San Agustín de Hipona, obispo
Sermón: Las bodas de Caná.
Sermón 123.
Vosotros sabéis, hermanos, por ser discípulos fieles de Cristo y
también por encarecéroslo a menudo en nuestras pláticas, que la
humildad del Señor es la medicina de la soberbia del hombre. El
hombre no habría, en efecto, perecido de no haberse ensoberbecido;
porque, como dice la Escritura, la soberbia es principio de todo
pecado; y al principio de todo pecado fue necesidad oponer el
principio de toda justicia. Siendo, por tanto, la soberbia principio de
todo pecado, ¿qué medicina podría sanar la hinchazón del orgullo,
si Dios no se hubiera dignado hacerse humilde? ¡Avergüéncese de
ser soberbio el hombre, pues humilde se hizo Dios! Dícesele al
hombre se humille, y lo tiene a menos; y ese querer los hombres
vengarse cuando se los afrenta, ¿no es obra de la soberbia? Tienen a
menos abajarse, y quieren vengarse, como si alguien sacara
provecho del mal ajeno. El ofendido e injuriado quiere vengarse;
hace del ajeno daño su medicamento, cuando lo que gana es un
cruel tormento. Por eso, el Señor Cristo se dignó humillarse en
todas las cosas, para mostrarnos el camino; ¿nos despreciaremos
por andarlo?
Ved, entre otras cosas, al Hijo de la Virgen asistir a bodas; bodas
que había él mismo instituido cuando aún estaba en el seno del
Padre. Así como la primera mujer, la introductora del pecado, había
sido hecha del varón sin hembra, así el Varón por quien fue borrado
el pecado lo fue de hembra sin varón. Por aquélla caemos, por éste
nos levantamos. Y ¿qué hizo en la boda? De agua, vino. ¡Asombroso
poder! Ahora, pues, quien se dignó hacer tal maravilla, se dignó
carecer de todo. Quien hizo el agua vino, bien pudo hacer de las
piedras pan; el poder era igual, más entonces la sugerencia venía del
diablo, y Cristo no lo hizo. Sabéis, en efecto, que, cuando fue
tentado el Señor Cristo, le incitaba el diablo a esto. Tuvo hambre, y
la tuvo por dignación y porque también eso era humillarse. Estuvo
hambriento el Pan, fatigado el Camino, herida la Salud, muerta la
Vida. Teniendo, pues, hambre, como sabéis, le dijo el tentador: Si
eres el Hijo de Dios, di que se hagan pan estas piedras; al que
respondió él para enseñarte a ti a responderle, como lucha el
emperador para que los soldados se adiestren en luchar. ¿Qué le
respondió? No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra de
Dios. Y no hizo panes de las piedras él, que cierto pudo hacer eso,
cual hizo del agua vino. Tanto le costaba, en efecto, hacer pan de
una piedra; mas no lo hizo para darle al tentador con la puerta en el
hocico; pues al tentador no se le vence si no se le desprecia. En
venciendo que venció al diablo tentador, vinieron los ángeles y le
sirvieron de comer. Pudiendo como podía tanto, ¿por qué no hizo
aquello e hizo esto? Leed, o mejor, recordad, lo que ha poco se os
decía cuando esto hizo, es decir, vino del agua. ¿Qué añadió el
evangelista? Y creyeron en él sus discípulos. ¿Habría creído el
diablo?
No obstante su gran poder, tuvo hambre, tuvo sed, tuvo cansancio,
tuvo sueño, fue aprisionado, fue azotado, fue crucificado, fue
muerto. Tal es el camino: camina por la humildad para llegar a la
eternidad. Dios-Cristo es la patria adónde vamos; Cristo-hombre, el
camino por donde vamos; vamos a él, vamos por él; ¿cómo temer
extraviarnos? Sin alejarse del Padre vino a nosotros; tomaba el
pecho, y conservaba el mundo; nacía en un pesebre, y era el
alimento de los ángeles. Dios y hombre, Dios hombre, hombre y
Dios en una sola pieza; mas no era hombre por la misma razón de
ser Dios. Dios lo era por ser el Verbo; era hombre por haberse hecho
hombre el Verbo sin dejar de ser Dios, tomando la carne del
hombre; añadiéndose lo que no era sin perder lo que ya era.
Siguiendo, pues, su camino de humildad, él ahora ya padeció, ya
murió, ya fue sepultado, ya subió a los cielos, donde se halla sentado
a la diestra del Padre; más todavía es indigente aquí, en la persona
de sus pobres. Ayer, sin ir más lejos, hice resaltar esto mismo
delante de vuestra caridad a cuento de lo dicho por el Señor a
Natanael: Cosas mayores verás. Porque os digo que veréis abrirse el
cielo, y a los ángeles subir y bajar al Hijo del hombre. Hemos
indagado ayer qué fuera ello, y hablamos largamente; no vamos a
volver hoy sobre lo mismo. Los asistentes tráiganselo a la memoria;
yo lo resumiré en dos palabras.
No habría dicho: Subir al Hijo del hombre, si el Hijo del hombre no
estuviese allí arriba; ni dijera: Descender al Hijo del hombre, de no
hallarse también aquí abajo: allí arriba, él mismo; aquí abajo, en los
suyos; pero el mismo arriba y abajo; arriba, junto al Padre; abajo,
junto a nosotros. De ahí aquella voz a Saulo: Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues? No habría dicho: Saulo, Saulo, si no estuviese arriba;
ni habría dicho: ¿Por qué me persigues?, si no estuviese abajo, ya
que Saulo no iba al cielo tras él. Temed al Cristo de arriba y sed
benévolos con el Cristo de abajo. Tienes arriba el Cristo dadivoso,
tienes abajo el Cristo menesteroso. Aquí es pobre, y está en los
pobres. El ser aquí pobre Cristo, no lo decimos nosotros; lo dice él
mismo: Tuve hambre, tuve sed, estaba desnudo, carecí de hogar,
estuve preso. Y a unos les dijo: Me socorristeis; a otros: No me
socorristeis. Queda probado ser pobre Cristo; que sea rico,
¿ignóralo alguien? Este mismo trocar el agua en vino habla de su
riqueza; pues si es rico quien tiene vino, ¿cuán rico no ha de ser
quien hace el vino? Luego Cristo es a la vez rico y pobre; en cuanto
Dios, rico; en cuanto hombre, pobre. Cierto, ese Hombre subió ya
rico al cielo, donde se halla sentado a la diestra del Padre; más aquí,
entre nosotros, todavía padece hambre, sed y desnudez.
¿Qué eres tú? ¿Rico? ¿Pobre? Muchos me dicen: «Yo soy pobre?», y
dicen verdad. Yo conozco pobre que tiene algo y pobre que no tiene
nada; más aún algunos que abundaban en plata y oro, ¡cuán bien
harían en verse pobres! Uno se mira pobre cuando mira con bondad
al pobre que se le llega. Vamos a verlo. Tengas lo que tengas, tú que
tanto tienes, ¿no eres mendigo de Dios? Cuando llegue la hora de la
oración, te lo demostraré. Allí pides. ¿Cómo pides, si no eres pobre?
Digo más: pides pan; o ¿es que no vas a decir: El pan nuestro de
cada día dánosle hoy? Si pides el pan de cada día, ¿eres pobre o eres
rico? Cristo te dice: «Dame de lo que te di.» ¿Qué trajiste cuando a
este mundo viniste? Todas las cosas que yo he creado, cuando te
hice a ti, las has encontrado aquí; ni trajiste nada ni te llevarás
nada; ¿por qué no me das algo de lo mío? Porque tú rebosas y el
pobre está vacío. Mira vuestro común origen: ambos nacisteis
desnudos. Sí; también tú naciste desnudo. Muchas cosas aquí
hallaste; pero tú, ¿qué aportaste? No te pido sino lo mío; dámelo; ya
te lo devolveré. Yo he sido tu dador, hazme pronto tu deudor.
«Hazme luego tu deudor, pues yo he sido tu dador»; eso dije, y dije
poco: «Hazte mi logrero acreedor. Tú me das poco, yo te devolveré
mucho; tú me das tierra, yo te devolveré cielo. A ti mismo te
devolveré a ti cuando te devolviere a mí.»