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La Posverdad - Entrevista A Roberto Aparici y David García - Marín

La posverdad es un fenómeno que implica la manipulación de la realidad, donde las emociones prevalecen sobre los hechos, complicando su definición y diferenciación de conceptos como fake news. En una era digital, la posverdad se manifiesta a través de la manipulación mediática y la radicalización de opiniones, exacerbada por la fragmentación de la información en redes sociales. Este fenómeno tiene causas multidimensionales y plantea desafíos sobre la verdad y la representación en un contexto donde la voz de las minorías a menudo queda silenciada.
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La Posverdad - Entrevista A Roberto Aparici y David García - Marín

La posverdad es un fenómeno que implica la manipulación de la realidad, donde las emociones prevalecen sobre los hechos, complicando su definición y diferenciación de conceptos como fake news. En una era digital, la posverdad se manifiesta a través de la manipulación mediática y la radicalización de opiniones, exacerbada por la fragmentación de la información en redes sociales. Este fenómeno tiene causas multidimensionales y plantea desafíos sobre la verdad y la representación en un contexto donde la voz de las minorías a menudo queda silenciada.
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La Posverdad.

Entrevista a Roberto Aparici


y David García –Marín
Madrid, 11 de febrero de 2020
Una nueva palabra en la realidad sociotécnica para señalar el viejo fenómeno de la
manipulación. ¿Qué pasa cuando lo que aparentemente es verdad se vuelve más
importante que los hechos?

Por
Dra. Cristina Bulacio1

El tema de la posverdad circula cotidianamente sin que sepamos exactamente qué


es lo que esta nueva palabra nombra. Hay una cierta idea de que la Posverdad tiene
que ver con la distorsión deliberada de una realidad donde se apela menos a los
hechos que las emociones para influir en la manera de pensar y decidir de la opinión
pública.
Entre los intelectuales aun cuesta que se pongan de acuerdo sobre cómo definirla, a
qué apunta, de qué asunto habla. A menudo se confunde posverdad con fake news o
con mentiras. Queda a la vista que las dificultades que plantea la reflexión que puede
hacerse sobre el tema dan cuenta de un asunto complejo, que nos fuerza a interpretar
las variables que intervienen desde distintas perspectivas.
Para ello conversamos con Roberto Aparici, director del Máster de Comunicación y
Educación en la Red, profesor de la UNED y director del Máster de Periodismo
Transmedia con la Agencia EFE; y con David García-Marín, investigador y docente
en la UNED especializado en comunicación y educación. Ambos catedráticos vienen
pensando el tema junto a colegas de distintos países y recientemente volcaron ese
análisis en el libro La Posverdad. Una cartografía de los medios, las redes, la
política, editado por Gedisa.

1
Doctora en Filosofía. Profesora Titular Consulta Universidad Nacional de Tucumán. Investigadora y ensayista. Presidenta
de la Academia de Ciencias morales, jurídicas y políticas de Tucumán. Profesora de Seminarios de Posgrados en
universidades argentinas y extranjeras. Miembro de Honor de la Universidad San Pablo. Autora de Borges. Entre el tiempo
y la eternidad, Como el rojo Adán del Paraíso (ensayo de Antropología filosófica) Antropología y arte, Los escándalos de
la razón en J. L. Borges, De Laberintos y otros Borges, Dos Miradas sobre Borges (Bulacio-Grima). Compiladora de libros y
autora de numerosos artículos en Revistas nacionales y extranjeras.
¿Hablar de la posverdad no nos exige, antes de hacerlo, investigar qué se
entiende por verdad?

R.A.: Sí, ese fue nuestro punto de partida y, para ello, tuvimos en cuenta una
conferencia que el filósofo Jacques Derrida ofreció en Buenos Aires en los años 90,
a la que pude asistir, donde planteaba que toda mentira tiene una historia y había que
indagar en ella. Lo que nosotros hicimos fue tener en cuenta el planteamiento de
Derrida para aplicarlo al término posverdad que se convierte en palabra del año en
Gran Bretaña en el 2016. A su vez, una serie de acontecimientos que vienen
ocurriendo en los últimos años vinculados a los medios de comunicación y al
tratamiento de la información nos llevó a plantearnos un libro poliédrico que abordara
este tema desde el campo de los medios de comunicación.

D.G.M.: Efectivamente, nosotros enmarcamos el término posverdad dentro del


ámbito mediático y su conexión con la política y las redes. Es un hecho que la verdad
periodística es difícil de lograr, ya que generalmente los medios tienen demasiadas
hipotecas que pagar, substanciadas en intereses políticos y económicos.
Históricamente, cada medio siempre observó la realidad desde un marco diferente,
de acuerdo siempre a su línea editorial.

Hablar de posverdad utilizando ese prefijo pos nos coloca en la tesitura de


reflexionar sobre la verdad y sobre cómo definimos las nuevas formas de
manipulación y control ejercidas en el contexto digital…

La diferencia con la nueva era digital estriba en la multiplicación de las plataformas y


de los productores de contenidos, así como la aceleración del hecho comunicativo e
informativo. Hablar de posverdad utilizando ese prefijo pos nos coloca en la tesitura
de reflexionar sobre la verdad y sobre cómo definimos las nuevas formas de
manipulación y control ejercidas en el contexto digital, que mantienen lógicas
diferenciales con respecto a la mentira tradicional. Usar ese prefijo sirve para
situarnos en una era diferente a la anterior pero que aún no ha encontrado un
concepto radicalmente nuevo para definir este nuevo contexto.

¿Aceptaremos que la verdad se enmarca en la vieja definición aristotélica de la


“concordancia entre lo que se dice y aquello sobre lo cual se dice algo”?

D.G.M.: En términos generales, la verdad tiene que ver con la adecuación entre lo
que sucede y lo que se cuenta. En el campo mediático existe un problema de raíz: es
imposible representar todo lo que sucede, por lo que la primera acción que ha de
realizar un medio o un periodista es la selección de los hechos que van a formar parte
de las páginas de un periódico o de la emisión de un informativo en radio o televisión.
Ahí se establece una primera manipulación, relacionada con los temas que son
incluidos en la agenda mediática y que, automáticamente, se transfieren a la opinión
pública. La posibilidad de manipulación a partir de procesos de selección no termina
ahí: cuando un asunto ha sido seleccionado para formar parte de un informativo, el
editor puede presentarlo desde una perspectiva plural que refleje las diferentes
formas de entender tal asunto o puede, por el contrario, ofrecer una visión única sobre
el tema. O puede situar el tema en una de las múltiples perspectivas desde la que la
realidad puede ser mirada. La elección de esa mirada, que siempre obedece a unos
intereses dados sirve para construir la realidad de un modo determinado y no de otro.

R.A.: Toda información es una construcción y ¿a qué tipo de construcciones asistimos


a diario? ¿Hasta qué punto no debemos considerar que los telediarios, los periódicos,
los medios de comunicación en su conjunto, ficcionalizan la realidad de acuerdo a los
intereses de empresas y políticos?

Desde Nietzsche sabemos que inevitablemente hay un juego entre texto y


contexto; todo acontecimiento de la realidad es interpretado de modo diferente
en cada tiempo y lugar. No existe la realidad desnuda, incluso la ciencia hace
interpretaciones. ¿No será la posverdad una nueva palabra para viejos
asuntos?

R.A.: Este es un viejo asunto que toma otras características, otros formatos y otras
potencialidades a partir de los escenarios y las tecnologías digitales. Es importante
destacar que este tema, desde otra perspectiva, fue abordado ya en los últimos treinta
años del siglo XX cuando se hablaba de manipulación en los medios. En ese sentido,
creo que es importante destacar la obra Manual de autodefensa comunicativa de
Hellmuth Benesch. En estos últimos años del siglo XX, era un tema que preocupaba,
pero no a muchos sectores de la sociedad, en ningún momento adquirió la relevancia
que tiene en nuestros días. En el caso de España, la actuación más destacada en
este campo fue llevar a los tribunales a Radiotelevisión Española por un caso de
manipulación sobre la huelga general de 2003. Este tema, los asuntos relativos a la
manipulación, quedó silenciado o invisibilizado en estos últimos años hasta que los
episodios relacionados con el Brexit y la elección de Trump abren de nuevo el debate.
Es novedosa la fortaleza de las redes para la segregación de la sociedad en
bandos, su capacidad para la reclusión en burbujas ideológicas mediante
procesos de tribalización 2.0 y, sobre todo, su potencialidad para la
radicalización de los usuarios.

D.G.M.: En este contexto, el término posverdad sirve para hablar de procesos de


manipulación que en el ámbito digital adquieren naturalezas y dimensiones diferentes
a las tradicionales. Es una palabra nueva para hablar de procesos nuevos, similares
a los desarrollados en otras épocas, pero con matices diferenciales decisivos e
inherentes a la nueva realidad sociotécnica. Por ejemplo, la capacidad de
verosimilitud que ofrecen las tecnologías aplicadas a las deepfakes, – vídeos
manipulados donde un personaje aparece ofreciendo un discurso o ejecutando
acciones que realmente no llevó a cabo -, presenta una capacidad manipuladora
inédita hasta el momento. Tampoco tiene precedentes en la historia la velocidad con
la que la información, y la desinformación, se propaga, ni la ubicuidad de los
instrumentos y plataformas que utilizamos para producir y recibir la información.
También es novedosa la fortaleza de las redes para la segregación de la sociedad en
bandos, su capacidad para la reclusión en burbujas ideológicas mediante procesos
de tribalización 2.0 y, sobre todo, su potencialidad para la radicalización de los
usuarios. Aunque en este punto, es necesario establecer un matiz. En realidad, las
burbujas informativas e ideológicas siempre existieron: en la era analógica, cada
lector de periódicos elegía la cabecera que mejor conectaba con sus ideas y la misma
lógica aplicaba cuando tenía que escoger la emisora de radio que escuchar, el canal
televisivo a través del cual informarse, etc. Desde siempre, las decisiones humanas
han tenido cierto componente endogámico. La novedad de nuestros días no es la
presencia de estas burbujas, sino su mayor capacidad para la radicalización.

El consumo televisivo o la lectura de la prensa son actividades que se realizan de


forma privada, en la soledad del hogar; mientras que la información que nos llega a
través de las redes viene envuelta por una cascada de opiniones de usuarios que
piensan como nosotros, lo que refuerza nuestras ideas y nuestros prejuicios. La era
de la posverdad es también la era de la radicalización y la polarización de las
posiciones.

La posverdad tiene una carga afectiva muy fuerte, por eso es operativa. El sujeto
escucha lo que armoniza con sus creencias y actitudes. ¿La posverdad es
similar a la ideología? Pienso la ideología, como una idea fuerte, una creencia
inconsciente que tonaliza todas ideas del sujeto sin que sea evidente para él
mismo; por tanto, no puede pensar fuera de esos parámetros; cree ver los
hechos tal cual son.

D.G.M. y R.A.: La posverdad es un fenómeno multidimensional. Tiene causas


político-sociales, económicas, tecnológicas, epistemológicas y también psicológicas.
Lo que indicas en tu pregunta tiene que ver con esta última dimensión. Es difícil
abstraerse de nuestros sesgos cognitivos y de la exposición selectiva hacia los
medios. La exposición selectiva -concepto con larga tradición en el estudio de los
medios- ya fue teorizada por Katz y Lazarsfeld a mediados del siglo XX. Afirma que
tendemos a consumir aquellos medios e informaciones que más se alinean con
nuestra ideología y nuestra forma de ver el mundo. Del mismo modo sucede en las
redes: tendemos a seguir a aquellos sujetos con los que sentimos algún tipo de
afinidad. Pero, ¿qué sucede cuando una información produce una disonancia
cognitiva; es decir, cuando no se alinea con o contradice nuestra ideología? En tales
situaciones, siguen operando nuestros sesgos cognitivos en forma de lo que los
psicólogos denominan “razonamiento motivado”, que consiste en la construcción
artificial de una explicación para adecuar la realidad – la información que nos llega- a
nuestras visiones del mundo. El razonamiento motivado es una forma de corregir las
disonancias cognitivas. La multiplicación de canales informativos que han florecido
desde la llegada de la Web 2.0 provoca que estos procesos -acción de los sesgos
cognitivos y razonamiento motivado- estén presentes de forma constante en nuestro
día a día. El narcisismo es el gran metarrelato del hoy, nuestras pantallas no solo son
escaparates donde nos mostramos constantemente; también son espejos donde nos
vemos reflejados cuando, recluidos en nuestras burbujas, observamos a los que son
iguales que nosotros.

La mentira es intencional; queda claro que el mentiroso conoce la verdad y la


oculta a sabiendas. Posverdad y mentira no son lo mismo. ¿Cómo
diferenciarla?

R.A.: En nuestro libro La posverdad. Una cartografía de los medios, las redes y
la política, Gedisa, 2019, afirmamos que la historia de la mentira no es la historia de
un error. No debemos hablar de errores, sino de mentiras intencionadas. Existen
diferentes conceptos que pueden asociarse a la mentira, pero no son exactamente
sinónimos de mentir. El error, el fraude, la astucia, la invención política, la
construcción de una historia ficticia no son equivalentes a la mentira.
Es muy difícil encontrar en la Red la voz de los desposeídos, de las minorías.
La Red ha democratizado poco nuestras sociedades. Los relatos hegemónicos
siguen coincidiendo con los de las clases dominantes, mientras muchos
grupos y colectivos continúan formando parte de los olvidados, de los
invisibles, de “los otros”.

El problema viene cuando todas estas dimensiones aparecen, de alguna forma,


mezcladas de tal manera que resulte imposible diferenciar cada una de ellas. La
posverdad construye un relato coherente, convincente y con un marcado carácter
emocional que va a afectar a los públicos. Un estudio realizado en 2018 por el MIT
confirma que los relatos falsos se expanden más fácilmente y llegan más lejos en las
redes que la verdad, y quienes expanden estas falsedades somos los propios
usuarios que les damos, a su vez, un carácter aún más emocional.

D.G.M.: En este sentido, en nuestro libro, Leonardo Murolo, profesor de la


Universidad de Quilmes, Argentina, establece una propuesta de análisis sobre el
concepto de posverdad en su articulación con la idea de las noticias falsas. Afirma
que posverdades son los marcos de pensamiento o ideas generales que se
transmiten y/o son generadas en la población a fin de hacer más creíbles las noticias
falsas que asientan o substancian tales marcos. Por ejemplo, en un clima de
indignación general ante las hipotéticas prácticas corruptas de la clase política,
independientemente de si tales existen o no, es mucho más fácil asentar
determinadas informaciones falsas sobre corrupción vinculadas a un dirigente en
concreto. La posverdad crea un determinado estado de opinión desde el que la
mentira penetra mejor, se establece de forma más efectiva y resulta más creíble.

Ustedes dicen que hoy por la multitud de medios de comunicación a nuestro


alcance nos sentimos empoderados, sin percibir la falsedad del asunto; en
realidad otros deciden por nosotros. ¿Tiene este panorama alguna salida?,
¿puede alguien –por tener conciencia de esto– librarse de esta situación?

D.G.M.: Internet nació como una posibilidad de democratización y empoderamiento


para aquellos que no disponían de voz para formar parte del discurso público. Sin
embargo, década y media después de la llegada de la Web 2.0, observamos cómo
aquellos planteamientos no son más que el incumplimiento de una promesa.
Aparentemente, el ciudadano participa en los entornos digitales, crea contenido,
forma parte de los relatos. Pero en un entorno con tanta sobrecarga de información,
la clave no está en tener voz, sino en ser visible para tener influencia. En este sentido,
observamos cómo en la Red la visibilidad y la relevancia están desigualmente
repartidas: las redes y plataformas sociales reproducen la estructura de influencia – o
lo que es lo mismo, la estructura de poder- propia de los espacios offline. Aquellos
que logran tener influencia con su participación online forman parte de las oligarquías
que ya estaban empoderadas antes de la llegada de los espacios digitales. Es muy
difícil encontrar en la Red la voz de los desposeídos, de las minorías. La Red ha
democratizado poco nuestras sociedades. Los relatos hegemónicos siguen
coincidiendo con los de las clases dominantes, mientras muchos grupos y colectivos
continúan formando parte de los olvidados, de los invisibles, de “los otros”.

R.A.: En el campo académico, se sigue diferenciando entre medios analógicos -


tradicionales -, y redes sociales, espacios virtuales supuestamente gobernados por la
acción de los usuarios que proponen temas alternativos a los que podemos encontrar
en los mass media. La distinción entre ambas esferas es errónea por una cuestión
fundamental: los medios tradicionales – radio, grandes periódicos, TV-, también
forman parte de las redes y se erigen en ellas como actores de influencia esenciales.

El mundo no era más objetivo hace 50 años. Era tan poco veraz como lo es
ahora. El hecho de tener más medios y más información no significa que
estemos expuestos a relatos diferentes, sino que estamos enfrentados a una
misma voz múltiples veces, repetida por múltiples altavoces.

Si revisamos en este momento cuáles son los temas más comentados en


Twitter, trending topics, ¿cuántos proceden de los medios tradicionales, sobre todo
de la TV, o de otros actores que forman parte del establishment? ¿Y cuántos derivan
de la acción ciudadana? Con el actual modelo algorítmico bajo el que está asentada
la Red, dando más visibilidad a aquellos contenidos que reciben más enlaces y
estableciéndose así un evidente sesgo de popularidad, las posibilidades de influencia
y empoderamiento del ciudadano medio son escasas.

Insisto, ¿creen ustedes que haya alguna posibilidad de evitar ser víctima de la
posverdad y su relativismo, su falsedad? ¿Cómo serían esos mecanismos, qué
recursos se podrían poner en práctica?

R.A.: Esta cuestión que plantea ya fue objeto de análisis y de prácticas con los medios
de comunicación convencionales. Desde finales de los años 60 del siglo XX, surge un
movimiento con diferentes nombres en el mundo anglosajón y en el contexto
latinoamericano que tenía como objetivo convertir a los usuarios en lectores críticos
de los medios. En el mundo anglosajón, este movimiento se denominó Media Literacy
y Media Education; en el campo latinoamericano adoptó el nombre de
Educomunicación; mientras que en el español específicamente se denominó
Educación Mediática. Estas acciones tuvieron gran fuerza, por un lado, en el Reino
Unido, Australia y Canadá. En el caso europeo, se centraron en Francia, Italia y
España. En Latinoamérica, los focos fueron México, Ecuador, Brasil, Uruguay, Chile
y Argentina. Este movimiento fue intenso y preocupó en un primer momento a los
gobiernos. Pero, no se llegó a institucionalizar en los sistemas educativos. Al no
instalarse en la vida de las escuelas como el hecho de aprender a leer y escribir o ser
un aspecto fundamental en los exámenes de acceso a la universidad, salvo en el caso
del Reino Unido, la formación en comunicación terminó invisibilizándose.

Creo que la única posibilidad para la Educomunicación, Media Literacy o Educación


Mediática es articularla a través del estudio de la posverdad, no solo en el campo
informacional, sino en la reflexión sobre cómo está presente en el mundo del deporte,
de la moda, de la música o de la empresa. Sin embargo, tengo serias dudas que los
gobiernos realicen algo en este sentido porque, de alguna manera, en muchos casos
los propios gobiernos son cómplices de la posverdad junto con corporaciones,
empresas y diferentes plataformas. Todo este sistema de posverdad a escala global
se articula y distribuye a través de las redes y requiere de la complicidad de todos. Si
no hacemos algo a nivel ciudadano, la posverdad va a terminar ocupando todos los
espacios de la sociedad y transformándose en “la verdad”.

D.G.M.: En efecto, aquí la educación tiene mucho que decir. Pero debe ser una
educación crítica sobre los medios que se aparte de muchas de las actuaciones que
se están llevando a cabo en este momento. De forma errónea, se sitúa el foco de la
solución en la enseñanza de instrumentos tecnológicos y software específico que
ayude a detectar las mentiras, la manipulación de imágenes, la propagación de
hashtags, etc. En realidad, el centro del problema está en aprender a leer los medios
de forma crítica. La capa tecnológica puede servir como apoyo, pero es mucho más
importante desentrañar los procesos ocultos que guían la producción del contenido
mediático que nos llega a diario, así como los intereses y los relatos que subyacen
bajo tales contenidos.

R.A.: Esto sería lo ideal y lo urgente, pero no creo que los gobiernos lo pongan en
marcha de manera inmediata. Esto significa que es imprescindible y necesario
concienciar a los políticos y las ONG sobre la gravedad de la situación a la que nos
enfrentamos sin una información veraz en cualquier campo. En la situación actual,
estamos condenados a vivir en falsas democracias.

Los medios masivos son los que nos proveen de información al tiempo que nos
enseñan a cada uno cuál es la “representación de la realidad”. Ahí reside la
clave del asunto. ¿Hay o habrá otro modo de vivir y recibir información que sea
más objetiva?

R.A.: Creo que no es apropiado hablar de objetividad. Las diferentes empresas


informacionales venden la realidad a su medida. Lo han hecho siempre. El mundo no
era más objetivo hace 50 años. Era tan poco veraz como lo es ahora. El problema es
que ahora la expansión informacional tiene unas magnitudes como nunca las tuvo y
el alcance es más global y reiterativo. El hecho de tener más medios y más
información no significa que estemos expuestos a relatos diferentes, sino que
estamos enfrentados a una misma voz múltiples veces, repetida por múltiples
altavoces.

D.G.M.: En relación con lo que indica Roberto, el gran triunfo del sistema neoliberal
es el convencimiento de que no hay alternativa, de que otro mundo no es posible.
Caer en esa trampa es un error. Claro que otro Internet es posible, igual que hay
posibilidad de construir un sistema de medios diferente. De hecho, el actual momento
de posverdad y auge de la desinformación debe ser una excelente oportunidad para
que los medios de calidad reivindiquen su papel en las sociedades democráticas, para
que apuesten por un periodismo más factual y menos emocional y para que se rebelen
contra las dinámicas de aquellos actores que pretenden extender la falsedad con
aviesas intenciones.

Aparece como uno de los efectos de la era de la posverdad la incerteza en la


que vive el sujeto social y sus efectos: desconfianza y debilidad institucional.
¿Puede alguien con vida normal vivir en la incerteza? ¿No será esa incerteza, y
la angustia que produce, lo que favorece el cultivo de los fanatismos políticos
y religiosos y, como consecuencia, el terrorismo?

D.G.M.: La incerteza de nuestro tiempo fue magistralmente teorizada por Bauman a


través de la metáfora de la liquidez que él aplicó a los diferentes órdenes de la
sociedad, el trabajo, la educación, la economía, las relaciones sociales, etc. El
individuo medio ha pasado de tener una vida razonablemente anclada a un espacio y
a una identidad sólida, configurada a través de su empleo, sus relaciones personales,
etc. que se mantenían casi inalterables durante toda su vida, a tener que reinventarse
cada cierto tiempo debido a la velocidad de cambio de nuestra era. El individuo se ve
abocado a una constante adaptación que genera evidentes tensiones, inseguridades
e incertezas que en ocasiones desembocan en una falta de confianza en las
instituciones encargadas de proporcionar esa seguridad perdida. Sin embargo, la falta
de credibilidad en los medios como institución esencial para las sociedades
democráticas es la consecuencia de un claro trabajo disfuncional de los propios
medios que, en lugar de constituirse como actores de vigilancia de los poderes, se
han aliado con ellos dejando desprotegidos a los ciudadanos. El desprestigio de la
profesión periodística es un catalizador de los procesos de posverdad: si los
ciudadanos dan la misma credibilidad a los medios de comunicación profesionales
que a cualquier información que circule por la Red, es decir, si se coloca al mismo
nivel la información contrastada y de calidad que la manipulada o inventada, la
ciudadanía se convertirá en presa fácil de la mentira.

R.A. En cuanto a la acción de los medios, uno de los aspectos centrales de los últimos
años es analizar cómo han fomentado y acrecentado el mundo de los fans. En las
producciones de películas o de series, una parte del presupuesto está dedicada a
incentivar el compromiso y posterior consumo de los usuarios más dedicados a las
empresas de la industria cultural. Incluso, hay fans que son parte de la producción
que crean contenidos que terminan monetizando las marcas. A su vez estos fans que
forman parte de la producción, de alguna manera, intentan ser los modelos para el
resto de fans de la misma marca. Así como en un periódico se creaban falsas cartas
al lector, aquí se crean evangelizadores de las grandes corporaciones, que son los
formadores del resto de miembros y fans de esa comunidad.

Sobre la cuestión del terrorismo a la que se refiere, disiento de su planteamiento.


Pienso que los propios medios actúan como terroristas comunicacionales, no que
generan terroristas de diferentes nacionalidades. El terrorismo está dentro de los
propios medios. No ponen bombas, no ametrallan a un pueblo, ni incendian ciudades.
Hacen algo más feroz: comen conciencias y cercenan el pensamiento crítico y
disidente. Cada medio potencialmente actúa como un terrorista de la comunicación.
Su objetivo es el espectáculo, el entretenimiento, el engaño y ofrecer algo de
información para no hacer demasiado evidente la acción que están ejecutando sobre
nosotros. Este no es un punto de vista apocalíptico, sino una perspectiva sociocrítica
acerca de lo que estamos viviendo y lo que está por venir.
Tomado de:
La Posverdad. Entrevista a Roberto Aparici y David García –Marín | Letra Urbana

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