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Historia de La Psicología

El documento explora la historia de la psicología como una disciplina metadisciplinaria que estudia su evolución y transformación a lo largo del tiempo, comenzando con la fundación del primer laboratorio de psicología experimental por Wilhelm Wundt en 1879. Se discuten los antecedentes filosóficos y científicos que han influido en la psicología, así como la pluralidad de enfoques que caracterizan su desarrollo. Además, se enfatiza la importancia de entender la historia de la psicología para reflexionar sobre su identidad y el contexto en el que se ha construido el conocimiento psicológico.
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Historia de La Psicología

El documento explora la historia de la psicología como una disciplina metadisciplinaria que estudia su evolución y transformación a lo largo del tiempo, comenzando con la fundación del primer laboratorio de psicología experimental por Wilhelm Wundt en 1879. Se discuten los antecedentes filosóficos y científicos que han influido en la psicología, así como la pluralidad de enfoques que caracterizan su desarrollo. Además, se enfatiza la importancia de entender la historia de la psicología para reflexionar sobre su identidad y el contexto en el que se ha construido el conocimiento psicológico.
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Tema 1.

Historia de la psicología,
psicología de la historia. Algunas
cuestiones de fondo
1.1. Introducción y objetivos​ 2
1.2. ¿Qué es la historia de la psicología?​ 3
1.3. El estudio de la ciencia a través del tiempo​ 6
La historia como forma de saber​ 6
Los saberes y las ciencias​ 7
1.4. ¿Psicología o psicologías?​ 10
2.1. Introducción y objetivos​ 11
2.2. Antecedentes filosóficos​ 13
El nacimiento del alma en la antigua Grecia: Platón y Aristóteles.​ 13
El tránsito de la edad media a la modernidad: Descartes​ 15
La escisión entre el empirismo y el racionalismo​ 17
2.3. Antecedentes científico-sociales​ 19
2.4. Antecedentes científico-naturales​ 22
La fisiología: cartografiando el sistema nervioso​ 22
La psicofísica: el puente entre el mundo físico y la realidad mental​ 23
La biología evolucionista: la aparición del tiempo natural​ 24
3.1. Introducción y objetivos​ 30
3.2. Wundt y el estructuralismo​ 31
El doble programa de la psicología​ 32
3.3. Oposiciones a Wundt​ 37
Sin duda, Wundt fue el impulsor durante el siglo XIX de la institucionalización de la
psicología, pero no el único en aplicar los procedimientos experimentales para el estudio de
la mente. Aunque el estructuralismo dominó la psicología durante mucho tiempo, surgieron
algunos críticos, principalmente en Alemania, que desafiaron las suposiciones de Wundt,
fomentando el desarrollo de otras posibles escuelas que aportaban nuevas perspectivas
teóricas (Sáiz, 2009). A continuación, veremos a algunos de estos disidentes.​ 37
Hermann Ebbinghaus​ 37
Georg Elias Müller​ 39
Oswald Külpe y la escuela de Wuzburgo​ 39
3.4. El funcionalismo: la alternativa americana a la psicología wundtiana​ 40
1.1. Introducción y objetivos

La historiografía moderna data el inicio de la psicología como ciencia autónoma en 1879, año
de la fundación del primer laboratorio de psicología experimental del mundo, de las manos del
alemán Wilhelm M. Wundt, en la ciudad de Leipzig (Hergenhahn, 1997). Sin embargo, con
Wundt no nació estrictamente ni el interés por lo psicológico, que hundía sus raíces varios
milenios atrás, como podremos ver a lo largo del curso, ni la consideración de un campo
unificado de conocimiento sobre los aspectos de la mente.

Ya desde la fundación del laboratorio de Leipzig y durante las décadas posteriores, las teorías y
sistemas que daban cuenta de forma muy distinta de lo psicológico se multiplicaron como un
crisol de miradas que dibujaban muy distintos contornos acerca de la naturaleza misma de la
mente. Las discrepancias arrancaban ya desde el principio a la hora de decidir cuál era el
objeto de estudio de esa nueva disciplina: la conciencia, la conducta, el inconsciente, la
experiencia, etc. La psicología adopta así desde el principio el rostro deforme de un monstruo,
una torre de Babel epistemológica en donde se pugna de manera constante por cuál imagen es
la más adecuada (Yela, 1996).

En A fondo te dejamos el enlace a un artículo que aborda el origen de la psicología en España,


de las manos de Juan Huarte de San Juan.

Para poder dar cuenta de esta desunión fundante y estructural de la disciplina, el primer asunto
que tendremos que tratar es en qué consiste la historia de la psicología, entendida como un
espacio de reflexión teórica que nos permita entender cómo se ha construido el conocimiento
de la disciplina, partiendo de supuestos políticos, ideológicos y culturales diferentes, pues toda
teoría es hija de su contexto y de su tiempo (Rosa, 2007).

Tratar estas cuestiones nos obligará a reflexionar mínimamente, en primer lugar, acerca de la
historia como forma de saber, entendida como una práctica social del recuerdo, connotada por
toda una agenda de valores (¿qué recordamos y cómo, y qué decidimos olvidar?). Igualmente,
deberemos reflexionar sobre cómo la investigación histórica acaba cristalizando en los textos
como su principal instrumento para la difusión, con el fin de dar cuenta a saber «qué pasó» y
«por qué pasó lo que pasó». A nadie se le escapa que la interpretación de esto está ya
conducida desde un determinado punto de vista. Pero si se hace necesario abordar el papel y
función de la historia, no menos importante resulta explicar qué es una ciencia y cómo produce
su conocimiento.

Necesitamos entenderla entonces como una práctica social reglada, que produce productos
simbólicos y tecnológicos para satisfacer las demandas de conocimiento, siempre cambiantes,
de un determinado contexto histórico (Chalmers,2003).

Una vez explicados los conceptos de historia y ciencia, ya estaremos en disposición de


entender por qué hablamos de «psicologías» más que de «psicología», defendiendo entonces
la pluralidad de miradas sobre el fenómeno humano, siempre complejo y dinámico, que no se
deja apresar desde un único punto de vista. La historia de la psicología puede ser vista
entonces como la crónica de una ciencia imposible y fascinante al mismo tiempo. Pasen y vean
(sin marearse demasiado)…

Por tanto, los objetivos que se persiguen con este tema son los siguientes:

▸ Presentar qué se entiende por historia de la psicología y cuál es su papel dentro de

la disciplina.

▸ Reflexionar acerca de los conceptos de historia y ciencia para entender el carácter dinámico y
siempre provisional del conocimiento.

▸ A tenor de lo anterior, problematizar la psicología como un espacio en donde constantemente


se contraponen las teorías del sujeto y en donde ninguna predomina per se sobre las otras,
más allá de la asunción de cierta agenda de valores con las que uno se identifica.

1.2. ¿Qué es la historia de la psicología?

Por historia de la psicología entendemos una forma de saber disciplinada, compuesta de una
comunidad de investigadores, una literatura propia, unos determinados métodos de estudio y
unos órganos de comunicación de sus investigaciones. Además, es una disciplina con dos
cabezas: pertenece a la historia y, al mismo tiempo, se vincula a la psicología (Civera et al
2006).
Así, paradójicamente, estudia la psicología, pero no es psicología: su objeto de estudio no es la
mente o la conciencia, sino sobre lo que de ellas y otros constructos mentales han dicho y
escrito los psicólogos. En definitiva: la historia de la psicología es una metadisciplina, pues es
una disciplina que tiene por objeto de estudio a otra disciplina a su vez (Rosa, 2000b).

El propósito de la historia de la psicología es entonces describir y explicar teóricamente las


continuidades, cambios y transformaciones de la comprensión del objeto de estudio de la
psicología a lo largo del tiempo. Es decir, los modos en los que se ha hecho psicología se
construyen y se aplica el conocimiento psicológico (por ejemplo, por qué en un momento dado
se pasó a considerar la mente como un ordenador cuando surgió la ingeniería informática, los
estudios sobre lingüística, etc.).

Con la historia de la psicología, podemos darnos cuenta entonces de que el objeto de estudio
de la psicología se ha ido modificando (¿la psique, la mente, el espíritu, la consciencia, la
conducta…?) y, en consecuencia, la propia concepción de la disciplina. En definitiva: es una
disciplina reflexiva (Lafuente et al., 2017); tiene la función de reflexionar críticamente sobre qué
ha sido hacer psicología, para qué y cómo se ha hecho esta e, inevitablemente, especular
sobre cómo podríamos o desearíamos hacer mejor psicología en el futuro.

Dar cuenta de estos aspectos se vuelve central para nuestros intereses, puesto que nuestra
identidad profesional como psicólogos será muy distinta en función de qué marco teórico
manejemos acerca de lo que es una persona (una máquina, un organismo dinámico, un
conjunto de reflejos, etc.). Literalmente, no puede haber sentimiento de identidad sin memoria.
Yo no sabría quién soy si no tuviera recuerdos del pasado que, a su vez, me dirigen hacia un
camino del futuro. Lo mismo ocurre con la psicología.

Así mismo, a lo largo de la asignatura, el gran debate de fondo que nos vamos a encontrar
soterrado continuamente es discutir sobre la propia naturaleza de la mente: si es innata,
genética, descubierta o bien social, histórica, construida (Leahey, 2005).

La primera opción, la que entiende la mente como natural, concebiría que esta siempre ha
existido tal y como es, y progresivamente, la ciencia ha ido averiguando con el tiempo cada una
de sus propiedades. La psicología se entendería entonces como una ciencia natural y su
historia sería parecida a la de la física o la química.
Por el contrario, la segunda opción concebiría que la mente es fruto de la construcción social, al
igual que los otros objetos de la cultura. La psicología adopta en este segundo caso la forma de
una ciencia sociohistórico-cultural, que trata a los fenómenos mentales como objetos sociales
presentes en un momento de la historia preciso. Es decir, desde el punto de vista
histórico-cultural, las mentes son reales, pero carecen de la universalidad de los objetos
apropiados para la ciencia. La historia de la psicología sería así la de la invención y
construcción de las mentes bajo ciertas condiciones culturales e históricas. Esta tesis será la
que asumiremos en esta asignatura.

A tenor de lo dicho hasta ahora, cabría colegir una serie de motivos por los que se hace
necesario el estudio de la historia de la psicología. Para ello, recurrimos a Hergenhahn (1997):

▸ Perspectiva: nos aporta una visión de conjunto para conocer de dónde surgen los métodos,
perspectivas, objetivos, teorías, etc., de los psicólogos. Entender el pasado es dotar de sentido
el presente y proyectar el futuro deseado.

▸ Conocimiento más profundo: ayuda a librarnos de un presentismo tecnificado e irreflexivo


acerca de la propia actividad de la psicología.

▸ Sociología del conocimiento: advierte de los cambios que se producen en la tecnociencia a


partir de las demandas de la sociedad.

▸ Fuente de ideas valiosas: las grandes mentes de la historia ya se ocuparon de los asuntos
que aún nos siguen preocupando en el presente.

▸ Curiosidad: más que justificar por qué estudiarla, deberíamos pensar por qué no deberíamos
hacerlo. Como hemos dicho, la psicología es una actividad humana que no cae del cielo ni es
inmutable. Esta ha tenido sus padres y sus abuelos. Si la identidad depende del pasado, no
podemos saber qué es la psicología sin hacer una reflexión histórica sobre ella, sin mirar a su
deriva temporal. Así, nos vamos a servir del conocimiento histórico para esta tarea. Esto nos
obliga a preguntarnos primeramente sobre la ciencia en general y la historia como formas de
conocimiento. Debemos empezar aclarando mínimamente qué entendemos por historia: su
definición y características.
1.3. El estudio de la ciencia a través del tiempo

La historia como forma de saber

Podemos entender la historia como una forma social del recuerdo (Rosa et al, 2000). No es la
única de estas prácticas (también están los relatos, cuentos, películas, monumentos, ritos, arte,
etc.), pero la diferencia con ellas es que esta aspira a producir conocimiento del pasado con
criterios científicos de verdad, conforme al estudio metodológicamente reglado de los objetos y
documentos que vienen del pasado (la evidencia con la que trabaja).

Sin embargo, aunque busca la pulcritud metodológica, la historia no es (ni puede ser) política ni
ideológicamente neutral, en la medida en que incluye una interpretación del pasado realizada
por un determinado grupo social (por ejemplo, pensemos en las múltiples lecturas sobre por
qué se produjo la guerra civil española en 1936, en función del partido político que busque
explicarlo). Así, la historia no solo pretende describir los cambios que se han dado en el tiempo,
también busca explicarlos (¿por qué ocurrió lo que ocurrió?).

El carácter «interesado» de la historia se percibe claramente en los productos que genera en


su investigación del pasado. Esos suelen tener una forma narrativa: son relatos, textos. Ese
sustrato inevitablemente moral e ideológico de las producciones textuales de la historia queda
patente en cómo la propia palabra «historia», al menos en español, recibe la doble acepción de
relato sobre el pasado, pero también de «cuento», relato ficticio (esta diferencia semántica se
expresa muy bien en inglés con history e story, respectivamente) (Rosa et al, 2000).

Y es que la visión subjetiva del historiador no puede dejar de colarse si tenemos en cuenta
cómo es el proceso de historiar un acontecimiento: a la hora de relatar el pasado, los
historiadores ofrecen una narración al mismo tiempo descriptiva y explicativa, en la que se
seleccionan los sucesos del pasado considerados relevantes, constituyéndose en el texto
historiográfico resultante en forma de eventos establecidos en una cadena causal más o menos
explícita. Así pues, ese texto que se produce, para ser considerado como perteneciente a la
práctica historiográfica disciplinada, debe ser no solo verosímil (compatible con la evidencia
conceptual de que se dispone sobre la causalidad física y de las acciones individuales y
grupales humanas), sino también tener una validez empírica, es decir, los acontecimientos y las
causas evocadas deben de apoyarse sobre la evidencia documental o monumental disponible
(los rastros que el pasado nos ha dejado en nuestro presente). Solo así puede hablarse de una
historia científicamente válida, es decir, con pretensiones de verdad que la alejan del mero
relato de ficción.

Para complementar la comprensión del valor epistemológico de la historia de la psicología, se


recomienda el visionado del vídeo del profesor Alberto Rosa, titulado Historia de la psicología y
el desarrollo de un psicólogo.

Los saberes y las ciencias


Por otra parte, dijimos al comienzo que la psicología es una forma de saber. Y una forma de
saber que podemos calificar de científica. Por ello, debemos examinar ahora qué se entiende
tanto por saber como por ciencia. Para abordar estas cuestiones, vamos a adoptar un punto de
vista cronológico para entender cómo se han formado a lo largo del tiempo (Blanco, 2002).

Para empezar, como primer paso, podemos hablar del surgimiento del conocimiento, que es de
origen subjetivo. Nace de la experiencia privada de alguien que observa cómo se producen las
cosas de una determinada manera (por ejemplo, el primer ser humano que observó que
cuando había tormenta y se producían rayos que caían en el bosque, surgía el fuego).

Pero ¿cómo se puede transmitir a otros ese conocimiento que nace de la experiencia
individual? Esa transmisión se podría realizar de dos maneras:

▸ Por aprendizaje directo, a través de la relación social entre individuos que interactúan en
cooperación en un ambiente compartido.

▸ A través de un código simbólico de comunicación convencionalizado y compartido que libera


el conocimiento de las cosas de la experiencia directa de cada individuo con estas. Es decir, un
lenguaje que permita comunicar experiencias.

Los sistemas simbólicos permiten entonces que el conocimiento individual se convierta al


mismo tiempo en social. Dicho de otra forma: aparece la cultura, la posibilidad de comunicar
experiencias, de comunicar conocimientos individuales, de acumular saber (Rosa, 2000a).

A lo largo del tiempo, los grupos humanos han desarrollado muchas formas culturales de saber
(religión, filosofía, ciencia, etc.). Estas formas de saber van generando progresivamente formas
regladas, ortodoxas, de cómo producir nuevo saber, cómo codificarlo y cómo comunicarlo. Así,
la filosofía o la ciencia generan sistemas de explicación de la realidad denominados
lógico-racionales (existirían otras formas de saber, como el religioso, el artístico, el musical,
etc.).

Por otra parte, la aparición de los sistemas de notación escrita (la escritura) ha hecho posible
que esas formas de saber se plasmen en productos estables: textos (liberan de la memoria y
permiten su lectura de forma privada). En cualquier caso, lo que nos llega de los saberes son
sus productos finales: los textos, la literatura científica, el resultado de poner en tinta sobre
papel ideas sobre los aspectos que se estudian.

Igualmente, debemos reflexionar ahora acerca de la objetividad de la ciencia como forma de


saber. Como sabemos, a menudo, la ciencia se presenta con la pretensión de ofrecer una
imagen objetiva de la realidad. Esta pretensión se basa en algunos supuestos que deben ser
examinados (paradójicamente, estos mismos supuestos no dejan de tener su origen histórico)
(Chalmers, 2003).

Por un lado, la idea de que existe una realidad inmutable y eterna más allá de cualquier punto
de vista singular; por otro, que la percepción nos permite acceder de manera directa a esa
realidad (algo que podemos calificar irónicamente como el «dogma de la inmaculada
percepción»); por último, que el lenguaje actúa como receptáculo transparente e inmaculado,
capaz de contener esa realidad tal y como es, haciendo así posible la expresión y
comunicación del conocimiento obtenido de esa realidad.

Sin embargo, la moderna teoría de la ciencia no siempre mantiene unas pretensiones tan altas.
Suele adoptar más bien una visión constructivista y perspectivista del conocimiento. Es decir,
no se plantea la cuestión metafísica sobre el ser real de las cosas. Es una visión
convencionalizada de las cosas conforme a unos conceptos, una metodología, unas reglas de
observación, etc., que continuamente están mutando con el tiempo. Así, el saber científico tiene
siempre un carácter de verdad provisional.

Vistas así las cosas, la verdad del conocimiento científico no resulta directamente de la
aplicación de un método que haga posible que la realidad se nos revele («el punto de vista de
Dios»), sino que es resultado de un proceso de construcción social de la visión de la realidad a
través del desarrollo de métodos, artefactos y regulación de modos de actuar y de hablar sobre
la realidad que percibimos (Berger y Luckmann, 1991).
A lo largo del tiempo, las concepciones de la realidad y de cómo podemos aproximarnos a esta,
de la ciencia y de los objetos que ella nos presenta han venido variando de forma importante.
Miradas que cambian en función de los intereses y necesidades de cada momento, además de
realizarse con procedimientos e instrumentos diferentes.

Hemos dicho que entendemos que una ciencia es una forma reglada (sujeta a normas) de
saber público, fundamentada empírica y teóricamente, resultado de una práctica social
canalizada institucionalmente, con sus procedimientos para la producción, distribución y
consumo de los productos simbólicos y tecnológicos que genera. Las ciencias, como práctica
humana que son, no existen desde siempre. Tienen una deriva histórica que las hace
desarrollarse, cambiar, etc. (Blanco, 2002).

Al estudiar la ciencia, no solo podemos limitarnos al proceso de generación de sus productos,


sino que también hemos de referirnos a los procesos de distribución y consumo de esos
productos. Dado que los productos de la ciencia son en gran medida productos simbólicos y
que estos se ponen a disposición de consumidores potenciales, podemos hablar entonces de la
existencia de un mercado simbólico (Latour y Woolgar,1995) en el que esos productos se
ofrecen, se aceptan o se rechazan, se usan o no se usan, se consideran como valiosos o
inútiles, fluctuando así en su valor por el uso y utilidad que se les da.

La ciencia constituye entonces un tipo de mercado simbólico particular, que podemos llamar
«mercado epistémico», porque el valor dominante es el de la verdad que se atribuye a los
productos que en él circulan (Laungani, 2007). En este mercado, también se dan procesos de
importación de saberes vecinos. Implica que estas importaciones cambien su significado para
encajar en la nueva red de significados (por ejemplo, el concepto de energía o represión que
Freud toma del campo de la física).

A tenor de todo lo dicho, de cómo la ciencia constituye un mercado epistémico que distribuye
para el consumo de la sociedad sus productos, cabría preguntarse a continuación cómo
cambian y evolucionan las teorías científicas al hilo de esto. Para dar cuenta de estas
transformaciones del mercado epistémico, nos sirve la teoría del cambio paradigmático de
Thomas Kuhn (2016).

Kuhn denomina «estado de ciencia normal» cuando en una disciplina se ha establecido una
teoría general lo suficientemente sólida que dé cuenta y pueda explicar todos los fenómenos de
estudio de ese ámbito (por ejemplo, la mecánica clásica de Newton sirvió durante siglos para
explicar todos los fenómenos relacionados con el movimiento de los cuerpos en el espacio).

Sin embargo, paulatinamente van surgiendo en la ciencia anomalías o incoherencias en el


paradigma que conduce a un periodo de crisis (de nuevo en física, la aparición del mundo
cuántico no se concilia con el paradigma newtoniano).

Durante esta crisis, aparecen alternativamente nuevos paradigmas emergentes que compiten
por ocupar el espacio explicativo del antiguo paradigma, integrando las anomalías de las que
este no se pudo ocupar. A este periodo, Kuhn lo denomina «de ciencia revolucionaria», que
concluye cuando un nuevo paradigma se erige en el lugar del anterior hasta que surja una
nueva crisis por las anomalías y el ciclo vuelva a empezar (los nuevos modelos teóricos que
intentan unificar la mecánica clásica y la cuántica, como es la teoría de cuerdas, aún
indemostrable). Como dijimos, toda verdad en la ciencia siempre es provisional y sujeta a
revisión.

1.4. ¿Psicología o psicologías?

Según todo lo que acabamos de decir tanto sobre la historia como sobre la ciencia y su
carácter provisional, ¿puede alcanzar la psicología el estatuto de ciencia normal o su estado
«natural» será la crisis perpetua? Igualmente, ¿la psicología debe asumir un solo paradigma
explicativo del fenómeno humano o más bien ser necesariamente multiparadigmática, abierta a
la pluralidad? (Blanco, 2002).

Dar cuenta posible de estas cuestiones solo es posible desde la historia de la psicología,
porque esta es, en algún sentido, una anomalía del sistema, un incordiante ruido de fondo que
pulveriza el sueño epistemológico de una disciplina que sueña con alcanzar la universalidad y
estructura legaliforme de la física (cosa irónica cuando esta misma ya rechazó hace mucho tal
cosa).

La psicología no puede, ni debe, ser ajena a su «tormento» disciplinar de la dispersión. Asumir


el carácter normativo de lo humano supondría centrifugar las miles de diferencias que nos
hacen únicos, reducir nuestra dimensión antropológica a un conjunto limitado de procesos
bioquímicos.
Y es que el espacio de la psicología es fronterizo, limítrofe, un cruce de caminos sin identidad,
pero que, al mismo tiempo, se constituye como clave de bóveda que cierra los otros planos, es
su frontera. Ante esta ambigüedad, los psicólogos (las voces «autorizadas» que hacen
psicología) han basculado sus formas explicativas del lado de las ciencias naturales en un
ejercicio retórico de asumir su agenda y formas de explicación (cuantitativas, mensurables,
reduccionistas en cuanto a la causalidad…). La historia recuerda de manera persistente que tal
cosa parece abocada al fracaso. Tal vez, como el propio Vygotski entrevió, su estado natural
sea la crisis, la diversidad explicativa, algo coherente con la propia visión de lo humano que
aquí vamos a defender.

En buena medida, el camino que recorreremos juntos estos meses es la constatación de este
hecho. Su consecuencia directa es la pérdida de la inocencia: una vez disuelta, nuestra mirada
y sensibilidad el estudiante no podrá enfrentarse a las cuestiones psicológicas de la misma
manera.

A partir de la lectura de este capítulo, esperamos que el alumno sea capaz de sacar sus
propias conclusiones y asumir una posición personal en este debate.

Tema 2. La psicología antes de la


psicología. Antecedentes para su
formación

2.1. Introducción y objetivos

Como ya comentamos en el Tema 1, el comienzo de la psicología se sitúa muchos siglos antes


a la aparición del laboratorio de Wundt, que se suele tomar como el acontecimiento fundacional
de la disciplina como ciencia independiente. De igual forma, también dijimos que los discursos
sobre lo mental en esa nueva disciplina eran heterogéneos e incluso antagónicos en
numerosas ocasiones, apartándola así de considerarla como un núcleo unitario del saber sobre
lo psicológico. Hallar una explicación temporal a estos dos aspectos será el objeto del presente
capítulo.

Por una parte, rescataremos aquellos hitos fundamentales de la cultura occidental que sirvieron
como el soporte conceptual y metodológico sobre el que descansa la psicología. Sin esas
condiciones de posibilidad, el proyecto psicológico del siglo XIX nunca hubiera sido viable. Por
tanto, conocerlas nos permitirá entender la sensibilidad antropológica que se defiende en
distintas corrientes de la disciplina que remiten a unos u otros de esos antecedentes.

En este sentido, exploraremos ese pasado dentro de tres esferas de actividad intelectual que
se han venido sucediendo cronológicamente y que ya en la modernidad se han yuxtapuesto las
unas a las otras.

Empezaremos considerando las herramientas que proporcionó el campo de la filosofía para ir


cartografiando y estableciendo los límites de la naturaleza de la mente y sus funciones. Ese
viaje (necesariamente resumido) comenzará en la Grecia clásica de la mano de los padres
intelectuales del estudio de psique: Platón y Aristóteles. Con estos dos genios del pensamiento,
se fijarán las principales características de lo mental, que todavía hoy seguimos discutiendo.

Avanzando en el tiempo, nos encontraremos con la concepción moderna de la subjetividad, de


las manos de René Descartes y la problematización de la realidad física que, lejos de
entenderse en su literalidad, se concebirá desde entonces como una construcción psicológica.

Sobre este mismo aspecto y las hipótesis de cómo la mente construye el mundo, nos
encontraremos con las posiciones de los empiristas británicos y los racionalistas centro
europeos, que nos situarán ya a finales del siglo XIX en las consideraciones actuales de lo
psicológico.

Al igual que en la filosofía, exploraremos a continuación los antecedentes que la psicología se


encuentra entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. El debate abierto entre ellas
intentará responder a la pregunta que la filosofía dejó de alguna manera abierta: ¿es lo mental
una realidad biológica y universal o bien un producto de la cultura que hay que comprender
desde cada marco sociohistórico particular?

La descripción de estos tres grandes espacios de constitución teórica nos permitirá entender
entonces las fuerzas en tensión irreconciliables que se dan en el seno de la psicología actual,
entendidas como representaciones de lo mental, que nacen de presupuestos antropológicos y
teóricos en pugna (lo natural y lo cultural, lo universal y lo particular, lo innato y lo aprendido,
etc.).

Así, de manera resumida, los objetivos que se persiguen con este tema serán los siguientes:

●​ Presentar los principales antecedentes teóricos en los campos de la filosofía, las


ciencias sociales y las ciencias naturales de los que bebe la psicología.
●​ Reflexionar acerca de cómo cada uno de estos antecedentes permite construir
alternativas teóricas diferentes para la disciplina.
●​ Detectar los campos en tensión que se encuentran en la psicología como encrucijadas
epistemológicas críticas a la hora de decidir su configuración actual.

2.2. Antecedentes filosóficos

El nacimiento del alma en la antigua Grecia: Platón y Aristóteles.

Ya dijimos que la psicología es una disciplina con una breve historia, pero con un largo pasado
(Lafuente et al., 2017). Ese pasado hunde sus raíces en la aparición misma de la cultura
occidental. En nuestro caso, esos fundamentos brotan del mundo clásico de la cultura griega y
en la aparición de la filosofía, su madre.

Resumidamente, la primera gran cuestión que surge entre los griegos es preguntarse acerca
de qué es la realidad, physis, y cuál es su naturaleza y principio rector. Más allá de las
explicaciones mitológicas y religiosas, se empieza a especular racionalmente si puede ser el
agua (Tales de Mileto), el aire (Anaxímedes), el número (Pitágoras), etc. Se busca así dar
respuesta a cuál es el ser último de la naturaleza, el principio inicial del que se derivan todas
las cosas (Hergehahn, 1997).

En este sentido, se abre un debate entre dos posiciones irreconciliables (representadas por
Heráclito y Parménides) que darán lugar al tipo de problemas que nos interesan. Esto es: sobre
el cambio y la permanencia de esa naturaleza.

¿Cómo se puede conocer algo si está cambiando constantemente? ¿No requiere permanencia
el conocimiento?
Se llega así a la pregunta sobre qué podemos conocer y cómo conocemos. Para explicar estas
preguntas, surge la idea de que debe existir «algo» en nosotros que posibilita ese conocimiento
permanente más allá de los cambios. Ese algo es el alma (psique) y de ahí el interés que
surgirá por ella desde entonces. A partir de este momento, se puede afirmar que la filosofía
griega contó con muchos pensadores que se ocuparon de «lo psicológico». Sin embargo,
podríamos resumir sus posturas en dos grandes grupos (Leahey, 2005):

●​ Estudiosos de los aspectos fisiológicos de la mente.


●​ Los interesados en los aspectos funcionales del alma.

Dentro de los estudiosos de los aspectos fisiológicos de la mente, podemos citar a Alcmeón de
Crotona (500-450 a.C.) o Empédocles (490-430 a.C.). El primero consideraba que el cerebro
era el lugar donde se originaba el pensamiento, mientras que el segundo incorporó que los
procesos cerebrales comenzaban en los sentidos o «canales del entendimiento». Estas
posturas tuvieron continuidad dentro de la medicina romana con Galeno (130-200 d. C.).

Por otra parte, Platón y Aristóteles son los principales interesados en los aspectos funcionales
del alma. Como veremos a continuación, sus postulados moldearon el acercamiento filosófico a
lo mental, inaugurando un debate que ya cuenta con más de dos mil años.

Platón (427-347 a. C.) es considerado el mayor representante del dualismo, dado que postuló
que el alma pertenecía al mundo de lo sobrenatural y abstracto, mientras que el cuerpo
pertenecía al mundo de lo natural o tangible. Por tanto, cuerpo y alma (mente) son atributos
diferentes e independientes uno de otro. La orientación de Platón hacia el estudio del alma era
eminentemente espiritualista.

En su libro Sobre el Alma, Aristóteles (384-322 a. C.) fue el primero que propuso el término
«sustancia» e hizo un estudio sistemático de la realidad psicológica o psique en el mundo de lo
material (Tortosa y Civera, 2006). Para ello, propuso tres leyes por las que se rige el
conocimiento proveniente del alma (Leahey, 2005):

●​ Semejanza (gato-tigre).
●​ Contigüidad (ej., en el tiempo, como sartén y huevos).
●​ Contraste (gato-perro).

Por tanto, si tomamos en cuenta los postulados de este autor, podemos afirmar que su
orientación era eminentemente naturalista.
Así, como vemos en la Tabla 1, surgen en la obra de Platón y Aristóteles, dos concepciones
contrapuestas del alma.

El tránsito de la edad media a la modernidad: Descartes

Las concepciones irreconciliables de Platón y Aristóteles seguirían vivas en la Edad Media a


través de la obra de dos autores de gran relevancia para ese período, como fueron San Agustín
(354-430 d. C.) y Santo Tomás de Aquino (1224-1274 d. C.).

En esta época predominó una visión teocéntrica del alma, es decir, el todo de cuanto el alma es
contenedora se encuentra supeditado al poder divino de Dios (Sáiz, 2009).

La psicología de San Agustín, heredera de Platón, es netamente dualista e introspectiva, pues


pretende acceder a una sustancia espiritual que nada tiene que ver con el cuerpo que habita.

No es hasta el siglo XIII que las ideas de Aristóteles vuelven a abrirse paso dentro del
pensamiento cristiano con Santo Tomás de Aquino. Santo Tomás de Aquino matizará que,
aunque el alma es inmortal, no puede existir sin la materia (la posición monista de Aristóteles).
La unidad cuerpo-mente es un bien y no un castigo. En este sentido, no es el alma la que
piensa ni el cuerpo el que siente, es la persona quien piensa, siente y actúa.

Ya en el Renacimiento se operará una transición entre la Edad Media y la Moderna, que


comenzó en Europa occidental en los siglos XV y XVI (Leahey, 2005). Curiosamente, los
gigantes que vivieron durante este período no lo nombraron de esa forma. Este término no se
creó hasta el siglo XIX.

Si este período tuvo gran trascendencia para las artes con nombres bien conocidos por todos,
como Miguel Ángel o Leonardo da Vinci, también la tuvo para la filosofía y las ciencias
naturales. Aunque la escolástica, identificada con la filosofía de Santo Tomás de Aquino, era el
paradigma dominante en sus inicios, el foco comenzó a moverse de una visión teocéntrica
(Dios en el centro) a una antropocéntrica (el hombre en el centro).

En detrimento del agustinismo y el platonismo, es una etapa donde el naturalismo, que nace
con el pensamiento aristotélico, resurge con gran fuerza. El inicio de este cambio de postura en
la filosofía y la ciencia ocurrió con lo que se ha denominado la «gran revolución copernicana»
(Kuhn, 2016), donde sus grandes protagonistas fueron Nicolás Copérnico (1473-1543), Galileo
Galilei (1564-1642) y Johannes Kepler (1571-1630).

La concepción de «psique» también sufrió importantes modificaciones. En este momento,


comienzan a perder sentido las preguntas esotéricas o innatistas sobre el alma. En su lugar,
aparecen otras, donde la idea de que las funciones mentales van a sostenerse sobre la
percepción y la experiencia ganan una fuerza inusitada.

En este contexto, deben señalarse las ideas de René Descartes (1596-1650). Su gran
contribución para la psicología será situar la experiencia o conciencia del yo como el eje de
todo conocimiento (Lafuente et al., 2017).

Para la obtención del conocimiento en la ciencia en general, no solo en lo referente a los temas
psicológicos, sino para todas las disciplinas, Descartes utiliza el método matemático. Basado
en los descubrimientos de Galileo, consideraba que el conocimiento proveniente de los
sentidos y de la imaginación constituían fuentes de error. Por tanto, era necesario confiar
solamente en la razón pura, reducida en sí misma y desconectada de la experiencia sensible.
La postura de Descartes es en esencia dualista e innatista. Las ideas no son sustancia, pero el
yo pensante sí lo es.

En sus postulados, el hombre se compone de dos partes separadas:

●​ Res extensa: se refiere al cuerpo como una máquina diseñada para funcionar y
autoequilibrarse.
●​ Res cogitans: se refiere a la mente, con el entendimiento y la voluntad como sus dos
facultades esenciales.

Sin embargo, esta distinción no implica aislamiento. El cuerpo y la mente necesitan interactuar
para llevar a cabo determinados procesos, como la percepción o la memoria. Descartes
convierte el alma de Aristóteles y de Santo Tomás en mente. También le da un asiento
fisiológico, ubicado en la glándula pineal (López-Muñoz et al., 2012).

En la sección A fondo te dejamos el enlace al artículo completo sobre la relevancia y actualidad


de la propuesta cartesiana de situar el alma en la glándula pineal.

La relevancia de este planteamiento es que, al apartar la subjetividad inherente a los procesos


mentales del mundo físico y objetivo, surge una concepción de un sujeto psíquico, que se
convertirá en el objeto de estudio de la psicología hasta nuestros días (Tortosa y Civera, 2006).

La escisión entre el empirismo y el racionalismo

Aunque el empirismo resurge durante el Renacimiento en las Islas Británicas, de la mano de


Francis Bacon, no es hasta la aparición del Ensayo sobre el entendimiento humano en 1689,
donde John Locke (1632-1704) realiza una formulación completa de su objeto y método
(Hergenhahn, 1997).

Frente al método deductivo de Descartes, John Locke propone el uso de la observación y la


inducción, niega la existencia de ideas innatas y concibe la mente en el momento del
nacimiento como una tabula rasa. Para este autor, el conocimiento solamente puede provenir
de la experiencia. Es decir, la fuente de nuestras ideas proviene del contacto de nuestros
sentidos con los objetos. Por tanto, ubica la sensación como el fenómeno básico de la vida
mental y la reflexión no es más que una toma de conciencia que acompaña cada sensación.

Defiende la existencia de ideas simples y complejas. Las primeras se dividen, a su vez, en


primarias y secundarias. Las ideas simples primarias se refieren a los aspectos materiales de
un objeto (extensión, solidez, movimiento, etc.). Son inseparables del objeto del que forma
parte y son independientes de nuestro conocimiento.
Las ideas simples secundarias, por su parte, se refieren al grupo de cualidades primarias que
somos capaces de percibir y que nos permiten construir una representación del objeto. Por
tanto, no son parte del objeto y son más dependientes de nuestro conocimiento.

Por último, las ideas complejas se forman mediante la asociación de ideas simples, siguiendo
tres leyes propuestas por Aristóteles: semejanza, contigüidad y contraste.

Como puede verse claramente en la Figura 1, se trata de una concepción atomista, pues lo
complejo se forma a partir de la combinación de elementos simples mediante procesos de
combinación, comparación y separación.

Locke aporta el concepto de identidad personal como la conciencia del ser de sí mismo en
diferentes tiempos y lugares. Plantea que la identidad personal es inaccesible a la experiencia.
En suma, la psicología no se ocupa ya del alma o la mente como entes abstractos, sino de la
conciencia y los estados que la modifican (Tortosa y Civera, 2006).

Más adelante, David Hume (1711-1766) divide el contenido mental en impresiones e ideas (Del
Barco Collazos, 1981, 1982). Las primeras son aquellas que entran con más fuerza en la mente
y las segundas considera que son, apenas, imágenes débiles de las primeras en el momento
de pensar y razonar.

Hume también extiende el concepto de asociación más allá de las percepciones, ampliándolo al
área de las pasiones (lo que hoy llamaríamos emociones). Esto brinda por primera vez la
posibilidad de dar una explicación del funcionamiento del psiquismo desde el asociacionismo.
Introduce la causalidad como el tipo de asociación que permite establecer los hechos a través
del vínculo causa-efecto.
Establece, por tanto, que las conexiones causales son inferencias probables. Es decir, la
probabilidad de que una causa porque un efecto tiene que ser extremadamente elevada.

Otros autores destacados del siglo XVIII siguieron desarrollando este debate entre empiristas y
racionalistas desde la filosofía (Pérez Delgado y Tortosa, 2006):

●​ David Hartley (1705-1757): con su asociacionismo psicológico, introduce la idea de que


las respuestas motoras pueden incluirse dentro de este esquema asociativo, junto con
las sensaciones y las ideas.
●​ Thomas Reid (1710-1796): jugó un importante rol en el desarrollo de la psicología de las
facultades, propuso establecer la diferencia entre sensación y percepción.
●​ Immanuel Kant (1724-1804): sobre cuyos planteamientos gravitaron las ideas de la
filosofía alemana del siguiente siglo, propició el nacimiento del sujeto epistémico de
carácter lógico
(trascendental), que
lo llevaría a negar la
propia existencia de
una psicología
científica como
ciencia universal,
planteando más bien
una antropología
cultural de la mente.

2.3. Antecedentes científico-sociales

Como vimos, todos los avances teóricos y metodológicos acaecidos en la comprensión de la


mente en filosofía partían de una visión mecánica, geométrica y matemática del mundo, acorde
con la física newtoniana (tanto Descartes como el resto de los empiristas intentarán aplicar esa
lógica a los procesos mentales, encontrando cuáles son las leyes gravitacionales del
pensamiento) (Brock, 2015).

Sin embargo, a este ideal ilustrado vendrá a oponerse el Romanticismo como un movimiento
cultural surgido principalmente en Alemania, que reivindicará los aspectos «irracionales» que
no habían sido hasta ahora abordados por el pensamiento y que implicarán un ir más allá del
saber de la física y las matemáticas: las intuiciones, el instinto, las emociones, etc. Así mismo,
los objetos privilegiados para entender el desarrollo humano serán a partir de ese momento el
lenguaje, la poesía, los mitos, etc. Desde este punto de vista, surge la consideración entonces
de que la historia humana es el relato que da cuenta del proceso cultural mediante el que el ser
humano se ha creado a sí mismo (Lafuente et al., 2017).

Se opera desde entonces, en la obra de Wilhelm Dilthey (1833-1911), una división del concepto
de ciencia, hasta ahora unitario, en dos vertientes contrapuestas. Por una parte, estarán las
ciencias de la naturaleza (Naturwissenschaften), identificadas con el tipo de métodos y teorías
de la física y la química (el estudio de objetos externos regidos por fuerzas universales e
invariantes); por otro lado, las ciencias del espíritu (Geisteswissenschaften), que tratan los
fenómenos propiamente de la cultura como lo exclusivamente constitutivo de la naturaleza
humana (ideas, representaciones, valores, creencias, etc.) (Dilthey, 1833/1944).

De esta escisión de las ciencias, concretamente de las ciencias del espíritu, surgirán las
ciencias sociales como aquellas que intentarán entender la mente humana desde el marco de
la cultura y la historia. De este conjunto surgirán disciplinas de nuevo cuño, como la
antropología. A partir de los viajes de descubrimiento y comercio, los occidentales toman
conciencia de que los habitantes de otros continentes y países, muy alejados de Europa,
presentan creencias y valores muy distintos. Esta toma de conciencia sobre la diversidad
cultural permite pensar entonces cómo las mentes de las personas de esas sociedades hasta
ahora ignotas pueden considerarse distintas, porque están conformadas con creencias,
religiones, valores, etc., diferentes. Se rompe así la consideración universalista de lo mental,
dando lugar a un estudio diferencial de las mentalidades que dé cuenta de estas divergencias
entre las personas pertenecientes a unas culturas u otras (Lafuente et al, 2017).

De igual forma, el auge nacionalista que acompaña al movimiento romántico hace que la
historia como forma de saber se sitúe en el centro de interés de los países como instrumento
que legitima la diferencia genuina del hecho cultural de cada nación: idioma, tradiciones,
credos, códigos jurídicos, folclore, mitología, etc. Lo humano, una vez más, se entiende ahora a
la luz de un tiempo histórico y cultural preciso que conforma la diferencia entre las
mentalidades (las mentes) de unas y otras sociedades. La historia de cada pueblo es así la
forma específica en que lo psicológico toma forma.
Paralelamente a este desarrollo de la antropología y de la historia en Alemania, en Francia se
desarrolla otra nueva ciencia del espíritu: la sociología. Una disciplina que, bajo la metáfora del
cuerpo, intentará explicar cómo los grupos humanos se vertebran para crear sociedades
complejas y multifuncionales (Leahey, 2005). Si bien el padre de la disciplina fue Auguste
Comte, que aún sostiene una visión biologicista de estas organizaciones humanas, no será
hasta la obra de Karl Marx (1818-1883) en Alemania donde la sociología adquiera sus rasgos
de ciencia social.

Marx nos dirá en la misma línea que el estudio de las mentalidades, que el «espíritu» (Geist),
es decir, el pensamiento, la conciencia, es el resultado de unas determinadas condiciones
materiales, reivindicando así la naturaleza esencialmente social e histórica del ser humano. El
análisis histórico de esas condiciones que la humanidad ha creado para sí misma (como, por
ejemplo, la estructura familiar que estudiará junto a su colega Engels), será denominado
«materialismo histórico» (Marx, 1859/1989).

Marx y los diferentes autores de la tradición marxista que le seguirán influirán sobre todo en el
análisis sociológico, subrayando la preeminencia de las relaciones económicas. Pero también
influirán fuertemente en una parte de la psicología, que hará del estudio de nuestra condición
histórico-social el núcleo de su programa (especialmente en una gran parte de la obra de
Wilhelm Wundt, así como en Vygotsky).

En la misma estela conceptual que Marx, encontramos a Emil Durkheim (1858- 1917), segundo
fundador francés de la sociología, posterior a Comte. Durkheim entenderá que el objeto de la
psicología y de la sociología es el mismo. La mente es un objeto social que, aunque sea
ejercida en primera persona por cada individuo, remite a valores y representaciones colectivas
que la constituyen. Así, por ejemplo, las emociones pueden ser entendidas en este sentido
como fenómenos psicológicos y, a su vez, como guiones de acción social que deben ser
aprendidos en la educación como elemento cultural importante para moverse dentro de una
determinada sociedad (Durkheim, 1895/1988).

Surgirá entonces a partir de la obra de Durkheim y del conjunto de ciencias sociales que hemos
presentado en este apartado, un estudio cultural e histórico de la mente y las funciones
psicológicas que abordará, lejos de una visión naturalista y biológica, el carácter constructivo
de asuntos como la vivencia de la muerte, la vida privada, la sexualidad, el amor, la familia y un
largo etcétera.
Para complementar la comprensión de la posición constructivista recogida en las ciencias
sociales, se recomienda el visionado del vídeo titulado Psicología cultural. El sujeto constructor
de sí mismo.

2.4. Antecedentes científico-naturales

La fisiología: cartografiando el sistema nervioso

El otro gran polo en tensión con las ciencias sociales, donde se estaba forjando una imagen
naturalista de lo psicológico, se encontró en el desarrollo de la fisiología, la psicofísica y la
biología evolucionista.

En paralelo a los desarrollos en antropología y sociología que acabamos de ver, la primera


mitad del siglo XIX trajo avances para la fisiología en el conocimiento de la arquitectura del
sistema nervioso. Como vimos al comienzo del capítulo, ya desde la antigüedad los griegos se
habían interesado por ese sistema nervioso, pero será el siglo XIX el que, gracias a los
desarrollos experimentales y tecnológicos, ofrezca los mayores descubrimientos sobre su
funcionamiento (Leahey, 2005).

Así, por ejemplo, los estudios de Charles Bell (1774-1842) y François Magendie (1783-1855)
establecieron las bases de la explicación del funcionamiento de las vías sensitivas y motoras
de la médula espinal. La confirmación de estas vías llegaría de la mano del gran fisiólogo
alemán Johannes Müller (1801-1858). Con sus trabajos se podrá establecer el principio de la
energía específica de los nervios sensoriales. Este principio postula que cada uno de los
sentidos presenta unas vías nerviosas exclusivas que se conectan con el cerebro, sirviendo de
puente entre los objetos y la mente (Sáiz, 2009).

Igualmente, llegarán hallazgos tan importantes como los de Emil du Bois-Reymond


(1818-1896), discípulo de Müller, que descubrirá la naturaleza eléctrica del impulso nervioso, o
los trabajos de Hermann von Helmholtz (1821-1894), en torno a la medición de ese impulso
(27,4 m/s), que dará lugar al campo de la cronometría mental como el primer método objetivo
en medir los procesos psicológicos.
En la misma línea que Helmholtz, Franciscus Cornelius Donders (1818-1889) ideó un ingenioso
paradigma experimental, basado en la cronometría mental, para la medición de los tiempos de
reacción en el análisis del funcionamiento del sistema nervioso. Su metodología experimental
se conoce como el método de sustracción.

La idea de Donders era que cuanto mayor número de procesos mentales implicados en una
tarea, mayor tiempo de reacción (o latencia) presentaría el sujeto. Así, habría una
correspondencia simétrica entre el gradiente de dificultad de un número de tareas y el gradiente
del tiempo implicado en su resolución: la tercera tarea (la más compleja) tardaría más que en la
segunda, y, en la segunda, más que en la primera (la más sencilla) (Sáiz, 2009).

Otro movimiento que destacó dentro de la fisiología fue la frenología. El anatomista y fisiólogo
vienés Franz Joseph Gall (1758-1858) planteó que las funciones mentales podían localizarse
en áreas específicas del cerebro. A falta de poder conocer aún el cerebro por dentro, Gall llegó
a la hipótesis de que a partir de las protuberancias craneales que presentara un sujeto, se
podía deducir qué función estaba afectada o exacerbada en esa persona. Si bien los mapas
frenológicos no trascendieron, lo cierto es que supusieron el comienzo de la neurociencia y el
establecimiento de una psicología diferencial al señalar cómo las diferencias entre los sujetos
pueden ser explicadas desde la diversidad del funcionamiento psicológico (Hergenhahn, 1997).

En la sección A fondo encontrarás un manual completo donde podrás profundizar en el campo


de la frenología.

La psicofísica: el puente entre el mundo físico y la realidad mental

Otro ámbito clave de desarrollo para la formación naturalista de la psicología, y su antecedente


directo en este sentido, fue la psicofísica. Esta, derivada de los trabajos de la fisiología, se
encargaba de estudiar las relaciones entre los estímulos físicos del mundo exterior y las
experiencias subjetivas que estos producen en nuestra mente. Sus orígenes se remontan a la
obra del científico alemán Gustav Theodor Fechner (1801-1887), que comenzó a investigar
sobre cómo los estímulos físicos se relacionan con las sensaciones que experimentamos.

Fechner creía que era posible medir y cuantificar la relación entre los estímulos físicos y las
sensaciones subjetivas que producen. Para ello, desarrolló métodos de medición que permitían
establecer una relación matemática entre la intensidad del estímulo y la intensidad de la
sensación (Sáiz, 2009).
Uno de sus métodos más conocidos fue el método de los límites, en el que se establecían los
valores mínimo y máximo de un estímulo y se variaba gradualmente su intensidad hasta que el
sujeto pudiera detectar o dejar de detectar el estímulo. A partir de estos datos, e inspirándose
en los experimentos de Ernst Heinrich Weber (1795-1878), Fechner desarrolló una fórmula
matemática conocida como la ley de Weber-Fechner, que describe cómo la percepción de la
intensidad de un estímulo varía en relación constante a la magnitud del estímulo en sí. Una
relación donde, para obtener una progresión aritmética y continua en la percepción, la magnitud
física debe hacerlo geométricamente.

A pesar de que esta ley era de dudosa validez y recibió multitud de críticas, resalta la
importancia que tiene en la historia de la psicología al introducir los métodos experimentales y
el análisis de datos en el estudio de lo mental (Civera, Pérez y Tortosa, 2006). Gracias a los
trabajos de Fechner y otros investigadores de la época, la psicofísica se convirtió en una
disciplina científica que ha permitido comprender mejor cómo percibimos el mundo que nos
rodea y cómo las sensaciones subjetivas se relacionan con los estímulos físicos.

La biología evolucionista: la aparición del tiempo natural

Así mismo, otro descubrimiento clave que calará hondo en el campo de la psicología será la
biología y su concepto de evolución y adaptación. En particular, la perspectiva evolutiva
ayudará a la psicología a comprender cómo los rasgos y las conductas humanas han
evolucionado y cómo se han adaptado a los entornos cambiantes a lo largo del tiempo. De
igual forma que las ciencias sociales ponen en el centro la noción de historia cultural, las
ciencias naturales harán lo propio con la historia natural de los seres vivos.

El concepto de «adaptación» aparece ya en Jean Baptiste Lamarck (1744-1829). Este autor


propuso que los organismos son susceptibles de sufrir transformaciones en función de su
medio ambiente circundante. Por esta íntima conexión con el ambiente, los organismos son
capaces de generar nuevas funciones y abandonar (o atrofiar) otras. El ejemplo típico del
lamarckismo es la organización corporal de las jirafas y su estiramiento anatómico del cuello a
partir de que el alimento se situaba en las altas copas de los árboles. La máxima lamarckiana
será entonces que «la función crea el órgano».
De esta forma, Lamarck plantea la ley del uso y el desuso de los órganos y herencia de los
caracteres adquiridos:

«Con dependencia de las exigencias del ambiente y debido a su uso o desuso, los órganos de
los seres vivos se hacen más fuertes o débiles, más o menos importantes, y estos cambios
adquiridos durante la vida de los individuos se transmiten de los padres a la progenie» (Curtis,
2006, p. 58).

Pero el concepto contemporáneo de evolución que maneja la psicología hoy es introducido por
el padre del evolucionismo moderno, Charles Darwin (1809-1882). Será su libro, El origen de
las especies (1859), uno de los textos más conocidos e influyentes de todo el siglo XIX.

La teoría darwiniana de la evolución es una explicación científica de cómo se producen los


cambios en las especies a lo largo del tiempo. Según la teoría, las especies cambian y
evolucionan a lo largo del tiempo como resultado de la selección natural, un proceso en el que
los individuos mejor adaptados a su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir y
reproducirse, transmitiendo sus genes a la siguiente generación. Este proceso de la selección
natural conduce a la acumulación gradual de cambios genéticos beneficiosos, que permiten a
los organismos adaptarse mejor a su entorno. Con el tiempo, estos cambios pueden
acumularse hasta el punto de que se produce una nueva especie que es diferente de la
especie original (Darwin, 1859/1985).

Igualmente, la teoría darwiniana postula la idea de que todas las especies tienen antepasados
comunes y que los cambios en las especies a lo largo del tiempo son el resultado de la
selección natural y la variabilidad genética que ocurre naturalmente. Ello implica que, lejos de la
concepción creacionista sostenida hasta el momento, todas las especies parten de un mismo
tronco común, lo que permite advertir la transversalidad de muchos rasgos entre estas por su
mismo origen filogenético.

Así pues, Darwin enfatiza que el ser humano es como cualquier otro animal y su inteligencia
solo se diferencia del resto de animales cuantitativamente, pero no cualitativamente. Es, por
tanto, un punto de partida para la generación de modelos animales en la investigación cuyas
características se extrapolan a los modelos de comportamiento humano.
Además de Lamarck y Darwin, otro biólogo evolucionista de gran relevancia para la psicología
fue Herbart Spencer (1820-1903), que introduce la teoría de la evolución psicológica, este
sostiene que los procesos psicológicos, como la percepción, el pensamiento y la emoción, se
desarrollan y evolucionan de manera similar a como lo hacen los organismos biológicos.

Según Spencer, la mente humana ha evolucionado a través de un proceso de selección


natural, en el que los procesos psicológicos, que son útiles para la supervivencia y la
adaptación, se han desarrollado y se han transmitido de generación en generación. De esta
forma, formula su ley general de la evolución o ley de la diferenciación creciente:

«La evolución de la mente es en una progresión continua desde el estado indiferenciado de los
organismos primitivos hasta la estructura compleja del cerebro humano. Esta complejidad es el
resultado de la interacción entre el organismo y el medio, que hace que se vaya pasando de los
reflejos a los instintos, luego a la memoria y, finalmente, al razonamiento mental» (Álvaro y
Garrido, 2003, p.55).

Para Spencer, la complejidad de la inteligencia humana se produce gracias a un mecanismo


filogenético en el que las asociaciones entre conocimientos no se producen en un solo
individuo, sino que se transmiten también de generación en generación, es decir, de manera
filogenética.

En resumen, la biología evolutiva ha sido fundamental para el desarrollo de la psicología, ya


que ha proporcionado una perspectiva importante sobre cómo el comportamiento humano y la
mente han evolucionado y se han adaptado a diferentes entornos, lo que ha permitido a los
psicólogos comprender mejor las conductas y características humanas.

Cerramos este denso y sintético capítulo, donde hemos podido advertir que todas las ideas,
modelos y postulados provenientes desde la filosofía remota fueron derivando en la producción
teórica de las ciencias naturales y sociales, especialmente a partir de los siglos XVIII y XIX;
unos cambios que, a la larga, generarán un indudable caldo de cultivo epistemológico que
propulsó el surgimiento de la psicología científica, como veremos en el siguiente tema.

1. ¿En qué momento surgen las primeras teorías sobre lo mental?

A. En el siglo XIX durante la Ilustración.


B. En el Renacimiento.

C. En el Romanticismo.

D. En la Grecia clásica.

2. Platón presentaba una concepción del alma basada en:

A. Aspectos naturales.

B. Aspectos sobrenaturales.

C. Aspectos fisiológicos.

D. Aspectos anatómicos.

3. En la Antigua Grecia el interés por psique surge a partir de la pregunta:

A. ¿Qué es la vida?

B. ¿Qué podemos conocer?

C. ¿Qué es la verdad?

D. ¿Qué es la realidad?

4. Entre los autores medievales, ¿quién siguió el postulado monista de Aristóteles?

A. Santo Tomás de Aquino.

B. San Agustín de Hipona.

C. Descartes.

D. Locke.
5. El asociacionismo se deriva de la corriente:

A. Dualista.

B. Empirista.

C. Monista.

D. Racionalista.

6. La sociología nace como disciplina en:

A. Francia.

B. Alemania.

C. Italia.

D. Rusia.

7. El auge de los estudios históricos surge a partir del:

A. Anarquismo.

B. Nacionalismo.

C. Comunismo.

D. Sindicalismo.

8. El principio de la energía específica de los nervios sensoriales de Müller

establece que:

A. Los procesos mentales pueden ser medidos temporalmente a través de protocolos de


reacción nerviosa.
B. Los cinco sentidos comparten un mismo circuito fisiológico.

C. Cada uno de los cinco sentidos presenta vías sensitivas diferentes que conectan con
el cerebro.

D. La forma del cráneo determina las funciones mentales.

9. La frenología es el antecedente próximo de:

A. La neurociencia.

B. La psicofísica.

C. La embriología.

D. La psicología comparada.

10. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es cierta sobre la teoría de la evolución de

Darwin?

A. Los organismos más fuertes y grandes siempre sobreviven y se reproducen más.

B. Los cambios en el ambiente nunca afectan la evolución de una especie.

C. La selección natural favorece a los organismos que tienen características ventajosas


en su entorno.

C. Las especies nunca cambian con el tiempo.


Tema 3. Wundt y el
nacimiento de la psicología como
ciencia

3.1. Introducción y objetivos


Como acabamos de terminar de ver en el Tema 2, se tuvieron que dar un gran número de
condicionantes históricos en los ámbitos de la filosofía, las ciencias sociales y las ciencias
naturales para que la psicología hacia finales del siglo XIX pudiera emerger como una ciencia
autónoma.

Si bien muchos de los autores vistos en el tema anterior (Helmholtz, Weber, Fechner)
plantaron las semillas para el crecimiento de la psicología experimental, la
emancipación de la psicología como disciplina académica nacerá tanto de las reformas
en los planes de estudio universitarios como de la hibridación entre la fisiología y la
filosofía de la mente (Hergenhahn, 1997).

En gran medida, el gran artífice de esta emancipación fue Wilhelm Maximilian Wundt
(1832-1920), el cual ejerció una doble influencia absolutamente central. Por una parte,
creó toda la arquitectura organizativa para que la psicología pudiera expandirse y difundir
sus resultados mediante la creación de laboratorios de investigación, de revistas
especializadas, de congresos, de programas de doctorado, etc.

Por otro lado, Wundt supo sintetizar los resultados de muchos otros autores en un
programa de investigación unificado y coherente, organizado entorno a ciertas
doctrinas, procedimientos y métodos, denominado unitariamente como estructuralismo
(Leahey, 2005). Podemos decir entonces que las primeras décadas de la psicología
oficial se identificaron con la psicología wundtiana.
Sin embargo, al igual que había férreos defensores de su programa (como Titchener),
surgieron voces discordantes a Wundt que ofrecían una lógica distinta para entender los
procesos mentales. Autores contestatarios provenientes de la cultura alemana, como
Ebbinghaus o Külpe, pero que más tarde se extendieron a otras latitudes geográficas
más remotas como los Estados Unidos, de la mano de William James y su
funcionalismo.

Todos estos movimientos convulsos, inherentes a la propia naturaleza esquiva de un


objeto tan sumamente poliédrico como lo mental, hicieron que la psicología, ya desde sus
inicios, quedara fragmentada en paradigmas teóricos opuestos, sin que, desde
entonces, esa fisura haya podido ser cerrada.

Así pues, los objetivos que se persiguen alcanzar con este tema serán los siguientes:

▸ Presentar el doble papel institucional y teórico que Wundt jugó en la configuración del
plan de trabajo de la primera psicología de corte estructuralista.

▸ Advertir las líneas de continuidad y disrupción de esa psicología wundtiana de la mano


de algunos de los principales autores coetáneos suyos.

▸ Entender la propuesta teórica alternativa que supuso el funcionalismo en Estados


Unidos más allá del estructuralismo de Wundt.

3.2. Wundt y el estructuralismo

Wilhelm Wundt, nacido el 16 de agosto de 1832 en Neckarau, Alemania, estudió la carrera de


medicina en la Universidad de Heidelberg, siendo el primero de su promoción en todo el estado.
Tras obtener su título, trabajó en los laboratorios, tanto de Müller como de Helmholtz, que le
influyeron para decantarse por la investigación de la fisiología experimental.

Mientras trabaja con Helmholtz, Wundt presentará su primer libro de psicología, Contribuciones
a la teoría de la percepción de los sentidos (1863). En él expondrá ya la doble agenda de
trabajo de la que debe dar cuenta la psicología — experimental y cultural—, que mantendrá a lo
largo de toda su carrera (Lafuente et al, 2017) y de la que hablaremos en detalle más adelante. Al
año siguiente de la publicación del libro, se le ofrece un nombramiento como profesor de filosofía
en la Universidad de Leipzig, puesto que ocupará durante los siguientes cuarenta y cinco años, y
sede central de su magisterio desde la que se difundirá el conocimiento de la psicología por todo
el mundo.

Será en 1879 en Leipzig, tras sucesivas ampliaciones y remodelaciones, donde Wundt fundará el
primer laboratorio de la historia, dedicado exclusivamente a la investigación psicológica,
denominado Instituto Experimental de Psicología (Civera et al, 2006). Allí se llevarán a cabo
numerosos experimentos centrados en áreas como la percepción, la atención y la memoria,
utilizando la introspección como metodología principal para el estudio de los procesos mentales.
Este episodio será entendido por numerosos historiadores como el acto fundacional de la propia
psicología (Lafuente et al, 2017).

Igualmente, en 1881 Wundt fundará la revista Estudios psicológicos, la primera publicación


regular dedicada a la difusión de los trabajos en psicología experimental que servirá como
principal órgano de comunicación entre los investigadores.

Con el tiempo, tanto el laboratorio como la revista y las clases de Wundt se harán enormemente
populares; hecho que propició que estudiantes de todo el mundo viajaran a Leipzig para formarse
con él en la nueva disciplina (dirigió la friolera de 186 tesis doctorales); discípulos que más tarde
llevarán y reproducirán su modelo de laboratorio a sus países de origen. Así pues, la psicología
wundtiana se irradió por todo el mundo, dominando durante largo tiempo el núcleo programático
de la ciencia recién nacida.

El doble programa de la psicología

Como dijimos, Wundt entendió desde el principio de su obra que la psicología debía articular una
doble agenda de trabajo diversa pero complementaria. A diferencia de autores como Kant o
Comte, él planteaba que la psicología sí podía ser una ciencia experimental, a condición de
restringir el uso de la experimentación al estudio de la conciencia inmediata y de los procesos
psíquicos más simples que la conformaban: los de percepción y sensación.
Sin embargo, el procedimiento experimental, aunque imprescindible para entender el
funcionamiento de los procesos mentales más simples, era absolutamente inútil para intentar
entender los procesos mentales superiores más complejos (pensamiento, lenguaje,
emociones), requiriendo estos de un análisis cultural e histórico más propio de una aproximación
sociológica (Sáiz, 2009). Así podemos ver la existencia sucesiva de estos niveles
teórico-metodológicos en la Tabla 1.

Tabla 1. Niveles teórico-metodológicos comprendidos entre las dos psicologías de Wundt. Fuente:
Lafuente et al., 2017.

Así pues, la psicología debía albergar estos dos programas de trabajo que suponían la alianza de
las ciencias sociales y las ciencias naturales. Por un lado, el estudio de los elementos simples de
conciencia mediante la investigación experimental. Y una vez descubiertas las bases de la vida
psíquica, se debería ir ascendiendo en la comprensión de las leyes que ensamblan esos
elementos en estructuras más complejas hasta llegar a los procesos mentales superiores,
estudiados por una psicología próxima a la antropología y la historia, la cual denominará
psicología de los pueblos (Völkerpsychologie). En definitiva, una estructura piramidal de la
investigación tal y como se presenta en la Figura 1.
Figura 1. Plan de la psicología según Wundt. Fuente: Lafuente et al., 2017.

Para estudiar los procesos mentales básicos implicados en la experiencia inmediata, Wundt utilizó
fundamentalmente la introspección. Sin embargo, el uso de esta difería de cómo la habían
empleado en la tradición filosófica autores como San Agustín, Descartes o los empiristas ingleses
(Leahey, 2005). Convenía distinguir el uso que ellos hacían de la introspección como un
procedimiento desordenado para «auscultar» el decurso del pensamiento sin una estructura
precisa en la observación interior.

Por el contrario, Wundt emplea una introspección experimental, es decir, un procedimiento


pautado científicamente, que provenía de los trabajos de la psicofísica que Weber y Fechner
habían empleado para estudiar la correlación de las magnitudes físicas y la experiencia
psicológica, contestando solamente con «sí» o «no» sobre los umbrales diferenciales percibidos
por el sujeto (por ejemplo, cuando este advertía las diferencias cromáticas entre dos colores a
partir de la manipulación de la longitud de onda lumínica).

En cualquier caso, Wundt alertó de que el procedimiento de la introspección experimental era


únicamente válido para el estudio de la experiencia inmediata, pero inservible para el análisis de
los procesos mentales superiores que iban mucho más allá y requerían su investigación por parte
de la psicología de los pueblos.

Hacemos hincapié en esta prescripción porque será sobre esta que luego autores posteriores se
desliguen del planteamiento de Wundt con respecto a esta idea de la introspección experimental.

El siguiente vídeo, El método de introspección y el laboratorio de Leipzig, profundizaremos en el


tema. (PENDIENTE)

Accede al vídeo:

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49e6-90a3-b036013e81d8

De acuerdo con el uso de la introspección experimental, Wundt encontró que la conciencia


inmediata estaba formada por dos elementos básicos sobre los que se sostenía todo el edificio de
la mente. Esos dos elementos eran las sensaciones y los sentimientos (Tortosa y Civera, 2006).

Las sensaciones eran producidas siempre que la energía física externa estimulara un
determinado órgano sensorial y el impulso eléctrico resultante alcanzara su codificación en el
cerebro. Las sensaciones podían ser descritas tanto en función de sus cinco modalidades
posibles (visual, auditiva, táctil, olfativa, gustativa) como por sus cualidades (por ejemplo, en el
sentido del gusto cómo la sensación podía ser descrita como dulce, amarga, salada o ácida), así
como por su intensidad (por ejemplo, la saturación con la que se percibe un determinado color por
la vista o la altura sonora de una nota musical por el oído).

El otro elemento del que estaba formada la conciencia y que siempre acompañaba a las
sensaciones, eran los sentimientos. Wundt los entendía como la interpretación emocional y
subjetiva que se entrelazaba con las propias sensaciones. Así pues, en sintonía con la tradición
kantiana de la que era directo heredero, su concepción de la realidad nacía del componente
subjetivo, siendo el mundo material un espejo del universo mental. A partir de esta concepción del
sentimiento, formuló su teoría tridimensional (Hergenhahn, 1997), la cual postula que esa
interpretación emocional de las sensaciones puede describirse en función de tres parámetros:

​ Placer-displacer.
​ Irritación-calma.
​ Tensión-alivio.

El propio Wundt dio un ejemplo claro de esta tridimensionalidad frente al ritmo de un metrónomo:
observó que la sensación sonora de una nota musical repetida a ritmo lento le producía
sentimientos de agrado, calma y alivio, mientras que un tempo veloz (presto) le generaba los
sentimientos opuestos.
Fue entonces, mediante el uso de la introspección experimental, la cronometría y los tiempos de
reacción de Helmholtz y Donders, así como con los otros procedimientos heredados de la
psicofísica de Weber y Fechner, como Wundt alumbró un plan unificado del estudio de la
estructura de la mente a partir de la investigación de sus elementos más simples.

Sin embargo, como ya dijimos, habría una segunda psicología necesaria para explicar los
procesos mentales más complejos que desbordaban los márgenes del trabajo experimental de
laboratorio. A esa segunda psicología, Wundt la denominará psicología de los pueblos.

Si la psicología experimental estudiaba al sujeto en su especificidad fisiológica, la psicología de


los pueblos tendrá como objetivo examinar a la persona en tanto que miembro de una sociedad,
estudiando cómo se generan los productos colectivos del pensamiento atravesados por el
elemento cultural. Por su objeto, esta psicología no podía ser abordada entonces con el método
introspectivo, sino a través de herramientas de análisis histórico-culturales que fueran
sensibles al desarrollo de la función psíquica a lo largo de la historia de la humanidad (Lafuente et
al, 2017).

Es así como durante los últimos veinte años de su vida (de 1900 a 1920), Wundt compone una
inmensa obra de miles de páginas recogida en diez tomos, donde estudia desde el punto de vista
histórico y antropológico la formación social de las emociones y el pensamiento en torno a
fenómenos como las religiones, los mitos, el arte, la moral, el lenguaje, la ley, etc.

La Völkerpsychologie wuntiana ponía de manifiesto entonces que hay motivos de la actividad


psicológica, y posiblemente los más importantes, que no pueden entenderse desde un sujeto
concebido en términos puramente biológicos, neurofisiológicos o asociacionistas. Más allá del
reduccionismo, tan presente en nuestros días, Wundt apela a una comprensión del hombre
inserto en la historia y la cultura como aquello que lo hace verdaderamente humano por encima
de su biología.

A partir de las enseñanzas y trabajo de Wundt, la psicología fue abriéndose paso tanto en Europa
como en Estados Unidos. Los autores que surgirán desde entonces, la mayoría formados en
Leipzig, tratarán de afirmar o negar los postulados del estructuralismo wundtiano, pero siempre
partiendo de él.
3.3. Oposiciones a Wundt
Sin duda, Wundt fue el impulsor durante el siglo XIX de la institucionalización de la psicología, pero no el
único en aplicar los procedimientos experimentales para el estudio de la mente. Aunque el estructuralismo
dominó la psicología durante mucho tiempo, surgieron algunos críticos, principalmente en Alemania, que
desafiaron las suposiciones de Wundt, fomentando el desarrollo de otras posibles escuelas que
aportaban nuevas perspectivas teóricas (Sáiz, 2009). A continuación, veremos a algunos de estos
disidentes.

Hermann Ebbinghaus

Sin estar de acuerdo con Wundt acerca de que los procesos mentales superiores no se podían
abordar experimentalmente, Ebbinghaus (1850-1909) procedió por este método a estudiar
sistemáticamente el aprendizaje y la memoria.

Su libro de 1885, Sobre la memoria: una investigación experimental, marcó un hito en la


psicología, dado que era la primera vez que se estudiaban desde esta perspectiva los procesos
de memoria y aprendizaje durante su realización, en lugar de cuando ya se habían producido
(Leahey, 2005).

Para estudiar la memoria y el aprendizaje bajo estos supuestos, Ebbinghaus ideó un ingenioso
método. Escribió en pequeñas cartulinas un total de 2300 sílabas sin sentido. Que el material
fuera novedoso para el sujeto era una condición indispensable para evitar que de alguna manera
ya poseyera algún conocimiento sobre el mismo.

De ese conjunto de cartulinas, elegía al azar 12 de ellas con sus correspondientes sílabas
escritas. Manteniendo las sílabas en el mismo orden y haciendo él mismo de sujeto, miró cada
sílaba durante una fracción de segundo. Después de ver la lista de esta manera, paró 15
segundos y volvió a ver la lista de nuevo. Continuó así hasta que pudo recitar cada sílaba sin
cometer ningún error, punto que él denominaba que se había producido el dominio (es decir, el
aprendizaje perfecto de la lista).

A varios intervalos de tiempo posterior al dominio, Ebbinghaus volvió a reaprender el grupo de


sílabas. Registró el número de exposiciones que le hicieron falta para volver a aprender el
material y lo restó del número de exposiciones que le hicieron falta para aprender el material por
primera vez. A la diferencia entre ambas las denominó «ahorro». Al trazar los ahorros en función
del tiempo, Ebbinghaus creó la 1.ª curva de retención psicológica (ver Figura 2). La denominó la
«curva del olvido».

Figura 2. Curva del olvido. Fuente: elaboración propia.

Descubrió que era más fácil olvidar durante las primeras horas siguientes a la experiencia del
aprendizaje y relativamente más lento a partir del resto. Y descubrió que si «sobreaprendía» el
material original (si continuaba exponiendo el material después de haber obtenido el dominio), el
porcentaje de olvido se reducía considerablemente. Es decir: «los cocientes entre lo retenido y lo
olvidado son inversamente proporcionales a los logaritmos de los tiempos» (Ebbinghaus, 1885.
Citado en Vera y Tortosa, 2006 pp. 145). Por ejemplo, tras realizar el examen de historia de la
psicología olvidarás muchos conceptos que has estudiado (nombres de autores y fechas), pero tu
olvido frenará en un punto que refleja el material que realmente has aprendido.

Así, mediante todas estas variables que interferían en el recuerdo (longitud de la lista de sílabas,
el dominio y el ahorro, el número de repeticiones, etc.), Ebbinghaus, sin rechazar la introspección
y haciendo uso de la estadística para el análisis de datos, inventó un procedimiento de
investigación sujeto a control experimental, que introdujo un avance en el estudio de la memoria y
de la mente.

En la sección A fondo te dejamos el enlace a un artículo que recoge la biografía de Ebbinghaus


y sus principales hallazgos en la psicología.

Georg Elias Müller

Müller (1850-1934) fue otro psicólogo alemán convencido de la necesidad de separar la filosofía
de la psicología para que esta última siguiera los caminos de la ciencia. En 1881 funda su
Laboratorio de Psicología Experimental, el segundo más importante de Alemania después del de
Wundt (Sáiz, 2009).

En este laboratorio, Müller continúo con los trabajos de Ebbinghaus sobre la memoria, mediante
el uso del método de la introspección. Diseñó un método experimental consistente en la
memorización de sílabas sin sentido (por ejemplo, POC) para estudiar la función
memorística. A este procedimiento experimental se le conoce como el tambor o rotor de
memoria. Este tambor consistía en una rueda donde se encontraban escritas las sílabas sin
sentido a memorizar. Mediante el tambor, se podía controlar una serie de variables, como el
tiempo de exposición, para llevar a cabo un mayor control del experimento.

De esta manera, Müller propuso nuevos conocimientos sobre el funcionamiento de la memoria,


enunciando las siguientes leyes:

▸ Ley de Jost (discípulo suyo): cuando se memoriza un material y luego se asocia a otro, esta
asociación beneficia al primer material más antiguo, mejorando su recuerdo.

▸ Ley de Müller-Schumann: si se asocian dos materiales, esto dificultará que cualquiera de ellos
se asocie a otro material nuevo.

▸ Ley de la interferencia en el olvido: el olvido se produce por el desuso de la información y por


la inclusión de nuevos materiales durante el aprendizaje.

El legado de Müller a la psicología alemana fue ciertamente importante, ya que sus estudiantes
formaron un estrato significativo en las siguientes generaciones de psicólogos.

Oswald Külpe y la escuela de Wuzburgo

Oswald Külpe (1862-1915), discípulo de Wundt, fue uno de los impulsores de la escuela de
Wuzburgo, donde se fundó un nuevo laboratorio de psicología en 1896, el cual fue uno de los
más influyentes de la época (Civera, Pastor y Tortosa, 2006). Esta escuela se dedicó a estudiar el
pensamiento mediante métodos experimentales influidos por los hallazgos en memoria de
Ebbinghaus y Müller.

Al igual que los autores antes citados, la escuela de Wuzburgo también se opuso a Wundt. En
esta ocasión, el desacuerdo venía de que este último planteaba que el pensamiento siempre
debía tener un referente específico (una sensación, una imagen o un sentimiento). Külpe
descubrió, por medio de experimentos sobre la resolución de problemas (por ejemplo, puzles),
que los sujetos podían desarrollar estados mentales durante la tarea, tales como la búsqueda de
una estrategia, la duda, la confianza y la vacilación, que no iban acompañados de ninguna
imagen mental, invalidando así la tesis wundtiana (Lafuente et al, 2017).

Además de demostrar el carácter abstracto del pensamiento, más allá de las imágenes en la
resolución de problemas, la escuela descubrió el carácter motivante de los mismos que hacían
que los sujetos continuaran aplicando operaciones mentales relevantes hasta obtener una
solución.

La escuela también afirmó que el asociacionismo era inadecuado para explicar las operaciones
de la mente y desafiaron el limitado empleo de la introspección de los estructuralistas, así como
establecieron la distinción entre los pensamientos (como contenido) y el pensamiento (como
actividad), que los posicionaba del lado de la fenomenología (es decir, el interés por el estudio
sobre cómo funcionaba la mente en lugar de qué elementos estáticos contenía).

De esta manera los psicólogos de Wuzburgo pusieron en jaque los métodos introspectivos del
estructuralismo, poniendo en duda su validez para el estudio de los procesos mentales. La
polémica para la consolidación de la psicología estaba servida; una polémica que, como veremos,
se mantendrá a lo largo del siglo XX.

3.4. El funcionalismo: la alternativa americana a la psicología


wundtiana

Si bien, como tendremos oportunidad de ver en otros capítulos, la psicología se desarrolló en


Europa (Alemania, Francia, Inglaterra) de múltiples formas, generando teorías alternativas a las
propuestas por Wundt, su influencia y legado, también llegó a Estados Unidos.

El máximo representante (incluso diríamos radical) del estructuralismo en el nuevo mundo fue su
discípulo Edward Bradford Titchener (1867-1927). Tras conseguir un cargo docente en la
Universidad neoyorquina de Cornell, Titchener establecerá allí un laboratorio análogo al de Wundt,
llevando hasta el extremo los presupuestos del estructuralismo que conviene que recordemos
(García, 1998):

▸ El objeto de estudio de la psicología debía ser el estudio de la conciencia, descomponiéndola


en sus elementos constitutivos simples e irreductibles (sensación, sentimiento e imágenes)
provistos de ciertos atributos (cualidad, duración, intensidad, etc.). Algo así como hallar una «tabla
periódica mental».

▸ El estudio de esta descomposición debe hacerse exclusivamente mediante el uso de la


introspección experimental.

▸ Esos elementos constitutivos se unen o asocian mediante determinadas leyes que deben
descubrirse y que permiten conformar fenómenos psíquicos más complejos.

Si bien el estructuralismo se implantó en Estados Unidos de la mano de Titchener, surgió otra


psicología genuinamente norteamericana que se opuso a ella, el funcionalismo, y su pionero fue
William James (1842-1910).

James fue posiblemente el intelectual norteamericano más importante de su generación: filósofo


(creador del pragmatismo) y psicólogo (considerado junto con Wundt el fundador de la psicología),
supo crear una escuela conforme a la sensibilidad de un país (EE. UU.) que en aquel momento se
estaba desarrollando y que necesitaba un sistema de pensamiento basado en lo útil y práctico
(señas de identidad que aún hoy conserva) (Leahey, 2005).

Todo ese sistema de James, tanto en filosofía como psicología, basculaba sobre la conexión que
se da entre las acciones y las ideas. Así pues, consideraba que las creencias y las teorías eran
válidas si funcionaban en la práctica y producían resultados útiles para las personas. Eso lo llevo,
desde un pensamiento diverso y tolerante, a estudiar e interesarse por los más diversos temas:
las religiones, la espiritualidad, los fantasmas, la adivinación, el esoterismo, etc. (Martínez
Guerrero y Rosa, 2007). James hacía gala de ese axioma de Terencio que decía que «nada de lo
humano me es ajeno». Como psicólogos, James apunta a la necesidad de considerar todo tipo de
experiencia para poder entender la compleja y multifacética mente humana.
En 1890, James publicará la que es considerada una de las obras más influyentes en la
psicología de su época: Principios de Psicología. En este libro, publicado en dos generosos
tomos, James aborda un conjunto rico y heterogéneo de fenómenos mentales (la imaginación, las
emociones, la percepción de la realidad, el hipnotismo, la voluntad, etc.) y presenta las bases de
su teoría funcionalista: cómo la mente y la conciencia se adaptan y funcionan en el mundo real,
enfatizando la importancia de la experiencia subjetiva y su utilidad en la vida cotidiana.

Si bien James pone en el centro el estudio de la conciencia al igual que los estructuralistas,
establecerá una diferenciación fundamental con estos. Para él, no importaban tanto los elementos
de la conciencia (las estructuras de las que estaba compuesta, recuérdese: sensación,
sentimientos, etc.), sino cómo funciona esta para focalizar la atención hacia los estímulos
relevantes. Así, el acento se pone en el uso, en la forma del pensamiento, más que en los
elementos que lo componen (un planteamiento similar al de la escuela de Wuzburgo). Además,
como defendía James, la mente no se puede diseccionar para su análisis, puesto que su
conocimiento nos llega de forma conjunta, sin partes, como un todo (sobre esta misma idea se
articulará la escuela de la Gestalt que veremos en temas posteriores).

En consecuencia, James adoptó una perspectiva holística en su enfoque de la psicología y la


filosofía. Reconoció la complejidad de la experiencia humana y buscó comprenderla en su
totalidad, considerando los factores biológicos, psicológicos y sociales simultáneamente
(Lafuente, 2017).

Así pues, resumidamente, los supuestos de los que parte el funcionalismo serían los siguientes
(García, 1998; Sáiz, 2009):

▸ Su objeto de estudio son los procesos de la mente y cómo el funcionamiento de esos procesos
y su desarrollo nos permite adaptarnos al medio. Por tanto, es un enfoque evolucionista (Darwin)
y pragmatista (va a lo práctico).

▸ Los métodos que utiliza para estudiar la mente son diversos y variados. Abarcan desde las
técnicas psicométricas desarrolladas por Galton, Cattell y Binet, entre otros, hasta los modelos
animales de la psicología comparada, pasando por todo tipo de metodologías cualitativas de
observación y entrevista.

▸ Adoptan un modelo E→O→R, de manera que tiene en cuenta que un estímulo (antecedente)
pone en marcha al organismo (procesos mentales) para generar una respuesta para la
consecución de un objetivo o meta que motiva e interesa afectivamente al organismo
(consecuente).

Así pues, aunque convivieron un tiempo en el mismo suelo, el funcionalismo y el estructuralismo


pronto divergieron en cuanto a su influencia. Con respecto al estructuralismo, podemos decir que
desapareció en Norteamérica con la muerte de Titchener, que no supo, o no pudo, crear escuela.
Muchas de las razones se encuentran en que este permaneció hermético a las nuevas corrientes
teóricas, como la psicología de la personalidad, del aprendizaje, del desarrollo, etc., que le
impidieron crear puentes de comunicación.

Por su parte, el funcionalismo con su carácter práctico, multidisciplinar y aplicado tuvo una
influencia más duradera y amplia en el desarrollo de la disciplina. Los principios funcionalistas
sentaron las bases para enfoques posteriores, como el conductismo y el enfoque cognitivo.

Resumidamente, veamos entonces las diferencias entre ambas escuelas:

▸ Enfoque de estudio: los estructuralistas se centraban en el análisis de la estructura de la mente


y la conciencia, descomponiendo la experiencia en elementos más simples. Por otro lado, los
funcionalistas se interesaban en comprender cómo la mente y la conciencia funcionan en relación
con el entorno y cómo se adaptan a las demandas de este.

▸ Método de investigación: los estructuralistas utilizaban principalmente la introspección, un


método en el que los sujetos describían sus experiencias internas en respuesta a estímulos
controlados. Los funcionalistas, por su parte, se basaban en una variedad de métodos, como la
observación de comportamientos, la experimentación y el estudio de casos reales.

▸ Énfasis en la experiencia consciente: los estructuralistas se centraban en la experiencia


consciente inmediata y en la identificación de sus elementos más básicos, como sensaciones,
imágenes y emociones. Los funcionalistas, en cambio, se interesaban en los procesos mentales y
cómo estos permiten a los individuos adaptarse y funcionar en su entorno.

▸ Enfoque individual vs. enfoque colectivo: los estructuralistas se enfocaban en el estudio de la


experiencia y la conciencia a nivel individual, buscando generalizaciones a partir de la introspección
de sujetos individuales. Los funcionalistas, por otro lado, consideraban que era importante estudiar
el funcionamiento de la mente en su relación con el entorno y la sociedad.
Como hemos visto en este capítulo, el arranque de la psicología de las manos de Wundt permitió
su consolidación disciplinar a lo largo del planeta, pero también puso de manifiesto la conciencia
crítica (su crisis perpetua) de su dispersión inherente que nunca la abandonará ya hasta nuestros
días.

1. ¿Qué autor fue el principal responsable de la institucionalización y, por tanto, de la


emergencia de la psicología como ciencia?

A. G. Fechner.
B. W. Wundt.
C. H. Ebbinghaus.
D. E. Titchener.

2. ¿Qué es la introspección experimental?


A. Un método que consiste en producir en el sujeto un estado de sueño.​
B. Un método que consiste en dejar narrar al sujeto sus experiencias internas. ​
C. Un método para evaluar la memoria únicamente.

D. Un método científicamente pautado para conocer cómo se desenvuelve el


pensamiento.

3. ¿En qué consiste la teoría tridimensional de los sentimientos de la escuela de


Leipzig?

A. En la clasificación de los sentimientos simples en dos dimensiones: placer


displacer y tensión-alivio.

B. En la clasificación de los sentimientos simples en tres dimensiones: placer


displacer, tensión-alivio, irritación-calma.

C. En la clasificación de los sentimientos simples en dos dimensiones:


alegría-tristeza, estrés-relajación y tensión-alivio.

D. En la clasificación de los sentimientos de acuerdo con un eje geométrico de


topología mental.
4. El objetivo principal de estudio para H. Ebbinghaus fue:
A. La memoria.
B. El lenguaje.
C. Las emociones.
D. Los sentimientos.

5. Una de las aportaciones fundamentales de la escuela de Wuzburgo fue: ​


A. Las emociones universales.

B. El estudio de la conciencia.
C. El método de introspección.
D. El pensamiento sin imágenes.

6. Según la curva del olvido:


A. Olvidamos lentamente nada más acabar el aprendizaje.
B. Olvidamos rápidamente nada más acabar el aprendizaje.
C. No olvidamos hasta pasados años.
D. Olvidamos lentamente las primeras horas/días y luego rápidamente pasado
ese periodo.

7. La corriente funcionalista americana tuvo como principal representante a: ​


A. W. Wundt.

B. E. B. Titchener.
C. W. James.
D. E. Külpe.

8. Para los estructuralistas el estudio de la mente se debía realizar: ​


A. Sobre el acto.

B. Sobre los elementos de la mente.


C. Sobre las funciones de la mente.
D. Sobre los actos inconscientes.
9. Para William James la psicología debe estudiar:
A. Solo fenómenos de laboratorio.
B. Solo fenómenos de la psicología de los pueblos.
C. Fundamentalmente fenómenos parapsicológicos como las apariciones y la
telequinesis.

D. Todo fenómeno mental que comprenda e implique significación para el


individuo.

10. ¿Qué corriente salió como vencedora en la disputa estructuralismo funcionalismo?

A. El estructuralismo por su carácter práctico.


B. El funcionalismo por su carácter práctico.
C. El funcionalismo por su carácter teórico y artificial.
D. El estructuralismo por su carácter social.

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