Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Azcapotzalco.
UEA: Introducción a la Sociología II
2O
Profesor: Enrique Eduardo Mancera
Cardos.
“MOVIMIENTO ECOLOGISTA DE
DEFNSORES DE AGUA EN MEXICO BASADO
EN LA ACCION COLECTIVA DENTRO DEL
ESTRUCTRAL-FUNCIONALISMO”
Fecha de entrega: 17 de enero del 2025
Integrantes:
-Ordoñez Arias Iridia Monserrat
-Monreal Vargas Cinthya Mayte
-Ríos Castañeda Claudia Michelle.
Introducción.
El movimiento ecologista de defensores del agua en México representa una de las
luchas más significativas en la defensa de los recursos naturales y los derechos
colectivos de las comunidades. Este movimiento ha emergido como una reacción a los
crecientes conflictos derivados de la explotación excesiva, la privatización y la
contaminación de los cuerpos de agua, elementos fundamentales para la vida, la
identidad cultural y el desarrollo sostenible. En este contexto, la acción colectiva
desempeña un papel clave, no solo como una herramienta de resistencia frente a estas
problemáticas, sino también como un medio para transformar las estructuras sociales
que perpetúan la inequidad y el deterioro ambiental.
Desde la perspectiva del estructural-funcionalismo, este fenómeno puede ser analizado
como una respuesta organizada y estructurada que busca preservar el equilibrio del
sistema social y la funcionalidad de las comunidades afectadas. Esta teoría sociológica,
que considera a la sociedad como un conjunto interdependiente de estructuras y
funciones, permite comprender cómo los movimientos ecologistas se configuran en
torno a objetivos específicos: garantizar el acceso al agua como derecho humano,
promover la justicia ambiental y fortalecer las redes comunitarias en defensa de los
bienes comunes.
En el caso de México, los defensores del agua han articulado sus esfuerzos en torno a
principios como la solidaridad, la cooperación y la protección de los ecosistemas,
enfrentándose a grandes desafíos, como las políticas públicas extractivistas, la falta de
regulación ambiental y la criminalización de sus actividades. Estas comunidades
organizadas cumplen funciones esenciales dentro del sistema social, como denunciar
las injusticias, generar conciencia colectiva, promover alternativas sustentables y, al
mismo tiempo, cuestionar las dinámicas de poder que privilegian los intereses privados
sobre los derechos comunitarios y ambientales.
Por lo tanto, este análisis abordará cómo la acción colectiva de los defensores del agua
en México puede interpretarse desde el marco del estructural-funcionalismo,
explorando las formas en que estas luchas se enraízan en la organización social, los
roles comunitarios y las interacciones sistémicas que sostienen el equilibrio entre la
sociedad y su entorno natural. A través de este enfoque, se pretende destacar las
contribuciones de estos movimientos al fortalecimiento del tejido social y la protección
de los recursos hídricos, así como los retos que enfrentan en su lucha por construir un
futuro más justo y sostenible.
El Movimiento Ecologista de Defensores de Agua en México
En este contexto, los movimientos sociales (como el movimiento de defensores del agua)
no son solo actores de resistencia, sino también agentes de cambio que buscan
reestructurar las instituciones para garantizar que funcionen de manera más equitativa y
sostenible. El movimiento ecologista de defensa del agua, en este sentido, puede ser
visto como una respuesta a las deficiencias y desigualdades dentro del sistema de
gestión de los recursos hídricos en México.
En el movimiento de defensores de agua en México es un claro ejemplo de cómo la
acción colectiva busca resolver problemas estructurales y ecológicos. En México, la
gestión del agua ha estado históricamente marcada por inequidades en su distribución,
el despojo de tierras y recursos a comunidades indígenas y rurales, y la privatización de
este recurso esencial. El cambio climático, el agotamiento de fuentes hídricas y la
creciente demanda de agua por parte de sectores industriales y urbanos han agudizado
aún más los problemas relacionados con el acceso al agua.
Frente a este panorama, los defensores del agua organizan protestas, demandas
legales, y campañas de concientización para influir en las políticas públicas y en la
gestión del agua. Estos movimientos están compuestos por una variedad de actores
sociales, incluidos activistas, comunidades locales, organizaciones no gubernamentales,
y académicos que se unen para crear una presión colectiva sobre las instituciones
encargadas de la gestión del agua.
Esta acción colectiva no es simplemente una lucha contra el sistema, sino un intento por
restaurar el equilibrio dentro del mismo. Es decir, los defensores del agua buscan
modificar las estructuras existentes para garantizar que el acceso al agua sea justo y
equitativo, y que las políticas gubernamentales y empresariales reflejen las necesidades
de las comunidades vulnerables y el medio ambiente.
La acción colectiva dentro del funcionalismo estructural tiene como objetivo modificar las
estructuras sociales que ya no cumplen su función de manera adecuada. En este caso,
el Movimiento Ecologista de Defensores de Agua actúa como un mecanismo para
abordar la desigualdad en el acceso al agua y la explotación irracional de los recursos
hídricos. En lugar de simplemente desafiar el sistema, los movimientos sociales
proponen modificaciones a las estructuras existentes, con el fin de restaurar el equilibrio
y garantizar que el sistema siga funcionando de manera más justa y eficiente.
Por ejemplo, los defensores del agua exigen reformas legales que promuevan la gestión
sostenible de los recursos hídricos, como la redefinición de los derechos de acceso al
agua, la revalorización de los saberes locales sobre la gestión del agua y la protección
de los ecosistemas acuáticos. Estas propuestas buscan transformar las instituciones
para que puedan abordar las crisis del agua de manera más efectiva, asegurando que
los recursos sean distribuidos de manera más equitativa y respetuosa con el medio
ambiente.
El cambio social no es necesariamente un proceso disruptivo o caótico, sino una
respuesta estructural que se da cuando las tensiones dentro del sistema alcanzan un
punto crítico. En el caso del movimiento ecologista de defensores de agua en México, la
tensión principal es la creciente desigualdad en el acceso al agua y la explotación
insostenible de los recursos hídricos. Los movimientos sociales representan una forma
de adaptación del sistema a estas tensiones, ya que buscan proponer nuevas formas de
organización y de distribución de recursos que aseguren un equilibrio social y ecológico.
Este cambio social promovido por los defensores del agua implica la reconfiguración de
las relaciones entre el Estado, las empresas y las comunidades en torno a la gestión del
agua. El movimiento actúa como un actor de transformación, en lugar de simplemente
un agente de oposición. En lugar de rechazar el sistema, los defensores del agua buscan
intervenir en él para hacerlo más inclusivo y justo.
El movimiento ecologista de defensores del agua no opera en un vacío, sino que
interactúa con las instituciones del Estado. Las relaciones entre el movimiento y las
instituciones del Estado son clave para entender cómo se puede lograr el cambio social.
En el caso del agua en México, el movimiento ecologista desafía la incapacidad del
Estado para garantizar el acceso equitativo al agua, lo que implica una reestructuración
de las políticas y las instituciones encargadas de la gestión hídrica.
Los defensores del agua no solo critican la falta de acción del gobierno, sino que también
proponen soluciones que incluyen la participación de las comunidades locales en la
gestión del agua, la descentralización del control y la implementación de políticas
públicas que favorezcan la sostenibilidad. En términos funcionalistas, estas demandas
buscan ajustar las instituciones para que puedan cumplir con las necesidades
cambiantes de la sociedad y el medio ambiente.
Los movimientos sociales, como el de los defensores de agua, tienen un papel
fundamental como mediadores entre las tensiones estructurales y los cambios
necesarios en la sociedad. Los defensores del agua no solo luchan por un acceso más
justo, sino que también están reconfigurando las instituciones de gestión hídrica para
que puedan adaptarse a nuevas realidades, como el cambio climático, la
sobreexplotación de recursos y la creciente demanda de agua.
La Justicia Ambiental en la Lucha por el Agua
La justicia ambiental es un concepto clave que puede ampliar la comprensión de cómo
los movimientos ecologistas en México buscan transformar las estructuras sociales y
políticas para garantizar la equidad en el acceso al agua y la protección de los recursos
naturales. Este enfoque tiene profundas implicaciones para los estudios funcionalistas,
pues pone de relieve las desigualdades estructurales en la distribución de los recursos
hídricos y las consecuencias de estas inequidades para las comunidades más
vulnerables.
Desde una perspectiva funcionalista, los movimientos ecologistas de defensa del agua
pueden verse como agentes que buscan reconfigurar las estructuras existentes para
garantizar que todos los sectores de la sociedad tengan acceso equitativo a los recursos.
En este sentido, los defensores del agua en México no solo luchan contra la
sobreexplotación del recurso, sino que también exigen una distribución más justa del
agua para las comunidades que tradicionalmente han sido marginalizadas, como las
comunidades rurales, indígenas y las zonas urbanas empobrecidas.
La justicia ambiental se convierte en un eje central de la acción colectiva de estos
movimientos, ya que no se trata únicamente de conservar el agua como recurso natural,
sino de asegurar que las políticas públicas y las instituciones reconozcan y resuelvan las
desigualdades históricas en el acceso al agua. En el marco funcionalista de Godás, la
acción colectiva de los defensores del agua puede entenderse como un intento de ajustar
las estructuras sociales, políticas y económicas para equilibrar las necesidades humanas
con la sostenibilidad del medio ambiente.
Impacto de las Desigualdades Estructurales en el Acceso al Agua.
El funcionalismo estructural, a través del análisis de las estructuras sociales y las
funciones que estas desempeñan, puede ayudar a entender cómo las desigualdades en
el acceso al agua afectan las relaciones de poder y las condiciones de vida de diferentes
grupos sociales. En el caso de México, la privatización del agua, la contaminación de
ríos y cuerpos acuáticos, y las políticas de explotación indiscriminada han profundizado
las disparidades en el acceso al agua.
Las comunidades rurales e indígenas a menudo sufren los impactos más graves de estas
desigualdades. El acceso limitado al agua, la escasez y la contaminación afectan su
salud, sus medios de vida y su capacidad para mantener sus tradiciones agrícolas y
culturales. Los movimientos sociales que defienden el agua abogan por un cambio en
las políticas para reducir estas disparidades y garantizar un acceso equitativo a este
recurso esencial.
La Función de los Movimientos Sociales en la Promoción de la Justicia Ambiental.
Los movimientos sociales actúan como agentes de cambio cuando las tensiones dentro
de las estructuras existentes alcanzan un nivel crítico. En el caso del agua, los
movimientos ecologistas buscan no solo corregir una disfunción del sistema (como la
explotación insostenible del recurso), sino también promover un ajuste estructural que
reconozca la justicia ambiental como un principio fundamental.
Los defensores del agua en México promueven políticas públicas inclusivas, como el
reconocimiento del agua como derecho humano y la participación de las comunidades
en la toma de decisiones relacionadas con la gestión hídrica. Este enfoque es un claro
ejemplo de cómo los movimientos sociales pueden ayudar a reformar las instituciones y
ajustar las estructuras sociales para asegurar que el acceso al agua no esté determinado
por factores de poder, riqueza o localización geográfica, sino por criterios de justicia
social y ambiental.
El Cambio Estructural Propuesto por los Defensores del Agua.
La justicia ambiental también se refiere a cómo los movimientos sociales pueden lograr
cambios significativos en las estructuras de gobernanza del agua. En lugar de
simplemente resistir a las políticas de privatización y explotación, los defensores del agua
proponen nuevas formas de organización y gobernanza, basadas en la participación
democrática y el control local de los recursos hídricos.
La reconfiguración de las instituciones que proponen los movimientos ecologistas puede
ser vista, en términos funcionalistas, como una respuesta a la necesidad de restaurar el
equilibrio social y ambiental. Esto implica una revisión de las funciones del Estado, de
las empresas privadas y de las comunidades locales en la gestión del agua, buscando
que las decisiones se tomen de forma más transparente y con una mayor inclusión de
las voces de los sectores más afectados.
Implicaciones para el Estudio de los Movimientos Sociales y la Acción Colectiva
La justicia ambiental puede ser vista como un motor de acción colectiva en el contexto
del funcionalismo estructural. Los movimientos de defensa del agua no solo buscan
reestructurar las instituciones encargadas de gestionar los recursos hídricos, sino
también reconfigurar la relación entre la sociedad y el medio ambiente para garantizar la
sostenibilidad y equidad en el uso de los recursos.
A nivel sociológico, esto implica que el movimiento por la justicia ambiental está
promoviendo nuevas normas sociales y cambiando las expectativas sobre cómo debe
gestionarse el agua en un contexto de desigualdad estructural. Este tipo de acción
colectiva no es solo un desafío a las instituciones existentes, sino un proceso de creación
de nuevas estructuras que cumplan con las demandas de justicia social y ecológica.
El movimiento puede ser visto como un catalizador para la adaptación estructural,
buscando garantizar que las instituciones no solo mantengan el orden social, sino que
también respondan a las necesidades ecológicas y humanas de manera sostenible.
Ejemplo.
En México, los proyectos hidroeléctricos se han convertido en un campo de disputa
entre el desarrollo industrial, las políticas públicas de infraestructura y los derechos de
las comunidades locales. Uno de los ejemplos más significativos de este conflicto es el
proyecto para la construcción de una represa en la confluencia de los ríos Verde y
Santiago, cuyo impacto afectará a comunidades cercanas al inundar 803 hectáreas de
tierras y desplazar a un poblado de 170 habitantes. Este tipo de proyectos ha generado
una fuerte resistencia social, particularmente de las comunidades que se verían
directamente afectadas, quienes no solo se oponen a la expropiación de sus tierras,
sino también a la degradación del entorno ecológico que sustenta sus formas de vida y
cultura.
La construcción de presas hidroeléctricas ha sido históricamente una herramienta
utilizada por el gobierno mexicano y las empresas privadas para satisfacer las
crecientes demandas de energía, muchas veces en detrimento de las poblaciones
locales. A lo largo de los años, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha liderado
varios de estos proyectos, que a menudo se han caracterizado por la falta de consulta
previa a las comunidades afectadas, una indemnización insuficiente y, en muchos
casos, una manipulación de las necesidades de los pobladores para forzarlos a aceptar
condiciones desfavorables. Las malas prácticas y la falta de transparencia han
generado una creciente desconfianza hacia las autoridades y empresas encargadas de
estos proyectos, especialmente cuando las indemnizaciones ofrecidas no reflejan el
verdadero valor de las tierras y la destrucción de los modos de vida tradicionales.
La Organización Panamericana de la Salud ha confirmado que los proyectos
hidroeléctricos, lejos de ser soluciones sustentables, tienen efectos negativos
significativos sobre las vidas económicas, sociales y ambientales de las comunidades
afectadas. La inundación de grandes extensiones de tierras agrícolas y la alteración de
los ecosistemas acuáticos tienen consecuencias directas en la salud de las
poblaciones, que ven cómo sus fuentes de ingresos y recursos naturales desaparecen,
a menudo sin opciones viables de compensación. En muchos casos, la construcción de
las presas no solo altera los ecosistemas acuáticos, sino también los ecosistemas
circundantes, creando un ciclo de empobrecimiento social y ecológico.
Ante esta situación, los movimientos sociales han respondido organizándose y
articulando una resistencia cada vez más fuerte. En el caso de la represa en la
confluencia de los ríos Verde y Santiago, los pobladores han interpuesto múltiples
amparos legales, buscando frenar un proyecto que consideran injusto y perjudicial.
Esta resistencia se ha expandido más allá de las comunidades locales, alcanzando a
organizaciones sociales, ecologistas, académicos y otros actores civiles que exigen
una revisión de los proyectos hidroeléctricos y un enfoque más integral en la gestión
del agua y la energía en el país. Estas movilizaciones no solo se basan en la oposición
a las represas, sino en la reivindicación de derechos fundamentales como el acceso al
agua, la preservación de la biodiversidad y la protección de las comunidades indígenas
y rurales que dependen de estos recursos para su subsistencia.
El conflicto generado por estos proyectos hidroeléctricos no es aislado. En diversos
estados del país, como Nayarit y Hidalgo, otros proyectos similares están en diferentes
etapas de desarrollo. La presa Pozolillo en Nayarit y la presa Zimapán en Hidalgo son
solo algunos ejemplos de cómo los intereses privados y las políticas públicas de
infraestructura continúan impulsando la construcción de presas sin un análisis
adecuado de su impacto ambiental. En muchos de estos casos, las evaluaciones de
impacto ambiental no han sido suficientemente rigurosas, y los efectos a largo plazo
sobre las comunidades y los ecosistemas locales son a menudo minimizados o
ignorados por las autoridades competentes.
El desarrollo industrial y la necesidad de infraestructuras para el comercio y el libre
comercio han sido presentados como justificaciones para la construcción de estas
represas. Sin embargo, la gran cantidad de agua y energía requerida para sustentar
este tipo de proyectos ha creado un conflicto latente entre los intereses industriales y la
defensa de los derechos humanos de las comunidades afectadas. Esta contradicción
ha dado lugar a un creciente cuestionamiento de las prioridades del gobierno y las
empresas en su búsqueda de recursos naturales para el beneficio de unos pocos,
mientras se dejan de lado las necesidades de las poblaciones locales, especialmente
las más vulnerables.
Este contexto revela cómo las comunidades afectadas por los proyectos hidroeléctricos
en México están luchando por defender sus derechos y su medio ambiente frente a
poderosos intereses corporativos y gubernamentales. El rechazo social y la resistencia
organizada son ejemplos claros de cómo la sociedad civil, aunque a menudo en
desventaja frente al poder institucional, puede movilizarse para cuestionar y
transformar las políticas que favorecen la explotación de los recursos naturales sin
tener en cuenta los derechos y las necesidades de las comunidades locales. La
conciencia creciente sobre los efectos negativos de las represas en el entorno ha
inspirado a otros movimientos sociales a abordar problemas similares relacionados con
la conservación de los recursos naturales y la sostenibilidad.
La solidaridad entre diferentes grupos afectados por proyectos hidroeléctricos es crucial
en la lucha por la justicia ambiental. La construcción de redes de apoyo entre
comunidades locales, organizaciones ecologistas y otros actores sociales es
fundamental para articular una resistencia efectiva y visibilizar las injusticias cometidas
en nombre del progreso. En este sentido, la lucha de los defensores del agua en
México es un claro ejemplo de cómo los movimientos ecologistas pueden actuar como
motores de cambio social, no solo a través de la oposición, sino también mediante la
construcción de alternativas sostenibles que favorezcan tanto a las personas como al
medio ambiente.
Por tanto, la resistencia frente a los proyectos hidroeléctricos en México no solo se
basa en la defensa del acceso al agua, sino también en la lucha por un modelo de
desarrollo más justo, equitativo y respetuoso con los derechos de las comunidades y el
medio ambiente. Este tipo de movilización social demuestra la capacidad de la
sociedad civil para desafiar las estructuras de poder que han perpetuado la injusticia
ambiental y abrir el camino hacia un futuro en el que el bienestar colectivo y la
sostenibilidad sean los principios rectores del desarrollo.
Conclusión.
El Movimiento, ejemplifica cómo los movimientos sociales no solo se posicionan como
actores de resistencia, sino también como agentes de cambio que buscan transformar
las estructuras sociales y políticas existentes para garantizar un manejo más equitativo
y sostenible de los recursos hídricos. Este movimiento responde a las desigualdades
históricas en el acceso al agua y a la explotación insostenible de los recursos hídricos,
que afectan principalmente a las comunidades rurales e indígenas.
Históricamente, la gestión del agua en México ha sido caracterizada por la privatización
y la distribución inequitativa de este recurso esencial. El cambio climático, la
sobreexplotación de fuentes hídricas y la creciente demanda por parte de sectores
industriales y urbanos han empeorado esta situación. Frente a este escenario, los
defensores del agua han organizado protestas, demandas legales y campañas de
concientización, proponiendo reformas estructurales que incluyan una gestión más
sostenible y justa.
El movimiento ecologista de defensa del agua en México se puede analizar desde el
marco del funcionalismo estructural. Este enfoque entiende que los movimientos
sociales buscan no solo desafiar el sistema, sino también reestructurar las instituciones
existentes para que puedan cumplir mejor con las necesidades sociales y ecológicas.
En este caso, los defensores del agua buscan garantizar que las políticas hídricas sean
más inclusivas y respeten tanto a las comunidades vulnerables como al medio
ambiente.
Los defensores del agua promueven, por ejemplo, la inclusión de las comunidades
locales en la gestión del agua, la descentralización del control y una redefinición de los
derechos al agua. Este tipo de reformas no solo se enfocan en resolver los problemas
estructurales de desigualdad, sino también en restaurar el equilibrio ecológico,
respondiendo a las tensiones creadas por el agotamiento de los recursos hídricos y el
cambio climático.
Uno de los pilares de la lucha de estos movimientos es la justicia ambiental, un
concepto central en la acción colectiva de los defensores del agua. Este principio no
solo busca conservar el agua, sino garantizar su acceso equitativo, especialmente para
las comunidades históricamente marginadas, como las rurales y las indígenas. La
justicia ambiental está directamente vinculada a la reconfiguración de las estructuras
sociales y políticas que gestionan los recursos naturales, y en este caso, el agua.
El conflicto generado por los proyectos hidroeléctricos en México, como los de la
represa en los ríos Verde y Santiago, pone en evidencia cómo los movimientos sociales
actúan como mediadores entre las tensiones sociales y las necesidades de cambio. La
resistencia a estos proyectos no solo se basa en la oposición a la expropiación de
tierras, sino en la defensa de los derechos humanos y la conservación de los
ecosistemas locales. Estos proyectos, lejos de ofrecer soluciones sostenibles, han
tenido efectos devastadores sobre las comunidades afectadas, exacerbando la pobreza
y la desigualdad.
Los movimientos ecologistas en México no solo luchan contra la privatización o la
explotación irracional de los recursos, sino que también proponen alternativas para un
modelo de desarrollo más justo. La movilización contra las represas hidroeléctricas
demuestra cómo la sociedad civil puede articular una resistencia efectiva, cuestionando
las políticas públicas que priorizan los intereses privados sobre los derechos de las
comunidades.
Finalmente, el cambio estructural que proponen los defensores del agua implica una
nueva forma de gobernanza basada en la participación democrática y el control local de
los recursos. Este tipo de acción colectiva no es solo una resistencia, sino una
construcción activa de nuevas estructuras que promuevan la justicia social y ambiental,
transformando las relaciones entre el Estado, las empresas y las comunidades.
Este es un claro ejemplo de cómo los movimientos sociales pueden actuar como
catalizadores de cambio, no solo luchando contra un sistema injusto, sino proponiendo
alternativas estructurales para asegurar que la gestión del agua sea más equitativa y
sostenible. Este enfoque es fundamental para entender cómo los movimientos sociales
pueden reconfigurar las instituciones y promover un cambio social profundo,
respondiendo a las necesidades de las comunidades y del medio ambiente.
Bibliografía.
Godás, Xavier. (2001). Teoría sociológica contemporánea: Un enfoque funcionalista. Editorial Editorial
Ariel.
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