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Colette Soler - El Inconciente A Cielo Abierto de La Psicosis - Text

El documento presenta el libro 'El inconciente a cielo abierto de la psicosis' de Coleíte Soler, que explora la psicosis desde una perspectiva psicoanalítica, centrándose en la estructura del lenguaje y la función del significante en la experiencia psicótica. Se discuten temas como la forclusión, la relación entre el sujeto y el Otro, y el impacto de la metáfora paterna en la psicosis, utilizando ejemplos como el caso de Schreber. La obra busca ofrecer una comprensión más profunda de la psicosis, desafiando enfoques que la consideran únicamente como un fenómeno orgánico o imaginario.

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Colette Soler - El Inconciente A Cielo Abierto de La Psicosis - Text

El documento presenta el libro 'El inconciente a cielo abierto de la psicosis' de Coleíte Soler, que explora la psicosis desde una perspectiva psicoanalítica, centrándose en la estructura del lenguaje y la función del significante en la experiencia psicótica. Se discuten temas como la forclusión, la relación entre el sujeto y el Otro, y el impacto de la metáfora paterna en la psicosis, utilizando ejemplos como el caso de Schreber. La obra busca ofrecer una comprensión más profunda de la psicosis, desafiando enfoques que la consideran únicamente como un fenómeno orgánico o imaginario.

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Coleííe Soler

Publicación del FOr


Soler, Coleíte
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Ia ed. Buenos Aires: JVE, 2004.
160 p.; 20x14 cm.

ISBN 987-9203-42-9

1. Picosis I. Titulo
CDD 616.89 Introducción: La psicosis: una problemática..9

Realización integral: Héctor Osvaldo Pérez Los fenómenos perceptivos del sujeto..25
Corrección de los textos: Inconsciente y percepción, 25
Ménica E. Torres
* La polémica, 29
Revisión de textos: Bibiana Benítez
La tesis, 36
Revisión técnica general: Juan Ventura Esquivel
Estructura y función de los fenómenos
Ilustración de tapa: Fotografía original correspondiente al espectáculo erotomaníacos de la psicosis....45
Henri Michaux, donada a la B. N. de París en 1993. © Tristan Soler.
Problemática, 45
Diseño original de tapas: Christóphe Bruno.
Un poco de historia, 46
Estructura de la posición erotomaníaca, 50
Traducción del original en francés: Teodoro Pablo Lecman
Ambigüedad de la fórmula erotomaníaca, 51
ISBN de la edición francesa: 2-85816-610-2 ©Presses Universitaires El ejemplo de Schreber, 52
-^^uJ^lirail-Université de Toulouse-Le Mirail. /
Eroticomanía y erotomanía propiamente dicha, 56

(^^004 Autismo y paranoia.........59


/JVE Ediciones
t Juan Ventura Esquivel - Editor El fuera de discurso de Schreber, 60
• • i Cuenca 1843 Depto. 2 El problema de la cura, 62
T (1416) Buenos Aíres
| Teléfono: [54-11] 4480-9267
La inclusión en el Otro, 64
I e-mail:[email protected] El niño Autista y el Otro, 67
¿Qué Otro?, 70
I Primera edición en castellano: junio de 2004. El cuerpo, 72
i Impreso en la Argentina. Una enfermedad de la libido, 74
El cuerpo gobernado por el significante, 76
la fotocopia H echo el depósito qué marca la ley 11.723.
¿Qué lugar para el analista?, 79
YEsuNDKUTO iodos los derechos reservados.
l’ -'V Í Prohibida la reproducción, total o parcial, por cualquier
mecjj0 qUe fl¡ere_
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

La experiencia enigmática del psicótico,


Introducción
de Schrebcr a Joyce.83
La psicosis: una problemática
La estructura de la experiencia enigmática, 86
Las variaciones de la experiencia enigmática, 93
La experiencia enigmática de la muerte, 94
La experiencia enigmática del lenguaje, 102
El goce enigmático, 103

Á reconocer nuevamente en Schreber el complejo pa¬


El llamado esquizofrénico. .107
terno, Freud se excusa por la monotonía de las soluciones que
El llamado esquizofrénico, 107
aporta el psicoanálisis. Sin embargo, la literatura consagrada
El lenguaje de órgano, 108
al tema muestra más bien una proliferación de tesis sin refe¬
Fracaso de la simbolización, 110
rencia al Edipo. La enseña nza de Lacan nos sirve de guía res¬
El significante real, 112
pecto a tal diversidad. Parte de un texto eje, “De una cuestión
Los fenómenos de cuerpo, 114
preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, al que
Estabilización de la psicosis. ..119 hay que agregar, por cierto, los seminarios que lo enmarcan,
habiendo Lacan mismo situado, en lo que llamó sus antece¬
Mirada sobre el paranoico..139 dentes, los textos precedentes.
| Para lo que sigue, cerca de diez años más tarde, en la
Conclusión./. 3^3 presentación de la traducción de Schreber, publicada en el nú¬
Para concluir, 153
mero 5 de los Ccihiers pour Vanahjse, Lacan evocaba “la plena
continuación” que convendría darle a la cuestión preliminar.
Continuación que se puede decir no dio de manera explícita,
pero que sin embargo podemos esperar deducir de la orienta¬
ción de conjunto de sus elaboraciones de los últimos diez años.
Partamos de la doctrina de la forclusión: es la piedra
angular del edificio. Con «De una cuestión preliminar...», La-
can incluye la psicosis en lo que llamó la “función y el campo
de la palabra y el lenguaje”. Plantea allí que la relación con el
significante, el hecho de lenguaje, es lo que hace la unidad de

9
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Introducción. La psicosis: una problemática ' /" ■■■

la neurosis y de la psicosis. Lo que hace su unidad, y también como un axioma que da cuenta de los fenómenos. Lacan la
su diferencia. Destaco al pasar que sitúa esta inclusión de la había elaborado a partir de una tesis que era previa en él, la de
psicosis en el campo de los hechos del lenguaje como forman¬ la incidencia del significante sobre el sujeto. Por consiguiente
do parte del “aspecto del fenómeno”, o sea de lo que aparece, la cuestión es esta: ¿qué pasa a nivel del sujeto cuando en el
mientras que en la neurosis, a la inversa, la estructura de len¬ Otro, lugar del lenguaje, Otro del que depende lo que pasa a
guaje [“lenguajera”] del síntoma sólo aparece por el sesgo del nivel del sujeto, hay este defecto de la metáfora? Situar la psi¬
desciframiento. cosis de esta manera tiene sus consecuencias.
Respecto a esta tesis de la forclusión, se nos plantean dos Esto quiere decir, en primer lugar, que la psicosis, y La-
cuestiones: ¿cuál es su alcance operatorio, y qué se hace de ella can lo destaca en “De una cuestión preliminar...” no es un caos,
cuando a partir de cierto momento de su enseñanza Lacan bus¬ no es un desorden, es lo que llama “un orden del sujeto”. Por
có cernir lo que en la experiencia no depende del significante? cierto un orden trastornado en relación con el orden del sujeto
Cuando lo que Lacan designa como estructura no es sólo la neurótico, pero un orden con todo. Esto implica de entrada
estructura del lenguaje, sino la estructura del discurso, que que los buenos sentimientos no tienen nada de particular que
incluye un elemento heterogéneo al significante, ¿sigue sien¬ hacer en la relación con el psicótico, y denuncia esa especie de
do la forclusión la clave universal del abordaje de la psicosis? condescendencia que hay siempre en quien “se aguanta” la
Es la cuestión de la retroacción de la definición de la psicosis psicosis. Esta tesis lacaniana implica la igualdad de planos del
como “fuera de discurso” sobre la tesis de la forclusión. psicótico y de quien lo estudia, al no ser el analista cura ni
La forclusión es definida por Lacan como ün defecto, médico (véase “Del Trieb de Freud”). Igualdad de planos que,
como una ausencia a nivel del Otro: ausencia de un significan¬ precisamente, es la única manera de triunfar sobre “la segre¬
te, “el Nombre-del-Padre”, y de su efecto metafórico. Este ac¬ gación política de la anomalía”. Lo que también quiere dedi¬
cidente, dice, le da a la psicosis “su condición esencial, junto que, independientemente de esta posición ética frente al psi¬
con la estructura que la separa de la neurosis”. El término con¬ cótico, la psicosis puede enseñarnos algo respecto a lo que La-
dición implica que la forclusión no es un fenómeno. No forma can llama acá un orden del sujeto, razón de más para intere¬
parte de lo observable: es una hipótesis causal. Hipótesis con sarnos en ella.
la cual Lacan designa la causalidad significante de la psicosis. Tomar la psicosis como un orden del sujeto, excluye por
Punto que tiene su importancia en lo concerniente a la cues¬ otra parte, que se la considere como un fenómeno orgánico.
tión del diagnóstico. Si la forclusión no forma parte del fenó¬ En la página 572 [.Écrits] de «De una cuestión preliminar...»,
meno, no es por la forclusión que se diagnostica la psicosis. en 1956, Lacan precisa: “la única organicidad implicada es la
No se identifica la forclusión, sino sus efectos. La forclusión es que motiva la estructura de la significación”. Lacan sostuvo

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Introducción. La psicosis: una problemática

esta organicidad contra el organodinamismo, pero la cuestión mundo, que requiere en respuesta nuevos efectos de signifi¬

sigue siendo actual, especialmente por los éxitos de la cante. Hay allí una secuencia: perturbaciones significantes,

farmacología. Los autores anglosajones están lejos de excluir efectos imaginarios, compensaciones significantes. La inciden¬

una causalidad orgánica de la psicosis. Meltzer, por ejemplo, cia causal del significante se aplica al conjunto del proceso:

sostiene la idea de la existencia de un trastorno sensorial en el desencadenamiento, desarrollo, estabilización. Si lo imagina¬

origen del autisrao, mientras que Margaret Mahler, por su j rio está enfermo en el psicótico, y de cierta manera lo está, sin

parte, evoca una deficiencia de los aparatos perceptivos. embargo, no se cura con lo imaginario. De este modo, sólo con

Como orden del sujeto, la psicosis tampoco es un fenó- j tomar en serio lo que implica esta tesis de la forclusión, nos

meno que sólo dependa de lo imaginario. Tesis que Lacan, en vemos conducidos a definir algunas reglas, que podríamos lla¬

su capítulo titulado “Después de Freud”, planteó contra los que mar a pi'iori, de la buena conducta del clínico.
Retomo ahora la cuestión de saber lo que produce a ni¬
intentaron borrar y hasta denunciar, la insistencia tenaz de
vel del sujeto el defecto en el Otro, que es la forclusión. Para
Freud en remitir nuevamente a la referencia al padre. Con la
responderla hay que pasar por los efectos de la no forclusión,
metáfora paterna Lacan se sitúa totalmente en la sucesión de I
por los efectos de la presencia supuesta de un significante, si¬
esta obstinación de Freud, cuestión que sigue siendo actual, |
tuado primeramente, en la escritura de la metáfora paterna,
pues muchos autores continúan reteniendo de la psicosis so- j
lamente sus aspectos imaginarios. Evidentemente, Lacan no como el que “redobla en el lugar del Otro al significante del

niega los fenómenos imaginarios de la psicosis: los señala, en 1 Otro mismo”, logificado luego, en las fórmulas de la sexua-
ción, que ubican, gracias- a dos articulaciones lógicas, la ins¬
el desencadenamiento, como disolución imaginaria, y en el j
momento de la estabilización, como “restauracióU imaginaria”, j cripción del sujeto en la función fálica. De una a otra [de la

También ellos forman parte del “aspecto” del fenómeno, pero metáfora a la escritura de las fórmulas], evidentemente, se ha

simplemente los sitúa como efectos, como resultados, insis- I franqueado un paso, gracias al apoyo de la lógica, a través de

tiendo en “la concepción subordinada que debemos forjarnos j un uso novedoso de la “función proposicional” de Frege. Sin

de la función de la realidad”. Dicho de otra manera, la estabi- J embargo, también hay una continuidad. Las fórmulas de la

lidad y el buen orden de la relación perceptiva con la realidad sexuación reescriben el mito edípico como modalidad de ins¬

no es tan natural como podría imaginarse: es función de los i cripción del sujeto en la función fálica.
fenómenos significantes. Pues bien, la metáfora paterna, al inscribir que el efecto

Son estos mismos efectos “de inducción del significan- J metafórico del significante Nombre-del-Padre era la produc¬

te’ sobre lo imaginario, los que determinan ese trastorno del ción de la significación fálica, ya implicaba la captura [prise]

sujeto que la clínica designa con el término de crepúsculo del del sujeto en esa significación. Se lo puede leer en la página

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Introducción. La psicosis: una problemática

575 de los Écrits, al principio del post-scriptum de «De una Tomemos el ejemplo mayor: Schreber, el caso de Freud.
cuestión preliminar...». Habiendo recordado que en lo que Schreber nos muestra lo que sucede con el significante, con el
Freud llamaba el inconsciente, él reconoció el lugar del Otro, a Otro y con el objeto cuando no están co-ordenados a3 esta fun¬
sabei, la instancia de la cadena significante, Lacan precisa: ción fálica. Pudimos leer allí que esta no inscripción del sujeto
“Esta cadena se desarrolla según lazos lógicos, cuya captura1 so¬ en la función fálica no excluía el fantasma. Convendría más
bre lo significable, el ser del ente2, se ejerce por medio de los bien decir que el fantasma es puesto en evidencia, aunque
efectos de los significantes, descriptos por nosotros como metᬠmodificado. En cambio, por la negativa, se afirma la función
fora y como metonimia”. Tres temas se distinguen aquí: el sig¬ de “punto de capitonado” que tiene la metáfora paterna. Espe¬
nificante y el significado, par bien conocido y, por otra parte, el cialmente en dos momentos, los del desencadenamiento y la
referente a significar, designado aquí como el ser del ente. En estabilización, se ve aislarse las tres dimensiones de lo simbó¬
efecto, se tiene allí la distinción entre Simbólico, Imaginario y lico, lo imaginario y lo real. Schreber mismo, en el principio de
Real, denotando el significante lo Simbólico, el significado lo su enfermedad, distingue, por una parte, su nominación como
Imaginario y el ser del ente, lo Real. La metáfora paterna es presidente del tribunal superior: lo simbólico; por otra parte,
planteada como lo que permite al ser del ente, a significar, ins¬ esa ensoñación de que “sería bello ser una mujer en el mo¬
cribirse en el significado falico. A través del efecto metafórico, mento de soportar el coito”: lo imaginario; por último, capital
la x escrita en la parte izquierda de la metáfora paterna como para él en este desencadenamiento, la famosa noche en la que
significado del deseo de la madre (DM), “x” que también marca tuvo no se cuántas poluciones nocturnas, las que indican para
el lugar primero al que es llamado el sujeto en tanto,producido nosotros la emancipación del órgano. Al final, Schreber se res¬
antes que nada como objeto, como hijo deseado, esá “x” viene a tablece. No deja de ser delirante, pero se restablece al punto
especificarse, entonces, como significación fálica. Esto es lo que de poder restaurar suficientemente su relación con la realidad
la forclusión hace imposible. Por lo tanto, se puede decir que la y con sus semejantes, pleitear y ganar su proceso. En el mo¬
psicosis nos presenta un sujeto no inscripto en la función fáli¬ mento de esta estabilización se ve que los tres órdenes separa¬
ca. Hecho por el cual nos da acceso, un acceso yo diría casi dos al principio, vienen a coordinarse nuevamente por el sesgo
expei imental, por defecto, a los efectos de esa función fálica. del delirio. El delirio logra capturar el goce en las redes del

1. [N. del T.J pi-ise: también “prendimiento”, toma a cargo. 3- [N. del T.J Hemos forzado el uso de la preposición para distinguir con “a”, la
2. [N. del r.j étant: también “existente”, neologismo correspondiente al Seiende función fálica como dirigiendo la coordinación, y con “con”, los elementos que
heideggenano. Véase “Ente” en Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora. ella permite coordinar.
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Introducción. La psicosis: una problemática

guión del fantasma, con el cual se coordina con la imagen y con Schreber, por su parte, acentúa esta presencia del goce. Está
lo simbólico bajo la forma de un goce transexual. Goce que está declarado muy claramente, y desde el principio, contrariamen¬
cooi dinado por una parte con la imagen del cuerpo propio, y te a lo que pasa en la neurosis, donde no se puede pretender
por otra, con lo simbólico, por la convicción de ser la mujer de que el goce se diga tan fácilmente.
Dios, gracias a la cual, en cierto modo, Schreber se renombra. En Schreber, está declarado ya a nivel del desencadena¬
A partir de estas contadas características podemos sa¬ miento: se despliega a lo largo de los temas del fantasma deli¬
car conclusiones en cuanto al diagnóstico. Tanto para la psico¬ rante, cuyas fórmulas sucesivas pueden reducirse a una sola:
sis como para la neurosis, Lacan insistió siempre en la necesi¬ “se quiere gozar de mí”. Ese “se” es todo otro, desde Fleschig
dad de atenerse a lo que llamó “la envoltura formal del sínto- hasta Dios. Finalmente, es insistente en la restauración final de
ma”. Para la psicosis, subrayó especialmente la necesidad de la estructura imaginaria bajo la forma del goce transexual. El
aislar, de identificar el hecho de lenguaje. Debemos notar sin fenómeno es inverso al de la neurosis, donde el problema es
embargo, que esta vertiente significante del diagnóstico queda más bien hacer aflorar el ser de goce. Aquí se muestra. Se po¬
situada como un abordaje prefreudiano, ya que su texto de 1956 dría incluso hablar de una exhibición de goce que hace a un punto
la evoca en un capítulo titulado: “Hacia Freud”, donde hace un de afinidad con los místicos. Sin duda uno de los objetivos del
homenaje a Clérambault. Si en cambio intentamos ahora, con tratamiento es anudarlo, por consiguiente, amenguarlo. Pero
Freud releído por Lacan, abordar la cuestión del diagnóstico por en lo concerniente al diagnóstico, conviene primero situarlo. Por
medio de la definición de la metáfora paterna como “punto de otra parte es muy manifiesto, como en cierto sujeto que, en el
capitonado”, podemos darnos, como objetivo en el óxamen del momento del desencadenamiento, entró en la iglesia para rezar
paciente psicótico, identificar en cada caso, a partir del aspec¬ y oyó, precisamente, una voz que le decía: “gozas”. No es ni el
to del fenómeno, el aislamiento de estas tres dimensiones. imperativo, ni la pregunta, sino lo que Lacan llama, a propósi¬
Lo imaginario, es lo más visible; el hecho del lenguaje to de Schreber, una voz annalista, con dos “n” y llevando los
no siempre es tan fácil. ¿Y qué sucede con la tecera dimen¬ anales4, una voz que hace la crónica del fenómeno.
sión, la dimensión real, aquí bajo las especies del goce? Si re¬ En el otro extremo de su enseñanza, en el texto de
leemos Schreber con las elaboraciones posteriores de Lacan Cahiers pour l’analyse, Lacan plantea una nueva definición
sobre el objeto a y el goce, no tenemos que forzar el texto para de la paranoia, como “identificando el goce en el lugar del Otro”
nada para encontrar en él una acentuación de este registro,
aunque «De una cuestión preliminar...» no haya recalcado este
aspecto. Aunque no lo haya acentuado, hay cierto número de
A- [N. del T.] En francés analista se escribe analyste y Soler escribe acá annaliste,
ooservaciones a aislar al respecto. En todo caso, es seguro que comentando: sin n y sin y.

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El inconciente a cielo abierto de ¡a psicosis Introducción. La psicosis: una problemática v

en tanto tal. Es la idea de abordar la psicosis por medio de otra milagroso, para testimoniarnos que el desamparo que lo
localización del goce. ¿La tesis de la forclusión queda por ello in¬ atraviesa ya no tiene que ver con ningún sujeto, entonces,
¿no se encuentra allí la sugestión necesaria para orientar¬
validada? ¿Acaso este abordaje por la vía de lo real implica una
se con los términos precisos que provee el discurso de La-
superación del abordaje por el significante? Es bien evidente
can sobre Freud5?”.
que no. Aunque en este texto Lacan dé indicaciones totalmente
nuevas, en ruptura con lo que precede, se puede acentuar un Se ve aquí que el Otro, en que el goce está incluido, es
elemento de continuidad porque desde el principio, es decir tanto Schreber como Dios. Tanto el discurso infinito de Dios,
desde «De una cuestión preliminar...», la incidencia del Nom- como Schreber en tanto texto desgarrado en el momento en que
bre-del-Padre sobre el goce estaba marcada, o al menos impli¬ Dios se retira. Dicho de otro modo, Schreber mismo está inclui¬
cada; incidencia que se ejerce en el sentido de una limitación do en este discurso. Se puede decir que el sujeto Schreber hace
del goce. Esto es lo que quiere decir, por otra parte, la prohibi¬ un uso del significante que no lo separa del Otro, a cuyo servicio
ción del incesto. Se puede leer así, en el artículo “Del Trieb de sexual permanece. Esto es, precisamente, lo que tiene como
Freud”, que: “gracias al Nombre-del-Padre el hombre no perma¬ efecto la emergencia del goce a nivel del aspecto del fenómeno.
nece atado al servicio sexual de la madre”. Desde el principio se Este nuevo acercamiento propuesto por Lacan permite
tiene una serie: Nombre-del-Padre, castración (a entender como también una nueva aproximación a las suplencias del Nom¬
castración de goce), deseo (siendo definido el deseo claramente bre-del-Padre. En «De una cuestión preliminar...» está ya la
como barrera al goce). Se puede decir que el Nombre-del-Padre idea de que el defecto de la metáfora paterna, la forclusión,
opera una especie de separación apriori entre el des¿o y el goce: puede ser compensada. Lo que se deduce por otra parte del
“ el deseo es del Otro, el goce está del lado de la cosa”. hecho mismo de que la psicosis sadesencadene en un momento
Cuando Lacan introduce su nueva definición de la para¬ dado. De ahí la cuestión de saber qué le permitiría al sujeto
noia se apoya en el texto de Schreber, en el que éste anota que se mantener su compostura antes del desencadenamiento. En
ve obligado a pensar sin cesar para que Dios siempre goce. Cito: 1956, Lacan responde: una identificación por la cual el sujeto
asumía el deseo de la madre6. Primera tesis, por lo tanto: el lla¬
“Cuando leemos, bajo la pluma de Schreber, que él mado hecho en vano al Nombre-del-Padre, tiene como efecto hacer
sirve de soporte para que Dios o el Otro goce de su ser
caerla identificación que al sujeto lo sostenía hasta entonces.
pasivizado, ocupándose en no dejarle ceder a una cogna¬
ción articulada, y que basta que se abandone a no pensar
en nada para que Dios, ese Otro hecho de un discurso infi¬
nito, se sustraiga, y que, de ese texto desgarrado en que él 5- Lacan, Jacques, Cahierspour l’anaíyse, n° 5, p. 70.
mismo se convierte, se eleve el aullido que califica como 6. Lacan, Jacques, Écrits, París, Seuil, 1966, p. 565.
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Introducción. La psicosis: una problemática

Hay allí la idea de una compensación por medio de lo imagi¬ antes del desencadenamiento lo que el delirio de Schreber
nario, por medio del “como si”, ya evocado en el Seminario opera después, pues si Joyce es un psicótico, es un psicótico
III. Se podría hablar de una especie de identificación postiza. no desencadenado. También allí hay conclusiones que se im¬
Mientras que en la neurosis una identificación quebrantada ponen en cuanto a los objetivos eventuales del tratamiento de
da lugar a otra, más básica, allí, en la psicosis, la identifica¬ un psicótico. Van en el sentido de prescribirle como finalidad,
ción quebrantada lleva a la disolución de lo imaginario. precisamente, construir un síntoma de suplencia. Una tarea
Correlativamente, el restablecimiento, por ejemplo el preliminar podría ser, en el caso de estabilización efectiva,
restablecimiento final de Schreber, se presenta como una es¬ demarcar este esfuerzo sintomático curativo.
tabilización del mundo imaginario, ligada sin,embargo, por El acercamiento a la psicosis que Lacan nos indica por
un lado al goce transexual, por otro, al fantasma de la cópula el sesgo del goce, nos permite ver otro aspecto de estas su¬
divina. E inducida, por lo tanto, por lo que Lacan llama “la plencias distinto a su aspecto significante: el que consiste en
metáfora delirante”, que viene a coincidir con la tesis freudia- operar una restricción sobre el goce, o una localización. Esto
na del delirio como curación. El trabajo del delirio construye es totalmente visible en Schreber. Al principio del delirio hay
una metáfora sustitutiva. El “serás la mujer” que Schreber rea¬ un sujeto que verdaderamente nada en el goce, está asaltado
liza, viene en lugar de la significación fálica faltante. Lacan no por él de todos lados. Por otra parte, es un goce poco atracti¬
dejó nunca de acentuar esta noción de suplencia significante, vo. Al final, logra localizarlo. Lo que corresponde finalmente
pasando del Nombre-del-Padre en singular a los Nombres-del- a lo que en la clínica psiquiátrica se aborda como delirio par¬
Padre en plural (los que designan diferentes ocurrencias de cial. El goce se localiza en el marco de la cópula con Dios.
una única función), para considerar finalmente al Nombre- Concretamente, quiere decir que está reservado a sus mo¬
del-Padre mismo, como un elemento suplementario del ca¬ mentos de soledad, a los momentos en los que no tiene nin¬
rácter nodal de los elementos imaginarios, reales y simbóli¬ guna otra cosa que hacer. Es entonces que, solo frente a su
cos. [Esta suplencia], por lo demás, estaba presente antes de espejo, contempla su imagen femenina. Yo diría que, en cier¬
«De una cuestión preliminar...» en el estudio del caso Juanito, to modo, la contempla con el ojo de Dios. De la misma mane¬
en la idea de que el síntoma fóbico es una construcción que ra, para Joyce, su arte es el lugar en el que localiza, en el que
aporta un complemento a la metáfora paterna. No es una su¬ de alguna forma sostiene su goce. Es por ello que dije que
plencia completa, ya que Juanito no es un psicótico, sino un ante el goce, el tratamiento apuntaría más bien a hacerlo
aditamento. Es lo que se encuentra mucho más tarde con Joy- reubicarse en sus límites, límites que no pueden venir sino
ce: la idea de que, con su arte, Joyce logró tapar el agujero de de su coordinación con un significante.
la forclusión paterna, idea que sitúa al arte de Joyce operando
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Introducción. La psicosis: una problemática

Estos nuevos esclarecimientos, tanto sobre la cuestión allí sobre lo que somos para Schreber en tanto lector a quien
del diagnóstico como sobre los objetivos del tratamiento, de¬ se dirige. Hay dos lugares posibles: o bien el de perseguidor, o
jan sin embargo en suspenso una cuestión capital. ¿Lo que se bien el de lector. Evidentemente, habría que precisar cuál es
opera libremente en el delirio de Schreber y en el arte de Joy- este lugar de lector. Parece presentarse como un lugar de tes¬
ce, puede operarse en la transferencia? Tal es la cuestión del tigo, de recurso, casi asimilado al “orden del universo” que
tratamiento.
Schreber opone al orden de Dios. Hecho notable, este aspecto
Hay una dificultad muy particular que Lacan subraya
se vuelve a encontrar en otro paranoico célebre: Rousseau. En
por otra parte en su texto: que la transferencia en la psicosis es
ese mismo lugar invoca a la justa posteridad y luego a Dios
un elemento desencadenante. Freud mismo reconoció, en la
mismo, más allá de sus perseguidores contemporáneos. Se
transferencia que el sujeto operó sobre la persona de Flechsig,
el factor que precipitó a Schreber en la psicosis. Esto quiere abre, por cierto, la pregunta de saber si se puede operar desde
decir que la persecución, el surgimiento de figuras persecuto¬ este lugar sin virar hacia el perseguidor.
rias, ya es para Schreber un efecto de transferencia. De lo que Para el analista, la paranoia tiene un interés capital. Es¬
también se sigue que la homosexualidad delirante no es una pecialmente en razón de las cuestiones en que se detuvo la en¬
causa de la enfermedad, sino su manifestación. ¿Cómo operar señanza de Lacan, concernientes a la incidencia del significante
entonces con la transferencia, si la transferencia misma es sobre lo Real. Con el significante, ¿puede tocarse lo Real, aquí
patógena para el psicótico? En el Seminario III, efectivamen¬ real del goce? He aquí algo que atañe tanto al fin de análisis
te, Lacan había indicado que tomar un sujeto prepsicótico en como la suerte del fantasma en ese fin. Tocar lo real puede
análisis generalmente tiene como efecto desencadenar la psi¬
querer decir más que eso: modificarlo, modificar algo en rela¬
cosis. Es que la movilización del sujeto supuesto al saber en la
ción con el fantasma. El delirio, como tentativa de curación, es
asociación libre, es equivalente a lo que designa como un lla¬
un ejemplo; el arte de Joyce, quizás otro, en el que se ve efec¬
mado al Nombre-del-Padre. Si el análisis puede ser pensado
tivamente, que hay un tratamiento del goce.
como una paranoia dirigida, el problema con el psicótico es
que su transferencia es la paranoia desencadenada. Sin duda,
París, noviembre 1982.
habría que hacer distinciones entre lo que sucede con un suje¬
to llamado prepsicótico y un sujeto cuya psicosis ya está des¬
encadenada. En este caso, el analista puede apuntar a incluir¬
se en el trabajo de restauración, pero la cuestión siempre es
saber cómo puede ser ubicado en ese lazo con el sujeto.
Para abrir la cuestión, tomo una pequeña indicación
dada en «De una cuestión preliminar...». Lacan, se interroga

22 23
Inconsciente y percepción

Los fenómenos perceptivos y su estructura merecen ser


objeto de un trabajo extremadamente preciso, minucioso, pues
son una pieza fundamental de toda concepción de la llamada
objetividad. La cuestión de la percepción y de sus trastornos
ha atravesado siglos de filosofía, evidentemente con distin¬
tos avatares, y sobre todo con un gran giro que es el de la
aparición de la ciencia, la verdadera, la física, la que, según
dijo Lacan, cortó todas las amarras con el problema de la per¬
cepción. A partir de la aparición de la ciencia, la cuestión de
la percepción se ha refugiado en las llamadas ciencias del
hombre, especialmente la psicología y la psiquiatría, sin ol¬
vidar, evidentemente, las ciencias del organismo y especial¬
mente las neurociencias.
Nuestra cuestión es saber en qué se ve concernido el
psicoanalista por los problemas de la percepción. Se comprende
más fácilmente que esto le suceda al psiquiatra, porque en el
fondo se las tiene que ver con lo que la conciencia común con¬
tinúa llamando “el loco”, y que Lacan mismo no reculaba en
llamar así. El loco, justamente aquél que ve, oye y cree cosas
que los otros, los supuestos no locos, están prontos a decir que
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Los fenómenos perceptivos del sujeto~

no existen, porque no las ven, no las oyen y no las creen. En ya eran adultos hace tiempo, y por añadidura, según la opi¬
este sentido, efectivamente, la existencia del loco no deja de nión común, era todo menos bella. Este sujeto no era loco,
ser lo que se podría llamar casi un insulto, en todo caso, una pero el agalma de la transferencia lo había encandilado al
cuestión planteada a lo que Merleau-Ponty, en Le Visible et punto de... nublarle la vista e irrealizar sus percepciones. Por
l invisible llama “la fe perceptiva”. Fe perceptiva que hace que, lo tanto, no es sólo el loco quien objeta las teorías tradiciona¬
con absoluta espontaneidad, cada uno tenga la certidumbre les sobre la percepción.
de estar conectado al mundo a través de su mirada, en una Las primeras descripciones freudianas de la transferen¬
“apertura” que se presenta como cuasinatural, y que va unida cia como “reedición”, implican ya la idea de que en el lugar del
a una creencia que Merleau-Ponty formula así: “Vemos las perceptum del analista se ve aparecer la incidencia de una vie¬
cosas mismas, el mundo es eso que vemos”. Cita extraída ya ja imagen que hace pantalla a la percepción correcta. Por otra
de las primeras líneas de la obra en cuestión. Sin embargo, no parte, es en esos términos que, en uno de sus primeros textos
es por el loco que la cuestión de la percepción se introdujo en de 1936, “Más allá del ‘principio de realidad’ ”, Lacan nos des¬
el psicoanálisis, al menos en los primeros tiempos, y aunque cribe la experiencia freudiana: una imagen, una vieja imagen
Lacan, en tanto psiquiatra, se haya interesado en la psicosis se interpone a la percepción que el paciente tiene de su analis¬
antes de llegar al psicoanálisis. Es a partir de su experiencia de ta. En la historia del psicoanálisis, esta concepción de la trans¬
la neurosis que Freud comienza a meditar sobre la relación ferencia como trastorno de la percepción, está tan presente
con la realidad y a reflexionar sobre el sistema percepción-con¬ que cierta corriente del movimiento analítico llevó las cosas al
ciencia en su diferencia con la memoria. Más precisamente, es extremo de querer neutralizar lo que el analista da a percibir.
a partir de la neurosis bajo transferencia que la cuestión de la Trasladándose mucho más allá de la neutralidad benevolente,
percepción se introdujo en el psicoanálisis, hasta el punto, hasta el punto de soñar a veces, con una uniformidad tal que
como ustedes saben, de habérsele podido imputar a la trans¬ el analista no debería incluso cambiar de corbata, a fin de no
ferencia, estar en el origen de las percepciones supuestas introducir una variante perceptiva que arriesgue trastornar la
[como] falseadas del paciente. La cosa sin duda está mal pen¬ emergencia de la imagen inconsciente.
sada, pero no carece de fundamentos. Estos hechos indican que es el sujeto mismo del incons¬
No puedo olvidar a un camarada de otro tiempo que, ciente, en tanto está en juego en la transferencia, el que intro¬
después de una primera entrevista con un psicoanalista, vino duce el problema de la percepción en psicoanálisis. Sobre este
a confiarme su embeleso ante la beldad de la joven y su emo¬ punto Lacan introduce una tesis, no dudo en afirmar que es
ción al constatar que estaba embarazada. Pues bien, esa su¬ única en la historia del pensamiento, que refiere a Freud, o al
puesta joven tenía 6o años bien cumplidos, todos sus hijos menos a los hechos del inconsciente descubiertos por Freud.

26 27
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Los fenómenos perceptivos del sujeto ~ ...

Única, esta tesis necesariamente es polémica, ya que implica


esta cuestión. En el primer texto2, Lacan evoca “las coyuntu¬
una refutación de todas, digo bien: todas las otras tesis hasta
ras” de la aparición del pensamiento freudiano, a saber, la psi¬
llegar a él. Lacan propuso dos bellos ejemplos como demos¬
cología reinante, que sitúa como una herencia de la tradición
tración; quizás habría que agregar otros.
escolástica y filosófica. «De una cuestión preliminar...3», evo¬
El número de referencias a esta cuestión en el itinerario
ca el “fondo teórico” anterior a Freud. Análoga construcción
de Lacan indica su importancia. Comienza en 1936, con “Más
se encuentra, por lo demás, en los tres textos. Lacan entabla
allá del ‘principio de realidad’ Tras un salto en el tiempo,
allí una polémica argumentada, aunque más o menos extensa,
que se debe a otra historia, viene ‘‘Acerca de la causalidad psí¬
quica’ [Propos sur la causalitépsychique], con la crítica de la con las tesis anteriores sobre el problema de la percepción de
teoiía de Henri Ey, en 1945- Luego, en 1958, «Desuna cuestión la realidad, pero esta polémica se entabla principalmente no
preliminar...», cuya primera parte, titulada “Hacia Freud”, es en nombre de la experiencia analítica, sino en el terreno de la
consagrada a los problemas de la percepción en general. Jac- experiencia común. Sólo después redoblará esta primera ob¬
ques Main Miller comentó dicha parte en su sección de D. E. A.1, jeción con la objeción que constituye el inconsciente a estas
hace algunos años, agregando un artículo de 1961 sobre Mer- teorías anteriores a Freud.
leau-Ponty, poco conocido pero capital, publicado en el número
especial de los Temps modernos y aparecido en ocasión de la
La polémica
publicación de L’Oeil et l’esprit. En 1964, evidentemente, está
el Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales delpsi- Me detengo en primer lugar en la polémica que Lacan
coajiálisis. En 1966, está el pasaje de los Écrits titulado: “De entabla con las formulaciones de principio del siglo [xx] total¬
nuestros antecedentes”, donde Lacan resitúa de dtro modo su mente solo, con Freud sin duda, pero en definitiva solo.
“estadio del espejo”, y por último, entre muchas otras referen¬ Hay que decir que la cuestión de la percepción implica
cias dispersas, la de “L’étourdit”, que cuenta con muchas pun-
un mundo de referencias. Sólo tomando los nombres que e-
tualizaciones sobre la relación con la realidad.
mergen en “el mar de los nombres propios”, retengamos para
Los tres primeros, entre estos textos, tienen en común empezar a Platón y Aristóteles; luego, toda la “larga cocina me¬
que afirman y marcan un corte epistemológico entre todo lo tafísica” de la Escuela, como dice Lacan: toda la Escolástica; la
que precede a Freud y las implicaciones del freudismo sobre corriente empirista: especialmente Locke y Hume; la filosofía

1. [N. del I.] Diplome d’Études Approfondis, titulación de posgrado típica de !a


2.Lacan, Jacques, Écrits, París, Seuil, 1966, p. 73.
estructura universitaria francesa.
3-Ibid, p.531.

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29
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Los fenómenos perceptivos del sujeto ~ ....

trascendental de Kant; más cerca, si se quiere, la corriente fran¬ pero era metódica, nada más, y 110 tenía por lo tanto el alcance
cesa: Condillac, Diderot, Stuart-Mill y muchos otros que deri¬ de tina refutación. En cambio, Lacan pone todas estas teorías
van de esta corriente. Taine, que Lacan toma como referencia en la misma bolsa, por idéntica ineficiencia -por eso debe
en 1936 en su Más allá del “principio de realidadAlain tam¬ apuntalar vigorosamente su propia tesis-, porque todas com¬
bién, extraviado en el Siglo XX en medio de lo que Lacan lla¬ parten un mismo fracaso, cuya prueba, precisamente, reside
ma maliciosamente su “nube de tiza”, para estigmatizar al pro¬ en la incapacidad que tienen, como lo destaca, de dar cuenta
fesor retrasado, al que se le ha escapado la vuelta del siglo. de ...la alucinación. Sobre cuya definición sin embargo todos
Viene luego el giro, al menos aparente, de la Gestalttheorie, acuerdan: el sentido común, los filósofos, pero también La-
pero sobre todo de la fenomenología, y...entre nosotros, Mer- can, ya que todos están dispuestos a decir, como lo destaca,
leau-Ponty. Dejo de lado el cognitivismo. Ante todo, porque que la alucinación “es un perceptum sin objeto”.
Lacan no habla de él directamente, y luego porque el cogniti¬ La tesis de Lacan merecería ser largamente argumenta¬
vismo no tiene estrictamente ninguna unidad teórica, y, lejos da, porque, después de todo, es sostenible, y muy convincen¬
de ser muy nuevo, no hace más que retrotraerse a lo que es temente, afirmar que Locke y Hume, empiristas declarados,
adecuado llamar antiguallas epistemológicas. Tomándolo en confluyen sin saberlo con los idealistas más duros, mano a
singular, digamos que aborda el problema de la percepción y, mano con Berkeley, si se me permite decirlo, pero requiere
más en general, el del conocimiento, cortocircuitando la pre¬ una demostración extremadamente precisa. ¿Qué configura
sencia del sujeto y postulando una especie de neutralidad de la unidad de la bolsa en la que Lacan pone todas las teorías de
los supuestos aparatos del conocimiento, cualquiera sea la la percepción? Lo dice muy precisamente en la página 532 de
manera en que los conciba. Epistemológicamente, el cogniti¬ «De una cuestión preliminar...»: todas, cualesquiera sean sus
vismo es anterior a Freud. diferencias, le piden razón al percipiens de ese perceptum sin
Como vemos, todo un mundo de referencias. Por cierto, objeto que es la alucinación.
el erudito no llegaría nunca a concluir nada de tal abundancia. Podemos preguntarnos por qué prefiere Lacan los dos
Lo que hay allí de extraordinario es que Lacan, que a pesar de términos latinos, percipiens y perceptum, que son de la esco¬
su inmensa erudición es lo contrario de un erudito (no tiene lástica, a términos más modernos. Sin duda, estos términos,
nada de rata de biblioteca), Lacan, decíamos, osa -lo dice él al volverse extraños, introducen una distancia que arroja a es¬
mismo: oso”-, osa ponerlos a “todos en la misma bolsa”, tas teorías en una especie de otredad. Pero, sobre todo, me pa¬
empiristas e idealistas confundidos. Es una barrida extraordi¬ rece, indican que todas estas teorías, incluso las de fin del siglo
naria, más audaz quizás que la duda cartesiana. Puesto que la XIX que nutrieron la época de Freud, las últimas de las cuales se
duda cartesiana, por cierto, ponía en suspenso todos los saberes, pretendían científicas, o al menos apoyadas en la experiencia,

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Los fenómenos perceptivos del sujeto
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

o ¡-opósito de la concepción del número. En Les Chemins qul


no son otra cosa que efluvios de la vieja metafísica. Es lo que
M, ¡nénent nullepart, plantea la pregunta de saber cómo pue-
explicita en la primera página de su texto, al precisar que la
lo llegar a decir: “veo tres manzanas”. Se podría pedir su res-
antiphysis, a saber todo el campo de lo humano, bien lejos de
!i;lcSta a todos los autores citados, y todas serían muy diver-
haber dado el salto de la ciencia moderna, como laphysis, no es
, ¡s. Pero está la cuestión de la alucinación, de aquel que ve
sino una versión laicisizada de la cocina metafísica escolástica.
manzanas, tres o las que sean, cuando no hay manzanas. Allí
¿Cuál es pues este núcleo común? Todas estas corrien¬
todos responden: anomalía en la actividad del percipiens. Ve¬
tes comparten una convicción única, con formas diferentes
remos que Lacan invierte la tesis: no es al percipiens que hay
pero siempre la misma: que el percipiens, de otro modo, el
que pedirle razón del perceptum sin objeto. Volveré sobre ello.
que percibe, y yo podría decir casi, el percibiente, es responsa¬
Antes quisiera tomar dos ejemplos, para entrar un poco
ble del perceptum, que es su agente, por así decirlo. Más pre¬
en el detalle y mostrar que Lacan, al hacer este barrido, sabe lo
cisamente, se piensa con toda evidencia que el perceptum es
que hace y no está cediendo al delirio de presunción.
función de lo real, que hay un objeto real a percibir, pero se
El primero es el que Lacan elige en el texto de 1936, a
supone que el perceptum, de otro modo, lo percibido, sólo re¬
saber Hippolyte Taine y su obra titulada De leí inteligencia,
cibe de lo real una diversidad de sensaciones, que solamente
que vale como condensado de toda la psicología de fin del si¬
son elevadas a la unidad del perceptum a condición de que el
glo XIX. A quien Lacan caracteriza así: “un vulgarizador, pero
percipiens introduzca el ordep en la dispersión y la multiplici¬
consecuente”, concluyendo de ello que puede ser una referen¬
dad de las impresiones recibidas. Es por eso que Lacan habla
cia útil. Otro ejemplo es el de Merleau-Ponty y su Fenomeno¬
de percipiens “unificante”[unifiant]. /
logía de la percepción.
/
Estos dos autores dan fórmulas de la alucinación extre¬
Objeto -Perceptum <-Percipiens
madamente llamativas. Taine nos propone la siguiente fórmu¬
(unificante)
la, en el segundo tomo de su libro, capítulo I: “la percepción es
Entonces, es muy simple, cuando una alucinación, o sea una alucinación verdadera”. En cuanto a Merleau-Ponty, pro¬
un perceptum sin objeto, surge, sólo queda pedir razón de ella pone la expresión, no menos llamativa, de “impostura aluci-
al percipiens e interrogarlo sobre lo que ha fabricado. natoria”, en la Phénoménologie de la perception, página 394,
capítulo III, titulado: “La chose et le monde naturel”.
Perceptum sin objeto <- Percipiens Detengámonos algunos instantes en Taine, que ya na¬
die lee, por supuesto, para verificar en este autor la tesis de
Sería divertido hacer un pequeño ejercicio respecto a
Lacan. Taine llevó a sus últimas consecuencias la tentativa de
la percepción común, retomando un ejemplo de Heidegger a

33
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Los fenómenos perceptivos del sujeto "

presentar una génesis de todas las funciones superiores de la|


le corresponde, sí o no, un objeto exterior. Lacan queda muy
inteligencia, el conocimiento y la razón, hasta el último extre¬
justificado en subrayar que esta teoría, que quería anclarse en
mo lógico, a partir de un dato inicial único: la sensación. He
ja experiencia pura, tiene por criterio último de realidad el jui¬
aquí un empirismo verdaderamente maximalista, cuya cons¬
cio proferido por el percipiens: para pasar de la sensación pura
trucción, bastante simple cuando se la resume, nos permite
a una afirmación perceptiva, el que decide es el pensamiento.
verificar muy cómodamente en qué se autoriza Lacan para decir
El esquema sería el siguiente:
que el más empirista es el más idealista.
Sigamos su desarrollo. “La impresión” producida por elj
Objeto —> Sensaciones —► Imágenes-*— Juicio del percipiens
objeto exterior se traduce para el individuo en sensaciones!
Estas sensaciones se convierten en contenido^ mentales, las:
imágenes. Las imágenes, las describe como sustitutos de sen-l
Perceptum
saciones, pero con la particularidad de que permanecen, de!
'i*

que son memorizadas, y que tienen una especie de dinamismo j


El más empirista era entonces al mismo tiempo el más
propio que hace que se reevoquen solas en la memoria, como
espiritualista. La misma tesis se aplicaría a todos los empiristas,
“simulacros, fantasmas y apariencias de sensación”. Esto en la I
i incluso a Locke, que Lacan evoca en la página 76 de los Écrits,
página 14 de su libro. ¿Qué es entonces percibir para Taine?|
y a su famosa fórmula, que traduzco del latín: “no hay nada en
La actividad de percepción corresponde a la movilización dej
el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos”, y
una imagen mental o de una combinación de imágenes. Dicho
se ve obligado a agregar: “a no ser el entendimiento mismo”.
de otro modo, es una alucinación normal. Toda actividad de
En lo que respecta a Merleau-Ponty, que no desarrolla¬
percepción reposa sobre la presencia de una imagen mental
ré demasiado porque haría falta citarlo más extensamente para
de tipo alucinatorio. ¿Pero cómo distinguir entonces la aluci¬
hallar en él provecho, su tesis de la impostura alucinatoria plan¬
nación enfermiza de la alucinación normal? He aquí la res¬
tea simplemente que “la alucinación no es una percepción” sino
puesta, muy significativa: “En lugar de decir que la alucina¬
una usurpación. Así, en la página 395: “la alucinación usurpa
ción es una percepción falsa, hay que decir que la percepción
el lugar de la percepción pero no es una percepción”. ¿Por qué?
exterior es una alucinación verdadera”.
Porque para él la percepción es “apertura al mundo”, que va
Ustedes ven el problema: no hay modo de decir del
de consuno con la “fe perceptiva” que evoqué al principio, la
perceptum -que Taine sitúa a nivel de las imágenes- si es ver¬
que hace que, cuando percibo, estoy conectado con el exterior.
dadero o falso sin hacer intervenir un juicio, juicio que produce
Por el contrario, en la alucinación, esta falsa percepción, esta
“la prueba de realidad” y que dice si a la alucinación perceptiva
"ficción” (término que emplea en la página 394), supone que
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Los fenómenos perceptivos del sujeto

la página precedente, Lacan pone el punto sobre las “i”: el es-J Por lo demás, en este pasaje, se suceden considera¬
tadio del espejo no tiene una ligazón con la calidad de vidente, bas sobre lo que Lacan llama “el conocimiento especu-
encontrándose la imagen narcisista también en el ciego priva¬ • vr". Se trata más bien de un desconocimiento, en la medi-
do de visión (véase el problema de Molyneux4). No tiene rela¬ I, pn que, justamente, cae bajo el efecto de la inversión en
ción con el vidente, sino con la mirada. Es por ello que “el cie¬ . relación con el plano, pero, sobre todo, en que no es un co-
go es allí sujeto por saberse objeto de la mirada”. Se trata de la n.>cimiento para nada, como lo muestran los fenómenos de
oposición visión-mirada, extensamente desarrollada en el Se¬ despersonalización y de alucinación del doble, que pone a
minario IX, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa¬ cuenta del seudoconocimiento especular, y de los que pre¬

nálisis. Por eso mismo, Lacan puede repensar de otro modo el cisa enseguida que no tienen valor diagnóstico y ni siquiera

júbilo narcisista que había explicado primero por la anticipad ,¡rven de referencia para el fantasma.

ción imaginaria del dominio motriz del sujeto todavía en la'* Antes, en 1961, en el artículo de los Temps modernes,
prematurez. Lo reinterpreta aquí como efecto de la manipula¬ entre las páginas 8 y 16, Lacan había intentado una demos¬
ción de la mirada, que evoca el gesto del niño volviéndose ha¬ tración mucho más precisa de su tesis. El texto versa sobre
cia quien lo sostiene. un ejemplo de ilusión óptica tomado a Merleau-Ponty. Allí
Quiere decir que el valor de la imagen depende menos precisamente trata de demostrar, a propósito de una ilusión
de la unidad de su completud que del hecho, bien opuesto, de j que impide ver un objeto, que el objeto sólo aparece a condi¬
que está descompletada por la mirada. La idea es ésta: lo visi¬ ción de que se produzca un efecto equivalente a una repre¬
ble, el umbral del mundo visible supone que se ha producido sión, una desaparición del sujeto. Es la misma idea, pero apli¬
una sustracción por efecto del lenguaje, dicho de otro modo, cada a un ejemplo preciso.
que la mirada se haya perdido. Esta sustracción, por la falta Para concluir, sólo puedo invitar a cada uno a que es¬
que engendra, crea la libido escópica, y le da su impulso a la tudie estas demostraciones muy de cerca y muy en detalle,
investidura del campo visual. Para que el mundo sea visible y que encuentre otras referentes a la tesis. Dejo la palabra

en el sentido humano del término, es necesario que sea con-1 íinal a Lacan. Al resumir y generalizar su punto de vista en
cernido por un deseo de ver. De ahí la pregunta: ¿con los ojos, el artículo de los Temps modernes, subraya “el privilegio
pero sin la libido escópica, qué veríamos? que le corresponde al perceptum del significante en la con¬
versión a operar en la relación del percipiens con el suje¬
to”. He ahí en el fondo, aquello a lo que Lacan se dedicó: a
4. [N. dui ].] Se refiere al caso de un hombre de leyes y científico dubliués que, una conversión de perspectiva. Es por eso también que
nacido ciego, recuperó la vista y fue referencia de estudios sobre la percepción f
por parte do I.ocke, Berkeley, Diderot y otros. tomé como título para hoy “Los fenómenos perceptivos
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Los fenómenos perceptivos del sujeto ~ ,

el lenguaje. Dicho de otro modo, allí donde estaba elpercipiens] sino por el contrario está sujetado a los efectos del
supuesto como unificante, viene el sujeto dividido. -i-rccptum, producido no como unificante, sino justamente
Lacan intentó dos demostraciones de su tesis con dos; como equívoco y doble.
ejemplos precisos. Uno concierne a la “percepción singular”] Lacan hizo una segunda demostración, concerniente a
de la cadena significante misma. Se encuentra en las primeras ■, percepción visual. Sobre este tema evocaré tres textos: algu-
páginas de «De una cuestión preliminar...» Consiste en mos¬ •:os pasajes en “De nuestros antecedentes”, el artículo de 1961
trar, muy simplemente, contrariamente a lo que dicen todas oe los Temps modernes ya citado, y luego el Seminario XI.
las teorías clásicas que postulan que el perceptum resulta de En 1966, corrige su “Estadio del espejo” que podía pres¬
una actividad del percipiens, que el perceptum ya^está estruc¬ tarse a confusión con la Gestalttheorie, en la medida en que él
turado. Por lo tanto, que la estructura no viene del percipiens} mismo había reconocido en la imagen del espejo, una Gestalt
que está ya en el perceptum, y que además es ella la que deter¬ con efectos formadores sobre el organismo mismo. Así, en
mina al sujeto, el que no es simplemente un percipiens. De las 1966, cuando ya ha elaborado su teoría del inconsciente-len¬
teorías clásicas a Lacan, los esquemas se invierten: guaje, precisa que el estadio del espejo no es un fenómeno de
visión. La imagen visual juega allí su papel, por supuesto, pero
Perceptum <-Percipiens no por ello el estadio del espejo está menos subordinado al
i electo de lenguaje. Quiere decir que la imagen del espejo sólo
Perceptum-> Sujeto loma su importancia y cautiva al sujeto porque ya está
correlacionada con el efecto mayor de lenguaje que es el efec¬
Esta demostración la hace justamente a propósito de la to de falta. La palabra “castración” no está presente en este
percepción de la cadena significante y de la palabra. No entro texto de 1966, pero está implícita. Lacan plantea la cuestión
en los detalles déla demostración: sólo saco sus conclusiones. de saber si se puede reducir la fase del espejo a una crisis bio¬
Lejos de ser el organizador del perceptum de la cadena, el su¬ lógica, desde que la Gestalt tiene en ella efectos sobre el orga¬
jeto es su “paciente”. Es decir, sufre cierto número de fenóme¬ nismo, y responde por la negativa: “eso sería darle demasiado
nos que se deben a que la palabra y la cadena significante ya lugar a la presunción del nacimiento”. La imagen cúbrelo que
están organizadas: cuando habla el otro, sufre los efectos de la llama una falta más crítica, que tiene una función causal, y
sugestión, cuando habla él, se divide entre locución y audi¬ que refiere al deseo del Otro. En otros términos: es el efecto
ción. Cuando está alucinado, su palabra es oída como vinien¬ castrador del lenguaje el que condiciona el prestigio de la ima¬
do del otro, y se le impone una oscilación entre un momento gen narcisista, el amor que ella focaliza. E11 la página 71, en
de incertidumbre alusiva y de certidumbre alucinatoria. No es; caso de que no se hubieran comprendido las observaciones de

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Los fenómenos perceptivos del sujeto

defecto en lo simbólico, su “condición” principal, es perfecta -, vez el agente constituyente de la prueba de realidad, y el
mente coherente con el hecho de que para el loco la relacióí rrsultado constituido de las identificaciones narcisistas. Como
con la realidad esté modificada. ■re pacan, hay que renunciar a lo que está perimido, incluso
¿Qué es lo que le permite aquí a Lacan referirse a Freudi ,.?1 el maestro. El Freud que, sin decirlo, está con Lacan en ol>
No se puede decir que esta tesis esté presente en Freud: sóí| a todos los que Lacan mete en la bolsa, es el inventor de
es deducible del descubrimiento freudiano. De hecho, la con¬ articulación inconsciente, y del sujeto que se deduce de ella.
cepción explícita de la realidad en Freud, a veces está mu che La tesis es por lo tanto ésta: el campo de la percepción
más atrás que el alcance de su invención del inconsciente. E< < s un campo ordenado, pero ordenado en función de las rela¬
por ello que no basta con citar tal o tal otra frase de Freud pan ciones del sujeto con el lenguaje, y no ordenado por el aparato
ser freudiano. , !-.unitivo, ni por la perspectiva de la percepción. La tesis es
Las imágenes teóricas en Freud, la evocación por ejem i ’j radical, implica que el lenguaje no es un instrumento del suje¬
pío de un yo-superficie, su construcción de un sistema percep¬ to. sino un operador, en el sentido que produce al mismo suje¬
ción-conciencia que debe permanecer siempre virgen para re to. Es también totalmente nueva, y extrema, porque Lacan
cibir las impresiones, las superficies receptivas que nos dibuja apunta a todo el campo de la percepción, no sólo al de la per-
al fin de la Interpretación de los sueños, todas esas imágenes <o pción del lenguaje y la palabra. Después de todo, se podría
teóricas no dejan de evocar otras: el trozo de cera de Descartes] admitir fácilmente que, cuando se trata de percibir la cadena
la labula rasa de Loche, e incluso “la estatua” de Condillac, quej significante (lo que se trata en «De una cuestión preliminar...»),
conectan a Freud con toda una tradición con la que Lacan rompe] el pereeptum, a saber la cadena percibida, depende de la jun-
Por otra parte, Freud no pudo evitar afirmar al final,! t ura entre sujeto y lenguaje. En cambio, a nivel de lo visible, es
además de la existencia del sistema percepción-conciencia,! menos obvio demostrar que, en el fondo, lo que veo no lo vería
la de una instancia encargada de lo que llama “la prueba di -por decirlo así- si no fuera un sujeto determinado produci¬
realidad”. Vacila por momentos sobre la cuestión de saber I do por el lenguaje. Es decir que lo que veo, no lo veo simple¬
qué instancia atribuirla, pero la noción misma no dista de laj mente como animal, como organismo dotado de visión, aun¬
que evoqué recién en Taine. Estas fórmulas no van para nadaj que las especies animales superiores estén dotadas de visión,
en el sentido de la tesis de Lacan. sino en tanto humano, en tanto sujeto del significante. Tal es
Hay sin embargó, múltiples direcciones en los desarro-f la tesis de Lacan, que hay que demostrar con ejemplos muy
líos de Freud, vacilaciones e incluso contradicciones internas,I precisos. En todo caso, Lacan precisa en “L’étourdit” que, de
que Lacan subraya y utiliza. Éste es el caso cuando destaca, porf creer en ello, toda la realidad “en sus cinco sentidos más o
ejemplo, que no es coherente hacer del yo, según los textos, a| menos”, está bajo esta dependencia del sujeto producido por
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Los fenómenos perceptivos del sujeto

algo del lado de la apertura al mundo del sujeto de la percep¬ en nombre del inconsciente. Le objeta a Taine, con Freud, que
ción, está afectado. ¿Pero qué? Precisamente ese algo que Mer- la imagen, lejos de ser una realidad degradada, es otra reali¬
leau-Ponty supone subyacente a todos los actos por los cuales dad. una realidad psíquica que justamente se inmiscuye entre
pongo un objeto ante mí, a saber una función más profunda, el percipiens -llamémoslo así- y lo que se llama la realidad.
una especie de fe, “de opinión primordial”,que hace a la apertu¬ Por supuesto, se trata de un texto donde Lacan fórmula toda¬
ra al mundo. El esquizofrénico alucinado la habría perdido, ya vía el inconsciente en términos de imágenes y no de signifi¬
que carece de la capacidad de relacionarse con el mundo. cantes, pero de imágenes fijas y constantes, operantes por
No insistamos más. En definitiva, se trata de la idea de ejemplo en la transferencia.
que existe una especie de disposición primaria, normal, en el Impresiona que el artículo de Lacan de 1936 haya que¬
que no es psicótico, que le asegura la presencia en el mundo. dado inconcluso. Termina con el anuncio de una continuación,
Esta presencia, Merleau-Ponty la concibe como mediada por que jamás produjo, en la que se proponía, decía, criticar la me-
el cuerpo, “en, por y a través del cuerpo”, dice Lacan al comen¬ tapsicología freudiana, pasando por la Gestalt y la fenomeno¬
tar el texto de Merleau-Ponty, y precediendo toda reflexión. Pero, logía. Evidentemente nunca lo hizo. La verdadera continua¬
por más anterreflexiva que sea, no es menos equivalente a un ción es por lo tanto «De una cuestión preliminar...», cuya te¬
sujeto activo (en términos de Lacan se diría un sujeto constitu- j sis, efectivamente, objeta a la fenomenología.
vente), constituyente de la presencia perceptiva en el mundo. La tesis mayor, no crítica, sino positiva, es que la rela¬
He aquí a Merleau-Ponty también en la bolsa: después de ha- j ción con la realidad en general, y muy en particular la percep¬
ber inmerso al sujeto en el mundo, también él le/pide a ese j ción, no deja de caer bajo la incidencia del inconsciente. Dicho
sujeto anterreflexivo que dé cuenta de la alucinación por me-1 de otro modo, con el psicoanálisis, lo que cambia todo respec¬
dio de la carencia de la presencia perceptiva en el mundo. to a las viejas teorías de la percepción, es el descubrimiento de
I
otra realidad, “realidad psíquica” según el término de Freud,
La tesis que para Lacan no es antepredicativa, no está más acá del len¬
guaje. Tampoco es un aparato de lo real, una instancia mental
Llego al fin a la tesis de Lacan. Resumo ante todo sus a percibir, pues se manifiesta más bien en fenómenos anóma¬
objeciones. La primera, que le hace a Taine en 1936, ya la evo¬ los. Para dar una fórmula concisa, digamos: incidencia del
qué: esa teoría autodenominada sensualista es de hecho un sujeto -que no es un percipiens unificante- en el campo de la
efluvio de la vieja metafísica espiritualista. Pero, sobre todo, percepción, sin olvidar que el sujeto está determinado por su
impugna la concepción que Taine se hace de la imagen como dependencia del orden simbólico. La tesis de Lacan sobre la cau¬
realidad degradada, sensación debilitada. La impugna aquí, salidad de la psicosis, que consiste en hacer de la forclusión,

36
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

del sujeto”. Por cierto no era para decir que el sujeto sería Estructura y función de los fenómenos
un percipiens agente. erotomaníacos de la psicosis*
Evidentemente, esta tesis choca con la “fe perceptiva”
que todos los seres hablantes comparten. Es por ello que es
importante demostrarla, caso por caso.
1
i
París, 1993.

Problemática

La definición más fenomenológica de la erotomanía, la


convicción delirante de ser amado, nos indica ya que se trata de
una posición de sujeto psicótico. Se encuentra en cuadros clíni¬
cos muy variados y además se ubica, según los casos, de diver¬
sas maneras en la estructura y en la evolución delirante. Sean
incipientes o terminales, prevalentes o accesorias, transitorias
o estables, sea que se manifiesten en un platonismo radical o en
un desborde erótico, que se presenten en hombres o en muje¬
res, que elijan un partenaire único o múltiple, próximo o leja¬
no, real o imaginario, las manifestaciones erotomaníacas en la
psicosis son a la vez tan frecuentes y tan polimorfas, que plan¬
tean el problema de la unidad y el alcance del fenómeno.
La pregunta es la siguiente: ¿en qué se distingue el amor
del sujeto erotomaníaco del amor llamado normal? Más en ge¬
neral, es la pregunta por el ‘Eros del psicótico’1 lo que se plan¬
tea. Destacamos que esta pregunta atraviesa toda la enseñanza

L Lacan. Seminario. Libro III. Las psicosis. Clase del 31 de mayo de 3 956.

44 45
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Estructura y función de los fenómenos erotomaníacos de Ja psicosis

de Lacan. Desde antes de plantear el inconsciente estructura¬


do como un lenguaje, llama de una manera paradigmática, como lo creía Esquirol, o es accesorio como lo pensaba de
Aimée {Amada}, a la paciente de su tesis de 1932. En 1955 Clérambault?—, y sobre todo, sobre la descripción del tipo de
destaca la imposibilidad de concebir la naturaleza de la locura delirio mismo —¿se trata de una entidad mórbida autónoma,
sin recurrir a la teoría medieval del amor y especialmente a existente bajo una forma pura que evoluciona de manera típi¬
aquello que ahí se articula como una relación extática al Otro, ca, o bajo una forma mixta, asociada a manifestaciones inter¬
implicando la abolición de las finalidades naturales de la criatu- pretativas y alucinatorias y de pronóstico variado?
nn En el otro extremo, en 1975, en sus conferencias en USA, Pero la fórmula misma de erotomanía no nos viene de
señalaba que la psicosis es una especie de fracaso del amor. allí. La obtenemos de Freud en su caso Schreber. Es la del ero-
4 tómano hombre: ella me ama. Se integra a su famosa deduc¬
ción de los diferentes delirios paranoicos a partir de una fór¬
Un poco de historia
mula original, la de la pulsión homosexual, en la que Freud
cree poder identificar la causa libidinal de las psicosis. En esta
Tres fechas y tres hombres: 1920: de Clérambault y el
tesis, donde están implicados el fracaso del Edipo y la fijación
postulado erotomaníaco; 1911: Freud y la gramática de la libi¬
do psicótica; 1936: Lacan psiquiatra y los embarazos del sexo. narcisística, se hace de la gramática una máquina lingüística
para transformar la libido. En el caso de la erotomanía, esta gra¬
De Clérambault no fue el único en la psiquiatría europea, ni
mática de las pulsiones tiene una función que Freud enuncia
tampoco en la francesa, en interesarse en la erotomanía. Sin
con mucha precisión: la de restablecer, a título de cobertura, un
embargo tiene un lugar aparte, por ser aquél en quien Lacan
semblante de heterosexualidad. Si éste, que es para Freud el
1 econoció a su maestro en psiquiatría, también porque estuvo
en el origen y en el centro del debate sobre el tema en los años rasgo decisivo del diagnóstico, no se presta a confusión con la
neurosis, es porque “todos esos amores no comienzan con la
• v™te’ y Porque se le debe el haber dado la fórmula lógica del
percepción de que se ama, sino por la percepción, llegada del
fenómeno pasional. Fue él quien elaboró en Francia el síndro¬
exterior, de que se es amado”. Tal es el rasgo de estructura por
me erotomaníaco, del que creyó poder describir una secuencia
el cual la erotomanía, de la que Freud se ocupó bastante poco,
típica: esperanza, decepción, rencor, al mismo tiempo que for¬
se incluye en el mecanismo general de la psicosis tal como él lo
jaba la categoría nosográfica de las psicosis pasionales, donde
enuncia entonces: “lo que ha sido en el interior adentro retor¬
ubicó a la erotomanía junto a los delirios de celos y de reivin¬
na desde afuera”. Acá es crucial la imputación al otro.
dicación. El debate de la época y la discusión de sus tesis se
De Clérambault coincide con Freud en este punto, cuando
dieron en varios registros: sobre los rasgos electivos del
da como paradigma de la posición erotomaníaca la frase de una
partenaire, sobre el carácter platónico del amor ~¿es la regla
de sus enfermas que decía: “no soy yo la que ha buscado”. Sin

46
47
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Estructura y función de los fenómenos erotoinaníacos'de la psicosis

embargo, lo que permanece como único en su aporte, más allá


inclusive lo sustrae de la definición de lo que llama erotoma¬
de sus descripciones del síndrome, sus enriquecimientos y co¬
nía "simple”, no reteniendo como crucial más que la eminen¬
rrecciones sucesivas, es la formulación, lógica y no gramatical,
cia del objeto, notada por los psiquiatras desde siempre. En
de la erotomanía. La pasión erotomaníaca es un postulado,
ese caso, dice, la iniciativa atribuida al objeto está ausente en
dice, al que por vía de deducción se agregan proposiciones
tanto que “la situación superior del objeto toma todo su va¬
derivadas, evidentes o demostradas. Postulado, evidencia,
lor"2. Este acento se encuentra confirmado por una respuesta
demostración. De Clérambault rompe con el vocabulario psi¬
dada a Daniel Lagache en 1935 en el grupo de L’évolntion
cológico de la creencia. Postulado habla de un punto funda¬
psychiatrique, a raíz de una exposición de éste sobre el tema:
dor, fuera de demostración, y del que penden todas las signifi¬
Pasión y psicosis pasional. Lacan insiste en que: “la pasión no
caciones. Con esto se hace justicia a la lógica psicótica. No es puede ser estudiada (...) por fuera del objeto que la califica”.
que el sujeto psicótico sea rebelde a las lecciones de la expe¬ Así, paia el Lacan psiquiatra de esta época, de lo que hay que
riencia o que razone mal, como lo supone cierta psiquiatría. dai íazón es de la particularidad del objeto. Hace su tesis con
Poy el contrario, se esfuerza en ajustar los hechos, especial¬
una inteipi elación en dos pisos; en primer lugar, plantea que
mente las desmentidas que le vienen del objeto y que com¬
la situación de eminencia del objeto adquiere su sentido si se
prueba, como cualquier otro, con una premisa: —él o ella me
consideia lo que implica de alejamiento, de abstracción y de
ama— que las hace aparecer paradójicas. Dicha premisa es, despei sonalización del mismo. Se deduce que su función es la
por su parte, trans-experimental y constituyente de su rela¬ de aseguiai la no realización sexual”. La elección de objeto se
ción con el Otro. Con el postulado pasional, que Lacan en sus
intei P1 ela entonces por la satisfacción encontrada en un pla¬
Escritos ubica junto al automatismo mental, de Clérambault tonismo radical. En cuanto a este platonismo, le parece a La-
habrá aislado los dos rasgos elementales de la estructura que can que no es en si mismo más que la manifestación fenomé¬
especifican la relación del sujeto psicótico con el Otro.
nica de problemas de identificación sexual, que él designaba
Lacan sigue en la línea de esta estructura cuando llama
entonces y a propósito de Aimée, como “la neutralización de la
Aimée {Amada} a la paciente de su tesis. Como al pasar, es categoi ía sexual a la cual ella se identificaba”. Son entonces
ella quien se lo ha soplado, porque es el nombre de la heroína los tropiezos del sexo los que dan cuenta aquí tanto del “tema
de su primera novela, y para poner aún más los puntos sobre
francamente erotomaníaco” en relación al príncipe de Gales,
las íes, la segunda evoca un partenaire de nombre Jaime i° como de la “verdadera erotomanía homosexual” que la liga a
(que en f rancés equivoca con yo amo primero). Sin embargo,
es notable comprobar que en esta época Lacan no destaca el
postulado del sujeto como rasgo decisivo de la estructura, e 2. J. Lacan. De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad.

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49
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Estructura y función de los fenómenos erotomanía.cos de la psicosis

sus perseguidoras. Destaquemos que para el Lacan de 1932, fenómenos acerca de su desvío respecto al sentido postulado.
que todavía no distingue el otro con minúscula del Otro y del Uno pregunta qué quiere decir eso, para encontrar en él su ser;
objeto a. y que tampoco ha elaborado la función fálica, se tra¬ e! otro sabe, y solamente pregunta por qué eso aparece bajo for¬
ta, como para Freud, del problema de la libido, y más precisa¬ mas tan contrarias al postulado. Por lo tanto, aquí se oponen la
mente, lo que es crucial es la relación al sexo. Es cierto, sin pregunta del sujeto y la certeza sobre el Otro.
embargo, que la explicación de entonces, y la muy vaga noción
de neutralización de la categoría sexual, no le permitían hacer
Ambigüedad de la fórmula erotomaníaca
la diferenciación con la histeria, que elabora recién en el semi¬
nario de las psicosis, gracias al rodeo por lo simbólico.
Escribámosla bajo su forma generalizada: Él -el obje¬
to— me ama. Pero, ¿qué es este amor? Nadie soñaría en reco¬
Estructura de la posición erotomaníaca
nocerlo como verdadero amor”, como hace Lacan con el amor
de transferencia, y menos aun en identificarlo con el amor de
Demos por sabido lo que implica el postulado del erotó-
los místicos. Ciertamente hay analogías ocasionales, pero tam¬
mano. En primer lugar, una relación al Otro donde éste se
bién hay diferencias, no porque sea un amor delirante, sino
impone en el lugar de emisión de la libido que toma como blan¬
porque es un “amor muerto”, o mortificante, o que fracasa,
co al sujeto, del mismo modo en que se impone en el automa¬
como dice Lacan en 1955, 1966, 1975. ¿Y qué es amor? La
tismo mental, como el emisor directo de la palabra alucinada
polisemia del término francés manifiesta bien la ambigüedad
que asalta al sujeto. /
del fenómeno. Eros mismo es un término ambiguo. Ciertamen¬
En segundo lugar, un sujeto que no es pregunta, sino
te hace lazo, pero no unívoco, porque designa tanto el cuerpo
certeza. Hablando con propiedad, ésta no proviene del regis¬
a cuerpo de la voluptuosidad, como las capturas de la imagen
tro de la creencia, pues esta última no funciona sin un punto
y los encuentros de sujetos. Por lo tanto, se nos plantea una
de indeterminación. La certeza escapa a la problemática del
pregunta en relación con nuestro tema y nos es necesario dis¬
saber y ex-siste a la dialéctica de la verificación. No es que ex¬
tinguir los registros que se encuentran imbricados en el nor¬
cluya toda pregunta, sino más bien que las determina a todas y
mal, aquel del goce que en sí mismo puede ser sexual o fuera del
que éstas no son ya las mismas. En el camino que va de la his¬
sexo, y aquel del amor propiamente dicho. ¿Es manía de goce o
teria a la erotomanía, podemos destacar una notable inversión
más bien manía de amor?, y si los fenómenos se repartieran
clínica en la relación al partenaire. El sujeto histérico interroga
entre estas dos polaridades según los casos, ¿no sería necesario
el sentido de los fenómenos, que aquí son los signos emitidos
suponerles funciones e indicaciones de tratamiento diferentes?
por el objeto. El sujeto erotomaníaco interroga los mismos
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Estructura y función de los fenómenos erotomaníacos de la psicosis

El ejemplo de Schreber En un primer tiempo este goce del Otro, impuesto,


deletéreo, efractivo en relación a las fronteras del cuerpo y per¬
Erotomanía divina, erotomanía mortificante, efecto de turbador de sus funciones, está ligado a la amenaza de
empuje a la mujer, éstas son las tres expresiones sucesivas a emasculación —Entmannung— término sobre el que Lacan in¬
través de las cuales Lacan situó la posición final de Schreber siste en que no connota la castración, sino su defecto; o sea la
en la cual consintió en ser la esposa de Dios, implicando este significación de un goce no fálico, que excluye que Schreber
nuevo estatuto objetal: su feminización, —feminización de sea gozado como hombre, y que, más allá de lo que él llama su
su imagen, de sus sentidos, de sus pensamientos ofrecidos honor, es mortal para el sujeto. Un goce forcluido de lo simbóli¬
para colmar la voluptuosidad divina—, y el anuncio de una co, que vuelve de lo real, y que en sí mismo no es sexual -lo que
fecundación redentora, por la cual las entrañas espirituales también vale para el goce que se liga a las pulsiones parciales,
de Schreber darían a luz una humanidad futura. Era una so¬ que sólo se refiere a la polaridad sexual por el sesgo de la regu¬
lución de su precedente posición, que hacía de él el torturado lación fálica-. Asimismo, el goce divino, en el primer tiempo
de Dios. Sin embargo en ningún momento del delirio, ni aun del delirio, no tiene otra referencia al sexo que el déficit de regu¬
en la fase de consentimiento, se trata de amor. La fórmula lación que evoca la emasculación. Localizado en el Otro, no está
justa del lazo que unía a Schreber a su Otro nos parece ésta: inscripto ni identificado en él sino porque Schreber se consagra
Dios me goza. Es una eroticomanía (éroticomanie). Lo que a él. No habría forma de que Schreber pudiera ser llamado “Ama¬
es conforme a la tesis que Lacan introduce en 1966 diciendo do” {Aimé}). Más bien su nombre de síntoma sería “Gozado”
de la paranoia que identifica el goce en el lugar del Otro. Iden¬ {Joui}, que equivoca con el imperativo del supeiyó {¡Goza!}, y
tificación que hay que tomar en el doble sentido de localiza¬ que atenta, pienso, contra su nombre propio, ya que atentado,
ción -es Dios el que goza-, y de sujetamiento de su soporte. hay. En cuanto al amor, en tanto que éste instaura una relación
Al Otro que “no existe”, que es “desierto de goce”, la paranoia de sujeto a sujeto3, está llamativamente ausente en el vínculo
lo hace existir como gozador. Así vemos cómo Schreber, de que une a Schreber con Dios. Lacan ha subrayado los rasgos
una manera ejemplar, nos define a su Dios como suma de los negativos, —mescolanza, voracidad, repugnancia—, que distin¬
discursos pronunciados a lo largo de los siglos —tesoro del guen la erotomanía schreberiana de la alegría e iluminación
significante—, nos precisa que ignora a los vivos —en el sen¬ mística. La eroticomanía es, en el sentido del amor, una
tido de las funciones homeostáticas de la supervivencia- al
mismo tiempo que experimenta que no ignora el goce. Es aquí
que el delirio va a proceder a una elaboración que culmina
3. Cf. J. Lacan, Seminario Aún.
en la llamada erotomanía.

52 53'
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Estructura y función de los fenómenos erotomaníacosdela psicosis

erotodeficiencia, reveladora a fin de cuentas de una estruc¬ El efecto de empuje-a-la-mujer, producido por la falla
tura, porque en el encuentro con Dios, frente a la Cosa sur¬ de una existencia que funde el universal de la función fálica
ge una palabra injuriosa *—/Lud-sr/—• por la cusí se impone como función de castración, es el resorte estructural de la lla¬
en la experiencia lo que el neurótico desconoce, a saber, que mada erotomanía de Schreber. Es sorprendente comprobar que
el insulto revela “ser en el diálogo tanto la primera palabra la mujer en que Schreber se convierte se distingue por las ca¬
como la última4.” racterísticas de su goce. El mismo lo subraya con precisión e
Más adelante, el trabajo del delirio elabora una fórmula insistencia: ella debe encarnar la excepción de una voluptuo¬
completa de la relación con el Otro absoluto, digamos: Dios sidad sin límites, mientras que para todos, y lo dice textual¬
me goza como su mujer. No es una palabra de amor, pero es mente Schreber, los límites se imponen. Citémoslo:
un nombre del goce que se interpone entre Schreber y Dios, a
falta ele inscripción fálica. La eroticomanía, esta vez “E11 lo que me concierne, han cesado de imponerse
esos límites y en un cierto sentido se han convertido en
correlacionada con el significante del sexo, instaura una cua-
su contrario”,
si-relación sexual con Dios, en la cual Schreber no es tanto la
Mujer que le falta, como aquella que no le falta porque la tie¬ a saber, un deber de goce5. Schreber se ha convertido en el
ne. Ella condiciona también la restauración de un cuasi-efecto Uno, o más bien en la Una, a la que le está permitido gozar sin
de palabra plena en un “Tú eres mi mujer”, emitido directa¬ límites. ¿Cómo se puede decir más claramente que la mujer-
mente por el Otro —es Dios quien lo quiere— al que Schreber Schreber suple la función del padre? A falta de la excepción
consiente. Es necesario subrayar el restablecimiento córrela-/ paterna, que fundando el universal de la castración hubiera
tivo de su relación con la realidad. Esta se le hace vivible por la hecho entrar a Schreber en el rango de la castración para to¬
pacificación y la estabilización de su relación con el Otro. La dos, la lógica de la estructura no le deja al sujeto otra alterna¬
no menos impresionante regulación del goce va a la par y se tiva que encarnar la excepción. Para hacer esto, tiene a mano,
localiza en el escenario transexual. Schreber frente al espejo si así puede decirse, el significante de la mujer con lo que éste
testimonia un goce, que habiéndose inscripto como femenino, connota de goce en exceso en relación a lo que la castración
se anuda sin embargo a la imagen y a la pulsión escópica. Así condiciona. Esto da ocasión de verificar que la anatomía no
sé encuentra restaurada una versión sexualizada del goce que pesa mucho en la estructura, solamente impone a Schreber, por¬
no está menos reglada por ser no edípica. que es varón, la condición suplementaria de la transformación

4. J. Cacan. “L’Etourdit”. Scilicet IV. Seuíl, pág. 44. 5. D. P. Schreber. Mémoires d’un névropathe. Seuil, pág. 239.

54
Estructura y función de los fenómenos erotomaníacos~de la psicosis
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

la dimensión del goce. El partenaire elegido por postulado ama


en mujer. El trabajo del delirio dando a luz el título de “mujer
pero no goza. Por el contrario, es el último recurso contra la
de Dios”, provee a Schreber de un síntoma nuevo, por el cual
amenaza del goce. Este rasgo de elisión del goce se presenta
el goce, que hasta aquí era coextensivo a la cadena de los pen¬
de diversas maneras en la experiencia. En algunos sujetos, el
samientos dispersados ahora en el infinito del delirio, ex-siste.
objeto se distingue desde el comienzo por tener propósitos en
que el amor, que generalmente es paternal, lo pone por enci¬
Eroticomanía y erotomanía propiamente dicha
ma de las captaciones del sexo. En Aimée misma, si seguimos
el análisis que hace Lacan, los fenómenos se desdoblan entre
El empuje a la mujer schreberiano proporciona el mo¬
lo que Lacan llama una “verdadera erotomanía homosexual”
delo de aquello que en las llamadas erotomanías es manías de
que la liga a sus perseguidoras como figuras de goce, y aquello
goce. Su función es la de religar al significante del sexo, el goce
que Lacan distingue como “tema francamente erotomaníaco”,
de entrada forcluido de lo simbólico que retorna en lo real. La
que la liga al príncipe de Gales como figura tutelar del amor.
experiencia muestra que Dios, como figura del Otro supi emo,
Tal otra, anti-erotómana aparentemente, lleva a lo explícito la
tolera sustitutos en la serie de los objetos que tengan esta “si¬
función de este llamado al amor: proclamando que ningún
tuación eminente” que Lacan consideraba decisiva desde 1932.
hombre puede amar a una mujer: lo que el contexto de su
La indagación psiquiátrica los ha empadronado: médicos, sa¬
discurso aclara con el siguiente complemento: ellos quieren
cerdotes, personalidades públicas, figuras principescas o 1 e-
gozarla. En todos estos casos, no es el gozar de la mujer, sino el
ales, etc. La mujer erotomaníaca lo encuentra en el Hombre
amor de una mujer lo que es llamado, si no a regular, por lo me¬
de carne V hueso, el cual para una elegida se presta tan bien á
nos a compensar la mortificación subjetiva que implica el goce.
la confusión con Dios que se encarna paradigmáticamente en
El ejemplo femenino es aún prevalente, pero es otra con¬
Júpiter, el “rey de los dioses” al decir del sujeto, pero también
secuencia del no-todo que hace de modelo. No es el goce Otro
para nosotros el dios a imagen del hombre, que no se contenta
de la mujer, es la exigencia correlativa de ser la única lo que la
con hablarle más allá del tiempo y del espacio, sino que tam¬
psicosis erotomaníaca eleva al postulado de ser la única del
bién la visita carnalmente como su mujer. E11 cuanto al hom¬
amor. Estos registros del goce y del amor, siempre más o me¬
bre erotómano, eleva a una, que puede reduplicar al infinito, a
nos entretejidos en la neurosis, se desnudan en la psicosis, que
la dignidad de diosa original de la que él es el objeto único y
los revela en su pureza. Haciendo esto, parece a veces liberar
sacrificial, al mismo tiempo que el doble.
al amor de su impotencia, como cuando, por ejemplo, el postu¬
Restan las erotomanías platónicas, que por cierto exis¬
lado se mantiene intacto durante decenios. Pero esto no es sino
ten. Lo que tienen en común con las eroticomanías es la ins¬
una apariencia, porque el amor no tiene la misma función en
cripción de la polaridad sexual. Se distinguen por la elisión de

57
56
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

la neurosis que en la psicosis. En la primera, es llamado a co¬


rregir la ausencia de relación sexual, mientras que en la se¬
gunda es más bien evocado para evitar la inminencia de una
relación mortífera. La experiencia prueba de ordinario que,
más que en otras partes, es un amor que no da más. Lejos de
responder al llamado y de cercar al goce que vuelve de lo real,
se reduce como máximo a hacerle compañía, compañía com¬
pensadora. Tomemos prestado de Schreber el término de in¬ Partamos de esta tesis de Lacan, para medir sus conse¬
demnización para situar su función (Schreber no lo aplica al cuencias. El psicótico no está fuera del lenguaje, está “fuera
amor, sino a la parte de goce que le toca). del discurso1”. La distinción entre la neurosis, que entra en
Se concibe que estos jalones de la estructura sean suscep¬ un discurso, y la psicosis fuera-de-discurso - estando ambas
tibles de orientar la práctica del psicoanalista. Conducen a opo¬ en el lenguaje - corresponde a la distinción hecha por Lacan
ner, de un lado la eroticomanía persecutoria, que es el síntoma a partir del Seminario XJ'~ entre las dos operaciones de cau¬
mismo, imposible de soportar, por el cual el sujeto recurre a sación del sujeto: la alienación y la separación. A la cuestión
veces al analista; y del otro lado el empuje a la mujer y la ma¬ de saber cómo situar esta segunda distinción, alienación-se¬
nía de amor como prótesis, formas diferentes pero a veces com¬ paración, en relación con la distinción m discurso-fuera de
binadas, de los efectos de la forclusión. Son dos de las solucio¬ discurso, se puede responder de entrada que la inscripción en
nes autógenas de la psicosis. Por delirantes y episódicas que¬ un discurso supone la operación de separación. Si la inscrip¬
sean, su efecto de moderación no es despreciable. El clínico ción en un discurso está condicionada por esta operación de
encontrará ahí el modelo mismo de su objetivo, a saber, la ins¬ separación, condicionada a su vez por el Nombre-del-Padre,

tauración de una función de límite al goce. hay que decir que el fuera-de-discurso de la psicosis puede ir
de consuno con su instalación en el campo de la alienación.
La cuestión es el autismo. Preciso ante todo que no creo que
haya un autismo puro; Margaret Mahler está de acuerdo en

^Publicado en 1987, luego de una investigación realizada en el campo freudiano 1. Lacan, J., “L’étourdit”, Scilicet N° 4, París, Senil, 1973, p. 47. Discurso desgina
con G, Crovasier, F. Gorog, P.G. Guéguen, 13. Jothy. D. Laurent, F. Leguil, G. Lérés, aquí una modalidad del lazo social en tanto ordenado por el lenguaje.
J. D.-Matet, A. Quinet de Andrade, F. Schreiber, C. Sepe!, E. Solano, LSolano, 2. Lacan, J., Le Séminaire, Livre XI, Les Quatre Concepts fondamentaux de la
D.Steinmann, L. Thibaudeau y H. Wachsberger. psychanalyse (1964), París, Seuil, 1973, p. 199, p. 246, p. 185 a 208.

58 59
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Autismo y paranoia ■ ....

este punto3: se encuentra siempre casos “mixed”, el autismo completar. Por consiguiente, en relación con el Si emitido
es un polo. Hecha esta restricción, se puede situar el autismo del lado del Otro, debe hacer el aporte suplementario de sig
más acá de la alienación: como un rechazo de entrar en ella, nificadón. Puede decirse también que es eso sin lo cual las
un “detenerse al borde”. voces no representarían nada. Todas las voces divinas de la
masa de almas incluidas en Dios, convergen en Schreber mis¬
El fuera de discurso de Schreber mo. Vale decir que es como un S2. Las voces representan a
Dios para otro significante cuyo lugar Schreber sostiene en
Tomemos el caso Schreber4. Lacan indica que se puede su recepción paciente, sistemática, automática, de todas las
utilizar las letras Si, S2, $ y a para el psicótico, aunque esté voces que completa en su significación. Éste es un aspecto
fuera de discurso. Pero se modificará su uso en consecuencia. del lugar de Schreber en tanto responde a Dios. Pero hay tam¬
¿Puede decirse, por ejemplo, que el significante lo representa bién otro aspecto: el Schreber que, correlativamente, hace
a Schreber, en su delirio? De ningún modo. El significante en gozar a Dios. Schreber explica, precisamente, que en la me¬
lo real por el que es bombardeado vía las voces, representaría dida en que se sitúa como el significante en relación con el
más bien a Dios. Para seguir el hilo del esquema R5, donde M cual todas las voces pueden representar a Dios, Dios goza de
es la escritura del Otro primordial, anotemos pues: él. Este matrimonio entre Dios y Schreber es por lo tanto
correlativo de la actividad pensante de Schreber. Lo que sé
Si confirma en el otro tiempo: si Schreber deja de pensar, si tie¬
Dios ne un momento de desfallecimiento, entonces Dios se retira
y Schreber cae. De este modo Schreber es doblemente el ob¬
En cuanto a Schreber, en su delirio, podría ubicárselo jeto a: lo es en una especie de coito con Dios, en tanto asegu¬
de dos maneras. Por una parte, tiene a cargo la significación. ra el goce de Dios, y a la vez como desecho, es dejado caer si
En los mensajes interrumpidos, la voz le envía comienzos de el matrimonio se deshace. Por lo tanto, el fuera-de-discurso
frase que, sin un minuto de reposo o de recuperación, debe de Schreber podría escribirse: el significante no representa
al sujeto y no hay barrera al goce. Entre Dios y Schreber pon¬
dría casi evocarse una relación sexual.
3. Mahler, Margaret, Psycliose infantile, París, Payot, 1973 [1968].
4. Freucl, S., “Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d’un cas de
paranoia (Le Président Schreber)”, Cinq Psychanalyses, París, PUiq 1979 [19541? Schreber S2 <- Si
p. 262-324. . l -ni,
5. 1,‘icap., J., «D’une question préliminaire a tout traitement possible ele la a Dios
psychose», [1955*1956], Écrits, París, Seuil, 1966, p-553-
Autismo y paranoia
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

Cuando el sujeto se dirige al psicoanalista, recurre al su¬


Para la esquizofrenia y el autismo habría que plantear la
jeto supuesto [al] saber. El llamado al sujeto supuesto [al] sa¬
misma cuestión que para Schreber. No hablaré aquí de la es¬
ber es llamado a encontrarle un sentido a lo que apareció al
quizofrenia. Pero más adelante me ocuparé de los autistas.
principio como sinsentido; es por lo tanto, una demanda de res¬
tablecer la homeostasis de las significaciones establecidas para
El problema de la cura taponar lo real del síntoma. Es uno de los ejes del análisis, el eje
de la alienación: el de la asociación libre. Pero hay otra ver¬
Antes de llegar a esa cuestión, quisiera detenerme en el
tiente: el analizante, del mismo modo que el sujeto infans, se
problema de la cura y del lugar posible del analista en el fuera-
encuentra con el deseo del Otro. Ésta es otra dimensión total¬
de-discurso de la psicosis. Hay que partir de la experiencia
mente distinta. El deseo del Otro, precisamente, aparece a tra¬
analítica con el neurótico. Lacan indica que la dirección de la
vés del silencio, de los agujeros del sentido, de la ausencia. Al
cura del neurótico opera a partir de la distinción de la aliena¬
respecto puede observarse que, en la metáfora paterna, el de¬
ción y la separación. En el Seminario XI6, al proponer estas
seo de la Madre está simbolizado por su ausencia. El deseo del
dos operaciones alternando en una pulsación, describe de una
Otro, y también en la cura, el deseo del analista, aparece no en
manera precisa, si bien frecuentemente inadvertida, una tem¬
la continuidad del sentido sino en ruptura con el sentido, ha¬
poralidad de la cura. El desarrollo del análisis se deduce de
ciendo claros a través del mismo. Lacan insiste precisamente
ese texto. El sujeto viene al análisis incidentalmente, poi que
en el SeminarioXI en la necesidad de que el deseo del analista
algo vino a trastornar su instalación en un discurso. Sucede
funcione como una “x”, como enigma, gracias al cual el anali¬
cuando la verdad del sujeto llega a manifestarse, a hacer irrup¬
zante podrá operar su separación, y, elaborando su fantasma,
ción, ya sea porque una identificación es cuestionada, ya sea
descubrir su equivalencia a lo que es como objeto.
porque una irrupción de goce viene a conmoverla. Se podría
Una cosa es conservar al sujeto del sentido en el eje de la
clasificar por otro lado las demandas de análisis según dos ver¬
alienación a la cadena -hay por cierto una forma de interpre¬
tientes: las que se ubican a partir del discurso del amo, quiero
tar que lo alimenta-, y otra cosa es lograr mantener la dimen¬
decir a partir de una identificación cuestionada: Si, y las que
sión de una “x” fuera de sentido, en relación a la cual el anali¬
se ubican a partir del discurso de la histérica, ?, cuando la ver¬
zante elaborará sus fantasmas.
dad del sujeto aparece de pronto: $ ¡ a. No es un azar que estas
La cura con el psicótico será por lo tanto problemática,
demandas de análisis se hagan muchas veces en ocasión de la
desde que allí el eje de la separación está en falta. Hay que
ruptura o de la instalación de un lazo.
preguntarse entonces qué lazo se establece con ese sujeto en
la cura, puesto que es un hecho que los psicoanalistas reciben
6. Lacan, J., Le Séminaire, Livre XI, op. cit., p. 199, P- 246, P-185 a 208.

63
62
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Autismo y paranoia

sujetos psicóticos. Se trata de saber qué lugares puede llegar a


significantes del Otro, que todavía no ha “hecho su entrada en
ocupar el analista en la estructura, en la estructura del signifi¬
lo real8 ”. Entonces, a lo sumo, es la libido del Otro la que se
cante y de las relaciones con el objeto. En lo que concierne al
vincula a él, hasta tal punto que se podría aludir a su inclusión
discurso del analista, en el caso de la neurosis, el analista está
en el lugar del Otro.
allí en el lugar del objeto, desde que soporta la transferencia
Retornemos, en este punto, a Schreber y su delirio. Las
de saber. Para la psicosis, creo que la cuestión no recibe una
voces son atribuidas a Dios, lo que traduje diciendo que el sig¬
respuesta universal: es posible que nos veamos llevados a hacer
nificante representa a Dios para Schreber. Estas voces, que al
diferencias entre la paranoia, la esquizofrenia y el autismo.
principio del delirio son múltiples y proliferantes, se reducen
«
progresivamente a dos polos de identidad: Ormuzy Ahriman,
La inclusión en el Otro los dos nombres de su Dios. Se reencuentra allí la binareidad
elemental del significante. En cuanto a Schreber, lo hemos
Aíslo el caso de esos niños llamados autistas, para saber podido situar en S2: el significante al que apuntan las voces,
cómo situarlos en la estructura y responder a la cuestión del su dirección. Está en el lugar ocupado por el esclavo en el dis¬
lugar que puede ocupar el analista. Nuestro punto de partida curso del amo. De hecho está sometido al trabajo forzado del
es considerar que estos niños son sujetos, aunque no hablen, pensamiento; debe pensar sin cesar, para producir el goce di¬
en la medida en que son hablados; hay en el Otro significantes vino. Su trabajo consiste en completar los mensajes interrum¬
que los representan. Podemos entonces escribir al sujeto autis- pidos que le vienen de Dios. Se puede por lo tanto, representar
ta bajo la forma primaria: s-sujeto-representado, su-puesto,/ con un punteado la inclusión de Schreber en el texto divino
puesto bajo los significantes que lo representan en el Otro: S/s.
Ésta es por otra parte la primera emergencia de todo su¬
jeto, sea cual fuere. La cuestión planteada por Lacan en el Se¬
Si / S2 Schreber
minario XI y “Posición del inconsciente7” es la de captar cómo,
ese sujeto, definido como puro efecto, hablado por el Otro, Ormuz Ahriman
puede virar a ser agente, a llegar a ser alguien que habla, que —>
las voces las réplicas
desea, dicho de otro modo, alguien animado de libido. La fór¬
mula S/s es ante todo la escritura del sujeto supuesto por los

7. Lacan, J., “Position de l’inconscient”, Écrits, París, Seuil, 1966, p. 829-850. 8. Lacan, J., “Remarque sur le rapport de Daniel Lagache, Écrits, París, Seuil,
1966, p; 654.
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Autismo y paranoia

Lacan subraya esta inclusión, cuando escribe en su pre¬ de relación sexual que no deja lugar para la falta, propia
sentación a la traducción de las Memorias de Schreber, que del deseo. Sin embargo, pueden situarse dos equivalentes
cuando Dios se retira, Schreber se convierte en un texto de la barrera al goce: por una parte, el goce es disconti¬

desgarrado. Schreber mismo define a Dios como un texto infi¬ nuo, y, por otra parte, al final del delirio, la cópula con Dios
es aplazada, hasta el infinito.
nito, como la suma de todos los pensamientos de todas las al¬
mas que han existido9. ¿Dónde podría ubicarse el analista? ¿Acaso Schreber no
es casi el analista de su Dios?
Schreber no está solamente situado en S2, el lugar del
que sabe, y especialmente del que sabe completar los mensa¬ Dios habla por él y Schreber lo interpreta. Ése es el
jes de Dios: también está en el lugar de a bajo la barra. Inclu¬ trabajo que Schreber cumple en la elaboración de su deli¬
yéndose en el texto divino, trabaja para el goce de Dios, y para rio: los mensajes que recibe, las respuestas que da, la ela¬
el suyo al mismo tiempo, pues estos dos goces hacen uno: cuan¬ boración de lo que Dios puede querer de él, ¿cómo describir
do Dios se acerca, goza, y también Schreber. Bajo la barra, por todo eso de otra manera que diciendo: “hacer hablar a Dios”,

lo tanto, se tiene una fórmula transformada del fantasma en la y descifrarlo, hasta que se haga viable un lugar para el obje¬
to que es, el de la mujer?
que Dios, el Otro, goza del objeto Schreber. Cuando Dios se
retira, se produce ese grito desubjetivado que es el “milagro
del alarido”. Schreber se convierte en un texto desgarrado y FA niño autista y el Oti'o
como objeto, cae, no siendo ya objeto de goce, sino objeto-de¬
secho, abandonado por Dios. Arribo a los niños autistas. Un primer problema ya se
plantea: ¿puede aislarse una categoría “niños autistas”? En
todo caso, los distingo efectivamente de los niños que son
las voces ~> las réplicas
claramente delirantes. Se puede ver cómo proceden los auto¬
Dios a (Schreber) res: abordan a estos niños, que no hablan, a través de sus
comportamientos y de las funciones de sus cuerpos. Es, pol¬

Por consiguiente, la inclusión de Schreber en el lo tanto, una clínica descriptiva, que no es de entrada, una

Otro, se verifica tanto a nivel del significante como a ni¬ clínica del intercambio de habla [paroles}. Partiendo del psi-

vel del goce. Esto produce algo así como un equivalente cotico como sujeto, nos preguntamos qué sucede con la rela¬
ción con el Otro. Siguiendo esta perspectiva se pueden agru¬
par los rasgos testimoniados en las elaboraciones de casos
9. Lacan, J,, “Presentación des Mémoires du Président Schreber en traducción
fran^aise” [1966], Ornicar?, n° 38, París, Navarin/Seuíl, 1986, p.7.
que presenta la literatura analítica.

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66
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Autismo y paranoia

Primeramente, son niños que están como perseguidos estrabismos fantásticos. El momento en que, por primera vez,
. por los signos de la presencia del Otro, y muy especialmente en un tratamiento, el niño mira, es un momento que cuenta.
por dos objetos, la mirada y la voz. De ahí el hecho de que es¬ Hay testimonios de ello: una analista destaca justamente, a
tos autores, por simple experiencia, sin tener ninguna idea de propósito de un niño, que la primera vez que vio que la mira¬
la cosa, comprenden que es mejor abordar a estos niños de ba, fue en un momento en que, presa de aburrimiento, esta¬
espaldas, esconderse un poco, hablar canturreando, como ba totalmente en otra parte. Se había ausentado de tal mane¬
para hacer de cuenta que es un ruido antes que una voz. Mar- ra, había anulado de tal manera los signos de su presencia,
garet Mahler10 da toda clase de ejemplos al respecto. Se trata que, al volver de su distracción, percibió por primera vez al
de intentar confundirse con el mundo de los objetos, de ha¬ niño que la miraba. Este rasgo completa al primero, puesto
cer como si el analista fuese un objeto en la habitación. Efcta que depende de la evitación, del rechazo, de la anulación de
estrategia responde evidentemente a la constatación de que los signos de la presencia. Margaret Mahler habla incluso al
el niño reacciona de manera paroxística -aúlla, patalea, se respecto de alucinación negativa11.
arranca los pelos...- al encuentro de la mirada y de la voz, o, El tercer rasgo es lo que llamaré el rechazo de la intima¬
más generalmente, ante todo lo que es imprevisible. Tomo lo ción del Otro, el rechazo a lo que el Otro puede intimar a tra¬
imprevisible en la misma serie, es decir, como un índice de la vés de su palabra. Es correlativo de lo que todo el mundo ob¬
presencia. La persecución, de la que estos niños parecen ob¬ serva: son niños que no llaman. La ausencia de la dimensión
jeto, es correlativa por otra parte de lo que los autores descri¬ de la llamada es la correspondencia y el complemento del re¬
ben como su inclinación al ritual: es necesario que nada se chazo a ser llamado por el Otro. La voz y la mirada son, en
mueva, la presencia es intrusiva. efecto, aquello por lo cual el Otro llama. Estos niños no entran
El segundo rasgo que resumo de todos las observacio¬ en la demanda. Pues bien, no olvidemos que es a través de la
nes es, en oposición, una anulación del Otro. Muy a menudo, demanda que el sujeto “hace su entrada en lo real12”, lo que
al principio, se cree que estos niños son sordos, cuando no lo quiere decir también, su salida del Otro.
son. Como si -estamos en el “como si”, seguramente, bien Destaco todavía un cuarto y último tipo de fenómenos:
obligados a interpretar comportamientos-, como si apartasen los problemas de la separación, esta vez en el sentido concreto
todo lo que tiene que ver con la voz. Por otra parte, presentan del término; estos niños no llegan a separarse de la madre o
a menudo trastornos de la mirada: no miran o tienen unos del terapeuta.

11. Ibid.
10. Mahler, M., Psychose infantile, op. cit. 12. Lacan, J., “Position de l’inconsdent”, art. cit., p.829-850.

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Autismo y paranoia

¿Qué Otro?
podría decir que esos niños, en tanto sujetos, permanecen como
Como las observaciones precedentes lo muestran, el Otro puros significados del Otro. En el grafo de Lacan se los situa¬
designa aquí tanto la presencia del cuerpo de la madre corno ría por lo tanto en s(A).
la de algunos significantes a los que el niño autista tiene acce¬ Evidentemente, como ya lo he subrayado, éste es el caso
so. Además, los fenómenos de perturbación que constatamos de todo sujeto, con la diferencia, sin embargo, de que el sujeto
a nivel de la presencia y de la ausencia, son para nosotros sig¬ “normal” hará del mensaje del Otro su propio mensaje inver¬
nificativos, pues indican la falta del lugar vacío en el que el tido, según la conocida fórmula de Lacan “el sujeto recibe su
sujeto podría alojarse. Parecería que estos niños permanecen propio mensaje en forma invertida”1* Mientras que acá el su¬
más acá del umbral de toda simbolización. La comparación jeto es un puro significado del Otro: los niños autistas son su¬
con el pequeño paranoico es al respecto esclarecedora. Para jetos pero no enunciadores. Su posición respecto al Otro con¬
este ultimo, a pesar de la forclusión, la simbolización primor¬ siste por lo tanto en tratar de mantener una especie de ho-
dial de la presencia-ausencia hace surgir el primer significan¬ meostasis, en detener la dialéctica de la palabra, en mantener¬
te, el que Lacan escribe DM en la metáfora paterna13, que ins¬ se dentro de la relación con una o dos demandas totalmente
cribe a un Otro ya tachado, “barrado” [barré] por un deseo o un estereotipadas, repetitivas, sin enunciación. Todo lo que se
goce enigmático, incluso persecutorio. El pequeño autista, por mueve del lado del Otro, todo lo que multiplica sus demandas,
su parte, no ha franqueado ni siquiera ese paso, y en este senti¬ todo lo que se muestra como inestable, imprevisible, tiene un
do el Otro queda para él como puramente real. Siendo el único impacto directo, inmediato, sobre estos chicos. En el fondo, su
corte en juego lo que el batir de los estados de inercia y de ani¬ propia estabilidad depende de que el Otro no se mueva.
mación evocado precedentemente pone en juego, cuya homo¬ Presentar al sujeto autista como un puro significado,
logía con la pura discontinuidad significante es manifiesta. notémoslo, es perfectamente coherente con el hecho de que,
Se percibe allí que estos sujetos no entran por su cuenta espontáneamente, los terapeutas se han visto llevados a con¬
en la alienación significante. Están tomados en ella únicamente siderar que es el síntoma del Otro, por ejemplo de los padres o
a nivel de la palabra y de los significante del Otro. Por otra par¬ de la madre. No se habla aquí de síntomas como se habla de
te, los analistas toman el relevo de dicha posición, al comenzar un síntoma neurótico, sino de síntoma del Otro. Es coherente
por hablar de ellos con la madre o con los que los rodean. Se también con el hecho de constatación corriente de que al ha¬
cer hablar a la madre o a cualquiera que esté en el lugar del

13. Lacan, J., “D’une question préliminaire á tout traitenient possible de la


psychose”, art. cit., p. 553. 14. Lacan, J,, I-onction et champ de la parole et du langage en psychanalyse”
h953], Ecrits, op. cit., p. 298.

70
/i
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Autismo y paranoia

Otro, se obtiene a veces efectos sobre el niño: cuando el Otro una actividad un poco particular, incoherente o mecanizada.
articula, el significado se mueve. Ya sea que, como en caso del pequeño Stanley del que habla
Margaret Mahler^, el niño tenga efectivamente gestos de au¬
El cuerpo tómata, bruscos y mecánicos; ya sea que, como un niño que
Meitzer estudia16, entre en las habitaciones como un automóvil
La perturbación de la relación con el Otro no dejará de sin piloto, yendo en todos los sentidos, sin dirección. Este ca¬
tener consecuencias en el cuerpo, en el que el cuerpo de lo sim¬ rácter maquinal se duplica muy frecuentemente en el acopla¬
bólico se incorpora. Se constata, en efecto, en estos niños un miento a una máquina verdadera. Es perfectamente ejemplar
gran numero de perturbaciones corporales características. en el caso Joey del que habla Bettelheim: su cuerpo no marcha,
Primeramente, toda una serie de trastornos funciona¬ como máquina, sino a condición de injertarse en una máquina
les. Estos chicos no entran en las normas de aprendizaje habi¬ verdadera. Es un niño máquina conectado a la máquina1?.
tuales. Por un lado, se distinguen por déficit especiales: la El tei cer rasgo que aisló es el que los autores han formu¬
incoordinación del movimiento, de la marcha, de los ojos. Dé¬ lado como un problema de fronteras: estos niños tendrían un
ficits también en el aprendizaje de la continencia y por supuesto defecto en la marcación de las fronteras entre su cuerpo y el
del lenguaje. Pero se distinguen también por performances cuerpo del Otro. Interpretado diferentemente según los auto¬
superiores: tienen a veces una memoria prodigiosa o capaci¬ res. Margaret Mahler, por ejemplo18, considera que es un de¬
dades notables en un terreno limitado, preciso. Su anomalía lecto a nivel del desarrollo del pensamiento, que haría que no
no es puramente deficitaria, excede las normas. Este “fuera- se representaran los límites del cuerpo. Vamos a explicarlo de
de-normas” se extiende especialmente al desarrollo pulsional. otra manera, pero en todo caso está claro que efectivamente
Es fácilmente concebible, si se recuerda lo que Lacan nos en¬ existe un tipo de fenómenos que evocan una cuestión de fron¬
seña: a saber, que el orden de las pulsiones corresponde a la teras. Es lo que por otra parte llevó a la mayoría de los autores
sucesión de las demandas del Otro. Con la anomalía de la rela¬ a abordar la psicosis a través de lo imaginario. Las. fronteras
ción con el Otro, la diacronía misma de los estadios libidinales del cuerpo se notan i(a) en los grafios de Lacan, y es cierto que
queda completamente perturbada.
En segundo lugar, los comportamientos de estos niños se
ordenan entre dos grandes tipos de estados: de un lado, el estu¬
15- Mahler, M., Psychose infantile, op. cit.
por, o sea, estados en que el niño se presenta como una masa 16 Mehzer, D., Explorations daos le monde de l’autisme, París, 1980 [Explorados
amorfa, casi como un objeto entre los objetos, y del otro lado lo m autisra: a psychoanalytícal study, Strathtay, Clunie Presentes, 1975].P
I' ^ttelhemi, Bruno, La Forteresse vide, París, Gallimard, 1967.
que llamaré la animación del autómata. No es la inercia, sino 10. Mahler, M., Psychose infantile, op. cit.
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Autismo y paranoia

se encuentra algo que parece ser un defecto a ese nivel, pero del autómata, hace una especie de semblante de máquina. Lo
eso no quiere decir que la causa sea imaginaria. que es interesante para nosotros -lo que hace de este caso un
paradigma- es que ella nos dice precisamente cómo se conecta.
Una enfermedad de la libido Se conecta de dos maneras. Por una parte a través del signifi¬
cante. Basta que una palabra sea pronunciada por algún otro o
Todos estos rasgos indican que el autismo es una enfer¬ por él mismo, o incluso que vea una imagen, por ejemplo de bebé
medad de la libido. Una enfermedad que va mucho más allá de o de panda -no importa de dónde sea que venga la evocación-,
un trastorno de las llamadas “relaciones de objeto”. Esto es muy una vez que tal significante, bebé o panda, surge, se despierta y se
coherente con el hecho de que el lenguaje que causa al sujeto maquiniza. Esto nos dice claramente que es con el Otro como
opera también sobre el cuerpo. Es el lenguaje el que hace el ór¬ máquina significante, con el cuerpo del lenguaje, que se conecta.
gano-libido. Los textos de referencia al respecto son numero¬ Su segunda manera de conectarse consiste en tocar el cuerpo de
sos. El Seminario XI introduce la elaboración de la libido como la analista. Es verdaderamente llamativo que al decir de Marga¬
órgano, pero también están “L'étourdit1*” y el seminario Encoré20, ret Mahler esto produzca el mismo efecto . Stanley nos muestra
donde el lenguaje es situado como instrumento del goce. allí, a su manera, que el cuerpo del Otro, aquí el analista, está en el
Retomemos el ejemplo de Stanley. Es un paradigma21. lugar del cuerpo incoiporal del significante: ya sea que diga “bebé”
Margaret Mahler describe dos estados en este niño: se conec¬ o que se adhiera, tiene el mismo efecto. Mahler destaca, además
ta y se desconecta él mismo: es su juego. No solamente juega que se conecta como deliberadamente. Llega a las sesiones inerte,
juegos on-off -enciende, apaga, etc-, sino que se conecta y luego, deliberadamente, y ya sea que vaya a tocar al analista, o que
desconecta él mismo. Ella observa que cuando está desconec¬ vaya a abrir el libro donde figura el bebé, o ya sea que pronuncie la
tado está inerte: es una especie de paquete de carne. Diremos palabra, se pone en marcha como si fuese él quien apretase el
que “inerte” quiere decir inerte libidinalmente, pues el cuerpo disparador. Por lo tanto, como si él mismo tuviese una especie de
como órgano, continúa funcionando por sí mismo: respira, posibilidad de elección entre conectarse con el Otro o no. Pode¬
digiere, está con buena salud. El órgano no está en avería. Lo mos escribirlo con la fórmula de la alienación: o bien es un puro
que no camina es la animación libidinal. Cuando se conecta,; ser vivo, sin libido, en el sentido del deseo, por lo tanto inerte, o
se anima pero se convierte en un autómata: tiene los gestos bien se convierte en una máquina significante, está maquinizado.
Representémoslo a partir de dos círculos22 separados:

19. Lacan.J., “L etourdit”, art. cit., p. 47-


20. Lacan, J., Le Séminaíre, Livre XX, Encoré, París, Seuil.
21 Mahler, M., Psychose ínfantile, op. cit. 22. [N. del T.j Observo que los círculos son elipses.

74
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Autismo y paranoia ..

se habían vuelto limpios muy pronto, tal como puede hacerlo


un animal, pierden esa adquisición en la terapia en el momento
en que la excreción llega a ser tomada por la demanda. La de¬
Cuando se conecta con el Otro, el cuerpo del significan¬ manda perturba una adquisición que se había hecho por simple
te invade al ser vivo. Se obtiene entonces una zona de inciden¬ reflejo, yo diría: fuera de demanda. Del mismo modo, caen en¬
cia en la que el significante gobierna el cuerpo: fermos más a menudo, se hacen frágiles. Los analistas tienen
razón en ver en ello un efecto de la terapia: es un efecto de la
intrusión del Otro, de la intrusión de la demanda en el cuerpo.
Hay un ejemplo cautivante de la incidencia de la deman¬
da en Stanley. Está preocupado por la suerte de las arvejas
En la intersección de los dos círculos sobre el esquema, verdes que ha comido. Se interroga sobre lo que pasa entre el
hay que situar todos los fenómenos en los que el cuerpo se momento en que entran y el momento en que salen, a partir
presenta como animado mecánicamente. de cosas que se le han dicho al respecto. Es impresionante: el
Otro se interesa en lo que entra y sale. Entre los dos momen¬
El cuerpo gobernado por el significante tos hay un silencio en el Otro. El ejemplo es muy intersante,
precisamente para hacer la distinción entre loque, del cuerpo,
Se puede hacer una neta distinción, en el material que los es representado por el significante y lo que no lo es. Todo no
autores presentan, entre las funciones del cuerpo que no están está representado pues las demandas recaen sobre la perife¬
tomadas por el significante, vale decir, muy simplemente, que ria. De este modo, los autores pueden hablar, de un lado, de
no lian sido tocadas por la demanda del Otro, y las funciones las funciones del cuerpo no representadas en el significante,
que están representadas en el lenguaje. Por ejemplo, los auto¬ las que andan bien, y, por otro lado, de las funciones tomadas
res insisten en el hecho de que estos niños tienen en general por el Significante: allí se tienen las anomalías. Es en esta la¬
buena salud. No se enferman, ni son sensibles al frío ni al calor, minilla que se tiene tanto las gesticulaciones mecánicas de
y ni siquiera al dolor. Maliler se preocupa mucho por la resis¬ Stanley, como la máquina sin piloto del caso Timmy de Melt-
tencia al dolor y no llega a situarla. Supone un defecto en la in¬ zer, como las anomalías del autoerotismo sobre las que Melt-
vestidura periférica. Nosotros situamos estos fenómenos del lado zer cogita perdidamente23. Se da cuenta, efectivamente, que
de lo que el significante no ha tocado. Y esto tanto más cuanto
los autores destacan también que ciertas adquisiciones funcio¬
nales precoces se pierden en el curso de las terapias. Niños que 23. Meltzer, D., Explorations dans le monde de l’autisme, op. cit.

76 77
Autismo y paranoia
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

como si su inclusión en el Otro del significante, se tradujese


ciertos niños tienen como una fijación exclusiva a un cierto
a nivel del cuerpo en el hecho de que la libido sea también
tipo de erotismo, por ejemplo, que pasan sus jornadas chu¬
del Otro. Por otra parte, hay un equivalente en Schreber.
pando/lamiendo todo lo que se presenta. Es evidente que para
Aunque no tenga ninguna perturbación en la percepción de
nosotros eso no es tan enigmático y que se aclara por la inci¬
su imagen propiamente dicha, su cuerpo es coextensivo al
dencia de una demanda precisa, y no por la prevalencia nativa
universo. Schreber no está solamente en el punto donde está
de uno de los cinco sentidos, como él lo cree.
su cuerpo; también está en el otro extremo del universo, don¬
El problema de las fronteras del cuerpo se aclara tam¬
de se encuentra Dios.
bién si se percibe que el cuerpo libidinalizado, representado
Arribo ahora al problema de la separación, en el mismo
aquí por la zona de intersección rayada, es más estrecho que
hilo de explicación: el niño no puede separarse del Otro por¬
los límites del organismo. Pero inversamente, el Otro aparece
que el Otro no es un objeto compensador de su falta sino una
como una prolongación libidinal:
parte de él. Si se separa, su cuerpo cae, inerte. Meltzer lo des¬
cribe, precisamente, como un “hundirse, pero pasivamente”.
No es una desesperación activa: todo pasa como si el cuerpo
cayese literalmente, privado de su propia energía. Si la sepa¬
Nuestra teoría de la libido permite dar cuenta de una
ración de la madre o el terapeuta es tan catastrófica, es porque
serie de fenómenos con los que los autores tropiezan. El niño,
el niño pierde una máquina-libido que lo sustenta.
por ejemplo, empieza un gesto y espera que el otro lo termine.
Meltzer nota que tiende el brazo pero espera que el otro tome
el objeto en su lugar. Quiere mirar por la ventana, pero no lo
¿Qué lugar para el analista?
pide, el otro debe levantarlo. Mahler evoca también a niños
Vuelvo a la cuestión del lugar posible del analista. No he
que quieren ir al baño, miran la puerta y cuentan con el gesto
agotado por cierto el problema, pero me parece que cabe poca
del otro, como si leyese sus pensamientos. En este tipo de com¬
duda, después de leer todos estos textos sobre la psicosis in¬
portamientos, se trata menos de una confusión de fronteras
fantil, de que el analista se ubica en el lugar del Otro primor¬
imaginarias que de una confusión en cuanto al punto de inser¬
dial real: allí donde estaba la madre, viene el terapeuta con su
ción de la libido. Estos comportamientos, que los autores re¬
cuerpo y sus palabras. En el plano del significante, se pone en el
sumen diciendo que el otro es una prolongación del cuerpo,
lugar de los dichos del Otro, y por lo tanto, también de suple¬
no resultan de un defecto de percepción -nada indica que es¬
mento de libido, aunque se calle mucho. Es seguro que esto tie¬
tos niños no perciban normalmente los límites de la imagen-
ne efectos. Bastantes como para que algunos sean optimistas.
sino de una perturbación del instrumento-libido. Todo pasa

79
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Autismo y paranoia

Muchos autores describen resultados, pero la mayoría retenido un punto interesante para lo que aquí nos ocupa. Su¬
de las veces no van más allá del progreso en el plano de la nor¬ cede que cuando los hombres son enviados al espacio, su cuer¬
ma y en el plano educativo. Estos niños aprenden palabras, po es transformado de modo tal de hacerse coextensivo a la
aprenden a servirse de ellas de un modo más o menos apro¬ máquina. Pierden por lo tanto su imagen, sus órganos, sus fun¬
piado; aprenden a ser limpios cuando no lo eran. Se civilizan, ciones; no pierden su subjetividad, pero se convierten ellos

por lo tanto, un poco. Es algo, se dirá. Pero siempre se encuen¬ mismos en engranajes de la máquina. Esta transformación es
tra el mismo tope, la separación imposible. La solución-un correlativa - y éste es el punto interesante - de un goce total¬

callejón sin salida-, a este respecto, sería alquilar una máqui¬ mente especial, tal que, cuando vuelven a la tierra y se reen¬
na terapéutica de por vida. Es lo que constata Margaret Mahler cuentran con su cuerpo, entran en una nostalgia infinita del
al final de su obra; no es muy optimista en ello. Las terapias, tiempo en el que tenían la misma extensión que la máquina,
en efecto, hacen una sola cosa: extender la captación de las tanto que la mayoría de ellos no llegan a sobrevivir. He encon¬
sugestiones del Otro, sin modificar la problemática. No he vis¬ trado esto muy ilustrativo de la posición de estos niños auris¬
to nada, en lo presentado, que parezca tocarla. En el mismo tas. Pues bien, esto no le otorga la mejor parte al analista.

sentido, Meltzer nota que, aunque estos niños hacen piogie-


sos, tiene un lado “lorito”, “un reflejar al otro.sin inteligen¬
cia”. Por lo tanto no hacen más que confluir con las persona¬
lidades Icomo si”. Lo que equivale a decir que no hay en ellos
inversión del mensaje del Otro: se hacen eco de él. Dicho de
otro modo: no hay separación de la cadena significante. Pi c-
eisemos más: o bien son una marioneta del Otro, o bien un
puro real. Permanecen en la psicosis, a veces un poco mas
dóciles a la educación. Cuando los autores destacan, al pa¬
sar, que tal niño ha obtenido importantes progresos pero que
no podrá casarse, qué dicen sino esto: el Otro, esa máquina
significante, llega a hacer funcionar, al menos en estos casos,
algunos órganos, pero hay uno -el órgano por excelencia-
que no logra hacer funcionar, a saber, el falo. * Artículo redactado a partir de las sesiones del 13 y del 17 de abril de 1983 de!
Para terminar, citaré, a modo de ilustración, una nove- Seminario de la Sección Clínica, en el Departamento de Psicoanálisis de la Uni¬
versidad de París VIH, de los años 1982-19S3.
la de ciencia ficción, La Ville au bord du temps, de la que he

Si
8o
La experiencia enigmática del psicótico,
de Schreber a Joyce

La psicosis, con Aimée, estuvo en el principio de la en¬


señanza de Lacan, como causa de su pasaje de la psiquiatría al
psicoanálisis. Schreber, es otra cosa: es para Lacan la ocasión
de verificar, a propósito de la psicosis, la consistencia misma
de ia clínica freudiana, de tal modo que, en ese momento, la
reconstruye bajo el término de “estructuras freudianas”, para
marcar que en cada caso de ella se manifiesta “la relación en¬
tre el significante y el sujeto”. En cuanto a Joyce, el inanalizable,
susciipto a la escritura fuera-de-sentido, pero desuscripto del
inconsciente, permite situar más bien los límites de la técnica
analítica, y da incluso el modelo de su fin. Para Lacan, entonces,
Aimée es una pregunta planteada al psicoanálisis; Schreber
introduce a las respuestas, mientras que Joyce es puesta en
cuestión del psicoanálisis mismo.
El recorrido que va de Schreber a Joyce puede ser estu¬
diado desde diferentes puntos de vista.
En primer lugar el tratamiento. Como el título de 1955,
«De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis» lo indica, el problema de la puesta en práctica efec¬
tiva del tratamiento, queda, en ese momento, en suspenso. Sin
embargo, la cuestión que Freud había cerrado es allí reabierta,
El inconciente a cielo abierto de la psicosis La experiencia enigmática delpsicótico, de Schreber a Joyce

y el veredicto freudiano sobre la inaccesibilidad del sujeto psi¬ claramente articulado en la estructura”. Pero la estructura de
cótico al psicoanálisis, es puesto en cuestión. Por otro lado, la psicosis está construida como una variante de la de la neu¬
Lacan no innova en este punto. Toma simplemente el releso rosis. Lo que es particularmente visible si se considera los dos
de los posfreudianos que ya habían impugnado el pesimismo esquemas Reí, en los que Lacan hace una visualización de su
freudiano. Con Joyce, por el contrario, la cuestión queda ce¬ concepto de las estructuras subjetivas de la neurosis y de la
rrada nuevamente, pero... veinte años después. La noción de psicosis: el esquema I es construido secundariamente, como
fuera-de-discurso de la psicosis, permite situar lo que hace una deformación del esquema R, que corresponde a la doble
obstáculo al psicoanálisis. Lo que no quiere decir, por otra par¬ ausencia del Nombre-del-Padre en lo simbólico y del falo en
te, que los sujetos psicóticos no puedan dirigirse al psicoana-r lo imaginario. Lo mismo para el síntoma. En “La instancia de
lista, la experiencia prueba lo contrario, pero el uso que hacen la letra...”, que precede a la “Cuestión preliminar...”, es a
de él no corresponde al análisis del inconsciente. partir del ejemplo de la neurosis que Lacan, siguiendo los
De hecho, Schreber, al término de su delirio, y gracias pasos del desciframiento freudiano, pudo reconocer la estruc¬
a él, es un sujeto restablecido, se puede decir incluso curado, tura del síntoma como una función del significante, llamán¬
sin psicoanálisis. Es un caso de autocuración fuera de tians- dola por su nombre, metáfora, que hace punto de capitonado
ferencia. Joyce, por su parte, seria más bien un caso de entre el significante y el significado. Allí también el síntoma
autoprevención de la enfermedad. Al identificarse al sínto¬ psicótico es pensado como un variante defectuosa, al aparecer
ma, toca, fuera de transferencia, lo incurable —ésta es la tesis el significante fuera de la cadena, en lo real pues, por carencia
de Lacan- y por lo tanto torna el tratamiento, sino imposible, del efecto metafórico.

al menos inútil. En 1975, esta problemática se invierte. El Seminario RSI


Este análisis del caso de Joyce supone un vuelco de pers¬ sitúa el síntoma como una función de la letra, que se define
pectiva, y conlleva un cambio de problemática en cuanto a la por la identidad consigo misma. Allí es la psicosis la que da el
clínica diferencial del síntoma, entre neurosis y psicosis. En modelo del núcleo real de todo síntoma. La novedad, como se
1955, es la neurosis la que da el modelo de la construcción sub¬ ve, no está en hacer del síntoma una función, como se dice a
jetiva y por lo tanto del síntoma. Sin lugar a dudas, Lacan afir¬ veces, está en hacerlo ya no una función de metáfora que fija
ma la común sumisión del neurótico y el psicótico a la estruc¬ el significado al significante, sino una función de la letra, que
tura del lenguaje, precisando que en los dos casos, la condi¬ fija el goce, sin Otro. Propiamente hablando, no es una supe¬
ción del sujeto S (neurosis o psicosis) depende de lo que se ración. Por otro lado la noción de superación tiene el incon¬
desarrolla en el Otro”, y que del mismo modo, en ninguna par¬ veniente, además de la aspiración a producir algo nuevo por
te como en la psicosis “el síntoma, si se sabe leerlo, está tan hoy o mañana, de echar una sombra de menos-valía sobre las
El inconciente a cielo abierto de la psicosis La experiencia enigmática delpsicótico, de Schreber a Joyce

producciones de ayer. Se trata más bien de la construcción de o inspirada por el sujeto psicótico. Para evocar la experiencia
una teoría generalizada del síntoma, en el sentido en que se enigmática del psicótico, he elegido este título, “De Schreber
emplea esta expresión en física. Es válida para la neurosis y la a Joyce”, en razón de su ambigüedad: porque anuncia un re¬
psicosis, pero incluye la teoría de la metáfora neurótica a título corrido en la enseñanza de Lacan y a la vez un abordaje clíni¬
de teoría restringida, por medio del agregado de lo que equivale co diferencial.
a un axioma suplementario, a saber, la función del Nombre- De hecho, el recorrido de Lacan en cuanto a la psicosis
del-Padre. Ésta, pensada al principio como en falta en la psico¬ no va de Schreber a Joyce, sino de Aimée a Joyce. Designa un
sis, es situada desde entonces como un agregado, un suple¬ fenómeno muy preciso, testimoniado por los sujetos, cuya es¬
mento, en la neurosis. ¿Qué implica esta postura?: cuáles sqn tructura Lacan sacó a la luz como efecto del significante, des¬
las condiciones de posibilidad y los límites de la práctica ana¬ de su texto sobre Schreber. Hay que remitirse antes que nada
lítica misma, en la medida en que esta definición del síntoma a algunas líneas muy precisas de la página 538 de los Écrits.en
generaliza, a su nivel, el mecanismo mismo de la forclusión. el capítulo I, titulado “Hacia Freud”. Lacan estudia allí ios fe¬
La psicosis, dice Lacan, es un esfuerzo de rigor. Se apre¬ nómenos de la psicosis observables en la experiencia por el
cia aquí el rigor de Lacan mismo en su abordaje de la psicosis. psiquiatra mismo, sin el psicoanálisis. El párrafo 5 demuestra
Su famoso precepto: el psicoanalista no debe retroceder ante que las alucinaciones verbales manifiestan la “estructura de la
la psicosis, no debe interpretarse en términos de heroísmo te¬ palabra, en tanto esta estructura ya está en el perceptum” y se
rapéutico, como si se tratase simplemente de “cargarse” la distinguen allí fenómenos de código y fenómenos de mensaje.
psicosis, según la expresión que a algunos les gusta repetir. El Las lineas en cuestión se encuentran en la parte consagrada a
coraje que evoca debe situarse a nivel del pensamiento. Con¬ los fenómenos de código, a saber, a las voces que se profieren
siste en resolver los problemas que la psicosis plantea al psi¬ en la “lengua de base [langue de fond]”, que Schreber atribuye
coanálisis, y. finalmente, en sacar las consecuencias del obstᬠa esos seres que llama “rayos”, los que no son más que una
culo que opone a su tratamiento a través de la transferencia. hipostasis de los fenómenos de la palabra, dice Lacan. Cito:
La clínica diferencial de la experiencia enigmática en nos encontramos aqui en presencia de esos fenómenos que
Sclireber, Joyce o cualquier otro, debe situarse en esta trayectoria. erróneamente se llama intuitivos, porque el efecto de signifi¬
cación se anticipa allí al desarrollo de la misma. Se trata, de

La estructura de la experiencia enigmática hecho, de un efecto de significante, en tanto su grado de certi¬


dumbre (segundo grado: significación de significación) toma
La expresión “experiencia enigmática” no designa una vaga un peso proporcional al vacio enigmático que se presenta, al
bizarrería, una imprecisa extrañeza que sería experimentada principio, en el lugar de la significación misma.”

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis
La experiencia enigmática del psicótico, de Schreber a Jopee

La experiencia enigmática está aquí situada claramen¬


que el sujeto psicótico encuentra y...toma a cargo. Es ella la
te a nivel de una experiencia de los efectos de significación, lo
que da su peso su “alta densidad”, dice además Lacan, al
que no quiere decir que toda su sustancia esté allí. Una prime¬
significante surgido en lo real. Lo que podríamos traducir así:
ra cuestión se plantea de entrada: ¿por qué no está situado
cuanto menos significa, más significa. Para decirlo mejor, se¬
este párrafo en la parte que trata los fenómenos de mensaje,
gún Schreber mismo: “Todo sinsentido se anula”. Es en esta
sino en la que concierne a los fenómenos de código? La defini¬
palabra alucinada que Lacan reconoce, al final de su cuarta
ción del fenómeno es clara: conversión de una negatividad en
parte consagrada al sujeto Schreber, “la advertencia implícita
positividad, que instaura grados en el acceso a la significación,
en la que la ley misma del significante se articula”. De este
e implica una temporalidad fallí donde al principio, en el tiem¬
modo, la experiencia enigmática se desdobla, entre la expe¬
po uno y el grado primero -11 expresión no está allí, pero está
riencia de un sinsentido percibido en primer grado y la de su
implicada por la que sí está: el grado segundo, dice Lacan-
conversión en certidumbre de significación en segundo grado,
allí, por lo tanto, donde en el primer grado estaba la falta, el
en una temporalidad de anticipación que no tiene nada de psi¬
vacío de la significación, a saber, muy simplemente, la impo¬
cológica, que depende de la subordinación de toda significación
sibilidad de responder a la prlgunta “¿qué significa esto?”,
posible al orden significante.
adviene algo que no es vacío, sino certidumbre, una certidum¬
Nada se ha dicho allí, destaco, de lo que condiciona la
bre de que eso significa, inherente al significante.
aparición primera del vacío a nivel de la significación. En el
Todavía hace falta señalar las particularidades de la de¬
texto, el desarrollo precede incluso, la introducción de la no¬
finición de certidumbre aquí implicada. Constatemos, prime¬
ción de forclusión, que es la que permite dar cuenta de ese
ramente, que cortocircuita toda evaluación de la convicción
vacío. Sin embargo, la lógica del párrafo aparece claramente,
del sujeto -punto que creo muy importante clínicamente, y
y se comprende también por qué Lacan ubica esos fenóme¬
que debería librarnos de las falsas cuestiones sobre el grado
nos relativos a la significación del lado de los fenómenos de
de convicción acordado por el sujeto a los fenómenos que tes¬
código. El vacío de la significación no podría ser engendrado
timonia-, y que se reduce a esto: eso significa (significación
por otra cosa que no fuese un defecto del punto de capitonado.
de significación), lo que podríamos casi llamar una Bejahung
En el grafo de la palabra, que Lacan evoca más adelante, el
de significación, tanto más presente cuanto que es informula-
bucle de la significación se inscribe a la izquierda, precisa¬
ble; segundo, la certidumbre no excluye el sentimiento de per¬
mente en el lugar en que el mensaje se constituye como sig¬
plejidad, muy lejos de ello, puesto que la significación de la
nificado del Otro, s(A):
significación no designa otra cosa que una significación presen¬
te pero indeterminada, que es la definición misma del enigma
La experiencia enigmática del psicótico, de Schreber a Joyce
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

percibido” suscita en el percipiens, que Lacan evocó en la pá¬


gina precedente y se encuentra como decuplicado. No se su¬
braya lo bastante, me parece, que en los fenómenos de códi¬
go, es la lengua misma la alucinada. Schreber allí, discreta¬
Los fenómenos de código, por su parte, se inscriben a la
mente, anticipa a Joyce, o al menos a ciertos fenómenos que
derecha, en A. Aislados, representan, igual que los mensajes
Joyce manifiesta.
interrumpidos, una ruptura de la significación. En efecto, voces
La significación enigmática es un caso particular de la
que sólo libran mensajes sobre el código, semejantes a los men¬
ley del lenguaje que quiere que la significación sea una fun¬
sajes autónimos, podríamos casi decir que no dicen nada, limi¬
ción del significante, o más exactamente, de la cadena signifi¬
tándose a transmitir la lengua que es necesaria para decir, pero
cante en tanto supone el al menos dos, que simbolizamos en
que en sí misma no dice nada. Lo que podemos intentar repre¬
forma reducida con el par S1-S2. Responde a la cuestión de
sentar en el grafo:
saber qué es de la significación cuando la cadena está rota, es
decir, cuando el significante no está más en lo simbólico sino
r // o 11 % en lo real. Podemos intentar inscribirlo en las fórmulas de las
s(A). A ; s(A) . A
función significante que Lacan introdujo en su texto “La ins¬
tancia de la letra”. Sin embargo se puede vacilar sobre qué sig¬
Mensajes sobre el código y mensajes interrumpidos, son
no gráfico conviene utilizar. El vacío de la significación se aco¬
dos maneras de la producción del vacío de la significación. Bien
modaría bien a ser representado por el símbolo cero, el mismo
diferentes de la injuria alucinada, del “marrana” [truie] o del
que Lacan utiliza para la forclusión, pero la significación de la
“íu/der "[carroña], en los que el paranoico puede oir resonar la
significación -definición misma del enigma como colmo de
significación de su ser, y en los que Lacan nos ha enseñado a
sentido- estaría más válidamente inscripta con el símbolo clá¬
reconocer el paradigma del significante en lo real, como índi¬
sicamente utilizado en matemática para la incógnita, la x que
ce del objeto indecible, supliendo la deficiencia de la significa¬
encontramos en la metáfora paterna en el lugar del significa¬
ción fálica. Esos mensajes, no predicen sobre el sujeto. Por el
do del deseo de la madre. Si seguimos las indicaciones de La-
contrario, eliden la “respuesta de lo percibido”. No por eso
can, se trata efectivamente, en el pasaje de uno a otra, de la
valen menos como significante en lo real, o sea, como signifi¬
sustitución del vacío aparecido al principio, por la x del enig¬
cante solo, fuera de cadena, privado del S2 que engendraría la
ma, que viene en su lugar. Si escribimos el significante en lo
significación. Lejos de que el significante se encuentre empo¬
real con el índice de un pequeño uno para indicar la ruptura
brecido por esa elisión, gana, al contrario, al cargarse de certi¬
de la cadena, el tiempo 1 se escribiría más bien: f(Sx) -► Sx (O)s,
dumbre, del “asentimiento” que “todo significante una vez

90
El inconciente a cielo abierto de la psicosis La experiencia enigmática delpsicótico, de Schreber a Joyce

y el tiempo lógicamente segundo: f(S2) -► Si (x)s, viniendo lax Las variaciones de la experiencia enigmática
de la significación informulable del enigma a sustituir al cero.
Hay que subrayar, en todo caso, que la forclusión como La experiencia enigmática, si damos fe a las Memo¬

defecto del significante que permite el capitonado de la sig¬ rias de Schreber, es para él coextensiva a la vivencia aluci-
natoria del principio de su delirio. Parece que en Joyce no
nificación, y que condiciona la aparición del significante en
lo real, no reduce para nada la instancia de la significación. faltó, sino que se dio de otra manera. La precisión clínica,
de hecho, exige inventariar la variedad de sus fenómenos y
Por el contrario, la libera, dejando surgir en la ocasión su
buscar en cada caso sus formas específicas. No es siempre
“resplandor” hasta “la superficie misma de lo real”. Este punto
el significante alucinado quien la vehiculiza. Se la ve a ve¬
tiene su importancia cuando se quieren captar las implica¬
ces elevarse como en un halo alrededor de ciertos fenóme¬
ciones de la última definición del síntoma en RSI. La defini¬
ción del síntoma como una metáfora nos ha habituado a la nos de lo cotidiano percibidos repentinamente en su extra-
ñeza. En lo concerniente a Schreber mismo, en el momento
idea no solamente de su significación, puesta a cuenta de lo
imaginario, sino también a la idea de la subordinación de este del desencadenamiento, que debería estudiarse en detalle,
la emergencia del vacío enigmático de la significación pare¬
imaginario a la cadena simbólica. El síntoma, definido como
ce muy bien preceder la aparición del automatismo mental
función de la letra, en el que el goce está en juego sin Otro, no
propiamente dicho, especialmente a propósito de sus polu¬
está tejido de significación. Es respuesta de lo real, pero no
ciones nocturnas, a las que les otorga una gran importan¬
extingue la significación más que otro significante en lo real,
cia. Esto no quita, sin embargo, que lo esencial se juegue
incluso hasta la llama y la engendra. Pero lo hace sin deter¬
minarla -de donde la famosa frase de Lacan: “todos deliran¬ para él en su acoplamiento con las voces, que encarnan en

tes”-, y también sin encontrar en ella su resorte, lo que es un lo real al significante rechazado del inconsciente, en tanto
cadena. Entre Schreber el alucinado y Joyce el artesano de
buen problema para el psicoanálisis, cuyo efecto terapéutico
una “realificación”1 de la lengua, voy a evocar un sujeto para
depende de la elaboración de sentido. Esta definición del sín¬
toma es solidaria en la enseñanza de Lacan de la concepción el cual es un desmoronamiento de lo imaginario, aparente¬
mente, el que dejó emerger la experiencia enigmática.
de un imaginario autonomizado de lo simbólico, y de un sim¬
bólico que no es el del lenguaje como cadena (S1-S2) que ge¬
nera las ficciones de la significación, sino el simbólico de la
lengua (Si, Si, Si...), tales [simbólico e imaginario], como los
encontramos en el nudo borromeo.
1. [N. del T.] Ver nota 27.
El inconciente a cielo abierto dé la psicosis
La experiencia enigmática del psicótico, de Schreber a Jopee

La experiencia enigmática de la muerte


cuerpo que es la imagen nareisista. Atroz, dice. Estaba en las
piimeias filas. \ i el cuerpo, el pobre cuerpo, desfigurado, re¬
Se trata de un sujeto muy notable, tanto por los fenó¬
torcido, mortificado, martirizado... en una metamorfosis a lo
menos que manifiesta, como por su esfuerzo por formularlos
Jerónimo Bosch. Evoca la boca abierta, babeando sobre sus
bien, f por la manera en que responde a ellos. Le sucedió
aftas, donde, la que fue la belleza encarnada, cuyo porte, ma¬
tener lo que puedo llamar, por su propio testimonio, la expe¬
jestad, prestancia fálica, evoca con lirismo, se convirtió en carne
riencia enigmática de la muerte.
purulenta, en abceso inmundo. Preciso que no hago más que
Todo comenzó con la enfermedad de la que fue y ha
¡ sn
citar sus propios términos, y que incluso limito su profusión,
seguido siendo su único amor, en tanto que sus gustos eróti¬
como tuve que hacerlo en el diálogo con él mismo. Más tarde,
cos fueron siempre, muy decididamente, homosexuales. Se
el vocabulario de la carne en descomposición será empleado
trata de su madre, cuya muerte lo precipitó en el hospital. En
para calificar el complot que cree ver que se fomenta contra él.
torno a esa pérdida se encontró con algo enigmático que se le
No es el horror del goce ignorado del Hombre de las ratas, sino
presentó bajo una forma bastante particular y en dos fases,
bien por el contrario, el horror de un goce patente, frente a lo
siendo más decisiva la segunda.
que describe como la sustitución, en lo percibido, del brillo de la
Durante nuestra primera entrevista, el sujeto está ente¬
imagen nareisista por la purulencia informe de la carne.
ramente habitado por su experiencia reciente. Ésta, en sí mis¬
Podríamos escribir esta sustitución: a/i(a), si utilizamos el a
ma, no le debe nada a la enfermedad del sujeto sino a la des¬
Para describir esta seudopresentificación de lo real que es la
gracia de la vida, pero el discurso con el que la relata ya es muy
carne en descomposición.
particular. En principio, fue testigo de la enfermedad de su
La sola descripción de esta experiencia no permite evi¬
madre, muerta de un Parkinson. Día tras día, hora tras hora,
dentemente en nada evocar una irrupción alucinatorja. Noto
asistió a lo que llama el horror absoluto: una experiencia atroz,
por lo demás que el pasaje de la imagen del cuerpo a la carne
que describe con abundancia de detalles, que le inspira, evi¬
en descomposición, es un gran tema del imaginario común y
dentemente, una fascinación llena de espanto, que cautiva su
se presta a los efectos literarios: cf. El Sr. Valdemar, una ca¬
pensamiento y a la que su palabra se ve llevada sin cesar, como
rroña, de Baudelaire, El infierno de Barbusse, etc. Además,
imantada. Se trata de la agonía de su madre. Pero atención: no
en el caso presente, podría subrayar la complacencia, lo cauti¬
se trata de la agonía de su subjetividad: precisa que ella se
vante pai a el sujeto, y notar que de los dos acontecimientos
mantuvo siempre lúcida. Todo pasa a nivel del cuerpo y de la
que sufrió: la desaparición de su madre, y la injuria hecha a
degradación de su forma. Bajo sus ojos surgió, en cámara len¬
su imagen por la enfermedad, el segundo tiene en su decir
ta, algo así como el ascenso de lo informe bajo la horma de
mucho más peso que el primero. Hay que saber, además, que

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis La experiencia enigmática delpsicótico, de Schreber a Jopee

en sus trabajos, este sujeto es un apasionado de la imagen. evocar una posible expulsión del departamento en el que ha
Sea como sea, este levantamiento del velo de la belleza, que, vivido con sus padres, surge la idea del fin de su familia, pero
extrañamente, ningún pudor reemplaza en sus dichos, este más precisamente una imagen, la de los muebles posiblemen¬
atravesámiento de lo imaginario reglado por la realidad, lo te diseminados por la vereda: es esta imagen la que lo precipi¬
ha quebrantado más allá de toda medida, y lo deja en un ta, sin mediación, al acto. Se ve por lo tanto, que cuando este
estado de perplejidad fascinada, al que él mismo trata de sujeto habla de fusión, no se trata de una palabra vana. Parece
buscarle una razón. designar con ella algo muy preciso: “la conjunción al sentimien¬
Su descripción se ve duplicada con un comentario total¬ to de la vida”, a la propia vida de su madre, en tanto el padre,
mente informado de los términos y las tesis de la psicología, e por su parte, ha muerto hace algunos años, sin más efectos,
incluso del psicoanálisis. Insiste en su fusión con la madre, dice, que una pena normal.
evoca un cordón no cortado, que se estará quizás tentado de La respuesta del sujeto a lo que se le imponía ante sus
poner a cuenta de las muletillas psicológicas, pero hay allí algo ojos en la agonía de su madre, y a su sentimiento correlativo
más personal. Se constata en principio que, curiosamente, las de muerte personal, fue muy notable. Se desarrolló en los tres
palabras que describen el martirio del cuerpo materno indu¬ planos de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real.
cen en él, como miméticamente, gestos de contrafigura en los Ante las enfermeras atónitas y el estupor de los cuida¬
que da a ver los miembros contorsionados, la boca distorsio¬ dores, se esfuerza en volver a darle forma a su madre. No es
nada, etc., como si el trastorno de lo imaginario del cuerpo del solamente mimarla, sino que en el momento mismo en que
otro reprecutiese en su propia gestualidad. Más importante agoniza, se arma de un lápiz de labios, de un peine, etc., la
todavía es que manifiesta que la muerte de su madre implica maquilla, la peina, en fin, la arregla toda. Conducta de restau¬
la presencia de su propia muerte, no de la idea de su muerte, ración desesperada de lo imaginario para protegerse de la re¬
sino del sentimiento de su muerte, sincronizada. Una muerte presentación de lo real que implica la descomposición. A es¬
psicológica, dice, en primer lugar. cribir en la fórmula de la sustitución: I/R.
La que podría evocarnos el “asesinato del alma” schre- Paralelamente, lleva a cabo todo un trabajo de cógitación
beriano, cómo manifestación del agujero en la significación que sólo llegará a su fin más tarde, en el que moviliza todo su
fúlica, <¡>0, que además está en relación para nuestro sujeto con saber etnográfico para pensar la muerte en las formas de la vida
la desaparición del objeto primordial. Tanto más cuanto nos y la pérdida en la forma de la conservación, tomando del África
enteramos que algún tiempo antes, ha hecho una brusca ten¬ una pretendida reintegración marsupial de los muertos, y de
tativa de suicidio, cuyo resorte, finamente precisado, es el Colombia una supuesta reingurgitación. A través de estas ideas
siguiente: en ocasión de problemas de dinero que le hacen de incorporación, que evocan una especie de identificación
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
La experiencia enigmática delpsicótico, deSchrebera Jopee.

canibalística con la madre, lo que está en juego es una tentati¬


la muerte en acto, sentí el trabajo de la muerte, era ergotanático,
va de metáfora: S/R.
temí un suicidio psicosomático.
Por último, responde a su sentimiento de ser arrastra¬
Más tarde, aparece otro fenómeno a poner en serie con
do a la muerte con una especie de conducta de cuasi-separa-
éste, que esta vez designa como un sueño “lúcido y alucinado”.
ción exitosa. Explica: me hice tomar el retrato, y coloqué la
Fue en el comedor de sus padres: percibió la presencia de su
foto en la tumba con estas palabras: “te amo para siempre”.
madre tras él, pero muy diferente, una presencia que sonreía,
Precisa y comenta que la foto estaba sonriente pero portaba
que trató de ceñir, que hizo la señal de la cruz y lo bendijo.
la máscara de la muerte y que “era eso o el suicidio”. Puso,
En este momento, con la elisión de los ojos semivelados,
por lo tanto, el retrato en el lugar del ser, como el lagarto
es la mirada misma de la muerte la que rompe la pantalla de la
soltando su cola en el desamparo.
realidad. El sinsentido de esta presencia imposible se muda
¿Voy ahora a lo que parece valer como fenómeno elemental.
así en certidumbre inmediata de la muerte inminente. La alu¬
El día del aniversario del matrimonio de sus padres, fe¬
cinación, en sentido estricto, es un fenómeno de lenguaje, muy
cha bien simbólica, dice, mientras estaba en la cama, repenti¬
distinto de todo lo que puede tornasolear en la visión, como
namente aparece ante él la cara de la madre, con los ojos
sabemos. Pero aquí todos los decires del sujeto parecen indi¬
semiabiertos, semicerrados -tenía linos magníficos ojos ne¬
carnos que esta presencia, súbitamente surgida, ha funciona¬
gros--: Eso fue el horror: me dio un espasmo, mordí la sábana
do exactamente como una voz, portando el veredicto de su
y tuve el tiempo justo como para abalanzarme a la calle, con
muerte. La entrada en una fase melancólica que evoca en la¬
una tensión de 22-23 -sus trastornos al respecto son bien rea¬
tín, taedium uitae, termina la secuencia. La instancia de la
les- antes de ser hospitalizado de urgencia. Comenta, con el
muerte se erigió ante el sujeto, retornando la castración
tono perentorio que le es propio en todas sus afirmaciones: no
forcluida en lo real bajo la forma de una certidumbre de muer¬
es una alucinación sino una alucinosis, ya que se conoce el vo¬
te y de una sustracción efectiva de vida.
cabulario. Nos explica que Freud, con todo el respeto que le debe,
Sin estudiar en detalle el estatuto del falo para este suje¬
merece ser cuestionado, pues diría probablemente que es una
to, podemos destacar sin embargo algunas particularidades.
imagen simbólica, [un sustituto] que ocupa el lugar [tenant-lieu]
En primer lugar, el hecho de que el falo siempre es evocado con
del objeto perdido. Para nada, insiste con extrema energía, no
el signo más, y que las imágenes de castración están notable¬
era una simple imagen, tampoco un símbolo, era algo real, era
mente ausentes de lo imaginario: no pongo las imágenes de
la muerte misma, la suya, sin metáfora. Desde entonces, la vi¬
la descomposición a cuenta de lo imaginario de la castración.
sión, por otro lado, se desvaneció pero no la presencia de la
¿Hay que pensar entonces que, para ese sujeto, sólo la muer¬
muerte. Sus fórmulas son notables: el inconsciente me envió
te tiene el sentido de la castración? Lo que es seguro es que en

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis La experiencia enigmática delpsicótico, deSchrebera Joyce

la secuencia de los acontecimientos, ha sido necesaria la in¬


tervención de la muerte, la de su madre, para que la presen¬
cia de la suya propia se le imponga en espejo, con un senti¬
miento de catástrofe y con la fase melancólica que sigue.
Podemos de este modo, situar en el grafo los diferentes fe¬
nómenos sucesivos que instalan la significación de la muerte
en el lugar en que la significación de la castración faltaba
secretamente: <t>(). La agonía del otro y su afrenta narcisista
repercuten a nivel de la significación, en significación de
muerte. Vale decir que la sustitución de la imagen por (o
informe, que podemos escribir en el materna de la sustitu¬
ción: informe / i(a), repercute en otra sustitución en el lu¬ Sólo más tarde, el sujeto arribará a algo así como un due¬
gar de la significación: Sü de la muerte / 0>() (esquema I). El lo delirante que le da sentido al martirio de su madre. Para él,
sujeto intenta en un primer tiempo restablecer allí una sig¬ no es el encuentro con un padre sino la pérdida de una madre
nificación de vida, a través de sus maniobras de restaura¬ la que habría funcionado como factor desencadenante que, al
ción de la imagen, y de sus mitos de reintegración simbóli¬ deshacer el acoplamiento de lo imaginario y lo real en el obje¬
ca (esquema II). En vano, pues el sinsentido de la imposi¬ to primordial, habría puesto al descubierto la forclusión.
ble aparición de la muerte en lo real muda en certidumbre,- ¿Qué era ella por consiguiente para él? Él responde: lo
de una muerte inminente. Estos diversos fenómenos pue¬ era todo, mi vida, mi aliento, mi único amor. Lo tenía también
den ser trasladados al grafo de Lacan2. todo: la belleza, la gracia, y no deja de abundar en su elegan¬
cia, su porte, su erigida majestad, pero también la fuerza viril
de la inteligencia y del coraje que hacía de ella el falo mental
de la pareja, dice. (Destaco aquí, por los paréntesis, que en su
fase paranoica del año siguiente será una mujer la que erigirá
en perseguidora, caliticándola irónicamente de “emperatriz de
y ’V;\
la China”.) Pero como su padre también está muy aureolado,
precisa haber tenido, en cierto sentido, dos padres, dos hé¬
roes, dos supertípos. Sin embargo, es en la madre donde reco¬
2, Lacan, J., Écrits, París, Seuil, 1966, p. 817. noce lo que llama su “armadura fálica mental”. Se sabe, por

100 101
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
La experiencia enigmática delpsicótico, de Schreber a Joyce

otra parte, que el sujeto cultiva lo que yo podría llamar su erec¬


en sus textos ulteriores. Al haber sido extraídos del contexto
ción física y mental emulando a su madre.
que les da significación, a través de una técnica de abolición
En esta pregnancia de la imagen corporal, en esta hin¬
del lenguaje, estos fragmentos se vuelven extrañamente insen¬
chazón narcisista, y en esta idealización frenética de las cuali¬
satos, fuera de discurso, y digámoslo, reales. No serían más
dades de la persona, que se presta aquí a una identificación pa¬
que desechos sin la experiencia epifánica de la que Joyce ha
tente, se percibe un uso de lo imaginario que se despliega en
dado testimonio. Se trata de la experiencia enigmática misma,
proporción a la forclusión, y que viene como a paliar su defecto.
a saber, de la conversión del vacío de la significación en su
Este fenómeno por sí solo, ya manifiesto en la restauración de
contrario de certidumbre de una revelación... inefable. En efec¬
Schreber, pero que aquí parece preceder al desencadenamien¬
to, en el sinsentido de estos fragmentos, Joyce afirma recono¬
to, basta para mostrar que en relación con el defecto de lo sim¬
cer lo que llama “una repentina manifestación espiritual”, en
bólico, lo imaginario, lejos de estarle solamente subordinado,
la que se revela la quiddidad de la cosa misma, la claritas. El
puede funcionar como recurso, o prótesis, y que ésta es una de
fenómeno es estrictamente análogo a la “alta densidad” del
las razones para plantear la equivalencia de los dos órdenes,
significante fuera-de-sentido que Lacan evoca a propósito de
como lo hace Lacan cuando construye su nudo borromeo.
Schiebei, o a la certidumbre mortífera de nuestro sujeto pre¬
cedente, con la diferencia de que Joyce no lo alucina, lo culti¬
La experiencia enigmática del lenguaje va, lo sostiene de manera metódica, persiguiendo la eviden¬
cia, a título de artificio creativo. Menos asediado por el len¬
En Joyce, la experiencia enigmática se manifiesta por
guaje que amo de éste, logra hacerse el pasante de la significa¬
una vía totalmente distinta: sin experiencia alucinatoria reve¬
ción lenguajera [langagiere]hacia el sinsentido de la lengua y
lada, en su relación misma con la lengua y el lenguaje, por
viceversa. De este modo, Joyce, alquimista de la conversión
medio de la elisión de lo imaginario de la significación. Apare¬
recíproca de lo simbólico a lo real y de lo real a lo simbólico,
ce claramente, metódicamente sostenida, en lo que describe
logra elevar la experiencia enigmática de la significación al
bajo el nombre de epifanías. Son fenómenos fechados en los rango de procedimiento artístico.
años 1900-1904, en los que identifica lo que podría llamar el
“momento fecundo’’ de su vocación de artista. Las epifanías
El goce enigmático
como textos, son escombros de discursos. Fragmentos real¬
mente oídos en situaciones banales, sacados de su contexto,
La experiencia enigmática del psicótico no se reduce a los
cuidadosamente consignados como lo más precioso de su obra
enigmas de la significación. Debemos también hablar, si la ex¬
antes incluso de que haya obra, y luego reinsertados de incógnito
presión tiene algún sentido, de su goce enigmático. Es lógico,

102
103
El inconciente a cielo abierto de la psicosis
La experiencia enigmática delpsicótico, de Schreber q Joyce

por lo demás, si el lenguaje tiene efectos de mortificación del real, el sujeto sólo puede ajustarse. Es lo que hace Schreber en
goce, que una anomalía a nivel del primero repercuta a nivel el trabajo de su delirio, que hace existir al Otro. Su eficacia es
del segundo. Hay de hecho un goce emparentado al automa¬ visible, puesto que logra modificar su idea de sí mismo como
tismo mental, que toma en Schreber la forma de una efracción hombre, a medida que le da al goce de ese Otro el sentido de la
corporal proveniente del otro divino. Freudlo interpreta, como redención futura de la humanidad.
es sabido, como el retorno en el fantasma de persecución de la Si hay una paradoja del síntoma Joyce, es que realiza
pulsión homosexual rechazada. Lacan corrige esta referencia la misma operación, pero en el seno de la literatura. Su escri¬
a la homosexualidad inconsciente, que es incapaz por sí mis¬ tura logra transformar todo el goce-de-sentido [joui-sens3}
ma de especificar la psicosis. De hecho, Schreber está amena¬ que la literatura vehiculiza habitualmente en goce de la letra,
zado en su virilidad: retorno en lo real de la castración forcluida* fueia de sentido. De los unos de la lengua hace fixión, y no
de lo simbólico. Correlativamente, es franqueada la barrera ficción, de goce. De este modo logra una transferencia de lo
del goce, que cesa de estar fuera de cuerpo: su cuerpo, lejos de simbólico a lo real que no deja de tener afinidad con la ope¬
ser el desierto que es para cada uno, se encuentra asediado,
ración misma de la ciencia. Pero, más sorprendentemente
atravesado por un goce indecible, no cifrable. Este goce es im-' todavía, logra secundariamente, al imponer esa extraña lite-
putado al Otro divino, que quiere gozar de él. La “identifica¬ 1 atina fueia de discurso, restaurar el lazo social que su escri¬
ción del goce con el lugar del Otro”, dice Lacan en 1966, hace tura ha abolido y promoverse a sí mismo al lugar de la excep¬
de Schreber un objeto, vertedero o desecho. ción. Joyce, en su síntoma, no delira, goza solitariamente. Al
El síntoma, por lo tanto, debe ponerse doblemente a destruir así el lenguaje, le da vida sin duda a la lengua, pero
cuenta de lo real. En primer lugar porque el significante apa¬ sólo puede hacerlo conservando del sentido nada mas que la
rece en él en lo real con su franja de significación enigmática. dimensión del enigma. Sin embargo, logró trasladar al pú¬
En este sentido, el síntoma de Schreber como la literatura de
blico, más precisamente a los comentadores, la carga que ge-
Joyce producen la abolición del lenguaje, y, como este último,
neialmente corresponde al delirio, producir el sentido de la
está “desuscripto del inconsciente”. Pero, a continuación y co¬ obra opaca, sin el cual la supervivencia de su nombre más
rrelativamente, porque es surgimiento del goce no localizado allá de su persona se vería comprometida. De este modo con¬
y no cifrado, otro. El enigma de la significación, sobre el (pie siguió cambiar el Otro del gusto, allí donde, por ejemplo, otro
he insistido, va de consuno con la presencia de un goce especí¬ loco de la letra, Raymond Roussel, fracasó.
fico. A tal punto que habría que completar las fórmulas prece¬
dentes y escribir este exceso en el lugar del cero o de la x de la
3- [N. del T.]: juego de palabras en francés, en base a la homofonía joui-sens [go¬
significación: f(Sx) -> Sj(+)G. A ese síntoma, respuesta de lo zado-sentido] yjouissance [goce].

104
105
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

Concluyo con una observación comparativa. Se puede El llamado esquizofrénico


preguntar qué protege al neurótico de la experiencia enigmá¬
tica con la que el psicótico se encuentra. La respuesta es sim¬
ple. De un lado, está la significación fálica que obtura el cam¬
po de la significación, del otro, el cifrado del goce que rechaza
suficientemente el goce otro. Sin duda este cifrado no es com¬
pleto, desde que la relación sexual no es cifrable, pero lo que
queda fuera de su captación, el objeto a, no está por ello me¬
El llamado esquizofrénico
nos correlacionado con la castración. Es así que la respuesta
de lo real está enmascarada en la neurosis por la respuesta del El tema de la esquizofrenia es para el psicoanálisis una
Otro, el S($) por el s(A), mientras que el goce otro queda limi¬ apuesta particular. Lo que se vió, desde el principio, en las dis¬
tado por el goce fálico. Quizás es a través de la consideración cusiones alrededor del análisis de la llamada demencia pre¬
de la psicosis que Lacan llegó a poner el acento sobre el hecho coz, pero luego, también con Lacan.
de que el síntoma neurótico es no-todo respuesta del Otro, y Hoy el tema tiene una actualidad que desborda la clí¬
que incluso puede ser, en lo esencial, no todo. nica psiquiátrica exclusivamente, y que se debe a lo que ya he
desarrollado hace algunos años, a que los procesos de
París, marzo 1992. esquizofrenización se multiplican en la civilización. Llamo así
a todos los procesos de esquicia [schize] que se inscriben en lo
real o en lo simbólico, y que tienen como efecto atacar las co¬
hesiones, ya sea la de las cadenas del lenguaje o la de los lazos
sociales que dependen de ellas.
A nivel simbólico, asistimos no a una caída de los idea¬
les, como se dice con frecuencia, sino a una fragmentación.
Los ideales no han desaparecido, sino que son cada vez más
cacofónicos, multiplicándose a merced de las contingencias de
lugares y de tiempos, variando según los continentes, los paí¬
ses, las ciudades e incluso los barrios: en fin, son aleatorios.
En lo real, también hay una multiplicación de los objetos, de
los señuelos de satisfacción, que llega hasta la pulverización

IOÓ 107
El llamado esquizofrénico
El inconciente a cielo abierto cíe la psicosis

Hago aquí un paréntesis. Podría imaginarse, por simple


de las ofertas de goce [ojfres-á-jouir]. A esta enjambrazón de
inducción verbal, que esta fórmula de “lenguaje de órgano”
lo simbólico y esta fragmentación de lo real, se agregan ade¬
lleva agua al molino del inconsciente “estructurado como un
más los espejeos plurales de lo imaginario. Los tres juntos es¬
lenguaje”. Pero no es eso para nada, sino todo lo contrario.
tropean lo que Lacan en un tiempo llamaba las “agregaciones
Freud se apoya en el estudio del lenguaje de órgano para
del Eros del símbolo”. De este modo la acción de lo simbólico
afrimar que el esquizofrénico no tiene inconsciente. Explora
sobre lo real se ve reducida cada vez más a su nivel básico: la
los investimientos de palabra, y las diversas expresiones ver¬
esquicia, el corte, en detrimento del efecto de ligazón. En este
bales presentes en el caso de la paciente de Tausk, para con¬
sentido la esquizofrenia es bien de nuestro tiempo.
cluir que la paciente trata las palabras como cosas. La idea es
Para nosotros, cuando Lacan dice psicosis, er^singular,
que en estos casos se trata de una realización del verbo. Con
o dice loco, nombra a la paranoia. Sus indicaciones sobre la
lo que concluye en una falta de inconsciente, hecho, según él,
esquizofrenia son bastante raras, aunque muy densas, como
no de representaciones de palabras, Wortvorstellungen, sino
siempre. La enumeración es corta: es evocada en la respuesta
de Sachvorstellungen, representaciones de cosas.
a Hyppólite, en la página 392 de los Écrits, en su informe del
Hay que acordarse aquí que éstos son los textos que han
Seminario sobre el acto analítico, en la página 22 de Ornicar?
sido utilizados para refutar la tesis de Lacan, en base a que
N° 29, y en la página 31 de “L’étourdit”. Hay evidentemente
Freud distingue las representaciones de palabras, preconscien¬
otras indicaciones en los seminarios, pero acá sólo retengo las
tes, de las representaciones de cosas, que atribuye al incons¬
que están escritas. Aún así, es mucho lo puesto enjuego.
ciente propiamente dicho. La objeción no tiene peso, eviden¬
temente: desconoce, simplemente, que una representación de
El lenguaje de órgano cosa puede funcionar perfectamente como un significante, pues¬
to que el significante no se define por su soporte sensorial, sino
Al interesarse en la esquizofrenia, ¿buscaba Freud esen¬ por la estructura diferencial de sus elementos. Sea como sea,
cialmente responder a la cuestión de saber qué es el incons¬ Freud intenta además explicar este punto en el “Complemen¬
ciente? Así, para afinar, por diferencia, su idea de los meca¬ to...”, suponiendo un retiro del investimiento inconsciente y
nismos propiamente inconscientes, se sirve del esquizofréni¬ una no comunicación entre las representaciones de cosas y las
co fuera de inconsciente. Los dos textos cruciales al respecto representaciones de palabras.
son, el texto de la Metapsicología consagrado al inconsciente, ¿Qué quiere decir esto sino que, en estos casos, las pa¬
y el “Complemento metapsicológico a la teoría del sueño”, don¬ labras no representan nada, que están desvinculadas de su sig¬
de Freud utiliza la famosa noción de “lenguaje de órgano”. nificación como de su referente? Dicho de otro modo, que han
El inconciente a cielo abierto de ¡a psicosis
El llamado esquizofrénico , '~ '

perdido su calidad significante y por lo tanto se han reducido


efecto de vaciamiento sobre lo real del ser vivo, que produce la
al estado de cosa, de simple materia sonora o visual.
promoción de un significante.
Lacan intentó suministrar la estructura de este efecto
Fracaso de la simbolización en «De una cuestión preliminar...» La metáfora paterna, de
cuyo defecto daría cuenta la paranoia, inscribe la simboliza¬
ción primera. Por lo tanto se puede situar allí al esquizofréni¬
La tesis de Lacan se ve así más confirmada que refuta¬
co en su relación con la paranoia.
da. Puede remitirse, para ello, en los Écrits, a su respuesta al
comentario de Jean Hyppolite. Se esfuerza allí en precisar el La simbolización primera recae sobre el Otro, la ma¬
dre, que en primer lugar, para el niño, debe ponerse a cuen¬
concepto de forclusión en su diferencia con el de repjesión y
ta de una relación de objeto en lo real”, para retomar una
postula la famosa fórmula que calca, de hecho, una frase de
expresión que usa Lacan en sus “Observaciones sobre el in¬
Freud: “lo que está forcluído de lo simbólico retorna en lo real”.
forme de Daniel Lagache”. La madre sólo se convierte en un
La que impone reconocer que existir en lo simbólico y existir
en lo real son dos cosas bien diferentes. Existir en lo simbóli¬ significante por medio de la simbolización de su ausencia.

co, por medio de la operación del significante, supone la pro¬ ¿Qué querrá esto decir sino que la ausencia, real, sólo ad¬

ducción de un vacío. Allí mismo aparece la evocación del es¬ quiere su alcance interrogando su sentido? Cualquier cosa

quizofrénico, en la página 392. Cito: puede ser elevada al [plano del] significante: para ello bas¬
ta con que se le suponga un sentido. Desde el momento en
“En el orden simbólico, los vacíos son tan significan¬ que se supone que esta cosa, sea lo que sea, en este caso la
tes como los llenos; parece evidente, oyendo hoy a Freud,
ausencia periódica de la madre, quiere decir algo, entonces
que es la brecha de un vacío la que constituye el primer
se hace significante. Esto es lo que le permite a Lacan escri¬
paso de todo su movimiento dialéctico.
bir la primera simbolización con el materna del significante
Esto es lo que parece explicar la insistencia que pone
el psicótico en reiterar ese paso. En vano, porque para él, y del significado. DM, a leer como deseo de la madre, es el
todo lo simbólico es real.” significante promovido por la simbolización de su ausen¬
cia, cuyo efecto de significado se escribe con una x, la x de
Lo que equivale a decir que el esquizofrénico, aunque la incógnita, del enigma “¿qué quiere ella?”: DM/x. Lacan
habla y dispone de su lengua, no dispone de lo simbólico. Es¬ sitúa a partir de allí la paranoia, en la que falta la operación
tamos muy cerca de la fórmula freudiana, que dice que las pa¬ segunda de la metáfora paterna, la que sustituiría por el
labras son tratadas como cosas. Es que el acceso alo simbólico Nombre-del-Padre este primer significante, ya planteado,
supone algo más que el aprendizaje de la lengua, supone el del deseo de la madre: JÍE.
rs ^ t

110
111
El inconciente a cielo abierto de la psicosis El llamado esquizofrénico • v.

' Al especificarse la esquizofrenia, más radicalmente, pol¬ Muy diferente es el significante real de la esquizofrenia.
la falta de la simbolización primera del objeto primordial, in¬ Allí, carente de la simbolización primordial, la x del sujeto fal¬
troduce así la cuestión de los diversos tipos de sujetos que se ta. De ahí que también falte la función de la representación
mantienen en ese más acá. Es aquí donde se plantearía la cues¬
significante: el significante no representa al sujeto para otro
tión de situar el autismo en relación con la esquizofrenia. significante. Queda entonces el enjambre real de los signifi¬
cantes Si, Si, Si, que al no representar al sujeto, lo dejan aban¬
El significante real donado, como lo muestra toda la clínica, librándolo al régi¬
men de la fragmentación de las identidades, de los objetos, de
¿Puede intentarse una clínica diferencial del significan¬ los tiempos más o menos fecundos, y de los desencadenamien¬
te “en lo real”, respecto a la esquizofrenia, tal como*Lacan la
tos en serie de esbozos delirantes. Podría evocar aquí el caso
introdujo á propósito de la alucinación verbal, y del signifi¬
de un sujeto que debí presentar en el seno del Colegio clínico
cante real que convoca, como dijimos?
de París, en Sainte-Anne, en el servicio de la doctora Fran^oise
Para que el significante aparezca en lo real, basta con
Gorog. Este sujeto fue sucesivamente, por una especie de iden¬
que se presente, dice Lacan, desde la primera definición, bajo
tificación sin mediación, Lancelot, Nicolás Flamel el alquimis¬
forma de cadena rota. Vale decir que conserve la estructura
binaria de la cadena significante, pero que al mismo tiempo ta, luego Pernelle Flamelle, luego el Escritor, con mayúscula.
ponga en disyunción sus dos elementos de base. Lo que ilustra La serie de sosias se sucedía, cada vez, como cartas trucadas,
límpidamente la alucinación “truie” [cerda, marrana], presen¬ pero el abismo de la des-identidad se abría entre cada una de
tada en «De una cuestión preliminar...» El “Yo” del “yo vengo esas veleidades de encarnación.
de lo del fiambrera”, que había sido proferido antes por la pa¬ Se puede situar estas dos estructuras con los círculos de
ciente, es de enigma, estando esta vez la x de lo no conocido Euler: a la izquierda el significante real, SR, en la intersección el
del lado del sujeto: Xp. significante en lo real, Si, que también es significante, pero puede
reconectarse más fácilmente a una cadena, a un S2 que le dé
“Truie”, que surge a continuación, lo determina aluci-
sentido, el del delirio, a escribir en el círculo de la derecha.
natoriamcnte, pero permanece disjunto, en tanto no asumido
como significante propio para representar al sujeto:

<—-— .

Je // Truie
x Se ve que la paranoia permanece más próxima al suje¬
to dividido que al sujeto de la esquicia, puesto que todavía

113
El inconciente a cielo abierto de la psicosis El llamado esquizofrénico

encontramos allí la estructura de la retroacción temporal, del a síntoma. Es lo simbólico lo que recorta sobre su superficie,

posteriori [ciprés-coup] propio del significante (aunque a veces al principio vía demanda, las zonas erógenas que focalizan

bajo una forma cíclica desconocida para la neurosis) y también las apetencias y condicionan inclusive el goce llamado

el vacío del sujeto que los fenómenos elementales tratan de de¬ sexual. Es lo simbólico también el que le atribuye órganos,

terminar. Por el contrario, el esquizofrénico se ve preso de lo especialmente ese órgano sorprendente que es el falo en su
diferencia con el pene.
múltiple no vectorializado, de cronologías ahistóricas que yux¬
taponen hechos y datos sin ordenarlos, bien cercanas a lo real, El esquizofrénico, dice Lacan, “enfrenta sus órganos
sin la ayuda de un discurso establecido”. ¿Pero para qué sirve
que no tiene orden. La traducción libidinal es casi infaltable.
en materia de órgano un discurso establecido? Más bien para
La paranoia se beneficia, si se me permite decirlo, con
los dinamismos de la metonimia, que, al precipitar “la falta en instaurar límites, barreras standards al goce. Es por ello que

ser en la relación de objeto”, disparan las diversas búsquedas todo discurso es solidario de un efecto castración, que es lo

de los plus-de-gozar: (--) (+ G). Se mantiene así en el regis¬ que falta en este caso. ¿Cuáles son sus manifestaciones fe-
nomenológicas?
tro de la alienación a la cadena significante, y la relación con el
Otro, no por estar grávida del delirio está menos preservada. A Anoto en primer lugar la diferencia con los fenómenos
de la histeria, identificares a partir del lenguaje del cuerpo,
esta voluntad paranoica se oponen las estasis de la abulia, las
como decía Freud. La paciente de Tausk puede decir: “tengo
estereotipias y la serie de las veleidades inoperantes de la esqui¬
los ojos dados vuelta”, pero sus ojos no se dan vuelta. La his¬
zofrenia. Se está allí en un más acá de la alienación, que no le
térica, en cambio, en un caso semejante, tendría trastornos
deja al sujeto ni siquiera el recurso de la persecución como ten¬
oculares de los llamados funcionales. De la misma manera,
tativa de curación. Sólo la realificación [réelisation] suple a ello.
el organismo de quien, por ejemplo dice, no tengo cabeza, o
las manos me salen de los brazos, etc., no se ve afectado. No
Los fenómenos de cuerpo
se trata para nada de una captura del cuerpo por eDenguaje,
No es sorprendente entonces que el esquizofrénico dé sino de un simple delirio en el vocabulario del cuerpo, que
testimonio de fenómenos corporales específicos, si es ver¬ toma las palabras en lo real, por así decirlo.
dad, como sostenemos, que es el cuerpo de lo simbólico el Muchas veces el sujeto debe paliar la deficiencia del
que al incorporarse constituye el cuerpo del ser hablante efecto de discurso. Esto es particularmente visible en los de¬
[parlétre]. Evidentemente no constituye al organismo vivo lirios del cuerpo sin órganos, o en el caso de ciertas automu-
pero lo transforma bastante como para que se convierta en tilaciones, que son delirios o prácticas de negativización a
cuerpo erógeno, incluso en cuerpo propicio para albergar el poner a cuenta del paso necesario para crear un vacío, que

115
114
^ a cielo abierto de la psicosis El llamado esquizofrénico

y, ,;ino. U falta de este vacío se traduce por algo Como se ve, en estos casos, el sujeto, entonces, ya sea
rolos: ue
¿ú éntre dos poios. de un
UU lado
lüuu la abulia, que puede
r que realice lo simbólico o que intente producir análogos de
que 9S-’ ‘ paralií:-'
u ... catatónica por
nArpíirpri ría de
carencia Hp la
la falta
falta. que
oue su efecto negativizante, el sujeto, decíamos, juega solo, sin
Ne9»r T J ¡,q otro el pasaje al acto, que realiza el signi- Otro, privado como está del recurso de la persecución como
tentativa de curación, al decir de Freud. Por dicha causa pue¬
f,cao.K 9Va ' caí0 de aquei joven que acaparó los titula- de resultar sorprendente que los analistas hayan ofrecido
Cow. r abatido a su padre el día del padre, tras haber su ayuda desde el principio a este tipo de psicosis antes que
por 1«> er ^ daba k dave de su acto: ¡hoy, papá, es a la paranoia. Sin embargo es un hecho que se verifica muy
áccir, “llegó tu día”. Entre estos dos extre- especialmente en la escuela kleiniana. ¡Ni un paranoico, por
1U d¡a-.«Vvs¡tCtder que algunos delirios de cuerpo sean más ejemplo, entre todos los pacientes cuyo tratamiento Rosen-
Recuerdo por ejemplo un joven que interrogué du- feld presenta! Es extraño que sea a esos sujetos, en realidad
jí.ijeeS.N de enfermos. Cuando era estudiante, los más rebeldes a la transferencia, que se haya querido ha¬
cer entrar en el psicoanálisis. Es que, por más que estén fuera
i0 había Privado de sus P°sibilidades de
U ^ v, anJ*m entonces era grande, tanto más cuanto de la transferencia, como fuera de discurso, estos sujetos
trabajar. » pisaba violentamente, pensando que su no dejan de establecer una eventual relación de confianza
que so P* ^ ír; pereza Fue hospitalizado, muy agita- con sus semejantes. No es una transferencia propiamente
fuütal ¿ba w bse calmó de repente: en ocasión de una cefa- dicha, pues la transferencia es una relación simbólica que
<*° i n Jo Jerccho. había tenido súbitamente la certeza de incluye al sujeto supuesto al saber, en lo que el esquizofré¬
\ea de' P ^ (q llamaba un derrame de cerebro que, al nico no entra. Pero deja un lugar posible a la relación de
*** fj' na pacte de sus facultades, explicaba su impoten- objeto, a la vez imaginaria y real, que se presta a confusión
*aStrav3 "tacluso dibujado muy cuidadosamente su cráneo con la transferencia, y de la que a veces se pueden obtener
CU Lq,tde escapar una parte de sustancia, y estaba des- algunos efectos. Es dudoso que sean analíticos, pero a veces
5ts,eftS>„ces trasquilo en la certeza de su enfermedad, segu- pueden ser beneficiosos para el sujeto.
?í!l0n\astrjG¿n cerebral que lo exoneraba y lo dispensa-
Río de Janeiro, julio 1999.
r° psrse mis. En oposición, podría evocar ese sujeto
t>3 ‘ .u i.mo” fálico, hacía entrar al pene en el len-
^ , ja ima fabulosa capacidad masturbatoria,
V11'' . v,v que le daba acceso, como decía, a gran-
ouj--*.- ■ ^ * ?e {t0Ce inefable.

116 117
Estabilización de la psicosis

El término “estabilización” es un término difundido, un


término de uso corriente. En los medios llamados terapéuti¬
cos, se dice en efecto “estabilización” por no atreverse a decir
curación y ni siquiera “efecto terapéutico”, como se dice para
la neurosis. Al decir “estabilización”, todas las personas de len¬
gua francesa, al menos, sienten que se deja entender que se
presagia algo así como una recaída, que eso puede recomen¬
zar. Sin embargo este término no pertenece al vocabulario psi-
coanalítico: es un término que hace pantalla y se presta, hay
que decirlo, a todas las confusiones y también a todas las
imprecisiones. De Schreber -caso que Freud estudia en su
“Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
autobiográficamente descripto”-, se dirá al fin que está esta¬
bilizado, por cierto, ¿pero no se diría también lo mismo de aquél
que hubiese alcanzado la inercia del apragmatismo y la abulia
(no hay nada más estable que el sujeto que permanece hundi¬
do en su cama)? Esto para decir que este término no es un
concepto y que hay que introducir un poco de rigor. Cuando se
dice metáfora y suplencia, se está en el vocabulario psicoana-
lítico, inclusive en un vocabulario estrictamente lacaniano.
Éstos son términos de Lacan, definidos por él, introducidos
por él y utilizados por los que siguen su orientación. Con estos

119
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Estabilización de la psicosis - " v

dos términos entonces trataremos de dar un sentido preciso al considerar la psicosis como un avatar del sujeto en tanto el
término “estabilización”. Si se habla, en efecto, de “estabiliza¬ sujeto es un efecto de lenguaje. En 1966, en su presentación
ción”, hay que poder decir, primeramente, qué es lo que se ha de la traducción de las Memorias del presidente Schreber, el
desestabilizado, y en segundo lugar, qué es lo que, correlativa¬ caso que Freud comenta en 1911, Lacan le hace un homenaje a
mente, se reestabiliza. Y luego hay que poder decir también Freud por haber introducido al sujeto en la consideración de
cuál es el factor causal de la desestabiíización o de la la locura, antes que pensarla a esta locura en términos de défi¬
cit y de disociación de funciones. El punto de partida en la en¬
reestabilización.
Lo que está enjuego en esta cuestión es importante: es a señanza de Lacan, en todo caso el punto de partida mayor, es

la vez un desafío del saber y un desafío pragmático. Que el el texto titulado «De una cuestión preliminar a todo tratamien¬
desafío sea pragmático se ve enseguida: hay que poder plan¬ to posible de la psicosis». Es el texto en el que construye su
tear el diagnóstico de una psicosis no desencadenada, y tam¬ primera doctrina de la estructura de la psicosis. Esta doctrina
bién hay que tener algunas orientaciones sobre lo que podría inscribe la psicosis en su tesis del inconsciente estructurado
ser una remisión dirigida, para un eventual tratamiento. Hay como un lenguaje. Implica, cito, que
un desafío del saber, porque toda persona, psiquiatra, psicó¬ “la condición del sujeto [neurosis o psicosis] depende de
logo, sea el clínico que sea, que trabaje un poco con sujetos psi- lo que se desarrolla en el Otro” (p. 549).
cóticos, sabe que los fenómenos de la psicosis se presentan de
Lo que Lacan construye en este texto sobre la estructura
un modo mucho más discontinuo que los fenómenos de la neu¬
de la psicosis, se comprende sobre el fondo de los conocimien¬
rosis. La neurosis, por supuesto, conoce fluctuaciones sintomá¬
ticas, pero el modo subjetivo de la neurosis es relativamente tos adquiridos en el texto inmediatamente precedente “La ins¬
tancia de la letra en el inconsciente...”, redactada por Lacan en
estable y constante. Digo el modo de la subjetividad: podría de¬
cir también el modo de la enunciación neurótica. Por el contra¬ mayo 1957, seis meses antes de «De una cuestión prelimi¬

rio, la psicosis nos presenta desencadenamientos súbitos, in¬ nar...», escrito en diciembre 1957-enero 1958. Lacan

esperados, desencadenamientos sorpresa, pero también a ve¬ reconsidera allí la clínica freudiana. Esta clínica, Freud la cons¬

ces remisiones enigmáticas. La cuestión por lo tanto, es captar truyó a partir de su práctica de la asociación libre, que Lacan
demuestra se ordena dentro de la estructura del lenguaje, a
cuál es el resorte de las peripecias discontinuas de la psicosis, si
partir del algoritmo que se escribe S/s, para decir que el sig¬
se quiere tener alguna chance de saber por dónde y cómo se
nificante (escrito como S) determina, induce (es el término de
puede dirigir el tratamiento. Es un desafío de envergadura.
Hay que entrar entonces en la definición psicoanalítica Lacan: inducción) los efectos de significado. Este texto de “La
instancia de la letra...” desemboca en una tesis extremadamente
de la psicosis, que comenzó con Freud. La misma consiste en

1:21
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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Estabilización de la psicosis

simple: que el síntoma es una metáfora. Hay que decir que Expresión que se encuentra en la página 572: “la única orga-
esta tesis, una vez formulada, aparece verdaderamente como nicidad en juego es la que motiva la estructura de la signifi¬
la más siriple y la más convincente para dar cuenta del hecho cación”. Es la misma lógica que Lacan aplicó en su texto «Fun¬
de que el psicoanálisis opera descifrando la significación del ción y campo de la palabra y del lenguaje» a la práctica ana¬
síntoma. Pues la metáfora es una función del significante que, lítica: la lógica del “si... entonces”. Si el psicoanálisis obtiene
al sustituir un significante por otro que ella reprime, engendra efectos por medio de la palabra, que supone el lenguaje, en¬
a nivel del significado un efecto de significación inédito. tonces el síntoma debe tener una estructura de lenguaje.
Partiendo de la definición del síntoma como metáfora, Como construcción es imparable.
se pasa fácilmente a una definición diferencial de la psicosis. Otra observación concerniente a la metáfora. La metá¬
Los fenómenos de la psicosis, como los de la neurosis, tienen fora es un principio de estabilización. Constituye un punto de
una estructura de lenguaje, pero el síntoma psicótico no es una detención al deslizamiento del significado bajo el significante.
metáfora. He ahí la gran y simple diferencia comentada en un Es el efecto que Lacan llama “punto de capitonado”. El punto
primer tiempo, que da la clave de la clínica diferencial: en un de capitonado es una estabilización del significante y del sig¬
caso, la metáfora, en el otro, la ausencia de la metáfora. nificado sin la cual el deslizamiento del significado deja en
Veamos una observación concerniente al camino de La- suspenso, en la indeterminación el “¿qué quiere decir esto?”
can y su lógica implícita, que es extremadamente tajante (la que se puede dirigir a toda cadena de lenguaje. La metáfora
lógica de la construcción de una doctrina, por otra parte, no se es, justamente, lo que permite fijar, “retener” la significación.
superpone necesariamente a las vías del descubrimiento). Para Hay que agregar enseguida que no es cualquier metáfora la
todo el mundo, y en primer lugar para el sentido llamado co¬ que nos interesa en la clínica del sujeto. Cuando uno se ocupa
mún, que en estos dominios hay que tener en cuenta, el loco, de clínica no hace literatura, no hace poesía; aunque el psicoa¬
popularmente definido, es presa de fenómenos que objetan al nalista tenga todas las razones para hacerle mucho caso a la
sentido común, al conjunto de las significaciones que toda la Poesía, a la metáfora poética. Por lo tanto, en la clínica no es
gente llamada sana de espíritu comparte: su idea de la reali¬ toda metáfora la que nos interesa, sino una metáfora espe¬
dad aparentemente no se corresponde con la de todos los “sa¬ cial, la que es capaz de metaforizar un “significable” especial.
nos de espíritu”. Dicho de otro modo, para todo el mundo, el En la ocasión, Lacan emplea este término “significable”, que
loco es un sujeto que adhiere a significaciones anómalas. El se distingue tanto del significante como del significado, y que
camino lógico de Lacan consiste en inferir que, si las significacio¬ designa lo que es a significar. En la clínica del sujeto, lo que es
nes de la locura son anómalas, entonces la causa debe encon¬ a significar para el ser que habla puede designarse con dife¬
trarse a nivel de lo que motiva la estructura de la significación. rentes términos. En «De una cuestión preliminar...», Lacan lo

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Estabilización de la psicosis

llama “el ser de viviente” del sujeto. También dice “el ser del narcisista en sí misma una relación que Tacan estigmatiza bas¬
ente”, o más simplemente, “su inefable y estúpida existencia”, tante bien con la expresión “relación de agresión erótica”. Ta
y luego, también, su sexo. Todas estas expresiones están allí metáfora paterna tiene como efecto separar al sujeto, no tanto
para decimos que lo significable, en efecto, es el ser-ahí de de la madre, como se dice, sino de la vacilación que es inhe¬
viviente. Y, en el fondo, la clínica del niño muestra de una rente a la relación especular con la madre. Vacilación que hace
manera verdaderamente límpida que para el niño es un pro¬ que el sujeto pueda oscilar entre una identificación transitivista
blema, una cuestión, hacer pasar su existencia y su sexo al dis¬ con la misma madre y una identificación con el objeto de de¬
curso. Vale decir que la cuestión a la cual la significación me¬ seo de la madre. Este efecto de capitonado tiene consecuen¬
tafórica debe responder es el “¿qué soy ahí?”. cias clínicas observables. Te da su montura, su base al sujeto,
Tacan distinguió una metáfora que no es cualquier me¬ y tiene como correlato la puesta en marcha de lo que llama¬
táfora, la metáfora paterna, que es justamente la que da sig¬ mos un proceso de historización, que introduce coherencia,
nificación al ser de viviente del sujeto. Al sustituir el signifi¬ continuidad en la historia. A menudo me ha impresionado oir
cante del deseo de la madre por el Nombre-del-Padre, el sig¬ o leer en los informes psiquiátricos “vida caótica” para califi¬
nificante del padre, -y ésta es la sustitución metafórica-, hace car el itinerario de tal o cual persona psicótica. ¿Qué es al fin y
surgir una significación: la significación fálica, que le da sen¬ al cabo una vida caótica? En todo caso, para un analista, no se
tido al ser del sujeto, al ser de viviente. Podemos escribirla, evalúa por la multiplicidad de los acontecimientos. No se eva¬
muy simplemente, abreviadamente: el Nombre-del-Padre lúa por la multiplicidad ni por la variedad de los cambios, de
que sustituye al Deseo de la Madre hace venir al lugar de lo los virajes de la existencia. Una existencia caótica se evalúa a
significado la significación del falo. nivel del discurso sostenido: será caótica la existencia que el
También se la podría escribir en el grafo de la palabra. discurso no historice, ya sea que esta vida sea pobre o rica en
Esta metáfora, al estabilizar significante y significado, capitona acontecimientos.
al conjunto del discurso en tanto éste vehiculiza la cuestión Ta psicosis, por lo tanto, la especificamos con Tacan
del sujeto, y tiene repercusiones a nivel de las identificaciones como un defecto de metáfora.
imaginarias del sujeto, ya que introduce la dialéctica fálica en Destaquemos que este defecto de metáfora se presenta
lo imaginario, que sin lo cual se reduciría a la pareja especular en todos los niveles: a nivel de los fenómenos pero también a
del estadio del espejo. nivel de la causación de la psicosis. Ésta es la tesis de Tacan: fe¬
Su primer efecto, por lo tanto, es una reorganización de lo nómeno y causación de la psicosis tienen la misma estructura.
imaginario, que se manifiesta habitualmente por medio de efec¬ To que se puede observar, los fenómenos, lo que los psi¬
tos de pacificación de la relación narcisista. Siendo la relación quiatras pueden reseñar y lo que por otra parte han descrito
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Estabilización de la psicosis

en la psiquiatría clásica, sin pasar por el psicoanálisis, de los en la cadena del discurso significantes que tienen un lugar de
fenómenos, Lacan ha dicho lo siguiente: en ningún otro lado excepción: el Nombre-del-Padre, el falo. El falo sin par, dice La-
como en la psicosis “el síntoma, si se sabe leerlo, está tan cla¬ can. Estos significantes, sin embargo, aunque estén en una posi¬
ramente articulado en la estructura del lenguaje”. Lo demues¬ ción específica, están en ligazón con la cadena. Mientras que el
tra en el capítulo que se llama “Hacia Freud”, a propósito de la significante en lo real, por su parte, está fuera de la cadena.
alucinación verbal, que no es una metáfora, sino “significante Son conocidas las experiencias enigmáticas del sujeto
en lo real”* Es la expresión que emplea en ese momento. “Sig¬ psicótico. La experiencia enigmática está centrada enteramente
nificante en lo real” no quiere decir significante en lo percibi¬ en que, cuando un significante solo aparece en lo real, produ¬
do, ya que el significante en lo percibido no es la única clase de ce a nivel de la significación un vacío enigmático. Vacío enig¬
significante en lo real. El significante está en lo real cuando la mático que se convierte en certidumbre de significación.
cadena significante, que encadena los significantes para pro¬ Iercera observación sobre la alucinación en cuestión:
ducir la significación, está rota. Destaquemos que esta defini¬ truie es un término que se le impone al sujeto como un nom¬
ción del fenómeno psicótico como significante en lo real, im¬ bre de su ser de goce. Vale decir que, si el significante, en la
plica que el significante no basta para definir lo simbólico. Sien¬ alucinación verbal, tiene un efecto de déficit en la significa¬
do definido lo simbólico por la cadena significante, uno de ción, también tiene un efecto positivo, en cuanto designa el
cuyos modos es la metáfora. ser de goce y, en el fondo, opera un encuentro, una convergen¬
El paradigma que da Lacan del significante en lo real, es cia del significante y de lo real.
la alucinación “truie” [marrana]. También en el caso Schreber De este modo, al nivel del fenómeno llamado “fenóme¬
se encuentra un momento en el que Dios le dice “Luder”1 f5l El no elemental”, para retomar la expresión de Clérambault, que¬
“truie” es un significante fuera de la cadena surgido errática¬ da ilustrado, de manera totalmente convincente, que se trata
mente, al que se le puede colocar un pequeño exponente i, S L de significante en lo real, desconectado de los otros significan¬
He utilizado esta escritura exponente i para designar el signi¬ tes y conectado al goce.
ficante fuera de la cadena, a no confundir con el significante Pasemos al nivel de la causación de la psicosis. La psico¬
que pudiera tener una función de excepción en la cadena: hay sis encuentra su condición” esencial en la forclusión del Nom¬
bre-del-Padre. Esta forclusión, que escribimos con un peque¬
ño cero, NDC, es un elemento de causación supuesto [como]
i. [5] [N. ele] T:| En alemán, vulgarmente quiere decir “lagarta”, en el sentido de constante, mientras que los fenómenos, por su parte, son en
“prostituta”. Se ve allí la alegoría de un bicho, similar a “truie”, para calificar una
cambio discontinuos. Por lo tanto, hay que concluir que la for¬
condición, un atributo. Se une allí también la otra acepción de Luder, carroña, a
lo abyecto de la marrana. clusión no es la causa suficiente de la psicosis. Es por ello, por

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Estabilización de la psicosis

otra parte, que Lacan no dice causa, dice “condición esencial”. procede el desastre creciente de lo imaginario”. He ahí una
Para que se desencadene la psicosis hace falta una causa agre¬ descripción muy simple de la desestabilización como fracaso
gada, una causa complementaria que, en sí, es ocasional. La del punto de capitonado, que tiene como efecto el desmorona¬
expresión causa ocasional es, por otra parte, una expresión miento de las apoyaturas imaginarias del sujeto. Se lo podría
utilizada por Freud en su texto sobre Schreber. La causa oca¬ ilustrar muy bien con el caso Schreber, con la consecuencia de
sional es una causa que varía con los accidentes de la vida, una regresión a las identificaciones del estadio del espejo.
con las circunstancias. La tesis de Lacan es que la causa oca¬ De la definición de la desestabilización se podría casi
sional, sea cual fuere, es aquella que produce una llamada al inferir, a pnori, la única solución pensable, que es encontrar
Nombre-del-Padre y que por lo tanto hace eficaz su deficien¬ una metáfora de compensación. Lo que Schreber en efecto
cia, esa deficiencia que quizás, algunas veces, no ha tenido ilustra, al comenzar su delirio y su enfermedad como un per¬
consecuencias durante toda una vida, como en el caso de seguido por Dios y al terminar, “restablecido”, con un delirio
Schreber, donde se desencadena a una edad tardía. El llama¬ que la psiquiatría calificaría como parcial, en el que ya no es
do se produce por medio del encuentro con Un padre real, más el perseguido por Dios, sino la mujer de Dios. Esta idea
expresión donde el Un debe escribirse con mayúscula, como de la metáfora delirante sigue el hilo de la tesis de Freud se¬
lo hace Lacan, por ser el Un que aparece en lo real y no tiene gún la cual el delirio no es la enfermedad sino la tentativa de
su respondiente en lo simbólico. curación. Dicho de otro modo, el delirio mantiene en la psi¬
Lacan invita al clínico a guiarse por las coyunturas dra¬ cosis un lugar homólogo al trabajo de la transferencia en la
máticas, o sea, por el lado novelesco de la vida, para encontrar neurosis, que también es una reorganización significante.
allí siempre la presencia de un padre. Es bastante interesante Aquí, la solución es aportada por una metáfora de reempla¬
cuando enumera estas coyunturas dramáticas, ya que evoca a zo, una metáfora de suplencia. El término suplir se encuen¬
la joven enamorada, a la penitente que confiesa su falta, a la tra en el texto de Lacan, en la página 582, cuando Lacan evo¬
madre que acaba de parir. Son, al fin y al cabo, las circunstan¬ ca el encuentro de Flechsig y Schreber. Dice: “no hay duda
cias cruciales de la vida y de la muerte: la procreación, el amor, de que la figura del Profesor Flechsig con su gravedad de in¬
y además la falta, que siempre es falta de goce. Dicho de otro vestigador (el libro de la sra. Macalpine nos lo muestra en
modo, todas ellas son coyunturas dramáticas que evocan la una foto perfilándose contra la colosal ampliación de un he¬
significación de goce. Lacan sitúa en consecuencia muy preci¬ misferio cerebral) no logró suplir el vacío repentinamente
samente la desestabilización en referencia al Nombre-del-Pa¬ percibido de la Verwerfiing inaugural”.
dre, el que, cito, “por el agujero que abre en el significado, dispa¬ Se puede escribir la metáfora delirante de Schreber y
ra la cascada de las reorganizaciones del significante de donde sus efectos en lo imaginario. Allí donde faltaba el Nombre-del-

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Estabilización de ¡a psicosis

padre, adviene la gran I del ideal, que Schreber mismo designa Estoy impresionada por el rigor, la simplicidad y la ele¬
con la expresión “orden del universo”. En su delirio, Schreber gancia de esta construcción. También por su eficiencia, su
se hace el soporte, el último soporte del orden del universo captación de los fenómenos clínicos. Ésta es por fo tanto la
í/NdP. En lo imaginario, o sea en la significación, allí donde primera tesis: una metáfora puede reemplazar a otra como
faltaba el falo adviene una significación de suplencia que es “sel¬ principio de estabilización.
la mujer de Dios” = M. de Dios/<í>(). Se puede por lo tanto escri¬ Algunos comentarios sobre la problemática del texto. La
bir totalmente, de manera homologa a cómo se escribe la metᬠpsicosis es pensada aquí en una problemática que se sitúa a
fora paterna con el algoritmo significante/significado, la metᬠnivel de lo Simbólico y de lo Imaginario, residiendo toda la
fora delirante de Schreber. En el fondo, esta metáfora tiene una cuestión en el abrochamiento de lo Simbólico y lo Imaginario.
función de límite que es manifiesta. Hace entrar nuevamen¬ La categoría de lo Real no es prevalente para nada en este tex¬
te el delirio en las fronteras precisas que lo parcializan. to, e incluso se puede decir que hay cierto borramiento de la
Con la misma muy simple construcción se podría situar dimensión pulsional de la psicosis. En cierto modo, el acento
la prepsicosis, o sea la estabilidad de Schreber antes del des¬ es inverso al que le da Freud, que acentúa mucho la pulsión
encadenamiento: Lacan supone una identificación que le ha¬ homosexual. Por cierto, también construye una doctrina más
bría permitido a Schreber asumir el deseo de la madre: es una compleja, en la que prevalece la cuestión del mecanismo, y que
inferencia. Supone una identificación con el deseo de la ma¬ lo conduce a esta frase para nosotros notable: “lo que ha sido
dre “cualquiera sea ésta”, o sea que no se la conoce pero que abolido desde el interior vuelve desde afuera”. Frase que La-
era bien necesaria para capitonar la significación. Se la infie¬ can ha casi calcado, conceptualizándola al mismo tiempo de
re del hecho de que Schreber, para “deber ser el falo”, en ra¬ otro modo, cuando dice: “lo que está forcluido de lo simbólico
zón de la forclusión, ha debido primero apoyarse en una iden¬ vuelve en lo real”. No se puede decir que Lacan ignore la com¬
tificación de suplencia para asumir el deseo de la madre. En ponente pulsional, pero de cierto modo, contrariamente a
el momento terminal de su delirio, el trabajo del delirio ob¬ Freud, no la acentúa y eso se ve muy claramente a nivel del
tiene el mismo resultado de suplencia por medio de la trans¬ empuje-a-la-mujer. En la transformación de Schreber en mu¬
formación en mujer de Dios. Lo logra haciendo advenir el jer, el acento no está puesto sobre el goce que ella implica, ¡aun-
Ideal en el lugar del Nombre-del-Padre y la significación de que se lo evoque! Lo que le interesa es la problemática del punto
la feminización de Schreber, en el lugar de la significación de capitonado en sus efectos estabilizantes. Es la cuestión de
fálica. Es lo que Freud abordó al hablar de la homosexuali¬ saber cómo lo que se ha desencadenado como persecución y
dad del psicótico, y que Lacan corrige, resitúa y repiensa un desastre de lo imaginario por el barrido de las identificaciones
poco diferentemente. puede restaurarse, de modo tal que el goce vuelva a entrar en

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la dialéctica del discurso. Hacer entrar el goce dentro de está inscripto en el Otro, sino eyectado de allí. Y por lo mismo,
los límites del discurso, y del lazo social: efectivamente ésa el sujeto identifica por medio del $ su ser de viviente en lo
es la cuestión. imaginario, para responder a la pregunta “¿qué soy ahí?” como
Lacan corrigió esta parcialidad de su primer abordaje viviente para el Otro. Schreber describe la estructuración in¬
de la psicosis, a saber el hecho de privilegiar el abrochamien¬ versa: gracias a él, en su delirio, el Otro existe como un lugar
to Simbólico-Imaginario. Como lo he dicho, lo ha corregido en el que el goce es reintegrado. Esto hace de Schreber el obje¬
explícitamente en su texto de 1966, “Introducción a las Me¬ to de Dios. Incluso esto es más preciso todavía: es bien curioso
morias de un neurópata”. Hace allí una reformulación, una el rasgo clínico que Schreber nos indica. Como “mártir del in¬
relectura de Schreber que no invalida en absoluto la prece¬ consciente” Schreber nos precisa bien qué tipo de mártir es: es
dente sino que la completa y que nos resume las angustias el supliciado del pensamiento forzado, condenado de alguna
de Schreber en su relación con Dios. manera a pensar siempre para la voluptuosidad de Dios. Lo
Es ahí donde corrige su primera perspectiva por medio que quiere decir que en su ser, no de viviente, sino de sujeto al
de la consideración de lo que llama “el sujeto del goce”, al de¬ pensamiento, Schreber no es otra cosa que un texto, depen¬
cir: la paranoia identifica “el goce en el lugar del Otro como diente del texto divino, en cierto modo, por lo tanto, “disperso
tal”. Fórmula que califica bien los fenómenos descritos por en el infinito del delirio”. Schreber en texto no es un Schreber
Schreber. El Otro aquí es encarnado por Dios, un Dios que identificado, sino un Schreber soporte del goce como objeto
Schreber mismo nos describe como el lugar del significante, del Otro, Dios. Tenemos allí una conexión directa del texto y
puesto que hace de él la suma pensada de todos los pensa¬ del goce, del mismo modo que el “truie” de la alucinación es
mientos de las almas muertas desde el origen de los tiempos. una conexión directa de la palabra y del goce. Por supuesto,
Esto es decirnos, en verdad, que Dios es el lugar muerto del esta conexión directa deja en suspenso la cuestión de saber
significante. Y precisar que, en efecto, Dios no conoce nada de cómo se ubica allí lo Imaginario.
la vida y de los seres vivos. Ahora bien, lo que Schreber nos En 1966 la perspectiva tomada no es la de la articula¬
muestra en su delirio es que ese dios muerto del significante lo ción Simbólico-Imaginario, sino Simbólico-Real, si se llama
absorbe como su objeto de goce. Es él, Schreber, el objeto vivo aquí real al goce. El primer tiempo de la elaboración acentúa
del que Dios goza. Es gozado por Dios, y él mismo identifica en los fenómenos de la psicosis las anomalías de la significa¬
el goce del Otro. El delirio describe aquí una operación es¬ ción y de la identificación imaginaria, mientras que el segun¬
trictamente inversa a la de la metáfora paterna en relación do tiempo, que completa al primero, pone el acento en los fe¬
con el goce. Esta es solidaria de un vaciamiento del goce del nómenos de goce conectados directamente al significante, en
lugar del Otro. Cuando reina el Nombre-del-Padre el goce no cortocircuito sobre lo Imaginario. Esto nos muestra que, en el

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fondo, la consideración de los fenómenos de la psicosis, po¬ un acuerdo, es decir, que este significante del orden no coiv
dría haber llevado, desde el principio, hacia una definición del tradice la feminización de Schreber. Lo que por el contrario
síntoma distinta al síntoma metáfora, y precisamente a eso llega empuja hacia la feminización, la determinación necesaria, es¬
La can en 1975 en su seminario RSI, cuando define al síntoma tructural, de la feminización, es la forclusión del significante
no como una función del significante, sino como una función fálico que hace que “para ser el falo, se consagra a hacerse
de goce de la letra. mujer . Esta necesidad es vivida como un forzamiento. Por
Lo que me lleva a la estabilización de Joyce, muy su¬ lo tanto, entre el orden del universo y la feminización hay
perior a la de Schreber. Destaquemos que desde que, en el solamente un acuerdo posible; lo que Lacan evoca al.hablar
texto de «De una cuestión preliminar...», se evoca que la de¬ del “desencaje” [<décalage] en la estabilización de Schreber,
ficiencia del Nombre-del-Padre puede ser compensada, es entie lo que está del lado de lo Simbólico y lo que está del
decir, que puede encontrar un sustituto con una función anᬠlado de lo Imaginario. Es una seudometáfora y por lo demás,
loga, se está implicando la relativización del Nombre-del- tan seudo como inestable: se sabe que Schreber recayó. En
Padre. Es una vía abierta a lo que Lacan desarrolló mucho este sentido Joyce nos interesa no sólo como escritor, no sólo
más tarde: la puesta en plural de los Nombres-del-Padre, que por su talento y su genio, sino también por su estabilización,
supone distinguir la función y el término que soporta la fun¬ que le evitó el desencadenamiento.
ción. La función del Nombre-del-Padre es una función de Lacan puso la actividad literaria de Joyce a cuenta del
capitón a do, de lo imaginario y del símbolo. Pero el término síntoma. Síntoma definido no como una función de metáfora
que opera ese capitonado y juega por su parte como una va¬ peí feneciente al campo de lo Simbólico, sino como una fun¬
riable de la función puede ser diverso. ción de la letra, real, como un goce de la letra. El goce del sín¬
Por consiguiente, hay una clínica a hacer de los sustitu¬ toma así definido es un goce autístico, cerrado sobre sí mis¬
tos del Nombre-del-Padre, de los diferentes términos que la mo. Es evidentemente una paradoja desarrollar un síntoma
clínica nos presenta y que cumplen función de estabilizadores. que comporta un goce autístico a nivel de la cosa literaria que,
La suplencia por medio de la metáfora delirante está le¬ de por sí, implica lo contrario del autismo: el lazo social. La
jos de ser perfecta y se podría decir incluso que la metáfora performance de Joyce, si se siguen los desarrollos de Lacan,
delirante es una seudometáfora. El significante del ideal que consiste en que logró conciliar el goce autístico de la letra y
suple al Nombre-del-Padre no es lo que induce la transforma¬ la instauración o el mantenimiento de un lazo social. Lo lo¬
ción de Schreber en mujer, para nada. No hay, entre el orden gró porque consiguió imponerse al mundo como el Artista,
del universo y la feminización de Schreber, una relación de es decir, porque logró hacer existir su nombre de goce. En ge¬
determinación de significante a significado. Hay, a lo sumo, neral, los artistas están más o menos condenados a hacerse los

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis
Estabilización de la psicosis " ■

promotores de sí mismos, de sus obras. Joyce, por supuesto,


se hizo promotor de su obra, pero al hacerlo se hizo promotor Joyce logró producir un capitonado de suplencia, que reen¬
también de su nombre. De acuerdo con los títulos: Retrato del gancha lo Imaginario con lo Simbólico y completa la juntura
artista joven o Stephen el héroe, es como que vacila sobre el entre lo Real y lo Simbólico que su literatura-síntoma asegura
nombre. Héroe, artista, hay allí una pequeña vacilación, pero Se ofrece como texto a gozar, al igual que Schreber, y en medio
lo común en los dos casos es que Joyce no piensa “un” artista, de menos angustias que Schreber. Texto a gozar no por Dios,
ni tampoco “un” héroe, sino el artista, el héroe. No es un artis¬ sino por el público. Triunfa allí donde otros fracasan (Raymond
ta como Schreber no es una mujer, sino La mujer de Dios. Joy¬ Roussel por ejemplo), con el resultado, como lo dice bellamente
ce nos da así el ejemplo de un semblante que suple al padre. Y Lacan, de haberle cortado el aliento al sueño. Entendiendo por
Lacan hace cierto caso del hecho de que Joyce mismo se nom¬ ello no sólo el sueño de la ensoñación nocturna, sino también
bre el “hijo necesario”, indicando con eso que la función padre el sueno de la novela, el sueño literario, puesto que se ofrece
debe ser sostenida incluso cuando la forclusión está allí. como un texto a gozar desprovisto de sentido.
Lo que impresiona en Joyce es que promovió su nom¬ Jung comprobó muy tempranamente este fuera-de-sen-
bre incluso antes de haber producido su obra. Se presentó como tulo, a través del fracaso de sus tentativas para interpretar el
el Artista antes de haber producido el menor testimonio de la texto de Joyce (por otro lado, parece haber sido el primero en
cosa. Hay alguien que dio cuenta de ello, Yeats, al que Joyce plantear el diagnóstico de psicosis). La prueba puede ser repe¬
fue a ver, que notó lo sorprendente y único de encontrar a al¬ tida. Asi leí en el TLS- M de noviembre de 1992 una crítica de
guien que se presenta con tal certidumbre de su genio litera¬ una de las nuevas biografías de Joyce, The Years ofgrowth
rio, cuando todavía no ha escrito nada. Está muy claro: Joyce, (1882-1915), de John Coggrave, a quien se le reprocha, por
antes incluso de haber producido su obra, no se hace mujer para oposición a Ellman, encontrar sólo restos de la memoria el
“deber ser el falo”, sino el Artista. Esta suplencia particular re¬ material de una historia, pero sin hilo de Ariadna, con un sen,
emplaza el Nombre-del-Padre por algo que tiene mucho que üdo que permitiría identificarse. Es una prueba al menos de
ver con el padre, que es el Padre del Nombre. Se hace padre de que este John Coggrave no inventa la significación que falta.
su propio nombre. Es un punto de capitonado que no es una Hay por consiguiente en la enseñanza de Lacan una de¬
metáfora, sino por el contrario un punto de capitonado que finición muy precisa de lo que es una estabilización.
cortocircuita el Edipo, pero que lo suple. Esto exactamente es Y hay, sin duda, una brecha entre la perspectiva psiquiátri¬
lo que dice Locan cuando precisa que Joyce, con su identidad ca y la perspectiva psicoanalítica. Hay que distinguir con certeza
de artista, logró suplir el defecto de lo imaginario en él, conso¬
lidar su ego, por medio del reanudamiento de lo imaginario.
2- [7] [N. del T.] Times Literary Supplement
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

una estabilización, en el sentido fuerte del término, de una re¬ Mirada sobre el paranoico
organización de los trastornos de la psicosis. Evidentemente,
e- ; • ó.-u, la uigt-iicia es lograr hacer compatible con
el lazo social los trastornos del goce propios de la psicosis. En
este punto, se reconocerá algunos méritos al aplacamiento de
los fenómenos por los medicamentos, a su enquistamiento
eventual por el trabajo de entrevista o a su restricción por
Miremos al paranoico. Él nos invita, nos llama por sí
métodos más coercitivos. Se podrá incluso considerar como
mismo. Vean a Schreber, ofrece su femineidad a la mirada de
un progreso que el sujeto psicótico logre reinsertarse en una
los sabios del porvenir, para que verifiquen los prodigios que
vida “común”, aún al precio de la completa reducción a veces
ha sufrido. Vean también a Rousseau, Jean Jacques, que se
de sus ambiciones, y se podrá admitir que se cuide, que se pro¬
esmera, que finge deplorar haber dejado la feliz oscuridad de
teja de los encuentros de la tuche, pues prohibir el riesgo no
su nacimiento, pero que al mismo tiempo pavonea su persona
toma acá el mismo sentido que para el sujeto neurótico. Todos
por el siglo haciéndose la bella, para seducir el ojo de la poste¬
estos modos de intervención: medicamentos, acondicionamien¬
ridad, siempre justa, dice. Y no se ha equivocado en ello.
to del entorno y de los lugares de vida, restricción de las exigen¬
Miremos entonces al paranoico a partir de la tesis que
cias de la existencia son, lo sabemos, pragmáticamente operan¬
Lacan da sobre él en 1975, en su lección del 8 de abril del semi¬
tes. Se podría quizás agregar en la serie, lo que es constatable, la
nario RSI, donde define la paranoia de una manera que ha
estabilidad, a veces, de una pareja. Son tratamientos del goce
podido parecer inesperada. Dice allí: “la paranoia (...) es un
que se puede calificar de prácticos. Pero distingámoslos bien
pegoteo imaginario. Es una voz que sonoriza la mirada la que
de lo que es la estructura de una estabilización.
allí prevalece, es un asunto de congelación del deseo”. Esta
París, 1992. tesis, como lo ven, es una tesis sobre la paranoia, pero tam¬
bién implica otra sobre los objetos que llamamos a. La tesis
sorprendió tanto que algunos quieren cuestionarla.
Digamos, ante todo, que afirma la prioridad, en la para¬
noia, de la mirada sobre la voz. Como si, de alguna manera, la
mirada suministrara la verdad de las voces del paranoico, cuan¬
do las oye, porque, destaquémoslo, no siempre esto ocurre: el
paranoico puro no es forzosamente un alucinado.

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Mirada sobre el paranoico

Prevalencia por lo tanto de la mirada sobre la voz, que Sin embargo hay algo sorprendente en la expresión “una
quiere decir también, prevalencia, en la paranoia, de lo ima- voz que sonoriza la mirada”. En efecto, para Lacan la voz es
em.r-io escopleo sobre lo simbólico. Se retoma así la tesis pri¬ esencialmente áfona. La esquicia del órgano y del objeto que
mera de Lacan, que, en este texto de 1975, manifiesta ser tam¬ ilustró en el campo escópico, como esquicia del ojo y de la mi¬
bién la última, aunque un poco completada. Quizás no la ha¬ rada, vale también en el campo invocante. ¿Cómo hay que for¬
bíamos reconocido a la primera lectura, posiblemente a falta mularlo? ¿Esquicia de la boca y de la voz? ¿O esquicia del so¬
de haber ponderado la heterogeneidad de esos dos objetos nido y de la voz?
que son la mirada y la voz. Los dos convocan la presencia, En 1975, Lacan insiste, al principio de la “Tercera...”, en
pero esta frase de Lacan supone que se considere, que se ad¬ decir que hay que “volver a vaciar [la voz] de la sustancia que
mita, que la mirada está más ligada a lo imaginario, especial¬ podría haber en ella en el ruido que hace”, es decir, “remitirla
mente en su definición visual como campo de las imágenes, a cuenta de la operación significante que he especificado de
que sin embargo no agota el campo de lo imaginario, mien¬ los llamados efectos de metonimia”. Es muy explícito. En rea¬
tras que la voz, por su parte, está más ligada a lo simbólico de lidad esto ya estaba en «De una cuestión preliminar...», si se
la cadena significante articulada. la lee bien, puesto que Lacan disocia allí explícitamente, en la
Sobre este punto tenemos referencias muy precisas de página 532, el sensorium de la voz, diciendo que hay voces
Lacan. Ln primer lugar su grafo de “Subversión del sujeto...”, silenciosas, que pueden ser evocadas en el sordomudo, o en
en el que el único objeto que escribe es la voz. Lo escribe so¬ casos de “deletreo alucinatorio no auditivo”. Dicho de otro
bre la línea inferior del grafo, más allá del Otro, como resto modo, lo que constituye la voz no es la modulación, es el texto.
de la articulación de la cadena significante: en la página 817 Oposición entonces de la música y de la voz, que se podría de¬
de los Écrits. Agreguemos a esto, concerniendo al objeto mi¬ sarrollar largamente. El gesto, el graffíti, tanto como la voz
rada y su lazo con lo imaginario, el complemento que Lacan fónica, como lo oído, pueden constituir voz, del mismo modo
aporta en 1966, en sus Écrits, a su estadio del espejo. Allí que el ruido, la hendidura, la mancha constituyen mirada.
precisa, como es sabido, que la asunción primera de la ima¬ ¿Si esto es así, qué quiere decir la afirmación “la voz
gen narcisista está subtendida por la manipulación de las sonoriza la mirada”?¿LIay que pensar, ya que intento compren¬
miradas, por el intercambio de las miradas, y que, por lo tan¬ der esa frase, hay que decir que la voz del paranoico, que
to, el mismo Narciso, que cree admirarse en su reflejo, de sonoriza la mirada, no es una verdadera voz, que es solamente
hecho se pavonea, como Rousseau, bajo el ojo del Otro, sin el una especie de efecto sonoro de la mirada? ¿Una mirada que
cual no podría sostenerse. Si se tiene esto en cuenta, no cabe hace ruido? Creo que eso sería un poco demasiado simple.
sorprenderse de ln tesis. Para dar una idea, quisiera volverme hacia las metonimias del

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis Mirada sobre el paranoico

lenguaje en las que hace depósito todo lo que concierne a los hecho del intercambio de las palabras de la pasión tanto como
objetos pulsionales. del intercambio de miradas. No opongamos entonces, dema¬
La lengua sabe, algo sobre lo cual los analistas insisten siado rápido la voz y la mirada.
mucho desde siempre, que la voz, alimenta, que eso también No obstante, quisiera destacar su heterogeneidad, so¬
caga, tanto y más que el excremento, y que ello mira, como el bre el fondo de estos deslizamientos metonímicos y de sus equi¬
ojo. La lengua sabe igualmente que una mirada, ello , habla, valencias. La esquicia del ojo y de la mirada nos permite opo¬
ello, devora, ello difunde la malasuerte, ello sopesa. Lo sabe la ner todo objeto de contemplación (lo que quiere decir, todo
lengua, e incluso el discurso común. Había una canción de objeto que complace al ojo o en el que el ojo se complace) a las
amor de antes de la guerra que hablaba “de las dulces palabras apariciones de la mirada, las que desgarran la superficie escó-
de amor cuando se dicen con los ojos”... pica. La superficie escópica,elide la mirada, que funciona como
Estos deslizamientos metonímicos de las palabras pul¬ velo. Diría incluso que, a nivel de la voz, encontramos una opo¬
sionales nos muestran que los objetos de la pulsión, forman sición no idéntica, sino análoga. A saber, que el dinamismo de
una ronda de a cuatro. A saber: dos más dos: (2 + 2), dos veces la metonimia vectorializa la significación, y que ese dinamis¬
dos (2 x2), dos exponente dos (22), como lo dice Lacan. Hacen mo, en cierto modo, no vela la voz, sino que la disimula.
la ronda de a cuatro porque la demanda y el deseo hacen dos, He aquí cómo definiría una voz que sonoriza la mira¬
y porque para cada uno de estos dos los exponentes son dos: da: no diría, como propuse antes, que quizás 110 sea más que
seno y excremento de un lado, voz y mirada, del otro -los dos un ruido, una mirada-ruido. Diría: es una voz, pero una voz,
objetos no se apoyan en una necesidad. para la cual la vía, la v-í-a de la metonimia no está libre1.
El discurso también, por su parte, sabe que la voz y la Una voz que se ha pegoteado en las inercias escópicas, en su
mirada pueden equivaler. Lo sabe, ya que habla indiferente¬ fijeza que deja estupefacto, y en primer lugar, ha sido en¬
mente del ojo del amo y de la voz de la conciencia. Busquen trampada por lo que sostiene la imagen fija del narcisismo.
en la literatura e inclusive en los cuentos para niños. Piensen Vuelvo a Narciso y, con él, a Jean-Jacques-Rousseau, con el
en el grillo de Pinocho, en la fábula de La Fontaine y en Víc¬ que voy a intentar ilustrar un poco.
tor Hugo, "el ojo estaba en la tumba y miraba a Caín”, este En su primera obra Rousseau, es un Narciso. Obra olvi¬
ojo es también una voz. Dicho de otro modo, los exponentos dada, y sin embargo es lo primero que escribió. Alain
del Otro -del Otro que prohíbe, del Otro que obliga a renun- Grosrichard ya ha escrito, creo, sobre este tema. Quisiera, por
■ -• ;

ciar, del Otro que juzga la falta, del Otro gozadoA nivel pul-
sional, digamos más ampliamente a nivel del amor, se en¬
cuentra la misma equivalencia: el epitalamio amoroso está 1. El autor se apoya en la homofonía en francés entre Voix (voz) y Voie (vía, camino).

142
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Mirada sobre el paranoico

mi parte, servirme de él para ilustrar, en tres niveles, la preva¬ Se capta de qué se trata: de la traducción, en el vocabu¬
lencia de la mirada sobre la voz y la voz que sonoriza la mira¬ lario de la visión, de lo que Freud llamó lo Unglauben, a saber,
da. En primer lugar a nivel semántico, luego a nivel del uso el rechazo, la forclusión de la Cosa en la que el paranoico no
que hace de lo escópico, y finalmente a nivel de los retornos en quiere creer, en su rechazo de la falta y su certidumbre de ino¬
lo real de que es víctima. cencia. Correlativamente, los retornos en lo real de lo que
A nivel semántico, Rousseau, por cierto, está suscrip¬ forcluye, se presentan para él como aquello que barra el cam¬
to a las metáforas escópicas. No se ha esperado al psicoa¬ po de lo visible. La Cosa, cuando se muestra, no es tanto una
nálisis para darse cuenta de ello. Conocen sin duda la obra cosa que habla, es una cosa que mira, o que disimula.
de Starobinski publicada en 1957, La Transparence et Esta imaginería elemental, 110 dialéctica, binaria, insis¬
l’obstacle. Esos son los términos que le vinieron en mente te en Rousseau de una manera totalmente reiterativa, en
para estigmatizar en cierto modo la producción de ritornelo, y en el fondo -he desarrollado este punto en otra
Rousseau. Georges Poulet, por su parte, escribió un libro parte- el estilista genial, el gran músico de la lengua, peca de
que se llamó Les Métmorphoses clu cercle. Se evocaba allí inercias semánticas totalmente impresionantes. Al menos para
el perímetro de lo visible. En la riqueza del vocabulario de un psicoanalista.
la visión, en Rousseau se puede aislar un gran binario se¬ En el segundo nivel, no el de las metáforas visuales, sino
mántico. No el del claroscuro, muy lejos de ello, sino el de el del espectáculo, hay en Jean-Jacques Rousseau muchas es¬
la t ransparencia y las tinieblas. cenas donde se lo ve, a él o a sus dobles -porque hay muchos
Habitado como el esta por una exigencia loca de trans¬ dobles de Jean-Jacques en la obra de Rousseau- y no encuen-,
parencia no cesa de repetir “Mi corazón es transparente como tro mejor palabra que la que ya he utilizado, pavonéandose.
el cristal”, con la esperanza inagotable de otro que leería en su Pavoneándose bajo el ojo del Otro. Bastante análogamente al
corazón “como en un libro abierto”. Negativos, opuestos a la Schreber restablecido, que, con adornos, se contempla como
transparencia, están la opacidad, las tinieblas, el silencio. Son f mujer y se exhibe en su espejo para fascinar al ojo de Dios.
un leitmotiv, y si no lo escribió cien veces, tampoco lo escribió Pues bien, en Rousseau hay muchas de esas escenas de seduc¬
una sola vez: “He odiado siempre las tinieblas”, dice, “un ros¬ ción del ojo. Quisiera leerles una, una sola, deliciosa, pero no
tro bajo un velo me produce zozobra”, etc. Es que hay en él entera, es demasiado larga. Rousseau es en esa época lacayo.
una especie de amalgama un poco simplona, pero que la len¬ Imagínenense cómo le cuesta, aunque todavía sea joven. Se
gua sugiere, éntre la inocencia y el día: “la inocencia ama mos¬ encuentra en casa del conde de Gouvron, primer escudero de
trarse a la luz del día”, dice, mientras que el vicio, por su parte, la reina, y jefe de la casa de Solar. Hay en la casa una persona
es amigo de la sombra. joven, Mademoiselle de Breil, y Rousseau siempre amó a las

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El inconciente a cielo abierto de ¡a psicosis Mirada sobre el paranoico

Todo el mundo me miraba y se miraba sin decir nada.


jóvenes aristócratas. Paso por alto la descripción de la da¬
En la vida se había visto semejante asombro. Pero lo que más
misela, pues sólo quiero retener la escena de la seducción.
me halagó fue ver claramente en el rostro de Mademoiselle
Cito el volumen de las Confessions en la edición de la de Breil un aire de satisfacción. Aquella persona tan desde¬
Pléiade, páginas 95-96: ñosa se había dignado lanzarme una segunda mirada que al
menos valía tanto como la primera; luego, girando los ojos
"Qué no hubiese hecho [sirve la mesa, la única carga un
hacia su gran nono [grand papa, abuelo], parecía esperar
poco servil que acepta asumir], para que ella se dignase or¬
con una especie de impaciencia la alabanza que me debía, y
denarme algo, mirarme, decirme una sola palabra; pero
que en efecto me hizo, tan plena y total y con un aire de con¬
nada; experimentaba la mortificación de no ser nadie para
tento tal que toda la mesa se apresuró a hacerle coro. Ese
ella; ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí. Sin
momento fue corto, pero delicioso en todos los aspectos”.
embargo habiéndome dicho su hermano, que algunas veces
me dirigía la palabra en la mesa, no se qué cosa poco cortés, No obstante la cosa no termina muy bien, porque algu¬
le dirigí una respuesta tan fina y bien lograda que ella le pres¬ nos instantes después:
tó atención y puso los ojos en mí. Este golpe de vista, que fue
corto, fio dejó de transportarme. Al día siguiente se presen¬ “Melle, de Breil, levantando los ojos directamente ha¬
tó la ocasión de obtener el segundo y lo disfruté. [...] Ese día cia mí [es la tercera mirada], me rogó con un tono de voz
se ofrecía una gran cena, en la que por primera vez vi con tan tímido como afable que le diese de beber”.
mucho asombro al maitre d'hótel servir con la espada calza¬
da y el sombrero en la cabeza. Por azar se derivó en hablar La continuación es imaginable: Rousseau tiembla tan
dé la divisa de la casa Solar, que estaba en los escudos de los fuertemente que:
tapices. Tclfiert qui ne tue pas. Como los piamonteses no
“Su hermano me preguntó atolondradamente por qué
son ordinariamente consumados conocedores de la lengua
temblaba tan fuertemente. Esa pregunta no simó para
francesa, alguien encontró en esa divisa una falta de orto¬
tranquilizarme. Y Melle, de Breil enrojeció hasta en el blan¬
grafía, y dijo que a la palabra fier no le hacía falta una t.
co de los ojos.
El viejo conde de Gouvron iba a responder, pero,
Aquí termina el romance2 hd”...
habiendo puesto los ojos en mí [otra vez los ojos], vio
que yo sonreía sin osar decir nada y me ordenó hablar.
Escenas paradigmáticas, si las hay. Hay muchas otras
Dije entonces que no creía que la í estuviera demás;
en el texto de Rousseau, en las que, ¿qué vemos al fin? Al
que fiéi't era una vieja palabra francesa que no venía
del nombre ferus; fiero ¡fier], amenazante, sino del ver¬
Rousseau-“me has visto” que triunfa, y no sólo en imaginación,
bo ferit, golpea, hiere. Que así la divisa no me parecía
decir “tal amenaza”, sino tal hiere que no mata [tel
2- [9l [N- del 'I'.] Román, en francés, puede ser tanto romance como novela.
frappe qui ne tue pas].
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Mirada sobre el paranoico

en manipular la realidad poco favorable (es lacayo) como para ^ acoger en Inglaterra al fugitivo expulsado de Suiza por sus
mostrar una imagen narcisista tipo joya fascinante. De lo que enemigos. Rousseau evocó varias veces esa mirada negra, que
se trata aquí es del cristal de la imagen narcisista. El cristal, no es vecina de una sola voz articulada, que se sepa: habría oído
en su efecto de transparencia, sino al contrario en su efecto de Hume un “¡lo tengo a Jean-Jacques Rousseau!”. Quisiera
inverso, el que enceguece al otro por su brillo. solamente evocar esa mirada a través de la larga carta de julio
El deseo congelado no es la holofrase. La holofrase me de 1766, que escribe a David Hume, a su demanda, para expli¬
parece un paso más en la sutura del intervalo significante en carle sus motivos de queja. Carta delirante, escrita varias ve¬
el que yace el deseo. Aquí la obturación es producida por un ces, muy difícil de descifrar en su escritura, donde sin embar¬
objeto, la mirada, que campea sobre el vacío y que sostiene la t go nos explica de una manera admirable cómo, creyendo ha¬
consistencia de la envoltura, la imagen narcisista o también ber encontrado el asilo de un amigo, percibe lo peor, en pri¬
la imagen erótica. Y cuando el velo se desgarra por razones mer lugar, por algunos índices en los que no quiso creer, lue¬
que no son imaginarias, entonces se constata todavía que la go, de índice en índice, por cómo se le impone la demostra¬
“respuesta de lo percibido” (como dice Lacan para evocar el ción. Todo esto se lo escribe al mismo Hume.
automatismo mental) se da en lo visible, se manifiesta, y que Después de haberse dado cuenta de todas las supuestas
las epifanías de la Cosa forcluida aparecen. combinaciones de Hume y de haber captado, una noche, en su
Hay varios ejemplos. Ejemplos discretos anteriores al casa, sus maniobras para leer una de sus cartas, escribe esto:
desencadenamiento de Rousseau, cuando es bastante joven , | “Tras la cena, guardando los dos Silencio en su rincón de Fue¬
En Venecia, de repente, es mirado por el pezón embozado3 10 go”... Está escrito con las mayúsculas paradigmáticas de la le¬
de la más bella prostituta de la ciudad, a la que estaba visitan¬ tra paranoica: Silencio con una mayúscula, Fuego con una
do. Pánico que dura tres meses. En Turín, todavía en Italia, mayúscula; en fin, hay mayúsculas todo a lo largo.»
encuentra en una mirada la máscara revulsiva del homosexual
tras la máscara inocente del amigo que creía haber encontra- ^ “Guardando los dos Silencio en su rincón de Fuego,
me doy cuenta de que me mira fijamente como le sucedía
do. De después del desencadenamiento sólo retendré un ejem¬
con frecuencia y de una manera de la que es difícil dar una
plo. Rousseau lo evoca varias veces: ha encontrado una ale¬
idea. Esta vez, su mirada Seca, Ardiente, Burlona y Pro¬
gría maligna” que brillaba en el negro ojo de Hume. David longada se hace cada vez más inquietante. Para desemba¬
Hume, el buen David que había tenido la buena voluntad de razarme de ella trato de mirarlo fijamente a mi vez, pero al
5§¡g detener Mis Ojos sobre los Suyos, Siento un estremecimien¬
•íHP to inexplicable, y pronto me Veo forzado a bajarlos. La
fisonomía y el tono del bueno de David Son las de un buen
3. [10] [N. del T.] Borgne quiere decir tuerto, pero también de mala fama.

.149
/•;/ inconciente a cielo abierto de la psicosis
Mirada sobre el paranoico
\

hombre, ¿pero de dónde saca ese buen hombre, gran Dios,


i No obstante, este perseguido de todos, rodeado por un
los ojos con los que mira fijamente a sus amigos? La im¬ : i complot universal que “por un acuerdo unánime quiere ente¬
presión de esa mirada seguía siéndome mágica, mi turba¬
rrarlo totalmente vivo”, nos explica los dulces goces que ex¬
ción aumentaba”.
trae de su soledad -la palabra jouissance [goce] es una pala¬
A continuación de todo esto, se arroja al cuello de Hume. bra del siglo XVIII-, de sus paseos herborizantes, de sus flo¬
taciones sobre el lago, etc. Pero el ojo está presente (“estos
“Exclamando con una voz entrecortada. iNo! ¡No! Da¬ arrebatos se los debo a mis perseguidores”), puesto que una
vid Hume no es un traidor, si no fuera el mejor de los hom¬
gran parte de esos arrebatos responde al hecho de querer
bres, tendría que ser el más negro”.
escaparles [a los perseguidores].
Luego, finalmente, se percibe que, más allá de los per¬
Y el bueno de David Hume le palmea la espalda.
seguidores de los que se re-escapa, ha logrado, como
De esté modo, el me has visto que se ofrecía al ojo viene
Schreber, reencontrar un Otro, un Dios-Otro. Es al final del
al encuentro de la Cosa, en la que no quería creer, bajo la for¬
segundo Paseo, también muy schreberiano, en el que, des¬
ma de una mirada que se puede decir que revienta la pantalla,
pués de un párrafo en el que estigmatiza la unicidad de los
según una expresión empleada por Laean, y entonces, es el
tormentos que le son infligidos, dice que ha tenido que con¬
pánico. Pánico que ha descrito muy bien, y del que se sostiene
cluir (ya que el complot era tan universal, y que no había ni
el delirio, patente hasta la estabilización relativa, muy
siquiera un hombre que le escapara) que la cosa estaba es¬
schreberiana, de tono, que se indica en el último de sus grandes
crita en los decretos eternos, y que de ahí en adelante debía
textos, a saber Les Revenes d'un promeneur sólitaire [Enso¬
mirar todo eso como uno de los secretos del cielo impene¬
ñaciones de un paseante solitario]. •ftl
■3®'!
trables a la razón humana.
Retengo el principio del primer Paseo [Promenade] y el
final del segundo, en el que reconocerán un tono schreberiano
“Todo eso, dice, me calmó”.
de fin de mundo.
Y agrega, hablando de su resignación:
“Heme aquí entonces solo sobre la tierra, sin tener
más hermano, prójimo, amigo, sociedad que yo mismo. “Dios es justo. Quiere que sufra. Sabe que soy inocente”.
El más sociable y más amante de los humanos ha sido
proscripto de ellos por un acuerdo unánime. Han busca¬ De este modo, por lo tanto, el me has visto, convertido
do en el refinamiento de su odio cuál tormento podía ser en blanco de la mirada desencadenada en lo real, termina en
más cruel”, etc. una soledad...envuelta en la mirada del Dios justo.
El inconciente a cielo abierto de la psicosis

Y porque era un escritor genial, es que habrá logrado,


por su parte, mirarnos a todos, para siempre.

Toulouse, diciembre 1994.

Para concluir

Al término de este recorrido, se habrá justipreciado el


alcance de la tesis que hace de la forclusión la condición ma¬
yor de la psicosis. Ya sea que se explore la variedad de sus for¬
mas, los dinamismos creadores que libera, las libertades que
su alienación a veces engendra, en todas partes se confirma
que lo eficaz del sujeto está allí operando tanto y más que en la
llamada normalidad. Desde el primer momento, Lacan, psi¬
quiatra de formación, como se sabe, denunció la segregación
de la enfermedad mental. Faltaba todavía que se construyese
en acto y doctrina un abordaje que fuese efectivamente no
segregativo. Los estudios aquí reunidos dan una medida de
ello. Puede percibirse cómo rompen con el abordaje freudia-
no. Freud, por cierto, manifestó interés por la psicosis, pero
un interés prudente, que finalmente renunció a incluir la psi¬
cosis en el campo definido por su práctica, pues creyó recono¬
cer en la psicosis una objeción a la libido transferencia!.
Para concluir, todavía falta estimar el carácter par¬
cial de la primera tesis sobre la forclusión y de las perspecti¬
vas en las que desembocó. Por consistente que sea, no habrá
sido más que una puerta de entrada a la cuestión, siendo la
El inconciente a cielo abierto de la psicosis Conclusión

última enseñanza de Lacan, su uso del nudo borromeo, el que la distinción de los registros de lo imaginario, lo simbólico y lo
permite desarrollar una nueva clínica, que he calificado de “clí¬ real, muletilla hoy bien conocida, sino también tomar en cuenta
nica borromeal[n]”. Muchas elaboraciones sucesivas y orde¬ sus consistencias autónomas, no jerarquizadas, desanudadas
nadas separan “La cuestión preliminar a todo tratamiento po¬ unas de otras, planteando la cuestión de saber, desde enton¬
sible de la psicosis” y los últimos seminarios de Lacan, espe¬ ces, de qué manera, los cuerpos, que son imaginarios en su
cialmente R. S. I. y el seminario sobre Joyce. Pero hay un salto forma, reales en tanto seres vivos, y desnaturalizados por lo
que puede apreciarse muy simplemente en lo siguiente: la pro¬ simbólico y sin lazo natural entre ellos, quiero decir sin lazo
ducción de nuevos diagnósticos1 2^12-* diferenciales, totalmente instintivo, pueden sin embargo, entrar en un lazo social, dicho
inéditos, que Lacan postula en los años 1975- de otro modo, en un discurso que anude, he ahí el término, los
El camino, por otra parte,'había sido abierto bien antes elementos de la colectividad o de la pareja.
de Lacan, por Helene Deutsch, con la noción de personalida¬ Freud no dejó de percibir el problema y recurrió a Eros,
des “como si”, con la cual designaba los casos en los que la supuesto unir, no sin tropezar con Thanatos, que destruye, y
psicosis se disimula bajo una hipernormaiidad, psitacico, afe¬ no sólo de manera supuesta. Lacan, por su parte, terminó por
rrada al discurso holofraseado del Otro, que es en el fondo otra apelar al formalismo del nudo borromeo para dar cuenta de
versión del significante en lo real, a poner en serie con la aluci¬ que los cuerpos, que no están anudados por lo natural, se anu¬
nación verbal, Eran los “inclasificables” de la “psicosis ordina¬ dan sin embargo en lo que se llama una sociedad. En esta nue¬
ria”, de los que algunos han pretendido hacer un descubrimien¬ va conceptualización, el fuera-de-discurso de los fenómenos
to en 1997 en Arcachon3tl3l Los nuevos diagnósticos de La- de la psicosis aparece como primario, mientras que los que
can, ellos sí, son verdaderamente inéditos: “la enfermedad de determina el lazo social, especialmente los de la neurosis, apa¬
la mentalidad”, “Joyce el síntoma”, e incluso, al pasar, en una recen como el resultado de una operación suplementaria. No
presentación de caso, ¡la “psicosis lacaniana”! Suponen no sólo es sorprendente que haya sido un Rousseau el que produjo la
ficción del buen salvaje originario, solo con sus necesidades
naturales de ser viviente, antes que el lazo social lo atase.
La operación suplementaria en cuestión, Lacan la iden¬
1. (11] Soler, C., “Clinique borroméenne”, noviembre 1996, Buenos Aires, in Sa¬
tisfacciones del síntoma, agosto 1997. tificó en primer lugar, a partir del Edipo freudiano, como siendo
2, ¡ 12] Soler, C., “Les diagnostics", noviembre 1995. Barcelona, in Freudiana, n° 16.
la del Nombre-del-Padre. Nada que ver con un mítico contra¬
3 ¡ 13] Evoco aquí una famosa jornada de las Secciones clínicas donde, al mar¬
gen de la promoción de esas falsas novedades, orquestadas bajo la rúbrica del to social. Puede faltar en la psicosis, lo que es la primera hipó¬
entusiasmo, se empezaba a proceder a una depuración institucional de las más
tesis, pero también se revela que puede encontrar en ella su¬
clásicas. Pero ésa es otra historia, distinta a la de la enseñanza de Lacan, dígase
lo que se diga. plencias. Cosa que Lacan demuestra con el caso de Joyce, el
El inconciente a cielo abierto de ¡a psicosis

artista, probando al mismo tiempo que lo que es déficit del


Noticia de la autora
lado del Nombre-del-Padre, engendra tanto la anomalía
asocial como la excepción socializante, plena de formas nue¬
vas de lazos sociales. La experiencia muestra que éstas no
son siempre catastróficas, y que algunas veces son terapéuti¬
cas (es el caso de Joyce), otras veces portadoras de los giros
de la historia, como fue el caso de Rousseau, otras, también, Coiette Soler practica el psicoanálisis y lo enseña. Es
deletéreas en pequeña escala, cuando se encarnan en la figu¬ catedrática universitaria en filosofía, diplomada en psicopato-
ra del jefe del clan. Sin embargo, por catastróficas que pue¬ logía en la bníversidad de París V y doctora en psicología por la
dan ser esas excepciones socializantes, que asocian sólo al Universidad de París VTI. S11 encuentro con la enseñanza y el
precio de destrucciones paralelas, no se puede dudar de e- trato personal de Jaques Lacan la llevó a elegir el psicoanálisis.
llas, después de un siglo que ha producido algunos mons¬ Perteneció a la antigua EFP disuelta por Jaques Lacan
truosos ejemplos de ellas, y al principio de otro en el que se en I980; participó activamente en la creación de la nueva Es¬
revela, en el temor y los temblores, lo que Lacan predecía: cuela de la Causa Freudiana; fue nombrada directora adjunta
que esos ejemplos del último siglo bien podrían ser nada más de la Causa Freudiana en I980, y después, directora de la ECF
que simples precursores□ entre 1981 y 1983; fue miembro y presidente de su Consejo y
miembro de sus instancias de garantía: Comisión de la Ga¬

París, noviembre 2001. rantía, Carteles del Pase. Fue también afiliada de la Asocia¬
ción Mundial de Psicoanálisis.
Contribuyó de manera continua al desarrollo interna¬
cional de los seminarios del Campo Freudiano. En 1998, cuan¬
do se produjo la crisis de la AMP, estuvo en el origen del movi¬
miento de los Foros del Campo Lacaniano y trabajó como re¬
presentante para la zona de habla francesa. Fue directora del
Espacio Escuela de los Foros del Campo Lacaniano (Francia).
En el servicio de la doctora Fran^oise Gorog del hospital
Sainte-Anne, está a cargo de la presentación de enfermo del
Colegio clínico y del seminario teórico de la Antena de psicoa¬
nálisis del mismo servicio.

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El inconciente a cielo abierto de la psicosis

Ha publicado más de doscientos cincuenta artículos, en De nuestro sello editorial


Francia y en el exterior, sobre los problemas de la formación y
la ética del psicoanalista, así como sobre las estructuras clíni¬
cas, la presencia del psicoanálisis en la cultura, la sexuación,
la escritura, etcétera.
Sus últimas obras editadas son El psicoanálisis en la
civilización, editado por Contra Tapa en Río de Janeiro y,
de ediciones Manantial de Buenos Aires, La maldición so¬ FRENTE " .

bre el sexo.
ÜÑÍCO

HISTORIA DE UNA CRISIS S/NG U/AR

OMJOTEgOÍER
KHttS SOLER
JWCQUESADAM
daniEle silvestre

JVE Ediciones
Foro Psicoanalítico de Buenos Aires
Internationale des Forums du Champ
Lacanien

Buenos Aires, julio de 2000.400 páginas.

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