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Bruhn de Hoffmeyer (1988) - Las Armas de La Reconquista

El documento analiza la importancia de las armas en la historia, especialmente durante la Reconquista, destacando su impacto en la política, la economía y la cultura de las civilizaciones. Se examina el desarrollo de armamento a lo largo de los siglos X al XIV, incluyendo la influencia de las Cruzadas y la transición hacia el Renacimiento. Además, se mencionan fuentes artísticas y literarias que documentan la evolución de las armas y su representación en la sociedad medieval.

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El documento analiza la importancia de las armas en la historia, especialmente durante la Reconquista, destacando su impacto en la política, la economía y la cultura de las civilizaciones. Se examina el desarrollo de armamento a lo largo de los siglos X al XIV, incluyendo la influencia de las Cruzadas y la transición hacia el Renacimiento. Además, se mencionan fuentes artísticas y literarias que documentan la evolución de las armas y su representación en la sociedad medieval.

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Gladius, Vol. especial (1988), pp.

31-101
Actas del I Simposio Nacional
"Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)"
Ada Bruhn de Hoffmeyer ISSN 0435-029X

LAS ARMAS EN LA HISTORIA


DE LA RECONQUISTA

POR

ADA BRUHN D E H O F F M E Y E R

1. INTRODUCCIÓN

LAS armas en la historia es un tema muy importante mirándolo desde


diversos aspectos. Las armas escriben la historia política, así como la de
las grandes invasiones, ataques, defensas, batallas y campañas, además
de los sitios, con su poliorcética especial y sus máquinas de guerra: la
artillería de aquellas épocas. Las armas relatan asimismo la historia de
las civilizaciones en todos sus aspectos; metalurgia, técnica, industria,
comercio, rutas comerciales, la economía de los Estados avanzados y
también la de las tribus primitivas; la de las sociedades y sus clases so-
ciales, sus necesidades y sus formas de vida más lujosas. Con sus armas,
los reyes y la nobleza, sus escuderos y sus cortesanos, tienen diversión
en torneos, justas reales, esgrima y caza. Posiblemente no haya ninguna
forma de vida ni de cultura donde no aparezcan las armas, con su histo-
ria, su desarrollo y sus progresos. Incluso en la vida religiosa —sea cris-
tiana, musulmana, pagana o primitiva—, con sus ritos y ceremonias es-
peciales, su simbolismo, culto y desarrollo, las armas adquieren gran
importancia.
Estas tienen papel preponderante desde las primeras épocas de nues-
tra civilización, que llega hasta el presente. En todas las partes del mundo
se buscan como importantes objetos arqueológicos. Las armas —como
destructoras de civilizaciones y como constructoras de civilizaciones—
se difunden por todas las regiones. La investigación de las armas anti-
guas —sean de la Prehistoria o de la Antigüedad, de los griegos o ro-
manos, sean de las épocas medievales o posteriores— tiene excepcional
papel como ciencia auxiliar en búsquedas arqueológicas, antropológicas,
etnográficas, políticas, así como en bellas artes y arquitectura (castillos
y fortalezas), como portadora de civilizaciones.
No obstante lo dicho, las armas también tienen su propia historia,
su propia arqueología, exactamente igual que lo tienen otras clases de
objetos arqueológicos, por ejemplo, cerámica, fíbulas, utensilios de la-

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branza, etc. Su desarrollo se ha efectuado casi siempre con cierta velo-


cidad y con un ritmo propio, según las necesidades de la sociedad hu-
mana. Ha habido algunas épocas en las que han estado estancadas, con
retrasos y conservadurismo. En momentos de guerra y desorden, el des-
arrollo ha sido muy rápido. Las invenciones, entonces, han sido prolífi-
cas. La eterna competencia entre las armas ofensivas y las defensivas ha
existido desde los primeros tiempos de nuestra civilización.
En épocas difíciles, con muchos problemas y turbaciones, predominan
en las representaciones pictográficas ciertos motivos, temas y formas de
guerrear con sus respectivas armas. Esto es particularmente significativo
en el Medievo, bien el alto o el bajo. Los dos momentos se distinguen
por sus propios motivos especiales, marcados en la vida política, social y
religiosa de los países respectivos. Los siglos x, xi e incluso hasta el xii
están influidos por los terrores casi apocalípticos. Reflejan escenas apo-
calípticas de la Biblia; lo mismo podemos apreciar en los manuscritos
iluminados del Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana, con sus
grandes y efectivas armas, con luchas de dos contra dos, así como gue-
rreros luchando contra bestias y monstruos. Las batallas en campo abier-
to no son tan frecuentes, ni tampoco los sitios de ciudades o castillos,
aunque desde luego existen, como, por ejemplo, las que nos muestran
el sitio de Jerusalén, Nabucodònosor I I decapitando cautivos después
de sus ataques y algunas otras representaciones de estos siglos. General-
mente, los ejércitos de estos manuscritos son los ejércitos del Señor, los
ejércitos celestes. Existen Biblias mozárabes con escenas del Antiguo
Testamento; la Biblia primera de San Isidoro de León, con representa-
ciones de Goliat y el ejército de los filisteos, de ca. 960, y la Biblia de
Ucclés, de la primera parte del siglo xi. A principios del xii aún pueden
verse motivos del Apocalipsis, pero los temas van cambiando y nos pre-
sentan los provenientes e inspirados en los grandes movimientos de
Europa occidental, las Cruzadas, particularmente de Francia, Inglaterra,
Italia y Alemania hacia Tierra Santa, con sus batallas contra los sarra-
cenos y los turcos; también las amistosas y hostiles relaciones con los
bizantinos. Se aprecian claramente otras formas de combatir y otro tipo
de armamento, más apto para la guerra, con menos simbolismo y más
eficaz.
Las Cruzadas de finales de los siglos xi, xii y especialmente del xiii
influyeron en la creación de nuevas armas. Las Cruzadas al Oriente —con
participación de los caballeros de Francia, Inglaterra, Flandes y, en cier-
to grado, también de Alemania (Federico Barbarroja)— daban una es-
tampa de unidad, casi una clase de internacionalidad a Europa occiden-
tal. Esta influencia afecta asimismo a la Península Ibérica, aunque en
menor grado que en Francia, Italia o Inglaterra. El país europeo más

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culto y que más aportaba era sin duda Francia. El siglo xiii es, sobre
todo, el apogeo y el fin de las Cruzadas, las Cruzadas de San Luis de
Francia.
De este siglo encontramos mucbísimas representaciones de la gue-
rra y muchos tipos de armas, más desarrollados que antes. Los temas
dominantes son los caracterizados por las guerras en Tierra Santa, con
escenas de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento. Además,
esta época es la representativa de los trovadores y los Minnesanger, con
su armamento «caballeresco», la vida de las cortes reales y principescas,
sus torneos, sus damas y sus aventuras amorosas. Es la verdadera época
de la caballería, donde fácilmente se aprecian todos los tipos de armas
en toda su función y uso, para el bien y el mal. El desarrollo continúa len-
tamente en la primera cuarta parte del siglo xiv, aunque con pocas ex-
cepciones (importancia de la infantería en 1302 y 1304, más algunas otras
batallas). Antes de mediados del siglo, sin embargo, nos encontramos
con un importante cambio, no sólo en el armamento, sino más aún en
el arte de la guerra. Este nuevo desarrollo en el arte de la guerra trae
consigo otros tipos de armas, otras maneras de usarlas y otras funcio-
nes. Es, entre otras cosas, una de las consecuencias que proporcionó el
comienzo de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra. Del
mismo modo, el cambio social nos trae cambios en el arte y organización
militar, y con éste vienen otros tipos de guerreros con diferentes nece-
sidades de armas. También en el arte cambian los temas. Hay menos re-
presentaciones de sitios y de batallas. Los motivos del Antiguo Testa-
mento disminuyen; sin embargo, hay más escenas en el Nuevo que
antes y, probablemente, más en España que en otros países. En escultura
y en pintura, las escenas de la Pasión predominan, entre ellas, sobre todo,
las representadas en el Santo Sepulcro, con los soldados romanos desma-
yados y plenamente armados. En la escena de la Resurrección es muy
frecuente ver a los soldados romanos desmayados con sus armas caídas
en el suelo al lado de la tumba. La Resurrección misma es un tema pre-
dilecto de la pintura, pero en la escultura se repiten las escenas de los
soldados desmayados, especialmente en los relieves laterales de la tum-
ba del difunto. Estos monumentos nos dan una auténtica muestra del
armamento de la época, con sus armaduras, cascos, lanzas, espadas, da-
gas, hachas, alabardas y sus escudos. Además, las muchas estatuas ya-
centes, vestido con cota de mallas, armas y frecuentemente su escudo,
no sólo en Cataluña, sino también en Castilla, Galicia, Navarra, Valen-
cia y muchas otras partes de la Península, son de gran importancia, con
sus realistas representaciones. Estos monumentos dan una impresión del
auténtico armamento del caballero en el siglo xiv. Ya en el xv cambian
los tipos y los temas, así como muchos detalles del armamento. Son di-

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- 4 ;

-*^V-;4:^ Í ·¿^·;-

i s

-Si
FIG. 1.—Retablo de San jorge, parte central, por Margal de Sax, Valencia, ca. 1393-
1410. Victoria and Albert Mus. Londres. Representa al rey Pedro I de Aragón
(1094-1104) venciendo al rey moro de Zaragoza en la batalla de Alcoraz con la ayuda
de San jorge.

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ferentes a los del siglo pasado, con distintas formas, más variadas, etc.;
aquí termina una época: la Edad Media, y empieza una nueva: el Rena-
cimiento. La guerra en el siglo xv cambia lentamente y presenta otros
tipos de guerreros, otros tipos de armas, aunque todavía domina la ca-
ballería real y la noble. La época de la caballeria auténtica, con sus ar-
mas y sus ideales, está acabando; ahora el dominio pertenece a los gue-
rreros de a pie: los alabarderos, piqueneros y lansquenetes, con mando-
bles, katzbalger y armas de fuego. En las campañas y en los sitios ya
funcionan este tipo de armas: artillería con bombardas, lombardas, fal-
conetes, etc., así como otros de armas con pólvora, que cambian funda-
mentalmente el arte de la guerra y la arquitectura militar.
El fin de la época medieval y el comienzo del Renacimiento tiene su
más fuerte expresión en monumentos, como la parte central del gran
retablo, hoy en el Victoria and Albert Museum en Londres, de Margal
de Sax (Fig. 1), de Valencia (¿de origen alemán?), del comienzo del si-
glo XV, y los relieves tallados, de hacia 1495-1520, con la Reconquista
de Granada, Alhama, etc., en las catedrales de Toledo y Granada. En
el primer monumento no es posible distinguir las armas de fuego, ya que
todavía son los ejércitos medievales, The Age of Chivalry; pero en los

FIG. 2.—Biblia de Roda, fol. 145r, del Monasterio de San Pedro de Roda, ca. 1047.
Bibl. Nat. París.

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dos últimos se aprecian las armas de fuego portátiles y la artillería con


bombardas. Aquí, claramente, se ven ya los fundamentos de los ejércitos
modernos.

2. LAS FUENTES PENINSULARES DE LA ÉPOCA


MEDIEVAL ALTA Y LA TRANSICIÓN A LA ÉPOCA BAJA

Casi toda la época medieval se distingue por su carencia de material


arqueológico. En contraste con este fenómeno, las fuentes en arte y en
literatura son informativas, pudiendo verlas en las ilustraciones de los
manuscritos y otros objetos de arte. Gracias a estas fuentes nos es posi-
ble seguir el desarrollo que tuvo el armamento, tanto ofensivo como
defensivo, incluso a veces poliorcético, no sólo entre los musulmanes en
el sur, sino especialmente entre los cristianos en el norte. Dos documen-
tos de la mayor importancia para la historia de las armas y las armadu-
ras desde los siglos xi y xii son las inestimables Biblias catalanas: Biblia
de Roda y Biblia de Ripoll (Figs. 2 y 3). Ambas pertenecen a la primera

FiG. 3.—Bihlm de Roda, fol. 145v. Del Monasterio de San Pedro de Roda.

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FiG. 4.—Caballería del Tapiz de Bayeux, ca. 1077.

mitad del siglo xi, una probablemente terminada hacia 1047. La Biblia
de Roda procede del Monasterio de San Pedro de Roda, hoy en ruinas,
que el mariscal Noailles llevó a Francia al final del siglo xvii; hoy se
encuentra en la Bibliothèque Nationale en París (Ms. lat. 6). El origen
de la Biblia de Ripoll es el Monasterio de Santa María de Ripoll, y se
conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana (Vat. Lat. 5729). De la
iglesia de este monasterio existen también los relieves de la portada,
aproximadamente de 1160, que representan escenas del Antiguo Tes-
tamento: el Éxodo y luchas entre israelitas y sus enemigos, con arma-
mento militar de infantería, así como la caballería. Estos relieves y las
dos Biblias tienen enorme y excepcional importancia para la muestra del
armamento militar de fin de la época transitoria entre la medieval alta y
la baja, con sus raíces profundamente ancladas en tradiciones posroma-

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nas, carolingias y bizantinas, relacionadas con ciertas iluminaciones de


los siglos IX-XI: los saiterios de Utrecht (Reims, ca 830), Josua Rol1
(siglo x, Vaticano), Psalterzo Aureo en el monasterio de Saint-Gall en
Suiza (ea 850) y varios otros manuscritos de la misma época.
Son de la misma importancia en la historia del armamento medieval
en la Península que el famoso Tapzz de Bayeux para el de la Europa
occidental (Fig. 4). Todos indican vinculación entre la antigua cultura
tardía y la bizantina con la civilización medieval occidental en la Penín-
sula. Con las Bzblzas catalanas termzna una &poca; el tapzz de Bayeux
abre una época nueva en armamento y en arte milztar, no obstante per-
tenecen estos documentos al mismo siglo; el tapiz de Bayeux es unos
cuarenta años posterior a las Biblias, de 1077 aproximadamente. Su in-
fluencia se nota en el siglo XII. Ahora se ve un cambio, una transición
en el arte de la guerra, que se debe a una nueva táctica, con otras formas
para combatir. Son las consecuencias de la victoria de la caballería con

FIG 5 -El rey vzszgodo Leovtgzldo decapttando al caudzllo rebelde de los cántabros
Rclteve de marJz1 del relzcarzo de San Mzllán de la Cogolla, szglo X I . Mus Nac Ar
queológzco Madrtd Compárese con el relaeve de San Vzcente, Avala (Fzg 6 )

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FIG 6 -Martrrto de San Vzcente y sus dos hermanas Relzeve del monumento sepul
cral de la Basilzca d e San Vzcente, Avda, ca 1190

lanza y espada en la batalla de Hastzngs, en 1066, en Inglaterra, y en el


ano 1081 el lracaso de los Varangians de a pze en Durazzo {relate a la
cahallcria normanda Los ejércitos entran en la verdadera época feudal,
generalmente con sus pequeños grupos de caballería, con una serie de
choques atroces y brutos, armamento pesado y con escasa o estancada
táctica y estrategia. Como ejemplo, en Espafia, como representación del

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nuevo armamento, es de resaltar el relieve de marfil de la pequeña arca


de San Millán de la Cogolla, hoy en el Museo Arqueológico Nacional,
en Madrid, de hacia 1060-1080 (Fig. 5), representando al rey Leovigildo
decapitando al rey cántabro y sus rebeldes. Es un precursor del arma-
mento de los relieves del monumento de San Vicente, en su basílica en
Avila, de hacia 1190 (Fig. 6).

3. LA HISTORIA DE LA RECONQUISTA DEL SIGLO X I I I

A pesar de que la lanza significaba, sin duda ninguna, el arma más


importante y fuerte en las guerras de los siglos xii y xiii, la historia de
la Reconquista en España la escribió la espada: el arma noble, caballe-
resca y cristiana. Espadas del siglo xii apenas se han conservado en Es-
paña, pero del xiii se han preservado algunas, preciosas e históricas.
La espada era el arma más estimada y venerada, de la que el arte nos
muestra varios tipos. Generalmente son fuertes, con buenas hojas cor-
tantes, rectas con dos filos, con una canal en el centro casi hasta la pun-
ta, que, con preferencia, suele ser redondeada. La canal, frecuentemente,
en este siglo xii y en el xiii, tiene una inscripción, hecha con fino hilo
de plata, latón o cobre, y a menudo dorada. Las antiguas inscripcio-
nes, de los siglos I X , x y xi, con un hilo grueso de hierro, solamente
se nota de cuando en cuando; las de hilo fino van acompañadas de or-
namentos en forma de flores, pájaros, follaje, etc., en estilo románico e
intercalado por letras decorativas, con inscripciones enteras o abrevia-
das, casi incomprensibles para nosotros; su contenido es típico en la
época de las grandes Cruzadas (Fig. 7). Todavía existen en este siglo
inscripciones como: Homo Dei, in nomine Domini, del siglo xi y parte
del X I I ; ahora podemos notar: Deus, benedictus Deus meus, invocacio-
nes a la Virgen o a San Pedro. Otras dicen Jesus rex salvador. Hay tam-
bién fragmentos de los salmos: Eripe nos («Eripe me de manu inimico-
rum meorum». Sal 30,16), Redemisti, etc. Algunas veces son tan abre-
viadas que parece imposible interpretarlas. También existen escenas
completamente simbólicas. Las empuñaduras son generalmente cortas y
fuertes, el pomo en forma de una nuez del Brasil, castaña, o circular, en
forma de disco, plano o grueso, y hasta hueco, y de vez en vez con restos
de alguna reliquia. Generalmente, el material es hierro, con frecuencia
plateado, o bronce (dorado); puede ser decorado con ornamentos o sím-
bolos, grabados o esmaltados, hasta en forma de figuras heráldicas (Pier-
re de Lusignan, Pierre de Dreux, encontradas en Tierra Santa). Las es-
padas guerreras son grandes, fuertes y sencillas; las hay más pequeñas,
para ceñir cuando el caballero está montado y elegantemente vestido (Juan

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de Tarifa, catedral de Toledo). Para ceremonias existen espadas preciosas,


como las de San Fernando en Sevilla y San Fernando o Alfonso el Sabio
en la Real Armería en Madrid, conocidas en las representaciones artísti-
cas. La forma de la cruz es significativa para la época, no sólo en la rea-
lidad y en el arte, también en la literatura. Alfonso el Sabio, en Las Siete

FIG. 1.—Espada medieval, ca. 1050-1150, lla-


mada «La Tizona» del Cid, según el «Inven-
tario del tesoro de los Reyes Católicos en Se-
govia», por Gaspar de Bricio en 1503. Real
Armería, Madrid (G 180).

Partidas, habla (H, X X I , IV) de la espada, su importancia y significación.


El nieto de San Fernando, don Juan Manuel, dice en su libro de los Es-
tados: «La espada significa tres cosas: la primera, fortaleza, porque es
de fierro; la segunda, justicia, porque corta de ambos las partes; la ter-
cera, la cruz». A pesar de que la lanza, sin duda alguna, era lo más efec-
tivo en armamento (al comenzar la lucha), para la guerra de aquella épo-
ca la espada era considerada la más distinguida, noble y la más impor-

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tante. El Speculum Regale, de Noruega (ca. 1220-1230), influido por la


literatura francesa, dice precisamente que, en guerra, una lanza sirve
mejor que dos espadas. Pero la espada —aparte de su significación como
símbolo cristiano—, también desde épocas remotas, lo ha sido del hom-
bre libre, y en ciertos países paganos, además, tuvo su propio culto.
La espada en los países cristianos de aquella época fue considerada
el símbolo de Dios. El Apocalipsis, en 19,15.21 (pero también en otros
lugares), dice: «De su boca sale una espada aguda para herir con ella a
las naciones... Los demás fueron muertos por la espada que salía de la
boca al que montaba el caballo». Así puede verse también en otras ilus-
traciones del siglo, desde el ms. mozárabe de la catedral de Burgo de
Osma, de 1086 (fol. 85v), pasando por las de España, Francia y otros
países. Significaba el poder viviente de Dios, que los reyes habían re-
cibido del mismo Dios. Por estas razones, las espadas para ceremonia
fueron ricamente adornadas con oro, esmaltes, piedras preciosas, ataujía
en oro y plata, y hasta con símbolos y reliquias, así como para Ordenes
militares, por ejemplo, las de Calatrava, Santiago, Templarios, etc. Con
ella recibió el joven caballero su «espaldarazo» o su vasallaje, maes-
trazgo, etc.
Las lanzas, probablemente, son las armas más difíciles de determinar
y clasificar cronológicamente y por naciones. En estas armas, el material
con el que eran fabricadas hay que buscarlo en las ilustraciones y otras
formas artísticas. Existe escasa variación en los siglos xi, xii y xiii, pero
ya en este último comienza un cambio en los tipos y tamaños, conse-
cuencia del desarrollo en el arte de la guerra. Conocemos varios tipos y
tamaños de ellas: hierros largos, como dagas fuertes, con nervio en el
centro; cortas y fuertes en forma de hoja de oliva y romboidal, con tu-
bos largos y cortos. Todavía se ven de vez en cuando aletas entre hoja y
tubo, aunque son más raros. Con el cambio en arte de la guerra las ale-
tas no son cómodas ni para el caballero ni para el caballo, pues resultan
molestas para ambos.
Las armas defensivas de esta época consisten en la loriga, de malla
de hierro, larga, con mangas hasta la muñeca, frecuentemente con su
almófar, hecho de una pieza con la cota de malla. Con malla se protegen
también las piernas y pies, existiendo varios tipos de malla o de escama
para estos trajes. Entre las mejores y más típicas representaciones de
loriga con almófar se encuentran las representadas en el monumento
sepulcral de San Vicente, en Avila, de 1190, ejemplo de arma defensiva
de la Reconquista de Alfonso V I I I , al final del siglo xii y comienzos
del XIII (Fig. 6). Otros ejemplos característicos podemos verlos en los
capiteles del palacio de los reyes de Navarra en Estella (ca. 1200). En
este último monumento se aprecian unos buenos ejemplos del escudo

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FIG. 8A-B.—Escudos de madera de cedro, jorrados con pergamino, yeso y pintados


heráldicamente. Procedentes del Monasterio de Salvador de Oña, Burgos, a: Real
Armería, Madrid (D 59), ca. 1190-1200. h: Real Armería (D60), ca. 1200. Foto
amablemente cedida por el Patrimonio Nacional, Palacio Real.

del tiempo, escudos largos (otros son almendrados), con sus guarnicio-
nes y refuerzos de metal (hierro), estilo peculiar en esta época. Un tipo
precioso de escudos se expone en la Real Armería (D 59 y D 60), pro-
cedentes del Monasterio de San Salvador de Oña, Burgos (Fig. 8a-b).
El escudo D 59 tiene las medidas siguientes: largo, 1,15 m.; ancho,
0,62 m. En su interior vemos restos de las manijas para embrazarlo,
hechas de piel de ante y forradas con terciopelo carmesí, más restos de
la correa para colgarlo del cuello. Este escudo es del siglo xii; el otro,
D 60, es de comienzos del xiii. Ambos tienen sus paralelos en las ilus-

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traciones de Las Cantigas del rey Alfonso el Sabio, en El Escorial. Pare-


ce que el escudo D 60 ha pertenecido al Conde de Bureba.
Por falta de documentación es difícil comparar el armamento de la
España cristiana con el de Andalucía. Sin embargo, ciertos detalles en
el Beato de Santo Domingo de Silos, hoy en el Museo Británico, en
Londres, terminado en 1109, indican influencia del mundo oriental o del
hispano-musulmán. Respecto a Andalucía, de esta época también pode-
mos observar a la Sicilia normanda, con su mezcla de elementos bizan-
tinos, musulmanes y, en cierto grado, normandos (de Alemania), a pesar
de que también entre la Sicilia musulmana y la Andalucía hispano-mu-
sulmana existen diferencias notables.
Es indispensable estudiar el armamento ecuestre usado en esta época.
Si contemplamos el armamento de los caballos en los siglos xii y xiii y
lo comparamos con el del siglo anterior, observaremos que aún en el
siglo X I I este armamento es bastante sencillo, con estribos simples y
espuelas sencillas, pero grandes y similares a las usadas por los moros
de Andalucía (ejemplar árabe en el Museo Arqueológico en Cáceres).
El tipico acicate moro se observa bien en el ms. mozárabe de Burgo
de Osma, de 1086. El mismo tipo se ve en el ms. de Domingo de Silos,
en el Museo Británico, de 1109. Las sillas parecen de dos tipos: uno
llamado andaluz y otro llamado gallego, ya conocido por £/ Cantar de
Mio Cid. Es difícil su distinción en las ilustraciones. Los tipos represen-
tados en las dos Biblias catalanas se encuentran también en Europa occi-
dental, por ejemplo, en el tapiz de Bayeux, pero se diferencian de las
sillas del Beato de Vierpont-Morgan Library, en Nueva York, del co-
mienzo del siglo XIII (Fig. 9). Aquí vemos la silla cerrada del tipo nue-
vo, que va a dominar en el siglo xiii. Los caballos representados en las
dos Biblias catalanas y en el relieve de Ripoll no tienen cobertura. Des-
pués de mediados del siglo xii —por ejemplo, en los sellos de los con-
des de Barcelona y reyes de Aragón—, los caballos ya van protegidos
con testeras, probablemente de cuero boUido, con una cobertura larga
para cubrir el cuerpo. Probablemente, éste es de cuero crudo o una clase
de tela fuerte. De malla parece ser la cobertura larga en un capitel del
claustro del Monasterio de Santa María de l'Estany (Bages) (siglo xiii).
El caballero aquí representado es un noble con loriga, escudo con herál-
dica y en forma de «U» y larga lanza. Con este documento estamos ya
a las puertas del siglo xiii, siglo en el que domina la cobertura larga, de
malla de hierro, llamada en las fuentes literarias «loriga para el caballo».
Probablemente este tipo de cobertura sea más corriente en España que
en otros países occidentales, pero no es desconocido al menos en Ingla-
terra (Painted Chamber in Westminster), Francia, Flandes o Alemania.
Al final del siglo xii aparecen algunos de los elementos que van a ser

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FiG. 9.—Infantería y caballería. Beato Mozárabe, siglo XIII, Pierpont-Morgan


Library, Nueva York. Abajo: Nabucodònosor II decapitando enemigos.

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característicos en el armamento del siglo xiii, el siglo en el que culminan


las grandes Cruzadas de San Luis a Tierra Santa y el siglo de la auténtica
Reconquista de España.

4. LA RECONQUISTA Y SUS ARMAS.


« L A S CANTIGAS» DE ALFONSO E L SABIO

En el siglo xiii nos encontramos con un material rico, parte de ca-


rácter arqueológico, parte de carácter pictórico y literario. Estos últi-
mos grupos de material se encuentran en especial en Castilla, Cataluña
y Navarra, pero también en Andalucía hay alguno. La fuente más im-
portante es el ms. iluminado «Las Cantigas» del rey Alfonso el Sabio
en el Real Monasterio de El Escorial (T-I-1), de entre 1253 y 1287.
Otras fuentes de importancia se encuentran en Cataluña y Navarra.
Las Cantigas, documento monumental y auténtico, nos muestran con
detalle el armamento de la época de Alfonso el Sabio y sus hijos en toda
la Península. Los documentos en Cataluña son varios; de gran impor-
tancia son las pinturas murales del Salón del Tinell, con los ejércitos de
Jaime el Conquistador, el otro gran personaje en la Reconquista del si-
glo xiii; en el Museo de Arte de Barcelona están representadas, entre
otras, la conquista de Mallorca por Jaime el Conquistador; el sitio de
Palma, con el campamento del rey Jaime frente a la ciudad de Mallor-
ca, procedente de la Casa de Berenguer d'Aguilar, del Carrer de Mont-
eada, además de otros documentos artísticos, por ejemplo, varios fronta-
les y retablos de Barcelona, de Mallorca y distintos lugares catalanes
(Fig. 10). Existen también muchos documentos, esculpidos en piedra o
mármol, en claustros e iglesias de Cataluña.
Las fuentes literarias de esta época son riquísimas tanto en Castilla
como en Cataluña, con sus crónicas, inventarios, contabilidad y poesías.
En el sur de la Península nos encontramos con la influencia morisca,
parte de los marroquíes, parte de las tribus berberiscas, con su caballe-
ría ligera del desierto. En el norte, la influencia nos llega por dos con-
ductos: Cataluña, con Aragón y Valencia, la recibe de Francia, particu-
larmente de Provenza, pero también de Italia del Norte, con Lombardia
y Toscana; Navarra, por otro lado, está influida por el sur de Francia
y de Borgoña. Las grandes Cruzadas, las últimas, las de San Luis de
Francia, con sus fracasos en 1250, también la recibían, respecto al arma-
mento, particularmente el defensivo, de Occidente. Asimismo, de Sici-
lia, con su mezcolanza de normandos, bizantinos y musulmanes, especial-
mente de Tunicia, llegaron a la Península sus influjos, especialmente a
Al-Andalus y a Murcia. Muchas de estas influencias se refieren a temas

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poliorcéticos, con las máquinas de guerra, por ejemplo. Los muslimes de


Sicilia y de Tunicia eran grandes especialistas en la construcción de es-
tos aparatos. La influencia niusulmana se ve con toda claridad en las
ilustraciones de la época. E n España, el rey Alfonso el Sabio nos ha

F I G 10 -Campamento del rey Jazrne I el Conquzstador frente a la czudad de Mallor-


ca Pzntura mural de la casa de Berenguer d'ilguzlar, del Carrer de Montcada, Barce-
lona, szglo X I I I Museo de Arte, Barcelona.

dejado un ejemplo de su artillería con el trabuquete, construido por los


sarracenos frente a Constantinopla. E n su legislación, este mismo rey
prohíbe vender madera a los sarracenos si ésta estaba destinada a la
construcciGn de máquinas de guerra (Fig. 22).

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5. LA DOCUMENTACIÓN ARQUEOLÓGICA
DE LA ÉPOCA DE ALFONSO EL S A B I O

El suelo de gran parte de Europa ha dado material arqueológico en


forma de espadas, cascos, restos de cotas de malla, hierros de lanza, fle-
chas y virolas de ballesta. ¡No así en España! Hasta la fecha, casi
nada nos ha descubierto de la época medieval. Pero lo poco de la época
que nos ha dado tiene la gran ventaja de que son objetos muy bien do-
cumentados en las fuentes escritas, ya que son históricos. Los panteones
de los reyes y príncipes del siglo xiii nos muestran una pequeña serie
de espadas, parte de lujo, parte de guerra. Además, las espadas vienen
acompañadas por espuelas de hierro dorado y con ataujía en oro y plata.
Pertenecen a las mejores espuelas medievales de Europa. Esta combina-
ción de espadas y espuelas en las tumbas tienen su explicación en que
eran los objetos más importantes para el joven caballero en la ceremonia
de su espaldarazo. Así, las tumbas de San Fernando en la catedral de
Sevilla, Sancho el Bravo en la catedral de Toledo, los presuntos objetos
de ]uan de Tarifa en Toledo, más Fernando de la Cerda en Las Huelgas,
cerca de Burgos. En tanto que en otros países, en este siglo, vemos el
gran yelmo de forma de «tonel» como auténtica pieza para la guerra, o
como ornamento y decoración en la capilla funeraria, esta costumbre, al
parecer, no ha sido corriente en España. Solamente dos ejemplares fu-
nenarios son conocidos por el autor: el bacinete del tipo de Milán, en
el Museo Arqueológico de Burgos, y el gran bacinete hecho por Pedro
del Campo, en Pamplona, ordenado por la madre del príncipe Carlos de
Viana en 1425 para su capilla en la catedral de Pamplona, hoy en el
Museo Provincial de Arqueología, asimismo en Pamplona.
Antes de examinar estos objetos quizá fuera conveniente observar
y estudiar algunas de las batallas famosas de la Reconquista: La batalla
de Alar eos, en 1195, fue un fracaso para Alfonso V I I I frente a los mo-
ros. Sus guerreros, sin duda, han sido armados con lorigas del tipo de
los relieves de San Vicente en Avila (Fig. 6): larga loriga de mallas de
hierro, con mangas largas, almófar con ventalla y encima del almófar
una cervellera de hierro (o de cuero boUido); escudos almendrados del
tipo de los dos existentes en la Real Armería; espadas largas y tajantes,
jabalinas arrojadizas, lanzas largas para caballería, así como ballestas. La
gran y decisiva batalla de Las Navas de Tolosa, en 1212, fue una gran
victoria para Alfonso, un encuentro entre Europa y Africa, con victoria
para la primera. Conocemos muchos detalles sobre esta batalla debido
tanto a las fuentes cristianas como a las moras. En este combate, el ar-
mamento no ha variado mucho del de Alarcos; la ballesta hizo gran
papel, así como también, por parte mora, los arcos árabes o turcos. Des-

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pues de la batalla, los guerreros de Alfonso tenían montones de virotes


para cocinar sus comidas. En esta batalla, los caballeros de Alfonso V I I I ,
probablemente, han protegido sus caballos con coberturas de malla, así
como con lorigas, testeras de hierro o cuero bellido, con protección en
forma de rejacillas, para los ojos y tubos para las orejas, como se puede
ver en las ilustraciones de la época (Fig. 26). Las armas ofensivas han
sido espadas, grandes y tajantes; lanzas largas para caballería, jabalinas
para infantería; además utilizaron «mazas turcas», del estilo fabricado
en Damasco, probablemente de las usadas por los Templarios, que par-
ticiparon en esta batalla. El armamento de los moros también consistió
en lorigas de malla, cascos en forma de cervelleras, más o menos como
las cristianas, y espadas fuertes; sin embargo, las lanzas eran de otros
tipos: largas pero ligeras, con puntas pequeñas y prismáticas, aptas para
una caballería ligera. Además de ballestas han usado arcos y flechas «tur-
cos» y «árabes» (Fig. 25a-b). Es posible que, entre los moros, ciertas
personas de la clase alta hayan sido vestidas al estilo típico musulmán,
como se nota en Las Cantigas, con turbantes encima de sus cascos y con
marlotas encima de sus lorigas, de brocado de los famosos telares de Gra-
nada (Fig. 27). Sus caballos no fueron protegidos por lorigas de malla,
como los de los cristianos, ya que esta caballería era más ligera y móvil
que la de los cristianos. No conocemos armas arqueológicas ni de los
ejércitos de Alfonso V I I I ni de los moros. Su tumba en Las Huelgas,
en Burgos, fue robada en el siglo xix por las tropas francesas, al mando
de José Bonaparte en la guerra napoleónica.

6. OBJETOS ARQUEOLÓGICOS DE LA RECONQUISTA

El nieto de Alfonso V I I I , Fernando III, el Santo, proseguía las gue-


rras contra los moros, conquistando región tras región, al mismo tiempo
que su colega el rey Jaime de Aragón, con el nombre de «El Conquis-
tador», luchaba contra ellos en Baleares y Valencia, logrando conquistar
todos los lugares con su ejército de tierra, su poliorcética y sus naves de
guerra. De San Fernando se conservan algunos objetos históricos de gran
valor: su espada, sus espuelas y un trozo de su capa, todo procedente
de su tumba en la catedral de Sevilla.
La espada de San Fernando (Fig. 11), expuesta en el tesoro de la
catedral de Sevilla, tiene un montaje de plata dorada, en forma de por-
taespada, del siglo xv; hoy día se utiliza como cruz para ceremonias.
Existen algunas fuentes literarias sobre esta espada. A pesar de la incu-
ria de los siglos, casi hasta nuestra época, con muchas reparaciones y
mucha limpieza, su tipo puede fijarse sin duda en la primera mitad del

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FIG. 11.—Espada de ceremonia de San Fernando, empuñadura de cristal de roca,


ágata y plata, ca. 1240-50. Catedral de Sevilla.
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siglo XIII, aproximadamente hacia 1240-50. Tiene una larga historia,


probablemente todavía no comprobada. Dejando aparte la hoja, que
puede tener más edad, es una espada de ceremonia, no de guerra. Es
muy probable fuese fabricada por orden del rey para las solemnidades
después de la rendición, en conmemoración de la victoria. El pomo está
hecho de dos discos de cristal de roca con los lados céntricos aplazados.
Las dos partes están unidas con plata adornada con ornamentos mude-
jares. La decoración es modesta. En 1454, el orfebre Juan de Talavera
prolongó su espiga. De esta época se supone es el espigón de plata en-
cima del pomo. El puño también es de cristal, con un tono rojizo-ama-
rillento algo parecido al granate. Los gavilanes son de ágata cornalina y
tienen aplicaciones de plata con ornamentos moriscos. Del mismo modo,
la cruz es de plata con ornamentos. Desgraciadamente, la hoja ha sufrido
demasiadas limpiezas y pulimentos durante los siglos, que han conseguido
casi borrar la inscripción en la canal, por lo que no se puede leer. Al pa-
recer, hay restos de una cruz, parecida a la de la Orden de Calatrava,
con una cadena. Su vaina original no existe, pero se la conoce por des-
cripciones de la época. Además es muy parecida a la vaina de la espada
de San Fernando o Alfonso el Sabio (G 22), en la Real Armería en Ma-
drid, estilo mudejar con piedras preciosas (Fig. 12). Cuando en 1554
fue abierta la tumba por orden de Felipe I I , encontraron en ésta otra
espada al lado del rey. Esta, al parecer, ya no existe. Sin duda fue una
espada para la guerra.
En la misma tumba se encontraron también sus espuelas de hierro
dulce, con ataujía de oro y plata, con castillos y leones y en forma de
acicates.
Todo esto se encuentra hoy en la Real Armería, en Madrid. Este
museo tiene otra espada que se refiere al Santo Rey (Fig. 12). Es cono-
cida como espada de San Fernando o de Alfonso el Sabio. Cronológi-
camente puede pertenecer a ambos reyes, aunque más probablemente
a don Alfonso. Esta espada debe también considerarse como de ceremo-
nia, y quizá está hecha para la pretendida coronación en Roma de Al-
fonso el Sabio como emperador. La espada también tiene su historia
especial. Según el estilo de su empuñadura, se parece a las espadas his-
pano-árabes con influencia de Damasco o de Bagdad. Procede del tesoro
de los Reyes Católicos en el Alcázar de Segovia. Está mencionada y de-
talladamente descrita por Gaspar de Bricio en el «Inventario de este te-
soro», de 1303. Dice el autor que la vaina está compuesta por cinco
placas de plata dorada en cada lado, ornamentada en estilo mudejar, con
filigrana fina, con piedras preciosas y con camafeos antiguos romanos.
Bricio la llama «La Joyosa de Belcortar de Roldan», casi poniéndola en
contacto con la historia de Carolus Magnus. Hoy, la mayoría de las

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FIG 12.-Espada de Alfonso el Sabro Para


ceremonzas, plata dorada con fzlzgrana, vatnn
de plata dorada con frlrgrana, pzedras preczo-
sus y amaf feos antlguos romanos Real Arme-
ria ( G 2 2 ) Concedrda pou el Patrzmonzo
Naczonel

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piedras preciosas han desaparecido, pero algunos de los camafeos siguen


aún en su lugar. Las placas van unidas por listones de plata dorada con
ornamentos de estilo mudejar, estilísticamente recordando al estilo de
la parte mudejar de la Giralda, de la catedral de Sevilla. Aunque todavía
no ha sido posible documentarlo, parece probable que esta espada sea
obra de algún orfebre de Sevilla. Según Ibn-Said, la Sevilla de entonces
tuvo fama por sus orfebres y espaderos. El tipo es conocido en Las Can-
tigas. La hoja es ancha y blanda, con decoraciones en forma de círculos
concéntricos, y no sirve para guerra. Es raro encontrar camafeos roma-
nos engastados en armas medievales. El arte glíptico antiguo se había
perdido en la época medieval, pero resucitó durante el Renacimiento.
¿Pueden estos camafeos tener alguna relación con los camafeos en la
corona dorada de Alfonso el Sabio? ¿Pueden tener alguna relación con
las pretensiones del rey Alfonso a la Corona imperial de Roma?
Sería interesante comparar la espada G 22, en la Real Armería, con
la corona de plata dorada encontrada en la tumba de su hijo y sucesor
Sancho IV el Bravo, en la catedral de Toledo (Fig. 13). Es una corona
sencilla de tipo romano-bizantino, en la arqueología romana general-
mente llamada corona mural.
En la época helenístico-romana existen estatuas femeninas, mitoló-
gicas y entronizadas con coronas de este tipo, especialmente en Asia

FIG. 13.—Corona del rey Alfonso el Sabio, hecha antes de 1284. De plata dorada,
con ocho placas, cada una coronada con un castillo (¿o una catedral gótica?); en el
centro, un zafiro grande en las cuatro placas, y en las otras cuatro un camafeo antiguo
romano. Encontrada en la tumba del rey Sancho IV el Bravo. Catedral de Toledo.

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Menor (Esmirna, Efeso). La tradición continúa durante las épocas bizan-


tina y románica, como se nota en el arte otoniano e incluso en el romá-
nico en Cataluña. La corona de la tumba de Sancho el Bravo está for-
mada por ocho placas oblongas, sujetas entre sí por charnelas desmon-
tables; las placas están coronadas por castillos (¿o por catedrales góti-
cas?) fundidos al parecer en una placa en el mismo molde y doradas.
Cuatro de las placas tienen un gran zafiro engastado en el centro, y otras
cuatro un camafeo romano antiguo de alta calidad, probablemente la
parte más valiosa de esta corona. Dos de estos camafeos representan a
emperadores romanos de la dinastía Julio-Claudia, y los otros dos a mu-
jeres, posiblemente de carácter mitológico.
Sería interesante poseer un análisis de los camafeos de estos objetos.
¿Está Alfonso el Sabio bajo influencia de San Luis de Francia? En Ca-
binet de Médailles, en Bibliothèque Nationale de París, se encuentra el
más grande y más importante camafeo del mundo, de la época augustea,
con representaciones de la Casa ]ulio-Claudia, con el emperador Augus-
to y su familia, con Tiberio y con la aposteosis del emperador Claudio
en medio de casi toda la familia imperial de esta Casa, glorificando la
Casa Imperial. Este camafeo fue traído a Bizancio por el emperador
Constantino y perteneció durante varios siglos a la Casa Imperial de Bi-
zancio. El emperador Baldovino I I (1237-61), rey de Jerusalén, se lo
regaló a San Luis de Francia para instigar a este monarca el comienzo
de las Cruzadas y liberar la Ciudad Santa de las manos de los infieles.
Tiene una larga historia, que pasa por los Papas y el Vaticano antes de
llegar a su destino final en la Bibliothèque Nationale de Francia. Res-
pecto a la corona de Alfonso el Sabio es probable, además, que el Rey
Sabio, un hombre erudito y dedicado a estudios científicos sobre el an-
tiguo Imperio romano y la época imperial de Carolus Magnus, haya sido
inspirado por la famosa Corona Lombarda de Hierro, en la catedral de
Monza, en Lombardia. Esta corona, sencilla, pero preciosa, de oro con
piedras preciosas y esmaltes coloreados, construida sobre una base en
forma de un anillo de hierro, según la leyenda de un clavo de la Santa
Cruz, desempeñó un papel importante en el Sagrado Imperio germano-
romano durante siglos. Carolus Magnus, después de su conquista de
Lombardia en el año 774, se autocoronó con esta corona lombarda como
rey de Lombardia, y en el 800 como emperador de Roma. Los sobera-
nos germano-romanos, durante siglos, fueron coronados con este sím-
bolo de su dignidad. (Hasta el mismo Napoleón se autocoronó en 1805,
en Milán, con esta corona, lo mismo que hizo el emperador Fernando
de Austria en 1838.) Alfonso el Sabio soñaba con el Imperio romano, y
sus sueños no estaban basados en pura imaginación. El título de empe-
rador, usado por los reyes de Alemania —los sucesores de Carolus Mag-

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ñus—, estaba entonces vacante, y Alfonso tenía por parte materna el


mismo derecho al título de emperador como otros de los pretendientes.
Por causas internas e internacionales hubo por fin de desistir de sus
sueños. No eran reaHzables.
La corona del Rey Sabio tiene parecido con algunas de las ilustra-
ciones que nos muestran a emperadores germano-romanos, por ejem-
plo, los emperadores Otto I I y Otto I I I , del Sagrado Imperio germano-
romano (Otto I I , por ejemplo, en Registrum Gregorii, en Trier), y en
otras del arte otoniana y otras más tardías. Pertenece según su tipo a
estos círculos de signos de dignidad.
Es tentador poner su corona en contacto con la del segundo testa-
mento de Alfonso el Sabio de 22 de enero de 1284, en Sevilla. En éste
dice al rey: «E mandamos otrosí que... las coronas con las piedras e con
los camafeos e sortijas e otras cosas nobles que pertenecen al rey, cjue le
haya todo aquel que son derecho nos heredare el nuestro sennorio ma-
yor de Castilla e Leon...» ¿Pertenecen la espada y la corona, con sus
zafiros y camafeos romanos, a un conjunto típico de coronación? ¿Y tie-
nen ambas partes relación con la intención de coronación en Roma?
¡Es muy probable!
Véase para estos problemas Bonifacio Palacios Martín, Los símbolos
de la soberanía en la Edad Media española. El simbolismo de la espada,
en «VII Centenario del Infante Don Fernando de la Cerda», Jornadas de
Estudio (Ciudad Real, abril 1975). Instituto de Estudios Manchegos,
1976, págs. 274 y ss. Y para la corona de Alfonso el Sabio, J . María Re-
lanzón García-Criado, La corona y la espada de Sancho IV de Castilla, en
«Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, Tole-
tum» X X X I I I - X X X I V - X X X V , 69-70-71, n. 2 (Toledo, 1959), págs. 1-8.
San Fernando poseía, además, otra espada famosa: La Lobera (Real
Armería, G 2 1 ) . Esta espada, hoy en la Real Armería en Madrid, sola-
mente tiene su hoja de la época del Santo Rey. Está privada de su guar-
nición de plata dorada y con esmaltes, conocida por las descripciones de
la época. La empuñadura que tiene hoy fue puesta por orden de Carlos V
a comienzos del siglo xvi y está realizada por el espadero del rey en To-
ledo, Salvador de Avila, que puso su punzón en el recazo, también hecho
por él (Fig. 14). En el famoso Inventario iluminado, de ca. 1540, esta
espada figura con su nueva empuñadura y con todas las modernizaciones
que mandó hacer el emperador. El inventario de Gaspar de Bricio sobre
el tesoro de los Reyes Católicos en el Alcázar de Segovia, en 1503, es mi-
nucioso y dice expresamente que la espada tenía la empuñadura de plata,
el pomo era de hierro plateado y tenía los blasones de Castilla y de León.
La hoja todavía conserva su inscripción en la canal, a un lado: SI, SI, al
otro NO, NON, correspondiente al lema del Rey Santo en «Sobre Noble-

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FIG. 14.—Espada de San Vernando, probablemente «La


Lobera», Real Armería (G 21). La hoja con inscripción:
SI, SI y NO, NON. Privado de su empuñadura de pla-
ta. La de ahora es de la época de Carlos V y hecho por
el espadero toledano Salvador de Avila. Reproducida en
«Inventario iluminado», de 1540, con empuñadura
actual.

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za y Lealtad»: «Tu Sí sea Sí y tu No sea No», continuando con los debe-


res de un rey frente a sus vasallos. A pesar de las objeciones ciue han he-
cho investigadores extranjeros, que no aceptan una inscripción que se
corresponde tan poco a la época de las grandes Cruzadas en el siglo xiii,
es probable que el erudito Conde de Valencia de Don Juan tenga razón
en su definición en el catálogo sobre la Real Armería (Madrid, 1898),
pág. 201, así como en sus explicaciones y referencias a la literatura de la
época del Rey Santo.
En la época de este rey y de sus hijos, la espada era bien conocida. En
ese sentido nos informan las crónicas de la época. Fue parte de la heren-
cia del hijo menor del rey. Según las fuentes del siglo xiv, se utilizó en la
batalla del Salado, en 1340, por el nieto de San Fernando, don Juan Ma-
nuel. Se la consideró una espada de «Virtud», con calificaciones mágicas,
forjada bajo ciertas constelaciones de las estrellas.
Otra espada de San Fernando era la conocida como La Colada, una de
las espadas famosas de El Cid. En los Archivos de Simancas tenemos do-
cumentación sobre esta espada y su historia del siglo xiii, por lo menos
hasta 1304. Existe algún error en su historia, y ha sido confundida
con La Lobera. Está descrita en el inventario de Gaspar de Bricio en
1503 sobre el tesoro del Alcázar en Segovia. Pero poco después desapa-
reció del tesoro de los Reyes Católicos. Se ha pensado en la posibilidad
de que fuese robada durante la rebelión de los Comuneros. De este asun-
to no se sabe nada concreto. Parece lo más probable —pero todavía sin
documentación auténtica— que haya sido esta espada. La Colada, y no
La Tizona, la regalada por Fernando el Católico al primer Marqués
de Falces, condestable de Navarra, Mosén Pierres de Peralta, en agrade-
cimiento por sus méritos en el servicio del Rey Católico; hoy está expues-
ta en el Museo del Ejército bajo el nombre de La Tizona de El Cid. Esta
espada tiene una hoja antigua sin ornamentación (al parecer). En los co-
mienzos del siglo X V I se la ha modernizado, poniéndole una empuñadura
de hierro en estilo típico español de los años 1500-1520, con una guarni-
ción con pitones parecida a las espadas del Gran Capitán, Gonzalo de
Córdoba, y otros conocidos personajes de estos años. El recazo está hecho
al mismo tiempo que la empuñadura, característica de los años posterio-
res a 1500. También la inscripción en el recazo pertenece a esta época.
La documentación escrita sobre la historia de esta espada fue quemada
durante la Guerra Civil. Pertenece a los descendientes de los Marqueses
de Falces y está depositada en el Museo del Ejército. Es probable que un
análisis metalúrgico pudiese resolver el problema de las dos espadas que
se conocen con el nombre de La Tizona de El Cid (Real Armería, G 180;
Fig. 7).
En la catedral de Toledo también se conservan unas espadas históricas

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FIG. 15.—Espada del rey Sancho IV el Bravo en su tumba en la catedral de Toledo.


Empuñadura de bronce dorado, inscripciones cúficas. Inscripción en latín con letras
lombardas en la hoja, hecho con agua fuerte, pero hoy casi ilegible. Catedral de
Toledo.
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de esta época. De particular interés es la espada preciosa del rey San-


cho IV el Bravo, hijo de Alfonso el Sabio y su sucesor en el trono en el
año 1284 (Fig. 15). Hecha más para la guerra que para ceremonias, es
una espada fuerte y preciosa, una de las mejores de la época medieval que
existen del siglo xiii. La empuñadura es de bronce dorado y el estilo mu-
dejar, con inscripciones en letras cúficas, sin contenido, aunque se lee el
nombre de Alah en la cruz. El estilo parece ser toledano. La hoja ha sido
preciosa y es todavía de alta calidad, pero por desgracia está muy estro-
peada por oxidación en la tumba. Aún puede apreciarse en las partes me-
nos deterioradas una inscripción hecha en letras lombardas, pero desper-
fecta y hoy ilegible. Está realizada con agua fuerte, probablemente una
de las primeras inscripciones hechas por esta técnica, que en épocas pos-
teriores fue tan usada en armaduras, hojas de espadas, partisanes para
guardas imperiales y reales, especialmente en las épocas del Renacimiento
y Barroco.
La vaina, con restos del cinturón, existe todavía, aunque es muy po-
sible que este tahalí haya pertenecido a otra espada. Las espuelas encon-
tradas en la tumba son acicates de hierro con ataujía en oro y plata, pro-
bablemente unas espuelas de las mejores de las existentes de la época me-
dieval.
En esta tumba fue encontrada la corona de tipo bizantino-otomana,
de plata dorada, con los camafeos romanos (Fig. 13).
A los mismos círculos pertenece otra de las espadas de la catedral de
Toledo, la preciosa pequeña espada para ceñir, con empuñadura y guar-
nición de vaina, también en plata dorada y con los escudos heráldicos de
León y Suabia (la heráldica materna) en esmalte (Fig. 16). Esta espada
pertenece al tipo que en catalán se denomina «bordonenca», pequeña es-
pada para ceñir, elegante y preciosa, con un cinturón elegante, usado
cuando el caballero está montado. La espada se adjudica al príncipe ]uan
de Tarifa, hijo menor de Alfonso el Sabio. A Claude Blair, de Inglaterra,
le cabe el honor de haber hecho esta referencia que, sin duda, es correcta.
El escudo de León posiblemente indica no sólo su descendencia como nie-
to de San Fernando e hijo de don Alfonso, sino también la heráldica de
los reyes de Castilla y León, pero es probable se deba a su nombramiento
«como rey de León» en los desleales acuerdos entre el rey Dionis de Por-
tugal y algunos de los rebeldes en la lucha y las intrigas por el trono de
Castilla-León, al final del siglo xiii y comienzos del xiv, al morir San-
cho IV, en 1295. Don Juan, el traidor de Tarifa, murió en el mes de junio
de 1319 en la vega granadina, no en batalla, sino víctima de un ataque de
apoplejía; con él murió su sobrino don Pedro de Toledo, el animoso espí-
ritu de la Reconquista y el presunto dueño de las espuelas. Fue arrojado
en un canal del río Genil por un grupo de jinetes moros, muriendo aho-

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FiG. 16.—Espada para ceñir montado, probablemente para cere-


monias. Sin duda ha pertenecido a ]uan de Tarifa, que murió de
apoplejía durante la batalla de Tarifa, en 1319. Escudos de León
y Suabia, hechos después de ca. 1300.
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FiG. 17.—Espada para


guerra, de Fernando
de la Cerda, proceden-
te de su tumba en
el Monasterio de las
Huelgas, Burgos. An-
tes de 1275. Pomo de
bronce.

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gado. Los esmaltes de sus blasones pueden haber sido hechos en Valencia,
ciudad que en aquella época tenía fama por sus esmaltes. El tipo de la
espada tiene sus parientes en Italia, Toscana y Lombardia, especialmente
con la espada del Can Grande della Scala en Verona, que murió en 1329.
En contraste con estas espadas reales y de lujo encontramos la espada
preciosa y fuerte procedente de la tumba del infante Fernando de la Cer-
da, hijo mayor de Alfonso el Sabio, hallada en su tumba en el monasterio
de Las Huelgas, cerca de Burgos (Fig. 17). Es un arma sencilla de hierro
con pomo de bronce, cuyo color, por oxidación, se ha transformado en un
azul precioso. Todavía persiste el bobinado de hilo de seda en la empuña-
dura, con sus colores amarillo y rojo, ya muy gastados, pero aún conser-
vados en sus franjas. Los gavilanes de hierro están algo comidos por la
oxidación. De la hoja solamente quedan restos. La vaina, de badana, con
un bolsillo de piel fina con dibujos en piel blanca, está bien conservada.
Acompaña a la vaina un cinturón precioso, largo, de brocado de seda, oro
y plata con perlas y una hebilla de plata dorada. En el cinturón pueden
verse los escudos de Navarra, Francia e Inglaterra. Puede ser obra fran-
cesa, cuando, en 1269, el infante casó con Blanca de Francia, hija de San
Luis; no obstante, también pudiera ser un trabajo de los famosos telares
de Granada. Su tipo se asemeja a los bien conocidos cinturones de la
Alhambra de Granada.
Es preciso que destaquemos la preciosa espada llamada de Santa Ca-
silda, hoy en el Instituto de Valencia de Don Juan, en Madrid (Fig. 18).
Junto a la de Sancho el Bravo, pertenece a las más típicas de España, con
una calidad parangonable a las mejores de Europa en este siglo. Ha sido
conservada durante siglos por una familia noble de Briones (Logroño),
cerca del histórico Haro. Posee fama por ser «de virtud», con calificacio-
nes mágicas, especialmente cuando las mujeres tienen parto difícil. En su
pomo, en esmalte de colores en ambos lados, puede verse una clase de
heráldica parecida a los blasones del héroe de Sevilla en Las Cantigas, el
Conde de García. Cronológicamente, puede fijarse esta espada hacia 1300
o muy poco antes. Sin duda ninguna, es obra española. Las inscripciones
en el pomo son: Ave Maria gratia plena, y en los gavilanes: Dios es ven-
cedor en todo. Amén, lema usado después de la subida al trono de los
nazaríes en Granada en 1230 y utilizado por los caballeros cristianos en
este reino. No tiene ninguna relación con la Biblia.
Otra espada histórica destacada es la espada llamada de San Martin
(Fig. 19), hoy en el Musée de l'Armée, en París, procedente de la colec-
ción de Georges Pauilhac, antes en la colección de José Estruch y Cume-
Ila, en Barcelona, en 1898, comprado en bloque por Pauilhac en París.
Tiene una larga historia bastante complicada. José Estruch y Cumella
compró esta espada al Gremio de los Cotoneros en Barcelona, en cuyo

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FIG. 18.—Espada de guerra, llamada la «Santa Casilda», procedente de familias no-


bles de la provincia de Logroño, ca. 1290-1300. Instituto de Valencia de Don Juan,
Madrid. Inscripciones en pomo y gavilanes.
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FIG 19.-Espada llamada de «San Martim, an-


tes de 1300 La guarnzczón de la vazna, de pla-
ta, con San Martin y el mendzgo, más el escudo
de Barcelona, son del szglo XIV. Hoy en el
Musée de Z'Armée en Paris, ex col Georges
Pautlhac, Paris, ex col José Estruch y Curne-
lla, Barcelona

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poder se había conservado desde el siglo xv. Ha pertenecido al rey Mar-


tín el Humano, de Aragón, pero se menciona ya en el inventario de Pedro
el Ceremonioso, en 1370. Es posible que esta espada sea obra catalana, y
más en concreto, barcelonesa. La vaina no es de la época, pero es del si-
glo XIV. Está forrada con seda verde y tiene guarnición de plata dorada,
con una representación de San Martín y el mendigo a su lado; al otro,
el escudo de Barcelona. Según algunas fuentes de la época, ha sido la es-
pada utilizada en la coronación de Martín el Humano, en la catedral de
Zaragoza, en 1399. Pero este detalle no está suficientemente comproba-
do. Sufrió mucho daño durante la última guerra mundial en su depósito
secreto en el sur de Francia; su punta está comida por la erosión.

7. LAS ARMAS OFENSIVAS DE ALFONSO E L SABIO


SEGÚN « L A S CANTIGAS»

Con las espadas y espuelas históricas terminan las armas arqueológi-


cas del siglo XIII. Para poder estudiar y conocer mejor el armamento en
general y la espada en particular durante el siglo de la Reconquista y de
Alfonso el Sabio y sus hijos tendremos que buscar en el arte el material.
Tenemos una excepcional fuente en las ilustraciones de Las Cantigas del
Rey Alfonso el Sabio, en El Escorial (ms. T-I-1). Como fuente de docu-
mentación, no sólo respecto a los cristianos, sino también a los musulma-
nes —sean de Andalucía o de los llamados sarracenos—, es un documen-
to inestimable e indispensable en grado sumo. Aquí encontraremos todo
el armamento utilizado en luchas y batallas, en los sitios a los castillos y
a las ciudades y en los campamentos; también ballestas e ingenios de gue-
rra en forma de trabuquete. Como la documentación es exacta y minucio-
sa a un nivel muy alto, a la par con las más destacadas ilustraciones del
siglo XIII, como las famosas de la Biblia Maciejowsky, en Pierpont-Mor-
gan Library, en Nueva York, o Mateo de París, en Londres, ambas de
1250 aproximadamente, además de algunos otros manuscritos europeos
de alta calidad, resulta una fuente inagotable para la investigación del
armamento de la Reconquista. Toda clase de armamento de la época
—ofensivo y defensivo— está representada en dicha documentación, he-
cha con todo lujo de detalles. Es muy importante para mostrarnos el ar-
mamento ecuestre. Son interesantes las muestras de la ballesta, bien la
pequeña, para un pie; bien la grande, para dos. Es una de las armas más
importantes, especialmente en este siglo, en España y en todas naciones
europeas y musulmanas de las Cruzadas en Tierra Santa.

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Las espadas

En Las Cantigas son las espadas las que prevalecen entre todas las ar-
mas ofensivas. Existen de varios tipos: para la guerra, para ceremonias,
también probablemente para lucirlas en la Corte. La diferencia existente
entre las espadas moras y las castellanas no es muy grande. En ocasiones
apenas si hay diferencia. Las ilustraciones nos muestran dos tipos de gue-
rreros musulmanes: los hispano-moriscos, de Andalucía, y los «sarrace-
nos» o almohades berberiscos, de Marruecos. Estos últimos, lógicamente,
van equipados y armados a estilo árabe. En total aparecen ocho tipos de
espadas, parte moras, parte castellanas. También pueden verse espadas
curvas, en forma de bracamartes o falchiones, grandes y pequeñas. La tro-
pa solamente es equipada con una espada corta y delgada, semejante más
a una daga larga. No sólo las espadas cortas son características para la in-
fantería en Las Cantigas; también los ballesteros, en el ejército de Jaime
el Conquistador, en las pinturas murales del Salón del Tinell, en Barcelo-
na, llevan pequeñas espadas con punta aguda (Fig. 24).
En dagas conocemos la existencia de varios tipos, pero su uso aún no
es corriente en el equipo militar. La precursora de esta arma, característi-
ca entre los hispano-moriscos y posteriormente para casi toda la Penínsu-
la, especialmente Cataluña y Valencia, es la daga morisca o daga de orejas,
con decoraciones imitando piedras preciosas; estas dagas las podemos ver
un par de veces en Las Cantigas. Las orejas no son muy desarrolladas,
pero el tipo es evidente. La daga «basilarde» está representada varias ve-
ces (Fig. 26).
Las armas de asta las encontramos en varias ilustraciones, pero siem-
pre con menos frecuencia que las espadas. Las lanzas se representan con
diversos tipos de hierros: largos, con un nervio vertical en el centro; en
forma de hojas de olivo y en forma romboidal (Fig. 20). De cuando en
cuando nos es posible ver también una de forma oriental, estrecha, pris-
mática, de estilo persa. Las lanzas de los moros, y especialmente de los
sarracenos, son características (Fig. 21). Un tipo de ellas es de hierros lar-
gos y dos o tres bolitas o aletas al pie del hierro y en el tubo. Otro tipo
es el delgado, prismático, en estilo persa. Además existe un tipo parecido
al partisano. Las diferencias entre los tipos cristianos y moros tienen su
origen en la diferencia de su arte ecuestre. Las lanzas grandes son para la
caballería pesada de los cristianos, con sus regatones largos y fuertes
(como se conocen, desde la época visigoda, por los ejemplares arqueoló-
gicos conservados, por ejemplo, en el Museo Provincial de Pamplona).
Los tipos orientales los utiliza la caballería ligera de los moros y sarrace-
nos; estos tipos también tienen sus regatones. Las pequeñas rodelas, uti-
lizadas para proteger las manos en el asta de la lanza, no son utilizadas

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FIG. 20.—Cant. XXII, «Las Cantigas». Buenos ejemplos de lanzas y sillas de la época.

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FIG. 21.—Cant. CLXXXI (canción sin texto). Lanzas y adargas moras.

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FIG. 2 2 . — O » / . X X W / i . Sitio del sultán a Constantinopla. Lanzas moras, jabalinas


arrojadizas cristianas. Ballestas y trabuquete con contrapeso fijo.

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todavía en este tiempo. La infantería tiene como armas arrojadizas jaba-


linas, dardos y venablos ligeros (Fig. 22). El arte en estas armas no tiene
la misma importancia o interés que el de las espadas.

Arcos y ballestas

El arco con su flecha no tuvo gran importancia en la Península, ex-


cepto en Andalucía. Su uso es más frecuente entre los musulmanes (arcos
turco y árabe) (Fig. 25a-b). El arco de los ingleses, introducido en la Pen-
ínsula en el siglo xiv por el Príncipe Negro, Eduardo de Gales, hijo ma-
yor del rey Eduardo I H , fue usado en las batallas de Nájera y de Alju-
barrota, pero nunca tuvo excesiva importancia en este país.
En Las Cantigas, el arco turco o árabe está representado algunas ve-
ces. En esta época, los sarracenos gozaron de gran fama no sólo en el
mundo mediterráneo, sino también en muchas partes de Europa como
competentes constructores de ballestas y arcos, de ahí que trabajaran en
las cortes europeas para reyes y príncipes. En la Península, el centro más
importante sin duda era Córdoba, con su gran producción de arcos y ba-
llestas (según fuentes árabes); pero también Barcelona y las Baleares te-
nían importancia, así como Zaragoza y Vizcaya, que gozaban de cierta
fama. La ballesta es muy importante en el arte y en la literatura, no sólo
en el siglo xiii, sino incluso en el xiv (Fig. 23a-b). Fue una de las armas
más terribles en los encuentros hostiles entre cristianos y sarracenos en
Tierra Santa. Los Papas, en dos concilios, prohibieron su uso, pero resul-
tó vano su intento. Su papel en la Reconquista, en el siglo xiii, así como
en la toma y rendición de Granada, en 1492, fue bastante grande; la usa-
ron tanto los cristianos como los musulmanes. La ballesta de la infantería
(Fig. 24), y en cierto modo también de los guerreros montados, contri-
buyó, probablemente más que las lanzas fuertes de choque, en el desarro-
llo de la armadura reforzada y pesada para hombre y para caballo. Es en
este siglo cuando la protección del caballo con cobertura de malla de hie-
rro («loriga de caballo»), o de cuero boUido, con su testera, o de hierro
forjado, con cintas de otro metal o de cuero boUido, se extiende por Es-
paña y en el Occidente (Fig. 26). La cobertura de cuero crudo es también
de este siglo. Las coberturas son bastante largas para poder proteger de
las saetas las patas del caballo. En el siglo xiv —y probablemente más en
Cataluña que en Castilla—, coberturas plegadas hechas con telas fuertes
pueden observarse en las ilustraciones y relieves.
Según la Primera Crónica General, los mejores constructores de esta
arma, así como los más expertos ballesteros del mundo de entonces, se
encontraban en las Baleares. Es cierto que entre los ballesteros mercena-
rios en el Occidente, los españoles tenían casi igual fama que los de Gé-

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FIG. 23a-b.—a: Ballesta compuesta, de Granada. Arco de


madera con pergamino antiguo. Cureña de la época nazarí
de madera con intarsia de hueso pintado, y de bronce, en
estilo de los comienzos del siglo XIV. h: Ballesta de
Cant. CXXVI: «Los moros fuera de Elche». Ballesta de
dos pies, con gancho para la tensión.

nova. Jaime el Conquistador fundó en Valencia una compañía de balles-


teros. El arma la utilizó mucho Don Jaime y sus guerreros en el sitio de
Valencia, y el rey mismo tuvo la desgracia de ser gravemente herido en
su frente por un virote de ballesta, herida que más adelante le produjo
la muerte. Su calavera, en su tumba en el Monasterio de Pöblet, es tes-
tigo de esta lesión.

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Alfonso el Sabio, en Las Siete Partidas, menciona la ballesta con sus


variados tipos y tamaños: de estribera pequeña, para un pie; de estribe-
ra grande, para dos, que necesita de un gancho especial en el cinturón del
guerrero para conseguir tensarla (Fig. 23b), y la más grande, ballesta a
torno, probablemente colocada encima de una cureña o carro y usada para
lugares fuera de los muros o a bordo de naves de guerra. La compañía de
ballesteros, representada en las pinturas murales del Salón del Tinell, en
Palau Mayor (Barcelona) (Fig. 24), del ejército de Jaime el Conquistador,
solamente tiene pequeñas ballestas. En Las Cantigas leemos sobre infante-
ría con ballesta de un pie y guerreros tensando ballestas, con el gancho
sujeto en el cinturón con una pequeña correa especial, más las grandes
para dos pies utilizadas en los sitios. Particular interés tiene la ballesta
grande en Cant. C X X V I , con el caballero que fue herido por una saeta
en su ojo que los moros de Elche echaron. Se aprecia cómo sus compa-
ñeros tienen la intención de sacarle la saeta de su ojo, que se le clavó por
disparar la ballesta en dirección contraria. Otro ejemplo es la ballesta
muy grande en Cant. CLIV, representando el «Tafur», la Virgen y la
sangre. Conocemos las ballestas andaluzas o nazaríes gracias a las des-
cripciones que hace Ibn Hudail en su obra Gala de Caballeros, Blasón de
Paladinos del siglo XIV, una obra que, sin duda, tiene sus raíces en obras
árabes similares del siglo xiii.
La ballesta fue sumamente apreciada por los nazaríes de la Alhambra
para la guerra, la caza y deportes. Ibn Hudail describe los tipos y clases
de madera más apta para su construcción, de cuerna de ciervo, así como
de la fabricación y la ornamentación, etc. Las ballestas de lujo, entre los
príncipes nazaríes, eran —según la descripción— ricamente decoradas
con incrustaciones de nácar, hueso o marfil, así como con aplicaciones de
metal, por ejemplo, de bronce, como se ve en el ejemplar conservado en
el Museo Provincial de Granada, en Casa de Castril (Fig. 23a). Las balles-
tas representadas en las bien restauradas pinturas murales de la Torre de
las Damas, en el Partal de Alhambra, se corresponden con los tipos que
muestran en Las Cantigas.
En conexión con la ballesta medieval, en España se debe mencionar
la importantísima obra de Alonso Martínez de Espinar: Arte de Bailes fe-
ria y Monteria, publicado en Madrid en 1644. El autor, que era montero
y ayuda de cámara de los reyes Felipe I I I , Felipe IV de Austria y el prín-
cipe Baltasar Carlos, se lamenta en su libro de que en aquella época se
hubiese perdido el gran arte de construir ballestas, no obstante ser Espa-
ña, en tiempos anteriores, el país con los mejores maestros en ballestería
y con el mayor conocimiento en el arte de su construcción.

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Gladius, Vol. especial (1988), pp. 31-101
Actas del I Simposio Nacional
"Las Armas en la Historia (siglos X-XIV)"
Ada Bruhn de Hoffmeyer ISSN 0435-029X

FIG. 24.—Compañía de ballesteros de ]aime el Conquistador. Pintura mural. Salón


del Tinell, Jiarcelona.

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La artillería

A Alfonso el Sabio también le interesaba la artillería. Esto debe ser


mencionado en relación con la ballesta. No sólo fue el Rey Sabio quien
tuvo artillería; también Don Jaime el Conquistador utilizaba estas má-
quinas o ingenios de guerra en los sitios que ponía a las ciudades durante
la Reconquista (Fig. 22); así nos lo demuestra la literatura de Cataluña
en muchísimas fuentes de la época. En este siglo se usaban las ballestas
grandes, de dos pies y a torno, más otras de diversos tamaños: de algarra-
das, manganas y trabuquetes. Son rarísimas las reproducciones de estos
ingenios. No obstante. Las Cantigas nos muestran con toda claridad un
excelente ejemplar de un trabuquete (Fig. 22). En el asedio de Constan-
tinopla por el sultán musulmán, los sarracenos fuera de la capital bizan-
tina tienen grupos de ballesteros con ballestas de dos pies. Estas están
combinadas con un trabuquete con contrapeso fijo, que fue la segunda
etapa en el desarrollo de este tipo de armamento. Los artilleros están
protegidos por grandes paveses especiales, y los pioneros, con hachas, es-
tán picando los muros de la capital. Los ingenieros construyeron el tra-
buquete con objeto de poder lanzar piedras, sacos pesados, etc., u objetos
incendiarios dentro de los muros. En este caso, los proyectiles son piedras,
porque se puede apreciar cómo la Virgen, para proteger a sus fieles den-
tro del sitio, con su manto grande recoge las piedras lanzadas contra la
catedral. En estas ilustraciones vemos exactamente el trabuquete. Es una
de las muy raras representaciones que existen de este tipo de ingenios
(Fig. 22). Es la «moderna» máquina de guerra una invención de los his-
pano-moros en Andalucía y probablemente también de los moros de Si-
cilia. Es una invención o mejora de la algarrada y de la mangana, que
funcionaban por medio de cuerdas que manejaban los soldados. El nuevo
tipo de Alfonso el Sabio funciona con contrapeso fijo. Parece que España,
en esa época, fue uno de los países más avanzados en Europa en lo que
respecta a este tipo de máquinas de guerra. En toda la Península se ha
construido y usado de este material para lanzar piedras u otros objetos
pesados, además de muchas otras cosas rarísimas, dentro de los muros de
castillos y ciudades. Conocemos bastante bien este tipo de artillería por
la literatura de la época. Existe una extraordinaria variación en la termi-
nología. Poseemos muy variados tipos y muchísimos nombres, especial-
mente en los textos de Gran Conquista de Entramar y más aún en la
literatura catalana. Interesantes son las descripciones en Las Siete Parti-
das, I I , 23, 24 y 24, 9, donde don Alfonso habla con claridad de los dos
tipos de la época: los que tiran piedras por contrapeso fijo y los que lo
hacen por cuerdas. Las últimas son las más antiguas, y reciben el nombre
de algarrada, nombre árabe y siríaco, originalmente significa «borrico

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salvaje». Los romanos llamaban a sus máquinas lanzapiedras con un bra-


zo solo onagro o borrico salvaje, pero éstas funcionaban por cuerdas de
torsión y no por palanca, como las máquinas de la época medieval. Las
de tipo algarrada también las había en tamaño mayor, llamado mangana,
mangona, manganilla, manganiq, etc., nombres de origen griego (y árabe)
bien conocidos en la literatura bizantina. Estos tipos proceden de Bizan-
cio, Irán y Yemen. El trabuquete —como éste de Alfonso el Sabio— es
el invento del mundo islámico occidental (Andalucía y Sicilia). También
fue usado en Ifriquia. Con su contrapeso fijo, es la máquina más caracte-
rizada del siglo XIII. En este siglo tuvo gran importancia en los sitios de
Tierra Santa durante las Cruzadas. Para su construcción en esta época ya
no existía madera en Palestina o Siria. Los ingenieros tuvieron que bus-
car su material en Sicilia y España. Alfonso el Sabio prohibió la exporta-
ción de madera de España a los sarracenos para la construcción de máqui-
nas de guerra. También esto está expresamente mencionado en has Siete
Partidas.
El sistema de palanca, a pesar de funcionar más o menos como una
honda, era, respecto a sus proporciones, bien calculado. La parte corta,
con fuerza de impulsión, medía casi un quinto de toda la palanca, bien sea
del tipo con cuerda, de la que tiraba un grupo de soldados, bien sea por
una caja fija llena de piedras, sacos de arena, plomo u otras cosas diversas
más o menos pesadas. La parte larga, con los ganchos para el saquito del
proyectil, disminuyó en grosor, pero mantenía las proporciones exactas y
muy bien calculadas hasta los ganchos. Un algarrada más grande que el
tipo corriente, la llamada manganilla, mangona o mangana, también per-
teneció a la artillería de Alfonso el Sabio y a Jaime el Conquistador. En
fuentes literarias de esta época, los ingenios bélicos son frecuentemente
mencionados en Cataluña y Valencia por su presencia y función en los
asedios de Mallorca y Valencia por Jaime el Conquistador.
En el Imperio bizantino, en estos siglos, las fuentes griegas las llaman
manganiques, manganel, perreros. Están representados en varios manus-
critos, entre otros en el Manuscrito bizantino de Scylitzes, en la Bibliote-
ca Nacional, en Madrid, de la misma época. El tipo más avanzado, con
contrapeso móvil, no está representado en los manuscritos peninsulares.
No obstante, es bien conocido de un manuscrito mongol de ca. 1306-09,
de la historia mundial de Rashid-el-Din, hoy en la Biblioteca Nacional de
Edimburgo, representando una escena de asedio de una ciudad en Asia,
todo muy semejante a la escena de Las Cantigas. El siglo xiv nos muestra
un tipo aún más avanzado, con dos contrapesos, uno fijo y otro móvil, y
con sus cuerdas y maquinaria para ponerla en funcionamiento. Aegidius
Romano Colonna, hacia 1275, en su libro De Regimine Rrincipum, men-
ciona todos estos tipos. El último y el más complicado es el que llama

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tripantium. Todavía en el siglo xv se usaban estas máquinas al lado de la


artillería con pólvora, ya que eran más efectivas que la nueva artillería
en sus diversas formas, llamadas bombardas o lombardas, etc.

8. LAS ARMAS DEFENSIVAS DE ALFONSO E L SABIO


SEGÚN « L A S CANTIGAS»

Las Cantigas nos ofrecen una excelente exposición de las armas de-
fensivas del siglo XIII. Toda clase de éstas están representadas fielmente
y con mucho detalle. Las lorigas largas con mangas largas, los lorigones
cortos y hasta los lorigones, casi coseletes de escamas, pertenecen a las
mejores representaciones que existen de este tipo de armamento. La com-
binación de loriga larga con lorigón de escamas es característica para los
artilleros, ballesteros e ingenieros en Las Cantigas (Fig. 22). También las
dos ilustraciones de la Gran Conquista de Ultramar, de la misma época,
en la Bibhoteca Nacional, en Madrid, nos muestran esta combinación, en
realidad la precursora de las cuirasses (corazas) del siglo xiv (Fig. 25a-b).
Importantísimas son también las representaciones de los ejércitos de Jai-
me el Conquistador, en el Salón del Tinell, en Barcelona, de la misma
época, ejércitos que contaban con caballería, infantería y ballesteros, no
sólo catalanes y aragoneses, sino también de los moros de las Baleares, del
reino moro de Mallorca. Aunque en lo principal el armamento es casi
igual en Castilla que en Cataluiía-Aragón, existen diferencias notables res-
pecto a detalles, quizá porque Cataluña-Aragón tiene un contacto más ín-
timo con el sur de Francia y con Italia del Norte (Lombardia y Toscana)
gracias a sus vías marítimas por todo el área mediterránea en esta época.
Debajo de su loriga, el guerrero se pone una camisa suave y su gambax
acolchado, con algodón por dentro. Suele ser de material fino, como, por
ejemplo, seda, pero lo corriente es que sea una tela fuerte, incluso gruesa,
según la categoría social y la economía del guerrero. El gambax no es
exactamente un vestido militar; también lo usan los civiles. Los soldados
pobres normalmente no tienen otra clase de protección. Encima de la lo-
riga de malla el caballero se pone su surcoat, su perpunte, de seda o de
algún tipo de tela fuerte, pero bonita. Este también puede ser acolchado.
Originalmente, el perpunte no tenía ornamentación ninguna, pero pronto
se comienza a decorar el vestido con figuras más o menos heráldicas. Los
perpuntes eran conocidos ya al final del siglo xii. Fueron utilizados por
los cruzados en Palestina, probablemente como protección contra el sol o
la lluvia, como nos dice Ramón LluU en Libre de l'Ordre de cavalleria;
éstos se desarrollan cada vez más durante el siglo xiii. Sus formas se mo-
difican, desde las túnicas largas, con muchos pliegues, hasta tipos más

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FIG. 25a-b.—a:
http://interclassica.um.es Arcos turcos o árabes a la izquierda; ahttp://gladius.revistas.csic.es
la derecha, ballesta en manos
de los sarracenos, b : Armas defensivas de los cristianos. Torre de sitio juera del cas-
tillo sarraceno. «Gran Conquista de Ultramar», Bibl. Nac. Madrid.
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cortos y cómodos, con y sin mangas. Sus bordados con hilo de seda, oro
o plata, de origen decorativo, pronto se convierten en figuras y símbolos
heráldicos. La loriga y el lorigón son construidos normalmente por anillos
de acero o hierro, y algunas veces acaban en una orla de anillos de cobre
o latón de carácter decorativo. Existen varias formas y maneras respecto
a su construcción: anillos de placas finas redondas perforadas en el cen-
tro, puestas sobre un fondo de cuero o tela fuerte, en realidad una heren-
cia de la época romana tardía. Hay unos pocos ejemplos de este tipo en
Las Cantigas. Algunos anillos son de hilo de acero o hierro, entrelazados,
remachados y cerrados con pequeños clavos. La manera de su construc-
ción puede ser diferente entre Occidente y Oriente. Esto es comprobable
en los pocos hallazgos arqueológicos de cotas de malla medievales y pos-
teriores. Con placas redondas se construyó la loriga que trae Vilardell en
el relieve de la puerta esculpida de la catedral de Barcelona, de esta épo-
ca. El tipo se ve un par de veces en Las Cantigas. También éstas nos
muestran excelentes ejemplos de lorigones de escamas en forma de tejas
o plumas. Así visten los artilleros y ballesteros en el sitio de Constantino-
pla según Las Cantigas (Fig. 22), Cant. X X V H L El mismo tipo se apre-
cia en las dos ilustraciones de la Gran Conquista de LSltramar, en la Bi-
blioteca Nacional (Fig. 25a-b).
Los caballos en Las Cantigas están protegidos con grandes coberturas
de malla y nos muestran uno de los más tempranos y completos ejemplos
de esta protección de los caballos (Fig. 26). Asimismo, este tipo de pro-
tección es conocido también en Inglaterra. En España son frecuentes en
la época de la Reconquista; también en Cataluña, pero menos usuales que
en Castilla. Ejemplos excelentes de ello podemos verlos en la iglesia de
San Francisco, en Palma de Mallorca, en el retablo de Santa Ursula. Otro
se encuentra en Navarra. La diferencia entre estos ejemplos y los de Las
Cantigas estriba en que en éstas los caballos tienen testeras de hierro
reforzadas con cintas decorativas de otro metal, mientras los de Mallorca
son de cuero bollido con ornamentación pintada. Otro ejemplo de Cata-
luña se encuentra en la pintura mural de la Casa de Berenguer d'Aguilar,
del Carrer Monteada, hoy en el Museo de Arte de Barcelona, que repre-
senta a Guillem de Monteada, de finales del siglo xiii (Fig. 29). La pro-
tección ecuestre en Cataluña suele ser de tela, de cuero crudo o cuero
bollido, y la testera, de este mismo material. Así se ve en algunos sellos
reales de este siglo. A fin de no dañar a los caballos, las lorigas de malla
iban forradas en su interior con alguna clase de tela. Las coberturas de
tela eran ricamente ornamentadas, con decoración heráldica en gropera
y trasera, que se correspondía con la que llevaban los caballeros en sus
escudos. La protección del caballo con testera de hierro, listones decora-
tivos, rejillas para ojos, tubos para orejas y combinado con la loriga de

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FIG. 26.—Armas defensivas en «Las Cantigas». Cant. CXXIX. Lorigas de malla, con
mangas largas, almófar, «capiellos de fierro», capellinas, yelmos de forma de tonel,
ballestero con lorigón, con mangas cortas. Infante en lorigón de escamas; está herido
en el ojo, pero curado por la Virgen. Caballos con loriga de malla, con testeras de
metal, con protección para ojos y orejas. El infante en lorigón de escamas tiene daga
de tipo «basilarde».

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malla es el característico en Las Cantigas y algunas otras obras castella-


nas; tiene pocos paralelos fuera de Castilla, en tanto que, para este pe-
ríodo, el equipo de Cataluña-Aragón es parecido al de Francia y Alemania.
A mediados del siglo xiii notamos por las ilustraciones un cambio, o,
mejor dicho, solamente una tendencia a ese cambio en lo que respecta a
las armas defensivas. Esto se debe, entre otras cosas, a las duras batallas
en Tierra Santa en la época de San Luis. Las armas ofensivas, particular-
mente las ballestas y las lanzas grandes y pesadas, más los arcos turcos de
la caballería ligera de los turcos y sarracenos, se convierten en las más pe-
ligrosas de la época. Comienzan con un reforzamiento de las lorigas, con
piezas o láminas rígidas, de hierro, y grandes o pequeñas placas de metal,
según el fin del traje de guerra. Los primeros tipos de protección en for-
ma de cuirasses comienzan a aparecer en la segunda mitad o quizá en la
última cuarta parte del siglo. Las cuirasses solamente son, en principio,
una clase de perpuntes de cuero reforzados con placas de metal embutidas
en el cuero o canvas. Las Siete Partidas las llaman «fojas». Constan de
dos partes: frente o peto y dorso, cada una de ellas con sus placas fijadas
y embutidas en una capa de canvas, algodón, etc., por dentro y por fuera
forradas con cuero o terciopelo, en donde se aprecian los clavos, frecuen-
temente de bronce o de cobre dorados. Hay varios sistemas para cerrar-
los: al dorso, por el lateral y al frente. La forma de brigantina hecha en
este estilo, pero de láminas pequeñas, va a ser una de las protecciones
más frecuentes e importantes de los siglos xiv y xv. Se fabricaban, entre
otros lugares, en Valencia, exportándose a Italia (Lombardia), aunque
también se fabricaban en Milán para la exportación. Este traje, todavía
llamado «armadura blanda», a finales del siglo xv y comienzos del xvi,
va a ser la armadura de los ballesteros españoles, en combinación con el
típico capacete estilo de Calatayud. Las placas grandes conducen, a finales
del siglo XIV y comienzos del xv, a la armadura «blanca», la armadura
completamente hecha por placas de hierro o acero rígido, protección ca-
racterística desde la segunda mitad del siglo xv. En la última parte del
siglo XIII se empiezan a proteger mejor y más completamente los brazos
y piernas con un material más flexible debido a sus láminas, en forma de
listones de metal rígido con articulación, con rodelas especiales para axi-
las, codos, muslos, rodillas, etc., y con sabatones articulados de metal o
de escamas de metal, ballena o cuero bollido.
La protección de la cabeza es muy característica en este período. Apar-
te de las capuchas de malla, los almófares, en combinación con la loriga y
las ya mencionadas formas de cascos de cabeza de hierro, frecuentemente
martilladas en un solo trozo de metal, existe en este siglo un tipo muy
especial. Es el tipo más característico en Las Cantigas, y se usó especial-
mente en las campañas de las últimas Cruzadas en Tierra Santa: es el yel-

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mo en forma de tonel. Es una caja cilindrica, compuesta de cuatro o, más


frecuentemente, de cinco placas de hierro, reunidas con clavos de hierro,
bronce o latón, casi siempre dorados. Estas placas están reforzadas con
cintas de metal, que se puede ver claramente en las ilustraciones. Este
yelmo (topfhelm, heaume, helm) es la protección típica de los siglos xiii
y primera parte del xiv. Es creación occidental. Ni los sarracenos ni los
moros auténticos usaban una protección tan incómoda y tan pesada, con
muy pocas excepciones, pero entonces eran de una forma especial que no
tenía parecido con los utilizados por los cristianos.
Se utilizaba para resistir a las saetas de las ballestas, a los golpes de
choque de las lanzas grandes y a las espadas largas tajantes. La gran época
de este yelmo, para la guerra, es exactamente la de San Luis y Alfonso el
Sabio. Esto se nota con toda claridad en Las Cantigas (Figs. 27 y 28).
Para Jaime el Conquistador y la nobleza catalano-aragonesa no reviste la
misma importancia que para los castellanos. En Europa existen varios mo-
delos del siglo X I I I , entre ellos un ejemplar bien conservado que se en-
contró en Pomerania, en Alemania del Este, de Dargen, hoy en el Museo
Histórico Militar de Berlín del Este, aproximadamente de 1250. De Suiza
existen dos de Madeln, otro en Küssnach, uno se ha encontrado en Bol-
zano, en Italia del Norte; otros dos son de Francia y uno de Succia. El
yelmo de Dargen está muy cerca de los yelmos que registran «Las Canti-
gas». Tiene la misma forma e iguales los listones aplicados, aunque no son
decorativos como los de Las Cantigas. Es un yelmo para usar en combate.
Al parecer no se conoce ni un ejemplar en España, ¡cosa bastante rara!
Deben encontrarse ejemplares en alguna iglesia o capilla olvidada ¡toda-
vía no registrada!
No se le localiza en las tumbas esculpidas del siglo xiv como en otros
países de gran parte de Europa. En algunas catedrales de España, por
ejemplo, en los tímpanos de las puertas, en los claustros esculpidos, etc.,
vemos de vez en vez guerreros y nobles haciendo torneos y equipados
con yelmo de tonel; por ejemplo, en Toledo, Pamplona, Teruel y Tarra-
gona. Estos últimos tienen parecido con el arte de Toscana y Lombardia.
Es tentador llamar español al tipo de «Las Cantigas» por su falta de pa-
ralelos en otros países, ni en arte ni en realidad. Además es posible que
sean de talleres de Zaragoza. En esta época, esta ciudad gozó de fama por
sus yelmos, frecuentemente mencionados en la literatura de la época:
«yelmo bueno, yelmo hermoso de Zaragoza». Crónicas catalanas y caste-
llanas elogian los yelmos de Zaragoza. Son preciosos, ricamente adorna-
dos con aplicaciones de oro, plata, piedras preciosas, etc. Las fuentes
dicen «que eran tan ricos en adornos y piedras, en oro y plata, que ape-
nas se pudo comprarlos por dinero». Ejemplos de estos yelmos de tonel,
adornados con piedras preciosas y ornamentos, existen en algunas ilustra-

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ma.

PiG. 27.—Cant. XLVI: Grupo de moros conquistando terreno cristiano, algunos ves-
tidos a manera cristiana, otros con turbantes y con yelmos tipo moro, con alto follaje
de acanto en el àpex, más adarga de cuero, los caballos sin cobertura y sin testera.
Entre los objetos de botín hay espadas del tipo. Real Armería (G 22) (Fernando el
Santo o Alfonso el Sabio).

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clones de manuscritos, entre ellos en el de Mateo de Parts, en Londres;


otra en el francés Brit. Mus. Roy. MS 2, X X X I I , fol. 219, de finales del
siglo XIII. (Posteriormente, en el siglo xv, a Calatayud se le conoce como
centro de importancia en la fabricación de capacetes y morriones. Más
adelante, esta ciudad gozaba de fama internacional en el mundo, particu-
larmente entre los lansquenetes de Maximilian I de Austria y otros reyes
y príncipes de Europa, que com.praban capacetes [«Spanische Helme»,
«Spanische Cabassets»] en los famosos talleres de Calatayud.) Los yel-
mos del tipo de tonel eran en Cataluña diferentes a los de Castilla, según
se aprecia en las representaciones artísticas. Los yelmos de tonel de esta
parte de la Península se asemejan más a los del norte de Italia. Los yel-
mos de tonel todavía no tenían ni lambrequín, ni mantelete, ni figuras de
heráldica en su ápex (con la excepción del ejemplar del disco de cuero en
Pamplona, que tiene como figura heráldica un pájaro). En Las Cantigas
se nota algunas veces una pluma en estilo oriental o un muy pequeño
pendón. Esto pudiera ser una reminiscencia de la época morisca de Zara-
goza, con sus antiguas armerías moriscas.
En Las Cantigas, al lado del tonel corriente, se describe otra forma de
tonel. Es un yelmo grande, no exactamente cilindrico, puntiagudo en el
ápex, con un nasal ancho y superpuesto de hierro, dorado y terminando
por encima en una gran flor de lis u hojas de acanto, en forma de cresta.
Es un tipo de yelmo característico para los moros en este manuscrito y
parece difícil encontrar paralelos en otros (Figs. 27-28).
Bajo el tonel, la cabeza está protegida por el almófar, con una cofia de
tela o cuero y una especie de corona de tela acolchada como soporte entre
almófar y tonel. La corona de este tipo poco a poco desaparece. Va a ser
sustituido por una cascara de cuero bellido o de hierro, una cervellera (en
inglés llamado skull-cap) o un bacinete sencillo. En Tannenberg, en Po-
merania (Alemania del Este), se ha encontrado —hace un siglo— un yel-
mo de tonel con su bacinete todavía por dentro, de antes de 1399. Exis-
ten en varios museos de Europa ejemplares de tipo cervellera, algunas de
éstas de origen español (ejemplar en el Musée de l'Armée en París, pro-
cedente de la colección de Georges Pauilhac y de Estruch y Cumella en
Barcelona). Este ejemplar, sin duda, tiene su origen en Calatayud o en
Zaragoza. Otro ejemplar se encuentra en la Torre de Londres. La cerve-
llera puede ser cubierta con un forro, por ejemplo, de pergamino, de seda
o de otra clase de tela, pintada o bordada heráldicamente. La literatura de
la época menciona con frecuencia estas cervelleras, con sus forros de seda,
tela o cuero, y dice: «muy rico paño de seda o de cuero», «pintado con
ornamentos o figuras heráldicas». Así era, según la poesía, el yelmo de
El Cid, ya difunto, en su viaje hacia Burgos. Cervelleras hechas de cuero
bollido han sido halladas en excavaciones en Palestina, de la época de las

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FIG. 28.—Cant. LXIII: El conde don García recibe bien a un caballero que viene a
ayudarle contra los moros. Buenas representaciones de armamento, especialmente de
yelmos de tonel, capellinas, coberturas y testeras de caballos. Heráldica cristiana y
mora, escudos de tipo U y adargas.

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últimas Cruzadas, junto a restos de ballestas y hierros de saetas, todo pro-


cedente de asedios sarracenos, y también fuera de los castillos moros.
La protección más importante de esta época, al lado del yelmo de to-
nel, es, sin duda alguna, el capiello de fierro (el capillo de hierro) y la
capellina. Corresponden más o menos a los chapeaux-de-fer y chapeaux-

FiG. 29.—Detalle de pintura mural de la Casa de Berenguer d'Aguilar,


del Carrer de Monteada, en Barcelona, hoy en el Museo de Arte de
Barcelona. Buen ejemplo de cota de malla, cervellera, loriga para caba-
llo con testera, probablemente de cuero bollido, escudo de tipo U, todo
con heráldica: De Monteada i Beam. Siglo XIII.

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de-Montauhain de Francia. El capiello de ¡ierro o capillo de hierro es el


que lleva alas largas. La capellina es el capiello de ¡ierro con alas peque-
ñas o casi sin alas. Frecuentemente, los moros tienen en sus capellinas la
superficie cubierta de ornamentos. Ambos tipos —entre cristianos y mo-
ros—, en has Cantigas, son adornados con figuras de tipo heráldico, con
rayos rectos u ondulados, puntos y otros tipos de adorno. Probablemen-
te se trata de una clase de forro de cuero, pergamino o tela, pintada o
bordada (Fig. 29). La literatura de Castilla habla de bacinetes de cuero
fuerte, aunque normalmente estas protecciones eran de hierro. Durante
el siglo XIV y la primera parte del xv estos bacinetes tienen una extensión
enorme; el tipo más importante y favorecido de la época medieval baja
es el bacinete, con su visera o careta móvil y con su ápex alto y frecuen-
temente puntiagudo.

Los moros en «has Cantigas». Escudos moros y cristianos

En has Cantigas, los hispano-moros van vestidos aproximadamente


igual que los cristianos; pero un grupo se distingue al ir vestido en estilo
oriental. Sus yelmos están adornados con grandes flores de lis y hojas de
acanto encima de su ápex. El tallo del adorno sirve como nasal grande,
como protección de la cara, aunque no son idénticos a los yelmos de tipo
tonel. Otros grupos tienen protección de cabeza en forma de phrygian
cap o gorro de satrap de Persia. Estos gorros deben ser de cuero. El ma-
nuscrito de Scylitzes en Madrid también los menciona. Formas como cu-
curucho también se ven algunas veces, pero ya son anticuados. Muchos
de los sarracenos tienen —cubriendo su cervellera de metal— un turban-
te. Hay varios tipos y formas de turbante, probablemente significando
diferentes clases sociales y rangos militares. Estos turbantes están combi-
nados con grandes capas o marlotas de brocado. Además, estos moros lle-
van sus propios escudos, las adargas de cuero de ante bollido (Fig. 30).
En el siglo xiii se aprecia un cambio en el tipo de los escudos. En ge-
nera!, puede decirse que los escudos de tipo almendrado y los grandes de
tipo normando tienden a desaparecer. El desarrollo se puede seguir en los
sellos reales y nobles, aunque con ciertas reservas; estos escudos, algunas
veces, son para paradas y revistas de tropas y guerreros. Buenos ejemplos
pueden verse en ilustraciones, retablos y pinturas murales, aunque no son
frecuentes.
Los escudos cristianos de la época de Alfonso el Sabio y Jaime el Con-
quistador pueden generalmente clasificarse en tres tipos principales: el
triangular (isósceles), que es raro, pero algunas veces se notan en
has Cantigas y Gran Conquista de Vltramar, pero apenas en arte catalán.
El escudo en forma de U, que en has Cantigas es el más corriente y en

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V /ill- · ".. ••

FiG. 30.—Cant. XCV. Vestimenta característica mora, galera mora cerca de una er-
mita en Portugal,

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Castilla el más característico; este tipo, en el extranjero, frecuentemente


es conocido con el nombre de escudo español o escudo heráldico; se en-
cuentra también en el arte catalán de la misma época. El escudo corriente
en gran parte de Europa en esta época, y también conocido en España,
pero con menos frecuencia, es la forma llamada heater-type (forma de
plancha). En España es más usual en el siglo xiv. Aquí tiene muchas va-
riaciones y tamaños, especialmente en los relieves laterales de las tumbas
esculpidas. El material —según los ejemplares conservados en Alemania,
Suiza y otros países europeos, y según las fuentes literarias de España—
es tabla de madera, forrada con cuero o pergamino fuerte con una capa de
yeso. Sobre este último están pintados figuras heráldicas, los blasones del
dueño, en oro, plata y colores heráldicos. Tienen sus brazales y tahalís de
cuero, frecuentemente forrados con terciopelo. Alfonso el Sabio dice en
una cédula de 1280 (dada en Sevilla): «Los escudos deben ser de tabla,
forrados con cuero de los caballos, las bestias de muías o asnales, y no con
otro material ninguno.» Así son también los dos grandes escudos en la
Real Armería (D 59 y D 60) (Fig. 8a-b).
De esta época es la costumbre funeral de llevar los escudos heráldicos
de los nobles colgados, invertidos, al lado de las sillas de los caballos en-
lutados, detrás del féretro, entrando así en la iglesia, con caballo y todo
el armamento, para la ceremonia del entierro. Terminadas las ceremonias
funerarias, los escudos se colgaban en la pared de la capilla, encima de la
tumba del difunto. Esta costumbre no sólo se conoce en España y en Por-
tugal, sino que se ha usado también en otros países europeos. Al final del
siglo XIII existe una heráldica bien desarrollada, que crece cada vez más
durante los siglos xiv y xv. Es bien conocido en el siglo xiv, donde gran
parte de las tumbas esculpidas, con sus estatuas yacentes del noble difun-
to, con todo su armamento, tienen sus losas laterales cubiertas con este
tipo de escudos heráldicos.

9. E L FINAL DE LA RECONQUISTA DE ESPAÑA


FRENTE A AFRICA

El siglo XIII es la gran hora de la Reconquista. Comienza con la famo-


sa batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, con la victoria de Alfon-
so V I I I , y continúa con fuerza como una verdadera Cruzada contra los
moros por San Fernando y sus hijos, aunque se estancó en los últimos
años del siglo por causas internas. Es la época de los sueños imperiales
de Alfonso el Sabio, lleno de ideas sobre el antiguo Imperio romano y su
cultura y con el enorme desarrollo cultural en historia, arte, legislación,
astronomía y filosofía. Las armas en la historia están excelentemente re-

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presentadas en los manuscritos y las ilustraciones, inspirados y vigilados


por el mismo Rey Sabio.
Se nota en Alfonso el Sabio el excelente conocimiento de los autores
antiguos romanos, como el inmortal Vegetius y otros, como Aelian, etc.
Pero no fue él —por causas internas— quien puso fin a la Reconquis-
ta contra los moros de Africa, y tampoco sus propios hijos; fue el rey
Alfonso XI el que, en la famosa batalla a las orillas del río Salado, cerca
de Tarifa, venció a los benemerines en el año 1340. No sólo para la his-
toria, también para las armas, esta batalla fue muy famosa. Además, con
esta victoria, comienza un cambio en el armamento y en el arte de la gue-
rra. Se inicia en la Península Ibérica el uso de la pólvora, ya usada por
los moros en 1341 y por Alfonso X I en 1342. España entra en una época
difícil, con guerras civiles y con influencia del exterior en cuanto a arma-
mento y arte de la guerra, introducido por el Príncipe Negro, Eduardo de
Inglaterra, y las Compañías Blancas del condottiere francés Bertrand
Duguesclin.
La primera parte del siglo xiv significa, sin embargo, una continua-
ción tranquila del siglo de la Reconquista. Pero antes de llegar a la mitad
del siglo se aprecia un cambio en el armamento, en el arte de combatir y
en la selección de los temas de guerra y armas en todas las representacio-
nes del arte. Hay ahora menos manifestaciones de batallas, menos encuen-
tros con armas. Las representaciones buscan sus temas, cada vez más, en
el Nuevo Testamento: la Pasión, el Calvario, el Santo Sepulcro, la Resu-
rrección; también en ejecuciones de mártires, aunque —naturalmente—
también se muestran otros temas. En las diferentes regiones de la Penín-
sula se aprecian variaciones. Castilla se distingue de Cataluña-Aragón-
Valencia. Andalucía es diferente a las Mesetas y a Cataluña. Navarra está
relacionada con el sur de Francia y probablemente con Borgoña.
Todavía hay escasez de material arqueológico. Pero ahora domina un
material de gran importancia: las tumbas esculpidas, con sus realistas es-
tatuas yacentes encima de sus tumbas, algunas vestidas solamente con
loriga completa; otras también con perpuntes o cuirasses sobrepuestas
sobre la loriga; otras, en fin, con sus armaduras «blandas». Es muy co-
rriente el arnés completo de metal rígido, para piernas y brazos. Los saba-
tones son de láminas flexibles de hierro o de escamas de metal o de balle-
na. Los caballeros llevan sus bacinetes abiertos y adornados, sus guantes
de hierro articulado, cinturones militares, rica y bellamente ornados. Las
espadas son grandes tajadoras, frecuentemente con su suspensión de co-
rreas de cuero muy bien adornado; las vainas bordadas con seda, hilo de
oro y plata. Es frecuente que también pueda verse una elegante daga al
lado derecho del difunto, conjuntada con su espada (Fig. 31). De cuando
en cuando aparece también un escudo grande y adornado con el blasón

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;>:X';.-f.'-'--
%

FIG. 31.—E/¿g¿e del monumento de Hug. de Copons, ob. 1354. Detalle


con daga preciosa en su vaina y parte de la vaina de su espada. Se nota
su loriga de malla y arnés de piernas de metal rígido. Mus. Arqueol.
Diocesano, Solsona.

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del caballero. Los relieves en los laterales de la tumba muestran los es-
cudos de la familia, con sus figuras y símbolos heráldicos, o representan
escenas de la Pasión, especialmente la guardia de los soldados roir,ums,
dormidos, vestidos con armamento completo en todos los detalles y con
las armas: espadas, hachas, lanzas, guisarmes, etc., a sus lados (Fig. 32).
Tienen gran importancia, respecto al armamento, porque con frecuencia
suelen ser muy detallados. E n las pinturas murales y los retablos, u otros
tipos de tablas pintadas, la Resurrección misma es tema dominante, don-
de se ve a los soldados con su armamento al pie del Santo Sepulcro.
Existe en el arte un buen surtido de brigantinas (Fig. 34), cuzrasses
superpuestos a los lorigones de malla, con sus cuellos reforzados y con

FIG 32 -Santo Sepulcro, soldados romanos desmayados, con capzllo de hzerro, baci
nete, arnés dc pzernas de metal ~igzdo,sabatones artzculados y espadas tzpo español
Refectorzo Catedral de Pamplona

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petos de acero forrados con terciopelo, cuero, tela, etc., fijado con clavos
grandes, dorados y decorativos. En algunos tipos de cuirasses, casi estilo
«poncho», y parecidos a otros de los hallados en las grandes excavaciones
del campo de batalla fuera de Visby, Gotlandia, en Succia, en 1361, se
ven, por ejemplo, escenas de la Pasión en el altar de Bernât Saulet (Cata-
luña) de 1341 (Fig. 33). Aquí se nota también el prototipo del capacete
español, famoso en toda Europa a finales del siglo xv y comienzos del xvi.
Generalmente, las armas suelen ser lanzas, martillos de guerra con
mangos largos usados por la caballería y cortos para la infantería, tam-
bién hachas largas para caballería y cortas para infantería (Fig. 36).
Los tipos que se conocen en España también pueden encontrarse en
otros países europeos. Tumbas esculpidas y realistas, de alta calidad, exis-
ten en Alemania, con soldados romanos completamente armados; otros
son de Austria, Baviera, etc. De estilo diferente son los famosos monu-
mentos de Inglaterra: placas grandes de bronce con los difuntos labradas
con todo detalle en metal, con importantes representaciones del armamen-
to inglés de ese siglo. Igualmente son de gran importancia unos pocos ma-
nuscritos ilustrados del siglo xiv, ya que en ellos se nos muestran escenas
de batallas, grupos de caballeros con todo su armamento, luchando con
ferocidad con otros grupos de caballeros. Entre ellos hay que mencionar,
por ejemplo, el manuscrito «Roman del Rey Mellados», de aproximada-
mente 1360 (Brit. Mus. AD. Add. M. S. 12, 228). De hacia 1330 es el
«Chronique de Saint Denis», sobre los reyes de Francia; «Histoire Uni-
verselle», de 1330; «Roman de Aleixandre»; más el manuscrito flam_en-
co del mismo nombre (ca. 1338-44), así como otros varios. Comienzan
en este siglo las ilustraciones que representan escenas de caza, con sus ar-
mas características para este recreo y deporte de las Cortes españolas y
europeas.
Los documentos extranjeros no sólo informan sus respectivos países,
sino que también lo hacen para España, dado que la Península Ibérica
recibe ahora su influencia, especialmente de Francia e Inglaterra, y ello a
causa del comienzo de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Ingla-
terra, por los mercenarios franceses, italianos e ingleses que penetran en
la Península con Bertrand Duguesclin y sus Compañías Blancas, así como
con el Príncipe Negro de Inglaterra. Además, las informaciones españolas
se confirman por fuentes extranjeras, por ejemplo, las crónicas de Dugues-
clin, Froissart, Sire de Joinville y otros historiadores y cronistas del siglo.
Las fuentes literarias españolas de la época son ricas y ofrecen buena
información. Las fuentes son, como antes, crónicas de Pedro López de
Ayala, de finales del siglo xiv, fueros, testamentos e inventarios; pero
ahora comienzan también los ordenamientos de los gremios. Hay que aña-
dir las obras de poesía y alegóricas, como la muy importante de Pere

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FIG 33.-«CUZY~SS~S» de cuero, por dentro con placas de hzerro Del retablo de la
Paszón de Bernat Saulet, ca 1341, de Sant Joan de les Abadesses Hoy en el Museo
Epzscopal de Vzc Tzpo pareczdo a los encontrados en el campo de batalla cerca de
Vzsby, Gotlandza, Suecza, de 1361

March, con su A m e s del Cavallev, de Cataluña (tratado fundamentalmen-


te por Martín de Riquer), o del monje franciscano Francesc de Eiximenis,
con su Dotzé del Chrestia, de Valencia. Se puede añadir a las ya dichas de
Cataluña y Castilla, etc.
De Andalucía -de Granada, con su Alhambra-, existen dos fuentes
de gran importancia: como las pinturas de cuero esculpido, pintado y do-

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FIG. 34.—Escena del Calvario de los hermanos Serra, ca. 1350, Museo Episcopal de
Vie. Tipos de brigantinas con sus clavos dorados, cuellos de malla doble y bacinetes
redondeados. Los escudos ovalados son del tipo característico para escenas bíblicas
de la época.
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FIG 35.-Jacque de metal rigzdo forrado con terczopelo carmesi, con clavos probable
mente de bronce dorado, abalo, lámznas de metal con terczopelo carmesi con clavos
Todo enczma de una camisa o lorzgón de malla Con este estamos en los umbrales de
lu «armadura blanca» Dctalle del mzsmo Calvarzo de los hermanos Serra, ca. 1350,
Museo Epzsropal de Vzc
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rado una de ella, en el techo de la Sala de Justicia; otras murales en la


Torre de las Damas, en el Partal. Esta última, con sus frisos, nos mues-
tra un armamento más oriental que el de Las Cantigas, que se correspon-
de bien con las descripciones del historiador Ibn Hayan. Ibn Hudail, en su
libro, nos ofrece unas descripciones interesantísimas respecto al armamen-
to de su tiempo utilizado por los moros de Alhambra, del siglo xiv. Trata
en su libro sobre toda clase de armas: ofensivas, defensivas, deportivas,
para la hípica, etc., todo desde el punto de vista del profeta Mahoma.
Pero probablemente hay que utilizar este libro con cierta reserva. Res-
pecto a los musulmanes antiguos en Andalucía, puede darse referencia
de un libro de gran importancia sobre armas en la poesía árabe antigua,
con descripciones de las armas, no muy distintas de las de la poesía tro-
vadoresca del sur de Francia, Provenza y Cataluña, aunque con estilo,
tipo y manera de composición diferente a las de las fuentes occidentales;
F. W. Schwarzlose, en el siglo pasado, en su libro Die Waffen der alten
Araber aus ihren Dichterin dargestellt, nos ofrece una obra muy útil e
instructiva para investigadores. Podemos también referirnos a la impor-
tante obra de Reinhardt Dozy, el Holandés, que en el siglo pasado escri-
bió su larga historia sobre los musulmanes en España, editado en cuatro
tomos (tratando las invasiones árabes y los califatos).
La época más importante en el siglo xiv es la de aproximadamente
1330-50, especialmente después de la batalla de Cregy, en 1346, donde
nos encontramos con el primer, grande y decisivo fracaso de la caballería
francesa, pesadamente armada, tanto el hombre como el caballo, frente a
la nueva táctica inglesa de sorpresa: los caballeros desmontados y de a
pie, con lanzas acortadas, y más importante todavía: los grandes arcos de
los ingleses, arcos de Gales. La despreciada infantería —los «obreros» de
la guerra, con sus armas especiales: picas, alabardas, mordaxten, e t c . —
comienza a abrir huecos entre la orguUosa caballería de la nobleza y de los
señores feudales, con sus lanzas en ristre, largas y pesadas, y sus tremen-
dos choques con la lanza, una táctica que poco a poco conduce a la ruina
de la caballería, para terminar con el definitivo fracaso en la batalla de
Nancy, en 1477, donde el «último Caballero», Carlos el Temerario, de
Borgoña, con su armamento de acero para hombre y caballo, fue mortal-
mente herido por una alabarda de un infante suizo.
Paralelos con las guerras en Francia —la Guerra de los Cien Años—
iban los fracasos en Europa central, entre otras Suiza, con su lucha para
la liberación del país de la dominación austríaca: Moorgarten en 1315,
con mordaxten; Laupen en 1339, con alabardas y picas, y Sempach en
1386, con espadas de tipo «estoque», las llamadas espadas de Sempach
(según esta batalla). Estas batallas hacen que cambien los tipos de armas
de guerra. La caballería feudal, con sus lanzas de choque, todavía no que-

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FIG. 36.—Infante eastellano con capillo de hierro estilo de Montaubain, capucha y


jacque del estilo nuevo del siglo XIV, protección de metal rígido para brazos y pier-
nas. Hacha para la infantería del rey Pedro el Cruel. Pintura mural. Museo Arqueo-
lógico, Córdoba.
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ría reconocerlo a pesar de sus duras lecciones y fracasos. Se armaron cada


vez más fuerte y pesadamente en sus «estuches» de acero para caballero
y caballo. Las novedades en el nuevo arte de la guerra y en su armamen-
to, introducidas en la Península por Duguesclin y el Príncipe Negro con
mercenarios internacionales y tropas de Inglaterra, fueron usadas con
efecto en las batallas de Nájera en 1367, en iVlontiel en 1369, en Alju-
barrota en 1385 v en Villalobos en 1386.

10. CONCLUSIÓN

Un vistazo retrospectivo sobre las armas en la historia y en el arte de


la guerra durante la época medieval nos hace comprender que las armas
y la forma de usarlas en la guerra, más la organización y sistematización
militar, tienen una influencia importantísima para la historia política y
cultural en el desarrollo de la sociedad y la vida social. Esto es especial-
mente evidente para la parte central, la cumbre de la época feudal, en dos
sentidos: el militar y el social.
La Edad Media es la historia de la caballería pesada, con el casi todo-
poderoso rey como principal figura en el centro, rodeado por su séquito
de vasallos de la nobleza como única fuerza activa en la guerra, sea en su
primer desarrollo, en su cénit (las últimas Cruzadas) o en su decadencia.
Un desarrollo que en realidad había durado más de mil años y tuvo su
origen y sus primeros éxitos —aunque, probablemente, por casualidad—
en la batalla de Adrianópolis, en el año 378 con los godos, sus caballos,
sus fuertes espadas y largas lanzas contra los ejércitos imperiales de in-
fantería de los romanos para terminar en la famosa de Nancy, en 1477,
con el fracaso y muerte de Carlos el Temerario de Borgoña.
Entre estos dos puntos —solamente con unas interrupciones durante
unos pocos siglos, la época de los merovingios en Francia—, las armas y
la táctica de la caballería feudal, desde sus nacientes comienzos bajo el
emperador Carolus Magnus hasta el siglo xiv, dominaban los campos de
batalla de casi toda Europa. En el sur de la Península se combinó con la
caballería ligera de jinetes hispano-moros y berberiscos. Las primeras in-
dicaciones —todavía aisladas— de una futura catástrofe se notaron ya
en la batalla de Courtrai, en 1302, y en Pons-en-Pévèle, en 1304, más al-
gunas otras en Inglaterra e Irlanda, continuando con las batallas en Sui-
za: Moorgarten, Laupen y Sempach. Más significativa todavía fue la ba-
talla de Cregy, en 1346, una de las más importantes en la Guerra de los
Cien Años. En España, las batallas más significativas fueron las de Náje-
ra, Montici, Aljubarrota y Villalobos.
Otra clase social (guerreros de a pie), otros tipos de armas: lanzas

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acortadas, arcos largos y rápidos de los ingleses, varios tipos de armas de


asta y, entre ellos, en la Península, las hachas, comenzaron a tener impor-
tancia decisiva en los campos de batalla. Las armas y la nueva táctica de
movilidad de la infantería decidieron el resultado de la batalla y, de este
modo, también el curso de la historia política. Cada fracaso inspiraba a
los caballeros una protección más fuerte y más pesada, pero con menos
movilidad tanto para el hombre como para el caballo. La época de la ca-
ballería terminó de¡initivamente en el campo de Nancy.
La época medieval tuvo mucho color, con buenas y hermosas armas
ofensivas y defensivas, de acuerdo con el valor, gusto y economía del ca-
ballero. La guerra fue una serie de choques multicolores entre relativa-
mente pequeños grupos de caballería, casi una clase de torneo, brutos, du-
ros y hasta desordenados, con una táctica y una estrategia que se estancó.
Los progresos de alguna importancia en el arte de la guerra fueron muy
pocos durante siglos. Una de las causas de estos fenómenos probablemen-
te tenga sus raíces, entre otras cosas, en las condiciones sociales, la eco-
nomía de los reyes y caballeros feudales, los enormes gastos para crear,
comprar armas y mantener ejércitos de caballería, así como pagar merce-
narios, los verdaderos «obreros» de los ejércitos. La caballería de la no-
bleza perteneció a la propia clase militar durante toda la época medieval,
el símbolo de la guerra medieval, donde el valor personal del rey, con su
séquito de vasallos de la nobleza, tuvo estima e importancia, rodeados de
cierta aureola por la historia y el arte y glorificados por la literatura épica
en las chansons de geste, crónicas y poemas alegóricos.

BIBLIOGRAFIA SELECTA

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