INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA
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El Origen de la Sociología
(Anthony Giddens, 2001)
Si el origen histórico de la reflexión sobre los problemas sociales puede ubicarse muchos siglos
atrás, es un hecho que la sociología, como campo definido del conocimiento, recién aparece al
promediar el siglo XIX. Filosofías de la sociedad y doctrinas para poner en marcha procesos de
reformas aparecen en el remoto pasado humano, a menudo ligadas a especulaciones religiosas y
casi siempre referidas a los problemas de organización de la sociedad y el Poder. En el
pensamiento occidental este proceso nace con los griegos, para prolongarse sin mayores
discontinuidades en la cultura medieval.
El punto de ruptura de esa tradición, que permitirá progresivamente la constitución autónoma del
conjunto de las hoy llamadas ciencias sociales, se halla en el Renacimiento. El precursor
reconocido para este nuevo continente del conocimiento será Nicolás Maquiavelo (1469-1527),
cuya obra marca la liberación, para la reflexión sobre la política, de sus condicionantes teológicas
o filosóficas. Lo que podríamos llamar ciencia política, esto es, teoría del gobierno y de las
relaciones entre el gobierno y la sociedad, es el primer campo secularizado del saber que habrá
de irse constituyendo dentro del orden más vasto de las ciencias sociales. Campo en el que
coexisten al lado de las prescripciones de lo científico -aún balbuceante- las sutilezas del "arte",
es decir, los cánones para la acción que permitan diferenciar al "buen" del "mal" gobierno. Esta
anticipación de la teoría política sobre el resto de las otras disciplinas no se debe al azar. El origen
y el desarrollo de cada campo del conocimiento se vincula siempre con las preguntas que plantea
el desenvolvimiento social. El surgimiento de las naciones y de los estados centralizados ponía en
el centro del debate el tema de la organización del poder que, bajo el modo de producción
capitalista entonces en expansión, no podía ser pensado sino como un contrato voluntario entre
sujetos jurídicamente iguales. Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, son algunos de los
jalones en ese camino de constitución de un nuevo saber, más riguroso, sobre el sentido de las
relaciones sociales entre los hombres.
Lo social y lo político, que hasta entonces aparecía como algo dado, invariante, fijo, absolutamente
regulado por un sistema organizativo que no distinguía lo público de lo privado, comienza a ser
pensado como un proceso de construcción colectiva en el que el hombre precede a la sociedad,
la crea y la organiza. Nace la idea del "contrato social", de la soberanía popular y de las formas de
representación de esa soberanía que, con distintos matices, recorre el pensamiento político desde
el siglo XVI. Este es un producto, en el plano de la teoría, de la generalización de las relaciones
mercantiles: el nacimiento de la ciencia política, la primera -cronológicamente- de las nuevas
ciencias sociales.
El segundo movimiento corresponde a la economía política. William Petty, Adam Smith y David
Ricardo significan en el plano del pensamiento económico lo que Hobbes, Locke o Montesquieu
en el de la reflexión sobre las relaciones entre la sociedad y el poder. Las etapas de fundación de
la economía política siguen también los ritmos del desarrollo de la sociedad: en un principio eran
los problemas del cambio, de la circulación, los predominantes; más tarde, especialmente a partir
del siglo XVIII, la atención se dirigirá a los problemas de la producción. Es que comenzaba la
Revolución Industrial.
Tanto la ciencia política cuanto la economía política no eran concebidas por sus fundadores como
compartimientos cerrados, como disciplinas irreductibles. Eran, en realidad, fragmentos de una
única ciencia de la sociedad. En algunos casos los campos de interés común se entrelazaban en
un solo individuo: Locke ha pasado a la historia de las ideas como precursor de la ciencia política
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y también de la economía política. Hechos políticos y hechos económicos eran concebidos, en
general, como fenómenos que se cruzaban y se condicionaban mutuamente.
El Origen de la Sociología
Ya casi pertenece al sentido común definir a la sociología como "ciencia de la crisis". La definición,
ambigua, merece ser aclarada, sobre todo porque para algunos el acople del término de crisis
importa cargar a la sociología con un contenido intrínsecamente transformador o aun
revolucionario. Piénsese, por ejemplo, en la desconfianza con que el pensamiento más
cerradamente tradicionalista observa contemporáneamente a esta disciplina, a la que le atribuye
poco menos que significados destructivos del orden social.
Nada más lejano a esos propósitos podrá encontrarse, sin embargo, en la génesis de la sociología,
el tercero de los grandes campos del conocimiento referido a las relaciones entre los hombres que
surgirá después del Renacimiento. La sociología es un producto del siglo XIX y en ese sentido
puede decirse, efectivamente, que aparece ligada a una situación de crisis. Pero la respuesta que
a ella propondrá, desde sus fundadores en adelante, es antes bien que revolucionaria,
conservadora o propulsora de algunas reformas tendientes a garantizar el mejor funcionamiento
del orden constituido.
En este sentido, el origen de la sociología se diferencia nítidamente del desarrollo de la ciencia
política y de la economía. Ambas, girando alrededor de las ideas de contrato y de mercado,
sostenidas sobre el principio de la igualdad jurídica de los hombres, construían las teorías
específicas que generalizaban, en el plano del pensamiento, las relaciones sociales históricamente
necesarias al desenvolvimiento del capitalismo. Complementaban en esta forma los avances de
las ciencias naturales contribuyendo a la secularización del mundo, a la proyección del hombre
burgués al plano de dueño y no de esclavo de la naturaleza y de la sociedad. El nacimiento de la
sociología se plantea cuando ese nuevo orden ha empezado a madurar, cuando se han
generalizado ya las relaciones de mercado y el liberalismo representativo, y en el interior de la
flamante sociedad aparecen nuevos conflictos, radicalmente distintos a los del pasado, producto
del industrialismo.
El estímulo para la aparición de la sociología es la llamada Revolución Industrial; mejor, la crisis
social y política que dicha transformación económica genera. Con ella aparece un nuevo actor
social, el proletariado de las fábricas, vindicador de un nuevo orden social. Para dar respuesta a
las conmociones que esta presencia señala, en el plano de la teoría y de la práctica social,
aparecerán dos vertientes antitéticas: una será la del socialismo -proyectado del plano de la utopía
al de la ciencia por Karl Marx-; la otra lo que configura la tradición sociológica clásica.
El orden estamental del precapitalismo aseguraba una unificación entre lo social y lo político-
jurídico. El capitalismo disolvería esta identidad entre lo público y lo privado y con ello la idea de
la armonía de un orden integrado. La sociología arrancará de este dato para intentar reconstruir
las bases del orden social perdido; de aquella antigua armonía sumida ahora en el caos de la lucha
de clases.
En ese sentido, nace íntimamente ligada con los objetivos de estabilidad social de las clases
dominantes. Su función es dar respuestas conservadoras a la crisis planteada en el siglo XIX. Es
una ideología del orden, del equilibrio, aun cuando sea, al mismo tiempo, testimonio de avance en
la historia del saber, al sistematizar, por primera vez, la posibilidad de constituir a la sociedad como
objeto de conocimiento. Al romper la alienación con el Estado, los temas de la sociedad -de la
sociedad civil- pasan a ser motivo autónomo de investigación: es el penúltimo paso hacia la
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secularización del estudio sobre los hombres, y sus relaciones mutuas; el psicoanálisis, en el siglo
XX, conquistará un nuevo territorio, el de la indagación sobre las causas profundas de la conducta.
La magnitud de los problemas que plantea la sociedad como objeto de conocimiento impone un
abordaje científico. La filosofía social o política, las doctrinas jurídicas, no pueden ya dar cuenta
de los conflictos colectivos impulsados por la crisis de las monarquías y por la Revolución
Industrial. Para quienes serán los fundadores de la sociología, ha llegado la hora de indagar leyes
científicas de la evolución social y de instrumentar técnicas adecuadas para el ajuste de los
conflictos que recorren Europa.
La ciencia social, a imagen de las ciencias de la naturaleza, debía constituirse positivamente. En
realidad su status no sería otro que el de una rama de la ciencia general de la vida, necesariamente
autónoma, porque el resto de las ciencias positivas no podía dar respuesta a las preguntas que la
dinámica de las sociedades planteaba, pero integrada a ellas por idéntica actitud metodológica.
La sociedad, así, será comparable al modelo del organismo. Para su estudio habrá que distinguir
un análisis de sus partes -una morfología o anatomía- y otro de su funcionamiento: una fisiología.
Así definía Saint-Simon las tareas de la nueva ciencia: "Una fisiología social, constituida por los
hechos materiales que derivan de la observación directa de la sociedad y una higiene encerrando
los preceptos aplicables a tales hechos, son, por tanto, las únicas bases positivas sobre las que
se puede establecer el sistema de organización reclamado por el estado actual de la civilización".
Fisiología e Higiene: no pura especulación sino también la posibilidad de instrumentar "preceptos
aplicables" para la corrección de las enfermedades del organismo social.
Este positivismo, que exigía estudiar a la sociedad como se estudia a la naturaleza, iba a encontrar
su método en el de la biología, rama del conocimiento en acelerada expansión durante el siglo
XIX. Para Emile Durkheim, que representa a la sociología ya en su momento de madurez, el
modelo que apuntalará a su fundamental Las reglas del método sociológico (1895) será la
Introducción al estudio de la medicina experimental (1865) del fisiólogo Claude Bernard.
Pero el positivismo con el que se recubre y virtualmente se confunde el origen de la sociología,
tendrá también otro sentido, no meramente referido a la necesidad de constituir el estudio de la
sociedad como una disciplina científica. Positivismo significa también reacción contra el
negativismo de la filosofía racionalista de la Ilustración, contemporánea de la Revolución Francesa.
En realidad, los dos significados se cruzaban. La tradición revolucionaria del Iluminismo operaba
a través del contraste entre la realidad social tal cual era y una Razón que trascendía el orden
existente y permitía marcar la miseria, la injusticia y el despotismo. En ese sentido, en tanto crítica
de la realidad, era considerada como una "filosofía negativa".
El punto de partida de la escuela positiva era radicalmente distinto. La realidad no debía
subordinarse a ninguna Razón Trascendental. Los hechos, la experiencia, el reconocimiento de lo
dado, predominaban sobre todo intento crítico, negador de lo real. Hasta aquí, este rechazo del
trascendentalismo estimula la posibilidad de un avance del pensamiento científico por sobre la
metafísica o la teología. Pero esta supeditación de la ciencia a los hechos implicaba,
simultáneamente, una tendencia a la aceptación de lo dado como natural.
La sociedad puede incluir procesos de cambio, pero ellos deben estar incluidos dentro del orden.
La tarea a cumplir es desentrañar ese orden -es decir desentrañar las leyes que lo gobiernan-,
contemplarlo y corregir las desviaciones que se produzcan en él. Así, todo conflicto que tendiera
a destruir radicalmente ese orden debía ser prevenido y combatido, lo mismo que la enfermedad
en el organismo.
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Con esta carga ideológica nace la sociología clásica. En la medida en que busca incorporar a la
ciencia el estudio de los hechos sociales por vía del modelo organicista, desnuda su carácter
conservador. Este rasgo incluye a todos sus portavoces, aunque existan ecuaciones personales o
culturales que diferencien a cada uno. Entre esas diferencias culturales importantes -porque
marcarán derroteros distintos dentro de una misma preocupación global- están las que separan a
la tradición ideológica alemana de la francesa. Max Weber será la culminación de la primera y
Emile Durkheim de la segunda. Y aunque ese diferente condicionamiento cultural hace diferir
radicalmente sus puntos de partida, sus preocupaciones últimas -como lúcidamente lo advirtiera
Talcott Parsons, el teórico mayor de la sociología burguesa en este siglo- se integrarán.
Padres Fundadores de la Sociología
La sociología se estructura a partir de una doble discusión. Si en su madurez el adversario es el
marxismo, en su mocedad busca saldar cuentas con el Iluminismo. Los pensadores racionalistas
del siglo XVIII aparecen así como un antecedente directo de la sociología, porque son los primeros
que abren un campo de investigación más o menos sistemático: el que lleva a descubrir leyes del
desarrollo social.
Uno de esos escritores será particularmente significativo, Montesquieu (1689-1755), a quien se
prefiere recordar, sin embargo, como teórico de la ciencia política. Durkheim, en cambio, lo
menciona con razón como un precursor de la sociología.
Es cierto que el tema de Montesquieu es el análisis de las instituciones políticas, pero la
perspectiva con que lo encaraba era ya sociológica. En el prólogo a El Espíritu de las Leyes, su
obra más conocida, escribía: "Comencé a examinar a los hombres con la creencia de que la infinita
variedad de sus leyes y costumbres no era únicamente un producto de sus caprichos. Formulé
principios y luego vi que los casos particulares se ajustaban a ellos; la historia de todas las
naciones no sería más que la consecuencia de tales principios y toda ley especial está ligada a
otra o depende de otra más general". Para Montesquieu las instituciones políticas dependen del
tipo de Estado y éste, a su vez, del tipo de sociedad. Por ello -deducía- no hay ningún tipo de
régimen político universalmente aceptable: cada sociedad debía constituir el suyo, de acuerdo a
sus particularidades. Este relativismo aleja a Montesquieu de sus contemporáneos, partidarios de
una Racionalidad universal, y en ese sentido anticipa la crítica que los fundadores de la sociología
habrán de aplicar a la cosmovisión trascendentalista de los iluministas. Montesquieu piensa que
es posible construir una tipología de sociedades, basada en la experiencia histórica, y ordenada
en una sucesión temporal de progresiva complejidad. Este desarrollo creciente de las estructuras
económicas y sociales provoca modificaciones en el Estado. Lo que cambia son las formas de
solidaridad entre los individuos, desde las sociedades primitivas más simples hasta las más
modernas, caracterizadas por una compleja división del trabajo. Esta idea de Montesquieu sobre
los cambios en los tipos de solidaridad generados por la división social del trabajo, será más tarde
retomada casi literalmente por Durkheim.
La construcción de una tipología de sociedades, que permitiera la comparación entre ellas y, por
otra parte, la intención de encontrar leyes de lo social, junto con una serie de hipótesis acerca de
las relaciones entre el desarrollo social y el desarrollo político, permiten considerar legítimamente
a Montesquieu como un precursor, como el primero de los pensadores adscriptos a la filosofía de
la Ilustración que tiende un puente conceptual hacia el desarrollo de la sociología como disciplina
centrada en un objeto autónomo de conocimiento.
Los principios del Iluminismo encontrarán su encarnación política en la Revolución Francesa de
1789. Pero, pese al optimismo de los racionalistas, la crisis de las monarquías y el desarrollo del
capitalismo industrial no provocaron un ingreso al reino del equilibrio social, sino todo lo contrario.
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Surge así la reacción antiiluminista, la nostalgia por el orden perdido, la filosofía de la restauración.
El orden frente al cambio, lo sagrado frente a lo profano, la autoridad frente a la anarquía; estas
son las antinomias levantadas por la ideología tradicionalista que se desarrollará particularmente
en Francia, inspirada en Louis de Bonald (1754-1850) y Joseph de Maistre (1754-1821).
Este pensamiento reaccionario es otro de los eslabones importantes en el proceso de constitución
de la sociología. Detrás de él se mueve explícitamente una reivindicación del orden medieval, de
su unidad, de su armonía. Como señala Robert Nisbet, "el redescubrimiento de lo medieval -sus
instituciones, valores, preocupaciones y estructuras- es uno de los acontecimientos significativos
de la historia intelectual del siglo XIX".
Esto es muy claro en pensadores como los citados de Bonald, de Maistre o el inglés Edmond
Burke, pero la idea aparecerá también en los fundadores de la sociología, aun cuando en su visión
será la ciencia la que deberá reemplazar a la religión de los tradicionalistas en su carácter de
principal elemento integrador de la sociedad.
Nisbet ha señalado que las cinco ideas-elementos esenciales de la sociología, que estarán
presentes en todos los teóricos clásicos, se vinculan con el pensamiento conservador, preocupado
profundamente por las consecuencias desintegradoras del conflicto de clases. Ellas son:
comunidad, autoridad, lo sagrado, status y alienación. En efecto, todas son tema principal en Saint-
Simon, en Comte, en Tönnies, en Durkheim o en Weber. El tema central es, pues, el orden social;
el cambio, la transformación sólo será un caso especial, controlado, del equilibrio, postulado
simultáneamente como punto de arranque metodológico para el estudio científico de la sociedad
y como ideal al que debe tender la humanidad.
Habitualmente se considera a Auguste Comte (1798-1857)
como el fundador de la sociología. En rigor, él es el inventor
de la palabra, contra su voluntad, porque en un principio había
bautizado a su disciplina como "física social", término que a su
juicio simbolizaba mejor sus intenciones de asimilar el estudio
de los fenómenos sociales a la perspectiva de las ciencias
naturales. Pero más allá que la expresión introducida por él
eternice a Comte como el padre de la sociología, el conde
Claude Henri de Saint-Simon (1760-1825) puede reivindicar ese
Augusto Comte
carácter con mejores títulos. Para algunos historiadores, incluso,
Comte no haría más que plagiar -dándole un sentido más conservador- a la teoría saintsimoniana.
De hecho ambos autores estuvieron en estrecha relación: Comte fue secretario de Saint-Simon
entre 1817 y 1823 y colaboró con él en la redacción del Plan de las operaciones científicas
necesarias para la reorganización de la sociedad, trabajo en el que se sostenía que la política
debía convertirse en "física social", cuya finalidad era descubrir las leyes naturales de la evolución
de la sociedad. Esta "física social" haría ascender al estudio de la sociedad a la tercera etapa por
la que tienen que pasar todas las disciplinas: la positiva, culminación de los dos momentos
anteriores del espíritu humano, el teológico y el metafísico.
El conocimiento científico deberá ocupar en la nueva sociedad el papel que la fe religiosa ocupaba
en la sociedad antigua. El sistema industrial del futuro será gobernado autoritariamente por una
élite integrada por científicos y por "productores", en los que Saint-Simon agrupa tanto a los
capitalistas como a los asalariados. Esta élite aseguraría la unidad orgánica de la sociedad,
perdida tras la destrucción del orden medieval, con la Ciencia ocupando el lugar de la Religión, los
técnicos el de los sacerdotes y los industriales el de los nobles feudales. Esta concepción,
ciertamente, tiene muy poco que ver con el socialismo, utópico o científico. Su mérito es haber
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reconocido en las leyes económicas el fundamento de la sociedad. Esta conexión del análisis
social con el análisis económico se acentuará con la influencia que sobre él ejercen los Nuevos
principios de Economía Política de Sismondi (1773-1842), publicados en 1819. En ese texto, uno
de los pilares del anticapitalismo romántico, Sismondi señala que la finalidad de la economía
política es estudiar la actividad económica desde el punto de vista de sus consecuencias sobre el
bienestar de los hombres. De allí arrancan, ambiguamente, nuevas preocupaciones de Saint-
Simon sobre la situación de las clases más pobres, aun sin llegar al nivel de las formulaciones
sismondianas que reconocen la existencia de un conflicto despiadado en el interior de la clase de
los "productores", entre asalariados y propietarios.
Esta apertura la ensancharán sus discípulos que, en 1828, tres años después de la muerte de
Saint-Simon, crean la escuela saintsimoniana y comienzan a desarrollar una tarea que violentará
en mucho las conclusiones del maestro. En 1825 Francia había sido sacudida por una primera
crisis general: las consecuencias sociales del sistema industrial comenzaban a estar a la vista y
entre 1830 y 1848 la lucha de clases sacudirá al país. Los saintsimonianos cambiarán de auditorio:
ya no escribirán para los industriales sino, preferentemente, para los intelectuales y para el pueblo,
aunque no siempre con buena fortuna. Ideas que no aparecían en Saint-Simon, como la de lucha
de clases o críticas violentas a la propiedad privada y a la nueva explotación capitalista son
comunes en sus textos, ellos sí adscriptos al socialismo utópico. En su sistema de pensamiento,
economía, sociedad y política aparecen íntimamente relacionadas en una visión crítica y
totalizadora.
Luego de ellos -y notablemente con otro discípulo de Saint-Simon, Comte- esa unidad se
parcelará. El punto de partida metodológico de la sociología clásica, como señala Lukacs, será el
postulado de la independencia de los problemas sociales con respecto a los económicos. Cada
ciencia social extremará hasta la irritación los pruritos de su "autonomía" con respecto a las otras:
por un lado la sociología, independiente de la economía y la ciencia política; por otro, desde el
triunfo de la escuela marginalista, la economía "pura". Ambas limitadas a una observación de la
correlación entre los hechos.
Claro está que esta exacerbación de la autonomía puede aportar conocimiento científico, más allá
del carácter ideológico de la teoría que la sustenta. Pero, aferrados a "los hechos", "a lo dado", al
nivel de las apariencias, las ciencias sociales fragmentadas se enfrentarán a preguntas que no
podrán responder o que ni siquiera podrán plantearse, porque su formulación depende de una
visión globalizadora y dinámica de la totalidad de las relaciones sociales en un modo de producción
históricamente determinado. Citando otra vez a Samir Amin: "La única ciencia posible es la de la
sociedad, porque el hecho social es único: no es 'económico' o 'político' o 'ideológico', etc., aunque
el hecho social pueda ser aproximado hasta un cierto punto bajo un ángulo particular, el de cada
una de las disciplinas universitarias tradicionales (la economía, la sociología, la ciencia política,
etc.). Pero esta operación de aproximación particular podrá ser científica en la medida en que sepa
medir sus límites y preparar el terreno para la ciencia social global".
La autonomía de la sociología será finalmente fundada por Comte. A más de un siglo de publicadas
sus obras, ellas adolecen para el lector contemporáneo de una antigüedad insanable; el contacto
con ellas es, hoy, una tarea de arqueólogos. Comte no hace más que resumir ideas ya circulantes
en su tiempo e integrarlas a un discurso pomposamente "totalizador". Sin Saint-Simon y sus
intuiciones quedaría muy poco de Comte, cuya tarea fundamental consistió en depurar al
saintsimonismo de sus tensiones utopistas y enfatizar sus contenidos conservadores. El objetivo
de sus trabajos -Curso de filosofía positiva (1830-1842) y Sistema de política positiva (1851-1854)-
es contribuir a poner orden en una situación social que definía como anárquica y caótica, mediante
la construcción de una ciencia que, en manos de los gobernantes, pudiera reconstruir la unidad
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del cuerpo social. Su deuda con de Bonald y de Maistre era explícita, pero del mismo modo que
Saint-Simon, difería con "la escuela retrógrada" en cuanto no creía en la posibilidad de una
restauración puntual de "l'ancien régime".
Comte incorpora a su discurso la idea de la evolución y del progreso, pero, en tanto conservador,
suponía que los cambios debían estar contenidos en el orden. La sociedad debía ser considerada
como un organismo y estudiada en dos dimensiones, la de la Estática Social (análisis de sus
condiciones de existencia; de su orden) y la de la Dinámica Social (análisis de su movimiento; de
su progreso). Orden y Progreso se relacionan estrechamente. El primero es posible sobre la base
del consenso, que asegura la solidaridad de los elementos del sistema. El segundo, a su vez, debe
ser conducido de tal manera que asegure el mantenimiento de la solidaridad, pues de otro modo
la sociedad se desintegraría.
En realidad, la idea de evolución es la del desarrollo sucesivo de un principio espiritual de acuerdo
con el cual la humanidad pasaría por tres etapas, la teológica, la metafísica y la positiva. Esta
última sería capaz de sintetizar los polos de orden inmóvil y de progreso anárquico que
caracterizaron a las dos primeras etapas. La etapa positiva marcaría según Comte la llegada al
estado definitivo de la inteligencia humana y colocaría, en una nueva categorización jerárquica de
las ciencias, a la sociología en la cima de ellas. La sociología o física social, esto es, "la ciencia
que tiene por objeto el estudio de los fenómenos sociales considerados con el mismo espíritu que
los astronómicos, los físicos, los químicos o los fisiológicos, es decir, sujetos a leyes naturales
invariables, cuyo descubrimiento es el objeto especial de investigación". Tal conocimiento
permitiría a los gobernantes acelerar el progreso de la humanidad dentro del orden. La nueva
política positiva sólo podría ser aplicada por una élite autoritaria; así, Comte habría de enviar su
libro al zar Nicolás I de Rusia, "jefe de los conservadores de Europa", señalándole que sus teorías
estaban básicamente pensadas para la autocracia. El mismo Comte se autoproclamó, hacia el
final de sus días, como el papa de una nueva religión, la positiva.
La vinculación al positivismo, verdadero punto de arranque de la sociología clásica, con los
intereses políticos de quienes buscaban conservar el orden social, será todavía más clara en
Herbert Spencer (1820-1903). Su obra coincide con el esplendor victoriano, es decir, con la
consolidación de su país, Gran Bretaña, como potencia hegemónica mundial.
Spencer fue mucho más positivista -en el sentido de intentar aplicar a lo social el método científico-
natural- que Comte, a quien incluso atacó. Para Spencer no existían diferencias metodológicas en
el estudio de la naturaleza y de la sociedad. El principio que unificaba ambos campos era el de la
evolución; las leyes de la misma, propuestas por la biología, eran universalmente válidas. Es
notorio que detrás de Spencer están las teorías de Darwin, quien publica El origen de las especies
en 1859, tres años antes de que comiencen a aparecer los copiosos tratados de Spencer, diez
volúmenes que abarcan la sociología, la psicología, la ética y la biología.
La teoría de Spencer no hace más que consagrar triunfalmente el predominio del capitalismo
libreempresista y la influencia imperialista británica. Ferozmente individualista, toma de Darwin el
principio de la supervivencia de los más aptos y los traslada al campo social para justificar la
conquista de un pueblo por otro. Partidario extremo del laissez faire propugna la desaparición de
toda intervención estatal: uno de sus libros (1884) se llama El hombre contra el Estado. Esto
marca, ciertamente, una separación radical del paternalismo político comtiano; a diferencia de
éste, Spencer señalaba que la sociología debía demostrar que los hombres no debían intervenir
sobre el proceso natural de las sociedades. Paradojalmente, esta ciencia spenceriana, que de
manera transparente no era otra cosa que la con-ciencia de las clases dominantes británicas de
su tiempo, influyó considerablemente sobre élites de sociedades dependientes, como la propia
argentina de fines de siglo.
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No es difícil establecer las vinculaciones estrechas que existen entre los problemas de la sociedad
francesa y la teoría de Comte o la era victoriana en Inglaterra y los principios de Spencer. La misma
relación podría postularse entre la Alemania de la segunda mitad del siglo XIX y la obra de
Ferdinand Tönnies (1855-1936), principal representante de la otra vertiente significativa en los
orígenes de la sociología clásica.
La sociología es un fruto tardío en Alemania, con relación a Francia e Inglaterra. La posibilidad de
constituir un campo de conocimiento autónomo para los hechos sociales fue primero rechazada a
partir de la consideración que los problemas sociales no eran otra cosa que problemas políticos
del Estado, integrables en la ciencia jurídica. Esta tradición, que duró bastantes años, fue
reemplazada por otra, igualmente negativa frente a las pretensiones de la sociología, pero basada
en argumentos de tipo epistemológico.
En efecto, lo que está en discusión a fines del siglo XIX en Alemania es la legitimidad de
construcción de una ciencia de lo social equiparable a las ciencias de la naturaleza. La orientación
dominante, de origen neokantiano, rechaza la posibilidad de aplicar métodos analíticos al mundo
del hombre. Surge así la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu,
culminación de la distinción kantiana entre Razón Pura y Razón Práctica. Sólo lo fenoménico, lo
material, puede ser conocido; lo cultural, lo propio del espíritu sólo puede ser intuido. Los hechos
históricos son únicos e irrepetibles; es inútil buscar en ellos regularidades o invariantes para
determinar leyes, tal como lo hacen las ciencias naturales.
En ese clima cultural, fuertemente marcado por el historicismo y por el rechazo al cientificismo
positivista y al marxismo, surge Tönnies cuya importancia -más allá de sus aportes propios, que
recogerán luego otras teorías- estriba sobre todo en haber abierto el camino para una obra como
la de Max Weber. El libro fundamental de Tönnies es Comunidad y Sociedad, publicado en 1887.
La sociología aparece en él como conocimiento de las relaciones sociales y éstas, a su vez, sólo
pueden ser concebidas como producto de la voluntad de los hombres. Dos tipos básicos de
relación entre los hombres son los de "comunidad" y "sociedad". Ejemplo de la primera es la
familia, el vecindario, el grupo de amigos. Su característica es estar fundada sobre lazos naturales,
asimilados al modelo de un organismo. Ejemplo de sociedad sería la ciudad o el Estado, fundados
sobre el contrato, la racionalidad, el cálculo y asimilados los lazos que unen a sus elementos con
las piezas de una máquina.
Esta tipología reaparecerá, directa o indirectamente, en Max Weber (quien utiliza las definiciones
de Tönnies sobre comunidad y sociedad explícitamente) y aun en Durkheim, para quien los lazos
de solidaridad que constituyen la comunidad conformarán lo que llama solidaridad mecánica, y los
que constituyen la sociedad serán equivalentes a los de la solidaridad orgánica. Comunidad y
Sociedad eran, para Tönnies, lo que Weber llamaría después "tipos-ideales": esto es, jamás se
dan puros en la realidad, pero, como extremos de una polaridad de relaciones sociales, sirven
para la confrontación comparativa y para el análisis de las formas sociales concretas.
Saint-Simon, Comte, Spencer, Tönnies y otros que podrían agregarse, comportan en conjunto una
suerte de prehistoria de la sociología clásica. En buena medida, como lo hemos señalado, sus
obras han perdido en sí mismas toda actualidad. Pero las preocupaciones metodológicas que
incorporan, tensionadas por el naturalismo y el historicismo; la línea general que preconizan, en
relación con la sociedad, marcada por un afán conservador; incluso buena parte de los conceptos
que aportan, configuran un capítulo relevante para el ingreso de la sociología a su etapa de
madurez. En ésta, dos figuras habrán de desempeñar un papel sobresaliente, muy por encima del
de sus contemporáneos: Emile Durkheim y Max Weber.
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La Sociología como ciencia y las Ciencias Sociales
El objeto de estudio son las sociedades concretas, que se interrelacionan en un espacio y tiempo,
donde los actores diferenciados tienen ideologías, pautas de conductas, ethos (formas de pensar)
comunales e individuales, metas, pautas, institucionales, estructuras normativos, que se unen en
contextos culturales y sociales contradictorios.
El actor social, motivo del análisis de la sociología, y sus tres relaciones, como sociedad en
construcción individual, sociedad como sistema de actores y sociedad como totalidad, que
trasciende sus miembros en una construcción histórica y modélica. Donde el sujeto individual, el
colectivo, desarrolla sus capacidades y habilidades lingüísticas que le permiten desarrollar
relaciones objetivas e intersubjetivas, de este modo el sujeto recibe lo que le proporciona la
sociedad, así como aporta individualmente a la construcción social.
La ciencia de la sociología, logra conocer la realidad mediante el empleo de diversos métodos. Al
integrar modelos podemos integrar métodos. El sociólogo tiene que comprender como se ha
construido ciencia y se construye, reconstruye, ¡mita, en nuestro contexto, así como tener la mente
abierta a las innovaciones del mundo moderno y los cambios que es necesario realizar para
reconstruir los procesos sociales y buscar soluciones a nuestros problemas.
Para analizar la sociedad debemos integrar modelos, estudiar el aporte de los científicas a través
de la historia nacional, mundial y reconstruirlos en nuestra sociedad pluricultural y plurilingüística.
La sociología se define como la ciencia o estudio de la sociedad. Este fue el sentido que le dio
Comte a lo que, a su juicio, debía ser la ciencia madre de todos los estudios de la sociedad. Sin
embargo, la especialización de las ciencias sociales y de la propia sociología, ha conducido a que
esta última sea concebida como una más entre las ciencias de la sociedad y que se haya
delimitado más cuidadosamente su objeto de estudio.
Ubiquemos, en consecuencia, el objeto de estudio de la sociología en el marco de las ciencias
sociales de las cuales forma parte. Se denominan ciencias sociales al conjunto de ciencias que
estudian la sociedad desde ópticas o perspectivas diferentes. Son ciencias sociales la demografía,
la economía, las ciencias políticas, la historia, la psicología social, y la sociología. Como puede
verse, la sociología, junto a las demás disciplinas mencionadas, forma parte de la familia de las
ciencias sociales.
Veamos desde la óptica o perspectiva que estudian cada una de estas ciencias. La demografía
es el estudio científico de los seres humanos agrupados en la sociedad, sobre todo en lo relativo
a su tamaño, crecimiento, estructura, distribución y movilidad. Esta ciencia da los datos que recoge
acerca de la población de las sociedades de forma cuantitativa y estadística. La economía
investiga los procesos de producción, distribución y consumo de bienes y servicios en virtud de
los cuales una sociedad atiende cierto tipo de necesidades. La ciencia política estudia las maneras
en que los individuos y los grupos obtienen el poder y la forma como se distribuye y se ejerce el
poder en la sociedad. La antropología es la ciencia que estudia la cultura de los pueblos que viven
relativamente aislados y de las comunidades campesinas. La historia describe su evolución y
transformación de la sociedad a través del tiempo y en contexto internacional. La psicología social
esta a medio camino entre la psicología y la sociología. Se le puede definir como un campo
interdisciplinario del saber en que los niveles de análisis psicológicos y sociológicos se hacen
converger para lograr una comprensión adecuada de los procesos de acción e interacción social
a través de los cuales se constituye, tanto la subjetividad individual, como las experiencias
compartidas en que se funda los grupos, las asociaciones, las instituciones y los movimientos
sociales.
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En este contexto, conviene preguntarse, ¿Cuál es el campo de estudio de la sociología como
ciencia social? Podríamos decir que la sociología es la ciencia social que estudia las pautas o
patrones de comportamiento que desarrollan los individuos en sus relaciones sociales. Tratemos
de especificar un poco más esta definición. Los seres humanos son seres sociales por naturaleza.
No pueden vivir aislados. Se unan en grupos y establecen entre sí relaciones de diferentes signo
y carácter. Como producto de estas interacciones, al interior de los grupos sociales, surgen
“pautas o patrones institucionalizados de conducta” en los individuos. Estas pautas de conducta
constituyen, como ha quedado indicado, el objeto de estudio de la sociología.
La sociología mantiene una estrecha relación con las demás ciencias sociales. Como parte de
aspiración de buscar explicaciones globalizantes y totalizadoras, heredada de los que le dieron
forma a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la sociología interrelaciona fenómenos
correspondientes a diversos niveles de la realidad social (económicos, políticos, culturales, entre
otros.) los que, como se sabe, son tratados por otras ciencias sociales.
La Perspectiva sociológica y el mundo de lo social.
La sociología nos ofrece una manera de vernos a nosotros y al mundo que nos rodea. A esta
manera de vernos y de ver el mundo circundante, le llamamos la perspectiva sociológica. En
general la perspectiva sociológica nos permite ir más allá de las creencias comunes y comprender
e interpretar las bases del comportamiento de los seres humanos en sociedad. En este sentido
podemos afirmar que la perspectiva sociológica nos enseña a:
- Que somos seres sociales, lo que significa que vivimos en continua interacción unos con
otros y que nuestra conducta es, en buena medida, el resultado de un conjunto de formas
de pensar y actuar que hemos heredado de las generaciones que nos precedieron.
- A ver nuestras vidas en el contexto social e histórico en que se desenvuelven y a
establecer conexiones esclarecedoras entre nuestras vidas personales y en el mundo
socila en el que nos toca desenvolvernos. Nos ayuda a ver lo social en el individuo y lo
general en lo particular y a descubrir en los comportamientos individuales, patrones
sociales de determinación y condicionamiento.
- Que las interacciones basadas en nuestra propia experiencia personal, si no son
colocadas en un contexto social adecuado, no nos sirven para comprender y explicar
nuestro mundo social que nos rodea.
- Trata de ayudarnos a comprender los factores que están en la base de los patrones de
comportamientos que asumimos en el marco de las relaciones sociales, que son, en
esencia, relaciones entre las personas. Por regla general reconocemos en la base de todo
fenómeno social, hay factores de carácter económico, sociocultural y político que lo
explican. Sin embargo, la pregunta que han tratado de resolver los sociólogos es cuál de
estos factores son más importantes para tratar de explicar los fenómenos sociales.
Durkheim ha concebido a los socioculturales como los más importantes, Marx destaca la
importancia de los factores económicos y políticos y Marx Weber, uno de los grandes
sociólogos de nuestro tiempo, no creyó necesario establecer ninguna supremacía
explicativa, a su juicio todos los factores tienen la misma relevancia para explicar las
estructuras y procesos sociales.
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