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HISTORIA DE LOS ANDES
PROCEDENCIA Y LENGUA
DE LOS
ABORIGÉNES
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F>3
HISTOKIA DE LOS ANDES
— F H
PROCEDENCIA
Y LENGUA
DE LOS
ABORIGÉNES
POR
TULIO FEBRES CORDERO
cf
Méri Ja—Venezuela
Tip. "El Lápiz/'— 1921.
PREFACIO
tética, algunas apreciaciones sobre la
procedencia de los indios que pobla-
ban los Andes venezolanos, con la dis-
tribución geográfica de las tribus, el
Vocabulario de la lengua de los Mu-
cuchíes y Mucubaehes y breves apun-
tamientos sobre la nomenclatura terri-
torial indígena.
Respecto a lo primero, apuntamos
meramente las observaciones que nos
ha sugerido el estudio de la materia,
simples conjeturas, porque carecemos
de ciencia y los elementos necesarios
para formular conclusiones críticas.
Además, hay tanta confusión en los
orígenes de las razas o grupos étnicos
primitivos de América, que aun los
más sabios razonan y escriben sobre
el particular, con dudas y vacilacio-
nes, desde luego que no pueden salir»
iv Historia <je \Q% Ande§
ge del terreno de las hipótesis. Aun
tratándose de ciertos puntos, general-
mente admitidos, como la manifiesta
afinidad observada entre americanos
y mongoles, hay etnógrafos que dis-
crepan en sus pareceres.
Día pop dfa es más honda la pene-
tración de los ingenios especialistas
en este ramo de la historia americana.
A ello contribuye el vivo interés que
despiertan los maravillosos monu-
mentos de remotas civilizaciones, nue-
vamente descubiertos, y el estudio,
cada vez más concienzudo, de los ya.
conocidos desde lá época de la Con-
quista, sobre todo en México y Cen-
tro América. Si cronológicamente, de-
trás de los actuales habitantes del Ni--
lo está el antiguo pueblo egipcio de
las Pirámides y lá opulenta Tehas; de-
trás de los indios de la conquista de
América, se descubre ya un pueblo
grande y magnífico, acaso el padre de
la civilización universal. Aun hay ig-
noradas y cuantiosas riquezas en el ar-
ca insondable de la antigüedad.
Concretándonos a los indios de los
Andes, que eran de relativa cultura,
en paralelo con los otros de Venezue-
la, para el tiempo de la conquista, tnuy
Prefacio
tarde vinieron a ser objeto de estudios
especiales. Con cierta indiferencia mi-
raron este intere§ante tópico nuestros
primeros gobiernos y hombres de le-
tras republicanos. Puede fijarse la dé-
cada de 1870 a 1880 como punto de
partida en las investigaciones moder-
nas sobre etnografía indígena de los
Andes. A este tiempo corresponden
¡os meritorios trabajos iniciales de
don José Ignacio Lares, el Pbro. Dr.
Jesús M. Jauregui y don José Grego-
rio Villafañe en Mérida y Táchira. Se-
guidamente el doctor Amflcar Fonse-
ca y don América Briceño Valero es-
tudian la materia, con loable empeño
y felices resultados, en e) Estado Tru-
jillo. Fervorosamente se ha dedicado
también en Mérida a este género de
estudios el doctor Julio C. Salas, au-
tor de Tierra Firme y otros trabajos
historióos que lo acreditan como eru-
dito etnógrafo.
Iniciada la impresión de estelibrito
en 1908, quedó allí mismo suspendida
indefinidamente por causas de carác-
ter privado, que nada interesan al pú-
blico. Pesde el centenario de Bolívar
en 1883, nuestro padre doctor Foción
Febres Cordero, en su carácter de De-
vi Historia de los Andes
legado Nacional para la primera Ex*
posición de Venezuela, hizo una co-
lecta de datos etnográficos en todos
los pueblos de Mérida y era nuestro
;
propósito aprovechar estos datos para
escribir varios tomitós como el pre-
sente, en forma manuable y económi-
ca, con el título general de Historia de
los Andes, dedicado cada uno a un ra-
mo especial. El primero, que sale hoy
a luz, sobre Procedencia y Lengua de
los aborígenes; el segundo, sobre i?¿-
ligión y Costumbres ; y el tercero, so-
bre Artes e Industrias de los mismos
indios.
Venimos ahora a continuar la im-
presión del presente tomito, que oja-
lá no sea el único de la obra descri-
ta. Ciertamente es mucho el poder de
la voluntad, pero es más poderosa la
naturaleza, que gradúa las energías
del hombre, según las faces de la vida,
Nosotros estamos ya en la menguante.
l&wUo cFe&res Cordero.
Mérida— 1921.
LOS ABOBIGENES
:
CAP. 1.
ÍÍ)ÉA GE&EKÁi, DEÍ^ fERRITORIO 5
Lleva éí tiombf£ Los Andes
en la República de Venezuela,,
todo el territorio qUe compren-
detí íog Estados Metida, Tá-
chira y Tífijílfo, por hallarse
situados sobre ufí rarnáf de la
gran cordillera del mismo nom-^
bre, desprendido de Páffiplona
en la República dé Colombia,
Én este territorio se encuen-
tran fo§ móñks ftiá§ elevados^
del país, presididos por la Sie--
ira Nevada de Mérida (4 9 50*
Historia <|e. Ig.s Andes
metros) multitud de valles for-
mados por las ramificaciones
de la serranía, y vigorosas y
dilatadas selvas sobre las cos-
tas d^l lago de Maracaibo y
en los declives que miran á los
llanos de Barinas y Apure.
El nombre Andes puede ve-
nir de andén, como llamaron
los españoles en el Perú, los te-
rrados, ó planos sucesivos allí
hallados, construidos en los ce-
rros y colinas de pendientes
muy rápidas, para poderlos
sembrar; ó de Anii, que era el
nombre de una provincia dej
Este del Cuzcp, según Garci-
lazo ó también de anta, que
;
significa cobre, metal hallado
en el mismo país, que pudo ha-
ber originado el nombre de las
montañas* conforme lo anpt^
Los aborígenes
Prescot, de quien tomamos es-
tos varios orígenes. De nues-
tra parte obsedamos que ei
nombre Andes lo tenían unos
pueblos de la antigua Galia,
los de Anjou, según aparece en
los Comentarios de César y
;
que se ha inventarlo otra pro-
cedencia, ciertamente inverosí-
mil, haciendo venir dicho nom-
bre del gigante Anteo, por lo
gigantesco de la gran cordille-
ra de América.
Los ríos andinos, navega-
bles los principales en la par-
te llana, contribuyen con el
gran caudal desr^s aguas á en-
dulzar poruña parte el hermo-
so lago de Maracaibo, y á au-
mentar por la otra los tribu-
tarios del soberbio Orinoco.
Todas las plantas conocidas
Historia de los Andes
en el globo pueden produciré
en los Andes venezolanos, cu-
yos variados climas se pres-
tan á realizar este prodigio en
un espacio relativamente pe-
queño, según lo acredita la ex-
periencia. No es raro que urt
mismo agricultor tenga den-
tro de los límites de su hacien-
da, plantíos de cacao y caña
de azúcar abajo, en las vegas
de algún rio, y siembras de tri-
go y papa, arriba, én las altu-
ras, lo que indica una diferen^
cia de temperatura de siete
grados, más ó menos, entre si-
tios separados por menos de
una legua.
Los principales frutos de ru
queza agrícola, por el orden en
que de antiguo se han estable*
cido> son los siguientes í el ea*
Los Aborígenes
cao, el tabaco, la caña de azú-
car y el café. Figuraban tam-
bién el algodón, cuya produc-
ción es hoy insignificante y que
tuvo gran prosperidad mien-
tras duraron los telares crio-
líos, al presente extinguidos :
el añil, que yá no se explota ;
la cocuiza ó fique, que se bene-
ficia en pequeña escala y el
;
trigo, de gran riqueza en los
siglos anteriores, reducido hoy
á las necesidades del consumo
local donde se cultiva, por la
competencia funesta que ha
traído la importación de hari-
nas de Norte América.
Entre los frutos menores, se
cuentan en primer término el
maíz, el plátano, la papa, la
yuca, el apio, gran variedad
de legumbres y muchas verdu^
HistPíia dé los Andes-
ras y hortalizas que se produ-
cen sin recursos de abono, por
la natural feracidad del suelo.
En el orderi zoológico, si es
pobre la zona fría, ó sea la al-
tura de los páramos, en cam-
bio los bosques que cubren las
faldas de la cordillera y se ex-
tienden á sns píes, son inmen-
samente ricos en animales de
toda especié, que seducen á los
cazadores, no, menos que al ex-
plorador científico, en las oca-
siones, poco frecuentes, en que
llegan al serio de las vírgenes
montañas, las cuales ofrecen
asimismo, con prodigalidad
extrema-, maderas finísimas,
resinas balsámicas, cortezas,
ñores y frutos dé reconocida
eficacia medicinal, ó de venta-
josa aplicación en las artes.
Los Aborigénes
Hay crías de ganado vacu-
no no sólo en los lugares cáli-
dos, sirio en casi todos los pá-
ramos^ cuyas lomas cubiertas
de pastos naturales, son exce-
lentes potreros para caballos,
ínulas, asnosj ovejas y cerdos^
animales de qué hay también
numerosas crías para atender
al servicio y consumo locales.
En el reino mineral, que es
él menos explotado, el suelo
de los Andes guarda cuanto
puede desear un pueblo indus-
trioso para su comodidad y
riqueza: piedras y metales
preciosos; hierro, cobre y plo-
mo canteras dé mármoles y
;
gran variedad de calizas sa ;
•
les de multitud de clases, entre
jas cuales se distingue el urad
par su rareza sustancias be-
;
Historia de los Andes
tuminosas y grandes yacimien-
tos de carbón de piedra arci- ;
llas para la fabricación de lo-
za, desde la greda que se em-
plea en las rústicas vasijas de
cocina, hasta el kaolín finísi-
mo, con el cual pudieran mol-
deai'se obras tan apreciables
como las de la porcelana chi-
na pero desgraciadamente en
;
este reino, y casi lo mismo en
el vegetal y animal, es cien ve-
ces mayor la riqueza yacente
que la explotada hasta ahora.
CAP. II.
TIEMPOS PREHISTÓRICOS
No es nuestro propósito ha-
cer un estudio geológico de los
Andes, ni siquiera suscinto,
pero no huelga apuntar aquí
Los Aborígenes
la curiosa hipótesis de que una
parte de ellos, según lo escribe
Arocha en su Estadística Na-
tural del Zulla, formó una de
las tres islas primitivas origi-
narias del suelo venezolano, á
saber al Norte, la isla de di-
:
maná al Sudeste, la isla de
;
Guayan a y al Occidente, la
;
isla de Mérida, separadas en-"
tre sí por aguas oceánicas.
En las faldas de la Sierra
Nevada se han hallado sustan-
cias neptunianas, restos mari-
nos, que prueban el hecho de
haber estado cubiertas en un
tiempo por las aguas del mar.
Según Cronan, Sievers halló
rastros de la época glacial en
los Andes de Mérida. Para for-
marse una idea de estos cam-
biamientos geológicos efectúa-
di
Historia d* los Áhdés
clos allá en épocas que no pue-
den precisarse, copiamos un
párrafo del mismo Cronau, to-
mado de su interesante obra
América (i 891) :
k
'Las constantes investiga-
ciones dé los geólogos nos de-
muestran que ese continente
íio ha tenido en los tiempos
primitivos la misma configu-
ración que hoy presenta. Mtry
al contrario, el Nuevo Mundo
ha sufrido á la continua im-
portantísimas transformacio-
nes. Moles inmensas de tierra
se,elevaban en lo antiguo del
seno de los mares, mientras
ptras, no menos grandes y di-
latados, se hundían y desapa-
recían. Por donde hoy se ex-
tienden vastas llanuras, alzá-
banse antes gigantescas cacle-
fvO¿ ABorígeñes
ñas de cordilleras donde hoy
;
se ven dilatados y estériles de-
siertos, se quebraban hace mi-
les de años las olaá de inmen-
sos lagos donde en la actua-
lidad se mecen las hierbas de
lozano prado', matizadas por
millares de ñores,, furiosos gla-
ciares de gran altura hacían
imposible toda vida, y en el
;
sitió mismo donde en el día se
Contemplan las desnudas cos-
tas de Groenlandia, cubiertas
de helada coraza, existía un
país engalanado con la más
vistosa y exuberante- vegeta-
ción, coil multitud de bosques
de arces", robles, magnolias y
heléchos arbóreos."
¿ Han existido volcanes actir
vos en los Andes venezolanos ?
^T ada podemos afirmar en la
12 Historia de los Andes
materia por falta de datos fi-
dedignos. La tradición habla
de vestigios volcánicos obser-
vados por el mismo Bolívar en
territorio del Táehira, fronte-
rizo con Colombia y también ;
hemos oído decir que se han
encontrado en jurisdicción de
cuyo suelo ha sido objeto
Jají.
de particulares movimientos
geológicos.
Es del caso observar que
más bien en la serranía de Sa-
nare, antiguo cantón del To-
cuyo, ocurrió en 1835 un fenó-
meno raro, que aterrorizó la
comarca, por haberse creído
que era la erupción de un vol-
cán, al grado de que intervino
en la averiguación el Gobierno
Nacional, por informe que le
pasó D. Vicente Fortoult, go-
Los Aborígenes 13
Ijernador de Barquisimeto. El
hecho tuvo lugar á inmedia-
ciones del sitio de la Baba, en
donde se partió un cerro, re-
presóla quebrada que corría á
«n pié é hizo una laguna. En
la cima de dicho cerro apare-
cieron escapes de humo blan-
quecino y una especie de betún
ó resina ; las piedras se veían
arder, consumidas por un fue-
go sin llamas, que secó la ve
getación °de lo-s contornos é
impidió observar de cerca el
teatro del fenómeno.
A la verdad, ia cordillera de
los Andes, que en casi todos
los países que atraviesa, infnn-
cle terror con el bramido y res-
plandor de grandes volcanes,
•en Venezuela sólo ofrece el es-
pectáculo de las nieves perpé-
i4 Historia de ios Andes
titas; y quiera el cielo que sí
fuego volcánico arde en sus en-
trañas por esta parte, guar-
dado lo tenga liasta^ la con-
sumación de los siglos, ó bien
lo desahogue sin convulsiones
ni estrépito, de un modo seme-
jante al fenómeno de los tufos
inflamables que se observan en
la caverna de los llanos del Ce-
nizo en Trujillo, ó como los ga-
ses, también inflamables, que
lorman el misterioso relámpa-
go del Catatumbo ó faro na-
tural de Maracaibo, visible
desde lo alto de la cordillera :
pues no sería justo aumentar
con las erupciones de un vol-
cán los sustos y pesares que
padece la comarca andina con
|os temblores de tierra, tan fre-
cuentes en ella, al punto de que
Los Aborígenes
cuenta nueve ó diez cataclis-
mos en el tiempo que lleva de
descubierta, sin hacer cuenta
de tres á cuatro temblores sin
r
estrago que por término me-
dio ocurren en cada año, se-
gún cálculos sobre observacio-
nes seismológicas hechas per-
sonalmente desde 1887.
PAP. III.
PRIMITIVOS HABITANTES
Ha dicho Federico Müller,
refiriéndose á jos que sostienen
el origen mogólico de los ame-
ricanos, "que éstos convierten
la raza mongola en un inmen-
so saco, en el cual meten todo
aquello á que no saben dar ex-
plicación satisfactoria.'' Con
perdón de este sabio> citado
x6 Historia de los Andes
por Cronau,día por día secon-
firraamás la idea de que den-
tro de ese saco está, si tío el
origen directo de los america-
nos, al menos sus mayores afi-
nidades de raza.
Para los que tenemos á los*
indios de presente y vivimos
entre ellos, esto puede com-
probarse por el tipo de raza f
por las costumbres, y por la
lengua, como lo verá el lector
en las observaciones particu-
lares sobre los indios de los
Andes que haremos en los lu-
gares correspondientes de este
estudio.
No puede aventurarse opi-
nión sobre quiénes liayari sido
los primeros. ¿ VtNfer'ctif los
mogoles á la América, ó fueron
íos americano^ los que- primi--
Los Aborígenes
íivamente pasaron al Asia l
La remotísima antigüedad y
estupenda magnificencia de al-
gunos monumentos de México,
Centro- América y el Perú obli :
gan á sustraerse de la gráfica
y raigada idea de considerar
antiguo el mundo asiático, y
nuevo el americano, hipótesis
no tan fresca, pues desde 1863
la publicó el abate Brasseur ?
quien supone que fué América
la cuna de la civilización,
Razón tuvo Chavero para
americana yá
creer que la raza
existía desde los tiempos fabu-
losos, y que á ello alude latra T
dición teogónica de los Egip-
cios, que hace al dios del co-
mercio, Hermes, hijo de Atlas
y de Maya Atlas, montaña
i
2
i8 Historia de los Andes
del África, representa la raza
africana ; y Maya, en el Yuca^
tánj la raza aiñericana. El
mismo G llavero* según Bairbe-
rena* fija la llegada de los Na-
neas á América hacia el año
3.877 antes de Cristo.
Cifléndonos á nuestro obje-
to, sé observa en los Aiides ve-
nezolanos, y lo mismo en casi
toda la América, que los indios
que hallaron los españoles fue-
ron precedidos por otros más
civilizados^ lo que puede expli-
carse con toda probabilidad
por degeneración ó aniquila-
miento de las razas autócto-
nas á causa de invasiones dé
btras razas conquistadoras.
" Demasiado difícil sería hoy^
dice el erudito etnógrafo Res-
trepo Tirado al visitar una
$
Loa Aborigénes í§
tribu cualquiera de este eonti^
nente, decir :esta pertenece á
tal ó cual familia. —Ala llega-
da de los conquistadores, ha¿
bía pueblos que eran una Ba-
bel, tal era la confusión de ti-
pos y la mezcla de usos> cos-
tumbres y ritos ; Si entonces
era casi imposible señalar á
cada cuál su cuna ú origen t
cuánto más no lo será hoy;
que la ma3T or parte de esas
tribus ha desaparecido, y que
en las pocas que quedan* á los
elementos primitivos han ve-
nido á Unirse los de las razas
blanca y negra;"
Convencidos de ésta gran di-
ñcultad; apuntaremos, sinem-
bargo, nuestra humilde opi-
nión sobre origen ó proceden-
cia de los primitivos habitan»
Historia de los Andes
íes de los Ancles venezolanos.
En la religión, costumbres y
lengua ele An-
los indios de los
des se descubren vestigios ma^
niíiestos de un grado de civili-
zación muy apreciable, que no
espor cierto el que habían al-
canzado los mismos indios pa-
ra el tiempo de la conquista.
Se descubre; algo como una he :
rencia de pasadas generacio-
nes más cultas é industriosas,
herencia disminuida y promis-
cuada con prácticas é ideas de
un estado más rudimentario,
que no puede calificarse tam-
poco de salvaje, porque en rea-
lidad no debe darse este califi-
cativo á los indios de la cor-
dillera andina, los cuales vi-
vían socialmente en poblacio-
nes^ una c}e ellas tan extensa
Los Abórígeüeá
que dio motivo á Rodríguez
Suárez para llamarla una Ro-
ma pajiza cultivaban varia-
;
dos frutos para su sustento, y
fabricaban telas de algodón
para vestirse, vasijas de artís-
ticas formas y otros artícu-
los para su comodidad, qué
aun fabrican y son objeto dé
comercio en los mercados.
Hay sobre todo cierta pro-
fundidad ideológica en algu-
nas representaciones y símbo-
los de su religión, ño menos
que en las pocas fábulas qué
de ellos sé conocen, y cierto
perfeccionamiento en su len-
gua, que en realidad rio pue-
den atribuirse á la época indí-
gena más reciente, sino á tiem-
pos anteriores, cuando se cons-
truyó quizá la gran calzada af
Historia de les Andes
Sudeste déla cordillera, entre
Canaguá y Barinas, obra que
demuestra un adelantamiento
muy notable.
¿ Qné indios fueron esos ?
Creemos que los mismos esta^
blecidos primeramente en la
altiplanicie de Cundinamarca
y otros centros de población
indígena hallados en la anti-
gua Nueva Granada. También
allá se han descubierto vesti-
gios de una civilización ante-
rior, como lo prueban los des-
cubrimientos hechos por don
Manuel Vélez en el valle de
Leiva, que consisten en las rui-
nas de un templo ó palacio,
con veintinueve columnas ci-
lindricas de piedra muy bien
labradas, y otros monumen-
tos semejantes, no hechos por
Los Aborígenas §53^
Jos indios del tiempo de lacón*
quista, porque éstos, no obs^
tante su relativa cultura, sólo
tenían por moradas públicas
v picadas edificios de made^
ra con techos de paja,
Según la autorizada opinión
de D. Ciborio Zerda, profundo
etnologista, la nación Chibcha
tuvo su origen en la inmigra-
ción de tribus del Norte, del
Sur y del Noroeste sobre las
planicies de los Andes, " Aglo-
meración de tribus, dice, cuyos
elementos étnicos se confundie-
ron paulatinamente por el cru-
zamiento, bajo la influencia de
un clima benigno muy diferen-
te de aquellos de donde par-
tieron, y adecuado para la vi-
da sedentaria, condición in
dispensable en el desarrollo y
54 Historia de los Andes
progreso de los pueblos primi-
tivos que alcanzaron una ade-
lantada civilización."
D. Francisco Yergafa Y., en
un estudio crítico sobre los
Chibchas, habla también de
esta confusi6n de razas sobre
la planicie deCundinamarcá;
con observaciones muy razo-
nables. "En fin, dice, los espa-
ñoles hallaron en lá Sabana
señores é ilotas, amos y escla-
vos, nobles y plebeyos suigéne-
ris, á menos dos castas dis-
lo
tintas, én una palabra, las
cuales no podían resultar sino
ele la fusión de un pueblo con-
quistado con otro conquista-
dor."
Humboldt, citado por Mar-
Cano; cree también que hubo
anteriormente á lá conquista
Los Aborigénes Sg
generaciones de indios más ci~
vilizados, y que á ellos corres-
ponden las inscripciones sobré
piedra halladas entre Puerto
Cabello y Valencia y en otras
;
partes de Venezuela.
EIDr. Erñst ha creído encon-
trar afinidades entre los aborí-
genes de los Andes venezolanos
y los dé Costa Rica, basado
en los trabajos de cerámica y
én la lengua )é igual afinidad
ha hallado el profesor Uhle;
según el mismo Ernát, entre la
lengua chibcha y las cíe Cen-
tro América.
Pero esta semejanza no re-
sulta tan manifiesta en las
lenguas como al comparar eí
Uso y las preparaciones del ca-
cao. Según vá lo observamos
éñ una memoria especial ÜdlSri
%6 Historia de los AndQS
el chocolate y el chorote, es=
crita en 1892 para el 9° Con,
greso de Americanistas reunir
do en la Rábida, el modo de
preparar el cacao en Nicara-
gua, y especialmente sn Taba-
raba y Chiriquí, es idéntico de
un todo al acostumbrado por
los aborígenes en los Andes
venezolanos, al grado de que
la minuciosa descripción que
hace Fernández de Oviedo, re-
firiéndose á aquellos lugares,
parece escrita teniendo á la
vista el modo de preparar el
chorote, ósea el primitivo cho-
colate andino.
Por todo lo cual deducimos
que aquellos primitivos habi-
tantes pudieron ciertamente
venir de la América Central y
dilatarse por las alturas de la
Eos Aborígenes %y
cordillera, poblando los Andes
granadinos y los venezolanos,
explicándose así también la
semejanza indudable entre las
tribus andinas de ambos paí-
ses,semejanza por la comuni-
dad de origen, no menos que
por haber padecido las mismas
invasiones posteriores de na-
ciones procedentes del Sur, co-
mo lo veremos en el capítulo
siguiente.
CAP. IV.
INDIOS DEL TIEMPO DE EA
CONQUISTA.
Por poco que se hojee la his-
toria de la conquista de Vene-
zuela se vendrá en conocimien-
to de que los indios Caquetios
y Jirajaras ocupaban un lugar
Historia d¿ los Andes
ñruy notable en la población
del país, así por la extensión
de territorio que dominaban,
tomo pdr la relativa cultura
de los primeros f la tenaz re-
sistencia fte los últimos.Los
historiadores y etnógrafos li-
mitan el campo de acción dé
éstos indios; concretándolo a
Coro, Barquisimeto, Yaracuy/
Nirgua, los Llanos y parte dé
Trujillo, por su vecindad cotí
el Tocuyo. Observaciones he-
chas en el corazón mismo de
los Andes, nos autorizan pa-
ra aseverar que pueblos de las
mismas naciones Caquetia y
Jir ajara vinieron á las alturas
de la cordillera en Mérida y
Táchira, y formaban la pobla-
ción dominante al tiempo de
tk conquista : indios que pro-
X^os Aborígenes 29
cedían del Sur, á la inversa de
sus antecesores, que debieron
de venir á los Andes por el la-
go de Maracaibo.
Creemos que los Caquetios,
y Jirajaras, pobladores de mu-
cha parte de Venezuela, tienen
su origen en los Andes de Pas :
to, en la parte superior de la
gran hoya amazqnica, acaso
en las fuentes del C aqueta y el
Putumayo, inmenso territorio
del cual queremos dar, al paso^
una idea, valiéndonos de las
frases de D. Julián Buchele, ci r
tado por paro "Sus vírgenes
:
montañas, en las que ai ladq
del vetusto roble se levanta la
palmera gigantesca, las linfas,
puras de sus cascadas y de sus$
inmensos ríos, que llevan por
£odas partes la feracidad ej \
fcj Historia de las Ándés
mugido estridente del jaguar
que responde á las voces del
leopardo, el silbido penetrante
de sus reptiles, el armonioso
canto de la infinidad de aves
que llenan el aire con sus tri-
nos sus fieras el sordo grito
; ;
del huracán que abate la ma^
leza, todo^ todo hace del Ca-
quetá una especie de paraíso
salvaje, mezclado con no sé
qué de terrible que hace extre-
rnecer el alma.*'
Habitan allí, entre otras tri-
busj los indios Moeoas, veci-
nos y dé costumbres semejan-
tes á los del Caquetá, aunque
menos civilizados éstos y dé
lengua diferente, pues los Mo-
eoas conservan el quichua, co-
tíio última dependencia por esa
parte del dominio incásico, y
•
Los Aborígenes 3i
los del Caquetá, según la opi^
iiión de André, hablan tina len^
gua procedente más bien del
tupí u otro idioma amazónico.
1). Tomás Hidalgo^ natural
del mismo Pasto, en estudios
etnográficos sobre dicho país,
habla de la lengua de los anti-
guos Sibuudoyes, otra tribu
1
comarcana de allí^ "qtie tieneii
un idioma especial y bastante
difícil, dice, diferente del qui=
chua del Perú y del Ecuador^
del Cofaña del Aguarico y de
los antiguos Cofahes, del dé
los Cuauquerres y del Seoná
del Cagueta."
¿ En qué tiemrjo y por qué
causa partieron de los lugares
nativos, para emprender su
viaje por las cimas y faldas
de la gran cadena andina^ des-
32 Histpria de los Andes
prendida del nudo de Pasto,
que forma la cordillera orien^
tal de Colombia, y también
por la corriente de los grandes
ríos hasta difundirse por los
Llanos y llegar á los Andes ve-
nezolanos ? Puntos oscuros,
ciertamente, á que no puede
responderse sino en el terreno
de las probabilidades, atribuí
yendo tal suceso á un moví*
miento natural de expansión
por exceso de gentes, pues se
sabe que era tal la masa de
población hallada en las co-
marcas dichas, que sólo la na-
pión Quillasinga pudo oponer,
aunque en desorden, un ejérci-
to de más de sesenta mil hom-
bres, según Piedrahita. Acos-
ta, citado por Restrepo T., ha-
ce subir á un millón el núme-
Las Aborígenes 33
ro de dichos indios para el
tiempo de la conquista.
Puede suponerse que para la
época de la gran emigración á
que nos referimos, la poblar
ción, si 110 mayor, sería la mis-
ma, y que desprendimiento
el
de tales oleadas de pueblos de-
bió de ser considerable, en lo
cual pudo tener alguna influen-
cia la guerra de conquista de
los Caras, bajo la dinastía de
los Scyris, antes de pasar el
reino de O dito á la domina-
ción de los Incas, guerra que
obligaría á muchas tribus á
emigrar hacia Pasto, pues los
Conquistadores no pasaron dé
Tusa, según Cevalíos, quien fi-
ia esta guerra vagamente ha-
cia el si alo X
de nuestra éra¿
34 Historia de los Andes
También puede atribuirse
tal emigración á violentas y
formidables calamidades pú-
blicas de origen geológico, aca-
so a las primeras erupciones
de los volcanes de Pasto. Re r
firiéndose á la tradición incá-
sica de que una sola raza de
indios poblaba todos los An-
des en tiempos muy remotos,
dice Yergara V., yá citado "Y :
esas civilizaciones seguramen r
te fueron dislocadas por las
convulsiones volcánicas de los
Andes, que fueron de ayer, co r
ino lo prueba la Geología los :
españoles alcanzaron á ver
morir en el Perú una tribu ín-
tegra, sepultada por un cerro
que se desplomó una noche *
entre las lavas hánse hallado
Quesos de hombres, etc. etc ? ;
Los Abor ígene s 35
y de paso observamos por ser
£rror bien común, que la grie-
ta del Tequendama no es obra
de las aguas, como parece á
primera vista, y de ello que r
da uno convencido al estudiar
el terreno y hallar próximas
Otras grietas de igual magni r
%uá y formación, pero sin
agua que ]as embellezca."
En favor de esta causa mi-
gratoria, pueden citarse otros
cataclismos ocurridos en los
mismos días de la conquista,
entre ellos la espantosa erup-
ción del volcán de Cartago en
elNuevo Reino ele Granada, el
\2 de marzo de 1595, volcán
que produjo "un tan valiente^
ronco y extraordinario true-
no, y tras él otros tres no tan
recios, que se oyeron en dis r
35 Historia de los Andas
tancia de más de cnarenta le-
guas en su circunferencia," se-
gún el relato de Fr. Pedro Si-
món. Crecieron los ríos y las
quebradas, tornóse el día en
noche por causa de la ceniza y
piedra pómez que arrojaba el
Volcán lluvia tenebrosa que
j
alcanzó por la parte de Occi-
dente á más de treinta y seis
leguas y dejó sobre el suelo
i
una capa de más de un palmo
de espesor f asimismo reven-
;
tó un cerro ¡ en el cual se hizo
una profundísima grieta de
más de trescientos pasos de
anchura.
Aquí mismo, éri íos Andes ve-
nezolanos, tenemos otro ejem-
plo en el gran terremoto del B
de febrero de 1610, que partió
también un cerro eomo si fue¿
Los Aborígenes 37
ra un melón, y lo arrojó á la
mitad del valle de Bailadores,
represando el río hasta for-
marse una laguna considera-
ble, que reventó á su vez. pa-
sados seis meses, causando
grandísimos estragos.
Los Caquetios establecidos
en elGuaviare, el Ariari, el Me-
ta, el Apure y otras partes de
los Llanos contaban veinti-
y más de cua-
trés poblaciones
renta mil habitantes, según
Restrepo T. Los Jirajaras, se-
gún este mismo autor, tenían
pueblos á orillas del Guaviare
y el Orinoco. Sorprende, por
otra parte, ver que Caquetios
y Jirajaras aparecen como ve-
cinos y aliados en Coro, Bar-
quisimeto, los Andes, en el Sa-
rare y el Apure, y que los pri-
38 Histofia de los Andes
meros llegaran hasta Tunjué-
io,cerca de Bogotá. Caquetiós
y Jirajaras suben por el flanco
meridional de la cordillera ve-
nezolana hasta las más altas
cumbres, entrando por los va-
lles de sus principales ríos en
Trujillo, Mérida y Táchira. Y
aun en los mismos días dé la
conquista, los belicosos Jira-
jaras, dominadores de fcapá-
éíio, repelen en una batalla a
los Quiri'quires, procedentes dé
la laguna de Maracaibo, según
la tradición recogida por don
Manuel M. Villet.
El nombre Aricagua ó Hari-
cagua, de origen jiraj ara, que
en Mérida lo lleva un río y
una extensa comarca hacia el
Sur, lo hallaron en Barquisi-
iiiéto los conquistadores; sé-
Los Aborígenes 3Q .
gún Fr. P.Simón, y existe aun
más alia, en la serranía de Lá
Guaira, en tino de los ríos qué
van al mar. Bl mismo nombré
Aricagua lo había en las ribe-
ras del Meta, y según informé
que nos dio el viajero científico
t)r. L. M. Osío, existe también
en dos sitios mas uno al Nor-
:
te de Carenero, y otro al lado
'del puerto " Cristóbal Colón."
Las voces geográficas ari,
barí, guarí, san, tari y varí,
que parecen ser diversas for-
mas de lá primitiva voz qui-
chua htiarí, que expresa íaidea
de población ó colonia agríco-
la, aparece profusamente ante-
puesta ó pospuesta en los nom-
bres territoriales de Venezuela;
dondequiera que se fundaron
los Caiquetios y Jir ajaras;, así
4o Historia de los Andes
en los llanos corno en las se-
rranías.
El propio nombre de Caque-
tía se descubre repetido en los
Andes Caquetá, Chaquestá,
:
Cbacantá, Mocaquetá, en Mé-
rida y en la Grita, Caquetría
;
(la combinación tr no es indí-
gena, por lo que debe enten-
derse Caquetía). ¿ No serán
del mismo origen Maiquetía y
Catia ?
Digna de atención es tam-
bién circunstancia de que
la.
nombres territoriales de Pas-
to, como Piquisique, Túque-
rres, Mocojún-duque, Teque,
Mocoa y otros, se hallen con
pocas variantes en Venezuela,
en lugares poblados por Ca-
quetios : Siquisique, Misisique,
Siquisay, Tuque, Túqueres.
Los Aborígenes 41
Mocojún (dos sitios del mis-
mo nombre), Mocoa y toda la
larga serie de voces geográfi-
cas qne tienen por raíz á moto
6 mucu, que es lo mismo, prin-
cipiando en Muco, afluente del
Vichada, y subiendo á los An-
des por el río Santodomingo
y las montañas de Aricagua,
hasta llegar á la Sierra Neva-
da, donde á cada paso se ve
dicha voz pegada al territorio
como la huella no muy remota
de un pueblo invasor.
Lo mismo se observa con la
terminación en oy, que no es
común en América, de Patas-
coy, Sebundoy, Cubundoy, Ge-
noy, Moncodonoy y otras vo-
ces territoriales de Pasto, ter-
minación que se halla también
en el Occidente de Venezuela
-'4¿ Historia de ios Ánáés
en Tororidoy (duplicado),Mo-
coy, Mómboy, Morromoy, Mi-
Hcacoy, Toróy, Moróy, Boboy
y muchos otros.
Estas y otras observaciones
en él ramo dé la lingüística;
materia que trataremos ade-
lante con más extensión, con-
curren á probar, ségiin nues-
tro modo (le ver, él hecho dé
aquella poderosa invasión, que
puede llamarse quichua-gua-
farií y así cjueda explicado él
;
por qué én las lenguas indíge-
nas de los Andes yBarquisime-
fo, y con doble motivo en las
cíe los Llanos, se encuentren
í autos casos de afinidad con
el quichua y el guaraní, fuera
aél contingente caribe, común
Vn casi todas las lenguas exis-
tentes éñ íá Venezuela predO-
1
Los Aborígenes 4§
iombíáná. Y con respectó álds
Andes, se advierta, además, el
contingente chibclia, ora SeM
por razón del origen común de
ambas razas de indios, ora por
la comunicación con los La-
ches, nación relativamente ve-
cina, que se extendía desdé
Pamplona hasta cerca de Bo-
gotá, que tenía su principal
asiento en Tunja, y tocaba en
los llanos vecinos del altóApu-
re por la vía del Sararé.
Está indudable afinidad en-
tre los aborígenes andino— ve-
nezolanos* y los chibchai, ha
dado origen á lá creencia de
qué unos y otros pertenecen á
un mismo grupo étnico y asi
;
lo liemos dicho en estudios an-
teriores niuy suscintos en 189!2
y Í90O" ha observación perso-
44 Historia de los Andes
nal de Codazzi confirma esta
fundada creencia, pues asegu-
ra que comparando los indios
de Mérida y Trujillo con los de
Tunja, halló sus facciones tan
semejantes que no se advertía
diferencia alguna. También en
ideas religiosas y costumbres
se descubre la misma afinidad,
según lo iremos anotando en
los lugares correspondientes.
A esta emigración, que he-
mos llamado quichua-guara-
raní, por traer ella en confu-
sión elementos etnográficos de
unos y otros indios, parece re-
Yergara Y. cuando dice
ferirse
tratando del origen délos chib-
chas 'Después de leer bastan-
:
'
te de lo que sobre esto se ha
escrito, hemos aceptado, por
ser la mejor fundada, la idea
Los Aborígenes 45
de que los chibchas vinieron á
sus montañas por el flaneo
oriental de los Andes, y que
su cuna se encuentra allá entre
el oriente de Bolivia y el Bra^
sil, donde abundan, en las
erí
zonas que después no ocupa^
ron los caribes, los nombres
que como cüriiivá, guaca etc s
tienen marcado sabor de pa*
rentesco con los nuestros. \
obsérvese que la serle de los
monquifá viene del Atabapo
á Leiva, y la de los iraca pa-
sa de Sogamoso á Pasto, y qué
los mitos (chibchas) sobre ori-
gen y Civilización vienen de
Oriente, ó rumbos á éste enla-
zados.''
Es pertinente citar aquí lá
observación de Humboldtj to-
mada ele su obra sobre Gris té-
4@ Historia de los Andes
bal Colón y el descubrimiento,
ele América : "En México, dice,
la corriente de los pueblos
montañeses verificóse de Norte
a Sur, mientras en la América
meridional, en la teocracia de
los Incas, el movimiento civi-
lizador se realizó en todas di-
recciones.D esde la meseta del
(
fuzco propagó
se casi al mis-
mo tiempo hacia los Andes de
Quito, los Rosques del alto Ma-
rañón y las cordilleras de Chi t
je."
Hemos hablado solamente
pe esta irrupción de pueblos
desprendidos de Pasto, en lo
relativo á los Andes y lugares
de la serranía en el Occidente
fie Venezuela por lo tocante
;
á Llanos y Guayana, tam-
los
bién son manifiestas las seña-
Los Abo rígenes 42
íes que la prueban. La misma
confusión de elementos étni-
cos, así en lenguas como en cos-
tumbres, consecuencia de una
confusión de razas, ó mejor
dicho, de naciones, en tiempos
no muy remotos. Acaso á la
época de esta emigración co :
rresponda la ruina de ]a pri :
mitiva civilización de Acha-
guas, esa Etruria de los Lla :
nos, según el propio sentir de
]os indios del Orinoco, quienes
aun después de la conquista,
reconocían en los achaguas
cierta superioridad intelectual
é histórica, como se compren^
;deleyendo algunos pasajes de
humilla.
Respecto a afinidades con
)os quichuas, entre otros jui 3
cios autorizados est4 e! de Ta-
48 Historia de los Andes
vera Acosta, en su interesante
obra Ríonegro, al hablar de la
tribu de los Banibas, que pue-
bla el Guainía, Ríonegro y el
Atabapo, "tribu la másdistin-
guida y gentil, dice, y en laque
se consiguen muy buenos ma-
rineros, agricultores, construc-
tores de casas y notables fabri-
cantes de chinchorros" li Pen-
samos, agrega, que esta tribu j
por su inteligencia, finura y
hábitos sedentarios, puede pro-
venir de alguna rama de los
antiguos quichuas. Tienen mu-
chas analogías físicas y mora-
les."
El viajero Julio Crevaux di-
ce en el relato de su explora-
ción del Iza y del Yapüra, lla-
mados respectivamente Putu-
inayo y Q aqueta en su parte
Los Aborígenes 49
superior : "Cuanto más viajo,
más conexión encuentro £,ntre
los indígenas del Yapura y los
de la Guayan a, y empiezo a
creer que todos pertenecen á
una misnia familia."
"El- ribereño del Amazonas^
dice Wiener, es de corazón ge t
neroso y liberal sin ostenta-
ción. Ofrecerá al viajero su úl-
timo vaso de agua y su penúl-
timo cigarrillo pero no hace
;
nada por el progreso de su
país, ni tiene fuerza para fe-
cundarlo, á pesar de lo cual
no se le puede tachar de pere?
zoso ni de indolente á sabien-
das."
Y describiendo el carácter y
costumbres del i adió putuma?
yo, dice André "En cualquier
:
4
5'0 Historia de los Andes
parte encuentra leña y hojas
para construir su rancho, un
rincón del bosque que incen-
diar en donde sembrar la yuca
y el maíz, que la esposa se en-
carga de cultivar, mientras
que él corre en busca de caza
y pesca para la familia. El
amor de padre y el de esposo
están muy desarrollados en to-
das estas tribus, y las mujeres
son objeto de las mayores
atenciones por pafte de sus
maridos." Sentimientos y cos-
tumbres que concuerdan en lo
general con los de los indios de
los Andes.
En resumen, los aborígenes
de los Andes tienen afinidades
con los de Centro-América i
con los chibchas, con los qui-
chuas y con los tupí-guara-
Los Aborígenes p
níes ; afinidades que bien pu =
dieran tomarse como caracte-
res comunes á toda la raza in-
dígena del Nuevo Mundo, si no
se descubriese en, ellas un lazo
más un vínculo inme-
estrecho,
diato de familia, al cual no
puede darse explicación satis-
factoria sino atribuyéndolo á
esas emigraciones ocurridas en
épocas distintas que no es da-
ble precisar, á saber la inva-
:
sión del Norte (Centro^Améri-
ca), que primitivamente debió
de poblar las cordilleras de Ve-
nezuela v Colombia, como lo
dejamos yá dicho, y de aquí
los puntos de semejanza entre
las tribus andinas de uno y
otro país, por razón de su co-
mún origen, raza superior en
civilización ala dominante pa &
52 Historia de los Andes
ra el tiempo de la conquista,
y que vino del Sur, de las fuen-
tes de la gran hoya amazóni-
ca y nudo orográfico de Pas-
to, traj^endo mezclados los ele-
mentos quichua y guaraní.
No será fuera de propósito
observar sobre los estudios de
craneología, á los cuales se
quiere dar ahora un poder de-
cisivo en la presente materia,
ejue, sin desconocer su impor-
tancia para fijar el tipo de las
principales razas pobladoras
del globo, en lo que atañe á las
tribus denuestro territorio, áu
chos estudios están muy lejos
de contribuir eficazmente á egr
tableoer clasificaciones metór
dicas respecto á su origen y fL
iiación, así por la insuperable
dificultad de conseguir la caiV
.J Los Aborígenes 53
tidad suficiente de cráneos in-
sospechables, como porque se
corre siempre el riesgo de to-
mar como caracteres generales
étnicos los que meramente son
peculiares de ún individuo ó
una progenie muy limitada;
Lía experiencia común viene
por otra parte en apO}-o de es-
ta opinión. Hemos visto indi-
viduos de raza pura, pertene-
cientes á una misma tribu, á
Una misma familia, y aun al
mismo claustro materno, her-
nia nos de padre y madre, eil
una palabra, que tienen crá-
neos de muy distinta confort
mación; conservando no obs-
tante la semejanza del tipo v
el aire de familia en facciones
y Otras señales fisonómicas nb
oseas ; sin que esto pueda tó~
34 Historia de ios Andes
marse como excepción, por ser
caso muy frecuente, ni tampo-
co como cosa peculiar de una
raza, porque se observa en to-
das, y de ello puede convencer-
se quien corra la vista por las
variadas formas de cabezas
que lo rodean en el seno de su
familia v allegados. (*)
Si Be nos preguntase, pues,
qué dicen esas líneas yesos án-
gulos y aquella capacidad en
cráneos aislados, pertecientes
á cualquiera de nuestros milla*
(*) Cuéntase que cierto viajero ha-
llóun cráneo de aparente antigüedad
en una misión de indios Motilones, y
que al punto lo remitió á un ilustra-
do amigo, ele quien tenía especiales
encargos para esta clase de adquisi-
ciones. El erudito etnógrafo estudió
elcráneo con vivísimo interés, y des-
cubrió en el gran semejanza con otro
que poseía de un indio caribe pero :
he aquí que cuando iba á publicar
Los Aborígenes 55^
res de tribus, aunque parezca
una heregía cien tinca, diría-
mos con el poeta :
¿ Sabes tú lo que dicen,
Tristes y solas,
Al morir en la playa
Las turbias olas ?
Niña adorada,
Te lo diré en secreto :
¡
No dicen nada !
Extendiendo nuestras apre»
daciones sobre origen de los
indios á todo Venezuela y á
Colombia, diremos en conclu-
sión, que al través de los si-
glos vinieron á mezclarse en
ambos países, con mayor (5
sus observaciones científicas, recibe
carta del viajero amigo, en que éste le
decía que averiguando con deteni-
miento sobre el hallazgo, sabía por
los mismos indios que había sido he-
cho en la sepultura de un misione-
ro abierta en una jüeña el cráneo :
¡
era de un capuchino navarro !
¿5 . Historia de los Andes
menor intensidad y predomi-
nio de tinas sobre otras, las
principales familias de la raza
americana; á saber laNahoa.
:
la Caribe, la Quichua y la Tu-
pí—guaraní ; resultando lógi-
camente tan inextricable labe-
rinto de elementos étnicos, que
confunden al más sagaz inves-
tigador, y hacen fracasar to-
do ihteíitó de reducir á clasifi-
caciones metódicas la multi-
tud de tribus halladas en uno
Y otro territorio.
.
CAP. V.
DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA
DE LAS TRIBUS
Se ha observado que los con-
quistadores procedieron con
mucho capricho al dar nom-
Eos Aborígenes .. 5y
.
bre á las tribus en ocasiones;
:
daban á toda una comarca el
de uno solo de los pueblos qué
la habitaban ( que bien podía
ser el menos extenso), ora por-
que fuese el primero en salirle^
al. encuentro, en paz ó en gue-
rra, ora porque fuese el maú
belicoso ó el másy en es-
rico ;
tos mismos nombres no siem-
pre acertaban, porque son in-
numerables los nacidos de al-
guna circunstancia eventual;
6 cualquiera particularidad de
la tierra ó sus habitantes, co-
mo los Bailadores, así llama-
dos porque parecía que pelea-
ban bailando los Cobreros,
;
por las minas de cobre halla-
das en el valle de San Bartolo-
mé del Táchira los Gritad ;
Motilones v muchos más:
58 Historia de los Andes
Los mismos nombres índigo
ñas con que son conocidos en
lo general los restos de las an-
tiguas tribus, tampoco pueden
tenerse comolos propios que
lescorrespondían, pues con fre-
cuencia se hacía extensivo el
nombre del cacique á todo su
pueblo, y en otros casos no se
sabe qué pensar sobre su ori-
gen, si son territoriales ó ét-
nicos, esto es, si ha tomado el
pueblo el nombre del territo-
rio, ó viceversa, cuestiones que
sólo pueden resolverse con el
estudio de las lenguas, donde
éstas se conservan; pero en los
Andes, salvo en la jurisdicción
de Mérida, los dialectos indí-
genas casi no han dejado más
rastro que los mismos noitf-
bres territoriales cuva étimo-
JLos Aborígenes 59
logia se quiere boy averiguar.
Advertencia necesaria antes
de entrar a hacer un padrón de
las tribus andinas, compren-
diendo también en él las que
tenían un pié en la cordillera
y otro en los Llanos ó en las
costas del lago de Maracaibo,
é indicando,, hasta donde nos
sea posible, los lugares que
ocupaban trabajo en que por
;
fuerza tenemos que dar á las-
tribus los nombres con que son
conocidas las existentes, y ex.
presar, además, los de las ex-,
tinguidas, que no son pocas,
según aparecen nombradas en
manuscritos antiguos. No ten-
dremos, pues, culpa alguna en
las confusiones que resulten en^
tre dichos nombres y los geo-
gráficos, inconveniente que ob-
tó Híst8ria de los Andes ^
serva Tavera Acosta y anota
Gil Fortoult, refiriéndose á los
primeros cronistas de Indias.
Para e^te trabajo nos han
sido muy útiles las primeras
Concesiones de tierra hechaá
]:>or el Ayuntamiento de Méri-
da y por el Gobernador y Ca-
bitán General residente en di-
cha ciudad, en número de máá
de trescientos documentos iné-
ditos, esto en lo concerniente
a Mérida y Táchira y los tí-
;
tulos de mensura y venta de
tierras hechas en Trujillo por
él Gobernador de Venezuela D.
Diego de Osorio, en 1595, á
favor de 1). Francisco Gómez
Cornieles, cuyos manuscritos'
hemos tenido á la vista, junto
bon otros de los extinguidos
archivos del Avunta miento v
Los Aborígenes 6s
]a Gobernación de Mérida en,
los siglos antepasados.
En Trujiilo.
La primera nación indígena,
entrando á los Andes por la
parte del Tocuyo, era la de los
Cuicas, vecina de los Humuca-
ros, la cual tenía muchas par-
cialidades, entre ellas los Ca-
raches, que conservaron su ov~
ganización por mucho tiempo.
Las numerosas tribus que
ocupaban los valles de Boco-
nó y el Burate, a saber Ex? :
ticteques, Esducteques, Tiran^
claes,Guandaes, Miquichaes,
Niquitaos y Tostós,
Las que correspondían, á la
comarca donde está la ciudad
de Trujiilo, ó sean los Bombas.,
llamados así por el nombre ^
Histofia de los Andes
su caciqueóos Sisíes óMisisíes,
Bujayes y Tonojoes» y los de
Monay, Siquisa}r y otros.
Los Miquimboyes de Que-
brada Grande, Chachiques,Ja-
joes, Duríes, Esnujaques, Mu-
cutíes, todos vecinos de los Ti-
motes y de mucha población.
Los Jirajaras, Bseuques, Is-
notúes y Mosqueyes los Mo ;
poros, Tomoporos y Misoas
hacia las costas del lago de Ma
racaibo, y por allí mismo los
Marumas, en términos de Tru-
jilloy también de Mérida, sin
hacer cuenta de las subdivi^
piones de estas tribus en otras
más locales qUe han dado ori-
gen & pueblos hoy existentes.
En Mérida.
Los primeros y más nombra^
Los Áborígeileá 63
dos, limítrofes con los de Tru-
jillo, eran los Timotes, en que
se incluían varias parcialidad
des, como los Mucurujunes y
Quindoraes los Mocotapoes,
;
en el Pueblo de la Sal; los Mu-
cumpís, Mocomamoes, Tuca-
níes y Chachopos los Chinoes
;
y otros en Pueblo Llano ;
y
hacia las costas del Lago, los
Torondoyes, Mucumpúas, Bo-
bures, Chiruríesy Pocoes.
Los Mucuchíes, cuyas prin*
cipales agrupaciones eran loa
Mocaos, Misteques, Misintaes,
Mosnachoes, MisiqUeas y Mu*
cuchaches. Estos lindaban con
los Mucubajíes y Aracayes, ó
sean los indios de las márge^
nes del río Sto. Domingo, yc^
cinos yá de los Barmas. Bin-
daban también los Mucuchíes
64 Historia de ios Andes
con los Pagüe\ es y Curbatíes
T
de ia jurisdicción de Pedraza.
Estos últimos contaban ape-
nas ciento cincuenta indios pa r
ra 1750, según padrón ecle-
siástico.
Los Escagüeyes, y sus veci T
pos los Mucurubaes, Cacutes
y Tabayes, por las riberas del
Chama, arriba de Mérida.
Ala verdad, poco rastro han
dejado los aborígenes en los
alrededores de la actual ciu-
dad de Mérida^pero existieron
varias parcialidades, á saber :
los Mucujunes, Mocanareyesy
Mocaquetaes, por el valle del
río Mucujún, llamado antes de
los Alisares y también de Ca^
rraspo, apellido de su primer
poblador y encomendero.
Por las márgenes de Albarre*
hp$ Aborígenes 65
gas y Milla, había también in-
dios, cuyos nombres de tribu
¡$e ignoran, excepto el de los
Tatures, citado por D.José Ig-
nacio Lares en su Etnografía
jáel Estado Merida ;
pero han
dejarlo huella en el cementeriq
ahora descubierto por aquella
parte. Lo mismp cabe deciv
respecto á los sitips hoy muy
?
poblados, de las vegas de Cha-
ina y partjdo de laQtrabanda.
LosTateyes ocupaban el va-
lle de la Pedregosa, vecinos de
Ips Cufos, poseedores unos y
otros de antiguos resguardos,
Los Guaques, citados por el
mismo Lares como poblador
Ves de Ejido, y en seguida, los
Guaira aros, que tuvieron pue^
blo y resguarde propios,
5
Historia de Jos Andes
Los Jajíes, Iricuyes, Tiraco r
/ques, Galgas y Capases, por
ía vía de Arenales hacia el La-
go. Los Capases tenían pue-
blo de cien casas para 1589, ses
gún su encpmendero Francis-
co López Mejía.
Los indios Tucuos. en laque?
jbrada llamada González por
su encomendero Gabriel Gon-
zález, donde hubo otras enco r
rniendas, vecinos de los Juja r
quíes é indios de Sanjuán.
El gran asiento de los Lagu r
nillas,de numerosísima pobla-
ción para la conquista, dividi-
do en varias tribns, entre ellas
¡osJamuenes, Oreases y Cases,
cada una con cacique propio
todavía para 1660.
Los primitivos Chiguaraes,
trasladados á Ja Sabana délos
Lqs Aborígenes §3
Puaruríes, los Estanques, Qui :
roraes y otros y por el Gha r
;
ma abajo, los Guaruríes y Ca r
rigríes, de la misma lengua de
Jos Estanques y los Peínenos^
;
Mucujepes y otros, hacia las
postas del Lago.
Los Bailadores, dilatada tri 7
}}U,de la cual dependían las,
parcialidades de los Mocotíes,
Guaraques yümuquenas, veci r
nos de los Gritas del Tácbira.
Qtro de los grandes centros
?de población, era la comarca
de Acequias, en que dominar
ban principalmente los Mucu r
jaches y Mucuñoes los Ca-
»
nmcay.es, Mocochopos y Mo-
coabás, llamados los Barba?
,dos, porque lo eran contra la
común costumbre de los demás
jnd;os los Tostós, Mocptoes
;
?
Historia da log Apdps
Miichís eh ajes, M
ocoto m ones f
Mocha vaes. Mtjcumpises, Chi-
ehttyes y otras parcialidades j
y en ei río de N. Señora, los Es-
ñiques y Mucuruíuenes, muda-
dos los primeros, á ptro lugar
antes de 1680.
En los Nevados había las
tribus de los Mucujetes, Mu-
cuguayes, IVíucubumbíes y Mo?
cobayes,las cuales fueron tras-
ladadas en su mayor parte al
valle de las Acequias ppr los,
primeros encomenderos.
En Aricagua había multitud
fie comprendiendo eri
tribus,
ellas las Mucutuy y Mucu-
de
ehachí, ytoda la comarca vecir
:ua, llamada en lo antiguo pov
extensión valle de Aricagua, £
Haber los mismos Aricaguas,
:
los Mucutubaríes, Jylucutibjv
Los Aborigénes 69
ríes y Mucuchayes, traslada-
dos éstoá á Mucuíió, en Ace-
quias, f de aquí á Ejido por su
encomendero D. Antonio de 1
Gaviria loa Tiruácaos o Tí-
;
ttiacáesj MucurhbíeS; Ivíoqui-
iiófes, llamados también Mb-
koitioés y ahora sim^Ietiiente
Qoinoes* y los Jndiguas ó Ju-
HiguéS; llamados judíos por
feemejariza los Pajones, Cami-
;
setas; Pürüyés; Lanzatotes,
Éstiniacaés y TiicüpíéSj á es-
J3aldás cié los Áricaguas, hacia
los Llanos, todos los cuales'
eran dé la nación de los Jira-
jaras, f. se coaligáron con és-
tos en 1617 para ía destruc-
ción dé Pedraza. Los Mucu-
tuyes, Mucutuanes y Mucutu-
cuos, trasladados á Laguni-
I!ar ; v íos MuéuchaéMés, Chn-
?o Historia de les Andes
bantaesj Canaguaes y Moeo-
ropos.
Existían algunas otras tri-
bus, como los Chaquimbuyes
f Minanones, que ignoramos
la comarca á que perteneció
ran los Jericaguas, Mueun-
;
Ches, Miyuses, TricagUas, Tá-
panos, Mocobós, Mombures e
Iquiros, mencionados por Ffc
Alonso ganíora: de las cuales
no' hemos hallado noticia eií
los manuscritos consultados.
Este historiador apenas nom-
bra doce tribus en la goberna-
ción de Mérida, que son casi
las mismas que reseña Goda-
zzi, quien sólo nombra cator-
ce, incluyendo los Chamas y ;
últimamente otras, no citadas
por los autores dichos, é que
se refiere Lares en sus apuntes
.. L6s Aborígenes fi
etnográficos, á saber : los Mi-
gtiríes y en Ace-
Tigniñoiies
quias los Mirripuyes en el Mo-
;
rro los Ouinaroes en Lagunl-
;
Has y los Insnumbíes en Pue-
r
blo Nuevo.
Por la parte de los Llanos,
entraban también en ía juris-
dicción dé Mérida los Ticopo-
ros 'B armaos, Curayes; Micha-
5
Tés, Apures, Guaraguarares,
brueó; Guaracaponoés, Gua-
neros y otras de la antigua
provincia de Bárinas.
Al relatar Fernández de Ovie-
do la desgraciada expedición
de Alfinger; menciona varios'
lugares ó pueblos indígenas,
que correspondían á otras tan-
tas tribus, situadas en las cos-
tas Sur y Oriental del lago de
g
Marácaibo, que nd nombrad
72 His toria dé los Ándeé
otros historiadores, y qne cotí
toda probabilidad desapare-
cieron en los primeros años de
l'a conquista, á saber Chuma
:
rán, a donde iban Ibs espafío
les que quedaron con un ber-
gantín eli la laguna á abaste-
cerse de comidas RbYorhorii;
•
distaiite do§ leguas del pueblo
llamado Maraeaíbo, que halla-
ron eü la costa del Sur Áipia-;
ré, Ürirí; tjue puede ser Ghuru-
H ó Chirurí Árabürúcb, Ma-
;
haboro, Cáreréliota: Áyaríobo-
to, Huahuotano, Guafüruma:
acaso la misma Maruma, Hu-
racaca, Aracay, HofobolMau-
pare y juduara:
Én el Táchirá
Los principales eran los Ca-
puchos 6 Capachos, dé la gtkÚ
fcds Aborígenes
familia jirajara, vecinos dé loV
Chitarreros de Pamplona: La
dominación de los Capachos
alcanzaba á los valles de di-
enta, y tenían por tribus Suje-
tas á los Táchiras, Totes f Td
toes, y otras tribus ribereñas
del río Táchíra:
Los Chinatos y Bobalerai^
naciones también fuertes; cuy á
pacificación se prolongó hasta
1648, 3^ los célebres Motilones*,
sus vecinos; señores del río Zn'
lia, los cuales; después de futí*
dado Sanfaustiño, fueron arro-
jados á ia banda izquierda dé
dicho río, á las selvas solita-
rias de los ríos Tarra y Sardi-
nata ya las montañas de Peri-
já, según lo dice D.José Grego-
rio Villafañe en sus apuntes es-
tadísticos de 1883, quien iá*
f4 Historia de los Aíides
cluye también á los Chiriquíes*
en las ocho tribus principales
que menciona en elTáchira,lo<
cuales bien pueden ser los beli-
cosos Ouiriquires del lago de
Maracaibb, que dominaron el
río Zulla á fines del siglo XYI:
Los Guaramitds, Mbeoipós?
Ueribecas y Cara pos, que erí
1641 fueron agregados ala po-
blación y doctrina de los Ca-
pachos por el oidor l)r: D. Die-
go de Carrasquilla, en aten-
ción á que eran amigos y de Tá
biistna lengua: .
Los Azuas, Sirgarás, Barbi-
jos; Simaracás, Tucapés; Tá-
mocos, Tamacos; Canias, Teo
barás; Chuctírís y Ti raparas;
lodos Tos cuales tenían enco-
menderos para 1642;
Los Oriquenas y Cactinabc
Loé Ab origénes. . . . _ jjj .
tas ó Gueunubecas, encomen-
dados éstos á D. Lorenzo Salo*-
móíi, quien los trasladó á ótrtí
paraje 3- ha dejado su ápellídfo
como nombre de un sitio en é!
siíéló tachirens'e, entre el Fie a*
-y Cordero.
Los Toreros, Oüiniínáríes V
Cuites^ en términos de Sancris-
toba], tribus t|ue se extendí aff
hasta, los Llanos, en asocio de
J rajaras y Caquetios.
i
Los Táribas, AbOrotaes,Tdí •
tunas, Guásiüios y Totionoes:
Los Cobreros ó indios del Tá -
lie de San Biné, del Cobre y Í6S
Oueniqueas.
En términos de la Grita, loé
Veuegaraés y Sébürücoá, tri-
bus principales y numerosas j
los Bocaqueas, Babiriquecasv
Tucaptryas. Kebicas, Bürique"
jjj
Histeria de los Andes
ros, Mancuetas, Burumaque-
nas, Burguas^ Lacurías y Hit-
rías y cierta tribu rebelde lla-
;
mada dé los Piaches por íos
españoles.
Los Caparos y otras" tribuí?
del Uribante, limítrofes cori
las de Apure.
Resumen alfabético
de las tribus
No estará demás repetir fyhé
í'onjuntaííiente coii las tribus"
fjue corresponden á las actúa-
tes jurisdicciones de Trujillo;
Mérida y Táchirá, aparecen 1
aquí nombradas algunas dé
las riberas del lago dé Mara-
cajibo y de los llanos dé Bari-'
ñas y Apure, por la circuns-
tancia de ser vecinas y aun de
"
formar con muchas de aqéré¿
Los Aborígenes 7?
liasuna misma familia, algra T
üo de queseliallaron confundid
das unas y otras en los decli-
ves de la cordillera para lo^
tiempos de la conquista.
Aborotaes Cacunabecaa
Aipiáres Ga cutes
Apupes Camisetas
Arabiimcos Carnueayes.
kracayes Can a guaes
A ricagiias Canias
Ayanobotos Capases
A zúas Capachos
Babiriquenaa Caparos*
Bailadores Caquetios
garbillos. Caraches.
Barinas Carapos
Boburea Carerehotfl^
BocaqiieaS Carigríes.
Bombas Cayeses
Bujayes Cobycrqs
Burguas Cuicas
Buriqueros Quites
¡Siirumaquenag CuiHiysi
9fi Hisíom de ios Andes
Purbatíes Guaina aro >
puros |
Guandaes
phacantafcs Guaneros
Guaqu.es
pfeaehopos Guaracaponoe
Phania.s Guaraguarar»-
phaquimbuyeg Guaramito>
phichuyes Guaraques
jphigqaráeg Gnaruríes
phi natos íruarprumag
phi n oes Guásirnos
phiriquíeg Horoeos
phiruríes Huahuovauofe
phu curies Hurí as
Phü marañes Insnumbfe-í:
puríes Iquiros
f3§pagüeyfís Iricuyes
|£seuqnes jsnotúeg
ííscljicteque?, Jajíes
Esfuques Ja oesj
Esnujaqu,e¿ Jamuenes
Estanques Jeriragu-áí
Estimacaes Jirajaras
ÍSxticteques Jira paras
$alga« Juduaras
Los &bcríge%e,s «I
Jujaquíe.s , Mocobíís
Jucligua's Mocobayes
La cu rías Mocpchopos
Lagunillas Mocoipós
Lánzarüte§ M.ocomamoes
Lo.bateras Mpcoropos
Mancuetas Mocotapoe*
Maha boros M&cotíes
Marunias Mocotoes
Maupares Mdcotoraones
Mi cha jes Mocha vaes
Miguríes Mjombures
Minanones Monayes
Miquichaes Moporos
Miquimboes ^íoqninoes
Mirripuyes Mosnaclioes
Misintaes Mosqueyes
Misiqueas ^lotiloiies
Misoas M\iciiachaye^
Mistcques Mucubaches
Mi y uses Muoubajíes
Mocanareyes Mucubumbíeí-
Mocaos Mucuchaches
Mocaquetaes MucuehacliíiS''
Mocoabás Mucuchajch^:
Histeria de |os Anejes
MuciicliK-s Pajones
Mucuguayes Pemenos
Mucujepe^ Peri becas
Mncujetes Piaches
Mucu junes Pocots
Mucúmbíes furuyes
Mucumpises, Queniqueas
Mucumpúas Q.uhmroes
Mucunches. Quindoraes
\Iucuñoes Quinimaríef-
Mucuruba£s Qniroraes
Mucurufuene* Korpmonis
Mu curu junes Seburucos
Muputibiríes Simaracás
Mucutíes Siquisayes
Muputuanes, Sisíes
lUucutubaríes Sirgarás
Mncutucuos Tabayes
Mucutuye^ Tacharas
NTebicas Tamacos
Níiquitaos. Tanaocos,
Orease,* Tápanos.
Priquenqs, Táribas
Orúes Tateyes
fagüeyes Tatuyes.
Los Aborígenes 8s
Teocarás Tororos
Ticoporos Tostós
Tiguñones Totes
Timotes Tricaguas
Tiracoques Tucaníes
Tirandaes Tucapes
Tiruacaos Tucapuyas
Tituaraes Tucuos
Tocoes Tucupíes
Tomoporos Umuquenas
Tonojoes Uracaras
Tononoes TJriríes.
Torondoyes
CAP, VI..
LENGUAS INDÍGENAS
Cosa común ha sido que to-
do conquistador quiera impo-
ner su lengua al conquistado
directa o indirectamente. Así
lo hicieron los romanos en el
6
82 Historia de los Andes
antiguo mundo y los incas en
elnuevo. No es extraño, pues,
que los españoles quisiesen
acabar con las lenguas indíge-
nas de América en obsequio de
la castellana, de la cual man-
dó Carlos Quinto poner escue-
las en los pueblos de indios y ;
aún parece que llegó a prohi-
birse a éstos el hablar en sus
lenguas, y que en tal virtud
así lo decretó en el Nuevo Rei-
no de Granada el Arzobispo
fray Cristóbal de Torres, se-
gún lo vemos en fray Alonso
Zamora, aunque posteriormen-
te se mudó esta orden, y dis-
puso el "Rey que no fueran ad-
mitidos a cnratos y doctrinas
los clérigos y religiosos que no
supieran la lengua general de
los indios quoában a adminis-
Los Aborígenes 83
trar. Ksto produjo un gran
bien a la lingüística, cual fué
el que se hiciesen gramáticas y
vocabularios, principalmente
en los conventos para instruc-
ción de los religiosos.
Puede dar una idea del esta-
do actual de la lingüística
americana el dato bibliográfi-
co que suministra el notable
bibliógrafo de Leipzig, KarlW.
Hiersemamn, en el catálogo
relativo publicado en 1907,
donde anota trescientas seten-
ta y ocho obras que versan
sobre cien lenguas principales
americanas y es claro que no
;
es esto sino una parte del
acervo literario y científico so-
bre la materia.
No obstante esto, con pocas
excepciones, las tribus reduci-
84 Historia de log Andes
das vinieron a perder sus len-
guas nativas en breve tiempo,
"En las más naciones de Car-
tagena, Santa Marta, Mérida,
Pamplona, Neiba, Río de la
Magdalena y otras que habi-
tan en las tierras cálidas, decía
un cura doctrinero, citado por
el mismo Zamora, se habla só-
lo la lengua española, a que
aficionados sus naturales, es-
tán en ella tan enterados, que
tienen por desaire hablar al-
gún termino de sus lenguas
nativas en presencia de los es-
pañoles." Esto se escribía an-
tes de 1696.
No atribuimos nosotros es-
ta abstención a la causa di-
cha, de afición en los indios a
la lengua de Castilla, sino a
temor muy justo, porque se
Les Aborígenes 85^
les llegóa persuadir de que el
uso de sus lenguas era cosa
mala, y tanto penetró en el
ánimo de ellos esta errónea
creencia» que atin terminada
la domiuación española, hasta
hace poco* se negaban tenaz*
mente a hablar* fuera de la in-
timidad de los suyos, los que
algo sabían de sti primitivo
idioma, temerosos todavía de
incurrir en alguna pena. Con
respecto a la lengua chíbcha,
la principal de Colombia, se
perdió a principios del siglo
XVIII, pues ya para i?65 no
se conocía nt Se hablaba, se=-
gún UficOChea-, autor de la
gramática de dicha lengua, ci-
tado por don Vicente Res*
trepo .
De paso debemos advertie
86 Historia de los Andes
que en este y los siguientes ca-
pítulos sobre los aborígenes
de los Andes, reproduciremos,
con las adiciones y enmiendas
motivadas por nuevos estu-
dios, mucha parte de lo que
ya hemos publicado sobre la
misma- materia a partir de
1885, tanto en El Lápiz como
en otros periódicos, y en las
memorias escritas para el IX
Congreso de Americanistas.
No hablaban el mismo dia-
lecto todos los indios de los
Andes puede decirse que cada
:
pueblo o agrupación tenía
uno que le era peculiar, aun*
que todos notablemente seme-
jantes entre sí por ser forma*
dor sobre una sola lengua,
con toda probabilidad la mis-
ma sobre la ctial se formó la
Los Aborígenes 87
muisca o ehibcha, de la cual
poseían varias voces sin alte-
ración alguna, al menos en
Mérida.
Entre nosotros se descuidó
en extremo recoger, cuando
pudo haberse hecho, gran par-
te de los dialectos indígenas.
Hasta la década de 1870 a
1880, recordamos que aun
dialogaban en lengua, como
por antonomasia es conocida
aquí la indígena,. muchos de
los indios viejos que salían a
los mercados de Mérida y Eji-
do, procedentes de Mucuchíes,
el Morro y otros lugares, pero
lanueva generación de indios,
aún los de raza pura, ya nada
conservan de su primitivo
idioma* Cabe repetir con el
$j Historia de loi Andes
clásico poeta don Miguel An-
tonio Caro :
l Qué existe ya de la raza
Que en edades anteriores
Cubrió densa y fioresciente
Estas fértiles regiones ?
I Qué existe ya ? Empobrecida
Sangre, exclavizada prole,
Que, hundidos sus monumentos)
Borradas sUs tradiciones,
Olvidó el nativo idioma,
Y hablando el de sus señores.
Ni aún de sitios memorables
Explicar sabe los nombres !
Lo poco que eiiste en esta
materia se debe principalmen^
te a la diligencia de los pa¿
triotas e inteligentes señores
Pbro. DfV Jesús M. Jáuregui y
don José Ignacio Lares, y a lo
que por nuestra parte hemos
podido adquirir* Nos referi-
mos a lo fa publicado sobré
,
Los Aborígenes 89
Mérida y por lo que respecta
;
a los cuicas de Trujillo, son
notables los trabajos sobre
lenguaje hechos par el ilustra-
do doctor Amilcaf Fotiseca y
también por dott Américo Bri-
ceno Valero, investigadores
ambos de la historia pre-co-
lombiana-. Ojalá existieran
otros apuntamientos que, uni-
dos a los dichos, vinieran a
formar ya Un cuerpo de voces
de mayor consideración, que
hiciera perdurable el antiguo
idioma de la comarca andina
y a ello propendemos en la li-
mitada esfera de nuestos estu-
dios, ofreciendo más adelante
Un vocabulario formal, y el
toas rico de los publicados
iiasta el presente.
En Arieagua murió a fines
go Historia de los Andes
de 1894 un indio que hablaba
la lengua de los Mucubaehes
con tanta propiedad y garbo,
que creía uno hallarse frente a
frente de aquella desgraciada
raza, víctima del furor de la
Conquista de él aprendimos
:
algunas voces nuevas, y res-
pecto a las ya conocidas, nos
dio mucha luz sobre su verda-
dera pronunciación. Y en Mu-
cuchíes vagaba por las calles,
en 1895, una viejecita que al-
go sabía, pero que era dificul-
toso entenderla a causa de sus
muchos años.
Da lástima ver como ha de-
saparecido casi del todo un
idioma que pudo haberse co-
nocido y estudiado en benefi-
cio de la lingüística e historia
pre-colombiana de Venezuela.
Los Aborígenes 91
CAF. VIL
ORTOLOGÍA ANDINA
Uua dificultad, hasta cierto
punto irremediable, se presen-
ta en el estudio de la fonética
r
y etimología de los dialectos
indígenas, dificultad que nace
de la forma en que nos han si-
do trasmitidas las voces, vi-
ciadas en lo general y algunas
completamente desnaturaliza-
das ,por la pronunciación y or-
tografía españolas.
Ya lo observó Mayans con
respecto a las voces america-
nas : "Y no es mucho, dice,
que las desfiguremos tanto,
porque fuera de que tenemos
ocho letras de que carecían los
indios, es genio de todas las
naciones caracterizar las vo-
p Historia ¿ú los AftdéS
ees recibidas según la costum-
bre de pronunciar para sua-
j
vizarlas cada cual a su ma-
ñera. "
Existen dos Vocales que no
pueden expresarse en castellaa
no, una qtie equivale a un so-
nido compuesto de o y u co* i
mo en la vo2 mvféu o moco y ;
otra que equivale a üfto inter*-
medio entre la i y la u, el cual
se advierte en capsín o eapsún i
que de ambos modos puede
escribirse) según la Varia
apreciación de quien oye a los
indios;
Respectó a la primera, mu}*
común por cierto que llamare-
mos ou, no es peculiar de los
Andes, pues existe también en
la lengua de los Hurones e
IroqueseS) indicada por los mi-
> Le§ Aborígenes 93_
sioneros con la cifra 8, según
lo observa Chateaubriand ;
existe en el Náhuatl,idioma en
que la vocal intermedia o, que
ocurre en algunas voces, se
pronuncia dándole un sonido
que tira a ü, como lo dice don
Santiago I. Barberena; existe
de igual manera entre los Ba-
mbas o antiguos marapiza-
nos, de donde proviene la con-
fusión de la o con la u a que
se refiere Tavera Acosta en su
obra En el Sur, a propósito de
establecer racionales semejan-
zas en la fonética de dichos in-
dios y la de los quichuas ; y
acaso exista en otras lenguas
que nosotros ignoramos.
Codazzi incluye la b entre
las letras que faltan en los
dialectos de la Cordillera,
94 Historia de los Andes
guiándose por algunos nom-
bres territoriales, y tal conso-
nante no sólo existe, sino que
es hasta común en dichos dia-
lectos, v. g.caboc cüibijá,cha-
}
hí, etc. Verdad que no es fácil
precisar si este sonido sea pro-
piamente el suave de la labial
b, o el más fuerte de la v, por
la confusión que de ellas se ha-
ce al pronunciarlas. La b apa-
rece convertida en p en Mu-
cambís, Mucumpís, nombres
que indistintamente se dieron
a una tribu y a un territorio.
La c tenía un sonido muy
fuerte en las sílabas ca, co, cu
y al final de las voces. Algu-
nos gramáticos, entre ellos el
erudito don Julio Calcaño,han
empleado al efecto la k en vez
de la c, y en antiguos manus-
Los Aborígenes 95_
hemos visto usada la q
critos
combinada directamente con
ayo, en Moqojún y Moqa-
quetá, por ejemplo, acaso pa-
ra reforzar la pronunciación.
La c, al final de algunas vo-
ces, aparece convertida en que,
como lo hemos observado en
Moconoc, es-
Estictec, Misisic,
critos también Esticteque, Mi-
sisique, Moconoque ; y se ob-
serva lo mismo en Micbají, es-
crito Miquibají. Igual obser-
vación hace Barberena respec-
to al náhuatl y su ortografía
castellana.
La ch usada en muchísimas
voces indígenas, no correspon-
de ciertamente al sonido fuer-
te que se le da en castellano,
sino a uno mucho más suave
como en el náhuatl y en el
§6 Historia de los Andes
goajiro, casi equivalente a la
simple s, según puede compro-
barse con muchos ejemplos :
chep, quichán, que se pronun-
cian sep, quisán, silvando la s
más de lo regular. Don José
Ignacio Lares dice a este res-
pecto, que la ch de los indios
tiene el sonido de la sh ingle-
sa, o sch alemana.
La letra d no existía en los
dialectos andinos. Pueden con-
siderarse excepciones las voces
en que figura, como Durí, To-
rondoy y algunas otras muy
raras. Creemos que la segun-
da citada sea originariamente
Toronnoy, y que la doble n
haya sido convertida en d por
los españoles.
La g que se antepone al dip-
tongo ua tan común en todas
}
Los AborígénSá $7
las lenguas americanas del
norte y del sur, es una agrega»
gación de origen español, pri-
meramente marcada con una
h, que aun conservan algunos
vocablos, Salva 5 siguiendo
el sistemaadoptado por la
Academia, eliminó la h y em-
pleó lá g, uniformando así lá
ortografía de dichas Voces en
su autorizado diccionario. Ta-
Vera Acosta Se ha ido por un
camino más corto, eliminando
una y Otra y escribiendo sola-
mente üa,basado con razón eri
que así pronuncian los indios.
El sonido fuerte de la j tam-
poco es indígena. En las voces
én que aparece hoy ésta letra,
a la verdad abundantes en los
Ándese pudiera emplearse corí
7
J
g8 Hiátofiá dé loé Áfldéá ___^
hiás propiedad fonética la h\
porque se trata de señalar
una breve pausa b aspiración;
Así lo hicieron loé primeros es-
pañoles, escribiendo v. g., Bú-
haj, TMoho, convertidos des-
pués en Bújay y Tinojo. Tam-
bién soííán representarla por
s,como en Msjut o hisut, y
por confcración Sut, que signi s
íica tres:
Faltaba en los dialectos an-
dinos la 1) qué lio existía tam-
poco en la lengua chlbcñá.
Muy pocos soh las Voces dón-
de figura como Lobáiera-, La-
1
tunas, Galgak, qtie acaso sor!
Voces exóticas. I>a doble apa-
rece en Taíalléz, nombre térri-
lorial dé los Timotes, pero
consideramos que esto sea ca-
pricho ortográfico^ pues los in-
^,.. ; Loa Ábofígériéi gj
dios jamás pronuncian
la do-
ble /> y
en estas voces
sino la \
Tafayes, ihay&y, jrüfuy, etc.
Existía cierto sonido nasal ;
observadb también por el via-
jero Wiener en el habla de al-
gunas tribus del Amazonas;
sonido que corresponde a algo
así coiho débil ronquido, inar-
ticulado; que se escapa ináá
por íd ríariz que por la boca;
y que no puede expresarse si;
no por una ¿2, b nias bien por
una tú inicial. Ááí lo represen-
tamos nosotros cuando lo oí-
mos jior primera vez de labios*
indígenas eii Mütíuchíes. Vi-
mos después está úi antepuer-
ta en ciertai palabra^ del idio-
ma guaraní, y usada tam-
bién por el doctor Ernst eii
mbói al estudiar la etímolb-
íoo Historia de los Andes .
gía de Aiaracaibo. En la lerh
gua de los chimilas de Santa-
maría, ha observado el padre
Zeledón, que existe la particu-
laridad de que la úi es licuan-
te con la r, en mru, grano j
mraamrví, corriente de río etc.;-
particularidad que ocurre en
el idioma Zend, y en el de
Taensa de Luisiana, que el
friismo autor cita. Entende-
mos que es la misma ti inicial
a que ños referimos.
La r es abundante : Chirurí,
Surure, Ouaraque, etc. La do-
ble r fuerte no es usada. Nó
ocurre, sinembarco, la r en
combinación con otra conso-
nante, por lo que hemos creí-
do que Caquetría, nombre te-
rritorial de La Grita, debe se?r
Qaquetía,
kQS Aborígenes
Como en otras lenguas ame-
ricanas existía tina consonan-
?
te que indistintamente se ha
traducido en castellano por t,
por z, por §, y hasta por ch %
por corresponder al sonido tz.
Tzirup sería, por ejemplo, la
ortografía más propia de SU
rup, lumbre, candela encendL
da, como la hemos escrito pa-?
ra mayqr claridad. Creemos
que esta consonante indígena
sea la que ocurre en la citada
voz Caquetía, escrita también.
Caquesia y Caquexia. ¿ No
será Caquetzia ?
CAP. VIII.
NUMERACIÓN DE LAS LENGUAS
ANDINAS
Los dedos de la mano han
sido Ja primitiva base de nu-.
IQ2 HistQri^ de lqg, Aqdes
aeración para el hombre. La,
misma clásipa numeraqón ro-
mana no reconoce otro origen^
con la circunstancia de que en
ella la figura de los decios est^
gráficamente r-erjresentada en
esta forma el solo dedo au-
:
ricular o meñique vale uno, I \
más el inmediato o anular^
dos, II más el del corazón,
;
tres, III más el índice, cua-,
i
tro, IIII j más el pulgar, o
;
sea la mano abierta que hace
la figura de una Y, cinco ; y
como la unión, de dos Y por el
vértice* forma una X, se dio a
esta letra el valor de diez, a
sea el de los decios, d^ ambas,
manos. Así lo explica Bastús,
y es fácil observarlo a la sim-
ple vista, puestodavía los nú,
meros dígitos romanos, no pa--
Lq§ Abaríg^nets 103
san de ser meros palotes y ;
este es al propio tiempo el ori-
gen del sistema decimal.
Entre las voces que sirven
para expresar los números, se
ha observado que las de los,
dígitos son simples. En la len^
gua de los aborígenes andinos,
se descubre mayor sencillez,
porque, según parece, son sim-
ples puramente las primeras
cinco, lo que bien puede lla-
marse numeración pentagráfi-
ca,a juzgar por la de los Mu-
cubaches, que con algunas va-.
riantes era la misma de los
MucuchíeSj Timotes y proba-
blemente de los Caicas. En
los ricos vocabularios publi-
cados por gavera ^.costa en.
su obra ya citada En el Sur %
abservanios que este sistema
^04 Historia de los Andes
pentagráíico ocurre también
en las numeraciones del Yaru-
ro o Pumé,y Uarao o Uaraú-
no; y lo mismo observamos en,
las referencias que hace Gumi?
lia al sistema de numeración
de los indios de Guayana.
Don Liborio Zerda, notable
anticuario americanista, en
sus estudios sobre El Dorado,
hace observaciones muy curio-
sas a este respecto, entre ellas
Ja que versa sobre numeración
de los Achaguas, en la cual
diez era §uchamacaje, esto es.
los dedos de ambas manos ;
por veinte decían abacayta?
cay, que significa los dedos de
pies y manos, o los dedos de
un hombre por cuarenta,
;
sucham-atatacay, o sea los
dedos de dos hombres y así ;
Las Aborígenes 105
,en progresión por el sistema
vigesimal.
En la lengua quiche, una de
las principales de Centro Amér
sistema de numeración
rica, el
era también vigesimal, según
lo dice Barberena ; y el padre
Zeledón observa que en la len?
gua de los chimilas parece que
la numeración era cuaterna?
ria, a juzgar por los números
hasta seis cuyas voces conoció.
En los Andes, como ya lo
hemos dicho, las cinco prime-
ras voces son simples 1 cari, :
2 jen, 3 hisjut, 4 pit, 5 caboc,
Al tomar un dedo de la otra
mano para formar el 6, decían
capsín ; y al tomar dos dedos
para el siete, decían mai-jen ;
para el 8, tomaban tres dedos
iqS Hi^tori^ de los Andes/
y decían mai-hisjut ; y para
el 9, tomaban, cuatro dedos y
decían mai-pit. El 10 lo ex-
presaban con la voz tabís. De
donde resulta que las voces
correspondientes a los núme-
ros 7, 8 y p eran las mismas
de 2, 3 y é, con la anteposi-
ción de la voz niai, que parece
significar repetición o adición.
Igual cosa se observa en el az T
teca y eji el australiano, nu-
meraciones que trae don Fran-
cisco Campos en su Historia
de Guayaquil.
No ocurre esto en las nume-
raciones chirla y quechua, con
las cuales, guarda mucha se?
mejanza andina en el plan
Ja
general, pues e-n aquellas los
números de 1 a 10 se expresan
con voces sjmples como §n. Ja^
Lo% Aborígenas io>^
romana y casi en todas las,
lenguas.
Para expresa?- de 41 hasta
49, decían tabí$-cají, diez uno;
tabís-jen, diez, $0% \ tabís-his-
jut, diez tres^ etc. Bl número
£0, $ra jem-ta,$í§ x dos dieces
*
30, hisjut-tabís etc. El x
100 lo
expresaban con la voz doble
tabís-tabí$, die? dieces, Igno-
ramos si tenían palabra espe-.
cial para el 1.000, pero siguien-..
do plan regular establecido
el x
es probable que dijesen tabís-.
tabístabís o sea diez cientos.
x
Llama la atención la seme-.
janza de este. sistema de nume-
ración con el chino y el qui-
chua, Se s,abe que entre estos
dos idiomas hay indudable-
mente un parentesco, que se
higo notable en el Ecuador a.
ig& Historia de lqs Andes
fines dd siglo XIX, cuando in-
migrados chinos e indios qui-
chuas se entendieron con faci-
lidad y prontitud, a tiempo
que tardaban mucho los pri-
meros en comprender a las
personas que les hablaban en
español.
Copiamos en seguida las
tres numeraciones abreviadas,
china, quichua j andino-vene-
zolana hasta 1.000, para que
pueda apreciarse la expresada
semejanza en su estructura.
Chino
1. y- 8. pa.
2. eul. 9. kieou.
3. san. 10. che.
4. sse. 11. che i. .
5. ou. 12. che eul.
6. léou. 13. che san.
7. ts'i, etc. etej.
Los ÁbbHg'enéá jja
20. eul che. 50. 011 che.
21. eul che i. etc. etc.
22. eulche eul. 100. po.
23. eul che San. 2*30. eul po.
etc. stc. 300. san po.
30. san che. etc. etc\
40. sse che. i. 000. tVien.
Quichua
1. zhuc. 8. púshnc.
2. izhquei. 9. izhcún.
3. quimza-. 10. chunga.
4. chuzcu. 11. chunga zhuc.
o. pizhca. 12. chunga izhquei,
6. socta. 13. chunga quimza.
•7. can chis. ete. etc.
20. izhquei chunga.
21. izhquei chunga zhuc.
22. izhquei chunga izhquei.
etc. et(\
30. quimza chunga.
40. chuzcu chunga.
-50. pizhca chunga.
•etc '<kc>.
I#0. pázha<;-.
tíd Historia dé íóá Áftdés
200. izhquei pazliac.
300. quihiza pazhac.
etc. etc-,
i. 000. huarangá.
Ánditi o- venetolan ó
1. cari. 8. maisjufc.
fe jen. 9i maipit.
hisiúti Í0. tabífc.
4. pit. 11. tabís cari.
0. caboc. 12. tabís jen.
'.). capsíñ. Í3. tabís hisjüt.
Í5 maijén. ,
etc; etc:
20. jen tabís.
21. jeü tabís cari.
22¿ jen tabís jen.
23. jen tabís hisjui.
fetfc. etcj
80. nisjul tattís.
40. jiit tabís.
6o» caboe tabís:
etc. etc
lOO. fabífe-tabfs.
§fl& jentabís-tabís;
._. Ldi Aborígenes iíi
£00. hisjut tabís-tabís.
£tc. etc-,
i.OÓO. tabfs tabís-tabis;
fel año de la independencia
de Venezuela, 18Í1, se expre-
saría en la lengua pHmitivá
de los Andes de éste modo i
tabíá tabís-tabís, maisjut ta-
bís-tabís, tabís cari.
En numeración china he-
la
mos seguido a Poussie en ;
!a quichua á don Fermín Ce-
ballos, Historia del Ecuador,
observando que hay diferen-
cias ortográficas entre las
voces de éste y las que trae
don Francisco Campos, ya ci-
tado y en la andina-, a los
;
mismbS indios, de quienes di-
rectamente hemoS bmade ?#$
voces.
íi2 Historia de los Andes
CAP. IX.
VOCABULARIO GENERAL
Uno de los escollos de lá
recolección de voces entre los
indios que aún conservan algo
de su primitivo idioma, está
en la corrupción de su lengua-
je por la mezcla don el espa-
ñol, ora sea porque adulteren
el indígena, introduciendo en
él elementos fonéticos de Cas-
tilla,ora porque alteren los
vocablos castellanos hasta el
grado de hacerlos aparecer co-
mo indígenas, escollos que he-
mos procurado evitar cuida-
dosamente hasta donde nos
ha sido posible, por medio de
la comparación de las pala-
bras de un individuo con las-
de otro de su mismo dialecto,*'
Los Aborígenes iig
también estudiando con déte*
nimiento las raíces y voces
simples. Por ello no figuran
en nuestro vocabulario gran
cantidad de voces que pertene¿
cen a lo que podemos llamar
el patois de los indios.
A más de las voces perso-
nalmente recogidas en Mucu-
chíes y los pueblos del Sur de
Mérida, en distintas épocas
desde 1884, incluímos las pu-
blicadas por don José Ignacio
Lares y las que nos Suminis-
traron otras personas, prinei*
pálmente don Salvador Du-
garte,ya finado, y don Balbi*
no Balza, recogidas en el Mo-
rro y Mucuchíes, respectiva^
mente.
Tratándose de tantas tribuí
i
iiá
2 MiStofiá dé loé Andé§ -—i—
y parcialidades existentes eü
los Andes para el tiempo de la
conquista) y perdidas en lo ge-
neral sus lenguas* es casi im-
posible poder precisar hoy el
húmero de ellas > o los diales
tos en que estuviesen divididas
las principales. Es un hecho
que en Trujillo Una de las más
importantes, acaso la matriz
era la Cuica, a cuyo estudio se
ha dedicado Con loable effipe-
ño el doctor Atñílcar Fohsecaj
eti el Táenifa, la de los Capa-
chos y Í*obateras> tribus db-
tnitlantes qtte ocupaban vasto
territorio y £bh respecto a
]
MtéHda, creemos qUe corres-
ponde la preeminencia a la len-
gua de los Mucubaches y Mü-
cuehíes, así por el gran nume-
re de gentes que la hablaban
„ Los AbQrigeneá ti|
en los valles y mesetas más
elevadas de la Cordillera coc-
>
ino por ser el idioma de los
pueblos de ma^or cultura ha-
llados eh la Comarca-,
Hemos incluido también en
el Vocabulario general algu ¿
nos nombres de plantas Jr ani-
males) pocos en verdadjporque
la colección Completa de ellos
Cs trabajo especial que tío di-
sonaría eü esta obrita> pero
que niás cuadra en un tratado
o catálogo de la Flora y la
J^auna andinas-.
VOCABULARIO
DEL
DIALECTO INDÍGENA
DE LOS
MUCUCHÍES Y MUCUBÁCHE9
Mérida—Venezuela
ABREVIATURAS USADAS
El signo ||
separa las acepciones
distintas de una misma voz.
El asterisco indica las voces vivas,
"
El interrogante ? denota también
las voces vivaá cuya procedencia se
ignora.
La letra V, antepuerta á alguna voz,
indica que puede verse ésta en el mis^
mo vocabulario*
A
Adorote, red hecha de cue-
?
ro, fique o bejuco de Varías
formas. V. chiba. Se da este
nombre a una especie da za^
Los Aborígenes 117
randa redonda, que se cueL
ga en las cocinas para poner
útiles,alimentos etc. En el
Táchira suelen decir adoro-
tar por envolver la panela
en hojas.
An, partícula que denota per T
tenencia : an coipú, mi som-
brero.
Anicsí, bonito, agradable.
Anoctó, feo, mal parecido,
Es la misma voz nuntoc, v.
ésta.
Apira, piedra, distinto de ro-
ca o peñasco, v. chuch. Pa-
rece corrupción de la misma
voz piedra.
Aragure,* que los españoles
convirtieron en aranguren,
por la semejanza con este
apellido de uno de los prime-
ros y notables conquistado-
res de Mérida, Es el nombre
de una madera de cons-
trucción.
Ari, voz que entra en la for»
t $8 Historia dQ \§% Andes
m ación de nombres territo*
ríales andinos al principio y
como Arieagua,Mucu*
al fin,
tubarí, Amarí, Quininmrí,
etc. Es harto cumian en la
nomenclatura geográfica del
Amazonas, Guayana»y los
Llanos de Venezuela, como
voz territorial, tanto en su
forma primitiva ari, como
en la castellanizada are. Ya
hemos observado que las
voces barí, gt*ari% sari y
ari,
y
tari y ari parecen ser todas
la misma voz primitiva qui-
chua uari, 43^eexpjresa la
idea geográficaHlFpoblación
o colonia «agrícola,— Tavera
Acosta dice respecto a esta
terminación, "que entre los
I peruanos y en algunos dia-
lectos hablados en el Río Ne-
gro, ara, are, ati, oru, uW,sig-
niñean día, claridad del día»
oriente o lugar por donde
nace el sol," Estamos per-
Loa AberígeQ§3 n§
fectamente de acuerdo con el
autor citado en el juicio que
agrega sobre el particular,
44
Pero sea como fuere, aña*
de, lo cierto es que esa voz
(are) parece corresponder a
una gran lengua matriz que
dominó en casi todo el Con-
tinente de la América del
Sur."
AsnarA, mentira, embuste,
B
Bo, antepuesto al yerbo ir, fa*
tue, parece significar la pri*
mera persona bofatttc, yo
:
voy o me voy,
Bubute, ? escarabajo.
Buis o Guis, papa, patata j
tingute, la papa, antepuesto
el artículo, que era insepara-
ble en esta y otras voces.
Caac, hombre. Existen varias
voces, aun en un mismo dia-
iao Historia dQ Jos Andes
lecto, para llamar al hom-
bre ;
pero esta parece ser la
voz principal y abstracta,
En quichua, cari, hombre.
Caboc, cinco.
Cacjkm, hombre. Acaso impli-
que esta voz la idea de pare-
ja, por ser compuesta de
caac, hombre, yjem, dos.
Cacjne, otra forma para lla-
mar al hombre.
Cacsún, seis.
Cachim, hermano.
Caijén, mano.
Cainac, gallina.
Camús, medida, cantidad de-
terminada de alguna cosa,
especialmente de artículos
de venta camús schep, ter-
:
cio o atado de leña. Tam-
bién se usaba para indicar
los frutos y granos en cru-
do, camús chiré, cacao en
pepa.
Canisep, cacique,hombre prin-
cipal. Dieron este nombre a
Los Aborígenes
los alcaldes yjefes españoles.
Voz compuesta de caac,hom-
bre ; nis, reposo, asiento y;
schef o sep, que denota po-
der y valimiento. Aplicaban
también este nombre a los
ancianos, sin duda por la au-
toridad de éstos en la tribu
como consultores y sacer-
dotes.
Carcan, juez, ministro de jus-
ticia
Carí, uno. Muy usado como
artículo indefinido: carí caac,
un hombre.
Casagüec, divinidad femenina,
diosa. Dieron este nombre a
la Virgen María, como reina
del cielo.
Casica, ? palomita color de
carne y en parte cenicienta,
que abunda en los rastrojos
y espineros.
Catafó o catafú, vallado de
piedra, cimiento rústico.
Llamaban así los poyos o
122 Historia dg \o% Aadeg
andenes que, a semejanza de
los quichuas, hacían en los
cerros para sembrar con ma-
yores ventajas.
Catatü, nombre de una ma,
dera de construcción.
arbusto de tierra
Cixigüís,*
fría, cuya madera es durísi-
ma, propia para garrotes y
bastones,
Cióte,* v, niguas,
Clep, lluvia, invierno. Única
voz §n que figura la / como
licuante, por lo que la juzga-
mos exótica.
Coipú, sombrero,
Cuabasajuc, estar sentado.
Cuatoc, irse, alejarse de algún
lugar,
Cubisut, trabajo, labor, faena,
CucanA o cúcano, * arbolillo
espinoso que echa una fruti*
lia amarilla parecida al gar*
banzo, por lo que en Mérida
se llama garbancillo, Se
siembra en hileras para ser-
Les; Aberfgenea *aa
vir de cerca a los fundos,
porque trama mucho y la es-
pina es terrible. Cuerno es
voz tachirense.
Cucay,* vasija hecha de la fru-
ta del totumo con tapa de
la misma materia, que se tie-
ne colgada para guardar
varias cosas, como chimó,
manteca, sal, cafe molido etc.
No falta en las casas rús-
ticas.
Cuches, hermano,
CuchinÍ, sombrero. Acaso hn
dique una mera clase.
Cué, gabilán, y, mingué.
Cues, cunado,
Cüiba o quiba,* del ehibeha,
tubérculo parecido a la za-
nahoria, que cultivaban los
indios, y. huisisay.
Cuibija, comer, alimentarse.
Cüibimú, beber, aplacar la sed,
tomar algún líquido,excepto
to el licor, para el cual exis-
l«4 Historia de los Andes
tía un verbo especial, y. chú
mabún.
CuisECH,nombre dado al buey
de servicio.
Cujas, mujer pareee en
: el
sentido de esposa.
Cujioy, abuela.
Cujú, pies.
Cunién, manos.
Cuñumumí, yerto, helado, ate-
rido de frío. Observamos
que en quichua, lengua muy
semejante en su extructura
a esta de los Andes venezo-
lanos, cuñuñumún significa
relampaguear, en el sentido
de tempestad.
Cupís o cupús,* cumbre, altu-
tura, la parte más elevada
de un cerro o páramo.
Cursün, otra voz para llamar
a la mujer.
Curuba,* de origen chibcha,
fruta de tierra fría, parecida
a la parcha, v. Ruba. Ave ||
acuática de los pantanos.
Los Aborígenes 125
En estesentido, puede ser
corrupción del castellano cu-
ruja.
Cusmán, madre, mamá.
Custat, padre, papá.
CH
Cha, voz muy común al prin-
cipio, en medio y al fin de las
palabras. En los verbos, pa-
rece indicar el tiempo, embi-
ja, comer ; ciribichajá, ya
comí,
Chabü, mañana, el día
%
venide-
ro, y." tamussí.
Chacuyó, chimó.
ChainajÁ, gallina.
Chao, voz .cuica, para deno-
tar un arcabuco, o terreno
cubierto de maleza, que pue-
de ser apropiado a la agri-
cultura.
Chapic, sal.
Chapqtú, sacerdote, y por
126 Historia dé lóá Añdéá
ello daban este nombre al
cura.
Chasté, cara, rostro,
Chbs, el dios principal de loa
indios» el Ser Supremo. Bajo
los nombres de Chen y
Chenky, respectivamente, ve»-
neraban los chinos a ciertos
espíritus y a sus antepasa*
dos virtuosos. Chéq es tam-
bién el nombre del soberano
pontífice de los Mahometa*
nos, gran sacerdote de la
Ley y príncipe de la Meca,
al cual dan los turcos como
a sus emperadores, el título
eminente de chetif o sherif,
que en árabe significa prín^-
cipe o señor ilustre voces
;
todas en que la raíz che en-
vuelve Una idea de elevación
$ grandeza venerable, aná^
loga al significado que le da^-
baü los indios andino-vene
golanos.
QMiba> de origen chibeha¿ mo-
Ld§ Aborígenes r¿£
chila formada con «na red
de cuero, mimbre y más co*
mún de cabuya» artefacto in*
dígena que sirve para emba-
lar y trasportar plátanos,
yuca y otros frutos gruesos,
y tambiin el algodón en
rama 4
Chibó, dulce, v. chiquito*
Chicáa^, familia, Merece no-
tarse que thi en chino, como
lo observa Calcaño, es fami-
lia aquí aparece unido a la
i
voz Cúaúy hombre, con la
misma significación.
CSicapá, huevosv
Chicas, ají en el sentido de
condimento.
Chicjegüés, bien, muy bien,
Palabra compuesta que de-
nota aprobación y aplauso,
Chíc^éN, viento helado. Hay
un sitio llamado MtiQtíúhifr
ten, por ser ventoso y frío.
Chicüá, donde, lo misino que
iekúeué.%
Í28 Historia de los Aftdeg
Chichín, ají, el fruto.
Chijsjac, maíz.
Chimabún, libar, beber licor,
Chimachuruc, sembrar, culti-
var la tierra.
Chimagué, de tardecita, la ho¿
ra crepuscular.
Chimajó, bailar.
Chimarzó, baile.
Chimbú, chimpú y chumpú^
agua.
Chimó,* preparación hecha de
tabaco, en forma de jalea #
con el moo, aliñada entre
otras cosas con ceniza y
urao.
Chingcanj, harina.
Chíngale,* de origen chibcha,
en cuya lengua existe chín-
gate por manta, vestidura.
Entre los mucuchíes, signifi-
ca lo que cuelga de las espal-
das, de donde procede el ver-
bo ya castellanizado chin-
garse, con igual significado ;-
v así se dice de las india»
Los Aborígenes 129
que se chingan los hijos, esto
es, que los cargan a las es-
paldas, según su costumbre.
Chingo co, gallo.
Chimuco, marido, esposo.
Chipio,* nombre que dan en
el Táchira a un árbol de la
familia del caucho. \. 121 aitín.
Chique,* voz tachirense apli-
cada al rodete hecho de ho-
jas, trapo etc. para que asien-
te mejor la vasija o bulto
que se lleva en la cabeza.
Yaualli en azteca y yagual
en Honduras, según Alberto
Membreño.
Chiquibú o chiquibuc, dulce
preparado en forma de azú-
car o papelón. Lengua.
||
Chiouinqué, cara, rostro,
Chiouire, sin dulce, refirién-
dose al chorote.
Chirastí, * o r i g i nanamente
cayapa o convite hoy lo:
usan por baile, joropo.
9
130 Historia de los Andes
Chire, cacao.
Chirup, vela, candela encen-
dida.
CmRUguE, frailejón de hoja
pequeña y brillante lo hay;
dorado y plateado. Espelia.
Chiscatj, chicha, bebida de
maíz fermentado. Daban
también este nombre a la ji-
cara en que lo tomaban.
Chisnuguy, bellaco.
Chiyac, papelón, panela.
Choroc y ohurooue, carne
de alimento.
Chorote,* especie de chocola-
te negro y sin espuma pre-
parado por los indios con el
cacao tostado,molido y coci-
do, del cual extraían la ma-
teria grasa o manteca de ca-
cao. Era bebida alimenticia
muy común entre los indíge-
nas. También se usaba en
Centro América. Sobre ella
escribimos en 1892 una me-
moria para el XI Congreso
Los Aborígenes 131
de Americanistas reunido en
Huelva, España. Chorote es
también el nombre de la va-
sija de barro en que se cuece
el cacao para hacer aquella
preparación, y. chuncut.
Chuco, pierna.
Chucupirás, flecha, dardo.
Chuch, pena, roca. v. tuch.
Chués, ojos.
Chucufaray, desyerbar, com-
poner la tierra.
Chufués, arvejas.
Chugué, mi madre, en sentido
figurado según parece.
Chuipé, tórtola.
Chujachés, queso.
Chummú, abuelo.
Chuncut, chorote, bebida de
cacao. Véase esta voz.
C Hungute,* sopa que se pre-
para con la arveja tostada
v molida suelen llamarla
:
también baile.
Chuparat, budare, tiesto de
barro para tostar granos y
132 Historia de los Andes
hacer arepas, tortillas de
maíz, como las llaman en
Honduras.
Churí, ? fruto de la familia de
las cucurbitáceas, mayor
que la auyama.
Chusep, nombre que dieron
los indios a los españoles :
de sep, fuerte, poderoso.
Chusnú, mujer.
Chüstás, tabaco.
Es, sílaba que aparece ante-
puesta en varias voces, tan-
to en Mucuchíes y Timotes
como entre los Cuicas. Espe-
cie de artículo que ocurre
juntamente con el definido
ti y
como en esticuis.
Esfuche, viento.
Esfuque, árbol cu;/a fruta tie-
ne la propiedad de disolver
las gomas de las muñecas.
Esv2üirají7Y, voz que emplea-
ban para dar las gracias, o
Los Aborígenes 133
en señal de agradecimiento,
Esquivit, bordón, garrote, pa-
lo de uso como bastón.
Esticuís, las papas.
Estuche, candela, llama.
Fafoy, especie de cucharón,
formado de una jicara o co-
co atado al extremo de tina
varilla con que se trasiegan
los líquidos de un envase a
otro. Hoy es conocido con
el nombre de ramillón, cuyo
origen desconocemos.
FatuC, irse a hacer alguna co-
sa, estar en camino de ha-
cerla.
G
Gassí, madrugar»
Gu acharé, hijo, hija.
Guainís,* pájaro negro de la fi-
gura y tamaño de un loro,
que hace a las reses el bene-
ficio de quitarles las garra»
134 Historia de los Andes
patas, por lo cual se le llama
también garrapatero. v. ju-
mí.
Guarirí,* nombre onomatopé-
yico-de una clase de patos
muy conocidos, que vuelan
en bandadas en época lluvio-
sa y son muy codiciados por
los cazadores.
Guariste— " Para servir a us-
ted," contestación al saludo
"¿ Cómo está ?"
Guateque, ir, en el sentido de
moverse, caminar. Chigua-
teque es bailar, danzar, o sea
moverse con arte.
Guatú, venir. Puede ser una
forma de guateque o vice-
versa.
Gúbón, paloma torcaz. Más
usado tigubón, con el ar-
tículo.
Güicutttc, burro, asno.
Guó, adv. ya guó guatú, ya
:
viene.
Los Aborígenes 135
Gura, señora, matrona.
Guy, piojo.
H
Hisjut, tres. Tiene también la
forma sut en algunas tribus.
Huisí, abuela.
Huisisay, cuiba, el tubérculo
de este nombre.
HussÁ, maíz.
I
Inachú, dios.
Indute, sombrero.
Induy, canasto, cesto.
Ismtuch!, fogón, candela, lla-
ma, v. Estuche.
Ispapí, * voz cuica, con que
llaman una planta medici-
nal, que en Mérida es la que-
madera, sphilantes urens.
Isparas, sonar, meter ruido :
isparás esquivit, golpear, ha-
cer ruido con el bordón.
Istircú, trigo.
136 Historia de los Andes
Istú,* planta tintórea y co-
mestible. Con la pulpa de la
fruta, que es color de yema
de huevo, prepárase aun, a
usanza indígena, un caldo
especial, que lo recomiendan
como sustancioso. v. munce.
Istús, mucura»
J
jAGUANÍ,*rodete tejido de cual*
quiera fibra apropiada, en
que se pone la jicara para
que se mantenga firme.
Jaguay, bestia caballar de ser-
vicio.
Jagüe, madera de construc-
ción, muy Se aplica
fuerte.
para umbrales y para ban-
cos de carpintería.
Jeguey,* yerba gramínea que
sirve de pasto en los po-
treros.
Jen, dos.
Jigúá, gusano blanco de tie-
rra muy gordo, en extremo
Los Aborí genes 137
perjudicial a las siembras,
porque devora las raíces.
Joy, no en mucubache, zoi.
:
Jtjmí, voz cuica para designar
al guainís o garrapatero.
M
Ma, pronombre único de la se-
gunda pesona. Sabido es
que los indios no usaban si-
no de un solo tratamiento
para superiores e inferiores,
Donde más ocurre la voz ma
es en las frases interrogan-
tes, donde en ocasiones tiene
la significación de ¿ cómo
está ?
Mabún, oreja»
Macabú, boca»
Macüinipé, .voz o frase con-
traída para saludar a toda
persona.
Machinira, l cómo ha esta-
do ? para saludar a los blan-
cos o españoles.
Machücúpís, voz compuesta»
138 Historia de los Andes
que significa allá arriba : de
cupís, cumbre.
Maigen, siete.
Maisjut, ocho.
Maipit, nueve.
Maitín, * árbol grande, de
muy largas y fuertes raíces,
llamado sío en otras partes,
y también ubito, por seme-
janza, sin duda, a causa de
la frutilla roja que produce,
muy codiciada de los pája-
ros. Es de los árboles que
destilan caucho. Chipio en
el Táchira.
Manare, ? canasto sin asas
que, entre otros usos, se apli-
ca para lavar el maíz, des-
pués de cocido con lejía, que
llaman aquí maíz pelado.
Fernández de Oviedo lo lla-
ma manari.
Manos, palabra con que ex-
presaban sus votos a Dios,
en el sentido de alabanza y
reconocimiento
Los Aborígenes 139
Mapire,* cesto más recogido
de boca que el canasto, y
más hondo, que sirve para
cargar a las espaldas. Voz
indígena general en Vene-
zuela.
Maqüirá, del lado acá,
aquende.
Makü. soplar, aplicado al
fuego.
Marzupet, pedir prestado.
Marzot, azotar y por seme-
;
janza lavar, en vista del mo-
do de hacerlo comunmente,
azotando con la pieza de ro-
pa alguna piedra en el lava-
dero.
Mayoy, amigo, compañero.
Muy usado en el trato y
conversación f a m i 1 i a r y ,
también como interjección,
según Lares.
MicucH, tierra de labor.
Micuyes,* planta de la apa-
riencia del perejil, cuya raíz
es comestible en encurtido.
140 Historia de los Andes
Mijuñó, la tribu o parcialidad
de indios.
Mín, lo mismo que mis, hace
en algunos casos el oficio del
artículo definido, como se ve
en güé o cué, gabilán min- ;
gué, el gabilán.
Mindoc o mintOC, viejo, anti-
guo. Mistión mindoc o mi-
ji mindoc, la mujer vieja.
Mingué, el gabilán. v. cué. En
la lengua de los siquisiques
también güé era gabilán. El
min es otra voz antepuesta.
Mintoy,* silo, cueva u hoyo,
tiene la misma significación
que guaca, por sepultura an-<
tigua indígena, aunque los
llamados mintoy, por obser-
vación personal que hicimos
de uno descubierto en Mucu-
chíes, parecen destinados a
vivienda subterránea, antes
que a sepultura. Se encuen-
tran en ellos útiles domes ti-
Los Aborígenes 141
eos y granos comestibles,
pero no restos humanos.
Mirijay, otro nombre dado al
asno. v. guirutuc.
Mis, voz que expresa la idea
de mucho o colectividad. Fi-
gura enMucuchíes antepues-
ta a los nombres de las an-
tiguas tribus Misteque,Mí-
:
sintá, Miserén etc. Entre los
cuicas parece significar lo
mismo Sirí y misirí era el
:
nombre de una misma tribu.
Y. min.
Misnún, mujer.
Mitaifoc, bonito, agradable.
Miyoy, amigo, usado también
como interjección, según
Lares,
Miyümiste, del o t r o 1 ad o,
allende.
Moo,* tabaco en estado casi
líquido, preparado por me-
dio del fuego. Es la materia
prima del chimó, y. esta voz.
Mortiño,* arbusto de hojas
142 Historia de los Andes
gruesas, velludas y lanceo-
vadas, que echa frutillas
moradas de sabor agrada-
ble. Árbol de montaña que
||
produce vigas y varas para
construcción de edificios.
Mosqüite, vecino. Significa
también pequeñuelo o mu-
chacho pero en este sentido
;
puede ser corrupción del di-
minutivo castellano mos-
quito.
Mpú o tjmpú, el sol. Esta m
antepuesta aquí, denota un
sonido muy nasal, que no
puede expresarse de otro
modo.
Mucü, dicho también moco,
voz muy común al principio
de las voces territoriales en
torno de las Sierras Nevadas
de Mérida principalmente.
Tavera Acosta dice que mu-
cu significa nudo, cerrito, y
que mocomoco quiere decir
nudoso, A la verdad, no po-
Los Aborígenes 143
demos aseverar qué signifi-
que aisladamente m ucu. Lla-
ma la atención que los luga-
res en que más ocurre esta
voz inicial, están agrupados
hacia el Sur en Aricagua y
pueblos circunvecinos, lo
mismo que en los dominios
de los Mucuchíes y Mucuba-
ches, lo más agrio de la se-
rranía. Es indudable que tal
raíz expresa la idea de sitio
o lugar y parece el rastro
;
de un pueblo invasor, proce-
dente del Sur, es decir de los
llanos de Venezuela.
Mují, ? madera muy fuerte y
pesada, aplicable a la cons-
trucción.
Munce, v. istú.
Mura, hembra.
Múrsic o music, mañana.
Mürú, otro nombre aplicado
al asno. v. mirijay.
Müsipüec, pueblo, caserío.
144 Historia de los Andes
Mttsouite, niño blanco o es-
pañol, v. mosquite.
Mustitú, zamuro.
Músú, mes. Puede ser corrup-
ción de la misma voz cas-
tellana.
Mtttttyoz, ir a dormir, acos-
tarse.
N
Nacot, casa, vivienda. En pu-
puluca, lengua de Centro
América, maca y macut tie-
nen igual significado.
XacHü, hombre, v. caac.
Naigú, olla :chicas naigú, aji-
cero u olla del ají.
Naijú, olla. v. la anterior y
tiayún.
Naxtaj, cocuiza, fique, agave
americano.
Naeziayó, desconfianza, duda,
Nascity, páramo. Muerto,
||
difunto. En esta acepción,
decían también nascuyí.
Nayú x, olla, vasija grande.
,
Los Aborigénes ^ Í45
ÑiOtXÁs,* pájaro muy^ común :
los hay negros de pico ama-
rillo, pardos y de color cho-
colate.
Ñipé, v. impé*
ÑiguiTAO, * planta resinosa,
aplicable a combustible eií
Mucuchíés. (í Nombre terri-
torial y dé tribu entre los
cuicas.
Nirú, tierra menuda, polvo.
Ñis, sentarse. J\íanís siéntese
j
. usted.
Ñisbó, bonito* gracioso:
Ñisjuó, otra forñla de la voz
anterior nisbó.
Nisí, gallardo, hermoso.
Nissep, persona anciana res-
petable.
Ñubas, médico, curandero.
Muñís, huelga* descanso. Nom^
bre dado al día domingo,
por ser de descariso. Propia-
mente significa estar quieto
nü-nís.
NuNToe,feOjdeforrrie,irregular ;
10
Í46 Historia, de los Andes
Núnctún, mujer,en Mucuchíes;
Nupé, estar, haber, verbo air:
biliar. Ocurre también ñipé
en ciertas frases machinipé
:
mayoy, como está, amigo,
Mutó, otra -forma de la Voz
mitítocx
O
Di, terminación cíe algunos
nombres territoriales andi- ,
nos que ocurre taríibíén en
los dé Pasto, Colombia,
següñ yá lo hemos obser-
vado.
Oqúímoy, líoveh
Oro y,* nigua.
Grumo.* árbol de tronco hue-
co y, hojas semejantes a las
de higuera, plateadas por el
reverso. Parece ser el llama-
do yagrumo en otras partes
vie Venezuela*
Los Aborígenes í^f
j^APAROf E, * pájaro insectí-
voro muy cortiün.
fAPiCH, puerta.
Piche, ? descompuesto» po-
drido. Dícese principalmen-
te de la§ comidas, de dohdé
proceden pichefa y etiípichaf
con el mismo significad o.
Acaso pueda tener su en-
tronque en Castilla* siendo
una de las voces olvidadas
allá y conservadas eñ Amé-
rica, pues existe despichar-,
aunque con distinto signifi-
cado. Dice Cuervo, a propó-
sito de piche, que pueda ve-
nir del Castellano despichar»,
en efecto, citando los deriva-
dos de picho y pichoso, esté
ultimo de usó corriente en
Mérida, por legañoso. En
Honduras, piche es el nom-
bre de una ave acuática.
Pichirre o pichirre, ? aga-
Í48 Historia de ios Áñdes
rrado, mezquino. Estas vo¿
ees. como piche, aunque no
indígenas, las ponemos aquí
por mera curiosidad.
Pit, cuatro.
Poporo, ? jícaf a grande, tattU
co. En sentido figurado se
dice de los. lobanillos o tu-
mores abultados que salen
en el cuerpo.
Q
Quena, Voz con que terminan
varios nombres territoriales
en el Tachira y también en
los llanos de Venezuela.
QuESQuisj eri Cuiéa, urraca.
Qui, voz muy usada en compo-
sición. Hemos observado
que precede a los nombres
de las partes del cuerpo :
quibuc, lengua quisán, ea*-
)
beza ;quírutích, diente, etc.
'
Quian, creer.
Ouibí, garrote.
Qt-ibuc» lengua. V. chiquibv.
Lqs Aborígenes 145
Quibuic, orejas.
Quichan, cabeza, y. quisán.
QuiCHO,*parásita que nace or-
dinariamente en los ceibos y
otros árboles copados La
espiga es rosada y también
la hay amarilla. I*as hojas
son insistentes, acanaladas
y largas. Se usan» para en T
volver hajlaquitas de maíz.
viejo, anciano,
eüiÉs,
uijoc, nariz.
Quijüt, alacrán.
Quíjuy, pies.
Quimba, * sandalia, voz chib-
en a, según Cuervo, que se
usa entre nosotros, por aU
pargata, chinela o zapatilla.
Quiní, lagaña, humor de los.
ojos.
Quiñién, mano, v, cunién.
Quió, buitre.
puioc, rechoncho.
Quios, tiempo pasado, anti*
güedad. Voz que entra en
frases de lamentación y pe*
I5Q Historia de |los Andes
game, por la muerte de aL
guno. La hemos oído a los
indios en frases relativas a
la eternidad, al cielo, a Dios,
sin poder atinar en su signi-
ficaqión. ¿ Será corrupción
de dios ?
Quirachú, diablo, espíritu
'
malo.
Quiro\*a, manare, cesto abier-
to.
Quiruncu, diente,
euis, pulga,
uisan, cabeza,
Quisané, niño,
Quisasán, año,
Quisí, noche.
Qüismán, hermano,
Qüisnachú, las ánimas, las al-
mas de los muertos,
Quisxacuyes,1os antepasados,
los antiguos, los primeros
habitantes de los parames.
De nascuy % que tanto signi-
fica muerto como páramo,
Quismí, tarde.
ko§ Aborígenes 15-3
Quitó, estómago, lo mismo
que quitú.
Quiú, aquel o aquella.
Quiuy, pereza.
Qüiyoy,^ árbol de tierra fría*
R
J^uba,* tubérculo parecido a la
papa, que cultivaban los in*
dios. Cuervo cree que los
nombres chibchas de esta
terminación, como curubo,
(aquí curuba, nombre de-
una planta y de una avecilla
acuática) uchubo y curubo,
eran (orinados de y ba, flor,
v. Timpoch,
Sairá, mujer blanca o españo-*
la. v. gurá %
SAisAY^monedaj dinero o pla-
ta. || Madera de construc-
ción muy fuerte, cuya corte-
za se aplica a la curtidura
de pieles,
15a Historia de \q§ Andes
Samup, guarapo, agua miel,
bien sea hervida o siin pló-
mente fermentada.
Saní, * preparación hecha a
modo de salsa tostando y
moliendo unas semillas se-
mejantes a la mostaza,
que produce una especie de
nabo de tierra fría.
Sarí, muchacho.
$arzó, mazamorra.
Schep, fuerte, pederoso, deri-
vado de Ches, dios nombre ;
dado a los españoles por los
indios, También puede deri-
varse de $hué, sol, en chib-
cha y en goajiro, Madera, ||
leña. En algunos dialectos
se pronuncia sep, sobre todo
precedido del artículo, tU
sep, la leña.
$ep, v. schep, En siquisique,
sisp significa leña,
Schó, leche.
$í, denota tiempo con relación
a las horas o partes del día,
Los Abojígenies. 153
según se ve en gasgi, raadrur
gada quisí, noche
;
tnusic, ;
mañana..
SíGTÚN,frijoles.. Dícese también
sitúe.
Birajá, niña, muchacha,
Sirqüí, perro i más usado con
el artículo tmirquí,
Sirup, lumbre, candela encen-
dida.
Sore,* embudo, en el Táchira,
Som, hombre, otra forma fue-
ra de caac,
Spití, cacao.
Suifé, canasto, cesto abierto.
y. quiroya.
Sun, dolor. Ai mi san, le due*
le a usted.
Suridipa, arepa.. Puede ser co-
v
rrupción de esta misma voz.
Surúre.* árbol copado, más
grande que un naranjo, de
ñorecillas blancas fragantes.
Produce una frutilla negra
no desagradable, perseguida
de Jos pájaros.
154 Historia de los Ande§
Sut, santo, objeto de venera-.
eión. v. hisjut.
Sutape. ? raspadura de la pie-.
dra de moler cacao,
Buy, culebra.
Buyuy, casa humilde, casucha..
TÁ. En chibcha esta termina^
ción denota altura fría, pá-
ramo. Suele ocurrir en los
nombres andinos semejan-
tes Mismtáy MoQaquetá, Bo-
rotá etc..
Tabís, diez.
Tampaco,* nombre de un ár=
bol de montana, de hoja
muy gruesa y le-chosa, cuya
madera se aplica a la cons-.
trucción.
Tamusí o tamursí, hasta ma-
ñana, voz de despedida, v»
music.
Tabisbú, huevo.
T ASCUA, familia, v, chicaac,
Les Aborígenas 153
Tature, ? jicara grande, lla-
mada también tatuco.
Tempey, el cargador de muer-
tos.
Tí, artículo definido, el o la %
aplicable, según parece, más
a las cosas que a las perso-
nas, Entre otras voces que
hacen el oficio de artículos,
pueden citarse t&s y chi.
Tibintuch, Tiento fuerte.
Tibís, plural del artículo defi-
nido en algunos casos, como
en tihís nascuY^os, páramos,
Tiboó, dulce.
Ticasé, coger, tomar por fuer-
za alguna cosa, arrebatar :
mingué tieasé tis cainac, el
gavilán se llevo las gallinas.
TisiROpí, perro.
Tifo, frailejón {Espelia.) \\
chiruque.
Tifuij, arvejas.
Tiguís o TiNGüfs, la papa.
Tigurús o tigús, la papa en
otro dialecto mucubache.
%$6 Historia de Iqs Asedes
Tijuy,? el demonio o espíritu
malo.
Timafaa, letito, poeo a poco.
Timuá, muchacho.
Timpoch, ruba.
Timpuec, viga, vara, tabla u
otra pieza de madera de
construcción.
Timusú,* insecto de tierra fría
que daña el maíz y la papa.
TiNGUÁ, hijo. Muchacho.
||
Tinguí, ver, mirar.
TiNOPÓ,* el fruto que viene es-
pontáneamente en el rastro^
jo sin necesidad de sembrar-
lo, Se aplica a la papa.
Tira, tierra,
Tirabú, acemita, pan moreno,
Tircué, trigo.
Tis, el mismo artículo definido
tibís para algunas voces, y,
g. tis cainac, las gallinas.
Tisis, nombre de una planta
tintórea.
Tisituc. frijoles,
Lbs Aborígenes i$f
Tispac, tiesto, vasija de barro
cocido en general.
Tisúbú, oreja.
Tissús, apio.
TisuRÍ,* fríjol pequeño de cul-
tivo,
Toche, pájaro semejante al
?
tnrpial, pintado de negro y
amarillo^ de armonioso can-
to, llamado también gon~
itálico.
Tope, espina o alfiler de ma*
cana con que las indias se
apuntaban la manta sobre
los hombros. Esta agujeta
se llamaba tapa, entre los
quichuas.
Topia, ? cada una de las pie-
dras con qiie se arma el fo-
gón. Por lo regular son tres-,
Tosmus, yuca,
Totoco, * árbol que produce
una frutilla amarilla, -codi-
ciada por los pájaros. La
voz es, taehirense. En Méri*
_*58 MistoHa dfe k>§ Ándeá
da se Conoce este árbol con
elnombre de llbito.
Tüch, piedra, v. tuiñp.
Tümp, otra forma de tvch,
piedra -.
Tumís. Unida esta voz a sai*
$ay, significa ün real de pla-
ta. Puede ser corrupción de
tomín, tributo impuesto a
los indios desde el principio
de la Conquista-. En pupü-
lnca, lengua de Guatemala*
tumi y íuinín, significan
plata^ dinero.
Turmas,* voz chibcha usada
en Mérida por papa. Va en
decadencia su uso.
TiTTEéA, t reptil muy coiliún
e in ofensivo semejante al la-
,
garto, pero liso, pardo por
encima y blanco por debajo.
U
Unísüy, Cachicamo, armadillo^
UrApe, nombre de una made-
Ha de construcción*
L»t>s AboHgéneS "i5§
Ürao,* mineral existente en la
laguna del mismo nombré
situada en Lagunillafe-. Es
un sesquí-carbonato de so-
sa aplicable principalmente
como ingrediente del chimó.
Üre, terminación dé muchos
nombres, así de lugares co-
mo de plantas-. Originaria-
mente urí, como Apttfi, Apu-
re 5 sururí, sUrure eti\
Uribí, querer, amar': uribr-ga-
sábó, marido-.
Urraca, ? pájaro grande co-
mún, pintado de verde y
amarillo.
Urumáco, f chiquichíqüfejplan-
ta medicinal febrííbga, del
género Casia. En Trujillo»
eachimbito.
Y
¥tjrTJ~y\* bolsa tejida d'e fiqfcre»
que usan los indios tvrciíK?<A
a modo de ^art^'e^
í5o Historia de lóS Aftdeé
Za manos, recuerdo, saludo erf-
viado a los ausentes.
Zoy, no.
Zíxhé, el sol, voz ehibcha.
Hemos incluido ciertas vo-
ces indígenas vivas del Táchi-
ra y Trujiilo, lo mismo que
otras cuyo origen desconoce-
mos, muy pocas de cada clase,
porque el objeto principal de
este Vocabulario es tan sólo
salvar del olvido los restos deí
idioma primitivo de las Sie-
rras Nevadas. También apa-
recen algunas ele uso general
en Venezuela, como mapire^
srttarirí, etc.
Los Aborígenes 161
CAP. X.
NOMBRES TERRITORIALES
Hay lenguas que se perpe-
túan mejor que otras en las
voces geográficas, por tener
alguna radical o terminación
propias para el caso, lo que
ocurre a primera vista en las
naciones dominadas por pue-
blos de origen escandinávico
con las voces land, país, terri-
torio, y berg, monte, termina-
ciones harto comunes en los
nombres geográficos de Eu-
ropa.
En América tenemos radica-
lesy terminaciones de este gé-
nero, como par, pará que es y
común al caribe, al guaraní,
al cumanagoto y probable-
mente al caquetio, con el signi-
11
162 Historia de los Andes
ficado de mar, río, agua ; ra-
dical que ocurre muchísimo en
lugares del mar Caribe y la
costa atlántica y existe tam-
;
bién la voz gua, que parece co-
mún a todas las lenguas ame-
ricanas, la cual figura al prin-
cipio y al fin de gran número
de nombres territoriales en to-
dos los países, desde México
hasta la Argentina. En 1892
publicamos una lista de qui-
nientas voces geográficas en
que el gua aparece como radi-
cal,y más de doscientas en que
figura como terminación. De
ambos modos ocurre también
la voz ari o are en casi todo
Sur— América.
Esta particularidad se ob-
serva, de manera resaltante,
en la nomenclatura geográfica
Los Aborígenes 163
del Estado Mérida con tnucu
y moco, originariamente la
misma voz, significativa de lu-
gar o sitio, según ya lo hemos
explicado en otra parte de es-
te estudio. Siendo estos nom-
bres otras tantas voces vivas
de la lengua primitiva, las he-
mos coleccionado para servir
de complemento al Vocabu-
lario.
A fin de evitar la fastidiosa
repetición de la radical, la he-
mos indicado apenas por me-
dio de comillas, lo que per-
mite ver al golpe de vista la
voz indígena que expresa la
calidad o circunstancia que
motiva el nombre del lugar.
Nos es desconocida la signifi-
cación de la mayor parte de
ellas, lo mismo que la de otros
164 Historia dfc los. Andes
nombres indígenas territoria-
les existentes en número con-
siderable.
En las listas figuran nom-
bres de pueblos, ríos, territo-
rios, quebradas, alturas, lo-
mas, cañadas y sitios determi-
nados, pues todo eso lo abar.
ca la voz mucü> genuinamente
geográfica»
Radical Mucu
Mucu-abás Mucu-cabocé
" ambín caicuy * '
" babas * '
castán
u . babí '
cuacuy
" bache *
4
cuarú
" bají 1
cuquí
" banga '
cuy
" bapapín '
'
chachas
" bás 1
chachay
" buco i 1
chache
" buche ' ' chachí
" bute *' chanchí
Los Aborígenes i55
Mucu -chapí Mucu--nushás
u
chara ni ii.
nután
í<
chíes a ñó
íí ii
chictén ñu que
íí **
fes pan
a <i
güó patí
a ti
gute piche
íí t<
ibuche pís
íí **
irá puén
<í
jamán .«
quí
<í í i
jepe quiche
a jún a rambtin
a mamo a randán
n man <í
raní
*<
mbán *i
rano
<í
mbás i«
ranvi
íí
mbís •í í
rapapti
ii
-i í
mis risa
i t
mpate « rita
<í
mpío •í-í
ritarí
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mpú i*
ró
fi
mpuás •íí
rúa
<i ti
nches rubá
w ndú íí
ruche
íí íí
ntapa rufuén
« nubáa •íí
rujún
i56 Historia de los Andes
Mucu--rún Mucu--tapó
n
runda
<<
taray
< i
rurá
*•''
tatav
t i
rutey a ten
íí a
rutú teo
i i a
sá tete
íí
i i
san tibón
a sancú íí
tirí
t< íí
sangú tisis
(( a tuáii
sé
íí íí
tubátv
.
sin
t (
snundá íí
tubarí
(i íí
sirí tucuo
tí
subiche a tupio
íí
sún a
íí a
y
suquián yapú
í í
surá n yique
i l
surú a yupú
íí
tan
Radical Moco
Moco -a Moco—chopo
" n
abas * cuy
n
babas * ¡i
guay *
a íí
con inó
a
í i
conoy mabás
Los Aborígenes 167
Moco— mboco Moco—tanánl
" mbós " tapó * ;
*
" mamó " ten
" no f ' tíes
" non 44
toman
" noque " tomón
" ropo " tone
" sos " tos
" sosos *'
yon.
Los que van marcados con
un asterisco se pronuncian in-
distintamente coo ambas ra-
dicales mucu y moco. Tam-
bién ocurre en algunos nom-
bres territoriales moca, moque
y muca, según lo muestra la
lista siguiente:
Moca-cás Moca-rapo
Moca-cay Moque-y
Moca-me Moque-o
Moca-n Moque-jibobú
Moca-narey Moque-jupán
Moca-o Muca-stuy
Moca-quetá
i6S Historia de los Andes
Rn seguida se anotan algu-
nas voces geográficas que tie-
nen radical semejante, corres-
pondientes a otros lugares de
Venezuela, fuera del Estado
Mérida.
Moca )
Moco y ( ^ ..
1T
Trujillo
Mocotí (
Mucuche J
Mocundo \ .
Mucurías (
A ^g«a
Mocapra ~ ,i .
Mucundo f Ruanco
Mucoboina }
Mocomoco _
Mucuríis
I
[
Gwyana
Muco }
Mocomoco j
Mticusabiche J
Barinas
Mucusancú j
Mucaro )
Mucurate Coro ¡
Mucuría (
s
Los Aborígenes i6g
Mucuraguas 1 _, . . .
M
Mucuray j
L
Muco a \ z *.
Mucurutú/
Mucuraparo, Valencia
Mucunacao, Barcelona
Mucutena, Táchira
Mocoro> Guagira
Mock, en Trujillo, era el
hombre primitivo del valle
donde Hoy está la actual ciu-
dad de Trujillo, asiento de los
Mocaos,segúii Bricen o Valero
En otros países de América
acaso pueda ocurrir esta radi-
cal uávcu en la nomenclatura
geográfica, pero esto requiere
conocer por menor las divi^
siones locales de cada distrito
en parroquias y sitios, lo qué
no se halla en los textos gené-
rales de Geografía, Por enci>
170 Historia de los Andes
ma, anotamos los siguientes
nombres :
Mocoa y Mocojunduque^ en
Colombia Moca y Mocoli, en
;
el Ecuador Mocobás y Moco-
;
reta, en la Argentina Moco- ;
momo, en BoliviaMocopulli. ;
en Chile Mocofito, en Méxi-
;
co Mocovíes, en el Paraguay
; ;
Mocupe en el Perú Mucú o
s ;
Amucú, lago del Brasil y Mu- ;
cumhro, isla citada por Mo-
reri
FIN
ÍNDICE
Págs.
PREFACIO..., III,
CAP. I.— Idea general del terri-
torio 1.
CAP. II.-Tiempos prehistóricos S.
CAP. III.— Primitivos habitan-
tes...... 15,
CAP. IV.— Indios del tiempo de
la Conquista.
CAP. V.— Distribución geográ-
fica de las tribus 5.6.
CAP. Vi.—-Lenguas indígenas... 81.
CAP. Vil.— Ortología andina... 91.
CAP. VIII.— Numeración de las
lenguas andinas..... 101.
CAP. IX.— Vocabulario general 112,
CAP* X.— Nombres territoriales 161,
ERRATAS
Pag. Línea. Dice. LéaSé.
6* 9. sns sus
13. 1S. infunde infunde
21. 5; Qiié Qué
26. 6. sn en
5.5. 23 heeho hecho
72. 7» bergantín bergantín
86. 20. formad or formados
SS. o» floresciente floreciente
96. 5. sihrando silbando
98. 10. contración contracción
Il4¡ 10 matriz matriz co-
marcana
116. 14. antepuerta antepuesta
Í23í 16. gabilán gavilán
124. 5. pareee parece
125. 17. Chao Chao*
130, 26. XI IX
loO. 23. parames páramos
153. 23. floreciHas norecillas
NO'TA.— Etí los pliegos impresos eii
1908, hasta el 5 o inclusive, rige la or-
tografía vigente entonces. Además,
tñ la primera página del texto se ano-
ta la altura de la Sierra Nevada en
i. 950 metros y según observaciones
;
*k la Comisión del Mapa y el Dr:
j)&!ín esta altura es de 5,005,
?
Precio : Bs. 2.