Ponencia Del Magistrado Doctor OMAR ALFREDO MORA DÍAZ
Ponencia Del Magistrado Doctor OMAR ALFREDO MORA DÍAZ
Contra dicha decisión de Alzada, anunció recurso de casación la parte actora, el cual, una vez
admitido, fue oportunamente formalizado. No hubo impugnación.
Tramitado este asunto por ante la Sala de Casación Civil, correspondió la ponencia al
Magistrado Dr. Antonio Ramírez Jiménez.
Por auto de fecha 13 de enero de 2000, la Sala de Casación Civil declina la competencia para
decidir el presente asunto, en esta Sala de Casación Social, a la cual corresponde en virtud de la
materia, de conformidad con el vigente texto constitucional.
Recibido el expediente, se dio cuenta en Sala en fecha 2 de febrero de 2000 y se designó ponente
al Magistrado Dr. Omar Alfredo Mora Díaz.
Concluida la sustanciación del presente recurso de casación y cumplidas como han sido las
formalidades legales, pasa esta Sala de Casación Social a dictar sentencia bajo la ponencia del
Magistrado que con tal carácter la suscribe, con base en las consideraciones siguientes:
PUNTO PREVIO
Como punto previo a este fallo, esta Sala ratifica la decisión proferida por esta Sala de Casación
Social en fecha 15 de marzo de 2000, en el juicio seguido por Francisco Dávila contra C.A.
Venezolana de Seguros, la cual expresó:
‘Los jueces procurarán la estabilidad de los juicios, evitando o corrigiendo las faltas que puedan
anular cualquier acto procesal. Esta nulidad no se declarará sino en los casos determinados por la
ley, o cuando haya dejado de cumplirse en el acto alguna formalidad esencial a su validez.
En ningún caso se declarará la nulidad si el acto ha alcanzado el fin al cual estaba destinado.’
El único aparte, que establece el principio de finalidad del acto dirigido a evitar reposiciones
inútiles, es aplicable a las nulidades virtuales, cuando en el acto haya dejado de cumplirse alguna
formalidad esencial a su validez, y a las nulidades textuales, cuando la ley ordena la nulidad, pues
establece que ’en ningún caso’ se declarará la nulidad si el acto ha alcanzado el fin al cual estaba
destinado.
Entre las nulidades ordenadas por la ley, se encuentra la disposición del artículo 244 del mismo
Código, de acuerdo con la cual será nula la sentencia por no cumplir con los requisitos formales
establecidos en el artículo 243 o por incurrir en los vicios descritos en el mismo artículo 244. Por
tanto, antes de declarar la nulidad del fallo, por defectos en su forma intrínseca, es necesario
examinar si el acto, o sea la sentencia, a pesar de la deficiencia, alcanzó su fin, el cual no es otro
que resolver la controversia, con fuerza de cosa juzgada, posibilidad de ejecución y suficientes
garantías para las partes.
(...) Como consecuencia de lo antes expuesto, en aplicación del principio finalista, acatando la
orden de evitar reposiciones inútiles, esta Sala no declarará la nulidad de la sentencia recurrida, si
una concreta deficiencia en su forma intrínseca no impide determinar el alcance subjetivo y
objetivo de la cosa juzgada, no hace imposible su eventual ejecución y no viola el derecho de las
partes a una justa resolución de la controversia.
Para realizar el examen sobre la posible infracción del derecho de las partes a una justa resolución
de la controversia, la decisión de la Sala deberá establecer, en forma previa, el fundamento de lo
decidido por la Alzada, para resolver si las denuncias que se formulan son capaces de alterarlo, o si
impiden, por omisión de pronunciamiento o de fundamentos, el control de legalidad.
Por otra parte, la Constitución vigente da prioridad a la resolución de la controversia, en tanto que
el artículo 320 del Código de Procedimiento Civil, privilegia la resolución de las cuestiones de
forma, al establecer en su segundo aparte, lo siguiente:
‘Si al decidir el recurso la Corte Suprema de Justicia encontrara una infracción de las descritas en el
ordinal 1° del artículo 313, se abstendrá de conocer las otras denuncias de infracción formuladas, y
decretará la nulidad y reposición de la causa al estado que considere necesario para restablecer el
orden jurídico infringido. Igual abstención hará cuando declare con lugar una infracción que afecte
una interlocutoria que haya producido un gravamen no reparado en la definitiva’.
Dada la contradicción de esta disposición legal con los principios constitucionales que ordenan no
sacrificar la justicia por la omisión de formalidades no esenciales, a obtener con prontitud una
decisión sobre la controversia, a una justicia expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o
reposiciones inútiles, establecidas en las disposiciones de la Carta Magna, arriba transcrita, en
acatamiento del deber, también constitucional, de aplicar con preferencia las disposiciones y
principios constitucionales y garantizar su supremacía y efectividad, con fundamento en lo
dispuesto en el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil, esta Sala desaplica la regla legal del
artículo 320 que obliga a resolver, en primer término, en forma excluyente en caso de
procedencia, el recurso de forma, para asumir la función de determinar, en cada caso concreto,
cuál es el orden de la decisión que mejor sirve a los fines de hacer efectiva justicia”.
En aplicación del criterio anterior, esta Sala pasa a decidir el presente recurso de casación,
conociendo primero la única denuncia por infracción de fondo delatada por el recurrente en su
escrito de formalización.
Posteriormente, se analizarán las denuncias por vicios de actividad, aplicando para decidir la
procedencia de dichas delaciones de forma alegadas por el recurrente, los preceptos
constitucionales establecidos en los artículos 26 y 257 de la vigente Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, los cuales textualmente expresan:
Artículo 26. “Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración de justicia
para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los
mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente.
El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma,
independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o
reposiciones inútiles”.
Artículo 257. “El proceso constituye un instrumento fundamental para la realización de la justicia.
Las leyes procesales establecerán la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y
adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se sacrificará la justicia por la omisión de
formalidades no esenciales”.
Por último, se analizará si existe en el presente caso, alguna violación de orden público que lleve a
esta Sala de Casación Social a utilizar las facultades conferidas por el artículo 320 del vigente
Código de Procedimiento Civil para casar de oficio la sentencia recurrida en casación.
ÚNICO
El recurrente en casación en su única denuncia por infracción de ley, delata de conformidad con el
ordinal 2º del artículo 313 del vigente Código de Procedimiento Civil, “la infracción del artículo
1.977 del Código Civil, por falta de aplicación y de los artículos 288 de la derogada Ley del Trabajo
y 451 de su Reglamento, vigentes para la época del accidente, por indebida aplicación”.
En la única denuncia por infracción de ley del escrito de formalización, el recurrente señala
que la sentencia objeto del presente recurso de casación infringió por falsa aplicación los artículos
288 de la derogada Ley del Trabajo y 451 de su Reglamento, y en consecuencia, dejó de aplicar el
artículo 1.977 del vigente Código Civil, por cuanto el lapso de prescripción aplicable a las acciones
por indemnización por daños materiales provenientes del hecho ilícito causante del accidente de
trabajo y por daño moral, no es el bianual sino el decenal.
El recurrente fundamenta su denuncia en la decisión proferida por la Sala de Casación Civil, que a
continuación se transcribe:
“En sentencia de este Alto Tribunal del 16 de junio de 1982, esta Sala sentó doctrina, que aquí se
reitera, según la cual, con fundamento en que la acción de daño moral no estaba prevista en la
entonces vigente Ley del Trabajo y, precisamente en aplicación de lo dispuesto en el artículo 14
del Código Civil, la prescripción establecida en el artículo 288 de la derogada Ley del Trabajo, sólo
concierne al valimento de los derechos consagrados en esa Ley y no a la acción por daño moral,
respecto del cual la misma no trae norma alguna, por lo que le es aplicable la prescripción de diez
años prevista en el artículo 1.977 del Código Civil”. (Sentencia de la Sala de Casación Civil, de fecha
11 de diciembre de 1991).
Ahora bien, en fecha 17 de diciembre de 1998, la Sala Político Administrativa de este Supremo
Tribunal, con relación a la prescripción de las acciones que derivan de la ocurrencia de un
accidente de trabajo, expresó lo siguiente:
“En criterio de la Sala, el problema central es determinar si la acción para reclamar los perjuicios
que derivan de la ocurrencia de un accidente de trabajo se aplica el tiempo de prescripción que
establece especialmente el artículo 288 de la Ley del Trabajo de 1975, aplicable en este caso, o la
prescripción ordinaria de diez años que para las acciones personales establece el artículo 1.977 del
Código Civil.
En el caso de autos es obvia la especialidad de la materia tratada, esto es, se trata de un accidente
laboral, y por ende, la normativa aplicable debe ser la especial.
Esta Sala de Casación Social, acoge en este fallo, el criterio supra copiado de la Sala Político
Administrativa, por cuanto las normas sustantivas y adjetivas que regulan el Derecho del Trabajo
son de eminente orden público, pues a juicio del legislador su consagración está dirigida a
proteger la circunstancia contingente en la que se encuentra una persona, el trabajador, frente a
otra, el patrono, vinculados por una relación de manifiesta desigualdad económica, requiriendo
una mayor protección cuando el trabajador es víctima de un infortunio laboral.
De allí que los Tribunales del Trabajo cuentan con el Derecho Procesal del Trabajo, el cual es el
instrumento para hacer efectivo el derecho Sustantivo del Trabajo, el mantenimiento del orden
jurídico, económico y asegurar la igualdad de las partes en el proceso; es por ello que Eduardo
Couture define al Derecho Procesal del Trabajo como el mecanismo para “establecer la igualdad
perdida por la distinta condición que tienen en el orden económico los que ponen su trabajo y los
que se sirven de éste para satisfacer sus intereses”.
Sobre el lapso de prescripción de las acciones por infortunios laborales, la doctrina ha señalado:
“Se ha afirmado que reviste la máxima importancia, desde el punto de vista de la paz social
resolver en el más breve plazo posible las cuestiones originadas por los accidentes industriales. La
legislación laboral determina, para prescripción en materia de accidente de trabajo, un plazo más
abreviado que los establecidos en el Derecho Común; para ello se tiene en cuenta, especialmente,
la naturaleza de la acción y la necesidad en que el trabajador se encuentra de ejercer su derecho
en un momento determinado, pasado el cual el amparo de la legislación, al formalizar diversas
presunciones a su favor, deja de surtir efecto”. (Cabanellas, Guillermo; Derecho de los Riesgos del
Trabajo, Editores Libreros, Buenos Aires, 1968, pp. 696 y 697).
Es por lo antes expuesto que esta Sala observa que cuando se acciona ante un Tribunal del
Trabajo, quien es el competente para conocer de las acciones por indemnización de daños
provenientes de infortunios laborales (accidente o enfermedad profesional), ya provenga del
servicio mismo o con ocasión de él, regirá la prescripción establecida en la Ley Orgánica del
Trabajo, por su especialidad, es decir, “la Ley es imperativa al expresar que en caso de conflictos
de leyes, prevalecerán las normas del Trabajo, sustantivas o de procedimiento” (Sentencia de la
Sala de Casación Social de fecha 16 de marzo de 2000).
En otras palabras, todas las acciones que el trabajador intente por “indemnización de daños
ocasionados por accidentes o enfermedades profesionales”, prescribirán a los dos (2) años
contados a partir de la fecha del accidente, constatación de la enfermedad, o declaración de
incapacidad, todo de conformidad con el artículo 62 de la vigente Ley Orgánica del Trabajo (art.
288 de la derogada Ley del Trabajo). Así se declara.
Ahora bien, ha sido criterio reiterado de la Sala de Casación Civil, que con relación a las distintas
acciones que por indemnización de daños provenientes de accidente o enfermedad profesional,
son competentes los Tribunales del Trabajo “para acordar la reparación, por mandato de los
artículos 1.185 y 1.196 del Código Civil, de todo daño material o moral causado por el hecho ilícito
del patrono” (SCC, 3-6-87), es por ello que esta Sala de Casación Social, debe señalar que los
juicios laborales difieren de los civiles por su naturaleza social, es decir, sus fines sociales hacen
que la jurisdicción se ejerza sin la rigidez que impera en los demás procesos y de allí la
especificidad de sus principios, con una función niveladora debido a la diferente condición
económica y social de los litigantes, que genera desiguales condiciones para la defensa y el ataque,
lo cual, el derecho especial debió equilibrar.
Es por lo expuesto en el párrafo anterior que esta Sala observa, que los Tribunales del Trabajo
aplicando la normativa procesal del Trabajo, buscan hacer efectivo el Derecho Sustantivo del
Trabajo, el cual en materia de infortunios laborales (accidentes o enfermedades profesionales),
posee una normativa específica, establecida tanto en la Ley Orgánica del Trabajo como en Ley
Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente del Trabajo, las cuales prevén
indemnizaciones correspondientes al trabajador accidentado.
Ahora bien, esta Sala observa que la acción de indemnización por hecho ilícito del patrono,
causante de un accidente o enfermedad profesional del trabajador, debe tramitarse por ante el
Tribunal del Trabajo conjuntamente con las acciones previstas en las leyes especiales en la
materia, por cuanto el Tribunal del Trabajo es el competente para conocer de esta materia tan
especial como son los infortunios laborales. Así se declara.
Por lo tanto como ya se señaló supra, son los Tribunales del Trabajo, los que deben conocer las
acciones por indemnización de daños producto de un infortunio laboral, todo en protección de los
intereses del trabajador accidentado, por ello, él podrá demandar la indemnización tanto de los
daños materiales como de los morales, ejerciendo conjuntamente las acciones previstas tanto en
la Ley Orgánica del Trabajo (responsabilidad objetiva), la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones
y Medio Ambiente del Trabajo por incumplimiento de la empresa o patrono de las disposiciones
ordenadas en dicha Ley, o las provenientes del hecho ilícito del patrono de conformidad con el
artículo 1.185 del Código Civil, por cuanto ésta última no está prevista en las leyes especiales, por
lo que se aplica supletoriamente la normativa prevista en el Derecho Común.
Sin embargo, con relación a la prescripción de las acciones por indemnización de daños por
accidente o enfermedad laboral, como bien se declaró supra, la Ley Orgánica del Trabajo
expresamente establece un lapso de prescripción para estas acciones, el cual por estar
contemplado en una Ley especial, se aplica preferentemente al lapso de prescripción establecido
en el artículo 1.977 del Código Civil, aplicable inclusive a la acción por hecho ilícito del patrono.
Ahora bien, es importante señalar que, cuando el trabajador accidentado demanda las
indemnizaciones prevista en las leyes especiales en materia del derecho del Trabajo (la Ley
Orgánica del Trabajo -arts. 560 y siguientes- y la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio
Ambiente del Trabajo -art. 33-), el sentenciador debe aplicar la carga de la prueba prevista en la
Ley Orgánica de Tribunales y de Procedimiento del Trabajo en su artículo 68, el cual ha sido
interpretado por esta Sala de Casación Social en fecha 15 de marzo de 2000, donde se expresó:
Por lo tanto, el demandado en el proceso laboral tiene la carga de probar todos aquellos alegatos
nuevos que le sirvan de fundamento para rechazar las pretensiones del actor.
También debe esta Sala señalar que, habrá inversión de la carga de la prueba en el proceso
laboral, es decir, estará el actor eximido de probar sus alegatos, en los siguientes casos:
También debe esta Sala señalar con relación al mencionado artículo 68 de la Ley Orgánica de
Tribunales y de Procedimiento del Trabajo, en lo referente a cuándo se tendrán por admitidos los
hechos alegados por la parte actora, que en estos casos, se deberá aplicar la llamada confesión
ficta.
Es decir, se tendrán por admitidos aquellos hechos alegados por la parte accionante en su libelo,
que el respectivo demandado no niegue o rechace expresamente en su contestación, o cuando no
haya fundamentado el motivo del rechazo, aunado al hecho de que tampoco haya aportado a los
autos en la oportunidad legal, alguna prueba capaz de desvirtuar dichos alegatos del actor.
Por otro lado, si el trabajador también demanda la indemnización de daños materiales por hecho
ilícito del patrón causante del accidente o enfermedad profesional, el sentenciador para decidir la
procedencia de dichas pretensiones, deberá aplicar la normativa del derecho común.
“Es criterio de esta Sala que de acuerdo a la acción intentada por el Trabajador con base en los
artículos 1.185 y 1.196 del Código Civil, el Tribunal Superior ajustó su decisión a los extremos que
exige el Código Civil en materia de hecho ilícito demandado conforme a esas normas, por lo que
correspondía a la parte actora demostrar en la secuela del juicio si el accidente se produjo por
intención, negligencia o imprudencia de la empleadora, extremos que configuran el hecho ilícito
que da lugar a la acción por daños y perjuicios morales o materiales, a tenor de los citados
artículos 1.185 y 1.196 del Código Civil. En lo que respecta al artículo 1.354 del Código Civil,
considera esta Corte que el Juzgado Superior sí le dio correcta aplicación”. (Sentencia de la Sala de
Casación Civil de fecha 3 de junio de 1987, en el caso Isidro Arias Suárez contra Manufacturas
Orgam, C.A.)
Ahora bien, con relación a la indemnización por daño moral proveniente de un infortunio laboral,
la Sala de Casación Civil mantuvo el criterio de que esta indemnización le correspondería al
trabajador siempre que probara que el accidente o enfermedad profesional fue ocasionado por el
hecho ilícito del patrón (responsabilidad subjetiva), por cuanto dicha acción por daño moral no
está prevista en la Ley Orgánica del Trabajo, la cual prevé sólo una responsabilidad objetiva
producto del riesgo profesional, para indemnizar los daños materiales, expresamente tarifados en
dicha Ley.
Penetrada esta Sala de serias dudas, sobre el alcance que la jurisprudencia de este Alto Tribunal le
ha dado a la teoría de la responsabilidad objetiva o del riesgo profesional, en cuanto a la
procedencia de la indemnización por daño moral, pasa a realizar las siguientes consideraciones:
Tanto la doctrina como la Jurisprudencia han sido uniformes al señalar que en materia de
infortunios de trabajo, se aplica la teoría de la responsabilidad objetiva o del riesgo profesional.
Para ello podemos citar lo siguiente:
“…consiste en que el patrono de una empresa está obligado a pagar una indemnización, a
cualquier obrero víctima de un accidente de trabajo o a sus representantes, sin que haya que
investigar, en principio, si este accidente proviene, ya de culpa del patrono, ya de caso fortuito, ya
inclusive de un hecho culpable del obrero. El accidente de trabajo es un riesgo de la profesión:
amenaza a todos los que trabajan. No hay hombre prudente, por atento que sea, que pueda
jactarse de escapar a él. No hay que buscar la causa que lo produce porque, en virtud de la
costumbre profesional, los actos de negligencia de un patrono, y, sobre todo, los de un obrero, son
inevitables y hasta excusables. Se considera, por lo tanto, el accidente como algo aleatorio unido
al oficio. Este algo aleatorio pesará sobre la empresa misma; es ella la que produce el riesgo y es
ella la que debe repararlo. El que hace trabajar por su cuenta, mediante salario debe sufrir las
consecuencias de los riesgos inherentes a dicho trabajo, porque es él quien los origina, y, además,
porque es él quien obtiene el principal beneficio del trabajo”. (Colin y Capitant; Curso Elemental
de Derecho Civil, Tomo 3º, Editorial Reus, Madrid, 1960, pp. 873 y 838).
“En materia de Accidentes de trabajo, es sabido que nuestra Ley Laboral sustantiva recoge en su
Artículo 140, (hoy 560 de la L.O.T.), la doctrina de la responsabilidad objetiva, también
denominada ‘Doctrina del Riesgo Profesional’, que hace procedente a favor del trabajador
accidentado o enfermo, el pago de las indemnizaciones contempladas por el propio Legislador,
independientemente de la CULPA o NEGLIGENCIA DEL PATRONO, pero siempre condicionado a la
presencia de un ineludible requisito de procedencia o presupuesto de hecho, como lo es la
circunstancia de que el accidente o enfermedad a indemnizar, provengan del servicio mismo o con
ocasión directa de él”. (Mille Mille, Gerardo; Comentarios sobre Jurisprudencia Laboral y la Ley
Orgánica del Trabajo, Editores Paredes, Caracas, 1991, p. 131).
Para ello debemos ir a la fuente de la teoría del riesgo profesional, la cual se basó desde sus
principios en la responsabilidad objetiva, producto de las ideas jurídicas de Francia, influenciadas
por la legislación Alemana, por cuanto la doctrina de la responsabilidad civil cubría sólo la culpa
del patrono, y las acciones por indemnización de daños producto de accidentes o enfermedades
profesionales estaban destinadas al fracaso por la dificultad para el trabajador de probar el hecho
culposo del patrón.
Es así como nace la teoría de la responsabilidad objetiva, y para mayor comprensión, citamos a
Mario de la Cueva y Guillermo Cabanellas, quienes sobre dicha tesis, señalan:
“El trabajador lesionado en su trabajo profesional debe ser indemnizado por aquél en cuyo
provecho realizaba el trabajo. El accidente es para el patrono, un riesgo profesional. (...) La justicia
y la equidad exigen que el empresario, creador del riesgo y quien además aprovecha los beneficios
de la producción, tome a su cargo la reparación de los daños que causen sus instalaciones (...).
Saleilles es el autor que, con mas entusiasmo, defendió esta nueva tesis (responsabilidad objetiva)
(...) influenciado por el derecho alemán, recurrió nuevamente al artículo 1.384 del Código de
Napoleón:
‘Art. 1384: Se es responsable, no solamente del daño causado por hecho propio, sino, también, del
causado por el hecho de las personas por las que debe responderse, o de las cosas que se tienen
bajo su cuidado’.
Así pues, (...) el patrono responde del accidente, no porque haya incurrido en culpa, sino porque
su cosa, su maquinaria, ha creado el riesgo.
La tesis de Saleilles (…) fue acogida por la Corte Francesa de Casación en la sentencia del 16 de
junio de 1896. Con esa sentencia se abrieron las puertas a la teoría del Riesgo Profesional y la
transformación de la doctrina de la responsabilidad civil”. (De La Cueva, Mario; Derecho Mexicano
del Trabajo, Novena Edición, Tomo II, Editorial Porrua, S.A., México, 1969, pp. 46 y 50) (Subrayado
de la Sala).
“La Tesis de Saleilles, muy semejante a la de Josserand, surge sobre la base del contenido de los
artículos 1.384 y 1.386 del Código Civil Francés conocida con el nombre de teoría objetiva. Parte
del supuesto de que el daño causado por un objeto debe ser reparado por su propietario; es decir,
por aquel que se beneficia, abstracción hecha de toda idea de culpa. ‘La responsabilidad deja de
tener su fundamento en la culpa del que obra o posee; es decir, en la culpa subjetiva; el simple
daño causado por una cosa o por un acto, o más simplemente, el hecho causado por la culpa
objetiva, resulta suficiente para originarlo.
(...) La teoría de la Responsabilidad Objetiva, precede la del riesgo profesional, basta con
establecer que se ha producido un daño y buscar el vínculo de causalidad entre el hecho de
trabajo y ese daño para reclamar, de modo inmediato, la responsabilidad que incumbe al dueño
de la cosa, en este caso de la empresa, por daños producidos. El propietario responde por el solo
hecho de ser propietario de la cosa.
(...) La tesis de Saleilles se basa en que la teoría de la culpa es propia del Derecho Individual; la
teoría objetiva es, por el contrario, propia del Derecho Social, que considera al hombre como parte
de una colectividad. Cuando una empresa acepta a un obrero, acepta los riesgos de la elección.
(Cabanellas, Guillermo; Derecho de los Riesgos del Trabajo, ob. cit., pp. 291 a la 295) (Subrayado y
negrillas de la Sala).
“Toda persona es responsable del daño causado por las cosas que tiene bajo su guarda, a menos
que pruebe que el daño ha sido ocasionado por falta de la víctima, por el hecho de un tercero, o
por caso fortuito o fuerza mayor”.
Sobre la mencionada responsabilidad objetiva por guarda de cosas, la doctrina patria especializada
en la materia, señala:
“El Código Napoleón en su artículo 1.384, primer inciso, disponía que una persona era responsable
por hecho propio, por el hecho de las personas de que debe responder y por las cosas que estén
bajo su guarda.
Con la invención de la máquina de vapor, el auge del maquinismo y los primeros atisbos de la
revolución industrial, comienzan a suceder con bastante frecuencia accidentes productores de
numerosas víctimas.
(...) A fin de eliminar estos inconvenientes se ensayaron varios intentos de soluciones a saber: (...)
c) Se pretendió crear una especie de obligación de seguridad a cargo del patrono, en virtud de la
cual, y fundamentándose en cláusulas tácitas del contrato de trabajo, se entendía que si un obrero
sufría un daño con alguna de las máquinas integrantes de la instalación industrial, el patrono debía
indemnizarlo porque estaba obligado a garantizar su seguridad.
(...) La redacción del Código Civil (Art. 1.193), no deja lugar a dudas que el responsable es la
persona que tiene una cosa bajo su guarda.
(...) La doctrina ha reconocido al igual que la jurisprudencia la existencia de una presunción de
culpa juris et de jure, absoluta e irrefragable. Esta presunción cae sobre una culpa in vigilando, la
cual se supone absolutamente en la persona del guardián de una cosa cuando ésta causa un daño.
(...) Es decir, no se le permitirá al guardián demostrar la ausencia de culpa, no se le aceptará
demostrar que ejerció correctamente sus poderes de vigilancia y de control sobre la cosa o que
fue diligente en el cumplimiento de sus deberes. Para exonerarse, el guardián sólo puede
demostrar que el daño se debió a una causa extraña no imputable (caso fortuito, fuerza mayor,
hecho de un tercero o culpa de la víctima).
El guardián responde porque él introduce un riesgo en el seno de la sociedad al usar la cosa y
como obtiene un provecho o beneficio de esa cosa, como contrapartida debe soportar el riesgo
que esa cosa produzca, de modo que repara el daño causado por la cosa sin que sea necesario que
incurra en culpa alguna”. (Maduro Luyando, Eloy; Curso de Obligaciones, Décima Edición,
Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 1997, pp.662 a la 703).
También este Supremo Tribunal se ha pronunciado sobre la responsabilidad objetiva por guarda
de cosas, al señalar:
“Del artículo 1.193 del Código Civil (…) se desprenden consecuencias importantes, así en primer
término tenemos que el responsable en tal caso, es la persona que funge como guardián de la
cosa, vale decir, quien tiene a su cargo el poder autónomo de mando, dirección, control, uso o
vigilancia sobre la cosa que produce el daño.
Esta norma establece un caso de responsabilidad objetiva, contra la cual el guardián de la cosa
puede defenderse alegando y demostrando que el daño tuvo su causa en un hecho fortuito, de
fuerza mayor, por el hecho de un tercero o por el hecho de la víctima. Con ello se establece una
relación de causalidad del daño que torna en no responsable al guardián.
Finalmente, debe observarse que, aunque la norma no distinga entre las cosas por cuya guarda
respondería el guardián, la responsabilidad se hace aún más evidente cuando se trata de cosas
que representan un peligro objetivo del cual ese guardián obtiene un beneficio. Por ejemplo, el
caso de la existencia de un depósito de explosivos en una empresa del ramo, situación que
determina la existencia de un riesgo objetivo del cual se beneficia la citada empresa.
(…) Ahora bien, con vista a todo lo antes expuesto, estima esta Sala que resulta suficiente, para
que pueda ser declarada la responsabilidad especial por guarda de cosas en el presente caso, que
se pruebe suficientemente la existencia del daño, la relación de causalidad conforme a la cual
pueda afirmarse que el hecho de la cosa es el que causó el daño, y la condición de guardián de la
demandada. Por su parte, la empresa accionada dispone de las siguientes defensas frente a la
acción por la cual se le exige la responsabilidad especial que nos ocupa: la demostración de que el
hecho previene de un caso fortuito, fuerza mayor, del hecho de un tercero o de culpa de la
víctima” (Sentencia de la Sala Político Administrativa del 5 de abril de 1994, en el juicio de
Nemecio Cabeza contra C.A. Administración y Fomento Eléctrico (CADAFE). (Subrayados y negrilla
de la Sala).
“Han sido demostrados en este caso, los extremos que hacen prosperar en derecho la demanda
propuesta por la parte actora, por haberse cumplido los requisitos establecidos en el artículo
1.193 del Código Civil, en cuyo texto se establece la responsabilidad objetiva por los daños
ocasionados por las cosas que se tienen bajo la guarda. Por consiguiente corresponde a esta Sala,
estimar el monto que por concepto de daño moral habrá de pagar la demandada a la parte
actora. Para hacer la fijación interesa precisar que el daño moral no requiere prueba especial”
(Sentencia de la Sala Político Administrativa de fecha 18 de febrero de 1999, en el juicio seguido
por Esperanza García contra C.A. Energía Eléctrica de Venezuela, exp. No. 12.265) (Subrayados de
la Sala).
De todo lo antes expuesto se constata que, la responsabilidad objetiva por guarda de cosas, hace
responder al guardián, tanto por el daño material como por el daño moral que la cosa ocasione,
independientemente que medie la culpa o negligencia del guardián; es por ello que esta Sala de
Casación Social, debe señalar el criterio expuesto por el Magistrado Dr. René Plaz Bruzual, quien
en voto salvado a la decisión dictada por la Sala de Casación Civil en fecha 14 de marzo de 1990,
con relación a la procedencia del daño moral alegado por un trabajador accidentado,
textualmente señaló:
“Magistrado Dr. RENE PLAZ BRUZUAL disiente del criterio sostenido por la mayoría sentenciadora,
y por ello salva su voto, en los términos siguientes:
‘Entrando al análisis concreto de la denuncia, la Sala encuentra que no fue violado el artículo 1.193
del Código Civil, ya que el sentenciador luego de un extenso análisis de las distintas pruebas
promovidas y evacuadas por ambas partes, llegó a la conclusión de que en ningún momento
existió hecho culposo por parte del patrono en el accidente de trabajo ocurrido.-
La Sala observa, que el sentenciador consideró que la responsabilidad consagrada en el artículo
1.193 del Código Civil no era aplicable, por no estar demostrado un hecho ilícito por parte del
patrono, sin que pueda demandarse un daño moral fundado exclusivamente en una relación de
trabajo existente entre las partes, pues necesariamente tiene que existir la ocurrencia de un hecho
ilícito por parte del patrono que lo haga responsable, según lo dispuesto en el artículo 1.185 del
Código Civil.
Al no estar, a su juicio, presente el hecho ilícito, mal podía el Juez de la alzada condenar a resarcir
al trabajador el presunto daño moral proveniente del accidente de trabajo.-
Se declara por lo consiguiente, improcedente la denuncia del artículo 1.193 del Código Civil, a que
se contrae la primera denuncia del recurso de fondo.-‘
Respecto al primer punto, nuestra doctrina ha venido aceptando que esa responsabilidad,
diferente a la del artículo 1.185 del mismo Código, puede originar la obligación de resarcir no sólo
el daño material, sino también el daño moral que se cause. Así, la Sala Político-Administrativa de
esta Corte, en sentencia del 7-3-89, condenó a una empresa de servicio público a indemnizar el
daño moral causado, al considerar probado el daño experimentado, la intervención de la cosa en
la producción del daño y la condición de guardián del demandado.
En cuanto a la posibilidad de aplicar la presunción del artículo 1.193 del Código Civil, mediando
relación laboral entre el guardián de la cosa y la víctima, considero que la responsabilidad objetiva
del patrono por el accidente de trabajo, por lo demás garantizada por el Seguro Social, no excluye
la responsabilidad por guarda de las cosas.
‘El movimiento de opinión a favor de la reparación, por los patronos, de los daños sufridos por las
víctimas de accidentes de trabajo condujo a la Corte de Casación a admitir la interpretación nueva
en una sentencia célebre referente a la explosión de una caldera de vapor, debido a un vicio de
construcción. La promulgación de la ley del 9 de abril de 1898 sobre la responsabilidad por
accidentes de trabajo no ha sido óbice para mantenerla, de conformidad con los tratadistas que, a
fin de librar a los obreros víctimas de accidentes del trabajo de la prueba de la culpa del patrono,
se colocaban en el terreno de la responsabilidad de derecho común.’(Tratado Práctico de Derecho
Civil Francés, Tomo 6, pág 839, punto 612)
Creo aplicable a nuestro derecho tal opinión. Aceptada por nuestra doctrina la posibilidad de
responsabilidad por hecho ilícito del patrono, a pesar de la existencia de la relación laboral, no
habría obstáculo para aceptar la procedencia de la responsabilidad por cosas, siempre que se
diesen los supuestos de tal responsabilidad. Sería interpretar en contra de los intereses de los
trabajadores negar tal posibilidad. En efecto, situándonos en el ejemplo de Planiol, y de acuerdo a
la tesis de la mayoría, si estallare una caldera, e hiriere tanto a trabajadores de la empresa como a
visitantes y transeúntes, los últimos estarían amparados por la presunción del artículo 1.193, y en
consecuencia, serían indemnizados tanto el daño material como el daño moral (en virtud de la
responsabilidad objetiva), a menos que se probase que el daño ha sido ocasionado por falta de la
víctima, por el hecho de un tercero, o por caso fortuito o fuerza mayor; en tanto que los
trabajadores, para reclamar una compensación por los daños morales (…) tendrían que demostrar
la culpa del patrono, guardián de la caldera del ejemplo. En definitiva, el Derecho del Trabajo no
obraría, en el caso, en protección de los derechos del trabajador, sino como una defensa a ser
opuesta por el patrono.” (Voto Salvado a la decisión de la Sala de Casación Civil, de fecha 14 de
marzo de 1990). (Subrayados y negrillas de la Sala).
De todo lo hasta aquí expuesto, se desprende que la teoría del riesgo profesional, tuvo su origen
en la conocida responsabilidad objetiva por la guarda de la cosa, y por lo tanto, como bien lo ha
señalado la doctrina y la jurisprudencia, en virtud de dicha responsabilidad objetiva se debe
reparar tanto el daño material como el daño moral.
Es por ello que la teoría del riesgo profesional, aplicable al patrón por los accidentes o
enfermedades profesionales que sufran sus empleados, lo hace responder objetivamente, es
decir, independientemente de la culpa, tanto por el daño material como por el daño moral,
siempre que “el hecho generador (accidente o enfermedad profesional) de daños materiales
pueda ocasionar, además, repercusiones psíquicas o de índole afectiva al ente moral de la víctima”
(S.C.C. 23-03-92). Así se declara.
Sobre la teoría del riesgo profesional, aplicable en el presente caso, debemos señalar lo siguiente:
Nuestra ley especial en la materia como se señaló supra, acogió esta teoría del riesgo profesional
aplicable en materia de accidentes o enfermedades profesionales, la cual encontramos en la
vigente Ley Orgánica del Trabajo, Título VIII, en el capítulo “De los Infortunios Laborales”, artículos
560 y siguientes, con la particularidad de tarifar la indemnización pagadera al trabajador por daño
material en la medida de la incapacidad producida por el accidente o enfermedad profesional.
Mientras que el daño moral, por cuanto no puede ser realmente cuantificable, ni mucho menos
tarifado por la Ley, queda a la libre estimación del Juez sentenciador. Así se declara.
En cuanto a la estimación del daño moral causado por un accidente o enfermedad profesional,
debemos señalar lo que al respecto expresó este Alto Tribunal:
“…lo que debe acreditarse plenamente en una reclamación por daño moral es el llamado ‘hecho
generador del daño moral’, o sea el conjunto de circunstancias de hecho que genera la afiliación
cuyo petitum doloris se reclama… Probado que sea el hecho generador, lo que procede es una
estimación, lo cual se hace al prudente arbitrio del Juez. Ningún auxiliar o medio probatorio puede
determinar cuánto sufrimiento, cuánto dolor, cuánta molestia, cuánto se mermó un prestigio o el
honor de alguien…
Al decidirse una reclamación por concepto de daños morales, el sentenciador, necesariamente, ha
de sujetarse al proceso lógico de establecer los hechos, de calificarlos y de llegar a través de este
examen a la aplicación de la Ley y la equidad, analizando la importancia del daño, el grado de
culpabilidad del autor, la conducta de la víctima y la llamada escala de los sufrimientos morales,
valorándolos, pues no todos tienen la misma intensidad, por las distintas razones que puedan
influir en ellos, para llegar a una indemnización razonable...” (Sentencia de la Sala de Casación Civil
del 19 de septiembre de 1996, caso: Stergios Zouras Cumpi contra Pepeganga, C.A. en el
expediente N° 96-038).
En resumen, el trabajador que sufra un accidente o enfermedad profesional, deberá demandar las
indemnizaciones que le correspondan por ante los Tribunales del Trabajo, ya sea tanto por la
responsabilidad objetiva prevista en la Ley Orgánica del Trabajo, por daños materiales tarifados y
daño moral, como por la indemnización establecida en la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones
y Medio Ambiente del Trabajo, así como también, si logra probar los extremos que conforman el
hecho ilícito, la indemnización material que supera las indemnizaciones antes mencionadas. Así se
declara.
Es decir, de probar el trabajador el hecho ilícito del patrono, cuya indemnización repara
integralmente el daño material producido, el Juez deberá condenar solamente la diferencia entre
la indemnización que procede por daño material tarifado por las leyes especiales y lo demandado
por daño emergente y lucro cesante.
Finalmente, en aras de cumplir con el desideratum de seguridad jurídica ínsito en el propósito ius
uniformista que, de conformidad con lo previsto en el artículo 321 del vigente Código de
Procedimiento Civil, le compete a la actividad jurisdiccional encomendada a esta Sala de Casación
Social, se deja constancia que la doctrina formulada en la presente sentencia, representa en lo
sucesivo el precedente jurisprudencial asumido por esta Sala para supuestos análogos al aquí
resuelto. Así se declara.
Ahora bien, con relación a la denuncia sub iudice de falsa aplicación del artículo 288 de la
derogada Ley del Trabajo, así como del artículo 451 de su Reglamento, esta Sala debe observar
que el sentenciador de la recurrida estableció lo siguiente:
“Pero no obstante tal aspecto se observa que riela a los autos a los folios del ciento veintiocho
(128) al ciento treinta (130) del expediente que la accionada a través del representante del
patrono en su respuesta a solicitud que hiciera el Gobernador del Estado para la fecha; por vía de
gracia ofrece un pago para el actor; este nuevo compromiso que se verifica en fecha 30 de mayo
de 1994, y esta sentenciadora considera que por tal motivo no ha operado la prescripción de estos
conceptos que en escrito formulara la accionada”.
En dicho compromiso de pago señalado por la sentencia recurrida en casación, y que riela a los
folios 128 al 130 del expediente, la demandada textualmente alega:
Es por lo antes expuesto que esta Sala considera que dicha declaración de la parte demandada es
una renuncia a la prescripción de los conceptos adeudados por prestaciones sociales, así como de
las acciones por indemnización de accidente de trabajo, por cuanto la doctrina y la jurisprudencia,
reiteradamente han señalado:
Como puede observarse, la renuncia puede ser expresa o tácita, siendo esta última resultante de
todo hecho incompatible con la voluntad de hacer uso de la prescripción. Son renuncias las
compensaciones voluntarias, las peticiones de dilación, la oferta de un fiador o de cualquier
deudor, y en general todo acto que haga suponer seriamente la voluntad de no hacer uso de la
prescripción.
(...) La renuncia a la prescripción hace perder al renunciante los beneficios del ejercicio de un
derecho (el derecho a alegar dicha prescripción). La renuncia no requiere formalidades o reglas
sustanciales o solemnes, pero para poderse efectuar debe haberse consumado previamente la
prescripción. (Maduro Luyando, Eloy; Curso de Obligaciones, ob. cit., pp. 368 y 369) (Subrayado de
la Sala).
“La renuncia debe resultar de un hecho voluntario del deudor del que aparezca a la vez su
voluntad de no aprovecharse de la prescripción que tenga a su favor. Menciona la doctrina, como
modos de renuncia tácita, los pagos totales o parciales, las compensaciones voluntarias, las
peticiones de dilación, la oferta del fiador, de una prenda o de una hipoteca y otros análogos.
En el caso de autos, como bien, lo asienta el fallo recurrido, la manifestación del apelante
contenida en el Memorial Informativo a que se ha hecho referencia, constituye un acto de
renuncia tácita de la prescripción que existía a su favor, por cuanto en ella se expresó su
conformidad con los datos contenidos en dicho Memorial” (Gaceta Forense No. 28, pp. 11 y 12,
sentencia de fecha 28 de abril de 1960).
En el presente caso, la relación de trabajo finalizó una vez que se estableció la incapacidad del
trabajador en fecha 01 de septiembre de 1989, según se evidencia de documento que en copia
certificada corre inserto en el expediente al folio 176, emanado del Ministerio del Trabajo,
Dirección de Salud, es decir, que la prescripción tanto de lo adeudado al trabajador como de las
indemnizaciones por accidente de trabajo, estaban consumadas para la fecha en que la empresa
demandada, hace el compromiso de pago señalado supra de fecha 30 de mayo de 1994.
Sin embargo, dicho compromiso de pago (folios 128 al 130 del expediente), constituye una
renuncia tácita de la demandada a la prescripción consumada, por lo cual, no podía ésta -la
accionada- alegarla en juicio, de manera que como bien señala el recurrente, el juez sentenciador,
aplicó falsamente el artículo 288 de la derogada Ley del Trabajo y el artículo 451 del Reglamento,
cuando declaró la prescripción de las acciones por indemnización de daños provenientes de
accidente de trabajo. Así se declara.
En virtud de todo lo antes expuesto, se declara procedente la presente denuncia del escrito de
formalización, y se le ordena al Juez que deba conocer en reenvío, conocer el fondo de las
pretensiones por indemnización de daños por accidente de trabajo, de conformidad con la
doctrina sentada en el presente fallo. Así de declara.
De conformidad con el ordinal 1º del artículo 313 del vigente Código de Procedimiento Civil, el
formalizante alega que la recurrida en casación adolece del vicio de incongruencia negativa, por
cuanto infringió el ordinal 5º del artículo 243 del vigente Código de Procedimiento Civil, “en razón
de que no tomó en consideración lo alegado en el acto de informes”.
En la primera denuncia por defectos de actividad del escrito de formalización, el recurrente señala
que la decisión objeto del presente recurso de casación adolece del vicio de incongruencia
negativa por cuanto el Juez sentenciador no se pronunció sobre el alegato producido por él en el
escrito de informes sobre la aplicación al presente caso de la prescripción decenal.
II
De conformidad con el ordinal 1º del artículo 313 del vigente Código de Procedimiento Civil, el
formalizante alega que la recurrida en casación adolece del vicio de incongruencia negativa, por
cuanto infringió el ordinal 5º del artículo 243 del vigente Código de Procedimiento Civil, “en razón
de que no consideró la solicitud de INDEXACIÓN JUDICIAL sobre los conceptos demandados, lo
cual fue peticionado tanto en el libelo de la demanda, como en el escrito de informes consignado
ante la instancia Superior”.
En razón de lo anterior, la Sala pasa revista al concreto contenido de los pedimentos formulados
por el demandante -recurrente en casación-, en su escrito introductivo del presente proceso, y
constata lo siguiente:
“Solicito Ciudadano Juez, que al momento de decidir sobre lo demandado tome en cuenta la
INDEXACIÓN JUDICIAL que establece las correcciones monetarias sobre la devaluación de la
moneda nacional”. (vide: folio nueve del expediente).
Sin embargo, de una exhaustiva lectura de la recurrida en casación, la Sala constata que el
sentenciador de la última instancia, en infracción del ordinal 5º del artículo 243 del vigente Código
de Procedimiento Civil, omitió todo pronunciamiento sobre la solicitada indexación judicial.
Ahora bien, la consolidada jurisprudencia de este Alto Tribunal, sin solución de continuidad, ha
declarado: “en el punto concerniente al principio de exhaustividad de la sentencia, (que) hay
omisión de pronunciamiento cuando la sentencia prescinde otorgar o negar la tutela jurídica
solicitada sobre alguna de las alegaciones o peticiones de las partes” alegando que “el principio de
exhaustividad de la sentencia impone al Juez el deber de pronunciarse sobre todas las alegaciones
y peticiones de las partes, aunque sea para rechazarlos por extemporáneos o infundados o
inadmisibles”. (Márquez Añez, Leopoldo; Motivos y Efectos del Recurso de Casación de Forma en
la Casación Civil Venezolana, Colección Estudios Jurídicos No. 25, Caracas, pp. 62 y 63).
Al aplicar la Sala el consolidado criterio jurisprudencial vertido en último lugar, a la denuncia sub
iudice, tendría que declarar con lugar el vicio de actividad propio de la recurrida de incongruencia
negativa, delatado por el formalizante.
Ahora bien, por cuanto el vicio de incongruencia del cual adolece la recurrida es la falta de
pronunciamiento sobre la indexación judicial solicitada, esta Sala de Casación Social reitera en el
presente caso, la doctrina sentada por este Alto Tribunal que sobre la corrección monetaria,
expresó lo siguiente:
En virtud de todo lo anterior, la Sala desestima, la denuncia bajo examen. Así se declara.
CASACION DE OFICIO
En ejercicio de la facultad que confiere el artículo 320 del Código de Procedimiento Civil, de casar
de oficio con base en las infracciones de orden público y constitucionales que se encontrasen,
aunque no se las haya denunciado, la Sala pasa a decidir, sobre la base de las siguientes
consideraciones:
La indexación o corrección monetaria busca neutralizar los efectos que genera en nuestros días, el
hecho notorio denominado “inflación”.
En tal sentido, la decisión emanada de este Alto Tribunal en fecha 17 de marzo de 1993, transcrita
en el capítulo anterior del presente fallo, declaró “materia relacionada con el orden público social
la corrección monetaria en los juicios laborales que tengan por objeto la cancelación de las
prestaciones sociales de los trabajadores, la cual ordenará de oficio a partir de la fecha de
publicación del presente fallo”.
Es decir, a partir de dicha decisión de la Sala de Casación Civil, se estableció que el ajuste
monetario puede ser ordenado de oficio por el Juez del Trabajo, aunque no haya sido solicitado
procesalmente por el interesado, basada en que la restitución del valor de las obligaciones de
dinero al que poseía para la fecha de la demanda, no es conceder más de lo pedido, sino conceder
exactamente lo solicitado.
Ahora bien, en el caso concreto se ratifica la citada doctrina por cuanto se trata de una demanda
por cobro de prestaciones sociales e indemnización por accidente de trabajo intentada por el
trabajador, cuyo monto de lo que correspondía por prestaciones sociales resultó afectado por la
depreciación monetaria durante el transcurso del tiempo que implicó el proceso y, no obstante
ello, no fue acordado el método indexatorio por el Juez de Alzada para ajustar el monto
condenado respecto del valor que éste representaba para el momento de la presentación del
libelo de la demanda, aunado al hecho de que, como bien se señaló en el capítulo anterior, dicha
indexación fue solicitado por la parte actora en su libelo de la demanda.
Sobre la corrección monetaria en materia laboral, debemos señalar, lo siguiente:
“…las deudas laborales no escapan de la idea general que ampara la indexación. Porque el dinero
que se le adeuda a un trabajador como contrapartida a su trabajo, será importante no por su
simple ‘valor nominal’ sino por su valor real de cambio. El perjuicio que representa para el
trabajador la pérdida del poder adquisitivo producida por una deuda sin corregir o actualizar,
desde el punto de vista inflacionario es verdaderamente grave, pues el fruto de su trabajo se
perdería en el tiempo y no existiría una verdadera y justa contrapartida a su prestación de servicio.
En atención al valor real del dinero que representa la deuda laboral, es que se ha pensado que la
misma se configura como una deuda de valor y en consecuencia ha de ser objeto de indexación.
(…) entre las razones que justifican la corrección monetaria se encuentra además de un pago
íntegro, la equidad y la justicia”. (Domínguez Guillén, María C.; Consideraciones Procesales sobre
la Indexación Judicial, Separata de la Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, No.
117, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2000, p.264).
En el presente caso, se demandaron además, los daños materiales y morales como indemnización
por accidente de trabajo, cuya procedencia será resuelta por el Juez que resulte competente para
conocer en reenvío, de conformidad con la doctrina sentada en el primer capítulo del presente
fallo; es por ello, que esta Sala debe señalar la decisión No. 1563 de fecha 18 de noviembre de
1999 de la Sala Político Administrativa de este Alto Tribunal, la cual en su parte dispositiva,
textualmente señaló:
“Por todo lo expuesto la Sala, procediendo de conformidad con lo dispuesto en el artículo 206 de
la Constitución de la República, en concordancia con el artículo 1.196 del Código Civil, acuerda
una indemnización especial para la actora por el daño moral sufrido como consecuencia de los
eventos que se han analizado, que fija en la cantidad de OCHENTA MILLONES DE BOLIVARES (Bs.
80.000.000,oo), cantidad que se ordena reajustar, dada la desvalorización monetaria y la
pretensión original de la parte actora, a partir de la fecha de la demanda; esto es, del 24 de
noviembre de 1992 hasta la fecha de la presente decisión”. (Subrayado y negrilla de la Sala).
Con relación al reajuste monetario sobre las cantidades condenadas a pagar por daño moral,
señalamos el criterio expuesto por la Dra. Hildegard Rondón de Sansó en el voto salvado a la
decisión citada en el párrafo anterior, el cual textualmente expresa:
“Resulta claro para la disidente, que en materia de indemnización por daño moral, no es viable la
actualización monetaria, siendo tal inviabilidad consecuencia de la propia naturaleza de dichas
obligaciones que, por demás, corresponde su estimación al juzgador y no a un tercero en calidad
de experto, ello de conformidad con la norma contenida en el artículo 1.196 del Código Civil (…).
Así las cosas a tenor de la norma transcrita, queda claro que en materia de cumplimiento de
obligaciones de valor, constituidas por un daño moral, es el Juez a quien le corresponde
determinar la justa indemnización, de lo cual se desprende, obviamente, el poder jurisdiccional de
fijarla como tal en la sentencia definitiva, en un monto distinto a aquél solicitado por el
querellante, es decir, la posibilidad real y efectiva que tiene el juez de condenar al pago de una
suma que puede llegar a ser mayor que la cantidad demandada, o menor, si en razón de la justicia
así lo estimare conveniente.
Considera la disidente que en virtud de la afirmación hecha en el párrafo que antecede, el Juez
estima la indemnización del daño moral, tomando en consideración todos los elementos de juicio
a que se circunscribe el caso concreto, tales como: la edad de la víctima, la relación existente entre
la víctima y el sustento económico de sus dependientes; el nivel del daño, es decir, la posibilidad
que tiene la víctima de continuar con sus ocupaciones habituales, etc. Es evidente para la
disidente, que tales valorizaciones no son susceptibles de verse afectadas por causa de la
inflación” (por cuanto es una estimación actualizada al momento en que el Juez sentenciador
dicta su fallo). (Paréntesis de la Sala).
En reciente decisión de fecha 2 de Mayo de 2000, este Alto Tribunal, acogió el criterio sentado en
el supra copiado voto salvado, señalando lo siguiente:
“Por lo que respecta a la solicitud de indexación reclamada por la parte actora esta Sala debe
negarla en virtud de resultar ésta improcedente en materia de daño moral ya que la
indemnización es acordada por el Juez al momento de su decisión, sin necesidad alguna de que
ésta sea ajustada por el transcurso del tiempo. Así se declara”. (Sentencia No. 968 de la Sala
Político Administrativa, de fecha 2 de mayo de 2000, en el caso César Cheremos y Otros contra
Compañía Anónima Electricidad del Centro (ELECENTRO), exp. No. 15.439).
Esta Sala de Casación Social, en virtud del fin perseguido por la indexación judicial en materia
laboral, difiere de los criterios antes señalados, por cuanto, cuando se declare con lugar la
pretensión de un trabajador por indemnización de daño moral, el Juez podrá de oficio o a solicitud
de parte, ordenar en la dispositiva del fallo la corrección monetaria del monto condenado a pagar
por daño moral, pero sólo desde la fecha en que se publica el fallo, hasta su ejecución, debido a
que la estimación hecha por el Juez es actualizada al momento en que dicta el fallo, la cual podrá
estimar a su libre apreciación de conformidad con la doctrina sentada en el primer capítulo de este
fallo. Así se declara.
En consecuencia, esta Sala de Casación Social ordena al Juez que deba conocer en reenvío ordene
en el dispositivo del fallo por él proferido, la corrección monetaria de los montos que resultaren
condenados a pagar al trabajador, de la siguiente manera: los correspondientes a las prestaciones
sociales e indemnizaciones por daños materiales, desde la fecha de admisión de la demanda hasta
la ejecución del fallo; y el monto correspondiente al daño moral desde la fecha de publicación del
fallo hasta la ejecución del mismo. Así de decide.
Es por todo lo antes expuesto que esta Sala de Casación Social declara de oficio que la recurrida en
casación, infringió por falta de aplicación, el artículo 87 de la Constitución de 1961, vigente para el
momento en que se desarrolló la relación laboral, el cual consagra el principio de irrenunciabilidad
de los derechos laborales, principio hoy consagrado en el artículo 89 de la vigente Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela. Así se declara.
DECISIÓN
En virtud de las razones antes expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala de Casación
Social, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, declara 1) CON
LUGAR el recurso de casación interpuesto por la parte actora contra la sentencia definitiva
emanada del Juzgado Superior en lo Civil, Mercantil, del Tránsito, del Trabajo y de Menores de la
Circunscripción Judicial del Estado Aragua, con sede en la ciudad de Maracay, en fecha 17 de
febrero de 1999; y 2) CASA DE OFICIO la decisión objeto del presente recurso y, en consecuencia
anula el fallo recurrido y se ordena al Tribunal Superior que deba conocer en reenvío dictar nueva
sentencia, acorde con la doctrina sentada en la presente decisión.
Dada, firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala de Casación Social del Supremo Tribunal
de Justicia, en Caracas, a los diecisiete ( 17 ) días del mes de mayo de dos mil. Años: 190º
de la Independencia y 141º de la Federación.