PASIÓN Y
RESURRECCIÓN
DE JESÚS
MC 14-16
MEDITATIONS ON THE GOSPEL OF MARK – ADRIENNE VON SPEYR.
CONTENIDO
ORACIÓN
Judas el traidor 14, 10-11.
Preparando la fiesta de la Pascua 14, 12-17.
Compromiso.
Bibliografía.
Oh Cristo, único mediador nuestro (Pablo VI):
Te necesitamos para entrar en comunión con Dios Padre; para llegar a ser hijos adoptivos suyos contigo
que eres su Hijo único y Señor nuestro; para ser regenerados en el Espíritu Santo.
Te necesitamos, oh único y auténtico maestro de las verdades recónditas e indispensables de la vida,
para conocer nuestro ser y nuestro destino, así como el camino para alcanzarlo.
Te necesitamos, oh Redentor nuestro, para descubrir nuestra miseria y remediarla; para tener el
concepto del bien y del mal, y la esperanza de la santidad; para deplorar nuestros pecados y obtener el
perdón.
Te necesitamos, oh hermano primogénito del género humano, para volver a encontrar las razones
verdaderas de la fraternidad entre los hombres, los fundamentos de la justicia, los tesoros de la caridad
y el sumo bien de la paz.
Te necesitamos, oh gran paciente de nuestros dolores, para conocer el significado del sufrimiento y para
darle valor de expiación y de redención.
Te necesitamos, oh vencedor de la muerte, para librarnos de la desesperación y de la negación, y para
tener certezas que no fallen jamás.
Te necesitamos, oh Cristo Señor, Dios-con-nosotros, para aprender el amor verdadero y caminar con el
gozo y la fuerza de tu caridad a lo largo del camino de nuestra vida fatigosa, hasta el encuentro final
contigo, amado, esperado, bendito por los siglos.
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Judas el traidor 14, 10-11
Mc 14,10-11 Then Judas Iscariot, who was one of the
Twelve, went to the chief priests in order to betray him to
them. And when they heard it they were glad, and
promised to give him money. And he sought an
opportunity to betray him. Entonces Judas Iscariote, que
era uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para
entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron
darle dinero. Y buscó una oportunidad para traicionarlo.
Vamos a contemplar: 1. Judas, 2. La alegría de los
sumos sacerdotes, 3. La oportunidad buscada para
entregarle.
1, Entonces Judas Iscariote, que era uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes
para entregárselo. El comienzo de la Pasión no está en Judas, sino en la mujer que
unge al Señor. Y si ayer* decíamos que, cuando María dio su asentimiento al ángel,
simultáneamente dio también una promesa de fidelidad y de cumplimiento de la misión
en nombre de su Esposo, y que su asentimiento contiene y abraza el suyo, hoy
debemos decir: su asentimiento, que se refería a toda la vida del Hijo, contiene también
el asentimiento de esta María, que lo unge, a la muerte del Señor. Del mismo modo que
el Señor se dejó traer a la vida por una mujer, se deja enviar, en misión divina, a la
muerte por una mujer. El asentimiento de María contiene ya en sí, antes de que el Hijo
comience su misión en la tierra, el asentimiento de la mujer que unge. La espera, el
nacimiento, la vida y la muerte del Hijo están en la gracia del asentimiento. Y si ahora
Judas traiciona, esto ocurre como incidentalmente. No tiene asentimiento de fidelidad.
Fue apóstol como por error y, como tal, se ha convertido en un pecador mayor, de
modo que el Señor dice de él que sería mejor que nunca hubiera nacido. Se prepara
para traicionar como por casualidad, al margen, igual que la serpiente se encuentra al
lado de Adán y Eva. Dios dejó al diablo el poder de obrar en la tierra, pero sabemos que
no le dejó todo el poder. Aquí vemos claramente una limitación de este poder. (sigue).
* El día anterior 11 de noviembre de 1947 dio los puntos de meditación de María.
En otro Evangelio, se dice que fue Judas quien dijo en la unción que el precio del
ungüento podría haberse utilizado para cosas mejores. A través de la unción, él se ha
vuelto, por así decirlo, libre. Ahora puede cumplir su oficio pecaminoso; puede
entregar. Y delata al Señor ante los sumos sacerdotes, ante aquellos, pues, que
siempre se agolpaban a su alrededor y querían oír su enseñanza, pero que no se
dejaban convertir. Es curioso cuántas veces, una y otra vez, encontramos tales
fracasos en la historia de la Iglesia: han jugado con la gracia, han coqueteado con la
decisión; la vida del Señor les parecía interesante, pero no llena de consecuencias
para ellos. Querían saber más intelectualmente, pero no tener una experiencia de vida
propia a partir de esta enseñanza, de la fe. Así que se quedaron cortos y ahora están
llenos de resentimiento. Y el resentimiento se deja pasar a un acto de venganza.
Podemos observar cosas similares en la esfera secular: las personas que, por ejemplo,
estudiaron medicina y a las que razones externas impidieron seguir esta profesión
conservan una aversión a la medicina y a los médicos durante toda su vida. Critican
constantemente. Así, también los sumos sacerdotes dan un paso hacia el Señor para
volver con mayor obstinación a su posición anterior. Y Judas sabe que precisamente
ellos estarán dispuestos a escucharle.
2, Al oírlo se alegraron y prometieron darle dinero. Los sumos
sacerdotes se alegran de ver un camino abierto. Antes, la
cadena cerrada de los apóstoles había protegido de alguna
manera al Señor. Ahora que Judas se ha decidido por la
traición, la cadena se rompe y se quiebra su poder. En el fondo,
los sumos sacerdotes también podrían haber encontrado otras
oportunidades. Pero la traición tenía que venir del círculo más
íntimo. E incluso si el resto permanece esencialmente fiel, el
poder del grupo de los apóstoles queda así roto, precisamente
en el ámbito del asentimiento. Los asentimientos juntos forman
una cadena. Allí donde María, en representación de la Iglesia,
dijo Sí en el origen, sienta las bases para muchos
asentimientos de entrega. Algo parecido sucede en el marco de
los llamados y de los seguidores del Señor que ejercen cargos.
Los Doce dicen Sí al Señor como individuos. Pero el
asentimiento de uno conlleva el de los demás. Están
vinculados entre sí por su voluntad de servir. Y cuando uno de
ellos es infiel, esta conexión se ve amenazada, rota. Otros
fracasarán. (sigue)
• Los sumos sacerdotes se alegran, sobre todo, porque piensan
que, en esta traición, ven derrumbarse el reino de los
apóstoles. Se alegran de que el Señor sea traicionado
precisamente desde allí. Podrán presumir: Ni siquiera
necesitábamos atraparlo; fue rechazado por sus mismos
discípulos. Se alegran y permiten que Judas participe de su
alegría prometiéndole dinero. No le compran antes de que
haya traicionado, pero después del hecho, no le envidian
también un placer: el dinero. Debe poder permitirse algo. No
puede volverse inseguro e ir al Señor y admitir lo que ha
hecho; debe pensar en las alegrías de la vida terrenal y
olvidar las alegrías sobrenaturales a causa de ellas.
• 3, Y buscó ocasión para entregarle. Judas ha sido comprado y ahora debe
ocuparse de su traición. Debe perseverar en su intención, y el dinero le
ayudará. Podemos tratar de imaginar a este hombre, cómo busca una
oportunidad, la calcula, sopesa las posibilidades, pone todo lo que ha traído
consigo y todo lo que aprendió con el Señor al servicio de la mala causa.
Cuando una persona rompe con la obediencia a Dios y rechaza la fe,
empujará todo lo que experimentó como cristiano, todo lo que la Iglesia, las
Escrituras y la tradición le han dado hasta ahora, a la luz de sus pecados, y
por su conocimiento del bien se convertirá en un campeón del mal mucho
más peligroso. Conoce medios y caminos que otros desconocen, y sabe
cómo utilizarlos mejor.
• Terminamos pidiendo al Señor que nunca nos permita abusar de nuestro
conocimiento de su ser, de sus caminos, de sus expectativas. Que nos
conceda la gracia de perseverar en el camino emprendido con una fidelidad
que sabe que todo lo recibe de Él y que también se permite atraerlo todo a su
servicio.
Preparando la fiesta de la Pascua 14, 12-17
Mc 14,12-13a And on the first day of Unleavened Bread, when they
sacrificed the Passover lamb, his disciples said to him, “Where will
you have us go and prepare for you to eat the Passover?” And he
sent two of his disciples, and said to them, “Go into the city, and a
man carrying ajar of water will meet you. El primer día de los Panes
sin levadura, cuando sacrificaban el cordero pascual, le dijeron sus
discípulos: «¿Adónde quieres que vayamos a prepararte la cena de
la Pascua?». Envió a dos de sus discípulos y les dijo: «Id a la
ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de
agua.
Vamos a contemplar: 1. la pregunta de los discípulos, 2. su misión,
3. el hombre de la tinaja.
1, «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la Pascua?». Los discípulos quieren celebrar la
Pascua con el Señor. Tienen ante sí una meta: la fiesta. Su situación es parecida a la nuestra,
cuando se acerca la Pascua. También para nosotros hay un tiempo de preparación: el tiempo de
ayuno decretado por la Iglesia, y nos concierne hoy más que nunca. Según el calendario,
pronto comenzará, y sucede que ahora se nos permite entrar en nuestra meditación sobre el
sufrimiento del Señor según el Evangelio de Marcos.
Hoy debemos preocuparnos por la actitud de los discípulos y del Señor. Los discípulos
preguntan: «¿Dónde?». Saben que el banquete debe prepararse en algún lugar. Y junto con
ellos, la Iglesia de hoy también lo sabe. Lo que los discípulos no comprendieron entonces, a
pesar de las predicciones del Señor, es que antes de la Pascua debe venir un tiempo de
sufrimiento. El Señor lo sabe, pero ahora no dice nada al respecto. Les indicará el lugar, pero su
respuesta, que contiene una visión profética, no menciona de momento el sufrimiento. Éste
sigue siendo un asunto entre el Padre y el Hijo. Los discípulos, que cuando piensan en la fiesta
de la Pascua se imaginan el sacrificio y el disfrute de un cordero, sólo conocerán otra
preparación a través de los acontecimientos y de su presencia en ellos. El Señor no les exige
que ya hoy vislumbren de antemano el abismo que ha de venir. También el sufrimiento del
Señor se hará realidad para ellos sólo gradualmente. (sigue)
• La meditación de la pasión de Marcos 15,18 fueron dadas desde enero 20 de 1948.
En cualquier caso, preguntan. Mantienen
una conversación con el Señor. Tal
conversación es como una oración. ¿Qué
hacemos en la oración sino tratar de
presentar nuestras preguntas al Señor
para recibir de Él una respuesta (que no
tiene por qué ser perceptible y personal)?
Toda la quietud y la alegría que sentimos
en una oración auténtica, pero también
toda preocupación, pertenecen a la
respuesta del Señor.
2, Y envió a dos de sus discípulos, y les dijo. El Señor envía a sus discípulos con una tarea.
Desde la aparición del Señor en la tierra hasta hoy, nada ha cambiado en esto. Si oramos,
seremos enviados con una tarea. Sea lo que sea, es una tarea del Señor. Los discípulos
obedecen. Tienen muy claro quién tiene que mandar y quién tiene que obedecer. He aquí una
forma muy primitiva de obediencia, como la que se da, por ejemplo, entre la mujer de una casa
y su criado: uno da la orden y el otro la ejecuta. Pero esta cosa tan sencilla es perfecta, porque
cada palabra del Señor forma parte de su propia tarea divina y, por su obediencia, los
discípulos llegan a participar en la misión del Señor. No hay nada más diferenciado que la
misión divina del Señor en la tierra. Es mucho más grande de lo que los discípulos pueden
comprender. Les impone exigencias a las que su entendimiento no está a la altura y que sólo
pueden ser llevadas a cabo con fe. Así también allí, donde la pregunta y la respuesta parecen
inequívocas y la tarea parece transparente, se encierra toda la incomprensible verdad divina.
La tarea que nos ocupa tiene su fundamento último en el envío del Hijo por el Padre; de esta
misión recibe su verdadero sentido, que los discípulos no pueden sondear. No ven más allá de
la Pascua judía con todas sus ceremonias. Pero el Señor ve ya la Eucaristía venidera y, en ella,
el sufrimiento. Lo mismo sucede con la obediencia: las acciones de uno van mucho más allá
de lo que uno comprende.
3: «Entra en la ciudad, y te saldrá al encuentro un
hombre que lleva un cántaro de agua». Entrar en la
ciudad es muy fácil. Con esta instrucción, el Señor
es, por así decirlo, sólo humano. Cualquiera podría
darla; no hay nada misterioso en ella. La obediencia
puede ser muy primitiva, y de ella no tiene por qué
surgir ningún problema. Pero entonces el Señor
continúa: «y un hombre que lleva un cántaro de
agua saldrá a tu encuentro». Así que un hombre que
no llamará la atención de quien no ha recibido una
tarea. Mucha gente lleva cántaros de agua. Pero
debido a que el hombre es mencionado en la
predicción del Señor, y el cántaro es, por así
decirlo, dado a él por el Señor, se convierte en
alguien particular. (sigue)
Él va a lo suyo y no sueña que su jarra pueda
haberse convertido en un signo, que la lleve
en una obediencia desconocida para él, o que
se haya vuelto significativa en la providencia
del Padre y en la profecía del Hijo. Además,
no se trata de conjeturas por parte del Señor,
sino de una certeza que él expresa. Lo sabe
por su visión del Padre, por su conexión con
Él. Sabe con toda certeza lo que nosotros, a lo
sumo ocasionalmente, adivinamos de la
presencia de Dios en la oración. Lo sabe por
los misterios de la eternidad, que han sido
entregados a nuestro tiempo terrenal dividido.
Mc 14, 13b-15 Follow him, and wherever he enters, say to
the householder, ‘The Teacher says, Where is my guest
room, where I am to eat the Passover with my disciples?’
And he will show you a large upper room furnished and
ready; there prepare for us. Seguidle y, dondequiera que
entre, decid al dueño de casa: 'El Maestro dice: ¿Dónde
está mi habitación de huéspedes, donde he de comer la
Pascua con mis discípulos?'. Y él os mostrará una gran
habitación superior amueblada y preparada; preparadnos
allí.
Contemplaremos: 1. la tarea, 2. los dos hombres, 3. la
comida que se va a preparar
1, La tarea. Llama la atención la exactitud de las instrucciones del Señor. Hay
afirmaciones suyas que admiten varias interpretaciones cristianas. Aquí
parece querer dar a sus discípulos la mayor certeza posible. Y es significativo
que la preocupación por esta certeza se sitúe precisamente al comienzo del
tiempo del sufrimiento, que los introduzca en el misterio venidero de la cena
de tal manera que reciban primero una certeza -de carácter fáctico, material,
concreto- antes que la certeza de la Eucaristía y, con ella, la certeza de la
Pascua. ¿Por qué? Para el Señor comienza el sufrimiento, que para él será un
tiempo de creciente incertidumbre. Nunca sabrá lo que le espera, cuánto le
espera, cuánto le queda por sufrir. Ahora entra de lleno en las condiciones de
ser meramente humano, es más, de ser pecador. Casi como si, ya ahora, se
dejara llevar un poco de la mano del Padre, como si ya ahora entregara al
Padre el Espíritu, el Espíritu santo, divino, para ser sólo hombre. Los
discípulos no captan todavía nada de este misterio. Pero el Señor querría
probablemente que intuyeran poco a poco el origen de esta incertidumbre que
le invade. Sin embargo, como testigos, primero deben tener la certeza.
2, «Dondequiera que entre, decid al dueño de casa...» Los discípulos verán a
dos hombres distintos. Uno que pasa junto a ellos como por casualidad: el
hombre de la tinaja. Toda su tarea consiste en llevar la tinaja y entrar en la
casa. Después no se sabe nada más de él. Tal vez nunca sepa que fue
observado y que los discípulos le siguieron. No sabemos si cree o no. Sirve de
señal. Donde él va, los discípulos tienen que ir. En este hombre, nos queda
claro que el Señor puede utilizar a cada persona para alguna tarea, y muchos
pueden cumplir sus tareas sin ser nunca conscientes de ello. Este hombre no
hace nada distinto de lo que probablemente hacía todos los días a la misma
hora. Pero, de repente, este hecho cotidiano se convierte en un
acontecimiento profundamente cristiano. El segundo hombre es el dueño de la
casa y conoce al Maestro, pues los discípulos deben decirle: «El Maestro
pide». Es, pues, un conocedor de la relación Maestro-discípulos y, al oír esta
palabra clave, les mostrará la habitación. (sigue)
No podemos sopesar la importancia de estos dos hombres entre sí,
pero es evidente que son dos los que cumplen su tarea. En el caso
del primer hombre, el cumplimiento consiste no sólo en mostrar el
camino, sino también en ser objeto de una de las profecías del
Señor. Lo que el Señor profetiza es imposible de verificar. El
segundo hombre puede ser verificado de antemano, porque es el
dueño de la casa y de esta habitación en ella. Puede haber un
acuerdo entre él y el Señor, y puede ser obediencia cuando el
hombre pone a disposición esta habitación. La segunda parte de la
profecía se sitúa quizá dentro de certezas humanas, mientras que
la primera se inserta en una certeza de origen puramente divino. No
sabemos si el Señor tenía un acuerdo con el propietario. También
es posible que lo haya visto con ojos sobrenaturales.
3, El aposento alto. No sabemos nada
más de esta habitación ni para qué se
utilizaba: una habitación grande,
provista de cojines. Se trata, pues, de
una habitación bien amueblada, tal
vez para banquetes. Y no es
casualidad que el Señor desee una
habitación así para la institución de la
Eucaristía, que tal vez quiera crear
una especie de grato recuerdo y, para
ello, viole la pobreza. Los Evangelios
son inspirados; ni una palabra en
ellos carece de un significado más
profundo. Incluso la amplitud de la
sala y su mobiliario tienen su
significado
Allí los discípulos deben prepararlo todo «para nosotros», para la
comunidad de los discípulos y el Señor. El Señor se hace cargo de esta
habitación que pertenece al hombre, y se hace cargo de ella de tal manera
que los discípulos han de tener la libertad de prepararla. No les impone
más detalles; les deja todo a su cargo.
Aquí comienza, en su obediencia, su libre responsabilidad: deben
disponerlo todo como conviene al Señor y a los que le pertenecen. Deben
saber, al hacerlo, qué necesita el Señor y cómo le gusta que sean las cosas
cuando está con los suyos. Se presupone, pues, la experiencia, y esta
experiencia es importante, porque pertenece incondicionalmente a la
existencia en la fe. A partir de ella, la Iglesia sabrá después en libertad
cómo ha de disponerse todo en ella y en la liturgia y lo ordenará en libertad
según la mente del Señor.
Mc 14, 16-17 And the disciples set out and went to
the city, and found it as he had told them; and they
prepared the Passover. And when it was evening, he
came with the Twelve. Los discípulos se pusieron en
camino y fueron a la ciudad, y la encontraron tal
como él les había dicho; y prepararon la Pascua. Y al
anochecer vino con los Doce.
Vamos a contemplar: 1. la obediencia de los
discípulos, 2. la preparación de la cena, 3. la venida
del Señor con los Doce.
1, Los discípulos se pusieron en camino y fueron a la ciudad, y la encontraron tal como él les
había dicho. Para los discípulos, la obediencia es una actitud absolutamente natural. No se la
inculcaron en pequeñas dosis. No aprendieron a renunciar primero a una cosa y luego a otra
y, así, muy lentamente, a entregar su autonomía al Señor. Se sumergieron de golpe en la
obediencia perfecta: «Sígueme». El Señor quiso que fuera un seguimiento incondicional. No
sabemos cuánto de este «Sígueme» captaron en aquel momento ni cuánto captan ahora. En
cualquier caso, por parte del Señor no hay medias tintas. Cuando exige algo, lo exige entero, y
los discípulos tienen que orientarse en consecuencia. A veces hacen preguntas que
demuestran que aún no han comprendido la obediencia, que todavía quisieran discutir con el
Señor. Esta discusión está prohibida. El Señor no les quita su propia opinión; pero como les
concede la fe, esta opinión es válida y vive sólo dentro de la fe. Y puesto que le siguen, tanto
el seguimiento como la obediencia pertenecen a la fe. Nada sería más erróneo que una
obediencia que se presta de mala gana. Por supuesto, la carne es débil, el entendimiento es
débil; sólo comprendemos las cosas paso a paso cuando está en juego el todo. Pero si
nuestra debilidad es sólo debilidad humana natural y no resistencia a Dios, no nos impide
prestar obediencia con fe amorosa. . (sigue)
Esta obediencia es auténtica y verdadera, aunque exteriormente sólo la
mantengamos con dificultad. Por eso, los discípulos siempre tienen que
aprender mejor la obediencia. Y nosotros también. El Señor, que se hizo carne
para conocer nuestra naturaleza desde dentro, no espera siempre el mismo
entusiasmo. Hay tareas que son duras. Hay una obediencia que hay que rendir
antes de que tengamos tiempo de comprender con más exactitud. Pero
cuando la obediencia vive realmente de la fe y es contenida por ella, es la fe la
que suministra la primera obediencia, y nuestra propia obediencia es asumida
en ella y la sigue tan bien como puede. Lo principal es no ser eclécticos: no
rechazar ciertas cosas y preferir otras. De lo contrario, seguimos nuestra
propia razón como norma última.
Así, los discípulos van donde se les dice. También nosotros queremos intentar
ir como nos dice el Señor, en una obediencia de fe.
2, Y prepararon la Pascua. Ninguna fiesta cristiana se celebra enteramente sin preparación. Y los
discípulos preparan la Pascua como han aprendido a hacerlo, pero seguramente también como el Señor
espera de ellos. No sabemos lo que piensan mientras lo hacen; si creen que están preparando una comida
que será como todas las anteriores o si se han puesto especialmente expectantes por la elección del
lugar, que fue hecha por el Señor mismo; si tienen alguna idea de que viene algo nuevo y de que el Señor
dará a esta comida una forma totalmente distinta. Se preparan como les parece correcto en su obediencia
de seguidores del Señor. Y si, oscuramente, tienen una premonición de lo que se avecina, lo habrán hecho
con especial cuidado. Cuando vemos cómo se hacen los preparativos antes de la Misa, cómo se dispone
la mesa del sacrificio, podemos pensar en el hecho de que también entonces se dispuso de modo
celebrativo y que las personas encargadas de hacerlo lo hicieron en nombre del Señor y por encargo
suyo. Esta preparación es, ante todo, obligación de los clérigos en la Iglesia. Y los discípulos son
sacerdotes del Señor. Pero, en un sentido más amplio, esta preparación es obligación de todos los
creyentes. En el Evangelio de Lucas, se dice que Pedro y Juan fueron enviados a preparar la habitación.
Así pues, una elección entre los discípulos: amor y oficio. Los otros diez, en consecuencia, no tenían más
que prepararse a sí mismos. La preparación que debemos hacer para la confesión o la comunión o
cualquier otro sacramento debe consistir principalmente en recogernos, examinarnos y purificarnos para
recibirlo. Así como se prepara la habitación, así deben prepararse las almas: ambas en unidad. Esto
significa tanto para la Esposa de Cristo, la Iglesia, como para las novias de Cristo, las creyentes que se
entregan a Él: hacer lo que el Señor espera en una perfecta obediencia a Él en su Espíritu Santo, de modo
que cuando venga -y siempre viene- lo encuentre todo, las cosas externas y las almas, preparado.
3, Al anochecer vino con los Doce. Cae la tarde. Se acabó el tiempo de trabajar. Oscurece; es
primavera. Y el Señor viene con los Doce, en comunidad con ellos. Sabe mucho más que ellos.
Sabe lo que piensa hacer. Sabe del don de la gracia que les ha destinado. Y quizá los Doce notan
en todo su comportamiento, en cierta solemnidad, que el momento es especialmente festivo para
él. Pero no se separa de ellos. No va delante ni detrás de ellos. No los despide diciéndoles: «Vendré
más tarde», sino que van en comunidad. El Maestro va con sus discípulos en un perfecto sentido
de unidad
Si contemplamos al Señor con los ojos de la fe, vemos cómo espera hacerlos felices, cuánto le
importa ahora, al comienzo de la Pasión, antes de ir a la Cruz, darles su Cuerpo, prepararles un
banquete, concederles todas las alegrías que pertenecen a este banquete. Los discípulos, por su
parte, esperan con impaciencia estar junto al Señor, la comida compartida. Los que la han
preparado se alegran porque han hecho feliz al Señor con su trabajo y su obediencia. Pero, como
siempre, su alegría va por detrás de la alegría del Señor. Serán sorprendidos por el Señor, su
alegría será superada por la alegría del Señor, pues el Señor les dará del exceso de su alegría. No
como si les diera un «demasiado» que le resultara gravoso. Les da esta sobreabundancia desde lo
esencial, desde el centro, precisamente desde lo que es más suyo. De donde le pertenece más
propiamente el poder, de donde experimenta más íntimamente su unión con el Padre y el Espíritu,
toma esta alegría para dársela a ellos. Todo lo que quiere para ellos procede de lo más íntimo de su
corazón. (sigue…)
Una vez contemplado y
reconocido esto, procuremos
siempre dar todo lo que tenemos
que decir y dar a los demás
dentro del encargo del Señor,
desde el centro de su gracia, para
compartir precisamente lo más
profundo, lo más esencial, y no
algo extra o periférico. Pidamos a
Dios Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo que nos concedan a todos,
en nuestra obediencia, este don
de dar según su mente.
COMPROMISO
Leer:
•Identificando el traidor Mc 14, 18-21.
•Institución de la Eucaristía Mc 14,22-25.
Bibliografía
•MEDITATIOS ON GOSPEL OF MARK.
ADRIENNE VON SPEYR. 2012. IGNATIUS
PRESS. SAN FRANCISCO. USA.
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