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Brigido Cap 3 Agencias de Socializacion

El documento aborda el proceso de socialización y las agencias que lo facilitan, destacando la familia, la escuela y la iglesia como las más influyentes. Se enfatiza que la socialización se produce a través de interacciones en estas agencias, aunque pueden existir contradicciones en los valores que transmiten. Además, se analiza cómo la estructura familiar, el contexto social y las sanciones utilizadas impactan en el aprendizaje de comportamientos y valores en los individuos.

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Brigido Cap 3 Agencias de Socializacion

El documento aborda el proceso de socialización y las agencias que lo facilitan, destacando la familia, la escuela y la iglesia como las más influyentes. Se enfatiza que la socialización se produce a través de interacciones en estas agencias, aunque pueden existir contradicciones en los valores que transmiten. Además, se analiza cómo la estructura familiar, el contexto social y las sanciones utilizadas impactan en el aprendizaje de comportamientos y valores en los individuos.

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A N A M A R Í A B R I G I D O

actores sociales realizan una obra intersubjetiva de puesta en orden del


mundo y de incesante construcción-reconstrucción de este mundo. Nos
enseña que lo social procede, primero, de la cognición, sólo después de lo
normativo. Formar parte de la sociedad significa compartir su ‘saber’, es
decir, convivir con su orden”.12

5. Las agencias de socialización


Se denominan agencias de socialización a todos los grupos o unida-
des sociales en el seno de los cuales se produce el proceso de socialización.
En un sentido general, entonces, todas las formaciones sociales en las cua-
les el individuo participa constituyen agencias de socialización, puesto que
estamos hablando de un proceso general que se produce cada vez que tie-
ne lugar un proceso de interacción. Aquí no vamos a considerar todas esas
posibilidades; nos vamos a ocupar solamente de aquellas formaciones so-
ciales a las cuales la sociología les atribuye un papel preponderante en la
transmisión de pautas culturales: la familia, la escuela, la iglesia, los gru-
pos de pares y los medios de comunicación de masas. Teniendo en cuenta
la distinción que hicimos antes entre proceso de educación y proceso de
socialización, podríamos decir que, si bien todas ellas son agencias de so-
cialización (transmiten de manera latente las pautas culturales), únicamente
la escuela, la familia y la iglesia son, también, agencias de educación (cum-
plen idéntica tarea, pero de manera explícita y con objetivos definidos). En
uno y otro caso dejamos de lado la multiplicidad de organizaciones de
distintos tipos (recreativas, solidarias, vecinales, profesionales, etc.) en las
cuales un individuo puede participar. Todas ellas contribuyen a que éste
amplíe su campo de experiencia social, adquiera mayor independencia, y
con ello, a que madure socialmente.
Es importante advertir que hoy todas las agencias de socialización
no actúan en la misma dirección, es decir, los significados (normas, pautas,
valores, etc.) que intentan inculcar pueden ser contradictorios entre sí. Esto
da lugar a lo que Van Haecht (1999) llama ‘socialización en pedazos’. En
esta socialización, la articulación entre la legitimación de los significados y
la legitimidad de las agencias que los transmiten se vuelve cada vez más
problemática. Esto es particularmente válido para el caso de la escuela,
que es la que tiene a su cargo la mayor parte de la educación, es decir, la
socialización programada, en el sentido de que se trata de la organización
institucionalizada de la asimilación de los niños a la sociedad global, a la
familia y a los grupos a los que éstos van a pertenecer. En un momento en
el que su acción es cuestionada desde diferentes ámbitos, sobre todo desde
el de la producción económica, que le reprocha su ineficacia para satisfacer
sus demandas, la escuela se ve vigorosamente invitada a reprecisar sus
expectativas y sus principios de valoración, dice Van Haecht (1999).
12
Van Haecht 1999, pág. 123.

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SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

5.1. La familia
A pesar de los cambios que ha sufrido la estructura de la familia en
los últimos tiempos (virtual desaparición de la familia ampliada, al menos
en las zonas urbanas, disminución del número de miembros de la familia
nuclear, familias uniparentales y, más recientemente, familias constitui-
das por parejas del mismo sexo dispuestas a adoptar hijos), y el debilita-
miento, cuando no el abandono, de algunas de sus funciones, la familia
sigue siendo una de las agencias de socialización más importantes, si no la
fundamental, con que cuenta la sociedad. Esto es así porque la familia, por
sus características como formación social, reúne las condiciones ideales
para llevar a cabo esa tarea. Veamos cuáles son esas condiciones.
 Es la primera estructura social en la cual el niño participa. En la
mayoría de los casos, éste nace en el seno de una familia y perma-
nece en ella de manera casi excluyente por varios años. Las condi-
ciones de la vida moderna han determinado un cambio en esta pau-
ta, ya que el niño es llevado tempranamente a las guarderías o los
jardines maternales, pero estas instituciones todavía no se presen-
tan como un sustituto de la familia. En ésta se satisfacen las necesi-
dades básicas del niño, sean ellas físicas, psíquicas o sociales. El
proceso de socialización primaria que, como hemos visto, juega un
papel fundamental en la vida del individuo, se desarrolla funda-
mentalmente en la familia. Este proceso comienza en el momento
en que el bebé nace (algunos afirman que comienza aún antes, du-
rante su vida intrauterina); entonces se inicia su proceso de apren-
dizaje de las pautas sociales y, junto a ello, el desarrollo de su iden-
tidad psicológica y social. Todas las actividades dirigidas al cuida-
do del bebé, al tiempo que satisfacen sus necesidades primarias, le
proporcionan el contacto humano imprescindible para su desarro-
llo como persona. La investigación empírica demuestra que si sus
necesidades biológicas son satisfechas pronta y adecuadamente,
acompañadas de una actitud emocional positiva, el niño tiene más
probabilidad de desarrollar una visión del mundo como un lugar
confortable y seguro. El trato que recibe de familiares cercanos in-
fluye en la percepción que el niño tiene de sí mismo y en el desarro-
llo de una personalidad más o menos segura, más o menos inde-
pendiente, etc. Por otra parte, el tipo de atención que recibe (fre-
cuencia con que es alimentado, higienizado, condiciones en que
descansa, etc.) va conformando las necesidades que experimenta y
la forma en que las puede satisfacer (sentirá apetito cada determi-
nada cantidad de horas, rechazará ciertos alimentos y aceptará otros,
lo perturbarán ciertos ruidos y no le molestarán otros, etc.). Todas
estas experiencias tienen consecuencias sociales: implican la crea-
ción de hábitos de comportamiento, de actitudes frente al mundo
circundante, de valoraciones, sentimientos, etc., que incidirán de
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A N A M A R Í A B R I G I D O

manera decisiva en su vida futura.


 La relaciones entre los miembros de la familia son relaciones pri-
marias y se fundan en fuertes lazos afectivos; ambas condiciones
son fundamentales para asegurar la eficacia del proceso de sociali-
zación primaria. Las relaciones cara a cara permiten observar en
forma directa el comportamiento del niño, evaluar sus progresos
(o retrocesos) en el aprendizaje e introducir los ajustes que sean
necesarios. Hay múltiples oportunidades durante el día para que
los miembros de la familia se corrijan entre sí o refuercen las con-
ductas que consideran adecuadas. Por su parte, los lazos emocio-
nales que generalmente existen entre ellos determinan que la san-
ción del comportamiento (positiva o negativa) sea realmente signi-
ficativa para el individuo (al niño no le resulta indiferente el casti-
go o la aprobación de sus padres o sus hermanos), la recibe como
algo natural. Los maestros pueden comprobar en su experiencia
diaria la diferencia que hay entre el comportamiento de niños que
conocen los límites, porque los han aprendido en su familia casi sin
inadvertirlo, y aquellos que no han realizado ese aprendizaje y de-
ben enfrentar límites impuestos por otros de manera compulsiva y
sin mayores contemplaciones afectivas.
 Hay un factor práctico que determina el papel preponderante de la
familia como agencia de socialización: es el lugar donde el niño,
durante varios años, pasa la mayor parte de su tiempo. La conti-
nuidad y durabilidad de los contactos crean las condiciones para la
habituación de los comportamientos. Por un tiempo relativamente
prolongado es el único mundo que existe para el niño, no puede
compararlo con otros, es para él la realidad por excelencia.
 Un factor de orden psicológico también aporta lo suyo para hacer
de la familia una eficaz agencia de socialización: los hijos son una
prolongación biológica y social de los padres. Es natural que éstos
estén especialmente motivados para trasmitir un conjunto de valo-
res, actitudes y pautas de comportamiento que consideran válidas
y beneficiosas para su prole.
El proceso de socialización en el seno de la familia apunta al logro de
aprendizajes que tienen gran relevancia desde la perspectiva sociológica,
entre ellos, el autocontrol, la orientación valorativa y las conductas de rol.
El control sobre sí mismo es imprescindible para vivir en sociedad.
La vida de relación nos exige continuamente frenar nuestros impulsos y
producir la conducta apropiada según la situación de que se trate. Pode-
mos hablar de tres tipos fundamentales de autocontrol: físico (el control de
esfínteres, entre ellos), emocional (evitar las respuestas agresivas o violen-
tas, por ejemplo) y aquel que implica diferir las gratificaciones inmediatas
para obtener recompensas o bienes futuros. En todos los casos la familia
desempeña un papel de primer orden, ya que se presenta como el ámbito

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SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

adecuado para llevar a cabo estos aprendizajes de manera ‘natural’ y en el


momento oportuno.
Con relación a las orientaciones de valor, hay serias razones para
pensar que éstas se adquieren en los primeros años de vida. Esta adquisi-
ción se lleva a cabo a través de las conductas concretas de los miembros de
la familia, fundamentalmente de los padres. En este sentido importa más
lo que ellos hacen que lo que ellos dicen; la falta de coherencia entre la
acción y el discurso determina la pérdida de legitimidad de los valores que
se pretenden inculcar y, por lo tanto, su no incorporación por parte del
individuo. La conducta se orienta por valores, aunque habitualmente no
resulte fácil establecer la vinculación que hay entre las dos cosas. En las
sociedades modernas la familia enfrenta serias dificultades para la trans-
misión de valores, en primer lugar, porque el pluralismo propio de estas
sociedades supone la coexistencia de una multiplicidad de sistemas de valor
no siempre compatibles entre sí, y en segundo término, porque los valores
que la familia pretende inculcar pueden ser contrarios a los que transmi-
ten otras agencias de socialización, entre ellas los medios de comunicación
de masas, fundamentalmente la TV.
Las conductas de rol más elementales se adquieren en la familia. Poco
a poco el niño aprende cuál es el comportamiento que debe tener como
hijo/a, como hermano/a, etc., y a esperar la conducta recíproca de aque-
llos con los cuales interactúa. Su madre y su padre sirven, inevitablemen-
te, como puntos de referencia para el aprendizaje de los roles correspon-
dientes. Las pautas pueden variar de familia a familia, de sociedad a socie-
dad, pero en todos los casos los padres constituyen verdaderos modelos
de conducta que el niño incorpora sin darse cuenta y que ellos le trasmiten
sin proponérselo de manera explícita y programada. A medida que parti-
cipa en otras estructuras sociales, el niño podrá ir comparando esas pautas
con las de otros niños como él y ampliando el espectro de sus expectativas
sociales.
Un aspecto fundamental de las conductas de rol tiene que ver con el
sexo/género. Desde muy temprano niños y niñas reciben en su familia un
trato diferencial que se advierte hasta en las cosas aparentemente menos
importantes, como es la vestimenta. Actualmente se sostiene que el sexo
remite a diferencias biológicas de orden natural, mientras que el género se
refiere a los aspectos sociales adscriptos a las diferencias sexuales (Macionis
y Plummer, 2000). Dada esta definición, es obvio que los sociólogos prefie-
ren utilizar el concepto de género, y dejar el de sexo para los biólogos. Las
interpretaciones de lo que es masculino y femenino varían de una socie-
dad a otra; se trata de diferencias culturales, no ‘naturales’, por lo tanto, las
pautas de socialización que conducen a ser hombre o mujer en las distintas
culturas dependen de esa interpretación, que es, en definitiva, una cons-
trucción social. El análisis de la socialización de género es relativamente
reciente y no disponemos de mucha evidencia empírica sobre esto. Lo cier-

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to es que la discusión sobre las diferencias de género está instalada y tiene


connotaciones que van más allá del plano puramente sociológico.
Un aspecto insoslayable en el análisis de la familia como agencia de
socialización es el de su posición en el sistema de estratificación social. Si
bien el status social de una persona puede variar en el curso de su vida, la
ubicación inicial viene dada por la familia. Todos somos socializados en
las pautas propias del estrato social de nuestras respectivas familias. Las
conductas, actitudes, valoraciones, etc., incluso el lenguaje, de un niño de
clase alta son muy diferentes a los del niño de clase obrera. Además, cada
uno de nosotros se identifica a sí mismo como miembro de un estrato so-
cial determinado. De esta manera, el origen social no sólo condiciona la
forma en que somos socializados, sino que prolonga su influencia durante
toda la vida y constituye uno de los determinantes fundamentales de nues-
tras oportunidades futuras13 .
Además del estrato social, existen otras variables que condicionan el
proceso de socialización en la familia que es necesario tener en cuenta. a)
El número de miembros que la componen. Esto incide en la complejidad
del sistema de interacción, más que en el tipo de pautas y valores que se
trasmiten. Si una familia cuenta solamente con tres miembros, el niño no
aprenderá a comportarse como hermano, simplemente porque no los tie-
ne. b) La zona rural o urbana en que reside. Los comportamientos de un
niño del campo son totalmente diferentes a los del niño de la ciudad. El
tipo de tareas que se desarrollan en la zona rural, las condiciones de vida,
las oportunidades de entrar en contacto con otros, de acceder a diferentes
tipos de información, etc., determinan expectativas y formas de comporta-
miento, actitudes y valores completamente diferentes a los de la ciudad. c)
La religión (o la ausencia de religión) que profesa el grupo familiar. Esto
incide directamente en el tipo de valores que se privilegian y que se pre-
tende trasmitir a los niños.
Otro aspecto a considerar en la socialización es que, para que exista
un verdadero aprendizaje de las pautas de comportamiento que se consi-
deran adecuados, es necesario acudir al uso de una amplia gama de san-
ciones positivas y negativas (premios y castigos) dirigidos a reforzar las
respuestas correctas y desalentar las que se consideran incorrectas o
inapropiadas. La elección del tipo de sanciones que se emplean para refor-
zar la conducta correcta está condicionada por el estrato social al que per-
tenece la familia. En algunos se privilegian los castigos corporales, en otros
priman las amenazas de orden afectivo. Los premios, por su parte, pue-
den ir desde la simple aprobación con un gesto o una palabra, hasta el

13
En La miseria del mundo , Bourdieu (1999) da cuenta de los problemas que plantea la convivenci a de
individuos que han sido socializados de acuerdo a pautas muy diferentes y las dificultades que cada
uno de ellos debe enfrentar en su lucha cotidiana por la supervivencia en un contexto social
signado por la pobreza, la marginalidad y la falta de oportunidades, sobre todo para los más
jóvenes.

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SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

regalo de un objeto costoso. Para que las sanciones sean efectivas deben
ser significativas para el que las recibe. Recibir un premio, o un castigo,
permite al niño ir comprendiendo paulatinamente cuándo su comporta-
miento es el adecuado y qué se espera de él en determinadas circunstan-
cias. Es necesario que los agentes socializadores sean coherentes en esto. Si
un niño es sancionado negativamente cada vez que se dispone a comer sin
lavarse las manos, es muy probable que, con el tiempo, adquiera el hábito
de lavarse antes de sentarse a la mesa. Pero si a veces se lo reprende y otras
se lo deja pasar como algo que carece de importancia, la norma perderá
significación para él y no la incorporará como parte de su personalidad.

5.2. La escuela
Considerando la distinción que hicimos entre socialización y educa-
ción, es claro que la escuela, como la familia, es una agencia de socializa-
ción y de educación. La escuela constituye una organización especializa-
da, encargada de trasmitir la herencia cultural de la sociedad. Habilita a
las nuevas generaciones para aprovechar las experiencias y los descubri-
mientos realizados por otros durante años de trabajo y las prepara para
desempeñarse como miembros útiles a la sociedad. En las sociedades mo-
dernas, técnicamente avanzadas y con gran división del trabajo, la escuela
es fundamental. En ellas la vida escolar de los individuos se prolonga por
mucho tiempo (entre doce y quince años, y a veces más), parte del cual
corresponde a la escolaridad obligatoria. Se estima que ese es el tiempo
generalmente necesario para adquirir las destrezas básicas requeridas por
este tipo de sociedades. La tendencia actual es que el vínculo de las perso-
nas con la escuela sea permanente, al margen de la edad de cada uno. Hoy
no cabe duda de que quienes no tienen la oportunidad de participar en la
estructura escolar están condenados inevitablemente a la marginalidad
social.
Al mismo tiempo que educa, la escuela trasmite de manera latente
un conjunto de normas, actitudes y valores que hacen del individuo una
persona social más compleja y lo preparan para adaptarse a la vida social.
Los pedagogos y algunos sociólogos denominan curriculum oculto a este
conjunto de influencias no explícitas de la escuela. En tanto organización,
la escuela, a diferencia de la familia, está formalmente estructurada, se rige
por normas contenidas en reglamentos y disposiciones oficiales, y posee
una clara jerarquía de autoridad. En un contexto de este tipo, dos son los
principales tipos de aprendizaje a que conduce la socialización escolar: las
nuevas conductas de rol y el ajuste a las reglas impersonales y la autoridad
formal.
Las nuevas conductas de rol que se adquieren en la escuela están
más orientadas hacia la sociedad global que aquellas que el niño tuvo opor-
tunidad de ejercitar en el ámbito más restringido de la vida familiar. En la

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A N A M A R Í A B R I G I D O

escuela actúa como compañero, como alumno, como miembro de un gru-


po de trabajo, eventualmente como líder, etc. El aprendizaje de estas nue-
vas conductas le permitirán ir comprendiendo cuáles son las reglas que
rigen los comportamientos en la sociedad. Comprenderá también el signi-
ficado de las normas formales y su importancia para la convivencia. De
hecho, en la evaluación que la escuela hace del niño se tienen en cuenta
tópicos como los siguientes: disciplina, que implica el grado en que el alum-
no obedece las reglas de la escuela y las directivas de los superiores; urba-
nidad, que se refiere generalmente a la relación que establece con sus com-
pañeros, su capacidad para trabajar y jugar junto a otros niños, etc.; el aseo,
que indica el cuidado que el niño tiene por su aspecto físico y el respeto
por las normas de higiene básicas. Son conocidas las dificultades que en-
frenta hoy la escuela para transmitir este tipo de pautas, sobre todo en
contextos de pobreza y marginalidad social, donde, por lo general, las con-
ductas que legitima la escuela son muy diferentes de aquellas que sostiene
la familia, y lo que ella ofrece no es valorado ni responde a las expectativas
de sus destinatarios.
Como ámbito para el aprendizaje del ajuste a las reglas impersonales
y la autoridad formal, la escuela es insustituible. En la familia el niño apren-
de que debe obedecer y respetar a sus padres, y comprende que ellos tie-
nen autoridad sobre él. Pero la naturaleza de la relación padres-hijo es,
básicamente, personal y emocional. El niño obedece a sus padres porque
los ama y reconoce fácilmente que depende de ellos. En la escuela, en cam-
bio, se trata de obedecer ‘las reglas’, más que responder a las demandas de
una persona concreta. La relación personal con el maestro es solamente un
aspecto de su relación con una organización impersonal que exige respeto
y obediencia.
Gracias a la forma en que están estructuradas, las funciones que le
asigna la sociedad y el tipo de actividades que tienen programadas, las
escuelas reúnen las condiciones necesarias para facilitar, de manera no
explícita, cierto tipo de aprendizajes que exceden el plano cognoscitivo.
Veamos algunos de ellos.
En primer lugar, la escuela es la encargada de transmitir un conjunto
de contenidos que forman parte del curriculum oficial. La tarea del maestro
consiste, precisamente, en llevar a cabo esa transmisión, pero al mismo
tiempo, y generalmente sin proponérselo de manera consciente, el maes-
tro inculca otro tipo de contenidos que tienen que ver con la regulación de
la conducta: normas, actitudes y valores. Esto ocurre, necesariamente, por-
que cada maestro tiene su propia manera de presentar los contenidos del
programa, de acuerdo a su idiosincrasia particular y la forma en que ha
definido la situación. El lenguaje, los gestos, los modales, etc., del maestro,
tanto como la forma en que trata a los niños, los ejemplos que utiliza para
ilustrar un tema, los comentarios que realiza frente a determinadas reac-
ciones de sus alumnos o respecto de los contenidos del programa, en sín-

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SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

tesis, todas sus conductas, reflejan el grupo social al que pertenece y las
pautas en las que él mismo ha sido socializado. En definitiva, aun cuando
no se lo proponga de manera explícita y tampoco sea consciente de ello,
está llevando a cabo una tarea de inculcación que responde a su propia
concepción del mundo y a sus actitudes frente a la vida.
En segundo lugar, en la escuela se organizan con frecuencia distin-
tos grupos de trabajo. En estos grupos los niños tienen la posibilidad de
ejercer diferentes roles y desarrollar habilidades sociales básicas, como el
manejo de conflictos, la coordinación de tareas, el respeto por el trabajo del
otro, la tolerancia frente a posiciones diferentes a la suya. Las actividades
de estos grupos son un eficaz medio de socialización, por dos motivos im-
portantes: i) Exigen a sus participantes el desarrollo de habilidades que les
serán indispensables para resolver los problemas de relación que se pre-
sentan en la vida cotidiana (aprenden a intercambiar puntos de vista, es-
cuchar las opiniones de los otros y tomarlas en cuenta, actuar conjunta y
cooperativamente, discutir, defender la posición propia, tomar decisiones,
etc.). ii) Por tratarse de grupos conformados por pares, se disfrutan por sí
mismos, los errores no son sancionados de manera severa y ponen en fun-
cionamiento técnicas de interacción que el niño utilizará durante el resto
de su vida. El maestro puede manipular estos grupos para aumentar las
oportunidades de aprendizaje y facilitar la interacción social.
En tercer lugar, la actuación del personal de la escuela provee al niño
de nuevos modelos de rol: maestro, director, preceptor, etc. La influencia
de estos actores sobre el niño se ejerce de diferentes formas y abarca un
amplio espectro de conductas, que pueden ir desde el modo de hablar y
vestir, hasta la formación de valores y creencias básicas. En la relación
maestro-alumno tienen importancia muchos factores: el interés que de-
muestra el maestro por el niño, sus cualidades generales de liderazgo, la
manera con que explota las oportunidades que su posición le brinda para
exigir respeto y obediencia, etc. El maestro se constituye con frecuencia,
sobre todo durante los primeros años de escolaridad, en ‘otro significante’
para el niño, con todo lo que esto implica desde el punto de vista de su
desarrollo como ser social.
Otra forma mediante la cual la escuela transmite modelos de rol es a
través de los contenidos del programa oficial. Es el caso de los héroes na-
cionales, los próceres de la patria o cualquier otro personaje que se presen-
te al niño como dotado de cualidades especiales y que son dignas de ser
imitadas. Su influencia en tanto modelos depende de muchos factores: la
concepción que el propio maestro tiene acerca de esos personajes, la cohe-
rencia que haya entre los valores y cualidades que ellos encarnan y los
correspondientes a otros modelos de rol que otros agentes de socialización
presentan al niño, como pueden ser los héroes y personajes que aparecen
en los medios de comunicación de masas.
En cuarto lugar, la escuela utiliza una amplia gama de recompensas

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y castigos para reforzar la conducta apropiada. Es allí donde el niño se


enfrenta por primera vez con sanciones de carácter formal. Las calificacio-
nes que coloca el maestro, la promoción de grado, los llamados de aten-
ción en el ‘cuaderno de disciplina’, la privación del recreo cuando se come-
te alguna falta, las notificaciones a los padres, etc., ponen al niño en con-
tacto con un conjunto de disposiciones formales, de carácter impersonal,
que lo preparan para comprender después la operación de mecanismos de
igual carácter en la sociedad más amplia y en las diferentes organizaciones
sociales en las que participará necesariamente en el futuro.
En síntesis, la importancia de la escuela es fundamental para la vida
social del individuo, no sólo porque le proporciona conocimientos y com-
petencias técnicas, sino también porque en ella adquiere elementos regu-
ladores de su conducta (hábitos de comportamiento, actitudes, valores, etc.)
que le resultan imprescindibles para desempeñarse en la sociedad. Quie-
nes no tienen acceso a la escuela enfrentan la doble dificultad de carecer,
por una parte, de las competencias específicas que exige la división del
trabajo, y por otra, de las habilidades sociales indispensables para
interactuar con otros de manera satisfactoria.
La transmisión de los dos tipos de contenidos, cognitivos o
instruccionales, y regulativos de la conducta, se lleva a cabo en un contex-
to concreto, donde importan los valores y las actitudes de las personas
involucradas, y no solamente el programa oficial que está previsto desa-
rrollar. Cada uno de los miembros de la escuela pertenece a un estrato
social determinado, tiene sus propias creencias, valores, actitudes, etc., en
definitiva, posee una ‘visión del mundo’, o una ‘ideología’ como prefieren
decir otros, un ‘habitus’, que se manifiesta de manera espontánea e
involuntaria en todos sus comportamientos. Este hecho hace que la transmi-
sión del programa escolar no se lleve a cabo del mismo modo en todos las
escuelas y que cada una de ellas constituya una unidad particular, con
características propias. La forma que adquiere el proceso de socialización
de los niños depende, obviamente, de esas características. Por lo tanto, desde
el punto de vista del desarrollo intelectual y social del niño no sólo impor-
ta la escuela en sí misma, sino la escuela concreta a la cual éste asiste.

5.3. La iglesia
Las instituciones religiosas, como dicen Dubet y Martucelli (2000),
apuntan a transformar dogmas y principios morales en un conjunto de
prácticas sociales y de disposiciones subjetivas, de creencias y de fe. El
objetivo es ‘fabricar’ individuos que, compartiendo un conjunto de verda-
des reveladas, y conforme a una serie de mandamientos, ritos y reglas ad-
ministradas por un personal especialmente formado y autorizado para ello,
se comporten de determinada manera, de modo tal que puedan ser identi-
ficados como pertenecientes a una comunidad que profesa una creencia o

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SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

un credo común. Durkheim (1982a) ilustró de manera magistral la eficacia


socializadora de la orden de los jesuitas, en una época en que se imponía la
necesidad de contrarrestar la influencia que la reforma protestante tenía
sobre la juventud y de recuperar para la iglesia católica el lugar que aqué-
lla le disputaba.
Hoy las cosas han cambiado radicalmente para todas las iglesias. El
papel socializador de las instituciones religiosas, y de la iglesia católica en
particular, se ha desdibujado de manera notable. A ello ha contribuido, en
gran medida, el proceso de secularización propio de las sociedades con-
temporáneas.
La secularización designa, fundamentalmente, la declinación de las
concepciones del mundo que ven a los hechos naturales, sociales o de la
vida personal de los individuos, como un resultado de la intervención di-
vina o de la acción de poderes sobrenaturales (Dubet y Martucelli, 2000).
El proceso de secularización trajo, entre otras consecuencias, una suerte de
separación entre la fe y la conciencia, y una mayor autonomía de ésta con
respecto a aquélla. En una sociedad secularizada, el creyente tiende a orien-
tar su conducta según su juicio personal y no en base a los mandamientos
de la iglesia a la cual pertenece. Esto ha llevado a que ésta pierda gran
parte de su poder en la definición de algunos comportamientos, sobre todo
de aquellos que implican un fuerte compromiso con principios morales,
como son el control de la natalidad, la continuidad del matrimonio, la inte-
rrupción del embarazo, la eutanasia, etc. Por su parte, la iglesia ha tenido
que adaptarse a las características de la sociedad y el rol de los sacerdotes
se ha vuelto más laico. Lo anterior, unido a la crisis que se observa en las
vocaciones religiosas, ha despojado a la iglesia de aquellas condiciones
que, en algún momento, la constituyeron en un eficaz agente de socializa-
ción: su organización y su influencia. Esto es particularmente válido para
el caso de la iglesia católica, una institución cuya influencia en nuestra
sociedad ha sido, y sigue siendo en alguna medida, preponderante.
Hay que tener en cuenta, además, que la asistencia regular a los ofi-
cios del culto por parte de quienes admiten profesar una determinada reli-
gión se ha reducido considerablemente. Por otro lado, la catequesis no
parece constituir una preocupación para gran parte de las familias, aun de
aquellas que se identifican con algún credo religioso. En general, los pa-
dres que envían a sus hijos a colegios confesionales fundan su decisión en
razones que no tienen que ver con su religión, ni con la voluntad de educar
a sus hijos en la fe. La elección de este tipo de escuelas responde, más bien,
a una valoración de ciertas cualidades de la escuela, tales como, la calidad
de la enseñanza que imparte, las oportunidades de aprendizaje que ofrece,
el equipamiento que posee, el tipo de normas que rigen la convivencia, etc.
Menos declarado de manera explícita, pero igualmente efectivo como cri-
terio para la elección de la escuela, es la extracción social de los alumnos
que recibe la institución. Los padres que tienen la posibilidad de elegir la

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escuela de su preferencia atienden no sólo al capital cultural que ésta brin-


da a sus hijos, sino también al capital social que pueden adquirir en ella. El
hecho de que la escuela sea confesional suele ser totalmente secundario
para estos padres.

5.4. El grupo de amigos


Por definición, los grupos de pares son grupos formados por perso-
nas de aproximadamente la misma edad, que comparten actitudes simila-
res frente a los adultos y las figuras de autoridad, y poseen un status social
semejante. Cuando el niño es pequeño, la integración de los grupos de
pares está muy ligada a las relaciones de sus padres; más tarde estos gru-
pos se forman casi accidentalmente, en torno a circunstancias de interacción
que se generan en diferentes contextos: la escuela, el barrio, el club, etc.
Pero poco a poco se vuelven más selectivos en función de determinadas
condiciones: intereses, actividades, afinidades personales, etc.
La estructura de los grupos de pares no puede compararse con la
estructura de ninguna de las otras agencias de socialización. Son grupos
que carecen de organización formal y de funciones manifiestas fijadas des-
de fuera. Tienen carácter temporario y están centrados en intereses inme-
diatos. Crean sus propias pautas culturales, que difieren según el sexo/
género, la edad y el estrato social al que pertenecen los miembros del gru-
po. Pueden llegar incluso a desarrollar formas de comunicación lingüística
que resultan incomprensibles para los que no son miembros del grupo.
Los integrantes de un grupo de pares no participan en forma exclusi-
va de un solo grupo, pueden hacerlo en varios a la vez. La importancia que
tiene cada uno de estos grupos para el individuo varía según la edad. Du-
rante la adolescencia constituyen el agente de mayor influencia sobre el
comportamiento individual. Gran parte de la orientación del adolescente
hacia el futuro, la valoración que hace del mundo de los adultos, sus acti-
tudes hacia los valores, las metas y las normas de la familia y de la escuela,
las relaciones con sus padres y hermanos, etc., están condicionadas por el
grupo, o los grupos de amigos.
Son precisamente las características estructurales que acabamos de
mencionar las que hacen del grupo de pares un eficaz agente de socializa-
ción. En ellos el individuo desarrolla una serie de aprendizajes que sola-
mente puede tener allí. Veamos algunos que resultan particularmente re-
levantes desde el punto de vista de la integración en la vida social.
 Experiencia de relaciones igualitarias. En la familia esto no es posi-
ble (es hermano/a mayor o menor, hijo/hija, etc.). En el grupo de
pares el individuo es un ‘igual’; ejerce los mismos roles que los
otros, eventualmente puede llegar a tener cierto liderazgo, pero no
pierde su rango de ‘igual’.
 Pautas de conductas relacionadas con el sexo/género, las modas
(vestimenta, bailes, etc.) y las formas de utilización del tiempo li-

115
SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

bre. Con frecuencia estas pautas enfrentan a las de la familia y tam-


bién a las de la escuela, sobre todo durante la adolescencia.
 Otros modelos de rol y nuevos lazos emocionales. Como en el caso
anterior, los valores y actitudes que representan estos nuevos mo-
delos, no coinciden siempre con los que sostienen la familia o la
escuela. Es frecuente que los ‘ídolos’ de los adolescentes produz-
can una reacción francamente negativa en sus padres y represen-
ten los valores opuestos a los que encarnan los sujetos ejemplares
que presenta la escuela.
 La búsqueda de status se aprende generalmente en el grupo de
pares. Mediante la utilización de ciertos símbolos de status (autos,
motos, tipo de ropa, maneras de vestirse, concurrencia a determi-
nados lugares, etc.) se logra un ‘lugar’ en el grupo. Estas habilida-
des sociales se transfieren luego a otras situaciones de la vida social
y facilitan al individuo el desempeño en ellas.
Gracias a las oportunidades de aprendizaje que proporciona la parti-
cipación en los grupos de pares, el individuo se convierte en una persona
social más compleja, más ‘madura’ socialmente, es decir, con mayor canti-
dad de ‘herramientas’ a su disposición para desenvolverse en la vida so-
cial, lo cual le permite independizarse paulatinamente de su familia. Al
verse expuesto a los valores y experiencias propias de otras familias, pue-
de comparar diferentes modos de ver y hacer las cosas, y comienza a con-
siderar el mundo desde distintos puntos de vista. Al mismo tiempo, junto
a su mayor independencia, el individuo adquiere más seguridad, ya que
es capaz de enfrentar con éxito diferentes situaciones gracias a los ‘recur-
sos’ adquiridos en la interacción con personas socializadas en contextos
diferentes al suyo.
Los grupos de pares son muy efectivos como agencias de socializa-
ción. Por una parte, dada la natural tendencia que tiene el individuo a
adecuarse a las exigencias de sus pares, los grupos de pares logran fácil-
mente que sus miembros internalicen las pautas y formas de conducta de-
finidas como válidas. Y por otra, las sanciones que aplica el grupo para
fijar la conducta apropiada son particularmente efectivas, debido al signi-
ficado que tiene para el individuo el/los grupo/s que integra.

5.5. Los medios de comunicación de masas


Los medios de comunicación de masas comprenden al conjunto de
instrumentos mediante los cuales se puede transmitir información de for-
ma simultánea e impersonal a un gran número de individuos (Macionis y
Plummer, 2000). Los avances tecnológicos dieron lugar en los últimos tiem-
pos a una verdadera revolución en las comunicaciones. Esto determinó
que los medios de comunicación de masas ocuparan un lugar cada vez
más importante en la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto;

116
A N A M A R Í A B R I G I D O

prácticamente nadie se puede sustraer a su influencia. Ellos se interponen


entre el sujeto y el mundo de la experiencia situado más allá de la percep-
ción y el contacto directos; interfieren las relaciones familiares; y finalmen-
te, el contenido de los programas que ofrecen, cualquiera sea la naturaleza
de éstos, transmite una serie de conocimientos, valores y actitudes que
conforman, en gran parte, las relaciones del individuo con las personas,
los objetos, las organizaciones sociales y los acontecimientos de su vida
cotidiana. Todo esto otorga a los medios un enorme poder, al punto que su
control se ha convertido en un objetivo fundamental de los poderes del
Estado, los partidos políticos, los grupos económicos, las organizaciones
sociales, etc.
Los rasgos propios de los medios de comunicación masiva hacen que
su acción socializadora esté sujeta a condiciones particulares y que su efec-
to real sobre la conducta del individuo sea muy difícil de determinar. En-
tre esos rasgos se destacan los siguientes:
 se dirigen a públicos amplios, socialmente heterogéneos y
espacialmente dispersos que, por lo general, se exponen volunta-
riamente a su acción;
 el contenido de la comunicación está abierto a todos y su distribu-
ción es relativamente inestructurada e informal;
 la relación que se establece entre el emisor y el receptor del mensa-
je es totalmente impersonal, ya que el emisor se dirige a un público
anónimo y la comunicación fluye en una sola dirección;
 están vinculados a la industria y su mercado, puesto que dependen
de éste tanto desde el punto de vista tecnológico como financiero.
La actividad fundamental de los medios de comunicación de masas
es la producción de mensajes que luego son distribuidos entre el público o
la audiencia. Los medios proporcionan conocimientos en el más amplio
sentido del término, es decir, como un conjunto de símbolos que dan signi-
ficado al mundo de la experiencia cotidiana, conforman nuestra percep-
ción de ese mundo y se suman al cuerpo de conocimientos disponible.
Simultáneamente, y también en sentido amplio, proporcionan normas de
conducta, entendidas éstas como pautas de comportamiento, valores e idea-
les destinados a regular la conducta individual y conformar determinadas
actitudes. Nunca el mensaje es neutro; basta con comparar la información
que sobre un mismo tema dan dos periódicos con diferente orientación
ideológica o filiación política, para advertir la forma en que aquella puede
ser manipulada, tergiversada o simplemente ignorada.
Se podrían multiplicar al infinito ejemplos que dan cuenta de la for-
ma en que los medios de comunicación de masas, a veces de manera explí-
cita, otras en forma sutil y solapada, ponen a nuestra disposición historias,
modos de vida, tipos sociales, etc., completamente alejados (o muy cerca-
nos) de nuestra experiencia directa e inmediata, al tiempo que condicio-
nan nuestra percepción de esos hechos y desarrollan ciertos valores y acti-

117
SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

tudes. A diferencia de otros agentes de socialización, los medios llevan a


cabo su acción socializadora sin recurrir a premios o castigos, y con total
prescindencia de la relación interpersonal directa. A pesar de que nadie
pone en duda esa acción, no se sabe con certeza cuán efectivos son para
canalizar la conducta individual en una dirección determinada. Con fre-
cuencia se ha caído en el simplismo de hacerlos responsable de cuanta
degradación moral existe en la sociedad. En otros casos, y con igual inge-
nuidad, se les atribuyen méritos que no se puede comprobar si tienen.
Las razones que hacen difícil conocer cuál es el verdadero efecto los
medios masivos de comunicación sobre las cuestiones fundamentales de
la conducta humana derivan, primordialmente, de los elementos
involucrados en la comunicación de masas: el receptor, el medio y el emi-
sor. Todos ellos actúan en situaciones complejas, en las que una multiplici-
dad de variables están condicionando los comportamientos de cada uno,
que resulta imposible controlar en la investigación empírica.
El receptor, además de poseer él mismo un conjunto de valores, creen-
cias, necesidades, etc., es un individuo que no actúa aisladamente, sino
que forma parte de diferentes grupos sociales, tiene una posición social
determinada y está dotado de una personalidad psicológica que define su
comportamiento. Por lo tanto, su percepción del mensaje que transmiten
los medios es absolutamente selectiva. Un mismo mensaje es recibido de
manera diferente por los distintos receptores. Por otra parte, ocurre que la
recepción del mensaje se produce en un contexto social global concreto,
con características definidas, que inevitablemente también incide en esa
recepción. Un mismo mensaje es recibido de manera diferente si la socie-
dad está atravesando una situación de crisis, que si pasa por un momento
de relativa estabilidad y bonanza.
El medio, por su parte, constituye una influencia más entre otras,
dentro de una situación total. Es prácticamente imposible definir los lími-
tes de cada una de estas influencias. Es fácil saber quién compra un deter-
gente porque se lo sugirió una propaganda por la TV, pero no es tan senci-
llo averiguar en qué medida la actitud de un individuo frente a las relacio-
nes homosexuales, por ejemplo, está determinada por los mensajes
televisivos, o es el resultado de sus creencias religiosas, sus propias expe-
riencias sexuales, las opiniones de sus pares, sus rasgos psicológicos, u
otro tipo de factores.
El emisor, a su vez, es una persona, o conjunto de personas en una
organización, ubicada en una red de relaciones sociales, cuyo comporta-
miento está sujeto, también, a una multiplicidad de influencias, y que se-
lecciona y envía los mensajes de acuerdo con las expectativas y respuestas
de otros grupos y de otras personas.
Todas estas condiciones sugieren que la tendencia a sobreestimar la
influencia de los medios sobre la conducta (cosa bastante frecuente entre
los maestros) carece de fundamento empírico. Esto no significa que dicha

118
A N A M A R Í A B R I G I D O

influencia no tenga importancia, la tiene, y se podría decir a título de hipó-


tesis, que ella es cada mayor.

6. La desinstitucionalización de la sociedad contemporánea


Una de las características de la modernidad fue lograr que las agen-
cias tradicionales de socialización (escuela, familia, iglesia), constituidas
como verdaderas instituciones sociales, fueran eficaces en su tarea de tra-
ducir los valores en normas y éstas en conductas. Dicho en otros términos,
estas instituciones podían ‘fabricar’ individuos capaces de incorporar las
demandas de la sociedad (en el sentido de ‘hacerlas cuerpo’), es decir, de
hacerlas suyas, de convertirlas en parte de su personalidad, de modo tal
que cada uno orientara su conducta conforme a ellas. Esto permitió a la
sociedad moderna constituirse en un todo ordenado y coherente y produ-
cir individuos que pudieran actuar de manera autónoma y, a la vez, con-
forme al sistema (Dubet y Martucelli, 2000). Sobre esta base, la sociología
clásica construyó una imagen de la sociedad moderna y asignó a esas tres
instituciones el papel de producir y reproducir de manera continua esa
sociedad. El análisis del proceso de socialización que hicimos en un punto
anterior responde a esta representación de la sociedad.
Hoy asistimos a lo que Dubet y Martucelli (2000) describen como
desinstitucionalización de la sociedad. La sociedad actual se provee cada
vez menos de individuos que responden a un modelo institucional, es de-
cir, a un conjunto de valores relativamente homogéneos que se traducen
en normas y en conductas. La escuela, la familia y la iglesia, al margen de
las particularidades que las caracterizan y la forma en que responden a los
cambios de la sociedad, tienen algunos puntos en común relacionados con
este proceso de desinstitucionalización. Según los autores citados, a la es-
cuela se le exige que alcance finalidades diferentes, a veces contradicto-
rias; la familia nuclear ya no puede armonizar los roles y los sentimientos
con base en un conjunto de valores homogéneos y la complementariedad
de los roles del hombre y la mujer; la iglesia, por su parte, asiste a una
separación entre el dogma y la fe, y se ve confrontada con el distancia-
miento entre las experiencias religiosas y la adhesión a una moral común.
Las tres instituciones han perdido el monopolio en el proceso de socializa-
ción y su influencia se ha restringido de manera considerable, aun cuando,
al menos en el caso de la escuela, los individuos experimentan cada vez
mayor necesidad de ella pues se ha vuelto imprescindible para ingresar al
mundo del trabajo.
“Todas las instituciones perdieron lo que constituía su ‘esencia’: su identifi-
cación con principios generales y su capacidad de socializar los individuos
en esos principios. La diversificación de estos últimos, y el debilitamiento
de los monopolios, indujeron un vuelco que todas las teorías sociológicas de
la acción han subrayado. La producción de normas se ubicó del lado de la

119
SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

subjetividad y de la experiencia de los individuos. El esquema se ha dado


vuelta de la ‘cima’ hacia ‘abajo’. La reflexividad, la distancia consigo mis-
mo, la percepción de los intereses, la construcción de identidades se trans-
formaron en los principios reguladores de la acción. Los procedimientos de
ajuste de las conductas son una actividad social, y no ya un dato ‘natural’ de
la organización a través de su sistema de roles” 14 .
Los cambios operados en la sociedad, producto de múltiples facto-
res, entre los que se cuentan la imposición de valores propios de la moder-
nidad (el individualismo, el racionalismo y el secularismo, fundamental-
mente), y los avances científicos y tecnológicos, nos obligan a pensar de
una manera diferente el papel de la escuela, la familia y la iglesia. Se re-
quiere, por ende, tomar en cuenta otros elementos en la ‘fabricación’ de los
individuos, o en el proceso de ‘construcción de la subjetividad’, si se quie-
re utilizar un concepto más nuevo.
En lo que respecta a la escuela, una institución que fue el instrumen-
to por excelencia para la difusión e imposición de las pautas propias de la
modernidad y la consolidación de los estados nacionales, podemos decir
que ha perdido hoy gran parte de las condiciones que le permitieron cons-
tituirse en una eficaz agencia de socialización cultural y política. Dichas
condiciones tienen que ver tanto con las características propias de la es-
cuela como con el contexto en el cual ella funciona. Dubet y Martucelli
(1998) describen las mutaciones que ha sufrido la escuela y atribuyen este
fenómeno, básicamente, a la masificación. La obligatoriedad de la
escolarización de los niños, que constituyó una de las estrategias privile-
giadas de los estados nacionales para asegurar la formación moral (laica) y
política de los ciudadanos, provocó una demanda creciente de educación
y con ello el crecimiento constante de los sistemas educativos. Esto trajo
aparejado, entre otras consecuencias, que las escuelas dejaran de ser un
lugar casi sagrado, consagrado a una función específica (cuya legitimidad
nadie ponía en duda), donde el niño estaba protegido de las amenazas
externas, y los maestros, dotados de verdadera autoridad, representaban
los valores del sistema15 . La masificación altera todas estas condiciones. El
‘santuario’ es invadido por los problemas de la sociedad, que irrumpen en
él de la mano de actores sociales provenientes de estratos sociales que an-
tes quedaban al margen de la escolaridad. Las finalidades de la escuela se
diversifican y las exigencias para que la oferta escolar se adapte a las de-
mandas de la sociedad se multiplican. La autoridad del docente es desafia-
da por parte de los alumnos, ya sea porque no comparten los valores y las
normas que los maestros tratan de inculcar, o porque los conocimientos
que poseen, y su conducta en general, no responden a las expectativas de
los alumnos y sus padres.
14
Dubet y Martucelli ,2000, pág. 231
15
La sociología clásica, con Durkheim a la cabeza, cuando analiza la educación en general, y la
escuela en particular, equipara a la escuela con la iglesia y al maestro con el sacerdote.

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A N A M A R Í A B R I G I D O

Por otra parte, los procesos de descentralización de la educación im-


pulsados en los últimos tiempos otorgan una mayor autonomía a la escue-
la. Ésta debe hacerse responsable de definir y poner en marcha su propio
proyecto institucional, lo cual trae aparejada una menor regulación exter-
na de las actividades de la escuela y una necesaria transformación de su
organización interna.
En síntesis, como sostienen Dubet y Martucelli (2000), la escuela ya
no es una institución, en el sentido de una formación social capaz de trans-
formar normas y valores en conductas, y éstas en personalidades indivi-
duales. Para comprender la forma en que opera hoy la escuela y las funcio-
nes que efectivamente cumple, debemos recurrir a nuevos modelos teóri-
cos, capaces de captar la dinámica interna de una formación social que no
responde ya al modelo que planteaba la sociología clásica 16 . Volveremos
sobre este tema cuando abordemos el problema de la escuela como organi-
zación social.
La otra institución clave en el proceso de socialización, la familia,
también acusa el impacto de los cambios de la sociedad y, en alguna medi-
da, aunque sigue siendo insustituible, enfrenta serios desafíos en el cum-
plimiento de las funciones que se le asignan. Por desinstitucionalización
de la familia Dubet y Martucelli (2000) entienden el vuelco por el cual las
conductas de los actores se definen en menor medida por su conformidad
a reglas generales que por la construcción de experiencias propias en las
que intervienen tanto las pasiones como los intereses. La familia no consti-
tuye más un sistema de roles, sino un conjunto de experiencias construi-
das según varias lógicas, un arreglo entre individuos que combina senti-
mientos, lazos tradicionales e intereses.
Por último, la declinación de la iglesia como institución se manifies-
ta en un debilitamiento de su organización y de su influencia sobre la con-
ducta del individuo. Como hemos visto en párrafos anteriores, el dogma y
los preceptos de la iglesia han dejado de ser los principios que definen la
acción de la mayoría de los que profesan una religión determinada. Los
fundamentalismos religiosos demandan el sometimiento de la conducta
del creyente a la ley divina, mientras que los movimientos renovadores en
las diferentes iglesias apelan a una vivencia intensa de la experiencia reli-
giosa y postulan la autonomía de la conciencia frente a los mandatos del
dogma.
En suma, desde el punto de vista de los autores citados, el concepto
de institución ya no sirve para caracterizar a la escuela, la familia y la igle-
sia. Sería más conveniente hablar de organizaciones.
“Cada vez más frecuentemente estas organizaciones son definidas por polí-
ticas que se esfuerzan por asegurar la cohesión interna y responder a las

16
Para profundizar sobre la crisis de la escuela como institución es útil la lectura de Dubet y
Martucelli , 2000, capítulo 6.

121
SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN TEMAS Y PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES

presiones del ambiente. Se dedican a coordinar acciones, elaborar progra-


mas, negociar con otras organizaciones, establecer jerarquías de objetivos.
La escuela integra poco a poco modelos de administración, fija programas y
objetivos, ya no se dedica tanto a decretar una moral. La iglesia aprende a
convivir con la diversificación de las prácticas religiosas, a responder a las
demandas y a las presiones de los fieles que se organizan de una manera
autónoma. La familia, que está reglamentada por un derecho que trata de
seguir cada vez más de cerca la evolución de los hábitos y las situaciones,
también se define a través de políticas sociales, fiscales, escolares, y de los
diferentes grupos de presión... En resumen, estas instituciones que son orga-
nizaciones, marcos de acción, ofertas de servicios, cumplieron con el progra-
ma de la modernidad, el programa de una autoproducción de la sociedad” 17 .
El proceso de desinstitucionalización de la sociedad tiene una conse-
cuencia sociológica de gran importancia: la integración de la sociedad no
es más el resultado de un proceso de socialización que asegura una coordi-
nación general de las conductas. Según Van Haecht (1999) nos encontra-
mos hoy con “una socialización ‘hecha pedazos’, producto de la unifica-
ción de las legitimaciones y de las legitimidades, a la imagen de la ‘cultura
en pedazos’ que caracterizaría a nuestra sociedad. Los canales de sociali-
zación son contradictorios, sea en tantos contextos institucionales (fami-
lia-escuelas-medios-mundo económico) que se contradicen entre sí, como
en el seno de una sola institución en donde los modelos propuestos son
contradictorios”18 .

17
Dubet y Martucelli, 2000, pág. 232
18
Van Haecht, 1999, pág. 122

122

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