Las infinitas vidas de Euclides.
La historia del libro
que forjó nuestro mundo (Benjamin Wardhaugh -
2022)
• Título: Las infinitas vidas de Euclides. La
historia del libro que forjó nuestro mundo
• Título original: The Book of Wonders.
The Many Lives of Euclid's Elements (2020)
• Año: 2022
• Autor: Benjamin Wardhaugh
• Páginas: 480
• Editorial: Shackelton Books
• ISBN: 9788413611303
Cuando hablamos de los Elementos de Euclides no hablamos de un libro como los demás. Si bien
no se trata de un ser vivo (atendiendo a la no poco controvertida concepción de “lo vivo” desde el
punto de vista de la filosofía de la biología), sí que podemos considerarlo como una entidad comple -
ja que ha sufrido una evolución dinámica desde que fue escrito hace unos 2300 años, y que ha so -
brevivido a todas las culturas por las que ha pasado y formado parte.
De este proceso de cambio y adaptación nos da cuenta Benjamin Wardhaugh en esta maravillo-
sa obra. Nos narra cómo se ha amoldado el libro a cada época, con las diferentes versiones que han
variado su contenido y alcance; pero también nos habla del impacto y consecuente adaptación de
las culturas y sociedades en las que el libro ha tenido repercusión, pues ha constituido un pilar fun -
damental del conocimiento a lo largo de los siglos, tanto en lo geométrico como en lo metodológico,
a la hora de ejercitar nuestra capacidad intelectual.
Aunque a continuación sintetizaré las ideas principales de cada capítulo, las palabras que el autor
emplea al final del libro a modo de epílogo hacen una exposición perfecta de su obra:
“La historia de los Elementos de Euclides es una historia sobre lo que pueden ser las
ideas y lo que pueden hacer, y sobre cuánto puede viajar, cambiar y prosperar un libro.
Es una historia sobre la matemáticas y su lugar en las vidas y las mentes de personas
de muchas culturas. Es la historia de un libro de geometría nacido en el norte de África
y que ha influido en el mundo durante dos mil trescientos años.
Este libro ha tenido un periplo extraordinario. Ha encontrado lectores por todo el
mundo, que han hallado y realizado cosas con él, y sobre él, que les resultaban significa-
tivas. A lo largo del tiempo, la austeridad del texto ha permitido que la gente encon-
trara en él todo lo que necesitaban. Para algunos, Euclides era el gran autor de un gran
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libro, una obra clásica de la literatura griega; para otros, era un filósofo cuya obra
podía guiar a los lectores por los misterios del conocimiento y la existencia; para otros,
era un héroe de la vida práctica que podía enseñarnos cómo diseñar una catedral o
pintar un cuadro.
Con las presiones del mundo de la Ilustración, Euclides, como muchos otros autores y
figuras de autoridad de la Antigüedad, empezó a verse con sospecha y sus virtudes
tradicionales se desmoronaron. Luego, sin embargo, recuperó parte de su estatus, pues
pasó a verse como una forma cambiante capaz de amoldarse a casi cualquier cosa y su
maleabilidad se convirtió en una nueva virtud. Si bien el siglo XX, y de momento
también el XXI, ha presenciado un cierto eclipse de su libro (se sospecha de él, se
recela de él, se deja de usar), también ha visto un nuevo interés por aceptar sus ambi-
güedades e incertezas: se ha jugado con él y se ha dejado que juegue con sus lectores.
Nadie puede prever lo que sucederá con los Elementos de Euclides en el futuro, pues las
culturas cambian sin cesar. Ahora bien, el libro parece adaptable como pocos, con más
ideas que las que se pueden ocultar tras una máscara cualquiera, tal vez idealmente
adecuado al mundo fluido y fragmentado de la era de la información. No cuesta imagi-
narlo saltando hacia el futuro, nunca comprendido del todo por las culturas con las que
entra en contacto. Sin duda, seguirá viviendo sus incontables vidas; antiguo y nuevo,
sabio y útil, complicado y juguetón y siempre ligerísimamente inasequible.”
El contenido del libro se estructura en cuatro bloques principales:
1. EL AUTOR – Donde se da cuenta de los orígenes del texto en la Alejandría de Ptolomeo
I y de cómo éste fue propagándose por diferentes culturas, las sucesivas traducciones a dife-
rentes idiomas hasta establecerse casi como el libro de texto predilecto para los estudiantes
del Renacimiento, perpetuando así a Euclides, su autor, como el maestro por excelencia de
la geometría.
2. EL SABIO – Donde se pone de manifiesto la relevancia que, cada vez más, tenía el conoci-
miento matemático en general (y los Elementos de Euclides en particular). De cómo tras-
ciende fronteras y se consolida como pieza fundamental del saber, siendo una pieza funda-
mental en los propios planes de estudio.
3. EL HÉROE – Donde se nos cuentan casos prácticos de uso de la geometría, que hacen de
valedores para su estudio y dedicación para con la disciplina, y que acabaría ensalzando la
figura de Euclides a la de “Héroe”. Y donde su obra, los Elementos, pese a carecer de cual-
quier tipo de instrucción en cuanto a cómo usarse, ha sido revisada y aplicada de tantas
maneras a lo largo de la historia que pareciera le hubieran dotado de vida propia.
4. LA SOMBRA Y LA MÁSCARA – Donde se nos muestra cómo los “Elementos” pier-
den su hegemonía, no tanto porque carezcan de valor (siguen siendo de relevancia en gran
parte de la ciencia y conocimiento actuales), sino porque comienzan a cuestionarse las suce-
sivas versiones, con los errores y añadidos que desvirtúan la calidad de la obra, sino por las
suspicacias que vienen generándose a raíz de sus postulados (en particular, el de las parale -
las), que da lugar a la concepción de la geometría hiperbólica. Así, desde Lobachevski, que -
da claro que la de Euclides no es la única geometría. Ésta quedaría desterrada de su hege -
monía geométrica, igual que hará, gracias a ella, Einstein con la física clásica de Newton, en
beneficio de su teoría de la relatividad.
Lo que sigue a continuación es un breve resumen de los contenidos de cada capítulo, donde he tra -
tado de sintetizar las ideas principales, procurando no desmerecer mucho la gran labor que
Wardhaugh ha realizado en cada uno de ellos. Al final se encuentra una tabla donde se ordenan
cronológicamente los principales eventos e historias que se narran en estos cuatro bloques.
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1 – El autor
1.1 – Alejandría. El geómetra y el rey
Comienza el viaje en la ciudad natal del hombre culpable de todo esto: Euclides (ca. 325 a.e.c. - ca.
265 a.e.c.), geómetra griego del que apenas se dispone de datos biográficos fiables, pero del que sí
sabemos que desempeñó su vida y labor intelectual en Alejandría en tiempos de Ptolomeo I Soter.
Se trata de una ciudad que, si bien como tal no es griega (de hecho pasaría a convertirse en la ca -
pital egipcia), se convertirá en un punto de convergencia de todo el conocimiento griego clásico, en-
tre cuyas razones para se encuentran los aportes de la matemática y geometría griegas que llegaron
de la mano de Euclides.
Al respecto de la geometría griega cabe reseñar lo siguiente:
• No es sólo una herramienta para dilucidar problemas de índole geométrica, sino que el pro-
ceso demostrativo que la define es en sí mismo un modo de ejercer el razonamiento.
• Todo el historial de conocimientos geométricos griegos es de tal envergadura que no es posi -
ble que una sola mente humana pudiera poseerlos en su totalidad con un nivel de compe-
tencia lo suficientemente bueno. Lo que consigue Euclides con sus Elementos es aunar en un
mismo compendio todo ese saber, que en gran medida ya estaba desarrollado en los trabajos
de autores previos a él:
◦ Trabajos previos de Eudoxo y su estudio de las proporciones, o los de Teeteto para el
estudio de sólidos regulares.
◦ Se cree que podrían existir compilaciones previas ya denominadas como “Elementos”.
• Euclides acomete la labor de recoger y aunar todos estos conocimientos preexistentes, amén
de incluir algunos desarrollos nuevos, o de mejorar y extender los ya existentes, aunque siga
sin estar del todo claros cuáles de dichos contenidos son de su autoría.
La estructura de su obra plantea y desarrolla los diferentes contenidos de manera argumentada, lo
que permite poder realizar deducciones a partir de las bases que se han ido fundamentando previa-
mente. Para ello parte de una serie de axiomas y postulados sobre los que efectúa desarrollos teóri-
cos que darán lugar a las diferentes proposiciones de las que se compone (y se retroalimenta el li-
bro), todo ello recogido en unas veinte mil líneas de texto en griego, que dan forma a trescientas
cincuenta proposiciones geométricas recogidas en trece papiros.
No está claro si el contenido de los Elementos que nos ha llegado es la totalidad de la obra original
de Euclides, además de que las sucesivas modificaciones que fueron realizándose a lo largo de los si-
glos llegan a diferir mucho entre sí, con copias que arrastran en ocasiones errores, y que desdibujan
la que pudiera haber sido la obra original, donde además tenemos que no hay datos que permitan
cerciorarnos de que no se hayan perdido fragmentos de la obra original.
1.2 – Elefantina. Cascotes de cerámica
Tras 2300 años de vida de la obra, no se conserva ningún papiro completo con la versión original
completa de los Elementos, si acaso, disponemos de fragmentos con anotaciones sobre contenidos
que parecen resúmenes simplificados del texto original, posiblemente apuntes de estudiantes de la
época. Aún así, desde que apareció fue copiado y distribuido casi sin cesar por todos los lugares y
en todos los formatos. Quizá el formato más curioso sean unos fragmentos cerámicos de una época
cercana en el tiempo a su publicación, durante el mandato de Ptolomeo III. Estos fragmentos son
conocidos como óstracos, y recogen las anotaciones bien en tinta o bien en gravados sobre su super-
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ficie.
Fue en torno a 1906-07 que el arqueólogo Otto Rubensohn descubrió en la isla de Elefantina (isla
del alto Egipto) unos óstracos con textos sobre geometría. No sería hasta 1930 que se transcribie -
ran, y cuyo análisis permitiese constatar que se estaba ante la prueba física más antigua del conte-
nido de los Elementos.
No deja de ser curioso el hecho de que tal testimonio no sean más que unos fragmentos (en particu-
lar pertenecientes al libro XIII principalmente), pues nos muestra una analogía con la evolución
que vendrían a experimentar a lo largo de los siglos posteriores: copias y versiones, que cogen este
fragmento de aquí y que lo ubican allá, interpretado de esta manera; o el uso posterior que se daría
al libro como manual básico en la educación, pero del que sólo se tomarían determinados fragmen-
tos según el alcance buscado en cada caso. Esto hace de Euclides no un maestro en el sentido ma-
gistral, de pizarra, donde dicta los contenidos a estudiar y memorizar (como sí que harían algunos
después con su obra), sino que más bien sienta unos preceptos, unas bases sobre las que partir y un
método con el que razonar a partir de ellas para deducir y alcanzar nuevos conocimientos (como en
efecto se estructura la propia obra). En palabras de Wardhaugh al final de este capítulo:
“Sus lectores sabían que siempre podían ir más al fondo, que podían profundizar más y
crear todavía más, porque si bien los Elementos ya lo habían hecho todo, aún estaba
todo por hacer.”
1.3 – Hipsicles. El decimocuarto libro
Muerto Euclides, y en parte gracias al legado que genera su obra, la tradición de geómetras que
surge tras él es relevante, pues se progresa en conocimientos geométricos que poco a poco irían
añadiéndose al contenido original de los Elementos. Algunos de estos primeros grandes geómetras
fueron:
• Arquímedes (287 a.e.c. - 212 a.e.c.) estudia la relación entre volúmenes de esfera y cilindro
de misma altura y diámetro están en relación 2:3
• Apolonio (262 a.e.c. - 190 a.e.c) que llevó a cabo una síntesis sobre el estudio de cónicas.
• Eratóstenes (276 a.e.c – 194 a.e.c) que sería director de la biblioteca de Alejandría, donde
además introduciría la geometría en el museo. Fue el primero en dar una medición de la
Tierra.
En la segunda mitad del siglo II anterior a nuestra era, unos 150 años después de Euclides, Hipsi-
cles reúne y coordina los distintos avances geométricos acometidos desde éste. En particular toma
el libro de Apolonio que trata sobre el icosaedro y el dodecaedro y lo mejora añadiéndole un mayor
número de pruebas y demostraciones, estructurando dicho libro al modo de los Elementos con 5
proposiciones, 3 resultados subsidiarios (lemas) y una demostración alternativa a las ofrecidas por
Apolonio.
Una mano anónima posterior incluiría esta versión revisada del libro de Apolonio a cargo de Hipsi -
cles como si del libro XIV de los Elementos se tratase, y vinculándolo como continuación del libro
XIII mediante la añadidura de una proposición adicional.
Parece un añadido sin importancia, fruto de la propia evolución del conocimiento que se construye
sobre los pilares y fundamentos previos a éste, y sin embargo pasó a considerarse parte de los Ele-
mentos durante mil quinientos años como si de una parte más del original se tratase.
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1.4 – Teón de Alejandría. La edición de los Elementos
Ya en nuestra era, en torno al 370, Teón es un maestro de geometría que se desempeña en una
Alejandría que ha visto tiempos mejores, donde su Biblioteca ya no existe, y el Museo acoge al últi-
mo reducto de académicos que verá la ciudad (quizá Teón fuera el último empleado del Museo).
Entre las labores que lleva a cabo además de la enseñanza se encuentra la re-edición de textos y li -
bros para su uso como manuales de estudio, entre los que se encuentran los Elementos (otro de los
título sobre los que trabajó fue el Almagesto de Claudio Ptolomeo). Dada la meticulosidad de su
espíritu revisor, el resultado de su edición de los Elementos es una obra que en cierto modo simpli-
fica la labor al futuro lector, lo que le hizo tener una gran acogida, hasta tal punto que la mayoría
de manuscritos que han sobrevivido hasta nuestros días consisten en copias de la versión de Teón.
Si bien es cierto que no ha quedado exento de críticas desde la historiografía actual, que lo tachan
de realizar “refundiciones triviales” de los textos, y de presentar unos contenidos “matemáticamente
banales”.
Otro aspecto reseñable de su biografía se centra en su árbol familiar, pues se trata del padre de Hi-
patia (nacida en el 355), que participaría tanto de la labor docente como de edición y revisión de
textos que llevaba a cabo su padre. Por desgracia, y como ocurrirá demasiadas veces a lo largo de
la historia, las trifulcas político-religiosas vinieron a dar al traste con su vida, pues se vio inmiscui-
da en mitad de unas discusiones entre el prefecto romano (de fe cristiana) y el patriarca de Alejan-
dría, y que para desgracia de Hipatia terminó con su asesinato.
1.5 – Esteban el escriba. Euclides en Bizancio
Estamos en torno al año 888, en una Constantinopla que representa el último reducto de la cultura
griega clásica y que adolece de la caída y declive del imperio romano oriental. En esta época los
académicos bizantinos habían reestructurado el saber en las conocidas como 7 artes liberales:
• Artes liberales de carácter literario: gramática, retórica y dialéctica (~lógica)
• Artes liberales de carácter científico: aritmética, geometría, astronomía y música
Los Elementos son el texto fundamental en el estudio de la geometría, sin embargo, las sucesivas
copias (y las interpretaciones que los escribas hacen del texto, en particular del contenido matemá-
tico que no siempre alcanzan a entender) suponen una sucesión de fallos y errores que se van acu -
mulando en el tiempo y que desdibujan la voz original de Euclides en la obra que, sin embargo,
queda atribuida en origen a él.
Casos como la añadidura del tratado de Hipsicles del libro XIV (probablemente en los siglos V o
VI) forman parte de esta desviación del texto original de Euclides, así como un posible libro XV
que trataría cuestiones geométricas de sólidos y que se atribuye a tres autores, entre los que se en-
contraría Isidoro de Mileto. Es decir, llevamos casi 1000 años de reescrituras y añadiduras al texto
original.
Una de las múltiples versiones es la que Aretas de Patras (o Aretas de Cesárea) le encarga al escri -
ba bizantino Esteban, que la lleva a cabo en el año 888 sería una de las copias completas más anti-
guas que se conservan, y que consistía en:
• Unas 20000 líneas de texto
• 388 hojas escritas con unas 26 líneas por hoja
• Se basa en la edición de Teón, especificando que los libros XIV y XV se deben a Hipsicles.
• Añade anotaciones personales en su “diálogo personal” con el libro durante el proceso de
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edición del mismo, y que reflejan los contenidos de geómetras posteriores a Euclides que el
propio Estaban habría trabajado y estudiado.
Una de estas copias sobrevivió junto a otros títulos de la biblioteca personal de Aretas de Patras
(obras de Platón y Aristóteles o la única copia conservada de las Meditaciones de Marco Aurelio) y
que serían adquiridas en 1748 por Jacques Philippe d’Orville, y acabarían siendo vendidos en 1804
a la biblioteca Bodleiana de Oxford, donde aún perviven.
1.6 – Al-Hayyay. Euclides en Bagdad
Desde su llegada al poder en el 750, el califato de la dinastía al-Mamún nos presenta un entorno
multicultural y cosmopolita, en el que judíos, cristianos (arameos) y musulmanes se tratan entre sí,
ya sea en persa, árabe o griego (todavía usado en zonas de Siria, Palestina y Egipto), mediante los
que realizan intercambios culturales que enriquecen a las diferentes sociedades.
Avances en la adquisición de nuevos conocimientos y el intercambio cultural puede apreciarse en la
gran colección de cultura griega en posesión del califato, así como de las numerosas traducciones al
árabe del saber que acometieron en aquellos años.
Como epítome de esta concentración cultural tenemos la ciudad de Bagdad, que sería una especie
de imán para textos e ideas. En ella, al-Mamún fundaría “La casa de la sabiduría”, una suerte de
biblioteca donde se almacenaría el conocimiento científico y filosófico que va recopilándose poco a
poco desde el califato gracias a sus intercambios culturales, y que estaría cada vez más apoyado
por las diferentes élites de la sociedad bagdadí.
Una de estas obras que será traducida serán los Elementos. La versión de la que parte esta traduc-
ción es un poco más corta que la que elaboraría Teón (y que fuera posteriormente usada por Este-
ban). De los cerca de 20 manuscritos de los Elementos que se tradujeron del griego al árabe, nin-
guno de ellos incluye los libros XIV ni XV, lo que nos lleva a pensar que las versiones de las que
son traducción son anteriores a las que usara Teón y que incluían los añadidos de Hipsicles.
Es de notar que, dadas las diferencias lexico-semánticas entre un idioma y otro, los traductores
árabes hubieron de acuñar una serie de nuevos términos científicos para las traducciones de los dis -
tintos textos sobre los que trabajaron. Una vez esta nueva terminología está desarrollada de mane-
ra solvente, al-Mamún manda elaborar una nueva versión de los elementos actualizada de modo
que refleje la nueva terminología.
El encargado de llevar a cabo tal traducción es al-Hayyay, que sería el primer traductor (en el 819)
de Euclides al árabe, quien además daría nombres singulares a algunas de las proposiciones (por
ejemplo, el teorema de Pitágoras sería “el de los dos cuernos”, otras proposiciones tendrían nombres
como “pata de ganso” o “cola de pavo real”) que ayudaría a una memorización más sencilla de las
mismas. Hubo otras traducciones posteriores de los Elementos al árabe, en especial una del siglo IX
que se convertiría en un elemento clave del saber matemático básico árabe
1.7 – Adelardo. Euclides en latín
Más allá de la relevancia en lo religioso, que será mayor o menor según a quién preguntemos, tanto
en las épocas de convivencia en las que se daba intercambio cultural entre los sabios de reinos cris -
tianos y los sabios musulmanes de Al-Ándalus, como con la posterior reconquista de territorios de
los primeros a los segundos, la consecuente traducción de textos del árabe al latín supuso un impul-
so considerable para el saber y el conocimiento de la época.
Fue durante el siglo XII cuando mayor cantidad de textos árabes fueron traducidos, en ciudades
como Barcelona, Segovia, Tarragona, León, Tolousse, Narbona, Marsella o Toledo, donde esta últi -
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ma devendría en una situación de esplendor cultural en cuanto a la integración de textos en dife-
rentes idiomas con la posterior creación de la Escuela de Traductores en dicha ciudad.
De nuevo, los Elementos tienen una incidencia particular en esta etapa, ya que fue en este siglo XII
que se tradujeron por primera vez al latín de la mano de Adelardo de Bath (en torno al 1130), un
inglés viajero y con afán de conocimientos que también habría trabajado otra serie de textos mate -
máticos y científicos, como diferentes tratados y tablas de al-Jwārizmī.
Su traducción al latín probablemente fuese realizada a partir de una versión árabe, a su vez tradu-
cida de manuscritos previos anteriores; muy probablemente la versión de al-Hayyay. Para ello hubo
de necesitar ayuda para con el árabe y el nuevo lenguaje y terminología científicos que éstos habían
acuñado para dotar de entidad al texto griego de Euclides y que supondrían una dificultad en el
trabajo de traducción de Adelardo.
Esta traducción sería la que introdujese a los Elementos en la Europa medieval, cuya relevancia e
incidencia tendrán gran calado, con su posterior inclusión en las universidades que fueron creándo-
se desde la Europa mediterránea hasta Inglaterra.
Esta traducción de Adelardo no sería la única hecha en latín, y de hecho su versión quedaría eclip-
sada por otras realizadas posteriormente, como la de Roberto de Chester, también en el siglo XII, o
la de Campano de Novara en 1250, quien además incluiría nuevas versiones en algunas de las de -
mostraciones que se incluyen en el texto.
1.8 – Erhard Ratdolt. La impresión de los Elementos
En torno a 1450 Gutenberg dio un giro de 180 grados a la difusión del conocimiento gracias a la in-
vención de la imprenta de tipos móviles. Lo que antes era una labor tediosa, cara, y en cierto modo
monopolizada por aquellos a cargo de realizar las copias, se ve ahora como un proceso “trivial” en el
que tiempo y costes se ven reducidos de un modo abismal.
Nos situamos en Venecia, en el 1482, donde en apenas unos meses se han realizado más copias de
textos que todas las efectuadas por copistas durante los 1000 años anteriores. La impresión de los
Elementos no queda fuera de esta plétora de impresiones, en un proyecto que acometería, no sin di -
ficultades, Erhard Ratdolt, impresor alemán que desarrolló su carrera en Venecia. Algunos de los
problemas a los que hubo de enfrentarse fueron:
• Los tipos móviles de la imprenta requieren de un tipo por cada letra que ha de plasmarse
en cada página. Una peculiaridad en el caso de los Elementos fue la ingente cantidad de ti-
pos para la letra “s” que se necesitaron, ya que incluye muchos enunciados en sus proposi-
ciones de la forma “si...”
• La nomenclatura de puntos geométricos sobre los diagramas también requería tipos específi-
cos, ya que estaban denominadas con las primeras letras mayúsculas del alfabeto: A, B, C...
• La gran cantidad de diagramas que alberga los Elementos necesitó de una gran minuciosi-
dad por parte de Ratdolt.
Como consecuencia de estas complicaciones se desarrollaron nuevas técnicas y procesos de impre-
sión, en particular en lo que a la inclusión de imágenes en el texto se refiere. También es de gran
importancia la normativa que comenzó a establecerse en lo referente a la impresión de textos de ca-
rácter matemático y científico. Algunos estudiosos consideran a Ratdolt el impresor más innovador
tras Gutenberg.
El asentamiento de esta nueva tecnología, así como los sucesivos desarrollos y mejoras en las técni -
cas de impresión, supusieron también un abaratamiento en los costes. Gracias a esto se posibilita
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que entre el 1500 y el 1600 viesen la luz unas 40 ediciones diferentes de los Elementos, la mayoría
en latín. De las realizadas en otros idiomas cabe resaltar:
• En 1533 Simon Grynäus realiza la primera versión impresa de los Elementos en griego anti-
guo.
• En 1543 Niccoló Tartaglia realiza la primera versión impresa de los Elementos en lengua
vernácula (italiano en este caso). No sería la única, y posteriormente se crearían diferentes
traducciones a los distintos idiomas europeos
1.9 – Marget Seymer de su puño y letra. La posesión de los Elementos
A medida que la impresión de libros va extendiendo su uso, no todas las versiones que se editan
son para los mismos destinatarios, ni todos los bolsillos pueden permitirse adquirirlas por igual. En
consecuencia ven la luz diferentes ediciones de los Elementos:
• Ediciones de mayor complejidad con un mayor número de comentarios y análisis de mayor
profundidad que, en consecuencia, son de precio más elevado. Un ejemplo de este tipo sería
la que en 1570 realizara Henry Billingsley, quien primero tradujese los Elementos al inglés y
cuya versión incluyó tal número de anotaciones y apéndices que rondaba las 1000 páginas.
• Ediciones más sencillas y más fácil acceso, tanto en lo económico como en lo intelectual a la
hora de asomarse a ellas. Un ejemplo de estas versiones es la que hizo Pierre de la Ramée,
primero en 1545, con reedición posterior en 1549. Ramée era un fuerte crítico con la obra de
Euclides, tanto con el contenido de la misma como en relación a la noción de autoridad aso-
ciada al griego, que éste negaba fuese al autor de todas las demostraciones que se incluían
en las versiones de los Elementos de las que se disponía. En consecuencia, la versión que él
crea se enfoca a una visión más práctica de la geometría y en la que prescinde de la prácti-
ca totalidad de las demostraciones, quedando así una versión muy reducida de tan sólo 45
páginas y que vendrían a conocerse como el manual para el geómetra autodidacta.
La gran disponibilidad de las versiones del libro, así como la presencia que había venido tomando
en los entornos intelectuales, ayudó a que el libro se estableciese como obligatorio en la gran mayo -
ría de estudios superiores. Este currículo que toma como base el texto de Euclides lo hace princi -
palmente en base a los libros I a VI, XI y XII (la geometría del plano, la teoría de proporciones y
la geometría espacial), lo que da pie a numerosas versiones reducidas que reflejan dichos contenidos
únicamente.
Muchas de estas versiones reducidas orientadas al estudio han sobrevivido junto a las numerosas
anotaciones en los márgenes de los estudiantes que las trabajaron, como es el caso de una edición
de 1543 de la edición de Johannes Vögelin (un compendio breve del siglo XVI) perteneciente a
Marget Seymer.
Con esto puede verse cómo los Elementos van mutando a través de los años, a partir de una serie
de manuscritos mejor o peor tratados en los procesos de traducción en las diferentes lenguas (grie -
go, árabe y latín), a divergir de manera considerable con la explosión de ediciones impresas tras la
llegada de la imprenta, en la que las múltiples versiones diferían tanto en contenidos como en la
profundidad de las explicaciones y comentarios que incluían, y que en cierto modo cobraban vida
propia con cada estudiante que los trabajaba a medida que iba permeando en los intelectuales de la
Europa del Renacimiento.
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1.10 – Edward Bernard. Minerva en Oxford
Siguiendo el impulso en la generación de nuevas ediciones, a cada cual más variada y enfocada a
uso y público concretos, nos encontramos con que entre los siglos XVII y XVIII llegan a convivir
hasta 300 versiones distintas. Para un estudioso de Euclides lo normal sería la posesión de una o
dos de estas ediciones, aunque tenemos casos como el de Robert Hooke, quién además de ser miem-
bro fundador de la Royal Society y profesor de geometría en el Gresham College, también era orgu-
lloso poseedor de 31 ediciones diferentes.
Del mismo modo que ocurrió en su día con los errores e inconsistencias arrastrados por los copistas
anteriores a la imprenta, la coexistencia de tantas y tantas ediciones ocasionaron la ocasional pérdi-
da de calidad en éstas, pues las diferentes motivaciones tras el editor de cada una de ellas nos aleja
de los contenidos originales del texto de Euclides. Es por esto que en Oxford, en 1619, Henry Savile
reclama la necesidad de adherirse a la fidelidad y contenidos del Euclides original, pues tanta sínte-
sis hace perder el contenido y alcances de unos Elementos que ya rondaban los 2000 años de edad.
Quizá como contrapartida a esta situación, durante 1620 impartió un curso en Oxford para aproxi-
marse a los Elementos en su esencia original, y que recogió en 1621 en su Praelectiones tresdecim
in principium elementorum Euclidis (Trece lecciones introductorias para comenzar con los Elemen-
tos de Euclides).
Siguiendo la estela y puntos de vista de Savile aparece Edward Bernard, también profesor en Ox -
ford, sólo que de astronomía y matemática antigua, y quien publicaría numerosos libros sobre te-
mas dispares (pesos y medidas antiguos, etimologías, plegarias, catalogación de escritos en bibliote-
cas inglesas). Entre sus proyectos se encuentra el continuar el ambicioso plan de Savile de reeditar
textos matemáticos antiguos, y al afrontar los Elementos de Euclides pretende tomar una edición
limpia del mismo y lo más cercana al original, sobre el que iría añadiendo los múltiples comentarios
y anotaciones aparecidos en ediciones anteriores tanto en griego, árabe como latín, con el fin de ge -
nerar una versión lo más robusta posible expandiendo, en lo posible, los comentarios para cada pro-
posición. Dado lo titánico de la empresa no consigue finalizarlo, resultando en una amalgama de
hojas intercaladas en distintos idiomas, que no quedaría del todo en el olvido.
Sería David Gregory quien recogiese el testigo de tan magno fracaso para llevar a cabo una edición
más terrenal de los Elementos(en griego y latín), y que recogería las proposiciones y comentarios de
las ediciones de Savile y Bernard, así como algunas de las revisiones efectuadas por Bernard que no
siempre quedan bien acreditadas en la versión de Gregory. Esta edición vería la luz en 1703 con el
nombre de Euclides quae supersunt omnia.
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2 – El sabio
2.1 – Platón. El filósofo y el esclavo
“No entre aquí quien no sepa geometría”.
Eso dicen que rezaba en la entrada de la Academia (o al menos así se cree desde la primera vez que
se recoge una alusión al respecto en un texto del siglo IV). Pese a lo posiblemente apócrifo del
enunciado, no le resta un ápice a la intencionalidad con la que se proclama, que es la de recalcar el
valor que Platón le otorgaba al conocimiento matemático. De hecho, su interés por la geometría es
latente en su propia obra:
• En el Menón aparece una escena donde su Sócrates establece un interesante diálogo con un
esclavo en relación a la geometría, haciendo deducir a éste, mediante su método mayéutico,
una serie de razonamientos geométricos que aquel no creía poseer, pero que eran fruto del
conocimiento latente en su alma inmortal, por muy esclavo que fuese. Éste es un ejemplo de
cómo era la enseñanza de la geometría, donde mediante una discusión en la que se entabla
un diálogo acerca de las propiedades de los cuerpos geométrico hasta alcanzar una demos-
tración “diagrama en mano”, que da cuenta del conocimiento desarrollado obtenido como
consecución de dicho proceso dialógico.
• Es más que clara la importancia que tiene la geometría en su uso como ejemplos y fuentes
de ideas a lo largo y ancho de su obra filosófica (sin ir más lejos, la relevancia que tienen los
conocidos como sólidos platónicos y su relación para con los elementos fundamentales). Es
curioso, también, que el estudio de los cinco sólidos regulares se encuentra ubicado en el li -
bro final de los Elementos.
• Son numerosos los geómetras que aparecen representados en sus diálogos como Eudoxo de
Cnido (que estudió las proporciones) o Teeteto (y su estudio de sólidos regulares), siendo
los cuerpos de estudio de ambos los que supondrían una piedra fundacional para la poste-
rior composición de los Elementos.
Como apuntaba al inicio, aunque la filia de Platón hacia la geometría ha sido, quizá, exagerada, sí
que tenía una visión pragmática de la geometría en el uso que le daba en su idealismo, y no es de
extrañar que las más que numerosas referencias a la geometría en su obra y su filosofía supongan
una tentación a la hora de relacionarlo con Euclides. Sin ir más lejos, existe una leyenda medieval
en la que se cuenta que Euclides (de Megara), ante la prohibición que caía sobre los megarienses de
no poder acceder a Atenas, se hacía pasar por mujer para colarse y asistir a las clases de Sócrates,
lo que le habría hecho ser contemporáneo de Platón en la asistencia a dichas sesiones. Este Eucli -
des megariense existió y fue en efecto alumno de Sócrates, sin embargo, el Euclides alejandrino au-
tor de los Elementos dista suficientes años en el tiempo como para poder desmentir la confusión,
aunque en su día fuese un error arrastrado con demasiada frecuencia con el afán de establecer una
conexión entre el idealismo platónico y la geometría de Euclides.
2.2 – Proclo Diádoco. Minerva en Atenas
En torno al 450, Proclo era el director de la Academia en Atenas, que regía mediante un comporta-
miento acorde a su propio modo de vida, ya sea en lo místico en cuanto a su religiosidad, como en
tanto que enciclopédico en su lado intelectual. En ella enseña su filosofía de corte neoplatónica, pa-
ra la cual se sustenta en la geometría de Euclides, amoldada a su visión de la realidad en la que
identifica tres niveles que son, en cierto modo, una variación del idealismo platónico:
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 11
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• El uno
• El nivel de los objetos matemáticos, que son perfectos e inmutables
• El mundo físico en que vagamos los humanos
Proclo entiende la matemática como algo crucial para la vida del filósofo. De hecho, basado en el
modo argumentativo del razonamiento geométrico que despliegan los Elementos escribe sus obras
Elementos de teología y Elementos de física. Para él los elementos geométricos pertenecen al nivel
intermedio entre el mundo material y el eterno, y sirven como nexo entre ambos niveles al presen-
tar una serie de características compartidas entre dichas realidades, como la longitud, el tamaño o
la forma.
También realizó comentarios a la obra de Euclides, y si bien no son los más antiguos de los que se
tiene constancia, sí son los más antiguos escritos en griego conservados en su totalidad.
El platonismo de su filosofía lo vuelca en su interpretación a Método de Proclo:
Euclides (quizá de aquí el aparente interés por interpretar a 1. Enunciado.
Platón y Euclides en un mismo ángulo como se comentaba en
2. Exposición.
el punto anterior. Su modo de entender la geometría y la filo-
sofía se orientan hacia un enfoque práctico y crítico aplicable 3. Definición del objetivo.
al razonamiento y la enseñanza. El método que desarrolla a 4. Construcción.
tales efecto consta de varias fases, qué fácilmente pueden ser
5. Demostración.
empleados en la geometría o en la física como método general
de razonamiento. 6. Conclusión.
Las enseñanzas y comentarios de Proclo son adoptados por aquellos que estudian los Elementos
con y a partir de él, viajando incluso sus análisis como anotaciones al margen de las copias físicas
del texto. Con él se ve alterado el modo de leer la obra de Euclides, que más allá del alcance geo -
métrico de sus proposiciones, pasa a verse como un método de razonar, con la geometría como un
modo de agudizar las capacidades intelectuales de la persona, si bien es cierto que este afán por de -
sarrollar la metafísica de Proclo va en detrimento del carácter puramente matemático de Euclides.
2.3 – Hroswitha de Gandersheim. La Sabiduría y sus hijas
Desde que Euclides recogiera su estudio sobre números en los libros VII, VIII y IX pasarían unos
400 años hasta que se disponga de otro tratado completo que trate este campo de estudio. Será Ni-
cómaco de Gerasa quien en torno al año 100 en su Arithmetike eisagoge (Introducción a la aritmé-
tica), un texto que bien podría haber sido empleado como manual de estudio.
En el 500, Boecio retoma el trabajo de Nicómaco de Gerasa y lo extiende añadiéndole mayor núme-
ro de ejemplos en su De institutione arithmetica, cuya difusión permitió afianzar el estudio de la
teoría de números en la Edad Media
Por otro lado tenemos a Hroswitha, que perteneciendo al convento de Gandersheim elaboró una
notable labor literaria que incluye numerosas referencias intelectuales y filosóficas dentro de ellas.
Un ejemplo de éstas obras es la dedicada a la Sabiduría (Sapientia) en la que tiene lugar un diálo-
go entre la Sabiduría y el emperador Adriano I, donde se establece una discusión sobre números, en
particular sobre
• números deficientes : aquellos cuyos divisores suman menos que el número en cuestión. e.g.
8 : 4+2+1 = 7 < 8
• números perfectos : aquellos cuyos divisores suman exactamente igual que el número en
cuestión. e.g. 6 : 3+2+1 = 6
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 12
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• números abundantes : aquellos cuyos divisores suman más que el número en cuestión. e.g.
12 : 6+4+3+2+1 = 16 > 12
Su obra es redescubierta a partir del año 1500, desatando un gran interés por dicho contenido en
su obra que se aleja del tema religioso que cabría esperar en una novicia. A día de hoy sus obras si-
guen representándose.
2.4 – Levi ben Gershon. Euclides en hebreo
Las diferentes versiones de los Elementos que se vienen editando desde su gestación incluyen, to-
das, una serie postulados y definiciones comunes donde, si bien se mantienen más o menos constan-
tes, pueden presentar variaciones entre unas versiones y otras. Lo que sí es constante es la proble-
mática que subyace en torno al quinto postulado, el de las paralelas (que no vendría a quedar re -
suelto hasta los trabajos de Lobachevski varios siglos después). Uno de los intentos de análisis más
interesantes a tales efectos fue realizado en Hebreo de la mano del rabino Levi ben Gershon en
Orange, Francia, en el año 1336.
Hay que recalcar cómo la tradición hebrea difiere un poco del conocimiento de arraigo cristiano que
dominaba la Europa continental. El saber hebreo ha bebido de los textos árabes y está ungido en
la lógica aristotélica, y en vez de verse impregnado por el escolasticismo europeo, es la obra de
Maimónides y su Guía de perplejos, donde enfatiza la importancia de la adquisición del conoci-
miento como paso necesario en el camino de la perfección del alma. Sin embargo, el pueblo judío
sufre una constante política de expulsión en los distintos países en los que ha radicado, llegando
muchos de ellos a Francia a partir del 1140, enriqueciendo a su país de destino con todo el saber
que importan estos inmigrantes. Estos exiliados traen consigo un conocimiento férreo de la obra de
Euclides, que era considerado una obra que toda persona culta había de conocer.
Uno de estos judíos de gran erudición es Levi ben Gershon, quien evolucionara el conocimiento de
su comunidad a partir del trabajo y estudio de textos árabes, en particular sobre la física y la lógi-
ca de Aristóteles, que le dotan de un carácter racionalista fuertemente comprometido con la ciencia
experimental. Es posiblemente el astrónomo más destacado de su generación, y entre sus logros en
astronomía cabe destacar la invención de la Ballestilla, instrumento de navegación antiguo que uti-
liza la altura del Sol y otros astros para orientarse.
En contra del idealismo de Platón o Proclo, ben Gershon entendía los objetos matemáticos como
abstracciones obtenidas a partir de datos sensoriales. La matemática no sería sino un modo de po -
der elaborar más y mejores ideas abstractas como ayuda en la identificación de pautas verdaderas,
útiles y necesarias para la obtención de un mayor conocimiento.
Entre las obras que trabaja se encuentran los Elementos:
• Añade comentarios explicativos y aclaratorios en algunas proposiciones.
• No es partidario de alguna de las definiciones que emplea Euclides (el postulado de las pa-
ralelas).
• Consideraba que la geometría necesitaba de una nueva fundamentación con el fin de evitar
las lagunas y dificultades que ya venían identificándose al analizar la obra de Euclides.
Fruto de estas discrepancias con el contenido y planteamiento en los Elementos, elabora su propio
tratado de geometría, del que sólo se conserva un manuscrito con 24 proposiciones.
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 13
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2.5 – Christopher Clavius. Los “Elementos” jesuíticos
En 1574, el jesuita Christopher Clavius elabora su propia versión de los Elementos a la que añade
múltiples notas y demostraciones alternativas. Estas añadiduras sobrepasan con creces las de la
obra original, al contener 1234 demostraciones (tres veces más), aunque quizá lo más importante
sea el enfoque epistemológico con el que acomete su obra, y que supone un giro conceptual respecto
a la deriva que venía tomando el saber hasta entonces.
Dentro de la labor intelectual que desarrolló Clavius destacan aquellas en el ámbito matemático y
astronómico:
• Estuvo involucrado en la elaboración del calendario Gregoriano (entra en vigor en 1582).
• Promovió la enseñanza de las matemáticas como parte fundamental del plan de estudios de
los jesuitas.
• Era consciente la importancia que tenían las matemáticas en su vertiente “religiosa”, y del
carácter que la tradición intelectual había impregnado en éstas:
◦ Agustín de Hipona y su influencia por el idealismo platónico de Proclo, donde se esta -
blece la relación de la geometría para con lo eterno e inmutable.
◦ Boecio y Adelardo, cuyas obras están claramente familiarizada con las ideas platónicas.
◦ Tomás de Aquino, quien alabara las matemáticas en su propia obra.
◦ Alberto magno, quien escribiera comentarios matemáticos.
Clavius vive en una época en la que se da el cruce de posturas intelectuales tras el redescubrimien-
to de Aristóteles en el siglo XII, entre cuyas consecuencias se haya la relevancia al razonamiento si-
logístico propio de la lógica del estagirita. Sin embargo, Clavius es de los principales impulsores a
la hora de dotar a las matemáticas de entidad propia en su modelo deductivo, con el fin de elabo-
rar demostraciones cada vez más depuradas y alejadas de fallos. No es el único, y durante el siglo
XVI las diferentes ediciones de los Elementos ofrecían versiones renovadas y cada vez más sólidas
de los postulados que contenían, en la búsqueda quizá de conseguir unos Elementos intachables y
que no adoleciesen de las carencias en la obra de Euclides.
Es en este panorama en el que Clavius elabora su versión, tratando de sintetizar lo mejor de las
ediciones anteriores, añadiendo numerosos corolarios, lemas y comentarios propios, así como nuevas
proposiciones. Clavius añade 4 postulados, 20 axiomas y 585 demostraciones adicionales, lo que da
cuenta del carácter evolutivo que poseen los Elementos como un ente en sí mismo vivo y en conti-
nuo desarrollo.
Dentro de la importancia que otorgaba a las matemáticas lo hacía tanto en su vertiente teórica co-
mo práctica. El teórico ofrecía una llave de acceso para las verdades universales, donde la relación
que establece entre la matemática y el cristianismo queda reflejada en sus propias palabras:
“nadie puede acceder a la metafísica si no es a través de las matemáticas”.
Por otro lado defendía el carácter práctico de la matemática y su utilidad en las labores mundanas.
Los Elementos de Clavius son considerados la edición más importante de la obra de Euclides jamás
publicada. No sólo constataron el giro intelectual que se estaba viviendo en aquella época y que de-
vendría en la conocida como “revolución científica”, sino que influyó directamente en alguno de sus
principales protagonistas, como Galileo, quien defendiera la concepción de la naturaleza y nuestra
interpretación de la misma a través del lenguaje matemático en que se hallaba escrita. Pero tam -
bién tuvo una gran influencia indirecta, pues a él se debe la consolidación del estudio de Euclides
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 14
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dentro del plan de estudios de las matemáticas de los jesuitas (a partir de 1599), donde el conteni-
do de los Elementos, así como un incremento en contenidos de aritmética, trigonometría, astrono-
mía o teoría musical marcaron el aprendizaje de tantos y tantos alumnos, entre los que se encuen -
tran, por ejemplo, Descartes, Laplace, Diderot o Voltaire.
2.6 – Xu Guangqi. Euclides en China
Xu Guangqi era un mero funcionario pequinés con una visión pragmática que no estaba del todo
contento con la interpretación tradicional que el confucianismo imprimía a la educación en China,
lo que le hizo estar abierto a establecer intercambios culturales y escuchar alternativas.
En 1590 conoce a Cattaneo, un viajero occidental que la hace ver que existen religiones fuera de
Confucio. En 1600 conoce a Matteo Ricci, un jesuita que había estudiado con Clavius y que viaja -
ba a China con intenciones misioneras. Ayudados por el mecenazgo imperial que les facilitaba el
llevar a cabo tal intercambio cultural, consiguen despertar el interés de muchos chinos, no sólo en
lo religioso, sino también en lo intelectual, pues entre las cosas que traen consigo vienen diversos
artilugios, mapamundis y numerosos libros.
La misión jesuita fue bastante exitosa, obteniendo conversiones a buen ritmo (1606: ~1000, 1610:
~2500, 1615: ~5000), y entre los que se encontraba nuestro Xu Guangqi, que además de adentrarse
en una nueva religión, se introdujo también en el estudio de las matemáticas de la mano de Ricci,
quien le presta su versión de los Elementos de Clavius, y de la cual acometerían la labor de tradu-
cirlo al chino. Aunque no libres de problemas en la traducción (muchos de los términos que acuña-
ron para tales efectos siguen siendo vigentes hoy en día), una primera versión ve la luz en 1607 in -
cluyendo los libros I-VI.
Xu tenía intereses variados, entre los que se encontraba la hidráulica, que de hecho había puesto en
práctica para la elaboración de varios proyectos civiles. Su entrada en los Elementos le lleva a iden-
tificar el gran interés práctico que éstos pueden ofrecer a tantas disciplinas diferentes mediante la
correcta aplicación de la geometría, amén de su uso como trampolín en el estudio de la teología.
Fruto de esta sed de conocimientos, y gracias a la ayuda de Ricci y los libros que trajo consigo, Xu
acometió la tarea de realizar traducciones de éstos al chino, dando así lugar a un nuevo intercam-
bio cultural en el que el conocimiento occidental expandía sus horizontes.
2.7 – No culpéis a nuestro autor. Geometría en escena
En 1635 ve la luz Blame not our author, una obra de teatro donde los entes matemáticos son sus
personajes. En una historia en la que el cuadrado pretende redondearse y hacerse círculo, las diver-
sas formas geométricas (cuadro, rectángulo, línea y círculo) se revelan contra la regla y el compás.
Algunas proposiciones de los Elementos (de la edición de Clavius) forman parte de los diálogos. Se
hace uso de la geometría como forma de explorar la irracionalidad, lo que quizá reflejase la comple-
jidad en el estudio del contenido de los Elementos, como de la matemática en general durante el si-
glo XVII.
“Squared angle was anything but right”
(“El ángulo recto era todo menos correcto”)
2.8 – Baruch Spinoza. El modo geométrico
En la Europa del siglo XVII era común emplear los Elementos como motor argumentativo e crítica
y análisis de temas diversos, ya sean de lógica, medicina, jurisprudencia o teología; precisamente
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 15
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por el modelo de certeza, claridad y transparencia que ofrecen los Elementos .
Uno de tantos que empleara este modo sistemático a la hora de exponer sus razonamientos fue Ba -
ruch Spinoza. Había estudiado a Descartes, publicando en 1663 unos apuntes de los Principios de
filosofía de éste redactados al estilo de Euclides (empleando axiomas, definiciones y proposiciones).
Este modo de razonar geométrico le hace sospechar del carácter heurístico que identifica en el em-
pirismo, elaborando su propio pensamiento desde un punto de vista deductivista como el que ofrece
el modo de razonar geométrico, donde se tendría que el conocimiento verdadero funciona como la
deducción geométrica, en una sucesión lógica de consecuencias a partir de suposiciones previas. Su
filosofía queda expuesta en diversos tratados:
• En 1665 desarrolla su Tratado teológico-político donde expone su idea de dios, si bien no lo
realiza en este modo geométrico y no lo publica hasta 1670.
• En 1677 se publica tras su muerte su Ética demostrada según el orden geométrico, donde
ahora sí hace uso de un estilo geométrico y austero, dando lugar a 207 proposiciones demos-
tradas de modo deductivo. Influido por las obras de Descartes, Hobbes, Maimónides y Ben
Gershon plantea en esta obra la búsqueda de respuesta a la pregunta de qué existe, para
concluir que todo lo que existe es Dios, y cualquier otra cosa es deducible de ésta:
◦ Dios equivaldría a la naturaleza.
◦ No hay apego para con el ser humano, a diferencia del Dios abrahámico tradicional.
◦ No existe nada sagrado en él, al ser un dios impersonal, lo que da muestra del desprecio
que plantea Spinoza en relación al antropomorfismo.
◦ Como consecuencia, desparecen todo atisbo de azar y libre albedrío, pues si todo es con-
secuencia lógica de la naturaleza/Dios, no hay lugar para la voluntad ni la contingencia.
Esta equivalencia entre Dios=Naturaleza=Realidad=Todo nos ofrece una tautología de la que se
extrae que si bien hay razones para todo, no hay causas para nada. Esta obra marca la senda del
racionalismo, y se encuentra sometida a debate y discusión aún a día de hoy, siendo una publica-
ción amada y odiada por igual.
2.9 – Anne Lister. La mejora del intelecto
En el siglo XVIII, el método geométrico que emplease Spinoza (entre otros) como nexo entre las
ideas y la mente humana deja de estar en boga. Sin embargo, se consideraba la matemática, y en
particular la geometría, como un estudio positivo para el desarrollo intelectual y de razonamiento
de las personas.
En esta época los Elementos son todo un éxito comercial, y no cesan de producirse reediciones y
nuevas traducciones, así como nuevas ediciones que incorporan demostraciones realizadas de mane-
ra algebraica, más presente en los estudios matemáticos de la época y que facilitan la comprensión
respecto a las demostraciones geométricas.
Desde el punto de vista institucional, los Elementos forman parte de los planes de estudio tanto en
escuelas como universidades, y es empleada para la formación autodidacta de muchos intelectuales.
Entre los estudiantes de Euclides de esta época se encuentra Anne Lister, quien dejara entre sus
diarios numerosas referencias a Euclides y su obra, del que decía que
“(…) las razones para leer a Euclides van más allá de la mera mejora intelectual, diri-
giéndose hacia la filosofía natural y su campo de acción e innovación mucho más
mundano”
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 16
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3 – El héroe
3.1 – Peteconsis. Impuestos y abusos
En el Egipto del siglo I antes de nuestra era, la técnica de la agrimensura para la ubicación, dimen-
sionado y medición de superficies de los campos era una técnica de uso común, en particular para
la resolución de disputas, así como para la tasación de impuestos. Esta técnica no es sino la heren-
cia de prácticas similares empleadas 4000 años antes por los babilonios.
Cabe preguntarse si el contenido de los Elementos guarda algún tipo de relación con los problemas
prácticos que tenían lugar en el Egipto que los vio nacer. El mero análisis etimológico de su campo
de estudio (geometría = medición de la tierra) parece indicar que así es.
Esta no sería sino otro ejemplo más entre todos los acontecidos en la historia en los que se da una
relación entre el carácter teórico y práctico de las matemáticas. Este carácter pragmático, junto a
la rigurosidad que aporta ésta y so formalismo, convertirían a Euclides en una especie de héroe
prometéico, que llevaría la luz de la deducción y la demostración rigurosas al mundo de las mate -
máticas prácticas, conectando así su estructura lógica con el mundo real.
3.2 – La división del monocordio
En la Alejandría del siglo III a.e.c nos encontramos con numerosas obras cuya autoría se vincula,
quizá erróneamente, a Euclides. Entre ellas tenemos un tratado sobre óptica de 58 proposiciones
que trata sobre la formación de imágenes en el ojo y cómo éstas dependen del tamaño, forma y po-
sición relativa de los objetos. Este no sería sino otro ejemplo de cómo tratados de carácter geomé-
trico encuentran aplicaciones prácticas. Otros serían los tratados de astronomía de Proclo, o los di-
versos tratados de música atribuidos a Euclides.
En uno de estos tratado de música se desarrolla una teoría musical más compleja, donde se estu -
dian las vibraciones armónicas de cuerdas que se hallan en proporciones enteras entre sus longitu-
des (1:2, 2:3,…), y que hoy en día conocemos como los “trastes”.
Otro de los temas tratados es la división del monocordio, donde se trata de partir una cuerda musi-
cal dividiéndola de modo geométrico a fin de que genere una escala musical. Establece una argu -
mentación sistemática sobre distintos valores probados, empleando para ello alguno de los resulta -
dos obtenidos en los Elementos, y relacionando su estudio con la matemática de números irraciona-
les entre los que identifica los “números sordos”.
Si bien el texto no deja de ser un poco batiburrillo que discurre en un mundo idealizado, supuso ser
influyente para los estudios posteriores de vibraciones y movimientos armónicos, y aunque el autor
probablemente no fuese Euclides, no cabe duda de que es un texto de estilo euclidiano.
3.3 – Higinio. La agrimensura
En torno al año 100, Higinio es un topógrafo y registrador de la propiedad romano que hace uso de
la groma entre sus labores agrimensoras para los repartos de tierras tras las conquistas romanas.
En esta época de desarrollo tecnológico e ingenieril romano se generaron múltiples textos y com -
pendios que tratan estos temas, aunque pocos quedan atribuidos a un autor en concreto. En torno
al siglo IV, un editor desconocido compiló el Corpus agrimensorum, entre cuyos textos se encuen-
tran algunos atribuidos a Higinio. En esta compilación se recogen:
• Textos sobre agrimensura y medición, así como de la inclusión de métodos iterativos de en -
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 17
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sayo y error que, en conjunción con la mejora de la instrumentación posibilita los desarro -
llos en conocimientos de agrimensura.
• Discusiones sobre suministros de agua, disposición de campamentos militares, cartografía,
trazado de itinerarios, listado de fincas, historia de varias colonias romanas, temas agríco -
las, e incluso una profecía sobre una ninfa etrusca.
• Incluye definiciones geométricas que coinciden, en parte, con las de los Elementos.
◦ Medición de áreas regulares (rectángulos, trapecios, triángulos, círculos) e irregulares
• Trucos para el uso de instrumentos de agrimensura, como por ejemplo para la medición de
un río que no se pude vadear.
Existen diversos Corpus agrimensorum, pero éste es el más antiguo que se conserva (ca. 500), y se
encuentra ricamente ilustrado. Fue largamente copiado en monasterios en los años sucesivos. Como
suele ocurrir con las obras copiadas de manera reiterada, en particular cuando incluye un lenguaje
y terminología más técnicos, suelen acarrearse errores que suponen un desdibujamiento y pérdida
de los conocimientos de agrimensura romana en tanto que nos adentramos en la Edad Media. Uno
de estos monjes benedictinos confeccionó un Arte de geometría y aritmética, donde compiló partes
de los Elementos, del Corpus Agrimensorum y de la propia obra de Boecio, y que fue empleado
(entre otros) como texto de enseñanza de la geometría, pues las escuelas y monasterios medievales
estaban incluyendo cada vez más la dedicación a esta disciplina, siendo sus textos principales aque -
llos asociados a Euclides (directa o indirectamente a través de Boecio), así como las técnicas y mé-
todos descritos en los diferentes Corpus Agrimensorum, aunque su enseñanza no se enfocaba tanto
a un uso práctico para con el campo, sino como una herramienta para el quehacer teológico a la
Platón, mediante el que poder estudiar la naturaleza geométricamente y así poder ampliar los hori-
zontes de la meditación espiritual. El propio Antiguo Testamento habla de Dios como geómetra o
agrimensor, donde la creación sería un acto geométrico. Un autor medieval anónimo recoge lo si-
guiente:
“La intención de Euclides es doble: se dirige al alumno y a la naturaleza de las cosas
(..) porque es sabido que la ciencia de la naturaleza y la espléndida sabiduría de Timeo
o Platón se demuestra geométricamente.”
Todo esto da fuelle para considerar la agrimensura como una metáfora del cosmos ordenado, y la
ciencia de la geometría como una imagen del acto de creación.
3.4 – Muhammad Abu al-Wafa’al-Buzjani. La división del cuadrado
Abu al-Wafa’al-Buzjani fue un matemático que vivió en la segunda mitad del siglo X en Bagdad,
donde tenía un trato frecuente con los artesanos y los problemas de índole geométrico con los que
estos se enfrentaban, como la división de cuadrados en 2, 3, 5,… partes iguales para la teselación
decorativa que imprimían en los azulejos.
A pesar de encontrarse en la decadencia del imperio islámico, éste estaba viviendo un renacimiento
particular durante el gobierno de la dinastía búyida, que emprendió grandes construcciones y pro-
porcionaron un gran impulso a la literatura, la filosofía y las ciencias.
Bagdad se erigía como el lugar de encuentro de los intelectuales del mundo musulmán, como Ibn
Sina (Avicena) o el propio Al-Buzjani. Entre las hazañas de este último que cabe resaltar se en -
cuentran:
• La construcción de un nuevo observatorio en Bagdad, desde el que realizó numerosas obser-
vaciones astronómicas que serían de relevancia para la astronomía posterior.
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• Analiza y comenta obras de Euclides y al-Khwarizmi, aunque se han perdido.
• Realiza grandes avances en la trigonometría, en la que introdujo la función tangente y me-
joró métodos de cálculo de tablas trigonométricas
• Realiza revisión y correcciones sobre diversos tratados de agrimensura, en particular para el
cálculo de áreas de cuadriláteros.
◦ Uno de estos métodos consistía en la suma de los lados opuestos, multiplicando sendas
sumas y dividiendo por 4, que si bien ofrece una aproximación bastante acertada en
ocasiones adolece de graves errores
En general, el trabajo de al-Wafa supone una combinación de conocimientos técnicos con el saber
clásico, lo que le lleva a compilar un texto con aquellos saberes que todo artesano debía conocer en
relación a las construcciones geométricas, corrigiendo algunos errores que los textos de geometría
venían arrastrando con los años, y ampliando contenidos ya presentes en la obra de Euclides, Ar-
químedes, Herón, Teodosio o Pappus.
Se sale además de la limitación impuesta al proceder con regla y compás, y pasa a usar este último
en su variante “oxidada”, donde se mantiene su apertura fija para la traslación de longitudes, lo que
le permite dar solución a multitud de problemas prácticos. Incluye problemas y desarrollos prove-
nientes de la práctica (de la arquitectura, carpintería, artesanía) para su aplicación en el trazado
de ángulos e inscripción de figuras geométricas.
Esto puede verse reflejado en la presencia que tiene la teselación de planos y esferas en el arte islá -
mico, que se correspondería con las características de un cosmos armónico, unificado y relacional.
3.5 – Señora geometría. Las artes liberales
En este punto, el libro nos evoca la puerta meridional de la catedral de Chartres (Francia), cons-
truida en torno al 1150 y que sobrevivió al incendio de 1194 que obligó a reconstruir el edificio. En
ella, formando parte de la decoración se encuentra una representación escultural de La Geometría,
como una mujer calculando sobre una tablilla, a cuyos pies se encuentra otra figura que probable-
mente hiciese referencia a Euclides. Junto a ella se encuentran otras tantas representaciones de los
saberes que conforman las artes liberales, lo que es de reseñar pues se trata de la primera vez que
se usa la personificación de practicantes de conocimientos seculares para enmarcar una escena teo-
lógica. En ella aparecen las siguientes artes y personajes: Pitágoras para la música; Nicómaco, Ger-
berto o Boecio para la aritmética; Quintiliano o Cicerón para la retórica; Arquímedes o Euclides
para la geometría; Sócrates o Platón, incluso Aristóteles para la filosofía (la lógica); Ptolomeo para
la astronomía; y Quilón o Donato para la gramática.
En su libro Heptateuchon, Thierry de Chartres habla de las artes liberales en una época coinciden-
te con el tallado de estas esculturas de la fachada de la catedral, lo que nos permite atender a la re-
levancia de éstas en aquella época. Sobre ellas hay que tener presente que eran el medio con el que
prepararse para comprender las verdades morales y teológicas, y no era común su uso como ele-
mento decorativo.
Lo que sí parece cierto es que la asociación de Euclides con el arte de la geometría es una imagen
que pasa a formar parte del patrimonio común como un símbolo general de conocimiento y del mo-
do de proceder matemático.
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3.6 – Piero della Francesca. Cuestión de perspectiva
La obra pictórica La flagelación de Cristo pintada por Piero della Francesca entre 1450-1460 pre-
senta unas cualidades geométricas que la vinculan directamente a Euclides. Distintas líneas de ho -
rizonte y puntos de fuga nos dan una ilusión de posicionamiento espacial, reflejo del interés por la
perspectiva que se viene trabajando desde el Renacimiento, donde esta palabra deja de equipararse
a óptica para considerarse como la esencia de la pintura ilusionista (Bruneleschi, León Battista Al-
berti), que se cuestionan la transición entre la geometría pura y su plasmación en la pintura de la
experiencia real. La obra de della Francesca da cuenta de esta transición entre estilos, arrastrando
una amplia discusión histórica acerca de la composición del cuadro.
Además de pintor, della Francesca escribió tratados de matemáticas:
• Trattato d’Abaco: manual de enseñanza de aritmética, álgebra y geometría, con gran canti-
dad de problemas prácticos, en especial geométricos. De gran interés los problemas propues-
tos para la geometría tridimensional.
• De prospectiva pigendi (1460): tratado de perspectiva y sus aspectos técnicos (puntos, lí-
neas, superficies), escrito con un estilo didáctico y repleto de numerosos ejemplos. Esta obra
se estructura en proposiciones, como en los Elementos, siendo algunas de las primeras to-
madas directamente de la Óptica, de Euclides, considerando la visión como la proyección
geométrica del objeto observada sobre la pantalla de percepción que es el ojo.
• Libellus de quinque corporibus regularibus (1480): trabajo sobre los cinco sólidos regulares
en el que se analizan a fondo los libros XIII y XIV de los Elementos.
Della Francesca define la pintura como una rama de la geometría y la perspectiva como la ciencia
de la medición. Su obra se encuentra a medio camino entre dos tradiciones, la de los artesanos y la
de los académicos.
Sus obras no se publicaron durante su vida, aunque sí fueron conocidas y empleadas por autores
posteriores, como el Divina proportione de Luca Pacioli, que incluye (sin acreditar) el Libellus de
della Francesca. Esta obra de Pacioli estaba ilustrada por su amigo Leonardo da Vinci, lo que ayu-
daba a una mejor comprensión del texto, influyendo e el resurgimiento del estudio de los sólidos re-
gulares de la mano de autores como Durero o Wenzel Jamnitzer, quien escribiera Perspectiva cor-
porum regularium.
3.7 – Euclid Speidell. Enseñar y aprender
Euclid Speidell era el ejemplo medio de “practicante de matemáticas”, pues se desempeñaba en la-
bores que daban un uso práctico a las matemáticas: desde clases particulares de aritmética a revi-
sor fiscal, hacía de Euclides y sus Elementos un herramienta de gran utilidad (trazado de planos,
calibración de horóscopos, agrimensura, fabricación de instrumentos, docencia, contabilidad y fisca-
lidad, perspectiva, astronomía, hidráulica, arquitectura,…).
Las matemáticas que practicaba Speidell eran un modo de dotar de orden a un mundo caótico, lo
cual plasmó en la extensión del manual de enseñanza de su padre (John Speidell) An arithmetical
extraction, que permitió una popularización de la obra de Euclides más allá del ámbito de los eru -
ditos.
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 20
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3.8 – Isaac Newton. Principios matemáticos
La copia de los Elementos que Newton poseía (edición impresa en Cambridge en 1655) se encontra-
ba ampliamente anotada a los márgenes tras el estudio profundo que el británico hiciera de Eucli -
des. Si bien es cierto que en primera instancia sólo se aproximó a ella de modo superficial, y tras
haber estudiado a Descartes, retomó el estudio de la geometría ahora sobre una edición de Isaac
Barrow que prácticamente reescribió con sus anotaciones y reformulaciones algebraicas.
Newton toma y traduce las proposiciones de Barrow a lenguaje algebraico, empleando números y
variables simbólicas ( x e y ). se centra en los cuatro libros de geometría y proporciones.
Este estudio sería la simiente con la que a mediados de 1660 se adentraría en el análisis matemáti -
co, lo que desembocaría en la publicación en 1687 de sus Philosophiæ naturalis principia mathema-
tica, el cual escribe con estilo y apariencia euclidianas, mediante una sucesión de teoremas y de-
mostraciones, en el que hace uso de la geometría para tratar de comprender la realidad. Así, con la
geometría y el álgebra se obtienen herramientas para leer el libro de la naturaleza característicos de
la filosofía natural newtoniana.
Newton sería la evolución del “practicante de matemáticas” (como lo fuera Speidell), pero llevado al
extremo. En sus estudios realiza un avance significativo al adentrar el estudio matemático en el
mundo infinitesimal, pudiendo afirmarse que
“la matemática de Newton proviene de la de Euclides, pero es una matemática que
Euclides no hubiera reconocido”
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 21
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4 – La sombra y la máscara
4.1 – Mary Fairfax. Euclides y la camisa de fuerza
En 1795, en Burntisland (Escocia), nos encontramos con Mary Fairfax: mujer autodidacta cuyo de-
sempeño intelectual no es bien visto por su propia familia, que la creía enloquecer.
Se debe esto a la visión neoplatónica de Thomas Taylor en relación de las bondades de la geome -
tría para ordenar la mente y entrar en contacto con lo divino y lo eterno. Taylor publicó la traduc -
ción de los comentarios de Proclo de los Elementos.
Mary estudia en efecto la obra de Euclides, además de leer a poetas románticos (Blake, Shelley,
Wordsworth). Como el resto de estudiantes de su época encuentra tedioso, aburrido e inútil el de-
sempeño y esfuerzo que requieren los Elementos, donde el asno no era quien no pasaba del “pons
asinorum”, sino quien lo cruzaba, signo manifiesto de locura.
A partir de 1800 se había extendido la idea de que mucha matemática podía volver loco al estu-
diante, y que se hacía necesario un estudio en dosis adecuada, siguiendo el equilibrio aristotélico.
Se pensaba que volvía a uno antisocial y aislado de los sentimientos humanos, que no eran suscep-
tibles de demostración ni deducción, facilitando por tanto el desequilibrio de la mente. En estos
términos, William Paley dijo que
“El sistema de Cambridge quiebra a dos o tres cada año, donde algunos se vuelven
locos y otros quedan tan debilitados en cuerpo y alma que son incapaces de hacer nada
más el resto de sus vidas”
Se cuenta incluso con documentación de casos de crisis atribuidos al estudio de las matemáticas,
como el de Francis Galton en 1840, o el de James Maurice Wilson de 1859.
Parece normal entonces la consternación de los padres de Mary Fairfax ante el interés de su hija
por las matemáticas. Trataron de inculcarle los valores de la Biblia, pero Mary era curiosa y se
adentró de modo autodidacta en la historia natural de la ciencia, la astronomía (de la mano del
maestro del pueblo), del latín (que le enseña un tío suyo), de la costura, la danza, la aritmética o el
piano. Debido a esta inquietud intelectual acaba topándose con el álgebra y con Euclides, que en
aquellos tiempos eran el material recomendado para el estudio de la perspectiva, la astronomía y
las ciencias mecánicas. Gracias al tutor de su hermano consigue una copia de los Elementos y la In-
troducción al álgebra de 1782 de John Bonnycastle.
En 1804 se casa con su primo y marcha a Londres donde trata de seguir sus estudios sin el apoyo
de su marido, que murió 3 años después. Queda entonces liberada, pudiendo hacer grandes progre-
sos, tanto en conocimientos como en contactos científicos y matemáticos. Vuelve a casarse, con Wi-
lliam Somerville, quien si le mostrará apoyo y soporte.
En los siguientes 50 años produjo publicaciones científicas y obras de divulgación de astronomía, fí -
sica, meteorología y geografía; que fueron ampliamente traducidas e incluidas como material de es-
tudio en diferentes universidades.
Muere en 1892, ante lo que el Morning Post publicó:
“Por muchas dificultades que podamos tener este siglo para escoger un rey de la ciencia,
no tendremos ninguna duda para saber quién es la reina de la ciencia”
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 22
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4.2 – François Peyrard. El manuscrito 190
Peyrard es un erudito con especial interés en geometría y matemáticas, que publica obras de filoso -
fía e historia, y que fue cofundador de las Grands Écoles parisinas. Acometió la traducción de los
Elementos al francés, a la par que realiza una crítica de las versiones previas existentes.
En 1808, mientras revisa unos manuscritos antiguos de los Elementos que parecen una versión "di-
ferente", comienza a sospechar de la versión de Oxford que usa como base de su traducción, pues
difería enormemente con el contenido de estos manuscritos. Comparó los contenidos con 23 manus-
critos “prestados” (obtenidos tras las incursiones napoleónicas) de bibliotecas italianas. Se encontró
con que el manuscrito 190 de la Biblioteca Vaticana, que dataría del siglo IX (en torno a los años
830-850), y que incluía los libros I-XIII además de los Datos y los libros XIV y XV, ofrecía diferen-
cias sustanciales en cuanto a contenido en relación al resto de manuscritos, lo que le lleva a consi-
derar que se encontraba ante una versión del “texto puro” de Euclides. Como consecuencia pasó a
tomarlo como texto preferente para su traducción.
En 1809 presenta el manuscrito 190 y su versión de los Elementos al comité formado por Delam-
bre, Lagrange y Legendre, que le animan a completar su trabajo que terminaría por ver la luz en
tres volúmenes editados en 1814, 1816 y 1818, aunando en total más de 1600 páginas que incluyen
las versiones en griego y latín a dos columnas, con la traducción al francés a pie de página, inclu -
yendo referencias a las distintas fuentes (ediciones previas y manuscritos consultados), así como ex -
plicaciones a las erratas que corrige.
Su trabajo pone de manifiesto el carácter dinámico y sometido a alteraciones de los Elementos, en
especial con las diferentes versiones desde la de Teón. Han pasado 2200 años desde el texto origi-
nal, que ha quedado envuelto en dudas con cada versión que difiere de la primigenia, y donde la
ajetreada vida de los palimpsestos, copias a medias (o directamente mal hechas), traducciones de
mayor o menor fidelidad, así como el sin fin de añadiduras en función de los intereses de la edición,
han dado lugar a numerosas variaciones y errores que se tornan difíciles, sino imposibles, de ras -
trear.
4.3 – Nikolái Ivánovich Lobachevski. Paralelas
Tras más de 2000 años en que los Elementos han disfrutado de una incontestabilidad fuera de toda
duda (aunque siempre hubo cierto recelo en algunos aspectos), ¿que pasaría si se demuestra que al-
guno de sus postulados no es tan firme como se da por sentado? En la Rusia del Zar Nicolás (en
torno a 1826), Lobachevski se adentra en analizar el postulado de las paralelas, que ya traía debate
a sus espaldas aunque no hubiera conseguido fructificar hasta entonces.
Según él, el postulado de las paralelas contenía una “laguna crucial”, siendo incompleta e imperfec-
ta. A fin de poder dilucidar el problema de la aceptación sin más del postulado (recordemos: “por
un punto dado exterior a una recta sólo seo puede trazar una línea paralela a ésta” ), trata de cons-
truir una nueva geometría que pueda prescindir del mismo. Redefine el concepto de paralela, de
modo que para un punto y línea dados, todas las líneas que pasan por dicho punto son tales que, o
bien cortan a la línea dada o no lo hacen, de modo que las paralelas vendrían a a ser las líneas en
la frontera de tales clases.
Teniendo esto en consideración, los primeras 28 proposiciones se mantenían invariables, ya que
eran independientes de dicho postulado; pero a partir de aquí comienza a obtener resultados extra -
ños, como que la suma de todos los ángulos pertenecientes a un triángulo no necesariamente hayan
de sumar 180º.
Para tratar con esto, emplea métodos trigonométricos sobre triángulos que no pertenecen al plano,
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 23
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sino que se encuentran sobre superficies esféricas (trigonometría esférica), permitiendo así obtener
una nueva posibilidad de consideración del espacio. Anunció sus descubrimientos en una conferen-
cia en 1826, aunque no gozó de una gran recepción. Sin embargo, a partir de los estudios de Rie-
mann en la década de 1860, y el uso que de esta geometría hiciera Einstein para dar cuenta de su
teoría general de la relatividad, posibilitó el que se hiciera justicia para con el descubrimiento de
Lobachevski.
Tras Einstein, la geometría de Euclides queda relegada a un modo de entender la descripción real
del espacio que no es el único, pues éste queda mucho mejor conceptualizado al hacer uso de la
geometría no-euclídea desarrollada por Lobachevski.
4.4 – Maggie y Tom. La tortura de la mente
Tom y Maggie Tulliver son hermanos de grandes aptitudes matemáticas. Hijos de un molinero, és-
te pone a su hijo como pupilo de un graduado en Oxford que se rige por unos modelos clásicos de
enseñanza que no terminan de encajar con la mentalidad de Tom, más intuitiva que deductiva, lo
que le lleva a pedir “no más Euclides”, pues el tutor le hacía memorizar los postulados de los Ele-
mentos. Tenemos aquí un ejemplo de modelo educativo fallido del siglo XIX, al desvincularse de la
humanidad, capacidades y necesidades del estudiante. Por su parte, Maggie fue ninguneada por
Sterling (el tutor), que creía a las chicas incapaces de profundizar en nada.
El padre se arruina, lo que lleva a Tom a dejar sus estudios. Maggie toma los libros de texto de su
hermano y comienza a estudiarlos, en parte como desprecio hacia la discriminación recibida, amén
de la curiosidad e intereses personales.
El modelo seguido por el tutor, clásico y memorístico, estaba muy alejado de la realidad práctica
que sí era considerada en otros lugares como Francia o Alemania, que no bebían las aguas por el
estudio de Euclides como piedra angular, donde además disponían de mejores manuales de geome -
tría. Sin embargo, el estilo de escritura y pedagógico de Euclides había calado hondo en el resto de
disciplinas británicas.
En realidad, tanto el tutor de Oxford, Tom y Maggie, son personajes de El molino del Floss, de
Mary Ann Evans (que publicaba con el pseudónimo masculino de George Elliot) quien era conside-
rada la mejor novelista británica de su época, y que daba cuenta en sus obras de su interés por las
matemáticas. En esta obra, Mary Ann Evans refleja su propia experiencia con el modelo educativo
británico y las pocas opciones que ofrecía al sexo femenino, con salvedades como el Ladies’ Queen
College de Londres en el que ella cursó sus estudios. En este centro, el profesor Francis Norman en -
señaba la geometría actualizada, más atractiva y mejor fundamentada para el aprendizaje que el
arcaico modelo centrado en la geometría griega.
En El molino del Floss se analiza cómo puede llegar a fallar el sistema educativo, tanto para los
discípulos en sí como para las personas en tanto que a sus intereses, aptitudes o sexo se refiere.
Muestra claramente también los problemas de ceñirse a currículo académico arcaico y oxidado.
En el último libro de Elliot (Evans), Daniel Deronda, recoge una reflexión a tales efectos:
“Los hombres pueden soñar con demostraciones y extraer un mundo ilusorio en forma
de axiomas, definiciones y proposiciones, con una omisión de los hechos final firmada
Q.E.D., sin embargo, ninguna fórmula del pensamiento salvará a los mortales de los
errores de nuestra apreciación imperfecta de los temas sobre los que hay que refle-
xionar.”
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 24
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4.5 – Simson en urdú. El imperio euclidiano
En 1884 se publica un compendio de los Elementos de 275 proposiciones y escrito en urdú (el idio-
ma que se hablaba en Pakistán en India).
Mientras tanto, en Gran Bretaña, cuando se habla de Euclides se hacía referencia a la edición en
inglés de 1756 de Robert Simson (edición de carácter docente y enfocada a la pedagogía de la geo -
metría). Esta versión sólo incluía 8 de los 13 libros (los seis primeros, el once y el doce: referentes a
la geometría en dos y tres dimensiones y el estudio de proporciones), y sin embargo fue la versión
predominante y que sirvió de base a versiones posteriores (como la de John Playfair de 1795 y la
de Isaac Todhunter de 1862) que se basaban directamente en la de Simson.
Consecuencia de la ocupación británica de la India tiene lugar una mezcolanza de tradiciones cien-
tíficas. Si bien los conocimientos indios, de todo menos pobres, fueron tratados con condescenden -
cia por parte de los británicos, pues no los consideraban basados en el razonamiento deductivo de
Euclides, negando la validez de tales conocimientos matemáticos o astronómicos. Es más, conside-
ran que su misión como buenos colonizadores es la de instruir a estos pobres indios a fin de sacarles
de su ignorancia. Esto da lugar a la traducción de diversos textos (entre ellos la versión de Simson
de los Elementos) a las diferentes lenguas de la zonas colonizadas.
De esta manera, Euclides pasa a incorporarse al currículo educativo de estas zonas igual que pasara
en Gran Bretaña.
El resto de las no pocas invasiones británicas pasó a suceder de manera análoga, institucionalizan -
do el texto de Euclides allá donde toman por propia la tierra conquistada. Se podría decir que tuvo
lugar una globalización de Euclides, de la que sin embargo han sobrevivido pocas copias de estas
traducciones.
4.6 – Sus rivales modernos
A finales del siglo XIX no son pocos quienes dudan de la adecuación de los Elementos como texto
base, al que además acusan de abuso de autoridad amparados en un Euclides cuya obra original es-
tá más que desvirtuada a lo largo de las diferentes versiones y ediciones.
Desde el punto de vista británico, además, se tenía una gran desconexión entre su matemática y la
que se venía ejerciendo en el resto de Europa, lo que además requería una reforma profunda en la
docencia y programas de investigación en matemáticas.
Por ejemplo, James Joseph Sylvester se autodenominaba un “odiador de la geometría” (en tanto
que odiador de Euclides). Aparecen, a su vez, numerosos grupos de presión que exigen una reforma
anti-Euclides.
Aún así, todavía contaba con defensores de la talla de Augustus de Morgan, Arthur Cayley o
Lewis Carroll, quien escribiera Euclides y sus rivales modernos (1879), donde presenta un diálogo
entre Minos (un tutor de Oxford) con el fantasma de Euclides.
Lo que se encuentra en cuestión es la propia verdad el sistema más allá de su utilidad. En palabras
de William Kingdon Clifford:
“El geómetra de hoy no sabe nada sobre la naturaleza del espacio a una distancia infi-
nita. No sabe nada sobre las propiedades de este espacio presente en una eternidad
pasada o futura.”
Con el cambio de siglo se intentan fundamentar las matemáticas desde la lógica, labor que se ex -
tendió también hacia los Elementos, con resultado deficiente. Esto termina por confirmar las mu-
chas lagunas que habían ido identificándose en la obra a través de los años por los diferentes estu-
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 25
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diosos del texto. Bertrand Russell escribió:
“Sus definiciones no siempre definen, sus axiomas no siempre son indemostrables, sus
demostraciones exigen muchos axiomas de los que no se es consciente”
Que Ian Mueller remataría con contundentes afirmaciones tales como:
“Es difícil ver que aquí haya demostración alguna (..) innecesariamente complejo (..)
claramente insuficiente”
En 1901 el reformador educativo John Perry propone un enfoque práctico (aprender haciendo) en
lugar de tanto razonamiento abstracto, dando lugar a que en 1904 Euclides deje de ser obligatorio
en Cambridge, reflejo de lo que iría ocurriendo poco a poco en el resto del país. Euclides perdía así
su hegemonía.
4.7 – Thomas Little Heath. Con verdadero amor
Tras el descalabro en su hegemonía, un improbable héroe surgen en socorro de la causa de Eucli -
des. Thomas Little Heath, de origen humilde, se gradúa en la universidad y entra a trabajar en el
ministerio de hacienda, donde alcanza la jefatura del mismo. Vivió una época de caos en el ministe-
rio debido a los enormes gastos derivados de la Primera Guerra Mundial, en los que estuvo a cargo
de administrar y controlar los gastos, que llevó a cabo de manera metódica e inflexible.
Entre sus hobbies estaba la matemática griega antigua. Entre 1885 y 1940 publicó unas 500 pági-
nas con versiones en inglés de Diofanto, Apolonio, Arquímedes y Euclides; una historia de la mate-
mática griega en dos volúmenes y un libro sobre la matemática de Aristóteles.
Publica su propia versión de los Elementos (1908) tomando como base la de Heiberg, pues era par-
tidario de la pulcritud y lo genuino de la versión dada por el manuscrito 190. En su versión busca
presentar un Euclides que sea coherente, accesible y, en lo posible, sencillo. Para ello enriquece su
versión con anotaciones, tanto históricas como aclaratorias del contenido para facilitar la tarea al
lector. Su versión no ha dejado de ser reeditada y empleada como base para nuevas ediciones desde
su publicación hasta el día de hoy.
Era partidario de la traslabilidad de la matemática griega al álgebra moderna, y pretendía comba -
tir el abandono reciente a Euclides dentro del sistema educativo británico, defendiendo la robustez
de los Elementos frente a la “nueva geometría” y los manuales alternativos que se consideraban me-
jores que la obra de Euclides, posiblemente movido por su gran amor y pasión por la matemática
griega antigua.
4.8 – Max Ernst. La máscara de Euclides
Uno de los cuadros del artista alemán Max Ernst lleva por título Euclides1 (1945), cuadro que se
resiste a una interpretación sencilla, como podría equipararse a la interpretación de la obra del
griego. La disposición del mismo parece darnos a ver una figura humana, una figura que no está
ahí, y donde una pirámide invertida en lo que vendría a ser el rostro hace las veces de máscara
ocultando el rostro del supuesto Euclides que queremos ver retratado en él. Sin embargo, una más-
cara no garantiza que haya un rostro tras ella, ocultándonos a su portador del mismo modo que
Euclides y su obra se ocultan y mutan a través de la historia, en un relato que en ocasiones parece
imposible de acometer.
1 https://www.menil.org/collection/objects/1789-euclid
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 26
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4.9 – Diseños euclidianos
El gran viaje de Euclides y su obra, transformados a través de los años, con sus altos y bajos en lo
que a su relevancia se refiere, no pasa desapercibido para los artistas. Muestra de ello son las nu-
merosas referencias que a él se hacen en la producción artística reciente. Por ejemplo:
• La obra Euclides de Max Ernst vista en el punto anterior.
• El ilustrador Crocket Johnson tiene toda una colección de pinturas matemáticas 2 entre las
que caben destacar:
◦ Demostración del teorema de Pitágoras (1965)
◦ Un total de 25 pinturas basadas en The world of Mathematics, conjunto de ensayos ma-
temáticos escrito en 1956 por James R. Newman
◦ Exposición llevada a cabo en 1967 en Nueva York con el nombre Abstracciones de abs-
tracciones.
Su arte le lleva a obtener nuevas aproximaciones geométricas para el valor de π, así como
un nuevo modo de construir un heptágono regular, que se publica en la Mathematical Gaze-
tte.
• La edición de los Elementos de Oliver Byrne, profesor irlandés de matemáticas que proyec-
taba una reforma en la docencia de las matemáticas en la que la geometría se enseñara me -
diante diagramas en color. Publica su edición en colores de los seis primeros libros en 1847
llamada The first six books of the Elements of Euclid in which coloured diagrams and sym-
bols are used instead of letters for the greater ease of learners. Si bien su edición no tuvo
mucho éxito (además de su coste), lo cual le llevó a la bancarrota, desde el punto de vista
estético recibió una valoración muy positiva. Además, en tiempo reciente, Nicholas Rou-
geaux la publica libre de derechos en una versión interactiva disponible online, donde se ex-
tiende el proyecto inicial de Byrne (6 libros) para acometer la totalidad de volúmenes de los
Elemento”.
• En el mundo de la moda también se ve reflejado, en particular en la colección Zodiac de
1938/39 de Elsa Schiaparelli, que se considera que está inspirada en los Elementos.
• También en el sector modista tenemos a Madeleine Vionnet, a la que se calificó como la
“Euclides de la moda” por lo geométrico en las formas de sus diseños.
• La artista de Oriente Medio, Monir Shahroudy Farmanfarmaian, realiza mosaicos con espe-
jos de carácter geométrico, empleando técnicas artesanales que se remontan a la Edad Me -
dia, y que nos recuerda a la relación que mantenía al-Buzjani para con los artesanos.
4.10 – Lambda. Espacio curvo y energía oscura
Euclides es todo un icono cultural en el siglo XX, y su geometría, si bien no hegemónica, no había
desaparecido de los libros de texto. Es más, las olimpiadas matemáticas que tienen lugar cada año
incluyen, desde 1959, al menos un problema de geometría euclídea en su prueba final.
Su nombre no ha quedado tampoco relegado al olvido, y no es extraño verlo denominar calles, pla-
zas, animales… o el telescopio espacial “Euclid”, que fue definitivamente lanzado el 1 de julio de
2023 por la ESA con la finalidad de explorar el espacio lejano y así poder estudiar mejor las pro -
piedades de la energía oscura y su ritmo de expansión.
2 https://americanhistory.si.edu/collections/object-groups/mathematical-paintings-of-crockett-johnson
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 27
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Los resultados que se obtendrán se consideran relevantes para entender mejor el corrimiento al rojo
que nos permita estudiar el ritmo de expansión del universo, que parece darse a ritmos más acele -
rados a día de hoy que lo que se estimo lo hacía en el pasado.
Las imágenes de alta resolución que recoge la sonda “Euclid” permiten determinar cómo se distor-
sionan las imágenes de 1000 millones de galaxias a causa de la masa de objetos cercanos, pudiendo
así elaborar un mejor mapa de la distribución de masas del universos, pudiendo calcular mejores
valores para el estudio de la expansión cósmica. Quizá así podamos conocer un poco mejor la ener -
gía oscura de este universo en expansión, así como su geometría a grandes escalas, sea esta eucli -
diana o no.
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 28
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Cronología de los Elementos de Euclides
AÑO QUÉ
ca. 325 a.e.c. Nacimiento de Euclides
Euclides compila su obra Elementos donde recoge compendios previos de geome-
ca. 300 a.e.c. tría griega (Eudoxo y Teeteto entre otros) a los que añade demostraciones adicio-
nales y nuevas proposiciones de autoría propia
ca. 265 a.e.c. Muerte de Euclides
Registros sobre cerámica (óstracos) del contenido de los Elementos, durante el
ca. 250 a.e.c.
reinado de Ptolomeo III. Serán descubiertos en 1906-07 por Otto Rubensohn
Numerosos tratados de base geométrica son atribuidos a Euclides, como las 58
proposiciones de óptica que tratan geométricamente el proceso de visión, o trata-
siglo III a.e.c.
dos de música que analizan las vibraciones armónicas, como el tratado sobre la
división del monocordio.
Hipsicles recoge los nuevos contenidos geométricos elaborados a partir de Eucli-
ca. 150 a.e.c. des, en particular los de Apolonio y los compila en un tomo que una mano anóni-
ma incluiría como el libro XIV de los Elementos.
La agrimensura empleada en Egipto para medir tierras (tasación impositiva) es
un ejemplo práctico de cómo la matemática puede tener valor en el “mundo real”.
siglo I a.e.c. Esto da pie a considerar a Euclides (y su obra) como “héroe prometéico” que trae
la luz de la deducción y demostración rigurosas para ser empleadas de modo
pragmático
Higino, agrimensor romano, es un ejemplo de aquellos expertos en hacer uso de la
geometría para la medición de tierras e ingeniería romanas, de vital importancia
siglo I en su proceso expansionista. Fruto de estos conocimientos se compilan diversos
Corpus agrimensorum, que serían largamente copiados a través de los años, supo-
niendo una piedra de toque para la incursión de la geometría en la Edad Media.
Nicómaco de Gerasa escribe Arithmetike eisagoge (Introducción a la aritmética),
100 primer texto sobre teoría de números desde que Euclides trabajase lo propio en
los libros VII, VIII y IX de los Elementos
Teón de Alejandría refunde su propia versión de los Elementos, de un carácter
más sencillo y accesible y sobre la que añade anotaciones explicativas. Es la prin-
370 cipal versión completa de que se dispone hasta que en 1808 François Peyrard
descubre manuscritos más antiguos sobre los que compila una versión de los Ele-
mentos más fiel a la original de Euclides.
siglo IV en Se exageran ciertas posturas en relación a la importancia de la geometría en Pla-
adelante tón con, quizá, una supuesta intención de vincular a Euclides hacia una filosofía
idealista de corte platónico. Se arrastra y consolida una falsa leyenda acerca de
cómo “Euclides” se colaba en Atenas para aprender junto a Platón de Sócrates
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 29
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(en realidad era Euclides de Megara), o de cómo el ateniense tenía tal filia por la
geometría que la convertiría en condición indispensable para ser admitido en su
Academia.
Proclo ensalza la geometría de Platón y su interpretación neoplatónica dentro del
corpus teórico de los Elementos de Euclides, que comenta y estudia más allá del
ca. 450 alcance geométrico de sus proposiciones para extraer de ellos un modo de razonar
y desarrollar la capacidad intelectual de la persona, enfatizando la metafísica del
neoplatonismo de Proclo más allá de las intenciones originales de los Elementos.
Boecio elabora De institutione arithmetica, una expansión de la obra de Nicóma-
500 co de Gerasa que extiende con numerosos ejemplos y que ayuda a afianzar el es-
tudio de la teoría de números en la Edad Media
Al-Hayyay realiza la primera traducción de los Elementos al árabe, en una Bag-
dad multicultural que se enriquecería de múltiples traducciones de textos griegos
819
y que ampliaría, en consecuencia, la riqueza gramatical de si idioma para dar
cuenta de los nuevos conceptos matemáticos que incluiría a su saber.
En una época donde las sucesivas copias y reescrituras de los Elementos ha deja-
do un panorama plagado de errores e imprecisiones, Aretas de Patras encarga al
escriba bizantino Esteban una versión de los Elementos de mejor calidad, donde
888 éste añade a la versión de Teón en la que se basa comentarios a partir de escritos
de geómetras posteriores a Euclides. Una copia de esta versión hallada en 1748
por Jacques Philippe d’Orville sería la versión completa más antigua de una edi-
ción de los Elementos
al-Wafa al-Buzjani lleva a cabo su labor intelectual en la que trabaja la astrono-
mía, la geometría, la trigonometría (introduce la función tangente y elaboro mé-
segunda mitad todos de cálculo de tablas trigonométricas), la aritmética y el álgebra. Es muy
del siglo X importante la relación de su labor teórica con la realidad práctica de su época,
donde sus trabajos en geometría se ven reflejados en la teselación característica
del arte islámico, que vería así influenciado por el germen geométrico de Euclides.
Hroswitha, novicia del convento de Gandersheim, elabora una notable obra lite-
raria que está plagada de conocimiento filosófico e intelectual más allá del espera-
do en el ámbito de la religiosidad (por ejemplo, la obra Sapientia, en el que la
antes del 1000
Sabiduría y el emperador Adriano entabla un diálogo sobre la teoría de números.
Su obra es redescubierta a partir del 1500, siendo estudiada y valorada de modo
considerable a partir de entonces hasta nuestros días
Adelardo de Bath elabora la primera traducción al latín de los Elementos, proba-
blemente a partir de una versión árabe (quizá la de al-Hayyay) para la que nece-
ca. 1130
sitaría ayuda tanto con el árabe como con la nueva terminología científica acuña-
da por éstos durante sus traducciones desde el griego
Roberto de Chester elabora otra traducción al latín que en cierto modo eclipsa la
siglo XII
realizada por Adelardo de Bath
1150 Las artes liberales forman parte del elemento decorativo de la puerta meridional
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 30
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de la catedral de Chartres, acompañando a cada una de ellas con una personifica-
ción de alguien representativo para ellas: Pitágoras para la música; Nicómaco,
Gerberto o Boecio para la aritmética; Quintiliano o Cicerón para la retórica; Ar-
químedes o Euclides para la geometría; Sócrates o Platón, incluso Aristóteles pa-
ra la filosofía (la lógica); Ptolomeo para la astronomía; y Quilón o Donato para
la gramática
Campano de Novara realiza una versión en latín de los Elementos de mejor cali-
1250 dad que las existentes previamente, a la que dota nuevas versiones en algunas de
las demostraciones que se incluyen en el texto
La obra intelectual de Levi ben Gershon es desarrollada. Es quizá el intelectual
hebreo más destacado de su tiempo, resultado de la tradición racionalista obteni-
da tras el estudio de textos árabes y la interpretación que éstos hicieron de Aris -
tóteles, del que estudia su física y su lógica. Aclamado astrónomo, quizá el mejor
ca. 1330
de su era, fue el inventor de la ballestilla (instrumento de orientación basado en
la altura del Sol y otros cuerpos celestes). Elabora sus propios tratados de arit -
mética, y comenta, analiza y critica los Elementos de Euclides. Elabora su propio
tratado de geometría del que sólo se conserva un manuscrito de 24 proposiciones.
Erhard Ratdolt realiza la primera versión impresa de los Elementos (en latín).
Algunos de los problemas a los que hubo de enfrentarse en el proceso supusieron
1482 avances y mejoras en las técnicas y procesos de impresión (necesidad de numero-
sos tipos para una misma letra, técnicas para la inclusión de imágenes y diagra-
mas, normativa para la impresión de textos científicos y matemáticos)
1533 Simon Grynäus imprime la primera versión de los Elementos en griego antiguo
Niccoló Tartaglia realiza la primera versión impresa de los Elementos en lengua
1543
vernácula (en italiano)
Pierre de la Ramée, fruto de su crítica a los contenidos y desarrollos del texto de
Euclides (así como de la errónea atribución al griego de las muchas demostracio-
1545
nes incluidas en las ediciones previas) realiza una edición reducida y de claro ca -
rácter práctico (manual para el geómetra autodidacta) de tan sólo 45 páginas.
Henry Billingsley realiza la primera traducción al inglés en una edición ricamente
1570
comentada y llena de análisis que alcanza las 1000 páginas
Christopher Clavius elabora una edición de los Elementos que, buscando refinar
la calidad de sus contenidos en un marco deductivista, trata de sintetizar lo me-
1574 jor de las ediciones anteriores, añadiendo gran cantidad de postulados, axiomas y
demostraciones adicionales. La gran influencia que tuvo su versión de los Elemen-
tos la hacen ser considerada la más importantes del texto de Euclides.
A partir de esta fecha el plan de estudios jesuita reconoce la importancia de la
obra de Euclides (en la edición de Clavius) y la incluye, junto a contenidos adi-
1599 cionales de aritmética, astronomía, trigonometría y teoría musical dentro de su
currículo, del que aprenderían alumnos como Descartes, Laplace, Diderot o Vol-
taire.
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 31
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Se “estandariza” el uso de los Elementos como material de estudio en cursos supe-
riores, que principalmente emplean los libros I-VI, XI y XII (es decir, geometría
plana, teoría de proporciones y geometría espacial), lo que da lugar a numerosas
siglo XVI
ediciones orientadas al estudio y de las que se conservan copias repletas de ano-
taciones por parte de aquellos que las trabajaron (como por ejemplo, la copia de
1543 posesión de Marget Seymer)
Piero della Francesca y su obra La flagelación de Cristo” son muestra de la tran-
sición pictórica hacia la perspectiva que se viene dando desde el Renacimiento.
Escribió además varios tratados matemáticos: Trattato d’Abaco, De prospectiva
ca. 1460 pigendi (1460) y Libellus de quinque corporibus regularibus (1480), este último
“fusilado” por Luca Pacioli en su, que influiría en el estudio posterior sobre la
perspectiva geométrica por autores como Durero o Wenzel Jamnitzer, quien es-
cribiera Perspectiva corporum regularium.
Ve la luz la primera edición de los Elementos en chino, de la mano de Matteo
Ricci (Li Na To), jesuita de misión en China, y Xu Guangqi, un joven funciona-
1607 rio con múltiples intereses y que terminaría por traducir al chino varias de las
obras que los jesuitas trajeran consigo en su misión, ayudando a la expansión del
saber occidental en el país chino.
Dada la ingente cantidad de ediciones de los Elementos existentes, hay quienes
siglo XVII
coleccionan y atesoran diferentes versiones, como Robert Hooke, quien tuviera 31
Fruto de su rechazo hacia la deriva que venía tomando el sinsentido de las edi-
ciones realizadas sobre los Elementos, Henry Savile elabora un curso en Oxford
(1620) de carácter introductorio al texto original de Euclides tratando de ceñirse
1621 lo más posible al alcance y contenidos iniciales. Estas lecciones quedan recogidas
en una edición impresa en 1621 denominado Praelectiones tresdecim in princi-
pium elementorum Euclidis (Trece lecciones introductorias para comenzar con los
Elementos de Euclides).
Edward Bernard, siguiendo la estela reformista y ortodoxa en cuanto al acerca-
miento a la obra de Euclides, trata de elaborar la “edición definitiva” mediante
siglo XVII una compilación que aglutinase todos los comentarios y análisis para las distintas
proposiciones aparecidas en las diferentes versiones aparecidas hasta entonces de
los Elementos. Esta empresa titánica nunca llegó a concluir.
Se estrena la obra teatral Blame not our author, donde las formas geométricas
(Cuadro, Rectángulo, Línea y Círculo) son protagonistas en la lucha de Cuadro
1635
por redondearse (asemejando el problema clásico de cuadrar el círculo), donde se
revelan contra la tiranía impuesta por la regla y el compás.
Isaac Barrow publica su edición de los Elementos primero en latín (1655) y des-
1655-1660 pués en inglés (1660). Además publica una edición de los Datos en 1657.
Sus ediciones de los Elementos son las que estudiaría Isaac Newton.
1660 Newton profundiza sus conocimientos en geometría mediante la edición de Ba-
rrow, reescribiendo su copia de los Elementos mediante un lenguaje algebraico si-
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 32
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milar al que empleamos hoy en día
Spinoza publica unos apuntes de los Principios de filosofía de Descartes redacta-
1663
dos al estilo de Euclides (empleando axiomas, definiciones y proposiciones)
Tras la muerte de Spinoza, se publica su Ética demostrada según el orden geo-
métrico, donde ahora sí hace uso de un estilo geométrico y austero que da res-
puesta a la pregunta de qué existe, razonando deductivamente a través de 207
proposiciones que todo lo que existe es Dios, y que equivale a la naturaleza y rea-
1677
lidad en que vivimos. De un modo similar al Uno platónico, todo lo que existe se
deduciría de Dios, un Dios que se desentiende de lo humano, que carece de todo
atisbo sagrado y que nos deja una realidad sin azar ni libre albedrío, en una suer-
te de tautología en la que no hay causas para nada.
Newton publica los Philosophiæ naturalis principia mathematica, que escrito en
estilo euclidiano evoluciona la obra de Euclides hacia una nueva matemática que,
1687
junto a la notación algebraica, nos dota de herramientas para tratar de compren-
der la realidad.
David Gregory, inspirado también por los ideales de Savile, da continuidad a la
labor de Bernard elaborando una versión más terrenal que la iniciada por su an -
1703 tecesor, a quien reconoce el esfuerzo realizado, aunque no sea muy explícito a la
hora de atribuirle correctamente el contenido que tomara del proyecto de Ber-
nard y que publicaría en 1703 con el título de Euclides quae supersunt omnia
Las matemáticas se popularizan (fuera de entornos eruditos) gracias a la labor de
enseñanza y divulgación de “practicantes de las matemáticas” como fuera Euclid
1650-1700 Speidell, quien se dedica a la enseñanza de éstas para su uso práctico (trazado de
planos, calibración de horóscopos, agrimensura, fabricación de instrumentos, do-
cencia, contabilidad, fiscalidad, perspectiva, astronomía, hidráulica, arquitectura)
Robert Simson elabora una versión en inglés de los Elementos que recoge los pri-
meros seis libros, el onceavo y el doceavo (y en ediciones posteriores (1762), tam-
1756 bién de Los Datos). Es decir, las geometrías en dos y tres dimensiones y el estu-
dio de proporciones. Editado con carácter docente y pedagógico de la geometría,
y que serviría como versión base para numerosas ediciones posteriores.
Pese a la negativa de sus padres acerca de sus inquietudes intelectuales, Mary
Fairfax (1780-1872) se adentra en el estudio de las matemáticas (los Elementos y
la Introducción al álgebra de 1782 de John Bonnycastle, amén de otras discipli-
1795 nas), para acabar convirtiéndose en una erudita que dedicó 50 años de su vida a
la investigación científica, además de ser una gran divulgadora del conocimiento
científico, lo que llevó al “Morning Post” a considerarla la reina de la ciencia del
siglo XIX.
Se extiende la idea de que el estudio de las matemáticas puede alterar la integri-
dad mental y volverle a uno loco, amén de convertirlo en antisocial y aislado de
1800
los sentimientos humanos, pues no eran susceptibles de demostración ni deduc-
ción
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 33
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François Peyrard está traduciendo los Elementos al francés, y en su cotejo con
diferentes manuscritos se encuentra el manuscrito 190, de la Biblioteca Vaticana,
que difiere sustancialmente del resto de manuscritos y versiones, incluyendo los
15 libros y, aparentemente, los Datos. Pasa a tomarlo como base de su traduc-
1808
ción, que compendia en tres volúmenes a columna doble en griego-latín, y ano-
tando su traducción y comentarios comparativos de las diferentes versiones en
francés. Da cuenta de la ajetreada vida y evolución que los Elementos han sufri-
do a lo largo y ancho de tantas y tantas versiones desde su edición original.
Entre los múltiples temas que trata en sus diarios, Anne Lister da cuenta de la
relevancia de estudiar a Euclides, en una época en que el libro goza de un gran
estatus tanto en lo intelectual (obra de referencia) como en lo institucional (pues
1817
formaba parte de planes de estudio de escuelas y universidades). Destaca además
su relevancia para la mejora intelectual y el progreso e innovación en la filosofía
natural.
Lobachevski presenta su geometría no-euclídea, resultado de analizar el postula-
do de las paralelas y plantear una geometría alternativa en el que la trigonome-
tría no descanse sobre el plano bidimensional, sino sobre una superficie esférica.
1826 Inicialmente no es bien recogido, pero tras los avances en geometría curva de
Riemann, y el uso que de ella hace Einstein para su teoría de la relatividad gene -
ral, permiten el reconocer a Lobachevski la grandeza de su descubrimiento para
con la concepción de la descripción real del espacio.
El sistema educativo británico todavía se encuentra fuertemente influenciado por
el currículo victoriano clásico y el modo de enseñanza proposicional, donde los
Elementos son férrea piedra angular del mismo. Sin embargo, es un sistema sexis-
ta, oxidado y alejado de la realidad práctica del mundo en que se enmarca que.
ca. 1830
Reflejo de esto son las obras de Mary Ann Evans (a.k.a. George Elliot), como El
molino del Floss o Daniel Deronda, donde sus personajes se enfrentan a sistemas
educativos carentes de humanidad y anclados en el pasado, muestra del carácter
fallido de dichos modelos de enseñanza.
Oliver Byrne publica The first six books of the Elements of Euclid in which co-
loured diagrams and symbols are used instead of letters for the greater ease of
1847
learners, en la que hace uso de diagramas a color en lugar de las denotaciones
con letras de Euclides para facilitar la enseñanza de los contenidos geométricos.
Se publica en urdú una versión traducida de los Elementos de Simson. El proce-
der colonizador de los británicos es la de sacar a los pobres pueblos conquistados
de la ignorancia en la que se sumergen (demostrando un desprecio total hacia los
1884
conocimientos de dichos pueblos), e instaurando mediante traducciones el currí-
culo académico vigente en Gran Bretaña, en la que los Elementos de Euclides
eran pilar fundamental.
segunda mitad La imagen de la geometría Euclídea pierde fuerza en el panorama educativo, don-
del siglo XIX de cada vez más voces se levantan en aras de una reforma anti-Euclides.
1879 Lewis Carroll publica Euclides y sus rivales modernos, donde un tutor de Oxford
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 34
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mantiene un diálogo con el fantasma de Euclides acerca de la obra de éste.
Johan Ludvig Heiberg publica su compendio Euclidis Opera omnia, donde 5 de
1883-1916
sus 9 volúmenes corresponden a los Elementos
La axiomatización lógica de las ciencias comienza a ganar peso, en particular con
finales del la aplicación a tales efectos de Russell y Whitehead en su Principia Mathemati-
XIX princi- ca. Al trabajar la matemáticas, y en particular la geometría euclídea, se mues-
pios del XX tran insostenibles desde el punto de vista lógico, lo que da fuerza a aquellos que
rechazan la obra de Euclides y su papel hegemónico en la educación.
Cambridge “cesa” a Euclides como obligatorio en su currículo educativo. El resto
1904 de escuelas y academias británicas seguirían a los pocos años pon el mismo ca -
mino
El arqueólogo alemán Otto Rubensohn descubre unos óstracos en la isla de Ele-
1906-07 fantina (alto Egipto) que resultan ser la prueba física más antigua de los Elemen-
tos. Posteriormente transcritos y analizados en torno a 1930
Ya con Euclides derrocado el panorama educativo, Thomas Little Heath, un fun-
cionario entusiasta de la matemática griega antigua, edita su propia versión de
1908 los Elementos a partir de la versión de Heiberg, buscando aportar sencillez y cla-
ridad al contenido del texto, buscando hacer justicia para con Euclides en contra-
posición a la “nueva geometría” que se enseña ahora en su lugar.
Max Ernst pinta “Euclides”, cuadro que nos hace ver una figura enmascarada con
una pirámide invertida pero que, como el auténtico Euclides y su obra, no es una
1945
pieza de fácil interpretación, y donde probablemente la forma humana que nues-
tros ojos nos quieren hacer ver, no se encuentran realmente allí.
El estudio de la geometría euclídea sigue presente en los planes de estudio (si
bien no se lleva a cabo empleando los Elementos como material didáctico.
Desde 1959, la olimpiada matemática incluye al menos un problema de geometría
euclídea en su prueba final.
Gran presencia en el panorama artístico, como en el “Euclid” de Max Ernst, o las
relevancia ac-
obras de carácter matemático de Crocket Johnson.
tual
Influencia también en la moda, como las colecciones de Elsa Schiaparelli o Made-
leine Vionnet.
También en la escultura, como las obras geométricas con espejos de Monir Shah-
roudy Farmanfarmaian.
Relevancia epónima en calles, plazas,…
La sonda espacial “Euclid” es lanzada para el estudio de la geometría del espacio
2023 lejano a fin de tratar de comprender mejor la energía oscura, la expansión del
universo y la geometría del mismo.
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 35
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Ediciones de los Elementos disponibles online
• (ca. 830-850) – Manuscrito 190 , perteneciente a la Biblioteca Vaticana. Empleado por Pey-
rard como base de su edición de los “Elementos” en tres volúmenes.
◦ https://digi.vatlib.it/view/MSS_Vat.gr.190.pt.1
• (888) – Elementa I-XV. Edición de Teón de Alejandría que estaba en posesión de Jac-
ques Philippe d’Orville. Se trata del manuscrito completo más antiguo del que se tiene co -
pia física.
◦ https://digital.bodleian.ox.ac.uk/objects/d4a23501-0b98-4aff-acd6-fe06fe9b62e3/
• (1482) – Opus elementare euclidis. Edición de Erhard Ratdolt (primera edición impresa)
◦ https://www.loc.gov/resource/gdcwdl.wdl_18198/?st=gallery
• (1570) – The Elements of geometrie of the most auncient Philosopher Euclide of Megara.
Primera edición inglesa, por Henry Billingsley. Nótese la confusión con el Euclides Mega-
rense.
◦ https://archive.org/details/elementsgeometr00eucl/mode/2up
• (1576) – Los seis libros primeros de la geometría de Euclides. Versión en español de Rodri-
go Zamorano.
◦ https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/8e/
Los_seis_libros_primeros_de_la_geometria_de_Euclides_
%28IA_ARes21304%29.pdf
• (1762) – The Elements of Euclid. The first six books, together with the eleventh and twel-
fth. Versión de Robert Simson
◦ https://archive.org/details/elementseuclid00simsgoog
• (1774) – Los seis primeros libros, y el undécimo, y duodécimo de los Elementos de Euclides .
Traducción al español de la edición de Simson.
◦ https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/1f/
Los_seis_primeros_libros_y_el_undecimo
%2C_y_duodecimo_de_los_elementos_de_Euclides.pdf
• (1814-16-18) – Les oeuvres d’Euclide, traduites en latin et en français. Edición de François
Peyrard basada en el “Manuscrito 190” que muestra a columna doble en griego y latín, con
anotaciones y traducción en francés al pie de página
◦ Tomo 1: https://archive.org/details/lesuvresdeuclide01eucl/page/n7/mode/2up
◦ Tomo 2: https://archive.org/details/lesuvresdeuclide02eucl/page/n7/mode/2up
◦ Tomo 3: https://archive.org/details/lesuvresdeuclide03eucl/page/n7/mode/2up
• (1860) – Elements of geometry. Containing the first six books of Euclid with a supplement
on the quadrature of the cirlce and the geometry of solids. Edición de John Playfair
◦ https://en.wikisource.org/wiki/
The_Elements_of_Euclid_for_the_Use_of_Schools_and_Colleges
• (1862) – The Elements of Euclid for the use of schools and colleges; comprising the first six
books and portions of the eleventh and twelfth books; With notes, an appendix, and exerci-
Víctor J. Moreno García Las infinitas vidas de Euclides 36
______________________________________________________________________________________
ses, por Isaac Todhunter
◦ https://en.wikisource.org/wiki/
The_Elements_of_Euclid_for_the_Use_of_Schools_and_Colleges
• (1908) – The thirteen books of Euclid’s Elements edición de Thomas Heath
◦ Volumen 1: https://www.wilbourhall.org/pdfs/heath/1_euclid_heath_2nd_ed.pdf
◦ Volumen 2: https://www.wilbourhall.org/pdfs/heath/2_euclid_heath_2nd_ed.pdf
◦ Volumen 3: https://www.wilbourhall.org/pdfs/heath/3_euclid_heath_2nd_ed.pdf
• (1996) – Euclid’s Elements. Versión web desarrollada por David E. Joyce basada en los tex-
tos de Heath, Heiberg, Peyrard y Todhunter.
◦ http://aleph0.clarku.edu/~djoyce/java/elements/aboutText.html
• (1847/2018) – Byrne’s Euclid. Versión digitalizada de la edición de Oliver Byrne “The
first six books of the Elements of Euclid in which coloured diagrams and symbols are used
instead of letters for the greater ease of learners”, elaborada por Nicholas Rougeaux.
◦ https://www.c82.net/euclid/
• (2020) – Euclid’s Elements redux. Versión actualizada a un lenguaje algebraico más inteligi-
ble, basada en las ediciones de John Casey y la de Thomas Heath. Elaborada por Daniel
Callahan.
◦ https://archive.org/details/euclid-elements-redux_201809/euclid-a4/