Ciucci 2023 Lingüística Histórica - Historical Linguistics Bolivian Languages
Ciucci 2023 Lingüística Histórica - Historical Linguistics Bolivian Languages
Luca Ciucci
Luca Ciucci1
James Cook University, Australia
1
Luca Ciucci es investigador en la Universidad James Cook de Cairns, Australia. Obtuvo su doctorado en
Lingüística en Pisa, Italia en el 2013. Sus intereses principales son la lingüística histórica, la morfología y la
tipología lingüística. Se dedica a la investigación de las lenguas zamuco y del chiquitano/bésɨro. Contacto:
[email protected].
2
Muchos ejemplos en este capítulo provienen de nuestros estudios sobre las lenguas zamuco y el chiquitano (o
bésɨro). Para evitar repeticiones, mencionamos solo aquí las fuentes utilizadas para estas lenguas, que son:
Ciucci (2016) para la morfología de las lenguas zamuco; Ciucci & Bertinetto (2015, 2017) y Ciucci (2021) para
la reconstrucción morfológica del proto-zamuco; Ciucci & Pia (2019) por la sociolingüística del ayoreo; Ciucci
(2020) para el contacto entre lenguas zamuco y otras lenguas del Chaco. Para el zamuco antiguo, véase Chomé
(1958) y Ciucci (2018). Para el antiguo chiquitano (hablado en el siglo XVIII) los datos provienen de Adam &
Henry (1880) y de nuestra investigación en varios archivos, para el chiquitano ignaciano véase Ciucci &
Macoñó Tomichá (2018), para el chiquitano migueleño Nikulin (2018/2019); los datos para el chiquitano
lomeriano vienen de nuestro trabajo de campo. Por razones de simplicidad, hemos omitido algunas
características de la morfología nominal de las lenguas zamuco (ver Ciucci 2016; Bertinetto et al. 2019). Hemos
transcrito los datos de las lenguas zamuco y del chiquitano utilizando caracteres del AFI, mientras que en los
otros casos hemos utilizado, en la medida de lo posible, la transcripción de los respectivos autores.
Agradecimientos. Queremos expresar nuestra gratitud a Alexandra Y. Aikhenvald, Pier Marco Bertinetto y
Biera Cubilla Zadovsky.
Palomino & Carvajal Carvajal 2009) son estudios sincrónicos; la perspectiva diacrónica entra
en juego, por ejemplo, si se comparan los datos del siglo XVI con los de hoy para describir el
cambio lingüístico que se ha producido en el ínterin.
Una de las tareas de la lingüística histórica es clasificar las lenguas según su afinidad
genética. A partir de un idioma, con el tiempo, se desarrollan variaciones dialectales, y poco a
poco estos dialectos dejan de ser mutuamente inteligibles, convirtiéndose así en idiomas
diferentes. Estas lenguas hermanas, que descienden de la misma proto-lengua, forman una
familia lingüística. De estos nuevos idiomas pueden originarse otros, creando así subgrupos
dentro de la familia. Las relaciones entre las lenguas que tienen un ancestro común se
representan mediante un árbol genealógico.
Mostramos aquí un árbol genealógico muy simple, el de la familia zamuco (Figura 1).
Las lenguas zamuco descienden del proto-zamuco, que no está documentado históricamente.
La reconstrucción del proto-zamuco u otras proto-lenguas es una de las tareas de la
lingüística histórica. Dos ramas se separan del proto-zamuco: el primer grupo está constituido
por el †zamuco antiguo y el ayoreo, mientras que el segundo, por el chamacoco. El zamuco
antiguo se hablaba en el siglo XVIII en el Chaco septentrional y fue descrito en las Misiones
de Chiquitos, donde los hablantes abandonaron gradualmente el zamuco antiguo en favor del
chiquitano (o bésɨro).3 El ayoreo también se habla en el Chaco septentrional y aunque es
similar al zamuco antiguo no debe ser considerado como la continuación directa de esta
lengua. Ambos idiomas, sin embargo, tienen muchas similitudes, lo que indica que se
separaron en tiempos relativamente recientes (poco antes del siglo XVIII) y que provienen
del mismo idioma común, que es descendiente inmediato del proto-zamuco, y que podemos
llamar proto-zamuco-antiguo-ayoreo.
3
Este idioma tiene ahora el nombre oficial de bésɨro, mientras que chiquitano es el nombre tradicional; dado
que bésɨro aun no se emplea en todas las comunidades de hablantes, para mayor claridad me referiré al idioma
usando el nombre tradicional.
A la derecha del árbol está el chamacoco, que forma por sí solo una rama de la familia.
El chamacoco comparte poco léxico con el ayoreo y el zamuco antiguo, lo que indica que se
separó hace mucho tiempo de la otra rama de la familia; aunque el chamacoco ahora se habla
principalmente en el norte de Paraguay, cerca de la frontera con Bolivia, estudios históricos
indican que grupos de hablantes pertenecientes a esta rama de la familia vivían en las
Misiones de Chiquitos (Combès 2009). El chamacoco se divide hoy en dos dialectos: el
tomaraho y el ɨbɨtoso, que son dos variedades mutuamente inteligibles y muy similares. Estas
variedades se han separado en tiempos recientes, probablemente en la época de la fundación
de Puerto Pacheco (ahora Bahía Negra), por los bolivianos en 1885 (Combès 2009), en
territorio chamacoco entonces disputado entre Bolivia y Paraguay.
El hecho de que los idiomas estén organizados en familias es un concepto reciente. La
lingüística histórica comienza convencionalmente en 1786, cuando William Jones notó que el
sánscrito, el griego antiguo y el latín derivaban de un antepasado común perdido; este, que ha
sido reconstruido, era el proto-indoeuropeo. Hoy sabemos que el castellano, el portugués, el
francés y el italiano descienden del latín que, a su vez, pertenece a la rama itálica de las
lenguas indoeuropeas. Es menos conocido el hecho de que, poco antes de Jones, en 1783, el
padre jesuita Filippo Salvatore Gilij se había dado cuenta de que el mojeño (hablado en
Bolivia) y el maipure (una lengua extinta que se hablaba en el Alto Orinoco, en Venezuela)
tenían una afinidad genética, descubrimiento con el que sentó las bases para la clasificación
de las lenguas arawak. La familia arawak es la que tiene más idiomas y la más extendida de
toda Sudamérica: incluye unos 40 idiomas que se hablan actualmente y decenas de otros
extintos (Aikhenvald 2012); estos idiomas se extendían desde Guatemala y las islas del
Caribe hasta Argentina y Paraguay. En la sección siguiente hablaremos del subgrupo de las
lenguas arawak habladas en Bolivia para ilustrar el método comparativo. Otra gran familia es
la de las lenguas tupí, que incluye diez ramas. La rama más numerosa es la de las lenguas
tupí-guaraní (derivadas de un proto-tupí-guaraní), que a su vez incluye ocho subgrupos
(Rodrigues y Cabral 2012); entre las lenguas tupí-guaraní habladas en Bolivia, el sirionó, el
yuki, el guarasu y el guarayu forman una sola rama, mientras que el chiriguano y el tapiete
son parte de otra rama, junto con otras lenguas habladas fuera de Bolivia, entre ellas el
antiguo guaraní y el guaraní paraguayo.
Existen también idiomas aislados, para los cuales no se puede identificar ningún idioma
genéticamente relacionado. En Bolivia hay varias lenguas aisladas como el canichana, el
cayubaba, el itonama, el leko, el movima y el yurakaré. El chiquitano es considerado por
muchos como una lengua aislada, mientras que estudios recientes lo consideran como una
lengua macro-yê (Adelaar 2008, Nikulin 2020).
2. El método comparativo
En la sección anterior vimos que la lingüística histórica clasifica las lenguas en función de su
relación genética. Esto es posible gracias al método comparativo, que permite verificar el
parentesco entre las lenguas, y reconstruir su antepasado común. Ilustraremos el método
comparativo a través de algunas lenguas arawak. Entre los subgrupos de esta familia, se
encuentra el de las lenguas arawak habladas en Bolivia: baure, mojeño, paunaka y
†paikoneka. El idioma más cercano a estos es el terêna, hablado en Brasil, pero que, en el
pasado, tenía una variedad llamada chané, que se hablaba en Bolivia (Carvalho 2016).
Podemos asumir que estos idiomas tuvieron un antepasado común. Como Carvalho llama
‘Bolivia-Paraná’ a las lenguas arawak de Bolivia y al terêna, podemos llamar a la respectiva
proto-lengua ‘proto-Bolivia-Paraná’ (abreviado: proto-BP). La comparación de los ancestros
comunes que se pueden reconstruir para cada subgrupo de lenguas arawak nos permite
reconstruir el proto-arawak. Por razones de simplicidad, nos limitaremos aquí a comparar el
paunaka, el mojeño y el terêna. Excluimos al baure, que parece ser el más innovador, y al
paikoneka, que está extinto. El mojeño tiene dos variedades que se hablan actualmente: el
ignaciano y el trinitario. Estas variedades se han separado recientemente y esto debe tenerse
en cuenta en la comparación; se puede decir que ambas proceden de un proto-mojeño (para
cuya reconstrucción, véase Carvalho & Rose 2018); el proto-mojeño no debe confundirse con
el antiguo mojeño comparado por Gilij (1783) con el maipure; el antiguo mojeño es una
variedad paralela al ignaciano y al trinitario, y en este ejemplo lo omitiremos por razones de
simplicidad.
El método comparativo consiste, como su propio nombre indica, en la comparación de
palabras que se consideran relacionadas, como las que se reportan en la Tabla 1. El objetivo
es identificar una serie de correspondencias fonéticas regulares, observar en qué contexto se
producen e identificar los cambios fonéticos recurrentes. Posteriormente, será posible
reconstruir el inventario de sonidos en el proto-BP y reconstruir palabras individuales. Esta
comparación ilustrativa está tomada de un estudio mucho más amplio de Carvalho (2018);
por razones de espacio, muchos detalles han sido obviamente omitidos.
Dado que el léxico se puede prestar, debemos excluir de la comparación los préstamos
de otros idiomas; por esta razón, a menudo la comparación se refiere al léxico básico (como
en la Tabla 1), que se considera más resistente al préstamo.
El caso más simple es cuando un sonido se conserva en todas las lenguas hijas, por ejemplo
m. Esto nos permite decir que *m del proto-BP se mantuvo inalterado. El símbolo * se utiliza
para las formas no documentadas, pero reconstruidas.
La vocal u del paunaka corresponde a o en terêna y trinitario, y a a en ignaciano (véase
‘luna’, ‘noche’, ‘saber’, ‘suegro’). Aquí las dos variedades de mojeño difieren: dado que el
trinitario tiene o como el terêna, se puede suponer que aquí el ignaciano ha innovado y del
proto-mojeño al ignaciano *o > a. El símbolo > indica la derivación de a de *o. Este es un
ejemplo de bajamiento vocálico. Nótese que la vocal o nunca aparece en las palabras del
ignaciano, de hecho, el cambio fonético también ha producido un cambio fonológico, es
decir, la pérdida de */o/ (que se convierte en /a/). Hay palabras (por ejemplo, ‘tapir’) en que
/a/ está en todos los idiomas y por lo tanto el proto-BP tenía *a. Como en ignaciano se ha
perdido la diferencia fonológica entre */o/ y */a/, se habla de desfonologización. En paunaka
en cambio *o > u, lo que es un caso de elevación vocálica.
La vocal u en el ignaciano, trinitario y terêna siempre corresponde a ɨ en paunaka (por
ejemplo, en ‘hormiga’, ‘mano’, ‘cabeza’), esto indica que la protolengua tenía *u, que se
anteriorizó convirtiéndose en ɨ en paunaka.
Analicemos ahora las consonantes. ‘Piedra’ tiene la consonante r en ignaciano,
trinitario y terêna, pero no en paunaka, por lo que podemos suponer que en paunaka ocurrió
la elisión de *r. La elisión es la pérdida de un sonido en una palabra. En ‘costilla’, la r del
ignaciano corresponde a Ø (‘cero’), sin embargo, la presencia de iː en trinitario
(correspondiente a i en ignaciano) indica que ha habido elisión de r; esto es también un
ejemplo de alargamiento compensatorio, es decir, el alargamiento de un sonido para
compensar la pérdida de un segmento contiguo.
Todas las lenguas arriba tienen k si la siguiente vocal viene de *o (‘suegro’, ‘hormiga’).
k puede sufrir un cambio si la siguiente vocal es i (‘lavar’), que también se puede reconstruir
en proto-BP. En este contexto, k en terêna y paunaka corresponde a s en ignaciano y
trinitario, por lo tanto, podemos decir que en proto-mojeño *k > s / __*i; el símbolo / se
utiliza para introducir el contexto en que se produce el cambio y el símbolo __ indica la
posición del sonido en cuestión. El cambio *k > s / __*i se debe a la asimilación ejercida por
*i. La asimilación es un cambio fonético por el cual un sonido se vuelve más similar a otro.
En este caso, como *i es una vocal anterior, la consonante precedente anterioriza su punto de
articulación (*k > s); este tipo de asimilación es regresiva, ya que es ejercida por el segmento
que sigue.
En ocasiones, es necesario ampliar la comparación a otros idiomas emparentados que,
aunque no formen parte del mismo subgrupo, pueden preservar una situación más arcaica:
por ejemplo, delante de a, k del terêna corresponde a s en las otras lenguas. Aquí podemos
decir que la consonante original era *k, si sabemos que ‘tapir’ es kema en otras lenguas
arawak como bahuana y apurinã, y que en proto-campa se puede reconstruir como *kemari.
En otras palabras, *k se conserva mejor en otras ramas de la familia arawak.
La africada ʧ del paunaka, ignaciano y trinitario corresponde a ʃ en terêna en el
contexto __ *o, *e (‘sol’, ‘saber’) y a ʃ o t en terêna en el contexto __ *u (‘cabeza’, ‘suegro’).
En ambos casos podemos reconstruir *ʧ para el proto-BP. En consecuencia, en terêna *ʧ > ʃ /
__ *o, *e, *u (‘sol’, ‘saber’, ‘suegro’). Este es un ejemplo de lenición, es decir, de un cambio
fonético en que el sonido sufre un debilitamiento articulatorio: aquí una africada se convierte
en fricativa. El cambio de un sonido oclusivo (o africado) a fricativo es un tipo de lenición
más específico que se denomina fricativización. El otro cambio fonético que ocurre en terêna
es *ʧ > t / __ *u (‘cabeza’), este es un ejemplo de desafricación, es decir, el sonido fricativo
pierde uno de sus dos componentes (también *ʧ > ʃ puede considerarse una desafricación).
El sonido del proto-BP no siempre se conserva en al menos uno de sus descendientes.
En ‘jaguar’ y ‘hormiga’, s del paunaka y del terêna corresponde a ʧ del ignaciano y trinitario.
Solo con estos datos, sería natural asumir que el proto-BP tenía *s. En realidad, Carvalho
reconstruye *ts para el proto-BP. De hecho, s está documentado en terêna a principios del
siglo XX: la palabra para ‘jaguar’, por ejemplo, fue transcrita tsiini. Esto significa que el
cambio fonético en terêna se ha producido en tiempos relativamente recientes. Hay otros
datos (que sería demasiado largo mencionar aquí, véase Carvalho 2018: 411-413) para poder
reconstruir *ts. Aquí hay que destacar que la reconstrucción de *ts permite explicar
fácilmente el cambio ocurrido en los otros idiomas: en efecto, en paunaka y terêna *ts > s / __
*i (se trata de una fricativización común), mientras que en ignaciano y trinitario *ts > ʧ /
__*i. En este último caso el contexto es relevante porque en ignaciano y trinitario i provoca
un tipo de asimilación denominada palatalización, es decir, el sonido adquiere una
articulación palatal; este fenómeno es común cuando una consonante precede o sigue a una
vocal o a una semivocal anterior.
Estos que acabamos de ver son solo algunos ejemplos en los que se establecen las
correspondencias fonéticas entre idiomas y se reconstruyen los sonidos del proto-BP. A partir
de estas correspondencias fonéticas analizadas por Carvalho (2018), podemos reconstruir
algunas palabras del proto-BP. Los únicos sonidos que no se han considerado son los
compartidos por todos los idiomas, que en sus respectivos contextos se pueden reconstruir
fácilmente en el proto-BT, como *j en ‘noche’.
paunaka mojeño terêna proto-BP
ignaciano trinitario
LUNA kuhe kahe kohe kohêe *kohe
NOCHE juti jati joti jóti *joti
CABEZA -ʧɨti -ʧuti -ʧuti -tûti *-ʧuti
SOL saʧe saʧe saʧe káʃe *kaʧe
PIEDRA mai mari mari marîpa *mari
LAVAR -kipu -sipa-ka -sip-ko -kîpo *-kipo
TAPIR samu sama samo kámo *kamo
Tabla 2: Posible reconstrucción de algunas palabras del proto-BP
Por supuesto, esta es solo una reconstrucción para ilustrar el método comparativo. Una
verdadera reconstrucción requeriría un trabajo mucho más extenso: la comparación debería
abarcar un número mayor de palabras, también debería incluir otros idiomas del grupo
Bolivia-Paraná, como baure y paikoneka. Además, hay que considerar también los datos
lingüísticos recopilados en los siglos pasados, por ejemplo: el antiguo mojeño y el baure
documentado por los jesuitas y, cuando la reconstrucción es dudosa, se deben tener en cuenta
los datos de otras lenguas arawak externas a este grupo.
4. La comparación morfológica
La detección de una serie de correspondencias fonéticas sistemáticas entre dos o más idiomas
puede ser a menudo suficiente para establecer o no una relación de parentesco. Sin embargo,
a veces es necesario el estudio morfológico para determinar dichas relaciones. De hecho, el
léxico se puede prestar con relativa facilidad, lo que implica un problema, ya que esto puede
acarrear en muchos casos la alteración del resultado de la comparación. Es bien conocido es
el caso del inglés, que proviene de la rama germánica de las lenguas indoeuropeas, sin
embargo, solo el 26% del léxico inglés tiene origen germánico, mientras que la mayor parte
proviene, directa o indirectamente, del latín (Williams 1975). Por tanto, la mera comparación
del léxico puede inducir al error. Como bien conocemos la historia del inglés, sabemos que
esta lengua no desciende del latín. Sin embargo, comparar solamente el léxico de dos o más
lenguas, podría inducirnos al error, en el caso de idiomas hablados por poblaciones de las que
solo conocemos la historia reciente. Por el contrario, la morfología, y en particular la
morfología flexiva, se considera la parte de la lengua más resistente al cambio lingüístico. La
comparación morfológica es, pues, un elemento adicional, a veces decisivo, que permite
establecer si hay afinidad genética incluso cuando hay relativamente poco léxico común entre
lenguas relacionadas.
La familia lingüística zamuco es un ejemplo que muestra que la comparación
morfológica es relevante para establecer un origen común. Por su parte, el zamuco antiguo y
el ayoreo comparten la mayor parte de su léxico, mientras que el ayoreo y el chamacoco
tienen solo alrededor del 30% del vocabulario en común. Sobre esta base es posible
establecer correspondencias fonéticas, pero es necesario el estudio de la morfología flexiva
para establecer las relaciones entre estas lenguas.
Veamos algunas formas verbales en las tres lenguas zamuco. La mayoría de los verbos
del zamuco antiguo y ayoreo tienen el prefijo de tercera persona ʨ- (1-2). Este prefijo es ʨ- o
ts- en chamacoco (1-2). El estudio de las correspondencias fonéticas nos dice que ts es una
innovación del chamacoco, y en algunos verbos del chamacoco ʨ- y ts- se alternan
libremente. El zamuco antiguo y el chamacoco distinguen entre tercera persona realis e
irrealis: los verbos con ʨ-/ts- en la tercera persona realis tienen el prefijo d- para la tercera
persona irrealis. Como el zamuco antiguo y el chamacoco pertenecen a dos ramas distintas de
la familia lingüística, esto indica que el ayoreo ha perdido la distinción entre realis en tercera
persona e irrealis, y por lo tanto podemos reconstruir los prefijos *ʨ- (3.REAL) y *d- (3.IRR)
para el proto-zamuco. Un grupo más pequeño de verbos tiene el prefijo t- en la tercera
persona, realis e irrealis, en las tres lenguas (3), por lo que podemos reconstruir *t- para la
tercera persona realis e irrealis de estos verbos en proto-zamuco.
El prefijo de persona precede un tema verbal que comienza por vocal. Cuando esta
vocal es alta (1-2), se convierte en a o (solo en chamacoco) en e en la segunda persona. Este
cambio se produce en todos los idiomas y por lo tanto ya ocurría en el proto-zamuco, en
donde la vocal a reconstruir en la segunda persona es *a, que se conserva en zamuco antiguo
y ayoreo, y que generalmente corresponde a a o e del chamacoco. El zamuco antiguo y el
ayoreo distinguen entre realis e irrealis en la segunda persona (1-3); el chamacoco tiene una
única segunda persona singular con prefijo cero, que corresponde a la segunda persona
irrealis de las otras dos lenguas. Esto quiere decir que en chamacoco la segunda persona
irrealis ha reemplazado a la segunda persona realis. A veces las excepciones morfológicas
ofrecen valiosas indicaciones de que una palabra proviene de la misma protolengua. En
‘sentarse’ (2), la primera persona del zamuco antiguo y del chamacoco muestran una
inserción -ij- que mantiene una irregularidad del proto-zamuco.
(1) ZA REAL: a-iraha (1SG), d-araha (2SG), ʨ-iraha (3); IRR: Ø-araha (2SG), d-iraha (3)
‘saber, aprender’
AY j-iraha (1SG), b-araha (2SG.REAL), Ø-araha (2SG.IRR), ʨ-iraha (3), ‘saber, entender’
CH t-ɨraha (1SG), Ø-eraha (2SG), ʨ-ɨraha (3.REAL), d-ɨ-raha (3.IRR) ‘saber, entender’
(2) ZA REAL: a-ij-akare (1SG), d-akare (2SG), ʨ-iakare (3); IRR: Ø-akare (2SG), d-iakare (3);
‘sentarse, quedarse’
AY: j-akare (1SG), b-akare (2SG), ʨ-akare (3); IRR: Ø-akare (2SG) ‘sentarse, quedarse’
CH: t-ij-akɨr (1SG), Ø-akɨr (2SG), ts-a-kɨr (3.REAL), d-a-kɨhɨr (3.IRR) ‘sentarse, descansar’
(3) ZA REAL: a-gu (1SG), d-agu (2SG), t-agu (3); IRR: agu (2SG) t-agu (3) ‘comer algo’
AY j-agu (1SG), b-agu (2SG), t-agu (3); IRR: Ø-agu (2SG) ‘comer, morder’
CH t-aw (1SG), Ø-ew (2SG), t-ew (3.REAL), t-ew (3.IRR) ‘comer’
5. El cambio morfológico
Como hemos visto en los ejemplos anteriores, también la morfología está sujeta a cambios;
mostraremos aquí algunos tipos de cambio morfológico. Por analogía entendemos un cambio
en que una forma se vuelve similar a otra para seguir un patrón más regular o en todo caso,
más común. Por ejemplo, el zamuco antiguo y el chamacoco tienen un pequeño grupo de
verbos con tercera persona realis con prefijo cero y el tema que comienza en vocal alta; la
tercera persona irrealis de dichos verbos tiene el prefijo d- con cambio de la vocal inicial de
la raíz, como en el verbo ‘dar’ (4). Este grupo de verbos se puede reconstruir para el proto-
zamuco, pero son poco frecuentes, ya que la mayoría de los verbos en las lenguas zamuco
tiene un prefijo que deriva de *ʨ- (1-2). La única forma de tercera persona del verbo ‘dar’ en
ayoreo se ha ‘regularizado’ por analogía con el principal grupo de verbos, y ha adoptado su
prefijo de tercera persona, ʨ-. La analogía, por lo tanto, constituye una excepción a las leyes
fonéticas, ya que no existe correspondencia fonética regular entre ʨ del ayoreo y Ø del
zamuco antiguo y del chamacoco.
(4) ‘dar’ ZA Ø-isi (3.REAL), d-osi (3.IRR); AY ʨ-isi (3); CH Ø-ɨɕɨ (3.REAL), d-oɕɨ (3.IRR)
Otro cambio morfológico consiste en la reinterpretación de los límites de un morfema;
este es un tipo de reanálisis (los procesos de reanálisis también se encuentran en la sintaxis,
véase la sección 6). Por ejemplo, el verbo en (5) tiene prefijo cero en la tercera persona del
zamuco antiguo y del ayoreo; en chamacoco la consonante inicial de la tercera persona fue
reinterpretada como prefijo de tercera persona, dada la existencia de un grupo de verbos con
el prefijo t- (véase arriba); en consecuencia, la segmentación del verbo ha cambiado también
en el resto del paradigma (en el ejemplo se puede comparar la tercera con la primera
persona).
Arriba hemos visto que en el chiquitano ignaciano ‘su casa’ es pʲooʂ (3SG.NM). En el
chiquitano documentado en el siglo XVIII (o chiquitano antiguo), ‘su casa’ era i-pooʂ
(3SG.NM), con el prefijo i- de tercera persona, y por razones eufónicas se podía añadir una n
inicial a los sustantivos que comenzaban en vocal, lo que permitía evitar una secuencia de dos
consonantes dentro de una oración. Por lo tanto, de esta forma, se tenía a menudo n-i-pooʂ
‘su casa’. En el chiquitano hablado en Lomerío, ‘su casa’ es ni-poʂ (3SG.NM): aquí la n inicial
fue reinterpretada como parte del prefijo de tercera persona, que se convirtió en ni-.
La gramaticalización también puede considerarse un tipo de reanálisis: las palabras
autónomas dotadas de un significado léxico se vacían semánticamente y se convierten en
morfemas vinculados con significado gramatical. Por ejemplo, en muchas lenguas del mundo
el diminutivo a menudo proviene de la gramaticalización de la palabra ‘niño’: en zamuco
antiguo y ayoreo el sufijo del diminutivo es -ap, este es el resultado de la gramaticalización
de la raíz de ‘niño/a’, ap, que también se puede reconstruir para el proto-zamuco. El
chiriguano tiene un sufijo diminutivo -raɨ que viene de la gramaticalización de táɨ ‘hijo’
(Dietrich 1986: 177). En todas las variedades de mojeño (mojeño antiguo, trinitario e
ignaciano) el sufijo diminutivo -ʧiʧa deriva de ‘pequeño’ (aʧiʧa en mojeño antiguo) o más
probablemente de ʧiʧa ‘hijo/a’ (documentado en las tres variedades). El mojeño trinitario
creó un nuevo diminutivo -çira, que resulta de la gramaticalización de çira ‘semilla’ (Rose
2018). Arriba mencionamos el diminutivo del yuki, que proviene de ‘pequeño’.
Las partes del cuerpo pueden convertirse en adposiciones espaciales: en ese ejja (e-
)wasi ‘pie’ fue gramaticalizado en =wasiije ‘hacia’ y (e-)jakajja ‘hombro’ en =jakajjajje
‘atrás’ (Vuillermet 2012: 90). En tapiete, el aspecto habitual se expresa mediante el sufijo -pi
que deriva del adverbio yepi ‘siempre’, abreviado durante el proceso de gramaticalización
(González 2005: 158).
6. El cambio sintáctico
A menudo, la sintaxis se considera como la parte de la gramática que cambia con mayor
facilidad. En el caso de lenguas poco documentadas, es difícil investigar el cambio sintáctico,
ya que a menudo no se dispone de textos recopilados en los siglos pasados para compararlos
con textos actuales. La morfología puede ser el resultado de un cambio sintáctico, y por eso,
como escribió Givón (1971: 413), la morfología de hoy es la sintaxis de ayer.
A continuación, mostramos un ejemplo de cambio sintáctico que tuvo consecuencias a
nivel morfológico. El wichí (mataguayo) tiene dos grupos dialectales: el pilcomayeño y el
bermejeño (Nercesián 2019). En el wichí pilcomayeño los verbos derivados con un aplicativo
expresan el objeto con un sufijo (6a), mientras que los otros verbos tienen un prefijo para el
objeto (6b) (excepto en la primera persona).
Para analizar el origen del sufijo del objeto, Nercesián (2019) compara el wichí con las
otras lenguas mataguayo y analiza las atestaciones de la lengua a partir de finales del siglo
XIX. Nercesián reconstruye las siguientes fases:
(i) En wichí el sufijo del objeto se desarrolló a partir de construcciones de verbos
seriales asimétricas en que un pronombre libre era el objeto del verbo 1 y el sujeto del verbo
2, que era un verbo intransitivo direccional o locativo: [[SUJETO-VERBO_1]
[PRONOMBRE_LIBRE VERBO_2]].
(ii) Posteriormente, tuvo lugar un proceso de reanálisis: el verbo 2 fue reinterpretado
como posposición aglutinada al pronombre libre, que pasó a ser el objeto del único verbo que
quedó: [[SUJETO-VERBO] [OBJETO-POSPOSICIÓN]].
(iii) El objeto y la postposición se aglutinaron al verbo y la posición fue reanalizada
como aplicativo: [SUJETO-VERBO-OBJETO-APLICATIVO]. De esta manera, un pronombre libre
se convirtió en sufijo.
Un cambio se puede difundir posteriormente más allá del contexto original. Por
ejemplo, el wichí bermejeño (7) extendió el sufijo del objeto a todos los verbos: véase (6b) y
(7b).
La sintaxis puede cambiar debido al contacto con otra lengua, y estos cambios a veces
son fáciles de reconocer. Por ejemplo, en el chiquitano lomeriano los hablantes suelen usar
algunas conjunciones del castellano: las oraciones se coordinan con y, mientras que pero y
porque a menudo reemplazan a tapɨ ‘pero’ e itʲopiki ‘porque’.
7. El cambio léxico
El léxico puede ser sustituido por uno nuevo, muchas veces prestado de otro idioma: en
ayoreo ‘perro’ es tamokoj; esta palabra no se encuentra en ninguna otra lengua zamuco y fue
tomada del chiquitano tamokoʂ ‘perro’. El contacto no se limita al ayoreo y al chiquitano, ya
que la palabra tamuku ‘perro’ está documentada en terêna, mojeño antiguo y mojeño
ignaciano (Combès & Hirtzel 2007), mientras que el yurakaré tiene chajmu ‘perro’ (Van Gijn
2006).
Un cambio semántico ocurre cuando un lexema cambia de significado con el tiempo.
Un cambio de significado puede ocurrir por contigüidad. Por ejemplo, en chiquitano antiguo
aruʂ (3SG.NM) significaba ‘su labio’ y este significado se mantiene en el chiquitano ignaciano
y migueleño; en la variedad de Lomerío, en cambio, aruʂ significa ‘boca’: dado que el labio
rodea la boca, aruʂ designa una parte del cuerpo contigua a su significado original.
El cambio semántico también puede producirse por la similitud entre dos conceptos. En
este caso hablamos de transferencia metafórica, que a menudo da lugar a casos de polisemia.
Por ejemplo, la transferencia metafórica de ‘ojo’ a ‘hueco’ está documentada en muchas
lenguas del mundo; entre ellas se encuentran las lenguas zamuco y el chiquitano, donde hay
polisemia entre ‘ojo’ y ‘hueco’. El zamuco antiguo edo ‘ojo/hueco’ y el chiquitano antiguo
sutoʂ ‘ojo/hueco’ han ampliado aún más su significado a ‘ventana’.
Cada población tiene tabúes lingüísticos, es decir, palabras, expresiones o temas que se
tienden a evitar. En muchas poblaciones, entre ellas, por ejemplo, los ayoreos, se prefiere
evitar pronunciar el nombre de los muertos. Un tipo de tabú muy común se refiere a entidades
que se perciben como peligrosas o pertenecen a la esfera de lo sagrado. Esta interdicción
lingüística a menudo produce un cambio léxico, porque la entidad tabú se menciona
indirectamente. Por ejemplo, en el chiquitano de Lomerío, el dueño de los animales, llamado
niʃi jiritʲuʂ ‘jichi del cerro’ o niʃi nɨunʂ ‘jichi del monte’, protege a los animales silvestres y
puede ser muy peligroso si un cazador mata a demasiados animales. El dueño de los animales
también se llama aʂti pɨsiʃ ‘el negro’.4 El uso de pɨsiʃ ‘negro’ para referirse al dueño sirve
para evitar designarlo directamente, y esto tiene que ver con un tabú lingüístico, que produce
una extensión del significado de pɨsiʃ ‘negro’, y luego, con el tiempo, este proceso puede
llevar al reemplazo de las palabras originales. Un caso similar es el de ‘jaguar’ en ayoreo,
cuya palabra original es putugutoj; en el zamuco antiguo se tiene putuguto ‘jaguar’; el ayoreo
ha introducido un sinónimo para el mismo animal, karataj, que es al mismo tiempo el
adjetivo ‘rojo’ y se ha utilizado para referirse al jaguar de forma indirecta, hasta convertirse
en la forma ahora más utilizada para su denominación.
Son muchos los factores que determinan el cambio lingüístico. Aquí solo es posible enumerar
algunos de ellos. Aunque el carácter de un pueblo, las características anatómicas de una
determinada población, el clima y la geografía se han mencionado con frecuencia en el
pasado, no hay evidencia de que estos factores ejerzan una influencia sobre el cambio
lingüístico.
La lengua es un producto de la sociedad y su cambio depende de factores sociales. El
cambio lingüístico es a menudo el producto consciente o inconsciente de un pequeño grupo
de personas y luego se extiende a otros hablantes. El lenguaje tiene también entre sus
funciones la de expresar la identidad de una comunidad o de un grupo de personas unidas, tal
como por la edad o pertenencia social; estas características pueden afectar elementos poco
visibles de la lengua. Por ejemplo, en Lomerío y Concepción se habla la misma variedad de
4
Aʂti ‘el’ es propio del habla del hombre; en el habla de las mujeres se usa tʲone ‘el’.
chiquitano, sin embargo, hay pequeñas diferencias: en Lomerío se dice nikoroʂ ‘letra’,
noiʃoßoʂ ‘víbora’ y pakuʂ ‘plátano’, mientras que en Concepción estas palabras se pronuncian
nikuruʂ, nuiʃußuʂ y pakußuʂ. Quien documenta un idioma en peligro nota a menudo
diferencias considerables según la edad de los hablantes; esto no depende solo del hecho de
que la lengua en cuestión esté influenciada por otra lengua (como el castellano), sino también
de que estos rasgos lingüísticos innovadores expresen, en un momento de cambio social, la
pertenencia de los hablantes a un determinado grupo etario.
El cambio lingüístico suele coincidir con un cambio repentino en la sociedad debido,
por ejemplo, a una migración, una epidemia o una invasión. Estos acontecimientos producen
cambios en las relaciones sociales y pueden, por ejemplo, cambiar la cohesión social o
producir la fusión de dos o más poblaciones. Una densa red de relaciones resulta en una
mayor cohesión social y resistencia al cambio, como ocurre en pequeñas comunidades de
hablantes. Por el contrario, en las grandes comunidades, donde los vínculos son menos
estrechos y hay una apertura al contacto externo, el cambio lingüístico es más fácil, ya que la
lengua expresa pertenencia o no a una determinada comunidad o grupo de personas.
El contacto con otras lenguas contribuye notablemente al cambio lingüístico. A
menudo, dos lenguas permanecen en contacto durante mucho tiempo influyéndose
mutuamente, mientras que a veces una termina sustituyendo a la otra. Cuando dos o más
poblaciones se unen en un momento de cambio social, frecuentemente adquieren el idioma de
la población mayoritaria o dominante; la lengua hablada previamente por cada grupo
minoritario se denomina sustrato: aunque esta lengua desaparece con el tiempo, ella interfiere
con la lengua aprendida, modificándola. En las Misiones de Chiquitos, la lengua más hablada
era la que hoy llamamos chiquitano antiguo, por lo que fue elegido como idioma ‘oficial’ por
los jesuitas. En las misiones se hablaban también muchas otras lenguas no emparentadas con
el chiquitano, así como el baure, el zamuco antiguo y el caypotorade, que era una variedad
zamuco probablemente cercana al chamacoco actual. Estos sustratos han ejercido una
influencia sobre el chiquitano y son uno de los factores responsables de las diferentes
variedades de chiquitano que se hablan actualmente en el territorio de cada misión.
Asimismo, el zamuco antiguo, antes de desaparecer, sufrió también cambios debido a la
influencia del chiquitano.
El cambio lingüístico puede ser también la consecuencia de la separación de dos
comunidades, que primero desarrollan dos dialectos diferentes del mismo idioma y luego dos
idiomas distintos. Esto es probablemente lo que sucedió hace mucho tiempo cuando el proto-
zamuco se dividió en dos ramas (ver sección 1).
Otro posible factor de cambio es el aprendizaje del idioma por parte de los niños. En
efecto, se cree que el niño aprende la lengua hablada por los padres, pero nunca la imita a la
perfección, produciendo pequeños cambios en ella.
La frecuencia de una construcción o de una palabra también influye en el cambio
lingüístico: las expresiones muy frecuentes se acortan con el tiempo. Un caso común es el de
los saludos. En el caso del chiquitano de Lomerío, la fórmula de saludo utilizada por los
hombres, ʧamuʂaume, viene de la abreviatura de ʧama (mucho) uʂia (bien) aume (a
vosotros). En el siglo XVIII se documentó la expresión de saludo ʧama oʂima aemo (mucho
bien a_tí), aún no abreviada.5 También la palabra uʂia ‘bien, bueno’, que se usa muy a
menudo, es más corta que la forma oʂima, utilizada en el mismo siglo. De hecho, si una
expresión o una palabra tiene un uso frecuente, es más fácil de entender y esto permite
simplificarla. Además, con una alta frecuencia de uso se tiende a automatizar el movimiento
articulatorio: se hace así un menor esfuerzo articulatorio, lo que resulta en una simplificación
fonética. A nivel gramatical, en cambio, la repetición continua favorece la memorización por
parte de los hablantes y, por lo tanto, el mantenimiento de irregularidades: por eso los verbos
más utilizados suelen ser irregulares (piénsese en el verbo ‘ser’ del castellano); por el
contrario, las formas poco utilizadas tienden a regularizarse con el tiempo.
5
Ya en el siglo XVIII aemo ‘a tí’ es la forma de segunda persona singular, aume la de segunda persona plural.
que es vista como una forma ‘incorrecta’ de hablar. La lingüística hace tiempo abandonó la
actitud prescriptiva, es decir, su única tarea es observar lo que sucede sin emitir un juicio.
En muchos idiomas existe una aversión hacia la introducción de nuevos elementos que
sean claramente identificables como provenientes de otra lengua. Por ejemplo, al comienzo
del contacto entre el ayoreo y el castellano, los hablantes intentaron evitar los préstamos del
castellano, utilizando expresiones como nain̥ane igin̥aj (chamanes casa) para ‘hospital’,
uguʨade pi (cosas medio_de_transporte) para ‘mochila’; en la actualidad, tanto la expresión
ayoreo como la palabra castellana se encuentran en competencia de uso, así como n̥o
(3.REAL) y do (3.IRR) ‘ir’ compiten por la tercera persona irrealis; si n̥o se impusiera
definitivamente, ‘ir’ perdería la oposición entre la tercera persona realis e irrealis, como
sucedió con todos los verbos del ayoreo. En otras palabras, el cambio lingüístico del futuro,
aunque no sea siempre predecible, está en la variación lingüística de hoy.
Si los hablantes a lo largo del tiempo han elegido entre dos o más formas en
competencia, esta elección ha sido dictada por las dinámicas sociales que operaron dentro del
pasado de una determinada población, que no siempre son conocidas y que son el objeto de
estudio de la sociolingüística. En algunas ocasiones se elige una forma que proviene de las
clases altas porque es prestigiosa, en otras, por diferentes razones, se elige una forma
utilizada por las clases bajas o no considerada estándar (en este caso se habla de ‘prestigio
encubierto’). La variación lingüística se basa en factores sociales, tales como la clase social,
la edad y el sexo. Los primeros estudios en este ámbito se deben al lingüista norteamericano
Labov, quien desde los años sesenta ha investigado la relación entre la sociedad y el cambio
lingüístico (véase Labov 1994-2010).
El cambio lingüístico se asocia a menudo a una simplificación a nivel estructural (como
lo fonético o morfológico), pero el cambio puede producir una mayor complejidad. Por
ejemplo, en el zamuco antiguo y en el ayoreo se distingue una primera persona singular y
plural. El chamacoco creó primero una distinción entre primera persona plural exclusiva e
inclusiva, y luego una forma de ‘plural mayor’ de la primera persona inclusiva.
El estudio de los topónimos a veces puede brindarnos información valiosa sobre un idioma
determinado. Por ejemplo, en Cerdeña (Italia), el estudio sistemático de los topónimos nos
permite reconstruir algunos elementos del paleo-sardo, una lengua sobre la que no existe
documentación. El estudio de los topónimos permite explorar el sustrato lingüístico de una
región. Aunque el chiquitano tiene actualmente unos miles de hablantes, el idioma se ha
mantenido en muchos topónimos en el departamento de Santa Cruz, que muestran la
presencia del sustrato chiquitano. La difusión de los topónimos aymaras nos muestra que esta
lengua en el pasado tuvo una distribución geográfica diferente (Cerrón-Palomino & Carvajal
Carvajal 2009: 172). El puquina es una lengua extinta sobre la que existe una documentación
muy limitada, muchos topónimos en -baya y -laque provienen del puquina (como Quiabaya,
Italaque). El estudio de los topónimos de origen puquina aún no se ha abordado, pero puede
contribuir a ampliar nuestro conocimiento sobre esta lengua (Adelaar & van der Kerke 2009:
127).
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