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Mi Testimonio My Testimony SPANISH December 19 2010 PM

El Dr. R. L. Hymers, Jr. comparte su testimonio sobre su viaje espiritual desde una infancia sin conocimiento cristiano hasta su conversión a Jesucristo. A través de experiencias en la iglesia y la convicción de pecado, finalmente encontró la salvación en Cristo y enfatiza la importancia de conocer a Jesús y pertenecer a Su iglesia. Su mensaje final destaca que al final de la vida, lo único que realmente importa es la relación con Cristo y la fe en Su sacrificio.
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Mi Testimonio My Testimony SPANISH December 19 2010 PM

El Dr. R. L. Hymers, Jr. comparte su testimonio sobre su viaje espiritual desde una infancia sin conocimiento cristiano hasta su conversión a Jesucristo. A través de experiencias en la iglesia y la convicción de pecado, finalmente encontró la salvación en Cristo y enfatiza la importancia de conocer a Jesús y pertenecer a Su iglesia. Su mensaje final destaca que al final de la vida, lo único que realmente importa es la relación con Cristo y la fe en Su sacrificio.
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MI TESTIMONIO

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles


La Tarde del Día del Señor, 19 de Diciembre de 2010

“Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Ese fue el primer verso de la Biblia que memoricé (Mateo 27:4). Si parece un
verso extraño, sobre todo siendo el primer verso que memorizar, escucha con atención a
mi testimonio y descubrirás la razón por qué Dios lo usó en mi vida.
Yo no crecí en un hogar Cristiano. Mis padres nunca asistían a la iglesia. Nunca
me leyeron la Biblia. Nunca los oí orar. La única oración que yo sabía era “El Padre
Nuestro”, la cual aprendí de un tío. Él se convirtió a la iglesia Católica. Era la unica
persona religiosa seria que yo conocía. Él me enseñó a orar “El Padre Nuestro”.
Todavía la oro todos los días. A menudo iba a una iglesia Católica cercana y la oraba.
Pero no tenía conocimiento de Jesucristo, y lo poco que creía en Dios no era más que
superstición.
Cuando yo tenía trece años los vecinos de al lado me llevaron con sus hijos a una
iglesia Bautista por primera vez en mi vida. Tengo un recuerdo vívido de aquel servicio,
pero no recuerdo nada de lo que dijo el predicador. Sólo recuerdo que hablaba en voz
muy alta y agitaba los brazos en el aire. El vestía un traje gris claro y una corbata verde
brillante. Mientras gritaba y agitaba los brazos, la corbata se movía de un lado a otro.
Eso es todo lo que recuerdo del primer sermón que escuché en una iglesia Bautista. Al
final de su sermón le pidió a la gente que viniera por el pasillo y se pusiera de pie frente
al púlpito. La gente se puso de pie y empezó a cantar. Mi amigo, el hijo de los vecinos,
se levantó de su asiento que estaba junto al mío y caminó hacia el frente de la iglesia.
Yo pensé: “Eso es lo que se debe hacer”. Así que lo seguí. El pastor nos dijo que
regresáramos un par de noches después para ser bautizados. Eso es todo lo que dijo.
Nadie me dijo nada ni me preguntaron por qué había ido al frente. Mi amigo y yo
regresamos. Nos pusieron batas blancas y nos bautizaron con otros niños. ¡Así me hice
Bautista! Pero no era convertido. No conocía a Jesucristo personalmente. Cristo me
parecía una figura trágica que fue clavada a una cruz mucho tiempo atras, y no tenía nada
qué ver conmigo.
Seguí yendo a la iglesia todos los domingos con los vecinos. Eran amigables, y
me gustaba ir a su casa a ver tele con ellos todas las noches. La tele era la novedad. Nos
sentabamos a ver programas en una pantalla de nueve pulgadas. Y luego iba a la iglesia
con ellos todos los domingos en la mañana. No recuerdo nada de lo que enseñaban en la
escuela dominical. No recuerdo los sermones que oí. En mi memoria, el pastor hablaba
mucho del Cielo. Pero no recuerdo lo que decía. Todos los sermones eran neblina, no
claros en mi memoria.
Entonces al tener quince años la iglesia decidió hacer una obra de semana santa
sobre la crucifixion de Cristo. Me dieron la parte de Judas, quien traicionó a Cristo por
treinta monedas de plata, lo cual llevó a Cristo al arresto y muerte en la Cruz. Fue
entonces que aprendí el verso de la Biblia.
Yo era Judas. Se me había pagado treinta piezas de plata para llevar a los
soldados al lugar donde Jesús oraba. Habían arrestado y abofeteado a Jesús. Como
Judas, fui a los principales sacerdotes que me habían pagado para traicionarlo. Tiré las
monedas a los pies de aquellos sacerdotes y grité:
2

“Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Luego corrí fuera del escenario y me colgué, igual que Judas.


Yo hice el papel de Judas cada Semana Santa durante tres años. Las palabras de
Mateo 27:4, que me aprendí de memoria, estaban profundamente arraigadas en mi mente,

“Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Ese fue el primer verso de la Biblia que memoricé. Las palabras se hundieron
profundamente en mi alma. Me pareció que era Judas – que había traicionado a Jesús,
que lo había crucificado por mi pecado.
Yo estaba tan consciente de mi pecado que quería hacer algo para deshacerme de
él. La mañana del Domingo de Pascua, a la edad de diecisiete años, el pastor preguntó si
había alguien que quisiera dedicarse a ser un predicador, y que si había alguien, que
pasara al frente y se parara al frente del pulpito. Yo nunca había pensado en ser un
ministro hasta ese momento. Pero pensé: “Esto es lo que necesito hacer”. Salí de mi
asiento y pasé al frente. Después del servicio todos se acercaron y me dieron la mano,
felicitándome por mi “decisión”.
Yo creo que Dios realmente sí me llamó al ministerio esa mañana. Yo no he
dudado que Dios quería que yo fuera un ministro desde aquel día, casi cerca de cincuenta
y tres años. Pero yo no era Cristiano. Yo aún no había sido convertido. Yo no conocía
a Jesucristo. Yo no entendía nada de la limpieza del pecado por Su Sangre. Ahora yo
era simplemente un predicador Bautista inconverso. Ellos me licenciaron para predicar
unos meses más tarde. Esa licencia fue enmarcada y está colgada en mi oficina aquí en
la iglesia. Pero yo no era nacido de nuevo. Me aprendí de memoria el Evangelio, y
prediqué muchos sermones, pero no era convertido. Yo era solo un “joven predicador”
Bautista perdido, tratando de ganar la salvación por ser bueno. Las palabras de Judas en
Mateo 27:4 me habían llevado bajo la convicción de pecado, pero no encontré alivio al
hacerme un predicador Bautista. Las palabras todavía traspasaban mi corazón,

“Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4).

Unos pocos años pasaron y leí acerca de James Hudson Taylor, el gran pionero
misionero a China. Yo pensé: “Eso es lo que tengo que hacer. Necesito ser un
misionero para los Chinos”. Pensé que eso me ayudaría a ser Cristiano. Así que fui a
una iglesia Bautista China y me congregué ahí. El próximo otoño fui a la escuela
Bíblica, al Colegio de Biola (ahora Universidad) a prepararme para ser misionero. Fue
allí donde durante una semana escuché al Dr. Charles J. Woodbridge predicar todos los
días en la capilla. El Dr. Woodbridge nació en China, era hijo de misioneros. Eso me
hizo escucharlo a él con mucha atención. Él también era un orador muy interesante, y un
predicador muy centrado en la Biblia. Él predicaba directamente a través de la Segunda
Epístola de Pedro. Cuando llegó a II Pedro 2:1, habló fuertemente en contra de los
“falsos profetas” que negarán “al Señor que los rescató”. Hizo la obra expiatoria de
Cristo en la Cruz muy clara, que Cristo murió en nuestro lugar para pagar la pena por
nuestros pecados. Un día o dos más tarde pasó a II Pedro, capítulo tres. Aquí él habló
de los “burladores” de los últimos días que se reirían de la Biblia y negarían la Segunda
Venida de Cristo. Él prosiguió a hablar del Juicio venidero:

“…en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los


elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras
que en ella hay serán quemadas” (II Pedro 3:10).
3

Entonces llegó al verso trece, a las palabras:

“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos


y tierra nueva” (II Pedro 3:13).

Él dijo, “¡Ellos, la gente perdida en el mundo, no tiene esperanza! ¡Simplemente están


esperando morir! ¡‘Pero nosotros’ tenemos esperanza en Cristo! ¡‘Pero nosotros’
conocemos a Cristo, hemos sido salvos por Él! ¡Ellos no tienen esperanza! ‘Pero
nosotros’ tenemos salvación y esperanza en Cristo”. Esas palabras travezaron corazón
como una flecha. Toda mi bondad y mi religión no tenían ningún valor. Yo sabía que el
mundo estaba acabado, y el juicio venía. Vine a Cristo por fe en ese momento. Mis
pecados se fueron, lavados en Su Sangre. Fui convertido. Lo supe entonces, y lo sé
ahora.
Desde que por fe vi el manantial;
Que tus heridas dan,
Amor que redime mi tema es,
Y siempre lo será,
Y siempre lo será, hasta que muera yo;
Amor que redime mi tema es,
Y siempre lo será.
(Traducción libre de “There Is a Fountain” por William Cowper, 1731-
1800).

Sé por experiencia personal lo que es ir a la iglesia sin saber nada sobre el


Cristianismo. Así es como fuí a la iglesia cuando era un muchacho de trece años de
edad. Yo sé lo que es sentirse confundido, y no saber qué hacer para convertirse en un
verdadero Cristiano. Yo sé lo que es estar bajo la convicción de pecado y no saber cómo
salir de ella. Yo sé lo que es venir a Jesús y ser salvo. Y sé que Jesús me salvó para que
yo le sirviera por toda mi vida en el compañerismo de la iglesia local.
Hace ya cincuenta y siete años desde que los vecinos me llevaron a una iglesia
Bautista. Cuando miro hacia atrás a través de cinco décadas estoy más seguro que nunca
que las cosas más importantes en la vida son estas – Jesucristo y Su iglesia. Sólo Cristo
puede darnos la libertad de la culpa y el miedo. Sólo Su iglesia puede darnos la
estabilidad, el compañerismo y la fuerza y disciplina en un mundo hostil y desolado.
Sólo Cristo y Su iglesia nos pueden dar sentido en una existencia que de otra manera es
inútil y sin esperanza.
Si sólo tuviera un sermón que dar yo te diría, sin ninguna duda: asegúrate que
conoces a Jesucristo, y asegúrate de vivir tu vida aquí en la iglesia. Juan Calvino dijo:
“El que tiene a Dios por su Padre tiene a la iglesia por su madre”. ¿Cómo puede alguien
que lee la libra estar en desacuerdo con él en eso?
Esas son las cosas que tendrán más importancia al final de tu vida. ¡Al final
estas son las únicas cosas que importarán!

“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”


(I Timoteo 1:15).

“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el


madero” (I Pedro 2:24).

“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el


cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19).
4

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).

Que Dios te de la gracia de venir a Jesús y creer en El. Que Dios te convierta a Cristo.
¡Al final estó será lo único que importa en verdad!

¡Oh, qué fuente de misericordia fluye


del crucificado Salvador de los hombres!
Sangre preciosa que Él derramó para redimirnos,
Gracia y perdón por todos nuestros pecados.
(Traducción libre de “Oh, What a Fountain!”
por Dr. John R. Rice, 1895-1980).

(FIN DEL SERMÓN)


Puedes leer los sermones de Dr. Hymers cada semana en el Internet
en www.realconversion.com. Oprime “Sermones en Español”.

You may email Dr. Hymers at [email protected] (Click Here) – or you may
write to him at P.O. Box 15308, Los Angeles, CA 90015. Or phone him at (818)352-0452.

La Escritura Leída por el Dr. Kreighton L. Chan Antes del Sermón: Juan 1:1-14.
La Escritura Leída por el Sr. Abel Prudhomme Antes del Sermón: Lucas 2:1-16.
El Solo Cantado por el Sr. Benjamin Kincaid Griffith Antes del Sermón:
“Oh, What a Fountain!” (por Dr. John R. Rice, 1895-
1980).

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