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Guerra (Causa #45877)

La Corte Suprema de Justicia de la Nación analizó el caso de _______________Guerra, condenado a prisión perpetua por homicidio, y la inconstitucionalidad del artículo 14 del Código Penal que excluye la posibilidad de libertad condicional. La Cámara Nacional de Casación declaró la inconstitucionalidad de dicho artículo, argumentando que la pena perpetua sin posibilidad de liberación es incompatible con los principios de resocialización y derechos humanos. La Corte concluyó que la pena de prisión perpetua impuesta a Guerra no cumple con las exigencias de reinserción social y, por lo tanto, es inconstitucional.
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Guerra (Causa #45877)

La Corte Suprema de Justicia de la Nación analizó el caso de _______________Guerra, condenado a prisión perpetua por homicidio, y la inconstitucionalidad del artículo 14 del Código Penal que excluye la posibilidad de libertad condicional. La Cámara Nacional de Casación declaró la inconstitucionalidad de dicho artículo, argumentando que la pena perpetua sin posibilidad de liberación es incompatible con los principios de resocialización y derechos humanos. La Corte concluyó que la pena de prisión perpetua impuesta a Guerra no cumple con las exigencias de reinserción social y, por lo tanto, es inconstitucional.
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CCC 45877/2012/TO1/3/CS1

Guerra, _______________y otros s/incidente


de recurso extraordinario.

Corte Suprema de Justicia de la Nación

Buenos Aires, 21 de noviembre de 2024

Vistos los autos: “Guerra, _______________y otros s/ incidente de


recurso extraordinario”.
Considerando:
l°) Que el Tribunal Oral de Menores n° 2 de esta ciudad condenó a
_______________Guerra a la pena de prisión perpetua, accesorias legales y
costas por ser considerado coautor penalmente responsable de, entre otros, el
delito de homicidio “criminis causae” (artículo 80, inciso 7º, del Código Penal,
en adelante “C.P.”) reiterado en dos oportunidades, una de ellas en grado de
tentativa.
En esa ocasión, el tribunal oral rechazó el planteo de la defensa de
Guerra, que solicitaba la inconstitucionalidad de la pena de prisión perpetua con
especial énfasis en las consecuencias que las previsiones del artículo 14 del C.P.
y de la ley 24.660, a partir de las reformas introducidas por las leyes 25.892 y
25948, tenían en relación con la imposibilidad de acceder a la libertad
condicional y la libertad asistida, entre otros institutos.
En sus fundamentos, el tribunal de juicio entendió que no podía
prosperar aquel planteo, por considerar que la etapa procesal resultaba prematura
para evaluar la constitucionalidad de la norma invocada. A tal fin, detalló que
Guerra no se encontraba habilitado aún para solicitar la libertad condicional al
no haber cumplido el tiempo mínimo de pena exigido para su concesión. Así
concluyó en que, “[e]n definitiva, sólo el efectivo y concreto perjuicio pueden
habilitar la competencia del tratamiento de una cuestión como la planteada...”.
Así entonces, en función de la fecha de comisión de los hechos
sobre los que recayó la condena de Guerra, el tribunal oral aplicó el sistema de
la pena privativa de la libertad perpetua, definido en el Código Penal de 1921,
con las reformas de las leyes 25.892 y 25.948 que modificaron, respectivamente,

1
el artículo 14 del Código Penal y el artículo 56 bis de la ley de ejecución penal.
La primera reforma citada excluyó de los beneficios de la libertad condicional a
las personas condenadas por los delitos previstos en los artículos 80, inciso 7º,
124, 142 bis (anteúltimo párrafo), 165 y 170 (anteúltimo párrafo) del C.P.
Asimismo, para estos mismos casos, la ley 25.948 modificó el artículo 56 bis de
la ley 24.660, para indicar que en tales casos tampoco podrá accederse a los
institutos comprendidos en el período de prueba, la prisión discontinua o
semidetención, ni la libertad asistida.
2º) Que contra esa resolución la defensa de Guerra interpuso
recurso de casación, en el que sostuvo la inconstitucionalidad de la pena de
prisión perpetua y, en particular, de su aplicación al caso en tanto el régimen
legal vigente a la fecha del hecho no admitía el egreso anticipado (conf. artículo
14 del C.P.). Adujo que tal sanción vulneraba el mandato resocializador de la
pena privativa de la libertad, la exigencia de proporcionalidad y de estricta
legalidad y la prohibición de imposición de castigos crueles o inhumanos
(artículos 5.6, 7.3 y 9 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
adelante “CADH”).
3º) Que la Sala I de la Cámara Nacional de Casación en lo
Criminal y Correccional de la Capital Federal, por mayoría, hizo lugar
parcialmente al recurso de la defensa, declaró la inconstitucionalidad del artículo
14 del C.P. y, en consecuencia, su inaplicabilidad respecto de la pena de prisión
perpetua impuesta a Guerra.
La mayoría, conformada por el voto individual de dos jueces,
coincidió en sostener la actualidad del agravio, así como la incompatibilidad del
artículo 14 del C.P. con los principios constitucionales y convencionales.

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En relación con la oportunidad del agravio, el juez del primer voto


que integró esta mayoría consideró que el imputado ostentaba un interés actual
en la impugnación de los artículos 14 del C.P. y 56 bis de la ley 24.660 que, de
modo general, impedían todo tipo de liberación anticipada a condenados por el
delito por el que Guerra había sido condenado en esta causa.
Seguidamente, sostuvo que el “art. 5, de la ley 24.660, dispone:
‘El tratamiento del condenado deberá ser programado e individualizado y
obligatorio respecto de las normas que regulan la convivencia, la disciplina y el
trabajo”’ y que tal tratamiento “debe diseñarse caso por caso, teniendo en cuenta
si la ley permite al condenado aspirar a una liberación anticipada o si alguna
disposición clausura toda posibilidad”. Asimismo, afirmó que “el condenado
tiene derecho a saber si sus esfuerzos en la observancia de los reglamentos
carcelarios o en ajustarse a las exigencias del tratamiento para el avance en la
progresividad será recompensado con una liberación anticipada. Si una ley
clausura mediante una regla general como sucede en este caso con los arts. 14
del C.P. y 56 bis de la ley 24.660 cualquier posibilidad de aspirar a una
liberación anticipada por la naturaleza del delito por el que se ha dictado la
condena, el condenado tiene derecho a someter a escrutinio su
constitucionalidad aunque no hubiese alcanzado el tiempo de cumplimiento de
pena que lo habilitaría a peticionar su salida anticipada bajo alguna de las
formas previstas legalmente, porque las disposiciones que excluyen la
posibilidad de obtener la libertad anticipada tiene[n] incidencia directa y actual
en el diseño y ajuste del tratamiento personalizado al que se refiere el art. 5, de
la ley 24.660...”. Así, concluyó que “el hecho de que se trate de una pena de
prisión perpetua sin posibilidad de liberación afecta de modo actual el programa
de ejecución”.

3
Finalmente, evocó la jurisprudencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (en adelante, “TEDH”) para sostener que en virtud del
“requerimiento general del imperio del derecho” y del proceso de rehabilitación
del condenado, es necesario que este conozca los criterios y condiciones
concernientes a la revisión de su pena con un grado suficiente de claridad y
certeza. Entonces, concluyó que los condenados a una pena perpetua tenían
derecho a saber, desde el principio, el tiempo en el que podrán solicitar ser
considerados para la liberación y bajo qué condiciones.
Por su parte, el juez que emitió el restante voto en ese sentido
afirmó que “las características de la pena impuesta, de acuerdo con su
configuración establecida por los arts. 14 C.P. y 56 bis de la ley 24.660 (según el
texto vigente al momento de los hechos) genera un agravio de imposible
reparación ulterior, en tanto impide al condenado conocer cuál es el horizonte de
la ejecución de la pena impuesta”. En función de ello y con referencias al
precedente “Giménez Ibáñez” de esta Corte (Fallos: 329:2440), concluyó que
correspondía tratar en ese momento las cuestiones introducidas por la defensa.
4º) Que establecida la actualidad del agravio, el juez del primer
voto que conformó la opinión mayoritaria refirió que la actual redacción del
artículo 14 del C.P. era inconciliable con los artículos 10.3 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en adelante, “PIDCP”) y 5.6 de la
CADH, por un lado, y con los artículos 7 del PIDCP, 5.2 de la CADH y 16.2 de
la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes (en adelante, “CT”), por el otro, en tanto contradecía el mandato de
reinserción social como finalidad de la ejecución de las penas, siendo aquella
claramente opuesta al término “exclusión social”. Afirmó que ninguna pena

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privativa de libertad resultaba compatible con las disposiciones convencionales


examinadas si perseguía “la exclusión definitiva e irrevocable de la vida social
libre”.
Razonó que “[l]as penas de reclusión o prisión perpetuas,
reguladas por los arts. 5, 6, 9 y concordantes del Código Penal, han sido
concebidas, en general, de un modo que, desde un punto de vista jurídico, no
son en rigor a perpetuidad, pues permiten solicitar la libertad condicional
satisfechos los 35 años de cumplimiento (art. 13, C.P.) y, si no fuesen revocadas
dentro de los cinco años de obtenida la libertad condicional, se tienen por
extinguidas (art. 16, C.P.). De modo que, al menos desde su configuración
jurídica no puede racionalmente predicarse que esas penas persiguen la
exclusión social de modo definitivo, y, [que] por ende, serían contrarias a los
arts. 10.3, PIDCP, y 5.6, CADH”.
Sin embargo, señaló que la previsión del artículo 14 del C.P., que
excluía la procedencia de la libertad condicional en ciertos casos, conducía a que
las penas perpetuas se ejecutaran por tiempo indeterminado y por el tiempo de
vida del condenado, salvo la hipótesis de obtención de un indulto o una
conmutación de la pena. En virtud de ello, afirmó que resultaba inequívoco que
el artículo 14 del C.P., aplicado a penas privativas de libertad perpetua,
perseguía la exclusión social del condenado de modo definitivo y, por ende, era
inconciliable con los artículos 10.3 del PIDCP y 5.6 de la CADH.
En apoyo de su postura, revisó la jurisprudencia del TEDH para
sostener que la pena perpetua solo resultaba compatible con la prohibición de
penas crueles o inhumanas si: (1) preveía la posibilidad de liberación de jure y
de facto (“Kafkaris v. Chipre”, petición N° 21906/04, del 12 de febrero de
2008); (2) definía un procedimiento de revisión (“Vinter v. Reino Unido”,
peticiones N° 66069/09, 130/10 y 3896/10, del 9 de julio de 2013); (3) brindaba

5
un plazo cierto para la revisión (“Vinter v. Reino Unido” y “Hutchinson v.
Reino Unido” petición N° 57592/08, del 17 de enero de 2017); y (4) garantizaba
el conocimiento de tales condiciones al momento de ser condenado
(“Hutchinson v. Reino Unido”).
En esta línea, recordó que el citado TEDH había sido explícito al
señalar que todo encierro que se extienda más allá del plazo de revisión solo
podía sostenerse en tanto se justificara por razones penológicas legítimas; que
los tribunales debían tomar en cuenta el progreso del penado hacia su
rehabilitación; y que las razones que fundan el castigo son dinámicas y pueden
variar en el curso de ejecución de la pena. El magistrado continuó enumerando
las exigencias de legitimidad de la pena elaboradas por el TEDH y refirió que
los criterios y condiciones establecidos en el derecho doméstico, concernientes a
la revisión, debían tener un grado suficiente de claridad y certeza; que tal certeza
era un requerimiento general del imperio del derecho y que, por lo tanto, se
conformaba como una garantía para el condenado contra el riesgo de violación
del artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos —que prohíbe
las penas inhumanas o degradantes— y como constitutivo del proceso de
rehabilitación (en particular con citas de los precedentes “Hutchinson v. Reino
Unido”, cit. párr. 43 y “Vinter v. Reino Unido”, cit., párrs. 113-116 y 127).
Valoró también que esas reglas se fundaban en el “derecho a la
esperanza” del condenado a tener la oportunidad de rehabilitarse como aspecto
fundamental de su humanidad, por lo que su cancelación tornaba degradante a la
pena (voto concurrente de la jueza Ann Power Forde en “Vinter v. Reino
Unido”, cit.). En este sentido, agregó que la rehabilitación y reintegración debían
ser asumidos como factores imperativos de los Estados para diseñar sus políticas

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criminales y como pautas de respeto a la dignidad humana y orientativa de las


penas perpetuas (“Hutchinson”, cit., párrs. 43 y 121, con remisión a “Vinter y
otros”, cit., párrs. 113-116 y 127).
Finalmente, el magistrado recordó que la eventual liberación del
condenado, mediante autoridad presidencial por la condición de anciano o
enfermo, no satisfacía el referido estándar de “perspectiva de liberación” por
motivos legítimos de orden penológico (con cita del precedente del TEDH,
“Öcalan v. Turquía (N° 2)”, peticiones N° 24069/03, 197/04, 6201/06 y
10464/07, del 18 de marzo de 2014, párrs. 203 y 207) y precisó que la
posibilidad teórica de obtener un indulto o conmutación tampoco importaba una
expectativa razonable de obtener la libertad por tratarse de decisiones
eminentemente discrecionales del Poder Ejecutivo.
En conclusión, consideró que la pena de prisión perpetua impuesta
a _______________Guerra resultaba inconciliable con los artículos 7 del PIDCP,
5.2 de la CADH y 16.2 de la CT, debido a que aquella definía un régimen
jurídico sin esperanza razonable de liberación y sin que sus esfuerzos en el
curso de la ejecución lo ayudaran a la reinserción en la vida libre. De este modo,
advirtió que todo condenado a tal clase de penas debía saber, desde el primer día
de cumplimiento de su pena, que podría aspirar a la libertad condicional cuando
satisficiera todos los presupuestos del artículo 13 del C.P.
5º) Que el juez que completó la opinión mayoritaria señaló que la
norma en cuestión no superaba el escrutinio desde la perspectiva del principio
resocializador y del rol del Estado como garante de tal mandato.
El magistrado indicó que la ley 24.660 consagró, entre otros
principios básicos, el fin de la resocialización en la ejecución de la pena (artículo
lº) y el control judicial de esta etapa (artículos 3º y 4º), en consonancia con los

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artículos 5.6 de la CADH y 10.3 del PIDCP. De esta manera, argumentó, se
estableció un régimen progresivo en el cual el interno, de acuerdo con la
calificación de su conducta durante el encierro, avanza en diferentes etapas hasta
recuperar su libertad. Afirmó que, “[c]omo aspecto positivo, la ley optó por un
sistema flexible del contenido de la pena privativa de la libertad, de acuerdo con
las características y necesidades de cada condenado”. Agregó que las reformas
del año 2004 habían significado “la inclusión de una nueva categoría de
condenados, basada en la peligrosidad que sus actos revelaban, sin derecho a
egresos anticipados, pese a lo cual se sostuvo que, de todos modos, ellos podían
alcanzar los fines de resocialización con solo mantenerse en el régimen
intramuros”.
Ante ello, el juez aseveró que aquel criterio resultaba incompatible
con el principio de resocialización, pues introducía una contradicción insalvable.
Explicó que, “[s]i se establece un régimen progresivo de la ejecución de la pena,
las salidas anticipadas cumplen un papel fundamental, pues no sólo persiguen
impedir que el interno se encuentre en libertad de manera abrupta, sin un
periodo previo de adaptación, sino que constituyen un buen motivo para
esforzarse dentro del tratamiento que se les asigna (más allá de las críticas que
pueden recibir las ideologías resocializadoras)”.
Precisó que la falta de egresos anticipados se traducía en la
existencia de un obstáculo objetivo, independiente de la voluntad del penado,
con lo cual desaparecía el llamado “derecho a la esperanza”, aceptado por el
TEDH, consistente en la posibilidad de que, a través de su esfuerzo, el
condenado pueda alcanzar algún tipo de beneficio dentro y fuera del
establecimiento carcelario. Precisó que este derecho tenía dos aspectos: uno de

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iure, asentado en la posibilidad legal de obtener la liberación anticipada; y otro


de facto, consistente en la previsión de mecanismos procesales de revisión de la
situación del condenado.
Seguidamente, recurriendo a citas de jurisprudencia del TEDH
(“Léger v. Francia”, del 11 de abril de 2006; “Iorgov v. Bulgaria”, del 2 de
septiembre de 2010; “Vinter v. Reino Unido”, ya citado; y “Murray v. Países
Bajos”, del 10 de diciembre de 2013), advirtió que “más allá de que los Estados
pueden tomar medidas para proteger a sus ciudadanos (como buscó hacerlo el
legislador argentino de 2004), e incluso establecer penas de duración
indeterminada aceptadas en el sistema europeo, hay acuerdo en que una forma
tal de privación de la libertad ‘...es absolutamente incompatible con el principio
de resocialización y que representa una pena inhumana (contraria al art. 3
CEDH) si no se da al recluso un horizonte de liberación...”’.
En función de ello, aseveró que “el derecho a la esperanza” debía
resultar aplicable también para los delitos contemplados en el artículo 14 del C
.P. En esta inteligencia recordó que los distintos institutos que permiten acceder
a la libertad previstos en la ley 24.660, en un contexto de régimen progresivo,
perseguían el doble fin de impedir una salida abrupta y proponer un período de
adaptación, y constituir un motivo para estimular el esfuerzo dentro del
tratamiento.
Finalmente recordó que la posición de garante del Estado sobre las
personas privadas de su libertad se extendía al logro del fin de resocialización.
En consecuencia, determinó que, sin perjuicio del delito de que se trate, la
aplicación de una pena privativa de la libertad no podía concebirse en un
régimen de ejecución que no previese ninguna salida, sin desconocer su fin de
resocialización.

9
6º) Que en contra de este pronunciamiento la Fiscal General
actuante dedujo recurso extraordinario federal en el que invocó la doctrina de la
arbitrariedad de sentencias.
En cuanto interesa, indicó que el tiempo oportuno para discutir la
constitucionalidad de la norma en cuestión sería el momento en que el
condenado se encuentre en condiciones de acceder, por ejemplo, a la libertad
condicional. Agregó que la solución adoptada por los magistrados resultaba
paradójica, pues había declarado la inaplicabilidad de una norma que, en rigor
de verdad, no resultaba aplicable al caso concreto del encausado y que, incluso,
podría no encontrarse vigente al momento del pertinente análisis sobre la
posibilidad de que este solicite la libertad condicional.
7º) Que la Sala I de la Cámara Nacional de Casación en lo
Criminal y Correccional, con una integración parcialmente diferente, resolvió
conceder el recurso extraordinario federal únicamente en lo que respecta a los
agravios relativos a la declaración de inaplicabilidad del artículo 14 del C.P.
(artículo 15 de la ley 48).
8º) Que, en oportunidad de mantener la apelación federal, el señor
Procurador General de la Nación interino remitió a los argumentos desarrollados
por la recurrente y recordó la postura ya mantenida por esa Procuración en favor
de la constitucionalidad de la pena de prisión perpetua.
9°) Que resulta pertinente precisar que en el caso no se encuentra
discutida la validez constitucional de la pena de prisión perpetua. En efecto, lo
que la recurrente alega es la inexistencia de un agravio concreto y actual para el
condenado que justifique la declaración de inconstitucionalidad del artículo 14
del C.P., toda vez que no ha cumplido con el tiempo mínimo necesario para
solicitar acceder a la libertad condicional.

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10) Que el recurso extraordinario ha sido mal concedido pues no


rebate los argumentos de la sentencia de cámara en términos que satisfagan el
requisito de fundamentación autónoma al que se refiere el artículo 15 de la ley
48. Dicha exigencia supone que el escrito respectivo debe contener una crítica
prolija de la sentencia impugnada, o sea que el apelante debe rebatir todos y
cada uno de los fundamentos en los que se apoya el tribunal apelado, de manera
concreta y razonada, sin que, incluso, valga a tal efecto una nueva crítica general
a las líneas principales de la argumentación del pronunciamiento resistido ni
basta sostener un criterio interpretativo distinto del seguido en la sentencia (ver
Fallos: 310:1465; 323:1261; 326:2575; 328:110; 344:81; 347:329).
11) Que la recurrente no ha cumplido con esa carga, puesto que en
el recurso extraordinario no refuta la sentencia apelada en cuanto expresó que el
agravio del condenado a una pena de prisión realmente perpetua resultaba actual
y que por ello correspondía revisar la validez del artículo 14 del C.P. que luego
declaró inconstitucional.
En efecto, sin realizar un mínimo esfuerzo por responder los
numerosos fundamentos que dieron sustento a la resolución casatoria, la
apelante se limita a sostener la inexistencia de un agravio concreto y actual para
examinar la constitucionalidad del artículo 14 del C.P. a partir de que el
condenado no ha cumplido con el tiempo mínimo necesario para solicitar la
concesión de la libertad condicional.
De ese modo, el Ministerio Público Fiscal no hizo esfuerzos por
desvirtuar el razonamiento de la decisión de la cámara, que se fundó
sustancialmente en la interpretación de la Constitución Nacional y de diversos
tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional —en los términos de
su artículo 75, inciso 22— y ha perdido de vista que, conforme ha dicho con
énfasis esta Corte, “el ingreso a una prisión no despoja al hombre de la

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protección de las leyes y, en primer lugar, de la Constitución Nacional, de modo
que toda situación de privación de la libertad impone al juez o funcionario que la
autorice el deber de garantizar el cumplimiento de las normas constitucionales,
los tratados internacionales ratificados por la República Argentina y los
derechos del detenido no afectados por la medida de que se trate” (Fallos:
327:5658; 327:388, voto de los jueces Maqueda y Zaffaroni con cita del voto de
los jueces Fayt, Petracchi y Boggiano en Fallos: 318:1894).
12) Que, por un lado, no se advierte que en el recurso
extraordinario federal la apelante haya rebatido las afirmaciones de la Cámara
Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional respecto del derecho de una
persona a conocer, desde el momento mismo de la imposición de la condena
privativa de la libertad efectivamente perpetua, cuál es el régimen
definitivamente aplicable de la pena impuesta. Ello es así pues el Ministerio
Público Fiscal no ha explicado cómo armoniza su interpretación respecto de la
inexistencia de un gravamen actual con el mandato de certeza contenido en el
principio de legalidad que surge de los artículos 18 y 19 de la Constitución
Nacional, de acuerdo con la recta inteligencia de esas normas efectuada por esta
Corte Suprema, y que según el a quo otorgaba actualidad al agravio
constitucional esgrimido por el condenado.
Al respecto, no puede perderse de vista que este Tribunal ha
sostenido que, conforme surge del artículo 19 de la Constitución Nacional, toda
nuestra organización política y civil reposa en la ley; los derechos y obligaciones
de los habitantes, así como las penas de cualquier clase que sean, solo existen en
virtud de sanciones legislativas (Fallos: 178:355; 191:245; 327:388, voto de los
jueces Maqueda y Zaffaroni). También ha dicho que el principio de legalidad
que surge de los artículos 18 y 19 de la Constitución Nacional exige que las
normas incluidas dentro de la juridicidad tengan el mayor grado de precisión y

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previsibilidad posible, a fin de que cumplan con el estándar de claridad que es


requerido para que los sujetos puedan ajustar sus respectivas conductas (Fallos:
344:3209 y sus citas).
En ese contexto, la recurrente no ha considerado que esta Corte ha
señalado que, para que una norma respete el principio de legalidad en materia
penal (artículos 18 de la Constitución Nacional, 9 de la CADH, 11.2 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos, XXV de la Declaración
Americana de Derechos y Deberes del Hombre y 15 del PIDCP) es necesario
que, además de describir la conducta reprochable, establezca la naturaleza y
límites de la pena de modo tal que, al momento de cometer la infracción, su
eventual autor esté en condiciones de representarse en términos concretos la
sanción con la que se lo amenaza (Fallos: 315:2101; 310:1909). El Ministerio
Público Fiscal debía explicar de qué manera su pretensión, según la cual el
agravio no sería actual porque habría que esperar el tiempo necesario para que el
condenado acceda a la libertad condicional, armoniza con la doctrina de esta
Corte Suprema —seguida por el a quo—referida a que tales exigencias de
certeza y precisión normativa se extienden a la etapa de ejecución (Fallos:
318:1508) y adquieren especial relevancia dentro de las prisiones. Así entonces,
soslayó que la manera en que las autoridades penitenciarias le dan contenido
concreto al cumplimiento de la pena dispuesta por la autoridad judicial y sus
sucesivas alteraciones puede implicar una modificación sustancial de la pena
(Fallos: 327:388, voto de los jueces Maqueda y Zaffaroni).
13) Que, por otro lado, la apelante no ha refutado la relevancia
que, respecto de la existencia de un gravamen actual —para una persona que fue
condenada a una pena de prisión materialmente perpetua—, la sentencia
impugnada asignó a los artículos 5.6 de la CADH y 10.3 del PIDCP, que gozan
de jerarquía constitucional en los términos del artículo 75, inciso 22, de la

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Constitución Nacional, y en virtud de los cuales uno de los fines esenciales de la
pena privativa de la libertad —y del tratamiento penitenciario— es “la reforma y
la readaptación social de los condenados”. Estas normas, en las que se basó la
mayoría del a quo para fundar su decisión, exigen que toda pena privativa de la
libertad, sea temporal o perpetua, tienda a la reinserción social del condenado, lo
que supone, necesariamente, la posibilidad de volver a vivir en libertad. La
recurrente debió explicar cómo sería compatible tal mandato con la idea según la
cual no puede considerarse ahora el reclamo del condenado según el cual la
efectiva imposición de una pena privativa de la libertad materialmente perpetua
es inválida.
Además, al fundar el remedio federal bajo examen, la apelante no
ha tenido en cuenta lo sostenido por este Tribunal sobre las penas privativas de
la libertad materialmente perpetuas a la luz de lo preceptuado por los artículos
18 de la Constitución Nacional, 5.2 de la CADH, 7 del PIDCP y 16 de la CT en
tanto prohíben categóricamente la imposición de todo tipo de torturas, así como
la aplicación de penas crueles, inhumanas o degradantes. Al respecto, esta Corte
Suprema ha sostenido, obiter dictum, en “Giménez Ibáñez” (Fallos: 329:2440;
asimismo Fallos: 334:1659, disidencia de los jueces Maqueda y Zaffaroni) que
la pena privativa de libertad realmente perpetua lesiona la intangibilidad de la
persona humana en razón de que genera trastornos de la personalidad, por lo que
resultaba incompatible con la prohibición de toda especie de tormento
consagrada en el artículo 18 de la Constitución Nacional. Estas consideraciones
jurisprudenciales, recogidas en la sentencia recurrida, no han sido atendidas de
un modo mínimamente aceptable en el recurso del Ministerio Público.
En igual sentido, también la apelante soslayó lo sostenido por esta
Corte en cuanto a que ningún habitante de la Nación puede ser privado de su
dignidad humana, aunque su conducta haya sido reprobada y se encuentre

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cumpliendo una pena privativa de la libertad (Fallos: 318:1894, voto de los


jueces Fayt, Petracchi y Boggiano). En esta línea, el principio de humanidad de
las penas se integra con la prohibición de penas crueles y con el mandato de
resocialización. Por lo tanto, el imperativo de reinserción social (artículo 10.3
PIDCP, 5.6 CADH, artículo 1 de la ley 24.660), definido por esta Corte como el
“objetivo superior del sistema” (Fallos: 318:2002; 328:1146 y 334:1216, entre
otros) implica, necesariamente, la prohibición de penas que aparejen como
consecuencia jurídica la “exclusión absoluta del delincuente” (doctrina de
Fallos: 329:3680, considerando 18 del voto de los jueces Highton de Nolasco,
Maqueda y Zaffaroni y considerando 43 del voto del juez Petracchi).
14) Que la interpretación de la apelante referida a que el
condenado podría plantear la inconstitucionalidad de la aplicación al caso del
artículo 14 del C.P. dentro de treinta y cinco años, además de haber sido
enunciada dogmáticamente, desatiende que, en el marco de las limitaciones que
impone el Estado de Derecho, el ius puniendi debe cumplir con el mandato de
certeza y permanecer sujeto a los principios constitucionales que establecen
fines penológicos legítimos, así como imperativos negativos en vínculo con la
persona y su dignidad inherente.
En ese sentido, no fue controvertido el fundado argumento de la
cámara que sostuvo que “las disposiciones que excluyen la posibilidad de
obtener la libertad anticipada tiene[n] incidencia directa y actual en el diseño y
ajuste del tratamiento personalizado al que se refiere el art. 5, de la ley 24.660...”
y a que, por lo tanto, es al momento de ingresar a la prisión para cumplir la pena
que “‘los condenados a una pena perpetua tienen derecho a saber desde el
principio qué es lo que deben hacer para ser considerados para la liberación y

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bajo qué condiciones’ lo que incluye el tiempo en que la revisión tendrá lugar o
puede ser pedida” (considerando 9.b.1 del primer voto que conformó la mayoría;
en sentido análogo, considerando 9 del segundo voto que conformó la mayoría).
15) Que, de tal modo, el remedio federal no refuta las conclusiones
de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional que afirmó
que el principio de legalidad en materia penal, que contiene el mandato de
certeza expresado tradicionalmente con la fórmula “nullum crimen nullum poena
sine lege certa”, aunado con el mandato resocializador de las penas privativas de
la libertad (artículos 5.6 de la CADH y 10.3 del PIDCP) y la interdicción de la
imposición de penas crueles, inhumanas y degradantes (artículos 18 de la
Constitución Nacional, 7 del PIDCP, 5.2 de la CADH y 16.2 de la CT), exige
que la ley defina, de modo explícito y con carácter previo, la conducta delictiva,
la extensión temporal de la pena aplicable y, como derivación necesaria en el
caso de las penas privativas de la libertad perpetuas, las condiciones que debe
cumplir el condenado para su reinserción social, lo que supone establecer el
plazo de revisión del cumplimiento de tal pena y sus requisitos, de modo que el
condenado pueda saber qué debe hacer, en términos de cumplimiento del
tratamiento penitenciario, para recuperar su libertad.
En suma, la recurrente no desvirtúa la conclusión del a quo
referida a la efectiva actualidad del agravio presentado por
_______________Guerra, quien fue condenado a una pena de prisión
realmente perpetua que, desde su imposición, excluye toda posibilidad de
recobrar la libertad en algún momento de su vida.
Por ello, se declara mal concedido el recurso extraordinario. Notifíquese
y devuélvase.

Firmado Digitalmente por ROSATTI Horacio Daniel Firmado Digitalmente por ROSENKRANTZ Carlos Fernando

Firmado Digitalmente por MAQUEDA Juan Carlos 16


CCC 45877/2012/TO1/3/CS1
Guerra, _______________y otros s/incidente
de recurso extraordinario.

Corte Suprema de Justicia de la Nación

Recurso extraordinario interpuesto por la Dra. Susana M. Pernas, Fiscal General.


Traslado contestado por el Dr. Mariano Patricio Maciel, Defensor Público Oficial.
Tribunal de origen: Sala I de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional.
Tribunal que intervino con anterioridad: Tribunal Oral de Menores nº 2 de la Capital Federal.

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