Ortiz Hector Jorge
Ortiz Hector Jorge
Abogacía
2017
Índice
Resumen ……………………………………………………………………………….... 1
Palabras claves y abstracciones ……………………………………………………….... 2
Introducción……………………………………….……………………………………. 3
Conclusión ……………………………………………………………………………… 64
Breves Palabras de Cierre ………………………………………………………………. 67
Anexo …………………………………………………………………………………... 69
Listado de bibliografía …………………………………………………………………. 70
Resumen
1
Palabras claves y abstracciones
Autonomía de voluntad
Concubinato
Convivientes
Estables y permanentes
Pactos de Convivencia
Reforma
Relaciones afectivas
Sistema abstencionista
Sistema regulatorio
Uniones civiles
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Introducción
Desde el punto de vista histórico, las mismas han sido parte del escenario socio cultural
desde los inicios de nuestra civilización, y así lo indican las fuentes ancestrales de nuestro
derecho, quienes dejan constancia que “reciben” tratamiento del tema desde el mismo
derecho griego.
Desde agosto del 2015 con la entrada en vigencia del nuevo Código C. y C. de la
Nación, la comunidad jurídica se ha encontrado especialmente en el tema en estudio, ante un
nuevo contexto legal, a consecuencia de que el legislador optó por un cambio de corriente,
regulando con una novedosa normativa. Se trata de las “Uniones Convivenciales”, las que
han sido reguladas como una nueva figura jurídica en el título III del libro segundo
“Relaciones de Familia”, abarcando los artículos 509 al 528, y definidas de la siguiente
manera:
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hasta la sanción del nuevo código, simplemente por “la costumbre”, “acuerdos mutuos de
convivencia” y alguna legislación de tipo asistencial.
Llegando a este punto, nos preguntamos si la nueva regulación, vino a resolver los
problemas de derecho o falta de los mismos, que las antiguas uniones concubinarias debían
afrontar; nos cuestionamos también por la marcada similitud que a consecuencia de las
nuevas normas tienen las uniones convivenciales con el matrimonio; y si la regulación de
dichas uniones -al ser parcial-, fue suficiente para confrontar y resolver las injusticias
suscitadas.
A tal fin, buscaremos conocer los antecedentes y el desarrollo del instituto en estudio,
analizar el antes y después del Código Civil y Comercial de la Nación desde la órbita de la
doctrina, de la legislación y de la jurisprudencia; para posteriormente analizar su estructura
legal y considerar las diferencias con las uniones matrimoniales y así poder llegar a
comprender la nueva regulación y las críticas que surgieron luego de la reforma.
Nuestro trabajo, busca así poder llegar a descubrir las respuestas a nuestros
interrogantes respecto a la nueva visión reguladora, generando un aporte al estudio y debate
actual sobre este instituto, teniendo en cuenta que como toda nueva figura jurídica, es terreno
fértil para ello.
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Capítulo I
Antecedentes históricos
Unirse con otras personas es una característica propia del hombre, pues somos seres
sociales; vincularse afectivamente con una pareja es propio de la naturaleza humana, y
constituir familia es una consecuencia de ello. La forma en que ello se desarrolla, siempre
dependerá de cada cultura.
I. 1. Derecho Romano
Haciendo una somera aproximación a los antecedentes de nuestra realidad jurídica y las
nociones fundamentales de la misma, tenemos que partir de aquel derecho que ha sido base
del derecho argentino, pues sabemos que para entender el presente hay que conocer el
pasado.
Los autores de la materia, nos brindan datos específicos que nos ayudan a entender el
desarrollo de las uniones libres, pero a los fines del presente trabajo, solo traeremos las
características principales que nos describen la situación.
El derecho Romano, buscó dar normas a las diversas situaciones sociales, y tomó a lo
largo de su vigencia dos posturas en relación a las uniones libres. En sus inicios se abstuvo de
reglamentarlas, para luego tomar la decisión de darle cierto orden e incorporarlas en los
cuerpos legales. En éste sentido, por un lado le dio a la mujer concubina, un carácter de
mayor honorabilidad que la que tenía anteriormente aunque de inferior condición social que
la mujer casada (Argüello, 1984). Por otro lado, definió al concubinato como la unión del
hombre y de la mujer, libres, que no están casados y, sin embargo, viven juntos como si lo
estuvieran; aunque no cualquier mujer podía ser concubina, pues estaban excluidas las
honorables, salvo que renunciaran a ello.
Vemos como al incorporarlas y reconocerlas como tal, les debe dar un cuerpo, una
forma:
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unión de hombre y mujer
libres
que viven como casados
unión permanente
que no tengan otras parejas -monogamia-
púberes, personas mayores de 12 años
la infidelidad era considerada adulterio
Los autores, marcan que, a pesar de ciertas similitudes con el matrimonio, de todas
maneras era considerado como una unión inferior al mismo y que la diferencia esencial era la
falta de affectio maritalis, entendiendo ésta como la voluntad de ser marido o de ser mujer,
proyectada en el tiempo y con intenciones de llevar una vida en común.
Fue el reconocimiento de los hijos de los concubinos en los inicios del siglo 20, la
ventana que dio lugar a una pausada pero progresiva reglamentación de los efectos jurídicos
de las uniones libres en Francia; puesto que antes, el derecho francés siempre negó su
legalidad y ello se vio marcado aún más con los principios liberales de la Revolución
Francesa.
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La bondad o no de dichas palabras es discutible, pero lo cierto es que se trata de una
cuestión de decisión política y técnica legislativa: el gran codificador, entendió que había que
respetar la libertad, y siempre supo que ese camino tenía su correlato en el derecho.
Cabe destacar -como analizaremos más adelante- que la línea tomada entonces, fue no
normativizar las uniones libres, pero en el contexto ampliamente conocido de la revolución
francesa, ello no significaba desconocer esa realidad, sino y por el contrario, respetar su
naturaleza jurídica y por lo tanto si los particulares decidían alejarse de lo institucional al
desarrollar sus vidas familiares, el Estado no tenía por qué avasallar tal libertad.
Sin embargo, avanzado los años, las consecuencias atroces de la primera guerra
mundial tuvieron su inevitable enorme impacto en las familias y sectores más vulnerables de
la sociedad, entre ellos quienes estaban unidos por los simples lazos fácticos del concubinato.
Fue por ello, que entre muchas otras leyes de emergencia, se dictó la ley del 5/8/1914, por
medio de la cual al concederse una subvención diaria a los familiares de los soldados bajo
bandera que estuvieran afectados en el frente de guerra, se incluyó entre los beneficiarios, en
una ampliación de la norma anterior, por ley del 23/8/1914 a quienes convivieran sin existir
un vínculo de derecho con el que se encontrara revistando en el ejército y lo hiciera en aptas
condiciones de moralidad.
El Código Civil de Vélez Sársfield, como en otros temas, siguió al Código de Napoleón
en cuanto al concubinato, enrolándose originariamente en una postura abstencionista respecto
del reconocimiento de efectos jurídicos en las relaciones afectivas de parejas sin base
matrimonial.
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Capítulo II
Este tipo de unión familiar ha visto un marcado crecimiento tanto en nuestro país como
en el mundo, así como en los distintos estratos sociales; existiendo entonces un alto
porcentaje de parejas que deciden comenzar a convivir bajo el mismo techo sin estar unidos
en matrimonio, fenómeno que quedó evidenciado en los resultados arrojados por el último
Censo de Población, Hogar y Vivienda, realizado en el país en el año 2010 (Herrera, 2015).
La doctrina que ha analizado éste tema en detalle, manifiesta que se han dado a lugar
distintos tipos de Uniones Convivenciales, las que se clasifican según las causas por las que
las parejas se encuentran bajo esta institución. “Encontramos personas que buscan este tipo
de unión para preservar su autonomía personal, rechazando someterse a las formalidades y
requisitos del matrimonio” (Basset, 2014, p. 83).
También encontramos parejas que buscan este tipo de uniones, como una etapa
experimental y previa al matrimonio, para poner a prueba su relación sentimental, personal y
patrimonial, con el objetivo de disminuir las posibilidades de fracaso una vez unidos en
matrimonio. Encontramos además, uniones basadas en causas que radican en razones
económicas, imposibilidad legal de celebrar matrimonio, el rechazo del matrimonio como
institución, así como uniones convivenciales por práctica ancestral.
Muy distinto es el caso de los sectores más carenciados y con menos formación
cultural, en donde las parejas adoptan este tipo de organización familiar, no como elección,
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ya que se encuentran para decirlo de alguna manera, marginados de la ley, sin poder
comprender el alcance de la institución del matrimonio. En este caso, estas personas adoptan
la unión convivencial por tradición, conformando así su núcleo familiar.
También encontramos otras parejas que eligen las uniones convivenciales, como otra
oportunidad para constituir su nueva familia, luego de haber concluido su anterior
matrimonio o de haber enviudado.
Citando a Cataldi (2014), podemos observar que las realidades vivenciales son
diferentes y es imposible establecer una enumeración taxativa de ellas, ya que las mismas
responden a una realidad determinada en un tiempo determinado, es decir, a la dinámica
misma de las relaciones sociales.
Lo que podemos concluir, es que “con o sin regulación legal, las uniones
convivenciales, son el reflejo de esas innumerables vivencias, que tienden a un progresivo
incremento en nuestra sociedad y en el mundo” (Cataldi, 2014, p. 48).
Singular: significa que se debe tener solamente una unión convivencial y además no
estar unido en matrimonio.
Pública y Notoria: responden al criterio de que las uniones convivenciales deben ser
conocidas por la sociedad, exteriorizada, sin ocultamientos.
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Estable y Permanente: Para que produzca efectos jurídicos, deberán prolongarse en
forma permanente en el tiempo. Se establece un plazo mínimo de dos años. Y un proyecto de
vida en común (De La Torre, 2015).
b) No pueden estar unidos por vínculos de parentesco en línea recta en todos los grados,
ni colateral hasta el segundo grado.
c) No pueden estar unidos por vínculos de parentesco por afinidad en línea recta.
La pareja que opte por la figura de la unión convivencial debe contar con aptitud
nupcial para el reconocimiento de efectos jurídicos, por lo que debe cumplir con los
requisitos detallados en los incs. b), c) y d) del art. 510 mencionado anteriormente, referidos a
los impedimentos dirimentes de parentesco y ligamen.
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II.2. Antecedentes legislativos, doctrinarios y jurisprudenciales
Es evidente que fue un buen criterio el manifestado, pero en base a aquellas situaciones
en donde la pareja había vivido a lo largo de varios años en concubinato y se enfrentaba a la
próxima muerte de uno de sus miembros, y en consecuencia, se decide regularizar la
situación contrayendo matrimonio. No podía negarse el llamamiento sucesorio, pues era
evidente que la intención no era captar la herencia. Y siguiendo esa línea, en 1927 la
Conferencia de Abogados celebrada en Córdoba propuso que no se aplicara la norma cuando
con el matrimonio “se procure la legitimación de una unión de hecho preexistente”.
En cuanto a alimentos entre cónyuges tras el divorcio, las reformas de ley trajeron una
interesante distinción, estableciendo en el art. 210 del C.C. que se consideraba el concubinato
como causal de pérdida de los alimentos para el cónyuge inocente y en el art 211 del C.C.,
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como causa de pérdida del derecho de habitación del inmueble que fuera asiento de la
sociedad conyugal.
Dentro del espacio penal, la Ley de Violencia Familiar Nº 24.417 en su art. 1. equipara
al grupo familiar originado en el matrimonio con las originadas en las uniones de hecho. Esta
ley coloca claramente en pie de igualdad las diversas conformaciones familiares.
De una u otra manera, la doctrina a través del tiempo fue reconociendo este tipo de
organizaciones familiares, rescatando en primer lugar como pauta principal que “la familia
resulta digna de protección y promoción por parte del Estado cuando es posible verificar la
existencia de un vínculo afectivo perdurable que diseña un proyecto biográfico conjunto en
los aspectos personales y materiales.” (GIL DOMINGUEZ, 1999).
En éste mismo camino de realidad fáctica, Kemelmajer (2010), trae a colación que “la
conformación, funciones y modalidades de la organización familiar “resultan en su mayor
parte de circunstancias previas o ajenas a su regulación por el ordenamiento jurídico, de
carácter cultural, económico-productivo, ético y religioso, antes que legal.”
(KEMELMAJER, 2010, p. 33 y s.s.).
Hilando muy fino, hubo tesis de otros autores argentinos, donde se sostenía y describía
la distinción entre concubinato y las uniones libres. Punto interesante de análisis, puesto que
éstas opiniones caracterizaban al concubinato como algo ilícito -cuando los miembros de la
pareja estaban imposibilitados entre sí para contraer matrimonio-, en contra posición de las
uniones libres, que al no estar prohibidas en principio eran lícitas -pues se trataba de aquellos
convivientes que no estaban afectados entre sí de impedimentos matrimoniales-.
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Esta línea de pensamiento que tuvo acierto en su fundamentación, llegaría a su tope al
encontrarse que, a pesar de los argumentos antes desarrollados, la noción de concubinato es
común a ellas, pues se trata de uniones sin atribución de legitimidad, a las cuales el derecho
positivo omite, en principio, reconocer, aunque constituyan un hecho social. Sin embargo, no
podemos negar el impulso positivo de ésta corriente, que buscó quitarle de alguna manera el
velo de peyoratividad social que las uniones de hecho cargaron durante décadas.
Más allá de ese pequeño análisis de color, el gran tema en la doctrina respecto a las
Uniones Convivenciales, se centra en dos conglomerados: a) aquellas que propugnan un
abstencionismo absoluto o, con menor intensidad, pero en el mismo sentido, aquellas que
reclaman menor regulación, y b) aquellas que sostienen que el Código Civil y Comercial
debería haber regulado las uniones convivenciales con mayor grado de extensión en lo que
atañe, principalmente, a los derechos de tinte patrimonial (De La Torre, 2015).
El juez podrá autorizar la disposición del bien si fuere prescindible y el interés familiar
no resulte comprometido.”
La Ley 26.061 en su art. 3, establece que: “cuando exista conflicto entre los derechos e
intereses de los niños y niñas adolescentes frente a otros derechos e intereses igualmente
legítimos, prevalecerán los primeros”.
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II.5.2. Constitución de bien de familia
Respecto a este tema, comprendido en las asignaturas pendientes del Código de Vélez
Sársfield, la jurisprudencia tuvo sus fluctuaciones puesto que por un lado se tenía la realidad
que reclamaba justicia y por otro la ley que entendía al instituto jurídico en estudio, fuera del
sistema legal. Es por ello que encontramos expresiones de sentencia como las que traemos a
colación, ambas debidamente fundadas, aunque un tanto contradictorias.
La Sala L de la Cám. Nac. Estableció en una de sus sentencias que “no resulta viable la
constitución de bien de familia sobre un inmueble común por los condóminos que se
encuentran unidos de hecho, toda vez que la ley 14.394 persigue la protección de la vivienda
de aquellas personas que se encuentran en una determinada situación jurídica. Al tratarse de
un régimen de excepción, la ampliación a supuestos no previstos expresamente resulta
improcedente. La circunstancia que la ley 14.394, limite la posibilidad de constituir bien de
familia a aquellos condóminos que hayan contraído matrimonio de acuerdo a la ley civil, no
configura un supuesto de discriminación, en tanto no existe un diferente tratamiento ante
situaciones de igualdad” (CNCIV., SALA L, 12/06/200213).
Sin embargo, basada en otros principios esenciales del derecho, la Sala H de la Cámara
Nacional expresó que “no permitir la afectación de bien de familia que designa beneficiario a
un hijo extramatrimonial por las circunstancias de que sus padres condóminos son
concubinos, implicaría vulnerar el principio de igualdad ante la ley configurándose un
supuesto de discriminación” (CNCiv. Sala H, 28/05/10).
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II.5.4. Daños y perjuicios
Sin embargo, en el segundo podemos ver cómo ciertos criterios fueron cambiando, en
palabras de los jueces, “el concubinato no crea ni permite presumir la presencia de una
sociedad de hecho, ello no significa que no pueda acreditarse su existencia en un caso
concreto, produciendo la prueba de aportes en dinero, bienes o trabajo personal de los
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concubinos” Cámara de Apelación de Circuito de Rosario (Expte. N 147/13 - "F. C. A. Y
Ots. c/R. E. y Ots. s/Desalojo").
En tal sentido se expresaron diciendo que “en relación a la situación que se plantea en
autos y la pretensión esgrimida, se ha dicho que el concubino no posee legitimación para
iniciar el juicio sucesorio del que fuera en vida su pareja, por cuanto nuestro derecho positivo
no le reconoce vocación sucesoria. (Cám. Nac. Civ., Sala A, 1010-56, J. A. 1956-IV-527)
(Conf. Medina Graciela. Proceso Sucesorio. T. I, Sta. Fe. 2011, pp.177/178). En el caso, no
posee legitimación para presentarse a este sucesorio reclamando su participación en los
bienes del de cujus.”…. “La relación concubinaria, cualquiera sea su duración y la
importancia de los intereses afectados, no puede determinar en principio, la existencia de una
comunidad de bienes, ni menos producir efectos que están reservados a la unión legítima.
Solo el matrimonio crea de pleno derecho una comunidad de bienes entre sus componentes.
No existe otra sociedad entre concubinos que la convencional” (Conf. Arseno, Carlos
Amelio, 2011, El Régimen Jurídico del Concubinato, p. 85. Rosario).”
También fundaron su decisión en que "sólo el matrimonio crea de pleno derecho una
comunidad de bienes entre sus componentes. No existe otra sociedad entre concubinos que la
convencional".
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ITATI MENDEZ EN AUTOS: “S. B. A. C. Y S. B. J. F. S/SUCESION AB INTESTATO”.
Expte. N° 39.063. 19/4/13).
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Capítulo III
La reforma del Código Civil que entró en vigencia en Agosto del 2015, ha incorporado
una regulación específica respecto a una forma distinta de organización familiar, no
sustentada en el matrimonio, a la que reconoce y denomina “Unión Convivencial”. Entonces,
cambia el eje directriz de la institución que hemos analizado, dejando de lado la postura
abstencionista de Vélez Sársfield, proveniente del derecho francés.
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consustanciales a la vida familiar, derechos políticos, económicos, sociales) (De La Torre,
2015).
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La reforma, permite a los convivientes reglar ciertos aspectos de la convivencia, en
tanto se respeten lo que han dado en llamar Mínimos, los que están numerados en el art. 515 a
saber: “Los pactos de convivencia no pueden ser contrarios al orden público, ni al principio
de igualdad de los convivientes, ni afectar los derechos fundamentales de cualquiera de los
integrantes de la unión convivencial”, así como ciertas materias donde el ordenamiento legal
prevalece. En éste último aspecto, el código, se refiere a los deberes que surgen en cabeza de
los convivientes: Asistencia recíproca (art. 519); obligación de contribuir ambos convivientes
a los gastos domésticos del hogar (art 520); responsabilidad solidaria por las deudas
contraídas por uno de ellos con terceros para solventar las necesidades ordinarias del hogar o
el sostenimiento y la educación de los hijos (art 521); Protección de la vivienda familiar (art
522).
Como vemos, se insta un sistema que busca un juego armónico entre la autonomía de la
voluntad y el orden público que encuentra fundamento en uno de los principios estructurales
del sistema: el principio de solidaridad, que guarda vinculación con la responsabilidad
familiar. En síntesis, la autonomía de la voluntad puede ejercerse sin descuidar el valor
solidaridad familiar. (Cataldi, 2014, p. 57).
La regla principal en el art 510 indica que, dados los requisitos para que exista unión
convivencial, surgen los efectos jurídicos que el código ha destinado al instituto. Pero como
ya lo ha indicado reiteradamente la doctrina, el principio general del nuevo instituto jurídico
es el de la autonomía de voluntad de los convivientes -enunciado por el art. 513 del C.C.C.N.,
por lo que prevalecerán las reglas que se impongan los integrantes de la unión y -siguiendo
una interpretación armónica con lo desarrollado en el capítulo anterior- cuya restricción
estará delimitada por el piso mínimo de garantías previsto en los arts. 519, 520, 521 y 522 del
C.C.C.N., que tienen el carácter de inderogables para los convivientes, y que constituyen la
manifestación más acabada del orden público.
Para darle un orden a esta forma de vincularse y de auto determinarse, dio lugar a los
Pactos de Convivencia, determinando que, en caso de no ejercer dicha libertad, la
convivencia se va a regir supletoriamente por las normas que el Código ha dispuesto (art.
513).
La norma (art. 513) ha establecido que los pactos deben realizarse por escrito, aspecto
sobre el que la doctrina enseña que debemos interpretar que deben ser realizados mediante
escritura pública, si así no fuera, no podrían inscribirse en los Registros de la Propiedad
Inmueble, y en consecuencia no podrían ser oponibles a terceros que contraten con alguno de
los convivientes. (Lloveras, 2014).
El art. 517 señala que los pactos de convivencia, sus modificaciones y recisiones
serán oponibles a terceros desde la correspondiente inscripción en el Registro de Uniones
Convivenciales. Acá es muy interesante rescatar que el artículo se refiere exclusivamente a
los terceros, ya que inter partes, los pactos tendrán validez desde el momento de su
celebración pues ya lo dice el art 511 “la registración de … los pactos es sólo a los fines
probatorios ” (De La Torre, 2015).
Las materias de libre regulación permitidas por el código en éste tema, según reza el
art. 514 son:
Los convivientes podrán pactar compartir por partes iguales los bienes que adquieran o
establecer un régimen de participación, siendo la única restricción, el poder de disposición
referido al hogar familiar.
Con respecto a contenidos de índole extra patrimoniales, algunos autores sostienen que
puede pactarse el deber de fidelidad, aunque otros consideran que son libertades individuales
que no pueden restringirse en un pacto de convivencia. De todas maneras, si corresponde al
ámbito de dichas libertades, la técnica jurídica apoyaría a la primera opinión. Por otro lado, si
fuera pactable, sería otro punto de diferencia con el matrimonio.
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Propio de la autonomía, los pactos pueden ser modificados en su contenido o dejarlos
sin efecto, y ello aun estando vigente la convivencia, pero aquí el código adhiere un gran
detalle, ello puede darse cuando haya acuerdo de ambos (art. 516). Se entiende que el pacto
se extingue de pleno derecho sin producir efectos jurídicos hacia el futuro en el momento en
que los integrantes de la pareja cesan la convivencia.
El criterio seguido por la doctrina para las personas que eligen formar una pareja bajo la
figura de la unión convivencial, es que queden sometidos al régimen de mínimos
obligatorios.
Este piso mínimo obligatorio en las uniones convivenciales es también llamado por la
doctrina corriente “piso mínimo obligatorio” -PMO-, que se enlaza con “el régimen primario”
previsto para el matrimonio, en los artículos 454 a 462 del Código Civil y Comercial, bajo el
título de disposiciones comunes a todos los regímenes.” (Lloveras, Orlandi, Faraoni, 2014 p.
120).
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3. Contribución a los gastos del hogar: Se puede pactar la forma en que los
convivientes van a contribuir a los gastos del hogar. A falta de pacto, supletoriamente se
aplica el art. 520 el cual reza: “los convivientes tienen la obligación de contribuir a los gastos
domésticos de conformidad con lo dispuesto en el art. 455”.
4. Responsabilidad por deudas frente a terceros: El art. 521 establece que los
convivientes son solidariamente responsables por las deudas que uno de ellos hubiera
contraído con terceros de conformidad con lo dispuesto en el artículo 461. Este artículo
dispone que los cónyuges responden solidariamente por las obligaciones contraídas por uno
de ellos para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación
de los hijos. Fuera de estos casos, y excepto disposición en contrario, ninguno responde por
las obligaciones del otro.
Ante esta situación de debilidad, Grosman expresó: … “Si bien la formación de una
pareja es un hecho eminentemente privado, al mismo tiempo trasciende la sociedad pues se
genera un núcleo familiar que requiere para su funcionamiento el compromiso cooperativo de
los integrantes de la unión … El Estado Social de Derecho, que se construye sobre la base de
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los tratados de derechos humanos, o sea, el reconocimiento no solo de los derechos civiles y
políticos, sino también de los derechos económicos, sociales y culturales, impone como un
deber de la sociedad y del Estado velar para que los núcleos familiares …” (Grosman, 2002,
p. 52).
Se ha denominado “piso mínimo obligatorio” al bloque compuesto por los arts. 519,
520, 521 y 522, que hacen a los derechos fundamentales de todo tipo de unión familiar. El
legislador pensó la figura de la unión convivencial como aquella de origen espontáneo y
liberal y como tal, debía intentar regularla, pero respetando su naturaleza. Por lo tanto, creó la
regla de los pactos entre convivientes para disciplinar los efectos de sus relaciones conforme
a pautas que ellos puedan elegir, entendiendo que es una manera muy apropiada según las
circunstancias de cada uno, para evitar problemas que puedan darse en el futuro.
Sin embargo, para proteger la naturaleza y vida familiar, así como también a un posible
conviviente más débil que el otro, el nuevo régimen estableció el piso mínimo obligatorio que
está compuesto por derechos fundamentales como la asistencia, la contribución a los gastos,
la responsabilidad por deudas y la protección de la vivienda, respecto a los que el pacto que
pueden celebrar los convivientes no puede dejar sin efecto.
Este piso mínimo inderogable conforma la médula de tutela de los derechos en la unión
convivencial, de manera semejante a la regulación que se introdujera en el régimen
patrimonial matrimonial bajo el título “Disposiciones comunes a todos los regímenes” (art.
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454 a 462 C.C.C.N.) en que se resguardan también el deber de contribución, la vivienda
familiar, la responsabilidad por las obligaciones frente a terceros, entre otros. El piso mínimo
de protección establecido en este artículo, constituye una auténtica tutela jurídica de las
personas que deciden vivir en una unión convivencial, garantizando la efectiva protección de
sus derechos de un modo compatible con la garantía constitucional de la protección integral
de la familia (Lloveras, 2014, p. 109).
Como todo vínculo inter personal, la unión convivencial también genera consecuencias
tanto personales como de tipo patrimonial, sólo que más complejas que aquellas pues estamos
hablando de un tipo de núcleo familiar.
Antes de la reforma del nuevo Código, para el sistema jurídico argentino la unión
matrimonial era la única que, en su tipo de constitución familiar, tenía efectos legales. El
concubinato sólo tuvo en ese sentido algunas referencias a consecuencia de algunas leyes y
algunas sentencias, pero nunca de manera integral, sino más bien de tipo asistencial
Luego, expresamente en el art 510 del C.C.C.N. establece los requisitos para que a una
unión convivencial se le reconozcan efectos jurídicos tanto de índole personal, como frente a
terceros. Pedagógicamente hablado, cabe distinguir los efectos durante la convivencia
previstos expresamente en el Título III, de los comprendidos a lo largo de los seis libros del
C.C.C.N., ello a razón de la técnica legislativa.
Hay dos indicadores base que caracterizan a las uniones convivenciales, por un lado, se
trata de una unión afirmada en un proyecto de vida en común, y por el otro supone la
convivencia, como plataforma fáctica de la que emergen otras realidades.
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c) Asume respuestas frente a los conflictos que pueden ocurrir tras la ruptura de la
unión o cuando uno de los miembros de la unión fallece.
Hemos afirmado antes que “el resguardo constitucional que avala la existencia de las
uniones de hecho como una de las formas familiares que deben ser admitidas en el derecho
infra constitucional es el respeto por el proyecto de vida autorreferencial, el derecho a la
intimidad, la igualdad, la no discriminación y la solidaridad familiar”.
El art. 515 CCivyCom establece que los pactos no pueden ser contrarios al orden
público, debiendo respetar el principio de igualdad de los integrantes de la unión convivencial
y los derechos fundamentales de ambos.
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d) Deber de asistencia: El art. 519 C.C.C.N. estatuye que los convivientes se deben
asistencia en forma recíproca sólo durante la convivencia - en el tiempo que dure la unión -.
Recordemos que se comprenden las dos áreas: la asistencia moral –apoyo mutuo que se funda
en el proyecto de vida en común - y la asistencia material – alimentos -.
e) La solidaridad familiar: éste punto es propio también de este instituto puesto que,
como consecuencia de transitar un proyecto de vida en común, supone amén de un aspecto
afectivo, un ámbito patrimonial necesario. Y el Código no se ha desentendido de este punto
pues en diferentes normas surge el principio de solidaridad, por ejemplo: la obligación de
contribuir a los gastos del hogar es un segmento importante del bloque de deberes que los
miembros de la unión asumen, mientras dure esa unión.
Ya hemos explicado que, en estas uniones, la estrella son los pactos, los acuerdos que
las partes pueden hacer sobre ciertos puntos establecidos en el nuevo régimen.
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Relaciones patrimoniales U C – 518
Unión Convivencial con Se rigen por el pacto. No pueden dejar sin efecto el piso
pacto de convivencia mínimo obligatorio (519 a 522)
En su artículo 523, el C.C.C.N. describe las causas que dan motivo al cese de la unión
convivencial, las cuales son:
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g) por el cese de la convivencia mantenida. La interrupción de la convivencia no
implica su cese si obedece a motivos laborales u otros similares, siempre que permanezca la
voluntad de vida en común.”
De acuerdo al inciso e), la unión convivencial cesa también por la voluntad de ambas
partes, quedando a futuro solo las cuestiones relativas a compensaciones económicas,
distribución de bienes y atribución de la vivienda.
Para cumplir con este inciso, la notificación deberá ser realizada mediante elementos
jurídicos que otorguen certeza al acto, como ser: una carta documento o un acta notarial.
Debemos destacar que el cese de la unión convivencial queda firme a partir de la notificación
al otro conviviente, extinguiéndose en consecuencia, a partir de ese momento, los efectos
jurídicos de la misma.
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La última causal es el cese de la convivencia. Como reza el inc. g), “… la interrupción
de la cohabitación no implica su cese si obedece a motivos laborales u otros similares,
siempre que permanezca la voluntad de vida en común.” Por lo que es requisito que
desaparezca esta voluntad de vida en común en uno o en ambos miembros para que se
materialice el cese de la unión convivencial.
Cualquiera que sea la causa, el código regula los efectos de las mismas en cuanto a una
serie de aspectos a desarrollar. Pero antes de ello debemos traer a colación que si hubieran
existido pactos, ellos dejan de ser oponibles a terceros, desde su inscripción en el registro
correspondiente; y entre las partes pierden vigencia, inmediatamente o de la manera pactada.
Por otro lado, debemos también destacar que el C.C.C.N. no reconoce derechos
sucesorios entre los convivientes, en consecuencia, con la muerte de uno de ellos se
extinguen los efectos del pacto de convivencia, con excepción de los bienes y el derecho real
de habitación que favorecen al conviviente supérstite, y que se encuentra regulado en el art.
527.
La compensación puede consistir en una prestación única o en una renta por un tiempo
determinado que no puede ser mayor al plazo que duró la unión convivencial. En este caso sí
hay diferencias con el matrimonio, las que detallaremos oportunamente.
Como es parte disponible por la autonomía de voluntad, las partes pueden acordar
cómo debiera de ser la compensación, en caso contrario, sería el juez – movido por la acción
interpuesta por el conviviente que sufre el perjuicio (art. 524) - el que la determinará. De
todas maneras, debemos saber que puede pagarse con dinero, con el usufructo de
determinados bienes o de cualquier otro modo.
34
Las pautas para la fijación judicial de la compensación serán de acuerdo al art. 525 las
siguientes:
La última parte del art. 525 establece que: “... La acción para reclamar la compensación
económica caduca a los 6 meses de haberse producido cualquiera de las causas de
finalización de la convivencia”.
35
prestación única o por tiempo limitado preestablecido, circunstancia no presente en el
derecho alimentario (Giovannetti y Roveda, 2012).
Por otro lado, por más de que parezca una indemnización, lejos está de serlo, atento a
que dicho instrumento tiene como elementos esenciales: un perjuicio acaecido por un hecho
antijurídico (causa) y un factor de atribución (dolo o culpa). A diferencia de ello, en la
compensación la causa es un desequilibrio económico -claramente no se trata de un ilícito-,
basado en el cese de la convivencia.
Otro de los aspectos sobre el que las partes pueden disponer a voluntad es la
distribución de los bienes logrados durante la vigencia de la pareja. Por lo tanto, sus
miembros, pueden pactar la manera en que aquellos serán repartidos si se diera la disolución
de la Unión Convivencial. Pudiendo decidir por ejemplo que la distribución sea de tipo
porcentual a mitades, o en relación proporcional bajo algún criterio que la pareja entienda
relevante.
Pero si los convivientes han decidido pactar sobre el tema, resultará que ese acuerdo
valdrá para ellos como una ley reguladora, quedando sujetados en su actuar a lo establecido
en el documento correspondiente.
36
Capítulo IV
Entramos a analizar un tema muy delicado, sensible y trascendente para el ser humano,
a punto tal que ha sido reconocido como un derecho básico en las Tratados Internacionales de
Derechos Humanos, los que con la reforma han llegado directamente a las instituciones de
derecho privado.
La norma reza con un alto grado de precisión que “si la unión convivencial ha sido
inscripta, ninguno de los convivientes puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los
37
derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni
transportarlos fuera de la vivienda. El juez puede autorizar la disposición del bien si es
prescindible y el interés familiar no resulta comprometido.
La doctrina, en letra de Cataldi (2014), analiza éste bloque protectorio del derecho
humano de la vivienda, marcándonos los elementos esenciales y principios no modificables
del artículo.
Para el caso que se niegue el asentimiento, este puede suplirse con autorización judicial,
si el bien es prescindible y no comprometa el interés familiar.
38
parte del art. 1277 del C.C. con la salvedad que en estos casos se tuvo en consideración,
siguiendo el enunciado legal, la existencia de hijos menores o incapaces, extremo que no se
comprende en el proyecto.
b) Protección frente a terceros: Como regla general, el art. 522 en su último párrafo
prohíbe la ejecución de la vivienda familiar por deudas contraídas después de la inscripción
de la unión, excepto que dichas deudas, hayan sido tomadas por ambos convivientes o por
uno de ellos, con el asentimiento del otro (Pandiella Molina, 2015). Este enunciado guarda
armonía con el régimen de protección de la vivienda que instala el Proyecto de Reforma (arts.
244 a 256). Partiendo de entender a la vivienda como un derecho humano, se abren las
puertas para que toda persona afecte su vivienda al régimen de protección, sin considerar su
pertenencia a una familia. Cuando la norma refiere a los beneficiarios de la protección,
quedan comprendidos en primer término: el propietario constituyente, su cónyuge, su
conviviente, sus ascendientes o descendientes (art. 246).
Para que el bien no pueda ser ejecutado por los acreedores, hay que distinguir dos
circunstancias: a) el momento en que las deudas fueron contraídas y b) el deudor de dichas
obligaciones.
El art. 510 establece, que para que las uniones tengan efectos jurídicos, es necesario que
se extiendan por el plazo de dos años, razón por la cual existirán deudas contraídas durante la
unión, pero antes de la registración (que solo será posible cuando se cumpla el plazo
mínimo), dichas obligaciones no están alcanzadas por la imposibilidad de ejecución.
La vivienda podrá ser ejecutada por las deudas posteriores a la registración, cuando
hayan sido contraídas por ambos convivientes, o por uno de ellos con el asentimiento del
otro. Un ejemplo: “las deudas con garantía hipotecaria, siendo el gravamen un acto de
disposición, el asentimiento del otro conviviente resulta indispensable para la validez del
acto.” (Cataldi, 2014, pág. 64).
Siguiendo los análisis, la doctrina describe que el inmueble sede del hogar
convivencial, solo podrá ser atribuido a uno de los convivientes en dos supuestos:
a) si tiene a cargo el cuidado de los hijos menores de edad, con capacidad restringida o
discapacidad; y
39
Cuando se vincula este enunciado con lo dispuesto para el matrimonio, surge que todo
cónyuge tiene el derecho de pedir el uso de la vivienda familiar sin quedar sujeto a las
limitaciones dispuestas para el conviviente.
En estos casos, el Juez es quien fija el plazo de atribución, que no puede superar nunca
el plazo que duró la convivencia, con un máximo de dos años que se computa desde el cese
de la convivencia. En cambio, en el matrimonio, la norma no fija un plazo de duración, sin
perjuicio que se lo fije judicialmente.
También se prevé la posibilidad de que el Juez establezca una renta compensatoria por
el uso del inmueble a favor del conviviente a quien no se atribuye la vivienda. Se constituye
el derecho real de habitación gratuito, al conviviente supérstite, en caso de muerte de uno de
ellos por el término de dos años (art. 527). Es importante destacar que:
b) se adquiere ipso iure, sin necesidad de petición judicial (art. 1894 de la norma
proyectada) (De La Torre, 2015).
IV.2. Atribución de la vivienda tras la ruptura del vínculo familiar- hijos menores
de edad o incapaces
La jurisprudencia nos dice que: “el propietario no podría reclamar lisa y llanamente el
desalojo sin dejar satisfecho el derecho a la vivienda de los hijos a quienes debe alimentos
(art. 265 y concs., CCiv.) Y ello en función de la importancia que reviste la preservación del
llamado “centro de vida” de los menores… Dado que el entorno de un menor consiste en su
vida familiar, escolar y social y cualquier modificación a este sistema exige una readaptación
por parte del niño, la nueva situación debe ser mejor o igual a la anterior, a efectos de evitar
40
que se vea perjudicado… La protección de los hijos no puede quedar supeditada ni relegada
por el carácter legal o extramarital de la unión entre los progenitores”. (Cámara de
Apelaciones de Trelew, Sala A 15/12/2009, RDF 2010-III-177, con nota de Sanz M. Julieta,
Protección de los derechos de los niños nacidos dentro de uniones de pareja.)
Más allá del carácter que se le atribuya a la ocupación del conviviente no titular del
inmueble (comodatario - contrato atípico- etc.), en estas situaciones no procedería la acción
de desalojo por parte del conviviente propietario del bien, se genera una indisposición del
mismo, mientras se encuentren allí viviendo los hijos menores; y ante su negativa, este
conflicto se resolverá vía judicial, priorizando principio de jerarquía constitucional en la
materia, referidos al derecho a la vivienda de éstos. Esta idea está reforzada por principios
medulares plasmados en el art. 3 de la Ley 26.061, que establece al respecto: “cuando exista
conflicto entre los derechos e intereses de los niños y niñas adolescentes frente a otros
derechos e intereses igualmente legítimos, prevalecerán los primeros”.
41
Capítulo V
Con el mismo fin, presentamos una rápida enunciación de las principales diferencias en
la regulación de uno y otro caso:
a) la compensación económica,
UNION
CONFIGURACIÓN MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
Monogámica
Concepto
Orientación sexual indistinta
Impedimentos Presenta impedimento
Forma Probatoria y Publicidad Constitutivo
UNION
REGIMEN MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
PATRIMONIAL Arts. 446/454
Art. 518/528
Comunidad de Ganancias
Tipo Pacto
Separación de bienes
Piso mínimo Obligatorio
Supletorio Regulación especial Ganancial
Pacto convivencial
Gestión y Administración Cada titular, con sus limitaciones
Cada miembro es titular
Pacto convivencial Ganancial
Distribución
Cada miembro es titular Separación de bienes
42
UNION
MATRIMONIO
ASISTENCIA CONVIVENCIAL
Arts. 431/434
Art. 519
Durante convivencia
Procedencia Durante convivencia Separación de hecho
Posterior al divorcio
UNION
CONTRIBUCIÓN MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
GASTOS Arts. 455
Art. 520
Sostenimiento de ambos al hogar, hijos comunes e hijos
Extensión menores o capacidades restringidas o discapacitados que
convivan
Obligados Ambos, proporcional a sus recursos
Carácter Obligatorio
RESPONSABILIDAD UNION
MATRIMONIO
POR DEUDAS DEL CONVIVENCIAL
HOGAR Arts. 461
Art. 521
Carácter Obligatorio
UNION
PROTECCIÓN DE LA MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
VIVIENDA Arts. 456/505
Art. 522
Carácter Obligatorio
43
COMPENSACIÓN UNION
MATRIMONIO
ECOMÓNICA CONVIVENCIAL
Arts. 441 y 442
Art. 524 y 525
Procedencia Conviviente Cónyuge
Renta por tiempo
determinado, plazo Renta por tiempo determinado, e
Modalidad pago
máximo la duración de la indeterminado
unión
Carácter Pactable su exclusión Todo matrimonio
UNION
ATRIBUCIÓN USO MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
VIVIENDA Arts. 443/445
Art. 526
Conviviente con hijos
Conviviente con extrema
Procedencia Cónyuge
necesidad e imposibilidad
de procurarse vivienda
Plazo Plazo legal 2 años máximo Judicial
Posibilidad de Pactar su
Carácter Todo matrimonio
exclusión
ATRIBUCIÓN UNION
MATRIMONIO
VIVIENDA MUERTE CONVIVENCIAL
Arts. 2383
Art. 527
Conviviente sin vivienda ni
Procedencia Cónyuge
posibilidad de acceso
Plazo Plazo legal 2 años máximo Vitalicio
Nueva Unión
Convivencial, matrimonio
Causas de cese --------------
o adquisición bienes
inmuebles
Atribución preferencial
Otros bienes en partición -------------------
(2380/81)
Carácter Pactable su exclusión Todo matrimonio
RESUMEN UNION
MATRIMONIO
DIFERENCIAS CONVIVENCIAL
Ante necesidad Todo cónyuge
Atribución vivienda
Pactable Todo matrimonio
Plazo máximo legal Vitalicio
Atribución ante muerte
Pactable Todo matrimonio
Compensación económica Pactable Todo matrimonio
Régimen ganancial
NO SI
supletorio
Vocación hereditaria NO SI
Contribución deudas SI SI
Responsabilidad solidaria SI SI
Protección vivienda fliar. SI (registradas) SI
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UNION
Similitudes (PMO) MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
Asistencia/
Durante convivencia Más amplitud
Alimentos
UNION
EFECTOS VARIOS MATRIMONIO
CONVIVENCIAL
Legitimación daños no
SI SI
patrimoniales
Vocación hereditaria NO SI
Adopción conjunta SI SI
Restricciones capacidad
SI SI
jurídica
45
CAPITULO VI
Además de las normas específicas sobre las uniones convivenciales que se encuentran
establecidas en el C.C.C.N., nos encontramos con disposiciones normativas diseminadas a lo
largo de su articulado, que son de una importancia relevante para este nuevo régimen
familiar.
Estas normativas les confieren a los integrantes de las uniones convivenciales, diversas
facultades que se describen a continuación:
Con la sanción del nuevo C.C.C.N. se les brinda a las personas unidas
convivencialmente la posibilidad de acceder a la adopción conjunta. (Art 599). Esto significa
que aquellas personas que conviven, si cumplen con los requisitos que establece el código
para que se den los efectos jurídicos del art 510 y cumplen los requisitos generales para ser
adoptantes - todo adoptante debe ser por lo menos dieciséis años mayor que el adoptado,
excepto cuando el cónyuge o conviviente adopta al hijo del otro cónyuge o conviviente
Art.599 -, simplemente pueden acceder a la adopción.
La doctrina habla de una regla y una excepción, en el primer caso los convivientes sólo
pueden adoptar si lo hacen conjuntamente (art 602), salvo -excepción- la adopción
unipersonal de cuando el cónyuge o conviviente ha sido declarado persona incapaz o de
46
capacidad restringida, y la sentencia le impide prestar consentimiento válido para este acto o
cuando los cónyuges están separados de hecho (art. 603) (Galli Fiant, 2015).
Podemos ver con claridad, a la luz de lo antes analizado que salvo en algunos requisitos
exigidos por la norma, el matrimonio como las parejas convivientes, están sujetas al mismo
régimen legal de adopción, tanto sea conjunta o del hijo del otro cónyuge o conviviente .
Este apartado surge de la realidad jurídica que plantea el nuevo Código, pues a
diferencia de las uniones matrimoniales, en las convivenciales, sus miembros pueden
contratar entre sí o constituir sociedades comerciales entre sí. Ello genera un espacio propicio
para que en caso de incumplimiento, se apliquen los principios técnico - jurídicos propios de
47
la reclamación por daños, por los que pueden entonces demandarse entre ellos, con el fin de
reclamarse los daños derivados de la falta de cumplimiento de las obligaciones pactadas en la
relación negocial.
Por otro lado, respecto a la comunidad de bienes, recordemos que rige el principio de
autonomía volcado a través de los pactos, pero a falta de ellos, se aplica subsidiariamente las
normas del Código que determinan la libre administración y disposición de los bienes por el
titular de los mismos.
48
Sin embargo, hay otra línea de pensamiento que entiende que la sola violación de un
interés legítimo funda la reclamación del conviviente supérstite, funda la legitimación del
reclamante que deberá acreditar la existencia del daño cierto, como centro probatorio, en
tanto recibía asistencia del causante. Esta es la decisión que adopta el C.C.C.N. y la expresa
en el art 1745 donde admite el resarcimiento del conviviente supérstite.
VI.3. Requerimiento por las consecuencias patrimoniales por muerte del otro
conviviente
Basta la violación de un interés legítimo para poder reclamar los daños, en relación al
“concubino” -hoy conviviente-, solución que ya recibiera la jurisprudencia respecto al daño
material, siguiendo el plenario del año 1995 de la Cámara Nacional Civil (Cám. Nac. Civ., en
pleno, 4/4/1995). “Se encuentran legitimados los concubinarios para reclamar la
indemnización del daño patrimonial ocasionado por la muerte de uno de ellos como
consecuencia de un hecho ilícito, en tanto no medie impedimento de ligamen”.
Por su parte, puntualiza el art. 1745, inc. b C.C.C.N.: “en caso de muerte, la
indemnización debe consistir en: … inc. b) lo necesario para alimentos del cónyuge, del
conviviente, de los hijos menores de veintiún (21) años de edad con derecho alimentario, de
los hijos incapaces o con capacidad restringida, aunque no hayan sido declarados tales
judicialmente; esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al
damnificado indirecto; el juez, para fijar la reparación, debe tener en cuenta el tiempo
probable de vida de la víctima, sus condiciones personales y las de los reclamantes.” El
conviviente, entonces, está legitimado para reclamar las consecuencias patrimoniales por
muerte del otro conviviente.
49
VI.4. Requerimiento por las consecuencias no patrimoniales del damnificado
Se expresa que “es inconstitucional el art. 1078 del C.C. en cuanto impide a la
concubina de quien perdiera la vida en un accidente de trabajo reclamar una indemnización
en concepto de daño moral”, “ya que negar de pleno el derecho a obtener una reparación, aun
cuando se pueda un perjuicio espiritual, serio, grave y relevante, viola el principio de
igualdad ante la ley y solo parece reposar en una concepción sacralizada de la institución
matrimonial que no condice con los parámetros valorativos de la sociedad del tiempo que nos
toca vivir”. Esta posición es la acogida en el art. 1741 C.C.C.N.
50
Como último comentario, es necesario dejar constancia de que la legitimación
comprende a todo conviviente que ha tenido un trato familiar ostensible para requerir la
indemnización de las consecuencias no patrimoniales del damnificado.
Haciendo un cierre de éste último tema, podemos resumir que se trata de la posibilidad
del reclamo de uno de los convivientes, por el daño moral o extramatrimonial -como
expresamente indica el texto legal- sufrido por el otro conviviente a raíz de un hecho o acto
antijurídico, provocándole menoscabo o lesión de intereses o bienes no patrimoniales. Vamos
así entonces nuevamente viendo que el nuevo Código, vino a dar solución a grandes
injusticias que se venían dando en las situaciones anteriores (Caramelo, 2015).
En el Código de Vélez Sársfield, se introdujo por la ley 21.040 de 1975 el art. 376 bis
que toma en referencia a la obligación alimentaria en lo referido a las personas que tienen el
débito, entonces aquellas que se deben alimentos, son las que tienen el deber/derecho de
comunicación.
Siguiendo esta línea amplia, el legislador dejó abierta la ventana bajo el criterio de
“interés afectivo legítimo”, expresando en el art. 556, que pueden otras personas solicitar la
comunicación en tanto y en cuanto puedan cumplir con el requisito legal de justificar su
interés.
La norma establece una presunción: los actos realizados por uno cuentan con la
conformidad del otro, con excepción de los actos que requieren el consentimiento de ambos
progenitores y en casos de oposición, arts. 645, 642 C.C.C.N.
52
En el mismo artículo, encontramos el caso que se tratara de un hijo extramatrimonial
con doble vínculo filial, en donde el legislador entendió más conveniente que si alguno de
esos vínculos hubiera sido fruto de una declaración judicial, corresponde al otro progenitor el
ejercicio de la responsabilidad parental. En este caso, también se estableció la posibilidad de
que teniendo en cuenta el interés del menor, se pueda decidir por acuerdo de la voluntad de
los progenitores o por decisión judicial, si aquella debe ser ejercida conjuntamente o creando
distintas modalidades.
En honor a la verdadera tutela de los derechos del hijo y sus progenitores, la regla
establecida y recomendada es que el juez -ante el pedido de uno o ambos progenitores, o de
oficio-, establezca como primera opción aquella que pretende ser más protectora de los
derechos involucrados y con ello nos referimos a la Modalidad Indistinta, pero si “no fuera
posible o resulte perjudicial para el hijo”, se deberá establecer la Modalidad Alternada.
Otro caso sería el del supuesto del art. 653 inc. d. C.C.C.N., donde vemos que el
legislador determinó que, si un menor está bajo el cuidado de uno de sus progenitores, y éste
convive con otra persona, surge en ésta última, el derecho-deber de colaboración en cuanto al
cuidado del menor.
53
La reforma trajo consigo una nueva terminología respecto a ésta última temática, sobre
la que sólo haremos una somera ejemplificación a los fines de no alejarnos del tema en
cuestión, aunque entendemos que su incorporación fue de vital importancia para los sujetos
involucrados en las realidades receptadas, dando claramente respuestas a una gran infinidad
de situaciones complejas por falta de regulación.
Esta figura está regulada en el capítulo 7 del título VII que trata de Responsabilidad
Parental y se desarrolla lógicamente a la par de la figura del hijo afín. Estableciendo en su
articulado puntos esenciales de la convivencia de esta entidad familiar.
Ambas figuras afines tienen diferentes derechos y obligaciones entre los que
encontramos la cooperación en la crianza y educación de los hijos del otro conviviente, la
toma de decisiones ante situaciones de urgencia, la delegación de responsabilidad parental, la
obligación alimentaria, etc. Todo ello -claro está-, de acuerdo a la situación concreta del
menor y su otro progenitor no conviviente.
Por otro lado, estableció en correlación a tal cambio, determinando que, si una persona
está absolutamente imposibilitada de interactuar con su entorno y de manifestar su voluntad
según lo establecido en el art. 32, y en consecuencia se declare su incapacidad y necesite de
un curador, su conviviente puede ser nombrado a tal fin, según reza el art 139.
En este sentido, la doctrina entiende que “el nuevo Código reconoce la importancia del
vínculo afectivo proveniente de la convivencia” (Pellegrini, 2015, p. 447).
54
VI.8. Pródigos
Entonces es entendible que el texto del artículo 48 del C.C.C.N., establezca que para
que sea factible la declaración de inhabilitación, deben existir las personas protegidas y en lo
que al tema de estudio atañe, ello refiere al conviviente.
La reforma modificó varios aspectos de este tema, puesto que entendió que era
aplicable la inhabilitación a quien, por la gestión de sus bienes, entendiendo ésta una
categoría más amplia que la anterior expresión de administración y gestión de los mismos,
pusiera en peligro al patrimonio familiar (Lloveras, 2014).
VI.9. Exequias
En caso de falta de voluntad expresa, el nuevo código en el art. 61, autoriza la decisión
del conviviente, equiparando aquí también con la figura del matrimonio tanto en la facultad
de actuar, como en el límite de no darle al cadáver un destino distinto al que se pudiera
presumir, hubiera dado el difunto.
55
VI.10. Protección del nombre
El derecho de protección del nombre tiene sus basamentos en el hecho de las funciones
importantes que cumple, una a nivel individual ya que es parte de la construcción de la
persona, de su identificación e individualización -en donde están involucrados los intereses
de tipo particular-, y también a nivel social, pues hace a la vinculación y distinción con otros
miembros de la sociedad, proporcionando seguridad a las relaciones interpersonales -
salvaguardando así un interés público-.
Ello justifica que ante el hecho de que a alguien le sea desconocido el uso de su
nombre, o cuando el nombre es indebidamente usado por otro, y a aquel cuyo nombre es
usado para la designación de cosas o personajes de fantasía, si ello le causa perjuicio material
o moral, según se establece en el artículo citado, se otorgue la facultad de accionar en aras de
su protección; y si el afectado inmediato ha fallecido, lógico es que el código otorgue esa
facultad al conviviente, o cónyuge, entre otros -volviendo a equiparar lógicamente al
matrimonio con las uniones convivenciales-.
56
Capítulo VII
Prohibiciones e incompatibilidades
Los integrantes del órgano de fiscalización no pueden ser al mismo tiempo integrantes
de la comisión, ni certificantes de los estados contables de la asociación.
Según lo establece el art. 107 del C.C.C.N., ante la ausencia de designación paterna de
tutor o tutores o ante la excusación, rechazo o imposibilidad de ejercicio de aquellos
designados, el juez debe otorgar la tutela a la persona que sea más idónea para brindar
protección al niño, niña o adolescente, debiendo fundar razonablemente los motivos que
justifican dicha idoneidad.
Sin embargo el art. 108 fija las prohibiciones para ser tutor dativo, por lo que el juez no
puede conferir la tutela dativa a su cónyuge, conviviente, o parientes dentro del cuarto grado,
o segundo por afinidad; estableciendo expresamente esta prohibición al conviviente.
57
VII.4. Prohibición a los convivientes a ser interesados en instrumentos autorizados
por funcionario público
a) las personas incapaces de ejercicio y aquellas a quienes una sentencia les impide
ser testigo en instrumentos públicos;
d) el cónyuge, el conviviente y los parientes del oficial público, dentro del cuarto grado
y segundo de afinidad;
El error común sobre la idoneidad de los testigos salva la eficacia de los instrumentos
en que han intervenido.”
Pueden ser testigos de los testamentos las personas capaces al tiempo de otorgarse el
acto.
58
No pueden serlo, además de los enunciados en el artículo 295, los ascendientes, los
descendientes, el cónyuge ni el conviviente del testador, ni los albaceas, tutores o curadores
designados en el testamento, ni los beneficiarios de alguna de sus disposiciones.
Según lo estatuye este artículo no pueden ser testigos los convivientes del testador, los
albaceas, tutores o curadores designados en el testamento, ni los beneficiarios de alguna de
sus disposiciones.
a) los tutores y curadores a sus pupilos, si éstos mueren durante la tutela o curatela o
antes de ser aprobadas las cuentas definitivas de la administración;
b) el escribano y los testigos ante quienes se haya otorgado el testamento, por el acto
en el cual han intervenido;
c) los ministros de cualquier culto y los líderes o conductores espirituales que hayan
asistido al causante en su última enfermedad.”
Los inhábiles para suceder por testamento que se encuentran en posesión de los bienes
dejados por el testador son considerados de mala fe.”
59
valor, aun cuando se hagan a nombre de personas interpuestas. Se reputan tales, sin admitir
prueba en contrario, los ascendientes, los descendientes, y el cónyuge o conviviente de la
persona impedida de suceder.
60
Capítulo VIII
Del régimen estudiado, surgen dos tipos de uniones: uniones convivenciales registradas
y no registradas. Para cualquiera de los dos tipos, se requieren dos años de convivencia en
unión para que se produzcan los efectos jurídicos analizados. Cierto es que el factor tiempo,
trata de una cuestión de política legislativa, pero es que se entendió que atento a resguardar la
seguridad jurídica y evitar la arbitrariedad que puede derivarse de la indeterminación, era
necesario buscar un plazo que denotara una convivencia estable, pública y notoria (De La
Torre, 2015).
De la misma manera que se registra la constitución de la unión y los pactos que los
integrantes de la pareja hayan celebrado, también se registra su disolución al cese de la unión.
Cabe mencionar como falencia de este régimen que el mismo no resuelve el caso en
que una persona tenga registradas al mismo tiempo dos o más uniones convivenciales, lo cual
sería muy factible debido a la organización de registros locales sin tener tecnología que
permita detectar estos casos oportunamente. En caso de darse esta situación entendemos que
se podrían aplicar analógicamente las mismas normas previstas para el caso de bigamia
matrimonial.
61
Antes de la entrada en vigencia del nuevo C.C.C.N., sólo se les reconocían algunas
prestaciones previsionales y beneficios para la tramitación de créditos bancarios a los
convivientes que obtuvieran un certificado de convivencia. Se les reconocía el derecho de
pensión por fallecimiento a quien pudiera acreditar haber convivido públicamente en aparente
matrimonio durante un mínimo de cinco años inmediatamente anteriores al fallecimiento de
su conviviente o dos años cuando existían hijos reconocidos por la pareja.
c) tal solicitud deberá ser suscripta por ambos convivientes y por el oficial público
interviniente;
d) en el mismo Registro se registrarán los pactos que los integrantes de la pareja hayan
celebrado, siendo ambas inscripciones a los fines probatorios de conformidad con el artículo
511 del C.C.C.N.;
Las parejas convivientes, pueden pasar por la Dirección General del Registro Civil de
la Provincia de Córdoba para inscribir la “Unión Convivencial”, obteniendo como beneficios
la cobertura de obras sociales, derecho a una vivienda y una mayor protección social.
62
De la lectura de este artículo, se entiende que el registro de estas uniones generará
derechos y obligaciones para las parejas de hecho que conviven. Debe ser solicitada por
ambos convivientes y cumplir ciertos requisitos específicos. Los convivientes deben acreditar
al menos dos años de convivencia pública y permanente, pudiendo presentar la
documentación que la acredite en cualquier registro civil de la provincia. Los registros
municipales podrán receptar los pedidos y reenviarlos a los registros civiles del ámbito
provincial.
El cese de la unión podrá realizarse con la solicitud de uno solo o de ambos integrantes
de la pareja que desea finalizar con la unión convivencial. Al cesar la convivencia, cesan de
pleno derecho los pactos de convivencia suscriptos al inicio o durante la convivencia. Las
relaciones patrimoniales entre los convivientes se rigen por lo acordado en estos pactos, y a
falta de éstos, cada integrante ejercerá libremente las facultades de administración y
disposición de sus bienes, limitados por la restricción regulada para la protección de la
vivienda familiar y de los muebles considerados indispensables que se encuentren dentro de
ella. Y si bien, ya manifestamos su efecto en relación a terceros, como estamos en tema,
entendemos necesario recordar, que se exige la constancia de ruptura en el registro para que
sea oponible (arts. 516, 517 C.C.C.N.).
63
CONCLUSION
Unirse con otras personas es una característica propia del hombre, pues somos seres
sociales; vincularse afectivamente con una pareja es propio de la naturaleza humana, y
constituir familia es una consecuencia de ello. La forma en que ello se desarrolla, siempre
dependerá de cada cultura.
El Código de Vélez Sársfield, tomó la postura abstencionista del código francés, la que,
adelantándonos en la conclusión, fue desplazada primero por una serie de legislaciones
especiales pero aisladas, y luego de manera definitiva por la regulación de las Uniones
Convivenciales en el Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación.
Éste proceso fue producto de los reclamos sociales y doctrinales que se fueron dando a
lo largo de los años, por ello los fundamentos de la reforma nos invaden con esos datos
sociales que demuestran la creciente opción por las uniones convivenciales y según la
doctrina triunfante, era preciso que se le diera amparo a esta modalidad de vida familiar y
garantizar así la igualdad de los convivientes, dándoles ciertos derechos y obligaciones que
producen efectos jurídicos, y que persiguen darle más protección a la familia de aquellas
personas que toman la decisión de vivir bajo una Unión Convivencial.
Es por ello que respondiendo a nuestras inquietudes iniciales que determinaron el tema
a investigar, la consagración de la regulación de las Uniones Convivenciales es un
reconocimiento a las distintas voces jurisprudenciales y doctrinarias que en los últimos años
venían pregonando por ampliar los derechos a esta estructura familiar alternativa al
matrimonio, pero sobre todo una herramienta legal que vino a resolver los cientos de
problemas y violaciones a los derechos humanos, que su falta ocasionaba.
64
Constitución Nacional y los Tratados de Derechos Humanos), ante lo cual surge el desafío de
poder encontrar un equilibrio entre la protección de la autonomía de la persona, la protección
de las relaciones humanas -sobre todo si implica un nivel de comunidad unitiva que incluso
escapa al ojo jurídico-, y la interacción de esa comunidad con el tejido social y los terceros
puntuales (Basset, 2014).
¿Cómo se resuelve esta tensión?, Cárcova indica que, a la hora de tomar la decisión
sobre el camino a seguir, ha de ser cuestiones que versan sobre el tipo de sociedad en la que
queremos vivir en los próximos años y en los valores que ella debería promover como
preponderantes, excluyendo posturas políticas (Cárcova, 2012), realizando un juicio de
ponderación en donde el deber de protección integral de la familia y el principio de igualdad
y no discriminación también son llamados a intervenir.
Así fue, según entiende la ya citada Dra. De La Torre, superando la tensión que el
Estado Argentino decidió en el 2015 tomar un nuevo y distinto camino en relación a las
Uniones Convivenciales, regulándolas, aunque -según la doctrina afín- adoptando una postura
intermedia, al reconocer efectos jurídicos a la convivencia de pareja, pero de manera limitada
y por lo tanto manteniendo diferencias entre dos formas de organización familiar: la
matrimonial y la convivencial. El desarrollo de este trabajo en estos puntos, nos marcaron que
a pesar de que ambas se expresan en realidades más o menos semejantes desde lo fáctico y
vivencial, se mantienen también las diferencias entre ambos institutos, puesto que, de lo
contrario, nos podríamos encontrar ante una “intromisión inadecuada en su vida privada,
además de representar el riesgo de "crear un matrimonio de segundo grado o de segundo
orden” (ROCA TRÍAS, 1999, págs. 132/133). Sin embargo, no podemos negar que existe
otra postura en sentido opuesto.
Por otro lado, la reforma, marca una fuerte impronta en lo relativo a la autonomía de
voluntad dentro de las Uniones Convivenciales como parámetro trascendental, pues amén de
describirla (art. 509), regular sobre su régimen patrimonial durante y después de la
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convivencia, determinar sobre sus efectos jurídicos, y la posibilidad de adoptar, entre otras,
da la posibilidad de pactar, con los límites propios de una institución reglada, es decir, los del
orden público.
Durante el desarrollo de este trabajo, pudimos ver cómo al parecer, la detallada, aunque
parcial regulación, tiene el potencial de atender las demandas sociales en este ámbito. Sin
embargo, como toda obra humana, la regulación es pasible de críticas, solo así, en un camino
intersubjetivo, crítico y dialógico, se crece y mejora como sociedad.
Por eso es importante dejar constancia que, con la reforma, surgieron también las
opiniones por un lado que bregan por el reconocimiento de más derechos, como por ejemplo
los sucesorios, así como aquellas que entienden que la institución está asimilada al punto de
casi confundirse con la matrimonial (De La Torre, 2015); ésta corriente entiende que la
regulación debiera haber sido más abarcativa o “con la mayor amplitud posible” (Caramelo,
2015, p. 400), puesto que comprenden que fueron dejados de lado derechos no poco
importantes para la vida de los convivientes y su familia.
Sin embargo, no se puede negar que parcial o no, se trata de una regulación que
representa un cambio trascendental, superando y resolviendo situaciones de marcada
debilidad jurídica que se ha vivido durante décadas, todo ello sin negar que las miradas son
varias y diversas, sino tomando lo valioso de cada una, puesto que ello hace que el debate se
acreciente buscando plantear una regulación que satisfaga más que todas las ópticas
existentes frente a este instituto, las necesidades de las personas y su protección jurídica.
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Breves Palabras de Cierre
Como hemos podido ver y analizar a lo largo del presente trabajo, los proyectos de
familia no responden a un solo modelo, como ser el matrimonio, se basan en lazos afectivos,
en la solidaridad, la colaboración, la tolerancia y el pluralismo. El sistema jurídico argentino
brindó amparo y regulación a una forma de convivencia diferente, que la sociedad había
adoptado para desarrollar una vida familiar, legitimada socialmente.
Era preciso que se le diera amparo a esta modalidad de vida familiar y garantizar así la
igualdad de los convivientes, dándoles ciertos derechos y obligaciones que producen efectos
jurídicos, que persiguen darle más protección a la familia de aquellas personas que toman la
decisión de vivir bajo una Unión Convivencial.
El derecho no puede cerrar los ojos ante realidades sociales y debe dar respuestas
jurídicas ante situaciones de este tipo. A mi criterio el nuevo código ha dejado escapar una
gran oportunidad de darles a las parejas que optan por las uniones convivenciales, el mismo
trato que a los integrantes del matrimonio, respecto de los derechos sucesorios, con lo cual
habrían dotado de una mayor seguridad jurídica a quienes eligen esta modalidad de vida
familiar.
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“La libertad de elegir nos da la oportunidad de decidir qué debemos hacer,
68
Anexo
________________________________________________________________________
(2) Texto extraído del link: http://www.sde.gob.ar/justicia/cuadrocomparativo.pdf
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Listado de bibliografía
Doctrina
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Legislación:
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