Narrativas Psicoanalíticas Sobre El Cuerpo A La Luz de Pensadores Postestructuralistas
Narrativas Psicoanalíticas Sobre El Cuerpo A La Luz de Pensadores Postestructuralistas
MIRC – (COORDINADORXS)
CAPÍTULO 6
Narrativas psicoanalíticas sobre el cuerpo a la
luz de pensadorxs postestructuralistas
Maite Lucía Etchegoyen
Introducción
1
El capítulo fue presentado originalmente como Trabajo Integrador Final para la obtención del título de Licenciatura en Psicología
(UNLP) bajo la dirección del Dr. Ariel Martínez.
2
Por instrumentalizar hago referencia a la posibilidad de tornar al psicoanálisis una herramienta crítica al servicio de nuevos
existenciarios. Para ello se impone la tarea de depurar los sesgos de época y poner en primer plano la potencia que anida en dicha
teoría.
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 92
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
influyen en nuestra escucha clínica sin ser revisadas desde una lectura socio-histórica actual y
ponen en riesgo nuestro posicionamiento ético frente a los sujetos que nos convocan en busca
de un alivio de su padecimiento. Además del ejercicio de nuestra profesión, en palabras de
Silvia Bleichmar, la revisión crítica de las propuestas psicoanalíticas que circulan en los
espacios académicos se torna necesaria porque:
Aplicar la teoría psicoanalítica sin realizar esta relectura a la luz de la producción teórica
contemporánea implicaría la repetición necia de voces muertas, la imposición de conjeturas
extraídas de una clínica estéril y descontextualizada que provocaría en los existenciarios
actuales un plus en su padecimiento.
En función de este posicionamiento político, acudimos a la lectura de autorxs post-
estructuralistas para poder leer a través de un lente contemporáneo los devenires de los
sujetos que habitan nuestros espacios clínicos.
En la actualidad, habitamos en un contexto de producción que Félix Guattari y Suely Rolnik
denominan ‘Capitalismo Mundial Integrado (CMI)’.
Del CMI se desprende un modo de producción de subjetividad signado por lo que Rolnik
(2017) denomina inconsciente colonial-capitalístico. Se trata de una política del inconsciente
que es colonial porque se instaura con la cultura moderna occidental, lo que la vuelve
inseparable de los procesos de colonización, y es capitalista porque no hay separación posible
entre el nacimiento del capitalismo y la empresa de colonización que Rolnik denomina
extracción de la fuerza vital. La misma paraliza y homogeniza los procesos de creación y
diferenciación que son esencia de la vida. Paul B. Preciado, retomando la propuesta de Rolnik,
describe el malestar que se produce en los sujetos como consecuencia de la extracción de la
fuerza vital de la siguiente manera:
Teniendo en cuenta esta lectura del malestar que encarnan los sujetos actuales, el presente
capítulo se propone concretamente realizar una revisión crítica del concepto de cuerpo,
partiendo de dos discursos divergentes: el de ciertas narrativas psicoanalíticas, vinculadas
principalmente a la producción teórica de Sigmund Freud y Piera Aulagnier; y el discurso
vinculado a las propuestas teóricas de autorxs post-estructuralistas, como Judith Butler y Suely
Rolnik, entre otrxs. Además, se prioriza la búsqueda de producción académica de autorxs de
nuestras latitudes, pensadores jóvenxs que retoman la bibliografía y la ponen en movimiento,
desde una mirada actual y local.
En el presente trabajo, el cuerpo se utiliza como eje teórico que permite desgranar lo que
tanto Rolnik como Preciado describen a través de la metáfora del zombi. Esta descripción
sobre la que lxs autorxs profundizan permite pensar el malestar propio de nuestra época desde
herramientas conceptuales psicoanalíticas.
Si nos detenemos a observar el devenir de los sujetos contemporáneos, vemos que las
problemáticas vinculadas al cuerpo tiñen cada recoveco de la experiencia humana: la síntesis
entre un organismo y una voz que enuncia ‘yo soy’; la manera en que nos vinculamos con
otros; nuestro posicionamiento identitario en un mundo que nos inscribe (o no) en un grupo de
pertenencia; el anclaje en un contexto socio histórico determinado y por tanto, el vínculo de
cada sujeto con la dimensión témporo-espacial; la producción deseante que motoriza y da
sentido a un ciclo vital; los intercambios a través de la tecnología y los nuevos modos de
comunicación que la misma propicia más allá de las formas tradicionales del encuentro. En
todos estos aspectos de la experiencia humana, del devenir subjetivo, el cuerpo se presenta
como un lienzo de carne que nos vincula y nos sujeta, materialización de nuestras afecciones:
el cuerpo, allí donde anida la pulsión, el deseo, encarnación de la potencia que anima e
impulsa nuestra existencia como seres vivientes.
Teniendo en cuenta esta reflexión, inauguramos la elaboración de este aporte con la
siguiente pregunta:
¿Qué aportes podemos extraer de las narrativas psicoanalíticas y de las propuestas
postestructuralistas para gestar una política de los cuerpos que permita a los sujetos la
apropiación de la fuerza vital que les fue extraída?
Sigmund Freud
Si bien Freud no utiliza el término cuerpo como concepto teórico, sí hace referencia al
mismo en su teorización del aparato psíquico. Para el autor, aquello que denominamos ‘cuerpo’
es entendido principalmente a través de dos conceptos: pulsión y narcisismo. Creemos que
estas dos nociones pueden ubicarse en los extremos de un continuum que represente una
aproximación al concepto de cuerpo desde la teoría freudiana. Si pensamos en un esquema de
este tipo, podríamos usar como variable el nivel de organización. De esta manera, la pulsión se
ubicaría en el polo de la desorganización y el narcisismo, en el polo de la organización.
Desorganización y organización ¿en torno a qué? Partiendo de la teoría psicoanalítica,
entendemos que la pulsión se organiza progresivamente en el desarrollo libidinal en torno de
una forma, que Freud denomina instancia yoica. Es decir que pulsión y narcisismo también
representan distintos momentos evolutivos del desarrollo libidinal. Siguiendo la propuesta
freudiana, podemos pensar que el estado originario de la pulsión que precede la organización
de la instancia yoica y el establecimiento de la represión primaria es característico de la
sexualidad infantil, y que una vez que el desarrollo libidinal se concreta en una organización
‘definitiva’, estamos en presencia de la sexualidad adulta ‘normal’.
Sin embargo, la progresiva organización de la dimensión pulsional en aquello que
denominamos narcisismo no descarta la posibilidad de que en un psiquismo adulto se hagan
presentes exteriorizaciones que den cuenta de la persistencia de elementos que no responden
a una organización ‘definitiva’ de la sexualidad adulta. La instancia yoica adopta una forma, que
ilusoriamente se presenta siempre como una versión final o definitiva, que representa al sujeto
y a su cuerpo. Sin embargo, partiendo del estudio del inconsciente y sus exteriorizaciones,
entendemos que la dimensión libidinal no se reduce nunca a una organización estática, y que
aquellos retazos pulsantes que quedan por fuera, que son rechazados por esa identidad
‘definitiva y completa’, emergen constantemente en las vivencias de los sujetos, y dejan en
evidencia el carácter contingente e ilusorio de la estructura narcisista. Teniendo esto en cuenta,
pensamos que las diversas maneras de concebir a lxs cuerpos en la teoría freudiana no son
excluyentes o contradictorias, sino que implican la coexistencia en el plano libidinal de una
‘forma definitiva e ilusoria’ representada por la estructura narcisista, y de los retazos pulsantes
que no logran incorporarse a la trama ‘coherente’ del cuerpo instituido para cada sujeto.
Siguiendo la propuesta de Tomás Gomariz en el texto ‘Los cuerpos de Freud: hacia una
conceptualización de la potencia queer de la pulsión’ (2022), entendemos que en la obra
freudiana encontramos dos concepciones del cuerpo de las que se desprenden consecuencias
teórico-políticas diversas:
Pulsión
El concepto de pulsión fue introducido por Freud en 1905, con la publicación del texto ‘Tres
ensayos de teoría sexual’. En escritos anteriores, el autor había utilizado la palabra trieb o
pulsión para distinguir dos tipos de excitación a los que se encuentra sometido el organismo y
que deben descargarse según el principio de constancia: junto a las excitaciones externas, de
las que el sujeto puede huir o protegerse, existen fuentes internas, que aportan un aflujo de
excitación constante, del cual el organismo no puede escapar y que constituiría el resorte del
funcionamiento del aparato psíquico (Laplanche y Pontalis, 2013).
En el primer ensayo, Freud ofrece una definición del concepto de pulsión:
Esto implica que si bien al comienzo Freud sostiene una concepción de la pulsión que
separa la sexualidad humana de la sexualidad animal, plenamente instintiva, luego, al situar a
la reproducción como objetivo último de la sexualidad adulta, clausura esa diversidad que
plantea en un principio. Esto lo hace a partir del establecimiento de parámetros de ‘normalidad’:
habría otros caminos posibles en el desarrollo de la sexualidad humana, pero éstos son
considerados por el autor como manifestaciones patológicas o indeseables. Freud sitúa un
‘infantilismo de la sexualidad’ en los neuróticos, que refiere a una sexualidad en la que la
dimensión pulsional no se pone al servicio de la reproducción, sino que habría una pregnancia
del ‘placer previo’, situado en las zonas erógenas establecidas en la infancia, y que se
encuentra emancipado del primado genital.
Diez años más tarde, en 1915, Freud publica el texto ‘Pulsiones y destinos de pulsión’, en el
que manifiesta su interés por desarrollar el concepto de pulsión. Allí, el autor ofrece una
caracterización general de las pulsiones que retoma los supuestos de ‘Tres ensayos de teoría
sexual’:
En este escrito, Freud retoma la relación entre la pulsión y el estímulo. El autor entiende al
estímulo como algo que recepciona el ‘tejido vivo’, que proviene del exterior y que se descarga
hacia afuera mediante una acción acorde al fin. Habría también estímulos psíquicos, cuya
característica sería el provenir desde el interior del organismo, pero la pulsión o ‘estímulo
pulsional’ se distinguiría de ambos. Para entender esta diferencia, Freud evoca la imagen de un
ser vivo aún inerme que tiene la capacidad de captar estímulos de diversos tipos:
Por una parte, registra estímulos de los que puede sustraerse mediante una
acción muscular (huida) y a estos los imputa a un mundo exterior; pero, por
otra parte, registra otros estímulos frente a los cuales una acción así resulta
inútil, pues conservan su carácter de esfuerzo constante; estos estímulos son
Esto significa que la síntesis pulsional a la que el autor hace referencia tanto en este texto
como en el precedente daría cuenta de una de estas ‘oleadas’ de la vida pulsional, que
representaría un momento evolutivo de la misma, no su totalidad o su forma final. La posibilidad
de que otras ‘oleadas’ precedentes subsistan junto a esta versión ‘adulta’ de la dimensión
pulsional implica un hallazgo importante para poder pensar más allá del modelo de la
sexualidad adulta normal propuesto por Freud.
Hasta aquí, siguiendo la teorización freudiana de la pulsión, podemos ubicar en el origen un
cuerpo compuesto por pulsiones autárquicas, que por su lógica autónoma de funcionamiento
habitan diversas zonas erógenas, sin formar parte de una unidad que las englobe. Es en un
segundo momento donde estas pulsiones se organizarán en una unidad coherente. Este
segundo momento, sin embargo, no está dado por la síntesis que se produce en la sexualidad
adulta, sino en el establecimiento de la instancia yoica, momento evolutivo que precede a la
pubertad. En el siguiente apartado, abordaremos la constitución de la instancia yoica y su
relación con el concepto de narcisismo, para continuar la revisión de la conceptualización del
cuerpo en Freud.
Narcisismo
En primer lugar, nos parece oportuno diferenciar dos conceptos que se encuentran
íntimamente relacionados, pero que no son equivalentes en la teoría freudiana: el concepto de
narcisismo y el de yo o instancia yoica.
En 1911, Freud establece al narcisismo, en el marco del Caso Schreber, como una fase de
la evolución sexual que se encontraría entre el autoerotismo y el amor objetal. Durante esta
fase que luego denominará narcisismo primario, el sujeto se toma a sí mismo, a su propio
cuerpo, como objeto de amor, lo que permite una primera unificación de las pulsiones sexuales.
Nos preguntamos entonces, qué mutación ocurre en el psiquismo humano para que pueda
considerarse al cuerpo como una entidad enmarcada en cierta unidad, que el sujeto reconoce
como propia, y que puede tomar como objeto de amor. Durante el autoerotismo característico
de la sexualidad infantil, Freud ya hacía referencia a una satisfacción en el ‘cuerpo propio’, pero
este cuerpo se encontraba fragmentado en diversas zonas erógenas que no conformaban una
unidad de la que el sujeto podría apropiarse. En ‘Introducción del narcisismo’ ([1914] 1976),
Freud se pregunta por la relación que habría entre el narcisismo y el autoerotismo, y afirma:
Es por esto que consideramos a la instancia yoica como paso previo indispensable para que
se construya ese cuerpo del que el sujeto se apropia.
El yo se establece como instancia diferenciada del ello y del superyó a partir de la segunda
teoría del aparato psíquico, que Freud introduce luego de 1920. Se trata de un concepto
complejo, que puede pensarse en las tres dimensiones o puntos de vista del aparato psíquico.
Laplanche y Pontalis afirman:
Teniendo esto en cuenta, partiremos del texto ‘Introducción del narcisismo’ para situar la
especificidad de este concepto y las posibilidades de integrarlo a una comprensión compleja
del concepto de cuerpo.
En primer lugar, Freud define al narcisismo como ‘aquella conducta por la cual un individuo
da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual’ (p.71).
Aunque en un principio el autor acuñó este término para describir un ejercicio ‘perverso’ de la
sexualidad, luego establece al narcisismo primario como una fase ‘normal’ en el desarrollo de la
sexualidad. Esta distinción entre un narcisismo primario y ‘normal’ y un narcisismo secundario y
‘patológico’ surge en función del estudio de las parafrenias (demencia precoz o esquizofrenia),
en las que el autor ubica dos rasgos de carácter fundamentales: el delirio de grandeza y el
extrañamiento del interés respecto del mundo exterior. Este último rasgo implica en la
parafrenia que los sujetos retiran la libido del mundo exterior, pero a diferencia de lo que ocurre
en la neurosis y la histeria, esa libido no se dirige a los objetos de la fantasía (proceso que
Freud denomina introversión de la libido), sino que esa libido retirada del mundo y objetos
externos se conduce al yo, lo que produciría el origen de una conducta narcisista patológica. El
delirio de grandeza se explicaría entonces por una libidinización del yo, y el narcisismo
secundario y patológico se produciría a partir del replegamiento de las investiduras de objeto, y
se sostendría en las bases de un narcisismo primario, que lo precedería como fase en el
desarrollo normal de la sexualidad.
Freud ([1914] 1976) utiliza una metáfora para explicar la dinámica del narcisismo primario:
‘Nos formamos así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los
objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como
el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite’ (p.73). Es decir que siempre queda en el
yo un reservorio de libido, y que parte de ella se retira del yo y se dirige a los objetos cuando se
produce una investidura de objeto.
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 102
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
En este escrito, el autor realiza una primera aproximación a los conceptos de ideal del yo y
conciencia moral, que luego formarán parte de su conceptualización del superyó. Respecto de
los ideales, Freud ([1914] 1976) afirma que, frente a las mismas vivencias y mociones de
deseo, se observa que algunas personas pueden procesarlas concientemente, mientras que
otras las desaprueban y ahogan antes de que devengan concientes. ‘Podemos decir que uno
ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta
esa formación de ideal’ (p.90). Esto implica que la formación de ideal sería la condición de la
represión, acción que parte de la instancia yoica. Además de cumplir esta función, el ideal del
yo engloba todas las características que el yo querría recobrar para volver a ostentar la
grandeza que se le atribuía en el momento evolutivo del narcisismo primario. Freud usa la
expresión ‘His majesty the baby’ para dar cuenta de la grandeza que se le atribuye al yo en el
momento del narcisismo primario, grandeza que luego perderá en función del Complejo de
castración. Durante el narcisismo primario el yo coincidía con el ideal, es por eso que se utiliza
la expresión yo ideal para dar cuenta de este momento, y luego, en función de la castración, el
ideal se proyecta hacia el futuro, encarnado en características diversas que le devolverían al yo
su carácter ‘ideal’ y que el yo se esfuerza por alcanzar. Sobre esto Freud afirma: ‘La formación
del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. La
sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a
la represión’ (p.92). Vemos como tanto la represión como la sublimación se ubican como
herramientas que el yo utiliza para comandar la dimensión deseante del sujeto. La represión
sería un recurso extremo que implicaría el desplazamiento de las mociones pulsionales al
inconsciente, lo que las dejaría fuera del control del yo; por otro lado, la sublimación se ubica
como una herramienta más sofisticada que implica modificar el fin de una moción pulsional sin
necesidad de que ésta quede desterrada en el inconsciente. Esta operación además permite
utilizar la energía que proviene de una moción pulsional para invertirla en una actividad
‘socialmente valorada’, cuyo ejemplo paradigmático es la creación artística.
Respecto de la conciencia moral, aparece como una primera conceptualización de lo que
luego será el superyó:
No nos asombraría que nos estuviera deparado hallar una instancia psíquica
particular cuyo cometido fuese velar por el aseguramiento de la satisfacción
narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito observase de
manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal [...] La incitación para
formar el ideal del yo, cuya tutela se confía a la conciencia moral, partió en
efecto de la influencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y
a la que en el curso del tiempo se sumaron los educadores, los maestros y,
como enjambre indeterminado e inabarcable, todas las otras personas del
medio. (Freud, [1914] 1976, p.92)
Otro concepto interesante que se presenta en este escrito es el de sentimiento de sí, que el
autor define como una expresión del grandor del yo: ‘Todo lo que uno posee o ha alcanzado,
cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia, contribuye
a incrementar el sentimiento de sí’ (p.94). El sentimiento de sí dependería de la libido narcisista
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 103
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
Siguiendo este esquema, entendemos que el yo es la parte del ello alterada por la influencia
directa del mundo exterior. Su función consiste en hacer valer sobre el ello el influjo del mundo
exterior y sus exigencias, así como sus propósitos propios: ‘se afana por reemplazar el principio
de placer, que rige estructuralmente en el ello, por el principio de realidad [...] El yo es el
representante de la razón y la prudencia, por oposición al ello, que contiene las pasiones’
(p.27).
Puesto que para el yo las percepciones cumplen la misma función que en el ello las
pulsiones, Freud afirma que al ser el cuerpo propio fuente de percepciones tanto internas como
externas, éste estaría vinculado a la génesis del yo. El autor afirma: ‘El yo es sobre todo una
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 104
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
coherente que teje sobre sí mismo, y que siempre corre el riesgo de desvanecerse o
fragmentarse.
Piera Aulagnier
modelo del aparato psíquico que permite rastrear la incidencia del medio social en la
constitución psíquica, y por tanto de los valores e ideales de la cultura en la que se emplazan
los sujetos. Este aporte teórico nos permitirá posteriormente pesquisar en qué lugar de la
constitución psíquica podemos situar los mecanismos de poder que determinan las ofertas
identificatorias y corporalidades posibles en cada cultura y momento histórico.
Piera Aulagnier fue una psicoanalista italiana que se formó con Jacques Lacan, y en su obra
puede rastrearse la influencia tanto de Lacan, como de Freud y Cornelius Castoriadis. Su
producción teórica fue motivada por su práctica clínica, específicamente por el estudio y
tratamiento de la psicosis en adultos y jóvenes, desafío que la llevó a interesarse por los
tiempos de constitución del psiquismo. Es importante revisar el aporte teórico de esta autora
porque, en palabras de Guillermo Suzzi (2021), a partir del libro ‘La violencia de la
interpretación’, Aulagnier ‘proporciona una reformulación del modelo metapsicológico de Freud
mediante la introducción de elementos y categorías originales para abordar teóricamente la
aparición del Yo en la escena psíquica’ (p.118). Allí donde Freud alude a la existencia de una
‘nueva acción psíquica’, Aulagnier desglosa un proceso de constitución que inicia incluso antes
del nacimiento biológico del infans3, y en el que participan diversos actores que representan el
medio histórico-social en el que ese sujeto podrá inscribirse. De esta manera, podremos
ampliar nuestro entendimiento para pensar una constitución psíquica que no se restringe a las
identificaciones producto del Complejo de Edipo, sino que incluye la participación de un medio
social más allá de la familia nuclear. Para entender este posicionamiento político respecto de la
constitución psíquica, es importante retomar algunas premisas básicas de la propuesta de
Aulagnier.
En su libro ‘La violencia de la interpretación’ (1975), la autora presenta una primera
hipótesis que atraviesa su teoría del aparato psíquico: ‘la actividad psíquica está constituida por
el conjunto de tres modos de funcionamiento, o por tres procesos de metabolización: el proceso
originario, el proceso primario y el proceso secundario’ (p. 24). Estos procesos no están
presentes desde un comienzo, sino que se suceden temporalmente y su puesta en marcha es
provocada por la necesidad que se le impone a la psique de conocer una propiedad del objeto
exterior. En palabras de Aulagnier, ‘la psique y el mundo se encuentran y nacen uno con otro,
uno a través del otro; son el resultado de un estado de encuentro al que hemos calificado como
coextenso con el estado de existente’ (p. 30). La instauración de un nuevo proceso nunca
implica un silenciamiento del anterior, y además se postula que cada proceso se distingue por
una actividad que los representa, un modo de inscripción particular y un postulado que los
caracteriza.
En el capítulo 4 ‘El espacio al que el yo puede advenir’, la autora postula que todo sujeto
nace en un espacio hablante, y que el yo es una instancia esencialmente constituida por el
discurso, y es por esto que se aboca a describir las características que ese microambiente
debe tener para que allí advenga un yo. Se trata de un fragmento del campo social que
funciona como ‘metonimia del todo’, es decir que para el infans, el microambiente es
equivalente a la totalidad del campo social. Algunos de los elementos que organizan este
3
Palabra que la autora utiliza para denominar a un sujeto que aún no tiene la capacidad de hablar.
el origen de sus modelos; y que la autora denomina enunciados del fundamento. Siguiendo a
Aulagnier entendemos que:
La autora utiliza la metáfora del coro para ilustrar el pacto que debe producirse entre el
sujeto y el conjunto, para que ambos garanticen su existencia. Para el grupo, el infans
constituye una voz que encarna sus enunciados, y que garantiza de este modo su
permanencia. Respecto del niño, a cambio de catectizar el grupo, demandará el derecho a
ocupar un lugar independiente del veredicto parental (los enunciados del microambiente), la
oferta de un modelo ideal que los otros no pueden rechazar sin rechazar al mismo tiempo las
leyes del conjunto, junto a la ilusión de una persistencia atemporal proyectada sobre el
conjunto y su proyecto.
El acceso a la dimensión histórica es un factor esencial en el proceso identificatorio,
indispensable para que el yo del niño alcance la autonomía y pueda investir un futuro, apelando
a enunciados identificatorios que no procedan exclusivamente del microambiente familiar. A
través del contrato narcisista, el sujeto se procura el reconocimiento por parte del conjunto
social, al tomar como propio sus enunciados, y el conjunto, por su parte, asegura su
inmutabilidad y permanencia incorporando nuevos miembros, con la condición de que éstos
repitan los fragmentos del discurso que les son ofrecidos. Por otro lado, entendemos que el
contacto del infans con el conjunto es posible sólo por la mediatización de la pareja parental,
quienes poseen una relación singular con el campo social y sus enunciados, que tiene
consecuencias en la transmisión que hacen de este discurso en sus interacciones subjetivantes
con el infans. Siguiendo a Suzzi (2021), entendemos que ‘lo valorizado y lo desacreditado del
mismo, la calidad e intensidad de la catectizaciones hacia el conjunto social y sus modelos, así
como el acuerdo o rechazo con respecto a las cláusulas del contrato narcisista demarcarán la
singularidad del advenimiento del Yo que allí se articula’ (p. 122). Por otro lado, Aulagnier nos
advierte sobre dos rupturas posibles del contrato narcisista, que tienen consecuencias directas
en el destino psíquico del niño. En primer lugar, puede ocurrir una ruptura por la negativa de la
pareja parental a comprometerse en dicho contrato. La descatectización del discurso social por
parte del microambiente produce la creación de un microcosmos cerrado, que sólo mantiene su
coherencia mientras pueda evitar todo enfrentamiento directo con el discurso de los otros. El
riesgo aquí está en que el sujeto no logra encontrar fuera de la familia un soporte que le
permita obtener la autonomía necesaria para las funciones del yo. En segundo lugar, puede
ocurrir que el conjunto sea el responsable de la ruptura del contrato. Esto ocurre en contextos
donde la realidad histórica y social pone a cierto microambiente familiar en un lugar de
explotación, exclusión social. Aulagnier no descarta la posibilidad de exclusión en la dimensión
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 109
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
del contrato narcisista, que tiene graves consecuencias para la constitución psíquica de los
sujetos que ocupan esta categoría.
Retomando lo que se planteó al inicio de este apartado, nos gustaría, a continuación, poner
el foco en la reformulación de la noción de identificación freudiana que presenta la autora en su
teoría. Aulagnier presenta en ‘Los dos principios del funcionamiento identificatorio:
permanencia y cambio’ (1991) la noción de acontecimiento, que le permite pensar cómo la
evolución del aparato psíquico está signada por ciertos sucesos que motivan una
reorganización en el registro de las investiduras, de los soportes internos o narcisistas, y de los
soportes externos u objetales. La elección de nuevos objetos, el duelo de otros, al igual que los
movimientos a nivel de soportes narcisistas, implican negociaciones necesarias entre las
instancias y el yo, y entre el yo y los dos principios que, según Freud, signan el funcionamiento
del aparato psíquico: el principio de placer y el principio de realidad.
Aulagnier piensa la evolución psíquica como un proceso que no es lineal, y que puede
pensarse en diversas ‘fases relacionales’. El proceso identificatorio inicia en el designado ‘T1’ o
tiempo de la infancia, y permite que el yo se autorrepresente como el polo estable de las
relaciones de investidura que compondrán sucesivamente su espacio, su capital y su mundo
relacional.
Aulagnier, parafraseando a Freud, afirma que el principio de permanencia y el principio de
cambio son los dos principios que rigen el funcionamiento identificatorio. Esto significa que el
yo firma un ‘compromiso identificatorio’, según el cual, el contenido de una parte de sus
cláusulas no deberá cambiar, mientras que el contenido de otra parte de ellas tendrá que ser
siempre modificable para garantizar el devenir de esa instancia. Este compromiso es el
contrato narcisista, que nombramos anteriormente en este apartado. Se trata de una operatoria
psíquica que nos permite reconocernos como elemento de un conjunto y como seres
singulares, como efecto de una historia que nos precedió y como autores de la historia que
cuenta nuestra vida. En el tiempo de la infancia, el yo forma alianzas temporarias con el yo
parental, quien se asegura que el contenido de esas cláusulas se encuentre dentro de lo
posible según el principio de realidad. Posteriormente, en el ‘T2’ o tiempo de la adolescencia,
se produce una revisión del contrato narcisista, y el yo adolescente pasa a figurar como único
signatario del contrato. Se produce una redacción conclusiva de las cláusulas no modificables
del compromiso, las que garantizan al yo la inalienabilidad de su posición en el registro
simbólico, el orden temporal y el sistema de parentesco. A su vez, el yo adolescente descarta
ciertos emblemas identificatorios y toma otros nuevos, pero esta vez no de la oferta del
microambiente familiar, sino del discurso del conjunto, espacio exogámico en donde encontrará
emblemas identificatorios acordes a el momento de su devenir. La oferta identificatoria del
discurso del conjunto estará signada por mecanismos de poder que subyacen a las ideologías
y sistemas de valores que priman en una sociedad determinada en un momento histórico
determinado.
En el capítulo IV de ‘La violencia de la interpretación’ (1975), Aulagnier introduce el
concepto de proyecto identificatorio, la contracara del proceso identificatorio, y segundo
concepto que desglosa de su reformulación de la noción freudiana de identificación. Lo define
como la ‘autoconstrucción continua del yo por el yo, necesaria para que esta instancia pueda
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 110
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
Por último, revisaremos la noción de cuerpo que propone Aulagnier, en su texto ‘Nacimiento
de un cuerpo, origen de una historia’ (1991), escrito en el que la autora se propone desarrollar
la función que cumple el cuerpo como mediador y como apuesta relacional entre dos psiques, y
entre la psique y el mundo. Para poder pensar esta función, la autora describe las tres formas
de existencia que adopta la realidad para el ser humano. Cada una de estas formas
corresponde a uno de los procesos de metabolización que la autora le atribuye a la psique
humana.
Siguiendo el funcionamiento del proceso originario, la realidad es autoengendrada por la
actividad sensorial. En este primer momento de la constitución psíquica, el espacio psíquico y
el espacio somático son indisociables, y todo lo que afecta a la psique responde al postulado
de autoengendramiento, propio del proceso originario. La segunda formulación de la realidad
se corresponde con el funcionamiento del proceso primario, según el cual, la realidad está
regida por el deseo de los otros. Para el infans, todo fragmento de la realidad, al igual que el
funcionamiento de su cuerpo, se leerá como consecuencia del poder ejercido por la psique de
los otros que lo rodean, y que son los soportes privilegiados de sus investiduras. Por último, en
función del establecimiento del proceso secundario se establece una tercera formulación sobre
la realidad, que establece que la misma se ajusta al conocimiento que tiene de ella el saber
dominante en una cultura.
Estas tres formulaciones sobre la realidad implican tres relaciones diversas que se
establecen entre psique y soma, correspondientes a los tres procesos de metabolización del
psiquismo humano. La actividad de las zonas sensoriales, el poderlo todo del deseo y lo que el
discurso cultural enuncia sobre el cuerpo, darán lugar a tres representaciones del cuerpo. Sin
embargo, para Aulagnier, habría una cuarta representación del cuerpo, la más decisiva para el
funcionamiento psíquico, que implica un compromiso entre las tres representaciones previas.
La autora afirma:
La relación de todo sujeto con ese cuerpo que lo enfrenta a su realidad más
cercana, más familiar y más investida, dependerá del compromiso que haya
podido anudar entre tres concepciones causales del cuerpo; las dos primeras
responden a exigencias psíquicas universales y atemporales, mientras que la
última será no sólo función del tiempo y del espacio cultural propios del
sujeto, sino también, la única que la psique puede recursar, o modificar y
reinterpretar para hacerla conciliable con las otras dos. Así pues, nuestra
relación con el cuerpo, así como nuestra relación con la realidad, son función
de la manera en que el sujeto oye, deforma o permanece sordo al discurso
del conjunto. (Aulagnier, 1991, pp.122-123)
Aulagnier advierte sobre la influencia que algunos discursos tienen sobre la concepción del
cuerpo. Sin importar de qué discurso se trate (mítico, religioso, científico), todos comparten un
mismo objetivo: imponer cierta construcción de la realidad. Sin embargo, al interior del
psiquismo, es la instancia yoica la encargada de producir la ‘biografía del cuerpo’, y para esto,
tomará de los diversos discursos que circulan en lo social las palabras que utilizará para
decodificar las marcas de una historia libidinal (aquello que Aulagnier denomina ‘cuerpo latente’
y que desde Freud pensamos como ‘cuerpo pulsional’) que devendrá por acción del yo en
historia identificatoria:
Una vez que esta historia se ha escrito, exigirá la periódica inversión de una
parte de los párrafos, hará necesaria la desaparición de algunos y la
invención de otros, para culminar en una versión que el sujeto cree en cada
momento definitiva, siendo que para prestarse a un trabajo de reconstrucción,
de reorganización de sus contenidos, y ante todo de sus causalidades, debe
permanecer abierta cada vez que ello se revele necesario. (Aulagnier, 1991,
p. 129)
A modo de conclusión de este apartado, podemos afirmar que, en primer lugar, nos
ocupamos de revisar cómo se produce la constitución del psiquismo para Aulagnier, apelando a
lo que la autora denomina ‘microambiente’ y sus elementos. De esta manera, pudimos
comprender que la constitución psíquica depende de ‘otros deseantes’, que participen como
eslabón intermedio entre el psiquismo incipiente del infans y el campo social que lo reconocerá
como eslabón de una cadena que se perpetuará, incluso después de la muerte del sujeto.
Respecto de la escena extra-familiar, retomamos el concepto de contrato narcisista para
pensar la función metapsicológica que cumple el registro socio-cultural en la constitución
psíquica. En un segundo momento, revisamos el uso particular del concepto de identificación
freudiano que la autora propone en su metapsicología, con los conceptos de proceso y
proyecto identificatorio. Los principios de ‘permanencia y cambio’ que propone Aulagnier
permiten pensar la dimensión identificatoria de manera dinámica y cambiante, en función de los
acontecimientos que tienen lugar en la historia de cada sujeto y que motorizan la
complejización de la escena psíquica. Por último, nos interesamos por la noción de cuerpo que
propone Aulagnier. En el apartado anterior, establecimos dos concepciones o dos estatutos del
cuerpo que se desgranan de la metapsicología freudiana: el cuerpo pulsional y el yo cuerpo.
Aulagnier adiciona a estas dos nociones la noción de un cuerpo sensorial que precede a
ambos y que pertenece a la causalidad psíquica propia del proceso originario. Estas tres
concepciones del cuerpo desembocan en una cuarta concepción, que representa el
compromiso que el psiquismo puede establecer entre las tres, y que permite pensar las
corporalidades desde una perspectiva compleja. Es en la tercera concepción del cuerpo, que
pertenece al proceso secundario del funcionamiento psíquico, donde Aulagnier sitúa la
capacidad de la instancia yoica de establecer relaciones entre las diversas causalidades. Se
trata del conocimiento sobre el cuerpo al que el sujeto accede por su vinculación con el medio
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 113
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
social, ‘la manera en que el sujeto oye, deforma o permanece sordo al discurso del conjunto’
(p.123). Esta tercera noción nos permite pensar que la constitución de la corporalidad psíquica
no es unívoca, y no responde a una esencia o estado natural sino a la acción de leyes
simbólicas, de ideales que establece un conjunto social y que no siempre tienen pregnancia en
los sujetos que conforman ese conjunto. Además, podemos pensar que en cada sociedad
intervienen diversos mecanismos de poder que establecen cuáles son los cuerpos que pueden
pensarse, que son posibles de experienciarse, y qué vivencias corporales quedan por fuera de
lo que ese conjunto considera deseable o incluso posible. Este recorrido nos permitirá en el
siguiente apartado poder establecer en qué momento de la constitución psíquica y en qué
operatorias podemos inscribir la acción de estos mecanismos del poder, que siempre se
emplazan en una sociedad y en un momento histórico determinado.
Judith Butler
En la primera parte de este trabajo, nos propusimos llevar a cabo una revisión de ciertas
propuestas psicoanalíticas y la manera en que estxs autorxs teorizan sobre lxs cuerpos. Para
esto apelamos principalmente a la metapsicología freudiana y a la propuesta teórica de Piera
Aulagnier. A continuación, iniciamos la segunda parte del trabajo, en la que nos proponemos
introducir autorxs de otros marcos teóricos, para pensar cuáles son los aportes de los que
puede nutrirse la lectura psicoanalítica de lxs cuerpos, con el objetivo de construir una
perspectiva analítica que esté a la altura de las vivencias subjetivas actuales. Teniendo esto en
cuenta, es esencial poder identificar los sesgos de época que limitan nuestro entendimiento, y
para esto, debemos delimitar los ideales sociales y las coyunturas políticas de las que estos se
derivan. Estos ideales determinan cuáles son lxs corporalidades esperables y deseables en
una sociedad determinada, cuerpos a los que se les atribuye el estatuto de ‘esencia’ inalterable
y biológicamente determinada.
Comenzaremos este apartado recuperando los aportes de Judith Butler, filósofa materialista
y posestructuralista estadounidense, quien realizó importantes aportes en la teoría feminista, la
filosofía política y la ética y, además, es una de las teóricas fundacionales de la teoría queer.
Respecto de la teoría queer, brevemente podemos decir que surgió en Norteamérica en la
década de los 90, y que se trata de un campo de estudios cuyo objetivo principal es estudiar
las categorías de género y sexualidad, y sus posibles entrecruzamientos y diferencias.
En ‘El género en disputa’ (2007), su obra más reconocida, Butler abre una serie de
preguntas con el objetivo de desarticular la distinción entre sexo y género. Esta distinción entre
ambos términos fue utilizada por las teóricas feministas como herramienta conceptual para
argumentar que la subordinación de las mujeres se sostiene en el plano de la naturaleza o
biología. Siguiendo la propuesta de Butler, habría diferencias biológicas entre varones y
mujeres, y estas pueden pensarse desde la categoría de sexo, entendido como superficie
corporal fáctica, natural e inmutable. Por otro lado, las interpretaciones sociales y culturales que
organizan y dan sentido a las diferencias sexuales se analizan bajo la categoría de género,
entendido como categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado. De esta manera, la autora
logra separar las diferencias sexuales de las interpretaciones que de ellas hace cada sociedad
en un momento histórico determinado, y la subsecuente jerarquización de las diferencias que
caracteriza a las sociedades patriarcales. Ariel Martínez afirma:
En este sentido, la autora recupera las identidades de género para pensarlas como
productos de un ordenamiento obligatorio y heteronormado de determinados atributos en
secuencias que producen coherencia en el género. Butler propone pensar a las identidades de
género como prácticas reiterativas referenciales mediante las cuales el discurso produce los
efectos que nombra.
inferir que el cuerpo-soma opera como soporte ficticio de la denominada ‘matriz heterosexual’,
a partir de la cual, paradójicamente, se producen dichos cuerpos como soportes naturalizados.
En palabras de A. Martínez, ‘así las normas de género se perpetúan circularmente de modo tal
que generan los elementos que requieren para propagarse’ (p.8). Las categorías de ‘varón’ y
‘mujer’ preceden la decodificación de los cuerpos, y es en función de ellas que vemos e
interpretamos lxs corporalidades.
En función de lo expuesto, consideramos que la producción teórica de Butler nos permite
pensar de qué manera se construyen lxs cuerpos en morfologías específicas (varón o mujer), a
partir de la operativa de diversos mecanismos y estrategias de poder. Estos mecanismos
delimitan la inteligibilidad de algunos cuerpos en detrimento de otros, que se tornan
impensables e invivibles. Si bien sabemos que los ideales sociales que se imponen a lxs
corporalidades varían en función de los diversos momentos históricos, la autora sitúa ciertas
invariantes que nos permiten entender de qué manera opera el poder en la constitución
psíquica y, por lo tanto, en la construcción de lxs cuerpos.
En su escrito ‘Mecanismos psíquicos del poder: teorías sobre la sujeción’ (2001), Butler
afirma que la sumisión es una condición de la sujeción, es decir, que la formación del sujeto
depende de la sujeción o sometimiento. Esta es una idea que la autora retoma de Foucault, y
en función de ella se pregunta: ¿cuál es la forma psíquica que adopta el poder?
Con este interrogante que da inicio al texto, Butler se propone articular las ideas
foucaultianas sobre el poder, con el marco teórico del psicoanálisis (freudiano y lacaniano), y su
concepción del psiquismo humano. De esta manera, la autora logra arribar a una hipótesis
sobre cómo opera la norma social hegemónica al interior del funcionamiento psíquico. En el
apartado previo habíamos situado, en función de la producción teórica de Piera Aulagnier, y a
través del concepto de contrato narcisista, la función metapsicológica que cumple el registro
socio-cultural en la constitución psíquica. En el presente apartado, nos proponemos explicar la
manera en que ese registro socio-cultural opera, a partir de mecanismos psíquicos específicos,
que nos permiten comprender la construcción de ciertos cuerpos en detrimento de otros. Para
esto, Butler apela a conceptos de la metapsicología freudiana y lacaniana, y los instrumentaliza
en función de sus objetivos teóricos.
En primer lugar, la autora explica que estamos habituados a comprender el proceso de
sujeción a la norma en función de un poder externo que se impone al sujeto, que lo debilita y lo
obliga a aceptar sus condiciones. Sin embargo, lo que Butler advierte es que los sujetos que
aceptan esas condiciones dependen de manera esencial de ellas para su existencia. Es decir,
que ese mismo poder que sujeta a los individuos es el que paradójicamente permite su
existencia como sujetos: ‘El sometimiento consiste precisamente en esta dependencia
fundamental ante un discurso que no hemos elegido pero que, paradójicamente, inicia y
sustenta nuestra potencia’ (p.12). Siguiendo esta idea, entendemos que las normas sociales,
que inicialmente se imponen de manera externa al sujeto, a través de aquellos individuos que
están a cargo de su ‘humanización’, luego asumen una forma psíquica, que constituye la
identidad del sujeto. Es decir que la identidad, aquello que pensamos en el apartado anterior en
función de los conceptos de proceso y proyecto identificatorio de Aulagnier, al igual que los
elementos del ‘microambiente psíquico’, constituyen la forma psíquica que adoptan las normas
externas que se imponen de manera violenta sobre los individuos. Butler afirma:
Vemos que Butler denomina ‘vínculo apasionado’ al vínculo que se establece entre los
sujetos y las personas de las que estos dependen de manera esencial. En un mismo sentido,
Aulagnier habla de ‘relaciones pasionales’ o asimétricas, y las define como aquellas en las que
el objeto de la pasión se presenta como no sustituible, un deseo transformado en necesidad.
De esta manera comprende el vínculo entre madre e infans, donde la madre se presenta como
insustituible y necesaria para la humanización del infans. También podemos pensar que la
existencia en la subordinación a la que refiere Butler es similar a la alienación al discurso del
portavoz sobre la que teoriza Aulagnier con el concepto de violencia primaria. Por otro lado,
Butler sitúa que la dependencia que caracteriza a los primeros vínculos que humanizan a los
sujetos es un aspecto que debe ser necesariamente negado, puesto que para que el sujeto
emerja, debe haber una negación de la dependencia y por tanto de la sumisión. Aquí la autora
sitúa una paradoja: ‘¿Cómo es posible que el sujeto, al cual se considera condición e
instrumento de la potencia, sea al mismo tiempo efecto de la subordinación, entendida ésta
como privación de la potencia?’ (p.21). Entendemos que aunque el poder sea ejercido sobre el
sujeto, el sometimiento es al mismo tiempo un poder asumido por el sujeto, y esa asunción
constituye el instrumento de su devenir. Cuando las condiciones de la subordinación hacen
posible la asunción del poder, el poder que se asume permanece ligado a las condiciones de
subordinación, a la norma, pero de manera ambivalente: el poder asumido puede mantener y al
mismo tiempo resistir la subordinación. Para Butler, ambas posibilidades se dan al mismo
tiempo y esta ambivalencia constituye el dilema de la potencia.
Respecto de cómo se produce la internalización de la norma por sometimiento, la autora
afirma que es el propio proceso de internalización el que produce la distinción entre vida interior
y exterior, entre lo psíquico y lo social. Esto ocurre porque las categorías sociales son las
garantes de la existencia social reconocible y perdurable, es por esto que la aceptación de
estas categorías, aunque operen al servicio del sometimiento, suele ser preferible a la ausencia
total de existencia social.
Esta ‘melancolía constitutiva’ alude a una pérdida de la que el sujeto no tiene conciencia y,
por tanto, que no puede duelar ni llorar. La autora argumenta que el objeto de amor
homosexual es prohibido de manera preventiva porque implica una amenaza para la existencia
del sujeto en un contexto en el que la norma social sanciona esos objetos de amor. El sujeto se
ve obligado a repetir las normas que lo han producido, como explica Aulagnier con el concepto
de contrato narcisista, pero esa repetición implica un riesgo, porque si el sujeto no logra una
reproducción fiel de la norma, puede verse sujeto a sanciones e incluso podrían verse
amenazadas las condiciones de su existencia. El sujeto, entonces, sería producto de la norma
social a la que se ve subordinado, pero Butler sitúa la existencia de un residuo inasimilable,
‘una melancolía que marca los límites de la subjetivación’ (p.40).
En el capítulo tres de este escrito, Butler retoma la idea foucaultiana de la subjetivación y
realiza una crítica en función de los aportes psicoanalíticos. Para Foucault, el proceso de
subjetivación se realiza a través del cuerpo, y no implica sólo la dominación del sujeto y su
producción, sino que también incluye restricciones. La prisión, institución social que funciona
como paradigma del poder disciplinario, actúa sobre el cuerpo del preso, y lo logra obligándolo
a aproximarse a un ideal, una norma de conducta y modelo de obediencia. De esta manera, su
identidad se vuelve coherente y totalizada. Los discursos normalizadores le dan vida al cuerpo
y al mismo tiempo lo contienen en ese marco ideal. Para Butler, Foucault reduce la noción de
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 118
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
Butler argumenta que las posiciones de lo masculino y lo femenino que Freud presenta en
‘Tres ensayos de teoría sexual’ (1905), se establecen en parte por las prohibiciones que exigen
la pérdida de ciertos vínculos sexuales y que, al mismo tiempo, estas prohibiciones operan de
manera que esas pérdidas sean irreconocibles e imposibles de llorar. La heterosexualidad,
calificada como ‘sexualidad adulta normal’, no depende sólo de la prohibición del incesto que
se establece en función del Complejo de Edipo, sino que depende también de la prohibición de
la homosexualidad, como un proceso previo. El conflicto edípico supone que ya se ha
producido la heterosexualización del deseo, proceso silenciado en la obra freudiana4. De esta
manera, Butler afirma que ‘masculino’ y ‘femenino’ no son disposiciones biológicamente
establecidas, sino que debemos considerarlas como posiciones subjetivas que emergen de un
proceso de consecución de la heterosexualidad.
Siguiendo este razonamiento, la autora se pregunta ¿cuál es el papel de las pérdidas no
lloradas y no llorables en la formación de lo que podríamos llamar el carácter de género del yo?
(p.151). Butler afirma:
Teniendo esto en cuenta, Butler afirma que el deseo homosexual pone en entredicho la
identificación melancólica que abonó a la asunción de una posición heterosexual. Si el rechazo
al deseo homosexual es lo que permite la asunción de un género, cada vez que el deseo
homosexual emerja infundirá lo que la autora denomina pánico al género. Entendemos
entonces que, en la lógica de la matriz heterosexual, el hombre deseara a la mujer que nunca
querría ser, ella es su identificación repudiada; y la mujer desea al hombre que repudió ser.
Aquí vemos claramente la desarticulación que Butler propone de los conceptos de sexualidad y
género. La sexualidad no expresa al género, sino que, la autora concibe al género como
compuesto de lo que permanece inarticulado en la sexualidad.
4
Si bien Freud sitúa una ‘bisexualidad originaria’, nunca explicita cómo se produce la heterosexualización de la pulsión. Sus
alusiones a la existencia de un Complejo de Edipo ‘completo’ pueden tomarse como una aproximación, pero de todas maneras no
es algo que se encuentre explícito en la teoría como sí ocurre con la prohibición del incesto y su dependencia del sepultamiento
del Complejo de Edipo. En ‘Tres ensayos de teoría sexual’ las diferencias que sitúa entre la posición femenina y la masculina se
sostienen únicamente en un sustrato biológico que Freud les atribuye a los cuerpos sexuados, en lugar de atribuirlo a ideales
socialmente establecidos.
Suely Rolnik
En este último apartado del trabajo, nos reservamos unas páginas para dedicarnos al
pensamiento de Suely Rolnik, filósofa, escritora, psicoanalista, curadora, crítica de arte y
cultura y profesora universitaria brasileña. Perseguida por el régimen militar, vivió exiliada en
Francia entre 1970 y 1979. Durante este período, fue paciente y luego trabajó con Félix
Guattari en la Clínica Experimental de Cour-Cheverny (La Borde), y asistió a las clases y
seminarios de Gilles Deleuze, Michel Foucault, entre otrxs. En su regreso a Brasil en el año
1979, fundó el Núcleo de Estudios de la Subjetividad de la PUC-SP, en donde continúa su
actividad en la actualidad. En este trabajo nos centraremos en su libro ‘Esferas de la
insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente’ (2019). Este libro compila tres escritos,
que en palabras de Paul B. Preciado:
Como mencionamos en la introducción del presente trabajo, tanto Rolnik como Guattari nos
advierten que nos encontramos inmersos en lo que ellos denominan ‘Capitalismo mundial
integrado’ (CMI), un contexto de producción global que tiene bajo su control toda actividad
humana, en función de la alianza entre el neoliberalismo financiero y las fuerzas reactivas
conservadoras. La organización socio-cultural que presenta el CMI, propone un modelo de
identificación subjetiva, que Rolnik denomina ‘inconsciente colonial-capitalístico’. Bajo esta
lógica inconsciente, la producción de subjetividad presenta dos características principales: por
un lado, el proceso que la autora denomina extracción de la fuerza vital; y, por otro lado, la
homogeneización de las multiplicidades, que se consolida como el objetivo de este tipo de
producción subjetiva. El resultado es la creación de sujetos con identidades homogeneizadas,
que encorsetan la experiencia subjetiva. La autora habla de una extracción de la fuerza vital
porque gran parte de la energía pulsional de los sujetos coloniales se encuentra destinada a la
reproducción de las identidades normativas, de esta manera se logra que lo múltiple se
transforme en una masa identitaria homogénea.
En este contexto, el esquizoanálisis5 se propone como una suerte de revolución molecular,
casi imperceptible que, sin embargo, modifica radicalmente la existencia de todo lo percibido. El
esquizoanálisis fue originalmente introducido por los autores franceses Gilles Deleuze y Félix
Guattari, en su obra ‘Capitalismo y esquizofrenia’, dividida en dos tomos: ‘El anti-edipo’ (1972) y
‘Mil mesetas’ (1980).
Para Rolnik (2019), existe una dimensión normativa en la psicología que forma parte del
dispositivo que ella denomina inconsciente colonial-capitalístico. A pesar de que el psicoanálisis
surgió originalmente como una ‘contraciencia’ en relación a la psicología, en la mayoría de las
situaciones contribuye a ‘expropiar la productividad del inconsciente para someterlo al teatro de
los fantasmas edípicos’ (p.14). Es por esto que la autora nos invita a descolonizar el
psicoanálisis, activar su fuerza micropolítica fundacional, y eso sólo se logra si dejamos de lado
el ‘lastre’ -en palabras de Bleichmar- de algunos ideales normativos que acarrean las teorías
psicoanalíticas hegemónicas. Rolnik apuesta a una práctica analítica que, en palabras de
Preciado:
En este sentido, Preciado nos invita a reivindicar el malestar que suponen las rupturas en
los procesos de subjetivación: lxs autorxs nos proponen pensar el malestar no desde una
perspectiva patologizante que privilegia los tratamientos con fármacos para que la reproducción
de la norma continúe sin interrupciones, sino en función de procesos de transformación
subjetiva, en donde la angustia debe ser la alarma que motorice los procesos de subjetivación.
Antes de continuar con los saberes que nos interesa recuperar de esta obra, es pertinente
aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de micropolítica, puesto que es un concepto
esencial para entender el interés de Rolnik por los procesos de subjetivación. ‘Micropolítica’ es
el término que Felix Guattari acuñó en los años 60 para englobar aquellos ámbitos que por
considerarse relativos a la ‘vida privada’ habían quedado excluidos de la acción reflexiva y
militante en las políticas de izquierda tradicional: la sexualidad, la familia, los afectos, el
cuidado, el cuerpo, lo íntimo. Más tarde, Foucault se referirá a ellos con los términos microfísica
5
Es una teoría alternativa del psicoanálisis, que se contrapone a éste. Lo ataca en dos puntos principales que conciernen tanto a
su teoría como a su práctica: su culto a Edipo y su reducción de la libido a catexis familiaristas, incluso bajo las formas encubiertas
y generalizadas del estructuralismo o del simbolismo. Esta escuela señala dos escollos principales con los que tropieza el
psicoanálisis: es incapaz de llegar a las máquinas deseantes de cualquiera porque se mantiene en las figuras o estructuras edípicas;
y es incapaz de llegar a las catexis sociales de la libido porque se queda en las catexis familiaristas.
del poder y biopoder. La noción de micropolítica representa una crítica del modo en el que la
izquierda tradicional consideraba la modificación de las políticas de producción como el
momento prioritario de la transformación social, dejando las políticas de reproducción de la vida
en un segundo plano. Suely Rolnik invierte esta relación y afirma que no hay posibilidad de una
transformación de las estructuras de gobierno sin la modificación de los dispositivos
micropolíticos de producción de subjetividad. Su obra radicaliza aún más la noción de
micropolítica, al poner estos ámbitos en contacto con las fuerzas del inconsciente. Desde esta
perspectiva, familia, sexualidad y cuerpo no son simplemente instituciones o realidades
anatómicas, sino auténticos entramados libidinales compuestos de afectos y perceptos que
escapan al ámbito de la conciencia individual. Suely nos alerta frente al extractivismo colonial y
neoliberal de los recursos del inconsciente y de la subjetividad, la pulsión de vida, el lenguaje,
el deseo, la imaginación, el afecto. Preciado afirma:
Inspirada por las políticas del trabajo sexual, Suely Rolnik denomina “chuleo”
este dispositivo de extracción del saber-del-cuerpo que opera en el
capitalismo colonial capturando lo que ella, siguiendo a Freud, denomina
“pulsión vital” y que yo he denominado en otros textos, siguiendo a Spinoza,
“potentia gaudendi”. (Rolnik, 2019, pp.16-17)
Fuerzas y formas requieren de diferentes capacidades para ser registradas por los sujetos.
Por un lado, las formas del mundo se captan a través de la percepción y del sentimiento.
Ambas componen la experiencia más inmediata que tenemos del mundo, en la cual,
aprehendemos los contornos de aquello que Rolnik denomina realidad. Aquí ubicamos los
modos de existencia articulados según códigos socioculturales, que configuran identidades con
determinada distribución en el campo social:
sujetos, y desconocen otro tipo de experiencias, otras vías de aprehensión del mundo. Para
Rolnik, esta característica constituye uno de los aspectos principales del modo de subjetivación
bajo el dominio del inconsciente colonial-capitalístico.
Por otro lado, las fuerzas que constituyen el flujo vital que anima las formas del mundo y los
cuerpos de los sujetos, se aprehenden a través de una capacidad que Rolnik denomina
‘extrapersonal - extrasensorial - extrapsicológica- extrasentimental - extracognoscitiva’. Dicha
capacidad incluye la captación de perceptos y afectos, tal como los denominan Gilles Deleuze y
Félix Guattari. El percepto se diferencia de la percepción porque constituye una atmósfera que
excede a las situaciones vividas y sus representaciones. Respecto del afecto, no se lo debe
confundir con la afección, el cariño. No se trata de una emoción psicológica, sino de una
emoción vital. Los perceptos y lo afectos conforman una experiencia de apreciación del entorno
sutil, a la que Rolnik se refiere como ‘saber-de-cuerpo’ o ‘saber-de-lo-vivo’. La aprehensión de
las fuerzas produce otra experiencia del mundo: la experiencia ‘fuera-del-sujeto’, inmanente a
la condición de ser un cuerpo vivo, a la que la autora denomina ‘cuerpo vibrátil’ o ‘cuerpo
pulsional’. El modo de relación en el plano de las fuerzas no es la comunicación, sino que se
trata de una vinculación en función de las resonancias entre cuerpos vivos, pulsantes.
Esta extrañeza que provoca la resonancia de las fuerzas sobre nuestros cuerpos, producto
de la destitución del ‘saber del cuerpo’, es la segunda característica que Rolnik sitúa del modo
de subjetivación bajo el dominio del inconsciente colonial-capitalístico. Ante la emergencia de
aquello que aprehendemos del plano pulsional, se produce una ruptura con la experiencia de
las formas moldeadas socioculturalmente. Esto ocurre porque las formas vigentes constituyen
un ordenamiento que refleja fuerzas pulsionales anteriores, de otros momentos histórico-
sociales, producidas por otros cuerpos. La vigencia de las formas implica un obstáculo para la
expresión de la vivencia pulsional. Este ‘desajuste’ es fuente de malestar para el sujeto y de
tensión entre ambos planos de la experiencia humana: por un lado, un movimiento que
presiona a la subjetividad hacia la conservación de las formas establecidas, y por otro, una
corriente que la impulsa hacia la preservación de la vida en su potencia de germinación.
Teniendo esto en cuenta, Rolnik afirma que la subjetividad se convierte en un gran signo de
interrogación, para el que deberá encontrar una respuesta. En este signo de interrogación la
autora ubica el inconsciente pulsional, motor de los procesos de subjetivación.
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 126
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
La pulsación del nuevo problema dispara una señal de alarma que llama al
deseo a actuar, de manera tal de recobrar un equilibrio vital, existencial y
emocional. El deseo es entonces impelido a realizar cortes sobre la superficie
topológico-relacional del mundo que le devuelvan a la subjetividad un
contorno, una dirección y su sentido. (Rolnik, 2019, p.50)
casos, el deseo rastrea modos de existir y representaciones que ya existen, para encontrar un
punto donde apoyar su corte, de manera tal que la subjetividad pueda rehacer su contorno
reconocible y librarse, al menos temporalmente, de la angustia. En las sociedades
occidentales, asistimos a una patologización de la experiencia de la desestabilización por parte
de la psiquiatría. El malestar se interpreta como indeseable, y la subjetividad cree que su
desestabilización responde a una deficiencia de sí misma. Esto provoca sentimientos de
inferioridad y vergüenza, y en el caso de que se proyecten al exterior, produce odio y
resentimiento. Para evitar estos sentimientos, las subjetividades buscan mimetizarse con
estilos de vida que les ofrecen una sensación de pertenencia. Se trata de ‘narrativas que
transmiten imágenes de mundos siempre presentadas en escenarios idílicos, protagonizados
por personajes idealizados’ (p. 66) y para esto, el mercado ofrece diversos productos asociados
a dichos escenarios, que funcionan a modo de paliativos temporales. En cualquiera de estos
casos, las acciones del deseo regidas por una micropolítica reactiva tienen como efecto la
disminución de la potencia de la condición de viviente, producen una especie de anemia vital.
Lo que se debilita es la potencia colectiva de creación y cooperación, que constituye la
condición para la construcción de lo común.
A modo de síntesis sobre estas posiciones que adoptan las subjetividades respecto de las
formas instituidas, Rolnik afirma:
Para concluir este apartado, podemos afirmar que la lectura que realiza Rolnik sobre el
malestar de los sujetos coloniales nos permite revisar la producción psicoanalítica desde una
perspectiva crítica: no nos interesa examinar este malestar desde una visión patologizante, sino
que nuestro interés se centra en los contextos normativos que producen el malestar subjetivo.
Concretamente, el extractivismo colonial y neoliberal de los recursos del inconsciente y de la
subjetividad, la pulsión de vida, el lenguaje, el deseo, la imaginación, el afecto; proceso que
Rolnik sitúa como responsable de la ‘desvitalización’ de los sujetos contemporáneos, que
destinan gran parte de su energía pulsional para producir su identidad normativa. Estas
identidades se presentan como espejismos, alimentados por el consumo de productos que
prometen alcanzar la hegemonía, en donde la angustia y el malestar no tiene lugar. Por el
contrario, tanto Rolnik como Preciado nos proponen una reivindicación del malestar, que le
devuelve a la angustia su función de ‘señal’, originalmente propuesto por Freud. Se trata de
ese signo de interrogación al que Rolnik se refiere cuando emerge algo de estos ‘mundos
FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN | UNLP 128
EL DESARROLLO TEMPRANO A DEBATE – A.E. MIRC – (COORDINADORXS)
larvarios’ que anidan al interior de cada ser viviente, que friccionan las formas identitarias
establecidas. La propuesta de la autora para pensar la experiencia subjetiva en dos
dimensiones, desde el sujeto y fuera del sujeto, nos recuerda a las dos maneras de pensar el
cuerpo que habíamos recortado en la teoría freudiana: el cuerpo pulsante y el yo-cuerpo.
Ambas experiencias conviven en la vivencia subjetiva, y resulta imposible pensar una
experiencia del cuerpo sin la otra. Por un lado, la pulsión es responsable de animar el
psiquismo, de motorizar el circuito de deseo que es responsable de la dinámica psíquica. Por
otro lado, la estructura narcisista que recubre a la instancia yoica permite que la identidad del
sujeto quede anclada en un psiquismo que se transforma en función de cada encuentro
novedoso con los otros y con el mundo. De manera similar, Rolnik afirma: “No hay forma que
no sea una concreción del flujo vital y, recíprocamente, no hay fuerza que no esté moldeada en
alguna forma produciendo la sustentación vital de la misma” (Rolnik, 2019, p.44).
Por último, también resulta importante mencionar el lugar que Rolnik le atribuye a la práctica
artista en su teoría, así como en su modo de vida subjetivo. Para la autora, la práctica clínica
debe llevarse a cabo siguiendo el molde de la práctica artista, ‘de forma siempre experimental,
apelando a la transformación de la sensibilidad y la representación, inventando en cada caso
los protocolos necesarios que permiten renombrar, sentir y percibir el mundo’ (p. 15).
Conclusiones finales
En este último apartado del capítulo, realizaremos una breve síntesis del recorrido, e
intentaremos realizar una articulación teórica de las propuestas de los diversos autorxs
respecto del concepto de cuerpo.
En primer lugar, queremos nombrar la importancia que tuvo este proceso de escritura para
la aprehensión de las narrativas psicoanalíticas presentes. Entendemos que los textos cobran
otra densidad teórica cuando, como estudiante, se los revisa al final del recorrido académico de
grado. Los saberes que fuimos adquiriendo a lo largo de los años habilitan otra lectura y
comprensión de las teorías, sobre todo cuando se las revisa en función de las propuestas de
pensadores actuales. En este sentido, rescato el valor de este ejercicio, pensando en el inicio
de mi recorrido como licenciada en psicología.
Referencias bibliográficas