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Ryan, Susana Beatriz-Consumo de Drogas, Abordajes Terapeuticos y Derechos 2006

El documento analiza la percepción social sobre el consumo de drogas y cómo esta ha llevado a la estigmatización de los consumidores, considerándolos como peligrosos y delincuentes. Se critica la tendencia a demonizar las sustancias en lugar de abordar las causas sociales subyacentes que llevan al consumo, así como la falta de alternativas para los jóvenes en situaciones de vulnerabilidad. Además, se enfatiza la necesidad de respetar los derechos de los niños y adolescentes y de implementar enfoques más humanos y comprensivos en el tratamiento de la adicción.

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Ryan, Susana Beatriz-Consumo de Drogas, Abordajes Terapeuticos y Derechos 2006

El documento analiza la percepción social sobre el consumo de drogas y cómo esta ha llevado a la estigmatización de los consumidores, considerándolos como peligrosos y delincuentes. Se critica la tendencia a demonizar las sustancias en lugar de abordar las causas sociales subyacentes que llevan al consumo, así como la falta de alternativas para los jóvenes en situaciones de vulnerabilidad. Además, se enfatiza la necesidad de respetar los derechos de los niños y adolescentes y de implementar enfoques más humanos y comprensivos en el tratamiento de la adicción.

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CONSUMO DE DROGAS, ABORDAJES TERAPEUTICOS Y DERECHOS

2006 en Biblioteca www.fondofat.org.ar


Lic. Susana Beatriz Ryan

Toda sociedad tiene una particular visión de lo que considera dentro y fuera de su
marco referencial. Lo legal, el ordenamiento jurídico y lo criminológico, configuran y
marcan lo que se entiende por normado dentro de determinadas pautas y
tradiciones. Esto es acentuado por determinados sectores y orientaciones que,
tienden a convertirse en referentes de todo el resto del cuerpo social.

Asimismo toda sociedad posee una particular visión acerca de lo prohibido y de lo


permitido, este marco de referencia configura lo normado dentro de sus pautas y
tradiciones que presuponen cierto grado de consenso, coexisten diferentes grados
de adscripción a la norma y por ende de alejamiento o desvío de la misma.

En relación a la problemática del consumo de sustancias el cuerpo social se ve


movilizado y tiende a dar respuestas “heroicas”, polarizadas y cargadas de moral.
Las imágenes sociales del tema drogas suelen estar llenas de emotividad, reflejando
así un sin número de estereotipos y preconceptos.
Este tema suele servir como elemento motivador que permite centrar el miedo o la
estigmatización en el otro y así hace posible mantener pendientes situaciones de
mayor conflicto en la estructura social.

Que un sujeto consuma alguna droga ilegal es visto como que pone en peligro al
grupo, así considerado real y potencialmente “peligroso”.

En los últimos años se han ido incrementando los índices delictivos de los que
participan menores de edad, manifestaciones de violencia material descontrolada,
con conductas irascibles y desafiantes, ( amenazas; toma de rehenes; homicidios sin
resistencia de la víctima; etc.) en las que en el desarrollo del acto ha quedado al
descubierto el quiebre comunicativo con los compromisos y valores dominantes, a la
vez que pareciera que en tal circunstancia, sus ejecutores han perdido conciencia
del peligro de su situación y del riesgo de su propia vida. El discurso represivo los ha
venido atribuyendo al consumo de sustancias psicoactivas, a su vínculo con el
narcotráfico, su inserción en barrios marginados, y el fácil acceso a la provisión de
armamentos. El discurso garantista ha tenido presente la falta de alternativas que
ofrece el sistema, y el condicionamiento a la marginalidad que le provee la
desocupación y el imperativo del hambre.
Es un dato de nuestra realidad cotidiana el hecho de que aumente el tráfico y
también el consumo constatable de diversas drogas, tanto legales como ilegales,
pero también es cierto que este dato sirve de coartada para planteos que buscan en
nombre de la salud suprimir libertades, ejercer persecusiones y cortar derechos.
Nadie puede estar a favor de la destrucción generalizada de la salud de las
generaciones más jóvenes. Pero en este caso no se trata solo de las drogas, sino
de condiciones ambientales en las que se fomenta todo tipo de conducta
inmediatista, descuidada y expuesta al riesgo.

Cuando llegan pacientes a la consulta, en general en realidad familiares del


paciente, consultan por los “problemas ” que este trae al grupo. Estos problemas
son, desde luego, y desde el discurso de los consultantes, a causa del consumo de
sustancias. Son éstas, las sustancias, las causantes de la problemática haciéndose

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eje en ellas en la exposición del problema. Este sujeto es visto como “presa” de la
sustancia, es ella, la sustancia, la que genera en él los problemas.” El es así porque
se droga”.

Esta separación, esta demonización de la sustancia, con las consecuencias para


quienes las consumen, facilita el hallazgo de un enemigo, de un antagonista
indispensable para reeditar la dinámica de inclusión-exclusión.
Se actúa imaginariamente como si partiéramos de un estado de paz y equilibrio
social el cual se ve alterado con la aparición de las drogas a las que se les adjudica
poder en sí mismas.
Desde esta perspectiva el problema son las drogas, puestas en lugar de sujeto y no
de objeto, y la solución es “la lucha en contra de la droga”.
Esta mirada esta basada en un inversión lógica de vínculo sujeto sustancia. No es
un sujeto que consume una sustancia objeto. Es el sujeto que al ser atrapado por
ésta cobra el lugar de un objeto, y este objeto, droga, cobra el lugar de sujeto. Es
entonces la droga, agente causal, sujeto, que se apodera, atrapa a este individuo
convertido en objeto de la sustancia.
A partir de esta lógica se centra el problema en las sustancias y se evade todo tipo
de responsabilidad, del consumidor en cuestión, y del cuerpo social sobre el origen
del problema.

“Esta estrategia en contra de las drogas, es actuar como si se pudiera luchar


con un objeto, desatendiendo además a las personas y las causas que las
llevan al consumo de sustancias. Este discurso que nos dice que las drogas
son el mal de la humanidad se olvida que los males de la humanidad no sólo
son muchos más que las drogas, sino que las drogas son una expresión de
esos males”
Lic. Alberto Calabrese

En el imaginario social este sujeto “la droga “se corporiza transformándose en el


agente patógeno que contagiará a los individuos sanos. Este protagonismo de la
sustancia le da la característica de sujeto a un objeto, el objeto droga, provocando
una inversión en la lógica. De ese modo el objeto es sujeto y el sujeto se transforma
en objeto, con el correlato de pasividad que esto representa. Las personas ya no
somos responsables de nuestros propios actos, no somos sujeto de derecho.
Así como opera el prejuicio acerca del concepto de droga, este se transfiere al
adicto, adjudicándole las características de perturbador, violento y pendenciero.
Este tema funciona como un moderno y sofisticado mecanismo de control social a
partir de la generalización de la percepción social estereotipada. Podemos definir
percepción social como el término global que se utiliza para denominar el proceso
de formación de juicios acerca de las personas.

Varios son los discursos que han permitido la construcción de estereotipos. En la


base de los mismos podemos inferir la dinámica psicológica del prejuicio.
Pensemos en slogans preventivos como “no te dejes atrapar por la droga”, “Hable
con su hijo ahora porque sino la droga lo puede adoptar”, “la droga mata”, entre
otros. El sujeto así convertido en objeto devorado por la sustancias queda libre de

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ser responsable de sus actos de consumo, es más impide todo cuestionamiento a
dicho consumo, ya que no es él, sino la droga la protagonista de la escena.

Clásicamente se entiende esta problemática con una estructura que define a priori
constantes, produciendo un efecto de cierre. Este efecto de cierre es exactamente el
contrario del buscado en nuestra actividad. Lo que circula en torno a estas ideas es
que se halla en juego una versión determinada relativa al saber, la verdad y el poder.

Estos estereotipos lejos de dar soluciones a la problemática de las drogas, la


refuerzan y realimentan, por ello consideramos esencial como primer paso para el
abordaje tanto asistencial como preventivo desarticularlos, para así poder operar
sobre las reales causales del problema. Este es un problema de personas y no de
drogas, mientras sigamos ocupándonos de las sustancias como si fueran seres
mágicos con poderes propios estaremos olvidando la real naturaleza de fenómeno.

Los estereotipos más comunes son:

Droga: concepto monolítico, se habla de “la droga”, como si fuera de una sola clase
y único efecto.
Se las asocia sólo con la ilegales y se las considera dañosas.
Parte de este estereotipo desconoce que la legalidad o ilegalidad de cada droga es
independiente a sus efectos y se basa en cuestiones puramente culturales.

Fetichismo de la sustancia: La droga asume el papel de un ente mágico, externo y


que infecta al cuerpo social. Se es atrapado por la droga. Esto implica un
desconocimiento del sujeto, su estatuto e incluso, se denomina adicto a todo aquel
que consuma una droga ilegal independientemente del compromiso con este
consumo.

Joven contestatario: El consumo de drogas es visto como la expresión de una


actitud contestataria, propia de la juventud y al margen de la cultura.
De esta manera se considera que este es un problema de jóvenes, es decir que la
causa del problema tiene que ver con una actitud propia de la juventud y no como el
reflejo de problemáticas sociales más profundas.

“NO EXISTEN PROBLEMAS DE LA JUVENTUD , SINO LA REPERCUSIÓN DE


LOS PROBLEMAS GLOBALES DE LA SOCIEDAD EN LOS JÓVENES”
CORREO DE LA UNESCO 1975

Desde esta lógica de “proteger” de las drogas a los jóvenes, y al resto del cuerpo
social de estos “jóvenes atrapados por las drogas” es que es coherente la gran
vigencia de los Sistemas Terapéuticos Cerrados, del estilo de las Clásicas
Comunidades Terapéuticas, donde el paciente ingresa en un sistema de aislamiento
y gran control. Estos tratamientos suelen esta dirigidos por exadictos que se han
“recuperado”. Están centrados en una tarea reeducativa, readaptativa, el objetivo no
es la curación, sino más bien reencarrilar al descarriado, rehabilitar al desviado.
Este mirada social en relación al consumidor de drogas ilegales, hace que los
sistemas reeducativos y de aislamiento sean los de mayor aceptación para el

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cuerpo social. Hay que aislarlo para “sacarle la droga del cuerpo”, para evitar que
otros se “contagien o contaminen por influencia de él.”

Desde esta perspectiva, la persona, colocada en un plano secundario, es categorizada


según entre o no en contacto con “la droga". Nuevamente el modelo remite al criterio
de legalidad: el consumidor de drogas (ilícitas, pues son sólo las reconocidas como
tales) viola la ley, por lo tanto se lo caracteriza como transgresor. Pero surge aquí una
paradoja intrínseca al modelo: si la droga es el sujeto activo, la persona no es más que
una víctima de esa sustancia poderosa, con capacidad de atraer y producir situaciones
por sí misma. Entonces, el consumidor de drogas es delincuente y víctima simultánea-
mente.

Esta mirada social preponderante es la que sostiene y da lugar a la vigencia de la


Ley Penal Federal 23.737, sancionada en septiembre de 1989, la cual, en su
artículo 14, penaliza la tenencia de drogas para uso personal, convirtiendo así al
consumidor en un delincuente. Este individuo que “fue atrapado” por la droga ahora
ya esta “contaminado” “poseído” por la sustancia y se convierte en peligroso para el
cuerpo social, esto hace lógico decir que es punible.
La ley 23.737, conocida como la Ley Penal de Estupefacientes, contempla la
posibilidad de conmutar la pena por lo que se llama una Medida de Seguridad
Curativa, es decir un tratamiento, siempre que se cuente con el consentimiento del
detenido. Esta ley es de aplicación tanto a mayores como a menores y en este punto
nos detendremos. Se utiliza la misma Ley pero en el caso de menores la administran
Jueces de Menores. Los menores por no ser punibles reciben de esta Ley sólo la
opción de las Medidas de Seguridad , lo cual les quita la posibilidad de aceptarlas
como sucede con los adultos.

La arbitraria consideración de la problemática de las drogas como entificación


autónoma, apartada del continente socioeconómico y del contenido sociopolítico,
ha llevado a estandarizar un estereotipo, a etiquetar ese estereotipo con un rótulo
descalificante -y por ende estigmatizante-, a profundizar su marginación, y a
configurar una tipificación penal de peligro abstracto que atenta contra la
autonomía de la libertad. A tal punto llega la reificación de la sustancia, que su sola
proximidad alcanza para ser excluido de las garantías constitucionales como el
derecho a la intimidad que ampara las acciones privadas. Aquí estamos haciendo
referencia al Artículo 19 de la Constitución Nacional que dice “las actividades
privadas de los hombres, que no perjudiquen a terceros, quedan exentos de la
autoridad de los magistrados”.

En consonancia con este Planteo consideramos necesario introducir la Convención


sobre los Derechos del Niño. Cuando hablamos de Convención estamos hablando
de Leyes que protegen a la infancia y su esencia es considerar a los niños, niñas y
adolescentes sujetos de derecho. La Convención de lo derechos del niño fue
adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 1989.
Ha sido aprobada por 181 países en el mundo. En nuestro país se convirtió en Ley
en septiembre de 1990 (Ley 23.849) y fue incorporada a la Constitución Nacional
Argentina en ocasión de su reforma del año 1994, en el artículo 14, inciso 22.
Esto significa que es una Ley Superior, es decir que todas las demás leyes deberán
remitirse a ella.

Entre los derechos que esta Convención garantiza se encuentran:

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Derecho a ser oído: “las niñas, niños y adolescentes, tiene derecho a ser oídos en
cualquier ámbito cuando se trate de sus intereses…”

Derecho a ser Respetado: “El respeto a las niñas, niños y adolescentes consiste en
brindarles comprensión, en otorgarles oportunidad al despliegue de sus actividades,
el desarrollo de sus potencialidades, al goce y ejercicio de sus derechos….”

Derecho a la convivencia Familiar y Comunitaria: “Los niños, niñas y adolescentes


tiene derecho a ser criados y cuidados por sus padres y a permanecer en su grupo
familiar de origen, en una convivencia sustentada en vínculos y relaciones
comunitarias.

Derecho a la educación: “Formación integral. Los niños niñas y adolescentes tiene


derecho a la educación con miras a su desarrollo integral, su preparación para el
ejercicio de la ciudadanía,…..”

La consideración acerca del consumidor de drogas como delincuente (Ley Penal de


Estupefacientes), así como de peligroso social, hacen que a la hora de la elección, la
indicación judicial la más de las veces es el Aislamiento en Comunidades
Terapéuticas, y por períodos prolongados de tiempo, en especial en el caso de los
niños, privándolos así del derecho a la Convivencia Familiar y Comunitaria, el
Derecho a la escolaridad, entre otros.

Consideraciones finales

Todo lo antedicho muestra claramente que el fenómeno de la fármaco dependencia


se ha convertido, en nuestros días, en uno de los depositarios predilectos de la
angustia social. De allí se deduce el riesgo de actualizar la figura del leproso en la
Edad Media, como receptáculo de las tensiones del cuerpo social. Se comprende de
esta manera la red de prejuicios elaborada alrededor del tema, así como la
necesidad de que toda acción realmente preventiva se encamine a esclarecer la
verdadera etiología, sus mecanismos de producción y, lo que es más importante, a
generar un cambio actitudinal que supere los mecanismos de exclusión.

La falta de proyectos sociales de largo alcance, la posibilidad de incluirse


constructivamente en la gestión del futuro, la inclusión en las estructuras que la
sociedad dispone para la realización de los individuos son algunos de los temas
acuciantes de este presente en el que los jóvenes y los adolescentes se ven
sometidos a las crisis que genera la pobreza o un mercado laboral sin muchas
perspectivas y la exclusión que para muchos se asoma luego de las promesas
incumplidas de la escuela. El resultado es una situación poco favorable a la
realización de estas jóvenes generaciones como ciudadanos.

“Las drogas son tan tremendas como tantas otras cosas que padece la
humanidad. Como la pobreza, como el hambre, como la explosión de la
natalidad en lugares donde no se pueden sostener los primeros cinco años
de vida de nadie, como la sin razón de la tercera edad, como la falta de
propuestas para los jóvenes, como la dejadez absoluta en la cual hemos
incurrido, aprobado y acompañado los procesos que nos han dejado vacíos de
contenido. Esto es un tema de conciencia, es el hecho de poder ser participes

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reales, no espectadores, de poder ser personas con posibilidades, no con
promesas” Lic. Alberto E. S. Calabrese

Respecto del tratamientos ambulatorios: ventajas en su concepción


terapéutica y de protección en derechos ciudadanos.

Desde sus inicios FAT acumuló experiencia en la modalidad ambulatoria. Lo que en


un principio fue realizado por razones de hábitat, devino independiente, merced al
sustento .Desde lo teórico es una justificación acorde con ese trabajo.
Primero definiremos la esencia de la adicción. Esta resulta de una afección a una
sustancia en forma compulsiva y excluyente. Salvo el hecho, de que esta repetición,
hija de un proceso de búsqueda de las sustancias, obsesivamente y aún por encima
en el tiempo de la naturaleza del placer, los mecanismos que la sustentan, difieren
poco de otras adicciones.
Desde ya los lejanos inicios (1er consultorio Psiquiátrico – Toxicológico de año
1964) se trabajó ambulatoriamente, entre otras cosas con un enfoque
multidisciplinario, para llegar posteriormente a intervenciones interdisciplinarias,
donde se privilegió el objetivo del tratamiento cifrado en descubrir los potenciales
del paciente en cuanto a su sentido y proyecto vital. Esto potenció la coincidencia y
el encuentro profesional, para la integración de los equipos tratantes.
Asimismo, otro hecho constatable, ha sido la búsqueda de integrar al proceso
terapéutico, los espacios del paciente más allá de la institución; a mayor trabajo en
ese sentido, menores son las dificultades de entender los mecanismos de
producción de la cadena del abuso. Esto sin descuidar los espacios familiares y
grupales.
Cuanto más podamos pensar y asimilar que la adicción a distintas sustancias, es un
proceso acorde a una coyuntura sociocultural mayor y expresión de su malestar,
más tendríamos que considerar que, el hecho de estigmatizar, aislar o expulsar del
contexto a quienes la padecen es una aberración, en tanto se ha extendido como
expresión de un malestar abarcativo y salvo en los casos extremos que así lo
ameriten, la internación debe ser sólo un recurso externo y limitado.

Lic. Susana B. Ryan


Psicóloga

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RUBÉN H. DONZIS “La drogadepencencia en la jurisprudencia argentina (1978/1995): Una
Miscelánea entre Política y Derecho” en Biblioteca www.fondofat.org.ar
CONSTITUCIÓN NACIONAL ARGENTINA
CONVENCIÓN DE LOS DERECHOS DEL NIÑO
LEY PENAL FEDERAL 23.737
CONSTITUCIÓN DE LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES
LEY 114 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

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