LA MAYOR DE LAS BATALLAS
Serie: “LA AGENDA EMANUEL” – Parte 4
• Durante esta serie aprendimos:
1. Que el mayor deseo de Dios es estar con nosotros
2. Que Él estuvo, está y estará
3. Y que en medio de esa verdad quiere enseñarnos a acercarnos a Él
• Ahora, este no es un mensaje romantico, sino una guerra constante y real. La mayor batalla que
vas a librar en tu vida es la batalla por la intimidad, la batalla por alinear tu deseo al deseo de
Dios de habitar con sus hijos. Satanás quiere que no experimentes a Dios cerca, que sientas que
Él no estuvo y que no estará, que vayas al monte incorrecto.
• Las siete cartas a las iglesias de Asia menor (Ap. 2-3) contienen promesas reservadas para
aquellos que deciden luchar y prevalecer hasta el final. Cada una de esas recompensas están
reservadas para “el que venciere” en la batalla contra todo aquello que quiere corrernos de la
agenda Emanuel.
Los que permanezcan hasta el final recibirán la mayor de las recompensas, el deseo de Dios
hecho realidad.
“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo”. Apocalipsis 21:7
• Si ganas esta batalla, ganarás todas las batallas. Debemos entender que estamos en guerra, y
tomar las armas que Cristo quiere proveernos para vencer hoy y en los tiempos que vienen. Si
peleas, alcanzarás la victoria.
A. CRISTO, EL TABERNÁCULO VIVIENTE
• La pregunta es, ¿cómo vencemos? ¿Cómo y de dónde tomamos esas armas? La respuesta no es un
lugar, sino una persona: Cristo, el tabernáculo hecho hombre.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14
• La expresión “habitó” en el original griego significa, “extendió su tabernáculo” o “se hizo
tabernáculo”, representando así el deseo permanente de Dios de estar con nosotros.
Dios extendió su tabernáculo por medio del Hijo, para que a través del Hijo
nosotros pudiésemos ser un tabernáculo para el Espíritu Santo.
• El propósito del tabernáculo era que el hombre pudiera encontrarse con Él. Cristo se hizo
tabernáculo para facilitar ese acceso. Es en ese diseño donde encontramos llaves para experimentar
a Dios, que se transforman en armas para librar la mayor de las batallas
B. EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA: TRES LLAVES PARA LA VICTORIA
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”.
Juan 14:6-7
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• Juan 14:6 es una declaración que resume el rol exclusivo y definitivo de Jesucristo en el plan de
salvación. Cada título, “el camino, la verdad y la vida”, puede entenderse como una revelación
progresiva del deseo de Dios de habitar con su pueblo y su cumplimiento en Cristo.
• Estos tres títulos tienen una conexión explícita con las distintas partes del templo y con el
camino que el sumo sacerdote debía recorrer para poder acercarse a la Presencia manifiesta
de Dios escondida en el arca del pacto.
• Jesús no solo nos está revelando quién es, sino que nos está mostrando tres llaves escondidas
en Él, que nos permiten vencer en esta vida para alcanzar la vida verdadera.
1. UN CAMINO ACCESIBLE QUE EXPERIMENTAR (ATRIO)
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”. Juan 10:9
• El atrio era un lugar de un solo acceso. No había otras puertas de acceso exterior, tanto en el
tabernáculo como en el templo. Esa única puerta del tabernáculo prefigura a Cristo como la
única entrada a la Presencia de Dios. No existen caminos alternativos o similares.
• Jesús es el camino que inicia el acceso al Padre mediante su sacrificio. La única manera de
experimentar ese camino es con arrepentimiento constante, y el fruto del mismo se vuelve un
arma poderosa para vencer en la guerra espiritual que estamos librando. Experimentar el
camino te libra de la condenación.
• En el atrio estaban el altar del sacrificio y la fuente de bronce: El lugar donde el pecador
iniciaba su acercamiento a Dios. Abrazar el camino (la Cruz) nos devuelve el acceso al lugar
que Adán perdió: La Presencia de Dios. Ya no estamos lejos ni separados, sino que somos
llamados a acercarnos como sacerdotes reales. Experimentar el camino restaura nuestra
identidad de hijos de Dios y nuestra identidad sacerdotal.
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9
• En el ritual de expiación de pecados (Lv. 16), el sumo sacerdote debía oficiar dos sacrificios
principales. Primero, ofrecía un novillo para hacer expiación por sus propios pecados y los de
su familia. Luego, tomaba dos machos cabríos: uno era sacrificado como ofrenda por el pecado
del pueblo, y el otro, conocido como el chivo expiatorio, era enviado al desierto tras la
imposición de manos y la confesión de las iniquidades del pueblo, simbolizando que sus
pecados eran alejados por completo. Ambos actos eran ordenados por Dios como medio de
perdón y reconciliación.
• En ambos sacrificios, el sumo sacerdote debía llevar la sangre en un recipiente, atravesar el
Lugar Santo y entrar al Lugar Santísimo. Allí, rociaba con su dedo parte de la sangre siete veces
sobre y delante del propiciatorio (la cubierta del arca del pacto) como acto de expiación.
• Cristo es el sacrificio perfecto, y su sangre habla mejor que la de Abel (He. 12:24). Gracias a ella
tenemos plena libertad para acercarnos al trono de la gracia (He. 10:19). Cuando por la fe nos
apropiamos del poder de su sangre y vivimos bajo su cobertura redentora, no solo accedemos
a la verdad en nuestro camino hacia la vida, sino que también somos comisionados como
intercesores y reconciliadores del nuevo pacto.
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2. UNA VERDAD PARA DELEITARSE (LUGAR SANTO)
• El Lugar Santo contenía tres muebles sagrados. La menorá (candelabro de siete brazos)
iluminaba el recinto y representaba la luz de Dios y la revelación de su Espíritu. La mesa de
los panes de la proposición contenía doce panes que representaban a las doce tribus de Israel
delante de Dios, señalando su provisión constante y comunión con el pueblo. El altar del
incienso, ubicado frente al velo, simbolizaba la adoración continua.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino”. Salmo 119:105
• La verdad es una lámpara que ilumina la oscuridad de nuestro presente y nos señalará el
camino en la hora más oscura. La verdad es Cristo. ¡Él es la ley y los profetas! (Lc. 24:27; Jn.
5:39; Ro. 10:4). Y el que permanece en su verdad se transforma en un verdadero discípulo (Jn.
8:31). La verdad nos libra del engaño y nos permite no caer en las trampas de este
sistema.
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón;
y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:29-30
• El camino angosto y difícil, se vuelve una carga fácil y ligera cuando nos encontramos con la
verdad. Cuando aprendemos a vivir a la “manera de Dios”, hallamos verdadero descanso.
Debemos dejar que el Creador de la vida nos enseñe a transitarla.
“Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios,
y ellos me serán por pueblo”. Jeremías 31:33
• Es el Espíritu Santo en nosotros quien lleva adelante esta tarea. Debemos darle acceso para que
cada día Él siga escribiendo su ley en nuestras mentes y corazones. Su obra progresiva en
nosotros permite que la imagen del Hijo sea formada en nuestras vidas.
• Un pueblo que vive la verdad, es un pueblo que se alinea a los planes de Dios para colaborar
con ellos. Es un pueblo entendido (iluminación-menorá), apasionado (adoración-incienso) y
satisfecho en su Dios (satisfacción-mesa de los panes).
3. UNA VIDA QUE HALLAR (LUGAR SANTÍSIMO)
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí
y del evangelio, la salvará”. Marcos 8:35
• Marcos resalta una de las frases más repetidas de Jesús en los evangelios. Este principio forma
parte de las enseñanzas centrales de Jesús para aquellos que quieran seguirlo, y representa
una clave del Reino: El camino hacia la vida verdadera pasa por la rendición, el sacrificio y la
entrega. Y solo aquellos que aprendan a morir, van a porder alcanzar la vida verdadera.
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado”. Juan 17:3
• La vida eterna no es solo una promesa futura, sino una relación profunda con Dios disponible
hoy. En el tabernáculo, esa vida estaba representada en el Lugar Santísimo, adonde solo se
llegaba pasando primero por el camino del sacrificio (la sangre) y el proceso de purificación (la
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verdad revelada). Solo aquellos que abrazan un estilo de vida de constante arrepentimiento,
permitiendo que el Espíritu Santo reordene su forma de pensar y sentir (Fil. 2:5), pueden
experimentar la plenitud de la vida que Jesús prometió.
• Gustar de la Presencia manifiesta de Dios te transforma para siempre. Quien ha contemplado
su gloria no puede seguir viviendo para sí mismo. Los discípulos no solo escucharon a Jesús, lo
vieron, lo tocaron, y fueron llenos del Espíritu. Ese encuentro marcó su identidad y encendió
su llamado. Ya no vivieron para preservar sus vidas, sino para anunciar lo que habían visto y
oído, sin medir el costo. Su destino fue sellado por lo que contemplaron, y murieron siendo
testigos del poder de esa Presencia.
VENCIENDO AL ACUSADOR
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra
del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Apocalipsis 12:11
• Las mismas tres llaves que nos permiten acercarnos con confianza a Dios, son también las tres
armas con las que vencemos al acusador.
• Puedes vencer hoy, si entras por la puerta y abrazas la sangre del Cordero: Él es el Camino que
te libra de la condenación.
• Puedes crecer diariamente en victoria si dejas que su verdad te transforme y alineas tu voluntad
con ella. Su Verdad te hace libre del engaño y del pasado.
• Y puedes vencer la muerte —esa vida marcada por prioridades alteradas, temores y confusión—
si decides vivir para Él y no para ti mismo.
¡El que te acusa ha sido vencido!
Y el que lo venció está frente a ti hoy:
Él es JESÚS, el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.
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