Juan Luis Lucero, catorce carabinas y un facón contra el Regimiento 11
de Rosario
Falleció ayer en Rosario Juan Luis “el Chancho” Lucero, un militante histórico de la Resistencia
Peronista.
Lucero con 19 años participo del frustrado levantamiento del General Valle en 1956, y cumplio su
primer condena de cárcel. En septiembre de 1968 es nuevamente detenido en Taco Ralo en
Tucumán, como parte integrante de las FAP Fuerzas Armadas Peronistas, junto a Cacho el Kadri,
Nestor Verdinelli y Amanda Peralta, entre otros. En 1973 es electo diputado provincial del Frente
Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI), en las elecciones del 11 de marzo . A cargo de la
Comisión Bicameral Investigadora de apremios ilegales durante la dictadura lanussista, estuvo a su
cargo dilucidar el asesinato y los culpables de la muerte de Angel “Tacuarita” Brandazza, militante
del Peronismo de Base, razón por la cual soporto tres graves atentados contra su vida. En 1974
junto a Domingo Pochettino y Jorge Obeid participo de la disidencia de la JP en Santa Fe. Estuvo
preso durante la última dictadura militar. Luego partió al exilio de Dinamarca donde vivió hasta
hace poco tiempo, de donde retorno a morir en su tierra.
En un reportaje en 2017 recordaba su infancia en Villa Mugueta, provincia de Santa Fe
“Trabajábamos por un plato de sopa y mate cocido, nunca nos alcanzaba para nada; cenábamos una
latita de picadillo y mate cocido de nuevo. El Estatuto del Peón nos cambió la vida. Entonces
éramos felices. Entonces éramos peronistas porque las mejoras eran reales.”
“Bueno yo soy peronista desde el 4 de junio del 43. Mi madre nos decía: “Ustedes nunca se callen
ante una injusticia, incluso a riesgo de su propia vida”. Mis padres eran radicales yrigoyenistas pero
la que más participaba en política era mi mamá. Los dos eran analfabetos.”
“Todos éramos peones rurales y vivíamos en la peor de las miserias, en Villa Mugueta. Éramos seis
hermanos, los más grandes puesteros y los más chicos boyeros: trabajábamos cuidando animales;
pero, ojo, el único sueldo que entraba era el de mi padre. Era el único al que le pagaban y era una
miseria. Antes de Perón, le decíamos a mi mamá: “Mirá, mirá, el primo se compró un helado”.
Valía cinco centavos. Y mi mamá bajaba la cabeza porque no tenía para comprarnos seis helados o,
tal vez, ni siquiera para uno.”
“Mi papá empezó a trabajar a los diez años, era descendiente de español e india, éramos verdaderos
gauchos. Yo estoy siempre muy orgulloso de ellos, porque nos enseñaron la rebeldía. Nunca
dejaron de mandarnos a la escuela, pero teníamos nada más que las alpargatas para ir al colegio.
Muchas veces estábamos varios meses descalzos.”
“Con Perón se va conformando una nueva ideología, se van ensamblando las viejas luchas; incluso
las luchas anarquistas, socialistas y, con todo eso, se produce una nueva idea que era la de la justicia
social. Cuando se produce el 17 de Octubre. Yo tenía nueve años y vamos todos al acto que se
realiza en el pueblo de Villa Mugueta. Recuerdo que los pibes radicales nos tiraban piedras. En ese
acto me quedé afónico varios días por gritar. En esas elecciones, mis padres votaron por primera
vez.”
“La vida que teníamos era muy dura. Siempre íbamos a juntar maíz, toda la familia; pero por más
bolsas que juntáramos, siempre estábamos en la miseria. Ese año el Estado elevó el precio de la
bolsa de maíz de 45 centavos a 2 pesos; para darles una idea, en menos de un año pudimos
comprarnos una casa acá en la ciudad de Rosario. Nos vinimos para Rosario y si querías podías
cambiar de trabajo todos los días. Había ocupación plena. Se vivía de una manera desconocida hasta
ese momento; por ejemplo, poder gozar del descanso de sábados y domingos, algo impensable hasta
entonces. Ser peronistas fue algo natural. Nunca tuvimos dudas.”
“Podíamos trabajar y estudiar. Esa posibilidad la tuvieron todos. La orden de mi mamá era que
debíamos hacer ambas cosas, siempre. Yo fui pulidor de pisos de parqué y trabajé en ese rubro
hasta el día antes de jurar como diputado nacional.”
“Yo fui uno de los primeros en subir al monte de Taco Ralo en la provincia de Tucumán junto con
otros compañeros. Solano era mi nombre, por el líder paraguayo Solano López. Nos habíamos
convencido de que estábamos para cosas mayores. Queríamos intentar el establecimiento de un foco
de guerrilla rural; a la vez, muchos otros militantes apoyaban desde la ciudad y esperaban el éxito
en el monte para sumarse a la lucha. Pero fuimos descubiertos y nos metieron presos; no sólo esa
vez, sino también en otras ocasiones hasta que en el 73 volví a ser diputado con el ascenso de
Cámpora, hasta el golpe del 76. Después vino la cárcel y el exilio.”
En la siguiente nota publicada hace ya unos años en Infobae, relato los hechos del 9 de junio de
1956 en la ciudad de Rosario que tuvo a Juan Luis Lucero como uno de sus principales
protagonistas.
La sublevación del general Juan Jose Valle el 9 de Junio de 1956, los hechos de Rosario
La mal llamada “revolución libertadora” había expulsado a Perón del gobierno mediante
un golpe civico-militar. El gobierno de Aramburu y Rojas realizó varias purgas internas en
el Ejercito para expulsar a los militares nacionalistas cercanos al peronismo. Pocos meses
después, en el mismo barco donde estaban prisioneros, varios altos oficiales tramaron un
golpe para desplazar a la cúpula golpista y restituir la soberanía popular convocando a
elección sin proscripciones. Los militares buscaron el apoyo civil entre los grupos de la
incipiente Resistencia Peronista. La dictadura había detectado los preparativos de
sublevación, pero los dejó avanzar para dar un baño de sangre de escarmiento. La noche
del 9 de Junio de 1956 se produjo el levantamiento del General Valle, si bien las
principales acciones se desarrollaron en Buenos Aires y La Plata, en distintas ciudades
del país había grupos revolucionarios esperando la orden de actuar, que se iba a emitir
por las radios tomadas por los revolucionarios. Hubo acciones, en La Pampa, Rosario,
Viedma y otras ciudades. Esta es la historia de los sucesos en Rosario.
14 carabinas y un facón contra el 11 de Infanteria
En Rosario, la noche del 9 de junio de 1956, el Comisario Ricardo Díaz, luego de informar
a sus subordinados sobre la situación, decide encerrarlos en una de las celdas de la
comisaria, y, acompañado por el sumariante Cesar Vigil (el único que se suma) carga el
“arsenal” de 14 carabinas viejas, para a sumarse a la sublevación del General Juan Jose
Valle.
“Para hacer tiempo con Marcial nos fuimos al cine OCEAN, al salir nos encontramos con
los compañeros de la célula, estaban todos menos el que tenía que traer las armas,
menos mal que Lapettina y su yerno Morales habían traído dos escopetas con bastantes
cartuchos, Marcial nos pidió que lo esperáramos y fue a buscar un gran facón que le saco
al tío, yo me puse muy orgulloso de él.” Recuerda Juan “Chancho” Lucero .
Los planes para sublevar Rosario
En Rosario, como en el resto del país, el intento del General Valle estaba infiltrado y
descubierto de antemano. El plan consistía en tomar el Regimiento 11 de Infantería (que
disponía en ese momento de más 700 hombres), la radio LT2 y otros objetivos.
Si bien los jefes de la rebelión eran militares, el General Enrique Lugand y el Coronel
Carlos Frascogna, la mayoría de los complotados eran civiles, lo que significaba una
dificultad no menor, primero porque se trataría de un asalto externo a un regimiento y no
del amotinamiento del mismo, y en segundo lugar, porque no se contaba con armas
suficientes para hacer frente a tamaño desafío.
Allí es cuando entra en escena el Comisario Díaz, asegurando que pondría a disposición
las catorce carabinas pertenecientes a la Comisaría 16, dependencia policial a su cargo
ubicada en Tiro Suizo. Con ese pequeño “arsenal”, sumado a las armas que cada uno de
los participantes aportaría y la fe imbatible que los movilizaba, los insurrectos rosarinos
daban por ganada la partida.
Rosario la vieja capital del peronismo
Hubo una época en que Rosario era un bastión del peronismo. Durante los días
septiembre de la mal llamada revolución libertadora, Rosario fue una de las pocas
ciudades donde el pueblo peronista dio pelea en las calles.
En su libro “Memorias de una muchacha peronista” de Berta Temporelli rememora:
¿Qué llevó a esos hombres a pintar “Los yanquis, los rusos y las potencias reconocen a
la libertadora, Villa Manuelita no” ¿Qué hizo que esas mujeres tuvieran la valentía de
desafiar a las fuerzas represoras, desprendiendo sus blusas, dejando los pechos al
desnudo al grito de “tiren”? ¿Quiénes eran esos seres anónimos que protagonizaron
aquellas jornadas que pasarían a la historia? Eran mujeres y hombres que por primera
vez habían sido dignificados como personas con derechos, y ahora demostraban lealtad a
sus líderes, a Perón y Evita”.
“El testimonio de José Mármol, es un ejemplo vivo de ese coraje: “Alrededor de las cuatro
de la tarde, las tropas venían tirando desde un camión. Yo había puesto, en una columna
de Ovidio Lagos y 27 de Febrero, los estandartes de Perón y de Evita. Entonces, volví a
subirme a la escalera, me envolví con una bandera argentina y los esperé gritando: ¡Viva
Perón, carajo; la puta que los parió!”. Me dispararon un balazo en el hombro derecho,
cerca del cuello, y quedé tendido en la vereda”
El contacto con el general Juan José Valle
Recuerda Lucero: “En diciembre de 1955, nos reunimos con el General Juan Jose Valle.
El contacto lo realiza nuestro jefe civil en Rosario cuyo apellido era Piacenza. La reunión
se hizo en un lugar cerca de la calle Zelaya en una casilla de esas que usaba el
ferrocarril, el dueño era un compañero de apellido Duclo. Estaban: Piacenza, el General
Lughan, Don Victorio Cardinali, Duclo, el General Juan José Valle y yo. No perdí detalle
de todo lo que se dijo. -Si llegamos a triunfar tengamos siempre profundo respeto por los
prisioneros – dijo Valle, el amor debe primar por encima de los odios. Recuerden cuando
suene la hora, nuestro santo y seña será: “A la madrugada se cortan las frutas” y cuando
lleguemos al lugar de los hechos, donde habrá soldados en diferentes guardias y
suboficiales comprometidos la consigna será “San Juan”. Desde ahí continuamos
organizándonos con mucho más entusiasmo convencidos de que triunfaríamos y
traeríamos a Perón de vuelta a la Patria.”
“A la madrugada se corta la fruta”
Algunos jóvenes comenzaron a recorrer los barrios pasando un mensaje en clave: “a la
madrugada se corta la fruta”. La insurrección estaba en marcha en todo el país.
Sigue recordando Lucero: “Finalmente en junio llegó la consigna, yo estaba acompañado
de mi amigo Marcial Martínez, quien no participaba de las reuniones, porque era muy
chico, tenía 16 años y yo 18. Pero Marcial se las aguantaba más que yo, un compañero,
muy pobre, huérfano desde muy niño, reservado, solidario, valiente, de los mejores. Las
armas prometidas no llegaron; Scaramuccino era el nombre del responsable de traerlas,
muchos años después supimos que escondió las armas y se fugó a las Islas, en realidad
se cagó.”
“José Menéndez se puso al frente del grupo, era obrero y trabajaba en la misma fábrica
con mi hermano, paramos un camión y nos fuimos a la Central de Teléfonos de la calle
Salta, ahí quedó Poroto González que era de otra célula, en el mismo camión me fui a
tomar otra Central Telefónica, lo mismo hizo el compañero Bonamelli que tomó la que
estaba en calle Baigorria. Cuando llega la Gendarmería a la Central Telefónica con
Marcial quisimos resistir con nuestras escopetas pero la Gendarmería tenia fusiles FAL y
ametralladoras PAM.Los compañeros Menéndez, Lappetina y Morales con más criterio y
experiencia nos disuadieron.”
A las 23 hs, el grupo de Díaz, se apodera del predio donde se hallaba la antena de LT2,
dejando ir al casero y su familia. Instantes más tarde, LT2 empieza a propalar la proclama
del hasta el momento, ignoto “Movimiento de Recuperación Nacional”: “Las horas
dolorosas que vive la República, y el clamor angustioso de su pueblo, sometido a la más
cruda y despiadada tiranía, nos han decidido a tomar las armas para restablecer en
nuestra patria el imperio de la libertad y la justicia al amparo de la Constitución y las
leyes…”
Al día siguiente el parte oficial del ejército, describe el operativo represivo destinado a
recuperar la antena: “una maniobra de pinzas realizada por un grupo de efectivos de esa
fuerza, a cargo del Capitán Pizzi, y por un escuadrón de Gendarmería a cargo del
comandante Guillermo Rosbaco.”
Los insurrectos, con el Comisario Díaz a la cabeza, junto a Lopícolo, Putero, Jurjo,
Marinaza, entre otros, resisten la embestida durante más de dos horas. Pero empiezan a
llegar las noticias del fracaso de la toma del Regimiento 11, sumado a la recuperación por
parte del ejército de la central telefónica Sarratea, ocupada previamente por el grupo de
Lucero y de Marcial Martínez. Finalmente, cuando los insurrectos se enteran de la derrota
del alzamiento en todo el país, deciden emprender la retirada. Seis de ellos son
apresados al instante, y el resto en los días subsiguientes. A las 2:30 hs del domingo 10,
LT2 enmudece y deja de transmitir la proclama revolucionaria.
Frustrado intento en el Regimiento 11
Mientras que en LT2 el comisario Diaz y sus catorce carabinas dieron dura pelea durante
dos horas, en el Regimiento 11 no hubo lucha. El diario El Litoral en su crónica relata:
“Pintorescos hechos, casi risueños, por la credulidad de unos 20 ciudadanos, ocurrieron
en esta ciudad, luego que por LT2 se difundiera la exhortación de que el pueblo saliera a
la calle y se reuniera en el Regimiento 11 de Infantería que había sido ocupado. Los
aludidos se dirigieron a esos cuarteles, donde en efecto se los recibió de inmediato, pero
nada más que para remitidos detenidos e incomunicados a la jefatura de policía.”
“Uno de los desencantados fue el doctor Celio Ferruccio Spirandelli el ex intendente de
esta ciudad el que concurrió a presentar sus saludos al general Lugand a quién daba
como jefe del movimiento sedicioso. Otro caso fue el de un tranvía de la línea 18 que
apareció durante la madrugada en la zona sureste llevando gente para los cuarteles, el
coche fue copado por la policía y conducido hasta la jefatura donde se alojó su pasaje
unas 60 personas”.
Luego el diario da una extensa lista de cerca de 200 detenidos en Rosario.
Los para nada risueños fusilamientos
El diario El Litoral omitía en la “pintoresca” descripción de los hechos, que esa misma
noche por un decreto nacional, previamente redactado, se impuso la ley marcial en todo el
país autorizando el fusilamiento de los sublevados civiles o militares.
La noche del 12 de junio, Ricardo Díaz es atrapado junto a Vigil en las inmediaciones de
la yerbatera Martín, y remitido a la Jefatura de Policía. Allí esperan más de 400 detenidos,
21 de ellos sujetos a la Ley Marcial. La misma noche, estos últimos son llevados
al Regimiento 11 para ser fusilados. El destino, o mejor, las internas al interior del Ejército
habrían de frenar lo que parecía inevitable.
Recuerda Juan Lucero: “Llega un ómnibus para trasladarnos al Regimiento 11 de Infantería, El
Comisario Díaz hizo una señal como diciendo nos liquidan. Íbamos todos cortando clavos, trataré
de recordarlos por sus apellidos: Nicolini, Díaz (el comisario), Martínez, Loppicolo, Putero,
Barinaga, Vigil, Scaramuccino, Altieri, mi hermano Lucero, Demarco, Bonamelli, Lappetina,
Morales, Jurjo, Mainetti, Piacenza, Menéndez, un motorman de los tranvías que no recuerdo su
apellido y yo. El traslado estaba a cargo del Capitán Gentille y demoró el traslado lo más que
pudo, hizo parar el ómnibus para revisar el motor, el Comisario Díaz se dio cuenta, si funciona
bien nos dijo, yo no me daba cuenta de nada, solo rezaba. Ahí descubrimos que Gentile estaba
haciendo tiempo, no quería fusilar a nadie, resultó ser ‘lonardista” . Tal como se dieron los hechos,
esto (la demora) nos salvó la vida.”
Sin embargo el ómnibus termina por arribar a destino, donde esperaba el pelotón de
fusilamiento a cargo del Coronel Manni:
“Ese nos quería fusilar a toda costa. Es más, ya había pasado Jurjo, que fue el primero en
pasar para ser fusilado, y en eso viene corriendo Gentile, diciendo que había llegado un
parte anunciando que se había levantado la ley marcial. Gentile no se puede contener y le
empiezan a caer las lágrimas y a decir ‘muchachos, se salvaron’, y nos convida con
cigarrillos, un paquete verde”.
Quienes no tuvieron la misma suerte fueron el general Valle y veintiocho compañeros de
infortunio que fueron fusilados en Buenos Aires. Antes de ser fusilado, Valle dejaría una
carta a Aramburu, presidente de facto y responsable de su inminente muerte:
“Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de
sus lágrimas verán en mi un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de
ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les
sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años
sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse (…)
Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible del pueblo
argentino esclavizado ”
Los partidos “democráticos” apoyan los fusilamientos
En Rosario, los detenidos fueron recluidos en la cárcel la “Redonda”. Mientras tanto las
columnas de La Capital consignaban el repudio de las “fuerzas democráticas” frente al
intento frustrado: desde el Partido Demócrata Progresista, pasando por la UCR local, el
Partido Demócrata Cristiano, el Partido Socialista, la Liga de Estudiantes Humanistas de
Rosario. La Unión Socialista Libertaria de la Provincia de Santa Fe se pronunciaba
vehementemente contra el “golpe ejecutado por minorías al servicio del dictador prófugo”.
En similares términos se expresaba el Partido Comunista, que caracterizaba al hecho
como un “contragolpe” y llamaba a los trabajadores a “no dejarse arrastrar por las
aventuras”. Ninguno de los comunicados denunciaba el fusilamiento a sangre fría de 29
argentinos.
Por este hecho Juan “chancho” Lucero estuvo dos años preso. Luego continuó su
militancia en la Resistencia Peronista. En 1968 integró, el grupo de las (FAP) Fuerzas
Armadas Peronistas de Taco Ralo donde fue detenido. Siendo Diputado Provincial (1973)
presidió la comisión investigadora por el asesinato de “Tacuarita” Brandazza. Por esta
investigación sufrió varios atentados contra su vida. En el año 1976 fue nuevamente
encarcelado y su hija -militante de la UES- de 15 años de edad fue secuestrada.
Marcial Martinez igual que Lucero cuando salió de la cárcel se integró a la Resistencia
Peronista. 7 de enero de 1960, Marcial, es cercado por la policía. Le dice a un
compañero: “Negro, yo esta vez no caigo vivo, porque no sé, si voy a aguantar la tortura y
antes de entregar a un compañero me suicido”. Y así fue nomás. Cercado toma esa
trágica decisión, pero antes escribe en una carta, las acciones revolucionarias que lo
tuvieron como protagonista y en las cuales toma para sí toda la responsabilidad
emergente y libera a sus compañeros de cualquier otra. Él se pega un tiro de 45 con total
tranquilidad; es más, el primer disparo se atascó o no salió y entonces pone una nueva
bala en la recamara de su pistola para poner fin a su vida.
Fuentes de esta nota, el libro Memorias de una muchacha peronista de Berta Temporelli;
archivo “uno por uno” de Roberto Baschetti, nota de Osvaldo Desmonti, nota de Eduardo
Toniolli
Aldo Duzdevich
Autor de Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron
con Peron