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TEM
A
1 QUÉ ES LA
TEOLOGÍA
La teología es ciencia. La razón del creyente, iluminada por la
fe, trata de comprender mejor los misterios revelados por Dios
y exponerlos de manera sistemática y ordenada, basándose en
la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. La teología
presupone la fe, no es un mero ejer- cicio de curiosidad
intelectual y se trata de ciencia de salvación porque debe
ayudar al hombre a conseguir su destino eterno.
SUMARIO
1. SENTIDO Y NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD TEOLÓGICA a) Comprender
la Palabra de Dios • Presupone la fe • Se basa en la capacidad de la
razón humana • Supone un esfuerzo intelectual b) Es una actividad
de la Iglesia c) Continuidad con otros conocimientos 2. LA
TEOLOGÍA, DESARROLLO ESPONTÁNEO DE LA FE a) Es una
ciencia de salvación. Necesaria. • No es puro conocimiento teórico •
Es una necesidad de la vida cristina b) Es un desarrollo espontáneo
de la fe • La teología espontánea como vida espiritual c) Procede
siempre de la fe • Sin fe no es posible la teología • La aceptación del
misterio es firme d) La fe impulsa la reflexión • Los misterios
revelados tienen sentido e) Hay una teología que es ciencia 3. LOS
TÉRMINOS TEOLOGÍA Y TEÓLOGO a) Significado no cristiano b)
Significado cristiano 4. EN CUENTRO HISTÓRICO ENTRE LA
PALABRA Y EL LOGOS a) No ha sido
un hecho fortuito b) El Prólogo de San Juan y el puente entre fe y
razón c) Conexión entre filosofía y teología • Elementos y
horizontes comunes • La fe supera pero no elimina la razón •
Búsqueda del sentido último • La filosofía como modo de vida •
Autoridad y argumentación racional • No ha habido reparto de
papeles 5. NOCIÓN DE TEOLOGÍA a) Definición • Fides quaerens
intellectum b) La fe es el presupuesto absoluto • Fe que piensa •
Trasunto de la ciencia divina c) Es ciencia de la fe • Implica la fe la
Iglesia • Es ciencia discursiva y metódica • Carácter intelectual •
Función de defender, exponer y relacionar la fe d) Es imperfecta •
Humildad del teólogo 6. LA TEOLOGÍA COMO TRABAJO ECLESIAL
a) Función eclesial de la teología • Responsabilidades y límites • La
Iglesia no es una instancia extraña • La teología es servicio b)
Autonomía del teólogo c) La teología se dirige al mundo de la
cultura
1. Sentido y naturaleza de la actividad teológica 9
¿A qué se llama teología? Llamamos teología a la actividad de
los creyentes que tratan de comprender más profundamente
la Palabra de Dios y de ex- ponerla de manera ordenada y
sistemática, en base a la Sagrada Escritura, la Tradición de la
Iglesia, y con el Magisterio como guía.
Es fe que busca evidencias y razones. Recibe su materia prima de la
Revelación. A la teología pertenece tanto el creer como el pensar. Sin
ambas actividades fundidas en un mismo y único acto del cristiano –
creencia y pensamiento– no hay teología.
• La teología presupone la fe en el Dios Vivo de la Revelación,
que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, y sobre todo el
Dios y Padre de Jesucristo.
• Se basa en la capacidad de la razón humana para acercarse
a los misterios revelados, con el fin de contemplarlos y
exponerlos con el máximo rigor posible y con el respeto
religioso que merecen.
• No es un saber directamente infundido por Dios en el
intelecto humano, sino que procede del esfuerzo laborioso y
voluntario de ese intelecto, ilu- minado por la fe cristiana.
¿Quién hace teología? Aunque es una actividad de hombres y
mujeres cre- yentes concretos, la teología no es una empresa
meramente individual. Es la Iglesia misma quien busca
comprender y profundizar mejor su propia fe. La teología debe
hacerse por lo tanto en el suelo y a partir de la vida de la Iglesia,
en su beneficio y para su crecimiento.
Existe una continuidad entre la teología cristiana y la
actividad filosófica y científica. Si pienso en serio sobre el
mundo, esto me lleva a pensar en serio sobre Dios. La teología
está en continuidad con esa búsqueda humana de la verdad.
Bien entendido, sin embargo, que de la teología cristiana de-
rivan afirmaciones, contenidos y perspectivas que no sólo
confirman sino que también purifican, juzgan críticamente y
superan los procesos de pura racionalidad.
2. La teología, desarrollo espontáneo de la fe
La teología cristiana tiene un origen propio y específico. No
procede de la sim- ple curiosidad intelectual ni se dedica a
satisfacerla. La teología es una ciencia de salvación, que debe
en último término ayudar al hombre a conseguir su destino
eterno. No es un lujo intelectual, sino una necesidad de la vida
cristia- na, que no puede ser satisfecha por ningún otro campo
del saber.
10 Se puede hablar, por tanto, de una teología espontánea, que
es aquella com- prensión de la fe que tiene todo creyente por
el simple hecho de serlo. Esta comprensión deriva de la
tensión de la mente hacia la verdad. La teología existe porque
es, en primer lugar, un desarrollo natural y espontáneo de la
vida de fe. Es una manifestación de vitalidad espiritual.
Quien de verdad ama a Dios, desea conocerle con más
profundidad y con más detalle.
Por eso la teología bien entendida nunca es una mera técnica de pensar
ideas religio- sas y de reflexionar neutralmente sobre ellas. La teología
es mucho más, porque es un movimiento necesario de la misma razón y
existencia creyentes, que buscan penetrar y asimilar mejor los
misterios creídos.
La actividad teológica procede por tanto de la fe. Es un saber de
fe que supera la razón sin negarla. La existencia de la teología
se explica por las caracte- rísticas propias de la fe, que de un
lado posee ya su objeto (Dios) y de otro lado está en continuo
movimiento hacia Él, con el fin de aprehenderlo mejor y amarlo
más.
La aceptación del misterio revelado que lleva a cabo el creyente
en el acto de fe no es de suyo inestable, sino que es firme por
naturaleza y excluye toda duda o vacilación acerca de lo que se
cree. La razón, impulsada por la voluntad, ad- mite la verdad
revelada, a pesar de no ser evidente, y consiente en ella.
Pero la teología es además posible y necesaria porque el objeto
de la fe (Dios) se presta en sí mismo a una reflexión. Si el
creyente acepta los misterios de la Revelación es porque
considera que no están desprovistos de sentido y afec- tan a los
asuntos fundamentales de su existencia.
Aunque sea trascendente, el misterio de la salvación tiene que ser
penetrable de algún modo por el espíritu humano. Es decir, el
contenido de la fe implica cierta inteligibilidad y coherencia
de la fe misma, y puede convertirse en ob- jeto de reflexión y de
estudio más profundo.
De aquí se deriva la existencia de una teología científica, es
decir, una re- flexión deliberada, rigurosa y metódica, que es
lo que propiamente llamamos teología.
Esta teología especializada o científica, de la que aquí nos ocupamos
preferentemente, no se limita a usar los instrumentos propios del
conocimiento ordinario y del sentido común, sino que utiliza sobre todo
categorías más rigurosas, se ajusta a métodos pre- cisos, y apunta a
una construcción sistemática de los datos suministrados por la fe.
3. Los términos teología y teólogo 11
3.1. Significado no cristiano
Los términos teología, teólogo y otros pertenecientes a la misma
familia semán- tica aparecen usados con relativa frecuencia en el
paganismo. La palabra teo- logía sirve a los antiguos griegos
para designar los relatos de poetas, como Homero y Hesíodo,
que se refieren a los dioses.
Platón emplea al menos una vez la palabra teología, que es para él
sinónimo de mi- tología en su valor y sentido más profundos.
Aristóteles lo usa con un significado parecido, pero en un conocido
pasaje de la Metafísica (VI, I 1025a, 19) habla también de la «filosofía
teórica» como algo dividido en tres partes: matemática, física y teo-
logía (‘teología’ es aquí sinónimo de ‘metafísica’). Los filósofos
estoicos del siglo II
a. C. han ampliado el sentido de la voz teología, y designan con ella
las explicaciones sobre los dioses elaboradas en el mundo intelectual,
que suelen ser de orden poético o mitológico, cultual y filosófico.
3.2. Significado cristiano
Los autores cristianos introducen en estos términos aspectos
nuevos, con reso- nancias y significaciones originales.
• San Justino utiliza el verbo teologizar para designar la
actividad exegética sobre los textos bíblicos. San Clemente
de Alejandría distingue la teogo- nía (fábulas mitológicas)
de la verdadera teología (conocimiento cristiano de Dios).
Para Orígenes, teología es una doctrina recta sobre Dios.
Eusebio de Cesarea es autor de una obra denominada
«Teología eclesiástica», don- de la voz teología aparece por
primera vez en el título de un libro cristiano. San Basilio es el
primero que distingue entre teología, como doctrina so- bre
Dios, y economía, como historia de salvación.
• Para los escritores cristianos de los primeros siglos, el teólogo
es un viden- te directo de los misterios divinos, que se hallan
patentes a su espíritu por gracia extraordinaria. Teólogo es
quien goza de la contemplación mística de Dios.
• El término teología presenta en los escritores cristianos del
Occidente latino una aparición lenta y relativamente tardía.
San Agustín emplea cerca de ochenta veces las palabras
teología y teólogo, pero lo hace casi siempre en el sentido
que les daba el autor latino Varrón (†27 a. C.). Éste
distinguía entre teología física o natural (interpretación
filosófica de las causas), poé- tica (mitología), y política (culto
sagrado). Pedro Abelardo (1079-1142) es
12 el primero que utiliza la palabra teología con el sentido
actual científico y académico.
• El saber teológico adquiere rango de disciplina académica con
la aparición de las Universidades (la Sorbona de París se
funda en el siglo XII), y se diferencia claramente de la
filosofía, de los estudios bíblicos, y del derecho canónico.
Aunque el término teología coexiste todavía por un largo tiem-
po con expresiones como doctrina cristiana, sacra scriptura,
sacra divina pagi- na, es a partir de este momento histórico,
cuando la voz teología se reserva para designar el
conocimiento sistemático y discursivo acerca de Dios y los
misterios revelados.
4. El encuentro histórico entre la Palabra y el logos griego
Nos referimos con esta expresión al contacto e interrelación que se
produjo en los primeros siglos entre el cristianismo y la
filosofía griega. Este encuentro histórico entre la Palabra de
Dios (dabar, en hebreo) y el logos griego, o entre el misterio
cristiano revelado y la razón humana que investiga el mundo, es
un hecho de excepcional importancia religiosa y cultural,
y establece las bases para la armonía y buen entendimiento
entre la fe y la razón, que son la raíz de la teología.
Esta simbiosis entre la razón y la fe no ha sido un hecho fortuito, debido
simplemen- te a unas circunstancias históricas y culturales favorables.
Sin restar importancia al marco histórico, hay que decir que el
entendimiento y la alianza entre lo racional y lo revelado, tal como
lo concibe el judeo-cristianismo, responde a la naturaleza misma de
las cosas, es decir, a la esencia del misterio de Dios, y a la dinámica
del espíritu humano.
• El Prólogo de San Juan
El Prólogo de San Juan establece una correspondencia entre la fe
bíblica en Dios y la búsqueda filosófica.
«En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios». Estas solemnes afirmaciones que inician
el Evangelio de San Juan, y que son afines al mensaje de San
Pablo contenido en el discurso del Areópa- go, sugieren la
existencia de un puente entre la fe y la razón, o entre lo que
representan Jerusalén y Atenas en la historia de la humanidad.
San Juan, con gran audacia, identifica la idea griega de logos
(razón) con el Verbo de Dios (Jesucristo), y alude así a una
inequívoca asociación entre razón y Palabra
revelada, entre universalismo griego y lo que parecía particularismo
religioso
13
judeo-cristiano.
La teología se desarrolló contando con la filosofía griega. En su
aparición histórica, puede afirmarse que la teología cristiana como
construcción intelectual presupone no sólo la Sagrada Escritura, sino
también la filosofía griega. Sin embargo, el cristianismo rechazó de plano
todo el ámbito religioso pagano (las religiones paganas) con las que no
entró en diálogo.
• Relación entre teología y filosofía
Teología y filosofía no pertenecen a dos mundos incomunicables
separados por un abismo, aunque la primera sea religiosa y la
segunda sea profana o secular. Existe un nexo entre ambas,
porque la razón actúa en los dos campos, si bien lo hace de
modo distinto.
• La necesaria diferenciación entre la razón y la fe, entre la
filosofía y la teo- logía, no impide la existencia de elementos
y horizontes comunes, que exigen no sólo un
reconocimiento mutuo como caminos hacia la realidad, sino
también una mutua implicación.
• La fe supera la razón pero no la elimina. Entra en el
mundo de los mis- terios sobrenaturales, que es un mundo
invisible donde la razón, que por su propia naturaleza busca
evidencia, no puede penetrar por sí sola. La razón creyente
sabe sin embargo que aceptar los misterios cristianos no es
absurdo, y sabe también que puede investigarlos con respeto y
descubrir en ellos horizontes de racionalidad que no
sospechaba.
• La afinidad entre fe y razón, o entre teología y filosofía, se
advierte clara- mente en el hecho de que ambas investigan,
desde perspectivas diversas, el sentido último de las cosas,
y ambas proceden también de manera or- denada,
sistemática y precisa en su investigación.
• La filosofía no era en la antigüedad una simple profesión
intelectual o do- cente, sino un auténtico modo de vivir,
según el cual el filósofo trataba de regir su existencia y su
conducta en base a los más elevados principios éti- cos.
También en este aspecto, el teólogo, como todo cristiano que
reflexio- na algo sobre su fe, busca en cuanto creyente la
máxima coherencia entre lo que profesa y lo que hace.
Los cristianos de los primeros siglos decían por su parte poseer y
practicar la auténti- ca filosofía. San Justino (siglo II) escribe en su
Dialogo con Trifón lo siguiente: «… hallé que esta sola es la filosofía
segura y provechosa. De este modo, pues, y por estos mo- tivos soy yo
filósofo, y quisiera que todos los hombres, poniendo el mismo fervor que
yo, siguieran las doctrinas del Salvador. Porque hay en ellas un no sé
qué de temible,
14 y son capaces de conmover a los que se apartan del recto camino, a la
vez que, para quienes las meditan, se convierten en dulcísimo
descanso».
• No debe olvidarse una diferencia capital que existe entre la
Palabra bíbli- ca y el logos griego. La Palabra vincula por su
autoridad, que es la autori- dad de Dios. El creyente
escucha la Palabra, la acepta devotamente y no pide de
momento razones, ni examina el contenido de la Palabra
misma, es decir, no la somete a comprobaciones por parte de
la razón. El logos vin- cula en cambio por su lógica interna,
que es captada inmediatamente por el intelecto del que
escucha y le mueve a la aceptación.
Pero esta diversidad entre autoridad de fe y argumentación racional no
ha originado para el cristianismo y el pensamiento griego,
respectivamente, vías exclusivas e inco- municables para llegar a las
verdades buscadas. Es decir, no ha existido un reparto de papeles,
en el que los griegos hayan monopolizado los caminos racionales de la
demostración, y los cristianos se hayan limitado a creer y aceptar la
Palabra de una autoridad revelante.
La teología cristiana dejó entrar gradualmente en sus métodos
el peso de la demostración, sin renunciar por ello a su
carácter de saber teologal. Los filó- sofos paganos, por su parte,
nunca despreciaron la autoridad, ni siquiera en su pugna inicial
con el cristianismo.
5. Noción de teología
La teología puede definirse como la ciencia en la que la
razón del creyente, guiada por la fe teologal, se esfuerza
en comprender mejor los misterios revelados por Dios y
sus consecuencias para la existencia humana.
La actividad teológica es fides quaerens intellectum: fe que busca
entender, impulsada no por una actitud de simple curiosidad,
sino de amor y venera- ción hacia el misterio.
San Anselmo de Canterbery (1033-1109), que es el autor de esa
expresión que indica la esencia de la teología, observa que «el creyente
no debe discutir la fe, pero mantenién- dola siempre firme, amándola y
viviendo conforme a ella, puede humildemente, y en la medida de lo
posible, buscar las razones por las que la fe es así. Si consigue entender,
lo agradecerá a Dios; si no lo consigue, se someterá y la venerará» (PL
158, 263 C).
La fe es el presupuesto absoluto de la teología. Esto es así,
no sólo porque la fe sea su materia prima, dado que la teología
se hace a partir de la fe, sino porque la buena teología se debe
hacer desde dentro de la fe, y es así algo más que una simple
reflexión racional sobre los datos de la Revelación. Por eso
afirma San Agustín: intellige ut credas, crede ut intelligas (has de
entender 15
para creer y has de creer para entender).
La teología es entonces desarrollo de la dimensión intelectual del
acto de fe. Es fe reflexiva, fe que piensa, comprende, pregunta y
busca. Trata de elevar dentro de lo posible el credere al nivel de
intelligere, agrupando el conjunto de verdades de fe en un sistema bien
clasificado, orgánico y coherente. Intenta construir intelectualmente lo
revelado, según encadenamientos de conceptos que manifiesten la
conexión recíproca de todos sus elementos, y relacionen efectos con
causas y verdades derivadas con sus principios. La teología aparece
así, dice Santo Tomás de Aquino, como una huella o trasunto de la
ciencia divina: impressio divinae scientiae (S. Th. 1, 1, 3 ad 2).
La teología es ciencia de la fe. Es una reflexión primero
espontánea y luego metódica, realizada por la mente cristiana en
el ámbito de la Iglesia, en torno a la Revelación de Dios y a las
realidades iluminadas por ella. Esto implica:
• No es una tarea individual. Su terreno y su sabia son la vida
de la fe y de los misterios de la fe. Su base última es la
Iglesia entera, a la vez benefi- ciaria y responsable del
quehacer teológico. Es una meditación sobre la fe de la
Iglesia, tal como se expresa en la Sagrada Escritura, los
Símbolos, las definiciones conciliares y los escritos de los
Padres. No busca fundamentar su objeto, sino comprenderlo.
• La teología es discursiva y metódica. Arranca de la fe y
vive dentro de ella, pero usa el esfuerzo humano y avanza
paso a paso, en un saber que necesita del tiempo para
perfeccionarse y madurar.
• La teología es por tanto una actividad de carácter
intelectual y no afectivo, aunque presupone amor y
tendencia hacia los misterios sobrenaturales. Su término no
es directamente la unión con Dios, que es la meta de la vía
mística, sino una captación detallada y bien construida de la
Revelación, es decir, un conocimiento desarrollado de la fe.
• Es propio, finalmente, de la labor teológica compenetrarse
intelectualmen- te con la verdad revelada, en un esfuerzo de
comprensión que lleva a de- fenderla y exponerla con íntima
convicción y seguridad. El teólogo procu- ra además
relacionar las verdades de fe con el resto de los
conocimientos humanos y los datos que proporciona un
mundo real y creado por Dios, en el que existen verdades
relativas pero estimables, causas segundas junto a la causa
trascendente, y fines intermedios junto al fin último.
La teología es imperfecta. Es susceptible de progreso, porque
contiene aspec- tos de ciencia humana.
16 Esta actividad respetuosamente inquisitiva dejará siempre en el buen
teólogo una sa- ludable insatisfacción, que no debe herir su amor
propio sino fomentar su humildad. Porque significa que está en
presencia de los misterios insondables a los que alude San Agustín
cuando advierte: «Si has comprendido del todo es que no es Dios lo que
has encontrado».
6. La teología como trabajo eclesial
La teología es una actividad de la Iglesia entera. La
actividad teológica se desarrolla por individuos concretos, que
imprimen su propio estilo y su per- sonalidad, pero no es un
trabajo puramente individual. La teología es una actividad
corporativa de la Iglesia, y nunca la reflexión privada de un
teólo- go. Sirve a la Iglesia y al bien de los hombres, y
contribuye al Reino de Dios. La labor de los teólogos se halla,
por tanto, profundamente vinculada a la vida eclesial, de
modo que puede ser considerada en cierto sentido, un órga- no
de la Iglesia. La teología no es ciertamente un oficio eclesiástico,
según el sen- tido preciso que estos términos reciben en
eclesiología y en derecho canónico. Pero puede ser considerada
una función o ministerio, en sentido eclesiológi- co amplio. La
teología es así un aspecto determinado de la función doctrinal
de la Iglesia, que engloba a su vez distintos niveles de actividad
(Magisterio, teología, catequesis). Puede ser considerada una
tarea específica y pública de la Palabra de la fe.
• Su carácter eclesial hace de la teología una actividad
situada, es decir, se- llada por una referencia al conjunto de la
Iglesia, con unas responsabilida- des y unos límites.
• La Iglesia no es una instancia extraña a la teología, sino el
fundamento de su existencia y la condición de su posibilidad.
En efecto, la fe que estudia el teólogo no es nunca algo
particular sino de todos.
• El teólogo es miembro de una comunidad viva. De esta
comunidad recibe la fe, y con ella la comparte. Es éste el
hecho que avala, sostiene, e interroga a la teología. Los
teólogos están llamados, por tanto, a servir a la comu-
nión, y tienen que dar gratuitamente lo que gratuitamente se
les ha dado.
La teología tiene autonomía científica. La teología no es en la
Iglesia una fun- ción delegada del Magisterio eclesiástico, ni
una simple derivación de éste. Ejerce un trabajo propio, con
autonomía científica y responsabilidad, algo que le es necesario
al Magisterio mismo en su tarea de declarar y explicar la doc-
trina católica.
La teología tiene una misión en el mundo. El destinatario de la
teología no es
17 únicamente la comunidad cristiana en cuanto tal. El teólogo se dirige
también directa o indirectamente, aunque no lo haga siempre de
modo explícito, al mundo de la cultura, y a la sociedad en general.
Ejercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones
usadas:
inteligibilidad
fides quaerens intellectum
trascendente
intellige ut credas, crede ut intelligas
Revelación
Símbolos
Razón
escritos de los
mitología
Padres oficio
metafisica
eclesiástico
teogonía
función o
poética
ministerio
discurso del
Areópago Magisterio
daba sacra divina
r pagina autonomía
logo científica teología
s espontánea
teología
científica
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:
1. ¿Se puede hacer teología sin fe? Justifica la respuesta.
2. ¿Qué significa que la teología es una «ciencia de salvación»?
3. ¿Qué diferencia hay entre una teología espontánea y una teología científica?
4. Los términos teología y teólogo no son algo exclusivo y original del
cristianis- mo. Señala algunos ejemplos históricos que lo
corroboren.
5. Hubo un encuentro entre la fe y la filosofía griega en los primeros
siglos del cristianismo. Explica su importancia para la teología y
para el pensamiento cristiano.
6. Se puede decir de la teología (como de la filosofía) que es «un modo de vivir».
¿Qué quiere decir esto?
7. La teología es «ciencia de la fe». Señala las implicaciones que tiene
esta afirma- ción.
18
8. Sobre la expresión fides quaerens intellectum: ¿quién es su autor?
¿qué quiere decir?
9. ¿En qué sentido se habla de que la teología es imperfecta? Razona la
respuesta.
10. Se insiste mucho en que la teología no es una actividad
individualista, sino eclesial. ¿Por qué? ¿Qué importancia tiene esta
afirmación?
11. La teología, ¿es un conocimiento sólo para los que aceptan la fe
cristiana? Ra- zona tu respuesta.
Ejercicio 3. Comentario de texto
Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los
conte- nidos aprendidos:
La teología es una ciencia que tiene a su disposición todas las posibilidades del
cono- cimiento humano. Es libre en el uso de sus métodos y análisis. Pero, al
mismo tiempo, debe tener en cuenta su relación con la fe de la Iglesia. La fe
no es algo que nos debe- mos a nosotros mismos; más bien «está edificada
sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo piedra angular el
mismo Cristo Jesús» (Ef 2, 20). También la teo- logía debe dar por supuesta la fe,
pero no puede producirla. Y el teólogo está siempre apoyado en los padres en
la fe. El sabe que su especialidad no se compone de una serie de objetos o
materiales históricos mezclados en un alambique artificioso, sino que se trata
de la fe viva de la Iglesia. No en vano el teólogo enseña en nombre y por
encargo de la comunidad de fe eclesial. Debe ineludiblemente hacer nuevas
propuestas dirigi- das a la comprensión de la fe, pero éstas no son más que
una oferta a toda la Iglesia. Muchas cosas deben ser corregidas y ampliadas
en un diálogo fraterno hasta que toda la Iglesia pueda aceptarlas. La
teología, en el fondo, debe ser un servicio enormemente desinteresado a la
comunidad de los creyentes. Por ese motivo, de su esencia forman parte la
discusión imparcial y objetiva, el diálogo fraterno, la apertura y la disposición
de cambio de cara a las propias opiniones.
JUAN PABLO II,
Alocución a los profesores de
teología, Convento de los
capuchinos de Altötting, 18 de
noviembre de 1980.
* * *
19
Por su propia naturaleza la fe interpela la inteligencia, porque descubre al
hombre la verdad sobre su destino y el camino para alcanzarlo. Aunque
la verdad revelada supere nuestro modo de hablar y nuestros conceptos
sean imperfectos frente a su insondable grandeza (cf. Ef 3, 19), sin
embargo invita a nuestra razón –don de Dios otorgado para captar la
verdad– a entrar en su luz, capacitándola así para compren- der en cierta
medida lo que ha creído. La ciencia teológica, que busca la inteligencia de la
fe respondiendo a la invitación de la voz de la verdad ayuda al pueblo de
Dios, según el mandamiento del Apóstol (cf. 1 P 3, 15), a dar cuenta de su
esperanza a aque- llos que se lo piden.
Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo, 1990,