Lección 6: Para el 10 de mayo de 2025
ENTENDIENDO EL
SACRIFICIO
Sábado 3 de mayo
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 1:2-15; Hebreos 10:3-10; Éxodo
12:1-11; 1 Corintios 5:7; Hageo 2:7-9; Isaías 6:1-5; Apocalipsis 4:7-11.
PARA MEMORIZAR:
“Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: ‘Digno eres de tomar el libro y de abrir
sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios,
de todo linaje y lengua y pueblo y nación’ ” (Apoc. 5:9, RVR 1960).
C uando Jesús vino a él, Juan el Bautista declaró: “¡Este es el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29). Esa era una referencia
inequívoca a los sacrificios que simbolizaban la muerte sustitutoria de
Cristo en favor de la humanidad.
El tema del sacrificio animal recorre toda la Biblia como un hilo escarlata
y desempeña un papel central en la gran escena del trono de Dios de Apoca-
lipsis 4 y 5. El hecho de que Jesús sea simbolizado como un cordero inmolado
en esta escena crucial (Apoc. 5:6) es una clave importante para comprender
todo el episodio profético.
Esta semana veremos algunos temas relacionados con el sacrificio y que
forman parte de nuestra comprensión de Jesús, el Cordero inmolado, el pro-
tagonista destacado de la escena de la sala del Trono. Él es reconocido como
el único digno, lo que destaca la obra del Señor, prefigurada por el sistema
sacrificial del Santuario terrenal, como un Dios de amor infinito que estuvo
dispuesto al sacrificio supremo, un acto del que nosotros y las demás inteli-
gencias del universo nos maravillaremos por la eternidad.
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Lección 6 | Domingo 4 de mayo
¿SACRIFICIOS INÚTILES?
Contrastar dos ideas puede resultar muy instructivo. Por ejemplo, se puede
aprender mucho acerca de la perspectiva bíblica del sacrificio a la luz del rechazo
que Dios hizo de los sacrificios que su pueblo le ofrecía.
Compara Isaías 1:2 al 15 con Isaías 56:6 y 7, y Salmos 51:17. ¿Qué lecciones
importantes enseñan estos textos acerca del sacrificio?
Este trágico episodio de la historia de Israel no fue la primera ocasión en
que Dios rechazó un sacrificio. Algo similar ocurrió cerca del comienzo de la
historia de la salvación, cuando el sacrificio de Abel fue aprobado y aceptado
por Dios a diferencia del de Caín. Ese temprano episodio representa otra opor-
tunidad de observar el contraste existente entre los sacrificios aceptables y los
inaceptables (ver Gén. 4:3-7; Heb. 11:4).
En la época de Isaías, Israel cumplía con sus obligaciones y tildaba mental-
mente las casillas de los deberes religiosos en un poco esforzado y vano intento
de apaciguar a Dios mientras que vivía a su antojo. Sus sacrificios estaban, como
los de Caín, anclados en el yo, no en una actitud de entrega y sumisión a Dios.
Ese es el mismo espíritu de autosuficiencia que anima a los reinos de este
mundo. Caín vivía a su antojo mientras ofrecía a Dios un ritual de formas rea-
lizado en sus propios términos. Es de suponer que consideraba a Dios como
un inconveniente, un obstáculo para seguir su propio camino, pero lo temía lo
suficiente como para cumplir con sus obligaciones.
Por el contrario, Abel ofreció un cordero, el sacrificio que Dios había pedido,
el que representaba la promesa que Dios había hecho de un Mesías venidero
(Gén. 3:15) y señalaba hacia el acto salvador de Cristo en el Calvario.
“Abel se aferró a los grandes principios de la Redención. Se veía pecador, y vio
que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión
con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las de-
mandas de la ley que había sido transgredida. En la sangre derramada contempló
el sacrificio futuro, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en
la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de
que su ofrenda era aceptada” (Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 59, 60).
¡Cuán crucial es que evitemos simplemente “cumplir con las formalidades”!
¿Cómo podemos experimentar lo que significa depender totalmente de la muerte
de Jesús como nuestra única esperanza de salvación?
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Lunes 5 de mayo | Lección 6
SANGRE DE TOROS Y DE MACHOS CABRÍOS
Algunos han criticado la idea del sacrificio como algo cruel e injusto. Sin em-
bargo, ese es precisamente el punto. La muerte de Cristo fue cruel e injusta. El
inocente murió en lugar de los culpables. Eso era lo necesario para resolver el
problema del pecado. Y esa muerte, la de Cristo, era lo que señalaban todos los
sacrificios crueles e injustos de animales inocentes.
Lee Hebreos 10:3 al 10. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los sacri-
ficios que el pueblo de Dios ofrecía en la época del Antiguo Testamento?
Puesto que los pecadores no podían salvarse en virtud de ellos, ¿qué sentido
tenía ofrecerlos?
Los corderos y otros animales sacrificados eran meros símbolos que apun-
taban hacia el sacrificio expiatorio del Cordero de Dios. Eran actos de fe que
daban a los pecadores la oportunidad concreta de expresar su confianza en la
obra del Mesías venidero. A menudo nos referimos a esta clase de representa-
ciones sacrificiales como “tipos”, o modelos ilustrativos, que encontraron su
cumplimiento cuando fueron reemplazados por su correspondiente “antitipo”;
es decir, por la realidad que ellos anunciaban o representaban anticipadamente.
Algunos incluso han descrito esos sacrificios como “miniprofecías” acerca de
la muerte de Jesús en la Cruz.
Los rituales asociados al sacrificio se parecían a la compra de un boleto para
realizar un viaje. Cuando se compra un boleto de tren, de autobús o de avión,
no se recibe inmediatamente el viaje por el que se ha pagado. En su lugar, uno
recibe un billete o tarjeta de embarque, un símbolo o promesa del viaje que hará.
Uno puede sentarse sobre ese trozo de papel, pero eso no lo llevará a ningún
lugar. No obstante, cuando la persona está ya dentro del medio de transporte
y comienza el viaje, ha recibido aquello por lo que pagó. El pasaje, el trozo de
papel, deja entonces de ser necesario.
Lo mismo ocurría con los animales sacrificados. Desempeñaban un papel
importante, pero una vez realizado el verdadero sacrificio, el de Cristo en la
Cruz, dejaron de tener sentido, algo que resultó evidente cuando el velo que
separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo del Santuario terrenal se rasgó al
morir Jesús. “Entonces el velo del templo se rasgó en dos, desde arriba hacia
abajo” (Mar. 15:38). El sistema de sacrificios, el Templo y todo lo demás señalaban
a la muerte de Jesús en la Cruz. Una vez que Jesús cumplió su misión en la Cruz
y resucitó victorioso, los tipos o representaciones se volvieron innecesarios.
Piensa en cuán grave es el pecado, al punto de que solo la muerte de Jesús, el
Verbo encarnado (ver Juan 1:1-3, 14), podía expiarlo. ¿Qué nos dice esto acerca de
cuál debe ser nuestra actitud hacia el pecado?
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Lección 6 | Martes 6 de mayo
EL CORDERO DE LA PASCUA
El libro de Apocalipsis se refiere a Jesús como “el Cordero” casi treinta veces.
El pueblo de Dios ha utilizado corderos como símbolos del Mesías venidero
desde el inicio mismo del Plan de Redención. Abel ofreció “de los primerizos
de sus ovejas” (Gén. 4:4), y antes de que Israel partiera de Egipto hacia la Tierra
Prometida se le ordenó que redimiera a cada persona o animal primogénito
sacrificando en su lugar un cordero de un año (Éxo. 12:5).
Lee Éxodo 12:1 al 11; Isaías 53:7 y 8; 1 Corintios 5:7; y Apocalipsis 5:6. ¿Qué
nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual? ¿Qué
significa eso para cada uno de nosotros?
Años después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, Pedro
reflexionó acerca de lo sucedido y escribió: “Sepan que han sido rescatados
de la vana conducta que recibieron de sus padres, no con cosas corruptibles,
como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero
sin mancha ni defecto” (1 Ped. 1:18, 19).
Jesús fue el único ser humano cuya vida resultó aceptable a los ojos de
un Dios santo. Todos los demás hemos pecado, y la manera pecaminosa en
que vivimos representa una mentira acerca de la naturaleza y el carácter de
nuestro Hacedor.
Jesús, sin embargo, se convirtió en el “postrer Adán” (1 Cor. 15:45). Donde
nosotros habíamos fracasado, él vivió perfectamente. En su humanidad, él era
todo lo que la raza humana debía ser. Reflejaba perfectamente la gloria de Dios.
“El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9).
Jesús fue crucificado durante la celebración de la Pascua, lo que demuestra
aún más que es el Cordero antitípico. Jesús dijo en Juan 18:19 y 20 que exponía
“públicamente” su doctrina. Paralelamente, los israelitas recibieron la orden
de escoger un cordero para la Pascua y “guardarlo” o “cuidarlo” (NVI) durante
los días previos al sacrificio (Éxo. 12:5, 6). Cuando el sumo sacerdote interrogó
a Jesús acerca de sus enseñanzas, el Señor hizo referencia al hecho de que él
mismo había estado expuesto en el Templo para que todo el mundo lo viera.
Su vida, sus obras, sus enseñanzas, todo revelaba quién era realmente. Él es el
Cordero sin mancha, la expresión más poderosa de la justicia y la gloria de Dios.
¿Cómo podemos reflejar mejor el carácter perfecto de Jesús en nuestra vida?
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Miércoles 7 de mayo | Lección 6
JESÚS EN EL TEMPLO
Hay tensión en toda la historia de la Salvación. Dios desea restaurar la comunión
que una vez disfrutamos con él y anhela acercarse a nosotros, pero llevar a los
pecadores a su presencia los destruiría. “Tú no eres un Dios que se complace
en la maldad. El malo no habitará junto a ti”, escribe David (Sal. 5:4). Al mismo
tiempo, David también dice: “Pero yo, por la riqueza de tu constante amor, en-
traré en tu casa. Con reverencia adoraré en tu santo templo” (Sal. 5:7).
Lee Hageo 2:7 al 9. Mientras se construía el segundo Templo, el profeta
Hageo comunicó la asombrosa promesa de que el nuevo Templo sería más
glorioso que el anterior. ¿Qué significaba esa profecía?
Cuando Salomón dedicó el primer Templo, la gloria (kabod) de Dios que
había acompañado a los hijos de Israel en su camino a Canaán llenó el Templo,
por lo que los sacerdotes no pudieron permanecer allí para completar su labor
(1 Rey. 8:10, 11). Cuando se dedicó el segundo Templo, no estaba en él el Arca de
la Alianza, que representaba el Trono de Dios, pues Jeremías la había escondido.
La presencia literal de Dios no llenó el Templo esta vez. Fue desgarrador. ¿Cómo
se haría realidad la promesa registrada por Hageo? Fue en el segundo Templo
donde Jesús, la encarnación de Dios, apareció en persona, en carne y hueso.
Dios mismo había salido de detrás del velo para convertirse en uno de nosotros
y unirse a nosotros en este mundo arruinado por el pecado. Puesto que el Hijo
de Dios era ahora el Hijo del Hombre, podíamos ver su rostro, oír su voz y ser
testigos, por ejemplo, de cuando curó con su toque a un leproso impuro (Mat.
8:3). En lugar de acercarnos a él, Dios se acercó personalmente a nosotros cuando
descendió en la persona de Jesús y vino a nuestro encuentro. No es, pues, de
extrañar que la Biblia dijera de Jesús: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo,
y lo llamarán Emanuel, que significa: ‘Dios con nosotros’ ” (Mat. 1:23). Piensa en
lo que esto significa, que el Creador del cosmos haya estado dispuesto no solo
a vivir entre nosotros, sino a morir por nosotros.
La Cruz es la mayor manifestación del amor de Dios. ¿De qué otras maneras po-
demos ver y experimentar la realidad del amor de Dios?
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Lección 6 | Jueves 8 de mayo
TÚ CREASTE TODAS LAS COSAS
Los profetas estuvieron en pocas ocasiones suficientemente cerca de Dios en
visión como para que se les permitiera ver el Trono de Dios. Ezequiel lo vio por
encima del firmamento (Eze. 1:26); Isaías visitó el templo del Cielo (Isa. 6:1). A su
vez, Juan fue escoltado hasta allí en visión y registró una de las descripciones
más explícitas que tenemos del Trono de Dios (Apoc. 4; 5). Los tipos propios del
servicio del Santuario en el Antiguo Testamento indicaban que solo había un
camino por el que la humanidad podía entrar en la presencia de Dios: la sangre
de Cristo (ver, por ejemplo, Lev. 16:2, 14).
Lee Isaías 6:1 al 5 y Apocalipsis 4:2 al 11. ¿Qué elementos de estas dos
visiones son similares? Presta atención al orden de los acontecimientos:
¿Qué tema se presenta primero? ¿Qué viene después? ¿Qué verdad acerca
de Dios es subrayada en estas visiones?
En cada una de estas visiones de la sala del Trono, lo primero que sucede
es que los seres celestiales destacan la santidad de Dios. En la visión de Isaías,
la escena es impresionante: el Templo se llenó de humo y “los quiciales de las
puertas se estremecieron” mientras los serafines proclamaban la santidad
de Dios. En la visión de Juan, los querubines hacen la misma declaración:
“Santo, santo, santo”. Cada profeta presenció una deslumbrante escena acerca
de la gloria de Dios.
Se nos muestra luego la reacción del profeta ante la escena. Isaías exclama
que es un hombre de labios impuros (Isa. 6:5), mientras que Juan llora porque se
enfrenta a la trágica verdad de que no se puede encontrar a nadie digno (Apoc.
5:4). Cuando se nos presenta directamente la dignidad de Dios, empezamos por
fin a comprender la situación humana: somos totalmente indignos y necesi-
tamos a Cristo como Redentor.
Satanás ha lanzado muchas acusaciones contra Dios, argumentando que
es arbitrario, egoísta y severo, pero aun un breve momento en la sala del Trono
de Dios pone al descubierto las mentiras de Satanás. Al ver a Cristo como es en
realidad, “el Cordero que fue inmolado” (Apoc. 5:12, RVR 1960), vemos también
al Padre tal cual es. Cuán reconfortante es saber que al contemplar a Jesús des-
cubrimos cómo es el Padre (Juan 14:9). Pero, la mayor revelación de cómo es el
Padre se aprecia en la muerte de Jesús por nosotros en la Cruz.
La Cruz, por lo tanto, debería mostrarnos dos cosas: que Dios nos ama al
punto de sacrificarse por nosotros, y que nuestra condición como pecadores
es tan grave y desesperada que solo mediante la Cruz podemos ser salvados.
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Viernes 9 de mayo | Lección 6
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Las Escrituras dejan claro que Cristo es el único capaz de asegurar nuestra
salvación en virtud de su perfecta dignidad. Su vida fue la única sin pecado,
el único ejemplo de una vida que satisfizo perfectamente la gloria del Padre.
Él es el Cordero de Dios sin mancha y ahora está a la cabeza de la raza humana
como nuestra seguridad eterna. Al mismo tiempo, cargó con nuestra culpa,
satisfaciendo así el juicio que es la respuesta de Dios a la maldad. Cuando
Juan presencia la increíble escena de los seres celestiales reunidos en torno
al Trono de Dios, se le dice que deje de llorar porque “el León de la tribu de
Judá [...] ha vencido” (Apoc. 5:5).
Piensa, además, en cuán grave es el pecado y cuán caída está realmente
la humanidad, al punto de que solo la muerte de Jesús, Dios mismo, podía
resolver el problema. De haber existido alguna otra manera de salvarnos, no
cabe duda de que Dios la habría empleado.
“La quebrantada Ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el uni-
verso solamente existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar
del hombre. Puesto que la Ley divina es tan sagrada como Dios mismo, solo
uno igual a Dios podría expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía
salvar al hombre de la maldición de la Ley, y colocarlo otra vez en armonía
con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era
algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre de su Hijo.
Cristo descendería a la profundidad de la desgracia para rescatar a la raza
caída” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 48).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Juan ve a Jesús entrar en la sala del Trono como un cordero “inmolado”
(RVR 1960). Apocalipsis 13:8 dice que Jesús fue “inmolado” (RVR 1960)
desde la fundación del mundo. ¿Qué nos enseña acerca de Dios el he-
cho de que el Plan de Salvación ya estaba en marcha antes de que lo
necesitáramos?
2. Muchos ateos creen que estamos solos en un universo frío e indiferente.
En cambio, la Biblia no solo habla de Dios, sino también de que amó tan-
to al mundo que descendió a él e incluso murió por él. ¿Hasta qué punto
debemos ver el mundo y nuestro lugar en él de manera diferente de como
lo ven quienes no creen en Dios? En otras palabras, ¿cómo debería influir
la realidad de la Cruz en todo lo que hacemos?
3. ¿Por qué fueron la vida, la muerte y la resurrección de Cristo el único
medio para salvar a la humanidad? Una vez más, ¿qué nos dice eso acerca
de cuán malo y grave es realmente el pecado?
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