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23
Historia de Gil Blas
de Santillana
Alain - René Lesage
EX - LIBRIS
IVANEL
IOHANNIS
GIVANEL
MAS
EX DONO
MCMXLVI
7
HISTORIA
DE
GIL BLAS DE SANTILLANA
៩
SALVADOR MANERO, EDITOR .
HISTORIA
DE
GIL BLAS DE SANTILLANA
,
POR
Mr. Lesage.
TRADUCCION DEL PADRE ISLA.
RESTITUIDA Á LA PUREZA DE SU ORIGINAL
PRECEDIDA DE UN PRÓLOGO
DE
D. JERÓNIMO BORAO,
Catedrático de literatura
BIBLIOTA GIVANEL MAS
EDICION DE GRAN LUJO
Adornada con veinte láminas finas abiertas en acero, y profusion de viñetas en boj
intercaladas en el texto, cabeceras y letras de adorno .
N
E
C
BARCELONA .
ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO EDITORIAL DE SALVADOR MANERO ,
Rambla de Sta . Mónica , 2. - Ronda, 146 .
1867 .
!
11
Y SO NOVELA DE COSTUMBRES
HISTORIA DE GIL BLAS DE SANTILLANA
1.
Lesage.
Por grande y legítimo que sea el orgullo que inspira a todo es
pañol su rica y brillante literatura, no puede examinarse sin res
peto la buena literatura francesa ; y por lo mismo de tener nosotros
lo que nadie tiene , a saber, un Romancero que es el mas grandioso
monumento de poesía popular, un Teatro que es el mas variado y
vistoso conjunto de poesía nacional , y un Quijote que es el mas sa
bio y mejor pensado libro de poesía social; por lo mismo , decimos,
podemos y debemos ser francos admiradores de un pueblo en don
de la poesía popular ha producido la Cancion de Rolando , el
teatro las tragedias de Corneille y Racine y las comedias de Molière,
el púlpito los sermones de Bossuet, Masillon y Bourdaloue, el apó
logo las fábulas de Lafontaine , la sátira las de Boileau , la eru
dicion el Anacharsis de Barthelemy, la polémica las Cartas Pro
vinciales de Pascal, la pedagogia el Telémaco de Fenelon, y ( sin con
I
vi PRÓLOGO .
tar los demás géneros de amena literatura) la novela la Astrea de
Urlé, la Manon Lescaut del abate Prévost, el Pablo y Virginia de
Bernardino Saint- Pierre, la Atala de Chateaubriand , el Cinq Mars
de Alfredo de Vigny y tantas otras como en puestros dias se ban
dado á luz , alternando con todo lipaje de trabajos desde los mas eru
ditos hasta los mas personales ó humorísticos .
Entre estos escritores de privilegio (d'élite como dirian los fran
ceses) hay uno que , sin estar dotado de una grande originalidad , ó
tal vez desdeñando este mérito que en nuestro sentir no le habia
negado la naturaleza , ofrece ancho campo á la crítica para dete
nerse en su exámen y en su elogio . Ya se entiende que nos referi
mos al célebre autor del Gil Blas, al famoso AlaNo Renato Lesage,
tan distinguido escritor dramático como apreciable novelista .
Lesage nació en Sarzeau á 8 de marzo de 1968 , y habiendo muer
to su padre , abogado y notario en aquel pais, bácia el año 1682 ,
la no muy considerable fortuna que de él recibió bubo de ser ad
ministrada por un tutor poco delicado , el cual acabó por dilapidar
la , dejando á Renato en la necesidad de sostenerse por sí propio .
Quizá se debió á este desamparo la vida exclusivamente literaria á
que Lesage se entregó , si bien hubo á la verdad otras circunstan
para fortuna de las letras. Educado por
cias que le prepararon á ella para
los jesuitas de Vannes, á quienes debió ese primer baño de buen
gusto que destila el clasicismo y que sabian hacer paladear aque
llos elegantes instructores ; acuchillado en las facultades de Filosofía
y Derecho cuyos estudios siguió en Paris desde 1692 ; garboso como
un verdadero estudiante - poeta de esos que simultanean sus asignatu
ras con la práctica del mundo en que son bien pronto doctos y doc
tores; protegido, en fin, por el abad de Lyonne a quien fué deudor
de una pension de 600 libras que era algo , de una instruccion nada
somera en el idioma de Cervantes que era algo mas , y de una se
lecta biblioteca española de libros impresos y manuscritos que lo
fué todo en su larga carrera de escritor , Lesage no cede á nin
gun ingenio de su tiempo en la línea de los autores puramente
amenos y juntó como pocos el espíritu moderno con el aticismo
antiguo .
La vida privada de Lesage le recomienda tanto como las hermo
sas obras de su talento, á semejanza de lo que sucede con Cervan
tes (si bien los dos tipos son de todo en todo diversos), y á diferen
cia de lo que sucede con Rabelais y con Prévost. Sus primeras ar
PRÓLOGO. VII
mas fueron burocráticas; mas se comprende fácilmente cuán fuera
de su asiento estaria en aquellos trabajos prosaicos y entre aquellas
gentes arbitristas, á las cuales abandonó muy pronto pero de las cua
les volvió a acordarse bien cruelmente para retratarlas en la mejor
de sus comedias. Mas adelante quiso protegerle el mariscal de Vi
llars ; pero por mucho que eso honrara á los dos , el poeta desairó
al gran señor , sin duda para conservar mas integra su independen
cia, ó porque sus impulsos le llevaran á las aventuras literarias .
Ni aun los lances de amor , en que su apostura y gentileza le em
peñaron , no fueron parte a desviarle de la senda que por lo visto
estaba llamado á recorrer , pues , prendada de sus naturales atrac
tivos y de su genial gracejo , le amo apasionadamente (como otra á
Prévost) una dama de distincion , pero él fué insensible á este como
á aquellos partidos, y rebusó tan ventajoso enlace, prefiriendo con
traerlo con persona mas igual , como lo hizo en 1694 dando su ma
no en Paris á María Isabel Hugard que pertenecia á la clase media .
De su energía un poco fiera y de su desinterés nada comun dió
pruebas insignes en repetidas ocasiones. Mortales disgustos le causó
la introduccion de Turcaret en el teatro ; pues á las dificultades natu
rales con que , desde Aristófanes hasta Delavigne, han tenido que lu
char ordinariamente todos los autores dramáticos , rara vez compren
didos por sus futuros intérpretes, se agregaron contra Lesage las
intrigas que los agiotistas pusieron en juego en union con las ac
trices, siendo necesario que viniera de muy alto el favor para con
jurar esa tormenta . Por dicha se abrieron al autor los espléndidos
salones de la duquesa de Bouillon , ante la cual y su corte se le con
cedió una lectura de la cual iba á depender su triunfo; mas , para
que se vea basta dónde rayaba el pundonoroso orgullo de Lesage,
sucedió que, habiendo llegado mas tarde de lo convenido a causa de
un pleito (que por cierto no ganó) , y habiendo sido recibido con cier
ta severidad en castigo de su aparente desatencion , salió de allí
inaccesible á las excusas , y se llevó consigo el manuscrito . Y no
bay que olvidar que la batalla de Turcaret fué la mas importan
te de su vida , y que era tanto lo que él amaba á aquella obra su
ya , ó tanto lo que en ella jugaba su amor propio , ó tanto el poble
celo con que queria sacar á la vergüenza á los avaros agiotistas,
que , ofrecida por estos la enorme cantidad de cien mil francos, re
nunció Lesage á esta que en sus tiempos ( y aun en los nuestros) po
dia llamarse una fortuna , y prefirió cruzar como un peon li
VIII PRÓLOGO .
terario el áspero sendero de la escena . Verificóse al fin la repre
sentacion de aquella comedia memorable en el dia 14 de febrero de
1709 , pero hubo de interesarse en ello directamente , hasta el pun
to de expedir una órden á los actores, el Gran Delfin , con cuyo mo
tivo viene á la imaginacion el nombre de su ilustre abuelo Luis XIV
á cuya tolerancia se debió la representacion de Tartuffe.
Eo los demás sucesos de su vida literaria no estuvo exento de esos
frecuentes disgustos , quizá no muy graves en el fondo, pero que pue
den considerarse como alfilerazos en carne viva , pues pada bay mas
tenue que la epidermis de los poetas. Verdad es que él , como escri
tor de costumbres y como poeta de un gran desenfado, tambien fué
agresivo en ocasiones, pero velando siempre sus sátiras con su ge
nial galantería . De Voltaire, por ejemplo , sufrió algun desden , si
tal puede llamarse la concision con que fué por aquel tratado en el
Siglo de Luis XIV, pero todavía obtuvo generosa benevolencia si se
entiende que Lesage habia ridiculizado á los admiradores de aquel
en la opereta El Templo de la Memoria, y a él mismo (segun se cree )
en el poeta de moda que retrata su Gil Blas. El agudo autor de la
Metromania le disparó con menos plausible motivo algunos dardos,
sin duda por la competencia que le hacia en los teatros popula
res de las Ferias . El actor Legrand le lanzó tambien un epigrama,
ligero desquite de tantos como él fulminó a todo propósito contra los
comediantes, de quienes conservó hasta su ancianidad crueles re
cuerdos. La Academia francesa , de otra parte , sea por el insuficien
te pretexto de la sordera de Lesage , sea por las heridas que habia
este abierto a alguno de sus miembros , sea por considerarle aple
beyado desde que descendió de la alta literatura á las vulgaridades
del vaudeville; ello es que no le admitió en su seno, y excusado es
decir que la posteridad le ha concedido este derecho , y que Arsenio
Housaye le ha colocado en el 41. ° sillon , dándole la muy amigable
compañía de los celeberrimos autores franceses que no lograron
aquella distincion .
Si tuvo algunos reveses en su carrera teatral , pronto fueron com
pensados con grandes triunfos; sobre que , en quien escribe para el
teatro tantas obras como él , las caidas nunca son mortales . Además
habia entonces una recíproca apelacion de la corte al pueblo ó de
Versalles á Paris, que producia un desquite y sostenia en los pú
blicos una grande animacion . De esta manera , si el César de Ursino
le fué silbado en Paris y el Crispin desaprobado por la corte, le fue
PRÓLOGO . JX
ron en cambio aplaudidos en el teatro contrario ; babiendo de confe
sar nosotros que , si el pueblo es tambien falible, solia llevar la ra
zon en estas competencias.
Como hombre privado, Lesage era caballeroso y desprendido , y á
pesar de los grandes réditos que le produjo indudablemente el
gran capital de su talento, empleado durante casi medio siglo en
obras de amenidad y por consiguiente de buen despacho , y á pesar
de haber vivido sus últimos años en un pueblo de provincia al arri
mo de uno de sus hijos, murió pobre, sin que en su juventud ni en
su edad madura bubiera sido derrocbador ó maniroto .
Su trato era sobremanera ameno , y , excepcion hecha de sus ri
vales literarios , era solicitado igualmente de los grandes señores
que de los hombres de ingenio y de los cultivadores activos de las
artes. Decia con gracia que cuando estaba entre personas discretas
empuñaba su trompetilla, y cuando entre necios desafiaba á que le
aburrieran . Su autoridad era tanto mayor en los círculos literarios,
cuanto quě reupia , á su selecta instruccion así clásica como moder
na , el prestigio de su edad provecta , que le permitia conocer á fondo
el mundo y saber al dedillo toda la vida intima del Paris moderno . EI ,
en efecto, no empezó a publicar sus obras sino en edad ya competen
te , ni dejó de hacerlo hasta los últimos años de su vida; y habiao
de ser encantadoras las veladas que pasaba en el café de la calle de
Santiago, en donde todos se disputaban un asiento para escuchar
le , admirarle y aplaudirle , sea que contase aventuras galantes, sea
que retratase con su fácil pincel fisonomías literarias. Ha habido
en verdad pocos hombres en quienes de tal manera haya alternado
el buen humor literario con la severidad de sus costumbres, y que
de tal modo hayan ganado y gastado el dinero sin tocar jamás en
los límites de la avaricia ó el desórden : algo de esto se revela en estos
versos epitáficos que para él compuso uno de sus amigos :
S'il ne fut pas amide la Fortune ,
Il fut toujours ami de la Vertu .
En sus relaciones de familia fué tan dichoso como merecia : su
esposa y su hija le amaron tiernamente ; su hijo segundo, canónigo
en Boulogne sur Mer, le asistió en su vejez y le recibió el último
suspiro. Solo su hijo primero , el famoso actor conocido con el nom
bre de Montméoil , le causó un gran disgusto con dedicarse al arte .
escénico; pero hallamos mucho mas disculpable esta inclinacion,
quizá nacida de la carrera seguida por el padre , que la temosidad
х PRÓLOGO .
con que este se condujo algun tiempo , sea en odio á los actores , sea en
estimacion de sí propio . Esta nube fué, sin embargo, pasajera y la
reconciliacion fué digna de los dos , pues, de intento ó al acaso , dis
puso una tarde Montménil la comedia Turcaret, consiguióse que
fuera á verla su ilustre autor, estremóse en su interpretacion aquel
digno hermano de tan buena obra, é inundado en lágrimas aquel
noble anciano , se precipitó en brazos de su hijo , confundiéndose en
aquel abrazo , la sangre , la poesía, la literatura. Desde entonces fué
tanto el cariño y el respeto que encontró Lesage en aquel recobrado
hijo , que , cuando hubo de perderle, parece que perdió con él sus
ilusiones todas, y entonces fue cuando se retiró junto al que aun le
vivia para morir á los cuatro años en 17 de noviembre de 1747. El
gobernador conde de Tressan, que habia sido su franco admirador,
su tierno amigo , su confidente íntimo , lloró , como la Francia en
tera , aquella inmensa pérdida y desplegó en sus funerales toda la
solemnidad imaginable .
Las obras que salieron de su pluma fueron muchas , como va á
verse, y corresponden a toda la mitad del siglo XVIII , desde 1700
en que se aventuró con traducciones de comedias españolas hasta el
1743 en que , si no nos engañamos , publicó su último libro . Pueden
dividirse cómodamente en dos grandes grupos : comedias y novelas.
El primero puede subdividirse en alta y baja comedia, pertenecien
do á la primera clase las que tomó del teatro español y algunas
originales que destinó al teatro francés, y á la segunda las muchí
simas , quizá mas de ciento , con que abasteció los teatros de la Foi
re, ó de los mercados de San German y San Lorenzo . El segundo
grupo contiene las obras que imito del español , pero con tanta gra
cia , con tanto arte y , si cabe decirlo así , con tanta inventiva , que sa
lieron de sus manos como buenos originales, y desde luego como
sus obras maestras .
Al primer grupo corresponden Don Felipe de Mendoza, Traidor
castigado y Punto de honor, arregladas, la primera de una de Lope
У las otras dos de Rojas, y las tres publicadas en 1700 y 1701 ;
don César de Ursino (de Calderon ) , Crispin rival de son maitre ( una
de las mejores) y Les Etrennes (origen de Turcaret), las tres en
1707 ; Turcaret, su obra maestra, representada en 1709 ; la Tonti
•Ne puesta en escena en 1732 aunque ya admitida desde 1708 ; y
en fin las ciento y una piezas y óperas cómicas que , solo ó ayuda
do de Orneval ó algun otro , destinó con fecundidad no vista , y
PRÓLOGO. Xi
desde luego no siempre con conciencia literaria , á los populares
teatros de la Feria; teatros que primitivamente se dedicaron á pre
sentar animales sabios, titereros y jugadores de manos ; que mas
adelante se entraron en la farsa; que , prohibidos por la autoridad
los diálogos, se ingeniaron para hacer monólogos hasta de tres actos
en que llegaron á jugar ( como en el bello Arlequin - Deucalion de
Piron ) diez y seis personajes; que , reducidos a la pantomima, escri
bieron los argumentos en unas tarjetas. ejecutando la orquesta los
aires, haciendo los gestos los actores y cantando los espectadores
la letra ; que, poseedores al cabo del derecho de cantar ( por conve
nio de los directores de la Opera) , arribaron á la ópera cómica en
cuya empresa sacó airoso Lesage al teatro de Marionettes ( 1 ) .
Al segundo grupo pertenecen el Quijote de Avellaneda, 1704 á 6 ;
el DIABLO COJUELO de Vélez de Guevara ( 1707 ) , ventajosamente va
riado desde su primer nacimiento, aumentado en su tercera edicion
de 1726 con pasajes de Dia y noche de Madrid obra de don Fran
cisco Santos, adicionado en la cuarta de 1737 con la Conversacion
de Chimeneas, apoyado en varias con diferentes Béquilles á ma
nera de prólogos ó Postscripta, y libro que metió mas ruido que
todos los otros de su autor basta el punto de disputarse á estoca
das los ejemplares; Historia de Gil Blas de Santillana, 1715 , adi
cionada con un tercer volumen en 1724 y nuevamente con otro en
1735 ; Guzman de Alfarache, tres veces traducida ya al francés, la
primera por Chapuis 1600 , ahora abreviada de su original de Ma
teo Aleman en 1732 ; Estevanillo Gonzalez ( bufon bistórico de Pic
colomini) imitacion de la obra anónima española de aquel título ,
1734, y Bachiller de Salamanca ó Memorias de don Querubin de la
Ronda , 1736 .
Fuera de estas obras tiene tambien otros trabajos, pues mejoró
los Mil y un dias, cuentos persas publicados por Francisco Petis de
Lacroix; tradujo el Orlando enamorado de Boyardo; escribió las
Aventuras de Robert, capitan filibustero, sobre las memorias que le
facilitó su viuda; publicó en 1735 el diálogo Journée de Parques;
dió á luz en 1740 unas cartas satíricas bajo el título de La Valise
trouvée y se despidió en 1743 con una Floresta .
(1) En Deucalion , que se representó en 1772 ante un Comisario del Teatro francés, que habla
de levantar acta si el monólogo pasaba á diálogo, con cuyo motivo el autor se permitió alusiones
á ese funcionario , se lee: ¿ Pour quoi le fou de temps en temps , ne diroit- il pas de bonnes choses,
puisque Le sage de temps en temps en dit de si mauvaises? Nuestros lectores habrán nolado la gra
cia del equivoco.
XII PRÓLOGO.
No entrando en nuestro propósito el dar a conocer la parte bi
bliográfica que se refiere a Lesage, nos dispensamos el trabajo de
acopiarla y darla a nuestros lectores, para quienes probablemente seria
tan capsada como para nosotros, y solamente citaremos las impre
siones que , ó por ser generales ó por distinguirse en algo de las
otras , nos merezcan esa mencion , despues de las ediciones principes
que ya hemos citado. En este caso se ballan sus Obras escogidas en
quince volúmenes el 1783 , en diez y seis el 1810 , en catorce el
1818 , en doce el 1821 y luego en 1828 con una noticia de su bio
grafo Audiffret: Théâtre de la Foire, dos ediciones de nueve y ocho
volúmenes entre los años 1721 y 1737 : Teatro francés en dos vo
lúmenes, 1739 : Gil Blas repetidísimamente impreso y de cuyas edi
ciones no citaremos sino la de Smollet reimpresa en 1802 por los
grabados de Warren, otra de Londres, 1809 , por los dibujos de
Smirke , la de Paris, 1819 y 20 , por el discurso y notas casi,autén
ticas de Neufchateau, la de Paris, 1825 , por el discurso y biografía
de Patin , otra de Paris por las viñetas de Deveria , y otra ( 1836 )
por los numerosos grabados de Gigoux: Diablo Cojuelo con biogra
fía de Julio Janin y grabados de Jobannot, 1840 .
El crédito de Lesage ha sido incontestable y son muchos los crí
ticos que le han colmado de elogios: merecen citarse , fuera de los
escritores generales de literatura , Malitourne y Saint -Marc Girardin
premiados por la Academia francesa en 1822 , Patin cuyo Elogio es
muy digno de estudiarse, Audiffret cuyo estudio incluido en la Bio
grafia universal de Michaud , 1818 , es la mejor biografía particu
lar que existe de Lesage, Neufbateaŭ que anotó y defendió de la
acusacion de plagiado al Gil Blas, Julio Janio que le debe muy bue
nas páginas, y otros que seria ocioso enumerar.
En el juicio de Lesage entran forzosamente dos componentes: por
una parte no pueden negarse á aquel autor grandes condiciones de
hombre de gusto, de artista inventivo y muy hábil escritor , padiendo
admitirse muy bien la frase de un crítico moderno que dice de Le
sage haber llevado a la perfeccion el talento de escribir : por otra par
te no puede disimularse que casi en todas sus obras se sirvió de
materiales ajenos, y que consideró, como Moliere , bienes comunes
los que ya la posteridad tiene colocados en el acervo comun de la
literatura .
Respecto á esto último , se nos ha de permitir que aventuremos
una que podrá parecer á muchos paradoja, pero que con mayor
PRÓLOGO . XIII
erudicion que la muy escasa nuestra y con mas espacio que el que
podemos consagrar á este punto , para nosotros incidental , acaso se
convertiria en una tesis muy sostenible : en una palabra , que
la historia del plagio es , con raras excepciones , la bistoria de la
buena literatura . Si se incluye ( como lo hacemos nosotros) den
tro del ancho marco del plagio todo lo que es compilacion , repeli
cion , eco ó recuerdo, se verá , aunque esto sea elevar la cuestion
may sobre Lesage, que con las grandes obras literarias ba suce
dido como con las invenciones , esto es , que ha habido época de in
cubacion y época de desarrollo, literatura rudimentaria y literatura
perfecta, período de iovencion y período de composicion. Bajo este
aspecto el Mahâbhâratta es obra de coleccion , y por eso el nombre
de su supuesto autor Vyâsa equivale al de colector: lo mismo deci
mos de la Iliada, aunque esto disgusta con extremo á los helenis
tas : lo mismo del Vedanta y el Ramayana, del Ossian, de los Ni
belungen y del Orlando; y si se nos arguye con obras sin par como
la Divina Comedia y el Quijote, diremos que estos libros son por su
naturaleza excepcionales, personalísimos, sin antecedentes ni con
siguientes, sin familia, sia sujecion á ningun cálculo ni aun el de
sus mismos autores . Y en el teatro, ¿qué es lo que encontramos ?
Que las tragedias de Esquilo son , como dicen que él decia , migajas
del banquete de la Iliada; que Terencio es solo un eco de Menan
dro ; que Lope es el producto de Rueda y Nabarro multiplicado por
los novelistas italianos y por otros prosistas; que todos sus suce
sores son ilustres esclavos de su genio ; que Molière robó á Es
paña , á Italia y á la antigua Roma la mayor parte de sus obras ;
que Corneille debió el Cid al teatro español; Shakspeare ( 1 ) Julieta
y Romeo á una novela; Moratio su teatro al de Molière ; que Vol
taire y Alfieri debieron á Shakspeare y á Corneille ; que Goethe ,
Schiller y Byron no fueron siempre originales ; y en fin que cada
época ba tenido su teatro predomioante, y , así como el español, el
inglés y el aleman han tenido mas o menos asegurado ese privile
gio , cada cual en un período de la bistoria , así boy el francés, des
cuidado, abigarrado , extremado é incorrecto , pero inventivo , audaz
( 1 ) Dice bien Í. Janin : Shakspearé, como Corneille, exhumó los viejos dramas, las comedias
abortadas y las crónicas rimadas para presentarlos en sus obras, y así no son originales ni el Rey
Lear, di Macbeth, ni Ricardo III: pudiera afiadir que Julieta es de tercera o cuarta mano.
III
XIV PRÓLOGO
y fuertemente contemporáneo, subyuga mas o menos á ingleses,
alemanes, rusos, italianos y españoles.
No llevaremos mas allá la prueba; no recordaremos el verdadero
comunismo en que vivian Moreto , Tirso , Montalvan , Solís , Cubillo y
Calderon; no citaremos los autores franceses sin número que se en
galanaron con argumentos españoles; no agruparemos á los autores
épicos y dramáticos los poetas líricos que tenian á gala el ser bora
cianos, pétrarquistas, gongorinos ú otra cosa ; no traeremos á cuento
los libros caballerescos fundidos todos en la misma turquesa; pero si
concluiremos diciendo que las obras mas perfectas, la Eneida, el Des
den con el desden , el Cid, la Zaira, la Vida es sueño , la Cancion a las
Ruinas de Itálica, la Profecia del Tajo, han sido grandes plagios, y
apenas se pueden concebir salidas de golpe como la Minerva de
Júpiter, ó brotadas dócilmente de la vara mágica de algun encan
tador.
Confesamos que no merecen ni necesitan las novelas de Lesage
esos apuntes sobre la filosofía del plagio, pero nos han parecido
conducentes para dos cosas: la primera, para curar de espantos á
ciertos críticos que tienen por pecado mortal el de los que se apro
vechan de ideas ajenas para un drama ( como Hartzenbusch ) ó una
zarzuela ( como Ventura de la Vega) , y se tienen á sí- propios por
unos linces cuando atisban tal cual imitacion , sin recordar el afo
rismo clásico si quieres ser imitado, imita ; la seguoda para insiouar
la opinion de que , imitador y todo, Lesage no es un escritor a quien
se pueda pegar el don de la originalidad . Pruébanlo las mismas
obras que tomó de la literatura española : en el Diablo cojuelo au
mentó muchas aventuras, pintó perfectamente la vida desordenada
de Paris, é ingirió alusiones a personajes de todos conocidos : en el
Bachiller de Salamanca indudablemente varió todo el colorido de la
obra hasta hacerla enteramente francesa : en el Quijote de Avella
neda hizo una revolucion : en el Guzman de Alfarache, en que me
1 nos tal vez hizo , quitó todas las impurezas literarias , sacando,
por decirlo así , las facetas de aquel diamaote : en su teatro de la
Foire ip ventó la decencia , el buen gusto, el lenguaje literario y la
regularidad : en sus comedias formales sacó de la intriga el carác
ter , esto es , del artificio, el arte , y á veces se presentó con toda la
fuerza de la originalidad y toda la habilidad de la perfeccion, por
ejemplo en Turcuret, sátira formidable contra arbitristas y gentes
de negocios: en Gil Blas llegó hasta donde no se había llegado en
PRÓLOGO. XV
este punto , é hizo la combinacion mas agradable y mas compacta
posible de materiales heterogéneos, de copias del natural y de in
venciones de su fantasía .
Mas como esto pide capítulo aparte , no solo por su intrínseca im
portancia , sino por la indole particular de este trabajo, que al cabo
se escribe para servir de introduccion a aquella povela , justo es
que la Historia de Gil Blas sea tratada con mas detenimiento, y no
es tampoco injusto que se nos concedan como preliminares algu
nas reflexiones sobre la novela en general.
!
II.
La novela de costumbres,
No es nuestro ánimo hacer de la novela un estudio particular y
por consiguiente extenso , sino limitarnos á lo que consideremos
preciso para buscar a Gil Blas en el mapa literario ; y así como para
localizar una ciudad hay que marcar el departamento en que está
enclavada, el Estado á que pertenece y los grados de longitud y la
titud en que está situada, así para clasificar el Gil Blas hay que
explicar su género propio , que es el de la novela , y la especie de
povela a que corresponde, que es la de costumbres. Esto nos pro
porcionará enunciar una teoría , á saber , que la única novela ge
nuina y pura es la moral.
La novela es (todavía mas que el teatro) el primer género litera
rio de nuestros dias; pero no se crea que es uno de tantos produc
tos de las revoluciones modernas, pues , al contrario , procede de
las mas antiguas épocas, no ha faltado á pinguna literatura y tiene
sus raices ab æterno en el pueblo mismo. Es el poema épico de las
naciones modernas como ha dicho Goethe, la verdad resultante de la
idealidad y realidad como ba dicho Parquet, la historia de la vida pri
vada y la forma viviente de la historia , de la filosofía y de la poesía
como ha dicho Patio , la historia privada de la sociedad como ha
dicho W . Scott; pero , lo repetimos, no es una conquista moderna ,
pues como quiera que la sociedad, el pueblo y la familia han exis
tido siempre , siempre ha existido la materia viva de la novela y
siempre el pueblo ba sido pintor de sí mismo en fuerza de la ne
cesidad expansiva de su subjetivismo. Los fabliaux franceses, las
pastorelas de los trovadores, las leyendas slavo -meridionales y es
XVIII PRÓLOGO .
candinavas, los Mabinogion céltico - galeses, los cantares de gesta
antes de convertirse en poemas, los romances españoles ; mas en lo
antiguo los apólogos, los cuentos orientales, las metamorfosis, los
cuantos milesios, sibaríticos y efesios, y siempre las consejas y cuen
tos del hogar , squé han sido sino orígenes de la novela o mas bien
la novela misma ( 1 )?
Y cuando esta ha crecido en intencion y extension , cuando ha
pasado de la república humana á la república literaria, cuando se
ha hecho intencionada y sábia , ¿ qué de esferas no ha abarcado ?
¿qué necesidades sociales ha habido que no haya satisfecho ? Ella
nos ha pintado la degradacion de las costumbres , desde el Satiricon
y el Asno de Oro hasta la novela picaresca; la alta política, desde
el interesante Argenis hasta la sofistica é inverosímil novela de los
Miserables , indigoa de su grande autor ; las sociedades pasadas,
desde el viaje de Anacharsis , prodigio de saber, basta Nuestra Se
ñora de Paris, prodigio de talento ; las tésis sociales desde la Ca
baña y el Café de B. Saint- Pierre hasta el Judio Errante, Ella nos
pinta el idealismo radical en Amadis y sus descendientes y el rea
lismo ecléctico en el Quijote; la fé religiosa en las obras desde Camus
á Wisseman, la duda en las de Goethe y Byron , la incredulidad en
las de Voltaire y el retorno á las creencias por medio de la poesía
en Chateaubriand ; las evoluciones generales en el fondo del alma
de las sociedades, por ejemplo, la total emancipacion de la mujer
en el Decameron y Heptameron, el sentimentalismo en la Astrea de
d'Urfé, la lucha en la Nueva Heloisa y en Clara Harlowe, la per
dicion en Manon Lescaut. Ella, en fin , se apodera de la historia,
de la sociedad y de la familia , sin la circunspeccion del sabio , del
repúblico ó del sacerdote, y por lo mismo con mas energía , con
mas habilidad, con mas mundo, con mas espíritu práctico, con mas
atractivo , y por consiguiente con mas resultado.
(1 ) Notemos de paso que los franceses Haman roman á ta novela en regla y nouvelle a la novola en
pequeño, diferenela que no era preciso que nos importasen en España Isla y Llorente , pues nosotros
tenemos para la primera clase el nombre de novela (cuya extension minima puedo djarse en las
ejemplares de Carvadles) y para la segunda el de cuento. Hay autores franceses que llaman cuento
al que lo es fantástico ú oriental, y nouvelle al anecdótico ó fundado en la realidad , pero inclinado a
la desenvoltura. Respecto á tos que se distinguen por esta última cualidad , advertiremos que pri
maramente se escribieron en prosa (Decameron , coleccion de Luis XI, Heptameron , etc.) y despues
hubo de recurrirse al verso como para dorar la desverguenza (Lafontaine, Casti, etc.); y on cuanto
al nombre, USÓ en Italia el de Novella y en Francia indistintamente el de Conte O Nouvelle .
PRÓLOGO . XX
Pero esta descripcion que hacemos cuadra sobre todo a la novela
moral o de costumbres, en la cual , á nuestro parecer, vienen todas
á refundirse; de suerte que, si se admite esta teoría , el carácter
histórico, caballeresco, pastoril, religioso, fantástico ,, satírico , hu
morístico o de cualquiera otra naturaleza , impreso á las novelas de
esos nombres , no es sino el marco , ó si se quiere la forma impresa
á la novela de costumbres . Así, en donde no ha habido costun
bres íntimas, no ha habido novela , y por eso dice bien Mr. Chauvin
que la de los griegos de la buena época es la epopeya y la tragedia ;
por eso la de los romanos ( los dos Satyricones y el Asno de Oro) y
la de los griegos de la decadencia es exagerada ó grosera , hasta
que , bendecida por el cristianismo, apunta , pero no se perpetúa por
entonces, la novela moral de Teagenes y Cariclea, obra tan de todos
los tiempos, como que ha revivido en los nuestros bajo la pluma de
Miguel de Cervantes, el primero de los novelistas conocidos .
Hay mas todavía . - El género caballeresco, si no es un vano en
tretenimiento de gente ociosa , lo cual no puede suponerse en buena
crítica , aunque lo diga el autor del Quijote, si represepta algo, no
puede representar ni pingun período histórico, ni ninguna aspiracion
futura , sino la vida de amor , de expansion , de abnegacion y de su
frimientos de que están llenos los libros de caballería; y si parecen
descollar en primer término las aventuras militares, es porque, co
mo dicé Don Clarisel de las Flores (libro inédilo al cual y á su autor
Jerónimo de Urrea hemos consagrado un opúsculo ), « todas estas
maravillas hemos de menester facer para convertir los herejes de
amor y confirmar en él á los que le conoscen . » El género pastoril
seria igualmente iosustancial y anacrónico , si no fuera , como lo ba
sido , alegórico o alusivo, si la Arcadia de Sannazaro y la Galatea
de Cervantes no fueran pinturas de sociedad contemporánea , si la
Diana de Montemayor no fuera de carne y hueso , si la difusísima
Astrea no se refiriera á Enrique IV , á Gabriela des Estrées, á Be
llegarde y al propio autor. El género religioso es eminentemente
psicológico, y seria de todo punto insostenible sin la intervencion de
las pasiones; y así es como lo trazó, aunque con mano indiestra, el
obispo de Belley, y despues el P. Mario , de la Ordeo de los Mínimos,
autor de diez novelas , entre ellas Farfalla ó la cómica convertida.
El género bistórico tiene su base en la vida privada, y si produce
alguna historia es la de los Principados , no la de los Príncipes , ó ,
si es la de estos, és mas bien la de los principes como hombres que
PRÓLOGO .
la de los hombres como principes : eso se advierte hasta en la Ciro
pedia, y desde luego en las novelas reflejas de madame Scudery ,
alusivas á los reinados de Luis XIII y XIV ; y es muy aguda y bace
mucho á puestro intento la observacion de Mr. Emilio Montegut,
el cual dice que en la novela histórica los béroes ideales deben ocu
par el primer término , y los verdaderos el segundo , y que así lo
ha practicado W. Scott , maestro en la nateria .
Resulta, pues , que quienes han comprendido el género en toda
su pureza , quienes han hecho la verdadera novela, son los que,
despojándola de su inútil y voluminosa envoltura, la han reducido
á sus justas proporciones y á su verdadero objeto , en una palabra,
los autores de la novela de costumbres. Pero no habiendo tenido
progreso ni constituido escuela el género griego de la decadencia, no
pudiendo constituirlo por su carácter libre el género latino , no de
biendo mantenerse en la desnudez en que el pueblo la conservaba ,
no teniendo bastante desarrollo en los cuentos conocidos, no ofre
ciendo ni gravedad , ni conjunto, ni verdad , ni viabilidad el corte
humorístico; puede decirse que en pleno siglo de oro todavía estaba
por crear la novela . No lo eran aun , en efecto, ni la inestimable co
leccion de cuentos del Libro de Patronio y los que siguieron bas
tante mas tarde de Timoneda y otros : ni mucho menos los cuentos
obscenos italianos y franceses que ya hemos mencionado ; ni las
obras sui generis de Rabelais , Scarron , Montaigne y Furetière; ni
todavía la Historia de Juan de Saintré, curiosa obra francesa de la
mitad del siglo XV , á quien , para ser la primera novela moderna
como quiere Mr. Luis de Loménie, falta despojarse bastante de su
traje caballeresco .
Despréndese de aquí que bien ha podido decir el autor recien ci
tado que el Quijote es la primera novela de costumbres, y que no
ha dicho mal H. Patin cuando ha dicho que la habia creado Lesage ;
pero debiendo advertirse respecto del primer punto que ya Cervan
tes dejó consigoado , aludiendo á sus novelas ejemplares, « que por
aquí me lleva mi inclioacion , y mas que me doy a entender ( y es
asi) que yo soy el primero que he novelado en leugua castella
ba ( 1 ) , y respecto del segundo, que la primacía de Lesage no pue
(1) Y continúa: «que las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas de
lenguas extranjeras,» palabras que desvirtúan hasta cierto punto la gloria de la invencion ; pero
PRÓLOGO. XXI
de referirse sino á Francia , y que habiendo tomado por pié para
las suyas las novelas españolas, débese tambien à España en este
punto lo que ya se le babia debido en la tragedia y la comedia , y
aun , segun algunos franceses, en el libro de caballería .
Desde que aparecieron las Novelas de Cervantes ( porque el Qui
pote ya hemos indicado que es libro aparte, sin ascendencia ni des
cendencia ), el género quedó apuntado: desde que Lesage publicó el
Diablo cojuelo , y sobre todo el Gil Blas , la novela tuvo el primer
lugar en la literatura . Y esto se nota, no solamente por el éxito que
tuvieron estas mismas obras, sino por la avidez con que fueron ape
tecidas y leidas las que en adelante se publicaron , y eso que casi
todas ellas tuvieron algo de atrevido y escabroso: testigo la Historia
del caballero de Grieux y de Manon Lescaut ( continuacion de las
Memorias de un hombre de calidad ), obra elocuentísima del abate
Prévost publicada en 1731 y tan bien recibida del público, a pesar
de la indignidad nada equívoca de los personajes, que los libreros
pedian sobre todo Prévost como poco antes Cartas persas ( estas im
presas cuatro veces en 1721 ) : testigo la Nueva Heloisa , tan nota
ble por la magia de su estilo y la profundidad de su argumentacion
como por la osadía y temeridad de la tesis moral que desenvuelve:
testigo Clara Harlowe, por cuya suerte se interesaron todas las mu
jeres de Inglaterra hasta el punto de suplicar al autor que la sal
vara , á lo cual no consintió Richardson porque decia que no le per
donaba el haber abandonado la casa paterna: testigo Pablo y Vira
ginia, el mas sencillo é interesante cuadro que ha brotado del cora
zon de pingun escritor : testigos los novelistas alemanes : testigos
W. Scott, Mme . Stael , Chateaubriand , Arlincourt mismo , el mismo
Alfredo de Vigny por su Cinq Mars y por supuesto los ruidosos éxi
tos de Nuestra Señora de Paris y de las novelas mas o menos pal
pitantes que despues la han sucedido.
Y es que la novela, desprendida de la tutela caballeresca, pasto
ril y alegórica ( como ya se balla en Cervantes, de quien por eso ha
dicho el autor del Elogio de Lesage « que basta él hubo novelistas,
pero no novela ); » y es (decimos) que la novela , soltado el ténue
ya se sabe que Cervantes, como sus contemporáneos, no tenian plena conciencia de lo que hacian
porque les faltaba de crítica lo que les sobraba de númen ; á no ser que Cervantes considerase
aquellas obras á la francesa, esto es, como cuentos, para lo cual favorece su corta extension y el ca
rácter entre libre y trágico que tienen algunas como El celoso extremeño y otras.
IV
XXII PRÓLOGO.
hilo del protagonista picaresco que todavía la retenia en la órbita ,
digamos así, simbológica, tomó por asapto directo a la humanidad
tal cual es , se inspiró en la sociedad de su tiempo , abandonó las
alusiones por los tipos y penetró en una historia desconocida de to
dos los historiadores, historia mas general , mas íntima y hasta mas
verdadera que la que se habia hasta entonces escrito por los hom
bres de la ciencia ( 1 ) . Vino á ser una evolucion parecida a la que
ejecutó el poema dramático , el cual , no acostumbrado á pintar de
los grandes afectos sino lo que atañia á los grandes hombres, ni de
las pequeñas ridiculeces sino lo que atañia á los pequeños , hubo
un dia en que igualó a todos los hombres ante la ley de las pasio
nes . Esto que creó el drama, sucesor de la tragedia y hermano de
la alta comedia , se verifica en mayor escala en la novela de cos
tumbres , que no tiene ni las restricciones escénicas del drama , ni
los miramientos de la historia , di los sueños obligados de la poesía ,
ni los ímpetus beligerantes y efímeros del periodismo . Y sin em
bargo de no tener esto la novela , tiene todo lo que en el drama, en
la historia , en la poesia y en el periodismo existe de permanente,
de aliable , de artístico y de imperecedero; pudiendo con razon de
cir de sí misma : humanum nihil à me alienum .
En este pensamiento entró tan de lleno la literatura española ,
antes que en el siglo pasado lo desarrollasen filosóficamente otras
mas afortunadas naciones , como que su inmenso teatro todo , su vi
vaz novela picaresca y su novela familiar ó ejemplar pertenecen a
sus buenos tiempos literarios, cuando en otros paises corresponden
á los tiempos filosóficos que son bastante posteriores . Lo que se hizo
pues en el siglo pasado , como para satisfacer una necesidad social
recien sentida , se habia ya hecho en España , siglo y medio antes,
por una especie de intuicion maravillosa .
No se puede negar á Lesage , y nosotros con la imparcialidad que
creemos usar para con todos, tenemos una satisfaccion en conceder
lo , que amplió , afinó , caracterizó y dió una gran base á la nueva
novela ; pero como no hay obra , y mucho menos si es tan grande
como esta , que pazca perfecta y de un solo golpe , Lesage , al me
jorar el Diablo cojuelo (que en español no es verdaderamente una
(1 ) Lesage dice esto a su manera refiriéndose á su Diablo cojuelo: «Mas aprendió Cleofas en una
noche con Asmodeo que en toda su juventud con los doctores de Alcalá . )
PRÓLOGO. XXIN
novela ) y al combinar multiplicados elementos para formar el bello
conjunto del Gil Blas , hubo de valerse de materiales anteriores que
fueron por ventura españoles, hubo de mejorarlos con su excelente
buen sentido y hubo de dejar todavía á sus sucesores una amplia
tarea , que ellos han llenado con laudable ardor, aunque no siempre
con circunspeccion ni con fortuna.
De intento no hemos hablado de los que han adoptado las formas
de la novela para sus libros ajenos a la indole propia del género .
Esos autores han tomado en efecto la novela como instrumento de
sus fines literarios ó científicos: como punto , digámoslo así, estra
tégico para operar con mas ventaja , y aunque nosotros no repro
bamos ese proceder, y por el contrario nos complacemos en que
todos los intereses morales se hayan puesto bajo el pabellon de la
novela , tampoco podemos admitir como genuinas novelas las pura
mente educativas ó polémicas, como las Veladas de la Quinta ó el
Nuevo Robinson , los Mártires ó los Miserables .
No por eso condenamos el subjetivismo y aun la personalidad
del autor, ni ponemos mas limitacion á los asuntos que la que pone
naturalmente a la emision del pensamiento la legislacion política y
civil de cada pais. Así como en la expresion tampoco ponemos otra
valla que la que se impone por decoro propio toda persona bien
nacida ó bien educada ; pero advirtiendo en este punto que no reco
nocemos dos morales, una pública y otra privada, y que, en nues
tro sentir, el que pretenda sostener reputacion de caballero 6 de
hombre honrado, estará obligado a algo mas que á ser persona de
fino trato ó buen padre de familia ; por ejemplo , a poder presentar
como hijos suyos sus libros en los salones del buen tono , y a no
envenenar á las familias con pasiones bastardas ni á los pueblos con
ilusiones criminales . Damos, pues, pase á obras atrevidas como Ma
non Lescaut Werther , Fausto , René, Delfina, Childe- Harold y aun
el Asno muerto, pero no á otras pérfidamente bellas y mortalmente
dañosas que, por lo apasionadas, suelen tener una vida corta y bor
rascosa, la vida sin la pureza de la rosa .
Al llegar aquí y terminar las reflexiones sueltas que nos ha su
gerido la novela , se nos ocurre preguntar si Balzac, si Paulde Kock ,
si Jorge Sand, si Sue y si algunos otros , todos dotados de podero
sas facultades , rodeados de una sociedad mas pudorosa que la de
los siglos XVI y XVII, y asistidos de todos los elementos de acierto,
inclusas las habilidades del buen decir, ban ó no cumplido con su
XXIV PRÓLOGO.
obligacion indeclinable de continuar la obra de sus mayores y con
servar á la novela lo que ya le dejó impreso Lesage atreviéndose á
todo pero sin ofensa de nada , á saber , su aire amable, su sátira
fina , su voz insinuante , su seduccion atractiva , su fin principal de
enseñar á los hombres á ser hombres.
Historia deGil Blas de Santillana.
Todo esto se halla en la Historia de Gil Blas, verdadera novela
para hombres, no juguete peligroso para niños como los Cuentos de
Perrault, di obra para la imaginacion como los cuentos árabes.de
las Mil y una noches (publicados en 1704 ), sino obra séria y de
reflexion , y sin embargo rebosando de atractivos. Obra que aborda
todas las dificultades y todas las vence sin violencia; que juega con
la política , con la historia , con lo que el cuento galante tiene de
mas resbaladizo, con la alusion , con la pintura de costumbres, con
la exbibicion de todo linaje de tipos ; pero siempre sin ambicion li
teraria por parte del autor, sin doble intencion , sin amargura , sin
la pretension de decir cosas grandes ni nuevas , y por el contrario
dejando muchas veces al lector la agradable tarea de completar al
novelista . Estas prendas con otras son el secreto de la popularidad
del Gil Blas ; pero nos parece que antes de abandonarnos a su ra
pido exámen , debemos ocuparnos de su debatida originalidad , en
cuyo asunto nada vamos seguramente a inventar, pero vamos a dar
cuenta del estado definitivo de esta cuestion, supuesto que todas las
de crítica preocupan hoy la atencion con preferencia á los juicios
literarios.
Lesage, como ya lo hemos dicho, publicó en 1715 su Gil Blas,
el cual no comprendia sino la mitad de lo que hoy forma esta obra ,
ó sea los seis primeros libros de los doce á que asciende, terminan
do entonces (y al parecer definitivamente) con el establecimiento del
héroe en calidad de mayordomo de don Alfonso de Leiva : nueve
años despues ( como Cervantes , que publicó las primeras partes del
XXVI PRÓLOGO.
Quijote en 1605 y la no prometida segunda en 1615) apareció Gil
Blas con el aumento considerable de tres libros , con un carácter
decididamente político -histórico , como que retrataba la privanza del
duque de Lerma , y con el nuevo desenlace de la elevacion del pro
tagonista al Señorío de Liria: once años mas tarde , en 1735 , apa
reció con otros tres libros mas , que ya son los últimos , y , dando á
conocer el ministerio del conde- duque de Olivares , dejó á Gil Blas
bien establecido, casado segunda vez, entrado ya en dias , pues fri
saba en los sesenta años , y dedicado á educar á sus dos hijos ( 1 ) .
Esta obra agradó mucho desde su primera aparicion , tuvo varias
ediciones, fué traducida á varios idiomas, y lo que es mas, produjo
imitaciones en Alemania , Holanda é loglaterra , algunas de ellas
traducidas al francés, como el Cid de Corneille lo fué tambien al
español. Lo extraño del caso es que , dominando entonces por com
pleto en España el gusto francés, é interesando a los españoles mas
que á todos las aventuras contadas en tan ingenioso libro , ningun
escritor se tomara la pena de traducirlo, para lo cual no nos parece
bastante causa el peligro de sus alusiones políticas, cambiado como
habia la dinastía y siendo ya bastante remotos los sucesos , como
que ya llevaban un siglo ó mas de sucedidos . Fué necesario que un
expatriado quisiera distraer sus ocios , y , segun dicen , socorrer á
un caballero desgraciado, para que en España apareciese una tra
duccion, medio siglo despues de publicada en Francia toda la obra :
y lo mas raro es que el P. Isla eligiese en su edad avanzada un
libro de entretenimiento , y no siempre edificante, aunque acaso in
fluyera en ello el ballarse en Bolonia , en donde el Gil Blas seria
muy estimado cuando su canónigo Julio Monti le escribió una con
tinuacion , que corre en España con los doce libros de Lesage y que
no es la única con que este libro ha sido adicionado .
La celebridad y aun el carácter español del Gil Blas ocasionaron
varias conjeturas acerca de su verdadera filiacion, cosa que se ex
plica mucho mas fácilmente que las pretendidas imitaciones del Qui
jote sobre la Iliada, el Orlando ó el Audribas. El primero que im
pugnó la originalidad del Gil Blas fué Voltaire , quien le supuso
imitacion del Marcos de Obregon , lo cual repitió el Diccionario bio
(1 ) Tan patente es la intencion politica del autor en estas continuaciones, como que sacrifica á
ella hasta al mismo protagonista, haciéndole invertir veintitres años de su vida en solo el libro XII,
con el único fin de pintar por completo a Olivares hasta su muerte.
PRÓLOGO. XXVII
gráfico de Amsterdam (1771): hubo quienes tuvieron por verdadero
original el Francion , célebre libertino compañero de Gaston de Or
leans, hermano de Luis XII, y obra de Sorel que , por su rudeza,
forma contraste con la Astrea , segun Parquet en su Memoria pre
miada por la Academia francesa : Audiffret y Bocous, biógrafos res
pectivos de Lesage y del P. Isla en la Biografia universal, asintie
ron mas o menos a la especie vertida por el último acerca de un
manuscrito español, creyendo Audiffret que Isla lo atribuia al abo
gado Constantini, lo cual no es cierto , y suponiendo Bocous que el
manuscrito se conservaba en el Escorial: el Memorial literario ( 1788 )
opinó que la obra estaba formada de trozos de novelas , cuentos y
comedias , por ejemplo del Marcos de Obregon y de la comedia Todo
es enredos amor : Everett , embajador de los Estados - Unidos en Es
paña , sostuvo la opinion de Llorente , que veremos : Fieck , traduc
tor de Marcos de Obregon , notó imitaciones practicadas sobre este
libro : Puigblanch ( 1833 ) dijo que procedia principalmente de una
obra de 1640 , impresa repetidas veces en Francia y en Flandes,
pero nunca en España : Gil de Zárate señaló las mismas fuentes que
el Memorial literario y algun manuscrito sobre sucesos ocultos de la
corte de Felipe IV : Alcalá Galiano entendió que Lesage tuvo á la
vista up manuscrito español , y que en él hizo mas cambios y au
mentos que en el Diablo cojuelo.
Pero dejando aparle todas estas opiniones , algunas conformes
entre sí y todas conviniendo en que el Gil Blas es imitacion de pa
sajes españoles , merecen citarse especialmente los trabajos mucho
mas formales del P. Isla , de Llorente y de Adolfo de Castro; el pri
mero desflorando pero iniciando la cuestion ; el segundo tratándola
con gran latitud y erudicion , pero sin triunfar en ella , y el tercero
dándole un giro totalmente práctico y en nuestro sentir decisivo .
Concédasenos para la exposicion de estos trabajos algun mayor es
pacio ; aunque no nos excederemos de las proporciones que ya lleva
indicadas este prólogo .
El P. Isla nació en 1703 en el reino de Leon , cursó leyes y aun
se dispuso a contraer matrimonio, entró en la Compañía de Jesús
y empezó a los diez y nueve años su carrera de traductor , en cuya
tarea se dió mas adelante á conocer con la publicacion de la popu
lạr Historia de España por Duchesne, del Año cristiano por Croiset,
del Arte de encomendarse á Dios por Bellati , y de alguna otra . En
tre sus obras originales son de citar, como mas notables, el famoso
XXVIII PRÓLOGO
Fray Gerundio de Campazas, probibido algun tiempo en España ,
traducido a varios idiomas, muy bien recibido en Italia y tan que
rido de su autor , que le consideraba como hermano en mérito de
Don Quijote de la Mancha ; el Dia grande, preciosa y sangrienta
burla contra la vanidad navarra , en que no se sabe qué admirar
mas , si la candidez con qué se creyeron lealmente celebrados aque
los buenos señores , ó la audaz hipocresía (digna del Gil Blas) con
que el autor recabó de sus víctimas la aprobacion de su libelo ( 1 ) ;
las Cartas eruditas y las familiares, las primeras notables por su
chiste un tanto desvergonzado y las segundas apreciables por su
belleza y por las noticias que del autor contienen ; y tal cual otra
obra como las Reflexiones cristianas y La juventud triunfante.
El P. Isla se distinguió tambien como orador sagrado, habiendo
sido en este punto su mas formal campaña la cuaresma de 1757 en
el hospital de Zaragoza, que ( como él dice ) « es la mas gloriosa pero
tambien la mas trabajosa de toda España, porque hay que predi
car en ella todos los dias indispensablemente, y basta ahora que
dieron en este extraordinario desbarro han echado siempre mano
de los mas acreditados oradores de toda la monarquía , » empresa
en la cual quedó, segun cuenta en sus cartas , con el mas extraor
dinario lucimiento , obteniendo muchos aplausos « especialmente de
la gente cuerda . » Pero, en mortificacion del P. Isla , corrieron por
entonces unos versos satíricos , no destituidos de gracejo, aunque
todavía mas abundantes en desvergüenzas , los cuales debieron de
acibarar bastante sus placeres de Zaragoza, en donde se le ofrecie
ron mas de veinte coches, y se le hicieron mas de cuatrocientas vi
sitas, de modo que aparecia el jubileo de la Porciúncula . » Los tales
versos que , fuera de ciertas palabrotas mal sonantes, saben á mano
ejercitada , debieron de ser , y fueron sin duda, obra de algun fraile
del oficio, y para esto nos fundamos en la recia y escandalosa vio
lencia con que fueron arrojados de Zaragoza los jesuitas en 1558 ,
cuando por primera vez se establecieron , en la ojeriza con que des
pues (cuando volvieron a entrar triunfalmente) fueron siempre mi
rados por los frailes de casi todas las órdenes y en el corte un poco
( 1 ) EI P. Isla debió despues avergonzarse de su temeridad para con aquellos buenos señores
( que irian volviendo en sí con el Colirio y otros folletos), pues a los treinta y mas años aun soste
nia su inocencia .
PRÓLOGO XXIX
amanerado de algunos chistes que se hallan en los versos (1) .
Diez años despues , y cuando ya pasaba el P. Isla de los sesen
ta, fué expulsado como todos los de su órden , embarcándose en el
Ferrol y parando al fin en Bolonia , de donde fue desterrado por ba
ber defendido con demasiado calor a la Compañía y adonde no
volvió hasta 1776 , siendo desde entonces muy protegido por los
condes de Tedeschi, hasta que murió muy anciano en 1781 .
Allí es en donde tradujo el Gil Blas, y fué tan poco antes de su
muerte , que en junio de 1780 terminó la version y despues escribió
su Conversacion preliminar, remitiéndolo todo á España en diciem
bre de aquel año (2 ) . Sorprende como en edad casi octogenaria ,
« sin salud , sin cabeza, sin memoria , lleno de ajes y oprimido de
cuidados , » segun él dice, pudo dedicarse á una tarea como aquella
y fraternizar, por decirlo así , con aquellas aventuras : esto disculpa
mucho los cargos que pueda merecer la traduccion , si bien la crí
tica no pierde por eso sus derechos. Y ya que de esa traduccion
hablamos, diremos de ella ( antes de ocuparnos en el prólogo) que
en general nos parece muy bien hecha, que a veces es inimitable y
digna de estudiarse para conocer las analogías y desigualdades de
ambas lenguas, que, sin duda por la buena compañía que llevaba el
autor, es allí mejor hablista que en obras suyas originales, y que
(1 ) En cuanto a lo que decimos del primer establecimiento y primera expulsion popular de los
jesuitas, véase al P. Murillo en Excelencias de Zaragoza : en cuanto a los versos contra el P. Isla, de
que hemos hecho particular mencion por ser inéditos , son 340, 6 sea , treinta y cuatro décimas, de
que copiamos para muestra, y porque nos parecen de las mas curiosas, la 8.a , 12." y 15.a
Los sermones (sin ficcion ) aparato de tronada,
son lampiños de escritura, mucha pompa, gran llamada
trasquilados de cultura, y, engañando expectaciones ( *) ,
y calvos de erudicion: eran despues sus sermones
bozales en la expresion , airo, ruido, bulla, nada .
ayunos de la elocuencia , En fin el Padre es camorra .
desnudos de toda ciencia, es pepino, es calabaza ,
pero del tiempo y sazon , él es mazo y él es maza ,
porque el oirle el sermon él es porro y él es porra;
es, cierto, hacer penitencia. es papagayo , es colorra,
Hizo tal vez sin acierto él es Isla y él Islote ,
y con elocuencia vana es botarate , es mogote ,
con entradas de pavana y, diciéndolo en sumaria ,
salidas de rocin tuerto: es la Isla Barataria,
grande planta, fruto incierto, promesa de Don Quijote.
(2) La obra se publicó póstumamente en Madrid en 1787, repitiéndose en 1797 y otras fechas ;
en Valencia gozó muy pronto diversas ediciones: en nuestros dias ha tenido muchísimas, princi
palmente por Gaspar y Roig con las notas de Castro y por varios en Barcelona , unas veces bajo el
nombre de don Estanislao de la Peña traductor, otras con las observaciones de Llorento al final.
(*), Isla en sus Cartas familiares habla varias veces de la expeclacion que habia en Zaragoza, y
quizá seriaesi una frase favorita que le cogeria el socarron desuantagonista .
V
XXX PROLOGO
este concepto y aun superior ha gozado tranquilamente en España
hasta el exámen minucioso de Llorente.
Pero las multiplicadas observaciones de este , generalmente están
en su lugar , y se reducen á que Isla : 1. ° Cambió arbitrariamente los
nombres de los personajes valiéndose por lo comun de anagramas,
por ejemplo Namuzg Bradosa, Valdeories, Melar , Nablie y Gercia
por Guzman , Abrados, Olivares , Lerma , Niebla y Gérica; Andrés
y Oquendo por Andros y Oquetos que tienen su sigoificacion en
griego; Piña y Zabala por Ipiña y Zabaleta, que eran mas pro
pios, etc .; mientras copió Valdeasar, que debió convertir en Valcar
cel ( 1 ) . 2. Omitió nombrar al arzobispo de Toledo , á los frailes
dominicos , al rector de la universidad de Salamanca , á Julia , bija
segunda del conde de Polan , la calle de Cofreros, la última cláusula
relativa al ropero de Burgos en el libro II y muchas otras peque
ñeces, en cambio de lo cual hizo algunas ligeras adiciones . 3. ° Tras
ladó á Polonia la historia de don Pompeyo de Castro é hizo los
cambios consiguientes ( como los torneos en vez de los toros) para
salvar un anacronismo que resultaba del tomo primero al tercero ,
y que ya confesó Lesage y prometió salvar. 4. ° Tradujo algunas
veces con atrevimiento ó con ligereza, diciendo galante por galant,
carroza por carrosse, Casa de Niños huérfanos por Hospital, go
bernadora de un patriarca por gouvernante du patriarche des Indes,
Corral del Príncipe por Teatro ( en lo cual hizo bien segun nos
otros) , hija mia por mon infante, Recogidas por Arrepentidas, ex
tremeño por español para designar á un celoso , caballero de San
tiago por Comendador, Matrimonio vengado por Matrimonio por
venganza , etc., sin contar otros pasajes en que trocó la persona
agente y la paciente ó presentó al conde de Galiano en bata , ó dió
á Leiva el tratamiento de excelencia . — Este desfavorable juicio está
sin duda alguna exagerado por el señor Monlau en la biografía
que ha antepuesto a las obras escogidas del P. Isla , publicadas
en 1850 por la Biblioteca de autores españoles, en donde dice sus
tancialmente que es traduccion sobremanera desaliñada, y adolece
de muchísimas faltas de estilo é incorrecciones de lenguaje, y que
tuvo el autor pésima mano , pues suprimió mucho , no corrigió er
( 1 ) Le elogia sin embargo algunos cambios, entre ellos el de Marcelina por Mergelina; pero en
esto estuvo Llorente tan desgraciado como Isla, segun se lo prob6 Neufchateau , pues Mergelina es
personaje de Marcos de Obregon .
PRÓLOGO . XXXI
rores cronológicos, topográficos, heráldicos, de nombres , etc, y
defendió mal el españolismo de la obra ( 1 ) . »
La defensa del P. Isla está realmente fundada muy en falso . Apo
yado en un testimonio débil como es un Diccionario histórico manual
(Amsterdam 1771 ) , y tomando muy á la letra su contenido , dice
que allí se expresa haber hecho Lesage muchas imitaciones, y que
en ellas se cuenta el Gil Blas; y se ve que ni ese Diccionario es bas
tapte competente, ni aduce ninguna prueba , ni menos supone que
el Gil Blas fuese imitacion de un solo libro . Isla , tomando pié de
abí , supone , ó mas bien da por averiguado , que Lesage estuvo
muchos años en España como secretario ó comensal de un embaja
dor francés, y que un abogado andaluz le dió entre otros papeles
un Sueño político ( relativo al Conde-duque y á D. Luis de Haro) y le
confió una novela manuscrita imposible de publicar en España , pero
que podria serlo por él en Francia, cuya obra es la que tradujo y
publicó despues en Paris Mr. Lesage con el título de Historia de
Gil Blas de Santillana; añadiendo que , aunque en ella hay un des
barro geográfico, que no cometeria ningun español , cual es el de
salir de Madrid para Asturias por Alcalá y Segovia , eso lo baria el
autor francés adredemente para ocultar mejor el hurto .
No se puede ser severo con quien por el hábito que vestia , por
la edad que entonces alcanzaba , y por carecer de libros españoles
y aun de espacio para consultarlos , no era natural que supiese ó
rebuscase ciertas cosas de amena literatura : harto hace él , en des
cargo de su conciencia , con decir que todo aquello lo expone « sin
documentos que lo prueben ni testimonios respetables que lo califi
quen , » y que , si non è vero , è ben trovato . De otro modo , podrian
objetársele hartas cosas: por ejemplo , los muchos mas errores his
tóricos, geográficos, de nombres propios , etc. , cometidos por Lesage,
á cuyo extremo no hubiese él llevado , con peligro de su fama, su
plan de desorientarnos; el no haber estado Lesage ni en Madrid ni
en España ; el existir libros españoles anteriores a él que contienen ,
á veces a la letra, algunas aventuras del Gil Blas, no siendo vero
símil que un autor español hiciese esa obra de taracea; el no con
tener el primer Gil Blas (que nosotros consideramos una obra com
(1 ) Igualmente duro anduvo el erudito señor Monlau, al juzgar, no la traduccion del Gil Blas,
sino el mérito general del P. Isla , pues dice que su estilo adolece de galicismos, latinismos, imper
fecciones de sentido, escasísima armonía , familiaridad y hasta vulgaridad.
XXXII PRÓLOGO .
pleta) ninguna alusion á Lerma , ni á Olivares, ni á Felipe IV , y por
consiguiente ningun peligro de publicarse en España ; y , para no in
sistir mas , el no ser Lesage un ladron á mansalva, sino al revés,
muy agradecido con sus originales. De esto último pueden ofrecerse
dos pruebas: la primera el que solo por él sabemos que el Bachiller
de Salamanca está tomado de un manuscrito español , hoy mismo ig
norado, sinceridad que le ha pagado muy mal Llorente; y la segunda
lo que hizo con el Diablo cojuelo, en el cual hay mucho de su in
vencion hasta hacer decir á Julio Janin que es el libro mas francés
que se conoce , y el cual , sin embargo dedicó « Al muy ilustre au
tor » diciéndole : « Permitid señor Guevara, que os dirija esta obra ,
no menos vuestra que mia ; vuestro Diablo cojuelo me ha suminis
trado el título y la idea , lo cual confieso públicamente cediéndoos la
gloria de la invencion , sin profundizar si algun autor latino , griego
ó italiano os la puede disputar con justicia . »
Los supuestos y la conclusion del P. Isla , quizá poco conocidos
en Francia , no hallaron allí quien los tomase en cuenta , hasta que
en 1818 presentó á la Academia francesa una razonable impugna
cion el conde de Neufchateau , persona de buen gusto y recto crite
rio , conocido despues como Mecenas de algunos escritores que ra
yaron muy alto, editor y anotador del Gil Blas ( 1 ) y poseedor de
conversaciones literarias de Lesage que le habia transmitido como
testigo auricular el conde de Tressan . Al trabajo de vindicacion del
conde de Neufchateau contestó con otro , dirigido tambien á la Aca
demia , el incansable Dr. J. A. Llorente , español celoso como el pa
dre Isla y mucho mas literato que este , pero no mas afortunado esta
vez en sus demostraciones. Cansado de esperar de aquel cuerpo al
guna resolucion en el asunto , imprimió en 1822 su curioso libro que
dedicó al soberano Congreso de la nacion española.
Llorente hace una verdadera anatomía del Gil Blas, sin que ha
ya tejido , fibra, nervio ó tegumento adonde no llegue su escalpelo ;
y bajo este aspecto no hay análisis que se haya hecho con mas es
mero , ni cuaderno de bitácora que se haya llevado con mas exacti
tud : lo malo es que no ha salido del Gil Blas, cuando debia haber
(1 ) ¿Ha de tomarse en serio lo que Mario dice para si (Miserables, P. III, lib. 6, párrafo 4), esto es
que su amante, á quien nunca habia hablado, forzosamente le concederia su estimacion «si su
piese que él era el verdadero autor de la disertacion sobre Marcos de Obregon de la Ronda que Mr.
Francisco de Neufchateau ha puesto como suya al frente de su edicion del Gil Blas? » --La cosa es,
por parte de V. Hugo, peregrina de tonteria, si es falsa, y de modestia, si es verdadera .
PRÓLOGO XXXIII
hecho estudios de anatomía comparada ó anatomía trascendental. Su
tramitacion fué la siguiente .
Hizo la biografía de Lesage , siguiendo albuen práctico Audiffret,
y de ella dedujo con razon que Lesage no habia estado en España,
lo cual empezaba ya á acusar la necesidad de un manuscrito espa
ñol: extractó despues toda la novela para producir la biografía de
Gil Blas, desde 1588 en que nació , hasta 1649 en que escribió su
vida ó , como si dijéramos, sus Memorias, y esto le condujo á esta
blecer escrupulosamente (a lo menos de 1590 á 1630), la contem
poraneidad de dos personajes, á saber :Gil Blas y el Bachiller de Sa
lamanca, lo cual comprobó con cuarenta y una coincidencias, con
cluyendo por deducir que Gil Blas era subalterno del Bachiller , al
cual contó sus aventuras en 1610, época en que concluye la pri
mera edicion de la Historia de Gil Blas: dando por supuesta la ne
cesidad de un mapuscrito y por probable la de que ese manuscrito
fuese el del Bachiller don Ouerubin de la Ronda , avanzó a saber
quién fuese el autor del tal manuscrito y, llamando á concurso á
treinta y siete escritores españoles del género ameno, entregó la man
zana de oro á Solís con bien poca razon , siendo esta la parte mas
débil de todo este edificio. La consecuencia que de estas y otras pre
misas deduce, es que Solís escribió en 1655, ó sea ,durante la guer
ra de Portugal, una obra titulada Historia de las aventuras del bachi
ller de Salamanca don Querubin de la Ronda; que este libro inédito fué
adquirido por el marqués de Lyonne, embajador extraordinario en
Madrid , y heredado por su tercer hijo elabad Julio y de este por Le
sage su protegido; y , en fin , que Lesage hizo de él dos obras, una
textual que es con aquel mismo título , y otra combinada con otros
materiales tambien españoles que es la Historia de Gil Blas.
Para hacer mas evidente la necesidad de un manuscrito español
en las manos de Lesage, que tantas veces los habia traducido y que
no podia tener conocimiento personal de España por no haberla
nunca visitado, cita 103 pueblos españoles mencionados en el Gil
Blas y 182 nombres titulares , ilustres, conocidos 6 alegóricos; mu
chas locuciones perfectamente españolas que pasaron sin afrancesar,
por ejemplo , amable hasta porfiar , hidalgo, contador mayor, oidor,
escribano, olla podrida, berenjena, pícaro, comedia famosa , gracioso
etc .; otras locuciones que, al revés, se afrancesaron pero contra la
indole del idiomade Lesage, por ejemplo, le seigneur Gil Blas, offi
ciers de la sainte Hermandad, religieux de l' ordre de St. Domini
XXXIV PRÓLOGO.
que , la bourse de sa réverénce, graces au ciel, benefice simple, garçon
de famille, un garçon de bien et d'honneur, fameux directeur, labou
reur , se couvrer de sa mante, mes disciples, faire la sieste, audience у
otras; y costumbres íntimamente españolas casi imposibles de cono
cer por solo los libros , como viajar en mula , cuevas de bandidos , co
ches de viaje escoltados, cárceles llenas de abusos pecuniarios , bota
de vino , pésimas posadas , escalera excusada en los palacios , bar
beros con su inseparable guitarra, mujeres con manto , mirilla en
las puertas, tres dias de capilla para los condenados á muerte , ca
pa española , tintero de bolsillo , comida á las doce, oficios de Inqui
sicion , cuevas en el nacimiento del Tajo , arcediano de Granada de
presentacion real , rosarios de cuentas gordas , descripcion minuciosa
del alcazar de Segovia , y cita de la insignificante calle de Cofreros
que el mismo Isla debió creer imaginaria , pues la dejó sin traducir.
Hasta aquí dedujo Llorente de los hispanismos del Gil Blas su
procedencia directa de un manuscrito español ; pero, en su deseo de
agotar la materia , invocó otras pruebas diametralmente opuestas de
ducidas de las equivocaciones padecidas por Lesage. Estas versan
principalmente sobre mas de veinte apellidos , sobre otras tantas
faltas cronológicas, sobre contradicciones en la posesion del Portu
gal, sobre colocar la iglesia de Santa Cruz cerca del teatro del Prín
cipe y sobre suponer solamente diez jornadas de Oviedo á Segorbe;
pero en estos dos últimos errores, Llorente no supone como Isla que
fueron voluntarios en Lesage con objeto de desorientar del robo,
sino que los considera erratas materiales del amanuense español.
Como recapitulacion dice : que en el libro primero todo lo de Men
cía está tomado de una novela ; en el segundo la historia del barbero
Lafuente de Marcos de Obregon; en el tercero la de Castelblanco de
una comedia y la de Castro de una novela ; en el cuarto la de Au
rora de otra (de que resultó Todo es enredos amor ) y la novela del
Matrimonio por venganza de otra ; en el quinto la de Serafina Polan
de otra; en el sexto la de Rafael y su madre de otra, y el robo de Sa
muel de un cuento ; en el séptimo la historia de Laura de una novela
y la de Aníbal de un cuento ; en el octavo la de Valerio de Luna y su
madre de otro; en el noveno la de Tordesillas, Cogollos y Elena de
una novela ; en el décimo la de Escipion , de otra ; en el undécimo
una segunda parte de la de Cogollos y Tordesillas de otra, cambia
dos los nombres ; en el duodécimo la segunda parte de la de Lucre
cia y su madre Laura de otra .
PRÓLOGO . XXXV
Y ahora decimos nosotros. Esta conclusion , en que Llorente tiene
por colaborador á Neufchateau, zno hubiera sido mejor base de ar
gumentacion que todo ese castillo de naipes equilibrado con tanta
paciencia y que al fin viene a tierra á un soplo de su mismo autor?
¿No es contradictorio suponer un manuscrito español y despues con
cluir diciendo que el Gil Blas es en un tercio de su extension un
conjunto de diversas y heterogéneas obras españolas ? En nuestro
sentir estos dos supuestos se excluyen mutuamente; y siendo mu
cho mas probable el segundo, no habia para qué adelgazar tanto el
ingenio , amontonando hipótesis imaginarias en defensa del primero.
Imaginarias decimos, porque ni la existencia del manuscrito espa
ñol está probada como cuestion de hecho; ni lo está más la cone
xion del manuscrito con el embajador francés ; ni es verosímil que
Solís, oficial mayor á las órdenes de un sobrino de Olivares, escri
biera contra este, como ya hizo notar Neufchateau; ni es sorpren
dente el que Lesage supiera usar muchos nombres propios , pintara
bien nuestras costumbres, empleara locuciones españolas y aplicara
nombres alegóricos á sus personajes de invencion, cuando se sabe
que tradujo novelas y comedias españolas, lo cual supone un cono
cimiento de este idioma que no tienen hoy todos los lectores espa
ñoles, y una familiaridad con sus costumbres que solo tienen hoy
los eruditos. Disculpan , pues, digámoslo así, sus perfecciones los
grandes estudios que tenia hechos de los libros españoles mas ins
tructivos en las costumbres y el habla, que son las novelas , sátiras
y comedias; disculpa sus defectos locales el no haber vivido en
España; disculpan sus anacronismos las condiciones mismas del
arte , sobre lo cual puede verse lo que dice Chateaubriand respecto
de las licencias que se ha permitido en sus Mártires; pero nada ha
ce presumir la tarea del mero traductor, y todo anuncia por el con
trario la labor paciente y hasta cierto punto inventiva de quien
aprovecha materiales dispersos para montar un armónico edificio.
Esto mismo ha creido el Sr. Llorente , desmintiendo en sus cua
tro páginas últimas las cuatrocientas anteriores que nosotros hemos
resumido en pocos párrafos; y esto , con mas despejo, con mas cla
ridad y con mas erudicion de nuestros libros amenos, ha probado
concluyentemente en nuestros dias el diligente y elegante escritor
D. Adolfo de Castro , marcando muy bien el itinerario de Lesage,
con mayor copia de datos que hasta aquí , y no dejando apenas in
tersticio por llenar, en términos de no haberse levantado desde en
XXXVI PRÓLOGO.
tonces objecion alguna á su sistema y de haberle apoyado despues
íntegramente un crítico tan competente como G. Ticknor, en su
Historia de la literatura española .
Nosotros, con la concision que conviene a este trabajo, vamos á
ofrecer simultáneamente un triple cuadro , poniendo de nuestra parte
el argumento de la novela del Gil Blas, de la de Llorente las fechas ,
de la de Castro la indicacion de las fuentes , y por bajo de todo tal
vez algunas ligeras notas que se nos vayan ocurriendo: de esta ma
nera se verá reunido en poco trecho todo el conjunto de la obra con
lo que tiene positivamente de española, y eso facilitará tambien el
conocimiento mas inmediato de las alusiones que despues haremos
al juzgar rápidamente su mérito como conclusion de esta tarea.
Libro I.-- Gil Blas, nacido en Asturias en 1588 , de padres hu
mildes , estudió de 1598 á 1604 las primeras letras con su tio el
canónigo Gil Perez, y el latin y griego con el doctor Godinez, y
emprendió en 1605 el camino de Salamanca , en el cual , despues
de conocer al mesonero Corzuelo y de ser robado por el arriero , fué
capturado por el ladron Rolando, en cuya cueva vivió seis meses,
huyendo al cabo en 1606 con Mencía de Mosquera , cuyos dos si
multáneos esposos murieron , entrando ella en un convento, desde
donde regaló en Burgos á su libertador. Preso este , fué robado en
Valladolid por industria de su hipócrita criado Ambrosio Lamela y
de los bribones Rafael y Camila que le hospedaron como protecto
res , y , hallando a su condiscípulo Fabricio , convino con este en que
era preferible el servicio a los estudios , y entró en el del canónigo
Cedillo , año 1607. - El adulador gorron de la posada de Corzuelo
у el robo del arriero son de Marcos de Obregon : la cueva de Rolando
y la robada Mencía , del Asno de oro: Camila y sus embustes, de
Teresa de Manzanares, por Solórzano, y de M. de Obregon ( 1 ) .
Libro II. - Sirvió Gil Blas al canónigo, que de todo en todo es
taba rendido a su ama Jacinta, madre de Inesilla , y , muerto aquel,
pasó á servir al doctor Sangredo, médico de la casa, en cuyo tiem
(1 ) Omitimos, por insignificantes y tal vez caprichosas, las analogias que señala Castro entre
algunos nombres propios del Gil Blas, v. gr.: Godinez y Cedillo , con nombres históricos o dramáti
cos de España; y no damos importancia tampoco a la coincidencia del tio canónigo con otro del
Donado hablador. El prólogo está inspirado en el de Marcos de Obregon , pero mejorado con lo del
alma de Pedro García, a propósito de lo cual dice Alcalá Galiano que esa anécdota del licenciado
está en un manuscrito que se conserva en Filipinas . Los embustes de Camila , hospedando en su
supuesta casa á Gil Blas para abandonarla y robarle, recuerdan á doña Estefanía que atrajo del
mismo modo al alférez Campuzano, con quien casó, viniendo á descubrirse el enredo cuando llegó
la verdadera dueña de la casa doña Clementa Bueso (Cervantes , El casamienlo engañoso.)
PRÓLOGO . XXXVII
po visitó á Camila enferma, y, valiéndose de fingidos alguaciles, la
hizo restituir lo robado , si bien él pagó en la cárcel este desafuero .
Otro lance médico le hizo dejar la ciudad , y en el camino halló al
barbero Diego Lạfuente , sobrino de un poeta engreido , discípulo de
guitarra de Marcos de Obregon y solicitado en Madrid de la austera
Mergelina; y , caminando juntos , encontraron al comediante Melchor
Zapata , fugitivo de los silbidos de Madrid y desgraciado con la vir
tud de su mujer, y llegaron á Olmedo en donde un preceptor tio de
Lafuente celebró con una tragedia el matrimonio de su sobrina.
Los asesinatos facultativos de Sangredo, de Correccion de vicios,
por Salas Bastadillo: los amores de Mergelina , pero mejorados, de
M. de Obregon: la despreocupacion marital de los comediantes, de
Niña de los embustes, por Solórzano, así como los 8 reales de hono
rarios al médico ( 1 ) .
Libro III . - Salió Gil Blas de Olmedo y con una recomendacion
que recibió en Segovia se dirigió á Madrid , y allí sirvió a Castel
blanco, quien le despidió cuando le vió hablar con Rolando , con
vertido en alguacil, pero pronto restituido a su vida de bandolero .
Pronto mejoró de posicion, pues se acomodó con don Matías de Sil
va, derrochador de alto bordo, y aprendió de los criados del gran
mando a vivir en el con mil engaños: una de sus altas conquistas
fué el amor de Laura , que luego resultó criada de la cómica Arse
nia , á cuya casa vino á parar por fin nuestro héroe cuando mataron
á su amo en desafío para castigarle sas jactancias. En aquella casa
vió con cuánto desgarro vivia la gente cómica y cuán sin mira
miento se trataba a los poetas, personificados en Pedro Moya , por
lo cual se resolvió a abandonarla . En este libro cuenta don Pompe
yo de Castro su historia, reducida á que sirvió en Portugal, fué
apaleado por los criados del duque de Almeida con ocasion de Hor
tensia , recibió satisfaccion ante el rey , perdonó al duque en el duelo
y casó con su sobrina . - La serenidad aristocrática con que Silva
lee el billete de duelo y se vuelve a dormir , es de Marcos de Obre
( 1 ) No incluimos las mujeres con rosario que pinta madame d ' Aunoy en Relation du voyaye
d' Espagne, ni las sangrias de que habla Pantaleon Rivera , ni lo de dar gato por liebre, ni la mala
comedia de Zabaleta que menciona Cáncer: las disputas de los médicos Sangredo y otros son
anecdóticas, pero de Francia y no de España .--No tiene conexion alguna el Celoso extremeño con
el lance de Mergelina; pero, aunque opuesto en sus pormenores, tiene de comun el empezar la
aventura por la habilidad de los dos galanes en la guitarra: el ocupar el lugar de Mergelina en el
lecho conyugal su sirvienta Melancia, setalla en la aventura del Castillo del celoso, que forma
parte del libro inédito Don Clarisel de las Flores, novela de don Jerónimo Urrea .
VI
XXXVII PRÓLOGO.
gon : las demás alusiones que halla Castro y que relegamos á las
notas son de poco momento ( 1 ) .
Libro IV . -Sirvió á don Vicente de Guzman , muerto el cual su
hija Aurora fué con él á Salamanca para conquistar, disfrazada de
hombre, á su primo el estudiante Luis Pacheco, á quien empezó
por malquistar con Isabel , á favor de varios ardides, y a quien con
cluyó por rendir y dar su mano : pasó entonces Gil Blas á casa de
don Gonzalo , tio de Luis , pero fue despedido por causa de Eufrasia ,
de quien el viejo estaba apasionado , y entonces , y ya en 1608 , el
mismo don Gonzalo le acomodó con la marquesa de Chaves : de esta
casa , en donde se celebraban reuniones literarias, hubo tambien de
salir a causa de que el secretario de aquella señora , fundando celos.
en una de las criadas, le desarmó en duelo , y , á guisa de caballero
andante , le exigió que saliera de Madrid . Hízolo así, y pasado To
ledo, avisó á don Alfonso que le buscaba la Santa Hermandad como
á matador en duelo del hijo del conde de Polan , y precisamente her
mano de su amada Serafina, y ambos se refugiaron en una ermita
ó cueva , que resultó ser de Rafael y Lamela , tambien perseguidos ,
concluyendo los cuatro por internarse juntos en un bosque. En este
libro se intercala la novela del Matrimonio por venganza , cuya ac
cion pertenece a tiempos muy anteriores, aunque todavía se halla
ligada de algun modo a la principal . —Lo relativo á Aurora es de
la comedia de Córdoba y Figueroa Todo es enredos amor , tomada
de la vida de Feliciana Enriquez de Guzman , poetisa : el Matrimo
nio por venganza es de la comedia de Rojas Casarse por vengarse ,
variado el desenlace: la historia de Alfonso y Serafina es de la no
vela de Castillo Solórzano Mas puede amor que la
sangre (2 )
Libro V. - Cuenta Rafael su historia reducida á que fué hijo de
una cómica , robó a su preceptor, fué caballero de la garra , ayudó
en un duelo a uno y se fingió su presunto yerno , fué cautivado
en la isla Cabrera y conducido á Argel en donde tuvo conversacion
con la favorita del bajá, fingió apostatar, adineró mucho , compró
(1 ) Los nombres de Ribera, Clarin y Velasco se hallan en comedias españolas; el de Moya es
de un poeta ; la tragedia Reina de Cartago, y las comedias de los Doce pares y de la Reina de las flo
res, son españolas ; la última representada é impresa en Bruselas.
(2) La academia de la marquesa y su aficion a la mágia recuerdan , pero débilmente , comedias
españolas; los falsos ermitaños recuerdan novelas, pero no inmediatamente . - W . Scott admira
la belleza con que está descrito el terreno agreste y el pormenor de la cueva en que se hallaban
oeultos Don Rafael y Lamela .
1
PRÓLOGO. XXXIX
como esclava a su madre tres veces viuda y á su hija Beatriz, fuese
con esta á Florencia de cuyo Gran duque llegó a ser favorito basta
que le fué desleal en un corretaje amoroso , volvió a España, salió
de la corte amancebado con Camila y volvió a su mala vida con ella
y con Lamela . Terminada esta historia , pudieron libertar de unos
ladrones al conde de Polan y su hija Serafina en las montañas de
Requena . -El fingido novio Rafael es de la comedia de A. Hurtado
Los empeños del mentir y de otras , y aun antes de la comedia En
tretenida de Cervantes: el soborno de Rafael al cadí de Argel es de
Avieno aplicado a un obispo .
Libro VI.-- Rafael, Lamela y Gil Blas , fingiéndose inquisidores,
l
intervienen los papeles del converso Samuel Simon en Chelva у e
roban tres mil ducados; Gil Blas y Alfonso se separan de aquellos
bribones despues de partir el dinero , y Alfonso es reconocido como
hijo por don César de Leiva y casado con Serafina, quedando Gil
Blas como mayordomo, cuyo estreno fué restituir al judío lo robado .
-Los fingidos inquisidores recuerdan a otros que por tal delito
fueron penitenciados ( 1 ) .
Libro VII.- Por incompatibilidad con Lorenza Séfora sale Gil
Blas de casa de Alfonso en 1609 , y por recomendacion de esta fa
milia sirve al arzobispo de Granada muy preciado de orador, quien
le despide en 1610 picado de que le habia tachado una de sus ho
milías. Halla á Laura favorecida del público y de un marqués de
Marialba , y este le admite por su secretario : Laura por su parte
cuenta su historia llena de aventuras amorosas, Gil Blas por la suya ,
temeroso del marqués y de la cómica Narcisa mujer de Zapata , da
con su ingenio en la corte. Allí topa con el capitan Chinchilla , ve
terano que debió una pension , no á sus heridas sino a la Sirena de
Albarracin, amante de R. Calderas ; y allí sirve con celo al conde de
Galiano, siendo de él abandonado, y de los que le rodeaban robado,
en una enfermedad que padeció ( 2 ) .
Libro VIII . — Por influencia de un repostero, entró a servir al du
que de Lerma, cuyo secretario llegó á ser en 1611 por suicidio de
Valerio, enamorado de Inesilla que descubrió ser su madre; mas
( 1 ) Aquí termina el primitivo Gil Blas, publicado en 1715, sin que Lesage pensase en continuarlo
hasta que lo hizo en 1724. Como se ve, la obra nada tenia de política ni temeraria y no necesitaba
buscar asilo en Francia .
(2) Ninguna imitacion señala Castro en este libro, si no son ciertas conformidades entre las co
micas Laura y María Navas y algunas analogfas de nombres.
XL PRÓLOGO .
como nada percibiese á pesar de sus buenos servicios, contó al du
que una fábula de Pilpay, que le valió un buen situado y el derecho
de recomendacion . De este se aprovechó á su sabor, partiendo las
ganancias si eran grandes con el duque, desplegando ostentacion en
su casa , desatendiendo a su familia , desdeñando á su buen amigo
Fabricio y perdiendo su tranquilidad con su benevolencia . Entre sus
operaciones de importancia , fué la mayor el proporcionar al prin
cipe la Sirena de Calderon, y entre las gracias dispensadas, lo fue
ran la de Rogerio de Rada y la de un impresor de libros caballeres
cos. Tambien es de notar que entre sus criados eligió para susma
yores confianzas á Escipion cuya lealtad no llegó nunca a desmen
tirse . - Sobre pretendientes habla Enriquez Gomez en Torre de Ba
bilonia ; sobre amores del príncipe Felipe (despues III), de que vino
el valimiento de Lerma, escribió al senado de Venecia su embajador
Simon Centurion; sobre rivalidad del príncipe con un gran señor,
nota madame Aunoy que la Calderona oyó simultaneamente á Fe
lipe IV y al duque de Medina de las Torres (1) .
Libro IX . — Por oficios de Escipion , Gil Blas iba á casarse con la
hija de un platero , siendo el regalo de Lerma el nombramiento de
don Alfonso de Leiva para el gobierno de Valencia , favor que Gil
Blas bizo pero calló al agraciado: mas antes de la boda , dió el novio
consigo en la Torre de Segovia , y despues supo por Escipion que
los celos de Calderon habian conseguido de Uceda, y este del rey,
el destierro de Lemos, la reclusion de la Sirena y el encierro del
agente Gil Blas. En vano acudió este á Lerma, pues le halló teme
roso de que se le tuviera como cómplice; mas lo que él no hizo lo
consiguió la nodriza del príncipe, y Gil Blas, enfermo de muerte pri
mero y luego puesto en libertad , y casada ya su novia , solo balló
proteccion en don Alfonso , quien le dió en 1618 el señorío de Liria
adonde Gil Blas proyectó llevar a su familia , fijando la famosa ins
cripcion Inveni portum . — La coplilla que en la Torre canta don
Gaston de Cogollos es probablemente española por lo mismo que
es asonantada: las alusiones políticas son de los Grandes anales
(1) Ticknor dice que la fábula de Pilpay se halla en el Libro de Patronio ; pero el parecido es bien
remoto y solo se funda en hablar de árbol á árbol, allí sendos cuervos y aquí sendas cornejas: Ja
conversacion es tan diferente , como que en Pilpay versa sobre la recompensa de presente que debe
darse a los servidores, y en Patronio sobre la locura de derrochar lo quo ha de constituir nuestra
fortuna . Y por cierto tiene harto débil conexion en Patronio el apologo mismo con la aplicacion mo
ral que de él deriva su autor.
PRÓLOGO. XLI
de quince dias por Quevedo y de libros franceses de viajes ( 1 ).
Libro X. - Cumplió Gil Blas el sagrado deber de ir a buscar á su
familia pero no pudo traérsela á Liria; fué muy obsequiado en Va
lencia en donde asistió á una tragedia del poeta de moda ; volvió a
ver á Rafael y Lamela , ejemplares cartujos entonces, pero que des
pues se alzaron con la caja del convento; y en 1620 dió la mano á
Antonia hija de un su arrendatario. Su fiel Escipion volvió a en
contrar á su esposa Beatriz , de quien por supuestos falsos se habia
separado, y contó su larga historia, reducida á que fué hijo de una
gitana, ejerció algunas raterías, sirvió al jugador Abel á quien in
tentó robar el baul, escapó del palacio del arzobispo de Sevilla con
el traje de rey piño en la comedia de Los Benavides , avisó á su
nuevo amo el mercader Velazquez del peligro con que su hijo le
amenazaba, casó con Beatriz , tendió al que creyó su seductor, huyó
á Madrid , pasó á Salamanca y sirvió á un catedrático y escritor,
pariente de una camarera de la nodriza del príncipe por quien vino
á quedar libre Gil Blas de la Torre de Segovia .- El intentado robo
del baul es de Estebanillo Gonzalez, así como la fuga en traje de
niño rey aunque algo variada (2) .
Libro XI.--- Poco duraron á Gil Blas las alegrías domésticas, pues
á los catorce meses de casado le faltaron su mujer y su hijo ; pero
le fueron bien los negocios, pues, muerto Felipe III , entró a ser el
confidente de Olivares, en 1621 , en cuyo concepto escribió dos fa
mosas Memorias sobre el nuevo gobierno , adelantó á don Alfonso
de Leiva dándole el vireinato de Zaragoza, socorrió al poeta Fabri
cio que estaba escribiendo su despedida a las Musas pero que toda
vía dió a la silba el Conde de Saldaña, empleó á Escipion en los
tratos que hacia Olivares en América , é hizo gobernador de la cár
cel de Valladolid á Tordesillas, su protegido de los tiempos del arzo
bispo de Granada y su protector en la Torre de Segovia . - Los por
( 1) Aqui termina , ya definitivamente al parecer, la Historia del Gil Blas publicada con la adicion
de tres libros ó sea un tomo tercero en 1724 ; pero en 1735 todavía salió un cuarto y esta vez último
volúmen , con el solo objeto de pintar el ministerio delconde -duque . - Los Grandes anales se escri
bieron en 1621 y parecen producto de fragmentos de mas extensa obra: no se imprimieron hasta el
siglo pasado, ni lo han sido á conciencia hasta que los ha dado á luz en 1852 et señor Guerra y
Orbe con el acierto y diligencia que le son propios. Es obra digna de su autor, y encierra tan tragi
cas enseñanzas como la prision de Osuna y del mismo Quevedo, la desgracia de Uceda, el destierro
de Lerma y Lemos y la muerte de Calderon y Villamediana .
(2) Este libro es , como se ve , una especie de preparacion a los dos siguientes esencialmente po
liticos, y tiene el mérito artístico de desarrollar el carácter de Escipion , tan interesante hasta aqui
y que en adelante aun ha de representar un gran papel.
XLII PRÓLOGO .
menores sobre Olivares son de Fragmentos históricos del conde de
la Roca publicados en el SEMANARIO ERUDITO y de Caida del conde de
Olivares, obra de un italiano de cuyo idioma vino trasladada al es
pañol en 1643 aunque hay quien la atribuye a Quevedo ( 1 ) .
Libro XII y último . -Gil Blas entendió el año 1625 en la venida
al teatro del Príncipe de la famosa cómica Lucrecia ( hija de Laura
У de su amante Marialba) , la cual , débilmente condescendiente con
el rey, entró despues en un convento; fue nombrado ayo del hijo
legitimado de Olivares y mas tarde recibió ejecutoria de nobleza :
caido el conde -duque en 1643 despues de la expedicion del rey á
Zaragoza y del levantamiento de Portugal, y á causa de la oposicion
que le hicieron la gobernadora de este reino y el embajador de Aus
tria , Gil Blas le acompañó á Loeches hasta su muerte que fué pre
cedida de extrañas visiones , y despues se retiró á Liria en 1646 ,
en donde casó con Dorotea hermana del bidalgo Antella , la cual le
dió dos hijos en los dos años siguientes . — Recuerdan á la cómica
Lucrecia la actriz Ana Andrade y sobre todo la Calderona de que
habla madame Aunoy : el reconocimiento del hijo de Olivares y las
adulaciones de los nobles , la conspiracion contra aquel, la energía
del embajador marqués de Grana, la incomunicacion del rey en Za
ragoza, el informe de la infanta Margarita, la fuga de Olivares á
Loeches , las súplicas de su esposa y el cambio del virey de Nápoles ,
todo es de Caida del conde-duque: la vision que le atormentó en su
retiro de Anécdotas del conde- duque.
Hé ahí, completada por Castro y tal vez susceptible de alguna
adicion (que nosotros por lo angustioso del tiempo no hemos inten
tado hacer apelando a nuestros recuerdos ó apuntes) , la noticia de
los libros españoles que , con mas o menos libertad, embebió Lesage
en su Gil Blas. En lo demás , las costumbres y alusiones francesas
son numerosísimas, parte de ellas explicadas por su mismo autor
al conde de Tresan, mayor parte en forma de clave , y lo mas inte
resante anotado por Neufchateau, que es a quien mas debe el Gil
( 1) En este y el siguiente libro bien pudo tener presente Lesage el Sueño polilico que, aunque no
fuera regalo del abogado andaluz del P. Isla , figuraria seguramente eu la librería del abad Lyonne
de quien cuerdamente habla Llorente. El Sueño es obra de casi dos mil versos en romance, en que
el rey Demetrio (Felipe IV) reflere á Apolo los desafueros de su ministro Celso (Olivares) y Apolo le
contesta con buenos consejos: entre los muchos cargos que se hacen contra Olivares, están las au
diencias de noche , las disipaciones del rey , la turbacion de Cataluña, la pérdida del Portugal , las ga
belas hasta sobre el humo, la venta de empleos, el darse estos á plebeyos, la disminucio . del real
patrimonio y otros.
PRÓLOGO . XLIII
Blas, y luego mas en resúmen por el mismo Castro como comple
mento á su trabajo . El traje de Gil Blas en el libro primero; los des
pilfarros de los elegantes de buen tono ; el hacerse otentacion de las
conquistas de amor y el lujo suntuoso de las cómicas en el tercero;
los cafés en el séptimo y el suicidio en el octavo , son costumbres
francesas, y desde luego muy poco españolas . El cómico jubilado
Ventolera , los médicos Andros y Oquetos , el criticastro anónimo de
Salamanca, el licenciado Guiomar , Inesilla , Rodrigo de Rada y el
poeta Triaquero ( citados en los libros tercero, cuarto , octavo y de
cimo) son respectivamente el célebre actor Barcn, los doctores An
dri y Hecquet, el crítico Boindin , el catedrático Dagoumer , Ninon de
1 Enclos amada en su ancianidad de su hijo Villers, un príncipe
sanguinario homicida en Paris y el famoso Voltaire.
Des pues de todo lo que llevamos dicho sobre Lesage y su Gil
Blas, quisiéramos hacer un juicio crítico de esta inmortal novela , y
eso habia entrado al principio en nuestro plan sin que de ello nos
desviara lo conocido de la obra y aun de sus críticas; pero , habiendo
crecido demasiadamente bajo nuestra pluma la reseña que ya he
mos consagrado al autor, á la obra y al género , nos parece ya pru
dente reducirnos lo mas posible, temerosos de parecer extremados
á nuestros lectores, y en esta inteligencia , vamos á condensar en
poco espacio lo que nos parece del caso apuntar sobre el Gü Blas .
Aprobada por nosotros la acertada mezcla de intrigas españolas,
anécdotas francesas é invenciones del autor , convenimos con sus cen
sores , no solo en los defectos y descuidos que en otra parte hemos ci
tado, y de que no está exento ni aun el Quijote, sino en otros nuevos
como la caricatura de todo un rector de Salamanca , la inverosimi
litud de poder encontrarse en visita una comedianta con la duquesa
de Medinaceli, la de suponerse á Samuel judío recien convertido, el
anacronismo de juntar como contemporáneos á Lope y Solís , el de
suponer gobernador en Valencia cuando ya habia virey, y otros á
este talle ( 1 ) ; pero en manera alguna podemos aprobar los arrojos
con que Alcalá Galiano, equilibrista casi siempre , y solo ahora casi
pesimista , se atreve a decir que el Gil Blas no tiene enredo ni des
enredo, ni fábula ni carácter individual ni interesante .
(1) Quizá tambien hubieran convenido ciertas relaciones, como la de Rafael y la de Escipion
que tienen una historia bastante sucia , ante otro auditorio que el que Lesage los proporciona.
XLIV PRÓLOGO.
Creemos por el contrario que su admirable naturalidad encomia
da por Voltaire, su franca jovialidad que le hace el libro mas
alegre de la lengua francesa , como dice Janin , sus inimitables pin
turas que le presentan como eternamente verdadero y siempre nue
vo segun expresion de Du Parquet, la segura mano con que pro
fundiza sin disecar y pinta sin discribir como dice Barante , la ama
bilidad con que adoctrina partiendo de la opinion que su autor tiene
de que los franceses son niños razonables, la ausencia de impertinen
tes alardes morales como los del GUZMAN DE ALFARACHE ó de excur
siones eruditas como la de Esto matará á aquello en NUESTRA SEÑO
RA DE PARIS ó el Petit Picpus en los MISERABLES, la moral séria que
à vueltas de todo se desprende, todo contribuye a bacer del Gil Blas
un libro de primer orden y tal como la crítica lo tiene ya calificado.
El plan es bueno , pues el personaje de Gil Blas sirve de quicio á
toda la obra, y al derredor de él y subordinados al interés que él
despierta se van dibujando otros personajes y nuevas situaciones,
si alguna vez pasageramente, otras de una manera permanente;
pues vemos reaparecer con oportunidad á don Alfonso que tanta
parte tiene en la obra, á Rafael y Lamelạ como falsos ermitaños ,
despues como buenos cartujos y luego como reincidentes, á Esci
pion que desde su primera aparicion ya no abandona la accion
hasta su desenlace, á Laura que atraviesa todas las vicisitudes de
la fortuna desde criada de una comedianta hasta reina teatral y al
fin reclusa en las Arrepentidas , y al poeta Fabricio y al médico San
gredo que tambien serpentean en casi toda la obra. Es cuanta uni
dad cabe en una novela que viene á cerrar el período de las lla
madas picarescas, y es bajo este aspecto de mas artificiosa trama
que todas ellas , de mucha mas que el Diablo cojuelo reducido á una
galería de caractéres, y de tanta como dos obras muy desemejantes,
el Quijote y la Divina Comedia .
En cuanto a los caractéres y al medio o fondo en que se desar
rollan , poco hay en ninguna literatura ni tan profundo ni tan maes
tro . El protagonista era sumamente difícil, ya por la estirpe á que
pertenece, ya por la variedad de posiciones en que el autor le colo
ca , desde criado en una cueva de bandidos hasta secretario privado
del omnipotente conde de Olivares y confidente del heredero de la
corona ; pero de esa misma dificultad parece que ha nacido la
misma perfeccion con que se desenvuelve . Privado casi de educa
cion familiar, puesto en el mundo sin recursos materiales ni mora
PRÓLOGO. XLV
les, dotado de buen sentido, fácil al mal como al bien , amaestrado
por la experiencia , envuelto a su pesar en aventuras poco honro
sas, respondiendo pronto a los buenos impulsos, sensible al bene
ficio , y sufrido al desengaño, representa fielmente á la flaca huma
nidad con todas sus desigualdades y vaivenes. En medio de sus
travesuras y condescendencias se advierte en él una bonhomía que
le hace simpático , y el autor , con un arte exquisito, nos le pinta
siempre de tal suerte, que mas bien excita á risa que á odio 6 à des
precio: así cuando, vigilado por los bandidos, hace su aprendizaje
de ladron , viene a resultar que el bolson que quitó al fraile solo con
tenia medallas bendecidas; cuando codicia el legado del canónigo
Cedillo se encuentra por toda riqueza con un libro de Cocina, un
tratado de Indigestiones y un Breviario; cuantas veces sirve de ma
yordomo se conduce con una rectitud hasta candida ; cuando sirve
al arzobispo de Granada tiene la sencillez de obedecerle corrigién
dole sus homilias; cuando la ocasion se lo permite adelanta a su
bien hechor don Alfonso; cuando ve desvalido á Fabricio le socorre
con su dinero ; cuando une su suerte á Olivares le acompaña en su
desgracia hasta su muerte ; cuando tropieza con un buen servidor
como Escipion le liga irrevocablemente á su destino y hasta á su ·
familia .
Y qué diremos de los restantes caractéres ? Cuánto no valen aquel
Fabricio, recalcitrante poeta que se despide en verso de las Musas y
sale del hospital para hacer versos , y , aquel protector suyo , toda
vía mas loco, que le pensiona gruesamente una comedia silbada ?
! ¿ Cuánta gracia no tiene aquel Sangredo, testarudo hidropata, con
cuyas sangrías y vasos de agua « era tan expeditivo que no daba
lugar al escribano ? » ¿Qué firmeza de pincel no arguye aquel viejo
capitan Chinchilla que con su exigua renta no tenia para dar a co
piar sus memoriales , y que « aun no alababa la mitad del cuerpo que
le quedaba en recompensa de la que habia perdido? » Qué cari
catura hay igual a la del conde Galiano cuando le enferma su
mono Cupido, á la del maestro de baile Martin Ligero que exi
ge cuatro doblones de oro mensuales por dos lecciones semana
les y , pareciendo esto excesivo, exclama orgulloso : « Y tal vez usia
uo reparará en dar un doblon por mes á un maestro de filosofía ! »
¿ Qué toques no tiene aquel mayordomo Rodriguez que, acabados de
contar quinientos doblones de arriendos y pidiéndole su amo dos
cientos, dice que va á tomarlos del usurero al acostumbrado veinte
VII
XLVI PROLOGO.
por ciento? ¡ Qué bien observado el servetur ad immum de Horacio
en aquel don Gonzalo , laudator temporis acti basta el extremo de te
ner por mejores los melocotones de sus buenos tiempos! Y sobre to
do iqué cuadro tan completo, tan minucioso, tan bien dibujado y
bien colorido de la vida teatral de aquellos tiempos, ya cuando una
cómica dice que no es ninguna abogadilla ó procuradora; ya cuan
do se dice , con una elevacion que parece del porvenir, que en
la nacion cómica los celosos se llaman ridículos ; ya cuando el autor
para castigar estos orgullos, dice que los bistriones hacen á los poe
tas inferiores á ellos , y ciertamente no pueden despreciarlos mas; ya
tambien cuando se pinta, para formar contraste, algun actor desar
rapado como el pobre Melchor Zapata , casado por su desgracia con
una mujer que da en serle fiel, comiendo pan duro mojado en
agua y repasando su vestido forrado con carteles de teatro , pintura
que en pocas líneas excede ( como dice un crítico) á todo un poema
de Goethe en que se pinta la vida comediante !
Seria engolfarnos demasiado el prolongar esta exposicion de los
preciosos pormenores de Gil Blas, en donde á veces basta un solo
rasgo lleno de espontaneidad y de franqueza para pintar, no ya un
carácter, sino toda una situacion , toda una clase, todo un mundo .
Lo expuesto sobra , principalmente tratándose de una obra en ge
neral conocida, para demostrar que, sin ser Lesage uno de esos
nombres que se han hecho grandiosos por el à propos de leur venue,
sin exceder los límites en que comunmente gira un buen ingenio,
ha reunido tal fondo de observacion , ha concertado un plan tan ar
mónico , ha hecho un cuadro tan completo de la vida galante, li
teraria y política , ha pintado tan felizmente las inagotables varie
dades de la clase media , y ha revestido su extenso lienzo con tan
firme y atractivo colorido, que aun despues de trascurrido mas de
un siglo , y por ventura un siglo que todo lo ha trastornado, la li
teratura inclusive , el Gil Blas conserva toda su primitiva lozanía,
retiene aun todos sus encantos y es uno de los pocos libros desti
nados a la grande inmortalidad .
DECLARACION DE LESAGE .
Como hay personas que no saben leer un libro sin aplicar los ca
ractéres viciosos ó ridículos que en él se censuran a personas deter
minadas, declaro á estos maliciosos lectores que harán mal y se en
gañarán mucho en hacer la aplicacion á pingun individuo en parti
cular de los retratos que encontrarán en esta obra . Protesto al pú
blico que solamente me he propuesto representar la vida del comun
de los hombres tal cual es ; y no permita Dios que jamás sea mi
ánimo señalar a ninguno con el dedo . Si hubiere alguno que crea se
ha dicho por él lo que puede convenir á tantos otros , le aconsejo
que calle y no se queje, porque, de otra manera , él mismo se dará
á conocer fuera de tiempo . Stultè nudabit animi conscientiam , dice
Fedro .
No menos en Francia que en España se hallan médicos, cuyo mé .
todo de curar no es otro que sangrar sobradamente á sus enfermos.
Los vicios y los originales ridículos son de todas las naciones . Con
fieso que no siempre describí exactamente las costumbres españo
las . Por ejemplo: los que saben cómo viven en Madrid los come
diantes, quizá me notarán de haberlos pintado con colores demasia
damente mitigados ; pero creí deber hacerlo así , porque fuesen algo
1
mas parecidos á los nuestros .
GIL BLAS DE SANTILLANA.
UNA PALABRITA AL LECTOR .
NTES de leer la historia de mi vida , es
cucha , lector amigo , un cuento que te
voy á contar.
Caminaban juntos y á pié dos estu
diantes desde Peñafiel á Salamanca . Sin
tiéndose cansados y sedientos , se senta
ron junto a una fuente que estaba en el
camino . Despues que descansaron y mi
tigaron la sed , observaron por casuali
dad una como lápida sepulcral , que á flor
de la tierra se descubria cerca de ellos ,
y sobre la lápida unas letras medio borradas por el tiempo y por las
pisadas del ganado que venia á beber á la fuente . Picóles la curio
sidad , y , lavando la piedra con agua , pudieron leer estas palabras
castellanas: Aqui está enterrada el alma del licenciado Pedro Garcia .
El mas mozo de los estudiantes , que era vivaracho y un si es no
es atolondrado , apenas leyó la inscripcion , cuando exclamó rién
dose á carcajada tendida : ¡Gracioso disparate! ¡ Aquí está enterrada
el alma! Pues qué jun alma puede enterrarse? ¡ Quién me diera á co
nocer el ignorantisimo autor de tan ridículo epitafio! Y diciendo esto ,
se levantó para irse. Su compañero , que era algo mas juicioso y
reflexivo, dijo para consigo : Aquí hay misterio, y no me he de apar .
tar de este sitio hastu averiguarlo. Dejó partir al otro , y , sin perde
tiempo , sacó un cuchillo , y comenzó á socavar la tierra al rededor
de la lápida, hasta que logró levantarla . Encontró debajo de ella un
GIL BLAS.
bolsillo ; abrióle, y halló en él cien ducados, con estas palabras en
latin : Declárote por heredero mio, á tí, cualquiera que seas, que has
tenido ingenio para entender el verdadero sentido de la inscripcion ;
pero te encargo que uses de este dinero mejor que yo usé de él. Ale
gre el estudiante con este descubrimiento, volvió a poner la lápida
como antes estaba, y prosiguió su camino a Salamanca , llevándose
el alma del licenciado .
Tú, amigo lector, seas quien fueres, necesariamente te has de
parecer á uno de estos dos estudiantes. Si lees mis aventuras sin
bacer reflexion á las instrucciones morales que encierran, dingun
fruto sacarás de esta lectura; pero, si las leyeres con atencion , en
contrarás en ellas, segun el precepto de Horacio , lo útil mezclado
con lo agradable.
HUIOR
HISTORIA DE GIL BLAS DE SANTILLANA
LIBRO PRIMERO .
CAPÍTULO I.
Nacimiento de Gil Blas, y su educacion .
LAS de Santillana, mi padre, despues
de haber servido muchos años en los ejér
citos de la monarquía española , se retiró
al lugar donde habia nacido . Casóse con
una aldeana , y yo nací al mundo diez
meses despues que se habian casado. Pa
sáronse a vivir a Oviedo, donde mi ma
dre se acomodó por ama de gobierno , y
mi padre por escudero . Como no tenian
mas bienes que su salario , corria gran
peligro mi educacion de no haber sido la
mejor, si Dios no me hubiera deparado
un tio , que era canónigo de aquella Iglesia . Llamábase Gil Perez;
6 GIL BLAS .
era hermano mayor de mi madre , y habia sido mi padrino . Figú
rate alla en tu imaginacion, lector mio , un hombre pequeño , de tres
piés y medio de estatura , extraordinariamente gordo , con la cabeza
zabullida entre los hombros, y bé aquí la vera efigies de mi tio . Por
lo demás , era un eclesiástico que solo pensaba en darse buena vida :
quiero decir , en comer y en tratarse bien , para lo cual le suminis
traba suficientemente la renta de su prebenda .
Llevóme a su casa cuando yo era niño , y se encargó de mi edu
cacion . Parecile desde luego tan despejado, que resolvió cultivar mi
talento . Compróme una cartilla , y quiso él mismo ser mi maestro de
leer . Tambien hubiera querido enseñarme por sí mismo la lengua
latina , porque ese dinero ahorraria ; pero el pobre Gil Perez se vió
precisado á ponerme bajo la férula de un preceptor , y me envió al
doctor Godinez , que pasaba por el mas hábil pedante que habia en
Oviedo . Aproveché tanto en esta escuela , que al cabo de cinco o
seis años entendia un poco de los autores griegos , y suficientemente
los poetas latinos . Apliquéme despues a la lógica , que me enseñó á
discurrir y argumentar sin término . Gustábanme mucho las dispu
tas, y detenia a los que encontraba , conocidos ó no conocidos, para
proponerles cuestiones y argumentos. Topábame á veces con al
gunos manteistas, que no apetecian otra cosa , y entonces era el oir
nos disputar. ¡ Qué voces ! ¡ qué patadas ! ¡ qué gestos ! ¡ qué contor
siones ! ¡ qué espumarajos en las bocas! Mas parecíamos energúme
nos que filósofos.
· De esta manera logré gran fama de sabio en toda la ciudad . A
mi tio se le caia la baba , y se lisonjeaba infinito con la esperanza
de que , en virtud de mi reputacion , presto dejaria de tenerme sobre
sus costillas . Díjome un dia : « Hola , Gil Blas , ya no eres niño ; tie
» nes diez y siete años , y Dios te ha dado habilidad . Hemos menes
» ter pensar en ayudarte . Estoy resuelto á enviarte á la universidad
»de Salamanca, donde con tu ingenio y con tu talento no dejarás
»de colocarte en algun buen puesto . Para tu viaje te daré algun di
» pero y la mula , que vale de diez á doce doblones , la que podrás
» vender en Salamanca , y mantenerte despues con el dinero , hasta
» que logres algun empleo que te dé de comer bonradamente . »
No podia mi tio proponerme cosa mas de mi gusto , porque re
ventaba por ver mundo : sin embargo , supe vencerme y disimular
mi alegría . Cuando llegó la hora de marchar , solo me mostré afli
gido del sentimiento de separarme de un tio á quien debia tantas
LIBRO PRIMERO . 7
obligaciones : enternecióse el buen señor , de manera que me dió
mas dinero del que me daria si hubiera leido ó penetrado lo que pa
saba en lo íntimo de mi corazon . Antes de montar , quise ir a dar
un abrazo á mi padre y á mi madre , los cuales no anduvieron
escasos en materia de consejos. Exhortáronme á que todos los
dias encomendase á Dios á mi tio , á vivir cristianamente , a no
mezclarme nunca en negocios peligrosos , y sobre todo á no desear ,
y mucho menos a tomar lo ajeno contra la voluntad de su dueño .
YGULI
Despues de haberme arengado largamente, me regalaron con su
bendicion la única cosa que podia esperar de ellos . Inmediatamente
monté en mi mula , y salí de la ciudad .
:
CAPITULO # .
De los sustos que tuvo gil Blas en el camino de Peñaflor, lo que hizo cuando llegó allí , y lo que le
sucedió con un hombre que cenó con él .
Héteme aquí ya fuera de Oviedo , camino de Peñaflor, en medio
de los campos , dueño de mi persona , de una mala mula, y de cua
renta buenos ducados, sin contar algunos reales mas que habia hur
tado á mi bonísimo tio . La primera cosa que hice fué dejar la mula
á discrecion , esto es , que anduviese al paso que quisiese . Echéla el
freno sobre el pescuezo , y , sacando de la faltriquera mis ducados ,
los comencé a contar y recontar dentro del sombrero . No podia con
tener mi alegría; jamás me habia visto con tanto dinero junto : no
me hartaba de verle, tocarle y retocarle. Estábale recontando quizá
por la vigésima vez, cuando la mula alzó de repente la cabeza en
aire de espantadiza, aguzó las orejas, y se paró en medio del camino .
Juzgué desde luego que la habia espantado alguna cosa , y examiné
lo que podia ser . Vi en medio del camino un sombrero con un ro
sario de cuentas gordas en su copa ; y al mismo tiempo oí una voz
lastimosa, que pronunció estas palabras : Señor pasajero, tenga us
ted piedad de un pobre soldado estropeado, y sirvase de echar algu
nos reales en ese sombrero, que Dios se lo pagará en el otro mundo .
Volví los ojos hacia donde venia la voz , y ví al pie de un matorral ,
á veinte ó treinta pasos de mí , una especie de soldado, que sobre
dos palos cruzados apoyaba la boca de una escopeta, que me pare
ció mas larga que una lanza, con la cual me apuntaba á la cabeza .
Sobresaltéme extrañamente, miré como perdidos mis ducados, y em
pecé a temblar como un azogado. Recogí lo mejor que pude mi di
GIL BLAS SE VE FORZADO A DAR UNA LIMOSNA .
1
LIBRO PRIMERO .
nero ; metile disimulada y bonitamente en la faltriquera , y , quedán
dome en las manos con algunos reales, los fuí echando poco a poco,
y uno á uno, en el sombrero destinado para recibir la limosna de
los cristianos cobardes y atemorizados, á fin de que conociese el
soldado que yo me portaba noble y generosamente. Quedó satisfe
cho de mi generosidad, y dióme tantas gracias, como yo espolazos
á la mula para que cuanto antes me alejase de él; pero la maldita
bestia , burlándose de mi impaciencia , no por eso caminaba mas
apriesa . La vieja costumbre de caminar paso a paso bajo el gobierno
de mi tio, la habia hecho olvidarse de lo que era el galope.
No me pareció esta aventura el mejor agüero para el resto del
viaje. Veia que aun no estaba en Salamanca , y que me podian su
ceder otras peores . Parecióme que mi tio babia andado poco pru
dente en no haberme entregado a algun arriero . Esto era sin duda
lo que debiera haber hecho ; pero le parecia que, dándome su mula ,
gastaria menos en el viaje , lo cual le bizo mas fuerza que la con
sideracion de los peligros á que me exponia . Para reparar esta falta ,
determiné vender mimula en Peñaflor, si tenia la dicha de llegar á
aquel lugar, y ajustarmecon un arriero hasta Astorga, haciendo lo
mismo con otro desde Astorga á Salamanca . Aunque nunca habia
salido de Oviedo, sabia los nombres de todos los lugares por donde
habia de pasar, habiéndomeinformado de ellos antes de ponerme en
camino.
Llegué felizmente á Peñaflor, y me paré á la puerta de un meson,
que tenia bella apariencia . Apenas eché a pié tierra, cuando el
mesonero me salió á recibir con mucha cortesía . El mismo desató
mimaleta y mis alforjas, cargó con ellas, y me condujo á un cuarto
mientras sus criados llevaban la mula á la caballeriza. Era el tal
mesonero el mayor hablador de todo Asturias, tan fácil en contar sin
necesidad todas sus cosas, como curioso en informarse de las aje
nas. Díjome que se llamaba Andrés Corzuelo, y que habia servido
al rey muchos años de sargento , y se babia retirado quince meses
bacia , por casarse con una moza de Castropol, que era buen boca
do, aunque algo morena. Y despues me refirió otra infinidad de co
sas, que tanto importaba saberlas como ignorarlas. Hecha esta con
fianza, juzgándose ya acreedor á que yo le correspondiese con la
misma, me preguntó quién era, de dónde venia y adónde caminaba.
A lodo lo cual me consideré obligado á responder artículo por arti
culo, puesto que cada pregunta la acompañaba con una profunda
10 GIL BLAS .
reverencia , suplicándome muy respetuosamente que perdonase su
curiosidad . Esto me empeñó insensiblemente en una larga conver
sacion con él , en la cual ocurrió hablar del motivo y fin que tenia
en desear deshacerme de mi mula y proseguir el viaje con algun ar
riero . Todo me lo aprobó mucho , y no cierto sucintamente , porque
me representó todos los accidentes que me podian suceder , y me em
bocó mil funestas historias de los caminantes . Pensé que nunca aca
base; pero al fin acabó diciéndome , que , si queria vender la mula ,
él conocia un muletero, hombre muy de bien , que acaso la com
praria. Respondíle me daria gusto en enviarle á llamar; y él mismo
en persona partió al punto á noticiarle mi deseo.
Volvió en breve acompañado del chalan , y me le presentó pon
derando mucho su honradez . Entramos en el corral , donde habian
sacado mi mula . Paseáronla y repaseáronla delante del muletero,
que con grande atencion la examinó de piés á cabeza . Púsole mil
tachas, hablando de ella muy mal . Confieso que tampoco podia de
cir de ella mucho bien ; pero lo mismo diria aunque fuera la mula
del papa. Protestaba que tenia cuantos defectos podia tener el ani
mal , apelando al juicio del mesonero , que sin duda tenia sus razo
nes para conformarse con el suyo . Ahora bien , me preguntó fria
mente el chalan , « ¿cuánto pide usted por su mula? » Yo , que la daria
de balde despues del elogio que habia hecho de ella , y sobre todo
de la atestacion del señor Corzuelo, que me parecia hombre honra
do , inteligente y sincero , le respondí remitiéndome en todo á lo que
la apreciase su hombría de bien y su conciencia , protestando que
me conformaria con ello . Replicóme , picándose de hombre de bien
y timorato , que , habiendo interesado su conciencia , le tocaba en lo
mas vivo y en lo que mas le dolia , porque al fin este era su lado
flaco ; y efectivamente no era el mas fuerte , porque , en lugar de los
diez ó doce doblones en que mi tio la babia valuado , no tuvo ver
güenza de tasarla en tres ducados , que me entregó , y yo recibí tan
alegre como si hubiera ganado mucho en aquel trato.
Despues de haberme deshecho tan ventajosamente de mi mula , el
mesonero me condujo a casa de un arriero que el dia siguiente ba
bia de partir á Astorga . Dijome este que pensaba salir antes de
amanecer , y que él tendria cuidado de despertarme . Quedamos de
acuerdo en lo que le habia de dar por comida y macho , y yo me
volví al meson en compañía de Corzuelo, el cual en el camino me
comenzó á contar toda la bistoria del arriero . Encajóme cuanto se
LIBRO PRIMERO . 11
decia de él en la villa ; y aun llevaba traza de continuar aturdién
dome con sus impertinentes habladurías , cuando por fortuna le in
terrumpió un hombre de buen aspecto, que se acercó a él , y le sa
ludó con mucha urbanidad . Dejélos á los dos , y proseguí mi camino
sin pasarme por el pensamiento que pudiese yo tener parte alguna
en su conversacion .
Luego que llegué al meson , pedí de cenar . Era dia de viernes , y
me contenté con buevos . Mientras los disponian trabé conversacion
con la mesonera , que hasta entonces no se habia dejado ver . Pare
cióme bastantemente linda , de modales muy desembarazados, y vi
vos . Cuando me avisaron que ya estaba hecha la tortilla , me senté
á la mesa solo . No bien habia comido el primer bocado, hé aquí
que entra el mesonero en compañía de aquel hombre con quien se
habia parado á hablar en el camino . El tal caballero , que podia tener
treinta años , traia al lado un largo chafarote. Acercándose á mí con
cierto aire alegre y apresurado : Señor licenciado , me dijo, acabo de
saber que usted es el señor Gil Blas de Santillana, la honra de Ovie
do y la antorcha de la filosofía . ¿Es posible que sea usted aquel jóven
sapientísimo, aquel ingenio sublime , cuya reputacion es tan grande
en todo este pais? Vosotros no sabeis ( volviéndose al mesonero y á la
mesonera ) qué hombre teneis en casa . Teneis en ella un tesoro. En
este mozo estais viendo la octava maravilla del mundo . Volviéndose
despues hácia mí , y echándome los brazos al cuello : Excuse usted ,
me dijo, mis arrebatos; no soy dueño de mí mismo , ni puedo con
tener la alegría que me causa su presencia .
No pude responderle de pronto, porque me tenia tan estrecha
mente abrazado , que apenas me dejaba libre la respiracion; pero ,
luego que desembaracé un poco la cabeza , le dije : Nunca creí que
mi nombre fuese conocido en Peñaflor. ¿Qué llama conocido? me
repuso en el mismo tono . Nosotros tenemos registro de todos los
grandes personajes que nacen á veinte leguas en contorno . Usted
está reputado por un prodigio, y no dudo que algun dia dará á Es
paña tanta gloria el haberle producido , como á Grecia el ser madre
de sus siete sabios. A estas palabras se siguió un nuevo abrazo , que
bube de aguantar aun á peligro de que me sucediese la desgracia
de Anteo . Por poca experiencia del mundo que yo hubiera tenido ,
no me dejaria ser el dominguillo de sus demostraciones, ni de sus
hipérboles . Sus in moderadas adulaciones y excesivas alabanzas me
harian conocer desde luego que era uno de aquellos trubanes pego
1
12 GIL BLAS .
tes y petardistas que se hallan en todas partes , y se introducen con
todo forastero para llenar la barriga á costa suya ; pero mis pocos
años y mi vanidad me hicieron formar un juicio muy distinto . Mi
penegirista y mi admirador me pareció un hombre muy de bien y
muy real: y así le convidé á cenar conmigo . Con mucho gusto, me
respondió prontamente; y estoy muy agradecido á mi buena estre
Ila por haberme dado á conocer al ilustre señor Gil Blas , y no quie
ro malograr la fortuna de estar en su compañía , y disfrutar sus fa
vores lo mas que me sea posible . A la verdad, prosiguió , no tengo
gran apetito , y me sentaré á la mesa solo por hacer compañía á
usted , comiendo algunos bocados meramente por complacerle, y
por mostrar cuánto aprecio sus finezas.
Sentóse enfrente de mí el señor mi panegirista. Trajéronle un
cubierto , y se arrojó á la tortilla con tanta ansia y con tanta preci
pitacion , como si hubiera estado tres dias sin comer . Por el gusto
con que la comia conocí que presto daria cuenta de ella . Mandé se
hiciese otra , lo que se ejecutó al instante : pusiéronla en la mesa
cuando acabábamos, ó , por mejor decir , cuando mi huésped acababa
de engullirse la primera . Sin embargo , comia siempre con igual pres
teza , y sin perder bocado añadia sin cesar alabanzas sobre alaban
zas , las cuales me sonaban bien , y me bacian estar muy contento de
mi personilla . Bebia frecuentemente, brindando unas veces a mi sa
lud , y otras a la de mi padre y de mi madre, no hartándose de cele
brar su fortuna en ser padres de tal hijo. Al mismo tiempo echaba
vino en mi vaso , incitándome á que le correspondiese. Con efecto ,
no correspondia yo mal á sus repetidos brindis ; con lo cual y sus
adulaciones me sentí de tan buen humor, que , viendo ya medio co
mida la segunda tortilla , pregunté al mesonero si tenia algun pes
cado . El señor Corzuelo , que segun todas las apariencias se enten
dia con el petardista, respondió: Tengo una excelente trucha , pero
costará cara á los que la coman , y es bocado demasiadamente deli
cado para usted . ¿Qué llama usted demasiadamente delicado ? replicó
mi adulador. Traiga usted la trucha , y descuide de lo demás. Nin
gun bocado , por regalado que sea , es demasiado bueno para el señor
Gil Blas de Santillana , que merece ser tratado como un príncipe.
Tuve particular gusto de que hubiese retrucado con tanto aire
las últimas palabras del mesonero, en lo cual no hizo mas que an
ticipárseme . Díme por ofendido, y dije con enfado al mesonero :
Venga la trucha, y otra vez piense mas en lo que dice . El mesone .
LIBRO PRIMERO . 13
ro , que no deseaba otra cosa , hizo cocer luego la trucha , y presen
tóla en la mesa . A vista del nuevo plato brillaron de alegría los ojos
del taimado, que dió mayores pruebas del deseo que tenia de com
placerme, es decir , que se abalanzó al pez del mismo modo que se
habia arrojado á las tortillas . No obstante , se vió precisado á rendirse ,
temiendo algun accidente , porque se habia hartado hasta el gollete.
En fin , despues de haber comido y bebido basta mas no poder ,
quiso poner fin á la comedia . ¡ Oh , señor Gil Blas ! me dijo alzándose
de la mesa , estoy tan contento de lo bien que usted me ba tratado,
que no le puedo dejar sin darle un importante consejo, del que me pa
rece tiene no poca necesidad . Desconfie por lo comun de todo hom
bre á quien no conozca ; y esté siempre muy sobre sí para no de
jarse engañar de las alabanzas . Podrá usted encontrar con otros
que quieran , como yo , divertirse á costa de su credulidad , y puede
suceder que las cosas pasen mas adelante . No sea usted su hazme
reir, y no crea sobre su palabra que le tengan por la octava mara
villa del mundo . Diciendo esto, riose de mí en mis bigotes, y vol
vióme las espaldas.
will
LLOPIS
w
Sentí tanto esta burla como cualquiera de las mayores desgracias
que me sucedieron despues . No hallaba consuelo viéndome burlado
tan groseramente, ó , por mejor decir , viendo mi orgullo tan humi
llado. ¡ Es posible , me decia yo , que aquel traidor se hubiese burlado
de mí! ¡ Pues qué ! ¿solamente buscó al mesonero para sonsacarle ,ó es
taban ya de inteligencia los dos? ¡ Ah , pobre Gil Blas ! muérete de ver
GIL BLAS .
güenza , porque diste á estos bribones justo motivo para que te hagan
ridículo . Sin duda que compondrán una buena historia de esta burla ,
la cual podrá muy bien llegar á Oviedo, y en verdad que te hará
grandísimo honor. Tus padresse arrepentirán de haberarengado tanto
á un mentecato. En vez de exhortarme á que no engañase a nadie,
debieran haberme encomendado que de ninguno me dejase engañar.
Agitado de estos amargos pensamientos , y encendido en cólera, me
encerré en mi cuarto , y memetí en la cama; pero no pude dormir, y
apenas habia cerrado los ojos, cuando el arriero vino á despertarme
y a decirme que solo esperaba pormí para ponerse en camino. Le
vantéme prontamente, y, mientras me estaba vistiendo, vino Coro
zuelo con la cuenta del gasto , en la cual no se olvidaba la trucha;
y no solamente hube de pasar por todo lo que él cargaba , sino que ,
mientras le pagaba el dinero , tuve el dolor de conocer se estaba re
lamiendo en la memoria del pasado chasco de la noche precedente.
Despues de haber pagado bien una cena que habia digerido tan mal,
parti con mi maleta á casa del arriero , dando a todos los diablos al
petardista , al mesonero y al meson .
AS SRO
CAPÍTULO III.
De la tentacion que tuvo el arriero en el camino, en qué paró , y como Gil Blas se estrelló contra Carib
dis , queriendo evitar á scila .
No era yo solo el que habia de caminar con el arriero. Habíanse
ajustado con el mismo dos hijos de familia de Peñaflor; un mucha
cho ó niño de coro de Mondoñedo, que iba a correr mundo, un ca
ballerete de Astorga, y una joven del Vierzo con quien acababa de
casarse . En muy poco tiempo nos hicimos amigos, y cada uno con
tó á dónde iba , y de dónde venia. Aunque la novia estaba en lo
mejor de su edad , era tan morena y de tan poca gracia, que no me
daba mucho gusto elmirarla : con todo eso, sus pocos años y su robus
tez inclinaron hacia ella el arriero , tanto , que resolvió hacer una ten
tativa para lograr sus favores . Pasó la jornada en meditar elmodo,
y dilató la ejecucion basta la última posada. Esta fué en Cacabelos.
Hízonos apear en un meson que está á la entrada del lugar, esto
es, un poco fuera de él, cuyo mesonero sabia muy bien que era un
hombre callado y amigo de complacer . Dispuso que nos condujese
á un cuarto muy retirado, donde nos dejó cenar tranquilamente ;
pero al fin de la cena vimos entrar al arriero furioso como un de
monio , votando, jurando y blasfemando ; y , mirándonos á todos con
ojos centellantes : ¡Por vida de quien soy ! dijo , que me ban hurtado
cien doblones que traia en una bolsa de cuero , y por fuerza ban de pa
recer . Ahora , ahora me voy derecho al juez , para que dé tormento
a todos, hasta que se descubra el ladron, y me restituya mi dinero .
Diciendo esto con un aire muy natural, nos volvió apresuradamente
16 GIL BLAS .
y con enfado las espaldas,dejándonos atónitos,mirándonos los unos
á los otros.
A ninguno le ocurrió que podia ser aquello una ficcion, porque
todavía no nos podíamos conocer bien ; antes sí sospeché yo que el
ladron seria el muchacho de coro , así como él quizá sospecharia lo
mismo de mí. Fuera de eso, todos éramos unos pobres simples , que
no sabíamos las formalidades que preceden en semejantes casos á
la prueba del tormento ; y desde luego creimos que se habia de co
menzar por aquí. Poseidos, pues, de esta aprehension ,precipitada
mente nos salimosdel cuarto , escapando unos a la calle , y otros al
huerto para salvarse cada cual como pudiese; y el novio de Astor
ga, turbado con la idea del tormento , se salvó como otro Eneas, ol
vidado enteramente de su mujer. Entonces el arriero , segun supe
con el tiempo, mas incontinente que susmachos, y muy alegre por
que su estratagema habia producido el efecto que pretendia , entró
en el cuarto donde estaba la novia , haciendo alarde de su invencion,
y procuró aprovecharse de la ocasion ; pero aquella Lucrecia astu
riana, á quien daba mayores fuerzas la mala traza del arriero, hizo
una vigorosa resistencia dando descompasados gritos. La patrulla ,
que por casualidad se hallaba cerca de una posada que sabia ser
muy digna de su atencion , entró en ella , y preguntó quién daba y
cuál era el motivo deaquellos gritos. Elmesonero estaba cantando en
la cocina, y fingiendo que nada habia oido: no obstante , se vió
precisado á conducir al comandante y á la patrulla al cuarto de la
persona que gritaba. Conoció luego el alférez el negocio de que se
trataba, y , como era hombre grosero y brutal, regaló provisional
mente al enamorado arriero con cinco ó seis buenos palos con el
mango de la alabarda, y le arengó con unas voces tan ofensivas al
pudor, como la accion que daba motivo á la arenga. No se conten
to con esto : echó mano del delincuente , y le condujo a la presencia
del juez , juntamente con la agraviada delatora, que con toda reso
lucion quiso ir en persona a quejarse de él, no obstante el desórden
en que se hallaba . Oyóla el juez, y , habiéndola observado atenta
mente, halló que el acusado no tenia excusa alguna, y que era in
digno de perdon . Mandó al punto le despojasen , y que en su pre
sencia le diesen doscientos azotes; y ordenó despues que, si el dia si
guiente no parecia el marido de aquella mujer , dos soldados la lle
vasen con toda decencia á Astorga á costa del arriero .
Por lo que toca á mí, atemorizado quizá mas que los otros, sali
LIBRO PBIMERO . 17
prontamente al campo, y , atravesando terrenos, penetrando mator
rales, y saltando los fosos que hallaba en el camino, llegué por fin
á un lóbrego y espeso bosque . Iba a entrar en él y á esconderme
en el mas erizado matorral , cuando me ví de repente con dos hom
bres á caballo , que se pararon delante de mí . ¿Quién va allá? dije
rod ; y como el miedo y la sorpresa no me dejaron bablar , acer
cándose mas , cada uno me puso al pecho una pistola , intimándome
pena de la vida , que les dijese quién era, de dónde venia , y qué iba
á hacer en aquel bosque . A esta manera de preguntar, que me pa
reció un quid pro quo del tormento con que se habia burlado de
nosotros el arriero; respondí que era un pobre estudiante de Ovie
do , que iba a continuar mis estudios en Salamanca, refiriéndoles lo
que nos acababa de suceder , y confesando sencillamente que el mie
do del tormento me habia hecho huir , sin saber dónde esconderme .
Dieron una gran carcajada cuando oyeron un discurso que tanto
mostraba mi sencillez , y uno de ellos me dijo: No tengas miedo ,
querido ; vente con nosotros , y no temas, que te pondremos en toda
seguridad . Diciendo esto , me hizo montar en la grupa de su caba
llo , y , volviendo las riendas , nos envainamos todos tres en lo mas
intrincado y mas espeso del bosque .
No sabia yo qué pensar de tal encuentro ; mas no obstante no
pronosticaba cosa mala . Si estos hombres fueran ladrones , me decia
yo á mí mismo , ya me hubieran robado, y quizá asesinado tam
bien . Acaso serán algunos buenos bidalgos de esta tierra , que vién
dome atemorizado se han compadecido de mí , y por caridad me lle
3
18 GIL BLAS .
van a su casa . No me duró mucho la duda . Despues de algunas
vueltas y revueltas con grandísimo silencio , llegamos por fin al pié
de una colina , donde nos apeamos . Aquí hemos de dormir , dijo uno
de los caballeros . Por mas que yo volvia los ojos a todas partes no
veia casa , choza ó cabaña , ni la mas mínima señal de habitacion :
cuando vi que aquellos dos hombres alzaron una gran trampa de
madera , cubierta de tierra y de enramada , que ocultaba una larga
entrada soterránea muy pendiente , por donde los caballos por sí
mismos se dejaron resbalar , como quienes ya estáo acostumbrados .
Los caballeros me hicieron entrar con ellos , y dejaron caer la tram
pa con unas cuerdas que para este efecto estaban fuertemente ata
das á ella . Y bé aquí al digno sobrino de mi tio el canónigo Gil Pe
rez metido como raton en una ratonera ,
>
CAPÍTULO IV.
Descripcion de la cueva soterránea, y de lo que vió en ella Gil Blas .
Entonces conocí entre qué especie de gentes mc ballaba , y fácil
mente se puede adivinar que este conocimiento me quitaria el pri
mer temor ; pero otro mucho mayor se apoderó luego de mí . Dí
por supuesto que iba a perder la vida con mis pobres ducados : y ,
mirándome como una víctima que era conducida al sacrificio , ca
minaba mas muerto que vivo entre mis conductores , cuando , ad
virtiendo ellos mismos que de piés á cabeza iba teinblando , me
exhortaron con la mayor dulzura , pero inútilmente , á que depu
siese todo temor. Habríamos caminado como unos doscientos pasos ,
siempre bajando, y siempre caracoleando , cuando entramos en una
especie de caballeriza , á que daban luz dos grandes candiles que
pendian de la bóveda. Habia en ella una buena provision de paja ,
y muchos sacos atestados de cebada . Podian caber en ella cómoda
mente hasta veinte caballos, pero a la sazon solamente habia los
dos que acababan de llegar . Vino á atarlos al pesebre un negro ya
viejo , pero en la traza fornido y vigoroso . Salimos de la caballeri
za , y á la triste luz de otros candiles que parecian alumbrar solo
para que se viese el horror de aquella caverna , llegamos a la coci
na, donde una vieja estaba asando las viandas y disponiendo la ce
na . No faltaba en la cocina utensilio alguno de los necesarios , é in
mediata a ella estaba la despensa bien abastecida de todo género de
provisiones. La cocinera (porque es menester que la describa) era
una persona de sesenta años , y encima de ellos algunos mas. Cuan
20 GIL BLAS .
do moza eran sus cabellos de un rubio extraordinariamente vivo ,
porque aun en su presente edad no es
taban tan blancos que de trecho en tre
cho no se conservasen algunas man
chas, residuos del primitivo color . El
de la cara era aceitunado ; su barba
con alguna elevacion ; los labios muy
hundidos , y una nariz tan puntiagu
da , larga y encorvada, que casi llega
ba á besar la boca con la punta ; y sus
ojos tan encarnados, que parecian dos
tomates maduros .
1667
Señora Leonarda ( dijo uno de los
caballeros presentándome á aquel be
llo ángel de tinieblas) , mire este mocito que la traemos ; y vol
viéndose despues á mí , y viéndome pálido y consumido , me dijo :
Vuelve , querido , en tí , y no tengas miedo , pues no te queremos
hacer mal . Nos bacia falta un mozo que aliviase en algo á nuestra
pobre cocinera : te encontramos , y esta ha sido tu fortuna . Ocupa
rás la plaza de un mozo que murió quince dias há , porque era de
delicada complexion . La tuya parece mas robusta , y no morirás
tan presto . A la verdad no volverás ya á ver el sol , pero en recom
pensa comerás bien , y tendrás siempre buena lumbre . Pasarás la
vida con Leonarda , que es una criatura muy amable y humana .
Tendrás cuantas conveniencias quisieres ; y ahora conocerás que no
bas venido a vivir entre algunos pordioseros y despilfarrados. Al
mismo tiempo tomó una luz , y me mandó le siguiese . Llevome á
una bodega , donde ví una infinidad de botellas y grandes vasijas
de barro bien tapadas , llenas todas de vinos exquisitos . Hízome pa
sar despues por muchos cuartos, unos atestados de piezas de lien
zo , y otros de ricos paños y telas de lana y seda . En otro ví plata
y oro , y mucha vajilla marcada con diferentes escudos de armas .
Seguile despues á una gran sala , que alumbraban tres grandes ara
ñas de metal , y conducia á otros cuartos que se comunicaban con
ella . Aquí me hizo nuevas preguntas , es á saber , cómo me llama
ba , y por qué habia salido de Oviedo . Despues que satisfice su cu
riosidad : Ahora bien , Gil Blas , me dijo con mucho agrado, puesto
que solo saliste de tu patria para lograr algun acomodo , parece que
naciste de pié , pues se te proporciona vivir entre nosotros . Ya te lo
LIBRO PRIMERO . 21
he dicho : aquí vivirás en medio de la abundancia ; nadarás en oro
y plata , y estarás con toda seguridad . Tal es este soterráneo, que ,
aunque venga cien veces a este bosque la Santa Hermandad , nunca
dará con él : la entrada solo la conocemos yo y mis camaradas. Aca
so me preguntarás cómo hemos podido nosotros fabricar este soter
ráneo sin que lo supies en los paisanos de los lugares vecinos; pero
has de saber, amigo mio , que esta no ha sido obra nuestra , sino
de muchos siglos . Despues que los moros se apoderaron de Grana
da , de Aragon y de casi toda España, los cristianos que no se qui
sieron sujetar al yugo de los infieles, buyeron , y se ocultaron en
este pais , en Vizcaya y Asturias , a donde se retiró tambien el va
liente don Pelayo . Los fugitivos y dispersos vivian por familias en
los bosques y en las mas ásperas montañas, unos escondidos en ca
vernas , y otros en soterráneos , que ellos mismos fabricaron; y este
es uno de tantos. Despues que afortunadamente arrojaron de Espa
ña á sus enemigos , se volvieron á sus ciudades , villas y lugares , y
desde entonces los soterráneos sirvieron de asilos a las gentes de
ouestra profesion . Es cierto que la Santa Hermandad ha descubierto
y destruido algunos , pero todavía han quedado muchos ; y yo , gra
cias al cielo , quince años hace que babito impunemente en este .
Llámome el capitan Rolando ; soy el jefe de la compañía , y el otro
que viste conmigo, es uno de mis camaradas .
oor
CAPÍTULO Y.
De la llegada de otros ladrones en el soterráneo , y de la conversacion que tuvieron entre sí .
No bien habia dicho estas palabras el capitan , cuando aparecie
ron en la sala seis caras nuevas, que eran su teniente y otros cinco
de la gavilla . Venian cargados de presa . Traian dos grandes zur
rones llenos de azúcar , canela , almendras y pasas , El teniente, di
rigiéndose al capitan , le dijo que habia despojado á un especiero
de Benavente de aquellos zurrones , como tambien del macho que
los llevaba; y , despues de haber dado cuenta de su expedicion en
la pieza que servia de despacho , se entregó en la repostería la ba
cienda del especiero. Hecho esto , se trató de cenar y de alegrarse.
Prepararon en la sala una gran mesa , y á mí me enviaron á la co
cina para que la tia Leonarda me instruyese en lo que debia bacer .
Cedí á la necesidad , ya que mi mala suerte lo queria así , y , disi
mulando mi sentimiento , me dispuse á servir a una gente tan hon
rada .
Dí principio por el aparador , cubriéndole de vasos y salvillas de
plata , flanqueadas de botellas llenas de excelente vino , que el señor
Rolando me habia ponderado . Puse en la mesa dos géneros de sopa,
á cuya vista todos ocuparon sus asientos . Comenzaron á comer con
mucho apetito, manteniéndome yo tras de ellos en pié para servir
les el vino . El capitan les contó en pocas palabras mi historia de
Cacabelos, con la cual se divirtieron mucho . Aseguróles despues
que yo era un mozo de mérito ; pero , como estaba ya tan escar
mentado de las alabanzas , pude oir mis elogios sin peligro. Convi
LIBRO PRIMERO . 23
nieron todos en que parecia yo como nacido para ser copero suyo ,
y que valia cien veces mas que mi predecesor. Como despues de su
muerte la señora Leonarda era la que habia servido el néctar á
aquellos dioses infernales, la privaron de este glorioso empleo , para
revestirme á mí de él . De esta manera me hallé convertido en nue
vo Gapimedes , sucesor de aquella maldita Hebe .
Despues de la sopa se presentó un gran plato de asado para aca
bar de saciar á los señores ladrones , los cuales bebian tanto como
comian , y en breve tiempo se pusieron todos de buen humor , y co
menzaron á meter mucha bulla . Hablaban todos á un mismo tiem
po: uno comenzaba una historia , otro le interrumpia con un chiste
ó con una frialdad : este grita , aquel canta ; y , en fin , ya no se en
tendian unos á otros . Fatigado Rolando de una escena , en que él
ponia mucho de su parte , pero todo inútilmente , levantó la voz en
an tono que impuso silencio á la compañía. Señores , les dijo; aten
cion á lo que voy á proponeros. En vez de aturdirnos unos á otros ,
hablando todos á un tiempo , no seria mejor divertirnos У hablar
como hombres de juicio y de razon ? Ahora me ocurre un pensa
miento . Desde que vivimos juntos , nunca hemos tenido la curiosi
dad de informarnos recíprocamente de qué familia ó casa somos , ni
de la serie de aventuras por donde vipimos á abrazar esta profesion.
Con todo, me parece esta una cosa muy digna de saberse . Haga
monos, pues , esta confianza , que podrá servir po menos para nues
tra diversion que para nuestro gobierno. El teniente y los demás ,
24 GIL BLAS .
como si tuvieran alguna cosa buena que contar , aceptaron con
grandes demostraciones de alegría la proposicion del capitan , el
cual comenzó a hablar en estos términos :
Ya saben ustedes, señores , que yo soy hijo único de un rico ve
cino de Madrid . Celebróse mi nacimiento en la familia con grandes
regocijos . Mi padre , que ya era viejo, sintió suma alegría al verse
con un heredero , y mi madre no quiso que otra mas que ella me
diese de mamar . Vivia entonces mi abuelo materno . Era un hom
bre que solo sabia rezar su rosario , y contar sus proezas
militares ,
porque habia servido al rey muchos años , y no se ocupaba ya en
mas . Iosensiblemente vine yo a ser el ídolo de estas tres personas.
Continuamente me tenian en brazos . Por miedo de que el estudio
no me fatigase en mis primeros años , me los dejaron pasar en los
divertimientos mas pueriles . No conviene, decia mi padre , que los
niños se apliquen á cosas serias hasta que el tiempo baya madura
do un poco su razon . Esperando á esta madurez, no aprendia á leer
pi escribir ; mas no por eso perdia el tiempo . Mi padre me enseñaba
mil géneros de juegos ; conocia yo perfectamente los naipes , jugaba
á los dados , y mi abuelo me contaba mil novelas sobre las expedi
ciones militares en que se habia hallado . Cantábame siempre unas
mismas coplas acerca de dichas expediciones : cuando en espacio de
tres meses habia aprendido bien diez ó doce versos , los repetia sin
errar un punto delante de mis padres , los cuales se admiraban de
mi prodigiosa memoria . No celebraban menos mi agudo ingenio ,
cuando , valiéndome de la libertad que tenia para decir cuanto me
viniese á la boca , interrumpia sus conversaciones para decir á tuer
to ó derecho todo lo que me ocurria . Entonces mi madre me sofo
caba a caricias , y mi buen abuelo lloraba de puro gozo . No les iba
en zaga mi padre : siempre que me oia algun despropósito ó alguna
bachillería , mirándome con gran ternura, exclamaba: ¡ Oh qué gra
cioso eres , y qué lindo ! Con estas alas no reparaba en hacer im
punemente en su presencia las mas indecentes acciones . Todo me lo
perdonaban, y todos me adoraban . Habia entrado ya en doce años ,
y aun no tenia ningun maestro . Buscáronme finalmente uno , pero
mandándole expresamente que me enseñase , mas sin facultad para
darme el menor castigo. A lo sumo le permitieron que alguna vez
me amenazase solo para intimidarme . Sirvió de poco este permiso,
porque me burlaba de las amenazas de mi preceptor, ó bien con las
lágrimas en los ojos iba a quejarme á mi madre ó á mi abuelo , di
LIBRO PRIMERO . 25
ciéndoles que el ayo me habia maltratado. En vano acudia el pobre
diablo á desmentirme: teníanle por un hombre brutal, y siempre
me creian á mímas que a él. Un dia me arañé yo mismo, y me
fuí á quejar del maestro , porque me babia desollado : inmediata
mente le despidió de casa mimadre , sin querer darle oidos , por
mas que protestaba al cielo y á la tierra que ni siquiera me babia
tocado .
De este mismo modo me fui desembarazando de mis preceptores,
basta que me presentaron uno como le deseaba y meconvenia para
acabarme de perder . Era un bachiller de Alcalá ; ¡excelente maestro
para un bijo de familia ! Era inclinado á mujeres, al juego y á la
taberna. No me podian haber puesto en mejores manos. Desde lue.
go se dedicó á ganarme por el amor y por la dulzura . Consiguiólo ,
y por este medio logró que tambien le amasen mis padres , los cua
les me entregaron enteramente a su gobierno. No tuvieron de que
arrepentirse, porque en breve tiempo y desde luego me perfeccionó
en la ciencia del mundo. A fuerza de llevarme consigo a todos los
parajes donde tenia su diversion , me inspiró de tal manera la afi
cion á ello, que, a excepcion del latin , en lo demás era yo un mu
chacho universal. Cuando vió que ya no tenia necesidad de sus
preceptos, fué á enseñarlos á otra parte .
Si en mi infancia habia vivido tan libremente á vista de mis pa
dres, cuando comencé á ser dueño de mis acciones, tuve sin duda
mayor libertad . En el seno de mi familia fué donde di las primeras
pruebas del aprovechamiento de mi educacion . Burlábame de ellos
á las claras y á todos momentos. Relapse de mis intrepideces , y
tanto mas las celebraban , cuanto eran mas vivas y mas intolera
bles. Mientras tanto cometia todo género de desórdenes con otros
muchachos de mi edad y demihumor. Como nuestros padres no nos
daban todo el dinero que habíamos menester para proseguir en una
vida tan deliciosa , cada uno robaba en su casa cuanto podia , y,
cuando esto no alcanzaba, nos dimos á robar de noche, y siempre
con fruto . Por desgracia llegó algun rumor de esto á los oidos del
corregidor. Quiso mandarnos prender ; que fuimos avisados con
tiempo de su mala intencion, Recurrimos a la fuga , y dímonos á
ejercitar el mismo oficio en los caminos públicos. Desde entonces
acá he tenido la dicha de haber envejecido en la profesion , a pesar
de los peligros que son anejos á ella .
Cuando el capitan acabó de hablar, el teniente tomó la palabra,
26 GIL BLAS .
y dijo así : Señores, una educacion enteramente contraria a la del
señor Rolando produjo en mí el mismo efecto que en él . Mi padre
fué carnicero en Toledo, y el hombre mas feroz que habia en toda
la ciudad: mi madre no era de condicion mas suave que su marido .
Desde mi niñez me comenzaron á azotar, á cual mas podia , y como
á competencia uno de otro . Cada dia recibia mil'azotes. La mas mí
nima falta que cometiese , era castigada con el mayor rigor . En va
no les pedia perdon con las lágrimas en los ojos, prometiendo la
enmienda : no habia misericordia para mí , y las mas veces me cas
tigaban sin razon . Cuando mi padre me sacudia, siempre mi madre
se ponia de su parte en lugar de interceder por mí. Estos malos
tratamientos me inspiraron tanta aversion á la casa paterna , que ,
antes de cumplir los catorce años , me escape de ella . Tomé el ca
mino de Aragon, y llegué á Zaragoza pidiendo limosna . Enhebréme
allí con algunos pordioseros que pasaban una vida bastantemente
feliz y acomodada. Enseñáronme á contrahacer el ciego, el estro
peado, y á figurar en las piernas unas llagas postizas. Todas las
mañanas, a la manera de los comediantes que se ensayan para repre
sentar sus papeles, nos ensayábamos nosotros para representar los
nuestros , y despues cada uno iba á ocupar su puesto . Por la noche
nos juntábamos y nos reíamos de los que se habian compadecido de
nosotros por el dia . Canséme de vivir entre aquellos miserables, y ,
queriendo juntarme con otra gente mas honrada , me asocié con unos
caballeros de la industria . Enseñáronme á hacer bellos juegos de
manos ; pero nos vimos precisados á salir presto de Zaragoza, por
que nos descompusimos con cierto ministro de justicia , que siempre
nos habia protegido. Cada uno tomó su partido. Yo , que me sentia
dispuesto a emprender grandes hechos, me acomodé en una tropa de
hombres valerosos que hacian contribuir a los pasajeros y caminan .
tes , agradándome tanto su modo de vivir , que desde entonces acá
no he querido buscar otro . Si me hubieran dado otra educacion mas
suave , probablemente no seria ahora mas que un pobre carnicero ,
cuando me ballo hoy con el honor y con el grado de vuestro te
piente.
Señores , dijo entonces un ladron que estaba sentado entre el te
niente y el capitan ; las historias que acabamos de oir , no son tan
variadas ni tap curiosas como la mia . Debo mi nacimiento a una al
deana ó labradora de las cercanías de Sevilla . Tres semanas des
pues que me dió á luz , como era todavía moza , bien parecida, asea
LIBRO PRIMERO . 27
da y muy robusta , la buscaron para que criase un niño , bijo de pa
dres distinguidos, que acababa de nacer en dicha ciudad . Aceptó
con gusto la propuesta , y fué á Sevilla para traerse el niño á casa .
Entregáronsele, y apenas se vió con él en su aldea , cuando obser
vó que él y yo éramos algo parecidos, y esta observacion le excitó
el pensamiento de trocarnos, con la esperanza de que con el tiempo
le agradeceria yo el buen oficio . Mi padre, que no era mas escru
puloso que su honrada mujer, aprobó la superchería. De suerte
que , habiéndonos mudado de pañales , el hijo de don Rodrigo de
Herrera fué enviado con mi nombre á otra ama para que le criase,
á mí me crió mi madre bajo el nombre del otro .
Digan lo que quisieren sobre el instinto y fuerza de la sangre , los
padres del caballerito fácilmente se dejaron engañar. No tuvieron la
mas mínima sospecha de la pieza que les habian jugado, y hasta los
siete años me tuvieron siempre en sus brazos; y , siendo su intencion
hacerme un caballero completo , me buscaron todo género de maes
tros; pero los mas hábiles suelen ballar discípulos que les hacen
poco honor : yo fuí uno de estos . Tenia poca disposicion para los
ejercicios que me enseñaban , y mucho menos inclinacion a las cien
cias en que me querian instruir . Gustaba mas de jugar con los cria
dos de casa , yéndolos a buscar á la caballeriza y á la cocina . Pero
el juego no fué mucho tiempo mi pasion dominante . Aficionéme al
vino, y me emborrachaba todos los dias. Retozaba con las criadas;
pero particularmente me dediqué á cortejar á una moza rolliza de
cocina, cuyo desembarazo y buen color me gustaban mucho , pare
ciéndome que merecia mis primeras atenciones. Enamorábala con
tan poca cautela , que hasta el mismo don Rodrigo lo conoció . Re
prendióme agriamente , afeándome la bajeza de mis inclinaciones ; y ,
por temor de que la presencia del objeto hiciese inúles sus repri
mendas , despidió de casa mi Dulcinea .
Irritóme mucho este proceder , y resolví vengarme . Robé sus pe
drerías á la mujer de don Rodrigo; corrí en busca de mi bella He
lena, que vivia en casa de una lavandera amiga suya ; saquéla de
ella á la mitad del dia para que ninguno lo supiese , y aun pasé mas
adelante. Llevéla á su tierra , donde nos casamos solemnemente, así
por dar este despique mas á los Herreras, como por dejar á los bi
de familia un ejemplo tan bueno que imitar . Tres meses despues
de mi arrebatado matrimonio, supe que don Rodrigo babia muerto .
No dejé de sentir su muerte . Parii prontamente a Sevilla á pedir su
28 GIL BLAS .
herencia; pero ballé las cosas muy mudadas . Mi madre babia ya fa
llecido , y antes de su muerte tuvo la indiscrecion de declarar lo que
habia hecho , en presencia del cura y de otros buenos testigos . El
hijo de don Rodrigo ocupaba ya mi lugar , ó , por mejor decir , el su
yo , y acababa de ser reconocido por tal, con tanto mayor aplauso y
alegría , cuando era menor la satisfaccion que yo les causaba. De
manera que , no teniendo nada que esperar en Sevilla , y fastidiado
ya de mi mujer, me agregué á ciertos caballeros de fortuna, bajo
cuya disciplina dí principio a mis caravanas .
comenzó otro
Acabó su historia aquel ladron, y comenzó otro la
la suya , diciendo
que él era hijo de un mercader de Burgos , y que en su mocedad, lle
vado de una indiscreta devocion , habia tomado el hábito de cierta reli
gion muy austera, de la cual habia apostatado algunos años des
pues . En fin, todos los ocho ladrones hablaron por su turno , y
cuando los hube a todos oido , no me admiré de verlos juntos . Mu
daron luego de conversacion , y propusieron varios proyectos para
lo próxima campaña , sobre los cuales tomaron su resolucion , y se
fueron a la cama. Encendieron bujías, y cada uno se retiró á su
cuarto . Yo seguí al capitan Rolando al suyo , y mientras le ayudaba
á desnudar : Ahora bien , Gil Blas, me dijo, ya ves nuestro modo de
vivir . Siempre estamos alegres. Entre nosotros no se da lugar al
tedio ni á la envidia . Jamás se oye aquí discordia ni disension : es
tamos mas unidos que frailes. Tú comienzas ahora , hijo mio , á go
zar una vida muy agradable , pues no te tengo por tan tonto que te
dé pena el vivir entre ladrones.
CAPÍTULO VI .
Del intento de escaparse Gil Blas, y éxito de su tentativa.
Despues que el capitap de bandoleros hizo esta apología de su hon
rada profesion, se metió en la cama : yo quité la mesa , y puse todas
las cosas en su lugar . Fuíme despues a la cocina, donde Domingo ,
así se llamaba el negro , y la tia Leonarda, me esperaban cenando.
Aunque no tenia hambre, me puse á la mesa . No podia atravesar
bocado, y , viéndome tan triste, como era regular estarlo, procura
ban consolarme aquellas dos análogas figuras; pero sus consuelos
contribuian mas á mi desesperacion que a mi alivio . ¿De qué te afli
ges, bijo ? me preguntó la vieja: antes bien debieras alegrarte de
verte entre nosotros: eres mozo y pareces dócil , con que presto te
perderias en el mundo , donde hallarias libertinos que te meterian en
todo género de disoluciones, cuando aquí está segura tu inocencia .
Tiene razon la señora Leonarda , dijo el viejo negro con una voz muy
grave, y se puede añadir á lo que ha dicho , que en el mundo do se
encuentran mas que trabajos. Dá muchas gracias a Dios, amigo mio ,
porque de una vez para siempre te ha librado de los peligros, dis
gustos y aflicciones de la vida .
Sufrí con paciencia estos discursos, porque de nada me serviria
el inquietarme. En fin , Domingo , despues de haber comido y bebi
do bien , se fué á su caballeriza . Leonarda cogió una linterna , y me
condujo á una covacha, que servia de cementerio á los ladrones que
morian de muerte natural, donde vi un lecho , que mas parecia tum
ba que cama. Este es tu cuarto , me dijo la vieja, pasándome la mano
por la cara . El mozo cuya plaza tienes el honor de ocupar , durmió
30 GIL BLAS
en esa cama el tiempo que vivió con nosotros , y sus huesos reposan
debajo de ella : él se dejó morir en la flor de su edad ; no seas tú tan
simple que imites su ejemplo. Diciendo esto, entregóme la linterna ,
y volvióse á su cocina . Puse la luz en el suelo , arrojéme sobre aquel
miserable lecho , no tanto para reposar, cuanto para entregarme á
mis tristes reflexiones. ¡ Ob cielos ! exclamé : zbabrá situacion mas in
feliz que la mia? ¡ Quieren que renuncie para siempre el consuelo de
ver la cara del sol ; y , como si no bastara hallarme enterrado vivo á
los diez y ocho años de mi edad , me veo reducido á servir a unos
ladrones , a pasar el dia entre malvados , y la noche con los muer
tos ! Estos pensamientos, que me parecian muy dolorosos , y con
efecto lo eran , me hacian llorar'amargamente y sin consuelo . Mal
decia mil veces la gana que le habia dado á mi tio de enviarme á
Salamanca . Arrepentíame de haber tenido tanto miedo á la justicia
de Cacabelos , y quisiera haber padecido el tormento antes que ver
me donde me hallaba . Pero, considerando que me consumia inútil
mente en vanos lamentos, comencé à discurrir en los medios de li
brarme . Pues qué , me decia yo á mí mismo , ¿será por ventura im
posible encontrar modo de escaparme de aquí? Los ladrones duermen
profundamente, la cocinera y el negro harán lo mismo dentro de
poco tiempo : mientras todos estén dormidos , zno podré yo a favor
de esta linterna hallar el camino por donde bajé á este calabozo in
fernal? A la verdad no sé si tendré bastante fuerza para levantar la
trampa que cubre la entrada , pero probaremos; no quiero omitir
nada de cuanto pueda hacer . La desesperacion me prestará fuerzas,
y puede ser que me salga con ello .
Tomada esta gran resolucion , me levanté cuando me pareció que
Leonarda y Domingo podian ya estar dormidos . Cogí la linterna , sali
de mi covacha , y me encomendé a todos los santos del cielo . No dejó
de costarme alguna dificultad el acertar con las vueltas y revueltas
de aquel laberinto . Llegué en fin á la puerta de la caballeriza , y me
hallé en el camino que buscaba . Fuí andando y acercándome á la
trampa con cierta alegría mezclada de temor ; mas jay ! en medio del
camino me encontré con una maldita reja de bierro bien cerrada, y
cuyas barras estaban tan juntas , que apenas podia pasar la mano
por entre ellas . Víme cortado y perdido con aquel nuevo impedi
mento , que al entrar no habia advertido por estar abierta la reja.
Con todo , no dejé de probar si podia abrir el candado . Examiné la
cerradura , haciendo todo lo que pude por forzarla, cuando de re
LIBRO PRIMERO . 31
pente me aplicaron en las espaldas cinco ó seis fuertes latigazos con
un buen vergajo de buey. Dí un grito , que resonó en toda la caver
na, y , mirando atrás, ví al maldito negro en camisa , con una lin
terna sorda en una mano, y con el azote en la otra. ¡Hola , bribon
zuelo ! me dijo; ¿querias escaparte? no, amiguito , no esperes sor
prenderme. Creiste que estaria abierta la reja ; pues sábete que
siempre la encontrarás cerrada. Cuando atrapamos á alguno, le
guardamos aquí, mal que le pese, y si logra escaparse ha de sermas
ladino que tú .
Mientras tanto , al grito que yo habia dado, despertaron tres ladro
nes , los cuales se levantaron y vistieron a toda priesa , creyendo que
la Santa Hermandad venia á echarse sobre ellos. Llamaron á los
demás, que en un instante se pusieron en pié. Toman las espadas
y carabinas, y , medio desnudos , acuden adonde estábamos Domingo
y yo. Pero luego que se informaron ó entendieron el origen del ru
mor que habian oido, su inquietud se convirtió en grandes carcaja
das. ¿Cómo así, Gil Blas?me dijo el ladron apóstata ; 200 ha mas que
seis horas que estás con nosotros, y ya querias apostatar? Bien se
conoce tu aversion al silencio y al retiro. ¿Qué harias si fueses car
tojo ? Anda, véte á la cama, que por esta vez bastan por castigo los
vergajazos con que te regaló Domingo; pero, si otra vez vuelves á
intentar escaparte , por san Bartolomé que te hemos de desollar vivo .
Diciendo esto , se retiró. Los demás ladrones se volvieron a sus cuar
tos ; el viejo negro, muy ufano de su hazaña, se recogió á su caba
lleriza, y yo me volví á zambullir en mi cementerio ,pasando lo res
tante de la noche en suspirar y llorar.
CAPÍTULO VII .
De lo que hizo Gil Blas , no pudiendo hacer otra cosa .
Los primeros dias pensé morirme , rindiendo la vida a la melan
colía que me consumia ; pero al fio mi genio me inspiró que sufriese
у disimulase. Esforcéme á mostrarme menos triste . Comencé á can
tar y á reir , aunque sin gana. En una palabra, supe disfrazarme tan
bien , que Leoparda y Domingo cayeron en la red, y creyeron bue
namente que ya el pájaro se habia acostumbrado a la jaula . Lo
mismo juzgaron los ladrones . Manifestábame muy alegre cuando les
echaba de beber, y de cuando en cuando los divertia tambien con
alguna chocarrería ó bufonada. Esta libertad que me tomaba , les
daba mucho gusto en vez de enfadarlos. Gil Blas , me dijo el capi
tan en cierta ocasion en que yo hacia el gracioso, has hecho bien en
desterrar la melancolía . Me gusta mucho tu espíritu y tu buen hu
mor . No se conoce a la gente al principio : yo no te tenia por tan
agudo y tan jovial .
Tambien los demás me honraron con mil alabanzas , exhortándome
á estar siempre de buen humor . Parecióme que todos estaban muy
contentos conmigo , y aprovechándome de tan buena ocasion : Seño
res , les dije, permítanme ustedes que les descubra mi pecho . Desde
que estoy en su compañía no me conozco á mí mismo ; paréceme que
no soy el que era Ustedes han desvanecido las preocupaciones de mi
educacion . Insensiblemente se me ha pegado su espíritu , y he tomado
el gusto á su honrada profesion . Me muero por merecer el honor de
ser uno de sus compañeros , y de tener parte en los peligros de sus
GIL BLAS . 33
gloriosas proezas. Todos aplaudieron este discurso , y alabaron mi
buena voluntad; pero unánimemente convinieron en que me dejarian
servir por algun tiempo , para probar mi vocacion , y que despues
correria mis caravanas, y al cabo se me conferiria la honorífica plaza
á que aspiraba.
Hube de conformarme por fuerza, y continuar en vencerme y en
ejercer mi oficio de copero . A la verdad quedé muy sentido; porque
solo pretendia ser ladron por tener libertad de salir con los demás ,
esperando que en alguna de sus correrías se me presentaria ocasion
de escaparme de ellos . Esta única esperanza era la que me mante
nia vivo . Sin embargo , el tiempo de la probacion me parecia lar
go , y mas de una vez intenté sorprender la vigilancia de Domingo,
pero inútilmente. Siempre estaba muy alerta , tanto , que no basta
rian cien Orfeos para encantar á aquel Cerbero . Es verdad que , por
no hacerme sospechoso, no emprendia todo lo que podia hacer para
engañarle. Veiame precisado a vivir con la mayor cautela , porque
el negro era ladino, y observaba mucho todos mis pasos , palabras
y movimientos . Así pues apelé á la paciencia , remitiéndome al tiempo
que los ladrones me habian prescrito para recibirme en su congre
gacion , cuyo dia esperaba con tanta ansia , como si hubiera de en
trar en una compañía de honrados comerciantes.
En fin , gracias al cielo , llegó al cabo de seis meses este dichoso
dia . El señor Rolando dijo a sus camaradas : Caballeros , es preciso
cumplir la palabra que dimos al po
bre Gil Blas. A mí me parece bien
este muchacho , y espero que ten
dremos en él un hombre de prove
cho . Soy de sentir que mañana le
llevemos con nosotros , para que dé
principio a coger laureles en los ca
minos reales . Nosotros mismos le he.
mos de poner en el que guia á la
gloria .
Todos se conformaron con el pa
recer de su capitan; y , para hacer
me ver que ya me miraban como á
uno de ellos, desde aquel momento me dispensaron de servirles.
Restituyeron a la señora Leonarda en el empleo que antes tenia , y
de que la habian exonerado para honrarme a mi con él . Hiciéron
8
.
34 LIBRO PRIMERO .
me arrimar el vestido que llevaba encima , y consistia en una simple
jaquetilla muy usada , y me acomodaron todos los despojos de un
caballero que acababan de robar: despues de lo cual me dispuse á
hacer mi ' primera campaña.
CAPÍTULO XHI.
Acompaña Gil Blas á los ladrones; qué empresa acomete en los caminos reales .
Hácia el fin de una noche de setiembre sali del soterráneo con
los ladrones Iba armado como todos con carabina, pistolas, espada
y una bayoneta , y montaba un buen caballo que habian quitado al
caballero cuyos vestidos me habian tocado en suerte. Como habia
estado tanto tiempo en la oscuridad , cuando amaneció no podia su
frir la luz, pero poco a poco se fueron acostumbrando mis ojos á
tolerarla .
Pasamos por cerca de Ponferrada, y nos metimos en un bosque
cillo á orilla del camino de Leon. Alli estuvimos esperando a que la
fortuna nos ofreciese algun buen lance , cuando descubrimos un re
ligioso de la orden de santo Domingo, montado, contra la costumbre
de estos buenos padres, en una muy mala mula . ¡ Bendito sea Dios !
exclamó sonriéndose el capitan : bé aquí el grande ensayo de Gil
Blas. Es preciso que vaya á registrar el bolsillo de aquel fraile: ve
remos cómo se porta . Todos los camaradas con vinieron efectiva
mente en que aquella comision era la que me correspondia , ex
bortándome á que saliese de ella con lucimiento. Espero , seño
res , dije, que quedareis contentos . Voy á despojar á aquel pa
dre, a dejarle tan desnudo como la palma de la mano , y traer aquí
su mula . Eso no , dijo Rolando , no merece la pena : alíviale sola
mente el bolsillo y tráelo : no te pedimos mas . En esto sali del
bosque, y me encaminé al religioso, pidiendo al cielo me perdo
36 GIL BLAS .
pase la accion que iba a ejecutar con tanta repugnancia . Bien hu
biera querido poder escaparme en aquel mismo punto ; pero todos
mis compañeros estaban mejor montados que yo , y , si me vieran
huir , correrian tras mí , y presto me atraparian ó me espolearian
por las espaldas con una descarga de sus carabinas, con la que me
hubiera ido muy mal ; y así no me atreví á exponerme a una accion
tan poco segura . Llegué , pues , al padre, y pedíle la bolsa , ponién
dole al pecho una pistola . Paróse un poco á mirarme, y sin mos
trarse muy sobresaltado: Muy mozo eres , hijo mio , me dijo, y muy
temprano te has puesto á tan vil oficio. Padre mio , le respondí ,
sea vil ó no lo sea , me alegrara haberle empezado mas presto . ¡ Ah ,
querido ! me replicó el buen religioso , que no podia comprender el
sentido de mis palabras , ¿qué es lo que dices? ¡ Oh , qué ceguedad !
Escúchame , y te haré presente el infeliz estado en que te hallas .
¡ Oh , padre mio ! le interrumpí con precipitacion, no se tome vuesa
reverencia ese trabajo, y déjese de moralizar , que no vengo a los
caminos públicos a que me prediquen : quiero dinero y no sermones .
¡ Dinero ! me dijo muy maravillado. Mal conoces la caridad de los es
pañoles , si crees que las personas de mi profesion y de mi carácter
lo necesita para viajar: en todas partes nos reciben y hospedan con
agrado, nos tratan muy bien , y , cuando partimos , solo nos piden
nuestras oraciones: en fin nosotros no llevamos dinero para caminar,
y nos ponemos enteramente en manos de la Providencia . Pero al
fin , padre mio , concluyamos, mis compañeros me están esperando
en aquel bosque; eche prontamente la bolsa en tierra , ó si no , le
mato .
LIBRO PRIMERO , 37
A estas palabras, que pronuncié colérico y amenazándole , el buen
religioso mostró verse quitar la vida . Espera, me dijo, voy á satis
facerte; ya que absolutamente no puede ser otra cosa , veo que con
vosotros es ociosa toda figura retórica . Diciendo esto , sacó de de
bajo del hábito una gran bolsa de cuero , y la dejó caer en el suelo .
Díjele entonces que podia continuar su camino , y él lo hizo sin es
perar á que tuviese el trabajo de repetírselo . Dió cuatro espolazos
á la mula , que desmintió la mala opinion en que yo la tenia de ser
tan buena maula como la de mi tio ; y la bestia , dándose por en
tendida del caritativo aviso , comenzó desde luego á andar á buen
paso . Apenas el fraile se alejó de mí, cuando me apeé , recogí el bol
son , que pesaba mucho , y volví á meterme en el bosque, donde los
camaradas me esperaban con impaciencia para darme mil para
bienes por mi gloriosa victoria , como si me hubiera costado mucho .
Apenas me dieron lugar de apearme segun se apresuraban á abra
zarme . Animo , Gil Blas , me dijo Rolando , has hecho maravillas .
Durante tu espedicion no apartamos los ojos de tí ; observé tu
firmeza, tu resolucion , y todos tus movimientos ; y desde luego
te pronostico que con el tiempo serás un heroico ladron , y el
terror de los caminos reales. El teniente y los demás aplaudieron
la prediccion , asegurando que no podia dejar de verificarse al
gun dia . Di á todos las gracias por el buen concepto que habian
formado de mí , prometiendo hacer todos los esfuerzos posibles para
mantenerlo .
Despues que alabaron , tanto mas cuanto menos lo merecia, la
villapa accion que habia hecho, les entró la curiosidad de examinar
la presa . Veamos, dijeron , que contiene la bolsa del religioso . Sin
duda , añadió uno de ellos , que estará bien provista , porque estos
padres no viajan como peregrinos . Desatóla el capitan , abrióla , У
sacó dos ó tres puñados de medallitas de cobre , mezcladas con Ag
nus Dei, y algunos escapularios . Al ver el hurto de una moneda
tan nueva , todos prorumpieron en tan descompasadas carcajadas,
que pensaron reventar de risa. A la verdad , exclamó el teniente ,
que todos debemos estar muy agradecidos al señor Gil Blas : el pri
mer ensayo que ha hecho puede ser muy saludable á la compañía .
A esta bufonada siguieron otras de los demás . Aquellos malvados ,
y sobre todo el apóstata , se divirtieron con mil impías truhanerías
sobre la materia, profiriendo dichos que mostraban bien la corrup
cion de sus costumbres. Solo yo no tenia gana de reir . Verdad es
38 GIL BLAS ,
que me la quitaban los bufones que tanto se alegraban á mi costa .
Cada uno me flechaba alguna pulla , y hasta el capitan me dijo:
Acopséjote, amigo Blas, que en adelante no te vuelvas á meter con
frailes , porque son mas agudos y chuscos que tú .
CAPÍTULO IX .
Del serio lance que siguió á la aventura delfraile.
Estuvimos en el bosque la mayor parte de aquel dia sin haber
visto pasajero alguno que enmendase el chasco que nos habia dado
el religioso. Salimos en fin para restituirnos a nuestro soterráneo ,
persuadidos de que las expediciones del dia se habian acabado con
el risible suceso que todavía daba materia a la conversacion y á
las chufletas, cuando descubrimos a lo lejos un coche tirado de cua
tro mulas. Acercábase á nosotros á gran paso , y le acompañaban
tres hombres á caballo , que parecian venir bien armados. Rolando
nos mandó hacer alto para tratar de lo que se habia de hacer: y la
resolucion fué que se le atacase . Pusímonos todos en órden, segun
la disposicion del capilan , y marchamos en orden de batalla acer
cándonos al coche. No obstante los aplausos que habia recibido en
el bosque, se apoderó de mí un temblor universal, sentí bañado todo
el cuerpo de un sudor frio , que no me presagiaba cosa buena . Por
mayor fortuna mia me ballaba á la frente del cuerpo de batalla, en
medio del capitan y del teniente, que de propósito me pusieron en
tre los dos para que me biciese al fuego desde luego. Reparó Ro
lando lo mucho que la naturaleza estaba padeciendo en mi, me
miró con ojos torvos , y con voz bronca me dijo : Oye, Gil Blas , tra
ta de hacer tu deber; porque te advierto que, si te acobardas, te
levanto de un pistoletazo la tapa de los sesos. Estaba persuadido
de que lo haria mejor que lo decia , para no aprovecharme del dul
40 GIL BLAS.
ce y fraternalaviso: y así solo pensé en recomendar mi alma á Dios .
Entretanto el coche y los caballeros se nos venian acercando.
Desde luego conocieron la casta de pájaros que éramos; y , adivi
nando nuestro intento por la ordenanza y postura en que nos veian,
se pararon á tiro de fusil. Todos traian armas; y , mientras se pre
paraban á recibirnos, salió del coche un hombre de buen parecer y
ricamente vestido. Montó en un caballo de mano, que uno de los
montados tenia por la brida, y se puso a la frente de los demás.
Aunque solo eran cuatro contra nueve, se arrojaron a nosotros con
un brio que aumentó mi temor. No por eso dejé de prevenirme para
disparar mi carabina, aunque temblaban todos los miembros de mi
cuerpo como si estuviera azogado; mas, por contar las cosas como
pasaron, cuando llegó el caso de dispararla , cerré los ojos y volví
la cabeza á otra parte, de manera que aquel tiro nunca puede ser
á cargo de mi conciencia .
No me detendré en referir las circunstancias de la accion , pues,
aunque me hallaba presente, nada veia ; porque, turbada con el ter
ror la imaginacion , me ocultaba el horror de un espectáculo que ver
daderamente me sacó fuera demí. Lo único que puedo decir, es, que ,
despues de un gran ruido de mosquetazos y carabinazos, oſ gritar
á mis camaradas: ¡Victoria ! jvictoria ! Al oir esta aclamacion , se
disipó el miedo que se habia apoderado de mis sentidos, y ví ten
didos en el campo los cadáveres de los cuatro que venian á caballo .
Denuestra parte solo murió el apóstata , que en esta ocasion reci
bió lo que merecia por su apostasía y sus malas chanzas sobre los
escapularios y medallas. El teniente fué herido en un brazo , pero
muy levemente, pues el tiro apenas hizo mas que rozarle un poco
el pellejo .
Corrió luego el señor Rolando a la portezuela del coche, y vió
dentro una dama de veinte y cuatro á veinte y cinco años, que le
pareció hermosa , aun en el triste estado en que se hallaba . Habíase
desmayado durante la refriega, y aun no habia vuelto en sí; mien
tras él se ocupaba en mirarla , nosotros atendimos a la presa ; lo pri
mero que hicimos fué apoderarnos de los caballos que habian ser
vido á los muertos , y que espantados con los tiros se habian des
carriado despues de quedar sin guias. Las mulas del coche perma
necieron quietas, aunque durante la accion se habia apeado el
cochero para ponerse en salvo . Echamos pié a tierra para quitarles
los tirantes, y los cargamos con los cofres que vepian en la zaga y
LIBRO PRIMERO .
delantera del coche. Hecho esto , se sacó de él á la señora por órden
del capitan , la cual aun no habia recobrado los sentidos , y se la
puso á caballo con uno de los ladrones mejor montados, dejando en
el camino el coche , y á los muertos despojados de sus vestidos, y
llevándonos la señora , las mulas , los caballos y preseas.
6
Sous
CAPÍTULO X.
De qué modo se portaron los bandoleros con la señora desmayada. Gran proyecto de Gil Blas . y sus
resultas .
Llegamos a la cueva una hora despues de anochecido. Lo pri
mero que hicimos fué meter las mulas en la caballeriza , atarlas
al pesebre, y cuidar de ellas ; porque el viejo negro hacia tres dias
que estaba en cama , rendido á crueles dolores de gota, y á un reu
matismo que apenas le dejaba libre mas que la lengua para em
plearla en mostrarnos su impaciencia , prorumpiendo en las mas
horribles blasfemias: dejamos á aquel miserable jurar y blasfemar,
у fuímos a la cocina á cuidar de la señora , que estaba sobrecogida
de un parasismo mortal. Nos dimos tan buena maña , que logramos
volviese del desmayo : mas , cuando recobró sus sentidos , y se vió
entre unos hombres que no conocia , sintió todo el peso de su des
gracia , y comenzó a desesperarse . Todo lo mas horroroso que el
sentimiento y el dolor pueden representar a la imaginacion , otro
tanto se veia pintado en sus ojos , que levantaba al cielo , como para
quejarse de las indignidades que la amenazaban . Cediendo entonces
á imágenes tan espantosas , volvió de repente á desmayarse , cerró
sus bellos ojos, y los ladrones temieron que iban á perder aquella
preciosa presa . El capitan , pareciéndole mejor abandonarla á sí
misma , que atormentarla con nuevos socorros , mandó la llevasen á
la cama de Leonarda , dejándola sola y encomendada á su buena
suerte .
Pasamos nosotros a la sala , y uno de los ladrones, que habia
sido cirujano, reconoció el brazo del teniente, y le aplicó el bálsa
mo . Hecha esta operacion , se pasó á ver lo que habia en los cofres.
LIBRO PRIMERO.
Halláronse algunos llenos de telas y encajes, otros de vestidos, y
el último que se reconoció tenia algunos talegos de doblones , cuya
vista regocijó mucho á los interesados. Concluido este registro , la
cocinera puso la mesa, y sirvió la cena. Desde luego se movió la
conversacion sobre nuestra gran victoria , y Rolando, volviéndose á
mí, me dijo : Confiesa , Gil Blas, que has pasado un gran susto . No
lo puedo pegar , respondí yo , antes bien lo confieso de buena fé ;
pero déjenme ustedes hacer dos o tres campañas, y entonces se verá
si sé pelear como un Cid . Toda la compañía se puso de mi parte ,
diciendo: Se le debe perdonar, porque la accion fué muy empeña
da, y, para un mozo que jamás habia visto tirar un tiro , no lo ha
hecho mal. :
Hablóse luego de lasmulas y caballos que habíamos traido, y re
solvióse que al dia siguiente iríamos todos á venderlos á Mansilla ,
donde verosimilmente no habria llegado todavía la noticia de nues
tra bazaña. Resuelto esto , acabamos de cenar, y nos fuimos a la
cocina á ver a la pobre señora. Hallámosla en el mismo estado.
Con todo eso , y aunque apenas se percibia en ella un leve aliento
de vida, algunos ladrones no dejaban de mirarla con ojos profanos,
y hubieran satisfecho sus brutales deseos, á no haberles contenido
el capitan, representándoles que á lo menos debian de esperar á
que se recobrase de aquel abatimiento de tristeza que la tenia casi
sin sentido. El respeto con que miraban al capitan refrenó su in
continencia : sin esto ninguna cosa hubiera salvado á la señora , y
aun despues de su muerte no habria estado seguro su honor.
Dejamos en tan triste situacion a aquella infeliz señora , conten
tándose Rolando con encargar á Leonarda que la cuidasė , y nos re
tiramos cada cual á nuestro cuarto . Por lo que a mi toca , apenas
me acosté, cuando, en vez de entregarme al sueño , solo me ocupé
en considerar la infelicidad de aquella pobre señora . No dudaba que
fuese persona de distincion , y por lo mismo me parecia ser mas de
plorable su suerte. No podia pensar sin estremecerme en los horró
res que la esperaban , y me sentia tan fuertemente conmovido,
como si la sangre ó el amor me hubieran unido á ella . En fin , des .
pues de haberme compadecido de su destino, solo pensé en los me
dios de preservar su honor del peligro que corria , y en fugarme yo
mismo de la maldita cueva. Acordéme de que el negro no se podia
mover á causa de sus dolores, y la cocinera tenia la llave de la re
ja. Este pensamiento me acaloró la imaginacion , y me inspiró un
44 GIL BLAS .
proyecto, que medité muy bien , y á cuya ejecucion di principio de
la manera siguiente .
Fingí que me habia asaltado un dolor cólico . Prorumpí desde
Juego en ayes y quejidos, y despues empecé a dar gritos y alaridos
lastimosos . Despertaron al ruido los compañeros , acudieron todos á
mi cuarto, y me preguntaron qué tenia . Respondíles que estaba
padeciendo un horrible cólico; y , para que lo creyesen mejor, apre
taba los dientes, hacia gestos y espantosas contorsiones, revolvién
dome a todas partes, y agitándome extrañamente . Hecho esto, de
repente me quedé muy trạnquilo y sosegado, como si me bubieran
dado algunas treguas los dolores. Un momento despues comencé á
revolcarme en la cama, y á morderme las manos. En una palabra,
representé con tal primor mi papel, que los ladrones , no obstante
de ser tan sutiles y tan astutos , se dejaron engañar , y creyeron
que efectivamente padecia violentísimos dolores. Así , pues , todos se
dieron la mayor prisa á socorrerme. Uno me traia una botella de
aguardiente , y me hacia beber la mitad; -otro , a pesar mio , me ad
ministraba una lavativa de aceite de almendras dulces ; otro iba á
calentar paños , y casi abrasando me los ponia en la boca del estó
mago . En vano pedia misericordia : ellos atribuian mis clamores á
la fuerza del cólico , y me bacian padecer dolores verdaderos, que
riéndome aliviar de los que no tenia . En fin , no pudiendo ya sufrir
mas , me ví obligado a decir que ya no sentia retortijones, y que no
necesitaba de remedios. Cesaron de mortificarme con ellos, y yo
me guardé bien de quejarme, porque no volviesen á aplicármelos.
Duró esta escena casi tres horas ; y , juzgando los ladrones que
ya no podia tardar en venir el dia , partieron todos á Mansilla . Ma
nifesté gran deseo de acompañarlos , y me quise levantar para que
lo creyesen; pero no lo permitieron . No , no, Gil Blas ( me dijo Ro
lando ) , quédate aquí , hijo mio , porque te podria repetir el cólico:
otra vez vendrás con nosotros, que por hoy no estás en estado de
hacerlo. Mostréme muy sentido de no ser de la partida, y lo fingi
con tanta naturalidad, que ninguno tuvo la menor sospecha de lo
que yo meditaba . Luego que partieron , lo que yo deseaba tanto,
que se me hacian siglos los instantes, entré en cuentas conmigo , y
me dije a mí mismo : Ea , Gil Blas , ahora sí que necesitas gran
ánimo . Armate de valor para acabar con lo que tan felizmente has
comenzado. Domingo no está en situacion de oponerse a tu gloriosa
empresa, ni Leonarda puede impedir su ejecucion . Si no te aprove
ARDID DE QUE SE VALE GIL PLA TARA EVADIRSE DE LA CUEVA DE LOS BANDIDOS
LIBRO PRIMERO . 45
chas de esta oportunidad para escaparte , quizá no encontrarás ja
más otro tan favorable. Estas reflexiones me infundieron aliento y
confianza. Levantéme al punto de la cama: vestíme, tomé la espada
y las pistolas , fuíme derecho a la cocina : pero antes de entrar en
elia , habiendo oido hablar á Leonarda , me detuve , y apliqué el
oido para escuchar lo que hablaba . Discurria con la señora desco
nocida, que , habiendo vuelto en sí de su segundo desmayo , y com
prendiendo entonces todo su infortunio, lloraba amargamente, fal
tándole poco para desesperarse. Llora , hija mia (le decia ella ) , y
llora todo cuanto quieras : no reprimas los suspiros, y dá libertad á
los sollozos; con eso te desahogarás. Es cierto que parecia peligroso
el accidente; pero ya que rompiste en llorar, no hay que temer . Así
que se te haya mitigado el pesar (que poco a poco se desvanecerá ),
te acostumbrarás á vivir con estos señores , que todos son gente
honrada , y hombres muy de bien . Te tratarán mejor que á una
princesa: todos á porfía se esmerarán en complacerte , y cada dia te
mostrarán mas amor . ¡ Oh , y cuántas mujeres envidiarian tu fortu
na si la supieran !
No le dí tiempo a que dijese mas. Entreme en la cocina con in
trepidez, y púsele una pistola a los pechos , amenazándola de qui
tarle en aquel momento la vida si no me entregaba prontamente y
sin réplica la llave de la reja. Turbóse á vista de mi accion , y,
aunque era ya de edad avanzada , todavía tenia tanto apego á la
vida , que no la quiso perder por tan
poca cosa como era entregarme ó no
entregarme una llave. Alargómela
prontísimamente , y luego que la tu
ve en la mano , volviéndome á la be
lla dolorida , le dije : Señora, el cielo
os envia un libertador : levantaos
para seguirme, que yo os conduciré
y pondré con toda seguridad donde
me lo mandeis . No se hizo sorda á
mi voz ; mis palabras hicieron tanta
impresion en su espíritu , que , re
SADURNE cobrando todas las fuerzas que le
quedaban , se levantó , arrojóse á mis piés , y solamente me suplicó
que conservase su honor . Alcela del suelo , asegurándole que por mi
parte nada temiese, y que confiase en mi honradez . Cogi despues
46 GIL BLAS .
unos cordeles que habia en la cocina; y , ayudándome la misma se
ñora , amarré con ellos á Leonarda á los piés de una gran mesa ,
amenazándole le quitaria la vida al menor grito que diese . Encendi
luego una vela , y , acompañado de la señora desconocida , pasé al
cuarto donde estaban las monedas y alhajas de plata y oro : llené
los bolsillos de cuantos doblones pudieron caber en ellos , y , para
obligar á la señora á que hiciese otro tanto , le dije que en ello no
hacia mas que recobrar lo que era suyo . Despues de haber hecho
una buena provision , marchamos á la caballeriza , donde entré yo
solo con las pistolas amartilladas. Daba por supuesto que el viejo
negro no me dejaria ensillar y aparejar tranquilamente mi caballo ,
y estaba resuelto a curarle de una vez de todos sus males si no que
ria ser bueno ; pero por mi buena suerte se hallaba á la sazon tan
agravado de los dolores que habia pasado , y que le atormentaban
aun , que saqué el caballo sin que diese la menor señal de haberlo
conocido . La señora me esperaba á la puerta . Cogimos prontamente
el camino que guiaba á la salida de la cueva : abrimos la reja, y
llegamos a la trampa que cubria la entrada. Costónos gran trabajo
el levantarla , ó , por mejor decir , para lograrlo hubimos menester
nuevas fuerzas, que nos prestó el deseo de salvarnos.
Comenzaba á rayar el dia cuando nos vimos fuera de aquel
abismo , y de lo que mas cuidamos entonces fué de alejarnos
cuanto antes de él . Yo monté á caballo , puse á la señora á la grupa ,
y , siguiendo á galope la primera senda que se nos presentó, tarda
mos poco en salir del bosque y entrar en una llanura , donde nos
encontramos con varios caminos. Seguimos uno a la ventura, te
niendo yo grandísimo miedo de que fuese quizá el que guiaba á
Mansilla , y nos hallásemos con Rolando y sus camaradas , que seria
fatal encuentro . Pero fué vano mi temor , porque entramos feliz
mente en Astorga á cosa de las dos de la tarde . Observé que mu
chos nos miraban con particular atencion , como si fuera para ellos
un espectáculo nunca visto el de una mujer á caballo tras de un
hombre . Apeámonos en el primer meson , y ordené al punto que
guisasen una liebre y asasen una perdiz . Mientras esto se disponia ,
conduje á la señora á un cuarto , donde comenzamos á discurrir , lo
cual no habíamos podido hacer en el camino por la priesa con que
viajamos. Mostróse muy agradecida al gran servicio que le habia
hecho , diciéndome que á vista de una accion tan generosa no se
podia persuadir que yo fuese compañero de los infames de cuyo po
LIBRO PRIMERO . 47
der la habia libertado . Contéle entonces mi historia para confirmarla
en el buen concepto en que me tenia . Con esto la empeñé á que me
favoreciese con su confianza, y me refiriese sus desastres, como lo
hizo , de la manera que se dirá en el capítulo siguiente .
-
2
CAPÍTULO XI .
Historia de doña Mencía de Mosquera.
Nací en Valladolid , y mi nombre es doña Mencía de Mosquera .
Mi padre don Martin , coronel de un regimiento , fué muerto en Por
tugal despues de haber consumido su patrimonio en el servicio del
rey . Dejóme pocos bienes , y consiguientemente , aunque bija única ,
no era un gran partido para ser buscada en casamiento . Mas, á
pesar de mi escasa fortuna, no me faltaban pretendientes . Muchos
caballeros de los mas principales de España solicitaron mi mano ;
pero el que se llevó mi atencion fué don Alvaro de Mello . A la ver
dad era el mas galan y airoso de todos , y reunia además otras
prendas recomendables, que me decidieron á su favor. Era prudente,
entendido y valiente , acompañando á esto ser muy comedido , atento ,
pundonoroso , y el hombre mas bien portado del mundo . En las
corridas de toros ninguno se mostraba mas arriesgado , mas brioso
ni mas diestro ; y en las justas era la admiracion de todos su des
pejo, habilidad y valentía . Finalmente, le preferí á sus competido
res , y le dí mi mano .
Pocos dias despues de nuestro matrimonio se encontró en un sitio
retirado con don Andrés de Baeza, que habia sido uno de sus anti
guos competidores en pretenderme. Picáronse los dos , sacaron las
espadas, y costó la vida á don Andrés . Era este sobrino del corregi
dor de Valladolid , hombre de genio violento , y enemigo mortal de
la casa de Mello ; y por consiguiente juzgó don Alvaro que le im
portaba infinito no retardar un punto su fuga. Volvióse inmediala
LIBRO PRIMERO. 49
mente á casa , contóme lo sucedido, y me dijo : Querida Mencía , es
indispensable separarnos . Ya conoces al corregidor; me perseguirá
encarnizadamente . No ignoras lo mucho que puede en España , y así
no estoy seguro en el reino. No le permitió decir mas su dolor. Hi
cele que tomase dinero y algunas joyas. Dióme despues los brazos,
estrechome en ellos, y estuvimos así gran rato sin poder uno ni
otro hablar palabra , mezclándose nuestras lágrimas, suspiros y so
llozos. Vino un criado á decir que estaba pronto el caballo : des
asióse de mí, partió , y dejóme en un estado que no sabré pintar.
¡Dichosa yo si lo agudo del dolor me hubiera quitado la vida ! ¡qué
de penas y tormentos me hubiera ahorrado! Pocas horas despues de
partido don Alvaro , supo su fuga el corregidor. Hizo le siguiesen ,
y no perdonó diligencia alguna para haberle a las manos . Frustró
las todas mi esposo , y púsose en salvo. Viéndose el juez reducido a
no poder tomar otra venganza que la satisfaccion de quitar todos
sus bienes á un hombre cuya sangre hubiera querido beber , con
fiscó cuanto pertenecia á don Alvaro .
Hailéme con esto en tan miserable situacion , que apenas tenia lo
preciso para vivir. Comencé à retirarme de todos, quedándome con
una sola criada. Pasaba los dias llorando amargamente, no ya mi
necesidad , que llevaba con paciencia , sino la ausencia de un ado
rado esposo, de quien no tenia noticia alguna , sin embargo de ha
berme prometido, en nuestra dolorosa despedida , que de cualquier
parte del mundo donde se hallase procuraria informarme de su
suerte . No obstante se pasaron siete años sin saber nada de él.
50 GIL BLAS ,
Causábame una profunda tristeza la incertidumbre de su paradero.
Supe al fin que , combatiendo por las armas de Portugal en el reino
de Fez , habia perdido la vida en una batalla. Así me lo refirió un
hombre recien venido de Africa, asegurándome que conocia muy
bien á don Alvaro de Mello , con quien habia servido en el ejército
portugués , y que él mismo le habia visto perecer en lo mas recio
de la pelea . A esto añadió otras circunstancias que me acabaron de
persuadir que ya no vivia mi esposo .
Vino en este tiempo á Valladolid don Ambrosio Mesia Carrillo ,
marqués de la Guardia . Era uno de aquellos señores entrados en
edad, que por sus atentos y cortesanísimos modales hacen olvidar
sus años , y logran aprecio entre los demás. Casualmente le refirie
ron la historia de don Alvaro , y con este motivo oyó hablar de mí
en términos que tuvo gran deseo de verme . Para satisfacer su cu
riosidad se valió de una parienta mia en cuya casa me encontró .
Vióme , y quedó prendado de mí , a pesar de la impresion de dolor
que reparó en mi semblante : pero ¿qué digo á pesar? Quizá lo que
mas le movió fué el mismo aire triste , melancólico y marchito en
que me veia , hablándole esto en favor de mi fidelidad. Mi melanco
lía pudo ser causa de su amor . Por eso me dijo, mas de una vez ,
que me miraba como un prodigio de constancia , y que envidiaba la
suerte de mi marido por desgraciada que fuese . En una palabra,
quedó tan pagado de mí , que no necesitó verme segunda vez para
tomar la determinacion de casarse conmigo .
Valióse de la misma parienta mia para pedir mi consentimiento .
Vino esta á mi casa , y me manifestó que , habiendo mi esposo ter
minado sus dias en el reino de Fez , no era razon que estuviese en
terrada por mas tiempo ; que habia ya llorado sobradamente a un
hombre cuya compañía habia gozado por solos pocos momentos ;
que debia no malograr la ocasion que se presentaba , y que seria la
mujer mas feliz y mas contenta del mundo . Aquí ponderó la nobleza
del marqués , sus grandes bienes y amabilísimo carácter . Pero , por
mas que empleaba su elocuencia en hacerme palpables las ventajas
que ballaria yo en aquel enlace , no me pudo persuadir , po ya por
que dudase de la muerte de don Alvaro , ni por el recelo de volverle
á ver cuando menos lo pensase : lo único que mi parienta tepia que
vencer era mi poca inclinacion , ó, por mejor decir , mi repugnancia
á un segundo matrimonio , despues de las desgracias que habia ex
perimentado en el primero . No por esto desconfió ni se acobardó ,
LIBRO PRIMERO 51
antes bien , interesada ya por don Ambrosio , redobló sus instancias .
Empeñó á toda mi parentela en la pretension del marqués . Comen
zaron mis parientes á estrecharme y apurarme sobre que aceptase
un partido tan ventajoso. Veíame sitiada siempre de ellos, impor
tunándome y atormentándome con la continua cantinela de que no
perdiese tan favorable proporcion. Por otra parte mi miseria era
mayor cada dia , y no fué esto lo que menos contribuyó a dejar ven
cer mi repugnancia .
No pudiendo pues resistir mas tiempo , cedí al fin á tan repeli
das porfías, y caséme con el marqués de la Guardia , el cual , el dia
despues de la boda , me condujo á una bellísima hacienda que tenia
cerca de Burgos , entre Tardajos y Revilla . Desde luego se poseyó
de un amor vehemente hacia mí : observaba yo en todas sus accio
nes un vivísimo deseo de agradarme: estudiaba en proporcionarme
todo cuanto podia apetecer. Ningun esposo estimó nunca mas á su
mujer, ni jamás amante alguno empleó mayor esmero en compla
cer á su dama. Sin duda que yo hubiera amado apasionadamente
á don Ambrosio , a pesar de la desproporcion de nuestras edades, si
hubiera sido capaz de amar a otro que á don Alvaro ; pero los cora
zones constantes no aciertan á dar entrada á una segunda pasion . La
memoria de mi primer esposo inutilizaba todos los esfuerzos del
segundo para hacerse querer de mí : no podia corresponder a sus
ternuras, sino con afectos y expresiones de gratitud y de respeto .
Hallábame en esta disposicion , cuando un dia asomándome á una
ventana de mi cuarto , ví en el jardin un aldeano que me miraba con
particular atencion . Túvole por criado del jardinero , y por entonces
no hice caso de él ; pero , al dia siguiente , habiéndole visto en el mis
mo sitio , me pareció que estaba aun mas atento à mirarme : este me
conmovió. Observéle tambien yo por mi parte con algun cuidado , y
se me figuró descubrir en él la fisonomía del desgraciado don Alva
ro . Esta semejanza excitó en todos mis sentidos una turbacion inex
plicable, y dí un gran grito sin poderme contener . Por fortuna es
taba solo entonces con Inés , la criada de mi mayor confianza: des
cubríle la sospecha que me agitaba, y ella no hizo mas que reir,
creyendo que alguna ligera semejanza me habria alucinado. Sere
naos, señora , me dijo , y no creais haber visto á vuestro primer es
poso. No es verosímil que se presentase aquí con el disfraz de al
deano, ni se hace creible que aun viva . Yo mismo (añadió) voy aho
ra al jardin á ver a ese hombre , á informarme de quién es , У
52 GIL BLAS ,
volveré al momento á desengañaros . Marchó al jardin , y un ins
tante despues la veo entrar en mi cuarto muy alterada . Señora, me
dijo, vuestra sospecha fué por cierto bien fundada . El hombre que
visteis en el jardin , es verdaderamente el mismo don Alvaro: luego
se me descubrió , y desea hablaros á solas.
Podia recibirle entonces , porque el marqués habia partido á Bur
gos, y así dije á Inés que le condujese á mi cuarto por una escalera
secreta . Ya se deja conocer la agitacion en que yo me hallaria . No
pude sufrir la vista de un hombre que tenia derecho para decirme
cuanto le viniese á la boca, y al parecer con razon . Caí desmayada
luego que le ví en mi presencia, como si hubiese sido su sombra.
Así él como Inés me socorrieron prontamente, y despues que volví
del desmayo: Tranquilizaos, señora, me dijo don Alvaro , y no sea
mi presencia un suplicio para vos . No es mi ánimo causaros la mas
mipima amargura . No vengo como marido furioso á pediros cuenta
de la fe que me jurasteis, ni á calificar de delito el segundo enlace
que contrajisteis. Sé muy bien que todo fué movido por vuestra pa
rentela, y no ignoro las persecuciones que habeis padecido . Por otra
parte estoy informado de la voz de mi muerte esparcida en todo
Valladolid , y tanto mas justamente creida de vos, cuanto ninguna
carta mia os podia asegurar de lo contrario . Finalmente , sé de qué
modo habeis vivido desde nuestra fatal desesperacion , y que la ne
cesidad mas que el amor os obligó á entregaros en los brazos de ...
¡ Ah , don Alvaro ! le interrumpi yo anegada en lágrimas, ¿ por qué
razon quereis disculpar á vuestra esposa ? No tiene disculpa , puesto
que vivís . ¡ Desdichada de mí ! ¡Ojalá me viera ahora en la misera
ble situacion en que me hallaba antes de desposarme con don Am
brosio ! ¡ Funesto casamiento ! ¡ Ah ! en aquella miseria tendria a lo
menos el consuelo de veros sin avergonzarme.
Amada Mencía (replicó don Alvaro en un tono que mostraba bien
cuánto le habian enternecido mis lágrimas) , yo no me quejo de tí ,
antes bien , lejos de censurar la brillantez en que te veo , juro que
doy al cielo mil gracias. Desde el triste dia en que partí de Valla
dolid , tuve siempre contraria la fortuna; mi vida fué un tejido de
desdichas, y , para su colmo , nunca me fué posible darle noticia de
mí . Seguro siempre de tu amor , se me representaba continuamente
la situacion á que mi fatal cariño te habia reducido . Consideraba á
mi adorada Mencía bañada en lágrimas, y esta consideracion era mi
mayor tormento . Confieso que algunas veces tenia por delito la di
LIBRO PRIMERO . 53
cha de haberte agradado. Deseaba que te hubieses inclinado á cual
quier otro de mis competidores, cuando reflexionaba en lo mucho
que te costaba la preferencia con que me habias honrado. Por fin ,
despues de siete años de penas , mas enamorado de tí que nunca ,
he querido volver a verte . No he podido resistir a este deseo, y , ha
biéndome permitido satisfacer el término de una larga esclavitud ,
he vuelto á Valladolid disfrazado en este traje, á riesgo de ser co
nocido y descubierto . Allí lo he sabido todo , y he venido en segui
da á esta posesion , donde he hallado modo de introducirme con el
jardinero para ayudarle á cultivar estos jardines . Tal es el arbitrio
que he tomado para lograr hablarte en secreto . Mas no te imagines
que con mi presencia vengo aquí á turbar la ventura que gozas.
Amote mas que a mí mismo : respeto tu esposo ; y , acabada esta
conversacion, parto lejos de tá terminar mis tristes dias, que sa
crifico á tu amor.
No , don Alvaro, no (exclamé al oir estas palabras): el cielo no te
ha traido aquí en balde ; y no permitiré que segunda vez te apartes
de mí : quiero ir contigo , y solamente la muerte nos podrá separar
en adelante. Créeme á mí , Mencía ( me replicó) , vive con don Am
brosio , y no quieras ser compañera de mis desdichas : deja que car
gue yo solo con todo el peso de ellas . Añadió á estas otras razones
semejantes: pero cuanto mas empeñado parecia en querer sacrifi
carse á mi felicidad , menos dispuesta me hallaba yo á consentirlo.
Luego que me vió tan resuelta á seguirle , mudó de repente de to
no , y , con semblante mas alegre , me dijo : Mencía , pues todavía
amas tanto á don Alvaro , que quieres preferir su miseria a la abun
dancia en que te hallas, vámonos á vivir á Betanzos , ciudad del rei
no de Galicia, donde hallaremos un seguro retiro. Si mis desgracias
me quitaron todos mis bienes , no me hicieron perder todos mis
anigos. Aun me quedan algunos tan verdaderos, que me han faci
litado medios de poder sacarte de esta casa . Con su auxilio compré
en Zamora coche, mulas y caballos ; y traigo por compañeros á tres
amigos gallegos, resueltos y valerosos . Todos están armados de ca
rabinas y pistolas, y todos esperan mi aviso en el lugar de Revilla .
Aprovechémonos de la ausencia de don Ambrosio . Voy a dar órden
de que traigan el carruaje á la puerta de esta casa, y al momento
partiremos. A todo accedí : fué volando don Alvaro á Revilla , y en
breve tiempo volvió con sus tres compañeros montados. Sacáronme
de enmedio de mis criadas , que , no sabiendo qué pensar de este
GIL BLAS .
acontecimiento , huyeron despavoridas. Solo Inés era sabedora de
todo ; pero no quiso unir su suerte con la mia, porque estaba ena
morada de un paje de don Ambrosio ; lo que demuestra que el afec
to de los mas fieles criados no resiste a la prueba del amor . Entré
en el coche con don Alvaro , no llevando conmigo sino alguna ropa ,
y ciertas joyas que tenia antes del segundo matrimonio ; porque
nada quise tomar de lo que me habia regalado el marqués , cuando
su casamiento . Seguimos el camino de Galicia sin saber si tendría
mos la fortuna de llegar allá . Temíamos , con razon , que al volver
de Burgos don Ambrosio viniese en seguimiento nuestro, acompa
ñado de mucha gente, y que nos alcanzase ; pero caminamos dos
dias sin que nadie nos siguiese . Esperábamos que sucediera lo mis
mo en la tercera jornada , y ya caminábamos tranquilamente. Con
tábame don Alvaro la triste aventura que habia dado motivo á la
voz esparcida de su muerte , y el modo de haber recobrado su liber
tad , despues de cinco años de coutiverio, cuando encontramos en el
camino a los ladrones en cuya compañía estabais vos . El que ma
taron con todos sus acompañados es el mismo , y el que mas hace
derramar el torrente de lágrimas que ahora cae de mis ojos.
CAPÍTULO XII.
Del modo poco gustoso con que fue interrumpida la conversacion de la señora y de Gil Blaz.
Con efecto , se deshacia en lágrimas doña Mencía al acabar de
hacerme su relacion . Dejéle dar entera libertad á los suspiros , y
loraba yo tambien : tan natural es interesarse en el dolor de los in
felices, y muy particularmente en el de una mujer hermosa y afli
gida . Iba á preguntarle qué partido queria tomar en la coyuntura
en que se hallaba, y quizá ella misma iba tambien á consultarme
lo propio, si no hubiera sido interrumpida nuestra conversacion .
Oimos en el meson un gran rumor, que llamó nuestra atencion .
Causábale la venida del corregidor , que , acompañado de dos algua
ciles y muchos ministriles , se entró en el cuarto donde estábamos.
El primero que se acercó á mí , fué un caballero que venia en com
pañía del corregidor : paróse a mirar muy de espacio y muy de cer
ca mi vestido, y , despues de alguna suspension, exclamó diciendo :
Vive el cielo que esta es mi mismísima ropilla : la conozco tan bien
como he conocido mi caballo. Sobre mi palabra que podeis prender
1
á este hombre honrado. Sin duda es uno de los ladrones que tienen
no sé qué oculta madriguera en este pais .
Al oir aquellas palabras , me persuadí que sin duda me habia
tocado por desgracia mia el despojo de aquel caballero, y por con
siguiente me quedé sorprendido é inmutado . El corregidor , que por
su oficio debia juzgar antes mal que bien de la turbacion en que
me veia , hizo juicio de que la acusacion no era mal fundada; y ,
sospechando que la señora podia tambien ser cómplice , nos hizo
56 GIL BLAS
prender a los dos, y poner en cuartos separados. No era este juez
de aquellos de rostro grave y ceñudo; antes bien mostraba un sem
blante apacible y risueño , acompañado de un modo de hablar dulce
y cariñoso ; pero sabe Dios si era mejor que los primeros. Luego
que estuve en la prision , vino á ella con sus dos precursores , esto
es , sus dos alguaciles , los cuales , segun su buena costumbre , em
pezaron por registrarme bien las faltriqueras. ¡ Qué dia para aquella
honrada gente ! Acaso en todos los de su vida no habian tenido otro
semejante. A cada puñado de doblones que me sacaban , estaba
viendo que rebosaban sus ojos de alegría . Hasta el mismo corregi
dor parecia que estaba fuera de sí . Hijo, me decia en un tono lleno
de miel y de dulzura , no extrañes ni tengas recelo de lo que ejecu
tamos , que en esto no hacemos mas que nuestro oficio . Si estás
inocente, nada te perjudicará . Mientras tanto fueron poco á poco
aliviando del peso mis bolsillos , quitándome aun lo que habian res
petado los ladrones , quiero decir , los cuarenta ducados de mi tio .
Escudriñáronme de piés á cabeza sus codiciosas é infatigables ma
nos , haciéndome volver a todos lados , y despojándome de todos los
vestidos , para ver si tenia guardado algun dinero entre el pellejo y
la camisa . Despues que cumplieron tan exactamente con aquella su
importante obligacion , el corregidor me hizo sus preguntas. Satis
fícelas presto , refiriéndole ingenuamente todo lo sucedido . Hizo es
cribir mi declaracion , y partió con su gente y mi dinero , dejándome
desnudo sobre la paja .
¡ Oh vida humana (exclamé cuan
do me ví solo en aquel miserable
estado ), qué llena estás de contra
tiempos y de caprichosas aventuras !
Desde que salí de Oviedo no he ex
perimentado mas que desgracias.
Apenas salgo de un peligro cuando
caigo en otro . Al llegar a esta ciu
dad estaba muy lejos de pensar que
en tan poco tiempo habia de conocer
á su corregidor . Haciendo estas re
flexiones inútiles me vestí la maldita
SADURN ropilla y lo restante de la ropa que
me habia puesto en aquel estado ; y despues , hablándome y alen
tándome á mí mismo : Ánimo , Gil Blas , me dije, valor y constan
LIBRO PRIMERO .
cia. Vamos claros; piensa que despues de este tiempo vendrá quizá
otro mas dichoso. ¿Será bueno desesperarte porque te ves en una
prision ordinaria , despues de haber hecho tan penoso ensayo de tu
paciencia en la tenebrosa cueva ? ¡Mas ay ! (añadí tristemente) yo me
alucino y me lisonjeo. ¿ Cómo será posible que salga de esta cárcel,
cuando acaban de quitarme los medios de conseguirlo ? Un pobre
encarcelado sin dinero es un pájaro á quien cortan las alas .
En lugar de la liebre y de la perdiz que habia mandado compo
ner, me trajeron un pedazo de pan negro y un jarro de agua , de
jándome tascar el freno en mi calabozo . En él estuve quince dias
enteros, sin ver en todos ellos otra persona qne el alcaide, que venia
todas las mañanas a registrar y renovar las prisiones . Cuando le
veia , intentaba querer entablar conversacion con él para desahogar
me algun tanto; pero aquel hombre nada respondia á cuanto le pre
guntaba. Jamás me fué posible sacarle di una sola palabra . Entraba
y salia muchas veces sin dignarse siquiera de mirarme. Al décimo
sexto dia se dejó ver el corregidor , y me dijo : Ya puedes alegrar
te, porque te traigo una buena nueva . Hice que fuese conducida á
Burgos la señora que venia contigo, examinéla sobre quién eras, y
tu conducta, y sus respuestas te justificaron. Hoy mismo saldrás de
la cárcel , con tal que el arriero en cuya compañía viniste desde Pe
faflor á Cacabelos, segun has dicho , confirme tu declaracion . Está
en Astorga, ya le he enviado á llamar , y le estoy esperando . Si con
viene su declaracion con la tuya , inmediatamente te pongo en li
bertad .
Consoláronme mucho estas palabras , y desde aquel momento
me consideré fuera de todo enredo . Dí gracias al juez por la buena
y pronta justicia que me queria hacer ; y apenas habia acabado mi
cumplido cuando llegó el arriero entre dos alguaciles. Conocíle in
mediatamente; pero el bribon , que sin duda habia vendido mi ma
leta, con todo lo que habia dentro , temiendo le obligasen á restituir
el dinero que habia recibido si confesaba que me conocia , dijo des
caradamente que no sabia quién yo era , y que jamás me habia
visto. ¡ Ah , traidor! exclamé yo , confiesa que has vendido mi ropa ,
y respeta la verdad . Mírame bien . Yo soy uno de aquellos mozos á
quienes amenazaste con el tormento en Cacabelos, llenando a todos
de miedo. El taimado respondió muy friamente que le hablaba una
jerigonza que él no entendia; y como ratificó y mantuvo hasta el fin
aquel solemnísimo embuste , mi libertad se difirió hasta mejor oca
8
58 GIL BLAS .
sion . Hijo, me dijo el corregidor , bien ves que el arriero no con
cuerda con lo que declaraste, y así no puedo soltarte, por mas que
lo deseo . Convínome , pues , armarme nuevamente de paciencia , y
resolverme á estar todavía á pan y agua , y sufrir al silencioso car
celero . Cuando pensaba en que no podia salir de entre las garras
de la justicia, siendo así que no habia cometido delito alguno , me
desesperaba con este triste pensamiento , y echaba menos el lóbrego
soterráneo . Bien reflexionado ( me decia yo á mí mismo) , allí me
ballaba menos mal que en este calabozo. Por lo menos , en aquel
comia y bebia alegremente con los ladrones . Divertíame con ellos,
y me consolaba la dulce esperanza de poderme escapar algun dia ;
pero seré quizá muy feliz si solo puedo salir de aquí para ir á gale
ras , á pesar de mi inocencia .
CAPÍTULO XIII.
Por que casualidad salió Gil Blas de la cárcel . I á dónde se encaminó despues.
Mientras yo pasaba los dias y las noches en desvariar, entregado
á mis tristes reflexiones, se divulgaron por la ciudad mis aventu
ras, ni mas nimenos que yo las habia dictado en mi declaracion .
Muchas personas mequisieron ver por curiosidad. Venian unas en
pos de otras, y se asomaban á una ventanilla que daba luz a mi
prision , y, despues de haberme mirado algun tiempo , se retiraban
silenciosas. Sorprendióme aquella novedad. Desde mi entrada en la
cárcel, nunca habia visto alma viviente asomarse a la tal ventanilla ,
que caia á un patio donde habitaban el silencio y el horror. Me hizo
creer que yo habia llamado la atencion de la ciudad, pero no acer
taba á pronosticar si seria para mal ó para bien.
Uno de los primeros que ví, fué el muchacho ó niño de coro de
Mondoñedo, que en Cacabelos se escapó, como yo, de miedo del
tormento . Conocíle luego, y él no fingió desconocerme, como lo ha
bia fingido el arriero. Saludámonos uno y otro, y entablamos una
larga conversacion , en la cualme ví precisado á hacerle una nue
va relacion de mis aventuras: lo que produjo dos efectos diferentes
en el ánimo de los circunstantes, pues que los hice reir , y meatraje
su compasion. El por su parte me contó lo que habia pasado en el
meson de Cacabelos entre el arriero y la mujer, despues que un
terror pánico nos habia separado de ella . En una palabra , contóme
todo lo que dejo ya dicho. Despidióse despues de mí, prometiéndo
60 GIL BLAS .
me que sin perder tiempo iba a hacer todo lo posible para que me
dieran libertad . Desde entonces, todas las personas que, como él,
habian venido á verme por mera curiosidad , me aseguraron que
mis desgracias les movian á compasion , ofreciéndome al mismo
tiempo unirse con aquel mozo para solicitar que me librasen de la
cárcel.
Cumplieron efectivamente su palabra . Hablaron en favor mio al
corregidor , quien , no dudando ya de mi inocencia, particularmente
desde que el niño de coro le contó todo lo que sabia , tres semanas
despues vino á la prision , y me dijo : Gil Blas, aunque si fuese yo
un juez severo , podria detenerte aquí , no quiero dilatar mas tu
causa . Véte: ya estás libre , y puedes salir cuando quisieres. Pero
díme , prosiguió, si te llevaran al bosque donde estaba el soterráneo ,
¿ no le podrias descubrir ? No , señor , le respondí, porque como en
tré en él de noche y salí antes del dia , no me seria posible dar con
él . Con eso se retiró el juez , diciendo que iba á dar órden al carce
lero que me franquease la puerta . Con efecto, un momento despues
vino el alcaide con sus satélites, que traian un lio de ropa, los cua
les , con mucha gravedad , y sin decir una sola palabra, me despo
jaron de la casaca y de los calzones, que eran de paño fino y casi
nuevo , me metieron por la cabeza una especie de chamarreta muy
vieja y muy raida, á manera de escapulario, y , concluida esta ce
remonia , me pusieron a la puerta de la cárcel, echándome á empe
llones fuera de ella .
La vergüenza que padecí al verme en tan mala ropa , moderó
mucho la alegría que comunmente tienen los presos cuando han re
cobrado su libertad . Tuve impulso de salirme inmediatamente de la
ciudad , por huir de la vista del pueblo, que no podia sufrir sin ru
bor ; pero pudo mas mi agradecimiento . Fuí á dar las gracias al
cantorcillo , á quien debia tanta obligacion. No pudo dejar de reir
luego que me vió . A lo que advierto, dijo, parece que la justicia ha
hecho contigo todas sus habilidades . No me quejo de la justicia , le
respondí , ella en sí es muy justa : solo desearia yo que todos sus
oficiales fueran hombres de bien y de conciencia , A lo menos me
pudieran haber dejado el vestido; pues me parece que no lo babia
pagado mal . Convengo en eso , me replicó, pero dirán que esas son
formalidades que indispensablemente se deben observar. Y si no ,
díme ; screes, por ventura , que el caballo en que viniste se ha res
tituido á su primer dueño? No lo creas : porque el tal caballo está
LIBRO PRIMERO . 61
actualmente en la caballeriza del escribano, donde se depositó como
una prueba del delito, y yo estoy persuadido de que su amo verda
dero nunca volverá á ver ni siquiera la grupera. Pero mudemos de
conversacion , continuó el cantorcillo : & qué ánimo tienes, y qué
piensas hacer ahora ? Mi ánimo es , le respondí, irme derecho a
Burgos á buscar a la señora á quien liberté de los ladrones. Natu
ralmente me dará algun dinerillo , con el cual compraré unos hábi
tos nuevos, y partiré á Salamanca, donde procuraré aprovecharme
de mi latin . Mi mayor apuro es , que aun no estoy en Burgos, y es
menester vivir en el camino . Ya te entiendo , me replicó , aquí tienes
mi bolsa . Está un poco vacía, a la verdad ; mas ya sabes tú que un
pobre cantor no es un obispo. Al mismo tiempo la sacó, y me la
puso en las manos con tan buena voluntad, que no pude menos de
aceptarla . Agradecíselo tanto , como si me hubiera hecho dueño de
todo el oro del mundo , y le pagué con mil protestas de servirle,
cosa que nunca tuvo efecto. Despues de esto nos despedimos , y yo
salí de aquel pueblo . sin ver á ninguna de las otras personas que
habian contribuido á librarme de la prision , contentándome con
darles dentro de mi corazon mil y mil bendiciones.
El cantorcillo tuvo mucha razon en no hacer ostentacion de su
bolsa, porque en realidad encontré en ella poco dinero , y todo en
calderilla. Por fortuna habia dos meses que estaba acostumbrado a
una vida muy frugal, y todavía me restaban algunos reales cuando
llegué al lugar de Puentedura, poco distante de Burgos. Detúveme
en él para saber de doña Mencía . Entré en un meson , cuya huéspeda
era una mujer pequeña, muy enjuta, vivaracha, y de mala condi
cion . Luego conocí, por la mala cara que me puso , que no le ha
bia gustado mucho mi chamarreta, lo que facilmente le perdoné.
Sentéme á una asquerosa mesa , donde comí un pedazo de pan con
un cuarteron de queso , y bebi algunos tragos de un detestable vino
que me trajeron. Durante la comida , que era muy correspondiente
á mi equipaje, quise entablar conversacion con la huéspeda , que me
dió a entender con un gesto desdeñoso, que tenia á menos hablar
conmigo. Supliquéla que me dijese si conocia al marqués de la
Guardia , si estaba lejos su casa de campo , y particularmente si sabia
en qué habia parado la marquesa su mujer. Muchas cosas me pre
guntais, respondió muy desdeñosa. Sin embargo, me contestó en
abreviatura, y con muy mal talante, diciendo, que la casa de campo
de don Ambrosio distaba una legua corta de Puentedura .
62 GIL BLAS .
Despues que acabé de beber y de cenar, como era ya de noche,
mostré que deseaba recogerme, y pedí un cuarto . ¡ Un cuarto para
él ! ( me dijo la mesonera , mirándome de hito en hito con altivez y
con desprecio) : jun cuarto para él ! Los cuartos de mi casa los re
servo yo para gentes que no cenan pan y queso. Todas mis camas
están ocupadas, porque estoy esperando á ciertos caballeros de im
portancia que vienen a hacer noche aquí : lo mas que te puedo
ofrecer es el pajar, porque creo no será la primera vez que hayas
dormido sobre paja. En esto decia mas verdad de lo que ella misma
pensaba: no le repliqué palabra; abracé prudentemente el partido
que me proponia; fuíme al pajar, y dormí con tranquilidad , como
hombre que ya estaba hecho a trabajos.
CAPÍTULO XIV .
Recibimiento que le hizo en Burgo- doña Mencía .
No fui perezoso en levantarme al dia siguiente . Fuí á ajustar la
cuenta con la huéspeda, que ya estaba levantada , y me pareció
de mejor humor que el dia antecedente. Atribuílo á
la presencia
s
de tres honrados cuadrillero de la Santa Hermandad , que con
mucha familiaridad hablaban con ella : serian sin duda los caballe
ros de importancia para quienes estaban destinadas todas las camas .
Informéme en el lugar del camino que guiaba á la casa de campo
donde yo queria ir , y se lo pregunté à un paisano que me deparó
la suerte , del mismo carácter que mi antiguo mesonero de Peñaflor.
No contento con responderme a lo que le preguntaba , añadió , que
don Ambrosio habia muerto tres semanas hacia, y que la marquesa ,
su mujer, se habia retirado a un convento de la ciudad , que me
nombró . Al punto me encaminé en derechura á Burgos , y , sin
pen
sar ya en la casa de campo , fui volando al monasterio en donde me
dijeron que se hallaba doña Mencía . Supliqué à la tornera se sirvie
se decir á aquella señora , que deseaba hablarle un mozo recien sa
lido de la cárcel de Astorga . Inmediatamente fué á darle el recado
la tornera . Volvió esta , y me hizo entrar en un locutorio , adonde
dentro de poco ví llegar muy enlutada á doña Mencía .
Bien venido seas , Gil Blas, me dijo aquella viuda con modo muy
afable: cuatro dias há que escribí á un conocido mio de Astorga,
suplicándole te fuese á ver, y que de mi parte te rogase vinieses á
visitarme inmediatamente que salieses de la prision . Nunca dudé que
64 GIL BLAS .
presto te darian libertad. Bastaban para esto las cosas que yo dije
al corregidor en descargo tuyo. Respondiéronme que ya con efecto
estabas libre, pero que no se sabia tu paradero . Temí no volverte
á ver , ni tener el gusto de darte alguna prueba demi agradecimien
to , lo que hubiera sentido extremadamente. Consuélate (añadió ,
conociendo que estaba avergonzado de presentarme a ella en tan
miserable estado): no te dé pena alguna el hallarte en el infeliz ro
paje en que te veo . Despues del gran servicio que me hiciste , seria
yo la mujer mas ingrata de las mujeres, si no hiciera nada por tí.
Miánimo es sacarte del mal estado en que te hallas; debo y puedo
hacerlo , pues tengo bienes suficientes para poder corresponderte,
sin que me sea gravoso .
Los lances (continuó) que me sucedieron hasta eldia en que nos
separaron para meternos presos, ya los sabes como yo : ahora voy
á contarte lo que me aconteció desde entonces. Luego que el cor
regidor de Astorga dispuso que me condujesen á Burgos, despues
de baberme oido la relacion puntual de mis sucesos, me dirigí á la
casa de don Ambrosio . Causó mi llegaba una general y extremada
sorpresa , pero me dijeron que ya llegaba tarde, porque elmarqués,
profundamente afligido por mi fuga, habia caido gravemente enfer
mo, y tanto, que los médicos desesperaban de su vida . Esta triste
poticia fué un motivo mas sobre los muchos que ya tenia para llo
rar el rigor de mi fatal destino. Con todo eso, quise que le avisasen
mi llegada: entré despues en su cuarto , y corrí á arrojarme de ro
LIBRO PRIMERO . 65
dillas a la cabecera de su cama, anegado en lágrimas el sem
blante, y el corazon traspasado del mas agudo dolor . ¿ Quién te
ba traido aquí? ( me dijo Juego que me vió ). ¿ Vienes á compla
certe en la obra de tus manos? ¿No te bastó haberme quitado la
vida? Era menester para mayor satisfaccion tuya , que tus mis
mos ojos fuesen testigos de mi muerte ? Señor ( le respondi ) , ya os
habrá informado Inés de que yo huí con mi legítimo esposo, y , á
no ser el funesto accidente que me privó de él , nunca mas me hu
biera vuelto á ver . Referíle al mismo tiempo como don Alvaro ha
bia muerto a manos de unos ladrones, y como me habian conduci
do al soterráneo, con todo lo demás que me habia sucedido basta
entonces. Apenas acabé de hablar, cuando, alargándome cariñosa
mente la mano , me dijo con ternura : Basta , hija , ya no me quejo
de tí. ¿Pues qué? ¿ debo por ventura culpar un proceder tan justo y
tan honrado? Hallástete de repente con tu legítimo esposo , á quien
adorabas, y me abandonaste por irte con él ; ¿ podré nunca conde
nar con razon una conducta dictada por la conciencia y la justicia ?
No por cierto; ninguna razon tendria para quejarme. Por eso no
permití que ninguno te siguiese . Respetaba en aquella fuga el sa
grado derecho que la hacia lícita y aun necesaria, como tambien el
debido amor que profesabas á tu querido y verdadero esposo . En
fin, te hago justicia , y protesto que , con haberte restituido á mi
casa, has recobrado toda mi ternura. Sí , querida Mencía , tu pre
sencia me ha colmado de gozo y de consuelo : mas jay ! ¡ cuán poco
me durará uno y otro ! Conozco que mi última hora se va acercan
do . Apenas la suerte me volvió á juntar contigo , cuando me será
necesario arrancarme de ti con el ultimo adios . Redoblóse mi llanto
al oir palabras tan amorosas, las que excitaron en mí una afliccion
extremada . Aunque adoré á don Alvaro , no lloré tanto por él .
Murió don Ambrosio al dia siguiente , y yo quedé dueña de la rica
dote que me habia señalado en las capitulaciones , no es mi ánimo
emplearla mal . Aunque soy todavía moza , ninguno me verá pasar
á terceras nupcias. Esto , á mi parecer , solo es propio de mujeres
sin pudor y sin delicadeza . Antes bien te digo , que ya no tengo in
clinacion al mundo , y que quiero acabar mis dias en este conven
to, y ser su bien hechora.
Tal fué el discurso de doña Mencía , acabado el cual , sacó de la
faltriquera un bolsillo , y me lo tiró , por la reja del locutorio , adon
de le pudiese alcanzar, diciendo: Toma, Gil Blas, esos cien duca
9
66 GIL BLAS .
dos , únicamente para que te vistas , y despues vuélveme a ver ,
porque no quiero se limite á cosa tan corta mi agradecimiento . Dile
mil gracias, y le juré que no partiria de Burgos sin volver a des
pedirme de ella . Hecho este juramento ( que estaba bien resuelto á
no quebrantar), me fuí á buscar algun meson . Entré en el primero
que encontré , pedí un cuarto , y , para precaver el mal concepto que
por el traje se podia formar de mí , dije al mesonero , que , aunque
me veia en aquellos pobres trapos , tenia con que pagar el gasto.
Al oir estas palabras, el mesonero , que se llamaba Majuelo , y era
naturalmente grandísimo bufon , mirándome y examinándome aten
tamente de piés á cabeza , me dijo con cierto aire malicioso y chu
fletero, que no necesitaba de mi aseveracion para conocer que sin
duda haria yo en su casa mucho gasto , porque , entre los remien
dos de aquellos malos trapos , se divisaba en mi persona un no sé
qué de nobleza, que le obligaba a creer que yo era un caballero de
grandes conveniencias. No dejé de conocer que el bellaco se estaba
burlando de mí ; y , para cortar de repente sus bufonescas frialdades,
saqué el bolsillo , y à vista suya conté sobre una mesa mis ducados,
los que le obligaron á formar un juicio mas favorable de mí . Ro
guéle que me hiciese buscar algun sastre, á lo cual me replicó que
seria mejor llamar a algun prendero, el cual traeria diferentes ves
tidos de todas clases , para quedar pronto vestido del todo . Armóme
el consejo , y determiné seguirle ; pero , como se acercaba ya la no
che , dilaté este negocio hasta el dia siguiente , y solo pensé en cenar
bien para resarcir lo mal que habia comido desde que sali del so
terráneo .
CAPÍTULO XY.
De que modo se vistio Gil Blas ; del nuevo regalo que le hizo la señora : v del equipaje en que salió de
Burgos.
Sirviéronme un copioso plato de manos de carnero fritas, y le
comí casi todo : bebí á proporcion , y despues fuíme á la cama . Era
esta muy decente ; y esperaba que luego se apoderaria de mis sen
tidos un profundo sueño : pero engañéme, porque apenas pude cer
rar los ojos, ocupada la imaginacion en qué género de vestido ha
bia de escoger. ¿ Qué haré ? decia ; & seguiré mi primer intento de
comprar unos hábitos largos para ir á ser dómine en Salamanca ?
Pero, ¿ á qué fin vestirme de estudiante ? ¿ Tengo deseos de consa
grarme al estado eclesiástico ? ¿ Acaso me inclina á ello mi propen
sion? Nada de eso : mis inclinaciones son muy contrarias á la santi
dad que pide : quiero ceñir espada , y ver de hacer fortuna en el
mundo. Y á esto me decidi .
Resolví, pues , vestirme de caballero, bien persuadido de que es
to bastaria para alcanzar un empleo de importancia . Con tan lison
jeros proyectos, estuve esperando el dia con grandísima impacien
cia ,y , apenas rayó en mis ojos su primera luz , cuando salté de la
cama. Hice tanto ruido en el meson , que despertaron todos . Llamé
á los criados , que estaban todavía en la cama , y me respondieron
echándome mil maldiciones. Al fin se vieron obligados á levantarse,
y les dí órden de que fuesen á buscar al prendero . No tardó en lle
gar este con dos mozos cargados, cada uno con un gran envoltorio .
68 GIL BLAS .
Saludóme con grandes cumplimientos, y me dijo: Caballero , ha te
nido usted fortuna en dirigirse á mí mas bien que á otro ; no quiero
desacreditar á mis compañeros , ni permita Dios que haga el menor
agravio á su reputacion : mas aquí , para entre los dos , ninguno de
ellos sabe qué cosa es conciencia : todos son mas duros que judíos ;
yo soy el único de mi oficio que la tiene ; me limito á una ganancia
justa y razonable , contentándome con un real por cada cuarto;
equivoquéme , quise decir , con un cuarto por real .
Despues de este preámbulo , que yo creí tontamente al pie de la
letra , mandó á los mozos que desatasen los envoltorios . Enseñá
ronme vestidos de todos géneros y colores , muchos de ellos de paño
enteramente lisos . Deseché estos con desprecio por demasiado hu
mildes . Presentáronme despues otro que parecia baberse cortado
expresamente para mí , el cual me deslumbró , sin embargo de que
estaba un poco usado . Se com popia de una ropilla , unos calzones
y una capa ; la ropilla con mangas acuchilladas , y todo él de ter
ciopelo azul bordado de oro . Escogi este , y pregunté el precio . El
prendero , que conoció cuánto me agradaba , me dijo : En verdad
que es usted un señor de gusto muy delicado, lo
y se ve bien que
entiende . Sepa usted que este vestido se hizo para uno de los pri
meros sugetos del reino , que no se le puso tres veces . Observe bien
la caridad del terciopelo , y ballará que es del mejor: pues ¿qué diré
del bordado? No parece cabe mayor delicadeza ni primor . Y bien ,
le pregunté , ¿cuánto pedís por él? Señor , me respondió , ayer no le
quise dar por sesenta ducados , y , si esto no es cierto , no sea yo
hombre de bien . A la verdad , la contestacion era convincente. Yo
le ofrecí cuarenta y cinco , aunque acaso no valia la mitad . Caba
llero ( replicó él friamente ), yo no soy hombre que pido mas de lo
justo , ni rebajo un ochavo de lo que digo la primera vez . Tome us
ted este otro vestido (continuó presentándome el primero , que yo
habia desechado) , que se le daré mas barato . Todo esto solo servia
para aumentar en mí la gana que tenia del otro; y , como me ima
giné que no rebajaria ni un maravedí de lo que habia pedido , le
entregué sus sesenta ducados . Cuando vió la facilidad con que se
los habia dado , juzgo que , no obstante la delicadeza de su rígida
conciencia , se arrepintió mucho de no haberme pedido mas . Pero al
fin , contento con baber ganado á real por cuarto, se despidió con
sus mozos , a los cuales tampoco dejé de agasajar , dándoles para
beber .
LIBRO PRIMERO . 69
Viéndome ya con un vestido tan señor, comencé á pensar en lo
restante para presentarme en la calle con toda autoridad y decen
cia, lo que me entretuvo toda la mañana. Compré pañuelo , som
brero , medias de seda , zapatos y
una espada. Vestime inmediatamen
te; pero ¡qué gozo fué elmio cuando
me ví tan bien equipado ! No me
cansaba de mirarme. Ningun pavo
real se recreó nunca tanto en mirar
y remirar el dorado plumaje de su
cola . Aquel mismo dia pasé á visi
tar segunda vez á doña Mencía , la
cual me volvió a recibir con la ma
yor urbanidad y agasajo. Diómenue
vas gracias por el servicio que le
habia hecho, á que siguió una sal
va de recíprocos cumplidos. Despues, deseándome en todo la ma
yor prosperidad, se despidió de mí, y se retiró , regalandome solo
una sorlija de treinta doblones y suplicándome la conservase siem
pre por memoria
Worla ..
Quedéme frio cuando me ví con la tal sortija , porque habia con
tado con regalo de mucho mas precio. En esta suposicion , mal
conteoto de la generosidad de la señora , volví al meson haciendo
mil calendarios; pero , apenas habia llegado, cuando entró en él un
hombre que venia tras de mí, el cual, desembozando la capa, mos
tró un talego bastante largo, que traia debajo del brazo. Así que vi
el talego, que parecia lleno de dinero , abrí tanto ojo , y lo mismo
bicieron algunas personas que estaban presentes; y me pareció oir
la voz de un serafin cuando aquel hombre me dijo , poniendo el ta
lego sobre una mesa : Señor Gil Blas, mi señora la marquesa supli
ca á usted se sirva admitir esta cortedad en prueba de su agrade
cimiento . Hice mil cortesías al portador , acompañadas de otros tan
tos cumplimientos, y , luego que salió del meson , me arrojé sobre
el talego como un gavilan sobre su presa , y llevémele a mi cuarto .
Desatéle sin perder tiempo, vaciéle sobre una mesa , y me encontré
con mil ducados que contenia . Acababa de contarlos al tiempo que
el mesonero, que habia oido las palabras del portador , entró para
saber lo que iba en el talego. Asombróle la vista de tanta plata , y
exclamó admirado: ¡Fuego de Dios, y cuánto dinero ! Sin duda sa
70 GIL BLAS ,
beis (añadió con malicia ) sacar buen partido de las damas. Apenas
há veinticuatro horas que estais en Burgos , y ya haceis contribuir
á las marquesas.
No me desagradó esta sospecha , y estuve tentado á dejar á Ma
juelo en su error , por lo que lisonjeaba á mi vanidad . No me ad
miro de que los mozos se alegren de ser tenidos por afortunados
con las mujeres; pero pudo mas en mí la inocencia de mis costum
bres que la vanagloria. Desengañé al mesonero , y le conté toda la
historia de doña Mencía . Oyola con singular atencion , y despues le
confié el estado de mis asuntos , suplicándole, pues se mostraba tan
interesado en servirme , me ayudase con sus consejos. Quedóse co
mo pensativo algun tiempo , y , tomando luego un aire serio , me
dijo : Señor Gil Blas , confieso que desde que ví á usted le cobré
particular inclinacion; y ya que le merezco la confianza de que me
hable con tanta franqueza, debo corresponder a ella , diciéndole sin
lisonja lo que siento. A mí me parece que usted es un hombre na
cido para la corte, y así le aconsejo se vaya á ella , y procure in
troducirse con algun gran señor , viendo de mezclarse en sus nego
cios, y sobre todo en los de sus pasatiempos y devanços , sin lo cual
perderá usted el tiempo , y nada adelantará con él . Conozco bien á
los grandes : ningun aprecio hacen del celo y de la lealtad de un
hombre de bien , y solo estiman á las personas que les son necesa
rias para sus fines. Además de este , tiene usted otro recurso : es
mozo , bien dispuesto, galan ; y esto , aun cuando fuera un hombre
sin talento, bastaba y aun sobraba para encaprichar a su favor á al
guna viuda poderosa , ó alguna hermosa dama mal casada . Si el amor
empobrece á muchos ricos , tal vez sabe tambien enriquecer á los que
eran pobres . Soy , pues , de parecer que vaya usted á Madrid ; pero
conviene se presente con ostentacion; pues allí , como en todas par
tes , se juzga de las personas, no por lo que son , sino por lo que
aparentan ser ; y usted solamente será atendido á proporcion de la
figura que hiciere . Quiero proporcionarle un criado mozo , fiel,
cuerdo y prudente; en fin , un hombre de mi mano . Compre usted
dos mulas , una para sí , y otra para él ; y , sin perder tiempo , pón
gase en camino lo mas pronto que le sea posible.
No podia menos de abrazar un consejo que era tan de mi gusto .
Al dia siguiente compré dos mulas, y recibí el criado que Majuelo
me propuso . Era un hombre de treinta años , y de un aspecto bu
milde y devoto . Díjome ser rayano de Galicia , y llamarse Ambro
LIBRO PRIMERO . 71
sio Lamela . Lo que mas admiré en él fué que, siendo los demás
criados por lo comun muy interesados, este no se paraba en pedir
gran salario. Dijome que en este asunto se contentaria con lo que
quisiese darle . Compré unos botines y una maleta para llevar mi
ropa y mis ducados, ajusté la cuenta con el mesonero , y al amane
cer salí de Burgos camino de Madrid .
1
CAPÍTULO XVI .
Donde se ve que ninguno debe fiarse mucho de la prosperidad.
Dormimos en Dueñas la primera jornada , y el dia siguiente en
tramos en Valladolid á las cuatro de la tarde . A peámonos en un
meson , que me pareció seria el mejor de la ciudad . Mi criado se
fué á cuidar de las mulas , y yo mandé à un mozo de la posada
llevase la maleta al cuarto que me dieron . Llegué tan fatigado, que
sin quitarme los botines me eché en la cama , donde insensible
mente me quedé dormido . Era ya casi noche cuando desperté .
Llamé á Ambrosio ; no estaba en el meson , pero tardó poco en pa
recer. Preguntéle de dónde venia , y me respondió , devoto y com
pungido, que de una iglesia de dar gracias al Señor por habernos
librado de toda desgracia en el camino . Alabéle su devocion , y le
mandé que encargase me dispusiesen algo que cenar .
Al mismo tiempo que le hablaba, entró en mi cuarto el mesonero
con una hacha encendida en la mano , alumbrando á una señora ri
camente vestida , la cual me pareció mas hermosa que jóven . Dá
bale el brazo un escudero , y un morillo la seguia llevándole la cola
del vestido . Quedé no poco sorprendido cuando la señora , despues
de hacerme una profunda reverencia , me preguntó si por ventura
seria yo el señor Gil Blas de Santillana. Apenas le respondí que sí ,
cuando , desasiéndose del escudero, vino apresuradamente á darme
un abrazo, con tal alborozo y alegría , que añadió muchos grados á
LIBRO PRIMERO . 73
mi admiracion . ¡Sea mil veces bendito el cielo , exclamó, por tan
dichoso encuentro. A usted , señor caballero, á usted venia yo bus
cando. Al oir esto , se me vino a la memoria el petardista taimado
de Peñaflor, y ya iba a sospechar que aquella señora era una so
lemne embustera, ó una descarada aventurera ; pero lo
que añadió
me obligó á formar de ella un juicio mas favorable. Yo soy, me
dijo, prima hermana de doña Mencía de Mosquera , que debe a us
ted tantas obligaciones. He recibido hoy mismo una carta suya , en
que me participa el viaje de usted á la corte , y me encarga le trate
bien, y le obsequie si transitare por esta ciudad . Dos horas há que
la ando corriendo toda, yendo de meson en meson á saber qué fo
rasteros se han apeado en ellos; y , por las señas que me dió de
usted el mesonero , conocí que podia ser el libertador de mi prima .
Ya que he tenido la dicha de encontrarle, quiero manifestarle lo
mucho que me intereso en los beneficios que se hacen á mi fami
lia, y particularmente á mi querida Mencía . Me hará usted el favor
de venir ahora mismo á hospedarse en mi casa , donde estará menos
mal que en un meson . Quise excusarme, haciéndole presente que
no podia admitir su fineza sin incomodarla; pero fué preciso ren
dirme á sus eficaces instancias. Habia á la puerta del meson un co
che que nos estaba esperando. Ella misma tuvo gran cuidado de
hacer poner dentro de él la maleta y todo mi equipaje, porque en
Valladolid ( dijo) hay muchísimos bribones , lo cual era demasiada
mente cierto . En fin , entramos en el coche ella y yo con su vejete
escudero, y me dejé sacar del meson de esta manera , con gran
40
74 GIL BLAS .
pesar del mesonero , porque así se veia privado del gasto que él su
ponia que yo habia de hacer en su posada con la señora , el escu
dero y el morito .
Despues de haber rodado bastante , paró en fin el coche á la
puerta de una casa grande , adonde subimos á una sala bien ador
nada é iluminada con veinte ó treinta bujías . Habia en ella tambien
muchos criados, a quienes preguntó la señora si habia venido don
Rafael. Respondiéronle que po ; y ella me dijo, volviéndose á mí :
Señor Gil Blas , estoy esperando a mi hermano , que ha de volver
esta noche de una quinta que tenemos á dos leguas de aquí . ¡ Cuán
agradable será su sorpresa cuando se encuentre en su casa con un
huésped á quien tanto debe toda nuestra familia ! Al mismo punto
que acabó de decir estas palabras , oimos ruido , y supimos le cau
saba la llegada de don Rafael . Dejóse presto ver este caballero , que
era un jóven de bello talle y muy airoso . Hermano , le dijo la se
ñora , no sabes cuánto me alegro de tu vuelta . Tú me ayudarás á
obsequiar como merece al señor Gil Blas de Santillana . Nunca po
dremos pagar lo que ha hecho por nuestra parienta doña Mencía .
Toma esta carta, añadió , y lee lo que en ella me escribe. Abrióla
don Rafael, y leyó en alta voz lo siguiente :
« Mi querida Camila : el señor Gil Blas de Santillana , que me ha
» salvado el honor y la vida , acaba de salir para la corte , y sin
» duda pasará por Valladolid . Te ruego encarecidamente por el vín
» culo del parentesco , y aun mas por la amistad que nos une , le
» agasajes y obsequies cuanto puedas , obligándole á que descanse
» algunos dias en tu casa . Espero no me negarás este gusto , y que
» mi libertador recibirá de tí y del primo don Rafael todo género de
» atenciones . Burgos, etc. Tu prima que te ama : Doña Mencía . »
¡ Cómo así ! exclamó don Rafael luego que leyó la carta : ¡ es po
sible sea este el caballero á quien debe no menos que el honor
у la vida mi parienta ! Doy gracias al cielo por este dichoso en
cuentro . Diciendo esto , se acercó á mí , y , abrazándome estrecha
mente , dijo: ¡ Oh qué gusto y qué fortuna la mia en tener en mi
casa al señor Gil Blas de Santillana! No era menester que mi prima
la marquesa le recomendase : bastaba avisarnos que pasaba por
aquí . Sabemos muy bien mi hermana y yo cómo debemos tratar á
un hombre que hizo el mayor servicio del mundo á la persona á
quien mas amamos de toda nuestra parentela . Correspondí lo me
jor que pude a todas aquellas expresiones , y á otras muchas se
LIBRO PRIMERO . 75
mejantes , acompañadas de mil caricias. Advirtiendo despues don
Rafael que todavía tenia yo puestos los botines , mandó á sus cria
dos me los quitasen .
Pasamos despues al cuarto donde estaba esperándonos la cena .
Sentámonos a la mesa , colocándome á mí en medio de los dos her
manos, quienes, mientras cenábamos, me dijeron mil expresiones
cariñosas: celebraban todas mis palabras como otros tantos rasgos
de gracia y de discrecion ; y era de ver el cuidado con que me ha
cian plato , sirviéndome de cuanto habia en la mesa . Don Rafael
brindaba frecuentemente a la salud de doña Mencía , y yo corres
pondia del mismo modo . Doña Camila no se descuidaba en imitar
nos, y á veces me parecia que me miraba como á hurtadillas de
una manera que podia significar mucho , y aun llegué á creer que
para hacerlo buscaba ocasion , como quien temia que su hermano
lo advirtiese . Bastó esto para persuadirme que ya me habia hecho
dueño de la voluntad de aquella señora , y para resolver aprove
charme de este descubrimiento por poco que me detuviese en Va
lladolid . Con esta esperanza me rendí fácilmente á la cortesana sú
plica que me hicieron de que me detuviese en su compañía algunos
dias . Agradecieron mucho mi condescendencia ; y la particular ale
gría que mostró doña Camila , me confirmó en la opinion de que
habia hallado en mí un hombre muy de su gusto.
Viéndome determinado don Rafael á detenerme algun tiempo , me
propuso un viaje á su quinta , de la que me hizo una magnífica
descripcion , como tambien de las diversiones que queria propor
cionarme en ella . Unas veces decia , nos divertiremos en la caza ,
otras en la pesca ; y si usted gusta de pasearse , encontrará bos
ques sombríos y jardines deliciosos . Además de esto no nos faltará
buena compañía : y creo que no echará usted de menos la ciudad .
Acepté la oferta, y quedamos en que al dia siguiente iríamos á la
tal divertidísima quinta . Levantámonos de la mesa con esta resolu
cion , y don Rafael lleno de alegría me dió un estrechísimo abrazo ,
diciéndome: Señor Gil Blas , ahí le dejo á usted con mi hermana ;
voy a dar las órdenes necesarias para el viaje y para que se avise
á las personas que nos han de acompañar. Dicho esto, se salió de
cuarto, y yo quedé a solas con la señora , dándole conversacion , en
la que no desmintió lo que yo habia juzgado de las tiernas miradas de
la cena . Tomóme la mano , y , mirando con atencion la sortija, dijo :
Parece muy lindo este diamante , pero es pequeñito. ¿ Entiende us
76 GIL BLAS .
ted de pedrería ? Respondíle que no . Lo siento , me replicó; porque
si lo entendiera me diria cuánto vale esta piedra, mostrándome un
grueso rubí que tenia en el dedo ; y , mientras yo lo miraba, aña
dió : Regalómelo un tio mio , que fué gobernador en Filipinas, y los
joyeros de Valladolid le aprecian en trescientos doblones . Lo creo ,
repliqué , porque me parece primoroso. Pues ya que á usted le
gusta, repuso ella , quiero hagamos un trueque. Diciendo y hacien
do , me cogió mi sortija, y metióme la suya en mi dedo . Despues
de este cambio , que yo tuve por un regalo hecho con gracia y no
vedad, Camila me apretó la mano , y me miró con ternura : luego
cortando de repente la conversacion , me dió las buenas noches, y
se retiró enteramente confusa y como avergonzada de haberme ma
nifestado demasiado sus sentimientos.
Aunque era yo entonces uno de los cortejantes mas novicios , no
dejé por eso de penetrar lo mucho y bueno que significaba aquella
precipitada fuga, y desde luego consentí en que no pasaria mal el
tiempo en la quinta . Poseido de esta lisonjera idea , y del brillante
1 estado de mis negocios, me encerré en el cuarto donde habia de
dormir , y previne a mi criado me despertase temprano el dia si
guiente. En lugar de pensar en acostarme, me entregué entera
mente á los alegres pensamientos que me inspiraban mi maleta ,
que estaba sobre una mesa , y mi rubí . Gracias á Dios, decia , que
si antes fuí miserable , ya no lo soy . Mil ducados por una parte, y
una sortija de trescientos doblones por otra , es un decente caudal
para bandearme algun tiempo . Ahora veo que Majuelo no me en
gañó. Sin duda que en Madrid encenderé en amor á mil mujeres,
cuando tan fácilmente he agradado á Camila . Veníanseme á la ima
ginacion todas las palabras y acciones de aquella señora , y gozaba
anticipadamente de todos los pasatiempos que don Rafael me habia
ponderado de su quinta . Con todo eso, á pesar de unas ideas tan
halagüeñas , no dejó el sueño de hacer su oficio; y así , sintiéndome
adormecido, me desnudé y me metí en la cama .
Al despertar el dia siguiente conocí que era tarde. Admiréme de
que Ambrosio no me hubiese despertado habiéndoselo mandado;
pero dije entre mí : Ambrosio, mi fiel Ambrosio, estará en alguna
iglesia, ó le habrá hoy cogido la pereza . Mas tardé poco en perder
el buen concepto que habia hecho de él , para dar lugar á otro me
nos favorable, aunque mas justo y verdadero; pues , habiéndome le
vantado, y no hallando mi maleta en todo el cuarto , sospeché que
LIBRO PRIMERO . 77
me la habia robado por la noche. Para aclarar mis sospechas , abrí
la puerta , y comencé á llamar al hipócrita repetidas veces y con
voz muy esforzada . A mis gritos acudió un viejo , y me dijo : ¿ Qué
quiere usted, señor? Todos sus criados han salido de mi casa antes
de amanecer. ¿Qué es eso de mi casa ? le repliqué yo . Pues qué,
dno es esta la de don Rafael ? Yo no sé quién es ese caballero , res
pondió el viejo : solo sé que esta es una casa de huéspedes , que yo
soy su dueño , y que , una hora antes que usted llegase , aquella se
fora con quien cenó anoche , vino á pedirme un cuarto para un ca
ballero principal , que ella dijo viajaba incógnito : yo le dí este, ha
biéndomelo pagado adelantado.
Caí entonces en la cuenta : conocí lo que debia pensar de doña
Camila y de don Rafael, y comprendí que mi criado instruido á
fondo de todos mis negocios, me habia vendido á aquellos dos gran
dísimos bribones . En vez de echarme á mí solo la culpa de tan pe
saroso suceso , y de conocer que no me hubiera acaecido á no ha
ber tenido la ligereza é indiscrecion de descubrirme á Majuelo sin la
menor necesidad , me volvi contra la inocente fortuna , y maldije mil
veces mi suerte. El posadero, á quien conté mi aventura (de la
cual quizá el bellaco estaria mejor informado que yo ), mostró
acompañarme en mi sentimiento. Compadecióse de mí , y protestó
lo mucho que sentia que este lance hubiese sucedido en su casa ;
pero yo creo , á pesar de todas sus protestas, que él tuvo tanta
parte en esta picardía como el mesonero de Burgos, á quien siem
pre atribuí el honor de la invencion .
ya
CAPÍTULO X¥II .
Partido que tomó Gil Blas de resultas del triste suceso de la casa de posada .
Despues de haber llorado bien , pero en vano , mi desgracia , co
mencé á hacer reflexiones, y saqué de ellas que , en lugar de ren
dirme á la desesperacion y desaliento , debia animarme á luchar
contra mi mala suerte . Volví pues a despertar mi valor, y me de
cia á mí mismo , mientras me estaba vistiendo : Aun doy gracias a
mi fortuna de que aquellos malvados no se llevasen tambien mis
vestidos, y algunos ducados que tengo en las faltriqueras; y les
agradecia el haber andado tan comedidos , pues habian tenido tam
bien la generosidad de dejarme los botines , los cuales dí al posa
dero por la tercera parte de lo que me habian costado. En fin, sali
de la posada, sin tener necesidad , gracias a Dios , de quien me lle
vase el hatillo . Lo primero que hice fué ir al meson donde me ha
bia apeado el dia antecedente , a ver si mis mulas se habian librado
de la borrasca, aunque á la verdad juzgaba que Ambrosio no las
habria olvidado ; y ojalá que siempre hubiera juzgado de él con
tanto acierto , pues supe que aquella misma noche habia tenido
buen cuidado de sacarlas. Con que, dando por supuesto que yo no
las volveria a ver como tampoco mi maleta , caminaba triste y sin
destino por las calles , pensando en el rumbo que habia de to
mar . Ofrecióseme la idea de volver á Burgos para recurrir segunda
vez á doña Mencía ; pero , considerando que esto seria abusar de su
LIBRO PRIMERO . 79
bondad, y que además me tendria por un simple , deseché este pen
samiento . Juré sí, guardarme bien en adelante de mujeres; y por en
tonces no me fiaria ni aun de la casta Susana. De cuando en cuando
ponia los ojos en mi sortija ; mas, acordándome que habia sido re
galo de Camila, suspiraba de rabia y de dolor . ¡Ah! decia entre
mi : nada entiendo de rubíes ; pero bien entiendo y conozco á la
gentecilla que hace estos cambios. No me parece preciso ir á un jo
yero para conocer que soy un pobre mentecato .
Con todo, no quise dejar de ir á
saber lo que valia la sortija, que
reconocida por un lapidario la tasó
en tres ducados . Al oir semejante
tasa , aunque no me causó sorpresa ,
di á todos los diablos la sobrina del
gobernador de Filipinas, ó, por me .
jor decir , solo les renové el don que
mil veces les babia hecho de ella . Al
salir de casa del lapidario encontré
un mozo que se paró á mirarme .
No pude caer al pronto en quién
era , aunque en otro tiempo le babia
conocido muy bien . ¿Cómo , qué , Gil Blas, me dijo, finges acaso no
conocerme? ¿ Es posible que en dos años me haya mudado tanto ,
que no conozcas al hijo del barbero Nuñez ? Acuérdate de Fabricio,
tu paisano y tu condiscípulo de lógica , y de cuantas veces argüi
mos los dos en casa del doctor Godinez sobre los universales y gra
dos metafisicos.
Antes que acabase de hablar , habia yo venido en conocimiento
de quién era . Abrazámonos estrechamente con mil demostraciones
de admiracion y de alegría . ¡ Ah , querido amigo, prosiguió Fabri
cio, y qué encuentro tan feliz, y cuánto me alegro de volverte á
ver! Pero , ¿en qué equipaje te veo? ¡ A la verdad que estás vestido
como un príncipe ! Bella espada, medias de seda , calzon y vestido
de terciopelo con bordado de plata . ¡ Fuego ! Esto me huele a un
fortunon deshecho . Apuesto a que alguna vieja liberal te hizo
dueño de su bolsillo . Te engañas, le respondí: mi fortuna no ha
sido tan feliz como imaginas . A otro perro con ese hueso , replicó
él . Tú quieres hacer el reservado ; ipero á mí , que las vendo ! Díme
por vida tuya , ese bellísimo rubí que tanto brilla en eso dedo , ¿ de
80 GIL BLAS .
quién le hubiste ? De una grandísima bribona, le respondí. Fabri
cio, mi querido Fabricio, sabe que , en vez de ser el Adonis de las
mujeres de Valladolid , he sido su dominguillo .
Pronuncié estas palabras en tono tan lastimoso, que Fabricio co
noció muy bien que me habian jugado alguna burla . Apuróme para
que le dijese por qué razon estaba tan quejoso del bello sexo . Tuve
poco que hacer en resolverme a satisfacer su curiosidad ; pero, co
mo la relacion era algo larga, y no queríamos separarnos tan pres
to , entramos en un figon para discurrir con mas comodidad y so
siego . Allí nos desayunamos, y mientras tanto le hice menuda rela
cion de cuanto me habia sucedido desde mi salida de Oviedo . Convino
en que mis aventuras eran muy extrañas, y , despues de asegurar
me lo mucho que sentia verme en el estado en que me hallaba,
añadió : Amigo, es menester consolarnos y animarnos en todas las
desgracias de la vida . Eso es lo que distingue un pecho generoso
de un corazon apocado. ¿ Vese un hombre de entendimiento redu
cido a la miseria ? Espera con valor y paciencia otro tiempo mas
feliz . « Nunca , dice Ciceron , nunca debe un hombre abatirse tanto ,
» que llegue á olvidarse de que es hombre . » Yo por mí soy de este
carácter. Las desventuras no me acobardan ; sé superarlas , y sé
resistir a los golpes de la mala fortuna. Por ejemplo , amaba en
Oviedo á la hija de un vecino honrado, y ella me amaba á mí : pe
díla a su padre , negómela como era regular. Otro cualquiera se
hubiera muerto de pesadumbre ; pero yo , i admira la fuerza de mi
talento ! de acuerdo con la misma muchacha la robé de casa de sus
padres . Era viva , atolondrada y alegre sobremanera : por consi
guiente pudo mas con ella el placer que la obligacion. Anduvimos
seis meses paseándonos por Galicia , y llegó á tal punto su deseo de
viajar, que quiso ir á Portugal ; pero tomó otro compañero de via
je , y me dejó plantado. Si no fuera el que soy , me hubiera deses
perado y abatido con el peso de esta nueva desgracia ; mas no co
met tal disparate. Mas prudente y sufrido que Menelao , en lugar
de armarme contra el Páris que me habia robado mi Helena , me
alegré mucho de verme libre de ella. No queriendo despues volver
á Asturias por evitar contiendas con la justicia , me interné en el
reino de Leon , donde anduve de lugar en lugar, gastando el dinero
que me habia quedado del rapto de mi ninfa; pues en aquella oca
sion ambos nos proveímos suficientemente de dinero y ropa . Al fin
me ballé, al llegar á Palencia, con un solo ducado, con el cual tuve
LIBRO PRIMERO . 81
que comprar un par de zapatos ; y el resto duró pocos dias. Víme
perplejo en aquella situacion . Comenzaba ya á guardar dieta , y era
indispensable tomar algun partido. Resolví , pues , ponerme a ser
vir . Acomodéme desde luego con un rico mercader de paños , que
tenia un hijo dado a todos los vicios. En su casa encontré un se
guro asilo contra la abstinencia ; pero igualmente un grandísimo
obstáculo . Mandóme el padre que espiase al bijo , y suplicóme el
hijo le ayudase á engañar al padre . Era preciso optar : preferi la
súplica al precepto, y esta preferencia me costó el ser despedido .
Pasé despues à servir á un pintor , ya hombre viejo , el cual queria
enseñarme por caridad los principios de su arte , pero al mismo
tiempo me dejaba morir de bambre : y esto me disgustó de la pin
tura, y de la mansión en Palencia . Víneme á Valladolid , donde, por
la mayor fortuna del mundo , me acomodé con un administrador
del hospital. Con él estoy todavía , y cada instante mas contento. El
señor Manuel Ordoñez , mi amo , es el hombre mas virtuoso del
mundo, pues siempre va con los ojos bajos, y un rosario de cuen
tas gordas en la mano. Dicen que desde mozo solo tuvo puesta su
atencion en el bien de los pobres , y le mira con mucho amor, em
pleando a este fin un celo infatigable . Esto no se ha quedado sin
recompensa ; todo ha prosperado en sus manos. ¡ Qué bendicion del
cielo ! El se ha hecho rico cuidando de la hacienda de los pobres.
Luego que acabó Fabricio su discurso , le dije: Por cierto meale
gro de verte tan contento con tu suerte ; pero , hablando en confian
za , paréceme que podias hacer un papel mas brillante en el mun
do , que el de criado. Un mozo de tu talento debia pensar mas alto .
Te engañas mucho, Gil Blas, me respondió: has de saber que, para
un hombre de mi humor, no puede haber mejor situacion que la
mia . Confieso que el oficio de criado es penoso para un mentecato ;
mas para un mozo despejado tiene grandes atractivos. Un ingenio
superior, que se pone á servir, no sirve materialmente como un
pobre bobo: entra menos á servir que á mandar en la casa . Su pri
mer cuidado es estudiar bien el genio y las inclinaciones del amo.
Halaga sus defectos, lisonjea sus pasiones, sírvele en ellas,se gran
jea su confianza, y hétele que ya le tiene agarrado por la nariz .
De esta manera me be gobernado con mi administrador. Desde lue
go conocí de qué pié cojeaba. Advertí que todo su deseo era le tu
viesen por santo . Fingi creerlo, porque esto nada cuesta ; y aun
-
hice mas, procuré imitarle representando en su presencia el mismo
--
82 GIL , BLAS .
papel que él representaba delante de los demás: engañé al engaña
dor, y poco a poco vine á ser su todo, y como su primer ministro .
Bajo sus auspicios y en su escuela espero que algun dia estarán á
mi cargo los asuntos de los pobres , porque me intereso tanto por
su bien como mi amo . ¿ Y quién sabe si por este camino llegaré
tambien á hacer igual ó mayor fortuna ?
¡ Bellas y alegres esperanzas! querido Fabricio , le repliqué: doyte
mil parabienes por ellas. Mas , por lo que a mí toca , vuélvome á
mis primeros pensamientos. Voy á trocar mi vestido bordado por
unas bayetas, iréme á Salamanca , matricularéme en la universidad ,
y me pondré á preceptor . ;Gran proyecto ! repuso Fabricio ; i gra
ciosa idea ! ¿ puede haber mayor locura que meterte a pedante en lo
mejor de tu vida? ¿ Sabes bien , pobrete , en lo que te empeñas abra
zando ese partido? Luego que halles conveniencia, te observará to
da la casa . Examinarán escrupulosamente tus mas mínimas accio
nes . Será preciso que estés fingiendo y venciéndote continuamente ,,
que afectes un exterior hipócrita , y que parezcas un hombre ador
nado de todas las virtudes . No tendrás un instante por tuyo para
divertirte. Censor eterno de tu discípulo , todo el dia te se irá en en
señarle el latin , y en reprenderle y corregirle cuando diga ó haga
alguna cosa contra la buena crianza . Y al cabo de tanto trabajo y
sujecion, qué premio te espera ? Si el señorito sale travieso y mal
inclinado , á tí te echarán la culpa , diciendo que le criaste mal , у
! sus padres te despedirán sin recompensa , y aun quizá sin pagarte.
Así pues no me hables del tal oficio de preceptor , porque es un
beneficio con cargo de almas. Háblame del empleo de criado , que
es beneficio simple que á nada obliga. ¿ Está el amo lleno de vicios ?
Pues el talento superior del criado los sabe lisonjear, convirtiéndo
los á veces en propia utilidad . Un criado de este jaez vive con mu
cha paz en una buena casa. Come y bebe á su gusto : por la noche
se va a la cama , y como un hijo de familia duerme tranquilamente,
sin tener que pensar en el carnicero ni en el panadero.
Amigo Gil Blas , prosiguió Fabricio, nunca acabaria si te hubiera
de contar todas las ventajas que se encuentran en la no muy luci
da , pero muy provechosa , carrera de criado . Créeme , desecha para
siempre el pensamiento de ser preceptor, y sigue mi ejemplo . Sea
así, Fabricio , le respondí ; pero no todos los dias se hallan adminis
tradores como el que tú has hallado; y , si yo me determinara á ser
vir, quisiera á lo menos encontrar con un buen amo . ¡ Oh ! repuso
LIBRO PRIMERO . 83
él, en eso no tienes razon. Yo tomo por mi cuenta el buscártele, y
lo haré, aunque no sea mas que por contribuir a que no se vayan
á enterrar en una universidad los talentos de un hombre como tú .
La próxima miseria que me amenazaba , la resolucion y seguri
dad con que Fabricio me habló , aun mas que sus razones,me per
suadieron finalmente á que me pusiese a servir. Tomada esta de
terminacion, salimos del figon , y Fabricio me dijo : Ahora mismo
quiero conducirte en derechura á casa de un hombre á quien re
curre la mayor parte de los que buscan amo . Tiene emisarios que
le informan de cuanto pasa en todas las familias ; sabe las que ne
cesitan criados, y en un registro muy exacto lleva razon , no solo
de las plazas vacantes, sino tambien de las buenas ó malas cuali
dades de los amos : en fin , él fué quien me acomodó con el admi
nistrador.
Fuimos hablando de esta especie de despacho y oficina pública
tan singular, basta que llegamos a una callejuela , y , en un rincon
de ella , á una casa baja , donde el hijo del barbero Nuñez me hizo
entrar, nos encontramos con un hombre de cincuenta años , que
estaba escribiendo. Saludámosle cortesana y aun respetuosamente;
pero , fuese por ser de genio naturalmente soberbio y grosero , ó
bien porque, estando acostumbrado á no tratar sino con lacayos y
cocheros, lo estaba tambien á recibir las visitas asaz descortesmen
te , no se levantó , ni aun casi se digno de mirarnos, contentándose
con hacer una ligera inclinacion de cabeza . Con todo, poco despues
me miró con atencion . Conocí muy bien se admiraba de que un mo
zo con un vestido bordado quisiera ponerse á servir de criado,
cuando podia pensar que iba yo á buscar uno. Duróle poco esta
duda, porque Fabricio le dijo al punto : Señor Arias de Londoña ,
aquí le presento a usted elmayor amigo mio. Es un hijo de buena
familia , y sus desgracias le han reducido a la necesidad de servir.
Proporciónele usted una buena conveniencia , contando seguramente
con su correspondiente agradecimiento . Señores , respondió fria
mente Arias , esa es la cantinela general de todos ustedes : antes de
acomodarse prometen mucho ; pero , despues de bien acomodados,
tú que le viste, y de todo se olvidan . Cómo qué , replicó Fabricio ,
¿está usted quejoso de mí? ¿no me he portado bien ? Mejor pudieras
haberte portado: tu conveniencia equivale a la de primer oficial de
cualquier oficina, y has correspondido como si te hubiese acomoda
do con un autorcillo. Tomé yo entonces la palabra , y , para que
84 GIL BLAS ,
conociese el señor Arias que no servia á un ingrato , quise que el
agradecimiento precediese al favor. Púsele en la mano dos ducados,
prometiéndole que no se limitaria á tan poca cosa mireconocimien
to, como me colocase en una buena casa.
Mostróse contento de mi proceder , diciendo: Así gusto yo de que
se trate conmigo. Hay vacantes excelentes puestos : leerélos , y us
ted escogerá el que mejor le pareciere. Al decir esto , calóse los an
teojos, tomó su registro, abrióle ,revolvió algunas hojas, y comenzó
así: Necesita lacayo el capitan Torbellino, hombre colérico, brutal
y fantástico; gruñe sin cesar, blasfema , da de golpes, y muy á me
nudo estropea á los criados. Pase usted adelante , dije yo pronta
mente; no me gusta el señor capitan. Rióse Arias de mi viveza, y
prosiguió leyendo: Doña Manuela de Sandoval, viuda, y entrada en
edad, impertinente y caprichosa , se halla sin criado. Por lo comun
no tiene mas que uno , y ese apenas le puede aguantar un dia en
tero . Diez años há que solo hay en su casa una librea , y sirve para
todos los criados que recibe, sean flacos ó gordos, grandes ó pe
queños. Se puede decir que no hacen mas que probársela , y así to
davía está nueva, aunque se la han puesto dos mil. Falta un criado
al doctor Alvaro Fañez , médico químico . Trata bien á sus criados ,
dales bien de comer, y un gran salario; pero hace en ellos la ex
periencia de sus remedios, y se observa que en casa de este qui
mico hay siempre vacantes plazas de criados.
No lo dudo, interrumpió Fabricio dando una carcajada; pero va
mos claros, que nos va usted proponiendo admirables convenien
cias . Ten un poco de paciencia , replicó Arias de Londoña, todavía
no las he leido todas, y puede haber alguna que te contente . Di
ciendo esto , prosiguió su lectura de esta manera: Tres semanas há
que está sin criado doña Alfonsa de Solís : es una señora anciana y
devota , que pasa en la iglesia las tres partes del dia , y quiere te
ner siempre junto á sí al criado. Otro : ayer despidió el suyo el li
cenciado Cedillo , hombre ya viejo , y canónigo de este cabildo. Alto
ahí, señor Arias de Londoña, interrumpió Fabricio: a ese puesto
nos atenemos: el canónigo Cedillo es grande amigo de mi amo, y
yo le conozco mucho; sé que gobierna su casa en clase de ama
una vieja beata , que se llama la señora Jacinta , es la que todo lo
manda. Es una de las mejores casas de Valladolid , porque en ella
se vive con gran paz, y se come grandemente. Fuera de eso , el ca
nónigo es un señor enfermizo, gotoso inveterado, que tardará poco
LIBRO PRIMERO . 85
en hacer testamento , y se puede esperar algun legadillo : igran es
peranza para un criado! Gil Blas, continuó Fabricio , volviéndose
hácia mí, no perdamos tiempo. Vámonos derechos á casa del licen
ciado : yo mismo te quiero presentar, y salir por fiador tuyo. Ha
biendo dicho esto , por no malograr la ocasion, nos despedimos ace
leradamente del señor Arias, quien me ofreció, por midinero, que,
si no lograba aquella conveniencia , me proporcionaria otra tan
buena , y aun quizámejor.
LIBRO SEGUNDO .
CAPÍTULO I.
Entra Gil Blas por criado del licenciado Cedillo ; estado en que este se hallaba, y retrato de su ama .
OR miedo de no llegar tarde, nos
pusimos de un brinco en casa del
licenciado . Estaba cerrada la puer
ta , llamamos, y bajó a abrir una
niña como de diez años, a quien
el ama llamaba sobrina , aunque
malas lenguas suponian entre las
dos parentesco mas estrecho. Le es
tábamos preguntando si se podria
hablar al señor canónigo , cuando se
dejó ver la señora Jacinta. Era una
mujer entrada ya en la edad de dis
crecion , pero todavía de buen parecer , y sobre todo de un color
88 GIL BLAS .
fresco y hermoso. Venia vestida con una especie de bata de paño
ordinario , que ceñia con una ancha
correa de cuero , de la cual pendia
por un lado un manojo de llaves, y
por otro un gran rosario de cuentas
gordas . Saludámosla con mucho res
peto , y ella nos correspondió con
igual cortesanía , pero con un aire
devoto, y los ojos bajos.
He sabido (le dijo mi camarada )
que el señor licenciado Cedillo ne
cesita un mozo honrado que lesirya ,
y vengo a presentarle este, que es
pero le dará gusto. Alzó entonces la
vista el ama, miróme atentamente , y , no acertando á conciliar mi ves .
tido bordado con el discurso de Fabricio , preguntó si era yo el que
pretendia entrar á servir. Sí , señora , respondió el hijo de Nuñez , él
mismo es ; porque , tal como usted le ve , le han sucedido desgracias
que le precisan á ello . Consolaráse en sus infortunios, si tiene la dicha
de colocarse en esta casa , y vivir en compañía de la virtuosa señora
Jacinta , la cual es digna de ser ama de un patriarca de las Indias. Al
oir esto la buena de la beata , apartó los ojos de mí por volverlos al
que le hablaba con tanta gracia , y quedó como sorprendida al ver
un rostro que no le parecia desconocido . Tengo alguna idea , le
dijo, de haber visto ya esa cara, y estimaria que usted ayudase á
mi memoria . Casta señora Jacinta, le respondió Fabricio, es y ha
sido grande honor mio haber merecido la atencion de usted . Dos
veces he venido a esta casa , acompañando á mi amo el señor Ma
nuel Ordoñez, administrador del hospital. Justamente ( replicó en
tonces el ama) , acuérdome muy bien , ya caigo en la cuenta. Basta
decir que está en casa del señor Manuel Ordoñez , para saber que
será usted un hombre muy de bien . Su empleo es su mayor elogio ,
y no era fácil que este mozo encontrase mejor fiador. Venga usted
conmigo, y hablará al señor Cedillo , que sin duda tendrá gran
gusto de recibir un criado venido por tal mano .
Seguimos al ama del canónigo , el cual vivia en un cuarto bajo,
compuesto de cinco piezas á un mismo piso , todas muy decentes ..
Díjonos esperásemos un instante en la primera, mientras iba a avi
sar al señor canónigo, que estaba en la segunda . Despues de ha
LIBRO SEGUNDO . 89
berse detenido algun tiempo, sin duda para informarle y prevenirle
de todo, volvió á nosotros, y nos dijo que podíamos entrar. Vimos
al viejo gotoso sepultado en una silla poltrona , con una almohada
detrás de la cabeza , descansando los brazos en unas almohadillas,
y apoyando las piernas en un almohadon de pluma. Acercámonos á
él, sin escasear las cortesías; y , tomando Fabricio la palabra , no se
contentó con repetirle lo que ya habia dicho de mí a la señora Ja
cinta , sino que se puso a hacer un panegirico de mimérito , exten
diéndose principalmente sobre el grande honor que me habia gran
jeado bajo el magisterio del doctorGodinez en las disputas de filo
sofía, como si fuera necesario ser gran filósofo para servir á un
canónigo. Sin embargo , no dejó de alucinarle el bello elogio que
hizo Fabricio de mí; y , conociendo por otra parte que yo no des
agradaba á la señora Jacinta : Amigo , respondió á mi fiador , desde
luego recibo á este mozo ; basta que tú me le presentes. No me
disgusta su traza , y juzgo bien de sus costumbres, supuesto mele
propone un criado del señor Manuel Ordoñez.
Luego que Fabricio me vió admitido , hizo una gran cortesía al
canónigo, otra mas profunda á la señora Jacinta , y se despidió muy
alegre , diciéndome al oido que me quedase allí, y que ya nos ve
ríamos. Apenas habia salido de la sala , cuando el licenciadomepre
guntó como me llamaba , y por qué habia salido de mi tierra , obli
gándome con sus preguntas á contarle toda la historia de mi vida,
en presencia de la señora Jacinta . Divertilos á entrambos, sobre todo
con la relacion de mi última aventura . Doña Camila y don Rafael
les bicieron reir tan fuertemente , que le hubo de costar la vida al
pobre gotoso, pues la risa le excitó una tos tan violenta , que temí
fuese llegada su hora: aun no habia hecho testamento : considérese
cuánto se turbaria la buena ama. Vila toda trémula y azorada cor
rer de aquí para allí por socorrer al buen viejo , haciendo con él lo
que se hace con los niños cuando tosen con violencia , estregarle la
frente, y darle palmaditas en las espaldas ; pero al fin todo fué un
puro miedo. Cesó de toser el licenciado, y el ama de atormentarle .
Quise entonces proseguir mi relacion ; mas no me lo permitió la se
ñora Jaciota , temerosa de que le repitiese la tos al amo. Llevóme
al guardaropa, donde, entre otros vestidos, estaba el de mi prede
cesor. Hízomele poner, y guardó el mio , lo que no me disgustó ,
porque deseaba conservarle , con esperanza de que todavía podria
90 GIL BLAS
servirme. Desde el guardaropa pasamos los dos á disponer la co
mida .
No me mostré novicio en el oficio de cocinero . Habia hecho mi
aprendizaje bajo la disciplina de la señora Leonarda , que podia pa
sar por buena maestra de cocina , bien que no comparable con la
señora Jacinta, la cual merecia ser cocinera de un arzobispo . So
bresalia en todo género de guisos y platos . Sazonaba delicadamente
un jigote, la chanfaina, y , en general, toda especie de picadillo; de
manera que eran sumamente gratos al paladar. Cuando estuvo dis
puesta la comida, volvimos al cuarto del canónigo , donde , mientras
yo ponia los manteles en una mesilla inmediata á su silla poltrona,
el ama le ponia la servilleta , prendiéndosela por detrás con alfile
res. Se le sirvió una sopa que se podia presentar á un corregidor
de Madrid , y una fritada que podia avivar el apetito de un virey ,
si el ama , de propósito , no hubiera escaseado las especias , por no
irritar la gota del canónigo. A vista de tan delicados manjares , mi
buen viejo , que yo creia estaba baldado de todos sus miembros , dió
pruebas de que aun no habia perdido del todo el uso de los brazos.
Sirvióse de ellos para ayudar a que le desembarazasen de la almo
bada y demás impedimentos , disponiéndose á comer alegremente .
Las manos tampoco se negaron á servirle : aunque trémulas , iban
y venian, con bastante ligereza adonde era menester , bien que der
ramando en la servilleta y en los manteles la mitad de lo que lle
vaba á la boca . Cuando vi que ya no queria mas del frito , le puse
delante una perdiz rodeada de dos codornices asadas, que la señora
Jacinta le trinchó con el mayor aseo y pulidez. De cuando en cuan
do le hacia beber grandes tragos de vino mezclado con un poco de
agua en una taza de plata bastantemente ancha y profunda , apli
cándosela ella misma á la boca , y teniéndola con las manos , como
si fuera un niño de quince meses . Se comió las pechugas y las pier
nas, sin dejar los alones . Siguiéronse los postres ; y , cuando acabó
de comer , el ama le quitó la servilleta , volvióle á poner la almoha
da , y , dejándole dormir tranquilamente la siesta , nos retiramos
nosotros á comer .
Esta era la comida diaria de nuestro canónigo , acaso el mayor
tragon de todo el cabildo ; pero la cena era mas parca . Contentábase
con un pollo ó con un conejo, y con algun cubilete de fruta . En su
casa, por lo que toca á la comida, estaba yo bien , y lo pasaba ale
gremente: solo tenia un trabajo , no poco pesado para mí . Era pre
Кристос se
gida
ex
DE
PRIMER AMO A QUIEN SIEVIJ GIL -BLAS.
|
LIBRO SEGUNDO . 91
ciso estar despierto una gran parte de la noche , velando al amo .
Padecia este una retencion de orina , que le obligaba á pedir el ori
pal diez veces cada hora . Además sudaba mucho , y era menester
mudarle de camisa con frecuencia . Gil Blas ( me dijo la segunda
noche ) , tú eres mañoso y diligente , y veo que me acomodará mu
cho tu modo de servir. Solamente te encargo que des tambien gusto
á la señora Jacinta, complaciéndola y obedeciéndola en todo , como
si yo lo mandase, y guardes con ella la mayor armonía. Quince
años há que me sirve con un celo y amor particular. Tiene tanto
1
cuidado de mí , que no sé cómo pagárselo; y confiésote que por esto
la estimo mas que a toda mi familia . Por ella despedi de mi casa á
un sobrino carnal, hijo de mi propia hermana , é hice bien . No po
dia ver á esta pobre mujer , y , lejos de agradecerle lo que hacia
conmigo , continuamente la estaba insultando , burlándose de su
virtud y tratándola de embustera , porque a la gente moza de hoy
todo lo que suena á recogimiento y devocion le parece hipocresía;
pero ya me libré de tan buena alhaja, porque soy hombre que pre
fiero a todos los respetos de la sangre el amor que me tienen y el
bien que me hacen. Usted , señor , tiene muchísima razon , le res
pondi ; el agradecimiento debe siempre poder mas que las leyes de
la naturaleza . Sin duda , replico él : y en mi testamento haré ver el
poco caso que hago de mis parientes . El ama tendrá buena parte
en él , y no me olvidaré de tí, como prosigas sirviéndome segun has
comenzado. El criado que despedí ayer , perdió una buena manda
por su mal modo ; si no me hubiera visto precisado a despedirle,
porque ya no le podia aguantar, yo solo le habria hecho rico; pero
era un soberbio , que no tenia el mas leve respeto á la señora Ja
cinta , y era muy holgazan. No le gustaba acompañarme de noche ,
y se le hacia intolerable el estar despierto para asistirme en lo que
podia ocurrir. ¡ Qué bribon ! (exclamé yo , como si el espíritu de
Fabricio se hubiera pasado al mio) : no merecia por cierto estar al
lado de un amo tan bueno como su merced . El que logra esta for
tuna , debe ser de un celo infatigable: ha de complacerse en su tra
bajo , y ha de creer que nada hace , aun cuando sude sangre por
servirle .
Conocí que le habian gustado mucho al canónigo estas últimas
palabras, y no le gustó menos la que le dí de estar siempre pronto
y obediente a las órdenes de la señora Jacinta . Queriendo , pues , pa
sar por un criado que no temia trabajo ni fatiga, procuré servir en
92 GIL BLAS .
un todo con el mayor celo у el mejor modo que me era posible .
Nunca me quejé de que pasaba sin dormir todas las noches , sin
embargo de que se me hacia esto muy cuesta arriba . A no ser por
la esperanza del legado, presto me hubiera cansado de una vida tan
penosa ; bien es verdad que descansaba y dormia algunas horas en
tre dia . El ama (á la cual debo hacer esta justicia ) cuidaba mucho
de mí ; lo que debo atribuir al esmero con que procuraba yo gran
jearme su voluntad con todo género de modales atentos y respetuo
sos . Cuando comíamos juntos ella y su sobrina , que se llamaba
Inesilla , estaba yo pronto a mudarles de platos , á servirles de be
ber, y, en fin , á hacer con ellas lo que baria el mas fiel y mas leal
criado. Por estos medios llegué á conseguir su amistad. Un dia que
la señora Jacinta habia salido á hacer no sé qué compras , hallán
dome solo con Inesilla , comencé á darle conversacion, y le pregunté
si vivian todavía sus padres . ¡ Oh ! no , me respondió la niña ; mucho
tiempo há que murieron , segun me lo ha dicho mi tia , porque yo
nunca los conocí. Creíla piadosamente , aunque su respuesta no fué
muy categórica, y la fuí poniendo en tanta gana de parlar, que po
co á poco me dijo mas de lo que yo queria saber . Descubrióme, ó ,
por mejor decir , descubrí yo por su sencillez , que la señora tia te
nia un amigo que estaba en casa de un antiguo canónigo en calidad
de mayordomo , y que tenian ajustado entre los dos aprovecharse de
la herencia de sus amos , y gozarla en paz por medio de un casa
miento , cuyos privilegios disfrutaban de antemano . Ya dejo dicho
que la señora Jacinta , aunque algo entrada en años , se mantenia
de muy buen parecer . Es verdad que ningun medio perdonaba para
conservarse bien . Por otra parte , dormia con sosiego , mientras yo
estaba en pié velando al amo . Pero , sobre todo , lo que mas contri
buia á mantener en ella aquel color vivo y fresco , era (segun me
dijo Inesilla) una fuente que tenia en cada pierpa.
CAPÍTULO 11.
Que remedios suministraron al canónigo habiendo empeorado en su enfermedad ; lo que resultó , y que
dejó á Gil Blas en su testamento .
Serví tres meses al señor licenciado Cedillo , sin quejarme de las
malas noches que me daba. Cayó malo al cabo de este tiempo; en
tróle calentura, y con ella se le irritó la gota . Recurrió á los médi
cos, siendo la primera vez que lo hacia en toda su vida, aunque
habia sido larga . Llamó determinadamente al doctor Sangredo , a
quien tenian en Valladolid por otro Hipócrates. La señora Jacinta
hubiera querido mas que el canónigo, ante todas cosas, comenzase
por hacer testamento ; pero además
de que no le parecia á él que estaba
de tanto peligro, en ciertasmaterias
era un poco caprichoso y testarudo.
Fuí, pues, á buscar al doctor San
gredo , y condújele á casa . Era un
hombre alto , seco y macilento , que
por espacio de cuarenta años, á lo
menos , tenia continuamente emplea
da la tijera de las Parcas. Su exte
rior era grave , serio , con un si es
no es de desdeñoso ; su voz gutural,
sonora y ahuecada; pronunciaba las
palabras con un tantico de recalca
miento , lo que á su parecer daba mayor nobleza á las expresiones. -
94 GIL BLAS .
Parecia que media sus discursos geométricamente , y era singular
en sus opiniones .
Despues de haber observado al enfermo , comenzó a hablar así
en tono magistral : Trátase aquí de suplir el defecto de la traspira
cion escasa , dificultosa y detenida . Otros médicos ordenarian sin
duda en este caso remedios salinos , urinosos y volátiles, que por la
mayor parte tienen algo de azufre y mercurio ; pero los purgantes
y los sudoríficos son drogas perniciosas inyentadas por curanderos.
Todas las preparaciones químicas me parecen invenciones para ar
ruinar la naturaleza : yo echo mano de medicamentos mas simples
y seguros . ¿ Qué es lo que usted acostumbra comer ? preguntó al
enfermo. Comunmente cubileles y manjares jugosos , respondió el
canónigo . ¡ Cubiletes y manjares jugosos ! exclamó suspenso y ad
mirado el doctor ; ya no me maravillo de que usted haya enferma
do . Los manjares deliciosos son gustos emponzoñados, lazos que la
sensualidad armá á los hombres para destruirlos con mayor segu
ridad . Es preciso que usted renuncie á todo alimento de buen gus
to : los mas desabridos son los mas propios para la salud. Como la
sangre es insípida, está pidiendo alimentos análogos á su naturale
za . ¿Y bebe usted vino ? le volvió a preguntar. Sí , señor , pero agua
do , respondió el enfermo. ¡ Qué dice usted aguado ! exclamó el doc
tor . ¡ Qué desórden ! ¡ qué espantoso desarreglo! Debia usted baberse
muerto cien años há . ¿ Y qué edad es la de usted ? Voy a entrar en
ses ata y nueve años , repuso el licenciado . Justamente, continuó el
médico , la vejez anticipada siempre es fruto de la intemperancia.
Si usted hubiera bebido solo agua clara toda su vida , y usado de
alimentos simples, como manzanas.cocidas , por ejemplo, y guisan
tes ó judías, no se veria abora atormentado de la gota , y todos sus
miembros ejercerian todavía fácilmente sus respectivas funciones .
Con todo , no desconfio de restablecerle , como se entregue ciega
mente á cuanto yo ordenare. El canónigo, aunque gustaba de bue
nos bocados, ofreció obedecerle en todo y por todo.
Entonces Sangredo me dijo fuese prontamente á llamar á un san
grador que él mismo me nombró , y le hizo sacar á mi amo seis
tazas completas de sangre para empezar a suplir la falta de traspi -
racion . Despues dijo al sangrador : Maese Martin Oñez , dentro de
tres horas volved á sacarle otras seis , y mañana repetireis lo mis
mo . Es error creer que la sangre sea necesaria para la conserva
cion de la vida : por mucha que se le saque á un enfermo , nunca
LIBRO SEGUNDO . 95
será demasiada. Como en tal estado apenas tiene que hacer movi
miento ni ejercicio, sino el preciso para no morirse, no necesita mas
sangre para vivir que la que ha menester un hombre dormido. En
uno y otro la vida solo consiste en el pulso y en la respiracion . No
creyendo mi buen amo que un tan gran médico pudiese hacer falsos
silogismos , convino en dejarse sangrar . Despues que el doctor or
denó frecuentes y copiosas sangrías , añadió era tambien preciso dar
de beber al enfermo agua caliente á cada paso , asegurando que el
agua en abundancia era el mayor específico contra todas las enfer
medades. Con esto concluyó su visita , y se fué diciéndonos á la se
ñora Jacinta y á mí que él salia por fiador de la salud del señor
canónigo , con tal que se observase á la letra todo lo que acababa
de prescribir . El ama , que quizá juzgaba todo lo contrario de lo
que él se prometia de su método , le dió palabra de que se obser
varia con la mas escrupulosa exactitud . Con efecto , inmediatamente
pusimos á calentar agua ; y , como el doctor nos habia encargado
tanto que fuésemos liberales de ella , luego le hicimos beber cinco ó
seis cuartillos : una hora despues repetimos lo mismo , y de tiempo
en tiempo volvíamos á ello ; de manera que en el espacio de pocas
horas le metimos un rio de agua en la barriga . Ayudándonos por
otra parte el sangrador con la contidad de sangre que le sacaba, en
menos de dos dias pusimos al pobre canónigo á las puertas de la
muerte .
Ya no podia mas el buen eclesiástico , y presentándole yo un gran
vaso del soberano específico para que le bebiese : Quita allá , amigo
Gil Blas, me dijo con voz desmayada ; ya no puedo beber mas . Co
nozco que me es preciso morir a pesar de la grande virtud del agua ,
y que no me siento mejor , aunque apenas me ha quedado en el
cuerpo una gota de sangre : prueba clara de que el médico mas bá
bil y mas sabio del mundo no es capaz de prolongarnos un instante
la vida cuando llegó el término fatal. Es ya necesario disponerme
para partir al otro mundo . Anda pues , y tráeme aquí un escribano,
que quiero hacer testamento. Cuando oí estas palabras, que cierta
mente no me desagradaron, fipgi entristecerme muchísimo; y , disi
mulando la gana que tenia de ejecutar cuanto antes el encargo que
me acababa de dar , como hace en tales casos todo heredero : ¡ Oh
señor ! le respondí , dando un profundo suspiro , no está su merced
tan malo por la misericordia de Dios , que todavía no pueda esperar
levantarse. No , no , hijo mio , repuso; esto ya se acabó. Estoy vien
96 GIL BLAS .
do que sube la gota, y que la muerte se va acercando : vé pues , y
baz cuanto antes lo que te he mandado. Conocí efectivamente que
se le mudaba el semblante , y que iba perdiendo terreno por ins
tantes : por lo que , persuadido de que el asunto estrechaba, marché
volando á ejecutar lo que me habia ordenado , dejando con el en
fermo á la señora Jacinta , la cual temia aun mas que yo que nues
tro canónigo se nos múriese sin testar . Entréme en casa del primer
escribano que encontré : Señor , le dije, mi amo el licenciado Cedillo
está acabando ; quiere hacer su última disposicion , y no hay que
perder tiempo . Era el escribano un hombre rechoncho y pequeñito ,
de genio alegre , y amigo de bufonearse. ¿Qué médico le asiste ? me
preguntó. El doctor Sangredo , le respondí . Pues vamos , vamos
apriesa , repuso él cogiendo apresuradamente la capa y el sombre
ro , porque ese doctor es tan expeditivo , que no da lugar a los en
fermos para llamar a los escribanos. Es un hombre que me ha he
cho perder muchos testamentos .
Diciendo esto , salimos juntos , andando aceleradamente para lle
gar antes que el enfermo entrase en agonía ; y yo dije en el camino
al escribano : Ya sabe usted que á un pobre testador cuando está
enfermo suele faltarle la memoria ;,por lo que suplico á usted que ,
si es menester, le haga algun recuerdo de mi lealtad y de mi celo.
Yo te lo prometo , me respondió , y fíate de mi palabra , pues es jus
to que un amo recompense à un criado que le ha servido bien ; y
así, por poco que le vea inclinado á pagar tus servicios , le exhor
taré a que te deje alguna buena manda . Cuando llegamos á casa ,
hallamos todavía al enfermo despejado y con todos sus sentidos . Es
taba junto a él la señora Jacinta , bañado el rostro en lágrimas .
Acababa de hacer bien su papel , disponiendo al canónigo á que
dejase lo mejor que tenia . Quedó el escribano solo con el amo , y
los dos nos salimos á la antesala , donde encontramos al sangrador
que venia á hacerle otra sangría. Deténgase , maese Martin, le dijo
el ama ; ahora no puede entrar , porque está su merced haciendo
testamento. Le sangrareis á vuestro placer luego que acabe.
Estábamos con gran temor la beata y yo de que muriese en el
mismo acto de testar ; pero por fortuna se formalizó el instrumento
que nos ocasionaba aquella inquietud . Vimos salir al escribano ,
que , encontrándome al paso , dándome una palmadita en el hombro ,
y sonriéndose, me dijo : No ha sido echado en olvido Gil Blas : pa
labras que me llenaron de alborozo , y agradecí tanto la memoria
LIBRO SEGUNDO . 97
que mi amo habia hecho de mí , que ofrecí encomendarle muy de
veras á Dios despues de su muerte , la que tardó poco en suceder;
porque , babiéndole sangrado otra vez el sangrador, el pobre viejo,
que ya estaba casi exangüe , espiró en el mismo momento . Apenas
acababa de exhalar el último suspiro , cuando entró el médico , que
se quedó cortado y mudo , no obstante de estar tan acostumbrado á
despachar cuanto antes á sus enfermos: con todo eso , lejos de atri
buir su muerte á tanta agua y á tantas sangrías , volvió las espal
das diciendo con frialdad que habia muerto porque le habian san
grado poco , y no dádole bastante agua caliente. El ejecutor de la
medicina, quiero decir , el sangrador , viendo que ya no era nece
sario su ministerio , se marchó tambien siguiendo al doctor Sangre
do , diciendo uno y otro que desde el primer dia habian desahuciado
al licenciado . Y en efecto, casi nunca se engañaban cuando pronun
ciaban semejante fallo .
Luego que vimos muerto á nuestro amo , la señora Jacinta , Ine
silla y yo comenzamos un concierto de fúnebres alaridos , y tales,
que se oyeron en toda la vecindad . La beata , sobre todo , que tenia
mayor motivo para estar alegre , levantaba el grito con lamentos
tan funestos, que parecia la mujer mas afligida del mundo . En un
instante se llenó la casa de gente , atraida mas de curiosidad que de
compasion. Los parientes del difunto se presentaron tambien muy
pronto, y ballaron tan desconsolada á la beata , que se persuadieron
que el canónigo habia muerto ab intestato. Pero tardó poco en
abrirse á presencia de todos el testamento , dispuesto con las forma
lidades necesarias : y , cuando vieron que el testador dejaba las me
jores albajas á la señora Jacinta y á la niña , pronunciaron una ora
cion fúnebre del canónigo poco decorosa á su memoria , motejando
al mismo tiempo a la beata, sin olvidarme á mí , que verdadera
mente lo merecia . El licenciado, en paz sea su alma , para obli
garme á que no me olvidase de él en toda mi vida , se explicaba así
en el artículo del testamento que hablaba conmigo: « Item : por
» cuanto Gil Blas es un mozo que tiene algun baño de literatura,
» para que acabe de perfeccionarse y se haga hombre sabio , le dejo
» mi librería con todos los libros y manuscritos, sin exceptuar nin
guno . »
No sabia yo dónde podia estar la tal soñada librería , porque en
ninguna parte de la casa la babia visto jamás . Solo habia so
bre una tabla en el cuarto del canónigo cinco ó seis libros con
43
.
98 GIL BLAS .
algun legajo de papeles, y los tales libros no podian servirme
para nada. Voo se titulaba, El cocinero perfecto; otro trataba
de la indigestion, y del modo de curarla ; los demás eran las cuatro
partes del Breviario, medio roidas de la polilla . En cuanto a los
maouscritos, el mas curioso era todos los autos de un pleito que
habia seguido el canónigo para conseguir la prebenda. Despues que
examiné mi legado con mayor atencion de la que él se merecia , se
lo cedí a los parientes del difunto, que tanto me le habian envidia
do . Entreguéles tambien el vestido que tenia á cuestas , y volví á
tomar el mio , contentándome con que me pagasen mi salario , y
fuíme á buscar otra conveniencia . Por lo que toca á la señora Ja
ciota , además del dioero y albajas que el canónigo le babia deja
do , se levantó con otras muchas cosas que ocultamente habia de
positado en su buen amigo durante la enfermedad del difunto .
pose
CAPITULO m .
Entra Gil Blas á servir al doctor Sangredo, y se hace famoso médico.
Resolvi ir á buscar al señor Arias de Londona , para escoger en
su registro otra casa donde servir ; pero , cuando estaba muy cerca
del rincon donde vivia , me encontré con el doctor Sangredo , á
quien no babia visto desde la muerte de mi amo , y me atrevi a sa
ludarle . Conocióme inmediatamente, aunque estaba en otro traje;
y , mostrando particular gusto de verme : Ilijo mio , me dijo, ahora
mismo iba pensando en tí . Ke menester un criado , y tú eres el que
me conviene , con tal que sepas leer y escribir. Como usted (dije) po
pida mas, délo todo por hecho. Pues siendo así , replicó, veote con
migo, porque tú eres el hombre que yo busco . En mi casa lo pa
sarás alegremente; te trataré con distincion ; no te señalaré salario ,
pero pada te faltará . Cuidaré de vestirte con decencia ; te enseñaré
el gran secreto de curar todo género de enfermedades , y , en una
palabra, mas serás discípulo mio que criado ..
Acepté la proposicion del doctor con la esperanza de salir un cé
lebre médico, bajo la direccion de tan gran maestro . Llevóme luego
á su casa para instruirme en el ministerio á que me destioaba . Re
ducíase este á escribir el nombre , la calle y casa donde vivian los
enfermos
que le llamaban , mientras él visitaba a otros parroquia
dos . Para este fin tenia un libro en que aseptaba todo lo dicho una
criada vieja, á la cual se reducia toda su familia ; pero , sobre no
100 GIL BLAS
saber palabra de ortografía , escribia tan mal, que por lo comun no
se podia comprender lo escrito . Encargóme, pues, á míeste registro ,
que se podia intitular con razon « registro mortuorio , ó libro de di
fuotos, » porque morian casi todos aquellos cuyos nombres se apun
taban en él. Escribia , por decirlo así, los nombres de los que que
rian partir de este mundo, oi mas ni menos que en las casas de
posta se apuntan los nombres de los que piden carruaje ó caballos.
Estaba casi siempre con la pluma en la mano, porque en aquel
tiempo el doctor Sangredo era el médico mas acreditado de todo
Valladolid , debiendo su reputacion á una locuela especiosa , soste
nida de cierto aire grave, y al mismo tiempo apacible , junto con
algunas afortunadas curas que fueron celebradas mas de lo que
merecian .
Practicaba mucho la facultad, y por consiguiente le fructificaba
bien. No por eso el trato de su casa era el mejor. En ella se vivia
muy frugalmente . Garbanzos, babas y manzanas cocidas ó queso ,
era puestra comida ordinaria . Decia que estos alimentos eran los
mas convenientes al estómago, por ser mas dóciles á la trituracion.
Con todo eso, aunque los consideraba muy fáciles de digerir, no
queria que nos bartásemos de ellos, en lo que tenia mucha razon ;
pero si á la criada y á mí nos probibia comer mucho, en recom
pensa nos permitia beber agua sin tasa . Lejos de andar en esto con
escasez , nos decia muchas veces: Bebed, bijos mios ; la salud con
siste en que todas las partes de nuestra máquina se conserven flexi
bles , ágiles y húmedas. Bebed agua en abundancia, porque es el
disolvente universal que precipita todas las sales. ¿Está acaso de
tenido y lento el curso de la sangre? Ella le acelera . ¿Está rápido y
precipitado ? Le detiene. Estaba el buen doctor tan persuadido de
esto , que aun él mismo no bebia mas que agua , sin embargo de
ballarse ya en edad muy avanzada . Definia la vejez diciendo era
una tisis natural, que nos deseca y consume. Fundado en esta de
finicion , lamentaba la ignorancia de los que llaman al vino la le
che de los viejos. Sostenia que antes bien los desgasta y los des
truye , diciendo muy elegantemente , que este licor, así para los
viejos como para todos los demás, era un amigo traidor y un gusto
muy engañoso .
- A pesar de tan bellos raciocinios , á los ocho dias que estuve en
en aquella casa, padecí una diarrea, acompañada de crueles dolo
res de estómago, lo que tuve la temeridad de atribuir al disolvente
LIBRO SEGUNDO . 101
universal y á la mala calidad de los alimentos que comia . Quejéme
de esto al nuevo amo , esperando que al cabo vendria á condescen
der , y á darme algun poco de vino en las comidas; pero era muy
enemigo de este licor para tener semejante condescendencia . Cuando
te hayas acostumbrado á beber agua , me dijo , conocerás sus vir
tudes. Por lo demás , si te disgusta mucho el agua pura , hay
mil arbitrios inocentes para corregir el desabrimiento de las bebi
das acuosas . La salvia y la betónica les comunica un gusto deli
cioso, y , si quieres que lo sea mucho mas , mezcla un poco de flor
de romero, de clavel ó de amapola .
Por mas que ponderase las excelencias del agua, y por mas que
me enseñase el modo de componer bebidas exquisitas, sin que para
nada fuese necesario el vino, la bebia yo con tanta moderacion ,
que , ad virtiéndolo él , me dijo un dia: Ya no me admiro , Gil Blas,
de que no goces una perfecta salud, porque no bebes bastante ,
amigo mio ; el agua bebida en poca cantidad solo sirve para remo
ver la porcion de la bilis , y darle mayor vigor y actividad, cuando
es necesario anegarla en un diluyente copioso. No temas, hijo, que la
abundancia del agua te debilite y enfrie demasiado el estómago. Lejos
de tí ese terror pánico con que miras la frecuencia de tan saludable
bebida. Yo salgo por fiador de su buen efecto ; y , si no te satisface
mi fianza, el divino Celso saldrá á abonarla. Este oráculo latino
hace un admirable elogio del agua , y añade en términos expresos ,
que los que , por beber vipo , se excusan con la debilidad del estó
mago, levantan un falso testimonio á esta entraña para encubrir su
sensualidad.
Como babiera sido cosa fea dar pruebas de indócil cuando daba
principio á la carrera de la medicina, mostré que me bacia fuerza
la razon ; y aun confieso que efectivamente la creí. Proseguí, pues
en beber agua , bajo la fe de Celso : 6 , por mejor decir, comencé á
anegar la bilis , bebiendo en gran copia aquel licor; y , aunque cada
dia me sentia mas desazonado , pudo mas la preocupacion que la
experiencia . Tenia , como se ve , una admirable disposicion para ser
médico. Sin embargo, no pudiendo resistir mas a la violencia de
los males que me atormentaban , tomé la resolucion de dejar la
casa del doctor Sangredo ; pero este me honró con un nuevo em
pleo, el cual me hizo mudar de parecer. Mira , hijo, me dijo un
dia, yo no soy de aquellos amos ingratos y duros que dejan enve
jecer a los criados sin pasarles por el pensamiento el recompensar
102 GIL BLAS .
sus servicios. Estoy contento contigo; te quiero; y sin aguardar á
que me hayas servido mas tiempo , es mi ánimo bacerte dicboso .
Ahora mismo te voy a descubrir lo mas sutil del saludable arte que
profeso tantos años bá . Los demás médicos piensan coosiste en el
estudio penoso de mil ciencias tan inútiles como dificultosas; yo in
tento abreviar un camioo tan largo , y ahorrarte el trabajo de es
tudiar la física, la farmacia, la botánica y la anatomía . Sábete ,
amigo , que , para curar todo género de males , no es menester mas
que sangrar y hacer beber agua caliente . Este es el gran secreto
para curar todas las enfermedades del mundo . Sí : este maravilloso
secreto que yo te comunico, y la naturaleza no ha podido ocultar á
mis profundas observaciones, manteniéodose impenetrable á mis
hermanos y compañeros , se reduce á solos dos puntos: sangrías y
agua caliente, uno y otro en abundancia . No tengo mas que ense
parte . Ya sabes de raíz toda la medicina ; y, si te aprovechas
de mis largas experiencias , serás tan gran médico como yo . Al
presente me puedes aliviar mucho . Por las mañanas te estarás en
casa á tener cuenta del registro , y por las tardes irás á visitar á
mis enfermos. Yo asistiré á la pobleza y al clero : tú visitarás á los
del estado general que me llamaren , y , despues de haber ejercido
algun tiempo , baré te incorporen en nuestro gremio . He aquí , Gil
Blas, que ya eres sabio sio ser médico , cuando otros por muchos
años , y la mayor parte toda la vida , son médicos antes de ser sa
bios .
Dí gracias al doctor por haberme puesto en estado , en tan poco
tiempo , de ser sustituto suyo ; y , en señal de mi agradecimiento, le
ofrecí que toda la vida seguiria á ciegas sus opiniones , aunque
fuesen cootrarias á las del mismo Hipócrates . Pero esta palabra no
era del todo sincera , porque no podia conformarme con su opioion
acerca del agua , y en mi corazon determiné beber vino siempre
que fuese á visitar mis enfermos . Seguoda vez me desnudé de mi
vestido, y tomé otro de mi amo para presentarme en traje de mé
dico . Hecho esto , me dispuse á practicar la medicina á costa de los
pobres que cayesen en mis manos . Tocóme dar priocipio por un
alguacil , que adolecia de un dolor de costado . Dispuse le sangrasen
sin piedad, y que no se regasen a darle de beber agua caliente con
abundancia . Entré despues en casa de un pastelero , á quien la gota
le hacia poder los gritos en el cielo . No tuve mas compasion de su
sangre que de la del alguacil, y fuí muy libéral en mandarle dar
LIBRO SEGUNDO . 103
agua caliente. Valiéronme doce reales las dos visitas, y quedé tan
contento con el nuevo ejercicio, que solo deseaba cosecha de enfer
mos y acbacosos .
Al salir de casa del pastelero , me
encontré con Fabricio, á quien no
babia visto desde la muerte del li
cenciado Cedillo . Miróme atento y
atónito por algun tiempo , y despues
dió una carcajada tan grande, que
parecia iba á reventar de risa . No
dejaba de tener razon : llevaba yo
una capa tan larga, que me llegaba
á los talones ; la chupa y el calzon
eran tan anchos , que sobraban mu
cho para dos cuerpos como el mio .
Dy
SADURN En fin , mi figura podia pasar por
original y grotesca . Dejéle desahogar, y aun yo mismo le hubiera
acompañado, si no me contuviera el decoro de la calle, y la repre
sentacion de médico , que no es un animal risible . Si mi ridículo
traje habia movido á risa á Fabricio , mi seriedad se la aumentó , y
despues que se rió cuanto quiso : ¡Por cierto, Gil Blas, exclamó , que
estás estrafalariamente puesto ! ¿Quién diablos te ha disfrazado así?
Poco a poco , Fabricio , poco a poco, y trata con todo respeto a un
nuevo Hipócrates . Sábete que soy sustituto del doctor Sangredo,
médico el mas famoso de Valladolid . Tres semanas há que estoy en
su casa , y en este breve tiempo me ha enseñado radicalmente la
medicina; de manera que , como él no puede visitar a todos los en
fermos que je llaman , visito yo una parte de ellos para aliviarle . El
asiste á la gente principal, y yo a la plebe . ¡ Bellamente ! replicó
Fabricio: eso en buen romance quiere decir que te ha cedido la
sangre plebeya, y él se ha guardado la ilustre . Doite el parabien de
la parte que te ha tocado, que , en mi concepto , es la mejor, por
que á un médico le conviene mas ejercer su facultad con la gente
pobre que con la opulenta . ¡ Vivan los médicos de aldea y de arra
bal! Sus yerros son menos sabidos , y no meten tanta bulla sus ase
sinatos. Sí , amigo : tu suerte me parece la mas envidiable , y, por
hablar á manera de Alejandro, si yo no fuera Fabricio, querria ser
Gil Blas .
Para que el hijo del barbero Nuñez conociese que no exageraba
104 GIL BLAS .
ni mentia en alabar tanto mi presente condicion , le mostré los doce
reales del alguacil y del pastelero, y despues nos entramos los dos
en una taberna para beber a costa de ellos. Presentáronnos un vino
bueno, el cualme pareció mucho mejor de lo que era por la gran
gana que tenia de beberle. Echéme al cuerpo valientes tragos , y ,
cop licencia del oráculo latino, al paso que iba bebiendo, conocí
que el estómago no se quejaba de las injusticias que le habia he
cho. Detuvímonos bastante tiempo Fabricio y yo en la taberna, y
nos burlamos largamente de nuestros amos, como es uso y costum
bre entre todos los criados. Viendo que se acercaba la noche, nos re .
tiramos, quedando apalabrados de volvernos a ver la tarde siguiente
en el mismo paraje .
CAPÍTULO N .
Prosigue Gil Blas ejerciendo la medicina con tanto acierto como capacidad . Aventura de la sortija
recobrada.
No bien habia yo entrado en casa, cuando tambien volvió a ella
el doctor Sangredo. Informele de los enfermos que habia visitado;
puse en la mano ocho reales que restaron de los doce que me ha
bian valido mis recetas. Ocho reales, me dijo , por dos visitas, son
poca cosa ; pero al fin es preciso recibir lo que nos dieren . Tomó
los, y, embolsándose los seis , me dió solo dos. Toma , Gil Blas,
prosiguió ; ahí te doy para que empieces a juntar un capital, pues
desde luego te cedo la cuarta parte de lo que me toca. Presto serás
rico , amigo mio, porque este año, queriendo Dios, habrá muchas
enfermedades.
Contentéme, ye con razon , pues , habiendo resuelto quedarme
con la cuarta parte de lo que recibia , y cediéndome el doctor la
otra cuarta parte de lo que yo le entregaba, venia á tocarme, si no
me engaña mi aritmética , la mitad de lo que realmente percibia .
Esto me dió nuevo aliento para aplicarme á la medicina . Al dia si
guiente , luego que comí, volví á echarme á cuestas el hábito de
sustituto , y salí á campaña . Visité muchos enfermos de los que yo
mismo habia sentado en el libro, y a todos les receté los mismos
medicamentos,aunque padecian diferentes enfermedades. Hasta aquí
las cosas iban viento en popa , y ninguno, gracias al cielo , se habia
alborotado contra mis recetas. Pero nunca faltan censores del método
106 GIL BLAS .
de un médico , por excelente que sea . Entré en casa de un droguero
que tenia un hijo hidrópico , y me encontré con cierto mediquillo
de color amulatado, que se llamaba el doctor Cuchillo , llevado allí
por un pariente del mercader. Hice profundas cortesías a todos los
circunstantes, pero particularmente al tal figurilla, que me persuadi
habia sido llamado para consultar sobre la enfermedad que tenía
mos entre manos . Saludóme con mucha gravedad ; y despues de
haberme mirado atentamente : Señor doctor, me dijo, yo conozco á
todos los médicos de Valladolid , hermanos y compañeros mios; pero
confieso que la fisonomía de usted es para mí enteramente nueva ,
por lo que es preciso que usted haya venido á establecerse en esta
ciudad de muy poco tiempo a esta parte. Yo , señor , le respondí ,
soy un joven pasante que ejerzo a la sombra y bajo los auspicios
del doctor Sangredo, tan conocido en este pueblo y en toda la co
marca. Doy a usted la enhorabuena , me replicó cortesmente , de
que haya adoptado el método de un hombre tan grande. No dudo
que será usted habilísimo , aunque tan mozo todavía . Dijo esto con
tanta naturalidad , que no pude discernir si hablaba de veras, ó si
se burlaba de mí . Estaba pensando en lo que babia de replicar,
cuando el droguero tomó la palabra, y nos dijo: Señores , tengo por
cierto que ustedes saben uno y otro perfectamente la medicina; y
así les suplico que , si gustan , se sirvan consultar entre los dos qué
es lo que debo hacer para lograr el consuelo de ver bueno a mi
hijo.
Oyendo esto el doctorcillo , comenzó a observar al enfermo, y ,
habiéndome hecho notar todos los síntomas que descubrian la na
turaleza de la enfermedad , me preguntó de qué manera pensaba
yo curarla. Mi parecer es , le respondí, que se le sangre todos los
dias , y que se le dé á beber agua caliente en abundancia . Al oir
esto el mediquin , me preguntó sonriéndose con aire socarron : ¿ Y
cree usted que con esos excelentes remedios se le salvará la vida al
enfermo ? ¡ Y como que lo creo! respondí animoso; sin duda se con
seguirá ese efecto, pues son unos específicos contra todo género de
males; y sino, que lo diga el doctor Sangredo. Segun eso , replicó
el doctor Cuchillo , se engaña mucho Celso, y escribió un gran dis
parate, asegurando que para facilitar la curacion de un hidrópico es
conveniente dejarle padecer de hambre y sed . ¡ Oh ! le respondí : yo
no tengo á Celso por oráculo . Engañóse como se engañaron otros,
y algunas veces me complazco en ir contra sus opiniones. Conozco
LIBRO SEGUNDO . 107
por la explicacion de usted, repuso Cuchillo, la práctica segura y
buena que el doctor Sangredo quiere inspirar a todos los profesores
jóvenes . La sangría y la bebiba es su medicamento universal, por
lo que no me admiro ya de que tantos hombres honrados perezcan
en sus manos... Dejémonos de invectivas, le interrumpi yo con se
quedad; no está bien en un hombre de la profesion de usted tocar
esta tecla . Sin sacar sangre , y sin dejarlos beber, se han enviado
muchos hombres á la sepultura; y quizá usted habrá despachado á
ella mas que otros . Si usted tiene algo contra el señor Sangredo ,
escriba impugnándole ; que no dejará ciertamente de responder, y
entonces veremos quién es el que queda vencido . Por san Pedro y
san Pablo, prorumpió lleno de cólera el doctorcillo , que usted no
conoce al doctor Cuchillo . Sepa pues, amigo mio , que tengo garras
y colmillos, y que de ningun modo me causa miedo Sangredo; el
cual, mal que le pese a su vanidad y presuncion, en suma no es
mas que un original sin copia. La figura del mediquillo me hizo
despreciar su cólera. Respondíle con enfado; correspondióme con
el mismo; y en breve vi
nimos a las manos . Di
monos algunas puñadas,
y nos arrancamos uno á
otro porcion de pelos an
tes que el droguero y su
parienta nos pudiesen se
parar. Luego que lo hu
bieron conseguido, pagá
ronme la visita , é hicie
ron quedar á mi antagonista , que verosimilmente les pareció mas
hábil
que yo .
Despues de esta aventura , faltó poco para que me sucediese otra .
Fui a visitar á cierto sochantre que estaba con calentura . Apenas
me oyó hablar de agua caliente, cuando se mostró tan rebelde á
este remedio, que comenzó á dar votos. Díjome mil desvergüenzas,
y aun me amenazó de que me echaria por la ventana . Salí de aque
lla casa mas de priesa de lo que habia entrado. No quise visitar
mas enfermos aquel dia , y me fuí derecho a la taberna de lo caro ,
donde la víspera habíamos quedado apalabrados Fabricio y yo . Co
mo ambos teníamos buenas ganas de beber , lo hicimos perfecta
mente, y despues nos retiramos cada uno a su casa , en buen estado
108 GIL BLAS .
ambos, quiero decir, moros van , moros vienen . No conoció el doc
tor Sangredo el achaque de que yo adolecia , porque le conté con
tanta energía lo que me habia sucedido con el doctorcillo, que atri
buyó mis descompasadas acciones y mis palabras mal articuladas
al enojo y cólera que me habia causado el lance que le referia.
Fuera de eso , como él era interesado en el hecho , se alteró algo
contra el doctor Cuchillo ; y así me dijo: Hiciste muy bien , Gil Blas ,
en volver por el honor de nuestros remedios contra aquel aborto,
Ó , por mejor decir , embrion de nuestra facultad. Pues qué , ¿ piensa
el grandísimo ignorante que no se deben administrar á los hidrópi
cos bebidas acuosas? ¡ Pobre mentecato ! Pues yo defenderé delante
de todo el mundo que con el agua se puede curar todo género de
hidropesías, y que es un específico igualmente adaptado para estas,
como para los reumatismos y opilaciones. Es tambien muy propia
para aquel género de calenturas, que por una parte abrasan al en
fermo, y por otra le hielan ; y es maravilloso remedio para todas
aquellas enfermedades que se atribuyen á humores frios , serosos ,
flemáticos y pituitosos. Esta opinion solo parece extraña á los prin
cipiantes, cual es Cuchillo , incapaces de discurrir como filósofos ;
pero es muy probable en buena medicina ; y , si ellos fueran capa
ces de penetrar la razon en que se funda, en vez de desacreditarme,
llegarian á ser mis mayores apasionados.
Tanta era su cólera , que ni aun le pasó siquiera por el pensa
miento que yo hubiese bebido; pues , por irritarle mas , adredemente
habia yo añadido algunas circunstancias de mi pegujal ó de mi fe
cunda inventiva . Con todo eso , aunque estaba tan ocupado en lo
que le acababa de contar, no dejó de advertir que aquella noche ha
bia yo bebido mas agua de lo que acostumbraba, porque , con efec
to , el vino me habia dado muchísima sed . Otro que no fuese el doc
tor Sangredo habria maliciado un poco de aquella grande sed que
me aquejaba, y de los grandes tragos de agua que bebia ; pero él
creyó buenamente que yo iba aficionándome á las bebidas acuosas ;
y así me dijo sonriéndose : Amigo Gil , á lo que veo , ya parece que
no tienes tanta enemistad con el agua . Por vida mia que la bebes
como pudieras el mas delicioso néctar . No me admiro de eso , por
que ya sabia yo que con el tiempo te acostumbrarias á este sobe
rano licor . Señor, le respondí, dice bien aquel refran : Cada cosa á
su tiempo, y los nabos en Adviento. Lo que es ahora, crea su merced
que daria yo una cuba entera de vino por una sola azumbre de
LIBRO SEGUNDO , 109
agua. Quedó tan encantado el doctor con esta respuesta , que tomó
de ella ocasion para ponderar las excelencias de aquella bebida .
Hizo nuevamente su panegirico , no ya como panegirista frio , sino
como un orador entusiasmado . Mil y aun mil millones de veces , excla
mó , eran mas estimables y mas inocentes que las tabernas de nues
tros tiempos las termopilas de los siglos pasados , donde no se iba
á malgastar vergonzosamente la hacienda y la vida, anegándose en
el vino, sino que concurrian allí á divertirse honestamente , y á be
ber sin riesgo agua caliente en abundancia . Nunca se admirará bas
tantemente la sabia prevision de los antiguos gobernadores de la
vida civil, que instituyeron lugares públicos , donde cada uno pu
diese libremente acudir á beber agua a su satisfaccion , haciendo
encerrar el vino en las cuevas de los boticarios , con severa probi
bicion de que ninguno le pudiese beber si no le recetaba el médico .
¡ Oh, qué rasgo de prudencia! Sin duda , añadió , que por una reli
quia de la antigua frugalidad, digna del siglo de oro, se conservan
aun el dia de hoy algunas pocas personas que , como tú y como yo ,
solamente beben agua , persuadidas de que evitarán ó curarán todos
los males bebiendo agua caliente que no haya hervido, porque ten
go observado que la hervida es mas pesada , y no la abraza tan
bien el estómago como la que sin hervir llega solo á calentarse.
Mas de una vez temi reventar de risa , mientras mi amo discurria
en el asunto con tanta elocuencia . Con todo eso me mantuve serio ,
y aun bice mas , pues mostré ser del mismo sentir que el doctor
Sangredo; abominé del uso del vino , y me compadecí de los hom
bres que tenian la desgracia de pagarse de una bebida tan perni
ciosa. Despues de esto , como todavía me sentia con sobrada sed ,
llené de agua caliente una gran taza, y de una asentada me la eché
toda al cuerpo. Vamos , señor , dije a mi amo , hartémonos de este
benéfico licor, y resucitemos en esta casa aquellas antiguas termo
pilas, de cuya falta tanto se lamenta usted. Celebró mucho estas
palabras, y por mas de una hora entera me estuvo exhortando á
que bebiese siempre agua . Prometíle que la beberia toda la vida; y ,
para cumplir mejor mi palabra , me acosté con firme propósito de ir
todos los dias a la taberna .
El lance pesado que habia tenido en casa del droguero , no me
quitó el gasto de ir a recetar el dia siguiente sangrías y agua ca
liente. Al salir de la casa de un poeta que estaba frenético, me en
contré con una vieja , la cual se llegó á mí , y me preguntó si era
110 GIL BLAS .
médico . Respondíle que sí , y ella me suplicó con mucha humildad
me sirviese acompañarla á su casa , donde estaba indispuesta su
sobrina, que se sentia mala desde el dia anterior , ignorando cuál
fuese su enfermedad. Seguíla , y , guiándome á su casa , me hizo
entrar en un cuarto, adornado de muebles muy decentes , donde vi
una mujer en cama. Acerquéme á ella para observarla. Desde luego
me llamó la atencion su fisonomía , y , despues de haberla mirado
por algunos momentos, reconocí, sin quedarme género de duda, que
era aquella misma aventurera que habia hecho tan perfectamente
el papel de Camila . Por lo que a ella toca , me pareció no me habia
conocido, ya fuese por tenerla abatida el mal , ó ya por el traje de
médico en que me veia . Toméle el pulso, y ví que tenia puesta mi
sortija . Sentí una terrible conmocion al reconocer una albaja á la
cual tenia yo tanto derecho, y estuve fuertemente tentado á quitár
sela por fuerza ; pero , sabiendo que las mujeres luego comienzan á
gritar, y temiendo acudiese á su defensa el dichoso don Rafael , ó
algun otro de tantos protectores como tiene siempre el bello sexo
para acudir á sus gritos , resistí á la tentacion . Parecióme seria me
jor disimular por entonces hasta consultar el caso con Fabricio .
Abracé, pues , este último partido. Mientras tanto la vieja me apu
raba para que declarase el mal de que adolecia su postiza ó su yer
dadera sobrina. No fuí tan mentecato que quisiese confesar que no
le conocia ; antes bien , haciendo de hombre sabio , é imitando a mi
maestro , dije con mucha gravedad que todo dependia de falta de
traspiracion , y , por consiguiente , que era menester sangrarla in
mediatamente , y humedecerla bien , haciéndole beber agua caliente
en cantidad, para curarla segun el debido método .
Abrevié la visita cuanto pude , y fuíme derecho á buscar al hijo
de Nuñez , a quien tardé poco en encontrar , porque iba a cierta di
ligencia de su amo . Contéle mi nueva aventura , y le pregunté si le
parecia conveniente que me valiese de algunos alguaciles para re
cobrar mi alhaja , prendiendo á Camila . No por cierto, me respon
dió : no pienses en tal disparate: ese seria el medio mas seguro para
que nunca vieses en tu mano la sortija. Esa gente no es muy incli
nada á hacer restituciones ; y sino acuérdate de lo que te sucedió en
Astorga ; tu caballo , tu dinero, y hasta tu propio vestido , todo que
dó en sus uñas . Es necesario , pues , apelar á nuestra industria , si
quieres recobrar tu desgraciado diamante. Déjamelo pensar á mí ,
mientras voy a dar un recado de mi amo al proveedor del hospi
LIBRO SEGUNDO . 111
tal; espérame en la taberna de que somos parroquianos , y ten un
poco de paciencia, que presto nos veremos .
Mas de tres horas hacia que le estaba esperando, cuando al cabo
pareció. Al principio no le conocí , porque habia mudado de traje:
traia el pelo trenzado, y unos bigotes postizos, que le tapaban la
mitad de la cara : del cinto le colgaba una espada larga, cuya cazo
leta tenia por lo menos tres piés de circunferencia , y marchaba al
frente de cinco hombres , todos con aire tan resuelto y determinado
como él , llevando igualmente sus grandes bigotes y espadas largas.
Servitor, señor Gil Blas, me dijo acercándose á mí con resolucion y
despejo. Aquí tiene usted un alguacil de nuevo cuño , y , en esta
boprada gente que me acompaña, unos corchetes del mismo tem
ple . Solo queda á cargo de usted el guiarnos á casa de la mujer que
le robó el diamante , y le empeño mi palabra de que le recobrará .
Abracé á Fabricio luego que le oí estas palabras, conociendo por
ellas la estratagema que habia inventado para favorecerme, apro
bando mucho semejante arbitrio . Saludé tambien á los fingidos mi
nistriles, los cuales eran tres criados y dos mancebos de barbero ,
todos amigos suyos, a quienes habia metido en que hiciesen aquel
papel. Mandé trajesen vino para que refrescase la ronda , y , á la en
trada de la noche, nos encaminamos á casa de Camila . Llamamos á
la puerta, que ya encontramos cerrada. Vino á abrirla la vieja; y ,
creyendo que eran ministros de justicia los que venian conmigo , y
que no iban a su casa sin algun mal fin , se llenó la pobre de mie
do. No se turbe , madre, le dijo Fabricio , que no venimos por mal ,
sino á un negocio de poca importancia , que presto se evacuará . Di
ciendo esto, nos fuimos introduciendo hasta el cuarto de la enferma,
guiándonos la vieja, que iba adelante alumbrando con una vela en
un candelero de plata . Tomé el candelero , y, acercándome á la ca
ma de Camila , aplicando la luz a mi cara para que me viese mejor:
Infame, le dije, ¿conoces ahora aquel crédulo Gil Blas, a quien tan
villanamente engañaste ? En fin , ya te encontré , bribonaza . El cor
regidor dió oidos á mi querella , y órden a estos señores de arres
tarte y encerrarte en un calabozo . Ea , pues, señor alguacil ( dije a
Fabricio ), cumpla con lo que le han mandado, y haga lo que le toca .
No necesito, respondió con voz bronca y desabrida , que ninguno me
acuerde mi obligacion. Ya tengo noticia de esta buena albaja, pues
tiempo há que está escrita y registrada en mi libro de memoria . Le
vántese, reipa mia , y vistase pronto, que yo tendré la fortuna de
112 GIL BLAS .
irla sirviendo de escudero , si lo lleva á bien , hasta la cárcel pública
de esta ciudad .
Al oir esto Camila , aunque parecia tan postrada, advirtiendo que
dos ministriles se disponian á sacarla por fuerza de la cama , se sen
tó en ella , y , juntas las manos , en tono de suplicante, mirándome
con ojos en que se veia pintado el desconsuelo y el terror : Señor Gil
Blas, me dijo, apiádese usted de mí : esto se lo pido por aquella su
casta madre, que le dió á luz despues de haberle tenido nueve me
ses en sus maternales entrañas . Aunque confieso mi culpa , todavía
fuí mas desgraciada que delincuente. Voy a restituirle su diamante ,
y por amor de Dios no me pierda. Diciendo esto , sa sacó la sortija ,
y me la puso en la mano . Pero yo le respondí que no me contenta
ba con solo el diamante , sino que tambien queria se me restituye
sen los mil ducados que se me habian robado en la posada . Señor ,
replicó ella, los mil ducados no me los pida usted á mí ; pídaselos al
traidor de don Rafael, a quien no he visto desde entonces acá , que
aquella misma noche se los llevó . ¡ Ah , buena maula ! interrumpió
Fabricio, pues qué , ¿ no hay mas que decir que no tuviste arte ni
parte en ello , para darte por legitimamente disculpada? Basta que
hayas sido cómplice del don Rafael, para que se te pida estrecha
cuenta de toda tu vida pasada . Sin duda que tendrás archivadas en
la conciencia bellas cosas. Vén , vén á la cárcel , donde harás una
buena confesion general . Tambien quiero llevar en tu compañía á
i esta buena vieja , á quien juzgo impuesta en una infinidad de lan
ces curiosos , que al señor corregidor no le pesará saber .
Al oir esto las dos mujeres, no omitieron medio alguno para mo
vernos á piedad . Alborotaron la casa á gritos , llantos y lamentos.
Mientras la vieja , puesta de hinojos, ya delante del alguacil , ya de
lante de les ministriles, procuraba excitar su compasion , Camila ,
del modo mas tierno y patético del mundo , me suplicaba y conjura
ba la librase de mano de la justicia . Era este un espectáculo digno
de verse . Fingi ablandarme , y dije al hijo de Nuñez : señor alguacil ,
puesto que ya he recobrado mi diamante, se me da poco de lo de
más . No deseo se aflija á esta pobre mujer, porque no quiero la
muerte del pecador. ¡ Bueno por cierto ! me respondió ; usted es muy
compasivo, y no valia un pepino para alguacil. Yo no puedo menos
de cumplir con mi obligacion; y el señor corregidor expresamente
me mandó prendiese á estas princesas, porque quiere su señoría ha
cer con ellas un ejemplar que sirva de escarmiento . Hágame usted
blica
BECOBRA GIL BLAS LA SORTIJA CUE LE ROBÓ CAMILA.
LIBRO SEGUNDO . 113
el favor, le repliqué, de hacer por mí alguna cosa, y suavizar un
tantico el rigor de la órden , en favor del regalo que estas damas le
quieren hacer en corta demostracion de su agradecimiento . ¡Oh se
ñor doctor! repuso Fabricio , ese es otro cantar. No puedo resistir á
esa figura retórica usada tan á tiempo . Ea pues , veamos lo queme
quieren regalar. Daréle á usted , dijo Camila , un collar de perlas, y
unos pendientes de piedras que valen buen dinero . Sí, respondió
Fabricio taimadamente, con tal que no sean de las que te envió tu
tio el gobernador de Filipinas, porque esas no las quiero . Os ase
guro que son finas, dijo Camila ; y almismo tiempomandó á la vieja
trajese una cajita , donde estaban el collar y los pendientes , que ella
misma puso en manos del señor alguacil; y , aunque era tan dies
tro lapidario como yo, no dejó de conocer, sin quedarle ninguna
duda, que eran finas, así las piedras de los pendientes, como las
perlas del collar. Estas alhajas , dijo despues de haberlas mirado
atentamente , me parecen de buena ley ; y, si se añade á ellas el can
delero de plata que el señor Gil Blas tiene en la mano, no respondo
ya de mi obediencia al señor corregidor. No creo , dije entonces á
Camila, que por semejante friolera quiera usted deshacer un conve
nio que le tiene tanta cuenta. Diciendo y haciendo quité la vela del
candelero , se la entregué à la vieja , y alargue este á Fabricio, que,
contentándose con ello, quizá porque no vió en la sala ninguna otra
cosa de precio que se pudiese llevar fácilmente, dijo a las dos mu
jeres: Adios, reinas mias, y pierdan cuidado, que voy a hablar al
señor corregidor, y a dejarlas con él mas puras y mas blancas que
la misma nieve. Nosotros le sabemos pintar las cosas como quere
mos , y nunca le bacemos relacion que no sea verdadera, sino cuan
do tenemos algun poderoso motivo que nos obligue á desfigurar un
poco la verdad .
CAPÍTULO ¥.
Prosigue la aventura de la sortija ; deja Gil Blas la medicina , y se ausenta de Valladolid .
· Ejecutado tan felizmente el admirable proyecto de Fabricio , sali
mos de casa de Camila , alabándonos de un suceso que habia supe
rado nuestras esperanzas, porque solo habíamos ido à recobrar una
sortija , y nos llevamos lo demás sin ceremonia ni elmenor remor
dimiento . Lejos de hacer escrúpulo de haber robado á dos mujeres
del partido, creíamos haber hecho un acto meritorio . Señores, dijo
Fabricio luego que estuvimos en la calle, soy de parecer que para
coronar esta bella bazaña vayamos a nuestra taberna de lo caro ,
donde pasaremos alegremente la noche. Mañana venderemos el co
llar , los pendientes y el candelero; haremos nuestras cuentas, y re
partiremos el dinero como hermanos. Hecho esto , cada uno se irá á
su casa , y discurrirá lo que mejor le pareciere para excusarse de
haber pasado la noche fuera de ella . Tuvimos por muy prudente y
juicioso el pensamiento del señor alguacil. Volvimos pues todos á
nuestra taberna, pareciéndoles á unos que facilmente encontrarian
algun buen pretexto para disculpar el haber dormido fuera, y no
dándoseles á otros un pito de que les despidiesen sus amos.
Dióse órden de que se nos dispusiese una buena cena, y nos sen
tamos a la mesa con tanto apetito como alegría. Durante ella se sus.
citaron especies muy graciosas, sobre todo Fabricio, que era fecun
dísimo, y hombre de gran talento para mantener siempre viva la
LIBRO SEGUNDO . 115
conversacion , y divertir a toda la compañía . Ocurriéronle mil dichos
llenos de sal española , que nada debe a la sal ática; pero , estando
en lo mejor de la diversion y de la risa , turbó nuestra alegría un
lance inesperado y sumamente desagradable. Entró en el cuarto don
de estábamos un hombre bastante bien plantado, a quien acompa
ñaban otros dos de muy mala catadura . Tras estos entraron otros
tres; y , en fin, de tres en tres fueron entrando hasta doce , todos con
espadas, carabinas y bayonetas. Conocimos que eran ministros ver
daderos de justicia , y fácilmente penetramos su intencion . Al prin
cipio pensamos en defendernos; pero en un instante nos rodearon y
nos contuvieron, así por su mayor número, como por el respeto que
tuvimos á las armas de fuego. Señores (nos dijo el comandante con
cierto airecillo burlon ), tengo noticia de la ingeniosa invencion con
que ustedes han recobrado de mano de cierta aventurera no sé qué
preciosa sortija. El estratagema fué ingenioso y excelente, tanto ,
que merece ser públicamente premiado: recompensa que no se les
puede á ustedes negar. La justicia , que tiene destinado á ustedes
digno alojamiento en su misma casa , no dejará ciertamente de pre
miar un esfuerzo tan raro de ingenio . Turbáronse á estas palabras
todas las personas a quienes se dirigian, y mudamos todos de tono
y de semblante, llegándonos la vez de experimentar el mismo terror
que habíamos causado en casa de Camila . Sin embargo, Fabricio ,
aunque pálido y casi muerto, intentó disculparpos . Señor, dijo tré
mulo , nuestra intencion fué sin duda buena , y en gracia de ella se
nos puede perdonar aquella inocente superchería . ¡ Qué diablos ! re
plicó el comandante con viveza, já eso llamas tú superchería ino
cente ? Ignoras por ventura que huele á cáñamo, ó cuando menos ,
á vaqueta esa inocente superchería? Fuera de que a ninguno le es
lícito bacerse justicia á sí mismo por su propia mano , os llevasteis,
además de la sortija , un collar de perlas, un candelero de plata , y
unos pendientes de diamantes. Lo peor de todo es que para bacer
este robo os fiogisteis ministros de justicia . ¡ Unos hombres misera
bles suponerse gente honrada para hacer tal villanía, y cometer se
mejante maldad ! ¿Os parece esta una culpa venial que se lava con
agua bendita ? Sereis muy dichosos, si solo se echa mano de la pen
ca para borrarla y castigarla . Cuando llegamos a comprender que la
cosa era mas seria de lo que nosotros habíamos imaginado, nos
echamos todos á sus piés, y le suplicamos con lágrimas que se apia
dase de nosotros y de nuestra inconsiderada juventud; pero todos
116 GIL BLAS .
nuestros clamores fueron inútiles. Despreció con indignacion la pro
puesta que le hicimos de cederle el collar, los pendientes y el can
delero. Tampoco quiso admitir la sortija, que verdaderamente era
mia , quizá porque se la ofrecia á presencia de tantos testigos. En
fin , estuvo inexorable . Hizo desarmar á mis compañeros, y nos llevó
á todos á la cárcel. En el camino me contó uno de los alguaciles ,
que, habiendo sospechado la vieja que vivia con Camila , que no
éramos gente de justicia , nos habia seguido á lo lejos hasta la ta
berna, y que, teniendo modo de ocultarse y confirmar sus sospe
chas, dió prontamente parte de todo á una ronda para vengarse de
nosotros.
En la cárcelnos registraron á todos hasta la camisa . Quitáronnos
el collar, los pendientes y el candelero, como tambien á mí aquella
sortija de rubíes de las Filipinas, que por desgracia habia metido en
un bolsillo , sin dejarme siquiera los pocos reales que aquel dia me
habian valido mis recetas; por donde conocí que los ministriles de
Valladolid sabian tan bien su oficio como los de Astorga, y que toda
aquella gentecilla tenia unos mismísimos modales .Mientras nos des
pojaban de dichas alhajas y de lo demás que encontraron , el cabo
de ronda referia nuestra aventura a los ejecutores del espolio . Pa
recioles el negocio de tanta gravedad , que algunos nos pronostica
ban iríamos á la horca sin remedio , y otros, menos severos, decian
que la cosa se podria componer con doscientos azotes y algunos años
de servicio en las galeras. Mientras resolvia sobre esto el corregi
dor, nos encerraron en un oscuro calabozo, donde dormimos sobre
paja extendida, ni mas ni menos que se extiende para que duerman
los caballos. Hubiera quizá durado esto largo tiempo , y no habría
mos salido de allí sino para ir a galeras, si al siguiente dia , habien
do oido el señor ManuelOrdoñez lo que habia sucedido, no hubiese
tomado á su cargo bacer todo lo posible por sacar á Fabricio de la
cárcel, lo que no podia ser sin que a todos nos diesen libertad. Era
un hombre que estaba muy bien quisto en todo Valladolid ; é bizo
tantos empeños , y revolvió tanto, que al cabo de tres dias nos vi
mos todos libres , bien que no salimos de la prision como habíamos
entrado . El collar, los pendientes, y hasta mi pobre rubí, todo se
quedó allá . Esto me trajo a la memoria aquello de Virgilio : Sic vos
non vobis, etc.
Luego que nos vimos fuera de la cárcel, nos fuimos todos á bus
car nuestros amos. Recibiómemuy bien el doctor Sangredo , y me
LIBRO SEGUNDO . 117
dijo: Mi Gil Blas , no supe tu desgracia hasta esta mañana , y estaba
pensando en empeñarme fuertemente por tí . Es mepester , amigo,
no desconsolarte ni acobardarte por este accidente ; antes bien , ahora
mas que nunca te has de aplicar a la medicina . Respondíle que este
era mi ánimo ; y , con efecto, me apliqué enteramente á ella . Lejos
de faltarme que trabajar, nunca hubo mas enfermos, como lo habia
pronosticado mi amo . Acometieron fiebres epidémicas en la ciudad
y arrabales. Teníamos que visitar cada uno todos los dias ocho ó
diez enfermos; por lo que se deja conocer que se beberia mucha
agua , y que se derramaria gran porcion de sangre. Mas yo no sé
cómo era esto : todos se nos morian , ó porque nosotros los curába
mos mal ( lo cual claro está que no podia ser ), ó porque eran incu
rables las enfermedades . A raro enfermo hacíamos tercera visita ,
porque a la segunda nos venian a decir que ya le habian enterrado,
ó á lo menos que estaba agonizando . Como todavía era yo un mé
dico nuevo , poco acostumbrado a los homicidios , me afligia mucho
de los sucesos funestos que me podian imputar. Señor, dije un dia
al doctor Sangredo, protesto al cielo y á la tierra que observo exac
tamente el método de usted , pero , con todo, mis enfermos se van
al otro mundo . Parece que ellos mismos adredemente se quieren
morir, no mas que por tener el gusto de desacreditar nuestros re
medios. Hoy mismo encontré dos que llevaban a enterrar. Hijo mio ,
me respondió, poco mas, poco menos , lo propio me sucede á mí.
Pocas veces logro la satisfaccion de que sanen los enfermos que caen
en mis manos ; y , si no estuviera tan seguro de los principios que
sigo, creeria que mis medicamentos eran enteramente contrarios á
las enfermedades. Señor, le repliqué, si usted quisiera creerme, se
ria yo de sentir que mudásemos de método. Probemos por curiosi
dad el usar en nuestras recetas de preparaciones químicas; ensaye
mos el quermes ; lo peor que podrá suceder será lo mismo que ex
perimentamos con nuestra agua y con nuestras sangrías. De buena
gana, me respondió , haria yo esa prueba, si no fuera por un incon
veniente . Acabo de publicar un libro en que ensalzo hasta las nubes
el frecuente uso de la sangría y del agua; y ahora ¿ quieres tú que
yo mismo desacredite mi obra ? ¡ Oh ! repuse yo , siendo así, no es
razon conceder ese triunfo á sus enemigos. Dirian que usted se ha
bia desengañado , y le quitarian el crédito . Perezca antes el pueblo ,
nobleza y clero, y llevemos nosotros adelante nuestra tema. Al cabo
nuestros compañeros, a pesar de lo mal que están con la lanceta,
118 GIL BLAS .
no veo que hagan mas milagros que nosotros, y creo que sus dro
gas valen tanto como nuestros específicos.
Fuímos pues continuando con nuestro método favorito , y en po
cas semanas dejamos mas viudas y huérfanos que el famoso sitio de
Troya. Parecia que habia entrado la peste en Valladolid : tantos eran
los entierros que se veian. Todos los dias se presentaba en nuestra
casa un padre que nos pedia un hijo a quien habíamos echado a la
sepultura , ó un tio que se quejaba de que hubiésemos muerto á su
sobrino; pero nunca veíamos á ningun sobrino ó hijo que viniese a
darnos las gracias porque con nuestros remedios habíamos dado la
salud a su padre ó á su tio . Por lo que toca á los maridos, tambien
eran prudentes, pues ninguno vino á lamentarse de nosotros, por
que hubiese perdido á su mujer. Con todo eso , algunas personas
verdaderamente afligidas venian talvez á desahogar con nosotros su
pena. Tratábannos de ignorantes , de asesinos, de verdugos, sin per
donar los términos y voces mas descompuestas, mas rústicas ymas
ignominiosas. Irritábanme sus epítetos groseros; pero mimaestro ,
que estaba muy acostumbrado a ellos, los oia con la mayor frescura
y serenidad de ánimo. Acaso me hubiera yo tambien hecho con el
tiempo á oirlos con igual serenidad, si el cielo, quizá por librar de
este azote mas á los enfermos de Valladolid , no hubiera suscitado
un accidente que desterró en míla inclinacion a la medicina que
ejercia con tan infeliz éxito , y el cual describiré fielmente , aunque
el lector se ria a mi costa .
Habia cerca de mi casa un juego de pelota , adonde concurria
diariamente toda la gente ociosa del
pueblo , entre ella uno de aquellos
valentones y perdonayidas de pro
fesion , que se erigen en maestros, y
deciden definitivamente todas las du
das que ocurren en semejantes pa
rajes. Era vizcaino, y hacia que le
llamasen don Rodrigo de Mondra
gon. Parecia como de treinta años ,
1 hombre de estatura ordinaria , seco
y nervudo. Sus ojos eran pequeños y
centellantes , que parecia daban vuel
tas en las órbitas, y que amenazaban
á todos los que le miraban; una nariz muy chata le caia sobre unos
LIBRO SEGUNDO . 119
bigotes retorcidos, que en forma de media luna le subian hasta las
sienes. Su voz era tan áspera y desabrida, que bastaba oirla para
cobrar terror . Este guapo se levantó con el mando del juego de pe
lota. Resolvia soberana y decisivamente todas las disputas que ocur
rian entre los jugadores. No admitia mas apelacion de sus senten
cias que la espada ó la pistola : el que no se conformaba con ellas,
tenia seguro al dia siguiente un desafío . Este señor don Rodrigo, tal
cual le acabo de pintar, y sin que el don , que siempre iba delante
de su nombre, le quitase el ser plebeyo, hizo una tierna impresion
en el corazon de la dueña del juego. Tenia esta cuarenta años; era
rica , bastante bien parecida , y habia quince meses que estaba viu
da. No sé qué diablos la pudo enamorar de aquel hombre. Segura
mente que no se enamoró de él por su bermosura. Seria sin duda
por aquel no sé qué de que todos hablan , y ninguno sabe explicar.
Como quiera que sea , el hecho es que ella se enamoró de aquella
rara figura , y determinó darle su mano . Cuando estaba ya para
concluirse el tratado, cayó gravemente enferma, y , por su desgra
cia , me tocó á mí el ser su médico . Aunque su enfermedad no bu
biera sido de suyo tan maligna, bastarian mis remedios para hacerla
peligrosa. Al cabo de cuatro dias llené de luto el juego de pelota ,
porque envié á la dueña del juego adonde enviaba á mis enfermos,
y sus parientes se apoderaron de cuanto dejó . Don Rodrigo , deses
perado de haber perdido su novia , ó , por mejor decir, la esperanza
de un matrimonio tan ventajoso , no satisfecho con vomitar fuego y
lamas contra mí , juró que me atravesaria de parte a parte con la
espada la primera vez que me viese. Dióme noticia de este juramento
un vecino mio caritativo, y me aconsejó no saliese de casa para no
encontrarme con aquel diablo de hombre . Este aviso , que me pa
reció no era de despreciar, me llenó de miedo y turbacion. Continua
mente me imaginaba que veia entrar en casa al furioso vizcaino, y
este pensamiento no me dejaba sosegar. Obligóme , en fin , a dejar la
medicina, y á buscar modo de librarme de semejante sobresalto.
Volví á coger mi vestido bordado , despedíme de mi amo, que por
mas que hizo no me pudo contener, y , al amanecer del dia siguiente ,
sali de la ciudad, temiendo siempre encontrar á don Rodrigo de
Mondragon en el camino.
1
la Ba s ebodat blogit
CAPÍTULO .
Adónde se encaminó Gil Blasdespues que salió de Valladolid , y qué especie de hombre se
incorporó con él.
Caminaba muy aprisa , y de cuando en cuando volvia á mirar
atrás por ver si me seguia el formidable vizcaino. Teníale tan pre
sente en la imaginacion, que cada bulto y cada árbol me parecia
que era él; y continuamente me estaba dando saltos el corazon ; pero,
despues que anduve una buena legua, me sosegué, y proseguí mi
viaje con mayor quietud , dirigiéndome a Madrid , adonde habia he
cho ánimo de ir. No sentí dejar á Valladolid , y solo sí el haberme
separado de Fabricio , miamado Pílades , sin haber podido despe
dirme de él. No me pesaba el haber abandonado la medicina; antes
bien pedia perdon á Dios de haberla ejercido. Con todo, no dejé de
contar el dinero que llevaba, aunque era el salario de mis homici
dios y de mis asesinatos ; semejante á las mujeres públicas , que ,
despues de arrepentidas de su mala vida, no por eso dejan de con
tar con gusto el dinero que les ha valido. Halléme con unos cinco
ducados, lo que me pareció bastante para llegar á Madrid , donde
creia hacer fortuna. Además tenia gran gana de ver aquella corte,
que me habian pintado como el compendio de todas las maravillas
del mundo.
Mientras iba pensando en lo que habia oido decir de ella , y re
creándome anticipadamente en las diversiones y gustos queme ima
ginaba habia de gozar , oi la voz de un hombre que venia cantando
LIBRO SEGUNDO . 121
tras de mí a gaznate tendido . Traia á cuestas una maleta , en la mano
una guitarra, y al- lado una larguí
sima espada . Caminaba con tanto
brio , que muy presto me alcanzó .
Era uno de aquellos dos aprendices
de barbero que habian estado presos
conmigo por la aventura de la sorti
ja . Desde luego nos conocimos los
dos ; y , aunque uno y otro estába
mos en tan diferente traje, queda
mos igualmente admirados de ver
nos juntos en aquel sitio . Si yo me
mostré alegre por ir en su compañía
21DVD
durante el viaje, él no manifestó me
nos alborozo por haberme encontra
do . Contéle brevemente la causa de haber dejado á Valladolid ; y él
me correspondió diciéndome que habia tenido una pelotera con su
maestro, de cuya resulta uno y otro se babian despedido para
siempre. Si hubiera querido mantenerme aun en Valladolid , añadió ,
habria encontrado diez tiendas por una , porque , sin vanidad , me
atreveré a decir que acaso no se encontrará en toda España quien
sepa rasurar mejor á pelo y contrapelo, ni levantar mejor unos bi
gotes; pero no pude resistir a la vehemente gana de volver a ver
mi patria , de la que há diez años que falto . Quiero respirar algun
tiempo el aire nativo , y saber cómo están mis parientes . Pasado
mañana espero verme entre ellos , porque residen en Olmedo , villa
muy conocida , mas allá de Segovia .
Me determiné á ir en compañía del barbero hasta su lugar , y desde
allí pasar á Segovia , con esperanza de encontrar alguna mayor co
modidad para llegar a Madrid . Comenzamos a hablar de cosas indi
ferentes para divertir la molestia del camino . Era el mozuelo de
buen humor y de muy grata conversacion. Al cabo de una hora me
preguntó si tenia apetito . En llegando al mesón lo veremos , le res
pondí. Pero zno se puede tomar antes alguna parva ? me replicó ; yo
traigo en la alforja algo que almorzar : cuando camino , siempre ten
go cuidado de llevar para la bucólica , y no gusto de cargar con ves
tidos, ropa blanca ni otros trapos inútiles, metiendo solo en la al
forja municiones de boca , mis navajas, y un poco de jabon , y col
gando la bacia del cinto . Alabé su prevision , y convine en que to
46
122 GIL BLAS .
másemos el refrigerio que me proponia. Me sentí con hambre, y
consenti en gozar de un grande almuerzo á vista de lo que me aca
baba de decir . Desviámonos un poca del camino para sentarnos en
un prado, donde sacó su provision el barberillo , que toda consistia
en media docena de cebollas, algunos mendrugos de pan , y unos
bocados de queso ; pero lo que presentó como lo mejor y mas pre
cioso de la alforja , fué una botella llena de vino , que aseguró ser
muy exquisito y sabroso . Aunque los manjares no eran los mas de
licados, como a los dos nos apretaba el hambre , nos supieron muy
bien , y no los desairamos . Vaciamos tambien toda la bota , que ha
cia dos azumbres , de un vino que a mi parecer no merecia que el
barberillo lo hubiese alabado tanto . Concluida nuestra frugal refac
cion , nos volvimos a poner en camino , y á continuar nuestro viaje
con mas vigor y con mayor alegría . El barberillo , á quien Fabricio
habia dicho que mi vida estaba llena de aventuras muy singulares,
me suplicó se las contase, para poder decir que las habia oido de
mi propia boca . Pareciéndome que nada podia negar a un hombre
que acababa de regalarme con tan espléndido almuerzo , le di el
gusto que deseaba , y en correspondencia le dije era menester me
refiriese tambien él su vida . Por lo que toca á mi historia , contestó
no merece cierto ser contada, porque toda ella se reduce á hechos
sencillos ; pero sin embargo, añadió, ya que no tenemos cosa mejor
en que entretenernos , se la referiré á usted tal cual ella ha sido . Y
diciendo y haciendo comenzó a contarla poco mas o menos en los
términos siguientes .
CAPÍTULO VII.
Iristoria del mancebillo barbero.
Fernando Perez de la Fuente , mi abuelo (porque me gusta tomar
las cosas muy de atrás) , despues de haber seguido el oficio de bar
bero en la noble villa de Olmedo por espacio de cincuenta años ,
marió dejando cuatro hijos. El primogénito, por nombre Nicolás ,
beredó la tienda , y siguió la misma profesion. Beltran, que fué el
segundo, se metió en la cabeza el ser mercader, y trató en merce
ría . El tercero , llamado Tomás, se dedicó á maestro de escuela . El
cuarto , que se llamaba Pedro , siotiéndose inclinado á estudiar , ven
dió su legítima , y se fué á Madrid , donde esperaba darse con el
tiempo á conocer por su erudicion y su ingenio . Los otros tres her
manos nunca se separaron , manteniéndose en Olmedo , y allí se ca
saron todos tres con bijas de labradores , que trajeron en matrimo
bio poca dote, pero en recompensa de ella una gran fecundidad ,
pues parece habian apostado á cuál babia de parir mas . Mi madre ,
que era la mujer del barbero, parió seis en los cinco primeros años
de casada, siendo yo uno de ellos . Mi padre , luego que tuve fuer
zas, me puso a su oficio, y apenas cumpli quince años , cuando un
dia me echó á cuestas la alforja que veis , y , ciñéndome esta misma
espada: Ea , Diego , me dijo, ya puedes ganar la vida ; véte á correr
mundo. Estás algo basto , y te conviene viajar para limarte, como
tambien para perfeccionarte en tu oficio. Véte, pues, y no vuelvas
124 GIL BLAS .
á Olmedo hasta haber andado toda España; no quiero oir hablar de
tí basta que hayas hecho todo esto. Dióme un paterval abrazo , co
gióme de la mano , y bonitamente me condujo hastaponerme de pa
titas en la calle .
Esta fué la tierpa despedida de mi padre; pero mi madre , que era
}
de genio menos áspero, se mostró mas sentida de mi marcha . Echó
algupas lágrimas, y aun me metió á escondidas en la mano un du
cado . Salí pues de Olmedo en esta conformidad, y tomé el camino
de Segovia . No bien habia andado doscientos pasos, cuando examine
la alforja, picándome la curiosidad de saber lo que llevaba . Encon
tréme un estuche hendido y abierto por todas partes ,, dentro del cual
habia dos navajas de afeitar , tan mohosas , gastadas y mugrientas,
que parecian haber servido á diez generaciones , con una tira de
cuero para suavizarlas , y un pedazo de jabon . Además de eso ballé
una camisa nueva de cáñamo , un par de zapatos , viejos de mi pa
dre , y lo que sobre todo me alegró , fueron unos veinte reales que
encontré envueltos en un trapo . A esto se reducia todo mi haber .
Por aquí podrá usted conocer lo mucho que fiaba mi padre en mi
babilidad , cuando me echó de su casa con tan poco ajuar. Sin em
bargo, la posesion de un ducado y veiole reales mas no dejó de
deslumbrar á un muchacho que en toda su vida habia visto tanto
dinero junto . Consideréme con un caudal inagotable; y , lleno de
alegría , proseguí mi camino , mirando de cuando en cuando el puño
de mi tizona , cuya hoja se me epredaba entre las piernas , me mo
lestaba é impedia caminar.
Hacia el anochecer llegué al reducido lugar de Ataquines, con una
hambre que ya no podia sufrir. Entré en el meson , y , como si me
sobrase mucho para el gasto, mandé en voz alta que me trajesen de
cenar. El mesonero me estuvo mirando con atencion algun tiempo
y , conociendo lo que podia ser yo : Sí , me dijo con mucha dulzura;
sí , caballerito mio , usted será servido como un príncipe. Condújome
á una pieza pequeña , y , un cuarto de hora despues , me sirvió un
encebollado de gato, que comí con tanto apetito como si fuera de
liebre ó de conejo. Acompañó este exquisito guisado con un vino
que , segun él decia , el rey no le bebia mejor. Y aunque conocí muy
bien que ya era un vino embrion de vinagre, sin embargo le hice
tanto honor como habia hecho al gato. Despues era menester , para
ser tratado en todo como un príncipe, que me dispusiesen una cama,
mas propia para despertar á una piedra, que para dormir. Figúrese
LIBRO SEGUNDO . 125
usted una tarima tan corta , que , aun siendo yo pequeño , no podia
extender las piernas sin que saliesen fuera la mitad . Fuera de eso ,
el colchon de pluma se reducia á una especie de jergon ético y es-
trujado, cubierto de una sábana doblada, que despues de su última
lavadura habria servido quizá á cien pasajeros. Con todo eso , en la
cama que fielmente acabo de pintar , con la barriga llena de gato y
de aquel precioso vino que antes describí, gracias a mis pocos años
y á mi natural robustez, dormí profundamente, y pasé la noche sin
la mas leve indigestion .
Al dia siguiente, luego que hube almorzado , y pagado bien la
buena comida que me babian servido , me plante de una tirada en
Segovia . Así que llegué , tuve la fortuna de que me recibiesen en
una tienda, dándome solo de comer y vestir ; pero no paré allí mas
que seis meses , porque otro mancebo barbero, con quien babia tra
bado amistad y queria ir á Madrid , me levantó de cascos , y me
marché con él á esta villa . Acomodéme luego fácilmente sobre el
mismo pié que en Segovia , en una tienda de las mas concurridas,
pues su vecindad al corral del Príncipe atraia á ella tanta multitud
de parroquianos, que el maestro , dos mancebos y yo no bastába
mos á dar abasto a todos. Allí iban personas de todas clases, y en
tre ellas comediantes y autores. Una vez se juntaron dos sugetos de
esta clase; pusiéronse á hablar de los poetas y las poesías del tiem
po, y les oí pronunciar el nombre de mi tio . Entonces me apliqué
á oirlos con mayor atencion . Don Juan de Zabaleta , dijo uno , es un
autor de quien me parece que el público no debe estar muy satis
fecho . Es un hombre frio, sin fuego y sin inventiva. La última co
media suya le desacreditó excesivamente . Y Luis Velez de Guevara ,
dijo el otro , zno acaba de regalarnos con una bellísima obra ? ¿Pue
de haber cosa mas miserable? Nombraron no sé á cuántos otros poe
tas, cuyos nombres no tengo presentes ; pero me acuerdo bien de
que hablaron de ellos muy mal . De mi tio bicieron ambos mas ho
norífica mencion . Sí , dijo uno de ellos , don Pedro de la Fuente es
un grande autor ; sus escritos están llenos de una gracia y de una
erudicion , que al mismo tiempo instruyen y deleitan por su deli
cada sal. No me admiro de que sea estimado de la corte y del pue
blo, ni de que muchos señores le hayan señalado pensiones. Há
muchos años que goza una gruesa renta , y el duque de Medinaceli
le da casa y mesa : por lo que nada gasta, y así es preciso que esté
muy bien y tenga dinero.
126 GIL BLAS .
No perdí palabra de todo lo que dijeron de mi tio aquellos poe
tas. Ya sabíamos en la familia que hacia mucho ruido en Madrid
con motivo de sus obras . Algunas personas al pasar por Olmedo
nos habian informado de lo bien admitido que estaba ; pero , como
nunca nos habia escrito , y parecia baberse extrañado mucho de nos
otros , oíamos todos aquellas noticias con la mayor indiferencia . No
obstante, como la buena sangre no puede mentir , luego que oí de
cir que lo pasaba tan bien , y me informé de las señas de su casa ,
tuve tentacion de ir á verle , y darme á conocer con él . Solo me de
tenia el haber oido á los cómicos llamarle don Pedro. Aquel don me
bacia titubear, recelando fuese otro del mismo nombre y apellido
de mi tio . Con todo eso vencí al cabo este temor, pareciéndome que
así como habia sabido hacerse sabio , podia tambien haber sabido
hacerse noble y caballero, y así resolvi presentarme a él . Para es
to , al dia siguiente , con licencia de mi maestro , me vestí lo mas de
centemente que pude , y salí á la calle no poco vanaglorioso y cue
llierguido de verme sobrino de un hombre cuyo ingenio metia en la
corte tanta bulla . Sabido es que los barberos no son la gente del
mundo menos sujeta á la vanidad . Comencé , pues , á tenerme en
gran opinion , y , caminando con orgullosa gravedad , pregunté por
la casa del duque de Medinaceli . Enseñáronmela , y entrando en ella
supliqué al portero me dijese cuál era el cuarto del señor don Pedro
de la Fuente . Suba usted por aquella escalerilla (me dijo, mostrán
dome una que estaba al fin de un patio ), y llame a la primera puer
ta que encuentre a mano derecha . Hícelo así ; llamé á la puerta , y
salió a abrir un mocito , á quien pregunté si vivia allí el señor don
Pedro de la Fuente . Si , señor , me respondió , pero ahora no se le
puede entrar recado. Lo siento mucho , repliqué , pues verdadera
mente le quisiera hablar , porque le traigo noticias de su familia .
Aunque se las trajera del padre santo de Roma no le haria yo á us
ted entrar en este momento, pues está actualmente componiendo , y
mientras trabaja no quiere que ninguno entre á interrumpirle y dis
traerle. De nadie se deja ver hasta mediodía ; y así puede usted ir
á dar una vuelta y volver entonces .
Salíme, pues , y me fuí a pasear por Madrid toda la mañana , pen
sando siempre en el modo con que mi tio me recibiria. Sin duda ,
decia yo para mí , que tendrá grandísimo gusto de verme y cono
cerme, porque media su corazon por el mio ; así contaba con que
seria muy tierno el acto de vernos y reconocernos. Al fin volví con
LIBRO SEGUNDO . 127
toda diligencia a la hora señalada. Viene usted muy á tiempo , me
dijo el paje : presto saldrá mi amo : espere usted aquí , que voy á
avisarle. Volvió dentro de un instante, y me hizo entrar donde es
taba mi tio , cuya vista me llenó de gozo , porque luego observé en
su cara el aire de nuestra familia. Era tan parecido á mi tio Tomás,
que le hubiera tenido por el mismo , á no haberle visto en aquel
traje y en aquel estado. Saludéle con profundo respeto , y le dije que
era hijo de maese Nicolás de la Fuente , el barbero de Olmedo , y
hermano de su señoría , y que hacia tres semanas que estaba en
Madrid siguiendo el mismo oficio de mi padre, en calidad de man
cebo, con ánimo de andar la España para perfeccionarme en la fa
cultad . Mientras le estaba hablando advertí que mi tio estaba dis
traido y pensativo , dudando a la cuenta si me conoceria ó no por
sobrino, ó discurriendo algun arbitrio para eximirse de mí con arte
y con destreza . Tomó este segundo partido , y , afectando cierto aire
jovial y risueño , me dijo: Y bien , amigo , cómo están de salud tu
padre y tus tios ? ¿ en qué estado se hallan las cosas de la familia ?
Comencé á informarle de su fecunda propagacion : fuíle nombrando
uno por uno todos los hijos varones y hembras, comprendiendo en
la relacion hasta los nombres de sus padrinos y madrinas . Pare
cióme
que no se interesaba demasiado en tan menuda explicacion ;
y queriendo conseguir su intencion: Ahora bien , querido Diego, me
dijo , apruebo mucho el que pienses correr mundo para perfeccio
narte en tu oficio , y te aconsejo no te detengas mucho tiempo en
Madrid . Este es un lugar muy pernicioso para la juventud , y tú te
perderias en él . Mucho mejor harás en recorrer otras ciudades del
reino, donde no están tan estragadas las costumbres. Véte pues, y ,
cuando vayas á marchar , vuelve á verme , que te daré un doblon
para ayuda del viaje. Diciendo esto me fué llevando poco a poco
bácia la puerta de la sala , y me despidió con buenas palabras.
No conocí , por mi poca malicia, que solo buscaba pretextos para
alejarme de sí . Volví á la tienda , y dí cuenta á mi amo de la visita
que acababa de hacer . El buen hombre , que no penetró mas que
yo la verdadera intencion del señor don Pedro, me dijo : Yo no soy
del parecer de tu tio . En lugar de exhortarte á correr mundo , me
parece debia aconsejarte que permanecieses en Madrid . El trata con
tantas personas de distincion , que facilmente puede colocarte en una
casa grande , donde en breve tiempo podrias hacer gran fortuna .
Pagado de estas palabras , que excitaron en mi imaginacion gran
128 GIL BLAS .
diosas esperanzas , dentro de dos dias volví á casa de mi señor tio ,
y le propuse que podia emplear su valimiento para acomodarme
con algun personaje de la corte . Disgustóle mucho la proposicion .
A un hombre vano , que entraba francamente en casa de los gran
des , y se sentaba con ellos a la mesa , no le agradaba mucho que
un sobrino suyo comiese con los criados , mientras él estuviese co
miendo con los amos , pues en tal caso el Dieguillo llenaria de ver
güenza al señor don Pedro. Este , pues , se irritó furiosamente , y
lleno de cólera me dijo: ¡ Cómo , bribonzuelo , quieres abondonar tu
oficio ! Anda , véte , que yo te dejo en manos de los que te dan ma
los consejos. Sal de mi cuarto , repito , y no vuelvas a poner los piés
en él , si no quieres que te haga castigar como mereces . Quedé atur
dido al oir estas palabras , y mucho mas me espantó la bronca y
destemplada yoz con que las pronunció . Retiréme llorando , y muy
apesadumbrado de la aspereza con que me babia tratado mi tio .
Con todo eso , como siempre he sido de natural vivo y altivo , presto
se me enjugó el llanto ; pasé , por la contraria , del sentimiento a la
indignacion , y resolvi no hacer caso de un mal pariente sin el cual
habia vivido hasta allí y esperaba vivir sin necesitarle para pada .
No pensé entonces mas que en cultivar mi talento , y en aplicar
me al trabajo . Afeitaba todo el dia , y por la noche , para recrear un
poco el ánimo, aprendia á tocar la guitarra, siendo mi maestro un
hombre de edad á quien yo afeitaba. Llamábase Marcos de Obregon ,
y me enseñaba la música , que sabia perfectamente, porque habia
sido cantor en una iglesia . Era hombre cuerdo, de tanta capacidad
como experiencia , y me queria como si fuera bijo suyo . Servia de
escudero a la mujer de un médico , que vivia a treinta pasos de nues
tra casa . Ibale yo a ver todos los dias al anochecer , cuando no ha
bia que hacer en la tienda ; y , sentados los dos en el umbral de la
puerta , tocábamos algupas sonatas que no desagradaban a la vecin
dad . Nuestras voces no eran muy gratas ; pero , dando a la guitarra ,
y cantando cada uno metódicamente la parte que le tocaba , gusta
bamos a las gentes que nos oian . Divertíase particularmente con
nuestra música doña Mergelina , que así se llamaba la mujer del mé
dico . Bajaba algunas veces á oirnos al portal , y nos hacia repetir
las tonadillas que mas le agradaban . Su marido no le impedia esta
diversion ; pues , aunque español y viejo, no era celoso . Por otra
parte, su profesion le tepia empleado todo el dia , y , cuando se reti
raba á casa por la noche, iba tan cansado de visitar enfermos , que
LIBRO SEGUNDO . 129
se acostaba muy temprano, y ninguna aprehension le causaba el
gusto que su mujer tenia de oir nuestras músicas, quizá por juz
gar que no eran capaces de excitar en ella perniciosas impresiones.
A esto se añadia que , aunque su mujer era á la verdad jóven y lin
da, no le daba motivo alguno para el mas mínimo recelo , siendo de
una virtud tan adusta, que no podia sufrir que los hombres ni aun
siquiera la mirasen . Y así no llevaba á mal tuviese aquel honesto
é inocente pasatiempo, y nos dejaba cantar todo cuanto queríamos.
Una noche que fuí a la puerta del médico para divertirme, como
acostumbraba, encontré al viejo escudero, que me estaba esperan
do . Tomóme por la mano , y me dijo queria nos fuésemos los dos á
pasear un poco antes de principiar la música. Así que nos vimos en
una calle excusada y solitaria , adonde me fué llevando , y donde co
noció que me podia hablar con libertad : Querido Diego ( me dijo con
semblante triste) , tengo que comunicarte reservadamente una cosa.
Temo mucho , hijo mio , que uno y otro nos hemos de arrepentir de
esta música que damos a la puerta de mi amo . No puedes dudar lo
mucho que te quiero , y he tenido gran gusto en enseñarte a tocar
la guitarra y á cantar; pero , si hubiera previsto la desgracia que
nos amenaza , te aseguro de veras que hubiera escogido otro sitio
para darte las lecciones . Sobresaltóme esta relacion , y supliqué al
escudero que se explicase mas claro, diciéndome francamente qué
era lo que podíamos temer , porque yo no era hombre que quisiese
hacer frente al peligro , y que todavía no habia dado la vuelta por
España. Voy , me respondió, á decirte lo que debes saber para co
nocer el riesgo en que nos hallamos .
Cuando un año há entré á servir al médico , me llevó una maña
na al cuarto de su mujer , y , presentándome á ella , me dijo: Mar
cos, esta señora es tu ama , y siempre la has de acompañar á cual
quier parte que vaya . Quedé admirado al ver á doña Mergelina .
Encontreme con una dama joven y en extremo hermosa , gustándome
sobre todo lo airoso de su talle y lo apacible de su semblante . Señor ,
respondí al amo , me tengo por muy dichoso en servir a una señora tan
amable . Desagradó tanto á doña Mergelina mi respuesta , que con sem
blante airado me dijo : ¡ Oiga el impertinente, el atrevido ! ¿ quién le ha
enseñado á tomarse estas libertades? Sepa desde luego que no gusto de li
sonjas, ni aguanto requiebros. Sorprendiéronme extrañamente unas
palabras tan ásperas, pronunciadas por aquella boca tan agraciada, y
tan ajenas de lo que prometia su apacible rostro . No acertaba yo á
11
190 GUL BLAS ,
conciliar aquel modo de hablar grosero y desabrido con todo lo demás
que observaba en una mujer de presencia tan grata . El marido ,
acostumbrado ya á ello , lejos de enfadarse, se tenia por muy afor
tunado en que le hubiese tocado una mujer de aquel extraño carác
ter, tanto , que me dijo : Marcos, mi mujer es un prodigio de virtud ;
y , viendo que se ponia el manto para ir a misa, me mandó que la
fuese acompañando a la iglesia . Apenas salimos a la calle, cuando
encontramos dos mozalbetes , que , admirados del aire y garbo de
doña Mergelina, le dijeron al paso algunas cosas muy lisonjeras;
pero ella les respondió con tal despejo, y les dijo tantas necedades,
que los pobres quedaron corridos y suspensos , sin poder compren
der cómo podia haber en el mundo una mujer que llevase á mal el
ser alabada y aplaudida . Señora , le dije, haga usted que po oye , y
pase sin contestar á lo que le dicen ; menos malo es callar que res
ponder con desabrimiento . Eso no , replicó ella : quiero enseñar á
esos insolentes que yo no soy mujer que sufro me pierdan el res
peto. En fio, profirió tantos desatinos , que no pude menos de decirle
mi sentir, aunque fuese á peligro de disgustarla. Le hice presente
del mejor modo que me fué posible que hacia injuria a la naturaleza
echando á perder con su carácter adusto mil bellas prendas de que
la habia dotado ; que una mujer de genio afable y de modales aten
tos podia hacerse amar sin el auxilio de la hermosura ; cuando , por
el contrario , la mas hermosa , si no es afable y agasajadora, se bace
un objeto de desprecio . A estas razones añadi : otras, dirigidas a la
correccion de sus ásperos modales . Despues de haberla aconsejado
á mi satisfaccion, temí me costase caro mi celo y fidelidad, excitan
do su cólera, y produciendo algun efecto que me fuese de poco gus
to : mas no sucedió así ; no se enfado de mis insinuaciones , conten
tándose con no seguirlas ; y el mismo efecto produjeron las que tuve
la tontería de hacerle los dias siguientes .
Canséme de advertirle en vano sus defectos, y abandonéla á la
aspereza de su genio . Pero ¿ quién lo creyera ? Este natural tan agres
te, esta mujer tan orgullosa , de dos meses a esta parte ba mudado
enteramente de condicion . Hoy es atenta con todos, y a todos trata
con modales muy cariñosos. Ya no es aquella Mergelina que no res
pondia sino necedades á los hombres que la elogiaban ; ya oye con
agrado sus lisonjas. Gusta le digan que es hermosa , y que ningun
hombre la puede mirar sin cobrarle aficion . Son muy de su gusto
los requiebros; y en suma ya es otra muy diferente mujer. Esta mu
LIBRO SEGUNDO . 131
danza apenas es comprensible ; pero lo que mas te ha de admirar,
es el saber que tú mismo has obrado este gran milagro . Sí , mi que
rido Diego, tú has sido el autor de una trasformacion tan extraña :
tú quien bas convertido aquel tigre feroz en una mansísima cordera ;
en una palabra , tú has merecido su atencion , como lo be observado
mas de una vez ; y , ó yo conozco mal á las mujeres , ó mi ama se
abrasa por tí en un vehementísimo amor . Esta es , hijo mio , la tris
te noticia que tenia que darte , y esta es la desgraciada situacion en
que los dos nos hallamos.
Yo no veo , respondi al viejo , gran motivo de afligirnos en todo lo
que usted me ba dicbo, ni mucho menos que sea desgracia mia el
que me ame una mujer hermosa . ¡ Ah , Diego ! me replicó , bien se .
conoce que discurres como mozo . Solo miras al cebo , y no temes el
anzuelo . Te paras solo en el placer ; pero yo, como viejo y experi
mentado, preveo los disgustos que causa después , porque no hay
cosa que tarde o temprano no se descubra . Si prosigues en venir á
cantar a nuestra puerta , con tu vista se encederá cada dia mas la
pasion de doña Mergelina , y , olvidada tal vez de todo recato , lle
gará a conocerlo el doctor Oloroso , su marido , el cual se ha mos
trado tan condescendiente hasta aquí , porque no tiene el mas leve
motivo para tener celos ; pero despues se pondrá furioso, se vengará
de su mujer , y podrá hacernos á tí y á mí un flaco servicio . Pues
bien , señor Marcos, le repliqué , cedo á vuestras razones , y me en :
trego á vuestros consejos. Dígame usted qué debo hacer , y cómo me
he de portar para evitar todo siniestro accidente . Dejando los dos
nuestras músicas , me respondió , y no volviendo tú á parecer delante
de mi señora . Una vez que no te vea , poco a poco se le irá entibiando
la pasion , y recobrará su tranquilidad . Espérame en casa del maes
tro, que yo te iré a buscar, y allá tocaremos y cantaremos sin in
conveniente . Ofrecílo así , y con efecto hice propósito de no ir mas á
la puerta del médico, y estarme encerrado en mi tienda, pues que
yo era un mozo que no podia ser visto sin peligro .
Sin embargo, el buen Marcos, a pesar de su prudencia , experi
mento dentro de pocos dias que el medio discurrido y aconsejado por
él no sirvió para templar el fuego de doña Mergelina ; antes bien pro
dujo un efecto enteramente contrario . Esta señora , a la segunda no
che que no nos oyó cantar, le preguntó por qué razon babíamos sus
pendido nuestra música , y cuál era la causa de que yo me hubiese
retirado. Respondióle que tenia tantas ocupaciones, que no me de
132 GIL BLAS ,
jaban un instante para divertirme . Mostróse satisfecha de esta excusa ,
y por tres dias sufrió mi ausencia con bastante firmeza; mas al cabo
de este tiempo perdió la paciencia , y le dijo a su escudero: Marcos ,
tú me engañas; Diego no ha dejado de venir aquí sin motivo; y esto
encierra algun misterio que quiero descubrir . Habla , y no me ocul
tes nada, que así te lo mando . Señora, respondió él pagándole con
otra mentira, ya que usted quiere saber las cosas como son , sepa
que al pobre Diego le ha sucedido muchas veces volverse a su casa
despues de nuestras músicas , y encontrarse sin cena , y ya no se
atreve á exponerse á ir á la cama sin cenar . ¡ Cómo sin cenar! ex
clamó ella lastimada . ¿ Por qué no me lo has dicho antes ? ¡ Pobre mo
zo ! Anda al instante, y tráemele contigo , asegurándole que nunca
volverá á su casa sin cenar, porque yo daré órden que se le guarde
aquí siempre algun plato.
¡ Qué es lo que oigo ! exclamó el escudero, admirado de oirla ha
blar de aquella suerte ; iqué mudanza , cielos ! ¿Sois vos , señora , Ja
que me hablais en esos términos ? ¿Pues de cuándo acá os habeis he
cho tan compasiva y sensible? Desde que tú viniste á esta casa , me
respondió prontamente, ó , por mejor decir , desde que reprendiste
mis modales desdeñosos, y te empeñaste en suavizar la aspereza de
mis costumbres. Mas jay de mí ! prosiguió ella enternecida, que he
pasado de un extremo á otro . De altiva é insensible que era , me he
vuelto sobrado mansa y cariñosa . Amo á tu amigo Diego sin poderlo
remediar , y su ausencia , muy lejos de templar mi amor , le inflama
mas y mas . ¿ Es posible, señora , replicó el viejo , que un mozo que
1
nada tiene de hermoso ni gallardo baya excitado en vos una pasion
tan vebemente? Yo disculparia vuestra inclinacion si os la hubiera
inspirado algun caballero de gran mérito ... ¡ Ah , Marcos ! interrum
pió Mergelina, ó yo no me parezco en nada á las otras mujeres, ó
tú , no obstante tu larga experiencia , todavía no las conoces bien ,
si te persuades que el mérito es quien las mueve para elegir á un
sugeto . Si he de juzgarlo por mí misma , nunca reflexionan para
enamorarse . El amor es un desórden de la razon , que a pesar nues
tro nos arrastra tras de un objeto, y nos sujeta á él . Es una enfer
medad que nace en nosotras, y nos atormenta como la rabia á los
animales. No te canses , pues, en persuadirme de que Diego no es
digno de mi cariño; basta que le ame para figurarme en él mil
prendas que no descubres tú, y que quizá tampoco él tendrá . En
vano te empeñas en hacerme creer que ni sus facciones ni su figura
LIBRO SEGUNDO . 133
tienen cosa que pueda llamarme la atencion : á mí me parece he
chicero y mas hermoso que el sol ; fuera de que tiene en su voz una
suavidad que me encanta , y se me figura que toca la guitarra con
una gracia y primor particular . Pero , señora , replicó Marcos , ¿ha
beis pensado bien lo que es el tal Diego? Su baja y humilde condi
cion ... Yo no soy mejor que él , me interrumpió ; pero aun cuando
fuera una mujer de distincion , nunca repararia en eso .
El resultado de esta conferencia fué que , desesperanzado el viejo
escudero de adelantar cosa alguna con su ama en este punto , la dejó
con su capricho, y se retiró como un diestro piloto cede á la tor
menta que le desvia del puerto adonde se ha propuesto desembar
car . Aun hizo mas : por dar gusto á su ama me vino á buscar, me
llamó aparte, y , despues de haberme contado todo lo sucedido en
tre ella y él : Bien ves , Diego , me dijo , que no podemos excusarnos
de continuar nuestras músicas á la puerta de Mergelina . Es indis
pensable, amigo mio , que esta señora te vuelva á ver , porque de
otra manera nos exponemos á que haga alguna locura que perju
dique mas que nada á su reputacion. No me hice de rogar , y res
pondíle que iria á su casa con mi guitarra así que anocheciese, y
podia llevar a su ama esta agradable noticia . Hizolo así, y dió á la
apasionada amante la mas alegre y gustosa nueva que podia desear,
con la esperanza de verme y oirme aquella noche .
Pero faltó poco para que un lance pesado le hubiese frustrado
esta esperanza . No pude salir de casa basta despues de muy ano
checido, y por mis pecados era la noche muy oscura. Caminaba á
tientas por la calle , y quizá llevaba andado ya la mitad del camino,
cuando de una ventana me regalaron de piés á cabeza con cierto
« agua ya , » que lisonjeaba poco el sentido del olfato. Viéndome en
tal estado, no sabia qué partido tomar . Volverme á casa era expo
perme a las pesadas zumbas de los otros mancebos compañeros
mios : ir a la de Mergelina en aquel magnífico equipaje, no . me lo
permilia la vergüenza . Resolvíme no obstante á ir á casa del médi
co , persuadido de que encontraria á Marcos a la puerta, y que todo
se remediaria antes de presentarme en aquel estado á Mergelina.
Con efecto , fué así, encontréle esperándome á la puerta , y , luego
que me vió, me dijo que el doctor Oloroso acababa de recogerse , y
que aquella noche nos podíamos divertir á nuestro sabor. Respon
dile
que ante todas cosas era menester limpiarme el vestido, y le
conté lo que me habia pasado. Mostróse muy condolido de ello , y
134 GIL BLAS .
me hizo entrar en donde me estaba esperando su ama. Apenas oyó
esta señora mi sucia aventura, y me vió en el triste estado en que
me hallaba, prorrumpió en expresiones del mayor dolor, como si
me hubieran sucedido las mas funestasdesgracias; y despues, como
si bablase con la puerca que me habia puesto de aquella manera ,
se desfogó echándole mil maldiciones. Señora , le dijo Marcos, mo
derad esos impulsos, considerad que el lance fué puro efecto de ca
sualidad , y no conviene mostrar tan fuerte enojo . ¿Cómo quieres,
respondió ella , que no sienta vivamente la ofensa que se ha hecho á
este inocente cordero , á esta paloma sin hiel, que ni aun se queja
del ultraje que ha recibido? ¡Ojalá fuera yo hombre en esta ocasion
para vengarle !
Otras mil cosas dijo, pruebas todas de su ciego amor, que igual
mente acreditó con las acciones, porque, mientras Marcos me estaba
limpiando con una toalla , Mergelina fué corriendo a su cuarto , trajo
una cajita llena de todo género de perfumes, quemó cantidad de
ellos, sabumó todos mis vestidos, y los roció con espíritus olorosos
en abundancia . Concluido el sahumerio y aspersorio , la caritativa
señora fué en persona a la cocina , y me trajo pan, vino y algunos
pedazos de carnero asado que tenia guardados para mí. Obligóme a
comer, y , teniendo gusto en servirme ella misma, ya me hacia pla.
to , y ya me echaba de beber , a pesar de cuanto Marcos y yo po
díamos hacer y decir para que no se humillase á semejantes de
mostraciones. Acabada la cena, templamos prontamente los instru
mentos, y arreglamos las voces para dar principio a nuestro con
cierto . Mergelina quedó embelesada de oirnos ; bien es verdad que
escogimos de propósito ciertos cantares y letrillas amorosas que
halagaban su amor; y debo confesar que, mientras cantábamos , yo
lanzaba de cuando en cuando hacia ella unas ojeadas tiernas que
pegaban fuego a las estopas, porque el juego me iba ya gustando.
No me cansaba el concierto , aunque ya habia mucho que duraba .
Por lo que toca a la señora , las horas le parecian instantes, y de
buena gana hubiera estado oyéndonos toda la noche, si su escude
ro, á quien los instantes se le bacian boras, no le hubiera avisado
que era ya tarde. Dióle el trabajo de decírselo mas de diez veces;
pero daba con un hombre infatigable en este punto , que no la dejó
sosegar hasta que yo me ausenté . Como era cuerdo y prudente, y
veia á su ama tan locamente apasionada, temia nos sucediese algun
desastre. El tiompo verificó lo fundado de su temor, porque el mé
LIBRO SEGUNDO . 135
dico, ya fuese porque comenzó a entrar en sospecha y a dudar de
algun enredo secreto , ó ya porque el diablillo de los celos , que bas
ta entonces le habia respetado, quiso inquietarle, comenzó a re
prender nuestras músicas, y aun bizo mas , prohibiéndonoslas en
tono de amo que queria ser obedecido; y , sin dar razon alguna de
lo que mandaba , declaró no aguantaria mas se admitiese en su casa
á ninguno de fuera . Notificóme Marcos esta resolucion , quehablaba
tan particularmente conmigo, y no puedo negar que por entonces
me desazonó muchísimo , porque sentia perder las esperanzas que
habia concebido. Con todo eso , por no faltar á la obligacion de fiel
historiador, debo confesar que á corta reflexion me costó poco el
conformarme, y llevar con paciencia aquel revés de la fortuna. No
así Mergelina , cuya aficion cobró mayor fuerza . Querido Marcos,
dijo al escudero, de ti solo espero algun consuelo; ruégote que ha
gas todo lo posible para que tenga el gusto de ver secretamente á
Diego. ¿Qué es lo que usted me pide , señora? le respondió colérico;
demasiada contemplacion he tenido con usted . No , no quiera Dios
que, por fomentar una loca pasion , contribuya yo a deshonrar á mi
amo, á la pérdida de vuestra reputacion , y á mancharme á mí mis
mo con el borron de tal infamia , despues de haber pasado toda la
vida por hombre muy de bien , por criado fiel y de una conducta ir
reprensible. Antes dejaré la casa que servir en ella de un modo tan
vergonzoso. ¡ Ab , Marcos! replicó la señora, asustada de estas últi
mas palabras, me atraviesas de parte a parte el corazon cuando ha
blas de marcharte. Pues qué , špiensas, cruel , dejarme despues que
me has reducide al lastimoso estado en que me veo? Restitúyeme
primero aquel orgullo y aquella tranquila altivez que tú mismo me
quitaste. ¡ Oh , y quién tuviera ahora aquellos felicísimos defectos!
Gozaria de gran paz mi corazon , en lugar del tumulto que le agita ,
gracias a tus imprudentes reconvenciones. Tú , tú fuiste quien es
tragaste mis costumbres cuando quisiste enmendarlas ... Pero iqué
es lo que digo ! continuó ella llorando , ¡desdichada de mí! já qué fin
darte en cara con tan injustas quejas! No , amado padre, no fuiste
tú el autor de mi infortunio ; mi mala suerte fué la única que me
preparó mi desgracia . No hagas caso , te pido , de las necias pala
bras que profiero. Mi pasion me ha trastornado el juicio; compa
décete de mi flaqueza. Tú eres mi único consuelo ; y , si aprecias mi
vida, no me niegues tu asistencia .
Al decir estas palabras creció su llanto , de manera , que no pudo
136 GIL BLAS .
continuar. Sacó el pañuelo , cubrióse con él el rostro, y se dejó caer
en una silla , como una persona que se rinde al peso de sa afliccion.
El buen Marcos, que era de la mejor pasta de escuderos que jamás
se ha visto, no pudo resistir á un espectáculo tan lastimoso, que le
conmovió vivamente , y mezcló sus compasivas lágrimas con las de
su afligida apia , diciéndole lleno de ternura : ¡ Ah , señora , y qué
atractivo es el vuestro ! no tengo fuerzas para combatir vuestra pe
na , que acaba de rendir mi virtud , y prometo auxiliaros . Ya no me
admiro de que el amor baya tenido poder para haceros olvidar de
vuestro deber , cuando la compasion sola lo ha tenido para no acor
darme yo del mio . De manera que el pobre escudero, a pesar de su
irreprensible conducta , se sacrificó muy servicialmente á la pasion
de Mergelina . A la mañana siguiente vino á contarme todo lo suce
dido , y me dijo tenia ya pensado el modo de proporcionarme una
conversacion secreta con su ama . Con esto animó mi esperanza ;
pero dos horas despues llegó á mis oidos una noticia tan triste como
no esperada. El mancebo de una botica que habia en el barrio , y
era uno de nuestros parroquianos, vino á hacerse la barba . Mien
tras me disponia a rasurarle, me dijo : Señor Diego, ¿cómo le va á
usted con su amigo el viejo escudero Marcos de Obregon ? Ya sabrá
usted que está para marcharse de casa del doctor Oloroso. No por
cierto, le respondí. Pues sépalo usted , me replicó , y no dude que
la cosa es cierta . Hoy sin falta le despedirán . Su amo y el mio aca
ban de tener ahora una conversacion, á que me hallé presente, en
la cual dijo el primero al segundo : Señor boticario, tengo que ha
cer a usted una súplica. No estoy contento con un viajo escudero
que tengo en casa , y en su lugar quisiera una dueña fiel, severa y
vigilante, que guardase á mi mujer. Ya entiendo , respondió mi
amo : usted necesitaria de la señora Melancia , que fué la que custo
dió a mi difunta esposa , que, aunque há seis semanas que enviudé ,
todavía la mantengo en casa . A la verdad me seria muy útil para
gobernarla; pero se la cedo á usted gustoso por lo mucho que me
intereso en su honor . Bien puede descuidar con ella en punto á la
seguridad de su honra, porque es la perla de las dueñas , y un ver
dadero dragon para guardar la castidad del sexo frágil. En doce
años que estuvo al lado de mi mujer , que , como usted sabe , era
moza y linda , no vi en mi casa ni aun la sombra de un galan . Si
por cierto, bonita era la dueña para sufrirlo; sobre este punto no
aguantaba chanzas. Aun diré mas: mi mujer a los principios gus
1
LIBRO SEGUNDO . 137
taba mucho de pasatiempos y galanteos; pero la señora Melancia
supo fundirla tan de nuevo, que la inclinó enteramente a la virtud .
En fin, es un tesoro para vuestra seguridad . Quedó el señor doctor
muy satisfecho de unos informes tan á medida de su deseo , y am
bos convinieron en que hoy mismo iria la dueña á ocupar el lugar
del escudero .
Esta noticia, que tuve por cierta , como en efecto lo era , descon
certó las ideas de todos los buenos ratos que yo esperaba lograr; y
Marcos, que vino despues de comer , acabó de desvanecermelas ,
confirmando todo lo que me habia dicho el mancebo . Amigo Diego,
me dijo el buen escudero, estoy contentísimo con que el doctor
Oloroso me haya despedido , porque me ha librado de molestísimos
disgustos y cuidados. Además de haberme echado á cuestas , muy
contra mi inclinacion , un villanísimo empleo , necesitaba andar con
tinuamente ideando trazas y urdiendo enredos para que pudieses ha
blar secretamente á Mergelina . ¡ Qué embrollo ! Gracias al cielo me
veo ya fuera de estos cuidados, y sobre todo de los peligros que los
acompañan . Por lo que á tí toca , hijo mio , tambien debes alegrarte
de haber perdido algunos ratos de un placer momentáneo , á true
que de haberte librado de tantas pesadumbres , sustos y riesgos .
Agradóme mucho la moral de Marcos, porque me pareció que ya
nada podia esperar, y sin hacerme gran violencia determiné aban
donar el campo . No era yo , lo confieso , de aquellos amantes por
fiados que hacen vanidad de luchar contra todos los obstáculos;
pero aun cuando lo fuera, la señora Melancia dejaria bien burlado
mi empeño y tenacidad . El genio riguroso que atribuian á aquella
mujer, era capaz de desesperar a los amantes mas pertinaces y
atrevidos. Sin embargo de los colores con que me la habian pinta
do, no dejé de entender, dos o tres dias despues , que la señora mé
dica habia adormecido á aquel Argos , y corrompido su fidelidad.
Salia
yo una mañana de casa á afeitar á un vecino nuestro , cuando
una buena vieja se llegó á mí , y me preguntó si era yo Diego de la
Fuente. Respondíle que sí , y ella me replicó : Pues á usted venia yo
buscando . Vaya su merced esta noche á la puerta de doña Mergeli
na, haga alguna señal , y luego le será abierta . Muy bien , le repli
qué yo : pero es preciso que quedemos de acuerdo sobre qué señal
ha de ser . Yo sé remedar maravillosamente el maullido del gato , y
maullaré dos ó tres veces. Basta eso , repuso la mensajera de amor :
voy a dar parte de su respuesta a la señora. Servidora de usted , se
18
138 GIL BLAS ,
ñor Diego , el cielo le conserve . ¡ Qué galan sois ! A fé que si yo
fuera una niña de quince años , no le buscaria para otra . Diciendo
esto se desvió de mí aquella oficiosa vieja.
Agitóme terriblemente este mensaje, y toda la moral de Marcos
se la llevó el aire. Esperé con impaciencia la noche, y cuando me
pareció que ya estaria durmiendo el doctor Oloroso , me encaminé
hácia su puerta . Allí dí principio á mis maullidos, que debian oirse
de lejos, y hacian mucho honor al maestro que me habia enseñado
tan bello idioma . Un momento despues bajó la misma Mergelina á
abrir con mucho tiento la puerta, y volvió á cerrarla luego que yo
hube entrado. Subimos a la sala en donde habíamos tenido nuestro
último concierto , la cual estaba débilmente alumbrada por una luz
que ardia sobre la chimenea . Nos sentamos juntos para dar princi
pio á nuestra conversacion , alterados ambos , aunque con la dife
rencia de que el placer solo causaba la conmocion de Mergelipa, y
la mia estaba mezclada con un poco de sobresalto . En vano me
aseguraba mi dama que nada teníamos que temer por parte de su
marido , pues se habia apoderado de mí un temblor que turbaba mi
alegría . Sin embargo , le pregunté : Señora , ¿cómo habeis podido
engañar la vigilancia de vuestra aya ? Por lo que oí decir de Melan
cia , no creia que os fuese posible hallar medios de darme noticias
vuestras, y mucho menos de vernos á solas. Sonriéndose entonces
Mergelina de mi pregunta, me contestó : Dejarás de sorprenderte de
la secreta entrevista que tenemos esta noche juntos ,luego que te
haya contado lo que pasó entre las dos . Cuando entró en esta casa ,
mi marido le hizo mil caricias , y me dijo : Mergelina , te entrego á
la direccion de esta discreta señora , que es un compendio de todas
las virtudes, y un espejo en que debes mirarte de continuo para
instruirte en la modestia. Esta admirable persona dirigió por espa
cio de doce años a la mujer de un boticario amigo mio : pero diri
gió ... de lo que hay poco , en términos que hizo de ella casi una
santa .
Estas alabanzas, que el aspecto grave de Melancia no desmen
tian , me costaron muchas lágrimas, y me pusieron desesperada. Me
tendria que escuchar desde la mañana hasta la
figuré las lecciones que
noche , y las reprensiones que me seria forzoso aguantar todos los
dias . En fin, consentí en llegar a ser la mujer mas desgraciada del
mundo , y , olvidando toda consideracion en medio de una esperanza
tan cruel , le dije con mucha sequedad á la aya luego que me ví sola
LIBRO SEGUNDO . 139
con ella : Sin duda os dispondreis para hacerme padecer mucho :
pero debo advertiros que soy poco sufrida, y que no dejaré por mi
parte de daros cuantos desaires pueda . Os declaro que mi corazon
está dominado de una pasion que no serán capaces de arrancar de
él vuestras reconvenciones. Sobre esto podeis tomar vuestras medi
das: redoblad vuestra vigilancia , porque os prometo no omitir nada
para engañarla . Al oir estas palabras la dueña adusta , que bien
creí iba á ensartarme un sermon por primera entrada, se puso ri
sueña , y me dijo con un tono afable: Mucho me agrada vuestro ca
rácter; vuestra franqueza provoca la mia , pues veo que nacimos la
una para la otra . ¡ Ah , bella Mergelina , qué mal me conoceis si for
mais juicio de mí por el elogio de vuestro esposo ó por la severidad
de mi exterior! No me tengais por enemiga de los placeres, porque
no me hago agenta de los celos de los maridos sino para ser útil á
las mujeres hermosas. Hace mucho tiempo que poseo el grande arte
de disfrazarme; y puedo decir que soy doblemente feliz, porque dis
fruto á un mismo tiempo de la comodidad del vicio y de la reputa
cion que da la virtud . Para entre nosotras, el mundo no es virtuoso
sino de este modo : cuesta demasiado adquirir el fondo de las virtu
des, y por eso en el dia todos se contentan con tener sus apa
riencias,
Dejaos guiar por mí , continuó el aya , y vereis cómo se las pe
gamos tan bien al viejo doctor Oloroso, que os aseguro tendrá la
misma suerte que el señor farmacéutico, porque no me parece mas
respetable la frente de un médico que la de un boticario. ¡ Pobre se
for ! ¡ cuántas piezas le jugamos su mujer y yo ! ¡ Qué amable era
aquella señora , y de qué bello carácter ! ¡ Su alma goce de Dios ! Os
aseguro que ha pasado bien su juventud : ha tenido qué sé yo cuán
tos amantes, a quienes introduje en su casa sin que su marido lo
advirtiese jamás. Asi , señora , miradme con ojos mas favorables, y
estad convencida de que , por mas talento que tuviese el escudero
que os servia , nada perdereis en el trueque , y aun tal vez os seré
mas útil que él .
Figúrate ahora , Diego (continuó Mergelina ), si habré agradecido
á la dueña el habérseme descubierto con tanta franqueza , cuando
la creia de una virtud austera . Vé ahí como se juzga mal de las
mujeres. Melancia se granjeó desde luego mi afecto por este caráce
ter de sinceridad, y lo abracé con un gozo extremado , que le ma
nifestó con anticipacion cuánto me alegraba de tenerla por aya . Ha
140 GIL BLAS .
ciéndola en seguida enteramente confidenta de mis sentimientos, le
pedí que me proporcionase cuanto antes una conversacion á solas
contigo; lo que efectivamente cumplió, valiéndose esta mañana de la
vieja que te habló , y que es una mensajera que le sirvió muchas ye
ces para la mujer del boticario . Pero lo que hay de mas gracioso en
esta aventura (añadió Mergelina riéndose) es que Melancia, por la
relacion que le hice de la costumbre que tiene mi esposo de pasar la
noche sosegadamente, se acostó junto a él , y ocupa mi lugar en es
te momento . Lo siento mucho , señora ( dije entonces á Mergelina ), y
de ningun modo apruebo vuestra invencion . Vuestro marido puede
muy bien despertarse, y echar de ver el engaño. ¡ Oh , eso no ! (re
plicó ella con precipitacion ) no tengas el menor cuidado por eso , y
no hagas que un vano temor acibare el placer que debes tener en
hallarte con una mujer que te quiere .
La esposa del doctor , observando que este discurso no desvane
cia mis temores, no omitió pada de cuanto creyó á propósito para
serenarme, y por fin hizo tanto , que llegó a conseguirlo . Desde este
momento ya no pensé mas que en aprovecharme de la ocasion ; pe
ro , al tiempo en que Cupido , acompañado de las risas y de los juegos ,
se disponia á labrar mi felicidad, oimos dar unas fuertes aldabadas
á la puerta de la calle . Al instante el Amor y su comitiva volaron á
manera de unos pajarillos tímidos , espantados repentinamente por
un gran ruido . Mergelina me ocultó debajo de una mesa que habia
en la sala ; apagó la luz , y como lo habia concertado con su aya ,
en caso que este contratiempo sucediese) se fué á la puerta de la al
LIBRO SEGUNDO . 141
coba en que dormia su marido . Entre tanto, los golpes que atrona
ban la casa , continuaban con tanta repeticion, que , despertando el
doctor, se sentó en la cama dando voces á Melancia . Arrojóse esta
de la cama , aunque el viejo, que creia era su mujer, le decia que
no se levantase; reunióse con su ama , que , sintiéndola á su lado,
la llamaba á gritos para que fuese á ver quién estaba á la puerta .
Ya estoy aquí , señora (le respondió el aya), volveos á la cama si
quereis, que yo voy á ver lo que es . Durante este tiempo, habién
dose desnudado Mergelina , se acostó con el doctor, que no tuvo la
menor sospecha de que le engañasen. Bien es verdad que esta es
cena acababa de representarse en la oscuridad por dos actrices, de
las cuales una era incomparable, y la otra tenia mucha disposicion
para serlo .
La aya no tardó en presentarse en bata de dormir y con una luz
en la mano , diciendo á su amo : Señor doctor , tenga usted la bon
dad de levantarse aprisa, porque al librero Fernandez Buendía , ve
cino nuestro, le acometió una apoplejía , y os llaman de su parte
para que voleis á su socorro . El médico , vistiéndose lo mas pronto
que pudo , partió á casa del enfermo, y su mujer, en bata de noche,
vino con la aya á la sala en donde yo estaba , y me sacaron de de
bajo de la mesa mas muerto que vivo . Nada tienes que temer, Die
go, me dijo Mergelina, serénate. Al mismo tiempo, diciéndome en
dos palabras de qué modo se habia arreglado la cosa , quiso en se
guida volver á tomar el hilo de la conversacion que tenia conmigo
y habia sido interrumpida ; pero se opuso á esto la aya . Señora , le
dijo, vuestro marido acaso puede hallar muerto al librero, y vol
verse inmediatamente; además de que (añadió viéndome traspasado
de miedo) ¿ qué haríais con ese pobre mozo , no hallándose en estado
de continuar la conversacion ? Mas vale ponerle en la calle, y dejar
el negocio para mañana . Doña Mergelina convino en ello , aunque á
pesar suyo; tan amiga era de lo presente ; y creo que sintió bastan
te no haber podido hacer poner al doctor el nuevo bonete que le
tenia destinado.
En cuanto a mí , menos afligido de haber malogrado los mas pre
ciosos favores del amor, que gozoso de verme libre del peligro , me
fuí á casa del maestro, en donde pasé el resto de la noche en ' re
flexionar sobre mi aventura . Estuve algun tiempo indeciso si acu
diria á la cita de la noche siguiente , porque no formaba juicio de
salir mas bien librado en esta segunda calaverada que en la prime
142 GIL BLAS ,
ra ; pero el diablo, que siempre nos cerca , ó, por mejor decir, se
apodera de nosotros en semejantes lances, me hizo creer que pasa
ria por un mentecato si me quedaba á la mitad de un camino tan
bueno ; y aun representó á mi imaginacion á Mergelina con nue
vos atractivos, y ponderó el precio de los placeres que me espera
ban . Resolví pues continuar mi entremés, y muy resuelto a tener
mas firmeza, con tan bellas disposiciones, me fui al dia siguiente á
la puerta del doctor entre once y doce de la noche , y en medio de
la oscuridad tan grande , que no se veia brillar una sola estrella en
el cielo. Maullé dos ó tres veces para avisar que estaba en la calle;
pero , como nadie bajaba a abrirme, no me contenté con empezar de
nuevo , sino que me puse á remedar todos los diferentes gritos del
gato, que un pastor de Olmedo me habia enseñado, y lo hice tan al
natural, que un vecino que volvia a su casa , teniéndome por uno de
estos animales cuyos maullidos imitaba, cogió un guijarro que tro
pezó con los piés , y me lo arrojó con toda su fuerza, diciendo : ¡Mal
dito sea el gato ! Recibí tan fuerte golpe en la cabeza , que quedé
aturdido por el pronto , y faltó poco para que cayese en tierra ato
londrado. Esto bastó para que diese al diablo el galanteo, y , per
diendo el amor juntamente con la sangre, me volví á casa , donde
desperté é bice levantar á todos. El maestro reconoció la herida, que
le pareció peligrosa; pero no tuvo malas resultas, y se cerró al ca
bo de tres semanas. En todo este tiempo no oí hablar de Mergelina.
Es natural que Melancia , para desprenderla de mí , le buscase algun
otro conocimiento , de lo que no me informé, porque nada me im
portaba; pues salí de Madrid para andar la España luego que me ví
perfectamente curado.
CAPÍTULO VIII.
Encuentro de Gil Blas y su compañero con un hombre que estaba mojando mendrugos de pan en una
fuente, y conversacion que con el tuvieron .
Contóme el amigo Diego de la Fuente otras aventuras que le su
cedieron en adelante ; pero todas de tan poca importancia, que no
merecen la pena de referirse . Sin embargo , me ví precisado á oir
selas, y en verdad que no fué breve la relacion , pues duró hasta que
llegamos á Puente de Duero , donde nos detuvimos lo restante de
aquel dia . Hicimos en el meson que nos dispusiesen una buena so
pa , y asasen una liebre, despues de cerciorarnos de que era verda
deramente tal . Al amanecer del dia siguiente proseguimos nuestro
camino, habiendo antes llenado la bota de un vino mediano , y me
tido en las mochilas algunos pedazos de pan , juntamente con la mi
tad de la liebre que nos habia sobrado de la cena .
Despues de haber caminado cerca de dos leguas, nos sentimos con
gran gana de almorzar, y , habiendo visto como á doscientos pasos
del camino un grupo de árboles que hacian sombra deliciosísima,
· escogimos aquel sitio , é hicimos alto en él . Allí encontramos á un
hombre como de veintisiete á veintiocho años , que estaba mojando
en una fuente algunos zoquetes de pan . Tenia a su lado sobre la
yerba una espada larga y una mochila . Pareciónos mal vestido,
mas , por otra parte, de buen rostro y bien plantado. Saludámosle
cortesmente , y él nos correspondió con igual cortesanía. Presentó
nos luego sus mendrugos mojados, y , con cierto aire risueño y des
144 GIL BLAS.
pejado, nos dijo si éramos servidos. Admitimos el conyite en el mis
1861
moftono, mas con la condicion de quefhabia de tener á bien que jun
tásemos los almuerzos , para que fuesen mas abundantes . Vino en
ello con mucho gusto , y nosotros sacamos nuestras provisiones, lo
que ciertamente no le desagradó. ¡ Oh ! señores (exclamó enajenado de
alegría) verdaderamente que ustedes vienen bien provistos de mu
niciones de boca , y se conoce que son hombres prevenidos, y que
miran á lo venidero . Yo me fio demasiado en la fortuna . Sin em
bargo, a pesar del miserable estado en que ustedes me ven, les pue
do asegurar que alguna vez hago un papel muy brillante. Sepan us
tedes que no pocas me tratan de principe , y estoy rodeado de guar
dias. Segun eso , dijo Diego, será usted comediante . Adivinólo usted,
respondió el desconocido; por lo menos há quince años que no tengo
otro oficio . Siendo niño representaba ya ciertos papeles cortos , esto
es, que tuviesen poco que aprender . Hablemos francamente ( replicó
el barbero meneando ladinamente la cabeza ); tengo dificultad en
creerlo, porque conozco bien á los comediantes , y sé que estos seño
res no acostumbran caminar á pié , ni hacer almuerzos á lo san An
ton ; y me temo, me temo que si usted ha hecho algun papel no habrá
sido otro que el de encender y apagar las lamparillas. Piense usted
LIBRO SEGUNDO . 145
de mí lo que quisiere ( respondió el histrion ), lo cierto es que hago
los primeros papeles, y comunmente me hacen representar el de
primer galan. Siendo así, repuso mi camarada, doy á usted la en
horabuena; y celebro mucho que el señor Gil Blas y yo hayamos
tenido la hopra de desayunarnos en compañía de tan gran per
sonaje.
Comenzamos entonces á roer puestros regojos y las preciosas re
liquias de la liebre , alternando con tan frecuentes topetadas a la bo
ta, que en poco tiempo la dejamos enteramente pez con pez , sin
que en todo este tiempo desplegase los labios ninguno de los tres.
Al cabo rompió el silencio el barberillo , diciendo al comediante:
Estoy admirado de ver á usted en estado tan lastimoso . No se pue
de dudar que es mucha pobreza para un héroe de teatro , y perdo
ne usted si le hablo con esta claridad . Por cierto , replicó el actor,
que se conoce no ba oido usted hablar del famoso comediante Mel
chor Zapata; porque ha de saber usted que , por la misericordia de
Dios, no soy de genio delicado. Me da usted mucho gusto en ba
blarme con tanta franqueza, porque tambien gusto yo de hablar con
ella . Confieso de buena fé que no soy rico; y sino miren ustedes
esta ropilla . Diciendo esto , nos mostró el forro de ella , que era todo
de los carteles de comedia que se fijan en las esquinas. Esta es la
tela que comunmente me sirve de forro, y , si todavía tienen curio
sidad de ver lo que hay en mi guardaropa, contentaré á ustedes.
Hélo aquí (y al mismo tiempo sacó de la mochila un vestido ente
ro, guarnecido de esterila vieja de plata falsa , una gorra muy raida,
con un penacho de viejísimas plumas, unas medias de seda con mas
agujeros que un cribo ó una salvadera , y unos zapatos muy usados
de banadilla encarnada ). Ya yen ustedes ahora que soy mediana
mente infeliz. Eso es lo que me admira, le replicó Diego . ¡ Pues
que! no tiene usted mujer ni hija ? Sí , señor , respondió Zapata;
pero vea usted la desgracia de mi estrella ; tengo mujer moza , mas
no por eso estoy mas adelantado . Caséme con una linda comedianta,
esperando que no me dejaria morir de hambre; pero , por mi poca
fortuna, di con una mujer de juicio y de un recato incorruptible.
iQuién diablos no se engañaria como yo ! Una mujer virtuosa, que
era del número de los cómicos de la legua , me habia forzosamente
de tocar á mí en suerte . Seguramente es desgracia , dijo el barbero ;
pero ¿por qué no se casó usted con alguna bonita comedianta de las
compañías de Madrid ? Entonces sí que lograria su intento . Conven
49
146 GIL BLAS
go en ello, respondió el farsante; pero á un pobre comediante de la
legua no le es lícito elevar sus pensamientos á tan encombradas he
roinas. Eso solamente lo podrá hacer alguno de la compañía del
corral del Príncipe, y aun en ella se ven muchos precisados á ca
sarse con otras mujeres que no son de la profesion, y por fortuna
suya Madrid es bueno , y se suele encontrar en él algunas que se las
pueden apostar a las princesas de teatro .
Pero qué ( le replicó mi compañero ), counca pensó usted entrar
en alguna de las compañías de la corte ? ¿Acaso se necesita un mé
rito consumado para lograrlo? ¡ Bravo ! respondió Melchor , usted se
burla con su mérito consumado . Veinte actores hay en cada com
pañía ; pregunte usted al público lo que siente de ellos , y oirá cosas
bellísimas . Mas de la mitad por lo menos merecian ir cargados como
yo con la mochila , y en medio de eso no es tan fácil como se piensa
ser recibido entre ellos , pues se necesita dinero é grandes empeños
que suplan por la habilidad . Ninguno puede saberlo mejor que yo ,
porque abora mismo acabo de representar en Madrid , y salgo mas
aturdido de palmadas y silbidos que todos los diablos , sin embargo
de que me prometia ser muy aplaudido, porque representaba gri
tando, manoteando , descoyuntándome y torciendo el cuerpo bácia
todas partes, con mil gesticulaciones y posturas cien leguas distan
tes de todo lo natural , basta llegar una vez casi á dar en la cara una
puñada á mi dama mientras yo estaba declamando . En una pala
bra , representaba imitando la escuela que el vulgo celebra en los
grandes actores ; y en medio de eso lo que aplaudia tanto en otros
no lo podia sufrir en mí . Vea usted cuánto puede la preocupacion .
En vista de ello , no acertando á dar gusto , y no teniendo medio para
ser admitido en la compañía a pesar de todos los silbidos de la mos
quetería , dejé á Madrid , y me vuelvo á mi Zamora, donde está mi
mujer y mis compañeros , que no hacen allí gran fortuna; y quiera
Dios no nos veamos precisados á pedir limosna para poder pasar á
otra ciudad , como mas de una vez nos ha sucedido.
Diciendo esto , nuestro príncipe dramático se levantó , echóse a
cuestas la mochila , ciñóse la espada , y despidiéndose de nosotros,
nos dijo con grave entonacion :
Adios , señores ;
Que los cielos os colmen de favores.
Y quieran los mismos (le respondió Diego en el propio tono) que
LIBRO SEGUNDO . 147
balle usted en Zamora á su mujer mudada y mejor establecida . Lue
go que el señor Zapata nos volvió la espalda , comenzó á gesticular
y á representar caminando , y nosotros le comenzamos á silbar para
que no se le olvidasen tan presto los silbidos de Madrid . Con efecto,
creyó que todavía le sopaban en los oidos ; y , volviendo la cara , y
viendo que nosotros nos divertiamos á su costa , lejos de darse por
ofendido , él mismo ayudó á la zumba , y prosiguió su viaje dando
grandísimas carcajadas. Correspondímosle por nuestra parte con
grande algazara; y , cogiendo otra vez el camino real , seguimos nues
tra marcha .
CAPITULO EX .
Estado en que encontró Diego á sus parientes; y cómo Gil Blas se separó de él despues de haber partici
pado de ciertas diversiones.
Fuímos aquel dia a dormir entre Mojados y Valdestillas, á un lu
garcillo cuyo nombre se me ha olvidado , y al siguiente, á las once
de la mañana , entramos en la llanada de Olmedo . Señor Gil Blas, me
dijo mi camarada, aquel es el lugar de mi nacimiento . No le puedo
volver a ver sin llenarme de júbilo : tan natural es en todos el amar
su patria. Señor Diego , le respondí, un hombre como usted , que tanto
amor tiene a su tierra , parece debia haber hablado de ella con mayor
estimacion . Usted me la pintó como si fuera un lugarcillo ó una aldea,
y á mí se me presenta como una ciudad . Era razon que por lo menos
la tratase usted de villa grande. Yo le pido perdon , respondió el bar
bero; pero diré que , despues de haber visto a Madrid, Toledo, Zara
goza y otras principales ciudades de España en la vuelta que he dado
por ella , todo me parece aldea . Conforme íbamos adelantando en la lla
nura y acercándonos á Olmedo , nos pareció ver junto al pueblo mul
titud de gente, y , cuando nos hallamos á distancia de poder discernir
los objetos, tuvimos mucho en que divertir la vista .
Vimos tres pabellones ó tiendas de campaña, poco distantes una de
otra , y al rededor de ellas muchedumbre de cocineros y ayudantes de
cocina que estaban disponiendo una gran comida . Unos ponian unas
mesas largas dentro de las tiendas, otros echaban vino en grandes
vasijas de barro ; estos atendian á que cociesen las ollas , y aquellos
CE
TRA
Color
ENCUENTRO DE DIEGO DE LA FUENTE CON SU TIO AL IERA
LIBRO SEGUNDO. 149
daban vueltas á luengos asadores, en que estaban espetadas viandas
de todo género. Pero á mínada me llevó tanto la atencion como un
espacioso teatro que observé bastante elevado, que estaba adornado
con algunos bastidores de carton pintado de diferentes colores , y
lleno de inscripciones griegas y latinas. Luego que el barbero vió
tanto griego y tanto latin , dijo: Esto me huele terriblemente a mi
tio Tomás; apuesto algo á que ha andado aquí su mano, porque sabe
de memoria una infinidad de libros de aula . Lo que me enfada es
que en las conversaciones encaja sin cesar pasajes enteros de los
tales libros, cosa que no a todos agrada. Fuera de eso ha traducido
varios poetas griegos y latinos , y está instruido en la antigüedad ,
lo que se conoce por las notas con que los ha enriquecido, como
v . gr., aquella de que en Atenas lloraban los niños cuando los azo
taban : cosa que , si no fuera por su vasta y selecta erudicion , nos
otros no la sabríamos.
Despues de haber visto mi camarada y yo todas las cosas que
acabo de decir , nos dió gana de preguntar por qué y para qué se
hacian todas aquellasprevenciones. Al tiempo que nos íbamos á in
formar, se encontró Diego con un hombre, que conoció ser su tio ,
el señor Tomás de la Fuente , y que al parecer mostraba ser el di
rector de la fiesta . Fuímonos á él apresuradamente; mas este maes
tro de primeras letras tardó algo en conocer a su sobrino; tanta mu
danza habia hecho en aquel pobre mozo la ausencia de diez años.
Conocido al fin , le abrazó estrechísimamente , y le dijo: ¡Oh querido
sobrino Diego! ¿conque al cabo has vuelto á ver á tus dioses Pe
nates, y el cielo te ha restituido sano y salvo á tu familia ? ¡Oh dia
tres y cuatro veces beato! ¡albo dies notanda lapillo ! Muchas nove
dades encontrarás en la parentela . Tu tio Pedro , aquel gran talen
to , ya es víctima de Pluton: tres meses há que murió. Hombre ava
riento , que toda su vida estuvo temiendo le habian de faltar siete
piés de tierra para enterrarse : argenti pallebat amore. Tenia muchas
pensiones de los grandes, y no gastaba diez doblones al año en co
mida y vestido. No daba de comer al único criado que le servia . Mas
insensato que aquel griego Aristipo, el cual, caminando por los de
siertos de Libia, hizo á sus esclavos que dejasen en ellos todas las
grandes riquezas que llevaban, alegando que aquella carga les in
comodaba en la marcha, amontonaba toda la plata y todo el oro que
podia haber á las manos. Mas ¿para qué? Para que lo gozasen sus
herederos , a quienes no podia sufrir. Dejó á su muerte treinta mil
150 GIL BLAS
ducados, que se repartieron entre tu padre, tu tio Beltran y yo . To
dos nos ballamos en estado de pasarlo bien . Mi hermano Nicolás
colocó ya á su bija Teresa , que acaba de casarse con el hijo de uno
de nuestros alcaldes: connubio junxit stabili , propriamque dicavit.
Este himeneo , concluido bajo los mas felices auspicios , es el que es
tamos celebrando hace ya dos dias con el aparato que ves . Hicimos
levantar estas tiendas de campaña en esta llanura . Los tres herede
ros de Pedro tienen cada uno la suya , y por su turno costean la
fiesta de un dia . Hubiera celebrado mucho hubieses llegado antes
para que gozases de todas . Antes de ayer, dia en que se celebró la
boda, corrió tu padre con el gasto , y dió una soberbia comida, y
despues hubo parejas, y se corrió sortija . Tu tio el mercader tomó
de su cuenta el dia de ayer , y nos divirtió con una bellísima fiesta
pastoril. Vistió de pastores á los diez muchachos mas lindos y agra
ciados del lugar , y de pastoras a las diez muchachas mas pulidas y
aseadas que habia en todo Olmedo, empleando en engalanarlas las
cintas mas ricas y los mas preciosos dijes que se ballaron en su
tienda. Toda aquella lucida juventud armó mil graciosísimas dan
zas, cantando despues otras tantas letrillas muy chuscas, tiernas y
amorosas. Y aunque no parecia posible cosa mas divertida, con todo
eso no dió gran golpe , sin duda porque en Castilla la Vieja hemos
perdido el gusto a las diversiones pastoriles.
Hoy me toca á mí , y pienso divertir a los vecinos de Olmedo con
un espectáculo todo de mi invencion : finis coronabit opus. Mandé al
zar un teatro , en el cual , con la ayuda de Dios , haré representar
por mis discípulos una de mis tragedias, intitulada Los pasatiempos
de Mulei - Bugentuf, rey de Marruecos. Se ejecutará con el mayor
primor, porque entre los muchachos los hay que declaman como los
mas célebres comediantes de Madrid . Son todos hijos de honradas
familias de Peñafiel y Segovia, y los tengo en mi casa á pupilaje .
¡Excelentes representantes! Verdad es que les he enseñado yo . Su
declamacion parecerá acuñada en el cuño del maestro , ut ita dicam .
En cuanto a la tragedia , no te quiero hablar de ella , puesto que la
has de oir , por no privarte del placer de la sorpresa; y solo diré
sencillamente que dejará estáticos a todos los espectadores. Es uno
de aquellos asuntos trágicos que ponen toda el alma en conmocion ,
por las terribles imágenes de la muerte que ofrecen a la fantasía .
Yo siempre he sido de la opinion de Aristóteles , que es necesario
excitar el terror. ¡ Ah ! si yo me hubiera dedicado al teatro, nunca
LIBRO SEGUNDO . 151
saldrian á él sino héroes sanguinarios y principes asesinos , y me
bañaria siempre en sangre . En mis tragedias se verian morir , no
solo á los primeros personajes, sino basta las mismas guardias.
¿Qué digo hasta las mismas guardias? Haria tambien degollar al
apuntador. En fin , solo me agrada lo terrible : este es todo mi gusto.
De esta manera los poemas de esa especie se levantan con el aplauso
de la muchedumbre , mantienen el lujo de los comediantes, y hacen
célebre el nombre de los autores .
Acababa de pronunciar estas palabras, cuando vimos salir del
pueblo y entrar en la llanura un gran gentío de uno y otro sexo .
Eran los dos esposos , acompañados de sus amigos y parientes , é
iban precedidos de diez á doce tocadores de instrumentos , que tanian
todos á un tiempo , haciendo un concierto muy ruidoso . Salióles al
encuentro Diego , y dióse á conocer . Inmediatamente resonaron por
el campo los gritos de alegría con que fué recibido del acompaña
miento , corriendo todos á abrazarle , y procurando cada uno ser el
primero . No tuvo poco que hacer en corresponder a todas las de
mostraciones de amor y cumplimientos que le hicieron . Sofocábanle
á abrazos todos los de la familia y cuántos se hallaban presentes ;
y , luego que se aquietó un poco aquel primer turbion , le dijo su
padre : Seas bien venido , hijo Diego: en verdad que durante tu au
sencia ban adelantado mucho tus parientes: 200 es así? Por ahora
no te digo mas ; á su tiempo lo sabrás muy por menor . Mientras tanto
el gentío se fué adelantando hacia la llanura , llegó á ella , entróse
en las tiendas , y fuése sentando a las mesas , que ya estaban pre
paradas. Yo no dejé á mi compañero ; sentéme junto a él , y entram
bos comimos con los dos novios , que me parecieron corresponder
bien uno á otro . Duró mucho tiempo la comida , porque el precep
tor ó maestro tuvo la vanidad de querer que tres veces se cubriese
la mesa, por aventajarse á sus hermanos , que no habian dispuesto
las cosas con tanta magnificencia .
Despues del banquete , todos los convidados mostraron grande
impaciencia por ver la representacion de la obra del señor Tomás,
no dudando (decian ) que una produccion de ingenio tan superior
seria diguísima de oirse . Acercámonos pues al teatro , donde todos
los músicos ocupaban ya el lugar de la orquesta para tocar en los
intermedios. Esperaban todos con el mayor silencio á que se diese
principio a la tragedia . Dejáronse ver los actores en la escena ; y el
autor con su obra en la mano estaba tras las cortinas en sitio donde
152 GIL BLAS .
pudiese apuntar y ser oido de los que representaban. Con mucha
razon nos habia prevenido que era trágico su drama, porque en el
primer acto el rey de Marruecos mató por via de diversion cien es
clavos á flechazos . En el segundo hizo degollar treinta oficiales por
tugueses que uno de sus capitanes habia hecho prisioneros: final
mente, en el tercero aquel monarca , cansado de sus mujeres, pegó
él mismo por su mano fuego á un palacio aislado donde estaban
encerradas , y juntamente con él las redujo todas á ceniza . Los es
clavos moros y los oficiales portugueses estaban representados por
unas figuras de mimbre hechas con algun primor , y el palacio , que
era de carton, se aparentaba abrasado por un fuego artificial. Este
incendio , acompañado de lastimosos gritos , que parecian salir de eo
medio de las llamas, dió fin á la tragedia , y cerró el teatro de una
manera patética y divertida . Resonaron en toda la llanura los vivas
y los aplausos con que fué celebrado un drama de tan ingeniosa in
vencion : lo que acreditó el buen gusto del poeta, y su singular acierto
en la eleccion y oportunidad de los asuntos .
Creia yo que ya nada habia que ver despues de Los pasatiempos
de Mulei - Bugentuf; pero engañéme . Anunciáronnos un nuevo es
pectáculo los timbales y trompetas. Era este la distribucion de los
premios ; porque Tomás de la Fuente , para mayor solemnidad de la
fiesta, á todos sus discípulos, así pupilos como los que no lo eran,
les habia hecho trabajar varias composiciones, y en aquel dia se
habian de repartir los premios á los mas sobresalientes , consistiendo
aquellos en ciertos libros que el
mismo preceptor á costa suya ba
bia ido á comprar á Segovia. De re
pente pues se dejaron ver en el tea
tro dos bancos largos de escuela , y
un armario ó estante lleno de libros
pequeños encuadernados con aseo .
Entonces todos los actores se pre
sentaron en la escena , y formaron
un semicirculo delante del señor To
más , el cual se dejaba ver con tanta
gravedad y autoridad como pudiera
1867
un prefecto de colegio . Tenia en la
mano la lista de los nombres de los que debian ser premiados . En
tregósela al rey de Marruecos, quien se puso á leerla en alta voz, lla
LIBRO SEGUNDO . 153
mando uno por uno á los nombrados para recibir el premio . Cada
cual iba con respeto á recibir un libro de la mano del pedante , in
clinándose profundamente al ir y volver cuando pasaban delante del
monarca marroquí. Juntamente con el libro se les coronaba a todos
con una guirnalda de laurel, y despues se iban sentando en uno de
los dos bancos para que fuesen vistos, aplaudidos y admirados de
todos, pero particularmente de sus madres, amigos y parientes . Por
mas cuidado que puso el preceptor en que todos quedasen contentos,
no lo pudo conseguir , porque, observándose que la mayor parte de
los premios habian tocado á los pupilos, comoregularmente se acos
tumbra , las madres de los otros discípulos lo llevaron muy á mal,
se alborotaron , y acusaron al maestro de parcialidad; y tanto , que
una fiesta tan gloriosa y tan alegre basta aquel punto, faltó poco
para que se acabase tan desgraciadamente como el banquete de los
Lapitas.
20
HU
LLOPIS
LIBRO TERCERO .
CAPÍTULO I.
Llegada de Gil Blas á Madrid , y primer amo á quien sirvió alli.
ETÚVeme algunos dias en casa del bar
bero , y juntémedespues con un merca
der deSegovia que pasó por Olmedo.
Habia ido á Valladolid con cuatro mu
las cargadas de varios géneros, y se
volvia á su casa con todas ellas de va
cío . Hízomemontar en una, y tomamos
tanta amistad en el camino, que, cuan
do llegamos a Segovia , se empeñó en
que me hospedase en su casa . Dos dias
descansé en ella , y, cuandome vió re
suelto a marchar a Madrid con el ar
riero, me dió una carta , encargándome mucho que la entregase yo
156 GIL BLAS .
mismo en mano propia , sin decirme que era una carta de recomen
dacion . Hícelo, así, poniéndola yo mismo en manos del señor Mateo
Melendez , mercader de paños , que vivia en la puerta del Sol, es
quina de la callejuela del Cofre. Apenas abrió el pliego y leyó su
contenido, cuando me dijo con un modo muy agradable: Señor Gil
Blas, mi corresponsal Pedro Palacios me recomienda la persona de
usted con tan vivas expresiones, que no puedo dejar de ofrecerle
un cuarto en mi casa. Además de esto me suplica le busque una
buena conveniencia , cosa de que me encargo con gusto, y con es
peranza de que no me será muy difícil colocar á usted ventajosa
mente .
Acepté la generosa oferta de Melendez con tanto mayor gusto,
cuanto veia que mi dinero se iba, por instantes acabando; pero no
le fui gravoso largo tiempo . Pasados ocho dias, me dijo acababa
de proponerme a un caballero amigo suyo , que necesitaba de un
ayuda de cámara, y que segun todas las señas , no se me escaparia
esta conveniencia . Con efecto, habiéndose dejado ver el tal caballero
en aquel mismo momento : Señor (le dijo Melendez, mostrándome á
él ) , este es el mozo de quien hablamos poco há , de cuyo proceder me
constituyo por fiador, como pudiera del mio mismo . Miróme aten
tamente el caballero, y respondió que le gustaba mi fisonomía , y
que desde luego me recibia en su servicio . Sigame, añadió , que yo
le instruiré en lo que deberá hacer . Diciendo esto , se despidió del
mercader, y me llevó consigo á la calle Mayor , frente por frente de
San Felipe el Real. Entramos en una casa muy buena, donde él
ocupaba un cuarto : subimos unos cinco ó seis escalones, y me in
trodujo en un aposento cerrado con dos buenas puertas, en la pri
mera de las cuales habia una rejilla de hierro para ver a los que
llamaban . Pasamos despues á otra pieza donde tenia su cama con
otros varios muebles , mas aseados que preciosos.
Si mi nuevo amo me habia mirado bien en casa de Melendez,
tambien yo le examiné á él despues con particular atencion . Era
un hombre de unos cincuenta años, de aspecto frio y serio . Para
cióme de buena índole , y no formé mal concepto de él . Hízome mu
chas preguntas acerca de mi familia , y , satisfecho de mis respues
tas: Gil Blas (me dijo ), yo contemplo que eres un mozo de gran
juicio, y me alegro mucho de que me sirvas; y por tu parte espero
estarás contento con tu acomodo. Te daré seis reales al dia para
que comas y te vistas, sin perjuicio de algunos provechos que po
LIBRO TERCERO . 157
drás tener conmigo: yo no soy hombre que dé mucha molestia á los
criados: nunca como en casa , sino siempre con mis amigos. Por la
mañana no tienes que hacer mas que limpiarme bien los vestidos;
lo restante del dia te queda libre, y puedes hacer lo que quieras:
basta que por la noche te retires a casa temprano, y me esperes á
la puerta de mi cuarto : esto es todo lo que exijo de tí. Despues de
haberme dado esta instruccion , sacó seis reales del bolsillo , y me
los entregó para empezar a cumplir nuestro ajuste . Salimos los dos
juntos, cerró él mismo las puertas, llevóse consigo la llave, y me
dijo : No tienes que seguirme, y puedes irte á donde te diere la ga
na ; pero cuidado que te encuentre en la escalera cuando vuelva a
casa por la noche. Diciendo esto , se marchó, y me dejó que dispu
siese de mí como mejor se me antojase .
Vamos claros, Gil Blas, me dije entonces á mímismo, que no te
era posible encontrar amomejor. Tú sirves a un hombre que, por
limpiar sus vestidos, hacerle la cama y barrer su cuarto por la ma
ñana te da seis reales cada dia, y libertad de hacer despues lo que
quisieres, ni mas nimenos que un estudiante en tiempo de vaca
ciones. A fe que no será fácil ballar otra conveniencia igual. Ya no
me admiro del hipo que tenia por venir á Madrid ; sin duda era pre
sagio de la fortuna que me esperaba. Pasé todo el dia en andar de
calle en calle, viendo muchas cosas que me cogian de nuevo, y que
no me daban poca ocupacion . Por la noche cené en una hostería ,
poco distante de nuestra casa , y prontamente me retiré al sitio dan
de el amo me habia mandado le esperase . Llegó tres cuartos de ho
ra despues, y se mostró contento de
mi puntualidad . Muy bien , me dijo ,
eso me gusta ; yo quiero criados que
sean exactos en hacer lo que les man
do. Dicho esto abrió las puertas del
cuarto, cerrólas , y, como nos balla
bamos á oscuras , echó yescas, y en
cendió una vela. Ayudéle despues á
desnudar, y, luego que se metió en la
cama, encendí por su mandado una
lamparilla que habia en la chimenea.
cogí la vela , y llevéla á la antesala,
donde me acosté en un catre . Al dia
siguiente se levantó entre nueve y diez de la mañana, acepillé sus
158 · GIL BLAS .
vestidos , dióme mis seis reales, y despidióme hasta la noche. Salió
fuera de casa , sin descuidarse de cerrar bien las puertas, y hétele
aquí que uno y otro nos separamos para el resto del dia .
Tal era nuestra vida, que a mí me parecia muy dulce y acomo
dada. Lo mas gracioso de todo era que yo no sabia aun cómo se
llamaba mi amo, y Melendez lo ignoraba tambien. Solo conocia al
tal caballero por uno de tantos como concurrian á su lonja á com
prar géneros; y los vecinos tampoco pudieron satisfacer mi curio
sidad. Aseguráronme todos que no sabian qué clase de hombre era
mi amo, aunque hacia dos años que vivia en aquel barrio . Dijéron
me que no trataba con ninguno de los vecinos, y algunos acostum
brados á juzgar temerariamente malde todo, inferian de aquí que
era un hombre de quien no se podia formar juicio alguno bueno.
Con el tiempo se adelantó mas: sospechóse fuese un espía del rey
de Portugal, y me aconsejaron caritativamente que tomase mis me
didas acerca del particular. El aviso me puso en sumo cuidado, por
que desde luego formé juicio de que, si era verdad lo que se decia ,
corria yo gran peligro de visitar los calabozos de Madrid . Mi ino
cencia no me podia asegurar, y mis pasadas desgracias me obliga
ban á temer la justicia . Habia experimentado ya dos veces que, si
no quita la vida a los inocentes, á lo menos guarda tan mal con
ellos las leyes de la hospitalidad, que siempre es una desgracia hos
pedarse en su casa , aunque sea por poco tiempo.
Consulté con Melendez lo que debia hacer en tan críticas circuns
tancias; pero no supo qué consejo darme. No podia creer que mi
amo fuese espía , mas tampoco tenia razon fuerte y positiva para
negarlo. Tomépues el partidomedio de observar bien todos sus pa
sos, y , si descubria que verdaderamente era un enemigo del Esta
do , abandonarle enteramente ; pero al mismo tiempo me pare
ció que la prudencia , y lo bien hallado que estaba con él, pedian
gue caminase con el mayor tiento y circunspeccion en poner por
obra lo que habia determinado , sin asegurarme antes de la verdad .
Comencé pues á examinar todas sus acciones y movimientos, y ,
para sondearlos mejor : Señor, le dije una noche mientras le estaba
desnudando, no sabe un hombre cómo ha de vivir para librarse de
malas lenguas. Elmundo está perdido y nosotros tenemos unos ve
cinos queno valen un demonio . ¡Malditas bestias! No creerá su mer
ced cómo hablan de nosotros. Y bien , Gil Blas, me respondió , ¿qué
es lo que pueden decir? ¡Ah , señor! repliqué, á la murmuracion
LIBRO TERCERO . 169
nunca le falta asunto . Encuéntralos ó los sueña hasta en la misma
virtud. ¿No es bueno que nuestros vecinos tienen aliento para decir
que nosotros somos gente peligrosa, y que la corte debe vigilar
nuestra conducta ? En una palabra, dicen que su merced es espía
del rey de Portugal . Entonces alcé los ojos y le miré con cuidado,
como Alejandro á su médico, para notar el efecto que producia lo
que acababa de decirle. Parecióme que se turbaba algun tanto, lo
cual confirmaba poderosamente las conjeturas de la vecindad: noté
que poco despues se quedó pensativo y cabizbajo, y esto tampoco lo
interpreté muy favorablemente. Así estuvo por un breve rato ; pero
luego como quien vuelve en sí , me dijo en un tono y con rostro
muy tranquilo: Gil Blas, dejemos a los vecinos que digan lo que
quisieren ; nuestra quietud no ha de depender de sus malignas
expresiones. No hagamos caso de lo que dicen los hombres , mien
tras no demos motivo á que lo digan .
Acostose despues con mucho sosiego, y yo bice lo mismo , sin
saber qué pensar. Al dia siguiente , cuando íbamos a salir de casa ,
oimos llamar recio á la puerta de la escalera . Acudió con prontitud
el amo, y , mirando por la rejilla , vió a un hombre bien vestido .
que le dijo: Señor caballero, yo soy alguacil, y vengo de parte del
señor corregidor á decir á usted que su señoría desea hablarle dos
palabras. ¿Qué me quiere el señor corregidor? respondió mi amo .
Eso es lo que no sé, replicó el alguacil ; pero vaya usted a su casa ,
y presto lo sabrá. Yo le beso las manos al señor corregidor, repu
so su merced; yo no tengo nada que ver con su señoría. Diciendo
estas palabras, cerró enfadado la segunda puerta , y , comenzán
dose á pasear por el cuarto en ademan de un hombre, segun lo que
á mí me parecia, á quien habia dado mucho que discurrir el recado
del alguacil, me puso en la mano mis seis reales, y me dijo: Ami
go Gil Blas , tú puedes irte á pasear adonde quieras, que yo no te
he menester. Persuadíme, al oir esto, que tenia miedo de que le
prendiesen , y que por eso no queria salir. Dejéla pues , y , para ver
si me engañaba en mi sospecha, me escondí en paraje desde donde
podia observar si salia ó no . Hubiera tenido paciencia para mante
nerme allí toda la mañana, si él mismo no me hubiese aliviado de
este trabajo; pues al cabo de una hora le ví salir y presentarse en
la calle con un desembarazo y un aire de confianza, que dejó con
fundida mi penetracion . Sin embargo, no me deslumbraron estas
apariencias; antes bien me hicieron entrar en mayor desconfianza.
160 GIL BLAS.
Parecióme que todo aquello podia muy bien ser con estudio , y aun
casi llegué a creer que se habia detenido en casa aquel tiempo para
recoger sus joyas y dinero , y que probablemente iba a ponerse en
salvo buyendo. Perdí la esperanza de verle mas, y aun estuve per
plejo en si iria aquella noche a esperarle en la puerta de la escalera :
tan persuadido estaba de que saldria aquel dia de Madrid para li
brarse del peligro que le amenazaba . Sin embargo no dejé de ir á
esperarle, y quedé admirado de verle volver como acostumbraba .
Acostose sin la menor muestra de cuidado ni inquietud, y por la
mañana se levantó y vistió con la mayor serenidad .
No bien acabó de vestirse, cuando llamaron de repente á la puer
ta . Fué él mismo á mirar por la rejilla quién llamaba. Vió que era
el alguacil del dia anterior : preguntóle qué se le ofrecia , y el al
guacil respondió que abriese al señor corregidor. Al oir este nom
bre temible, se me heló toda la sangre . Habia ya cobrado un en
diablado miedo y mas que pánico terror a toda esta casta de pájaros
desde que tuve la desgracia de caer en sus manos, y en aquel mo
mento hubiera querido ballarme cien leguas distante deMadrid ; pero
mi amo, que no era tan espantadizo ni tan medroso como yo , abrió
la puerta con sosiego, y recibió al señor corregidor con respeto . Ya
ve usted , dijo a mi amo, que no vengo a su casa con grande acom
pañamiento , porque nunca he gustado de hacer las cosas con es
truendo. Sin hacer caso de los rumores poco favorables á usted que
corren por el pueblo,me ha parecido que su persona era acreedora
á que se la tratase con miramiento . Sirvase usted decirme cómo se
llama, quién es, y qué hace en Madrid . Señor, le respondió mi amo,
mi nombre es don Bernardo de Castelblanco , familia conocida en
Castilla la Nueva. Mi ocupacion en Madrid se reduce á pasearme,
frecuentar los teatros , y divertirmecon algunos pocos amigos , gen
te toda muy honrada, y de honesta y grata conversacion. Sin duda,
dijo el juez , tendrá usted una gran renta . No, señor , repuso mi
amo, no tengo rentas ni tierras, ni aun casa . ¿ Pues de qué vive
usted ? le replicó el corregidor. De lo que voy á enseñar á usia ,
respondió don Bernardo; y al mismo tiempo alzó un tapiz y abrió
una puerta que estaba tras de él, sin que yo la hubiese observado,
y luego otra que estaba despues de aquella , é hizo entrar al juez
en un cuartito, donde habia un gran cofre todo lleno de oro, que
quiso viese con sus mismos ojos. Ya sabe usia , le dijo entonces,
que nosotros los españoles somos por lo general poco amigos del
LIBRO TERCERO . 161
trabajo; mas , por grande que sea la aversion con qne otros le mi
ran, pụedo asegurar que ninguna se iguala con la mia . Soy natu
ralmente tan perezoso y holgazan , que no valgo para pingun em
pleo ni ocupacion . Si quisiera canonizar mis vicios dándoles el nom
bre de virtudes, diria que mi pereza era una indolencia filosófica, un
rasgo del entend imiento desengañado de lo que el mundo solicita
y busca con tanto ardor; pero debo confesar de buena fe que soy
haragan y perezoso de nacimiento , tanto , que si me viera precisa
do á trabajar para comer , creo me dejaria morir de hambre. En
este supuesto , a fin de pasar una vida que se acomodase con mi
humor , por no tener la molestia de cuidar de mi hacienda , y mu
cho mas por no haber de lidiar con administradores ni mayordomos
converti en dinero contante todo mi patrimonio , que consistia en
muchas posesiones considerables . Cincuenta mil ducados en oro hay
en este cofre, lo que basta y aun sobra para lo que puedo vivir ,
aunque pase de un siglo , pues no llegan á mil los que gasto cada
año, y cuento ya diez lustros de edad. No me da cuidado lo venide
ro , porque, gracias al cielo , no adolezco de alguno de aquellos tres
vicios que comunmenſe arruinan á los hombres . Soy poco inclinado
á comilonas y meriendas : juego poco , por mera diversion , y estoy ya
muy desengañado de las mujeres. No temo que en mi vejez me cuen
ten en el número de aquellos viejos lascivos á quienes las mozuelas
venden sus mentidos é interesados favores á precio de oro .
¡ Oh , y qué dichoso es usted ! exclamo el corregidor. Teníanle con
tra toda razon por un espía , personaje que de ningun modo podia
convenir á un hombre de su carácter. Prosiga usted , don Bernardo ,
en vivir como ha vivido hasta aquí . Tan lejos estaré de turbar sus dias
tranquilos y serenos , que desde luego los envidio , y me declaro por
su defensor. Pídole á usted su amistad , y yo le ofrezco la mia . ¡ Ah ,
señor ! exclamó mi amo , penetrado de tan atentas como apreciables
palabras, admito el precioso don que usía me ofrece . Su amistad
es complemento de mi felicidad . Despues de esta conversacion , que
el alguacil y yo oimos desde fuera , el corregidor se despidió de mi
amo, que no hallaba expresiones con que manifestarle su agrade
cimiento . Yo de mi parte , por imitar á mi amo , y ayudarle a hacer
los honores de la casa , harté al alguacil de profundas cortesías, aun
que en el corazon le miraba con aquel tedio con que todo hombre
de bien mira á un corchete .
CAPITULO II.
De la admiracion que causó á Gil Blas el encuentro con el capitan Rolando, y de las cosas curiosas que
le contó aquel bandolero.
Luego que don Bernardo de Castelblanco hubo despedido al cor
regidor, acompañándole hasta la calle , volvió prontamente á cerrar
el cofre y todas las puertas que le resguardaban . Hecba esta dili
gencia , salió de casa muy placentero por haberse granjeado tan im
portante amistad, y yo no menos alegre por ver asegurados ya mis
seis reales. La gana que tenia de contar esta aventura á Melendez
me obligó á encaminarme a su casa ; pero , al estar ya cerca de ella ,
me encontré con el capitan Rolando. No puedo explicar lo sorpren
dido que me quedé con este encuentro , ni pude menos de estreme
cerme y temblar á su vista . El tambien me conoció , llegóse a mi
gravemente, y , conservando todavía su aire de superioridad , me
mandó le siguiese. Obedecíle temblando, y en el camino iba dicien
do entre mímismo: ¡Pobre de mí! ahora querrá que le pague todo
lo que le debo. ¿A dónde me llevará ? Puede que tenga en esta villa
alguna cueva oscura . ¡Diablo ! si tal creyera, en este mismo mo
mento le baria ver que no tengo gota en los piés. Con estos pensa
mientos iba andando tras de él muy atento á observar el sitio donde
pararia, con intento de huir de él á carrera tendida , por poco sos
pechoso que me pareciese .
Presto me sacó Rolando de este cuidado, y desvaneció todo mi
temor. Entróse en una famosa taberna; seguíle; mandó traer del
mejor vino, y dispuso se hiciese comida para los dos. Mientras tan
LIBRO TERCERO . 163
to nos metimos en un cuarto , y así que el capitan se vió solo con
migo, me habló de esta suerte : Sin duda , Gil Blas , que estarás muy
LLORS
admirado de verte aquí con tu antiguo comandante; pero mas te
admirarás cuando hayas oido lo que te voy á contar. El dia que te
dejé en la cueva , y marché con mis compañeros á Mansilla á ven
der las mulas y caballos que habíamos robado la noche anterior,
encontramos al bijo del corregidor de Leon , acompañado de cuatro
hombres á caballo , todos bien armados, que seguian su coche. Aco
metímoslos: dimos muerte a dos de ellos , y los otros dos huyeron .
Temiendo el buen cochero hiciésemos lo mismo con su amo , nos
suplicó con lágrimas que por amor de Dios no quitásemos la vida
al hijo único del señor corregidor de Leon . Estas palabras, en vez
de enternecer á mis compañeros, les anardecieron mas. Señores,
dijo uno, no dejemos escapar al hijo del enemigo mas mortal de los
de nuestra profesion . ¿A cuántos de estos no ha hecho ajusticiar
su padre? Venguémoslos , y sacrifiquemos esta víctima á sus ceni
zas. Todos los demás aplaudieron tan inhumano consejo , y hasta
mi teniente iba ya á ser el gran sacerdote de aquel sangriento sacri
ficio, si yo no le hubiera detenido el brazo . Aguarda , le dije, já qué
fin derramar sangre sin necesidad ? Contentémonos con el bolsillo
de este pobre mozo ; y , pues no hace resistencia, seria una barba
ridad matarle ; fuera de que él no es responsable de las acciones de
su padre, ni aun el padre en condenarnos á muerte hace mas que
cumplir con la obligacion de su oficio , así como nosotros cumplimos
con la del nuestro en robar a los caminantes.
164 GIL BLAS .
Intercedí pues por el hijo del corregidor, y no fué inútil mi inter
cesion. Solo le cogimos todo el dinero que llevaba , y juntamente
nos apoderamos de los caballos de los hombres que habian muerto
en la refriega , y vendímoslos en Mansilla con los demás que con
ducíamos. Volvimos despues á nuestro soterráneo, adonde llegamos
el dia siguiente poco antes de amanecer . No quedamos poco atóni
tos de ver levantada la trampa , y mucho mas de encontrar á Leo
narda amarrada fuertemente en la cocina . Contónos en dos palabras
todo lo acaecido, y nos admiramos mucho de que hubieses podido
engañarnos ; nunca te hubiéramos creido capaz de jugaroos seme
jante petardo, y te perdonamos el chasco en gracia de la invencion .
Luego que desatamos a la cocinera , le dí la orden de que nos com
pusiese bien de comer . Entre tanto fuimos a la caballeriza á cuidar
de los caballos, y encontramos casi espirando al viejo negro , que en
veinticuatro horas no habia probado bocado, ni visto persona algu
na que le socorriese . Deseábamos darle algun alivio , pero habia per
dido ya del todo el conocimiento , y nos pareció un caso tan desespe
rado el suyo , que a pesar de nuestra buena voluntad , desampara
mos á aquel miserable que estaba entre la vida y la muerte . No por
eso dejamos de sentarnos a la mesa; y , despues de haber almorza
do grandemente , nos retiramos á nuestros cuartos, donde estuvi
mos durmiendo ó descansando todo el dia . Cuando despertamos nos
dijo Leonarda que ya habia muerto Domingo . Llevamos el cadáver
á la covacha donde te acordarás que dormias , y allí le hicimos el
funeral, como si hubiera tenido el honor de ser uno de nuestros
compañeros.
Al cabo de cinco ó seis dias sucedió que , habiendo hecho una sa
lida , encontramos muy de mañana á la entrada del bosque tres cua
drillas de la Santa Hermandad, que al parecer nos estaban espe
rando para dar sobre nosotros . Al pronto no descubrimos mas que
upa . No la temimos ; y , aunque superior en número á nuestra tro
pa , la atacamos ; pero, al tiempo que estábamos peleando con ella ,
las otras dos, que habian hallado modo de mantenerse emboscadas,
se echaron de repente sobre nosotros , y nos rodearon de manera que
de nada nos sirvió nuestro valor . Fuénos necesario ceder al núme
ro de los enemigos . Nuestro teniente y dos de nuestros camaradas mu
rieron en la funcion . Los otros dos y yo , cercados por todas par
tes, nos vimos precisados á rendirnos; y , mientras las dos cuadri
llas nos llevaban presos á Leon, la tercera fué à cegar y destruir
LIBRO TERCERO . 165
la cueva , que fue descubierta del modo siguiente: atravesando el
bosque un labrador del lugar de Luyego volviendo a su casa , vió
por casualidad alzada la trampa de la cueva que dejaste abierta el
mismo dia que te escapaste con la señora , y sospechó que aquella
era nuestra habitacion , y , no teniendo valor para entrar en ella , se
contentó con observar bien sus contornos: y , para acertar mejor
con el sitio, descortezó ligeramente algunos árboles vecinos, y otros
mas de trecho en trecho , hasta estar fuera del bosque. Pasó des
pues á Leon, dió parte de aquel descubrimiento al corregidor, cuyo
gozo fue mucho mayor por cuanto estaba informado de que su hijo
habia sido robado por nuestra compañía . El corregidor bizo juntar
tres cuadrillas para prendernos, y les dió por guia al labrador que
habia descubierto el soterráneo .
Mi llegada á la ciudad de Leon fué un grande espectáculo para
todos sus vecinos . Aunque yo hubiera sido un general portugués
hecho prisionero de guerra , no habria sido mayor la curiosidad con
que todos corrian y se atropellaban por verme. Aquel es ( decian ),
aquel es el capitan, y el terror de toda esta tierra: merecia ser ate
naceado, y no menos sus dos compañeros. Presentáronnos al cor
regidor, que desde luego comenzó a insultarme. Ya lo ves , mal
vado, me dijo; el cielo , cansado de tus delitos , te ha entregado á
mi justicia . Señor, le respondí, es cierto que he cometido muchos ;
pero á lo menos no tengo que acusarme del de haber quitado la vi
da al hijo de usia . Si vive , á mí me lo debe; y me parece que este
servicio es acreedor á algun reconocimiento. ¡ Ab , infame! replicó,
sin duda que estaria bien empleado un proceder generoso con hom
bres de tu carácter. Y aun cuando yo te quisiera perdonar, sme lo
permitiria por ventura la obligacion de mi empleo ? Dicho esto , nos
mandó meter en un calabozo, donde no dejó podrir á mis compañe
ros . Salieron de él al cabo de tres dias para representar un papel
un poco trágico en la plaza Mayor . Por lo que toca á mí , estuve
tres semanas enteras en la cárcel. Tuve por cierto que se dilataba
mi suplicio para que fuese mas terrible; y , en fin , cada dia estaba
esperando un nuevo género de muerte , cuando al cabo mandó el
corregidor que me llevasen á su presencia , y , estando en ella, me
dijo: Oye tu sentencia . Quedas libre . Si no fuera por ti, mi hijo
hubiera sido asesinado en medio de un camino . Como padre desea
ba agradecerte este gran beneficio; pero , no pudiendo absolverte co
mo juez, escribí á la corte en tu favor. Pedí al rey el perdon de tus
166 GIL BLAS .
delitos, y le conseguí. Véte adonde quieras; pero créeme (añadió ),
aprovéchate de tan feliz como no esperado suceso . Vuelve en tí, y
abandona para siempre esa desastrosa vida .
Atravesado el corazon con estas últimas palabras, tomé el cami
no de Madrid con propósito de vivir con sosiego en esta villa. En
contré ya muertos á mis padres , y su herencia en manos de un vie
jo pariente nuestro , que me dió aquella cuenta fiel que acostum
bran los tutores. Solo pude lograr tres mil ducados, que acaso no
componian la cuarta parte de lo que debia heredar. Pero quéhabia
de hacer? Nada adelantaria con ponerle pleito, sino tener,de menos
todo lo que gastase en él. Por huir la ociosidad compré una varade
alguacil; y, segun cumplo con mi empleo , parece que no he tenido
otro en toda mi vida. Mis nuevos compañeros por decoro se habrian
opuesto á mi admision si hubieran sabido mi bistoria; pero por for
tuna mia la ignoraban , ó (lo que viene a ser lo mismo) afectaron
ignorarla , porque en este honrado cuerpo todos tienen interés en que
no se sepan sus hechos, sus virtudes y milagros. Por la misericor--
dia de Dios ninguno tiene nada que echar en cara a los demás; lle
ve el diablo al mejor. Con todo eso , amigo mio , continuó Rolando,
yo quiero descubrirte mi corazon . No me gusta el oficio que he to
mado. Pide una conducta demasiadamente delicada y misteriosa que
solo da lugar á sutilezas y raposerías. ¡Oh, y cuánto echo de me
nos mi antigua y noble profesion ! Confieso que es mas segura la
nueva , pero es mas gustosa y divertida la otra , y yo soy amantede
la alegría y de la libertad. Voy viendo que tengo traza de exone
rarme de este empleo , y desaparecer el dia menos pensado para
retirarme á las montañas que están en el nacimiento del Tajo. Sé
quehay allí cierta madriguera , habitada por una valerosa tropa lle
na de catalanes determinados , cuyo nombre solo es su mayor elo
gio. Si me quieres seguir , iremos á aumentar el número de aque
llos grandes hombres. Me brindan con el empleo de segundo capitan
de tan ilustre compañía ; y haré que te reciban en ella , asegurándo
les que diez veces te he visto combatir á milado, y ensalzaré hasta
las nubes tu valor. Hablaré mejor de tí que un general de un ofi
cial cuando le quiere adelantar; pero me guardaré bien de tomar en
boca la pieza que nos jugaste, porque esto te haria sospechoso , y
así no diré palabra de la aventura consabida. Ahora bien , añadió ,
¿estás pronto a seguirme? Espero tu respuesta .
Cada uno tiene sus inclinaciones, respondí á Rolando; usted es
LIBRO TERCERO . 167
inclinado á las empresas árduas y peligrosas, y yo a una vida tran
quila y sosegada. Ya te entiendo , me interrumpió; aquella señora,
cuyo amor te hizo hacer lo que emprendiste , la tienes todavía muy
dentro del corazon ; y sin duda que en su amable compañía gozas
aquella vida cómoda y gustosa á que te llama tu inclinacion . Con
fiesa con sinceridad que , despues de haberle restituido sus muebles ,
estais comiendo juntos los doblones que recogisteis y robasteis de
la cueva . Respondíle que estaba muy equivocado, y , para desen
gañarle, en pocas palabras le conté toda la historia de la señora ,
con todo lo demás que me habia sucedido desde que me escapé de
su compañía. Al fin de la comida me volvió a hablar de los señores
catalanes, y me confesó que estaba resuelto á ir á juntarse con ellos ,
volviéndome á dar otro tiento para persuadirme á que abrazase aquel
partido. Pero, viendo que no lo podia conseguir , me miró con un
aire fiero, y me dijo con cierta seriedad feroz: Ya que tienes un
carazon tan vil y bajo que prefieres tu servil condicion al honor de
entrar en la compañía de unos hombres valerosos , te abandono a la
villanía de tus ruines inclinaciones : mas escucha bien la palabras
que voy a decirte , y grávalas profundamente en tu memoria. Olvi
da enteramente que me volviste á encontrar hoy , y jamás me tomes
en boca con persona viviente de este mundo ; porque si llego a sa
ber que alguna vez has hablado de mí ... Ya me conoces , y no te
digo mas . Al decir esto , llamó al tabernero, pagó la comida , y nos
levantamos de la mesa para ir cada cual por su camino .
os
CAPÍTULO III .
Deja Gil Blas á don Bernardo de Castelblanco , y entra á servir a un elegante .
Salimos de la taberna, y , cuando nos estábamos despidiendo uno
y otro , pasaba mi amo por la calle . Vióme , y observé que mas de
una vez se volvió a mirar con cuidado al capitan , Parecióme que le
babia sorprendido el verme en compañía de semejante sugeto . A la
verdad , la traza de Rolando no excitaba ideas muy favorables de
sus costumbres. Era un hombre muy alto, carilargo , de nariz agui
leña; y , aunque no de desgraciada figura, tenia no sé qué trazas de
un grandísimo bribon .
No me engañé en mi sospecha. Cuando don Bernardo se retiró á
casa por la noche, le hallé muy prevenido contra la catadura del
capitan, y propenso á creer todas las proezas que yo le pudiera
contar de él , si me hubiera atrevido á referirselas, Gil Blas , me di
jo , ¿ quién era aquel pajarraco con quien te ví poco há? Respondíle
que era un alguacil, y me imaginé que quedaria satisfecho con esta
respuesta ; poro me hizo otras muchas preguntas, y , como me vie
se perplejo en las respuestas , porque me acordaba de las amenazas
de Rolando, cortó de repente la conversacion , y metióse en la ca
ma . La mañana siguiente, luego que acabé de hacer las haciendas
ordinarias, me entregó seis ducados en lugar de seis reales , y me
dijo: Toma, amigo , estos ducados por lo que me has servido hasta
aquí, y véte á servir á otra casa , que yo no me puedo acomodar con
un criado que cultiva tan honradas amistades. De pronto no me
ocurrió otra cosa que decirle sino que habia conocido en Vallado
LIBRO TERCERO . 169
lid á aquel alguacil, con motivo de haberle asistido en cierta enfer
medad cuando ejercia yo la medicina. ¡ Bellamente! No se puede ne
gar que es ingeniosa la salida; mas ¿ por qué no respondiste anoche
lo mismo en vez de turbarte ? Señor (le dije ), no me atreví á decirlo
por prudencia , y esta es la verdad . Ciertamente, me replicó, dán
dome cariñosas palmaditas en el hombro , que eso es ser prudente
hasta lo sumo , y en verdad que yo no te tenia por tanto . Anda,
hijo mio , véte en paz, y dáte por despedido .
Partíme inmediatamente , y fuíme en derechura á dar esta mala
noticia á mi protector Melendez , el cual me dijo por consolarme que
pensaba hacer diligencias para acomodarme en otra casa mejor.
Con efecto, pocos dias despues me dijo: Amigo Gil Blas , muy lejos
estarás tú de pensar en la fortuna que ahora voy a anunciarte. Ten
drás el mejor puesto del mundo . Sábete que te he acomodado con
don Matías de Silva . Es un sugeto de la primera distincion , y uno
de aquellos señoritos mozos que se llaman elegantes. Tengo la bon
ra de ser su mercader. Acude a mi tienda por todo cuanto se le
ofrece: es verdad que todo va al fiado; pero nada se va á perder
nunca con estos señores . Comunmente se casan con herederas ri
cas, que pagan todas sus deudas; y cuando esto no , se les cargan
los géneros á tan sabido precio, que, aunque no se cobre mas que
la cuarta parte de las partidas, siempre queda ganancioso el mer
cader que sabe su oficio . El mayordomo de don Matías es amigo
mio : vamos á buscarle, que él es quien te ha de presentar á su
amo, y puedes estar seguro de que por respeto mio hará de ti par
ticular estimacion .
Mientras ibamos caminando á casa de don Matías, me dijo el mer
cader : Paréceme muy conveniente que estés informado del carácter
del mayordomo. Llámase Gregorio Rodriguez, y aquí para entra los
dos, es un hombre nacido del polvo de la tierra , y , sintiéndose con
talento para el manejo económico, siguió su inclinacion , y se ha en
riquecido arruinando dos casas, cuyas rentas manejó. Te prevengo
que es hombre muy vano , y gusta mucho de que los demás criados
se le humillen . Á él han de acudir todos los que pretenden alguna
gracia del amo. Si alguno consigue algo sin su participacion, siem
pre tiene prontos mil artificios para hacer que se revogue la gracia ,
ó que le sea enteramente inútil . Ten esto presente para tu gobierno.
Haz tu corte al señor Rodriguez, aun mas que á tu mismo amo , y
no perdones diligencia alguna para conservarte siempre en su favor.
170 GIL BLAS .
Su amistad te será de gran provecho, te pagará puntualmente tu sa
lario, y , si logras merecer su confianza , no se contentará con esto,
porque tiene muchos arbitrios para dar en qué ganar. Don Matías
es un mozo que solo piensa en divertirse , y nada cuida de los inte
reses de su casa . Mira ahora si puede haberla mejor para tal ma
yordomo.
S
yordomo.
Luego que llegamos a la casa pre
guntamos si podíamos hablar al se
ñor Rodriguez. Respondiéronnos que
sí, y que le encontraríamos en su
cuarto . Efectivamente le hallamos en
él, y estaba con un labrador que te
nia en la mano un talego de terliz
lleno, á lo que parecia ,de dinero. El
mayordomo, que me pareció mas pá
lido y amarillo que una doncella can
sada de su estado, se levantó apre
surado, y corrió con los brazos abier
tos á recibir á Melendez. El merca
der abrió tambien los suyos, y se
abrazaron estrechísimamente , en cuyas demostraciones de amor ha
bia por lo menos tanto artificio como verdad. Despues de esto se
trató de mí. Rodriguez me examinó de piés á cabeza, y me dijo con
mucha afabilidad que yo era el mismísimo que convenia á don Ma
tías , y que él tomaba a su cargo presentarme a este señor. Le sig
nificó el mercader lo mucho que se interesaba por mí, y suplicó al
mayordomo que me tomase bajo su proteccion, y , dejándome con él,
se retiró, despidiéndose con muchos cumplimientos. Luego que salió,
me dijo Rodriguez : Yo te presentaré alamodespues que haya despa
chado á este pobre labrador . Acercóse al paisano, y, tomándole el
talego, le dijo : Veamos si están aquí los quinientos doblones. Con
tólos por su misma mano, y , hallándolos justos, dió su recibo al
labrador , y le despidió . Guardó luego los doblones en el talego , y
vuelto á mi: Ahora podemos ir, me dijo, á ver al amo, que se es
tará vistiendo, porque no se levanta hasta mediodía , y ya es cer
ca de la una .
Con efecto, acababa entonces de levantarse don Matías. Estaba en
bata, repantigado en una silla poltrona, con una pierna sobre un
brazo de la silla , y era su ocupacion estar picando un cigarro. Ha
LIBRO TERCERO . 171
blaba con un lacayo que hacia oficio de ayuda de cámara interina
mente. Señor ( le dijo el mayordomo ), aquí está este mocito , que
tengo el gusto de presentar á usía para reemplazar al criado que
se sirvió despedir antes de ayer . Su fiador es Melendez el mercader
de usía: asegura que es un mozo de mérito, y yo creo que vues
tra señoría estará contento con él , y se dará por bien servido. Basta
que tú me le presentes, respondió su señoría , para que le reciba :
yo le declaro desde luego mi ayuda de cámara, y queda ya evacua
do este negocio. Rodriguez, hablemos de otra cosa , pues has veni
do cuando iba á mandar que te llamasen . Te voy a dar una mala
nueva , mi amado Rodriguez ; anoche estuve muy desgraciado en el
juego; perdí cien doblones que llevaba en el bolsillo , y otros dos
cientos sobre mi palabra. Ya sabes lo necesario que es á personas
de mi condicion pagar cuanto antes este género de deudas. Estas
son propiamente las que el honor nos obliga á satisfacer con pun
tualidad : las otras basta que se paguen cuando se pueda. Es pre
ciso pues que me busques en el dia doscientos doblones, y se los
enyies a la condesa de Pedrosa . Señor (respondió el mayordomo),
mas fácil es decirlo que ejecutarlo. ¿ Dónde quiere usía que encuen
tre yo tanto dinero? No puedo cobrar un maravedí de sus arrenda
dores por mas amenazas que les hago; me es indispensable mante
ner la casa y la familia con toda la decencia que conviene ; me cuesta
sudores de sangre el hallar modo para soportar tanto gasto . Es
verdad que basta aquí, por la misericordia de Dios, le he podido so
brellevar; pero no sé ya á qué santo encomendarme, y me veo re
ducido al último apuro . Cuanto estás hablando es inútil, respondió
don Matías, y todas esas noticias solo sirven de enfadarme. Rodri
guez , no tienes que esperar que yo mude de conducta, ni que quiera
tomar á mi cargo el gobierno de mi hacienda . Por cierto que seria
muy buena diversion para un hombre como yo . ¡ Paciencia! replicó
el mayordomo: en tal caso estoy persuadido de que presto se verá
usía , libre para siempre de ese cuidado. Ya me cansas , y me ma
tas con tanta bachillería, repuso enfadado el señorito . Déjame arrui
nar sin que me lo recuerdes. Es menester , te digo, que busques
esos doscientos doblones ; vuelvo á decir que es menester, y quiero
precisamente que los busques y los halles . Pues segun eso, dijo
Rodriguez, voy a ver si los quiere dar aquel buen viejo que otras
veces ha prestado dinero á usía, aunque á crecida usura . Vé , y
recurre aunque sea al mismo diablo , respondió don Matías: como
P
172 GJL BLAS.
yo tenga los doscientos doblones, todo lo demás no me importa un
bledo .
No bien acababa de decir estas palabras colérico y enojado,cuan
do al irse el mayordomo entró en su cuarto otro señorito mozo, lla
mado don Antonio Centelles. ¿Qué tienes , amigo? preguntó este á
miamo: parece que estás de mal humor; veo en tu semblante un
cierto no sé qué, que me lo hạce sospechar. Sin duda que te ha
puesto así el bruto que acaba de salirde aquí. Es cierto , respondió
don Matías; es mimayordomo, y siempre que viene ami cuarto me
da un mal rato : no sabe hablar sino de mis negocios, y repite mil
veces que me como mis rentas, y me engullo el capital: igran bestia !
como si fuera él quien lo perdiese . Amigo, respondió don Antonio ,
en el mismo caso me hallo yo. Mimayordomo no es mas mirado
que el tuyo. Cuando el grandísimo ganapan en fuerza de mis repe
tidas órdenes me trae algun dinero, no parece sino que me da lo
que es suyo : me dice que me pierdo, y que todas mis rentas están
embargadas. Véome precisado á tomar la palabra para cortar la
conversacion . Pero lo peor de todo es, dijo don Matías, que no po
demos vivir sin estas gentes, y que para nosotros es este un mal
necesario . Convengo en eso, respondió Centelles... Pero aguarda un
poco , prosiguió reventando de risa , que ahora , ahora me ocurre un
pensamiento muy gracioso y nunca imaginado. Podemos hacer có
micas las escenas serias que cada dia representamos con estos hom
bres, y que nos sirva de diversion lo mismo que nos apesadumbra .
Hagámoslo de este modo. Yo pediré a tu mayordomo el dinero que
hayas menester, y tú pedirás almio el que yo necesite . Dejarémos
les decir todo lo que quieran , y nosotros los oiremos con oidos de
mercader. Al cabo del año tu mayordomome presentará sus cuen
tas , y el mio te dará las suyas. De esta manera yo solo oiré hablar
de tus gastos: ta solo tendrás noticia de los mios; y verás cómo nos
divertimos.
A esta ingeniosa invencion se siguieron mil chistosas agudezas,
que alegraron á los dos señoritos, y uno y otro las llevaron adelan
te con mucho alborozo. Interrumpió Gregorio Rodriguez su alegre
conversacion , entrando en la sala acompañado de un vejete tan cal
vo, que apenas se le descubria un cabello . Quiso despedirse don
Antonio, y dijo : Adios, don Matías, que presto nos volveremos á
ver. Quiero dejarte con estos señores,con quienes quizá tendrás que
tratar negocios importantes. No, no, respondió miamo: estate aquí,
LIBRO TERCERO . 173
que tú en nada nos estorbas. Este buen viejo que ves es un hombre
muy de bien, que me presta dinero a un veinte por ciento. ¿ Cómo
á un veinte por ciento ? replicó Centelles como admirado. A fé que
has sido afortunado en caer en tan buenas manos; yo compro el di
nero á peso de oro , porque ninguno me lo quiere prestar menos de
a treinta y tres por ciento. ¡ Qué usura ! exclamó entonces el usure
rísimo viejo, ¿ tienen alma esos bribones ? ¿ creen por ventura que no
hay otro mundo ? Ya no extraño que se declame tanto contra las
personas que prestan á interés. El exorbitante precio á que venden
sus empréstitos es lo que nos desacredita a todos, quitándonos la
honra y la reputacion : yo á lo menos solo presto puramente por
servir a los que se valen de mí; y , si todos mis compañeros siguie
ran mi ejemplo, no estaríamos tan desacreditados . ¡ Ah ! si los tiem -
pos presentes fueran tan felices como los pasados, tendria el mayor
gusto en abrir mi bolsa , y ofrecérsela á usia sin el mas mínimo
interés, pues aun en medio de mi pobreza casi tengo escrúpulo de
prestar mi dinero á un miserable veinte por ciento . Mas ¡oh Dios!
parece que el dinero se ha vuelto á enterrar en las entrañas de la
tierra : ya no se encuentra un ochavo , y su escasez me obliga a en
sanchar un poco las estrechas reglas de mi moralidad.
¿Cuánto dinero ha menester usía ? preguntó, volviéndose hacia
mi amo . Doscientos doblones, respondió este . Cuatrocientos traigo
en un talego, dijo el usurero ; contaré la mitad, y se la entregaré a
asia . Al mismo tiempo sacó de debajo de la capa un talego
de terliz , que me pareció ser el mismo que aquel labrador acaba
ba de dejar con quinientos doblones en el cuarto de Rodriguez. Lue
go me ocurrió lo que debia pensar de aquella maniobra, y ví por
experiencia la mucha razon con que Melendez me habia ponderado
lo diestro que era el mayordomo en hacer su negocio. El viejo abrió
el talego, vació los doblones sobre una mesa , y púsose á contarlos.
La vista de toda aquella cantidad encendió la codicia de mi amo.
Señor Dimas, dijo al usurero, ahora mismo me ocurre una reflexion,
que me parece cuerda . Verdaderamente yo era un pobre menteca
to cuando solo pedí a usted el dinero que precisamente habia me
nester para desempeñar mi honor y mi palabra, no acordándome de
que me quedaba sin un ochavo para el gasto preciso de mi casa , y
que mañana me veria precisado á recurrir á usted . Tomaré pues
esos cuatrocientos doblones sobre el mismo pié , para excusarle el
trabajo de hacer otro viaje a mi casa. Señor, respondió el viejo ,
23
174 GIL BLAS
es cierto que tenia destinada una parte de este dinero para un
buen licenciado, beredero de grandes posesiones que emplea cuan
to tiene en retirar del mundo á muchas pobres jóvenes que peligra
ban en él , manteniéndolas despues en su retiro; mas , una vez que
usía necesita de esta cantidad, ahí la tiene toda a su disposicion .
Basta que usía se digne sanalar hipotecas suficientes y libres para
asegurar el capital y los réditos . ¡ Oh , por lo que toca a la seguri
dad ( interrumpió Rodriguez sacando del bolsillo un papel ) , la ten
drá usted aun mayor de la que pudiera desear , solo con que el se
ñor D. Matías se digne echar su firma en esta letra de cambio . En vir
tud de ella libra á vuestro favor quinientos doblones contra Tale
gon , arrendador de los estados de Mondejar. Me conformo, replicó
el usurero , porque no soy hombre que me haga de rogar. Entonces
el mayordomo presentó una pluma á mi amo , que sin leer la letra
firmó su nombre talareando.
Concluido este negocio, se despidió el viejo de don Matías, y este
le dió un estrecho abrazo, diciéndole : Hasta la vista , señor Dimas,
soy todo de usted . No sé cierto por qué son tenidos por bribones
todos los de su oficio. Yo por mi juzgo que son unos entes muy
necesarios al Estado, el consuelo de mil hijos de familia , y el re
curso de todos los señores que gastan mas de lo que permiten sus
rentas. Tienes razon , dijo entonces Centelles, los usureros son unos
hombres de bien , que merecen ser muy estimados y honrados; y
yo quiero abrazar tambien a este , que se contenta con un veinte
por ciento . Diciendo esto , se acercó al viejo para abrazarle, y los
dos elegantes para divertirse se lo enviaban reciprocamente uno al
otro, como si fuera una pelota. Despues de haberle bien zarandea
do , le dejaron ir con el mayordomo, que merecia mejor aquellos
zarandeos y aun alguna cosa mas.
Luego que salió Rodriguez con el testaferro de sus maldades, en
vió don Matías á la condesa de Pedrosa la mitad de aquel dinero por
mano de un lacayo que estaba conmigo en la antesala , y la otra mi
tad la metió en un bolsillo de seda y oro , que llevaba ordinaria
mente en la faltriquera. Contentísimo de verse con tanto dinero ,
dijo muy alegre á don Antonio : Y bien , ¿en qué hemos de pasar el
dia de hoy? Pensémoslo un poco , y tengamos entre los dos consejo
privado. Que me place, respondió Centelles, que eso es ser hombre
de juicio : conferenciemos pues . Cuando iban a tratar de lo que ha
bian de hacer, entraron otros dos señoritos, poco mas o menos de
1
LIBRO TERCERO . 175
la misma edad de mi amo , esto es , de veintiocho á treinta años, uno
de los cuales se llamaba don Alejo Seguier , y el otro don Fernando
de Gamboa. Luego que se vieron juntos los cuatro , comenzaron á
darse tantos abrazos como si en diez años no se hubieran visto . Des
pues de esta ceremonia , don Fernando , que era de genio muy ale
gre, dirigiendo la palabra á don Matías y á don Antonio : Y bien ,
señores, les dijo, ¿dónde pensais comer hoy ? Si no estais convida -
dos , os quiero llevar á una casita de los cielos , donde bebereis un
vinito de los dioses. Anoche cené en ella , y no salí hasta las cinco
ó seis de la mañana . ¡Ojalá hubiese yo tenido la misma prudencia!
exclamó mi amo , pues así no hubiera perdido mi dinero .
Yo, dijo Centelles, quise tener anoche una nueva diversion , por
que la variedad es madre del gusto . Llevóme un amigo á casa de
uno de aquellos ricotes que hacen su negocio manejando los del
Estado; un asentista . En el adorno de la casa se veia magnificencia
y eleccion de muebles exquisitos; la mesa bien cubierta y servida;
pero descubrí en los amos de la casa cierta ridiculez , que me di
virtió extremadamente. El dueño , aunque de nacimiento bajo y de
educacion grosera , afectaba modales á lo grande. Su mujer, aunque
era fea de gana , creia ser una Vénus, y además decia mil neceda
des, sazonadas con un acento vizcaino que les daba un gran realce .
Fuera de eso , estaban sentados a la mesa cuatro ó cinco niños con
su ayo . Considerad ahora cuánto me divertiria aquella cena
casera .
Pues yo, señores, dijo don Alejo Seguier , cené con una come
dianta , con Arsenia. Eramos seis de mesa : Arsepia, Florimunda,
una niña amiga suya , maja de profesion, el marqués de Zenete,
don Juan de Moncada y vuestro servidor . Pasamos la noche en be
ber y en decir galanterías. Pero ¿ qué noche! Es verdad que Arsenia
y Florimunda no son de las mas discretas: pero qué importa ? Su
desembarazo suple la falta de talento. Son unas criaturas tan ale
gres, vivarachas y divertidas, que las prefiero a las mujeres jui
ciosas.
Sepe
శంలో te
CAPÍTULO IV.
Hace amistad Gil Blas con los criados de los elegantes; secreto admirable que estos le enseñaron para
lograr á poca costa la fama de hombre agudo; y singular juramento que á instancia de ellos
hizo en una cena .
Prosiguieron aquellos señoritos charlando de esta manera , hasta
que don Matías, á quien yo entre tanto ayudaba á vestir, se halló
en disposicion de poder salir de casa . Díjome entonces que le si
guiese; y todos los cuatro elegantes tomaron juntos el camino de la
casa adonde habia ofrecido llevarlos don Fernando de Gamboa . Co
mencé pues á marchar detrás de ellos , juntamente con los otros
tres criados, porque cada uno de los caballeritos llevaba el suyo .
Observé con admiracion que los tales criados procuraban remedar
en todo á sus amos , imitando su aire y movimientos . Saludélos á
todos, como un nuevo camarada suyo. Correspondiéronme de la
misma manera , y uno de ellos, despues de haberme mirado aten
tamente por un breve rato, me dijo : Hermano , conozco por toda
tu traza que nunca has servido á ningun caballerito de esta especie.
Es verdad, le respondí , porque ha muy poco que llegué a Madrid.
Así me lo parece á mí tambien , replicó él ; todavía hueles á lugar,
porque te veo tímido, atado, y observo en tu modo de manejarte un
no sé qué de aldeanismo, rusticidad y encogimiento. Pero no im
porta: yo te prometo sobre mi palabra que presto te desbastaremos
y te puliremos. Esa es lisonja , le repliqué. Nada de eso, me res
pondió: está cierto de que no hay hombre, por tosco que sea, á
quien no sepamos acepillar y pulir.
LIBRO TERCERO . 177
No necesito decirme mas para que yo conociese que tenia por
compañeros unos lindos perillanes , y que no podia caer en mejores
manos para llegar a ser un mozo de provecho. Cuando llegamos á
la tal casa , hallamos ya preparada la mesa , y dispuesta la comida
que don Fernando habia tenido cuidado de encargar desde por la
mañana . Sentáronse á la mesa nuestros amos , y nosotros nos dis
pusimos a servirles. Comenzaron a comer y á charlar con mucha
alegría, y era para mi grandísima diversion el verlos y oirlos. Su
carácter, sus pensamientos y sus expresiones me divertian comple
tamente. ¡ Qué viveza ! ¡ qué chistes ! ¡ qué agudezas! Me parecian
unos hombres de diferente especie. Cuando se sirvieron los postres
les pusimos muchas botellas de los mejores vinos de España , y le
vantados los manteles, nos retiramos los criados á otro cuarto ,
donde habia mesa para nosotros .
Tardé poco en conocer que los caballeros criados de mi cuadrilla
eran hombres de mucho mayor mérito de lo que yo me habia ima
ginado. No se contentaban con imitar los modales de sus amos ;
afectaban hablar el mismo lenguaje, y los bellacos lo hacian tan á
la perfeccion, que a reserva de un cierto airecillo de nobleza, que
no sabian remedar, en todo lo demás parecian los mismos . Admi
rábame su desenvoltura y su desembarazo ; pero mucho mas me
admiraba su prontitud y la agudeza de sus dichos, tanto, que ab
solutamente desesperé llegar nunca á parecerme á ellos . El criado
de don Fernando, en vista de que su amo era el que regalaba a los
nuestros, hacia los bonores del banquete, y llamando al dueño de
la casa, le dijo: Patron , tráiganos acá diez botellas del vino mas
generoso que tenga , y , segun usted acostumbra , cárguelo en la
partida del que bebieron nuestros amos . Con mucho gusto , respon
dió él; pero , señor Gaspar, ya sabe usted que el señor don Fernan
do me está debiendo muebas comidas; si por medio de usted pudie
ra cobrar algun dinerillo ... ¡ Oh ! respondió el criado, no paseis cui
dado por lo que se os debe . Yo salgo por fiador de que las deudas
de mi amo son como plata quebrada. Es verdad que algunos acree
dores han hecho embargar nuestras rentas; pero mañana haremos
que se levante el secuestro , y sereis pagado de todo el importe de
la cuenta sin examinarla . Trájonos el vino , no embargante el se
cuestro, y bebimos poderosamente mientras llegaba el dia de que
este se alzase. Eran de ver los brindis que continuamente nos ha
cíamos unos á otros, llamándonos recíprocamente por los nombres
178 GIL BLAS.
de nuestros amos . El criado de don Antonio llamaba Gamboa al de
don Fernando, y el de don Fernando llamaba Centelles al de don
Antonio , y á mí me llamaban Silva . Poco a poco nos fuimos todos
emborrachando bajo estos nombres postizos, ni mas nimenos como
lo habian hecho nuestros señores amos bajo los suyos propios.
Aunque en la realidad no brillaba yo tanto como mis camaradas,
sin embargo no dejaron de mostrarse bastante contentos conmigo.
Amigo Selva , me dijo uno de los menos tartamudos, espero que
haremos de tí algo bueno. Veo que tienes fondo é ingenio, pero no
sabes aprovecharte de él. El miedo de hablar mal te acobarda: no
te atreves á hacerlo por temor de decir algun despropósito : con todo
eso, ¿cuántos pasan hoy en el mundo por hombres agudos é inge
piosos , solo porque se arriesgan á decir cuanto se les viene a la
boca , aunque digan tal vez cien disparates? Calificaráse de una no
ble viveza de espíritu tu mismo atolondramiento . Aunque digas mil
desatinos, como entre ellos se te escape algun dicho agudo, se ol
vidarán las otras necedades , y solo se tendrá presente y se celebra
rá la tal agudeza , haciéndose concepto superior de tu singular mé
rito. Esto y no mas hacen nuestros amos, y esto y no mas debe
hacer todo aquel que aspire á la reputacion de hombre de ingenio y
chistoso .
Sobre que yo no aspiraba á otra cosa , el medio que me enseña
ban para conseguirlo me pareció tan fácil y practicable, que juzgué
no debia despreciarle. Comencé á probarle inmediatamente , y no
ayudó poco el vino que habia bebido para que no me saliese mal
aquella primera prueba . Quiero decir , que desde luego comencé á
hablar á diestro y siniestro, y tuve la fortuna de mezclar entre mil
extravagancias algunas agudezas, queme granjearon grandes aplau
sos . Llenóme de gran confianza este primer ensayo . Aumenté con
tragos la charlatanería para que me ocurriese algun conceptillo , y
quiso la casualidad que no se malograsen mis esfuerzos.
Ahora bien, me dijo el que me habia dado la importantísima
leccion, zno conoces tú mismo que ya empiezas á civilizarte? Aun
no ha dos horas que estás en nuestra compañía , y ya eres un hom
bre muy diferente del que eras: cada dia irás mejorando. Ya estás
viendo y palpando qué cosa es esto de servir á caballeros y perso
nas de distincion . Insensiblemente eleva y ennoblece el ánimo; efecto
que no se experimenta sirviendo a gente baja , ni aun á la de me
diana condicion. Sin duda , le respondí; y por tanto de hoy en ade
LIBRO TERCERO . 179
lante quiero consagrar mis servicios a la nobleza . ¡ Bravo ! ¡ bravo!
exclamó el criado de don Fernando , que estaba ya alumbrado: no
es dado a la gente baja el tener pensamientos altos ni talentos su
periores como nosotros . Ea , señores , añadió , alto todos , y hagamos
juramento por la laguna Estigia de nunca servir a esa gentecilla de
media braga. Reímonos mucho del pensamiento de Gaspar ; cele
brámosle , y , con la botella en una mano y el vaso en otra , hicimos
todos aquel bufonesco juramento .
Mantuvímonos sentados a la mesa hasta que plugo a nuestros
amos retirarse , que fué à media noche , lo que a mis camaradas
pareció un exceso de sobriedad . Verdad es que si los tales señoritos
salieron de allí tan temprano, fué por ir a ver á una elegante mala
cabeza que vivia en el barrio de Palacio, y tenia su casa abierta dia
У noche a toda la gente del bronce .
Era una mujer de treinta y cinco á
cuarenta años , linda en extremo , to
davía de singular atractivo , y tan
diestra en el arte de agradar, que ,
segun decia, vendia mas caros los
rebuscos de su belleza, que habia
vendido las primicias . Vivian en la
misma casa otras dos ó tres damas
de la misma laya , que no contribuian
poco al concurso de señores que en
ella se veia . Poníanse á jugar des
1867 pues de comer , cenaban allí , y pa
saban la noche en beber y divertirse .
Nuestros amos se detuvieron en la tal casa hasta el amanecer ; y ,
mientras ellos se divertian con las damas de buen humor, nosotros
nos holgábamos con las criadas , que no eran menos joviales que
sus amas . En fin, nos separamos todos luego que se mostró la au
rora , у cada uno se retiró a descansar.
Mi amo se levantó a mediodía como acostumbraba. Vistióse, sa
lió, seguíle, y entramos en casa de don Antonio Centelles, donde en
contramos á un tal don Alvaro de Acuña . Era un hombre ya en
trado en años , y disoluto de profesion. Todos los mozuelos que que
rian ser elegantes se ponian en sus manos y acudian á su escuela .
Formábalos á su gusto , enseñándoles á lucir en el gran mundo , y
á malgastar sus caudales. Don Antonio no necesitaba de esta leccion,
180 GIL BLAS .
porque ya se habia comido el suyo . Luego que se abrazaron los
tres , dijo Centelles á mi amo: A fé, don Matías, que no podias ha
ber llegado á mejor tiempo . Don Alvaro ha venido para llevarme á
Casa de un particular que ha convidado hoy á comer al marqués de
Zenete y á don Juan de Moncada: y yo quiero que tú seas del con
vite . Pero ¿ cómo se llama ese tal? preguntó don Matías. Se llama
Gregorio Noriega , respondió don Alvaro; y en dos palabras te diré
lo que es este mozo . Es hijo de un joyero rico que ha ido á nego
ciar en pedrería á los paises extranjeros, y al partir le ha dejado el
goce de una gran renta . Gregorio es un pobre tonto , propenso á
comer y gastar todo su dinero haciendo el elegante, y que revien ta
por parecer hombre ingenioso y agudo , á pesar de la naturaleza,
que no le ha concedido esta gracia. Púsose en mis manos para que
le dirigiese; yo lo hago á mi modo, y en verdad que le llevo en
buen estado , pues el fondo de su caudal está ya medio consumido .
Eso es lo que yo no dudo , interrumpió Centelles , y espero verle
presto en el hospital. Vamos, don Matías, conozcamos a ese hom
bre, y ayudémosle á que acabe de arruinarse . Vengo en ello, dijo
mi amo , porque tengo gran gusto en dar en tierra con la fortuna de
esos señoritos plebeyos que quieren hombrearse y confundirse con
nosotros. Como, por ejemplo, nada he celebrado tanto como la
ruina del hijo de aquel asentista , á quien el juego y la vanidad de
querer figurar con los grandes obligaron á vender su misma casa .
¡ Oh ! replicó don Antonio , ese tal no merece le tengan lástima ,
porque no es menos necio ni menos presumido en su miseria que lo
era en su prosperidad.
- Partieron pues mi amo , Centelles y don Alvaro á casa de Grego
rio Noriega . Mogicon , criado de Centelles , y yo fuimos tambien
tras de ellos , muy persuadidos los dos de que nos esperaba una
gran bucólica , y ambos tambien muy contentos de cooperar por
nuestra parte a la destruccion de aquel pobre mentecato. Al entrar
en su casa , vimos mucha gente ocupada en disponer la comida, y
nos dió en las narices un olor de cocina que anunciaba al olfato el
recreo que tendria luego el paladar . Acababan de llegar el marqués
de Zenete y don Juan de Moncada, Dejóse despues ver el dueño de
la casa , que desde luego me pareció un solemnísimo majadero .
Afectaba inútilmente el aire .y modales de los elegantes; pero era
una feísima copia de aquellos hermosos originales , ó , por mejor de
cir un atolondrado que se esforzaba por ostentar despejo y desem
LIBRO TERCERO . 181
barazo. Figurémonos un hombre de este carácter entre cinco bufo
nes de profesion, empeñados únicamente en burlarse de él y en ha
cerle gastar cuanto tenia. Señores, dijo don Alvaro despues de los
primeros cumplimientos, este es el señor Gregorio Noriega, que,
sobre mi palabra, presento á ustedes como uno de los mas cabales
y perfectos caballeros. Posee mil bellas prendas , y es un joven muy
culto. Escojan ustedes lo que quisieren : es igualmente bábil en to
das las facultades, desde la lógica mas alta y sutil hasta la mas pu
ra y delicada ortografía. ¡ Oh , señor ! eso es ya demasiado, interrum
pió Gregorio , sonriéndose sin ninguna gracia : yo sí , señor don Alva
ro , que podia decirselo a usted , porque usted sí que es aquello que
se llama un pozo de ciencia . Por cierto , replicó don Alvaro , que mi
ánimo no fué buscarme una alabanza tan aguda y discreta; pero
en verdad, señores , que el nombre del señor Gregorio hará un gran
ruido en el mundo . Yo, dijo don Antonio, lo que admiro en él , aun
mas que su ortografía, es el acierto en la eleccion de las personas
con quienes trata . En lugar de buscar comerciantes, solo gusta de
tratar con caballeros, sin dársele nada de lo mucho que esta comu
nicacion le ha de costar . Tiene unos pensamientos tan pobles y ele
vados, que me admiran . Esto es lo que se llama gastar con buen
gusto y gran discernimiento.
A estos irónicos discursos se siguieron otros muchos en todo se
mejantes. Burláronse completamente del pobre Gregorio ; y de cuan
do en cuando, en tono de elogios , le lanzaban ciertas pullas que no
conocia el pobre bobo; antes bien todo lo convertia en sustancia,
tomando al pié de la letra cuanto le decian , y se mostraba muy sa
tisfecho de sus taimados huéspedes, creyendo le hacian mucho fa
vor, siendo así que se mofaban de él . En fin, fué el hazmereir
mientras la comida, y aun todo el resto del dia y de la noche, por
que toda la pasaron los señores mios en aquella diversion . Nosotros
bebimos a discrecion , ni mas ni menos que nuestros amos, y todos
estábamos bien compuestos cuando salimos de casa del señor Gre
gorio.
24
CAPÍTULO Y .
Vese Gil Blas de repente en lances de amor con una hermosa desconocida .
Despues de haber dormido algunas horas, me levanté de buen
humor, y , acordándome del consejo que me habia dado Melendez,
fuí mientras despertaba el amo á hacer la corte al mayordomo, á
cuya vanidad me pareció halagaba el cuidado que yo ponia en ren
dirle mis obsequios. Recibióme con mucho agrado, y me preguntó
sí me acomodaba bien la vida que bacian los señores . Respondíle
que, aunque era nueva para mí, no desconfiaba de hacerme á ella
con el tiempo ,
• Efectivamente fué así, porque tardé muy poco en acostumbrar
me. De reposado y juicioso que antes era , pasé de repente a ser vi
varacho, atolondrado y zumbon . Dióme la enhorabuena de mitras
formacion el criado de don Antonio ; y medijo que ,para ser hombre
ilustre , no me faltaba mas que tener lances amorosos. Representó
me que esta era una cosa absolutamente necesaria para formar un
jóven completo ; que todos nuestros camaradas eran amados de una
persona linda, y que él tenia la fortuna de que le mirasen con bue
nos ojos dos señoras de distincion . Creí que mentia aquel bellaco ,
y le dije: Amigo Mogicon, no se puede negar que eres buen inozo
y agudo; pero no alcanzo cómo han podido prendarse de un hombre
de tu condicion dos señoras distinguidas, en cuya casa no estás.
¡Gran dificultad por cierto ! respondió Mogicon: ellas ni aun siquie
LIBRO TERCERO . 183
ra saben quien yo soy. Estas conquistas las he hecho usando de los
vestidos de mi amo , y la cosa pasó de esta suerte . Vestime de se
ñor , imité bien los modales de tal, y fuíme al paseo . Hice gestos y
cortesías a todas las que encontraba , hasta que tropecé con una que
correspondió á mis expresivas muecas . Seguíla, y logré tambien ha
blarla . Tomé el nombre de don Antonio Centelles : pedí una cita ,
bice algunos esguinces, insté , convino al fin en ello , etc. Hijo mio ,
así me he gobernado yo para lograr tales fortunas; y si tú las quie
res tener , sigue mi ejemplo.
Era mucha la gana que yo tenia de hacerme hombre ilustre , pa
ra que dejase de poner en práctica este consejo, y mas cuando tam
poco sentia en mi gran repugnancia en tentar alguna empresa de
amor. Resolví pues disfrazarme de señor para buscar amorosas
aventuras. No quise vestirme en nuestra casa porque no se advir
tiese; pero escogí en el guardaropa el mejor vestido de mi amo , bi
ce un paquete y llevéle á casa de cierto barberillo amigo mio , don
de podia disfrazarme libremente . Vestíme allí lo mejor que pude ,
ayudándome el barbero ; y cuando nos pareció que ya no cabia mas ,
me encaminé hacia el prado de San Jerónimo, de donde estaba bien
persuadido a que no volveria sin haber encontrado alguna fortuna :
pero no tuve necesidad de ir tan lejos para hallar una de las mas
brillantes.
Al atravesar una calle excusada vi salir de una casa pequeña y
entrar en un coche, que estaba á la puerta , una señora ricamente
vestida y muy hermosa . Paréme á mirarla , y la saludé de manera
que pudo bien conocer que no me habia disgustado, y ella por sí
me hizo ver que merecia mi atencion mas de lo que yo pensaba ,
porque levantó disimuladamente el velo, y descubrió un momento la
cara mas linda y graciosa del mundo . Fuése en esto el coche , y yo
quedé en la calle sorprendido de aquella aparicion . ¡ Oh , qué her
mosura ! me decia yo á mí mismo . ¡ Cáspita! No me faltaba otra co
sa para acabar de trastornarme. Si las dos señoras que aman á Mo
gicon son tan hermosas como esta , digo que es el ganapán mas di
choso de todos los ganapanes . Estaria yo loco con mi suerte si me
reciese servir a una dama como esta . Mientras hacia estas reflexiones
volvi casualmente los ojos hacia la casa de donde habia visto salir á
aquella linda persona, y ví asomada á la reja de un cuarto bajo
á una vieja, que me hizo señas de que entrase .
Fuí volando á la casa , y en una sala muy decentemente amue
184 GIL BLAS ,
blada encontré á la venerable y disimulada vieja , que, teniéndome
cuando menos por algun marqués , me saludó con mucho respeto , y
medijo: Sin duda , señor , que usía habrá formado mal juicio de
una mujer, que , sin tener el honor de conocerle, le ha hecho señal
para que entrase en su casa ; pero juzgará mas favorablemente de
mí cuando sepa que no lo haga así con todos, y que usía me pa
rece algun señor de la corte. No se engaña usted, amiga, le inter
rumpí , avanzando la pierna derecha y ladeando un poco el cuerpo
sobre el costado izquierdo . Soy, sin vanidad, de una de las mejores
casas de España. Bien se conoce , prosiguió la vieja , y a cien leguas
se echa de ver . Yo , señor , tengo gran gusto , lo confieso , en servir
de algo a las personas de circunstancias, y este es mi flaco. Ha
biendo observado desde mi reja que usia miraba con mucha aten
cion á aquella señora que acaba de salir de aquí , me atrevo á su
plicarle me diga con toda confianza si le ha gustado. Me ha gusta
do tanto, le respondí , que á fe de caballero os aseguro no he visto
en mi vida criatura mas salada. Así pues , madre mia , haced que
ella y yo nos veamos á solas, y contad con mi agradecimiento .
Este es uno de aquellos servicios que nosotros los grandes señores
nunca pagamos mal .
Ya he dicho á usía , replicó la vieja , que toda yo estoy dedicada
á servir a personas de distincion , y que mi mayor gusto es poderles
ser útil en alguna cosa . Por ejemplo , yo recibo en mi casa ciertas
mujeres, á quienes el concepto en que están de honestas y virtuosas
no les permite admitir en la suya cortejantes, y les ofrezco la mia
para que puedan conciliar en ella su inclinacion con la decencia ex
terior . ¡ Bellamente! le respondí, y es muy verosímil que usted aca
be de hacer este servicio á esa dama de quien estamos hablando . No
por cierto, repuso ella , esa es una señora viuda y moza , que desea te
ner un amante ; pero es de un gusto tan delicado en este particular,
que no sé si encontrará en usia lo que busca, aunque sea un señor,
á lo que parece, de gran mérito. Tres caballeros le he presentado, to
dos tres á cual mas galan y airoso , sin embargo ninguno le ha con
tentado, despidiéndolos a todos con desden . ¡ Oh , madre ! exclamé yo
con cierto aire de confianza, eso á mí no me acobarda : disponed
que yo le hable , y os doy mi palabra que presto os daré buena
cuenta de ella . Tengo deseo de verme á solas con una hermosura
esquiva, porque hasta ahora ninguna he tropezado de esa especie.
Pues bien, repuso la vieja, venga usia mañana á esta misma hora,
LIBRO TERCERO . 185
y satisfará ese deseo. No faltaré, respondí; y veremos si un caballe
ro mozo y gallardo pierde esa conquista .
Volví á casa del barberillo sin empeñarme en buscar otras aven
turas hasta ver el éxito de la presente . El siguiente dia , despues de
haberme vestido á lo señor, fuí á casa de la vieja una hora antes de
la que ella me habia señalado. Señor ( me dijo ), usia ba venido muy
puntual , á lo que le estoy verdaderamente agradecida ; aunque es
verdad que el motivo lo merece bien . He visto á nuestra viudica , у
las dos hemos hablado mucho de usía . Encargóme que nada le di
jese de esto ; pero he cobrado tanto amor á usía, que no puedo me
nos de decirle que ha quedado muy prendada de su persona, y que
será un señor afortunado. Hablando aquí entre los dos , la tal
viudica es un bocado muy apetitoso . Su marido vivió poco tiempo
con ella; fué un relámpago su matrimonio , y se puede decir que ca
si tiene el mérito de una doncella. Sin duda que la buena vieja que
ria hablar de aquellas doncellas putativas que saben vivir en el ce
libato sin echar nada de menos .
Tardó poco nuestra heroina en llegar a casa de la vieja en coche
de alquiler como el dia anterior, pero vestida con ricas galas . Luego
que se dejó ver en la sala , salí al encuentro , dando principio a mi
papel por cinco ó seis profundas cortesías á lo elegante , acompaña.
das de garbosas contorsiones. Acercándome despues á ella con mu
cha familiaridad, le dije: Reina mia, aquí tiene usted á sus piés, en
este caballerito mozo , una de las mas difíciles conquistas; pero des
de que tuve ayer la dicha de ver esos bellos ojos, astros del mas
hermoso cielo , ni un solo instante se ha borrado de mi imaginacion
el vivo retrato de tan perfecto original, de modo que enteramente
ofuscó el de cierta duquesa que ya comenzaba a poseer mi corazon .
Sin duda ( respondió ella , quitándose el velo) que el triunfo es muy
glorioso para mí ; mas ni por eso es muy pura mi alegría , porque un
señorito de vuestra edad es naturalmente inclinado á la variedad У
á la mudanza, siendo tan dificultoso de fijar como el azogue ó el es
píritu volátil . Reina mia , le repliqué , si á usted le place, dejemos á
un lado lo futuro, y pensemos solo en lo presente; usted es bella , yo
la amo; embarquémonos sin reflexion , como lo hacen los marine
ros; no miremos á los peligros de la navegacion; pongamos sola
mente los ojos en los placeres que la acompañan .
Diciendo esto , me arrojé precipitadamente a los piés de mi ninfa ,
y , para imitar mejor á los elegantes, le supliqué y aun importuné de
186 GIL BLAS ,
un modo argente que me hiciese feliz . Parecióme algun tanto con
movida con mis instancias; pero , juzgando sin duda que aun no era
tiempo de acceder á ellas, me alejó de sí con cierto cariñoso enojo
diciéndome: Deténgase usía , que me parece un poco atrevido, y me
temo que sea aun mas libertino. Qué , señorita ( exclamé yo) , ¿ será
posible que usted aborrezca á un hombre á quien aman las muje
res de la primera tijera ? Solamente a las vulgares y aldeanas pare
cen mal esas tachas.
Eso es ya demasiado, repuso ella , ya no puedo mas, y así me
rindo á razon tan poderosa. Veo que con los señores son inútiles los
espantos y reparos; es preciso que una pobre mujer ande la mitad
del camino . Vuestra es ya la victoria , añadió aparentando una es
pecie de vergüenza, como si padeciera mucho su pudor en aquella
confesion. Vos, señor , me habeis inspirado afectos que jamás he
sentido por nadie; solo me falta saber quién es usía para determi
narme á escogerle por amante. Tengole por un señor , y por un se
ñor de nobles y honrados pensamientos. Con todo eso no estoy muy
segura ; y , aunque me confieso inclinada á su persona , no acabo de
resolverme á hacer único dueño de mi amor y de mi ternura á un
desconocido.
Acordéme entonces del ingenioso modo con que el criado de don
Antonio habia salido de otro apuro semejante; y , queriendo yo , á
ejemplo suyo , ser tenido por mi amo , dije á mi viuda: No tengo re
paro de manifestaros mi nombre y apellido , pues no es tan oscuro
que me avergüence de confesarlo . ¿Habeis oido hablar alguna vez
de don Matías de Silva ? Si , señor , respondió ella , y aun diré tam
bien que en cierta ocasion le vi en casa de una amiga mia . Turbó
me un poco, a pesar de mi descaro, esta inesperada respuesta ; pero
LIBRO TERCERO . 187
serenándome al punto y cobrando aliento para salir bien de aquel
barranco, prosegui diciendo: Me alegro, ángel mio , de que conoz
cais á un caballero ... a quien .. , tambien conozco yo ; pues sabed ,
ya que me es preciso decirlo , que los dos somos de una misma ca
sa. Su abuelo se casó con la cuñada de un tio de mi padre , y así
somos, como veis, parientes bastante cercanos. Yo me llamo don
César, y soy bijo único del ilustre don Fernando de Ribera , que
murió quince años há en una batalla que se dió en la raya de Por
tugal. Fué una accion endiabladamente viva, y os haria una exacta
y menuda relacion de ella , pero seria malograr los momentos pre
ciosos que el amor quiere que yo emplee en cosas de mayor gusto .
Despues de esta conversacion me mostré mas vivamente encendi
do y apasionado; pero al fin todo vino á parar en nada . Los favo
res que mi apasionada deidad me concedió , solo sirvieron para ba
cerme suspirar por los que me negó. La cruel volvió a meterse en
su coche, que la estaba esperando a la puerta . Yo, con todo eso ,
no dejé de retirarme muy satisfecho de mi buena fortuna, aunque
todavía no fuese completa mi ventura. Si no he podido hasta ahora
lograr, me decia yo a mí mismo , mas que favores á medias, sin du
da es porque , siendo mi princesa una dama tan distinguida , le pa
reció que no podia ni debia rendirse al primer ataque . La altivez de
su nacimiento retardó mi dicha ; pero esta sola se diferirá por algu
nos dias. Verdad es que por otra parte se me ofrecia tambien que
quizá podia ser una de las chuscas mas ladinas y refinadas. Con to
do eso , me inclinaba mas á mirar la cosa por la mejor parte que
por la peor, y así me mantuve firme en el buen concepto que habia
formado de la dama . Habíamos quedado de acuerdo , cuando nos des
pedimos, en que nos volveríamos a ver el dia siguiente ; y con la es
peranza de estar tan vecino al colmo de mis deseos , me recreaba yo
en pensar que era infalible su logro .
Ocupado de tan risueños pensamientos llegué a casa del barbero .
Mudé de vestido, y fui en busca de mi amo , que sabia estaba en cier
ta casa de juego. Halléle con efecto jugando, y conocí que ganaba,
porque no era de aquellos jugadores serenos que se enriquecen ó ar
ruinan sin mudar de semblante . Mi amo era burlon , y aun insolente
cuando le daba bien ; pero , si perdia , no habia quien le aguantase.
Levantóse muy alegre del juego, y se dirigió al corral de la calle
del Príncipe. Seguíle hasta la puerta del teatro , y allí me puso en la
mano un ducado diciéndome: Toma, Gil Blas, que quiero entres á
188 GIL BLAS .
la parte en mi ganancia. Véte á divertir con tus amigos, y á media
noche irás á buscarme á casa de Arsenia , donde he de cenar en
1 compañía de don Alejo Seguier. Diciendo esto , entróse en el teatro ,
y yo me quedé discurriendo en qué gastar mi ducado segun la in
tencion del donador; pero tardé poco en resolverme. Presentóse en
aquel punto Clarin , criado de don Alejo, y llevéle conmigo á la
primera taberna, donde estuvimos bebiendo y divirtiéndonos hasta
media noche . Desde allí nos fuimos á casa de Arsenia , donde Clarin
debia tambien hallarse, habiéndosele dado la misma órden que á
mí . Abriónos la puerta un lacayuelo , y nos hizo entrar en una sala
baja , donde estaban dos criadas , la una de Arsenia y la otra de
Florimunda, riéndose ambas á carcajada tendida , mientras sus dos
amas se estaban divirtiendo en el cuarto principal, con nuestros
amos .
La llegada de dos mozos de buen humor que salian de cenar bien,
no podia desagradar a aquellas damiselas, que acababan tambien
de acomodarse con las sobras de una cena, y cena de comediantas.
Pero ¡cuál fué mi admiracion cuando en una de aquellas criadas re
conocí a mi viudita , a mi adorable viuda que yo habia tenido por
una marquesa ó condesa ! Ella tambien me pareció no menos sor
prendida de ver á su querido don César de Ribera convertido de
elegante en lacayo. Sin embargo, nos miramos uno a otro sin tur
barnos; y aun nos dió á entrambos tal tentacion de risa , que no pu
dimos reprimirla ; despues de lo cual , Laura (que este era el nombre
de mi princesa ), retirándome aparte, mientras Clarin hablaba con
la compañera , me alargó con gracia la mano , diciéndome en voz
baja: Tóquela usted , señor don César, dejémonos de quejas, y en
vez de ellas hagámonos amistosos cumplimientos. Usted hizo su pa
pel á las mil maravillas, y yo no representé desgraciadamente el
mio . ¿Qué le parece del lance? Vaya, confiese usted que me tuvo por
una de aquellas damas que a veces se divierten en imitar a las que
hacen por oficio lo que ellas por burla . Es verdad , le respondí; pe
ro , reina mia , seas lo que fueres, sábete que, aunque he mudado
de forma, no he mudado de parecer . Admite benignamente mi ca
riño , y permite que acabe el ayuda de cámara de don Matías lo que
tan felizmente comenzó don César de Ribera . Quita allá , repuso ella :
ten por cierto que te amo mas en tu propio original que en el retrato
de otro . Tú eres entre los hombres lo mismo que yo entre las mu
jeres: esta es la mayor alabanza que puedo darte . Desde este mismo
LIBRO TERCEKO . 189
punto te recibo en el número de mis apasionados. No necesitamos ya
de la vieja para nada : puedes venir aquí con libertad, porque nos
otras las damas de teatro vivimos sin sujecion mezcladas con los
hombres . Convengo en que esto nồ á todos parece bien ; pero el pú
blico se rie , y nuestro oficio , como tú sabes , es solo divertirle .
No pasó la conversacion mas adelante , porque no estábamos so
los . Hízose general; fué viva , alegre , festiva y llena de agudezas y
de equívocos pada difíciles de entender. La criada de Arsenia , mi
adorada Laura , superó a todos mostrando mas ingenio y mas agu
deza que virtud . Por otra parte, nuestros amos y las comediantas
reian arriba tan descompuestamente, que se conocia no ser su con
versacion mas seria ni mas circunspecta que la nuestra . Si se hu
bieran escrito todas las bellas cosas que se dijeron aquella noche en
casa de Arsenia, creo se hubiera compuesto un libro muy instruc
tivo para la juventud . Mientras tanto llegó la hora de retirarse ca
da uno a su casa ; quiero decir , que ya babia amanecido, y fué pre
ciso separarnos . Clarin siguió a don Alejo, y yo me retiré con don
Matías.
25
CAPÍTULO VI .
De la conversacion de algunos señores sobre los comediantes de la compañía del teatro del Principe.
Al mismo tiempo que se levantaba mi amo de la cama, recibió un
billete de don Alejo Seguier, en que decia le quedaba esperando en
su casa . Pasamos á ella , y encontramos allí al marqués de Zenete y
á otro caballerito de buena traza , á quien yo nunca habia visto .
Don Matías ( dijo Seguier á mi amo presentándole el tal caballerito),
este caballero es don Pompeyo de Castro , mi pariente . Reside en la
corte de Portugal casi desde su infancia . Ayer noche llegó a Madrid ,
y mañana se restituye a Lisboa . No nos concede mas que este dia
para gozar de su compañía y conversacion. Yo quiero aprovechar
un tiempo tan precioso ; y , para hacerle mas grato y divertido , ne
cesito de tí y del marqués de Zenete . Al oir esto , mi amo dió un es
trechísimo abrazo al pariente de don Alejo, y recíprocamente se hi
cieron grandes cumplidos . A mí me agradó mucho todo lo que de
cia don Pompeyo , y desde luego hice juicio de que era hombre de
entendimiento sólido , y de discernimiento delicado .
Comieron todos en casa de Seguier, y despues de comer se pu
sieron á jugar para divertir el tiempo hasta la hora de la comedia .
Entonces fueron todos al teatro del Principe , donde se representa
ba la nueva tragedia intitulada La reina de Cartago. Acabada la re
presentacion, volvieron juntos á cenar donde habian comido , y toda
la conversacion se la llevó la tragedia que acababan de oir , y los ac
LIBRO TERCERO . 191
tores que la representaron . En cuanto al drama ( dijo don Matías ),
hago poco aprecio de él , porque encuentro á Eneas mas frio é in
sulso que en la Eneida ; pero es preciso confesar que se representó
divinamente. Veamos lo que nos dice el señor don Pompeyo , por
que sospecho que no se ha de conformar con mi sentir . Señores (res
pondió aquel caballero sonriéndose ), veo á ustedes tan pagados de
sus actores, y tan hechizados particularmente de sus actrices, que
no me atrevo á confesar que en este punto no concuerdan nuestras
opiniones. Bien dicho (interrumpió burlándose don Alejo ), porque
aquí seria mal recibida la vuestra . Haces bien en respetar las ac
trices á presencia de los panegiristas de su reputacion . Nosotros vi
vimos y bebemos todos los dias con ellas ; somos defensores del pri
mor con que representan ; y si fuere menester daremos testimonio de
ello . No lo dudo (interrumpió el pariente) , y tambien pudieran us
tedes darlo de su vida y costumbres, segun la familiaridad con que
me parece las tratan .
Sin duda que serán mejores vuestras comediantas de Lisboa
(dijo entonces zumbándose el marqués de Zenete ). Sí , ciertamente
(respondió don Pompeyo ), valen algo mas que las de Madrid ; por
lo menos hay algunas en quienes no se nota el mas mínimo defecto .
Esos tales (replicó el marqués) pueden contar con vuestras certifi
caciones. Yo ( repaso don Pompeyo) no tengo trato alguno con ellas,
ni concurro á sus reuniones, y así puedo juzgar de su mérito sin
preocupacion ni parcialidad. Pero de buena fe, prosiguió, cestais
verdaderamente persuadidos de que en vuestro teatro teneis una
compañía excelente? No pardiez , respondió el marqués , yo solamente
defiendo un número muy corto de los actores, y echo á un lado á
todos los demás . Pero zno me negareis que es admirable la primera
dama que representa el papel de Dido? ¿No lo representa con toda
la nobleza , con toda la con todo el agrado que nos
majestad, y
figuramos en aquella desgraciada reipa ? Y zno habeis admirado el
arte con que interesa al espectador en sus afectos, haciéndole sen
tir aquellos mismos movimientos, diversos que excitan en ella las
diferentes pasiones? Parece que se arroba o que se exhala cuando
llega á lo mas delicado y patético de la declamacion . Convengo
( respondió don Pompeyo) en que sabe conmover y enternecer; esto
quiere decir que representa bien, pero no que carezca de defectos.
Dos ó tres cosas me chocaron en ella . Por ejemplo: si quiere expre
sar un afecto de admiracion ó de sorpresa , vuelve y revuelve aque
192 GIL BLAS .
llos ojos de un modo tan violento y tan fuera de lo natural, que
verdaderamente dice muy mal en la majestuosa gravedad de una
princesa. Añadase á esto que, con engrosar la voz, que tiene patu
ralmente dulce y delicada , forma un sonido bronco bastante desapa
cible. Fuera de eso, en mas de un lugar de la tragedia hacia ciertas
pausas que alteraban ú ofuscaban el sentido, dando motivo para
sospechar que no comprendia bien aquello mismo que decia . Sin
embargo , quiero mas bien suponer que estaba distraida que acu
sarla de falta de inteligencia .
A lo que veo , dijo don Matías al censor, ¿vos no os atreveríais á
componer versos en alabanza de nuestras cómicas? No digais eso
(respondió don Pompeyo) ; antes bien descubro en ellas un gran ta
lento al través de sus defectos, y aun diré que me encantó la que
hizo papel de criada en el entremés. ¡Qué naturalidad la suya! ¡Con
qué gracia se presentó en las tablas! Cuando tiene que decir algun
chiste , le sazona con cierta risita taimada , llena de mil gracias,
que le añaden infinita sal. Podrá quizá notársele de que alguna vez
se deja llevar algo de su viveza, y que pasa los límites de un des
embarazo comedido ; pero no hemos de ser tan rigurosos. Yo solo
quisiera se corrigiese de una mala costumbre que ha tomado. Mu
chas veces en medio de una escena, y en pasaje serio, interrumpe
de improviso la accion por dejarse llevar de una loca gana de reir
que le da. Diráseme acaso que entonces es precisamente cuando
mas la aplauden los del patio . ¡Grande aprobacion por cierto !
Ysqué nos dice usted de los comediantes? (interrumpió el mar
qués); sin duda que contra estosdisparará toda su artillería , cuando
no ha perdonado a las comediantas. No es así, respondió don Pom
peyo ; ví algunos actores jóvenes que prometen mucho; sobre todo
me gustó bastante aquel comediante gordo que hizo el papel de pri
mer ministro de Dido. Recita muy naturalmente, y así se recita en
Portugal. Si esos le contentaron á usted tanto (dijo Seguier), habrá
quedado hechizado del que hizo el papel de Eneas . ¿No le pareció á
usted un gran comediante , un actor original? Y aun demasiado ori
ginal (respondió el censor ), porque tiene tonos que son privativos
suyos; por señas que son bien agudos y bien descompasados , tanto ,
que casi todos salen fuera de lo natural. Precipita las palabras
donde se encierra el sentido, y se detiene en las otras que no con
tienen alguno. Tal vez hace tambien gran esfuerzo en las puras
conjunciones. Divirtiómė,mucho, con especialidad en aquel pasaje
LIBRO TERCERO . 193
en que explica a su confidente la violencia que le cuesta la necesi
dad de abandonar á su princesa . No es fácil expresar un dolor mas
cómicamente. Poco a poco, primo (replicó don Alejo), al paso que
vas, nos harás creer que aun no se ha introducido el mejor gusto
en la corte de Portugal. ¿Sabes que el actor de quien se trata es un
hombre singular? ¿No oiste las palmadas y los vivas con que todos
le aplaudieron? Todo eso prueba que no es tan malo como le pintas.
Nada prueban (replicó don Pompeyo) esas palmadas ni esos vivas.
Dejemos , señores , si les place , esos aplausos del vulgo. Frecuente
mente los da muy fuera de tiempo y contra toda razon , y por lo co
mun aplaude menos el verdadero mérito que el falso, como nos lo
enseña Fedro por medio de una fábula ingeniosa. Permitidme que
os la cuente .
Juntose en una gran plaza de cierta ciudad todo el pueblo para
ver las habilidades que hacian unos charlatanes titiriteros. Entre
ellos habia uno que se llevaba los aplausos de todos. Este bufon, al
acabar otros varios juegos de manos, quiso cerrar la funcion ,dando
al pueblo un espectáculo nuevo . Dejóse ver solo en el tablado, cu
briose la cabeza con la capa, agachóse , y comenzó á remedar el
gruñido de un cochinillo , con tanta propiedad , que todos creyeron
que verdaderamente tenia escondido debajo de la capa algun mar
ranito verdadero. Comenzaron todos á gritar que se quitase la capa ,
hízolo así, y , viendo que no tenia cosa alguna debajo de ella , se re
novaron los aplausos y la grande algazara del populacho. Un luga
reño que estaba en el auditorio , chocándole mucho aquellas impor
tunas expresiones de necia admiracion, gritó pidiendo silencio , y
dijo : Señores, sin razon se admiran ustedes de lo que hace ese bu
fon . No ha hecho el papel del marranito con tanta perfeccion como
á ustedes les parece. Yo lo sé hacer mucho mejor que él; y si al
guno lo duda, no tiene mas que concurrir á este sitio mañana á la
misma hora . El pueblo , preocupado ya en favor del charlatan , se
juntó al dia siguiente , aun en mucho mayor número que el ante
rior, mas para silbar al paisano, que por divertirse en ver lo que
habia prometido. Dejáronse ver en el teatro los dos competidores.
Comenzó el bufon , y fué mas aplaudido que lo habia sido nunca.
Siguióse despues el labrador: agachóse cubierto con su capa, tiró
de la oreja á un marranito que llevaba escondido bajo del brazo, y
el animalito empezó a dar unos gruñidos muy agudos . Sin embargo,
el auditorio declaró la victoria por el pantomimo, y atolondró al
194 GIL BLAS .
paisano con silbidos. No por eso se turbó ni corrió el buen lugare
ño ; antes bien, mostrando el lechon
cillo al auditorio : Señores, dijo con
mucha socarronería, ustedes no me
han silbado á mi, sino al marrano .
¡ Miren ahora qué buenos jueces son !
Primo (dijo don Alejo ), en verdad
que tu fábula pica que rabia. Con
todo eso , a pesar de tu lechoncillo,
nosotros nos mantenemos en lo di
cho . Mudemos de asunto ( prosiguió ),
porque este ya me empalaga. ¿ Con-
que tú estás resuelto á marchar ma
ñana , sin hacer caso del gran gus
to que tendria yo en disfrutar por
mas tiempo de tu amable compañía ? Tambien quisiera yo ( res
pondió su pariente) gozar mas despacio de la tuya; pero no puedo .
Ya te dije que vine á la corte á cierto negocio de estado. Ayer ha
blé al primer ministro, mañana tengo que volver a verle , y un mo
mento despues me es preciso partir en posta para restituirme á Lis
boa . Catate un portugués hecho y derecho ( replicó Seguier ); y se
gun todas las señas, nunca vendrás á establecerte en Madrid . Creo
que no , respondió don Pompeyo. Tengo la fortuna de que me quiere
el rey de Portugal, y estoy bien hallado en su corte; pero screerás
tú que , no obstante la bondad con que me distingue, faltó poco para
que saliese desterrado para siempre de sus dominios ? ¿ Cómo así? (le
replicó don Alejo .) Cuéntanoslo por tu vida. Con mucho gusto, res
pondió don Pompeyo, y al mismo tiempo os contaré tambien la his
toria de mis sucesos .
Tobago
CAPÍTULO VII .
Historia de don Pompeyo de Castro .
Ya sabe don Alejo ( prosiguió don Pompeyo) que desde mis mas
tiernos años me incliné á las armas, y como en España gozábamos
una paz octaviana, tomé el partido de ir a Portugal . De allí pasé á
Africa con el duque de Braganza, que me empleó en su ejército .
Era yo un segundo de los menos ricos de España , lo que me puso
en precision de distinguirme con hazañas que mereciesen la aten
cion del general. Hice mi deber, de modo que el duque me adelan
tó ,y me puso en paraje de continuar el servicio con honor . Des
pues de una larga guerra , cuyo fin no ignoran ustedes, me dediqué á
seguir la corte , y ş . M. , por los buenos informes que dieron de mí
los generales , me gratificó con una pension considerable . Agrade
cido á la generosidad del monarca , no perdí ocasion de manifestar
mi reconocimiento . Poníame en su presencia á aquellas horas en
que era permitido verle y hacerle la corte. Por esta conducta me
granjeé insensiblemente su estimacion, y recibí nuevos beneficios de
su benignidad .
Un dia que me distingui en una carrera de sortija y en una cor
rida de toros que precedió á ella, toda la corte aplaudió mi valor У
mi destreza ; y cuando volví á casa colmado de aclamaciones, me
ballé con un billete en que se me decia que cierta dama, cuya con
quista me debia lisonjear mas que toda la gloria granjeada en aquel
196 GIL BLAS .
dia , deseaba hablarme; y que para esto, á la entrada de la noche,
concurriese á cierto sitio que se me señalaba . Dióme mas gusto este
papel que todas las alabanzas que habia recibido , no dudando fuese
una dama de la primera distincion la que me escribia . Fácilmente
creerán ustedes que no me descuidé, y que, apenas anocheció, fui
volando al paraje que se me habia indicado. Esperábame en él una
vieja para servirme de guia, y me introdujo por una portezuela en
el jardin de una gran casa , donde me condujo á un rico gabinete,
en que me dejó encerrado, diciéndome: Sírvase usía de esperar
aquímientras aviso á mi ama. Vímil cosas preciosísimas en aquel
gabinete, que estaba iluminado con gran número de bujías, magni
ficencia que me confirmó en el concepto que yo habia formado de la
nobleza de aquella dama. Y si todo lo que estaba mirando contri
buia á ratificarme en que no podia menos de ser aquella una per
sopa de la mas alta calidad, mucho mas me confirmé en mi opinion
cuando ella se dejó ver con un aire verdaderamente noble y majes -
tuoso . Sin embargo , no era lo que yo habia pensado.
Caballero (me dijo ), á vista del paso que acabo de dar en vues
tro favor , seria inútil querer ocultaros los tiernos afectos que ha
beis excitado en mi corazon . No penseis que estos me los inspiró el
gran mérito que habeis mostrado hoy à vista de toda la corte , no
por cierto: este mérito no hizo mas que precipitar su manifestacion.
Os he visto mas de una vez : me he informado de quién sois, y el
elogio que me han hecho me ha determinado á seguir mi inclina
cion . Pero no os lisonjeeis, prosiguió ella , creyendo que habeis he
cho la conquista de alguna duquesa. Yo no soy mas que la viuda
de un simple oficial de guardias del rey : lo único que puede hacer
gloriosa vuestra victoria es la preferencia que os doy sobre uno de
los mayores señores del reino. El duque de Almeida me ama, y
hace cuanto puede por ser correspondido ; pero no lo consigue, y
solo admito sus obsequios por vanidad.
Aunque estas palabras medieron a entender que trataba con una
chusca amiga de aventuras amorosas, no dejé de mostrarme agra
decido a mi estrella por este encuentro . Doña Hortensia (que así se
llamaba) estaba en la flor de su juventud , y su extremada hermo
sura me encantaba. Fuera de esto, me ofrecia ser dueño de un co
razon que se negaba a las pretensiones de un duque. ¡Gran triunfo
para un caballero español! Arrojéme á los piés de Hortensia para
rendirle gracias por sus favores. Díjele cuanto podia decirle un hom
ਲ.. . . .
1994
EL DUQUE JE MEIDALA HACIENDO APALEAR A D. POMPEYO.
LIBRO TERCERO . 197
bre apasionado, y creo gue quedó muy satisfecha de las vivas ex
presiones con que le aseguré de mi fidelidad y gratitud. Separá
monos , quedando ambos los mayores amigos del mundo , despues
de haber convenido en vernos todas las noches que no pudiese
venir á su casa el duque , tomando ella á su cargo avisarme muy
puntualmente. Así lo hizo , y yo vine a ser el Adonis de aquella
nueva Vénus.
Pero los placeres de esta vida duran poco . A pesar de las pre
cauciones que tomó Hortensia para que nuestra amistad no llegase
á noticia de mi competidor, no dejó de saber este todo lo que nos
importaba tanto que ignorase. Enteróle de ello una criada descon
tenta ; y aquel señor , naturalmente generoso , pero altivo , celoso y
arrebatado, se indignó sobremanera de mi audacia . La ira y los ce
los le tarbaron la razon , y siguiendo solo lo que le dictaba su enojo,
determinó tomar venganza de mí de un modo infame. Una noche
que estaba yo en casa de Hortensia , me esperó á la puerta falsa del
jardin, en compañía de sus criados armados todos de garrotes.
Luego que salí, hizo que se arrojasen á mí aquellos canallas, y les
mandó me matasen á palos . Dadle fuerte ( les decia ), muera á gar
rotazos ese temerario ; que con esta infamia quiero castigar su in
solencia . Apenas dijo estas palabras , cuando todos me asaltaron , y
me dieron tantos palos , que me dejaron tendido en tierra sin sen
tido . Retiráronse despues con su amo , para quien aquella cruel es
cena habia sido el mas divertido espectáculo. Permanecí el resto de
la noche en el estado en que me dejaron , hasta que al romper el
dia pasaron junto a mí algunas personas , que , observando que to
davía respiraba, tuvieron la caridad de llevarme á casa de un ciru
jano. Por fortuna se advirtió que no eran mortales los golpes , y
tuve tambien la de caer en manos de un hombre hábil , que me cu
ró perfectamente en dos meses . Al cabo de este tiempo volví a pre
sentarme en la corte , donde proseguí en el mismo método que an
tes : pero sin volver a entrar en casa de Hortensia , la cual tampoco
hizo por su parte diligencia alguna para que nos viésemos, porque
á este solo precio le habia perdonado el duque su infidelidad .
Como todos sabian mi aventura , y ninguno me tenia por cobar
de, se admiraban de verme tan sereno como si no hubiera recibido
la menor afrenta, sin saber qué discurrir de mi aparente indiferen
cia . Unos creian que , a pesar de mi valor , la calidad del agresor
me contenia y me obligaba á tragarme el ultraje: y otros, con ma
26
198 GIL BLAS .
yor fundamento, no se fiaban en mi silencio , y miraban como una
calma engañosa la sosegada situacion que aparentaba. El rey pensó
como estos , que yo no era hombre que olvidase un agravio sin to
mar satisfaccion de él , y que no dejaria de vengarme cuando encon
trase oportunidad. Para averiguar si habia adivinado mi pensa
miento , me hizo entrar un dia en su gabinete , y me dijo: Don
Pompeyo , ya sé el lance que te sucedió , y confieso que estoy ad
mirado de ver tu tranquilidad. Tú ciertamente maquinas y disimu
las . Señor (le respondi ) , ignoro quién pudo ser mi ofensor, porque
me acometieron de noche unos desconocidos; fué una desgracia de
la que es forzoso consolarme . No , no ( replicó el rey); no pienses
alucinarme con esa respuesta poco sincera: estoy informado de todo :
el duque de Almeida fué el que mortalmente te ofendió . Tú eres po
ble y español, y sé muy bien a lo que te empeñan esas dos cir
cunstancias. Sin duda bas hecho ánimo de vengarte , y quiero de
cisivamente me confieses la determinacion que has tomado; y no
temas que llegue jamás el caso de arrepentirte de haberme confiado
tu secreto .
Pues ya que V. M. lo manda (respondí) , no puedo menos de ma
nifestarle con toda verdad mi pensamiento . Si señor , solo pienso en
vengar la afrenta que he recibido. Todo hombre que ha pacido co
mo yo , es responsable de su honor á su linaje y á su mismo naci
miento . V. M. sabe muy bien la injuria que se me ha hecho , y yo
he resuelto asesinar al duque de un modo que corresponda á la
ofensa . Le sepultaré un puñal en el pecho, ó le levantaré la tapa de
los sesos de un pistoletazo, y me refugiaré en España , si pudiere.
Tal es , señor , mi intencion . A la verdad (repuso el rey) me parece
violenta ; pero no por eso me atreveré a condenarla , considerada la
cruel afrenta que te hizo el duque . Conozco que merece el castigo
que le tienes dispuesto ; pero suspéndelo por un poco; no lo pongas
en ejecucion tan presto : dáme tiempo para pensar y encontrar algun
medio que os esté bien a los dos . ¡ Ah , señor ! (exclamé yo , no sin
alguna conmocion ), pues já qué fin me obligó V. M. a descubrirle
mi secreto ? ¿ Qué medio puede jamás?... Si no encuentro alguno que
te deje satisfecho (interrumpió el rey ) , podrás ejecutar entonces lo
que tienes pensado. No pretendo abusar de la confianza que me has
hecho; no sacrificaré tu honor , y en esta conformidad puedes vivir
muy tranquilo .
Andaba yo discurriendo qué medios podia buscar el rey para
LIBRO TERCERO . 199
componer amigablemente este negocio , y hé aquí como lo dispuso .
Habló á solas á mi enemigo, y le dijo : Duque , tú has ofendido á don
Pompeyo de Castro, y no ignoras que es un caballero ilustre, á
quien yo estimo , y que me ha servido bien . Es preciso le dés satis
faccion . Señor ( respondió el duque) , no se la negaré ; si está quejo
so de mi proceder, pronto estoy a darle satisfaccion con las armas.
Es muy diferente la que debes dar (replicó el rey) : un español no
ble conoce muy bien las leyes del pundonor para querer medir su
espada noblemente con un cobarde asesino . No puedo darte otro
nombre, ni tú podrás borrar la bajeza de una accion tan villana
sino presentando tú mismo un palo a tu enemigo , y ofreciéndote á
que él te apalee por su mano . ¡ Santo cielo ! exclamó mi enemigo .
Pues qué , señor , &quiere V. M. que un hombre de mi clase se de
grade y humille delante un caballero particular hasta llevar con pa
ciencia algunos palos? No llegará ese caso ( respondió el rey) : yo
obligaré á don Pompeyo á darme palabra de que no te tocará; solo
exijo le pidas perdon de tu violencia presentándole el palo. Señor
( replicó el duque) , eso es pedirme demasiado, y prefiero el quedar
expuesto a las ocultas asechanzas de su enojo. Aprecio tu vida (re
puso el monarca ), y quisiera que este asunto no tuviera funestas
resultas. Para terminarlo con menos disgusto tuyo , seré yo solo
testigo de dicha satisfaccion , que te mando dés al español.
Necesitó el rey de todo su poder para conseguir que el duque se
sujetase á un paso tan humillante; pero al fin lo logró. Envióme
despues á llamar , y contóme la conversacion que habia tenido con
mi enemigo , preguntándome al mismo tiempo si me contentaria yo
con la satisfaccion en que ambos habian convenido . Respondíle que
sí, y di palabra de que , lejos de ofenderle, ni aun siquiera tomaria
en la mano el palo que me presentase. Dispuestas así las cosas , con
currimos el duque y yo al cuarto del rey, en cierto dia у á cierta
hora, y S. M. se cerró con nosotros en su gabinete . Ea (dijo al pri
mero) , conoced vuestra falta y mereced el perdon . Dióme entonces
sus disculpas mi contrario, y presentóme el baston que tenia en la
mano. Tomad , don Pompeyo, ese baston ( me dijo el rey) , y no os
detenga mi presencia para tomar venganza de vuestro honor ultra
jado. Yo os levanto la palabra que disteis de no maltratar al duque .
No , señor (le respondí); basta que se haya sujetado á ser apaleado
por mí : un español ofendido no pide mayor satisfaccion . Pues bien
(repuso el rey), ya que los dos os dais por satisfechos, podreis
200 GIL BLAS.
ahora tomar libremente el partido que se acostumbra entre caba
LLOPIS
lleros, segun el proceder regular. Medid vuestras espadas para ter
minar el duelo . Eso es lo que yo deseo vivamente (dijo el duque
con voz alterada y descompuesta ), porque solo eso es capaz de con
solarme del vergonzoso paso que acabo de dar.
Dichas estas palabras, se retiró colérico y abochornado, y dos
horas despues me envió á decir que me esperaba en cierto sitio re
tirado. Acudí allá , y le encontré dispuesto á reñir en forma. Tenia
unos cuarenta y cinco años y no le faltaba destreza ni valor, pu
diéndose decir con verdad que era igual el partido. Venid , don
Pompeyo (me dijo ), y terminemos de una vez nuestras contiendas.
Uno y otro debemos estarairados: vos por elmodo con que os traté ,
y yo por haberos pedido perdon . Diciendo esto , echó precipitada
mente mano á la espada, y tanto, que no me dió tiempo para res
ponderle. Tiróme dos ó tres estocadas con la mayor presteza , pero
tuve la fortuna de parar los golpes . Acometile despues, y conocí
que reñia con un hombre tan diestro en defenderse como en acome
ter, y no sé lo que hubiera sido de mí, á no haber tropezado él y
caido de espaldas cuando se defendia retirándose. Detúveme así que
le vi en tierra, y le dije se levantase . ¿Por qué razon me perdonais?
me preguntó. Me ofende mucho esa piadosa generosidad . Tambien
quedaria muy oscurecida mi gloria (le respondí yo ) si quisiera
aprovecharme de vuestra desgracia. Levantaos , vuelvo á decir, y
prosigamos nuestro duelo .
No, don Pompeyo (me dijo mientras se iba levantando ), á vista
LIBRO TERCERO . 201
de un rasgo tan noble no me permite mi honor empuñar la espada
contra vos . ¿Qué diria el mundo de mí si tuviera la fatalidad de pa
saros el pecho? Tendríame por un ruin cobarde si quitaba la vida á
quien pudo darme la muerte . No puedo pues armarme contra vues
tra vida; antes bien mi gratitud ha convertido en dulces y amorosos
afectos los furiosos movimientos que agita ban mi corazon . Don
Pompeyo ( continuó ), cesemos ya de aborrecernos; poco dije: seamos
amigos . ¡ Ah , señor (exclamé yo ) , y con qué placer acepto una pro
mesa tan gustosa ! Desde este instante os juro una sincerísima
amistad , y para daros desde luego la prueba mas positiva de ella ,
os prometo no poner mas los pies en casa de doña Hortensia , aun
cuando ella lo deseara . No admito la promesa ( dijo él) , antes bien
quiero cederos esta señora : es mas razon que yo os la deje, puesto
qué su inclinacion á vos es natural en ella . No , no (le interrumpi );
vos la amais , y los favores que me hiciese podrian inquietaros; y
así quiero sacrificarla á vuestra paz y quietud . ¡ Oh insigne español,
lleno todo de nobleza y generosidad! (exclamó arrebatado el duque,
y estrechándome entre sus brazos ): me encanta vuestro modo de
pensar. ¡ Oh , y qué remordimientos siento al oirlo ! ¡ Con qué dolor
con cuánta vergüenza se me presenta a la memoria el ultraje que
os hice! Paréceme ahora muy ligera la satisfaccion que os dí en el
gabinete del rey . Quiero repararla de un modo mas público ; y para
borrar enteramente la infamia, os ofrezco una sobrina mia de cuya
mano puedo disponer : es una heredera rica , que aun no ha cumpli
do quince años , y todavía mas hermosa que jóven .
Di al duque todas aquellas gracias que me podia inspirar el ho
nor de enlazarme con su familia , y pocos dias despues me casé con
su sobrina. Toda la corte se congratuló con aquel personaje, por
haber labrado la fortuna de un caballero á quien habia cubierto de
ignominia , y mis amigos se alegraron conmigo del feliz desenlace
de una aventura que prometia un término mas triste . Desde enton
ces acá, señores mios , vivo con el mayor gusto en Lisboa . Mi espo
sa me ama , y yo la amo . Su tio me da cada dia nuevas pruebas de
amistad, y puedo preciarme de que merezco un buen concepto al
rey, y prueba de su estimacion es la importancia del negocio que
de su órden me ha traido á Madrid .
M
CAPÍTULO VIII.
Por qué accidente se ve precisado Gil Blas á buscar nuevo acomodo .
Esta fué la bistoria que contó don Pompeyo, y que oimos el
criado de don Alejo y yo , aunque nos mandaron que nos retiráse
mos antes que la principiase. Hicimoslo así; pero nos quedamos á
la puerta de la sala, que de propósito dejamos entornada, y pudi
mos oir todo lo que dijo sin perder una sola palabra. Prosiguieron
despues bebiendo aquellos señores,
y se separaron antes del dia ,
porque como don Pompeyo habia de hablar por la mañana al mi
nistro , era razon que le diesen tiempo de reposar algun tanto . El
marqués de Zenete y mi amo se despidieron de aquel caballero,
abrazándole y dejándole con su pariente.
Nosotros por esta vez nos acostamos al amanecer , y al dia si
guiente mi amo mo honró dándome otro nuevo empleo . Gil Blas
(me dijo ), tomad papel, tinta y pluma para escribir dos ó tres car
tas que quiero dictarte, pues te hago mi secretario . ¡ Bravo ! dije
entre mí : esto se llama acrecentamiento de encargos. Lacayo para
ir detrás de mi amo a todas partes, ayuda de cámara para ayudarle
á vestir, y secretario para escribirle las cartas , dictándome su se
ñoría . El cielo sea loado por todo . Voy , como la triforme Hécate, á
representar tres muy distintos personajes. Tú no sabes, prosiguió
LIBRO TERCERO . 203
mi amo , qué fin llevo en escribir estas cartas. Voy a decirtelo; pero
sé callado, porque te va la vida en ello . A cada paso tropiezo con
gentes que me apestan alabándose de sus felices galanteos, y yo
quiero sobrepujar á su vanidad , para lo que he pensado llevar
siempre en el bolsillo varios billetes fingidos de diferentes damas , y
leérselos cuando ellos hagan necio alarde de sus triunfos. Esto me
divertirá un rato, y seré mas dichoso que todos mis compañeros ,
porque ellos solicitan esas fortunas solo por tener el gusto de pu
blicarlas, y yo tendré el gusto de referirlas sin los malos ratos que
trae consigo el pretenderlas. Pero tú , añadió , procura desfigurar tu
letra, mudando la forma de manera que los papeles no parezcan es
critos de una misma mano .
Tomé pues pluma , tinta y papel para obedecer á don Matías,
quien me dictó un billete en los términos siguientes : Anoche faltaste
á tu palabra, y no te dejaste ver en el sitio concertado. ¡ Ah , don Ma
tías! no sé qué podrás decir para disculparte. Grande ha sido mi
error; pero bien has castigado mi vanidad y la ligereza con que creia
yo que todas las diversiones, y aun todos los negocios del mundo de
bian ceder al gusto de ver d - Doña Clara de Mendoza.-Despues
de este billete me hizo escribir otro como de una dama que pospo
nia a un gran señor por amor a su persona ; y otro , en fin, en el
cual otra dama le decia que , si estuviera segura de su discrecion,
harian juntos el viaje de Citerea . No contentándose con hacerme
escribir unos billetes tan bellos, me obligaba a que los firmase con
el nombre de varias señoras muy distinguidas. No pude menos de
decirle que la cosa me parecia demasiadamente delicada ; pero me
respondió secamente que nunca me metiese en darle consejos,
mientras no me los pidiera. Víme precisado á callar y obedecerle .
Acabóse de vestir, ayudándole yo ; metió los billetes en el bolsillo ,
y salió de casa . Seguíle, y fuimos a la de don Juan de Moncada,
que tenia convidados aquel dia á cinco ó seis caballeros amigos
suyos.
Hubo una gran comida , y reinó en toda ella la alegría, que es la
salsa mejor de los banquetes. Todos los convidados contribuyeron
a mantener divertida la conversacion , unos con chistes , y otros
contando aventuras que ellos decian haberles sucedido . No malogró
mi amo tan favorable ocasion de hacer lucir los papeles amorosos
que me habia hecho escribir. Leyolos en alta voz y en tono tan na
tural, que, a excepcion de su secretario , todos los demás pudieron
204 GIL BLAS,
tenerlos por muy verdaderos. Entre los caballeros que se hallaban
presentes á tan descarada lectura , habia uno que se llamaba don
Lope de Velasco , hombre grave y de juicio , el cual, en vez de ce
lebrar como los demás las imaginarias fortunas, preguntó friamen
te á mi amo si le habia costado mucho hacerse dueño de la voluntad
de doña Clara. Menos que nada, le respondió don Matías, pues ella
fué la que dió los primeros pasos. Vióme en el paseo ; prendóse de
mí; mandó que me siguiesen ; supo quién yo era; escribióme, y ci
tóme para su casa á la una de la noche, cuando todos estaban dur
miendo. Fuí allá , introdujéronme en su cuarto ... Lo demás no per
mite mi prudencia que lo diga.
Cuando don Lope Velasco oyó aquella lacónica relacion, se turbó
tanto, que todos se lo conocieron, y no era dificultoso adivinar lo
mucho que se interesaba en el honor de aquella dama. Todos esos
billetes (dijo a mi amo mirándole con semblante airado) son ente
ramente falsos , en particular el de doña Clara de Mendoza, de que
tanta ostentacion haceis. No hay en España señorita mas recatada y
honesta que ella. Dos años há que la obsequia un caballero que no
os cede en nacimiento ni en prendas personales, y apenas ha podi
do conseguir de ella los mas inocentes favores, siendo así que se
puede lisonjear de que, si fuera capaz de conceder alguno, á nin
gun otro sino a él se los dispensaria . Y ¿quién os dice lo contrario ?
replicó mi amo en un tono burlon . Yo no me aparto de que es una
señorita muy honesta: yo tambien soy muy honesto caballerito; con
que debeis creer que nada pasaria que no fuese honestísimo. ¡Oh !
eso ya pasa de raya , interrumpió don Lope. Dejémonos de chanzas:
vos sois un impostor, y jamás doña Clara os dió cita para de noche:
no puedo tolerar que mancheis su reputacion . Tampoco á míme
permite ahora la prudencia deciros lo demás. Y diciendo estas pa
labras miró con arrogancia á los concurrentes, y se retiró con un
aire que anunciaba las malas consecuencias que podria tener aquel
negocio . Mi amo, que tenia bastante valor para un señor de su ca
rácter, hizo poco caso de las amenazas de don Lope. ¡Gran tonto !
exclamó dando una carcajada. Los caballeros andantes solo defen
dian la sin par hermosura de sus damas: pero este quiere defender
la sin par honestidad de la suya , lo que me parece empeño todavía
mas extravagante .
La retirada de Velasco , a la que en vano quiso oponerse Mon
cada, no descompuso la fiesta . Los caballeros, sin parar la atencion
LIBRO TERCEKO . 205
en ello , prosiguieron alegrándose , y no se separaron hasta el ama
necer. Mi amo y yo nos acostamos a las cinco de la mañana . El
sueño ya me rendia, y habia hecho ánimo de dormir bien ; pero
echaba la cuenta sin la huéspeda , 6 , por mejor decir, sin nuestro
portero , el que una hora despues me vino a despertar y á decirme
que estaba á la puerta de la calle un mozo que preguntaba por mí .
¡Ah, maldito portero ! dije bostezando, entre enfadado y dormido ,
zno consideras que solo bá una bora que me acosté ? Dí á ese hom
bre que estoy durmiendo , y que vuelva mas tarde . Dice (respondió
el portero) que tiene precision de hablarte luego, luego , porque es
cosa urgente . Levantéme a estas palabras , poniéndome solamente
los calzones y una almilla , y , echando mil pestes, fuí á ver lo que
me queria el mozo que me buscaba . Amigo (le dije ), qué negocio
tan urgente es el que me proporciona la honra de verte tan de ma
Bana ? Una carta , respondió, que tengo que entregar en mano pro
pia al señor don Matías, y es preciso la lea cuanto antes. Su conte
nido es de la mayor importancia , y así te ruego que me lleves á su
cuarto. Persuadido de que debia ser alguna cosa de grande consecuen
cia, me tomé la licencia de ir a despertar á mi amo . Perdone usía
(le dije) si le vengo a interrumpir el sueño ; pero la importancia ...
iQué diantres me quieres? dijo enfadado . Señor (dijo entonces el
mozo que me acompañaba ), es una carta de don Lope de Velasco
que debo entregar á usía . Incorporóse don Matías, tomó el billete,
leyóle, y dijo con mucho sosiego al criado de don Lope: Hijo, yo
nunca me levanto hasta mediodía , aunque me conviden para la me
jor diversion del mundo : mira ahora si me levantaré á las seis de
la mañana para ir a reñir . Dile á tu amo que , como me espere hasta
las doce у media en el sitio que me dice, seguramente nos veremos
en él : dále esta respuesta . Y diciendo esto , volvióse á echar, У tardó
muy poco en quedarse de nuevo dormido .
A las once y media se levantó y vistió con grandísima pachorra .
Salió de casa diciéndome que por aquella vez me dispensaba de se
guirle; pero yo no pude resistir a la curiosidad de ver en lo que pa
raba aquel negocio . Fuíme tras de él á lo largo hasta el prado de
San Jerónimo, donde ví á lo lejos á don Lope de Velasco, que le es
taba esperando. Escondíme donde sin ser visto pudiese observar á
los dos, y ví que se juntaron , y que un momento despues comen
zaron á reñir. Duró mucho la pendencia, peleando uno y otro con
mucha destreza y con igual valor ; pero al fin se declaró la victoria
27
206 GIL BLAS .
por don Lope, quien de una estocada pasó de parte á parte a mi
amo, dejándole tendido en tierra, y huyendo muy satisfecho de ha
berse vengado. Corri acelerado á don Matías; balléle sin sentido
y casi muerto ; espectáculo que me enterneció tanto , que no pude
menos de echar a llorar por ver una muerte para la cual , sin pen
sarlo , habia yo servido de instrumento . En medio de esto y de mi
justo sentimiento, no dejé de pensar en hacer lo que me importaba.
Volvíme al punto á casa sin hablar palabra a nadie . Hice mi hatillo ,
en el que por inadvertencia metí tambien algunas cosillas de mi
amo , y luego que lo llevé á casa del barbero donde tenia guardado
el vestido de que usaba en mis aventuras, esparcí la voz de la des
gracia que habia sucedido, siendo yo testigo de ella . Contéla á quien
me la quiso oir , pero sobre todo fuí á contársela á Rodriguez . Este,
menos afligido que solícito en tomar las providencias oportunas,
juntó a todos los criados de don Matías , mandóles que le siguiesen ,
y fuimos todos al lugar de la pelea . Levantamos á don Matías, que
aun respiraba; llevamosle á casa , y al cabo de tres horas murió.
Tal fué el trágico fin del señor don Matías de Silva , mi amo , por el
imprudente gusto de leer papeles amorosos fingidos por él .
CAPÍTULO IX .
Del amo a quien Gil Blas fue á servir despues de la muerte de don Malias de silva .
Hecho el entierro de don Matías, fueron , pasados unos dias, pa
gados y despedidos todos sus criados. Yo estableci mi morada en
casa del barberillo , con quien empezaba a contraer estrechísima
amistad . Prometíame estar allí con mas gusto y mayor libertad que
en casa de Melendez . Como me hallaba con algun dinerillo , no me
di prisa a buscar nueva conveniencia; y por otra parte me habia
hecho muy delicado sobre este particular . Ya no gustaba de servir á
gente comun y plebeya, y aun entre la noble queria examinar bien
antes el empleo que me querian dar . Aun el mejor no me parecia
sobrado para mí , persuadido de que todo era poco para quien habia
servido á un caballero rico , mozo y elegante.
Esperando a que la fortuna me ofreciese una casa cual yo me
imaginaba merecer, juzgué no podia emplear mejor mi ociosidad
que en dedicarme a obsequiar á la bella Laura, á quien no habia
visto desde el dia en que nos desengañamos los dos tan graciosa
mente. No me pasó por el pensamiento volver á vestirme á lo don
César de Ribera. Seria una grande extravagancia disfrazarme ya con
aquel traje , y mas cuando mi propio vestido era bastante decente ,
pudiendo pasar por un término medio entre don César y Gil Blas,
sobre todo hallándome bien calzado , peinado y afeitado con ayuda
de mi amigo el barbero. En este estado fuí a casa de Arsenia ,
contré á Laura sola en la misma sala donde en otra ocasion le ha
bia hablado. Exclamó luego que me vio : ¿Qué milagro es este ? Zeres
208 GIL BLAS .
tú? paréceme que sueño , porque te creí muerto , ó que te habias
perdido. Hace siete ú ocho dias que te dije podias venir á verme;
mas , á lo que veo , no abusas de la libertad que te conceden las
damas.
Disculpeme con la muerte de mi amo , y con las ocupaciones á
que dió lugar , añadiendo muy cortesanamente que aun en medio de
ellas tenia siempre muy presente en el corazon y en la memoria á
mi amada Laura. Siendo así, me dijo ella , se acabaron ya las que
jas, y te confesaré que tambien te he tenido yo muy presente.
Luego que supe la desgracia de don Matías, me ocurrió un pen
samiento , que acaso no te desagradará. Dias há que oí decir á
mi ama que se alegraria de encontrar un mozo que supiese de cuen
tas y gobierno de una casa para ser su mayordomo, y llevase ra
zon del dinero que se le entregara para el gasto de este . Inmediata
mente puse los ojos en tu señoría, pareciéndome que serias el mas á
propósito para este empleo . Tambien me parece á mí , respondi yo,
que le desempeñaria á las mil maravillas. He leido las Economias
de Aristóteles, y , por lo que me toca á llevar una cuenta , ese ha
sido siempre mi fuerte. Pero , hija mia , añadí, una sola dificultad me
impide entrar á servir á Arsenia . ¿ Qué dificultad ? replicó Laura . He
jurado , repuse , no servir jamás á gente comun , y lo peor es que lo
juré por la laguna Estigia. Si el
mismo Júpiter no se atrevió á vio
lar este juramento , mira tú cuánto
deberá respetarle un pobre criado.
¿ A quién llamas tú gente comun ?
replicó Laura con mucho despego.
¿Por quiénes tienes tú á las come
diantas ? ¿ parécete que son por ahí
algunas abogadillas ó algunas pro
curadoras? Sabete , amigo mio, que
las comediantas son nobles y archi
nobles , por los enlaces que contraen
1
186 con los primeros personajes de la
corte .
Siendo así, le dije, cuenta conmigo , hija mia, para ese empleo
que me destinas; pero con tal que no me degrade, ni me baga va
ler menos de lo que soy. No tengas miedo de eso , repuso Laura :
pasar de la casa de un elegante á la de una heroina de teatro, es
LIBRO TERCERO . 209
hacer el mismo papel en el gran mundo . Nosotros estamos en una
misma línea con las personas de la primera distincion : el mismo
aparato de cuarto , la misma mesa , y en realidad es menester que
se nos confunda con ellos en la vida civil . Con efecto , añadió , si se
consideran bien un marqués y un comediante, en el discurso de un
dia vienen casi á ser una misma cosa . Si el marqués en las tres
cuartas partes del dia es superior al comediante, el comediante en
la otra cuarta parte supera mucho mas al marqués, porque repre
senta el papel de emperador ó de rey. Esta , á mi ver, es una com
pensacion de nobleza y de grandeza que nos iguala con las perso
nas de la corte . Así es , por cierto, respondí; sin duda que estais á
nivel unos con otros . Los comediantes no son ya gentuza , como
pensaba yo hasta aquí; y me has metido en gana de servir á un
gremio tan distinguido y tan honrado. Me alegro , repuso ella , y no
tienes mas que volver de aquí a dos dias . Me tomo este tiempo para
ir preparando á mi ama á fin de que te reciba . Le hablaré en tu
favor; puedo algo con ella, y me persuado que lograré que entres
en casa .
Dí las gracias a Laura por su buena voluntad, asegurándole que
daba sumamente reconocido á sus finezas, con 'expresiones tales,
que no podia dudar de mi agradecimiento. Siguió despues una
larga conversacion entre los dos , la que interrumpió un lacayo
que vino a decir á mi princesa que Arsenia la llamaba. Separámo
nos; y yo sali con grandes esperanzas de que presto tendria la for
tuna de pasarlo á pedir de boca . No dejé de volver al plazo seña
lado. Ya te estaba esperando , me dijo Laura , para darte la alegre
noticia de que eres de los nuestros . Ven conmigo , que quiero pre
sentarte a mi señora . Diciendo esto , me llevó a una habitacion com
puesta de cinco ó seis piezas á cual mas rica y mas soberbiamente
albajadas.
¡Qué lujo! ¡ que magnificencia! Parecióme que entraba en casa de
alguna vireina , ó , por mejor decir , creí estaba viendo todas las ri
quezas del mundo juntas en aquella . Lo cierto es que habia en ella
lo mas rico de todas las naciones, tanto , que se podia definir aque
lla habitacion con mucha propiedad «el templo de una diosa, á cu
» yas aras ofrecia todo caminante lo mas raro y precioso de su pais . »
Vi á la deidad majestuosamente sentada en un almohadon de bro
cado carmesí con franjas de oro . Era bella y corpulenta, porque
babia engordado con el humo de los sacrificios. Estaba en un gra
210 GIL BLAS .
cioso desaliño, y ocupaba sus lindas manos en componer un primo
roso tocado nuevo para lucirlo aquella noche en el teatro. Señora ,
le dijo la criada; este es el mayordomo de que tengo hablado, y
puedo asegurar a usted seria difícil encontrar otro que fuese mas á
propósito. Miróme Arsenia con particular atencion , y tuve la dicha
de gustarle. ¿ Cómo así , Laura ? exclamó ella , ¿quién te dió noticia
de tan bello mozo ; ya estoy viendo que me irá muy bien con él . Y
volviéndose á mí : Querido , me dijo, tú eres el que yo buscaba, y el
1
que verdaderamente me acomoda. Solo tengo que decirte una pala
bra: estarás contento conmigo si me sirves bien . Respondíle que
haria cuanto estuviese de mi parte para agradarla en todo. Viendo
que estábamos acordes, me despedi prontamente para ir a buscar
mi hatillo , y volver a tomar posesion de la nueva casa .
CAPÍTULO X.
Enira Gil Blas á servir de mayordomo en casa de Arsenia; informes que le da Laura de los comediantes .
Era poco mas o menos la hora de la comedia , cuando mi nueva
ama me dijo la siguiese al teatro en compañía de Laura. Entramos
en el vestuario , y allí, quitándose el vestido que llevaba, se puso
otro magnífico para presentarse en la escena . Así que empezó la
representacion, me llevó Laura á un sitio desde donde podíamos oir
y ver perfectamente. Desagradome la mayor parte de los represen
tantes, sin duda porque ya estaba predispuesto contra ellos en vir
tud de lo que le habia oido á don Pompeyo. Con todo eso fueron
muy aplaudidos, aunque algunos me hicieron acordar de la fábula
del lechoncillo .
Tenia Laura gran cuidado de irme diciendo el nombre de los co
mediantes y comediantas conforme iban saliendo al teatro; y, no
contenta con nombrarlos , hacia un retrato satírico de cada uno . Es
te, decia , es un atolondrado; aquel un insolente; aquella melindro
sa que ves , cuyo aire es mas descarado que gracioso, se llama Ro
sarda, y fue muy mala adquisicion para la compañía. Mas valdria
que se marchara con la que se está formando de órden del virey de
Nueva España, y va á salir inmediatamente para América. Mira
bien aquel astro luminoso que acaba de presentarse, aquel bello sol
que va caminando á su ocaso ; llámase Casilda ; y , si cada uno de
los amantes que ha tenido la hubiera contribuido con una piedra la
brada para fabricar una pirámide, como dicen que en otro tiempo
lo hizo cierta reina de Egipto, podria haber erigido una que llega
212 GIL BLAS .
se al tercer cielo. En fin, á cada cual fué pegando Laura su par
checito , ¡Qué mala lengua! ni aun á su misma ama perdonó.
Sin embargo de esto , confieso mi flaqueza , estaba yo apasionado
de ella , aunque su carácter, moralmente hablando, nada tenia de
bueno. De todos decia malcon tanta gracia , que me gustaba hasta
su misma malignidad. En los intermedios se levantaba para ir a ver
si Arsenia necesitaba algo, y en vez de volver prontamente , se en
tretenia tras del teatro a recoger los requiebros y lisonjas que le decian
los hombres . Una vez la seguí para observarla , y ví que tenia mu
chos conocidos . Noté que tres comediantes, uno en pos de otro , la
detuvieron para hablarle, y observé que gastaban demasiada fami
liaridad . No me agradó esto mucho , y por la primera vez de mi vida
comencé á experimentar lo que eran celos. Volvimea misitio tan pen
sativo y melancólico, que Laura lo echó de ver luego que volvió . ¿Qué
tienes , Gil Blas? me preguntó admirada. ¿Qué negro humor se ha
apoderado de tí desde que te dejé? Muestras un semblante triste y
sombrío , que no sé á qué atribuirlo. Y lo peor es, reina mia , que
es con sobrada razon , le respondí. Me parece que andas algo suel
ta ; y esto me da que pensar á mí mas que a ti mi sentimiento . Yo
mismo acabo de verte muy alegre y divertida con los comediantes ...
Al oir esto , dijo ella , soltando una grandísima carcajada : Vamos
claros, que es gracioso el motivo de tu pesadumbre . ¡Pues qué ! ¿de
tan poco te espantas ? Eso es una friolera ; y , si estás algun tiempo
con nosotros , verás otras mil lindezas . Es menester , hijo mio, que
te yayas haciendo á nuestras mañas. Entre nosotros no se gastan
hazañerías, ni mucho menos se usan celos. En la nacion cómica los
celosos se llaman ridículos , y así apenas se encuentra uno . Padres,
LIBRO TERCERO . 213
maridos, hermanos, tios, primos, todos son la gente mas bien ave
nida del mundo ; y muchas veces ellos mismos son los que estable
cen sus familias.
Despues de haberme exhortado á no sospechar mal de ninguno , y
á no inquietarme por nada de cuanto viese, me declaró que yo era
el feliz mortal que babia encontrado el camino de su corazon , y me
aseguró que me amaria siempre, y á nadie mas . Despues de una
seguridad como esta , de la cual podia yo bien dudar sin temor de
que me tuviese por muy desconfiado, le ofrecí no espantarme de
nada; y , con efecto, cumpli mi palabra. Aquella misma noche la
ví hablar á solas, reir y divertirse con varios sin dárseme un ble
do . Acabada la comedia, volvimos á casa con nuestra ama ; y poco
despues llegó Florimunda con tres señores viejos y un comediante,
que venian a cenar en compañía de las dos. Además de Laura y yo
habia en casa una cocinera, un mozo de cocina y un lacayuelo . Jun
támonos todos para disponer la cena . La cocinera , que era tan hábil
como la señora Jacinta, dispuso las viandas ayudándole el marmiton .
La doncella y el lacayuelo pusieron la mesa, y yo cuidé de cubrir
el aparador con la mas bella vajilla de plata , y algunos vasos de
oro, votos ofrecidos á la deidad de aquel templo. Adornéle tambien
con diferentes botellas de vinos exquisitos, haciendo de copero , para
que viese mi ama que era yo hombre para todo . Admiréme de ver
el porte y aire de las comediantas durante la cena, aparen
tando ser damas de importancia, y figurándose ellas mismas
que eran señoras de la primerą distincion . Lejos de dar a los
señores el tratamiento de excelencia , no les daban ni aun el de se
ñoria , contentándose con llamarlos por sus apellidos. Es verdad que
ellos se tenian la culpa , porque se familiarizaban demasiado con
ellas. El comediante por su parte , como acostumbrado a hacer el
papel de héroe, les trataba tambien sin cumplimiento: brindaba á
su salud , y hacia los honores de la mesa . A fe, dije entre mí , que ,
cuando Laura me dijo que un marqués y un comediante eran igua
les parte del dia , pudo añadir que aun lo eran mucho mas por la
noche, pues la pasan bebiendo juntos toda ella .
Arsenia y Florimunda eran naturalmente alegres, Ocurriéronles
mil dichos chistosos, y algo mas , mezclados con favorcillos y mone
rías muy celebradas por aquellos rancios pecadores. Mientras ' mi
ama conversaba inocentemente con uno , su amiga, que se hallaba
entre los dos, no hacia ciertamente el papel de Susana con ellos .
28
214 GIL BLAS ,
Yo estaba considerando atentamente aquel retablo (que a la verdad
tenia muchos atractivos para un mozo de mi edad ), cuando se sir
vieron los postres. Entonces puse en la mesa botellas de licores con
sus copas correspondientes, y me retiré á cenar con Laura , que
me estaba esperando. Y bien , Gil Blas, me dijo, ¿ qué te pa
rece de esos señores que has visto ? Sin duda , le respondí, son
los cortejos de Arsenia y de Florimunda . Te engañas, replicó ella :
son unos viejos voluptuosos que galantean á todas sin fijarse en
ninguna . Se contentan solo con un poco de agrado, y son tan gene
rosos, que pagan bien los leves favores que se les conceden . Flo
rimunda y mi ama están ahora sin amantes , á Dios gracias; hablo
de aquellos amantes que quieren alzarse con la autoridad de mari
dos , y que sean para sí solos todos los gustos de la casa porque
hacen el gasto de ella . Yo soy de opinion que una mujer de juicio
debe huir de todo lo que huele a empeño particular. ¿A qué fin su
jetarse á ninguno que la domine? Mas vale ganar poco a poco
alhajas, que comprarlas de una vez á costa de tan impertinente su
jecion.
Cuando Laura estaba de humor de parlar , lo que le acontecia casi
de continuo, nada le costaban las palabras: tanta era la soltura de
su lengua. Contéme mil lances que habian sucedido a las comedian
tas del corral del Principe ; y conocí por sus conversaciones que no
podia estar yo en mejor escuela para conocer perfectamente los vi
cios. Hallábame por mi desgracia en una edad en que estos apenas
causan horror ; y añadíase á esto que la tal niña los sabia pintar tan
bien , que en ellos solo consideraba yo placeres y delicias . No tuvo
tiempo para instruirme ni aun de la décima parte de las gloriosas
hazañas de las heroinas de teatro, porque no habia mas que tres
horas que estaba hablando . Los señores y los comediantes se reti
raron al fin con Florimunda, acompañándola hasta su casa .
Luego que salieron , me dió diez doblones mi ama , diciéndome:
Toma, Gil Blas, ese dinero para el gasto . Mañana vienen a comer
cinco ó seis de mis compañeros y compañeras: procura regalarnos
bien . Señora , le respondí , con diez doblones me atrevo á dar una
suntuosa comida , aunque sea á toda la cuadrilla cómica . ¿Qué es
eso de cuadrilla ? repuso ella . Mira cómo hablas. No se debe llamar
cuadrilla , sino compañía . Se dice muy bien una cuadrilla de ban
didos ó de holgazanes; puede decirse una cuadrilla de autores ó de
poetas; pero guardate de volver a decir cuadrilla de comediantes.
LIBRO TERCERO . 215
La nuestra es compañía ; y sobre todo los actores de Madrid mere
cen bien que a su cuerpo se le dé este nombre. Pedi perdon á mi
ama de haber usado una expresion tan poco respetuosa , suplican
dole disculpase mi ignorancia , y protestando que, siempre que ba
blase de los señores representantes de Madrid colectivamente, diria
compañía, y jamás cuadrilla.
CAPÍTULO XI .
Del modo con que vivian entre sí los comediantes , como trataban á los autores de comedias.
Al dia siguiente muy de mañana salí á campaña para dar prin
cipio á mi empleo de mayordomo . Era vigilia , y por orden de mi
ama compré buenos pollos , conejos, perdices , y otras frioleras de
semejante especie . Como los señores cómicos no están contentos de
los ritos de la Iglesia con respecto a ellos , no observan con mucha
puntualidad sus mandamientos. Llevé á casa mas comida de la que
bastaria para alimentar á doce personas honradas los tres dias de
Carnestolendas. La cocinera tuvo bien en que divertirse toda la
mañana. Mientras ella cuidaba de aderezar la comida, se levantó Ar
senia de la cama , y se sentó al tocador, donde estuvo basta medio
dia . Llegaron entonces los señores comediantes Ricardo y Casimi
ro . A estos se siguieron dos comediantas, Constanza y Leonor : un
momento despues se dejó ver Florimunda, acompañada de un hom
bre que tenia toda la traza de un caballero majo : el cabello peinado
á la última moda , un sombrero con una ala levantada, y su pena
cho de plumas en figura de ramillete, calzones ajustados, ropilla
bordada con flores de oro , y medio desabrochada, por donde se des
cubria una finísima camisa guarnecida de ricos encajes, guantes y
pañuelo de cambray delicadísimo, metidos en la guarnicion ó ca
zoleta de la espada , capa larga, terciada sobre el hombro con mu
cho garbo y bizarría .
LIBRO TERCERO . 217
Con todo eso , aunque de tan buena traza, y hombre verdadera
mente bien plantado, todavía me pareció descubrir en él un no sé
qué de extraño que me chocaba . Es imposible , decia yo entre mi,
que no sea un hombre raro este sugeto . No me engañé en mi con
cepto, porque era un ente singular. Luego que entró en el cuarto
de Arsenia fué precipitadamente a abrazar a todas las comediantas
y comediantes con mayor intrepidez y algazara que el mozalbete
mas atronado. Comenzó á hablar, ý me confirmé en mi opinion. Se
recalcaba sobre cada sílaba , y pronunciaba las palabras con cierto
modo enfático , pomposo y gutural, accionando, gesticulando, y ha
ciendo con los ojos aquellos movimientos que, á su parecer, estaba
pidiendo el asunto. Tuye la curiosidad de preguntar á Laura quién
era aquel caballero . Disculpo tu curiosidad, me respondió pronta
mente. Es imposible no tenerla al ver por la primera vez al señor
Carlos Alfonso de la Ventolería . Voy á pintártele al natural. Pri
meramente fué en otro tiempo comediante ; dejó el teatro por antojo ,
y se arrepintió despues mirándolo con juicio . ¿Has reparado en su
cabello negro ? Pues sábete que es teñido, ni mas ni menos que sus
cejas y bigotes. Es mas viejo que Saturno. Sin embargo, como sus
padres, cuando náció , se olvidaron de hacer asentar su nombre en
el libro de bautizados, él se aprovecha de este descuido para qui
tarse veinte años por lo menos. Fuera de eso, es el hombre mas
pagado de sí mismo que quizá se encontrará en toda España. Pasó
los ocho primeros lustros de su vida en una completa ignorancia ; y
para hacerse sabio , encontró despues un cierto preceptor que le en
señó á deletrear en griego y en latin . Aprendió de memoria una
multitud de cuentos y chistes, que á fuerza de repetirlos se ha lle
gado a persuadir de que son suyos efectivamente . Hacelos venir á
la conversacion, aunque sea arrastrándolos por los cabellos, y se
puede decir de él que lo luce su entendimiento a costa de su memo
ria. Fioalmente, se dice que es un grande actor , y lo creo piadosa
mente; pero te confieso que nunca me ha gustado. Algunas veces le
oigo declamar aquí; y, entre otros defectos, es muy visible el de una
pronunciacion tan afectada, y con una voz tan trémula , que da
cierto aire antiguo y ridículo á su declamacion .
Tal fué el retrato que la señora Laura me hizo de aquel histrion
honorario, de quien puedo decir con verdad que no he visto mortal
de un aspecto mas orgulloso en todos los dias de mi vida . Queria
hacer tambien el chistoso y discreto, sacando de su mollera dos ó
218 GJL BLAS .
tres cuentos, que nos encajó en tono grave y bien estudiado. Por
otra parte , las comediantas y comediantes , que ciertamente no ha
bian venido a callar, tampoco estuvieron mudos. Comenzaron á ha
blar de sus camaradas ausentes, a la verdad de un modo poco ca
ritativo ; pero esto es menester perdonárselo , tanto a los comedian
tes como a losautores. Acaloróse un poco la conversacion á expensas
del prójimo. ¿Habeis sabido, amigas, dijo Casimiro, el nuevo pasaje
de nuestro compañero Cesarino? Compró esta mañana un par deme
dias de seda, cintas y encajes , haciendo despues que un paje se los
llevase al ensayo como de parte de cierta condesa . ¡Qué bribonada!
exclamó el señor Ventolería con cierta risita vapa y mofadora . En
mi tiempo se usaba mas realidad . Ninguno pensaba en semejantes
ficciones. Es verdad que aun las damas de mayor distincion nos
ahorraban la ruindad y el trabajo de inventarlas, pues tenian el
capricho de ir ellas mismas en persona a comprar lo que nos rega
laban. Pardiez , repuso Ricardo en el mismo tono, que ese capricho
aun no se les ba pasado; y si fuera lícito decir todo lo que uno sabe
en este punto . .. Pero es fuerza callar ciertos lances, particularmente
cuando tocan a personas de suposicion .
Señores , interrumpió Florimunda, suplico a ustedes dejen a un lado
esos lances y buenas fortunas, puesto que todo el mundo las sabe,
y bablemos algo de nuestra Ismeoia . He oido que se le ha escapado
aquel señor que gastaba tanto con ella . Es muy cierto , respondió
Constanza; y aun diré mas: tambien acaba de perder un rico ma
yordomo, á quien sin remedio hubiera dejado sin camisa . Lo sé
originalmente. Su mensajero hizo un quid pro quo, llevando al señor
un billete que era para el mayordomo, y al mayordomo una carta
que escribia al señor. Dos grandes pérdidas, añadió Florimunda. ¡Oh !
replicó prontamente Constanza , por lo que toca á la del señor, es
poco importante, pues ya babia consumido casi toda su bacienda;
pero el mayordomo ahora comenzaba su carrera.No ha pasado aun
por la aduana de las coquetas, y así es una pérdida muy digna de
llorarse.
A esto , poco mas o menos, se redujo la conversacion antes de co
mer , y sobre el mismo asunto continuó durante la comida . Y , como
nunca acabaria yo si hubiese de referir cuantas especies se tocaron ,
todas de murmuracion ó de fatuidad , el lector llevará á bien que las
suprima, para contarle el modo con que fué recibido un pobre dia
blo de autor , que llegó a casa de Arsenia bácia el fin de la comida.
LIBRO TERCERO. 219
Entró nuestro lacayuelo donde estaban comiendo, y en voz alta
dijo a mi ama: Señora , ahí está un hombre con la camisa sucia y
lleno de cazcarrias hasta el cogote, que con perdon de ustedes tiene
traza de poeta , y dice que desea hablar á usted . Hazle subir , res
pondió Arsenia. Nada de cumplimientos , señores, añadió , que es un
autor. Efectivamente era uno que habia compuesto cierta tragedia
admitida por la compañía , y traia el papel que babia de representar
miama. Llamábase Pedro de Moya. Alentrar hizo cinco ó seis pro
fundas cortesías a los concurrentes, sin qı ninguno de ellos se le
vantase, ni siquiera le saludase. Solamente Arsenia le correspondió
con una simple inclinacion de cabeza . Fuése acercando, pero siem
pre temblando y confuso: cayéronsele los guantes y el sombrero;
levantólos, y se acercó a mi ama; y presentándole un papel mas
respetuosamente que un litigante presenta a su juez un memorial:
Digpaos, señora , le dijo , de aceptar el papel que tengo la honra de
ofrecer á vuestros piés. Recibióle ella con la mayor frialdad, y con
cierto aire de desprecio , sin dignarse ni aun de responder una sola
palabra á su cumplimiento .
No por eso se acobardó nuestro autor, el cual, aprovechando
aquella ocasion para distribuir otros papeles, dió uno á Casimiro y
otro á Florimunda, quienes los tomaron sin mas cortesía ni ceremo
pias que las que habia usado Arsenia ; antes, por el contrario , el
comediante , naturalmente muy cortés, como lo son casi todos estos
señores, le insultó con chanzas picantes; pero el buen Pedro de Mo
ya las llevó con paciencia, y no se atrevió a volverle las nueces al
220 GIL BLAS .
cántaro porque no lo pagase despues su trágica composicion, Reti
róse sin decir palabra , pero a mi parecer vivamente picado del re
cibimiento que le habian hecho . Tengo por cierto que allá en su in
terior no dejaria de decir mil pestes de los comediantes como mere
cian ; y estos , despues que él salió , comenzaron á hablar de los
autores con mucho respeto . Paréceme , dijo Florimunda, que el se
ñor Pedro de Moya no ha ido muy satisfecho de nosotros.
Y bien , señora , interrumpió Casimiro, ¿ qué cuidado se os da ?
¿ Por ventura son dignos de nuestra atencion los autores ? Si los igua
Járamos á nosotros, ese seria el mejor medio para echarlos á per
der . Tengo bien conocidos á esos pobres diablos , y por eso mismo
sé gue , si los tratáramos de otra manera , presto se olvidarian de lo
que son , y nos perderian el respeto . Tratémoslos pues como escla
vos, y no temamos que les apuremos la paciencia. Si enfadados se
retiraren de nosotros algun tiempo , no durará mucho: la mania de
escribir les bará presto volver a buscarnos, y darán gracias a Dios
si nos dignamos de representar sus obras. Tienes mucha razon , dijo
entonces Arsepia : solamente perdemos aquellos autores cuya forta
na labramos con nuestra habilidad , pues luego que los hemos acre
ditado y puesto en paraje de que tengan que comer , se dan á la ociosi.
dad, y ya no quieren trabajar; pero al fin la compañía se consuela ,
y el público tiepe menos que padecer.
Aplaudieron todos este parecer, y quedaron en que los autores , á
pesar de lo mal que los trataban los comediantes , siempre les esta
ban muy obligados, porque les eran deudores de todo lo que tenian .
Así los abatian los histriones , haciéndolos inferiores á ellos , y cier
tamente no podian despreciarlos mas .
CAPÍTULO XII.
Tonia Gil Blas inclinacion al teatro, entrégase enteramente á los pasatiempos de la vida cómica , y dentro
de poco se disgusta de ella .
Los convidados se quedaron hablando sobre mesa hasta que llegó
la hora de ir al teatro , y entonces marcharon todos á él . Seguilos ,
y ví tambien la comedia que se representó aquel dia , la que me
gustó de manera , que hice ánimo de no perder ninguna . Así me fuí
insensiblemente acostumbrando á los actores: á tanto llega la fuerza
de la costumbre . Llevábanme particularmente la atencion aquellos
que hacian mas gestos y daban mas gritos en las tablas , y no era
yo el único de este gusto .
No me causaba menor agrado la discrecion de las piezas que el
modo de representarlas . Algunas verdaderamente me embelesaban:
sobre todo aquellas en que se dejaban ver á un mismo tiempo en el
teatro todos los cardenales ó los doce pares de Francia . Sabia de me
moria muchos pasos de aquellos incomparables poemas . Acuérdome
de que en dos dias aprendí toda entera una comedia famosa, inti
tula da La reina de las flores. La rosa era la reina, que tenia por
con fidenta á la violeta , y por escudero al jazmin . No habia para mi
obras mejores que las parecidas á estas , persuadido de que daban
mucho honor a nuestra nacion .
No me contentaba con adornar mi memoria con los trozos mas
selectos de estas bellas producciones dramáticas , sino que tambien
me apliqué a perfeccionar el gusto, y , para conseguirlo con acier
29
222 GIL BLAS .
to, escuchaba con la mayor atencion el parecer de los comediantes.
Si alababan una pieza , yo la estimaba , y despreciaba todas aquellas
de que les oia hablar mal . Parecíame que eran tan inteligentes en
piezas teatrales como los diamantistas en piedras preciosas. Sin
embargo , observé que la tragedia de Pedro de Moya fué muy aplau
dida, aunque ellos habian pronosticado que todos la silbarian . Pero
no bastó esta experiencia para que su crítica se me biciese sospe
chosa; y antes quise creer que el público carecia de gusto y dis
cernimiento, que dudar de la infalibilidad de la compañía. No obs
tante, me aseguraban todos que ordinariamente eran recibidas con
aplauso aquellas comedias nuevas de que los actores formaban mal
concepto, y , por el contrario , silbadas casi todas las que ellos mas
celebraban . Decíanme que era regla general suya hablar siempre
mal de las obras, y me citaban mil ejemplares de algunas que ha
bian desmentido sus decisiones. Todo esto fué menster para que al
cabo me desengañase.
No se me olvidará jamás lo que sucedió un dia en que se repre
1 sentó una comedia nueva . Habíales parecido á los comediantes fria У
1
fastidiosa, adelantándose á pronosticar que el auditorio no la veria
concluir. Con esta preocupacion representaron la primera jornada,
que mereció grandes aplausos . Admirólos mucho esto . Representa
ron la segunda , la cual aun fué mas aplaudida que la primera . Y
hé aquí á todos mis pobres actores atónitos. ¡ Cómo diablos es esto !
exclamaba Casmiro : esta comedia adquiere fama. Representaron la
tercera , que fué sin comparacion mas celebrada que las otras dos.
Yo no lo entiendo , dijo Ricardo : cuando creíamos que esta pieza
no lograria aceptacion , todos la aplauden . Señores , dijo entonces un
cómico ingenuamente , la causa es porque hay en ella mil gracias y
rasgos ingeniosos que nosotros no habíamos comprendido .
Desde entonces dejé de tener á los comediantes por buenos jueces ,
y me hice justo apreciador de su mérito . Ellos mismos acreditaban
con cuánta razon la gente les afeaba varias ridiculeces. Veia yo clara
mente que los aplausos nada merecidos tenian echados á perder tanto
á los cómicos como á las cómicas , los cuales , considerándose como
personas de suma importancia , y objetos dignos de admiracion, esta
ban persuadidos de que hacian gran favor al público en divertirle . Dá
banme muy en rostro sus defectos ; mas , por mi desgracia, su mo
do de vivir llegó á gustarme demasiado , y así me ví metido de pies
á cabeza en el desenfreno y en la disolucion . Ni podia ser otra cosa .
LIBRO TERCERO. 223
Todas sus conversaciones eran perniciosas á la juventud, y nada
veia en ellos que no contribuyese á estragarme. Aun cuando no
supiera yo todo lo que pasaba en las casas de Constanza, Casilda y
las demás comediantas, bastaba para perderme lo que estaba vien
do en la de Arsenia . Además de aquellos señores ya viejos de que
hablé antes, concurrian á ella varios elegantes, y no pocos hijosde
familia , que encontraban en los usureros todo el dinero que babian
menester para arruinarse . Alguna vez recibian tambien á ciertos
agentes de quienes se servian, los cuales, en vez de ser pagados
por su trabajo , les pagaban á ellas porque se dejasen servir.
Florimunda vivia pared por medio de Arsenia , y todos los dias
comian y cenaban juntas. Estaban las dos tan unidas, que causaba
admiracion a las gentes ver tanta armonía entre cortesanas, y se
creia que tarde o temprano se romperia su amistad por algun ob
sequiante; pero conocian mal á tan perfectas amigas, porque era
muy intima su union : en lugar de ser celosas como las demás mu
jeres, hacian vida comun. Gustaban mas de repartir entre sí los
despojos de los hombres, que de disputarse neciamente sus amoro
sos suspiros .
Laura , á ejemplo de estas dos ilustres compañeras, aprovechaba
tambien el tiempo, no dejando malograr lo mas florido de sus años.
Hablame ella dicho que veria mil lindezas, y no me engañó. Con
todo eso , yo no hacia el celoso, por haberle prometido que procu
raria adoptar el espíritu de la compañía . Disimulé por algun tiempo,
contentándome con preguntarle el nombre de los sugetos con quie
nes la veia á solas en conversacion ;
pero siempre me respondia que era un
tio ó un primo carnal suyo . ¡Oh, y
cuánta multitud de parientes tenia ! Su
familia debia ser mas numerosa que la
del rey Príamo. Mas no era negocio de
alenerse únicamente a su infinita pa
rentela :hacia tambien sus salidas fuera
del árbolgenealógico, y no se olvidaba
de ir de cuando en cuando á repre
sentar el papelde señora viuda en casa
de la vieja de antaño. En fin , Laura
(por dar al lector una idea cabal de
su persona) era tan jóven, tan linda y tan alegre como su ama, ex
224 GIL BLAS .
cepto que esta divertia al pueblo públicamente, y la criada solo lo
hacia en secreto. Yo cedí al torrente, y por espacio de tres semanas
me entregué a todo género de placeres y pasatiempos; pero debo
decir que en medio de ellos me sentia atormentado de crueles re
mordimientos, efecto de mi educacion , que llenaban de amargura
todas mis delicias. No triunfó la disolucion de tan saludables re
mordimientos : al contrario, eran mayores cuanto masme abandona
ba á mis desórdenes. Comenzaron estos á causarme borror, gracias
á mi natural complexion. ¡Ah, desyenturado! me decia yo á mí
mismo: ¿es esto lo que esperaba de (tí tu familia ? ¿No te bastaba
haberla engañado tomando otra carrera que la de preceptor? El verte
precisado á servir , ¿ te dispensa de cumplir con las leyes de hombre
de bien ? ¿Parécete que te puede ser de algun provecho elvivir entre
gente tan viciosa ? En unos reina la envidia , la ira y la avaricia ; el
pudor y la vergüenza están desterrados de otros; estos se entregan
á la intemperancia y á la pereza; aquellos al orgullo y á la inso
lencia . Esto se acabó: no quiero vivir mas con los siete pecados
capitales.
tas
Plas
LIBRO CUARTO .
CAPÍTULO PRIMERO.
No padiendo Gil Blas acomodarse á las costumbres de los comediantes, se sale de casa de Arsenia , y
halla mejor conveniencia .
n tantico de honor y de religion que
conservaba todavía en medio de tan
estragadas costumbres me obligó no
solo a dejar á Arsenia , sino tambien á
romper toda comunicacion con Laura ,,
á quien sin embargo no podia menos de
amar , aun conociendo que me hacia
mil infidelidades. Dichoso aquel que
sabe aprovecharse de ciertos momen
tos en que la razon viene á turbar los
ilícitos embelesos que la tienen obce
cada. Amaneció , pues una mañana ,
muy dichosa para mí, en la cual hice
mi batillo, y , sin contar con Arsenia , que , si va á decir verdad,
226 GIL BLAS .
casi nada me debia de mi salario , ni despedirme de mi querida Lau
ra , sali de aquella casa , en que solo se respiraba libertinaje. Pre
mióme inmediatamente el cielo esta buena obra , pues encontrando
al mayordomo de mi difunto amo don Matías , le saludé , y él , co
nociéndome al instante, me preguntó á quién servia . Respondíle
que habia estado un mes en casa de Arsenia, cuyas costumbres des
envueltas no me cuadraban, y que en aquel mismo punto volunta
riamente acababa de dejarla por salvar mi inocencia . El mayordo
mo , como si de suyo fuera hombre escrupuloso , aprobó mi delica
za , y me dijo que , pues yo era un mozo tan honrado , queria él
mismo buscarme una buena conveniencia. Cumplió puntualmente
su palabra , y en aquel mismo dia me acomodó con don Vicente de
Guzman , de cuyo mayordomo él era grande amigo .
No podia entrar en mejor casa ; y así nunca me arrepentí de ha
ber estado en ella . Era don Vicente un caballero ya anciano y muy
rico , que habia muchos años vivia feliz , sin pleitos y sin mujer,
porque los médicos le habian privado de la suya queriéndola curar
de una tos , que verosimilmente la dejaria vivir mas largo tiempo si
no hubiera tomado sus remedios . No pensó jamás en volverse á ca
sar , dedicándose enteramente a la educacion de Aurora , su hija úni
ca , que entraba entonces en los veintiseis años , y era una seño
rita completa . Juntaba a su hermosura poco comun un entendimiento
despejado, y grande instruccion . Su padre era hombre de poco ta
lento ; pero tenia el de saber gobernar su casa . Solo le hallaba yo
un defecto, que a los viejos se les debe perdonar : gustaba mucho de
hablar, sobre todo de guerras y batallas. Si por una desgracia se
tocaba esta tecla en su presencia, luego sonaba en su boca la trom
peta heróica, y se tenian por muy afortunados los oyentes si se con
tentaba con embocarles la relacion de tres batallas y dos sitios.
Como habia militado las dos terceras partes de su vida , era su me
moria un manantial inagotable de funciones y hazañas militares,
que no siempre se oian con el gusto con que él las relataba. A esto
se añadia que era muy prolijo, sobre ser un poco tartamudo , con
lo cual sus relaciones se hacian en extremo desagradables. En lo
demás no era fácil encontrar un señor de mejor carácter. Siem
pre de igual humor , pada testarudo ni caprichoso ; cosa verdadera
mente rara en un hombre de su clase . Aunque gobernaba su ha
cienda con juicio y economía , se trataba muy decentemente. Compo
níase su familia de varios criados, y de tres criadas , que servian á
LIBRO CUARTO . 227
Aurora. Conocí desde luego que el mayordomo de don Matías me
habia colocado en una buena casa ; y solamente pensé en el modo de
conseryarme en ella . Apliquéme á conocer bien el terreno , y á es
tudiar el genio é inclinaciones de todos : arreglé despues mi conduc
ta por este conocimiento, y en poco tiempo logré tener en mi favor
al amo y a todos mis compañeros .
Habíase pasado casi un mes desde mi entrada en casa de don Vi
cente, cuando se me figuró que su hija me distinguia entre los de
más criados. Siempre que me miraba me parecia observar en sus
ojos cierto agrado que no advertia en ella cuando miraba á los otros .
A no haber tratado yo con elegantes y comediantes, nunca me hu
biera pasado por la imaginacion que Aurora pensase en mí ; pero
me habian abierto los ojos aquellos señores mios , en cuya escuela
no siempre estaban en el mejor predicamento aun las damas de la
mas alta esfera . Si hemos de dar crédito á algunos bistriones, me
decia yo a mí mismo , tal vez suelen venir á las señoras mas distin
guidas ciertas fantasías, de las cuales saben ellos aprovecharse.
¿ Qué sé yo si mi ama tendrá de estos caprichos? Pero no , añadia
inmediatamente , no puedo persuadirme tal cosa : no es esta señori
ta una de aquellas Mesalinas que , olvidadas de la noble altivez que
les infunde su nacimiento , se rinden a la indecencia de humillarse
hasta el polvo , y se deshonran á sí mismas sin rubor: será quizá
una de aquellas virtuosas , pero tiernas y amorosas doncellas , que ,
sin traspasar los límites que la virtad prescribe á su ternura , no
bacen escrúpulo de inspirar ni de sentir ellas mismas una pasion
delicada que las entretiene sin peligro.
Este era el juicio que yo formaba de mi ama , sin saber precisa
mente á qué atenerme. Mientras tanto, siempre que me veia , no
dejaba de sonreirse y alegrarse ; de manera que , sin pasar por ne
cio , podia cualquiera creer tan bellas apariencias , y por lo mismo
no hallé medio de impedir que me sedujesen . Consentí , pues , en
que Aurora estaba muy prendada de mi mérito , y comencé à con
siderarme como uno de aquellos criados afortunados á quienes el
amor hace dulcísima la servidumbre. Para mostrarme en cierto mo
do menos indigno del bien que parecia querer proporcionarme la
fortuna, empecé á cuidar del aseo de mi persona mas de lo que ha.
bia cuidado hasta allí . Gastaba todo mi dinero en comprar ropa
blanca , aguas de olor y pomadas. Lo primero que hacia por la ma
ñana luego que me levantaba de la cama , era layarme, perfumar
228 GIL BLAS.
me bien , y vestirme con todo el aseo posible, para no presentarme
con desaliño á miama en caso que me llamase . Con este cuidado
de componerme, y con otros medios que empleaba para agradar ,
me lisonjeaba de que no tardaria mucho en declararse mi ventura .
Entre las criadas de Aurora babia una que se llamaba la Ortiz .
Era una vieja que hacia mas de veinte años que servia en casa de
don Vicente. Habia criado á su hija , y conservaba todavía el título
de dueña, aunque ya no ejercia aquel penoso empleo . Por el con
trario , en lugar de vigilar las acciones de Aurora, como lo hacia en
otro tiempo, entonces solo atendia á ocultarlas, con lo cual gozaba
toda la confianza de su ama. Una noche, habiendo buscado la due
fa ocasion de hablarme sin que nadie pudiese oirnos , me dijo en
voz baja que, si yo era prudente y callado, bajase al jardin á me
dia noche , donde sabria cosas que no me disgustarian. Respondíle,
apretándole la mano, que sin falta alguna bajaria , y prontamente
nos separamos para no ser sorprendidos. Ya no dudé entonces de
ser yo el objeto del cariño de Aurora . ¡Oh, y qué largo se me bizo
el tiempo hasta la cena , sin embargo de que siempre se cenaba
temprano, y desde la cena hasta que mi amo se recogió! Parecíame
que aquella noche todo se hacia en casa con extraordinaria lenti
tud . Y para aumento de mi fastidio , cuando don Vicente se retiró á
su cuarto , en vez de pensar en dormirse , se puso a repetirme sus
campañas de Portugal con que tanto me habia machacado. Pero lo
que jamás habia hecho, y lo que precisamente guardó para rega
larmeaquella noche , fué irme nombrando uno por uno todos los
oficiales que se babian hallado en ellas , refiriéndome al mismo
tiempo las hazañas de cada cual. No puedo ponderar cuánto padecí
en estarle oyendo hasta que concluyó. Al fin acabó de hablar, y se
metió en la cama. Retiréme inmediatamente al cuarto donde estaba
la mia, y del que se bajaba por una escalera secreta al jardin . Un
témede pomada todo el cuerpo ; púseme una camisola limpia bien
perfumada ; y nada omiti de cuanto me pareció podia contribuir a
fomentar el capricho que me habia figurado en mi ama, con lo que
fui al sitio de la cita .
No encontré en él á la Ortiz , y juzgué que, cansada de esperar
me, se babia vuelto a su cuarto, lo que me hizo perder todas mis
esperanzas. Eché la culpa á don Vicente, y, cuando estaba dando
al diablo sus campañas, dió el reloj, conté las horas, y ví que no
eran mas que las diez . Tuve por cierto que el reloj andaba mal,
LIBRO CUARTO . 229
creyendo imposible que no fuese ya por lo menos la una de la no
che; pero estaba tan engañado, que un cuarto de hora despues
volví á contar las diez de otro reloj. ¡ Bravo! dije entonces entre
mí: todavía me faltan dos horas enteras de poste ó de centinela .
No culparán mi tardanza. Pero aqué haré hasta las doce ? Paseé
monos en este jardin , y pensemos en el papel que debo hacer, que
es para mí barto nuevo . No estoy acostumbrado a las bizarrías
de las damas de distincion ; solamente sé lo que se practica con
las comediantas y mujercillas. Se presenta uno á ellas con fa
miliaridad y franqueza, y les dice su atrevido pensamiento sin re
paro; pero con las señoras se observa otro ceremonial . Es menes
ter , á lo que me parece , que el galan sea cortés, complaciente ,
tierno y moderado, pero sin ser tímido. No ha de querer precipitar
atropelladamente su fortuna : para lograrla debe esperar el momento
favorable .
Así discurria yo, y así me proponia proceder con Aurora. Figu
rábame que dentro de poco tendria la dicha de verme á los piés de
aquella amable persona , y decirle mil cosas amorosas. Con este fin
traia á la memoria los pasajes de las comedias que me pareció po
dian servirme y darme gran lucimiento en nuestra conversacion á
solas. Lisonjeábame de que los aplicaria con oportunidad ; y espe
raba que , á ejemplo de algunos comediantes que yo conocia , pasa
ria por hombre de entendimiento, aunque no tuviese mas que me
moria . Mientras me ocupaba en estos pensamientos , los cuales di
vertian mi impaciencia con mas gusto que las relaciones militares
de mi amo , oi dar las once . ¡ Bueno ! dije entonces; ya no me faltan
mas que sesenta minutos que esperar : armémonos de paciencia .
Cobré ánimo , y volvíme á recrear con las alegres fantasías de mi
imaginacion , parte paseándome , y parte sentándome en un delicioso
cepador formado en el extremo del jardin. Llegó en fin la hora de
mí tan deseada, es decir, las doce . Pocos instantes despues se dejó
ver la Ortiz , tan puntual como yo , pero menos impaciente. Señor
Gil Blas, me dijo al acercarse , ¿ cuánto há que está usted aqui ? Dos
horas, le respondí . En verdad , añadió ella riéndose , que es usted
muy cumplido , y da gusto darle citas para estas horas. Es cierto ,
prosiguió ya en tono serio , que eso y mucho mas merece la dicha
que le voy a anunciar . Mi ama quiere hablar a solas con usted , y
me ba mandado que le introduzca en su cuarto , en donde le espera :
Do tengo otra cosa que decirle; lo demás es un secreto que usted no
30
230 GIL BLAS.
debe saber sino de su propia boca. Sígame adonde le conduzca; y
dicho esto me cogió de la mano , y ella misma me introdujo miste
riosamente en el aposento del ama por una puerta falsa de que tenia
la llave.
"PEE GIL BLAS SER EL AMANTE DE AURORA.
CAPÍTULO II.
Cómo recibió Aurora á Gil Blas , y la conversacion que con el tuvo .
Hallé á Aurora vestida de trapillo, lo que no me disgustó: salu
déla con el mayor respeto y con la mejor gracia que me fué posible .
Recibióme con semblante risueño ; hízome sentar junto á sí , repug
nándolo yo , y lo que mas me agradó fué que mandó á su embaja
dora se retirase á su cuarto y nos dejase solos . Despues de este
preludio , volviéndose hacia mí , me dijo: Gil Blas, ya habrás adver
tido que te miro con buenos ojos, y te distingo entre todos los cria
dos de mi padre : cuando esto no fuese bastante para hacerte conocer
la particularidad con que te estimo, juzgo que no te dejará dudarlo
este paso que ahora doy .
No le dí tiempo para que dijese mas . Parecióme que como hom
bre discrelo debia respetar su pudor , y no darle lugar á mayor ex
plicacion. Levantéme enajenado, y arrojándome á sus piés como un
héroe de teatro que se arrodilla ante su princesa , exclamé en tono
declamatorio: ¡ Ah , señora ! ¿ me habré engañado ? ¿ se dirigen á mí
vuestras palabras ? ¿ será posible que Gil Blas, juguete hasta aquí de
la fortuna y el desecho de toda la naturaleza, sea tan venturoso que
haya podido inspiraros afectos ? ... Baja un poco la voz, me dijo son
riéndose mi ama, por no despertar á las criadas que duermen en el
cuarto vecino . Levántate, vuelve á sentarte, y escúchame hasta que
acabe sin interrumpirme. Si, Gil Blas, prosiguió volviendo á su afa
232 GIL BLAS.
ble serenidad : es cierto que te estimo, y , en prueba de ello, voy
fiarte un secreto, del cual pende el sosiego de mi vida . Sabe que
amo á un caballerito mozo , galan , .airoso y de ilustre nacimiento ,
llamado don Luis Pacheco . Le veo algunas veces en el paseo y en
la comedia ; pero nunca le he hablado . Ignoro su carácter , y tam
bien cuáles son sus prendas , si buenas ó malas . Esto quisiera sa
berlo puntualmente , para lo cual necesito de un hombre sagaz y
siocero, que , informándose bien de sus costumbres, sepa darme
una cuenta fiel de ellas . He puesto los ojos en tí con preferencia á
los demás criados , persuadida de que nada arriesgo en darte este
encargo. Espero que le desempeñarás con tanto sigilo y cautela ,
que nunca tendré motivo para arrepentirme de haberte escogido por
depositario de mi mas íntima confianza .
Calló mi señorita para oir mi respuesta . Al principio me turbé
algun tanto , conociendo mi necio engaño ; pero, volviendo pronta
mente en mí , y venciendo la vergüenza que causa siempre la teme
ridad cuando sale con desgracia , supe mostrarle un celo tan vivo,
y un ardor tan grande en todo lo que fuese servirla y complacerla ,
que , si no alcanzó para desimpresionarla del mal concepto que pudo
haberle hecho formar mi atrevida presuncion , bastaria por lo menos
para que conociese que yo sabia enmendar muy bien una necedad .
Pedíle no mas que dos dias de tiempo para poderle dar razon pun
tual de don Luis , los que me concedió; y , llamando ella misma á la
Ortiz , esta me volvió a conducir al jardin , diciéndome con cierto
aire burlon al despedirse : Buenas noches ; no te volveré á encargar
otra vez que no dejes de acudir temprano al sitio de la cita , porque
ya está vista tu puntualidad .
Volvíme á mi cuarto , no sin algun pesar de ver frustrado mi
pensamiento. Con todo eso tuve bastante juicio para consolarme y
conocer que me tenia mas cuenta ser el confidente que el amante de
mi ama . Ofrecióseme tambien que esto podia hacerme hombre ,
pues los medianeros de amor eran regularmente bien recompensa
dos por su trabajo: reflexiones que me divirtieron y consolaron , y
fuíme á acostar con firme resolucion de obedecer y servir á mi ama
en cuanto exigiese de mí . Levantéme al dia siguiente, y salí de casa
á desempeñar mi encargo. No era difícil saber dónde vivia un caba
llero tan conocido como don Luis . Tomé al instante informes de él
en la vecindad; pero los sugetos a quienes me dirigí, no pudieron
satisfacer del todo mi curiosidad. Esto me obligó á hacer nuevas
LIBRO CUARTO . 233
averiguaciones el dia siguiente, y fui mas afortunado que el an
terior . Encontré casualmente en la calle un mozo a quien yo cono
cia; detuvímonos á hablar, y en aquel punto se llegó a él uno de
sus amigos , y le dijo que le habian despedido de casa de don José
Pacheco, padre de don Luis , por haberle acusado de que se habia
bebido un barril de vino . No perdí una ocasion tan oportuna para
saber cuanto deseaba , lo que conseguí á fuerza de preguntas; de
manera que volví á casa muy contento porque ya podia cumplir la
palabra que habia dado á mi señorita, con quien habia quedado de
acuerdo que volveria á verla en el mismo sitio , y de la misma ma
nera que la noche antecedente. No estuve en esta tan inquieto como
la primera: lejos de impacientarme con las prolijas relaciones de mi
amo, yo mismo le saqué la conversacion de sus combates . Esperé
á que fuese media noche con la mayor tranquilidad del mundo , y no
me moví hasta que conté bien las doce de todos los relojes que se
podian oir desde casa . Entonces bajé con mucho sosiego al jardin ,
sia pensar en perfumes ni en pomadas, pues hasta en esto me cor
regi.
Encontré ya á la fiel dueña en el sitio mismo , y la taimada me
dijo coo algo de socarronería : En verdad , Gil Blas, que hoy ha re
bajado mucho tu puntualidad . No le respondí palabra, fingiendo que
no la oia , y ella me condujo al cuarto donde Aurora me estaba es
perando. Preguntóme luego que me vió si me babia informado bien
acerca de don Luis , y si habia averiguado muchas cosas . Sí , seño
ra , le respondí; tengo con que satisfacer vuestra curiosidad . En pri
mer lugar os diré que muy en breve marcha a Salamanca a con
cluir sus estudios . Segun lo que me han dicho , es un señorito lleno
de honor y de probidad; y en cuanto al valor, no le puede faltar,
pues es caballero y castellano . Fuera de eso , es un mozo entendido
y de bellos modales; pero lo que quizá os dará poco gusto, y que
sin embargo no puedo menos de deciros , es que vive algo demasia
do á la moda de los señoritos modernos , quiero decir , que es un
grandísimo libertino . ¿ Creera usted que , siendo tan jóven como es ,
ha tenido ya amistad con dos comediantas ? ¿Qué es lo que me dices?
exclamó Aurora. ¡Dios mio , y qué costumbres ! Pero díme, Gil Blas ,
¿estás bien cierto de que tiene una vida tan licenciosa ? ¿ Cómo si es
toy cierto ? le respondí: no hay cosa mas segura . Todo me lo ha
contado un criado de su casa , que fué despedido de ella esta ma
fiana; y ya se sabe que los criados son muy veraces siempre que se
234 GIL BLAS .
trata de publicar los defectos de sus amos . Fuera de eso , el tal don
Luis es muy amigo de don Alejo Seguier , de don Antonio Centelles,
У de don Fernando de Gamboa , prueba constante de su disolucion .
Basta , Gil Blas , dijo suspirando mi pobre señorita : en fuerza de tu
informe comienzo desde ahora a combatir mi indigno amor . Aunque
habia echado ya profundas raices en mi corazon , no desconfio de
arrancarle de él. Véte, prosiguió, y admite en premio de tu trabajo
esta corta demostracion de mi agradecimiento. Al decir esto, me pu
so en la mano un bolsillo , que ciertamente no estaba vacío , aña
diendo: Solo te encargo que guardes bien el secreto que he confia
do á tu silencio .
Aseguréle que en este particular podia vivir sin el menor recelo ,
porque yo era el Harpócrates de los criados confidentes. Dicho esto ,
me retiré impacientísimo por saber lo que contenia el bolsillo.
Abríle , y ballé en él veinte doblones. Luego se me ofreció que sin
duda habria sido Aurora mas liberal conmigo si yo le hubiera dado
otra noticia mas agradable, cuando pagaba con tanta generosidad
una que le habia causado tanto disgusto. Me pesó de no haber imi
tado a los escribanos y alguaciles que disfrazan á veces la verdad ;
y me enfadé mucho contra mi tontería por haber sofocado en su
nacimiento un amor que con el tiempo podia producirme grandísi
mas utilidades , si yo no hubiera hecho un necio alarde de ser sin
cero; pero al fin me consolé con los veinte doblones , que me recom
pensaban ventajosamente de lo que habia gastado tan sin venir al
caso en pomadas y perfumes.
CAPÍTULO III.
De la gran mutacion que sobrevino en casa de don Vicente, y de la extraña determinacion que el
amor hizo tomar á la bella Aurora .
Poco despues de esta aventura se sintió malo don Vicente . Sobre
ser de una edad bastante avanzada, los síntomas de la enfermedad
eran tan violentos, que desde luego se temieron funestas resultas.
Llamóse á los dos mas famosos médicos de Madrid : uno era el doc
tor Andrés, y el otro el doctor Oquendo . Pulsaron atentamente al
doliente; y , despues de una exacta observacion, convinieron en
trambos en que los humores estaban en una preternatural fermen
- tacion y movimiento . En solo esto fueron de un parecer, y estu
vieron discordes en todo lo demás. El uno queria que se purgara al
enfermo aquel mismo dia, y el otro opinaba que la purga se dila
tase. El doctor Andrés decia que , por lo mismo que los humores
estaban en una violenta agitacion de flujo y reflujo, se les habia de
expeler aunque crudos con purgantes, antes que se fijasen en al
guna parte noble y principal . Oquendo opinaba , por el contrario,
que, estando todavía incoctos y crudos los humores , se debia es
perar á que madurasen antes de recurrir a los purgantes. Pero ese
método ( replicaba el otro) es directamente opuesto al que nos en
seña el príncipe de la medicina : Hipócrates advierte que se debe
purgar al principio de la enfermedad y desde los primeros dias de
la mas ardiente calentura, diciendo en términos expresos, que se
ha de acudir prontamente con la purga cuando los humores están
236 GIL BLAS .
en orgasmo, es decir, en su mayor agitacion . ¡ Oh ! en eso está
vuestra equivocacion ( repuso Oquendo) : Hipócrates no entiende por
la voz orgasmo la agitacion violenta , sino mas bien la madurez de
los humores .
Acaloráronse nuestros doctores en esta disputa. El uno recitó el
texto griego, y citó todos los autores que le explicaban como él . El
otro se fiaba en la traduccion latina , empeñándose con mayor ca
lor , y tomando el asunto en tono mas alto . ¿A cuál de los dos se
habia de creer ? Don Vicente no era hombre que pudiese resolver
aquella cuestion ; pero , hallándose precisado á elegir una de las dos
opiniones , adoptó la del que habia echado al otro mundo mas en
fermos, quiero decir , la del mas viejo. Viendo esto el doctor An
drés , que era el mas mozo , se retiró , pero no sin decir primero
cuatro pullas bien picantes al mas anciano sobre su orgasmo; y hé
aquí que quedó triunfante Oquendo ; y, como seguia los mismos
principios que el doctor Sangredo, hizo sangrar copiosamente al
enfermo, esperando para purgarle a que los humores estuviesen co
cidos; pero la muerte, que temió quizá que una purga tan sabia
mente diferida no le quitase la presa que ya tenia agarrada, impi
dió la coccion, y se llevó á mi pobre amo . Tal fué el fin del señor
don Vicente , que perdió la vida porque su médico no sabia el
griego.
Despues de haber hecho Aurora las exequias correspondientes á
un hombre de su distinguido nacimiento , entró en la administra
cion de todo lo que tocaba a la casa . Dueña ya de su voluntad , des
pidió algunos criados , remunerándolos en proporcion de su lealtad
у méritos . Hecho esto, se retiró á una quinta que tenia á las már
genes del Tajo , entre Sacedon y Buendía . Yo fuí uno de los que
permanecieron con ella , y la siguieron a la aldea . No solo eso , sino
que tambien tuve la fortuna de que necesitase de mí . No obstante
el fiel informe que yo le habia dado de don Luis , todavía le ama
ba , ó , por mejor decir , no pudiendo con todos sus esfuerzos ven
cer la violencia del amor , se habia dejado llevar de su impulso .
Como ya no necesitase tomar precauciones para hablarme á solas,
me dijo un dia suspirando: Gil Blas, yo no puedo olvidar á don
Luis : por mas que hago para desecharle del pensamiento, se me
representa siempre , no ya como tú me le pintaste encenagado en
los vicios, sino como yo quisiera que fuese, tierno , amoroso y cons
tante . Enternecióse al decir estas palabras, y no pudo reprimir al
LIBRO CUARTO . 237
gupas lágrimas. Tambien á mí me faltó poco para Morar : tanto fué
lo que me conmovió su llanto . Ni podia hacerle mejor la corte que
mostrándome afligido de su pena . Veo , amigo Gil Blas , continuo
enjugándose sus hermosos ojos, veo tu buen corazon , y estoy muy
satisfecha de tu celo , que prometo recompensar bien . Nunca mas que
ahora me ha sido necesario tu auxilio . Voy a descubrirte el pensa
miento que ocupa en este instante mi atencion : sin duda te pare
cerá extravagante y caprichoso. Has de saber que quiero ir cuanto
antes á Salamanca, donde he pensado disfrazarme de caballero bajo
el nombre de don Félix , y hacer conocimiento con Pacheco, de modo
que llegue á ganar su amistad y confianza . Hablaréle frecuente
mente de doña Aurora de Guzman, suponiéndome primo suyo ; y,
como es natural que desee. conocerla, aquí es donde yo le aguardo.
Nosotros tendremos en Salamanca dos posadas; en una haré el pa
pel de don Félix , y en la otra de doña Aurora ; y , dejándome ver
de don Luis unas veces vestida de hombre y otras de mujer, es
pero traerle al fin que me he propuesto. Confieso, añadió ella mis
ma , que es muy extraño mi proyecto ; pero la pasion que me ar
rastra , y la inocente intencion con que camino , acaban de cegarme
sobre el paso á que me quiero arriesgar .
Yo era del mismo parecer que Aurora en cuanto a la extrava
gancia del designio , que creia muy insensato . Sin embargo, aun
que le tenia por tan contrario á la razon , me guardé muy bien de
hacer el pedagogo ; antes sí comencé a dorar la píldora, y me es
forcé á querer persuadir que , en vez de ser una idea disparatada,
era una delicada invencion de ingenio que no podia traer conse
cuencia . No me acuerdo ya cuánto dije para convencerla de esto ;
pero cedió á mis persuasiones, porque a los amantes siempre les
agrada que se celebren y aplaudan sus mas locos desvarios. En fin ,
convinimos los dos en que esta temeraria empresa la debíamos mi
rar como una especie de comedia burlesca inventada para divertir
nos , en la cual solo habia de pensar cada uno en representar bien
su papel. Escogimos los actores entre las gentes de casa, y repar
timos á cada cual el suyo . Todos le admitieron sin quejarse ni ha
cer esguinces , porque no éramos comediantes de profesion. A la
señora Ortiz se le encomendó el de tia de doña Aurora , señalando
sele un criado y una doncella, y habia de llamarse doña Jimena de
Guzman . A mí me tocaba el de ayuda de cámara de doña Aurora,
que habia de disfrazarse de caballero; y una de las criadas, disfra
31
238 GIL BLAS .
zada de paje, le habia de servir separadamente. Arreglados así los
papeles, nos restituimos a Madrid, donde supimos se hallaba toda
via don Luis, pero disponiendo su viaje a Salamanca . Dimos órden
para que se hiciesen cuanto antes los vestidos que habíamos me
nester, á fin de usar de ellos en tiempo y lugar; y , hechos que fue
ron , se doblaron y metieron en diferentes baules; y , dejando al
mayordomo el cuidado de la casa , marchó doña Aurora en un co
che de colleras, tomando el camino del reino de Leon, acompañada
de todos los que entrábamos en la comedia .
* Ibamos atravesando por Castilla la Vieja, cuando se rompió el
eje del coche entre Avila y Villaflor, a trescientos ó cuatrocientos
pasos de una quinta que se dejaba ver al pie de una montaña.
Veſamonos muy apurados porque se acercaba la noche; pero un al
deano, que acertó á pasar por allí , nos sacó de aquel conflicto . In
formónos de que aquella quinta era de una tal doña Elvira, viuda de
don Pedro Pinares , y fué tanto el bien que dijo de aquella señora ,
que mi ama se determinó á enviarme a suplicarle de su parte se
sirviese recogernos en su casa por aquella noche. No desmintió doña
Elvira el informe del aldeano : bien es verdad que yo desempeñé mi
comision de tal modo , que la hubiera inclinado á recibirnos en su
quinta , aun cuando no hubiera sido la señora mas agasajadora del
mundo : me recibió con mucha afabilidad , y respondió á mi súplica
en los términos que yo deseaba. Pasamos todos á la quinta tirando
las mulas el coche con el mayor tiento que se pudo . Encontramos á
la puerta á la viuda de don Pedro, que salió cortesanamente al en
LIBRO CUARTO . 239
cuentro de mi ama. Paso en silencio los recíprocos cumplimientos
que ambas se hicieron ; ' solo diré que doña Elvira era una señora
ya de edad avanzada, pero á quien ninguna mujer del mundo excedia
en desempeñar noblemente las obligaciones de la hospitalidad. Con
dujo á doña Aurora á un magnífico cuarto , donde, dejándola en li
bertad para que descansase, fué a dar disposiciones hasta sobre las
cosas mas menudas tocante á nosotros. Hecho esto , luego que estuvo
dispuesta la cena mandó se sirviese en el cuarto de Aurora, donde
las dos se sentaron a la mesa . No era la viuda de don Pedro una de
aquellas personas que no saben obsequiar en un convite , mante
niéndose en él con un aire enfadosamente grave, silencioso y pen
sativo; antes bien era de genio jovial, y sabia mantener siempre
grata la conversacion. Explicábase noblemente con frases escogidas
y adecuadas, yo admiraba su talento y el modo fino y delicado con
que expresaba sus pensamientos, lo que me tenia embelesado , y
no menos encantada se manifestaba Aarora . Se cobraron las dos
una estrecha amistad, y quedaron de acuerdo en mantenerla cor
respondiéndose por cartas . Nuestro coche no podia estar compuesto
hasta el dia siguiente, y era muy natural que no pudiésemos salir
hasta muy tarde, por lo que nos detuvimos todo aquel dia en la
misma quinta . A nosotros se nos sirvió tambien una cena muy abun
dante, y así dormimos todos tan bien como habíamos cenado .
Al dia siguiente descubrió mi ama nuevo fondo y nuevas gracias
en la conversacion de doña Elvira. Comieron las dos en una sala en
que habia muchas pinturas, entre las cuales sobresalia una , cuyas
figuras estaban pintadas con la mayor propiedad , y que ofrecia á
la vista un asunto verdaderamente trágico. Era un caballero muer
to, tendido en tierra , bañado en su misma sangre, cuyo semblante
parecia que , aun despues de muerto , estaba amenazando. Cerca de
él se dejaba ver , tendido tambien , el cadáver de una dama jóven ,
aunque en diferente actitud , atravesado el pecho con una espada ,
y cuando se representaba exbalando el último aliento tenia clava
dos los ojos en un jóven , que expresaba tener un mortal dolor de
perderla . El pincel habia representado tambien en aquel lienzo otra
figura que no llamaba menos la atencion . Era un anciano de grave,,
hermoso y venerable aspecto, que , conmovido vivamente de los fu
nestos objetos que se le presentaban a la vista , no se manifestaba
menos afligido que el jóven . Podríase decir que aquellas imágenes
sangrientas excitaban en el mozo y en el anciano iguales movimien
240 GIL BLAS .
tos, pero causando en los dos diferentes impresiones. El viejo , po
seido de una profunda tristeza, parecia estar abatido enteramente de
ella ; mas en el mozo se echaba de ver el furor mezclado con la
afliccion . Todos estos afectos estaban tan vivamente expresados ,
que no nos cansábamos de ver y admirar aquel cuadro . Preguntó
miama qué suceso ó qué historia representaba aquella pintura.
Señora, le respondió doña Elvira , es una pintura fiel de las desgra
cias de mi familia . Esta respuesta pico tanto la curiosidad de Auro
ra , y manifestó ún deseo tan vehemente de saber mas, que la viuda
de don Pedro no pudo dispensarse de prometerle la satisfaccion que
deseaba . Esta promesa fué hecha a presencia de la Ortiz , de sus
dos compañeras y mia : todos cuatro nos detuvimos en la sala des
pues de la comida. Mi ama quiso que nos retirásemos ; pero doña
Elvira , que conoció nuestra gana de oir la explicacion de aquel cua
dro, tuvo la benignidad de decirnos que nos quedásemos; añadiendo
que la historia que iba a referir no era de aquellas que pedian se
creto . Un poco despues principió su relacion en los términos si
guientes.
CAPITULO IY .
EL CASAMIENTO POR VENGANZA .
Novela .
Rogerio , rey de Sicilia , tuvo un hermano y una hermana. El
hermano, que se llamaba Manfredo , se rebeló contra él , y encen
dió en el reino una guerra no menos sangrienta que peligrosa ;pero
tuvo la desgracia de perder dos batallas y de caer en manos del
rey , quien se contentó con privarle de la libertad en castigo de su
rebelion : clemencia que solo produjo el efecto de ser tenido por bár
baro en el concepto de algunos vasallos suyos, persuadidos de que
no habia perdonado la vida a su hermano sino para ejercer en él
una venganza lenta é inhumana. Todos los demás, con mayor fun
damento, atribuian á sola su hermana Matilde el duro trato que á
Manfredo se le daba en la prision . Con efecto , esta princesa siem
pre habia aborrecido á aquel desgraciado príncipe , y no cesó de
perseguirle mientras él vivió . Murió Matilde poco despues de Man
fredo, y su temprana muerte se tuvo como un justo castigo de su
desapiadado corazon .
Dejó dos hijos Manfredo, ambos de tierna edad. Vacilo por algun
tiempo Rogerio sobre si les haria quitar la vida , temiendo que en
edad mas avanzada no les ocurriese la idea de vengar el cruel trato
que se habia dado á su padre, resucitando un partido que todavía
se sentia con fuerzas para causar peligrosas turbaciones en el esta
do. Comunicó su pensamiento al senador Leoncio Sifredo , su pri
242 GIL BLAS .
mer ministro, quien, para disuadirle de aquel intento, se encargó
de la educacion del príncipe Enrique , que era el primogénito , y
aconsejó al rey que confiase la del mas jóven , por nombre don Pe
dro , al condestable de Sicilia . Persuadido Rogerio de que estos dos
fieles ministros educarian á sus sobrinos con toda la sumision que
á él se le debia , los entregó á su lealtad y cuidado , tomando para
sí el de su sobrina Constanza . Era esta de la edad de Enrique , é hija
única de la princesa Matilde . Púsole maestros que la enseñasen , y
criadas que la sirviesen , sin perdonar nada para su educacion.
Tenia Sifredo una quinta distante dos leguas cortas de Palermo,
en un sitio llamado Belmonte . En ella se dedicó este ministro á dar
á Enrique una enseñanza , por la que mereciese con el tiempo ocu
par el real trono de Sicilia . Descubrió desde luego en aquel príncipe
prendas tan amables , que se aficionó á él como si no tuviera otros
bijos, aunque era padre de dos niñas . La mayor , que se llamaba
doña Blanca, contaba un año menos que el príncipe , y estaba do
tada de singular hermosura : la menor , por nombre Porcia , cuyo
nacimiento habia costado la vida á su madre , se hallaba aun en la
cuna. Enamoráronse uno de otro Blanca y Enrique, luego que fue
ron capaces de amar ; pero no tenian libertad de hablarse á solas.
Sin embargo, no dejaba el príncipe de lograr tal cual vez alguna
ocasion para ello . Aprovechó tan bien aquellos preciosos momentos,
que pudo persuadir a la hija de Sifredo á que le permitiese poner
por obra un designio que estaba meditando. Sucedió oportunamente
en aquel tiempo que Leoncio , de orden del rey , se vió precisado á
hacer un viaje a una de las provin
cias mas remotas de la isla ; y , du
rante su ausencia , mandó Enrique
hacer una abertura en el tabique de
su cuarto , que estaba pared por me .
dio del de doña Blanca . Cerróla con
un bastidor y tablas de madera tan
ajustadas á la abertura, y pintadas
del mismo color del tabique, que no
se distinguia de él , ni era fácil se co
nociese el artificio . Un hábil arqui
tecto , a quien el príncipe habia con
fiado su proyecto, ejecutó esta obra
con tanta diligencia como secreto.
LIBRO CUARTO . 243
Por esta puerta se introducia algunas veces el enamorado Enri
que en el cuarto de doña Blanca , pero sin abusar jamás de aquella
licencia . Si Blanca tuvo la imprudencia de permitir una entrada se
creta en su estancia, fué no obstante confiada en las palabras que
él le habia dado de que nunca pretenderia de ella sino los favores
mas inocentes. Hallóla una noche extraordinariamente inquieta y
sobresaltada. Era el caso el haber sabido que Rogerio estaba gra
vemente enfermo, y que habia despachado una estrecha órden á Si
fredo de que pasase á la corte prontamente para otorgar ante él su
testamento, como gran canciller del reino . Figurábase ver á Enri
que ya en el trono , y temia perderle cuando se viese en aquella
elevacion: este temor le causaba mucha inquietud . Tenia bañados
de lágrimas los ojos cuando entró en su cuarto Enriqne . Señora , le
dijo, ¿qué novedad es esta ? ¿ cuál es el motivo de esa profunda tris
teza ? Señor , respondió ella , no puedo ocultaros mi sobresalto.. El
rey vuestro tio dejará presto de vivir , y vos ocupareis su lugar .
Cuando considero lo que va á alejaros de mi vuestra nueva gran
deza, confieso que me aflijo. Un monarca mira las cosas con ojos
muy diversos que un amante; y aquello mismo que era todo su em
beleso cuando reconocia un poder superior al suyo , apenas le hace
mas que una ligera impresion en la elevacion del trono . Sea pre
sentimiento , sea razon , siento en mi pecho movimientos que me
agitan, y que no alcanza á calmar toda la confianza a que me alien
ta vuestra bondad : no desconfio de puestro amor ; desconfio sola
mente de mi ventura . Adorable Blanca , replicó el príncipe , obli
ganme tus temores , y ellos justifican mi pasion á tus atractivos ;
pero el exceso á que llevas tus desconfianzas ofende mi amor , y (si
me atrevo á decirlo ) la estimacion que me debes . No, no , no pien
ses que mi suerte pueda separarse de la tuya; cree mas bien que tú
sola serás siempre mi alegría y mi felicidad . Destierra, pues , de tí
ese vano temor . ¿Es posible que quieras turbar con él estos felicísi
mos momentos ? ¡ Ah , señor! replicó la hija de Leoncio , luego que
vuestros vasallos os vean coronado , os pedirán por reina una prin
cesa que descienda de una larga serie de reyes , cuyo brillante hi
meneo añada nuevos estados á los vuestros ; y tal vez ¡ ay ! vos cor
respondereis á sus esperanzas aun á pesar de vuestras mas firmes
promesas . Y ¿ por qué , repuso Enrique no sin alguna alteracion ,
por qué te anticipas á figurarte una idea triste de lo venidero ? Si el
cielo dispusiere del rey mi tio, juro que te daré la mano en Palermo
244 GIL BLAS ,
á presencia de toda mi corte . Así lo prometo, poniendo por testigo
todo lo mas sagrado que se conoce entre nosotros .
Aquietose la hija de Sifredo con las protestas de Enrique; y lo
restante de la conversacion se redujo a hablar de la enfermedad del
rey , manifestando Enrique este caso la bondad y nobleza de su co
razon . Mostróse muy afligido del estado en que se hallaba el mo
narca su tio , pudiendo mas en él la fuerza de la sangre que el
atractivo de la corona . Pero aun no sabia Blanca todas las desdi
chas que la amenazaban . Habiéndola visto el condestable de Sici
lia á tiempo que ella salia del cuarto de su padre , un dia que él
habia venido a la quinta de Belmonte á negocios importantes, que
dó ciegamente prendado de ella ; pidiósela á Sifredo al dia siguien
te, y este se la concedió ; mas, sobreviniendo al mismo tiempo la
enfermedad de Rogerio, se suspendió el casamiento, del que doña
Blanca no habia sido sabedora .
Una mañana al acabar Enrique de vestirse, quedó singularmente
sorprendido de ver entrar en su cuarto á Leoncio , seguido de doña
Blanca . Señor , le dijo aquel ministro , vengo a daros una noticia
que sin duda os afligirá , pero acompañada de un consuelo que po
drá mitigar en parte vuestro dolor . Acaba de morir el rey vuestro
tio , y por su muerte quedais heredero de la corona . La Sicilia es
ya vuestra . Los grandes del reino están aguardando en Palermo
vuestras órdenes . Yo , señor , vengo encargado de ellos a recibirlas
de vuestra boca , y en compañía de mi hija Blanca, para rendiros
los dos el primero y mas sincero homenaje que os deben todos
vuestros vasallos . Al príncipe no le cogió de nuevo esta noticia ,
por estar ya informado dos meses antes de la grave enfermedad que
padecia el rey, que poco a poco iba acabando con él . Sin embargo,
quedó suspenso algun tiempo; pero, rompiendo despues el silencio ,
y volviéndose á Leoncio , le dijo estas palabras: Prudente Sifredo,
te miro y te miraré siempre como á padre, y me alegraré de gober
narme por tus consejos; tú serás rey de Sicilia mas que yo . Dicho
esto , se llegó á una mesa donde habia una escribanía , tomó un
pliego de papel , y echó en él su firma en blanco ... ¿ Qué haceis,
señor? le interrumpió Sifredo. Mostraros mi amor y mi gratitud,
respondió Enrique ; y en seguida presentó á Blanca aquel papel y
firma, diciéndole : Recibid , señora, esta prenda deſmi fe y del domi
nio que os doy sobre mi voluntad. Tomóla Blanca , cubriéndose su
hermosa cara de un honestísimo rubor , y respondió al principe:
LIBRO CUARTO . 245
Recibo con respeto las gracias de mi rey ; pero estoy sujeta a un
padre, y espero que no llevareis á mal popga en sus manos vuestro
papel, para que use de él comu le aconsejare su prudencia .
Entregó efectivamente a su padre el papel con la firma en blan
co de Enrique . Conoció entonces Sifredo lo que hasta aquel punto
no habia descubierto su penetracion . Comprendió toda la intencion
del príncipe, y le contestó diciendo: Espero que V. M. no tendrá
motivo para arrepentirse de la confianza que se sirve bacer de mí,
y esté bien seguro de que jamás abusaré de ella . Amado Leoncio ,
interrumpió Enrique, no temas que pueda llegar semejante caso:
sea el que fuere el uso que hicieres de mi papel, no dudes que
siempre lo aprobaré. Ahora vuelve a Palermo; dispon todo lo nece
sario para mi coronacion , y dí á mis vasallos que voy prontamente
á recibir el juramento de su fidelidad, y a darles las mayores segu
ridades de mi amor. Obedeció el ministro las órdenes de su nuevo
amo , y marchó a Palermo, llevando consigo a doña Blanca.
Pocas horas despues partió tambien de Belmonte el mismo Enri
que, pensando mas en su amor que en el elevado puesto á que iba
á ascender .
Luego que se dejó ver en la ciudad , resonaron en el aire mil acla
maciones de alegría , y entre ellas entró Enrique en palacio , donde
halló ya hechos todos los preparativos para su coronacion . Encontró
en él a la princesa Constanza , vestida de riguroso luto , mostrándose
traspasada de dolor por la muerte de Rogerio . Hiciéronse los dos so
bre este asunto recíprocos cumplidos, y ambos los desempeñaron con
discrecion , aunque con algo mas de frialdad por parte de Enrique
que por la de Constanza, la cual, no obstante los disturbios de la
familia , nunca babia querido mal a este principe. Ocupó el rey el
trono, y la princesa se sentó a su lado , en una silla puesta un poco
mas abajo. Los magnates del reino se sentaron donde á cada uno
segun su clase é empleo le correspondia. Empezó la ceremonia ; y
Leoncio, que como gran canciller del reino era depositario del tes
tamento del difunto rey , dió principio á ella , leyendo en alta voz.
Contenia en sustancia que hallándose el rey sin hijos, nombraba
por sucesor en la corona al bijo primogénito de Manfredo, con la
precisa condicion de casarse con la princesa Constanza, y que, si
no queria darle la mano de esposo , quedase excluido de la corona
de Sicilia , y pasase esta al infante don Pedro , su hermano menor,
bajo la misma condicion .
32
246 GIL BLAS .
Quedó Enrique altamente sorprendido al oir esta cláusula . No se
puede expresar la pena que le causó; pero creció hasta lo sumo ,
cuando , acabada la lectura del testamento , vió que Leoncio , ba
blando con todo el consejo, dijo 'asi: Señores, babiendo puesto en
noticia de nuestro nuevo monarca la última disposicion del difunto
rey, este generoso príncipe consiente en honrar con su real mado á
su prima la princesa Constanza . Interrumpió el rey al canciller, di
ciéndole conturbado: Acordaos, Leoncio , del papel que Blanca ...
Señor ( respondió Sifredo, interrumpiéndole con precipitacion, sin
darle tiempo a que se explicase mas) , ese papel es este que pre
sento al consejo . En él reconocerán los grandes del reino el augusto
sello de V. M. , la estimacion que bace de la princesa, y su ciega
deferencia á las últimas disposiciones del difunto rey su tio . Acaba
das de decir estas palabras, comenzó a leer el papel en los térmi
nos en que él mismo le habia llenado . En él prometia el nuevo mo
narca á sus pueblos , en la forma mas auténtica, casarse con la prin
cesa Constanza, conformándose con las intenciones de Rogerio. Re
sonaron en la sala los aplausos de todos los circunstantes, diciendo :
Viva el magnánimo rey Enrique. Como era notoria a todos la aver
sion que este principe habia tenido siempre a la princesa, temian ,
no sin razon , que, indignado de la condicion del testamento , exci
tase movimientos en el reino, y se encendiese en él una guerra ci
vil que le desolase; pero , asegurados los grandes y el pueblo con la
lectura del papel que acababan de oir, esta seguridad dió motivo á
las aclamaciones universales, que despedazaban secretamente el co
razon del nuevo rey.
Constanza, que por su propia gloria , y guiada de un afecto de
cariño, tenia en todo esto mas interés que otro alguno, se apro
vechó de aquella ocasion para asegurarle de su eterno reconoci
miento . Por mas que el principe quiso disimular su turbacion ,
era tanta la que le agitaba cuando recibió el cumplido de la prince
sa , que ni aun acertó a responderle con la cortesana atencion que
exigia de él . Rindiose en fin á la violencia que él se hacia , y lle
gándose al oido á Sifredo, que por razon de su empleo estaba bas
tante cerca de su persona, le dijo en voz baja: ¿Qué es esto , Leon
cio? El papel que tu hija puso en tus manos, no fué para que usa
ses de él de esa manera . Vos faltais ... Acordaos, señor , de vuestra
gloria, le respondió Sifredo con entereza . Si nos dais la mano á
Constanza y no cumplis la voluntad del rey vuestro tio, perdióse
LIBRO CUARTO .
para vos el reino de Sicilia . Apenas dijo esto, se separó del rey pa
ra no darle lugar á que replicase. Quedó Enrique sumamente con
fuso , no pudiendo resolverse á abandonar á Blanca , ni a dejar de
portir con ella la majestad y gloria del trono. Estando dudoso largo
rato sobre el partido que habia de tomar, se determinó al cabo, pare
ciéndole haber encontrado arbitrio para conservar á la hija de Si
fredo sin verse precisado á la renuncia del trono . Aparentó querer
se sujetar á la voluntad de Rogerio , lisonjeándose de que mientras
solicitaba la dispensa de Roma para casarse con su prima , granjea
ria a su favor con gracias a los grandes del reino, y afianzaria su
poder, de manera que ninguno lo pudiese obligar á cumplir la con
dicion del testamento .
Abrazado este designio , se sosegó un poco , y , volviéndose á
Constanza , le confirmó lo que el gran canciller le habia dicho en
público ; pero en el mismo punto en que hacia traicion á su propio
corazon , ofreciendo su fe á la princesa, entró Blanca en la sala del
consejo, adonde iba de órden de su padre á cumplimentar a la prin
cesa , y llegaron a sus oidos las palabras que Enrique le decia .
Fuera de eso , no creyendo Leoncio que pudiese ya dudar de su
desgraciada suerte , le dijo, presentándola a Constanza : Rinde , bi
ja mia , tu fidelidad y respeto a la reina tu señora , deseándole to
das las prosperidades de un floreciente reinado y de un feliz bime
neo . Golpe terrible que atravesó el corazon de la desgraciada Blan
ca. En vano se esforzó á disimular su pesar. Demudósele el sem
blante encendiéndosele de repente, y pasando en un momento de
incendio á palidez , con un temblor ó estremecimiento general de
todo su cuerpo . Sin embargo , no entró en sospecha alguna la prin
cesa, pues atribuyó el desórden de sus palabras a la natural corte
dad de una doncella criada lejos del trato de la corte, y poco acos
tumbrada á ella . No sucedió lo mismo con el rey , quien perdió to
da su compostura y majestad á vista de Blanca , y salió fuera de si
mismo , leyendo en sus ojos la pena que la atormentaba . No dudó
que , creyendo las apariencias , ya en su corazon le tuviese por un
traidor. No habria sido tan grande su inquietud si hubiera podido
hablarle ; pero ¿ cómo era esto posible á vista de toda la Sicilia , que
tenia puestos los ojos en él? Por otra parte, el cruel Sifredo cerró la
puerta á esta esperanza. Estuvo viendo este ministro todo lo que
pasaba en el corazon de los dos amantes ; y , queriendo precaver
las calamidades que podia causar al estado la violencia de su amor ,
248 GIL BLAS ,
hizo con arte salir de la concurencia a su hija , y tomó con ella el
camino de Belmonte, bien resuelto por muchas razones á casarla
cuanto antes.
Luego que llegaron á aquel sitio , le hizo saber todo el horror de
su suerte , Declaróle que la habia prometido al condestable. ¡ Santo
cielo ! exclamó trasportada de un dolor que no bastó á contener la
presencia de su padre , y ¡ qué crueles suplicios tenias guardados
para la desgraciada Blanca ! Fué tan violento su arrebato, que todas
las potencias de su alma quedaron suspensas. Helado su cuerpo ,
frio y pálido , cayó desmayada en los brazos de su padre . Conmo
viéronse las entrañas de este viéndola en aquel estado. Sin embargo ,
aunque sintió vivamente lo que padecia su hija , se mantuvo firme
en su primera determinacion . Volvió Blanca en sí , mas por la fuer
za de su mismo dolor , que por el agua con que la roció su padre.
Abrió sus desmayados ojos , y viendo la priesa que se daba á so
correrla : Señor , le dijo con voz casi apagada , me avergüenzo de
que bayais visto mi flaqueza; pero la muerte , que no puede tardar
ya en poner fin á mis tormentos , os librará presto de una hija des
dichada, que sin vuestro consentimiento se atrevió á disponer de su
corazon . No , amada Blanca , respondió Leoncio , no morirás: antes
bien espero que tu virtud volverá presto á ejercer sobre tí su po
der . La pretension del condestable te da honor ; pues bien sabes que
es el primer hombre del estado ... Estimo su persona y su gran mé
rito , interrumpió Blanca ; pero , señor , el rey me habia hecho es
perar ... Hija, dijo Sifredo interrumpiéndola , sé todo lo que me pue
des decir en este asunto . No ignoro el afecto con que miras a ese
principe, y ciertamente que en otras circunstancias, lejos de desa
probarlo, yo mismo procuraria con todo empeño asegurarte la mano
de Enrique , si el interés de su gloria y el del estado no le pusieran
en precision de dársela á Constanza . Con esta única é indispensable
condicion le declaró por sucesor suyo el difunto rey . ¿ Quieres tú
que prefiera tu persona á la corona de Sicilia? Créeme, bija, te acom -
paño vivamente en el dolor que te aflige: con todo eso , supuesto
que no podemos luchar contra el destino, haz un esfuerzo generoso.
Tu misma gloria se interesa en que hagas ver á todo el reino que no
fuiste capaz de consentir en una esperanza aérea : fuera de que tu
pasion al rey podia dar motivo á rumores poco favorables á tu de
coro: y , para evitarlos, el único medio es que te cases con el con
destable . En fin , Blanca , ya no es tiempo de deliberar; el rey te deja
LIBRO CUARTO . 249
por un trono, y da su mano á Constanza . Al condestable le tengo
e
dada mi palabra: desempeñala tú , te ruego ; y , si para resolvert
fuere necesario que me valga de mi autoridad , te lo mando .
Dichas estas palabras, la dejó, dándole lugar para que reflexio
base sobre lo que acababa de decirle. Esperaba que , despues de
haber pesado bien las razones de que se habia valido para sostener
su virtud contra la inclinacion de su corazon , se determinaria por
sí misma á dar la mano al condestable . No se engañó en esto ; pero
¡cuánto costó á la infeliz Blanca tan dolorosa resolucion ! Hallábase
en el estado mas digno de lástima : el sentimiento de ver que habian
pasado á ser evidencias sus presentimientos sobre la deslealtad de
Enrique, y la precision , no casándose con él , de entregarse a un
hombre a quien no le era posible amar , causaban en su pecho unos
impulsos de afliccion tan violentos , que cada instante era un nuevo
tormento para ella . Si es cierta mi desgracia, exclamaba, ¿ cómo es
posible que yo resista á ella sin costarme la vida? Desapiadada suer
te, já qué fin me lisonjeabas con las mas dulces esperanzas , si ha -
bias de arrojarme en un abismo de males? ¿ Y tú , pérfido amante,
tú te entregas á otra cuando me prometes una fidelidad eterna ! ¿Has
podido tan pronto olvidarte de la fe que me juraste? Permita el cielo
en castigo de tu cruel engaño que el lecho conyugal que vas á man
char con un perjurio, se convierta en teatro de crueles remordi
mientos, en vez de los lícitos placeres que esperas; que las caricias
de Constanza derramen un veneno en tu fementido pecho; y que tu
bimeneo sea tan fupesto como el mio . ¡ Sí , traidor ! ; sí , falso ! seré
esposa del condestable , á quien no amo , para vengarme de mí mis
ma, y para castigarme de haber elegido tan mal el objeto de mi
loca pasion . Ya que la religion no me permite darme la muerte ,
quiero que los dias que me quedan de vida sean una cadena de pe
sares y molestias. Si conservas todavía algun amor hácia mí , será
vengarme tambien de tí el arrojarme á tu vista en los brazos de
otro; pero , si me has olvidado enteramente , podrá á lo menos glo
riarse la Sicilia de haber producido una mujer que supo castigar en
sí misma la demasiada ligereza con que dispuso de su corazon .
En esta dolorosa situacion pasó la noche que precedió a su ma
trimonio con el condestable, aquella infeliz víctima del honor y del
deber. El dia siguiente, hallando Sifredo pronta y dispuesta á su
bija á obedecerle en lo que deseaba, se dió priesa á no malograr tan
favorable coyuntura. Hizo ir aquel mismo dia al condestable á Bel
250 GIL BLAS .
monte, y se celebró de secreto el matrimonio en la capilla de aque
lla quinta . ¡ Oh , y qué dia aquel para Blanca ! No le bastaba renun
ciar á una corona, perder un amante amado, y entregarse á un
objeto aborrecido , sino que era menester hacerse la mayor violen
cia, y disimular su angustia delante de un marido naturalmente ce
loso , y que le profesaba un vehementísimo cariño. Lleno de júbilo el
esposo , porque era ya suya , no se apartaba un momento de su lado,
У ni aun la dejaba el triste consuelo de llorar á solas sus desgracias.
Llegó la noche , y con ella la hora en que á la hija de Leoncio se le
aumentó la pena . Pero ¡ qué fué de ella cuando, babiéndola desnu
dado sus criadas, la dejaron sola con el còndestable! Preguntóle este
respetuosamente cuál era el motivo de aquel decaimiento en que
parecia que estaba . Turbó esta pregunta a Blanca ,quien fingió que
se sentia indispuesta. Al pronto quedó el esposo engañado, pero
permaneció poco en su error. Como verdaderamente le tenia inquie
to el estado en que la veia , y la instaba á que se acostase , estas
instancias , que ella interpretó mal , ofrecieron á su imaginacion la
idea mas amarga y cruel; tanto, que , no siendo ya dueña de po
derse reprimir, dió libre curso á sus suspiros y á sus lágrimas. ¡ Ob ,
qué espectáculo para un hombre que pensaba haber llegado al col
mo de sus deseos ! Entonces ya no puso duda en que en la afliccion
de su esposa se ocultaba alguna cosa de mal agüero para su amor .
Con todo eso , aunque este conocimiento le puso en términos casi tan
deplorables como los de Blanca , pudo tanto consigo , que supo di
simular sus recelos. Repitió las instancias para que se acostase,
dándole palabra de que la dejaria reposar quietamente todo lo que
hubiese menester, y aun se ofreció á llamar á sus criadas si juzga
ba que su asistencia le podia servir de algun alivio . Respondió Blan
ca , serenada con esta promesa , que solamente necesitaba dormir
para reparar el desfallecimiento que sentia. Fingió creerla el con
destable . Acostáronse los dos , y pasaron una noche muy diferente
de la que conceden el amor y el himeneo á dos amantes apasio
nados.
Mientras la hija de Sifredo se entregaba á su dolor , andaba el
condestable considerando dentro de sí qué cosa podia ser la que
llenaba de amargura su matrimonio . Persuadíase que tenia algun
competidor; pero , cuando le queria descubrir, se enredaban y con
fundian sus ideas ; y sabia solamente que él era el hombre mas fe
liz del mundo . Habia pasado con este desasosiego las dos terceras
LIBRO CUARTO . 251
partes de la noche , cuando llegó a sus oidos un ruido confuso . Que
dó sumamente sorprendido , sintiendo ciertos pasos lentos en su mis
mo cuarto. Túvolo por ilusion , acordándose de que él por sí habia
cerrado la puerta luego que se retiraron las criadas de Blanca . Des
corrió no obstante la cortina de la cama para informarse por sus
propios ojos de la causa que podia haber ocasionado aquel ruido ;
pero, habiéndose apagado la luz que habia quedado encendida en la
chimenea , solo pudo oir una voz débil y ténue que llamaba repe
tidamente á Blanca . Encendiéronse entonces sus celosas sospechas ,
convirtiéndose en furor: sobresaltado su honor , le obligó á levan
tarse, y considerándose obligado á precaver una afrenta ó á tomar
venganza de ella , echó mano á la espada, y con ella desnuda acudió
farioso hacia donde creia oir la voz . Siente otra espada desnuda que
hace resistencia a la suya ; avanza , y advierte que el otro se retira .
Sigue al que se defiende, y de repente cesa la defensa, y sucede al
ruido el mas profundo silencio . Busca á tientas por todos los rinco
nes del cuarto al que parecia huir , y no le encuentra . Párase , es
cucha, y ya nada oye . ¿Qué encanto es este? Acércase á la puerta ,
que a su parecer babia favorecido la fuga del secreto enemigo de
su honra; tienta el cerrojo , y hállala cerrada como la habia dejado.
No pudiendo comprender cosa algupa de tan extraño suceso , llama
á los criados que estaban mas cercanos, y como para eso abrió la
puerta , cerrando el paso de ella , se mantuvo con cautela, para que
no se escapase el que buscaba.
A sus repetidas voces acuden algunos criados todos con luces .
Toma él mismo una , y vuelve á examinar todos los rincones del
cuarto, siempre con la espada desnuda . A nioguno balla , y no des
cubre pi aun el menor indicio de que nadie haya entrado en él , no
encontrándose puerta secreta , ni abertura por donde pudiera intro
ducirse . Sin embargo, no le era posible cegarse ni alucinarse sobre
tantos incidentes que le persuadian su desgracia. Esto despertó en
su fantasía gran confusion de pensamientos . Recurrir á Blanca para
el desengaño, parecia recurso inútil , igualmente que arriesgado,
pues le importaba tanto ocultar la verdad, que no se podia esperar
de ella la mas leve explicacion . Adoptó pues el partido de ir a des
ahogar su corazon con Leoncio , despues de haber mandado á los
criados se fuesen, diciéndoles que creia haber oido algun ruido en
el cuarto , pero que se habia equivocado . Encontró a su suegro que
salia de su cuarto, babiéndole despertado el rumor que habia oido ,
252 GIL BLAS .
y le conló menudamente todo lo que le habia pasado, con muestras
de extraña agitacion y de un profundo dolor .
Sorprendióse Sifredo al oir el suceso, y no dudó ni un solo mo
mento de su verdad , por mas que las apariencias la representasen
poco natural , pareciéndole desde luego que todo era posible en la
ciega pasion del rey , pensamiento que le afligió vivamente , Pero,
lejos de fomentar las celosas sospechas de su yerno, le representó
en tono de seguridad que aquella voz que se imaginaba haber oido,
y aquella espada que se figuraba baberse opuesto a la suya , no po
dian ser sino fantasías de una imaginacion engañada por los celos;
que no era posible que ninguno tuviese aliento para entrar en el
cuarto de su bija; que la tristeza que habia advertido en ella podia
ser efecto natural de alguna indisposicion ; que el honor nada tenią
que ver coộ las alteraciones de la salud ; que la mudanza de estado
en una doncella acostumbrada a vivir en la soledad , y que se veia
repentinamente entregada a un hombre sin baber tenido tiempo para
conocerle ni amarle , podia muy bien ser la causa de aquellos sus
piros , de aquella afliccion y de aquel amargo llanto ; que el amor
ea el corazon de las doncellas de sangre noble solo se encendia con
el tiempo y con los obsequios, y que así le aconsejaba calmase sus
recelos , y aumentase su amor y sus finezas, para ir disponiendo
poco a poco á Blanca á mostrarse mas cariñosa; y que le rogaba en
fin volviese hacia ella , persuadido de que su desconfianza y turba
cion ofendian su virtud .
Nada respondió el condestable a las razones de su suegro , ó por
que en efecto comenzó á creer que pudo haberle engañado la con
fusion en que estaba su espíritu , ó porque le pareció mas conve
niente disimular que intentar en vano convencer al anciano de un
acontecimiento tan desnudo de verosimilitud . Restituyóse al cuarto
de su mujer, se volvió á la cama , y procuró lograr algun descanso
de sus penosas inquietudes á beneficio del sueño . Por lo que toca á
Blanca , no estaba mas tranquila que él , porque habia oido clara
mente todo lo que oyó su esposo , y no podia atribuir á ilusion un
lance de cuyo secreto y motivos estaba tan enterada. Estaba admi
rada de que Enrique hubiese pensado en introducirse en su cuarto
despues de haber dado tan solemnemente su palabra á la princesa
Constanza; y en vez de darse el parabien de este paso , y de que le
causase alguna alegría, lo conceptuó como un nuevo ultraje , que
encendia en cólera su pecho.
LIBRO CUARTO . 253
Mientras la hija de Sifredo, preocupada contra el jóven rey, le
juzgaba por el mas pérfido de los hombres, el desgraciado mo
narca, mas prendado que nunca de su amada Blanca , deseaba ha
blarle para desengañarla contra las apariencias que le condenaban.
Hubiera venido mucho mas presto á Belmonte para este efecto , á
habérselo permitido los cuidados y ocupaciones del gobierno , ó si
antes de aquella noche hubiera podido evadirse de la corte . Cono
cia bien todas las entradas de un sitio en donde se habia criado, y
ningun obstáculo tenia para hallar modo de introducirse en la quin
ta, habiéndose quedado con la llave de una entrada secreta que
comunicaba a los jardines . Por estos llegó a su antiguo cuarto , y
desde él se introdujo en el de Blanca . Fácil es imaginar cuánta seria
la admiracion de este príncipe cuando tropezó allí con un hombre у
con una espada que salia al encuentro de la suya . Faltó poco para
que no se descubriese, haciendo castigar en aquel mismo instante al
temerario que tenia atrevimiento de levantar su mano sacrilega
contra su propio rey ; pero la consideracion que debia á la hija de
Leoncio suspendió su resentimiento; se retiró por donde habia en
trado, y mas turbado que antes volvió a tomar el camino de Paler
mo . Llegó a la ciudad poco antes que despuntase el dia , y se en
cerró en su cuarto , tan agitado , que no le fué posible lograr nin
gun descanso, y no pensó mas que en volver á Belmonte . La
seguridad de su vida , su mismo honor , y sobre todo su amor, le
excitaban a que procurase saber sin dilacion todas las circunstan
cias de tan cruel acontecimiento .
Apenas se levantó, dió órden que se previniese el tren de caza , y
con pretexto de querer divertirse en ella , se fué al bosque de Bel
monte con sus monteros y algunos cortesanos. Cazó por disimulo
algun tiempo, y cuando vió que toda su comitiva corria tras de los
perros, él se separó, y marchó solo a la quinta de Leoncio . Estaba
1
seguro de no perderse, porque tenia muy conocidas todas las sendas
del bosque; y no permitiéndole su impaciencia atender a la fatiga de
su caballo , en breve tiempo corrió todo el espacio que le separaba
del objeto de su amor . Caminaba discurriendo algun pretexto plau
sible que le proporcionase ver en secreto á la hija de Sifredo, cuando ,
al atravesar un sendero que iba a dar á una de las puertas del par
que , vió no lejos de sí á dos mujeres que estaban sentadas en con
versacion a la sombra de un árbol. No dudó que eran algunas per
sonas de la quinta, y esta vista le causó algun sobresalto; pero su
33
254 GIL BLAS.
agitacion llegó á lo sumo cuando, volviendo aquellasmujeresla ca
beza alruido que hacia el caballo, reconoció que su adorada Blanca
era una de ellas. Habia salido de la quinta , llevando consigo á Ni
se, criada de su mayor confianza, para llorar con libertad su des
dicha en aquel sitio retirado .
Luego que Enrique la conoció , fué volando hacia ella , precipi
tóse, por decirlo así, del caballo , arrojóse á sus piés, y descubrien
do en sus ojos todas las señales de la mas viva afliccion , le dijo en
ternecido: Suspende, bella Blanca , los ímpetus de tu dolor. Las
apariencias confieso que me hacen parecer culpable á tus ojos, mas
cuando estés enterada del designio que he formado con respecto á
tí, puede ser que lo que miras como delito , te parezca una prueba
de miinocencia y del exceso de mi amor. Estas palabras, que en el
concepto de Enrique le parecian capaces de mitigar la pena de Blan
ca , solo sirvieron para exacerbarla mas. Quiso responderle , pero
los sollozos ahogaron su voz . Asombrado el príncipe de verla tan
turbada, prosiguió diciéndole: Pues qué, señora , ¿es posible que no
pueda yo calmar el desasosiego que os agita ? ¿Por qué desgracia
he perdido vuestra confianza, yo que expongo mi corona y hasta
mi vida por conservarme solo para vos? Entonces la hija de Leoncio,
haciendo el mayor esfuerzo sobre sí misma para explicarse , le res
pondió : Señor, ya llegan tarde vuestras promesas: no hay ya po
der en el mundo para que en adelante sea una misma la suerte de
los dos. ¡Ay, Blanca ! interrumpió el rey precipitadamente, iqué pa
labras tan crueles han proferido tus labios! ¿Quién será capaz en el
mundo de hacerme perder tu amor? ¿Quién será tan osado que
tenga aliento para oponerse al furor de un rey que reduciria á ce
nizas toda la Sicilia antes que sufrir que ninguno os robe á sus es
peranzas? Inútil será , señor, todo vuestro poder , respondió con des
mayada voz la hija de Sifredo, para allanar el invencible obstáculo
que nos separa. Sabed que soy mujer del condestable .
¡Mujer del condestable! exclamó el rey dando algunos pasos atrás;
y no pudo decir más: tan sorprendido quedó de aquel impensado
golpe. Faltáronle las fuerzas, y cayó desmayado al pié de un árbol
que estaba allí cerca . Quedó pálido, trémulo, y tan enajenado, que
solo tenia libres los ojos para fijarlos en Blanca de un modo tan
tierno, que desde luego la dejaba comprender cuanto le habia afli
gido el infortunio que le anunciaba. Blanca por su parte le miraba
tambien con semblante tal, que manifestaba ser muy parecidos los
LIBRO CUARTO . 255
afectos de su corazon á los que tanto agitaban el de Enrique.Mirá
banse los dos desventurados amantes con un silencio en que se de
jaba traslucir cierta especie de horror. Por último, el príncipe , vol
viendo, algun tanto de su trastorno por un esfuerzo de valor , tomó
de nuevo la palabra , y dijo á Blanca suspirando: ¿Qué habeis he
cho, señora ? Vuestra credulidad me ha perdido á mí, y os ha per
dido á vos.
Resintióse Blanca de que el rey á su parecer la culpase , cuando
ella vivia persuadida de que tenia de su parte lasmas poderosas ra
zones para estar quejosa de él, y le dijo : Qué, señor, ¿pretendeis
por ventura añadir el disimulo á la infidelidad? ¿Queríais que des
mintiese á mis ojos y á mis oidos , y que a pesar de su testimonio os
tuviese por inocente ? No, señor, confieso que no me siento con va
lor para hacer esta violencia á mi razon. Sin embargo, dijo el rey,
esos testigos de que tanto os fiais os han engañado ciertamente .
Han conspirado contra vos, y os han hecho traicion . Tan verdad es
que yo estoy inocente, y que siempre os he sido fiel, como lo es que
vos sois esposa del condestable. Pues qué, señor, repuso Blanca ,
inegareis que yomisma osoí confirmar á Constanza el don de vues
tra mano y de vuestro corazon ? ¿No asegurásteis á los grandes del
reino que os conformaríais con la voluntad del rey difunto , y á la
princesa que recibiria de vuestros nuevos vasallos los homenajes que
se debian á una reina y esposa del príncipe Enrique? ¿Mis ojos es
taban fascinados? Confesad, confesad mas bien , infiel, que no creis
teis debia contrapesar el corazon de Blanca el interés de una coro
na; y , sin abatiros á fingir lo que no sentís , ni quizá habeis sentido
jamás, decid que os pareció asegurar mejor el trono de Sicilia con
Constanza, que con la bija de Leoncio . Al cabo, señor, teneis razon:
igualmente desmerecia yo ocupar un trono tan soberano como poseer
el corazon de un príncipe como vos . Era demasiada mi temeridad
en aspirar a la posesión de uno y otro ; pero vos tampoco debíais
mantenerme en este error. No ignorais los sobresaltos que me ha
costado perderos, lo que siempre tuve por infalible para mí. ¿A qué
fin asegurarme lo contrario ? ¿ A qué fin tanto empeño en desvane
cer mis temores? Entonces me hubiera quejado de mi suerte y no
de vos, y hubiera sido siempre vuestro mi corazon, ya que no po
dia serlo una mano que ningun otro pudiera jamás haber logrado
de mí. Ya no es tiempo de disculparos. Soy esposa del condestable ;
y, por no exponerme á las consecuencias de una conversacion que
256 GIL BLAS .
mi gloria no me permite alargar sin padecer mucho el rubor, dadme
licencia , señor , para cortarla, y para que deje á un príncipe á quien
ya no me es lícito escuchar .
Dicho esto , se alejó de Enrique con toda la celeridad que le per
mitia el estado en que se encontraba . Aguardaos, señora , clamaba
Eorique , no desespereis á un príncipe resuelto á dar en tierra con
el trono que le echais en cara haber preferido á vos , antes que cor
responder a lo que esperan de él sus nuevos vasallos. Ya es inútil
ese sacrificio, respondió Blanca . Debierais haber impedido diese la
mano al condestable antes de abandonaros á tan generosos impul
sos ; y, puesto que ya no soy libre , me importa poco que Sicilia
quede reducida á pavesas , ni que deis vuestra mano á quien quisie
reis . Si tuve la flaqueza de dejar sorprender mi corazon , tendré á
lo menos valor para sofocar sus movimientos , y que vea el rey de
Sicilia que la esposa del condestable ya no es ni puede ser amante
del principe Enrique . Al decir estas palabras se halló á la puerta del
parque , entróse en él con precipitacion , acompañada de Nise , cerró
la puerta con impetu , y dejó al rey traspasado de dolor . No podia
menos de sentir él la profunda herida que habia abierto en su co
razon la noticia del matrimonio de Blanca . ¡Injusta Blanca ! ¡Blanca
cruel ! exclamaba : ¿es posible que así hubieses perdido la memoria
de nuestras recíprocas promesas ? A pesar de mis juramentos y los
tuyos , estamos ya separados. ¿Conque no fué mas que una ilusion
la idea que yo me habia formado de ser algun dia el único dueño
tuyo? ¡ Ah , cruel , y qué caro me cuesta el haber llegado á conseguir
que mi amor fuese de ti correspondido !
Representósele entonces á la imaginacion con la mayor viveza la
fortuna de su rival , acompañada de todos los horrores de los celos;
y esta pasion se apoderó lan fuertemente de él por algunos momen
tos, que le faltó poco para sacrificar a su resentimiento al condes
table, y aun al mismo Sifredo. Pero poco despues entró la razon á
calmar los impetus de su cólera. Con todo eso , cuando consideraba
imposible el desimpresionar á Blanca del concepto en que estaba de
su infidelidad, se desesperaba. Lisopjeábase de que cambiaria aquel
concepto si hallaba arbitrio para hablarla á solas. Animado con este
pensamiento, se persuadió de que era menester alejar de su com
pañía al condestable, y resolvió hacerle prender como á reo sospe
choso en las circunstancias en que se hallaba el estado. En este su
puesto dió la orden competente al capitan de sus guardias, el cual
LIBRO CUARTO . 257
partió á Belmonte , se apoderó de su persona á la entrada de la no
che , y llevóle consigo al castillo de Palermo.
Consternóse el palacio de Belmonte con este acontecimiento . Si
fredo partió al punto á responder al rey de la inocencia de su yerno ,
y á representarle las funestas consecuencias de semejante prision .
Previendo bien el rey este paso que su ministro daria , y deseando
lograr un rato de libre conversacion con Blanca antes de dar liber
tad al condestable, habia mandado expresamente que no se dejase
entrar a nadie en su cuarto aquella noche . Pero Sifredo , a pesar de
esta prohibicion , logró introducirse en la estancia del rey : Señor, le
dijo luego que se vió en su presencia, si es permitido á un respe
tuoso y fiel vasallo quejarse de su soberano, vengo a quejarme a
vos de vos mismo . ¿ Qué delito ba cometido mi yerno? ¿Ha conside
rado V. M. la eterna afrenta de que cubre á mi familia , y las re
sultas de una prision que puede alejar de su servicio a las personas
que ocupan los primeros puestos del estado? Tengo avisos ciertos,
respondió el rey , de que el condestable mantiene inteligencias cri
mipales con el infante don Pedro. ¡ El condestable inteligencias cri
minales! interrumpió sorprendido Leoncio . ¡ Ah , señor ! no lo crea
V. M .: sin duda han abusado de vuestro magnápimo corazon . La
traicion nunca tuvo entrada en la familia de Sifredo; bástale al con
destable ser yerno mio para hallarse en este punto al abrigo de toda
sospecha. El . está inocente ; otros motivos secretos son los que os
ban inducido á prenderle.
Puesto que me hablas con tanta claridad , repuso el rey , quiero
corresponderte con la misma . Tú te quejas de que yo haya man
dado arrestar al condestable . ¡ Ah ! oy no podré yo tambien quejar
me de tu crueldad ? Tú , bárbaro Sifredo, tú eres el que me has arre
batado inhumanamente mi reposo , poniéndome en situacion , con
tus cuidados oficiosos, de que envidie la suerte de los hombres mas
infelices. No , no te lisonjees de que yo adopte tus ideas . Vanamente
está resuelto mi matrimonio con Constanza ... ¡ Qué , señor ! inter
rumpió estremeciéndose Leoncio , ¿ cómo será posible que no os ca
seis con la princesa , despues de haberla lisonjeado con esta espe
ranza á vista de todo el reino? Si es que engaño su esperanza, ro
puso el monarca , échate á tí solo la culpa . ¿Por qué me pusiste tú
mismo en precision de ofrecer lo que no podia cumplir? ¿Quién te
obligó a escribir el nombre de Constanza en un papel que se habia
hecho para tu hija ? Sabias muy bien mi intencion. ¿Quién te dió
258 GIL BLAS.
autoridad para tiranizar el corazon de Blanca , obligándola á casarse
con un hombre á quien no amaba ? Y ¿quién te la dió sobre el mio
para disponer de él en favor de una princesa á quien miro con hor
ror? ¿Te has olvidado ya de que es hija de aquella cruel Matilde,
que, atropellando todos los derechos de la sangre y de la humani
dad, hizo espirar á mi padre entre los hierros del mas duro cauti
verio ? ¿ Y a esta querias tú que yo diese mimano? No, Sifredo, no
aguardes de mí este paso. Antes de ver encendidas las teas de tan
horrible bimeneo , verás arder toda la Sicilia , y anegados de sangre
sus campos.
¡Qué es lo que escucho ! exclamó Leoncio : iqué terribles amena
zas, qué funestos anuncios me haceis ! Pero en vano me sobresalto ,
continuó mudando de tono. No, señor, nada de esto temo . Es de
masiado el amor que profesais á vuestros vasallos para acarrearles
tan triste suerte . No será capaz un ciego amor de avasallar vuestra
razon . Echaríais un eterno borron a vuestras virtudes, si os dejarais .
llevar de las flaquezas propias de hombres vulgares. Si yo di mi
hija al condestable , fué, señor , únicamente por granjear para vues
tro servicio á un hombre valeroso, que, con la fuerza de su brazo
y del ejército que tiene a su disposicion , apoyase vuestrosintereses
contra las pretensiones del príncipe don Pedro . Parecióme que,
uniéndole á mi familia con lazos tan estrechos... ¡Ah! que esos la
zos, interrumpió Enrique, esos funestos lazos son los que a mime
ban perdido. ¡Cruel amigo! ¿qué te habia hecho yo para que des
cargases sobre mí tan duro é intolerable golpe? Habíate encargado
que manejases mis intereses , pero ¿cuándo te di facultad para que
esto fuese á costa de mi corazon? ¿por qué no dejaste que yo mismo
defendiese mis derechos? ¿parécete que no tendria valor ni fuerzas
para hacerme obedecer de todos los vasallos que osasen oponerse á
mi voluntad? Si el condestable fuese uno de ellos, sabria yo muy
bier castigarle. Ya sé que los reyes no han de ser tiranos, y que
su primera obligacion es la demirar por la felicidad de sus pueblos;
pero ¿han de ser esclavos de estos los mismos soberanos, y esto
desde el momento en que el cielo los elige para gobernarlos? ¿ Pier
den por ventura el derecho que la misma naturaleza concedió á to
dos los hombres de ser dueños de sus afectos? ¡Ah , Leoncio ! si los
reyes han de perder aquella preciosa libertad que gozan los demás
hombres , ahí te abandono una corona que tú me aseguraste á cos
ta de misosiego.
LIBRO CUARTO . 259
Señor, replicó elministro, no puede ignorar V . M .que el rey su
tio sujetó la sucesion al trono á la precisa condicion del matrimo
nio con la princesa Constanza. Y ¿quién dió autoridad al rey mi
tio , repuso acalorado Enrique, para establecer tan violenta como in
justa disposicion ? ¿Habia recibido acaso él tan indigna ley de su
hermano el rey don Carlos cuando entró á sucederle? ¿ Y por ven
tura debias tú tener la flaqueza de someterle á una condicion tan
inicua? Cierto que para un gran canciller estás poco enterado de
nuestros usos. En una palabra , cuando prometímimano á Constan
tanza , fué in voluntaria mi promesa , que nunca tuve intencion de
cumplirla . Si don Pedro funda su esperanza de ascender al trono
en mi constante resolucion de no efectuar aquella palabra , no mez
clemos á los pueblos en una contienda que haria derramar mucha
sangre . La espada entre nosotros solos puede terminar la disputa ,
y decidir cuál de los dos será el mas digno de reinar.
No se atrevió Leoncio a apurarle mas, y se contentó con pedir
de rodillas la libertad de su yerno, la que consiguió diciéndole el rey:
Anda, y restitúyete á Belmonte , que presto irá allá el condestable .
Retiróse el ministro, y marchó á su quinta , persuadido de que su
yerno vendria luego a ella ; pero engañóse , porque Enrique queria
ver á Blanca aquella noche, y con este fin dilató hasta el dia si
guiente la libertad de su esposo.
Mientras tanto , entregado este á sus tristes pensamientos , hacia
dentro de sí crueles reflexiones . La prision le habia abierto los ojos.
y héchole conocer cuál era la verdadera causa de su desgracia . En
tregado enteramente á la violencia de los celos, y olvidado de la
lealtad que hasta allí le habia hecho tan recomendable, solo res
piraba venganza . Persuadido de que el rey no malograria la oca
sion y no dejaria de ir aquella noche a visitar á doña Blanca, para
sorprenderlos á entrambos, suplicó al gobernador del castillo de Pa
lermo le dejase salir de la prision por algunas horas, dándole pala
bra de honor de que antes de amanecer se restituiria á ella . El go
bernador, que era todo suyo , tuvo poca dificultad en darle este
gusto, y mas babiendo sabido ya que Sifredo habia alcanzado del
rey su libertad , y además de eso le dió un caballo para ir á Bel
monte. Partió prontamente, llegó al sitio, ató el caballo á un árbol,
entró en el parque por una puerta pequeña, cuya llave tenia, y tu
vo la fortuna de introducirse en la quinta sin ser sentido de nadie .
Llegó hasta el cuarto de su mujer, y se escondió tras un biombo que
260 GIL BLAS .
habia en la antesala . Pensaba observar desde allí todo lo que pu
diese suceder, y entrar de repente en la estancia de su esposa al
menor ruido que oyese . Vió salir á Nise, que acababa de dejar á
1
su ama , y se retiraba a un cuarto inmediato donde ella dormia .
La hija de Sifredo , que fácilmente habia penetrado el verdadero
motivo del arresto de su marido , tuvo por cierto que aquella noche
no volveria este á Belmonte , aunque su padre le habia dicho haber
le el rey asegurado le seguiria presto . Igualmente se presumió que
el rey aprovecharia aquella ocasion para verla y hablarla con li
bertad . Con este pensamiento le estaba esperando para afearle una
accion que para ella podia tener terribles consecuencias . Con efec
to, poco tiempo despues que Nise se habia retirado , se abrió la fal
sa puerta, y apareció el rey , quien arrojándose á los piés de Blan
ca , le dijo: No me condeneis hasta haberme oido . Si mandé arrestar
al condestable, considerad que ya no me restaba otro medio para
justificarme. Si es delincuente este artificio, la culpa es de vos sola .
¿ Por qué os negásteis á oirme esta mañana ? Tardará poco en verse
libre vuestro esposo , y entonces jay de mí ! ya no tendré recurso
para hablaros. Oidme pues por última vez . Si vuestro padre ocasio
na mi desventurada suerte , al menos concededme el triste consuelo
de participaros que yo no me be atraido este infortunio por mi infi
delidad . Si ratifiqué á Constanza la promesa de mi mano , fué por
que , en las circunstancias en que me puso Sifredo, no podia hacer
otra cosa . Erame preciso engañar a la princesa por vuestro interés
y por el mio , para aseguraros la corona y la mano de vuestro
amante . Tenia esperanza de conseguirlo , y habia tomado mis me
didas para romper aquella obligacion, pero vos destruisteis mi plan ,
y , disponiendo con demasiada facilidad de vuestra persona , prepa
rasteis un eterno dolor a dos corazones que un entrañable amor hu
biera hecho perpetuamente felices.
Dió fin á este breve razonamiento con señales tan visibles de una
verdadera desesperacion , que Blanca se enterneció , y ya no le que
dó la menor duda de la inocencia de Enrique . Alegróse un poco al
principio; pero un momento despues fué en ella mas vivo el dolor
de su desgracia. ¡ Ab , señor ! dijo: despues de lo que ha dispuesto
de nosotros la suerte , me causa nueva pena el saber que estais ino
cente. ¿Qué es lo que he hecho , desdichada de mí ! Engañóme mi
resentimiento . Juzgué que me habíais abandonado ; y , arrebatada de
despecho, recibí la mano del condestable , que mi padre me presen
LIBRO CUARTO . 261
tó. ¡Ah infeliz! Yo fuí la delincuente, y yo misma fabriqué nuestra
desgracia. ¡ Conque cuando estaba tan quejosa de vos, acusándoos
en mi corazon de que me habíais engañado, era yo, imprudente y
ligerísima amante , la que rompia los lazos que habia jurado hacer
indisolubles! Vengaos ahora, señor , pues os toca hacerlo. Aborre
ced á la ingrata Blanca ... Olvidad ... Y gos parece que lo podré
hacer, señora ? interrumpió Enrique tristemente; iqué ! ¿ será posible
arrancar de mi corazon una pasion que ni aur vuestra injusticia
podrá sofocarla ? Con todo eso , señor , dijo suspirando la hija de Si
fredo, es menester que os esforceis para conseguirlo . Y vos , señora ,
replicó el rey, csereis capaz de hacer ese esfuerzo ? No me prometo
lograrlo, respondió Blanca , pero nada omitiré para ello : lo intenta
ré cuanto pueda . ¡ Ab cruel ! exclamó el rey , fácilmente olvidareis
á Enrique, puesto que teneis tal pensamiento. Y vos , señor , equé
es lo que pensais? repuso Blanca con entereza: os lisonjeais de que
os tolere continuar en obsequiarme? No tengais tal esperanza. Si no
quiso el cielo que naciese para reina , tampoco me formó para que
diese oidos á ningun amor que no sea legitimo. Mi esposo es igual
mente que vos, de la nobilísima casa de Anjou; y aun cuando lo
que debo solo á él no fuera un obstáculo invencible à vuestros amo
rosos servicios, mi honor jamás podria permitirlos . Suplico pues á
V. M. que se retire , y que haga ánimo de no volverme á ver. ¡ Oh
qué tiranía ! exclamó el rey: ¿es posible , Blanca, que me trateis con
tanto rigor? ¡ Conque no basta para atormentarme el que yo os
vea esposa del condestable, sino que quereis además privarme de
vuestra vista , único consuelo que me queda ! Huid cuanto antes,
señor, respondió la hija de Sifredo derramando algunas lágrimas:
la vista de lo que se ba amado tiernamente deja de ser un bien lue
go qué se pierde la esperanza de poseerlo. Adios, señor; retiraos
de mi presencia . Debeis este esfuerzo á vuestra gloria y á mi re
putacion. Tambien os lo pido por mi reposo; porque al fin , aunque
mi virtud no se altera con los movimientos de mi corazon , la me
moria de vuestra ternura me presenta combates tan terribles, que
me cuesta extraordinarios esfuerzos el resistirlos.
Pronunció estas últimas palabras con tanta energía, que sin ad
vertirlo dejó caer al suelo un candelero que estaba en una mesa
detrás de ella . A pagóse la bujía ; cógela Blanca á tientas, abre la
puerta de la antesala , y para encenderla , va al gabinete de Nise ,
que aun no se habia acostado. Vuelve con luz , y apenas la vió el
34
262 GIL BLAS.
rey , la instó de nuevo para que le permitiese continuar en sus ob
sequios. A la voz del monarca entró repentinamente el condestable
con la espada en la mano en el cuarto de su esposa , casi al mismo
tiempo que ella : se llega á Enrique lleno del resentimiento que su
furor le inspiraba, y le dice: Ya es demasiado, tirano, no me ten
gas por tan vil ni tan cobarde que pueda sufrir la afrenta que ha
ces á mi honor . ¡ Ab ! traidor ! respondió el rey desenyainando la es
pada para defenderse; ¿ piensas por ventura ejecutar tu intento im
punemente ? Dicho esto , principian un combate sobremanera fogoso
para que durase mucho. Temiendo el condestable que Sifredo y sus
criados acudiesen demasiado pronto a los gritos que daba dona
Blanca , y le estorbasen su venganza , peleaba ya sin juicio, sin co
nocimiento y sin cautela . Fuera de sí de furor, él mismo se metió
por la espada de su enemigo, atravesándose de parte á parte hasta
la guarnicion. Cayó en tierra, y , viéndole el rey derribado, se
detuvo .
Al ver la hija de Leoncio a su esposo en tan lastimoso estado, se
arrojó al suelo para socorrerle , a pesar de la repugnancia con que
le miraba. El infeliz esposo , lleno de resentimiento contra ella , no
se enterneció ni aun á vista de aquel testimonio que le daba de su
dolor y de su compasion . La muerte, que tenia tan cercana, no
bastó para apagar en él el incendio de los celos. En aquellos últimos
momentos solo se acordó de la fortuna de su competidor; idea tan
ingrata y espantosa , que alentando sus espíritus , y dando un mo
mentáneo vigor á las pocas fuerzas que le quedaban , le hizo alzar
la espada , que aun tenia en la mano , y la sepultó toda ella en el
seno de su mujer, diciéndole : ¡ Muere , esposa infiel, ya que los sa
grados vínculos del matrimonio no bastaron para que me conserva
ses aquella fe que me juraste al pié de los altares! Y tú , Enrique,
prosiguió con voz desmayada, no te glories ya de tu destino, puesto
que no te aprovecharás de mi desgracia : con esto muero contento.
Dijo estas palabras, y espiró; pero con un semblante que aun en
tre las sombras de la muerte dejaba ver un no sé qué de altivo y
de terrible . El de Blanca ofrecia á la vista un espectáculo bien di
verso . Habia caido mortalmente herida sobre el moribundo cuerpo
de su esposo, y la sangre de esta inocente víctima se confundia con
la de su homicida , cuya ejecucion fué tan pronta é impensada , que
no dió lugar al rey para precaver su efecto .
Prorumpió este príncipe malaventurado en un lastimoso grito
CULPA EL REY Á SIFREDC IA MUERTE DE BACA Y SU ESPOSO EL CONDE STABLE
LIBRO CUARTO . 263
cuando vió caer á Blanca ; y mas herido que ella del golpe que le
quitaba la vida , acudió a prestarle el mismo auxilio que ella misma
habia querido prestar á su marido , y del cual habia sido tan mal
recompensada ; pero Blanca le dijo con yoz desfallecida : Señor , vues
tra diligencia es inútil: soy la víctima que estaba pidiendo la suerte
inexorable . ¡Quiera el cielo que ella aplaque su cólera , y asegure
la felicidad de vuestro reinado! Alacabar estas palabras, Leoncio ,
que habia acudido al eco de sus lamentosos ayes, entró en el cuar
to , y, atónito de ver los objetos que se presentaban á sus ojos,
quedó inmóvil. Blanca, que no le había visto , prosiguiendo su
· discurso con el rey: Adios, señor, le dijo , conservad afectuosa
mente mimemoria , pues mi amor y mis desgracias os obligan á
ello . Desterrad de vuestro pecho toda sombra de resentimiento
contra mi amado padre : respetad sus canas, compadeceos de su
pena , y haced justicia á su celo. Sobre todo manifestad a todo el
mundo mi inocencia : esto es lo que mas principalmente os en
cargo . Adios ,amado Enrique ... Yo memuero... Recibid mipostrer
aliento .
A estas palabras, espiró. Quedóse suspenso el rey, guardando
por algun tiempo un profundo silencio . Rompióle en fin diciendo a
Sifredo: Mira , Leoncio , la obra de tus manos. Contémplala bien , y
considera en este trágico suceso el fruto de tu oficioso celo por mi
servicio . Nada respondió el anciano; tan penetrado estaba de dolor .
Pero já qué fin empeñarme en querer referir lo que no cabe en
ninguna explicacion? Basta decir que uno y otro prorumpieron en
las mas tiernas quejas luego que la vehemencia del dolor abrió ca
mino al desahogo de los afectos interiores .
El rey conservó toda su vida la mas dulce memoria de su aman
te , sin poderse jamás resolver á dar la mano á Constanza. El in
fante se coligó con ella para hacer que se cumpliese lo dispuesto
por Rogerio en su testamento; pero se vieron precisados á ceder al
príncipe Enrique, quien triunfó al cabo de todos sus enemigos. A
Sifredo le desprendió del mando, y aun de su misma patria , el in
soportable tedio que le causaba el tropel de tantas desgracias.
Abandonó la Sicilia , y, pasándose á España con Porcia, la única
bija que le habia quedado, compró esta quinta . En ella sobrevivió
quince años a la muerte de Blanca: tuvo el consuelo de casar á
Porcia antes de morir con don Jerónimo de Silva , y yo soy el único
fruto de este matrimonio . Esta es, prosiguió la viuda de don Pedro
264 GIL BLAS.
de Pinares, la historia de mi familia , y una fiel relacion de las des
gracias que representa ese cuadro , que mi abuelo Leoncio hizo
pintar para que quedase á la posteridad un monumento de este fu
nesto suceso .
CAPITULO Y.
De lo que hizo doña Aurora deGuzman luego que llegó a Salamanca.
Despues de haber la Ortiz , sus compañeras y yo oido esta his
toria , nos salimos de la sala , donde dejamos solas á doña Aurora y
doña Elvira . Pasaron las dos lo restante del dia en varias diversio
nes , sin fastidiarse una de otra ; y, cuando partimos al dia siguien
te, fué tan dolorosa su separacion , como pudiera serlo la de dos in
timas amigas, acostumbradas toda la vida a la mas dulce y tierna
compañía .
Llegamos en fin á Salamanca sin que nos sucediese el menor
contratiempo. Alquilamos luego una casa enteramente amueblada;
y la dueña Ortiz, segun lo que habíamos tratado, se comenzó á
llamar doña Jimena de Guzman. Como habia sido dueña tanto
tiempo, no podia menos de hacer bien su papel. Salió una mañana
con Aurora , una doncella y un paje, y se encaminaron á una po
sada de caballeros, donde supieron que ordinariamente se alojaba
Pacheco . Preguntó la Ortiz si babia algun cuarto desocupado, y ,
habiéndole respondido que sí, le enseñaron uno decentemente pues .
to. Tomólo de su cuenta , y aun adelantó un mes de alquiler, ex
presando era para un sobrino suyo que iba de Toledo á estudiar á
Salamanca, y al que esperaba aquel dia .
Despues que la dueña y mi ama dejaron ajustado aquel aloja
miento , se retiraron al suyo , y la bella Aurora , sin perder tiempo,
266 GIL BLAS ,
se vistió de caballero. Para cubrir sus cabellos negros se puso una
peluca rubia , y , tiñéndose del mismo color las cejas, se disfrazó de
suerte que parecia un señorito distinguido. Era garboso y desem
barazado; y , á no ser la cara , que era demasiadamente linda para
hombre , ninguna otra cosa hacia sospechoso su disfraz. Imitóle en
el mismo la criada que le babia de servir de paje , y todos nos per
suadimos que tambien esta representaria bien su papel, así porque
no era de las mas hermosas, como por tener cierto airecillo desca
rado, muy a propósito para el personaje que le tocaba hacer. Des
pues de comer, hallándose las dos actrices en estado de presentarse
en su teatro, esto es, en la posada de caballeros, ellas y yo mar
chamos allá . Metímonos en un coche, y llevamos los baúles y la
ropa que era menester.
La posadera, llamada Bernarda Ramirez, nos recibió con el ma
yor agasajo, y nos condujo a nuestro cuarto , donde comenzamos á
trabar conversacion con ella . Convinimos en la comida que nos ha
bia de dar, y en lo que habíamos de pagarle cada mes . Preguntá
mosle despues si tenia muchos huéspedes. Por ahora, respondió ,
po tengo ninguno: nunca me faltarian si quisiera recibir a todo gé
nero de gentes; pero mi genio no lo lleva, y en mi casa solo ad
mito personas de distincion . Esta misma noche espero uno que
viene de Madrid á concluir sus estudios. Llámase don Luis Pache
co , caballero de veinte años lo mas , que acaso conocerán ustedes ó
habrán oido hablar de él . No , respondió Aurora : no ignoro que es
de una familia ilustre; pero no sé sus cualidades; y , habiendo de
vivir en su compañía en una misma casa , tendria particular gusto
de saber qué hombre es . Señor , repuso la huéspeda mirando al
fingido caballero, es un caballerito de linda cara , ni mas ni menos
que la vuestra; y desde luego aseguro que ambos os avendreis bien.
¡Vive diez ! que podré jactarme de tener en mi casa los dos señori
tos mas galanes y airosos de toda España. Segun eso, replicó mi
ama , ese tal caballerito habrá tenido en Salamanca mil galanteos.
¡ Oh ! en cuanto a eso , respondió la vieja, debo confesar que es un
enamorado de profesion . Basta que se deje ver para llevarse de ca
lles á cualquier mujer . Entre otras robó el corazon de uoa jóven y
bella como ella sola , bija de un anciano doctor en leyes; y , en
cuanto a su cariño hacia don Luis, es aquello que se llama locura.
Su nombre es doña Isabel. Pero dígame, le replicó Aurora con
prontitud, sy don Luis le corresponde igualmente? Que la amaba
LIBRO CUARTO . 267
antes que volviese á Madrid, respondió la Ramirez, no tiene duda;
pero si ahora la quiere ó no la quiere, eso es lo que yo no sé, por
que el tal caballerito en este punto es poco de fiar. Corre de mujer
en mujer, como lo hacen comunmente todos los de su edad y de su
clase,
Apenas acababa la viuda de decir estas palabras, cuando se oyó
en el patio ruido de caballos. Asomámonos a la ventana, y vimos
dos hombres que se apeaban , que eran el mismo don Luis Pacheco,
que llegaba de Madrid con su criado. Dejónos la vieja para ir a re
cibirlos, y preparóse mi ama , no sin alguna conmocion , a represen
tar su personaje de don Félix . Poco despues vimos entrar en nues
tro cuarto á don Luis con botas y espuelas en traje de camino.
Acabo de saber, dijo saludando á doña Aurora, que un caballero
toledano está alojado en esta posada, y espero me permitirá le ma
nifieste el gusto que tengo de lograr bajo un mismo techo tan
buena compañía. Mientras respondia mi ama a este cumplimiento ,
me pareció que Pacheco estaba suspenso de ver á un caballero tan
amable . Con efecto, no se pudo contener sin decirle que jamás ha
bio visto hombre tan galan ni tan bien plantado. Despues de varios
discursos acompañados de mil recíprocos y cortesanos cumplimien
tos, se retiró don Luis al cuarto que se le habia destinado.
Mientras se hacia quitar las botas y se mudaba de ropa, un paje,
que le buscaba para entregarle una carta , encontró por casualidad
á doña Aurora en la escalera, y , teniéndola por don Luis, á quien
no conocia : Caballero, le dijo , aunque no conozco al señor don Luis
Pacheco, me parece no debo pre
guntar a usted si lo es , y estoy
persuadido de que no me engaño
segun las señas que me han dado.
No , amigo, respondió mi ama con
gran serenidad ; ciertamente que no
te engañas, y sabes cumplir con
puntualidad los encargos que te dan :
has adivinado muy bien que soy
don Luis Pacheco : dame esa carta y
véte, que ya cuidaré de enviar la
respuesta . Marchóse el paje, y , cer
rándose Aurora en su cuarto con su
criada y conmigo , abrió la carta , y nos leyó lo que sigue : Acabo
268 GIL BLAS .
de saber vuestra llegada á Salamanca : alegróme tanto esta noticia ,
que temi perder el juicio. ¿ Amais todavla á vuestra Isabel? Ase
guradle cuanto antes de que no os habeis mudado. Morirá de con
tento si le dais el consuelo de haberle sido pel.
En verdad que el papel es apasionado, dijo Aurora, y muestra
un alma del todo enamorada. Esta dama es una competidora que no
debe despreciarse; antes bien juzgo que debo hacer todo lo posible
para desprenderla de don Luis , haciendo cuanto me sea dable para
que él no la vuelva á ver . La empresa es algo ardua , lo confieso;
mas no desconfio de salir con ella . Paróse a pensar sobre este pun
to , y un momento despues añadió : Yo me obligo á ver enemistados
á los dos en menos de veinticuatro horas. Con efecto , babiendo Pa
checo descansado un poco en su cuarto , volvió á buscarnos al
nuestro, y renovó la conversacion con Aurora antes de cenar. Ca
ballero, le dijo en tono de zumba, creo que los maridos y los aman
tes no han de celebrar mucho vuestra venida á Salamanca, y que
les ha de causar harta inquietud ; yo por lo menos ya comienzo á
temer mucho por mis damas. ¡Oiga usted ! le respondió mi ama en
el mismo tono , su temor no está mal fundado. Don Félix de Men
doza es un poco temible; así os lo prevengo. Ya he estado otra vez
en esta ciudad, y sé por experiencia que en ella no son insensibles
las mujeres. ¿Qué prueba tiene usted de ello ? interrumpió don Luis
con presteza. Una demostrativa , replicó la hija de don Vicente. Ha
esta ciudad ,
brá un mes que transité por esta y, habiéndome detenido
en ella no mas que ocho dias , en este breve tiempo (os lo digo en
toda confianza) se apasionó ciegamente de mí la hija de un anciano
doctor en leyes.
Conocí que se habia turbado don Luis al oir estas palabras. Y ese
podrá saber, sin pasar por indiscreto, replicó, el nombre de esa se
ñora ? ¿ Qué llama usted sin pasar por indiscreto ? repuso el fingido
don Félix : pues ¿qué motivo puede haber para hacer de esto un mis
terio ? ¿ Por ventura me teneis por mas callado que lo son en este
punto los de mi edad ? No me hagais esa injusticia. Además de
que , hablando entre los dos , el objeto tampoco es digno de tan es
crupuloso miramiento, porque al fin solo es una pobre particular,
y los hombres de distincion no se emplean seriamente en estas gen
tes de poca suposicion , y aun creen que les hacen mucho honor en
quitarles el crédito. Diréos, pues, sin reparo , que la hija del tal doc
tor se Hama Isabel. ¿ Y el tal doctor, interrumpió impaciente ya Pa
LIBRO CUARTO . 269
checo, se llama acaso el señor Marcos de la Llana? Justamente ,
respondió mi ama. Lea usted este papel que acaba de enviarme:
por él verá si me quiere bien la tal niña. Pasó los ojos don Luis por
el billete, y , conociendo la letra , se quedó confuso . ¿Qué veo ? pro
siguió entonces Aurora con admiracion . Parece que se os muda el
color. Creo, Dios me lo perdone, que tomais interés por esa dama.
¡Oh , y cuánto me pesa de haber bablado con tanta franqueza !
Aptes bien os doy gracias por ello , replicó don Luis en un tono
mezclado de cólera y despecho. ¡Ab , pérfida! ¡ah , inconstante ! ¡Oh ,
don Félix , y qué favor os merezco ! Me habeis sacado de un error
en que quizá hubiera estado largo tiempo. Creia que me amaba:
¿qué digo amaba? me parecia que me adoraba Isabel. Yo miraba
con algun aprecio á esta muchacha; pero ahora veo que es una mu
jer digna de mi mayor desprecio. Apruebo vuestro noble modo de
pensar, dijo Aurora , manifestando tambien por su parte mucha in
digpacion . La hija de un doctor en leyes debiera tenerse por muy
dichosa en que la quisiese un caballerito de tanto mérito como vos.
No puedo disculpar su veleidad, y , lejos de aceptar el sacrificio que
me hace de vos, quiero castigarla despreciando sus favores. Por lo
que á mítoca , dijo Pacheco, juro no volverla á ver en toda mi vida,
y esta será mi única venganza. Teneis sobrada razon, respondió el
fingido Mendoza; pero con todo, para que conozca mejor el menos
precio con que la tratamos, seria yo de parecer que los dos le es
cribiéramos separadamente un papel en que la insultásemos nues
tra satisfaccion. Yo los cerraré, y se los enviaré en respuesta a su
carta ; mas, antes de llegar a este extremo, será bien que lo con
sulteis con vuestro corazon, no sea que algun dia os arrepintais de
haber roto la amistad con Isabel. No, no, interrumpió don Luis , no
pienso tener jamás semejante flaqueza , y con vengo desde luego en
que, por mortificar a esa ingrata , se ponga inmediatamente por
obra lo que hemos discurrido.
Sin perder tiempo fuí yo mismo á traerles papel y tinta , y uno y
otro se pusieron á componer dos papeles muy gustosos para la hija
deldoctor Marcos de la Llapa . Especialmente Pacheco no encontra
ba voces bastante fuertes que le contentasen para expresar sus sen
timientos ; y así hizo pedazos cinco ó seis billetes, por parecerle sus
expresiones poco enérgicas y poco duras. Al cabo compuso uno que
le satisfizo , y á la verdad tenia razon para quedar satisfecho, por
que estaba concebido en estos términos: Aprende ya á conocerte,
270 GIL BLAS.
reina mia , y no tengas la presuncion de creer que yo te amo. Para
esto era menester otro mérito mayor que el tuyo. No veo en el me
nor atractivo que merezca mi atencion mas que por un momento . So
lamente puedes aspirar á los inciensos que te tributarán los hopalan
das mas miserables de la universidad. Escribió pues esta agradable
carta , y cuando Aurora acabó la suya , que no era menos ofensiva ,
las cerró entrambas bajo una cubierta , y entregándome el pliego:
Toma, Gil Blas , me dijo , haz que Isabel reciba este pliego esta no
che. Ya me entiendes, añadió guiñándome de ojo; señal cuyo signi
ficado entendí perfectamente. Sí, señor , le respondi: será usted ser
vido como desea .
Responderle esto , hacerle una cortesía , y salir de casa, todo fue
uno. Luego que me ví en la calle , me dije á mí mismo: ¿Conque,
señor Gil Blas, parece que se hace prueba de vuestro talento, y que
representais en esta comedia el importante papel de criado confi
dente ? Sí, señor. Pues, amigo mio , es menester mostrar que tienes
habilidad para desempeñar un papel que pide tanta . El señor don Félix
se contentó con hacerte una seña: fiose de tu penetracion . Compren
diste bien lo que aquella guiñada quiso decir? Si por cierto : quíso
me dar a entender que entregase solamente el billete de don Luis .
No significaba otra cosa aquella guiñadura . No tuve en esto la me
nor duda; con que, diciendo y haciendo, rompi el sobrescrito , sa
qué de él la carta de Pacheco, y la llevé a casa del doctor Marcos,
habiéndome antes informado de dónde vivia . Encontré á la puerta
almismo pajecito á quien habia visto en la posada de los Caballe
ros. Hermano , le dije , ¿sereis vos por fortuna el criado de la hija del
señor doctor Marcos de la Llana ? Respondióme que sí en tono de
mozo experto en estos lances; y yo le añadí: Teneis una fisonomía
tan honrada, y una cara tan de amigo de servir al prójimo , que me
atrevo á suplicaros entregueis á vuestra ama ese papelito de cierto
caballero conocido suyo .
Y quién es ese caballero? me preguntó el pajecillo ; y apenas le
respondí que era don Luis Pacheco , cuando todo regocijadome res
pondió : ¡Ah! si el papel es de ese señorito, sígueme, pues tengo
órden de miama de introducirte en su cuarto, que quiere hablarte .
Seguile en efecto, y llegué á una sala donde muy presto se dejó ver
la señora . Quedé admirado de su hermosura, tanto , quemepareció,
no haber visto facciones pas lindas en mi vida. Tenia un aire tan
delicado y aniñado, que parecia ser de edad de quince años, sin
LIBRO CUARTO . 271
embargo de que habia mas de treinta que caminaba por sí misma
sin necesitar de andadores. Amigo , me preguntó con cara risueña,
ceres criado de don Luis Pacheco ? Sí , señora, le respondí; tres se
manas há que entré á servir á su merced; y , diciendo esto , le en
tregué respetuosamente el fatal papel que se me habia encargado.
Leyóle dos o tres veces, con semblante de dudar de lo que sus mis
mos ojos veian . Con efecto , nada esperaba menos que semejante
respuesta. Alzaba los ojos al cielo , mordíase los labios, y todos sus
indeliberados movimientos hacian patente lo que pasaba dentro de
su corazon . Volvióse despues bácia mí , y me dijo : Amigo mio , don
Luis se ha vuelto loco desde que se ausentó de mí? No comprendo
su modo de proceder. Dime, amigo, si lo sabes, ¿qué motivo ha
tenido para escribirme un papel tan cortesano, tan atento ? ... ¿ Qué
demonio le tiene poseido? Si quiere romper conmigo, ¿no sabria ha
cerlo sin ultrajarme con una carta tan grosera?
Señora, le respondí afectando un aire lleno de sinceridad , es cier
to que mi amo no ha tenido razon para eso ; pero en cierta manera
se vió en términos de no poder hacer otra cosa . Si me dais palabra
de guardar el secreto , yo os descubriré todo el misterio . Te ofrezco
guardarle, me respondió ella prontamente : no temas que te perju
dique; y así explicate con toda libertad . Pues , señora , continué yo,
hé aquí el caso en dos palabras. Un momento despues que mi amo
recibió vuestro papel, entró en la posada una dama tapada con un
manto de los mas dobles: preguntó por el señor Pacheco, hablóle a
solas, y , de allí á algun tiempo, al fin de la conversacion le oí de
cir estas precisas palabras: Me jurais que nunca la volvereis á ver ;
pero no me contento con esto, es menester que ahora mismo le escri
bais un billete que yo misma quiero dictaros. Esto quiero absolutamen
te de vos . Sujetose don Luis á todo lo que deseaba aquella mujer, y ,
entregándome despues el billete, me dijo: Toma este papel, averi
gua dónde vive el doctor Marcos de la Llana, y procura con maña
que esta carta se entregue en propia mano á su hija Isabel.
De aquí inferireis, señora, que la tal carta es hechura de alguna
enemiga vuestra , y por consiguiente que mi amo poca ó ninguna
culpa ha tenido en esta maniobra . ¡Oh, cielos! exclamó ella : pues
esto es todavía mas de lo que yo pensaba. Mas me ofende su infi
delidad que las indignas é injuriosas expresiones que se atrevió á
escribir su mano . ¡Ah , infiel! ¡ ha podido contraer otra amistad ! ...
Pero, revistiéndose de repente de altivez, añadió despechada: Aban
279 GIL BLAS .
dónese en buen hora libremente a su nuevo amor , que yo no pienso
impedirlo . Decidle de mi parte que no necesitaba insultarme para
obligarme a dejar libre el campo a mi competidora; y que despre
cio demasiado á un amante tan voltario para tener el menor deseo
de atraérmele de nuevo . Diciendo esto , me despidió, y se retiró muy
enojada contra don Luis .
Yo sali de casa del doctor Marcos de la Llana muy satisfecho de
mí mismo , conociendo bien que, si queria aprender el oficio de ter
cero, me hallaba con suficientes talentos para salir maestro en poco
tiempo. Volyime a nuestra posada , donde encontré cenando juntos
á los señores Mendoza y Pacheco, y en conversacion con tanta con
fianza como si se hubieran conocido y tratado muchos años . Cono
ció Aurora en mi alegre y risueño semblante que no habia desem
peñado mal mi comision . ¿Conque ya estás de vuelta , Gil Blas? me
dijo en tono festivo. Ea , dános cuenta de tu embajada. Tuve para
responder que recurrir á mi talento. Dije que habia entregado el
pliego en mano propia á Isabel, la que , despues de haber leido los
dos dulcísimos y ternísimos papeles, prorumpió en grandes carca
jadas como una loca, diciendo : Por vida mia que los dos señoritos
escriben con bellísimo estilo . No se puede negar que nadie es capaz
de imitarlo . Eso , dijo mi ama , se llama sacar el caballo, ó salir del
atolladero airosamente . En verdad que la tal señora mia es una chula
de prueba y muy diestra . Desconozco enteramente en esta ocasion á
doña Isabel, interrumpió don Luis; la tenia en muy distinto con
cepto . Yo tambien , replicó Aurora , habia formado otro juicio de ella .
Es preciso confesar que hay mujeres que saben hacer toda clase de
papeles. A una de estas amé yo , y en verdad que se burló de mí
largo tiempo . Gil Blas lo puede decir: parecia la mujer mas juicio
sa y mas honesta que habia en todo el mundo . Así es , respondí yo
introduciéndome en la conversacion ; era capaz de engañar al mas
astuto, y aun á mí mismo me hubiera engañado .
Dieron grandes carcajadas el fingido Mendoza y el verdadero Pa
checo cuando me oyeron hablar de esta suerte; y , lejos de desapro
bar el que yo me tomase la libertad de mezclarme en su conversa
cion, me dirigian a menudo la palabra para divertirse con mis res
puestas. Proseguimos nuestro razonamiento sobre el arte de fingir,
que en supremo grado poseen las mujeres; y el resultado de nues
tros discursos fué que Isabel quedó legal y judicialmente declarada
por una chula de profesion . Don Luis protestó de nuevo que jamás
LIBRO CUARTO . 273
la volveria á ver , y á ejemplo suyo don Félix juró que siempre la
miraria con el mas alto desprecio. Acabadas estas protestas, estre
charon mas su amistad, prometiendo que ninguna cosa tendrian re
servada uno para otro ; antes bien que todas se las comunicarian
recíprocamente. Sobre mesa se detuvieron un rato diciendo cosas
graciosísimas, y despues se separaron para irse a dormir cada cual
á su cuarto . Yo acompañé á Aurora hasta el suyo , donde di fiel y
verdadera cuenta de la conversacion que habia tenido con la hija del
doctor, sin omitir la circunstancia mas menuda . Falló poco para que
me abrazase de pura alegría . Querido Gil Blas, me dijo, tu ingenio
y habilidad me tienen encantada . Cuando nos arrastra una pasion
en que es preciso recurrir a invenciones y estratagemas, es gran
fortuna tener un criado tan advertido y tan ingenioso como tú , que
tomas verdadero interés en nuestros asuntos. Apimo pues, amigo
mio . Nos hemos sacudido de una mujer que podia hacernos mal ter
cio. No me descontenta el principio ; pero , como los lances de amor
están sujetos á varias revoluciones , soy de parecer que cuanto antes
acometamos nuestra ideada empresa, y que desde mañana empiece
á representar su papel Aurora de Guzman . Aprobé el pensamiento,
y , dejando al señor don Félix con su paje , me retiré al cuarto donde
tenia mi cama .
-
CAPITULO ¥ 1 .
De qué ardides se valió Aurora para que la amase don Luis Pacheco .
El primer cuidado de los dos nuevos amigos fué reunirse al dia
siguiente, y comenzaron con abrazos, que Aurora se vió precisada
á dar y recibir por hacer bien el personaje de don Félix . Fueron
juntos á pasearse por la ciudad, acompañándoles yo , con Chilindron ,
criado de don Luis . Parámonos á la puerta de la universidad á leer
varios carteles de libros que acababan de fijar á la puerta . Habia
tambien leyendo otras muchas personas , y entre ellas se me hizo
reparable un hombrecillo, que hacia crítica de las obras que se anun .
ciaban . Observé que le estaban oyendo otros con singular atencion ,
y me persuadí tambien de que él creia merecer que le escuchasen .
Parecia vano y hombre de tono decisivo , como lo suele ser la mayor
parte de las personas chiquitas . Esa nueva traduccion de Horacio ,
que anuncia ese cartel con letras gordas , decia á los circunstantes,
es una obra en prosa , compuesta por un autor viejo del colegio : li
bro muy estimado de los escolares , que han agotado de él ya cuatro
ediciones , sin que ningun inteligente haya comprado siquiera un
ejemplar. No era mas favorable la crítica que hacia de los demás
libros: todos los motejaba sin caridad : probablemente seria algun
autor . Yo de buena gana le hubiera estado oyendo hasta que aca
base de hablar; pero me fué preciso seguir á don Luis y á don Fé
lix , que, fastidiados de aquel hombrecillo, y no importándoles poco
LIBRO CUARTO . 275
ni mucho los libros que criticaba, prosiguieron su camino alejándose
de él y de la universidad .
Llegamos a la posada a la hora de comer . Sentose mi ama á la
conversacion recayese
mesa con Pacheco, y diestramente hizo que la
sobre su familia . Mi padre, dijo , es un segundo de la casa de Men
doza, establecida en Toledo: mi madre es hermana carnal de doña
Jimena de Guzman , que hace pocos dias vino a Salamanca en se
guimiento de cierto negocio de importancia , trayendo consigo á su
sobrina doña Aurora, bija única de don Vicente de Guzman, a quien
quizá habrá usted conocido. No , respondió don Luis ; pero he oido
hablar mucho de él , igualmente que de Aurora vuestra prima. De
cidme si puedo creer todo lo que dicen de esta señorita : me han ase
gurado que es sin igual en hermosura y entendimiento . En cuanto
á entendimiento, respondió don Felix , es cierto que no le falta, y
tambien lo es que ha procurado cultivarlo ; pero en cuanto á ber
mosura , no creo que sea tanta como ponderan , cuando oigo decir
que ella y yo nos parecemos mucho . Siendo eso así , replicó pronta
mente don Luis , queda muy acreditada su fama. Vuestras facciones
son regulares, vuestra tez muy delicada, y así no puede menos de
ser linda vuestra prima . Yo tendria mucho gusto en verla y hablar
con ella . Desde luego me ofrezco a satisfacer vuestra curiosidad , re
puso el fiogido Mendoza; hoy mismo despues de comer iremos los
dos á casa de mi tia .
Mudó entonces de conversacion mi ama , y empezaron los dos a
1
hablar de cosas indiferentes. Por la tarde, mientras se disponian para
ir á casa de doña Jimena , me anticipé yo a prevenir á la dueña que
se preparase para recibir esta visita. Hecha esta diligencia , me res
tituí prontamente á la posada para acompañar á don Félix , quien
finalmente condujo al señor don Luis á casa de su tia . Apenas en
traron en ella , cuando se encontraron con doña Jimena , que les bizo
seña de que metiesen poco ruido , diciéndoles en voz baja: Paso, pa
sito : no despierten ustedes á mi sobrina, que desde ayer acá ha es
tado padeciendo una furiosa jaqueca, la cual bá poco tiempo que la
dejó, y habrá un cuarto de hora que la pobre niña se retiró a des
cansar un poco . Siento mucho esa indisposicion , dijo Mendoza apa
rentando sentimiento , porque esperaba tener el gusto de que viése .
mos á mi prima , pues queria hacer este obsequio á mi amigo Pa
checo . No es eso tan urgente, respondió la Ortiz sonriéndose : pueden
ustedes dejarlo para mañana . Detuviéronse un rato los dos caballe
276 GIL BLAS .
ritos con la vieja, y , despues de una breve conversacion , se reti
raron .
Condújonos don Luis á casa de un amigo suyo , llamado don Ga
briel de Pedrosa , donde pasamos lo restante del dia ; cenamos con
él , y dos horas despues de media noche volvimos a la posada. Ha
bríamos andado como la mitad del camino, cuando tropezamos con
dos hombres que estaban tendidos en medio de la calle. Creimos que
serian algunos infelices recien asesinados, y nos paramos á socor
rerlos, en caso de llegar á tiempo nuestro socorro . Mientras nos es
tábamos informando del estado en que se hallaban, cuanto lo podia
permitir la oscuridad de la noche , bé aquí que llega una ronda . El
cabo nos tuvo por asesinos, y dió órden á sus gentes de que nos
cercasen ; pero mudó de opinion , haciendo mejor juicio luego que nos
oyó hablar , y mucho mas cuando a la luz de una linterna sorda
descubrió las nobles facciones de Mendoza y de Pacheco. Mandó á
los alguaciles que examinasen y reconociesen aquellos dos hombres
que nosotros creíamos asesinados , y hallaron ser un licenciado gordo
y su criado , atestados enteramente de vino , y perfectamente borra
chos . Señores, exclamó un ministril, conozco muy bien a este gran
bebedor: es el señor licenciado Guiomar , rector de nuestra univer
sidad. Aquí donde ustedes le ven , es un grande hombre , un talento
extraordinario. No hay filósofo a quien no confunda en un argu
mento: tiene una facundia sin igual . Lástima es que sea tan incli
nado al vino , á pleitos y á mujeres. Abora vendrá de cenar con su
Isabelilla, en donde por desgracia él y el que le guia se habrán em
borrachado, y ambos habrán caido en el arroyo. Antes que el buen
licenciado fuese rector, le sucedia esto con bastante frecuencia ; los
honores, como ustedes ven , no siempre mudan las costumbres . Nos
otros dejamos á los dos borrachos en manos de la ronda, que cui
dó de llevarlos a su casa , y nos fuimos a la nuestra, donde cada
uno trató de irse a dormir .
Don Félix y don Luis se levantaron al dia siguiente a eso del me
diodia , y , vueltos á reunir, su primera conversacion fué de doña
Aurora de Guzman . Gil Blas , me dijo mi ama, vé á casa de mi
tia doña Jimena , y pregúntale de mi parte si el señor Pacheco y yo
podemos ir boy á ver á mi prima . Partí al punto á desempeñar mi
comision , ó , por mejor decir , a quedar de acuerdo con la dueña so
bre el modo con que nos habíamos de gobernar; y , despues que to
mamos nuestras medidas puntuales, volvi con la respuesta al fingido
LIBRO CUARTO . 277
Mendoza, y le dije: Vuestra prima Aurora está muy buena; ella
misma me ha encargado os asegure que vuestra visita le será del
mayor agrado; y doña Jimena me encomendó afirmase al señor
Pacheco que siempre será muy bien recibido en su casa por vues
tra recomendacion .
Conocí que estas últimas palabras babian gustado mucho á don
Luis . Tambien lo conoció mi ama , y desde luego arguyó de ello
un dichoso presagio . Poco antes de comer vino á la posada el cria
do de doña Jimena , y dijo á don Félix : Señor, un hombre de Toledo
fué a preguntar por su merced en casa de su señora tia , y dejó en
ella este billete . Abrióle el fingido Mendoza , y leyó en él estas cláu
sulas en voz que las pudiesen oir todos : Si quereis saber de vuestro
padre, con otras noticias de consecuencia que os importan mucho,
leido este , venid prontamente al meson del Caballo Negro , cerca de la
universidad. Tengo grandes deseos de saber cuanto antes estas no
ticias que tanto me interesan , para no satisfacer mi curiosidad al
momento : hasta luego , Pacheco, continuó ; si no volviere dentro de
dos horas , podeis ir vos solo á casa de mi tia , adonde concurriré yo
tambien despues de comer . Ya sabeis el recado que os dió Gil Blas
de parte de doña Jimena : en virtud de él podeis con franqueza ba
cer esta visita . Diciendo esto , salió de casa mandándome le siguiese .
Ya se deja discurrir que , en vez de tomar el camino del meson
del Caballo Negro, nos fuímos derechitos á casa de la Ortiz , y nos
dispusimos al enredo . Quitose Aurora sus postizos cabellos rubios ,
lavóse y estregóse muy bien las cejas; vistióse de mujer, y quedó
como naturalmente era , una trigueña hermosa . Puede decirse que el
disfraz la trasformaba de manera , que doña Aurora y don Félix pa
recian dos personas diferentes; y aun en traje de mujer parecia mas
alta que vestida de hombre : bien es verdad que los grandes tacones
aumentaban la estatura . Luego que a su hermosura añadió los de
más auxilios que el arte podia prestarle, esperó á don Luis con una
agitacion mezclada de recelo y de esperanza. Unas veces confiaba
en su talento y en su hermosura , y otras temia que le saliese mal
aquella tentativa. La Ortiz se dispuso por su parte lo mejor que pu
do para ayudar a su ama . Por lo que hace á mí , como no convenia
que Pacheco me viese en aquella casa, y como (á semejanza de
aquellos actores que solo aparecen en el teatro cuando está para
concluirse la comedia) no debia parecer en ella hasta el fin de la vi
sita, salí así que acabé de comer .
36
278 GIL BLAS ,
En fin , todo estaba ya prevenido cuando llegó don Luis . Recibióle
doña Jimena con el mayor agrado , y tuvo con Aurora una conver
sacion que duró de dos á tres horas. Al cabo de ellas entré yo en la
sala donde estaban , y , dirigiéndome á don Luis , le dije: Caballero ,
mi amo don Félix suplica á usted se sirva perdonarle si hoy no puede
venir, porque está con tres hombres de Toledo, de quienes no puede
desembarazarse. ¡ Ah , libertinillo ! exclamó doña Jimena , sin duda
estará de jarana . No , señora , repliqué yo prontamente , está en rea
lidad con aquellos hombres tratando de negocios muy serios : es cier
to que le ba causado grandísimo disgusto el no poder venir aquí , y
me ha encargado decíroslo, igualmente que á doña Aurora . ¡ Oh ! yo
no admilo sus disculpas , repuso mi ama chanceándose. Sabiendo que
he estado indispuesta, debia mostrar mas atencion con las personas
que le son tan allegadas. En castigo de esta falta no quiero verle en
dos semanas . ¡ Ah , señora ! dijo entonces don Luis , po tomeis tan
cruel resolucion , Sóbrale a don Félix por castigo el no haberos visto
hoy.
Despues de haberse chanceado algun tiempo sobre el mismo asunto,
se retiró Pacheco . La bella Aurora mudó inmediatamente de traje, y
volvióse á poner su vestido de caballero . Trasladóse á la posada lo
mas breve que le fué posible , y apenas entró, dijo á don Luis : Per
donadme , amigo , si no pude ir a buscaros á casa de mi tia ; halléme
con unas gentes tan pesadas , que no pude , por mas que hice , des
enredarme de ellas . Lo único que me consuela es que á lo menos
habeis tenido lugar para satisfacer vuestra curiosidad y vuestros
deseos . Y bien , ¿qué os ha parecido mi prima? decídmelo ingenua
mente. ¿Qué me ha de parecer ? respondió Pacheco; me ha hechiza
!
do . Teneis razon en decir que los dos sois muy parecidos. En mi
vida he visto facciones mas semejantes. El mismo aire de cara, los
mismos ojos, la misma boca , y hasta el mismo eco de voz . No hay
mas diferencia entre los dos sino que vuestra prima es algo mas alta;
es trigueña, y vos rubio; sois festivo , y ella séria . Eso únicamente
os diferencia uno de otro . En cuanto a entendimiento , continuó , no
cabe mas . En una palabra , es una dama de mérito extremado .
Pronunció Pacheco tan fuera de sí estas últimas palabras, que
don Félix le dijo sonriéndose : Pésame , amigo , de haberos propor
cionado este conocimiento con doña Jimena ; y , si quereis creerme,
no volvais mas á su casa ; os lo aconsejo por vuestra quietud . Doña
Aurora de Guzman podria insensiblemente quitaros el sosiego é ins
LIBRO CUARTO . 279
piraros una pasion ... No necesito volverla á ver , interrumpió don
Luis , para estar ya ciegamente prendado de ella . El mal , si lo hay ,
está hecho . Tanto peor para vos , replicó el fingido Mendoza ; porque
vos no sois hombre de contentaros con una sola , y mi prima no es
doña Isabel. Os hablo claro como amigo : no es mujer capaz de su
frir amante alguno que no vaya por el camino real. ¿ Por el camino
real ? repitió don Luis : y ¿ puede irse por otro hacia una señorita de
su calidad ? Es agraviarme el creerme capaz de mirarla con ojos pro
fanos. Conocedme mejor, mi querido Mendoza. ¡ Ah ! yo me tendria
por el mas dichoso de todos los hombres si aprobara mi solicitud У
quisiera unir su suerte con la mia . ¡ Oh , don Luis ! repuso don Fé
lix , supuesto que pensais de ese modo , desde este instante me ten
drá de su parte vuestro amor , y desde luego os ofrezco mis buenos
oficios con Aurora . Mañana mismo daré principio á ellos , procu
rando ganar á mi tia, que tiene mucho ascendiente sobre mi prima.
Pacheco dió mil gracias al caballero que le hacia una oferta tan
apreciable; y mi ama y yo vimos con gusto que no podia dirigirse
mejor nuestra estratagema. El dia siguiente añadimos algunos grados
mas al amor de don Luis con otra invencion . Pasó Aurora á su cuar
to despues de suponer que habia ido a hablar con doña Jimena como
para interesarla en su favor, y le dijo así : Hablé á mi tia , y no me
costó poco reducirla á que favoreciese vuestros deseos. Halléla fuer
temente preocupada contra vos: yo no sé quién la habia metido en
la cabeza que erais un libertino : lo cierto es que alguno le ha dado
una idea poco favorable de vuestras costumbres . Por fortuna tomé
vuestro partido con tal teson , que logré por último desimpresionarla
de todo. No obstante, prosiguió Aurora , á mayor abundamiento,
quiero que los dos solos tengamos una conferencia con mi tia, para
asegurarnos mas de su favor y de su apoyo . Manifestó Pacheco una
grande impaciencia por hablar cuanto antes con doña Jimena, y don
Félix procuró que lograse esta satisfaccion la mañana del dia siguiente
bastante temprano. Condújole él mismo á la señora Ortiz, y los tres
tuvieron una conversacion , en la cual dió muy bien don Luis á co
nocer el mucho terreno que el amor habia ganado en su corazon en
tan breve tiempo . Fidgióse la sagaz Jimena muy pagada de la tierna
aficion que mostraba a su sobrina , y le ofreció hacer cuanto estu
viese de su parte para persuadirla a que le diese su mano . Arrojóse
Pacheco á los piés de tan buena tia , y le rindió mil gracias. A este
tiempo preguntó don Félix si su prima se habia levantado. No , res
1
280 GIL BLAS .
pondió la dueña , todavía está durmiendo, y por ahora no se la po
dra ver; pero vuelvan ustedes esta tarde, y le hablaráo cuanto quie
ran ; respuesta que , como se puede creer, acrecentó en gran manera
la alegria de don Luis , a quien se le hizo eterno el resto de aquella
mañana . Restituyóse pues á su posada en compañía del fingido Men
doza , quien tenia la mayor complacencia en observar todos sus mo
vimientos, y en descubrir en ellos todas las señales de un amor yer
dadero .
Toda la conversacion fué acerca de Aurora . Acabada la comida ,
dijo don Félix á Pacheco: Ahora mismo me ha ocurrido un pensa
miento. Me parece que podrá ser muy del caso el que yo me ade
lante un poco á casa de mi tia para hablar á solas á mi prima, y
averiguar, si puedo , el estado de su corazon en orden a vuestra
persona. Aprobó don Luis esta idea , dejó salir primero á su ami
go, y él le siguió una hora despues. Mi ama supo aprovechar el
tiempo, de manera que , cuando llegó su amante, ya estaba vestida
de mujer. Despues de haber saludado á doña Aurora y á su tia ,
dijo don Luis: Yo creí encontrar aquí á don Félix . Está escribiendo
en mi gabinete, respondió doña Jimena , y presto saldrá . Quedó sa
tisfecho don Luis con esta respuesta, y empezó a entablar conver
sacion con las dos . Sin embargo, a pesar de la presencia del ob
jeto amado, notó que las horas pasaban sin que Mendoza saliese; y
no pudo ya don Luis disimular mas su extrañeza . Aurora mudó de
repente de tono, echóse a reir , y dijo: ¿Es posible, señor don Luis ,
que no hayais aun sospechado la inocente burla que os estamos ha
ciendo? Pues qué , gunos cabellos rubios, pero postizos, y dos cejas
teñidas me desfiguran tanto que os hayais dejado engañar hasta
este punto ? Desengañaos, caballero, prosiguió, volviendo á su na
tural seriedad , acabad de conocer que don Félix de Mendoza y doña
Aurora de Guzman son una misma persona.
No se contentó con sacarle de su error , sino que le confesó tam
bien la flaqueza de su pasion , y todos los pasos que esta misma le
habia sugerido para reducirle al estado en que le veia . No quedó el
tierno amante menos encantado que sorprendido de lo que oia y
veia : echóse a los piés de mi ama , y lleno de gozo le dijo: ¡ Ah ,
bella Aurora ! ¿puedo creer con efecto que yo soy el hombre dichoso
que ha merecido a tu bondad tan finas demostraciones? ¿ Qué puedo
hacer para agradecerlas? Un amor eterno no seria suficiente para
pagarlas. A estas palabras se siguieron otras mil halagüeñas ex
LIBRO CUARTO . 281
presiones, despues de lo cual los dos amantes hablaron de las me
didas que debian tomar para llegar al cumplimiento de sus deseos.
Resolvióse que todos partiésemos inmediatamente
á Madrid , donde
se desenlazaria nuestra comedia por medio de un casamiento . Así
se ejecutó , y al cabo de quince dias se casó don Luis con mi ama ,
celebrándose la boda con ostentacion y un sinnúmero de diver
siones.
CAPÍTULO Y11.
Muda Gil Blas de acomodo, pasando á servir á don Gonzalo Pacheco.
Tres semanas despues de este casamiento , queriendo mi ama re
compensar mis buenos servicios , me regaló cien doblones , y me
dijo: Gil Blas , yo no te despido de mi casa ; puedes mantenerte en
ella todo el tiempo que quisieres , pero sábete que don Gonzalo Pa
checo , tio de mi marido , desea mucho seas su ayuda de cámara .
Le he hablado tan bien de tí, que me ha pedido te persuada á que
vayas á servirle. Es un señor ya de dias , pero de bellísimo genio ,
y estoy cierta de que te irá muy bien con él .
Di mil gracias á Aurora por sus favores; y , como ya no necesi
taba de mí , acepté con tanto mas gusto el partido que me propor
cionaba , cuanto que yo no salia de entre la familia. Fuí pues una
mañana de parte de la recien casada á casa del señor don Gonzalo ,
que todavía estaba en la cama, aunque era cerca de mediodia. En
tré en su cuarto , y le hallé tomando un caldo que acababa de
traerle un paje. Tenia el buen viejo los bigotes envueltos en unos
papelillos, ojos hundidos y casi amortiguados , un rostro descarnado
y macilento . Era de aquellos solterones que, habiendo sido muy li
bertinos en la mocedad , no son mas contenidos en la vejez. Reci
bióme con agrado, y me dijo que si le queria servir con el mismo
celo con que habia servido á su sobrina, podia contar con que me
baria feliz . Ofrecile emplear igual esmero en cumplir con mi obli
LIBRO CUARTO . 283
gacion en su casa que en la de su sobrina , y desde aquel momento
me recibió en su servidumbre.
Héme aquí pues con un nuevo
amo , el cual sabe Dios qué hombre
era . Cuando se levantó creí estar
viendo la resurreccion de Lázaro.
Figúrese el lector un cuerpo alto , y
tan seco , que , si se le viese en cue
ros , seria á propósito para aprender
la osteología: las piernas eran tan
chupadas, que , aun despues de tres
ó cuatro pares de medias que se
puso ,me parecian delgadísimas.
De Además de eso esta momia viviente
era asmática , acompañando con una
tos cada palabra . Luego tomó chocolate ; y , mandando despues que
le trajesen papel y tinta , escribió un billete , que cerró y entregó al
paje que le habia servido el caldo , para que le llevase á su desti
no . Apenas partió este , cuando , volviéndose á mí , me dijo: Amigo
Gil Blas, de aquí en adelante pienso que seas tú confidente de mis
encargos , particularmente los respectivos á doña Eufrasia , que es
una jóven a quien amo , y de quien soy tiernamente correspondido.
¡Santo Dios ! dije prontamente para mi capote , y ¿cómo podrán
los mozos dejar de creer que los aman , cuando este viejo chocho
está persuadido de que le idolatran ? Hoy mismo , prosiguió él , irás
conmigo á casa de esta señora , porque casi todas las noches ceno
con ella . Te quedarás admirado de ver su modestia y compostura.
Muy lejos de imitar a aquellas loquillas que se pagan de la juven
tud y se prendan de las apariencias, es ya de un entendimiento
claro y de un juicio maduro : no busca en los hombres sino el buen
modo de pensar, y prefiere a la belleza del rostro una persona que
sepa amar . No limitó á solo esto el señor don Gonzalo el elogio de
su dama , sino que se empeñó en persuadirme que era un compen
dio de todas las perfecciones; pero encontró con un oyente difícil
en dejarse convencer sobre este punto . Despues de haber cursado
en la escuela de las comediantas , y sido testigo ocular de todas sus
maniobras, nanca creí que los viejos fuesen muy afortunados en
amor . Sin embargo , fingi ( por complacerle únicamente) que le
creia, y aun hice mas , pues no solo alabé la discrecion y el buen
284 GIL BLAS .
gusto de doña Eufrasia , sino que me adelante á decir que ella tam
poco podria encontrar otro sugeto mas amable . El buen hombre no
conoció que yo le lisonjeaba ; antes por el contrario tomó por ver
dadera mi alabanza. Tanta verdad es que nada se arriesga en adu
lar á los grandes, pues admiten con gusto aun las lisonjas mas
desmedidas .
Despues de esta conversacion comenzó el viejo a arrancarse con
unas pinzas algunos pelos blancos de la barba; se lavó los ojos,
que estaban llenos de leganas; lo mismo hizo con los oidos , manos
y cara ; y , concluidas sus abluciones , se tiñó de negro el bigote, las
cejas y el pelo, gastando en el tocador mas tiempo que emplea
una viuda vieja empeñada en desmentir el estrago de los años . No
bien habia acabado de vestirse, cuando entró en su cuarto el conde
de Azumar, amigo suyo , y tan viejo como él , pero muy diferente
en todo lo demás . Este traia sus venerables canas descubiertas, se
apoyaba en un baston, y , en vez de querer parecer jóven , mos
traba hacer alarde de su ancianidad . Amigo Pacheco , dijo luego
que entró , vengo a comer contigo. Bien venido, conde, le respon
dió mi amo, y al mismo tiempo se abrazaron, y pusieron a hablar
mientras se hacia hora de sentarse a la mesa . Al principio fué la
conversacion sobre una corrida de toros que pocos dias antes se
habia celebrado, y hablaron de los picadores que habian mostrado
mayor destreza y valor . Sobre esto el viejo conde, á manera de
aquel otro Nestor, a quien todas las cosas presentes le servian de
ocasion para alabar las pasadas, dijo suspirando: Ya no se ballan
hoy los hombres que se veian en otros tiempos . Ni los toros ni los
torneos se hacen con aquella magnificencia con que se bacian en
nuestra mocedad .
Yo me reia interiormente de la ridícula preocupacion del señor
conde de Azumar , el cual no se contentó con aplicarla únicamente
á los toros y á los torneos, pues , cuando se sirvió la fruta en la mesa ,
dijo mirando unos excelentes melocotones que se babian puesto en
ella : En mi tiempo eran mucho mayores los melocotones de lo que
lo son ahora : la naturaleza se debilita cada dia . Segun eso , dije yo
entonces para mi sonriéndome , los melocotones en tiempo de Adan
debian ser de enorme tamaño .
Detúvose el conde de Azumar con don Gonzalo hasta cerca de la
noche . Luego que este se desembarazó de él , salió de casa, dicién
dome le acompañase, y fuímos derechos á la de Eufrasia, distante
LIBRO CUARTO . 285
como cien pasos de la nuestra . Encontrámosla en un cuarto alhaja
do con primor . Estaba vestida con gusto, y mostraba un aspecto de
tan florida juventud , que casi parecia una niña , sin embargo de que
ya llegaba por lo menos a los treinta . Podia pasar por linda , y des
de luego admiré su talento. No era de aquellas cortesanas que bri
llan) por su locuacidad, por su desembarazo y por su desenvol
tura . Tanto en sus acciones como en sus palabras sobresalia en ella
el juicio, la modestia y la penetracion . Sin afectar ingenio , se echaba
de ver en todo lo que decia. Consideréla yo con no poca admira
cion , y dije: ¡ Oh , cielos ! ¿es posible que pueda ser disoluta una
mujer al parecer tan modesta ? Y es que vivia yo persuadido de que
necesariamente habia de ser desenvuelta toda dama cortesana. Ad
mirábame aquel aparente recato, sin hacerme cargo de que las ta
les ninfas saben acomodarse á todos los genios, conformándose al
carácter de los ricos y señores que caen en sus manos . Si gustan unos
de viveza y atolondramiento, con estos serán intrépidas y casi locas:
si agrada a otros el sosiego y compostura , siempre las encontrarán
con un exterior tranquilo , honesto y virtuoso . Verdaderos cama
leones, mudan de color segun el genio y el humor de las personas
que las visitan .
No era don Gonzalo del gusto de aquellos caballeros que se pa
gan de hermosuras desenvueltas, antes se le bacian insufribles; y ,
para que le agradase una mujer , era menester que tuviese cierto
aire de modestia . Así Eufrasia , gobernándose por esta idea, hacia
ver que habia mas comediantas que las que representan en los tea
tros. Dejé á mi amo con su ninfa , y pasé á una sala donde me en
contré con una ama de gobierno vieja , que yo habia conocido cuan
do era criada de una comedianta . Ella tambien me conoció inme
diatamente, y representamos una escena de reconocimiento digna
de una comedia . ¿Aquí estás, amigo Gil Blas ? me dijo llena de ale
gría. Segun eso , has salido de casa de Arsenia como yo de la de
Constanza . Así es , respondi yo : mucho tiempo há que la dejé, y
despues entrú á servir á una señora de distincion , porque la vida de
la gente de teatro no me acomodaba. Yo mismo me despedí, sin
dignarme decir á Arsenia ni una palabra. Hiciste muy bien , me
respondió la vieja, que se llamaba Beatriz; y poco mas ó menos lo
hice con Constanza . Una mañana le dí mi cuenta luego que me le
vanté: ella me la recibió sin decirme nada , y de esta manera nos
despedimos, como dicen, á la francesa ,
37
286 GIL BLAS.
Mucho celebro , repuse yo , que tú y yo nos ballemos en casa
mas honorífica. Doña Eufrasia me parece señora de distincion , y la
creo de muy buen carácter. No te engañas en eso , respondió Bea
triz . Mi ama es una mujer bien pacida, como lo manifiestan sus
modales ; y , por lo que toca al genio, será difícil hallar otra mas
sosegada pi mas apacible. No es de aquellas amas altivas y difíciles
de contentar, que nada les gusta , que en todo encuentran qué decir,
gritan sin cesar, mortifican á todos los criados, y es un infierno el
servirlas. Hasta ahora no le he oido reñir siquiera una vez : tap
amiga es de la paz . Cuando bago alguna cosa que no le gusta , me
lo reprende sin enfado, y sin prorumpir en aquellos dicterios de que
tanto usan las mujeres soberbias. Tambien mi amo, repliqué yo,
es un señor muy afable : se familiariza conmigo, y me trata como
á un igual mas bien que como á un criado: en una palabra , es el
caballero mejor del mundo: en cuanto a esto, vos y yo estamosme
jor que cuando estábamos con las comediantas. Mil veces mejor,
repuso Beatriz . Yo llevo ahora una vida muy retirada, siendo así
que la de entonces era tan bulliciosa . En nuestra casa no entra mas
hombre que el señor don Gonzalo ; y en mi soledad tampoco veré
yo a otro que á tí, de lo que me alegro mucho. Tiempo há que te
miraba con buenos ojos, y mas de una vez tuve envidia.á Laura
porque eras tan àmigo suyo. Pero en fin , no desconfio de ser tan
dichosa como ella , pues, aunque no tenga su juventud pi su ber
mosura , en recompensa detesto la volubilidad, cuya prenda ningun
hombre puede remunerar suficientemente: en punto á fidelidad soy
una tortolilla .
Como la buena Beatriz era una de las muchas que se ven obliga
das á brindar con sus favores, porque sin eso ninguno los preten
deria, no tuve la menor tentacion de aprovecharme de su generosi
dad : pero tampoco me pareció conveniente hablar de manera que
pudiese recelar que la despreciaba ; antes bien tuve la advertencia
de hablarle en términos que no perdiese la esperanza de reducirle
á corresponderle . Yo me imaginaba baber conquistado á una criada
vieja ; pero tambien me engañé miserablemente en esta ocasion. Ga
lanteábame ella , no solo por mi linda cara , sino para granjearme á
favor de los intereses de su ama, á quien tenia tanto amor, que
ningun medio perdonaba cuando se trataba de complacerla y ser
virla . Reconocimi error la mañana siguiente, en que fui a entre
gar a doña Eufrasia un billete amoroso de mi amo. Recibióme con
LIBRO CUARTO . 287
agrado, y me dijo mil cosas cariñosas; y la criada dió tambien
su pincelada en mi elogio . Una admiraba mi fisonomía , otra ba
llaba en mí cierto aire de moderacion y de prudencia. Al oir á las
dos , mi amo poseia un tesoro en mi persona . En una palabra ,
me alabaron tanto , que desconfié de sus elogios ; desde luego pene
tré el fin de ellos; pero los oia con una aparente simplicidad , con
cuyo artificio engañé á aquellas bribonas, que al cabo se quitaron
la mascarilla .
Escucha, Gil Blas, me dijo doña Eufrasia : en tí consiste hacer tu
fortuna : procedamos todos de acuerdo, amigo mio . Don Gonzalo es
viejo , su salud muy delicada: una calenturilla ayudada de un buen
médico basta para echarle a la sepultura . Aprovechémonos bien de
los pocos momentos que le restan, y gobernémonos de modo que
me deje a mí la mejor parte de sus bienes. A ti te tocará una buena
porcion ; así te lo prometo, y puedes contar con mi palabra como
con una escritura otorgada ante todos los escribanos de Madrid .
Señora , le respondí, disponga usted á su arbitrio de este su fiel ser
vidor; solamente le suplico me diga lo que debo hacer, y lo demás
døjelo de micuenta , que espero se dará por bien servida. Pues aho
ra bien , repuso ella , lo que has de hacer es observar cuidadosa y
diligentemente a tu amo, y darme razon puntualde todos sus pasos .
Cuando hables con él, procura con arte introducir la conversacion
sobre las mujeres , y toma de abí ocasion para con destreza y maña
decirle mucho bien de mi. Tu mayor estudio ha de ser el tenerle
siempre ocupado de su Eufrasia en cuanto te sea posible. Espía con
sagacidad si algun pariente suyo le hace la corte con la mira á su
berencia , y avísame sin perder un instante , que yo los echaré á
pique . No te pido más . Tengo muy conocidos los diferent s genios
de la parentela de tu amo : sé el modo de hacerlos ridículos á los
ojos de este , y ya he desconceptuado en su ánimo á sus primos y
sobrinos.
Por esta instruccion , y por otras que añadió Eufrasia , conocí que
era una de aquellasmujeres que solo se dedican a complacer á vie
jos generosos. Pocos dias antes habia obligado á don Gonzalo á
vender una posesion , cuyo precio le regaló . Todos los dias le chu
paba algo, y además de eso esperaba que no la olvidaria en su tes
mento .Mostrémemuy deseoso de hacer todo lo queme pedia :mas,
por no disimular nada, confieso que, cuando volvia á casa , iba muy
dudoso sobre si contribuiria á engañar á miamo, ó á apartarle de su
288 GIL BLAS .
querida . Este último partido me parecia mas honrado que el otro,
y me sentia mas inclinado á cumplir con mi obligacion que á faltar
á ella . Consideraba por otra parte que en suma nada de positivo me
habia ofrecido Eufrasia , y quizá por esto mas que por otro motivo
no pudo corromper mi fidelidad. Resolví pues servir con celo á don
Gonzalo , persuadido de que , si lograba arrancarle del lado de su
ídolo , seria mejor recompensado por una accion buena , que por
las malas que yo pudiera hacer .
Para conseguir mejor el fin que me habia propuesto , fingi dedi
carme enteramente a servir á doña Eufrasia . Hícele creer que con
tinuamente estaba hablando de ella á mi amo , y sobre este supuesto
le embocaba mil patrañas , que la pobre creia como otros tantos
evangelios : artificio con el cual me interné tanto en su confianza ,
que me contaba por el mas ciegamente empeñado en promover sus
intereses . A mayor abundamiento aparenté tambien estar enamo
rado de Beatriz , la cual estaba tan ufana de la conquista de un
mozo, que no se le daba un pito de que la engañase , con tal que
la engañase bien . Cuando mi amo y yo estábamos con nuestras dos
reinas , representábamos dos cuadros diferentes, pero ambos por el
mismo estilo . Don Gonzalo , seco y amarillo , como ya le he retrata
do , parecia un moribundo en la agonía cuando miraba á sus Filis
con ojos lánguidos y amorosos . Mi Nise , siempre que yo la miraba
apasionado , remedaba los melindres y acciones de una niña, po
niendo en movimiento todos los registros de una truhana vieja y
bien amaestrada . Conocíase que habia cursado estas escuelas por
lo menos unos buenos cuarenta años . Habíase refinado en servicio
de una de aquellas heroinas del partido , que saben el secreto de
hacerse amar hasta la vejez, y mueren cargadas de los despojos de
dos ó tres generaciones.
No me bastaba ya el ir con mi amo todos los dias á casa de Eu
frasia: muchas veces iba solo , particularmente de dia ; y , á cual
quiera hora que fuese, nunca encontraba en ella á hombre , ni menos
á mujer alguna que me diese malas sospechas, ó modo de descubrir
en Eufrasia el menor indicio de infidelidad. Esto me causaba no poca
admiracion , porque no acertaba á comprender como pudiese ser tan
escrupulosamente fiel a don Gonzalo una mujer joven y hermosa .
Pero en esta admiracion no habia juicio alguno temerario, pues la
bella Eufrasia , como pronto veremos , para hacer mas tolerable el
tiempo que tardaba en heredar á don Gonzalo, se habia provisto de
un amante mas proporcionado á sus años .
LIBRO CUARTO . 289
Cierta mañana muy temprano fuí a entregar un billete á la tal
niña de parte de mi amo , segun la costumbre diaria . Hízome entrar
en su cuarto , y divisé en él los pies de un hombre que estaba es
condido detrás de un tapiz. No dí la mas mínima señal de que le
veia ; y , así que desempeñé mi encargo, me salí sin dar a entender
hubiese notado cosa alguna ; pero aunque no debia sorprenderme
este objeto , y mas cuando en nada me perjudicaba á mí , no dejó con
todo de inquietarme mucho . ¡ Ah , malvada ! decia yo con enfado . ¡ Ab ,
traidora Eufrasia ! No te contentas con engañar á un buen viejo,
haciéndole creer que le amas , sino que te entregas a otro amante
para hacer mas abominable tu villana traicion . Pero , bien mirado,
era yo muy necio en discurrir de esta suerte . Antes debia reirme de
aquella aventura , y mirarla como una compensacion del fastidio у
de los malos ratos que Eufrasia sufria con el trato de mi amo . A lo
menos hubiera hecho mejor en no hablar palabra , que en valerme
de esta ocasion para acreditarme de buen criado. Pero, en vez de
moderar mi celo , abracé con mayor calor los intereses de don Gon
zalo, y le bice puntual relacion de lo que habia visto ; añadiendo que
doña Eufrasia habia solicitado corromper mi fidelidad, y en prueba
de ello no le oculté nada de lo que me habia dicho ; de manera que
estuvo en su mano el conocimiento del verdadero carácter de su ena
morada. Hízome mil preguntas, como dudando de lo que decia ; pero
mis respuestas fueron tales , que le quitaron la satisfaccion de poder
dudarlo. Quedó atónito y asombrado de lo que habia oido ; y , sin
que le sirviese en este lance su ordinaria serenidad , se asomó á su
semblante un repentino ímpetu de cólera , que podia parecer presa
gio de que Eufrasia pagaria su infidelidad . Basta, Gil Blas , me di
jo : estoy sumamente agradecido al celo y amor que me muestras;
me agrada infinito tu honrada lealtad . Ahora mismo voy á casa de
Eufrasia á llenarla de reconvenciones y á romper para siempre la
amistad con esta ingrata . Diciendo esto , salió efectivamente, y se fué
en derechura á su casa , no queriendo que le acompañase yo , por
librarme de la mala figura que habia de hacer si me ballase pre
sente á la averiguacion de aquellos hechos .
Mientras tanto quedé esperando con la mayor impaciencia que
volviese mi amo . No dudaba que , á vista de tan poderosos motivos
para quejarse de su ninfa , volveria desviado de sus atractivos , ó
cuando menos resuelto a una eteroa separacion . Con este alegre pen
samiento me daba á mí mismo el parabien de mi obra; me repre
290 GIL BLAS.
sentaba el placer que tendrian lus herederos legítimos de don Gon
zalo cuando supiesen que su pariente ya no era juguete de una pa
sion tan contraria á sus intereses; me figuraba que todos se me
confesarian obligados ; y en fin que iba yo a distinguirme de los
demás criados,mas dispuestos por lo comun á mantener á sus amos
en sus desórdenes, que a retirarlos de ellos. Apreciaba yo el honor,
y me lisonjeaba de que me tendrian por el corifeo de todos los sir
vientes; pero una idea tan balagüeña se desvaneció pocas horas des
pues, porque volvió miamo, y me dijo: Amigo Gil Blas, acabo de
tener una conversacion muy acalorada con Eufrasia . Llaméla ingrata ,
aleve ; llenéla de improperios; pero ¿sabes lo quemerespondió ? Que
hacia mal en dar crédito á criados: sostiene con empeño que me has
hecho una relacion falsa . Si he de creerla , tú no eres mas que un
impostor, un criado vendido á mis sobrinos, por cuyo amor no per
donarias medio alguno para ponerme mal con ella . Yo mismo la ví
derramar algunas lágrimas, y lágrimas verdaderas: me ha jurado,
por cuanto bay de mas sagrado, que ni te babia hecho la mas mí
nima proposicion , ni ve á pingun hombre. Lo mismo me aseguró
Beatriz, que me parece mujer honrada é incapazde mentir; demodo
que, contra mi propia voluntad, se desvaneció todo mi enojo .
¿ Pues qué, señor, interrumpi yo con sentimiento , dudais de mi
sinceridad, desconfiais de...? No, bijo mio , repuso él, te hago jus
ticia ; no creo que estés de acuerdo con mis sobrinos; estoy persua
dido de que solo por buen celo te interesas en todo lo que me toca ,
y te lo agradezco ; pero muchas veces engañan las apariencias. Puede
suceder que realmente no hubieses visto lo que te pareció ver; y en
tal caso considera lo mucho que habrá ofendido á Eufrasia tu acu
sacion . Mas, sea lo que fuere, yo no puedo menos de amarla . Así
lo quiere mi estrella ; y aun me ha sido indispensable hacerle el sa
crificio que exige de mi amor: este sacrificio es despedirte . Siéntolo
mucho, mi pobre Gil Blas, continuó, y te aseguro que no he con
sentido en ello sin afliccion ; mas no puedo pasar por otro punto :
compadécete de mi debilidad . Lo que te debe consolar es que no sal
drás sin recompensa ; fuera de que ya he pensado colocarte con una
señora amiga mia , en cuya casa lo pasarás perfectamente .
Quedé mortificadísimo al ver que mi celo habia redundado en mi
perjuicio . Maldije mil veces a Eufrasia , y lamenté la flaqueza dedon
Gonzalo en baberse dejado dominar de ella . No dejaba tampoco de
conocer el buen viejo que en despedirme de su casa , solo por com
LIBRO CUARTO . 291
placer á su dama , no hacia la accion mas honrosa . Para cohonestar
su poco espíritu, y al mismo tiempo hacerme tragar mejor la píldo
ra , me regaló cincuenta ducados , y él mismo me condujo el dia si
guiente á casa de la marquesa de Chaves . Dijole en mi presencia que
era yo un mozo de buenas prendas ; que él me queria mucho ; pero
que por ciertos respetos de familia se veia precisado a su pesar á
quedarse sin mí , y le suplicaba con el mayor encarecimiento me ad
mitiese de criado. Desde aquel punto me recibió la marquesa , y yo
me vi de repente con nueva ama y en nueva casa .
CAPÍTULO VIII.
Carácter de la marquesa de Chaves, y personas que ordinariamente la visitaban .
Era la marquesa de Chaves una viuda de treinta y cinco años,
bella , alta y bien proporcionada. No tenia bijos, y gozaba de diez
mil ducados de renta . Nunca vímujer mas séria , ni que menos ha
blase . Con todo eso era celebrada en Madrid , y generalmente tepida
por la señora de mayor talento . Lo que quizá contribuia mas que
todo a esta universal reputacion , era la concurrencia á su casa de
los primeros personajes de la corte, así en nobleza como en litera
tura : problema que yo no me atreveré a decidir. Solo diré que bas
taba oir su nombre para conceptuar que el que allí concurria era de
un gran talento , y que su casa la llamaban por excelencia eltribu
nal de las obras ingeniosas.
Con efecto , todos los dias se leian en ella ya poemas dramáticos,
ya poesías líricas, pero siempre sobre asuptos serios. Negábase la
entrada a toda composicion jocosa . La mejor comedia , ó la novela
mas ingeniosa y mas alegre, no se miraba sino como una pueril y
ligera produccion que no merecia alabanza alguna. Por el contra
rio , la mas mínima obra séria, una oda, un soneto, una égloga,
pasaban allí por el último esfuerzo del ingenio humano. Pero suce
dia tal vez que el público no se conformaba con la decision del tri
bunal, antes bien censuraba sin reparo las obras que habian sido en
él muy aplaudidas.
LIBRO CUARTO . 293
La marquesa me hizo maestresala de su casa . Era incumbencia
de mi empleo arreglar el cuarto de mi nueva ama para recibir las
gentes, disponiendo almohadones para las damas, sillas para los ca
balleros, y cada cosa en su respectivo sitio ; quedándome despues en
la antesala para anunciar é introducir a los que llegaban . El primer
dia , conforme yo los iba introduciendo, el ayo de pajes , que casual
mente se ballaba entonces conmigo en la antesala, me los pintaba
graciosamente .Llamábase Andrés de Molina el tal ayo , y , aunque
era naturalmente aéreo y burlon , no le faltaba entendimiento. El
primero que se presentó fué un obispo : anuncié su venida , y , des
pues que hubo entrado, me dijo el maestro de pajes: Ese prelado es
de un carácter bastante gracioso . Tiene algun valimiento en la cor
te, mas no tanto como quiere persuadir.Ofrécese á servir a todos,
y a ninguno sirve . Encontróle un dia en la antecámara del rey un
caballero que le saludó . Detúvole el obispo , hízole mil cumplimien
tos, le cogió la mano , apretósela , y le dijo: Soy todo de usía : no
me niegue el favor de acreditarle mi amistad , pues no moriré con
tento si no logro alguna ocasion de servirle. Correspondióle el ca
ballero con expresiones de reconocimiento , y , apenas se babian se
parado, cuando el obispo , volviéndose á uno de los que iban á su
lado, le dijo: Quiero conocer a este hombre , y no me acuerdo quién
es: solo tengo una idea confusa de haberle visto en alguna parte .
Poco despues del obispo se dejó ver un señorito , hijo de cierto
grande, á quien hice entrar inmediatamente en el cuarto de mi
ama . Así que entró , me dijo el señor Molina : Este señorito es tam
bien un ente raro . Va á una casa sin otro fin que el de tratar con
el dueño de ella de negocios de importancia ; está en conversacion
con él una ó dos horas, y se marcha sin haber hablado siquiera
una palabra sobre el asunto á que habia ido . A este tiempo , viendo
el ayo de los pajes llegar a dos señoras, añadió: Vé aquí á doña
Angela de Peñafiel y á doña Margarita de Montalvan. Estas dos
señoras en nada se parecen una á otra : doña Margarita presume de
filósofa; se las tiene tiesas con los mayores doctores de Salamanca ,
y ninguno la ha visto ceder jamás á sus argumentos. Doña Angela,
por el contrario , aunque es verdaderamente instruida, nunca hace
de doctora . Sus pensamientos son finos, sus discursos sólidos , y
sus expresiones delicadas, nobles y naturales. Este segundo carác
ter, le respondi yo , es un carácter muy amable ; pero el otro me
parece cae muy mal en el bello sexo . ¿Qué dice usted muy mal en
38
294 GIL BLAS .
el bello sexo ? replicó Molina prontamente ; es tan fastidioso aun en
los hombres , que a muchos hace ridículos. Tambien nuestra ama
la marquesa adolece un poco de este achaque filosófico. Yo no sé
sobre qué se tratará hoy en nuestra academia ; pero se disputará
mucho.
Al acabar estas palabras vimos entrar un hombre seco, muy
grave , cejijunto y fruncido. No le perdonó mi caritativo instructor.
Este es , me dijo , uno de aquellos entes serios que quieren pasar
por hombres de gran talento a favor de su silencio ó de algunas
sentencias de Séneca , y que, examinados de cerca , no son mas que
unos pobres mentecatos . Tras de este entró un caballerito de bas
tante buena presencia, pero con aire de hombre pagado de sí mis
mo. Pregunté à Molina quién era , y me respondió: Es un poeta
dramático , el cual ha compuesto cien mil versos en su vida que no
le han valido cuatro cuartos ; pero en recompensa con solo seis ren .
glones en prosa acaba de formarse una buena renta .
Iba á decirle me explicase en qué habia consistido el haber lo
grado á tan poca costa aquella fortuna, cuando oí un gran rumor
en la escalera . ¡ Bravo ! exclamó el maestro de pajes, aquí tepemos
al licenciado Campanario , que se deja oir mucho antes que se le
vea . Comienza a hablar en voz alta desde la puerta de la calle , y
no lo deja hasta que vuelve a salir por ella . Con efecto, resonaba
en toda la casa la voz del licenciado Campanario , que al fin se pre
sentó en la antesala con un bachiller amigo suyo, y no cesó de ha
blar mientras duró su visita . Este licenciado, dije a Molina , parece
hombre de ingenio . Si lo es, me respondió : tiene ocurrencias muy
chistosas: se explica con gracia y agudeza : es muy divertida su
conversacion; pero además de ser un hablador molestísimo, repite
siempre sus dichos y cuentos. En suma, para no estimar las cosas
mas de lo que valen , estoy persuadido de que su mayor mérito
consiste en aquel aire cómico y festivo con que sazona lo que dice ,
y así no creo que le haria mucho honor una coleccion de sus agu
dezas y sus gracias.
Fueron entrando despues otras personas, de todas las cuales me
hizo Molina muy graciosas descripciones , sin olvidar la pintura de
la marquesa , que fué de mi gusto . Esta , me dijo , tiene un talento
regular, en medio de su filosofía . Su carácter no es impertinente ,
y da poco que hacer a los que la sirven . Entre las personas distin
guidas es de las mas racionales que conozco : no se le advierte pa
LIBRO GUARTO. 295
sion alguna: oi el juego, ni los galanteos le gustan ; solo le agra
da la conversacion , y, en una palabra , su vida seria intolerable
para la mayor parte de las damas. Este elogio del maestro de
pajes me hizo formar un concepto ventajoso do mi ama. Sin em
bargo , pocos dias despues no pude menos de sospechar que no era
tan enemiga del amor , y el fundamento de mi sospecha fué el si
guiente .
Estando una mañana en el tocador, se presentó en la antesala
un hombrecillo como de cuarenta años, pero de malísima figura ,
mas mugriento que el autor Pedro de Moya , y á mayor abunda
miento muy corcovado. Díjome que deseaba hablar a la marquesa ,
y , preguntándole yo de parte de quién : De la mia , me respondió
arrogante: diga usted á la señora que soy aquel caballero del cual
estuvo hablando ayer con doña Ana de Velasco . Apenas se lo dije á
miama, cuando, toda enajenada de alegría , me mandó le hiciese
entrar. No solo le recibió con extrañas demostraciones de aprecio ,
sino que mandó salir a todas las criadas, de modo que el corcova
dillo, mas afortunado que una persona de provecho, se quedó á so
las con ella . Las criadas y yo nos reimos un poco de esta visita tan
graciosa , que duró una hora , al cabo de la cual mi ama le despidió
con mil cortesanas expresiones, que demostraban bien lo contenta
que quedaba de él.
En efecto , lo quedó tanto , que por la noche me llamó aparte , y
me dijo : Gil Blas, cuando venga el corcovado, hazle entrar en mi
gabinete lo mas secretamente que puedas; cuyo encargo confieso
que me dió mucho en qué sospechar. Sin embargo, obedeciendo la
órden de la marquesa , luego que se dejó ver aquel hombrecillo ,
que fué à la mañana siguiente, le introduje por una escalera excu
sada hasta el gabinete de la señora . Caritativamente hice lo mismo
por dos o tres veces, de lo cual inferí, ó que la marquesa tenia es
trafalarias inclinaciones, ó que el corcovadillo le servia de ter
cero .
Poseido yo de esta idea , me decia : Si mi ama se ha enamo
rado de un buen mozo , se lo perdono; pero si se ha prendado de
semejante macaco, no puedo verdaderamente disculpar un gusto tan
depravado. Pero ¡ cuán mal pensaba yo de aquella señora! Aquel
macaco se emplea en la magia , y como se ponderaba su ciencia á
la marquesa, que creia gustosa en los prestigios de los saltimban
quis, tenia conversaciones á solas con él. Hacia ver los objetos en
296 GIL BLAS.
un vaso , enseñaba á dar vueltas al cedazo , y revelaba por dinero
todos los misterios de la cabala , ó bien (para hablar con mas exac
titud) era un bribon que subsistia á expensas de las personas de
masiado crédulas, y se decia que á ello contribuian muchas señoras
de distincion .
CAPITULO IX.
Por qué incidente Gil Blas salió de casa de la marquesa de Chaves, y cuál fue su paradero.
Seis meses habia que yo servia á la marquesa de Chaves , y me
hallaba muy contento con mi conveniencia ; pero mi destino no me
permitió mantenerme mas tiempo en su casa , ni menos quedarme
por entonces en Madrid . El motivo fué el lance que voy a contar .
Entre las criadas de la marquesa habia una , llamada Porcia ,
que, sobre jóven y hermosa , era de un carácter tan bueno , que me
captó la voluntad sin saber que me seria necesario disputar su co
razon . El secretario de la marquesa , hombre soberbio y celoso , es
taba enamorado de mi ídolo , y , apenas advirtió mi amor , cuando,
sin procurar informarse si Porcia me correspondia , resolvió que
nos midiésemos la espada, y me citó una mañana para un paraje
retirado. Como era un hombrecillo que apenas me llegaba a los
hombros, me pareció enemigo poco temible , y , lleno de confianza ,
acudí al sitio señalado. Lisonjeábame yo de una completa victoria y
de adquirir por ella nuevo mérito con Porcia ; pero el resultado humilló
mucho mi presuncion. El secretarillo , que habia aprendido dos ó
tres años la esgrima, me desarmó como á un niño , y , poniéndome
al pecho la punta de la espada , me dijo: Prepárate para morir, ó
dáme palabra sobre tu honor de que hoy mismo saldrás de casa de
la marquesa de Chaves sin pensar mas en Porcia. Prometíselo así,
y lo cumplí sin repugnancia . Corríame de presentarme delante de los
298 GIL BLAS.
criados de la casa despues de haber sido tan ignominiosamente
vencido, y mucho mas de presentarme ante la hermosa Elena, ino
cente ocasion de nuestro desafío . No volví, pues, á casa sino para
recoger mi ropa y dinero , y el mismo dia me encaminé á Toledo, con
la bolsa bastante provista , y cargado con toda mi ropa puesta en
un lio . Aunque por ningun caso me habia obligado a salir deMadrid ,
juzgué mo conyendria mucho alejarme de aquella villa , á lo menos
por algunos años, y así tomé la determinacion de dar una vuelta
por España, deteniéndome en las ciudades y pueblos el tiempo que
me pareciese . Con el dinero que tengo, me decia , gastándolo con
discrecion , tendré para correr gran parte del reino, y cuando se
baya acabado, me pondré de nuevo á servir, pues un mozo como
yo hallará acomodos sobrantes cuando le venga en voluntad buscar
los, y no tendré mas que escoger .
Como tenia particulares deseos de ver á Toledo , llegué allí al
cabo de tres dias, y fuí á tomar posada en un buen meson , en don
de me tuvieron por un caballero de importancia con el auxilio de
mi vestido de aventuras amorosas que no dejé de ponerme; y con
el aire que tomé de elegante , podia fácilmente introducirme con las
buenas mozas que vivian en la vecindad ; pero , habiendo sabido
que era necesario comenzar en su casa por hacer un gran gasto,
fué forzoso contener mis deseos. Hallándome siempre con gusto de
viajar , despues de haber visto todo lo que habia de curioso en To
ledo, salí de allí un dia al amanecer, y tomé el camino de Cuenca
con ánimo de pasar al reino de Aragon. Al segundo dia de jornada
me metí en una venta que encontré en el camino , v, cuando empe
zaba,á refrescarme, entró una partida de cuadrilleros de la Santa
Hermandad . Estos señores pidieron vino , y mientras estaban be
biendo les oí hacer mencion de las señas de un jóven , á quien lle
vaban órden de prender. El caballero, decia uno de ellos, no tiene
mas que veintitres años, el pelo largo y negro, bella estatura, pa
riz aguileña, y monta un caballo castaño.
Estúvelos yo escuchando sin mostrar atencion a lo que decian , y
en la realidad me importaba poco el saberlo. Dejélos en la venta , y
proseguí mi camino ; pero , no habia andado aun medio cuarto de
legua, cuando encontré á un mocito muy galan que iba en un ca
ballo castaño: ¡Vive diez ! dije para mí, que, ó yo me engaño mu
cho, á este es el sugeto á quien buscan los cuadrilleros. Tiene el
pelo largo y negro y la nariz aguileña, seguramente él es á quien
LIBRO CUARTO . 299
quieren atrapar, y he de hacerle un buen servicio . Señor , le dije,
permítame usted que le pregunte si le ha sucedido algun pesado
lance de honor. El joven sin responderme fijó los ojos en mi , y
mostróse admirado de mi pregunta. Aseguréle que esta no nacia de
pura curiosidad , y quedó bien convencido de ello luego que le conté
todo lo que habia oido á los ministros en la venta . Generoso desco
nocido , me respondió , no puedo ocultaros que tengo motivo para
creer ser efectivamente yo a quien busca esa gente; y por lo mismo
voy á tomar otro camino para no caer en sus manos . Yo seria de
parecer, repuse entonces , que buscásemos por aquí un sitio retira
do donde usted estuviese seguro y ambos á cubierto de una gran
tempestad que veo nos está amenazando . Al decir esto descubrimos
una calle de árboles bastante frondosos, y , habiéndonos metido en
ella, nos condujo al pie de una montaña , donde encontramos una
ermita .
Era esta una grande y profunda gruta que el tiempo habia so
cayado en la falda de aquel monte, y delante de ella se registraba
como un corral que habia fabricado el arte, cuyas paredes se com
ponian de una especie de argamasa formada de pedrezuelas , ro
deado todo, para mayor defensa, de un género de foso cubierto de
verdes céspedes. Los contornos de la gruta estaban sembrados de
flores olorosas , que llenaban de suavísima fragancia el ambiente
inmediato; y cerca de la misma gruta se descubria una hendidura
en el monte , de cuyo centro brotaba un manantial de agua , que
corria á dilatarse por una pradería . A la entrada de esta cueva so
litaria habia un buen ermitaño que parecia un hombre consumido
por la vejez. Apoyábase en un báculo , y en la otra mano llevaba
un gran rosario de cuentas gordas y de veinte dieces por lo menos .
Su cabeza estaba como sepultada en un capuz de lana parda , con
unas largas orejeras; y su barba , mas blanca que la nieve , le baja
ba hasta la cintura . Acercámonos á él , y yo le dije : Padre mio,
chos dạra licencia para que le pidamos nos refugie contra la tem
pestad que viene sobre nosotros ? Venid , bijos mios , respondió el
anacoreta despues de haberme mirado con atencion ; mi pobre grutą
está à vuestra disposicion , y podreis estar en ella todo el tiempo
que quisiereis. El caballo , añadió , le podeis meter en aquel corral,
señalándolo con la mano , donde creo que estará bien acomodado.
Metimos en él el caballo, y nosotros nos refugiamos en la gruta ,
acompañándonos siempre el venerable viejo.
300 GIL BLAS .
Apenas entramos en ella cuando cayó una copiosa lluvia , mez
clada de relámpagos y espantosos truenos . El ermitaño se hinco de
rodillas delante de una estampa de san Pacomio , que estaba pegada
á la pared , y nosotros hicimos lo mismo á ejemplo suyo . Cesó la
tempestad , y cesaron tambien nuestras oraciones . Levantámonos;
pero , como todavía seguia lloviendo y la noche se acercaba , nos
dijo el ermitaño : Yo , hijos mios , no os aconsejaré os pongais en
camino con este temporal, y'mas estando tan cerca la noche , a no
obligaros á ello algun negocio grave y urgente. Respondímosle que
ninguna cosa nos impedia el detenernos sino el justo temor de in
comodarle , y que , á no ser este, antes le suplicaríamos nos permi
tiese pasar allí la noche . La incomodidad será para vosotros , res
pondió cortesanamente el anacoreta : tendreis mala cama y peor
cena , porque solo puedo ofreceros la de un pobre ermitaño.
En esto nos hizo sentar á una desdichada y rústica mesilla , don
de nos sirvió unas cebollas con algunos mendrugos , y un jarro de
agua . Esta , dijo , es mi comida y
cena ordinarias; pero hoy es razon
hacer algun exceso en obsequio de
unos huéspedes tan honrados. Dijo,
y marchó luego a traer un pedazo
de queso y dos puñados de avella
pas , que echó sobre la mesa. Mi
compañero , que no tenia mucho
apetito, bizo poco gasto de aquellos
manjares. Observólo el ermitaño, y
dijo : Veo que estais acostuinbrados
á mesas mas regaladas que la mia ,
ó , por mejor decir, que la sensua
lidad ha estragado en vos el gusto natural. Yo tambien he vivido
en el mundo . Entonces no eran bastante buenos para mí los man
jares mas delicados ni los guisados mas exquisitos ; pero la soledad
y el hambre han restituido la pureza al paladar. Ahora solo me
gustan las raices , la leche , las frutas , y , en una palabra , todo
aquello que servia de alimento á nuestros primeros padres.
Mientras el anacoreta estaba hablando , el caballerito se quedó
como enajenado en una profunda cavilacion. Notólo el viejo , y le
dijo: Hijo mio , vos teneis atravesado el corazon con alguna espina que
os punza mucho . ¿ No podré saber el motivo de la grave afliccion
LIBRO CUARTO . 301
que os atormenta ? Desahogad conmigo vuestro pecho. No me mue
ve á este deseo la curiosidad : la caridad es la única causa que á
ello me anima . Hállome en edad en que puedo daros algun buen
consejo; y vos me pareceis estar en una situacion que necesita bien
de él . Sí , padre mio , respondió el caballerito arrancando del pecho
un doloroso suspiro ; es muy cierto que tengo gran necesidad de
consejo: y pues vos me ofreceis el vuestro con piedad tan generosa ,
quiero seguirle . Estoy muy persuadido de que nada arriesgo en
descubrirme a un hombre como vos . No , hijo, replicó el ermitaño,
no teneis que temer : soy hombre á quien se le puede confiar cual
quiera cosa , sea la que fuere. Entonces el caballero habló de esta
manera
39
CAPÍTULO X .
Historia de don Alfonso y de la bella Serafina,
. Nada, padre mio , os ocultaré, como ni tampoco á este caballero
que me escucha. Hariale gran agravio en desconfiar de él á vista
de la generosa accion que usó conmigo. Voy, pues, á contaros mis
desgracias.
Nací en Madrid , y mi orígen fué el que voy a referir. Un oficial
de la guardia alemana, llamado elbaron de Steinbach , entrando una
noche en su casa , se balló al pié de la escalera con un envoltorio
de lienzo . Levantóle , llevóle al cuarto de su mujer , desenvolvióle ,
y encontraron un niño recien nacido, envuelto en pañales muy asea
dos y finos, y un billete que decia ser hijo de padres distinguidos,
que a su tiempo se darian á conocer, y que el niño estaba ya bau
tizado con el nombre de Alfonso. Este desgraciado niño soy yo , v
esto es todo cuanto sé. Víctima del honor ó de la infidelidad , ignoro
si mi madre me expuso únicamente para ocultar algunos vergonzo
sos amores, ó si, seducida por un amante perjuro , se vió en la cruel
necesidad de abandonarme.
Como quiera que sea , al baron y á sú mujer les enterneció mu
cho mi desgracia ; y , como no tenian sucesion, resolvieron criarme
como si fuera hijo suyo , conservándome el nombre de don Alfonso .
Al paso que crecia yo en edad , crecia el amor en ellos bácia mí.
Hacíanme mil caricias en pago de mis apacibles modales y por mi
D. ALFONSO REFIERE SU HISTORIA AL FINIS LIMITANO.
LIBRO CUARTO . 303
docilidad . Todos sus pensamientos eran de darme la mejor educa
cion . Buscáronme maestros de todas materias. Lejos de esperar con
impaciencia á que se descubriesen mis padres , parecia por el con
trario que deseaban no se manifestasen jamás. Luego que el baron
me vió capaz de poder seguir la milicia , meaplicó a servir al rey.
Consiguióme una bandera , y mandó hacerme un pequeño equipaje.
Para animarme á buscar ocasiones de adquirir gloria y darme á
conocer, me hizo presente que la carrera del honor estaba abierta
á todo elmundo, y que en la guerra podria hacer minombre tanto
mas glorioso, cuanto solo seria deudor á mi valor y á miespada de
la gloria que adquiriese . Al mismo tiempo me reveló el secreto de
mi nacimiento, que hasta allí me habia callado. Como en todo Ma
drid pasaba por hijo sayo , y yo mismo efectivamente me tenia por
tal, confieso me turbó no poco esta confianza . No podia pensar en
ello sin llenarme de rubor . Por lo mismo que mis nobles pensa
mientos y mis honrados impulsos me aseguraban de un distinguido
nacimiento, era mayor el dolor de verme desamparado de aquellos
á quienes le habia debido.
Pasé á servir en los Paises- Bajos, donde se hizo la paz poco
despues que llegué al ejército . Hallándose España sin enemigos,
me restituí á Madrid ; y el baron y su mujer me recibieron con nue
yas demostraciones de cariño. Eran pasados dos meses desde mi
regreso, cuando una mañana entró en mi cuarto un pajecillo , y me
entregó en las manos un billele , concebido poco mas o menos en
estos términos: No soy fea ni contrahecha ; y con todo eso usted me
ve todos los dias á mi balcon con grande indiferencia : frialdad muy
ajena de un mozo tan galan . Estoy tan ofendida de este proceder ,
que por vengarme quisiera inspirar amor en ese corazon de hielo .
Así que leí este billete , me persuadí sin la menor duda de que
era de una viudita , llamada Leopor, que vivia enfrente demi casa ,
y tenia fama de ser alegre de cascos. Examiné sobre este punto al
pajecillo , que por algun breve rato quiso hacer el callado; pero , á
costa de un ducado que le dí, satisfizo micuriosidad , y se encargó
de llevar á su ama mi respuesta. Deciale en ella que conocia y con
fesaba mi delito, del cual estaba ya medio vengada , segun lo que
yo sentia en mí.
Con efecto, no dejó de hacerme impresion esta graciosa manera
de granjear la voluntad. No sali de casa en todo aquel dia , aso
inándome frecuentemente al balcon para observar á la señora , que
304 GIL BLAS .
tampoco se descuidó de dejarse ver al suyo . Hícele señas , á las
cuales correspondió; y el dia siguiente me envió a decir por el mis
mo pajecito, que , si entre once y doce de aquella noche queria yo
hallarme en nuestra calle, podíamos bablarnos á la reja de un cuar
to bajo. Aunque no estaba muy enamorado de una viuda tan viva ,
sin embargo no dejé de responderle muy apasionadamente; y a la
verdad esperé á que anocheciese con tanta impaciencia como si efec
tivamente la amara mucho . Luego que fué de noche, salí á pasear
me al Prado, para entretener el tiempo hasta la hora de la cita; y,
apenas entré en el paseo , cuando , acercándose á mí un hombre
montado en un hermoso caballo , se apeó precipitadamente, y mi
rándome con ceño : Caballero , me dijo, zno sois vos el hijo del ba
ron de Steinbach ? El mismo , le respondí . Luego vos sois el citado,
prosiguió él , para dar esta noche conversacion á Leonor en su reja .
He visto sus billetes y vuestras respuestas que me mostró el paje
cillo . Os he venido siguiendo hasta aquí desde que saliste de casa ,
para advertiros que teneis un competidor , cuya vanidad se indigna
de disputar el corazon de una dama con un hombre como vos . Me
parece no necesito deciros mas ; y pues nos hallamos en sitio reti
rado, decidan la disputa las espadas, á menos de que vos , por evi
tar el castigo que preparo á vuestra temeridad, me deis palabra de
romper toda comunicacion con Leonor . Sacrificadme las esperanzas
que teneis, ó en este mismo punto os quito la vida . Ese sacrificio,
respondí, se habia de pedir y no exigirse. Lo hubiera podido con
ceder á vuestros ruegos ; pero lo niego á vuestras amenazas.
Pues riñamos , dijo él atando el caballo á un árbol , porque es inde
coroso á una persona de mi esfera bajarse á suplicar á un hombre
de la vuestra , y aun la mayor parte de mis iguales puestos en mi
lugar se vengarian de vos de un modo menos honroso . Ofendiéron
me mucho estas últimas palabras, y , viendo que él habia sacado la
espada, saqué yo tambien la mia . Reñimos con tanto empeño , que
duró poco el combate . Sea que le cegase su demasiado ardor, ó sea
que yo fuese mas diestro que él , le dí desde luego una estocada
mortal, que le hizo primero titubear , y despues caer en tierra . En
tonces no pensé mas que en ponerme en salvo, y , montando en su
propio caballo , tomé el camino de Toledo . No volví á casa del ba
ron de Steinbach , pareciéndome que la relacion de mi lance solo
serviria para afligirle; y , cuando consideraba el peligro en que me
hallaba, veia que no debia perder un momento en alejarme de Ma
drid .
LIBRO CUARTO . 305
Poseido enteramente de amarguísimas reflexiones, anduve toda
la noche y la mañana del dia siguiente; pero a eso del mediodia me
ví precisado á detenerme para que el caballo descansara, y se mi
tigase el calor , que cada instante era mas inaguantable. Detúveme,
pues, en una aldea basta puesto el sol , y continué luego mi cami
no, con ánimo de no apearme hasta estar en Toledo . Me hallaba ya
dos leguas mas allá de Illescas, cuando á eso de media noche me
cogió en campo raso una furiosa tempestad , semejante á la que
acaba de sobrecogernos. Lleguéme a las tapias de un jardiu que ví
á pocos pasos de mí ; y , no hallando abrigo mas cómodo, me arri
mé con mi caballo lo mejor que pude á una puerta pequeña de una
estancia que estaba casi en un ángulo de la misma cerca , sobre la
cual habia un balcon . Apoyándome en la puerta vi que no la ba
bian cerrado , y discurri que esto habria sido culpa de los criados .
Me apeé, y , no tanto por curiosidad como por resguardarme mas
del agua , que no dejaba de incomodarme mucho debajo del balcon ,
me entré en aquella habitacion baja, juntamente con el caballo , ti
rándole por la brida .
Durante la tempestad, procuré reconocer aquel sitio ; y , aunque
solo podia registrarle a favor de los relámpagos, juzgué era una
quinta de alguna persona opulenta. Estaba aguardando por instan
tes que cesase la tempestad para seguir mi camino; pero, habiendo
visto á lo lejos una gran luz , mudé de parecer. Dejé resguardado
el caballo en aquella pieza, cuidando de cerrar la puerta , y fuíme
acercando bácia la luz , presumiendo que estaban todavía levanta
dos en la casa , para suplicarles me diesen abrigo por aquella no
che . Despues de haber atravesado algunos corredores, me hallé en
una sala , cuya puerta estaba igualmente abierta . Entré en ella , y ,
viendo su suntuosidad á beneficio de una magnífica araña con va
rias bujías, ya no me quedó duda de que aquella casa de campo
era de algun gran personaje. El pavimento era de mármol, el friso
pintado y dorado con arte , la cornisa primorosamente trabajada, y
el techo me pareció obra de los mas diestros pintores; pero lo que
mas me llevó la atencion fué una multitud de bustos de héroes es
pañoles puestos sobre bellísimos pedestales de mármol jaspeado,
que adornaban las paredes del salon . Tuve bastante tiempo para
enterarme de todas estas cosas, porque , habiendo aplicado de cuan
do en cuando el oido para ver si sentia rumor , no llegué á perci
bir ninguno , ni á ver persona alguna ,
306 GIL BLAS
A un lado del salon habia una puerta entornada ; la entreabrí, y
noté una crujía de cuartos , en el último de los cuales habia luz .
Consulté conmigo mismo lo que debia hacer , si volverme por donde
habia venido, ó animarme á penetrar hasta aquel cuarto . La pru
dencia dictaba que el partido mas acertado era el de retirarme ;
pero pudo mas en mí la curiosidad que la prudencia , ó , por mejor
decir, fué mas poderosa la fuerza del destino que me arrastraba.
Llevé, pues, mi empeño adelante, y , atravesando todas las piezas;
llegué á la última , donde ardia sobre una mesa de mármol una bu
jía puesta en un candelero de plata sobredorada. Desde luego conocí
que era un cuarto de verano , albajado con singular gusto y riqueza;
pero , volviendo presto los ojos hácia una cama , cuyas cortinas es
taban entreabiertas á causa del calor, ví un objeto que me robó
toda la atencion . Era una jóven , que , a pesar del estruendo pavo
roso de los truenos, dormia profundamente . Acerquéme á ella con
el mayor silencio, y , a favor de la luz de la bujía, descubrí una tez
tan delicada y un rostro tan hermoso, que verdaderamente me en
cantaron. Al verla , toda mi máquipa se conmovió ; me senti ente
ramente enajenado; pero, por mas agitado que me tuviesen mis im
pulsos , el concepto que hice de la nobleza de su sangre me impidió
formar ningun pensamiento temerario , pudiendo mas el respeto que
la pasion . Mientras estaba yo embelesado en contemplarla, se des
pertó .
Fácil es de imaginar cuánto le sobresaltaria el ver á un hombre
desconocido á media noche en su cuarto , y al pié de su misma ca
ma . Toda asustada y estremecida dió un gran grito . Hice cuanto
pude para aquietarla, hingué una rodilla en tierra, y , lleno de respe
to , le dije: No temais, señora , que yo no he entrado aquí con ánimo
de ofenderos. Iba á proseguir, pero ella, atemorizada, no tuvo si
quiera libertad para escucharme. Comenzó a llamar á grandes vo
ces á sus criadas, y , como ninguna le respondiese, cogió á toda
priesa una bata ligera que estaba al pié de la cama , cubrióse con
ella, saltó acelerada al suelo , agarró la bujía, y atravesó corriendo
toda la crujía de cuartos , llamando sin cesar a sus doncellas y á
una hermana suya menor , que vivia en la misma quinta, bajo de
su custodia . Por momentos estaba yo temiendo ver sobre mí toda
la familia, y que , sin merecerlo ni oirme , me tratasen mal; pero qui
so mi fortuna que, por mas gritos que dió , nadie pareció sino un
criado viejo, que de poco le hubiera servido si algo tuviera que te
LIBRO CUARTO . 307
mer. No obstante, con la presencia del buen viejo, alentándose al
gun tanto , me preguntó con altivez quién era yo , por dónde y a qué
fin habia tenido atrevimiento para meterme en su casa . Comencé á
justificarme; pero, apenas le dije que habia entrado por la puerta
del cuarto del jardin , que habia hallado abierta, cuando exclamó
al instante diciendo : ¡ Justo cielo , y qué sospechas me vienen aho
ra al pensamiento !
En esto va con la luz a registrar todos los cuartos de la quinta,
y no encuentra á ninguna de sus criadas ni á su hermana; antes si
ve que estas se habian llevado cada una sus ropas. Pareciéndole
que se habian verificado sobradamente sus sospechas , se volvió
adonde yo habia quedado, y articulando mal las palabras con la
cólera: Infame, me dijo , no añadas la mentira á la traicion. No te
ha traido á esta quinta la casualidad, ni has entrado en ella por el
motivo que finges. Tú eres de la comitiva de don Fernando de Leiva
y cómplice en su delito; pero no esperes huir de mi venganza , pues
tengo aun bastante gente en casa que te prenda. Señora , le dije, no
me confundais , os ruego , con vuestros enemigos. Ni conozco á don
Fernando de Leiva , ni sé todavía quién sois vos. Yo soy un desgra
ciado, á quien cierto lance de honor ha obligado á ausentarse de
Madrid , y os juro por cuanto hay de mas sagrado que, a no haber
me precisado á ello la tempestad, no hubiera entrado en vuestra
quinta. Digpaos , señora , formar mejor concepto de mí . En vez de
suponerme cómplice en ese delito que tanto os ofende, vivid per
suadida de que estoy prontísimo á vengaros. Estas últimas palabras,
que pronuncié con ardor y viveza, la tranquilizaron, de modo que
desde aquel punto mostró no mirarme ya como á enemigo. Cesó en
el mismo momento su enojo , pero entró a ocupar su lugar el mas
acerbo dolor . Comenzó á llorar amargamente , y sus lágrimas me
enternecieron de manera que no me sentí menos afligido que ella ,
aun cuando ignoraba la causa de su pena. No me contenté con acom
pañarla en el llanto, sino que , deseoso de vengar su afrenta, me
entró una especie de furor. Señora, exclamé entre lastimado y co
lérico , ¿ quién ha tenido atrevimiento para ultrajaros? Y xqué espe
cie de ultraje ha sido el vuestro ? Hablad , señora , porque vuestras
ofensas ya son mias. ¿Quereis que busque á don Fernando y que le
atraviese de parte a parte el corazon ? Nombradme todos aquellos
que quereis os sacrifique; mandad , y sereis obedecida. Cueste lo que
costare vuestra venganza, este desconocido, á quien habeis mirado
308 GIL BLAS .
como enemigo , se expondrá por amor de vos á cualquier riesgo.
Quedóse suspensa aquella señora á vista de un arrebato tan in
esperado, y , enjugando sus lágrimas , me dijo: Perdonad, señor , mi
temeraria sospecha a la infeliz situacion en que me ballo . Vuestros
generosos sentimientos han desengañado á la desgraciada Serafina,
y me quitan además hasta el natural rubor que me causa el que un
extraño sea testigo de una afrenta hecha a mi noble sangre . Si, ge
neroso desconocido , reconozco mi error , y admito vuestras ofertas,
pero no quiero la muerte de don Fernando . Bien está , señora , re
pliqué; pero ¿ en qué deseais que os sirva ? Señor, respondió Serafi
na , el motivo de mi pesar es el siguiente : Don Fernando de Leiya se
enamoró de mi hermana Julia , á quien vió en Toledo , donde vivi
mos de ordinario . Pidiósela á mi padre , que es el conde de Polan ,
quien se la negó por antigua enemistad que hay entre las dos ca
sas. Mi hermana , que apenas tiene quince años , se habrá dejado
engañar de mis criadas, sin duda ganadas por don Fernando, y , no
ticioso este de que las dos hermanas estábamos en esta casa de cam
po , habrá aprovechado la ocasion para robar a la mal aconsejada
Julia . Yo solo quisiera saber en qué parte la ha depositado , para
que mi padre y mi hermano , que ha dos meses están en Madrid , to
men sus medidas . Suplícoos, pues , señor , que os tomeis el trabajo
de recorrer los contornos de Toledo , y de averiguar , si fuese posi
ble, adónde ha ido á parar aquella pobre muchacha ; diligencia á que
os quedará tan obligada como agradecida toda mi familia .
No tenia presente aquella señora que el encargo que me daba
no convenia a un hombre a quien importaba tanto salir cuanto an
tes de los términos y jurisdiccion de Castilla. Pero ¿qué mucho no
hiciese ella esta reflexion cuando ni yo mismo la hice ? Sumamente
gozoso de la fortuna de verme en ocasion de servir a una persona
tan amable , admiti gustoso la comision , ofreciendo desempeñarla
con el mayor celo y diligencia . Con efecto , no esperé á que amane
ciese para ir a cumplir lo prometido . Dejé al punto á Serafina , su
plicándole me perdonase el susto que inocentemente le habia dado ,
y asegurándole que presto sabria de mí . Salíme, pues , por donde
habia entrado en la quinta ; pero con el ánimo tan ocupado siempre
en aquella señora, que fácilmente advertí estaba del todo prendado
de ella ; y nada me lo hizo conocer mejor que la inquietud é impa
ciencia con que me apresuraba a complacerla , y las amorosas qui
meras que yo mismo me forjaba en la imaginacion. Parecíame que
LIBRO CUARTO . 309
Serafina , aun en medio de su sentimiento , habia echado bien de ver
los primeros fuegos de mi amor , y que no le habia quizá desagra
dado. Lisonjeábame de que , si lograba averiguar lo que tanto de
seaba, seria mia toda la gloria .
Al llegar aquí cortó don Alfonso el bilo de su historia, y dijo al
ermitaño: Perdonadme, padre, si poseido de mi pasion me detengo
en menudencias que tal vez os fastidiarán . No , hijo, respondió el
anacoreta , de ningun modo me cansan ; antes bien deseo saber hasta
dónde llegó el amor que te inspiró doña Serafina, para arreglar mis
consejos con mayor conocimiento.
Encendida la fantasía con tan lisonjeras imágenes, prosiguió el
caballerito , busqué inútilmente por espacio de dos dias al robador
de Julia ; y , frustradas todas las diligencias, no pude descubrir el.
menor rastro de él . Desconsoladísimo de ver inutilizados mis pasos
y desvelos, volví á la presencia de Serafina, á quien discurria ha
llar en el estado mas inquieto y desgraciado del mundo ; pero la en
contré mas tranquila de lo que yo pensaba . Díjome que habia sido
mas venturosa que yo , pues ya sabia dónde se hallaba su hermana :
que habia recibido una carta de don Fernando , en que le decia que,
despues de haberse casado de secreto con Julia , la habia depositado
en un convento de Toledo . Envié su carta á mi padre , prosiguió Se
rafina, no sin esperanza de que la cosa acabe bien , y que un so
lemne matrimonio sea el iris de paz que dé fin á la inveterada dis
cordia de las dos casas.
Luego que me informó del paradero de su hermana, me habló del
trabajo que me habia ocasionado, y sobre todo (añadió ella misma)
los peligros á que os expuso mi imprudencia en seguir a un roba
dor, sin acordarme de que me habíais confiado que andabais fugiti
vo por cierto lance de honor ; de lo cual me pidió mil perdones en
los términos mas atentos . Conociendo que estaba falto de reposo , me
condujo a la sala , donde los dos nos sentamos. Estaba vestida con
una bata de tafetan blanco, con listas negras , y cubria su cabeza un
sombrerillo de los mismos colores que la bata, guarnecido con un
airoso plumaje negro, lo que me hizo juzgar que podia ser viuda ,
aunque por otra parte parecia de tan pocos años , que no sabia yo .
qué discurrir .
Si era grande mi deseo de saber quién ella era , no era menos viva
su curiosidad de saber lo mismo de mí . Preguntóme mi nombre y
apellido, no dudando , dijo , a vista de mi noble aire , y aun mas de
40
1
310 GIL BLAS.
la generosa piedad que me babia hecho abrazar con tanto empeño
sus intereses, la nobleza de mi nacimiento . Dejóme perplejo la pre
gunta : encendióseme el rostro; me turbé; y confieso que, teniendo
menos rubor en mentir que en decir la verdad , respondí que era
hijo del baron de Steinbach , oficial de la guardia alemana . De
cidme tambien, replicó la dama, por qué habeis salido deMadrid ;
pues desde luego os puedo ofrecer todo el valimiento y los buenos
oficios de mi padre y de mi hermano don Gaspar. Esto es lo menos
que puede hacer mi agradecimiento con un caballero que, por ser
virme, despreció su propia vida. Ninguna dificultad tuve en referir
le por menor todas las circunstancias de nuestro desafío . Ella mis
ma echó toda la culpa al caballero que me habia injuriado, y me
volvió a ofrecer que interesaria á su familia en mi favor.
Habiendo yo satisfecho su curiosidad , me animé a suplicarle con
tentase la mia, y le pregunté si era ó no libre. Tres años bá , res
pondió , quemipadre me obligó á casarme con don Diego de Lara,
y quince meses que estoy viuda. Pues qué desgracia , señora , le
pregunté, fué la que tan presto os privó de vuestro esposo ? Voy,
señor, á responderos, repuso ella , y corresponder a la confianza á
que me confieso deudora .
Don Diego de Lara era un caballero muy bien apersonado. Amá
bame ciegamente; y , aunque empleaba cuanta diligencia puede em
plear el mas tierno amante para hacerse agradable alobjeto amado,
y aunque tenia mil bellas cualidades, nunca pudo granjearse mi
cariño. El amor no siempre es efecto del anhelo ni del mérito co
nocido. ¡Ah! añadió ella suspirando, muchas veces nos cautiva á la
primera vista una persona que no conocemos. No me era posible
amarle. Mas avergonzada que prendada de las continuas muestras
de su amor, y forzada á corresponder a ellas sin inclinacion , si me
acusaba á mímisma interiormente de ingratitud, tambien me con
templaba muy digna de compasion. Por desgracia de ambos el tenia
todavía mas delicadeza que amor . En mis acciones y palabras des
cubria claramente mis mas ocultos pensamientos. Leia cuanto pa
saba en lo mas íntimo de mialma; quejábase á cada paso de miin
diferencia , y le era tanto mas sensible el no poder conquistar mi
corazon , cuanto mas seguro estaba de que ningun otro rival se le
disputaba , no contando yo apenas diez y seis años, y habiendo sa
bido, antes de ofrecerme su mano, por mis criadas, todas parciales
suyas, que ningun hombre se le habia anticipadoá llevarse miaten
LIBRO CUARTO . 311
cion . Sí, Serafina , me decia muchas veces, me alegraria mucho de
que estuvieses encaprichada a favor de otro , y de que esta fuese la
única causa de la frialdad con que me miras . Esperaria entonces que
tu virtud y mi constancia triunfarian al cabo de esa tibieza ; pero ya
desespero de vencer un corazon que no se ha rendido á tantos y tan
convincentes testimonios de mi extremado amor . Cansada de oirle
repetir tantas veces la misma queja, le dije un dia , que , en vez de
turbar su reposo y el mio mostrando tanta delicadeza , haria mejor
en dejarlo todo en manos del tiempo . Con efecto , yo me hallaba en
tonces en una edad poco capaz de sentir los vivos impulsos de una
pasion tan fogosa; y este era el prudente partido que don Diego de
biera haber abrazado . Pero , viendo que se habia pasado un año en
tero sin haber adelantado mas que el primer dia , perdió la pacien
cia , ó , por mejor decir , el juicio , y , fingiendo que le llamaba á la
corte no sé qué negocio de importancia , marchó a los Paises - Bajos
á servir en calidad de voluntario , y encontró lo que deseaba en los
peligros en que se metia , es decir, el fin de la vida y el de sus pe
sares .
Concluida esta relacion, todo el resto de la conversacion que tu
vimos Serafina y yo , fué acerca del singular carácter de su marido .
Interrumpió nuestra conferencia un correo , que llegó en aquel mis
mo punto, el cual puso en manos de Serafina una carta del conde
de Polan . Pidióme licencia para abrirla , y observé que , conforme
la iba leyendo , se iba poniendo pálida y trémula . Luego que la
acabó de leer, alzó los ojos al cielo , dió un gran suspiro, y empezó
á correr por su rostro un torrente de lágrimas. No siendo posible
que yo viese con serenidad su pena , me turbé , y , como si hubiera
ya presentido el terrible golpe que iba á llevar, me cogió un mor
tal terror que me heló toda la sangre. Señora , le dije con voz des
fallecida, será lícito saber de vos qué funestas noticias os anuncia
esa carta ? Tomadla , señor , me respondió tristemente, y leed vos
mismo lo que mi padre me escribe . ¡ Ay de mí ! que su contenido
os interesa demasiado .
Estremecime al oir estas palabras , tomé temblando la carta , y
ví que decia lo siguiente : Tu hermano don Gaspar tuvo ayer un
desafío en el Prado, Recibió en él una estocada, de la cual ha muerto
hoy, declarando al morir que el caballero que le mató fué el hijo del
baron de Steinbach, oficial de la guardia alemana. Para mayor des
gracia , el matador escapó sin saberse dónde se ha escondido ; pero,
312 GIL BLAS .
aunque lo esté en las entrañas de la tierra, se harán todas las dili
gencias posibles para hallarle. Hoy se despachañ requisitorias a va
rias justicias, que no dejarán de arrestarle, como ponga los piés en
algun lugar de su jurisdiccion ; y voy tambien á practicar otros me
dios oportunos para cerrarle todos los caminos . - EL CONDE DE POLAN .
Figuraos el trastorno que la lectura de esta carta causaria en mi
ánimo . Quedé inmóvil algunos instantes, sin espíritu ni fuerza para
hablar. En medio de aquel desmayo y desaliento se me representó
con la mayor viveza todo lo que la muerte de don Gaspar tenia de
cruel para mi amor . Al momento caigo en una furiosa desespera
cion . Arrojéme á los pies de Serafina, y presentándole la espada
desnuda : Señora, le dije, excusad al conde de Polan la molesta fa
tiga de buscar á un hombre que podria burlar sus mas activas di
ligencias. Vengad vos misma á vuestro hermano , sacrificadle por
vuestra bella mano su homicida. Qué, os deteneis? Descargad el
golpe, y sea fatal á su enemigo el mismo acero que a él le quitó la
vida. Señor ( respondió Serafina enternecida algun tanto de ver mi
accion ), yo queria á don Gaspar, y , aunque vos le matasteis como
caballero, y él mismo fué á buscar su desgracia, al fin soy su her
mana , y no puedo menos de tomar su partido. Sí , don Alfonso , ya
soy enemiga vaestra , y haré contra vos todo lo que la sangre y el
cariño pueden pretender de mí ; pero no abusaré de vuestra ad
versa fortuna . En vano ba dispuesto entregaros en manos de mi
venganza , pues , si el honor me arma contra vos , él mismo me
prohibe vengarme ruinmente . Las leyes de la hospitalidad deben
ser inalterables: segun ellas, no puedo corresponder con un vil ase
sinato al generoso servicio que me habeis hecho. Huid , escapad, y
burlad, si pudiereis, nuestras mas vivas pesquisas , poneos á cu
bierto del rigor de las leyes, y libraos del inminente peligro que os
amenaza .
Pues qué, señora , le repliqué, estando en vuestra mano la ven
ganza , ¿ la dejais á la severidad de las leyes , que pueden quedar
desairadas? ¡ Ab ! señora , atravesad vos misma con esta espada el
pecho de un malvado, que verdaderamente no merece le perdo
neis. No , señora , no useis de un proceder tan noble y tan generoso
con un hombre como yo . ¿ Sabeis quién soy? Aunque todo Madrid
me tiene por bijo del baron de Steinbach , no soy mas que un des
graciado a quien ha criado en su casa por caridad. Yo mismo ig
noro á quiénes debo el ser. No importa eso , interrumpió Serafina
LIBRO CUARTO . 313
precipitadamente, como si la hubieran causado nueva pena mis úl
timas palabras: aunque fuerais vos el hombre mas vil del mundo ,
haria siempre lo que me dicta mi honor . Bien está , señora , repli
qué : ya que la muerte de un hermano no ha bastado á persuadiros
que derrameis mi sangre, voy a cometer otro delito baciéndoos una
ofensa, que tengo por cierto no me la perdonareis : sabed , señora ,
que os adoro; que , desde el mismo punto en que ví vuestra hermo
sura , quedé hechizado; y que , a pesar de la oscuridad de mi naci
miento , no perdia la esperanza de poseeros . Estaba tan ciegamente
enamorado, ó , por mejor decir, llegaba a un punto mi vanidad,
que me lisonjeaba de que algun dia descubriria el cielo mi orígen ,
y que este seria tal, que sin vergüenza podria manifestaros mi
nombre . Despues de una declaracion que tanto os ultraja , eserá po
sible que todavía no os resolvais a castigarme?
Esa temeraria declaracion, replicó la dama , en otro tiempo sin
duda me ofenderia; pero la perdono a la turbacion en que os veo :
fuera de que , ni la situacion en que yo misma me hallo me per
mite dar oidos á las expresiones que proferís. Vuelvo á deciros, don
Alfonso, añadió derramando algunas lágrimas, que partais luego
de aquí, y os alejeis de una casa que estais llenando de dolor : cada
instante que os deteneis aumenta mis penas . Ya no resisto , señora ,
repliqué levantándome; voy á alejarme de vos ; pero no penseis
que , cuidadoso de conservar una vida que os es odiosa, vaya á
buscar un asilo para defenderla . No , no , yo mismo quiero volunta
riamente sacrificarme á vuestro dolor . Parto á Toledo, donde espe
raré con impaciencia la suerte que vos me preparais; y , entregan
dome á vuestras persecuciones, anticiparé yo mismo de este modo
el fin de todas mis desdichas .
Retiréme al decir esto. Diéronme mi caballo , y partí en dere
chura á Toledo , donde me detuve de intento ocho dias , con tan
росо cuidado de ocultarme, que verdaderamente no sé cómo no me
prendieron ; porque no puedo creer que el conde de Polan, tan em
peñado en tomarme todos los caminos , se olvidase de cerrarme el
de Toledo. En fin , ayer sali de aquel pueblo, donde se me hacia
intolerable mi propia libertad; y, sin fijarme ni aun proponerme
destino ninguno determinado, llegué á esta ermita con tanta sere
nidad como pudiera un hombre que nada tuviese que temer. Estos
son ,padre mio , los cuidados que me ocupan al presente; y ruégoos
me ayudeis con vuestros consejos.
CAPÍTULO XI.
Quién era el viejo ermitaño , y cómo conoció Gil Blas que se ballaba entre amigos.
Luego que don Alfonso acabó la triste relacion de sus infortu
nios , le dijo el ermitaño: Hijo mio , mucha imprudencia fué el ha
beros detenido tanto en Toledo . Yo miro con muy diferentes ojos
que vos todo lo que me habeis contado, y vuestro amor á Serafina
me parece una verdadera locura . Creedme á mí : no os cegueis: es
menester olvidar á esa jóven , pues no está destinada para vos.
Ceded voluntariamente a los grandes estorbos que os desvian de
ella , y entregaos á vuestra estrella , la cual , segun todas las seña
les, os promete muy distintas aventuras. Sin duda encontrareis con
alguna bella jóven, que hará en vos la misma impresion , sin que
hayais quitado la vida á ninguno de sus hermanos .
Iba a decirle muchas cosas para exhortarle á la paciencia , cuando
1 vimos entrar en la ermita á otro ermitaño cargado con unas alfor
jas bien llenas . Venia de Cuenca , donde habia recogido una limosna
muy copiosa. Parecia mas mozo que su compañero; su barba era
roja, espesa y bien poblada . Bien venido , hermano Antonio , le dijo
el viejo anacoreta: ¿qué noticias nos traes de la ciudad ? Bien ma
las , respondió el hermano barbirojo: ese papel os las dirá , y en
trególe un billete cerrado en forma de carta . Tomóle el viejo , y,
despues de haberle leido con toda la atencion que merecia su con
tenido, exclamó: ¡ Loado sea Dios ! Pues se ha descubierto ya la
LIBRO CUARTO . 315
mecha, tomemos otro modo de vivir . Mudemos de estilo, prosiguió ,
dirigiendo la palabra al jóven caballero . En mí teneis un hombre
con quien juegan como con vos los caprichos de la fortuna . De
Cuenca, que dista una legua de aquí, me escriben ban informado
mal de mí a la justicia , cuyos ministros deben venir mañana á
prenderme en esta ermita ; pero no encontrarán la liebre en la ca
ma. No es la primera vez que me veo en este apuro ; y gracias a
Dios , casi siempre he sabido librarme con honra y desembarazo.
Voy á presentarme en otra nueva figura, porque habeis de saber
que, tal cual me veis , no soy ermitaño ni viejo .
Diciendo y haciendo , se desnudó del saco grosero , que le llegaba
hasta los pies : dejóse ver con una jaquetilla ó capotillo de sarga
negra con mangas perdidas . Quitóse el capuz, desató un sutil cor
don , que sostenia su gran barba postiza , y ofreció a los ojos de los
circunstantes un mozo de veinte y ocho á treinta años . El hermano
Antonio , á su imitacion , hizo lo mismo : quitóse el hábito y la bar
ba eremítica, y sacó de un arca vieja y carcomida una raida sota
nilla , con que se cubrió lo mejor que pudo . Pero ¿quién podrá con
cebir lo admirado y atónito que me quedé cuando en el viejo ermi
taño reconocí al señor don Rafael , y en el hermano Antonio á mi
fidelísimo criado Ambrosio de Lamela? ¡ Vive diez ! exclamé al punto
sin poderme contener , que estoy en tierra amiga . Así es, señor Gil
Blas, dijo riendo don Rafael. Sin saber cómo ni cuándo te has en
contrado con dos grandes y antiguos amigos tuyos : confieso que
tienes algun motivo para estar quejoso de nosotros ; pero pelitos á
la mar , olvidemos lo pasado , y demos gracias a Dios de que nos
ha vuelto á juntar. Ambrosio y yo os ofrecemos,nuestros servicios,
que no son para despreciados. Nosotros á ninguno hacemos mal , á
316 GIL BLAS .
ninguno apaleamos, á ninguno asesinamos , y solamente queremos
vivir a costa ajena. Agrégate á nosotros dos' , y tendrás una vida
andante, pero alegre. No la hay mas divertida , como se tenga un
poco de prudencia . No es esto decir que , a pesar de ella , el enca
denamiento de las causas segundas no sea tal á veces que no nos
acarree muy pesadas aventuras ; pero , en cambio , ballamos las
buenas mejores, y ya estamos acostumbrados a la inconstancia de
los tiempos y á las vicisitudes de la fortuna .
Señor caballero, prosiguió el fingido ermitaño volviéndose á don
Alfonso, la misma proposicion os hacemos á vos , que me parece no
debeis despreciar en el estado en que presumo os hallais ; porque ,
además de la precision de andar siempre fugitivo y escondido , tengo
para mí que no estais muy sobrado de dinero. Así es , dijo don Al
fonso , y eso mismo es lo que aumenta mi pesadumbre. Ea, pues,
repuso don Rafael, buen ánimo ; no nos separemos los cuatro : este
es el mejor partido que podeis tomar . Nada os faltará en nuestra
compañía, y nosotros sabremos inutilizar todas las pesquisas y re
quisitorias de vuestros enemigos . Hemos corrido toda España , y
sabemos todos sus rincones, bosques, matorrales , sierras , quebra
das , cuevas y escondrijos , abrigos segurísimos contra las brutali
dades de la justicia . Agradecióles don Alfonso su buena voluntad ;
y , hallándose efectivamente sin dinero y sin recurso , determinó ir
en su compañía , y tambien yo tomé igual partido , por no dejar á
aquel jóven , a quien habia cobrado ya grande inclinacion .
Convipimos , pues , todos cuatro en andar juntos y no separarnos.
Tratóse entonces sobre si marcharíamos en aquel mismo punto , ó
nos detendríamos primero a dar un tiento á una bota llena de ex
quisito vino que el dia anterior habia traido de Cuenca el hermano
Antonio ; pero don Rafael, como mas experimentado, fué de parecer
que ante todas cosas se debia pensar en ponernos en salvo ; y que
así era de sentir que caminásemos toda la noche para llegar á un
bosque muy espeso que habia entre Villar del Saz y Almodóvar ,
donde haríamos alto , y libres de toda zozobra descansaríamos el
dia siguiente. Abrazóse este parecer , y los dos ermitaños acomoda
ron su ropa y demás provisiones en dos envoltorios, y , equilibrando
el peso lo mejor que pudieron , los cargaron en el caballo de don
Alfonso. Todo esto se ejecutó con la mayor presteza y diligencia , y
al instante nos pusimos en camino, alejándonos de la ermita , y.de
jando por herencia a la justicia los dos sacos de ermitaños , las dos
LIBRO CUARTO . 317
barbas blanca y roja , dos tarimas , una mesa coja , un arca medio
podrida, dos sillas de paja despeluzadas , y la estampa de san Pa
comio .
Anduvimos toda la noche , y , cuando estábamos ya muy rendi
dos del cansancio , al despuntar el dia descubrimos el bosque adonde
se encaminaban nuestros pasos . La vista del puerto alegra y da
vigor á los marineros fatigados de una larga navegacion : cobramos
ánimo, y llegamos por último al fin de nuestra carrera antes de sa
lir el sol : penetramos hasta lo interior del bosque , donde , haciendo
alto en un delicioso sitio , nos echamos sobre la verde yerba de un
espacioso prado, rodeado de corpulentas encioas , cuyas frondosas
ramas , entretejiéndose unas con otras , negaban la entrada a los
rayos del sol . Descargamos el caballo , quitámosle la brida , y echá
mosle á pacer por el prado . Sentámonos , sacamos de las alforjas
del hermano Antonio algunos zoquetes de pan , muchos pedazos de
carne asada , y como unos perros hambrientos nos abalanzamos á
ellos, compitiendo unos con otros en la presteza y en la gana de
comer . Con todo eso obligábamos al hambre á que aguardase un
poco, por los frecuentes abrazos que dábamos a la bota , que , en
movimiento poco menos que continuo , estaba casi siempre en el
aire pasando de unas manos á otras .,
Acabado el almuerzo , dijo don Rafael á don Alfonso : Caballero,
á vista de la confianza que usted me ha hecho , justo será tambien
que yo cuente la historia de mi vida con la misma sinceridad . Gran
gusto me dareis en eso , respondió el jóven . Y á mí grandísimo,
añadí yo , porque tengo ansia de saber vuestras aventuras , que no
dudo serán dignas de oirse . Y cómo que lo son , replicó don Rafael;
lo han sido tanto , que pienso algun dia escribirlas : con esta obra
hago ánimo de divertir mi vejez, porque en el dia todavía soy mo
zo , y quiero añadir materiales para aumentar el volúmen . Pero
abora estamos fatigados; recuperémonos con algunas horas de sue
ño : mientras dormimos los tres , Ambrosio velará y hará centinela
para evitar toda sorpresa; que despues dormirá él , y nosotros esta
remos de escucha ; pues , aunque pienso que aquí nos ballamos con
toda seguridad , nunca sobra la precaucion. Dicho esto , se tendió a
la larga sobre la yerba ; don Alfonso hizo lo mismo ; yo imité á los
dos , y Lamela comenzó a hacernos la guardia .
El pobre don Alfonso, en vez de dormir , no hizo mas que pensar
en sus desgracias. Por lo que toca á don Rafael, se quedó dormido
318 GIL BLAS .
inmediatamente ; pero despertó dentro de una hora , y , viéndonos
dispuestos á oirle , dijo á Lamela : Amigo Ambrosio , ahora puedes
tú ir a descansar. No , no , respondió Lamela ; ninguna gana tengo
de dormir ; y , aunque sé ya todos los sucesos de vuestra vida , son
tan instructivos para las personas de nuestra profesion, que tendré
especial gusto en oirlos contar otra vez . Así , pues , comenzó don
Rafael la historia de su vida en los términos siguientes .
A E OU
LOFIS
es
Ilonc
67
C18
LIBRO QUINTO .
CAPITULO PRIMERO .
Historia de don Rafael.
oy hijo de una comedianta de Ma
drid , famosa por su habilidad, pero
mucho mas por sus célebres aven
turas. Llamábase Lucinda . En cuan
to a mi padre, no puedo , sin teme
ridad , asegurar quién fuese. Podia
muy bien decir quién era el sugeto
de distincion que cortejaba a mi ma
dre al tiempo que yo nací ; pero esta
época no es prueba conyincente de
que yo le debiese el sér . Las perso
nas de la clase de mi madre son por
lo comun tan poco de fiar en este
punto, que, cuando se muestran mas inclinadas á un señor, le tie
nen ya prevenido algu n sustituto por su dinero.
320 GIL BLAS .
No hay cosa como no hacer aprecio de lo que digan malas len
guas. Mi madre, en vez de darme á criar donde ninguno me cono
ciese , sin hacer misterio alguno me cogia de la mano , y me llevaba
al teatro muy francamente, no dándosele un pito de lo mucho que
se hablaba de ella , ni de las falsas risitas que causaba solo el ver
me . En fin , yo era su ídolo , y la diversion de cuantos venian á
casa , los cuales no se cansaban de hacerme mil fiestas. No parecia
sino que en todos ellos hablaba la sangre á favor mio .
Dejáronme pasar los doce primeros años de mi vida en todo gé
nero de frívolos pasatiempos . Apenas me enseñaron á leer y escri
bir , y mucho menos la doctrina cristiana . Solamente aprendí á can
tar, bailar y tocar un poco la guitarra . A esto se reducia todo mi
saber , cuando el marqués de Leganés me pidió para que estuviese
en compañía de un hijo suyo único , poco mas o menos de mi edad .
Consintió en ello Lucinda con mucho gusto ; y entonces fué el tiem
po en que comencé a ocuparme en alguna cosa séria . El tal caba
Merito estaba tan adelantado como yo , y fuera de eso no parecia ha
ber nacido para las ciencias . Apenas conocia una letra del abeceda
rio , sin embargo que hacia quince meses que tenia para esto un
preceptor . Los demás maestros sacaban el mismo partido de sus
lecciones ; de modo que a todos les tenia apurada la paciencia . Es
verdad que á ninguno le era lícito castigarle; antes bien á todos les
estaba mandado expresamente le enseñasen sin mortificarle, órden
que , unida a la mala disposicion del señorito para el estudio , bacia
inútil la enseñanza que se le daba .
Pero al maestro de leer le ocurrió un bello medio para meter mie
do al discípulo sin contravenir á la orden de su padre . Este medio
fué azotarme á mi siempre que aquel lo merecia . No me gustó el
tal arbitrio , y así me escapé , y fuí á quejarme a mi madre de una
cosa tan injusta; pero ella , aunque me queria mucho , tuvo valor
para resistir á mis lágrimas ; y , considerando lo decoroso y venta
joso que era para su hijo el estar en casa de un marqués , me vol
vió á ella inmediatamente; y héteme aquí otra vez en poder del pre
ceptor . Como este habia observado que su invencion habia produ
cido buen efecto, prosiguió azotándome en lugar de hacerlo al se
fiorito; y , para que el castigo hiciese mas impresion en él , me sa
cudia de firme; de modo que estaba seguro de pagar diariamente por
el jóven Leganés, pudiendo yo decir con toda verdad, que ninguna
letra del alfabeto aprendió el hijo del marqués que no me costase á
LIBRO QUINTO . 321
mí cien azotes. Echen ustedes la cuenta del número á que ascende
rian estos.
No eran solamente los azotes lo que tenia que aguantar en aque
la casa . Como toda la gente de ella me conocia, los criados infe
riores, hasta los mismos marmitones, me echaban en cara á cada
paso mi nacimiento . Esto llegó a aburrirme tanto, que un dia huí,
despues de haber tenido maña para robar al preceptor todo el
dinero que tenia , el cual podia ser como unos ciento y cincuenta
ducados. Tal fué la venganza que tomé de las injustas y crueles zur
ras con que su merced me habia favorecido, y creo que no podia
tomar otra que le fuera mas sensible . Este juego de manos le supe
hacer con tanto primor y sutileza, que, aunque fué mi primer en
sayo , dejé burladas cuantas pesquisas se hicieron en dos dias para
saber quién habia sido el raterillo . Salí de Madrid y llegué á Tole
do, sin que ninguno fuese en mi seguimiento .
Entraba entonces en mis quince años . ¡Gran gusto es hallarse
un hombre en aquella edad , con dinero , sin sujecion a nadie , y
dueño de sí mismo ! Hice presto conocimiento con dos mozuelos,
que me hicieron listo , y ayudaron á comer mis cien ducados. Jun
téme tambien con ciertos caballeros de la garra , los cuales cultiva
ron tan felizmente mis buenas disposiciones naturales , que en poco
tiempo llegué á ser uno de los mas ricos caballeros de su órden .
Al cabo de cinco años se me puso en la cabeza el viajar y ver
tierras. Dejé á mis cofrades; y , queriendo dar principio a mis ca
ravanas por Extremadura, me dirigí á Alcántara; pero, antes de
entrar en el pueblo , hallé una bellísima ocasion de ejercitar mis ta
lentos, y no la dejé escapar. Como caminaba á pié , y cargado con
mi mochila, que no pesaba poco , me sentaba á ratos á descansar á
la sombra de los árboles que estaban á orillas del camino . Una de
estas veces me encontré con dos mozos, ambos hijos gente de
forma, los cuales estaban en alegre conversacion al fresco en un
verde prado. Saludélos con mucha cortesía, lo que me pareció no ha
berles desagradado, y con esto entablamos luego conversacion . El de
mas edad no llegaba á quince años , y ambos eran muy sencillos .
Señor caminante, me dijo el mas jóven , nosotros somos hijos de dos
ricos ciudadanos de Plasencia : nos entró un gran deseo de ver el
reino de Portugal, y para contentarlo cada uno hurtó cien doblones á
su padre. Caminamos á pié para que nos dure mas el dinero , y po
damos así ver mas provincias. ¿ Qué le parece a usted ? Si yo tuvie
322 GIL BLAS.
ra tanta plata, les respondí, Dios sabe adónde iria á dar conmigo.
Recorreria con él las cuatro partes del mundo . ¡ Adónde vamos á
parar! ¡doscientos doblones ! Es una suma de que nunca se verá el
fin . Si lo teneis á bien , hijos mios , añadí , yo os acompañaré hasta
la villa de Almoharin , adonde voy á recibir la herencia de un tio
min que murió despues de haber vivido allí el espacio de veinte
años . Respondiéronme los dos mozos que tendrian el mayor gusto
en ir en mi compañía. Con esto , despues de haber descansado un
poco todos tres , marchamos juntos á Alcántara, donde entramos
mucho antes de anochecer .
Alojámonos todos en un meson , pedimos un cuarlo , y nos dieron
uno donde habia un armario que se cerraba con llave . Dijimos que
se nos dispusiese de cenar , y mientras , propuse á mis compañeri
tos si gustaban que saliésemos á dar una vuelta por el pueblo .
Agradoles mucho la proposicion; guardamos nuestros hatillos en el
armario, cerrámoslos, y uno de los dos jóvenes guardó la llave en
la faltriquera. Salimos del meson , fuímos á ver algunas iglesias, y ,
estando en la principal, fingi de pronto que me habia ocurrido un
negocio de importancia, y así dije: Queridos , ahora me acuerdo de
que un amigo de Toledo me encargó dijese de su parte dos pala
bras á un mercader que vive cerca de esta iglesia : esperadme aquí,
que voy y vuelvo en un momento . Diciendo esto , me aparté de
ellos . Vuelvo á la posada, voyme derecho al armario, quebranto la
cerradura , registro sus mochilas, y encuentro sus doblones. ¡ Pobres
niños ! Robéselos todes, sin dejarles siquiera uno para pagar el piso
de la posada. Hecho esto , sali prontamente del pueblo, y tomé el
camino de Mérida , sin darme cuidado de lo que dirian ni barian las
inocentes criaturas .
Púsome este lance en estado de poder caminar con mas comodi
dad . Aunque tenia pocos años , me sentia capaz de portarme con
juicio, y puedo decir que estaba suficientemente adelantado para
aquella edad . Determiné comprar una mula , como lo hice efectiva
mente en el primer lugar donde la encontré. Convertí la mochila
en una maleta , y empecé á hacerme algo mas el hombre de im
portancia . A la tercera jornada encontré en el camino a un hombre
que iba cantando vísperas á grandes voces . Desde luego conocí que
era algun sochantre . Animo, le dije, señor bachiller , y vaya usted
adelante , que lo canta de pasmo. Caballero , me respondió , soy
cantor de una iglesia, y quiero ejercitar la voz .
. LIBRO QUINTO 323
.
De esta manera entramos en conversacion , y no tardé en cono
cer que me hallaba con un hombre muy divertido y agudo . Ten
dria como de veinticuatro á veinticinco años, y , como él iba a pié
y yo á caballo , de propósito refrenaba la mula para ir a su paso
por el gusto de oirle . Hablamos entre otras cosas de Toledo . Tengo
bien conocida aquella ciudad, me dijo el cantor : he estado en ella
muchos años, y tengo allí algunos amigos. Y ¿ en qué calle vivia
usted ? le interrumpí. En la calle Nueva, respondió , donde vivia con
don Vicente de Buenagarra y don Matías del Cordel, y otros dos ó
tres honrados caballeros. Habitábamos y comíamos juntos, y lo pa
sábamos alegremente. Sorprendíme al oirle estas palabras , porque
los sugetos que citaba eran los mismos caballeros de la garra que
en Toledo me habian recibido en su notabilísima órden . Señor can
tor, exclamé entonces, esos ilustrísimos señores son muy conocidos
mios, porque vivimos juntos en la misma calle Nueva . Ya os en
tiendo, me respondió sonriéndose ; eso es decir que entrasteis en la
órden tres años despues que yo sali de ella . Dejé la compañía de
aquellos caballeros, proseguí, porque se me puso en la cabeza el
viajar y ver mundo . Pienso andar toda España, y sin duda valdré
mas cuando tenga mas experiencia . ¡Acertado pensamiento! dijo el
cantor: para perfeccionar el ingenio y los talentos no hay mejor es
cuela que la de viajar. Por la misma razon dejé yo á Toledo , aun
que nada me faltaba en aquella ciudad . Gracias a Dios que me ha
dado a conocer a un caballero de mi órden cuando menos lo pen
saba. Unamonos los dos ; caminemos juntos ; hagamos una liga
ofensiva y defensiva contra el bolsillo del prójimo, y aprovechemos
todas las ocasiones que se ofrezcan de mostrar nuestra habilidad .
Díjome esto con tanta franqueza y gracia, que desde luego acepté
la proposicion . En el mismo punto granjeó toda mi confianza, y yo
la suya . Abrímonos recíprocamente el pecho, contóme su historia,
y yo le dije mis aventuras. Confióme que venia de Portalegre, de
donde le habia hecho salir cierto lance malogrado por un contra
tiempo, obligándole á ponerse en salvo precipitadamente bajo el
traje de sopista en que le veia . Luego que me informó de todos sus
asuntos, determinamos dirigirnos á Mérida á probar fortuna , y ver
si podíamos dar allí un golpe maestro, y despues marchar a otra
parte . Desde aquel instante se hicieron comunes nuestros bienes .
Es verdad que Morales (así se llamaba mi nuevo compañero) no se
hallaba en muy brillante situacion . Todo su haber consistia en cinco
324 GIL BLAS .
ó seis ducados , y en alguna ropa que llevaba en la mochila; pero,
si yo estaba mucho mejor que él en dinero , en recompensa él estaba
mucho mas adelantado que yo en el arte de engañar a los hom
bres . Montábamos los dos alternativamente en la mula , y de esta
manera llegamos en fin á Mérida .
A peámonos en un meson del arrabal: Morales se puso otro ves
tido que sacó de su mochila , y fuimos á andar por la ciudad para
descubrir terreno, y ver si se nos presentaba algun buen lance . Con
siderábamos muy atentamente cuantos objetos se ofrecian a nuestra
vista . Nos parecíamos , como hubiera dicho Homero , á dos milanos ,
que desde lo mas alto de las nubes tienen fijos los ojos en la tier
ra , acechando todos los rincones por ver si atisban algunos pollue
los para lanzarse sobre ellos . Estábamos en fin esperando á que la
casualidad nos trajese á la mano alguna ocasion de ejercitar nues
tra habilidad , cuando vimos en la calle un caballero bastante ca
noso , el cual, firme con la espada en la mano , se defendia
contra tres que le llevaban á mal traer . Chocome infinito la des
igualdad del combate; y , como soy naturalmente espadachin , acudí
corriendo con mi espada á ponerme al lado del caballero, cuyo
ejemplo imito Morales , y en breve tiempo pusimos en vergonzosa
fuga á los tres enemigos , que tan villanamente le habian acometido.
Diónos el anciano un millon de gracias. Respondímosle cortes
mente que habíamos celebrado en extremo la dichosa casualidad
que tan oportunamente nos habia proporcionado aquella ocasion de
servirle , y le suplicamos nos confiase el motivo que habian tenido
aquellos hombres para querer asesinarle . Señores , nos respondió ,
estoy muy agradecido á vuestra generosa accion , y no puedo ne
garme á satisfacer vuestra curiosidad . Yo me llamo Jerónimo Mia
jadas : soy vecino de esta ciudad , donde vivo de mi hacienda . Uno
de los tres asesinos , de que ustedes me han librado, está enamora
do de mi hija, y me la pidió por medio de otro sugeto , y porque no
le dí mi consentimiento , vino á vengarse de mí con espada en mano .
Y se podrá saber , le repliqué yo , por qué razon negó usted su hija
al tal caballero? Vóysela á decir á usted , me respondió . Tenia yo
un hermano comerciante en esta ciudad , llamado Agustin , que hace
dos meses estaba en Calatrava alojado en casa de Juan Velez de la
Membrilla , su corresponsal. Eran los dos íntimos amigos; pidióle
Juan Velez mi única hija Florentina para su hijo , con el fin de es
trechar mas y mas la union é intereses de las dos familias. Prome
LIBRO QUINTO . 325
tiósela mi hermano, no dudando, por el cariño que nos teníamos
los dos, que yo ratificaria su promesa. Así lo bice , porque, apenas
volvió Agustin á Mérida, y me propuso esta boda, cuando consenti
en ella por darle gusto , y no desairar su palabra. Envió el retrato
de Florentina á Calatrava ; pero el pobre no pudo ver el fin de su
negociacion porque se le llevó Dios tres semanas há. Poco antes de
morir me pidió encarecidamente que no casase á mi hija con otro
que con el hijo de su corresponsal. Ofrecíselo así, y este es el mo
tivo por que se la negué al caballero que acaba de acometerme,
aunque era un partido muy ventajoso para mi casa . Yo soy escla
vo de mi palabra : por instantes estoy esperando al hijo de Juan Ve
lez de la Membrilla para que sea yerno mio , aunque jamás le he
visto á él niá su padre. Perdonen ustedes si les he cansado con re
lacion tan prolija , lo que no hubiera hecho á no haber querido us
tedes mismos saberla .
Escuchéle con la mayor atencion , y , adoptando el extraño pen
samiento que de repente me ocurrió , afecté quedar del todo asom
brado. Alcé los ojos al cielo , y , volviéndome bácia el buen viejo ,
le dije en tono patético : ¿Es posible , señor Jerónimo Miajadas, que
al momento de entrar yo en Mérida haya tenido la fortuna de salvar
la vida á mi venerado suegro ? Estas palabras causaron en el viejo
grande admiracion , y no fué menor la que produjeron en Morales,
el cual, en el modo de mirarme, me dió a entender que yo le pare
cia un gran tunante. ¿Qué es lo que medices ? respondió lleno de
gozo el aturdido viejo . ¿ Es posible que tú seas el hijo del corres
popsal de mi hermano ? Sí, señor , le respondí con desembarazo ; y ,
abrazándole estrechamente , prosegui diciéndole : Sí, señor, yo soy
el dichoso mortal para quien está destinada la amable Florentina;
pero , antes de manifestaros el gozo que me causa la honra de enla
zarme con vuestra ilustre familia , dadme licencia para que desahogue
el sentimiento que renueva en míla dulce memoria del señor Agus
tin vuestro bermano : seria yo el hombre mas ingrato del mundo si
no llorase amargamente la muerte deaquel á quien siempre mecon
fesaré deudor de la mayor felicidad de mivida. Dicho esto, volví á
dar un abrazo al buen Jerónimo, saqué el pañuelo , é bice como
que me enjugaba las lágrimas. Morales , que desde luego conoció
lo mucho que nos podia valer aquel embuste , quiso tambien ayu
darme por su parte. Fingióse criado mio , y comenzó á dar mues
tras de mayor sentimiento que el que yo habia mostrado por la
42
326 GIL BLAS .
muerte del señor Agustin , diciendo muy lastimado : ¡ Ah , señor Je
rónimo, y qué pérdida ba hecho usted perdiendo á su querido her
mano ! Era un hombre muy de bien , el fénix de los comerciantes,
un mercader desinteresado , un mercader de buena fe, un mercader
de aquellos que no se ven hoy .
Tratábamos con un hombre tan sencillo como crédulo , que , lejos
de sospechar le engañábamos , él mismo nos ayudaba á llevar ade
lante nuestro enredo . Y bien , me preguntó , y por qué no viniste
derechamente á apearte á ini casa ? ¿ A qué fin irte á meter en un
meson? Entre nosotros ya están de mas los cumplimientos . Señor ,
respondió Morales , tomando la palabra por mí , mi amo es algo ce
remonioso ; tiene ese defecto , y me disculpará que yo se lo afee ;
fuera de que en cierta manera es disculpable en no haberse atrevi
do á presentarse en vuestra casa en el traje en que le veis . Nos han
robado en el camino , y los ladrones nos dejaron despojados de toda
la ropa . Dice la verdad este mozo , señor de Miajadas, le interrumpi
yo : ese es el motivo por que no me fui en derechura á vuestra
casa . Tenia vergüenza de presentarme en tan pobre equipaje ante
una señorita á quien jamás habia visto , y , para hacerlo con la de
cencia que era razon , estaba esperando la vuelta de un criado que
he despachado á Calatrava . No admito la excusa , repuso el viejo :
ese accidente no debió detenerte para servirte de mi casa ; y desde
aquí mismo quiero que vayas á ser dueño de ella .
Diciendo esto, él mismo me cogió de la mano para guiarme , y
por el camino fuimos hablando del robo , y dije que todo ello me
importaba un bledo , y que solo habia sentido me quitasen el retra
to de mi amada señorita Florentina. Respondióme el señor Jerónimo ,
sonriéndose , que presto me consolaria de esta pérdida , porque el
original valia mas que la copia. Con efecto, luego que llegamos á
su casa hizo llamar á la bija , que solo contaba diez y seis años , y
podia pasar por una persona perfecta. Aquí teneis , me dijo, á la
persona que os prometió su tio mi difunto hermano . ¡ Ab , señor!
exclamé yo entonces en aire de apasionado , no hay necesidad de
decirme que es la amable señorita Florentina . Sus hechiceras fac
ciones están grabadas en mi memoria , y mucho mas en mi amante
corazon . Si el retrato que perdí , y era solo un bosquejo de sus mas
que humanas perfecciones, supo encender mil hogueras en mi ena
morado pecho , figuraos lo que ahora pasará dentro de mí , tenien
do a la vista el original . Señor , me dijo Florentina , son demasiado
LIBRO QUINTO . 327
lisonjeras vuestras expresiones, y no soy tan vana que crea mere
cerlas. No hagas caso de lo que dice mi hija , me interrumpió su pa
dre , y vé adelante con esos bellos cumplimientos . Diciendo esto , me
dejó solo con su hija, y , asiendo de la mano á Morales , se fué á
otro cuarto con él , y le dijo: ¿Conque al fin os robaron toda vues
tra ropa , y con ella es cosa muy natural que tambien se llevasen
todo vuestro dinero, que es por donde siempre empiezan ? Sí , señor,
respondió mi camarada: asaltónos una cuadrilla de bandoleros jun
to á Castilblanco, y po nos dejó mas que el vestido que traemos á
cuestas; pero estamos esperando por momentos letras de cambio
para equiparnos con la decencia que es razon .
Entre tanto que vienen esas letras, replicó el anciano sacando un
bolsillo y alargándoselo, ahí van esos cien doblones, de que podeis
disponer. ¡Jesús, señor , replicó Morales ; perdóneme su merced , que
yo no lo puedo recibir, porque estoy cierto que me regañará mi
amo , y quizá me despedirá. ¡Santo Dios ! todavía no le conoce usted
bien . Es delicadísimo en esta materia . Nunca fué de aquellos hijos
de familia que están prontos á tomar de todas manos ; no le gusta,
á pesar de sus pocos años, contraer deudas, y antes pedirá limos
na que tomar prestado ni un solo maravedí. Tanto mejor, dijo el
buen hombre, ahora le estimo mucho mas . Yo no puedo llevar con
paciencia que los hijos de gente honrada contraigan deudas ; eso se
deja para los caballeros, los cuales están ya en antigua posesion de
contraerlas. Por tanto yo no quiero estrechar a tu amo , y, si le
desazona el que le ofrezcan dinero, no se hable mas en el asunto .
Diciendo esto , quiso volver á meter en la faltriquera el bolsillo;
pero, deteniéndole el brazo mi compañero , le dijo: Tenga usted ,
señor, que ahora mismo me ocurre un pensamiento . Es cierto que
mi amo tiene una grandísima repugnancia á tomar dinero ajeno;
pero no desconfio de hacerle admitir vuestros cien doblones : todo
quiere maña . Una cosa es pedir dinero prestado á los extraños , y
otra es recibirle cuando voluntariamente se lo ofrece uno de la fa
milia ; y sabe muy bien pedir dinero a su padre cuando lo ba me
nester. Es un mozo que , como usted ve , sabe distinguir de perso
nas, y hoy considera á sa merced como á segundo padre.
Con estas y otras semejantes razones se dió por convencido el
buen viejo: alargó el bolsillo á Morales, y volvió adonde estába
mos su hija y yo haciéndonos cumplimientos , con lo que interrum
pió nuestra conversacion. Informó á su hija de lo muy obligado que
328 GIL BLAS .
me estaba; y sobre esto se desahogó en expresiones que me hicie
ron no dudar de su gran reconocimiento. No malogré tau favorable
ocasion, y le dije que la mayor prueba de agradecimiento que po
dia darme , era el acelerar mi union con su hija . Rindiose con el
mayor agrado á mi impaciencia, y me empeñó su palabra de que,
á mas tardar, dentro de tres dias seria esposo de Florentina; y aun
añadió que , en lugar de los seis mil ducados que habia ofrecido por
su dote , daria diez mil para manifestarme lo agradecido que estaba
al servicio que yo le habia hecho .
Estábamos Morales y yo bien regalados en casa del buen Jeróni
mo Miajadas, viviendo alegrísimos con la próxima esperanza de
embolsarnos no menos que diez mil ducados , y con ánimo resuelto
de retirarnos prontamente de Mérida con ellos . Turbaba, sin embar
go , algun tanto esta alegría el recelo de que dentro de aquellos
tres dias podia parecer el verdadero hijo de Juan Velez de la Mem
brilla , y dar en tierra con nuestra soñada felicidad . El resultado acre
ditó que no era mal fundado nuestro temor.
Llegó al dia siguiente á casa del padre de Florentina una espe
cie de aldeano, que traia una maleta : no me hallaba yo en casa á
la sazon , pero estaba en ella Morales . Señor , dijo el hombre al
buen viejo, soy criado del caballero de Calatrava que ha de ser
vuestro yerno ; quiero decir , del señor Pedro de la Membrilla; aca
bamos ahora de llegar los dos , y él estará aqui dentro de un mo
mento : yo me he adelantado para avisárselo á su merced . Apenas
acabó de decir esto , cuando llegó su amo , lo que sorprendió mucho
al viejo, y turbó algo á Morales.
Este señor novio , que era un mozo airoso y de los mas bien for
mados , dirigió la palabra al padre de Florentina ; pero el buen se
ñor no le dejó acabar su salutacion , antes , volviéndose á mi com
pañero , le dijo: Y bien , ¿qué quiere decir esto? Entonces Morales,
á quien ninguna persona del mundo aventajaba en descaro , tomando
un aire desembarazado , respondió prontamente al viejo : Señor , esto
quiere decir que esos dos hombres son de la cuadrilla de los ladro
nes que nos robaron en el camino real . Conózcolos á entrambos
bien, pero particularmente al que tiene atrevimiento para fingirse
hijo del señor Juan Velez de la Membrilla . El viejo creyó sin dudar
á Morales, y , persuadido de que los dos forasteros eran unos bri
bones, les dijo : Señores, ustedes ya llegan muy tarde; porque hay
quien se ha anticipado; el señor Pedro de la Membrilla está hospe
LIBRO QUINTO . 329
dado en mi casa desde ayer. Mire usted lo que dice, le replicó el
mozo de Calatrava; sepa que le engañan , y que tiene en su casa á
un impostor. Mi padre el señor Juan Velez de la Membrilla no tie
ne mas hijo que yo . A otro perro con ese hueso , respondió el viejo ;
yo sé muy bien quién eres tú . ¿No conoces á este mozo , señalando
á Morales, á cuyo amo robaste en el camino de Calatrava ? ¡ Cómo
robar! repuso Pedro : á no estar en vuestra casa le cortaria las ore
jas á ese desvergonzado que tiene la insolencia de tratarme de la
dron . Agradezcalo a vuestra presencia , cuyo respeto reprime mi
justa ira . Señor, continuó él , vuelvo á deciros que os engañan: yo
soy el mozo á quien el señor Agustin su hermano prometió la hija
de usted . ¿Quiere que le enseñe todas las cartas que él escribió á
mi padre cuando se trataba este matrimonio ? ¿Creerá usted al re
trato de Florentina que me envió él poco antes de su muerte ?
No , replicó el viejo, el retrato no me hará mas fuerza que las
cartas; estoy bien enterado del modo con que cayó en tus manos; y
el consejo mas caritativo que te puedo dar , es que cuanto antes
salgas de Mérida para librarte del castigo que merecen tus seme
jantes. Eso es ya demasiado, interrumpió el ultrajado mozo : no
aguantaré jamás que me roben impunemente mi nombre , ni mucho
menos que me hagan pasar por salteador de caminos. Conozco á
varios sugetos de esta ciudad; voy a buscarlos, y volveré con ellos
á confundir la impostura que tan preocupado os tiene contra mí .
Dicho esto , se retiró con su criado , y Morales quedó triunfante.
Esta misma aventura impelió á Jerónimo de Miajadas á determinar
que se efectuase la boda con la mayor brevedad , á cuyo fin salió á
hacer las diligencias.
Aunque mi compañero estaba muy alegre viendo al padre de
Florentina tan favorable a nuestro intento , con todo no las tenia
todas consigo . Temia las consecuencias de los pasos que juzgaba
con razon no dejaria el señor Pedro de dar , y me esperaba con im
paciencia para informarme de todo lo que pasaba. Encontréle su
mamente pensativo , y le dije: ¿Qué tienes , amigo? paréceme que
tu imaginacion está ocupada en grandes cosas. Y ¡ cómo que lo está !
me respondió , y al mismo tiempo me refirió todo lo que habia pa
sado, añadiendo al fin : Mira ahora si tenia fundamento para estar
pensativo. Tu temeridad nos ha metido en estos atolladeros. No pue
do negar que la empresa era famosa , y te hubiera colmado de glo
ria como saliera bien ; pero , segun todas las señales , tendrá mal
330 GIL BLAS .
fin ; y soy de parecer que, antes que se descubra el enredo, ponga
mos los piés en polvorosa , contentándonos con la pluma que hemos
arrancado de la ala de este buen pavo.
Señor Morales , le repliqué, no hay que apresurarnos: usted cede
fácilmente a las dificultades, y hace muy poco honor á don Matías
del Cordel, y á los demás caballeros de la orden con quienes ha vi
vido en Toledo. Quien aprendió en la escuela de tan insignes maes
tros, no debe entrar en cuidado con tanta facilidad. Yo que quiero
seguir las huellas de estos héroes , y acreditar que soy digno disci
pulo de su escuela , hago frente a ese obstáculo que tanto te espan
ta , y me obligo á desvanecerle . Si lo consigues , repuso mi cama
rada , desde luego declararé que superas á todos los varones ilus
tres de Plutarco .
Al acabar de hablar Morales, entró Jerónimo de Miajadas, y me
dijo : Acabo de disponerlo todo para tu boda : esta noche serás ya
yerno mio ; tu criado te habrá contado lo sucedido. ¿Qué me dices
de la infamia de aquel bribon que me queria embocar que era bi
jo del corresponsal de mi hermano? Estaba Morales cuidadoso de
saber cómo saldria yo deste aprieto ; y no quedó poco sorprendido
de oirme, cuando, mirando tristemente á Miajadas, le respondi con
la mayor sinceridad. Señor, de mí dependeria manteneros en vues
tro error , y aprovecharme de él ; pero conozco que no he nacido
para sostener una mentira ; y así quiero hablaros con toda verdad .
Confieso que no soy hijo de Juan Velez de la Membrilla . ¡Qué es lo
que oigo! interrumpió precipitadamente el viejo entre colérico y
sorprendido. Pues qué, zno sois vos el mozo á quien mihermano...?
Sosiéguese usted , señor, le interrumpi yo tambien : y , ya que
empecé una narracion fiel y sincera , sírvase oirme con paciencia
basta concluirla. Ocho dias há que amo ciegamente á vuestra hija,
y su amor es el que me ha detenido en Mérida . Ayer, despues que
acudí á vuestra defensa , pensaba pedírosla por esposa ; pero me ta
pasteis la boca con decirmeque estaba ya prometida a otro . Almismo
tiempo me dijisteis que al morir vuestro hermano os habia encar
gado efizcamente que la casaseis con Pedro de la Membrilla ; que
así se lo ofrecisteis, y que en fin erais esclavo de vuestra palabra .
Consternado de oiros , y reducido mi amor á la desesperacion, me
inspiró la estratagema de que me he valido. Os diré sin embargo
que mil veces me he avergonzado eu mi interior de esta cautela ;
pero me persuadí de que vos mismo me la perdonariais, luego que
LIBRO QUINTO . 331
llegaseis á saber que soy un principe italiano que viajo incognito.
Mi padre es soberano de ciertos valles que están entre los suizos,
el Milanés y la Saboya . Y aun me imaginaba que os sorprenderia
agradablemente cuando os revelase minacimiento ; y desde enton
ces me recreaba en pensar el gozo que causaria á Florentina el sa
ber, despues de baberme desposado con ella , el fino y discreto chas
co que le babia dado . El cielo no quiere , prosegui mudando de to
no , que yo tenga tanto placer . Pareció el verdadero Pedro de la
Membrilla : debo restituirle su nombre , cuésteme lo que me costa
re . Vuestra promesa os obliga a recibirle por yerno . Lo siento sin
poder quejarme, pues debeis preferirle á mí , sin reparar en mi alta
clase, ni en la cruel situacion á que vais á reducirme . No quiero
representaros que vuestro hermano no era mas que tio de Florenti
na, y que vos sois su padre ; que parece mas puesto en razon cor
responder a la obligacion que me teneis , que hacer punto en cum
plir otra , la cual á la verdad os liga muy levemente.
¿ Qué duda tiene eso ? exclamó el buen Jerónimo de Miajadas. Es
una cosa muy clara ; y así estoy " muy lejos de vacilar entre vos y
Pedro de la Membrilla . Si viviera mi hermano Agustin , él mismo
desa probaria que prefiriese el tal Pedro a un hombre que me salvó
la vida , y que además de eso es un príncipe que quiere honrar mi
familia con tan no merecida como nunca imaginada alianza . Seria
preciso que yo fuese enemigo de mi fortuna , ó hubiese perdido el
juicio , para que os negase mi hija, y no solicitase todo lo posible
la mas pronta ejecucion de este matrimonio . Con todo eso , señor,
repliqué yo , no quisiera que usted partiese con precipitacion : no
haga nada sin deliberarlo con madurez : atienda solo á sus intere
ses ; y sin respeto a la nobleza de mi sangre ... Os burlais de mí,
interrumpió Miajadas. ¿ Debo vacilar un momento? No , príncipe
mio , y os ruego que desde esta misma noche os digneis honrar con
vuestra mano á la dichosa Florentina . En bora buena , le respondí .
Id vos mismo á darle esta noticia, y á informarla de su venturosa
suerte .
Mientras el buen hombre iba á dar parte a su hija de la conquis
ta que babia hecho su hermosura , no menos que de un gran prín
cipe, Morales , que había estado oyendo toda la conversacion , se ar
rodilló de repente delante de mí , y me dijo : Señor principe italiano ,
bijo del soberano de los valles que están entre los suizos, el Mila
nés y la Saboya, permítame V. A. me arroje á sus piés para darle
332 GIL BLAS ,
prueba de mi alegría, y de mi pasmosa admiracion . A fe de bri
bon que eres un prodigio. Teníame yo por el mayor hombre del
mundo ; pero , hablando francamente, arrio bandera á vista de tu
pabellon, sin embargo de que tienes menos experiencia que yo .
Segun eso , le respondí , sya no tienes miedo? Cierto que no , replicó
él . No temo ya al señor Pedro : que venga ahora su merced cuan
do quisiere. Y hétenos aquí á Morales y á mí mas firmes en nues
tros estribos. Comenzamos á discurrir sobre el camino que había
mos de tomar así que recibiésemos la dote, con la cual contábamos
con mas seguridad que si la tuviéramos ya en el bolsillo . Sin em
bargo, todavía no la habíamos pillado, y el fin de la aventura no
correspondió muy bien a nuestra confianza.
Poco tiempo despues vimos venir al mocito de Calatrava . Acom
pañábanle dos vecinos, y un alguacil, tan respetable por sus bigo
tes y por su tez amulatada, como por su empleo . Estaba con nos
otros el padre de Florentina . Señor Miajadas, le dijo el tal mozo,
aquí os traigo a estos tres hombres de bien que me conocen , y
pueden decir quién soy . Si por cierto , dijo el alguacil , y declaro
ante quien convenga como yo te conozco muy bien , te llamas Pe
dro , y eres hijo único de Juan Velez de la Membrilla . Cualquiera
que se atreva á decir lo contrario , es un solemnísimo embustero.
Señor alguacil, dijo entonces el buen Jerónimo Miajadas, yo le creo
á usted : para mí es tan sagrado vuestro testimonio como el de los
señores mercaderes que vienen en vuestra compañía . Estoy del to
do convencido de que este caballerito que los ha conducido á mi
casa , es hijo del corresponsal de mi difunto bermano . Pero ¿qué me
importa ? He mudado de dictámen , y ya no pienso darle mi hija.
¡ Oh ! eso es otra cosa , dijo el alguacil : yo solo he venido á
vuestra casa para aseguraros que conocia á este hombre ; por lo
que toca á vuestra hija , vos sois su padre , y ninguno os puede
obligar á casarla contra vuestra voluntad . Tampoco pretendo yo ,
interrumpió Pedro, forzar la voluntad del señor Miajadas, que pue
de disponer de su hija como tenga por conveniente ; pero desearia
saber por qué razon ha variado de parecer : ¿ tiene algun motivo
para quejarse de mí? ¡ Ah ! ya que pierdo la dulce esperanza de ser
su yerno , quisiera tener el consuelo de saber que no la perdí por
culpa mia . No tengo la menor queja de vos, respondió el viejo ;
antes bien os confesaré que siento verme obligado a faltar á mi pa
labra , y os pido mil perdones . Vos sois tan generoso , que me per
LIBRO QUINTO . 333
suado no llevareis á mal que yo haya preferido á vos un preten
diente á quien debo la vida . Este es el caballero que veis aquí : es
te señor, prosiguió señalándome, es el que me salvó de un gran pe
ligro , y , para mayor disculpa mia , debo añadir, que es un prínci
pe italiano, que , a pesar de la desigualidad de nuestra clase, se
digna enlazar con Florentina, de la cual está enamorado.
Al oir esto Pedro se quedó mudo y confuso, y los dos mercaderes,
abriendo tanto ojo, quedaron como absortos ; pero el alguacil como
ascostumbrado á mirar las cosas por el mal lado, sospechó que de
trás de aquella extraordinaria aventura se ocultaba algun enredo
que le podia valer algunos cuartos . Empezó á mirarme con la mas
escrupulosa atencion; y , como mis facciones, que nunca habia visto ,
ayudaban poco á su buena voluntad , se volvió a examinar á mi ca
marada con igual curiosidad . Por desgracia de mi alteza, conoció
á Morales, y acordándose de haberlo visto en la cárcel de Ciudad
Real : ¡ Ab ! jab ! exclamó sin poderse contener ; hé aquí uno de
nuestros parroquianos. Me acuerdo de este caballero, y os le doy
por uno de los mayores bribones que calienta el sol de España en
todos sus reinos y señoríos . Poco a poco , señor alguacil, dijo Je
rónimo Miajadas ; que ese pobre mozo , de quien haceis tan mal
retrato, es un criado del señor principe . Sea en buen hora, respon
dió : eso me basta para saber lo que debo creer ; por el criado saco
yo lo que será el amo . No me queda la menor duda de que estos
dos señores son dos pícaros de marca, que se han unido para bur
larse de vos . Soy muy práctico en conocer esta casta de pájaros ;
y , para haceros ver que son dos lindas ganzúas, en el mismo pun
to voy a llevarlos a la cárcel . Quiero que se aboquen con el señor
corregidor, para que tengan con él una conversacion reservada, y
sepan de la boca de S. S. que todavía se usan por acá penques y
rebenques . Alto ahí , señor ministro , replicó el viejo : no hay que
llevar tan adelante el negocio . Los del hábito de usted no tienen
reparo en mortificar a una persona honrada . ¿ No podrá ser este
criado un bribon , sin que el amo lo sea? ¿Es por ventura cosa nue
va ver bribones al servicio de los principes? Usted se chancra con
sus principes, repuso el alguacil . Este mozo , vuelvo á decir , es un
tunante ; y así desde ahora les intimo á los dos que se dén presos al
rey. Si rehusan ir voluntariamente á la cárcel , veinte hombres ten
go á la puerta que los llevarán por fuerza . Vamos , principe mio ,,
me dijo en seguida, vamos andando .
43
334 GIL BLAS .
Al oir estas palabras, quedé todo fuera de mí , y lo mismo suce
dió á Morales , y nuestra turbacion nos hizo sospechosos á Jeróni
mo Miajadas, ó , por mejor decir , nos perdió enteramente en su
concepto . Bien se persuadió de que habíamos querido engañarle , y
con todo eso tomó en esta ocasion el partido que debe tomar una
persona delicada. Señor ministro, dijo al alguacil, vuestras sospe
chas pueden ser falsas y tambien verdaderas ; pero , sean lo que
fueren , no apuremos mas la materia . Os suplico que no impidais que
estos caballeros salgan y se retiren adonde mejor les pareciere. Es
una gracia que os pido para cumplir con la obligacion que les debo.
La mia , interrumpió el alguacil , seria lleyarlos a la cárcel sin aten
der à vuestros ruegos ; sin embargo , por respeto vuestro quiero
dispensarme ahora del cumplimiento de mi deber , con la condicion
de que en este mismo momento han de salir de la ciudad ; porque ,
si mañana los veo en ella , les aseguro por quien soy que han de
ver lo que les pasa .
Cuando Morales y yo oimos decir que estábamos libres, volvimos
á respirar. Quisimos hablar con resolucion , y sostener que éramos
hombres de honor ; pero el alguacil con una mirada de soslayo nos
impuso silencio . No sé por qué esta gente tiene ascendiente sobre
nosotros . Vímonos , pues , precisados á ceder Florentina y la dote á
Pedro de la Membrilla, que verosimilmente pasó á ser yerno de Je
rónimo de Miajadas.
Retiréme con mi camarada, y tomamos el camino de Trujillo, con
el consuelo de haber á lo menos ganado cien doblones en esta aven
tura . Una hora antes de anochecer pa
sábamos por una aldea con ánimo de ir
á hacer noche mas adelante , y vimos
en ella un meson de bastante buena
apariencia para aquel lugar . Estaban
el mesonero y la mesonera sentados á
la puerta en un poyo . El mesonero ,
hombre alto, seco y ya entrado en dias ,
estaba rascando una guitarra para di
vertir á su mujer, que mostraba oirle
con gusto . Viendo el mesonero que pa
sábamos de largo: Señores, nos gritó,
aconsejo á ustedes que hagan alto en
este lugar: hay tres leguas mortales á la primera posada, y créanme
LIBRO QUINTO . 335
que no lo pasarán tan bien como aquí : entren ustedes en mi casa,
que serán bien tratados, y por poco dinero . Dejámonos persuadir :
acercámonos mas al mesonero y á la mesonera ; saludámoslos, y ,
habiéndonos sentado junto á ellos , nos pusimos todos cuatro á ba
blar de cosas indiferentes. El mesonero decia que era cuadrillero de
la Santa Hermandad, y la mesonera tenia pinta de ser una buena pie
za , que sabia vender bien sus agujetas.
Interrumpió nuestra conversacion la llegada de doce ó quince
hombres montados, unos en caballos , y otros en mulas , seguidos
de como unos treinta machos de carga . ¡ Oh , cuántos huéspedes !
exclamó el mesonero : ¿ dónde podré yo alojar á tanta gente? En un
instante se vió la aldea llena de hombres y de caballerías. Habia
por fortuna una espaciosa granja cerca del meson , en la que se
acomodaron los machos y cargas , y las mulas y caballos se repar
tieron en varias caballerizas del meson y del lugar . Los hombres
pensaron menos en donde habian de dormir que en mandar dispo
ner una buena cena , la que se ocuparon en hacer el mesonero, la
mesonera y una criada , dando fin de todas las aves del corral. Con
esto y un guisado de conejo y de gato , y una abundante sopa de
coles hecha con carnero , hubo para toda la comitiva .
Morales y yo mirábamos a aquellos caballeros , los cuales tam
bien nos miraban á nosotros de cuando en cuando . En fin , traba
mos conversacion , y les dijimos que , si lo tenian á bien , cenaría
mos en compañía, y , babiéndonos respondido que tendrian en ello
particular gusto , nos sentamos todos juntos á la mesa . Entre ellos
habia uno que parecia mandaba a los demás ; y , aunque estos ; le
trataban con bastante familiaridad , sin embargo se conocia le mi
raban con algun respeto . Lo cierto es que ocupaba simpre el lugar
mas distinguido , que hablaba alto , que algunas veces contradecia
á los otros sin reparo , y que lejos de hacer lo mismo con él , mas
bien parecia que todos adherian á su dictámen . La conversacion re
cayó casualmente sobre Andalucía ; y , como Morales comenzase á
alabar mucho á Sevilla , el hombre de quien voy hablando le dijo :
Caballero, usted hace el elogio de la ciudad donde yo nací , ó á lo
menos muy cerca de ella , porque mi madre me dió á luz en el ar
rabal de Mairena . En el mismo me parió la mia , respondió Morales ,
y no es posible que yo deje de conocer a los parientes de usted , co
nociendo desde el alcalde hasta la última persona del arrabal . ¿Quién
fué su señor padre? Un honrado escribano, respondió el caballero ,
336 GJL BLAS.
llamado Martin Morales. ¡Martin Morales ! exclamó mi compañero
no menos alegre que sorprendido: ¡á fe mia que la aventura es bien
extraña! Segun eso sois mihermano mayor Manuel Morales. Justa
mente , respondió el otro, y por consiguiente tú eres mi hermanico
Luis, á quien dejé en la cuna cuando sali de la casa paterna. Ese
es mi nombre , replicó mi camarada, y , dicho esto, se levantaron
los dos de la mesa , y se dieronmil abrazos. Volviéndose despues el
señor Manuel á todos los que estábamos presentes , dijo : Señores ,
este suceso tiene algo de maravilloso: la casualidad dispone que,en
cuentre y reconozca á un hermano, á quien há por lo menosmas de
veinte años que no he visto ;dadmelicencia para que os le presente.
Entonces todos los caballeros, que por cortesía estaban en pié , sa
ludaron al hermano menor de Morales, y le dieron repetidos abra
zos . Despues de esto nos volvimos a la mesa , la que no dejamos en
toda la noche. Los dos hermanos se sentaron uno junto a otro , y
estuvieron bablando en voz baja de las cosas de su familia , mien
tras los demás convidados bebíamos y nos alegrábamos.
Tuyo Luis una larga conversacion con su hermano Manuel , y ,
concluida, me llamóaparte , y me dijo : Todos estos caballeros son
criados del conde de Montaños , a quien el rey acaba de nombrar
virey de Mallorca . Conducen el equipaje de su amo á Alicante ,
donde deben embarcarse. Mi hermano, que es el mayordomo de su
excelencia, me ha propuesto llevarme consigo, y, á vista de la re
pugnancia que le mostré de dejar tu compañía , me dijo que , si tú
quieres venir con nosotros , te facilitará un buen empleo. Caro ami.
go, continuó él, te aconsejo que no desprecies este partido: vamos
juntos á Mallorca ; si allí lo pasamos bien , nos quedaremos ; y si
no nos tuviere cuenta , nos volveremos á España.
Admiti con gusto la propuesta : incorporámonos el joven Mora
les y yo con la familia del conde, y partimos del meson antes del
amanecer del dia siguiente . Pusímonos en camino, para Alicante
yendo a largas jornadas. Luego que llegamos, compré una guitar
ra , y me mandé hacer un vestido decente antes de embarcarme.
Ya no pensaba yo sino en la isla de Mallorca , y lo mismo sucedia
á mi camarada Morales. Parecia que ambos babíamos renunciado
para siempre a la vida bribona. Es preciso decir la verdad : uno y
otro queríamos acreditarnos de hombres de bien entre aquellos ca
balleros , y este respeto nos contenia . En fin nos embarcamos ale
gremente , lisonjeándonos con la esperanza de llegar presto á Ma
LIBRO QUINTO . 337
llorca; pero , no bien habíamos salido del golfo de Alicante, cuando
nos cogió una furiosa borrasca . ¡ Qué ocasion tan buena era esta
para hacer ahora una bellísima descripcion de la tempestad , pin
tándoos el aire todo inflamado, la viva luz de los relámpagos , el
estampido de los truenos , la rápida caida de los rayos , el silbido de
los vientos, y la hinchazon de las olas , etc. ! Pero, dejando á un la
do todas las flores retóricas, os diré sencillamente que fué tan recia
la tormenta , que nos obligó á ancorar en la punta de la Cabrera,
que es una isla desierta , defendida con un fortin, cuya guarnicion
consistia entonces en cinco ó seis soldados y un oficial, que nos re
cibió con mucho agasajo.
Como nos veíamos precisados á detenernos allí muchos dias para
componer nuestro velámen , procuramos pasar el tiempo en dife
rentes diversiones para evitar el fastidio . Siguiendo cada uno su
inclinacion , unos jugaban á los paipes , otros á la pelota , etc. : yo
me iba a pasear por la isla con otros compañeros amantes del paseo .
Saltábamos de peñasco en peñasco, porque el terreno es desigual y
tan pedregoso , que apenas se descubria en él un palmo de tierra .
Un dia que , considerando aquellos lugares áridos y secos , estába
mos admirando los caprichos de la naturaleza , que es fecunda o
estéril donde le da la gana , sentimos todos de repente un olor muy
grato, que nos dejó sorprendidos. Lo quedamos mucho mas cuan
do, volviéndonos hacia el oriente, de donde venia aquella fragancia ,
vimos un campo todo cubierto de madreselva , mas bermosa y odo
rífera que la de Andalucía . Acercámonos gustosos á aquellos belli
simos arbustos que perfumaban el aire circun vecino, y hallamos
que cercaban la entrada de una caverna muy profunda. Era esta
ancha y poco sombría : bajamos á ella por una escalera ó caracol
de piedra, adornado de flores, que primorosamente guarnecian sus
lados. Cuando estuvimos abajo , vimos serpentear sobre un suelo
de arena , mas roja que el oro , varios arroyuelos formados de las
gotas que destilaban continuamente los peñascos, y se perdian en
la misma arena . Pareciónos tan clara y cristalina el agua, que nos
dió gana de beberla , y la ballamos tan fresca y delgada, que resol
vimos volver a este lugar el dia siguiente , llevando con nosotros
algunas botellas de vino, persuadidos de que lo beberíamos allí con
gusto
Dejamos con sentimiento un sitio tan delicioso, y , cuando nos
restituimos al fuerte , ponderamos a nuestros camaradas la noticia
338 GIL BLAS.
de tan feliz descubrimiento ; pero el comandante del fuerte nos dijo
que nos advertia en amistad que por ningun caso volviésemos á la
cueva de que tan enamorados habíamos quedado. ¿ Y eso por qué? le
pregunté yo: zbay por ventura algo que temer? Y mucho , me res
pondió . Los corsarios de Argel y de Tripoli vienen algunas veces á
esta isla , y bacen aguada en ese paraje , y uno de estos dias sor
prendieron en él á dos soldados, y los llevaron esclavos. Por mas
seriedad con que nos lo decia el oficial, no le quisimos creer. Pare
cíanos que se zumbaba, y al dia siguiente volví yo á la caverna
con tres caballeros de la comitiva, y de intento no quisimos llevar
armas de fuego para mostrar que no teníamos el mas mínimo te
mor. Morales no quiso venir con nosotros y se quedó jugando con
su hermano y otros del castillo .
Bajamos al hondo de la cueva comoel dia anterior, y pusimos á
refrescar las botellas de vino en uno de los arroyuelos. A lo mejor
que estábamos bebiendo, tocando la guitarra y divirtiéndonos con
mucha algazara y alegría , vimos a la boca de la caverna muchos
hombres con bigotes , turbantes , y vestidos á la turca. Juzgamos al
pronto que eran algunos del navío , que juntamente con el coman
dante se habian disfrazado para chasquearnos. Creidos de esto nos
echamos á reir, y dejamos bajar basta diez de ellos sin pensar en
defendernos; pero presto quedamos tristemente desengañados, vien
do ser un pirata que venia con su gente á esclavizarnos . Rendios ,
perros, nos dijo en lengua castellana, o aqui morireis todos. Al
mismo tiempo nos pusieron al pecho las carabinas los que con él
venian , y que á la menor resistencia las hubieran disparado. Pre
ferimos la esclavitud á la muerte, y entregamos las espadas al pi
rata . Nos hizo cargar de cadenas, nos llevaron á su buque, que no
estaba muy distante , levantaron anclas, hiciéronse á la vela , y sin
glaron hácia Argel.
De este modo fuimos justamente castigados del poco aprecio que
bicimos delaviso del comandante del fuerte. La primera cosa que
hizo el corsario fué registrarnos y quitarnos cuanto dinero llevába
mos . ¡Gran golpe demano para él! Los doscientos doblones delmer
cader de Plasencia , los ciento que Jerónimo Miajadas habia dado á
Morales, y que por degracia llevaba yo conmigo , todo lo arrebañó
sin misericordia. Los bolsillos de mis camaradas tampoco estaban
mal provistos : en suma, el pirata hizo una buena pesca, de lo que
estaba muy contento ; y el grandísimo bergante, no bastándole ha
LIBRO QUINTO . 339
berse apoderado de todo nuestro dinero , comenzó á insultarnos con
bufonadas, que nos eran mucho menos sensibles que la dura nece
sidad de aguantarlas . Despues de mil impertinentes trubanadas, y
para mofarse de nosotros de otro modo , mandó traer las botellas
que habíamos puesto á refrescar, y comenzó a vaciarlas todas ayu
dóndole sus gentes, y repitiendo á nuestra salud muchos brindis
por irrision.
Durante este tiempo mis camaradas mostraban un semblante
que daba a entender lo que interiormente pasaba en ellos . Se les
hacia tanto mas doloroso el cautiverio , cuanto mas alegre era la
idea de ir á la isla de Mallorca . Por lo que á mí toca , tuve valor
para tomar desde luego mi determinacion ; y , menos apesadumbra
do que los otros, no solo trabé conversacion con nuestro capitan
mofador, sino que le ayudé yo mismo á llevar adelante la zumba ,
cosa que le cayó muy en gracia. Oyes , mozo , me dijo, me gusta tu
buen humor y tu genio ; y si bien se considera , en vez de gemir y
suspirar, lo mejor es armarse de paciencia y acomodarse con el
tiempo. Tócanos una buena tocata , añadió viendo que yo llevaba
una guitarra ; veamos a lo que llega tu habilidad .,
Mandó me desatasen los brazos , y al punto comencé a tocar de
tal modo , que merecí sus aplausos : bien es verdad que yo no ma
nejaba mal este instrumento . Tambien me hizo cantar, y no quedó
menos satisfecho de mi voz: todos los turcos que habia en el bajel
mostraron con gestos de admiracion el placer con que me habian
oido, por lo que conocí que en materia de música no carecian de
gasto. El pirata se arrimó á mí , y me dijo al oido que seria un es
clayo afortunado, y que podia estar cierto de que mis talentos me
proporcionarian un destino que haria muy llevadera la esclavitud .
Estas palabras me consolaron algo ; pero , por mas halagüeñas
que fuesen , no dejaba de inquietarme el empleo que el pirata me
habia pronosticado, y temia que no fuese de mi aceptacion . Al lle
gar al puerto de Argel vimos una multitud de personas que habian
acudido para vernos , y , sin que aun hubiésemos saltado en tierra ,
hicieron resonar el aire con mil gritos de alegría y alborozo . Acom
pañaba a estos un confuso rumor de trompetas, flautas moriscas y
otros instrumentos del uso de aquella gente , y que causaban un
estruendo desentonado, mas que una música apacible . Aquella ex
traordinaria algazará nacia de la falsa noticia que se habia espar
cido por la ciudad que el renegado Mahometo (que así se llamaba
340 GIL BLAS .
nuestro pirata ) habia muerto peleando con una gruesa embarcacion
genovesa ; y todos sus parientes y amigos , informados de su regre
so , acudian á darle muestras de su regocijo .
Luego que desembarcamos, á mí y a mis compañeros nos lleva
ron al palacio del bajá Soliman , donde un escribano cristiano nos
examinó á cada uno en particular , preguntándonos el nombre, edad,
patria , religion y habilidad . Entonces Mahometo, mostrándome al
bajá, le ponderó mi voz y mi destreza en tocar la guitarra , No hu
bo menester mas Soliman para determinarse á tomarme á su servi
cio, y desde aquel punto quedó reservado para su serrallo , adonde
me condujeron para instalarme en el empleo que me estaba desti
nado. Los demás cautivos fueron llevados a la plaza mayor , y ven
didos segun costumbre. Verificose lo que Mahometo me habia pro
nosticado en el bajel, porque ciertamente fuí muy afortunado: no me
entregaron a las guardias de las mazmorras, ni me destinaron á
trabajar en las obras públicas; antes bien mandó Soliman , por apre
cio particular , que me agregasen en cierto sitio privado á cinco ó
seis esclavós de distincion , cuyo rescate se esperaba presto , y á
quienes no se empleaba sino en trabajos ligeros , y se me encargó el
cuidado de regar en los jardines las flores y los naranjos . No podia
tener yo una ocupacion mas suave , y por eso di gracias a mi estre
lla , presintiendo, sin saber por qué , que no seria desgraciado al ser
vicio de Soliman .
Este bajá ( porque es necesario que haga su retrato) era un hom
bre de cuarenta años, bien plantado , muy atento, y aun muy galan
para turco. Tenia por favorita una cachemiriana, que por su talen
to у bermosura se habia hecho dueña absoluta de él . Idolatraba en
ella , y no pasaba dia en que no la festejase con alguna diversion
nueva : unas veces era un concierto de voces y de instrumentos ,
otras una comedia á la turca , es decir , unos dramas en los cuales
no se tenia mas respeto al pudor y al decoro que a las reglas de
Aristóteles. La favorita, que se llamaba Farrukhnaz , era apasio
nadísima á semejantes espectáculos , y aun algunas veces mandaba
á sus criadas representar piezas árabes en presencia del bajá. Ella
misma solia tambien hacer su papel , y lo ejecutaba con tal viveza
y tanta gracia , que hechizaba a todos los espectadores . Un dia en
que yo asistí á una de estas funciones mezclado entre los músicos ,
me mandó Soliman que en un intermedio cantase y tocase solo la
guitarra. Hícelo así, y tuve la fortuna de darle tanto gusto , que no
LIBRO QUINTO . 341
solo me aplaudió con palmadas , sino de viva voz; y la favorita, á
lo que me pareció, me miró con ojos favorables.
El dia siguiente por la mañana , estando yo regando los naran
jos en los jardines , pasó junto a mí un eunuco , que sin detenerse
ni hablar palabra, dejó caer á mis piés un billete : recogile pronta
mente con una turbacion mezclada de alegría y de temor : echéme
á la larga en el suelo porque no me riexen de las ventanas del ser
rallo, y , ocultándome detrás de los naranjos, le abrí presuroso .
Hallé dentro de él un preciosísimo brillante , y escritas en buen cas
tellano estas palabras: Jóven cristiano, dá mil gracias al cielo por tu
esclavitud . El amor y la fortuna la harán feliz: el amor , si te mues
trás sensible a los atractivos de una persona hermosa; y la fortuna,
si tienes valor para arrostrar todo género de peligros.
No dudé ni un solo momento que el billete era de la sultana fa
vorita; el brillante y el estilo me lo persuadian. Además de que
nunca fui cobarde , la vanidad de verme favorecido de la dama de
un gran príncipe, y sobre todo la esperanza de conseguir de ella
cuatro veces mas dinero del que me era menester para mi rescate ,
me determinaron á tentar esta nueva aventura á costa de cualquiera
riesgo. Proseguí pues en mi ocupacion , pensando siempre en el
modo que podria tener para introducirme en el cuarto de Farrukh
naz , ó por mejor decir, en los arbitrios que ella discurriria para
abrirme este camino ; pareciéndome , y con fundamento, que no se
contentaria con lo hecho , y que ella misma se adelantaria á librar
me de este cuidado . Con efecto, no me engañé: de allí á una hora
volvió á pasar junto á mí el mismo eunuco de antes , y me dijo :
Cristiano, ¿ has hecho tus reflexiones ? ¿ tendrás valor para seguirme?
Respondíle que sí . Pres bien ; añadió él , el cielo te guarde ; mañana
por la mañana me volverás á ver : está dispuesto para dejarte condu
cir ; y , dicho esto . se retiró . Efectivamente, al dia siguiente á cosa
de las ocho de la mañana se dejó ver , y me hizo señal de que le
siguiese . Obedecí , y me condujo á una sala donde habia un gran
rollo de lienzo pintado, que acababan de traer él y otro eunuco ,
la
para llevarlo a la cámara de la sultana , y habia de servir para
decoracion de una comedia árabe, que ella tenia dispuesta para di
vertir al baja .
Los dos eunucos , viéndome dispuesto a hacer todo lo que qui
siesen , no perdieron tiempo . Desarrollaron el telon , hicieronme ten
der á la larga en medio de él , y lo arrollaron otra vez , volviéndo
342 GIL BLAS ,
me y revolviéndome dentro de él mismo con peligro de sofocarme.
Cogiéronlo cada uno de un extremo, y de esta manera me introdu
jeron sin riesgo en el cuarto donde dormia la bella cachemiriana.
Estaba sola con una esclava vieja , enteramente dedicada á darle
gusto . Desenvolvieron ambas el telon, y Farrukhnaz , luego que me
vió , mostró una alegría , que manifestaba bien el carácter de las
mujeres de su pais . En medio de mi natural intrepidez , confieso
que, cuando me ví de repente trasportado al cuarto secreto de las
mujeres, sentí cierto terror. Conociólo muy bien la favorita, y , para
disiparlo, me dijo : No temas, cristiano, porque Soliman acaba de
marchar a su casa de recreo , donde se detendrá todo el dia , y nos
otros hablaremos aquí libremente .
Animáronme estas palabras, y me hicieron cobrar un espíritu y
seguridad que acrecentó el contento de mi patrona. Esclavo, me dijo,
tu persona me ha agradado, y quiero hacerte mas suave el rigor
de la esclavitud. Te considero muy digno de la inclinacion que te
he tomado . Aunque te veo en el traje de esclavo, descubro en tus
modales un aire noble y galan, que me obliga a creer no eres per
sopa comun . Háblame con toda confianza, y dime quién eres. Sé
muy bien que los esclavos bien nacidos ocultan su condicion para
que les cueste menos el rescate ; pero conmigo no debes gastar ese
disimulo , y aun me ofenderia mucho semejante precaucion; pues
que te prometo tu libertad. Sé pues sincero , y confiésame que no
te criaste en pobres pañales . Con efecto, señora, le respondí, cor
responderia ruinmente á vuestra generosa bondad si usara con vos
de artificio; ya que teneis empeño en que os descubra quién soy,
voy a obedeceros; soy hijo de un grande de España ( quizá decia en
esto la verdad ), por lo menos la sultana así lo creyó, y , dándose
á sí misma el parabien de haber puesto los ojos en un hombre ilus
tre, me aseguró que haria todo lo posible para que los dos nos vié
semos a solas con frecuencia . Tuvimos una larga conversacion . En
mi vida he tratado con mujer de mayor talento y atractivo . Sabia
muchas lenguas, y sobre todo la castellana , que hablaba mediana
mente . Cuando le pareció que era tiempo de separarnos, me hizo
meter en un gran ceston de juncos, cubierto con un repostero de
seda trabajado por su misma mano , y , llamando a los mismos eu
nucos que me habian introducido, les entregó aquella carga , como
un regalo que ella enviaba al bajá: lo que es tan sagrado entre los
que hacen la guardia al cuarto de las mujeres, que ninguno tiene
la osadía de mirarlo .
LIBRO QUINTO . 343
Hallamos Farrukhnaz y yo otros varios arbitrios para hablarnos,
y la amable sultana poco a poco me fué inspirando tanto amor há
cia ella , como ella me le tenia á mí . Dos meses estuvieron ocultas
nuestras amorosas visitas, sin embargo de ser cosa muy difícil que
en un serrallo se escapen por largo tiempo á los ojos de tantos Ar
gos; pero un contratiempo desconcertó nuestras medidas, y mudo
enteramente de aspecto mi fortuna. Un dia en que entré en el cuar
to de la sultana metido dentro de un dragon artificial que se habia
hecho para un espectáculo, cuando estaba yo bablando con ella ,
creido de que Soliman se hallaba aun fuera , entró este tan de re
pente en el cuarto de su favorita , que la esclava no tuvo tiempo de
avisarnos, y mucho menos yo para acultarme, y así fuí el primero
que se ofreció á los ojos del baja .
Mostróse sumamente admirado de verme en aquel sitio, y suce
diendo en un momento la ira á la admiracion , arrojaban fuego sus
ojos, despidiendo llamas de indignacion y furor. Consideré enton
ces que era llegada la última hora de mi vida , y me imaginaba ya
en medio de los mas crueles tormentos. Por lo que toca á Farrukh
naz, conocí que tambien estaba sobresaltada; pero, en vez de con
fesar su delito y pedir perdon de él , dijo á Soliman : Señor , supli
coos no me condeneis antes de oirme . Confieso que todas las apa
riencias me condenan , y me representan infiel (y traidora á vos , y
por consiguiente merecedora de los mas horrorosos castigos. Yo
misma hice venir á mi cuarto á este cautivo , y para introducirle en
él me valí de los mismos artificios que pudiera usar si estuviera cie
342 GIL BLAS .
gamente enamorada de su persona . Sin embargo de eso , a pesar de
todas estas exterioridades , pongo por testigo al gran profeta de que
no os . he sido desleal . Quise hablar con este esclavo cristiano para
persuadirle á que dejase su secta y abrazase la de los verdaderos
creyentes. Al principio encontré en él la resistencia que aguardaba;
mas al fin he desvanecido sus preocupaciones, y en este punto me
estaba dando palabra de que se hará mahometano.
Confieso que era obligacion mia desmentir a la favorita sin res
peto alguno al peligro en que me hallaba ; pero , turbada la razon
en aquel lance , y acobardado el espíritu á vista del riesgo que cor
ria mi vida y la de una dama á quien amaba , me quedé confuso y
cortado. No tuve valor para articular una palabra; y , persuadido
Soliman por mi silencio de que era verdad cuanto habia dicho la
sultana , Jepuso su ira , y le dijo: Quiero creer que no me has
ofendido, y que el celo de hacer una cosa que fuese grata al profe
ta le movió a arriesgarte a una accion tan delicada. Por eso discul
po tu imprudencia , con tal que el esclavo tome el turbante en este
mismo punto . Inmediatamente hizo venir á su presencia un mora
bito . Vistiéronme á la turca, y yo les dejé hacer cuanto quisieron
sin la menor resistencia, ó , por mejor decir, ni yo mismo sabia lo
que me bacia en aquella turbacion de todas mis potencias . ¡Cuántos
cristianos hubieran sido tan cobardes como yo en esta ocasion !
Concluida la ceremonia , salí del serrallo con el nombre de Sidy Haly
a tomar posesion de un empleo de poca monta a que Soliman me des
tinó . No volví á ver a la sultana ; pero uno de sus eunucos vino á
buscarme cierto dia , y de su parte me entregó una porcion de pie
dras preciosas, estimadas en dos mil sultaninos de oro , y juntamente
un billete en que me aseguraba que jamás olvidaria la generosa
complacencia con que me habia hecho mahometano por salvarle la
vida . Con efecto, además de los regalos que habia recibido de la
bella Farrukhnaz , conseguí por su mediacion otro empleo de mas
importancia que el primero ; de manera que en menos de seis á
siete años me hallé el renegado mas rico de todo Argel.
Ya habrán conocido ustedes que , si yo concurria á las oraciones
que hacian los musulmanes en sus mezquitas, y practicaba las de
más ceremonias de su ley , era todo una mera ficcion . Por lo demás
estaba firmemente resuelto á volver a entrar en el seno de la Igle
sia , para lo que pensaba retirarme algun dia á España ó Italia con
las riquezas que hubiese juntado. Mientras tanto vivia muy alegre
LIBRO QUINTO . 345
mente; estaba alojado en una hermosa casa , tenia jardines mag
níficos, multitud de esclavos, y un serrallo bien abastecido de mu
jeres bonitas. Aunque el uso del vino está prohibido en aquella
tierra á los mahometanos, sin embargo pocos moros dejan de be
berlo secretamente . Yo por lo menos lo bebia sin escrúpulo , como
lo hacen todos los renegados .
Acuerdome que me acompañaban comunmente en mis borrache
ras un par de camaradas, con quienes muchas veces pasaba toda la
noche con las botellas sobre la mesa . Uno era judío , y el otro árabe .
Teníalos por hombres de bien, y en esta confianza vivia con ellos
sin reserva . Convidélos una noche á cenar; y aquel dia se me habia
muerto un perro que yo queria mucho . Lavamos el cuerpo , y lo
enterramos con todas las ceremonias que acostumbran los musul
manes en el funeral de sus difuntos . No lo hicimos ciertamente por
burlarnos de la religion de Mahoma , sino solo por divertirnos y sa
tisfacer el capricho que tuve , estando medio tomado de vino, de
celebrar las exequias de mi amado animalillo .
Sin embargo, faltó poco para que esta inconsiderada accion me
perdiese enteramente. El dia siguiente se presentó en mi casa un
hombre , que me dijo: Señor Sidy Haly, vengo á buscar á usted ,
para cierto asunto de importancia. El señor cadí tiene precision de
hablarle: sírvase tomar el trabajo de llegarse a su casa inmediata
mente. Decidme, os suplico , le pregunté, qué es lo que me quiere .
Él mismo os lo dira , respondió el moro : todo lo que puedo deciros
es, que un mercader, que ayer cenó con usted , le ha dado parte de
no sé qué impía ó irreligiosa accion que se ejecutó en vuestra casa
con motivo de enterrar un perro . Yo os notifico de oficio que com
parezcais hoy mismo ante el juez , con apercibimiento de que , no
cumpliéndose así , se procederá criminalmente contra vuestra per
sopa . Dijo, y , sin aguardar respuesta , me volvió la espalda, deján
dome atónito con su apercibimiento . No tenia el árabe la mas mini
ma razon para estar quejoso de mi ; ni yo podia comprender por qué
me habia jugado una pieza tan ruin . Sin embargo, la cosa era muy
digna de atencion. Yo tenia bien conocido al cadí por hombre seve
ro en la apariencia, pero en el fondo poco escrupuloso y muy avaro .
Metí en el bolsillo doscientos sultaninos de oro , y fuí derecho a pre
sentarme a él . Hizome entrar en su despacho, luego me dijo en tono
colérico y furioso : Sois un impío , un sacrilego, un hombre abomi
nable. Habeis dado sepultura á un perro como si fuera un musul
346 GLL BLAS.
man. ¡Qué sacrilegio ! ¡qué profanacion! ¿Es este el respeto que
profesais á las mas venerables ceremonias de nuestra santa ley ?
¿Os hicisteis mahometano únicamente para burlaros de las cere
monias mas sagradas de nuestro Alcoran? Señor cadí, le respondí,
el árabe que vino á haceros una relacion tan alterada ó tan malig
namente desfigarada, aquel amigo traidor fué cómplice en mi de
lito, si por tal se debe reputar haber dado sepultura á un domésti
co fiel, á un inocente animal que tenia mil bellas cualidades. Ama
ba tanto a las personas de mérito y distincion , que hasta en su
muerte quiso dejarles testimonios irrefragables de su estimacion y
afecto . En su testamento, en el que me nombró por único albacea ,
repartió entre ellas sus bienes, legando a unas veinte escudos, á
otras treinta, etc ., y es tanta verdad lo que digo, que tampoco se
olvidó de vos, pues me dejó muy encargado que os entregase los
doscientos sultaninos de oro que ballareis en este bolsillo ; y , dicho
esto , le alargué el que llevaba prevenido. Perdió el cadí toda su
gravedad cuando meoyó decir esto , sin poder contener la risa , y ,
como estábamos solos, tomó francamente el bolsillo , y medespidió
diciendo: Id en paz, Sidy Haly ; hicisteis cuerdamente en baber en
terrado con pompa y con honor a un perro que hacia tanto apre
cio de los sugetos de mérito .
Salí por este medio de aquel pantano; y , si el lance no me hizo
mas cuerdo, á lo menos me enseñó a ser mas circunspecto. No vol
ví á tratar con el árabe ni con el judío, y escogi para mi camarada
de botellas á un caballero de Liorna, que era esclavo mio, llamado
Azarini. No era yo como aquellos renegados que tratan á los cauti
vos cristianos peor que los mismos turcos. Los mios no se impa
cientaban aunque se les retardase el rescate . Tratábalos con tanta
benignidad, que muchas veces me decian les costaba mas suspiros
el miedo de pasar á servir a otro amo, que el deseo de conseguir la
libertad , sin embargo de ser esta tan dulce y tan apetecible a todos
los que gimen en cautiverio .
Volvieron un dia los jabeques de Soliman cargados de presa, y
en ella cien esclavos de uno y otro sexo, apresados todos en las
costas de España. Reservó Soliman para sí un cortisimo número , y
los demás fueron puestos en venta . Fuí á la plaza donde esta se ce
lebraba , y compré unamuchacha española de diez á doce años.
Lloraba la pobrecita amargamente, y se desesperaba. Admirado yo
de verla afligirse así en tan tierna edad, me llegué a ella , y le dije
COMITAIN KAFAEL DOS ESCLAVAS.
LIBRO QUINTO . 347
en lengua castellana que no se apesadumbrase tanto, asegurándole
que habia caido en manos de un amo que, aunque llevaba turbante,
era de corazon humano. La jóven , poseida enteramente de su dolor,
pi siquiera atendia a mis palabras. Gemia , suspiraba y se deshacia
en lágrimas inconsolables, prorumpiendo de cuando en cuando en
esta exclamacion: ¡Ay, madre mia , y por qué me habrán separado
de ti! Todo lo llevaria en paciencia como estuviéramos juntas. Mien
tras decia estas palabras, tenia puestos los ojos en una mujer de
cuarenta y cinco á cincuenta años , distante pocos pasos, la cual,
muy modesta , silenciosa y con los ojos bajos, estaba esperando a
que alguno la comprase . Preguntéle si era su madre aquella mujer
á quien miraba . Si, señor, me respondió con tierno sentimiento ;
por amor de Dios , haga su merced que jamás me separen de ella.
Bien está , hija mia , le dije; si para tu consuelo no deseas mas que
el estar juntas las dos, presto quedarás contenta y consolada. Al
mismo tiempo me acerqué à la madre para comprarla; pero no bien
la miré con un poco de cuidado, cuando reconocí en ella , con la
conmocion que podeis imaginar, todas las facciones y demás señales
de Lucinda. ¡Cielos! exclamédentro de mímismo, ¿qué es lo que
veo? Esta es mi madre ; no puedo dudarlo . Pero ella , ó ya fuese por
que el vivo dolor del estado en que se hallaba no la dejaba ver otra
cosa mas que enemigos en todos los objetos que se le presentaban ,
ó ya fuese porque el traje mahometano me hacia parecer otro, ó
bien que, en el espacio de doce años que no me habia visto , me
hubiese desfigurado, el hecho es que realmente ella no me conoció .
En fin , yo la compré, y me la llevé á mi casa .
No quise dilatarle el gusto de que me conociese . Señora, le dije,
es posible que no os acordeis de haber visto nunca esta cara ? Pues
qué, zunos bigotes y un turbante me desfiguran de suerte que os
impidan conocer á vuestro hijo Rafael? Volvió en sí al oir estas pa
labras: miróme, remiróme, reconocióme, y , arrojándose á mí con
los brazos abiertos , nos estrechamos tiernamente . Con igual ternu
ra abracé despues a su querida hija , la cual estaba tan ignorante
de que tenia un hermano, como yo ajeno de tener una hermana.
Confesad , dije entonces á mimadre, que en todas vuestras comedias
no habeis tenido un encuentro y reconocimiento tan positivo como
este. Hijo , me respondió suspirando , grandísima alegría he tenido
en volverte á ver; pero esta alegría está mezclada con un amarguí
simo pesar. ¡Dios mio ! ¡en qué estado he tenido la desgracia de
348 GIL BLAS .
encontrarte ! Mi esclavitud me seria mil veces menos sensible que
ese traje odioso ... A fe , madre, le respondi sonriéndome, que me
admiro de vuestra delicadeza ; por cierto que no es muy propia de
una comedianta . A la verdad, señora , que sois muy otra de la que
erais , si este mi disfraz os ha dado tanto enojo. En lugar de enoja
ros contra mi turbante , miradme como á un cómico que representa
el papel de un turco en el teatro . Aunque renegado, soy tan musulman
como lo era en España ; y en la realidad permanezco siempre en mi
religion . Cuando sepais todas las aventuras que me han acontecido
en este pais , me disculpareis. El amor fué la causa de mi delito.
Sacrifiqué á esta deidad . En esto me parezco algo á vos ; fuera de
que hay aun otra razon que debe templar vuestro dolor de verme
en la situacion en que me veis . Temiais experimentar en Argel una
dura esclavitud, y habeis hallado en vuestro amo un hijo tierno,
respetuoso y bastante rico para que vivais con regalo y con quietud
en esta ciudad, hasta que se nos proporcione ocasion oportuna para
que todos podamos seguramente volver á España . Reconoced ahora
la verdad de aquel proverbio que dice: No hay mal que por bien no
venga .
Hijo mio , me dijo Lucinda, una vez que estás resuelto á resti
tuirte á tu patria y abjurar el mahometismo , quedo consoiada . En
tonces irá con nosotros tu hermana Beatriz , y tendré el gusto de
volverla á ver sana y salva en Castilla . Sí , señora , le respondí ; es
pero que le tendreis, pues lo mas presto que sea posible iremos to
dos tres á juntarnos en España con el resto de nuestra familia , no
dudando yo que habreis dejado en ella algunas otras prendas de
vuestra fecundidad . No, hijo, repuso mi madre, no he tenido mas
hijos que á vosotros dos ; y has de saber que Beatriz es fruto de un
matrimonio de los mas legítimos. Pero, señora, repliqué , ¿qué ra
1 zon tuvisteis para conceder á mi hermanita esa preeminencia que
me negasteis á mí? Y ¿cómo os habeis resuelto á casaros? Acuérdo
me haberos oido decir mil veces en mi niñez que nunca perdonariais
á una mujer joven y linda el sujetarse á un marido . Otros tiempos ,
otras costumbres, respondió ella . Si los hombres mas firmes en sus
propósitos están mas sujetos á mudar, ¿qué razon habrá para pre
tender que las mujeres sean invariables en los suyos? Voy a contar
te , continuó, la historia de mi vida desde que saliste de Madrid .
Hízome despues la siguiente relacion, que jamás olvidaré, y de la
cual no quiero privaros , porque es curiosísima .
LIBRO QUINTO . 349
Habrá cosa de trece años , si te
acuerdas, que dejaste la casa del mar
quesito de Leganés. En aquel tiempo
el duque de Medinaceli me dijo que
deseaba cenar conmigo privadamente.
Señalóme el dia ; esperéle; vino , y le
gusté. Pidióme el sacrificio de todos
los competidores que podia tener , y se
le concedí con la
esperanza de que me
lo pagaria bien , y así lo ejecutó . Al
dia siguiente me envió varios regalos ,
á que siguieron otros muchos en lo
sucesivo . Temia yo que no duraria
largo tiempo en mis prisiones un señor de aquella elevacion; y lo
temia con tanto mayor fundamento , cuanto no ignoraba que se ha
bia escapado de otras, en que le habian aprisionado varias famosas
beldades, cuyas dulces cadenas lo mismo habia sido probarlas que
romperlas. Sin embargo, lejos de disgustarse, cada dia parecia mas
embelesado de mi condescendencia . En suma , tuve el arte de ase
gurármele, y de impedir que su corazon , naturalmente voluble , se
dejase arrastrar de su nativa propension .
Tres meses hacia que me amaba , y yo me lisonjeaba de que su
cariño seria durable , cuando cierto dia una amiga mia y yo concur
rimos á una casa donde se hallaba la duquesa esposa del duque , y
habíamos ido á ella convidadas para oir un concierto de música de
voces é instrumentos . Sentámonos casualmente un poco detrás de la
duquesa, la cual llevó muy á mal que yo me hubiese dejado ver en
un sitio donde ella se hallaba. Envióme á decir por una criada que
me suplicaba me saliese de allí al instante . Respondí á la criada con
mucha grosería; de lo que irritada la duquesa , se quejó á su espo
so, el cual vino á mí , y me dijo : Lucinda, sal prontamente de aquí ;
cuando los grandes señores se inclinan á mozuelas como tú , no de
ben estas olvidarse de lo que son : si alguna vez os amamos á vos
otras mas que a nuestras mujeres, siempre las respetamos á estas
mucho mas que a vosotras; y siempre que tengais la insolencia de
pretender igualaros con ellas, sereis tratadas con la indignidad que
mereceis .
Por fortuna que el duque me dijo todo esto en voz tan baja, que
ninguno pudo comprenderlo . Retiréme avergonzada y confusa, pero
45
350 GIL BLAS .
llorando de rabia por el desaire que habia recibido . Para mayor
pesar mio , los comediantes y comediantas aquella misma noche su
pieron, no sé cómo , todo lo que me habia pasado . No parece sino
que hay algun diablillo acechador y zizañero que se divierte en
descubrir á unos lo que sucede á otros . Hace por ejemplo un come
diante en una francachela alguna extravagancia ; acaba una come
dianta de acomodarse con un mozuelo galan y adinerado ; toda la
compañía inmediatamente sabe hasta la mas ridícula menudencia .
Así supieron mis compañeros cuanto me habia pasado en el con
cierto , y sabe Dios cuánto se divirtieron á mi costa . Reina entre
ellos un cierto espíritu de caridad que se descubre bien en semejan
tes ocasiones. Con todo eso yo no bice caso de sus habladurías , y
tardé poco en consolarme de la pérdida del duque, que no volvió á
parecer por mi casa , y luego supe habia tomado amistad con una
cantarina.
Mientras una comedianta tiene la fortuna de ser aplaudida , nun
ca le faltan amantes ; y el amor de un gran señor , aunque no dure
mas que tres dias , siempre añade nuevos realces á su mérito. Yo
me ví sitiada de apasionados luego que se esparció por Madrid la
voz de que el duque me habia dejado. Los mismos competidores
que yo le habia sacrificado, mas enamorados de mis hechizos que
antes , volvieron á porfía á galantearme. Fuera de estos recibí los
obsequiosos tributos de otros mil corazones . Nunca fuí tan de moda
como entonces . Entre los que solicitaban mi favor, ninguno me pa
reció mas ansioso que un aleman gordo, gentil- hombre del duque
de Osuna . Su figura no era muy apreciable; pero se mereció mi
! atencion con mil doblones que habia juntado en casa de su amo, y
los prodigó por lograr la dicha de entrar en el número de mis aman
tes favorecidos. Este buen señor se llamaba Brutandorff. Mientras
hizo el gasto fué bien recibido ; pero , apenas se le apuró la bolsa ,
halló la puerta cerrada . Enfadado de este proceder mio , me fué á
buscar a la comedia , dióme sus quejas, y porque me reí de él á sus
hocicos , arrebatado de cólera me sacudió un bofeton á la tudesca .
Di un gran grito, salí al teatro , interrumpí la comedia , y , dirigién
dome al duque , que estaba en su aposento con su esposa la duque
sa , me quejé á él en alta voz de los modales tudescos con que me
habia tratado su gentil -hombre. Mandó el duque seguir la comedia ,
diciendo que despues de ella oiria á las partes. Acabada la repre
sentacion, me presenté muy alterada al duque, exponiendo mi queja
.
LIBRO QUINTO . 351
con vehemencia . El aleman despachó su defensa en dos palabras,
diciendo que , en vez de arrepentirse de lo hecho , era hombre para
repetirlo. El duque de Osuna , oidas las partes, y volviéndose al ale
man , sentenció de esta manera ; Brutandorff, te despido de mi casa -
y te probibo que te presentes mas delante de mí , no porque has
dado un bofeton á una comedianta , sino porque has faltado al res
peto debido á tus amos , y turbado un espectáculo público en pre
sencia de los dos .
Esta sentencia me atravesó el alma . Apoderóse de mí una ira ra
biosa y un inexplicable furor al ver que no habian despedido al
aleman por la ofensa que me habia hecho. Creia yo que un oprobio
como aquel, cometido contra una comedianta, debia castigarse como
un delito de lesa majestad, y contaba con que el tudesco padeceria
una pena aflictiva. Abrióme los ojos este vergonzosísimo suceso, y
me hizo conocer que el mundo sabe distinguir entre el comediante
y los personajes que representa. Esto me disgusló del teatro, en
términos que desde aquel punto resolví dejarlo, é irme a vivir lejos
de Madrid . Escogi para mi retiro la ciudad de Valencia, y parti de
incógnito a ella , llevando conmigo hasta el valor de veinte mil du
cados en dinero y alhajas; caudal que me parecia bastante para
mantenerme con decencia el resto de mis dias , pues mi ánimo era
llevar una vida retirada . Tomé en aquella ciudad una casa pequeña,
y no recibí mas familia que una criada y un paje, para quienes era
tan desconocida como para todas las demás del vecindario. Fingi
ser viuda de un empleado de la real casa , y que habia escogido
para mi retiro la ciudad de Valencia , por haber oido que su temple
era uno de los mas benignos , y su terreno uno de los mas delicio
sos de España. Trataba con muy poca gente; y mi conducta era tan
arreglada, que á ninguno le pudo pasar por el pensamiento que yo
hubiese sido cómica . Sin embargo, y a pesar de mi cuidado en vi
vir escondida y retirada, puso los ojos en mí un hidalgo que vivia
en una quinta propia , cerca de Paterna. Era un caballero bastante
bien dispuesto, y como de treinta y cinco á cuarenta años; pero un
noble muy adeudado, lo que no es mas raro en el reino de Valencia
que en otros muchos paises.
Habiendo agradado mi persona á este bidalgo, quiso saber si en
lo demás podria yo convenirle. A este fin despachó sus ocultos ba
tidores para que averiguasen mis circunstancias, y , por los informes
que le dieron, tuvo el gusto de saber que yo era viuda, de trato
352 GIL BLAS .
nada fastidioso , y además de eso bastante rica. Hizo juicio desde
luego que yo era la que habia menester , y muy presto se dejó ver
en mi casa una buena vieja , que me dijo de su parte que, prendado
de mi honradez tanto como de mi hermosura, me ofrecia su mano,
y que ratificaria esta oferta si merecia la dicha de que quisiese ser
su esposa . Pedí tres dias de término para pensarlo y resolverme.
Informéme en este tiempo de las cualidades de aquel hidalgo; y por
el mucho bien que me dijeron de él, aunque sin disimularmeellas
timoso estado de sus rentas , determiné gustosa casarme con él, co
mo lo hice dentro de muy pocos dias.
Don Manuel de Jérica (este era el nombre de miesposo ) me con
dujo luego a su hacienda. La casa tenia cierto aspecto de antigüe
dad, de lo que hacia mucha vanidad el dueño, Decia que la habia
hecho edificar uno de sus progenitores ; y de la vejez de la fábrica
deducia que la familia de Jérica era la mas antigua de toda España .
Pero el tiempo habia maltratado tanto aquel bello monumento de
nobleza, que, porque no viniese á tierra , lo habian apuntalado. ¡Qué
dicha para don Manuel la de haberse casado conmigo! Gastóse en
reparos la mitad de midinero , y lo restante en ponernos en estado
de hacer gran figura en el pais; y hétemeaquí en un nuevomundo,
por decirlo así, y convertida de repente en señora de aldea y de ha
cienda. ¡Qué trasformacion ! Era yo muy buena actriz para po sa
ber representar y sostener el esplendor que correspondia á mi nuevo
estado. Revestíame en todo de ciertos modales teatrales de nobleza ,
de majestad y desembarazo, que bacian formar en la aldea un alto
concepto de mi nacimiento . ¡Oh, cuánto se hubieran divertido á cos
ta mia si hubiesen sabido la verdad del hecho! ¡ Con cuántos satíri
cos motes me hubiera regalado la nobleza de los contornos, y cuán
to hubieran rebajado los respetuosos obsequios que me tributaban
las demás gentes !
Vivi por espacio de seis años feliz y gustosamente en compañía
de don Manuel, al cabo de los cuales se lo llevó Dios. Dejóme bas
tantes negocios que desenredar, y por fruto de nuestro matrimonio
á tu hermana Beatriz , que á la sazon contaba cuatro años de edad
cumplidos. Nuestra quinta , que era á lo que estaban reducidos
nuestros bienes, se hallaba por desgracia empeñada para seguridad
de muchos acreedores, el principal de los cuales se llamaba Ber
nardo Astuto , nombre que le conyenia perfectamente. Ejercia en Va
lencia el oficio de procurador, que desempeñaba como hombre con
LIBRO QUINTO . 353
sumado en todas las trampas de los pleitos; y á mayor abunda
miento habia estudiado leyes , para saber mejor hacer injusticias.
¡ Oh qué terrible acreedor! Una quinta entre las uñas de semejante
procurador es lo mismo que una paloma en las garras de un mila
no. Por tanto el señor Astuto , apenas supo la muerte de mi mari
do, puso sitio á mi pobre quinta. Infaliblemente la hubiera hecho
volar con las minas que las supercherías legales comenzaban á for
mar , si mi fortuna ó mi estrella no la hubiera salvado. Quiso esta
que de enemigo se convirtiese en esclavo mio . Enamoróse de mi en
una conversacion que tuvo conmigo con motivo de nuestro pleito.
Confieso que de mi parte hice cuanto pude para inspirarle amor ,
obligándome el deseo de salvar mi posesion á probar con él todos
aquellos artificios que me habian salido tan bien en tantas ocasio
nes . Verdad es que , con toda mi destreza , creia no poder enganchar
al procurador, tan embebecido en su oficio, que parecia incapaz de
admitir ninguna impresion amorosa . Con todo, aquel socarron ,
aquel marrajo , aquel empuerca -papel me miraba con mayor com
placencia de lo que yo pensaba . Señora, me dijo un dia , yo no en
tiendo de enamorar; dedicado siempre a mi profesion, nunca he
cuidado de aprender las reglas, los usos ni los diferentes modos de
galantear. Sin embargo de eso , no ignoro lo esencial; y , para ahor
rar de palabras, solo diré que si usted quiere casarse conmigo que
maremos al instante el proceso, alejaré á los demás acreedores, que
se han reunido conmigo para bacer vender su hacienda; usted será
dueña del usufructo , y su hija de la propiedad. El interés de Bea
triz y el mio no me dejaron vacilar ni un solo punto . Acepté al
instante la proposicion : el procurador cumplió su palabra; volvió sus
armas contra los otros acreedores, y aseguróme en la posesion de
mi quinta . Quizá fué esta la primera vez que supo servir bien a la
viuda y al huérfano.
Llegué , pues , á verme procuradora, sin dejar por eso de ser se
ñora de aldea, aunque este matrimonio me perdió en el concepto de
la nobleza valenciana . Las señoras de la primera distincion me mi
raron como a una mujer que se habia envilecido, y no quisieron
visitarme mas. Víme precisada a tratar solamente con las aldeanas,
ó con señoras de medio pelo . No dejó de causarme esto alguna pe
na , porque me habia acostumbrado por espacio de seis años á tra
tarme únicamente con personas de carácter. Verdad es que tarde
poco en consolarme, porque tomé conocimiento con una escribana
354 GIL BLAS .
y dos procuradoras, cada una de un carácter muy digno de risa. Yo
me divertia ipfioito de ver su ridiculez . Estas medio señoras se te
nian por personas ilustres. Pensaba yo que solamente las comedian
tas eran las que no se conocian á sí mismas ; mas veo que esta es
una flaqueza universal . Cada uno cree que es mas que su vecino .
En este particular toco ahora que tan locas son las hidalgas de al
dea como las damas de teatro . Para castigarlas quisiera yo que se
les obligase á conservar en sus casas los retratos de sus abuelos , y
apuesto cualquiera cosa á que no los colocarian en los sitios mas
visibles .
A los cuatro años de matrimonio cayó enfermo el señor Astuto , y
murió sin baberme quedado hijos de él . Añadiéndose lo que él me
dejó á lo que yo poseia , me hallé una viuda rica, y por tal me te
pian . En virtud de esta fama comenzó á obsequiarme un caballero
siciliano , llamado Colifichini, resuelto á ser mi amante para arrui
narme , ó ser desde luego mi marido , dejando á mi arbitrio la elec
cion . Habia venido de Palermo para ver la España; y , despues de
haber satisfecho su curiosidad , estaba en Valencia esperando, se
gun decia, ocasion de embarcarse para restituirse á Sicilia . Tenia
veinticinco años ; era , aunque pequeño de cuerpo , bien plantado; y
en fin me agradaba su figura. Halló modo de hablarme á solas, y
( te confieso la verdad) desde la primera conversacion quedé loca
perdida por él . No quedó él menos enamorado de mí ; y creo ( Dios
me lo perdone) que en aquel mismo punto nos hubiéramos casado,
si la muerte del procurador, que aun estaba muy reciente, me hu
biera permitido hacer tan presto otra boda ; porque , desde que co
mencé á tomar inclinacion á los matrimonios, respetaba los estilos
del mundo .
Conyinimos, pues, en dilatar un poco nuestro casamiento por el
bien parecer. Mientras tanto Colifichini proseguia obsequiándome ,
y , lejos de entibiarse en su amor, se mostraba mas vehemente ca
da dia. El pobre mozo no estaba sobrado de dinero ; conocílo, y pro
curé que nunca le faltase. Además de que mi edad era doble de la
suya , me acordaba de haber hecho contribuir a los hombres en la
flor de mis años , y miraba lo que daba como una especie de resti
lucion en descargo de mi conciencia . Estuvimos esperando con la
mayor paciencia que nos fué posible á que pasase el tiempo que
prescribe a las viudas el ceremonial del respeto humano para pasar
á otras nupcias. Apenas llegó cuando fuimos a la iglesia á upir
LIBRO QUINTO . 355
nos con aquel estrecho lazo que solo puede desatar la muerte. Re
tirámonos despues á mi quinta , donde puedo decir que vivimos dos
años, menos como esposos que como dos tiernos amantes. Pero ſay ,
que no nos habíamos unido para que nuestra dicha fuese duradera !
Al cabo de este breve tiempo un dolor de costado me privó de mi
adorado Colifichini.
Aquí no pude menos de interrumpir á mi madre , diciéndole : Pues
qué , señora , ¿ tambien murió vuestro tercer marido? Sin duda sois
una plaza que solo puede tomarse á costa de la vida de sus con
quistadores. Hijo mio , ¿ cómo ha de ser ? me respondió ella : ¿por
ventura puedo yo alargar los dias que el cielo tiene conlados ? Si he
perdido tres maridos , ¿cómo lo he de remediar? A dos los lloré mu
cho: el que menos lágrimas me costó fué el procurador. Como me
casé con él puramente por interés , tardé poco en consolarme de su
muerte . Pero, volviendo á Colifichini, te diré que algunos meses
despues de muerto , deseando yo ver una casa de campo junto á Pa
lermo , que me habia señalado para mi viudedad en nuestro contrato
matrimonial, y tomar posesion de ella personalmente, me embarqué
para Sicilia con mi hija Beatriz ; pero en el viaje fuimos apresadas
por los corsarios del baja de Argel. Condujéronnos á esta ciudad , y
por fortuna nuestra te encontraste en la plaza donde estábamos
puestas en venta . A no ser esto hubiéramos caido en manos de un
amo desapiadado , que nos hubiera maltratado , y bajo cuya dura
esclavitud quizá habríamos gemido toda la vida sin que tú hubieses
oido hablar nunca de nosotras .
Tal fué , señores , la relacion que mi madre me bizo . Coloquéla
despues en el mejor cuarto de mi casa , con la libertad de vivir co
mo mejor le pareciese; cosa que fué muy de su gusto . Habíase ar
raigado tanto en ella el hábito de amar , en virtud de tan repetidos
actos , que no le era posible estar sin un amante ó sin un marido .
Abduvo vagueando por algun tiempo , poniendo los ojos en algunos
de mis esclavos ; hasta que finalmente llamó toda su atencion Haly
Pegelin , renegado griego que frecuentaba mi casa . Iospiróle este un
amor mucho mas vivo que el que habia tenido á Colifichini, y era
tan diestra en agradar a los hombres , que balló el secreto de en
cantar tambien á este . Aunque conocí desde luego que obraban de
acuerdo los dos , me dí por desentendido de su trato , pensando solo
en el modo de restituirme á España . Habíame dado licencia el baja
para armar una embarcacion a fin de ir en corso á ejercitar la pira
356 GIL BLAS .
tería . Ocupábame enteramente el cuidado de este armamento ; y ,
ocho dias antes que se acabase, dije á Lucinda : Madre, presto sal
dremos de Argel , y dejaremos para siempre un lugar que tanto abor
receis.
Mudósele el color al oir estas palabras, y guardó un profundo si
lencio . Sorprendióme esto extrañamente , y le dije admirado: ¿Qué
es esto , señora? ¿qué novedad veo en vuestro semblante ? Parece que
os aflijo en vez de causaros alegría . Creia daros upa noticia agra
dable participándoos que todo lo tengo dispuesto para nuestro viaje:
200 deseariais acaso restituiros á España? No , hijo mio , me res
pondió : confieso que ya no lo deseo . Tuve allí taptos disgustos, que
he renunciado á ella para siempre . ¡ Qué es lo que oigo ! exclamé
penetrado de dolor : jah , señora! decid mas bien que el amor es quien
os hace odiosa vuestra patria . ¡Santos cielos, y qué mudanza ! Cuan
do llegasteis á esta ciudad , todo cuanto se os ponia delante os cau
saba horror , pero Haly Pegelin os hace mirar las cosas con otros
ojos. No lo niego, respondió Lucinda: es cierto que amo á este re
negado, y quiero que sea mi cuarto marido . ¿Qué proyecto es el
vuestro? interrumpi todo horrorizado . ¡ Vos casaros con un musul
man ! Sin duda habeis olvidado que sois cristiana , ó , por mejor de
cir , solamente lo habeis sido hasta aquí de puro nombre , ¡ Ah , ma
dre mia ! ¡ y qué de cosas estoy viendo ya ! Habeis resuelto perderos
para siempre , porque vais á hacer por vuestro gusto lo que yo no
hice sino por necesidad .
Otras muchas cosas le dije para disuadirla de aquel intento ; pero
fué predicar en desierto, porque se babia cerrado en ello . No con
tenta con dejarse arrastrar de su mala inclinacion , dejándome á mí
por entregarse á un renegado, quiso llevarse consigo á Beatriz ; pero
á esto me opuse fuertemente. ¡ Ab , infeliz Lucindal le dije; si pada
es capaz de conteneros , á lo menos abandonaos sola al furor que os
posee, y no querais conducir á una inocente al precipicio en que os
apresurais á caer . Lucinda se marchó sin replicar , quizá por algun
vislumbre de luz que por entonces rayó en ella , y le impidió obsti
parse en pedir su hija . Así lo creia yo ; pero conocia muy mal á mi
madre . Uno de mis esclavos me dijo dos dias despues : Señor, mi
rad por vos . Un cautivo de Pegelin acaba de confiarme un secreto
que no debo ocultaros, para que no perdais tiempo en aprovecha
ros de él . Vuestra madre ha mudado de religion , y , para vengarse
de vos por haberle negado su hija , está determinada á dar parte al
LIBRO QUINTO . 357
bajá de vuestra próxima fuga. No tuve la menor duda de que Lu
cinda era capaz de hacer todo lo que miesclavo me avisa ba . Ha
biala yo estudiado mucho, y estaba persuadido de que, á fuerza de
representar papeles trágicos en el teatro , se babia familiarizado tanto
con el crímen , que muy bien me hubiera hecho quemar vivo , y no
le coomoveria mas mi muerte que si viese representada en una tra
gedia esta catástrofe sangrienta .
Por tanto no quise despreciar el aviso que me dió el esclavo.
Apresuré cuanto pude las prevenciones del embarco, y tomé, segun
costumbre de los corsarios argelinos que van á corso , algunos tur
cos conmigo, pero solamente los que eran necesarios para no ha
cerme sospechoso ; y sali del puerto con todos mis esclavos y mi
hermana Beatriz . Ya se persuadirán ustedes de queno me olvidaria
de llevar almismo tiempo todo el dinero y alhajas que habia en mi
casa , y podia importar hasta unos seis mil ducados. Luego que nos
vimos en plena mar, lo primero que hicimos fue asegurarnos de los
turcos, a quienes encadenamos fácilmente por ser mucho mayor el
número de mis esclavos. Tuvimos un viento tan favorable , que en
poco tiempo arribamos a las costas de Italia . Entramos en el puerto
de Liorna con la mayor felicidad; y toda la ciudad , á lo que creo,
acudió á nuestro desembarco . Entre los que concurrieron a él esta
ba por casualidad ó por curiosidad el padre de mi esclavo Azarini.
Miraba atentamente á todos mis cautivos conforme iban desembar
cando, y , aunque en cada uno de ellos deseaba ver las facciones de
su hijo, ninguna esperanza tenia de encontrarlas. Pero iqué jubilo !
iqué abrazos se dieron padre é bijo despues de haberse reconocido!
Luego que Azarinile informó de quién era yo, y del motivo queme
llevaba á Liorna, me obligó el buen viejo á que fuese á alojarme a
su casa, juntamente con mi hermana Beatriz . Pasaré en silencio la
menuda relacion demil cosas que me fué preciso practicar para vol
ver á reconciliarme con el gremio de la Iglesia , y solo diré que ab
juré el mahometismo con mucha mayor fe que le habia abrazado.
Purguéme enteramente del humor mahometano, vendí mi bajel, y
di libertad a todos los esclavos. Por lo que toca á los turcos, se les
aseguró en las cárceles de Liorna, para canjearlos a su tiempo por
otros tantos cristianos. Los dos Azarinis , padre é bijo, usaron con
migo de todo género de atenciones . El bijo se casó con mi hermana
Beatriz; partido que á la verdad no dejaba de ser ventajoso para él,
porque al cabo era hija de un caballero , y heredera de la hacienda
16
358 GIL BLAS .
de Jérica, cuya administracion habia dejado mi madre a cargo de
un rico labrador de Paterna cuando resolvió pasar á Sicilia .
Despues de haberme detenido en Liorna algun tiempo , marché á
Florencia deseoso de ver aquella ciudad . Llevé conmigo algunas car
tas de recomendacion que el viejo Azarini me dió para algunos ami
gos suyos en la corte del gran duque , á quienes me recomendaba
como un caballero español pariente suyo . Yo añadí el don á mi nom
bre de bautismo, á imitacion de no pocos paisanos mios plebeyos,
que , sin tenerle , y por honrarse , se le ponen á sí mismos en los
paises extranjeros. Hacíame pues llamar con descaro don Rafael; y ,
como habia traido de Argel lo que bastaba para sostener dignamente
esta nobleza , me presenté en la corte con brillantez . Los caballeros
á quienes me habia recomendado Azarioi publicaban en todas partes
que yo era un sugeto de distincion ; y , como no lo desmentian los
modales caballerescos que habia estudiado bien , era generalmente
tenido por persona de importancia .
Supe introducirme muy presto con los primeros señores de la
corte, los cuales me presentaron al gran duque , y tuve la fortuna
de caerle en gracia . Dediquéine á hacerle la corte , y á estudiarle el
gepio . Oia para esto con atencion lo que decian de él los cortesa
nos mas viejos y experimentados . Observé entre otras cosas que le
gustaban mucho los cuentos graciosos traidos con oportunidad , y
los dichos agudos . Esto me sirvió de regla , y lodas las mañanas es
cribia en mi libro de memoria los cuentos que queria contarle du
rante el dia . Sabia tan gran número de ellos , que parecia tener un
saco lleno ; y , aunque procuré gastarlos con economía , poco a poco
se fué apurando el caudal , de suerte que me hubiera visto precisa
do á repetirlos ó á hacer ver que habia concluido mis apotegmas ,
si mi talento , fecundo en invenciones , no me hubiese socorrido con
abundancia ; de manera que yo mismo compuse cuentos galantes ó
cómicos, que divirtieron mucho al gran duque . Y , lo que sucede
muchas veces á los ingeniosos y agudos de profesion, por la mañana
apuntaba en mi libro de memoria las agudezas que habia de decir
por la tarde , vendiéndolas como ocurridas de repente.
Metíme tambien á poeta , y consagré uni musa á las alabanzas del
príncipe . Confieso de buena fe que mis versos no valian mucho , y
por eso nadie los critico ; pero , aun cuando hubieran sido mejores,
dudo que
el duque los hubiera celebrado mas: el hecho es que le
agradaban infinito, lo que quizá dependeria de los asuntos que yo
LIBRO QUINTO . 359
elegia . Fuese por lo que quisiese ,aquel príncipe estaba tan pagado
de mí, que llegué á causar celos á los cortesanos. Estos quisieron
averiguar quién era yo ; pero no lo consiguieron, y solo llegaron a
descubrir que habia sido renegado. No dejaron de ponerlo en noti
cia del príncipe, con esperanza de desbancarme; pero, lejos de sa
lir con la suya , este chisme sirvió únicamente para que el gran du
que me obligase un dia á que le hiciese una fiel relacion de micau
tiverio en Argel. Obedecíle, y mis aventuras le divirtieron infinito .
Luego que la acabé, me dijo: Don Rafael, yo te estimomucho, y
quiero darte de ello una prueba tal, que no te deje género de duda.
Voy á hacerte depositario de mis secretos, y , para ponerte desde
luego en posesion de confidente mio , te digo que amo con pasion á
la mujer de uno de mis ministros. Es la señora mas linda de mi
corte, pero al mismo tiempo la mas virtuosa . Ocupada enteramente
en el gobierno de su casa , y del todo entregada al amor de un ma
rido que la idolatra , parece que ella sola ignora lo celebrada que es
en Florencia su hermosura . Por aquí conocerás la dificultad de con
quistar su corazon . En medio de eso esta deidad , inaccesible á los
amantes , alguna vez me ba oido suspirar por ella; he ballado me
dios de bablarle á solas; conoce mis sentimientos interiores ,mas no
por eso me lisonjeo de haberle inspirado amor, no habiéndome dado
piogun motivo para formarme una idea tan lisonjera . Sin embargo,
no descopfio de que llegue á serle grata mi constancia y la miste
riosa conducta que observo . La pasion que abrigo en mi pecho á
esta dama, ella sola la conoce. En vez de dejarme llevar de mi in
clipacion sin reparo alguno, abusando del poder y autoridad de so
berano, mi mayor cuidado es ocultar á todo el mundo el conoci
miento de mi amor. Paréceme deber esta atencion á Mascarini, que
es el esposo de la que amo. El desinterés y celo con que me sirve ,
sus servicios y su probidad meobligan a proceder con el mayor se
creto y circunspeccion. No quiero clavar un puñal en el pecho de
este marido infeliz declarándome amante de su mujer. Quisiera que
ignorase siempre , si posible fuera , el fuego que me abrasa ; porque
estoy persuadido de que moriria de pena si llegase á saber lo que
abora te confio. Por esto le oculto todos los pasos que doy, y he
pensado valerme de tí para que manifiestes á Lucrecia lo mucho
que me hace padecer la violencia á que me condeno yo mismo: tú
serás el que le declares mis amorosos afectos, no dudando que de
sempeñarás muy bien este delicado encargo. Traba conversacion
360 GIL BLAS ,
con Mascarini, procura granjear su amistad, introdúcete en su casa ,
y logra la libertad de hablar a su mujer. Esto es lo que espero de
tí, y lo que estoy seguro harás con toda la destreza y discrecion que
pide un encargo tan delicado .
Habiendo prometido al gran duque hacer todo lo posible para
corresponder a su confianza , y contribuir a la satisfaccion de sus
deseos, cumplí presto mi palabra. Nada omití para adquirir la amis
tad de Mascarini, lo que me costó poco trabajo . Sumamente pagado
de que solicitase su amistad un cortesano bien quisto del príncipe,
me ahorró la mitad del camino. Franqueóme su casa , tuve libre la
entrada en el cuarto de su mujer, y me atreveré a decir que , en
vista de mi cauto proceder, no tuvo la menor sospecha de la nego
ciacion de que estaba encargado. Es verdad que , como era poco ce
loso, aunque italiano , se fiaba en la virtud de su esposa, y , encer
rándose en su despacho, me dejaba muchos ratos solo con Lucrecia .
Dejando desde luego a un lado los rodeos, le hablé del amor del
gran duque , y le declaré que yo iba a su casa precisamente a tra
tar de este asunto . Parecióme que no le tenia grande inclinacion;
pero al mismo tiempo conocí que la vanidad le hacia oir con gusto
su pretension , y se complacia en oirla sin querer corresponder a
ella . Era verdaderamente mujer juiciosa y muy prudente ; pero al
fin era mujer, y advertí que su virtud iba insensiblemente rindien
dose á la lisonjera idea de tener aprisionado á un soberano . En con
clusion , el príncipe podia con fundamento esperar que , sin renovar
la violencia de Tarquino , veria á esta Lucrecia esclava de su amor .
Sin embargo, un lance impensado desvaneció sus esperanzas, como
ahora oirán ustedes.
Soy naturalmente atrevido con las mujeres, costumbre que con
traje entre los turcos. Lucrecia era hermosa , y , olvidándome de que
con ella solamente debia hacer el papel de negociador, le hablé por
mí en lugar de hablarle por el gran duque . Ofrecíle mis obsequios
lo mas cortesmente que pude , y , en vez de ofenderse de mi osadía ,
y de responderme con enfado, me dijo sopriéndose: Confesad, don
Rafael, que el gran duque ba tenido grande acierto en elegir un
agente muy fiel y muy celoso , pues le servis con una lealtad que no
hay palabras para encarecerla. Señora , le respondí en el mismo
tono, las cosas no se han de examinar con tanto escrúpulo. Supli
coos que dejemos á un lado las reflexiones, que conozco no me fa
vorecen mucho ; yo solamente sigo lo que me dicta el corazon . So
LIBRO QUINTO . 861
bre todo, no creo ser el primer confidente de un príncipe que en
punto á galanteo ha sido traidor á su amo . Es cosa muy frecuente
en los grandes señores hallar en sus Mercurios unos rivales peli
grosos. Bien puede ser así , replicó Lucrecia, pero yo soy altiva , y
solo un príncipe seria capaz de mover mi inclinacion . Arreglaos por
este principio, prosiguió ella volviendo á revestirse de su natural
seriedad, y mudemos de conversacion . Quiero olvidar lo que me
acabais de decir , con la condicion de que jamás os suceda volver á
tocar semejante asunto, pues de lo contrario podreis arrepentiros.
Aunque este era un aviso al lector, de que yo debiera haberme
aprovechado, proseguí no obstante en hablar de mi pasion à la mu
jer de Mascarini, y aun la importuné con mas eficacia que antes á
que correspondiese á mi cariño, llevando á tal extremo mi temeri
dad , que quise tomarme algunas libertades . Ofendida entonces la
dama de mis expresiones y de mis modales musulmanes , se lleno
de cólera contra mí , amenazándome de que no tardaria el gran du
que en saber mi insolencia , y que le suplicaria me castigase como
merecia . Dime yo tambien por ofendido de sus amenazas, y , con
virtiéndose en odio mi amor , determiné tomar venganza del despre
cio con que me habia tratado. Fuíme a ver con su marido, y , des
pues de haberle hecho jurar que no me descubriria , le informé de
la inteligencia que reinaba entre su mujer y el principe, pintándola
muy enamorada para dar mas interés à la relacion . Lo primero que
bizo el ministro para precaver todo accidente, fué encerrar sin mas
ceremonia en un cuarto reservado a su esposa, encargando á per
sonas de toda confianza la custodiasen estrechamente. Mientras ella
estaba cercada de vigilantes Argos que la observaban , y no dejaban
camino alguno por donde pudiesen llegar al gran duque noticias
suyas, yo me presenté a este príncipe con rostro triste , y le dije
que no debia pensar mas en Lucrecia , porque Mascarini sin duda
habia descubierto todo nuestro enredo, puesto que habia comenzado
á guardar a su mujer ; que yo no sabia por donde pudiese haber
entrado en sospechas de mí , pues siempre habia yo usado del ma
yor disimulo y maña ; que quizá la misma Lucrecia habria infor
mado de todo á su esposo , y de acuerdo con él se habria dejado en
cerrar para librarse de solicitaciones que ponian en sobresalto su
virtud . Mostróse el principe muy afligido de oirme : entonces me
compadeció mucho su sentimiento , y mas de una vez me pesó de lo
que habia dicho ; pero ya no tenia remedio. Por otra parte , confie
362 GIL BLAS .
so que experimentaba un maligno placer cuando consideraba el es
tado á que habia reducido á una mujer orgullosa que habia despre
ciado mis suspiros.
Yo gozaba impunemente del placer de la venganza , cuando un
dia , estando en presencia del gran duque con cinco ó seis señores
de su corte, nos preguntó a todos : ¿Qué castigo os parece merece
ria un hombre que hubiese abusado de la confianza de su príncipe
é intentado robarle su dama ? Merecia , respondió uno de los corte
sanos , ser descuartizado vivo : otro opinó que debia ser apaleado
basta que espirase : el menos cruel de estos italianos , y el que se
mostró mas favorable al delincuente , dijo que él se contentaria con
hacerle arrojar de lo alto de una torre . Y don Rafael, replicó eoton
ces el gran duque , ¿de qué parecer es? porque estoy persuadido de
que los españoles no son menos severos que los italianos en seme
jantes ocasiones .
Conocí bien , como se puede discurrir , que Mascarini habia vio
lado su juramento, o que su mujer babia hallado medio de informar
al gran duque de cuanto habia pasado entre los dos . En mi rostro
se echaba de ver la turbacion que me agitaba ; pero a pesar de ella
respondí con entereza al gran duque : Señor, los españoles son
mas generosos ; en igual lance perdonarian al confidente, y con
este rasgo de bondad producirian en su alma un eterno arrepenti
miento de haberles sido traidor . Pues bien , ' me dijo el duque , yo
me contemplo capaz de esa generosidad, y perdono al traidor, re
conociendo que solo debo culparme á mí mismo por haberme fiado
de un hombre á quien no conocia , y de quien tenia motivos de des
confiar en razon de lo que me habian contado de él . Don Rafael,
añadió, la venganza que tomo de vos es que salgais inmediatamente
de todos mis estados, y no volvais á poneros en mi presencia . Retiré
me en el mismo punto , menos afligido de mi desgracia, que gozoso
de haber escapado de este apuro á tan poca costa . Al dia siguiente
me embarqué en un buque catalan , que salió del puerto de Liorna
para Barcelona.
Cuando llegó don Rafael á este punto de su historia no me pude
contener en decirle : Para un hombre tan advertido como sois , me
parece fué grande error no haber salido de Florencia así que des
cubristeis á Mascarici el amor del príncipe hácia Lucrecia . Debíais
tener por cierto que tardaria poco el gran duque en saber vuestra
traicion. Convengo en ello, respondió el hijo de Lucinda , y por lo
LIBRO QUINTO . 363
mismo habia pensado huir cuanto antes , a pesar del juramento que
me hizo el ministro de no exponerme al resentimiento del príncipe.
Llegué a Barcelona, continuó , con lo que me habia quedado de las
riquezas que traje de Argel , cuya mayor parte babia disputado en
Florencia por ostentar que era un caballero español . No me detuve
largo tiempo en Cataluña . Reventaba por volverme cuanto antes
á Madrid , encantado lugar de mi nacimiento , y satisfice mis ansio
sos deseos lo mas presto que me fué posible . Luego que llegué a la
corte me apeé por casualidad en una de las posadas de caballeros,
en donde vivia una dama llamada Camila , que , aunque habia sali
do ya de la menor edad , era una mujer muy salada : testigo el se
for Gil Blas , que por aquel mismo tiempo poco mas o menos la
vió en Valladolid . Aun era mas discreta que hermosa , y ninguna
aventurera tuvo mayor talento para traer la pesca á sus redes ; pe
ro no se parecia á aquellas ninfas que se aprovechan del agradeci
miento de sus galanes . Si acababa de despojar á algun mayor
domo de un gran señor , inmediatamente repartia los despojos con el
primer caballero mendicante que fuese de su gusto .
Apenas nos vimos los dos , cuando nos amamos , y la conformidad
de nuestras inclinaciones nos unió tan estrechamente , que presto
pasó á hacer comunes nuestros bienes . A la verdad no eran estos
muy considerables, y así los comimos en poco tiempo . Por nuestra
gracia solo pensábamos uno y otro en agradarnos , sin valernos de
las disposiciones que ambos teníamos para vivir a costa ajena. La
miseria , en fio , despertó nuestros ingenios , que el placer tenia ale
targados. Querido Rafael, me dijo un dia Camila , pongamos tre
guas á nuestro amor , dejemos de guardarnos una fidelidad que nos
arruina . Tú puedes embobar a alguna viuda rica, y yo pescar á al
gun viejo poderoso. Si proseguimos siéndonos fieles uno a otro , vé
ahí dos fortunas perdidas . Hermosa Camila , respondí yo prontamen
te , me ganas por la mano , pues iba a hacerte la misma propuesta :
vengo en ello , reina mia . Si por cierto , para la mejor conservacion
de nuestro amor es menester intentar conquistas útiles . Nuestras
infidelidades serán triunfos para entrambos .
Ajustado este tratado , salimos á campaña . Al principio, por mas
diligencias que hicimos , no pudimos encontrar lo que buscábamos.
A Camila solamente se le presentaban pisaverdes , es decir , amantes
que no tienen un cuarto ; y á mi solo se me ofrecian aquellas mu
jeres que mas quieren imponer contribuciones que pagarlas. Como
364 GIL BLAS .
el amor se negaba á socorrer nuestras necesidades, apelamos á en
redos y bellaquerías. Hicimos tantos y tantas, que el corregidor
llegó á saberlas, y este juez, en extremo severo , dió órden á un al
guacil para que nos prendiese : pero este, que era tan bueno como
taimado el corregidor, nos hizo espaldas para que saliésemos de
Madrid , mediante una propineja que le dimos . Tomamos el camino
de Valladolid , é bicimos pié en aquella ciudad . Alquilé una casa,
donde me alojé con Camila, que , por evitar el escándalo , pasaba
por hermana mia . Al principio nos contuvimos en ejercer nuestra
habilidad, y comenzamos á tantear y conocer bien el terreno antes
de acometer ninguna empresa.
Un dia se llegó a mí en la calle un hombre , y saludándome muy
cortesmente , me dijo: Señor don Rafael, 300 me conoce usted ? Res
pondile que no . Pues yo , me replicó, conozco a usted mucho por
haberle visto en la corte de Toscana , donde servia yo en las guar
dias del gran duque . Pocos meses há que dejé el servicio de aquel
príncipe, y me vine á España con un italiano de los mas astatos.
Estamos en Valladolid tres semanas bá , y vivimos en compañía de
un castellano y de un gallego, mozos los dos seguramente muy
honrados , y nos mantenemos todos con el trabajo de nuestras ma
nos . Lo pasamos opiparamente , y nos divertimos como unos prín
cipes. Si usted quiere agregarse á nosotros, será muy bien recibido
de mis compañeros , porque siempre le he tenido a usted por un
hombre muy de bien , naturalmente poco escrupuloso, y caballero
profeso en nuestra órden .
La franqueza con que me habló aquel bribon me estimuló á res
ponderle del mismo modo . Ya que te has franqueado conmigo con
tanta sinceridad , le respondí , quiero hablarte con la misma . Es
verdad que no soy novicio en vuestra profesion, y , si la modestia
me permitiera referirte mis proezas , verias que no me has hecho
demasiada merced en tu ventajoso concepto; pero , dejando a un
lado alabanzas propias, me contentaré con decirte, admitiendo la
plaza que me ofreces en vuestra compañía , que no perdonaré dili
gencia alguna para haceros conocer que no la desmerezco . Apenas
dije á aquel ambidextro que consentia en aumentar el número de
sus camaradas, cuando me condujo adonde estos estaban, y desde
el mismo punto me dió a conocer á todos. Allí fué donde vi por
primera vez al ilustre Ambrosio de Lamela. Examipáronme aque
llos señores sobre el arte de apropiarse sutilmente lo ajeno. Qui
LIBRO QUINTO . 365
sieron saber si tebia principios de la facultad, y descubriles tantas
tretas nuevas para ellos, que se quedaron admirados; pero mucho
mas se pasmaron , cuando despreciando yo la sutileza de mis ma
nos, como una cosa muy ordinaria , les aseguré que en lo que yo
me aventajaba era en golpes magistrales de burtar que pedian in
genio ; y , para persuadirles que era verdad, les conté la aventura
de Jerónimo de Miajadas, y bastó la sencilla relacion de aquel su
ceso para que me recenociesen por de un talento superior, y todos
á una me nombrasen por jefe suyo. Tardé poco en acreditar el
acierto de su eleccion en una multitud de bribonerías que hicimos,
de todas las cuales fui yo, por decirlo así, la llavemaestra . Cuando
necesitábamos alguna actriz para forjar mejor algun enredo, echá
bamos mano de Camila , que representaba con primor cuantos pa
peles se le encargaban.
Dióle por aquel tiempo á nuestro cofrade Ambrosio la tentacion
de ir a su pais, y con efecto marchó á Galicia, asegurándonos de
su vuelta . Despues que satisfizo sus deseos, volvió por Burgos, sin
duda para dar algun golpe de maestro, en donde un mesonero co
nocido suyo le acomodó con el señor Gil Blas de Santillana, de cu
yos asuntos le informó muy bien . Usted , señor Gil Blas, prosiguió
dirigiéndome la palabra , se acordará sin duda del modo con que le
desbalijamos en la posada de caballeros de Valladolid . Tengo por
cierto que desde luego sospechó usted que su criado Ambrosio ha
bia sido el principal instrumento de aquel robo, y en verdad que le
sobró la razon para sospecharlo. Luego que llegó á Valladolid vino
nestra , enterónos de todo, y la gavilla se encargó de lo
demás; pero no sabrá usted las resultas de aquel pasaje , y quiero
informarle de ellas. Ambrosio y yo cargamos con la balija , y ,
montados en vuestras mulas, tomamos el camino de Madrid , sip
contar con Camila ni con los demás camaradas , los cuales se ad
mirarian tanto como vos de ver que no parecíamos aldia siguiente .
A la seganda jornada mudamos de pensamiento : en vez de ir á
Madrid , de donde no habia salido sin motivo , pasamos por Cebre
ros , y continuamos nuestro camino hasta Toledo. Lo primero que
bicimos en aquella ciudad fué vestirnos muy decentemente ; y
luego, vendiéndonos por dos hermanos gallegos que viajaban por
curiosidad, en poco tiempo hicimos conocimiento con mucha gente
de distincion . Estaba yo tan acostumbrado a los modales cortesanos y
caballerescos, que fácilmente se engañaron cuantos me vieron y
17
366 GIL BLAS .
trataron . A esto se añadia que , como en un pais desconocido la ca
lidad de los forasteros regularmente se mide por el gasto que ha
cen , y por el lucimiento con que se portan , ofuscábamos a todos
con magoíficos festines que empezamos á dar á las damas. Entre
las que yo visitaba encontré con una que me gustó, pareciéndome
mas linda y jóven que Camila . Quise saber quién era , y me dije
ron se llamaba Violante, mujer de un caballero que , cansado ya de
sus caricias, galanteaba a una cortesana, que se habia apoderado
de su corazon . No necesité saber mas para determinarme á hacer á
doña Violante dueña soberana de todos mis pensamientos.
Tardó poco ella misma en conocer la adquisicion que habia he
cho . Comencé a seguirla a todas partes , y á bacer mil locuras para
persuadirla de que no aspiraba yo a otra cosa que a consolarla de
las infidelidades de su marido . Pensó un tanto sobre esto , y al cabo
tuve el gusto de conocer que aprobaba mis intenciones. Recibí en
fin un billete de ella en respuesta a muchos que yo le habia escrito
por medio de una de aquellas viejas que en España é Italia son tan
cómodas. Decíame la dama en el tal billete que su marido cenaba
todas las noches en casa de su amiga, y que hasta muy tarde
no volvia á la saya . Desde luego comprendí lo que me queria
decir con esto . Aquella misma noche iuí á hablar por la reja con
doña Violante , y tuve con ella una conversacion de las mas tiernas.
Antes de separarnos quedamos de acuerdo en que todas las noches
á la misma hora nos hablaríamos en el propio sitio , sin perjuicio
de las demás galanterías que nos fuese permitido practicar por
el dia .
Hasta entonces don Baltasar (que así se llamaba el marido de
Violante) podia darse por bien servido ; pero , siendo otros mis de
seos , fuí una noche al sitio consabido con ánimo de decirle que
ya no podia vivir si no lograba hablarle á solas en un lugar
mas conveniente al exceso de mi amor ; fineza que aun no ha
bia podido conseguir de ella . Apenas llegué cerca de la reja ,
cuando vi venir por la calle a un hombre , el cual conocí que me
observaba. Con efecto era el marido de doña Violante, que aquella
noche se retiraba a casa algo temprano, y, viendo parado allí á un
hombre, comenzó el mismo á pasearse por la calle. Dudé algun
tiempo lo que debia hacer; pero al fin me determiné á llegarme á
don Baltasar sin conocerle, ni que él me conociese á mí , y le
dije : Caballero, suplico a usted que por esta noche me deje libre
LIBRO QUINTO . 867
la calle, que en otra ocasion le serviré yo á usted . Señor, me
respondió, la misma súplica iba yo a hacerle a usted . Yo cor
tejo a una señorita que vive á veipte pasos de aquí, á la cual
un hermano suyo bace guardar con la mayor vigilancia , por lo
que quisiera ver desocupada del todo la calle . Espere usted , re
pliqué que ahora me ocurre un modo para que ambos quedemos
seryidos sin incomodarnos, porque la dama que yo cortejo vive en
esta casa, mostrándole la propia suya . Usted puede divertirse en
la otra mientras yo me divierto en esta , y hacernos espaldas los
dos si alguno de nosotros fuere acometido. Convengo en ello , re
puso él: voy a ocupar mi sitio, usted quédese en el suyo , y socor
rámonos mutuamente en caso de necesidad. Diciendo esto , se apartó
demí, pero fué para observarme mejor, lo que podia hacer sin
riesgo porque la noche estaba oscura .
suAcercándome entonces sin recelo á la reja de Violante, no tardó
esta en venir , y comenzamos a hablar. No me olvidé de instar á
mi reina para que me concediese una audiencia privada en sitio re
servado. Resistióse un poco á mis ruegos para bacer mas apreciable
el favor; pero despues echándome un papel que ya traia prevenido
en el bolsillo : Abi va,me dijo, lo que deseais, y vereis bien despa
chadas vuestras súplicas. Al decir esto , se retiró por cuanto iba vi.
niendo ya la hora en que acostumbraba a recogerse á casa su ma
rido : pero este, que habia conocido muy bien ser su mujer el ídolo
á quien yo sacrificaba, me salió al encuentro , y con un fingido
gozo me preguntó: Y bien , caballero , cestá usted contento de su
buena fortuna? Tengo motivo para estarlo, le respondí: y á usted
¿cómo le fué con la suya? ¿Mostrósele el amor risueño y favorable ?
¡Oh! no, merespondió con despecho. El maldito hermano de mi
querida volvió de su casa de campo un dia antes de lo que había
mos pensado, y este contratiempo ha aguado el contento con que
yo me babia lisonjeado.
Hicimonos don Baltasar y yo recíprocas protestas de amistad, y
nos citamos para vernos en la plaza Mayor la mañana siguiente.
Despues que nos separamos se fué don Baltasar derecho a su casa ,
donde no mostró su mujer el menor indicio de las noticias que te
nia de ella , y al otro dia acudió á la plaza segun lo acordado, y de
allí á un momento llegué yo . Saludámonos con vivas demostracio
nes de amistad, tan alevosas por su parte como sinceras por la
mia . Hizome el artificioso don Baltasar una falsa confianza de sus
368 GIL BLAS.
lances amorosos con la dama de quien me habia hablado la noche
anterior. Contómé una larga fábula que habia forjado, todo con el
siniestro fin de obligarme á corresponderle, contándole yo el modo
con que habia hecho conocimiento con Violante .Cal incautamente
en el lazo , y con la mayor franqueza del mundo le confesé todo lo
que me habia sucedido; y , no contento con esto , le enseñé el papel
que habia recibido, y aun le leí tambien su contexto, que era el si
guiente: Mañana iré a comer en casa de doña Inés; ya sabeis donde
vive: all hablaremos á solas. No puedo negaros por mas largo tiempo
un favor que juzgo mereceis.
Ese es un papel, dijo don Baltasar, que le promete a usted el
merecido premio de sus amorosos suspiros. Doile a usted de ante
mano la enhorabuena de la dicha que le aguarda. No dejó de pare
cer algo turbado mientras hablaba de esta manera ; pero fácilmente
me deslumbró, ocultando á mis ojos su conmocion y enojo. Estaba
tan embelesado en mis halagüeñas esperanzas, que no me paraba
en observar á mi confidente, aunque este se vió precisado á dejar
me, sin duda por temor de que conociese su agitacion . Partió luego
a contar a su cuñado esta ventura , é ignoro lo que pasó entre los
dos; solo sé que don Baltasar vino a casa de doña Inés à tiempo
que yo estaba con Violante . Supimos que era él el que Hamaba, y
yo me escapé por una puerta falsa antes que entrase en la sala.
Luego que desaparecí se aquietaron las dos mujeres, que se habian
asustado mucho con la repentina venida del marido. Recibiéronle
con tanta serenidad , que desde luego sospechỏ me habian escon
dido ó hecho escapadizo. Lo que dijo a doña Inés y á su mujer no
os lo puedo contar, porque nunca lo he sabido.
Entre tanto, no acabando todavía de conocer que don Baltasar
se burlaba cruelmente de mi sinceridad , sali de la casa echándole
mil maldiciones, y me fui derecho a la plaza, donde habia dicho a
Lamela me aguardase. No le encontré, porque el bribon tenia tam
bien sa poco de trapillo, y con suerte mas dichosa que la mia .
Mientras le esperaba ví á mi falso confidente venir bácia mi con
rostro muy alegre y mucho desembarazo . Luego que llegó a mi me
preguntó cómo me habia ido con mi ninfa en casa de doña Inés. No
sé qué demonio, le respondi, envidioso de mis gustos, me vino á
echar un jarro de agua en todos ellos . Mientras estaba á solas con
ella , instando y suplicando , llamó á la puerta su maldito marido ,
! á quien lleve Barrabás. Me fué preciso pensar en el modo de reti
LIBRO QUINTO . 369
rarme prontamente, y así me marché por una puerta excusada,
dando mil veces al diablo al grandísimo importuno que viene siem
pre a desbaratar mis designios. A la verdad lo siento , repuso don
Baltasar, alegrísimo en su interior de verme desazonado. Ese es un
marido molesto, que no merece se le dé cuartel . ¡ Oh ! en cuanto a .
eso, repliqué yo , no dudeis que seguiré vuestro consejo. Os doy pa
labra de que esta misma noche se le dará pasaporte para el otro
barrio. Su mujer, al separarnos, me dijo que fuese adelante con mi
empeño, y no abandonase la empresa por tan pocas cosas; que
prosiguiese en acudir a su ventana a la hora acostumbrada, porque
estaba resuelta a introducirme ella misma en su casa ; pero que en
todo caso no dejase de ir escoltado con dos o tres camaradas, para
que en cualquier lance me ballase bien prevenido . ¡ Oh , qué pro
dente es esa dama ! me respondió él . Yo me ofrezco desde luego á
acompañaros. ¡ Oh , querido amigo, repliqué yo fuera de mí de puro
gozo, y echándole los brazos al cuello , y de cuántas finezas os soy
deudor ! Aun haré mas por vos, repuso él : yo conozco a un mozo
que es un Alejandro; este nos acompañará, y con tal escolta po
dreis divertiros á vuestro gusto sin sobresalto ni contratiempo.
No encontraba voces para explicar mi agradecimiento a los favo
rés de aquel nuevo amigo: tan encantado me tenia su celo . Acepté
en fin el auxilio que me ofrecia , y , dándonos el santo para cerca de
la puerta de Violante , a la entrada de la noche, nos separamos. Don
Baltasar fué a buscar á su cuñado, que era el Alejandro de quien me
babia hablado, y yo me quedé paseando con Lamela , el cual, aun
que no menos admirado que yo de la eficacia con que don Baltasar
se interesaba en este asunto , cayó tambien en la red como yo habia
caido, sin pasarle por el pensamiento la menor desconfianza de la
sencillez de aquellas finezas. Confieso que una simplicidad tan gar
rafal no se podia perdonar á unos hombres como nosotros. Cuando
me pareció que era hora de presentarme à la ventana de Violante,
Ambrosio y yo nos acercamos a ella , bien prevenidos de buenas ar
mas. Hallamos en el mismo sitio al marido de la dama , acompaña
do de otro hombre , que nos esperaban a pié firme. Llegóse á mídon
Baltasar, y me dijo: Este es el caballero de cuyo valor hablamos es
ta mañana . Entre usted en casa de esa señora, y disfrute su dicha
sin recelo ni inquietud.
Acabados los recíprocos cumplimientos, llamé a la puerta de mi
ninfa , y vino á abrirla una especie de dueña. Entré sin advertir lo
870 GIL BLAS .
que pasaba á mis espaldas, y llegué basta una sala donde Violante
me esperaba. Mientras la estaba saludando , los dos traidores que me
siguieron hasta dentro de la casa , habian entrado en ella tan atro
pelladamente , y cerrado tras de sí la puerta con tanta violencia , que
el pobre Ambrosio se quedó en la calle . Descubriéronse entonces , y
ya podeis imaginar el apuro en que yo me veria . Bien se deja co
nocer que fué forzoso entonces llegar a las manos . Acometiéronme
los dos al mismo tiempo con las espadas desnudas, y yo les corres
pondí dándoles tanto que hacer , que se arrepintieron presto de no
haber tomado medidas mas seguras para la venganza. Pasé de par
te á parte al marido ; y el cuñado, viéndole en aquel estado, tomó
la puerta , que Violante y la dueña habian dejado abierta al esca
parse mientras nosotros reñíamos . Fuile siguiendo hasta la calle ,
donde me reuní con Lamela , que , no habiendo podido sacar di una
sola palabra á las dos mujeres que habia visto ir buyendo , no sa
bia precisamente á qué atribuir el rumor que acababa de oir . Vol
vimos a la posada, y , recogiendo lo mejor que teníamos, montamos
en nuestras mulas, y salimos de la ciudad antes que amaneciese .
Conocimos muy bien que el lance podia tener malas resultas, y
que se harian en Toledo pesquisas , contra las cuales seria impru
dencia no tomar todo género de precauciones. Hicimos noche en Vi
llarubia , en un meson , en donde a poco rato entró un mercader de
Toledo que caminaba á Segorbe . Cepamos con él , y nos contó el
trágico suceso del marido de Violante , mostrándose tan ajeno de sos
pecharnos reos en él , que con libertad le hicimos toda suerte de pre
guntas. Señores, nos dijo, el caso lo supe esta mañana al ir á mon
tar á caballo ; se hacen grandes diligencias para encontrar á Violan
te, y me han asegurado que , siendo el corregidor pariente de don
Baltasar, está en ánimo de no perdonar medio alguno para descu
brir los autores del homicidio . Esto es todo lo que sé.
Aunque nada me espantaron las pesquisas del corregidor de To
ledo , no obstante, tomé desde luego la determinacion de salir cuanto
antes de Castilla la Nueva , haciéndome cargo de que , si encontra
ban á Violante, confesaria esta cuanto habia pasado, y daria tales
señas de mi persona, que la justicia despacharia rápidamente varias
gentes en mi seguimiento. Por todas estas consideraciones resolvi
mos desviarnos del camino real desde el dia siguiente. Tuvimos la
fortuna de que Lamela habia corrido las tres partes de España , y
tenia bien conocidas todas las sendas extraviadas por donde podía
LIBRO QUINTO . 871
mos pasar con seguridad á Aragon. En vez de irnos derechos á Cuen
ca , nos metimos en las montañas que están antes de llegar a la ciu
dad, y , por senderos muy practicados por mi conductor, llegamos a
una gruta que tenia toda la apariencia de ermita. Con efecto, era la
misma adonde ayer noche llegaron ustedes á pedirme los reco
giese .
Mientras estaba yo examinando sus contornos, que me represen
taban un pais deliciosísimo, medijo micompañero : Seis años há que
pasando yo por aquí me hospedó caritativamente en esta ermita un
anciano y venerable ermitaño, que repartió conmigo los escasos vi
veres que tenia . Era un santo varon, y me dijo cosas lan santas y
tan buenas, que faltó poco para que yo dejase el mundo. Acaso vi
vira todavía , y quiero ver si es así. Dicho esto , se apeó de la mula
el curioso Ambrosio , y, entrando en la ermita , despues de baberse
detenido en ella algunos momentos , salió diciéndome: A peaos, don
Rafael, y venid á ver un espectáculo muy tierno . Eché pié a tierra
inmediatamente , y, atando puestras mulas á un árbol, seguí á La
mela hasta la gruta, donde entré, y ví tendido en una vil tarima á
un viejo anacoreta , pálido y moribundo. Pendia de su venerable
rostro una blanca barba, tan poblada y larga, que le llegaba hasta
la cintura , y tenia en sus manos juntas entrelazado un gran rosa
rio . Al ruido que hicimos cuando nos acercamos á él, entreabió los
ojos , que la muerte babia comenzado ya á cerrar, y , despues de
habernos mirado un momento , nos dijo : Hermanosmios, seais quienes
fuereis, aprovechaos del espectáculo que se ofrece á vuestra vista .
Cuarenta años he vivido en el mundo, y sesenta en esta soledad . ¡Ah,
y qué largo me parece ahora el tiempo que dediqué á mis deleites, y
al contrario, qué corto el que he consagrado á la penitencia ! ¡Ah!
mucho temo que las austeridades del hermano Juan no hayan sido
bastuntes para expiar los pecados del licenciado don Juan de Solis .
Apenas dijo estas palabras, cuando espiró; y los dos nos queda
mos atónitos á vista de su muerte. Tales objetos siempre hacen al
guda impresion hasta en los mayores libertinos; pero duró poco
nuestra conmocion, porque olvidamos presto lo que acababa de de
cirnos. Comenzamos a hacer inventario de todo lo que habia en la
ermita , en lo que no tardamos mucho tiempo, pues todos los mue
bles consistian en lo que habeis podido ver en ella . No solo la tenia
el hermano Juan mal amueblada, sino que hasta la despensa estaba
mal provista . Todas las provisiones que hallamos se reducian á
372 GIL BLAS. "
unas pocas avellanas y algunos mendrugos de pan casi petrificam
dos , que á la cuenta no habian podido mascar las despobladas en
cías del santo varon ; digo despobladas, porque observamos que se
le habia caido la dentadura . Todo lo que contenia esta morada so
litaria y todo lo que veíamos, nos hacia mirar a este buen anacore
ta como á un santo . Una sola cosa nos llamó la atencion : ballamos
un papel plegado en forma de carta , que el difunto habia dejado
sobre la mesa, en la cual encargaba a quien le leyese, que llevase
su rosario y sus sandalias al obispo de Cuenca. No acabamos de
entender con qué intencion habia podido aquel nuevo padre del des
sierto desear que se hiciese á su obispo semejante regalo. Olíanos
esto a falta de humildad, ó á cierto hipo de ser tenido por santo.
Pero ¿ quién sabe si solo fué un si es no es de tontería ? Es punto que
no me meteré á decidir .
Hablando de ello Lamela y yo , le ocurrió a aquel un extraño pen
samiento. Quedémonos, me dijo, en esta ermita, y disfracémonos de
ermitaños . Enterremos al hermano Juan . Tú pasarás por él , y yo
con el nombre de hermano Antonio iré á pedir limosna por los lu
gares y aldeas del contorno. De esta manera, no solo estaremos á
cubierto de las pesquisas del corregidor, que no creo pueda pensar
en buscarnos aquí, sino que espero lo pasaremos bien , en virtud de
los conocimientos que tengo en la ciudad de Cuenca . Aprobé este ex
traño pensamiento, do ya por las razones que Ambrosio me alegaba,
sinó por un rasgo de extravagancia , y como para representar un
papel en una pieza de teatro . Abrimos , pues, una sepultura a treinta
ó cuarenta pasos de la gruta , y enterramos en ella modestamente al
apacoreta , despues de haberle despojado de su bábito, que consis
tia en una sola túnica ceñida al cuerpo con una correa de cuero , y
le cortamos tambien la barba para hacerme con ella á mí una pos
tiza ; en fin, hechos los funerales, tomamos posesion de la ermita.
Pasámoslo muy mal el primer dia , viéndonos precisados á man
tenernos solamente de la triste provision que nos habia dejado el
difunto; pero el dia siguiente antes de amanecer salió Lamela á
campaña con las dos mulas, que vendió en Cuenca , y por la noche
volvió cargado de víveres y de otras cosillas que habia comprado .
Trajo todo lo que era menester para disfrazarnos bien . Hizo para
sí una túnica ó hábito de paño pardo, y una barbilla roja de crines ,
la que se supo acomodar con tal arte, que parecia natural. No hay
en el mundo mozo mas mañoso que él. Arregló tambien la barba
LIBRO QUINTO . 373
del hermano Juan , ajustómela á la cara, y púsome en la cabeza un
gran gorro de lana oscura , que contribuia mucho para disimular
el artificio. Se puede decir que nada faltaba para nuestro disfraz.
Hallámonos los dos en este ridículo equipaje, de manera que no
podíamos mirarnos sin reirnos , viéndonos en un traje que cierta
mente no nos convenia . Con la túnica del hermano Juan heredé
tambien su rosario y sus sandalias , que no bice escrúpulo de apro
piarme, en vez de regalárselas al obispo de Cuenca .
Hacia tres dias que estábamos en la ermita sin baber visto en
todos ellos alma viviente ; pero al cuarto entraron en la gruta dos
aldeanos que traian al difunto, creyendo que estuviese todavía vivo ,
pan , queso y cebollas . Luego que los ví me eché en mi tarima , у
me fué fácil alucinarlos , fuera de que ellos no podian distinguirme
bien por la escasa luz de la ermita, y procuré imitar lo mejor que
pude la voz del hermano Juan , cuyas últimas palabras habia oido;
de manera que los pobres hombres no tuvieron la menor sospecha
de aquella superchería , y sí solo mostraron alguna admiracion de
hallarse en la gruta con otro ermitaño . Pero , advirtiéndolo el socar
ron de Lamela , les dijo con cierto aire hipocriton: No os admireis,
hermanos, de verme á mí en está soledad. Estaba yo en una ermi
ta de Aragón ; y la he dejado por venir á acompañar al venerable y
discreto hermano Juan, y asistirle en su extrema vejez, consideran
do la necesidad que tendria en ella de este alivio . Los aldeanos
prorumpieron en infinitas alabanzas de Ambrosio , ensalzando hasta
el cielo su heróica caridad, y dándose á sí mismos mil parabienes
por la dicha de tener dos hombres santos en su pais .
Habia comprado Lamela uñas grandes alforjas, y cargado con
ellas partió por la primera vez á dar principio à la demanda en la
ciudad de Cuenca, que solo dista una legua corta de la ermita. Co
mo la naturaleza le ha dotado de un exterior devoto y compungido ,
y además de eso posee en supremo grado el arte de hacerlo valer ,
no dejó de mover el corazon de las personas caritativas á darle li
mosna , y así en poco tiempo llenó las alforjas de los dones de su
liberalidad . Amigo Ambrosio , le dije cuando volvió á la ermita, te
doy el parabien del admirable talento que tienes para ablandar y
enternecer las almas cristianas. Vive diez que parece has ejercitado
por muchos años el oficio de demandante capuchino. Algo mas he
hecho, me respondió , que hacer abundante cosecha , porque has de
saber que he encontrado á cierta ninfa llamada bárbara, que fué
48
374 GIL BLAS .
algo mia en otro tiempo. La he hallado bien mudada; pues se ha
dado como nosotros á la devocion. Vive con otras dos ó tres beatas
que edifican el mundo en público, y bacen una vida muy diferente
en casa . Al principio no me conoció, tanto que me vió obligado a
decirle : ¿ Cómo así , señora Bárbara ? ¿Es posible que ya desconoz
cais á uno de vuestros antiguos amigos , y vuestro humilde servidor
Ambrosio ? Por vida mia , amigo Lamela, respondió Bárbara, que
jamás podia soñar el verte vestido con ese traje. ¿ Por qué diablos
de aventura has venido á parar en ermitaño ? Eso es cosa larga, le
respondí , y ahora no puedo detenerme á contárosla ; pero mañana
á la noche volveré, y satisfaré vuestra curiosidad . Tambien vendrá
conmigo mi compañero el hermano Juan . ¿Qué hermano Juan ? re
plicó ella : jaquel viejo y buen ermitaño que vive en una ermita
cerca de esta ciudad ? Tú no sabes lo que te dices, pues se asegura
que tiene mas de cien años . Es verdad , le respondí, que en otro
tiempo tuvo esa edad ; pero de pocos dias a esta parte se ha remo
zado tanto , que no soy yo mas mozo que él . Pues bien , respondió
Bárbara, siendo eso así, que venga contigo: sin duda que en eso
se oculta algun misterio .
No dejamos de ir al dia siguiente, luego que fué noche, a casa
de aquellas santurronas, que para recibirnos mejor nos tenian pre
vepida una gran cepa . Así que entramos en su casa , nos quitamos
las barbas postizas y el hábito eremítico , y sin ceremonia nos pre
sentamos a estas princesas tales cuales éramos; y ellas, por no pa
recer menos francas que nosotros, nos mostraron de cuánto son ca
paces las falsas devotas cuando arriman á un lado las gazmoñerías
de la aparente devocion . Pasamos casi toda la noche á la mesa , y
no nos retiramos a nuestra gruta basta poco antes de amanecer .
Repetimos presto la visita , ó , por mejor decir, seguimos el mismo
método por espacio de tres meses, y gastamos con aquellas ninfas
mas de los dos tercios de nuestro caudal; pero cierto celoso lo ha
descubierto todo, dando parte á la justicia, la cual debia hoy ir á la
ermita a echarnos mano . Ayer mientras Ambrosio hacia su deman
da en Cuenca , una de las beatas le entregó un billete , diciéndole:
Una amiga mia me escribe esta carta , que iba á enviaros con un
propio. Muéstresela al hermano Juan , y tomen sus medidas en in
formándose de su contenido. Este es , señores, aquel mismo billete
que Lamela me entregó ayer en vuestra presencia , y el que nos
obligó a abandonar tan precipitadamente nuestra solitaria habita
cion .
CAPÍTULO II .
De la conferencia que tuvieron don Rafael y sus oyentes, y de la aventura que les sucedió al querer salir
del bosque.
Luego que acabó don Rafael de contar su historia , que me pare
ció algo larga, don Alfonso le dijo, por cortesía , que verdaderamen
te le habia divertido mucho . Despues de este cumplido , tomó la
palabra el señor Lamela , y , volviéndose al compañero de sus ha
zañas, le dijo: Don Rafael, el sol está ya para ponerse , y me pa
rece del caso que tratemos del partido que hemos de tomar . Dices
bien , respondió su camarada; es menester pensar adónde hemos de
ir . Yo , continuó Lamela, soy de parecer que sin perder tiempo nos
pongamos en camino, y procuremos llegar esta noche á Requcpa,
para entrar mañana en el reino de Valencia , donde pondremos en
movimiento los registros de nuestra industria . Siento acá dentro de
mi corazon no sé qué presagio de que daremos golpes magistrales.
Don Rafael, que sobre estos asuntos tenia gran fe en sus pronósti
cos infalibles, accedió luego á su opinion . Don Alfonso y yo , como
nos habíamos puesto en manos de aquellos dos hombres de bien ,
esperamos sin hablar palabra el resultado de aquella conferencia .
Resolvióse, pues , que tomásemos la vuelta de Requena, y nos
dispusimos todos para ello . Hicimos una comida como la de la ma
fana , y despues cargamos el caballo con la bota de vino y lo res
tante de las provisiones. Sobreviniendo la noche, de cuya lobreguez
teníamos necesidad para caminar seguros, quisimos salir del bos
376 GIL BLAS .
que ; pero , aun no habíamos andado cien pasos, cuando descubri
mos por eotre los árboles una luz que nos dió mucho en que pen
sar. ¿ Qué significa aquella luz? preguntó don Rafael. ¿ Serán acaso
los corchetes de la justicia de Cuenca despachados en seguimiento
nuestro, y que , creyéndonos en este bosque , nos vendrán á buscar
en él? No lo pienso , dijo Ambrosio ; antes bien serán algunos pasa
jeros que , por haberles cogido la noche , se habrán refugiado aquí
hasta que amanezca ; pero en todo caso , porque puedo engañarme,
quiero yo ir á reconocerlos: mientras tanto quedaos los tres en este
sitio, que vuelvo en un momento . Diciendo esto , se fué acercando
poco a poco adonde se dejaba ver la luz , que no estaba muy distante.
Fué desviando con mucho tiento las ramas y matorrales que le im
pedian el paso, y al mismo tiempo , mirando con toda la atencion
que a su parecer merecia el caso , vió sentados sobre la yerba, al
rededor de una vela colocada sobre un montoncito de tierra , á cua
tro hombres que acababan de comer una empanada, y de agotar
una gran bota de vino . A pocos pasos de distancia descubrió á un
hombre y á una mujer atados á dos árboles, y algo mas alla un
coche de camino con mulas ricamente enjaezadas. Desde luego sos
pechó que los cuatro hombres que estaban sentados debian ser
ladrones, y , por la conversacion que les oyó , acabó de conocer que
no habia sido temeraria su sospecha. Disputaban los cuatro saltea
dores sobre de quien habia de ser la dama que habia caido en sus
manos , y trataban de sortearla. Enterado plenamente Lamela , vol
vió adonde estábamos, y nos informó menudamente de todo lo que
habia visto y oido .
Señores, dijo entonces don Alfonso, la mujer y el hombre que
tienen atados á los árboles los ladrones, quizá serán una señora y
un caballero de distincion . Y chemos de sufrir nosotros que sirvan
de víctimas a la barbarie y á la brutalidad de unos malhechores?
Creedme, señores, echémonos sobre estos bandidos, y mueran to
dos a nuestras manos . Consiento en ello , dijo don Rafael, yo estoy
tan pronto á hacer una buena accion como una mala. Ambrosio
por su parte protestó que solo deseaba concurrir á una empresa
tan loable , de la cual preveia que seríamos bien recompensados,
segun su modo de pensar; y aun me atrevo á decir, añadió, que
on esta ocasion el peligro no me amedrenta, y que ningun caba
llero andante se manifestó nunca mas pronto al servicio de las da
mas . Pero, si se han de decir las cosas sin faltar á la verdad , el
LIBRO QUINTO . 377
riesgo no era grande, porque, habiéndonos dicho Lamela que las
armas de los ladrones estaban todas amontonadas en un sitio á diez
ó doce pasos de ellos, no nos fué muy difícil ejecutar nuestra reso
lucion . Atamos, pues , á un árbol el caballo , y nos fuimos acer
cando con silencio y a paso lento á los ladrones. Acalorados estos
con el vino, hablaban todos metiendo un ruido confuso que favore
cia mucho el golpe de la sorpresa. Apoderámonos de sus armas antes
de que nos viesen , y , disparándolas sobre ellos á boca de jarro ,
todos cuatro quedaron tendidos sobre el suelo . ch
Durante esta expedicion se apagó la luz, y nos quedamos en la
oscuridad: sin embargo de esto , acudimos inmediatamente a des
atar el hombre y la mujer, que estaban tan poseidos de terror, que
no tuvieron aliento para darnos las gracias por el bien que acabá
bamos de hacerles . Verdad es que ignoraban aun si debian mirar
nos como á bien hechores ó como á nuevos bandidos que los habian
librado de los otros, quizá para tratarlos peor. Pero nosotros pro
curamos sosegarlos, asegurándoles que los íbamos a conducir á
una venta que, segun decia Ambrosio, no distaba mas que media
legua de allí, donde podrian tomar las precauciones necesarias
para llegar con seguridad adonde se dirigian. Despues de que los
hubimos animado, los metimos en su coche, y los sacamos fuera
del bosque, tirando nosotros las mulas por el freno. Nuestros ana
coretas fueron en seguida á visitar las faltriqueras de los vencidos:
despues fuimos a desatar el caballo de don Alfonso, y nos apodera
mos tambien de los que eran de los ladrones, que estaban atados a
varios árboles junto al campo de batalla . Montados en unos, y lle
vados otros del diestro , seguimos al hermano Antonio , que habia
montado en una mula del coche, haciendo de cochero para condu
cirlo a la venta , habiendo tardado dos horas en llegar a ella , aun
que el señor Lamela nos habia dicho que no estaba muy apartada
del bosque.
Llamamos á la puerta con fuertes golpes, porque toda la gente
de la casa estaba ya acostada. Levantáronse y vistióronse de prisa
el ventero y la ventera , que no mostraron el menor enfado de que
les hubiesen despertado á lo mejor del sueño, cuando vieron una
comitiva que promotia hacer mucho mas gasto en su casa del que
efectivamente hizo. En un momento encendieron luces por toda la
venta . Don Alfonso y el ilustre hijo de Lucinda dieron la mano á la
señora y al caballero para ayudarlos á bajar del coche, sirviéndoles
378 GIL BLAS.
como de gentiles hombres hasta el cuarto adonde los condujo el
ventero . Allí se hicieron mil recíprocos cumplimientos , y quedamos
muy admirados cuando llegamos a saber que los personajes á
quienes acabábamos de libertar eran el conde de Polan y su hija
Serafina. Pero ¿quién podrá describir el asombro de esta señora y
de don Alfonso cuando se conocieron? El conde no reparó en este
pasaje porque estaba distraido en otras cosas. Púsose á contarnos
menudamente el modo con que les habian asaltado los ladrones, y
se habian apoderado de su hija y de él despues de haber muerto al
postillon , á un paje y a un ayuda de cámara . Acabó diciendo que
nos estaba infinitamente agradecido, y que, si queríamos ir á To
ledo, donde estaria de vuelta dentro de un mes, nos daria pruebas
que bastasen a bacernos conocer si era ingrato ó reconocido. Esto
A la hija de aquel señor no se le olvidó darnos tambien mil gracias
por su dichosa libertad ; y , habiendo juzgado don Rafael y yo que
gustaria don Alfonso de que le facilitásemos el medio de hablar un
rato á solas con aquella viuda jóven , lo dispusimos prontamente,
entreteniendo al conde de Polan . Bella Serafina, le dijo don Alfonso
en voz muy baja , ya no me quejaré de la desgraciada suerte que
me obliga a vivir como un hombre desterrado de la sociedad civil,
habiendo tenido la fortuna de contribuir al importante servicio que
se os ha hecho. ¡Pues qué! le respondió ella suspirando, esois vos
el que me habeis salvado la vida y el honor? ¿sois vos a quien mi
padre y yo somos tan deudores? ¡Ah! don Alfonso ! ¿por qué fuis
teis vos quien dió muerte a mihermano? No le dijo mas; pero él
comprendió bastante, por sus palabras y por el tono en que las dijo ,
que, si amaba con extremo a Serafina , no era menos amado de
ella .
ella .
LIBRO SEXTO .
CAPÍTULO PRIMERO .
De lo que hicieron Gil Blas y sus compañeros despues que se separaron del conde de Polan; del importante
proyecto que formó Ambrosio, y cómo se ejecutó .
ESPUES de haber pasado el conde de
Polan la mitad de la noche en dar
nos gracias, y asegurarnos que po
díamos contar con su eterno agra
decimiento , llamó al ventero para
consultar con él de qué modo llega
ria con seguridad á Turís , adonde
tenia ánimo de ir . Dejamos que to
mase sobre esto sus medidas, y
nosotros salimos ] de la venta si
guiendo el camino que Lamela quiso
escoger
Al cabo de dos horas de marcha nos amaneció ya cerca de Cam
380 GIL BLAS.
pillo. Llegamos prontamente a las montañas que hay entre aquella
villa y Requena, y allí pasamos el dia en descansar, y en contar
nuestro caudal, que se habia aumentado mucho con el dinero que
habíamos cogido a los ladrones, en cuyas faltriqueras se encontra
ron mas de trescientos doblones en diferentes monedas. Al entrar
de la noche nos volvimos a poner en camino , y el dia siguiente al
amanecer entramos en el reino de Valencia . Retirámonos al primer
bosque que encontramos, emboscámonos en él, y llegamos a un si
tio por donde corria un arroyuelo de agua cristalina que iba lenta
mente á juntarse con las del Guadalaviar. La sombra con que nos
convidaban los árboles, y la abundante yerba que el campo ofrecia
para los caballos, nos hubieran determinado á hacer alto en aquel
paraje, aun cuando no estuviéramos ya resueltos á descansar al
gunas horas en él .
Apeámonos, pues , y hacíamos ánimo de pasar allí aquel dia ale
gremente; pero cuando fuímos á almorzar nos ballamos con poqui
simos víveres. Empezaba á faltarnos el pan, y nuestra bota se ha
bia convertido en un cuerpo sin alma. Señores, dijo entonces Am
brosio , sin Ceres y sin Baco á ninguno agrada el sitio mas delicio
so. Soy de parecer que renovemos nuestras provisiones, y así mar
cho a este fin á Chelya que es una linda villa , distante de aquí
solas dos leguas, y tardaré poco en tan corto viaje. Dicho esto ,
cargó en el caballo la bota y las alforjas , montó , y partió del bos
que á tan buen paso , que nos prometimos seria muy pronta su
vuelta. Teníamos motivo para creerlo así, y aguardábamos por
momentos á Lamela ; mas sin embargo no volvió tan presto como
lo esperábamos . Era ya mucho mas del mediodía, y aun se apro
ximaba la noche para cubrir los árboles con su negro manto ,
cuando vimos a nuestro proveedor, cuya tardanza comenzaba á
darnos cuidado, Engañó alegremente nuestro sobresalto con las
muchas cosas de que venia provisto. No solo traia la bota llena de
exquisito vino, y atestadas las alforjas de carnes asadas, sino que
reparamos un gran fardo acomodado a las ancas del caballo , que
se llevó nuestra atencion . Conociólo Ambrosio , y nos dijo sonrién
dose: Apuesto yo á don Rafael y a todos los mas diestros del mundo
que no son capaces de adivinar por qué ni para qué he comprado
todo este envoltorio de ropa. Diciendo esto , lo desató él mismo para
que viéramos por menor lo que encerraba. Mostrónos un manteo
negro y una sotana del mismo color , dos chupas y dos pares de
LIBRO SEXTO . 381
calzones, un tintero de cuerno con su salvadera y cañon para me
ter las plumas, una mano de papel fino, un sello grande y un can
dado , juntamente con una barreta de lacre verde, ¡ Par diez , señor
Ambrosio, exclamó zumbándose don Rafael Juego que vió todas
aquellas baratijas, que habeis empleado bien el dinero ! ¿Qué dia
blos piensas hacer de todos esos cachivaches? Un uso admirable ,
respondió Lamela . Todas estas cosas no me han costado sino diez
doblones , y estoy persuadido de que nos han de valer mas de qui
nientos . Contad seguramente con ellos . No soy hombre que me cargo
de géneros inútiles ; y , para haceros ver que no he comprado a ton
tas y á locas , voy a daros parte de un proyecto que he formado; un
proyecto que sin disputa es de los mas ingeniosos que puede con
cebir el entendimiento humano . Vais à oirlo , y estoy seguro que
quedareis atónitos al saberlo : estadme atentos .
Despues de haber hecho mi provision de pan , me entré en una
pastelería, y mandé que me asasen seis perdices . otras tantas pollas ,
é igual número de gazapos . Mientras todo esto se estaba asando en
tró en la pastelería un hombre encendido en cólera , quejándose agria
mente de la injuria que le habia hecho un mercader del pueblo , y
le dijo al pastelero : Por Santiago apóstol que Samuel Simon es el
mercader mas ruin que hay en todo Chelva .Acaba de afrentarme pú
blicamente en su tienda , pues no me ha querido fiar el grandísimo
ladron seis varas de paño , sabiendo como sabe que soy un artesano
que cumplo bien , y que a ninguno he quedado jamás á deber un
cuarto . ¿No os admirais de semejante bruto? El fia sin reparo a los
caballeros, cuando sabe por experiencia que de muchos de ellos no
ha de cobrar ni un ochavo , y no quiere fiar á un vecino honrado
que está seguro de que le ha de pagar hasta el último maravedí.
¡ Qué manía ! ¡ maldito judío ! ¡ojalá le engañen ! Puede ser que se me
cumpla algun dia este deseo , y no faltarán mercaderes que me acom
panen en él .
Oyendo yo hablar de este modo á aquel pobre menestral , que
dijo además otras muchas cosas , de repente me asaltó el deseo de
vengarle , y de hacer una pesada burla al señor Samuel Simon . Ami
go, pregunté al hombre que se quejaba tan amargamente, no me
direis qué carácter tiene ese mercader ? El peor que se puede dis
currir , me respondió con enfado . Es un desenfrenado usurero , aun
que en su exterior aparenta ser un hombre virtuoso ; es un judío
que se volvió católico , pero en el fondo de su alma es todavía tan
49
382 GIL BLAS .
judío como Pilatos, porque se asegura haber abjurado por interés.
No perdí palabra de todo lo que me dijo el irritado menestral; y ,
luego que sali de la pastelería, procuré informarme de la casa de
Samuel Simon . Enseñómela un hombre . Paréme a ver su tienda,
examinéla toda, y mi imaginacion , siempre pronta a favorecerme,
me sugiere un enredo que abrazo con presteza , pareciéndome digno
del criado del señor Gil Blas . Fuime derecho á una ropería, y com
pré los vestidos que veis , uno para hacer el papel de comisario del
Santo Oficio , otro para representar el de secretario , y el tercero para
fingir el de alguacil. Ved ahí , señores, lo que hice, y lo que fué la
causa de mi tardanza .
¡ Ah , querido Ambrosio , interrumpió don Rafael arrebatado de
gozo , y qué admirable idea ! ¡ qué plan tan asombroso ! Envidio tu
sutilísima invencion . Daria yo los mayores edredos de mi vida porque
se me hubiese ofrecido este tan ingenioso . Sí , amigo Lamela, pro
siguió , penetro bien todo el fondo, todo el valor de tu delicado pen
samiento, y no debes poner duda en que el éxito será dichoso . Solo
has menester dos buenos actores que no echen á perder una come
dia tan bien imaginada; pero estos actores los tienes á mano . Tú
tienes un aspecto devoto, y harás muy bien de comisario del Santo
Oficio; yo representaré el secretario , y el señor Gil Blas, si gusta ,
hará de alguacil . Ya están repartidos los papeles; mañana represen
taremos la comedia ; y yo respondo del buen éxito , á menos que so
brevenga alguno de aquellos lances imprevistos que dan en tierra
con los designios mas bien combinados.
Por lo que á mí toca , solo comprendí en confuso el proyecto que
don Rafael alabó tanto ; pero durante la cena me lo explicaron, y
verdaderamente me pareció ingenioso . Despues que hubimos des
pachado gran parte de la provision, y hecho a la bota copiosas san
grías, nos tendimos sobre la yerba , y tardamos poco en dormirnos;
pero no fué largo nuestro sueño , porque una hora despues le inter
rumpió el desapiadado Ambrosio gritando antes del dia : ¡ En pie!
¡ En pie! los que traen entre manos grandes empresas que ejecutar
no ban de ser perezosos. ¡ Maldito sea el señor comisario , le dijo don
Rafael entre despierto y dormido, y lo que su señoría ha madru
gado! En verdad que el judiazo de Samuel Simon dará a todos los
diablos tapta vigilancia. Conyengo en ello , respondió Lamela , y
os diré de mas a mas, añadió riéndose, que esta noche soñé que yo
le estaba arrancando pelos de la barba . Y ¿este sueño , señor secre
LIBRO SEXTO . 383
tario, no es de muy mal agüero para el desdichado Samuel? Con
estas y otras mil chufletas que se dijeron, nos pusimos todos de
muy buen humor . Almorzamos alegremente, y luego nos dispusi
mos para representar cada uno su papel . Ambrosio se echó á cues
tas las hopalandas, de manera que tenia toda la traza de un verda
dero comisario. Don Rafael y yo nos vestimos de modo que parecía
mos perfectamente un secretario y un alguacil. Empleamos bastante
tiempo en disfrazarnos, y en ensayar lo que habíamos de hacer ,
tanto , que eran ya mas de las dos de la tarde cuando salimos del
bosque para encaminarnos á Chelva . Es verdad que ninguna cosa
nos apuraba; antes bien era del caso no dejarnos ver en el lugar
hasta algo entrada la noche . Por lo mismo camioamos poco á
poco, y aun tuvimos que detenernos casi á las puertas del pueblo,
dando tiempo a que oscureciese enteramente .
Cuando nos pareció tiempo , dejamos los caballos en aquel sitio
á cargo de don Alfonso, que se alegró mucho de no tener que hacer
otro papel. Don Rafael, Ambrosio y yo nos fuimos en derechura á
la puerta de Samuel Simon . El mismo salió á abrirla , y quedó ex
trañamente sorprendido de ver en su casa aquellas tres figuras;
pero lo quedó mucho mas luego que Lamela , que llevaba la pala
bra , le dijo en tono imperioso: Señor Samuel, de parte del Santo
Oficio, cuyo indigno comisario soy , os ordeno que en este mismo
momento me entregueis la llave de vuestro despacho. Quiero ver si
hallo en él con qué justificar las delaciones y acusaciones que se nos
han presentado contra vos.
El mercader, á quien habian turbado estas palabras, retrocedió
dos pasos como si alguno le hubiese dado un golpe en el pecho, y ,
lejos de sospechar en nosotros alguna superchería , creyó de bue
384 GIL BLAS .
na fe que algun enemigo oculto le habia delatado al Santo Oficio; ó
tambien es muy posible que , no reconociéndose él mismo por muy
buen católico , temiese con fundamento haber dado motivo para al
guna secreta informacion . Sea lo que fuere , nunca ví hombre mas
confuso . Obedeció sin resistencia , y con todo el respeto que corres
ponde a un hombre que teme á la Inquisicion . El mismo nos abrió
su despacho, y al entrar le dijo Ambrosio : Señor Samuel, á lo me
nos recibís con sumision las órdenes del Santo Oficio; pero , añadió,
retiraos á otro cuarto , y dejad me practicar libremente mi empleo.
Samuel no fué menos obediente á esta segunda órden que lo habia
sido a la primera : retiróse a su tienda , y nosotros tres entramos en
su despacho, donde sin pérdida de tiempo nos pusimos á buscar el
dinero , que nos costó poco trabajo y menos tiempo encontrar, por
que estaba en un cofre abierto, donde babia mas del que podíamos
llevar. Consistia en gran número de talegos, puestos unos sobre
otros , y todo en moneda de plata . Nosotros hubiéramos querido mas
que fuese en oro ; pero , no pudiendo ya ser esto , nos fué forzoso
hacer de la necesidad virtud. Llenamos bien los bolsillos , las faltri
queras , el hueco de los calzones, y en fin , todo aquello donde lo
podíamos encajar; de suerte que todos íbamos cargados con un peso
exorbitante , sin que ninguno lo pudiese conocer, gracias a la des
treza de Ambrosio y de don Rafael, que me hicieron ver con esto
que no hay en el mundo cosa mejor que saber bien cada uno el arte
que profesa.
Salimos del cuarto despues de haber hecho nuestro negocio; y ,
por una razon que es fácil de adivinar , el señor comisario sacó su
candado, que quiso echar por su misma mano a la puerta ; plantóle
el sello , y luego dijo á Simon : Maese Samuel , de parte del tribunal
os probibo que llegueis á este candado , ni tampoco á este sello, que
debeis respetar, pues que es el sello del Santo Oficio . Mañana vol
veré a esta misma hora á quitarlo , y á daros órdenes . Hecho esto,
mandó abrir la puerta de la calle , por la cual fuimos todos desfi
lando alegremente, y cuando hubimos andado como unos cincuenta
pasos , comenzamos á caminar con tal ligereza, que apenas tocába
mos con el pié en tierra, sin embargo de la pesada carga que lle
vábamos . Salimos presto fuera de la villa, y , volviendo á montar
en nuestros caballos , tomamos el camino de Segorbe, dando gracias
por tan feliz suceso al dios Mercurio .
CAPÍTULO 11 .
De la resolucion que tomaron don Alfonso y Gil Blas despues de esta aventura .
Anduvimos toda la noche segun nuestra loable costumbre , y al
amanecer nos hallamos a la vista de una miserable aldea distante
dos leguas de Segorbe . Como todos estábamos cansados, nos des
viamos con gusto del camino real para llegar hasta unos sauces que
descubrimos al pié de una colina á cosa de unos mil ó mil y dos
cientos pasos de la aldea , en la cual no nos pareció conveniente de
tenernos. Vimos que aquellos árboles hacian upa apacible sombra,
y que les bañaba el pié un arroyuelo. Agradónos lo delicioso del
sitio , y, resolviendo pasar en él lo restante del dia , nos apeamos ,
quitamos los frenos á los caballos para que pudiesen pacer, nos
echamos sobre la verde yerba , y , despues de haber reposado un
poco, acabamos de desocupar las alforjas y la bota . Luego que hu
bimos almorzado opíparamente, nos pusimos á contar el dinero que
habíamos robado á Samuel Simon , y hallamos que ascendia á tres
mil ducados; con cuya cantidad y el caudal que ya teníamos, podía
mos alabarnos de poseer un mediano capital.
Viendo que se habian acabado nuestras provisiones, y era me
nester pensar en hacer otras, Ambrosio y don Rafael, que ya se ha
bian quitado los disfraces, dijeron que querian tomarse este trabajo ,
porque el suceso de Chelva les habia avivado el gusto de las aven
taras, y tenian gana de ir á Segorbe a ver si se les presentaba al
386 GIL BLAS .
guna ocasion de emprender otra nueva hazaña . Vosotros, dijo el
hijo de Lucinda, no teneis mas que esperarnos a la sombra de estos
sauces, que pronto estaremos de vuelta. Señor don Rafael, respondi
yo sonriéndome , no sea que la ida de ustedes sea como la del bu
mo : temo que , si una vez se van , tarde nos juntaremos. Esa sospe
cha , replicó Ambrosio , es muy ofensiva á nuestro honor , y no me
recíamos que nos hicieseis tan poca merced . Es verdad que en parte
os disculpo de la desconfianza que teneis de nosotros acordándoos
de lo que hicimos en Valladolid , y de creer que no haríamos mas
escrúpulo de abandonaros que a los compañeros que dejamos en
aquella ciudad . Sin embargo , os engañais enormemente. Aquellos
camaradas a quienes vendimos , eran de un perverso carácter, y ya
no podíamos aguantar mas su compañía . Es menester hacer justi
cia á los de nuestra profesion , diciendo que no hay gremio alguno
en la vida civil en que el interés de menos motivo a la division ;
pero, cuando no son conformes las inclinaciones, puede alterarse la
union como en todos los demás gremios humanos . Por tanto, señor
Gil Blas, suplico á usted y al señor don Alfonso que tengan mas
confiaoza en nosotros, y que tranquilicen su espíritu tocante al deseo
que don Rafael y yo tenemos de ir a Segorbe.
Es muy fácil, dijo entonces el hijo de Lucinda, librarles de todo
motivo de inquietud en este punto: basta para eso dejarlos dueños
del caudal, que es la mejor fianza que tendrán en sus manos de
nuestra vuelta . Ya ve usted , señor Gil Blas , que esto se llama ir
-derechos al punto de la dificultad. Ambos quedareis así tesguarda
dos, sin que Ambrosio ni yo tenga
mos sospechas de que os ausenteis
con tan rica fianza . En vista de una
prueba tan convincente de nuestra
buena fe, ¿tendreis todavía dificultad
en fiaros de nosotros? No por cierto,
respondí yo; y así podeis ahora ba
cer todo lo que os pareciere. Partie
ron inmediatamente con la bota y
las alforjas, dejándome á la sombra
de los sauces con don Alfonso , el
cual me dijo luego que se fueron :
Señor Gil Blas, quiero abriros ente
ramente mi pecho. Me estoy continuamente acusando de la con
LIBRO SEKTO . 387
descendencia que tuve en venir hasta aquí con esos bribones. No
os puedo decir cuántos millares de veces me he arrepentido ya de
ello . Ayer noche, mientras me quedé guardando los caballos, bice
mil reflexiones , que me despedazaban el corazon . Consideré que
era muy ajeno de un joven que nació con honra , vivir con unos
hombres tan viciosos como Rafael y Lamela ; que si por desgracia
( como muy fácilmente puede suceder) llegase á ser tal algun dia el
resultado de una de estas maldades, que cayésemos en manos de
la justicia , sufriré la vergüenza de verme castigado con ellos como
ladron, y quizá con una muerte afrentosa. No puedo apartar ni un
solo instante de mi imaginacion estas funestas ideas; y así os con
fieso que estoy resuelto a separarme para siempre de su compañía ,
por no ser cómplice en los delitos que cometan . Tengo por cierto ,
añadió , que no desaprobareis este pensamiento. Cierto es que no , le
respondí. Aunque usted me vió ayer hacer el papel de alguacil en
la comedia de Samuel Simon , no por eso crea que semejantes piezas
son de mi gusto . El cielo me es testigo de que , mientras estaba re
presentando tan distinguido papel , me dije á mí mismo : A fe, amigo
Gil Blas, que si la justicia vipiera ahora á echarte la mano , sin duda
merecerias bien el salario que te tocase . Así que , señor don Alfonso ,
no estoy mas dispuesto que usted á continuar en tan mala compa
ñía , y de muy buena gana le acompañaré , si es que me lo permite ,
á cualquiera parte que vaya . Cuando vuelvan estos señores les su
plicaremos que se haga el repartimiento del dinero , y mañana muy
temprano, ó esta misma noche , nos despediremos de ellos para
siempre .
Aprobó mi proposicion el amante de la bella Serafina , y me dijo:
Iremos á Valencia , y nos embarcaremos para Italia , donde podre
mos entrar al servicio de la república de Venecia : &No vale mas se
guir la carrera de las armas , que continuar la vida vil y criminal
que traemos ? En aquella podemos traer buen porte con el dinero
que nos haya tocado. No deja de remorderme la conciencia el ser
virme de un bien tan mal adquirido ; pero , además de que la nece
sidad me obliga a ello , protesto resarcir á Samuel Simon el daño
luego que tenga la menor fortuna en la guerra . Aseguré á don Al
fonso que yo tenia la misma intencion , y quedamos de acuerdo en
que el dia siguiente al amanecer nos separaríamos de nuestros ca
maradas. No dimos lugar a la tentacion de aprovecharnos de su au
sencia , esto es , huir al momento con el dinero : la confianza que
388 GIL BLAS .
habian hecho de nosotros dejándonos dueños de él , ni aun nos per
mitió que nos pasase semejante ruindad por el pensamiento, aunque
la burla que me hicieron en la posada de caballeros de Valladolid
disculpase en cierto modo este robo .
A la caida de la tarde volvieron de Segorbe Ambrosio y don Ra
fael. La primera cosa que nos dijeron fué que habian hecho un viaje
muy feliz , y que dejaban echados los cimientos de una aventura
que , segun todas las señales, seria sin comparacion de mucho mas
producto que la del dia anterior. Comenzó a explicarnos el plan el
hijo de Lucinda ; pero don Alfonso le atajó, diciéndole cortesmente
que él estaba resuelto a separarse de la compañía ; y yo por mi parte
les declaré hallarme en la misma resolucion . Por mas que hicieron
para movernos á que prosiguiésemos acompañándoles en sus expe
diciones , no les fué posible conseguirlo . La mañana siguiente nos
despedimos de ellos despues de haber repartido por iguales partes
el dinero, y los dos tomamos el camino de Valencia.
po
CAPÍTULO III.
Cómo don Alfonso se halla en el colmo de su alegría , y la aventura por la cual se vió de repente Gil Blas
en un estado dichoso.
Caminamos felizmente hasta Buñol , donde por desgracia fué pre
ciso detenernos . Sintióse malo don Alfonso . Dióle una calentura tan
ardiente, que le creí en el mayor riesgo . Quiso la fortuna que no
hubiese médico en el lugar , y salimos a poca costa de aquel susto ,
pues solo nos costó el miedo . Al tercer dia se halló el enfermo en
teramente limpio de calentura , á lo que no contribuyó poco mi cui
dadosa asistencia . Mostróse muy agradecido a lo que habia hecho
por él, y , como era reciproca la inclinacion del uno al otro, nos ju
ramos una eterna amistad .
Proseguimos nuestro viaje firmes siempre en la resolucion de em
barcarnos para Italia á la primera ocasion que se ofreciera así que
llegásemos á Valencia ; pero el cielo , que nos preparaba una suerte
feliz , dispuso las cosas de otro modo . Vimos á la puerta de una her
mosa quinta que habia en el camino, mucha gente aldeana de am
bos sexos que bailaban formando corro. Acercámonos a ver la fiesta ,
y don Alfonso, que estaba muy ajeno de hallar el objeto que se le
presentó , se quedó sorprendido de ver entre los circunstantes al ba
ron de Steinbach. Este , que tambien reconoció á don Alfonso, cor
rió luego bácia él con los brazos abiertos, y todo arrebatado de gozo
exclamó: ¡ Ah , querido don Alfonso! ¡ vos aquí ! ¡ Qué agradable en
50
390 GIL BLAS.
cuentro ! Cuando por todas partes os andan buscando, una feliz ca
sualidad os ha puesto delante de mis ojos.
Apeóse al instante mi compañero , y fué precipitado á dar mil
abrazos al baron, cuya alegría me pareció excesiva. Ven ,hijo mio ,
le dijo el buen viejo ; presto sabrás quién eres, y mejorarás mucho
de fortuna. Diciendo esto, le condujo a la habitacion, adonde yo
tambien fuí, habiéndome apeado y atado á un árbol los caballos.
El primero á quien encontramos fué al dueño de la misma quinta ,
que mostraba ser de edad de cincuenta años , y tenia bellísimo as
pecto . Señor, le dijo el baron de Steinbach presentando á don Al
fonso , aquí teneis á vuestro hijo . A estas palabras don César de
Leiva , que así se liamaba aquel caballero, echó los brazos al cuello
á don Alfonso , y le dijo llorando de gozo : Reconoce, hijo mio , al
padre ane te dió el sér. Si te he dejado ignorar tanto tiempo quién
eres, cree que ha sido á costa de hacerme á mí mismo una cruel
violencia . Mil veces he suspirado de pena; pero no podia proceder
de otra manera . Caséme con tu madre, llevado solo de amor, por
qué su nacimiento era muy inferior al mio : vivia yo bajo la autori
dad de un padre de genio duro que me redujo á tener secreto un
matrimonio contraido sin su consentimiento . El baron de Steinbach
era el único depositario de mi confianza , y de acuerdo conmigo se
encargó de criarte . En fin , ya no vive mi padre, y puedo manifes
tar al mundo que tú eres mi único heredero . No es esto lo mas,
añadió; pienso casarte con una señora cuya nobleza es igual a la
mia . Señor, le interrumpió don Alfonso , no me hagais pagar so
brado cara la dicha queme anunciais. ¿No puedo saber que tengo
el honor de ser bijo vuestro sin que esta noticia venga acompañada
de otra que necesariamenle me ha de hacer desgraciado? ¡Ab, se
ñor ! no querais ser mas cruel conmigo quelo fué vuestro padre con
vos. Si este no aprobó vuestros amores, á lo menos tampoco os
obligó a recibir una esposa escogida por él. Hijo mio , respondió don
César, ni yo pretendo tampoco tiranizar tus deseos; todo lo que
exigo de tu sumision es que tengas la condescendencia de ver á la
que te tengo destinada antes de resolverte á tomar otro partido .
Aunque es hermosa , y tu enlace con ella muy ventajoso para ti, no
por eso te haré violencia para que la tomes por esposa . No está
lejos, hállase actualmente en esta misma casa ; ven , y confesarás
que no hay un objeto mas amable . Diciendo esto, condujo á don Al
fonso á un magnífico cuarto , adonde les acompañamos el baron de
Steinbach y yo.
EL CONDE DE PGLAN PRESENTA SU HIJA A 1 ALFONSO
LIBRO SEXTO . 3911
Estaban en él el conde de Polan con sus dos hijas, Serafina y
Julia, con don Fernando de Leiva , su yerno, el cual era sobrino de
don César, y con otras muchas señoras y caballeros. Don Fernando,
que segun se ha dicho habia sacado á Julia de su casa , acababa de
casarse con ella , y con motivo de la boda habian concurrido á
aquella celebridad los aldeanos de los contornos. Luego que se dejó
ver don Alfonso , y que su padre le presentó a toda la concurrencia ,
se levantó el conde de Polan , y corrió exbalado á abrazarle , dicien
do á gritos : ¡Sea bien venido mi libertador! Don Alfonso, prosiguió
el conde, reconoce lo que puede la virtud en las almas generosas .
Si tú quitaste la vida á mi bijo , tambien salvaste la mia . Desde es
te mismo punto te hago el sacrificio de mi resentimiento, y te de
claro dueño de Serafina, cuyo honor libraste tambien . Este es el
desempeño de la obligacion en que me constituyó tu valor y tu ge
nerosidad. El hijo de don César correspondió con las mas vivas ex - 1.
presiones de agradecimiento al cumplido que le hacia el conde de
Polan, no siendo fácil discernir cuál de los dos afectos disputaba la
preferencia en su agitado corazon , si el 'gozo de baber descubierto
su distinguido nacimiento , ó la dicha tan cercana de lograr por es
posa á Serafina. Con efecto , pocos dias despues se celebró el matri
monio con elmayor regocijo y aplauso delos contrayentes y de toda
la parentela .
Como yo habia sido uno de los que acudieron a libertar al conde
de Polan , este me conoció , y me dijo que mi fortuna corria de su
cuenta . Yo le dimuchas gracias por su generosidad , y no quise se
pararme de don Alfonso, el cual me hizo mayordomo de su casa ,
honrándome con toda su confianza. Luego que se casó, no pudien
do olvidar el daño que se habia hecho á Samuel Simon, me envió
á llevar a este comerciante todo el dinero que le habíamos robado ,
esto es, á hacer una restitucion , lo cual en un mayordomo se llama
empezar el oficio por donde debia acabar.
pogo ooo
LIBRO SÉPTIMO.
CAPÍTULO PRIMERO .
De los amores de Gil Blas y de la señora Lorenza Séfora .
uí , pues , á Chelva á llevar al buen
Simon los tres mil ducados que le ha
bíamos robado. Confieso francamente
que en el camino me dieron tentacio
nes de quedarme con ellos para dar
con tan buenos auspicios principio á
mi mayordomía , lo que podia hacer
sin riesgo , bastando para viajar cinco
ó seis dias, y volverme como si hu
biera cumplido con el encargo. Don
Alfonso y su padre me tepian en muy
buen concepto para sospecbar de mi
fidelidad; todo me favorecia: sin em
bargo, resistí á la tentacion, y la vencí como hombre de bonor, lo
394 GIL BLAS .
que no es poco loable en un mozo que se habia acompañado con
grandes pícaros . Yo aseguro que muchos de los que solo tratan con
hombres de bien , son en este punto menos escrupulosos; y , si no ,
díganlo aquellos depositarios que , sin peligro de perder su fama,
pueden apropiarse lo que se les ha confiado.
Hecha la restitucion , que no esperaba el mercader, volví á la
quinta de Leiva, en donde ya no estaba el conde de Polan , que con
Julia у don Fernando habian marchado á Toledo, Hallé á mi nuevo
amo mas prendado que nunca de su Serafina; a esta cada dia mas
enamorada de su esposo , y á don César contentísimo de tener con
sigo á ambos . Dediquéme á ganar la voluntad de este amoroso pa
dre , y lo conseguí . Me hicieron mayordomo de la casa ; todo lo
gobernaba ; recibia el dinero de los arrendadores, corria con el gas
to , y tenia una autoridad despótica sobre los criados ; pero , lejos de
imitar la conducta ordinaria de los de mi empleo , nunca abusé de
mi poder. No despedia á los que me disgustaban , ni exigia de los
demás una ciega subordinacion. Si acudian á don César ó a su hijo
pidiendo alguna gracia , lejos de estorbarlo , hablaba en su favor.
Por otra parte , la estimacion que continuamente me mostraban mis
amos, avivaba mi celo en servirlos, sin atender a otra cosa que á
sus intereses. Administré con manos muy limpias , y fuí un mayor
domo de los pocos que hay .
Cuando estaba mas contento con mi suerte, envidioso el amor de
lo bien que me trataba la fortuna, quiso que á él tambien tuviese
que agradecerle , y para eso encendió en el corazon de la señora Lo
renza Séfora, criada primera de Serafina, una violenta inclinacion
al señor mayordomo. Si he de hablar con la fidelidad de historiador,
mi enamorada habia cumplido los cincuenta ; pero la frescura de su
tez, su rostro agradable, y dos hermosos ojos que sabia manejar
con destreza, podian hacer pasar por afortunada mi conquista. La
hubiera yo deseado de un poco mas color , porque estaba muy des
colorida; pero esto lo atribuí a la austeridad del celibato.
Usó mucho tiempo del atractivo de sus miradas cariñosas; mas
yo , en lugar de corresponder á ellas, aparentaba no conocer sus
designios; y así me tuvo por novato en el amor , y no le desagradó mi
cortedad . Juzgó era inútil el lenguaje de los ojos con un muchacho
á quien creia menos instruido de lo que estaba; y así en su prime
ra conversacion se me declaró en términos formales, a fin de que
no lo dudase. Se manejó como mujer práctica; hizo como que se
LIBRO SEPTIMO . 395
turbaba , y , despues de haberme dicho á su satisfaccion cuanto qui
so, se tapó la cara para persuadirme que se avergonzaba de haber
me manifestado su flaqueza. Fué preciso rendirme : mostréme muy
afecto á sus cariños, no tanto por amor como por vanidad : hice el
apasionado, y aun afecté quererla con tal ardor , que se vió preci
sada á reñirme; pero esto fué con tanta blandura , que , cuando me
encargaba procurase contenerme , no parecia disgustada de mi atre
vimiento. Hubiera llegado a mas el caso si Séfora no hubiera temi
do que hiciese mal juicio de su virtud , concediéndome tan fácilmente
la victoria . De esta suerte nos separamos hasta otra conversacion ,
persuadida ella de que su aparente resistencia la haria pasar en mi
concepto por un modelo de recato , y yo con la dulce esperanza de
ver bien pronto el fin de esta aventura .
Tal era el feliz estado en que me hallaba cuando un lacayo de
don César vino á aguar mi contento con una mala nueva . Era este
uno de aquellos criados que se dedican á saber cuanto pasa en el
interior de las casas. Como continuamente me hacia la corte , y to
dos los dias me traia alguna noticia , me dijo una mañana que aca
baba de hacer un gracioso descubrimiento , que me comunicaria en
confianza, pero con la condicion de guardar secreto , por ser cosa de
la dama Lorenza Séfora, cuyo enojo temia . Fué tanta la curiosi
dad en que me puso , que le ofrecí el mayor sigilo : procuré no ma
nifestar que en ello tenia el mas leve interés, preguntándole con
frialdad qué descubrimiento era aquel de que me hablaba con tanta
reserva . Es , me dijo, que la señora Lorenza introduce de oculto en
su cuarto todas las noches al cirujano del lugar, que es un mozo
bien plantado; y el bellaco se está bied sosegado con ella . Doy de
barato , prosiguió con tono socarron , que esta accion sea muy ino
cente; pero usted convendrá en que un mozo que entra misteriosa
mente en el cuarto de una soltera, da motivo para que no se juz
gue bien de su conducta .
Esta noticia me desazonó tanto como si estuviera enamorado de
veras; procuré ocultar mi inquietud , y aun me esforcé basta cele
brar con risa una nueva que me atravesaba el alma ; pero luego
que estuve solo me desquité echando mil bravatas, diciendo dos mil
desatinos, y me puse a discurrir el partido que podria tomar. Ya
despreciaba á Lorenza y me proponia abandonarla sin dignarme oir
sus descargos; y ya , creyendo era punto mio escarmentar al ciru
jano , pensaba desafiarle . Prevaleció esta última determinacion . Es
396 GIL BLAS .
condíme al anochecer, y , en efecto, le ví entrar en el cuarto de mi
dueña de un modo sospechoso. Solo esto faltaba para encender mi
ira, que acaso sin este incidente se hubiera mitigado. Sali de casa,
y me aposté junto al camino por donde el galan debia marcharse.
Le esperaba á pié firme, y cada momento avivaba otro tanto el
deseo que tenia de llegar con él á las manos . En fin ; dejóse ver mi
enemigo , salíle al encuentro con aire de maton ; pero yo no sé cómo
diablos sucedió que me hallé repentinamente sobrecogido de un ter
ror pánico como un héroe de Homero , parado en medio de mi ca
mino , y tan turbado como Páris cuando se presentó á combatir
con Menelao . Púseme a mirar á mi hombre, que me pareció ro
busto y vigoroso, y su espada desmesuradamente larga. Todo ello
hacia en mi su efecto; pero fuese la negra honrilla ú otra causa,
aunque estaba viendo el peligro con unos ojos que lo hacian todavía
mayor, a pesar de mi miedo que me aguijoneaba para que me vol
viese , tuve aliento para desenyainar mi tizona, é irme derecho al
cirujano.
Sorprendióle mi accion . ¿ Qué es esto , señor Gil Blas? exclamó:
qué significan esas demostraciones de caballero andante ? ¿ Usted sin
duda tiene gana de chancearse ? No , señor barbero, le respondí, no ,
es cosa muy séria : quiero saber si es usted tan valiente como galan,
No crea usted le bayan de dejar gozar tranquilamente las finezas de
la dama que acaba de ver en casa . ¡ Por san Cosme , repuso el ci
rujano dando una gran carcajada de risa , que es buen chasco ! ¡ Las
apariencias , vive diez , son harto engañosas! Por estas palabras pre
sumí que tenia tanta gana de quimera como yo , lo que me hizo ser
mas audaz . A otro perro con ese hueso , le repliqué ; a otro con esa ,
amigo mio ; yo no soy hombre á quien satisface la simple negativa.
Ya veo , prosiguió , que me será preciso hablar claro para evitar la
desgracia que nos puede suceder á vos ó á mí . Voy , pues , á reve
laros un secreto , no obstante que los de nuestra profesion deben ser
muy callados. Si la dama Lorenza me admite con cautela en su
aposento , es porque los criados no sepan su enfermedad . Todas las
noches voy a curarle un cáncer in veterado que tiene en la espalda.
Vea usted el fundamento de las visitas que tanto le inquietan . Tran
quilícese de aquí en adelante sobre este particular, pero si no está
satisfecho con esta declaracion , y quiere absolutamente que riña
ños , digalo, y manos a la obra , pues no soy hombre que huiré el
cuerpo. Habiendo dicho estas palabras, sacó su montante , cuya vis
LIBRO SEPTIMO . 397
ta me horrorizó , y se puso en defensa con un aire que nada bueno
me anunciaba . Basta , le dije envainando mi espada, y no soy tan
bárbaro que no ceda á la razon . Por lo que usted me ha dicho , veo
que no es mi enemigo ; abracémonos . Mis palabras le dieron á en
tender que yo no era tan temible como le parecí al principio : en
vainó con risa la espada , me abrazó, y nos separamos los mayores
amigos del mundo .
Desde este momento Séfora se presentaba á mi imaginacion co
mo la cosa mas desagradable . Evité todas las ocasiones que me
proporcionaba de hablarle á solas ; y mi cuidado y estudio en huir
de ella le hicieron conocer mi interior . Admirada de una mudanza
tan grande, quiso saber la causa , y , babiendo encontrado al fin el
medio de hablarme a solas , me dijo : Señor mayordomo , dígame
usted , si gusta, el porqué evita basta mis miradas , y por qué , en
lugar de buscar como otras veces proporcion de hablarme , se ex
traña tanto de mí . Es verdad que yo di los primeros pasos ; pero
usted me correspondió. Acuérdese , si no lo lleva á mal , de la con
versacion que tuvimos solos ; entonces era todo fuego, y ahora no
es mas que un bielo . ¿ Qué significa esta mudanza ? La pregunta
era muy delicada para un hombre sincero ; y á la verdad me que
dé muy perplejo. No tengo presente lo que respondí ; solamente me
acuerdo que le disgustó infinito. Séfora parecia un cordero por su
semblante afable y modesto ; pero , cuando se encolerizaba , era
una tigre . Creia , me dijo ecbándome una mirada llena de des
pecho y rabia , creia honrar mucho á un hombrecillo como él,
manifestácdole un afecto que caballeros y personas muy nobles
harian gran vanidad de haber merecido . Me está muy bien em
pleado por haberme bajado indignamente hasta un miserable aven
turero .
Si hubiera parado en esto, hubiera salido yo del paso á poca
costa ; pero su lengua furiosa me dijo mil apodos á cual peor . Bien
conozco que debí recibirlos á sangre fria , y reflexionar que , des
preciando el triunfo de una virtud que yo habia teotado, cometia
un delito que las mujeres no perdonan jamás . Un hombre sensato
en mi lugar se hubiera reido de estas injurias ; pero yo era tan vi
vo , que no pude sufrirlas , y perdí la paciencia . Señora , le dije ,
á padie despreciemos : si esos caballeros de quienes usted babla le
hubiesen visto las espaldas , , aseguro que su curiosidad no hubiera
pasado adelante. Apenas hube disparado esta saeta, cuando la en- -
34
398 GIL BLAS .
furecida dueña me pegó la mas grande bofetada que jamás ha dado
mujer colérica . Para no recibir otra ,
y evitar la granizada de golpes que
hubieran caido sobre mí , tomé la
puerta con la mayor ligereza. Di
mil gracias al cielo de verme fuera
.
de este mal paso , imaginando que
nada tenia que temer , pues la dama
se habia vengado, y me parecia que
por su propia estimacion debia ca
llar este lance . En efecto , pasaron
quince dias sin saber nada de ella,
y principiaba á olvidarla , cuando
supe que estaba mala : confieso que
tuve la flaqueza de afligirme; me dió lástima , imaginando que , no
pudiendo esta desgraciada amante vencer un amor tan mal pagado,
se babria rendido á su dolor . Me consideraba yo la principal causa
de su enfermedad , y , ya que no podia amarla , á lo menos la com
padecia . Pero ¡ cuánto me engañaba ! su ternura , convertida en
odio, no pensaba más que en perderme.
Estando una mañana con don Alfonso, noté que se hallaba triste
y pensativo : preguntéle con respeto qué tepia. Tengo pesadumbre,
me dijo , de ver á Serafina tan débil , ingrata é injusta. Tú te admi
ras , añadió , observando mi suspension ; pues cree que es muy
cierto lo que te digo . No sé por qué motivo te has hecho tan odioso
á Lorenza su criada , que dice es infalible su muerte si no sales
prontamente de casa . Como Serafina te ama , no debes dudar habrá
resistido á los impulsos de este aborrecimiento , con los cuales no
puede condescender sin ser desagradecida é injusta ; pero al fin es
mujer, y ama con extremo á Séfora, que la ha criado. La quiere
como si fuera su madre, y creeria ser causa de su muerte si no le
daba gusto . Por lo que hace á mí , aunque quiero tanto á Serafina ,
no pienso del mismo modo , y no consentiré te apartes de mí , aun
que pereciesen todas las dueñas de España, pues te miro no como
á criado, sino como á hermano .
Luego que acabó de hablar don Alfonso, le dije : Señor , yo he
nacido para ser juguete de la fortuna. Pensaba cesaria de perse
guirme en vuestra casa , en donde todo me prometia una vida feliz
y tranquila ; pero al fin me es preciso dejarla aunque con ella pier
LIBRO SÉPTIMO . 399
da mi mayor gusto . No , no , exclamó el generoso hijo de don César .
Déjame, yo convenceré á Serafina : no se ha de decir que te hemos
sacrificado al capricho de una dueña ; demasiado la contemplamos
en otras cosas. Pero , señor , repliqué , irritaréis mas á Serafina si
la resistís : mas bien quiero retirarme que exponerme , permane
ciendo en casa, á causar desazon entre dos esposos tan perfectos:
si esta desgracia sucediese, jamás hallaria yo consuelo . Don Alfonso
me prohibió tomar este partido, y le ví tan resuelto, que Lorenza
no hubiera logrado su intento , si yo no hubiese permanecido en
mi propósito . Es verdad que , picado de la venganza de la dueña ,
tuve mis impulsos de cantar de plano y descubrirla ; pero luego
me compadecia considerando que , si revelaba su flaqueza, beria
mortalmente á una infeliz, de cuya desgracia era yo la causa , y á
quien dos males irremediables echaban al hoyo . Juzgué , pues , que
en conciencia debia restablecer el sosiego en la casa saliéndome de
ella , pues que era un hombre que ocasionaba tanto daño . Hícelo
así al dia siguiente antes de amanecer, sin despedirme de mis amos ,
temiendo que su cariño estorbase mi partida , y solo dejé en mi
cuarto una cuenta puntual de mi administracion .
ବଳ
CAPÍTULO 11 .
De lo que sucedió á Gil Blas despues de dejar la casa de Leiva . y de las felices consecuencias que tuvo el
inal suceso de sus amores.
Yo tenia un buen caballo , y llevaba en mi maleta doscientos do
blones, procedentes la mayor parte de lo que me tocó de los ban
doleros que matamos, y de los mil ducados que robamos á Samuel
Simon , porque don Alfonso habia restituido generosamente toda la
cantidad, cediéndome la parte que me habia tocado . Así , mirando
mi caudal por esta circunstancia como ya legítimo, gozaba de él sin
escrúpulo de conciencia . En una edad como la que yo entonces te
nia , se confia mucho en el propio mérito , y , fuera de esto , con mi
dipero nada creia debia temer en adelante . Por otra parte , Toledo
me ofrecia un agradable asilo , y no dudaba que el conde de Polan
tendría mucho gusto en recibir en su casa á uno de sus libertadores.
Pero este recurso debia ser cuando todo corriese turbio , y , antes de
valerme de él , quise gastar parte de mi dinero en correr los reinos
de Murcia y Granada , que deseaba ver con particularidad . Con este
intento tomé el camino de Almansa , de donde , presiguiendo mi
viaje, fuí de pueblo en pueblo hasta la ciudad de Granada, sin que
me sucediese contratiempo alguno . Parecia que la fortuna, satisfe
cha ya de tantos chascos como me habia jugado , queria en fin de
jarme en paz ; pero esta traidora me preparaba otros muchos , co
mo se verá en adelante .
Uno de los primeros sugetos que encontré en las calles de Gra
LIBRO SEPTIMO 401
nada, fué el señor don Fernando de Leiva , yerno como don Alfonso
del conde de Polan . Ambos quedamos sorprendidos de vernos en
Granada. ¿Qué es esto , Gil Blas , me dijo, tú en Granada? ¿qué es
lo que aquí te trae? Señor , le dije, si usted se admira de verme en
este pais , con mucha mas razon se maravillará cuando sepa la cau
sa que me ha obligado a dejar la casa del señor don César y su hijo .
En seguida le conté cuanto me habia pasado con Séfora, sin callarle
nada: causóle gran risa el lance , y ya sosegado me dijo seriamente:
Amigo, voy á tomar por mi cuenta este negocio, escribiré á mi cu
ñada... No , no , señor , interrumpi ; suplico á usted no haga tal cosa :
no he salido de la casa de Leiva para volver a ella . Si usted gusta ,
puede emplear de otro modo el favor que le debo : ruego a usted que
si alguno de sus amigos necesita un secretario ó un mayordomo,
me presente y recomiende, que doy á usted palabra de no desairar
su informe. Con mucho gusto , respondió : mi venida á Granada ha
sido á visitar a una tia mia ya anciana que está enferma, y todavía
pasarán tres semanas antes que me vuelva á mi quinta de Lorqui ,
en donde ha quedado Julia . En aquella casa vivo, prosiguió seña
lándome una suntuosa que estaba á cien pasos de nosotros : venme
á ver pasados algunos dias, que quizá te habré ya buscado un aco
modo .
Efectivamente, la primera vez que nos vimos me dijo: El señor
arzobispo de Granada, mi pariente y amigo , que es un grande es
critor, necesita de un hombre instruido y de buena letra para poner
en limpio sus obras . Ha compuesto, y todos los dias compone , bo
milías, que predica con mucho aplauso . Como te contemplo á pro
pósito para el caso , te he recomendado , y me ha prometido admi
7
tirte: vé y preséntate de mi parte ; por el modo con que te reciba
conocerás el buen informe que le he dado .
La conveniencia me pareció tal como la podia desear; y así, ha
biéndome compuesto lo mejor que pude , fuí una mañana á presen
tarme á este prelado. Si yo hubiera de imitar á los autores de no
velas, haria aquí una descripcion pomposa del palacio arzobispal de
Grapada; me extenderia sobre la estructura del edificio; celebraria
la riqueza de sus muebles ; hablaria de sus estatuas y pinturas , y no
dejaria de contar al lector la menor de todas las historias que en
ellas se representan; pero me contentaré con decir que iguala en
magnificencia al palacio de nuestros reyes.
Ví en las antesalas una muchedumbre de eclesiásticos y seglares,
402 GIL BLAS .
la mayor parte familiares de su ilustrísima, limosneros, gentiles
. hombres, escuderos ó ayudas de cámara . Los vestidos de los segla
res eran costosos , tanto que mas parecian de señores que de cria
dos : se mostraban altivos, y bacian el papel de hombres de impor
tancia : al ver su afectacion no pude menos de reirme y burlarme
interiormente de ellos . Par diez , me decia entre mí , estas gentes tie
nen la fortuna de no sentir el yugo de la servidumbre; porque al
fin , si lo sintieran , me parece deberian ostentar menos altanería.
Acerquéme á un personaje grave y grueso que estaba a la puerta
de la cámara del arzobispo para abrirla y cerrarla cuando era ne
cesario , y le pregunté con mucha cortesia si podria hablar á su
ilustrísima . Espérese usted , me dijo secamente, que su ilustrísima
va á salir á oir misa , y al paso le oirá á usted . No respondi pala
bra; arméme de paciencia, é hice por trabar conversacion con al
gunos de los sirvientes ; pero aquellos señores no se dignaron con
testarme, sino que se entretuvieron en examinarme de piés á cabe
za; y después , mirándose unos a otros , se sonrieron con orgullo de
la libertad que habia tenido de mezclarme en su conversacion.
Confieso que me quedé del todo corrido al verme tratado así por
unos criados. Todavía no habia vuelto de mi confusion, cuando se
abrió la puerta del estudio , y salió el arzobispo. Inmediatamente
guardaron todos un profundo silencio ; dejaron sus modales insolen
tes, y mostraron un semblante respetuoso delante de su amo.
Tendria el prelado unos sesenta y
nueve años , y casi se semejaba a mi
tio Gil Perez el canónigo, es decir,
que era pequeño y grueso , y además
muy patiestevado, y tan calvo, que
solo tenia un mechon de pelo bácia el
cogote; por lo cual llevaba embutida
la cabeza en una papalina , que le cu
bria las orejas. Con todo , noté en él
un aire de caballero, sin duda porque
yo sabia que lo era . La gente comun
miramos á los grandes con una cierta
preocupacion que por lo regular les
presta un aspecto de señorío que la naturaleza les ha negado. Lue
go que me vió el arzobispo, se vino a mí , y me preguntó con mu
cha dulzura qué era lo que se me ofrecia . Le dije era el recomen
LIBRO SEPTIMO 403
dado del señor don Fernando de Leiva . ¡ Ab ! exclamó , zeres tú el
que me ha alabado tanto ? Ya estás recibido. Me alegro de tan buen
hallazgo; quédate desde luego en casa . Dichas estas palabras se apo
yó sobre dos escuderos , y , habiendo oido á algunos eclesiásticos que
llegaron á hablarle , salió de la sala . Apenas estaba fuera, cuando
vinieron a saludarme los mismos que poco antes habian desprecia
do mi conversacion: me rodean , me agasajan, y muestran la ma
yor alegría de verme comensal del arzobispo . Habian oido lo que
me habia dicho su amo , y deseaban con ansia saber qué empleo
debia tener cerca de su señoría ilustrísima ; pero , para vengarme
del desprecio que me habian hecho , tuve la malicia de no satisfacer
su curiosidad .
No tardó mucho en volver su señoría ilustrísima , y me bizo en
trar en su estudio para hablarme á solas . Yo pensé bien que su in
tencion era tantear mis talentos , por lo que me atrincheré y prepare
para medir todas mis palabras . Principió haciéndome algunas pre
guntas sobre las humanidades . Tuve la fortuna de no respondur
mal , y hacerle ver que conocia bastante los autores griegos y lati
nos . Examinóme despues de dialéctica , y cabalmente aquí era en
donde yo le esperaba . Encontróme bien cimentado en ella , y me di
jo con cierta admiracion: Se conoce que has tenido buena educacion .
Veamos ahora tu letra . Saqué de la faltriquera una muestra que ha
bia llevado expresamente para este caso , la que no desagradó á mi
prelado. Me alegro de que tengas tan buena forma, exclamó , y to
davía mas de que tengas tan buen entendimiento . Daré las gracias
á mi sobrino don Fernando porque me ha proporcionado un jóven
tan de provecho. A la verdad que me ha hecho un buen presente.
Interrumpió nuestra conversacion la llegada de algunos caballe
ros granadinos que iban a comer con su ilustrísima . Dejélos, y me
retiré adonde estaban los familiares, quienes me colmaron de cum
plimientos y obsequios. Comí con ellos , y si mientras la comida
procuraron observar mis acciones, yo no examiné menos las suyas.
¡ Qué modestia guardaban los eclesiásticos! Todos me parecieron
upos santos ; tanto era el respeto que me habia infundido el pala
cio arzobispal: no me pasó por la imaginacion que aquello podia
ser gazmoñería , como si fuera imposible que esta se hallase en casa
de los principes de la Iglesia .
Me tocó sentarme al lado de un antiguo ayuda de cámara , lla
mado Melchor de la Ronda, quien tenia cuidado de servirme bue
404 GJL BLAS.
nos bocados . Viendo su atencion , procuré yo tenerla con él , y mi
política le agradó mucho . Señor caballero, me dijo en voz baja lue
go que acabamos de comer, quisiera bablar con usted á solas ; y di
ciendo esto me llevó á un sitio de palacio en donde nadie podia oir
nos , y alli me tuvo este razonamiento: Hijo mio , desde el instante
que te ví te cobré inclinacion , de cuya verdad voy a darte una prue
ba , confiándote un secreto que te será de gran utilidad . Estás en
una casa en donde se confunden los verdaderos virtuosos con los fal
sos . Para conocer este terreno necesitabas infinito tiempo , y voy á
excusarte un estudio tan largo y desagradable , pintándote los ge
nios de unos y de otros , lo que podrá servirte de gobierno .
No será malo , prosiguió , dar principio por su ilustrísima . Es un
prelado muy piadoso , ocupado continuamente en edificar al pueblo ,
y en encamioarle a la virtud con admirables sermones morales , que
él mismo compone . Veinte años hace que dejó la corte para dedi
carse enteramente á conducir su rebaño : es un sabio y un grande
orador, que tiene puesto su conato en predicar, y el pueblo le oye
con mucho gusto. Tal vez tendrá en esto su poco de vanidad ; pero,
además de que no toca á los hombres el penetrar los corazones , no
pareciera bien que me pusiese yo á escudriñar los defectos de una
persona cuyo pan como . Si me fuera permitido reprender alguna
cosa en mi amo , vituperaria su severidad ; porque castiga con de
masiado rigor las flaquezas de los eclesiásticos , cuando debiera mi
rarlas con piedad . Sobre todo persigue sin misericordia á los que ,
fiados en su inocencia , piensan justificarse jurídicamente , desaten
diendo su autoridad . Tiene tambien otro defecto que es comun á
muchas personas grandes: aunque ama á sus criados , atiende poco
á sus servicios ; los dejará envejecer en su casa sin pensar en pro
porcionarles algun acomodo . Si alguna vez los gratifica, es porque
hay quien tiene la bondad de hablar por ellos ; pues , por lo que ba
ce á su ilustrísima , jamás se acordaria de bacerles el menor bien .
Esto me dijo de su amo el ayuda de cámara , y siguió dándome
razon del carácter de los eclesiásticos con quienes babíamos comido ;
me los retrató muy al contrario de lo que aparentaban : es verdad
que no me dijo eran gentes infames, pero sí bastante malos sacer
dotes . No obstante exceptuó a algunos, cuya virtud me alabó mu
cho. Con esta leccion aprendí el modo de portarme con estos seño
res , y aquella misma noche en la cena me revesti como ellos de un
exterior compuesto. No es de admirar se hallen tantos hipócritas,
cuando nada cuesta el serlo .
CAPITULO II .
Llega Gil Blas á ser el privado del arzobispo de Granada, y el conducto de sus gracias.
Mientras la siesta habia yo sacado de la posada mimaleta y ca
ballo , y vuelto despues á cenar á palacio, en donde me pusieron
un cuarto decente con muy buena cama. El dia siguiente me hizo
lļamar su ilustrísimamuy de mañana para darme á copiar una ho
milía , encargándomemucho lo hiciera con toda la exactitud posible ;
ejecu télo así sin omitir acento , punto ni coma, de lo que manifestó
el prelado un grande placer mezclado de sorpresa . Luego que re
corrió todas las hojas de mi copia, exclamó admirado: ¡Eterno
Dios ! ¿puede darse una cosa mas correcta ? Eres muy buen copian
te por ser perfecto gramático. Háblame con satisfaccion , amigo
mio , ¿has encontrado al escribir alguna cosa que te haya cho
cado? ¿algun descuido en el estilo , ó algun término impropio ? Es
muy fácil se me haya escapado algo de esto en el calor de la com
posicion . ¡Oh, señor! respondí modestamente, no tengo tanta ins
truccion que pueda meterme á crítico ; y aun cuando la tuviera ,
estoy cierto de que las obras de su ilustrísima no caerian bajo mi
censura . Sonrióse con mi respuesta , y nada me replicó; pero en
medio de toda su piedad se traslucia que amaba con pasion sus es
critos.
Acabé de granjear su amistad con esta adulacion ; cada dia me
queria mas, tanto que don Fernando, que visitaba frecuentemente
52
406 GIL BLAS .
á mi amo , me aseguró habia de tal modo ganado su voluntad, que
podia dar por hecha mi fortuna . Mi amo mismo lo confirmó poco
tiempo despues con la ocasion siguiente. Habiendo relatado con ve
hemencia una tarde en su estudio delante de mí una homilía que
habia de predicar en la catedral al otro dia, no se contentó con pre
guntarme en general qué babia parecido, sino que me obligó á decirle
los pasajes que mas habian llamado mi atencion, y tuve la fortuna de
citarle aquellos de que él estaba mas satisfecho, y que eran sus fa
voritos; esto me hizo pasar en el concepto de su ilustrísima por un co
nocedor delicado de las verdaderas bellezas de una obra. Eso es, ex
clamó, lo que se llama tener gusto y finura . Sí , querido , te aseguro
que no es tu oido oreja de asno . En fin, quedó tan contento de mí ,
que me dijo con mucha expresion : Gil Blas, no tengas ya cuidado,,
que tu fortuna corre de mi cuenta, y te proporcionaré una que te sea
agradable. Yo te estimo, y en prueba de ello quiero que seas mi
confidente.
Al oir estas palabras me eché á los piés de su ilustrísima , pene
trado de reconocimiento . Abracé gustosamente sus piernas torcidas,
y creíme ya un hombre que estaba en camino de llegar a ser rico .
Si , bijo mio , prosiguió el arzobispo , cuyo discurso babia interrum
pido mi accion, quiero hacerte depositario de mis mas ocultos pen
samientos : escucha atentamente lo que voy a decirte . Tengo gusto
en predicar, y el Señor bendice mis homilías, porque mueven a los
pecadores, les hacen volver en sí , y recurrir a la penitencia . Tengo
LIBRO SEPTIMO . 407
la satisfaccion de ver á un avaro , atemorizado con las imágenes que
presento a su codicia, abrir sus tesoros y distribuirlos con mano
pródiga; á un lascivo buir de sus torpezas; á los ambiciosos reti
rarse á las ermitas, y hacer constante y firme en sus obligaciones
á una esposa á quien hacia titubear un amante seductor. Estas con
versiones, que son frecuentes, deberian por sí solas excitarme al
trabajo; pero te confieso mi flaqueza , todavía me mueve otro pre
mio, premio de que la delicadeza de mi virtud me reprende inútil
mente; este es el aprecio que hace el público de las obras bien
acabadas. La gloria de pasar por un orador consumado tiene para
mí muchos atractivos. Hoy pasan mis obras por enérgicas y subli
mes; pero no querria caer en las faltas de los buenos escritores que
escriben muchos años, y sí conservar toda mi reputacion .
En este supuesto , mi amado Gil Blas , continuó el prelado , exijo
una cosa de tu celo : cuando adviertas que mi pluma envejece,
cuando notes que mi estilo declina, no dejes de avisármelo . En este
punto no me fio de mí mismo , porque el amor propio podria cegar
me . Esta observacion necesita de un entendimiento imparcial, y
así elijo el tuyo , que contemplo á propósito, y desde luego abraza
ré tu dictámen . Señor, le dije, su ilustrísima está todavía muy dis
tante de ese tiempo , á Dios gracias: además de que un ingenio co
mo el de su ilustrísima se conservará mas bien que los de otro tem
ple, ó , para hablar con propiedad, su ilustrísima será siempre el
mismo . Yo miro á su ilustrísima como á un segundo cardenal Ji
menez , cuyo superior talento parecia recibir nuevas fuerzas de los
años, en lugar de debilitarse con ellos . Déjate de alabanzas, amigo
mio , respondió mi amo ; yo sé que puedo declinar de un momento
á otro : en la edad en que me hallo ya se empiezan a sentir los acha
ques, y los males del cuerpo alteran el entendimiento. De nuevo te
loencargo, Gil Blas, no te detengas un momento en avisarme luego
que adviertas que mi cabeza se debilita ; no temas hablarme con
franqueza y sinceridad, porque te aviso será para mí una prueba
del amor que me tienes . Por otra parte, va en ello tu interés; pues
si por desgracia tuya supiese se decia en la ciudad que mis sermo
nes habian decaido de su ordinaria elevacion , y que podia ya dar
de mano á mis tareas, perderias no solo mi afecto, sino el acomodo
que te tengo prometido. Te hablo con claridad ; esto sacarias de tu
necio silencio .
1 Aquí acabó la exhortacion de mi amo para oir mi respuesta, que
408 GIL BLAS .
se redujo á prometerle cuanto deseaba. Desde aquel punto nada tuyo
secreto para mí , y vine a ser su privado. Todos los familiares en
vidiaban mi suerte , menos el prudente Melchor de la Ronda . Era de
ver cómo trataban los gentiles hombres y escuderos al confidente de
su ilustrísima; no se afrentaban de humillarse por tenerme contento;
sus bajezas me hacian dudar fuesen españoles. Aunque conocia les
guiaba el interés, y nunca me engañaron sus lisonjas, no dejé por
eso de servirles . Mis buenos oficios movieron a su ilustrísima á
proporcionarles empleos. A uno le hizo dar una compañía , y le
puso en estado de lucir en el ejército: a otro envió a Méjico con un
grande destino; y no olvidando a mi amigo Melchor , logré para él
una buena gratificacion . Esto me hizo conocer que si el prelado de
su propio motivo no daba , á lo menos rara vez negaba lo que se le
pedia .
Pero me parece debo referir con mas extension lo que hice por
un eclesiástico . Un dia nuestro. mayordomo me presentó un licen
ciado llamado Luis García , hombre todavía mozo y de buena pre
sencia , y me dijo: Señor Gil Blas, este honrado eclesiástico es uno
de mis mayores amigos: ha sido capellan de unas monjas; pero su
virtud no ha podido librarse de malas lenguas . Le han desacredita
do tanto con su ilustrísima, que le ha suspendido, y no quiere es
cuchar ninguna solicitud a favor suyo ; nos hemos valido de lo prin.
cipal de Granada, pero nuestro amo es inflexible .
Señores, les dije, este negocio se ha gobernado mal, y hubiera
sido mejor no haber empeñado á nadie; por hacerle bien al señor
licenciado le han hecho mucho daño . Yo conozco á su ilustrísima,
y sé que las súplicas y recomendaciones no hacen mas que agravar
en su idea la culpa de un eclesiástico . No há mucho que le oí decir
á él mismo , que á cuantas mas personas empeña en su favor un
eclesiástico que está irregular, tanto mas aumenta el escándalo, y
tanto mas severo es para con él . Malo es eso , dijo el mayordomo, y
mi amigo se veria muy apurado si no tuviera tan buena letra ; pero
por fortuna escribe primorosamente, y con esta habilidad se inge
nia para mantenerse. Tuve la curiosidad de ver si la letra que se
me celebraba era mejor que la mia . El licenciado me manifestó una
muestra que traia prevenida , la cual me admiró , pues me parecia
una de las que dan los maestros de escuela . Mientras miraba tan
bella forma de letra, me ocurrió una idea , y pedí á García me de
jase el papel, diciéndole que acaso le seria útil; que no podia decir
LIBRO SEPTIMO 409
le mas por entonces , pero que al otro dia hablaríamos largamente.
El licenciado, á quien el mayordomo habia , segun presumo, cele
brado mi ingenio , se retiró tan satisfecho como si ya le hubiesen
restituido á sus funciones.
A la verdad yo deseaba servirle, y desde aquel dia trabajé en
ello del modo que voy a decir . Estando solo con el arzobispo le en
señé la letra de García, que le gustó infinito, y , aprovechándome
entonces de la ocasion , le dije: Señor , una vez que su ilustrísima
no quiere imprimir sus homilías, á lo menos desearia yo que se es
cribiesen de esta letra .
El prelado me respondió : Aunque me agrada la tuya , te confieso
que no me disgustaria tener copiadas mis obras de esta mano . No
se necesita mas, proseguí, que el consentimiento de vuestra ilus
trísima. El que tiene esta habilidad es un licenciado conocido mio ;
y se alegrará tanto mas de servir á su ilustrísima , cuanto que por
este medio podrá esperar de su bondad se sirva sacarle del miserable
estado en que por desgracia se halla .
¿Cómo se llama este licenciado ? me preguntó. Luis García , le dije ,
у está lleno de amargura por haber caido en la desgracia de su
ilutrísima. Ese García , interrumpió , si no me engaño , ha sido ca
pellan de un convento de monjas, y ha incurrido en las censuras
eclesiásticas. Todavía me acuerdo de los memoriales que me han
dado contra él ; sus costumbres no son muy buenas . Señor , dije, no
pretendo justificarle; pero sé que tiene enemigos, y asegura que
sus acusadores han tirado mas á hacerle daño que a decir la verdad .
Bien puede ser , replicó el arzobispo, porque en el mundo hay áni
mos muy perversos ; pero , aun suponiendo que su conducta no haya
sido siempre irreprensible, acaso se habrá arrepentido, y sobre todo
á gran pecado gran misericordia . Tráeme ese licenciado, á quien
desde luego levanto las censuras .
Hé aquí como los hombres mas rígidos templan su severidad
cuando media el interés propio . El arzobispo concedió sin difi
cultad á la vana complacencia de ver sus obras bien escritas lo
que habia negado a los mas poderosos empeños . Al instante di
esta noticia al mayordomo, quien sin pérdida de tiempo la par
ticipó á su amigo García . Al dia siguiente vino a ' darme las gra
cias correspondientes al favor conseguido. Le presenté á mi amo ,
quien, contentándose con una ligera reprension , le dió algunas ho
milías para que las pusiera en limpio . García lo desempeñó tan
410 GIL BLAS .
perfectamente, que su ilustrísima le restableció en su ministerio, y
aun le dió el curato de Gabia, lugar grande inmediato á Granada;
lo que prueba muy bien que los beneficios no siempre se confieren á
la virtud .
CAPÍTULO IV .
Dale un accidente de apoplejía al arzobispo . Del lance crítico en que se halla Gil Blas . y del modo con
que salió de él .
Mientras yo me ocupaba en servir de este modo á unos y á otros ,
don Fernando de Leiva se disponia para dejar á Granada . Visité a
este señor antes de su partida para darle de nuevo gracias por el
excelente acomodo que me habia proporcionado. Viéndome tan gus
toso , me dijo: Mi amado Gil Blas , me alegro mucho que estés tan
satisfecho de mi tio el arzobispo. Estoy contentísimo, le respondí,
con este gran prelado , y debo estarlo , porque , además de ser un
señor muy amable , nunca podré agradecer bastante los favores que
le merezco ; pero todo esto necesitaba para consolarme de la separa
cion del señor don César y de su hijo. No creo que ellos la bayan
sentido menos , dijo don Fernando ; pero puede ser que no os hayais
separado para siempre , y que la fortuna vuelva a reupiros algun
dia. Estas palabras me enternecieron de modo, que no pude menos
de suspirar. Entonces conocí que mi amor á don Alfonso era tanto ,
que hubiera dejado con gusto al arzobispo y cuanto podia esperar de
su privanza por volverme á la casa de Leiva , siempre que se hu
biera quitado el obstáculo que me habia alejado de ella . Don Fer
nando advirtió mi ternura , y le agradó tanto , que me abrazó di
ciendo que toda su familia se interesaria siempre en mi bienestar.
A los dos meses de haberse marchado este caballero, y cuando
me veia yo mas favorecido, tuvimos un gran susto en palacio. Aco
412 GIL BLAS .
metióle al arzobispo una apoplejía ; pero se acudió con tan prontos
y eficaces remedios, que sanó á muy pocos dias , aunque quedó al
go tocado de la cabeza . Al primer sermon que compuso bien lo eché
de ver ; pero , no ballando bastante perceptible la diferencia que
habia entre este y los antecedentes para inferir que el orador em
pezaba a decaer, aguardé á que predicase otro para decidir. Hízo
lo, y no fué menester esperar más: el buen prelado unas veces se
rozaba y repetia , otras se remontaba hasta las nubes, ó se abatia
hasta el suelo : en fin , su oracion fué difusa, una arenga de catedrá
tico cansado, ó un sermon de mision sin concierto .
No fuí yo solo quien lo notó , sino que casi todos los que le oye
ron , como si les hubieran pagado para que lo examipasen , se de
cian al oido : Este sermon huele a apoplejía . Vamos, señor censor y
árbitro de las homilías, me dije entonces á mí mismo, prepárese us
ted para hacer su oficio. Ya ve usted que su ilustrísima declina :
usted está en obligacion de advertirselo, no solo como depositario
de sus confianzas, sino tambien por temor de que alguno de sus
enemigos se os anticipe: si llegara este caso , sabe usted muy bien
sus consecuencias; seria usted borrado de su testamento, en el cual
sin duda le tiene señalado una manda mejor que la biblioteca del
licenciado Cedillo ,
A estas reflexiones seguian otras enteramente contrarias, porque
me parecia muy expuesto dar un aviso tan desagradable, que yo
juzgaba no recibiria con gusto un autor encaprichado por sus obras.
Luego, desechando esta idea , miraba como imposible que desapro
base mi libertad , habiéndomelo inculcado con tanto empeño . Añá
dase a esto que yo pensaba decírselo con maña , y hacerle tragar
suavemente la píldora. En fin, persuadiéndome que arriesgaba mas
en callar que en hablar, me determiné á romper el silencio.
Solo una cosa me inquietaba, y era no saber cómo sacar la con
versacion. Por fortuna el orador mismo me sacó de este cuidado,
preguntándome qué se decia de él en el público, y si habia gustado
su último sermon . Respondí que sus homilías siempre admiraban ;
pero que a mi parecer la última no habia movido tanto al auditorio
como las antecedentes. ¿Cómo es eso , amigo? respondió sobresalta
do , ¿ habrá encontrado algun Aristarco ? No , señor ilustrísimo , le di
je , no son obras las de su ilustrísima que haya quien se atreva á
censurarlas; antes todos las celebran; pero , como su ilustrísima me
tiene mandado le hable con franqueza y con sinceridad , me tomaré
LIBRO SÉPTIMO. 413
la licencia de decir que el último sermon no me parece tener la so
lidez de los precedentes. ¿ Piepsa su ilastrísima de otro modo ? A es
tas palabras mudó de color mi amo , y con una sonrisa forzada me
dijo: Señor Gil Blas, ¿ conque esta composicion no es del gusto de
usted ? No digo eso , señor ilustrísimo , interrumpí todo turbado ; es
excelente, aunque un poco inferior a las otras obras de su ilustrí
sima. Ya entiendo , replicó, te parece que voy bajando: 300 es eso ?
acorta de razones ; tú crees que ya es tiempo de que piense en re
tirarme. Jamás, le contesté, hubiera yo hablado á su ilustrísima con
tanta claridad, si expresamente no me lo hubiera mandado ; y , pues
en esto no hago mas que obedecer á su ilustrísima, le suplico ren
didamente no lleve a mal mi atrevimiento . No permita Dios , inter
rumpió precipitadamente, no permita Dios que os reprenda tal cosa :
en eso seria yo muy injusto . No me desagrada el que me digas tu
dictámen, sino que me desagrada tu dictámen mismo ; yo me en
gañé extremadamente en haberme sometido á tu limitada capa
cidad .
Aunque estaba tan turbado, procuré buscar los medios de enmen
dar lo hecho; pero es imposible sosegar á un autor irritado, y mas
si está acostumbrado á no escuchar sino alabanzas . No hablemos
mas del asunto , hijo mio , me dijo. Tú eres todavía muy niño para
distinguir lo verdadero de lo falso: has de saber que en mi vida he
compuesto mejor homilía que la que tiene la desgracia de no mere
cer tu aprobacion. Gracias al cielo , mi entendimiento nada ha per
dido todavía de su vigor : en adelante yo elegiré mejores confidentes;
quiero otros mas capaces de decidir que tú : anda , prosiguió empu
jándome para que saliera de su estudio , y díle á mi tesorero que te
entregue cien ducados, y anda bendito de Dios con ellos . Adios,
señor Gil Blas; me alegraré logre usted todo género de prosperida
des con algo mas de gusto.
CAPÍTULO V .
Parlido que tomóGil Blas despues que le despidió el arzobispo: su casual encuentro con el licenciado
García , y cómo le manifestó este su agradecimiento .
Salí del estudio maldiciendo elcapricho, ó por mejor decir la fla
queza del arzobispo, y todavía mas irritado contra el que afligido de
haber perdido su favor; y aun dudé por algun tiempo si iria á to
marmis cien ducados; pero , despues de haberlo reflexionado bien,
no quise tener la tontería de perderlos. Conocí que esta gratifica
cion no meprivaria del derecho de poner en ridículo á mibuen pre
lado; lo que me proponia bacer siempre que se hablase en mi pre
sencia de sus homilías.
Fuí pues á pedir al tesorero cien ducados, sin decirle una sola
palabra de lo que acababa de pasar entre mi amo y yo. Despues me
despedi para siempre de Melchor de la Ronda, quien me queria tan
to, que no pudo dejar de sentir mucho mi desgracia . Observé que,
mientras le daba cuenta de lo sucedido, su rostro manifestaba sen
timiento . No obstante el respeto que debia al arzobispo, no pudo
menos de vituperar su conducta ; pero, como en mi enojo juré que
el prelado me las habia de pagar, y que á su costa habia yo de di
vertir á toda la ciudad, el prudente Melchor me dijo : Créeme, ama
do Gil Blas, pásate tu pena, y calla; los hombres plebeyos deben
respetar siempre a las personas distinguidas, por mas motivo que
tengan para quejarse de ellas. Confieso que hay señores muy grose
LIBRO SEPTIMO . 415
ros que no merecen atencion alguna; pero al fin pueden hacer da
ño , y es preciso temerlos .
Agradecí al antiguo ayuda de cámara su buen consejo, y le pro
metí aprovecharme de él. Despues de esto me dijo: Si vas á Ma
drid, procura ver á José Navarro, mi sobrino, que es jefe de la re
postería del señor don Baltasar de Zúñiga, y me atrevo á decirte
que es un mozo digno de tu amistad. Es franco , vivo , servicial, y
amigo de hacer bien sin interés; yo quisiera que fuerais amigos. Le
respondí que no dejaria de verle luego que llegase á Madrid , ador
de pensaba volver. Salí inmediatamente del palacio arzobispal con
ánimo de no poner mas en él los piés. Tal vez hubiera marchado al
instante á Toledo, si hubiese conservado mi caballo; pero le habia
vendido en el tiempo de mi fortuna, creyendo que ya no le necesita
ria. Resolvi tomar un cuarto amueblado, formando mi plan de per
manecer todavía un mes en Granada, y de irme en seguida á casa
del conde de Polan .
Como se acercaba la hora de comer , pregunté á mi huéspeda si
habria por allí cerca alguna hostería , y me respondió que á dos
pasos de su casa habia una excelente, en donde daban bien de co
mer, y á la cual concurrian muchas gentes de forma. Hice me la
enseñasen , y fui inmediatamente á ella . Entré en una gran sala
bastante parecida á un refectorio: habia sentadas á una mesa larga,
cubierta con unos manteles sucios, unas diez ó doce personas que
estaban en conversacion al mismo tiempo que iban despachando su
pitanza . Trajéronme la mia , que en otra ocasion sin duda me ha
bria hecho sentir la mesa que acababa de perder; pero , como es
taba entonces tan picado contra el arzobispo, la frugalidad de mi
hostería me parecia preferible á la abundancia de su palacio . Vitu
peraba la variedad y multitud de manjares que se sirven en seme
jantes mesas , y , discurriendo como pudiera bacerlo siendo médico
en Valladolid , decia : Desgraciados los que se hallan frecuentemente
en mesas tan nocivas , en las que es preciso estar siempre sujetando
el apetito para no cargar demasiado el estómago : por poco que se
coma, jno se come siempre bastante ? Mi mal humor me hacia ala
bar los aforismos que antes habia despreciado.
Cuando iba rematando mi racion sin temer pasar los límites de
la templanza , entró en la sala el licenciado Luis García , aquel ca
pellan de monjas que logró el curato de Gabia del modo que dejo
referido . Al instante que me vió , vino á saludarme precipitadamente
416 GIL BLAS .
como un hombre arrebatado de alegría; me abrazó, y me vi preci
sado á aguantar un nuevo y muy largo cumplimiento , con que me
dió gracias por el bien que le había hecho , moliéndome con demos
traciones de reconocimiento . Sentose a mi lado diciendo : ¡ Oh ! vive
Dios , mi amado bien hechor, que , pues he tenido la fortuna de en
contraros, no nos hemos de despedir sin beber un trago; pero,
como no vale nada el vino de esta posada, si usted gusta , en aca
bando de comer , iremos á cierta parte en donde he de regalar á
usted con una botella del vino mas seco de Lucena , y un exquisito
moscatel de Fuencarral . Por esta vez es preciso correr un gallo ;
suplico á usted que no me niegue este gusto . ¡ Que no tenga yo la
fortuna de ver a usted á lo menos por algunos dias en mi curato de
Gabia ! Allí obsequiaria á usted como á un Mecenas generoso, á
quien debo las comodidades y la tranquilidad de la vida que gozo.
Mientras me hablaba le trajeron su racion . Empezó a comer ,
pero sin cesar de decirme de cuando en cuando alguna lisonja. En
uno de estos intervalos , con motivo de baberme preguntado por su
amigo el mayordomo, le manifesté sin misterio mi salida de la casa
arzobispal, y le conté hasta las menores circunstancias de mi des
gracia , lo que escuchó con mucha atencion . A vista de tanto como
acababa de decirme , ¿quién no hubiera creido oirle , lleno de un
sentimiento producido por la gratitud , declamar contra el arzobis
po? Pues no lo hizo así; antes al contrario bajó la cabeza, estuvo
frio y pensativo hasta que acabó de comer , sin hablar mas pala
bra , y despues levantándose de la mesa aceleradamente, me saludó
con frialdad , y se fué. Este ingrato, viendo que ya no podia yo
serle útil , oi aun quiso tomarse la molestia de ocultarme su indife
rencia . Me rei de su ingratitud , y , mirándole con todo el desprecio
que merecia, le dije bien alto para que me oyese: ¡ Hola ! ¡ hola !
prudente capellan de monjas , vaya usted á refrescar ese exquisito
vino de Lucena con que me ha convidado .
CAPÍTULO VI.
Va Gil Blas á ver representar a los cómicos de Granada: de la admiracion que le causó el ver á
una actriz , y de lo que le pasó con ella ,
Todavía no habia salido García de la sala cuando entraron dos
caballeros muy bien portados , que vinieron á sentarse junto á mí .
Principiaron á bablar de los cómicos de la compañía de Granada,
y de una comedia nueva que se representaba entonces . De su con
versacion inferí que aquella pieza era muy aplaudida , y dióme de
seo de verla aquella misma tarde . Como casi siempre habia estado
en el palacio , en donde estaba anatematizada esta clase de recreo ,
no habia visto comedia alguna desde que vivia en Granada, y toda
mi diversion se habia reducido á las homilías .
Luego que fué hora me marché al teatro , en donde hallé un gran
concurso . Oí al rededor de mí diferentes conversaciones sobre la
pieza antes que se empezase , y observé que todos se metian a dar
su voto sobre ella declarándose unos en pro , otros en contra . De
cian á mi derecha: ¿Se ha visto jamás una obra mejor escrita ? Y á
mi izquierda exclamaban : ¡ Qué estilo tan miserable ! En verdad se
debe convenir en que , si abundan los malos autores , abundan mas
los peores críticos . Cuando pienso en los disgustos que los poetas
dramáticos tienen que sufrir, me admiro de que haya algunos tan
atrevidos , que bagan frente a la ignorancia del vulgo y á la censura
peligrosa de los sabios superficiales, que corrompen algunas veces
el juicio del público.
· 418 GIL BLAS.
En fin , el gracioso se presentó para dar principio á la escena:
por todas portes sonó un palmoteo general, lo que me dió a cono
cer que era uno de aquellos actores consentidos, a quienes el vulgo
todo se lo disimula . Efectivamente, este cómico no decia palabra ni
hacia gesto que no le atrajesen aplausos; y , como se le manifes
taba demasiado el gusto con que se le veia , por eso abusaba de él;
pues noté que algunas veces se propasaba tanto sobre la escena ,
que era necesaria toda la aceptacion con que se le oia para que no
perdiese su reputacion : si en lugar de aplaudirle le hubiesen silba- '
do, frecuentemente se le hubiera hecho justicia .
Palmotearon tambien del mismo modo, á otros comediantes,
pero particularmente a una actriz que hacia el papel de graciosa .
Mirela con cuidado, y me faltan términos para expresar la sorpresa
con que reconocí en ella á Laura , á mi querida Laura , a quien su
ponia todavía en Madrid al lado de Arsenia . No podia dudar que
fuese ella, porque su estatura , sus facciones y su metal de voz,
todo measeguraba que yo no me equivocaba. Sin embargo, como
si desconfiara de mis ojos y de mis oidos , pregunté su nombre á
un caballero que estaba á mi lado. Pues ¿de qué tierra viene usted ?
me dijo: sin duda usted acaba de llegar cuando no conoce a la
hermosa Estela .
La semejanza era demasiado perfecta para que pudiese equivo
carme; y desde luego comprendí bien que Laura, al mudar de es
tado, habia tambien mudado de nombre ; y , deseoso de saber noti
cias de ella (porque el público jamás ignora las de los cómicos),
me informé del mismo sugeto si esta Estela tenia algun cortejo de
importancia . Respondióme que un gran señor portugués , llamado el
marqués de Marialba , que dos meses habia se hallaba en Granada,
era quien gastaba mucho con ella . Mas me hubiera dicho á no ba
ber temido cansarle con mis preguntas. Pensémas en la noticia que
este caballero acababa de darme que en la comedia ; y , si al salir
alguno me hubiese preguntado el asunto de ella , no hubiera sabido
qué decirle . Todo el tiempo se me fué en pensar en Laura y Estela ,
y medeterminé á visitarla en su casa al otro dia . No dejaba de in
quietarme el cómo me recibiria . Tenia fundamento para pensar
que no le diese gusto mi visita en el estado tan brillante en que se
hallaba, y aun de presumir que una cómica de tanto nombre fin
giese no conocerme por vengarse de un hombre del cual tenia cier
tamente motivos de estar sentida ; pero nada de esto me desani
LIBRO SÉPTIMO. 419
mó. Despues de una cena ligera (pues en mi posada no se bacian
de otra clase) me reliré á mi cuarto con mucha impaciencia de ha
llarme ya en el dia siguiente .
Dormí poco, y me levanté al amanecer; mas pareciéndome que
la dama de un gran señor no se dejaria ver tan de mañana, antes
de ir a su casa gasté tres o cuatro horas en componerme, afeitar
me, peinarme y perfumarme, porque queria presentarme á ella en
tal aparato , que no se avergonzase de verme. Sali á cosa de las
diez , pregunté en la casa de comedias dónde vivia , y pasé á la su
ya. Vivia en un cuarto principal de una casa grande. Abrióme la
puerta una criada, á quien le dije pasase recado de que un jóven
deseaba hablar á la señora Estela . Entró con él, é inmediatamente
oſ que su ama grito : ¿Quién es ese jóven? ¿qué me quiere? que
entre .
Discurri haber llegado en mala ocasion , pues estaria su portu
gués con ella al tocador, y que, para hacerle creer no era mujer
que recibia recados sospechosos, alzaba tanto el grito . Dicho y he
cho : estaba allí el marqués de Marialba , que pasaba con ella casi
todas las mañanas. Por tanto esperaba yo un mal recibimiento ,
cuando aquella actriz original, viéndome entrar , se arrojó á mí con
los brazos abiertos , exclamando como fuera de sí: ¡Ay, hermano
mio ! ¿eres tú ? Diciendo esto , me abrazó muchas veces, y , volvién
dose despues hacia el portugués, le dijo: Señor , perdonad si en
vuestra presencia cedo a los impulsos de la sangre. Despues de tres
años de ausencia no puedo volver á ver á un hermano, á quien
amo tiernamente, sin darle pruebas de mi afecto . Díme pues , mi
amado Gil Blas (continuó dirigiéndose á mi), dime algo de nuestra
familia , ¿cómo ha quedado?
Estas palabras me turbaron por el pronto ; pero inmediatamente
penetré la intencion de Laura , y , apoyando su artificio , le respondi
con un tono propio de la escena que ambos íbamos á representar:
Nuestros padres están buenos, gracias a Dios, querida hermana. Tú
te maravillarás de verme cómica en Granada, interrumpió; pero no
me condenes sin oirme. Bien sabes que hace tres años mipadre cre
yó establecerme ventajosamente , casándome con el capitan don An
tonio Coello , quien me llevó desde Asturias á Madrid , su patria. Á
los seis meses de estar en ella le sucedió un lance de honor, oca
sionado de su genio violento , y mató á un caballero que me habia
mostrado alguna atencion. Era el muerto de familia muy ilustre, y
420 GIL BLAS .
de mucho valimiento. Mi marido , que ninguno tenia, se salvó bu
yendo a Cataluña , con todo cuanto encontró en casa de dinero y
piedras preciosas . Embarcóse en Barcelona , pasó á Italia, se alistó
bajo las banderas de los venecianos, y al fin perdió la vida en la Mo
rea , en una batalla contra los turcos . En este tiempo fué confiscada
una posesion que era el único bien que poseíamos , y vine á quedar
reducida á unas asistencias escasísimas . Y ¿qué partido podia tomar
en situacion tan crítica? Una viuda joven y de honor se halla en mu
cho compromiso : yo carecia de medios para restituirme á Asturias.
Y ¿qué haria allí? El solo consuelo que hubiera recibido de mi fa
milia hubiera sido compadecerse de mi desgracia . Por otra parte, yo
habia recibido muy buena educacion para resolverme a abrazar una
vida licenciosa . Pues aqué arbitrio me quedaba? El de hacerme có
mica para conservar mi reputacion .
Al oir á Laura finalizar así su novela, fué tal el impulso de risa
que me dió , que apenas pude reprimirme; pero al fin lo conseguí,
y le dije con mucha gravedad : Hermana mia , apruebo tu proceder ,
y me alegro mucho de encontrarte en Granada tan honradamente
establecida .
El marqués de Marialba, que no habia perdido una palabra de
nuestra conversacion , tomó al pie de la letra todos los enredos que
le dió la gana de ensartar á la viuda de don Antonio. Tambien se
mezcló en la conversacion , preguntándome si tenia algun empleo en
Granada ó en otra parte . Dudé un momento si mentiria ; pero me
pareció no habia necesidad de ello , y le dije lo cierto, contándole
punto por punto cómo habia entrado en casa del arzobispo, y cómo
habia salido ; lo que divirtió infinito al señor portugués . Es verdad
que , a pesar de lo que habia prometido á Melchor , me diverti un
poco á costa del arzobispo . Lo mas gracioso fué que , imaginando
Laura que esta era una novela como la suya , daba unas carcajadas,
que hubiera excusado á haber sabido que era realidad.
Despues de haber acabado mi relacion , que concluí hablando del
cuarto que habia tomado alquilado , avisaron para comer . Quise al
momento retirarme para ir a comer á mi hostería;. pero Laura me
detuvo . ¿En qué piensas, hermano mio? me dijo; has de quedarte á
comer coomigo . Tampoco consentiré estés mas tiempo en una po
sada. Mi intencion es que vivas y comas en mi casa , y así haz traer
tu equipaje hoy mismo , que aquí hay una cama para tí .
El señor portugués, á quien tal vez no agradaba esta hospitali
LIBRO SEPTIMO . 421
dad , dijo á Laura : No , Estela , no tienes aquí comodidad para reci
bir á nadie . Tu hermano , añadió , me parece un buen mozo , y con
la recomendacion de ser cosa tan tuya me intereso por él . Quiero
tomarle a mi servicio : será a quien mas quiera de mis secretarios ,
le haré depositario de mis confianzas. Que no deje de ir desde esta
noche a dormir á casa ; y yo mandaré le pongan un cuarto. Le se
ñalo cuatrocientos ducados de sueldo , y , si en adelante tengo moti
vo , como lo espero , para estar contento de él , le pondré en estado
de consolarse de haber sido demasiado sincero con su arzobispo.
A las gracias que dí por esto al marqués añadió Laura otras mas
expresivas. No hablemos mas de ello , interrumpió el marqués ; es
negocio concluido . Al acabar estas palabras se despidió de su prin
cesa de teatro , y se marchó . Laura me hizo pasar al momento á un
cuarto retirado, en donde , viéndose sola conmigo , dijo : Hubiera re
ventado si hubiese contenido mas tiem
po la risa; y , dejándose caer en un si
llon , y apretándose los ijares, empezó
á reir como una loca . Yo no pude me
nos de hacer lo mismo; y , cuando nos
hubimos cansado , me dijo: Confiesa ,
Gil Blas, que acabamos de represen
tar una graciosa comedia ; pero yo no
esperaba tuviese tan buen fin ; mi áni
mo solamente era proporcionarte la
mesa y cuarto en casa , y , para ofre
cértelo con decoro , fingí que eras mi
hermano ; me alegro que la casualidad
te haya facilitado tan buen acomodo .
El marqués de Marialba es un caballero muy generoso, que hará
por tí aun mas de lo que ha prometido . Otra que yo , continuó ella ,
acaso no hubiera recibido con tan buen semblante a un hombre que
deja sus amigos sin despedirse de ellos ; pero soy de aquellas chi
cas de buena pasta que vuelven á ver siempre con agrado al picari
llo á quien amaron .
Confesé de buena fe mi desatencion , y le pedí me la perdonase ;
despues de lo cual me llevó á un comedor muy aseado. Nos senta
mos a la mesa , y , como teníamos de testigos una doncella y un la
cayo , nos tratamos de hermanos . Luego que acabamos de comer ,
volvimos al mismo cuarto en donde habíamos estado en conversa
54
422 GIL BLAS .
cion, y allí mi incomparable Laura , entregándose a su alegría na
tural, me pidió cuenta de lo que me habia sucedido desde nuestra
última visita. Hícele de ello una fiel parracion , y , cuando bube sa
tisfecho su curiosidad, ella contentó la mia relatándome su bistoria
en estos términos.
CAPÍTULO Y11.
Historia de Laura .
Voy á contarte lo mas compendiosamente que pueda por qué ca .
sualidad abracé la profesion cómica . Despues que tan honradamente
medejaste, sucedieron grandes acontecimientos. Mi ama Arsenia,
mas de cansada que de disgustada del mundo, abjuró el teatro, y
me llevó consigo á una hermosa hacienda que acababa de comprar
cerca de Zamora con monedas extranjeras. Bien presto hicimos co
nocimientos en esta ciudad , á la que íbamos con frecuencia , y en
donde nos deteníamos uno ó dos dias.
En uno de estos viajecillos , don Félix Maldonado, hijo único del
corregidor, me vió casualmente, y le caſ en gracia. Buscó ocasion
de hablarme á solas, y, por do ocultarte nada, yo contribuí algo
para hacérsela hallar. Este caballero no tenia veinte años; era her
moso como un sol, su persona muy bien formada, y encantaba mas
todavía con sus modales amables y generosos que con su cara .Me
ofreció con tan buena voluntad y tanta instancia un grueso brillante
que llevaba en el dedo, que no pudemenos de admitirle. Estaba muy
gustosa y vana con un galan tan amable ; pero ¡quémal hacen las
mozuelas ordinarias en prendarse de los hijos de familia , cuyos pa
dres tienen autoridad ! El corregidor, que era el mas severo de los
de su clase , advertido de nuestro trato , procuró evitar con presteza
sus resultas. Me hizo prender por una cuadrilla de esbirros, que, á
pesar de mis gritos, me llevaron al hospicio de la Caridad .
424 GIL BLAS .
Allí, sin mas forma de proceso , la superiora me hizo despojar de
mi anillo y vestidos, y poner un largo saco de sarga ceniciento, ce
ñido por la cintura con una ancha correa negra de cuero , de la que
pendia un rosario de cuentas gordas , que me llegaba hasta los ta
lones. Despues me llevaron á una sala , en donde encontré un fraile
viejo, de no sé qué órden , que principió á exhortarme á la peniten
cia , del mismo modo poco mas o menos que la señora Leonarda te
exhortó á tí á la paciencia en el sótano . Me dijo debia estar muy
agradecida a las personas que me mandaban encerrar allí , pues que
me hacian un gran beneficio sacándome de los lazos del demonio ,
en los cuales estaba infelizmente enredada. Te confieso francamente
mi ingratitud: muy lejos de ser agradecida á los que me habian hea
cho este favor, les echaba mil maldiciones .
Ocho dias pasé sin ballar consuelo , pero a los nueve ( porque yo
contaba hasta los minutos) mi suerte pareció querer mudar de as
pecto . Al atravesar un patio pequeño encontré al mayordomo de la
casa , que todo lo mandaba , y hasta la superiora le obedecia. No da
ba las cuentas de su administracion sino al corregidor , de quien
únicamente dependia , y que tenia una entera confianza en él . Figú
rate un hombre alto , pálido , descarnado y de buena catadura propia
para modelo de una pintura del buen ladron . Parecia que ni aun
miraba á las hermanas . Cara tan hipócrita no la habrás visto , aun
que hayas estado en el palacio arzobispal.
Encontré , pues , continuó ella , al señor Zendono , que me detuvo
diciéndome: Consuélate, hija mia ; estoy compadecido de tus des
gracias . Nada mas me dijo, y continuó su camino , dejando á mi
arbitrio hacer los comentarios que quisiese sobre un texto tan lacó
nico . Como yo le tenia por un hombre de bien, me imaginaba fá
cilmente que se habia tomado el trabajo de examinar la causa de
mi encierro , y que, no hallándome bastante culpable para merecer
que se me tratara tan indigoamente , queria empeñarse en mi favor
con el corregidor. Pero conocia mal al vizcaino, sus intenciones
eran otras. Habia proyectado en su mente hacer un viaje, del que
me dió parte algunos dias despues . Amada Laura mia , me dijo , es
tanto lo que siento tus trabajos, que he resuelto poner fin á ellos.
No ignoro que esto es querer perderme; pero ya no soy mio , ni
puedo vivir nada mas que para tí . La situacion en que te veo me
atraviesa el alma , y así intento sacarte mañana de tu encierro, y
llevarte yo mismo á Madrid , sacrificándolo todo al placer de ser tu
LIBRO SEPTIMO 425
libertador. Poco me faltó para morir de gozo al oir á Zendono ; el
cual, juzgando por mis extremos que lo que yo mas deseaba era
escaparme, tuvo al dia siguiente la osadía de robarme á vista de
todos, del modo que voy á contar. Dijo a la superiora que tenia
órden para llevarme á presencia del corregidor, que se hallaba en una
casa de recreo a dos leguas de la ciudad , y me hizo con todo descaro
subir con él en una silla de posta , tirada de dos buenas mulas que
habia comprado para el caso . No llevábamos con nosotros mas que
un criado que conducia la silla , y que era enteramente de la con
fianza del mayordomo. Comenzamos á caminar, no como yo creia
hácia Madrid, sino hacia las fronteras de Portugal, adonde llega
mos en menos tiempo del que necesitaba el corregidor de Zamora
para saber nuestra fuga, y despachar en nuestro seguimiento sus
galgos . Antes de entrar en Braganza, el vizcaino me hizo poner un
vestido de hombre, que llevaba prevenido, y , contándome ya por
suya , me dijo en la hostería donde nos alojamos: Bella Laura , no
tomes á mal que te haya traido á Portugal . El corregidor de Zamo
ra nos hará buscar en nuestra patria como a dos criminales a quie
nes la España no debe dar ningun asilo ; pero, añadió él , podemos
ponernos á cubierto de su resentimiento en este reino extraño , aun
que en el dia esté sujeto al dominio español ; á lo menos estaremos
aquí mas seguros que en nuestro pais. Déjate pues persuadir , án
gel mio ; sigue a un hombre que te adora; vamos a vivir a Coimbra;
allí pasaremos sin temor nuestros dias en medio de unos pacíficos
placeres.
Una propuesta tan eficaz me hizo ver que trataba con un caba
llero a quien no gustaba servir de conductor á las princesas por la
gloria de la caballería . Comprendí que contaba mucho con mi agra
decimiento , y aun mas con mi miseria. Sin embargo, aunque estos
dos motivos me hablaban en su favor, me negué resueltamente á lo
que me proponia . Es verdad que por mi parte tenia dos razones
poderosas para mostrarme tan reservada , pues no era de mi gus
to di le creia rico . Pero cuando , volviendo á estrecharme, ofre
ció ante todas cosas casarse conmigo , y me hizo ver palpablemente
que su administracion le habia suministrado caudal para mucho tiem
po, no lo oculto , comencé á escucharle . Me deslumbró el oro y la
pedrería que me enseñó, y entonces experimenté que el interés sabe
hacer trasformaciones tan bien como el amor . Mi vizcaino fué poco
á poco haciéndose otro hombre á mis ojos: su cuerpo alto y seco se
426 GIL BLAS .
me representó de una estatura fina y delicada; su palidez una blan
cura hermosa , y hasta su aspecto hipócrita me mereció un nombre
favorable . Entonces acepté sin repugnancia su mano á presencia
del cielo , á quien tomó por testigo de nuestra union . Despues de
esto ya no tuvo que experimentar ninguna contradiccion por mi
parte , y , siguiendo nuestro camino, muy presto Coimbra recibió
dentro de sus muros á un nuevo matrimonio .
Mi marido me compró muy buenos vestidos de mujer, y me re
galó muchos diamantes, entre los cuales conocí el de don Félix
Maldonado . No necesité mas para adivinar de dónde venian todas
las piedras preciosas que yo habia visto , y para persuadirme de
que no me habia casado con un rígido observador del séptimo arti
culo del Decálogo; pero considerándome como la causa primera de
sus juegos de manos, se los perdonaba. Una mujer disculpa hasta
las malas acciones que hace cometer su hermosura; y , á no ser
esto, iqué mal hombre me hubiera parecido!
Dos ó tres meses pasé con él bastante gustosa, porque me hacia
mil cariños, y parecia amarme tiernamente . Sin embargo , las pruebas
de amistad que me daba no eran mas que falsas apariencias. El
bribon me engañaba , y me preparaba el trato que toda soltera se
ducida por un hombre infame debe esperar de él . Un dia , á mi
vuelta de misa, no encontré en la casa mas que las paredes . Los
muebles y hasta mis ropas habian desaparecido. Zendono y su fiel
criado habian tomado tan bien sus medidas, que en menos de una
hora se habia ejecutado completamente el despojo de mi casa ; de
modo que con el solo vestido que llevaba puesto, y la sortija de
don Félix, que por fortuna tenia en el dedo , me ví como otra Ariad
na abandonada de un ingrato. Pero te aseguro que no me entretave
á hacer elegias sobre mi infortunio, antes bien di gracias al cielo
por haberme librado de un perverso que no podia menos de caer
tarde o temprano en manos de la justicia. Miré el tiempo que ha
bíamos pasado juntos, como un tiempo perdido que yo no tardaria
en reparar. Si hubiera querido permanecer en Portugal y entrar al
servicio de alguna señora ilustre, las habria tenido de sobra ; pero
ya fuese el amor que tenia á mi pais, ó ya fuese arrastrada por la
fuerza de mi estrella , que me preparaba allí mejor suerte, solo
pensé en volver á España . Vendí el diamante a un joyero , que me
dió su importe en monedas de oro , y salí con una señora española,
ya anciana, que iba á Sevilla en una silla volante .
LIBRO SRPTIMO . 427
Esta señora , llamada Dorotea , venia de ver á una parienta suya
que vivia en Coimbra , y se volvia á Sevilla , en donde tenia su ca
sa . Congeniamos ambas de tal modo , que desde la primeraſjornada
trabamos amistad , la que se estrechó tanto en el camino, que cuan
do llegamos a Sevilla no me permitió alojar sino en su casa . No tuve
motivo para arrepentirme de haber hecho semejante conocimiento ,
pues no he visto jamás mujer de mejor carácter. Todavía se descu
bria en sus facciones y en la viveza de sus ojos que en su mocedad
habria hecho puntear a sus rejas bastantes guitarras, y por eso sin
duda habia tenido muchos maridos nobles, y vivia honradamente
con lo que le dejaron .
Entre otras excelentes prendas tenia la de ser muy compasiva
con las doncellas desgraciadas. Cuando le conté mis infortunios,
tomó con tanto ardor mi causa , que llenó de maldiciones á Zendono.
¡ Ah , perros! dijo en un tono que parecia haber encontrado en su via
je algun mayordomo: ¡miserables! en el mundo hay bribones que
como este se deleitan en engañar a las mujeres. Lo que me consuc
la , querida hija mia , es que , segun tu relacion , no estás ligada con
el perfido vizcaino . Si tu casamiento con él es bastante bueno para
servirte de disculpa, en recompensa es bastante malo para permi
tirte contraer otro mejor cuando halles ocasion para ello .
Todos los dias salia con Dorotea para ir a la iglesia, ó á visitar
á alguna amiga, que es el medio seguro de encontrar prontamente
alguna aventura. Me atraje las miradas de muchos caballeros, en
tre los cuales algunos quisieron tentar el vado. Hablaron por se
gunda mano a mi vieja patrona ; pero los unos no tenian con que
soportar los gastos de un menaje, y los restantes todavía eran unos
babosos, lo que bastaba para quitarme la gana de escucharlos, sa
biendo por mi experiencia las consecuencias de ello . Un dia nos
ocurrió ir á ver representar los cómicos de Sevilla , que habian anun
ciado en los carteles la representacion de la comedia famosa El em
bajador de sí mismo, compuesta por Lope de Vega Carpio .
Entre las actrices que se presentaron en el teatro, ví á una de
mis antiguas amigas , á Fenicia , aquella moza gorda, pero muy
alegre , que te acordarás era criada de Florimunda, y con quien
cenaste algunas veces en casa de Arsenia. Sabia yo muy bien que
Fenicia hacia mas de dos años que no estaba en Madrid, pero ig
noraba que fuese cómica . Era tal la impaciencia que tenia de abra
zarla, que me pareció larguísima la pieza. Quizá tenian tambien la
428 GIL BLAS .
culpa los que la representaban , que no lo hacian ni tan bien ni tan
mal que me divirtieran ; porque te confieso que , como soy tan ri
sueña, un cómico perfectamente ridículo no me divierte menos que
uno excelente . En fin , llegado el esperado momento , es decir , el fin
. de la famosa comedia , fuímos mi viuda y yo al vestuario , en donde
vimos á Fenicia que hacia la desdeñosa , escuchando con melindres
el dulce gorjeo de un tierno pajarito , que al parecer se habia deja
do coger con la liga de su declamacion . Luego que me vió , se des
pidió de él cortesmente , vino á mí con los brazos abiertos, y me
dió todas las muestras de amistad imaginables . Por mi parte la
abracé con el mayor agrado. Mutuamente nos manifestamos el pla
cer que teníamos en volvernos á ver ; pero , no permitiéndonos el
tiempo ni el sitio meternos en una larga conversacion , dejamos para
el dia inmediato el hablar en su casa mas extensamente .
El gusto de hablar es una de las pasiones mas vivas de las mu
jeres , y particularmente la mia . No pude pegar los ojos en toda la
noche, tal era el deseo que tenia de verme con Fenicia, y hacerle
preguntas sobre preguntas. Dios sabe si fuí perezosa para levan
tarme é ir adonde me habia dicho que vivia . Estaba alojada con
toda la compañía en un gran meson . Una criada que encontré al
entrar , y a quien supliqué me condujese al cuarto de Fenicia , me
hizo subir a un corredor , a lo largo del cual habia diez ó doce cuar
tos pequeños , separados solamente por unos tabiques de madera, y
ocupados por la cuadrilla alegre . Mi conductora tocó á una puerta ,
la cual abrió Fenicia , cuya lengua rabiaba tanto como la mia por
hablar . Apenas nos tomamos el tiempo de sentarnos, nos pusimos
en disposicion de parlar sin cesar . Teníamos que preguntarnos so
bre tantas cosas , que se atropellaban las preguntas y las respuestas
de un modo extraordinario .
Despues de haber contado mútuamente nuestras aventuras, éips
truidas del actual estado de nuestros asuntos , me preguntó Fenicia
qué partido queria tomar : porque al fin, me dijo , es preciso hacer
alguna cosa , no estando bien visto en una persona de tu edad el
ser inútil á la sociedad . Respondíle que habia resuelto , hasta en
contrar mejor fortuna , colocarme con alguna señorita distinguida .
Quitate allá , exclamó mi amiga , no pienses en eso . ¿ Es posible,
amiga mia , que aun no te hayas cansado de servir ? ¿No te has fas
tidiado de estar sujeta a la voluntad de otros, respetar sus capri
chos , oir que te regañan, y , en una palabra, ser esclava ? ¿ Por qué
LIBRO SÉPTIMO. 429
no abrazas como yo la vida de cómica ? Ninguna cosa es mas conve
niente para las personas de talento que carecen de posibles y de lu
cida cuna . Es un estado medio entre la nobleza y la plebe , una
condicion libre y desembarazada de las etiquetas mas incómodas de
la vida civil . Nuestras rentas nos las paga en moneda contante el
público, que es el poseedor de sus fondos; en una palabra, siempre
vivimos alegres , y gastamos nuestro dinero del mismo modo que lo
ganamos.
El teatro, prosiguió, favorece sobre todo a las mujeres. Todavía
me salen los colores al rostro , siempre que me acuerdo de que cuan
do servia á Florimunda no oia sino á los criados de la compañía del
Príncipe, y que ningun hombre de suposicion me miraba á la cara .
¿De qué nacia esto ? de que yo no hacia allí papel : por buena que
sea una pintura , no se celebra si no se expone a la vista pública .
Pero despues que me puse en chapines, esto es, que parecí en las
tablas, ¡ qué mudanza ! Traigo al retortero a los mejores mozos de
los pueblos por donde pasamos. Una cómica tiene cierto atractivo
en su oficio; si es discreta ( quiero decir , que no favorece mas que
à un solo amante ), esto le hace un honor distinguido : se celebra su
moderacion; y , cuando muda de galan , la miran como á una ver
dadera viuda que se vuelve á casar . Yaun á una viuda se la mira
con desprecio si contrae terceras nupcias, porque no parece sino
que esto hiere la delicadeza de los hombres; al paso que una dama
parece hacerse mas apreciable a medida que aumenta el número de
sus favorecidos, pues todavía despues de haber tenido cien corte
jos es un manjar apetitoso .
6A quién cuentas eso ? interrumpi yo al llegar aquí : zpiensas tú
que ignoro esas ventajas? las be considerado muchas veces, y , ba
blándote sin ningun disimulo , te digo que lisonjeau sobrado á una
muchacha de mi genio . Conozco en mí mucha inclinacion a la vida
cómica; pero esto no basta , pues se requiere talento , y yo no tengo
ninguno: algunas veces me he puesto á recitar relaciones de come
dia delante de Arsenia , y no ha quedado satisfecha de mí , lo que
me ha hecho no gustar del arte . No es extraño que le hayas disgus
lo
tado, replicó Fenicia; zignoras que esas grandes actrices son por
comun envidiosas ? A pesar de su vanidad temen se les presenten
personas que las desluzcan . En fin, yo sobre este asunto no me
atendria solamente al voto de Arsenia ; su decision no ha sido sin
cera. Digote sin lisonja que has nacido para el teatro. Tienes natu
66
430 GİL BLAS .
ralidad , accion despejada y muy graciosa, un metal de voz suave,
buen pecho , y sobre todo un buen palmito de cara . ¡ Ah , picaruela,
á cuántos encantarás si te haces comedianta !
A esto añadió otras expresiones seductoras, y me hizo declamar
algunos versos para convencerme á mí misma de la excelente dis
posicion que tenia para el teatro; y , habiéndome oido , fueron ma
yores sus elogios , basta decirme que me aventajaba a todas las ac
trices de Madrid . En vista de esto no debia ya dudar de mi mérito,
ni dejar de acusar á Arsenia de envidiosa y de mala fe. Me fué preciso
convenir en que mi persona valia mucho . Fenicia me hizo repetir
los mismos versos delante de dos cómicos que entraron en aquella
sazon , los que se quedaron pasmados, y cuando volvieron de su
admiracion fué para colmarme de alabanzas . Hablando seriamente ,
te aseguro que , aunque los tres hubieran ido á porfía sobre quién
me habia de elogiar mas , no hubieran empleado mas hipérboles . Mi
modestia tuvo poco que padecer con tantos elogios. Principié á creer
que valia algo , y héme aquí resuelta á abrazar la profesion có
mica .
No hablemos mas , querida mia , dije á Fenicia, está hecho : quie
ro seguir tu consejo, y entrar en la compañía si no hay inconve
niente. A esto mi amiga, arrebatada toda de gozo , me abrazó, y
sus dos compañeros no manifestaron menos alegría que ella al ver
mi determinacion . Quedamos en que al dia siguiente por la mañana
iria al teatro, y repetiria delante de toda la compañía el mismo en
LIBRO SEPTIMO . 431
sayo. Si en casa de Fenicia adquirí una opinion ventajosa , todavía
fué mas favorable la de los comediantes despues que recité en su
presencia solo unos veinte versos ; y así me recibieron muy gusto
sos en la compañía. Desde entonces puse mi atencion solo en el mo
do con que habia de salir la primera vez en las tablas. Para que
fuese con mas lucimiento, gasté todo el dinero que me quedaba de
la sortija; y si no me presenté con ostentacion , á lo menos ballé el
arte de suplir la falta de magnificencia con un gusto delicado . Pre
sentéme en fin por la primera vez en la escena : ¡ qué palmadas!
iqué aplausos ! no faltaré, amigo mio , á la modestia si te digo que
arrebeté, la atencion de los espectadores, Era preciso haber pre
senciado la celebridad que adquirí en Sevilla para creerla . Fuí el ob
jeto de todas las conversaciones de la ciudad , la que por tres se
manas acudió á bandadas a la comedia , de modo que la compañía
con esta novedad atrajo al público, que ya empezaba á desampa .
rarla. Me presente de un modo que hechizó a todos , lo que ffuueé pue
blicar que me vendia al que mas diera . Una infinidad de sugetos de
de todas edades y condiciones vinieron a ofrecerme sus obsequios y
facultades. Por mi gusto hubiera escogido al mas jóven y bonito;
pero nosotras solamente debemos mirar al interés y á la ambicion
cuando se trata de tomar una amistad . Esta es regla del teatro :
por cuya razon mereció la preferencia don Ambrosio de Nisaña, hom
bre ya viejo y de muy rara figura , pero rico, generoso , y uno de los
señores mas poderosos de Andalucía . Es verdad que le costó caro .
Tomó para mí una hermosa casa , la adornó magoíficamente, me
buscó un buen cocinero , dos lacayos, una doncella , y me señaló
para el gasto mil ducados mensuales . Añade á esto ricos vestidos y
muchas joyas . Arsenia nunca llegó á un estado tan brillante .
¡ Qué mudanza en mi fortuna ! ni aun yo podia comprenderla , ni
me conocia á mí misma ; por lo que no me espanto de que haya
tantas que se olviden prontamente de la nada y miseria de donde
las sacó el capricho de algun poderoso . Te confieso ingenuamente
que los aplausos del público , las expresiones lisonjeras que oia por
todas partes, y la pasion de don Ambrosio , me infundieron una va
nidad que llegó hasta la extravagancia . Miré mi habilidad como un
título de nobleza , y tomé el aire de señora: ya escaseaba tanto
las miradas cariñosas, cuanto las habia prodigado antes; de suerte
que me puse en el pié de no hacer caso sino de duques , condes y
marqueses.
432 GIL BLAS .
El señor de Nisaña con algunos de sus amigos venia todas las
noches á cenar á casa : yo por mi parte procuraba juntar las cómi
cas mas divertidas, y pasábamos la mayor parte de la noche en be
ber y reir . Una vida tan agradable me acomodaba mucho; pero no
duró mas que seis meses. Si los señores no tuvieran la facilidad de
cansarse, serian mas amables. Don Ambrosio me dejó por una maja
granadina que acababa de llegar á Sevilla, con muchas gracias, y
el talento suficiente para hacerlas valer . Mi afliccion no duró mas
que veinticuatro horas, porque inmediatamente ocupó su lugar un
caballero de veintidos años llamado don Luis de Alcacer, tan bello
mozo , que pocos podian comparársele. Con razon me preguntarás
por qué elegí á un señor tan jóven, sabiendo que el trato con esta
clase de amantes es peligroso; y yo te diré que don Luis ni tenia
padre ni madre, y que ya disponia de su bacienda; además que este
trato solo deben temerlo las criadas y las miserables aventureras;
las mujeres de nuestra profesion son personas de título; nupca so
mos responsables de los efectos que producen nuestros atractivos.
Desgraciadas las familias á cuyos herederos hemos desplumado.
Nos apasionamos tan extremadamente uno de otro Alcacer y yo ,
que dudo haya habido jamás amor como el nuestro. Nos amábamos
con tanto ardor, que no parecia sino que estábamos hechizados: los
que sabian nuestra pasion, nos creian los amantes mas dichosos del
mundo , y tal vez éramos los mas infelices. Don Luis era amable
por su rostro, pero tan celoso, que me atormentaba a cada instan
te con injustos recelos . Por mas que yo procurase no mirar á hom
bre alguno para acomodarme a su flaqueza, su ingeniosa descon
fianza hallaba delitos con que inutilizaba mi cuidado. Si estaba en
la escena , le parecia que , mientras representaba, miraba al des
cuido cariñosamente a algun jóven, y me llenaba de reconvenciones.
En una palabra , nuestras mas tierras conversaciones estaban siem
pre mezcladas de quejas. No pudimos aguantar mas; á ambos nos
faltó la paciencia , y nos separamos amigablemente . ¿ Creerás tú que
el último dia de nuestra amistad fué el mas gustoso que habíamos
tenido hasta entonces ? Igualmente fatigados los dos de los males que
habíamos padecido , nos despedimos con la mayor alegría , semejan
tes á dos miserables cautivos que recobran su libertad despues de
una dura esclavitud .
Desde entonces he procurado precaverme del amor, y no quiero
mas amistad que turbe mi reposo . No sienta bien en nosotras sus
LIBRO SÉPTIMO . 438
pirar como las demás mujeres, ni debemos abrigar en nuestro pe
cho una pasion cuyas ridiculeces hacemos ver al público .
Entre tanto mi fama iba tomando mas vuelo , publicando por to
das partes que yo era una actriz inimitable. Tanta nombradía movió
á los comediantes de Granada á que me escribiesen convidándome
con una plaza en su compañía ; y , para hacerme ver que la pro
puesta no era despreciable, me enviaron una razon del importe de
sus últimas entradas, y de sus caudales, por lo cual , pareciéndome
un partido ventajoso, lo acepté, aunque en lo íntimo de mi corazon
sentia dejar á Fenicia y á Dorotea , á quienes amaba tanto cuanto
una mujer es capaz de amar a otra . A la primera la dejé en Sevilla
ocupada en derretir la vajilla de un platerillo , que por vanidad que
ria tener por cortejo a una comedianta. Se me ha olvidado decirte
que al hacerme cómica mudé por capricho el nombre de Laura en
el de Estela , y con este sali para Granada.
Allí principié mi ejercicio con tanta felicidad como en Sevilla , é
inmediatamente me ví rodeada de amantes ; pero , como no queria
favorecer sino a quien diese buenas señales , me porté con tal reser
va , que pude ofuscarlos. Sin embargo, temiendo pagar la pena de
una conducta que de nada servia, y que no me era natural, pensa
ba declararme a favor de un oidor jóven , de nacimiento plebe
yo , quien , por razon de su empleo, de una buena mesa , y de
arrastrar coche, hacia el papel de señor , cuando ví por primera
vez al marqués de Marialba . El señor portugués , que viaja en Es
paña por mera curiosidad , al pasar por Granada se detuvo. Fué á
la comedia , y aquel dia no representé yo . Miró con mucha aten
cion a las actrices que se presentaron , balló unà que le gustó, y
desde el dia siguiente empezó a tratar con ella . Estaba ya para con
venirse cuando me presenté yo en el teatro. Mi presencia y mis mo
nadas volvieron prontamente la veleta . Ya mi portugués no pensó
mas que en mi , y , á decir verdad, como yo no ignoraba que mi
compañera habia agradado á este señor, 'procuré desbancarla, y
tuve la fortuna de conseguirlo. Bien sé que ella me ha aborrecido;
pero esto poco importa. Debiera saber que entre las mujeres es na
tural esta ambicion , y que las mas íntimas amigas no hacen escrú
pulo de ella ,
CAPÍTULO VIII .
Del recibimiento que hicieron á Gil Blas los cómicos de Granada, y de la persona a quien reconocio en
el vestuario .
En el punto mismo que Laura acababa de contar ' su historia ,
llegó una comedianta vieja, vecina suya , que venia á sacarla para
ir á la comedia . Esta venerable heroina de teatro hubiera sido pri
morosa para hacer el papel de la diosa Cotis . Mi hermana no dejó
de presentar su hermano á esta figura añeja , y sobre ella mediaron
grandes cumplimientos de ambas partes .
Las dejé solas, diciendo a la viuda del mayordomo que iria á
casa
buscarla al teatro luego que hubiera hecho llevar mi ropa á
del marqués , que ella me enseñó. Fuí inmediatamente al cuarto que
tenia alquilado , pagué á mi huéspeda , dí á un mozo mi maleta , y
fuí con él á una gran posada en donde estaba alojado mi amo . En
contré á la puerta á su mayordomo, que me preguntó si era yo
hermano de la señora Estela. Respondí que sí, y me dijo: Pues sea
usted muy bien venido , caballero . El marqués de Marialba, de quien
tengo la honra de ser mayordomo , me ha mandado os reciba con
todo agasajo: se le ha preparado á usted un cuarto ; si usted gusta,
yo se lo enseñaré . Me subió á lo último de la casa , y me introdujo
en un aposento tan pequeño , que solo cabia una cama muy estre
cha, un armario y dos sillas: tal era mi habitacion . Usted no esta
rá aquí muy a sus anchuras, me dijo mi conductor, pero en recom
pensa prometo á usted que en Lisboa estará soberbiamte alojado.
LIBRO SEPTIMO . 435
Metí mi maleta en el armario , del cual me llevé la llave , y pregun
té a qué hora se cenaba . Me respondieron que el señor cenaba co
munmente fuera , y que daba a cada criado un tanto al mes para su
mantenimiento. Hice algunas otras preguntas, y conocí que los
criados del marqués eran unos holgazanes afortunados. Al cabo de
una breve conversacion dejé al mayordomo , y fuí á buscar á Lau
ra, entretenido agradablemente con los presagios de mi nuevo aco
modo .
Luego que llegué á la puerta de la casa de comedias , y dije era
hermano de Estela , todo se me franqueó . Hubierais visto las cen
tinelas hacerme paso á porfía, como si yo fuera uno de los principa
les personajes de Granada . Todos los dependientes del teatro que
encontré en el tránsito me hicieron profundas reverencias . Pero lo
que yo quisiera poder pintar bien al lector es el recibimiento que
con una seriedad cómica me hicieron en el vestuario , en donde en
contré toda la compañía vestida ya , y pronta a principiar . Los co
mediantes y comediantas, á quienes Laura me presentó, se agol
paron hácia mí . Los hombres me confundieron á abrazos, у las
mujeres en seguida , aplicando sus rostros pintados al mio , lo lle
paron de arrebol y blanquete . Ninguno queria ser el último á cum
plimentarme , y todos se pusieron á hablarme á un tiempo . No basta
ba yo á responderles; pero mi hermana vino á mi socorro , y , como
tenia ejercitada la lengua , cumplió con todos por mí ..
No pararon los cumplimientos en los actores y actrices : fué pre
ciso aguantar los del tramoyista , violinistas , apuntador , despabila
dor y sotadespabilador: en fin , de todos los dependientes del teatro ,
que al rumor de mi llegada vinieron corriendo á examinar mi per
sona; no parecia sino que estas gentes eran todas de la inclusa , que
jamás habian visto hermanos .
Entre tanto empezó la comedia : algunos caballeros que estaban
en el vestuario , se retiraron á tomar sus asientos, y yo , como de
casa , continué en conversacion con los actores que no representa
ban . Entre estos habia uno á quien llamaron y oí le nombraban
Melchor . Este nombre me chocó ; y , habiendo mirado atentamente
al sugeto á quien se le daba , me pareció haberle visto en alguna
parte . Al fin me acordé de él , y ví que era Melchor Zapata , aquel
pobre cómico de la legua que , como dije en el libro segundo de mi
historia , estaba mojando mendrugos de pan en una fuente .
Al instante le llamé aparte, y le dije: Si no me engeño, usted es
436 GIL BLAS .
el señor Melchor, con quien tuve la honra de almorzar un dia á la
orilla de una clara fuente entre Valladolid y Segovia. Iba ya con un
mancebo de barbero, juntamos algunas provisiones que llevábamos
con las de usted, y compusimos entre los tres una comida escasa , que
se sazonó con mil conversaciones agradables. Zapata se quedó
como pensativo algunos instantes, y despues me respondió: us
ted me habla de una cosa de que sin dificultad hago memo
ria . Entonces venia de Madrid , en donde habia salido para prueba
en aquel teatro, y me volvia á Zamora . Tambien me acuerdo que
mis negocios andaban de mala data . Y yo por esas señas , le dije,
vengo en conocimiento de que usted llevaba un jubon forrado de
carteles de comedias . Tampoco he olvidado que usted se quejaba en
aquel tiempo de que tenia una mujer muy bonesta . ¡ Oh ! por esa
parte ya no me quejo, dijo Zapata con precipitacion ; vive diez que
la buena mujer se ha enmendado en esto , y así mi jubon va mejor
forrado.
Al ir a darle la enhorabuena de tan infeliz mudanza, tuvo pre
cision de dejarme para salir a la escena . Con el deseo de conocer á
su mujer, me acerqué á un comediante, y le supliqué me la mos
trase , lo que hizo diciendo : Véala usted, esa es Narcisa , la mas lin
da de nuestras damas despues de la hermana de usted . Juzgué que
esta actriz debia ser aquella á quien se habia aficionado el marqués
de Marialba antes de haber visto á sa Estela , y mi conjetura no sa
lió errada. Acabada la comedia acompañé á Laura á su casa , en
donde ví muchos cocineros que estaban disponiendo una gran cepa .
Aquí puedes cenar, me dijo ella . Nada menos que eso , le respondí;
el marqués querra quizá estar solo contigo. No , respondió ella,
ahora vendrá con dos amigos suyos y uno de nuestros compañeros;
y , si tú quieres, serás la sexta persona. Bien sabes que en casa de
las cómicas los secretarios tienen privilegio de comer con sus amos .
Es verdad , le dije; pero todavía no es tiempo de contarme entre los
secretarios favoritos: para obtener este cargo honorífico debo antes
emplearme en alguna comision de confianza . Diciendo esto , dejé á
Laura, y fuí á mi hostería, donde hice ánimo de comer todos los
dias, porque mi amo no tenia casa .
CAPÍTULO IX .
Del hombre extraordinario con quien Gil Blas cenó aquella noche, y de lo que pasó eptre ellos.
Advertí que en un rincon de la sala estaba cepando solo un frai
le viejo vestido de paño pardo, y por curiosidad me senté enfrente
de él; saludéle con mucha urbanidad , y él no se mostró menos cor
tés que yo . Trajéronmemi pitanza, que principié à despachar con
buenas ganas, y, mientras comia sio decir una palabra , miraba
frecuentemente á este raro personaje, y siempre le hallé puestos los
ojos en mí. Cansado de su afan en mirarme, le hablé en estos tér
minos: Padre, nos habremos visto tal vez en otra parte fuera de
aquí? Usted me está observando como a un hombre que no le es
enteramente desconocido.
Respondióme con mucha gravedad : Si os miro con esta atencion
solo es para admirar la singular variedad de aventuras que están
grabadas en las rayas de vuestro rostro . A lo que veo , le dije con
un aire burlon , vuestra reverencia sabe ia metoposcopia . Bien po
dria lisonjearme de poseerla , dijo el fraile , y de haber pronosticado
cosas que el tiempo no ha desmentido; no sé menos la quiroman
cia, y me atrevo á decir que mis oráculos son infalibles cuando he
comparado la inspeccion de la mano con la del rostro.
Aunque aquel viejo tenia todo el aspecto de hombre sabio, me
pareció tan loco, que no pade dejar de reirme en su cara; pero , en
lugar de ofenderse de mi descortesía , se sonrió de ella, y, despues
56
438 GIL BLAS .
de haber paseado su vista por la sala , y aseguradose de que nadie
nos oia, continuó hablando de esta manera : No me espanto de ve
ros opuesto á estas dos ciencias , que en el dia se tienen por frívo
las ; el largo y penoso estudio que requieren , desanima á todos los
sabios , que , despechados de no haberlas podido adquirir , las aban
donan y desacreditan . Por lo que hace á mí no me ha acobardado
la oscuridad en que están envueltas, ni tampoco las dificultades que
se suceden sin cesar en la indagacion de los secretos químicos, y
en el arte maravilloso de trasmutar los metales en oro .
Pero no presumo , prosiguió babiendo tomado nuevo aliento, que
hablo con un joven que conceptúe de sueños mis pensamientos. Una
leve prueba de mi babilidad os dispondrá a juzgar mas favorable
mecte de mí que todo cuanto pudiera deciros . Dicho esto , sacó del
bolsillo un frasquillo lleno de un licor encarnado , y prosiguió di
ciendo : Vea usted aquí un elixir que he compuesto esta mañana del
zumo de ciertas plantas destiladas por alambique , porque á imita
cion de Demócrito be empleado casi toda mi vida en descubrir las pro
piedades de los simples y de los minerales. Usted va á experimen
tar su virtud . El vino que estamos bebiendo es muy malo ; pues va
á ser exquisito . Al mismo tiempo echó dos gotas de su elixir en mi
botella , que volvieron mi vioo mas delicioso que los mejores que
se beben en España .
Todo lo maravilloso sorprende, y , una vez preocupada la imagi
nacion , el juicio se extravia . Pasmado de ver un secreto tan bueno ,
y persuadido de que era menester ser poco menos que diablo para
haberlo ballado , exclamé lleno de admiracion : ¡Oh , padre mio ! su
plico á usted me perdone si antes le he tenido por un viejo loco .
Ahora le bago á usted justicia ; no necesito ver mas para estar con
vencido de que , si quisiera , podria hacer en un instante un tejo de
oro de una barra de hierro . ¡ Qué dichoso fuera yo si poseyera esa
admirable ciencia ! El cielo os libre de tenerla jamás, interrumpió el
viejo dando un profuodo suspiro . Tú no sabes , bijo mio , lo que
deseas. En lugar de envidiarme , tepme mas bien lástima de baber
tomado tanto trabajo para hacerme infeliz . Siempre vivo inquieto,
temo ser descubierto, y que una prision perpétua sea el premio de
todos mis afanes. Con este temor paso una vida errante , disfrazado
unas veces de clérigo ó de fraile, otras de caballero ó paisano. Y
¿te parece que será ventajoso el saber hacer oro á ese precio? Y las
riquezas ¿no son un verdadero suplicio para aquellos que no las
disfrutan con quietud ?
GIL BLAS EN CCMPANIA VLL HMIRE MISTERIOSO
LIBRO SEPTIMO . 439
Ese discurso me parece muy sensato, dije entonces al filósofo .
Nada iguala al gusto de vivir con sosiego ; usted me bace mirar con
desprecio la piedra filusofal. Yo os estimaria que me vaticioaseis lo
que me ba de acontecer. De muy buena gana , hijo mio , me res
pondió; ya he observado vuestra fisonomía: mostrad vuestra mano .
Presentésela con una confianza que
po me bará bonor en el ánimo de
algunos lectores , que en mi lugar
acaso habrian becbo otro taoto . La
examinó muy atentamente , y al mo
mento exclamó : ¡ Ab , y qué de trán
sitos de la afliccion a la alegría , y
de la alegría á la afliccion ! ¡ qué se
rie azarosa de desgracias y de pros
peridades! Mas ya babeis experi
mentado una gran parte de estas al
ternativas de la fortuna , y no os res
tan mas desgracias que probar: un
señor os dará un buen destino , que no estará sujeto a mutaciones.
Despues de haberme afirmado que podia estar seguro de su pro
nóstico, se despidió de mí saliendo de la hostería , donde quedé muy
pensativo de lo que acababa de oir .
No dudaba yo que fuese el marqués de Marialba el tal señor, y
por consiguiente nada me parecia mas posible que el cumplimiento
del vaticinio . Pero , cuando yo no hubiese visto la menor apariencia
de ello , no me bubiera impedido eso el dar al fraile entero crédito :
tanta era la autoridad que por su elixir babia cobrado en mi ánimo .
Por mi parte , para acelerar la felicidad que me habia predicho ,
determiné servir al marqués con mas afecto que lo habia hecho á
ninguno de los otros amos . Con esta resolucion me retiré á nuestra
posada con una alegría imponderable, cual nunca sacó una mujer
de casa de las decidoras de la buenaventura .
CAPÍTULO X .
De la comision que el marqués de Marialba dió á Gil Blas y cómo la desempeñó este fiel secretario.
Todavía no habia vuelto el marqués de casa de su comedianta;
pero en su aposento encontré á los ayudas de cámara que jugaban
á los paipes esperando su venida. Me introduje con ellos, y nos en
tretuvimos alegremente hasta las dos dela madrugada en que llegó
nuestro amo. Sorprendióse un poco al verme, y me dijo con una
afabilidad que daba a entender volvia contento de su visita : Gil
Blas, ¿por qué no te basacostado? Yo le respondí que queria saber
antes si tenia alguna cosa que mandarme. Puede ser, dijo, te en
cargue por la mañana un asunto, y entonces te daré mis órdenes.
Véa descansar, y sabe que te dispenso de esperarme, pues me bas
tan losayudas de cámara . Des
pues de esta advertencia , que
no dejó deagradarme, puesme
excusaba la sujecion que al
gunas veces hubiera llevado
con disgusto , dejé al marqués
en su cuarto, y me retiré á mi
bubardilla . Me acosté ; pero ,
no pudiendo dormir , seguí el
consejo de Pitágoras, de traer
á la memoria por la noche lo que hemos hecho en eldia para aplaudir
nuestras buenas acciones, ó vituperar las malas.
LIBRO SEPTIMO
Mi conciencia 'no estaba tan limpia que dejase de remorderme
haber apoyado la mentira de Laura. Por mas que yo me decia para
disculparme de que no habia podido decentemente desmentir á una
muchacha que no habia tenido otra mira que la de mi bien , y que
en algun modo mé babia visto en la precision de ser cómplice de su
engaño, poco satisfecho de esta excusa , yo mismo me respondia que
no debia llevar tan adelante el embuste, y que era demasiado descaro
el querer vivir con un señor cuya confianza pagaba tan mal. En fin ,
despues de un severo exámen , convine en que , si no era un bri
bon, me faltaba poco .
Pasando de aquí á las consecuencias reflexioné que aventuraba
mucho en engañar á un hombre de distincion, quien por mis peca
dos acaso tardaria poco en descubrir el enredo. Una reflexion tan
juiciosa aterró algun tanto mi espíritu ; pero bien presto desvane
cieron mi temor las ideas del contento y del interés . Por otra parte
la profecía del hombre del elixir hubiera bastado para tranquilizar
me ; y así me entregué a imágenes muy risueñas . Me puse á hacer
cuentas de aritmética , y á calcular para conmigo mismo la suma á
que ascenderian mis salarios al cabo de diez años de servicio . A
esto añadí las gratificaciones que recibiria de mi amo; y , midién
dolas por su carácter liberal, ó mas bien, segun mis deseos, tenia
una intemperancia de imaginacion, si puede hablarse de este modo,
que no ponia límites á mi fortuna. Tanta felicidad me concilio poco
á poco el sueño , y me quedé dormido haciendo castillos en el aire .
Por la mañana me levanté á cosa de las nueve para ir a recibir
las órdenes de mi amo ; pero , al abrir mi puerta para salir , me ad
miré de verle venir en bata y gorro ; estaba solo , y me dijo: Gil
Blas, al despedirme anoche de tu hermana , le ofrecí pasar á su
casa esta mañana , pero un negocio de importancia no me permite
cumplirlo . Vé y díle de mi parte cuánto sied to este contratiempo, y
asegúrale que aun cenaré esta noche con ella . No es esto lo mas,
añadió entregándome una bolsa con una cajita de zapa guarnecida
de piedras; llévale mi retrato , y toma para tí esta bolsa, en donde
van cincuenta doblones, que te doy en prueba de la amistad que ya
te he cobrado. Con una mano tomé el retrato, y con la otra la bol
sa de mí tan poco merecida. Fuí corriendo al momento á casa de
Laura, diciendo en medio del exceso de alegría que me enajenaba:
¡Bueno! ¡ bueno! la prediccion se verifica visiblemente . ¡Qué fortu
na es ser hermano de una buena moza que admite galanteos! Es
442 GIL BLAS .
lástima que no haya en esto tanta honra como provecho y utilidad .
Laura , contra la costumbre de las personas de su profesion , solia
madrugar . Halléla al tocador, en donde , esperando á su portugués,
añadia á su hermosura natural todos los atractivos auxiliares que
el arte podia prestarle . Amable Estela , le dije al entrar , imao de
los extranjeros , ya puedo comer con mi amo , pues me ba boorado
con un eocargo que me da esta prerogativa , el cual vengo á eva
cuar . Dice que no puede tener el gusto de verte esta mañana, como
lo babia pensado ; pero , para consolarte de esto , cenará esta noche
contigo; y te envia su retrato, con lo que me parece quedarás algo
mas consolada.
Eotreguéle la caja, que , con el vivo resplandor de los brillantes
de que estaba guarnecida , alegró infinito su vista . Abrióla , y , ba
biéndola cerrado despues de haber considerado la pintura por mero
cumplimiento, volvió a mirar las piedras : celebró su hermosura, y
me dijo con soprisa : Vé aquí unas copias que las damas de teatro
estiman mucho mas que los originales . Dijele en seguida que el
generoso portugués , al darme el retrato , me habia regalado cin
cuenta doblones . Me alegro ipfioito , me dijo ella . Este señor prin
cipia por donde aun raras veces acaban otros . A tí es , mi querida,
respondí yo , a quien debo este regalo , que el marqués me bizo á
causa de fraternidad. Yo quisiera , dijo ella , te biciera otros como ese
todos los dias: no puedo pooderarte cuáoto te amo . Desde el ins
tante en que te ví, te amé tan estrechamente , que el tiempo po ba
podido romper esta union . Cuando te eché de menos en Madrid, no
perdí las esperanzas de recobrarte, y ayer al verte te recibí como á
un hombre que volvia á su centro . En una palabra , amigo mio , el
cielo nos ha destinado el uno para el otro ; tú serás mi marido; pero
antes es preciso enriquecernos . La prudencia exige que comencemos
por aquí. Todavía quiero tener tres ó cuatro cortejos para ponerte
en una situacion aventajada .
Díle cortesmente las gracias por el trabajo que queria tomarse
por mí , é insensiblemente nos fuimos metiendo en una conversacion
que duró hasta el mediodía . Entonces me retiré para ir a dar cuenta
á mi amo del modo con que habia sido recibido su regalo . Aunque
Laura no me habia dado sus instrucciones sobre este punto , compuse
en el camino una buena arenga para cumplimentarle de su parte;
pero fué tiempo perdido , porque , cuando llegué a la posada, me di
jeron que el marqués acababa de salir ; y estaba decretado que no
volveria á verlo mas, como puede leerse en el capítulo siguiente.
CAPÍTULO XI.
De la noticia que supo Gil Blas, y que fué un golpe mortal para él .
Fuíme a mi posada, en donde encontré dos sugetos, con quienes
comí, y con cuya gustosa conversacion me entretuve en la mesa
basta la bora de la comedia , que nos separamos , ellos para ir á
sus quebaceres , y yo para tomar el camino del teatro . Advierto de
paso que yo tenia motivo para estar de buen bumor, porque la alegría
habia reinado en la conversacion que acababa de tener con estos
caballeros, mostrándoseme además propicia la fortuna ; pero con
todo septia upa tristeza que no estaba en mi mano desecbar . A vis
ta de esto , no se diga que no se presienten las desgracias que nos
amenazan ,
Al entrar en el vestuario se acercó á mí Melchor Zapata , y me
dijo en voz baja que le siguiera . Me llevó á un sitio excusado, y
me dijo lo siguiente : Señor mio , miro como un deber dar á usted
un aviso muy importante . Usted no ignora que el marqués de Ma
rialba se enamoró primero de Narcisa mi esposa ; y aun habia elegido
dia para veoir á picar en mi cebo , cuando la artificiosa Estela balló
medio de desconcertar la partida , y de traer á su casa á este señor
portugués. Bien conoce usted que una cómica no pierde tan buena
presa sin despecho . Mi mujer está muy reseptida de esto : pada es
capaz de omitir para vengarse ; y por desgracia de usted , se le pre
senta para ello una ocasion favorable . Ayer, si usted hace memoria ,
444 GIL BLAS .
todos nuestros dependientes acudieron a verle . El sotadespabilador
dijo á algunas personas de la compañía que conocia a usted, y que
de ningun modo era hermano de Estela.
Esta noticia , añadió Melchor , ha llegado a oidos de Narcisa, que
no ha dejado de preguntársela al que la ha dado, y este se la ha re
petido. Dice conoció á usted de criado de Arsenia , cuando Estela ,
bajo el nombre de Laura, la servia en Madrid . Mi esposa, conten
tísima con este descubrimiento , se lo participará al marqués de
Marialba, que ha de venir esta tarde á la comedia . Camine usted
en esta inteligencia , y , si no es en realidad hermano de Estela , le
aconsejo como amigo , y por nuestro antiguo conocimiento , que se
ponga en salvo . Narcisa , que no busca mas que una víctima, me
ha permitido se lo advierta á usted para que evite con una pronta
fuga cualquier accidente funesto .
Me hubiera sido inútil saber mas; di gracias por este aviso al
histrion , que conució muy bien por mi sobresalto que yo no estaba
en el caso de desmentir al sotadespabilador. Como realmente no te
nia intencion de llevar hasta este punto la desvergüenza , ni aun fuí
á despedirme de Laura , temiendo no quisiese obligarme á que si
guiera el enredo . Bien sabia yo que ella era buena comedianta para
salir con facilidad de este berengenal; pero yo no veia mas que un
castigo infalible que me amenazaba, y no estaba tan enamorado que
quisiese burlarme de él . Determiné , pues , poner tierra por medio,
cargando con mis dioses penates, es decir, con mi ropa: y en un
abrir y cerrar de ojos me desapareci del coliseo , y en un momento
hice sacar y trasladar mi maleta á la posada de un arriero que al
dia siguiente a las tres de la mañana debia salir para Toledo. Hu-
biera deseado estar ya con el conde de Polan, cuya casa (me pare
cia el único asilo que habia seguro para mí ; pero , no hallándome
aun en ella , no podia pensar sin inquietud en el tiempo que me res
taba que pasar en una ciudad en donde temia me buscasen aquella
misma noche .
No dejé de ir a cenar á mi bostería, a pesar de estar tan zozo
broso como un deudor que sabe andan en seguimiento suyo los al
guaciles ; pero no creo que la cena hizo en mi estómago un exce
lente quilo . Miserable juguete del miedo, miraba con cuidado á
todas las personas que entraban en la sala , y temblaba como un azo
gado siempre que por mi desgracia eran algunas de mala catadura,
cosa que no es rara en tales parajes. Despues de haber cenado en
LIBRO SEPTIMO . 445
medio de continuos sobresaltos, me levanté de la mesa , y me volví
á la posada del ordinario , en donde me eché sobre paja fresca hasta
la hora de marchar .
Puedo asegurar que durante este tiempo ejercité ,bien mi pacien
cia : mil tristes pensamientos vinieron á asaltarme: si algun instante
me quedaba traspuesto, soñaba que veia furioso al marqués lastiman
do á golpes el hermoso rostro de Laura , y haciendo pedazos cuanto
habia en su casa ; ó ya que le oia mandar a sus criados que me ma
tasen á palos. Despertaba despavorido , y , siendo tan gustoso des
pertar despues de haber soñado cosas funestas, para mí era esto
mas cruel que el mismo sueño .
Por fortuna me sacó de esta angustia el arriero , viniendo á avi
sarme que estaban prontas las mulas . Inmediatamente me levanté,
y gracias al cielo me puse en camino curado radicalmente de Laura
y de la quiromancia . Conforme nos íbamos alejando de Granada,
iba mi espíritu recobrando su serenidad . Empecé a trabar conver
sacion con el arriero , el cual me contó algunas historias divertidas,
que me hicieron reir , y fui perdiendo insensiblemente mi temor.
Dormi con sosiego en Ubeda, donde hicimos noche á la primera jor
pada, y á la cuarta llegamos a Toledo . Mi primer cuidado fué pre
guntar por la casa del conde de Polan , y , persuadido de que no
consentiria me alojase en otra , fuí allá ; pero yo habia hecho la cuen
ta sin la huéspeda; pues no encontré en ella mas que al portero ,
quien me dijo que su amo habia salido el dia antes para la quinta
de Leiva , de donde le habian escrito que Serafina estaba enferma
de peligro .
Yo no habia contado con la ausencia del conde, que disminuyó
el gusto que tenia de estar en Toledo , y fué causa de que tomase
otra determinacion. Viéndome tan cerca de Madrid, me resolví á
ir alla , discurriendo que en la corte podria hacer fortuna, pues, se
gun habia oido decir , no era necesario en ella tener un talento su
perior para adelantar. Al dia siguiente me aproveché de un caballo
de retorno , que me llevó a esta capital de la España, adonde la
buena suerte me conducia para que hiciese papeles mas brillantes
que los que hasta entonces me habia hecho representar.
CAPÍTULO XII.
Gil Blas se aloja en una posada de caballeros en donde adquiere conocimiento con el capitan Chinchi
lla : qué clase de hombre era este oficial, y qué negocio le babia llevado á Madrid .
Así que llegué a Madrid establecí mihabitacion en una posada
de caballeros, en donde entre otras personas vivia un capitan viejo
que desde lo último de Castilla la Nueva habia venido a la corte á
pretender una pension que creia tener bien merecida: llamábase don
Aníbal de Chinchilla; no sin espanto le vi la primera vez: era un
hombre de sesenta años, de una estatura gigantesca , y sumamente
flaco. Tenia unos bigotes poblados, que subian retorciéndose por
los dos lados, hasta las sienes ; además de que le faltaba un brazo
y una pierna , llevaba tapado un ojo con un gran parche de tafetan
verde, y casi todo su rostro estaba lleno de cicatrices. En lo demás
era como otro cualquiera : no carecia de entendimiento, y aun me
nos de gravedad . En cuanto a sus costumbres era muy rígido, y se
preciaba sobre todo de ser delicado en punto de honor.
A las dos o tres conversaciones que tuvimos, me honró con su
confianza , y supe todos sus asuntos. Me contó en qué ocasiones se
habia dejado un ojo en Nápoles; un brazo en Lombardía, y una pier
na en los Paises - Bajos. Admiré en las relaciones queme hizo de las
batallas y sitios, elque no se le escapase ninguna fanfarronada ni
palabra en alabanza suya, siendo así que sin dificultad le hubiera
perdonado el que alabase la mitad del cuerpo que le quedaba,
en recompensa de la otra que habia perdido. Los oficiales que
LIBRO SEPTIMO .
vuelven sanos y salvos de la guerra no son siempre tan modestos.
Me dijo que sobre todo sentia a par de su alma baber disipado
una considerable hacienda en sus campañas, de suerte que no le
habian quedado mas que cien ducados de renta, con lo que apenas
tenia para aliñar sus bigotes, pagar su alojamiento , y dar a copiar
sus memoriales. Porque en fin, señor caballero , añadió encogién
dose de hombros, todos los dias, á Dios gracias, los presento , sin
que se haga el mas mínimo caso de ellos . Si usted lo presenciara ,
no diria sino que apostábamos el ministro y yo sobre cuál habia de
cansarse antes, si yo en darlos, ó él en recibirlos . Tambien tengo
la honra de presentárselos al mismo rey ; pero tan lindo es Pedro
como su amo , y entre estas y esotras la casa de Chinchilla se ar
ruina por falta de reparo ..
No pierda usted las esperanzas , dije al capitan ; usted sabe que
las cosas de palacio van despacio . Acaso estará usted hoy en víspe
ras de ver premiados con usura todos sus penosos servicios . No debo
lisonjearme con esa esperanza , respondió don Aníbal: aun no hace
tres dias que hablé á uno de los secretarios del ministro ; y , si he de
dar crédito á sus palabras, es preciso prestar paciencia . Y qué le
dijo a usted , señor oficial ? le respondi: įtal vez el estado en que
usted se halla no le parece digno de recompensa ? usted lo verá ,
respondió Chinchilla ; este secretario me ha dicho claramente : Se
for bidalgo, no pondere usted tanto su celo y su fidelidad ; porque
en haberse expuesto a los peligros por su patria no ha hecho usted
mas que cumplir con su obligacion. La gloria que resulta de las
acciones heróicas es suficiente paga, y debe bastar , principalmente
á un español. Desengáñese usted si mira como deuda la gratifica
cion que solicita ; en caso de que se os conceda esta gracia la debe
reis únicamente a la bondad del rey , que se contempla deudor a los
vasallos que han servido bien al estado. Infiera usted de ahí , siguió
el capitan , lo que podré esperar , y que al cabo habré de volverme
como he venido. Naturalmente nos interesamos por un hombre hon
rado cuando se le ve padecer: le exhorté á que se mantuviera fir
me: me ofrecí a ponerle de balde en limpio sys memoriales; y lle
gue hasta ofrecerle mi bolsillo , suplicándole que tomase lo que
quisiera de él . Pero no era de aquellos que en semejantes ocasiones
po necesitgo de muchos ruegos ; antes bien se mostró muy pundo
noroso, y me dió las gracias. Despues de esto me dijo que , por no
cansar á nadie, se habia acostumbrado poco a poco á vivir con tan ,
448 GIL BLAS.
ta sobriedad, que el menor alimento bastaba para su subsistencia;
lo que era muy cierto. No se mantenia de otra cosa que de cebollas
y ajos; y así estaba en los huesos. Para que nadie viese susmalas
comidas, se encerraba en su cuarto á la hora de ellas. No obstante
á fuerza de súplicas conseguí que cenásemos y comiésemos juntos.
Y, engañando su yapidad con una compasion ingeniosa, bice que
me trajesen mucha mas comida y bebida de la que yo necesitaba;
instéle á comer y beber, lo que rehusó al principio con milceremo
nias; pero al fin cedió á mis instancias, y, tomando insensiblemente
mas confianza, élmismome ayudaba a dejar limpio mi plato y
desocupada mibotella .
BETUR ,
HEL TEEN
E UAB
Luego que hubo bebido cuatro ó cinco tragos , y recuperado su
estómago con un buen alimento, medijo en tonoalegre : Es verdad ,
señor Gil Blas, que sois muy seductor, pues haceis de mí lo que
quereis. Teneis un modo tan atractivo , quedesvanece hasta el te
mor de abusar de vuestra generosidad . Me pareció que mi capitan
habia ya perdido tanto la cortedad, que si en aquel instante le hu
biera ofrecido dinero , no lo hubiera rehusado. No quise hacer la
prueba, y me contenté con hacerle mi comensal, y tomarme el tra
bajo, no solamente de escribirle los memoriales , sino de ayudarle á
componerlos. Con el ejercicio de copiar homilías habia aprendido á
variar de frases, y aun llegado a ser medio autor. El viejo oficial
por su parte se preciaba de poner bien un papel;demodo que, tra
bajando los dos á competencia, componíamos trozos de elocuencia
LIBRO SÉPTIMO . 449
dignos de los mas célebres catedráticos de Salamanca; pero , por
mas que agotásemos nuestro entendimiento en sembrar flores de
retórica en estos memoriales, todo era , como se suele decir, sembrar
en la arena. Aunque mas ponderásemos los méritos de don Aníbal,
la corte ningun'aprecio hacia de ellos, lo que no excitaba á este in
válido á elogiar á los oficiales que se arruinan en la guerra ; antes
bien maldecia con su mal humor á su estrella , y daba al diablo á
Nápoles , Lombardía y los Paises- Bajos .
Para mayor mortificacion suya aconteció que, babiendo cierto dia
recitado en presencia del rey un soneto sobre el pacimiento de una
infanta un poeta presentado por el duque de Alba , se le concedió
delante de sus barbas una pension de quinientos ducados. Creo que
el mutilado capitan se habria vuelto loco si no hubiera yo cuidado
de consolarle. Viéndole fuera de sí, le dije: ¿Qué es lo que usted
tiene? Nada de esto debia usted extrañar. ¿No están de tiempo inme
morial los poetas en posesion de hacer a los principes tributarios de
las musas? No hay testa coronada que no tenga pensionado a algu
no de estos señores; y , hablando aquí entre nosotros , las pensiones
dadas á los poetas trasmiten á la posteridad la noticia de la libera
lidad de los reyes , cuando las otras en nada contribuyen á su fama
póstuma. ¿Cuántas recompensas no dió Augusto? ¿cuántas pensio
nes concedió de que no tenemos noticia ? Pero la posteridad mas
remota sabrá como nosotros que Virgilio recibió de este emperador
mas de doscientos mil escudos de gratificacion .
Por mas que dijese á don Aníbal, no pudo digerir el fruto del so
neto, que se le habia sentado en el estómago, y así resolvió aban
donarlo todo, no obstante que quiso envidar el resto, presentando
un memorial al duque de Lerma. Para este efecto fuimos los dos á
casa del primer ministro : allí encontramos á un jóven , quien , des
pues de haber saludado al capitan , le dijo con cariño: Mi amado y
antiguo amo, ¿es posible que yo vea á usted aquí? ¿Qué negocio le
trae á casa de S . E .? Si necesita de alguna persona de valimiento ,
no deje usted de mandarme; yo le ofrezcomis facultades. Perico, dijo
el oficial, pues qué, ¿tienes algun empleo bueno en la casa? A lo me
nos, respondió el jóven , es bastante para servir á un bidalgo como
usted . Siendo así, prosiguió sonriéndose el capitan, recurro a tu
proteccion. Desde luego se la concedo á usted , repitió Perico. Diga
me usted su asunto, y prometo sacar raja del primer ministro ,
No bien habíamos enterado de él á este jóven tan lleno de buen
450 GIL BLAS .
deseo, cuando preguntó dónde vivia don Aníbal. Nos dió palabra
de que el dia siguiente se veria con nosotros, y se despidió sin de
cirnos lo que queria hacer, ni aun si era ó no criado del duque de
Lerma . La agudeza del tal Perico excitó mi curiosidad , y quise sa
ber quién era . Es , me dijo el capitan, un muchacho que me servia
algunos años hace, y que , habiéndome visto en la indigencia , me
dejó por buscar mejor acomodo . No se lo tomé á mal , porque , como
se suele decir , por mejoría mi casa dejaria. Es un lagarto que no
carece de talento, é intrigante como todos los diablos; pero , á pesar
de toda su habilidad, no me fio mucho del celo que acaba de ma
nifestarme. Puede ser , le dije, que no os sea inútil . Si , por ejem
plo , es criado de alguno de los principales dependientes del duque,
podrá servir á usted de mucho ; pues no ignora que en casa de los
grandes todo se hace por partido y cabala; que estos tienen en su
servidumbre favoritos que los gobiernan , y estos igualmente son
gobernados por sus criados.
A la mañana siguiente vino Perico á nuestra posada , y nos dijo:
Señores , si ayer no declaré los medios que tenia para servir al ca
pitan Chinchilla , fué porque no estábamos en paraje propio para
explicarlos ; fuera de que queria tentar el vado antes de franquear
me con ustedes . Sepan pues que yo soy el lacayo de confianza del
señor don Rodrigo Calderon, primer secretario del duque de Lerma.
Mi amo , que es muy enamorado, va casi todas las noches á cenar
con un ruiseñor de Aragon , que tiene enjaulado en el barrio de Pa.
lacio ; es una muchacha muy bonita de Albarracio , discreta, y que
capta con primor , y por esto le llaman la señora Sirena . Como to
das las mañanas le llevo un billete amoroso , vengo ahora de verla,
y le he propuesto que haga pasar al señor don Aníbal por tio suyo,
y que con este engaño empeño á su galan á protegerle. Ha venido
gustosa en ello , porque además del tal cual provecho que juzga le
puede resultar, le es de mucha satisfaccion el que la tengan por som
brina de un hidalgo valiente.
El señor Chinchilla puso mal gesto, y 'mostró repugnancia á ha
cerse cómplice de una falsedad, y todavía mas á permitir que una
aventurera le deshonrase diciendo ser parienta suya; lo que sentia
no solamente por sí, sino porque creia que esta ignominia retroce
dia á sus abuelos . Tanta delicadeza chocó a Perico pareciéndole
inoportuna . ¿ Se burla usted ? exclamó: vea usted aquí lo que son
los hidalgos de aldea , en quienes todo se reduce á una vanidad ri
LIBRO SEPTIMO . 451
dícula . & No se admira usted, prosiguió dirigiéndose a mí , de esta
escrupulosidad ? Voto á brios: en la corte no se debe parar en esas
delicadezas; venga la fortuna del modo que quiera , que no hay que
perderla .
Sostuve el parecer de Perico, y ambos arengamos tanto al capi
tan , que a pesar suyo le hicimos se fingiese tio de Sirena. Dado este
paso , que no costó poco trabajo , hicimos entre los tres un nuevo
memorial para el ministro, que , despues de revisto, aumentado y
corregido, lo puse en limpio, y Perico se lo llevó a la aragonesa ,
la que aquella misma tarde se lo recomendó al señor Calderen, ha
blándole con tal empeño , que este secretario , creyéndola verdade
ramente sobrina del capitan , ofreció apoyarlo. El efecto de esta
trama lo vimos a pocos dias . Perico volvió con aire victorioso á
nuestra posada. Buenas nuevas tenemos, dijo á Chichilla: el rey
bará una distribucion de encomiendas, beneficios y pensiones, en
las que no será usted olvidado; y así se me ha encargado os lo
asegure; pero al mismo tiempo se me ha prevenido pregunte a
usted qué hace ánimo de regalar á Sirena. Por lo que respecta á
mí , digo que nada quiero; porque prefiero a todo el oro del mundo
el gusto de haber contribuido a mejorar la fortuna de mi amo an
tiguo, pero no es lo mismo nuestra ninfa de Albarracin : es algo in
teresada cuando se trata de servir al prójimo: tiene esa pequeña
falta; y siendo capaz de tomar dinero de su mismo padre, vea usted
si rehusará el de un tio postizo.
Diga cuánto quiere, dijo don Aníbal : si quiere todos los años la
tercera parte de la pension que me han de dar, se la prometo, y
me parece que es bastante dádiva, aun cuando se tratara de todas
las rentas de S. M. Católica. Yo por mí me fiaria de la palabra de
usted , replicó el mensajero de don Rodrigo , pues sé que no fal
tará á ella; pero se trata con una niña naturalmente muy descon
fiada. Por otra parte ella apetecerá mucho mas que usted le dé una
vez por todas las dos terceras partes con anticipacion y en dinero
contante . ¿De dónde diablos quiere ella que yo lo saque? interrum
pió ásperamente el oficial; ella debe creerme algun contador mayor :
sin duda que tú no la has enterado de mi situacion. Perdone usted ,
repuso Perico; sabe muy bien que usted está mas miserable que
Job: no puede ignorarlo despues de lo que le tengo dicho; pero pierda
usted cuidado , que tengo arbitrios para todo. Conozco á un pícaro
oidor, ya viejo, que se contenta con prestar su dinero al diez por
452 GIL BLAS .
ciento; usted le hará ante escribano cesion de la pension del primer
año en paga de igual suma que recibirá usted deducido el interés. En
órden á la fianza, el prestamista se dará por satisfecho con vuestra
casa de Chinchilla tal como esté , por lo que sobre este punto no
tendrán ustedes disputa.
El capitan aseguró que siempre que lograse la fortuna de parti
cipar de las gracias que habian de concederse el dia siguiente , acep
taria estas condiciones. En efecto , se verificó que le diesen una pen
sion de trescientos doblones sobre una encomienda . Así que supo la
noticia , dió cuantas seguridades se le pidieron, arregló sus asuntos,
y se volvió a su pais con algunos doblones que le habian quedado.
us
CAPÍTULO XIII.
Encuentra Gil Blas en la corte á su querido amigo Fabricio, y de la grande alegría que de ello recibieron .
Adónde fueron los dos, y de la curiosa conversacion que tuvieron .
Me habia acostumbrado a ir todas las mañanas á palacio, en don
de pasaba dos ó tres horas enteras en ver entrar y salir á los
grandes , quienes allí me parecian desnudos de aquel resplandor que
en otras partes los rodea .
Un dia que me paseaba contoneándome por aquellas galerías, ha
ciendo como otros muchos un papel bastante ridículo , ví á Fabricio ,
á quien habia dejado en Valladolid sirviendo á un administrador del
hospital. Lo que me admiró en extremo fué verle hablar familiar
mente con el duque de Medinasidonia y el marqués de Santa Cruz .
A mi parecer estos dos señores gustaban de oirle : además de esto él
iba vestido como un caballero . ¿Si me engañaré? me decia á mí
mismo : ¿será aquel el hijo del barbero Nuñez? Puede que sea algun
jóven cortesano que se le parezca. No tardé mucho en salir de la
duda ; idos los señores , me acerqué á Fabricio , que , conociéndome
inmediatamente, me agarró de la mano , y , despues de haberme be
cho atravesar con él por medio del gentío para salir de las gale
rías , me dijo abrazándome : Mi amado Gil Blas , mucho me alegro
verte . ¿Qué haces en Madrid? ¿estás todavía sirviendo? ¿tienes algun
empleo en la corte ? ¿en qué estado tienes tus asuntos ? dame cuenta
de todo lo que te ha sucedido despues de tu salida precipitada de
Valladolid . Muchas cosas me preguntas á un tiempo , le respondi ;
58
454 GIL BLAS .
y el lugar donde estamos no es á propósito para contar aventuras.
Tienes razon , me dijo, mejor estaremos en mi casa ; vente conmigo,
que no está lejos de aquí . Estoy independiente , alojado en buen pa
raje y con muy buenos muebles , vivo contento , y soy feliz, pues
que creo serlo.
Acepté el partido , y acompañé á Fabricio , quien me detuvo al
llegar a una casa de bella fachada, en la que me dijo vivia . Atra
vesamos un patio que tenia por un lado una gran escalera que con
ducia á unos aposentos soberbios, y por el otro una subida tan
oscura como estrecha , por donde fuímos a la vivienda que me habia
ponderado, la cual se reducia á una sala , de la que mi ingenioso
amigo habia hecho cuatro separadas con tablas de pino , sirviendo
la primera de antesala á la segunda , en donde dormia , la tercera
de despacho , y la última de cocina . La sala y antesala estaban
adornadas de mapas y papeles de conclusiones de filosofía ; y los
trastos que correspondian á la colgadura, consistian en una gran
cama de brocado estropeada , unas sillas viejas de sarga amarilla
guarnecidas con una franja de seda de Granada del mismo color ,
una mesa con piés dorados cubierta de un cordoban que parecia
haber sido encarnado y ribeteado con una franja de oro falso, que
se habia vuelto negro con el tiempo , y un armario de ébano ador
nado de figuras esculpidas groseramente . En su despacho tenia por
escritorio una mesita ; y su biblioteca se componia de algunos libros
y muchos legajos de papeles, que tenia en tablas puestas unas sobre
otras á lo largo de la pared . La cocina que no deslucia á lo demás ,
contepia vidriado y otros utensilios necesarios.
Fabricio , despues de haberme dado tiempo de mirar bien su ha
bitacion , me dijo : ¿Qué juicio formas de mi equipaje y de mi vi
vienda ? ¿ no te ha encantado verla ? A fe mia que sí , le respondi son
riéndome : debes hacer bien tu negocio en Madrid para estar tan
bien provisto . Sin duda tienes algun buen empleo. El cielo me guar
de de eso , me replicó : el partido que he tomado es superior a todos
los empleos . Un sugeto de distincion , de quien es esta casa , me ba
dejado una sala , de la que he hecho cuatro piezas, que he albajado
como ves: á mi pada me falta, y solo me ocupo en lo que me agra
da . Háblame con mas claridad , le dije, porque avivas mi deseo de
saber lo que haces . Pues bien , me dijo, voy a complacerte: me be
metido á ser autor, me he dedicado a la literatura, escribo en ver
so y prosa , y hago a pluma y á pelo .
LIBRO SÉPTIMO . 455
¡ Tú favorito de Apolo! exclamé riéndome. Eso es lo que jamás
hubiera adivinado ; menos me sorprenderia verte dedicado á otra
cualquiera cosa . Y qué atractivo has podido ballar en la profesion
de poeta? porque me parece que a semejantes gentes las desprecian
en la vida civil , y que no son las mas ricas . ¡ Oh ! quítate allá , re
plicó : eso es bueno para aquellos miserables autores cuyas obras
son el desecho de los libreros y de los cómicos . ¿ Será de extrañar
que no se estimen semejantes escritores? Pero los buenos , amigo
mio , están en el mundo en otro concepto ; y yo puedo decir sin va
nidad que soy de este número . No lo dudo , le dije, tú eres un mozo
de gran talento , y así tus composiciones no pueden ser malas; pero
lo único que deseo saber, y me parece digno de mi curiosidad , es
cómo te ha dado la manía de escribir .
Tu admiracion es fundada, dijo Nuñez . Estaba tan contento con
mi suerte en casa del señor Manuel Ordoñez, que no deseaba otra;
pero , haciéndose mi ingenio superior poco a poco como el de Plauto
á la servidumbre, compuse una comedia que hice representar á unos
cómicos que estaban en Valladolid . Aunque no valia un pito , fué muy
aplaudida, de lo que inferí que el público era una vaca mansa de
leche, que fácilmente se dejaba ordeñar. Esta reflexion , y la locura de
componer nuevas piezas , me hicieron dejar el hospital . El amor á
la poesía me quitó el de las riquezas ; y , para adquirir buen gusto ,
determiné venir a Madrid , como á centro de los ingenios . Me des
pedí del administrador , que como me amaba tanto, sintió bastante
mi resolucion , y me dijo: Fabricio , ¿por qué quieres dejarme? ¿aca
so te habré dado , sin pensarlo , algun motivo de disgusto? No , señor ,
le respondí, usted es el mejor de todos los amos , y estoy muy agra
decido á sus favores; pero bien sabe que cada uno debe seguir su es
trella . Me contemplo nacido para eternizar mi nombre con obras de
ingenio . ¡ Qué locura ! me replicó aquel buen amo ; ya estás connatu
ralizado con el hospital, y eres la cantera de donde se sacan los ma
yordomos y aun los administradores . Si quieres dejar lo sólido para
pasar el tiempo en fruslerías, el mal es para tí , hijo mio .
Viendo el administrador cuán inútilmente combatia mi designio ,
me pagó mi salario , y en reconocimiento de mis servicios me dió de
guantes cincuenta ducados , de modo que con esto, y lo que habia
podido juntar en las pequeñas comisiones que se habian encargado
á mi integridad, me ví en estado de presentarme decentemente en
Madrid, lo que no dejé de hacer , aunque los escritores de nuestra
456 GIL BLAS ,
nacion no cuidan mucho del aseo . Inmediatamente hice conocimien
to con Lope de Vega Carpio , Miguel de Cervantes Saavedra, y los
demás célebres autores ; pero , con preferencia á estos dos grandes
hombres, elegi para preceptor mio á un jóven bachiller cordobés,
al incomparable don Luis de Góngora , el ingenio mas brillante que
jamás produjo España , el cual no quiere que sus obras se impri
man mientras viva, y se contenta con leérselas á sus amigos . Lo
que hay de particular es que la naturaleza le ha dotado del raro ta
lento de manejar con acierto todo género de poesías: sobresale prin
cipalmente en las composiciones satíricas , que son su fuerte . No es
como Lucilio un torrente turbio , que arrastra consigo mucho cie
no : sino el Tajo , cuyas aguas puras corren sobre arenas de oro.
Tan buena pintura me haces de ese bachiller, le dije á Fabricio,
que no dudo que una persona de tanto mérito tenga muchos envi
diosos. Todos los autores , respondió él , tanto buenos como malos,
le muerden : uno dice que le gusta el estilo hinchado , los concepti
llos, las metáforas y las trasposiciones. Sus versos, dice otro, se pa
recen en lo oscuro á los que cantaban en sus procesiones los sacer
dotes salios , y que nadie entendia . Tambien hay quien le censura
de que tan presto hace sonetos ó romances, y tan presto comedias,
décimas y villancicos, como si locamente se hubiera propuesto des
lucir a los mejores escritores en todo género de poesía ; pero todas
estas saetas de la envidia se embotan dando contra una musa apre
ciada de grandes y pequeños .
Tal es el maestro con quien hice mi aprendizaje, y me atrevo á
decir sin vanidad que le imito ; habiéndome bebido de tal modo su
espíritu , que ya compongo trozos sublimes que no los juzgaria in
dignos de sí . A ejemplo suyo voy a vender mi mercancía á las ca
sas de los grandes, en las cuales soy muy bien recibido , y en don
de hallo gentes que no son muy descontentadizas. Es verdad que
mi modo de recitar es halagüeño, lo que no daña á mis composi
ciones. En fin , muchos señores me estiman , y sobre todo vivo con
el duque de Medinasidonia , como Horacio vivia con Mecenas . Hé
aquí de qué modo me he trasformado en autor; nada mas tengo que
contarte : á tí te toca ahora cantar tus victorias .
Entonces tomé la palabra , y suprimiendo todo aquello que me
pareció no ser del caso, le hice la relacion que me pedia , despues
de la cual se trató de comer , y sacó de su armario de ébano servi
lletas, pan, un pedazo de lomo de carnero asado, una botella de
LIBRO SEPTIMO. 457
vino exquisito , y nos sentamos a la mesa con aquella alegría pro
pia de dos amigos que vuelven á encontrarse despues de una larga
separacion . Ya ves , me dijo, mi vida libre é independiente. Si qui
siera seguir el ejemplo de mis compañeros , iria á comer todos los
dias en casa de las personas distinguidas; pero, además de que el
amor al trabajo me retiene de ordinario en casa , soy un nuevo
Arístipo, pues tan contento estoy con el trato de gentes como con el
retiro, con la abundancia como con la frugalidad .
Nos supo tan bien el vino , que fué menester sacar otra botella
del armario. De sobremesa le dí á entender tendria gusto en ver al
gunas de sus producciones, y al instante buscó entre sus papeles
un soneto, que me leyó con énfasis; pero , a pesar del sainete de la
lectura, me pareció tan oscuro , que nada pude comprender. Cono
ciólo , y me dijo : Este soneto no te ha parecido muy claro , ¿no es
así ? Le confesé que hubiera querido algo mas de claridad; echóse á
reir de mí , y prosiguió : Lo mejor que tiene este soneto , amigo mio ,
es el no ser inteligible. Los sonetos, las odas y las demás obras que
piden sublimidad , no quieren estilo sencillo y natural; antes bien
en la oscuridad consiste todo su mérito . Conque el poeta crea enten
derlo es bastante. Tú te burlas de mí , interrumpi yo : todas las
poesías, sean de la naturaleza que fueren, piden juicio y claridad;
y si tu incomparable Góngora no escribe con mas claridad que tú ,
te confieso que decae mucho en mi opinion : es un poeta que ,
cuando mas , no puede engañar sino á su siglo . Veamos ahora tu
prosa .
Enseñóme un prólogo que me dijo pensaba poner al frente de
una coleccion de comedias que estaba imprimiendo, y me preguntó
qué me habia parecido. No me gusta mas tu prosa , le dije, que tus
458 GIL BLAS .
versos . El soneto es una algarabía; en el prólogo hay expresiones
demasiado estudiadas , palabras que el público no conoce , frases
enredosas, y , en una palabra, tu estilo es extravagante, y muy
ajeno de los libros de nuestros buenos y antiguos autores . ¡ Pobre
ignorante! exclamó Fabricio: ( no sabes tú que todo escritor en prosa
que aspira hoy á la reputacion de pluma delicada, afecta esta sin
gularidad de estilo, estas expresiones equívocas que tanto chocan ?
Nos hemos aunado cinco ó seis novadores animosos que hemos em
prendido mudar el idioma de blanco en negro , y con la ayuda de
Dios lo hemos de conseguir, a pesar de Lope de Vega , de Solís, de
Cervantes y de todos los demás ingenios que critican nuestros nue
vos modos de hablar . Tenemos de nuestra parte gran número de
sugetos distinguidos, y hasta teólogos contamos en nuestro partido.
Sobre todo , continuó , nuestro designio es loable ; y, fuera de
preocupaciones , nosotros somos mas apreciables que aquellos es
critores sencillos que se explican en el lenguaje del comun de los
hombres . No sé por qué merecen el aprecio de tantas gentes hon
radas . Eso seria bueno en Atenas y en Roma , en donde todos se
confundian; por lo que Sócrates dijo á Alcibíades que el pueblo era
un maestro excelente de la lengua ; pero en Madrid es otra cosa:
aquí tenemos estilo bueno y malo , y los cortesanos se explican de
un modo diferente que el pueblo . En fin , desengañate , que nuestro
nuevo estilo supera al de nuestros antagonistas. Quiero probarte la
diferencia que hay de la gallardía de nuestra diccion a la bajeza de
la suya . Ellos dirian por ejemplo llanamente: los intermedios her
mosean una comedia . Y nosotros con mas gracia decimos : los inter
medios hacen hermosura en una comedia . Observa bien este hacer
hermosura : ¿ percibes tú toda la brillantez , la delicadeza y gracia
que esto contiene?
Habiendo interrumpido a mi novador con una carcajada, le dije:
Véte al diablo , Fabricio , con tu lenguaje culto : tú eres un estrafa
lario. Y tú , con tu estilo natural, repuso él , eres un gran bestia ;
vé , prosiguió, aplicándome aquellas palabras del arzobispo de
Granada : Dile á mi tesorero que te entregue cien ducados, y anda
bendito de Dios con ellos. Adios, señor Gil Blas, me alegraré logre
usted todo género de prosperidades con algo mas de gusto. Repeti
mis carcajadas al oir esta pulla , y Fabricio , sin perder nada de su
buen humor , me perdonó el desacato con que habia hablado de sus
escritos . Despues de habernos bebido la segunda botella , nos levan
LIBRO SEPTIMO 459
tamos de la mesa tan amigos como antes . Salimos con ánimo de ir
á pasearnos al Prado ; pero , al pasar por delante de un café, nos
dió gana de entrar.
A esta casa concurrian regularmente gentes de forma. Ví en dos
salas diferentes á algunos caballeros que se divertian de varios
modos. En la una jugaban á los naipes y al ajedrez, y en la otra
habia diez ó doce que estaban muy atentos escuchando la disputa
de dos argumentantes. No tuvimos necesidad de acercarnos para
oir que el asunto de la contienda era un punto de metafísica ; por
que era tal el calor y vehemencia con que hablaban , que no pare
cian sino dos energúmenos. Yo pienso que , si se les hubiera apli
· cado el anillo de Eleázaro, se hubieran visto salir demonios de sus
narices. ¡ Válgame Dios ! dije a mi compañero . ¡ qué fogosidad! iqué
pulmones! no parece sino que aquellos disputadores habian nacido
para pregoneros . La mayor parte de los hombres yerran su voca
cion . Así es la verdad , respondió, estas gentes descienden al pare
cer de Novio , aquel banquero romano , cuya voz sobresalia por
entre el ruido de los carreteros ; pero lo que mas me disgusta de sus
altercaciones, es que atolondran los oidos infructuosamente. Deja
mos á estos metafísicos gritadores, y con esto se me desvaneció el
dolor de cabeza que me habian causado . Nos fuímos á un rincon
de otra sala , y , babiendo bebido algunas copas de vino generoso ,
principiamos á examinar á los que entraban у salian . Como Nuñez
los conocia casi á todos , dijo: Por vida mia que la disputa de nues
tros filósofos lleva traza de no acabarse en gran rato , pero á bien
que llega tropa de refresco: estos tres que entran van a tomar parte
en la disputa . Pero , ¿ ves esos dos sugetos originales que salen ?
pues la personilla morena , seca , y cuyos cabellos lacios y largos le
caen en partes iguales por detrás y delante, se llama don Juan de
Villanuño . Es un togado nuevo que la echa de elegante . El otro dia
fuímos un amigo y yo a comer con él , y le sorprendimos en una
ocupacion muy singular : se divertia en su estudio tirando y ha
ciendo traer por un gran lebrel los legajos de un pleito que está
defendiendo, los que su perro desgarraba á grandes dentelladas .
El licenciado que le acompaña, aquel cara de tomate , se llama don
Querubin Tonto: es canónigo de la iglesia de Toledo , y el hombre
mas negado del mundo . No obstante, al ver su aire placentero, la
viveza de sus ojos, su risa fingida y maliciosa, le tendrán por sabio
y de gran perspicacia. Cuando se lee en su presencia alguna obra
460 GIL BLAS ,
delicada y profunda, pone la mayor atencion , como si penetrara su
asunto ; pero maldita la cosa que entiende . Este fué uno de los con
vidados en casa del togado, en donde se dijeron mil chistes y aga
dezas, sin que á mi don Querubin se le oyese el metal de la voz ;
pero en recompensa los gestos y demostraciones con que aplaudia
nuestros chistes , daban una aprobacion superior al mérito de nues
tras gracias.
¿ Conoces, dije á Nuñez , á aquellos dos desgreñados que están de
codos sobre una mesa en el rincon , hablando tan bajo y de cerca
que parece que se besan ? No , me respondió , no los he visto en mi
vida ; pero, segun todas las apariencias, serán políticos de café que
murmuran del gobierno . ¿ Ves á ese caballerete galan que silbando
se pasea por la sala, sosteniéndose ya sobre un pié , y ya sobre el
otro ? pues es don Agustin Moreto, poeta mozo que muestra gran
talento; pero á quien los aduladores y los ignorantes le han llenado
los cascos de vanidad. Aquel á quien se acerca es uno de sus com
pañeros, que compone versos prosaicos ó prosa en rimas, y a quien
tambien sopla la musa .
Todavía hay mas autores , prosiguió señalándome dos hombres
que entraban con espada : no parece sino que se han citado para
venir a pasar revista delante de ti . Vé allí á don Bernardo Deslen
guado y á don Sebastian de Villaviciosa . El primero es un sugeto
de mala índole , un autor que parece ha pacido bajo el signo de Sa
turno, un mortal maléfico, que se complace en aborrecer a todo el
mundo , y á quien nadie ama . Por lo que hace á don Sebastian , es
un mozo de buena fe, autor muy concienzudo. Poco hace que dió
al teatro una comedia , que ha gustado en extremo , y por no abu
sar mas tiempo de la estimacion del público , la ha hecho imprimir.
El caritativo discípulo de Góngora se preparaba para continuar
explicándome las diferentes figuras del cuadro variable que tenía
mos a la vista , cuando vino á interrumpirle un gentil hombre del
duque de Medinasidonia , diciéndole: Señor don Fabricio , vengo en
busca de usted para decirle que el duque mi señor quisiera hablar
le , y espera á usted en su casa . Sabiendo Nuñez que para satisfa
cer el deseo de un gran señor no hay priesa que baste, me dejó al
momento por ir á ver lo que le queria su Mecenas, y yo quedé muy
admirado de haber oido tratarle de don , y de mirarle así convertido
en noble , a pesar de ser su padre maese Crisóstomo el barbero .
CAPITULO XIY .
Fabricio coloca á Gil Blas en casa del conde Galiano, título de Sicilia .
El gran deseo de ver á Fabricio me llevó bien de mañana a su
casa . Buenos dias, le dije al entrar, señor don Fabricio , flor y nata
de la nobleza asturiana. Al oirme se echó á reir. ¿Conque has no
tado, me dijo , que me han tratado de don ? Si, caballero mio, le
respondí, y permiteme te diga que ayer , cuando me contaste tu
trasformacion , te olvidaste de lo mejor . Ciertamente , respondió ;
pero en verdad que, si he tomado este dictado de honor, no es tanto
por satisfacer mi vanidad , como por acomodarme a la de los otros.
Tú conoces á los españoles ; maldito el caso que hacen de un hom
bre honrado si tiene la desgracia de ser pobre ó plebeyo, y aun te
diré que veo tantas gentes ( y Dios sabe qué clase de gentes) que
hacen les llamen don Francisco, don Gabriel, don Pedro , ó don co
mo tú quieras llamarle , que es preciso confesar que la nobleza es
una cosa muy comun , y que un plebeyo que tiene mérito la honra
cuando quiere agregarse á ella .
Pero mudemos de conversacion , añadió . Anoche, durante la ce
na en casa del duque de Medinasidonia , en donde entre otros con
vidados se hallaba el conde Galiano, título de Sicilia , se tocó la
conversacion sobre los ridículos efectos del amor propio . Yo me
alegré de hallar ocasion de divertir a la concurrencia sobre el mis
mo punto , y les conté la historia de las homilías. Puedes imaginar
462 GIL BLAS .
cuánto reirian , y qué apodos no se darian á tu arzobispo; lo que no
te ha venido mal , porque se han compadecido de tí, y despues de
haberme hecho el conde Galiano muchas preguntas acerca de tu
persona , á las cuales puedes creer respondí como debia , me encar
gó que te presente á él , y para este fin iba abora mismo á buscar
te. Segun parece , quiere nombrarte por uno de sus secretarios; y
te aconsejo no desprecies este partido . En casa de este señor te ha
llarás perfectamente; es rico , y hace en Madrid un gasto de emba-.
jador. Dicen ha venido a la corte a tratar con el duque de Lerma
sobre ciertas haciendas de la corona que este ministro piensa enaje
nar en Sicilia . En fin , el conde , aunque siciliano , parece generoso,
lleno de rectitud y de ingenuidad . No puedes hacer mejor cosa que
acomodarte con este señor , porque probablemente es el que debe
hacerte rico , segun lo que te pronosticaron en Granada.
Habia resuelto , dije á Nuñez , pasearme y divertirme algun tiempo
antes de ponerme a servir ; pero me hablas del conde siciliano de
un modo que me hace mudar de intenciones ; ya quisiera estar con
él . Pronto estarás, me dijo, é yo me engaño mucho . Entonces sali
mos ambos para ir a ver al conde, que ocupaba la casa de don
Sancho de Avila , su amigo , quien estaba entonces en una hacienda
de campo .
Encontramos en el patio muchos pajes y lacayos con libreas pri
morosas, y en la antesala muchos escuderos, gentiles hombres, y
otros criados . Si los vestidos eran magníficos, los rostros eran tan
extravagantes, que se me figuraron una manada de monos vestidos
á la española . Puede afirmarse que hay caras de hombres y muje
res a las que el arte no puede dar hermosura .
Habiendo don Fabricio hecho pasar recado , fué admitido inme
diatamente en la sala, adonde le seguí. Estaba el conde en bata,
1
sentado en un sofá, y tomando chocolate . Le saludamos con de
mostraciones del mas profundo respeto, y él nos correspondió in
clinando la cabeza, y con un aspecto tan afable, que le cobré gran
de inclinacion: efecto admirable y ordinario que causa comunmente
en nosotros la favorable acogida de los grandes . Preciso es que nos
reciban muy mal para que nos desagraden.
Despues que tomó el chocolate , se divirtió algun tiempo en ju
guetear con un gran mono al que llamaba Cupido . Ignoro por qué
pusieron el nombre de este dios á aquel animal , á no ser que fuese
por causa de su malicia , porque en otra cosa absolutamente no le
LIBRO SEPTIMO . 463
parecia ; pero , tal cual era , su amo tenia puesto todo su cariño en
él ; y estaba tan prendado de sus gracias, que no le soltaba de sus
brazos. Aunque nos divertian poco los brincos del mono , aparen
tamos que nos hechizaban , lo que complació mucho al siciliano ,
quien suspendió el gusto que tenia en aquel pasatiempo para decir
me: En mano de usted estará, amigo mio , ser uno de mis secreta
rios; si le conviene a usted el partido , le daré doscientos doblones
al año ; basta que don Fabricio sea quien presente á usted , y res
ponda de su conducta . Sí , señor , exclamó Nuñez , soy mas arro
gante que Platon , que no se atrevió a salir por fiador de un amigo
suyo que enviaba á Dionisio el Tirano; pero no temo merecer re
convenciones.
Agradecí con una reverencia al poeta de Asturias su fina arro
gancia , y despues, dirigiéndome al amo , le aseguré de mi celo y
fidelidad . Apenas vió aquel señor que yo aceptaba su propuesta ,
hizo llamar á su mayordomo, á quien habló en secreto, y en seguida
me dijo: Gil Blas, luego te diré en lo que pienso emplearte: entre
tanto vé con mi mayordomo , que ya le he dado orden de lo que ha
de hacer de tí. Obedecí dejando á Fabricio con el conde y Cupido .
El mayordomo, que era un mesinés de los mas diestros , me lle
vó a su cuarto llenándome de cumplimientos . Hizo llamar al sastre
de la casa, y le mandó hacerme prontamente un vestido de igual
magnificencia que los de los criados mayores. El sastre me tomó la
medida , y se retiró . En cuanto a vuestra habitacion , dijo el mesi
nés, os he destinado una que os gustará. Ahora bien , prosiguió,
cos habeis desayunado? Respondíle que no . ¡ Qué pobre mozo sois !
me dijo, spor qué no hablais? estais en una casa en donde no hay
mas que decir lo que se quiere para tenerlo : venid conmigo, que
voy a llevaros á un paraje en donde á Dios gracias nada falta .
Dicho esto , me hizo bajar a la dispensa , en la que hallamos al
repostero, que era un napolitano que valia tanto como un mesinés ,
de modo que pudiera decirse de ambos que eran á cual peor . Este
honrado hombre estaba con cinco ó seis amigos suyos atracándose
de jamon, lenguas de vaca , y otras carnes saladas que les hacian
menudear los tragos. Entramos en el corro , y ayudamos á apurar
los mejores vinos del señor conde . Mientras esto pasaba en la re
postería , se representaba la misma comedia en la cocina , en donde
el cocinero tambien obsequiaba á tres o cuatro conocidos suyos,
quienes no bebian menos vino que nosotros , y se bartaban de em
464 GIL BLAS .
panadas de perdices y conejos. Hasta los marmitones se regalaban
con lo que podian pescar. Yo pensé estar en el puerto de Arrebata
capas, y en una casa entregada al pillaje; pero cuanto estaba vien
do era nada en comparacion de lo que no veia.
CAPÍTULO XY .
De los empleos que el conde Galiano dió en su casa á Gil Blas .
Habiendo salido á hacer llevar el equipaje á mi nueva habita
cion, encontré à la vuelta al conde en la mesa con muchos señores,
y el poeta Nuñez, que con aire desembarazado se hacia servir como
uno de tantos , y se mezclaba en la conversacion. Al mismo tiempo
observé que no decia palabra que no cayese en gracia a los circuns
tantes . ¡ Viva el talento! el que lo tiene puede hacer cuantos pape
les quiera .
Por lo que á mí toca, comí con los criados mayores, que fueron
servidos con corta diferencia como el amo. Acabada la comida, me
retiré á mi cuarto, en donde , reflexionando sobre mi condicion , me
dije á mí mismo : Ahora bien , Gil Blas', ya estás sirviendo á un
conde siciliano , cuyo carácter no conoces : si se ha de juzgar por
las apariencias, estarás en su casa como el pez en el agua; pero de
nada se puede estar seguro , y la malignidad de tu estrella te ha he
cho ver de ordinario que no debes fiarte de ella. Además de esto
ignoras el destino que quiere darte: ya tiene secretarios y mayor
domo : ¿ en qué querrá que tú le sirvas? Siempre querrá que lleves
el caduceo , es decir , que seas su confidente secreto : pues sea enho
rabuena. No se podria entrar bajo mejor pié en casa de un señor
para andar mucho en poco tiempo. Sirviendo empleos mas honro
sos se camina lentamente, y aun con eso no siempre se consigue
el fin .
466 GIL BLAS .
En medio de estas bellas reflexiones vino un lacayo á decirme
que todos los caballeros que habian comido en casa se babian mar
chado, y que su señoría me llamaba. Fuí volando á su aposento,
en donde le encontré echado en un sofá para dormir la siesta , y con
su mono al lado. Acércate , Gil Blas, me dijo , toma una silla y es
cúchame. Obedecíle , y me habló en estos términos: Me ha dicho
don Fabricio que, entre otras buenas cualidades, tienes la de amar
á tus amos, y que eres un mozo de mucha integridad . Estas dos
cosas me han determinado á recibirte para mi servicio : necesito un
criado que me tenga afecto , cuide de mis intereses , y ponga todo
su conato en conservar mis bienes: es verdad que soy rico ; pero
mis gastos exceden todos los años á mis rentas. Y ¿por qué? por
que me roban, porque me saquean , y vivo en micasa como en un
monte lleno de ladrones . Sospecho que mimayordomo y mi repos
tero caminan de acuerdo ; y si no me engaño, vé aquí mas de lo
que se necesita para arruinarme enteramente . Me dirás que si los
contemplo bribones por qué no los despido; pero zen dónde hallaré
otros que sean formados de mejor barro? Es preciso contentarme
con hacer que vigile sobre ellos una persona encargada de inspec
cionar su conducta . A tí, Gil Blas, he elegido para el desempeño de
esta comision. Si la evacuas bien , ten por cierto que no servirás á
un ingrato. Cuidaré de emplearte muy ventajosamente en Sicilia .
Despues de haberme hablado de esta manera , me despidió , y
aquella misma noche delante de todos los criados fui proclamado
por superintendente de la casa . Por el pronto no fué muy sensible
esta novedad al mesinés y al napolitano, porque yo les parecia un
picarillo fácil de ganar, y contaban con que, partiendo conmigo la
torta , tendrian libertad para continuar su rumbo; pero al dia si
guiente se hallaron muy chasqueados cuando les manifesté que yo
era enemigo de toda malversacion . Pedíalmayordomo un estado de
las provisiones: visité el depósito de los vinos, registré lo que ha
bia en la repostería , quiero decir, la vajilla y mantelería, y despues
les exhorté á mirar por el caudal del amo, á usar de economía en
el gasto, y acabé mi exhortacion con asegurarles que daria cuenta
á su señoría de cuanto malo viese hacer en su casa
ou ..
No me contenté con esto , sino que quise tener un espía para ave
riguar si habia alguna inteligencia entre ellos, y á este fio me vali
de un marmiton que , engolosinado con mis promesas, dijo que no
podia haber escogido á otro mas á propósito que a él para saber lo
LIBRO SEPTIMO . 467
que pasaba en casa ; que ' el mayordomo y el repostero estaban
aunados, y cada uno burtaba por su parte; que todos los dias en
viaban fuera la mitad de las provisiones que se compraban para el
gasto de la casa; que el napolitano mantenia á una dama que vivia
enfrente del colegio de Santo Tomás , y el mesinés á otra en la
Puerta del Sol ; que estos dos caballeros hacian llevar todas las ma
ñanas á casa de sus ninfas toda especie de provisiones; que el co
cinero por su parte regalaba muy buenos platos á una viuda que
conocia en la vecindad, y que , en agradecimiento de los servicios
que hacia a los otros dos, disponia como ellos de los vinos del de
pósito. Finalmente, que estos tres criados eran la causa del gasto
tan enorme que se hacia en casa del señor conde. Si usted no me
cree, añadió el marmiton, tómese el trabajo de estar mañana por la
mañana á eso de las siete cerca del colegio de Santo Tomás , y me
verá cargado con un esporton que le hará ver que no miento . Se
gun eso , le dije, żeres el mandadero de esos galanes proveedores ?
Yo soy , respondió, el que sirvo al repostero, y uno de mis cama
radas hace los recados del mayordomo.
Esta noticia me pareció digna de averiguarse. El dia siguiente
tuve la curiosidad de ir cerca del colegio de Santo Tomás a la hora
señalada . No tuve que aguardar mucho á mi espía, pues bien pron
to le ví llegar con un gran esporton lleno de carne , aves y caza .
Conté las piezas, y las apunté en mi libro de memoria , que fuí á
mostrar al amo , despues de haber dicho al marmiton que cumpliese
eomo de ordnario su encargo .
El señor siciliano, que era de un carácter muy vivo, quiso en el
primer impulso despedir al napolitano y al mesinés ; pero despues
de haberlo pensado , se contentó con despedir al último , cuya plaza
468 GIL BLAS .
recayó en mí; por lo que mi empleo de superintendente quedó su
primido poco despues de su creacion , y confieso con franqueza que
no me pesó. Hablando con propiedad este no era mas que un em
pleo honorífico de espía, un destino que nada tenia de sólido; siendo
así que , llegando á ser señor mayordomo, tenia á mi disposicion la
caja del dinero , que es lo principal. Un mayordomo es el criado de
mas suposicion en casa de un señor , y son tantos los gajes anejos
a la mayordomía, que podria enriquecerse sin faltar á la hombría
de bien .
El bellaco del napolitano no dejó por eso sus malas mañas; y
advirtiendo que yo tenia un celo riguroso, y que así no dejaba de
registrar todas las mañanas las provisiones que compraba; no las
extraviaba, pero el tunante continuó haciendo traer cada dia la
misma cantidad. Con esta trampa, aumentando el provecho que sa
caba de lo sobrante de la mesa que de derecho le pertenecia, halló
medio de enviar la carne cocida á su queridita, ya que no podia
cruda. Aquel diablo nada perdia , y el conde nada habia adelantado
con tener en su casa al fénix de los mayordomos. La excesiva abun
dancia que ví reinar en las comidas, me hizo adivinar este nuevo
ardid , é inmediatamente puse en ello remedio , despojándolas de todo
lo supérfluo; lo que sin embargo hice con tanta prudencia, que no
se notaba ninguna escasez . Nadie hubiera dicho sino que continua
ba siempre la misma profusion , y sin embargo no dejé de disminuir
con esta economía considerablemente el gasto, que era lo que el
amo deseaba : queria ahorrar sin parecer menos espléndido, de
suerte que su avaricia se sujetaba a su ostentacion .
No pararon aquí mis providencias, porque tambien reformé otro
abuso. Viendo que el vino iba por la posta, sospeché que habia
tambien trampa por este lado . Efectivamente, si , por ejemplo, ha
bia doce á la mesa de su señoría , se bebian cincuenta y algunas
veces hasta sesenta botellas, lo que no podia menos de causarme
admiracion . Consulté sobre esto á mi oráculo , es decir, á mi mar
miton, con quien yo tenia algunas conversaciones secretas, en las
que me contaba con toda fidelidad lo que se decia y hacia en la co
cina , en donde nadie se recelaba de él . Me dijo que el desperdicio
de que yo me quejaba procedia de una nueva liga que se habia
formado entre el repostero , el cocinero y los lacayos que servian
el vino á la mesa; que estos se llevaban las botellas medio llenas, y
las distribuian despues entre los confederados . Reñí á los lacayos ,
LIBRO SÉPTIMO . 469
Y les amenacé con echarlos á la calle si volvian á reincidir , y esto
bastó para que se enmendasen . Tenia gran cuidado de informar á
mi amo de las menores cosas que hacia en su beneficio , con lo que
me llenaba de alabanzas , y cada dia me cobraba mas afecto . Por
mi parte recompensé al marmiton que me hacia tan buenos oficios,
haciéndole ayudante de cocina. De este modo va ascendiendo un
criado fiel en las casas principales.
El napolitano rabiaba de ver que siempre andaba tras de él , y lo
que sentia mas vivamente era el tener que aguantar mis reparos
siempre que me daba las cuentas , porque , para quitarle el motivo
de sisar, me tomé la molestia de ir a los mercados, é informarme
de los precios de los géneros, de suerte que le esperaba con esta
prevencion , y como él no dejaba de querer remachar el clavo , yo
le rechazaba vigorosamente, bien persuadido de que me maldeciria
cien veces al dia ; pero la causa de sus maldiciones me quitaba todo
temor de que se cumpliesen . No sé cómo podia resistir á mis pes
quisas, ni cómo continuaba sirviendo al señor siciliano ; sin duda
que él, a pesar de todo esto , hacia su agosto .
Contaba á Fabricio, á quien veia algunas veces, mis inauditas
proezas económicas; pero le hallaba mas propenso á vituperar mi
conducta que á aprobarla. Quiera Dios , me dijo un dia , que al cabo
y al postre sea bien recompensado tu desinterés; pero hablando
aquí para los dos , creo que saldrias mas bien librado si no te estre
llases tanto con el repostero. Pues qué , le respondí, jeste ladron
ha de tener la osadía de poner en la cuenta del gasto diez doblones
por un pescado que no costó mas que cuatro? Y ¿quieres tú que yo
pase esta partida? Y ¿por qué no? replicó serenamente ; que te dé
la mitad del aumento , y hará las cosas en forma. A fe mia , amigo ,
continuó meneando la cabeza, que no te sabes gobernar. Tú , á la
verdad , echas á perder las cosas, y tienes traza de servir mucho
tiempo, pues no te chupas el dedo teniéndolo en la miel . Has de sa
ber que la fortuna es semejante a aquellas damiselas vivas y ve
leidosas á quienes no pueden sujetar los galanes tímidos . Reime de
las expresiones de Nuñez , que por su parte hizo otro tanto , y quiso
persuadirme que aquello habia sido solo una chanza : se avergon
zaba de haberme dado inútilmente un mal consejo. Continué siem
pre en el firme propósito de ser fiel y celoso , atreviéndome á ase
gurar que en cuatro meses con mi economía ahorré á mi amo por
lo menos tres mil ducados
.
60
Femporen
CAPITULO XVI.
Del accidente que acometió al mono del conde Galiano, y de la pena que causó á este señor. Cómo Gil
Blas cayó enfermo; y cuáles fueron las resultas de su enfermedad .
El sosiego que reipaba en la casa le turbó extrañamente un su
ceso que al lector le parecerá una bagatela; pero que no obstante
llegó a ser muy serio para los criados , y sobre todo para mí . Cu
pido , aquel mono de que he hablado , aquel animal tan querido del
amo , al saltar un dia de una ventana á otra , tomó tan mal sus me
didas, que cayó al patio , y se dislocó una pata . Apenas supo el con
de esta desgracia , cuando empezó á dar gritos como una mujer; y
en el exceso de su sentimiento echó la culpa á sus criados sin ex
cepcion , y faltó poco para que los echara á todos á la calle . No
obstante , limitó su indignacion á maldecir nuestro descuido, y dar
nos mil epítetos con palabras descomedidas. Inmediatamente hizo
llamar á los cirujanos mas hábiles de Madrid en fracturas y dislo
caciones de huesos. Reconocieron la pata del herido, repusieron el
hueso en su lugar , y la vendaron ; pero , por mas que asegurasen
no ser cosa de cuidado, no pudieron conseguir que mi amo po re
tuviese á uno de ellos para que permaneciera al lado del animal
hasta su perfecta curacion .
Haria mal si pasara en silencio las penas é inquietudes que tuvo
el señor siciliano durante este tiempo . ¿ Se creerá que no se aparta
ba en todo el dia de su Cupido? Estaba presente cuando le curaban,
у de noche se levantaba dos ó tres veces á verle. Lo mas penoso
LIBRO SÉPTIMO . 471
era que con precision habian de estar todos los criados , y princi
palmente yo , siempre levantados, para acudir pronto á lo que se
necesitara en servicio del mono . En una palabra, no hubo en la
casa un instante de reposo , hasta que la maldita bestia , curada de
su caida, volvió a sus saltos y volteretas ordinarias . A vista de es
to , bien podemos dar crédito á la narracion de Suetonio , cuando
dice que Calígula amaba tanto á su caballo, que le puso una casa
ricamente albajada, con criados para servirle , y que tambien queria
hacerle cónsul. Mi amo no estaba menos enamorado de su mono , y
con gusto le hubiera nombrado corregidor .
Por desgracia mia yo me distingui mas que todos los criados en
complacer al amo , y trabajé tanto en cuidar de su Cupido , que caí
enfermo. Me dió una fuerte calentura , que se agravó de modo , que
perdí el sentido. Ignoro lo que hicieron conmigo en los quince dias
que estuve á la muerte ; y solamente sé que mi mocedad luchó tanto
con la calentura , y tal vez contra los remedios que me dieron , que
al fin recobré el conocimiento . El primer uso que hice de él , fué
observar que estaba en un cuarto diferente del mio : quise saber
por qué, y se lo pregunté á una vieja que me asistia ; pero me res
472 GIL BLAS .
pondió que no hablara, porque el médico lo habia prohibido expre
samente . Cuando estamos buenos , ordinariamente nos burlamos de
estos doctores; pero, en estando malos , nos sometemos con docili
dad á sus preceptos.
Aunque mas desease hablar con mi asistenta , tomé la determi
nacion de callar; y estaba pensando en esto a tiempo que entraron
dos como elegantes muy desembarazados, con vestidos de terciope
lo y ricas camisolas guarnecidas de encajes. Me imaginé que eran
algunos señores amigos de mi amo , que por atencion a él me ve
nian á ver , y en esta inteligencia hice un esfuerzo para incorpo
rarme , y por política me quité el gorro ; pero mi asistenta me vol
vió á tender a la larga , diciéndome que aquellos señores eran el mé
dico y el boticario que me asistian.
El doctor se acercó á mí , me tomó el pulso , miróme atentamente
el rostro , y habiendo observado todas las señales de una próxima
curacion , se revistió de un aspecto victorioso, como si hubiese puesto
mucho de suyo , y dijo que solo faltaba tomase una purga para
acabar su obra ; y que en vista de esto bien podia alabarse de ha
ber hecho una buena curacion . Despues de haber hablado de esta
suerte , dictó al boticario una receta , mirándose al mismo tiempo á
un espejo, atusándose el pelo, y haciendo tales gestos, que no pu
de dejar de reirme á pesar del estado en que me hallaba . Hízome
una cortesía, y se marchó, pensando mas en su cara que en las
drogas que habia recetado.
Luego que salió, el boticario, que sin duda no fué á mi casa en
vano , se preparó para ejecutar lo que se puede discurrir. Fuese
porque temiese que la vieja no se daria buena maña , ó sea para
hacer valer mas el género, quiso operar por sí mismo ; pero a pesar
de su destreza , apenas me habia disparado la carga, cuando , sin
saber cómo , la rechacé sobre el manipulante , poniéndole el vestido
de terciopelo como de perlas. Tuvo este accidente por adehala del
oficio . Tomó una toalla , se limpió sin decir palabra , y se fué bien
resuelto á hacerme pagar lo que le llevase el quitamanchas, á quien
sin duda tuvo precision de enviar su vestido .
A la mañana siguiente volvió vestido mas llanamente, aunque
nada tenia que aventurar ya , y me trajo la purga que el doctor ha
bia recetado el dia antes . Yo me sentia por momentos mejor; pero
fuera de eso , habia cobrado tanta aversion desde el dia anterior á
los médicos y boticarios, que maldecia hasta las universidades en
LIBRO SEPTIMO . 473
donde á estos señores se les da la facultad de matar hombres sin
riesgo. Con esta disposicion declaré enfadado que no queria mas
remedios , y que fueran á los diablos Hipócrates y sus secuaces.
Elboticario, á quien maldita de Dios la cosa se le daba de que yo
diera el destino que quisiera á su medicina, con tal que se la pa
gase , la dejó sobre la mesa , y se retiró sin decirme una palabra .
Inmediatamente hice arrojar por la ventana aquel maldito bre
baje , contra el cual habia formado tal aprension , que habria creido
beber veneno si lo hubiera tomado. A esta desobediencia añadí
otras; rompí el silencio , y dije con entereza a la que me cuidaba ,
que lo que positivamente queria era me diese noticias de mi amo.
La vieja , que temia excitar en mí una alteracion peligrosa si me
respondia , ó , por el contrario, que si dejaba de satisfacerme irrita
ria mimal, se detuvo un poco; pero la insté con tal empeño , que
al fin me respondió : Caballero, usted no tiene mas amo que austed
mismo. El conde Galiano se ha vuelto á Sicilia .
Me parecia increible lo que oia ; pero nada era mas cierto . Este
señor desde el segundo dia de mi enfermedad , temiendo que mu
riese en su casa , tuvo la bondad de hacerme trasladar con lo poco
que tenia á una posada, en donde me dejó abandonado sin mas ni
mas á la Providencia y al cuidado de una asistenta . En este tiempo
tuvo orden de la corte para restituirse á Sicilia , y se marchó tan
aceleradamente que no pudo pensar en mí, ya fuese porqueme con
taba con los muertos, ó ya porque las personasdedistincion suelen
padecer estas faltas de memoria .
Mi asistenta fué la que me lo contó todo, y me dijo que ella era
la que habia buscado médico y boticario para que no muriese sin
su asistencia . Estas bellas noticias me hicieron caer en un profundo
desvarío . ¡Adios mi establecimiento ventajoso en Sicilia ! ¡Adios mis
mas dulces esperanzas! « Cuando os suceda alguna gran desgracia
» (dice un papa), examinaos bien , y encontrareis que siempre ha
» beis tenido alguna parte de culpa .» Con perdon de este santo pa
dre, no puedo descubrir en qué hubiese yo contribuido á mi fatali
dad en aquella ocasion.
Cuando ví desvanecidas las lisonjeras fantasmas de que me ha
bia llenado la cabeza , lo primero que me ocupó el pensamiento fué
mi maleta , que hice traer á mi cama para registrarla. Al verla
abierta , suspiré. ¡Ay, mi amada maleta , exclamé, único consuelo
mio! a lo que veo bas estado á merced de manos ajenas. No, no,
474 GIL BLAS .
señor Gil Blas , me dijo entonces la vieja , crea usted que nada le
han robado. He guardado su maleta lo mismo que mi honra .
Encontré el vestido que llevaba cuando entre a servir al conde ;
pero busqué en vano el que me mandó hacer el mesinés. Mi amo
no habia tenido por conveniente dejármelo, ó alguno se lo habia
apropiado. Todo lo restante de mi ajuar estaba allí , y tambien
una bolsa grande de cuero donde tenia mi dinero . Lo conté dos
veces , porque á la primera, no hallando mas que cincuenta doblo
nes , no creí quedasen tan pocos de doscientos y sesenta que dejé
en ella antes de mi enfermedad . ¿Qué es esto , buena mujer, dije a
mi asistenta ? Mi caudal se ba disminuido mucho . Nadie ha llegado
á él , respondió la vieja , y he gastado lo menos que me ha sido po
sible ; pero las enfermedades cuestan mucho : es necesario estar
siempre dando dinero . Vea usted , añadió la buena económica sa
cando de la faltriquera un legajo de papeles , vea usted una cuenta
del gasto tan cabal como el oro , y que os hará ver que no he mal
gastado un ochavo .
Recorrí la cuenta , que bien tendria sus quince ó veinte hojas.
¡ Dios misericordioso! ¡ qué de aves se babian comprado mientras yo
estuve sin sentido! Solamente en caldos ascenderia la suma por lo
menos a doce doblones . Las otras partidas eran correspondientes á
esta . No es decible lo que habia gastado en carbon , en luz, en
agua , en escobas, etc. Sin embargo, por muy llena que estuviese
su lista , el total llegaba apenas á treinta doblones ; y por consi
guiente debian quedar todavía doscientos treinta . Díjeselo , pero la
vieja, con un aire de sencillez , empezó a poner por testigos a todos
los santos de que en la bolsa no habia mas que ochenta doblones
cuando el mayordomo del conde le habia entregado mi maleta . ¿Qué
dice usted , buena mujer? la interrumpí con precipitacion. ¿ Fue el
mayordomo quien dió á usted mi ropa? El fué realmente , me res
pondió : por mas señas que al dármela me dijo: Tome usted, buena
mujer ; cuando el señor Gil Blas esté frito en aceite , no deje usted
de obsequiarle con un buen entierro . En esta maleta hay con que
hacerle las hopras .
¡ Ah , maldito napolitano! exclamé entonces . Ya no necesito saber
en dónde para el dinero que me falta. Tú lo has llevado para des
quitarte de lo que te he impedido hurtases . Despues de esta invectiva
di gracias al cielo de que el bribon no hubiese cargado con todo.
No obstante , aunque yo tenia motivo para imputarle el hurto, no
LIBRO SEPTIMO 475
dejé de discurrir que acaso podia baberlo hecho mi asistenta. Mis
sospechas tan presto recaian sobre el uno como sobre el otro ; mas
para mí siempre era lo mismo . Nada dije á la vieja , ni tampoco
quise altercar sobre las partidas de su larga cuenta, porque nada
hubiera adelantado: es preciso que cada uno haga su oficio . Mi re
sentimiento se redujo á pagarla y despedirla de allí á tres dias.
Me imagino que al salir de mi casa fué á avisar al boticario de
que yo la habia despedido , y me hallaba ya restablecido y fuerte
para poder tomar las de Villadiego sin pagarle , porque le ví venir
de allí á poco , que apenas podia echar el aliento . Dióme su cuen
ta , en la que venian los supuestos remedios que me habia sumi
nistrado cuando estaba yo sin sentido , puestos con unos nombres
que no entendí aunque habia sido médico . Esta se podia llamar
propiamente cuenta de boticario, y así , cuando llegó el caso de
la paga , altercamos bastante, pretendiendo yo que rebajase la
mitad, y él porfiando que no bajaria un maravedí; pero, haciéndo
se cargo al fin el boticario de que las habia con un mozo que en el
dia podia marcharse de Madrid, tomó á bien contentarse con lo que
le ofrecia , es decir , con tres partes mas de lo que valian sus medi
cidas, por no exponerse á perderlo todo . Con mucho sentimiento
mio le aflojé el dinero , con lo que se retiró bien vengado de la de
sazoncilla que le causé el dia de la lavativa .
El médico llegó casi al punto, porque estos animales van siem
pre uno tras otro . Le satisfice el importe de sus visitas, que habian
sido frecuentes, y se marchó contento . Mas para acreditarme que
habia ganado bien su dinero , antes de retirarse me refirió por me
nor las mortales consecuencias que habia precavido en mi enfer
medad, lo cual hizo en términos muy elegantes y con un aspecto
agradable; pero nada comprendí de cuanto dijo . Luego que salí de
él , me juzgué ya libre de todos los familiares de las parcas; ſpero
me engañaba , porque vino tambien un cirujano, á quien en mi vi
da habia visto . Saludóme muy cortesmente , y manifestó mucho
gusto de hallarme fuera del peligro en que me habia visto , atribu
yendo este beneficio , decia él , á dos copiosas sangrías que me ha
bia hecho , y á unas ventosas que habia tenido la honra de apli
carme . Esta pluma quedaba que arrancarme todavía : me fué pre
ciso asimismo pagar al cirujano. Con tantas evacuaciones se quedó
tan flaco mi bolsillo , que se podia decir era un cuerpo aniquilado ,
y que ni aun le quedaba el húmedo radical .
476 GIL BLAS.
Al verme otra vez abismado en tan miserable situacion, empecé
á desanimarme. En casa de mis últimos amos me babia aficionado
de suerte á las comodides de la vida, que no podia ya como en otro
tiempo considerar la indigencia del modo que un filósofo cínico.
A la verdad no debia entristecerme, teniendo repetidas experien
cias de que la fortuna apenas me derribaba cuando me volvia a le
vantar; antes hubiera debido mirar mi infeliz estado como una oca
sion de inmediata prosperidad.
LLOPIS
LIBRO OCTAVO .
CAPÍTULO PRIMERO.
Gil Blas adquiere un buen conocimiento, y logra un buen empleo, que le consuela de la ingratitud del
conde Galiano . Historia de don Valerio de Luna .
Omo en todo este tiempo no habia oido
hablar de Nuñez , discurrí habria ido
á divertirse á algun lugar. Luego
que pude andar , fuí a su casa, y
supe que en efecto bacia tres sema
nas estaba en Andalucía con el duque
de Medinasidonia .
Al despertarme una mañana me
ocurrió á la memoria Melchor de la
Ronda , y me acordé que le habia
ofrecido en Granada ir á ver a su
sobrino si algun dia volvia a Madrid ;
y , queriendo cumplir mi promesa
aquel mismo dia , me informé de la casa de don Baltasar de Zúñiga,
64
478 GIL BLAS .
y pasé á ella . Pregunté por el señor José Navarro , que no tardó en
presentarse : habiéndole saludado y dichole quién era , me recibió
atentamente , pero con frialdad; de suerte que no podia conciliar
aquel recibimiento indiferente con el retrato que me habian hecho
de este repostero . Iba á retirarme con ánimo de no volver a hacerle
otra visita , cuando , mostrándome de repente un semblante apacible
y risueño, me dijo con mucha expresion : ¡ Ah , señor Gil Blas de
Santillana ! suplico á usted me perdone el recibimiento que le he he
cho . Mi memoria tiene la culpa de que yo no haya manifestado el
buen afecto con que estoy dispuesto a favor de usted : se me habia
olvidado su nombre , y ya no pensaba en el caballero que me reco
mendaban en una carta que recibí de Granada hace mas de cuatro
meses .
Permitidme que os abrace , añadió , estrechándome llepo de gozo ,
mi tio Melchor , a quien estimo y venero como á mi propio padre ,
me encarga encarecidamente que , si por acaso tengo la honra de
ver á usted , le trate como si fuera usted su hijo, y emplee , en caso
necesario, mi valimiento y el de mis amigos en obsequio de usted .
Me hace un elogio del buen corazon y talento de usted en tales tér
minos , que , aun cuando no me moviera á ello su recomendacion ,
me empeñaria en servirle . Míreme usted , pues , le suplico , como á
un hombre á quien mi tio por su carta ha comunicado toda la in
clinacion que le profesa : franqueo a usted mi amistad ; no me niegue
la suya.
Respondí con el agradecimiento debido a la cortesía de José ; y en
el mismo instante contrajimos una estrecha amistad, siendo ambos
francos y sinceros . No dudé descubrirle el triste estado de mis asun
tos , y apenas lo oyó cuando me dijo: Me encargo del cuidado de
acomodar á usted , y entre tanto no deje usted de venir a comer
conmigo todos los dias , que tendrá mejor comida que en la posada
donde está .
La oferta balagaba demasiado á un convaleciente escaso de dinero ,
y enseñado á los buenos bocados , para que yo la desechase : acep
téla , pues , y me repuse tanto en aquella casa , que a los quince dias
tenia ya una cara de monje bernardo . Parecióme que el sobrino de
Melchor hacia en aquella casa su agosto; pero ¿ cómo no lo haria ,
teniendo á un mismo tiempo tres empleos , pues era jefe de la re
postería , de la cueva y de la despensa? Además , y sin perjuicio de
nuestra amistad, yo creo que él y el mayordomo estaban muy bien
avenidos.
LIBRO OCTAVO . 479
Ya estaba yo perfectamente restablecido, cuando, viéndome un
dia mi amigo José llegar a casa de Zúñiga para comer , segun mi
costumbre, me salió á recibir, y me dijo con alegría: Señor Gil Blas ,
tengo que proponeros un acomodo muy bueno : sepa usted que el
duque de Lerma, primer ministro de la corona de España , para en
tregarse enteramente al despacho de los negocios del estado, confia
el cuidado de los suyos á dos personas: para recaudar sus rentas ha
escogido á don Diego de Monteser, y ha encargado la cuenta del
gasto de su casa á don Rodrigo Calderon . Estos dos confidentes
ejercen sus empleos con una autoridad absoluta, y sin depender uno
de otro . Don Diego tiene regularmente á sus órdenes dos adminis
tradores que hacen las cobranzas; y como supe esta mañana que
habia despedido á uno de ellos , fuí á pedir su plaza para usted . El
señor de Monteser , que me conoce , y de quien me precio ser esti
mado, me la ha concedido sin dificultad por los buenos informes que
le he dado de las costumbres y capacidad de usted, y hoy despues
de comer iremos a su casa .
Así lo hicimos : fuí recibido con mucho agrado , y colocado en el
empleo del administrador que habia sido despedido , el cual consis
tia en visitar nuestras granjas, repararlas, cobrar sus arrendamien
tos, y, en una palabra, mi incumbencia era cuidar de los bienes
del campo. Todos los meses daba mis cuentas á don Diego , quien ,
á pesar de todo el bien que le habia
dicho mi amigo de mí , las exa
minaba con mucha atencion ; pero esto era lo que yo queria, porque ,
aunque mi rectitud habia sido tan mal pagada en casa de mi último
amo , estaba resuelto a conservarla siempre.
Supimos un dia que se habia pegado fuego a la quinta de Lerma ,
y reducido á cenizas mas de la mitad, y con esta noticia inmediata
mente pasé á ella á reconocer el daño . Habiéndome informado pun
tualmente de las circunstancias del incendio , formé una extensa re
lacion de ellas , que Monteser manifestó al duque de Lerma . El mi
nistro , a pesar del sentimiento que tenia de saber tan mala nueva ,
admiró la relacion, y no pudo menos de preguntar quién era su
autor. Don Diego no se contentó con decírselo , sino que le habló tan
á favor mio , que pasados seis meses se acordó S. E. de esto con
motivo de una historia que voy á contar , y sin la cual puede ser que
jamás hubiera yo logrado empleo en la corte . Esta historia es la
siguiente.
En la calle de las Infantas vivia entonces una señora anciana, lla
480 GIL BLAS .
mada Inesilla de Cantarilla , cuyo nacimiento no se sabia á punto fijo:
unos decian era hija de un guitarrero, y otros de un comendador de
la orden de Santiago . Fuese lo que fuese, ella era una persona ad
mirable, pues la naturaleza le habia concedido el singular privilegio
de hechizar á los hombres durante el curso de su vida , que subsis
tia aun despues de quince lustros cumplidos . Habia sido el ídolo de
los señores de la corte antigua , y se veia adorada de los de la nue
ya: el tiempo , que no respeta la hermosura, trabajaba en vano en
disminuir la suya : la marchitaba, sí ; pero no le quitaba el poder de
agradar. Un semblante noble, un entendimiento embelesador, y mu
chas gracias naturales, le hacian excitar pasiones hasta en su vejez.
Don Valerio de Luna , caballero de veinticinco años, y uno de los
secretarios del duque de Lerma, visitaba á Inesilla, y quedó ena
morado de ella : declaróle su pasion , y siguió la liebre, con todo el
ardor que el amor y la juventud son capaces de inspirar. La seño
ra , que tenia sus motivos para no querer condescender con sus de
seos, no sabia qué hacerse para contenerlos. No obstante , creyó un
dia haber encontrado arbitrio para ello , haciendo pasar al jóven á
su gabinete , donde , enseñándole un reloj que estaba sobre una me
sa , le dijo: Ved la hora que es : boy hace setenta y cinco años que
nací á la misma : á fe que me caerian bien los amores en esta edad .
Volved , hijo mio , en vos mismo , y ahogad unos sentimientos que
no convienen ni á vos ni á mí . A esta reconvencion juiciosa , el ca
ballero, á quien no hacia fuerza la razon , respondió a la señora con
toda la impetuosidad de un hombre poseido de los movimientos que
le agitaban: Cruel Inés, ¿por qué recurrís á esos frívolos artificios ?
zpensais que pueden haceros otra á mis ojos? No os lisonjeis con
esperanza tan engañosa ; ya seais tal cual os veo , ó ya mi vista pa
dezca alguna ilusion , yo no he de cesar de amaros . Pues bien , re
plicó ella : una vez que con tanta porfía quereis continuar con vues
tra pretension , ballaréis de aquí adelante cerrada mi puerta ; y así
os prohibo y os mando que jamás os presenteis á mi vista .
Acaso se creerá que en virtud de esto , turbado y confuso don
Valerio de lo que acababa de oir se retiró cortesmente; pero suce
dió todo lo contrario, pues se hizo mas importuno. El amor hace
en los enamorados el mismo efecto que el vino en los borrachos.
El caballero suplicó, suspiró, y , pasando repentinamente de los rue
gos a la violencia , intentó lograr por fuerza lo que no podia obte
ner de otro modo; pero la señora , rechazándole con valor, le dijo
LIBRO OCTAVO , 481
irritada : Detente, temerario, voy a refrenar tu loco amor: sabe que
eres hijo mio .
Atónito don Valerio de oir semejantes palabras, suspendió su
atrevimiento; pero , discurriendo que Inesilla decia aquello para li
brarse de su solicitud , le respondió: Vos inventais esa fábula para
huir de mis deseos . No , no , interrumpió ella: te revelo un secreto
que siempre te hubiera ocultado, si no me hubieras reducido a la
necesidad de declarártelo. Veintiseis años hace que amaba á don Pe
dro de Luna , tu padre, que era entonces gobernador de Segovia ; tú
fuiste el fruto de nuestros amores, te reconoció, te hizo criar con
cuidado; y , además de que no tenia otro hijo , tus buenas prendas
le estimularon a dejarte caudal. Yo por mi parte no te he desam
parado: luego que te ví ya metido en el trato del mundo , he procu
rado atraerte a mi casa para inspirarte aquellos modales corteses
que son tan necesarios en una persona fina, y que solo las mujeres
pueden enseñar á los caballeros mozos; y aun he hecho mas , he
empleado todo mi valimiento para colocarte en casa del primer mi
nistro: en fin, me he interesado por tí como debia hacerlo por un
hijo. Sabido esto , mira lo que determinas: si puedes purificar tus
sentimientos, y mirarme solo como a una madre , no te echaré de mi
presencia, y te amaré tan tiernamente como hasta aquí ; pero si no
eres capaz de hacer este esfuerzo , que la razon y la naturaleza exi
gen de tí , huye al momento , y líbrame del horror de verte .
Mientras Inesilla hablaba de esta suerte, guardaba don Valerio un
triste silencio : nadie hubiera dicho sino que llamaba en su auxilio a
la virtud para vencerse á sí mismo ; pero esto era en lo que menos
pensaba. Meditaba otro designio , y preparaba a su madre un es
pectáculo muy diverso, porque, viendo que era insuperable el obs
táculo que se oponia a su felicidad, se rindió cobardemente á la de
sesperacion, y , sacando la espada , se atravesó con ella . Se castigó
como otro Edipo , con la diferencia de que al tebano le cegó el do
lor de haber consumado el crímen , y el castellano al contrario se
atravesó de sentimiento de no haberle podido cometer .
El desgraciado don Valerio no murió al instante: tuyo tiempo de
arrepentirse y pedir al cielo perdon de haberse quitado la vida á sí
cha mismo. Como por su muerte quedó vacante el empleo de secretario
en casa del duque de Lerma , este ministro , que no habia echado en
olvido la relacion que escribí del incendio , ni el elogio que de mí se
le habia hecho , me eligió para sustituir á este jóven.
CAPÍTULO II.
Presentan á Gil Blas al duque de Lerma, quien le admite por uno de sus secretarios. Este ministro le se
ñala el trabajo que ha de hacer, y queda gustoso de él .
Monteser me participó esta agradable noticia , diciéndome: Amigo
Gil Blas , siento os separeis de mí ; pero , como os estimo, no puedo
menos de alegrarme seais sucesor de don Valerio . Hareis fortuna si
seguís dos consejos que voy a daros ; el primero es , que os mostreis
tan adicto á S. E. , que no dude que le profesais el mayor afecto, y
el segundo , que hagais la corte á don Rodrigo Calderon, porque es
te hombre maneja el ánimo de su amo como una blanda cera . Si
teneis la dicha de agradar á este secretario favorito , me atrevo á
aseguraros con certidumbre que subireis mucho en poco tiempo .
Dí las gracias á don Diego por sus saludables consejos, y le dije:
Hágame usted el favor de explicarme el carácter de don Rodrigo ,
porque he oido decir que es un sugeto nada bueno ; pero, aunque
alguna vez el pueblo acierta en sus juicios , no me fio de las pintu
ras que suele hacer de las personas que están en el candelero . Sír
vase usted pues decirme lo que piensa del señor Calderon . Asunto
es delicado, me respondió el apoderado con una sonrisa maligna: á
cualquier otro le diria sin detenerme que es un hidalgo honrado, de
quien no se podria decir sino bien ; pero con vos quiero ser franco ,
porque , además de que conozco yuestra prudencia , me parece debo
hablaros claramente de don Rodrigo , pues os he avisado que debiais
guardarle miramientos: de otro modo no haria mas que serviros á
medias
LIBRO OCTAVO . 483
Ya sabeis , pues , prosiguió, que era un simple criado de su ex
celencia cuando todavía no era este mas que don Francisco de San
doyal, y que por grados ha llegado á ser su primer secretario. No
se ha visto nunca hombre mas vano. Jamás corresponde a las cor
tesías que se le hacen , á no precisarle a ello razones muy podero
sas . En una palabra , él se considera como un compañero del duque
de Lerma , y en realidad podria decirse que participa de la autoridad
del primer ministro , pues que le hace conferir los gobiernos y los
empleos á quien se le antoja. El público frecuentemente murmura
de ello ; mas él no hace caso : con tal que saque lo que llamamos para
guantes, le importa muy poco la censura pública . Por lo que acabo
de decir conocereis, añadió don Diego , cómo debeis portaros con un
hombre tan altanero . ¡ Oh ! bien está , déjeme usted á mí : muy mal
han de andar las cosas para que no me estime : cuando se conoce el
flaco de un hombre á quien se intenta agradar , es preciso ser poco
diestro para no conseguirlo. Siendo así , repuso Monteser, voy á
presentaros ahora mismo al duque de Lerma .
Al instante pasamos á casa del ministro , á quien encontramos
dando audiencia en una gran sala, en donde habia mas gente que
en palacio . Allí ví comendadores y caballeros de Santiago y de Ca
latrava, que solicitaban gobiernos y vireinatos ; obispos que , siendo
sus diócesis contrarias á su salud , querian ser arzobispos, nada
mas que por mudar de aires; y tambien muy buenos religiosos do
minicos y franciscanos que pedian con toda humildad mitras : ví
tambien oficiales reformados haciendo el mismo papel que el capi
tan Chinchilla , esto es , que se consumian esperando una pension .
Si el duque no satisfacia los deseos de todos , recibia á lo menos
con agrado sus memoriales, y advertí que respondia muy cortes
mente a los que le hablaban.
Esperamos con paciencia que despachara á todos los pretendien
tes. Entonces don Diego le dijo: Señor , aquí está Gil Blas de San
tillana, á quien V. E. ha elegido para ocupar el empleo de don Va
lerio . Miróme el duque , y me dijo con mucha afabilidad, que lo
tenia merecido por los servicios que le habia hecho. Me hizo despues
entrar en su despacho para hablarme á solas , ó mas bien para for
mar juicio de mi talento por mi conversacion. Quiso saber quién
yo era , y la historia de mi vida, diciéndome se la contase fielmen
te . ¡ Qué relacion tan larga la que se me pedia ! Mentir á un primer
ministro de España no era regular; y por otra parte habia tantos
484 GIL BLAS .
pasajes que podian ajar mi vanidad , que no sabia como resolverme
á hacer una confesion general. ¿ Cómo salir de este apuro ? Adopté
el partido de disimular la verdad en aquellos puntos en que me hu
biera avergonzado de decirla desnuda ; pero , a pesar de todo mi
artificio, no dejó de percibirla. Señor de Santillana, me dijo son
riéndose al fin de mi narracion , á lo que veo , V. ha sido un si es
no es travieso. Señor, le respondi sonrojado, V. E. me ba manda
do sea sincero, y le he obedecido. Yo te lo agradezco, replicó: veo,
hijo mio , que te has librado de los peligros á poca costa ; extraño
que el mal ejemplo no te haya perdido enteramente. ¡ Cuántos hom
bres de bien se pervertirian si la fortuna los pusiera á emejantes
pruebas!
Amigo Santillana , continuó el ministro , no te acuerdes mas de
lo pasado: piensa solamente en que ahora sirves al rey, y que te
has de emplear en adelante en su servicio . Sígueme , que voy a de
cirte en qué te has de ocupar. Dicho esto, el duque me llevó a un
cuartito inmediato á su despacho, donde tenia sobre varios estantes
unos veinte libros de registro en folio
muy gruesos. Aquí , me dijo, has de
trabajar. Todos estos registros que
ves componen un diccionario de todas
las familias nobles que hay en los rei
nos y principados de la monarquía
española . Cada libro contiene, por
órden alfabético , un resúmen de la
historia de todos los hidalgos del rei
no , en la que se especifican los servi
cios que ellos y sus antepasados han
hecho al estado, como tambien los
lances de honor que les han ocurrido .
Tambien se hace mencion de sus bienes, de sus costumbres, y , en
una palabra , de todas sus buenas ó malas cualidades; de modo que ,
cuando piden algunas gracias al gobierno , veo de una ojeada si las
.
merecen . A este fin tengo sugetos asalariados en todas partes que
procuran averiguarlo é instruirme enviándome sus informes; pero,
como esos son difusos, y están llenos de modismos provinciales, es
necesario extractarlos y pulirlos, porque el rey quiere algunas ve
ces que le lean estos registros. Este trabajo pide un estilo limpio y
conciso, por lo cual desde este instante quiero emplearte en él .
GJL BLAS . 485
En seguida sacó de una cartera llena de papeles un informe, que
me entregó , y me dejó en mi cuarto para que con libertad hiciese
yo el primer ensayo . Leí el papel , que no solamente me pareció
lleno de términos bárbaros, sino tambien de encono , no obstante
de ser su autor un fraile de la ciudad de Solsona . Afectando su re
verencia el estilo de un hombre de bien , denigraba sin piedad á una
familia catalana, y sabe Dios si decia la verdad. Juzgué leer un li
belo infamatorio , y por tanto escrupulicé trabajar en él . Temia ha
cerme cómplice de una calumnia ; no obstante, aunque recien intro
ducido en la corte, pasé por alto el mal ó bien obrar del religioso ;
y , dejando a su cargo toda la iniquidad , si la babia , principié á
deshoprar en bellas frases castellapas à dos o tres generaciones que
acaso serian muy honradas. Ya habia compuesto cuatro ó cinco
páginas , cuando, deseoso el duque de saber qué tal me portaba,
volvió, y me dijo: Santillana, enseñame lo que has hecho, que quie
ro verlo . Al mismo tiempo pasó la vista por mi escrito , y leyó el
principio con mucha atencion . Yo me sorprendí al ver lo que le
gustó . Aunque estaba tan inclinado á tu favor , me dijo, te confieso
que has excedido á lo que esperaba de tí. No solamente escribes con
toda la propiedad y precision que yo quiero , sino que además en
cuentro tu estilo flúido y festivo . Bien me acreditas el acierto que
he tenido en escoger tu pluma , y me consuelas de la pérdida de tu
predecesor. El ministro no hubiera limitado á esto mi elogio si á
este tiempo no hubiera venido á interrumpirle su sobrino el conde
de Lemos . S. E. le dió muchos abrazos, y le recibió de un modo
que me hizo entender le amaba tiernamente. Los dos se encerraron
para tratar en secreto de un negocio de familia , de que luego ha
blaré, y del que estaba el duque entonces mas ocupado que de los
del rey .
Mientras estaban encerrados oí dar las doce. Como sabia que los
secretarios y covachuelistas dejaban á esta hora el bufete para ir á
comer adonde querian, dejé en aquel estado mi ensayo , y salí para
ir , no á casa de Monteser, porque ya me habia pagado mis salarios y
despedido , sino a la mas famosa hostería del barrio de palacio . Una
de las ordinarias no convenia á mi persona. Piensa que ahora cirves
al rey . Estas palabras que el duque me habia dicho, se me venian
sin cesar a la memoria, y eran otras tantas semillas de ambicion
que fermentaban por momentos en mi ánimo .
62
CAPÍTULO III.
Sabe Gil Blas que su empleo no deja de tener desazones. De la inquietud que le causó esta nueva, y de
la conducta que se vió obligado a guardar.
Al entrar tuve gran cuidado de bacer saber al hosterero que era
yo un secretario del primer ministro , y como tal no sabia qué man
darle que me trajese de comer. Temia pedir cosa que oliese á estre
chez , y así le dije me diese lo que le
pareciera. Me regaló muy bien , y me
hizo servir como á persona de distin
cion , lo que me llenó mas que la co
mida. Al pagar tiré sobre la mesa
un doblon , y cedí á los criados lo que
debian volverme, que seria á lo menos
la cuarta parte , saliendo de la hostería
con gravedad y tesura , en ademan de
un joven muy pagado de su persona.
A veinte pasos habia una gran po
sada de caballeros en donde de ordi
nario se hospedaban señores extran
jeros. Alquilé un aposento de cinco ó seis piezas con buenosmue
bles, como si ya tuviese dos ó tres mil ducados de renta , y pagué
adelantado el primer mes. Despues de esto volví á mi tarea , y em
pleé toda la siesta en continuar lo comenzado por la mañana. En
una pieza inmediata á la mia estaban otros dos secretarios; pero
LIBRO OCTAVO . 487
estos no hacian mas que poner en limpio lo que el mismo duque
les daba a copiar. Desde la misma tarde al retirarnos me hice ami
go de ellos , y , para granjear mejor su amistad, los llevé á casa de
mi hosterero, en donde les hice servir los mejores platos que ofrecia
la estacion , y los vinos mas delicados y estimados en España .
Sentámonos á la mesa , y empezamos a conversar con mas ale
gría que entendimiento , porque, sin hacer agravio á mis convida
dos , conocí desde luego que no debian á sus talentos los empleos
que ocupaban en su secretaría . Eran hábiles á la verdad en hacer
hermosa letra redonda y bastardilla ; pero no tenian la menor tintu
ra de las que se enseñan en las universidades.
En recompensa sabian con primor lo que les tenia cuenta , y me
dieron a entender que no estaban tan embriagados con el honor de
estar en casa del primer ministro , que no se quejasen de su estado.
Cinco meses há que servimos , decia uno , á nuestra costa . No nos
pagan el sueldo; y lo peor es que está por arreglar, y no sabemos
bajo qué pié estamos. Por lo que hace á mí , decia el otro, quisiera
haber recibido veinte zurriagazos en lugar de sueldo , con tal que
me dejasen la libertad de tomar otro destino; porque, despues de las
cosas secretas que he escrito , no me atreveria á retirarme de mi
propio motivo , ni á pedir licencia para ello . Bien puede ser que
fuese á ver la torre de Segovia ó el castillo de Alicante.
Pues ¿ cómo hacen ustedes para mantenerse ? les dije: sin duda
tendrán hacienda . Me respondieron que muy poca ; pero que por
fortuna vivian en casa de una viuda honrada, que les fiaba, y daba
de comer a cada uno por cien doblones al año . Toda esta conversa
cion , de la cual no perdí palabra , bajó al punto mis humos altane
ros . Me figuré que seguramente no se tendria conmigo mas atencion
que con los otros : que por consiguiente no debia estar tan satisfe
cho de mi empleo, que era menos sólido de lo que yo habia creido,
y que en fin debia economizar mucho el bolsillo . Estas reflexiones
me sanaron de la furia de gastar . Principié á arrepentirme de haber
convidado á aquellos secretarios , y a desear se acabase la comida ;
y , cuando llegó el caso de pagar la cuenta, tuve una disputa con
el hosterero sobre su importe .
Separámonos á media noche, porque no les insté á que bebieran
mas . Ellos se marcharon á casa de su viuda , y yo me retiré á mi
soberbia habitacion , lleno de rabia de haberla alquilado , y prome
tiendo de veras dejarla al fin del mes . A pesar de que me acosté en
488 GIL BLAS .
una buena cama , mi desazon me quitó el sueño . Pasé lo restante
de la noche en discurrir los medios de no servir de balde al rey, y
me atuve sobre este particular á los consejos de Monteser . Me le
vanté con ánimo de ir á cumplimentar á don Rodrigo Calderon ,
hallándome entonces en la mejor disposicion para presentarme a un
hombre tan altivo , y de cuyo favor bien conocia yo que necesitaba;
y con efecto pasé á casa de este secretario .
Su vivienda tenia comunicacion con la del duque de Lerma , y
era igual á ella en magnificencia . No hubiera sido fácil distinguir
por los muebles al amo del criado : dije le entrasen recado de que
estaba allí el sucesor de don Valerio ; pero esto no impidió me bicie
sen esperar mas de una hora en la antesala . Señor nuevo secreta
tario, me decía yo en este tiempo , tenga V. paciencia si gusta .
A V. le harán morder el ajo antes que V. se lo haga morder á
otros .
Al fin abrieron la puerta del cuarto ; entré, y me acerqué á don
Rodrigo, que acababa de escribir un billete amoroso á su sirena
encantadora, y se lo estaba entregando en aquel momento á Perico .
No me habia presentado al arzobispo de Granada, al conde Galiano,
ni aun al primer ministro, con tanto respeto como ante el señor
Calderon ; le saludé bajando la cabeza basta el suelo , y le pedí su
proteccion en términos de que no puedo acordarme sin rubor; tan
llenos estaban de sumision . En el ánimo de otro menos vano que
él no me hubiera hecho ningun favor mi bajeza; pero á él le agra
daron mucho mis rastreros rendimientos, y me respondió con bas
tante cortesía que no malograria ninguna ocasion en que pudiera
servirme.
Sobre esto le di gracias con grandes demostraciones de celo por
la inclinacion favorable que me manifestaba, y le aseguré de mi
eterno reconocimiento : despues , temiendo incomodarle , salí supli
cándole me perdonase si habia interrumpido sus importantes ocu
paciones. Luego que dí este paso tan indecoroso, me retiré á mi
despacho, y concluí la obra que se me habia encargado. El duque
no dejó de entrar por la mañana , y , quedando no menos compla
cido del fin de mi trabajo que del principio , me dijo: Esto está muy
bueno; escribe lo mejor que puedas este compendio histórico en el
gistro de Cataluña, y , concluido , toma de la bolsa otro informe,
que pondrás en órden del mismo modo . Tuve una conversacion
bastante larga con S. E. , cuyo modo afable y familiar me encanta
LIBRO OCTAVO . 489
ba. ¡ Qué diferencia entre el y Calderon ! eran dos personas que
contrastaban singularmente.
Aquel dia me fuí á una hostería en donde se comia a precio fijo ,
У resolvi ir allí de incógnito todos los dias hasta ver el efecto que
producian mi respeto y sumision. Tenia yo dinero para tres meses
á lo mas, y me prescribí este término para trabajar á costa de quien
hubiese lugar, proponiéndome (siendo las locuras mas cortas las
mejores) abandonar , pasado este término , la corte y su oropel, si
no me señalaban sueldo. Dispuesto así mi plan , nada me quedó por
hacer en dos meses para agradar al señor Calderon ; pero hizo tan
poco caso de todo lo que yo practicaba para conseguirlo, que per
dí las esperanzas. Mudé de conducta con respecto a él , cesé de ha
cerle la corte, y solo pensé en aprovecharme de los momentos de
conversacion con el duque.
CAPITULO IV .
Gil Blas consigue el favor del duque de Lerma , que le confia un secreto de importancia .
Aunque S. E. me veia todos los dias por un instante, sin em
bargo pude granjearle insensiblemente la voluntad en tales térmi
nos , que un dia despues de comer me dijo: Escucha , Gil Blas: sabe
que me agrada tu ingenio , y que te estimo . Eres un mozo celoso ,
fiel, muy inteligente y callado; y así me parece que no erraré si te
hago dueño de mi confianza. A estas palabras me arrojé á sus piés ;
y , despues de haberle besado respetuosamente la mano , que me
alargó para levantarme, le respondí: ¡ Es posible que se digne V. E.
honrarme con un favor tan grande! ¡ cuántos enemigos secretos me
van á suscitar vuestras bondades! Pero solo temo el rencor de una
persona , que es don Rodrigo Calderon. Nada tienes que temer de
él , respondió el duque : yo le conozco ; desde su niñez me ha que
rido, y puedo decir que sus sentimientos son tan conformes con los
mios, que quiere todo lo que me gusta , así como aborrece todo
cuanto me desagrada. En lugar de temer que te tenga aversion,
debes al contrario contar con su amistad . Por aquí conocí lo astuto
que era el señor don Rodrigo , que habia conquistado el ánimo
de S. E. , y que yo debia procurar estar muy bien con él .
Para principiar , prosiguió el duque , á ponerte en posesion de mi
confianza, voy a descubrirte un designio que medito, porque conviene
te enteres de él á fin de que procures desempeñar los encargos que
LIBRO OCTAVO . 491
pienso darte en adelante. Hace mucho tiempo que veo mi autoridad
generalmente respetada; que mis órdenes se obedecen ciegamente,
y que dispongo a mi arbitrio de los cargos , empleos , gobiernos, vi.
reinatos, beneficios, y aun me atrevo á decir , que reino en Espa
ña . Mi fortuna no puede llegar á mas ; pero quisiera preservarla de
las borrascas que empiezan á amenazarla; y á este efecto desearia
me sucediese en el ministerio del conde de Lemos , mi sobrino .
Habiendo advertido el ministro que este último punto me habia
sorprendido en extremo , me dijo : Veo bien , Santillana , conozco
bien lo que te admira . Te parece muy extraño que prefiera mi so
brino á mi propio hijo el duque de Uceda ; pero has de saber que
este es de cortísimos alcances para ocupar mi puesto , y que ade
más soy su enemigo . No puedo llevar el que haya ballado el se
creto de agradar al rey , y que este quiera hacerle su privado. El
favor de un soberano se parece á la posesion de una mujer á quien
se adora; es esta una felicidad tan envidiable , que nadie quiere que
un rival tenga parte en ella , por mas que le unan á él los lazos de
la sangre y de la amistad .
En esto te manifiesto, continuó, lo intimo de mi corazon . Ya he
intentado desconceptuar en el ánimo del rey al duque de Uceda, y,
no habiendo podido conseguirlo , he levantado otra batería ; quiero
que el conde de Lemos por su parte se granjee la estimacion del
príncipe de España . Siendo gentil hombre de cámara con destino á
su cuarto , tiene ocasion de hablarle a cada paso , y , además de que
tiene talento , yo sé un medio de hacerle lograr esta empresa . Con
esta estratagema, contraponiendo mi hijo á mi sobrino , suscitaré
entre estos primos una competencia que les obligará a ambos á
buscar mi apoyo , y esta necesidad que tendrán de mí , hará me es
492 GIL BLAS .
tén uno y otro sumisos : vé aquí cuál es mi proyecto, añadió, y tu
mediacion no me será inútil en él . Te enviaré á hablar secreta
mente al conde de Lemos , y me contarás de su parte lo que tenga
que participarme.
Despues de esta confianza, que yo miraba como dinero contante,
cesó mi inquietud . En fin , decia yo , héme aquí colocado en una
situacion que me promete montes de oro; porque es imposible que
el confidente de un hombre que gobierna la monarquía española,
no se halle bien presto colmado de riquezas. Poseido de tan dulce
esperanza, veia con indiferencia apurarse mi pobre bolsillo .
content
CAPÍTULO ¥.
En el que se verá á Gil Blas lleno de gozo , de honra y de miseria .
Bien presto se echó de ver el favor que yo merecia al ministro ,
y él mismo lo daba a entender públicamente , entregándome la bolsa
de los papeles que acostumbraba antes llevar S. E. mismo cuando
iba a despachar. Esta novedad , que dió motivo para que me tuvie
sen en el concepto de un valido , excitó la envidia de muchos, y me
atrajo bastantes cumplimientos de corte . Los dos oficiales, mis in
mediatos, no fueron los últimos á felicitarme sobre mi próxima
elevacion , y me convidaron á cenar en casa de su viuda , no tanto
por correspondencia, cuanto con la mira de tenerme obligado a su
favor para en adelante. Me veia obsequiado por todas partes; y
hasta el orgulloso Calderon mudó de modales conmigo. Ya me lla
maba señor de Santillana, cuando basta entonces me habia tratado
siempre de vos, sin baber empleado jamás el tratamiento de usted ;
se me mostraba muy propicio , especialmente cuando pensaba que
nuestro favorecedor podia notarlo ; pero aseguro que no trataba con
ningun tonto . Yo correspondia á sus atenciones con tanta mas ur
bapidad cuanto mas le aborrecia . No se hubiera portado mejor un
cortesano consumado .
Tambien acompañaba al duque mi señor cuando iba á palacio,
que por lo regular era tres veces al dia: por la mañana entraba en
el cuarto de S. M. cuando ya estaba despierto ; se ponia de rodillas
63
194 GIL BLAS .
junto a la cabecera de su cama ; hablábale de lo que habia S. M.
de hacer en el dia , y le dictaba las cosas que habia de decir, con
lo que se retiraba . Despues de comer , volvia , no para hablarle de
negocios , sino de cosas alegres: le divertia contándole todos los
lances graciosos que ocurrian en Madrid , los cuales era siempre el
primero que los sabia , porque tenia personas pagadas á este efec
to ; y , en fin , iba por la noche la tercera vez á ver al rey , le daba
cuenta como le parecia de lo que habia hecho en el dia , y le pedia
por ceremonia sus órdenes para el dia siguiente . Mientras estaba
con S. M. , yo me quedaba en la antecámara, en donde habia per
sonas distinguidas dedicadas á solicitar la proteccion de la corte,
que anhelaban mi conversacion , y se vanagloriaban de que yo me
dignara concedérsela . En vista de esto , ¿cómo podria yo no creerme
hombre de importancia ? Muchos hay en la corte que con menos
fundamento se tienen por tales.
Un dia tuve mayor motivo para envanecerme. El rey , á quien el
duque habia hablado con grande elogio de mi estilo , tuvo la curio
sidad de ver una muestra de él . S. E. me hizo tomar el registro de
Cataluña , llevóme a presencia del monarca, y me mandó leyese el
primer extracto que habia formado. Si la presencia del soberano me
turbó al pronto , la del ministro me animó inmediatamente , y leſ mi
obra , que 5. M. oyó con agrado, y tuvo la bondad de asegurar
que estaba satisfecho de mí , y aun la de encargar á su ministro
cuidase de mis ascensos : todo lo cual en nada disminuyó el orgullo
de que yo estaba poseido , y la conversacion que tuve pocos dias
despues con el conde de Lemos acabó de llenarme la cabeza de
ideas ambiciosas.
Fuí un dia á buscar a este señor de parte de su tio al cuarto de
príncipe , y le presenté una carta credencial, en la que el duque le
aseguraba podia hablarle con confianza, como que estaba enterado
del asunto que tenian entre manos , y escogido para mensajero de
ambos . El conde , así que le leyó la esquela , me condujo á un
cuarto , donde nos encerramos solos , y allí aquel caballero jóven
me habló en estos términos: Supuesto que usted ha logrado la con
di
fianza del duque de Lerma , no dado que la merecerá, ni tengo
ficultad en hacer á usted depositario de la mia . Sabrá usted pues
que las cosas van á pedir de boca: el príncipe de España me dis
tingue entre todos los señores de su servidumbre, que estudian el
modo de agradarlo . Esta mañana he tenido una conferencia
m
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19
LES GIMAS INTESINS :
:
LIBRO OCTAVO . 495
con S. A. , en la que me ha parecido estar disgustado de verse por
la mezquindad del rey sin facultades para seguir los impulsos de
su generoso corazon , y aun de hacer un gasto correspondiente a
un príncipe. Yo le he manifestado cuánto lo sentia ; y, aprovechán
dome de la ocasion , he ofrecido llevarle mañana , cuando se levan
te , mil doblones , esperando mayores sumas, las que he asegurado
le suministrare sin tardanza : mi oferta le ha complacido mucho , y
estoy cierto de captar su benevolencia si le cumplo la palabra. Id ,
añadió , noticiad á mi tio estos pormenores, y volved esta tarde á
decirme su sentir acerca de ello .
Luego que concluyó, me despedí de él , y pasé á dar parte al du
que de Lerma , quien , oido mi recado , envió á pedir á Calderon
mil doblones, de que me hice cargo aquella tarde, y fuí á llevárse
los al conde , diciendo entre mí : Bueno , bueno ; ahora veo clara
mente cuál es el medio infalible de que se vale el ministro para sa
lir con su io tento : par diez que tiene razod ; y , segun todas las se
ñales, estas prodigalidades no le arruinarán : fácilmente adivino de
qué cofre saca estos hermosos doblones ; pero , bien considerado ,
200 es razon que el padre sea quien mantenga al bijo? Al sepa
rarme del conde de Lemos me dijo en voz baja : Adios , nuestro
amado confidente : el príncipe de España es un poco inclinado á las
damas, y será necesario que tú y yo tratemos de este punto en la
primera ocasion , porque preveo que muy presto necesitaré de'tu
ministerio . Me retiré reflexionando en estas palabras , que a la ver
dad no eran ambiguas, y que me llenaban de satisfaccion. ¿ Cómo
diablos es esto ? decia yo , asi estaré próximo á ser el Mercurio del
heredero de la monarquía ? Yo no examinaba si esto era bueno ó
malo, porque la claridad del galan ofuscaba mi conciencia . ¡ Qué
gloria para mí ser agente de los placeres de un gran príncipe! ¡ Oh !
poco a poco , señor Gil Blas , se me dirá, no se trataba en cuanto á
vos mas que de haceros un agente subalterno : convengo en ello ;
pero en sustancia estos dos empleos son de tanto honor uno como
otro : solamente se diferencian en el provecho .
Cumpliendo bien con estas nobles comisiones , adelantando más
de dia en dia en la gracia del primer ministro , y con tan lisonjeras
esperanzas, ¡ qué feliz no habria yo sido si la ambicion me hubiera
preservado de la bambre! Ya hacia mas de dos meses que habia dejado
mi aposento magnífico, y ocupaba un cuarto pequeño en una de las
posadas de caballeros mas económicas . Aunque esto me causaba
496 GIL BLAS .
sentimiento, lo llevaba con paciencia, porque salia de madrugada,
y no volvia hasta la noche á la hora de acostarme. Todo el dia es
taba en mi teatro , es decir , en casa del duque, en donde hacia el
papel de señor; pero , cuando me retiraba á mi cuartito , desapare
cia el señor, y solo quedaba el pobre Gil Blas , sin dinero, y , lo
peor de todo , sin tener de qué hacerle . Además de que yo era de
masiado orgulloso para descubrir a alguno mis necesidades, á na
die conocia que pudiese socorrerme sino á Navarro , á quien no me
atrevia á recurrir, por haber hecho poco caso de él desde que me
habia introducido en la corte . Me ví precisado á vender mis vesti
dos uno a uno ,
sin quedarme mas que con aquellos que precisa
mente necesitaba, y ya no iba a la hostería por no tener con qué
pagar mi manutencion . Mas ¿ qué hacia yo para subsistir? Voy á
decirlo: todas las mañanas nos traian á la oficina para desayunarnos
un panecillo y un traguito de vino; esto era cuanto nos hacia dar
el ministro. Yo no comią mas en todo el dia , y comunmente me
acostaba sin cenar ,
Tal era la suerte de un hombre que brillaba en la corte, y que
debia causar mas lástima que envidia . Sin embargo, no pudiendo
resistir á mi miseria , me determiné por último á descubrirsela con
maña al duque de Lerma si encontraba ocasion . Por fortuna se pre
sentó esta en el Escorial, adonde el rey y el príncipe de España
fueron algunos dias despues .
CAPÍTULO VI.
Que modo luvo Gil Blas de dar a conocer su pobreza al duque de Lerma , y como se porto con el este
ministro .
Cuando el rey estaba en el Escorial mantenia á toda la comiti
va, de modo que allí no sentia yo el peso de la miseria . Dormia en
una recámara cerca del cuarto del duque. Una mañana, habiéndose
levantado el ministro segun su costumbre al romper el dia , me
hizo tomar algunos papeles con recado de escribir, y me dijo le si
guiese á los jardines de palacio . Nos sentamos debajo de unos ár
boles , en donde por órden suya mepuse en la actitud de un hom
bre que escribe sobre la copa de su sombrero, y S . E . aparentaba
leer un papel que tenia en la mano. Desde lejos parecia que está
bamos ocupados en negocios muy graves, y á la verdad solo ha
blábamos de bagatelas, porque á S . E . no le disgustaban .
Ya hacia mas de una hora que le divertia con todas las agudezas
que me sugeria mi humor jocoso , cuando vinieron á plantarse dos
urracas sobre los árboles que nos cubrian con su sombra. Comen
zaron a charlar con tanta algazara, que nos llamaron la atencion .
Estas aves, dijo el duque, parece que riñen , y me alegraria saber
el asunto de su pendencia . Señor , le dije, la curiosidad de V . E .
me trae á la memoria una fábula indiana que leí en Pilpai ó en
otro autor fabulista . Elministro me preguntó qué fábula era esta ,
y se la conté en estos términos:
« En cierto tiempo reinaba en Persia un buen monarca , que, no
498 GIL BLAS .
» teniendo suficiente capacidad para gobernar por sí mismo sus es
» tados , dejaba este cuidado á su gran visir. Este ministro , llamado
» Atalmuc , tenia un gran talento . Sostenia sin fatiga el peso de
» aquella vasta monarquía , manteniéndola en una paz profunda, y
» poseia tambien el arte de hacer amable y respetable la autoridad
» real, en términos que los vasallos hallaban un padre afectuoso en
» un visir fiel á su monarca . Atalmuc tenia entre sus secretarios un
Þjóven cachemiriano llamado Zangir , á quien estimaba mas que
» á los otros , y con cuya conversacion se complacia , llevándole
» consigo á la caza , y descubriéndole hasta sus mas intimos secre
» tos. Un dia que andaban cazando ambos por un bosque, viendo
vel visir dos cuervos que graznaban sobre un árbol, dijo a su se
» cretario : Me alegrara saber lo que estas aves se dicen en su len
» gua. Señor, le respondió el cachemiriano, vuestros deseos se pue
»den satisfacer . ¿ Y cómo? dijo Atalmuc. Habeis de saber, señor,
» respondió Zangir, que un dervís cabalista me enseñó el idioma de
» las aves . Si lo deseais, yo escucharé á estos cuervos , y os repetiré
» palabra por palabra lo que les haya oido.
» Consintió en ello ei visir, y, acercándose el cachemiriano á los
» cuervos, y haciendo como que los escuchaba atentamente, volvió
» despues a su amo, y le dijo : Señor, spodriais creerlo ? nosotros
» somos el asunto de su conversacion . Esto no es posible , exclamó
vel ministro persiano. Pues aqué dicen de nosotros? Uno de ellos,
» replicó el secretario , ha dicho : Vé aquí al mismo gran visir, á esa
LIBRO OCTAVO . 499
váguila tutelar que cubre con sus alas la Persia como su nido , y
» que se desvela sin cesar por su conservacion . Para descansar de
» sus penosas tareas viene a cazar á este bosque con su fiel Zangir .
» ¡ Qué dichoso es este secretario en servir á un amo que le hace
»mil favores ! Poco a poco , interrumpió el otro cuervo , poco a poco:
» no ponderes tanto la felicidad de ese cachemiriano . Es cierto que
» Atalmuc conversa con él familiarmente, que le hopra con su con
» fianza; y tampoco pongo duda en que tendrá intencion de darle
»algun dia un empleo importante; pero entre tanto Zangir se mo
vrirá de hambre . Este pobre infeliz está viviendo en un miserable
» cuarto de una posada , en donde carece de lo mas necesario ; en
» una palabra , pasa una vida miserable sin que ninguno de la corte
» lo eche de ver . El gran visir no cuida de saber si tiene ó no con
»qué vivir, y , contentándose con tenerle afecto , le deja entregado
» á la miseria . »
Aquí cesé de hablar para ver cómo se explicaba el duque de
Lerma, quien me preguntó sonriéndose qué impresion habia hecho
este apólogo en el ánimo de Atalmuc, y si aquel gran visir se ha
bia ofendido del atrevimiento de su secretario . No , señor , le res
pondí algo turbado de su pregunta : la fábula dice al contrario, que
le colmó de beneficios. Fué fortuna, replicó el duque con seriedad,
porque hay ministros que no llevarian á bien se les diesen seme
jantes lecciones . Pero (añadió cortando la conversacion y levantán
dose ) creo que el rey no tardará mucho en despertar. Mi obliga
cion me llama a su lado . Dicho esto , se encaminó muy de prisa há
cia palacio , sin hablarme mas, y , á lo que me pareció , muy dis
gustado de mi fábula indiana .
Seguile hasta la puerta del cuarto de S. M. , y despues fuí a po
ner los papeles que llevaba en el sitio de donde los habia tomado.
Entré en un gabinete, en donde trabajaban nuestros dos secretarios
copiantes, que tambien babian ido a la jornada. ¿Qué tiene usted ,
señor de Santillana ? dijeron al verme . Usted está muy demudado .
A usted le ha sucedido algun lance pesaroso .
Yo estaba demasiado impresionado del mal efecto de mi apólogo
para ocultarles la causa de mi afliccion ; y así les conté las cosas
que habia dicho al duque , y se manifestaron sensibles à la gran
pesadumbre de que les parecí poseido. Tiene usted razon para
estar desazonado, me dijo uno de ellos: S. E. toma algunas veces
las cosas al revés . Esa es mucha verdad , dijo el otro; quiera Dios
500 GIL BLAS .
que sea usted mejor tratado que lo fué un secretario del cardenal
Espinosa , que , cansado de no haber recibido nada en quince me
ses que le tenia empleado su eminencia , se tomó un dia la libertad
de manifestarle sus necesidades, y de pedir algun dinero para man
tenerse. Razon es , le dijo el ministro, que se os pague. Tomad, pro
siguió dándole una libranza de mil ducados, id á la tesorería real
á recibir este dinero ; pero acordaos al mismo tiempo que quedo
agradecido á vuestros servicios. El secretario se hubiera ido conso
lado de ser despedido, si , despues de recibidos los mil ducados, le
hubiesen dejado buscar acomodo en otra parte; pero al salir de
casa del cardenal le prendió un alguacil, y le condujo a la torre de
Segovia, en donde ha estado mucho tiempo.
Este hecho histórico aumentó mi temor de modo que me contem
plé perdido, y , no hallando consuelo , empecé à reprenderme de mi
poca paciencia, como si no la hubiese tenido sobrada. ¡ Ay de mí!
decia , ¿ para que me habré yo aventurado á relatar aquella desgra
ciada fábula que ha desagradado al ministro ? Acaso iria ya á sacar
me de mi apuro, y quizá estaba yo en vísperas de bacer una de
aquellas fortunas rápidas que asombran . ¡ Qué de riquezas, qué de
honores pierdo por mi desatino! Debia haber mirado que hay gran
des que no gustan se les advierta nada, y que hasta las mas leves
cosas que tienen obligacion de dar , quieren sean recibidas como gra
cias . Mejor me hubiera estado continuar con mi dieta, sin manifes
tar nada al duque , y aun dejarme morir de hambre para echarle á
él toda la culpa .
Aunque hubiera conservado alguna esperanza, mi amo , á quien
ví por la siesta, me la habria desvanecido enteramente. S. E. se
mostró contra su costumbre muy serio conmigo , y no me habló pa
labra, lo que en el resto del dia me causó una inquietud mortal, sin
que en la noche estuviese mas tranquilo . La desazon de ver des
aparecerse mis agradables ilusiones , y el temor de aumentar el nú
mero de los presos de estado, solo me permitieron suspirar y la
mentarme.
El dia siguiente fué el dia de crisis . El duque me hizo llamar
aquella mañana: entré en su cuarto mas azorado que un reo que va
á ser juzgado. Santillana, me dijo alargándome un papel que tenia
en la mano , toma esta libranza ... Esta palabra Jibranza me estre
meció , y dije entre mí : ¡ Oh , cielos ! ¡ aquí tenemos al cardenal Es
pinosa! el carruaje está prevenido para Segovia. El sobresalto que
LIBRO OCTAVO . 501
se apoderó de mí en aquel momento fué tal , que interrumpi al mi
nistro , y , arrojándome á sus piés , le dije anegado en llanto : Señor ,
suplico á V. E. muy humildemente perdone mi atrevimiento. La
necesidad me obligó á dar a entender á V. E. mi miseria .
El duque no pudo dejar de reirse al ver mi turbacion . Consúé
late, Gil Blas, me respondió, y óyeme : aunque el descubrirme tus
necesidades sea echarme en cara el no haberlas precavido, no te lo
tomo á mal , amigo mio : antes bien me atribuyo el mal á mí mismo
por no haberte preguntado de qué te mantenias. Mas , para empe
zar á enmendar este descuido, te doy una libranza de mil quinien
tos ducados , los cuales te entregarán a la vista en la tesorería real .
No es esto solo : lo mismo te prometo todos los años ; y además te
doy facultad de que me hables en favor de personas ricas y gene
rosas que busquen tu proteccion .
En el impulso de gozo que me causaron estas palabras, besé los
piés al ministro , quien , habiéndome mandado levantar, siguió ha
blando conmigo familiarmente. Por mi parte quise recobrar mi
buen humor ; pero no me fué posible pasar con tanta rapidez de la
pena á la alegría . Quedé tan turbado como un delincuente que oye
gritar perdon en el instante que creia recibir el golpe mortal. Mi
amo atribuyó mi agitacion a solo el temor de haberle desagradado,
aunque el temor de una prision perpetua no tuvo en ello menos
parte, y me confesó que habia aparentado tibieza para ver si yo
sentia mucho su mudanza ; que mi sentimiento le habia hecho co
nocer la inclinacion que le tenia, por lo que él tambien me apre
ciaba mas .
64
Bren
CAPÍTULO VII.
De lo bien que empleó sus mil y quinientos ducados: del primer negocio en que medió , y del provecho
que sacó de él.
El rey , como si hubiera querido librarme de mi impaciencia , se
volvió el dia siguiente á Madrid : fuí volando á la tesorería real, en
donde cobré inmediatamente el importe de mi libramiento. Es de
admirar que no se le trastorne el juicio á un mendigo que pasa
prontamente de la miseria á la opulencia . Yo mudé así que varié
de suerte, y no escuché mas que a mi ambicion y á mi vanidad ;
dejé mi miserable posada de caballeros para los secretarios que
aun no habian aprendido el lenguaje de los pájaros, y por la se
gunda vez alquilé mi hermosa vivienda, que por fortuna estaba
desocupada . Envié á buscar un sastre famoso que vestia á casi
todos los elegantes: me tomó la medida , y me llevó a casa de un
mercader, de donde sacó seis varas de paño que decia se necesita
ban para hacerme un vestido . ¡ Seis varas de paño para un vestido
á la española! ¡ Adónde vamos á parar!... Pero no murmuremos so
bre esto . Los sastres afamados siempre necesitan mas que los otros .
Compré además ropa blanca , que me hacia gran falta, medias de
seda, y un sombrero de castor con galon de oro .
Despues de esto , no siéndome decente pasar sin un lacayo , su
pliqué à Vicente Foreto mi huésped me buscase uno de su satisfac
cion . Los mas de los extranjeros que alojaban en su casa solian ,
luego que llegaban á Madrid, recibir criados españoles; lo que
LIBRO OCTAVO . 508
atraia á aquella posada todos los lacayos que se encontraban sin
acomodo. El primero que se presentó era un mozo de una fisono
mía tan apacible y tan devota , que no le quise; me parecia ver en
él á Ambrosio de Lamela . Yo no quiero , dije á Foreto , criados que
tengan un aspecto tan virtuoso, porque estoy escarmentado de
ellos. Apenas despaché á este , cuando llegó otro que me parecia
muy despierto, mas arriscado que un paje cortesano , y además un
si es no es taimado. Este me agradó. Hícele algunas preguntas, á
las que respondió con despejo. Conocí que era travieso , y como de
molde para mis asuntos. Le recibí, y no me pesó de mi eleccion ;
antes advertí bien presto que habia hecho un buen hallazgo. Como
el duque me habia permitido le hablase á favor de las personas á
quienes deseara servir, y yo estaba en ánimo de no despreciar tan
útil permiso , necesitaba de un perdiguero que descubriese la caza ,
es decir, de un hombre astuto que tuviese maña , y pudiera escu
driñar y traerme gentes que tuviesen que pedir al primer ministro .
Cabalmente era esta la habilidad de Escipion (que así se llamaba
mi lacayo), que habia servido á doña Ana de Guevara, ama de le
che del príncipe de España , en cuya casa la habia ejercitado, siendo
esta señora una de aquellas que , mirándose con algun valimiento
en la corte, quieren aprovecharse de él .
Así que manifesté á Escipion que me era posible obtener gracias
del rey, salió a campaña, y el mismo dia me dijo: Señor , he
hecho un gran descubrimiento: acaba de llegar a Madrid un mozo,
caballero granadino, llamado don Rogerio de Rada . Desea la pro
teccion de usted para con el duque de Lerma en un negocio de ho
nor , y pagará bien el favor que se le haga : me he visto con él , У
queria dirigirse á don Rodrigo , cuyo poder le han ponderado ; pero
se lo he quitado de la cabeza , haciéndole saber que el secretario
vendia sus buenos oficios á peso de oro , en vez de que usted se
contentaba con una decente demostracion de agradecimiento , y que
aun haria usted el empeño de balde si su situacion le permitiese
seguir su inclinacion generosa y desinteresada. En fin , le he ha
blado de modo que mañana le tendrá usted aquí de madrugada ..
Cómo , pues , le dije, señor Escipion , usted ha andado ya mucho
camino! Conozco que no es usted novicio en materia de manejos, y
extraño que no esté usted mas rico . Esto es lo que no debe sor
prender a usted, me respondió; yo no atesoro , y quiero que circule
el dinero .
504 GIL BLAS .
Efectivamente , vino á verme don Rogerio de Rada , á quien re
cibí con una cortesía mezclada de gravedad . Señor mio , le dije,
antes de tomar cartas por usted, quiero saber el negocio de honor
que le trae á la corte , porque podria ser tal que no me atreviera á
bablar de él al primer ministro . Hágame usted pues si gusta upa
fiel relacion , y crea que tomaré con calor sus intereses, si son tales
que pueda tomarlos á su cargo un hombre honrado. Con mucho
gusto , respondió el granadino , voy á contar á usted mi historia
sinceramente , y fué de esta suerte .
1
CAPITULO VIII.
Historia de don Rogerio de Rada .
Don Anastasio de Rada , hidalgo granadino, vivia dichoso en la
ciudad de Antequera con doña Estefanía, su esposa , la que , además
de su genio afable y extremada hermosura , poseia una sólida vir
tud . Si amaba tiernamente a su marido , él la correspondia con ex
tremo. Pero era muy celoso ; y , aunque no tenia motivo para dudar
de la fidelidad de su mujer, no dejaba de vivir inquieto. Temia que
algun enemigo oculto de su sosiego intentase ofender su honor , y
esta sospecha le hacia desconfiar de sus amigos, menos de don Hu
berto de Hordales, que entraba libremente en su casa como primo
de Estefanía; siendo a la verdad este el único hombre de quien de
bia recelar .
Efectivamente, don Huberto , sin atender al parentesco que los
unia , ni á la amistad particular que don Anastasio le profesaba, se
enamoró de su prima , y tuvo atrevimiento de declararle su amor .
La señora , que era prudente, en lugar de un rompimiento que hu
biera tenido fatales consecuencias, reprendió con suavidad á suſpa
riente lo grave de su maldad en querer seducirla y deshonrar á su
marido, y le dijo muy seriam ente que no debia esperar el logro de
us designios .
Esta moderacion solo sirvió de inflamar mas al caballero , el
cual, imaginando que era necesario arriesgarlo todo con una mujer
506 GIL BLAS.
de este carácter , principió á usar con ella de modales poco atentos;
y un dia tuvo la avilan tez de estrecharla á que satisfaciese sus de
seos . Ella le rechazó con severidad , y le amenazó con que haria
que don Anastasio castigase su arrojo . Espantado de la amenaza el
galan, ofreció no hablarle mas de amor, y en fe de esta promesa
Estefanía le perdonó lo pasado.
Don Huberto, que naturalmente era demala índole, no pudo ver
tan mal pagado su cariño sin concebir un vil deseo de venganza.
Conocia á don Anastasio por hombre celoso y capaz de creer todo
cuanto él quisiera infundirle: este conocimiento le bastó para idear
el mas horrible designio que pueda caber en el corazon mas mal
vado. Una tarde que se paseaba solo con este débil esposo, le dijo
con semblante muy melancólico : Mi amado amigo, yo no puedo
estar mas tiempo sin revelaros un secreto que no pensara descu
briros si no conociera que os importa mas vuestro honor que vues
tro reposo : vuestro pundonor y el mio en punto de ofensas no me
permiten ocultaros lo que pasa en vuestra casa . Preparaos á oir
una noticia que os causará tanta afliccion como asombro , porque
voy á heriros en la parte mas sensible.
Ya os entiendo, interrumpió don Anastasio todo turbado, vues
tra prima me es infiel. Yo no la reconozco por prima, repuso Hor
dales con aspecto irritado: la desconozco ; es indigna de teneros por
marido. Eso es demasiado hacerme padecer, exclamó don Anasta
sio ; hablad: ¿qué ha hecho Estefanía ? Os fra vendido prosiguió don
Huberto. Teneis un rival á quien recibe de oculto, cuyo nombre no
puedo decir, porque el adúltero a favor de una noche oscura se ha
escondido de quien le observaba. Lo que yo sé es que os engaña,
y de ello estoy seguro. El interés que debo tomar en este asunto os
afianza la verdad de minarracion. Cuando me delaro contra Este
fanía es preciso que esté bien convencido de su infidelidad
Es inútil, continuó , habiendo observado que sus palabra cau
saban el efecto que esperaba , es ocioso deciros mas. Advieri es
tais indignado de la ingratitud con que se atreve á pagar vuitro
amor, y que meditais una justa venganza : yo no me opondr
ella. No os pareis á considerar cuál es la víctima que vais á sach
ficar: mostrad a toda la ciudad que nada hay que no podais iomc
lar á vuestro honor.
De este modo excitaba el traidor á un esposo demasiado crédulo
contra una mujer inocente; y le pintó con tan vivos colores la
LIBRO OCTAVO . 507
afrenta de que se cubria si dejaba la ofensa sin castigo, que llegó á
encender en cólera á don Anastasio, el cual, perdido el juicio , pa
reciendo que las furias le agitaban, vuelve a su casa resuelto a dar
de puñaladas á su desgraciada esposa . La encuentra que iba a me
terse en la cama ; al pronto se contiene esperando que los criados
se retiren . Entonces sin contenerle el temor de la ira del cielo , ni el
deshonor que podria resultar á una honrada familia , niaun el amor
natural que debia tener a la criatura de seis meses de que su mu
jer estaba embarazada, se acercó a su víctima, y lleno de furor le
dijo : Es preciso que mueras, malvada, y solo te queda un instante
de vida que mi bondad te deja , para que pidas perdon al cielo del
ultraje que me has hecho. No quiero que pierdas tu alma como has
perdido el honor .
Dicho esto , sacó un puñal: su accion y expresiones sobresalta
ron á Estefanía , la que, echándose á sus piés, le dijo con las ma
nos cruzadas, y fuera de sí: ¿Qué teneis, señor? ¿qué motivo de
disgusto os he dado por desgracia mia para que llegueis á tal ex
tremo? ¿por qué quereis quitar la vida á vuestra esposa? Si sospe
chais que no os ha sido fiel,mirad que os engañais.
No, no, repuso el irritado celoso, estoy muy cierto de vuestra
traicion. Las personas que me lo han dicho son de todo crédito.
Don Huberto ... ¡Ah, señor! interrumpió ella con precipitacion : no
debeis fiaros de don Huberto, que no es tan amigo vuestro como
pensais . Si os ha dicho alguna cosa contra mi virtud, no debeis
creerle. Callad, infame, replicó don Anastasio : vos misma acredi
tais mis sospechas con querer poner mal conmigo á Hordales, no
penseis desvanecerlas: si me lo quereis hacer sospechoso es porque
e está enterado de vuestra mala conducta. Quisierais destruir su tes
a timonio ; pero semejante artificio es inútil, y aumenta en mí el de
ad seo que tengo de castigaros . Amado esposo mio , repitió la inocente
lahraEstefanía llorando amargamente, temed vuestra ciega cólera ; si se
Quier uís sus movimientos, cometereis una accion de que no podreis
ar yufDsolaros cuando reconozcais la injusticia . Por amor de Dios apla
Spondrl vuestro enojo ; á lo menos esperad que se aclaren vuestras sos
a sachas, que entonces hareis mas justicia á una mujer que no es
odais iomable .
itro que á don Anastasio hubieran hecho fuerza estas pala
d o cr é
a merédulod u l o y todavía se hubiera enternecido mas con la afliccion de la
lores la pronunciaba; pero el cruel marido , lejos de ablandarse , le
508 GIL BLAS .
dijo'segunda vez que se encomendarajá Dios , y alzó el brazo para
herirla . Detente, bárbaro , gritó; si el amor que me has tenido se
ha extinguido enteramente ; si la ternura con que te he amado se ba
borrado de tu memoria ; si mis lágrimas no alcanzan á hacerte de
sistir de tu execrable intento , respeta siquiera á tu propia sangre ;
no armes tu mano furiosa contra un inocente que aun no ha visto
la luz . Tú no puedes ser verdugo sin ofender al cielo y á la tierra .
Por lo que a mí toca, te perdono mi muerte ; pero no dudes que la
suya pedirá justicia de un atentado tan horrible.
Por muy determinado que estuviese don Anastasio á no hacer
caso de las disculpas de Estefanía ,
las imágenes espantosas que ofrecie
ron á su espíritu estas últimas pa
labras, no dejaron de suspenderle ; y
así , como si hubiese temido que esta
emocion paralizase su sentimien
to , se aprovechó apresuradamen
te del furor que le quedaba , y atra
vesó con el puñal el costado derecho
de su mujer, que , cayendo al punto
en tierra, él la creyó muerta . Salió
prontamente de su casa , y desapa
2 .-... reció de Antequera.
Entretanto aquella desgraciada , esposa quedó tan turbada del
golpe que habia recibido , que permaneció algunos instantes tendida
en tierra sin dar señales de vida ; pero , recobrando al cabo sus
espíritus , empezó á quejarse y gemir , lo que hizo acudiese una
dueña que la servia . Luego que esta buena mujer vió a su ama
en un estado tan lastimoso , dió tales gritos , que despertó á los de
más criados y á los vecinos cercanos , de modo que en un instante
se llenó la sala de gente. Se llamaron cirujanos, quienes , habiendo
registrado la herida , no la tuvieron por peligrosa , sin que errasen
en su concepto. Curaron en poquísimo tiempo á Estefanía , quien
dió felizmente á luz un hijo tres meses despues de aquel cruel su
ceso , y yo , señor Gil Blas , soy el fruto de aquel infeliz parto .
Aunque la murmuracion en ninguna manera reserva la virtud
de las mujeres, respeto no obstante la de mi madre ; y esta san
grienta escena se contaba en la ciudad como arrojo de un marido
celoso. Es verdad que mi padre estaba reputado por hombre vio
LIBRO OCTAVO . 509
lento y fácil en sospechar. Hordales juzgó con razon que su prima
presumiria que él con sus chismes habia trastornado el ánimo de
don Anastasio ; y , satisfecho de haberse á lo menos vengado , cesó
de visitarla . Por no cansar á V. S. no me detendré en contar la
educacion que tuve ; solamente diré que mi madre se dedicó prin
cipalmente á hacerme enseñar el arte de la esgrima , y que me
ejercité mucho tiempo en las mas célebres escuelas de Granada y
Sevilla . Esperaba mi madre con impaciencia que tuviese edad para
medir mi espada con la de don Huberto , para enterarme entonces
del motivo que tenia para quejarse de él : y , viéndome en fin ya de
diez y ocho años , me lo descubrió , derramando abundantes lágri
mas , y penetrada de un amargo dolor . ¡ Qué impresion no hace en
un hijo dotado de valor y sensibilidad la vista de una madre en
este estado! Busqué prontamente á Hordales , le conduje á un sitio
retirado, en donde, despues de un largo combate, le dí tres estoca
das , y cayó en tierra.
Sintiéndose don Huberto mortalmente herido , fijó en mí sus úl
timas miradas, y me dijo que recibia la muerte de mi mano , como
justo castigo del delito que habia cometido contra el honor de mi
madre . Confesóme que , por vengarse del rigor con que le habia
despreciado , tomó la resolucion de perderla ; y luego espiró pidiendo
perdon de su culpa al cielo , á don Anastasio , á Estefanía y á mí .
No juzgué acertado volver a casa á informar á mi madre de este
acontecimiento, cuyo cuidado dejé á la fama. Pasé la sierra, y lle
gué a la ciudad de Málaga , donde me embarqué con un corsario
que salia del puerto , quien , conceptuando que no me faltaba valor,
consintió gustoso en que me uniese á los voluntarios que tenia a
bordo .
No tardamos mucho en ballar ocasion de distioguirnos. En las
cercanías de las islas de Alboran encontramos un corsario de Meli
lla , que volvia hacia las costas de Africa con una embarcacion es
pañola ricamente cargada, que habia apresado en las aguas de Car
lagena. Acometimos intrépidamente al africano, y nos apoderamos
de sus dos bajeles, en los cuales iban ochenta cristianos que con
ducia esclavos á Berbería ; y , aprovechando un viento que se le
vantó , y nos era favorable para acercarnos a la costa de Granada ,
llegamos en breve tiempo a Punta de Elena .
Preguntamos á los cautivos á quienes habíamos libertado, de
qué parajes eran , y yo hice esta pregunta á un hombre de muy
65
510 GIL BLAS .
buen aspecto , que podia tener cincuenta años cumplidos . Respon
dióme suspirando que era de Antequera . Su respuesta me conmo
vió sin saber por qué ; y tambien advertí que se turbaba . Dijele:
Yo soy paisano vuestro , ¿podremos saber vuestra familia ? ¡ Ab ! me
dijo, no me insteis á que satisfaga vuestra curiosidad si no quereis
renovar mi dolor . Diez y ocho años hace que falto de Antequera ,
en donde no se pueden acordar de mí sin horror . Usted habrá quizá
oido muchas veces hablar de mí . Me llamo don Anastasio de Ra
da ... ¡ Válgame Dios ! exclamé , ¿ debo creer lo que oigo? ¿ conque
usted es don Anastasio? ¿es pues mi padre el que veo? ¡ Qué decís ,
jóven ! exclamó mirándome atónito : ¿ será posible seais aquel niño
desgraciado que todavía estaba en el vientre de su madre cuando
la sacrifiqué á mi furor? Sí , padre mio , le dije , yo soy á quien la
virtuosa Estefanía parió tres meses despues de la funesta noche en
que la dejasteis anegada en su sangre .
Don Anastasio no esperó a que acabase estas palabras para abra
zarme estrechamente , y en un cuarto de hora no hicimos mas que
mezclar nuestros suspiros y lágrimas . Despues de babernos entre
gado a los tiernos afectos que semejante encuentro debia inspirar ,
alzó mi padre los ojos al cielo para darle gracias de haber salvado
la vida á Estefanía ; pero pasado un momento , como si temiese dár
selas sin motivo, se dirigió á mí , y me preguntó de qué manera se
habia averiguado la inocencia de su mujer. Señor , le respondí, na
die ha dudado jamás de ella sino vos . La conducta de vuestra es
posa ha sido siempre irreprensible. Es necesario que yo os desen
gañe. Sabed que don Huberto fué quien os engañó ; y entonces le
conté toda la perfidia de este pariente ; cómo me habia vengado de
él , y lo que me habia confesado al morir .
A mi padre no le causó tanto placer el haber recobrado la liber
tad como el oir las nuevas que le anunciaba . Colmado de alegría
volvió a abrazarme tiernamente , y no se cansaba de manifestarme
lo gustoso que estaba conmigo . Vamos, hijo mio , me dijo, tome
mos presto el camino de Antequera . No tendré sosiego hasta echar
me a los pies de una esposa á quien tan indignamente he tratado,
porque , despues de conocida mi injusticia , siento crueles remordi
mientos que despedazan mi corazon . Deseando yo reunir estas dos
dos personas para mí tan amables , no quise se alargase tan dulce
momento. Dejé al corsario, y , como mi padre no queria exponerse
a los peligros del mar , compré en Adra , con el dinero que me tocó
LIBRO OCTAVO . 511
de la presa , dos mulas . El camino dio tiempo para que me contase
sus aventuras, que escuché con aquella atencion ansiosa que prestó
el príncipe de Itaca á la narracion de las del rey su padre . En fin ,
despues de muchas jornadas llegamos al pie del monte mas inme
diato á Antequera , en donde hicimos alto , y esperamos la media
noche para entrar secretamente en nuestra casa .
Imagine V. S. la sorpresa de mi madre al ver á un marido que
creia perdido para siempre; y todavía la admiraba mas el modo
milagroso con que puede decirse le habia sido restituido. Pidióle mi
padre perdon de su barbarie con demostraciones tan vehementes de
arrepentimiento, que enternecida mi madre, en lugar de mirarle
como á un asesino , vió en él un hombre a quien el cielo la babia
sometido : tan sagrado es el nombre de esposo para una mujer vir
tuosa . Estefanía sintió en extremo mi fuga, y tuvo mucho gusto de
verme; pero su alegría po fué sin desazon . Una hermana de Hor
dales procedia criminalmente contra el matador de su hermano , y
me bacia buscar por todas partes; de suerte que mi madre estaba
inquieta viéndome en nuestra casa sin seguridad . Esto me obligó á
partir aquella misma noche para la corte, adonde vengo , señor , á
solicitar el perdon que espero obtener , puesto que V. S. quiere ba
blar á mi favor al primer ministro , y apoyarme con todo su vali
miento .
El valiente hijo de don Anastasio dió fin aquí á su narracion , y
yo con mucha gravedad le dije: Basta , señor don Rogerio; el caso
me parece perdonable ; quedo con el encargo de referir puntual
mente este asunto á S. E. , y me atrevo á prometeros su protec
cion . Sobre esto el granadino me dió mil gracias, que por un oido
me hubieran entrado, y por otro salido , á no haberme asegurado
se seguiria la gratificacion al favor que le hiciera; pero luego que
tocó esta cuerda me puse en movimiento . El mismo dia conté este
suceso al duque , quien , habiéndome permitido le presentara el ca
ballero , le dijo : Don Rogerio , estoy enterado del lance de honor que
os trae a la corte : Santillana me ha dicho todas sus circunstancias:
sosegaos. Vuestra accion es disculpable ; y S. M. gusta de perdonar
á los nobles que vengan su honor ofendido . Es necesario que por
pura formalidad esteis preso ; pero vivid seguro de que no lo esta
reis largo tiempo . En Santillana teneis un buen amigo que se en
cargará de lo demás; él acelerará vuestra libertad .
Don Rogerio hizo una profunda reverencia al ministro, sobre cu
512 GH BLAS.
ya palabra se fué á la cárcel. Su carta de perdon se le expidió
inmediatamente en fuerza de mi solicitud. En menos de diez dias
envié a este nuevo Telémaco á reunirse con su Ulises y su Penélo
pe; en vez de que, si no hubiera tenido protector y dinero, acaso
hubiera pasado un año en la prision . De todo esto no saqué mas
que cien doblones: no fué este lance muy provechoso , pero yo no
era todavía un don Rodrigo Calderon para despreciarlo .
CAPÍTULO IX.
Por qué medios Gil Blas hizo en poco tiempo una gran fortuna , y de como tomó el aire de persona de
importancia .
El asunto que acabo de referir me engolosinó , y diez doblones
que dí á Escipion por su corretaje, le apimaron á hacer nuevas in
vestigaciones. Ya dejo celebrados sus talentos para esto , por lo que
se le podia dar el renombre de Escipion el Grande. El segundo pe
nitente que me llevó fué an impresor de libros de caballería , que
se habia enriquecido a despecho del sano juicio . Este impresor ha
bia reimpreso una obra de uno de sus compañeros , y le habian
embargado la edicion . Por trescientos ducados conseguí se le devol
viesen sus ejemplares, y le libré de una fuerte multa . Aunque esto
no era de la inspeccion del primer ministro , S. E. quiso á mi rue
go interponer su autoridad . Despues del impresor me trajo a las
manos un mercader, y el negocio era el siguiente. Un navio portu
gués habia sido apresado por un corsario berberisco , y represado
por otro de Cádiz . Las dos terceras partes de mercancías de que
iba cargado pertenecian á un mercader de Lisboa , que , habiéndolas
reclamado inútilmente , venia a la corte de España á buscar un pro
tector cuyo valimiento fuese bastante para hacérselas entregar, y
tuvo la fortuna de encontrarlo en mí. Me empeñé por él , y recobró
sus géneros mediante la cantidad de cuatrocientos doblones que
pagó por el favor .
Me parece que oigo al lector gritarme al llegar aquí : Apimo , se
514 GIL BLAS .
for de Santillana : cálcese usted las botas, pues está en camino de
adelantar su fortuna . ¡Oh ! no dejaré de hacerlo . Si no me engaño ,
veo llegar a mi criado con un nuevo quidam que acaba de engan
char . Cabalmente es Escipion: escuchémosle. Señor, medice, per
mítame usted le presente á este famoso empírico, quien solicita un
privilegio para vender sus medicamentos por espacio de diez años
en todas las ciudades de la monarquía de España, con exclusion de
cualesquiera otros , es decir, que se prohiba a las personas de su
profesion establecerse en los lugares donde esté. Por via de agra
decimiento dará doscientos doblones al que le saque el privilegio.
Yo dije al charlatan , tomando el aspecto de un protector : Id , amigo
mio , vuestra solicitud corre de mi cuenta . En efecto , pocos dias
despues le saqué un privilegio que le permitia engañar al pueblo
exclusivamente en todos los reinos de España .
Yo conocí la verdad de aquel refran que dice , que el comer y el
rascar todo es empezar ; pero, además de que advertia que la codi
cia iba creciendo en mí a medida que iba adquiriendo riquezas, ba
bia logrado de S . E . con tanta facilidad las cuatro gracias de que
acabo de hablar , que no me detuve en pedirle la quinta . Esta fué
el gobierno de la ciudad de Vera en la costa de Granada para un
caballero de Calatrava que me ofrecia mil doblones. El ministro se
echó á reir viéndome caminar tan de prisa . Vive diez, amigo Gil
Blas , me dijo , ¡cómo apretais! Deseais vivamente hacer bien al pró
jimo. Mirad: cuando no se trate mas que de bagatelas, no repararé
en ello ; pero cuando me pidais gobiernos ú otras cosas de impor
tancia , os quedareis enhorabuena con la mitad del provecho, y á
mimedareis la otra. No podeis pensar, continuó, el gasto que
tengo precision de hacer, ni cuántos arbitrios necesito para mante
per la dignidad de mi empleo, porque, a pesar del desinterés que
aparento á los ojos del mundo, os confieso que no soy tan impru
dente que quiera abandonar mis intereses propios. Sírvaos esto de
gobierno.
Con esta advertencia me quitó mi amo el temor de importunarle ,
ó mas bien meexcitó á que prosiguiese con mayor empeño, y me sentí
aun mas sediento de riquezas que antes . Hubiera yo entonces con
gusto hecho fijar un cartel que dijese , que todos aquellos que qui
sieran conseguir gracias en la corte, no tenian mas que acudir á
mí: yo iba por un lado, y Escipion por otro buscando ocasiones de
servir por dinero . Mi caballero de Calatrava alcanzó el gobierno de
LIBRO OCTAVO. 515
Vera por sus mil doblones, y bien presto bice conceder otro por el
mismo precio á un caballero de Santiago. No contento con nombrar
gobernadores , concedí hábitos de las órdenesmilitares, trasformé al
gunos buenos plebeyos en malos bidalgos, con famosos títulos de po
bleza: quise tambien que la clerecía participase demis favores, y así
conferi beneficios cortos , capodjías, y algunas dignidades eclesiásti
cas. En orden a los obispados y arzobispados era el colador de ellos
el señor don Rodrigo Calderon, quien además nombraba para las
togas, encomiendas y vireinatos ; lo que prueba que no se proveian
los empleos grandes mejor que los pequeños , porque los sugetos a
quienes nosotros elegiamos para ocupar los puestos, de que hacía
mos un tráfico tan honorífico , no eran siempre los mas hábiles ni
los mas honrados. Sabíamos muy bien que los burlones de Madrid
se divertian en este punto á costa nuestra; pero nosotros parecía
mos á los avaros que se consuelan de las murmuraciones del pue
blo recontando su dinero.
Isócrates llama con razor a la intemperancia y á la locura com
pañeras inseparables de los ricos. Cuandome ví dueño de treinta mil
ducados, y en disposicion de ganar diez lantos más, juzgué me to
caba bacer un papel digno de un confidente del primer ministro:
alquilé una casa entera , que bice adornar lujosamente ; compré el
coche de un escribano que lo habia echado por ostentacion , y que se
deshizo de él por consejo de su panadero . Recibí un cocbero , tres
lacayos; y , como es regular promover a los criados antiguos, ascendí
á Escipion al triple honor de miayuda de cámara, mi secretario y ma
yordomo mio; pero lo que acabó de colmar mi orgullo fué que el mi
nistro tuviese á bien que mis criados llevasen su librea . Con esto
perdí lo que me restaba de juicio : no estaba menos loco que los dis
cípulos de Porcio Latro , cuando, á fuerza de haber bebido agua de
cominos, se pusieron tan pálidos como su maestro , imaginándose
tan sabios como él: poco me faltaba para juzgarme pariente del du
que de Lerma. Se me puso en la cabeza pasaria por tal, y quizá
por uno de sus hijos bastardos; cosa que me lisonjeaba extremada
mente .
Añadase a esto que quise como S . E . tener mesa de estado, y á
este efecto encargué á Escipion me buscase un cocinero, y me tra
jo uno que podia casi compararse con el del romano Nomentano,
de golosa memoria . Abastecí mi cueva de vinos exquisitos; y , des
pues de haber hecho las demás provisiones pecesarias,principié á con
516 GIL BLAS .
vidar gentes. Todas las noches venian á cenar á mi casa algunos de
los principales covachuelistas del ministro , los cuales se apropiaban
con vanidad el dictado de secretarios de estado. Les tenia muy bue
no comida , y siempre iban bien bebidos . Escipion por su parte
( porque tal amo tal criado) tambien daba mesa en el tinelo , en don .
de á costa mia regalaba á sus conocidos . Pero además de que yo
queria á este mozo , como él contribuia á hacerme ganar dinero, me
parecia tenia derecho para ayudarme á gastarlo; fuera de que yo
miraba estas disposiciones como un joven que no reflexiona el daño
que se le sigue , y solo considera el honor que le resulta de ellas.
Habia asimismo otro motivo para no cuidar de esto , y era que los
beneficios y empleos no cesaban de traer agua al molino, con lo
que mi caudal se aumentaba cada dia , y yo creia tener clavada la
rueda de la fortuna.
Solo faltaba á mi vanidad que Fabricio fuese testigo de mi vida
ostentosa . Creyendo habria ya vuelto de Andalucía quise tener el
gusto de sorprenderle, y á este fin le envié un papel anónimo , en el
que le decia que un señor siciliano , amigo suyo , le esperaba a ce
nar , señalándole dia , bora y lugar adonde debia acudia: la cita era
en mi casa . Nuñez vino á ella , y se quedó sumamente admirado
cuando supo que yo era el señor extranjero que le babia convida
do . Si , le dije, amigo mio , yo soy el dueño de esta casa . Tengo co
che , buena mesa , y sobre todo un gran caudal . ¡ Es posible, excla
mó con viveza, que te encuentre nadando en la opulencia ! ¡cuánto
¡ cuá
me alegro de haberte colocado con el conde Galiano ! Bien te decia
yo que aquel señor era generoso , y que no tardaria en acomodar
te . Sin duda, añadió , que seguiste el sabio consejo que te dí de aflo
jar algo la rienda al repostero; sea enhorabuena : con esa prudente
conducta engordan tanto los mayordomos de las casas grandes.
Dejé á Fabricio aplaudirse cuanto quiso de haberme llevado á
casa del conde Galiado ; y despues , para moderar la alegría que
manifestaba de haberme agenciado tan buen puesto, le dije sin omi
tir circunstancia las señales de agradecimiento con que este señor
habia pagado lo que le habia servido ; pero percibiendo que mi poe
ta mientras yo le referia estos pormenores cantaba interiormente la
palinodia , le dije: Yo perdono al siciliano su ingratitud . Hablando
aquí entre los dos , mas motivo tengo de darme el parabien que de
lamentarme. Si el conde no se hubiera portado mal conmigo , le ha
bria seguido á Sicilia, en donde todavía le estaria sirviendo espe
LIBRO OCTAVO . 517
ranzado de un acomodo incierto. En una palabra , no seria confi
dente del duque de Lerma.
Estas últimas palabras dejaron tan atónito á Nuñez , que por el
pronto no pudo desplegar los labios; pero luego, rompiendo de gol
pe el silencio , me dijo: ¿Es verdad lo que oigo ? ¡qué lograis de la
confianza del primer ministro ! La divido, le respondí, con don Ro
drigo Calderon, y segun las apariencias llegaré mas lejos. En ver
dad, señor de Santillapa, replicó, que me causais admiracion . Sois
capaz de desempeñar toda clase de empleos. ¡Qué talentos se unen
en vos! O mas bien , para servirme de una expresion a nuestro mo
do, poseeis un talento universal; es decir, que para todo sois ade
cuado. Finalmente , señor, prosiguió , me alegro mucho de la pros
peridad de V . S . ¡Oh, qué diablos ! interrumpi yo, señor Nuñez , nada
de señor ni señoría. Dejaos de esos tratamientos, y vivamos siem
pre con familiaridad , Tienes razon, repitió ; aunque te hayas enri
quecido no debo mirarte con otros ojos que con los que te he mira
do siempre . Pero, añadió , te confieso mi flaqueza; al oir tu fortuna
me ofusqué: gracias a Dios, pasado mi alucinamiento no veo en tí
mas que a miamigo Gil Blas.
Nuestra conversacion fué interrumpida por cuatro ó cinco cova
chuelistas que llegaron . Señores, les dije mostrándoles á Nuñez ,
ustedes cenarán con el señor don Fabricio , que hace versos dignos
del rey Numa, y que escribe en prosa comopadie escribe . Por des
gracia yo hablaba con gentes que hacian tan poco caso de la poe
sía , que dejaron cortado al poeta : apenas se dignaron mirarle : por
mas que dijo cosas muy agudas para atraerse su atencion , no le es
cucharon ; lo que le pico tanto , que, tomando una licencia poética ,
se escurrió sutilmente de entre todos, y desapareció . Nuestros cova.
66
518 GIL BLAS .
chuelistas no advirtieron su retirada, y se sentaron a la mesa sin
preguntar siquiera qué se habia hecho .
Al siguiente dia por la mañana , cuando yo me acababa de ves
tir
y me disponia a salir de casa , el poeta de las Asturias entró en
mi gabinete . Perdóname , amigo mio , me dijo , si he ofendido á tus
covachuelistas; pero, hablando con franqueza, me encontré tan des
airado entre ellos , que no pude resistir . Son para mí muy fastidiosos
unos hombres tan presumidos y almidonados . No alcanzo cómo tú ,
que tienes un entendimiento tan delicado , puedes acomodarte á con
vidados tan estúpidos . Yo quiero desde hoy traerte otros mas listos .
Tendré, le dije, mucha satisfaccion en eso , y para ello me fio de tu
gusto . Con razon , me respondió ; yo te prometo talentos superiores,
y de los mas entretenidos. Voy de aquí á una casa de vinos gene
rosos adonde van á reunirse dentro de poco ; los apalabraré para que
no se comprometan con otro, porque son tan festivos, que en todas
partes los apetecen.
Dicho esto , me dejó, y por la noche á la hora de cenar volvió
acompañado de solos seis autores , que me presentó uno tras otro,
haciéndome su elogio . Si se le hubiera de creer, aquellos grandes
ingenios sobrepujaban a los de Grecia y de Italia , y sus obras, de
cia él , merecian imprimirse en letras de oro . Recibí á aquellos se
ñores muy atentamente, y aun afecté llenarlos de atenciones, por
que la nacion de los autores es un poco vana y amiga de gloria .
Aunque no hubiera encargado á Escipion que la cena fuese abun
dante, como él sabia la clase de gentes á que debia obsequiar en
aquel dia , la habia dispuesto con profusion.
En fin, nos sentamos a la mesa con mucha alegría . Mis poetas
principiaron á hablar de sí propios y alabarse . Uno citaba con va
nidad los grandes y las señoras a quienes agradaba su musa : otro,
vituperando la eleccion que una academia de literatos acababa de
hacer de dos sugetos , decia modestamente que debian haberle ele
gido : los demás discurrian con la misma presuncion . Mientras co
mian , me fastidiaban con trozos de versos y de prosa : cada uno de
ellos recitaba por turno algun pasaje de sus escritos : uno lee un
soneto ; el otro declama una escena trágica; otro lee la crítica de una
comedia ; y el cuarto , leyendo á su vez una oda de Anacreonte, tra
pido por uno de sus
ducida en malos versos españoles , es interrumpido
compañeros , que le dice se ha servido de una voz impropia . El au
tor de la traduccion defiende lo contrario, y se arma una disputa en
LIBRO OCTAVO. 519
la cual todos los ingenios toman partido. Las opiniones son diver
sas, los disputantes se acaloran , y llegan a las injurias. Todo esto
era tolerable; pero aquellos furiosos se levantan de la mesa , y an
dan á cachetes. Fabricio, Escipion , micochero y yo jen qué nos
vimos para ponerlos en paz! Cuando se vieron separados, salieron
de mi casa como de una taberna, sin pedirme ningun perdon de su
impolítica.
Nuñez , sobre cuya palabra habia formado una idea agradable de
aquella comida, se quedó atónito del lance. Y bien , le dije, amigo ,
ime elogiareis todavía á vuestros convidados? A fe mia que me ha
beis traido unas gentes bien despreciables. Aténgome á mis cova
chuelistas; no me hables mas de autores. Yo no pienso ,me respon
dió, presentarte otros , pues acabas de ver á los mas juiciosos.
CAPÍTULO X .
Corrómpense enteramente las costumbres de Gil Blas en la corte : del encargo que le dió el conde de lf
mos, y de la intriga en que este señor y el se metieron.
Luego que se llegó á saber que era yo privado del duque de Ler
ma, empecé a tener corte . Todas las mañanas estaba mi antesala
llena de gente, á quien daba audiencia al levantarme. Venian á mi
casa dos clases de personas, unas interesándome con dinero para
que pidiese alguna gracia alministro , y otras á moverme con sú
plicas para conseguirles gratis lo que pretendian . Las primeras te
nian seguridad de ser escuchadas y bien servidas. En órden á las
segundas, me desembarazaba prontamente con excusas, ó los entre
tenia tanto tiempo, que les hacia perder la paciencia . Antes de ba
cer papel en la corte era yo naturalmente piadoso y caritativo; pe
ro , como en ella no hay esta debilidad , me hice mas duro que un
pedernal, y de consiguiente perdí tambien el cariño á mis amigos,
y me desnudé de todo el afecto que les tenia . En prueba de esta
verdad voy a contar cómo traté en una ocasion à José Navarro.
Este José Navarro, al que tanto tenia que agradecer, y quien
(para decirlo de una vez) era la causa primordial de mi fortuna,
vino un dia á mi casa. Despues de haber mostrado mucho amor,
como lo acostumbraba á hacer siempre que me encontraba, mesu
plicó pidiese al duque de Lerma cierto empleo para uno de sus ami
gos, diciéndome que el sugeto por quien se interesaba era un mozo
LIBRO OCTAVO . 521
muy amable, y de gran mérito, pero que necesitaba empleo para
subsistir. No dudo , añadió José , que , siendo usted tan bueno , y
amigo de hacer un favor, tendrá gusto en hacer bien á un pobre
hombre honrado. Su indigencia es un título que merece el apoyo de
usted . Tengo la seguridad de que me dareis las gracias , porque os
proporciono ocasion de ejercer vuestra condicion caritativa . Esto era
decir claramente que esperaba que hiciese este favor de balde . Aun
que esto me disgustaba, no dejé de aparentar que estaba muy pro
picio á servirle. Me alegro , respondí á Navarro, de tener esta oca
sion en que poder manifestar á usted mi vivo agradecimiento á
cuanto usted ha hecho por mí : me basta que usted se interese por
cualquiera , y no necesito otra recomendacion para decidirme á ser
virle. Su amigo de usted tendrá el empleo que desea ; cuente usted
con ello . Este es asunto mio , y no de usted .
Con estas expresiones José se fué muy satisfecho de mi favor .
Sin embargo, su recomendado se quedó sin empleo , porque lo hice
dar á otro por mil ducados que metí en mi gaveta . Preferí tomar
este dinero á los agradecimientos que hubiera recibido de mi buen
repostero, a quien con un modo pesaroso dije cuando nos volyimos
á ver : ¡ Ah , mi amado Navarro ! usted me habló tarde. Calderon se
me anticipó en dar el empleo que usted sabe . Siento en extremo no
dar á usted mejor noticia .
José me creyó de buena fe, y nos separamos más amigos que
nunca ; pero creo que presto descubrió la verdad , porque no volvió
parecer por mi casa . En vez de sentir algunos remordimientos de
haberme portado tan mal con un amigo verdadero , y a quien tanto
debia , quedé muy contento . Además de que ya me pesaban los fa
vores que me habia hecho : no me parecia conveniente tratar con
reposteros en la categoría en que me hallaba en la corte .
Volyamos al conde de Lemos , de quien hace tiempo no he ha
blado, y al que visitaba algunas veces. Le habia llevado mil do
blones , como tengo dicho , y todavía le llevé otros mil por orden del
duque su tio , del dinero que yo tenia de S. E. En este dia fué cuan
do el conde quiso tener una larga conversacion conmigo, en la cual
me manifestó que al fin habia logrado su intento , y que entera
mente gozaba del favor del príncipe de España, de quien era el úni
co confidente; y en seguida me dió un encargo muy honroso , para
el cual ya me tenia destinado. Amigo Santillana , me dijo , vamos,
manos á la obra . No dejeis de hacer cuanto podais para descubrir
522 GIL BLAS .
alguna beldad digna de divertir a este principe galan. Entendimien
to teneis: nada mas os digo. Id , corred, investigad , y , cuando ha
yais descubierto una cosa buena , decídmelo . Ofrecí al conde no
omitir diligencia para contribuir al buen desempeño de mi empleo ,
cuyo ejercicio no debe de ser muy difícil, pues hay tantas gentes que
se ocupan en él.
Yo no estaba muy acostumbrado á este género de averiguacio
nes ; pero no dudaba que Escipion seria tambien admirable para el
caso . Luego que volví á casa le llamé , y le dije á solas : Hijo mio ,
tengo que hacerte un encargo importante. En medio de tanto como
sabes me favorece la fortuna , conozco que me falta alguna cosa .
Fácilmente adivino lo que es, interrumpió sin dejarme acabar lo que
queria decirle; usted necesita una ninfa agradable que le distraiga
un poco , y le divierta; y , en efecto, es de maravillar que usted en
la flor de sus dias no la tenga, cuando viejos barbones no pueden
estar sin ella . Admiro tu perspicacia, le dije sonriéndome. Si , ami
go mio , necesito una dama , pero la quiero venida de tu mano ; mas
advierte que soy muy delicado en este negocio: quiero una persona
linda , y que no tenga malas costumbres. Lo que usted desea , in
terrumpió sonriéndose, es algo raro ; no obstante estamos, á Dios
gracias, en un pueblo en donde hay de todo, y espero encontrar
presto lo que V. pretende.
Efectivamente, a los tres dias me dijo : He descubierto un tesoro,
una señorita jóven llamada Catalina, de buena familia, y de indeci
ble hermosura : vive á la sombra de una tia suya en una casita , en
donde subsisten ambas muy decentemente con sus haberes, que no
son considerables. La criada que las sirve es conocida mia , y acaba
de asegurarme que aunque no dan entrada a nadie, no seria difícil
la hallase un galan rico y espléndido, con tal que para no escan
dalizar entrase en su casa solo de noche y con todo sigilo . En esta
inteligencia le he pintado á usted como un hombre digno de que le
admitan en su casa, y he suplicado á la criada se lo proponga á las
dos señoras, lo cual me ba ofrecido, como tambien ir mañana á un
sitio determinado á darme la respuesta. Bravo va el negocio , le res
pondí ; pero temo te engañe la criada . No , no , replicó , no me dejo
yo engañar tan fácilmente: he preguntado ya a los vecinos , y de lo
que me han dicho he inferido que la señora Catalina es tal como
usted la puede desear , es decir, una Dánae, de quien usted puede
ser el Júpiter enviando una lluvia de doblones .
LIBRO OCTAVO . 523
Sin embargo de la desconfianza que tenia de esta clase de hallaz
gos, no dejé de aceptar este , y , como la criada al dia siguiente avi
sase á Escipion que podia presentarme aquella misma noche en ca
sa de sus amas , entre once y doce me entré en ella con mucho si
gilo . La criada me recibió á oscuras , me cogió de la mano , y me
llevó á una sala decente , en donde encontré á las dos señoras airo
samente vestidas, y sentadas en almohadones de raso . Luego que
me vieron se levantaron , y me saludaron con tanta finura, que me
parecieron personas distinguidas . La tia , que se llamaba la señora
Mencía , aunque todavía de buen parecer, no atrajo mi atencion . Es
verdad que toda se la llevaba la sobrina , que me pareció una diosa ;
y , aunque examinada rigurosamente podia decirse que no era una
hermosura perfecta , tenia con todo tantas gracias, que añadidas á
un rostro atractivo y voluptuoso , ofuscaban y hacian imperceptibles
sus defectos
Su vista me turbó los sentidos : olvidé que iba como emisario; ha
blé en mi propio y privado nombre , y me manifesté apasionado . La
señorita , cuyo entendimiento yo juzgaba tres veces mayor de lo que
realmente era , tan bien me habia parecido, acabó de enamorarme
con sus respuestas. Ya princiaba yo á estar fuera de mí , cuando
para moderar la tia mis impulsos tomó la palabra , y me dijo: Señor
de Santillana, voy a hablar á V. S. francamente . Por el mucho bien
que me han dicho de V. S. le he permitido entrar en mi casa , sin
ponderarle el gran favor que le hago en ello ; pero no crea V. S. por
eso que ha adelantado algo: hasta ahora he criado á mi sobrina con
recato , y vos sois , por decirlo así , el primer caballero a quien la he
presentado. Si os parece digna de ser vuestra esposa , tendré el ma
yor gusto en que ella logre este honor : ved si á este precio os con
viene, pues a otro no la conseguireis .
Este tiro á quema ropa abuyentó el Amor , que me iba a disparar
una flecha. Hablando sin metáfora , un casamiento propuesto tan á
secas me hizo entrar en mí mismo , y , volviendo de repente á ser
fiel agente del conde de Lemos , mudé de tono , y respondí á la se
ñora Mencía : Señora , vuestra franqueza me agrada , y por tanto
quiero imitarla . Aunque hago un papel distinguido en la corte , no
basta este para merecer a la sin igual Catalina: le tengo reservado
un partido mas brillante : la destino para el príncipe de España . Me
parece, respondió la tia friamente, que bastaba despreciar á mi so
brina sin que fuera necesario acompañar el desprecio con la burla.
524 GIL BLAS .
No me burlo, señora, exclamé: hablo seriamente; tengo órden de
buscar una persona de mérito á quien pueda honrar con sus visitas
secretas el príncipe de España, y en casa de usted he hallado lo que
buscaba .
Esta declaracion sorprendió en gran manera á la señora Mencía ,
á quien conocí no le habia desagradado. Sin embargo , creyendo
que debia hacer la reservada , me replicó en estos términos : Aun
cuando tomara al pie de la letra lo que V . S . me dice, ha de saber
que no soy de carácter que baga vanidad del infame honor de ver
á mi sobripa ser dama de un príncipe; mi decoro se ofende con la
idea... ¡Qué bendita es usted , le interrumpi, con su virtud ! Usted
piensa como una simple aldeana, y se chancea si mira estas cosas
con tanto escrúpulo : eso es quitarles lo que tienen de bueno: es ne
cesario mirarlas con mejores ojos . Considerad á los pies de la di
chosa Catalina al heredero de la monarquía; representaos que la
adora y la llena de regalos ; y pensad en fin que quizá puede nacer
LAN
de ella un héroe que inmortalice el nombre de su madre con el
suyo .
Fingió la tia no saber á qué resolverse, aunque estaba determi
LIBRO OCTAVO . 525
nada á aceptar mi propuesta ; y Catalina, que ya hubiera querido
poseer al príncipe, aparentó la mayor indiferencia; por lo que tuve
que hacer nuevos esfuerzos para estrechar la plaza , hasta que al fin
la señora Mencía , viéndome ya cansado, y en disposicion de levan
tar el sitio , tocó la llamada , y ajustamos una capitulacion que con
tenia los artículos siguientes: Primero: Que si , por los informes que
diese yo al príncipe de las gracias de Catalina , gustaba de ella , y
determinaba hacerle una visita nocturna , seria de mi cargo advertir
de ella á las señoras, como igualmente de la noche que eligiese para
este efecto . Segundo: Que el príncipe habia de entrar en casa de
dichas señoras como un galan cualquiera , y acompañado solo de mí
у de su principal confidente.
Celebrado este convenio , me hicieron mil agasajos tia y sobrina:
empezaron a tratarme familiarmente, con lo que me aventuré á al
gunas llanezas , que no fueron muy mal recibidas ; y cuando nos se
paramos me abrazaron de su propio motivo , haciéndome todas las
caricias imaginables . Es cosa maravillosa la facilidad con que se
traba amistad entre los corredores de amor , digámoslo así , y las
mujeres que los necesitan : al verme salir de allí tan favorecido, na
die hubiera dicho sino que yo habia sido mas dichoso de lo que era
en realidad .
El conde de Lemos tuvo suma alegría cuando le dije que habia
hecho un descubrimiento cual podia apetecerlo. Le hablé de Catali
na en tales términos, que le entraron deseos de verla . Le conduje
la noche siguiente , y me confesó que habia hecho muy buen ha
llazgo. Dijo á las señoras que no dudaba que el príncipe quedase
muy complacido de ver a la señorita que yo le babia elegido , y que
esta por su parte no quedaria descontenta de tal amante , por ser el
príncipe generoso , afable y lleno de bondad . En fin , les ofreció que
le conduciria dentro de algunos dias del modo que deseaban , esto
es , sin acompañamiento ni ruido . Este señor se despidió , y yo me
retiré con él para ir a tomar el coche en que habíamos venido , el
cual nos esperaba al fin de la calle. Despues me llevó á mi casa , y
me encargó enterase el dia siguiente á su tio de esta principiada
aventura , y le suplicase de su parte le enviara mil doblones para
finalizarla .
Con efecto , al dia siguiente fuí á dar puntual cuenta de cuanto
habia pasado al duque de Lerma , callando la parte que habia teni
do Escipion en el negocio , para pasar yo por autor del descubri
67
526 GIL BLAS.
miento de Catalina; porque de todo hace uno mérito para con los
grandes.
Y así fué que se me dieron gracias de ello . Señor Gil Blas, me
dijo el ministro con aire burlon, me alegro que usted una á sus de
más talentos el de descubrir las hermosuras balagüeñas; y no ex
trañará que, cuando yo necesite alguna , acuda á usted . Señor, le
respondí en el mismo tono, agradezco la preferencia ; pero permíta
seme que diga que escrupulizaria si proporcionase esta clase de pla
ceres á V . E .; porque hace tanto tiempo que el señor don Rodrigo
está en posesion de ese empleo, que se le haria una injusticia en
despojarle de él. El duque se sonrió de mirespuesta , y mudando de
conversacion me preguntó si su sobrino pedia dinero para esta em
presa . Perdonad, le dije, él suplica á V . E . le envie mil doblones.
Está bien , respondió el ministro, no tienes más que llevárselos ; dile
que no los escasee, y que aplauda todos los gastos que el príncipe
quiera hacer .
CAPÍTULO XI.
De la visita secreta , y de los regalos que el principe hizo á Catalina .
En aquel mismo punto llevé los mil doblones al conde de Lemos .
No podiais venir más á tiempo , me dijo este señor . He hablado al
príncipe , quien ha caido en el lazo , y desea con impaciencia ver á
Catalina , por lo que se ha resuelto que esta noche salga secreta
mente de palacio para ir a su casa . Las medidas están ya tomadas.
Díselo así á las señoras, y dales el dinero que me traes: es necesa
rio manifestarles que el que va á verlas no es un amante comun ,
fuera de que los regalos de los principes deben preceder á sus ga
lanteos . Supuesto que le has de acompañar conmigo , prosiguió ,
hállate esta noche en palacio a la hora de acostarse. Tambien será
preciso que tu coche, porque me parece del caso servirnos de él ,
nos espere á media noche cerca de palacio .
Me fui inmediatamente á casa de las señoras , en la que no ví á
Catalina por estar , segun se me dijo, acostada, y solo hablé con la
señora Mencía . Perdone usted , señora , le dije, si vengo de dia á su
casa, porque no puedo hacer otra cosa : me es preciso avisar á us
ted que el príncipe vendrá aquí esta noche , y reciba usted , añadí
entregándole el talego en donde llevaba el dinero , reciba usted una
ofrenda que envia al templo de Citerea para que le sean propicias
sus deidades. Ya ve usted que no les he proporcionado una mala
conveniencia . Doy a usted las gracias, me respondió; pero dígame ,
528 GIL BLAS .
señor de Santillana, si al príncipe le gusta la música. Con extremo,
le contesté: ninguna cosa le divierte tanto como una buena voz acom
pañada de un laud tocado con destreza . Mucho mejor, exclamó ella
enajenada de alegría; lo que usted dice me llena de gozo , porque
mi sobrina tiene la garganta de un ruiseñor , tañe maravillosamente
el laud , y tambien baila con perfeccion . ¡ Vive diez , exclamé, esas
son muchas habilidades , tia mia ! No necesita tantas una señorita
para hacer fortuna: una sola de esas gracias le basta .
Dispuestas así las cosas , esperó la hora en que el príncipe solia
acostarse . Llegada esta, di mis órdenes al cochero , y me reuní al
conde de Lemos , quien me dijo que el príncipe , para quedarse solo
antes de tiempo , iba á fingir una ligera indisposicion , y aun acos
tarse, á fin de hacer creer mejor que estaba malo ; pero que de allí
á una hora se levantaria , y por una puerta falsa tomaria una esca
lera excusada que iba a dar a los patios . Luego que me enteró de
lo que ambos habian concertado, me apostó en un sitio por donde
me aseguró habian de pasar. Duró tanto el poste , que comencé á
creer que nuestro galan habia tomado otro camino, ó perdido el
deseo de ver á Catalina, como si los príncipes abandonaran estos
antojos antes de haberlos satisfecho. En fin , cuando creia que me
habian olvidado, se llegaron á mi dos hombres , que conocí ser los
que esperaba, y los conduje á mi coche, en el cual subieron ambos.
Yo iba cerca del cochero para guiarle; y le hice parar á cincuenta
pasos de donde vivian las señoras . Di la mano al príncipe y a su
compañero para ayudarles á bajar, y marchamos a la casa , cuya
puerta nos abrieron inmediatamente que llamamos , y volvieron a
cerrar .
Al principio nos encontramos en las mismas tinieblas que yo me
ví la primera vez , aunque por distincion babian puesto en la pared
una lamparilla , cuya luz era tan escasa , que solamente la percibia
mos sin que ella nos alumbrara . Todo esto servia para hacer la
aventura mas agradable á sa héroe , el cual quedó vivamente sor
prendido á vista de las señoras, que le recibieron en la sala, en
donde la claridad de un sinnúmero de bujías recompenso la oscuri
dad que habia en el patio . La tia y la sobrina se presentaron en
gracioso traje de casa seductoramente descuidado, y con aire tan
atractivo, que no se podian mirar sin embelesamiento . Nuestro prín
cipe , si no hubiera tenido que escoger , se hubiera contentado muy
bien con la señora Mencía ; pero dió la preferencia, como era razon ,
á las gracias de la joven Catalina.
LIBRO OCTAVO . 529
Y bien , príncipe mio, le dijo el conde, ¿podíamos haber propor
cionado á V. A . el gusto de ver dos personas mas bonitas ? Ambas
me embelesan, respondió el príncipe; no pienso sacar libre de aquí
mi corazon , pues, si faltara la sobrina, no se escaparia de la tia .
Despues de este cumplimiento tan agradable para una tia , dijo
mil cosas lisonjeras á Catalina, á las que esta respondió con mucha
discrecion . Como les es permitido á las gentes honradas que hacen
el personaje que yo en esta ocasion , mezclarse en la conversacion
de los amantes, siempre que sea para atizar el fuegn, dije al galan
que su diofa cantaba y tocaba a las mil maravillas. Se alegró de
saber tuviese estas habilidades, y le suplicó le diese alguna mues
tra de ellas. Con mucho gusto cedió á sus instancias; y , tomando
un laud bien templado, toco sonatas tiernas, y cantó de un modo
tan expresivo, que el príncipe se echó á sus piés enajenado de amor
y de placer. Pero dejemos á un lado esta pintura , y digamos sola
mente que la dulce embriaguez en que se habia sepultado el here
dero de la monarquía , hizo que las horas le pareciesen momentos,
y que tuviésemos que arrancarle de aquella peligrosa casa cuando
ya se acercaba el dia . Los señores agentes le condujeron pronta
mente a palacio , y le dejaron en su aposento . Despues se volvieron
á su casa tan contentos de haberle uoido con una aventurera, como
si le hubiesen casado con una princesa .
La mañana siguiente conté el suceso al duque de Lerma, porque
todo lo queria saber , y al concluir mi narracion llegó el conde de
Lemos , y nos dijo: El príncipe de España está tan prendado de Ca
talina, y le ha gustado tanto, que piensa ir á verla con frecuencia ,
y no aficionarse á otra : quisiera enviarle hoy dos mil doblones en
joyas, pero no tiene dinero . Ha acudido á mí, y me ha dicho: Mi
amado Lemos , es preciso me busques almomento esta cantidad. Sé
que te incomodo, que apuro tu bolsillo , y por tanto micorazon te
está muy agradecido; y si en algun tiempo me ballo en estado de
serte reconocido de otro modo que por el agradecimiento a todo lo
que has hecho por mí, no te arrepentirás de haberme servido. Yo
le respondí, separándomede él inmediatamente: Príncipe mio, tengo
amigos y crédito ; voy a buscar lo que V . A . desea . No es difícil sa
tisfacerle, dijo entonces el duque á su sobrino . Santillana va á trae
ros ese dinero , ó, si quereis, él mismo comprará las joyas, porque
es muy inteligente en pedrerías, y sobre todo en rubíes. ¿No es
verdad, Gil Blas? añadiómirándome con un aire taimado. ¡Quéma
530 GIL BLAS .
licioso sois, señor ! le respondí; veo que V. E. quiere hacer reir á
costa mia al señor conde, y así sucedió . El sobrino preguntó qué
misterio encerraba aquello . Ninguno , replicó el tio riéndose; es que
un dia Santillana quiso trocar un diamante por un rubí , y este true
que no redundó ni en honor ni en provecho suyo .
Hubiera salido bien librado si el ministro no hubiera dicho mas;
pero se tomó el trabajo de contar la pieza que Camila y don Rafael
me habian jugado en la posada de caballeros, y se extendió parti
cularmente en las circunstancias que yo más sentia . Despues de ha
berse divertido bien S. E. , me mandó acompañar al conde de Le
mos , quien me llevó a casa de un joyero, en donde escogimos las jo
yas, que fuímos á enseñar al príncipe de España , las cuales se me
confiaron para que se las entregase á Catalina , y despues fuí á mi
casa á tomar dos mil doblones del dinero del duque para irlas á pagar.
Es ocioso preguntar si la noche siguiente me recibieron con agrado
las señoras cuando les presenté los regalos de mi embajada, que
consistian en un bello par de rosetas de diamantes para la tia , У
unas arracadas de lo mismo para la sobrina . Enajenadas una y otra
con estas demostraciones de amor y generosidad del príncipe, em
pezaron a charlar como dos cotorras, y á darme gracias porque les
habia agenciado tan buen conocimiento, y con el exceso de su ale
2.OPIS
gría dieron a entender lo que eran . Se les escaparon algunas pala
bras que me hicieron sospechar que yo habia facilitado una bribona
al hijo de nuestro gran monarca . Para averiguar con certeza si yo
habia sido autor de tan buena obra, me retiré con intento de tener
una conferencia con Escipion .
CAPITULO XI.
Quién era Catalina: perplejidad de Gil Blas: su inquietud, y la precaucion que tomó para tranquilizar su
ánimo.
Al entrar en mi casa oí un gran estrépito , y , preguntada la causa ,
me dijeron que Escipion tepia aquella noche á cenar á seis amigos
suyos. Cantaban cuanto mas alto podian, y daban grandes carcaja
das de risa . Esta cena á la verdad no era el banquete de los siete
sabios.
El que daba el festin , luego que supo mi llegada, dijo á sus con
vidados: Señores, no es nada, es el amo que ha vuelto; no os in
quieteis por eso , continuad divirtiéndoos . Voy a decirle dos pala
bras, y al instante vuelvo . Dicho esto , se vino á mí. ¿ Qué griteria
es esa ? le dije. ¿A qué clase de personajes festejas allá bajo ? ¿son
poetas? Perdone usted ,me respondió; seria lástimadar á beber vues
tro vino á semejantes sugetos; yo sé hacer mejor uso de él. Entre
mis convidados hay un joven muy rico , que quiere lograr un em
pleo por vuestra mediacion y por su dinero , y á causa suya se hace
la fiesta . A cada trago que bebe aumenta diez doblones á lo que ha
de tocaros, y quiero hacerle beber hasta el amanecer. En ese su
puesto, le respondí, vuélvete á la mesa , y no escasees el vino demi
cueva .
No juzgué oportuno hablarle entonces de Catalina, dejándolo para
por la mañana al levantarme, lo que hice de esta suerte: Amigo Es
cipion , tú sabes de qué modo vivimos los dos; yo te trato mas como
532 GIL BLAS .
á compañero que como á criado , y por consiguiente harás muy mal
en engañarme como a amo . Entre nosotros no ha de haber secreto :
voy á decirte una cosa que te sorprenderá, y tú por tu parte me di
rás lo que piensas de las dos mujeres que me has dado a conocer.
Hablando los dos en satisfaccion, sospecho que son dos taimadas,
tanto mas astutas , cuanto mas sencillez aparentan . Si les bago jus
ticia , no tiene el príncipe de España gran motivo de estarme agra
decido, porque te confieso que para él te pedí la dama . Le he lle
vado á casa de Catalina, y se ha enamorado de ella . Señor , me res
pondió Escipion , usted se porta demasiado bien conmigo para que
yo le falte á la sinceridad . Ayer tuve una conversacion a solas con
la criada de estas dos ninfas, y me contó su historia , que me ha pa
recido divertida . Voy a haceros sucintamente relacion de ella , y no
sentireis haberla oido .
Catalina, prosiguió , es hija de un hidalguillo aragonés. Habiendo
quedado huérfana de edad de quince años , y tan pobre como boni
ta, dió oidos á un comendador anciano , quien la llevó á Toledo,
donde murió á los seis meses , despues de haberle servido más de
padre que de esposo. Recogió ella su herencia, que consistia en al
gunas ropas y en trescientos doblones en dinero contante , y se fué
luego a vivir con la señora Mencía , que todavía se mantenia de buen
ver, aunque ya iba cuesta abajo. Estas dos buenas amigas perma
necieron juntas, y principiaron á tener una conducta de que la jus
ticia quiso tomar conocimiento . Esto desagradó á las señoras, quie
nes por enfado ó por otra causa dejaron prontamente a Toledo, y
vinieron a Madrid, en donde viven cerca de dos años hace sin tra
tarse con ninguna señora de la vecindad . Pero oiga usted lo mejor:
han alquilado dos casas pequeñas , separadas solamente por un ta
bique, pudiéndose pasar de una á otra por una escalera de comuni
cacion que hay en los sótanos. La señora Mencía vive con una cria
da de poca edad en una de ellas , y la viuda del comendador ocupa
la otra con una dueña vieja , á quien hace pasar por su abuela ; de
modo que nuestra aragonesa tan presto es una sobrina educada por
su tia , como una pupila bajo la tutela de su abuela . Cuando hace
de sobrina, se llama Catalina; y cuando de nieta, Sirena .
Al oir el nombre de Sirena , interrumpi todo asustado á Escipion :
¿Qué me dices? ; me haces temblar ! ¡ Ay de mí ! temo que esa mal
dita aragonesa sea la querida de Calderon . Cabalito , respondió, la
misma es . Yo queria dar á usted un gran gusto participándole esta
LIBRO OCTAVO . 533
noticia . Pues no lo creas, repliqué; masme causa disgusto que ale
gría . ¿No prevés tú las consecuencias? No, á fe mia , replicó Escipion .
¿Qué mal puede venir de ahí? Don Rodrigo no ha de descubrir pre
cisamente lo que pasa ; y si usted teme que se lo digan, prevénga
selo al primer ministro, contándole el caso sencillamente . El cono
cerá la buena fe de usted ; y , sidespues quisiese Calderon ponerle á
mal con S . E ., el duque verá que no trata de perjudicarle sino por
espíritu de veoganza .
Con estas palabras me desvaneció Escipion elmiedo. Seguí su
consejo , y dí parte al duque de Lerma de este fatal descubrimiento ;
y tambien aparenté contárselo con aire triste , para persuadirle de
que sentia haber inocentemente dado al principe la dama de don
Rodrigo; pero el ministro, lejos de compadecerse de su favorito, se
burló de ello . Despues me dijo que siguiera en mi comision , y que
sobre todo era gran gloria para Calderon amar a la misma dama
que el príncipe de España, y recibir la misma acogida que él. Ins
truí en los mismos términos al conde de Lemos, quien me aseguró
su proteccion si el primer secretario descubria la trama, y queria
ponerme á mal con el duque.
Con esta maniobra crei haber salvado la nave de mi fortuna del
peligro de encallar, y me sosegué. Seguí acompañando al principe
á casa de Catalina, por otro nombre la bella Sirena, que tenia la
destreza de encontrar pretextos para apartar de su casa á don Ro
drigo , y ocultarle las noches que ella tenia precision de dedicar á
su ilustre rival.
CAPÍTULO X111 .
Sigue Gil Blas haciendo el papel de señor; tiene noticias de su familia : impresion que le hicieron; xe
descompadra con Fabricio .
Ya llevo dicho que por las mañanas,tenia comunmente en mi an
tesala muchas gentes que venian á proponerme varios asuntos;
pero yo no queria que me los propusiesen verbalmente . Siguiendo
el estilo de la corte , ó , por mejor decir , para bacer mas de persona,
decia a todo pretendiente: Tráigame usted un memorial ; y me ba
bia acostumbrado tanto á esto , que un dia respondí así á mi casero
cuando vino á recordarme que le debia un año de casa . Por lo que
hace al carnicero y panadero, no daban lugar á que yo les pidiese
memorial , pues eran muy puntuales en traerlos todos los meses .
Escipion , que era un vivo retrato mio , hacia lo mismo con los que
acudian á él para que se empeñase conmigo á sa favor.
Yo tenia otra ridiculez que no pienso perdonarme : habia dado en
la fatuidad de hablar de los grandes como si yo fuese de su misma es
fera. Si , por ejemplo, tenia que citar al duque de Alba , al duque
de Osuna , ó al de Medinasidonia , decia con llaneza ; Alba, Osuna ,
Medinasidonia . En una palabra , me habia puesto tan orgulloso
y vano , que ya no era hijo de mis padres . ¡ Ah , pobre dueña , y
pobre escudero, ni pensaba en vosotros , ni babia tenido cuidado
alguno de informarme de vuestra suerte! La corte tiene la virtud
del rio Leteo , que nos hace olvidar de nuestros parientes y amigos,
si se hallan en infeliz estado .
LIBRO OCTAVO . 585
Cuando más olvidada tenia á mi familia , entró una mañana en mi
casa un mozo , que me dijo deseaba hablarme á solas un momento :
le hice entrar en mi despacho , en donde , sin decirle se sentase por
parecerme hombre ordinario , le pregunté qué me queria . Señor
Gil Blas , me dijo, pues qué , ¿no me conoce V. ? Por mas que le
miré con atencion , tuve que responderle que no caia en quién era .
Yo soy , me replicó, un paisano vuestro , natural del mismo Oviedo,
é hijo de Beltran Moscada el especiero, vecino de vuestro tio el ca
nónigo. Yo os reconozco muy bien . Hemos jugado mil veces á la
gallina ciega .
De los juegos de mi niñez , le respondí, solo conservo una idea
confusa ; los cuidados que me han ocupado despues, me los han
borrado de la memoria . He venido á Madrid , me dijo, á ajustar
cuentas con el corresponsal de mi padre. He oido hablar de usted,
y me han dicho que está en un gran puesto en la corte, y ya tan
rico como un judío , de lo que doy á usted la enborabuena, y ofrez
co á mi vuelta al pais llenar de gozo a su familia , dándole una nue
va tan gustosa .
Aunque no fuera mas que por cumplimiento, no podia menos
de preguntar cómo estaban mis padres y tio ; pero lo hice con tal
frialdad, que no dí motivo á mi buen especiero para admirar la
fuerza de la sangre. Bien me lo dió á entender, pues se manifestó
sorprendido de la indiferencia que yo mostraba hacia unas personas
a quienes debia profesar sumo cariño ; y como era mozo franco у
grosero: Yo creia , me dijo desabridamente , que tuvieseis mas amor
y aficion a vuestros parientes. No parece sino que los habeis olvi
dado , segun la frialdad con que me preguntais por ellos . ¿ Ignorais
cuál es su situacion? pues sabed que vuestro padre y vuestra madre
están todavía sirviendo , y que el buen canónigo Gil Perez, agobia
do de vejez y de achaques , está ya para vivir poco . Es necesario
tener buen corazon , prosiguió; y , supuesto que os hallais en estado
de socorrer à vuestros padres, os aconsejo como amigo les envieis
todos los años doscientos doblones. Este socorro les proporcionará
sin menoscabo vuestro una vida cómoda y dichosa.
En lugar de enternecerme la pintura que hacia de familia , me
incomodó la libertad que se tomaba de aconsejarme sin que yo se
lo rógase; quizá con mas maña me hubiera persuadido; pero su
franqueza solo sirvió para irritarme. El lo conoció bien por el ceñu
do silencio que guardé, y , continuando su exhortacion con menos
536 GIL BLAS.
caridad que malicia , me impacientó . ¡Oh! eso ya es demasiado,
respondí lleno de cólera. Vaya V., señor de Moscada, no se meta
en negocios ajenos. Vaya , y busque al corresponsal de su padre,
y ajuste sus cuentas con él. Quién es usted para enseñarme mi obli
gacion ? Sé mejor que usted lo que he de hacer en este caso. Dicho
esto , eché de mi despacho al especiero, y le envié à Oviedo á ven
der azafran y pimienta .
No dejé de reflexionar en lo que acababa de decirme, y , acu
sándome á mí mismo de ser un hijo desnaturalizado, me enternecí.
Traje á la memoria los afanes que habia costado á mis padres mi
niñez y mi educacion . Me representé lo que les debia , y á mis re
flexiones siguieron algunos impulsos de agradecimiento , que no
obstante de nada sirvieron. Mi ingratitud sofocó bien pronto estos
afectos, y á ellos sucedió un profundo olvido. Muchos padres hay
que tienen hijos semejantes .
La codicia y la ambicion de que estaba poseido mudaron del todo
mi carácter . Perdí toda mi alegría, y andaba siempre distraido y
pensativo: en una palabra , hecho un insensato . Viéndome Fabricio
ocupado continuamente en pos de la fortuna, y tan indiferente con
él, no venia á mi casa sino rara vez ; pero no pudo dejar de decir
me un dia: En verdad, Gil Blas, que ya no te conozco . Antes de
venir á la corte siempre tenias el ánimo tranquilo , y ahora te veo
constantemente agitado. Formas proyecto sobre proyecto para enri
quecerte, y cuanto mas adquieres , mas deseas. Además, ¿me atre
veré a decirlo ? ya no tienes conmigo aquellos desabogos del cora
zon , aquellas familiaridades en que consiste el encanto de la amis
tad ; antes por el contrario me tratas con reserva, y ocultas lo inti
mo de tu alma. Tambien observo que las atenciones de que usas
conmigo son como forzadas. En fin , este Gil Blas no es aquel mis
mo Gil Blas que yo conocia .
Tú sin duda te chanceas, le respondí con frialdad : yo ninguna
mutacion percibo en mí. Tienes fascinados los ojos, replicó , y no
debes preguntárselo á ellos: créeme, eres otro del que eras. Dilo ,
amigo, ingenuamente, inos tratamos acaso como otras veces? Cuan
do por la mañana llamaba á la puerta , venias tú mismo a abrirme,
y muchas veces casi dormido , y yo entraba en tu cuarto sin cum
plimiento; pero hoy qué diferencia ! tienes lacayos, y se me hace
esperar en tu antesala mientras dan el recado de si puedo hablarte .
Despues de esto, ¿cómo me recibes? Con una fria política, y ha
LIBRO OCTAVO . 537
ciendo el señor .
Parece que mis visitas principian á incomodarte .
Crées tú que semejante recibimiento agrade á un hombre que ha
sido tu camarada ? No , Santillana , no; de ningun modo me convie
ne . Adios , separémonos amigablemente. Deshagámonos ambos ,
tú de un censor de tus acciones , y yo de un nuevo rico que se des
conoce á sí propio .
Me sentí mas exasperado que con
movido de sus reprensiones, y dejé
se retirase sin hacer el menor es
fuerzo para detenerle . La amistad
de un poeta no era cosa tan precio
sa , que su pérdida me causase aflic
cion en el estado en que me hallaba :
además, fácilmente encontré consue
lo en el trato de algunos empleados
de palacio , con quienes por la se
mejanza de carácter habia reciente
mente contraido estrecha amistad .
Estos nuevos conocimientos eran con
sugetos cuya mayor parte venia de no sé dónde , y a quienes su
dichosa estrella habia conducido á sus empleos. Todos estaban ya
acomodados; y , atribuyendo estos miserables solo á su mérito los
beneficios que el rey se habia dignado hacerles, se olvidaban como
yo de sí mismos , y todos nos creíamos unos personajes muy res
petables. ¡ Oh , fortuna! vé ahí cómo dispensas los favores las mas
veces. Hizo bien el estóico Epicteto en compararte con una jóven
ilustre que se entrega á criados .
LIDINE
LIBRO NOVENO .
CAPÍTULO PRIMERO.
Escipion quiere casar á Gil Blas, y le propone la hija de un rico y famoso platero : de los pasos que se
dieron a este fin .
Na noche, despues de baber deş
pedido á la concurrencia que habia
ido á cenar conmigo, viéndome solo
con Escipion, le pregunté qué habia
hecho aquel dia . Dar un golpe de
maestro , me respondió: proporcio
nar á usted un rico establecimien
to , pues le quiero casar con la hija
única de un platero conocido mio .
¡ Hija de un platero! exclamé con
aire desdeñoso . ¿Has perdido el jui
cio ? Cuando se tiene tal cual mé
rito , y se está en la corte en cierta
altura, me parece que se deben tener ideas mas elevadas. ¡ Ab, señor!
540 GIL BLAS .
repitió Escipion , no lo creais así. Pensad que el varon es quien en
noblece; y no seais más delicado que mil señores que pudiera cita
ros. ¿Sabe usted bien que la heredera de quien hablo es un partido de
cien mil ducados á lo menos? ¿No es este un buen trozo de platería?
Cuando oí hablar de una suma tan grande me hice mas tratable .
Desde luego cedo al dictamen de mi secretario ; la dote me deter
mina. ¿Cuándo quieres tú que la reciba? Vamos despacio , señor,
me respondió ; un poco de paciencia . Es menester que trate yo an
tes del asunto con el padre, y que le haga venir en ello. Bueno,
respondí riendo á carcajadas, ¿todavía estás ahí? Vé por cierto
un casamiento bien adelantado. Mas de lo que usted piensa, repli
có ; solo quiero una hora de conversacion con el platero, y respon
do de su consentimiento ; pero , antes de ir mas lejos, capitulemos,
si usted gasta . Suponiendo que yo haga recibir a usted cien mil
ducados, ¿cuántos me tocarán á mí? Veinte mil, le respondí. Ala
bado sea Dios, dijo : yo limitaba vuestro agradecimiento á diez
mil. V . es la mitad mas generoso que yo. Vamos : desde mañana
me emplearé en esta negociacion , y puede usted contar con que se
conseguirá , ó yo no soy sino un bestia .
Efectivamente, a los dos dias me dijo : He hablado con el señor
Gabriel de Salero (que este era el nombre del padre de la niña ), y es
tanto lo que le he ponderado vuestro valimiento y mérito , que dió
oidos a la propuesta que le hice de recibiros por yerno. Será vues
tra su hija con cien mil ducados, siempre que le hagais ver clara
mente que sois valido del ministro . Si no consiste mas que en eso ,
dije entonces á Escipion , presto estaré casado. Pero, tratando de la
muchacha, ela has visto ? ¿es hermosa ? No tanto como la dote, res
pondió . Hablando aquí para los dos, esta rica heredera no es muy
bonita, pero por fortuna á usted ningun cuidado le da esto . A fe
mia que no, hijo mio, le respondí. Nosotros los cortesanos nos ca
samos solamente por casarnos, y buscamos la hermosura en lasmu
jeres de nuestros amigos ; y , si por acaso se halla en las nuestras ,
la miramos con tanta diferencia , que es bien merecido el que por
ello nos castiguen .
Todavía no lo he dicho todo, repitió Escipion : el señor Gabriel
convida á V . á cenar esta noche, y hemos quedado en que no le ha
de hablar usted del casamiento proyectado. Debe convidar á mu
chos mercaderes amigos suyos a esta cena, a la cual ha de asistir
V . como un simple convidado ; y mañana vendrá él á cenar con
LIBRO NOVENO. 541
usted del mismomodo: en esto conocerá V . que este hombre quiere
experimentarle antes de pasar adelante. Convendrá que usted se
contenga un poco delante de él. ¡Oh par diez ! interrumpí con aire
de confianza , aunque examine lo que quiera, no puedo menos de
salir ganancioso en este exámen .
Todo se ejecutó puntualmente ; hice me condujeran á casa del
platero, quien merecibió tan familiarmente como sinos hubiésemos
visto ya muchas veces . Era de tan buena pasta , que, como sole
mos decir, se pasaba de cortés . Me presentó la señora Eugenia , su
mujer , y la joven Gabriela , su hija : yo les bice mil cumplimientos
sin contravenir á lo tratado, y les dije mil tonterías en muy bellos
términos y frases de corte .
Gabriela , a pesar de cuanto me habia dicho de ella mi secreta
rio , no me pareció fea , ya fuese porque estaba muy bien puesta , 6
ya porque no la mirase sino al través de la dote . ¡Qué buena casa
tenia el señorGabriel! Yo creo que habrá menos plata en las minas
del Perú que la que habia allí. Este metal se ofrecia a la vista por
todas partes en mil formas diferentes. Cada sala , y particularmente
la de la cena, era un tesoro . ¡Qué espectáculo para los ojos de un
yerno ! El suegro, para hacer mas lucido el convite, habia convi
dado á cinco ó seis mercaderes , todos personas graves y enfadosas,
que solo hablaron de comercio , y puede decirse que su conversa
cion mas bien fué una conferencia de negociantes . que una plática
de amigos .
La noche siguiente tuve á cenar en mi casa al platero ; y, como
no podia deslumbrarle con mi vajilla , recurrí á otra ilusion. Con
vidé á cenar á aquellos amigos mios que hacian mayor figura en la
corte , y que yo sabia ser unos ambiciosos que no ponian límites a
sus deseos. No hablaron de otra cosa más que de las grandezas y
de los empleos brillantes y lucrativos á que aspiraban , lo cual pro
dujo su efecto. Aturdido el buen Gabriel de oir sus grandes ideas,
se tenia , a pesar de su riqueza , por un misero mortal en compara
cion de aquellos señores . Por mi parte , afectando moderacion , dije
me contentaria con una mediana fortuna , como de veinte mil du
cados de renta , con cuyo motivo aquellos hambrientos de honores
y riquezas exclamaron diciendo que haria mal, y que, siendo tan
querido como era del primer ministro, no debia contentarme con tan
poco. El suegro no perdió ni una de estas palabras, y creí advertir
al retirarse que iba muy satisfecho.
, 69
542 GIL BLAS .
Escipion no dejó de ir á verle el dia siguiente por la mañana pa
ra preguntarle si yo le habia gustado. He quedado muy prendado,
le respondió, tanto, que me ha robado el corazon ; pero , señor Es
cipion , añadió , suplico á usted por nuestra antigua amistad que me
hable sinceramente. Todos, como usted sabe, tenemos nuestro flaco :
dígame usted cuál es el del señor Santillana. ¿Es jugador? ¿es cor
tejante ? ¿ cuál es su inclinacion viciosa ? suplico á usted no me
la oculte . Usted me ofende, señor Gabriel, con semejante pregunta ,
replicó el medianero . Me intereso mas por usted que por miamo,
y , si tuviera algun vicio capaz de hacer a su hija desgraciada, ¿se
lo hubiera propuesto por yerno? Juro á brios que no : yo soy muy
servidor de usted ; pero, en satisfaccion, el único defecto que le en
cuentro es no tener ninguno. Para jóven es muy juicioso. Otro tan
to oro , respondió el platero : eso me agrada. Vaya usted , amigo
mio, puede asegurarle que logrará la mano de mi hija , y que se
la daria aun cuando no fuera querido del ministro.
Luego que mi secretario me dió noticia de esta conversacion,
fui al momento á casa de Salero á darle las gracias de la disposi
cion favorable en que estaba hacia mí. A este tiempo ya babia de
clarado su voluntad a su mujer y a su hija , quienes por el modo
con que me recibieron me hicieron conocer que se sujetaban sin
repugpancia á ella . Despues de haber prevenido la noche antes al
duque de Lerma, le presenté el suegro . S. E . le recibió con mucho
agasajo , y le manifestó la satisfaccion que tenia en que hubiese
elegido para yerno a un hombre a quien estimaba mucho, y á quien
queria ascender. Despues siguió haciendo el elogio de mis buenas
prendas, y dijo tanto bien de mí, que el pobre Gabriel crevó haber
encontrado en mi señoria el mejor partido de España para su hija .
Estaba tan gozoso , que las lágrimas se le asomaban. Aldespedirnos
me estrechó entre sus brazos, y me dijo : Hijo mio , es tanta la
impaciencia que tengo de veros esposo de Gabriela, que dentro de
ocho dias á mas tardar lo sereis .
CAPITULO II.
Por que casualidad se acordóGil Blas de don Alfonso de Leiva , y del servicio que le hizo .
Dejemos en este estado micasamiento, porque así lo exige el ór
den de mi historia , y quiere que cuente el servicio que hice á don
Alfonso miantiguo amo. Yo habia olvidado á este caballero ente
ramente, y ahora diré por qué causa me acordé de él.
Vacó en aquel tiempo el gobierno de la ciudad de Valencia , y,
habiéndolo sabido, pensé en don Alfonso de Leiva. Consideré que
este empleo le vendria perfectamente , y , quizá menos por amistad
que por ostentacion, determiné pedirlo para él, haciéndome cargo
de que, si lo obtenia , me daria este paso un honor excesivo. Me
dirigí pues al duque de Lerma, y le dije que habia sidomayordomo
de don Alfonso de Leiva y de su hijo, y que, teniendo grandes mo
tivos para vivirles agradecido, me tomaba la libertad de suplicar á
S . E . concediese al uno ó al otro el gobierno de Valencia . Elminis
tro me respondió: Con mucho gusto, Gil Blas, yo me alegro de que
seas reconocido y generoso. Por otra parte , me hablas de una fa
milia a quien estimo. Los Leivas son buenos servidores del rey, y
merecen bien este empleo . Puedes disponer de él á tu arbitrio ; yo
te le doy por regalo de la boda.
Gustosísimo de haber conseguido mi intento, fuí sin perder ins
tante á casa de Calderon á hacer extender el despacho para don Al
fonso . Habia allí un crecido número de personas, que con respe
544 G [L BLAS .
tuoso silencio aguardaban a que les diese audiencia don Rodrigo.
Atravesé por entre aquella gente , y me presenté á la puerta del ga
binete , que me fué abierta, y en él encontré no sé á cuántos caba
lleros comendadores y otros sugetos distinguidos , á quienes Calde
ron oia por su órden . Era de admirar el diferente modo con que los
recibia . Se contentaba con hacer á estos una ligera inclinacion
de cabeza : honraba á aquellos con una cortesía , y los conducia has
ta la puerta de su gabinete , graduando, por decirlo así, el aprecio
con que los distinguia por los diversos cumplimientos que empleaba.
Por otra parte ví á ,algunos de aquellos sugetos que, ofendidos del
poco caso que de ellos hacia , maldecian en su corazon la necesidad
que les obligaba á humillarse en su presencia. Otros ví que por el
contrario se reian entre sí mismos de su aire fantástico y presumi
do . Por mas que hacia estas observaciones no me hallaba en estado
de aprovecharme de ellas , pues me portaba en iguales términos en
mi casa , y ningun cuidado me daba el que se aprobasen ó se vitu
perasen mis modales orgullosos, con tal que me los respetasen.
Habiéndome atisbado casualmente don Rodrigo, dejó precipitada
mente á un bidalgo que le hablaba, y vino á abrazarme con demos
traciones de amistad que me sorprendieron . ¡ Ah ! amado compañero
mio , exclamó, ¿ qué asunto es el que me proporciona el gusto de
ver á usted aquí? ¿en qué puedo ser
vir á usted ? Díjele a lo que iba, y en
seguida me aseguró en los términos
mas políticos que el dia siguiente á
la misma hora se expediria el despa
cho que yo solicitaba . Su atencion
no paró aquí, pues me acompañó
hasta la puerta de la antesala, lo que
jamás hacia sino con los grandes se
ñores , y allí me volvió á abrazar.
¿ Qué significan estos obsequios? de
cia yo en el camino; ¿qué me anun
cian ? ¿Si meditará este hombre mi
ruina , ó , previendo que declina su favor, querrá granjear mi amistad,
y tenerme de su parte, con la mira de que interceda por él con el
amo? No sabia á cuál de estas conjeturas atenerme . Cuando volví al
dia siguiente, me trató del mismo modo, llenándome de caricias y
cumplimientos. Es verdad que las desquitó en el recibimiento que hizo
LIBRO NOVENO . 545
á otras personas que se presentaron á bablarle, porque a unas tra
tó groseramente, á otras habló con frialdad , y á casi todas descon
tento; pero quedaron suficientemente vengadas con un lance que
ocurrió, y que no debo pasar en silencio , el cual servirá de leccion
á los covachuelistas y secretarios que le lean ..
Habiéndose llegado a Calderon un hombre vestido llanamente, y
que no aparentaba lo que era , le habló de cierto memorial que de
cia haber presentado al duque de Lerma . Don Rodrigo no solo no
miró al caballero , sino que le dijo ásperamente : ¿Cómo se llama
usted , amigo ? En mi niñez me llamaban Frasquito, le respondió con
serenidad el tal; despues me han llamado don Francisco de Zúñiga,
y hoy me llamo el conde de Pedrosa . Sorprendido de esto Calderon ,
у viendo que trataba con un hombre de la primera distincion , qui
so disculparse, y dijo: Señor, perdone V. E. si , no conociéndole...
Yo no necesito de tus excusas, interrumpió con altivez Frasquito ;
las desprecio tanto como tus modales groseros. Sabe que el secre
tario de un ministro debe recibir cortesmente á toda clase de perso
nas. Sé, si quieres, tan fantástico, que te mires como el sustituto
de tu amo; pero no te olvides de que no eres mas que un criado
suyo .
Este pasaje mortificó infinito al soberbio don Rodrigo, quien no
obstante nada se enmendó . Por lo que hace á mí , saqué fruto del
caso . Resolví mirar con quién hablaba en mis audiencias, y no ser
insolente sino con los mudos . Como el despacho de don Alfonso es
taba ya expedido , lo recogí, y se lo envié por un correo extraordi
nario á este señor con carta del duque de Lerma, en la que S. E.
le avisaba que el rey le habia nombrado para el gobierno de Valen
cia . No le di parte de la que tenia en este nombramiento , ni quise
aun escribirle, porque tenia gusto de decírselo de boca , y de cau
sarle esta agradable sorpresa cuando viniese á la corte a prestar el
juramento.
CAPÍTULO I .
De los preparativos que se hicieron para el casamiento de Gil Blas, y del grande acontecimiento que los
inutilizó .
Volvamos á mi bella Gabriela , con quien dentro de ocho dias ha
bia de celebrar mimatrimonio. Por ambas partes se hacian prepa
rativos para esta ceremonia . Salero compró ricos trajes para la no
via , y yo le busqué una doncella , un lacayo y un escudero ancia
no, todo lo cual eligió Escipion , que esperaba todavía con mas im
paciencia que yo el dia en que habian de entregarme la dote .
La víspera de este dia tan deseado cené en casa del suegro con
tios, tias , primos y primas de minovia. Hice perfectamente el pa
pel de un yerno hipócrita ; mostréme muy obsequioso con el platero
y su mujer; fingíme apasionado de Gabriela , agasajé á toda la fa
milia , cuyas conversaciones y expresiones majaderas y toscas es
cuché con paciencia ; y así en premio de ella tuve la dicha de agra
dar a todos los parientes, que se alegraron de mi enlace con ellos.
Acabada la comida, pasaron los convidados á una gran sala, en
donde habia dispuesta una música de voces é instrumentos, que no
se ejecutó mal, aunque no se hubiesen elegido las mejores habilida
des de Madrid . Nos puso de tan buen humor lo bien que cantaron,
que empezamos a bailar, Dios sabe con que primor, pues me tuvie
ron por discípulo de Terpsícore, aunque no tenia mas principios de
este arte que dos ó tres lecciones que en casa de la marquesa de
Chaves me habia dado un maestrillo de baile que iba á enseñar á
LIBRO NOVENO . 547
los pajes. Después de habernos divertido bastante , pensamos en
retirarnos, y entonces prodigué las cortesías y cumplimientos . Adios ,
mi amado hijo, ine dijo Salero abrazándome; mañana por la mañana
iré á tu casa á llevar el dote en buena moneda de oro . Será usted
bien recibido, respondí , amado padre mio . Luego , habiéndome des
pedido de la familia , subí en mi coche, que me esperaba a la puerta,
y tomé el camino de mi casa .
Apenas habia andado doscientos pasos, cuando quince ó veinte
hombres , unos á pié y otros á caballo , armados todos de espadas y
carabinas, rodearon mi coche , y lo detuvieron gritando: Favor al
rey. Hiciéronme bajar aceleradamente , y me metieron en una silla
de posta , adonde el principal de ellos subió conmigo , y dijo al co
chero que tomase el camino de Segovia . Juzgué que el que iba á mi
lado era algun honrado alguacil , y, habiéndole preguntado el mo
tivo de mi prision , me respondió del modo que acostumbran estos
señores, quiero decir, brutalmente, que no tenia necesidad de dar
me cuenta de él . Yo le dije que quizá se equivocaba. No , no , res
pondió, estoy seguro de que no he errado el golpe: usted es el se
ñor de Santillana ; á usted es a quien tengo órden de conducir adon
de le llevo . No teniendo nada que replicar á esto, tomé el partido
de callar. Lo restante de la noche caminamos por la orilla del rio
Manzanares con un profundo silencio . En Colmenar mudamos de
caballos, y llegamos a la caida de la tarde á Segovia, en cuya tor
re me encerraron .
ABAND
CAPITULO IY .
De qué modo fué tratado Gil Blas en la torre de Segovia , y de cómo supo la causa de su prision.
Lo primero fué meterme en un encierro sin mas cama que un
jergon de paja como si fuese un reo digno del último suplicio . Pasé
la noche, no con el mayor desconsuelo , porque todavía no conocia
todo mi mal, sino repasando en mi imaginacion que seria lo que
habria acarreado midesgracia. No dudaba fuese obra de Calderon;
sin embargo, por mas que lo sospechase, no comprendia cómo hu
biese podido conseguir que el duque de Lerma me tratase con tanta
crueldad . Otras veces me imaginaba que me habrian preso sin no
ticia de S . E ., y otras que este señormismo me habria hecho arres
tar por alguna razon política , como suelen hacer algunas veces los
ministros con sus favoritos.
Agitado con estas varias conjeturas ví á favor de una luz que en
traba por una rendija pequeña , lo horroroso del sitio en donde me
hallaba . Me afligi entonces en extremo , y mis ojos fueron dos rau
dales de lágrimas, que la memoria de mi prosperidad hacia inago
tables . Cuando estaba en la mayor afliccion entró en el encierro un
carcelero, que me traia para aqueldia un pan y un cántaro de agua.
Me miró, y , viendo que tenia el rostro bañado en lágrimas , aunque
carcelero se movió á compasion, y me dijo : No se desanime usted,
señor preso ; las desgracias de la vida se han de sufrir con resigna
cion . Usted es jóven , y tras de este tiempo vendrá otro . Entre tanto
coma usted con gusto el pan del rey.
LIBRO NOVENO . 549
Diciendo esto , se retiró mi consolador , á quien solo respondí con
suspiros. Todo el dia lo empleé en maldecir mi estrella, sin pensar
en comer nada de mi racion , que , en el estado en que me hallaba ,
mas me parecia un efecto de la indignacion del rey , que un presente
de su bondad, pues servia mas bien para prolongar la pena de los
desgraciados que para mitigarla .
En esto llegó la noche, y al instante oí un gran ruido de llaves
que me llevó la atencion . Abrieron la puerta del calabozo, y entró
un hombre con una bujía en la mano , el que , llegándose á mí , me
dijo: Señor Gil Blas , vea usted á uno de sus amigos antiguos . Yo
soy aquel don Andrés de Tordesillas que vivia con usted en Granada,
era gentil hombre del arzobispo cuando usted gozaba del favor de
aquel prelado. Usted le pidió, si hace memoria , que me diese un
empleo en Méjico, para el cual se me nombró ; pero , en lugar de
embarcarme para Indias , me quedé en la ciudad de Alicante. Allí
me casé con la hija del capitan del castillo, y por una serie de su
cesos, que contaré á usted luego, he venido á ser alcaide de la torre
de Segovia. Usted ha tenido la fortuna, continuó , de encontrar en
un hombre que tiene el cargo de maltratarle, un amigo que nada
escaseara para suavizar el rigor de su prision . Tengo órden expresa
de que no deje á usted hablar con nadie; que le haga dormir sobre
paja, y que no le dé mas alimento que pan y agua ; pero, además
de que soy caritativo , y no habia de dejar de compadecerme de sus
males, usted me ha servido, y mi agradecimiento puede más que
las órdenes que he recibido. Lejos de servir de instrumento para la
crueldad que se quiere usar con usted, mi ánimo es tratarle lo me
jor que me sea posible . Levántese usted , y véngase conmigo .
Mi ánimo estaba tan turbado, que no pude responder una sola
palabra al señor alcaide, aunque sus expresiones merecian tanta
gratitud. Le seguí , me hizo atravesar un patio y subir por una es
calera muy estrecha a una pequeña pieza que habia en lo alto de
la torre. Habiendo entrado en ella , me sorprendí bastante al ver so
bre una mesa dos velas que ardian en candeleros de cobre, y dos
cubiertos bastante limpios . Inmediatamente, me dijo Tordesillas, van
á traer de comer á usted ; ambos cenaremos aquí . Le he destinado
para su habitacion este cuartito, en donde estará mejor que en el
encierro, pues verá desde su ventana las floridas riberas del Eres
ma , y el valle delicioso que , desde el pié de las montañas que se
paran las dos Castillas, se extiende hasta Coca . No dudo que al prin
70
550 GIL BLAS ,
cipio no le bará ninguna impresion una vista tan agradable, pero,
cuando el tiempo baya hecho suceder upa dulce melancolía á la
amargura de su dolor , tendrá gusto en recrear la vista con unos ob
jetos tan deleitables . Además de esto , cuente usted con que no fal
tará ropa blanca ni las demás cosas que necesita un hombre amigo
del aseo . Sobre todo tendrá usted buena cama , estará bien mante
nido , y le proporcionaré los libros que quiera , y , en una palabra,
todas las comodidades de que puede disfrutar un preso .
Con tan corteses ofertas me sentí algo aliviado, cobré ánimo , y
di mil gracias á mi carcelero . Le dije que su generoso proceder me
restituia la vida , y que deseaba hallarme en estado de manifestarle
mi gratitud. Pues ¿por qué no habria de volver usted á verse en su
primer estado? me respondió : ¿cree usted haber perdido para siem
pre la libertad ? se engaña si así lo juzga ; y me atrevo á asegurarle
que con algunos meses de prision habrá usted pagado. ¿ Qué dice
usted, señor don Andrés ? exclamé . Parece que usted sabe el motivo
de mi desgracia. Confieso , me dijo , que no lo ignoro . El alguacil
que ha conducido á usted aquí , me ha confiado este secreto , y no
tengo dificultad en revelárselo . Me ha dicho que ,
informado el rey
de que usted y el conde de Lemos habian llevado de noche al prín
cipe de España á casa de una dama sospechosa , acababa, para cas
tigaros de ello , de desterrar al conde , y enviaba á usted á esta torre,
para ser tratado en ella con todo el rigor que ha experimentado
desde que vino . Pues ¿cómo , le dije, ha llegado á saber esto el rey?
Esta circunstancia quisiera yo saber particularmente ; y esto es , res
pondió, lo que cabalmente no me ha dicho el alguacil , y lo que á la
cuenta ni aun él mismo sabe .
En este punto de nuestra conversacion entraron muchos criados
que traian la cena . Pasieron en la mesa pan , dos tazas, dos bote
llas y tres fuentes , en la una de las cuales venia un guisado de lie
bre con mucha cebolla , aceite y azafran ; en la otra una olla podri
da , y en la tercera un pavipollo con salsa de tomate. Luego que vió
Tordesillas que nos babian servido lo necesario , despachó á sus cria
dos para que no oyesen nuestra conversacion . Cerró la puerta , y nos
sentamos el uno enfrente del otro . Empecemos , me dijo, por lo mas
urgente; despues de dos dias de dieta , es preciso que usted tenga
buen apetito : y , diciendo esto , me hizo un buen plato . Creia servir
á un hambriento , y efectivamente tenia motivo para pensar que yo
me atracaria de sus manjares ; sin embargo , engañé sus esperan
LIBRO NOVENO . 551
zas, pues , por mucha necesidad que tuviese de comer, los bocados
se me quedaban atravesados en la boca sin poder tragarlos: tan
oprimido tenia el corazon á causa de mi estado actual . En vano mi
alcaide, para alejar de mi espíritu las crueles ideas que sin cesar
le afligian, me excitaba á beber , y celebraba lo exquisito de su vino ,
pues , aun cuando me hubiera dado néctar, le hubiera bebido en
tonces sin gusto . Él lo conoció , y , tomando otro rumbo , se puso á
contarme con estilo alegre la historia de su casamiento ; pero con
esto todavía consiguió menos el fin . Escuché su relacion tan dis
traido, que , cuando la concluyó , no hubiera podido decir lo que
acababa de contarme. Juzgó que era demasiada empresa querer en
tretener por aquella noche mis penas . Despues de concluida la cena ,
se levantó de la mesa , y me dijo : Señor de Santillana , voy a dejar
á usted descansar , ó , mas bien , meditar con libertad sobre su des
gracia; pero repito que no será de larga duracion . El rey es patu
ralmente bueno , y , cuando se le haya pasado el enfado, y considere
la deplorable situacion en que cree á usted , le parecerá que está
bastante castigado . Dicho esto , el señor alcaide bajó, é hizo que su
biesen los criados à quitar la mesa . Se llevaron hasta las luces , y
yo me acosté á la escasa luz de un candil colgado en la pared .
CAPITULO ¥ .
De lo que reflexionó antes de dormirse, y del ruido que le despertó .
Dos horas por lo menos se me pasaron en reflexionar sobre lo que
me habia dicho Tordesillas. ¿Conque aquí me estoy, decia , por ha.
ber contribuido á los placeres del heredero de la corona? ¡Qué im
prudencia ha sido el haber servido en semejantes cosas á un prín
cipe tan jóven ! Pues todo mi delito consiste en que es muy niño.
Quizá el rey, en lugar de baberse irritado tanto , se hubiera reidosi
fuese de mas edad . Pero ¿quién habrá dado semejante aviso almo
narca, sin haber temido el resentimiento del príncipe y el delduque
de Lerma ? Sin duda este querrá vengar al conde de Lemos su so
brino. Pero lo que yo no puedo comprender es como el rey ba po.
dido descubrirlo .
Siempre volvia a pensar en esto. Sin embargo, lo que mas me afli
gia , mas medesesperaba, y lo que no podia desechar de mi imagi
nacion, era el saqueo que temia habrian padecido todos mis efec
tos. ¡Tesoro mio ! exclamé, ¿dónde estás? Amadas riquezas mias,
¿qué ha sido de vosotras? ¿en qué manos habeis caido? ¡Ay de mí,
os be perdido en menos tiempo del que os gané! Me representaba
el desórden que habria en mi casa, y sobre esto bacia reflexiones á
cual mas tristes. La confusion de tantos pensamientos diferentes me
sepultó en una tristeza que me fué provechosa, pues cogí el sueño ,
que la noche antes no habia podido reconciliar . Tambien contribuye
LIBRO NOVENO . 553
ron á ello la buena cama, la fatiga que habia padecido, y los va
pores del vino y de la cena . Me quedé profundamente dormido , y
segun las señales me hubiera amanecido así, á no haberme desper
tado de improviso un ruido bastante extraordinario para una cárcel .
Oí tocar una guitarra, y a un hombre que cantaba al son de ella .
Escuché con atencion ; pero ya nada oí . Creí que era un sueño; pero
de allí á un instante volví á oir el mismo instrumento , y que can
taba los versos siguientes:
¡ Ay de mil un año felice
Parece un soplo ligero ;
Pero , sin dicha , un instante
Es un siglo de tormento .
Esta copla, que parecia se habia compuesto de intento para mí ,
aumentó mis pesares. La verdad de estas palabras, me decia yo ,
harto la experimento . Me parece que
el tiempo de mi felicidad ha pasado
bien pronto , y que hace un siglo que
estoy preso . Volví á sepultarme en
una terrible melancolía, y a descon
solarme como si tuviese gusto en
ello . Mis lamentos dieron fin con la
noche , y los primeros rayos del sol
que alumbraron mi estancia calma
ror un poco mis inquietudes . Me le
vanté a abrir la ventana para que
entrase el aire en el cuarto ; miré el
campo , cuya vista me trajo á la me
moria la bella descripcion que el señor alcaide me habia hecho de él ;
pero no encontré objetos con que acreditar la verdad de lo que me ha
bia dicho. El Eresma, que yo creia á lo menos igual al Tajo, me pa
reció solo un arroyo. La ortiga y el cardo eran el único adorno de
sus riberas floridas, y el supuesto valle delicioso no ofreció á mi vista
sino tierras la mayor parte incultas . Al parecer todavía no gozaba
yo de aquella dulce melancolía que debia representarme las cosas
de otro modo de como las veia entonces .
Estaba a medio vestir cuando llegó Tordesillas acompañado de
una criada anciana que me traia camisas y toallas. Señor Gil Blas ,
me dijo, aquí tiene usted ropa blanca ; use usted de ella sin reparo,
554 GIL BLAS .
que yo cuidaré de que la tenga siempre de sobra. Y bien , añadió ,
¿cómo ha pasado usted la noche? ¿ba aplacado el sueño sus penas
por algunos instantes? Puede ser , respondí, que durmiera todavía
si no me hubiera despertado una voz acompañada de una guitarra.
El caballero que ha turbado su reposo, respondió , es un reo de es
tado que está en un cuarto inmediato al de usted, Es un caballero
de la orden de Calatrava, y de muy buena presencia, que se llama
don Gaston de Cogollos. Si ustedes quieren , pueden tratarse y co
mer juntos , y así en sus conversaciones se consolarán mutua
mente, y para ambos será esto de mucha satisfaccion . Manifesté
á don Andrés que agradecia infipito la licencia que me daba de unir
mi dolor con el de este caballero; y , como diese a entender mi vivo
deseo de conocer a aquel compañero en mi desgracia , nuestro cor
tés alcaide desde aquel mismo dia me proporcionó este gusto . Comí
con don Gastón , cuyo bello aspecto y gentileza me cautivaron . ¿Cuál
seria su hermosura cuando deslumbró mis ojos acostumbrados á
ver la juventud mas bella de la corte? Imaginese un hombre que
parecia una miniatura , uno de aquellos héroes de novela , que para
desvelár á las princesas no necesitaba mas que presentarse : añada
se á esto que la naturaleza , que comunmente distribuye con desi
gualdad sus dones , habia dotado á Cogollos de mucho valor y en
tendimiento ; y se formará una ligera idea de las perfecciones que le
adornaban .
" Si él me hechizó , por mi parte tuve la fortuna de no desagradar
le . Aunque le supliqué no dejase de cantar por mí de noche , nunca
volvió a hacerlo temiendo incomodarme. Dos personas a quienes
aflige una mala suerte , se unen con facilidad . A nuestro conocimien
to se siguió bien presto una tierna amistad , la cual se estrechó cada
dia mas . La libertad que teníamos de hablar cuando queríamos, nos
sirvió muchísimo , pues en nuestras conversaciones nos ayudába
mos recíprocamente á llevar con paciencia nuestra desgracia.
Una siesta entré en su cuarto a tiempo que se preparaba á tocar
la guitarra . Para oirle mas cómodamente me senté en un banquillo ,
que era la única silla que tenia , y él sobre su cama : tocó una so
nata tierna , y cantó despues upas coplas que explicaban la deses
peracion a que reducia 'á un amante la crueldad de su dama . Así
que acabó, le dije sonriéndome : Caballero, nunca necesitará usted
emplear tales versos en sus galanteos , porque su persona no encon
trará mujeres esquivas. Usted me favorece, respondió: los versos
CI CIA EN LA TGFIE DE SE GOVIA .
LIBRO NOVENO . 555
que usted acaba de oir los compuse para ablandar un corazon que
yo creia de diamante , para enternecer á una dama que me trataba
con un rigor extremado. Es preciso cuente á usted esta bistoria , y
al mismo tiempo sabrá usted la de mis desgracias.
pereen
CAPÍTULO VI.
Historia de don Gaston de Cogollos, y de doña Elena de Galisteo ,
Pronto hará cuatro años que salí de Madrid para Coria á ver á
mi tia doña Leonor de Lajarilla, una de las mas ricas viudas de Cas
tilla la Vieja , y de quien soy hijo único heredero . Apenas llegué a su
casa cuando el amor vino á turbar mi sosiego . Me puso en un cuar
to, cuyas ventanas daban enfrente de las celosías de una señora,
á quien fácilmente podia ver , pues eran muy claras , y la calle es
trecha . No desprecié esta proporcion , y me pareció tan bella mi
vecina , que quedé apasionado de ella . Se lo manifesté prontamen
te con miradas tan vivas , que no podian equivocarse : ella lo conoció ,
pero no era de aquellas señoritas que hacen gala de semejante ob
servacion , y todavía correspondió menos á mis señas .
Quise saber el nombre de aquella peligrosa persona , que tan
prontamente trastornaba los corazones, y supe se llamaba doña Ele
na , que era hija única de don Jorge de Galisteo , que poseia á algu
nas leguas de Coria una hacienda de mucho producto; que se le pre
sentaban frecuentemente buenos partidos, pero que su padre los
despreciaba todos con la mira de casarla con don Agustin de la Hi
guera , su sobrino , el que , con la esperanza de este casamiento,
tenia libertad de ver y hablar todos los dias á su prima . No me des
alenté por eso , antes bien se aumentó en mí el amor; y el orgulloso
placer de desbancar á un rival, amado quizá, me excitó mas que
LIBRO NOVENO . 557
mi amor á llevar adelante mi empresa. Continué pues mirando ca
riñosamente á mi Elena . Envié tambien emisarios á Felicia su cria
da para solicitar su mediacion . Hice igualmente hablar por señas á
mis dedos ; pero estas demostraciones fueron inútiles . La misma
respuesta tuve de la criada que del ama . Ambas se mostraron du
ras é inaccesibles .
Viendo que rehusabap responder al lenguaje de mis ojos, recurrí
á otros intérpretes: puse gente en campaña para descubrir si Feli
cia tepia algun conocimiento en la ciudad , y llegué a saber que su
mayor amiga era una señora anciana llamada Teodora, y que se
visitaban con frecuencia . Alegre con esta noticia , busqué a Teodo
ra , á quien obligué con dádivas á servirme . Se interesó por mí , y
me ofreció facilitarme en su casa una conversacion secreta con su
amiga , promesa que cumplió al dia siguiente .
Ya dejo de ser desgraciado, dije a Felicia , pues mis penas han ex
citado tu piedad . ¿Qué no debo á tu amiga por haberte inclinado á
que me dés la satisfaccion de hablarte? Señor, me respondió , Teo
dora es dueña de mi voluntad : me ha hablado por usted ; y , si pu
diera yo hacerle feliz, bien presto conseguiria sus deseos; pero con
toda esta buena voluntad no sé si podré seros de gran provecho. No
quiero lisonjear á usted : su empresa es muy difícil. Usted ha pues
to los ojos en una señorita cuyo corazon es de otro , y ¡ qué señori
ta! Es tan disimulada y altiva , que , si usted con su constancia y
obsequios consigue merecerle algunos suspiros, no piense que su
altanería le dé la satisfaccion de demostrarselo. ¡ Ab ! mi amada Fe
licia, prorumpi con dolor , ¿para qué me expresas todos los obsta
culos que tengo que vencer? Estas circunstancias me atraviesan el
alma . Engañame , y no me desesperes . Dicho esto , y cogiéndole una
mano , le puse en el dedo un diamante de trescientos doblones , di
ciéndole al mismo tiempo cosas tan tiernas que la bice llorar.
Le persuadieron tanto mis palabras, y quedó tan contenta con
mi generosidad, que no quiso dejarme sin consuelo ; y, allanando
un poco las dificultades, me dijo: Señor , lo que acabo de decir á
usted no debe quitarle toda esperanza . Es verdad que su rival no es
aborrecido . Viene á casa á ver con libertad a su prima , le habla
cuando quiere , y esto es lo que favorece a usted . La costumbre que
tienen de estar ambos juntos todos los dias en tibia un poco su tra
to. Me parece que se separan sin pena , y se vuelven á ver sin gusto.
Se podria decir que están ya casados. En una palabra, no parece
74
558 GIL BLAS .
que mi ama tiene una ciega pásion á don Agustin . Por otra parte,
hay mucha diferencia de sus prendas personales á las de usted , y
esta particularidad no la observará inútilmente una señorita de tap
delicado gusto como doña Elena. No se acobarde usted , continúe su
galanteo, que yo no dejaré pasar ninguna ocasion de hacer valer á
mi ama lo que usted se esmera en agradarle; y , por mas que disi
mule , descubriré su interior al través de sus disimulos .
Despues de esta conversacion , Felicia y yo nos separamos muy
satisfechos uno de otro . Yo me dispuse de nuevo á obsequiar en
secreto á la hija de don Jorge ; dile una música , en la cual una bella
voz cantó los versos que usted ha oido . Acabado el concierto, la
criada , para sondear a su ama , le preguntó si se habia divertido .
La voz , dijo doña Elena , me ha gustado . Y las palabras que ha
cantado , ¿no son muy expresivas? De eso es , dijo la señora, de lo
que no he hecho aprecio alguno , atendiendo solo al canto; pi se me
da nada el saber quién ha dado esta música . Segun eso , exclamó la
criada, el pobre don Gaston de Cogollos está muy lejos de merecer
la atencion de usted , y es muy loco en gastar el tiempo en mirar
nuestras celosías. Puede ser que no sea él , dijo el ama friamente,
sino algun otro caballero que con este concierto ha querido decla
rarme su pasion . Perdone usted , respondió Felicia , está usted muy
engañada , es el mismo don Gaston ; porque esta mañana ha llegado
á mí en la calle , y suplicado diga á usted de su parte que la adora á
pesar de los rigores con que paga su amor ; y que , en fin , se tendrá
por el hombre mas feliz si le permite acreditar su ternura con sus
obsequios y atenciones. Estas expresiones, prosiguió, denotan bien
que no me engaño .
La hija de don Jorge mudó repentinamente de semblante, y , mi
rando con aire severo á su criada , le dijo: ¿Cómo tienes atrevimien
to para propasarte á contarme esa necia conversacion ? No te suceda
otra vez el venirme con semejantes impertinencias . Y si ese teme
rario tiene todavía la osadía de hablarte , te mando le digas se diri
ja á otra persona que haga mas caso de sus galanteos , y que elija
un pasatiempo mas decente que el de estar todo el dia a la ventana
observando lo que hago en mi cuarto .
La segunda vez que ví á Felicia , me dió cuenta puntual de todas
las circnpstancias de esta conversacion , y , para persuadirme de que
mi pretension no podia ir mejor, aseguraba que aquellas palabras
no se debian tomar al pié de la letra . Por lo que a mí toca, que pro
LIBRO NOVENO . 559
cedia sencillamente, y no creia se pudiese explicar el texto en mi
favor, desconfiaba de los comentarios que ella bacia . Se burló de mi
desconfianza, pidió papel y tinta á su amiga, y me dijo: Señor mio ,
escriba usted prontamente a doña Elena como un amante desespe
rado. Píntele vivamente sus penas , y , sobre todo, lamentese de la pro
hibicion de asomarse á la ventana . Prométela usted que obedecerá
su precepto; pero asegúrele que le costará la vida : pinte usted esto
tan lindamente , como ustedes los caballeros saben hacerlo , y lo de
más queda á mi cuidado . Espero que las resultas harán á mi pene
tracion mas honor del que usted le hace .
Yo hubiera sido el primer amante que , encontrando tan oportuna
ocasion de escribir á su dama , la hubiera desaprovechado . Compu
se una carta muy patética , y , antes de cerrarla , se la enseñé á Fe
licia , quien , despues de baberla leido , se sonrió , y me dijo, que si
las mujeres sabian el arte de encaprichar á los hombres , en recom
pensa no ignoraban ellos el de embobar á las mujeres. La criada to
mó el billete , asegurándome que , si no producia buen efecto , no
seria culpa de ella : me encargó mucho tuviese gran cuidado de no
dejarme ver a la ventana por algunos dias , y se volvió al momento
á casa de don Jorge.
Señora, dijo doña Elena cuando llegó , he encontrado á don Gas
ton . Ha venido á hablarme , y me ha tenido una conversacion muy li
sonjera ; me ha preguntado temblando , y como un reo que va á oir su
sentencia , si habia hablado á usted de su parte . Yo , por no faltar á
vuestras órdenes , no le he dejado proseguir, y le he hartado de inju
rias, y le he dejado aturdido de ver mi enojo. Me alegro , respondió do .
ña Elena , que me hayas librado de ese importuno ; pero para eso no
habia necesidad de hablarle descortesmente . Siempre es preciso que
una doncella tenga agrado. Señora, replicó la criada , á un amante
apasionado no se le aleja con palabras suaves , pues vemos que ni aun
se consigue este fin con enojo y furor . Don Gaston , por ejemplo, no
se ha desanimado; despues de haberle llenado de improperios , como
he dicho , fại á casa de vuestra parienta , adonde me habeis enviado .
Esta señora , por mi desgracia, me ha detenido mucho tiempo : digo
mucho tiempo , porque a la vuelta he encontrado otra vez al mismo .
Yo no esperaba verle mas , y su vista me ba turbado tanto , que mi
lengua , pronta en todas ocasiones , no ha podido en esta pronunciar
una palabra. Pero y entre tanto , &qué ha hecho él ? Aprovechándose
de mi silencio , ó mas bien de mi turbacion, me ha metido en la
560 GIL BLAS.
mano un papel, que he guardado sin saber lo que me hacia , y desa -
pareció almomento .
Dicho esto , sacó del seno mi carta , y se la entregó en tono de
chanza á su ama, quien la tomó como por diversion , la leyó con
todo, y despues hizo la reservada. En verdad, Felicia , dijo seria
mente a su criada, que eres una loca en haber recibido este billete .
¿Qué podrá pensar de esto don Gaston , y qué debo creer yo misma?
Tú me das motivo con tu conducta para que desconfie de tu fideli
dad , y a él para que sospeche que correspondo a su inclinacion .
¡Ay de mí! Puede ser que en este instante crea que leo y releo con
gusto sus expresiones. Vé aquí á qué afrenta expones mi altivez .
De ninguna manera, señora, le respondió la criada, él no puede
pensar de esta suerte, y , caso que así fuese , pronto sabrá lo con
trario . Le diré la primera vez que le vea , que he enseñado á usted
su carta ; que usted la ba mirado con la mayor indiferencia , y que
sin leerla la ha hecho usted pedazos con un frio desprecio . Libre
mente puedes afirmarle , repuso doña Elena, que yo no la he leido ,
porque me hallaria muy apurada si tuviera que decir dos palabras.
La hija de don Jorge no se contentó con bablar en estos términos,
sino que aun rasgó mi billete , y prohibió a su criada hablarle jamás
de mi.
Como yo habia prometido no galantearla desde mis ventanas,
porque mi vista desagradaba , las tuve cerradas muchos dias para
que mi obediencia mereciese mas aprecio ; pero, en desquite de mis
señas, que me estaban prohibidas, me dispuse á dar músicas á mi
cruel Elena. Fuíme una noche debajo de su balcon con losmúsicos,
cuando un caballero con espada en mano turbó el concierto dando
de golpes á los instrumentistas, quienes inmediatamente huyeron.
El coraje que animaba á este atrevido despertó el mio , y , arroján
dome á él para castigarle, principiamos un reñido combate. Doña
Elena y su criada oyen el ruido de las espadas, miran por las ce
losías, y ven dos hombres que riñen . Dan grandes gritos: obligan
á don Jorge y á sus criados a que se levanten inmediatamente, y
acuden con muchos vecinos á separar á los combatientes ; pero ya
llegaron tarde. Solo encontraron en el sitio á un caballero nadando
en su sangre y casi sin vida, y conocieron que era yo el desgraciado.
Me llevaron á casa de mi tia, y se llamaron los cirujanos mas há
biles de la ciudad.
Todo elmundo se compadeció de mí, y especialmente doña Elena ,
LIBRO NOVENO . 561
que entonces descubrió el interior de su corazon . Su disimulo se
rindió al sentimiento, y ya zlo creerá usted ? no era aquella señorita
que tanto se preciaba de no hacer caso de mis obsequios , sino una
tierna amante que se entregaba sin reserva á su dolor ; y así el resto
de la noche lo pasó llorando con su criada, y maldiciendo á su primo
don Agustin de la Higuera, á quien ellas creian autor de sus lágri
mas , como en efecto él era quien habia interrumpido la música tan
funestamente . Tan disimulado como su prima , habia conocido mi
intencion , y nada habia dicho de ella ; é , imaginando que Elena me
correspondia, habia hecho esta accion tan violenta para mostrar que
era menos sufrido de lo que se pensaba. No obstante , este triste
accidente se olvidó poco tiempo despues por la alegría que sobre
vino . Aunque mi herida era peligrosa , la habilidad de los cirujanos
me sacó á salvo . Todavía no salia yo cuando doña Leonor , mi tia ,
fué á verse con don Jorge , y le propuso mi casamiento con doña
Elena . Consintió en este enlace tanto mas gustoso cuanto que en
tonces miraba à don Agustin como á un hombre á quien quizá no
volveria á ver más. El buen viejo recelaba que su hija tendria re
pugnancia á casarse conmigo , á causa de que el primo la Higuera
562 GIL BLAS .
habia tenido la libertad de visitarla mucho tiempo para granjear su
cariño; pero se mostró tan dispuesta á obedecer en este punto á su
padre, que de aquí podemos inferir que en España , como en todas
partes, es afortunado con las mujeres el último que llega .
Luego que pude hablar á solas con Felicia , supe hasta qué ex
tremo habia afligido á su ama el desgraciado suceso de mi pasada
pendencia . De modo que , no dudando ya ser el Páris de mi Elena ,
bendecia yo mi herida , pues habia tenido tan buenas consecuencias
para mi amor . Obtuve permiso del señor don Jorge para hablar á
su hija en presencia de la criada . ¡ Qué gustosa fué esta conversa
cion para mí ! Tanto supliqué , y de tal manera insté a la señorita á
que me dijese si su padre violentaba su inclinacion concediéndome
su mano , que me confesó que no la debia solamente á su obedien
cia . A vista de esta halagüeña declaracion , solo pensé en agradar ,
y en inventar galanteos mientras llegaba el dia de la boda , que ha
bia de celebrarse con una magnífica cabalgata , en que toda la no
bleza de Coria y sus cercanías se preparaban para lucirlo .
Dí con este fin un gran banguete en una hermosa casa de recreo
que tenia mi tia cerca de la ciudad del lado de Monroy . Don Jorge
y su hija concurrieron con todos sus parientes y amigos . Se habia
dispuesto por mi órden un concierto de voces é instrumentos , y he.
cho venir una compañía de cómicos de la legua para que represen
taran una comedia . Cuando estábamos á mitad de la comedia, en
traron á decirme que estaba en la antesala un hombre que queria
hablarme de un negocio muy interesante para mí . Me levante de la
mesa para ir a ver quién era , y me encontré con un desconocido,
que me pareció ser un ayuda de cámara , el que me entregó un bi
llete, que abrí , y contenia estas palabras: « Si estimais el honor ,
» como debe un caballero de vuestra órden , po dejeis mañana por la
» mañana de ir a la llanura de Monroy , en donde encontrareis á un
vsugeto que quiere daros satisfaccion de la ofensa que os ba hecho,
» y poneros , si puede , fuera de estado de casaros con doña Elena .
» Don AGUSTIN DE LA HIGUERA . »
Si el amor tiene mucho imperio sobre los españoles , el pundonor
tiene todavía mas. No pude leer el billete con ápimo tranquilo. Al
solo nombre de don Agustin se encendió en mis venas un fuego que
casi me bizo olvidar las obligaciones indispensables de aquel dia .
Tuve tentaciones de evadirme de la concurrencia para ir inmediata
mente en busca de mi enemigo. No obstante , me contuve temiendo
LIBRO NOVENO , 563
turbar la funcion , y dije al que me habia traido la carta : Amigo
mio , podeis decir al caballero que os envia , que deseo demasiado
renovar con él el combate , para no ballarme mañana , antes que
salga el sol , en el sitio que me señala .
Despues de haber despachado al mensajero con la respuesta , volví
á reunirme con mis convidados , y me senté à la mesa , disimulando
de modo que ninguno sospechó lo que me pasaba , y lo restante del
dia aparenté estar entretenido como los otros con la diversion de la
fiesta , la cual se acabó á media noche . La concurrencia se separó ,
y todos se retiraron á la ciudad del mismo modo que habian venido ,
menos yo , que me quedé con pretexto de tomar el fresco la mañana
siguiente; pero no era por otro motivo sino para acudir mas pronto
al sitio de la cita . En lugar de acostarme, aguardé con impaciencia
á que amaneciera , é inmediatamente monté en el mejor caballo que
tepia, y partí solo como para pasearme en el campo . Caminé hacia
Monroy , en cuya llanura descubrí á un hombre á caballo que venia
á mí á rienda suelta : yo bice lo mismo para ahorrarle la mitad del
camino , y así bien presto nos encontramos , y ví que era mi rival .
Caballero, me dijo con insolencia , vengo a pesar mio á pelear se
gunda vez con usted ; pero la culpa es vuestra . Despues del lance de
la música debió usted renunciar voluntariamente á la hija de don
Jorge , ó saber que , si usted persistia en el designio de obsequiarla ,
nuestros debates no habian cesado . Usted se ha ensoberbecido , le
respondí, del logro de una ventaja que quizá debió menos á su des
treza que á la oscuridad de la noche . Usted se olvida de
que las vic
torias no son siempre de uno . Siempre son mias , replicó con arro
gancia , y voy a hacer ver á usted que así de dia como de noche sé
castigar a los atrevidos que estorban mis intentos.
A estas altaneras palabras solo respondí echando pié á tierra , lo
cual hizo tambien don Agustin . Atamos los caballos á un árbol, y
principiamos á reñir con igual denuedo . Confieso ingenuamente que
tenia que pelear con un enemigo que sabia manejar las armas con
mas destreza que yo , no obstante mis dos años de escuela . Era con
sumado en la esgrima , y así no podia exponer yo mi vida á mayor
peligro. Sin embargo , como de ordinario sucede que al mas fuerte
le venza el mas débil , mi rival recibió una estocada en el corazon á
pesar de su destreza , y cayó muerto .
Volví al instante á la casa de recreo , en donde conté lo que habia
pasado, á mi criado, cuya fidelidad conocia . Díjele despues : Mi ama
561 GIL BLAS .
do Ramiro , antes que la justicia sepa el caso , toma un buen caba
llo , y vé a informar á mi tia del suceso : pídele de mi parte dinero
y joyas para mi viaje, y ven á buscarme á Plasencia . En la primera
hostería, como se entra en la ciudad , me encontrarás.
Ramiro evacuó su comision con tanta presteza , que llegó á Pla
sencia tres horas despues que yo . Díjome que doña Leonor se habia
alegrado mas que no afligido de un combate que reparaba la afrenta
que habia yo recibido en el primero, y que me enviaba todo el oro
y pedrería que tenia , para que viajara cómodamente por paises ex
tranjeros mientras ella componia mi asunto .
Para omitir las circunstancias superfluas diré que atravesé por
Castilla la Nueva para ir al reino de Valencia á embarcarme en De
nia . Pasé á Italia , en donde me puse en estado de recorrer las cor
tes, y presentarme en ellas con decencia .
Mientras que lejos de mi Elena pensaba yo en engañar mi amor
y tristezas lo mas que me era posible , esta señora en Coria lloraba
secretamente mi ausencia . En lugar de aplaudir las persecuciones
de su familia contra mí por la muerte de la Higuera , deseaba al
contrario cesasen por una pronta compostura , y acelerasen mi re
greso . Ya habian pasado seis meses , y creo que su constancia ba
luchar
bria vencido siempre al tiempo , si solo hubiera tenido que
con este ; pero tenia todavía enemigos mas poderosos . Don Blas de
Cambados, hidalgo de la costa occidental de Galicia , pasó á Coria
á recoger una rica herencia que le habia disputado en vano dop Mi
guel de Caprara , su primo , y se avecindó allí por haberle parecido
aquel pais mas agradable que el suyo . Cambados era bien planta
do , parecia afable y atento, siendo al mismo tiempo muy persuasivo.
Presto hizo conocimiento con todas las gentes decentes de la ciudad ,
y supo los asuntos de unos y de otros .
No estuvo mucho tiempo sin saber que don Jorge tenia una hija,
cuya peligrosa hermosura parecia no inflamar á los hombres sino
para su desgracia , cosa que excitó su curiosidad . Quiso ver á una
señora tan temible, y , habiendo buscado á este efecto la amistad de
su padre , consiguió ganarla tan bien , que el viejo, mirándole ya
como á yerno , le dió entrada en su casa , con permiso de hablar en
su presencia á doña Elena . El gallego nada tardó en enamorarse de
ella ; esto era inevitable : se declaró con don Jorge, quien le dijo que
accedia á su pretension , pero que no queria precisar á su hija, y
que así la dejaba dueña de la eleccion . En seguida se valió don Blas
LIBRO NOVENO . 565
de todos los medios que pudo discurrir para agradarla ; pero estaba
tan prendada de mí , que no le dió oidos . Felicia sin embargo se ha
bia interesado por aquel caballero , habiéndola obligado este con re
galos á contribuir a su amor , y así empleaba en ello toda su habi
lidad . Por otra parte el padre ayudaba a la criada con reconvencio
nes ; y , con todo , en un año entero no hicieron mas que atormentar
á doña Elena , sin poder reducirla á olvidarme.
Viendo Cambados que don Jorge y Felicia se empeñaban inútil
mente por él , les propuso un arbitrio para vencer la obstinacion de
una amante tan apasionada. Ved aquí , les dijo, lo que he pensado:
fingiremos que un mercader de Coria acaba de recibir carta de un
comerciante italiano , en la que , despues de hablarle largamente
de negocios de comercio , se leerán las palabras siguientes: « Poco
» tiempo hace que llegó á la corte de Parma un caballero español ,
» llamado don Gaston de Cogollos. Dice ser sobrino y único heredero
» de una viuda rica de Coria llamada doña Leonor de Lajarilla, y
» pretende casarse con la hija de un señor poderoso; pero no quieren
vaceptar su propuesta hasta haberse informado de la verdad , y tengo
vel encargo de preguntárselo a usted . Dígame , le suplico , si conoce
vá este don Gaston , y en qué consisten los bienes de su tia . La res
» puesta de usted decidirá este enlace . Parma , etc. »
Esta trampa le pareció al viejo un juego y engaño perdonable en
los enamorados : la criada, aun menos escrupulosa que el buen hom
bre , la aplaudió mucho . La ficcion les pareció tanto mejor cuanto
que conocian la altiyez de Elena , la cual , como no llegara á sospe
char el fraude, era una mujer capaz de resolverse á abrazar el par
tido que le proponian . Don Jorge tomó á su cargo el anunciarle por
sí mismo mi inconstancia , y , para que pareciera la cosa mas natu
ral, hacerle hablar al mercader que habia recibido de Parma la su
puesta carta . Efectuaron el pensamiento como lo habian formado.
El padre, alterado, y aparentando enojo y despecho , le dijo: Hija
mia Elena , nada mas te diré sino que nuestros parientes todos los
dias claman sobre que jamás permita entre en nuestra familia al ho
micida de don Agustin , y hoy tengo otra razon mas poderosa para
alejarte de don Gaston. Avergüénzate de serle tan fiel. Es un vol
tario , un pérfido, y vé aquí una prueba cierta de su infidelidad : lee
tú misma esa carta que un mercader de Coria acaba de recibir de
Italia . Asustada Elena , tomó el fingido papel , lo leyó , meditó sobre
todas sus expresiones, y se quedó absorta de la nueva de mi in
72
566 GIL BLAS .
constancia . Un afecto de ternura le hizo despues verter algunas lá
grimas ; pero , recobrando presto su orgullo , las enjugó, y dijo con
entereza a su padre : Señor , usted que ha sido testigo de mi flaque
za , séalo tambien de la victoria que voy a conseguir sobre mí . Ya
se acabó ; don Gaston es ya despreciable a mis ojos; en él solo veo
el hombre mas indigno de este mundo . No hablemos mas de él . Va
mos , nada me detiene ya ; dispuesta estoy a dar la mano á don Blas.
Ojalá que mi casamiento preceda al de aquel pérfido que tan mal
ha pagado mi amor . Don Jorge , enajenado de alegría al oir estas
palabras , abrazó a su hija , alabó la esforzada resolucion que toma
y , aplaudiéndose del feliz éxito de la estratagema, se dió priesa
á cumplir los deseos de mi rival . De este modo me quitaron á doña
Elena , la que se entregó precipitadamente á Cambados , sin querer
escuchar al amor que le hablaba por mí en su corazon , ni aun du
dar un instante de una noticia que debiera haber encontrado menos
credulidad en una amante . Impelida de su orgullo , solo dió oidos á
su vanidad ; y el resentimiento de la injuria que imaginaba habia yo
hecho á su hermosura , superó al interés de su amor . Sin embargo,
pasados algunos dias despues de su casamiento, sintió algunos re
mordimientos de haberlo acelerado : se le previno entonces que la
carta del mercader podia haber sido fingida, y esla sospecha la in
quietó; pero el enamorado don Blas no daba lugar á que su mujer
alimentase ideas contrarias á su reposo , y no pensaba mas que en
divertirla, lo que conseguia con repetidos placeres que tenia arte
para inventar.
Ella parecia vivir muy gustosa con un esposo tan obsequioso , y
reinaba entre ambos una perfecta union , cuando mi tia compuso mi
asunto con los parientes de don Agustin , de lo que recibí aviso en
Italia inmediatamente. Estaba entonces en Regio , en la Calabria Ul
terior. Pasé á Sicilia , de allí á España , y , llevado en alas del amor ,
llegué en fin á Coria . Doña Leonor, que no me habia escrito el ca
samiento de la hija de don Jorge , me lo notició á mi llegada, y ,
viendo que me afligia , dijo: Haces mal , sobrino mio , de mostrarte
tan sentido de la pérdida de una dama que no ha podido serte fiel.
Créeme, destierra del corazon y de la memoria a una persona que
ya no es digna de ocuparlos .
Como mi tia ignoraba que habian engañado á doña Elepa , tenia
razon para hablarme así , y no podia darme un consejo mas discreto;
lo
por que me prometí seguirlo, ó á lo menos aparentar un aire in
LIBRO NOVENO . 567
diferente, si no era capaz de vencer mi pasion. Sin embargo, no
pude resistir al deseo de saber de qué modo se habia concertado este
casamiento , y para enterarme resolví ver á la amiga de Felicia , es
decir, á la señora Teodora , de quien ya os he bablado . Fui a su
casa , en donde casualmente encontré á Felicia , la cual , estando muy
ajena de verme , se turbó , y quiso retirarse por evitar la averigua
cion que juzgó querria yo hacer. La detuve , y le dije: ¿Por qué huís
de mít zno está contenta la perjura Elena coa haberme sacrificado?
jos ha probibido escuchar mis quejas ? jó tratais solamente de evitar
mi presencia por haceros un mérito con la ingrata de haberos nega
do á oirlas ?
Señor , me respondió la criada, confieso ingenuamente que vues
tra presencia me confunde ; no puedo veros sin sentirme despeda
zada de mil remordimientos. A mi ama la han seducido, y yo he
tenido la desgracia de ser cómplice en la seduccion . A vista de esto,
¿ puedo yo sin vergüenza presentarme a usted ? ¡ Oh cielos ! repliqué
yo con sorpresa , &qué me dices ? Explícate con mas claridad . Enton
ces la criada me contó punto por punto la estratagema de que se
habia valido Cambados para robarme á doña Elena ; y , advirtiendo
quo su narracion me atravesaba el alma , se esforzó á consolarme;
me ofreció sus buenos oficios para con su ama; me prometió desen
gañarla , y pintarle mi desesperacion ; en una palabra, no omitir
nada para suavizar el rigor de mi suerte : en fin, me dió esperanzas
que mitigaron algun tanto mis penas .
Dejando á un lado las infinitas contradicciones que tuvo que su
frir de parte de doña Elena para que consintiera en verme , al fin
pudo conseguirlo , y resolvieron entre ellas que me introducirian se
cretamente en casa de don Blas la primera vez que este saliese para
una hacienda adonde iba de tiempo en tiempo á cazar, y en la que
se detenia por lo comun un dia o dos . Este designio no tardó en
ejecutarse; el marido se ausentó, de lo que advertido yo , fui intro
ducido en el cuarto de su mujer.
Quise principiar la conversacion con reconvenciones; pero ella me
hizo callar, diciéndome : Es inútil traer a la memoria lo pasado; aquí
no se trata de enternecernos uno y otro, y os engañais si me creeis
dispuesta á halagar vuestro afecto . Yo os declaro que no he dado
mi consentimiento para esta secreta entrevista , di he' cedido a las
instancias que se me han hecho sino para deciros de viva voz que
en adelante no debeis pensar mas que en olvidarme . Quizá viviria
568 GIL BLAS.
yo mas satisfecha de mi suerte , si esta se hubiese unido a la vues
tra ; pero , ya que el cielo lo ha dispuesto de otra manera , quiero
obedecer sus decretos.
Pues qué, señora , le respondí, ¿no basta el haberos perdido? zno
basta ver al dichoso don Blas poseer pacíficamente la única persona
que soy capaz de amar, sino que tambien debo desterraros de mi
pensamiento? ¡Quereis privarme de miamor, y quitarme el único
bien que me queda ! ¡Ah, cruel! ¿Pensais que sea posible que un
hombre á quien robásteis el corazon vuelva á recobrarle ? Conoceos
mas bien que os conoceis, y dejáos de exhortarme en vano á que os
borre de mimemoria . Está bien , replicó ella con precipitacion , pues
cesad vos tambien de esperar que yo corresponda á vuestra pasion
con algun agradecimiento . Solo una palabra tengo que deciros: la
esposa de don Blas no será la amante de don Gaston; caminad sobre
este supuesto . Retiraos, añadió , y acabemos prontamente una con
versacion de que me reprendo á mímisma, a pesar de la pureza de
mis intenciones, y que miraria como un crímen si la prolongase.
Al oir estas palabras, que me privaban de toda esperanza , me
arrojé á los piés de doña Elena: habléle con la mayor ternura, y
empleé basta las lágrimas para enternecerla ; pero todo esto no sir
vió mas que de excitar acaso algunos afectos de lástima, que tuvo
buen cuidado de ocultar, y que sacrificó a su deber. Despues de ha
ber apurado infructuosamente las expresiones amorosas, los ruegos
y las lágrimas, micariño se convirtió de repente en furor , y saqué
la espada con intento de atravesarmecon ella a presencia de la inexo
rable Elena, que apenas advirtió mi accion, cuando se arrojó á mí
para precaver sus consecuencias. Deteneos, Cogollos, me dijo : ¿es
este el modo que teneis de mirar por mi reputacion ? Quitándoos así
la vida, vais á deshonrarme, y hacer pasar á mimarido por un
asesino.
En la desesperacion de que estaba dominado, muy lejos de aten
der a estas palabras como debia , no pensaba mas que en burlar los
esfuerzos que hacian elama y la criada para salvarme de mi funesta
mano: sin duda hubiera conseguido demasiado pronto mi intento ,
si don Blas , que estaba avisado de nuestra entrevista , y que, en lu
gar de ir a su hacienda , se habia escondido detrás de un tapiz para
oir nuestra conversacion , no hubiera acudido corriendo á unirse á
ellas. Señor don Gaston ,exclamó,deteniéndome el brazo , recóbrese
usted , y no se rinda cobardemente al furioso enajenamiento que le
agita .
LIBRO NOVENO . 569
Yo interrumpí á Cambados diciéndole: ¿Es usted quien me impi
de ejecutar mi resolucion , cuando debiera atravesar mi pecho con
un puñal? Mi amor, aunque desgraciado, os ofende. ¿No basta que
me sorprendais de noche en el cuarto de vuestra esposa? ¿Se nece
sita mas para excitar vuestra venganza? Traspasadme para libraros
de un hombre que no puede dejar de adorar a doña Elena sino ce
sando de vivir . En vano, me respondió don Blas, procura usted in
teresar mihonor para que le dé la muerte. Bastante castigado queda
usted de su temeridad; y yo agradezco tanto á mi esposa sus senti
mientos virtuosos,que le perdono la ocasion en que los ha manifes
tado. Creedme, Cogollos , añadió, no os desespereis como un débil
amante; someteos con valor a la necesidad.
El prudente gallego con estas y otras semejantes expresiones cal
mó poco a poco mi arrebato , y despertó mi virtud . Me retiré con
ánimo de alejarme de Elena y de los lugares que habitaba, y dos
dias despues me volví á Madrid , en donde, no queriendo ya ocu
parme sino en el cuidado de mi fortuna, comencé a presentarme en
la corte , y á ganar en ella amigos ; pero he tenido la desgracia de
contraer una estrecha amistad con el marqués de Villareal, gran
señor portugués, el cual, por haberse sospechado de él que pensaba
en libertar á Portugal del dominio de los españoles, está hoy en el
castillo de Alicante. Como el duque de Lerma ha sabido que yo era
intimo amigo de este señor, me ha hecho tambien prender y con
ducir aquí. Este ministro cree que puedo ser cómplice en el talpro
yecto : ultraje que es mas sensible para un hombre noble y caste
llano .
Aquí cesó de hablar don Gaston , y yo le consolé diciendo: Caba
llero , el honor de usted no puede recibir lesion alguna en esta des
gracia , la cual en adelante sin duda será á usted de provecho .
Cuando el duque de Lerma se entere de su inocencia , no dejará de
darle un empleo importante para restablecer la buena opinion de un
caballero acusado injustamente de traicion .
RIBOSOBA
CAPÍTULO VII.
Escipion va á la torre de Segovia á ver á Gil Blas , y le da muchas noticias .
Tordesillas, que entró en la sala, interrumpió nuestra conversa
cion , diciéndome : Señor Gil Blas , acabo de hablar con un mozo que
se ha presentado a la puerta de esta prision , y preguntado si estaba
usled preso ; y , no habiéndole querido dar respuesta , me dijo llo
rando : Noble alcaide , no desprecie usted mi humilde súplica ; díga
me si el señor Santillana está aquí . Soy su principal criado , y , si
me permite verle , hará en ello una obra de caridad . En Segovia está
usted tenido por un hidalgo compasivo ; y así espero no me piegue
el favor de hablar un instante con mi querido amo , que es mas in
feliz que culpado . En fin , continuó don Andrés , este mozo me ha
manifestado tanto deseo de ver á usted , que he prometido darle à
la noche este gusto .
Aseguré á Tordesillas que el mayor placer que podia darme era
traerme aquel jóven , quien probablemente tendria que decirme co
sas muy importantes. Esperé con impaciencia el momento de ver á
mi fiel Escipion , porque no dudaba fuese él , y á la verdad no me
engañaba . A la caida del dia se le dió entrada en la torre; y su
gozo , que solamente podia igualarse con el mio , se mostró al ver
me con arrebatos extraordinarios . Yo , con el júbilo que senti al
verle , le abracé, y él hizo lo mismo con todo cariño. Fué tal la sa
tisfaccion que tuvieron de verse el amo y el secretario , que se con
fundieron en uno con este abrazo .
LIBRO NOVENO. 571
En seguida de esto pregunté á Escipion en qué estado babia de
jado mi casa. Ya no tiene usted casa , me respondió , y , para abor
rarle el trabajo de hacer preguntas sobre preguntas, voy a decir en
dos palabras lo que ha pasado en ella . Vuestros muebles ban sido
saqueados tanto por los ministros como por los criados de usted ,
los cuales, mirándole ya como un bombre enteramente perdi
do, han tomado á cuenta de sus salarios cuanto han podido llevar.
La fortuna fué que tuve la babilidad de salvar de sus garras dos
grandes talegos de doblones de á ocho que saqué del cofre , y puse
en salvo. Salero, á quien be hecho depositario de ellos, os los de
volverá cuando salgais de la torre , en donde no creo esteis mucho
tiempo a expensas de S . M . , pues babeis sido preso sin conoci
miento del duque de Lerma.
Pregunté á Escipion de dónde sabia que S . E . no tenia parte en
midesgracia. ¡Ah! ciertamente , me respondió, de ello estoy muy
bien informado, pues un amigo mio , confidente del duque de Uceda,
me ha contado todas las particularidades de vuestra prision. Me ha
dicho que, habiendo descubierto Calderon por medio de un criado
que la señora Sirena usando de otro nombre recibia de noche al
príncipe de España , y que el conde de Lemos manejaba esta trama
valiéndose del señor de Santillana , habia resuelto vengarse de ellos
y de su querida ; para cuyo logro , dirigiéndose secretamente al du
que de Uceda, se le descubrió todo, y que alegre este de que se le
hubiese presentado tan bella ocasion de perder a su enemigo, no
dejó de aprovecharla , informando al rey de lo que habia sabido, y
haciéndole presente con eficacia los peligros a que el príncipe se
babia expuesto . Indignado S . M . de esta noticia , mandó poner en
la casa de las Recogidas á Sirena, desterró al conde de Lemos, y
condenó á Gil Blas á una prision perpetua . Vea usted aquí, prosi
guió Escipion , lo que me ha dicho mi amigo. Ya ve usted que su
desgracia es obra del duque de Uceda, ó mas bien de don Rodrigo
Calderon .
Esta relacion me hizo creer que con el tiempo no podrian com
ponerse mis asuntos, y que el duque de Lerma, resentido del des
tierro de su sobrino, todo lo pondria en movimiento para bacerle
volver a la corte, y me lisonjeaba de que S. E . no me olvidaria .
¡Quégran cosa es la esperanza! De un golpe me consolé de la pér
dida de mis efectos , y me puse tan alegre como si tuviera motivo
para estarlo . Lejos de mirar mi prision como una habitacion desdi
572 GL BLAS .
chada, en donde quizá habia de acabar mis dias, me pareció un
medio de que se valia la fortuna para elevarme a algun gran pues
to . Mi fantasia discurria del modo siguiente: los allegados del pri
mer ministro son don Fernando de Borja, el padre Jerónimo de Flo
rencia, y , sobre todo, fray Luis de Aliaga , quien le debe el lugar
que ocupa cerca del rey. Con el favor de estos poderosos amigos,
S. E. destruirá sus enemigos , ó, por otra parte, el estado acaso
mudará presto de semblante . S. M. está muy achacoso , y , así que
muera , la primera cosa que hará el príncipe su hijo será llamar al
conde de Lemos , quien me sacará inmediatamente de aquí , me pre
sentará al monarca , el que para compensar los trabajos que he pa
decido, me colmará de beneficios. Embelesado así con pensar en los
gustos venideros, casi ya no sentia los males presentes. Creo tam
bien que los dos talegos de doblones que mi secretario habia depo
sitado en casa del platero , contribuyeron tanto como la esperanza
para consolarme prontamente .
El celo é integridad de Escipion me habia agradado mucho , y en
prueba de ello le ofrecí la mitad del dinero que habia salvado del
pillaje, lo que rehusó. Espero de usted, me dijo, otra señal de re
conocimiento. Admirado tanto de sus palabras, como de que rebu
sara la oferta , le pregunté qué podia hacer por él . No nos separe
mos , me respondió ; permita usted que una mi fortuna con la suya:
jamás he tenido á ningun amo el amor que tengo a usted . Y yo ,
hijo mio , le dije, puedo asegurarte que no amas á un ingrato. Des.
de el punto en que te presentaste para servirme , gusté de tí ; posible
es que ambos hayamos nacido bajo los signos de Libra ó Géminis,
que , segun dicen , son las dos constelaciones que unen á los hom
bres . Admito gustoso la compañía que me propones; y ; para dar
principio á ella , voy a pedir al señor alcaide te encierre conmigo
en esta torre . Eso es lo que quiero , exclamó : usted me ha adivi
nado el pensamiento , é iba á suplicarle pretendiese esta gracia,
pues aprecio mas vuestra compañía que la libertad . Solamente sal
dré algunas veces para ir a Madrid á adquirir noticias a la cova
chuela , y ver si ha habido en la corte alguna mudanza que pueda
serle a usted favorable; de modo que en mí tendrá usted á un mis
mo tiempo un confidente , un correo y un espía .
Estas ventajas eran demasiado considerables para privarme de
ellas. Retuve pues conmigo a un hombre tan útil con licencia del
generoso alcaide, que no me quiso negar tan dulce consuelo .
CAPITULO .
Del primer viaje que hizo Escipion á Madrid: cuál fué el motivo y éxito de él . Dale á Gil Blas una
enfermedad, y resultas que tuvo .
Aunque comunmente decimos que no tenemos mayores enemi
gos que nuestros criados , no hay duda en que , cuando nos son
fieles y afectos, son nuestros mejores amigos . La inclinacion que
Escipion me babia manifestado me hacia mirarle como a mi misma
persona . Así ya no hubo subordinacion ni etiqueta entre Gil Blas
y su secretario . Habitaron en adelante comiendo y durmiendo
juntos .
La conversacion de Escipion era muy divertida , y con razon se
le podria haber llamado el hombre de buen humor .
Además era discreto , y me iba bien con sus consejos. Un dia le
dije: Amigo mio , me parece no seria malo que yo escribiese al du
que de Lerma ; esto no puede producir mal efecto . ¿ Qué te parece á
tí? Ya estoy , respondió ; pero los grandes se mudan tanto de un
instante á otro , que no sé cómo recibirá vuestra carta . No obstante,
soy de dictámen que no se pierde nada en que escribais , pero con
maña . Aunque el ministro os estima , no fieis por eso en que se
acordará de vos . Esta suerte de protectores fácilmente olvida á
aquellos de quienes ya no oyen hablar.
Aunque eso es muy cierto , le repliqué, yo hago mejor concepto
de mi favorecedor. Conozco su bondad ; estoy persuadido de que se
compadece de mis penas , y que siempre las tiene presentes. A la
73
574 GIL BLAS .
cuenta espera para sacarme de la prision que se aplaque la cólera
del rey . Sea enhorabuena , respondió; yo me alegraré que el juicio
que usted hace de S. E. sea verdadero. Implore usted su patrocinio
por medio de una carta muy expresiva , que yo se la llevaré y en
tregaré en su propia mano . Pedí papel y tintero , y compuse un tro
zo de elocuencia , que á Escipion le pareció patético, y Tordesillas
juzgó superior á las mismas homilías del arzobispo de Granada.
Yo me lisonjeaba de que el duque de Lerma se compadeceria al
leer la triste pintura que le hacia del miserable estado en que no
estaba; y con esta confianza bice partir mi correo , el cual, ape
nas llegó a Madrid , cuando fué á casa del ministro . Encontró á uno
de mis amigos , ayuda de cámara , que le facilitó ocasion de hablar
al duque , a quien dijo, presentándole el pliego que llevaba : Señor,
uno de los mas fieles criados de V. E. , el cual duerme sobre paja
en un oscuro calabozo de la torre de Segovia , le suplica muy bu
mildemente lea esa carta , que de lástima le ha facilitado poder es
cribir una de los carceleros. El ministro la abrió y leyó ; pero aun
que vió en ella un retrato capaz de enternecer el corazon mas duro ,
lejos de mostrarse compadecido , levantó la voz , y dijo al correo
delante de algunas personas que podian oirlo : Amigo , diga usted á
Santillana , que es mucha osadía el recurrir á mí despues de la accion
perversa que ha cometido , y por la cual se le ba impuesto el cas
tigo que merece . Es un hombre indigno que ya no debe contar con
mi apoyo , y á quien abandono al resentimiento del rey .
Escipion , sin embargo de su desahogo , se quedó turbado de oir
hablar de esta suerte al ministro ; pero , a pesar de su turbacion,
no dejó de interceder por mí . Señor , replicó , aquel pobre preso mo
rirá de dolor cuando sepa la respuesta de V. E. El duque no res
pondió á mi intercesor sino mirándole de sobre ojo , y volviéndole
la espalda . Así me trataba este ministro para disimular mejor la
parte que habia tenido en la amorosa intriga del príncipe de Espa
ña ; y esto es lo que deben esperar todos los agentes inferiores de
quienes se valen los grandes señores en sus secretos y peligrosos
manejos.
Cuando mi secretario volvió a Segovia , y me contó el resultado
de su comision , me sepulté de nuevo en el abismo de tristezas en
que caí el primer dia de mi prision , y aun me creí mas desgraciado
faltándome la proteccion del duque de Lerma . Decaí de ánimo , y ,
por mas que me dijeron para consolarme , todo fué inútil; atormen
LIBRO NOVENO . 575
táronme otra vez los pesares , de manera , que insensiblemente me
causaron una grave enfermedad .
El señor alcaide , que se interesaba en mi salud , creido de que
para recobrarla era lo mejor llamar médicos , me trajo dos que te
nian traza de ser unos celosos servidores de la diosa Libitina . Señor
Gil Blas, me dijo al presentármelos, vea usted aquí dos Hipócrates
que vienen a visitarle , y que dentro de poco le pondrán bueno . Era
tal la oposicion que tenia yo á estos doctores , que seguramente los
habria recibido muy mal si me hubiera quedado algun apego a la
vida; pero me sentia tan cansado de ella , que agradecí á Tordesi
llas el que me pusiera en sus manos .
Caballero , me dijo uno de los médicos , es necesario ante todas
cosas que usted tenga confianza en nosotros . La tengo muy grande,
le respondí, pues estoy cierto de que , con la asistencia de ustedes,
quedaré curado de todos mis males en pocos dias . Sí , respondió, lo
quedará usted mediante Dios ; y nosotros baremos á lo menos lo
que esté de nuestra parte para ello . En efecto, estos señores se por
taron tan maravillosamente , que á ojos vistas me iban llevando a la
sepultura. Desconfiado ya don Andrés de mi curacion , hizo venir
un religioso de San Francisco para que me ayudase á bien morir.
El buen padre , despues de haber hecho su deber , se retiró ; y yo ,
viéndome en mi última hora , hice señas á Escipion para que se
acercara á mi cama . Amado amigo mio , le dije con una voz casi
apagada ( tal era la debilidad que las medicinas y sangrías me ha
bian causado ), de los dos talegos que hay en casa de Gabriel , te
dejo uno , y te suplico lleves el otro á Asturias á mis padres , quie
pes, si todavía viven , estarán necesitados . Pero ; ay de mí ! temo
mucho que no han de haber podido sobrevivir á mi ingratitud . Lo
576 GIL BLAS.
que Moscada sin duda les habrá contado de mi dureza , quizá les
habrá causado la muerte. Si el cielo los ha conservado á pesar de
la indiferencia con que he pagado su ternura , les darás el talego de
doblones, saplicándoles me perdonen mi mala correspondencia ; y ,
si se han muerto , te encargo emplees el dinero en pedir al cielo por
el descanso de sus almas y la mia . Diciendo esto , le alargué una
mano , que bañó con sus lágrimas sin poder responderme una pa
labra : tal era la afliccion que tenia el pobre mozo de mi pérdida;
lo que prueba que el llanto de un heredero no es siempre risa di
simulada.
Esperaba, pues , experimentar el trance de la muerte, y , no obs
tante, me engañé. Habiéndome desahuciado mis doctores, y dejado
campo libre á la naturaleza , esta fué la que me sacó del peligro.
La calentura , que , segun su pronóstico , debia llevarme al otro
mundo , quiso desmentirlos , y me dejó : poco a poco me restablecí
con la mayor felicidad, y un perfecto sosiego de espíritu fué el fruto
de mi mal . Ya entonces no necesité de consuelo , antes bien miré
las riquezas y honores con aquel desprecio que inspira la cercanía
de la muerte ; y , vuelto en mí mismo , bendecia mi desgracia , y
daba gracias al cielo como si me hubiese hecho un favor particular,
é hice firme propósito de no volver mas a la corte aun cuando el
duque de Lerma quisiese llamarme á ella , con ánimo , si salia de
la prision , de comprar una casa de campo , y vivir en ella como
filósofo .
Escipion aprobó mi pensamiento , y me dijo que , para que tu
viese efecto cuanto antes , pensaba volver a Madrid á solicitar mi
soltura. Me ha ocurrido una cosa , añadió ; conozco á una persona
que podrá servirnos , y es la criada favorita de la ama de leche del
príncipe , que es una muchacha de entendimiento : voy á que hable
á su ama , y á poner todos los medios imaginables para sacar á us
ted de esta torre, en donde , aunque se le dé el mejor trato , siempre
es prision. Dices bien , le respondí; vé , amigo mio , sin perder tiem
po á dar principio á esa diligencia. ¡ Pluguiese al cielo que estuvié .
ramos ya en nuestro retiro !
CAPÍTULO IX .
Escipion vuelve a Madrid ; cómo y con que condiciones alcanzó la libertad de Gil Blas ; adónde fueron los
dos despues de haber salido de la torre de Segovia , y conversacion que tuvieron .
Salió, pues, Escipion para Madrid , y yo interin volvia me dedi
qué á la lectura . Tordesillas me suministraba mas libros de los que
yo queria , los que le prestaba un comendador viejo que no sabia
leer; pero que , queriendo hacer ostentacion de hombre sabio, tenia
una gran librería . Sobre todo me agradaban las buenas obras mo
rales, porque encontraba en ellas á cada momento pasajes que li
sonjeaban mi aversion á la corte , y la aficion que habia cobrado á
la soledad .
Tres semanas estuve sin oir hablar de mi agente , el cual volvió
en fin , y me dijo muy contento: Ahora sí, señor de Santillana, que
traigo á usted buenas nuevas . La señora ama ha tomado cartas por
usted . Su criada , á mis ruegos , y mediante cien doblones que le
he ofrecido, ha tenido la bondad de moverla á que pida al príncipe
solicite vuestra soltura ; y este , que como otras veces he dicho á
usted, pada le piega, ha prometido hablar al rey su padre a fin de
conseguirla. He venido á toda prisa á decíroslo , y con la misma
vuelvo á dar la última mano á mi obra . Diciendo esto , me dejó, y
volvió a tomar el camino de la corte .
No fué largo su tercer viaje. Al cabo de ocho dias estuvo de
vuelta , y me dijo que el príncipe habia , aunque no sin trabajo,
obtenido del rey mi libertad , lo cual en el mismo dia me confirmó
578 GIL BLAS.
el señor alcaide, quien vino á decirme abrazándome : Mi amado Gil
Blas, gracias al cielo , usted ya está libre, y tiene abiertas las puer
tas de esta prision ; pero las dos condiciones con que se le concede
á usted esta libertad, quizá le darán mucha pena , y siento verme
en la obligacion de hacérselas saber. S . M . probibe á usted se pre
sente en la corte , y le manda salir de las dos Castillas en el término
de un mes. Me es de gran mortificacion el que se le prohiba á us
ted ir á la corte. Pues yo estoy muy contento , le respondí: bien
sabe Dios lo que pienso de ella : solo esperaba del rey una gracia ,
y me ha hecho dos.
Viéndome ya libre , bice alquilar dos mulas , en las cuales sali
mos el dia siguiente mi confidente y yo , despues de habermedes
pedido de Cogollos, y dado mil gracias a Tordesillas por todos los
favores que me babia becho. Tomamos alegremente el camino de
Madrid para recoger del señor Gabriel los dos talegos, en cada uno
de los cuales habia quinientos doblones de á ocho. En el camino
me dijo mi compañero : Si no tenemos bastante dinero para com
prar una bacienda magnífica , á lo menos babrá para una mediapa .
Yo me daria por feliz , le respondí, aun cuando no tuviese mas que
una choza: en ella estaria contento con mi suerte . Aunque apenas
he llegado a la mitad de mi carrera , estoy tan desengañado del
mundo, que solo quiero vivir para mí. Además de esto , te digo que
me he formado de los placeres de la vida campestre una idea que
me embelesa, y hace que los goce con anticipacion . Me parece que
ya veo el esmalte de los prados , que oigo el canto de los ruiseño
res, y el murmullo de los arroyos ; que unas veces creo divertirme
en la caza , y otras en la pesca. Imagínate , amigo mio , los dife
rentes recreos que nos esperan en la soledad , y tendrás tanta com
placencia como yo. En órden á nuestro sustento , el mas simple
será el mejor ; un pedazo de pan podrá satisfacernos cuando nos
atormente el hambre; y el apetito con que lo comamos nos le hará
parecer muy sabroso . El deleite po consiste en la bondad de los ali
mentos exquisitos, sino en nosotros ; y esto es tanta verdad, como
que mis comidas mas delicadas no son aquellas en que veo reidar
el arte y la abundancia : la frugalidad es una fuente de delicias
maravillosa para conservar la salud.
Con el permiso de usted , señor Gil Blas, me interrumpió mi se
cretario , yo no soy enteramente de su opinion sobre la supuesta
frugalidad con que usted quiere obsequiarme. ¿ Por qué nos hemos
LIBRO NOVENO . 579
de mantener como unos Diógenes ? aun cuando comamos bien , no
caeremos enfermo por eso . Créame usted : ya que tenemos , gracias
á Dios, con qué vivir cómodamente en nuestro retiro, no le baga
mos la mansion del hambre y de la pobreza. Luego que tengamos
una hacienda, será preciso abastecerla de buenos vinos y de todas
las demás provisiones convenientes á personas de entendimiento ,
que no dejan el trato humano para renunciar a las comodidades de
la vida, sino mas bien para gozarlas con mas quietud. Lo que cada
uno tiene en su casa, dice Hesiodo, no daña, en lugar de que lo que
no se tiene , puede dañar. Vale mas , añade , tener uno en su casa
las cosas necesarias, que desear tenerlas.
¡Qué diablos es eso, señor Escipion , interrumpí, usted ba mane
jado los poetas griegos! ¡hola ! zen dónde leyó usted á Hesiodo? En
casa de un sabio ,respondió . Servi algun tiempo en Salamanca á un
pedante, que era un gran comentador; en un abrir y cerrar de ojos
componia un grueso volúmen, recopilando pasajes bebreos , grie
gos y latinos, que extractaba de los libros de su biblioteca , y tra
ducia al castellano. Como yo era su amanuense , he retenido no sé
cuántas sentencias, todas tap notables como la que acabo de citar.
Siendo así, le repliqué, tienes la memoria bien adornada. Pero, vi
niendo a nuestro proyecto , ¿en qué reino de España te parece del
caso que fijemos nuestra residencia filosófica ? Yo opido por Aragon ,
respondió mi confidente ; allí encontraremos sitios muy amenos, en
donde podremos pasar una vida deleitosa . Está bien , le dije , sea
así; detengámonos en Aragon, consiento en ello : ſojalá descubra
mos una morada que me proporcione todos los placeres con que se
recrea mi imaginacion !
CAPITULO X.
De lo que hicieron al llegar á Madrid : á quién encontró Gil Blas en la calle, y de lo que siguió a este
encuentro .
Luego que llegamos a Madrid fuímos á apearnos á una pequeña
posada , en la cual se habia alojado Escipion en sus viajes. Lo pri
mero que hicimos fué ir a casa de Salero a recoger nuestros doblo
nes . Recibiónos muy bien , me manifestó se alegraba mucho de
verme en libertad . Aseguro á usted , añadió , que he sentido mucho
su desgracia, la cual me ha disgustado de la amistad de las gentes
de la corte , cuyas fortunas están muy en el aire . He casado á mi
hija Gabriela con un rico mercader . Usted ha obrado con juicio , le
respondí: además de que este partido es mas sólido ; un plebeyo
que llega á ser suegro de un poble , no está siempre gustoso con
su señor yerno .
Despues , mudando de conversacion , y viniendo a nuestro asun
to , proseguí : Señor Gabriel , háganos usted el favor, si gusta , de
entregarnos los dos mil doblones que ... Vuestro dinero está pronto,
interrumpió el platero, el cual , habiéndonos hecho pasar á su ga
binete , nos mostró dos talegos, en los cuales habia unos rótulos
que decian : « Estos talegos de doblones son del señor Gil Blas de
» Santillana . » Ved aquí , me dijo, el depósito tal como se me confió.
Di gracias a Salero del favor que me habia hecho , y, muy con
solado de haberme quedado sin su bija, nos llevamos los talegos á
la posada, en donde contamos nuestras monedas. La cuenta se en
LIBRO NOVENO . 581
contró cabal, rebajados los cincuenta doblopes que se babian gastado
en conseguir mi libertad . Ya no pensamos mas que en disponernos
Estostologos atastalages
sondet
G #Bla : Gü Blas
de Santilland dedantillana
para ir a Aragon . Mi secretario tomó a su cargo comprar una silla
volante y dos mulas. Yo por mi parte cuidé de la compra de ropa
blanca y vestidos. En una de las veces que iba arriba y abajo á es
tas compras, encontré al baron de Steinbach, aquel oficial de la
guardia alemana , en cuya casa se habia criado don Alfonso.
Saludé á este caballero aleman , quien , habiéndome tambien co
nocido, se vino á mí , y me abrazó . Me alegro en extremo, le dije,
de ver á su señoría en tan buena salud , y al mismo tiempo de te
ner ocasion de saber de mis amados señores don César y don Al
fonso de Leiva. Puedo dar á usted noticias suyas muy ciertas, me
spondió, pues ambos están actualmente en Madrid, y en mi casa .
Tres meses hace que vinieron a la corte á dar gracias al rey de un
empleo que S. M. ha conferido á don Alfonso en premio de los ser
vicios que sus abuelos bicieron al Estado; le ha nombrado goberna
dor de la ciudad de Valencia, sin que le haya pedido este cargó, di
solicitádolo por otra persona . No se ha hecho una gracia mas es
pontánea, lo cual prueba que puestro monarca gusta de recompen
sar el valor.
Aunque yo sabia mejor que Steinbach el origen de esto , no ma
nifesté saber la menor cosa de lo que me contaba, y si un deseo tan
vivo de saludar á mis antiguos amos , que para satisfacerlo me con
dujo inmediatamente a su casa . Yo queria probar á dop Alfonso, y
juzgar por su recibimiento si me estimaba todavía . Le encontré en
una sala jugando al ajedrez con la baronesa de Steinbach. Luego
que me conoció , dejó el juego , y se vino á mí arrebatado de gozo, y ,
estrechándome entre sus brazos, me dijo en un tono que manifes
74
582 GIL BLAS .
taba una ingenua alegría : Santillana, iconque al fin vuelvo á ver
te ! estoy loco de contento . No ha estado en mi mano el que no ha
yamos permanecido siempre juntos : yo te rogué, si haces memo
ria , que no te fueras de la casa de Leiva , y tú no hiciste caso de
mis ruegos . No obstante, no te lo imputo á delito , antes bien te
agradezco el motivo de tu ida ; pero desde entonces debieras haber
me escrito , y ahorrarme el trabajo de hacerte buscar inútilmente en
Granada, en donde mi cuñado don Fernando me habia escrito que
estabas.
Despues de esta ligera reconvencion, continuó , dime qué haces
en Madrid . Regularmente tendrás aquí un empleo . Ten por cierto
que me intereso ahora mas que nunca en tu bien . Señor , le res
pondí , no hace todavía cuatro meses que ocupaba en la corte un
puesto de bastante consideracion . Tenia la honra de ser secretario
У confidente del duque de Lerma . ¡ Es posible ! exclamó don Alfonso
con grande asombro . ¡ Qué ! zhas merecido tú la confianza de este
primer ministro? Logré su favor, respondí , y le perdí del modo que
voy a decir . Entonces le conté toda esta historia, y concluí mi nar
rativa exponiéndole la determinacion que habia tomado de comprar
con lo poco que me quedaba de mi prosperidad pasada una pobre
choza para pasar en ella un vida retirada .
El hijo de don César , despues de haberme oido con mucha aten
cion , me dijo: Mi amado Gil Blas , ya sabes que siempre te he que
rido, y ahora mas que nunca ; pues el cielo me ha puesto en estado
de poder aumentar tus bienes , quiero que no seas mas tiempo ju
guete de la fortuna . Para libertarte de su poder , te quiero dar upa
hacienda que no podrá quitarte ; y pues estás determinado á vivir
en el campo , te doy una pequeña quinta que tenemos cerca de Li
ria , distante cuatro leguas de Valencia, que ya has visto tú . Este
regalo podemos hacerlo sin incomodarpos , y me atrevo á asegurar
que mi padre no desaprobará esta determinacion , y que Serafina
recibirá en ello gran contento .
Me arrojé á los piés de don Alfonso , quien al momento me hizo
levantar; le besé la mapo , y , mas enamorado de su buen corazon
que de su beneficio, le dije: Señor , vuestras finezas me cautivan;
el don que me haceis me es tanto mas agradable , cuanto que pre
cede al agradecimiento de un favor que yo he hecho a ustedes, y
mas bien quiero deberlo a su generosidad , que a su gratitud. Mi
gobernador se quedó algo suspenso de lo que oia, y no pudo me
LIBRO NOVENO , 583
nos de preguntarme de qué favor le hablaba . Dijeselo con todas
sus circunstancias , lo cual aumentó su admiracion . Estaba muy
lejos de pensar, como el baron de Steinbach , que el gobierno de la
ciudad de Valencia se le hubiese dado por mediacion mia . No obs
tante, no teniendo ya duda de ello , me dijo : Gil Blas, pues que te
debo mi empleo , no quiero darte solo la pequeña hacienda de Li
ria , quiero agregar á ella dos mil ducados de renta al año .
Alto ahí , señor don Alfonso, interrumpí , no despierte usted mi
codicia . Los bienes no sirven mas que para corromper mis costum
bres, como harto lo tengo experimentado. Acepto gustoso vuestra
quinta de Liria . En ella viviré cómodamente con lo que tengo por
otra parte : esto me es suficiente, y , lejos de desear mas , primero
consentiré en perder todo lo que hay de superfluo en lo que poseo .
Las riquezas son una carga en un retiro , en donde solo se busca la
tranquilidad.
Don César llegó cuando estábamos en esta conversacion. No ma
nifestó al verme menos alegría que su hijo ; y , cuando supo el mo
tivo del agradecimiento á que me estaba obligada su familia , se
empeñó en que habia de aceptar yo la renta, lo cual rebusé de
nuevo . En fin , el padre y el hijo me condujeron á casa de un es
cribano, en donde otorgaron la escritura de donacion, que ambos
firmaron con mas gusto que si fuera un instrumento á favor suyo .
Finalizado el contrato , me lo entregaron , diciendo que la hacienda
de Liria ya no era suya , y que fuese cuando quisiese á tomar po
sesion de ella . Despues se volvieron a casa del baron de Steinbach,
y yo fuí volando á la posada , en donde dejé pasmado á mi secre
tario cuando le dije que teníamos una hacienda en el reino de Va
lencia , y le conté el modo como acababa de adquirirla . ¿ Cuánto
puede producir esta pequeña heredad ? me dijo. Quinientos ducados
de renta , le respondí , y puedo asegurarte que es una amena sole
dad . Yo la he visto por haber estado en ella muchas veces en cali
dad de mayordomo de los señores de Leiva . Es una casa pequeña ,
situada a la orilla del Guadalaviar , en una aldea de cinco ó seis ve
cinos , y en un pais hermosísimo .
Lo que me gusta mucho , exclamó Escipion , es que tendremos
allí caza , vino de Benicarló , y excelente moscatel . Vamos, amo
mio , démonos priesa á dejar el mundo , y llegar a nuestra ermita .
No tengo menos deseos que tú , le respondí, de estar allá ; pero an
tes es preciso hacer un viaje á Asturias, porque mis padres no de
564 GIL BLAS .
ben hallarse en buen estado. Quiero ir á verlos , y llevármelos á
Liria , en donde pasarán sus últimos dias con descanso. A caso me
habrá el cielo deparado este asilo para recibirlos en él , y , si dejara
de hacerlo así, me castigaria. Escipion apoyó mucho mi determi
nacion, y aun me excitó á ejecutarla. No perdamos tiempo, me di
jo , ya tengo carruaje. Compremos prontamente mulas , y tomemos
el camino de Oviedo . Sí , amigo mio , le respondi , marehemos
cuanto antes . Me es indispensable repartir las conveniencias de mi
retiro con los que me han dado el ser . Presto estaremos de vuelta
en nuestra aldea , y en llegando quiero escribir en letras de oro 80
bre la puerta de mi casa estos dos versos latinos :
Inveni portum : Spes et Fortuna , valete :
Sat me lusistis; ludile nunc alios (1 ) .
Hallé ya el puerto: adios, Esperanza y Fortuna ;
Bastante me burlasteis; burlaos ya de otros .
SEN
Bulan
ZLOPIZ
LIBRO DÉCIMO .
CAPÍTULO PRIMERO .
Sale Gil Blas parajasturias, y pasa por Valladolid , donde visita a su amo antiguo el doctor Sangredo,
y se encuentra casualmente con el señor Manuel Ordoñez, administrador del hospital.
UANDO me estaba disponiendo á salir
de Madrid con Escipion para ir á
Asturias, el duque de Lerma fué
creado cardenal por la santidad de
Paulo V. Queriendo este papa esta
blecer la Inquisicion en el reino de
Nápoles, honró con el capelo á este
ministro para empeñarle á hacer
que el rey Felipe aprobase tan lau
dable designio. A todos los que co
nocian perfectamente á este nuevo
miembro del sacro colegio les pare
ció como a mí que la Iglesia aca
baba de hacer una excelente adquisicion.
586 GIL BLAS.
Escipion , que hubiera querido mas volver á verme en un puesto
brillante de la corte , que sepultado en un retiro , me aconsejó que
me presentase al nuevo cardenal. Puede ser , me dijo, que su emi
pencia , viéndole á usted fuera de la prision por órden del rey , no
crea ya deber fingirse irritado contra usted , y podrá admitirle de
nuevo á su servicio . Señor Escipion , le respondí, usted ha olvidado
sin duda que solo conseguí la libertad bajo condicion de salir iome
diatamente de las dos Castillas. Fuera de eso , ¿me crees ya disgus.
tado de mi quinta de Liria ? Ya te lo he dicho, y te vuelvo á repe
tir, que, aunque el duque de Lerma me restituyese á su gracia , y
me ofreciese elmismo puesto que ocupa don Rodrigo Calderon , le
renunciaria . Mi determinacion está tomada , quiero ir á Oviedo á
buscar á mis padres , y retirarme con ellos a las cercanías de la
ciudad de Valencia . En cuanto á tí, amigo mio , si estás arrepen
tido de unir tu suerte con la mia , no tienes mas que decirlo , que
estoy pronto a darte la mitad del dinero que tengo , y te quedarás
en Madrid , en donde adelantarás lu fortuna hasta donde pudieres.
¿ Cómo así? replicó misecretario , algo resentido de estas expre
siones ; des posible que usted sospeche que sea yo capaz de tener re
pugnancia á seguirle á su retiro ? Esa sospecha ofendemi celo y mi
inclinacion. Pues qué, Escipion, aquel fiel criado, que por tomar
parte en sus penas hubiera pasado con gusto el resto de sus dias
con usted en el alcázar de Segovia, ¿tendria ahora repugnancia en
acompañarle en una mansion donde espera gozar mil delicias? No,
señor, no, ninguna gana tengo de disuadir a usted de su resolu
cion ; pero quiero confesarle mimalicia: si le aconsejá que se pre
sentase al duque de Lerma, fué únicamente para sondearle, y ver
si todavía le quedaban algunas reliquias de ambicion. Ea pues, ya
que se halla usted tan desprendido de las grandezas, abandonemos
prontamente la corte para ir a disfrutar de aquellos inocentes y de
liciosos placeres de que nos formamos una idea tan risueña .
Con efecto , poco despues salimos de Madrid en una silla tirada
de dos buenas mulas, guiadas por un mozo que tuve por conve
niente agregar á mi comitiva. Dormimos el primer dia en Galapa
gar al pié de Guadarrama, el segundo en Segovia , de donde sali
sin detenermeá visitar al generoso alcaide Tordesillas, pasé por Por
tillo , y llegué al dia siguiente á Valladolid . Al descubrir esta ciu
dad no pude menos de dar un profundo suspiro , que, habiéndolo
oido mi compañero, me preguntó la causa . Hijo mio, le dije, es la
LIBRO DECIMO . 587
de que ejercí mucho tiempo en Valladolid la medicina; y sobre este
punto me están atormentando los remordimientos secretos de mi
conciencia , pues me parece que todos aquellos que maté salen de
sus sepulcros para venir á despedazarme. ¡Qué imaginacion ! dijo
mi secretario : sin duda, señor de Santillana, que es usted un po
bre hombre. ¿Por qué se arrepiente usted de haber hecho su oficio?
¿Por ventura los doctores ancianos sienten los mismos remordi
mientos? No, señor, llevan la suya adelante con el mayor sosiego
del mundo , imputando a la naturaleza los accidentes fupestos, y
atribuyéndose á ellos solamente los felices.
En verdad , repuse , que el doctor Sangredo, cuyo método seguia
yo fielmente , era de este carácter. Aunque viese morir cada dia
veinte enfermos entre sus manos, vivia tan persuadido de la exce
lencia de la sangría del brazo , y de la bebida frecuente, á las cua
les llamaba sus dos específicos para todo género de enfermedades,
que, si morian los pacientes, lo achacaba siempre a haber bebido
poco , y a que no los habian sagrado bastante. ¡ Vive diez ! exclamó
Escipion dando una carcajada, que mecita usted un sugeto origi
pal. Si tienes curiosidad de verle y oirle, repuse yo , mañana la po
drás satisfacer como no haya muerto , y esté en Valladolid , lo que
dudo mucho, porque ya era viejo cuando le dejé, y desde entonces
aca se han pasado bastantes años.
Lo primero que hicimos así que llegamos al meson adonde fui
mos á apearnos, fué preguntar por el tal doctor. Supimos que aun
no se habia muerto ; pero que, no pudiendo ya visitar ni hacer
macho movimiento a causa de su gran vejez , babia abandonado el
campo a otros tres o cuatro doctores, que habian adquirido gran
fama por otro nuevo método de curar, que no valia mas que el su
yo . Resolvimos hacer parada el dia siguiente , tanto para que des
cansasen las mulas, como por ver al doctor Sangredo. A cosa de
las diez de la mañana fuímos á su casa , y le ballamos sentado en
una silla poltrona con un libro en la mano. Levantóse luego que
nos vió , vino bácia nosotros con paso muy firme para un setenton ,
y nos preguntó qué le queríamos . Pues qué, señor doctor, le res
pondí, ¿es posible que ya no me conozca usted siendo así que tuve
la fortuna de haber sido uno de sus discípulos? ¿No se acuerda us
ted de un cierto Gil Blas que en otro tiempo fué su comensal y su
sostituto ? ¿ Cómo así? me replicó dándomeun abrazo : ceres tú San
tillana? cierto que no te habia conocido, y me alegro infinito de
588 GEL BLAS .
volverte á ver . ¿ Qué has hecho despues que nos separamos? sin
duda habrás ejercido siempre la medicina . Teoíale , le respondi,
mucha inclinacion ; pero razones poderosas me apartaron de ella .
Peor para tí, replicó Sangredo; con los principios que aprendiste
de mí hubieras llegado a ser un médico hábil, con tal que el cielo
te hubiera hecho la gracia de preservarte del peligroso amor á la
química. ¡ Ah , hijo mio , exclamó arrancando un doloroso suspiro ,
¡qué novedades se han introducido en la medicina de algunos años
á esta parte ! A este arte se le quita el honor y la dignidad : este
arte , que en todos tiempos ha respetado la vida de los hombres,
hoy se balla en poder de la temeridad, de la presuncion y de la
impericia ; porque los hechos hablan , y presto alzarán el grito hasta
las piedras contra el desórden de los nuevos prácticos: lapides cla
mabunt. Se ven en esta ciudad algunos médicos , ó que se llamar
tales, que se han uncido al carro de triunfo del antimonio : currus
triumphalis antimoni : unos desertores de la escuela de Paracelso,
adoradores del kermes, y curanderos de casualidad , que hacen con
sistir toda la ciencia médica en saber preparar algunas drogas quí
micas. ¿Qué mas te diré? En su método todo está desconocido: la
sangría del pié , por ejemplo , en otros tiempos tan raras veces
practicada , hoy es la única que se usa . Los purgantes, antigua
mente suaves y benignos , se han convertido en emético y en quer
mes ; ya todo no es mas que un caos en que cada uno se toma la
libertad de hacer lo que se le antoja , y traspasa los límites del ór
den y de la sabiduría que nuestros primitivos maestros señalaron .
Aunque estaba reventado por reir al oir una declamacion tan
cómica , pude contenerme ; y aun hice mas , declaréme contra el quer
mes , sin saber lo que era , y dí al diablo sin mas reflexion á los
que lo habian inventado. Advirtiendo Escipion lo mucho que me
divertia esta escena , quiso contribuir tambien por su parte á ella.
Yo , señor doctor , dijo á Sangredo, soy resobrino de un médico de
la escuela antigua, y como tal pido á usted licencia para declarar
me enemigo de los remedios químicos. Mi difunto tio, que santa
gloria haya , era tan ciego partidario de Hipócrates, que se batió
muchas veces con los empíricos, que no hablaban con el debido
respeto de este rey de la medicina . La razon no quiere fuerza; de
buena gapa seria yo el verdugo de esos ignorantes novadores, de
quienes usted se queja con tanta justicia como elocuencia . ¿Qué tras–
torno no causan en la sociedad civil esos miserables?
LIBRO DECIMO. 589
Ese desórden , replicó el doctor, va todavía mas lejos de lo que
usted piensa ; de nada me ba servido publicar un libro contra esos
asesinos de la medicina; antes al contrario cada dia van en aumen
to . Los cirujanos, cuyo gran bipo es querer hacer de médicos, se
creen capaces de serlo cuando se trata de recetar quermes y emé
tico , añadiendo sangrías del pié á su antojo. Llegan hasta el punto
de mezclar el quermes en las pócimas y cocimientos cordiales, y
catate que ya se juzgan iguales a los grandes médicos . Este conta
gio ha cundido basta dentro de los claustros. Hay entre los frailes
ciertos legos que son á un mismo tiempo boticarios y cirujanos.
Estos monos médicos se aplican a la química, y hacen drogas per
niciosas, con las que abrevian la vida de sus padres reverendos .
En fin , en Valladolid se cuentan mas de sesenta conventos de frai
les y monjas: contemple usted ahora el destrozo que hace en ellos
el quermes junto cou el emético y la sangría del pié . Señor San
gredo, dije yo entonces, es muy justa la indignacion de usted con
tra esos envenenadores; yo me lamento de lo mismo, y entro a la
parte en su compasivo temor por la vida de los hombres, manifies
tamente amenazada por un método tan diferente del de usted . Mu
cho temo que la química no sea algun dia la ruina de la medicina,
como lo es de los reinos la moneda falsa . ¡Quiera el cielo que este
dia fatal no esté cerca de llegar!
Aquí llegaba nuestra conversacion cuando entró en el cuarto del
doctor una criada vieja , que le traia en una bandeja un panecillo
tierno, un vaso , y dos garrafitas llenas, una de agua, y otra de
vino. Luego que comió un bocado, echó un trago, en el cual cier
tamente habia mezclado dos terceras partes de agua ; pero esto no
le libro de las reconvenciones que me daba motivo para hacerle .
¡Hola ! jbolal señor doctor, le dije ; le he cogido a usted en el gar
lito . ¡Usted beber vino, cuando siempre se ha declarado contra
esta bebida , y cuando en las tres cuartas partes de su vida no ha
bebido sino agua ! ¿De cuándo acá se ha contrariado usted á sí mis
mo? No puede servirle de excusa su edad avanzada, pues en un
lugar de sus escritos define la vejez diciendo que es una tisis natural
que poco a poco nos va disecando y consumiendo, y , ep fuerza de esta
definicion, lamenta usted la ignorancia de aquellos que llaman al vi
no, la leche de los viejos. ¿Qué me dirá usted ahora en su defensa ?
Digo, me respondió el viejo, que me reconvienes sin razon . Si
yo bebiera vino puro , tendrias motivo para mirarme como á un in
75
590 GIL BLAS.
fiel observador de mipropia doctrina; pero ya has visto que el vino
que he bebido estaba muy aguado. Otra contradiccion , le repliqué
yo, miquerido maestro ; acuérdese usted de que llevaba muy á mal
que el canónigo Cedillo bebiese vino , aunque lo mezclaba con mu
cha agua. Confiese usted de buena fe que al cabo ha reconocido su
error, y que el vino no es un licor tan funesto como usted lo sentó
en sus obras , con tal que se beba con moderacion .
Hallóse nuestro doctor algo atarugado con esta réplica ; no podia
negar que en sus libros habia prohibido el uso del vino ; pero, como
la verguenza y la vanidad le impedian confesar que yo le hacia una
justa reconvencion , no sabia qué responderme. Para sacarle de este
pantano mudé de conversacion , y poco despues me despedi de
él, exhortándole á que se mantuviese siempre firme contra los nue
vos médicos. Ánimo, señor Sangredo, le dije ; no se canse usted de
desacreditar el quermes, y persiga á sangre y fuego la sangría del
pié. Si, a pesar de su celo y amor á la ortodoxia médica , esa raza
empírica logra arruinar la rigidez antigua, por lo menos tendrá usted
el consuelo de haber hecho cuanto estaba en su parte para sostenerla .
Al retirarnos misecretario y yo á nuestro meson hablando del
gracioso y original carácter del tal doctor, pasó cerca de nosotros
por la calle un hombre como de cincuenta y cinco á sesenta años,
que caminaba con los ojos bajos y un
rosario de cuentas gordas en la mano.
Mirele atentamente , y sin dificultad
conocí que era el señor Manuel Ordo.
ñez, aquel buen administrador del
hospital, de quien se hizo tan hono
rífica mencion en el capítulo XVII del
libro primero demihistoria. Lleguéme
á él con grandes muestras de respeto ,
y le dije : Saludo al venerable y dis
creto señor Manuel Ordoñez, el hom
bre mas á propósito del mundo para
conservar la hacienda de los pobres .
Al oir estas palabrasmemiró con mu
cha atencion, y me respondió que mi fisonomía no le era descono
cida; pero que no podia acordarse en dónde me babia visto. Yo iba,
le respondí, á casa de usted en tiempo que le servia un amigo mio
llamado Fabricio Nuñez. ¡Ah ! ya me acuerdo , repuso el administra
LIBRO DECIMO , 591
dor con una sonrisa maligna, por señas que los dos eraismuybue
nas alhajas, é hicisteis admirables muchachadas. Y ¿qué se ha he
cho el pobre Fabricio? siempre que pienso en él, me tienen con cui
dado sus asuntillos.
Me he tomado la libertad de detener a usted en la calle, dije al
señor Manuel, precisamente para darle noticias suyas. Sepa usted
que Fabricio está en Madrid ocupado en hacer obras misceláneas.
¿A qué llamas obras misceláneas? me replicó. Quiero decir, le con
testé , que escribe en prosa y en verso : compone comedias y nove
las ; en suma, es un mozo de ingenio, y es bien recibido en las ca
sas distinguidas. Y cómo lo pasa con su panadero? me preguntó el
administrador. No tan bien , le respondí, como con las personas de
calidad; porque, aquí para los dos, creo que está tan pobre como
Job . ¡Oh ! en eso no tengo la menor duda, repuso Ordoñez. Haga la
corte á los grandes todo lo que quisiere ; sus complacencias , sus li
sonjas y sus vergonzosas bajezas le producirán todavía menos que sus
obras . Desde luego os lo pronostico : algun dia le vereis en el hospital.
Esto no me causará novedad, dije yo , porque la poesía ha lleva
do á él á otros muchos. Mucho mejor hubiera hecho mi amigo Fa
bricio en haberse mantenido a la sombra de usted, que a la hora de
esta estaria nadando en oro . A lo menos nada le faltaria, respondió
Ordoñez ; yo le queria bien , y poco a poco le iba ascendiendo de
puesto en puesto , hasta asegurarle un sólido acomodo en la casa de
los pobres, cuando se le antojó querer pasar por hombre de inge
dio . Compuso una comedia que hizo representar por los comedian
tes que á la sazon se hallaban en esta ciudad; la pieza logró acep
tacion , y desde aquel punto se le trastornó la cabeza alautor. Ima
ginose ser otro Lope de Vega, y , prefiriendo el humodelos aplausos
del público á las verdaderas conveniencias que mi amistad le pre
paraba, se despidió de mi casa . En vano procuré persuadirle que
dejaba la carne para correr tras la sombra : no pude detener a este
loco á quien arrastraba el furor de escribir. No conocia su felicidad ,
añadió , buena prueba es de esto el criado que recibí despues que él
me dejó : mas juicioso que Fabricio , y con menos talento que él, se
aplicó únicamente a desempeñar bien los encargos que le bago, y
á darme gusto. Por eso le he adelantado como merecia , y en la ac
tualidad está desempeñando en el hospital dos destinos, elmenor de
los cuales es mas que suficiente para sustentar a un hombre de
bien , cargado de una numerosa familia .
E A
CAPITULO # .
Prosigue Gil Blas su viaje, y llega felizmente á Oviedo: en qué estado halla á su familia; muerte de su
padre, y sus consecuencias.
Desde Valladolid nos pusimos en seis dias en Oviedo , adonde lle
gamos sin babernos sucedido la menor desgracia en el viaje, á pe
sar del refran que dice : Huelen de lejos los bandoleros el dinero de
los pasajeros. A la verdad , si hubieran olido el nuestro , no habrian
errado el golpe ; y solo dos habitantes de una cueva habrian bastado
para soplarnos nuestros doblones, porque en la corte yo no habia
aprendido á ser valiente , y Beltran , mi mozo de mulas , no parecia
tener gana de dejarse matar por defender la bolsa de su amo ; solo
Escipion era un poco espadachin .
Ya era de noche cuando llegamos a la ciudad : nos apeamos en
un meson poco distante de la casa de mi tio el canónigo Gil Perez .
Deseaba yo tener noticia del estado en que se hallaban mis padres
antes de presentarme á ellos ; y para saberlo no podia dirigirme á
quien me informase mejor que al mesonero y la mesonera , que sa
bia ser personas que no podrian ignorar cuanto pasaba en casa de
sus vecinos . Con efecto , despues de haberme mirado el mesonero
con la mayor atencion , me conoció , y exclamó fuera de sí : ¡ Por san
Antonio de Padua, que este es el hijo del buen escudero Blas de
Santillana ! Sí, por cierto , añadió la mesonera : él mismo es , y ape
nas se ha mudado: es aquel despabiladillo Gil Blas que tenia mas
talento que cuerpo : paréceme que le estoy viendo cuando venia aquí
con la botella por vino para cenar su tio .
MISPIT I EL PADRE DE GIL- BL AS
LIBRO DECIMO . 593
Señora, dije á la mesonera , no se puede negar que tiene usted
una memoria feliz ; pero , déme usted, le ruego , noticias de mi fa
milia : sin duda que mis padres no deben estar en una situacion
agradable. Demasiado cierto es , respondió la mesonera ; por triste
que sea el estado en que usted pueda representárselos, no es posi
ble imaginar que haya dos personas mas dignas de compasion que
ellos. El buen señor Gil Perez está baldado de la mitad del cuerpo,
y naturalmente vivirá muy poco : su padre de usted , que de algun
tiempo a esta parte vive con el canónigo, padece una opresion de
pecho, ó , por mejor decir , se halla actualmente entre la vida y la
muerte ; y su madre de usted, que tampoco goza la mejor salud, se
ve precisada á servir de asistenta á los dos enfermos.
Así que oí esta relacion , que me hizo conocer que era hijo, dejé
á Beltran en el meson en guarda de mi equipaje, y , acompañado de
mi secretario Escipion , que no quiso apartarse de mi lado , pasé á
casa de mi tio . Apenas me puse delante de mi madre, cuando cierta
conmocion que sintió en su interior le hizo conocer quién yo era ,
aun antes de tener tiempo para examinar las facciones de mi rostro .
Hijo mio, me dijo tristemente echándome los brazos al cuello , ven
á ver morir á tu padre; a tiempo llegas para ser testigo de tan do
loroso espectáculo . Diciendo esto , me llevó a un cuarto donde el
triste Blas de Santillana, tendido en una cama que mostraba bien la
miseria de un pobre escudero , estaba ya á los últimos. Sin embar
go , aunque cercado de las sombras de la muerte, todavía conservaba
algun conocimiento . Amado esposo , le dijo mi madre , aquí tienes á
tu hijo Gil Blas , que te pide perdon de todos los disgustos que te ha
causado, y te ruega le eches tu bendicion . Al oir esto , abrió mi pa
dre los ojos, que ya comenzaban á cerrarse para siempre , fijólos en
mí , y , observando , a pesar de la postracion en que se hallaba , que
yo lloraba su pérdida, se enterneció de mi dolor . Quiso hablarme,
mas no pudo . Yo entonces le tomé una mano , y , mientras se la ba
ñaba en lágrimas, sin poder proferir una palabra, exhaló el último
aliento , como si solo hubiera esperado á que yo llegase para es
pirar.
Mi madre tenia demasiado consentida esta muerte para afligirse
desmedidamente; quizá me afligi yo mas que ella , sin embargo de
que mi padre en su vida me habia dado la menor demostracion de
cariño. Además de que bastaba ser hijo suyo para llorarle, me acu
saba á mí mismo de no haberle socorrido : y , acordándome de haber
594 GIL BLAS .
tenido esta insensibilidad , me consideraba como un monstruo de in
gratitud , ó , por mejor decir, como un parricida. Mi tio , á quien vi
despues postrado en otra cama poco menos pobre , y en un estado
lastimoso , me hizo experimentar nuevos remordimientos . Hijo des
naturalizado, me dije a mí mismo , considera para tu mayor tor
mento la miseria en que se hallan tus parientes . Si los hubieras so
corrido con parte de lo que te sobraba de los bienes que poseias
antes de estar preso , les hubieras proporcionado las comodidades á
que no podia alcanzar la renta de la prebenda , y de esta manera
acaso hubieras alargado la vida á tu padre .
El desdichado Gil Perez estaba ya lelo ; habia perdido la memoria
У el juicio . De nada me sirvió estrecharle entre mis brazos, y darle
muestras de mi ternura , porque ninguna impresion le hicieron . Por
mas que mi madre le decia que yo era su sobrino Gil Blas, no ba
cia mas que mirarme con un aire imbécil , sin responder nada . Aun
cuando la sangre y el agradecimiento no me hubieran obligado á
compadecerme de un tio á quien tanto debia , no hubiera podido me
nos de hacerlo viéndole en una situacion tan digna de lástima .
Durante este tiempo Escipion guardaba un profundo silencio, me
acompañaba en mi pena , y mezclaba por amistad sus suspiros con
los mios . Pareciéndome que , despues de tan larga ausencia, tendria
mi madre muchas cosas reservadas que decirme , y que podia dete
nerla la presencia de un hombre a quien no conocia , le llamé aparte ,
У le dije: Véte , hijo mio , á descansar al meson , y déjame aquí con
mi madre, que asaso te creeria de más en una conversacion , que no
recaerá sino sobre asuntos de familia . Retiróse Escipion por no in
comodarnos , y efectivamente mi madre y yo estuvimos hablando
toda la noche. Nos dimos recíprocamente fiel cuenta de todo lo que
á uno y otro nos habia sucedido desde mi salida de Oviedo . Ella me
hizo extensa relacion de todas las desazones que habia tenido en
las varias casas donde habia servido de dueña , confiándome en el
asunto muchas cosas que no me hubiera alegrado las hubiese oido mi
secretario , sin embargo de no tener yo pada reservado para él . Con
todo el respeto que debo á la memoria de mi madre, diré que la
buena señora era algo prolija en sus relaciones, y me hubiera ahor
rado las tres cuartas partes de su historia si hubiese suprimido las
circunstancias inútiles de ella .
Acabó por fin su relacion, y yo di principio á la mia . Conté por
encima todas mis aventuras; pero cuando llegué a la visita que me
LIBRO DECIMO. 595
habia hecho en Madrid el hijo de Beltran Moscada, el especiero de
Oviedo, me extendí un poco sobre este pasaje. Confieso, señora ,
dije á mi madre , que recibí con despego al tal mozo , el cual , por
vengarse de ello , no habrá dejado de hablaros muy mal de mí . Así
es, me respondió: díjonos que te habia encontrado tan engreido con
el favor del primer ministro de la monarquía , que apenas te habias
dignado conocerle ; y que , cuando te pintó nuestras miserias , le
oiste con mucha frialdad . Pero , como los padres y las madres ,
añadió ella , procuran siempre disculpar á sus hijos, no pudimos
creer tuvieses tan mal corazon . Tu venida á Oviedo acredita la bue
na opinion que teníamos de tí, y el sentimiento de que te veo lleno
la acaba de confirmar.
Me hace mucho favor, respondí, ese buen concepto que a usted
debo; pero lo cierto es que en la relacion del hijo de Moscada hay
alguna verdad . Cuando me vino á ver estaba yo embriagado con
mi fortuna, y la ambicion que me dominaba no me permitia pensar
en mis parientes. De consiguiente , hallándome en semejante dispo
sicion , no es de admirar que recibiese mal à un hombre que , acer
cándose á mí de un modo grosero , me dijo brutalmente que , ha
biendo sabido que yo estaba mas rico que un judío, iba á aconse
jarme que enviase á ustedes algun dinero, respecto á que se veian
en grande necesidad , y aun me echó en cara en términos nada co
medidos mi indiferencia hácia mi gente. Me incomodó su llaneza ,
y , perdiendo la paciencia, le eché a empujones de mi cuarto . Con
fieso que me porté mal en aquella ocasion, que debí reflexionar no
era culpa vuestra la falta de atencion del especiero, y que su con
sejo merecia seguirse , aunque habia sido grosero el modo de dár
melo . Esto fué lo que me ocurrió al pensamiento un momento des
pues que habia despedido á Moscada. La sangre hizo en mí su ofi
cio , y , acordándome de mis obligaciones hacia mis padres , me
avergoncé de haberlas cumplido tan mal , y senti remordimientos ,
de los cuales no puedo sin embargo hacer mérito con usted , puesto
que fueron sofocados inmediatamente por la avaricia y por la am
bicion . Pero despues fué encerrado por orden del rey en el alcázar
de Segovia , en donde cai gravemente enfermo, y esta dichosa en
fermedad es la que á usted le restituye su hijo. Sí , por cierto : mi
enfermedad y mi prision fueron las que hicieron recobrar á la pa
turaleza todos sus derechos, y las que me han desprendido entera
mente de la corte . Hoy solo suspiro por la soledad, y he venido
596 GIL BLAS .
á Asturias con el fin únicamente de suplicar á usted se venga con
migo á que disfrutemos juntos las dulzuras de una vida retirada. Si
usted admite mi oferta , la conduciré á una posesion que tengo en el
reino de Valencia , en donde espero que pasaremos una vida muy
cómoda. Bien podrá usted conocer que mi ánimo era llevar tambien
á mi padre; pero, ya que el cielo ha dispuesto otra cosa , logre yo
á lo menos la satisfaccion de tener en mi compañía á mimadre, y
pueda reparar con todas las posibles atenciones el tiempo que pasé
sin servirle de nada.
Quedo muy agradecida á tus buenas intenciones , me dijo enton
ces mi madre; sin duda alguna me iria contigo, á no impedírmelo
algunas dificultades. En primer lugar no puedo desamparar á tu tio
y mi hermano en el estado en que se halla : despues de eso , estoy
muy connaturalizada con este pais para que yo le deje ; sin embar
go, como esto merece examinarse con madurez , quiero meditarlo
despacio : por ahora solamente debemos pensar en los funerales de
tu padre. Ese cuidado, le respondí, se lo encargaremos á ese mozo
que usted ha visto conmigo, que es mi secretario ; tiene talento y
celo, y podemos descuidar en él.
No bien habia pronunciado estas palabras cuando entró Esci
pion, porque era ya dia claro . Preguntónos si podia servirnos de
algo en el apuro en que nos hallábamos. Respondíle que llegaba
muy a tiempo para recibir una órden importante que pensaba darle .
Luego que se impuso de lo que se trataba : Basta , dijo , ya tengo
ideada acá en mi cabeza toda la ceremonia, y ustedes podrán fiarse
de mí. Pero guardaos bien , añadió mimadre , de pensar en un fu
neral que tenga la menor apariencia de ostentacion : por modesto
que sea, nunca lo será demasiado para mi esposo , á quien toda la
ciudad ha conocido por un escudero de los mas pobres. Señora,
respondió Escipion , aunque hubiera sido mucho mas infeliz , no por
eso rebajaré dos maravedís . Solo debo tener presentes las circuns
tancias de mi amo: habiendo sido favorito del duque de Lerma, á
su padre debe enterrársele con grandeza.
Aprobé el designio de mi secretario, y aun le encargué que no
economizase eldinero: un resto de vanidad que yo conservaba to
davía se despertó en esta ocasion . Me lisonjeé de que, haciendo este
dispendio por un padre que ninguna herencia me dejaba , admira
rian todos mi porle generoso. Mimadre por su parte , a pesar de la
gran modestia que aparentaba , no dejaba de alegrarse de que su
LIBRO DECIMO . 597
marido fuese enterrado con pompa . Dimos pues amplias facultades
á Escipion, que sin perder tiempo marchó a dar las disposiciones
necesarias para un suntuoso entierro .
Saliéronle muy bien : celebróse un funeral tan magnífico , que ir
ritó contra mí a la ciudad y arrabales ; a todos los vecinos de Ovie
do , desde el mayor hasta el menor, chocó infinito mi ostentacion .
Este ministro de la noche à la mañana , decia uno , tiene dinero para
enterrar a su padre , y no lo tuvo para mantenerle. Mejor hubiera
sido , decia otro , haber tenido mas amor a su padre vivo , que hacerle
tantas honras despues de muerto . En fin , ninguna lengua pecó de
corta ; cada una disparó su saeta . No se contentaron con esto; cuan
do salimos de la iglesia , así á mí como á Escipion y á Beltran nos
cargaron de injurias, acompañándonos hasta el meson . Para disipar
la canalla que se habia agolpado delante de la casa de mi tio , fué
menester que mi madre se asomase á la ventana , y asegurase á to
dos que no tenia ninguna queja de mí . Otros hubo que fueron cor
riendo al meson donde estaba mi silla para hacerla mil pedazos,
como infaliblemente lo hubieran ejecutado, si el mesonero y la me
sonera no hubieran hallado modo de sosegar aquellos ánimos furio
sos, y disuadirles de semejante intento .
Todas estas afrentas, que eran otros tantos efectos de lo que ha
bia bablado de mí el mozo especiero de la ciudad , me inspiraron tal
aversion hácia mis paisanos , que determiné salir cuanto antes de
Oviedo , en donde , á no haber sido esto , tal vez me hubiera deteni
do algun tiempo mas . Díjeselo á mi madre claramente , y , como no
estaba menos sentida que yo de ver lo mal que me babia recibido
mi pais, no se opuso á mi resolucion . Solo se trató del modo de por
tarme con ella en adelante . Madre , le dije, ya que usted no puede
abandonar á mi tio , no debo insistir en que se venga usted coomi
go; pero como , segun todas las señales , no puede estar ' muy dis
tante el fin de sus dias , déme usted palabra de venir á vivir en mi
compañía luego que él fallezca .
Esa palabra, hijo mio , no te la daré ; yo quiero pasar en Asturias
los pocos dias que me quedan de vida , y con total independencia .
Pues qué , señora , le repliqué , eno será usted dueña absoluta de mi
casa ? No lo sé , hijo mio , me respondió : tal vez te enamorarás de
alguna niña linda , y te casarás con ella ; será mi nuera , yo su sue
gra, y no podremos vivir juntas . Usted, le dije, prevé los disgustos
muy de lejos. Por ahora no pienso en casarme; pero si en algun tiem
76
598 GIL BLAS .
po tuviese esta idea , esté usted cierta de que mandaré á mimujer
que en todo y por todo esté sujeta a la voluntad de usted . Te obli
gas temerariamente a una cosa , repuso mi madre, que nunca po
drás cumplir; antes bien no me atrevería yo a afirmar que, si entre
la suegra y la nuera ocurriesen algunas desazones, no te declarases
á favor de tu mujer antes que al mio, por grande que fuese su sin
razon .
Señora, babla usted como un oráculo , dijo mi secretario metién
dose en la conversacion; yo pienso como usted, que las nueras dó
ciles son muy contadas. Así pues para que usted y mi amo queden
contentos , ya que quiere usted decididamente permanecer en las
Asturias y él en el reino de Valencia, será menester que le señale
una renta anual de cien doblones, que yome encargo de traer aquí
todos los años, y por este medio la madre y el bijo estarán muy sa
tisfechos uno de otro á doscientas leguas de distancia . Aprobaron el
convenio las dos partes interesadas, y yo desde luego pagué ade
lantado el primer año, y salí de Oviedo el dia siguiente antes de
amanecer , por miedo de que el populacho no me tratara como á
san Estéban . Tal fué el recibimiento que se me hizo en mi patria.
Admirable leccion para aquellas personas de humilde nacimiento,
que , habiendo enriquecido fuera de su pais, quieren volver á élpara
hacer de personas de importancia .
මුහුණ
CAPÍTULO III .
Toma Gil Blas el camino del reino de Valencia, y llega en fin á Liria ; descripcion de su quinta : cómo fue
recibido en ella , y qué gentes encontró allí .
Tomamos el camino de Leon, despues el de Palencia , y , siguien
do nuestro viaje á cortas jornadas , llegamos al cabo de veinte dias
á Segorbe, y al dia siguiente por la mañana entramos en mi quinta ,
que solo dista cinco leguas de aquella ciudad . Advertí que , confor
me nos íbamos acercando, mi secretario observaba con la mayor
atencion todas las quintas que á diestra y siniestra se le ofrecian á
la vista. Luego que descubria alguna de grande apariencia, me de
cia enseñándomela con el dedo : Me alegrara que fuera aquel nuestro
retiro,
No sé , amigo mio , le dije, qué idea te bas formado de nuestra
morada; pero si te la figuras como una casa magnífica, como la ha
cienda de un gran señor , desde luego te digo que estás muy equi
vocado. Si no quieres que tu imaginacion se ria despues de tí, re
presentate aquella casa campestre que Mecenas regaló á Horacio ,
situada en el pais de los Sabinos cerca de Tívoli . Haz cuenta que
don Alfonso me ha hecho un regalo muy semejante á aquel. Segun
eso, replicó Escipion, solo debo esperar que tendremos por alber
gue una cabaña. Acuérdate , repuse yo , que siempre te hice una
descripcion muy modesta de ella , y , si quieres juzgar por ti mismo
de la fidelidad de mi pintura , vuelve la vista bácia el rio Guada
laviar, y mira sobre su orilla, junto a aquella aldehuela de nueve
600 GIL BLAS .
á diez casas, aquella que tiene cuatro torrecillas , que esa es mi
quinta .
¡ Diantre ! exclamó entonces asombrado mi secretario : aquel edi
ficio es una preciosidad. Además del aspecto de nobleza que le dan
sus torrecillas, puede añadirse que está bien situado , bien construi
do y rodeado de cercanías mas deliciosas que los contornos de Sevi
lla , llamados por excelencia el paraiso terrenal . El sitio no podia
ser mas de mi gusto , aunque nosotros mismos le hubiéramos esco
gido . Riégale un rio con sus aguas , y un espeso bosque está brin
dando con su sombra al que quiera pasear aun en la mitad del dia .
¡ Oh , qué amable soledad ! jah , mi querido amo ! todas las trazas
son de que permaneceremos en él largo tiempo . Me alegro mucho,
le respondí, de que te agrade tanto nuestro retiro, del cual aun no
conoces todas las conveniencias.
Divertidos en esta conversacion , llegamos finalmente á la casa,
cuyas puertas nos fueron abiertas al punto que dijo Escipion era yo
el señor Gil Blas de Santillana , que iba a tomar posesion de su
quinta . Al oir un nombre tan respetable para aquellas gentes, deja
ron entrar la silla en un espacioso patio , donde al punto me apeé;
apoyándome gravemente de Escipion y haciendo de personaje, pasé
1
á una sala , en la que inmediatamente se me presentaron siete ú
ocho criados , diciendo que venian á ofrecerme sus reverentes obse
quios , como a su nuevo señor , habiéndolos don César y don Alfon
so escogido para que me sirviesen , uno de cocinero, otro de ayudante
de cocina , otro de pinche de la misma , otro de portero, y los demás
de lacayos , con prohibicion a todos de recibir de mí salario alguno ,
porque aquellos señores querian corriesen de su cuenta todos los
gastos de mi casa . El principal de estos criados , y que como tal lle
vaba la palabra , era el cocinero , el cual se llamaba maestro Joa
quin . Díjome habia hecho una buena provision de los mejores vinos
de España , y que por lo tocante al aderezo de la comida , habiendo
tenido el honor de servir por espacio de seis años en la cocina del
señor arzobispo de Valencia , esperaba componer unos platos que
excitasen mi apetito . Voy á disponerme , añadió , para dar á V. S.
una prueba de mi habilidad . Mientras llega la hora de comer , po
drá dar V. S. un paseo y visitar su quinta, para reconocer si se
halla en estado de ser habitada por V. S .: ya se puede considerar
que yo no dejaria de hacer esta visita : y Escipion , aun mas curio
so de hacerla que yo , me fué conduciendo de pieza en pieza: recor
LIBRO DECIMO . 601
rimos toda la casa de arriba abajo sin que ningun rincon se esca
pase á nuestra curiosidad , por lo menos así nos lo pareció; y por
todas partes ballé motivo para admirar la gran bondad que don Cé
sar y su hijo tenian para conmigo . Entre otras cosas , llamaron mi
atencion dos aposentos adornados con unos muebles , que , sin lle
gar á ser magníficos, eran de buen gusto . Estaba el uno colgado
de tapicería de los Paises Bajos, y en él una cama y sillas cubiertas
de terciopelo, todo bien conservado, a pesar de haberse hecho en
tiempo que los moros ocupaban el reino de Valencia . De igual gus
to eran los muebles del otro aposento : cubria sus paredes una col
gadura antigua de damasco genovés, de color de caña, con una
cama y sillas de la misma tela , guarnecidas de franjas de seda azul.
Todos estos efectos, que en un inventario hubieran sido poco apre
ciados , parecian allí ostentosos.
Despues de baber examinado bien todas las cosas, mi secretario
y yo volvimos a la sala , en que estaba ya puesta una mesa con
dos cubiertos . Sentámonos á ella , y al punto se nos sirvió una olla
podrida tan delicada, que nos dió lástima de que el arzobispo de Va
lencia no tuviese ya al cocinero que la habia sozonado . Verdad es
que teníamos buenas ganas, y esto contribuia á que no nos supiese
mal . A cada bocado que comíamos , mis lacayos de nueva fecha nos
presentaban unos grandes vasos que llenaban hasta el borde de un
vino rico de la Mancha . No atreviéndose Escipion a dejar. ver. de
lante de ellos la satisfaccion interior que experimentaba, me la daba
á entender con miradas expresivas , y yo le manifestaba con las mias
que estaba tan contento como él . Un plato de asado, compuesto de
dos codornices gordas que acompañaban á un lebratillo de exquisi
to gusto, nos hizo dejar la olla podrida , y acabó de saciarnos. Lue
go que hubimos comido como dos hambrientos y bebido á propor
cion , nos levantamos de la mesa para ir al jardin a dormir voluptuo
samente la siesta en algun sitio fresco y agradable.
Si mi secretario se habia mostrado hasta entonces muy satisfecho
de cuanto habia visto, aun lo quedó mas cuando vió el jardin , que
le pareció comparable con el parterre del Escorial. Bien es verdad
que don César , que de cuando en cuando venia á Liria , tenia gusto en
bacerlo cultivar y hermosear. Todas las calles estaban bien cubiertas
de arena, y enfiladas de naranjos; un gran estanco de mármol blan
co , en cuyo centro un leon de bronce arrojaba copiosos chorros de
agua , la hermosura de las flores y la diversidad de frutas, todos es
602 GIL BLAS .
tos objetos embelesaron á Escipion ; pero lo que mas le encantó fué
una prolongada calle de árboles que bajaba en declive continuando
hasta la habitacion del arrendatario, cubierta con el espeso follaje
de upos frondosos árboles . Haciendo el elogio de un sitio tan á pro
pósito para preservarse del calor, nos detuvimos en él y nos sen
tamos al pié de un olmo , adonde el sueño acudió presto á apoderarse
de dos hombres algo alegrillos que acababan de comer bien .
Dos horas despues despertamos despavoridos al ruido de muchos
escopetazos disparados tan cerca de nosotros , que nos asustaron .
Levantámonos precipitadamente; y , para informarnos de lo que era,
fuímos á la casa del arrendatario , y allí encontramos ocho o diez al
deanos , todos vecinos del lugar, que disparaban y quitaban el orin
de sus escopetas para celebrar mi venida , que acababan de saber .
La mayor parte de ellos me conocia ya por haberme visto algunas
veces en aquella quinta ejercer el empleo de mayordomo . Apenas
me vieron , gritaron todos á un mismo tiempo : ¡ Viva nuestro nuevo
señor ! ¡Sea bien venido á Liria! Diciendo esto, volvieron á cargar
sus escopetas, y me obsequiaron con una descarga general. Recibi
los con el mayor agrado que me fué posible ; pero guardando siem
pre gravedad , porque no me pareció conveniente familiarizarme de
masiado con ellos . Ofrecíles mi proteccion, y les di además como
unos veinte doblones , expresion que , segun creo , no fué la que me
nos les agradó. Retiréme despues con mi secretario, dejándoles la
libertad de echar todavía mas pólvora al aire , y nos fuimos al bos
que , en donde nos estuvimos paseando hasta la noche , sin que nos
cansase la vista de los árboles : tanto nos embelesaba el gusto de
vernos en nuestra nueva posesion .
Durante nuestro paseo no estaban ociosos el cocinero, su ayu
LIBRO DECIMO . 603
dante, ni el galopin . Ocupábanse todos tres en disponernos una ce
na superior a la comida ; tanto , que , cuando volvimos del paseo y
entramos en la sala donde habíamos comido , quedamos muy admi
rados de ver poner en la mesa cuatro perdigones asados , un guisa
do de conejo á un lado , y un capon en pepitoria al otro ; sirviendo
despues de intermedio orejas de puerco , pollos en escabeche , y cre
ma de chocolate . Bebimos abundantemente vino de Lucena у otros
muchos excelentes. Cuando conocimos que ya no podíamos beber
mas sin exponer nuestra salud, pensamos en irnos á acostar . Mis
criados tomaron entonces luces, y me condujeron al mejor cuarto,
en donde me desnudaron con mucha oficiosidad; pero , luego que
me dieron mi bata de noche y mi gorro de dormir , los despedí di
ciéndoles en tono de amo : Retiraos, que ya no os necesito para lo
demás .
Habiéndoles despachado a todos me quedé solo con Escipion para
conversar un poco con él . Preguntéle qué juicio formaba del trato
que se me daba por orden de los señores de Leiva . Por vida mia ,
me respondió , que me parece no puede dárseos mejor, y solamente
deseo que esto dure mucho . Pues yo no lo deseo , le repliqué : no
debo permitir que mis bien hechores hagan tantos gastos por mí ,
porque esto seria abusar de su generosidad . Fuera de eso , tampoco
me acomoda servirme de criados asalariados por otro , porque cree
ria no hallarme en mi casa . A todo esto se añade que yo no me be
retirado aquí para vivir con tanto aparato . ¿Qué necesidad tenemos
de tantos criados ? bástanos Beltran , un cocinero , un mozo de cocina
y un lacayo. Sin embargo de que a mi secretario no le pesaria vi
vir siempre a costa del gobernador de Valencia , no se opuso a mi
delicadeza en este punto ; antes bien , conformándose con mi dictá
men , aprobó la reforma que yo queria hacer. Decidido esto , se sa
lió él de mi cuarto para retirarse al suyo .
.
CAPÍTULO I.
Marcha Gil Blas á Valencia y visita á los señores de Leiva ; de la conversacion que tuvo con ellos, y de la
buena acogida que le hizo doña Serafina.
Acabé de desnudarme , y me acosté ; pero , viendo que no podia
quedarme dormido , me abandoné á mis reflexiones. Se me presen
tó la generosidad con que los señores de Leiva pagaban la inclina
cion que yo les tenia, y , sumamente agradecido á las nuevas señales
que de ello me daban , resolví marchar al dia siguiente á visitarlos
para satisfacer la impaciencia que tenia de manifestarles mi grati
tud . Ya me complacia anticipadamente la idea de volver a ver pronto
á Serafina; pero este placer no era del todo completo , porque no
podia pensar sin pesadumbre en que al mismo tiempo tenia que so
portar la presencia de la señora Lorenza Séfora , que , pudiéndose
acordar todavía del lance del bofeton, no se alegraria mucho de ver
me . Cansada la imaginacion con todas estas especies , me quedé
finalmente dormido , y no desperté hasta que empezó a dejarse ver
el sol .
Me levanté con prontitud , y , enteramente puesto el pensamiento
en el viaje que meditaba, tardé poco en vestirme . Al acabar entró
mi secretario en mi cuarto . Escipion , le dije, aquí tienes á un hom
bre que se dispone para ir a Valencia . No puedo menos de ir inme
diatamente á visitar á unos señores á quienes debo mi buena fortuna;
y cada instante de tardanza en el cumplimiento de este deber parece
acusarme de ingratitud. A tí, amigo mio , te dispenso de acompa
LIBRO DECIMO . 605
farme; quédate aquí durante mi ausencia , que no pasará de ocho
dias. Id , señor , respondió , y cumplid con don Alfonso y su padre,
que me parece agradecen el celo que se les manifiesta , y que están
muy reconocidos á los servicios que se les han hecho : son tan raras
las personas distinguidas que tienen ese carácter , que no están por
demás cualesquiera consideraciones que se les manifiesten . Di órden
á Beltran para que se dispusiese á partir , y mientras que él prepa
raba las mulas tomé yo chocolate . En seguida monté en mi silla,
dejando mandado a mis criados que mirasen á mi secretario como á
mi misma persona , y que obedeciesen sus órdenes como las mjas .
En menos de cuatro boras llegué á Valencia , y fuí en derechura
á apearme á las caballerizas del gobernador . Dejando allí mi car
ruaje, bice me condujesen al cuarto de este señor , en donde se ba
llaba á la sazon con su padre don César . Abrí sin ceremonia la puer
ta , y acercándome a los dos : Los criados , les dije, no envian recado
delante para presentarse á sus amos ; aquí está un antiguo criado
de VV . SS . , que viene a ofrecerles sus respetos . Diciendo esto , quise
arrodillarme en su presencia ; pero ellos no lo permitieron , y ambos
me estrecharon entre sus brazos con todas las demostraciones de
una verdadera amistad . Y bien , mi querido Santillana , me dijo don
Alfonso, ¿ has ido ya á Liria á tomar posesion de tu bacienda? Sí ,
señor, le respondí , y suplico á V. S. se sirva permitirme que se la
devuelva . Pues zpor qué? me replicó : ¿has encontrado en ella alguna
cosa que no te acomode? Nada de eso , respondí ; por lo que toca á
la posesion , me agrada iofipito ; pero lo que no me acomoda es te
per en ella cocineros de arzobispo , y tres veces mas criados de los
que be menester , ocasionando á V. S. un gasto tan crecido como
superfluo .
Si hubieras aceptado , dijo don César , la pension de dos mil du
cados que te ofrecimos en Madrid , nos hubiéramos limitado á rega
larte esa quinta albajada como está ; pero , no babiéndola tú querido
admitir , nos parecio que en recompensa debia bacer lo que bicimos .
Eso es demasiado , le respondi , basta que VV . SS . me favorezcan
con la bacienda , que es suficiente para colmar todos mis deseos .
Además de lo mucho que cuesta á VV . SS . mantener tanta geote ,
aseguro que una familia tan numerosa me incomoda y me causa
gran sujecion . En suma , señores , añadí , ó VV . SS , recobren su
finca, ó dígnense dejármela gozar á mi modo . Pronuncié estas úl
timas palabras con tanta entereza, que padre é bijo , que de ningun
77
606 GIL BLAS .
modo querian violentarme, me permitieron al fin disponer de la
quinta como mejor me pareciese.
Les repetia mil gracias por haberme concedido esta libertad, sin
la cual yo no podia ser dichoso , cuando don Alfonso me interrum
pió diciendo : Mi querido Gil Blas, quiero presentarte á una dama,
que tendrá singular gusto de verte; y hablando de este modo me
tomó de la mano , y me condujo al cuarto de Serafina, la cual, así
que me vió , prorumpió en un grito de alegría . Señora , le dijo el
gobernador , creo que la llegada de nuestro amigo Santillana á Va
lencia no os será menos gustosa que a mí . De eso , respondió ella ,
el mismo Santillana debe estar muy persuadido. No ba sido capaz
el tiempo de borrar de mi memoria el favor que me hizo , y añado
al agradecimiento que me merece, el que debo á un hombre a quien
vos sois deudor . Respondí a mi señora la gobernadora, que me con
sideraba mas que suficientemente pagado del peligro que yo habia
corrido juntamente con los demás que me ayudaron á librarla, expo
niendo mi vida por conservar la suya ; y , despues de muchos cum
plimientos recíprocos, don Alfonso me sacó fuera del cuarto de Se
rafina, y fuimos á reunirnos con don César , á quien hallamos en
una sala acompañado de muchos caballeros, que estaban aquel dia
convidados á comer .
Saludáronme todos con mucha cortesanía , y me hicieron tantos
mas acatamientos, cuanto que supieron por don César, que yo habia
sido uno de los principales secretarios del duque de Lerma . Y aun
quizá no igporaria la mayor parte de ellos que don Alfonso habia
obteoido á influjo mio el gobierno de Valencia , porque al cabo todo
se llega á saber . Como quiera que sea , desde que nos sentamos a
la mesa solo se habló del nuevo cardenal; unos hacian , ó apa
rentaban hacer, grandes elogios de él , y otros le ensalzaban, pero
entre dientes, y , como se suele decir, con la boca chica . Luego co
nocí que con esto querian incitarme á que hablase extensamente
subre su eminencia , y que les divirtiese á costa suya . De buena ga
na hubiera dicho lo que pensaba de él ; pero contuve la lengua, lo
que me hizo pasar en el concepto de aquellos caballeros por un mo
zo muy discreto .
Concluida la comida, se retiraron los convidados á sus casas á
dormir la siesta . Don César y su hijo, instados del mismo deseo, se
encerraron en sus cuartos . Yo, lleno de impaciencia por ver cuanto
antes una ciudad que tanto habia oido alabar , sali del palacio del
LIBRO DECIMO . 607
gobernador con ánimo de pasear las calles . Encontré á la puerta un
hombre que se acercó a mí , y me dijo : ¿ Me dará licencia el señor
de Santillana para que le salude? Preguntéle quién era , y me res
pondió : soy el ayuda de cámara del señor don César , y era uno de
sus lacayos caando usted estaba de mayordomo de la casa . Todas
las mañanas iba al cuarto de usted , que siempre me hacia mil fa
vores , y le informaba de todo lo que pasaba en casa . ¿No se acuer
da usted que un dia le dije que el cirujano de la aldea de Leiva en
traba secretamente en el cuarto de la señora Loreoza Séfora ? De eso
me acuerdo muy bien , le respondí ; y abora que se babla de esa
dueña , ¿qué se ha hecho? ¡ Ab! repuso él , luego que usted se ausen
tó, la pobre mujer cayó mala de pasion de ánimo , y al cabo murió
mas llorada del ama que del amo .
Despues que el ayuda de cámara me informó del triste fin de Sé
fora , me pidió perdon de lo que me habia detenido, y me dejó pro
seguir mi camino . No pude menos de suspirar acordándome de
aquella desdichada dueña , y , compadeciéndome de su suerte , me
echaba la culpa de su desgracia , sin pensar que debia atribuirse mas
bien á su cáncer , que al mérito mio de que se habia prendado .
Observaba con gusto todo lo que parecia digno de ser notado en
la ciudad . El palacio arzobispal entretuvo agradablemente mi vista ,
y lo mismo los hermosos pórticos de la lonja ; pero lo que me llevó
toda la atencion fué una gran casa que ví á lo lejos, en la cual en
traba mucha gente . Acerquéme á ella para saber por qué acudia
allí un concurso tan crecido de hombres y mujeres ; y presto salí de
mi curiosidad , leyendo estas palabras escritas con letras de oro en
una lápida de mármol negro que estaba sobre la puerta : Posada de
los representantes. Leſ tambien los carteles, en los cuales los cómi
cos ofrecian por la primera vez aquel dia la representacion de una
tragedia nueva de don Gabriel Triaquero .
CAPITULO ¥.
Va Gil Blas á la comedia, y ve representar una tragedia nueva: qué éxito tuvo la pieza. Carácter del pue
blo de Valencia .
Detúveme algunos momentos á la puerta para hacerme cargo de
las personas que entraban , y babíalas de todas calidades . Ví caba
lleros de buena traza y ricamente vestidos , y gentualla de tan mala
catadura como traje. Ví varias señoras de título que se apeaban de
sus coches para ir á ocupar los aposentos que babian mandado to
mar , y algunas aventureras que iban a caza de mentecatos . Este
confuso tropel de toda clase de espectadores me inspiró el deseo de
aumentar su número . Ya me disponia a tomar billete cuando el go
bernador y su esposa llegaron . Reconociéronme entre la muche
dumbre, y , habiéndome mandado llamar , me llevaron á su palco,
en donde me senté detrás de los dos , de modo que podia hablar co
modamente con ambos . Estaba el salon lleno de gente de alto á bajo,
el patio muy apiñado , y la luneta llena de caballeros de las tres ór
denes militares. ¡ Grande entrada ! dije á don Alfonso . No hay que
admirarse de eso , me respondió , porque la tragedia que se va á re
presentar está compuesta por don Gabriel Triaquero, apellidado el
poeta de moda. Cuando los carteles de los cómicos anuncian alguna
nueva composicion suya , toda la ciudad de Valencia se pone en mo
vimiento : hombres y mujeres no saben hablar de otra cosa : todos
los palcos se abonan; y el dia de la primera representacion se es
tropean las gentes á la puerta por entrar, siendo así que se dobla
LIBRO DECIMO . 609
el precio, exceptuando únicamente el del patio , á quien siempre se
respeta demasiado por temor de que se altere . Sin duda , dije en
tonces al gobernador, que esa viva curiosidad del público , esa fu
riosa impaciencia que tiene por oir todas las composiciones nuevas
de don Gabriel , me dan una idea ventajosa del ingenio de ese poeta.
Al llegar aquí nuestra conversacion , se dejaron ver en el teatro
los actores . Callamos inmediatamente para oirlos con atencion . Des
de el principio comenzaron los aplausos , á cada verso se repetian ,
y al fin de cada jornada habia un palmoteo que parecia venirse al
suelo el teatro. Concluida la representacion, me mostraron al autor,
el cual iba modestamente por los aposentos á recoger los aplausos
de que caballeros y damas le llepaban a competencia .
Nosotros volvimos al palacio del gobernador , adonde poco des
pues llegaron tres ó cuatro caballeros cruzados y dos autores anti
guos muy apreciables en su clase , acompañados de un caballero de
Madrid , sugeto de talento y de gusto . Todos habian estado en la
comedia , y durante la cena no se babló sipo de la nueva pieza .
¿ Qué les parece a ustedes de la tragedia , preguntó un caballero de
Santiago? ¿No es esto lo que se llama una obra perfecta ? pepsa
mientos sublimes , expresiones tiernas , versificacion vigorosa , nada
le falta ; en una palabra , es un poema compuesto para los inteligen
tes. No creo , respondió un caballero de Alcántara, que nadie pueda
pensar de él de otra manera . Esta pieza tiene algunos trozos que
parecen dictados por el mismo Apolo , y ciertos lances manejados
con destreza : dígalo sino el señor , añadió , dirigiendo la palabra al
caballero castellano, que me parece entendido , y apuesto a que es
de mi opinion . No apueste usted , caballero, le respondió el de Ma
drid con cierta risita falsa . Yo no soy de este pais: en Madrid no
610 GIL BLAS .
acostumbramos a decidir con tanta facilidad . Lejos de juzgar del
mérito de una pieza que oimos por la primera vez, desconfiamos de
sus bellezas cuando solamente la escuchamos en boca de los acto
res ; y por mucha impresion que nos baga, suspendemos el juicio
hasta haberla leido; porque en la realidad no siempre nos causa en
el papel del mismo placer que nos ha causado en la escena .
Por eso antes de calificar un poema, prosiguió , lo examinamos
escrupulosamente; y , por grande que pueda ser la fama de un
autor, no puede deslumbrarnos: cuando Lope de Vega mismo y
Calderon ofrecian composiciones nuevas, ballaban jueces severos
en sus admiradores, los cuales no los elevaron á la cumbre de la
gloria basta despues de baber juzgado que eran dignos de ella .
¡ Oh ! por cierto , interrumpió el caballero de Santiago, nosotros
no somos tan tímidos como ustedes ; no esperamos para decidir á
que se imprima una pieza. A la primera representacion conocemos
todo su mérito : pi aun para eso nos es necesario oirla con la mayor
atencion , sino que no basta saber que es produccion de don Gabriel
para persuadirnos de que no tiene ningun defecto. Las obras de este
poeta deben servir de época al nacimiento del buen gusto . Los Lo
pes y los Calderones no eran mas que unos aprendices en compa
racion de este gran maestro del teatro . El madrileño, que miraba
á Lope y á Calderon como á los Sófocles y Eurípides de los espa
ñoles , indignado con este discurso temerario, exclamó: ¡Qué sacri
legio dramáticol Supuesto, señores, que ustedes me obligan á juz
gar como acostumbran por la primera representacion , les diré que
no me ha gustado la tragedia de su don Gabriel . Es un drama zur
cido de rasgos mas brillantes que sólidos . Las tres cuartas partes
de los versos son malos , ó sin buena rima, los caractéres mal for
mados ó mal sostenidos, y los conceptos frecuentemente muy os
curos .
Los dos autores que estaban á la mesa , y que por una modera
cion tan loable como rara no habian dicho nada porque no se les
sospechase de envidiosos, no pudieron menos de aprobar con los
ojos la opinion de este caballero ; lo que me hizo creer que su silen
cio era menos un efecto de la perfeccion de la obra que de su poli
tica . En cuanto a los caballeros cruzados, comenzaron de nuevo á
elogiar á don Gabriel, y aun le colocaron entre los dioses. Esa ex
travagante apoteosis y ciega idolatría impacientaron al castellano,
que , alzando las manos al cielo , exclamó repentinamente entusias
LIBRO DECIMO . 611
mado : ¡ Oh divino Lope de Vega , raro y sublime ingenio, que de
jaste un inmenso espacio entre ti y todos los Gabrieles que quieran
igualarte ; y tú , melífluo Calderon , cuya suavidad elegante y pur
gada de epicismo es inevitable ! po temais uno ni otro que vuestros
altares sean derribados por este bijo novel de las musas . Muy afor
tunado será si la posteridad , cuya delicia formareis así como for
mais la muestra , hace mencion de él .
Este gracioso apóstrofe, que ninguno esperaba, hizo reir á toda
la concurrencia , con lo cual se levantó de la mesa y se retiró . A mí
me condujeron por órden de don Alfonso al cuarto que me tepia
dispuesto ; encontré en él una buena cama , en la que , habiéndose
acostado mi señoría , se durmió compadeciéndome tanto como el ca
ballero castellano de la injusticia que los ignorantes hacian á Lope
y á Calderon .
CAPITULO ¥1.
Gil Blas, paseándose por las calles de Valencia , encuentra á un religioso , á quien le parece conocer: que
hombre era este religioso .
Como no habia podido ver toda la ciudad el dia anterior, mele
vanté y salíal siguiente para acabar de examinarla. Divisé en la
calle á un cartujo, que sin duda iba á negocios de su comunidad .
Camioaba con los ojos bajos, y con un aspecto tan devoto , que se
llevaba la atencion de todos. Pasó muy cerca de mí, miréle atenta
mente , y me pareció ver en él á don Rafael, aquel aventurero que
ocupa tan honorífico lugar en varios capítulos de esta historia .
Me quedé tan asombrado y conmovido de este inesperado en
cuentro , que, en vez de acercarme al monje, permanecí iomóvil por
algunos momentos, lo que le dio tiempo para alejarse de mí. ¡Justo
cielo ! dije: ese habráo visto jamás dos rostros mas parecidos? ¿Qué
deberé pensar? ¿Creeré que este es Rafael? pero opuedo imaginar
que no lo sea ? Tuve demasiada curiosidad de saber la verdad para
no pasar adelante .
Hice que me enseñasen el camino de la Cartuja , adonde fui al
momento con la esperanza de volver á ver al tal hombre cuando se
restituyese almonasterio , y resuelto a detenerle para bablarle ;pero
no tuve necesidad de aguardarle para quedar enterado de todo . Al
llegar a la puerta del monasterio , otra cara que yo conocia trocó
mi duda en certidumbre , y reconocí en el lego portero á Ambrosio
Lamela, mi antiguo criado.
LIBRO DECIMO. 613
Fué igualla sorpresa de ambos de encontrarnos allí. ¿Será acaso
una ilusion? le dije al saludarle . ¿Es realmente un amigo mio el que
tengo a la vista? Al pronto no me conoció , ó acaso fingió no cono
cerme; pero, considerando que era inútil la ficcion, y haciendo como
quien de repente se acuerda de una cosa olvidada: ¡Ah, señor Gil
Blas ! exclamó, perdone usted si no le conocí tan prontamente . Desde
que vivo en este santo lugar, y me dedico á cumplir con los debe
res que prescriben nuestras reglas, voy perdiendo insensiblemente
la memoria de lo que he visto en el mundo.
Tengo un verdadero gozo , le dije, de volverte á ver despues de
diez años con un traje tan respetable. Y yo , respondió , me aver
güenzo de presentarme con él á un hombre que ha sido testigo de
mi mala vida: este hábito me la está continuamente reprendiendo.
¡Ah! añadió dando un suspiro , para ser digno de llevarle debiera
haber vivido siempre en la inocencia . Por ese modo de hablar , que
me causa sumo placer , le repliqué, se ve claramente , mi caro her
mano, que el dedo del Señor os ha tocado . Vuelvo á deciros que me
lleno de gozo , y estoy impaciente por saber de qué modo milagro
so entrasteis en el buen camino vos y don Rafael, porque estoy per
suadido de que él es á quien acabo de encontrar en la ciudad en
hábito de cartujo : me ha pesado de no haberle detenido en la calle
para hablarle, y le espero aquí para reparar mi falta cuando se re
tire al monasterio .
No se engañó usted , me dijo Lamela ; el mismo don Rafael es á
quien usted ha visto ; y en cuanto a la relacion que usted me pide
es la siguiente: Despues de habernos separado de usted acerca de
Segorbe, el hijo de Lucinda y yo tomamos el camino de Valencia
con ánimo de hacer allí alguna de las nuestras. Quiso la casualidad
que entrásemos en la iglesia de cartujos a tiempo que los religiosos
estaban rezando en el coro : detuvímonos á considerarlos, y conoci
mos por nuestra misma experiencia que los malos no pueden me
nos de venerar la virtud . Admirámonos del fervor con que rezaban ,
de aquel aire penitente y desasido de los placeres del siglo , y de la
serenidad que se dejaba ver en sus semblantes , y que manifestaba
tan bien la quietud de sus conciencias.
Haciendo estas observaciones caimos en una meditacion que nos
fué saludable. Comparamos nuestras costumbres con las de estos
buenos religiosos, y la diferencia que hallamos entre unas y otras
nos llenó de turbacion y de inquietud. Lamela , me dijo don Rafael
78
614 GIL BLAS .
luego que salimos de la iglesia , ¿qué impresion ha causado en tí lo
que acabamos de ver? Por lo que á mí toca , no puedo ocultártelo,
no tengo el ánimo sosegado: me agitan unos movimientos que me
son desconocidos; y por la primera vez de mi vida me acuso de mis
iniquidades . En igual disposicion me hallo yo , le respondi : las ma
las acciones que he cometido se levantan en este instante contra mí ,
y mi corazon , que jamás habia sentido remordimientos, está en la
actualidad despedazado por ellos . ¡ Ah , querido Ambrosio ! continuó
mi compañero; somos dos ovejas descarriadas que el Padre celes
tial quiere por su piedad volver al aprisco . Él es , amigo mio , él es
quien nos llama ; no seamos sordos á su voz , renunciemos á nues
tras iniquidades , dejemos la disolucion en que vivimos , y comen
cemos desde hoy á trabajar seriamente en el grande negocio de
nuestra salvacion ; debemos pasar el resto de nuestra vida en este
monasterio, y consagrarla á la penitencia .
Aprobé el pensamiento de Rafael, prosiguió el hermano Ambro
sio , y tomamos la generosa resolucion de meternos cartujos. Para
ponerla por obra , recurrimos al padre prior , que , apenas supo
nuestro designio , cuando , para probar nuestra vocacion , mandó se
nos diesen celdas , y se nos tratase como á religiosos durante un
año entero . Observamos las reglas con tanta exactitud y constancia ,
que fuimos recibidos de novicios . Estábamos tan contentos con
nuestro estado y tan llenos de fervor, que sufrimos valerosamente
los trabajos del noviciado, y en seguida se nos admitió á la profe
sion . Poco despues de ella , habiendo mostrado don Rafael un ta
lento á propósito para el manejo de negocios, le nombraron para
aliviar á un padre anciano que era entonces procurador. Mas hu
biera querido el hijo de Lucinda emplear todo el tiempo en la ora
cion ; pero se vió obligado á sacrificar este gusto á la necesidad que
se tenia de él . Adquirió un conocimiento tan completo de los inte
reses de la casa , que le juzgaron capaz de sustituir al anciano pro
curador, muerto tres años despues. Y así está ejerciendo en la ac
tualidad este cargo, y puede decirse que le desempeña con grande
satisfaccion de los padres , que alaban mucho su conducta en la ad
ministracion de los bienes temporales . Pero lo que mas admira es
que , a pesar del cuidado que se le confió de recaudar nuestras rentas,
no parece ocupado sino en la vida eterna . Si los negocios le dejan
un momento de reposo se abisma en profundas meditaciones: en una
palabra, es uno de los mejores individuos de este monasterio.
LIBRO DECIMO . 615
Interrumpi á Lamela cuando llegaba aquí con un grande movi
miento de gozo que manifesté al ver á Rafael, que á este punto se dejó
ver de nosotros . He aquí , exclamé , he aquí el santo procurador
que yo estaba esperando con tanta
impaciencia ; y al mismo tiempo cor
rí hácia él , y le di un abrazo. No se
desdeñó de recibirle , y sin dar la
mas leve muestra de que mi vista le
hubiese causado la menor alteracion:
Sea Dios loado , señor de Santillana ,
me dijo con una voz llena de dulzu
ra , Dios sea loado por el placer que
me causa el veros. Verdaderamente ,
le dije, mi querido Rafael, yo tomo
toda la parte posible en vuestra feli
منا cidad . Fr. Ambrosio me ha contado
la historia de vuestra conversion , y confieso que su relacion me ha
encantado. ¡ Qué ventura la vuestra , amados amigos mios , la de
poder lisonjearos de ser de aquel corto número de escogidos que
deben gozar de una bienaventuranza eterna !
Dos miserables como nosotros, respondió en tono muy humilde
el hijo de Lucinda , no podian concebir semejante esperanza ; pero
el arrepentimiento de los pecados les hizo hallar gracia ante el Pa
dre de las misericordias . Y usted , señor Gil Blas, añadió , zno pien
sa tambien en merecer que el Señor le perdone las culpas que con
tra él ha cometido ? ¿Qué asuntos le han traido á usted á Valencia ?
zejerce por desgracia algun empleo peligroso ? No , á Dios gracias,
le respondí: desde que sali de la corte hago una vida honrada. Unas
veces gozo de la inocente diversion del campo en una hacienda que
tengo distante pocas leguas de esta ciudad , y otras vengo á recrear
me algunos dias con mi amigo el señor gobernador, á quien ustedes
dos conocen muy bien .
Entonces les conté la historia de don Alfonso de Leiva , que oye
ron con atencion ; y , cuando les dije que yo habia llevado de parte
de este señor á Samuel Simon los tres mil ducados que le babíamos
hurtado , Lamela me interrumpió , y , dirigiendo la palabra á Rafael,
le dijo: Segun eso , padre Hilario , el buen mercader ya no debe que
jarse de un robo que se le ha restituido con usura , y nosotros dos
debemos tener la conciencia bien tranquila sobre este punto . Con
616 GIL BLAS .
efecto , dijo el procurador, antes que el hermano Ambrosio y yo to
másemos el bábito , hicimos entregar secretamente á Samuel Simon
mil y quinientos ducados por mano de un honrado eclesiástico, que
quiso tomarse el trabajo de ir a Chelva a hacer esta restitucion se
creta . Tanto peor para Samuel si fué capaz de embolsarse esta can
tidad despues de haber sido reintegrado enteramente por el señor de
Santillana . Pero esos mil y quinientos ducados , repliqué yo , ¿ se le
entregaron fielmente ? Sin duda alguna , contestó don Rafael; yo res
ponderia de la integridad del eclesiástico como de la mia . Y yo
tambien le abonaria , dijo Lamela; especialmente despues que ganó
dos pleitos que le suscitaron por depósitos que se le habian confiado,
y en los que fueron condenados en costas sus acusadores .
Nuestra conversacion duró todavía algun tiempo, y luego nos
separamos, ellos exhortándome á que tuviese siempre presente el
santo temor de Dios, y yo recomendándome á sus buenas oraciones.
Fuí al momento á verme con don Alfonso, y le dije: Nunca acerta
ria usia con quién acabo de tener una larga conversacion : no hago
mas que separarme de dos venerables cartujos que V. S. conoce :
el uno se llama el padre Hilario , y el otro el hermano Ambrosio.
Te equivocas, me respondió don Alfonso, porque no conozco á nin
gun cartujo. Perdone V. S. , le repliqué , pues conoció en Chelva al
hermano Ambrosio, comisario de la Inquisicion, y al padre Hilario,
secretario. ¡ Oh , cielos ! exclamó sorprendido el gobernador: ¡ será po
sible que Rafael y Lamela se hayan metido cartujos! Es positivo, le
respondí , y años há que profesaron. El primero es procurador de
de la casa , y el segundo portero.
Quedó pensativo algunos momentos el hijo de don César , y luego
meneando la cabeza , dijo: Harto será que el señor comisario de la
Inquisicion y su secretario no estén representando aquí una nueva
comedia . V. S. , repuse yo , juzga de lo presente por el tiempo pa
sado; pero yo , que vengo de hablarles, juzgo mas benignamente.
Es verdad que no se ve en el fondo de los corazones; mas , segun
todas las apariencias, estos son dos bribones convertidos . Bien pue
de ser, respondió don Alfonso, porque hay muchos libertinos que,
despues de haber escandalizado al mundo con sus desórdenes, se en
cierran en los claustros para hacer una rigurosa penitencia : me ale
graria mucho de que nuestros dos monjes fueran de estos libertinos.
Y zpor qué no lo serian ? le dije: ellos han abrazado voluntaria
mente la vida monástica muchos años há, y se portan en ella con
LIBRO DECIMO . 617
la mayor edificacion . Dí todo lo que quisieres, me contestó el go
bernador, pero a mi pada me gusta que los caudales del monaste
rio estén en poder del padre Hilario , de quien no podria menos de
desconfiar. Cuando me acuerdo de la donosa relacion que nos hizo
de sus aventuras, tiemblo por los pobres cartujos. Quiero suponer
como tú que haya tomado el hábito con muy buena intencion ; pero
el manejo del dinero puede despertar su codicia . A ningun borracho
que ha dejado el vido , se le debe fiar la llave de la bodega .
Pocos dias despues se verificó no ser infundada la desconfianza
del gobernador. Desaparecieron de repente el procurador y el porte
ro con el dinero del monasterio : noticia que , esparcida al punto por
la ciudad , no dejó de dar que reir á los burlones que celebran siem
pre las desgracias de los religiosos que tienen fama de ricos. Por lo
que toca al gobernador y á mí , nos compadecimos de los cartujos,
sin hacer alarde de que conocíamos á los apóstatas.
CAPÍTULO VII.
Gil Blas se restituye á su quinta de Liria; de la noticia agradable que Escipion le dió , y de la reforma
que hicieron en su familia .
Ocho dias fueron los que me detuve en Valencia, gozando del
mundo y viviendo como los condes y marqueses, entretenido en ver
comedias, y concurrir á bailes, conciertos , banquetes y tertulias de
damas , proporcionándome todas estas diversiones tanto el señor go
bernador, como la señora gobernadora, á quienes hice la corte tan
cumplidamente , que ambos sintieron mi regreso á Liria , y aun me
obligaron antes de marchar a que les prometiera repartir el tiempo
entre ellos y mi soledad . Convinimos en que permaneceria en la
ciudad el invierno , y el verano en mi quinta . Con esta condicion me
dejaron libertad mis bienhechores para que me fuese á gozar de sus
beneficios.
Escipion, que deseaba con ansia mi vuelta, se alegró infinito de
ella , aumentándose su gozo con la relacion que le hice de mi viaje.
Y tú , amigo mio , le pregunté , ¿qué te has hecho aquí durante mi
ausencia ? ¿ Te has divertido mucho? Cuanto puede hacerlo, me res
pondió , un criado fiel que nada ama tanto como la presencia de su
amo . He paseado por todos los puntos de nuestros pequeños esta
dos ; y , sentándome unas veces junto a la fuente que está en el bos
que , contemplaba con particular gusto la claridad de sus aguas tan
puras y cristalinas como las de aquella sagrada fuente cuyo estruen
do hacia resonar el espacioso bosque de Albunea ; y , recostado otras
LIBRO DECIMO , 619
al pié de un árbol, oia cantar á los ruiseñores y jilgueros. En fin,
he cazado, he pescado: pero lo que me ha gustado aun mas que to
dos estos pasatiempos, ha sido la lectura de muchos libros tan úti
les como entretenidos .
Interrumpi con precipitacion á mi secretario, preguntándole dón
de habia ballado aquellos libros . Los he encontrado , me respondió ,
en una selecta librería que hay en casa , que me ha enseñado el
maestro Joaquin . Pero ¿en qué parte está esta librería? je volví á
preguntar: ¿no registramos toda la casa el dia que llegamos? Así le
pareció á usted , me respondió ; pero sepa que solamente recorrimos
tres distritos , olvidándosenos el cuarto ; y allí es donde don César ,
cuando venia á Liria , empleaba una parte de su tiempo en la lec
tura . Hay en esta librería muy buenos libros , que se nos han deja
do como un recurso seguro contra el tedio para cuando nuestros
jardines despojados de flores y nuestro bosque de hoja no puedan
preservarnos de él . Los señores de Leiva po han hecho las cosas á
medias, sino que han cuidado tanto del alimento espiritual como del
corporal.
Esta noticia me causó una verdadera alegría . Hice que me ense
ñasen el cuarto distrito , en el cual se me ofreció un espectáculo muy
agradable . Halléme en una vivienda , que desde luego destiné para
mi morada , como don César la habia escogido para sí . La cama de
dicho señor estaba allí todavía con todos los adornos, es a saber ,
una tapicería que representaba el rapto de las sabinas . De aquella
cámara pasé á un gabinete que tenia estantes bajos al rededor lle
nos de libros , y sobre la estantería los retratos de todos nuestros
reyes. Habia tambien en él al lado de una ventana, que tenia vistas
á una campiña deliciosa , un escritorio de ébano delante de un gran
sofá de tafilete negro ; pero lo que principalmente llamó mi atencion
fué la librería . Componíase de obras de filósofos, poetas, historiado
res, y gran número de libros de caballería . Conocí que don César
gustaba de estos , en vista de los muchos que de esta clase habia
juntado . Confieso no sin rubor que yo no era menos aficionado a
estas producciones , a pesar de las extravagancias de que están ates
tadas , ya porque no fuese entonces un lector delicado , ya porque
lo maravilloso hace á los españoles muy indulgentes. Con todo eso
diré en abono mio que hallaba mas deleite en los libros de moral
recreativa, y que Luciano , Horacio y Erasmo eran mis autores fa
yoritos.
620 GIL BLAS.
Amigo mio , dije á Escipion luego que pasé la vista por mi libre
ría, aquí sí que tenemos en que divertirnos; mas por ahora no pien
so en otra cosa que en reformar nuestra familia . Ya le he ahorrado
á usted , me respondió , la mitad de ese trabajo. Durante su ausen
cia he estudiado bien á sus criados, y me atrevo a decir que los co
nozco perfectamente. Comencemos por el maestro Joaquin : creo que
es un bribon completo, y no pongo la menor duda en que le habrán
despedido de casa del arzobispo por algunos errores de aritmética
en las cuentas del gasto de cocina . No obstante es necesario conser
varle , por dos razones : la primera, porque es buen cocinero; y la
segunda, porque yo no le perderé de vista , espiaré todas sus accio
nes , y en verdad que ha de ser muy diestro para podérmela pegar.
Ya le he dicho que usted estaba en ánimo de despedir las tres par
tes de sus criados, noticia que le turbó y apesadumbró mucho , tad
to que llegó a decirme que , teniendo , como tenia, tanta inclinacion
a servir a usted, se conten taria con la mitad del salario que goza al
presente, solo por no salir de casa ; lo que me hace sospechar que
hay en la aldea alguna muchachuela de quien no quisiera alejarse.
Por lo que toca al ayudante de cocina , prosiguió, es un borracho ,
У el portero un insolente que para nada le necesitamos, como tam
poco al cazador. El oficio de este le podré yo desempeñar muy bien,
como se lo haré ver a usted mañana , ya que tenemos en casa esco
petas, pólvora y municiones . Entre los lacayos solo hay uno que
me parece buen mozo , y es el aragonés. Nos quedaremos con él , y
echaremos á los demás, que son unas malas cabezas, pues á pin
guno de ellos tendria yo en casa aun cuando tuviéramos necesidad
de cien criados.
Despues de haber tratado largamente sobre todos estos puntos,
resolvimos quedarnos con el cocinero, con el mozo de cocina y con
el aragonés, y despedir con buen modo a todos los demás. Así se
ejecutó en aquel mismo dia , regalándoles Escipion en nombre mio ,
además de su salario, algunos doblones que sacó del arca del dine
ro . Hecha esta reforma, emprendimos establecer cierto órden en la
quinta , arreglando las obligaciones que correspondian á cada cria
do , y comenzando desde entonces a mantenernos a nuestra costa .
Yo me hubiera contentado con un trato frugal; pero mi secretario,
que apetecia los buenos bocados y platos regalados , no era hombre
que quisiese tener ociosa la habilidad del maestro Joaquin . La ejer
citó tan bien , que nuestras comidas y cenas eran abundantes y de
licadas.
CAPITULO YIIL.
Amores de Gil Blas y de la bella Antonia .
Dos dias despues de mi vuelta de Valencia á Liria , el labrador
Basilio, mi arrendatario , vino al tiempo en queme estaba vistiendo
á pedirme el permiso para presentarme su hija Antonia , que desea
ba, decia él, tener el honor de saludar á su nuevo amo. Habiéndo
le respondido que en eso me daria mucho gusto , se salió , y volvió
inmediatamente á entrar con la hermosa Antonia . Creo deber dar
este epiteto á una joven de diez y seis á diez y ocho años, que ade
más de unas facciones regulares, te
nia unos colores muy hermosos, y
los mejores ojos del mundo. Solo es
taba vestida de sarga; pero su gar
boso talle, su aire majestuoso , y unas
gracias que no siempre acompañan
á la juventud, daban realce á la sen
cillez de su traje. Tenia la cabeza
descubierta, el pelo recogido atrás
y un ramillo de flores encima, imi
tando la sencillez de las lacedemo
nias.
Cuando la ví entrar en mi cuarto
me quedé tan suspenso de ver su hermosura, como los paladines
de Carlomagno cuando vieron a la bella Angélica . En vez de reci
79
622 GIL BLAS .
bir á Antonia con jovial desembarazo, y decirle algunas cosas lison
jeras, en vez de congratular á su padre por la fortuna de tener tan
preciosa y agraciada hija , quedé admirado , turbado , suspenso , y sin
poder pronunciar palabra . Escipion que conoció ni turbacion, tomó
la palabra por mí, é hizo la costa de las alabanzas que yo debia á
aquella amable persona . Ella , á quien no deslumbró mi persona en
bata y gorro , me saludó sin cortarse, y me hizo un cumplido , que ,
aunque de los mas comunes , me acabó de encantar. Entretanto
que mi secretario , Basilio y su hija se bacian recíprocos cumpli
mientos , yo volví en mí , y , como si quisiera compensar elestúpido
silencio que habia guardado basta entonces, pasé de un extremo á
otro , extendiéndome en discursos obsequiosos , y hablando con tanta
fogosidad, que Basilio entró en cuidado ; y , considerándome ya como
un hombre que iba a poner en ejecucion cuanto le fuese dable para
seducir á Antonia , se apresuró á salir con ella de mi cuarto , resuel
to quizá á apartarla de mi vista para siempre .
Así que Escipion se halló á solas conmigo , me dijo sonriéndose :
Otro remedio teneis contra el fastidio de la soledad. No sabia yo que
vuestro arrendatario tuviese una hija tan linda , porque nunca la ví,
aunque estuve dos veces en su casa . Debe cuidar de guardarla , y
en esto le disculpo, porque en realidad es un bocado muy apetito
so ; pero , añadió , esto creo que no es necesario decírselo á ested,
porque a la primera vista le deslumbró. No te lo niego, respondí.
¡ Ah , hijo mio ! he creido ver una diosa en aquella criatura : me ha
dejado de repente abrasado en amor . El rayo tarda mas en berir
que la flecha con que ella ha atravesado mi corazon .
Mucho gozo me causa usted , replicó mi secretario, en confesar
me que al fin ha llegado a enamorarse . Para ser enteramente feliz
en la soledad de los campos no le faltaba otra cosa . Ahora sí que ,
gracias á Dios , tiene usted todo lo que ha menester . Bien sé , con
tinuó , que nos costará algun trabajo burlar la vigilancia de Basilio ;
pero eso corre de mi cuenta , y he de hacer que antes de tres dias
logre usted una secreta conversacion con Antonia . Señor Escipion ,
le respondí , quizá no podria usted cumplir esa palabra ; fuera de
que no quiero hacer experiencia de ello . Estoy muy distante de que
rer tentar la virtud de esa doncella , cuyo recato me parece merecer
otras consideraciones . Y así lejos de exigir de tu celo me ayudes a
deshonrarla , solo deseo que emplees tu mediacion en facilitar mi
casamiento con ella , con tal que su corazon no esté ya prendado de
LIBRO DECIMO . 623
otro . No esperaba yo ciertamente, me respondió , que usted tomase
tan de golpe semejante resolucion . En verdad que no todos los se
ñores de aldea , si se hallasen en igual caso que usted , procederian
con tanta honradez , ni se dirigirian á solicitar á Antonia por medios
legitimos sino despues de haber tentado otros inútilmente. Por lo
demás, añadió , no crea usted que desapruebo su amor , ni que esto
lo digo por disuadirle de su intento, pues al contrario confieso que
la hija del arrendatario es merecedora del honor que usted quiere
hacerle , siempre que pueda entregar á usted un corazon intacto y
agradecido : eso es lo que hoy mismo sabré por la conversacion que
pienso tener con su padre , y quizá con ella misma .
Mi confidente era un hombre puntualísimo en cumplir lo que pro
metia . Fué á verse secretamente con Basilio , y por la tarde vino á
mi gabinete , donde yo le estaba esperando entre la impaciencia y
el temor . Observé que volvia muy alegre , lo que me hizo pronos
ticar desde luego que me traia buenas nuevas . Si he de creer á tu
risurña cara , le dije , estoy en que vienes á anunciarme que presto
veré satisfechos mis deseos . Así es que me respondió : Mi querido
amo , todo le sale a usted a medida de su deseo : he hablado á Ba
silio y a su hija del designio de usted . El padre está lleno de gozo de
saber que usted quiere ser su yerno ; y puedo asegurar que sois del
gusto de Antonia . ¡ Oh cielo ! interrumpí todo enajenado de gozo :
iconque he tenido la dicha de parecer bien á tan amable criatura !
No lo dude usted , me respondió, ella os ama ya , y en verdad que
esta confesion no la he oido de su boca , sino que la he inferido de
la alegría que ha manifestado al saber vuestro desigoio . Sin embar
go , prosiguió , usted tiene un rival . ¡ Un rival ! exclamé poniéndome
pálido . No os inquieteis por eso , me dijo, este rival do os robará el
corazon de vuestra dama . Ese tal es el maestro Joaquin vaestro co
cinero . ¡ Ah ladron ! dije entonces soltando una gran carcajada: vé
ahí por qué ha mostrado tal repugnancia a dejar mi servicio . Ca
balmente , añadió Escipion , dias pasados pidió en matrimonio á An
tonia, que le fué negada cortesmente . Salvo tu mejor parecer, creo
que convendrá , le repliqué yo , deshacernos de ese pícaro antes que
llegue á saber que quiero casarme con la hija de Basilio ; un coci
nero , como sabes, es un rival peligroso . Tiene usted razon , respon
dió mi confidente: se le debe echar de casa ; mañana por la mañana
le despediré antes que se ponga á disponer la comida ; y con eso
usted ya no tendrá nada que temer de sus salsas ni de su amor .
524 GIL BLAS.
Sin embargo, continuó Escipion, no deja de dolerme el perder tan
buen cocinero ; pero sacrifico mi golosina á la seguridad de usted .
No debes, le dije, sentir tanto su pérdida, porque no es irreparable;
voy a hacer venir de Valencia un cocinero que valga tanto como él.
En efecto, inmediatamente escribí á don Alfonso diciéndole que ne
cesitaba un cocinero, y al dia siguiente me envió uno que consoló
á Escipion.
Aunque este celoso secretario me habia dicho haber advertido que
Antonia allá en su interior se alegraba mucho de haber hecho la
conquista de su señor, no me atrevia á fiarme de su relacion, te
miendo se hubiese dejado engañar de falsas apariencias . Para cer
ciorarme de ello resolví hablar yo mismo á la hermosa Antonia , y
á este efecto me fuí á casa de Basilio , a quien confirmé cuanto le ba
bia dicho mi embajador. Este buen labrador, hombre sencillo y fran
co, despues de haberme escuchado, measeguró queme concedia su
hija con una indecible satisfaccion . Pero no piense V. S ., añadió ,
que se la doy porque es señor de este lugar: aun cuando no fuera
V . S . mas que mayordomo de don César y de don Alfonso , le prefe
riria a todos los demás amantes que se presentasen , porque siempre
le he tenido grande inclinacion; y lo que mas siento es que miAn
tonia no tenga un dote considerable que ofrecerle . No le pido pin
guna, le dije; su persona es el único bien a que aspiro . Doy á V. S .
mil gracias, exclamó; pero no es esta mi cuenta : yo no soy ningun
descamisado para casar así á mi bija : Basilio de Buen trigo tiene, a
Dios gracias, con que dotarla , y quiero que ella dé á V. S . de cenar
si V . S . le da de comer . En una palabra , las rentas de esta quinta
no exceden de quinientos ducados, y yo haré que lleguen á mil en
gracia de este matrimonio .
Pasaré por cuanto quisieres , mi amigo Basilio , le respondí, y
nunca reñiremos por materia de intereses : supuesto que los dos es
tamos de acuerdo, solo se trata de obtener el consentimiento de tu
hija . V , S . tiene ya el mio , me dijo, y este zno basta ? No, le res
pondí; si el tuyo me es necesario, el de ella lo es tambien . El suyo
depende del mio, repuso él, y no se atreverá á resollar en mi pre
sencia . Antonia, le repliqué, sumisa á la autoridad paternal, sin du
da estará pronta a obedecerte ciegamente; mas no sé si en esta
ocasion lo hará sin repugoancia , y , por poca que tuviese , nunca
me consolaria de haber sido causa de su desgracia : en fin , no me
basta que me dés su mano, sino que es necesario que su corazon no
LIBRO DECIMO. 625
lo sienta. ¡Qué diantre! dijo Basilio , yo no entiendo todas esas filo
sofías; hable V . S . mismo con Antonia, y verá, si mucho no me en
gaño, que nada apetece mas que ser vuestra esposa . Dicho esto ,
llamó a su hija y me dejó un momento á solas con ella .
Para no malograr tan preciosos instantes, fuídesde luego alasun
to. Bella Antonia , le dije, decide de mi suerte; aunque tengo ya el
consentimiento de tu padre, no creas que quiero valermede él para
violentar tu gusto . Por dulce que me sea tu posesion , yo la renun
cio si me dices que no la he de deber sino solamente á tu obedien
cia . Eso es, señor, me respondió ella , lo que punca os diré: vues
tra solicitud es para mí tan grata , que jamás podrá causarmepena,
y , en vez de oponerme al consentimiento de mi padre, apruebo su
eleccion . No sé, prosiguió, si hago bien ó mal en hablaros de este
modo; pero , si no me hubierais agradado, seria bastante franca para
decíroslo , pues ¿por qué no podré declararos lo contrario con la mis
ma libertad?
Al oir estas palabras, que no pude escuchar sin quedar enajena
do, binqué una rodilla en tierra delante de Antonia , y en el exceso
de mialegría , tomándole una de sus hermosas manos , se la besé
con ademan tierno y apasionado.Miamada Antonia , le dije, tu fran
queza me hechiza ; continúa ; no te violentes por nada, pues bablas
á tu esposo ; lea yo en tus ojos lo que pasa en tu corazon, para que
pueda lisonjearme de que no verás sin complacencia estrecharse tu
suerte con la mia . A esta sazon entró Basilio, y no pude proseguir.
Deseoso este de saber lo que su hija me habia respondido, y dis
puesto á reñirla si me hubiese manifestado la menor aversion , vol
vió prontamente á reunirse conmigo. Y bien , me dijo , ¿está V . S .
contento con la respuesta de Antonia ? Lo estoy tanto , le respondí,
que desde este momento voy á ocuparme en los preparativos de mi
casamiento ; y, dicho esto, dejé á padre é hija para ir a celebrar con
sejo sobre el asunto con mi secretario .
CAPITULO IV.
Casamiento de Gil Blas y la bella Antonia : aparato con que se hizo: qué personas asistieron á el, y fies
tas con que se celebró .
Aunque no necesitaba permiso de los señores de Leiva para ca
sarme, juzgamos Escipion y yo que no podria excusarme , sin faltar
á la gratitud , de participarles mi designio de unirme con la hija de
Basilio, y aun de pedirles su consentimiento por política.
Marché al momento á Valencia , donde todos se quedaron tan sor
prendidos de verme , como de saber el motivo de mi viaje. Don Cé
sar y don Alfonso que conocian á Antonia por haberla visto varias
veces, me dieron mil enhorabuenas de haberla elegido por esposa .
Sobre todo don César me hizo un cumplimiento tan expresivo , que ,
á no estar yo persuadido de que aquel señor habia dejado del todo
ciertos pasatiempos , sospecharia que mas de una vez habia ido á Li
ria , no tanto por ver su quinta , como á la hija de su arrendador.
Serafina por su parte , despues de haberme asegurado que siempre
tomaria mucho interés en mis satisfacciones, me dijo que habia oi
do hacer mil elogios de Antonia . Pero , añadió con algo de malicia ,
y como para zaherirme sobre la indiferencia con que habia corres
pondido al amor de Séfora, aunque no me hubieran ponderado su
hermosura , jamás hubiera dudado de tu buen gusto , porque sé lo
delicado que es .
No se contentaron don César y su hijo con aprobar mi matrimo
nio , sino que quisieron que los gastos de la boda corriesen todos de
WON
V2
BODAS DE GIL-BLAS Y LA BELLA ANTONIA.
LI
PA
LIBRO DECIMO . 627
su cuenta. Vuelve , me dijeron, á tomar el camino de Liria, y no
salgas de allí hasta que oigas hablar de nosotros , ni bagas prepa
rativo alguno para la boda , que ese es cuidado nuestro.
Por condescender con la voluntad de aquellos señores, me volví
á mi quinta. Comuniqué á Basilio y a su hija las intenciones de
nuestros protectores, y estuvimos esperando con la mayor pacien
cia que nos fué posible noticias suyas . Ninguna tuvimos en el es
pacio de ocho dias , pero al noveno vimos llegar un coche de cuatro
mulas con costureras dentro , que traian hermosas telas de seda para
vestir á la novia , escoltando el coche muchos lacayos montados en
mulas . Uno de ellos me entregó una carta de parte de don Alfonso ,
en que me decia este señor que el dia siguiente estaria en Liria con
su padre y su esposa , y que al otro celebraria la ceremonia del ma
trimonio el provisor de Valencia . Con efecto, al otro dia llegaron á
mi quinta don César , su hijo , Serafina y el provisor , todos cuatro
en un coche de seis caballos , precedido de otro con cuatro , en que
venian las criadas de Serafina, y seguido de la guardia del goberna
dor .
Luego que la gobernadora entró en la quinta , mostró vivos de
seas de ver á Antonia , la cual , así que supo la llegada de Serafina,
acudió a saludarla y besarle la mano , lo que ejecutó con tanta gra
cia , que dejó admirada a la comitiva . Y bien , Serafina, preguntó
don César á su nuera, ¿ qué os parece Antonia ? ¿podia Santillana
hacer una eleccion mejor? No , respondió Serafina ; parece que na
cieron el uno para el otro , y no dudo que su enlace será muy feliz.
En fin , todos alabaron mi novia , y , si les pareció bien con su ves
tido de sarga , quedaron aun mas encantados de ella cuando se pre
sentó con traje ostentoso, pues , segun la nobleza y desembarazo de
su persona , parecia no haber usado otros en su vida .
Llegado el momento en que un dulce himeneo habia de unir para
siempre nuestra suerte , don Alfonso me tomó de la mano para con
ducirme al altar , y Serafina hizo el mismo honor a la novia : en este
órden nos dirigimos a la iglesia de la aldea , en donde nos estaba
esperando el provisor para casarnos ; ceremonia que se celebró con
grandes aclamaciones de los habitantes de Liria y de los labradores
ricos del contorno , á quienes habia convidado Basilio á la boda de
Antonia , los cuales llevaban consigo á sus hijas adornadas de cintas
y de flores, y con panderetas en la mano . Nos volvimos en seguida
á la quinta , en donde , por disposicion de Escipion , director del fes
628 GIL BLAS .
tin , babia prevenidas tres mesas : una para los señores, otra para su
comitiva , y la tercera, que era la mayor , para todos los demás con
vidados. Antonia se sentó á la primera , porque así lo quiso la
gobernadora; yo bice los honores de la segunda , y Basilio asistió á
la de los aldeanos . Escipion á ninguna se sentó ; no hacia mas que
ir y venir de una á otra cuidando de que las mesas estuviesen bien
servidas, y todos contentos .
Los cocineros del gobernador eran los que habian dispuesto la
comida , y ya se deja entender que nada faltaria en ella . Los exqui
sitos vinos de que el maestro Joaquio habia hecho provision para
mí , se gastaron con profusion . Los convidados comenzaban á aca
lorarse, y reinaba una alegría general, cuando fué turbada de re
pente por un acontecimiento , que me sobresaltó. Habiendo entrado
mi secretario en la sala donde yo comia con los principales criados
de don Alfonso y las criadas de Serafina, cayó de repente desmaya
do , perdiendo el conocimiento. Levantéme prontamente á socorrerle,
y , mientras estaba ocupado en hacerle volver en sí , una de las cria
das se desmayó tambien . Todos nos persuadimos que estos dos des
mayos encerraban algun misterio ; y en efecto ocultadan uno que
tardó poco en aclararse; porque , recobrando de allí á poco Escipion
el uso de los sentidos , me dijo en voz baja: ¡ El dia mas alegre para
usted , habia de ser para mí el mas infausto ! ninguno puede evitar su
desgracia, añadió; acabo de encontrar á mi mujer en una de las
criadas de Serafina.
¡ Qué es lo que oigo ! exclamé; no puede ser . ¿Cómo? ¿ serias aca
so el marido de esa mujer que acaba de desmayarse al mismo tiem
po que tú ? Sí , señor, me respondió ; soy su marido , y juro á usted
que no podia la fortuna jugarme una pieza mas ruin que presentar
la á mis ojos. Ignoro , amigo mio , repliqué , las razones que tienes
para quejarte de tu esposa ; pero sea el que fuere el motivo que haya
dado para ello , te ruego que te reprimas : si me amas , no turbes la
fiesta haciendo público tu resentimiento . Señor , repuso Escipion ,
quedareis satisfecho de mí ; vais a ver si sé disimular perfecta
mente .
Hablando de este modo se acercó hácia su mujer, a quien sus com
pañeras tambien habian hecho volver en sí , y abrazándola con tan
ta ternura como si efectivamente hubiera estado lleno de gozo por
volverla á ver : ¡ Ab , mi querida Beatriz , le dijo, conque al fin el
cielo nos vuelve á juntar al cabo de diez años de separacion ! ¡ Oh
LIBRO DECIMO. 629
dulce momento para mí! Yo no sé , le respondió su mujer, si ex
perimentas realmente alguo placer en volverme á encontrar; pero
á lo menos estoy bien persuadida de que no te di pipgun moti
vo justo para abandonarme. Porque me encontrase una noche
con el señor don Fernando de Leiva que estaba enamorado de mi
ama Julia, y á cuya pasion favorecia yo , se te figuró á tí que yo le
daba oidos á costa de tu honor y del mio; al momento te trastornan
la cabeza los celos, dejas á Toledo, y huyes de mícomo de un móns
truo, sio dignarte siquiera pedirme satisfaccion ni escuchar mis
descargos ; dime ahora , si gustas, ¿cuál de los dos tiene mas dere
cho para quejarse? Tú, sin duda, le replicó Escipion . Ciertamente
que sí, continuó ella: don Fernando, luego que partiste de Toledo,
se casó con Julia, a la que estuve sirviendo todo el tiempo que vi
vió ; pero despues que una muerte temprana nos la arrebató , me
lomo á su servicio su hermana mi señora , y tanto ella como todas
sus criadas te podrán informar de la pureza de mis costumbres.
No teniendo qué replicar mi secretario á estas razones , pues no
podia probar fuesen falsas, cedió gustoso á la fuerza de ellas, y dijo
a su esposa : Vuelvo á repetir que reconozco mi culpa, y te pido
perdon de ella á vista de este respetable concurso. Entonces, inter
cediendo por él, rogué á Beatriz olvidase lo pasado, asegurándole
que su marido no pensaria en adelante mas que en tratarla con el
mayor cariño. Rindiose á mi súplica ; todos los circunstantes cele
braron la reunion de estos dos esposos, y, para solemnizarla me
jor, se les hizo sentar á una mesa juntos: se repitieron á porfía los
brindis por la salud de entrambos, y mas parecia que el festin se
habia dispuesto para celebrar aquella reconciliacion , que para fes
tejar miboda .
La tercera mesa fué la primera que quedó desierta . Levantáron
se de ella los aldeanos mozos para formar bailes con las jóvenes al
deanas, que con el ruido de sus panderetas atrajeron bien pronto a
los convidados de las otras mesas, y les inspiraron el deseo de se
guir su ejemplo . Todos se pusieron en movimiento: los dependien
tes del gobernador bailaron con las criadas de la gobernadora , y
basta los mismos señores se mezclaron en la fiesta . Don Alfonso
bailó una zarabanda con Serafina, y doo César otra con Antonia , la
cual vioo despues a buscarme para que bailase con ella , y en ver
dad que no lo hizo mal para una persona que no tenia mas que al
gunos principios de baile , que babia aprendido en casa de una pa
630 GIL BLAS,
rienta suya avecindada en Albarracin . Yo, que como ya he dicho ,
me habia enseñado á bailar en casa de la marquesa deChaves , pasé
en el concepto de todos por un gran bailarin . Beatriz y Escipion
prefirieron al baile una conversacion entre los dos para darse reci
proca cuenta de lo que les habia sucedido mientras habian estado
separados ; pero fué interrumpido su coloquio por Serafina, que in
formada de su encuentro , los hizo llamar para manifestarles lo mu
cho que de ello se alegraba. Hijos mios, les dijo, en este dia de
regocijo se acrecienta mi satisfaccion viéndoos restituidos uno á otro ,
Amigo Escipion , añadió , ahí te entrego á tu esposa , asegurandote
que su conducta ha sido siempre irreprensible ; vive aquí con ella
en perfecta armonía . Y tú , Beatriz , dedícate al servicio de Antonia ,
y no le seas menos afecta que tu marido lo es al señor de Santilla
na. Escipion , no pudiendo ya á vista de esto mirar a su mujer sido
como á otra Penépole , prometió tratarla con todas las atenciones
imaginables.
Retiráronse los aldeanos y aldeapas á sus casas, despues de ha
ber estado bailando toda la tarde; pero continuó la fiesta en la quinta.
Sirvióse una magnífica cena, y cuando se trató de irse todos á re
coger, el provisor bendijo el lecho nupcial : Serafina desnudó a la
novia , y los señores de Leiva me bicieron la misma honra . Lo mas
gracioso fué que los dependientes de don Alfonso y las criadas de la
gobernadora quisieron para divertirse practicar la misma ceremo
nia ; desnudaron á Beatriz y á Escipion , los cuales, para bacer mas
cómica la escena, se dejaron desnudar y acostar, guardando gran
gravedad .
CAPITULO X.
Lo que sucedió despues de la boda de Gil Blas y de la bella Antonia. Principio de la historia de Escipion .
Al dia siguiente de mi boda , los señores de Leiva regresaron á
Valencia, despues de haberme dado otras mil señales de amistad,
de tal modo , que mi buen secretario y yo nos quedamos solos en la
quinta con nuestras mujeres y nuestros criados.
El empeño que hicimos uno y otro en agradar á nuestras espo
sas, no fué inútil, pues en poco tiempo inspiré yo a la mia tanto
amor como le profesaba, y Escipion bizo olvidar á la suya los dis
gustos que le habia causado. Beatriz , que era de carácter dócil y
afable, se grapjeó fácilmente el cariño de su nueva ama , y ganó su
confianza. En fin, todos cuatro nos avenimos perfectamente , y co
menzamos á gozar de una suerte envidiable , pasando la vida en los
mas dulces entretenimientos. Antonia era bastante séria , pero Bea
triz y yo éramos muy alegres; y , aun cuando no lo fuéramos, nos
bastaria estar con Escipion para no conocer la melancolía, porque
era un hombre sin igual para la sociedad , una de aquellas personas
festivas que solo con presentarse divierten á la concurrencia.
Un dia que despues de comer se nos antojó ir a dormir la siesta
ál sitio mas apacible del bosque, mi secretario estaba de tan buen
humor , que nos quitó a todos el sueño con sus graciosas ocurren
cias. Calla esa boca, le dije, amigo mio , ó , si quieres que no dur
mamos , cuéntanos alguna cosa que merezca nuestra atencion . Con
632 GIL BLAS .
mucho gusto , señor , me respondió : & quiere usted que le cuente la
historia del rey don Pelayo ? De mejor gana oiria la tuya, le repli
qué; pero este gusto nunca me lo has querido dar desde que vivi
mos juntos , ni espero que jamás me lo dés : ¿ de qué proviene esto ?
Si no he contado á usted la historia de mi vida , ha consistido en que
jamás me ha manifestado el menor deseo de saberla ; por consi
guiente no tengo yo la culpa de que usted ignore mis aventuras, y
por poca curiosidad que tenga de oirlas, estoy pronto á satisfacér
sela . Antonia , Beatriz y yo le cogimos la palabra, y nos dispusimos
á escuchar su relacion , que no podia menos de causar en nosotros
un buen efecto, ya divirtiéndonos , ó ya excitándonos al sueño .
Yo , comenzó a decir Escipion , seria bijo de un grande de España
de primera clase, ó cuando menos de un caballero del hábito de San
tiago ó de Alcántara, si esto hubiera estado en mi mano ; pero, como
ninguno es dueño de escoger padre , ban de saber ustedes que el
mio , llamado Toribio Escipion , fué un honrado cuadrillero de la Santa
Hermandad . Como iba y vepia por los caminos reales , por donde su
profesion le obligaba á andar casi siempre , cierto dia encontró ca
sualmente entre Cuenca y Toledo á una gitanilla, que le pareció muy
linda . Caminaba sola á pié , y llevaba consigo todo su ajuar en una
especie de mochila echada al hombro . ¿ A dónde vas así , prenda mia ,
le dijo, suavizando cuanto pudo la voz , que era naturalmente bron
ca. Caballero , contestó ella , voy á Toledo , donde de un modo ó de
otro espero ganar de comer , viviendo honradamente . Tu intencion
es muy loable , replicó él , y no dudo que para eso tendrás varios ar
bitrios . Sí, gracias a Dios, respondió la gitanilla , tengo varias ha
bilidades: sé hacer pomadas y quintas esencias muy útiles para las
damas ; digo la buenaventura ; sé dar vueltas al cedazo para hacer
que se encuentren las cosas perdidas, y muestro cuanto se quiere
ver en una redoma ó en un espejo.
Pareciéndole á Toribio que una jóven como esta era un partido
muy ventajoso para un hombre como él , á quien su empleo apenas
le producia para mantenerse , sin embargo de saber desempeñarle
con la mayor exactitud, le propuso si queria ser su esposa . Acepto
la niña la propuesta ; se fueron ambos inmediatamente a Toledo, en
donde se casaron, y en mí ven ustedes el digno fruto de este noble
matrimonio . Fijaron su residencia en un arrabal , en donde mi ma
dre comenzó a vender pomadas y quintas esencias ; pero, viendo que
este trato producia poco , comenzó a hacer de adivina. Entonces fué
LIBRO DECIMO . 633
cuando se vieron llover en su casa pesos duros y doblones. Mil men
tecatos de ambos sexos pusieron bien pronto en auge la fama de
Coscolina, que así se llamaba la gitana. No pasaba dia sin que vi
niese alguno á ocuparla en su ministerio : ya llegaba un sobrino po
bre, que queria saber cuándo su tio , de quien era único heredero,
partiria para la otra vida ; y ya llegaba una doncella que deseaba
con ansia averiguar si un caballero mozo que le habia dado palabra
de casamiento , se la cumpliria .
Persuádome de que ustedes darán por supuesto que los vaticinios
de mi madre siempre eran favorables a las personas a quienes los
hacia : si se cumplian , enhorabuena ; pero , si alguna vez venian á
reconvenirla por haber sucedido lo contrario de lo que habia pro
nosticado, contestaba frescamente que debia echarse la culpa al dia
blo, que , a pesar de la fuerza de los conjuros que ella empleaba
para obligarle á que le revelase lo futuro, tenia algunas veces la
malicia de engañarla .
Cuando mi madre , por honor al oficio, creia deber hacer visible
al diablo en sus operaciones , entonces era Toribio Escipion quien
hacia el papel del diablo , y lo desempeñaba con perfeccion , porque
la aspereza de su voz y la fealdad de su rostro cuadraban á mara
villa con lo que representaba. Poca credulidad era menester para
espantarse al aspecto de mi padre ; pero un dia vino por desgracia
cierto capitan majadero que quiso ver al diablo , y le atravesó de
parte á parte con la espada . Informada la Inquisicion de la muerte
del diablo , despacbó sus ministros contra la Coscolipa , a quien pren
dieron , embargando al mismo tiempo todos sus efectos ; y a mí , que
á la sazon solo tenia siete años , me metieron en el hospicio de los
niños huérfanos. Habia en esta casa unos caritativos eclesiásticos que ,
estando bien dotados para cuidar de la educacion de los pobres buér
fanos, tepian el trabajo de enseñarles á leer y escribir . Parecióles
que yo prometia mucho , y por esta causa me distinguieron entre los
demás , escogiéndome para hacer sus recados. Yo era el que llevaba
sus cartas, hacia sus demás encargos , y les ayudaba á misa . En pago
de mis servicios trataron de enseñarme la lengua latina ; pero lo eje
cutaron con tanta aspereza, y me trataron con tal rigor , a pesar de
los servicios que les hacia , que , no pudiendo ya resistir mas, un dia
en que me enviaron á un recado, cogí las de Villadiego , y , en vez
de volver al hospicio , me escapé de Toledo por el arrabal del lado
de Sevilla.
634 GIL BLAS .
Aunque á la sazon apenas tenia nueve años cumplidos, no cabia
en mi de contento de verme en libertad y dueño de mis acciones. No
llevaba que comer ni dipero ; pero nada me importaba, porque tam
poco tenia leccion que estudiar , ni temas que componer. Despues
de haber andado dos horas, comenzaron mis piernecitas á negarme
su servicio . Como nunca habian hecho tan larga caminata , fué pre
ciso pararme á descansar. Sentéme al pie de un árbol que estaba á
orillas del camino real, y para entretenerme saqué el arte que lle
vaba en el bolsillo . Comencé á hojearle por diversion ; pero, acor
dándome de las palmetas y de los azotes que me habia costado, des
garré las hojas, diciendo lleno de cólera : ¡ Ab , maldito libro, ya no
me harás lorar mas . Estando satisfaciendo mi venganza , y sem
brando la tierra al rededor de mí de declinaciones y conjugaciones,
pasó casualmente por allí un ermitaño de aspecto venerable, con
barba blanca y unos grandes anteojos. Acercóse á mí , miróme con
mucha atencion , y yo tambien le estuve mirando con la misma. Hi
jito mio , me dijo sonriéndose , me parece que los dos nos hemos mi
rado con cariño , y que no haríamos mal en vivir juntos en mi er
mita , que solo dista doscientos pasos de aquí . Buen provecho le baga
á usted , le respondí con bastante sequedad , que yo ninguna gana
tengo de ser ermitaño . Al oir esta respuesta , el buen viejo dió una
grande carcajada de risa , y me dijo abrazándome : Mi hábito, hijo
mio , no debe asustarte ; si es poco grato a la vista, es de grande
utilidad , pues me hace dueño de un deleitoso retiro y de varios lu
garcitos circunvecinos , cuyos habitantes me aman , ó, por mejor de
cir , me idolatran . Vente conmigo , añadió , y te pondré un hábito
como el mio . Si te fuese bien con él , participarás conmigo de las
dulzuras de la vida que hago ; y , si no te acomodase esta, no solo
serás dueño de marcharte, sino que puedes contar con que al sepa
rarnos no dejaré de hacerte todo el bien que pueda .
Dejéme persuadir, y seguí al viejo ermitaño , que me hizo varias
preguntas , á las que respondí con una ingenuidad que no siempre
he tenido en adelante . Luego que llegamos a la ermita me presentó
algunas frutas, que devoré en un instante, porque en todo el dia no
habia comido mas que un zoquete de pan seco con que me habia
desayunado en el hospicio por la mañana . El solitario, viéndome
menear tan bien las quijadas, me dijo : Animo , hijo mio, no dejes
de comer por miedo de que se acaben las frutas, pues gracias al
cielo tengo muy buena provision de ellas . No te he traido aquí para
LIBRO DECIMO . 635
matarte de hambre : lo que era mucha verdad, porque una hora
despues de nuestra llegada encendió lumbre , puso á asar una pierna
de carnero , y , mientras yo daba vueltas al asador , él dispuso una
mesita , cubriéndola con un mantel no muy limpio , y poniendo en
ella dos cubiertos, uno para él , y otro para mí .
Luego que el carnero estuvo en sazon , le sacó del asador, cortó
algunos pedazos de él , y nos sentamos á cenar ; pero nuestra cena
no fué como la de las ovejas, porque bebimos de un exquisito vino ,
del cual tenia tambien el ermitaño un buen repuesto . Y bien , ami
guito , me dijo luego que nos levantamos de la mesa , ¿estás contento
con mi trato ? De este modo comerás mientras estuvieres conmigo.
Por lo demás harás en este ermitorio lo que mejor te pareciere; solo
exijo de tí que me acompañes cuando vaya á recoger la limosna á
los lugares vecinos ; me servirás para llevar del cabestro un borri
quillo cargado de dos banastas, que los aldeanos caritativos llenan
ordinariamente de huevos , pan, carne y pescado : no te pido mas .
Haré , le respondí , todo lo que usted quiera con tal que no me obli
gue á estudiar el latin . No pudo menos de reirse de mi sencillez el
hermano Crisóstomo , que así se llamaba el anciano ermitaño, y me
aseguró de nuevo que no pensaba nunca violentar mis inclinaciones.
Al dia siguiente salimos a nuestra demanda , llevando yo el bor
rico por el cabestro, y recogimos copiosas limosnas, porque no ha
bia aldeano que no tuviese gusto en echar alguna cosa en nuestras
banastas. Uno daba un pan entero ; otro un buen pedazo de tocino,
quien una gallina , y quien una perdiz . ¿ Qué mas diré a ustedes?
llevamos a la ermita víveres para mas de una semana ; buena prueba
de lo mucho que amaban al hermano Crisóstomo aquellas gentes.
Verdad es que este tambien les servia bastante dándoles buenos con
sejos cuando venian á consultarle , pacificando los matrimonios en
que reipaba la discordia , proporcionando dotes para casarse las sol
teras, dándoles remedios para mil clases de males , y enseñando va
rias oraciones a las mujeres casadas que deseaban tener hijos .
Ya ven ustedes , por lo que acabo de referir, que yo estaba bien
tratado en la ermita . Si la comida era buena , la cama no era des
graciada. Acostábame sobre buena paja fresca , teniendo por cabe
cera una almohada de lana , y cubriéndome con una manta de lo
mismo ; de manera que no hacia mas que un sueño, el cual duraba
toda la noche. El hermano Crisóstomo , que me habia ofrecido un
hábito de ermitaño, me hizo uno él mismo deshaciendo otro viejo
636 GIL BLAS .
suyo , y me llamó el hermanito Escipion . Apenas me presente en las
aldeas vecinas con aquel nuevo traje, caí a todos tan en gracia, que
el pobre borrico apenas podia con la carga. Todos se esmeraban en
dar a cual mas al hermanito : tanto placer tepian en verme .
A un muchacho de mi edad no podia desagradarle la vida ociosa
y regalona que disfrutaba en compañía del viejo ermitaño ; así es
que me aficioné tanto á ella , que la hubiera continuado siempre , si
las parcas no me hubieran bilado otros dias muy diferentes; pero el
destino que debia llenar me arrastró a dejar bien pronto el regalo,
y me hizo abandonar al hermano Crisóstomo de la manera que voy
a referir .
Veia muchas veces andar al viejo en la almohada que le servia
de cabecera, sin hacer otra cosa que descoserla , y volverla a coser.
Observé un dia que metia en ella algun dinero, lo que excitó en mi
un movimiento de curiosidad que me propuse satisfacer al primer
viaje que el hermano Crisóstomo hiciese á Toledo, a donde solia ir
una vez á la semana . Aguardé con impaciencia este dia , sin tener
por entonces mas objeto que el de contentar mi curiosidad . En fin ,
el buen hombre partió , y yo descosi la almobada , en donde hallé
LIBRO DECIMO . 637
entre la lana como unos cincuenta escudos en toda clase de monedas .
Verosimilmente este tesoro seria efecto del agradecimiento de los
aldeanos a quienes habia curado con sus remedios , y de las aldea
pas que por la virtud de sus oraciones babian tenido hijos. Sea lo
que fuere , apenas vi que aquel era un dinero que sin temor podia
apropiarme , cuando se declaró mi complexion gitapa ; dióme una
tentacion de robarle , que no se podia atribuir sino á la fuerza de la
sangre que corria por mis venas . Cedí sin resistencia a la tentacion ;
encerré el dinero en un saquillo de paño en que metíamos nuestros
peines y nuestros gorros de dormir , y , despues de baberme despo
jado del bábito de ermitaño , y vuelto a tomar mi vestido de baér
fano , me alejé de la ermita , pareciéndome que llevaba en mi sa
quillo todas las riquezas de las Indias .
Ustedes acaban de oir mi primer ensayo , continuó Escipion , y no
dudo que esperarán una serie de acciones del mismo jaez : no enga
ñaré sus esperanzas, porque aun tengo que contarles otras bazañas
parecidas á esta , antes de llegar á mis acciones loables ; pero al fin
llegaremos allá , y ustedes verán por mi narracion que de un gran
pícaro se puede hacer un hombre de bien .
A pesar de mis pocos años no fuí tan simple que tomase el ca
mino de Toledo , porque me expondria á encontrarme con el her
mano Crisóstomo, que sin duda hubiera querido volver á juntarse
con su dinero . Tomé , pues , la ruta del lugar de Galvez , donde me
entré en un ' meson , cuya huéspeda era una viuda como de cuarenta
años, y tenia todas las cualidades que se requieren para saber ven
der bien sus agujetas . Luego que esta mujer puso los ojos en mí ,
conociendo por el vestido que me habia escapado del hospicio de los
huérfanos, me preguntó quién era , y á dónde iba . Respondíle que ,
habiendo muerto mis padres , me veia en la necesidad de buscar con
veniencia . Y díme , bijo , me volvió a preguntar , ¿ sabes leer ? Le ase
guré que sí , y que tambien escribia lindamente . En verdad yo sabia
formar las letras , y juntarlas de manera que figuraba una cosa así
como escrita , lo que me parecia sobrado para llevar la cuenta de un
meson de aldea . Pues yo te recibo , repuso la mesonera , para que
me sirvas ; no serás inútil en mi casa , porque correrás con el libro
del gasto , y llevarás cuenta de lo que me deben y debo . No te se
falaré salario , añadió , porque los muchos caballeros que vienen á
parar a este meson , siempre dan algo á los criados, con que segu
ramente puedes contar con sacar buenos gajes.
638 GIL BLAS.
Acepté el partido, pero reservándúme, como ustedes presumirán,
la facultad de mudar de aires siempre que la permanencia en Gal
vez no me acomodase . Apenas me yi apalabrado para servir en el
meson , cuando sentí mi ánimo incomodado con una grande inquie
tud . No queria que nadie supiese que yo tenia dinero , y no sabia
dónde esconderle de modo que ninguno pudiese dar con él . Como
no conocia aun la casa , no me podia fiar de aquellos sitios que me
parecian mas á propósito para guardarlo. ¡ Oh , y cuánto embarazo
nos causan las riquezas ! Determiné en fin ocultarle en un rincon del
pajar, pareciéndome que en ninguna otra parte podia estar mas se
guro, y procuré sosegarme cuanto me fué posible .
Éramos tres criados en el meson : un mozo rollizo que cuidaba
de la cuadra, una moza gallega , y yo . Cada uno sacaba lo que po
dia de los huéspedes, así de á pié como de á caballo, que paraban
en él . Yo recibia de estos sugetos algun dinerillo cuando les iba á
presentar la cuenta del gasto ; daban tambien alguna cosa al mozo
dr la cuadra para que cuidase de sus caballerías ; pero la gallega,
que era el ídolo de los caleseros y arrieros que pasaban por allí,
ganaba mas escudos que nosotros maravedises . Luego que juntaba
yo algunos reales , los llevaba al pajar para aumentar mi caudal; y
cuanto mas crecia este , conocia yo que mi tierno corazon iba to
mando mas apego a él . Besaba algunas veces mis monedas, y las
estaba contemplando con un dulce embeleso que solamente los ava
ros pueden comprender suficientemente.
El amor que tenia á mi tesoro me obligaba á visitarle treinta ve
ces al dia . Encontraba a menudo a la mesonera en la escalera del
pajar, y , como era una mujer de suyo muy desconfiada, quiso un
dia saber qué era lo que á cada instante me llevaba al pajar. Subió
á él , y comenzó á escudriñarlo todo, recelando que yo tendria es
condidas algunas cosas que le habria burtado. Revolvió la paja que
cubria mi bolson , y dió con él . Abrióle , y , viendo dentro pesos du
ros y doblones , creyó ó fingió creer que yo le habia robado aquel
dinero . Por de contado se apoderó del caudal , y , tratándome de bri
bonzuelo , ladroncillo y malvado , mandó al mozo de la caballeriza,
enteramente dedicado á complacerla , que me sacudiese una buena
zurra de azotes; y , despues de baberme becho desollar de esta ma
nera , me echó a la calle, diciéndome que no queria aguantar píca
ros en su casa . En vano aseguraba yo y clamaba que nada le babia
hurtado : la mesonera decia lo contrario , y todos le daban mas cré
LIBRO DECIMO . 639
dito á ella que á mí ; y de esta manera las monedas del hermano
Crisóstomo pasaron de manos de un ladron á las de una ladrona .
Lloré la pérdida de mi dinero, como se llora la muerte de un hijo
único; pero si mis lágrimas no fueron bastantes para hacerme re
cobrar lo que habia perdido , por lo menos fueron causa para mo
ver á compasion á algunas personas que me las veian verter , y en
tre otras al cura de Galvez , que casualmente pasó junto á mí . Mos
tróse lastimado del triste estado en que me veia, y me llevó consigo
a su casa . En ella , a fin de sonsacarme, usó del medio de manifes
tarse muy compadecido de mí . ¡ Cuánta lástima , dijo , me causa este
pobre muchacho ! ¿ Qué maravilla es que en sus pocos años , en su
ninguna experiencia y falta de reflexion , haya cometido una accion
ruin ? Apenas se encontrará un hombre que no haya hecho alguna
en el discurso de su vida . En seguida, dirigiéndome la palabra : Hijo
mio , añadió, ¿ de qué lugar de España eres , y quiénes son tus pa
dres ? porque tienes traza de ser bijo de gente honrada; háblame en
confianza , y cuenta con que no te desampararé .
El cura , con estas halagüeñas y caritativas palabras, me fué in
sensiblemente empeñando en que le descubriese todos mis pasos , y
lo hice con mucha ingenuidad , sin reservarle nada ; despues de lo
cual me dijo : Amigo mio , aunque es cierto que no está bien en los
ermitaños el atesorar, eso no disminuye tu culpa ; en robar al her
mano Crisóstomo siempre has quebrantado el mandamiento que pro
hibe hurtar ; pero yo me encargo de obligar a la mesonera á que
devuelva el dinero, y bacérselo entregar al hermano Crisóstomo ; y
así por esta parte puedes desde ahora aquietar tu conciencia . Juro á
ustedes que esto era lo que menos cuidado me daba; pero el cura ,
que tenia sus fines, no paró aquí . Hijo mio , prosiguió, quiero em
peñarme a favor tuyo , y buscarte una buena conveniencia . Mañana
mismo pienso enviarte á Toledo con un arriero , y te dare una carta
para un sobrino mio , canónigo de aquella catedral, que no rehusará
admitirte por mi recomendacion en el número de sus criados , los
cuales todos lo pasan en su casa como unos beneficiados que se re
galan á costa de la prebenda; y puedo asegurarte con certidumbre
que allí lo pasarás perfectamente.
Consolóme tanto esta seguridad, que luego olvidé el talego y los
azotes que me habian dado, y ya no pensé mas que en el placer de
vivir como un beneficiado. Al dia siguiente , mientras estaba yo al
morzando llegó á casa del cura un arriero con dos mulas. Subié
GIL BLAS .
640
ronme en la una , y , montando mi conductor en la otra , tomamos el
camino de Toledo , Mi compañero de viaje gastaba buen humor , y
le gustaba divertirse á costa del prójimo. Querido Escipion , me dijo,
en verdad que tienes un buen amigo en el señor cura de Galvez : no
podia darte mayor prueba de lo mucho que te quiere que el aco
modarte con su sobrino el canónigo , á quien tengo el honor de co
nocer, y es sin duda la perla de su cabildo . No es ciertamente uno
de aquellos devotos cuyo semblante macilento y extenuado está pre
dicando mortificacion y abstinencia : es gordo, colorado , siempre
alegre y festivo ; un hombre en fin que se divierte en todo lo que se
presenta, y que gusta mucho de tratarse bien . Estarás en su casa á
pedir de boca.
Conociendo el socarron del arriero el placer con que le escucha
ba , continuó el elogio del canónigo, ponderándome lo mucho que
yo celebraria mi fortuna cuando me viese ya criado suyo . No cesó
de hablar hasta que llegamos al lugar de Cobisa , donde nos apea
mos para echar un pienso á las mulas. En tanto que él andaba de
aquí para allí por el meson , se le cayó casualmente del bolsillo un
papel que yo pude coger sin que él lo advirtiese, y que ballé medio
de leer mientras él estaba en la cuadra . Era una carta dirigida a los
capellanes del hospicio de los huérfanos, concebida en estos tér
minos :
Muy señores mios : me creo obligado en caridad á enviar á po
der un bribonzuelo que se escapó de ese hospicio . Paréceme un mu
chacho muy despabilado, y por lo mismo muy digno de que ustedes se
sirvan tenerle encerrado. No dudo que á fuerza de corregirle podrán
ustedes hacer de él un mozo de provecho. Queda rogando á Dios con
serve á ustedes en tan piadoso como caritativo ministerio. - EL CUBA
DE Galvez .
Luego que acabé de leer esta carta , que me manifestaba la buena
intencion del señor cura , no dudé un punto sobre el partido que ha
bia de tomar. Salir inmediatamente del meson , y ponerme en las
orillas del Tajo, distante mas de una legua de aquel lugar, todo fué
obra de un momento . El miedo me prestó alas para huir de los ca
pellanes del hospicio de los huérfanos, al que de ningun modo que
ria volver : tanto me habia disgustado su modo de enseñar la gra
mática . Entré en Toledo tan alegre como si supiera á dónde babia
de ir a comer y beber. Es verdad que aquella es una ciudad de ben
dicion , en la cual un hombre de talento, reducido a vivir a costa
LIBRO DECIMO . 641
ajena, no puede morirse de hambre, pues no bien habia entrado en
la plaza cuando un caballero bien vestido, á cuyo lado pasaba ,
agarrándome por el brazo me dijo : Chiquito , & quieres servirme?
porque me alegrara tener un criado como tú . Y yo un amo como
vuesa merced , le respondí prontamente. Siendo eso así, me replicó ,
desde ahora mismo date por recibido , sígueme ; y yo lo hice sin ré
plica.
Este caballero , que podia tener como unos treinta años , y se lla
maba don Abel , estaba hospedado en una posada de caballeros,
donde ocupaba un cuarto decentemente albajado. Era un jugador de
profesion, y vean ustedes la vida que hacíamos : por la mañana le
picaba yo tabaco para fumar cinco ó seis cigarros, le limpiaba la
1 ropa , iba a llamar al barbero para que le viciese á afeitar y com
ponerle los bigotes , y hecho esto se marchaba á las casas de juego ,
de donde no volvia hasta las once ó doce de la noche ; pero todas las
mañanas antes de salir sacaba tres reales del bolsillo y me los daba
para que comiese, dejándome libertad para que hiciera lo que se me
antojase hasta las diez de la noche , con tal de que me ballara en
casa cuando volviera . Estaba éi muy contento conmigo , y dió órden
para que se me hiciese una librea muy galana , con la cual parecia
propiamente un mensajero de damas de galanteo . Tambien yo es
taba muy alegre con mi oficio, y en verdad no podia hallar otro que
mas se adaptase á mi gepio .
Hacia ya casi un mes que pasaba tan buena vida , cuando el amo
me preguntó un dia si estaba contento con él , y habiéndole contes
tado que no podia estarlo mas : Pues bien , me replicó , mañana sal
dremos para Sevilla , á donde me llaman mis negocios. No te pesará
el ver aquella capital de Andalucía , pues ya habrás oido muchas ve
ces decir que quien no ha visto a Sevilla , no ha visto maravilla . Que
me place , respondí yo ; estoy pronto a seguir a usted á cualquiera
parte del mundo . En el mismo dia el ordinario de Sevilla vino 'á la
posada de caballeros á tomar un gran baul donde estaba la ropa de
mi amo , y al siguiente tomamos el camino de Andalucia .
Era el señor don Abel tan afortunado en el juego , que solamente
perdia cuando le acomodaba , lo que le obligaba á mudar con fre
cuencia de lagar por estar expuesto al resentimiento y venganza de
los mentecatos que se dejaban engañar , y este fué el motivo de nues
tro viaje. Llegados á Sevilla , nos alojamos en una posada de caba
lleros cerca de la puerta de Córdoba , donde comenzamos a vivir
642 GIL BLAS .
como en Toledo. Pero mi amo halló diferencia entre las dos ciuda
des . En las casas de juego de Sevilla encontró jugadores tan afor
tunados como él , de suerte que algunas veces volvia á casa de muy
mal humor . Una mañana que todavía le duraba el enojo de haber
perdido cien doblones el dia anterior , me preguntó por qué no ha
bia llevado la ropa sucia à la lavandera. Señor , le respondí yo , por
que enteramente se me olvidó .
Al oir esto se encendió en cólera ,
y me pegó media docena de bofeta
das tan terribles , que me hicieron
ver mas luces que las que habia en
TV
el templo de Salomon , diciéndome al
mismo tiempo: Toma, bribonzuelo ,
esto es para que otra vez te acuer
des de cumplir con tu obligacion .
¿ Quieres que cien veces te advierta
yo lo que debes hacer ? ¿ por qué no
eres tan puntual para servir como
para comer ? No siendo un bestia,
como ciertamente no lo eres , bien
podias tener presente lo que debes hacer sin esperar á que yo te lo
recordara. Dicho esto se salió muy enfadado del cuarto , dejándome
sumamente sentido de las bofetadas que me dió por tan pequeño mo
tivo .
Poco despues le sucedió no sé qué lance en el juego, que volvió
á casa muy acalorado. Escipion , me dijo, he determinado irme a
Italia , y debo embarcarme mañana en un buque que se vuelve a
Génova . Tengo mis motivos para hacer este viaje ; discurro querrás
venir conmigo , y aprovechar esta excelente ocasion de ver el país
mas delicioso del mundo . Respondí que venia en ello ; pero en mi
interior pensaba en desaparecer al tiempo de ir a marchar . Andaba
discurriendo el modo de vengarme de las bofetadas, y me pareció
que este era el mas ingenioso . Satisfecho y ufano de que me hubiese
ocurrido semejante idea , no pude contenerme de confiársela á cierto
valenton , á quien encontré casualmente en la calle. Habia yo con
traido en Sevilla algunas malas amistades, y principalmente la de
este guapo . Contéle el lance de las bofetadas, y el motivo de ellas;
y , revelándole el designio en que estaba de dejar á don Abel , esca
pándome cuando se fuese á embarcar, le pregunté qué le parecia
esta determinacion .
LIBRO DECIMO . 643
El valenton, arqueando las cejas y retorciéndose el bigote, y des
pues afeando en tono grave la accion de mi amo , me dijo : Mocito ,
serás un hombre sin honra toda tu vida si le contentas con la frí
has meditado para volver por ella . No basta de
vola venganza que bas
jar á don Abel , y no pisar mas su casa ; es menester darle un cas
tigo proporcionado a tu afrenta. Robémosle tú y yo todo su equipaje
y dinero para repartirlo despues entre los dos como buenos herma
nos . No obstante mi natural propension á hurtar, no dejó de estre
mecerme y causarme algun horror un robo de tanta importancia.
En medio de eso el archiganzúa que me hizo la propuesta , tuvo arte
para convencerme; y vean ustedes cuál fué el éxito de nuestra em
presa. El jaqueton, bombre robusto y rollizo, vino á la posada el dia
siguiente á boca de noche . Mostréle el gran baul en que mi amo
babia encerrado sus ropas, y le pregunté si podria él solo cargar
con un mueble tan pesado. ¿ Tan pesado ? me dijo : sábete que , cuando
se trata de llevar lo ajeno, cargaria yo con el arca de Noé . Diciendo
esto, agarró el baul, echósele á cuestas como si fuera una paja, y
bajó las escaleras con la mayor ligereza. Seguíle yo al mismo paso ,
y ya estábamos los dos á la puerta de la calle , cuando héte aquí á
don Abel , que por gran fortuna suya llegó á tiempo tan oportuno .
¿ A dónde vas con ese cofre ? me dijo muy enfadado. Fué tanta mi
turbacion , que no acerté à responderle ni una sola palabra , y el gua
peton , viendo errado el golpe , echó el baul á tierra , y se escapó
para ahorrar contestaciones . ¿ A dónde vas pues con ese baul ? me
volvió a preguntar mi amo . Señor , le respondí mas muerto que vivo ,
le hacia llevar al buque donde su merced se ha de embarcar ma
ñana para Italia . Pero & por dónde sabias tú , me replicó , en qué bu
que me habia de embarcar ? Señor , repuse prontamente, quien len
gua tiene á Roma va : informaríame en el puerto , y allí me lo dirian .
Al oir esta respuesta , que se le hizo muy sospechosa , me miró con
unos ojos que parecia quererme tragar , y yo temí repitiese las bo
fetadas. Pero díme , replicó otra vez , ¿ quién te mandó que sacases
el baul fuera de la posada sin órden mia ? Su merced mismo , le dije .
¿ Ya no se acuerda usted de la reprension que me dió hace pocos
dias ? ¿ No me dijo usted regañándome que sin esperar sus órdenes
biciese por mí mismo mi obligacion para servirle ? pues en cumpli
miento de este precepto iba a llevar su cofre de usted á la embar
cacion . Entonces el jugador , conociendo que tenia yo mas malicia
de la que él habia creido , me despidió de su casa, diciéndome sere
644 GIL BLAS .
namente : Señor Escipion , a mí no me acomodan criados tan sutiles;
vaya usted , señor Escipion , el cielo le guie . No me gusta jugar con
sugetos que tan pronto tienen una carta de mas como de menos .
Quitate de mi presencia , añadió mudando de tono , si no quieres que
te baga canlar sio solfa .
No aguardé á que me lo dijese dos veces : me alejé al momento
lleno de miedo de que me mandase quitar el vestido , que por for
tuna me dejó, y eché á andar pensando á dónde podria ir á alojar
me con dos reales a que se reducia todo mi caudal . Llegué á la puerta
del palacio arzobispal á tiempo que se estaba disponiendo la cena ,
y salia de la cocina un olor tan grato , que se percibia una legua en
contorno . ¡ Caspita ! dije entre mí , me contentaria con cualquiera de
estos platos que me regalan el olfato, y aun solo con que me deja
sen meter en alguno los cuatro deditos y el pulgar . Pero qué , ¿ no
podré discurrir un medio para probar eslos platos que no he hecho
mas que oler ? ¿ Por qué no ? Esto no me parece imposible . Entre
gado enteramente a este pensamiento , me ocurrió una feliz treta ,
que quise probar inmediatamente, y no me salió mal . Entréme en el
patio de palacio , y comencé a correr bácia las cocinas gritando á
mas no poder en aire y tono de asustado : ¡ socorro ! ¡ socorro ! como
si me vioiera siguiendo alguno para quitarme la vida .
Á mis descompasadas voces acudió apresurado el maestro Diego ,
cocinero del arzobispo , con tres ó cuatro galopines de cocina ; y , no
viendo a nadie mas que á mí , todos me preguntaron qué tepia , y por
qué gritaba de aquella manera . Señores , les respondí fingiendo mie
do , por amor de Dios favorezcanme ustedes, y librenme de ese ase
sino que me quiere matar . ¿ A dónde está ese asesino ? exclamó Die
go , porque tú estás solo , y tras de tí no viene ni siquiera un gato.
Vamos, hijo mio , sosiégale : sin duda que algun bufon se ha que
rido divertir en asustarte, y se ha retirado luego que te ha visto en
trar en palacio , porque cuando menos le hubiéramos cortado las
orejas. No , no , le dije al cocinero : no me siguió de chadza ; es un
gran ladron que queria robarme, y estoy seguro de que me está es
perando en la calle . Si fuese así , replicó el cocinero , en verdad que
tendrá que aguardarte largo tiempo , porque has de cenar y dormir
aquí , y no te dejaremos salir basta mañana .
No puedo ponderar el gusto que me causaron estas últimas pa
labras , ni lo admirado que me quedé cuando , conducido por el maes
tro Diego a las cocinas, se me presentó a la vista el aparato de la
LIBRO DECIMO , 645
cena . Conté hasta quince personas empleadas en ella ; mas no pude
contar la variedad de exquisitos platos que se me ofrecieron a la
vista . Entonces fue cuando conocí por la primera vez lo que era
sensualidad , recibiendo á nariz llena el olor de tantas delicadísimas
viandas que jamás habia probado . Tuve la honra de cepar y dor
mir con los galopines de cocina , todos los cuales quedaron tan pren
dados de mí , que , cuando á la mañana siguiente fuí á dar gracias
al maestro Diego por el favor que me habia hecho en recogerme con
tanta generosidad la noche anterior , me dijo : Mis mozos de cocina
te han tomado tanto cariño, que todos á una voz me han asegurado
se alegrarian de tenerte por camarada . Díme ahora con toda fran
queza si gustarias ser su compañero . Yo le respondí que si lograra
tal fortuna me tendria por el hombre mas feliz del mundo . Siendo
eso así, amigo mio , me dijo, desde este mismo punto te puedes con
tar por criado de la casa arzobispal; y diciendo esto me llevó al
cuarto del mayordomo , el cual , observando mi despejo, me juzgó
digno de ser admitido entre los marmitones.
Al instante que tomé posesion de tan decoroso empleo , el maes
tro Diego, que seguia la antigua costumbre de los cocineros de las
casas grandes , conviene á saber , de enviar todos los dias varios pla
tos á sus queriditas , me eligió para enviar á cierta dama de la ve
cindad , ya trozos de ternera , y ya aves y cacería . Era la buena se
ñora una viuda de treinta años á lo mas, muy linda y vivaracha, y
que tenia todas las trazas de no ser del todo fiel a su generoso co
cinero . Este , no contento con proveerla de pan , carne, tocino y aceite,
la abastecia tambien de vino ; y todo esto , ya se entiende, á costa
del señor arzobispo .
En el palacio de su ilustrísima acabé de perfeccionarme en mis
mañas, pegando un chasco de que todavía hay y habrá por largo
tiempo en Sevilla gran memoria . Los pajes y otros familiares pen
saron en representar una comedia para celebrar los dias del amo .
Escogieron la de Los Benavides ; y , como era menester un mucha
cho de mi edad que hiciese el papel de rey niño de Leon , echaron
1
mano de mí . El mayordomo , que se preciaba de saber representar ,
tomó de su cuenta el ensayarme, y con efecto me dió algupas lec
ciones, asegurando a todos que no seria yo el que me portase peor .
Como la funcion la costeaba el arzobispo , no se perdonó gasto al
guno para que fuese lucida . Armóse en un salon un soberbio teatro
adornado con el mejor gusto , en uno de cuyos lados se dispuso un
82
646 GIL BLAS .
lecho de céspedes, donde debia yo fingirme dormido cuando vinio
sen los moros á asaltarme para llevarme prisionero. Luego que to
dos los actores estuvieron ensayados, el arzobispo señaló dia para
la funcion , convidando a todas las damas y principales caballeros
de la ciudad .
Llegada la hora de la comedia , cada actor se vistió del traje que
le correspondia. Por lo que toca al mio el sastre me le presentó
acompañado del mayordomo, que , habiendo tenido el trabajo de en
sayarme, quiso tener tambien la paciencia de verme vestir. Trájo
jome el sastre un ropaje talar de rico terciopelo azul, todo guarne
cido de galones y botones de oro , y con mangas largas adorna
das con flecos del mismo metal . El propio mayordomo me puso en
la cabeza por su mano una corona de carton dorado, sembrada de
muchas perlas finas, mezcladas con algunos diamantes falsos. Pu
siéronme una faja de seda de color de rosa , recamada toda de flores
de plata y cuyos remates eran dos graciosas borlas de hilo de oro .
A cada cosa de estas que me popian, se me figuraba que me esta
ban dando alas para volar y escaparme. Comenzó en fin la comedia
al anochecer: yo abrí la escena con una relacion, la cual concluia
diciendo que , no pudiendo resistir á las dulzuras del sueño, iba á
entregarme á él . Con efecto, me metí entre bastidores, y me recos
té en el lecho de céspedes que me estaba preparado ; pero , en lugar
de dormir , me puse solo a pensar de qué modo podria salir a la ca
lle , y escaparme con mis vestiduras reales. Una escalerilla oculta,
por la cual se bajaba desde el teatro al salon, me pareció á propósito
para la ejecucion de mi desigoio. Levantéme de la cama con mucho
tiento , y, viendo que nadie, me observaba , me escurri por dicha
escalerilla al salon , a cuya puerta pude llegar diciendo : ¡ A un lado!
á un lado ! que voy á mudar de traje. Todos se pusieron en fila para
dejarme pasar, de manera que en menor de dos minutos sali libre
mente del palacio a favor de la oscuridad, y me fui a casa de mi
amigo el valenton .
Quedóse parado de verme en aquel traje; contéle el caso, que le
bizo reir hasta mas no poder. Abrazóme con tanto mas regocijo
cuanto se lisonjeaba de tener parte en los despojos del rey de Leon ;
me felicitó por haber dado un polpe tan diestro, y me dijo que si
los progresos correspondian a los principios baria yo con el tiempo
gran rụido en el mundo por mi talento. Despues que nos alegramos
y divertimos largamente los dos celebrando mi grande hazafia, pre
LIBRO DECIMO . 647
gunté yo á mi jaqueton: Y ¿qué hemas de hacer ahora de estos ri
cos vestidos ? Eso no te dé cuidado, me respondió; conozco á un
prendero muy hombre de bien , el cual compra toda la ropa que le
llevan á vender sin andar con preguntas, una vez que le tenga cuen
ta el comprarla . Mañana le buscaré y le traeré aquí .
En efecto, al dia siguiente muy de mañana se levantó dejándome
en la cama, y dos horas despues volvió con el prendero , el cual
traia un lio cubierto con tela amarilla . Amigo , me dijo, aquí te pre
sento al señor Ibañez de Segovia , hombre de la mayor integridad , á
pesar del mal ejemplo que le dan los de su oficio. El te dirá en con
ciencia lo que vale el vestido de que te quieres deshacer, y puedes
fiarte ciogamente en lo que te dijere. En cuanto a eso , dijo el prende
ro , me tendria por el hombre mas ruin y miserable del mundo si tasara
una cosa en menos de lo que vale . Hasta ahora , gracias a Dios, nin
guno ha tachado de esto á Ibañez de Segovia. Veamos , añadió , esa
ropa que usted quiere vender , y le diré en conciencia lo que vale .
Aquí está, dijo el valenton poniéndosela delante : no me negara usted
que nada hay mas magnífico; observe usted la hermosura de este
terciopelo de Génova, y lo exquisito de su guarnicion . Verdadera
mente que me encanta , respondió el prendero despues de haber exa
mipado el vestido con la mayor atencion ; es de lo que no he visto
en mi vida . Y ¿qué juicio hace usted , le preguntó mi amigo , de las
perlas que adornan esta corona ? Si fueran redondas , respondió Iba
Bez , no tendrian precio; pero tales cuales son me parecen bellísi
mas, y me gustan tanto como lo demás. No puedo menos de decir
lo que siento : otro prendero estafador en milugar aparentaria des
preciar la mercancía para adquirirla á bajo precio , y no se aver
ganzaria de ofrecer por ella veinte doblones ; pero yo , que tengo
conciencia, ofrezco cuarenta .
Aun cuando Ibañez hubiera ofrecido ciento , no hubiera sido un
apreciador muy justificado, pues que solamente las perlas valian
mas de doscientos; pero el valenton , que se entendia con él , me
dijo: Mira la fortuna que has tenido en tropezar con un hombre tan
timorato. El señor Ibañez aprecia las cosas como si estuviera en el
artículo de la muerte . Así es, respondió el prendero, y por eso no
bay que andar regateando conmigo ni por un solo maravedí; en cu
yo supuesto este me parece ya negocio concluido : voy a dar el di
nero . Espere usted, replicó el valenton ; antes de eso es menester
que mi amiguito se pruebe el vestido que le dije a usted que traje
1
648 GIL BLAS .
se para él , y mucho me engañaré si no le viene pintado. Desenvol
vió entonces el lio - el prendero , y me presentó una ropilla y unos
calzones de buen paño musgo , con botones de plata , todo medio
usado. Me levanté para probarme el vestido , y , aunque me venia
muy ancho y muy largo , les pareció a los dos compioches haberse
hecho á propósito para mí . Ibañez lo tasó en diez doblones, y , como
nada se habia de replicar a lo que decia , me fué preciso pasar por
ello : de manera que sacó treinta doblones del bolsillo, los dejó so
bre una mesa , hizo un envoltorio de mis vestiduras reales у de mi
corona , y se lo llevó .
Luego que se marchó me dijo el valenton : Estoy muy satisfecho
de este prendero. Tenia razon para estarlo , porque puedo asegurar
que le sacó por lo menos cien doblones de beneficio. Sin embargo,
no se contentó con esto; tomó sin ceremonia la mitad del dinero que
habia sobre la mesa , y me dejó lo restante diciendome : Mi querido
Escipion , te aconsejo que con esos quince doblones que te quedan
salgas al momento de esta ciudad , en donde puedes considerar las
diligencias que se harán para buscarte de órden del señor arzobis
po . Tendria yo el mayor sentimiento si , despues de la heróica ac
cion que has hecho para inmortalizar tu nombre, te expusieras ne
ciamente á ser encerrado en una prision . Respondíle que ya estaba
resuelto á alejarme cuanto antes de Sevilla ; y con efecto, habiendo
comprado un sombrero y algunas camisas , sali de la ciudad , y ca
minando por la espaciosa y amena campiña que entre viñas y oli
vares conduce á la antigua ciudad de Carmona, en tres dias llegué
á Córdoba .
Alojéme en un meson á la entrada de la plaza Mayor , donde viven
los mercaderes. Vendíme por un hijo de familia natural de Toledo ,
que viajaba únicamente por mi gusto : mi traje era bastante decente
para hacerlo creer , y algunos doblones que de propósito saqué de
lante del posadero le acabaron de persuadir , si ya en vista de mis
pocos años no me tuvo por algun muchacho travieso que se habia
escapado de casa de sus padres despues de haberles robado. Como
quiera que fuese , él no se mostró muy deseoso de saber mas de lo
que yo le decia , quizá por temor de que su curiosidad no me obligase
á mudar de posada . Por seis reales diarios se daba buen trato en esta
casa , donde comunmente habia gran concurrencia de gentes . Conté
por la noche á la cena hasta doce personas a la mesa , y lo mejor
que habia era que todos comian sin hablar palabra, excepto uno,
LIBRO DECIMO . 649
que, hablando sin cesar á diestro y siniestro, compensaba bien con
su charlatanería el silencio de los demás . Preciábase de agudo y de
gracioso, contando cuentos y embanastando chistes para divertirnos ,
los que alguna vez nos bacian reir á carcajadas, menos en verdad
por celebrar sus ocurrencias, que por burlarnos de ellas .
Yo por mí hacia tanto caso de todo lo que charlaba aquel estra
falario, que me hubiera levantado de la mesa sin poder dar razon
de nada de cuanto habia bablado , á no haberse metido él mismo en
una conversacion que me importaba. Señores, exclamó al fin de la
cena : les reservo á ustedes para postres un gracioso chasco que los
dias pasados dió un pícaro de muchacho en el palacio del arzobispo
de Sevilla. Contómelo cierto bachiller amigo mio , que se halló pre
sente . Sobresaltáronme un poco estas palabras, no dudando que el
lance que iba a contar era el mio , y con efecto no me engañé. Refi
rió el tal sugeto el pasaje con toda exactitud , y aun me hizo saber
lo que yo ignoraba, es decir , lo ocurrido en el salon despues de mi
fuga, que fué lo que voy a referir á ustedes.
Apenas me escapé , cuando los moros , que segun el orden de la
comedia que se representaba debian apoderarse de mí , aparecieron
en la escena con el designio de venir á sorprenderme en la cama de
césped en que me creian dormido ; pero, cuando quisieron echarse
sobre el rey de Leon , se quedaron sumamente atónitos de no encon
trar ni rey ni roque . Paró la comedia , agitáronse todos los actores ;
unos me llaman , otros me buscan ; este grita, y aquel me da á to
dos los diablos . El arzobispo, que oyó la bulla y confusion que ha
bia detrás del teatro , preguntó la causa . A la voz del prelado , un
paje, que hacia de gracioso en la comedia , salió , y dijo: No tema ya
su ilustrísima que los moros hagan prisionero al rey de Leon , por
que acaba de ponerse en salvo con sus vestiduras reales . ¡Bendito
sea Dios ! exclamó el arzobispo: ha hecho muy bien en huir de los
enemigos de nuestra religion, librándose de las cadenas que le pre
paraban. Sin duda se habrá vuelto á Leon , capital de su reino , y
deseo que haya llegado con toda la felicidad . Por lo demás , mando
seriamente que ninguno vaya en su seguimiento : sentiria mucho que
S. M. tuviese que padecer la menor desazon por parte mia . Luego
que dijo esto , dió órden de que se leyese en alta voz mi papel , y
se acabase la comedia .
1
CAPÍTULO XI.
Prosigue la historia de Escipion .
Mientras me duró el dinero, el posadero usó de grandes atencio
nes conmigo; pero , luego que advirtió que se me habia acabado,
comenzó a tratarme con desagrado, buscando camorra a cada paso,
y una mañana me dijo que le hiciera el favor de salir de su casa .
Dejéla desdeñosamente, y me entré á oir misa en la iglesia de los
padres dominicos . Mientras la estaba oyendo , se acercó a mí un an
ciano pobre, y me pidió limosna ; saqué del bolsillo dos ó tres ma
ravedises, que le dí diciendo : Amigo mio , ruegue usted a Dios que
me proporcione pronto una buena conveniencia : si fuere oida su
oracion , no se arrepentirá de haberla hecho , y cuente con mi agra
decimiento .
A estas palabras me miró el pobre con mucha atencion , y con
seriedad me dijo : ¿ Qué clase de conveniencia desea usted ? Quisiera,
le respondí, acomodarme de lacayo en cualquiera casa en donde lo
pasase bien . Me preguntó si me urgia. No puede urgir mas, le con
testé, porque, si no logro cuanto antes la dicha de colocarme, no
hay medio , ó habré de morir de hambre , ó tendré que ser uno de
vuestros compañeros. Si llegara ese caso , repuso él, se le baria á
usted muy cuesta arriba no estando acostumbrado a nuestra vida;
pero , a poco que se hiciese á ella , preferiria nuestro estado al de
servir , que es sin disputa inferior a la mendicidad . Sin embargo, ya
LIBRO DECIMO . 651
que usted quiere mas servir que pasar como yo una vida holgada
é independiente, dentro de poco tendrá usted amo. Aquí donde
usted me ve , puedo serle útil : hállese aquí mañana á esta misma
hora .
Tuve buen cuidado de no faltar: volví al dia 'siguiente al mismo
sitio , en donde no tardó mucho á presentarse el mendigo, que , acer
cándose á mí , me dijo que tuviera la bondad de seguirle . Hícelo así ,
y me llevó a un sótano no distante de la misma iglesia , y en el cual
tenia su albergue. Entramos ambos en él , y , babiéndonos sentado
en un banco largo que por lo menos habria servido cien años , el
pobre me habló de esta manera : Una buena accion , como dice el re
fran , balla siempre su recompensa ; ayer me dió usted limosna , y
esto me ha determinado á proporcionarle una buena colocacion , la
que , si Dios quiere, se conseguirá muy presto . Conozco á un domi
nico anciano llamado el padre Alejo , que es un santo religioso , y un
excelente director espiritual : tengo honor de ser su demandadero, y
desempeño este empleo con tanta discrecion y fidelidad, que nunca
se niega á emplear su valimiento en mi favor y en el de mis amigos.
Yo le hablé de usted , y le dejé muy inclinado á servirle . Le presen
taré á su reverencia cuando usted quiera.
No hay que perder momento , dije al viejo mendigo, vamos aho
ra mismo á ver ese buen religioso. Vino en ello el pobre, y al mo
mento me condujo á la celda del padre Alejo , á quien encontramos
escribiendo cartas espirituales. Suspendió su trabajo para hablarme,
y me dijo que á ruegos del mendigo se interesaba por mí. Habien
do sabido, continuó, que el señor Baltasar Velazquez necesita de un
criado, le he escrito esta mañana en tu favor, y acaba de respon
derme que te recibirá ciegamente yendo con mi recomendacion : pue
des ir hoy mismo á verle de mi parte , porque es mi penitente у mi
amigo . Sobre esto el religioso me estuvo exhortando por espacio de
tres cuartos de hora á que cumpliese bien con mis deberes , y se ex
tendió particularmente sobre la obligacion que yo tenia de servir
con esmero al señor Velazquez; y concluyó asegurándome que él
cuidaria de mantenerme en mi acomodo, con tal que mi amo no tu
viese queja de mí .
Despues de haber dado gracias por su favor al religioso, salí del
convento con el pordiosero, quien me dijo que el señor Baltasar Ve
lazquez era un mercader de paños, anciano , rico , cándido у bon
dadoso; y no dudo , añadió, que lo pasará usted perfectamente en
652 GIL BLAS .
su casa . Me informé del sitio donde vivia , y al momento pasé allá
despues de haber prometido al mendigo mostrarme agradecido á
sus buenos servicios tan pronto como estuviese bien arraigado en
mi acomodo . Entré en una gran tienda en donde dos mancebos de
centemente puestos , que se paseaban de un lado a otro con moda
les afectados, esperaban compradores . Preguntéles si el amo estaba
en casa , y les dije que tenia que hablarle de parte del padre Alejo .
Al oir este nombre venerable me bicieron entrar en la trastienda ,
donde estaba el mercader bojeando un gran libro de asiento que te
nia sobre el escritorio; saludéle respetuosamente , y habiéndome
acercado á él : Señor , le dije, yo soy el mozo que el reverendo pa
dre Alejo le ba propuesto para criado . ¡ Ah ! hijo mio , me respon
dió , seas muy bien venido; basta que te envie ese santo hombre :
te recibo á mi servicio con preferencia á tres ó cuatro criados por
quienes me ban hablado ; es negocio concluido, y desde hoy te cor
re el salario .
No necesité estar mucho tiempo en casa del mercader para cono
cer que era tal cual me le habian pintado ; y aun me pareció tan
sencillo , que no pude menos de pensar en lo mucho que me costa
ria dejar de jugarle alguna pieza . Hacia cuatro años que estaba
viudo, y tenia dos hijos, un varon que acababa de cumplir veinte
y cinco años , y una hembra que entraba en los quince . Esta, edu
cada por una dueña severa , y dirigida por el padre Alejo , caminaba
por la senda de la virtud ; pero Gaspar Velazquez, su hermano , aun
que nada se habia omitido por hacerle hombre de bien , tepia todos
los vicios de un mozo licencioso . A veces pasaba dos ó tres dias fue
ra de casa , y si cuando volvia le daba el padre alguna reprension ,
Gaspar le mandaba callar levantando la voz mas que él.
Escipion , me dijo un dia el viejo, tengo un hijo que me da mu
cho que sentir; está envuelto en todo género de desórdenes, lo que
verdaderamente extraño , porque su educacion de ningun modo fué
descuidada; le he tenido buenos maestros, y mi amigo el padre Ale
jo ha hecho cuanto ha podido para atraerle al camino de la virtud
sin haberlo podido conseguir : Gaspar se ha enfangado en el liberti
naje. Acaso me dirás que le he tratado con demasiada indulgencia
en la pubertad , y que eso le habrá perdido; pero no es así: le he
castigado siempre que me pareció necesario el rigor ; porque , aun
que soy tan bonazo, tengo entereza en las ocasiones que la piden ;
y aun le hice encerrar en una casa de correccion, de donde salió
LIBRO DECIMO . 653
peor que entró en ella . En una palabra , es de aquellos mozos per
didos, a quienes no pueden corregir el buen ejemplo, las repren
siones , ni los castigos ; solo Dios puede hacer este milagro .
Si no me causó lástima la afliccion de aquel desgraciado padre,
á lo menos aparenté que la tenia . ¡Cuánto le compadezco, señor !
le dije : un hombre tan honrado como usted merecia tener mejor
hijo . ¿Qué le hemos de hacer , hijo mio? me respondió: Dios ha que
rido privarme de este consuelo . Entre los pesares que me da Gas
par , continuó, te diré en confianza uno que me causa mucho desa
sosiego , y es la inclinacion a robarme , que con demasiada frecuen
cia balla medios de satisfacer, a pesar de mi vigilancia. El criado
antecesor tuyo estaba de inteligencia con él, y por eso le despedí ,
pero de tí espero que no te dejarás seducir de mi hijo, y que mi
rarás con celo y fidelidad por mis intereses, como sin duda te lo ha
brá encargado mucho el padre Alejo. Así es , señor , le repliqué : du
rante una hora su reverencia no hizo otra cosa que exhortarme a
no tener puesta la mira sino en el bien de su merced , pero puedo
asegurar que para esto no necesitaba de su exhortacion, porque me
siento dispuesto a servir a su merced fielmente , y por último le pro
meto un celo á toda prueba .
Para sentenciar un pleito es necesario oir á las dos partes. El mo
cito Velazquez , elegante hasta dejarlo de sobra, juzgando por mi
fisonomía que yo no seria mas difícil de seducir que mi antecesor,
me llamó á un paraje retirado y me habló en estos términos: Escu
cha , amigo mio : estoy persuadido de que mi padre te habrá encar
gado que me espies ; pero te advierto que mires cómo lo haces,
porque este oficio tiene sus quiebras . Si llego a conocer que andas
averiguando mis acciones, te he de matar á palos , pero, si quieres
ayudarme á engañar á mi padre, puedes esperarlo todo de mi agra
decimiento . ¿Quieres que te hable mas claro? tendrás tu parte en las
redadas que echemos juntos : escoge, y en este mismo momento de
clárate por el padre ó por el hijo, porque no admito neutralidad.
Señor, le respondí, mucho me estrecha usted , y veo bien que no
podré menos de declararme en su favor, aunque en la realidad me
repugna ser traidor al señor Velazquez. Déjate de esos escrúpulos,
replicó Gaspar :mi padre es un viejo ayaro que quisiera traerme
todavía con andadores; un miserable que me niega lo que necesito,
rehusándose á contribuir á mis placeres, siendo estos de pura ne
cesidad en la edad de veinticinco años: este es el verdadero aspecto
83
1654 GIL BLAS .
bajo el cual debes mirar á mi padre. Basta , señor , le dije; no es
posible resistir á un motivo tan justo de queja ; me ofrezco a ayudar
á usted en sus loables empresas ; pero ocultemos ambos bien pues
tra inteligencia para que no se vea en la calle vuestro fiel aliado .
Creo que lo acertará usted si aparenta aborrecerme; hábleme con
aspereza en presencia de los demás , sin escasear las malas pala
bras ; tampoco hará daño tal cual bofeton, y algun puntapié en las
asentaderas ; antes bien , cuanta mas aversion me mostrare usted ,
tanta mayor confianza hará de mí el señor Baltasar . Por mi parte
fingiré huir de la conversacion de usted : en la mesa le serviré mos
trando que lo hago á mas no poder ; y , cuando hable de usted con
los mancebos de la tienda , no lleve a mal que diga de su persona
cuanto malo me viniere á la boca .
¡ Vive diez ! exclamó el mozo Velazquez al oir estas últimas pa
labras, que estoy admirado de tí , amigo mio ; en la edad que tienes
muestras un ingenio singular para todo lo que sea enredo : desde
luego me prometo de él los mas felices resultados ; y espero que con
el auxilio de tu talento no he de dejar ni un solo doblon á mi pa
dre . Usted me honra demasiado, le dije, confiando tanto en mi in
dustria : haré cuanto pueda para no desmentir el concepto que ha
formado de mí , y , si no puedo conseguirlo , á lo menos no será culpa
mia .
Tardé poco en hacer ver á Gaspar que yo era efectivamente el
hombre que necesitaba ; y hé aquí cuál fue el primer servicio que
le hice . El arca del dinero de Baltasar estaba en la alcoba donde dor
mia este buen hombre , al lado de su cama , y le servia de reclina
torio . Siempre que yo la veia me alegraba la vista, y en mi interior
le decia muchas veces : Mi amada arca , ¿ estarás siempre cerrada
para mí ? ¿ no tendré nunca el placer de contemplar el tesoro que
encierras ? Como yo iba cuando me daba la gana á la alcoba , cuya
entrada solo á Gaspar estaba prohibida , entré un dia a tiempo que
su padre, creyendo que nadie le veia , despues de haber abierto y
vuelto á cerrar el arca , escondió la llave detrás de un tapiz. Noté
cuidadosamente el sitio , y dí parte de este descubrimiento al amo
mozo , que me dijo abrazándome de alegría : ¡ Ah , mi querido Esci
pion ! ¿ qué es lo que acabas de decirme ? Nuestra fortuna es hecha ,
hijo mio ; hoy mismo te daré cera , estamparás en ella la llave , y me
devolverás la cera prontamente : poco trabajo me costará hallar un
cerrajero servicial en Córdoba , que no es la ciudad de España en
donde hay menos bribones .
LIBRO DECIMO . 655
Pero já qué fin , dije á Gaspar, quiere usted mandar hacer una
llave falsa, cuando podemos servirnos de la verdadera ? Es cierto ,
me respondió ; pero temo que mi padre por desconfianza ó por otro
motivo la quiera esconder en otra parte ; y lo mas seguro es tener
una que sea nuestra . Crei fundado su recelo , y , aprobando su pen
samiento , me dispuse á estampar la llave en la cera , lo que ejecuté
una mañana mientras que mi viejo amo hacia una visita al padre
Alejo, con quien tenia frecuentemente largas conversaciones. No con
tento con esto , me servi de la llave para abrir el arca , que , estando
llena de talegos, grandes y pequeños , me puso en una perplejidad
agradable, porque no sabia cuál escoger, sintiéndome ciegamente
enamorado de los unos y de los otros . Sin embargo , como el miedo
de ser sorprendido no me permitia hacer un detenido exámen , eché
mano á Dios y á ventura de uno de los mayores . En seguida , ba
biendo cerrado el arca y vuelto á poner la llave detrás del tapiz , sali
de la alcoba con mi presa , que fuí á esconder debajo de mi cama en
una pieza pequeña donde yo dormia .
Despues de concluida esta operacion con tanta felicidad , me fuí á
buscar al jóven Velazquez , que me estaba esperando en una casa
vecina para donde me habia dado cita , y le llené de gozo contán
dole lo que acababa de ejecutar. Quedó tan satisfecho de mí, que
me hizo mil caricias, y me ofreció generosamente la mitad del di
nero que habia en el talego , que yo no quise aceptar . Señor , le dije,
este primer talego es para usted solo ; sírvase usted de él para sus
necesidades . Presto volveré á hacer una visita al arca , en donde ,
gracias a Dios , hay dinero para entrambos . Efectivamente, tres dias
despues saqué de ella otro talego que contenia como el primero qui
nientos escudos, de los cuales no quise admitir mas que la cuarta
parte, por mas instancias que me hizo Gaspar para obligarme a que
los repartiésemos entre los dos como buenos hermanos .
Luego que el mozuelo se vió con tanto dinero, y por consiguiente
en estado de satisfacer la pasion que tenia a las mujeres y al juego,
se entregó á ellas totalmente ; y aun tuvo la desgracia de encapri
charse con una de aquellas famosas damas cortesanas que en poco
tiempo devoran y se tragan los caudales mas pingües . Ocasionóle
esta tan excesivos gastos, y me puso en la necesidad de hacer tan
tas visitas al arca , que al fin el viejo Velazquez echó de ver que le .
robaban. Escipion , me dijo una mañana, tengo que hacerte una con
fianza : alguno me roba , amigo mio : han abierto mi arca del di
656 GIL BLAS .
1 nero , y me han sacado de él muchos talegos. El hecho es constante,
pero já quién debo atribuir este robo ? ó , por mejor decir , ¿ quién
otro sino mi hijo puede haberle becho? Gaspar babrá entrado furti
vamente en mi alcoba , ó acaso tú mismo le habrás introducido en
ella , porque estoy tentado á creerte su confederado aunque parez
cais mal avenidos los dos . Sin embargo , no quiero abrigar esta sos
pecha, habiendo salido el padre Alejo por responsable de tu fideli
dad . Respondí que , gracias al cielo , no me tentaba la bacienda aje
na , y acompañé esta mentira con una exterioridad hipócrita que
contribuyó á sincerarme.
Con efecto , el viejo no volvió a hablarme sobre el asunto ; pero
no dejó de envolverme en su desconfianza, y , tomando precaucio
nes contra nuestros atentados, mandó poner al arca una cerradura
nueva , cuya llave traia desde entonces continuamente en la faltri
quera. Habiéndose interrumpido por este medio toda comunicacion
entre nosotros y los talegos, quedamos sin saber lo que nos pasaba,
particularmente Gaspar, que , no pudiendo ya gastar tanto con su
ninfa , temió hallarse precisado á no verla mas . En medio de esto
discurrió un arbitrio ingenioso que le proporcionó mantener su cor
respondencia por algunos dias mas , y fué el de apropiarse por via
de empréstito aquello que me habia tocado á mí de las sangrías que
yo habia hecho al arca . Entreguéle hasta el último maravedí, lo que
á mi parecer podia pasar por una restitucion anticipada que yo ha
cia al mercader anciano en la persona de su heredero .
Luego que el desordenado mozo acabó de consumir aquel recur
so , considerando que ya no le quedaba ningun otro , cayó en una
melancolía profunda y oscura, que poco a poco trastornó su razon.
No mirando ya á su padre sino como á un hombre que causaba la
desgracia de su vida , dió en una furiosa desesperacion , y sin escu
char la voz de la sangre, el miserable concibió el horroroso desig
nio de envenenarle. Poco satisfecho con haberme confiado este exe
crable proyecto , tuvo aliento para proponerme le sirviese de instru
mento á su venganza . Horroricéme al oirle semejante propuesta, y
le dije : ¡ Es posible, señor , que esteis tan dejado de la mano de Dios
que hayais podido formar esa abominable resolucion ! ¡ Pues qué!
stendríais valor para quitar la vida al autor de la vuestra ? ¿Ha
bríase de ver en España , en el seno del cristianismo , cometerse un
crimen cuya sola idea horrorizaria á las mas bárbaras naciones ? No ,
mi querido amo , añadí echándome á sus piés, no , usted no hará una
LIBRO DECIMO . 657
accion que excitaria contra sí toda la indignacion de la tierra , y que
seria castigada con un infame suplicio .
Aleguéle todavía á Gaspar otras razones para disuadirle de un
pensamiento tan culpable ; y yo no sé dónde pude encontrar racio
cinios tan honrados y discretos como empleé para combatir su de
sesperacion; lo cierto es que le bablé como pudiera un doctor de Sa
lamanca, a pesar de ser tan jóven é hijo de la Coscolipa. No obs
tante, por mas que hice para convencerle de que debia volver sobre
sí y desechar animosamente las detestables ideas que se habian apo
derado de su ánimo , fué inútil toda mi elocuencia. Bajó la cabeza,
y guardando un taciturno silencio , me hizo comprender que no de
sistiria a pesar de cuanto pudiera decirle .
En vista de esto , tomando mi determinacion , dije al anciano que
queria hablarle en secreto ; y babiéndome encerrado con él : Señor,
le dije, permítame usted que me arroje a sus piés é implore su mi
sericordia . Dichas estas palabras , me postré delante de él lleno de
agitacion, y con el rostro bañado en lágrimas. Atónito el mercader
de aquella demostracion , y de verme tan turbado, me preguntó qué
habia hecho . Un delito de que me arrepiento , le respondí, y que llo
raré toda mi vida : he tenido la flaqueza de dar oidos a su hijo de
usted , y de ayudarle a que le robase . Al mismo tiempo le hice una
confesion sincera de todo lo sucedido en este particular, despues de
lo cual le di cuenta de la conversacion que acababa de tener con
Gaspar, cuyo designio le revelé sin omitir la menor circunstancia .
Por mas mal concepto que el anciano Velazquez tuviese de su
hijo, apenas podia dar crédito á mis palabras . Sin embargo , no du
dando de la verdad de mi narracion : Escipion , me dijo levantán
dome del suelo , porque estaba todavía arrodillado, yo te perdono en
gracia del importante aviso que acabas de darme . Gaspar , continuó
alzando la voz , Gaspar quiere quitarme la vida . ¡ Ah , hijo ingrato !
imónstruo á quien hubiera valido mas ahogar al tiempo de nacer
que dejarlo vivir para ser un parricida ! ¿ Qué motivo tienes para
atentar contra mis dias ? ¡ Todos los años te doy una cantidad sufi
ciente para tus diversiones y no estás contento ! ¿ Conque será ne
cesario para contentarte permitirte que disipes todos mis bienes?
Habiendo hecho este doloroso apóstrofe, me encargó el secreto , y
me dijo que le dejase solo para pensar lo que debia hacer en tan de
licada coyuntura.
Yo estaba con la mayor inquietud por saber qué resolucion to
658 GIL BLAS .
maria aquel desgraciado padre, cuando en el mismo dia llamó á
Gaspar, y sin darle a entender lo que sabia , le habló de este modo:
Hijo mio , he recibido una carta de Mérida, en que me dicen que si
te quieres casar, se proporciona una señorita de quince años , que
sobre ser muy hermosa , llevará consigo un gran dote . Si no tienes
repugnancia al matrimonio , mañana al romper la aurora partire
mos los dos á Mérida ; veremos la persona que te proponen , y si te
gusta , te casarás con ella . Cuando Gaspar oyó hablar de un gran
dote, y creyendo tenerlo ya en su poder , respondió sin vacilar que
estaba pronto á hacer el viaje , y con efecto el dia siguiente al ama
necer marcharon solos y montados ambos en buenas mulas.
Luego que llegaron a las montañas de Fesira , y se vieron en un
sitio tan apetecido de los salteadores como temido de los pasajeros,
Baltasar echó pié a tierra , diciendo a su hijo que hiciese lo mismo .
Obedeció el mozo , y preguntó para qué le hacia apear en aquel pa
raje. Voy a decirtelo, le respondió el anciano mirándole con unos ojos
en que estaban pintados la cólera y el dolor . No iremos á Mérida, y
la boda de que te he hablado es una mera invencion mia solo para
atraerte aquí. No ignoro , hijo ingralo y desnaturalizado, no ignoro
el atentado que proyectas : sé que por disposicion tuya se tiene pre
parado un veneno para dármele ; pero , díme , insensato , ¿ has po
dido lisonjearte de quitarme de este modo impunemente la vida ?
¡ Qué horror ! Tu crímen sa descubriria bien pronto, y moririas á
manos del verdugo . Hay , continuó , otro medio mas seguro para que
satisfagas tu furor, sin exponerte a una muerte ignominiosa ; aquí
4
SHAFIENTESE GASPAR AL VER QUE BU PADRE HA DESCUBIERTO SU TRAMA.
LIBRO DECIMO . 659
estamos los dos sin testigos, y en un sitio en que cada dia se co
meten asesinatos. Ya que tan sediento estás de mi sangre, sepulta
en mi pecho tu puñal, y se atribuirá está muerte á los salteadores.
Á estas palabras, descubriendo Baltasar el pecho y señalando el si
tio del corazon á su hijo : Mira ,Gaspar , añadió , dáme aquíun golpe
mortal, para castigarmede haber engendrado á un malvado como tú .
El joven Velazquez, berido como de un rayo con estas palabras,
muy lejos de intentar sincerarse , cayó de repente sin sentido a los
piés de su padre . El buen anciano, viéndole en aquel estado, que
le pareció un principio de arrepentimiento, no pudo menos de ceder
á la pasion paternal, y acudió prontamente á socorrerle ; pero Gas
par, luego que volvió en sí, no pudiendo sufrir la presencia de un
padre tan justamente irritado, hizo un esfuerzo para levantarse,
volvió á montar en su mula , y se alejó siu decir una palabra. De
jóle ir Baltasar , y, abandonándole á sus remordimientos, se restituyó
á Córdoba, en donde seis meses despues supo que su hijo babia
tomado el hábito en la cartuja de Sevilla , para pasar allí el resto de
su vida haciendo penitencia .
CAPÍTULO XII.
fin de la bistoria de Escipion .
Ocasiones hay en que el mal ejemplo suele producir buenos efec
tos. La conducta que el joven Velazquez babia tenido, me obligó á
hacer serias reflexiones sobre la mia .Comencé a combatir mi incli
nacion á hurtar, y me propuse vivir como hombre honrado. El há
bito que yo habia contraido de apoderarme de cuanto dinero podia
haber á las manos , se habia radicado en mí con actos tan repeti
dos, que no era fácil de vencer . Sin embargo, esperaba lograrlo ,
persuadido de que para ser virtuoso no es menester mas que que
rerlo de veras. Emprendí pues esta grande obra, y el cielo bendijo
mis esfuerzos: dejé de mirar con ojos codiciosos el arca del merca
der anciano, y aun creo que, aunque hubiera estado en mimano
sacar de ella algunos talegos, no los hubiera tocado: sin embargo,
confesaré que hubiera sido gran imprudencia poner á prueba mi in
tegridad reciente, de lo cual se guardó muy bien Velazquez .
Concurria frecuentemente a su casa un caballero jóven de la ór
den de Alcántara , llamado don Manrique de Medrano. Todos le esti
mábamos mucho, porque era uno de nuestros parroquianosmas no
bles , aunque no de los mas ricos. Prendóse tanto de mí este caba
llero, que siempre que me encontraba se detenia á hablar conmi
go, mostrando gusto en ello. Escipion, me dijo un dia, siyo tuvie
ra un criado de tan buen humor, creeria poseer un tesoro , y , si no
LIBRO DECIMO. 661
estuvieras con un sugeto a quien estimo, dada omitiria para atraerte
á mi servicio . Señor , le respondí, eso le costaria muy poco á V . S .,
porque tengo inclinacion a las personas distinguidas : este es mi fla
co: sus modales caballerosos me encantan. Siendo eso así, me re
plicó don Maorique, quiero suplicar á miamigo el señor Baltasar
que permita te pases de su servicio almio , y creo que nomenega
rá este favor. Concedióselo Velazquez inmediatamente , y con tanta
mayor facilidad , cuanto que se persuadia que la pérdida de un criado
bribon no era irreparable. Por mi parte mealegré de esta traslacion,
no pareciéndome el criado deun mercader sino un desharrapado, en
comparacion del criado de un caballero de Alcántara .
Para hacer a ustedes un retrato fiel de mi nuevo amo, les diré
que era un mozo arrogante , que encantaba a todos por sus apaci
bles costumbres y por su talento , y que además tenia mucho valor
y probidad. Solo le faltaban bienes de fortuna; pero , siendo el se
gundo de una casa mas ilustre que rica, se veia obligado a vivir á
expensas de una tia anciana residente en Toledo, que, amándole
como si fuera bijo suyo, cuidaba de suministrarle cuanto dinero ba
bia menester para mantenerse. Vestia siempre con mucho aseo , y
en todas partes era bien recibido. Visitaba las principales señoras
de la ciudad , y entre otras á la marquesa de Almenara , que era una
viuda de setenta y dos años, cuyos modales, atractivos y agudeza de
entendimiento atraian a su casa toda la nobleza de Córdoba . Damas
y caballeros gustaban de su conversacion, y su casa se llamaba la
buena sociedad . .
Mi amo era uno de los que mas frecuentemente obsequiaban á
esta señora . Una noche que acababa de separarse de ella , me pare
ció verle en un desasosiego que no era natural. Señor, le dije, pa
rece que V . S . está agitado: ¿podrá este fiel criado saber la causa?
¿Le ha acontecido á V . S . alguna cosa extraordinaria ? Mi amo se
sonrió a esta pregunta , y me confesó que con efecto le ocupaba la
imaginacion una conversacion séria que acababa de tener con la
marquesa de Almenara . Me alegrara , le dijo riéndome, que esa niña
selentopa hubiese becho á V . S . una declaracion de amor. Pues po
lo tomes a chanza, me respondió : bas de saber, amigo mio , que la
marquesa me ama. Me ha dicho: Mecompadece tanto vuestra escasa
fortuna, cuanto aprecio vuestra distinguida nobleza : os miro con
particular inclinacion , y he determinado daros mimano para pro
porcionaros un estado cómodo, no pudiendo decentemente enrique
86
662 GIL BLAŞ.
ceros de otro modo. Preveo que este enlace dará mucho que reir de
mí al público ; que seré el objeto de todas lasmurmuraciones , y que
todos me tendrán por una vieja loca que quiere casarse. No me da
cuidado; todo lo despreciaré por proporcionar á usted una suerte
venturosa ; y lo único que temo, me ha añadido , es que mostreis
repugnancia al cumplimiento de mideseo.
Esto es lo queme ha dicho la marquesa , prosiguió miamo. Te
niéndola , como la tengo, por la señora mas juiciosa y prudente de
Córdoba , considera lo admirado que quedaria yo de oirla hablar en
aquellos términos. Le he respondido que me maravillaba de que me
hiciese el honor de proponerme su mano una señora que siempre
habia persistido en la resolucion de subsistir viuda hasta la muerte.
A esto me ha replicado que, poseyendo tan considerables bienes ,
queria hacer participante de ellos en vida á un hombre honrado á
quien estimaba . Sin duda, le repliqué entonces, que V . S . está ya
resuelto a saltar la valla . ¿Puedes dudarlo? me respondió mi amo.
La marquesa es dueña de inmensos bienes , y tiene prendas emi
pentes: era preciso estar loco para malograr un establecimiento
tan ventajoso para mí.
Alabéle mucho el pensamiento de aprovechar tan excelente oca
sion de adelantar su fortuna , y aun le persuadí que acelerase los
preparativos: tanto era el miedo que yo tenia de que se frustrase
este eplace . Pero por fortuna la marquesa estaba mas deseosa que
yo de que se realizara ; y á este fin dió órdenes tan eficaces, que en
pocos dias se dispuso todo lo necesario para celebrar la boda. Ape
nas se esparció por Córdoba la voz de que la marquesa vieja de
Almenara se casaba con don Manrique deMedrano, cuando comen
zaron los bufones á divertirse muy á costa de la buena viuda; pero,
por mas que agotaron todas sus bufonadas y chocarrerías, no aflo
jó esta un punto en su resolucion . Dejó hablar á los ociosos, y se
fué muy sosegada á la iglesia con su don Manrique. Celebróse la
boda con tan gran fausto , que dieron nuevo motivo á la murmura
cion . La novia , se decia , debiera á lo menos por pudor, baber su
primido la pompa y el estrépito , como impropios en la boda de
viudas ancianas que se casan con mozos .
La marquesa , lejos de mostrarse avergoozada de ser a su edad
esposa de un joven comoaquel, se entregaba sin reserva al gozo que
en ello experimentaba. Toda la nobleza cordobesa de uno y otro
sexo estaba convidada á una espléndida cena y á un baile no menos
LIBRO DÉCIMO. 663
suntuoso que siguió despues ; al fin del cual nuestros recien casados
desaparecieron para ir a una habitacion, donde , encerrándose con
una criada mayor y conmigo , la marquesa dirigió á mi amo estas
palabras: Don Manrique , ved aquí vuestro cuarto ; el mio está al
otro extremo de la casa : de noche cada uno estará en el suyo , y por
el dia vivitemos juntos como madre e hijo, Al principio se engaño
mi amo , creyendo que la señora no le hablaba de aquella suerte
sino para obligarle á que le hiciese una dulce violencia ; é , imagi
nándose que por buena correspondencia debia mostrarse apasionado ,
se acercó a ella , y se ofreció con vivas instancias a servirle de ayu
da de cámara ; pero ella , muy lejos de permitir que la desnudase ,
le desvió con semblante serio , diciéndole : Deteneos, don Manrique;
si me teneis por una de esas viejas verdes que vuelven a casarse
por fragilidad , estais equivocado: no me he casado con vos sino
para proporcionaros las ventajas que puedo por nuestro contrato
matrimonial , Este es un don gratuito de mi corazon , y no exijo de
vuestro reconocimiento sino demostraciones de amistad . Dicho esto ,
nos dejó á mi amo y á mí en nuestro cuarto , retirándose ella al su
yo con su criada, y prohibiendo absolutamente al caballero que la
acompañase.
Despues que se retiró permanecimos los dos un gran rato atóni
tos de lo que acabábamos de oir . Escipion , me dijo mi amo , ges
perabas oir lo que me ha dicho la marquesa? ¿qué juicio baces de
una señora como esta ? Juzgo , señor , le respondí, que es de lo que
no hay . ¡ Qué dicha tiene usted en poseerla! Esto se llama un be
neficio simple sin carga . Yo , replicó don Manrique , no acabo de
admirar el carácter de una esposa tan apreciable , y pretendo com
pensar con todas las atenciones imaginables el sacrificio que ha he
cho por mí . Continuamos hablando de la señora , y despues nos re
tiramos a dormir , yo en una cama que habia en un cuartillo inme
diato , y mi amo en otra regalada y magnífica que le habian
puesto; y en la cual creo que allá en lo íntimo de su corazon no le
pesó mucho dormir solo , quedando pagado de ello con un ligero
susto .
El dia siguiente comenzaron de nuevo los regocijos, en los que
la recien casada se mostró de tan buen humor , que dió nuevo pá
bulo á las chanzonetas de los zumbones . Ella era la primera que se
reia de lo que decian , les excitaba a chancearse, y aun les daba
pié para que aumentasen la chacota. El caballero por su parte no
664 GLL BLAS .
se mostraba menos contento que su esposa ; y , al ver el aspecto ca
riñoso con que la miraba y le hablaba , se hubiera dicho que es
taba enamorado de la anciapidad . Aquella noche obtuvieron los
dos esposos otra conversacion , y quedaron de acuerdo en que , sin
incomodarse uno a otro , vivirian del mismo modo que lo habian
hecho antes de su casamiento . Sin embargo , merece elogiarse la
conducta de don Manrique: hizo por consideracion á sa mujer lo
que pocos maridos hubieran hecho en su lugar, que fué apartarse
del trato que tenia con cierta señorita de la clase media , á quien
amaba y de la que era correspondido, no queriendo , decia, man
tener una amistad que pareceria insultar la delicada conducta que
su esposo observaba con él .
Mientras estaba dando unas pruebas tan visibles de agradeci
miento á esta señora anciana , ella se las pagaba con usura , aun
que las ignorase. Hízole dueño del arca de su dinero, que valia mas
que la de Velazquez. Como habia reformado su casa durante su
viudez, la restituyó al mismo pié en que estaba en vida de su pri
mer marido: aumentó el número de criados , llenó sus caballerizas
de caballos y mulas; en una palabra, por sus generosas bondades
el caballero mas pobre del orden de Alcántara llegó á ser el mas
opulento de ella . Acaso me preguntarán ustedes qué saqué de todo
esto : mi ama me regaló cincuenta doblones , y mi amo ciento , ha
ciéndome además su secretario con el sueldo de cuatrocientos es
cudos ; y aun hizo de mí tanta confianza , que me nombró su teso
sorero .
¡ Su tesorero! exclamé, interrumpiendo á Escipion cuando llegó
á este paso , y riéndome á carcajadas. Sí , señor, me replico con
semblante sereno y formal; sí , señor , su tesorero ; y aun me atrevo
á decir que desempeñé con honor aquel empleo . Es verdad que
acaso habré quedado debiendo alguna cosilla á la caja, porque,
como me cobraba anticipadamente de mi salario , y dejé de repente
el servicio del caballero, no es imposible que haya resultado en la
cuenta algun alcance; de todos modos es la última reconvencion
que se me podrá hacer, supuesto que desde entonces acá he sido
un hombre lleno de rectitud y probidad .
Hallábame pues , continuó el hijo de la Coscolina, de secretario
y tesorero de don Maorique, que vivia tan satisfecho de mí como
yo lo estaba de él , cuando recibió una carta de Toledo en que le
noticiaban que su tia doña Teodora Moscoso estaba a los últimos de
LIBRO DECIMO . 665
su vida. Le fué tan dolorosa esta noticia , que al momento partió á
dicha ciudad para asistir a aquella señora que hacia muchos años
desempeñaba con él los oficios de madre. Acompañéle en aquel viaje
con un ayuda de cámara y un lacayo solamente ; y , montados todos
cuatro en los mejores caballos de la cuadra , llegamos en posta á
Toledo , en donde encontramos á doña Teodora en tal estado , que
nos dió esperanzas de que no moriria de aquella enfermedad. Con
efecto, no desmintió el resultado nuestros pronósticos, aunque con
trarios al de un médico ya viejo que la asistia .
Mientras que la salud de nuestra buena tia se iba restableciendo
visiblemente, menos quizá por los remedios que le hacian tomar ,
que por la presencia de su querido sobrino , el señor tesorero em
pleaba su tiempo lo mas alegremente que podia con ciertos jóve
nes , cuyo trato era muy á propósito para proporcionarle ocasiones
de gastar su dinero . Llevábanme algunas veces á los garitos, en
donde me incitaban a jugar con ellos, y , como yo no era tan dies
tro jugador como mi amo don Abel , perdia muchas mas veces de
las que gapaba : insensiblemente me iba aficionando al juego, y , si
me hubiera entregado del todo á esta pasion , sin duda me hubiera
precisado á tomar de la caja algunas mesadas anticipadas; pero
por fortuna el amor salvó la caja y mi virtud . Pasando yo un dia
cerca de la Iglesia de San Juan de los Reyes , ví asomada á una ce
losía , cuyas portezuelas estaban abiertas , á una linda niña , que
mas parecia deidad que criatura . Si encontrara otra voz mas ex
presiva, usaria de ella para dar a entender á ustedes la fuerte im
presion que sentí al verla . Informéme de quién era , y despues de
varias diligencias supe que se llamaba Beatriz , ( y que era doncella
de doña Julia , hija segunda del conde de Polan .
Beatriz interrumpió aquí á Escipion riendo á carcajada tendida,
y , dirigiendo la palabra á mi mujer: Amable Antonia , le dijo, mi
reme usted bien , y dígame por su vida si á su parecer tengo sem
blante de divinidad . Por lo menos entonces , le dijo Escipion , le te
nias á mis ojos; y ahora que tu fidelidad ya no me es sospechosa,
me pareces mas hermosa que nunca . Mi secretario , despues de una
respuesta tan amorosa , prosiguió así su historia:
Este descubrimiento acabó de encenderme , no á la verdad en un
ardor legitimo , porque me imaginé que fácilmente podria triunfar de
sa virtud combatiéndola con presentes capaces de desquiciarla; pero
yo conocia mal a la casta Beatriz . Inútilmente le ofrecí mi bolsillo
666 GIL BLAS .
y mis obsequios por medio de ciertas mujercillas mercenarias, pues
oyó con mucho enojo la propuesta . Su resistencia encendió mas
mis deseos , y recurri al último arbitrio , que fué ofrecerle mi mano ,
la que aceptó luego que supo era yo secretario y tesorero de don
Manrique. Pareciónos á los dos que convenia teper oculto nuestro
matrimonio por algun tiempo , y así nos casamos de secreto, siendo
testigos la señora Lorenza Séfora , aya de Serafina, y otros criados
del conde de Polan. Luego que me casé con Beatriz , ella misma
me facilitó el modo de verla y hablarle de noche en el jardin, en
donde yo entraba por una puertecilla cuya llave me entregó. Difi
cilmente se hallarian dos esposos que se amasen con más ternura
que nos amábamos Beatriz y yo : era igual en ambos la impacien
cia con que esperábamos la hora señalada para vernos y hablar
nos ; ambos acudíamos allí con la misma ansia , y siempre se nos
hacia cort) el tiempo que pasábamos juntos, aunque algunas veces
no dejaba de ser bien largo .
Una noche, que fué para mí tan cruel como habian sido delicio
sas las anteriores , al ir á entrar en el jardio, quedé sorprendido de
hallar abierta la puertecilla. Sobresaltóme aquella novedad, y
formé de ella un mal juicio; me puse pálido y trémulo, como si
babiese presentido lo que iba á sucederme; y , acercándome en me
dio de la oscuridad hacia un cenador en donde habia solido bablar
á mi esposa , oí la voz de un hombre ; me detuve para percibir me
jor , y al momento llegaron a mis oidos estas palabras: No me ha
gas penar mas, mi querida Beatriz , completa mi felicidad, y piensa
que de ella depende tu fortuna. En vez de tener la paciencia de es
cuchar todavía , creí no tener necesidad de oir mas : un furor celoso
se apoderó de mi alma, y , no respirando sino venganza , desen
vainé la espada, y entré precipitadamente en el cepador. ¡ Ah vil
seductor! exclamé, cualquiera que tú seas , antes de quitarme el
honor será menester que me arranques la vida . Diciendo estas pa
labras cerré contra el caballero que estaba en conversacion con
Beatriz, que se puso al momento en defensa, y se batió como per
sona mas diestra en el manejo de las armas que yo , que no babia
recibido sino algunas lecciones de esgrima en Córdoba. Sin embar
á pesar de su destreza le tiré una estocada que no pudo parar,
go,
ó mas bien tuvo un tropiezo; víle caer al suelo , y, creyendo ha
berle herido mortalmente, me puse en salvo á carrera tendida, sin
querer responder á Beatriz, que me llamaba .
LIBRO DECIMO. 667
Asi fué puntualmente, interumpió la mujer de Escipion dirigién ,
donos la palabra; yo le llamaba para sacarle de su error . El cabą
llero que estaba hablando conmigo en el cenador, era don Fernando
de Leiva . Este señor , que amaba tiernamente á mi ama Julia , es
taba determioado á sacarla de casa , pareciéndole que no la podria
conseguir sino por este medio , y yo misma le habia citado para el
jardin con el fin de concertar con él esta fuga, de la cual me ase
guraba él que pendia mi fortuna ; pero por mas que llamé a mi es
poso șe alejó de mí como de una esposa infiel.
En el estado en que me hallaba , replicó Escipion , era capaz de
eso y mucho mas. Los que saben por experiencia qué cosa son ce
los , y las extravagancias que hacen cometer aun á los mas sensa
tos , po se admirarán del trastorno que causaron en mi débil ima
ginacion . Al momento pasé de un extremo á otro ; á los sentimien
tos de ternura que un instante antes me animaban bácia mi espo
sa , me sobrevivieron bien pronto impulsos de aborrecimiento , é
hice juramento de abandonarla y desecharla para siempre de mi
memoria . Por otra parte creia haber muerto á un caballero, y bajo
este concepto, temeroso de caer en manos de la justicia, experi
mentaba la turbacion penosa que persigue por todas partes como
una furia á un hombre que acaba de cometer un crímen . En esta
horrible situacion , no pensando mas que en ponerme en salvo , y sin
volver siquiera á la posada , en aquel mismo punto salí de Toledo,
sin mas equipaje que el vestido que tenia puesto. Es verdad que
llevaba en el bolsillo hasta unos sesenta dobloges, lo que no dejaba
de ser un recurso bastante bueno para un mozo que tenia hecho
ánimo de no pasar de criado en toda su vida.
Caminé toda aquella noche , ó , por mejor decir , fuí corriendo , por
que la idea de los alguaciles, presente siempre a mi imaginacion, me
daba un continuo vigor. Amanecí entre Rodillas y Maqueda , y cuan
do llegué á este último pueblo , sintiéndome algo cansado, entré en
la iglesia que acababan de abrir , y , despues de haber hecho una
breve oracion , me senté en un banco para descansar. Púseme á
meditar en el estado de mis negocios, que no me daban poco en
qué discurrir ; pero no tuve tiempo para hacer muchas reflexiones,
porque luego oí resonar en la iglesia tres ó cuatro chasquidos de
látigo, que me hicieron creer pasaba por allí algun alquilador ; me
levanté al momento para ir a ver si me engañaba; y cuando estu
ve en la puerta ví upo montado en una mula, que llevaba de reata
668 GIL BLAS .
otras dos . Parad , amigo mio , le grité : zadónde van esas mnlas? A
Madrid , me respondió : en ellas han venido a este pueblo dos reli
giosos dominicos , y me voy allá de retorno .
La ocasion que se presentaba de bacer el viaje de Madrid , me
inspiró deseo de verificarle; ajustéme con el alquilador; monté en una
de sus mulas, y nos encaminamos hácia Illescas, en donde debíamos
hacer noche .
No bien habíamos salido de Maqueda , cuando el alquilador, per
sona de treinta y cinco á cuarenta años , empezó a entonar cánticos
de la Iglesia á toda voz : comenzó por los salmos que los canónigos
captan a maitines; en seguida captó el Credo, como en las misas so
lemnes; y luego , pasando a las vísperas, me las cantó todas sin per
donarme ni aun el Magnificat. Aunque el majadero me aturdia los
oidos, yo no podia menos de reir ; y aun le incitaba á continuar
cuando se veia precisado á detenerse para cobrar aliento . ¡ Animo,
buen amigo ! le decia , prosiga usted , que si el cielo le ha dado tan
buenos pulmones , usted no hace mal uso de ellos . ¡ Oh ! en cuanto
á eso , me respondió , no me parezco , gracias a Dios , a la mayor
parte de los alquiladores , que no cantan sino canciones infames ó
impías; di tampoco canto nunca romances sobre nuestras guerras
contra los moros , porque son unas cosas á lo menos frívolas, cuando
no sean indecentes. Teneis , le repliqué , una pureza de corazon que
raras veces tienen los alquiladores; y siendo tan escrupuloso en pun
to de canciones , chabeis hecho tambien voto de castidad en las po
sadas doode bay criadas mozas ? Seguramente, me respondió; la con
tinencia es tambien una cosa de que me precio en estos parajes; en
ellos solo me ocupa el cuidado de mis mulas . No quedé poco admi
rado de oir hablar de este modo a aquel fénix de los alquiladores; y ,
teniéndole por un hombre de bien y de talento , entablé conversa
cion con él luego que acabó de cantar cuanto le dió la gana .
Llegamos á Illescas á la caida de la tarde. Luego que nos apea
mos en el meson , dejé á mi compañero que cuidase de sus mulas, y
me metí en la cocina á encargar al mesonero que nos dispusiese una
buena cena , lo que prometió hacer tan bien , que me acordaria , dijo
él , toda mi vida de haberme alojado en su meson . Pregunte su mer
ced , añadió , pregunte a su alquilador quién soy yo . Voto a tal, que
desafiaria a todos los cocineros de Madrid y de Toledo á hacer una
olla podrida como las que yo hago . Esta noche quiero agasajar á su
merced con un guisado de gazapo compuesto de mi mano , y verá si
LIBRO DECIMO . 669
tengo razon para ponderar mi habilidad . Dicho esto , mostrándome
una cazuela en que habia , segun él decia , un conejo hecho ya tro
zos : Mire usted , continuó , lo que pienso darle despues que le haya
echado pimienta , sal , vino, un manojo de yerbas , y algunos otros
ingredientes que empleo en mis salsas, con lo que espero regalar á
su merced con un guisado que se pudiera presentar a un contador
mayor .
El mesonero , despues de haber hecho de este modo su elogio ,
comenzó á disponer la cena . Mientras tanto me entré en un cuarto,
y , echándome en una mala cama que habia allí , me quedé dormido
de cansancio por no haber sosegado nada la noche antecedente. De
allí a dos horas vino á despertarme el alquilador, diciendo : Señor
amo , la cena está pronta , venga usted si gusta á sentarse á la me
sa ; la cual estaba puesta en una sala con solos dos cubiertos . Sen
támonos á ella el alquilador y yo , y nos trajeron el guisado; me ti
ré á él con ansia , y me supo muy bien , ya fuese porque el hambre
me le hizo apetitoso , ya por el sainete que le daban los ingredien
tes del cocinero. En seguida nos sirvieron un trozo de carnero asa
do ; y , observando que el alquilador solo tomaba de este segundo
plato , le pregunté por qué no tomaba del otro . Me respondió son
riéndose, que no le gustaban los guisos ; cuya respuesta, ó , por me
jor decir , la risita con que la habia acompañado , me pareció miste
riosa . Usted me oculta , le dije , la verdadera razon que le impide
comer de este guisado : hágame el gusto de decírmela . Ya que usted
tiene tanta curiosidad de saberla , replicó él , le diré que tengo re
pugpancia á llenarme el estómago de esa especie de guisotes , desde
que camioando de Toledo á Cuenca me dieron una noche en un me
son , por conejo de vivar , un jigote de gato ; lo que me ha hecho
cobrar aversion á los cochifritos .
Apenas el alquilador me dijo estas palabras perdí enteramente el
apetito en medio del hambre que me devoraba . Se me encajó en la
cabeza que acababa de comer conejo solo en el nombre , y ya no
miré el guisado sino haciéndole gestos . El arriero , lejos de desva
necer mi aprension , me la aumentó diciéndome que los mesoneros
y pasteleros en España hacian con frecuencia aquella especie de quid
pro quo; lo que , como ustedes pueden pensar , no me sirvió de mu
cho consuelo , antes bien me quitó del todo la gana , no ya de vol
ver á probar el guisote , mas ni aun de tocar al asado, temiendo que
el carnero no lo fuese mas realmente que el conejo. Levantéme de la
86
670 GIL BLAS .
mesa echando mil maldiciones al guiso , al mesonero y al meson ;
volvíme á tender en la cama , y pasé la noche con mas quietud de
la que pensaba . El dia siguiente muy temprano , despues de baber
pagado al mesonero con tanta largueza como si me hubiera tratado
perfectamente, salí de llescas tan ocupado el pensamiento en el gui
sado , que me parecian gatos cuantos animales se me ofrecian á la
vista . Entramos temprano en Madrid , y , despues de haber satisfe
cho al conductor , me hospedé en una posada de caballeros cerca de
la puerta del Sol . Aunque mis ojos estaban acostumbrados al gran
mundo , no dejaron de deslumbrarse con el concurso de señores que
se ven comunmente en el centro de la corte . Pasmóme el enorme nú
mero de coches , y la gran multitud de gentiles hombres, pajes y la
cayos que los grandes llevaban de comitiva . Llegó á lo sumo mi
admiracion, cuando, habiendo ido á ver el rey , miré al monarca ro
deado de sus cortesanos . Quedé encantado á vista de tal espectácu
lo , y dije para mí : Ya no me admiro de baber oido decir que es in
dispensable ver la corte de Madrid para formar concepto cabal de su
magnificencia: celebro infinito el visitarla, y el corazon me dice que
he de bacer algo en ella . Sin embargo , nada mas bice que contraer
algunas amistades inútiles , fuí poco á poco gastando todo mi dinero,
y me tuve por muy dichoso en haberme acomodado, a pesar de to
do mi mérito , con un pedante de Salamanca , á quien conocí casual
mente , que habia ido a la corte , su patria , á negocios personales.
Llegué á ser sus pies y sus manos , y cuando se restituyó á su uni
versidad me llevó en su compañía .
Llamábase don Ig
HAN
AE ។ pacio de Ipiña este mi
nuevo amo . El mismo
se tomaba el don por
baber sido maestro de
un duque , el cual por
agradecimiento le ha
bia señalado una renta
vitalicia : gozaba otra
por catedrático jubilado
del colegio , y además
de eso sacaba del público doscientos ó trescientos doblones anuales
por los libros de moral dogmática que solia dar a la prensa . El mo
do con que componia sus obras me parece digoo de contarse . Gas
LIBRO DECIMO . 671
taba casi todo el dia en leer autores hebreos , griegos y latinos, y en
escribir en medias cuartillas de papel todos los apotegmas ó pensa
mientos sublimes que encontraba en ellos ; conforme iba llenando
las cuartillas me las hacia ensartar en un alambre en figura de
guirnalda , y cada una formaba un tomo. ¡Qué de libros perversos
hacíamos ! Apenas se pasaba mes alguno sin que formásemos cuando
menos dos volúmenes , y al momento iban á fatigar la prensa . Lo
mas extraordinario era que estas compilaciones se hacian pasar por
cosas nuevas ; y si los críticos trataban de hacer ver al autor que era
un plagiario de las obras de los antiguos , les contestaba con orgu
lloso descaro : Furto lætamur in ipso.
Tambien era gran comentador, y estaban tan llenos de erudicion
sus comentos , que a cada paso hacia notas sobre cosas que no me
recian reparo ; así como en las medias cuartillas de papel escribia
inoportunamente pasajes de Hesiodo y de otros autores . Yo no dejé
de aprovechar en casa de este sabio , y seria ingratitud negarlo , pues
á lo menos , á fuerza de copiar sus obras , fuí aprendiendo á escribir
decentemente ; y , considerándome él , no ya como criado, sino como
discípulo suyo , ilustró mi entendimiento sin descuidarse en arreglar
mis costumbres . Si por casualidad llegaba á saber que algun otro
criado habia hecho algo malo : Escipion , me decia , guardate bien ,
hijo, de hacer lo que ha hecho ese bribon : un criado debe esme
rarse en servir lealmente a su amo : en una palabra , no perdia oca
sion don Ignacio de exhortarme á la virtud ; y sus palabras bacian
en mí tanta impresion, que , en los quince meses que le servi, no
tuye la mas mínima tentacion de jugarle ninguna de las piezas á
que estaba acostumbrado, ni tampoco hice en su casa la mas leve
travesura .
Ya dejo dicho que el doctor Ipiña era hijo de Madrid , donde te
nia una parienta llamada Catalina, que era camarera del ama que
habia criado al príncipe de Asturias . La tal sirvienta , que es la mis
ma de quien me valí para sacar al señor Santillana de la torre de
Segovia, deseosa de hacer algo por su pariente don Ignacio , se em
peñó con su ama para que le consiguiese del duque de Lerma al
guna pieza eclesiástica. El ministro le confirió el arcedianato de Gra
nada , porque , siendo aquel reino pais de conquista , todas las pre
bendas son del patrimonio real, y de nombramiento del rey . Luego
que lo supimos marchamos á Madrid , porque quiso el doctor dar
las gracias a sus bienhechores antes de ir á Granada . Con esta oca
672 GIL BLAS .
sion las tuve frecuentes de ver y tratar a la tal Catalina, que se pagó
mucho de mi buen humor y desembarazo . No me gustó á mí me
nos la mozuela , y tanto , que no pude dejar de corresponder á cier
tas señales de particular inclinacion que me manifestaba ; en con
clusion , nos enamoramos uno de otro . Perdóname , querida Beatriz,
esta confesion que hago ; el mirarte entonces infiel á mí , fué lo que
me hizo propasar á lo que no me era permitido .
Mientras tanto el doctor don Ignacio iba disponiendo su viaje a
Granada . Sobresaltados su parienta y yo de la dolorosa separacion
que se acercaba, discurrimos un arbitrio que nos libró de este gol
pe . Fingíme gravemente enfermo, quejándome de la cabeza, del
vientre y del pecho , con todas las demostraciones del hombre mas
angustiado del mundo . Mi amo llamó á un médico , el cual , despues
de haberme reconocido , me dijo de buena fe que mi enfermedad era
mas séria de lo que parecia , y que verosimilmente no me levanta
ria tan presto de la cama . Impaciente el doctor por irse á su cate
dral , no tuvo por oportuno dilatar mas su viaje , y prefirió tomar
otro criado para que le sirviera ; contentándose con entregarme al
cuidado de una asistenta, a la cual dejó cierta cantidad de dinero
para mi entierro si moria, ó para recompensar mis servicios si salia
de mi enfermedad .
Luego que supe que don Ignacio habia salido para Granada, me
hallé curado de todos mis males . Levantéme , despedí al médico que
habia dado tan notoria prueba de su gran penetracion, y me deshice
de la asistenta, que me robó mas de la mitad del dinero que debia
entregarme . Mientras yo representaba este papel, Catalina desem
peñaba otro muy diverso con su ama doña Ana de Guevara , á la
cual, persuadiéndola de que yo era un intrigante ducho, la puso en
deseo de escogerme por uno de sus agentes . La señora ama , que
tenia mucho apego a las riquezas, era dada á manejos que pudieran
producirlas, y , necesitando de personas á propósito para ello , me
recibió entre sus criados . Tardé poco en dar pruebas de mi talento.
Dióme algunos encargos delicados que pedian viveza y maña , los
que puedo asegurar sin vanidad desempeñé á sa satisfaccion ; por
lo que quedó tan pagada de mí , como yo poco satisfecho de ella, pues
era tan codiciosa , que nada me tocaba de lo mucho que le redituaban
mis manipulaciones y mi industria . Parecíale que solo con pagarme
puntual y exactamente mi salario usaba conmigo de sobrada gene
rosidad. Este exceso de avaricia me hubiera hecho salir muy presto
LIBRO DECIMO . 673
de su casa , á no haberme detenido en ella el afecto á Catalina, la
cual , enamorada cada dia mas y mas de mí , me propuso formal
mente que nos casásemos.
¡ Poco a poco ! le respondí , querida mia , esa ceremonia no la po
demos hacer tan prontamente: para eso es menester esperar la muerte
de cierta jovencita que se anticipó á tí , y con quien por mis peca
dos estoy ya casado . A otro perro con ese hueso , replicó Catalina;
ahora te quieres fingir casado para cohonestar cortesanamente la re
pugnancia que tienes á casarte conmigo . En vano aseguré mil ve
ces que le decia la pura verdad , pues no hubo forma de hacersela
creer ; y , pareciéndole que mi sincera confesion era una excusa , se
dió por ofendida , y desde aquel mismo punto mudo de estilo con
migo . No llegamos á reñir ni á romper del todo nuestra comunica
cion ; pero , resfriándose visiblemente nuestro recíproco cariño, quedó
reducido nuestro trato á los precisos términos que no se podian ne
gar a la buena crianza y al bien parecer .
En este estado me hallaba cuando supe que el señor Gil Blas de
Santillana, secretario del primer ministro del reino de España, es
taba á la sazon sin criado . Pintáronme esta conveniencia como la
mayor y mas ventajosa á que podia aspirar . El señor de Santillana,
me dijeron, es un caballero de mucho mérito, un mozo sumamente
querido del duque de Lerma , y á cuya sombra no puedes menos de
hacer una gran fortuna : además de eso , es de un corazon generoso
У lleno de bizarría ; haciendo tú sus negocios, no dudes que harás
tambien el tuyo . No malogré la ocasion ; presentéme al señor Gil
Blas, á quien tomé desde luego inclinacion : agradóle mi fisonomía,
recibióme en su casa , y no me detuve un punto en dejar por él la
de la señora ama ; y este , si Dios quiere , será el último amo a quien
sirva .
Así dió fin á su historia el buen Escipion , y , volviéndose despues
á mí , me habló en estos términos: Señor de Santillana, hágame us
ted el favor de atestiguar a estas señoras que siempre me ha tenido
por un criado tan fiel como celoso . He menester de este testimonio
para persuadirles que el hijo de la Coscolina corrigió en vuestra
compañía sus malas costumbres, sucediendo a ellas en su corazon y
en sus operaciones virtuosos y honrados pensamientos.
Así es , señoras , les dije; eso puedo asegurároslo . Si en su niñez
Escipion era un verdadero pícaro, se ha corregido despues tan com
pletamente, que ha llegado a ser un dechado perfecto de criados,
674 GIL BLAS.
Lejos de tener de qué quejarme, ni qué reprender en su modo de
portarse desde que está en mi casa , debo al contrario confesar que
le soy deudor de muchas obligaciones. La noche que me prendieron
para llevarme al alcázar de Segovia libertó mi casa del pillaje, y
puso en seguridad parte de mis efectos, que impunemente pudo ha
berse apropiado. No contento con haber mirado por la conservacion
de mis bienes, quiso , llevado de puro afecto, encerrarse conmigo en
miprision, prefiriendo a los atractivos de la libertad el triste con
suelo de acompañarme en mis trabajos.
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E ALBA
LIBRO UNDÉCIMO .
CAPÍTULO PRIMERO .
De como Gil Blas tuvo la mayor alegría que habia experimentado en su vida , y del funesto accidente que
la turbó . Mutaciones sobrevenidas en la corte, que fueron causa de que Santillana volviese á ella .
A dejo dicho que Antonia y Beatriz
se avenian muy bien las dos ; la una
acostumbrada a vivir como criada
sumisa , y la otra acostumbrándose
gustosa á ser ama . Escipcion y yo
éramos dos maridos muy condescen
dientes y muy amados de nuestras
esposas para no tener bien pronto la
satisfaccion de ser padres . Ambas
se sintieron embarazadas casi á un
mismo tiempo . Beatriz fué la prime
ra que parió y dió á luz una niña , у
Llovera pocos dias despues Antonia nos lle
nó de alegría dándome un niño . Envié á mi secretario á Valencia á
676 GIL BLAS .
llevar esta noticia al gobernador, que vino inmediatamente á Liria ,
en compañía de Serafina y de la marquesa de Priego, á sacar de
pila á los recien nacidos, teniendo el gusto de añadir esta prueba
mas de afecto a todas las que yo habia recibido de él . Mi hijo, que
tuvo por padrinos á este señor y á la marquesa , se llamó Alfonso ;
y la señora gobernadora , queriendo dispensarme el honor de que yo
fuera su compadre por dos títulos , se prestó á ser madrina junta
mente conmigo de la hija de Escipion , á la cual se le puso el nom
bre de Serafina .
El nacimiento de mi hijo no solamente alegró á las personas de
la quinta , sino que todos los vecinos de Liria le celebraron tambien
con festejos, que manifestaron que todo el lugar tomaba parte en
las satisfacciones de su señor . Pero jab ! y ¡ cuán breve fué nuestra
alegría ! Ó , por mejor decir, de repente se convirtió todo en ayes, en
llantos y en suspiros por un suceso que en mas de veinte años no
he podido olvidar, y que tendré eternamente en la memoria . Murió
mi hijo , y á pocos dias le siguió su madre , sin embargo de haber
tenido un parto feliz; una violenta calentura me arrebató mi querida
esposa pasados los catorce meses de nuestro matrimonio . Figúrese
el lector, si es posible, cuánta seria mi amargura: caí en un abati
miento de ánimo y en una estupidez inexplicable; tanto , que pare
cia baber quedado insensible á fuerza de sentir la pérdida que babia
experimentado. Pasé cinco ó seis dias en tan doloroso estado, sin
querer ni poder tomar ningun alimento , y creo que sin la compañía
de Escipion me hubiera dejado morir de hambre , ó bubiera perdido
enteramente el juicio ; pero este discreto secretario supo distraer mi
afliccion tomando parte en ella . Hallaba el secreto de hacerme to
mar algunos caldos presentándomelos con un semblante tan triste ,
que parecia me los ponia delante , no tanto para conservar mi vida ,
como para dar pábulo á mi padecer . El afectuoso criado escribió
al mismo tiempo á don Alfonso noticiándole las desgracias que me
habian sucedido, y la lastimosa situacion en que me encontraba.
Este señor tierno y compasivo , este amigo generoso fué inmediata
mente á Liria . Yo no puedo traer a la memoria sin enternecerme el
momento en que se presentó á mi vista . Mi amado Santillana , me
dijo echándome los brazos al cuello , no vengo á consolarte , vengo
solo á llorar contigo la pérdida de tu amable Antonia , así como tú
irias á llorar conmigo la de mi adorada Serafina si la muerte me la
hubiera arrebatado. Con efecto, vertió algunas lágrimas, y confun
LIBRO UNDECIMO . 677
dió sus suspiros con los mios . En medio de la pesadumbre que me
tenia fuera de mí , no dejaron de excitar en mi corazon un vivo agra
decimiento las afectuosas demostraciones de don Alfonso .
Este gobernador tuvo una larga conversacion con Escipion sobre
lo que convendria adoptar para vencer mi pesadumbre . Juzgaron
que seria necesario por algun tiempo alejarme de Liria , en donde
por todas partes se me representaba continuamente la imágen de
Antonia . Convenidos en esto , me propuso el hijo de don César și
queria ir á Valencia con él , y mi secretario apoyó tan eficazmente
la propuesta , que la acepté. Dejé á Escipion y á su mujer en la
quinta, en la que no veia cosa que no aumentase mi melancolía, y
marché con el gobernador . Luego que llegué á Valencia, don César
y su nuera no perdonaron diligencia alguna para divertir mi aflic
cion , echando mano de todas las distracciones oportunas para disi
parla ; pero , a pesar de todos sus esfuerzos, permanecí sumergido
en una profunda melancolía de que no pudieron sacarme. Nada,omi
tia tampoco por su parte Escipion de cuanto pensaba podia contri
buir á restituirme a mi antigua tranquilidad. Iba frecuentemente de
Liria á Valencia á informarse por sí mismo de mi estado, y se yol
via mas alegre ó mas triste , segun me veja mas ó meņos dispuesto
á consolarme.
Una mañana entró muy azorado en mi cuarto, y me dijo : Señor,
corre por la ciudad una poticia que llama la atencion de toda la mo
narquía . Se dice que Felipe III ya no existe, y que ocupa el trono
el principe su hijo. Añadese que al cardenal duque de Lerma le han
separado de su empleo con prohibicion de presentarse en la corte ,
y que don Gaspar de Guzman , conde de Olivares, es en la actuali
dad primer ministro . Sentíme conmovido de esta noticia sin saber
por qué , y conociéndolo Escipion , me preguntó si no tomaba yo al
guna parte en este grande acaecimiento . ¿ Y qué parte quieres tú ,
hijo mio , que yo tome en él ? le respondí .Ya dejé la corte; todas las
mutaciones que pueden sobrevenir en ella me deben ser indife
rentes,
Muy desprendido se halla usted del mundo para la edad que tie
ne , replicó el hijo de la Coscolipa ; si yo me hallase en su lugar no
dejaria de tentarme mucho la curiosidad: iria á Madrid á presentar
me al nuevo monarca para ver si se acordaba de haberme visto: este
gusto no me lo perdonaria . Ya te entiendo , le dije, tú quisieras que
yo voiviera á la corte para tentar en ella de nuevo la fortuna, ó , por
86
678 GIL BLAS .
mejor decir , para volver á ser alli avariento y ambicioso . ¿ Por qué
se habian de estragar todavía allí las costumbres de usted ? me re
plicó Escipion; tenga usted mas confianza que la que tiene en su
virtud : yo salgo por fiador de usted . Las sanas reflexiones que le
obligó á hacer su desgracia acerca de los peligros de la corte, son
muy del caso para precaverse de ellos . Vuélyase pues á embarcar
animosamente en un mar cuyos escollos le son bien conocidos. Ca
lla , adulador, le interrumpí sonriéndome : ¿ estás ya cansado de ver
me pasar una vida tranquila ? yo creia que estimabas mas mi so
siego.
Aquí llegaba nuestra conversacion cuando entraron en mi cuarto
don César y su hijo, quienes me confirmaron la noticia de la muer
te del rey , y la desgracia del cardenal duque de Lerma , añadiendo
que , habiendo este pedido licencia para retirarse á Roma , en lugar
de dársela, se le habia mandado fuese á vivir á su marquesado de
Denia . Despues , como si estuvieran ambos de acuerdo con mi secre
tario, me aconsejaron fuese á Madrid , y me presentase al nuevo rey ,
puesto que ya me conocia , y le habia hecho unos servicios que los
grandes recompensan con bastante gusto . Yo á lo menos , dijo don
Alfonso , no tengo la menor duda de que se acordará de los tuyos,
ni de que deje Felipe IV de pagar las deudas del príncipe de Astu
rias . Del mismo sentido soy yo , dijo don César, y aun el corazon me
está diciendo que el viaje de Santillana a la corte le ha de abrir ca
mino para grandes empleos .
En verdad , señores mios , exclamé , que ustedes no han meditado
bien lo que me aconsejan . Segun les parece, no tengo mas que ir á
Madrid para lograr la llave dorada ó algun gobierno , y están muy
equivocados. Yo al contrario estoy muy persuadido de que el rey no
reparará en mí aunque me presente á su vista ; y si ustedes lo de
sean baré la prueba para desengañarlos . Cogiéronme luego la pa
labra los señores de Leiva , y me instaron tanto , que no pude me
nos de prometerles que cuanto antes iria a Madrid . Luego que mi
secretario me vió determinado á hacer este viaje, experimentó una
alegría descompasada, imaginándose que lo mismo seria ponerme yo
delante del nuevo monarca , que distinguirme entre la confusion . En
este concepto , forjando en su mente las mas pomposas quimeras, me
encumbraba á los primeros empleos del estado , y él se acrecentaba
á favor de mi engrandecimiento.
Dispuse pues mi viaje a la corte , no ya con ánimo de volver á
LIBRO UNDECIMO . 679
incensar a la fortuna , sino únicamente por complacer á don César
y á su hijo , á quienes se les habia metido en la cabeza que inme
diatamente me atraeria el favor del soberano. A decir verdad , á mí
tambien me picaba un poco el deseo de probar si el rey se habia
olvidado enteramente de mí . Arrastrado de esta natural curiosidad,
pero sin esperanza ni aun pensamiento de lograr la mas leve ven
taja en el nuevo reinado, tomé el camino de Madrid , acompañado
de Escipion , dejando el cuidado de mi bacienda á Beatriz, que era
muy buena mujer de gobierno .
CAPÍTULO II.
Marcba Gil Blas á Madrid , dejase ver en la corte, reconócele el rey , recomiendale á su primer
ministro , y efectos de esta recomendacion .
En menos de ocho dias llegamos a Madrid , habiéndonos don Al
fonso dejado dos de sus mejores caballos para que hiciésemos el
viaje con mayor diligencia . Apeámonos en la posada de caballeros
donde ya en otro tiempo me babia hospedado, propia de Vicente
Forero , mi antiguo patron , que tuvo mucho gusto de volverme
á ver .
Era este un hombre que se preciaba de saber todo lo que pa
saba en la corte y en la villa , y le pregunté que habia de nuevo .
Muchas novedades, me respondió; despues de la muerte de Feli
pe III los amigos y los partidarios del cardenal duque de Lerma se
valieron de varios medios para mantener á su eminencia en el mi
nisterio ; pero sus esfuerzos han sido inútiles , porque el conde de
Olivares pudo mas que todos ellos . Quieren decir que España nada
ha perdido en el cambio , porque el nuevo primer ministro tiene ta
lento y conocimientos tan vastos , que es capaz de gobernar el
mundo entero . ¡ Dios lo quiera ! Lo que no admite duda es , conti
nuó , que la nacion ba concebido la idea más ventajosa de su capa
cidad. El tiempo nos dirá si el sucesor del duque de Lerma llena ó
no el puesto que ocupaba su antecesor. Empeñado ya Forero en
una conversacion tan de su genio, me hizo una puntual relacion de
LIBRO UNDECIMO , 681
todas las mutaciones que se habian hecho en la corte desde que el
conde de Olivares manejaba el timon de la monarquía .
A los dos dias de mi llegada á Madrid fuí á palacio cuando ya el
rey habia acabado de comer , me coloqué al paso por donde debia
entrar á su gabinete , y no me miró . Volví el dia siguiente al mismo
paraje, y no fuí mas dichoso . El subsiguiente echó sobre mí una
mirada al pasar ; pero no dió muestras de baber reparado en
mí , y en vista de esto tomé mi resolucion .
Tú ves, dije á Escipion
que me acompañaba, que el rey ya no me conoce , ó que , si me
conoce , no quiere hacer caso de mí . Lo mas acertado será volver á
tomar el camino de Valencia . No vayamos tan aprisa, señor , me
respondió mi secretario ; usted sabe mejor que yo que para nego
ciar en la corte es menester paciencia . No deje usted de presentarse
al геу;; á fuerza de ofrecerse á su vista le obligará usted á conside
rar mas atentamente, y á recordar las facciones de su agente cerca
de la bella Catalina.
Solo porque Escipion po tuviese que reconvenirme, tuve la con
descendencia de continuar del mis
mo modo por espacio de tres sema
nas . Llegó finalmente un dia en que,
habiendo atraido la atencion del mo .
narca , me mandó llamar . Entré en
su gabinete , no sin gran turbacion
de hallarme á solas con mi rey .
¿Quién eres ? me dijo , tus facciones
no me son desconocidas: ¿dónde te he
visto? Señor , le respondi temblando,
yo tuve la honra de conducir una
poche á V. M. con el conde de Le
mos á casa de ... ¡ Ah ! ya me acuer
do , interrumpió el rey ; tú eras secretario del dụque de Lerma , y ,
si no me engaño, tu nombre es Santillana. No me he olvidado de
que en aquella ocasion me serviste con mucho celo , ni tampoco de
que fueron mal recompensados tus afanes. ¿No estuviste preso por
aquel lance ? Sí, señor, le repliqué: cuatro meses lo estuve en el al
cázar de Segovia; pero V. M. tuvo la bondad de mandarme poner
en libertad. Eso , respondió , no satisfizo la obligacion que contraje
con Santillana; no basta haber hecho que se le pusiese en libertad ,
debo premiarle tambien lo mucho que padeció por servirme,
682 GIL BLAS
Al acabar el rey de decir estas palabras, entró en el gabinete el
conde de Olivares. Todo espanta á los favoritos . Quedó absorto de
ver alli á un desconocido, y el rey aumentó su sorpresa diciéndole:
Conde, pongo a tu cuidado este jóven ; te encargo que le dés algun
empleo , y procures adelantarle . Aparentó el ministro recibir esta
órden con agrado, mirándome de piés á cabeza, y mostrando in
quietud por saber quién yo era . Véte , amigo mio , añadió el mo
narca dirigiéndome la palabra, y haciéndome seña de que me reti
rase : el conde no dejará de emplearte en provecho de mi servicio y
de tus intereses.
Salí inmediatamente del gabinete, y me reuní al hijo de la Cos
colina , que, impaciente por saber lo que el rey me habia dicho , se
hallaba en una agitacion imponderable , y al momento me preguntó
si era necesario volver á Valencia, ó permanecer en la corte . Tú lo
podrás juzgar, le respondí; y al mismo tiempo le llené de contento
refiriéndole palabra por palabra la conversacion que acababa de
tener con el monarca . Querido amo , me dijo entonces Escipion en
el exceso de su alegría , ¿se burlará usted otra vez de mis pronós
ticos? Confiese usted que ni los señores de Leiva ni yo discurríamos
mal cuando le instábamos tanto á que se presentase luego en Ma
drid . Ya le veo á usted en un puesto eminente : será el Calderon del
conde de Olivares . Eso es lo que menos deseo , interrumpí; ese des
tino está cercado de demasiados precipicios para excitar mi anhelo.
Yo quisiera un empleo que no me ofreciera ninguna ocasion de ha
cer injusticias ni un vergonzoso tráfico de los favores del rey ; des
pues del uso que he hecho de mi pasado valimiento, no puedo me
nos de precaverme contra la avaricia y contra la ambicion . Animo ,
señor , me replicó mi secretario, el ministro os colocará en algun
puesto que podais desempeñar sin dejar de ser hombre de bien .
Instado mas por Escipion que por mi curiosidad , me fuí el dia
siguiente á casa del conde de Olivares antes de amanecer , noticioso
de que todas las mañanas en verano y en invierno daba audiencia
con luz artificial á cuantos querian hablarle . Me coloqué por mo
destia en un rincon de la sala , y desde allí estuve observando bien al
conde luego que se dejó ver , porque habia fijado poco la atencion
sobre él en el gabinete del rey. Era un hombre de estatura menos
que mediana, y podia pasar por gordo en un pais donde los mas son
flacos; tan cargado de espaldas, que parecia corcovado, aunque
po lo era en realidad; su cabeza , que era de gran tamaño , caia so
LIBRO UNDECIMO . 683
bre el pecho ; tenia el cabello negro y lacio , la cara larga , el color
aceitunado, la boca hundida , y la barbilla puntiaguda y muy le
vantada .
Este conjunto no formaba una persona muy bien parecida : con todo
eso, como yo me le figuraba inclinado á mi favor, le miraba con
indulgencia, y me parecia bien : verdad es que recibia á todos con
un aire tan afable y bondadoso , y tomaba tan cortesmente los me
moriales que se le presentaban , que esto suplia la falta de su buena
figura. Sin embargo, cuando me llegó la vez de acercarme para sa
ludarle y que me conociera , me echó una mirada cenuda y amena
zadora , y , volviéndome la espalda sin dignarse oirme , se entró en
su gabinete. Entonces me pareció aquel señor aun mas feo de lo
que naturalmente era . Salí de la sala atónito en extremo de un re
cibimiento tan áspero y desabrido , no sabiendo qué inferir de él.
Reunido con Escipion , que me esperaba a la puerta: ¿ Sabes, le
dije, el recibimiento que he tenido ? No , señor, me respondió ; pero
no es difícil de adivinar : el ministro , pronto á conformarse con la
voluntad del rey , sin duda habrá propuesto á usted un empleo de
importancia. Te engañas , le repliqué : referíle entonces el lance se
gun habia pasado, el que escuchó con atencion , y luego me dijo:
Preciso es que el conde no le conociera á usted , ó le tuviera por
otro. Mi parecer es que vuelva usted á verle, y no dude que le re
cibirá con mejor semblante . Tomé el consejo de mi secretario : pre
sentéme segunda vez al ministro , quien me recibió todavía peor que
la primera : arqueó las cejas mirándome como si mi presencia le
causase enojo ; despues aparto de mí la vista, y se retiró sin ha
blar una palabra.
Llegóme al alma este proceder , y tuve tentaciones de regresar
inmediatamente á Valencia; pero Escipion no cesó de oponerse á
ello , no pudiendo resolverse á renunciar a las esperanzas que ha
bia concebido. ¿No conoces, le dije, que el conde quiere alejarme
de la corte? Habiendo visto él mismo la inclinacion que me mani
festó el monarca , ¿ no basta eso para atraerme la aversion de su fa
vorito ? Cedamos , hijo mio , cedamos con gusto al poder de un ene
migo tan temible . Señor , respondió Escipion montando en cólera
contra el duque de Olivares, yo no abandonaria tan fácilmente el
campo ; iria á quejarme al rey del poco caso que ha hecho el mi
nistro de su recomendacion . ¡ Mal consejo! amigo mio , le dije; si
yo diera un paso tan imprudente, poco tardaria en arrepentirme :
ni aun sé si corro peligro en detenerme en esta capital.
684 GIL BLAS .
A estas palabras mi secretario mudó de parecer, y , considerando
que efectivamente las habíamos con un hombre que podia volver
nos á enviar a la torre de Segovia , participó de mitemor, y no re
sistió mas al deseo que yo tenia de dejar á Madrid , de donde resolvi
alejarme el dia siguiente .
CAPITULO NI.
Del motivo que tuvo Gil Blas para no poner por obra el pensamiento de dejar la corte, y del importante
servicio que le bizo José Navarro.
Al volverme á la posada de caballeros encontré á José Navarro ,
repostero de don Baltasar de Zúñiga y mi antiguo amigo. Le saludé
acercándome a él , y le pregunté si me conocia , y si tendria aun la
bondad de querer hablar á un desatento que habia pagado con in
gratitud su amistad . ¿ Luego usted mismo confiesa , me respondió,
que no procedió bien conmigo ? Sí , señor , le respondí , y tiene us
ted sobrada razon para llenarme de reconvenciones, porque las me
rezco ; si es que no he expiado mi crímen con los remordimientos
que á él se han seguido . Ya que usted está tan arrepentido de su
culpa , repuso Navarro dándome un abrazo, no debe acordarme mas
de ello. Yo tambien le estreché cuanto pude entre mis brazos, y am
bos renovamos desde aquel punto nuestra antigua amistad. Habia
sabido mi prision y el trastorno de mi suerte , pero ignoraba lo de
más : le informé de todo, contándole hasta la conversacion que ha
bia tenido con el rey, sin ocultarle el mal recibimiento que me aca
baba de hacer el ministro, ni el designio en que me hallaba de vol
verme a mi retiro . No trate usted de irse, me dijo : supuesto que el
monarca le ha manifestado inclinacion , es necesario que usted haga
que le sirva de algo. Aquí para entre los dos, el conde de Olivares
87
686 GIL BLAS .
tiene sus extravagancias; es caprichoso , y a veces, como en la pre
sente ocasion , procede de un modo que irrita , pues él solo tiene la
clave de sus acciones estrambóticas. Por lo demás , sea cual fuere
la causa de haberos recibido tan mal , permaneced aquí á pié firme,
porque os aseguro que él no podrá impedir que os aprovecheis de
la bondad del rey ; y á mayor abundamiento yo le diré dos pala
bras al señor don Baltasar de Zúñiga , mi amo , que es tio del conde
de Olivares, y le ayuda a sostener el peso del gobierno. Pregun
tóme despues Navarro dónde yo vivia , y sin decirme mas nos sepa
ramos .
Tardé poco en volverle á ver : el dia siguiente fué a buscarme.
Señor de Santillana , me dijo , usted tiene un protector : mi amo quiere
favorecerle. En virtud del informe que le he dado de usted me ha
ofrecido recomendarle al conde de Olivares su sobrino , y no dudo
que le incline a su favor. Mi amigo Navarro, no queriéndome servir
á medias , me presentó dos dias despues á don Baltasar, quien me
dijo con semblante apacible : Señor de Santillana, su amigo José me
ha hecho un elogio tan cumplido de usted , que me ha movido á pro
tegerle. Hice una profunda reverencia al señor de Zúñiga, dicién
! dole que toda mi vida me confesaria sumamente reconocido al señor
Navarro por haberme granjeado la proteccion de un ministro a quien
llamaban con justa razon la antorcha del consejo. Al oir don Bal
tasar esta lisonjera contestacion me dió una palmadita en el hom
bro riéndose , y me dijo : Puede usted volver mañana á casa del
conde de Olivares, y quedará mas contento de él .
Con efecto , al otro dia me presenté en su antesala por la tercera
vez , reconocióme entre la multitud de pretendientes, miróme y son
riose ; lo que desde luego me pareció un pronóstico feliz. Esto va
bien , dije entre mí , el tio debe baber reducido á la razon al sobri
no . Así pues desde entonces me prometí una acogida favorable, y en
verdad que no me engañé . Despues que el conde despachó á los de
más , me hizo entrar en su gabinete , y en tono muy familiar me
dijo : Perdona, amigo Santillana, el apuro en que te he puesto por
divertirme . Me he complacido en inquietarte para probar tu discre
cion , y ver el partido que tomabas en vista de mi mal humor . Sin
duda tú te persuadirias de que me eras desagradable ; pero al con
trario , bijo mio, te confesaré que aprecio mucho tu persona. Aun
que el rey mi amo no me hubiera mandado cuidar de tu fortuna, lo
haria yo por mi propia inclinacion . Además , don Baltasar de Zú
LIBRO DECIMO . 687
ñiga mi tio , á quien nada puedo negar, me ha encargado te mire
como a persona por quien él se interesa ; y no necesito mas para
determinarme á ponerte a mi lado .
Esta primera entrada hizo tanta impresion en mi ánimo , que
quedé casi enajenado. Me eché á los piés del ministro , y , habién
dome dicho que me levantase, prosiguió de esta manera : Despues
de comer vuelve acá , y vé á verte con mi mayordomo, que él te
dará las órdenes que yo le encargare. Dicho esto , salió S. E. de su
despacho para ir á oir misa, que es lo que acostumbraba hacer to
dos los dias despues de dar audiencia , y en seguida se marchaba á
palacio para hallarse en el cuarto del rey al tiempo de levantar
se S. M.
CAPÍTULO IY .
Logra Gil Blas el afecto y confianza del conde de Olivares .
No me descuidé en volver despues de comer a casa del primer
ministro. Pregunté por su mayordomo, que se llamaba don Ramon
Caporis, el cual, luego que oyó mi nombre, me saludó con parti
cular respeto , y me dijo : Caballero , sígame usted , si gusta , que
voy a conducirle a la habitacion que se le ha destinado en esta casa .
Dicho esto , me llevó por una escalerilla secreta , la cual conducia á
una fila de cinco ó seis salas á un mismo piso , que formaban un ala
de la casa , albajadas regularmente. Esta es , me dijo, la habitacion
que S . E . le señala . Usted disfrutará aquí de una mesa de seis cubier
tos de cuenta de S . E .: será servido por sus propios criados , y ten
drá siempre a su disposicion un coche. Aun no lo he dicho todo:
S . E . me ha encomendado eficazmente que tenga a usted las mis
mas consideraciones que si fuera de la casa de Guzman .
¿ Qué diablos sigoifica todo esto ? me decia á mí mismo : ¿ cómo
consideraré yo estas distinciones? ¿ Quién sabe si envolverán alguna
malicia , ó si todavía por divertirse el ministro hará que me traten
tan honoríficamente ? Mientras me hallaba en esta incertidumbre
fluctuando entre el temor y la esperanza, vino un paje á decirme
que el conde me llamaba. Fuí volando á ver á S . E ., que estaba
solo en su gabinete . Y bien, Santillana, me dijo , ¿ estás contento con
tu habitacion y con las órdenes que he dado á don Ramon? Las box
LIBRO UNDECIMO . 689
dades de V. E. , le respondí, me parecen excesivas, y no las acepto
sin zozobra . Pues ¿ por qué ? me replicó; ¿ puede caber exceso en
honrar á una persona que el rey me ha recomendado, y de quien
quiere que yo cuide ? En tratarte honoríficamente no hago mas que
mi deber : por mucho que haga por ti , no te admires , y cuenta con
una fortuna brillante y sólida si me eres tan afecto como lo fuiste al
duque de Lerma .
Pero ya que hemos nombrado a este señor , prosiguió, he oido
decir que viviais los dos con mucha intimidad . Quisiera saber cómo
os conocisteis , y en qué te empleaba aquel ministro : no me ocultes
nada , dimelo todo con sinceridad. Acordéme entonces de la perple
jidad en que me ví cuando me encontré con el duque de Lerma en
semejante caso, y del medio que me valí para salir de ella ; el cual
practiqué aun mas afortunadamente : quiero decir , que en mi in
forme dí el mejor colorido que pude á los lances mas escabrosos, y
toqué ligeramente aquellos que me hacian росо honor . Tambien pro
curé poner en buen lugar al duque de Lerma , aunque conocia que ,
no disculpándole del todo , hubiera dado mas gusto á mi oyente . Por
lo que toca á don Rodrigo Calderon nada le perdoné: le individua
licé las hazañas que sabia relativas al tráfico que hacia de enco
miendas, beneficios y gobiernos.
En cuanto á don Rodrigo Calderon , interrumpió el ministro, todo
cuanto me dices es muy conforme á ciertos documentos que me han
presentado contra él , y que contienen testimonios de acusacion aun
mas importantes. Se va á sustanciar su causa inmediatamente; y ,
si deseas su pérdida, creo que tus deseos quedarán satisfechos. No
deseo su muerte , le dije , aunque no quedó por él que yo no hu
biese encontrado la mia en la torre de Segovia , donde tuvo la culpa
de que permaneciese largo tiempo. ¿ Cómo ? replicó S. E .; ¿ don Ro
drigo fué quien causó tu prision? Hé ahí lo que yo ignoraba. Don
Baltasar, á quien Navarro contó tu historia , me dijo sí que el di
funto rey te habia mandado prender en castigo de haber conducido
de noche al príncipe de España á un paraje sospechoso; pero no sé
nada mas , y no puedo adivinar qué papel hacia Calderon en esta
farsa . El papel de un amante que se venga de un ultraje recibido,
le respondí. Entonces le conté todos los pormenores de la aventu
ra , la cual le pareció tan divertida , que , a pesar de su seriedad, no
pudo menos de reir, ó mas bien llorar de placer. Catalina, tan
pronto sobrina como nieta , le alegró en extremo; como asimismo la
parte que habia tenido en el negocio el duque de Lerma.
690 GIL BLAS .
Luego que acabé mi relacion , me despidió el conde, diciéndome
que no dejaria de emplearme el dia siguiente. Fuíme en derechura
a casa de don Baltasar de Zúñiga á darle gracias por los buenos
oficios que me habia hecho, y al mismo tiempo á participar á mi
amigo José las favorables disposiciones que el ministro manifestaba
hácia mí .
CAPITULO Y.
Conversacion secreta que tuvo Gil Blas con Navarro, y primera cosa en que le ocupó el conde de Olivares ,
Apenas ví á José, cuando le dije agitado que tenia muchas cosas
que noticiarle . Llevóme á un sitio retirado , donde , habiéndole en
terado de lo ocurrido , le pregunté qué le parecia lo que le acababa
de decir. Paréceme , respondió , que estais en vísperas de una gran
fortuna: todo se os presenta propicio. Agradais al primer ministro,
y (lo que no dejará de serviros de algo) yo me hallo bastante ente
rado para poder haceros el mismo servicio que os hizo mi tio Mel
chor de la Ronda cuando entrasteis en el palacio del arzobispo de
Granada. Aquel os ahorró el trabajo de estudiar el genio del prelado
y de sus principales familiares, manifestándoos el carácter de cada
uno ; yo , á ejemplo suyo , quiero daros á conocer cuál es el del
conde, el de la condesa su mujer , y el de doña María de Guz
man , su hija única .
El ministro tiene talento perspicaz, profundo y á propósito para
formar grandes proyectos . Se precia de hombre universal porque
tiene una somera idea de todas las ciencias, y se cree capaz de de
cidir en todo . Se imagina ser un jurisconsulto consumado , un gran
capitan, y un político de los mas sagaces. Añada usted á eso que es
tan encaprichado en su parecer, que quiere que prevalezca sobre el
de los demás; y esto solo porque no se juzgue que se gobierna por
dictámen de otro ; defecto que , hablando entre los dos , puede pro
692 GIL BLAS .
ducir funestas consecuencias en gravísimo perjuicio de la monar
quía. Brilla en el consejo por cierta elocuencia natural, y escribiria
tan elegantemente como habla , si no afectara, para dar dignidad á
su estilo , el hacerle oscuro y muy estudiado: tiene pensamientos
extravagantes, es caprichoso y fantástico . Este es el retrato de su
entendimiento : vea usted ahora el de su corazon . Es generoso , y
buen amigo : se le acusa de vengativo , pero ¡ cuán pocos son los
que dejan de serlo viéndose con igual poder y en tanta elevacion !
Tambien le motejan de ingrato porque hizo desterrar al duque de
Uceda y á fray Luis de Aliaga, á quienes debia grandes favores;
mas eso puede perdonársele, porque el deseo de ser primer minis
tro dispensa de ser agradecido.
Doña Inés de Zúñiga y Velasco, condesa de Olivares, prosiguió
José , es una señora en quien no advierto otra tacha que la de ven
der á peso de oro las gracias que por su intercesion se consiguen.
Doña María de Guzman (hoy dia el partido mejor y mas ventajoso
de toda España) es una señorita completa , y el ídolo de su padre .
Con arreglo á estas luces que os doy , podreis arreglar vuestra con
ducta . Haced mucho la corte á estas dos señoras, mostraos mas
adicto al conde de Olivares que lo fuísteis al duque de Lerma antes
de vuestro viaje a Segovia , y llegareis a ser un señor insigne y po
deroso .
Tambien os aconsejo que no dejeis de visitar de cuando en
cuando á mi amo don Baltasar: es verdad que no necesitareis de él
para vuestros ascensos, mas con todo siempre convendrá tenerle
propicio. Al presente os estima , y le mereceis buen concepto ; pro
curad conservaros en su amistad, porque en la ocasion os podrá
servir . Pero como tio y sobrino , repliqué yo a Navarro , gobiernan
el estado, ¿quién sabe si con el tiempo no se originarán entre los
dos algunos celillos? No hay que temer, me respondió, porque reina
entre ambos una estrechísima union . Sin don Baltasar nunca hu
biera sido primer ministro el conde de Olivares ; porque despues de
la muerte de Felipe III todos los amigos y partidarios de la casa de
Sandoval se dividieron unos á favor del cardenal, y otros al de su
bijo: pero mi amo , el mas perspicaz de todos los cortesanos, y el
conde, que no es menos sagaz que él , frustraron todas sus medi
das , y las tomaron por su parte ian ajustadas para asegurarse en
este puesto, que al fin dejaron burlados a todos sus competidores.
Nombrado primer ministro el conde de Olivares, repartió el minis
LIBRÚ UNDECIMO. 693
terio con su tio don Baltasar, dando a este el encargo de los nego
cios exteriores, y reservando para sí el de los interiores: de suerte
que, estrechando por este medio los vínculos de la amistad que de
ben naturalmente unir á las personas de una misma sangre , estos
dos señores , independientes uno de otro, viven en una armonía que
me parece inalterable .
Esta fué la conversacion que tuve con José , de la cual me pro
metí sacar buen partido. Despues pasé á dar las gracias al señor
don Baltasar de lo mucho que se habia interesado por mí. Respon
diómecon el mayor agrado que aprovecharia gustoso todas las oca
siones que se le proporcionasen de servirme, y que celebraba infi
nito verme igualmente contento y satisfecho de su sobrino, á quien
me aseguró volveria á hablar á favor mio , aunque no sea mas,
añadió , que para que conozcais cuán presentes tengo en mi cora
zon todos vuestros intereses, y al mismo tiempo entendais que en
lugar de un protector habeis adquirido dos: tan á pechos habia to
mado el favorecerme el señor don Baltasar en atencion a los buenos
oficios de Navarro .
Desde aquella misma noche dejé mi posada de caballeros para ir
á vivir en casa del primer ministro, donde cené con Escipion en mi
aposento , en el cual fuimos servidos por criados de la misma casa ,
quienes durante la cena, mientras nosotros afectábamos una grave.
dad severa, tal vez reirian entre sí del respeto que se les habia
mandado nos guardasen .
Apenas levantaron la mesa se retiraron , y misecretario , dejando
de reprimirse, me dijo mil locuras que su buen humor y sus lison
jeras esperanzas le sugirieron . Por lo que á mí toca, aunque estaba
embelesado con la brillante situacion en que comenzaba á verme,
aun no sentia en mi interior ninguna disposicion a dejarmedeslum
brar de ella ; y así, luego que me acosté , me quedé dormido tran
quilamente, sin entregar mi imaginacion á las ideas risueñas que
podian ocuparla ; en vez de que Escipion durmió poco , pues pasó la
mitad de la noche atesorando para casar a su hija Serafina.
No bien me habia acabado de vestir el dia siguiente , cuando vi
nieron á llamarme de parte del conde. Fuí inmediatamente á ver
á S . E ., el cual me dijo: Ea, Santillana, veamos algo de lo que sa
bes hacer; tú me has dicho que el duque de Lerma te encargaba
algunas memorias para que se las redactases: yo tengo un destino
para prueba de tu capacidad , y de cuyo objeto voy a enterarte . Se
88
694 " GIL BLAS .
trata de componer una obra que disponga al público en favor de mi
ministerio. Ya he hecho correr secretamente la voz de que he en
contrado los negocios en gran desórden , y es menester ahora mani
festar á los ojos de la corte y del público la triste situacion á que se
balla reducida la monarquía . Conviene presentar sobre esto un
cuadro que Mame la atencion pública , y no deje echar de menos á
mi predecesor; despues ponderarás las medidas que he adoptado
para hacer que sea glorioso el gobierno del rey , florecientes sus
estados, y sus vasallos completamente dichosos.
Dicho esto, me entregó un papel que contenia los justos motivos
de los pueblos para estar descontentos con el gobierno anterior; y
me acuerdo que constaba de diez artículos , el menor de los cua
les era muy bastante para sobresaltar á todo buen español. Hízome
despues pasar á un gabinetillo contiguo á su despacho, y allí me
dejó solo para que trabajase con li
bertad . Comencé pues á componer
mi memoria lo mejor que me fué
posible: expuse primeramente el es
tado lastimoso en que se hallaba la
monarquía, el erario exhausto , las
rentas de la corona estancadas en
manos de asentistas, y la marina ar
CALCI ruinada . Recapitulé despues los de
he fectos cometidos por los que habian
gobernado la nacion en el reinado
anterior, y las funestas consecuencias
bezce que podian traer consigo. En fin ,
pinté la monarquía en el mayor peligro , y censuré tan acremente
al ministerio anterior , que , segun mi memoria , la caida del duque
de Lerma era una felicidad para la España . A la verdad , aunque
yo no tenia ningun motivo de queja de aquel señor, sin embargo no
me pesó hacerle esta buena obra . Finalmente , despues de haber
hecho la mas espantosa pintura de los males que amenazaban a la
España , alentaba los ánimos , haciendo mañosamente concebir a los
pueblos esperanzas lisonjeras para lo sucesivo . Hacia hablar al
conde de Olivares como á restaurador enviado por la Providencia
para la salvacion de la patria : prometia montes de oro , y , en una
palabra , llené tan completamente los deseos del ministro, que quedó
sorprendido de mi obra cuando acabó de leerla . Santillana, me
LIBRO UNDECIMO 695
dijo, ¿ tú sabes que has hecho una obra digna de un secretario de
estado ? Ya no me admiro de que el duque de Lerma se valiese de
tu pluma . Tu estilo es laconico , y aun elegante; pero me parece
demasiado sencillo ; y al mismo tiempo , haciéndome notar los pa
sajes que no eran de su gusto , los varió , juzgando yo por sus cor
recciones que le gustaban, como me habia dicho Navarro, las ex
presiones estudiadas y oscuras . Sin embargo , aunque le agradase
tanto la nobleza , ó, por mejor decir, la cultura en la diccion , no
por eso dejó de conservar las dos terceras partes de mi memoria ;
y , para darme la mejor prueba de su plena satisfaccion , me envió
por don Ramon trescientos doblones al acabar yo de comer .
1
el
CAPÍTULO VI.
En qué invirtió Gil Blas estos trescientos doblones, y comision que dió á Escipion. Resultado de la
memoria de que acaba de hablarse .
Esta generosidad del ministro dió nuevo motivo á Escipion para
repetirme mil parabienes de haber vuelto a la corte . Usted ve, me
dijo, que la fortuna tiene grandes designios para favorecerle. ¿ Está
usted ahora arrepentido de baber dejado su soledad ? ¡ Viva el señor
conde de Olivares ! que es un amo muy diferente de su predecesor.
A pesar de ser muy afecto al duque de Lerma, le dejó morir de
hambre muchos meses sin regalarle ni un triste peso duro ; mas el
conde ya le ha dado una gratificacion que usted no se hubiera atre
vido á esperar sino despues de largos servicios . Me alegraria mu
cho , añadió , de que los señores de Leiva fuesen testigos de la pros
peridad de usted , ó , á lo menos , de que la supiesen . Tiempo es de
noticiársela, le respondí , y de eso iba á bablarte , porque no dudo
desearán con mucha impaciencia saber de mí; pero aguardaba para
hacerlo á verme en un estado fijo , y decirle positivamente si me
quedaria en la corte ó no . Ahora que estoy seguro de mi suerte,
puedes ir á Valencia cuando quieras á informar á aquellos señores
de mi situacion actual , que miro como obra suya , siendo cierto
que , á no habérmelo ellos persuadido , jamás me hubiera determi
nado á volver á Madrid . ¡ Oh , mi amado amo , exclamó el hijo de
Coscolina, qué alegría voy a darles cuando les cuente lo que ha su
cedido á usted ! ¡ Cuánto diera por hallarme ya á las puertas de Va
LIBRO UNDEGIMO. 697
lencia! Pero pronto estaré allí. Los dos caballos de don Alfonso es
tán prevenidos: voy á ponerme en camino con un lacayo de S . E .,
porque, además de que me gusta llevar compañía por el camino,
usted sabe que la librea de un primer ministro deslumbra .
No pude menos de reirme de la necia vanidad de mi secre
tario , y con todo eso yo, quizá aun mas vano que él, le permití
hacer lo que le dió la gana. Marcha, le dije , y vuelve pronta
mente, porque tengo que darte otro encargo. Quiero enviarte à As
turias á llevar dinero á mi madre . Por pura negligencia he dejado
pasar el tiempo en que prometí enviarle cien doblones que tú mis
mo te obligaste á ponerle en mano propia . Las promesas de esta
especie deben ser tan sagradas para un bijo , que me acuso de mi
poca puntualidad en cumplirlas. Señor , me respondió Escipion, en
seis semanas quedarán desempeñados ambos encargos ; habré visto
á los señores de Leiva , dado una vuelta por vuestra quinta , y vi
sitado segunda vez la ciudad de Oviedo, de la cual no me puedo
acordar sin dar al diablo las tres partes y media de sus habitantes .
Entregué pues al hijo de la Coscolina cien doblones para la pension
de mi madre , y otros ciento para él, deseando que hiciese feliz
mente el largo viaje que iba a emprender.
Poco despues de su partida S . E . mandó imprimir nuestra me
moria, que apenas se hizo pública cuando fué asunto de todas las
conversaciones de Madrid . Al pueblo , amigo siempre de novedades,
le gustó infinito . La disipacion de las rentas reales , que estaba pin
tada con los mas vivos colores, le indignaron contra el duque de
Lerma; y si los golpes que se descargaban contra este ministro no
fueron aplaudidos de todos, á lo menos merecieron la aprobacion de
muchos. En cuanto a las pomposas promesas que hacia el conde
de Olivares, y entre ellas la de cubrir por medio de una discreta
economía las atenciones del estado sin gravar á los vasallos, des
lumbraron á todos generalmente , y les confirmaron en el gran con
cepto que ya tenian de sus talentos, de manera que por toda la po
blacion resonaron sus alabanzas.
El ministro , satisfecho de haber conseguido con esta obra su ob
jeto , que no habia sido otro que el de granjearse la estimacion pú
blica , quiso merecerla verdaderamente por medio de una accion
laudable que fuese útil al rey. Recurrió para ello a la invencion del
emperador Galba , es decir, que hizo que los particulares que se
habian enriquecido, sabe Dios cómo, con el manejo de los caudales
698 GJL BLAS .
públicos, résarciesen al erario. Luego que el conde hizo vomitar á
aquellas sanguijuelas la sangre que habian chupado , y la guardó
en las arcas reales , trató de conservarla en ellas haciendo suprimir
todas las pensiones , sin exceptuar la suya , como tambien las gra
tificaciones que se daban del caudal de S. M. Para lograr la ejecu
cion de este designio , que no podia verificarse sin mudar la faz del
gobierno, me mandó componer otra memoria , cuya sustancia, y mé
todo me indicó: en seguida me encargó que procurase elevar todo
lo posible la ordinaria sencillez de mi estilo, para dar mas dignidad
á mis frases. Ya estoy hecho cargo, señor, le dije: V. E. quiere su
blimidad y brillantez , pues las tendrá . Encerréme en el mismo ga
binete donde anteriormente habia trabajado, y allí puse manos á la
obra despues de haber invocado al genio elocuente del arzobispo de
Granada.
Comencé por exponer que era preciso conservar con todo rigor
los fondos que habia en arcas reales, que no debian emplearse ab
solutamente sino en las necesidades de la monarquía, como que era
un fondo sagrado que se debia reservar para imponer respeto a los
enemigos de la nacion. Despues hacia presente al monarca (que era
á quien se dirigia la memoria) , que suprimiendo las pensiones y
gratificaciones cargadas sobre la real hacienda , no por eso se pri
vaba del gusto que tendria en recompensar generosamente el mé
rito y servicio de los vasallos que se hiciesen acreedores á sus rea
les gracias; pues sin tocar á su tesoro quedaba en estado de conce
der grandes recompensas: porque para unos tenia vireinatos, go
biernos, hábitos de las órdenes militares , y empleos en sus ejérci
tos; para otros encomiendas , sobre las cuales podria imponer
muchas pensiones , títulos de Castilla , y magistraturas; y por últi
mo , todo género de beneficios eclesiásticos para los que quisiesen
seguir la carrera de la Iglesia .
Esta memoria , mucho mas larga que la anterior, me ocupó cerca
de tres dias , y por mi fortuna salió tan acomodada al gusto de mi
amo , por estar atestada de voces enfáticas y de cláusulas metafóri
cas, que me colmó de alabanzas. Mucho me agrada lo que has he
cho, me dijo, enseñándome los pasajes mas pomposos: estas sí que
son expresiones vaciadas en buen molde . ¡Animo, amigo mio , ya
estoy previendo que me servirás de grande utilidad . Sin embargo,
en medio de los elogios que me prodigó no dejó de retocar la me
moria; puso en ella mucho de su casa , y formó una pieza de elo
LIBRO UNDECIMO . 699
cuencia que admiró al rey y á toda la corte. El público la honró
tambien con su aprobacion , presagio felicidades para lo venidero,
y se lisonjeó de que la monarquía recobraria su antiguo esplendor
bajo el ministerio de un personaje tan insigne. Viendo S . E . la
mucha fama que le habia granjeado aquel escrito, quiso que , por
la parte que yo tenia en él, recogiese algun fruto; y así dispuso
que se me diese una pension de quinientos escudos sobre la enco
mienda de Castilla ; lo que me fué tanto mas apreciable, cuanto que
este no era un bien mal adquirido, aunque lo habia ganado con
mucha facilidad .
CAPITULO ¥u .
11
Por que casualidad , en dónde, y en qué estado volvió á encontrar Gil Blas á su amigo Fabricio :
conversacion que tuvieron .
Ninguna cosa le gustaba tanto al conde como saber lo que se
pensaba'en Madrid , de la conducta que observaba en su ministerio.
Todos los dias me preguntaba qué se decia de él, y aun tenia pa
gadas espías que le contaban puntualmente cuanto pasaba en la
poblacion . Le referian hasta las mas ligeras conversaciones que ha
bian oido; y , como les tenia encargado que le dijesen francamente
la verdad , no tenia poco que sufrir algunas veces su amor propio;
porque la lengua del pueblo es tan suelta , que nada respeta
Luego que conocí que el conde era amigo de que se le diesen no
ticias, me dediqué a ir por las tardes á los sitios públicos, ymez
clarme en las conversaciones de personas decentes , donde las hu
biera . Cuando hablaban del gobierno escuchaba con atencion, y , si
decian algo digno de que lo supiese S . E ., no dejaba de noticiarse
lo ; pero debe obseryarse que jamás le decia nada que no le fuera
favorable.
Volviendo en cierta ocasion de uno de estos sitios pasé por de
lante de la puerta de un hospital, y me dió gana de entrar en él.
Recorrí dos o tres salas llenas de enfermos, y, mirando á todas par
tes, ví entre aquellos desgraciados, á quienes no podia considerar
sin lástima, uno que fijó mi atencion, porque me pareció ver en él
á mi paisano y antiguo camarada Fabricio. Acerquéme mas á su
LIBRO UNDECIMO . 701
cama para enterarme mejor, y . aunque no pude ya dudar que era
el poeta Nuñez, con todo me detuve
HOSPIT
algunos instantes á mirarle, pero sin
decirle nada . El me conoció luego ,
y me miraba del mismo modo . Al
cabo , rompiendo el silencio , le dije:
O mis ojos me engañan , ó este que
miro es Fabricio . El mismo soy , me
respondió friamente, y no debes ma
ravillarte . Desde que me separé de
tí , no he tenido otro oficio que el de
autor: he compuesto novelas, come
dias , y toda clase de obras de inge
nio ; y he llegado al fin de esta car
rera , que es parar en un hospital.
No pude menos de reirme al oir estas últimas palabras, y mucho
mas al ver la seriedad con que las pronunció . ¡ Pues qué ! exclamé :
¿tu musa te ha traido á tan miserable estado ? ¿ es posible que te
haya jugado una pieza tan villapa? Tú mismo lo estás viendo , re
puso él ; a estas casas suelen venir á parar todos los que presumen
de ingenios . Tú , hijo mio , lo acertaste en seguir otro rumbo; pero
ya no estás en la corte , y me parece que tus asuntos ban mudado
mucho de aspecto, y aun me acuerdo de haber oido decir que de
órden del rey te habian metido en un castillo . Así fué puntual
mente, repușe yo : la fortuna en que me viste cuando nos separa
mos , fué muy pasajera , pues pocos dias despues perdí de repente
mi empleo , mis bienes y mi libertad. Sin embargo, amigo mio ,
hoy me vuelves á ver en un estado mucho mas brillante que aquel
en que me conociste en otro tiempo . Eso no es posible , dijo Nuñez :
tu aspecto es juicioso y modesto; no noto en tí aquella vanidad У
aquella altanería que suelen inspirar las prosperidades . Las desgra
cias, le repliqué , han purificado mi virtud . En la escuela de la ad
versidad aprendí á gozar de las riquezas sin dejarme dominar por
ellas.
Acaba pues , y díme , interrumpió Fabricio incorporándose de la
cama con júbilo, qué empleo es el que tienes , y en qué te ocupas
al presente . ¿Eres por ventura mayordomo de algun gran señor ar
ruinado, ó de alguna viuda rica ? Todavía estoy mucho mejor, le
respondí; pero por ahora dispensame, te ruego, de explicarme mas,
89
702 GIL BLAS .
que en mejor ocasion contentaré enteramente tu curiosidad . Al pre
sente bástete saber que estoy en situacion de poder servirte , ó mas
bien de ponerte en estado de no necesitar de nadie para pasarlo con
decencia ; con tal que me dés palabra de no componer mas obras
de ingenio en verso ni en prosa . ¿Serás capaz de hacer tan gran
sacrificio ? Ya le he hecho al cielo , me dijo , en la enfermedad mor
tal de que me ves convaleciente . Un religioso dominico me ha mo
vido á abjurar de la poesía como de una ocupacion que , si no es
criminal, desvia por lo menos de la prudencia .
Mil parabienes te doy por tan cuerda resolucion , mi querido
Nuñez ; pero guardate bien de la recaida . Esa es la que no temo,
me replicó; porque tengo hecho firmísimo propósito de abandonar
á las musas : por señas de que cuando entraste en esta sala estaba
haciendo una composicion en verso en que me despedia de ellas
para siempre. Señor Fabricio , le dije entonces meneando la cabeza ,
no sé si el padre dominico y yo podremos fiarnos de tu abjuracion;
porque te veo ciegamente enamorado de aquellas doctas doncellas.
No , no , me respondió con viveza : tengo ya rotos todos los lazos
que me estrechaban con ellas . Todavía he hecho mas , pues he co
brado aversion al público : no merece que los autores quieran con
sagrarle sus desvelos ; y yo me avergonzaria mucho de componer
alguna obra que lograse su aprobacion . Y no creas, continuó , que
el resentimiento me dicta este lenguaje: dígotelo con serenidad ;
tanto caso hago de los aplausos del público como de sus despre
cios . Es difícil saber quién gana ó quién pierde con él : es tan ca
prichoso , que hoy piensa de una manera , y mañana de otra . Muy
locos son los poetas dramáticos que se llenan de vanidad cuando
ven que sus producciones han sido recibidas con aplauso . Aunque
la primera vez que se representen causen mucho ruido por la no
vedad , si veinte años despues vuelven a parecer en el teatro , son
la mayor parte mal recibidas . La misma fortuna corren por lo
por
comun las novelas y los demás libros de pura diversion cuando salen
á luz , pues si á los principios logran la aprobacion de todos , poco
á poco la van perdiendo , hasta que al fin llegan a caer en despre
cio. Los que viven ahora acusan de mal gusto a los que les han
precedido, y el mismo defecto les imputarán á ellos los que vengan
despues . De donde concluyo que los autores que son aplaudidos en
este siglo , serán silbados en el siguiente . Así que todo el honor y
toda la estimacion que nos granjea el buen éxito de una obra im
LIBRO UNDECIMO . 703
presa, no es en suma otra cosa que una pura quimera , una ilusion
de nuestra fantasía, y. un fuego de paja, cuyo humo desyanece el
viento en un instante .
A pesar de que conocí desde luego ser efecto de melancolía y de
mal humor este juicioso modo de discurrir de mi poeta de Asturias ,
no me dí por entendido, y solo le dije: Verdaderamente quedo go
zoso de verte divorciado de las obras de ingenio , y curado radical
mente de la manía de escribir . Desde ahora puedes estar seguro de
que cuanto antes te baré dar un empleo con que puedas mante
nerte decorosamente sin fatigar tu imaginacion. Mejor para mí ,
respondió muy alegre : el ingenio comienza a olerme mal, y ya le
considero como el don mas funesto que el cielo puede conceder al
hombre . Deseo , amado Fabricio , repuse yo , que conserves siempre
esas ideas ; y te vuelvo á repetir que , si persistes en abandonar la
poesía , muy presto te haré con un empleo tan honroso como lu
crativo ; pero , mientras logro hacerte este servicio , te ruego que
admitas esta corta prueba de mi amistad : y diciendo esto le puse en
la mano un bolsillo en que habria como unos sesenta doblones .
¡ Oh , generoso amigo ! exclamó enajenado de gozo y de gratitud
el hijo del barbero Nuñez . ¡ Qué gracias debo dar al cielo por ha
berte traido á este hospital ! Hoy mismo quiero salir de él con tu
socorro . Efectivamente así lo ejecutó haciéndose llevar a una buena
posada. Pero antes de separarnos le informé de mi alojamiento ,
convidándole á que me fuese á ver luego que se sintiese perfecta
mente recuperado . Quedóse muy sorprendido cuando le dije que
vivia en casa del conde de Olivares . ¡ Oh , bienaventurado Gil Blas ,
me dijo, que tienes la fortuna de agradar a los ministros ! Me com
plazco en tu felicidad, pues haces tan buen uso de ella .
CAPITULO VIII :
Gil Blas se granjea cada dia mas el afecto del ministro: vuelve Escipion á Madrid , y relacion que
hace á Santillana de su viaje.
El conde de Olivares, á quien en adelante llamaré el conde -du
que, porque con este título se dignó honrarle el rey por este tiem
po , tenia una flaqueza, que descubrí en él , no sin fruto para mí,
era la de querer que le tuvieran cariño. Luego que conocia que al
guno le servia con buen afecto , le daba parte en su amistad . No
me descuidé en aprovecharme bien de esta observacion ; pues , no
contento con ejecutar puntualmente cuanto me mandaba , obedecia
sus órdenes con demostraciones de celo que le encantaban . Estu
diaba su gusto en todas las cosas para conformarme a él , y antici
parme á sus deseos en cuanto me fuera posible .
Por este modo de proceder , con el que casi nunca se deja de
conseguir lo que se intenta , llegué insensiblemente á ser el favo
rito de mi amo , quien por su parte conociendo que yo adolecia de
la misma flaqueza que él , me ganó la voluntad con las demostra
ciones de cariño que me hizo . Me gradjeé tanto su amistad, que
llegué a participar de su confianza, igualmente que el señor Car
nero , su primer secretario .
Este se habia valido de los mismos medios que yo para agradar
á S. E. , y lo habia logrado tan bien , que le revelaba los arcanos
del gabinete; y así los dos éramos confidentes del primer ministro,
y los depositarios de sus secretos; pero con esta diferencia , que
LIBRO UNDECIMO . 705
Carnero solo le hablaba de los negocios de estado, y á mí de los
que tocaban a sus intereses personales; lo que formaba, por decirlo
así, dos departamentos separados , con lo cual uno y otro estába
mos igualmente gustosos , viviendo juntos sin celos y sin amistad . Yo
tenia motivo para estar contento con mi destino , porque, proporcio
nándome continuamente la ocasion de estar con el conde-duque , me
ponia en estado de penetrar en el fondo de su alma , que dejó de
ocultarme, en medio de ser naturalmente reservado, cuando llegó
á convencerse de la sinceridad de mi afecto hacia él .
Tad
Santillana , me dijo un dia , tú has visto al duque de Lerma go
zar de una autoridad que menos parecia la de un ministro favorito
que el poder de un monarca absoluto : sio embargo , yo soy mas
feliz que lo era él en el mayor auge de su fortuna. El tenia dos
enemigos formidables en el duque de Uceda su propio hijo, y en el
confesor de Felipe III ; en vez de que yo á nadie veo cerca del rey
con bastante favor para perjudicarme, ni aun de quien yo sospeche
que me tenga mala voluntad. Es verdad , continuó , que desde mi
elevacion al ministerio puse el mayor cuidado en que no estuviesen
al lado de S. M. otras personas que las enlazadas conmigo por
amistad ó por parentesco. Con vireinatos ó embajadas me he ido
deshaciendo de todos los señores cuyo mérito personal hubiera po
dido hacerme decaer de la gracia del soberano, que yo quiero gozar
entera y exclusivamente ; de manera que en la actualidad me puedo
lisonjear de que ningun grande me hace sombra . Ya ves , Gil Blas,
añadió, que te descubro mi corazon : como tengo motivo para creer
706 GIL BLAS.
que me eres enteramente afecto , he echado mano de tí para que
seas mi coufidente . Tienes entendimiento , te contemplo juicioso ,
prudente y discreto ; en una palabra , to considero á propósito para
el desempeño de mil comisiones que piden un sugeto muy inteli
gente, y que tome parte en mis intereses.
No pude desechar del todo las ideas lisonjeras que estas palabras
excitaron en mi imaginacion ; subiéronseme repentinamente a la
cabeza algunos humos de ambicion y de avaricia , que despertaron
en mí ciertos afectos de que creia haber triunfado. Aseguré al mi
pistro que haria cuanto estuviese de miparte para corresponder á
sus deseos; y me preparé para ejecutar sin escrúpulo todas las ór
denes que tuviera por conveniente darme.
Entre tanto que yo me disponia de este modo á erigir nuevos al
tares á la Fortuna, volvió Escipion de su viaje. No tengo , me dijo ,
muy larga relacion que haceros: causé una grande alegría á los se
ñores de Leiva cuando les dije la buena acogida que usted halló en
elrey luego que le conoció, y de qué modo se conduce con usted el
conde de Olivares.
Interrumpi á Escipion diciéndole: Mas alegria les hubiera causa
do, amigo mio, si hubieras podido contarles elpredicamento en que
me hallo en el dia para con el ministro. Son verdaderamente de ad
mirar los rápidos progresos que despues de tu partida he hecho en
el corazon de S . E . Sea Dios bendito , mi querido amo, respondió;
ya presiento que tendremos excelentes destinos que desempeñar.
Mudemos de conversacion , le dije , y bablemos de Oviedo. Cuando
saliste de Asturias, ¿en qué estado dejaste a mimadre? ¡Ah , señor!
me respondió tomando de repente un aspecto afligido: las noticias
que tengo que daros sobre ese punto no son sino tristes. ¡Oh, cie
los! exclamé; sin duda mimadre ha muerto . Seis meses há, dijo
mi secretario , que la buena señora pagó el tributo á la naturaleza ,
y lo mismo el señor Gil Perez , su tio de usted .
Afligióme vivamente la muerte de mimadre, aunque en mi in
fancia no babia recibido de ella aquellas caricias que tanto necesi
tan los hijos para ser agradecidos en lo sucesivo. Tambien derramé.
algunas lágrimas por el buen canónigo, acordándome del cuidado
que habia tenido de mi educacion . A la verdad no duró mucho mi
pesadumbre, que muy presto quedó reducida á una tierna memoria
que siempre he conservado de mis parientes .
CAPITULO EX
Cómo y con quién casó el conde-duque a su hija única , y los sinsabores que produjo este matrimonio .
Poco despues del regreso del bijo de la Coscolina ví al conde
duque por espacio de unos ocho dias muy parado y pensativo . Me
persuadí de que estaba meditando alguna grande empresa de poli
tica ; pero presto llegué a saber que lo que le tenia tan suspenso era
un asunto doméstico . Gil Blas, me dijo una tarde, sin duda habrás
reparado que hace dias que ando pensativo. Así es, bijo mio ; no
puedo negar que enteramente me ocupa un negocio del cual de
pende el sosiego de mi alma, y voy á confiártelo .
Mi hija doña María , continuó, se halla ya en edad de tomar es
tado, y son muchos los pretendientes que aspiran a su mano. El
conde de Niebla , primogénito del duque de Medidasidonia , cabeza
de la casa de Guzman, y don Luis de Haro , hijo y heredero del
marqués del Carpio y de mi hermana mayor, son los dos concur
rentes que parecen mas dignos de merecer la preferencia. Sobre
todo el mérito del último es tan superior al de sus competidores ,
que toda la corte está persuadida de que será el que preferiré para
yerno. Con todo eso, sin pararme en explicarte los motivos que
tengo para desechar a ambos, te diré que he puesto los ojos en
don Ramiro Nuñez de Guzman, marqués de Toral, cabeza de la
casa de los Guzmanes de Abrados. A este señor y á los hijos que
nacieren de mi hija quiero dejar todos mis bienes, vincularlos al
708 GIL BLAS .
título de conde de Olivares , y anejar á él la grandeza ; de suerte
que mis, nietos y sus descendientes que vinieron de la rama de
Abrados y de la de Olivares pasarán por primogénitos de la casa
de Guzman . Dime, Santillana, añadió , capruebas este proyecto? Se
ñor , le respondí , es propio de la capacidad y talento que le ha for
mado: lo único que recelo es que el duque de Medinasidonia podrá
quejarse de él . Quéjese cuanto quiera , respondió , nada me impor
ta : no tengo inclinacion á su rama , que ha usurpado a la de Abra
dos el derecho de primogenitura y los títulos anejos a ella : menos
impresion me harán sus quejas que el sentimiento que tendrá mi
hermana la marquesa del Carpio al ver que su hijo pierde el enlace
con mi hija. Pero sobre todo yo quiero hacer mi gusto , y don Ra
miro será preferido a todos sus rivales ; así lo tengo determinado .
Habiendo el conde-duque tomado esta resolucion , no pasó sin
embargo á ejecutarla sin afianzarla primero con un golpe diestro de
política . Presentó un memorial al rey y á la reina suplicando á sus
majestades se dignasen disponer de la mano de su hija doña María,
exponiéndoles las cualidades de los señores que la pretendian, y re
mitiéndose enteramente á la eleccion de sus majestades, bien que ,
hablando del marqués de Toral, no se dejaba de conocer su parti
cular intencion a este partido . En virtud de esto , el rey , que de
seaba mucho complacer a su ministro , le dió por escrito la res
puesta siguiente: « Juzgo á don Ramiro Núñez digno de doña Ma
» ría . Sin embargo, elige por ti mismo : el partido que mas te con
» venga será el que a mí mas me agrade . - El Rey . »
Manifestó el mipistro esta respuesta con cierta afectacion ; y , fin
giendo entenderla como una órden del soberano , se dió prisa á ca
ntió
sar á su hija con el marqués de Toral , resolucion de que se resi
vivamente la marquesa del Carpio , como todos los Guzmanes , que
estaban muy satisfechos con la esperanza del enlace con doña Ma
ría. En medio de esto unos y otros , cuando vieron que no podian
impedir el casamiento, aparentaron celebrarle con las mayores de
mostraciones de alegría . Parecia que toda la familia estaba fuera de
si de contento ; pero tardó poco en verse vengado su disgusto del
modo mas cruel y doloroso para el conde. A los diez meses dió a
luz doña María una niña , que murió al nacer, y poco despues la
misma madre fué víctima de su sobreparto.
¡ Qué pérdida para un padre, idólatra (por decirlo así ) de su hija .
y mas viendo con esto desvanecido su proyecto de quitar el dere
LIBRO UNDECIMO . 709
cho de primogenitura á la rama de Medinasidonia! Esto le afligió
tan profundamente, que se encerró por algunos dias sin que le
viese nadie sino yo , que , conformándome á su excesivo sentimien
to , me mostraba tan apesadumbrado como él . Forzoso es decir la
verdad: yo aproveché esta coyuntura para derramar nuevas lágri
mas en memoria de Antonia . La semejanza que habia entre su
muerte y la de la marquesa de Toral volvió a abrir una herida mal
cicatrizada, causándome tanto sentimiento , que el ministro, a pesar
de lo abatido que le tenia su propia pena , no pudo menos de adver
tir la mia . Admiróle verme tomar tan activa parte en sus amargu
ras . Gil Blas, me dijo un dia que le parecí abismado en una pro
funda tristeza, es un consuelo muy dulce para mí el tener un con
fidente tan sensible a mis angustias. ¡ Ah , señor! le respondí, ven
diéndole por fineza mi quebranto: seria yo
el hombre mas ingrato
y mi corazon el mas duro si no las sintiera tan vivamente . ¡ Pues
qué ! ¿ podria V. E. llorar la muerte de una hija de tanto mérito, y
a quien amaba tan tiernamente , sin que yo mezclase mis lágrimas
con las suyas? No , señor : me tiene V. E. demasiado colmado de
beneficios para que yo pueda dejar en toda mi vida de tomar parte
en sus satisfacciones y en sus pesadumbres.
90
CAPITULO X .
Encuentra Gil Blas casualmente al poeta Nuñez: refierele este que se representa una tragedia suya en
el teatro dul Príncipe: desgraciado éxito que tuvo; y efecto favorable que le produjo esta desgracia.
Comenzaba el ministro á consolarse, y por consiguiente tambien
yo á recobrar mi buen humor, cuando salí una tarde á pasearme
solo en coche. En el camino encontré al poeta asturiano, á quien
no habia visto despues de su salida del hospital. Advertí que estaba
decentemente vestido. Llaméle, bicele entrar en el coche, y fuimos
juotos á pasear en el prado de San Jerónimo.
Señor Nuñez , le dije, ha sido fortuna mia haberos encontrado
por casualidad ; á no ser así nunca lograria el gusto de... Déjate de
reconvenciones , Santillana, interrumpió con precipitacion : confieso
de buena fe que de propósito no quise ir á visitarte , y te voy a de
cir el motivo. Tú me prometiste un buen empleo, con tal que re
nunciase á la poesía , y yo he encontrado otro mas sólido con la
condicion de hacer versos: he aceptado este último por ser mas
conforme a mi genio . Un amigo mio me ha colocado en casa de
don Beltran Gomez del Ribero, tesorero de las galeras del rey. Este
don Beltran queria mantener á sus expensas un buen ingenio, y,
babiéndole parecido muy sublime mi versificacion , me ha preferido
á cinco ó seis autores que se presentaron para ocupar la plaza de
secretario de su ramo.
Mealegro infinito de eso , querido Fabricio , le dije, porque ese
don Beltran verosimilmente será muy rico . ¡Cómo rico ! me replicó
LIBRO UNDECIMO 711
Fabricio: dicen que pi aun él mismo sabe lo que tiene. Pero como
quiera que sea, hé aquí en qué consiste el empleo que desempeño
en su casa . Como se precia de cortejante, y quiere pasar por hom
bre de ingenio , se vale de mi pluma para componer billetes llenos
de sal y de gracia , dirigidos á muchas damas muy vivarachas con
quienes tiene frecuente correspondencia . En su nombre escribo á
una en verso , á otra en prosa, y
algunas veces yo mismo soy el por
tador de los billetes para hacer ver
mis muchos talentos.
Pero tú no me enteras, le dije,
de lo que mas deseo saber: ¿ te pa
gan bien tus epígramas epistolares?
Con mucha liberalidad , me respon
dió : no todos los ricos son espléndi
dos, pues algunos conozco que son
muy tacaños; pero don Beltran se
porta conmigo generosamente. Ade
más de los doscientos doblones de
sueldo que me tiene señalados, me da de tiempo en tiempo algunas
pequeñas gratificaciones ; lo cual me pone en estado de hacer el pa
pel de señor, y de pasar el tiempo alegremente con algunos autores
tan enemigos comoyo de la melancolía . En suma, le repliqué yo, ses
tu tesorero hombre de tanto gusto que conozca las bellezas de una
obra, y note sus defectos? ¡Oh ! tanto como eso no , me respondió Nu
ñez; aunque tiene una verbosidad que deslumbra , no es inteligente,
Sin embargo, se cree otra Tarpa: decide resueltamente, y sostiene
su opinion con tanta altanería y tenacidad, que las mas de las ve
ces, cuando disputa , todos se ven obligados á ceder para evitar una
granizada de expresiones descorteses que acostumbra descargar so
bre los que le contradicen .
De aquí puedes inferir que pongo el mayor cuidado en no opo
nerme jamás á lo que dice, por mas razon que muchas veces me
asista para ello , porque además de los epítetos poco gustosos que
oiria de su boca , es seguro que me echaria á la calle . Apruebo
pues, continuó, todo lo que él alababa, y repruebo todo cuanto le
disgusta . Por esta condescendencia , que en la realidad poco ó nada
me cuesta , pues fácilmente me acomodo al carácter y genio de las
personas que me pueden servir, me he hecho dueño de la estima
712 GIL BLAS .
cion y voluntad de mi patrono. Empeñóme en componer una tra
gedia , cuya idea me sugirió él mismo . Compúsela á vista suya ; si
sale bien , deberé toda mi gloria á las lecciones que él me ha dado .
Preguntéle el título de la tragedia, y me respondió : Intitúlase El
Conde de Saldaña, la cual se representará en el corral del Príncipe
dentro de tres dias . Deseo mucho , le repliqué , que logre todo el
aplauso y concepto que tu ingenio me hace esperar . Yo tambien lo
espero ,me dijo él : verdad es que no hay esperantas mas falibles
que estas, por estar tan inciertos los autores del éxito que tendrán
sus obras en las tablas.
Llegó en fin el dia de la primera representacion . Yo no asistí á
ella por haberme dado el ministro cierto encargo que me lo estor
bó ; y lo mas que pude hacer fué enviar á Escipion para que á lo
menos me informase del éxito de una pieza en que me interesaba.
Despues de haberle estado esperando con impaciencia , le ví entrar
con un semblante que me dió mala espina , y no me dejó presagiar
cosa buena . Y bien , le pregunté , ¿ cómo ha recibido el público á El
conde de Saldaña ? Malísimamente , me respondió : en mi vida he
visto comedia tratada con mayor ignominia ; me he visto indignado
de la insolencia del patio. No estoy yo menos indignado , le inter
rumpi , contra la manía que Nuñez tiene de componer piezas dra
máticas. ¿No debe haber perdido el juicio para preferir los ignomi
niosos silbidos del populacho al decoroso estado en que pude colo
carle? Así me desohogaba yo echando pestes contra el poeta de As
turias por la inclinacion que le tenia , afligiéndome de la desgracia
de su drama , mientras él estaba tan satisfecho de su obra.
Efectivamente, dos dias despues le ví entrar en mi cuarto que no
cabia en sí de gozo . Santillana , exclamó alborozado luego que me
vió , vengo a darte parte de mi suma felicidad . La composicion de
una mala tragedia ha causado mi fortuna. Ya sabrás lo mal que
fué recibido mi pobre Conde de Saldaña: todos los espectadores se
amotinaron contra él ; pero este desenfreno universal fué justamente
el que aseguró mi dicha para toda la vida .
Quedé aturdido al oir hablar de este modo al poeta Nuñez . ¿Có
mo así, Fabricio ? le pregunté pasmado: ¿ es posible que el alto des
precio con que fué tratada tu tragedia sea puntualmente el motivo
de tu desmesurada alegría? Así es ni mas ni menos, me respondió .
Ya te dije la mucha parte que don Beltran tuvo en su composicion ;
por lo mismo la calificó de una obra á todas luces excelente. Pi
LIBRO UNDECIMO . 713
cado en extremo de que el público hubiera sido de un sentir tan
contrario al suyo , me dijo esta mañana: Nuñez , Victrix causa diis
placuit, sed victa Catoni: si tu tragedia pareció tan mal á las gen
tes , á mí me gustó mucho , y esto te debe bastar . Y para que te
consueles del dolor que naturalmente te causará la injusticia y el
mal gusto del siglo presente , desde ahora te señalo dos mil escudos
de renta anual y vitalicia sobre todos mis bienes . Vamos desde
aquí á casa de mi escribano á otorgar la escritura . Con efecto, par
timos inmediatamente. El tesorero firmó la escritura de donacion ,
y me ha pagado el primer año anticipado.
Dí mil parabienes á Fabricio por el desgraciado éxito de su Conde
de Saldaña , que habia redundado en provecho del autor . Tienes ra
zon , prosiguió él , en cumplimentarme por una cosa tan extraña .
- ¡ Dichoso yo una y mil veces de haber sido silbado! Si el público
mas benévolo me hubiera honrado con sus aplausos , qué fruto hu
biera sacado de ellos? Ninguno , ó á lo sumo algunos reales, que de
nada me servirian ; pero los silbidos en un instante me han puesto
en estado de pasar cómodamente el resto de mis dias.
CAPÍTULO XI.
Consigue Santillana un empleo para Escipion , el cual se embarca para Nueva-España .
No miró mi secretario sin alguna envidia la impensada fortuna
del poeta Nuñez, de manera que en toda una semana no cesó de
habiarme de ella . Admirado estoy , me decia , de los caprichos de la
Fortuna, la cual muchas veces parece que se deleita en colmar de
bienes á un detestable autor , mientras abandona á los mejores en
manos de la miseria : ¡ cuánto celebraria yo que un dia se le anto
jase hacerme rico de la'noche à la mañana ! Eso , le dije, podrá
quizá suceder mas presto de lo que piensas . Tú estás ahora en el
templo de esa deidad , porque , si no me engaño mucho , la casa de
un primer ministro se puede muy bien llamar el templo de la Fortu
na , donde de repente se ven elevados y opulentos los que logran su
favor. Decís , señor , mucha verdad, me respondió ; pero es menester
tener paciencia para esperarle . Vuélvote á decir , le repliqué , que te
sosiegues : quién sabe si quizá á estas horas se te está preparando
alguna buena comision ? Con efecto , pocos dias despues se me pre
sentó ocasion de emplearle útilmente en servicio del conde -duque,
y no la dejé escapar.
Hallábame una mañana en conversacion con don Ramon Capo
ris , mayordomo del primer ministro , y era el asunto sobre las ren
tas de S. E. Mi señor , decia él , goza de varias encomiendas en todas
las órdenes militares, que le reditúan cada año cuarenta mil escu
LIBRO UNDECIMO. 715
dos, sin mas obligacion que la de llevar la cruz de Alcántara. Fuera
de eso , los tres empleos de gentil hombre de cámara, caballerizo
mayor , y gran canciller de Indias le producen doscientos mil escu
dos . Pero todo esto no es nada en comparacion de los inmensos
caudales que saca de las Indias . ¿Sabe usted cómo? Cuando los bu
ques del rey salen de Sevilla ó de Lisboa para aquellos paises , hace
embarcar en ellos vino , aceite , y todo el trigo que le produce su
* condado de Olivares, sin que le cueste un maravedí la conduccion .
En Indias se venden estos géneros a precio cuatro veces mayor del
que valen en España. Con el dinero que gana en esta venta , com
pra especería, colores y otras drogas que en el nuevo mundo están
casi de balde , y en Europa se venden a subido precio . Este es un
tráfico que le vale muchos millonos sin perjuicio del erario . Y no
extrañará usted , continuó, que las personas empleadas en hacer
este comercio vuelvan todas cargadas de riquezas, porque S. E.
lleva á bien que , haciendo su negocio , hagan tambien ellas el
suyo .
El hijo de la Coscolina , que escuchaba nuestra conversacion, no
pudo oir hablar así á don Ramon sin interrumpirle . Par diez, señor
Caporis , exclamó , que yo de buena gana seria uno de esos emplea
dos , y mas que há muchos años tengo grandes deseos de ver á Méjico.
Presto satisfaria yo tu curiosidad , le dijo el mayordomo , si el señor
de Santillana no se opusiera á tus deseos . Aunque soy algo delica
do en la eleccion de los sugetos que envio á las Indias para hacer
este tráfico , porque al fin yo soy el que los nombro , desde luego te
sentaria ciegamente en mi registro , con tal que lo consintiese tu
amo . Mucha satisfaccion tendria , dije a don Ramon , en que usted
me diese esta prueba de amistad. Escipion es un mozo á quien es
timo , y además de eso es muy capaz y tan puntual en todo lo
que se pone á su cargo, que espero no dará el menor motivo
de disgusto : respondo por él como pudiera responder por mi
mismo .
Siendo así, replicó Caporis, desde luego puede marchar a Sevilla,
de donde dentro de un mes se harán á la vela los navios que han de
pasar á Indias . Llevará una carta mia para cierto sugeto que le
instruirá bien en todo lo que debe hacer para utilizar mucho sin el
menor perjuicio de los intereses de S. E. , que siempre deben ser
muy sagrados para él .
Alegrísimo Escipion con el nuevo empleo , dispuso su viaje á Se.
716 GIL BLAS
villa con mil escudos que le dí para que comprase en Andalucía vino
y aceite , y pudiese así traficar por su cuenta en las Indias. Mas,
sin embargo de las esperanzas que llevaba de mejorar de fortuna
en el viaje, no pudo separarse de mí sin lágrimas , ni yo privarme
de él con ojos enjutos.
1
1
ad
CAPITULO XII .
Llega á Madrid don Alfonso de Leiva : motivo de su viaje: grave afliccion de Gil Blas ; y alegría que lesi
guió.
Apenas se habia ausentado Escipion , cuando un paje del minis
tro entró en mi cuarto , y me entregó un billete que contenia estas
palabras: Si el señor de Santillana quisiese tomarse la molestia de ir
al meson de San Gabriel, en la calle de Toledo, verá en él á uno de
sus mayores amigos.
¿ Quién podrá ser este amigo ? decia yo entre mí mismo , dy por
qué razon me ocultará su nombre? Tal vez quiere sazonarme el gus
to de verle con el sainete de la sorpresa . Salí al instante de casa ,
me encaminé á la calle de Toledo , llegué al sitio señalado , y me
quedé no poco suspenso de encontrar á don Alfonso de Leiva . ¡ Qué es
lo que veo ! exclamé : ¡ V. S. aquí , señor ! Sí , mi querido Gil Blas , me
respondió teniéndome estrechamente abrazado . El mismo don Al
fonso en persona es el que tienes á la vista . Pero ¿qué negocio le
ha traido á V. S. á Madrid? le dije. Te voy a sorprender, me res
pondió, y afligirte enterándote de la causa de mi viaje. Sábete que
me han quitado el gobierno de Valencia , y que el primer ministro
ha mandado me presente en la corte á dar cuenta de mi conducta .
Permaneci un cuarto de hora en un profundo silencio : despues , vol
viendo a tomar la palabra: ¿De qué se le acusa á V. S. ? le dije.
Nada sé , respondió ; pero atribuyo mi desgracia á la visita que hice
94
718 GIL BLAS .
tres semanas há al cardenal duque de Lerma , que hace un mes se
halla confinado en su palacio de Denia .
¡ Oh ! en verdad , interrumpi yo , que V. S. tiene razon en atribuir
su desgracia á esa indiscreta visita: no bay que buscar otra culpa;
у V. S. me permitirá le diga que se olvidó de consultar su acos
tumbrada prudencia cuando fué á ver á un ministro desgraciado.
E! yerro ya se cometió , me dijo él , y he tomado voluntariamente
mi determinacion. Me retiraré con mi familia a la quinta de Leiva ,
donde pasaré en un profundo sosiego el resto de mis dias . Lo único
que ahora me aflige, añadió , es el verme obligado á presentarme a
un ministro orgulloso y dominante , que quizá me recibirá con poco
agrado, cosa intolerable para quien nació con alguna honra . A pe
sar de que esto es una necesidad , he querido hablarte antes de so
meterme á ella . Señor , le dije , no se presente V. S. al ministro sin
que yo sepa antes de lo que se le acusa , pues el mal no es irrepa
rable . Sea lo que fuere , V. S. se servirá llevar á bien que yo dé en el
asunto todos aquellos pasos que exigen de mí la gratitud y el afec
to . Diciendo esto , le dejé en el meson , asegurándole que dentro de
poco nos volveríamos á ver .
Como yo no intervenia ya en niogun negocio de estado desde las
dos memorias de que he hecho tan elocuente mencion , fuí á buscar
á Carnero para preguntarle si era verdad que á don Alfonso de Lei
va se le habia quitado el gobierno de la ciudad de Valencia . Res
pondióme que sí , pero que ignoraba la causa de ello . Con esto re
solví sio vacilar acudir al mismo ministro para saber de su propia
boca los motivos que podia tener para estar quejoso del hijo de don
César.
Estaba yo tan penetrado de dolor por este fatal acontecimiento ,
que no tuve necesidad de aparentar tristeza para parecer afligido á
los ojos del conde . ¿Qué tienes , Santillana ? me preguntó luego que
me vió : descubro en tu semblante señales de pesadumbre , y aun veo
que las lágrimas están prontas á correr de tus ojos. ¿Te ha ofendi
do alguno? habla , y pronto quedarás vengado. Señor , le respondi
llorando , aun cuando quisiera disimular mi pepa no podria , porque
casi llega á términos de desesperacion . Acaban de asegurarme que
ya no es gobernador de Valencia don Alfonso de Leiva , y no podian
darme noticia que me fuera mas sensible . ¿Qué me dices , Gil Blas?
repuso el ministro admirado: pues qué tienes tú con don Alfonso
ni con su gobierno? Entonces le hice puntual relacion de todas las
CIL HLAS PRESENTA IL ALFONSO AL PRIOR MINISTRO
.
LIBRO UNDECIMO . 719
obligaciones que debia á los señores de Leiva , y despues le conté
cómo y cuándo habia yo obtenido del duque de Lerma para el hijo de
don César el gobierno de que se trataba. Despues que S. E. me oyó
con una atencion llena de bondad hacia mí , me dijo: Enjuga tus
lágrimas, amigo mio . Además de que yo ignoraba lo que me aca
bas de contar , te confesaré que miraba á don Alfonso como hechu
ra del cardenal de Lerma . Ponte en mi lugar; la visita que hizo á
este purpurado , ¿no te le hubiera hecho sospechoso ? Quiero no obs
tante creer que , habiéndosele conferido su empleo por aquel mi
nistro , puede haber dado este paso por un mero impulso de agra
decimiento . Siento haber separado de su empleo á un hombre que
te le debía á tí ; pero , si deshice lo que habias hecho tú , puedo re
pararlo , y aun quiero hacer por ti mas de lo que hizo el duque de
Lerma. Don Alfonso de Leiva tu amigo no era mas que gobernador
de la ciudad de Valencia ; pero yo le hago virey del reino de Ara
gon . Te doy licencia para que le comuniques esta noticia , y puedes
decirle que venga á prestar juramento.
Cuando oí estas palabras, pasé del extremo de la afliccion á un
exceso de alegría que me enajenó, en términos que lo conoció S. E.
en el modo de manifestarle mi agradecimiento ; mas no le desagra
dó el desconcierto de mis palabras , y , como le habia enterado de que
don Alfonso estaba en Madrid , me dijo que podia yo presentársele
en aquel mismo dia . Fuí volando al meson de San Gabriel , en don
de colmé de gozo al hijo de dop César , anunciándole su nuevo em
pleo . No podia creer lo que yo decia , porque tenia dificultad en
persuadirse de que , por mas amistad que me tuviera el primer mi
nistro , fuera capaz de dar vireinatos por mi influjo. Condújele á ca
sa del conde-duque, que le recibió muy afablemente, y le dijo que
se habia comportado tan bien en su gobierno de la ciudad de Valen
cia , que , contemplándole el rey apto para desempeñar un empleo
mas elevado, le habia nombrado para el vireinato de Aragon. Por
otra parte , añadió, esta dignidad no es superior a la categoría de
vuestro nacimiento , y la nobleza aragonesa no podria quejarse de
la eleccion de la corte. S. E. no me tomó en boca , y el público
ignoró la parte que yo habia tenido en aquel negocio, lo que puso
á cubierto á don Alfonso y al ministro de las habladurías del pú
blico sobre el nombramiento de un virey que era hechura mia .
Luego que el hijo de don César estuvo seguro de su promocion ,
despachó un propio á Valencia para noticiarlo á su padre y á Sera
720 GIL BLAS .
fina, que al momento pasaron á Madrid ; y su primera diligencia fué
visitarme , y colmarme de demostraciones de vivo agradecimiento.
¡ Qué espectáculo tan tierno y glorioso fué para mí ver á las tres
personas que mas amaba en el mundo abrazarme á competencia !
Tan agradecidos á mi amor como al esplendor que el vireinato iba
á añadir á su casa , no hallaban palabras con que manifestar su re
conocimiento . Me hablaban como si trataran con un igual suyo ,
pareciendo haber olvidado que habian sido mis amos : todo les pa
recia poco para darme pruebas de amistad. Para suprimir circuns
tancias inútiles, don Alfonso , despues de haber recibido el real des
pacho , dado gracias al rey y al ministro , y prestado el juramento
acostumbrado, marchó de Madrid con su familia para ir a estable
cer sa residencia en Zaragoza. Hizo allí su entrada pública con la
mayor magnificencia, y los aragoneses acreditaron con sus aclama
ciones que yo les habia dado un virey que les era muy acepto .
CAPITULO XIII .
Encuentra Gil Blas en palacio á don Gaston de Cogollos, y á don Andrés de Tordesillas: adónde fueron
todos tres: fin de la historia de don Gaston y doña Elena de Galisteo: qué servicio hizo Santillana á
Tordesillas .
Loco estaba yo de contento por haber trasformado tan felizmente
en virey á un gobernador depuesto . Los mismos señores de Leiva
no estaban tan alegres como yo . Presto se me ofreció otra ocasion
de emplear mi valimiento a favor de un amigo ; lo que creo conve
niente contar, para hacer ver á mis lectores que ya no era yo aquel
mismo Gil Blas que en el ministerio anterior vendia las mercedes
de la corte .
Hallándome un dia en la antecámara del rey hablando con algu
nos señores, que no se desdeñaban de admitirme á su conversacion
sabiendo que me queria el primer ministro , ví entre la multitud á
don Gaston de Cogollos, aquel reo de estado a quien habia dejado
en el alcázar de Segovia, que estaba con el alcaide del mismo alca
zar don Andrés de Tordesillas. Separéme gustoso de las personas
con quienes estaba para ir a dar un abrazo á estos dos amigos mios:
si ellos se admiraron mucho de verme allí, yo me admiré mas de
encontrarme con ellos. Despues de recíprocos abrazos, me dijo don
Gaston : Señor de Santillana, tenemos muchas cosas que decirnos, y
no estamos en paraje a propósito para ello; permítame usted que le
conduzca á un sitio en donde el señor de Tordesillas y yo tendre
mos el gusto de hablar largamente con usted. Vine en ello; abrí
722 GAL BLAS.
monos paso por entre el gentio, y salimos de palacio. Hallamos el
coche de don Gaston , que le estaba esperando en la calle , metimo
nos en él los tres , y fuímos á apearoos en la plaza Mayor, en don
de se hacen las corridas de toros, que allí vivia Cogollos en una so
berbia casa.
Señor Gil Blas, medijo don Andrés luego que entramos en una
sala albajada con magnificencia , paréceme que cuando usted salió
de Segovia habia cobrado horror á la corte, y que iba resuelto á
alejarse de ella para siempre. Ese era en efecto mi desigoio, le res
pondí, y mientras vivió el difunto rey no mudé de parecer ; pero ,
luego que supe que ocupaba el trono el príncipe su hijo, quise ver
si el nuevo monarca me conocia : conocióme, y tuve la dicha de que
me recibiese benigoamente; él mismo me recomendó al primer mi
nistro , quien me cobró amistad , y con el cual estoy en mucho mas
auge del que nunca estuve con el duque de Lerma. Esto es, señor
don Andrés, todo lo que tenia que decirle; ahora dígame usted si se
mantiene todavía de alcaide del alcázar de Segovia . No por cierto ,
me respondió ; el conde-duque puso a otro en milugar creyendome
probablemente parcial de su predecesor. Yo, dijo entonces don Gas
ton, obtuve mi libertad por una razon contraria . Apenas supo el
primer ministro que yo estaba en la prision de Segovia por orden
del duque de Lerma, cuando me mandó poner en libertad; ahora se
trata , señor Gil Blas, de contaros lo que me sucedió desde que sali
del alcázar .
Lo primero que bice , continuó, despues de haber dado mil gra
cias á don Andrés por las atenciones que le habia debido durante
miarresto , fué venirme a Madrid . Presentéme al conde-dugue de
vares, el cual me dijo : No tema usted que la desgracia que le ba
sucedido perjudique en lo mas mínimo á su reputacion . Usted se
balla plenamente justificado, y estoy tanto mas seguro de su ino
cencia , cuanto que el marqués de Villareal, de quien se le sospe
chaba a usted cómplice , no era culpable. A pesar de ser portugués ,
y aun pariente del duque de Braganza, es menos parcial del duque
que del rey mi señor . Por consiguiente no debió imputársele a usted
como delito su conexion con el marqués; y para reparar la injusti
cia que se hizo á usted , acusándole de traicion, el rey le hace tenien
te capitan de su guardia española . Acepté este empleo suplicando á
S . E . me permitiese, antes de entrar á desempeñarle , pasar á Co
ria á yer á mi tia doña Leonor de Lajarilla . Concedióme el ministro
LIBRO UNDECIMO. 728
un mes de licencia para el viaje, el que emprendi acompañado de
un solo lacayo .
Habíamos pasado ya de Colmenar, y entrado en un camino hon
do entre dos colipas, cuando vimos á un caballero que se estaba
defendiendo valerosamente de tres hombres que le acometian á un
tiempo. No me detuve un punto en ir á socorrerle : fuí volando hacia
él, y me puse a su lado. Observé cuando me batia que nuestros
enemigos estaban enmascarados, y que reñíamos con animosos com
batientes . Sin embargo, a pesar de mi vigor y destreza quedamos
vencedores : atravesé á uno de los tres, que cayó del caballo , y los
otros dos huyeron al momento . Verdad es que la victoria no fué
menos funesta para nosotros que para el desgraciado á quien yo
habia muerto ; porque, despues de la accion , tanto mi compañero
como yo nos ballamos peligrosamenle heridos. Pero figúrese usted
cuál seria mi sorpresa cuando conocí que el caballero a quien ha
bia socorrido era Cambados, marido de doña Elena. No quedó él
menos admirado al ver que era yo su defensor. ¡Ah don Gaston !
exclamó; pues qué, ¡sois vos quien venís á socorrerme! Cuando
abrazásteis mi partido con tanta generosidad, sin duda ignorabais
que defendíais á un hombre que os habia robado vuestra dama. Es
cierto que lo ignoraba, le respondí, pero , aun cuando lo hubiera
sabido, cos parece que hubiera titubeado en hacer lo que bice ? ¿Me
tendreis en tan mal concepto que creais tengo un alma vil? No, no,
respondió : tengo mejor opinion de vos, y , si muero de las heridas
que acabo de recibir , deseo que las vuestras no os impidan apro
vecharos de mimuerte . Cambados, le dije , aunyue no he olvidado
todavía á doña Elena , sabed que no apetezco poseerla á costa de
vuestra vida; y aun me alegro mucho de haber contribuido á sal
varos de los golpes de tres asesinos, pues que en ello hice upa ac
cion que agradecerá vuestra esposa .
Mientras estábamos hablando de este modo, mi lacayo se apeó,
y , acercándose al caballero que estaba tendido en el suelo , le qui
to la mascarilla , y nos hizo ver unas facciones que luego conoció
Cambados . EsCaprara, exclamó, aquel perfido primo, que, en des
pecho dehaber perdido una rica herencia que injustamente me habia
disputado, hace mucho tiempo que pensaba asesinarme, y habia por
último elegido este dia para realizar sus deseos; pero el cielo ha per
mitido que élmismo haya sido la víctima de su atentado.
Entre tanto questra sangre corria en abundancia , y por instan
724 GIL BLAS .
tes nos íbamos debilitando . Sin embargo, beridos como estábamos,
tuvimos ánimo para llegar hasta el lugar de Villarejo , que no dis
taba mas que Jos tiros de fusil del campo de batalla . Llegados al
primer meson , Hamamos cirujanos, y vino uno que nos dijeron ser
muy hábil . Examinó nuestras heridas, y halló que eran muy peli
grosas; hizo la primera cura , y á la mañana siguiente, despues de
haber levantado el vendaje, declaró mortales las de don Blas,
pero no las mias; y sus pronósticos no salieron falsos.
Viéndose Cambados desahuciado, solo pensó en prepararse á mo
rir . Envió un propio a su mujer para informarla de todo lo sucedi
do , y del triste estado en que se hallaba . Tardó poco doña Elena
en presentarse en Villarejo , adonde llegó con el espíritu fuertemen
te agitado por dos causas diferentes: por el peligro que corria la
vida de su marido, y por el temor de que mi vista volviese á en
cender en su pecho un fuego mal apagado: dos afectos que la tenian
en una terrible conmocion . Señora , le dijo don Blas luego que la
vió , aun venis a tiempo para recibir mi última despedida: voy á
morir , y miro mi muerte como un castigo del cielo por la falsedad
con que os robé á don Gaston . Muy lejos de quejarme de él , yo
mismo os exhorto á que le restituyais un corazon que le usurpé,
Doña Elena no le respondie sino cop lágrimas , y á la verdad esta
era la mejor respuesta que le podió dar ; porque no estaba tan des
prendida de mí, que hubiese olvidado el artificio de que se habia
valido don Blas para determiparla á serme infiel .
Aconteció lo que el cirujano habia pronosticado, que en menos
de tres dias murió Cambados de sus heridas , en vez de que las mias
anunciaban una pronta curacion . La viuda, ocupada únicamente en
el cuidado de que trasladasen á Coria el cadáver de su esposo , para
LIBRO UNDECIMO. 725
hacerle los honores que ella debia á sus cenizas, salió de Villarejo
para volverse allí despues de haberse informado como por mera ur
banidad del estado en que yo me hallaba. Seguíla luego que pude ,
tomando el camino de Coria, donde acabé de restablecerme. Enton
ces mi tia doña Leonor y don Jorge de Galisteo determinaron ca
sarnos a la viuda y á mí antes que la fortuna no jugase otra pioza
como la pasada. Efectuóse secretamente el matrimonio, en atencion
á la reciente muerte de don Blas; y de allí á pocos dias volvíá Ma
drid con doña Elena. Como se habia pasado el tiempo de mi licen
cia, temí que el ministro hubiese dado á otro la tenencia de guar
dias que se me habia conferido; pero no habia dispuesto de ella , y
tuvo la bondad de admitir la disculpa que le dí de mi tardanza.
Soy pues, prosiguió Cogollos, primer teniente de la guardia es
pañola , y estoy muy contento con mi empleo . He granjeado amigos
de trato agradable con quienes vivo gustoso . Me alegrara poder de
cir otro tanto, interrumpió aquí don Andrés, pues estoy muy lejos
de vivir contento con mi suerte: perdí el empleo que tenia , el cual
me daba de comer, y me veo sin amigos que puedan ayudarme a
adquirir otro sólido. Perdone usted , señor don Andrés, dije yo en
tonces sonriéndome; en mí tiene usted un amigo que puede servir
le de algo. Vuelvo pues a decir que el conde- duque me estima aun
quizá mas de lo que me estimaba el duque de Lerma, y zse atreve
usted á decirme en mi cara que no conoce a nadie que le pueda
proporcionar un empleo sólido? Pues no le hice en otro tiempo un
servicio semejante? Acuérdese usted de que por el valimiento del
arzobispo de Granada logré que se le nombrase á usted para ir a
Méjico á desempeñar un empleo en que hubiera hecho su fortuna,
si el amor no le hubiera detenido en la ciudad de Alicante : pues me
hallo en mejor estado de poder servir á usted actualmente, que es
toy al lado del primer ministro . Supuesto eso , me pongo en manos
de usted , repuso Tordesillas; pero (añadió sonriéndose tambien ) su
plico á usted que no mehaga el favor de enviarme á Nueva España,
porque no querria ir allá aunque me hicieran presidente de la Au
diencia de Méjico.
Al llegar aquí nuestra conversacion fué interrumpida por doña
Elena, que entró en la sala , y cuya persona, llena de atractivos ,
correspondia á la encantadora idea que me habia formado de ella .
Señora , le dijo Cogollos, este caballero es el señor de Santillana , de
quien os he hablado varias veces, y cuya amable compañía calmó
92
726 GIL BLAS .
frecuentemente en la prision mis pesares. Sí , señora , dije a doña
Elena ; mi conversacion le agradaba, porque siempre era usted el
asunto de ella . La hija de don Jorge respondió modestamente a mi
cumplimiento ; despues de lo cual me despedí de ambos esposos,
asegurándoles lo mucho que celebraba que el himeneo hubiese por
último coronado sus prolongados amores. Despues , dirigiendo la
palabra á Tordesillas , le rogué que me informase de su habitacion ,
y , habiéndolo hecho , le dije: Don Andrés , de usted no me despido :
espero que antes de ocho dias verá usted que yo reuno el poder á la
buena voluntad .
No quedé por embustero : al dia siguiente el conde -duque me
proporcionó la ocasion de servir á este alcaide . Santillana , me dijo
S. E. , está vacante la plaza de gobernador de la cárcel real de Va
lladolid ; vale mas de trescientos doblones al año , y me dan ganas
de dártela . No la quiero , señor , le respondí , aunque valga diez mil
ducados de renta ; renuncio a todos los empleos que no pueda de
sempeñar sin alejarme de V. E. Pero este , replicó el ministro , pue
des desempeñarle muy bien , sin necesidad de salir de Madrid , sino
para ir de cuando en cuando á Valladolid á visitar la cárcel. Diga
V. E. cuanto guste , repuse yo , no acepto ese empleo sino con la
condicion de que se me permita renunciarlo a favor de un digno hi
dalgo llamado don Andrés de Tordesillas , alcaide que fué del alcá
zar de Segovia . Me alegraria hacerle este presente en reconoci
miento de los buenos procederes de que usó conmigo durante mi
prision .
Sonrióse el ministro de oirme hablar así , y me dijo : Por lo que
veo , Gil Blas , quieres hacer un gobernador de la cárcel real del
modo que hiciste un virey . Pues bien , sea así , amigo mio ; desde
luego te concedo la plaza vacante para Tordesillas ; pero , díme fran
camente , qué gratificacion debe producirte , porque no te tengo por
tan simple que quieras empeñar tu valimiento de balde . Señor , le
respondí , ino deben pagarse las deudas? Don Andrés me propor
cionó sin interés todas las comodidades que pudo , ¿ no será justo
que yo le corresponda? Múy desprendido os habeis hecho, señor de
Santillana , me replicó S. E .; me parece que lo erais mucho menos
en el último ministerio . Es verdad, le repuse, porque el mal ejem
plo estragó mis costumbres : como entonces todo se vendia , me con-
formé con el uso ; y , como en el dia todo se da , he vuelto á reco
brar mi integridad .
LIBRO UNDECIMO . 727
Logré pues que se proveyese en don Andrés de Tordesillas el go
bierno de la cárcel real de Valladolid , y le bice marchar luego á
dicha ciudad , tan contento con su nuevo empleo , como lo quedé yo
por haber desempeñado para con él las obligaciones que le debia.
CAPÍTULO XIY .
Va Santillana á casa del poeta Nuñez, que personas encontró en ella , y qué conversacion tuvieron allí.
Un dia, despues de comer , se me antojó ir a ver al poeta astu
riano ,movido solo de la curiosidad de saber qué vivienda tenia .Me
encaminé á casa del señor don Beltran Gomez del Ribero , y pre
gunté en ella por Nuñez . Ya no vive
aquí, me respondió un lacayo gue
estaba á la puerta ; vive ahora en
aquella casa, añadió mostrándome
una que estaba cerca , y ocupa un
cuarto que cae a espaldas de ella .
Fuimeallá , y,despues de haber atra
vesado un patio pequeño, entré en
una sala enteramente desalbajada,
en donde hallé á mi amigo Fabricio
sentado todavía á la mesa, con cinco
ó seis amigos suyos á quienes habia
convidado aquel dia.
Estaban al fin de la comida, y por consiguiente metidos en dis
puta; pero, luego que me vieron, sucedió un profundo silencio á
su ruidosa conversacion . Levantóse apresuradamente Nuñez para
recibirme, exclamando: Caballeros, aquí está el señor de Santillana ,
que tiene la bondad de honrarme con una de sus visitas; ayúdenme
LIBRO UNDECIMO. 729
ustedes a tributar respetuosos obsequiosal valido del primer minis
tro. Al oir esto , todos los convidados se levantaron tambien para
saludarme, y , en consideracion al título que se me habia dado, me
hicieron cumplimientos muy reverentes . Aunque yo no tenia nece
sidad de beber ni de comer, no mepude excusar de sentarme a la
mesa con ellos , y aun de corresponder á un brindis que me diri
gieron .
Pareciéndome que mi presencia les impedia continuar hablando
con libertad : Señores, les dije, creo haber interrumpido su conver
sacion; suplico á ustedes la continúen , ó sino, me retiro . Estos se
ñores, dijo entonces Fabricio , estaban hablando de la Ifigenia de
Eurípides. El bachiller Melchor de Villegas, erudito de primer ór
den , preguntaba al señor don Jacinto de Romarate , qué era lo que
mas le interesaba en aquella tragedia. Así es, dijo don Jacinto, y
yo le he respondido que el peligro en que se veia Ifigenia . Y yo ,
dijo el bachiller, yo le he replicado (lo que estoy pronto á demos
trar ) que no es el peligro lo que forma el verdadero interés de la
pieza. Pues ¿cuál es? exclamó el anciano licenciado Gabriel de Leon .
El viento, respondió el bachiller.
Todos dieron una carcajada al oir una respuesta que yo no creí
formal, imaginándome que Melchor no la habia dado sino por ale
grar la conversacion . Pero no tenia yo noticia de aquel sabio : era
un hombre que no entendia de burlas, y así dijo con grande serie
dad : Rian ustedes cuanto les diere la gana, que yo siempre sosten
dré que lo que debe hacer mas impresion en el espectador , lo que
debe interesarle y suspenderle mas, es el viento . Y sino , figúrense
ustedes un numeroso ejército unido precisamente para ir á sitiar á
Troya . Consideren la impaciencia de capitanes y soldados por em
prender y concluir aquel sitio , y restituirse cuanto antes a la Gre
cia , en donde habian dejado todo lo que mas amaban en este mun
do, sus dioses lares, sus mujeres y sus hijos. Levántase de repente
un maldito viento contrario , que los detiene en Aulida, y los tiene
como clavados en aquel puerto , tanto , que mientras no se mude,
no les es posible ir á sitiar la ciudad de Príamo. Pues este viento es
el que forma el interés de la tragedia . Yo me declaro a favor de los
griegos , porque apruebo su designio ,' y solo deseo la partida de su
flota , mirando con indiferencia a Ifigenia en peligro, pues que su
muerte es un medio para obtener de los dioses un viento favorable.
Cuando Villegas acabó de hablar, se renovaron las carcajadas á
730 GIL BLAS .
su costa . Fingió Nuñez apoyar socarronamente aquella ridícula opi
pion , solo por dar mas materia de burla á los zumbones , los cuales
se divirtieron diciendo mil graciosísimas chufletas sobre los vientos .
Pero el bachiller , mirándolosa todos con aire flemático y orgulloso ,
los trató de ignorantes y gente vulgar . Yo estaba temiendo á cada
momento que se agarrasen, y se diesen de mojicones estos botara
tes , que es el término ordinario de sus disputas; pero fué vano mi
temor , porque todo se redujo á llenarse reciprocamente de desver
güenzas, y se retiraron despues de haber comido y bebido á discre
cion .
Luego que se marcharon pregunté á Fabricio por qué no vivia
en casa del tesorero , y si acaso habia ocurrido alguna desavenencia
entre los dos , ¿Desavenencia ? me respondió , Dios me libre de ello :
nunca ha estado en mejor auge mi estimacion con don Beltran. Su
pliquéle me permitiese vivir en casa separada , y alquilé en esta el
cuarto que ves para gozar de mayor libertad . Aquí recibo á mis
amigos, que me vienen á ver con frecuencia, y lo paso alegremente
con ellos , porque ya sabes que mi genio no es muy inclinado á de
jar grandes riquezas á mis herederos . Mi mayor gusto es hallarme
al presente en estado de tener todos los dias á mi mesa buena com
pañía sin peligro de arruinarme . Me alegro infinito, querido Nuñez,
le repliqué , y no puedo menos de repetirte mil parabienes por el
éxito de tu última tragedia . Las ochocientas composiciones dramá
ticas del gran Lope de Vega no le valieron la cuarta parte de lo que
te ha valido á tí tu Conde de Saldaña.
love to
LIBRO DUODÉCIMO .
CAPÍTULO PRIMERO.
Envia el ministro á Toledofá Gil Blas: motivo y exito de su viaje .
ACIA ya cerca de un mes que S. E.
me repetia todos los dias : San
tillana , va llegando el tiempo en que
quiero emplear tu talento У destre
za ; pero este tiempo nunca acababa
de venir . Llegó en fin , y S. E. me
habló en estos términos : Se dice que
hay en la compañía de cómicos de
Toledo una actriz
muy celebrada por
su habilidad ; se asegura que baila y
canta divinamente ; que arrebata á
H los espectadores cuando representa;
y se añade tambien que es muy her
mosa . Una persona tan recomendable es digna de venir á represen
tar en la corte. Al rey le gustan las comedias, la música y el baile ,
732 GIL BLAS .
y no le desagrada la hermosura . No me parece razon que S. M. ca
rezca del placer de ver y oir á una mujer de tanto mérito. Por esto
he resuelto enviarte á Toledo para que juzgues por ti mismo si esa
actriz es tan peregrina ; yo me atendré desde luego a la impresion
que cause en tí , y me fio enteramente en tu discernimiento .
Respondí á S. E. que esperaba dar buena cuenta de aquella co
mision ; y desde luego emprendí mi viaje, acompañado de un laca
yo , á quien hice dejar la librea del ministro para desempeñar mi
encargo con mayor secreto : precaucion que agradó á S. E. Tomé
pues el camino de Toledo , en donde me apeé en un meson inmedia
to al alcázar : No bien me habia apeado cuando el mesonero tenién
dome sin duda por algun caballero de las cercanías , me dijo: Na
turalmente vendrá V. S. á ver la augusta ceremonia del auto de fe
que se celebra mañana en Toledo . Yo , que nada sabia del tal auto ,
le respondí inmediatamente que sí , para ocultar mejor mi designio ,
y cortarle la gana de preguntarme mas sobre el fin que me llevaba
á aquella ciudad . Verá V. S. , prosiguió él , una de las mas excelen
tes procesiones que jamás se han visto ; pues bay , segun se dice,
mas de cien penitenciados, entre los cuales pasan de diez los que
han de ser quemados .
Con efecto el dia siguiente antes de salir el sol oí tocar todas las
campanas de la ciudad en señal de que iba a darse principio al au
to de fe. Con la curiosidad de ver esta ceremonia me vesti acelera
damente, y me encaminé hacia la Inquisicion . Habia allí cerca , y
de trecho en trecho .por donde habia de pasar la procesion , tabla
dos altos , en una de los cuales me coloqué por mi dinero . Iban pri
mero los padres dominicos , precedidos del estandarte de la fe ó pen
don del santo tribunal . Tras de dichos religiosos venian los reos
con sus capotillos ó especie de escapularios de tela amarilla , forma
da en ellos por la parte anterior y posterior el aspa de san Andrés
de tela roja , llamada sambenito , y todos con corozas en la cabeza,
con llamas pintadas las de los condenados a la hoguera, y sin ellas
las de los otros de menor pena.
Miraba yo a todos aquellos infelices con la compasion que no se
puede negar a la humanidad , cuando creí descubrir entre los enco
rozados sin llamas al reverendo padre Hilario y á su compañero el
hermano Ambrosio . Pasaron tạn cerca de mí , que no pude equivo
carme. ¡ Qué es lo que estoy viendo ! dije entre mí mismo : el cielo,
cansado de los excesos de estos dos malvados, los ha entregado á la
AUTO DEFE.
39
LIBRO DUODECIMO. 733
justicia de la Inquisicion . Hablando conmigo de esta suerte , me sen
tí aterrorizado , se apoderó de mí un temblor universal , y mi ánimo
se turbó en términos , que temí caer desmayado . Las relaciones que
yo habia tenido con aquellos bribones , la aventura de Chelva, y , en
fin , todo lo que habíamos hecho juntos acudió en aquel momento á
representarse á mi imaginacion ; y creí que no podia dar suficientes
gracias a Dios de haberme preservado del sambenito y de la coroza .
Acabada la ceremonia , me restituí al meson temblando por el
terrible espectáculo que acababa de ver ; pero las tristes ideas de
que tenia lleno el ánimo se disiparon insensiblemente , y solo pensé
en desempeñar con acierto la comision que me babia encargado mi
amo . Esperé con impaciencia la hora de la comedia para ir a ella ,
pareciéndome que este era el primer paso que debia dar . Llegada
que fué , me dirigí al teatro , donde casualmente me senté junto á un
caballero del hábito de Alcántara, con quien entablé luego conver
sacion , y le dije si daba licencia á un forastero para hacerle una
pregunta . Caballero , me respondió muy atentamente, usted me hon
rará en ello . He oido ponderar , proseguí , á los cómicos de Toledo ,
¿ me habrán engañado ? No , me respondió el caballero , la compa
ñía no es mala , y á la verdad hay en ella dos papeles excelentes .
Entre otros oirá usted á la bella Lucrecia , actriz de catorce años ,
que le pasmará . No será menester que yo se la muestre a usted ,
cuando se deje ver en la escena , porque la distinguirá fácilmente .
Volvíle á preguntar si representaria aquella tarde : me respondió que
sí , y aun que tenia un papel de mucho lucimiento en la pieza que
se iba a representar.
Principió la comedia , y aparecieron en la escena dos actrices que
nada habian omitido de cuanto pudiera contribuir á hacerlas en
cantadoras; pero, á pesar del brillo de sus diamantes, ni una ni otra
me parecieron ser la que yo esperaba. En fin , dejóse ver Lucrecia
en el fondo del teatro , y su aproximacion á la escena fué anuncia
da por un palmoteo general . ¡ Ah ! esta es , dije para mí: qué aire
tan noble ! ¡ qué talle ! ¡ qué hermosos ojos! ¡ qué salada criatura ! Con
efecto, me llenó completamente , ó por mejor decir , su persona me
dejó absorto . Desde los primeros versos que recitó conocí que tenia
naturalidad , fuego , maestría superior á su edad , y reuní volunta
riamente mis aplausos á los universales que le tributó el concurso
en todo el tiempo que duró la representacion . Y bien , me dijo en
tonces el caballero ; ya ve usted la justicia que hace el público á
93
734 GIL BLAS .
Lucrecia . No me admiro , le respondí . Pues menos se admiraria
usted , me replicó , si la oyera cantar : es verdaderamente una sirena;
pobres de aquellos que la oyen , si no se precaven tapándose los oi
dos para no quedar encantados. No es menos tepible cuando bai
la ; sus pasos son tan peligrosos como su voz ; hechizan los ojos y
cautivan el corazon . Segun eso , exclamé yo entonces , será preciso
confesar que esta niña es un portento. Y quién es el mortal ventu
roso que tiene la dicha de arruinarse por una criatura tan preciosa ?
No tiene ningun amante que se sepa , me dijo, y aun la murmura
cion no le atribuye ninguna amistad secreta : no obstante , añadió ,
acaso pudiera tenerla, porque Lucrecia está bajo la vigilancia de su
tia Estela , que sin disputa es la mas astuta de todas las cómicas.
Al oir el nombre de Estela , pregunté con precipitacion al tal ca
ballero si aquella Estela era actriz de la compañía de Toledo . Y de
las mejores, me replicó; hoy no ha representado , y en verdad que
no hemos perdido poco . Por lo comun hace el papel de graciosa , y
verdaderamente lo desempeña que es un primor . ¡ Qué expresion
da á sus papeles ! tal vez les añade algo de su invencion ; pero este
es un hermoso defecto que le hace gracia . Contóme otras mil ma
ravillas de la tal Estela , y , por el retrato que me hizo de su perso
na , no dudé fuese Laura , aquella misma que dejé en Granada , y de
quien he hablado tanto en mi historia .
Para cerciorarme me fuí derecho al vestuario concluida la come
dia . Pregunté por la señora Estela , y , volviendo los ojos a todas
partes , la ví sentada al brasero en conversacion con algunos se
ñores , que quizá no la obsequiaban sino porque era tia de Lucre
cia . Llegué á saludar á Laura , y fuese por capricho ó por vengarse
de mi precipitada fuga de Granada , fingió no conocerme , y recibió
mi saludo con tanta sequedad , que me dejó un poco parado . En lu
gar de reconvenirle con risa su frio recibimiento, fuí tan simple ,
que mostré formalizarme, y , aun me retiré incomodado , resuelto en
aquel primer impulso de cólera á volverme a Madrid el dia siguien
te . Para vengarme de Laura , decia yo , no quiero que su sobrina
tenga el honor de representar delante del rey : para esto no tengo
mas que hacer al ministro el retrato que se me antoje de Lucrecia ;
y me bastará decirle que baila con poco garbo , que su voz es ás
pera, y que toda su gracia consiste en sus pocos años ; estoy segu
ro que desde luego se le pasará á S. E. la gana de hacerla ir á la
corte .
LIBRO DUODECIMO. 735
Esta era la venganza que pensaba tomar del desaire que Laura
me habia hecho ; pero duró poco mi resentimiento . La mañana si
guiente , cuando me estaba disponiendo a marcbar , entró un laca
yuelo en micuarto, y me dijo : Aquí traigo un billete que tengo que
entregar al señor de Santillana. Yo soy, bijo mio, le dije, tomán
dole la carta, que abrí, y que contenia estas palabras: Olvida el
modo con que ayer te recibí en el teatro , y ven con el portador adon
de élte quie. Seguí luego al lacayuelo , queme llevó á una casamuy
decente, no distante del teatro , y me introdujo en un cuarto alba
jado con aseo y buen gusto, donde encontré á Laura en su toca
dor.
Se levantó para abrazarme, diciendo: Señor Gil Blas, conozco
que usted tuvomotivo para salir ayer poco contento del reoibimien
to que le hice cuando fué á saludarme en el vestuario ; un antiguo
amigo tenia derecho para esperar de mí una acogida mas afable:
no tengo otra disculpa sino que me hallaba á la sazon de malísimo
humor, por haber oido ciertos dichos malignos que algunos de los
señores cómicos tenian sobre la conducta de mi sobrina, cuya hon
ra me importa mas que la mia . La precipitada y desabrida retirada
deusted me hizo volver al momento de midistraccion , y en el mis
mo punto di órden á milacayo para que siguiese á usted , y averi
guase su posada con ánimo de reparar hoy mi falta . Ya queda , le
dije,enteramente reparada, miquerida Laura; no bablemos masde
eso: ahora enterémonos mútuamente de lo que nos ha sucedido des
de el malaventurado dia en que el temor de un justo castigo meobli
gó á salir tan aceleradamente de Granada. Te dejé , si te acuerdas,
metida en un grande embrollo . ¿Cómo saliste de él? ¿No es verdad
que necesitaste de toda tu maestría para apaciguar á tu amante
portugués ? Nada de eso , respondió Laura; pues zno sabes que en
semejantes lances los hombres son tan débiles, que ellos mismos
ahorran á veces a las mujeres hasta el trabajo de justificarse ?
Sostuve, continuó ella , al marqués de Marialba que eras herma
nomio . Perdone usted , señor de Santillana, que le hable con la
familiaridad que en otro tiempo , porque no puedo desprenderme de
las costumbres añejas. Diremos pues que le hablé con desembarazo
y entereza. ¿No conoce usted , le dije al señor portugués, que todo
eso es obra de los celos y de la indignacion? Narcisa, micompañera y
rival, colérica de ver que yo poseo pacíficamente un corazon que ella
ha perdido , forjó todo este embuste. Cohechó al sotadespabilador
736 GIL BLAS .
del teatro, quien para apoyar su resentimiento tuvo el descaro de
decir que me habia visto en Madrid sirviendo á Arsenia . Nada hay
mas falso: la viuda de don Antonio Coello ha tenido siempre pensa
mientos demasiado nobles para quererse someter á ser criada de una
cómica. Fuera de esto , otra patente prueba de la falsedad de esta
imputacion y de la conspiracion de mis acusadores, es la precipi
tada fuga de mi hermano , que si estuviera presente dejaria sin
duda bien confundida la calumnia ; pero Narcisa ciertamente habrá
empleado algun nuevo artificio para hacerle desaparecer .
Aunque estas razones, prosiguió Laura, no bastasen para hacer
mi completa apología , el marqués tuvo la bondad de contentarse con
ellas ; tanto , que el cándido señor prosiguió amándome basta el dia
en que dejó a Granada para volverse á Portugal . En verdad su par
tida fué muy inmediata á la tuya , y la mujer de Zapata tuvo el
consuelo de verme perder el amante que yo le habia quitado . Per
manecí todavía despues algunos años en Granada ; pero , habiéndo
se introducido en la compañía disensiones (como frecuentemente
sucede entre nosotros) , todos los cómicos se separaron : unos mar
charon á Sevilla , otros á Córdoba, y yo me vine á Toledo , donde
estoy hace diez años con mi sobrina Lucrecia , á quien ayer oiste
representar, puesto que estuviste en la comedia .
No pude dejar de reirme al llegar aquí . Laura me preguntó de
qué me reia . Pues qué , 200 lo adivinas ? le respondí : tú no tienes
hermano ni hermana ; por consiguiente no puedes ser tia de Lucre
cia . Además de eso , cuando cotejo el tiempo que há que nos sepa
ramos , con la edad que representa Lucrecia , me parece que puede
ser algo mas estrecho el parentesco entre vosotras dos .
Ya le entiendo á usted , señor Gil Blas , replicó algo sonrojada la
viuda de don Antonio Coello : como usted tiene tan presentes los
tiempos , no hay medio de engañarle . Ahora bien , amigo mio , La
crecia es bija mia y del marqués de Marialba , y el fruto de nuestro
trato , porque no quiero ocultarte mas esta verdad . Vaya, reina
mia , repliqué yo , que es grande el esfuerzo que haces en revelarme
este secreto , despues que me confiaste tus aventuras con el admi
nistrador del hospital de Zamora . Como quiera que sea , yo te ase
guro que Lucrecia es una niña de tanto mérito , que el público ja -
más podrá agradecerte como debe el regalo que le hiciste en ella .
Ojalá fueran como este todos los que le hacen tus compañeras y
amigas.
LIBRO DUODECIMO . 737
Quién sabe si algun lector ladino al llegar aquí se acordará de
las secretas conversaciones que Laura y yo tuvimos en Granada
cuando era secretario del marqués de Marialba , y se le antojará
sospechar que podia yo tener algun derecho para disputar al mar
qués la paternidad de Lucrecia : le protesto por mi honor que seria
iojusta su sospecba .
Di en seguida á Laura cuenta de mis aventuras , hasta el estado
actual de mis asuntos . Oyome con una atencion que mostraba bien
no serle indiferente lo que le decia . Amigo Santillana , me dijo luego
que acabé , veo que representas un papel brillante en el teatro del
mundo , y no alcanzo á manifestarte lo mucho que me complazco en
ello . Cuando yo lleve a Madrid á Lucrecia para colocarla en la com
pañía del Príncipe , me atrevo á lisonjearme de que ballará en el
señor de Santillana un poderoso protector . No lo dudes , le respondí :
cuenta conmigo , que haré admitir a tu hija en la compañía del Prín
cipe cuando quieras ; esto puedo prometértelo sin hacer alarde de
mi poder . Desde luego te cogeria tu palabra , replicó Laura , y ma
ñana mismo marcharia a Madrid si no estuviera escriturada en es
ta compañía . Esa escritura la anula una real órden , le respondi ; yo
me encargo de ella , y la recibirás antes de ocho dias . Tendré gran
placer en robarles á los toledanos tu Lucrecia : una actriz tan linda
ha nacido para los cortesanos , y nos pertenece de derecho .
A este tiempo entró Lucrecia en el cuarto . Creí ver á la diosa
Hebé : tanta era su gracia y su lindeza ; acababa de levantarse , y
luciendo su hermosura natural sin los auxilios del arte , presentaba
á mi vista un objeto encantador . Ven , sobrina mia , le dijo su ma
dre , ven á agradecer a este señor la buena voluntad que nos tiene :
es uno de mis amigos antiguos , que tiene gran valimiento en la
corte , y está empeñado en colocarnos a ambas en la compañía del
Príncipe . De esto mostró alegría la niña , que me hizo una profun
da cortesía , y me dijo con una sonrisa embelesadora : Doy á usted
muy humildes gracias por su benévola intencion ; pero , al querer
me separar de un público que me estima , ¿está usted seguro de
que no desagradaré al de Madrid ? Tal vez perderé en el cambio ,
porque muchas veces he oido decir á mi tia haber conocido actores
muy aplaudidos en una ciudad , y silbados en otra , lo cual me so
bresalta: tema usted exponerme al desprecio de la corte , y exponerse
á sí mismo á sufrir sus reconvenciones . Hermosa Lucrecia, le res
pondi , eso es lo que ni uno ni otro debemos temer ; antes bien lo
738 GIL BLAS ,
único que temo es que usted encienda una guerra civil entre los
grandes, enamorándolos a todos . El sobresalto de mi sobrina , me
dijo Laura , me parece mejor fundado que el de usted ; pero , bien
considerado , ambos los tengo por vanos . Si Lucrecia no puede lla
mar la atencion pública por sus atractivos , en recompensa no es
tan mala actriz que deba ser despreciada.
Siguió todavía algun tiempo la conversacion , y pude advertir ,
por la parte que tomó Lucrecia en ella , que era una joven de ex
traordinario talento . Eo seguida me despedí de las dos , asegurán
doles que inmediatamente recibirian órden de la corte para ir á
Madrid ,
More
Anary
CAPITULO II.
Da Santillana cuenta de su comision al ministro, quien le encarga el cuidado de hacer que venga
Lucrecia á Madrid : de la llegada de esta actriz , y de su primera representacion en la corte .
Cuando volví á Madrid ballé al conde-duque muy impaciente por
saber el resultado de mi viaje. Gil Blas , me dijo : ¿has visto a nues
tra comedianta? ¿ merece que se le haga venir á la corle? Señor , le
respondí, la fama, que pondera comuomente mas de lo justo a las
mujeres hermosas , se queda muy escasa respecto de la joven Lu
crecia, que es una persona admirable , tanto por su hermos
como por sus habilidades .
¿ Es posible? exclamó el ministro con una satisfaccion interior que
leí en sus ojos, y que me hizo pensar que me habia enviado á To
ledo por su interés personal : ¿es posible que Lucrecia sea tan ama
ble como me dices? Cuando V. E. la vea , le respondí , confesará
que no se puede hacer su elogio sin disminuir sus hechizos. Santi
llana , replicó S. E. , hazme una puntual relacion de tu viaje, por
que tendré particular gusto en oirla . Tomando entonces la palabra
para satisfacer á mi amo , le conté basta la historia de Laura inclu
sive. Díjele que esta actriz habia tenido á Lucrecia del marqués de
Marialba, señor portugués , què , babiéndose detenido en Granada
viajando, se habia enamorado de ella . Finalmente , despues de ha
ber hecho a S. E. una menuda relacion de lo que habia pasado en -
tre aquellas comediantas y yo , me dijo : Me alegro infinito de que
Lucrecia sea hija de un sugeto distinguido: eso me interesa todavía
740 GIL BLAS.
mas en su favor, y es necesario traerla á la corte. Pero continúa,
añadió , del modo que has comenzado , y no me tomes en boca , sino
que en todo ba de sopar únicamente Gil Blas de Santillana .
Fuí á verme con Carnero , á quien dije que S. E. queria que él
despachase una órden , por la cual el rey admitia en su compañía
cómica á Estela y á Lucrecia , actrices de la de Toledo. Muy bien ,
señor de Santillana , respondió Carnero con una sonrisa maligoa: al
momento será usted servido , porque , segun todas las señas , usted
se interesa por esas dos damas . Al mismo tiempo extendió de pro
pio puño y me entregó la órden , que sin pérdida de tiempo envié á
Estela por el mismo lacayo que me habia acompañado á Toledo .
Ocho dias despues llegaron a Madrid madre e hija : fueron á hospe
darse en una fonda inmediata al corral del Príncipe , y su primer
cuidado fué enviármelo á decir por medio de un billete . Pasé al
punto á la fonda, en donde , des
pues de mil ofertas por mi parte , y
de agradecimientos por la suya , las
dejé para que se dispusiesen á su
primera salida a las tablas , deseán
dosela dichosa y brillante .
Se bicieron anunciar al público
como dos actrices nuevas que la
compañía del Príncipe acababa de
admitir por orden de la corte , y re
presentaron por primera vez una
comedia que solian representar en
Toledo con aplauso .
¿ En qué parte del mundo deja de gustar la novedad en punto á
espectáculos ? Hubo aquel dia en el corral de comedias un concurso
extraordinario de espectadores . No necesito decir que no falté á
esta representacion . Estuve algo agitado antes que la comedia prin
cipiase , porque , por mas confianza que yo tuviera en la babilidad
de la madre y de la bija , temia de su éxito : tanto me interesaba
por ellas . Pero , apenas abrieron la boca , se desvaneció mi temor
con los aplausos que recibieron . Todos celebraban á Estela como
una actriz consumada en la parte graciosa , y á Lucrecia como un
prodigio para los papeles amorosos . Esta última arrebató los co
razones: unos admiraron la hermosura de sus ojos, á otros en
cantó la suavidad de su voz ; y , sorprendidos todos de sus gra .
LIBRO DUODECIMO . 741
cias y de su juventud florida, salieron hechizados de su persona .
El conde-duque , que se interesaba mas de lo que yo creia en el
estreno de esta actriz , asistió aquella tarde á la comedia , y le vi
salir bácia el fin de la funcion, muy prendado, á lo que me pare
ció , de nuestras dos cómicas . Con la curiosidad de saber si babia
quedado satisfecho de ellas , le seguí á su casa , y metiéndome en
su gabinete, en donde acababa de entrar : Y bien , señor excelenti
simo , le dije, įle ha gustado á V. E. la Marialbita? Mi excelencia ,
me respondió sonriéndose , seria descontentadiza si se negara á unir
su voto con el del público . Sí , hijo mio , estoy encantado de tu Lu
crecia , y no dudo que el rey la vea con placer.
94
a
ÇAPITULO #I.
Logra Lucrecia mucha celebridad en la corte : representa delante del rey , que se enamora de ella : y re
sultas de estos amores.
La primera salida al teatro de las dos actrices nuevas llamó lue
go la atencion en la corte . Hablóse de ellas al dia siguiente en el
cuarto del rey . Algunos señores alabaron tanto a Lucrecia , y la pin
taron tan hermosa, que el retrato excitó la curiosidad del monarca ,
el cual no solo disimuló la impresion que le habia hecho , sino que
calló , y aparentó no atender a aquella conversacion .
Con todo , luego que se vió a solas con el conde -duque , le pregun
tó quién era cierta actriz que tanto le babian ponderado . El ministro
le respondió que era una joven cómica de Toledo que habia repre
sentado el dia anterior por primera vez con mucha aceptacion. Esta
actriz, añadió , se llama Lucrecia , nombre que conviene con mucha
propiedad á las mujeres de su profesion . Conocíala Santillana . y me
habló tan bien de ella , que me pareció conveniente recibirla en la
compañía cómica de V. M. Sonrióse el rey cuando oyó mi nombre ,
recordando quizá en aquel momento de que por mí habia conocido
á Catalina , y presintiendo acaso que le habia de prestar el mismo
servicio en esta ocasion. Como quiera que esto fuese, el rey dijo al
ministro : Conde, mañana quiero ver representar á esa Lucrecia : ten
cuidado de hacérselo saber .
Contóme el conde- duque esta conversacion que babia tenido con
el rey , y me mandó ir á casa de las dos comediantas para prevenir
LIBRO DUODÉCIMO. 1773
las de la intencion de S. M. Partí volando, y habiendo encontrado
á Laura la primera, vengo , le dije, á daroś una grán noticia . Ma
ñana tendreis entre vuestros espectadores al soberano de la monar
quiá; así me ha mandado el ministro que os lo prevenga. No dudo
que tú y tu hija empleareis todos vuestros esfuerzos para corres
ponder al honor que el monarca quiere haceros. A este fin os acon
sejo elijais una comedia en que baya baile y música , para que Lu
crécia pueda lucir todas sus habilidades. Seguiremos tu consejo, me
respondió Laura , y haremos lo posible para que S. M. quede con
tento . No podrá menos de quedarlo , repliqué yo , viendo entonces á
Lucrecia que venia en traje casero , con el cual parecia cien veces
mas agraciada y linda que adornada con las mas soberbias galas
del teatro . Quedará tanto mas contento S. M.de tu amable sobrina ,
cuanto que ninguna cosa le divierte mas que el baile y el oir can
tar; ý & quién sabe si acaso no la mirará con buenos ojos, tentán
dole los de Lucrecia ? No quisiera , interrumpió Laura, que S. M.
tuviese tal tentacion ; porque a pesar de ser un monarca tan pode
roso , pudiera hallar obstáculos en el cumplimiento de sus deseos.
Aunque Lucrecia se ha críado entre bastidores y entre las licencias
del teatro, tiene virtud ; y bien que no le desagraden los aplausos
en la escena, todavía aprecia mas ser tenida por doncella honrada,
que por actriz sobresaliente.
Tia mia , dijo entonces la Marialbita tomando parte en la con
versacion , já qué fin forjar monstruos imaginarios para combatir
los ? Nunca me veré en el caso de desdeñar los suspiros del rey ;
porque la delicadeza de su gusto le librará del soprojo interior que
padeceria por haberse abatido hasta poner los ojos en mí . Pero ,
amable Lucrecia , le dije, si aconteciera que el rey quisiera ofrecer
te sú corazon , & serias tan cruel que le dejases suspirar á tus piés
como a otro cualquier amante ? Y ¿ por qué no ? respondió pronta
mente ; sin duda que lo baria así : pues , prescindiendo de la virtud ,
conozco que mi vanidad se lisonjearia mas en resistir á su pasion ,
que en rendirme á ella . No me admiró poco oir hablar de esta ma
nera á una discipula de Laura . Despedíme de las dos , alabando á
la última por haber dado á la otra tan buena educacion.
Impaciente el rey por ver á Lucrecia , fué la tarde siguiente al
teatro . Representóse una comedia intermediada de música cantante
y de baile , en la cual sobresalió en todas cosas nuestra jóven
actriz .
744 GIL BLAS .
á
Desde el principio hasta el fin no aparté los ojos del monarca,
ver si podia descubrir por los suyos lo que pasaba en su interior ;
pero burló toda mi penetracion con un aire de majestuosa gravedad
que mostró constantemente hasta el fin ; y así hasta el dia siguien
te no supe lo que tenia tantas ganas de saber . Santillana , me dijo
el ministro , vengo del cuarto del rey ; me ba hablado de Lucrecia
con tan encarecidas expresiones , que no dudo ha quedado muy
prendado de ella . Y como yo le tenia dicho que tú eras quien la hi
ciste venir de Toledo , ha mostrado deseo de hablar privadamente
contigo sobre este particular . Vé al momento á presentarte a la
puerta de su cuarto, donde ya hay órden de que te dejen entrar :
corre , y vuelve al instante á enterarme de esa conversacion .
Marché al punto al cuarto del rey , a quien encontré solo : pasea
base á paso largo esperándome , y parecia estar pensativo . Hízome
muchas preguntas acerca de Lucrecia , cuya historia me obligó á
contarle; y , cuando la acabé , me preguntó si aquella jóven habia
tenido alguna distraccion . Habiéndole asegurado resueltamente que
no , sin embargo de conocer lo arriesgadas que suelen ser semejan
tes aserciones, el monarca dió muestras de gran placer. Siendo eso
así , repuso , te elijo por agente mio para con Lucrecia , y quiero que
sepa por tu conducto que corazon ha conquistado . Vé á decirselo de
mi parte , añadió entregándome un cofrecito lleno de joyas de valor
de mas de cincuenta mil ducados , y díle que le ruego acepte este
presente como preuda de otras pruebas más sólidas de mi afecto .
Antes de desempeñar esta comision pasé á ver al conde- duque, á
quien dí cuenta fiel de lo que el rey me habia dicho . Pensaba yo
que aquel ministro , en lugar de celebrar la noticia, la sentiria ; por
que , como ya dije, sospechaba yo que tenia sus desigoios amorosos
bácia Lucrecia , y que sabria con sentimiento que su señor era su
rival : pero me engañaba ; porque , lejos de desazonarle la noticia ,
se alegró tanto de oirla, que , no pudiendo disimular su gozo , dejó
escapar algunas expresiones que yo recogi . « ¡ Ah , rey mio ! excla
» mó ; ahora sí que te tengo seguro : desde este punto van á inti
» midarte los negocios , » Esta apóstrofe me hizo ver con claridad
todo el manejo del conde-duque , y conocí que este señor , temiendo
que el monarca quisiera ocuparse en asuntos serios , procuraba dis
traerle con las diversiones mas análogas á su carácter. Santillana,
me dijo luego, no pierdas tiempo ; vé cuanto antes, amigo mio , á
obedecer la importante órden que se te ha dado , y de que muchos
LIBRO DUODECIMO , 745
cortesanos se gloriarian se les hubiese confiado. Piensa , continuó ,
que no tienes aquí al conde de Lemos que te quite la mejor parte
del honor del servicio hecho : tuyo será por entero , y además todo
el fruto .
De este modo me doró S. E. la píldora, que tragué lo mejor que
pude , mas no sin percibir su amargura ; porque despues de mi pri
sion me habia acostumbrado á mirar las cosas bajo un punto de
vista religioso ; y el empleo de Mercurio en jefe no me parecia tan
honorífico como me decian . No obstante, aunque no era tan vicioso
que pudiera ejercitarlo sin remordimiento , tampoco era tanta mi
virtud que tuviese valor para rehusarlo . Obedecí , pues , al rey con
tanto mayor gusto , cuanto que veia al mismo tiempo que mi obe
diencia agradaria al mioistro , á quien anhelaba complacer .
Parecióme conveniente avistarme primero con Laura , y hablarle
del particular á solas . Expúsele mi comisioa en los términos mas
moderados , concluyendo mi arenga con ponerle en la mano el co
frecillo. Á vista de las joyas , no pudiendo ocultar su alegría , la
manifestó abiertamente. Señor Gil Blas , exclamó , á presencia del
mejor y mas antiguo de mis amigos no debo reprimirme . Haria
mal en ostentar contigo una fingida severidad de costumbres, y an
dar en retrecherías . Si por cierto , prosiguió ella , confieso que me
faltan voces para explicar el regocijo que me ha causado una con
quista tan preciosa, cuyas ventajas conozco : pero , hablando entre
los dos, temo que Lucrecia las mire con otros ojos : porque , aun
que criada en el teatro , es tan timorata y de tanto pundonor , que
ya ha desechado las ofertas de dos señores amables y opulentos .
Dirasme quizá , prosiguió ella, que dos señores no son dos reyes :
convengo en ello , y tambien en que un amante coronado puede ha
cer titubear la virtud de Lucrecia . Con todo eso , no puedo menos
de decirte que el éxito es muy dudoso , y te aseguro que yo no ha
ré violencia á mi hija. Si esta , lejos de considerarse favorecida con
el afecto momentáneo del rey , lo mira como mancha de su recato ,
espero que este gran monarca no se dé por ofendido de su repulsa .
Vuelve mañana , añadió , y te diré si has de llevar una respuesta
favorable ó sus joyas.
A pesar de esto , yo no dudaba que Laura exhortaria mas bien á
Lucrecia á desviarse de su deber que a mantenerse en él ; y conta
ba positivamente con esta exhortacion . Sin embargo supe con sor
presa al dia siguiente que Laura habia tenido tanta dificultad en
746 GIL BLAS. :
encamiñar su hija hacia el mal, como otras madres la tienen en
conducir las suyas hácia el bien : y lo que mas hay que admirar
todavía és que Lucrecia despuesde haber tenido algunas conversa
ciones secretas con el monarca , quedó tan arrepentida de haber
condescendido con sus deseos, que de repente renunció al mundo,
y se encerró en un convento de la villa de Madrid , donde luego en
fermó, y murió á impulsos de la vergüenza y del dolor. Laura , por
su parte inconsolable de la pérdida de su hija , de cuva muerte se
consideraba autora , se metió en las Arrepentidas, donde pasó el
resto de su vida llorando los amargos gustos de sus floridos años .
Afligió mucho al rey el inopinado retiro de Lucrecia ; pero, como
por su ingenio , naturalmente inclinado á divertirse, hacian poca
mansion en él las pesadumbres , se fué consolando poco a poco. El
conde-duque aparentó la mayor indiferencia é insensibilidad en este
suceso, bien que no dejó de desazonarle , como facilmente lo creerá
el advertido lector .
CAPITULO IY
Nuevo emplea que confirió el minjatra á Santillana.
Me fué tan sensible la desgracia de Lucrecia , y experimenté tan
tos remordimientos de baber contribuido a ella , que considerando
me como un ipfame, a pesar de la elevacion del amapte a quien
babja servido , resolví abandonar para siempre el caduceo , y mani
festando al ministro la repugpancia que me causaba el llevarle , le
supliqué me emplease en cualquiera otra cosa . Santillana , me dijo ,
me agrada sobremanera tu delicadeza, y , pues eres un mozo tan
honrado, quiero darte una ocupacion mas conforme a tu prudencia;
óyela , y escucha con atencion la confianza que voy a hacerte.
Algunos años antes de mi privanza, continuó, ví por casualidad
á una dama que me pareció tan airosa y tan linda, que hice la si
guiesen. Supe que era una genovesa llamada doña Margarita Espí
nola , que vivia en Madrid á expensas de su hesmosura : me dijeron
tambien que don Francisco de Valcárcel, alcalde de corte, sugeto
anciano, rico y casado, gastaba mucho con ella. Esta circunstancia ,
que al parecer debiera baberme inspirado desprecio bácia ella , en
cendió en mí el deseo mas vehemente de entrar a la parte en sus
favores con Valcárcel. Para satisfacer este capricho me valí de una
medianera de amor, cuya habilidad me facilitó en breve tiempo una
conversacion secreta con la genovesa , a la que siguieron otras mu
chas; de manera que tanto mi rival como yo éramos igualmente bien
748 GILEBLAS.
admitidos , gracias á nuestras dádivas; y quizá tendria algun otro
galan tan favorecido como nosotros dos .
Como quiera que sea , Margarita en aquella confusion de corte
jantes llegó insensiblemente á ser madre , y dió á luz un niño , con
cuya paternidad quiso hoprar á cada uno de sus amantes en parti
cular ; pero, como ninguno podia preciarse en conciencia de que le
era debido aquel honor , todos lo renunciaron , de suerte que la ge
novesa se vió precisada á criarle en su casa con el producto de sus
galanteos, lo que duró diez y ocho años , al cabo de los cuales mu
rió la madre , dejando a su hijo sin bienes , y lo peor de todo) sin
educacion .
Tal es , continuó S. E. , la confianza que tenia que hacerte: ahora
voy á enterarte del gran proyecto que tengo formado. Quiero sacar
de su infeliz suerte á este jóven sin ventura , y , haciéndole pasar de
un extremo á otro, elevarle a los honores, y reconocerle por hijo
mio .
Al oir un proyecto tan extravagante no me fué posible callar.
¡ Cómo , señor ! exclamé , ¿es posible que haya cabido en V. E. una
resolucion tan extraña ? ( Perdóneme V. E. esta expresion hija de
mi celo . ) Tú la hallarás justa , replicó con precipitacion , cuando te
haya dicho las razones que me han determinado á tomarla . No quie
ro sean herederos mios mis parientes colaterales . Tal vez me dirás
que no soy tan viejo que no pueda todavía esperar tener sucesion
con la condesa de Olivares ; pero cada uno se conoce á sí mismo ;
bástete saber que he probado inútilmente todos los secretos de la
química para volver á ser padre . Así pues , ya que la fortuna, su
pliendo lo que falta a la naturaleza , me presenta un muchacho del
cual no es del todo imposible sea yo el verdadero padre , quiero
adoptarle por hijo : así lo he resuelto .
Viendo yo encaprichado al ministro en semejante adopcion , dejé
de oponerme á su idea , sabiendo era capaz de cualquier gran des
acierto antes que desistir de su parecer . Ahora solo se trata , prosi
guió él , de dar una educacion correspondiente á don Enrique Feli
pe de Guzman ; porque bajo este nombre quiero que sea conocido
hasta que se halle en estado de poseer las dignidades que le espe
ran . Ep tí , mi querido Santillana , he puesto los ojos para que le
gobiernes; descuido enteramente en tu capacidad , y en tu adhesion
hácia mí , sobre el cuidado de establecer su casa , de proporcionarle
toda clase de maestros , y , en una palabra , de hacerle un caballero
LIBRO DUODECIMO , 749
completo. Quise negarme á admitir semejante empleo , represen
tando al conde-duque que no podia en conciencia encargarme de un
ministerio que jamás habia ejercido, y que pedia mas ilustracion y
mérito del que yo tenia ; pero luego me interrumpió y me tapó la
boca diciéndome con entereza que absolutamente queria fuese yo el
ayo de su hijo adoptivo , á quien destinaba para ocupar los prime
ros puestos de la monarquía . Me resigné pues a desempeñar este
destino por complacer á S. E. , quien , en premio de mi condescen
dencia , aumentó mi escasa renta con una pension de mil escudos
que hizo se me concediese , ó mas bien me dió él sobre una enco
mienda de la orden de Montesa .
96
వంగుంతలు
CAPITULO Y
Es reconocido auténticamente el hijo de la genovesa bajo el nombre de don Enrique Felipe de Guzman :
establece Santillana la casa de este señor, y le proporciona toda clase de maestros.
Con efecto , tardó poco el conde -duque en reconocer por hijo suyo
al de doña Margarita Espínola . Hízose esta adopcion por medio de
escritura pública y solemne con noticia y aprobacion del rey . A dop
Enrique Felipe de Guzman (este fué el nombre que se diójá aquel
hijo de muchos padres) se le declaró por único heredero del conda
do de Olivares y del ducado de San Lúcar . El ministro , para que
nadie lo ignorase , dió parte de ello por medio de Carnero a los em
bajadores y á los grandes de España , quedando todos altamente sor
prendidos . Los ociosos y bufones de Madrid tuvieron asunto para
divertirse y reir por largo tiempo, y los poetas satíricos no perdie
ron tan bella ocasion de desahogar su mordacidad .
Pregunté al conde-duque dónde estaba el personaje que S. E.
queria fiar á mi cuidado. En Madrid está , me respondió, á cargo
de una tia , de cuya compañía le sacaré luego que tú le tengas ya
buscada casa y familia . Esto se hizo en poco tiempo : alquilé una
habitacion, que hice adornar magníficamente; busqué pajes, un por
tero , criados menores , y con el auxilio de Caporis en breve proveí
los empleos principales de la casa . Recibida toda esta gente, dí par
te á S. E. , quien hizo venir al equívoco y nuevo vástago del gran
tronco de los Guzmanes . Presentóse á mis ojos un mozo de buen
aspecto . Don Enrique , le dijo S. E. señalándome á mí con el dedo ,
LIBRO DUODECIMO . 751
este caballero que aquí ves, es el sugeto que yo mismo he escogido
para que te gobierne y guie en la carrera del mundo . Tengo puesta
en él toda mi confianza , y le he dado poder y autoridad absoluta
sobre tí . Sí , Santillana , añadió dirigiéndose á mí , a tu cuidado le
entrego enteramente , muy seguro de que me darás buena cuenta de
él . A estas palabras añadió el ministro otras para exhortar al jóven
á someterse á mi voluntad; despues de lo cual llevé á don Enrique
conmigo a su casa .
Luego que estuvimos en ella , hice venir ante él á todos los cria
dos, explicando á cada uno el oficio que tenia . El manifestó no cau
sarle novedad la mutacion de estado , antes bien admitia con tanta
naturalidad todas las demostraciones de atencion y de respeto que
se le tributaban , como si hubiera sido por nacimiento aquello que
representaba por capricho y por casualidad. No le faltaba talento,
pero era ignorante en sumo grado. Apenas sabia leer ni escribir.
Busquéle un preceptor que le enseñase los rudimentos de la lengua
latina , maestros de geografía, de historia y de esgrima . Ya se deja
discurrir que no me olvidaria de un maestro de baile ; pero habia
á la sazon tantos y tan famosos en Madrid , que solamente me ballé
perplejo en la eleccion , no sabiendo á quién dar la preferencia .
Hallábame así indeciso cuando ví entrar en el portal de casa un
sugeto ricamente vestido , quien me dijeron queria hablarme . Salí á
recibirle creyendo que era , cuando menos , un caballero de Santiago
ó de Alcántara, y despues de hacerme mil cortesías que acreditaban
su profesion: Señor de Santillana , me dijo , como he sabido que es
V. S. quien elige los maestros del señor don Enrique, vengo á ofre
cerle mis servicios . Yo , señor , añadió, me llamo Martin Lijero, y
gracias a Dios tengo bastante reputacion : no acostumbro andar á
caza de discípulos , que eso es bueno para los maestrillos princi
piantes . Comunmente espero á que me busquen ; pero , enseñando
como enseño al señor duque de Medinasidonia , al señor don Luis
de Haro , y á algunos otros caballeros de la casa de Guzman , de la
cual me precio ser como criado y servidor dato , me pareció ser de
mi obligacion anticiparme. Por lo que usted me dice , repuse yo ,
veo ser el sugeto que nos hacia falta . ¿Cuánto lleva usted al mes?
Cuatro doblones de oro , me respondió , que es el precio corriente ,
y no doy mas de dos lecciones por semana . ¡ Cuatro doblones ! le
repliqué ; eso es demasiado . ¿Cómo demasiado? repuso con aire de
admiracion; y tal vez V. S. no reparará en dar un doblon por mes
á un maestro de filosofía .
752 GIL BLAS .
No me fué posible contener la risa á vista de una contestacion
tan ridícula , y pregunté al señor Lijero si en conciencia creia que
un hombre de su profesion era preferible á un maestro de filosofía .
Y cómo que lo creo , me respondió : nosotros somos cien veces mas
útiles a la sociedad que esos señores mios . Y sino , dígame V. S. ,
&qué cosa son los hombres antes de pasar por nuestras manos? es
tatuas de mármol , osos mal domesticados; pero nuestras lecciones
los desbastan poco a poco , y les hacen tomar insensiblemente for
mas regulares : en una palabra, nosotros les enseñamos actitudes de
nobleza y gravedad .
Rendime á las razones de aquel maestro de baile , y le recibí para
que enseñase á don Enrique por los cuatro doblones al mes , que
era el precio corriente entre los grandes maestros de aquel arte.
CAPÍTULO ¥1.
Vuelve Escipion de Nueva -España : acomodale Gil Blas en casa de don Enrique: estudios de este señorito :
bonores que se le confieren , y con qué señora le casa el conde-duque: cómo á Gil Blas se le
hizo noble con repugnancia suya .
Aun no habia recibido la mitad de la familia de don Enrique cuan
do Escipion volvió de Méjico . Preguntéle si estaba contento de su ex
pedicion. Debo estarlo, me respondió, pues que con los tres mil du
cados que tenia en dinero contante he traido dos veces mas en gé
neros de buen despacho en este pais. Hijo mio , le dije, yo te doy mil
enborabuenas, y , pues has comenzado á hacer fortuna, en tu mano
está acabarla , haciendo el año que viene otro viaje a las Indias; o ,
si te acomoda mas un puesto honrado en Madrid , por po exponerte á
los trabajos y peligros de tan larga navegacion , no tienes mas que
hablar , que yo podré dártelo . Pardiez , me respondió el hijo de la
Coscolina, que en eso no hay que dudar; mas quiero ocupar an
buen destino al lado de usted , que exponerme de nuevo á los peli
gros de una larga navegacion . Expliquese usted , mi amo; ¿qué
ocupacion piensa dar a su criado?
Para enterarle mas bien de todo, le conté la historia del señorito
que el conde-duque acababa de introducir en la casa de Guzman.
Despues de haberle informado de este curioso pormenor, y héchole
saber que este ministro me habia nom brado ayo de don Enrique, le
dije que queria hacerle ayuda de cámara de este hijo adoptivo . Es
cipion, que no deseaba otra cosa, aceptó con gusto este acomodo,
754 GIL BLAS ,
y le desempeñó tan bien , que en menos de tres ó cuatro dias se
atrajo la confianza y el afecto de su nuevo amo .
Se me habia figurado que los pedagogos que habia elegido para
enseñar al hijo de la genovesa, perderian su tiempo , pareciéndome
que en su edad seria indisciplinable ; sin embargo , engañó mis re
celos . Comprendia y retenia fácilmente cuanto le enseñaban ; de lo
que estaban muy contentos sus maestros. Pasé inmediatamente á
dar esta noticia al conde-duque , que la recibió con extraordinario
gozo. Santillana , me dijo enajenado, no sabes la alegría que me
causas con asegurarme que don Enrique tiene feliz memoria y pe
netracion . Esto me hace reconocer en él mi sangre , y acaba de per
suadirme que es hijo mio . No le amaria mas si fuera hijo de mi es
posa . Amigo, tú mismo confesarás que la naturaleza se va ex
plicando. Guardéme bien de decir á S. E. lo que pensaba sobre
el particular, y , respetando su flaqueza, le dejé gozar del placer
falso ó verdadero de creerse padre de don Enrique .
Aunque todos los Guzmanes aborrecian de muerte al tal señorito
de nuevo cuño , disimulaban por política , y aun algunos de ellos
fingian solicitar su amistad . Visitábanle los embajadores y los gran
des
que habia en Madrid , tratándole con el mismo respeto y aten
cion que si fuera hijo legítimo del conde- duque. Lisonjeado extre
madamente este ministro con el incienso que se ofrecia á su ídolo ,
se dió prisa á colmarle de dignidades. La primera gracia que pidió
al rey para don Enrique fué la cruz de Alcántara con una enco
mienda de diez mil escudos . Solicitó poco despues la llave de gen
til hombre : y , deseando entroncarle
con una de las familias mas esclare
cidas de España , puso los ojos en
doña Juana de Velasco, hija del du
que de Castilla , y fué tanto su po
der , que lo logró a pesar del mismo
duque padre de la novia , y de sus
parientes .
Algunos dias antes de hacerse la
boda me envió á llamar S. E. , y,
luego que me vió , me puso en la
mano un pergamino , diciéndome :
Aquí tienes , Gil Blas, una ejecuto
ria que he solicitado para tí : ya eres noble. Señor, le respondí sor
LIBRO DUODECIMO . 755
prendido de lo que acababa de oir , V. E. sabe que yo soy hijo de
una dueña y de un escudero ; paréceme que agregarme á la nobleza
seria en cierta manera profanarla; y entre todas las gracias que el
rey me puede hacer , ninguna merezco ni deseo menos . Tu humilde
nacimiento, replicó el ministro , es un obstáculo muy fácil de allanar:
te has ocupado en los negocios del estado bajo el ministerio del du
que de Lerma y del mio ; además , añadió sonriéndose , zno has hecho
al monarca servicios que merecen ser premiados? En una palabra,
Santillana, eres acreedor a la honra que quiero hacerte; fuera de eso ,
el empleo que ejerces cerca de mi hijo exige que seas noble ; y por
eso he solicitado tu ejecutoria. Ríndome , señor , le repliqué , puesto
que así lo quiere V. E .; y diciendo esto salí con mi ejecutoria me
tiéndomela en el bolsillo .
Conque ahora soy caballero , me dije á mí mismo cuando estuve
en la calle : héteme que ya soy noble sin tener que agradecerlo á
mis parientes: ya podré cuando me acomode hacer que me llamen
don Gil Blas; y , si a algun conocido mio se le antoja reirse de mi
llamándome de este modo, le haré ver mi ejecutoria; pero, leámos
la , continué sacándola del bolsillo , y veamos de qué manera se bor
ra en ella el villapismo . Lei pues el real título , que decia en sus
tancia : que el rey , en reconocimiento del celo que en mas de una
ocasion habia mostrado yo por su servicio , y por el bien del esta
do, habia tegido á bien recompensarme con la merced de noble , etc.
Y me atrevo á decir , en alabanza mia , que no me inspiró el menor
orgullo : antes bien , no perdiendo jamás de vista la humildad de mi
nacimiento , este honor , en vez de engreirme, me humillaba . Por lo
mismo me propuse encerrar la ejecutoria en un cajon, en lugar de
hacer ostentacion de poseerla .
CAPÍTULO VIL.
Gil Blas vuelve á encontrar casualmente á Fabricio : última conversacion que ambos tuvieron , y consejo
importante que Nuñez dió á Santillana.
El poeta asturiano, como se habrá notado, se olvidaba fácilmen
te de mí. Por mi parte, mis ocupaciones no me permitian ir á visi
tarle , y así no habia vuelto á verle desde el lance de la famosa di
sertacion sobre la Ifigenia de Eurípides , cuando quiso. la casaali
dad que un dia le encontrase en la Puerta del Sol, que salia de una
imprenta .Me acerqué á él diciéndole: ¡Hola ! ¡hola! señor Nuñez,
usted viene de casa de un impresor ; eso me huele á que quieres
regalar al público con alguna nueva composicion tuya .
Sin duda debe esperarla , me respondió; actualmente estoy ha
ciendo imprimir un librito que ha de meter mucho ruido entre los
literatos. No dudo de su mérito, le repliqué; pero me parece que la
mayor parte de esos papeluchos son unas bagatelas que hacen poco
honor a sus autores . Convengo en eso , me respondió , pues sé muy
bien que solamente aquellos ociosos que quieren leer todo cuanto se
imprime, gustan de divertirse perdiendo el tiempo en la lectura de
esos folletos. Con todo, he caido en la tentacion , y te confieso que
es un hijo de la necesidad. Ya sabes que el hambre es la que obliga
al lobo á salir de su madriguera .
¡Cómo así! repliqué yo admirado. ¡Es posible que me llegue á
decir esto el autor de El conde de Saldaña ! ¡Un hombre que tiene
LIBRO DUODECIMO. 757
dos mil escudos de renta ha de hablarde esa manera ! Vamos poco
á poco, amigo, me interrumpió Nuñez ; ya no soy aquel poeta afor
tupado que gozaba de una renta bien pagada . Desordenáronse de
repente los negocios del tesorero don Beltran, disipó el dinero del
rey, embargárople todos los bienes, y se llevó el diablo mi pen
sion . Malo es eso , le dije : pero ¿no te ha quedado aun alguna espe
rapza por ese lado? Maldita , me respondió : el señor Gomez del Ri
bero está tan miserable como su poeta ; cayó en el agua , sio que
pueda jamás salir á la orilla .
Segun eso , amigo mio , repuse yo, te veo en términos de que me
será preciso solicitar algun empleo que pueda consolarte de la pér
dida de tu pension . No quiero que te tomes este trabajo , me dijo ;
aunque me ofrecieras en las secretarías del ministro un empleo de
tres mil ducados de sueldo, le rehusaria . Las ocupaciones de las
oficinas no convienen a los que se han criado entre las musas. A es
tos solamente les convienen distracciones literarias . En fin , ¿qué
quieres que te diga? yo pací para vivir y morir poeta , y quiero se
guir misuerte . Por lo demás, continuo , no creas que nosotros sea
mos tan infelices como parece . Fuera de que vivimos en una total
independencia , tenemos asegurada la comida sin cuidados ni fatigas.
Se cree comunmente que comemos á lo Demócrito , pero es engaño
manifiesto . No se hallará entre nosotros ni siquiera uno, sin ex
ceptuar á los compositores de almanaques, que no tenga una buena
casa adonde ir á comer. Yo tengo dos, donde soy bien recibido, y
en ella dos cubiertos asegurados, uno en la mesa de un director ge
neral de la real hacienda, á quien dediqué una novela, y otro en la
de un caballero rico deMadrid , que tiene el flujo de querer siempre
que le acompañen eruditos a la mesa : por fortuna no es muy deli
cado para elegir, y así fácilmente halla cuantos quiere en la po
blacion .
En ese caso, dije al poeta asturiano, ya no te tengo lástima,
puesto que estás contento con tu suerte. Como quiera que sea , te
aseguro de nuevo que en Gil Blas tendrás siempre un buen amigo,
á pesar de tu descuido en cultivar su amistad : si necesitas mibol
sillo , acude francamente á mí. Sentiré que una vergüenza fuera de •
tiempo te prive de un auxilio que nunca te faltará , y á míme
niegue el gusto de serte útil.
En esas generosas expresiones, exclamó Nuñez, te reconozco ,
Santillana, y te doy mil gracias por la gran disposicion a favore
96
758 GIL BLAS .
cerme en que te veo . En prueba de mi gratitud á esa fineza, quiero
darte un consejo saludable . Mientras que todavía dura el poder del
conde-duque , y te mantienes en su gracia , aprovecha el tiempo ,
date priesa á enriquecerte , porque ese ministro, á lo que me han
asegurado, vacila en su asiento , Preguntéle si aquello lo sabia de
buen original , y me respondió : Lo sé por un caballero de Calatra
va viejo , que tiene buen olfato , á quien todos escuchan como un
oráculo, y le oſ decir ayer : « El conde-duque tiene muchos ene
» migos, y todos conspiran á derribarle . Cuenta demasiado con el
» ascendiente que ha logrado sobre el ánimo del rey ; pero el mo
» parca , á lo que se dice , ha comenzado ya á dar oidos a las que
ojas que le llegan de él . » Agradecí á Nuñez la prevencion , pero
bice poco caso de ella , y me volví á casa persuadido de que la pri
vanza de mi amo era indesquiciable , a la manera de aquellas viejas
• encinas que , arraigadas profundamente en la tierra , se burlan de
los mas violentos huracanes.
مري
CAPÍTULO XII .
Descubre Gil Blas ser cierto el aviso que le dió Fabricio; hace el rey un viaje a Zaragoza
Lo que el poeta asturiano me habia dicho no carecia de funda
mento . Se formaba dentro de palacio cierta conspiracion para der
ribar al conde -duque, á cuya frente se decia estaba la misma reina.
Sin embargo, nada se traslucia en el público de las medidas que
tomaban los confederados para hacer caer al ministro , y se pasó
mas de un año sin que yo notase que su priyanza disminuyera .
Pero el levantamiento de Cataluña , sostenido por la Francia, y
los desgraciados sucesos de la guerra contra los rebeldes, dieron
motivo á la murmuracion del pueblo y á sus quejas contra el go
bierno . Estas fueron causa de que se tuviera un consejo á presen
cia del rey , al que quiso S. M. concurriese el marqués de la Gra
da , embajador de la corte de Viena . Tratóse en él si era mas con
veniente que el monarca se mantuviese en Castilla , ó que pasase á
Aragon á dejarse ver de sus tropas . El conde -duque , que no tenia
gana de que el rey saliera para el ejército, habló el primero , y re
presentó que no juzgaba acertado que S. M. desamparase el centro
de sus estados, apoyando esta opinion con todas las razones que le
sugirió su elocuencia . Siguiéronle en la misma todos los miem -
bros del consejo , á excepcion del marqués de la Grana , que llevado
de su celo por la casa de Austria, y con la franqueza genial de
su nacion , se opuso abiertamente al parecer del primer ministro, y
760 GIL BLAS.
defendió lo contrario con razones tan poderosas, que convencido el
rey de su solidez, abrazó esta opinion , aunque opuesta al sentir de
todos los votos del consejo, y señaló eldia de su salida para el ejército .
Esta fué la primera vez de su vida que el monarca dejó de se
guir el dictámen de su privado ; novedad que le llenó de amargura,
considerandola como una terrible afrenta . Al mismo tiempo que se
retiraba a su gabinete á tascar en plena libertad el freno , me vió ,
me llamó, y , encerrándose conmigo en su cuarto
lo , agitado y como fuera de sí, lo que habia pasado en el consejo .
En seguida, como si no pudiera volver de su sorpresa : Sí, Santilla
na, continuó, el rey , que hace más de veinte años que no habla si
no por mi boca , ni ve por otros ojos que por los mios, ha preferido
el dictámen del marqués de la Grana al mio. Pero ¿de qué modo?
colmando de elogios a este embajador, y alabando sobre todo su
celo por la casa de Austria , como si este aleman tuviera mas que
yo. Por aquífácilmente se conoce , prosiguió el ministro ,que hay un
partido formado contra mí, y que la reina está a su cabeza. ¿ Y eso le
inquieta á V . E .? le repliqué yo; doce años há que la reina está acos
tumbrada á ver á V. E .dueño delos negocios, y otros tantos que V. E .
acostůmbró al rey á no consultar con su esposa ninguno de ellos .
Respecto del marqués de la Grana , pudo muy bien el rey inclinarse
á su parecer , por el gran deseo que tiene de ver su ejército, y de ha
cer una campaña . No das en ello , interrumpió el conde, di mas
bien que mis enemigos esperan que, hallándose el rey entre sus
tropas, estará siempre rodeado de los grandes que le habrán de
seguir, y entre ellos habrá mas de uno poco satisfecho de mí, que
se atreverá á decir mil males de mi ministerio . Pero se engañan
miserablemente , añadió, porque sabré disponer que durante el
viaje se haga el rey inaccesible a todos los grandes. Así lo ejecutó
efectivamente , pero de un modo que merece referirse por menor.
Llegado el dia que se señaló para la salida del rey, despues de
haber nombrado este á la reina por gobernadora durante su ausen
cia , se puso en camino para Zaragoza ; pero , habiendo querido pa
sar por Aranjuez , le pareció tan delicioso aquel sitio , que se detu
vo cerca de tres semanas en él. De Aranjuez le hizo el ministro ir
á Cuenca , donde le tenia dispuestas tales diversiones , que perma
neció largo tiempo en aquella ciudad . De allí se trasfirió a Molina
de Aragon , donde la caza le embelesó por muchos dias. Llegó al
cabo a Zaragoza , de donde estaba poco distante el ejército : ya se
LIBRO DUODECIMO. 761
preparaba para ir allí ; pero el conde- duque se lo disuadió, ha
ciéndole creer que se ponia á peligro de caer en manos de los fran
ceses, que ocupaban las llanuras de Monzon ; de suerte que el rey,
atemorizado de un peligro que no podia temer, resolvió mantenerse
encerrado en su palacio , como pudiera en una prision . Aprove
chándose el ministro de aquelpánico terror, y bajo pretexto deve
lar en su seguridad , era , por decirlo así, como un centinela de vis
ta ; de manera que los grandes, despues de haber hecho excesivos
gastos para seguir con la correspondiente decencia al soberano, no
tuvieron el consuelo de lograr ni una sola audiencia de él. Cansado
finalmente el monarca, ó de estar mal alojado en Zaragoza, ó de
perder el tiempo en ella, ó acaso de verse allí prisionero, se resti
tuyó cuanto antes á Madrid , y concluyó así la campaña, dejando al
marqués de los Velez , general del ejército , el cuidado de sostener
el honor de las armas españolas.
CAPITULO IX
De la rebelion de Portugal, y caida del conde-duque .
Pocos dias despues del regreso del rey , se esparció por Madrid
una mala nueva . Súpose que los portugueses , aprovechándose del
levantamiento de Cataluña , y pareciéndoles ocasion muy oportuna
esta para sacudir el yugo de la dominacion de España, habian to
mado las armas y aclamado al duque de Braganza por rey de Por
tugal , resueltos absolutamente a mantenerle en el trono, sin miedo
de que España lo pudiese estorbar , estando ocupada en Alemania , en
Italia , en Flandes y en Cataluña . No les era fácil hallar coyuntura
mas favorable para librarse de una dominacion que aborrecian .
Lo mas singular fué que , cuando la corte y todos sus habitantes
se hallaban en la mayor consternacion por aquella novedad , el con
de-duque quiso divertir al rey á expensas del duque de Braganza ;
pero S. M. , lejos de prestarse á sus insípidos gracejos, tomó un
semblante serio , que enteramente le inmutó, haciéndole prever su
inminente desgracia . Acabó el ministro de dar por cierta su caida,
cuando supo poco despues que se habia manifestado sin reserva
contra él , diciendo públicamente que su mala administracion habia
dado lugar a la rebelion de Portugal. Luego que la mayor parte
de los grandes , especialmente aquellos que habian seguido al геу
en el viaje a Zaragoza , advirtieron la tempestad que se iba levan
tando contra el conde - duque, se unieron a la reina. Pero lo que
LIBRO DUODECIMO . 763
dió el último golpe decisivo , fué que la duquesa viuda de Mantua ,
gobernadora que habia sido de Portugal, regresó de Lisboa á Ma
drid , é hizo ver al rey que de la rebelion de los portugueses solo
tenia la culpa la conducta de su primer ministro .
Hicieron tanta impresion en el ápimo del monarca las palabras
de aquella princesa , que desde el mismo punto cesó el encapricha
miento hácia su privado, y se desprendió todo el afecto que le babia
tenido . No bien llegó á noticia del ministro que el rey daba oidos á
las quejas y murmuraciones de sus enemigos , cuando le escribió
pidiéndole licencia para dejar su empleo , y retirarse de la corte ,
puesto que se le hacia la injusticia de imputarle todas las desgra
cias que durante su ministerio habian sucedido á la monarquía . Pa
recíale que esta súplica baria grande efecto en el corazon del rey,
suponiendo que aun se conservaria en él inclinacion suficiente para
no consentir jamás en semejante retiro; pero la única respuesta de
S. M. fué que le concedia el permiso que solicitaba, y que así po
dia irse adonde mejor le pareciera .
Estas pocas palabras escritas de propio puño del rey fueron como
un rayo para S. E. , que no lo esperaba de ninguna manera . Sin
embargo , por mas atónito que estuviese , aparentó un aire de en
tereza , y me preguntó qué haria yo en su lugar . Respondíle que
fácilmente tomaria mi determinacion abandonando para siempre la
corte , y retirándome á alguno de mis estados á pasar tranquila
mente el resto de mis dias. Piensas juiciosamente, repuso mi amo ,
y estoy resuelto a ir a terminar mi carrera en Loeches despues que
haya hablado una sola vez con el monarca para representarle que
he practicado cuanto era posible en lo humano para sostener la pe
sada carga que tenia sobre mis hombros, sin haber tenido mas cul
pa en los siniestros acontecimientos de que me acusan , que la que
tiene un diestro piloto que , a pesar de cuanto puede hacer, mira su
bajel arrebatado por los vientos y por las olas . Lisonjeábase el mi
nistro de que aun podia aquietarse el rey , y volver las cosas al es
tado en que se habian hallado: pero no pudo conseguir audiencia ;
antes bien se le envió a pedir la llave de que se servia para entrar
en el cuarto de S. M. siempre que queria .
Conoció entonces que ya no le quedaba esperanza , y se resolvió
buenamente a retirarse. Examinó sus papeles , y quemó gran parte
de ellos , en lo que obró con mucha prudencia . Nombró los depen
dientes y criados que le habian de seguir , y ordenó que todo estu
764 GIL BLAS.
viese pronto para marchar el dia siguiente. Temiendo que al salir
de palacio le iosultase el populacbo, se levantó muy de mañana, y
antes de amanecer salió por la puerta de las cocinas; y, metiéndose
en un coche viejo con su confesor y conmigo, tomó sin riesgo el
camino de Loeches, pueblo corto de que era señor, donde la con
desa su mujer habia fundado un convento de religiosas dominicas.
En menos de cuatro horas nos pusimos en él, y poco despues llegó
el resto de la familia .
CAPITULO X
Cuidados que por el pronto inquietaron al conde-duque: síguese á ellos un dichoso sosiego: método de vida
que entabló en su retiro .
· La condesa de Olivares dejó ir a su marido á Loeches, y perma
deció algunos dias mas en la corte con el objeto de tentar si por me
dio de súplicas y lágrimas podria hacer que volvieran á llamarle .
Pero , a pesar de haberse echado a los pies de SS. MM . , el rey no
hizo aprecio de sus exposiciones , aunque preparadas con arte , y la
reina, que la aborrecia de muerte, se complacia en verla llorar. No
por eso se acobardó la esposa del ministro desgraciado: abatióse
basta el punto de implorar la proteccion de las damas de la reina ;
pero el fruto que recogió de sus bajezas fué conocer que excitaban
el desprecio mas bien que la compasion . Desconsolada de haber
766 GIL BLAS .
dado tantos pasos degradantes, se fué a reunir con su esposo para
lamentarse con él de la pérdida de un empleo que , bajo un reinado
como el de aquel monarca , puede decirse que era el primero de la
monarquía.
La relacion que hizo la condesa del estado en que habia dejado
las cosas en Madrid aumentó extraordinariamente la afliccion del
conde -duque. Vuestros enemigos , le dijo llorando, el duque de Me .
dinaceli y los otros grandes que os aborrecen , no cesan de alabar
al rey por la resolucion de haberos separado del ministerio ; y el
pueblo celebra con insolencia vuestra desgracia , como si el fin de
todas las que experimenta el estado, dependiese del de vuestra ad
ministracion . Señora , le respondió mi amo , imitad mi ejemplo : lle
vad con resignacion vuestros pesares , porque es preciso ceder á la
borrasca que no se puede disipar . Creia yo , es verdad , que podria
perpetuar mi valimiento mientras me durase la vida , ilusion ordi
naria en los ministros y privados , los cuales se olvidan por lo comun
de que su suerte depende de la voluntad del soberano . El duque de
Lerma , ¿no se engañó igualmente que yo , aunque estaba persua
dido de que la púrpura con que se hallaba revestido , era un seguro
garante de la perpetua duracion de su autoridad?
De este modo exhortaba el conde- duque á su esposa á armarse
de paciencia , mientras él mismo se hallaba en una agitacion que se
renovaba diariamente con las cartas que recibia de don Enrique, el
cual , habiendo permanecido en la corte para observar cuanto allí
pasaba , cuidaba de informarle de todo puntualmente . El portador
de estas cartas era Escipion , que se habia quedado en casa del hijo
adoptivo de S. E. , de la cual habia salido yo inmediatamente des
pues de su matrimonio con doña Juana . Las cartas venian siempre
llenas de noticias poco gustosas , y lo peor era que en las circuns
tancias no se podian esperar otras. Decia en unas que , no contentos
los grandes con celebrar públicamente la caida del conde-duque ,
hacian cuanto podian para que todas sus hechuras fuesen removi
das de los empleos que ocupaban , y reemplazadas por sus enemi
gos. Avisaba en otras que iba adquiriendo favor don Luis de Haro ,
quien , segun todas las señales , seria nombrado primer ministro .
Pero entre todas las noticias que desazonaban á mi amo , la que mas
le llegó al alma fué la mutacion que se hizo en el vireinato de Ná
poles , que la corte únicamente por desairarle quitó al duque de
Medina de las Torres, á quien él apreciaba, para dárselo al almi
rante de Castilla, á quien siempre habia aborrecido .
LIBRO DUODECIMO . 767
Puede decirse que en el espacio de tres meses todo fué disgustos
y desasosiego para el conde -duque; pero su confesor, que era un
religioso dominico , tan ejemplar como elocuente , halló modo de
consolarle; á fuerza de representarle con energia que ya no debia
pensar mas que en su salvacion, logró, con el auxilio de la divina
gracia, la dicha de desprender su ánimo de la corte . S. E. no quiso
ya saber nada de Madrid , ni pensar mas que en disponerse para
una buena muerte. La condesa , desengañada tambien , y aprove
chándose de la oportunidad que le ofrecia aquel retiro , halló en el
convento de religiosas que habia fundado , todo el consuelo que po
dia desear, preparado por la divina Providencia . Hubo entre aque
llas religiosas algunas de singular virtud , cuyos tiernos coloquios
convirtieron insensiblemente en dulcedumbre los sinsabores de su
vida .
Al paso que mi amo apartaba de su pensamiento los negocios del
mundo , se quedaba mas tranquilo. Entabló un nuevo método de
vida , y una distribucion de horas de la manera siguiente . Pasaba
casi toda la mañana en la iglesia de las monjas, oyendo misas ; iba
en seguida á comer , y despues se divertia por espacio de dos horas
á varios juegos conmigo y otros criados de su mayor confianza :
luego se retiraba por lo regular á su despacho, donde se estaba
hasta puesto el sol . Entonces salia á dar un paseo por el jardin , 6
tomaba el coche, y daba una vuelta por las cercanías del lugar,
acompañado siempre de su confesor, ó de mí .
Un dia que íbamos solos, y que yo admiraba la serenidad que
brillaba en su semblante , me tomé la licencia de decirle : Señor,
permítame V. E. que le manifieste mi regocijo: al ver el aire de sa
tisfaccion que V. E. muestra , juzgo que principia á familiarizarse
con la soledad . Ya estoy del todo familiarizado, me respondió , y ,
aunque hace mucho tiempo que estoy habituado á ocuparme en los
negocios, te protesto, hijo mio, que cada dia cobro mas aficion a la
vida gustosa y pacífica que aquí disfruto .
CAPÍTULO XI.
El conde-duque se pone repentinamente triste y pensativo : motivo extraordinario de su tristeza , y
resultado fatal que tuvo ,
S . E ., para variar sus ocupaciones, se entretenia tambien algu
pas veces en cultivar su jardin . Un dia que yo le estaba viendo tra
bajar, me dijo en tono festivo : Aquí tienes, Santillana , á un minis
tro desterrado dela corte , convertido en jardinero en Loeches . Señor,
le respondí en el mismo tono, me parece que estoy viendo á Dio
nisio Siracusado enseñando á leer y escribir a los niños de Corinto ,
despues de haber dictado leyes en Sicilia . Sonrióse un poco miamo
de mi respuesta , y mostró que no le desagradaba la comparacion.
Toda la familia estaba contentísima y admirada de ver al conde
tan superior á su desgracia , rebosando de gozo en una vida tan di
ferente de la que habia tenido hasta allí, cuando advertimos en él
una repentinamudanza, que iba creciendo visiblemente, y nos causó
grandísimo dolor. Vímosle taciturno, pensativo , y sepultado en una
profunda melancolía . Dejó todo pasatiempo, y ninguna impresion le
bacia cuanto discurríamos para divertirle. Así que acababa de co
mer se encerraba en su cuarto , donde permanecia solo hasta la no
che. Pareciónos que aquella tristeza podria pacer de acordarse de la
grandeza pasada, y en esta inteligencia le dejábamos á solas con el
padre dominico; pero su elocuencia tampoco pudo vencer la melan
colía del duque, la cual, en vez de disminuirse , cada dia se iba au
mentando.
LIBRO DUODECIMO. 769
Ocurrióme que la tristeza del ministro podia proceder de algun
motivo ó disgusto reservado que no queria manifestar, lo cual me
bizo formar el designio de arrancarle su secreto : para conseguirlo
aguardé el momento de hablarle sin testigos , y habiéndole hallado :
Señor , le dije con aire mezclado de respeto y de cariño, ¿será per
mitido á Gil Blas atreverse á hacer una pregunta a su amo? Pre
gunta lo que gustes, me respondió , que yo te lo permito . ¿Qué se
ha hecho , repliqué, aquella alegría que se notaba en el semblante
de V . E . ? ¿Habrá perdido ya V . E . aquel ascendiente que tenia so
bre la fortuna? ¿Será acaso posible que la pérdida del favor excite
nuevas inquietudes en V . E .? ¿Querrá V . E . volver á sumergirse
en aquel abismo de amarguras de que su virtud le habia libertado?
No, gracias al cielo , respondió el ministro ; ya no me atormenta la
memoria del gran papel que representé en el teatro de la corte; y
olvidé para siempre todos los obsequios que allí se me tributaron.
Pues, señor , le repliqué, si V . E . ha podido desechar de sí todas
esas memorias, spor qué se deja dominar de una melancolía que á
todos nos aflige? ¿Qué tiene V. E .? miquerido amo, prorumpi arro
jándome á sus piés : V . E . tiene algun secreto pesar que le devora .
¿Querrá V . E . hacer un misterio de ello á Santillana , cuya reserva,
celo y fidelidad tiene tan conocidos? ¿Qué delito es el mio para ha
ber desmerecido su antigua confianza ? La posees todavía, me dijo
S . E .; pero confieso que me cuesta mucha repugnancia revelarte el
motivo de la tristeza en que me ves sepultado : sin embargo , no
puedo negarme á las instancias de un criado y de un amigo como
tú : sabe pues el motivo de mi pena: solo Santillana me podria me
recer que le hiciese semejante confesion . Si, continuó, me domina
una negra melancolía , que poco a poco me va acortando los dias
de la vida. Casi á cada instante estoy viendo un espectro que se po
ne delante de mí bajo una forma espantosa. Trabajo en vano por
persuadirme á mímismo de que es una mera ilusion , una fantasma
que pada tiene de realidad : sus continuas apariciones me turban y
trastornan . Y si tengo la cabeza bastante fuerte para vivir persua
dido de que viendo á este espectro pada veo, soy tambien bastante
débil para afligirme con esta vision . Mira lo que me has obligado á
que te confiese, añadió: juzga ahora sime sobraba razon para ocul
tar á todos el verdadero motivo de mi melancolía .
Oícon tanto dolor como admiracion una cosa tan extraordinaria ,
y que suponia que su máquina se iba desorganizando. Señor, dije
770 GIL BLAS .
al ministro : &quién sabe si eso procede del escaso alimento que toma
V. E. ? porque su sobriedad es excesiva. Eso mismo pensé yo al
principio , me respondió , y , para experimentar si debia atribuirlo á
la dieta , cómo hace algunos dias mas de lo ordinario; pero todo es
inútil , porque la fantasma no desaparece. Ella desaparecerá, le re
pliqué para consolarle , y si V. E. quisiera distraerse un poco, vol
viendo á entretenerse en el juego con sus fieles criados, me persua
do de que no tardaria en verse libre de esos negros vapores .
Pocos dias despues de esta conversacion cayó S. E. enfermo, y ,
conociendo él mismo que el mal se haria de cuidado, envió á buscar
á Madrid dos escribanos para disponer su testamento ; é bizo venir
tambien tres célebres médicos, que tenian la fama de curar algunas
veces sus enfermos. Luego que se divulgó por el palacio la llegada
de estos últimos , no se oyeron en él mas que lamentos y gemidos,
mirando todos como muy cercana la muerte del amo : tan imbuidos
estaban contra tales profesores. Habian estos llevado consigo un
boticario y un cirujano, ejecutores ordinarios de sus órdenes; y , de
jando primero a los escribanos hacer su oficio, entraron en seguida
ellos á desempeñar el suyo . Como seguian los principios del doctor
Sangredo, recetaron desde la primera consulta sangrías sobre san
grías; de manera que al cabo de seis dias redujeron a los últimos al
conde- duque, y al séptimo le libraron de su vision .
La muerte del ministro ocasionó en todo el palacio de Loeches un
agudo y sincero dolor . Sus criados le lloraron amargamente, y , lejos
de consolarse de su pérdida con la memoria que hizo de todos en
su testamento, no habia siquiera uno que no hubiera renunciado
gustoso el legado que le tocaba por restituirle a la vida . Yo , que era
el mas querido de S. E. , y que me habia aficionado á él por para
inclinacion hácia su persona , sentí aun mas que los otros su falle
cimiento : dudo que Antonia me haya costado mas lágrimas que el
conde - duque.
CAPITULO XI .
Lo que pasó en el palacio de Loeches despues de la muerte del conde -duque, y partido que lomo
Santillana .
Con arreglo á la voluntad del ministro , fué sepultado su cadáver
en el convento de las religiosas, sin pompa ni ostentacion, acompa
ñado de nuestros lamentos . Despues de los funerales, la condesa de
Olivares nos hizo leer el testamento , del cual toda la familia tuvo
motivo para quedar contenta . A cada uno dejó el difunto una manda
correspondiente al empleo que tenia , siendo la menor de dos mil es
cudos : la mia fué la mayor de todas; S. E. me dejó diez mil doblo
nes en prueba del singular afecto que me habia profesado. No se
olvidó de los hospitales, y fundó aniversarios en muchos conventos .
La condesa de Olivares envió a Madrid á todos los criados, para
que cada uno cobrase su manda de su mayordomo don Ramon Ca
poris, que tenia órden de entregársela; pero yo no pude ir con ellos,
porque una fuerte calentura , efecto de mi afliccion, me detuvo en el
palacio siete ú ocho dias . No me abandonó en todo ese tiempo el pa
dre dominico ; porque este buen religioso me habia tomado inclina
cion , é interesándose en mi salud me preguntó, luego que me vió
restablecido, qué pensaba hacer de mí. No sé todavía , mi reveren
do padre, lo que haré, le respondi; porque en este punto no estoy
aun de acuerdo conmigo mismo . Algunos momentos estoy tentado
á encerrarme en una celda para hacer penitencia . ¡Momentos pre
ciosos! exclamó el religioso, señor Santillana ; iy qué bien haria
772 GIL BLAS .
usted en aprovecharse de ellos ! Aconséjole como amigo que, sin de
iar de ser seglar, se retire para siempre a algun convento , en donde
por medio de algunas donaciones piadosas de sus bienes pueda ex
piar los extravíos de una vida mundana, á ejemplo de muchas per
sonas que han terminado así su carrera .
En la disposicion en que me hallaba no me incomodó el consejo
del religioso , y respondi á su reverencia que me tomaria tiempo
para reflexionarlo. Pero , habiendo consultado sobre el particular á
Escipion , a quien ví un momento despues que al padre, se opuso á
este pensamiento , que le pareció un delirio . ¿Es posible, señor de
Santillana,me dijo , que usted se incline á semejante retiro? Pues
no tiene en su quinta de Liria otro mas agradable? Si en otro tiem
po quedó tan enamorado de él, con mayor razon le agradará ahora
que se halla en edad mas adecuada para dejarse embelesar de las
bellezas y atractivos de la naturaleza .
Poco trabajo le costó al hijo de la Coscolina hacermemudar de
opinion. Amigo mio , le dije, mas puedes tú que el padre dominico.
Veo, con efecto , que me será mejor volver a mi quinta , y a ello me de
cido. Volveremos á Liria luego que mi salud me permita ponerme
en camino, lo que no puede tardar mucho, pues ya estoy sin calen
tura , y en breve tiempo espero recobrarme del todo. Fuímonos Es
cipion y yo a Madrid , cuya vista no me alegró tanto comome ale
graba en otro tiempo. Sabiendo que era casi universal el horror
con que se oia el nombre de un ministro , cuya memoria me era tan
apreciable, no podia mirar esta villa con buen semblante , y así
solo me detuve en ella cinco ó seis dias, que necesitó Escipion para
disponer lo necesario á nuestra salida para Liria . Mientras él cui
daba de esto , yo me fui a ver con Caporis , que al punto me entre
gó mi legado en doblones efectivos. Lo mismo bice con los deposi
tarios de las encomiendas sobre las cuales yo tenia mis pensiones ;
concerté con ellos el modo de librarme los pagos ; en una palabra ,
dejé arreglados todos mis asuntos.
El dia antes de partir pregunté al bijo de la Coscolina sise babia
despedido de don Enrique. Si, señor , me respondió , y ambos nos
hemos separado esta mañana amistosamente : no obstante , él me
ha asegurado que sentia le dejase , pero , si él estaba contento con
migo, yo no lo estaba con él : no basta que el criado agrade al
amo, es menester tambien que el amoagrade al criado, de otra ma
nera se avienen mal; fuera de que, añadió don Enrique, no hace si
LIBRO DUODECIMO. 773
no un triste papel en la corte. Se le mira en ella con el mayor des
precio , en las calles todos le señalan con el dedo, y ninguno le lla
ma mos que el hijo de la genovesa . Vea usted ahora si para un
mozo de honra seria cosa de gusto servir a un amo desacreditado.
Salimos por último de Madrid al amanecer, y tomamos el cami
no de Cuenca . Iba ordenado el equipaje de la manera siguiente: mi
confidente y yo ibamos en una calesa de dos mulas, conducidas por
un calesero; seguian tres machos cargados de ropa y dinero, guia
dos por dos mozos de mulas ; tras de estos venian dos robustos la
cayos escogidos por Escipion, montados sobre dos mulas y comple
tamente armados. Los mozos llevaban por su parte sables, y el ca
lesero un par de pistolas en el arzon de la silla . Como éramos sie
te hombres , y los seis de mucho valor y gran resolucion, me puse
en camino alegremente, y sin el menor recelo de que me robasen
mi herencia . Al pasar por los pueblos se gallardeaban nuestros
machos y mulas haciendo resopar sus campanillas ; y los paisanos
se asomaban a las puertas para ver pasar nuestro acompañamien
to , que les parecia, cuando menos, el de algun grande que iba á
tomar posesion de un vireinato .
အ
CAPÍTULO XIII.
Vuelve' Gil Blas á su quinta : tiene el gusto de encontrar ya casadera á sú ahijada Serafina; y él mismo se
enamora de una señorita .
Quince dias tardé hasta Liria , porque no habia precision de ace
lerar las jornadas : solamente deseaba llegar con salud y descan
sado , lo que efectivamente conseguí . La primera vista de mi quin
ta me causó algunos pensamientos tristes, acordándome de mi An
tonia ; pero luego procuré desecharlos, divirtiendo la imaginacion á
cosas que me gustasen , lo que no fué difícil, porque, al cabo de
veinticinco años que habian pasado desde su muerte , estaba ya
muy mitigado el dolor de aquella pérdida.
Al punto que entré en la quinta vinieron presurosas á saludarme
Beatriz y su hija Serafina : despues de esto , el padre, la madre y
la hija se llenaron de abrazos con tantas demostraciones de alegría ,
que me encantaron . Luego que se desahogaron fijé la atencion en
mi ahijada, y dije : ¡ Es posible que sea esta aquella Serafina que
yo dejé en la cuna cuando me ausenté de Liria ! Pasmado estoy de
verla tan bella y tan crecida . Es menester que pensemos en casar
la . ¿Cómo así , querido padrino? exclamó mi ahijada sonrojándose
un poco al oir mis últimas palabras; zo bien me ha visto usted
cuando ya piensa en separarme de sí? No , hija mia , le respondi ,
no pretendemos separarte de nosotros dándote marido : queremos
que el que te busque consienta en vivir con nosotros.
Uno que tiene esa circunstancia , dijo entonces Beatriz , pretende a la
M
וייזן
}QUINTA
LE - A COLECA E PLIFIA
LIBRO DUODECIMO . 775
niña. Cierto hidalgo de un lugar inmediato vió á Serafina un dia en
misa en la iglesia del lugar , y quedó muy prendado de ella . Vino
despues á verme , declaróme su intencion , y pidió mi consentimien
to. Poco adelantaria usted , le respondí , aunque yo se le concedie
ra : Serafina depende de su padre y de su padrino , que son los
únicos que pueden disponer de su mano . Lo mas que puedo hacer
por usted es escribirles para informarles de su solicitud honrosa pa
ra mi hija. Con efecto, señores , prosiguió ella , esto iba á escribir
á ustedes ; mas ya que se hallan aquí , harán lo que mejor les pa
rezca .
Pero en suma , dijo Escipion , &qué carácter tiene ese hidalgo? Se
parece acaso a la mayor parte de los de su clase? ¿ Está envanecido
con su nobleza, y es insolente con los plebeyos? ¡ Oh ! lo que eso no,
respondió Beatriz. Es un mozo muy afable y atento con todos, so
bre ser bien parecido , y que aun no ha cumplido treinta años . Nos
haces, dije a Beatriz , un buen retrato de ese caballero ; ¿ cómo se
llama? Don Juan de Antella , respondió la mujer de Escipion . Há
poco tiempo que heredó á su padre, y vive en una hacienda propia ,
que solo dista una legua de aquí , en compañía de una señorita jó
776 GIL BLAS .
ven , hermana suya. Oi en otro tiempo , repuse yo , bablar de la fa
milia de ese hidalgo , que es una de las mas nobles del reino de
Valencia . Aprecio menos , exclamó Escipion , la hidalguía que las
buenas prendas ; y ese don Juan nos convendrá si es hombre de
bien . A lo menos esa fama tiene , dijo Serafina tomando parte en la
conversacion ; y los vecinos de Liria que le conocen , le ponderan
mucho . Cuando oí estas breves palabras á mi ahijada, me sonreí
mirando a su padre, el cual conoció por ellas, como yo , que aquel
galan no desagradaba a su hija.
Tardó poco el caballero en saber nuestra llegada, y dos dias des
pues vino á presentarse á nuestra quinta . Se nos acercó con buenos
modales ; y , lejos de que su presencia desmintiese el informe que
Beatriz nos habia dado , nos hizo formar mucho mayor concepto de
su mérito . Díjonos que como vecina venia á darnos la bien venida.
Recibimosle con la mayor atencion y agrado que nos fué posible ;
pero esta visita fué de pura urbanidad , pasándose toda en recípro
cos cumplimientos ; y don Juan , sin hablarnos una palabra de su
amor á Serafina, se retiró rogándonos solamente que le permitiéra
mos repetir sus visitas , para aprovecharse mejor de una vecindad
que juzgaba habia de serle muy gustosa . Despues que se fué nos
preguntó Beatriz qué tal nos parecia aquel hidalgo : le respondimos
que nos habia prendado , y que nos parecia que la fortuna no podia
ofrecer mejor colocacion á Serafina.
Al dia siguente despues de comer salí con el hijo de la Coscolina
para ir a pagar la visita que debíamos á don Juan . Tomamos el
camino de su lugar , guiados por un aldeano , que , despues de ha
ber caminado tres cuartos de legua , nos dijo : Aquella es la quinta
de don Juan de Antella . Recorrimos con la vista todos aquellos
campos, y estuvimos largo rato sin verla , hasta que llegando al
pié de un collado, la descubrimos en medio de un bosque, rodeada
de corpulentos árboles, cuya frondosidad y espesura la ocultaban á
la vista . Tenia un aspecto antiguo y deteriorado, que acreditaba
menos la opulencia que la nobleza de su dueño. Sin embargo,
cuando ya estuvimos dentro advertimos que el aseo y buen gusto
de los muebles recompensaba la caduca vejez del edificio .
Don Juan nos recibió en una sala decentemente adornada, en
donde nos presentó una señora, que nombró delante de nosotros su
hermana Dorotea , y que podia tener de diez y nueve a veinte años.
Estaba vestida de gala , como quien esperaba nuestra visita , cuida
LIBRO DUODÉCIMO . 777
dosa de parecernos bien ; y , presentándose á mi vista con todos
sus atractivos, hizo la misma impresion que Antonia , es decir , que
me quedé turbado ; pero supe disimular tanto, que ni el mismo
Escipion lo pudo advertir . Nuestra conversacion verso, como la del
dia anterior, sobre el contento mutuo que tendríamos de vernos al
gunas veces , y de vivir con la armonía de buenos vecinos. Don
Juan no tomó todavía en boca á Serafina , ni por nuestra parte se
dijo cosa alguna que le pudiese dar ocasion á declarar su amor ,
persuadidos de que en ese punto lo mejor era dejarle venir . Duran
te la conversacion echaba yo de cuando en cuando alguna ojeada
á Dorotea, sin embargo de simular mirarla lo menos que me era
posible ; y, cada vez que mis miradas se encontraban con las
suyas , eran estas otras tantas flechas con que me atravesa
ba el corazon . Confesaré con todo, por hacer recta justicia al obje
to amado, que no era una hermosura completa : aunque tenia la
tez muy blanca, y los labios mas encarnados que la rosa , su nariz
era un poco larga , y sus ojos pequeños ; pero , sin embargo, el
conjunto me embelesaba.
En suma , no salí de casa de Antella con el sosiego con que ha
bia entrado, y , al volverme á Liria con la imaginacion puesta en
Dorotea, no veia ni hablaba sino de ella . ¿Qué es esto , mi amo?
me dijo Escipion mirándome como suspenso : mucho le ocupa á us
ted la hermana de don Juan : ¿le habrá inspirado á usted amor ? Si ,
amigo, le respondí, y estoy corrido de ello . ¡ Oh , cielos ! Yo que
desde la muerte de Antonia he mirado mil hermosuras con indife
rencia , ¿ será posible que encuentre , á la edad en que que me ha
llo , una que me inflame sin que yo lo pueda resistir ? Señor, me
replicó el hijo de la Coscolina, parecíame á mí que debia usted ce
lebrar esa aventura , en vez de quejarse de ella : usted se halla to
davía en una edad en que nada tiene de ridículo abrasarse en una
amorosa llama, ni el tiempo ha maltratado tanto su semblante que
le haya quitado la esperanza de agradar. Créame usted , la prime
ra vez que vea a don Juan , pídale sin temor su hermana , seguro
de que no la podrá negar a un hombre de sus circunstancias. Fue
ra de que , aun cuando quisiese absolutamente casarla con algun
bidalgo, usted lo es , pues tiene su ejecutoria , que basta para su
posteridad. Despues que el tiempo haya echado a la tal ejecutoria
el espeso velo que cubre el origen de todas las familias, quiero de
cir, despues de cuatro ó cinco generaciones, la descendencia de los
Santillanas será de las mas ilustres ,
CAPÍTULO ÚLTIMO .
De las dos bodas que se celebraron en la quinta de Liria , con lo cual se da fin á la historia de Gil Blas
de Santillana .
Animóme tanto Escipion á declararme amante de Dorotea , que
ni siquiera me pasó por la imaginacion que me exponia á un desai
re . Con todo eso no me determiné á ello sin cierto recelo . Aunque
mi rostro disimulaba mucho mis años , y podia quitarme a lo menos
diez de los que tenia , sin miedo de no ser creido , no por eso deja
ba de dudar con fundamento que pudiera agradar a una mujer jó
ven y hermosa . Sin embargo, resolvi arriesgarme, y hacer la peti
cion la primera vez que viera á su hermano, el cual por su parte,
no teniendo seguridad de conseguir á mi ahijada, no estaba sin
zozobra .
Volvió á mi quinta al dia siguiente por la mañana, a tiempo que
acababa de vestirme. Señor de Santillana, me dijo, hoy vengo á
Liria a tratar con usted de un asunto muy serio . Hícele entrar en
mi despacho, y desde luego empezó a hablar sobre el particular.
Creo , me dijo, que no ignora usted el negocio que me trae . Yo
amo á Serafina : usted lo puede todo con su padre : suplicole favo
rezca mi pretension , disponiendo que consiga el objeto de mi amor :
deba
yo á usted la felicidad de mi vida . Señor don Juan , le respon
dí, ya que usted ha ido derechamente al asunto , no extrañe que yo
imite su ejemplo, y que , despues de haberle prometido mis buenos
LIBRO DUODECIMO . 779
oficios para con el padre de mi ahijada, implore los de usted para
con su hermana .
A estas últimas palabras don Juan dejó escapar un tierno suspi
ro , del cual inferi un agüero favorable. ¡ Es posible , señor , excla
mó prontamente , que Dorotea á la primera vista baya conquistado
vuestro corazon! Me ha encantado, le dije, y me tendré por el hom
bre mas dichoso del mundo si mi pretension agradase á uno y á
otro. De eso debe usted estar seguro , me replicó, pues , aunque so
mos nobles , no desdeñamos el enlace de usted . Me alegro , repuse
yo , que no tenga usted dificultad en admitir por cuñado á un plebe
yo : esto mismo me obliga a estimarle mas, porque es prueba de su
buen juicio; pero sepa usted que, aun cuando su vanidad le indujese
á no permitir que su hermana diera la mano á ninguno que no fuera
noble , todavía tenia yo con que contentar su presuncion. Veinte y
ochos años me he empleado en las oficinas del ministerio ; y el rey
para recompensar los servicios que hice al estado, me gratificó con
una ejecutoria de nobleza , que voy á enseñar á usted . Diciendo es
to , saqué la ejecutoria de un cajon, entreguésela al hidalgo , que la
leyó de cruz á fecha atentamente con la mayor satisfaccion. Está
muy buena , me dijo al devolvérmela : Dorotea es de usted .-Yus
ted, exclamé yo , cuente con Serafina .
1 Quedaron pues determinados de esta manera entre nosotros los
dos matrimonios, y solo restaba saber si las novias consentirian
gustosas : porque ni don Juan ni yo , igualmente delicados, preten
díamos conseguirlas contra su voluntad . Volvióse este bidalgo á su
quinta de Antella a participar mi pretension á su hermana , y yo
llamé á Escipion , Beatriz y mi ahijada para darles parte de la con
versacion que habia tenido con don Juan . Beatriz fué de dictámen
que se le admitiese por esposo sin vacilar, y Serafina dió á enten
der con su silencio que era del mismo parecer que su madre. No
fué de otro su padre; pero mostró alguna inquietud por el dote que
le parecia preciso dar , correspondiente a un bidalgo como aquel, y
cuya quinta tenia urgente necesidad de reparos . Tapé la boca á
Escipion diciéndole que eso me tocaba á mí , y que yo le daba cua
tro mil doblones de dote a mi abijada.
Faí á ver á don Juan aquella misma tarde. Vuestro asunto , le
dije, va a pedir de boca ; deseo que el mio no se halle en peor es
tado. Va que no puede ir mejor, me respondió, no he necesitado
emplear la autoridad para obtener el consentimiento de Dorotea .
780 GIL BLAS .
La persona de usted le contenta , y sus modales le agradan . Usted
recelaba no ser de su gusto , y ella teme con mas razon que, no
pudiendo ofrecerle mas que su corazon y su mano ... ¡ Qué mas
puedo desear ! exclamé fuera de mí de alegría. Una vez que la ama
ble Dorotea no tenga repugnancia a unir su suerte con la mia , na
da mas pido . Soy bastante rico para casarme con ella sin dote , y
con solo poseerla quedarán colmados todos mis deseos .
Don Juan y yo , completamente satisfechos de haber conducido
dichosamente las cosas a este estado, resolvimos excusar todas las
ceremonias superfluas, para acelerar cuanto antes nuestras bodas.
Dispuse que mi futuro cuñado se abocase con los padres de Serafi
na ; y , convenidos en las capitulaciones del matrimonio , se despidió
de nosotros, prometiendo volver al dia siguiente , acompañado de su
hermana Dorotea . El deseo de parecer bien á esta señorita me obli
gó a emplear lo menos tres horas largas en vestirme, engalanarme
y adonizarme, y ni aun así me pude reducir á estar contento de mi
figura. Para un mozalbete que se disponer a ir a ver a su querida,
esto es un recreo ; mas para un hombre que comienza a envejecer,
es una ocupacion . Con todo, fuí mas afortunado de lo que esperaba;
volví á ver a la hermana de don Juan , y ella me miró con semblan
te tan favorable, que todavía me presumí valer alguna cosa . Tuve
con ella una larga conversacion : quedé hechizado de su carácter y
de su juicio, y me persuadí de que con buen tratamiento y mucha
condescendencia podria llegar a ser un esposo querido . Lleno de
tan dulce esperanza , envié a buscar dos escribanos á Valencia , que
formalizaron la escritura matrimonial. Despues acudimos al cura de
Paterna, que vino á Liria , y nos casó á don Juan y á mí con nues
tras novias.
LIBRO DUODECIMO . 781
Encendi pues por la segunda vez la antorcha de bimeneo , y nud
ca tuve motivo para arrepentirme . Dorotea , como mujer virtuosa ,
no tenia mayor gusto que cumplir con su obligacion , y , como yo
procuraba adelantarme á llenar sus deseos , tardó poco en enamo
rarse de mí , como si yo estuviera en mi juventud . Por otra parte ,
en don Juan y en mi ahijada se encendió con igual viveza el amor
conyugal, y lo más singular fué, que las dos cuñadas contrajeron la
mas estrecha y sincera amistad . Por mi parte advertí en mi cuñado
tan buenas prendas , que le cobré un verdadero cariño, que no me
pagó con ingratitud. En fin, la union que reinaba entre nosotros
era tal, que , cuando teníamos que separarnos por la noche para
volvernos á reunir el dia siguiente, esta separacion no se verificaba
sin sentimiento ; lo que dió motivo á que ambas familias nos resol
viésemos á no formar mas que una sola , que tan pronto vivia en la
quinta de Liria como en la de Antella , á la cual para este efecto se
le hicieron grandes reparos con los doblones de S. E.
Tres años hace ya , amigo lector, que paso una vida deliciosa al
lado de personas tan queridas . Para colmo de mi dicha , el cielo se
ha dignado concederme dos hijos , de quienes creo prudentemente
ser padre, y cuya educacion va á ser el entretenimiento de mi
ancianidad .
SIN
99
ÍNDICE
Pag .
Prólogo d don Jerónimo Borao. . V
Declaracion de Lesage. 4
Una palabrita al lector. 3
LIBRO PRIMERO .
Capítulo 1. - Nacimiento de Gil Blas, y su educacion .. . 5
11. De lossustos que tuvo Gil Blas en el camino de Peñaflor, lo
que hizo cuando llegó allí, y lo que le sucedió con un hombre
que cenó con él . . 8
III.—-Dela tentacion que tuvo el arriero enel camino, enqué paró,
y cómo Gil Blas se estrelló contra Caribdis, queriendo evitar á
Scila .. 15
IV.- Descripcion de la cueva soterránea, y de lo que vió en ella Gii
Blas. 19
V. — De la llegada de otros ladrones al soterráneo, y de la conver
sacion que tuvieron entre sí.. 22
VI. — Del intento de escaparseGil Blas, y éxito de su tentativa.: 29
VII - De lo que hizo Gil Blas , no pudiendo hacer otra cosa .. 32
VIII. - Acompaña Gil Blas á los ladrones; qué empresa acomete en los
caminos reales. 35
IX . - Del serio lance que siguió a la aventura del fraile. 39
X. - De qué modo se portaron los bandoleros con la señora desma
yada. Gran proyecto de Gil Blas, y sus resultas. 42
XI. - 48
Xll.– Del modo poco gustosoconquefué interrumpida la conver
55
XI . -Por quécasualidad sale Gil Blas de la cárcel, y á dónde se en
caminó despues.. 59
XIV.- Recibimiento que le hizo en Burgos doña Mencía. 63
XV. - De qué modo se vistió Gil Blas; del nuevo regalo que le hizo la
señora; y del equipaje en que salió de Búrgos. 67
XVI. — Dondese ve que ningunodebe fiarse mucho de la prosperidad . 72
XVII .--- Partido que tomó Gil Blas de resultas del triste suceso de la
casa de posada.. 78
LIBRO SEGUNDO .
CAP . 1. - Entra Gil Blas por criado del licenciado Cedillo; estado en que
este se hallaba, y retrato de su ama .. 87
784 ÍNDICE .
II. -Qué remedios suministraron al canónigo habiendo empeorado
en su enfermedad; lo que resultó, y que dejó á Gil Blas en su
testamento . 93
119. -Entra Gil Blas a servir al doctor Sangredo, y se hace famoso
médico . 99
IV . – Prosigue Gil Blas ejerciendo la medicina con tanto acierto
como capacidad .Aventura de la sortija recobrada. 405
V .--- Prosigue la aventura de la sortija; deja Gil Blas la medicina, y
se ausenta de Valladolid..
VI. - Adónde se encamino Gil Blas despues que salió de Valladolia,
y qué especie de hombre se incorporó con él . 420
VII . - Historia del mancebillo barbero . 123
VIII. - Encuentro de Gil Blas y su compañero con un hombre que es
taba mojando mendrugos de pan en una fuente, y conversa
cion que con él tuvieron .. 143
IX . - Estado en que encontró Diego á sus parientes; y cómo Gil Blas
se separó de él despues de haber participado de ciertas diver
siones. 448
LIBRO TERCERO .
CAP . I.- Llegada de Gil Blas á Madrid , y primer amo a quien sirvió allí . 455
II .-De la admiracion que causó á Gil Blas el encuentro con el ca
pitan Rolando , y de las cosas curiosas que le contó aquel ban
dolero . 462
III . — Deja Gil Blas á don Bernardo de Castelblanco, y entra a servir
á un elegante . 168
IV . — Hace amistad Gil Blas con los criados de los elegantes; secreto
admirable que estos le enseñaron para lograr á poca costa la
fama de hombre agudo , y singular juramento que a instancia
de ellos hizo en una cena. 176
V. - Vese GilBlas de repente en lances de amor con una hermosa
desconocida .. 482
VI.—De la conversacion de algunos señores sobre los comediantes
del teatro del Principe . 190
VII . - Historia de don Pompeyo de Castro . 495
VIII.- Porqué accidente se ve precisado Gil Blas á buscar nuevo aco
modo . 202
IX . - Del amo a quien Gil Blas fué á servir despues de la muerte de
don Matías de Silva . 207
X.- Entra Gil Blas a servir de mayordomo en casa de Arsenia; in
formes que le da Laura de los comediantes .
XI. — Delmodo con que vivianentre si los comediantes , y cómo tra
taban a los autores de comedias .. 216
XII . -Toma Gil Blas inclinacion al teatro , entrégase enteramente a
los pasatiempos de la vida cómica , y dentro de poco se dis
gusta de ella .. 224
LIBRO CUARTO .
CAP . I. — No pudiendo Gil Blas acomodarse á las costumbres de los co
mediantes, se sale de casa de Arsenia, y halla mejor conve
piencia . 225
II. Cómo recibió Aurora'á Gil Blas, y la conversacion que con el
tuvo .. 234
III. — De la gran mutacion que sobrevino en casa de don Vicente, y
de la extraña determinacion que el amor hizo tomar a la bella
235
JV .-El casamiento por venganza . Novela..
v . - De lo que hizo doña Aurora de Guzman luego que llegó á sa
lamanca .. 265
VI . —De qué ardides se valió Aurora para que la amase don Luis
Pacheco.. 274
VII. — Muda GilBlas de acomodo, pasando á servir á don Gonzalo Pa
checo. 282
VIII.— Carácter de la marquesa de Chaves, y personas que ordina
riamente la visitaban . 292
IX. — Porqué incidenteGilBlas salió de casa de la marquesa de Cha
ves , y cuál fue su paradero. . 297
ÍNDICE. 785
X .-- Historia de don Alfonso y de la bella Serafina. 302
XI. -- Quién era el viejo ermitaño, y cómo conoció Gii Blas que se
hallaba entre amigos .. 344
LIBRO QUINTO .
CAP. 1. - Historia de don Rafael. 319
II.-De la conferencia que tuvieron don Rafael y sus oyentes, y de
Ta aventura que les sucedió al querer salir delbosque. 375
LIBRO SEXTO .
Cap. 1.- De lo que hicieron Gil Blas y sus compañeros despues que se
separaron del conde de Polan : del importante proyecto que
formó Ambrosio , y como se ejecutó .. 379
II.- De la resolucion que tomaron don Alfonso y Gil Blasdespues
de esta aventura .. 385
III. - Cómo don Alfonso se halla en el colmo de su alegría, y la
aventura por la cual se vió de repente Gil Blas en un estado
dichoso.. 389
LIBRO SEPTIMO .
CAP . 1.- De los amores de Gil Blas y la señora Lorenza Séfora .. 393
II. — De lo que sucedió á Gil Blas despues de dejar la casa de Leiva,
y de las felices consecuencias que tuvo el mal suceso de sus
amores. 400
II. - Llega Gil Blas á ser el privado del arzobispo de Granada, y ei
405
IV. — Dale un accidente deapoplejia al arzobispo. Del lance crítico
en que se halla Gil Blas, y del modo con que salió de él . .
V. - Partido que tomó Gil Blas despues que le despidió el arzobis
po : su casual encuentro con el licenciado García, y cómo le
manifestó este su agradecimiento .
VI.-- Va Gil Blas á ver representar a los cómicos de Granada: de la
admiracion que le causó el ver á una actriz, y de lo que le
pasó con ella. 447
VII.-- Historia de Laura . 423
VIII . -Del recibimiento que hicieron á Gil Blas los cómicos de Gra
nada, y de la persona a quien reconoció en el vestuario .. 434
IX . - Del hombre extraordinario con quien Gil Blas cenó aquella no
che, y de lo que pasó entre ellos. 437
X. - De la comision que el marqués de Marialba dió á Gil Blas, y
cómo la desempeñó este fiel secretario . 440
XI. - De la noticia que supo Gil Blas, y que fué un golpe mortal
para él. 443
XII . - Gil Blas se aloja en una posada de caballeros, en donde ad
quiere conocimiento con el capitan Chinchilla : qué clase de
hombre era este oficial, y qué negocio le habia llevado á Ma
446
XII . — Encuentra Gil Blas en la corte á sú querido amigo Fabricio, y
de la grande alegria que de ello recibieron . Adónde fueron los
dos, y de la curiosa conversacion que tuvieron . 453
XIV . – Fabricio coloca á Gil Blas en casa del condeGaliano, título de
Sicilia . 464
XV. - De los empleos que el conde Galiano dió en su casa á Gil Blas. 465
XVI. - Del accidente que acometió al mono del conde Galiano, y de
la pena que causó á este señor . Cómo Gil Blas cayó enfermo; y
cuáles fueron las resultas de su enfermedad .. 470
LIBRO OCTAVO .
CAP. 1. - Gil Blas adquiere un buen conocimiento , y logra un empleo
que le consuela de la ingratitud del conde Galiano. Historia de
don Valerio de Luna .. 477
II. - Presentan á Gil Blas al duque de Lerma, quien le admite por
uno de sus secretarios . Este ministro le señala el trabajo que
ha de hacer, y queda gustoso de él . 482
786 ÍNDICE.
III.-- Sabe Gil Blas que su empleo no deja de tener desazones. De la
inquietud que le causó esta nueva , y la conducta que se vió
obligado á guardar. 486
IV. - Gil Blas consigue elfavor del duque de Lerma , que le confia
un secreto de importancia. 490
V. - En el que se verá á Gil Blas lleno de gozo, de honra y de mi
seria... 493
VI. —Qué modo tuvo Gil Blas de dar a conocer su pobreza al duque
de Lerma , y cómo se portó con él este ministro. . 497
VII. — De lo bien que empleó sus mily quinientos ducados: del pri
mer negocio en que medió , y del proyecho que sacó de él . 502
VIII.-- Historia de don Rogerio de Řada.. 505
IX . - Por qué medios Gil Blas bizo en poco tiempo una gran fortu .
na, y de cómo tomó el aire de persona de importancia. 513
X. - Corrómpense enteramente las costumbres de Gil Blas en la
corte: del encargo que le dió el conde de Lemos , y de la in
triga en que este señor y él se metieron.. 520
XI.- De lavisita secreta,yde los regalos que el principe hizo a ca
527
XII. — Quién era Catalina : perplejidad de Gil Blas; su inquietud , y la
precaucion que tomó para tranquilizar su ánimo . 534
XII. - Sigue Gil Blas haciendo el papel de señor; tiene noticias de su
familia; impresion que le hicieron : se descompadra con Fa
bricio , 534
LIBRO NOVENO .
CAP. I. - Escipion quiere casar á Gil Blas , y le propone la hija de un
rico y famoso platero: de los pasos que se dieron a este fin . : 539
II. - Por qué casualidad se acordo Gil Blas de don Alfonso de Lei
va , y del servicio que le hizo . 543
III. -De los preparativosque se hicieron para el casamiento de Gii
Blas , y del grande acontecimiento que los inutilizó . 546
IV . -De qué modo fue tratado Gil Blas en la torre de Segovia, y de
cómo supo la causa de su prision . 548
V. — De lo que reflexionó antes de dormirse , y del ruido que le
desperto .. 552
VI.- Historia de don Gaston de cogollos, y de doña Elena de Ga
listeo . 556
VII.- Escipion va a la torre de Segovia á ver á Ġil Blas , y le da mu
chas noticias . , 570
VIII. - Del primer viaje que hizo Escipion á Madrid, cuál fué el mo
tivo y éxito de él . Dale á Gil Blas una enfermedad, y resultas
que tuvo, 573
IX . - Escipion vuelve a Madrid ; cómo y con qué condiciones al
canzó la libertad de Gil Blas ; adónde fueron los dos despues
de haber salido de la torre de Segovia , y conversacion que tu
vieron. 577
X -De lo que hicieron al llegar a Madrid; á quién encontró Gii
Blas en la calle, y de lo que siguió á este encuentro. . 580
LIBRO DECIMO.
CAP. I. - Sale Gil Blas para Asturias, y pasa por Valladolid , donde vi
sita á su amo antiguo el doctor Sangredo , y se encuentra ca
sualmente con el señor Manuel Ordóñez , administrador del
hospital 585
II.— Prosigue Gil Blas su viaje, y llega felizmente á Oviedo: en qué
estado halla á su familia; muerte de su padre , y sus conse
cuencias.. 592
III. — Toma Gil Blas el camino de Valencia, y llega en fin á Liria ;
descripcion de su quinta ; cómo fue recibido en ella , y qué gen
tes encontró allí.. 599
IV . - Marcha Gil Blas á Valencia, y visita los señores de Leiva; de la
conversacion que tuvo con ellos , y de la buena acogida que le
hizo doña Serafina. 604
V. - Va Gil Blas á la comedia , y ve representar una tragedia nue
va : qué éxito tuvo la pieza . Carácter del pueblo de Valencia. . 608
ÍNDICE . 787
VI. ---Gil Blas , paseándose por las calles de Valencia, encuentra á
un religioso, a quien le parece conocer : qué hombre era este
religioso .. 642
VII. - GilBlas se restituye a su quinta de Liria; de la noticia agrada
ble que Escipion le dió, y de la reforma que hicieron en su fa
milia .. 648
VIII. - Amores de Gil Blas y de la bella Antonia.. 621
IX.- Casamiento de Gil Blas y la bella Antonia: aparato con que se
hizo ; qué personas asistieron a él, y fiestas con que se celebró. 626
X. - Lo que sucedió despues de la boda deGil Blas y de la bella An
tonia . Principio de la historia de Escipion . 634
XI.-- Prosigue la historia de Escipion . 650
XII. - Fin de la historia de Escipion . 660
LIBRO UNDECIMO .
CAP. I. -De cómo Gil Blas tuvo la mayor alegría que habia experimen
tado en su vida , y del funesto accidente que la turbó. Muta
ciones sobrevenidas en la corte, que fueron causa de que San
tillana volviese á ella. 675
II . - Marcha Gil Blas á Madrid, déjase ver en la corte, reconócele ei
rey , recomiendale á su primer ministro, y efectos de esta re
680
III. — Del motivo que tuvo Gil Blas para no poner por obra el pen
samiento de dejar la corte, y del importante servicio que le
hizo José Navarro . 685
IV . - Logra Gil Blas el afecto y confianza del conde de Olivares. 688
V. - Conversacion secreta que tuvo Gil Blas con Navarro, y pri
mera cosa en que le ocupó el conde de Olivares .. 694
VI .-En qué invirtió estos trescientos doblones, y comision quedió
á Escipion. Resultado de la memoria de que acaba de ha
blarse . 696
VII.— Por qué casualidad, en dónde, y en qué estado volvió a en
contrar Gil Blas á sú amigo Fabricio; y conversacion que tu
vieron . 700
VIII. — Gil Blas se granjea cada dia mas el afecto del ministro; vuelve
Escipion á Madrid, y relacion que hace a Santillana de su viaje. 704
IX . - Cómo, y con quién casó el conde -duque a su hija única, y los
sinsabores que produjo este matrimonio .. 707
X. — Encuentra Gil Blas casualmente al poeta Nuñez: refierele este
que se representa una tragedia suya en el teatro del Principe:
desgraciado éxito que tuvo; y efecto favorable que le produjo
esta desgracia . 710
XI. — Consigue Santillana un empleo para Escipion, el cual se em
barca para Nueva España.
XII. - Llega a Madrid don Alfonso de Leiva: motivo de su viaje: grave
afliccion de Gil Blas; y alegría que le siguió. .
XMI. — Encuentra Gil Blas en palacio á don Gaston de Cogollos, y á
don Andrés de Tordesillas : adónde fueron todos tres: fin de la
historia de don Gaston y doña Elena de Galisteo : qué servicio
hizo Santillana á Tordesillas.. 724
XIV . — Va Santillana a casa del poeta Nuñez , qué personas encontró
en ella: y qué conversacion tuvieron allí. 728
LIBRO DUODECIMO.
Cap. 1. - Envia el ministro á Gil Blas: motivo y éxito de su viaje. 734
II.- Da Santillana cuenta de su comision al ministro , quien le en
carga el cuidado de hacer que venga Lucrecia á Madrid: de la
llegada de esta actriz , y de su primera representacion en la
corte. 739
III. - Logra Lucrecia mucha celebridad en la corte: representa de
lante del rey , que se enamora de ella; y resultas de estos
amores . . 742
IV . – Nuevo empleo que confirió el ministro a Santillana. : 747
V. -Esreconocido auténticamente elhijo de la genovesa bajo ei
nombre de don Enrique Felipe de Guzman: establece Santi
llana la casa de este señor, y le proporciona toda clase de
maestros. 780
788 indice.
VI. - Vuelve Escipion de Nueva España: acomodale Gil Blas en casa
de don Enrique : estudios de este señorito: honores que se le
confieren, y con qué señora le casa el conde-duque; cómo á
Gil Blas se le hizo noble con repugnancia suya . 753
VII. - Gil Blas vuelve a encontrar casualmente á Fabricio : última
conversacion que ambos tuvieron ; y consejo importante que
Nuñez dió á Santillana . 766
VIII. — Descubre Gil Blas ser cierto el aviso que le dió Fabricio : hace
el rey un viaje a Zaragoza. 759
IX -- De la rebelion de Portugal, y caidadel conde-duque. 762
X. - Cuidados que por el pronto inquietaron al conde -duque: si
guese á ellos un dichoso sosiego: método de vida que entabló
en su retiro.. 765
XI . —El conde-duque se pone repentinamente triste y pensativo:
motivo extraordinario de su tristeza ; y rescłtado fatal que
tuvo.. 768
XI. — Lo que pasó en el palacio de Loeches despues de la muerte
del conde -duque , y partido que tomó Santillana.. 774
XIII . - Vuelve Gil Blas a su quinta: tiene el gusto de encontrar casa
dera á su ahijada Serafina; y él mismo se enamora de una se
ñorita .
Capítulo ÚLTIMO.-De las dos bodas que se celebraron en la quinta de
Liria, con lo cual se da fin à la historia de Gil Blas de Santi
llana.. 778
PAUTA
PARA LA COLOCACION DE LAS LÁMINAS.
Págs.
Gil Blas se ve forzado á dar una limosna . .. 8
Ardid de que se vale Gil Blas para evadirse de la cueva de los ladrones. 45
Primer amo a quien sirvió Gil Blas .. . 90
Recobra Gil Blas la sortija que le robó Camila . .
Encuentro de Diego de la Fuente con su tio al llegar á Olmedo . 149
El duque de Meidala haciendo apalear a don Pompeyo . 497
Cree Gil Blas ser el amante de Aurora . . 231
Culpa el rey á Sifredo la muerte de Blanca y su esposo el condestable . 263
Don Alfonso refiere su historia al fingido ermitaño .. 302
Compra don Rafael dos esclavas. 347
El conde de Polan presenta su hija á don Alfonso . 394
Gil Blas en compañía del hombre misterioso. 438
Gil Blas lee en presencia del rey . 494
Gil Blas en la torre de Segovia 554
Muerte del padre de Gil Blas . 593
Bodas de Gil Blas y de la bella Antonia .. 627
Arrepiéntese Gaspar al ver que su padre ha descubierto su trama 658
Gil Blas presenta don Alfonso al primer ministro . 719
Auto de fe.. . 732
Llega Gil Blas a la quinta de Liria. . 776
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BIBLIOTECA DE CATALUNYA
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