1ra y 2da Parte de Ascendiendo La Montaña Sagrada
1ra y 2da Parte de Ascendiendo La Montaña Sagrada
SAGRADA:
Religiones enteogénicas, experiencias místicas y
emergencias de lo sagrado salvaje
Hay una puerta dentro del yo, y cuando ésta se abre, se revela una unidad que
abarca a todos los seres y trasciende todos los límites. Los místicos de todos los
sistemas religiosos, de todas las culturas, y de todas las épocas, han informado que
ésta es la verdad suprema. Quienes han tenido una experiencia de este tipo están de
acuerdo en que el estado es esquivo y, por lo general, sólo se recuerda en
fragmentos. (...) Las culturas han desarrollado decenas de formas de aprehender
este estado unitivo. Los caminos incluyen austeridades físicas, ciclos de oración,
meditación, devociones, rituales de respiración y posturas físicas. Un número
significativo ha utilizado plantas en combinación con otras prácticas. Para algunos,
el uso de psicodélicos hace que la experiencia sea sospechosa. Pero hay quienes
creemos que, independientemente de cómo se ascienda la montaña, la vista desde la
cumbre es la misma. Lo que uno gane con esa vista y con la escalada dependerá,
como siempre, de cómo incorpore esos momentos en su vida.1
James Fadiman. The psychedelic explorer´s guide. Safe, therapeutic and sacred
journeys.
1.-Primera Parte
La experiencia psicodélica y el Dios adentro
De acuerdo con varios reportes, es común encontrar que muchas personas que han ingerido
alguna sustancia psicoactiva, señalen haber tenido experiencias que suelen clasificar como
espirituales, sagradas, visionarias, religiosas, místicas o trascendentales; afirman que, en el
uso de sustancias psicoactivas han encontrado una sensación espiritual, algunas veces
dentro del marco de sus propias creencias religiosas, similar a una forma enteramente
1 Fadiman, James. (2011) The Psychedelic Explorer´s Guide. Safe, therapeutic and sacred journeys. Ed. Park
Street Press. Toronto, Canada. p. 12 Traducción propia.
1
distinta de entender la espiritualidad, fuera de cualquier marco religioso, y otras personas
que se consideran a sí mismas ateas o que niegan la dimensión espiritual, se ven
confrontados tras la experiencia enteogénica, y mencionan la necesidad de aceptar que
existen reinos de la consciencia más allá de la racionalidad, por lo que es necesario abrirse
hacia ámbitos de realidad que no pueden más que concebirse como algo sagrado. Por lo
anterior, es que algunos autores como Carl Ruck, Gordon Wasson, Jonathan Ott, entre
otros, han propuesto el término de enteógenos, para referirse a estas sustancias que pueden
“generar o hacer nacer a dios adentro”. Lo cierto es que, históricamente, ha existido una
íntima relación entre este tipo de plantas, cactus y semillas con propiedades psicoactivas y
visionarias, con aquella dimensión sagrada de donde han surgido las religiones, que abren
ventas a través de las cuales el ser humano puede trascender las limitaciones espacio-
temporales para asomarse hacia aquello que es eterno e infinito. Es por esta profunda
conexión entre los psicodélicos y lo sagrado que se vuelve imperativo entender qué es
precisamente aquello que se revela en este tipo de experiencias.
El mundo fenoménico que percibimos y con el que interactuamos día a día es también
aquel del que podemos hablar, que se encuentra dentro de los límites del lenguaje. Ahí se
desenvuelve nuestra existencia, dentro de lo que el filósofo español Eugenio Trías llama el
Cerco del Aparecer, ya que es el ámbito de aparición del Ser, es decir, de aquello que se
manifiesta, que se muestra, que es aparente y asequible, tanto a la percepción sensorial
como al intelecto humano. Este Cerco del aparecer, asimismo, constituye un límite, un
horizonte que traza los bordes de nuestra realidad conocida y marca el final de nuestra
percepción fenoménica. Aquello que se encuentra más allá del horizonte, que trasciende
los límites de lo conocido, es lo que podemos denominar como el ámbito del Misterio. El
territorio del misterio de lo que se encuentra fuera de los contornos de lo asequible
empírica y racionalmente, es el que exploran los artistas y poetas, los soñadores y
buscadores del misterio, la misma bruma enigmática que padecen, de manera involuntaria,
quienes se han sumergido en los abismos de la locura, y lo que navegan con gracia los
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místicos y los chamanes. Este terreno del Misterio es el mismo al que se lanzan
intrépidamente los psiconautas y exploradores de la consciencia. En las tradiciones
religiosas, el Misterio se asocia con lo sagrado, es decir, aquello que tiene un valor
fundamental, que se encuentra en la base esencial de todo lo que es, que da origen a todos
los seres. Si bien el ser humano habita su existencia en el mundo conocido, tiene también
un vínculo insoslayable con el misterio, pues su propia existencia proviene de ahí, de lo sin-
nombre, de lo inefable, del fundamento último de la realidad, y esto lo sabe porque el
Misterio se ha revelado al ser humano a través de diversas experiencias místicas (pensemos
en las revelaciones de Dios a Abraham, la iluminación del Buda, los sueños y visiones del
profeta Mahoma, etc.), abriéndose puentes de comunicación entre aquello que está más allá
del cerco del aparecer, y el mundo que habita el ser humano. Esta revelación se da a través
de estados de trance, de estados expandidos de consciencia, o experiencias místicas, donde
llegan sueños, visiones, profecías e instrucciones que le explican al místico, al chamán o al
visionario temas acerca de la naturaleza última de la realidad, del origen de la existencia y
del sentido de la vida. La revelación muestra al ser humano que existe un más allá del
cerco del aparecer, y se abren los velos que ocultan la realidad esencial detrás del universo
visible. La realidad revelada es de naturaleza inefable, puesto que se muestra como algo
eterno e infinito, que no cabe dentro de las conceptualizaciones lingüísticas necesariamente
finitas y temporales que componen nuestro cosmos de significaciones. Se trata de una
experiencia, y no de una doctrina, por lo que la realidad revelada permanece como un
misterio incomunicable e inenarrable. Y, sin embargo, la persona que ha tenido la
experiencia mística, de unión con la totalidad, no puede dejar de hablar ni intentar señalar
lo que ha vivido, puesto que dicha experiencia parece tener una relevancia fundamental, ya
que se trata de la vivencia de la realidad absoluta y el origen de todas las cosas. Los
recursos que tienden a usar los místicos para tratar de describir dicha experiencia que
trasciende los límites del lenguaje ordinario son las imágenes simbólicas, las metáforas, las
descripciones poéticas y las narraciones mitológicas. Cada religión tiene sus símbolos, sus
mitos y sus ritos para referirse a esta dimensión incognoscible pero fundamental de nuestra
realidad, y la filosofía de la religión, a través de metodologías comparativas y
fenomenológicas, ha denominado a esta realidad misteriosa, a este Mysterium al que
apuntan todas las religiones como Lo sagrado.
3
Religiones ancestrales y uso de plantas sagradas
Es un hecho que, desde los albores de la humanidad, en el mundo ancestral, estas plantas,
cactus, hongos y semillas con propiedades psicoactivas han sido una práctica común para la
exploración de la dimensión sagrada y los rituales chamánicos de una gran parte de las
tradiciones indígenas del mundo, permitiéndole al ser humano asomarse más allá de los
límites de la percepción del mundo material, entrando en contacto con los planos celestes,
los espíritus, los ancestros y los dioses, recibiendo mensajes y profecías, permitiéndole así,
realizar una cartografía de las estructuras subyacentes al universo observable. Se piensa que
muchas de las grandes mitologías y creencias religiosas han surgido de las experiencias
detonadas por el uso de plantas sagradas y de experiencias místicas. Está bastante estudiado
por la antropología y la etnología, que los hongos que contienen psilocibina han sido
usados milenariamente con propósitos religiosos, por ejemplo, por los nahuas, mayas, y aún
hoy en día por los mazatecos, por mencionar algunas de las tradiciones indígenas de
México. El hongo amanita muscaria ha sido utilizado por los chamanes siberianos
pertenecientes a la tribu de los Tungu. Lo mismo que el peyote, utilizado por los wixárika,
los lakota, y diversas tribus nativas de America que le han dado un uso sacramental,
llegando incluso a instituir y recibir reconocimiento de sus prácticas bajo el nombre de la
Iglesia Nativo Americana, con distintas sedes, en las que los nativos tanto de los Estados
Unidos como de Canadá pueden reunirse para hacer un uso ceremonial y religioso del
peyote como sacramento. La ayahuasca lleva siglos siendo usada por un gran número de
tribus amazónicas a través de rituales sagrados y ceremonias religiosas, la iboga también
tiene un uso iniciático ceremonial antiquísimo en Gabón, África, por parte de los Bwiti.
Esto, únicamente por mencionar algunas de las plantas, cactus y hongos considerados
sagrados dentro de una gran cantidad de tradiciones indígenas milenarias. Una extensa
revisión de estas plantas sagradas ha sido expuesta en el libro Las plantas de los dioses,
escrito por Albert Hoffman, el químico que descubrió el LSD, y Richard Evan Schultes, el
renombrado biólogo y etnobotánico de Harvard. Asimismo, uno de los grandes y más
eruditos textos al respecto del uso chamánico de las plantas y semillas sagradas de México
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se encuentra en el libro Sueño y Éxtasis: visiones chamánicas de los nahuas y los mayas,
escrito por la historiadora Mercedes de la Garza.
Más aún, dos de las grandes civilizaciones de la antigüedad han basado el desarrollo de su
cultura y su religión en este tipo de experiencias inducidas por el uso sacramental de
sustancias psicoactivas, tales como la India, cuya religión védica parece haber sido
inspirada por el uso de la misteriosa bebida que detonaba visiones y hacía al ser humano
equivalente a los dioses, llamaban a dicha bebida Soma. El padre de la micología, Gordon
Wasson, ha sugerido que dicho sacramento se trataba del hongo Amanita Muscaria, y ha
presentado contundentes evidencias al respecto (veremos más a fondo estos estudios más
adelante.) Asimismo, los llamados Misterios de Eleusis, ritos iniciáticos de la Grecia
antigua, usaban una bebida conocida como el Kykeon, para luego ser llevado a una
ceremonia secreta donde supuestamente se les mostraba los secretos de la vida, la muerte y
la inmortalidad. Albert Hoffman, Gordon Wassson y Carl Ruck sugieren que el Kykeon
probablemente contenía cornezuelo de centeno infectado con un hongo cuyo principio
activo es el LSA, es decir, una molécula psicoactiva semejante al LSD. Esto es explicado a
mayor detalle en el libro El camino a Eleusis: una solución al enigma de los misterios,
escrito por dichos autores.
Las religiones dominantes del mundo (judaísmo, cristianismo e islam), son religiones que
originariamente surgieron de algún estado especial de consciencia en el que un ser humano
como Abraham, Moisés, Jesús o Mahoma, entran en comunión directa con la divinidad y
reciben mensajes sobre la estructura metafísica del cosmos, los distintos planos de la
realidad, como el paraíso y el infierno, así como la ética a seguir, el bien y el mal, la vida
eterna, etcétera. Profetas, soñadores y visionarios reciben las revelaciones divinas a través
de alguna experiencia mística y las comunican a su comunidad, quienes posteriormente
escriben y elaboran la revelación para plasmarla en un texto oficial, en un libro sagrado que
permanecerá como el dogma desde donde se establecerá la institución religiosa. Se trata,
pues, de religiones del libro, donde sus creyentes deben adherirse mediante la Fe a las
palabras de los fundadores de la religión, quienes recibieron el mensaje a través de sueños,
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visiones, profecías y revelaciones. A este tipo de religiones podríamos llamarles Religiones
Reveladas, ya que toman a la revelación original como fuente última de autoridad, puesto
que el mensaje sagrado, la verdad absoluta y la guía incuestionable para la vida han sido ya
transmitidas y al ser humano no le queda más que creer y adherirse a la Fe en la revelación.
Las instituciones religiosas derivadas de la revelación tienden a establecer un dogma único,
con una serie de símbolos y rituales religiosos uniformes, que deben repetirse exactamente
igual por toda la comunidad de creyentes, pues hacen énfasis en la colectividad y en las
prácticas y creencias compartidas, con las que el individuo ha de conformarse.
En cambio, las tradiciones chamánicas y extáticas del mundo viven la religiosidad de otra
manera, puesto que su acceso a la divinidad no se da a través de la Fe, sino de la
experiencia directa, lo cual implica que se trata de vivencias únicas e individuales que ha de
vivir cada persona, y no necesariamente conformarse con un dogma religioso, símbolos
compartidos o practicas específicas. El historiador de las religiones Mircea Eliade, en su
libro Chamanismo: técnicas arcaicas del éxtasis, nos habla de cómo este fenómeno del
chamanismo, presente de manera universal en todas las sociedades arcaicas, hacen uso de
diversas psicotecnologías como la danza extática, el aislamiento de los sentidos, la
mortificación del cuerpo, el ayuno y la ingesta de plantas sagradas, que les permite entrar a
estados de trance, de éxtasis religioso, a través del cual abren su percepción hacia aquellos
reinos invisibles de los dioses, los espíritus y los ancestros, facilitando la relación directa
con la dimensión sagrada, y por lo tanto se trata de una forma de sacralidad que hace
énfasis en la vivencia del individuo, y no de la colectividad, por lo que más que religiones
institucionales y oficiales, podríamos hablar más bien de espiritualidades diversas, puesto
que las religiones son estructuras sociales basadas en la comunidad, mientras que la
espiritualidad se trata de la relación particular que tiene el individuo con la dimensión
sagrada. Podemos llamar a las prácticas espirituales que hacen énfasis en los estados de
trance, el éxtasis y la experiencia mística, como Espiritualidades Extáticas, que buscan
vivencias directas, experienciales, corporizadas y accesibles de la divinidad, y podemos
entender el uso de las plantas sagradas, semillas y hongos visionarios, así como compuestos
químicos con propiedades psicoactivas, tanto en la historia ancestral, como en los modernos
usos psiconáuticos, como medios de acceso a estas formas de espiritualidad extática.
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Modernidad y desencantamiento del mundo
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propuestos por la autoridad eclesiástica. Cuando se institucionalizan las religiones
reveladas, y se alían con el poder del imperio romano, eliminando a las otras prácticas
religiosas como paganas y heréticas, entonces, la naturaleza pierde su condición de
sacralidad y se cortan los lazos simbióticos que el ser humano tenía con ésta, y poco a poco
se van perdiendo los rituales extáticos que hacían uso de plantas sagradas. La divinidad se
retira al cielo, y la tierra pasa a ser un terreno hostil, un valle de lágrimas, del que hay que
huir y domesticar.
Habiéndose retirado la divinidad de la naturaleza, alejándose cada vez más del mundo y
habitando los planos celestes, haciéndose accesible únicamente a través de la fe y ya no de
la experiencia directa, las religiones fueron perdiendo fuerza a lo largo de la historia, hasta
que llega la llamada ‘Ilustración francesa’, como punto cúspide de la modernidad, en la que
se exalta la racionalidad y el pensamiento lógico, y se desecha todo lo religioso como mera
superstición, incluyendo a todas las prácticas esotéricas, creencias mágicas y la sensación
del misterio que habitaba en la naturaleza. La modernidad se caracteriza por haber exiliado
al misterio, divorciándose de la religión, de la magia y de la espiritualidad, clasificando
todo esto como mera superstición, ilusión o engaño. Predomina ahora la perspectiva
materialista y mecanicista, que concibe a la naturaleza como una mera fuerza mecánica y
sin consciencia, que puede ser explotada para la creación de productos destinados al
consumo humano. El sociólogo alemán Max Weber nombra a esta transición en nuestro
entendimiento de la realidad que llega con la modernidad como el ‘Desencanto del mundo’.
Según Weber, en las sociedades antiguas y tradicionales, la gente solía percibir el mundo
como un lugar misterioso y mágico, habitado por espíritus y fuerzas sobrenaturales. La
religión y las prácticas rituales eran fundamentales para comprender y relacionarse con este
mundo misterioso. Sin embargo, con el advenimiento de la ciencia, la industrialización y la
burocratización, la explicación racional y científica comenzó a reemplazar las explicaciones
místicas y religiosas, y en vez de relacionarnos con la naturaleza, se adopta una actitud de
dominación. Si bien el progreso científico y tecnológico trajo beneficios tangibles, también
llevó a una sensación de alienación y desencanto, ya que las personas perdieron el sentido
de conexión con lo sagrado y lo trascendental. Además, Weber sostuvo que el
desencantamiento podía generar una ‘jaula de hierro’ de racionalidad y burocracia que
limitaba la libertad y la espontaneidad humana. A su vez, una visión del mundo como la
8
imperante en el mundo moderno, en donde ya no existe alguna fuerza divina que nos arrope
con la noción de Unidad, de ser parte de un todo, entonces la imagen del ser humano se
reduce a la exaltación del individuo como la única realidad importante, por lo que nuevas
instituciones políticas, sociales y económicas comienzan a tomar fuerza basándose en la
idea de propiedad privada, de acumulación de riquezas y de consumismo, valores
favorecidos por el capitalismo, mismos que refuerzan tendencias psicológicas centradas en
el egoísmo. Si el ser humano ya no pertenece a un todo más amplio, no nos queda más que
pensar que somos entes fragmentarios, sin ninguna responsabilidad para con los otros seres
humanos, ni para con otros seres vivos, ni la naturaleza. Eso también conduce a las crisis
ecológicas que vivimos actualmente, ya que la cultura dominante se ha enfocado en
satisfacer las necesidades humanas y explotar la naturaleza para el consumo humano, sin
mucha consciencia de la reciprocidad, del balance y del cuidado de la armonía cósmica que
sí están presentes en otras culturas no occidentales, como las prácticas chamánicas y las
visiones indígenas alrededor del mundo.
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dogmatismos dictados desde alguna autoridad eclesiástica. De hecho, enfrentándose contra
las leyes que ilegitimizaban el uso de los psicodélicos, Leary trató de apelar al derecho de
la libertad religiosa para declarar el uso del LSD como un sacramento legítimo con el cual
acceder a una experiencia espiritual, y escribe el libro Empieza tu propia religión, en donde
se lee en la contraportada: “¡Conviértete en la versión más alta de ti mismo! El propósito de
la vida es el descubrimiento religioso. Regresa al templo de Dios, tu propio cuerpo. Sal de
tu mente y colócate. La vida religiosa es una vivacidad consciente del aquí y ahora,” 2 y
daba instrucciones de cómo constituirse de manera legal como una religión, para poder
hacer un uso permitido de psicodélicos como sacramento. El reencuentro de la cultura
occidental con las sustancias psicoactivas, trajo también la posibilidad de abrir las puertas
de la percepción hacia las dimensiones sagradas dentro de la consciencia humana, incluso
en personas que se consideran las más ateas y antirreligiosas. Algo hay en la psique humana
que, al levantar los velos de la estructura yoica con la que solemos darle sentido a la
realidad, parece emerger una serie de contenidos que trascienden el entendimiento habitual
de nuestra mente racional, ensanchando los horizontes que considerábamos como verdades
absolutas, y mostrándonos un universo infinitamente más complejo y extraño del que
dábamos por hecho. La realidad que se revela, a través de ciertas experiencias psicoactivas,
va más allá de toda concepción lógica, racional y materialista. Un mundo encantado y lleno
de maravillas se despliega ante nuestra mirada, y no tenemos palabras para describir aquella
inmensa abundancia de ser que irradia con una luz infinita.
2da Parte
2 Leary, Timothy. (1967) Start your own religion. Kriya Press. Millbrook, New York.
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Comenta Houston Smith que: “entre los dioses del panteón védico, Soma parece haber sido
el más venerado. Su hogar era una planta y en el más sagrado de los rituales los sacerdotes
ingerían al dios bebiendo un brebaje hecho con esa planta”. 3 Se trata de una práctica
religiosa bastante documentada por los indólogos y constantemente mencionada en los
Vedas, los textos sagrados más antiguos de la India, que conformaron la cultura védica,
previa al surgimiento de la religión hinduista. Los filólogos creen que los vedas fueron
escritos en la región que actualmente es conocida como Pakistán, en el idioma sánscrito,
aproximadamente alrededor de 1700 años antes de Cristo. La palabra Veda está asociada a
los términos ‘ver’, ‘saber’ y ‘conocimiento’, por lo que su significado es algo como
‘aquello visto’ o ‘lo conocido’. Se piensa que son revelaciones divinas, escritas por los
Rishis, sabios que entraban en éxtasis religioso e, inspirados por los dioses, escribían los
conocimientos sagrados. Los grandes estudiosos de la cultura védica, previa al surgimiento
de la religión hinduista, consideran que el Rig-Veda, el libro más antiguo de esta tradición,
fue escrito por los Rishis bajo el influjo del misterioso sacramento del Soma. En los textos
sagrados, se nombra como Soma tanto al dios, a la planta y a la bebida que se preparaba con
la misma, y los hombres que tomaban dicha bebida se hacían uno con el dios y adquirían
sus cualidades divinas mientras sentían su efecto. Esto es muy claro en el libro 8, himno 48,
pasaje 3 del Rig-Veda:
Hemos bebido soma y nos hemos vuelto inmortales; hemos alcanzado la luz y descubierto a
los dioses. Ahora qué puede hacer la malicia de nuestros enemigos para hacernos daño.
¿Qué, oh inmortal, engaño mortal del hombre?
En los textos se menciona que la bebida era un jugo destilado de los tallos de una planta y
que se purificaban mediante un filtro de lana, y a veces, se mezclaba con leche. Al respecto
dice Terrence McKenna que el hecho de que se mezclara con leche sugiere una asociación
con el ganado y el pastoreo (es bien sabido que diversas especies de hongos psicoactivos
nacen del estiércol de las vacas), y cita un fragmento del mandala 9 del Rig-Veda:
3 Smith, Houston. (2001) La percepción divina. El significado religioso de las substancias enteogénicas. Ed.
Kairós, Barcelona, España. p. 67
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Tus jubilosos jugos, que todo lo penetran, están desatados como carrozas: las dulces olas de
soma llegan a Indra, el señor del trueno, como una vaca lechera al becerro.
(…) Soma purificado, tus celestiales corceles, veloces como el pensamiento, se han vertido
junto con la leche en el receptáculo; los rishis, quienes dirigen el sacrificio, te limpian, Oh
rishi, agradable soma, vierte tus arroyos sin fin en el centro de la vasija.
También se sabe que, en las mismas épocas, en Irán se reverenciaba de igual manera al
Haoma, el equivalente al Soma, en el idioma avéstico, de la Persia antigua. Concebida
también como una bebida, una planta y un dios, hay numerosas menciones del Haoma en
los Yasna, himnos litúrgicos dedicados a las divinidades dentro del Avesta, el libro sagrado
de la religión del zoroastrismo. Hay varios Yasna dedicados al Haoma, a la que se le
atribuyen cualidades curativas, de estimulación de la percepción, un estado de alerta, de
aumento de la fuerza física, y ‘nutritiva para el alma’, tal como la describe el Yasna 9.16:
Entonces habló Zaratustra: “Alabado sea Haoma. Bueno es Haoma, y lo bien dotado, exacto
y justo en su naturaleza, y bueno inherentemente, y curativo, hermoso en forma y bueno en
obra, y muy exitoso en su trabajo, de color dorado, con brotes curvos. Como es el mejor
para beber, así (por su estímulo sagrado) es el más nutritivo para el alma”. 4
Tanto la religión védica de la India, como el zoroastrismo de Persia, son consideradas las
religiones más antiguas del mundo, y en ambas, juega un papel muy importante el uso ritual
del Soma o el Haoma, como una especie de sacramento que permite la asimilación de la
consciencia divina, y que otorga al ser humano el entendimiento de su inherente
inmortalidad. Aunque se tienen datos arqueológicos de que existían rituales de ingesta de
esta planta de propiedades visionarias, no se sabe realmente de qué planta están hablando,
ya que en algún momento de la historia este conocimiento se perdió. En los textos védicos
se menciona que el Soma venía de la Montaña, probablemente del Himalaya, y los
sacerdotes necesitaban comercializar con viajeros para adquirir su planta sagrada, pero
probablemente por cuestiones políticas, la migración indoeuropea se hizo cada vez más
escasa, dificultando la adquisición de dicho sacramento, hasta que, eventualmente,
desapareció de la historia y las prácticas rituales con este enteógeno se perdieron.
4 Fragmento del Yasna 9.16, dentro del Avesta. Tomado de http://www.avesta.org/yasna/#y9
Cita tomada 20 de junio del 2023.
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Numerosos académicos e indólogos han tratado de buscar evidencia arqueológica para
descubrir la susodicha bebida de la inmortalidad, y existen varias hipótesis, pero parece que
una de las más aceptadas en el mundo académico, es la propuesta de Gordon Wasson.
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amanita, vertían su siguiente orina en una botella para posteriormente tomarla, puesto que
es sabido que la amanita muscaria puede generar efectos tóxicos si se come fresca, pero una
vez ingerida y procesada, la orina retiene sus propiedades psicoactivas, pero, ya sin los
efectos tóxicos. Con estos conocimientos en mano, Wasson hace notar cómo en el Rig-
Veda IX-74, uno de los mandamientos sagrados menciona que “con el vientre lleno los
sacerdotes orinan el sagrado Soma”, lo cual le hace encontrar semejanzas con las prácticas
de filtrado de la bebida sagrada que realizan los chamanes siberianos con la amanita
muscaria.
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vivencial, en carne propia, los conocimientos sagrados. Se trataba, pues, de una experiencia
en la que se buscaba transmitir un conocimiento sagrado de manera directa, y no mediante
argumentos, explicaciones o dogmas de fe. Aunque estos cultos mistéricos están bastante
documentados como prácticas de la antigüedad, poco se sabe realmente acerca de lo que
acontecía dentro de los mismos, ya que los iniciados tenían prohibido comunicar aquello
que vivieron en dichos ritos secretos. Había varios Misterios en los cuáles uno podía
iniciarse, enfocados a revelar aspectos secretos de divinidades específicas, como los cultos
dionisíacos, los misterios órficos, los dedicados a la diosa Cibeles, entre otros, pero sin
duda el más importante y más grande de todos los misterios, era el que se realizaba en
Eleusis, dedicado a comprender el mito de la diosa Deméter, su hija Perséfone, y el rey del
inframundo, Hades. Este mito relata cómo es que Hades se enamora de Perséfone, y decide
raptarla y llevarla a su reino en el inframundo, lugar a donde van los muertos. Deméter,
diosa de la agricultura y la fertilidad, en su angustia y dolor de haber perdido a su hija,
causa una gran sequía en el que las plantas y frutos de la tierra dejan de crecer, provocando
así el primer invierno, y llevando a los mortales a la hambruna y al sufrimiento por no
encontrar los alimentos necesarios para subsistir, de manera que los mortales dejaron de
adorar y hacer sacrificio a los dioses. Por ello, Zeus fuerza a Hades a que regrese a
Perséfone con su madre, y manda al dios mensajero, Hermes a recogerla al inframundo. Sin
embargo, Hades engaña a Perséfone para que coma semillas de una granada de su reino, y
al comer de este fruto del inframundo, se ve condenada a permanecer durante algunos
meses al año en el reino de Hades. Así pues, cuando Perséfone regresa con su madre, llega
la primavera, y las plantas, flores y frutos de la tierra renacen y dan abundancia, mientras
que los meses que la diosa se ve forzada a regresar al inframundo, su madre Deméter
entristece y descuida la tierra, por lo que llega el invierno, hay sequía y mueren las plantas.
Este mito habla del proceso cíclico del cambio de las estaciones, que se asocia
simbólicamente con los procesos humanos de la vida y la muerte.
Los ritos de Eleusis. Éstos representaban esta narrativa mítica para llevar al iniciado
a comprender los misterios de la vida eterna, a través de los simbolismos cíclicos de la
muerte o descenso al inframundo, la visión de lo que hay después de la muerte, y el ascenso
o renacimiento de la vida. Éste se lograba tanto con una representación performática de los
mitos que se hacían mientras los adeptos se encontraban en un estado expandido de
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consciencia, detonado por un brebaje enteogénico conocido como el Kykeon, cuyos
componentes son aún hoy en día desconocidos, si bien existen teorías de lo que pudiera
contener, lo cierto es que, tras beber el kykeon y participar en los ritos de Eleusis, los
participantes tenían una experiencia tan profunda y reveladora, que transformaba por
completo su manera de entender la vida y el papel que éstos jugaban en la existencia, en la
que elevaban su consciencia a los planos divinos por un momento, dejando atrás su
mortalidad y volviéndose uno con los dioses. Los participantes regresaban con la
convicción de que la existencia no termina con la muerte, y que hay una esencia eterna e
inmortal en el fondo del ser humano que permanece inmutable a pesar de los cambios de
estaciones, de la muerte del cuerpo físico y del incesante paso del tiempo. Se sabe que los
ritos eleusinos se realizaban a finales de septiembre o principios de octubre, y comenzaban
con un peregrinaje por un camino sagrado hacia la ciudad de Eleusis, en donde les era
relatado el mito de Deméter, Perséfone y Hades. Luego tenían que permanecer en vigilia y
ayuno durante toda la noche, representando la insomne búsqueda de Deméter para
encontrar a su hija. Posteriormente, los participantes tenían que tomar la bebida sagrada
conocida como Kykeon, y entraban al santuario ceremonial conocido como el Telesterion,
que se puede traducir como ‘sala de iniciación’, y justo antes de acceder los participantes
tenían que recitar algunas palabras: “He ayunado, he bebido el kykeon, lo he sacado de la
kiste (caja) y después de trabajarlo lo he vuelto a poner en el calathus (canasta abierta)”. 5
Lo que acontecía ahí adentro permanece en el misterio, ya que, como hemos mencionado,
les era prohibido a los adeptos revelar los secretos, so pena de muerte. Pero se sabe que los
misterios se componían de tres elementos: dromena (cosas hechas), que suponen una
especie de actos performáticos de recreación de los mitos de Deméter y Persefoné;
Deiknúmena (cosas mostradas) que probablemente implicaba ciertos objetos sagrados o
procedimientos rituales, y Legomena (cosas dichas), que probablemente implicaba la
revelación de ciertas doctrinas secretas. Algunos de los iniciados en estos misterios fueron
pensadores, creadores y gobernantes ilustres como los filósofos Platón, Aristóteles y
Epicteto, los dramaturgos Eurípides y Sófocles, y el filósofo y emperador Marco Aurelio.
De hecho, el filósofo, político y retórico Cicerón considera que los ritos de Eleusis fueron
la más grande institución civilizadora de occidente:
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Porque entre las muchas instituciones excelentes y ciertamente divinas que tu Atenas ha
producido y contribuido a la vida humana, ninguna, en mi opinión, es mejor que esos
misterios. Porque por medio de ellos hemos sido sacados de nuestro modo de vida bárbaro y
salvaje y educados y refinados a un estado de civilización; y como los ritos se llaman
‘iniciaciones’, así en verdad hemos aprendido de ellos los principios de la vida, y hemos
ganado el poder no sólo de vivir felices, sino también de morir con una mejor esperanza. 6
Los ritos de Eleusis se realizaron año tras año durante un largo periodo de alrededor de
2000 años, entre el 1600 a. C. y el 392 d. C., cuando el emperador cristiano Theodosio
prohibió los cultos mistéricos por sus vínculos con el mundo pagano, y posteriormente el
santuario de Eleusis fue destruido por la invasión de los godos. Con el paso del tiempo, los
misterios fueron olvidados, y más aún, se ha perdido el conocimiento principal que lo
animaba, pues el centro de este misterio reside definitivamente en la bebida sagrada, que
detonaba visiones de los dioses y permitía a los iniciados vislumbrar los secretos de la
inmortalidad y la vida eterna.
La teoría del Kykeon como enteógeno. Numerosos académicos coinciden en sugerir
que la bebida sagrada del Kykeon usada en los misterios eleusinos poseía seguramente
cualidades psicotrópicas, pues está asociada al trance y a las visiones, y es claro que el
ayuno y la preparación previa a la ingesta de dicha bebida tenían el propósito de potenciar
los efectos psicoactivos de la misma, pero no hay aún consenso sobre qué es realmente lo
que contenía. El poeta, crítico y mitólogo Robert Graves, al igual que el filósofo y
etnobotánico Terrence McKenna sugieren que se podría tratar de algún hongo del género
psilocibe. El filólogo y estudioso de la mitología griega Karl Kerenyi propone que, en
realidad, se trataba de un derivado del opio, puesto que hay registros de que se producía en
Creta. El psicólogo alemán Ralph Metzner dice que se pudiera tratar de la mezcla de la
Acacia, que contiene DMT, con la Ruda Siria, que contiene inhibidores de
monoaminooxidasa (IMAOS), ya que ambas plantas crecen en el mediterráneo, en las
cercanías de Eleusis. Pero la teoría enteogénica más aceptada en el mundo académico es la
que desarrollaron el etnomicólogo Gordon Wasson, el químico Albert Hoffman y el
filólogo Carl Ruck, expuesta en su libro El camino a Eleusis, donde proponen la idea de
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que se trataba del cornezuelo de centeno, un hongo parásito del trigo y la cebada, cereales
que estaban muy presentes en los ritos eleusinos, ya que se trataba de misterios
relacionados a la cosecha y la agricultura, y aparecen constantemente en las manos de la
diosa Démeter en las representaciones escultóricas y pictóricas. Este hongo, el claviceps
paspali, que parasita los cereales, produce ergot, que contiene un alcaloide psicodélico
conocido como amida de ácido lisérgico (LSA), cuyos efectos son semejantes a la
dietilamida de ácido lisérgico (LSD). Al respecto. estos autores comentan que “Está claro
que el cornezuelo del centeno es el ingrediente psicotrópico más probable del brebaje
eleusino. Su relación aparentemente simbiótica con la cebada representa un enajenamiento
y una transmutación apropiada del espíritu dionisíaco con el cual el grano, la hija de
Démeter, se había perdido en la unión nupcial con la tierra”. 7
Esta teoría, publicada en 1978, parecía bastante controversial en su momento, sin embargo,
estudios más recientes de arqueoquímica y arqueobotánica han descubierto la presencia del
Ergot dentro de los templos dedicados a las diosas Démeter y Perséfone, lo cual valida la
teoría propuesta en El Camino a Eleusis. De ser cierta esta teoría, habría que considerar que
gran parte de la espiritualidad y la filosofía del mundo occidental tiene su origen en una
forma de religiosidad enteogénica, puesto que, en opinión de diversos estudiosos, Eleusis
fue el centro de la espiritualidad experiencial y del misticismo iniciático del mundo antiguo,
al que acudían los más grandes pensadores y gobernantes durante alrededor de dos
milenios, influyendo al menos en las dos corrientes filosóficas más importantes de
occidente: el platonismo idealista y el aristotelismo realista, así como de las
consideraciones políticas como las de Marco Aurelio en Roma. Se trataba pues, de una
forma de religiosidad extática, de experiencia directa, que proveía a los participantes un
entendimiento experiencial acerca de la vida eterna. Eventualmente, este culto religioso
enteogénico será reemplazado por otra forma de religiosidad que ya no se sirve de la
experiencia directa de la divinidad, sino que plantea la necesidad de una autoridad externa,
a la que uno ha de obedecer y a quien debe creer mediante la Fe en la promesa de vida
eterna. El cristianismo, politizado y aliado con el imperio romano, prohibió los cultos
paganos y con ello desaparecieron los misterios eleusinos, lo que implica también la
pérdida de los ritos de contacto directo con la divinidad y de las experiencias extáticas
7 Gordon Wasson, Albert Hoffman y Carl Ruck. (1978) The Road to Eleusis. Ed. Harcourt Brace Jovanovich,
Nueva York, Estados Unidos.
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como vías legítimas de espiritualidad. Sin embargo, esta transición no ocurre tampoco de
manera tajante y súbita, y hay quienes proponen la hipótesis de una continuidad pagana, en
la que el cristianismo asimiló algunas creencias y prácticas del mundo antiguo por un
tiempo, hasta que éstas fueron prohibidas por la institución religiosa politizada tras la
alianza católico-roma.
En el año 2020, el abogado y estudioso de las lenguas clásicas como el griego, latín y
sánscrito, Brian Muraresku, publicó su libro La llave de la inmortalidad: la historia secreta
de la religión sin nombre, en donde expone las nuevas evidencias que legitiman esta teoría
del ergot como sacramento enteogénico de los cultos mistéricos en la antigua Grecia. Y
menciona que algo semejante ocurría con los cultos de los Misterios Dionisíacos, dedicados
al dios griego del éxtasis, el vino y la locura, y que éstos implicaban la ingesta de un vino
que, al igual que el Kykeon, estaba modificado con el hongo enteogénico del ergot. Beber
de este vino simbolizaba tomar la sangre de Dionisio, y, por lo tanto, fundirse con su
esencia divina. Más aún, Brian Muraresku sugiere que este brebaje sagrado psicodélico que
estaba en el centro de la espiritualidad iniciática griega, fue asimilado por los primeros
cristianos, en su hipótesis de la continuidad pagana, donde menciona que, antes del
establecimiento del dogma cristiano oficial, existían distintas sectas cristianas,
particularmente gnósticas, que hacían uso de un brebaje psicoactivo como parte de sus
rituales de la Eucaristía, donde se come un pan que representa la carne de Cristo, y se toma
un vino que representa su sangre. Brian Muraresku propone que, si bien el rito de la
eucaristía en el catolicismo actual implica la ingesta del pan y del vino como un acto
simbólico, según sus investigaciones, originalmente este rito implicaba la ingesta de un
vino especial, con propiedades psicoactivas, que llevaba a los participantes a una vivencia
experiencial del reino de Dios y de la inmortalidad. Esta audaz propuesta de que el rito
original de la eucaristía, el vino de la comunión cristiana implicaba la ingesta de alguna
bebida enteogénica, la sustenta de una manera impresionante, a través de evidencias
arqueológicas, análisis lingüístico y de la revisión de los archivos secretos del vaticano,
entre otras fuentes oficiales.
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Como evidencia de ello, Muraresku habla de las denuncias de Ireneo de Lyon, uno de los
padres de la iglesia y heresiólogo que se dedicaba a denunciar las prácticas paganas de los
primeros cristianos, quien habla de la figura gnóstica de Simón Mago y de sus seguidores,
quienes participaban en rituales donde bebían ‘pociones de amor’ y accedían a estados de
trance y éxtasis. Recordemos que el gnosticismo, como una forma arcaica del cristianismo,
proliferó en Roma durante los siglos II y III d.C. Esta corriente hacía énfasis en la gnosis,
palabra que significa ‘conocimiento sagrado’, y se contraponía a la idea de la Fe, puesto
que la gnosis implicaba un conocimiento directo y experiencial de la divinidad, y no una
mera creencia. El gnosticismo plantea una visión alternativa de Dios, radicalmente distinta
al cristianismo más exotérico y dominante. Para el cristianismo ortodoxo Dios es un ser
Trascendente, es decir, se encuentra afuera del mundo, en el ‘más allá’, y es un ser
absolutamente diferente a nosotros. En cambio, en la visión gnóstica, cada uno de nosotros
somos portadores de la chispa divina a través de la cual Dios se manifiesta en el mundo, es
decir, es un ser Inmanente, que está dentro de todos los seres, aquí, en el mundo del aquí y
el ahora. La gnosis implica ese conocimiento no discursivo y no racional, es más una
especie de visión o entendimiento más allá de las palabras, a través de una experiencia
directa en donde se revela la esencia divina que habita en las profundidades de nuestro ser.
La Gnosis, como ese estado especial de consciencia, implica un conocimiento profundo de
sí mismo, en el que la consciencia se expande hacia las dimensiones divinas, y al mirar
adentro, se encuentra a Dios. Se trata de un encuentro paradójico, una unión mística entre el
Creador y lo creado, donde la Totalidad se autodescubre a través de la parte, donde lo
infinito se hace visible desde lo finito, donde Dios se conoce a sí mismo a través de
nosotros.
Según Brian Muraresku, existía, pues, una corriente herética de Eucaristas, que hacían uso
de alguna sustancia psicodélica como parte de su ritual de comunión con la esencia divina,
entre los que se encontraban las corrientes gnósticas de los Simonianos, Valentinianos y
Marcosianos, donde eran principalmente las mujeres las encargadas de las labores
sacerdotales, y cuyos ritos implicaban la experiencia directa de la divinidad, desafiando así
los mandatos de Fe, pues ya no era necesaria la creencia, si se experimentaba por sí mismo.
Esto, por supuesto, representaba una amenaza contracultural hacia la naciente iglesia oficial
que se aliaba con el poder romano, la versión politizada de la religión en su papel de
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cohesión social de los distintos pueblos que conformaban el imperio romano bajo el mando
del emperador Constantino, y que exigía Fe y obediencia a las autoridades eclesiásticas. Por
ello, este rito iniciático dentro del cristianismo, que implicaba una experiencia mística, de
ingesta del cuerpo y sangre de Cristo, y que Muraresku sugiere que se trataba de un
enteógeno, fue prohibido y perseguido por la Iglesia y reemplazado por un rito Eucarístico
de corte más bien simbólico, en donde el vino que se consume como la ‘sangre de Cristo’
ya no contiene componentes psicoactivas, y únicamente se utiliza de manera simbólica,
evitando así el éxtasis visionario propio de la eucaristía gnóstica.
Me parece curioso notar cómo, en distintas tradiciones enteogénicas que se practican hoy
en día, existe la idea de que la ingesta de la planta u hongo sagrado es también una
comunión con Cristo. Por ejemplo, los Mazatecos explican la existencia de los hongos
sagrados como derivados del momento en que la sangre de Cristo cayó a la tierra, de
manera que los hongos nacen de esta esencia divina, por lo que ingerirlos permite al
hombre comulgar con la dimensión sagrada. De la misma manera, para los nahuas del
México antiguo, el hongo sagrado era llamado Teonanácatl, que significa ‘Carne de los
dioses’, y comerlos implica una comunión con la divinidad, en la que el hombre individual
se funde con la fuerza divina y ocurre entonces una transustanciación, en donde lo finito y
lo infinito, lo mortal y lo inmortal, lo temporal y lo eterno, lo material y lo espiritual, se
unen en un abrazo cósmico, confluencia de dimensiones, en una ontología híbrida y
paradójica.
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