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julio-diciembre-2017
BOLETÍN DEL INSTITUTO
Nº 47 [Julio-Diciembre 2017]
Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani"
INDICE
Notas y Debates
Historia Reciente: apuntes sobre un campo de
investigación en expansión
Recent History: Outlines on an Expanding Research
Field
Marina Franco
[email protected]Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martin / Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Daniel Lvovich
[email protected]Instituto de Desarrollo Humano, Universidad de General Sarmiento / Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Historia Reciente: apuntes sobre un campo de investigación en expansión
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, núm.
47, pp. 190-2017, 2017
Universidad de Buenos Aires
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Recepción: 17 Julio 2015
Aprobación: 30 Octubre 2015
Resumen:Este artículo se dedica a presentar las que consideramos características
centrales del campo de la Historia Reciente, que en Argentina desarrolla en la última década
un proceso de consolidación intelectual e institucional y una marcada expansión en la
cantidad de investigaciones -plasmadas en tesis, artículos, libros y ponencias-. Repasamos
para ello los principales problemas epistemológicos y políticos de esta área de la
historiografía, presentamos algunos datos cuantitativos para dar cuenta del proceso de
expansión, proponemos un balance de los principales nudos en que se concentra la
producción y señalamos las áreas de vacancia y desafíos con que se encuentra el campo de
la Historia Reciente en la actualidad. Palabras clave; Historia Reciente - Historiografía -
Dictadura Militar - Violencia Política - Memoria Recent History: Outlines on an Expanding
Research Field
Palabras clave:Historia Reciente, Historiografía , Dictadura Militar,
Violencia Política, Memoria.
Abstract:This article aims to present what we consider the main characteristics of the field
of recent history, which in Argentina developed in the last decade a process of intellectual
and institutional consolidation and a remarkable research progress, embodied in PhD.
theses, articles, books and papers. In order to do it, we review the main epistemological and
political problems that appears in this historiographical area, we present some quantitative
data to account for the expansion process, and propose a balance of the main production
topics, particularizing the vacancy areas and challenges that confront the field of recent
history today.
Keywords:Recent history, Historiography , Military Dictatorship, Political
Violence, Memory.
En las últimas décadas se ha constatado en distintas latitudes el
crecimiento de lo que ha dado en llamarse, según las diversas
denominaciones nacionales, Historia del tiempo presente, Historia
inmediata o Historia Reciente. Esta última es la más frecuente en Argentina
y en varios países de América Latina, aportando una designación que
define y recorta trayectorias profesionales, campos de estudio y
pertenencias institucionales.
El concepto de historia reciente refiere, por supuesto, al estudio de
pasados próximos, aunque esta obvia constatación no agota su definición.
En diversos momentos se postuló que la cercanía en el tiempo resultaba
un límite para la operación historiográfica, sea por la postulación de la
necesidad de cierta distancia temporal como un requisito ineludible o por
la constatación de la dificultad para acceder a los archivos necesarios para
su estudio. Sin embargo, en la medida en que los historiadores han
empleado diversas fuentes, incluidas con frecuencia las orales, y que se ha
ampliado el universo de documentos disponibles, este último
señalamiento ha perdido peso. Por su parte, en cuanto al distanciamiento,
finalmente resulta menos relevante la consideración de una separación
puramente temporal que la necesidad de una toma de distancia, una
ruptura con el pasado -en el propio proceso histórico y en la conciencia de
los contemporáneos- como condición esencial que permita la puesta en
perspectiva histórica del pasado (Traverso, 2007: 81). En tal sentido, la
“transición a la democracia”, el juicio a los ex comandantes o aun la crisis
de diciembre de 2001 pueden ser considerados como hitos simbólicos que
implican cierta forma de ruptura con los pasados considerados cercanos;
aunque, naturalmente, no por eso se agota el problema de la relación con
el objeto estudiado, cuestión por demás presente para cualquier período y
tema.
Más allá de esto, la distancia temporal existente con cualquiera de los
momentos que se postulan como límite inicial del período considerado
(1955, 1966, 1969, 1973 son algunas de las fechas que se han discutido
para el caso argentino) resulta hoy más que considerable. Esta distancia ha
sido superada, sin embargo, por el caso español, donde la historia del
tiempo presente refiere a los procesos desarrollados en la península
ibérica en las décadas de 1930 o 1940. Por otro lado, cabe aclarar que la
distancia temporal no es un problema epistemológico para quienes hacen
historia reciente desde otras tradiciones disciplinares como la sociología o
la antropología, siendo este carácter interdisciplinario un rasgo central del
campo que, a la vez, interpela las especificidades y las reticencias de la
historiografía para ocuparse de objetos cercanos en el tiempo.
Ello nos conduce a un segundo elemento esencial y más relevante a la
hora de definir las características actuales del campo. Entendemos que la
historia reciente refiere a procesos históricos cuyas consecuencias directas
conservan aun fuertes efectos sobre el presente, en particular en áreas
muy sensibles, como el avasallamiento de los derechos humanos más
elementales. Tal es el motivo por el que este tipo de historiografía surge,
generalmente, en países que atravesaron situaciones de enorme violencia
social o estatal -tales como contiendas bélicas o guerras civiles, formas de
terrorismo estatal y situaciones de victimización de una parte de la
sociedad– que generaron demandas de reparación y justicia de los sectores
afectados y que continúan vigentes como problemas del presente incluso
muchas décadas después de ocurridos los acontecimientos. Esta es
también la causa por la cual suele existir una estrecha relación entre esta
manera de hacer historia y las demandas de justicia, los movimientos
sociales que las sustentan y las formas de memoria social que contribuyen
a configurar su identidad. Así, buena parte del impulso para la
investigación y las preguntas que orientan a este campo encuentran su
origen en este vínculo, a la par que la memoria –entendida como las
sucesivas y fragmentarias capas de significación que le otorgan diversos
grupos a aquel pasado- se convierte en ocasiones en fuente y objeto de
estudio a la vez. Dados estos motores de origen, se hace particularmente
necesario afianzar la reflexión crítica y la vigilancia epistemológica de los
historiadores acerca de los vínculos entre lo que se ha dado en llamar la
cultura de la memoria y los intereses investigativos que orientan la tarea
profesional.
Muy vinculado con ello resulta la evidente dimensión política del campo
de la historia reciente. Un vínculo no solo explícito sino consciente entre el
objeto de conocimiento, la actividad de conocimiento y la búsqueda de
ciertos objetivos éticos, como “verdad y justicia”. Este espíritu –que
podríamos llamar “militante”-, muchas veces empático con determinados
actores a los que se estudia, y manifestado también en la voluntad de
muchos de convertir ese saber en un arma de intervención social, se
presenta en tensión con el gesto crítico, el establecimiento de la necesaria
distancia no sólo respecto, por ejemplo, a los mismos actores a los que se
analiza, sino también respecto a las políticas de memoria que son
tributarias de aquellas identidades. En los términos de esta tensión
constituyente entre empatía y distanciamiento, la Historia Reciente se
emparenta con otras tradiciones críticas de larga data, como la historia
obrera, la historia social, la historia desde abajo, la historia de género.
Algunos indicadores3
En la Argentina, con el cambio de siglo, y probablemente al calor de las
transformaciones sociales y políticas desarrolladas a partir de la crisis de
2001, la expansión memorialista y testimonial desplegada desde fines de
la década de 1990 y la transformación de las políticas de la memoria del
Estado desde 2003, el campo de la Historia Reciente ha tenido una muy
marcada expansión, así como un proceso de institucionalización que le
otorgó mayor visibilidad. De modo simultáneo, la Historia Reciente parece
haber alcanzado un reconocimiento y legitimidad que unos pocos años
antes resultaba difícil de imaginar. Por ello, algunos indicadores
cuantitativos pueden ser elocuentes de estas transformaciones.
La Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la
Universidad Nacional de La Plata (UNLP, en adelante) resultó pionera en
este proceso. En conjunto con la Comisión Provincial por la Memoria (CPM,
en adelante)4 organizó en 2002 el “Primer Coloquio Historia y Memoria.
Perspectivas para el abordaje del pasado reciente” y en 2006 una segunda
edición de ese evento. Estos coloquios brindaron algunos de los primeros
marcos académicos para el abordaje de las problemáticas de la Historia
Reciente. La misma Facultad en asociación con la CPM puso en marcha en
2003 la Maestría en Historia y Memoria, que resultó uno de los ámbitos
privilegiados para el desarrollo de los estudios académicos sobre el pasado
reciente.
En el mismo período, se potenció la presencia de mesas acerca de
problemáticas de la Historia Reciente en diversas jornadas y congresos
académicos. Seguir su evolución en las Jornadas
Interescuelas/Departamentos de Historia resulta ampliamente revelador.
En su octava edición, en 2001, en la Universidad de Salta, había 50 mesas
de trabajo, de las cuales sólo dos o tres aludían específicamente a
problemas de historia reciente. Dos años después, en su edición número
nueve (Universidad Nacional de Córdoba, 2003), de las 66 mesas de
trabajo, al menos 10 referían explícitamente a ese campo de estudios
(relaciones entre historia y memoria, historia del tiempo presente, de las
izquierdas, del mundo del trabajo, de las mujeres, de las dictaduras en el
Cono Sur, de los movimientos sociales). Desde entonces se han agregado
otras (exilios, organizaciones político-militares, archivos y fuentes) que en
su gran mayoría han mantenido su presencia en las jornadas siguientes. En
las XII Jornadas Interescuelas, desarrolladas en la Universidad Nacional del
Comahue en 2009, se constituyó el eje “Historia, Memoria y pasado
reciente” con 8 mesas, en las que se presentaron 114 ponencias y
trabajaron 37 coordinadores y comentaristas. Si, además, tenemos en
cuenta aquellos papers que se ocupaban de otros temas relativos a la
década del sesenta en adelante debemos agregar otras 90 contribuciones,
superando entonces la suma total la cifra de 200.5 En la XIII edición, llevada
a cabo en la Universidad Nacional de Catamarca en 2011, sobre un total de
97 mesas, 19 se referían a problemas de Historia Reciente (es decir, un
18%), y los trabajos sobre esta temática sumaban 220 ponencias; mientras
en la XVI edición, desarrollada en la Universidad Nacional de Cuyo en 2013,
se organizaron 15 mesas sobre un total de 128, y se presentaron unas 280
ponencias sobre temas de Historia Reciente, que representan casi un 18%
del total de los 1617 trabajos presentados.
En forma paralela comenzaron a desarrollarse eventos académicos
específicos del campo, como el Coloquio Internacional “Problemas de
Historia Reciente del Cono Sur”, organizado en forma conjunta por la
Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS, en adelante) y la
Universidad Nacional de San Martín (UNSAM, en adelante) en 2007; las
Jornadas “Historia, Genero y Política en los ‘70”, organizadas por el
Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de
Buenos Aires (UBA, en adelante) desde 2004; las más nuevas Jornadas de
Trabajo sobre Exilios políticos del Cono Sur, desarrolladas desde 2012; las
Jornadas de Historia Reciente del Conurbano bonaerense, desde 2013; y
las Jornadas de Historia Reciente de la Patagonia, que han tenido lugar
desde 2014.
Sin dudas, el evento académico más representativo y sistemático del
campo son las Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente (JTHR, en
adelante), que se desarrollan desde 2003 a la fecha, primero con frecuencia
anual y luego bienal. También aquí la significativa expansión del campo se
advierte al considerar la evolución de la cantidad de ponencias
presentadas y de participantes. En 2003, en la Universidad Nacional de
Rosario (UNR, en adelante) se presentaron 38 ponencias y asistieron 82
participantes (ponentes, comentaristas, conferencistas, sin contar
asistentes); en 2004 (UBA) hubo 64 ponencias y 115 participantes; en
2005 (UNLP), 54 y 114 respectivamente, y en 2008 (UNR), 126 y 180
respectivamente. En el año 2010 (UNGS) se presentaron 177 ponencias y
participaron 252 personas; en 2012 (Universidad Nacional del Litoral)
hubo 126 ponencias y 204 participantes y en 2014 (UNLP) las cifras fueron
de 144 y 232 respectivamente.6 Desde 2010 se agregaron en el ámbito de
las JTHR espacios de trabajo para tesistas de posgrado y talleres para
docentes de nivel medio, que han expandido de manera importante el
público convocado por esta temática y la reflexión sobre las problemáticas
involucradas.
Otro indicador significativo es perceptible en el análisis cuantitativo de
las temáticas de las tesis de posgrado. Si bien no contamos con series
plenamente comparables provistas por las diversas instituciones
universitarias, los datos disponibles son elocuentes. En el doctorado en
Historia de la UNLP, desde 2001 se defendieron 73 tesis, de las cuales 14
(19%) se refieren a temáticas propias de la Historia Reciente. En la misma
universidad, en el último lustro se defendieron cinco tesis en la Maestría
en Ciencias Sociales y 10 en la Maestría en Historia y Memoria referidas a
los problemas centrales del campo de la Historia reciente.7
En el Doctorado en Historia de la UNR, se han defendido desde 2010 a la
fecha 28 tesis, de las cuales 5 (18%) son investigaciones sobre Historia
Reciente.8 En la maestría en Historia del Instituto de Altos Estudios
Sociales (IDAES, en adelante) de la UNSAM, solo una de las 18 tesis de
maestría en Historia defendidas desde 2001 se inscribe en este campo. En
otras áreas de la misma institución (Ciencia Política, Sociología de la
Cultura, Historia del Arte, Antropología Cultural) existen al menos 15 tesis
desde 2001 dedicadas a los temas más recurrentes del campo (grupos
revolucionarios, represión y dictadura, memoria y derechos humanos).9
En el posgrado en Ciencias Sociales de la UNGS y el Instituto de
Desarrollo Económico y Social (IDES, en adelante) se han defendido desde
2008 un total de 69 tesis, de las cuales 38 son de doctorado y 31 de
maestría. De esas, 15 tesis (22%) corresponden a temáticas de historia
reciente, entre las que 7 son de doctorado y 8 de maestría.10
La información sobre la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA es
incompleta y referida sólo a aquellos que se inscribieron en su doctorado
entre junio de 2010 y diciembre de 2014.11 No obstante, hemos
contabilizado 51 inscripciones al Doctorado en el área de Historia, de las
cuales 11 (21%) se refieren a problemas de Historia Reciente. Por su parte,
en el doctorado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, se registran
44 tesis (8%) vinculadas a cuestiones del pasado reciente, sobre un total
de 526 tesis registradas desde 2002 (incluyendo a todas las disciplinas).12
Otros indicadores resultan ampliamente significativos. En primer lugar,
aunque no es exhaustiva y la presencia en el sitio supone una selección
previa, la información acerca de los artículos de la página web
historiapolitica.com, que reúne a estudiosos de ese campo de varias
universidades nacionales, indica que del total de 461 publicaciones
incluidas, 174 corresponden al período que se abre en 1955 y hasta la
actualidad, es decir, casi el 38% del total.13 Por su parte, el sitio web –
específicamente dedicado a esta temática- Red Interdisciplinaria de
Estudios sobre Historia Reciente (RIEHR, en adelante) cuenta en la
actualidad con 2.933 miembros, y un banco de tesis que suma 60 tesis de
posgrado sobre Historia Reciente de Argentina y el Cono Sur.
Por último, aunque resulta complejo determinarlo con absoluta
precisión debido a las variadas formas de adscripción disciplinar y
temática existentes, alrededor de 50 investigadores de todas las categorías
del CONICET y otros 50 becarios doctorales y postdoctorales de esa
institución se dedican a temáticas propias de la Historia Reciente .
Sin dudas, el conjunto de estas informaciones muestra la sostenida
expansión numérica de las investigaciones sobre el pasado reciente en la
Argentina, en el marco de una creciente institucionalización del campo de
la Historia Reciente.
Los temas, los problemas, los textos
Proponer una mirada analítica sobre la historiografía del campo que
estamos considerando es una tarea difícil debido a su vertiginosa
expansión en la última década. Aunque no contamos con cifras editoriales,
probablemente sea uno de los campos más activos en cuanto al número de
publicaciones, considerando que estas incluyen no sólo lo producido por
historiadores sino también por especialistas de otras ciencias sociales, a lo
que se suma una cantidad significativa de trabajos periodísticos y de
relatos testimoniales. Se han intentado algunos balances de la producción
existente, aunque la mayoría se atiene a un algún recorte temático
específico y/o data de varios años atrás (Franco, 2005; Cattaruzza,
2008; Águila, 2008b y 2012; D’Antonio y Eidelman, 2013; Lorenz, [en
prensa]; Romero, 2007). No es nuestra intención aquí desarrollar una
exposición exhaustiva, sino más bien mostrar algunas líneas matrices de la
evolución del campo, incluyendo una periodización general de ese proceso.
Para ello, sólo ilustraremos el análisis con la mención de algunas obras de
referencia, resultado de investigaciones sistemáticas ya concluidas y que
constituyen aportes relevantes. Además, dadas las características de la
producción, no haremos distinción alguna entre la disciplina de origen de
los textos considerados, a menos que sea útil a los fines de nuestro análisis
y para mostrar algunas derivas particulares.
Como se ha señalado, resulta imposible disociar la producción en historia
reciente de los contextos políticos y memoriales y de los avatares en la
esfera política, pública y judicial. Estos avatares han perfilado, orientado y
limitado, con distintos niveles de percepción y reflexión sobre ello, las
condiciones de producción y de enunciación de este campo intelectual. Así,
han delimitado preguntas y preocupaciones académicas y soslayado otras,
han detectado silencios frente a los cuales reaccionó la producción y han
reforzado otros olvidos, voluntaria o involuntariamente. En todo caso, si la
producción historiográfica tiene una autonomía sólo relativa respecto al
campo de la política, en el caso de la Historia Reciente esa brecha suele
resultar más tenue, con el riesgo de que los investigadores no acompañen
su tarea con una reflexión sobre las condiciones memoriales e ideológicas
en las que surgen sus preguntas de investigación.
La preocupación por los temas que hoy reconocemos como los motores
de surgimiento del campo de la Historia Reciente en Argentina –es decir,
los propios del terrorismo de estado–, es, en realidad, muy anterior al
surgimiento del campo como tal y es contemporánea a los procesos
dictatoriales. Hasta la actual expansión del campo, ese interés estuvo
acaparado por la Sociología, la Ciencia Política y la Economía, con una
marcada ausencia de la Historia. De hecho, esta evolución fue similar en los
cuatro países del Cono Sur con historias políticas y desarrollos
intelectuales comparables, porque las lecturas académicas estaban sujetas
a un paradigma compartido en el cual si bien se podían advertir variables
nacionales, los procesos eran percibidos en una dimensión estructural,
regional e internacional. Así, en los años setenta, estos enfoques estuvieron
vinculados a la preocupación por los procesos socioeconómicos que
parecían explicar la emergencia de los nuevos autoritarismos (Portantiero,
1977; O’Donnell, 1973). En la década del ochenta, la atención se dirigió al
autoritarismo, las transiciones y las nuevas democracias desde un
paradigma politológico que redescubría la autonomía de la política frente
a las explicaciones de tipo estructural, así como al estudio de las
transformaciones profundas producidas por esos regímenes (O’Donnell,
Schmitter y Whitehead, 1988; Linz y Stepan, 1996; Nun y Portantiero,
1987; Garretón, 1995; Lechner, 1987; Cavarozzi, 1983; De Riz,
1986 y 2000). En nuestro país, una preocupación esencial fue, además, la
denuncia de las violaciones a los derechos humanos, que dio lugar a
producciones específicas sobre el movimiento humanitario –vinculado a la
fuerte atención epocal sobre los “nuevos movimientos sociales”- (Jelin,
1985; Leis, 1987-89) y los primeros trabajos abarcativos sobre el sistema
represivo y las consecuencias del terrorismo estatal (Corradi, 1982-
3; Villarreal, 1985; Duhalde, 1989; Marín, 1984). En la década de 1990,
también se publicaron importantes trabajos politológicos que analizaron
el rol de los partidos políticos (Yanuzzi, 1996), la relación entre esos
partidos y los militares y la problemática de la legitimación del régimen
castrense (Quiroga, 1994), así como aspectos de la transición (Acuña,
1995), mientras que la obra más abarcativa sobre el régimen instaurado
en 1976, publicada en 2003, también es producto de politólogos (Novaro y
Palermo, 2003).
Mientras los trabajos sociológicos y politológicos pioneros han devenido
clásicos, aunque en ocasiones sus hipótesis hayan sido criticadas y se
hayan propuesto otras, los estudios económicos permanecieron más
estables. Entendemos que la trama de investigaciones que develaron el
proyecto económico de la dictadura y sus resultados en términos de
concentración del ingreso, endeudamiento, transformación del modo de
acumulación y expansión del sector financiero y de los grandes grupos
económicos no ha sido superada, en forma sustancial, en sus
interpretaciones. Así, trabajos como los de Adolfo Canitrot, Eduardo
Basualdo, Miguel Khavisse, Daniel Aspiazu y Jorge Schvarzer, entre otros,
han sido discutidos en algunas de sus hipótesis, pero el paradigma global
que construyeron para entender las transformaciones de los años setenta
permanece en pie (Canitrot, 1980; Schvarzer, 1986; Aspiazu, Basualdo y
Khavisse, 1986; Pucciarelli, 2004).
Un fenómeno paralelo fue, desde los años ochenta, la amplia producción
periodística que ocupó un lugar significativo en el espacio público, desde
el fin mismo de la dictadura, acompañando los avatares políticos y
memoriales sobre el pasado reciente. En realidad, fue justamente la
producción periodística la que supo responder a una demanda social
concreta y creciente –a pesar de las fluctuaciones de interés– acerca de
aquel pasado próximo. Todo el período postautoritario está marcado por
la aparición de obras de investigación periodística que plantearon, mucho
antes que las ciencias sociales, ciertos aspectos del pasado reciente como
objetos legítimos de interés.14 Si la calidad interpretativa es variable, el
interés por la reconstrucción minuciosa es característico de la mayoría de
estos trabajos, proveyendo un importante aporte al conocimiento de
ciertos temas.
En función de estos datos, la primera constatación es que en el caso
argentino no ha habido “periodo de latencia” para pensar el pasado
reciente vinculado al terrorismo de estado, es decir, no ha habido un
interregno en el cual el tema no fuera abordado por la investigación
profesional o las preocupaciones públicas, como sucedió en Europa con
otros procesos en algunos aspectos comparables al argentino (Lvovich,
2007). En efecto, eventos tales como el Juicio a los ex comandantes en 1985
contribuyeron a generar las rupturas necesarias para pensar el pasado, a
la vez que las luchas políticas sobre ese pasado resultaron siempre
motores del debate y de la preocupación intelectual. Sin embargo, la
historia –aquí sí nos referimos a la disciplina strictu sensu-, fue la que tuvo
mayores dificultades para pensar el pasado reciente como un objeto válido
de conocimiento. A grandes líneas, hasta fines de la década del noventa, en
su mayor parte, la historiografía no incorporó ese pasado inmediato como
horizonte de problemas históricos específicamente abordables, resultando
habitual que sus objetos de atención especializada sólo se extendieran
hasta las décadas de 1950 ó 1960.15 A su vez, esos temas eran abordados
sin una reflexión epistemológica atenta a sus implicancias como objetos
cercanos en el tiempo.
Si bien algunas narrativas historiográficas ya habían incorporado el
terrorismo de Estado o el ciclo de violencia política y social de los años
setenta,16 esta reticencia perduró hasta que, hacia fines de los años
noventa, una serie de hechos sociales fueron dando espacio para algunos
cambios en los discursos y representaciones sociales sobre el pasado
dictatorial. La confesión de Adolfo Scilingo sobre los llamados “vuelos de
la muerte” y las autocríticas de las cúpulas militares desde 1995, el
surgimiento de la agrupación HIJOS el mismo año, el retorno de las masivas
marchas callejeras en apoyo a los reclamos de las organizaciones de
defensa de los Derechos Humanos a partir del vigésimo aniversario del
golpe de Estado, el desarrollo de los “Juicios por la verdad” en distintas
ciudades desde 1998, dan cuenta de esta transformación del clima político
y cultural.17
Paralelamente a la emergencia de esta nueva preocupación por el
pasado, en el ámbito intelectual fue tomando forma un campo temático
particular que aportó una profunda renovación y dinamización en las
formas de abordar el pasado reciente: los estudios sobre memoria. Muy
fuertemente influido por procesos políticos y preocupaciones intelectuales
de los países centrales –es el momento en que la Shoá se transforma en el
tropos universal como lo define Andreas Huyssen (Huyssen, 2000) - la
emergencia de este campo en la Argentina estuvo ligada al contexto
histórico posterior a los indultos y el intento de “reconciliación” con el
pasado propugnado como política de Estado, bajo los gobiernos de Carlos
Menem. Así, impulsaba a este campo un compromiso no sólo intelectual
sino básicamente ciudadano con las víctimas del terror estatal. A su vez,
los estudios sobre memoria aportaron una reflexión clara y explícita sobre
el lugar del investigador en relación al pasado reciente, y contribuyeron a
reforzar una dimensión poco abordada por la historiografía argentina: la
mirada regional y comparativa.18 En buena medida, entonces, en ese
primer momento, el campo de la memoria fue un estímulo importante,
planteando nuevas preocupaciones para el acercamiento al pasado
cercano.
El albor del nuevo siglo se caracterizó, tanto en el caso argentino como
en los países occidentales, por una “pasión memorialista”. El discurso de la
“memoria” comenzó a orientar un caudal creciente de políticas públicas y
emprendimientos de la sociedad civil bajo el imperativo de “no olvidar”.
Los últimos años estuvieron marcados, además, por una auténtica
“explosión” de las memorias de la militancia política y una repolitización
general de las memorias sobre los años sesenta y setenta. Como señala
Hugo Vezzetti, la apropiación política del tema por parte del Estado fue
central para instalar un “nuevo régimen de memoria” postautoritario
(Vezzetti, 2005: 46-63). Desde luego, el cambio también está vinculado con
el lugar social que, material y simbólicamente, se abrió a las víctimas y
protagonistas del pasado reciente desde el mismo aparato estatal a partir
de 2003, con el gobierno de Néstor Kirchner. La declaración de
inconstitucionalidad y nulidad de las leyes dictadas en los gobiernos de
Alfonsín y Menem que impedían el enjuiciamiento de los responsables y
ejecutores de las violaciones masivas a los Derechos Humanos en el
período dictatorial, la expansión de la persecución penal de las
responsabilidades militares y civiles, el reconocimiento de la
responsabilidad del Estado en la represión ilegal, la participación en altas
funciones públicas de una gran cantidad de antiguos militantes políticos de
los años setenta y la creación de una amplia variedad de sitios de memoria,
entre ellos, el erigido en el predio de la Ex Escuela de Mecánica de la
Armada, son indicios claros.19
La construcción y afirmación de un campo legítimo para la Historia
Reciente
Como se ha mostrado con los indicadores cuantitativos, en los años 2000
asistimos a un crecimiento exponencial de la producción sobre el pasado
reciente. La nueva explosión tiene como disciplinas más dinámicas la
historia, la antropología y la sociología, pero a ello se pueden agregar los
múltiples acercamientos desde la ciencia política, la filosofía, el
psicoanálisis, las artes y las letras, y en general todas las ciencias sociales,
cuyos límites se difuminan en muchas ocasiones. Se apoya, además, en otro
elemento significativo: el gran incremento de los recursos disponibles para
la investigación en general, producto de la ampliación de la política estatal
de financiación de las ciencias. Pero su mayor marca es, sin duda, la
irrupción de la historiografía en ella.
Como hemos señalado, desde que se conformó profesionalmente, el
campo de la historia del pasado reciente quedó asociado a los estudios
sobre la última dictadura militar y, luego, paulatinamente a los llamados
“años setenta”. Desde luego no hay razones epistemológicas para ello,
excepto las urgencias políticas y ciudadanas que impulsaron el
surgimiento del campo. Aceptando esta marca de origen y esta
preocupación estructurante, la producción se movió en dos polos
dominantes, primero alternativos y luego superpuestos: la dictadura y la
violencia estatal, por un lado, y la radicalización política desde fines de los
años sesenta y la violencia insurreccional, por el otro, a su vez articulados
con mayor o menor énfasis con enfoques memoriales de estos temas. Al
igual que para otros objetos y períodos de la historiografía, estas miradas
implican un desplazamiento de las viejas preocupaciones estructurales de
antaño y han acompañado los cambios del mundo intelectual bajo el
impacto del posestructuralismo y el giro lingüístico. Así, las
preocupaciones dominantes de la historia reciente suponen una fuerte
atención sobre los sujetos, sus prácticas y representaciones y la
construcción de subjetividades e identidades.
El énfasis en la dictadura, la represión estatal y la radicalización política
previa supusieron la sobrerrepresentación de ciertos temas: el estudio de
la militancia política y social estuvo inicialmente muy anclada en la historia
de las organizaciones armadas –lo cual ya implica un recorte temporal más
cercano a los años setenta- y el estudio de la acción represiva clandestina,
vinculada a los grandes centros de detención, la desaparición y sus
denunciantes, los familiares y la lucha por los derechos humanos,
escindiendo este periodo del ciclo previo. Todo confluye, entonces, en el
marco de un problema organizador: la violencia política.20
En el caso de la militancia y las organizaciones insurreccionales, las
inquietudes actuales se sitúan entre el balance crítico y la revalorización
de las experiencias y proyectos políticos. Ello ha dado lugar a una
producción amplísima que lentamente se desplaza hacia considerar más
ampliamente una “nueva izquierda”21, esto es, períodos más tempranos en
el tiempo –los años cincuenta y sesenta-, los grupos no armados, otros
actores no siempre de clases medias y urbanas, los abordajes de género y
distintas geografías de la movilización política y social.22 La preocupación
por los fenómenos de de radicalización política también impulsó el estudio
de las derechas, nacionalistas y católicas y sus transformaciones a la luz de
las interpelaciones del peronismo y los cambios de la Iglesia Católica en
esas décadas (Galván, 2013; Donatello, 2010; Cucchetti, 2010; Lvovich,
2013).
En el caso del estado dictatorial podría afirmarse que el objeto se ha
complejizado para pensar el Estado represivo en sus muy diversas facetas,
y ello ha permitido incluir otras víctimas –como sobrevivientes, presos
políticos, exiliados- y otros períodos, que muestran la permanencia de las
prácticas represivas y sus distintos actores y lógicas locales.23Hay, además,
otra pregunta antigua que ha adquirido una vigencia insistente en los
últimos años: el problema de cómo pensar la dinámica entre el “consenso”
a favor del orden dictatorial y represivo y las disidencias y resistencias, así
como los efectos del miedo sobre diversos grupos sociales. Esta
interrogación articuló buena parte de la reflexión intelectual más
temprana sobre el terrorismo de Estado y en los últimos años se ha
plasmado –aunque con cierta dificultad- en la investigación empírica. 24
Más allá del Estado como mero aparato represivo y del poder dictatorial
como meramente destructivo, en los últimos años se han afirmado –en la
historia reciente y más allá de ella- también los estudios que piensan el
aparato estatal en su faceta productiva y como una articulación compleja
de lógicas, agencias estatales y sujetos, pensando –para nuestro campo- la
complejidad de las burocracias, los conflictos y las relaciones de poder que
estructuraron la gestión estatal en todos los niveles de gobierno, desde el
ya clásico estudio sobre las Juntas Militares de Paula Canelo, hasta los
trabajos más actuales sobre distintas áreas de gobierno y gestión pública,
secretarías, gobernaciones y municipalidades en distintos momentos del
pasado reciente.25 Vinculado con ello, también se desarrolla una creciente
línea que estudia intelectuales, ideólogos y funcionarios civiles en las
diversas vertientes ideológicas, en general conservadoras, católicas y/o
liberales, que confluyeron en los gobiernos del período (Morresi,
2010; Vicente, 2014; Rodríguez, 2011; Galván y Osuna, 2014).
Desde el punto de vista de la sociedad, se viene produciendo en los
últimos años una complejización y dispersión de los actores estudiados, en
general en tanto protagonistas primero de la movilización social y el
desafío al orden de los años sesenta, y luego de la represión -sectores
obreros, pobladores rurales, mujeres, grupos profesionales específicos- y
en distintas geografías. En particular, se han multiplicado los estudios
sobre la historia de los trabajadores y del movimiento obrero,
transitándose desde una historiografía concentrada en las preguntas por
la resistencia o la inmovilidad obrera en la dictadura a un cuadro que, sin
abandonar esas preocupaciones, busca un abordaje más complejo y
matizado de la experiencia obrera en el régimen militar y los años que lo
precedieron (Basualdo, 2010; Lorenz, 2013; Dicósimo, 2006; Schneider,
2006).26 Pero también ha crecido notablemente el interés por una historia
menos centrada en la política en su sentido clásico, y más interesada en la
trama social y cultural del pasado reciente: así, los jóvenes como grupo
social, la familia, diversas formas culturales de época –de la música al
humor, la publicidad y la educación- conforman nuevos objetos de
atención especializada (Cosse, 2010; Cosse, Felitti y Manzano, 2010; Felitti,
2012; Levín, 2013; Carassai, 2014; Manzano, 2014).
De manera bastante más reciente aún, la fecha del golpe de Estado como
referencia semiautomática de una experiencia histórica sustancialmente
distinta y aislable del conjunto temporal se ha relativizado, y ello ha
permitido inscribir –aún de manera incipiente- al terrorismo de estado en
procesos de más largo plazo. (Pittaluga, 2008; Franco, 2012). A su vez, esa
mirada más contextual también ha dado lugar a una comprensión más
compleja del fenómeno dictatorial que permite salir del relato tradicional
construido en la posdictadura (Franco, 2012).
Las fisuras que se están produciendo en el relato canónico –en buena
medida derivado de la lectura de dos enemigos enfrentados que se hizo
dominante en los años ochenta- también están abriendo un interés
renovado por los actores civiles partícipes, colaboradores y coautores del
proyecto autoritario –empresarios, intelectuales, eclesiásticos,
sindicalistas, miembros del poder judicial y medios de comunicación-, y, en
particular, han permitido poner el acento en la dimensión económica del
régimen militar. Desde luego, este dinamismo también recibe impulsos
desde afuera del mundo académico y tiene fuertes raíces en la centralidad
de la política de derechos humanos del kirchnerismo y en su relación con
los conflictos políticos del presente. Vinculado con ello, también viene
siendo estimulado por la ampliación de la agenda judicial de derechos
humanos y las políticas de algunas agencias del estado en relación con la
desclasificación de documentos, que han puesto de relieve la participación
de empresarios en la apropiación de bienes, el enriquecimiento ilícito, la
connivencia con las autoridades militares y/o la directa autoría de hechos
criminales. A su vez, esa agenda está siendo retomada por trabajos
periodísticos de investigación que han contribuido a instalar el problema
de la “complicidad” civil y un nuevo paradigma interpretativo en torno a la
“dictadura cívico-militar”. (Basualdo, 2006; Verbitsky y Bohoslavsky,
2013; Bohoslavsky, 2015). Una vez más, la agenda política y judicial está
dinamizando preocupaciones e intereses en el campo académico, aunque
el fenómeno es aún muy incipiente, por lo que no contamos todavía con
trabajos universitarios acabados. Retomaremos este punto más adelante.
Por último, en la última década, la expansión descripta en términos de la
producción empírica fue acompañada de un esfuerzo relativo por
reflexionar epistemológica y metodológicamente sobre las características,
alcances y dificultades del campo. Así, algunas obras pensaron estas
cuestiones en diálogo con otras culturas historiográficas y enfoques de las
ciencias sociales.27
Perspectivas y vacancias (a modo de cierre)
Aunque puede sostenerse que los objetos de indagación se han ampliado
y complejizado exponencialmente en la última década, las claves para
pensar la historia argentina reciente en torno a la violencia política no se
han modificado a un ritmo similar, a la par que se ha reforzado la
centralidad que el par sociedad movilizada/Estado represivo adquirió en
los últimos años.
En relación a nuestras periodizaciones, si el tema privilegiado de la
historia reciente argentina resulta ser el terrorismo de estado, la ruptura
temporal en torno al 24 de marzo de 1976 –propia de los relatos
posdictatoriales- se ha matizado y se ha insertado el despliegue de la
represión legal o ilegal del Estado y las formas de movilización social en
procesos previos y de más larga data. Aún queda mucho por hacer en ese
sentido y, sobre todo, falta avanzar temporalmente y pensar los procesos
sociales y políticos abiertos a partir de la posdictadura como objetos no
reservados sólo a otras disciplinas, sino pasibles de ser abordados por la
historia en sentido estricto.28 También resulta preciso romper la ilusión de
ruptura absoluta que la democratización de 1983 produjo en los relatos
memoriales y académicos, como precondición para la reflexión sobre
nuestras propias condiciones de producción como historiadores. En
definitiva, se trata de insertar la dictadura en un continuum histórico en el
cual, sin perder las marcas específicas que singularizan al período, la
ruptura histórica no resulte el único organizador de preguntas y
problemas.
En lo relativo a la problemática de las delimitaciones espaciales y las
escalas de abordaje, si bien se han multiplicado los estudios en diversas
ciudades y regiones del país, aun es necesario profundizar en una
compresión capaz de poner en cuestión las afirmaciones nacionales
basadas en constataciones “porteñocéntricas”. De hecho, también los
estudios locales deberían ayudarnos a pensar otras periodizaciones que
dejan a la vista la necesidad de matizar el impacto real de los cortes
institucionales en distintas dimensiones de la vida colectiva así como en
las subjetividades de diversos actores.29 Como en otras áreas de nuestra
historiografía, es preciso avanzar en la construcción de historias recientes
en escalas transnacionales, internacionales y comparativas, capaces de
integrarse en tramas más amplias y a la vez de dar cuenta de las
especificidades argentinas sin naturalizarlas.
En lo que tiene que ver con las perspectivas de análisis, consideramos
que cierto predominio de la historia política debería complementarse con
los enfoques provistos por la historia social. Resultará muy útil e
iluminador analizar desde esta perspectiva a muy diversos actores: iglesia,
empresarios, trabajadores, actores rurales, sindicatos, entidades
intermedias, vecinales, escuelas, clases medias y bajas, e incluso revisitar
bajo esta óptica a las fuerzas armadas y a los actores vinculados a la
represión.30
Aprovechando esa misma perspectiva, aún es necesario avanzar en una
complejización de la mirada y los instrumentos analíticos para estudiar el
problema de las actitudes sociales, que aún permanece centrada en las
preocupaciones –un tanto esquematizadas- entre el “consenso” y, más
recientemente, la “complicidad”. Esta sofisticación de las miradas debe
atender necesariamente a la gradación de las actitudes individuales y
colectivas en relación a los regímenes dictatoriales, al carácter
frecuentemente contradictorio de sus expresiones, y ser altamente
sensible a las diferenciaciones clasistas, geográficas, temporales, étnicas,
etarias y a los diferenciales de poder de los actores involucrados.
Otro de los ámbitos que requieren muchos más estudios es el de las
agencias estatales. Es preciso multiplicar los estudios que den cuenta de
sus cambios, pero también de la permanencia de las lógicas burocráticas y
de las múltiples formas de interpenetración entre el Estado y la sociedad
civil. Aunque hay trabajos que comienzan a hacerse en diversos ámbitos,
conocemos aún poco de instituciones como las universidades, los
Ministerios o las políticas públicas. Incluso en temas que parecen
sobreexplotados como el de la represión, también se requiere salir de los
lugares más transitados como el énfasis en lo clandestino y en la
verticalidad del aparato concentracionario para atender más a las
burocracias estatales, a las prácticas regulares que gobernaron diversas
instancias y niveles represivos, a las continuidades de muy largo plazo sin
las cuales los fenómenos dictatoriales se tornan ininteligibles.
Por otra parte, aunque existen trabajos de investigación académicos y
periodísticos sobre la guerra de Malvinas y que abordan las memorias y los
sentidos construidos por distintos actores de aquel conflicto, carecemos de
una historia política y militar sistemática de esa contienda bélica, así como
de otros eventos importantes, tales como el conflicto del Beagle (Lorenz,
2012; Rodríguez, 2014).
Por último, es preciso señalar que hay áreas casi completas de nuestro
pasado reciente que continúan siendo poco exploradas. Por ejemplo,
sabemos muy poco aún de la historia política y social de los gobiernos de
Arturo Frondizi y Arturo Illia, mientras el “Onganiato” apenas está
comenzando a ser explorado.
En otros términos, la historia reciente está en condiciones de
descentrarse de los objetos iniciales que configuraron inicialmente su
ámbito de desarrollo y avanzar más hacia otros espacios definidos de
manera más amplia por un “régimen de historicidad” contemporáneo
(Hartog, 2007). De manera aún más relevante: la Historia Reciente no sólo
está en condiciones de superar sus propios límites temáticos de
constitución, sino que debe avanzar en redefinir su relación con la
politicidad de sus objetos. No se trata de desprenderse de esa politicidad y
del compromiso ético que es inherente a la tarea intelectual –en particular
sobre estos temas-, sino de ciertos encorsetamientos que imponen las
actuales formas de pensar la historia reciente. Del pensamiento
“políticamente correcto” a la agenda política actual del Estado argentino,
pasando por la agenda democrática y humanitaria de la posdictadura, bajo
la cual fue tomando forma la historia reciente como ámbito profesional del
quehacer historiográfico, diversos marcos han dado forma a nuestros
esquemas de interpretación y promovido u ocluido preguntas y
orientaciones. El uso de nominaciones nativas como categorías analíticas
sin una previa revisión crítica –tal como en el caso muchas veces abusivo
del concepto de genocidio o el más reciente de “dictadura cívico-militar”–
o las dificultades para poder abordar críticamente ciertos temas –como las
responsabilidades de las organizaciones armadas o los conflictos y
limitaciones del “movimiento por los derechos humanos”- forman parte,
sin dudas, de estos no siempre percibidos condicionamientos.
Si en todas las áreas de la historiografía la reflexión sobre las propias
condiciones de producción resulta de central importancia, para aquellos
que tratan con los pasados que se resisten a pasar ésta resulta ineludible.
De esta operación –siempre precaria, dada la tensión fundante de nuestras
preguntas-, dependerá, en buena medida, la orientación de nuestras
potencialidades creativas para explorar las últimas décadas de nuestra
historia.
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Notas
1 Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martin / Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina.
[email protected]
2 Instituto de Desarrollo Humano, Universidad de General Sarmiento / Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. [email protected]
3 Este artículo fue escrito y aprobado para su publicación en 2015, por lo que tanto
el relevamiento cuantitativo como el bibliográfico abarcan hasta ese momento.
4 Organismo público extrapoderes, con funcionamiento autónomo y autárquico
creado en el año 2000, depositario del Archivo de la Dirección de Inteligencia de la
Provincia de Buenos Aires, que desde entonces se convirtió en uno de los más
importantes repositorios para la investigación judicial, periodística y académica del
pasado dictatorial
5 Fuente: Datos proporcionados por Patricia Funes, citados en Lorenz (en prensa).
6 Elaboración propia en base a programas y actas de las Jornadas.
7 Información provista por las autoridades de los citados posgrados de la UNLP.
8 Información provista por las autoridades del Doctorado.
9 Información provista por las autoridades del IDAES.
10 Información provista por las autoridades del posgrado UNGS-IDES.
11 La información se obtuvo de las actas del Consejo Directivo disponibles en
internet.
12 Información proporcionada por las autoridades de dicha Facultad.
13 http://historiapolitica.com/biblioteca/, visualizada el 20 de marzo de 2015.
Agradecemos a Alejandro Cattaruzza la sugerencia de considerar esta página como
un indicador relevante.
14 Algunos ejemplos icónicos: Vázquez (1984); Seoane y Ruíz Núñez (1986); Seoane
(1990); Uriarte (1991); Seoane y Muleiro (2001); Larraquy y Caballero (2003);
Verbitsky (1995 y 2006).
15 Entre las excepciones encontramos los trabajos de historiadores profesionales
con fuerte vinculación a la militancia político social, como Falcón (1996) y Pozzi
(1988).
[16] Por largo tiempo el único relato historiográfico que integraba el período
dictatorial fue el de Luis Alberto Romero (1993); y para el período inmediato
anterior Tulio Halperin Donghi, (1994). La incorporación del último medio siglo en
las colecciones colectivas de historia argentina es más reciente: En el caso de
la Nueva Historia Argentina dirigida por Juan Suriano, en 2003 se publicó el tomo IX
-Daniel James (dir.) (2003), y en 2005 el tomo X -Juan Suriano (dir.) (2005).
17 Cfr. Lvovich y Bisquert (2008: 59 y ss.)
18 En ese sentido, los trabajos de Elizabeth Jelin, las investigaciones financiadas por
el Social Science Research Council y la conformación del “Núcleo de estudios sobre
memoria” en el IDES han resultado un espacio renovador en toda la región y desde
su primer proyecto sobre memoria colectiva y represión entre 1999 y 2001. Cfr.
Jelin, E. (2002) y la colección de libros “Memorias de la represión”, publicada por
Siglo XXI España.
19 Así, por ejemplo, una publicación no académica como la revista Lucha Armada en
la Argentina, editada por antiguos militantes desde el 2005 hasta la actualidad, logró
reunir y articular miradas profesionales y testimoniales con un extraordinario nivel
de repercusión y ventas.
20 Entre las obras de referencia que preceden a la expansión del campo y que
crearon agenda de investigación, puede citarse Calveiro (1998) y Vezzetti (2002).
En cuanto al estudio de las organizaciones armadas, son trabajos pioneros: Gillespie
(1998) y Pozzi (2001). Más recientemente: Lanusse (2005) y Carnovale (2011).
Sobre el aparato represivo, véase: Águila (2008). Sobre los organismos de derechos
humanos: Filc (1997); Da Silva Catela (2001); Alonso (2011); Tahir (2015).
21 Véase el trabajo pionero de Tortti (1999: 205-34), y sus más recientes
(2009 y 2014).
22 Por ejemplo, Brennan y Gordillo (2008); Oberti (2014).
23 Siguiendo el orden de los temas enunciados, véase Longoni (2007); Garaño y
Pertot (2007); D’Antonio (2011); Yankelevich (2004); Jensen (2007); Franco
(2008).; Izaguirre, et al. (2009); Eidelman (2010); Servetto (2010); Franco (2012);
Águila y Alonso (2013).
24 Entre las indagaciones clásicas sobre el tema véase los trabajos ya citados de
Corradi (1982-83); Calveiro (1998) y Vezzetti (2005). Empíricamente, Aguila
(2008); Franco (2012); Lvovich (2009); Kahan (2014)..
25 Canelo (2008), y sus diversos trabajos sobre ministerios y municipalidades;
Rodríguez (2012).. También los trabajos del equipo de antropología jurídica de la
UBA, por ejemplo, Sarrabayrouse (2011); Villalta (2012).
26 Asimismo, dada la gran cantidad de trabajos en esta área, remitimos para un
estudio detallado a Victoria Basualdo, “La clase trabajadora durante la última
dictadura militar argentina (1976-1983): apuntes para una discusión sobre la
resistencia obrera”, Dossier No 13 de la colección “Memoria en las aulas”, Comisión
Provincial por la Memoria,
en: http://www.comisionporlamemoria.org/investigacionyensenanza/dossiers/co
n%20issn/dossier14versionfinal.pdf, s/f.
27 Desde diversos lugares de enunciación, véase: Schwartzein (,1991); Da Silva
Catela y Jelin (2002); Carnovale, Lorenz y Pittaluga (2006); Oberti y Pittaluga
(2006); Franco y Levín (2007); Pittaluga (2010).
28 El período de la posdictadura fue abordado desde luego por la ciencia política
abocada a la “transitología” y otros trabajos ya clásicos preocupados por la cuestión
de derechos humanos y/o las memorias, por ejemplo, Acuña et al (1995); Crenzel
(2008); Feld (2002); Galante (2014), Pucciarelli (2011).
29 Así ha quedado claramente expuesto en los casos de la provincia de Jujuy
analizados por Ludmila Da Silva Catela (2010).
30 En relación con las Fuerzas Armadas hay un conjunto valioso de trabajos desde
una clave más política, entre otros: López (1987 y 1994); Canelo (2006); Sain
(2010); Mazzei (2012); Badaró,(2009); Salvi (2012).