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Historia de La Belleza Eco

El texto de Umberto Eco explora la relación entre belleza y deseo, argumentando que la belleza puede ser apreciada independientemente del deseo de posesión. A lo largo de la historia, la concepción de la belleza ha variado, siendo influenciada por contextos culturales y artísticos, y se ha manifestado tanto en la naturaleza como en el arte. Eco sostiene que la belleza no es un concepto absoluto, sino que se transforma con el tiempo y las circunstancias, reflejando diferentes ideales y valores en cada época.
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El texto de Umberto Eco explora la relación entre belleza y deseo, argumentando que la belleza puede ser apreciada independientemente del deseo de posesión. A lo largo de la historia, la concepción de la belleza ha variado, siendo influenciada por contextos culturales y artísticos, y se ha manifestado tanto en la naturaleza como en el arte. Eco sostiene que la belleza no es un concepto absoluto, sino que se transforma con el tiempo y las circunstancias, reflejando diferentes ideales y valores en cada época.
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UMAG Pedagogía en Castellano

Estética y Literatura
Prof. Cristina E. Álvarez F.

Historia de la Belleza
Umberto Eco (extractos)

“Bello” –al igual que “gracioso”, “bonito”, o bien “sublime”, “maravilloso”,


“soberbio” y expresiones similares– es un adjetivo que utilizamos a menudo para
calificar una cosa que nos gusta. En este sentido, parece que ser bello equivale a ser
bueno y, de hecho, en distintas épocas históricas se ha establecido un estrecho vínculo
entre lo Bello y lo Bueno. Pero si juzgamos a partir de nuestra experiencia cotidiana,
tendemos a considerar bueno aquello que no solo nos gusta, sino que además
querríamos poseer. Son infinitas las cosas que nos parecen buenas –un amor
correspondido, una fortuna honradamente adquirida, un manjar refinado– y en todos
estos casos desearíamos poseer ese bien. Es un bien aquello que estimula nuestro
deseo. Asimismo, cuando juzgamos buena una acción virtuosa, nos gustaría que fuera
obra nuestra, o esperamos llegar a realizar una acción de mérito semejante, espoleados
por el ejemplo de lo que consideramos que está bien. O bien llamamos bueno a
aquello que se ajusta a cierto principio ideal, pero que produce dolor, como la muerte
gloriosa de un héroe, la dedicación de quien cuida a un leproso, el sacrificio de la vida
de un padre para salvar a su hijo... En estos casos, reconocemos que la acción es
buena, pero –ya sea por egoísmo o por temor– no nos gustaría vernos envueltos en
una experiencia similar. Reconocemos ese hecho como un bien, pero un bien ajeno,
que contemplamos con cierto distanciamiento, aunque con emoción, y sin sentirnos
arrastrados por el deseo. A menudo, para referirnos a actos virtuosos que preferimos
admirar a realizar, hablamos de una “bella acción”.

Si reflexionamos sobre la postura del distanciamiento que nos permite calificar


de bello un bien que no suscita deseo en nosotros, nos damos cuenta de que hablamos
de belleza cuando disfrutamos de algo por lo que es en sí mismo, independientemente
del hecho de que lo poseamos. Incluso, una tarta nupcial bien hecha, si la admiramos
en el escaparate de una pastelería, nos parece bella, aunque por razones de salud o
falta de apetito no la deseemos como un bien que hay que conquistar. Es bello aquello
que, si fuera nuestro, nos haría felices, pero que sigue siendo bello aunque pertenezca
a otra persona. Naturalmente, no estamos considerando la actitud de quien, ante un
objeto bello como el cuadro de un gran pintor, desea poseerlo por el orgullo de ser su
dueño, para poder contemplarlo todos los días o porque tiene un gran valor
económico. Estas formas de pasión, celos, deseo de posesión, envidia o avidez no
tienen relación alguna con el sentimiento de lo bello. El sediento que cuando
encuentra una fuente se precipita a beber, no contempla su belleza. Podrá hacerlo más
tarde, una vez que ha aplacado su deseo. De ahí que el sentimiento de la belleza
difiera del deseo. Podemos juzgar bellísimas a ciertas personas, aunque no las
deseemos sexualmente o sepamos que nunca podremos poseerlas. En cambio, si
deseamos a una persona (que, por otra parte, incluso podría ser fea) y no podemos
tener con ella relaciones esperadas, sufriremos. En este análisis de las ideas de belleza
que se han ido sucediendo a lo largo de los siglos intentaremos, por tanto, identificar
ante todo aquellos casos en que una determinada cultura o época histórica han
reconocido que hay cosas que resultan agradables a la vista, independientemente del
deseo que experimentamos ante ellas. (...)

Si bien ciertas teorías estéticas modernas solo han reconocido la belleza del
arte, subestimando la belleza de la naturaleza, en otros periodos históricos ha ocurrido
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Estética y Literatura
Prof. Cristina E. Álvarez F.

lo contrario: la belleza era una cualidad que podrían poseer los elementos de la
naturaleza ( un hermosos claro de luna, un hermosos fruto, un hermosos color),
mientras que la única función del arte era hace bien las cosas que hacía, de modo que
fueran útiles para la finalidad que se les había asignado, hasta el punto de que se
consideraba arte tanto el del pintor y del escultor como el del constructor de barcas,
del carpintero o el barbero. No fue hasta mucho más tarde cuando se elaboró la noción
de “bellas artes” para distinguir la pintura, la escultura y la arquitectura de lo que hoy
llamaríamos artesanía. Veremos, sin embargo, que la relación entre belleza y arte
podía representar la naturaleza de una forma bella, incluso cuando la naturaleza
representada fuese en sí misma peligrosa o repugnante.
(...)
La pregunta que cabe preguntar es: ¿Por qué, entonces, esta historia de la
belleza solo está documentada con obras de arte? Porque han sido los artistas, los
poetas, los novelistas los que nos han explicado a través de los siglos qué era en su
opinión lo bello, y nos han dejado ejemplos. Los campesinos, los albañiles, los
panaderos o los sastres han hecho cosas tal vez también consideradas bellas, pero nos
han quedado pocos restos (...).

Muchas veces, ante un resto artístico o artesanal antiguo, recurriremos a la


ayuda de textos literarios y filosóficos de la época. Por ejemplo, no podremos decir si
el que esculpía monstruos en las columnas o en los capiteles de las iglesias románicas
los consideraba bellos, sin embargo, existe un texto de san Bernardo (para quien estas
representaciones no eran buenas ni útiles) que da fe de que los fieles disfrutaban con
su contemplación (hasta el punto de que incluso san Bernardo, al condenarlas, da
muestras de sucumbir a su fascinación). Y de este modo, dando gracias al cielo por el
testimonio que nos llega de donde menos cabría esperar, podremos afirmar que la
representación de los monstruos, para un místico del siglo XII, era bella (aunque
moralmente reprobable).
(...)
Hemos dicho que utilizaríamos con preferencia documentos que proceden del
mundo del arte. Pero, sobre todo al acercarnos a la modernidad, dispondremos
también de documentos que no tienen una finalidad artística, sino de mero
entretenimiento, de promoción comercial o de satisfacción de impulsos eróticos,
como, por ejemplo, las imágenes que proceden del cine comercial, de la televisión o
de la publicidad. (...) Al decir esto, se nos podrá acusar de relativismo, como si
quisiéramos decir que la consideración de bello depende de la época y de las culturas.
Y esto es exactamente lo que pretendemos decir. (...) Este libro parte del principio de
que la belleza nunca ha sido algo absoluto e inmutable, sino que ha ido adoptando
distintos rostros según la época histórica y el país, y esto es aplicable no solo a la
belleza física (del hombre, de la mujer, del paisaje), sino también a la belleza de Dios,
de los santos o de las ideas...

(...) Por otra parte, basta pensar en la estupefacción que experimentaría un


marciano del próximo milenio que descubriera de repente un cuadro de Picasso y la
descripción de una hermosa mujer en una novela de amor de la misma época. No
entendería qué relación existe entre las dos concepciones de belleza. De ahí que, de
vez en cuando, debamos hacer un esfuerzo y ver cómo distintos modelos de belleza
coexisten en una misma época y cómo otros se remiten unos a otros a través de épocas
distintas.

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