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Vademecum

La Iglesia acompaña a los cónyuges en su vida matrimonial, enfatizando la importancia del sacramento de la reconciliación y la Eucaristía para alcanzar la santidad y fortalecer la unión familiar. Se destaca la necesidad de una educación adecuada sobre la procreación responsable y las implicaciones de la anticoncepción, que se opone al plan divino de amor y vida. La verdadera relación conyugal se basa en la donación mutua y la apertura a la vida, promoviendo la fe y la castidad como fundamentos esenciales del matrimonio.

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La Iglesia acompaña a los cónyuges en su vida matrimonial, enfatizando la importancia del sacramento de la reconciliación y la Eucaristía para alcanzar la santidad y fortalecer la unión familiar. Se destaca la necesidad de una educación adecuada sobre la procreación responsable y las implicaciones de la anticoncepción, que se opone al plan divino de amor y vida. La verdadera relación conyugal se basa en la donación mutua y la apertura a la vida, promoviendo la fe y la castidad como fundamentos esenciales del matrimonio.

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La Iglesia desempeña el papel de acompañar la vida de los conyugues en su

contexto cristiano, principalmente para aconsejarlos a través del sacramento de la


reconciliación, por medio de este tratar de aclarar el designio de Dios sobre el
matrimonio de Dios, haciendo orientaciones seguras y claras, con el fin de
garantizar su plena vitalidad, contribuyendo a la sociedad, pues se refuerza esta
unión que da permanencia a la familia que es la célula primera y vital de esta.

En el sacramento del matrimonio es muy importante mantener presente el camino


a la santidad, siempre y en cualquier circunstancia de la realidad de la pareja. La
Eucaristía por su naturaleza catapulta a la santidad, es el sacramento que une a la
pareja con Cristo y así mismos, plenificando de este modo su amor conyugal. En
este camino, la formación de la conciencia representa un factor fundamental para
poder cumplir con la voluntad de Dios. Una Relación conyugal debe estar
orientada al servicio a la vida, procreando con responsabilidad y brindando una
educación adecuada a los hijos; por esto, en armonía con la ley divina, el confesor
debe brindar una adecuada información sobre la anticoncepción, para el bien de
sus almas y de sus vidas. El agravante de este fenómeno que viene tomando
fuerza cada día, es que se opone directamente a la transmisión de la vida, atenta
contra el amor oblativo traicionándolo y falsificándolo, entrega total propia de la
unión matrimonial; se contradice el plan de amor de Dios para los esposos, pues
en las relaciones sexuales se hacen personal y verdaderamente humanas, cuando
está integrada en la relación de persona a persona, en la donación total y
reciproca de ambos. La donación mutua y la procreación son los dos fundamentos
del acto conyugal. Por este motivo es importante orientar a los que se vienen
preparando para el sacramento del matrimonio, así, el confesor podrá de un modo
pastoral adecuado brindarles las herramientas para enfrentar las nuevas
modalidades de la anticoncepción y sus consecuencias.

“Las personas llamadas a vivir en el matrimonio realizan su vocación al amor en la


plena entrega de sí mismos que expresa adecuadamente el lenguaje del cuerpo,
de la entrega de sí mismos que expresa adecuadamente el lenguaje del cuerpo,
de la entrega reciproca de los esposos procede, como fruto propio, el don de la
vida a los hijos, que son signo y coronación del amor matrimonial”. Las relaciones
íntimas entre la pareja entonces, se hacen necesarias, pero teniendo en cuenta
sus dos fundamentos ya mencionados: la donación total y la apertura a la vida.

El llamado a la santidad, es la vocación de todo ser humano, imitar a Jesús como


fruto de la gracia recibida en su entrega amorosa, nos capacita para poder
donarnos a sí mismos totalmente a través de la caridad. La fe es el punto de
apoyo que nos impulsa a practicar las virtudes cristianas, en especial la castidad
conyugal. La fe nos permite acoger con amor y son razón de felicidad las
obligaciones que están bajo el sacramento del matrimonio: “los esposos como
colaboradores del Señor, en la llamada a la existencia de una vida de una nueva
persona humana, de esto emana una alegría de paternidad y maternidad, el papel
de educadores, con el fin de transmitirles el don de la fe, una moral correcta y una
educación sexual prudente”. Todo siempre garantizando sus dos fundamentos
esenciales.

La anticoncepción se opone a la castidad matrimonial, lesiona el verdadero amor y


niega el papel soberano de Dios en la transmisión de la vida humana. Entre estos
métodos los más graves son los abortivos, que “impiden la anidación del embrión
apenas fecundado o también causando su expulsión en una fase precoz del
embarazo”. Los matrimonios que están en sintonía con la voluntad divina
“lícitamente utilizan en razones justificables y serias los métodos justamente
llamados naturales, confirman que los esposos pueden vivir íntegramente, en
común acuerdo y con plena entrega, las exigencias de la castidad y de la vida
conyugal”.

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