Los nuevos movimientos sociales: evolución y desarrollo
A comienzos de los 90, se produjeron las primeras reacciones a las medidas implementadas por el
gobierno de Carlos Menem (1989 – 1999), sobre todo desde los trabajadores del Estado, afectados por el
proceso de racionamiento de sus puestos de trabajo y desde el gremio docente (CTERA), en defensa de la
educación pública.
En esta primera etapa, la movilización social se caracterizó por constituir una primera forma de
confrontación con el modelo instituido. Para los autores que analizan el periodo, el alza de la
conflictividad no tuvo, sin embargo, una dirección estratégica, mostrando contradicciones y fracturas
entre los diferentes grupos. Pasados los primeros cuatro años del gobierno menemista que propició cierta
estabilidad en precios, al bajar drásticamente los índices de la inflación y permitir la recuperación del
consumo interno, la conflictividad social se fue acrecentando. Para 1995 se inicia un proceso de quiebre
en el orden capitalista mundial con la denominada crisis del tequila, esto afecta a la Argentina que
evidencia un aumento significativo de los índices de desocupación. Las consecuencias son el aumento
considerable de la conflictividad social (huelgas y protestas frente a los planes de ajuste) pero también
algunas novedosas formas de organización que se crean en ese contexto. Según opina Héctor Palomino,
podría afirmarse que el origen de estos nuevos movimientos sociales fue múltiple, destacándose el
surgimiento de redes territoriales favorecidas por la vecindad y aglutinadas de manera casi excluyente por
dos factores primordiales: la desocupación y el cierre de fábricas. Esto permitió que la acción común
derivara en la búsqueda de alternativas para conservar las fuentes de trabajo. Entre esas experiencias es
de notar el surgimiento del movimiento de desocupados o piqueteros formado por trabajadores
desocupados, que en principio reclamaron el reingreso al mercado de trabajo, cortando las calles y rutas.
Este movimiento social tuvo su origen en la provincia de Neuquén, en las Jornadas de Cutral-Co entre julio
de 1996 y Abril de 1997, donde desocupados y docentes cortaron la ruta y fueron reprimidos, represión
que le costó la vida a Teresa Rodríguez. Según Paula Klachko, estudiosa del tema, a partir de los conflictos
de Cutral Có y Plaza Huincul comienzan a adquirir centralidad, algunas formas de acción colectiva que han
dejado una fuerte impronta en la sociedad argentina particularmente como método de lucha social: El
corte de ruta, donde confluyen trabajadores ocupados y desocupados, que toman decisiones en
asambleas como una forma de “democracia directa” y nuevas experiencias de organización que adquieren
cierta independencia de organizaciones políticas y sindicales tradicionales.
Otra de las alternativas en la lucha a lo largo de la década menemista dio origen al movimiento de fábricas
recuperadas donde muchos trabajadores deciden ocupar el local cerrado por sus dueños y volverlo a
poner en funcionamiento. Este novedoso estilo organizativo tuvo un primer inicio hacia 1995, buscando la
autogestión, ante el inminente cierre de las empresas y la imposibilidad de reubicarse en el mercado
laboral. Respecto a este tema dice Silvia Rodríguez, que el movimiento se montó en base a tres ejes: 1- la
ocupación de la fábrica, 2-la resistencia al desalojo y 3- la posterior puesta en marcha de la producción,
sobre la consigna de: ocupar – resistir- producir. Los sindicatos, salvo excepciones, no tuvieron mayor
participación en este movimiento, y en cierta forma quedaron al margen de las decisiones que los obreros
organizados tomaban. Así las empresas recuperadas, comenzaron a extenderse y adquirieron diferentes
formas jurídicas desde las sociedades anónimas, hasta las cooperativas, buscado establecer un nuevo
marco jurídico que las contenga, frente a la inexistencia de estas experiencias en la historia social
Argentina. Lo interesante de este movimiento, que aún en la actualidad sigue en vigencia, es que persigue
una forma horizontal de organización y distribución de los beneficios entre los trabajadores y ha
permitido la igualdad con todos los compañeros en base a un proyecto económico en común.
Al final del gobierno de Fernando de la Rúa (1999-2001) otra de las formas experimentadas de
organización social fueron las asambleas barriales que se desarrollaron en diferentes barrios de algunas
ciudades como Buenos Aires, Rosario o La Plata. Allí aparecieron estas Asambleas, que cómo un
verdadero foro popular, discutían sobre situaciones puntuales del barrio hasta la política de la ciudad y su
proyección en la política nacional. Fue importante el rol de los sectores medios en esos espacios, donde
aparecieron objetivos tan diversos que fueron alimentando formas de democracia directa,
desarrollándose un espíritu participativo que claramente ponía en tela de juicio el sistema de
representación político y de alguna forma el régimen político en su conjunto que estaba basado en los
mandatos electorales existentes; la consigna “que se vayan todos” fue la expresión más radical de esta
tendencia. Quizás la mayor preocupación no eran las estrategias de supervivencia, más propia de los
sectores populares, sino la necesidad de la transformación de los valores institucionales vigentes y la
realización de acciones simbólicas contra la política y los dirigentes políticos en general. En un trabajo de
conjunto dirigido por Maristella Svampa se puede inferir que en el marco de esas nuevas movilizaciones
sociales en Argentina, aparecen estas experiencias de las asambleas barriales como un espacio
multidimensional. En primer lugar, dice este trabajo, se los puede ver como un espacio de organización y
de deliberación que se piensa en ruptura con las formas tradicionales de representación política y en favor
de otras formas de autoorganización de lo social, con aspiraciones a la horizontalidad y proclives al
ejercicio de la acción directa. En segundo lugar, dice Svampa, las asambleas expresan la emergencia
disruptiva de un nuevo protagonismo, a la vez indisolublemente político y social, que quebró el fatalismo
discursivo ideológico de los ´90, devolviendo a los individuos la capacidad de devenir verdaderos actores
de la vida pública; en definitiva, de convertirse en sujetos del propio destino, tanto individual como social.
En esta dirección, las asambleas traían consigo la promesa de la creación de espacios de solidaridad y de
confianza, a partir de los cuales (re)construir los lazos sociales, tan socavados y mercantilizados tras una
década de neoliberalismo. En tercer lugar, continúa Svampa, estas nuevas experiencias reposicionaron a
las clases medias, sobre todo de la ciudad de Buenos Aires, en un lugar importante de la escena política.
En este contexto, después del 2001 y en algunos casos, comenzaron a darse una serie de vínculos tanto a
nivel territorial, como político y de acción social, que permitieron que las empresas autogestionadas
lograran articularse con las asambleas barriales y los movimientos piqueteros, con lo cual conformaron un
frente de lucha más consistente, que logró mantener formas de funcionamiento y cierta coordinación. En
el mes de julio del año 2001 a unos meses de la crisis de diciembre se intentó constituir un primer
congreso piquetero, que buscaba establecer formas coordinadas de acción. Allí acordaron un pliego de
reivindicaciones y un plan conjunto de acciones de protesta. Pero esos encuentros mostraron algunas
grietas en el proceso de articulación con evidentes divisiones internas, mostrando cierta tendencia que ha
puesto límites al trabajo unitario dentro del movimiento. Sin embargo, la actuación del movimiento
piquetero siguió teniendo protagonismo en las luchas políticas y sociales, más allá de la caída del gobierno
de De la Rúa en 2001 y del posterior interregno de Eduardo Duhalde, entre enero de 2002 y mayo de
2003. En los 90 fueron apareciendo otro tipo de acciones sociales de protesta, que es necesario destacar y
que en cierta forma se inscriben en el repertorio de enfrentamiento al modelo de dominación impuesto
por el menemismo. Algunas de estas expresiones no tuvieron que ver con el campo del sector laboral
productivo. Una de ellas fueron las marchas del silencio frente a crímenes aberrantes sostenidos en la
impunidad oficial, como el caso en Catamarca, frente al asesinato de la joven María Soledad Morales en el
año 1990. Entre estos movimientos de oposición al menemismo es posible decir que las organizaciones de
derechos humanos que habían surgido en los años 80 redoblaron sus esfuerzos, en base a la consigna de
“juicio y castigo a los culpables” el movimiento de derechos humanos se enfrentó a las llamadas “leyes de
impunidad” (La Ley de obediencia debida y la Ley de Punto Final) promovidas por el gobierno de Raúl
Alfonsín y luego a los indultos a las juntas militares decretado por Carlos Menem. Una importante
renovación promovió el movimiento cuando surgió la organización HIJOS hacia 1996 que agrupaba a los
hijos de desaparecidos y asesinados por la dictadura. Adquiriendo mucha visibilidad sus acciones en el
ámbito público a través de marchas y de la utilización del “escrache” como instrumento de repudio a
represores. El surgimiento de HIJOS reactivó la lucha al politizar las demandas por derechos humanos y
ampliar su horizonte de acción uniéndose a otros sectores, como el movimiento estudiantil.
Fuente: file:///C:/Users/Pc/Downloads/2848-Texto%20del%20art%C3%ADculo-9470-1-10-
20160920%20(3).pdf
Actividades a partir de la lectura del texto
1) ¿Qué reclamos se pueden identificar en los sectores trabajadores durante la década de 1990?
2) Explica los nuevos movimientos sociales que aparecen en esta década