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Hans Christian Andersen - Historias Del Sol

Historias del Sol es un cuento infantil de Hans Christian Andersen que narra cómo el Sol cuenta historias sobre la influencia positiva de un cisne dorado en la vida de varios personajes, desde un joven comerciante hasta una madre con cuatro hijos. A lo largo de la narración, el Sol destaca cómo sus rayos han traído fortuna y conocimiento a quienes han sido tocados por su luz. El cuento refleja la conexión entre la naturaleza y la felicidad humana, mientras el Viento y la Lluvia interrumpen con sus quejas sobre la longitud de la historia.
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Hans Christian Andersen - Historias Del Sol

Historias del Sol es un cuento infantil de Hans Christian Andersen que narra cómo el Sol cuenta historias sobre la influencia positiva de un cisne dorado en la vida de varios personajes, desde un joven comerciante hasta una madre con cuatro hijos. A lo largo de la narración, el Sol destaca cómo sus rayos han traído fortuna y conocimiento a quienes han sido tocados por su luz. El cuento refleja la conexión entre la naturaleza y la felicidad humana, mientras el Viento y la Lluvia interrumpen con sus quejas sobre la longitud de la historia.
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Historias del Sol

Hans Christian Andersen

textos.info
Biblioteca digital abierta

1
Texto núm. 798

Título: Historias del Sol


Autor: Hans Christian Andersen
Etiquetas: Cuento infantil

Editor: Edu Robsy


Fecha de creación: 30 de junio de 2016

Edita textos.info

Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España

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Historias del Sol
—¡Ahora voy a contar yo! —dijo el Viento.

—No, perdone —replicó la Lluvia—. Bastante tiempo ha pasado usted en


la esquina de la calle, aullando con todas sus fuerzas.

—¿Éstas son las gracias —protestó el Viento— que me da por haber


vuelto en su obsequio varios paraguas, y aún haberlos roto, cuando la
gente nada quería con usted?

—Tengamos la fiesta en paz —intervino el Sol—. Contaré yo.

Y lo dijo con tal brillo y tanta majestad, que el Viento se echó cuan largo
era. La Lluvia, sacudiéndolo, le dijo:

—¿Vamos a tolerar esto? Siempre se mete donde no lo llaman el señor


Sol. No lo escucharemos. Sus historias no valen un comino.

Y el Sol se puso a contar:

—Volaba un cisne por encima del mar encrespado; sus plumas relucían
como oro; una de ellas cayó en un gran barco mercante que navegaba con
todas las velas desplegadas. La pluma fue a posarse en el cabello
ensortijado del joven que cuidaba de las mercancías, el sobrecargo, como
lo llamaban. La pluma del ave de la suerte le tocó en la frente, pasó a su
mano, y el hombre no tardó en ser el rico comerciante que pudo
comprarse espuelas de oro y un escudo nobiliario. ¡Yo he brillado en él! —
dijo el Sol —. El cisne siguió su vuelo por sobre el verde prado donde el
zagal, un rapaz de siete años, se había tumbado a la sombra del viejo
árbol, el único del lugar. Al pasar el cisne besó una de las hojas, la cual
cayó en la mano del niño; y de aquella única hoja salieron tres, luego diez
y luego un libro entero, en el que el niño leyó acerca de las maravillas de la
Naturaleza, de la lengua materna, de la fe y la Ciencia. A la hora de
acostarse se ponía el libro debajo de la cabeza para no olvidar lo que
había leído, y aquel libro lo condujo a la escuela, a la mesa del saber. He

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leído su nombre entre los sabios —dijo el Sol—. Se entró el cisne volando
en la soledad del bosque, y se paró a descansar en el lago plácido y
oscuro donde crecen el nenúfar y el manzano silvestre y donde residen el
cuclillo y la paloma torcaz. Una pobre mujer recogía leña, ramas caídas,
que se cargaba a la espalda; luego, con su hijito en brazos, se encaminó a
casa. Vio el cisne dorado, el cisne de la suerte que levantaba el vuelo en el
juncal de la orilla. ¿Qué era lo que brillaba allí? ¡Un huevo de oro! La mujer
se lo guardó en el pecho, y el huevo conservó el calor; seguramente había
vida en él. Sí, dentro del cascarón algo rebullía; ella lo sintió y creyó que
era su corazón que latía.

Al llegar a su humilde choza sacó el huevo dorado. «¡Tic—tac!», sonaba


como si fuese un valioso reloj de oro, y, sin embargo, era un huevo que
encerraba una vida. Se rompió la cáscara, y asomó la cabeza un
minúsculo cisne, cubierto de plumas, que parecían de oro puro. Llevaba
cuatro anillos alrededor del cuello, y como la pobre mujer tenía justamente
cuatro hijos varones, tres en casa y el que había llevado consigo al bosque
solitario, comprendió enseguida que había un anillo para cada hijo, y en
cuanto lo hubo comprendido, la pequeña ave dorada emprendió el vuelo.

La mujer besó los anillos e hizo que cada pequeño besase uno, que luego
puso primero sobre su corazón y después en el dedo.

—Yo lo vi —dijo el Sol—. Y vi lo que sucedió más tarde.

Uno de los niños se metió en la barrera, cogió un terrón de arcilla y,


haciéndolo girar entre los dedos, obtuvo la figura de Jasón, el conquistador
del vellocino de oro.

El segundo de los hermanos corrió al prado, cuajado de flores de todos los


colores. Cogiendo un puñado de ellas, las comprimió con tanta fuerza, que
el jugo le saltó a los ojos y humedeció su anillo. El líquido le produjo una
especie de cosquilleo en el pensamiento y en la mano, y al cabo de un
tiempo la gran ciudad hablaba del gran pintor.

El tercero de los muchachos sujetó su anillo tan fuertemente en la boca,


que produjo un sonido como procedente del fondo del corazón;
sentimientos y pensamientos se convirtieron en acordes, se elevaron como
cisnes cantando, y como cisnes se hundieron en el profundo lago, el lago
del pensamiento. Fue compositor, y todos los países pueden decir: «¡Es
mío!».

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El cuarto hijo era como la Cenicienta; tenía el moquillo, decía la gente;
había que darle pimienta y cuidarlo como un pollito enfermo. A veces
decían también: «¡Pimienta y zurras!». ¡Y vaya si las llevaba! Pero de mí
recibió un beso —dijo el Sol—, diez besos por cada golpe. Era un poeta,
recibía puñadas y besos, pero poseía el anillo de la suerte, el anillo del
cisne de oro. Sus ideas volaban como doradas mariposas, símbolo de la
inmortalidad.

—¡Qué historia más larga! —dijo el Viento.

—¡Y aburrida! —añadió la Lluvia—. ¡Sóplame, que me reanime!

Y el Viento sopló, mientras el Sol seguía contando:

—El cisne de la suerte voló por encima del profundo golfo, donde los
pescadores habían tendido sus redes. El más pobre de ellos pensaba
casarse, y, efectivamente, se casó.

El cisne le llevó un pedazo de ámbar. Y como el ámbar atrae, atrajo


corazones a su casa; el ámbar es el más precioso de los inciensos. Vino
un perfume como de la iglesia, de la Naturaleza de Dios. Gozaron la
felicidad de la vida doméstica, el contento en la humildad, y su vida fue un
verdadero rayo de sol.

—¡Vamos a dejarlo! —dijo el Viento—. El Sol ha contado ya bastante.


¡Cómo me he aburrido!

—¡Y yo! —asintió la Lluvia.

¿Qué diremos nosotros, los que hemos estado escuchando las historias?
Pues diremos:

¡Se terminaron!

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Hans Christian Andersen

Hans Christian Andersen (Odense, 2 de abril de 1805 - Copenhague, 4 de


agosto de 1875) fue un escritor y poeta danés, famoso por sus cuentos
para niños, entre ellos El patito feo, La sirenita y La reina de las nieves.
Estas tres obras de Andersen han sido adaptadas a la gran pantalla por
Disney.

Nació el 2 de abril de 1805 en Odense, Dinamarca. Su familia era tan


pobre que en ocasiones tuvo que dormir bajo un puente y mendigar. Fue

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hijo de un zapatero de 22 años, instruido pero enfermizo, y de una
lavandera de confesión protestante. Andersen dedicó a su madre el cuento
La pequeña cerillera, por su extrema pobreza, así como No sirve para
nada, en razón de su alcoholismo.

Desde muy temprana edad, Hans Christian mostró una gran imaginación
que fue alentada por la indulgencia de sus padres. En 1816 murió su padre
y Andersen dejó de asistir a la escuela; se dedicó a leer todas las obras
que podía conseguir, entre ellas las de Ludwig Holberg y William
Shakespeare.

de 1827 Hans Christian logró la publicación de su poema «El niño


moribundo» en la revista literaria Kjøbenhavns flyvende Post, la más
prestigiosa del momento; apareció en las versiones danesa y alemana de
la revista.

Andersen fue un viajero empedernido («viajar es vivir», decía). Tras sus


viajes escribía sus impresiones en los periódicos. De sus idas y venidas
también sacó temas para sus escritos.

Exitosa fue también su primera obra de teatro, El amor en la torre de San


Nicolás, publicada el año de 1839.

Para 1831 había publicado el poemario Fantasías y esbozos y realizado


un viaje a Berlín, cuya crónica apareció con el título Siluetas. En 1833,
recibió del rey una pequeña beca de viaje e hizo el primero de sus largos
viajes por Europa.

En 1834 llegó a Roma. Fue Italia la que inspiró su primera novela, El


improvisador, publicada en 1835, con bastante éxito. En este mismo año
aparecieron también las dos primeras ediciones de Historias de aventuras
para niños, seguidas de varias novelas de historias cortas. Antes había
publicado un libreto para ópera, La novia de Lammermoor, y un libro de
poemas titulado Los doce meses del año.

El valor de estas obras en principio no fue muy apreciado; en


consecuencia, tuvieron poco éxito de ventas. No obstante, en 1838 Hans
Christian Andersen ya era un escritor establecido. La fama de sus cuentos
de hadas fue creciendo. Comenzó a escribir una segunda serie en 1838 y
una tercera en 1843, que apareció publicada con el título Cuentos nuevos.
Entre sus más famosos cuentos se encuentran «El patito feo», «El traje

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nuevo del emperador», «La reina de las nieves», «Las zapatillas rojas»,
«El soldadito de plomo», «El ruiseñor», «La sirenita», «Pulgarcita», «La
pequeña cerillera», «El alforfón», «El cofre volador», «El yesquero», «El
ave Fénix», «La sombra», «La princesa y el guisante» entre otros. Han
sido traducidos a más de 80 idiomas y adaptados a obras de teatro,
ballets, películas, dibujos animados, juegos en CD y obras de escultura y
pintura.

El más largo de los viajes de Andersen, entre 1840 y 1841, fue a través de
Alemania (donde hizo su primer viaje en tren), Italia, Malta y Grecia a
Constantinopla. El viaje de vuelta lo llevó hasta el Mar Negro y el Danubio.
El libro El bazar de un poeta (1842), donde narró su experiencia, es
considerado por muchos su mejor libro de viajes.

Andersen se convirtió en un personaje conocido en gran parte de Europa,


a pesar de que en Dinamarca no se le reconocía del todo como escritor.
Sus obras, para ese tiempo, ya se habían traducido al francés, al inglés y
al alemán. En junio de 1847 visitó Inglaterra por primera vez, viaje que
resultó todo un éxito. Charles Dickens lo acompañó en su partida.

Después de esto, Andersen continuó con sus publicaciones, aspirando a


convertirse en novelista y dramaturgo, lo que no consiguió. De hecho,
Andersen no tenía demasiado interés en sus cuentos de hadas, a pesar de
que será justamente por ellos por los que es valorado hoy en día. Aun así,
continuó escribiéndolos y en 1847 y 1848 aparecieron dos nuevos
volúmenes. Tras un largo silencio, Andersen publicó en 1857 otra novela,
Ser o no ser. En 1863, después de otro viaje, publicó un nuevo libro de
viaje, en España, país donde le impresionaron especialmente las ciudades
de Málaga (donde tiene erigida una estatua en su honor), Granada,
Alicante y Toledo.

Una costumbre que Andersen mantuvo por muchos años, a partir de 1858,
era narrar de su propia voz los cuentos que le volvieron famoso.

(Información extraída de la Wikipedia)

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