Tema 5. Lírica Medieval
Tema 5. Lírica Medieval
1. Contexto histórico
La Edad Media es un período histórico que abarca desde la caída del Imperio Romano de Occidente
(476) hasta la caída del Imperio Romano de Oriente – Constantinopla– (1453). Es una época de
gran inestabilidad política, donde son frecuentes las guerras.
Se distinguen, habitualmente, dos etapas: la Alta Edad Media y la Baja Edad Media. La sociedad
medieval es una sociedad estamental, hasta el siglo XIV, formada por:
Campesinos o siervos
Nobles
Clero
En el siglo XIV, por la gran importancia que cobran las ciudades y la aparición de la burguesía, se
reorganizan los estamentos medievales. En el siglo XV se produjo un profundo cambio en los
modos de vida: la nobleza se hizo cortesana y refinada y el cultivo de la poesía se convirtió en una
práctica habitual entre los nobles.
En cuanto al pensamiento medieval, es una época dominada por la religión, en la que la Iglesia está
presente en todos los aspectos de la vida. Dos conceptos son claves: Pesimismo: la vida se
considera un valle de lágrimas. Didactismo: la literatura se usa sobre todo para enseñar.
• Oralidad: algunas de las manifestaciones literarias más significativas fueron concebidas para
ser difundidas oralmente.
• Anonimia: el concepto de autoría carece de importancia.
• Didactismo: hasta el siglo XV, la mayor parte de la literatura pretende transmitir valores o
conocimientos.
• Predominio del verso: es consecuencia de destinarse al canto o a la recitación.
Durante los siglos X-XIV no encontramos composiciones poéticas cultas en castellano, pues, por
convención, se escribía en otras lenguas. Los reinos árabes, lógicamente, escribían su lírica en esta
lengua, mientras que los reinos cristianos empleaban el galaico-portugués o el provenzal (los
autores de la Corona de Aragón). Encontramos tres vertientes:
1. Lírica culta provenzal: lengua poética por antonomasia que se había impuesto al resto de los
dialectos romances. Se trata de una poesía muy elaborada, de gran conceptualización, totalmente
codificada. Una poesía culta, de gran artificiosidad, refinamiento y complejidad métrica. Su tema es
esencialmente amoroso; es el desarrollo del concepto de "amor cortés" o fin'amors. El primer poeta
provenzal de nombre conocido es el Duque de Aquitania.
En el amor cortés reflejado en estos poemas, el poeta se convierte en un vasallo de la dama. Es una
mera convención social y literaria, una adaptación del feudalismo a las relaciones amorosas entre
los miembros de la nobleza. En él, la amada, que suele ser casada, es vista como un ser superior, un
dios al que el enamorado debe servir y adorar, por lo que se declara su fiel vasallo. Ella acepta su
vasallaje entregándole una prenda, pero las relaciones físicas entre ellos no tenían lugar. Era un
amor platónico e imposible que hacía sufrir al enamorado, pero al mismo tiempo lo perfeccionaba,
ya que gracias a él encontraba inspiración para sus composiciones poéticas y experimentaba un
proceso de purificación.
2. Lírica culta galaico-portuguesa: escrita en galaico-portugués, fue cultivada por poetas conocidos,
pertenecientes a todas las clases sociales, desde reyes hasta clérigos y juglares. Se componen obras
ya en el siglo XII, aunque es en el siglo XIII cuando se recopilan en los cancioneros. Hay dos
géneros fundamentales: las cantigas de amor y la poesía satírica, aunque sin olvidar otros géneros
menores y el cancionero religioso. Las cantigas de amor son poesías puestas en boca de un hombre
que se dirige a una dama o se queja por su indiferencia o su hostilidad. Su tema es el amor
cortesano (la cuita de amor).
3. Lírica culta árabe: se trata de poemas cultivados por autores árabes y hebreos en al-Ándalus de
los siglos X-XII. Está escrita en árabe. Destacan dos tipos de poemas, de carácter estrófico: el zéjel
y la moaxaja.
La lírica popular se desarrolla entre los siglos XI-XIII, si bien algunas de las composiciones (caso
de los villancicos) no se ponen por escrito hasta mucho después. Esta lírica, de composición y
transmisión oral, ha pervivido gracias a que algún autor culto decidió ponerla por escrito. Tres son
los subgéneros fundamentales de la primitiva lírica popular: las jarchas mozárabes, las cantigas de
amigo galaico-portuguesas y los villancicos castellanos. Tienen muchas características comunes, si
bien cada una tiene sus particularidades.
Estas obras son breves composiciones líricas, de autor anónimo y transmisión oral. Desde un punto
de vista temático, se caracterizan por ser lírica femenina, es decir, poemas en los que la protagonista
es una mujer (aunque estén escritos por hombres) cuyo tema principal es el amor, normalmente en
un tono de queja (si bien en los villancicos observamos otras temáticas, fruto de la evolución
posterior) y muchas veces con destinatario explícito. La métrica suele ser irregular, de arte menor,
con estrofas bastante breves, algunas veces con estribillo. En cuanto a los recursos estilísticos, no
son muy abundantes y se fundamentan en el paralelismo y la repetición.
Compuestas a lo largo de los siglos XI y XII, se trata de unas composiciones anónimas (no
conocemos su autor) de carácter popular que se insertan al final de la moaxaja culta árabe o hebrea
(con las que no comparten ninguna relación temática). Están escritas en mozárabe (el romance que
hablaban los cristianos de los reinos musulmanes peninsulares) y su estructura es muy simple, ya
que son poemas muy breves y con versos paralelísticos. Abundan en ellas los recursos expresivos:
interrogaciones y exclamaciones, vocativos afectivos, diminutivos, etc. La mayoría se caracterizan
por el bilingüismo, con algunos términos árabes (habib = amado).
El tema principal es el amor, desarrollado desde dos posibles perspectivas:
La queja amorosa por la ausencia del amado o por la espera.
Los recuerdos positivos del amado.
Al igual que sucedía en las jarchas, el sujeto lírico y protagonista de estas composiciones es la
mujer, que expresa sus emociones y sentimientos. La diferencia fundamental está en su tono, que en
las cantigas es mucho más sereno y armonioso. Generalmente los sentimientos amorosos están en
consonancia con la naturaleza, que se convierte en el escenario ideal de sus encuentros.
Su composición y estructura es muy peculiar: son poemas de varias estrofas, de cuatro o más versos
cada una, con estribillo que se repite inalterable al final de cada estrofa. Se basan sobre todo en el
paralelismo y la anáfora.
Los villancicos son canciones tradicionales, de temática variada (si bien sigue predominando la
amorosa), que fueron recopiladas a partir del siglo XV en los cancioneros. En muchos de los casos
son poemas amorosos femeninos, aunque en épocas más tardías también se encuentran villancicos
donde el protagonista es un hombre enamorado.
La visión del amor que se presenta normalmente es desdichada: la joven se lamenta por la ausencia
de su amante. También es muy importante la vertiente erótica del amor. En ocasiones la
protagonista es una muchacha «mal casada» o a la que quieren obligar a hacerse monja.
Después de los poemas amorosos, destacan los dedicados a fiestas, música y baile, con los que se
celebra la llegada de la primavera, las bodas o determinadas labores agrícolas. También
encontramos canciones infantiles, así como canciones satíricas y burlescas.
En cuanto a su forma, se trata de composiciones muy breves de arte menor, que riman en asonante o
consonante.
La Edad Media fue una época de luchas y guerras, de caballeros y de héroes. Por esto, una
importante parte de la literatura medieval giró en torno a dichos temas bélicos y guerreros.
Un poema épico, o, cantar de gesta, es un canto narrativo de tipo tradicional en el que se narran las
hazañas legendarias de un héroe para la creación de una unidad nacional. El conjunto de poemas
épicos de un país forma su epopeya.
Según Colin Smith, los elementos definitorios de la épica son los siguientes:
• Un héroe que ha de conseguir un ideal y se ve obstaculizado en su finalidad.
• Tal ideal es un ejemplo moral para una comunidad.
• El héroe es cercano a Dios.
• El mundo es el varonil de la guerra, sin cabida para lo cortesano.
• Ostenta un tono elevado y sublime.
Generalmente son textos anónimos, de transmisión oral, que eran recitados por los juglares en los
pueblos y las villas. Dichos juglares iban introduciendo pequeños cambios en su recitación, por lo
que nos encontramos con múltiples variantes de un mismo cantar. Pese a que pertenecen al mester
de juglaría (oficio propio de juglares), lo más probable es que no hubieran sido compuestos por
estos, sino por autores cultos, posiblemente clérigos.
En cuanto a su versificación, se trataba de tiradas de versos que mantenían la misma rima asonante.
Dichos versos eran de arte mayor y medida irregular, y estaban divididos por una pausa o cesura
central en dos hemistiquios.
Su finalidad era doble: por un lado, hacer propaganda de índole política o militar (o incluso
económica en el caso de sufragar gastos de monasterios o iglesias) y, por otro, dotar de material a
los cronistas de la época.
Su temática fue variada: la conquista de España por los árabes y los comienzos de la Reconquista, la
época carolingia, los poemas en torno a los primeros condes de Castilla, así como historias de
venganzas, intrigas y adulterios.
Dependiendo de dicha temática, los cantares de gesta castellanos se agrupan en diversos ciclos, que
giran alrededor de los mismos personajes y acontecimientos:
• Ciclo de los condes de Castilla. Gira en torno a la figura de Fernán González, defensor de la
independencia de Castilla, y su familia, los Lara. En él encontramos poemas como el Cantar
de Fernán González, el Cantar de los siete infantes de Lara y el Cantar de la condesa
traidora y del conde Sancho García.
• Ciclo del Cid. Es el mejor conservado; a él pertenece el único poema que se conserva casi
íntegro, cumbre de nuestra épica: el Cantar de Mio Cid. Otro poema, el de Las mocedades
de Rodrigo, nos cuenta sus primeros logros heroicos.
• Ciclo francés. Tiene como protagonista al rey francés Carlomagno y sobre todo la batalla de
Roncesvalles contra las tropas árabes, narrada en el poema épico francés la Chanson de
Roland. En Castilla se compusieron el Cantar de Roncesvalles y el Poema de Bernardo del
Carpio, hoy perdido.
Nuestro cantar de gesta más célebre, y el único que ha llegado hasta nuestros días casi completo. Se
conserva en setenta y cuatro hojas de pergamino de mediados del siglo XIV, más dos que son del
XV. Consta de 3730 versos, aunque faltan uno o dos folios del principio y otros tantos del interior,
que se han podido reconstruir gracias a las Crónicas de veinte reyes (texto pensado por Alfonso X y
que recoge la historia de León en sus inicios como reino).
Ha habido mucha polémica en torno a quién pudo ser su autor, así como respecto a la fecha exacta
de su composición. Parece ser que la obra se pudo componer a finales del siglo XII o principios del
XIII, pero la única copia que se conserva es del siglo XIV. En ella se dice que un tal Per Abbat puso
la obra por escrito en el año 1207. Posiblemente Per Abbat sea simplemente el copista del Cantar,
aunque no se sabe si incluyó elementos propios en la obra. La teoría más aceptada defiende que
posiblemente su autor fue un hombre culto, quizá un clérigo del monasterio de San Pedro de
Cardeña, en Burgos, ya que dicho monasterio aparece en el texto en varias ocasiones. Otra teoría
por el léxico utilizado y por algunas referencias históricas y topográficas dice que el autor podría ser
de Medinaceli y escribir el Cantar alrededor de 1140, tras la muerte del Çid en el 1099. En
cualquier caso, en la actualidad, la obra sigue siendo anónima y su autoría, un misterio.
Como tema principal de la obra podemos señalar la pérdida y posterior recuperación de la honra. La
trama avanza por la honra, que sufre dos grandes hundimientos, en el destierro y en la afrenta de
Corpes, y dos grandes cumbres, cuando se resarce de las dos afrentas, como guerrero y como padre,
gracias a Alfonso VI y las Cortes.
El Cantar del destierro: narra cómo el Cid se ve obligado a abandonar Castilla, acompañado por
algunos de sus hombres más fieles. Se despide de su mujer, doña Jimena, y de sus hijas, dejándolas
en el monasterio de San Pedro de Cardeña. Va cosechando éxitos militares que culminan con la
conquista de Valencia. Pese a su destierro, el Cid es un fiel vasallo del rey Alfonso y le envía
numerosos presentes.
El Cantar de las bodas: el Cid ha conquistado Valencia y para compensarle el rey permite que su
esposa, doña Jimena, y sus hijas, doña Elvira y doña Sol, se reúnan allí con él. El Cid es perdonado
por el rey y puede regresar a Castilla. Tras otorgarle su perdón, Alfonso dispone el matrimonio de
sus hijas con los infantes de Carrión, dos hermanos miembros de la nobleza leonesa. El Cid ve el
enlace con desconfianza, pero acepta.
El Cantar de la afrenta de Corpes: los infantes van a dar muestra de su cobardía. En la corte se
escapa un león y ambos infantes reaccionan con pavor, quedando en ridículo delante del Cid y de
sus hombres, y convirtiéndose en objeto de burlas. Alegando que han sido despreciados, marchan de
Valencia con sus esposas y, al llegar al robledal de Corpes, las agreden brutalmente, dejándolas por
muertas. El Cid ve su honra ultrajada y exige reparación. Los infantes son derrotados en duelo con
los dos hombres más leales del Cid, y se conciertan nuevas bodas de sus hijas con los infantes de
Navarra y Aragón. De este modo el honor del Cid es recuperado e incluso acrecentado, aun después
de su muerte.
El Cantar presenta versos anisosilábicos (distinta medida) y de rima asonante. Están divididos en
hemistiquios predominantemente de entre seis y ocho sílabas, por eso podemos encontrar algunas
rimas internas entre hemistiquios.
• Fórmulas: grupo de palabras repetidas y que expresan una misma idea esencial, como los
epítetos épicos: el que en buen ora nasció. Repetición constante del cuantificador (tant /
tanto) en descripciones.
• Motivos: partes de un tema frecuente repetidos: el correr de la sangre.
• Temas: lugares comunes: la descripción de una batalla.
• Fórmulas fáticas: oíd, viéredes, etc.
• Fórmulas exclamativas: Por ejemplo ¡Dios + que + adjetivo!
• Binomios inclusivos: por ejemplo, hombres e mugieres por todo el mundo.
En cuanto al lenguaje del poema, hay que destacar su sencillez y claridad. El tono es vivo y rápido,
sobre todo en las descripciones de batallas, que se caracterizan por una gran precisión y dinamismo.
5. El mester de clerecía
En el ámbito castellano nace en el siglo XIII como el primer movimiento culto español. El nombre
y sus rasgos definidores le vienen de la estrofa segunda del Libro de Aleixandre:
Se caracteriza por la regularidad métrica en el uso del verso alejandrino, la rima consonante
formando la cuaderna vía como estrofa modelo. Predomina el lenguaje culto y una sintaxis
latinizada.
Estas obras nacen del deseo de transmitir los saberes cristianos, intención didáctica que encaja
perfectamente con el ambiente cultural de la época.
Es el primer poeta castellano conocido. A pesar de ello, es muy poco lo que en realidad sabemos de
Gonzalo de Berceo (1196-c. 1264), tan solo que nació en Berceo (La Rioja) y que su vida estuvo
ligada al cercano monasterio de San Millán de la Cogolla, donde seguramente ejerció el oficio de
notario.
Se sirve de la cuaderna vía, con muchas rimas asonantes en los hemistiquios. Por lo demás usa
abundantes recursos poéticos que muestran su voluntad de estilo: ironías, metáforas, paráfrasis y
perífrasis en las franjas de amplificatio, anáforas.
Por lo demás su estilo está lleno de rasgos que procuran un cierto aire popular: invocaciones propias
de la cotidianidad del XIII, diminutivos en -iello, pero no olvida los rasgos cultos: invocaciones en
las conclusios, apóstrofes cultos a la divinidad, latinismos...
Todo ello marca una clara voluntad de autoría por vez primera en nuestras letras.
Escribió varias obras religiosas como Vida de San Millán de la Cogolla, Vida de Santa Oria
(poemas hagiográficos) y el Duelo que fizo la Virgen (pertenece a las obras marianas). Su obra más
conocido es Milagros de Nuestra Señora.
5.1.1. Milagros de Nuestra Señora
Es una colección de veinticinco relatos breves en cuaderna vía precedidos de una introducción
alegórica. Esta introducción nos presenta a un protagonista, un romero que podemos identificar con
el propio autor, que entra en un jardín caracterizado como un locus amoenus. El romero simboliza
al hombre pecador que anda en busca del perdón, y el lugar se identificaría de forma alegórica con
la Virgen María. Por su parte, los veinticinco relatos siguientes son una muestra del poder redentor
de María, que premia, castiga y presta auxilio a sus devotos.
a)Presentación de los protagonistas (Exordium). Estos suelen ser personas pecadoras, pero devotas
de la Virgen.
b)Desarrollo del relato (Narratio). Los protagonistas pasan por un problema grave (un ladrón es
condenado a muerte, un labrador avaro muere en pecado, un romero sufre el naufragio del barco
donde viajaba, un sacristán aficionado a las mujeres se ahoga, etc.).
c)Desenlace (Conclusio). La Virgen María acude a socorrer a sus fieles. Uno de los principales
méritos de Berceo es su habilidad para acercar lo divino a lo humano, pues caracteriza a María
como una mujer muy real, que se indigna y lucha por los que la necesitan y, si es necesario, increpa
con fuertes palabras al que la traiciona.
d)Moraleja (Exempla). Al final de cada milagro, se hace un elogio del poder y la gracia de María
como figura redentora.
En el siglo XIV continúa la producción del mester de clerecía, pero se ponen de manifiesto
modificaciones importantes en los cánones literarios del siglo anterior. Por un lado, se rompe la
uniformidad de la cuaderna vía y, por otro, los contenidos y religiosos dejan paso a temática más
variada.
El Libro de Buen Amor es un poema largo, de 1709 estrofas, donde se mezcla lo religioso con lo
profano, lo narrativo con lo lírico y lo culto con lo popular.
Solo contamos con algunos indicios de la existencia real de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. Desde
luego, dadas las características de su obra, no sería raro que el autor hubiese ocultado su identidad.
El primer problema que presenta el Libro de buen amor, publicado en 1330 o en 1343, según las
fechas de los manuscritos conservados, es la ambigüedad en cuanto a su intención.
El propio autor, en la introducción de la obra, califica como «loco amor» al amor profano, el que
busca el placer, mientras que el «buen amor» sería solo el que se profesa a Dios. Es posible, por
tanto, creer en la intención didáctica y moral del Arcipreste, pues la mayoría de aventuras amorosas
que protagoniza terminan de forma insatisfactoria para él. Además, el libro está salpicado de
digresiones morales en tono serio, de cantigas a la Virgen María y de oraciones de cuya sinceridad
es difícil dudar. Sin embargo, en esa misma introducción también afirma lo siguiente:
Es decir, el Arcipreste asegura que, ya que el pecado es algo natural e inevitable en el hombre,
también va a ofrecer en su libro diferentes formas de pecar. Por tanto, parece ser que la intención
real del autor era ofrecer al público una invitación a gozar de los placeres del amor.
Los componentes que integran el Libro de buen amor son muy variados. Aparecen dispersos y de
manera discontinua a lo largo de la obra, cuya estructura es complicada. Los más importantes son
los siguientes:
• Las aventuras amorosas del protagonista. Tras sus primeros fracasos, el Arcipreste recibe los
consejos del propio don Amor, que le recomienda que elija bien a la mujer amada y busque
la ayuda de alguna intermediaria. Según esos consejos, sigue intentando nuevas conquistas.
• La alegórica lucha entre don Carnal y doña Cuaresma. Es una parodia de las batallas
descritas por la épica. Don Carnal pelea valientemente con doña Cuaresma, la lucha
representa el esfuerzo de la Iglesia por imponer la contención y el ayuno, empeño que solo
consigue durante los días que dura la Cuaresma. Cuando termina ese periodo, el desenfreno
de don Carnal vuelve a dominar el mundo.
• Digresiones moralizadoras. La censura contra los pecados capitales, la protesta contra los
desastres que causa el amor y las quejas contra la muerte son algunos ejemplos.
En el siglo XV se ha extinguido por completo el Mester de clerecía, y los juglares ofrecen otro tipo
de poesía que el público prefiere a los largos cantares de gesta: los romances. Junto a estos, se
desarrolla en los palacios otro tipo de lírica destinada a lectores y oyentes cultos, que llamamos
POESÍA CORTESANA (cancioneril o de cancionero, porque se ha conservado en varias
recopilaciones o cancioneros, como el Cancionero de Baena, el más famoso de todos). Se trata de
una poesía cortesana, desarrollada en general en torno a las cortes de los nobles y reyes. Es aquí
donde se empieza a fraguar un ideal de caballero que tendrá su máximo auge en pleno
Renacimiento.
La lírica culta del siglo XV castellano surge bajo la influencia de dos grandes manifestaciones
poéticas anteriores: la poesía trovadoresca provenzal y la poesía italiana representada, sobre todo,
por Dante Alighieri y Francesco Petrarca.
Los rasgos principales de esta poesía son los siguientes:
• Predominio del amor cortés, heredado de los trovadores, según el cual la dama se convierte
en el señor feudal de quien depende el poeta, que hace las veces del vasallo. La tendencia a
la idealización de la dama no la exime de una marcada crueldad con respecto a su
enamorado.
• Dante y su poesía alegórica aportan una tendencia filosófico-moral que también estará
presente en estos poetas.
• La sátira también tuvo una especial relevancia en la época, impulsada por el mal gobierno,
los abusos de poder y la crisis social, sobre todo en época de Enrique IV.
Los poetas de cancionero utilizan principalmente dos formas métricas: a) Versos cortos
(octosílabos) para temas de amor, debates, elogios, sátiras y burlas. b) Versos de arte mayor
castellano, con medida variable entre 14 y 16 sílabas. El arte mayor se consagraba a temas graves
de historia, doctrina, religión, etc.
Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (1398-1458): fue un noble importante que
intervino de forma activa en la vida política del reinado de Juan II. Escribe poesía siguiendo los dos
registros formales de la poesía de cancionero, es decir, en verso corto, especialmente recordado por
sus serranillas, y en verso de arte mayor, con un gran poema titulado La comedieta e Ponza. Otra
faceta que encontramos en este poeta es su aproximación al mundo italiano con sus Sonetos fechos
al itálico modo (cuarenta y dos sonetos que tratan de introducir por vez primera en España el soneto
como estrofa y el verso endecasílabo) característicamente italianos y no empleados por nuestros
autores hasta entonces. Destacan los plantos o elegías (Planto de la reina Margarida), y los decires
narrativos extensos de influencia italiana (Infierno de los enamorados = a semejanza de la Divina
Comedia de Dante).
Juan de Mena fue secretario de Juan II. Su poema principal es el titulado Laberinto de Fortuna o
Las trescientas (por tener casi este número de estrofas). El poeta simula un viaje alegórico en el
que, guiado por la Providencia, llega al palacio de la Fortuna, donde contempla tres ruedas: la del
pasado y la del futuro, que están quietas, y la del presente, que no para de moverse.
Jorge Manrique es el poeta más importante del reinado de los Reyes Católicos, hijo de don
Rodrigo, defensor de los derechos de Isabel la Católica al trono, frente a la Beltraneja que se los
disputaba. Al fallecer este, Jorge Manrique escribió el maravilloso poema elegíaco que los ha
inmortalizado a ambos: las Coplas a la muerte de su padre.
Es autor, además, de varios poemas cancioneriles escritos en versos cortos (octosílabos) inspirados
en la moda cortesana de la época (temas amorosos, burlescos y morales).
• Fugacidad de la vida (tempus fugit). Desde la primera copla se nos presenta la vida como
una realidad que transcurre velozmente y de manera casi imperceptible; todo es pasajero
ante el poder de la muerte.
• Menosprecio de la vida terrenal (de contemptu mundi), que aparece supeditada a la vida
celestial, considerada como la auténtica vida: «Este mundo es el camino / para el otro, qu’es
morada / sin pesar».
• Poder igualador de la muerte. Ante ella todos los seres humanos son iguales, sea cual sea su
linaje: «a papas y emperadores / e perlados1, / assí los trata la muerte / como a los pobres
pastores / de ganados».
COPLA V
Este mundo es el camino Partimos cuando nascemos,
para el otro, qu'es morada andamos mientra vivimos,
sin pesar; e llegamos
mas cumple tener buen tino al tiempo que feneçemos;
para andar esta jornada assí que cuando morimos,
sin errar. descansamos.
7. El romancero (poesía popular del siglo XV)
El romance es una composición de arte menor, formada por versos octosílabos que riman en
asonante los pares, quedando sueltos los impares, y que no tiene un número fijo de versos.
Los poetas de los siglos XVI y XVII, atraídos por la sencillez y la versatilidad de su estructura,
emplearon muy a menudo el romance para sus creaciones tanto narrativas como líricas. Por ello,
tenemos que hablar del Romancero viejo (el tradicional y anónimo del siglo XV) y del Romancero
nuevo (el de autores como Cervantes, Quevedo, Góngora o Lope de Vega). Posteriormente se siguió
cultivando durante el siglo XX (Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca…)
e incluso recuperó su carácter oral y popular en algunos momentos, como durante la Guerra Civil
española.
Se trata de textos en los que se narran episodios o escenas aisladas, esto provoca que los romances
tengan comienzos y finales abruptos; el inicio suele ofrecernos una escena ya comenzada (in medias
res) y el final se suele presentar truncado, inacabado.
En los romances se mezcla la narración con el diálogo, que aporta dramatismo y una gran
expresividad a la acción que se cuenta, al tiempo que contribuye, muchas veces, a remarcar el final
truncado, cortando un diálogo antes de que acabe.
Su lenguaje tiende a ser arcaizante, por lo que conserva la f inicial latina (fabló en lugar de habló),
coloca el artículo determinado delante del posesivo (la mi señora) o emplea el pronombre átono vos
en lugar de os (yo vos pienso de vengar).
De las diversas clasificaciones que se han propuesto para los romances en función de sus temas,
podemos concretarlas en los siguientes grupos:
• Romances de tema fronterizo. Tratan sobre sucesos acaecidos en las fronteras de los reinos
musulmanes durante la Reconquista.