunciaron su venida; el ya mentado profeta y rey dice así por moción del Espíritu
profético: "El día al día le transmite una palabra, y la noche a la noche le anuncia
conocimiento. 2. No hay discursos ni palabras cuya voz no se oiga. 3. Sobre toda la tierra
se esparció el sonido de su voz y a los términos del orbe de la tierra llegaron sus palabras.
4. En el sol puso su tienda, y éste, como esposo que sale de su cámara nupcial, se
regocijará como gigante para recorrer su camino" (Sal 18,3-6).
5. Hemos creído oportuno y propio hacer mención de otras palabras profetizadas por el
mismo David, por las que podrán enterarse qué regla de vida el Espíritu profético propone
a los hombres, 6. y cómo anuncia la conjura que se tramó contra Cristo entre Herodes,
rey de los judíos; éstos mismos judíos y Pilato, que fue procurador de ustedes en Judea,
y los soldados de éste (cf. Hch 4,27). 7. Noten también cómo se profetiza que habían de
creer en Él hombres de toda raza; que Dios le llama Hijo suyo y le promete someterle a
todos sus enemigos; cómo los demonios, en cuanto pueden, tratan de escapar al poder de
Dios Padre y Soberano de todo y al de Cristo; y cómo, en fin, llama Dios a todos los
hombres a la penitencia antes que llegue el día del juicio. 8. Las profecías dicen así:
"Bienaventurado el hombre que no camina según el consejo de los impíos, ni se para en
el camino de los pecadores, ni se sienta sobre la cátedra pestilente, sino que su voluntad
está en la ley del Señor, y en su ley medita día y noche. 9. Será como árbol plantado junto
a las corrientes de las aguas, que dará su fruto a debido tiempo y sus hojas no caerán, y
todo cuanto hiciere le saldrá prósperamente. 10. No así los impíos, no así, sino que serán
como el polvo que esparce el viento sobre la superficie de la tierra. Por eso, no se
levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en el consejo de los justos; porque
conoce el Señor el camino de los justos y el camino de los impíos perecerá (Sal 1,1-6).
11. ¿Por qué bramaron las naciones y los pueblos vanos pensamientos? Se levantaron los
reyes de la tierra y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Cristo, diciendo:
"Rompamos sus ataduras y arrojemos de nosotros su yugo". 12. El que mora en los cielos
se reirá de ellos, y el Señor los hará objeto de su mofa. Entonces les hablará en su ira, y
en su furor los conturbará. 13. Yo, en cambio, fui por Él constituido rey sobre Sión, su
monte santo, para anunciar su decreto. 14. El Señor me dijo: "Tú eres mi hijo, yo te he
engendrado hoy. 15. Pídemelo y te daré las naciones por herencia, y por posesión tuya los
confines de la tierra. Los apacentarás con vara de hierro, como vasos de alfarero los harás
añicos. 16. Y ahora, reyes, entiendan; instrúyanse los que juzgan la tierra. 17. Sirvan al
Señor con temor y exulten en Él con temblor. 18. Sométanse a sus enseñanzas, en el temor
de que se irrite el Señor y se pierdan fuera del camino recto, cuando de pronto se encienda
su cólera. 19. Bienaventurados todos los que confían en Él"" (Sal 2,1-12).
41. 1. En otra profecía, el Espíritu profético anuncia por medio del mismo David que
Cristo había de reinar después de ser crucificado, dijo así: "Alabe al Señor toda la tierra,
y anuncien de día en día su salvación, porque grande es el Señor y digno de alabanza
sobremanera, temible sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de las naciones son
imágenes de demonios, pero Dios hizo los cielos. 2. Gloria y alabanza en su presencia,
fuerza y esplendor en el lugar de su santificación. Den gloria al Señor, al que es Padre de
los siglos. 3. Presenten la ofrenda, llévenla a su presencia y adórenle en sus atrios santos.
Tema ante su faz toda la tierra, que se afirme y no vacile. 4. Alégrense en las naciones: el
Señor estableció su reino desde lo alto del madero" (1 Cro 16,23-25. 28a. 29b.-31; cf. Sal
95.1-10).
42. 1. Vamos también a aclarar el caso en que el Espíritu profético habla de lo porvenir
como ya cumplido, como puede ya conjeturarse en los textos antes alegados, a fin de que
tampoco en esto tengan excusa los que leen. 2. Lo absolutamente conocido como que va
a suceder, el Espíritu profético lo predice como ya sucedido; y que haya de tomarse así,
pongan toda la atención de su mente a lo que vamos a decir. 3. Las profecías citadas las
pronunció David mil quinientos años antes de que Cristo, hecho hombre, fuera
crucificado, y ninguno de los antes nacidos procuró, al ser crucificado, alegría a las
naciones (cf. Sal 96,10; I,41,4), ni nadie tampoco después de Él. 4. En cambio, fue en
nuestro tiempo que Jesucristo fue crucificado, murió y resucitó, y que después de subir al
cielo estableció su reino; y porque esto fue proclamado en su nombre por medio de los
apóstoles en todas las naciones, la alegría reina entre quienes esperan la inmortalidad que
Él nos ha prometido.
43. 1. De lo anteriormente por nosotros dicho no tiene nadie que sacar la consecuencia de
que nosotros afirmamos que cuanto ocurre, sucede por necesidad del destino, por el hecho
de que decimos ser de antemano conocidos los acontecimientos. Para ello, vamos a
resolver también esta dificultad. 2. Nosotros hemos aprendido de los profetas (cf. Jr 17,9-
10), y afirmamos que ésa es la verdad, que los castigos y tormentos, lo mismo que las
buenas recompensas, se dan a cada uno conforme a sus obras; pues de no ser así, sino que
todo sucediera por destino, no habría en absoluto libre albedrío. Y, en efecto, si está
determinado que éste sea bueno y el otro malo, ni aquél merece alabanza, ni este vituperio.
3. Si el género humano no tiene poder para huir por libre determinación del mal y escoger
el bien, es irresponsable de cualesquiera acciones que haga. 4. Pero que el hombre es
virtuoso y peca por libre elección, lo demostramos por el siguiente argumento: 5. Vemos
que el mismo sujeto pasa de un contrario a otro. 6. Ahora bien, si estuviera determinado
ser malo o bueno, no sería capaz de cosas contrarias ni se cambiaría con tanta frecuencia.
En realidad, ni podría decirse que unos son buenos y otros malos, desde el momento que
afirmamos que el destino es la causa de buenos y malos, y que se contradice a sí mismo
en su accionar, o habría que tomar por verdad lo que ya anteriormente insinuamos, a saber,
que la virtud y el vicio son puras palabras, y que sólo por opinión se tiene algo por bueno
o por malo. Lo cual, como demuestra la verdadera razón, es el colmo de la impiedad y de
la iniquidad. 7. Lo que sí afirmamos ser destino ineludible es que a quienes escogieron el
bien, les espera digna recompensa; y a los que lo contrario, les espera igualmente digno
castigo. 8. Porque no hizo Dios al hombre a la manera de las otras criaturas, por ejemplo,
árboles o cuadrúpedos, que nada pueden hacer por libre determinación; pues en este caso
el hombre no sería digno de recompensa o alabanza, no habiendo por sí mismo escogido
el bien, sino nacido ya bueno; ni, de haber sido malo, se le castigaría justamente, no
habiéndolo sido libremente, sino por no haber podido ser otra cosa que lo que fue.
44. 1. Esta doctrina nos la ha enseñado el Espíritu profético, que por medio de Moisés le
hacer decir a Dios la siguiente sentencia al primer hombre, al que había creado: "Mira
que ante ti está el bien y el mal, escoge el bien" (Dt 30,15. 19). 2. A su vez, por Isaías,
otro de los profetas, hablando en nombre de Dios, Padre y Señor del universo, le hace
decir: 3. "Lávense, purifíquense, quiten la maldad de sus almas. Aprendan a obrar el bien,
obren rectamente con el huérfano, hagan justicia a la viuda, y entonces vengan y
conversemos, dice el Señor. Aun cuando sus pecados fueren como la púrpura, como lana
los dejaré blancos; aun cuando fueren como escarlata, como nieve los blanquearé. 4. Y si
quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra; pero si no me escuchan, la espada
los devorará, porque la boca del Señor lo ha dicho" (Is 1,16-20). 5. La anterior expresión:
"La espada os devorará" (Is 1,20), no quiere decir que hayan de ser pasados a filo de
espada los que desobedecieren, sino que por "la espada del Señor" hay que entender el
fuego, cuya presa son los que han escogido practicar el mal. 6. Por eso dice: "La espada
los devorará, porque la boca del Señor lo ha dicho" (Is 1,20). 7. Porque si hubiera hablado
de la espada que corta y mata al instante, no hubiera dicho "los devorará". 8. De suerte
que Platón mismo, al decir: "La culpa es de quien elige, Dios no tiene culpa"
(República X,617e), lo dijo por haberlo tomado del profeta Moisés, pues es de saber que
éste es más antiguo que todos los escritores griegos. 9. Y, en general, cuanto filósofos y
poetas dijeron acerca de la inmortalidad del alma, de los castigos después de la muerte,
de la contemplación de las cosas celestiales y de otras doctrinas semejantes, de los
profetas tomaron los principios no sólo para poderlo entender, sino también para
expresarlo. 10. De ahí que parezca haber en todos, unas como semillas de verdad; sin
embargo, se les puede reprochar no haberlo entendido exactamente por el hecho de que
se contradicen unos a otros. 11. En conclusión, si decimos que los acontecimientos futuros
han sido profetizados, no por eso afirmamos que sucedan por necesidad del destino; lo
que afirmamos es que Dios conoce de antemano cuanto ha de ser hecho por cada hombre,
es decreto suyo recompensar a cada uno según el mérito de sus obras, y por ello
justamente anuncia por medio del Espíritu profético lo que a cada uno ha de venir de parte
de Él, conforme a lo que sus obras merezcan: con lo que constantemente conduce al
género humano a la reflexión y al recuerdo, demostrándole que tiene cuidado y
providencia de los hombres. 12. Sin embargo, por la acción de los malvados demonios,
se decretó pena de muerte contra quienes leyeran los libros de Histaspe, de la Sibila o de
los profetas, a fin de apartar a los hombres, por el terror, de alcanzar, leyéndolos, el
conocimiento del bien, y retenerlos ellos como esclavos suyos; cosa que en definitiva, no
pudieron conseguir los demonios. 13. Porque no sólo los leemos intrépidamente nosotros,
sino que, como ven, se los ofrecemos para que los examinen ustedes, seguros como
estamos que han de aparecer gratos a todos. Y aún cuando sólo a unos pocos logremos
persuadir, nuestra ganancia será muy grande, pues recibiremos del amo, como buenos
agricultores, nuestra remuneración.
La Ascensión y el triunfo
45. Ahora escuchen lo que dijo el profeta David sobre que Dios, Padre del universo, había
de llevar a Cristo al cielo después de su resurrección de entre los muertos, y retenerle
consigo hasta herir a los demonios, enemigos suyos, y completar el número de los que Él
sabía de antemano serían buenos y virtuosos, aquellos justamente por cuya causa no ha
cumplido todavía la universal destrucción. 2. Las palabras del profeta son éstas: "Dijo el
Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de
tus pies". 3. Cetro de poder te enviará el Señor desde Jerusalén y tú domina en medio de
tus enemigos. 4. Contigo el imperio en el día de tu potencia en medio de los esplendores
de tus santos. De mi seno, antes del lucero de la mañana, te he engendrado" (Sal 109,1-
3).
5. Ahora bien, las palabras: "Cetro de poder te enviará desde Jerusalén" (Sal 109,2), era
anticipado anuncio de la palabra poderosa, que, saliendo de Jerusalén, predicaron por
doquiera sus apóstoles; y que nosotros, a despecho de la muerte decretada contra los que
enseñan o sólo confiesan el nombre de Cristo, por doquiera, también la abrazamos y la
enseñamos. 6. Si también ustedes leen como enemigos estas palabras nuestras, fuera de
matarnos, como ya antes dijimos (I,2,4; 11,2; 12,6), nada pueden hacer; y eso, a nosotros,
ningún daño nos acarrea; a ustedes, empero, y a todos los que injustamente nos aborrecen
y no se convierten, ha de traerles castigo de fuego eterno.
46. 1. Algunos, sin razón, para rechazar nuestra enseñanza, pudieran objetarnos que,
diciendo nosotros que Cristo nació hace sólo ciento cincuenta años bajo Quirino y enseñó
su doctrina más tarde, en tiempo de Poncio Pilato, ninguna responsabilidad tienen los
hombres que le precedieron. Adelantémonos a resolver esta dificultad. 2. Nosotros hemos
recibido la enseñanza de que Cristo es el primogénito de Dios, y anteriormente hemos
indicado (cf. I,23,2) que Él es el Verbo, de que todo el género humano ha participado. 3.
Así, quienes vivieron conforme al Verbo, son cristianos, aún cuando fueron tenidos por
ateos, como sucedió entre los griegos con Sócrates, Heráclito y otros semejantes, y entre
los bárbaros con Abraham, Ananías, Azarías y Misael, y otros muchos cuyos hechos y
nombres, que sería largo enumerar, omitimos por ahora. 4. De suerte que también los que
anteriormente vivieron sin el Verbo, fueron malvados, enemigos de Cristo y asesinos de
quienes viven con el Verbo; pero los que han vivido y siguen viviendo con el Verbo son
cristianos y no saben de miedo ni turbación. 5. Ahora bien, por qué causa nació hombre
de una virgen por el poder del Verbo conforme al designio de Dios, Padre y Soberano del
universo, fue llamado Jesús y después de crucificado y muerto, resucitó y subió al cielo,
el lector inteligente podrá perfectamente comprenderlo por las largas explicaciones hasta
aquí dadas (cf. I,45-46,4). 6. Por nuestra parte, como quiera que no sea al presente
necesario demostrar ese punto, pasaremos por ahora a las demostraciones más urgentes.
La ruina de Jerusalén
47. 1. Escuchen ahora lo que por el Espíritu profético fue predicho sobre la devastación
futura de la tierra de los judíos. Las palabras están dichas como pronunciadas por las
naciones que se maravillan de lo sucedido. 2. Son de este tenor: "Desierta ha quedado
Sión, como soledad ha quedado Jerusalén, execrada ha sido la casa, nuestro santuario; y
su gloria que nuestros padres celebraron, ha venido a ser presa del fuego y todas sus
maravillas se han hundido. 3. Ante todo esto, tú permaneciste impasible, te callaste y nos
has humillado sobremanera" (Is 64,9-11). 4. Ahora bien, que Jerusalén haya quedado
desierta, tal como había sido predicho, cosa es de que están bien persuadidos. 5. Y no sólo
se predijo su devastación, sino también, por el profeta Isaías, que a ninguno de ellos se le
permitiría habitar en ella, con estas palabras: "La tierra de ellos está desierta, delante de
ellos sus enemigos la devoran (cf. Is I,7), y ninguno de ellos la habitará" (Jr 50,3 [27,3
LXX]). 6. Ustedes mismos tienen montada guardia para que nadie se halle en ella, y han
decretado la pena de muerte contra el judío que sea sorprendido queriendo retornar, esto
lo saben perfectamente.
48. 1. Que nuestro Cristo había de curar todas las enfermedades (cf. Is 35,5) y resucitar
muertos, escuchen las palabras con que fue profetizado: 2. Son éstas: "Ante su
advenimiento, saltará el lisiado como ciervo, y se soltará la lengua de los mudos (Is 35,6),
los ciegos recobrarán la vista, los leprosos quedarán limpios, los muertos resucitarán y
echarán a andar" (cf. Mt 11,5; Is 35,5; 26,19). 3. Que todo esto lo hizo Cristo, pueden
comprobarlo por las "Actas" redactadas en tiempo de Poncio Pilato. 4. Y sobre cómo fue
de antemano señalado que a Él lo iban a matar, junto con los hombres que en Él esperan,
escuchen las palabras del profeta Isaías: 5. "He aquí cómo hicieron perecer el justo y
nadie reflexiona en su corazón; varones justos son quitados de en medio y nadie presta
atención. 6. A la vista de la iniquidad es eliminado el justo y su sepultura estará en paz;
ha sido quitado de en medio de los hombres" (Is 57,1-2).
49. 1. Escuchen lo que dice el profeta Isaías: los pueblos de las naciones que no le
esperaron habían de adorarle; los judíos, en cambio, que le estaban esperando, venido que
hubo, le desconocieron. Las palabras están dichas en nombre de Cristo mismo, 2. y son
de este tenor: "Me manifesté a quienes no preguntaban por mí, fui hallado por quienes no
me buscaban. Dije: "Heme aquí", a una nación que no invocaba mi nombre. 3. Extendí
mis manos a un pueblo que no cree y que contradice, a los que andan por un camino no
bueno, tras sus pecados. 4. El pueblo que me exaspera, está delante de mí" (Is 65,1-3; cf.
Rm 10,20-21). 5. En efecto, los judíos que estaban en posesión de las profecías y
esperaban continuamente a Cristo, venido que fue, no le reconocieron; y no sólo eso, sino
que le hicieron violencia (cf. Hch 13,27-28) [a las profecías]; en cambio, los gentiles, que
jamás habían oído hablar de Él hasta que los Apóstoles salidos de Jerusalén les contaron
su vida y les entregaron las profecías, llenos de alegría y de fe (cf. Hch 13,48) renunciaron
a los ídolos y se consagraron por medio de Cristo al Dios ingénito. 6. Y que de antemano
fueron conocidas estas calumnias que habían de propalarse contra los que confiesan a
Cristo y que la desgracia debía golpear a quienes los maldicen pretendiendo que es bueno
conservar las antiguas tradiciones, escuchen cómo brevemente lo dice el profeta Isaías.
7. Son sus palabras: "¡Ay de los que llaman a lo dulce amargo y a lo amargo dulce!" (Is
5,20).
50. 1. Escuchen ahora las profecías relativas a la pasión y ultrajes que había de sufrir por
nosotros hecho hombre, y a la gloria con que ha de volver (cf. Is 53,12 LXX). 2. Son
éstas: "Porque entregaron su alma a la muerte y fue contado entre los inicuos, Él cargó
con los pecados de muchos y obtendrá misericordia para los criminales (Is 53,12). 3.
Porque he aquí que mi siervo entenderá, será levantado y glorificado sobremanera. 4. Al
igual que muchos quedarán atónitos ante ti, así tu apariencia será objeto de burla para los
hombres, y tu gloria arrojada lejos de ellos; así también se maravillarán las naciones y
quedarán mudos los reyes; porque aquellos a quienes no se les anunció sobre Él, lo verán,
y los que no oyeron, entenderán. 5. Señor, ¿quién creyó en nuestra palabra? Y el brazo
del Señor, ¿a quién le fue revelado? Anunciamos la noticia delante de Él, como niño
pequeño, como raíz en tierra sedienta. 6. No tiene figura ni gloria; le vimos y no tenía
figura ni hermosura, sino que su figura estaba deshonrada y deficiente en parangón con
los hombres. 7. Hombre entregado a los azotes y que sabe de soportar el sufrimiento; ante
su rostro se desvía la mirada, fue deshonrado y no fue considerado. 8. Él lleva sobre sí
nuestros pecados, y por nosotros sufre dolor, pero nosotros consideramos que Él estaba
en el sufrimiento, los suplicios y los malos tratos. 9. Él fue llagado por causa de nuestras
iniquidades y sufrió por causa de nuestros pecados. El castigo que nos procura la paz cayó
sobre Él, por sus llagas fuimos nosotros curados. 10. Todos anduvimos errantes como
ovejas; cada uno erró en su camino; Él fue entregado a causa de nuestros pecados, y Él,
al ser maltratado, no abre su boca. Como oveja fue llevado al matadero; como cordero
que está mudo ante el que le trasquila, así tampoco Él abre su boca. 11. En su humillación,
su juicio fue abolido" (Is 52,13-53,8). 12. Ahora bien, después de ser crucificado, hasta
sus discípulos todos le abandonaron y negaron (cf. Mt 26,70); pero luego, cuando hubo
resucitado de entre los muertos y fue por ellos visto; después que les enseñó a leer las
profecías en que estaba predicho que todo eso había de suceder (cf. Lc 24,27) y le vieron
subir al cielo (cf. Hch 1,9), creyeron y recibieron la fuerza que Él les envió de lo alto, y
se esparcieron entre los hombres de toda raza (cf. Hch 1,8), para enseñarnos todas estas
cosas y fueron llamados apóstoles.
51. 1. Para darnos a entender que aquel que conoció sus sufrimientos tiene un origen
inefable y que reina sobre sus enemigos, el Espíritu profético dijo así: "La generación de
Él, ¿quién la explicará? Porque es arrebatada de la tierra su vida, por las iniquidades de
ellos va a la muerte. 2. E intercambiaré a los malos por su sepultura y a los ricos por su
muerte, porque Él no cometió iniquidad ni se halló engaño en su boca. El Señor quiere
purificarle de su herida. 3. Si hicieran una ofrenda por el pecado, el alma de ustedes
recibirá una descendencia duradera.4. El Señor quiere apartar el sufrimiento del alma de
Él, mostrarle la luz y formarle en inteligencia, justificar al justo que ha servido bien a
muchos, y Él mismo llevará nuestros pecados. 5. Por eso, Él recibirá en herencia a muchos
pueblos y repartirá los despojos de los fuertes, por haber sido contado entre los inicuos,
por haber llevado los pecados de muchos y haberse entregado por las iniquidades de ellos"
(Is 53,8-12). 6. Y que había de subir al cielo, como fue profetizado, escúchenlo. 7. La
profecía es ésta: "Levanten las puertas de los cielos; ábranse, puertas, para que entre el
rey de la gloria. ¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor fuerte, el Señor poderoso" (Sal
23,7-8). 8. Pero que también ha de venir de los cielos con gloria, escuchen lo que sobre
esto fue dicho por el profeta Jeremías. 9. Dice así: "He aquí como un hijo de hombre viene
sobre las nubes del cielo (Dn 7,13; cf. Za 14,5; Judas 14), y sus ángeles con Él" (cf. Mt
25,31).
52. 1. Ahora, pues, como hemos demostrado que todo lo hasta ahora sucedido fue de
antemano anunciado por los profetas, es necesario también que creamos ha de cumplirse
íntegramente lo que ha sido igualmente profetizado, pero tiene todavía que suceder. 2.
Porque a la manera que lo ya sucedido, anticipadamente anunciado, por más que no fuera
comprendido, ha sucedido; del mismo modo, lo que aún falta por cumplirse sucederá, por
más que no se lo comprenda ni se le dé fe. 3. Pues los profetas anunciaron dos
advenimientos de Cristo: uno cumplido ya, como hombre depreciado y pasible (cf. Is
53,3); el segundo, cuando venga con gloria de los cielos acompañado de su ejército de
ángeles (cf. Dn 7,13), que es cuando resucitará también los cuerpos de todos los hombres
que han existido, y a los que sean dignos los revestirá de incorrupción (cf. 1 Co 15,53), y
a los inicuos los enviará, junto con los perversos demonios, al fuego eterno, para un
sufrimiento eterno (cf. Mt 25,41). 4. Vamos a mostrar cómo también fue profetizado que
ha de suceder esto. 5. El profeta Ezequiel fue quien lo dijo así: "Se unirá articulación con
articulación, y hueso con hueso, y volverán a brotar las carnes (cf. Ez 37,7-8). 6. Y toda
rodilla se doblará ante el Señor y toda lengua le confesará" (cf. Is 45,23; Rm 14,11; Flp
2,10). 7. En qué tormento y castigo han de hallarse los injustos, escuchen lo que sobre
esto fue dicho. 8. Es lo siguiente: "Su gusano no descansará y su fuego no se extinguirá"
(Is 66,24). 9. Entonces, sí se arrepentirán, cuando ya de nada les servirá. 10. Qué dirán y
harán entonces las tribus de los judíos, cuando vean al Cristo volver en gloria, por el
profeta Zacarías fue dicho en esta profecía: "Yo mandaré a los cuatro vientos que reúnan
a mis hijos dispersos, mandaré al Bóreas (viento del norte) que los traiga (cf. Za 2,10; Is
11,12) y al Noto (viento del sur) que no se oponga. 11. Y entonces habrá en Jerusalén
llanto grande (cf. Za 12,11), no llanto de bocas ni de labios, sino llanto de corazón (cf. Is
29,13); y no rasgarán sus vestidos, sino sus conciencias (cf. Jl 2,13). 12. Se lamentarán
tribu por tribu, y entonces mirarán al que traspasaron (cf. Za 2,10; Ap 1,7) y dirán: "¿Por
qué, Señor, nos extraviaste lejos de tu camino?" (Is 63,17). La gloria que nuestros padres
bendijeron, se nos ha convertido en oprobio" (Is 64,10).
53. 1. Muchas otras profecías pudiéramos alegar; aquí, sin embargo, ponemos término a
esta prueba, considerando que las citadas son bastante para persuadir a quienes tengan
oídos para oír y entender (cf. Mt 13,9). Porque creemos que pueden percatarse que no
somos nosotros como los inventores de fábulas sobre los supuestos hijos de Zeus, que nos
contentamos con sólo afirmar, y no tenemos pruebas que alegar. 2. Pues ¿con qué razón
íbamos a creer que un hombre crucificado es el primogénito del Dios ingénito y que Él
ha de juzgar a todo el género humano, si no halláramos testimonios sobre Él proclamados
antes que viniera y se hiciera hombre, y no los viéramos literalmente cumplidos: 3. la
devastación de la tierra de los judíos, hombres de todas las naciones que creen por la
enseñanza de sus apóstoles y rechazan sus antiguas costumbres, en cuyos errores se
criaron, y aún al vernos a nosotros mismos, los cristianos que procedemos de la gentilidad,
que somos más numerosos y sinceros que los de origen judío y samaritano? 4. Porque es
de saber que el resto de las naciones todas, son llamadas por el Espíritu profético:
"Gentiles"; la nación, empero, de judíos y samaritanos se llama "tribu de Israel" y "casa
de Jacob". 5. Y vamos a citarles la profecía en que se predice que serán más los creyentes
que proceden de la gentilidad que los de origen judío y samaritano. Dice así: "Alégrate,
estéril, la que no das a luz; prorrumpe en gritos de júbilo, la que no sufres dolores de
parto; porque más son los hijos de la abandonada que de la que tiene marido" (Is 54,1
[LXX]; cf. Ga 4,27). 6. Es así que abandonadas del verdadero Dios estaban todas las
naciones que daban culto a obras de las manos; los judíos y samaritanos, empero, que
tenían la palabra de Dios, que les fue transmitida por los profetas, y estaban
constantemente esperando a Cristo, venido que fue, no le reconocieron, fuera de unos
pocos, que había predicho el Espíritu Santo profético por Isaías que habían de salvarse.
7. Dijo éste hablando en su nombre: "Si el Señor no nos hubiera dejado un pequeño resto,
habríamos venido a ser como Sodoma y Gomorra" (Is,19; cf. Rm 9,29). Sodoma y
Gomorra, de las que cuenta Moisés la historia, fueron ciudades de hombres impíos, que
Dios destruyó abrasándolas con fuego y azufre, sin que en ellas se salvara nadie más que
un extranjero, de origen caldeo, llamado Lot, juntamente con sus hijas (cf. Gn 19). 9. Aún
ahora el que quiera puede ver toda aquella tierra que sigue desierta, calcinada y estéril.
10. Sobre que los cristianos de la gentilidad habían de ser más sinceros y más fieles, lo
demostraremos citando al profeta Isaías. 11. He aquí lo que dijo: "Israel es incircunciso
de corazón, las naciones lo son de prepucio" (Jr 9,25). 12. La contemplación, por ende,
de tantos hechos bien pueden llevar, con la ayuda de la razón, a la persuasión y a la fe a
quienes aman la verdad, no son amigos de la gloria ni se dejan dominar por sus pasiones.
54. 1. Los que enseñan los mitos inventados por los poetas, ninguna prueba pueden
ofrecer a los jóvenes que los aprenden de memoria, y nosotros vamos a demostrar que
esos mitos fueron compuestos por instigación de los malvados demonios para engaño y
extravío del género humano. 2. En efecto, como oyeran por los profetas que el Cristo
anunciado debía venir y que los hombres impíos habían de ser castigados por el fuego,
produjeron leyendas atribuyendo a Zeus una multitud de hijos, creyendo que así lograrían
que los hombres consideraran la historia de Cristo como un cuento fabuloso, semejante a
las leyendas contadas por los poetas. 3. Estos relatos se propagaron en Grecia y en todas
las demás naciones, en que los demonios habían previsto, por los anuncios de los profetas,
que más se había de creer en Cristo. 4. Sin embargo, nosotros vamos a poner de manifiesto
que, no obstante oír lo que dicen los profetas, no lo entendieron exactamente, sino que
imitaron como a tientas lo referente a nuestro Cristo.
5. Así, pues, el profeta Moisés, es más antiguo de todos los escritores, como ya dijimos
(cf. I,44,8), hizo la profecía siguiente, que antes citamos (cf. I,32,1): "No faltará rey de la
descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que venga aquel a quien está reservado.
Y Él será la expectación de las naciones, atando a la viña su asno, lavando sus vestidos
en la sangre de la uva" (Gn 49,10-11). 6. Oyendo los demonios estas palabras proféticas,
dijeron que Dioniso había sido hijo de Zeus, enseñaron haber él inventado la viña;
inscribieron al vino en el número de sus misterios y divulgaron que Dionisio después de
haber sido despedazado subió al cielo. 7. Pero como en la profecía de Moisés no se
significaba con toda claridad si el que había de nacer sería Hijo de Dios (o un hombre),
ni si el que había de montar un asno se quedaría en la tierra o subiría al cielo. Por otra
parte, el nombre de asno, originariamente, lo mismo puede significar la cría del asno que
del caballo. De ahí que no sabiendo si el profetizado había de tomar por símbolo de su
venida montar en una cría de asno o de caballo, ni si había ser hijo de Dios, como dijimos
(cf. I,21,1; 32,10), o de hombre, los demonios se inventaron que Belerofonte, hombre
nacido de hombres, subió al cielo sobre el caballo Pegaso. 8. Como además oyeron lo
dicho por otro profeta Isaías, que el Cristo había de nacer de una virgen (cf. Is 7,14) y que
por su propio poder subiría al cielo, produjeron de Perseo. 9. Por la misma razón,
conociendo lo que fue dicho de Él en las profecías anteriormente citadas: "Fuerte como
un gigante para recorrer su camino" (Sal 18,6), se inventaron un Heracles (= Hércules),
héroe poderoso, que recorrió toda la tierra. 10. En fin, al enterarse que estaba profetizado
que había de curar toda enfermedad y resucitar muertos, suscitaron a Asclepio.
El símbolo de la cruz
55. 1. Sin embargo, jamás, ni siquiera uno de los supuestos hijos de Zeus, propusieron
una imitación de la crucifixión, por no haberla entendido, como quiera que, según antes
manifestamos (cf. I,35; Is 9,5-6), todo lo referente a la cruz fue dicho de modo simbólico.
2. Justamente lo que es, como predijo el profeta (cf. I,35,2), el símbolo más importante
de la fuerza de Cristo y de su autoridad, como se muestra aún por las mismas cosas que
caen bajo nuestros ojos. Consideren, en efecto, si cuanto hay en el mundo puede ser
administrado o tener consistencia sin esta figura. 3. Porque el mar no se surca si ese trofeo,
llamado mástil, no se alza intacto en la nave; sin ella no se ara la tierra; ni cavadores ni
artesanos llevan a cabo su obra si no es por instrumentos que tienen esa figura. 4. La
misma figura humana no se distingue en otra ninguna cosa de los animales irracionales,
sino por ser recta, poder extender los brazos y llevar, partiendo de la frente, la prominencia
llamada nariz, por la que se verifica la respiración del viviente, designando precisamente
la imagen de la cruz. 5. Y el profeta dijo de esta manera: "El aliento delante de nuestra
cara, es Cristo, el Señor" (Lm 4,20). 6. Incluso sus mismas enseñas ponen de manifiesto
la fuerza de esta figura, quiero decir, sus estandartes y sus trofeos de victoria, que los
preceden por dondequiera realizan sus marchas, mostrando los signos de la autoridad y
del poder de ustedes, aun cuando lo hagan sin percatarse de ello. 7. Las mismas imágenes
de sus emperadores, cuando mueren, las consagran por esta figura, y los llaman dioses en
sus inscripciones. 8. Ahora bien, una vez que los hemos exhortado por la vía del
razonamiento y por una figura patente, en cuanto nuestra fuerza lo ha consentido, nosotros
nos sentiremos en adelante irresponsables, aun cuando ustedes sigan incrédulos, pues lo
que de nosotros dependía, hecho está y a término ha llegado.
56. 1. Pero no se contentaron los malos demonios con inventar, antes de la aparición de
Cristo, las fábulas de los supuestos hijos de Zeus, sino que aparecido ya y habiendo
conversado con los hombres, como había sido anunciado por los profetas que se le creería
y sería esperado en todas las naciones, nuevamente, como dijimos (cf I,26,1 y 4), echaron
por delante a otros personajes como Simón y Menandro, ambos de Samaria, los cuales,
obrando prodigios mágicos, engañaron a muchos y los tienen todavía engañados. 2. En
efecto, como antes dijimos (cf. I,26,2), estando Simón en su imperial ciudad de Roma en
tiempo de Claudio César, de tal manera impresionó tanto al venerable Senado y al pueblo
romano, que fue tenido por un dios y honrado con una estatua, al igual que los otros que
ustedes tienen por dioses. 3. Por eso les suplicamos soliciten al venerable Senado y al
pueblo romano actuar como jueces asociados de este escrito nuestro, a fin de que si alguno
hubiere que sea aún engañado por las enseñanzas de aquél, conocida la verdad, pueda
huir del error. 4. Y la estatua, si les place, háganla destruir.
57. 1. Porque los demonios no logran persuadir que no se producirá la destrucción del
mundo por el fuego para castigo de los impíos, a la manera que tampoco lograron que la
venida de Cristo permaneciera oculta. Lo único que pueden hacer es que quienes viven
irracionalmente, y se crían en malas costumbres, entregados a sus pasiones y siguiendo
la vana opinión, nos quiten la vida y nos aborrezcan; pero nosotros, no sólo no los
aborrecemos a ellos, sino que, como es patente, queremos, por pura compasión que les
tenemos, persuadirles que cambien de parecer. 2. Porque no tememos la muerte, cuando
reconocemos que hay absolutamente que morir y nada nuevo sucede en este orden de
cosas, sino lo mismo de siempre (cf. Qo 1,9-10). Y si éstas producen disgusto a los que
las gozan aún sólo un año, que atiendan a nuestra enseñanza, para que estén siempre
exentos de dolor y de necesidades. 3. Pero si creen que nada hay después de la muerte,
sino que afirman que los que mueren van a parar a un estado de insensibilidad, en ese
caso nos hacen un beneficio al librarnos de los sufrimientos y necesidades de acá; sin
embargo, ellos se muestran malvados, enemigos de los hombres y amigos de las
apariencias, pues no nos quitan la vida para liberarnos, sino que nos matan para privarnos
de la vida y del placer.
La herejía de Marción
58. 1. También a Marción, originario del Ponto, como antes dijimos (cf. I,26,5), lo
suscitaron los malos demonios, quien ahora mismo está enseñando a negar al Dios creador
de todo lo que existe en la tierra y en el cielo, así como a Cristo, su Hijo, que fue anunciado
por los profetas, y predica no sabemos qué otro Dios fuera del artesano de todas las cosas,
así como a otro hijo suyo. 2. Muchos le han prestado creído, como si fuera el único que
conoce la verdad, y se burlan de nosotros, a pesar de que no tienen prueba alguna de lo
que dicen, sino que, sin razón ninguna, como ovejas arrebatadas por el lobo (cf. Mt 7,15;
Jn 10,12), son presa de doctrinas ateas y de los demonios 3. Porque en nada ponen los
llamados demonios tanto empeño como en apartar a los hombres de Dios Creador y de
Cristo, su primogénito; para lo cual, a quienes no son capaces de levantarse de la tierra,
los clavaron y siguen clavando a las cosas terrenas y hechas por manos de los hombres;
y a los que buscan elevarse a la contemplación de lo divino, si no poseen un juicio sano,
permaneciendo en una vida pura y exenta de pasiones, les acechan para precipitarlos en
la impiedad.
59. 1. De nuestros maestros también, queremos decir del Verbo que habló por medio de
los profetas, tomó Platón lo que dijo sobre que Dios creó el mundo, transformando una
materia informe. Para convencernos de ello, escuchen lo que literalmente dijo Moisés,
que fue el primero de los profetas, como se dijo antes (cf. I,10,2), más antiguo que los
escritores griegos. Por él, dándonos a entender el Espíritu profético cómo y de qué
elementos hizo Dios al principio al mundo, dijo así: 2. "En el principio creó Dios el cielo
y la tierra. 3. La tierra era invisible e informe, las tinieblas estaban encima del abismo, y
el Espíritu de Dios se cernía por sobre las aguas. 4. Y dijo Dios: "Sea hecha la luz". Y fue
hecha luz" (Gn 1,1-3). 5. En conclusión, que todo el universo fue hecho por la palabra de
Dios a partir de los elementos señalados por Moisés, cosa es que aprendió Platón y los
que siguen sus doctrinas y también la aprendimos nosotros, y ustedes pueden persuadirse
de ello. 6. Sabemos asimismo que lo que entre los poetas se llama "Erebo" (abismo), fue
antes mencionado por Moisés.
60. 1. La explicación, a partir de los principios naturales, dada por Platón en el Timeo
sobre el Hijo de Dios, cuando dice: "Le dio forma de X en el universo" (Timeo 36bc), la
tomó igualmente de Moisés. 2. Efectivamente, en los escritos de Moisés se cuenta que
por el tiempo en que los israelitas habían salido de Egipto y se hallaban en el desierto, les
acometieron fieras venenosas, víboras, áspides y todo género de serpientes, que causaban
la muerte al pueblo. 3. Entonces, por inspiración e impulso de Dios, tomó Moisés bronce
e hizo una figura en forma de cruz y la colocó sobre el santo tabernáculo, diciendo al
pueblo: "Si miran a esta figura y creen, por ella se salvarán". 4. Hecho esto, cuenta él que
murieron las serpientes y que el pueblo escapó así de la muerte (cf. Nm 21,6-9). 5. Platón
hubo de leer esto, y, no comprendiéndolo exactamente ni entendiendo que se trataba de
la figura de una cruz y tomándolo él por la X griega, dijo que después de Dios, el primer
principio, la segunda potencia, estaba extendida por el universo en forma de X. 6. Y hablar
él de un tercer principio, se debe también a haber leído, como dijimos (cf. I,59,3), las
palabras de Moisés en las que de dice que el Espíritu de Dios se cernía por sobre las aguas
(cf. Gn 1,2). 7. Porque Platón da el segundo lugar al Verbo, que viene de Dios y que él
dijo estar esparcido en forma de X en el universo; y el tercero, al Espíritu que se dijo
cernerse por encima de las aguas, y así dice: "Lo tercero sobre lo tercero" (Seudo
Platón, Epístola II,312c).
8. Que se producirá una destrucción del mundo por el fuego, escuchen cómo de antemano
lo anunció el Espíritu profético por Moisés. 9. Dijo así: "Bajará un fuego siempre vivo y
devorará hasta el fondo del abismo" (cf. Dt 32,22; 2 R 1,10; Platón, Las leyes [Epinomis]
566a). 10. No somos, pues, nosotros los que profesamos opiniones iguales a los otros,
sino que todos, no hacen más que imitar y repetir nuestras doctrinas. 11. Ahora bien, entre
nosotros todo eso, puede oírse y aprenderse aún de quienes ignoran las formas de las
letras, gentes ignorantes y bárbaras de lengua, pero sabias y fieles de pensamiento, y hasta
de enfermos y ciegos; de donde cabe entender que esto no es el efecto de una humana
sabiduría, sino la expresión del poder de Dios (cf. 1 Co 2,5).
El bautismo
61. 1. Vamos a explicar ahora de qué modo, después de renovados por Cristo, nos hemos
consagrado a Dios, no sea que, omitiendo este punto, demos la impresión de presentar
una exposición en parte defectuosa. 2. Cuantos se convencen y tienen fe de que son
verdaderas estas cosas que nosotros enseñamos y decimos, y prometen poder vivir
conforme a ellas, se les instruye ante todo para que oren y pidan, con ayunos, perdón a
Dios de sus pecados, anteriormente cometidos, y nosotros oramos y ayunamos juntamente
con ellos. 3. Luego los conducimos a sitio donde hay agua, y por el mismo modo de
regeneración con que nosotros fuimos también regenerados, son regenerados ellos, pues
en el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y de nuestro Salvador Jesucristo y
del Espíritu Santo (cf. Mt 28,19), toman entonces un baño en esa agua.
4. Porque Cristo dijo: "Si no son regenerados, no entrarán en el reino de los cielos" (cf.
Jn 3,3. 5; Mt 18,3). 5. Ahora bien, evidente es para todos que no es posible, una vez
nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras madres (cf. Jn 3,4). 6. También el profeta
Isaías, como anteriormente lo citamos (cf. I,44,3), dijo la manera como habían de ser
liberados de sus pecados aquellos que antes pecaron y ahora hacen penitencia. 7. He aquí
sus palabras: "Lávense, purifíquense, quiten la maldad de sus almas. Aprendan a obrar el
bien, obren rectamente con el huérfano, hagan justicia a la viuda, y entonces vengan y
conversemos, dice el Señor. Aun cuando sus pecados fueren como la púrpura, como lana
los dejaré blancos; aun cuando fueren como escarlata, como nieve los blanquearé (Is 1,16-
18). 8. Y si quieren y me escuchan, comerán los bienes de la tierra; pero si no me
escuchan, la espada los devorará, porque la boca del Señor lo ha dicho" (Is 1,20). 9. La
razón que para esto aprendimos de los apóstoles es ésta: 10. Puesto que de nuestro primer
nacimiento no tuvimos conciencia, engendrados que fuimos por necesidad de un germen
húmedo por la mutua unión de nuestros padres, y nos criamos en costumbres malas y en
conducta perversa; ahora, para que no sigamos siendo hijos de la necesidad y de la
ignorancia, sino de la libertad y del conocimiento, para obtener el perdón de nuestros
anteriores pecados, se pronuncia en el agua sobre el que ha elegido regenerarse, y se
arrepiente de sus pecados, el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y este solo
nombre se invoca por aquellos que conducen al baño a quien ha de ser lavado. 11. Porque
nadie es capaz de poner nombre al Dios inefable; y si alguno se atreviera a decir que ese
nombre existe, sufriría la más incurable locura. 12. Este baño se llama iluminación (cf. 2
Co 4,4-6), para dar a entender que son iluminados los que aprenden estas cosas. 13. El
que es iluminado es lavado también en el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo
Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo (cf. Mt 28,19; Hch 1,5; 11,16), que por
los profetas nos anunció de antemano todo lo referente a Jesús.
62. 1. También este baño oyeron los demonios que estaba anunciado por el profeta (cf. Is
1,16-20), y de ahí es que hicieron también rociarse a los que entran en sus templos y van
a presentarse ante ellos para ofrecerles libaciones y sacrificios, y aún llegan a obligar a
lavarse completamente antes de entrar a los templos donde residen. 2. Asimismo el que
los sacerdotes manden descalzarse a quienes entran en los templos y dan culto a los
demonios, lo imitaron éstos después de haberlo aprendido de lo sucedido a Moisés, el
profeta de que antes hablamos. 3. Pues es de saber que por el tiempo en que se le mandó
a Moisés bajar a Egipto para sacar de allí al pueblo de Israel, cuando estaba él apacentando
en tierra de Arabia las ovejas de su tío materno (cf. Ex 3,1; 4,18), nuestro Cristo habló
con él, bajo la apariencia de un fuego saliendo desde una zarza, y le dijo: "Desata las
sandalias de tus pies, acércate y oye" (cf. Ex 3,1-5). 4. Él de descalzo, se acercó y oyó
que se le mandaba bajar a Egipto y sacar de allí al pueblo de Israel. Fue entonces cuando
recibió fuerza considerable del mismo Cristo que le hablara bajo la apariencia de un
fuego; bajó, en efecto, (a Egipto) y sacó al pueblo, después de cumplir grandes y
maravillosos prodigios, que, si lo desean, pueden conocer detalladamente en sus escritos.
63. 1. Todos los judíos, empero, aun ahora, enseñan que fue el Dios innominado el que
habló a Moisés. 2. De ahí que el Espíritu profético por boca del ya mentado profeta Isaías,
reprendiéndolos en texto ya citado anteriormente (cf. I,37,1; 63,12) dijo: "Conoció el buey
a su dueño y el asno el pesebre de su señor, pero Israel no me ha conocido y mi pueblo
no me ha entendido" (cf. Is 1,3). 3. También Jesucristo mismo, reprendiendo a los judíos
por no conocer qué cosa fuera el Padre ni qué el Hijo (cf. Jn 8,19; 16,3), dijo también:
"Nadie conoce al Padre, sino el Hijo; ni al Hijo le conoce nadie, sino el Padre y a quienes
el Hijo lo revelare" (Mt 11,27). 4. Ahora bien, el Verbo de Dios es Hijo suyo, como antes
dijimos (cf. I,21,1; 22,2; 32,10). 5. Y también se llama Ángel (mensajero) y Apóstol
(enviado), porque Él anuncia lo que hay que conocer y es enviado para revelarnos todo
lo que está anunciado, como Él mismo, nuestro Señor, nos lo ha dicho: "El que a mí me
oye, oye a Aquel que me ha enviado" (Lc 10,16; cf. Mt10,40). 6. Esto ha de resultar
patente por los escritos de Moisés 7. En éstos, en efecto, se dice así: "Habló el ángel del
Señor en la llama del fuego desde la zarza con Moisés (cf. Ex 3,2) y le dijo: "Yo soy el
que es (cf. Ex 3,14), el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, el Dios de
tus padres (Ex 3,15). 8. Baja a Egipto y saca de allí a mi pueblo" (cf. Ex 3,10). 9. Lo que
sigue, pueden, si quieren, saberlo por sus propios escritos, pues no es posible transcribirlo
aquí todo. 10. Pero las palabras citadas bastan para demostrar que Jesús el Cristo es el
Hijo de Dios y su Enviado, el que antes era su Verbo, y que apareció unas veces en forma
de fuego, otras en imagen incorpórea; y ahora, hecho hombre por voluntad de Dios, para
la salvación del género humano, se sometió a sufrir todos los malos tratos que los
demonios quisieron infligirle por medio de los insensatos judíos. 11. Éstos, teniendo
expresamente dicho en los escritos de Moisés: "Habló el ángel de Dios a Moisés en una
llama de fuego desde la zarza y le dijo: "Yo soy el que soy (Ex 3,14), el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob"" (Ex 3,15), pretendían haber sido el Padre y creador
del universo quien dijo esas palabras. 12. De ahí que, reprendiéndolos, dijo el Espíritu
profético: "Israel no me conoció, ni mi pueblo me ha entendido" (Is 1,3). 13. A su vez,
Jesús, como ya indicamos, estando entre ellos, dijo: "Nadie conoce al Padre, sino el Hijo;
ni al Hijo le conoce nadie, sino el Padre y a quienes el Hijo se lo revelare" (Mt 11,27). 14.
Así, pues, los judíos que piensan haber sido siempre el Padre del universo quien habló a
Moisés, cuando en realidad le habló el Hijo de Dios, que se llama también Ángel y
Enviado suyo, con razón son reprendidos por el Espíritu profético y por el mismo Cristo
de no haber conocido ni al Padre ni al Hijo (cf. Jn 8,19; 16,3). 15. Porque los que dicen
que el Hijo es el Padre, dan prueba de que ni saben quién es el Padre ni se han enterado
de que el Padre del universo tiene un Hijo, que, siendo Verbo (cf. Jn 1,1) y primogénito
(cf. Col 1,15) de Dios, es también Dios. 16. Él fue quien primeramente apareció a Moisés
y a los otros profetas en forma de fuego o de una figura incorpórea, y el que ahora, en los
tiempos del imperio de ustedes, como ya dijimos, nació hombre de una virgen, conforme
al designio del Padre; para la salvación de los que creen en Él, quiso ser despreciado y
sufrir (cf. Mc 9,12), para vencer, con su muerte y resurrección, la muerte misma. 17.
Ahora, las palabras que Moisés oyó salir de la zarza (cf. Ex 3,12): "Yo soy el que es (Ex
3,14), el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob y el Dios de sus padres" (Ex
3,15), significaban que, aún después de muertos, aquellos personajes seguían existiendo
(cf. Lc 20,37), y que son hombres de Cristo mismo, como que ellos fueron los primeros
de entre todos los hombres que se ocuparon en la búsqueda de Dios: Abraham, padre que
fue de Isaac y éste de Jacob, como el mismo Moisés dejó escrito.
64. 1. De lo hasta aquí dicho pueden entender que fueron también los demonios quienes
introdujeron el uso de colocar la imagen de la diosa llamada Core sobre las fuentes de las
aguas, diciendo ser ella la hija de Zeus; con lo que quisieron imitar lo que dijo Moisés. 2.
Este, en efecto, como antes citamos (cf. I,59,3), dijo: "En el principio creó Dios el cielo
y la tierra. 3. La tierra era invisible e informe, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las
aguas" (Gn 1,1-2). 4. A imitación, pues, de este Espíritu de Dios que se dijo cernerse sobre
las aguas, dijeron los demonios que Core era una hija de Zeus. 5. Con parecida malicia
dijeron que Atenas era también hija de Zeus, pero no nacida de unión carnal; sino que
como supieron que Dios creó el mundo por medio de su Verbo, que antes había concebido
en su pensamiento, pretendieron que Atenas era de alguna forma aquel primer
pensamiento; cosa que tenemos por absolutamente ridícula, presentar a una figura
femenina como imagen del pensamiento. 6. De manera semejante (ocurre) con los otros
pretendidos hijos de Zeus; sus acciones les condenan.
La Eucaristía bautismal
65. 1. Por nuestra parte, nosotros, después de haber conducido al baño al que ha abrazado
la fe y se ha adherido a nuestra (doctrina), le llevamos a los que se llaman hermanos, allí
donde están reunidos; elevamos fervorosamente oraciones en común por nosotros
mismos, por el que acaba de ser iluminado y por todos los otros esparcidos por todo el
mundo, suplicando se nos conceda, ya que hemos conocido la verdad, ser hallados por
nuestras obras, personas de buena conducta y observantes de los mandamientos, para así
alcanzar la salvación eterna. 2. Terminadas las oraciones, nos saludamos mutuamente con
un beso. 3. Luego, al que preside (cf. 1 Tm 5,17) la asamblea de los hermanos, se le ofrece
pan y un vaso de agua y vino templado, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al
Padre del universo por el nombre de su Hijo y por del Espíritu Santo, y pronuncia una
larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Cuando
ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama
diciendo: "Amén" (cf. 1 Co 14,16). 4. "Amén", en hebreo, quiere decir "así sea". 5. Una
vez que el presidente ha terminado la acción de gracias y todo el pueblo ha manifestado
su acuerdo, los que entre nosotros se llaman "diáconos", dan a cada uno de los asistentes
parte del pan y del vino mezclado con agua sobre los que se dijo la acción de gracias, y
lo llevan a los ausentes.
66. 1. Este alimento se llama entre nosotros "Eucaristía", de la que a nadie es lícito
participar, sino al que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y ha recibido el baño para
la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a los preceptos que Cristo
nos enseñó. 2. Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino
que, a la manera que Jesucristo, nuestro Salvador, hecho carne (cf. Jn 1,14) por virtud del
Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación; así también el alimento
"eucaristía" por una oración que viene de Él -alimento con el que son alimentados nuestra
sangre y nuestra carne mediante una transformación-, es precisamente, conforme a lo que
hemos aprendido, la carne y la sangre de Jesús hecho carne. 3. Es así que los Apóstoles
en las "Memorias", por ellos escritos, que se llaman "Evangelios", nos transmitieron que
así le fue a ellos mandado obrar, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo:
"Hagan esto en memoria mía, éste es mi cuerpo" (Lc 22,19). E igualmente, tomando el
cáliz y dando gracias, dijo: "Esta es mi sangre" (c. Mt 26,27-28), y que sólo a ellos se las
dio.
4. Por cierto que también esto, por imitación, enseñaron los perversos demonios que se
hiciera en los misterios de Mitra; pues en los ritos de un nuevo iniciado se presenta pan y
un vaso de agua con ciertas recitaciones; ustedes lo saben o pueden de ello informarse.
La asamblea dominical
Recapitulación
68. 1. Ahora, pues, si les parece que tales doctrinas son conformes a la razón y a la verdad,
tómenlas en consideración; pero si las tienen por charlatanería, como cosa de charlatanes
desprécienlas, mas no decreten pena de muerte, como contra enemigos, contra quienes
ningún crimen cometen. 2. Porque de antemano les avisamos que, si se obstinan en su
injusticia, no escaparán al venidero juicio de Dios (cf. Mt 3,7). Nosotros, por nuestra
parte, exclamaremos: "¡Lo que a Dios sea grato, eso suceda" (cf. Mt 6,10; 26,42,
Platón, Critón 43d).
3. Pudiéramos también exigirles que manden celebrar los juicios sobre los cristianos
conforme a nuestra petición, fundándonos en la carta del máximo y gloriosísimo César
Adriano, padre de ustedes; sin embargo, no les hemos hecho nuestra súplica ni dirigido
nuestra exposición porque Adriano lo haya decidido así, sino porque estamos persuadidos
de la justicia de nuestras peticiones. 4. Con todo, adjunta les hemos puesto copia de la
carta de Adriano, para que vean cómo también a tenor de ella decimos la verdad.
5. La copia es la siguiente: "A Minucio Fundano. 6. Recibí una carta que me fue escrita
por Serenio Graniano, varón clarísimo, a quien tú has sucedido. 7. No me parece, pues,
que el asunto deba dejarse sin examen, a fin de que ni se perturben los inocentes ni se dé
facilidad a los calumniadores para sus fechorías. 8. Así, pues, si los habitantes de las
provincias son capaces de sostener abiertamente sus acusaciones contra los cristianos, de
suerte que respondan de ellas ante el tribunal, a este procedimiento han de atenerse; pero
prohíbo las peticiones y simples griterías. 9. Mucho más conveniente es, en efecto, que si
alguno intenta una acusación, entiendas tú en el asunto. 10. En conclusión, si alguno acusa
a los cristianos y demuestra que obran en algo contra las leyes, determina la pena
conforme a la gravedad del delito. Pero, ¡por Hércules!, si la acusación es calumniosa,
determina el grado de su perversidad y ten buen cuidado que no quede impune".