M A N U E L M A C H A D O
JOSÉ M A R Í A ^ P E M Á N
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nos versos,
un a l m a y
una época
EDICIONES ESPAÑOLAS, S. A.
ALMAGRO, 40. • MADRID
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Unos versos,
un a l m a y
una época
Copyright. Í940.
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DIANA, Artes Gràftcas,—Lâtra, 6,—Uiadrld.
M A N U E L M A C H A D O
J O S É M A R Í A P E M Á N
nos versos,
un alma y
una é p o c a
Discursos leídos en la Real Academia
Española, con molivo de la recepción
de Manuel Machado!
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EDICIONES ESPAÑOLAS. S. A. . ALMAGRO. 4o
MADRID
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s M P O S 1A
Y ^OS B DAD
Discurso de Manuel Machado en su re-
cepción en la Real Academia Española
SEMI^POESIA Y POSIBILIDAD
L A obligación, ineludible y ritual en es^
tas recepciones, de hacer el elogio del
académico a quien venimos a suceder, ex-
cusa. sin duda, el que yo tome aquí en
boca el nombre insigne de don Leonardo
Torres Quevedo, gloria de la ciencia es-
pañola y universal.
Pero no autorizaría nunca la pretensión
de analizar la personalidad y la obra de
aquel sabio en hombre tan ignorante
como yo de las disciplinas a. que él debe
su renombre inmarcesible.
De las dos clases de sabios, empero,
que yo conozco y que pudiéramos llamar
—un poco a lo pintor de brocha—sabios
m
MANUEL MACHADO
en prosa y sabios en verso, o si lo pre/e"
rís, sabios historiadores y sabios poetas,
me atrevería a decir que Torres Q.uevedo
pertenece a esta última y, para mí, supe-
rior categoria.
No se limita, en efecto. Torres Qae-
vedo al conocimiento dilatadísimo y per-
fecto de la Fisica y Matemàtica, ni siquie-
ra al empleo, en cierto modo normal y
pasivo, de ese conocimiento extraordina-
rio en los problemas y ejercicios especial-
mente propios de su carrera de ingenie-
ro. No se contenta, en [in, con saber y
ejercer como sabio. Se alza, desde luego,
a crear... A inventar, por lo menos. Y aun-
que es muy cierto que a la invención pue-
de llegarse por la ciencia y a la creación
sólo por el arte, todavía hay entre los in-
ventos de Torres Quevedo alguno que
pudiera calificarse de verdadera creación.
10
ÜNOB VBR808, UN ALMA Y UHA BPOCA
No en vano Eugenio d'Ors, en la ar-
quitectura de un sistema de filosofia lla-
mado "Doctrina de la Inteligencia", dis-
tingue, tras de la dialéctica o estudio dcf
instrumento intelectual, dos partes', la
una, la "Patética", estudio de la realidad
pasiva, tanto la [isica como la espiritual;
otra, la "Poética", tratado de la realidad
activa, de la "poiesis", o creación, no me-
nos la espiritual, o proyección lírica det
contenido humano, que la material, don-
de, por la "técnica", el espíritu ordena eí
mundo.
Las máquinas de cálculo de Torres
Quevedo: su cubierta funicular; su diri-
gible "Astra-Torres": su transbordador
del Monte lllía; su Niágara Spanish Ae-
rocar; su [amoso telekino, son obras e in-
venciones de mecánica admirable, que ie
valieron su justa reputación de sabio uni-
li
MANUEL MACHADO
versal y los condignos títulos e investi-
duras: el doctorado "honoris causa" de
París y de Coimbra, el ingreso en varias
Academias nacionales y extranjeras, la
dirección del Centro de Ensayos de Ae-
ronáutica y del Laboratorio de Automa-
tismo.
Maravillas cientilicas [ueron aquellas
a que deben notable adelanto la navega-
ción aérea, la marina, la telecomunicación
y el cálculo mecánico y por las cuales me-
reció bien del mundo entero.
12
bsb'üsm
r.r.oaì im
Bíñmbinr-, i.
'^'^AS ¿Yitfä'todos süs inventos hay uno,
ai par'ecèt inútil, cosa de puro juego^ya
ileganiös 'a'khä expresión de arte—, má-
qüina de jugar—qué cosa inquietante—'
ilàmada a'jèdi'écista", de la que él mis-
mò'decía] entt^ dii'ás cosas: "Un apara-
tó qáé, juega al^ajedrez como una perso-
na) \.resp6ndiendo'> '•'coñ'-"Absoluta precisión
a todas las' jugadas,siempre se da
"ikate'ií\Además, galantemente, avisa las
equivocácíonesi del adversario, con una
luz.'i^' a: las .tpes\ equivocaciones que se
tengan. ja-^de fugar-:qon.uno: lo consi-
dec^muy pbca. coää para alternar con él.
13
MANUEL MACHADO
Este aparato no tiene ninguna finalidad
práctica; pero viene a sustentar mi teoria
de que es posible construir un autómata
cuyos actos dependan de ciertas circuns-
tancias, más o menos numerosas, obede-
ciendo a reglas que. se pueden imponer
arbitrariamente en el momento de la cons-
trucción. Evidentemente, estas reglas de-
berán ser tales que basten para determi-
nar en cualquier momento, sin incerti-
dumbre alguna, la conducta del autóma-
ta..." La conducta del autómata... ¿No os
dan cierto escalofrío estas palabras? ¿No
veis en ellas, cómo ya el inventor toca al
creador, el sabio al poeta y el número flo-
ta misterioso sobre los números?
En todo caso, para nuestra Academia
Española-—como para España y para la
Humanidad—la pérdida de Torres Que-
H
UNOS VSRS08, UN ALMA Y UNA SPOCA
vedo es enorme. No hallaremos tan fácil-
mente hombres que, con las palabras nue-
vas. nos traigan al par los hechos y las
cosas nuevas a que esas palabras res-
ponden.
15
D E nú sé deciros que me avergüenza,
ahora más que nunca, tener que entrete-
neros—en tales momentos de España-—
con el pobre asunto de mi semi-poesía y
de mis semi-realidades. Pero si ello ha de
ser, sea pronto. Y sírvame de disculpa
única el no haber tenido a mano ninguna
otra clase de documentos.
¡Ahí, el titulo de este trabajillo acaso
os recuerde el de otro muy ilustre, nada
menos que de Goethe, que decía: "Poe-
sía y Realidad." Pero la imitación de los
buenos modelos no es cosa prohibida. Y,
.además, yo no llamo a mis versos sino
16
w
) UI^OS VERSOS, UN ALMA Y UNA SFOCA
i • •
semi-poesia, y a mis realidades, que
obedecen a la ley de vida de los simples
mortales ("que es vivir como se puede" ),
no oso llamar otra cosa que posibi-
lidad.
17
DON José Zorrilla, magnifico poeta,
un dia poeta nacional, cantor sonoro y
maravilloso de la Reconquista, numeroso,
elocuente, tuvo la feliz ocurrencia de ha-
cer en verso su entrada en la Academia.
Y dedicar su discurso a comentarios—que
hoy diriamos confesiones—de su vida y
su arte.
Reducido yo también ahora, aunque
por motivos distintos, a la necesidad de
buscar en mi mismo el tema de este dis-
curso, tuve, por un momento, la veleidad
de escribirlo en verso, a ejemplo del ilus-
tre vate, único hasta hoy que ha realiza-
do semejante hazaña.
18
VN08 VER308, UN ALMA Y UNA SPOCA
Pero poeta yo menor, poeta "di came-
ra" ; poeta del matiz, del siesnoés y del
gesto inacabado—he aquí una de mis
acepciones: pronto veremos otras^—lue-
go conocí que la tarea de enfilar al pie de
siete u ocho cientos de versos de una vez
—quizá no he escrito otros tantos en mi
vida—no era para mí.
Por otra parte, hubiera preferido des-
arrollar ante vosotros un tema más obje-
tivo y propio de nuestra institución, al-
gún estudio erudito de historia o crítica
literaria. Y, en verdad, que no me falta-
ban asuntos. Y aún tenía en el telar, en
mi pobre taller de Madrid—¡qué habrá
sido de él. con todos mis libros y pape-
les!—algo sobre Lope. que... Pero, en
fin, a qué anunciar los bellos imposibles
si hemos de atenernos a tan pobres posi-
bilidades.
19
Y o , en fin, he de hablaros—-y en pro-
sa—de mi propia vida en relación con mi
arte y de sus evoluciones y vicisitudes, a
través de años, ¡ay!, bastantes para haber
blanqueado mis cabellos y apagado mis
ojos, antes siempre sedientos de horizon-
tes y que ahora se cierran para ver.
Alguien ha dicho que cualquiera puede
interesar hablando de si mismo, como de
cosa bien sabida. Sospecho que la re-
gla tiene demasiadas excepciones. Y, en
cuanto al saber de uno mismo, yo os fío
que hay en mi vida muchas cosas que no
sé si las he visto o las he soñado.
20
j^SI. por ejemplo:
La primera imagen mía que yo conser-
vo en la memoria me representa de edad
de año y medio o dos años en el patio de
la casa de mis abuelos, en Sevilla, jugan-
do con una preciosa—y mansísima—gata
de Angora, que se refugia de mis cari-
cias sobre una banqueta forrada de gu-
tapercha negra, a la que apenas alcanzo
con mis manecillas revoltosas. Un criado
viejo y una doncella joven—la famosa
Juana, que luego murió en casa de mis pa-
dres-—cuidan de mis pasos vacilantes.
Asomada a la galería de cristales del pri-
mer piso, toda ansiosa e inquieta, está mi
21
MANVBL MACHADO
bisabuela. Una gran señora, hermana de
don Agustín Duran, de gloriosa recorda-
ción en este areópago y el patriarca lite-
rario de la familia. Viste ella una amplia
falda de sarga gris y cubre sus hombros
un rico chai de cachemira. Su peinado es
de tirabuzones (¡cuántas veces he tenido
luego en mi mano el macho, de madera
preciosa, con que se los hacían!) Un mo-
mento después yo estoy en brazos de
aquella señora, que me llena de besos. Y.
aquí se corta la cinta. ¿Pero he visto yo,
realmente, este cuadro? Porque luego he
oído hablar tantas veces en casa de la ale-
gría irrefrenable de mi bisabuela al ver-
me. Y de lo mono que yo estaba en mis
coloquios con la gata. Y, además, los ti-
rabuzones del peinado de mamá Cipria-
na. que yo recuerdo, eran negros y lus-
22
ÜNOS VBRS03, UN ALMA Y UNA SFOGA
trosos, tales como estoy hecho a verlos en
un retrato de ella por el pintor Esquivel,
que conservo—conservaba—en mi pobre
casa de Madrid. Con todo, aquella voz,
aquellos gestos... En fin, yo juraría...
23
c . ONTEMPORANEA de esta ima-
gen, sólo estampada en mi memoria, existe
otra, ya totalmente fidedigna, objetiva y
fotográfica. Como por entonces no existía
aún la instantánea y era preciso permane-
cer cierto tiempo ante el objetivo para gra-
bar la vera efigie en el colodión de la pla-
ca, el milagro de tenerme a mi quieto du-
rante tan largo espacio fué realizado por
un medio ingenioso, y que da al retrato un
carácter vagamente poético. En él apa-
rezco yo todo blanco vestido, sentado en
un alto sillón junto a una mesa, con la
cabecita apoyada, recostada, sobre un
grueso libro, que no era, precisamente.
24
UNOS TEB308, ÜN ALMA y UNA SPOCA
un libro, sino una caja de música en [or-
ma de libro, y que me tiene como ador-
mentado o embebecido sobre su deliciosa
y sorprendente sonería. El hallazgo de
esta vieja cartulina, muchos años des-
pués, entre las hojas de un antiguo ál-
bum familiar, me produjo notable impre-
sión y me sugirió, vehementes, el deseo y
la idea de mi primer autorretrato poético,
que no acabé por entonces, sino mucho
más tarde, y que una vez completo, en sus-
diferentes etapas, venta a decir así:
25
ÜANUEL MACHADO
Un niño es una fiera, y yo era un niño el día
en que me hicieron la primer fotografía.
Mi padre, que era un clásico, sabía, por Orfeo,
cómo amansa a las fieras la música... Yo creo
que, instrumento inconsciente del destino, entre
[todos
hallaron, de aquietarme procurando los modos,
el libro-caja de música en que apoyada
mi sien se ve. La música me sirve de almohada.
Rubio y tierno, de dulces ojos, cara redonda,
el alma toda albor, y la guedeja blonda,
aparezco en aquel retrato, calladete,
escuchando encantado el bello soniquete.
Hoy, ni rubio ni dulce, más bien moreno y duro,
voluntarioso el maxilar, el pelo obscuro,
los ojos fatigados, al mirarme no acierto
si soy yo mismo o si aquel niño habrá muerto.
Así dejé, hace quince años, este poema
por otro mas complejo autorretrato. El tema:
Manuel Machado—en [in—pinta a Manuel
'definitivamente, me pareció agotado. [Machado
26
UNOS VEBB03, ÜN ALSA Y UNA SPOCA
Pero al hallar de nuevo la vieja cartulina,
en que se desvanece mi efigie chiquitína,
hallo que aquella (lereciUa domada
por la música es toda mi vida retratada,
y me ofrezco de nuevo como fui, como soy
y seré finalmente-, ayer, mañana, hoy.
En medio del amor, de la inquietud y el miedo,
la música no más logra tenerme quedo.
De la vida y el libro sólo sé la armonía.
Mi propia obra es sólo una polifonía
de gritos melodiosos, lentos, o subitáneos,
que dió a veces el son a mis contemporáneos.
Cuántas veces, ¡oh, clara cifra de mi destino!,
me detuvo la música al borde del camino;
y mientras entendía la mágica sonata,
pasó la vida a un lado como una cabalgata,
Tendí la mano, a veces, y le arranqué una rosa,
y otras la retiré sangrante y temblorosa.
Mas placer y dolor se disipaban luego
y la vida seguía como cosa de juego.
27
MANVEL MACHADO
Cuando me dé la mano el ángel de mi guarda
para ir a esa región que a todos nos aguarda,
sobre la eterna música me hallará adormecido
y yo abriré los ojos a un mundo conocido.
28
fL otto tettato a que se refiere la inte'
Ttupción de éste, vino a formar parte de
una galería de autopinturas poéticas, fe-
liz idea de un gran diario de Madrid. Y
digo feliz, porque produjo muchos poe-
mas notables y alguno verdaderamente
exquisito. No es el mío de los más logra-
dos ni tiene casi otro mérito que el de una
sinceridad que ahora juzgo algo imperti-
nente, peto que estaba entonces muy en
la empecatada zona de mi zodíaco espi-
ritual. Era como sigue-.
29
MANVBh MACHADO
Esta es mi cara y esta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed.
Lo demás, nada... Vida... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos, nada grave.
Vicios todos, ninguno. Jugador, no lo he sido;
no gozo lo ganado ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres, sin ser un Tenorio, eso no, [ro yo.
tengo una que me quiere y otra a quien quie-
Mi elegancia es buscada, rebuscada... Prefiero
a lo helénico y puro lo chic y lo torero.
Me acuso de no amar, sino muy vagamente,
una porción de cosas que encantan a la gente.
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la majestad, la fuerza y la grandeza.
Medio gitano y medio parisién—dice el vulgo—,
con Montmartre y con la Macarena comulgo.
30
VN08 VERSOS, ÜN ALUA Y VNA SPOCA
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde, voy deprisa por la vida. Y mi risa
es alegre..., aunque no niego que llevo prisa.
31
No sé qué infausta monomanía me acu-
ciaba en aquella época—la época de mi
Mal Poema—a desnudar mi alma—que
tampoco era mi alma verdadera, sino lo
peor de ella—ante la pública considera-
ción o desconsideración, que era más pro^
bable... Pero no adelantemos los aconte-
cimientos. Ahora me toca hablaros, si-
quiera sea de pasada, y en corto—lo malo
sí corto, pasable, y lo bueno, óptimo—me
toca hablaros, digo, de mi infancia y ado-
lescencia literarias, lo que pudiéramos
llamar la protohistoria de mi arte.
32
T
D E los doce a los quince años—¡qué
edad!—'era yo ya poeta, versificador al
menos, y encontraba una gran facilidad
para la rima y el ritmo, sin tener que con-
tar las silabas con los dedos, como le ocu-
rría a muchos de mis condiscípulos. Bien
es verdad que había aprendido a leer en
el Romancero y en una colección del Tea-
tro Clásico a dos columnas, con viñetas
al frente de cada comedia. De aquí, sin
duda, nos vino a mi hermano Antonio y
a mi la primitiva afición al teatro, que
quedó, poco después, interrumpida por
nuestra decidida inclinación a la lirica,
en que toda colaboración es absolutamen-
33
XANVEL UACBADO
te imposible y monstruosa. Por entonces,
empero, mis composiciones poéticas eran
preferentemente cómicas e inocentemen-
te satíricas. De nuestras comedias, en las
que siempre había unos picaros que sa-
lían bien librados y unos personajes muy
serios que solían escapar mal, recuerdo,
especialmente, dos, "El Pleito de las Ga-
llinas" y "La Bolsa", que eran nada más
y nada menos que "Les Plaideurs", de
Racine, y "El Avaro", de Molière, tal
como podían imaginarlos dos chiquillos
que éramos nosotros y que no conocía-
mos, además, ni por el forro, estas dos
obras maestras de la dramática universal.
De haberlas conocido las hubiéramos co-
piado, sencillamente, al pie de la letra,
como hacíamos con las escenas del "Ham-
let", traducido por Moratin, que había-
mos logrado substraer de la biblioteca de
34
ÜNOS VERSOS, ON ALMA Y UNA SPOCA
mi padre. Como nosotros éramos verda-
deros "autores", en el antiguo sentido de
la palabra, y escribíamos las piezas un
poco al modo de la "Comedietta" italia-
na para representarlas nosotros mismos,
cuando vimos en el teatro de veras otras
comedias, nos dedicamos a interpretarlas
a nuestro modo y no tuvimos necesidad
de inventarlas.
^sí acabó, por entonces, nuestra pri-
mera etapa de dramaturgos.
A este ítem ya había yo entrado en
plena adolescencia, la edad de los amo-
res y las penas sin nombre. Amor de
amar y pena de no tener ninguna.
35
i
UANVBL UAOEADO
¡Oh, el "sotto vocce" balbuciente, obscuro,
de la primera lujuria-
Despertares de amor entre cantares
y humedad de jardín, llanto sin pena,
divina enfermedad que el alma llena,
primera mancha de ios azaharesl...
O bien-.
¡Oh. aquel beso en ía almohada
y aquel mirar más allá
con el alma en la mirada!
(éxtasis divino ya).
Y la amada,
¿dónde esté?
36
PERO estos versos son explicaciones
muy posteriores de aquellos momentos,
evocados en la plenitud y aún en la ma-
durez de la vida. Por entonces yo escri-
bía rimas becquerianas, romances clási-
cos y. lo que es peor, octavas reales, a lo
don Alonso de Ercilla y odas elocuentes,
al modo de Gallego y Quintana. Poe-
mas por el aire, de los que se recitaban
de Núñez de Arce y Campoamor... Y al-
gunas coplillas al estilo popular, que, tal
vez. eran lo menos malo y, en todo caso,
lo más original que destilaba mi por en-
tonces casi infatigable pluma.
37
VEASE la clase:
Hermanita y compañera,
la de los ojitos negros
y la carita morena...
Tú eras buena y eras mala,
pero como te quería.
toíto te lo pasaba...
Toíto te lo pasaba...
y ahora, como no te quiero,
se acabó lo que se daba.
38
ÜN08 VERSOS, UN ALUA Y VNA EPOCA
No te quiero decir ná...
No quiero que se te ponga,
la carita colora.
Toito es hasta acostumbrarse.
Cariño le toma el preso
a las rejas de la cárcel.
La i>eredita es la misma...
Pero el queré es cuesta abajo,
g el olvidar, cuesta arriba.
M e va faltando el sendo.
Cuando estoy alegre, lloro,
cuando estoy triste, me rio.
Unos negros ojos vi...
Desde entonces en el mundo
todo es negro para mi.
39
UANÜBL MACHADO
Los siete sabios de Greda
no saben lo que yo sé...
Las fatiguitas y el tiempo
me lo hicieron aprender.
Yo pensaba haber cogido
la naranja y el azahar...
Con hacer leña del tronco,
me tuve que contentar.
A ¡a orillita del río
me pongo a considerar:
mis penas son como el agua,
que no acaban de pasar.
Ya se han acabado
los tiempos alegres.
40
ÜNOS TERBOB, UN ALMA Y UNA SPOGA
Las ^orecitas qae hay en tu ventana
para mi no huelen.
Desde que te fuiste.,
serrana, y no vuelves,
no sé qué dolores son estos que tengo,
ni dónde me duelen.
Cuéntame tus penas,
te diré las mias...
Verás cómo al rato de que estemos juntos
todas se te olvidan.
¡Vaya un amarguito
tan dulce que tienen
ios ojos azules que tanto me gustan...
que tanto me ofenden!
41
MAKVBL HACHADO
Esta agüita fresca...
¡Cómo la tengo en los propios labios
y no pueo beberlal
Eres bonita y mala
como la adel[a,
que da gusto a los ojos,
pero envenena.
Aunque yo tengo,
contra veneno tanto,
contraveneno.
Yo me acosté una noche
tranquilo y sano,
y amanecí loquito
y enamorado.
42
UNOS VERSOS, ÜN ALMA Y UNA ÉPOCA
Que los amores
y las enfermedades
crecen de noche.
Dicen que las ojeras
llenan tu cara,
y no es más que la sombra
de tus pestañas.
Mi morena fué a sacar
agüita fresca del pozo,
y el agua salió jirviendo
con la lumbre de sus ojos.
Crece el fuego con el viento;
con la noche, el padecer;
con el recuerdo, la pena:
con los celos, el querer.
43
TENGO que decir^pues de confesio-
nes se trata—que alguna de estas cople-
jas, adoptada por Juan del Pueblo, me dió
a gustar la gloria paradójica de los que
escriben cantares, y que consiste en ser
perfectamente desconocido y admirable-
mente sentido y comprendido.
44
I
i
Y o, en cambio, no me había encontra-
do aún a mí mismo; ni siquiera sabía que
me anduviese buscando. Esto ocurrió
bastante después. Lo único mío en aque-
llos días era, como digo, una melancolía
harto barroca e insubstancial, pero que
tenía, a rasgos, expresión propia en medio
de aquel fárrago de ejercicios de imita-
ción y deportes retóricos. Coincidió con
esto un deseo prematuro de publicidad,
que. afortunadamente, feneció luego a
manos de algo... muy semejante a una
errata de imprenta. Concurría yo con
otros amigos, jóvenes de letras, a la ter-
tulia, rematadamente cursi, de una buena
45
XANUEL MACHADO
señora y escritora medianísima, cuyo ma-
rido—al que llamábamos el marido de la
de Fulano — representaba en Madrid
cierta revista provinciana, a la cual en-
viaba— no hay que decir que absoluta-
mente gratis "et amore" —los versos o
prosas con que los jóvenes incautos ame-
nizaban la cachupinada de su casa. Nos
ha gustado mucho—decía, invariablemen-
te, el buen hombre en acabándose la lec-
tura, y, arrancando las cuartillas de ma-
nos del autor, las hacia desaparecer, como
por ensalmo. De este modo se apoderó
de uno de mis melancólicos poemas, en
el que yo hablaba de unos ojos, tristes
como el agua de noche
cosa que a mí me parecía muy bien como
observación original de una realidad poé-
46
UNOS VERSOS, I7W ALMA Y UNA SPOCA
tica. La tristeza del agua en la noche—no
sé hoy por qué—me parecía entonces un
hallazgo y estaba muy contento de haber-
lo realizado. Pocos dias después, el ma-
rido de la de Fulano me entregaba un nú-
mero del famoso periódico donde venían
mis versos en lugar preferente. "Pero
—me dijo—me he permitido introducir
una ligera modificación en la poesia. En
lugar de sus ojos tristes "como el agua
de noche", que me parecía algo extraño,
he puesto "como la noche obscura", que
es más natural." No lo maté.
47
ENRIQUE Paradas fué, sin duda, el
mejor autor de cantares que ha habido en
España. Millonario a los veinte años;
cochero de punto—no sabia otro que
guiar caballos—a los veinticinco. Y lue-
go, nada y todo: cómico, maestro de es-
cuela, comisionista, fotógrafo ambulan-
te... Cuando yo lo conocí—tenia él vein-
tiséis años, yo diecisiete—estaba de par-
tiquino en la compama del Teatro Espa-
ñol. Con un poco de paciencia habría re-
sultado un actor excelente. Pero volva-
mos a lo de los cantares.
48
VNOB VERBOS, UN ALUA Y UNA SPOCA
Hasta que el pueblo las canta
las coplas coplas no son.
Y cuando las canta el pueblo
ya nadie sabe el autor.
Esta es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
49
y esto ocurrió a Paradas, cuyas coplas,
en su mayoría, fueron a parar al mar de
la poesía popular. Y no encontraron, sino
muy pocas—¡oh, crítica española!—un
pescador que de allí las sacase para rei-
vindicar el nombre de su autor.
Pues bien, este Enrique Paradas, An-
tonio Machado y yo sostuvimos más de
un año el semanario satírico "La Carica-
tura", escribiéndonos las treinta y dos o
treinta y seis páginas de que constaba.
El gran caricaturista Angel Pons se lo
dibujaba todo. Fué ésta mi primera aven-
tura periodística. Quedé por entonces bien
harto de las letras de molde.
50
había, además, (¡ue pensar ya en
l algo más serio.
i La Universidad de Sevilla me graduó
¡ de Licenciado en Filosofía y Letras. Mi
3 expediente académico es bastante bueno.
] Tengo excelentes notas en casi todas las
j asignaturas, sobresaliente en el Bachiller
' y la Licenciatura y sólo un suspenso, muy
• merecido por cierto, en "Literatura Ge-
{ neral y Española". En verdad os digo
que ni entonces, ni ahora, podría yo decir
i mucho del "Lucidario" y "El libro de los
' Castigos" de don Sancho el Bravo, que
i me tocaron en suerte.
51
PARIS. Primaveca de 1899. El Paris de
Waldeck-Rousseau. de la revisión del
Affaire, del simbolismo en pieno triunfo.
Un Paris donde no había extranjeros, es
decir, donde no había parisienses, ni casi
franceses. Su más alto poeta—Verlaine.
Rimbaud. Laforgue acababan de morir—
era entonces el griego Papadiamantopu-
los, Jean Moreas. Mi primer cuidado fué
perderme en el mar—mejor diría en la
marejada—de la grán ciudad. Por des-
gracia. o por suerte, no llegué nunca al
fondo. Mi vida fué plenamente la que lle-
vaban allí los estudiantes y los artistas jó-
venes del mundo entero. Una bohemia
52
UNoa rsBaos, uk alma y una spoca
sentimental y pintoresca, rica de ilusio-
nes. Me embriagué—siguiendo a Baude-
laire—muchas veces y me enamoré mu-
chas más. Una pésima vida de Arlequín
para la que encontraba no sé cómo toda
clase de facilidades. Con esta vida y en
esta vida misma se mezclaba la frecuen-
tación de los medios literarios; también
bohemios, pero más dignificados por el
arte y a los que a veces concurrían verda-
deras sumidades de las Letras. Alti cono-
cí a Laurent Tailhade—que algunos años
después tradujo parte de mi poema de los
toros—, a George Courteline, del que fui
yo, en cambio, traductor e intérprete
—con Lola Noir—en la escena del Gran
Guignol. Ya os contaría, pero no hay
tiempo. Recuerdos vagos de André Gide
y muy vivos, en cambio, del malogrado
Ernest Lajeuneusse, que tenía la voz que
53
^ MAUUBL MACBADO
correspondía a una aguja de coser y un
ingenio todavía más fino y más pun-
zante...
Pero mi gran amigo era Moreas. Te-
níase él—acaso en justicia'—'por el pri-
mer poeta de Francia y quizá de Europa
en aquel tiempo, y asi lo proclamaba
"urbi et orbe". Lo cual no impidió que.
como en cierta ocasión un adulador le di-
jera que él pensaba lo mismo. Moreas le
atajara tajante-. "Ya, pero el que usted lo
piense no tiene importancia." No amaba
aquel hombre la lisonja ni era capaz de
emplearla con nadie. Al propio rey de
Grecia, que se le quejaba un día de no
verlo nunca en sus [recuentes viajes a
París, hubo de responderle: "Excusadme,
señor. Apenas salgo."
Pues bien, este hombre terrible—¡bah!,
54
T
UNOS VBB80S, ÜN ALMA Y UNA ÈPOCA
en el [ondo un niño lleno de bondad y de
ternura, como todo gran poeta ^—tuvo
para mi un rasgo exquisito que asombró
a nuestra tertulia: "Señor caballero (éste
era todo su español y me lo brindaba
siempre al encontrarnos). Bien se ve que
es usted un poeta. Pero, ¿dónde están
sus poemas?"—me preguntó—. "Ya los
escribiré, maestro"—le contesté yo lige-
ramente. Y como me quedara pensativo,
temiendo él, sin duda, haberme lastimado,
echándome un brazo sobre los hombros:
"Bravo—me dijo—también los mejores
míos están aún por escribir..."
No pensaba yo, empero, por entonces
en cumplirle mi promesa. Como me decía
el poeta ruso Constantino Balmont. viz-
conde de Balmont, que a él le ocurriera
a mi misma edad, atravesaba yo una épo-
55
UANVBL ¡ÍACBADO
ca de absoluta aridez, anegado, aunque
ya con un poco de fatiga o hastio, en el
Paris de mis veinticuatro años. Hasta que
cierto día... Pero esto merece capitulo
aparte.
56
E L hotel Vaugiiard—sito en la calle
del mismo nombre—está enfrente del pe-
queño museo y del gran jardín del La-
xemburgo. Mi cuarto caía, en el último
piso, sobre la puerta del hotel, que más
bien parecía la de una vieja casa señorial,
y era una celda clara y tranquila. Ape-
nas si lo ocupaba yo algún dia que otro.
Pero aquella tarde, renunciando al con-
suetudinario aperitivo en el café "Cyra-
no" de la Place Blanche y a la bulliciosa
tertulia de amigas y amigos de Mont-
martre, decidi subir a mi habitación soli-
taria. No sé por qué, pero conforme as-
cendía la empinada escalera, se iba acen-
57
MANUEL MACHADO
tuando en mí la sensación de que alguien
me esperaba allá arriba. Nadie, sin em-
bargo. Soledad y sosiego. ¡Y qué beatitud
eufórica la mía en aquellos momentos!
Sentado a la mesa, ante la ventana que
encuadraba la [ronda del Luxemburgo, a
una luz crepuscular, todavía muy suficien-
te para mis ojos jóvenes, y sobre unas
cuartillas que allí parecían esperarme,
amarillas de tedio, me puse a escribir, a
escribir, como si realizara una cosa sen-
cilla, fatal y suave. No exenta, empero,
de dolor.
Y aquello, por la primera vez. no se
asemejaba a nada de cuanto yo había he-
cho antes, y era como nacido en una zona
del espíritu que se hubiese mantenido casi
virgen hasta entonces. Podría decir, con
cierta aproximada exactitud, que la poe-
sía se me había bajado al corazón, despe-
58
UNOS VBRSOB, ÜN ALMA Y UNA ÉPOCA
jándome para siempre el cerebro de imá-
genes conceptuosas y de músicas clási-
cas. Adiós al estilo barroco y al.ingenio
sutilizante y [rio. Adiós a la escuela se-
villana, de que yo me creía descendiente
directo, con toda su resfriada elegancia.
Lo que yo escribo ahora no es nada de
eso: soy yo, mi propia alma. Y me digo
todo, tal como era entonces, en unos ver-
sos que se titulan " Adel[os", nunca he
sabido por qué:
UANVEL MACBADO
Yo soy como las gentes que a mi tierra vi-
[ nieron;
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol...
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando un beso'y un nombre de
[mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, hay contornos,
... y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en ííerras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, pero no darlos. ¡Gloria, la que me deben!;
¡que todo como un aura se venga para mi!;
60
VNOS VBRSOB, ÜN ALUA Y ÜNA SPOCA
que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir.
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sen-
[tido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón.
... Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo. ni os odio. Con de-
[ jarme.
lo que hago por vosotros hacer podéis por mi.
... ¡Que la vida se tome la pena de matarme^
ya que yo no me tomo ¡a pena de vivir!...
61
UANVEL ¡SACHADO
Mí voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer-
De cuando en cuando un beso sin ilusión nin-
[guna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
62
T
O son éstos, ni mucho menos, mis
mejores versos, pero son los primeros ab-
solutamente míos.
Desde aquella tarde en que—ya sabía
yo que alguien me esperaba—me encon-
tré a mí mismo en el tranquilo remanso
de mi cuartito, tuve unos meses de casi
continua producción. Nada, empero, o
casi nada de mi vida parisina pasaba a
mis versos. Era España la que yo lleva-
ba dentro y desde allí la veía mejor que
nunca. Y dije Castilla:
63
MANUEL UAOBADO
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas;
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la [atiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—. el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo-
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa/
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
64
VN08 VBRSOB, UN ALUA Y UNA SFOGA
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules y en los ojos lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
—Buen Cid.... pasad... El rey nos dará muerte;
arruinará la casa,
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de ventura...
"En nuestro mal, ¡oh. Cid. no ganáis nadaj"
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros.
y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
65
UANVBL MACHADO
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.
66
T
Y recordé al Felipe I V de Velázquez:
Nadie más cortesano ni pulido
que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,
siempre de negro hasta los pies vestido.
Es pálida su tez como la tarde,
cansado el oro de su pelo undoso,
y de sus ojos, el azul, cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso
ni joyeles perturban ni cadenas
el negro terciopelo silencioso.
Y en vez de cetro real, sostiene apenas,
con desmayo galán, un guante de ante
la blanca mano de azuladas venas.
67
pulsé como nunca la guitarra anda-
luza, la que tiene en sus lagrimones toda
la sal de España-.
Vino, sentimiento, guitarra y poesia
hacen los cantares de la Patria mia.
Cantares...
Qiiíen dice cantares dice Andalucía.
A la sombra [resea de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo qae acaricia y algo que desgarra.
68
VNOB TSRSOB. UN ALUA Y VVA »POCA
La prima que canta y el bordón que llora.
Y el tiempo callado se va hora tres hora.
Cantares-
Son dejos fatales de la raza mora.
No importa la vida, que ya está perdida,
y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.
Madre, pena, saerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros y negra la suerte...
Cantares...
En ellos el alma del alma se vierte.
Cantares. Cantares de la Patria mía.
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.
69
X esto se escribía en Montmartre—qaé
lejos y qué cerca de España—, entre gen-
tes que no podían entender de ello una
silaba. Pero el libro estaba hecho y con
él el hombre que necesitaba volver a Es-
paña y abandonar una vida que no era ya
la suya. Porque, lo diré por última vez,
yo no fui nunca en París un viajero, un
turista, que diríamos hoy, ni siquiera un
extraño. Fué sólo entonces—¡oh, abismos
del lenguaje!—cuando empecé a sentir-
me extranjero.
70
o / '^yo habla aprovechado para mi obra
lo mejor del simbolismo y del parnasianis-
mo, por entonces en boga {desde las no~
taciones rápidas y epigráficas, sin nexos
articulados, hasta el color de las vocales
del famoso soneto de Rimbaud), es cosa
que no sabría afirmar, ni menos explicar
satisfactoriamente. Ni si fué esto preci-
samente, en cuanto a la forma, algo de
lo que yo traje a España para enriquecer
los capítulos de la nueva Retórica y Poé-
tica.
Solamente, por entreabriros un instan-
te el taller, me referiré a dos condiciones
71
MANUEL MACBADO
relativas a la forma, más o menos inter-
na, de mis composiciones. Primeramente
es de saber que desde que yo escribo cons-
cientemente algo de que puedo declarar-
me responsable, para mi escribir es... no
escribir. Me explicaré. Asi como otros
confían inmediatamente a la cuartilla
aquello que se les va ocurriendo, a reser-
va de corregirlo, modificarlo, perfeccio-
narlo luego, yo no consigno al papel sino
aquello que habría de quedar en última
instancia y todas aquellas operaciones de
selección y acabamiento se obran en mi
interior de manera involuntaria y fatal-
es decir, que voy rechazando y dando de
lado, sin querer, a todo lo que luego ha-
bría de quitar y aduciendo cuanto tendría
que poner, con que la composición sale
acabada y perfecta (en el sentido latino),
tanto que no es ya susceptible de retoque
72
UK08 VBBBOB, Uff ALMA Y UNA BPOCA
O corrección (por mi al menos), y no por-
que esté mejor o peor, sino porque no
puede estar de otro modo. Esta doloro-
sa selección interna me hace lento y poco
fecundo, y me fatiga bastante, no por lo
poco que escribo, sino por lo mucho que
dejo de escribir.
Otra de las características, al parecer
externas, de mi obra, es la preferencia que
acaso me conocéis por la rima consonan-
te. No creo en el fondo que haya otra,
pues la asonante, empleada sobre todo
por el pueblo, no es sino la persecución
—que se queda en el camino—de la más
completa y perfecta, a la que siempre
tiende, si lo observamos bien.
Además, para mi la rima no es sólo el
elemento poético que opera, en orden a
la memoria y a la que pudiéramos llamar
temporalización del poema, sino también
73
líANVBL MACHADO
a su personalización. Es a veces el poema
todo. Un ejemplo: Cuando yo rimo estos
dos monosílabos:
cruz
luz
no necesito añadir más para una comple-
ta inscripción religiosa y cristiana. Que-
da "perfecto" un verdadero poema lapi-
dario... Pero de esto, por hoy. bastante.
74
J' volvamos a mi primer libro, titulado
ALMA—no podía ser por menos—, el es-
crito en París y publicado en Madrid a
fines de 1900, fin de año y de siglo. No
os diré más de él—hay que acabar este
discurso—sino que, no sólo el primero fué,
sino el único, ya que los que siguieron
bien pueden caber en las distintas seccio-
nes de que aquél se componía y no le aña-
den, fuera de la cantidad y el reflejo del
curso de mi vida, sino algunas calidades
técnicas, hijas de la experiencia y el ma-
nejo del oficio. Ellos cumplen, empero, el
suyo en mi arte, porque en Arte—en el
75
MANUEL MACBADO
fondo—no se empieza ni se acabax se
continua.
A A L M A SIGUIERON : C A P R I C H O S ( 1905),
del mismo tono y contenido, con el vir-
tuosismo—por única novedad—de cier-
tas arietas muy difíciles de lograr en cas-
tellano, en opinión de los técnicos.
(V. Rubén Darío, sobre este libro.) LA
F I E S T A NACIONAL (1906), notación colo-
rista de toda una corrida de toros, que
empieza:
76
UNOa VEB808, ÜN ALUA Y UNA SPOCA
Una nota de clarín
desgarrada,
penetrante,
rompe el aire con vibrante
puñalada-
Ronco toque de timbal.
Salta el toro
en la arena.
Bufa, ruge...
Roto, cruje,
un capote de percal...
Acomete
rebramando, arrollando
a caballo y cn6a//ero.,.
Da principio
el primero
espectáculo español.
L* hermosa (¡esta bravia
de terror y de alegría
de este viejo pueblo fiero...
¡Oro, seda, sangre y solí
77
l ü A N V B L MACHADO
Y termina:
El gran suspiro que es la tarde, crece
como de un pecho inmenso. Palidece
el sol. Y, terminada
la fiesta de oro y rojo, a la mirada
queda sólo... un eco
de amarillo seco
y sangre cuajada.
78
A LMA, M U S E O y Los CANTARES ( 1907).
He aquí un titulo que puede ya servir de
epígrafe a toda mi obra lírica-. Alma (poe-
sías del reino interior, realidades pura-
mente espirituales). Museo f'poesía de la
Historia a través de las obras de arte más
famosas). Los Cantares, poesía de la
vida sentimental y aun sensual, poesía de
la vida rota que culmina en EL MAL
POEMA (1909).
Siento hoy casi vergüenza de este li-
bro en que se desnuda en público un alma
79
UÁUVEL ISACBAHO
lamentable y pecadora. Si bien es verdad
que con una repulsión manifiesta a la
contumacia en el mal. He aqui una
muestra-.
80
UNOa VERSOS, UN ALMA Y UNA SPOCA
Y O poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...
Y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios m.às obscuros
de estos bisnietos del Cid...
De tanta canalleria
harto estar un poco debo,
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.
Porque ya
una cosa es la Poesia
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...
81
MANVBL MACHADO
Grabado-, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... no sabemos nada.
Todo es conforme y según.
.0 y
...Bim amia b obs^iù's^
.'.sWrjlnsmiil ^^no^oaB^J\B•^ì no'3
sa\5r.i\ is Y
y esía oifa; pdr '^Sàfràste, con
, „-..Insnnoa ¿I BS-.OJÌ\6<5O')
las consaetudtnanas alboradas deltcues-
s-i^; 91) 6160 uz noo
centes del limoìdo arromxélo g 2os cano-
ros pajarillos, se pinta eÌ alba de los que
trasnochan : .,
obiísm i3'i fa •Jíis,3c\m3 is i
ab i&tiíi^B \s Y
bl alba son las manos sucias
JBiao^Bfc.í.oiiis'ison obt'.bwj
y Jos ofos ribeteados.
Y el acabarse las argucias
para continuar encantados.
Livideces y palideces,
y monstruos de realidad.
Y la terrible verdad
mucho más clara que otras veces.
53
l ü A N V B L MACHADO
Y el acabarse las peleas
con transacciones lamentables.
Y el hallar las mujeres feas
y los amigos detestables.
Y el odiar a la aurora violada,
bobalicona y sonriente,
con su cara de embarazada,
color de agua y aguardiente.
Y el empezar a ver cuando
los ojos se quieren cerrar.
Y el acabar de estar soñando
cuando nos vamos a acostar.
84
TODO esto es agrio, duro, detestable.
Pero no era mi vida mucho más amable
por entonces... Afortunadamente todo lo
cambió pronto la mano de una mujer san-
ta—llena de gracias y de gracia—que ha-
bía sabido esperarme en nuestra Sevilla
materna de vuelta de todas mis locuras.
Un amor puro y santo, aquel primero
í que floreció en la senda, tan seguro
«
j que aguarda siempre y sin quemarnos arde-,
) aquel primer amor que fué el lucero
de la mañana y brilla ahora tan puro
en la seda tranquila de la tarde.
&5
1—
<\< desde .c«f6nccsj).Ap
^ntieináow Si netos r-sérfere.; o/raSJ!íaníás
ofcras 1 macsírai )!tíe. i la -- •pmtura'^unwersal.
Vayan'para'.miiéstcax'^ gÍ oinosq bidniso
-r,í\ SUp — BSOB-iQ 3b ^ tBlOfil^ ob BnoU — sí
bUiyaE B"i1?-3un n3 obic^iex r/sd
.>E>"JU':)o\ ^im ^Bboi sb sllsiiy sb Bn"J3lKm
oíombri Ssupa .olns?. y o-iuq ^ou^B nH
01UQ9?. nal oh3'soí\ onp
;3ínB aornfiiH'íui) nie » oiqmViv. ttbr.>iip,s
Í3ij\ otip nmH Tini'nq \3s\o-.".
oinq nfil f.iorfsfeUn«^-i íidfirsni ii\ -»b
-sbiBi f>\ gb f.Vsu^n-n i-.b-j». o\
86
Uiros VERSOS, UN ALMA Y UNA ÉPOCA
TIZIANO
CAELOS V
El que en Milán nieló de plata y oro
la soberbia armadura: el que ha forjado
en Toledo este arnés: quien ha domado
el negro potro del desierto moro...
El que tiñó de púrpura esta pluma
—que al aire en Mulberg prepotente flota-
esta tierra que pisa y la remota
playa de oro y de sol de Moctezuma.
Todo es de este hombre gris, barba de acero,
carnoso labio socarrón, y duros
ojos de lobo audaz, que, lanza en mano,
recorre su dominio, el orbe entero,
con resonaníes pasos, y seguros.
En este punto lo pintó el Tiziano.
87
MANUEL MACHADO
GRECO
EL CABALLERO DE LA MANO AL PECHO
Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura,
donde brilla no más la empuñadura
de su admirable estoque toledano.
Severa faz de palidez de lirio
surge de la golilla escarolada,
por la luz interior iluminada
de un macilento y religioso cirio.
Aunque sólo de Dios temores sabe,
porque el vitando hervor no le apasione,
del mundano placer perecedero,
en un gesto piadoso, y noble, y grave,
la mano abierta sobre el pecho pone,
como una disciplina, el caballero.
88
UNOS VERSOS, VN ALMA Y UNA SPOCA
VELAZQUEZ
LA INFANTA MARGARITA
Como una ^or clorótica el semblante,
que hábil pincel tiñó de leche y fresa,
emerge del pomposo guardainfante,
entre sus galas cortesanas presa.
La mano—ámbar de ensueño—entre los tules
de la falda desmáyase y sostiene
el pañuelo riquísimo, que viene
de los ojos atónitos y azules.
Italia, Flandes, Portugal... Poniente
sol de gloria el último destello
en sus mejillas infantiles posa...
y corona no más su augusta frente
la dorada, ceniza del cabello,
que apenas prende el breve lazo rosa.
S9
^ A N T E HONDO (1911). Primera edi-
ción. (Van ya diez.) Cantares, canciones
y coplas al estilo de Andalucía. Aque-
llo de
Canto de soleares,
hondo cantar del corazón,
hondo cantar.
Reina de los cantares.
Madre del canto popular.
Llora tu son,
copla sin par.
Y en mi vacio corazón
se oye sonar
el "de profundis" del bordón,
llora, cantar.
90
ÜÍÍOB VERSOS, UN ALMA Y UNA ÈPOCA
Y. como "macho" del martinete.
Tu calle ya no es tu calle,
que es una calle cualquiera
camino de cualquier parte.
91
C ANCIONES Y DEDICATORIAS (1914).
Aquí el elemento de las Dedicatorias,
poemas de encargo.
Sin duda la poesía—como todas las
bellas artes—puede ser, y tiene que ser
a veces, aplicada. En todo caso debe mu-
cho al encargo.
92
1915 a 1921. Hay, llegando aquí, un
gran bache sin poesia ninguna. Varios li-
bros de prosa tan insignificantes como
L A G U E R R A LITERARIA (Ensayos de cri-
tica). EL AMOR Y LA M U E R T E (Vagas
autobiografías sentimentales). Y muchas
crónicas de crítica dramática. Y algunos
estudios eruditos sobre Lope, más afor-
tunados, por motivos que no son del caso
y por mi amor entusiasta hacia la magna
figura del Renacimiento español.
93
s EVJJLLA. y Oxfios i 92i) ^^ie-
nen lue^ó a. irelQ(zet:^h-a^&ii>o-jdQÍCani?,
nal saoiq ^b -¿o'jd
-H'J S B AIHA553TIJ AH^HIJO AJ
2BQ&V") HT^HUM AJ Y HOMA J 3 .(SOII
. "La Lola.
la Lola se va a los Pueríoi. ^
sb asoinoio
-•SO\B zy^esfa^ftola.s^iíWén'-áei^ina aojbsrtes
o^c.^ \':.'qiíe<:asrjse auaentaúdejanda] .eobssuíí
irst -joq v-
Sevillanas,
chuflas, tientos, marianas,
tarantas, "tonás ". livianas...
94
ÜN08 VERSOS, üíf ALMA Y UNA SPOCA
Peteneras,
"soleares", "soleariyas",
martinetes, carceleras-
Serranas, cartageneras.
Malagueñas, granadinas.
Todo el cante de Levante,
todo el cante de las minas,
todo el cante...
que cantó tía Salvaora,
la Trini, la Coquinera,
la Pastora...
g el Filio, y el Lebrijano,
y Curro Pabla, su hermano,
Proíta, Moya, Ramoncillo,
Tobalo—inventor del Polo—,
Silverio, Chacón, Manolo
Torres, Juanelo, Maoliijo...
Ni una ni uno
—cantaora o cantaor—.
llenando toda la lista,
desde Diego el Picaor
a Tomás el Papelista
97
MAHrUEL MAOBADO
(ni los vivos ni los muertos),
cantó una copla mejor
que la Lola...
Esa que se va a los Puertos
y la Isla se queda sola.
96
p o r [in. en 1923. el A R S MORÍENDI,.
suave y palpitante "sottovoce" ante la
grave "question", como decía Hamlet.
Estilización de la [orma hasta el "hai-
kai" y el puro suspiro .poético:
Dichoso es el que olvida
el porqué del viaje,
y en la estrella, en la flor, en el celaje,
deja su alma prendida.
97
UADVEL MACBADO
Lleno estoy de sospechas de verdades
que no me sirven ya para la vida,
pero que me preparan dulcemente
a bien morir...
Doliente canto de cisne que se despi'
de de la juventud y de la poesía.
98
PERO diez años más tarde...
En esos diez años, seis dedicados al
teatro, en compañía de Antonio, a la ca-.
jita de sorpresas que tanto nos divertía
de niños. Teatro poético, eso es. Si el tea-
tro no es poético no es nada. Pero teatro
poético, no lírica aplicada al teatro. Nada
menos lírico que el teatro. Nada menos
teatral que la lírica, pese a toda clase de
recitales y recitadores. De 1926 a 1932.
"]ulianillo Valcárcel". "]uan de Mana-
ra", "Las Adelfas", "La Lola se va a los
Puertos", "La prima Fernanda", "La du-
quesa de Benamejí".
99
lüANVBL MACHADO
Y al cabo de los diez años, como iba
diciendo, resurcección —¿o galvaniza-
ción?—poética con el libro PHOENIX—na-
turalmente. renace de las cenizas—que
se había hecho sólo, por mi fidelidad a
"A B C", que siempre me pedía versos,
y mi blandura para los encargos, de que
antes hablaba. Por uno de ellos había yo
de escribir un canto a Andalucía. Y fué
este:
100
VNOB VSRB08, UN ALMA Y ÜNA ÉPOCA
Cádiz, salada claridad. Granada
agua oculta, que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga, cantaora.
Almería, dorada.
Plateado, Jaén. Huelva, la orilla
de las tres carabelas.
Y Sevilla.
101
y llegamos, a este momento cumbre de
nuestra Histot ia, que empezó el 17 de ju-
lio de 1936.
De todo tiempo—'i/a lo hemos visto—he
sentido yo en mi la continuidad de la vida
española. Es decir, que en mí se ha dado
la Historia de España como una corriente
que pasara por mi corazón. Y pienso que
otro tanto le ocurre, más o menos cons-
cientemente, a todo verdadero español.
Así, pues, aunque nacido al mundo de
las Letras en un momento en que aquí se
estimaba poco a España en general, y
aún se hablaba de la necesidad de euro-
102
UNOe VERSOB, UN ALUA Y UNA SPOCA
peizada—y o pensé siempre que mejor se-
ria españolizar a Europa, y ya trataremos
de esto donde más largo se contiene— :
digo, pues, que, aunque nacido al arte en
aquel fin de siglo para España tan depre-
sivo y pesimista, yo canté siempre, a mi
modo, que no es cantar sino decir lo me-
jor que puedo, las verdaderas glorias ne-
tamente españolas.
Y todo ello sin otro fin que el de sa-
tisfacer una necesidad de mi espíritu, que
encontraba en esos temas el cauce más
propicio, la base más firme, la tierra más
fecunda.
Y así, ahora que vemos a nuestra Es-
paña en la cumbre de un nuevo sacrificio
por la Civilización Occidental; en trance
de heroicidad por un ideal católico, es de-
cir, universal, como en sus tiempos de
Granada y de Lepanto, el poeta, que mos-
103
MANUEL MACHADO
tró a su Patria en el espejo de la Historia
todo un ayer glorioso, es asombrado a su
vez por el heroismo actual de su Patria
y la gesta admirable de la nueva Recon-
quista.
De aqui se deriva la primera parte de
un libro de poesías patrióticas y religio-
sas, titulado H O R A S DE ORO.—Devocio-
nario poético, que tengo en prensa en la
actualidad (1). Como veis, sigue siendo
Alma el título general de toda mi obra.
Porque es mi alma entera también, tal
como hoy la llenan y desbordan Patria y
Religión, la que os doy entera en ese
libro.
He aquí una muestra de mis nuevas
poesías españolas:
(]) Lo que está hoy en prensa es la segunda edición
de Horas de Oro—, publicado, en efecto, pocos días des-
pués de pronunciado este discurso.
104
ÜNOa VERSOB, UN ALMA Y ÜNA EPOCA
TRADICION
¡Ay del pueblo que olvida su pasado
y a ignorar su prosapia se condenal
fAy del que rompe la fatal cadena
qne al ayer el mañana tiene atadol
¡Ay del que sueña comenzar la Historia
y, amigo de inauditas novedades,
desoye la lección de las edades
y renuncia al poder de la memoria!
¡Honra a los padres! ¡Goza de su herencia
gloriosa!... El sol es viejo y cada dia
¡oven renace y nuevo en su alborada...
Reniega de una vana seudociencia.
¡Vuelve a tu tradición, España mia!
¡Sólo Dios hace Mundos de la nada!
105
MANÜBL UACBADO
BLASON DE ESPAÑA
Las piedras del Alcázar de Toledo
-piedras preciosas hoy—vieron un día
al César, cuyo sol no se ponía,
poner al Mundo admiración y miedo.
Sillares para el templo de la Fama,
palacio militar, a su grandeza
el arte dió la linea de belleza
que una vez más desdibujó la llama.
Hoy, ante su magniflca ruina,
honor universal, sol en la Historia,
puro blasón del español denuedo,
canta una voz de gesta peregrina:
"Mirad, mirad, cómo rezuman gloria
las piedras del Alcázar de Toledo!"
106
üiroe VER80B, UN ALUA Y UNA SPOCA
FRANCISCO FRANCO
Caudillo de la nueva Reconquista.
Señor de España, que en su ¡e renace,
sabe vencer y sonreír. Y hace ¡
campo de pan la tierra de conquista.
Sabe vencer y sonreír. Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria ( '
seguro y fieme. Y para hacer Historia
Dios quiso darle mucho más: el genio.
Inspira ¡e y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,
para un mañana, que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!
107
UiNA de las características de la Espa-
ña que se està forjando es la exaltación
del sentimiento religioso. No sólo como
protesta contra la inicua persecución que
tantos mártires está dando a la Iglesia;
no sólo como oposición de un universalis-
mo del bien contra un universalismo del
mal..., sino—más en lo hondo de las con-
ciencias— como una revancha de la cari-
dad contra la crueldad, del amor contra
el odio y, sobre todo, de la inmortalidad
contra la muerte.
El poeta, que vibra con su tiempo y se
estremece en la algidez suprema de estos
momentos decisivos en la vida de Espa-
108
UNOS VERSOS, VN ALMA Y UNA ÉPOCA
ña, encuentra en el fondo de su corazón
la inexhausta vena de la piedad cristia-
na, que corre por el substrato de todo el
suelo patrio, digan lo que quieran sus ex-
tranjerizos debeladores, y que ha de ser,
a la postre, el fermento intimo y poderoso
que unirá indisolublemente a todos los
españoles dignos de tal nombre.
Borbotones de esa vena, que afloran
incontenibíbes a la accidentada superficie
de nuestra vida actual, son las siguientes
estrofas de mi nuevo libro H O R A S DE O R O ,
con cuya lectura quiero terminar este ya
larguísimo discurso—bien sabe Dios que
no tuve tiempo de hacerlo más corto—no
sin dar antes las gracias a la Real Aca-
demia Española y al Instituto de Espa-
ña por haberme acogido en su seno. Y a
todo este ilustre senado por la paciencia
con que me escuchó:
109
UASUBL UACBADO
AMOR DE DIOS
¿Ingenio para amarlo?... ¿Sutileza
para decirle el alma?... ¿Ciencia o arte
para ser todo suyo, para darte
a El humildemente?... ¡Calla o reza!
Reza no más una oración sencilla
como el rumor del viento en el ramaje,
o aprende el monorritmico lenguaje
del agua entre los juncos de la orilla.
Y mejor, calla. Abriéndose una rosa,
en el suspiro de la tarde, alaba
más al Creador que mil humanos coros.
Y aún más la pobre piedra silenciosa,
sobre la cumbre de los montes brava,
en un sueño preñado de tesoros.
110
ÜNOS VEBB08, DN ALUA T UNA SPOCA
"DOMINE ÜT VIDEAM..:
"Mi vida, mi Verdad y mi Camino"...
Yo sé bien que eres Tú. Pero te tasco
y ¡en qué mirajes la mirada ofusco
o en qué negrura el paso desatino!...
Sin duda es verde aún la pobre rama
que en tu divino fuego arder quisiera,
y airado la separas de la hoguera
porque indigna la juzgas de tu llama.
No sé, no sé. Señor a dónde llego
corriendo tras tu sombra... En cualquier parte,
buscándote me angustio y extermino.
¡Dame, Señor, la mano, que soy ciego!
Ponme en la senda donde pueda hallarte:
¡Mi Vida, mi Verdad y mi Caminol
111
MANUEL MACHADO
II
Ya me maté a mi mismo, pues no quiero
con hombres nada y en Ti sólo fio,
y a tu infinita caridad confio
cuanto sólo de Ti, Señor, capero.
Sólo contigo familiar seria
si Tú me hablaras... Y ¡qué humildemente,
sin guardar nada, corazón y mente,
si los quisieras Tú, te entregaría!
¡Tómamelos, mi Bien, que esta jornada
correr, de todo peso libre, ansio,
porque en Tu gracia pronto se concluya!...
Yo sé de sobra que no valen nada.
Más, pues dejé mi voluntad. Dios mío.
¡hazme saber, al fin. cuál es la Tuya!
112
UNOS VERSOS, ÜN ALMA Y UNA SPOCA
ni
¡Gracia, gracia. Señor, que el amor quiere
yo todo tuyo, mas Tú todo mío/...
Porque la mar lo espera corre el río.
Y a los besos del sol la rosa muere.
Amor, que a toda gloria se prefiere,
la muerte vence, mas no vence el frío...
Eco no halla la voz en el vacio.
No viva. Rey del alma, quien no espere.
Mas, si a vivir amando me destinas,
da pan al hambre mía. aunque sea poco:
agua a la sed en que me ves deshecho.
¡Del alma en sombras a las hondas minas
un rayito de sol!... —Y El: "¡Calla, loco,
siempre el amor acaba satisfecho!"
He dicho.
113
mm
a P o e s í a de Machado
como Documento humano
D i s c u r s o de c o n t e s t a c i ó n de José
M a r í a Pemán,
LA POESIA DE MACHADO COMO
DOCUMENTO HUMANO
E STOS discursos y estas solemnidades,
en general esta resurgida vida académi-
ca de la nueva España, han de tener un
tono especialísimo a ritmo con las espe-
cialisimas circunstancias en que ahora se
desarrollan y viven. La guerra impone a
todo su modo y estilo, y en todo imprime
su mudanza, a menudo saludable. Si algo
hubieran llegado a tener de arrugados o
petrificados los viejos ritos académicos,
la guerra en cuya cercanía estremecida y
vivaz ahora se celebran, los desarruga y
los recobra para la vida y para la juven-
il?
JOSÉ MARIA PEMAN
tad. La sobriedad que las circunstancias
imponen a los trabajos: el alivio de todo
lastre de excesiva documentación a que
obliga la [alta de libros y de papeles: el
recuerdo constante y conmovedor de los
muertos y de los ausentes: el semblante
mismo que da a estas sesiones el carácter
inestable y casi ambulante de nuestra
Casa, hospitalariamente recibida, cada
día, en locales di[erentes, todo contribu-
ye a hacer que estas sesiones ganen en
vivacidad lo que acaso pierdan en solem-
nidad y liturgia.
A lo que también contribuye—y no
poco—la preocupación que a todos nos
domina de ser útiles con cada palabra y
cada gesto a la causa de España: de co-
laborar con la nueva vida académica a
su normalidad interna y a su externo pres-
tigio: a la revalorización de su cultura y
118
ÜNOS VBR803, VN ALMA Y ÜNA SPOCA
al sacudimiento de su vida espiritual. Pre-
ocupación de eficacia, de realismo, de co-
laboración bélica, que convierte hoy, por
notable paradoja, la reposada literatura
académica, en impaciente literatura de
vanguardia, en el más noble, directo y mi-
litar sentido de este vocablo.
119
LLEGA UN LÍRICO A
LA ACADEMIA
'y en esta sesión de hoy todavía ¡acili-
ta más esta renovación de tono y modo,
el sesgo de confesión personal y pieza
íntima y humana que nuestro nuevo com-
pañero ha gustado dar a su discurso. Ma-
nuel Machado ha sido siempre, por esen-
cia y definición, un lírico, Se ha pasado
la vida confesando en público, y dando a
todos en comunión sus penas y sus ale-
grías. El lirismo subjetivo ha sido la raiz
permanente de su arte. Lo más genuino
de su obra estará siempre en sus tomos
de poesía lírica. Si ha escrito teatro, ha
sido llenándolo de lirismo. Si ha culti-
120
UNOS VBR80B, ÜN ALMA Y ÜNA ÉPOCA
vado la crítica dramática, ha sido en un
tono personal e impresionista: impuri-
ficando, siempre, gloriosamente, la esté-
tica serenidad del fallo, por la inter-
ferencia personalista y apasionada del
afecto a un amigo o la admiración a una
actriz.
Y Manuel Machado, al llegar a esta
cumbre y recapitulación que es la Aca-
demia. ha sabido -ser fiel a su permanen-
te actitud artística. Ha llegado a la Aca-
demia, como fué siempre por la vida, con
su verdad a flor de piel, con sa confesión
entre los labios. Llega aqui, trayendo
como glorioso equipaje sus libros y sus
crónicas, sus comedias, sus prosas y sus
fersos; pero por delante de todo, siempre
y una vez más, su vida y su alma.
Y asi le recibimos, con abierto calor hu-
mano, con desvelada hermandad, sin sa-
ni
JOS£ MARIA PBMÁN
ludarle con helados formulismos de eti-
queta, sino diciéndole con fervor: Ven
aquí, tú, apasionado luchador de la Belle-
za y de la Vida; cantor insaciable de la
alegría y de la pena, que en la flor de tus
años ya tenías—como cantabas tú mis-
mo— : "unos ojos de hastío y una boca
de sed"; llega aqui con el abna llena de
arrepentimientos sabrosos con gusto de
nostalgia: aquí a reposarte y a convale-
cer en esta vieja y Real Academia, que
siempre, pero todavía más ahora en que
vuelve a la vida comprometida por un so-
lemne juramento, fué depósito de esas co-
sas eternas, honradas, cristianas y espa-
ñolas, que son las que ahora España de-
fiende contra el mundo, y son las que.
acaso sin saberlo tú mismo, buscaban con
tanta angustia, el hastío de tus ojos y la
sed de tus labios.
122
EL ALMA DEL POETA.
DOCUMENTO DE UNA
ÉPOCA
A SI le recibimos y así le contestamos.
Porque el tono confidencial y lírico de su
discurso me da pie para, colocándome
en igual terreno, hilvanar lo que de doc-
trinal haya de tener forzosamente mi tra-
bajo. al hilo del documento humano que
Manuel Machado nos ha traído aquí.
Diàlogo de poetas esta sesión, al margen
de la guerra, lo que en ella haya de doc-
trina será experiencia rezumada y con-
templado ejemplo. Confesión lírica su dis-
curso. exégesis humana, el mio : voy a de-
cir breves palabras de la evolución espi-
ritual y artística de este medio siglo, tal
como se ve, en reducida y exacta imagen,
123
JOSÉ MARIA PE MAN
en el alma del poeta qae hoy llega a nues-
tra Casa. Sin citas, sin fechas y sin notas,
vamos a contemplar el dramático pano-
rama de una de las crisis más hondas del
espíritu humano. Para contemplarlo con
exactitud gráfica tenemos a nuestra dis-
posición la espléndida documentación de
los versos de Machado y el limpio espejo
de su alma.
Ninguna pantalla mejor a fuerza de ser
lirica, para encontrar la objetiva imagen
de una época. Parece paradoja y no lo es.
Precisamente a fuerza de ser lírica, el
alma de Machado fué blanda, dócil y de-
jada. para recibir la impronta de todo lo
circunstante y guardar la huella de todo
lo influyente exterior. "Que las olas me
traigan y las olas me lleven", dijo él en
Adelfos: por eso en él quedó escrita tan
clara y exactamente, como en un gráfico
124
VN08 VERSOS, VN ALMA Y VNA SPOCA
esquema, la línea sinuosa de su tiempo:
los altibajos de las olas que le llevaron y
le trajeron. En la cera de su abulia y de
su receptividad archisensible, quedó im-
preso el perfil de su hora. Su alma está
en sus versos y en su alma está su época.
He aqui cómo los versos de Machado,
siendo un pedazo de su alma, son un pe-
dazo de Historia.
125
PRIMER ENCUENTRO:
ENTRE LIBROS CLA-
SICOS
C , LIANDO yo le conocí—y prolongare-
mos ya asi el tono confidencial y humano
de la sesión—Manuel Machado estaba
en la plenitud de su vida y su arte. Yo le
llevaba mis primeros versos. Era él en-
tonces funcionario de la Biblioteca Na-
cional. En ella me recibió, y en ella, sobre
un fondo de libros viejos, hablamos de
versos nuevos. Tenia ojos de haber dor-
mido poco y haber soñado mucho. Labios
gordos y golosos. Y sobre su mesa de
funcionario, sus manos finas, aristocráti-
cas, manchadas más de tinta de versos
que de expedientes y dorada por la nico-
126
UNOS VERBOS, UN ALMA Y UNA ÉPOCA
tina de los aburrimientos burocráticos.
Era todo él en su tipo y en su charla, [rat-
ción y plenitud; curiosidad y paladeo de
la vida y el arte. Y, sin embargo, no aca-
baba de desentonar ni de estar mal en-
marcado sobre aquel estante de viejos in-
[olios. Todo él estaba disparado hacia la
vida y hacia la novedad, y había, sin em-
bargo, en él una última atadura indefini-
ble que le ligaba a aquellos libros muer-
tos. Figuraba entonces, casi con ingenuo
susto de muchos, entre los poetas nuevos,
y no acababa de estar mal allí entre los
clásicos... He aqui, en esta primera estam-
pa del Machado rebelde y clásico, en
aquella tarde paradójica en que hablamos
de versos nuevos entre libros viejos, ci-
[rada ya toda la clave para comprender
exactamente en la complejidad de su vida
y su obra, que hoy nos trae aquí resumi-
127
1
JOSÉ MABtA PEMAN
das y consagradas, toda la enormidad de
sus peligros y toda la gloria de su sal-
vacian.
Aquel día pude advertir ya toda la hon-
rada sinceridad de su posición lírica. De
su charla a sus versos se pasaba sin tran-
sición notable. Hablaba como cantaba, y
el tono desilusionado y crepuscular de sus
versos de entonces estaba en su gesto
también y en su mirada. Porque entonces
la cuerda constante del arpa de Macha-
do era el desaliento y la despedida. Hay
en todos sus libros de aquella hora una
obsesionada preocupación de ser, cada
uno, el último de sus libros. Un poema lo
titula Ocaso, un libro Ars Moriendi.
En uno de sus versos se mira la mano de
enfermo. En otros presume de su mecha
de pelo gris. En todos se burla de la glo-
ria y se desengaña de la vida. Hay un
i28
•
UNOS VERSOS, UN ALMA Y ÜNA SPOCA
tono constante de retiro, de jubilación y
de muerte...
Y es que, como antes dije, el poeta del
alma abúlica de cera, de la receptividad
sensible y fotográfica, llevaba en si la
imagen exacta de su época. Y era su épo-
ca, no él, la que estaba desilusionada y
escéptica: era su época la que se retira-
ba, se jubilaba y se moría. El era tan re-
ceptivo y sensible que se sentía acabar y
no se daba cuenta de que era otra cosa lo
que acababa en torno suyo. ¡Actitud de
gran poeta esta de sentir como propio do-
lor el dolor del crepúsculo!
129
RAZÓN PURA Y POESÍA
PURA
lo que en torno suyo se acababa era,
más que una época de la poesía y del arte,
una actitud de pensamiento humano. Una
actitud de pensamiento humano, que se
acababa, no cronológicamente por reno-
vación o cambio, sino vitalmente por ago-
tamiento de sí misma, por evaporación de
su propio contenido.
Era, en efecto, la que moría y termina-
ba la actitud racionalista y escéptica del
pensamiento humano: la hora del idealis-
mo subjetivo.
Hacia un siglo que Kant, sacando las
últimas consecuencias del rompimiento
cartesiano de la vieja ecuación del Pen-
130
ÜNOS VERSOS, ON ALUA Y VNA SPOCA
Sarniento y el Ser, antes postulada en el
dintel de todo conocimiento humano, ha'
bía declarado al pensamiento incapaz de
conocer lo que las cosas son en sí, y había
sostenido que las ideas abstractas y las
relaciones que nosotros creemos extraer
de las cosas, no tienen correspondencia
alguna externa, sino que son meras for-
I mas a priori, puramente subjetivas, que
\ sólo existen como imperativos del propio
^ funcionamiento de la inteligencia...
í
Estamos, pues, en pleno funcionamien-
to en el vacío de la propia máquina de
nuestro intelecto. Estamos en plena Ra-
zón pura. ¿No estamos también casi en
plena Poesía pura? "El poeta, encerrado
dentro de sí mismo, construyendo su poe-
ma de puras intuiciones, sin objeto exte-
rior, ¿no es hermano gemelo del filósofo
metido en su propio intelecto, y elaboran-
131
JOBH MARIA FEMAN
do su pensamiento de puras formas a
priori, totalmente subjetivas?" (1).
Efectivamente, la filosofía racionalista
y agnóstica actuó de serpiente tentadora
cerca de la poesía. Le aseguró la suficien-
cia de pensamiento por sí mismo; la su-
presión de ser y del objeto externo, la
aseidad de la mente humana. Le silbó al
oído el "seréis como dioses" de un nuevo
Paraíso.
Y la Poesía, cayendo en la tentación,
se puso como la Filosofía, a bastarse a sí
misma, a prescindir de todo objeto exte-
rior y a hacerlo todo con sus propios ma-
teriales subjetivos. Toda una generación.
(2) Lo que va entre comillas en este párrafo, como
en alguno otro posterior, pertenece al estudio preliminar
que antecede a mi Poema de la Bestia y el Angel. Por
haber desarrollado allí una tesis semejante a la que ocu-
pa esta parte de mi discurso, reproduzco aquellas ideas
que aqui son úfi'íes a mi razo.namíenío,
132
VN08 TERSOS, UN ALMA Y VNA EPOCA
cada dia dando un paso más, se arrojó de
cabeza al mar de una pura incoherencia
intuicionista. Los poemas puros, cada vez
más, [ueron auscultaciones de la propia y
libre incoherencia, hermanos gemelos de
esas introspecciones fichtianas del Espí-
ritu sobre su propia libertad. Ni para el
conocimiento ni para la poesía quedaba
ya traba alguna externa que encauzase
o limitase la interna anarquía del espíri-
tu. "Para Santo Tomás, que miraba hacia
afuera y que no creia que en su intelecto
hubiera nada que primero no hubiera es-
tado en los sentidos, el mar tenía que ser,
necesariamente, azul. Para el poeta puro,
que todo se lo elaboraba él mismo, dentro
de su espíritu, bien puede haber un mar
amarillo, poblado, si es preciso, de pá-
jaros o de gacelas".
Como veis, pues, el episodio de la poe-
133
J08B MABtA PBMAW
sia pura, a pesar de las mil etiquetas de
que ha sido objeto, no es una simple cues-
tión de figurín o moda. Es un apartado
lógico dentro de ese dramático capítulo
de la filosofía moderna que se llama ei
derrumbamiento de la certeza humana.
Juntas Filosofi y Poesía, traicionaron al
Ser; juntas se volvieron de espaldas a la
realidad y a ta vida. Juntas llegaron, en
justo pago, al complejo nihilismo.
IM
LA ANGUSTIA Y LA SALVACIÓN
DE MACHADO
A la luz de esta verdad histórica, so-
bre el fondo de todo ese enorme episodio
intelectual, ese documento humano que
es la poesía de aquel Machado que yo
conocí entre libros viejos y versos nuevos,
cobra una patética grandeza y un inmen-
so y expresivo valor. Su tristeza no era el
dolor anecdótico de una novia muerta o
una vejez iniciada: era el gran dolor cós-
mico de una época que se sentía morir de
vacio y de inseguridad. Machado lloraba
el dolor universal de la fuga de la certe-
za y de la pérdida de Dios: lloraba la so-
ledad de la razón, prisionera de si misma;
la esterilidad del arte, enroscada sobre sí
135
JOSÉ MARIA PBMÁN
misma, en una fatigosa ij aniquiladora in-
trospección. El paso tambaleante, inse-
guro, a veces turbador y deliciosamente
arrítmico, de sus alejandrinos, era su pro-
pio paso vacilante a la orilla del abismo
de la nada. No eran fallas de sílabas y
acentos las que se advertían en sus versos
inquietantes: eran fallas de terreno firme,
desprendimientos de certeza bajo sus pies.
Machado sufría la angustia de un mundo
inseguro, donde el mar podía volverse
amarillo y el bien podía trocarse en mal.
Y, sin embargo, Machado, que nos
deja el más bello y estremecido documen-
to humano de esa hora crepuscular, que
nos hace sentir en toda su turbadora gran-
deza "el vértigo del abismo", a cuya ori-
im
lia él y la humanidad se pasearon, se sal-
va y no cae en él. Avanza lo suficiente
para que su arte lucre de todo el patetis-
136
UNOS VBB808, ÜN ALMA V UNA SPOCA
mo de aquella hora abismal... Y retira el
pie a tiempo para que se salven su arte y
su alma. Sus versos recogieron maravillo-
samente la inquietud del abismo para, lue-
go, bordeando éste con habilidad, traér-
noslos salvados, gloriosos, palpitantes ya
de valor documental y humano, a la se-
renidad de la Academia.
137
ANDALUCÍA SALVADORA
Y aqui los tenemos ya sobre la mesa,
con valor de documento y de experien-
cia: ricos de ejemplaridad y libres de pe-
ligro. como para tentar la respuesta a esta
pregunta incitante: ¿Qué fué lo que salvó
a Machado? ¿Qué fué lo que de ese modo
puso ritmo, medida y equilibrio en su pie,
que andaba por tales orillas de vértigo?
¿Qué era aquella atadura invisible que,
cuando yo le conocí, no acababa de desli-
gar del todo al poeta nuevo de los libros
viejos? ¿Qué era aquel no sé qué de aplo-
mada fidelidad, que en medio de toda su
joven rebeldía le hacia estar bien entre los
libros de la Biblioteca Nacional, como
138
ÜNOB VBBBOB, UN ALMA Y UNA SPOCA
ahora le hace estar bien en el sillón de la
Real Academia?
Era, sencillamente, a mi juicio, su nati-
va, profunda y heredada fidelidad al pue-
blo. Esta era la apoyatura que nunca per-
dió su pie. El Ave María que nunca olvi-
dó de rezar al acostarse. El cable que nun-
ca soltó del todo... El voló muy alto, por
agitados y varios vientos, a veces por es-
tremecidas tempestades, pero sin perder
nunca de vista un palmo de tierra anda-
luza, verde de olivos y de cepas, para
caso de necesario aterrizaje.
Detrás de sus más audaces giros métri-
cos estaban siempre, moderándolos y fre-
nándolos, la sabiduría vieja de la segui-
dilla y de la copla. Su tristeza y su deja-
dez de noctámbulo 710 eran reproducción
de las posturas decadentes de los poetas
de "cabaret". Eran auténticas melancolías
139
JOSÉ MARIA PEMÁN
de paseante nocturno por las esquinas de
Santa Cruz: tristeza de manzanilla, que
no náusea de ajenjo.
Todo esto puede confundirse, quizá, a
primera vista, en un examen superficial.
Pero, en un examen más experto y pro-
fundo, la desilusión andaluza, que es la
actitud con que Machado enfoca la tra-
gedia intelectual de su hora, no puede
confundirse nunca con la desilusión es-
céptica y racionalista de toda la pléyade
de poetas satánicos y cabareteros de Eu-
ropa.
140
LA DESILUSIÓN ANDALUZA
A NDALUCIA, cristiana y senequista.
enfoca la vida con un dejo de desilusión.
Todas sus letras clásicas están salpicadas
de sentencias de desengaño, buceadas un
día por el capitán Andrada como despojo
de sus perdidas esperanzas cortesanas, y
otro día cortadas por Rodrigo Caro, como
triste amarillo jar amago, entre las losas
de Itálica. Andalucía, cuando canta, com-
para los bienes con las [lores del almen-
dro y la fortuna con el agua del molino;
y cuando habla inicia todas sus [rases con
ese prologuillo lacónico y rotundo que es
la palabra ¡nadal; de tal modo, que cuan-
141
JOSÉ MARIA PEMÀif
do le preguntan al paisano que vuelve del
pueblo por las nuevas y acaecimientos de
allá, el paisano responde magníficamen-
te: ¡Nada; que se murió Fulano! ¡Nada;
que la Zutana tiene un hijo!... Como dan-
do así a entender que para él el miste-
rio de la vida o el arcano de la muerte:
¡nada!
Pero esa "nada" del andaluz no es la
Nada absoluta y total, a la que, por vacío
interior, por subjetivación racionalista y
escéptica, había llegado el mundo: no es
la nada de un pueblo que en su intelecto
y en su voluntad ha desistido de todo. Es
la nada de un pueblo que sabe que casi
todo es nada, porque todo lo mira sub
speciae aetemiíatis, y todo lo compara
con tres o cuatro cosas eternas, que cons-
tituyen el eje de su vida y su civiliza-
ción.
142
UNOS VERBOS, UN ALIÍA Y VNA »POCA
Andalucía es, sencillamente, un pueblo
que aplica a la vida una tabla de criterios
y una jerarquía de valores, distinta por
completo de los valores y criterios que or-
dinariamente se aplican a la vida. Le pasa
como al poeta o al asceta : que no es que
renuncien a la vida, sino que aplican a
ella un cuadro de valoraciones distinto del
usual, dentro del cual ellos cumplen tam-
bién. a su modo, un programa de vida.
Así el grito angustiado de la vieja segui-
dilla, en que el novio le dice a la novia
pobre: "¡Que no vendas tú, manque pa-
ses jambre, tu mantón bordaol" Grito re-
belde. subversión de la tabla ordinaria de
los valores utilitarios, manifiesto revolu-
cionario de un pueblo soñador y estético,
que contrasta con el mundo actual, por-
que el mundo actual, impregnado, aún
donde menos lo parece, de sentido mar-
3
¡Fi
J03S MARIA PEMÁN
xista y de materialismo histórico, lucha
"por no pasar jambre...", y Andalucía
lucha, cuando lucha, "por su mantón
bordao".
144
POR LAS COPLAS SE SALVÓ
esta misma, genuinamente andaluza,
es la postura de Machado en sus obras
centrales. Olvidar el pan por el mantón.
No el escepticismo total, sino el escepti-
cismo de muchas cosas por amor de unas
pocas. Machado no escribe, como Paúl
Valéry. L'ebauche du Serpent, himno en
alabanza de la "Nada todopoderosa".
Machado, escarbando y ahondando,
como su generación toda, en un temera-
rio e insaciable criticismo, estuvo a pique
de llegar a la Nada. Pero, de pronto, su
hoyo desolado se llenó de agua. Había
dado con la vena popular andaluza. Su
Nada se pobló de coplas... Y por las co-
145
10
joas UARIA PBMAN
pías se salvó, porque las coplas, cuando
iba a ser arrastrado por las olas del total
desistimiento, le anclaron a la vida.
"No hay terreno—dicen los andalu-
ces—que no tenga sus abulagas." Las
abulagas son unas flores silvestres azu-
les, frágiles, humildísimas. Son el último
esfuerzo, mínimo, de la vida vegetal. El
proletariado de las flores. Con ese modis-
mo quieren decir los andaluces que no
hay vida, por yerma y desolada que sea.
que no tenga una última ilusión elemen-
tal. un último atadero humano. Machado
es el poeta, tipicamente andaluz, que
cuando iba a despeñarse por el abismo
nihilista, al que rodó toda su generación,
se salvó gloriosamente, agarrándose a
una mata de abulaga azul.
No hay tiempo para ello: porque las
circunstancias me obligan a escribir casi
146
9
VN08 VERBOS, VN ALMA Y VNA SPOCA
con sobriedad militar. No hay tiempo: si
lo hubiera, podríamos estudiar, más con-
creta y analíticamente, en qué forma la
poesía popular interviene en el mecanis-
mo de la creación poética de Machado,
en funciones de salvavidai „infra el nau-
fragio y grano de alcanfo • coníra la po-
dredumbre.
147
m
FUNCIÓN DE LA REMINIS-
CENCIA POPULAR EN LA
CREACIÓN POÈTICA
HAY pocos estudios sólidos sobre el
turbador fenómeno de la creación poèti-
ca. Los poetas han sido sobre él poco lo-
cuaces. Falta un Castillo interior que nos
explique las moradas del pensamiento
poético, como las del mistico nos las ex-
plica Santa Teresa. Sin embargo, bastan
los estudios últimamente realizados para
ver que en el inicio de la creación poéti-
ca hay siempre un primer punto de lumi-
nosa intercesión y contacto de la intuición
poética y la forma. Al producirse en el
alma del poeta ese relámpago de intui-
ción, que se llama vulgarmente la inspi-
ración, se produce conjuntamente un ger-
148
CNOa VSRBOB, ÜÍT ALMA T UNA SPOCA
men, un esbozo de expresión. "Los dioses
—dice Valéry—nos dan gratuitamente
el primer verso: a nosotros nos toca, lue-
go, elaborar el segundo, de modo que
consuene y no sea indigno de su primo-
génito divino."
Esa primera intuición, que en una per-
fecta conjunción de fondo y forma, bro-
ta, de golpe, del alma del poeta "como
un surtidor de una fuente", según la ex-
presión de Tagore, es la que da a la obra
unidad y perfil. Esa "subitaneidad ini-
cial" es un poco como esos relámpagos
que, en un segundo, nos hacen ver, en la
noche, todo el paisaje: por ella el poeta
se pone de repente en contacto con toda
la masa de la obra, abarcándola, rodeán-
dola y poseyéndola totalmente.
Al que tiene un poco de experiencia
propia de estos fenómenos no le es difi-
9
J O S » HIAStA PBÜSAN
cil, incluso, rastrear, concretamente, en
una obra, la huella de ese primer esbozo
de [orma que se intuye, conjuntamente,
con el objeto central. Hay poemas que
tienen un determinado verso, una deter-
minada exprei ión. en cuyo servicio se ve
que todo él [n • compuesto, y de cuya ex-
pansión y desarrollo se ve que todo él na-
ció. por lo que aparece y reaparece con-
tinuamente en la obra, con una obsesión
pegajosa. Aqui está la razón pro[unda
del leit-motiv en música y de los pies o
estribillos de la antigua lírica: granos y
semillas de poesía, abiertos luego en la
[loración de la glosa. Aqui está también
el hondo secreto de muchas magnas crea-
ciones de Lope y otros dramáticos clási-
cos. armadas y sostenidas totalmente por
la presencia de dos o tres versos mágicos
de un cantarcillo popular... El cantarcillo
150
UNOS VERSOS, UN ALMA Y VNA SFOCA
mistetioso del Caballero de Olmedo, la
; seguidilla suspirante de la Niña de Gó-
mez Arias, son toda la intuición temáti-
ca y central de esas obras, que, desarro-
í liadas luego con una mansa continuidad
\ casi vegetal, cobran por ella unidad.es-
piritual y que, reapareciendo continua-
mente para rociarías, son por ella mante-
I nidas en un mismo nivel de tensión poé-
tica.
151
MACHADO ROBA EL FUEGO
CELESTE. SIN QUEMARSE
ESTE. tan español, tan lopiano, es tam-
bién el mecanismo de los poemas de Ma-
chado. Unas veces más lejano, otras ve-
ces más próximo y concreto, el anteceden-
te popular suele estar siempre ahí, segu-
ro, desinfectante, salvador. Mientras los
demás se consumían en la anemia. Ma-
chado, con pildoras de cantares, a veces
incluso con la dosis homeopática de un
giro, de una palabra, salvaba su buena
salud. Cuando más lejos parecía irse de
la verdad poética, por los tres pasillos de
una "soleá". regresaba a la vida y a la
sensatez. "La Lola se va a los Puertos",
suspiraba un día el poeta, y ya estaba.
152
ÜNOB VBRBOB, ÜN ALUA T ÜNA SPOCA
con la inmensidad de esas ocho silabas
prodigiosas, salvado todo el poema...
Porque del brazo de Lola no se pueden
ir al vacio, ni a la Nada, ni al barrio La~
tino de Paris. Del brazo de la Lola no se
puede ir más que a eso: a los Puertos...,
es decir, a la sal, a la luz y a la vida.
Así se salvó Machado, en la más dra-
mática crisis que han sufrido las letras y
el espíritu humano.
Pocos lograron salvarse en aquella
hora. Casi todos oyeron el silbo tentador
de la serpiente: de la filosofía agnóstica,
que les decía que la mente se bastaba a
si misma y la Poesía también; que podía
hacerse poesía con preterición absoluta
del ser, del objeto externo. Desde enton-
ces se vivió en pleno pecado de "angelis-
mo"; en plena ambición de lograr un co-
nocimiento intuitivo y directo, sin inter-
153
m9
JOBS MARtí PBUAU
medio alguno reflexivo: empresa que ex-
cede las posibilidades del mecanismo in-
telectual del hombre. "Los ángeles caye-
ron por querer ser como Dios. Ahora los
hombres caen por querer ser como ánge-
les. Quieren entender directamente, sin
ideas, anhelo que por ser, a fuerza de
puro, angélico, llega a ser. a fuerza de
orgulloso, satánico. Porque el satanismo
es el castigo caricaturesco y paradójico
de toda ambición excesiva. El ángel qui-
so ser superángel y acabó en diablo. El
hombre quiso ser superhombre y acabó
en "pobre diablo" de manga corta, cue-
llo abierto y pelo ondulado."
Machado no podía llegar a este extre-
mo. El reaccionó, gallardamente, frente al
ultraísmo, primero: luego frente a la moda
efèbica de la poesía pura y deshumani-
zada. Del brazo de la Lola no se podía
I5i
UNOS VER80B, Uìf ALMA Y UNA 6P0CA
ser paro ni deshumanizado. Del brazo de
la Lola había que ser muy hombre e in-
cluso un poco impuro.
Manuel Machado retiró el pie de la
senda peligrosa en el momento preciso:
ni antes ni después. Ni antes, para no de-
jar de lucrar todo lo que esos gloriosos
años de crisis e inquietud poética traían
en si de saludable renovación: ni después,
para no resbalar en el abismo de la nada,
del vacio deshumanizado y creacionista.
Porque el pecado de la poesía nueva
fué, como el pecado adánico, como la am-
bición prometeica de "ser como dioses",
culpa, pero feliz culpa, según canta la li-
turgia, porque llevaba en si la gloria de
la redención. De ese episodio, la Poesía
ha salido redimida, adelgazada de forma
y enriquecida de matices como nunca. En
él el pensamiento, adiestrado en la dura
155
r.
J088 HARIA PEMAN'
gimnasia de la intuición, ha alcanzado su
máximo coeficiente de elasticidad. "El
leñador—siguiendo una metáfora orte-
guiana—'tiene sus músculos tensos, ági-
les, como nunca adiestrados. Sólo falta el
bosque; es decir, el objeto; la cosa sobre
qué operar. La poesía pura y nueva, aún
dentro de su agnoticismo—escribe el Pa-
dre SertillangeS'—, ha logrado alguna vez
dar el "escalofrío de lo divino"; ¿qué no
logrará el poeta nuevo cuando se decida
a abordar de frente "no el vacío de la
Nada, sino la realidad del Ser inefable?"
Pocos pueden contestar tan ciertamen-
te como Manuel Machado a la esperan-
zada pregunta del fino dominico francés.
Manuel Machado es el privilegiado mor-
tal que robó el fuego celeste, sin quemar-
se con él. Se apoderó, sin cortarse ni he-
rirse, de todo el nuevo y finísimo instru-
ios
UNOS TERSOS, UN ALMA Y UNA SPOCA
mental de la nueva poesía. Cuando ésta
se despeñaba en el abismo, él logró asir-
la por los cabellos, y en la mano se le que-
dó lo mejor que ella tenía: la mata lujosa
y regia que disimulaba la inanidad de sus
cascos vacíos. Inmunizado de humanismo
andaluz pudo asimilar, sin peligro, el ve-
neno. Para él fué tónico lo que para mu-
chos fué intoxicación.
157
SEGUNDO ENCUENTRO:
ENTRE PIEDRAS GLO-
RIOSAS
ahí se quedó, con el más [ino y pu-
lido instrumental poético entre las manos,
esperando el advenimiento del ser, del ob-
jeto pleno, que rellenara dignamente
aquella espléndida [orma poética logra-
da con los sudores y los errores de toda
una generación. Ahora llega la hora. La
nueva poesía—guerra loca por la pureza
angélica y por la asepsia total del arte-
había sido un empeño insensato, que ha-
bía tenido sus víctimas y sus mártires.
Muchos habían sucumbido en la pelea...
Pero no los despreciemos; porque ellos
trabajaron para nosotros. A los supervi-
158
VNOB VERBOB, VN A.LMA Y VNA SFOCA
vientes, Manuel Machado, nos está re-
servada la tierra de promisión.
Y la tierra está ya a la vista, en el ho-
rizonte, casi tocándose ya, como en la al-
borada del Nuevo Mundo, con la proa
de nuestra ilusión.
Porque... terminemos como empeza-
mos: con recuerdos personales que man-
tengan, hasta el [in, la tónica humana y
el aire desarrugado de esta sesión. Mi
segundo encuentro, largo, y a la vez de-
tenido, como aquel primero de los libros
viejos y los versos nuevos, con Manuel
Machado, [ué en Burgos, a poco de em-
pezado el Movimiento Nacional. Era un
dia tristón y nublado. Las piedras bur-
galesas rezumaban blanda humedad y
seriedad histórica. Paseamos por un Es-
polón pensativo, orlado de árboles des-
nudos y altavoces con noticias bélicas.
159
JOBS MARIA peXAN
Machado seguía siendo el mismo, sino
que aquel fondo de libros clásicos, sobre
el que le vi la primera vez, se había tro-
cado ahora en un fondo de piedras glo~
riosas y cidianas, llenas de historia anti-
gua e impacientes de nueva historia. Era
como si a aquellos libros de la vieja bi-
blioteca se les hubiera salido toda la subs-
tancia y se hubiesen puesto a vivir de
nuevo, y asi, ahora, se aclaraba del todo
aquella misteriosa solidaridad, que, sin
saberse bien cómo, ligaba al rebelde a
aquel fondo clásico de la Biblioteca Na-
cional. Va dije que sobre aquellos libros
viejos, a pesar de todo, él, el poeta de los
versos nuevos, no acababa de estar del
todo mal... Ahora, sobre estas piedras vie-
jas, estaba definitivamente bien.
Hablamos de la guerra. Del enorme
volumen de cosas que en ella se iban y
160
UNOB VaRmS, UN ALMA Y UNA ÉPOCA
se evaporaban. Hicimos un poco el re-
cuento y la lista de bajas. Las personales
primero: los amigos; éste, aquél, el otro.
Luego los espirituales: el agnosticismo
lànguido y decadente; el arte puro, la
poesia deshumanizada, la suficiencia ra-
cional, el exotismo, la extravagancia. Ba-
jas de la guerra todo esto. Las enterrába-
mos. en nuestra charla, sin ira ni despre-
cio. Hasta les arrojábamos sobre sus tum-
bas, con melancolía, unos puñados de flo-
res: no en balde los dos teníamos ya he-
bras de plata en el cabello... Para, en se-
guida. hacer el recuente ilusionado de lo
que quedaba en pie; de lo que. por sí sólo,
compensaba tanto y tanto aniquilamien-
to: España, la Fe, la Verdad, el Amor.
Los fondos humanos de la poesía popu-
lar. Todo lo que arropado y defendido
en la inmunidad de los romances y las co-
lei
JOBS MARIA PEMAN
pías, había logrado atravesar, sin que-
branto, la catástrofe de la poesia, del pen-
samiento y del mundo, y arribaba ahora
a la otra orilla, sano y salvo, en espera
de un nuevo laboreo artístico. Y Manolo
Machado, bajo los árboles húmedos del
Espolón, coronados a lo lejos por el dís-
tico gris de las torres de la catedral, aca-
bó recitándome, en esa media voz con-
fidencial, como él sabe hacerlo, unos so-
netos plenos, estremecidos, hermanos ge-
melos de los maravillosos sonetos del
Lope de la contrición.
Era el mismo Manuel Machado, sal-
vado por su raiz popular y españolísima;
llegado, sin esfuerzo, a la última conse-
cuencia. La copla y la seguidilla, sin per-
der su paso, se le habían vuelto saeta:
eso era todo. Su espléndido instrumental
poético había encontrado el Ser pleno e
162
UNOS VERSOS, Uíf ALMA Y VNA SPOCA
inefable que lo vivificara y lo rellenara.
Su tristeza se había hecho pensativa. La
Virgen, andalucísima y folklórica, "la que
saca las almas del purgatorio", había sa-
cado su poesía, redimida y purgada, del
fuego torturador y divino del Mal Poema.
163
TERCER ENCUENTRO:
EN LA ACADEMIA
H E aquí el espléndido documento hu-
mano de una época dramática. He aqui
la historia verídica de un alma apasiona-
da, que vivió montada a caballo entre dos
horas difíciles. Alocado fué el galope del
caballo. Pero él, como buen andaluz, era
experto jinete y supo apretar las rodillas
y mantenerse erguido.
Y, al fin, aquí lo tenéis. Como cierre
lógico y final apoteosis de su vida galo-
pante; aquí le tenéis, en la Academia...
He aqui nuestro tercer diálogo, poeta.
Primero, entre los libros de la Biblioteca.
Luego, entre las piedras de Burgos. Hoy,
entre las sillas de la Academia; tres pun-
164
VN08 VERSOa, üN ALUA Y VNA SPOCA
tos por donde se traza la línea ascenden-
te de una vida y una gloria.
Y ahora, en este postrer diálogo, mi
palabra es toda salutación y optimismo.
Ya no hay que hablar ni de muerte ni de
desilusión, poeta. Lo que tenía que morir,
ya ha muerto. Cuando tú, en la dedica-
toria de tu segundo libro, creías que era
el último; cuando decías aquello de "el
médico me manda no escriba más", y te
quedaban páginas y páginas por escribir
todavía; cuando titulabas otro maravillo-
so libro tuyo, para mi gusto el mejor, Ars
Moriendi, no eras tú, era tu mundo el que
moría. Aquello que tú olfateabas con olor
de muerte era esto : la guerra; la lista de
bajas que ayer recontábamos. Pero entre
tantas bajas han quedado en pie tres o
cuatro cosas fundamentales, por las que
ahora es preciso vivir ilusionadamente. Lo
165
JOB£ MARÍA PSMAN
que tenia que morir, ya ha muerto. Ya no
es hora de escribir el Ars Moriendi. Ya es
hora de escribir un nuevo arte, terco y vo-
luntarioso, de vivir y triunfar.
En sus dinteles te esperan Dios y Es-
paña; en sus dinteles, la Belleza y el
Amor, ascendidos ahora de anécdota a
categoria, y ahora empenachados por
unas mayúsculas que anuncian su más
solemne universalidad. Que Dios te dé,
poeta, años y salud para la nueva tarea.
Y que te dé Dios, en ella, sobre todo, la
paz del espíritu, esa paz hecha de cosas
fundamentales y eíernas que España bus-
ca ahora, y que es la misma que ayer, sin
saberlo tú mismo, buscaban, con tanta
angustia, el hastio de tus ojos y la sed de
tus labios.
166
¿ÉfeMHMlllÉ
»»¿m»
SE ACABÓ DE IMPRIMIR
ESTE LIBRO
EN L O S T A L L E R E S < DIANA>,
MELÉNDEZ V A L D É S , 40, MADRID
EN E N E R O DE
1940
sasm
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r-
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i''•'^'i-V'-'-'i-'is'
B&ÈMT
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XSújí^.M'
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PRECIO:
S E I S
PESETAS