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Guia Democracia en Latinoamerica

La democracia en América Latina se ha institucionalizado, pero enfrenta retos significativos relacionados con la calidad de sus sistemas democráticos y la capacidad de los Estados. Problemas como la corrupción, la desigualdad y la falta de representación afectan la confianza ciudadana y la efectividad de las políticas públicas. Para mejorar la situación, es crucial reformar los Estados para que sean más capaces y eficientes en la gestión de los asuntos públicos.

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Guia Democracia en Latinoamerica

La democracia en América Latina se ha institucionalizado, pero enfrenta retos significativos relacionados con la calidad de sus sistemas democráticos y la capacidad de los Estados. Problemas como la corrupción, la desigualdad y la falta de representación afectan la confianza ciudadana y la efectividad de las políticas públicas. Para mejorar la situación, es crucial reformar los Estados para que sean más capaces y eficientes en la gestión de los asuntos públicos.

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COLEGIO ABEL RODRÍGUEZ CÉSPEDES

RESOLUCIÓN 0027 DEL 2 DE DICIEMBRE DE 2022


“LA EDUCACIÓN ES LA PRINCIPAL HERRAMIENTA PARA COMBATIR LA POBREZA”
FECHA: _____________

Democracia y Estado en América Latina


La democracia es la norma y se ha institucionalizado en América Latina. La región, sin embargo, tiene ante sí el reto
de construir Estados más capaces y una administración pública que gestione y resuelva los graves problemas
políticos, sociales y económicos que afectan a los ciudadanos.

Para entender la política contemporánea en América Latina es necesario empezar con los problemas de la
democracia, aquellos relacionados con la obtención, mantenimiento y profundización de la democracia. Un segundo
paso es comprender cómo estos problemas están relacionados con los resultados que proveen las democracias y lo
que llamaré problemas para la democracia. En América Latina, estos dos tipos de problemas se refuerzan y
sostienen mutuamente, generando un equilibrio subóptimo.

Cómo romper este equilibrio y transitar a democracias de alta calidad es, sin duda, un reto complejo, que depende
de muchos factores. Sin embargo, un cambio imprescindible es la construcción de Estados más capaces. Si
América Latina no reforma sus Estados, despojándolos de sus rasgos patrimoniales en particular, tendrá a lo sumo
democracias de baja calidad.

La democracia es la norma en América Latina por primera vez en la historia de la región. Se celebran elecciones
competitivas basadas en el sufragio universal para los principales cargos políticos de manera rutinaria. La
alternancia pacífica en el poder entre gobierno y oposición se ha convertido en un rasgo común: desde la ola de
democratización en la década de los ochenta y los noventa ha ocurrido, con algunas excepciones, en todos los
países de la región. La democracia se ha institucionalizado en América Latina.

Problemas de la democracia

Sin embargo, muchos problemas de la democracia aquejan a la región. Los más graves se relacionan con Cuba,
Venezuela y Nicaragua, las tres dictaduras del continente. Los acontecimientos recientes en El Salvador y
Guatemala, o en Perú, son motivo de preocupación. El surgimiento de líderes de extrema derecha es una novedad
que genera serios riesgos. En algunos países no hay democracia o la democracia está en peligro.

Pero los problemas más usuales, que afectan a aproximadamente el 90% de la población latinoamericana, se
relacionan con la baja calidad de las democracias existentes. Aquí hay una lista incompleta de asuntos relevantes.
La compra de votos es común. Políticos, especialmente locales, han sido amenazados y asesinados. A algunos
líderes de la oposición se les ha impedido postularse para cargos públicos. Algunos políticos a los que la
Constitución les prohibía la reelección se han postulado para el cargo. Varios políticos siembran falsas dudas sobre
la credibilidad de los procesos electorales, y los perdedores en los comicios a veces no reconocen públicamente a
los ganadores. También varios líderes electos han sido desplazados de sus cargos en circunstancias dudosas.

Sumado a estas cuestiones, periodistas y activistas sociales han sido intimidados y asesinados. El dinero
proveniente de diversas fuentes, incluso del crimen organizado en algunos casos, desempeña un papel en las
elecciones y la formulación de políticas públicas y las decisiones de los gobiernos. Además, existe una sensación de
desconexión entre ciudadanos y partidos que alimenta afirmaciones creíbles de una crisis de representación
política.

Se ha avanzado en la democratización de la democracia en algunos aspectos. Un área importante es la inclusión


política de las mujeres. Varios países han generado espacios nuevos para la participación ciudadana en la toma de
decisiones; un ejemplo es la consulta previa en el marco del Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo. Pero los problemas que atañen directamente a la democraticidad del régimen político son graves y, a pesar
de algunas mejoras puntuales, han persistido.

Problemas para la democracia

Esta descripción cubre, sin embargo, solo una parte del alcance de la política democrática. La democracia es un tipo
de régimen político, es decir, un conjunto de procedimientos que regulan cómo se accede a las instituciones
gubernamentales y cómo se toman las decisiones gubernamentales. De hecho, existen muchas propuestas para
conceptualizar a la democracia en términos sustantivos y para extender la referencia de la democracia de modo que
abarque el Estado o la sociedad. Pero, al contrario, la democracia es simplemente una forma de gobierno. La
política no se trata solo de insumos y la cuestión de si los ciudadanos tienen voz o no en el gobierno.

Los ciudadanos también se preocupan por los resultados de la política y evalúan sus democracias en términos de
su desempeño en la entrega de ciertos bienes –se consideren o no derechos– como la generación de un
crecimiento económico sostenible, la reducción de la desigualdad, el acceso a una educación de calidad y a la
atención médica, y de bienes públicos, como la seguridad y un medio ambiente limpio. Y, en este sentido, los
resultados son mixtos.

Las democracias latinoamericanas han logrado algunos avances importantes. Por ejemplo, en lo que respecta a la
justicia transicional y la política social, los logros son significativos. Pero no han respondido con fuerza y
determinación a otros asuntos, como los altos niveles de desigualdad económica; la prevalencia de la corrupción
política, administrativa y judicial; y la falta de seguridad ciudadana. Sobre estas cuestiones, tenemos amplia
evidencia tanto de los hechos objetivos como de su importancia en la percepción ciudadana.

Por tanto, además de sus problemas de la democracia, los países latinoamericanos enfrentan lo que podría
llamarse problemas para la democracia, que los ciudadanos esperan que sus democracias aborden y que es viable
puedan resolver.
Un equilibrio subóptimo

Los diversos problemas de y para la democracia son sustanciales cuando se los considera de forma aislada. El
simple hecho de tomar uno de ellos y comenzar a abordarlo –por citar un caso, reducir la desigualdad económica–
es una tarea ardua. Sin embargo, el verdadero alcance del desafío de impulsar cambios progresivos solo se capta
cuando se comprende que existe una relación causal recíproca entre los problemas de y para la democracia.

Esta conexión causal se puede elaborar de la siguiente manera. Las democracias de baja calidad de la región no
crean un incentivo suficientemente fuerte para que los políticos apoyen las políticas públicas y las reformas
necesarias para lograr lo que los ciudadanos quieren. A modo de ejemplo, los políticos no son castigados por
ignorar y no abordar el problema evidente de la desigualdad económica. Además, rara vez incurren en un coste por
no tomar medidas para reformar el Estado a fin de eliminar el favoritismo o la corrupción abierta en la asignación de
obras públicas, aunque tales usos de los recursos reducen la provisión de bienes públicos.

A su vez, el pobre desempeño de la democracia tiene consecuencias negativas para la democracia en sí. Siguiendo
con el mismo ejemplo, debido a que la desigualdad económica no se reduce, el poder económico concentrado
continúa socavando el ideal de igualdad política que es fundamental para la democracia. Asimismo, dado que el
Estado no garantiza la seguridad pública, los activistas de la sociedad civil y los políticos son intimidados y
asesinados. Y, en términos más generales, el incumplimiento de las promesas de la campaña electoral corroe la
credibilidad de los políticos y alimenta una crisis de representación.

Por tanto, las democracias de América Latina están atrapadas y no tienen un camino a seguir fácil y obvio. Los
problemas de la democracia impiden la reducción de los problemas para la democracia, y los problemas no
resueltos para la democracia bloquean la posibilidad de disminuir los problemas de la democracia. Dicho de otra
manera, existe un equilibrio político en América Latina, pero es un equilibrio subóptimo.

Un Estado capaz como condición de la democracia

Para romper con este equilibrio subóptimo y fortalecer las democracias de América Latina, una cuestión ineludible
es la del Estado, entendido como la administración pública (incluida la administración civil, el sistema de justicia y
los servicios de seguridad) que hace que se cumplan las leyes y se ejecuten las decisiones políticas.

El Estado es el nexo entre la política y la sociedad. Un Estado de Derecho, que trata a todos los ciudadanos por
igual, y un Estado capaz de ejecutar políticas públicas y servir a los ciudadanos de forma eficaz y eficiente, ayuda a
la democracia en dos sentidos. Directamente, ese Estado provee las condiciones para que las reglas de régimen
democrático se cumplan. Por ejemplo, aseguraría que los ciudadanos puedan votar sin presiones en todo el
territorio del país o que los recursos públicos no puedan ser utilizados en la compra de votos para el partido
gobernante.

Indirectamente, ese Estado hace posible que los políticos puedan cumplir sus promesas de campaña, como generar
crecimiento económico, reducir la desigualdad económica, incrementar la seguridad ciudadana y, de esta forma,
reconectar a la ciudadanía con la política.

«Las democracias de baja calidad de la región no crean un incentivo suficientemente fuerte para que los
políticos apoyen las políticas públicas y las reformas necesarias para lograr lo que los ciudadanos
quieren»

Pero los Estados latinoamericanos cumplen esas funciones solo en parte. Y una razón fundamental por la cual los
Estados latinoamericanos no contribuyen a resolver los problemas de y para la democracia es que no tienen las
características de lo que Max Weber llamó un “Estado racional-legal” y, en su lugar, ostentan atributos
patrimoniales.

En Estados con rasgos patrimoniales son comunes ciertas acciones que van más allá del control político de la
administración, consistente con la democracia y con importantes consecuencias. Cuando el acceso a cargos en el
sector público se debe a conexiones políticas y familiares, y no a concursos abiertos donde prima el criterio del
mérito, los agentes del Estado generalmente carecen de la preparación para ejercer sus funciones. Cuando los
servidores públicos son presionados o incluso amenazados por los políticos para que tomen cierta decisión, el
principio de la legalidad en el accionar del Estado se ve coartado.

Cuando la contratación de una obra pública se dirige a un empresario amigo y/o se decide a cambio de una coima,
se reduce la oferta de bienes públicos. Cuando la provisión de servicios públicos se concede a los ciudadanos como
un favor o a cambio de apoyo político, se desconoce el principio de la universalidad de los derechos ciudadanos. En
resumen, Estados con las características que se suelen encontrar en América Latina son un factor que explica por
qué es difícil escapar de la trampa.

Es importante aclarar que el problema con los Estados en América Latina es solo en parte una cuestión de tamaño,
de los recursos que maneja y de la cantidad de empleados que tiene. Es cierto que un Estado pequeño, como
Guatemala, no tiene la posibilidad de resolver problemas sociales porque no cuenta con suficientes recursos. Pero
la historia de la región muestra que Estados con muchos recursos a menudo se desperdician oportunidades para
reducir los problemas sociales. Por tanto, lo que es clave es la naturaleza del Estado; esto es, si es capaz de
ejecutar políticas públicas y servir a los ciudadanos de forma eficaz, eficiente y equitativa.

Fracaso en erradicar el patrimonialismo y sus costes


Debido al impacto del Estado sobre la democracia –es difícil imaginar cómo se va a mejorar la calidad en América
Latina sin un Estado más capaz– podría esperarse que los políticos con vocación democrática apostaran por la
reforma del Estado, en el sentido de reducir el patrimonialismo, como una prioridad política. En varios países, se
han propuesto y lanzado reformas desde la política que han apuntado a corregir algunos de los problemas
asociados. Sin embargo, una evaluación de los cambios logrados muestra la dificultad de hacer reformas
significativas y duraderas, y los costes de la inacción.

Después de las transiciones a la democracia en los años ochenta y noventa, muchos países latinoamericanos
reformaron sus Estados con el objetivo de hacerlos más capaces. Sin embargo, estas reformas no han tenido un
impacto sustancial duradero. En su diseño han sido parciales, involucrando cambios en algunas partes del Estado o
hasta en algunos ministerios. Esto no es necesariamente un problema. Es posible que una reforma empiece con
pasos pequeños y con el tiempo se aborden metas más ambiciosas. Pero este camino es viable solo si el proceso
de reformas es sostenido en el tiempo. Y esto no ha pasado en América Latina.

TALLER

1. ¿Cómo ha evolucionado la democracia en América Latina desde el siglo XX hasta hoy?


2. ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la democracia en la región en la actualidad?
3. ¿Qué diferencias existen en la calidad de la democracia entre los diferentes países de América Latina?
4. ¿Cómo influye la situación económica en la estabilidad democrática de los países latinoamericanos?
5. ¿Cuáles son las principales causas de la crisis democrática en la actualidad?
6. ¿De qué manera la desigualdad económica y social afecta la calidad de la democracia?
7. ¿Qué estrategias se pueden implementar para fomentar una mayor participación ciudadana en la democracia?

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