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Las Bodas de Caná - Homilía de San Agustín

San Agustín reflexiona sobre la humildad de Cristo como antídoto contra la soberbia humana, destacando que la soberbia es el origen de todo pecado. A través del milagro de convertir agua en vino en las bodas de Caná, muestra el poder de Dios y su disposición a humillarse, invitando a los hombres a seguir su ejemplo. Además, enfatiza que Cristo, aunque rico en divinidad, se hizo pobre en humanidad y está presente en los pobres, instando a la generosidad y a reconocer nuestra propia necesidad ante Dios.

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Las Bodas de Caná - Homilía de San Agustín

San Agustín reflexiona sobre la humildad de Cristo como antídoto contra la soberbia humana, destacando que la soberbia es el origen de todo pecado. A través del milagro de convertir agua en vino en las bodas de Caná, muestra el poder de Dios y su disposición a humillarse, invitando a los hombres a seguir su ejemplo. Además, enfatiza que Cristo, aunque rico en divinidad, se hizo pobre en humanidad y está presente en los pobres, instando a la generosidad y a reconocer nuestra propia necesidad ante Dios.

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San Agustín de Hipona, obispo

Sermón: Las bodas de Caná.


Sermón 123.

Vosotros sabéis, hermanos, por ser discípulos fieles de Cristo y

también por encarecéroslo a menudo en nuestras pláticas, que la

humildad del Señor es la medicina de la soberbia del hombre. El

hombre no habría, en efecto, perecido de no haberse ensoberbecido;

porque, como dice la Escritura, la soberbia es principio de todo

pecado; y al principio de todo pecado fue necesidad oponer el

principio de toda justicia. Siendo, por tanto, la soberbia principio de

todo pecado, ¿qué medicina podría sanar la hinchazón del orgullo,

si Dios no se hubiera dignado hacerse humilde? ¡Avergüéncese de

ser soberbio el hombre, pues humilde se hizo Dios! Dícesele al

hombre se humille, y lo tiene a menos; y ese querer los hombres

vengarse cuando se los afrenta, ¿no es obra de la soberbia? Tienen a

menos abajarse, y quieren vengarse, como si alguien sacara

provecho del mal ajeno. El ofendido e injuriado quiere vengarse;

hace del ajeno daño su medicamento, cuando lo que gana es un

cruel tormento. Por eso, el Señor Cristo se dignó humillarse en

todas las cosas, para mostrarnos el camino; ¿nos despreciaremos

por andarlo?

Ved, entre otras cosas, al Hijo de la Virgen asistir a bodas; bodas

que había él mismo instituido cuando aún estaba en el seno del


Padre. Así como la primera mujer, la introductora del pecado, había

sido hecha del varón sin hembra, así el Varón por quien fue borrado

el pecado lo fue de hembra sin varón. Por aquélla caemos, por éste

nos levantamos. Y ¿qué hizo en la boda? De agua, vino. ¡Asombroso

poder! Ahora, pues, quien se dignó hacer tal maravilla, se dignó

carecer de todo. Quien hizo el agua vino, bien pudo hacer de las

piedras pan; el poder era igual, más entonces la sugerencia venía del

diablo, y Cristo no lo hizo. Sabéis, en efecto, que, cuando fue

tentado el Señor Cristo, le incitaba el diablo a esto. Tuvo hambre, y

la tuvo por dignación y porque también eso era humillarse. Estuvo

hambriento el Pan, fatigado el Camino, herida la Salud, muerta la

Vida. Teniendo, pues, hambre, como sabéis, le dijo el tentador: Si

eres el Hijo de Dios, di que se hagan pan estas piedras; al que

respondió él para enseñarte a ti a responderle, como lucha el

emperador para que los soldados se adiestren en luchar. ¿Qué le

respondió? No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra de

Dios. Y no hizo panes de las piedras él, que cierto pudo hacer eso,

cual hizo del agua vino. Tanto le costaba, en efecto, hacer pan de

una piedra; mas no lo hizo para darle al tentador con la puerta en el

hocico; pues al tentador no se le vence si no se le desprecia. En

venciendo que venció al diablo tentador, vinieron los ángeles y le

sirvieron de comer. Pudiendo como podía tanto, ¿por qué no hizo

aquello e hizo esto? Leed, o mejor, recordad, lo que ha poco se os


decía cuando esto hizo, es decir, vino del agua. ¿Qué añadió el

evangelista? Y creyeron en él sus discípulos. ¿Habría creído el

diablo?

No obstante su gran poder, tuvo hambre, tuvo sed, tuvo cansancio,

tuvo sueño, fue aprisionado, fue azotado, fue crucificado, fue

muerto. Tal es el camino: camina por la humildad para llegar a la

eternidad. Dios-Cristo es la patria adónde vamos; Cristo-hombre, el

camino por donde vamos; vamos a él, vamos por él; ¿cómo temer

extraviarnos? Sin alejarse del Padre vino a nosotros; tomaba el

pecho, y conservaba el mundo; nacía en un pesebre, y era el

alimento de los ángeles. Dios y hombre, Dios hombre, hombre y

Dios en una sola pieza; mas no era hombre por la misma razón de

ser Dios. Dios lo era por ser el Verbo; era hombre por haberse hecho

hombre el Verbo sin dejar de ser Dios, tomando la carne del

hombre; añadiéndose lo que no era sin perder lo que ya era.

Siguiendo, pues, su camino de humildad, él ahora ya padeció, ya

murió, ya fue sepultado, ya subió a los cielos, donde se halla sentado

a la diestra del Padre; más todavía es indigente aquí, en la persona

de sus pobres. Ayer, sin ir más lejos, hice resaltar esto mismo

delante de vuestra caridad a cuento de lo dicho por el Señor a

Natanael: Cosas mayores verás. Porque os digo que veréis abrirse el

cielo, y a los ángeles subir y bajar al Hijo del hombre. Hemos

indagado ayer qué fuera ello, y hablamos largamente; no vamos a


volver hoy sobre lo mismo. Los asistentes tráiganselo a la memoria;

yo lo resumiré en dos palabras.

No habría dicho: Subir al Hijo del hombre, si el Hijo del hombre no

estuviese allí arriba; ni dijera: Descender al Hijo del hombre, de no

hallarse también aquí abajo: allí arriba, él mismo; aquí abajo, en los

suyos; pero el mismo arriba y abajo; arriba, junto al Padre; abajo,

junto a nosotros. De ahí aquella voz a Saulo: Saulo, Saulo, ¿por qué

me persigues? No habría dicho: Saulo, Saulo, si no estuviese arriba;

ni habría dicho: ¿Por qué me persigues?, si no estuviese abajo, ya

que Saulo no iba al cielo tras él. Temed al Cristo de arriba y sed

benévolos con el Cristo de abajo. Tienes arriba el Cristo dadivoso,

tienes abajo el Cristo menesteroso. Aquí es pobre, y está en los

pobres. El ser aquí pobre Cristo, no lo decimos nosotros; lo dice él

mismo: Tuve hambre, tuve sed, estaba desnudo, carecí de hogar,

estuve preso. Y a unos les dijo: Me socorristeis; a otros: No me

socorristeis. Queda probado ser pobre Cristo; que sea rico,

¿ignóralo alguien? Este mismo trocar el agua en vino habla de su

riqueza; pues si es rico quien tiene vino, ¿cuán rico no ha de ser

quien hace el vino? Luego Cristo es a la vez rico y pobre; en cuanto

Dios, rico; en cuanto hombre, pobre. Cierto, ese Hombre subió ya

rico al cielo, donde se halla sentado a la diestra del Padre; más aquí,

entre nosotros, todavía padece hambre, sed y desnudez.


¿Qué eres tú? ¿Rico? ¿Pobre? Muchos me dicen: «Yo soy pobre?», y

dicen verdad. Yo conozco pobre que tiene algo y pobre que no tiene

nada; más aún algunos que abundaban en plata y oro, ¡cuán bien

harían en verse pobres! Uno se mira pobre cuando mira con bondad

al pobre que se le llega. Vamos a verlo. Tengas lo que tengas, tú que

tanto tienes, ¿no eres mendigo de Dios? Cuando llegue la hora de la

oración, te lo demostraré. Allí pides. ¿Cómo pides, si no eres pobre?

Digo más: pides pan; o ¿es que no vas a decir: El pan nuestro de

cada día dánosle hoy? Si pides el pan de cada día, ¿eres pobre o eres

rico? Cristo te dice: «Dame de lo que te di.» ¿Qué trajiste cuando a

este mundo viniste? Todas las cosas que yo he creado, cuando te

hice a ti, las has encontrado aquí; ni trajiste nada ni te llevarás

nada; ¿por qué no me das algo de lo mío? Porque tú rebosas y el

pobre está vacío. Mira vuestro común origen: ambos nacisteis

desnudos. Sí; también tú naciste desnudo. Muchas cosas aquí

hallaste; pero tú, ¿qué aportaste? No te pido sino lo mío; dámelo; ya

te lo devolveré. Yo he sido tu dador, hazme pronto tu deudor.

«Hazme luego tu deudor, pues yo he sido tu dador»; eso dije, y dije

poco: «Hazte mi logrero acreedor. Tú me das poco, yo te devolveré

mucho; tú me das tierra, yo te devolveré cielo. A ti mismo te

devolveré a ti cuando te devolviere a mí.»

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