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Historia Del Manto de San José

El documento narra la historia de San José y su manto, destacando cómo este objeto se convierte en un símbolo de fe y milagros. A través de la devoción hacia el manto, se relatan varios prodigios que transforman la vida de un usurero llamado Ismael y su esposa Eva, quienes, tras recibir el manto, experimentan curaciones y bendiciones. Finalmente, el relato enfatiza la importancia de honrar a San José y su manto como un legado espiritual para las futuras generaciones.

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Historia Del Manto de San José

El documento narra la historia de San José y su manto, destacando cómo este objeto se convierte en un símbolo de fe y milagros. A través de la devoción hacia el manto, se relatan varios prodigios que transforman la vida de un usurero llamado Ismael y su esposa Eva, quienes, tras recibir el manto, experimentan curaciones y bendiciones. Finalmente, el relato enfatiza la importancia de honrar a San José y su manto como un legado espiritual para las futuras generaciones.

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HISTORIA

El manto de San José…


Conoces su historia?
BY UNPASOALDIA ON 29 JULIO, 2020 • ( DEJA UN COMENTARIO )

Conocida entre sus devotos es la Novena llamada “Santo Manto de San José” que está
inspirada en una historia hecha leyenda, conservada por la tradición oral de la Iglesia
desde siglos y unpasoaldia comparte para sus lectores…
El manto de San José

San José debía ir a las montañas de Hebrón, donde tenía ajustada una partida de
madera, y lo había ido dilatando día tras día hasta ver si podía reunir todo el dinero;
pero fue en vano. Las cosas de los pobres, se hacen sus cuentas y casi nunca les salen
como lo pensaron, José no tenía reunido más que la mitad del dinero y el caso es que no
podía esperar más tiempo; era necesario servir a los parroquianos y por tanto partir a
por la madera.

—Si te parece bien –le dijo la Santísima Virgen María-, lo pediré a los parientes.
—Yo iré -contestó José.
—No, esposo mío -suplicó María-; has de hacer un largo viaje y no te debes cansar -y
cubriendo su cabeza según la costumbre, salió de casa. Al regresar le dijo:

—No hay dinero. Lo he pedido en varias casas, y todas se han excusado; indudablemente
es que no tienen, porque si hubieran tenido ¿cómo se habrían de negar a darlo? Pero he
pensado una cosa, -continuó María, procurando ocultar tras una dulce sonrisa el
sentimiento que su corazón sentía-;… he pensado que dejes el manto en prenda y con eso
el dueño de la madera se dará por satisfecho.
—No has pensado mal -dijo San José, bajando sus ojos, porque su esposa no los viera
arrasados en lágrimas.
—Adiós, esposo mío -dijo María al despedirle-. El Dios de Abraham te acompañe y su
ángel te dirija.
—Adiós esposa mía; procuraré volver pronto.

Y marchó el santo con la mitad del dinero y el manto nuevo que María le había regalado
en el día de su boda.

—Dios te guarde, Ismael, -dijo el Santo padre de Jesús cortésmente al llegar a la presencia
del dueño de los troncos contratados.
—¿Vienes ya por la madera? -fue la contestación al saludo de José-; bien podías haber
venido antes; en poco ha estado que te quedes sin ninguna.

Ismael tenía mal genio, era un avaro sin entrañas, en su casa no había visto nunca la
paz, su pasión era el dinero y todo esto lo conocía José desde que le estaba tratando, por
lo cual podemos presumir la poca confianza y el miedo que había de tener por declarar
el estado de su bolsillo. Escogió los maderos, apartándolos a un lado, y cuando ya iba a
partir para Nazaret, llegado el momento supremo, llamó aparte a Ismael, y le habló de
esta manera:

—¡Dispénsame que no traigo más que la mitad del dinero; tú sabes que siempre te he
pagado al contado. Espérame y ten paciencia y te pagaré hasta el último cuadrante;
quédate con esta capa en prenda.

Ismael quiso que se llevara la mitad de los troncos, protestó y volvió a protestar, de tal
manera, que estuvo a punto de desbaratarse el contrato, pero al cabo cedió aunque no
de muy buen grado, quedándose con el manto de boda de San José.
El avaro Ismael tenía enfermos los ojos hacía tiempo con úlceras, y a pesar de invertir
en médicos y medicinas no había logrado la salud; casi había perdido la esperanza de
sanar; por lo cual se llenó de sorpresa a la mañana siguiente cuando se encontró que
sus ojos estaban sanos como si nunca hubiese padecido.

—¿Qué es esto? -se decía-. ¡Ayer enfermos con úlceras incurables, según opinión de los
médicos, y hoy sanos sin medicina alguna!

No dio Ismael con la causa y al llegar a su casa contó a su esposa el prodigio. Eva, que
así se llamaba ésta, era un verdadero basilisco, tenía un genio de fiera, y desde que se
había casado con Ismael jamás había tenido paz, ni dicha, ni tranquilidad, ni gusto en el
matrimonio; pero aquella noche estaba hecha una cordera. ¡Qué dulzura en sus
palabras! ¡Qué mansedumbre! ¡Qué alegría en su rostro antes sombrío y arrugado por
la ira: “¿Qué es esto? ¿Qué variación es esta? ¿Quién habrá traído este cambio?” se
preguntaba a sí mismo el esposo.

—Toma este manto y guárdalo por ahí -le dijo a Eva-. Es de José, el carpintero de Nazaret,
y ha de venir a llevárselo; este manto debe ser el que ha traído la paz y la tranquilidad de
esta casa -dijo casi pensarlo el esposo-. Desde que lo puse sobre mis hombros para
traerlo, siento en mí tal mudanza, tales afectos y tales deseos, que no puede ser otra la
causa. Oyeron entonces ruido en el establo y, cortando la conversación, se tiró del lecho
Ismael y acudió a ver lo que era.

Una vaca, la mejor, la más gruesa, se retorcía en el suelo presa de un dolor horrible.
¡Pobre animal! A pesar de los remedios que ambos esposos le prodigaron no se
mejoraba; al contrario, parecía que iba a expirar. Se acordó Ismael del Manto de José y
comunicó a Eva su pensamiento; nada perdían. Pero si la vaca sanaba, sabrían que el
Manto era la causa de su dicha y del bienestar que disfrutaban.

Fue nada más ponerle la capa y el animal se levantó del suelo donde antes se retorcía
por la fuerza del dolor. La vaca se puso a comer como si nada hubiese pasado.

—¿Lo ves? -dijo Ismael-, este manto es un tesoro. Desde que él está en nuestra compañía,
somos felices. Conservemos esta prenda de los cielos; no nos desprendamos de ella ni
aunque nos dieran todo el oro del mundo.
—¿Ni al mismo dueño se la devolveremos?-dijo Eva inquieta.
—Ni al mismo dueño -contestó resueltamente Ismael.
—Entonces -dijo Eva- le compraremos otra mejor que ésta, en el mercado de Jerusalén, y
si te parece bien iremos los dos a llevársela.
—Sí -contestó el marido-. Yo le perdono la deuda y además estoy dispuesto a darle de aquí
en adelante toda la madera que necesite.
—¿No has dicho que tiene un hijo llamado Jesús? -preguntó Eva-. Le llevaré de regalo un
par de corderos blancos y un par de palomas como la nieve, y a María aceite y miel. ¿Te
parece bien, esposo mío?
—Todo me parece bien –contestó-. Mañana iremos a Jerusalén y desde allí a Nazaret.

Cuando estaban los camellos preparados para el viaje, llegó jadeante el hermano menor
de Ismael, diciendo que la casa de su padre estaba ardiendo y había que llevar el Manto
del Carpintero, con el fin de apagar el incendio. No había tiempo que perder. Los dos
hermanos corrieron precipitadamente a la casa del padre y al llegar, cortaron un
pedazo del milagroso manto y lo arrojaron al fuego. No hubo necesidad de derramar
una sola gota de agua; aquello fue bastante para atajar el incendio y apagarlo. Las
gentes se admiraron al ver el prodigio y bendijeron al Señor.

—Qué fue -preguntó Eva al verlos llegar- ¿se ha apagado el fuego?


—Sí -contestó el esposo lleno de satisfacción-; un pedazo del manto ha bastado para
realizar el milagro.

Días después se bajaron de sus camellos a la puerta del Carpintero de Nazaret. Ismael, el
antiguo usurero y Eva su esposa, venían llenos de humildad a postrarse a los pies de
José y María y a hacerles varios regalos. Al verlos San José y la Santísima Virgen María
creyeron que vendrían reclamando la deuda y se llenaron de tristeza porque aún no
tenían el dinero reunido. Pero el entrar en la casa donde José, María y el Niño Jesús
estaban, se pusieron ambos de rodillas, y tomando la palabra Ismael, dijo:

—Venimos mi esposa y yo a darte las gracias por los inmensos bienes que hemos recibido
del cielo desde que me dejaste el manto en prenda; y no nos levantaremos de aquí sin
obtener tu consentimiento de quedarnos con él para que siga protegiendo mi casa, mi
matrimonio, mis intereses y mis hijos.
—Levantaos -dijo José, tendiéndoles las manos para ayudarles.
—iOh, santo Profeta! -respondió Ismael en un arrobo espiritual-; permite hablar a tu
siervo de rodillas y escucha estas palabras: Yo estaba enfermo de los ojos y por medio de
tu manto se han curado; era usurero, altivo, rencoroso y hombre sin entrañas y me he
convertido a Dios; mi esposa estaba dominada por la ira y ahora es un ángel de paz; me
debían grandes cantidades y las he cobrado todas sin costarme trabajo alguno; estaba
enferma la mejor de mis vacas y ha sanado de repente; se incendió, en fin, la casa de mi
padre y se apagó el fuego instantáneamente al arrojar en medio de las llamas un pedazo
de tu manto
—¡Loado sea Dios por todo! -dijo bajando los ojos el santo Carpintero-. Levantaos, que no
está bien que estéis de rodillas delante de un hombre tan miserable como yo.
—Aún no he terminado -respondió Ismael-. Tú no eres un hombre como los demás, sino
un Santo, un Profeta, un ángel en la tierra. Te traigo un manto nuevo, de los mejores que
se tejen en Sidón; a María tu esposa, le traemos aceite y miel, y a Jesús, tu hijo, le regala
mi esposa un par de corderos blancos y un par de palomas más blancas que la nieve del
Líbano. Aceptad estos pobres obsequios, disponed de mi casa, de mis ganados de mis
bosques, de mis riquezas, de todo lo que poseemos, y… ¡no me pidáis vuestro manto!

— Quedaos con él, ¡en buena hora! -dijo el Santo Carpintero-; y gracias, muchas gracias
por vuestros ofrecimientos y regalos.

Y mientras se levantaban del suelo y acercaban los presentes, les dijo María:
—Sabed, buenos esposos, que Dios ha determinado bendecir todas aquellas
familias que se pongan bajo el Manto protector de mi santo esposo. No os
extrañen pues los prodigios obrados; otros mayores veréis; amad a José, servidle,
guardad el Manto, divididlo entre vuestros hijos, y sea ésta la mejor herencia que
les dejéis en el mundo.

…Y es sabido que los esposos guardaron fielmente los consejos de la Santísima Virgen
María y fueron siempre felices, lo mismo que sus hijos y los hijos de sus hijos.
reliquia del Sacro Manto de San José y el velo de la Virgen Santísima

Una parte de su Manto, con el que José cubrió a Jesús recién nacido, se conserva en Roma, en la iglesia
de santa Cecilia, como informa el Padre José Ignacio Vallejo, en su obra Vida del Señor san José,
dignísimo esposo de la Virgen María y padre putativo de Jesús del año 1729. De esta reliquia se cortó
una porción que conservan los Carmelitas Descalzos de Amberes, otra que se venera en la iglesia de
Santo Domingo, en Bolonia, Italia, y una más en el convento de Tepoztlán, México; y, según refiere
Jesús Cobo Molinos en su libro El Cazador de Reliquias, “probablemente el trozo más venerado en
España sea el que se encuentra en la capilla del Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia,
donado por los Agustinos a la colección del colegio afirmando que era el mismo manto con el que
José envolvió al Niño al nacer”.

Oración de la Novena del Manto


Sagrado de San José
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

T. Jesús, María y José, yo les doy mi corazón y mi alma.

A nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber exaltado a San José a una
posición de dignidad tan excepcional.

Decir el Gloria tres veces.

OFRECIMIENTO
I

Oh Glorioso Patriarca San José, yo humildemente me postro ante ti……. Ruego al Señor
Jesús, a tu Esposa Inmaculada, la Virgen María, y todos los Ángeles y los Santos en la
Corte Celestial, que me acompañen en esta devoción. Te ofrezco este Manto precioso,
mientras que prometo mis más sincera fe y devoción. Me comprometo a hacer todo en
mi poder para honrarte a lo largo de mi vida para probar mi amor por ti.

Ayúdame, San José. Asísteme ahora y durante toda mi vida, pero especialmente en el
momento de mi muerte, como tu fuiste asistido por Jesús y María, para unirnos un día
en el Cielo y allí honrarte por toda la eternidad. Amén.

II

Oh Glorioso Patriarca San José, postrado, delante de ti y de tu Divino Hijo, Jesús, te


ofrezco, con sincera devoción, este precioso tesoro de la oración, siendo siempre
consciente de las numerosas virtudes que adornan tu sagrada Persona. En ti, Oh
Glorioso Patriarca, se cumplió el sueño de tu precursor del primer José, que de por sí
parece haber sido enviado por Dios para preparar el camino para tu presencia en esta
tierra. De hecho, no sólo te ha rodeado por el esplendor luminoso de los rayos del Sol
Divino, de Jesús, sino que también tú fuiste espléndidamente reflejado en la brillante
luz de la luna mística, la Santísima Virgen María.

Oh Glorioso Patriarca, si el ejemplo del anciano Jacob, quien fue personalmente a


felicitar a su hijo predilecto, quien fue exaltado en el trono de Egipto, sirvió para traer a
todos sus descendientes allí, acaso no, deben el ejemplo de Jesús y María, que te honran
con su mayor respeto y confianza, servirme para llevarme a mi tu fiel devoto, que me
presente a ti con este Manto precioso en tu honor.

Concédeme, oh Gran San José, que Dios Todopoderoso puede a su vez dirigir una
mirada benévola hacia mí. Pues el ancestral José no rechazó sus hermanos culpables y
crueles, sino más bien los acepto con amor y protección y los salvó del hambre y la
muerte, te lo suplico, Oh Glorioso Patriarca, a través de tu intercesión, haz que el Señor
nunca me abandone en este exilio de valle de dolores.

Haz que él siempre me nombre como uno de sus fieles siervos que viven tranquilos y
seguros, bajo el patrocinio de tu Manto Santo. Haz que yo pueda vivir siempre dentro de
la protección de este patrocinio, todos los días de mi vida y sobre todo en el momento en
que respire mi último aliento.

ORACIONES

Yo te saludo oh Glorioso San José, tú que estás encargado de invaluables tesoros del
Cielo y la Tierra y eres el Padre adoptivo de Aquel que nutren a todas las criaturas del
universo. Tú eres, después de María, el santo más digno de nuestro amor y devoción. Tú
solo, por encima de todos los Santos, has sido elegido para ese honor supremo de la
crianza, orientación, de alimentar e incluso abrazar al Mesías, a quien tantos reyes y
profetas habrían deseado mirar.

San José, salva mi alma y obtén para mí de la Divina Misericordia de Dios la petición
que te ruego humildemente . Y para las almas del Purgatorio, concédeles un gran
alivio en su dolor.

(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado de San José a una posición de dignidad tan excepcional.)

II

Oh poderoso San José, tú fuiste proclamado patrono de la Iglesia Universal, por lo tanto,
yo pido tu auxilio, por encima de todos los otros Santos, como el mayor protector de los
afligidos, y ofrezco incontables bendiciones a tu generosisimo corazón , siempre
dispuesto a ayudar en cualquier necesidad.
A ti, oh Glorioso San José, vienen las viudas, los huérfanos, los abandonados, los
afligidos, los oprimidos. No hay dolor, angustia o agonía que no has consolado. Dígnate,
te ruego, utilizar en mi nombre los dones que Dios te ha dado, hasta que a mi también
me concedas la respuesta a mi petición y que las almas benditas del purgatorio, recen a
San José por mí.

(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado de San José a una posición de dignidad tan excepcional.)

III

Innumerables son aquellos que han rezado a ti antes que yo y han recibido consuelo y
paz, gracias y favores. Mi corazón, tan triste y doloroso, no puede encontrar reposo en
medio de esta prueba que me acosa. Oh Glorioso San José, tú sabes todas mis
necesidades, incluso antes de que las pronuncie en la oración. Tú sabes lo importante
que esta petición es para mí. Me postro ante ti mientras suspiro bajo el peso del
problema que se enfrenta a mí.

No hay corazón humano en el cual puedo confiar mi dolor, y aunque me encuentre a un


ser compasivo que estaría dispuesto a asistirme, todavía no podría ayudarme. Sólo tú
puedes ayudarme en mi dolor, San José, y te ruego oigas mi súplica.

Acaso No ha dejado Santa Teresa escrito en sus diálogos que el mundo debe siempre
saber: “Todo lo que pidáis de San José, lo recibiréis.”

Oh San José, consolador de los afligidos, ten piedad de mi tristeza y compadécete de las
pobres almas que ponen en ti tanta esperanza en sus oraciones.

(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado de San José a una posición de dignidad tan excepcional.)

IV

1. Oh Sublime Patriarca San José, a causa de tu perfecta obediencia a Dios, interceder


por mí.

2. Por tu santa vida llena de gracia y de méritos, oye mi oración.

3. Por tu nombre dulcísimo, ayúdeme.

4. Por tus lágrimas santísimas, confórtame.


5. Para tu siete dolores, intercede por mí.

6. Por tus siete alegrías, consuélame.

7. De todo mal del cuerpo y del alma, líbrame.

8. De todos los peligros y desastres, sálvame.

9. Ayúdame con tu poderosa intercesión y obtenme, por tu poder y misericordia, todo lo


necesario para mi salvación y en particular el favor______ que ahora te presento con
gran necesidad.

(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado de San José a una posición de dignidad tan excepcional.)

Oh Glorioso San José, son innumerables las gracias y favores que has obtenido para las
almas afligidas. Asistes a los Enfermos de cualquier naturaleza, ayudas a los oprimidos,
perseguidos, traicionados, privado de todo consuelo humano, incluso aquellos que
necesitan del pan de vida, todos los que implora tu poderosa intercesión son consolados
en su aflicción.

Oh querido San José, no permitas que yo sea el único de todos los que han apelado a ti, a
quien niegues esta petición que yo tan ardientemente te suplico. Demuéstrame incluso a
mí, tu bondad y generosidad, para que pueda gritar en acción de gracias, “¡Gloria eterna
a nuestro Santo Patriarca San José, mi gran protector en la Tierra y el defensor de las
Almas Santas en el Purgatorio.”

(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado de San José a una posición de dignidad tan excepcional.)

VI

Eterno Padre, que estás en el cielo, por los méritos de Jesús y María, te ruego me
concedas mi petición. En el nombre de Jesús y María, me postro ante tu presencia
Divina y te ruego que aceptes mi súplica llenas de esperanzas para perseverar en la
oración para que pueda ser contado entre la multitud de aquellos que viven bajo el
patrocinio de San José.

Extiende tu bendición sobre este precioso tesoro de las oraciones que ofrezco hoy a él
como prenda de mi devoción.

(Recitar un Gloria 3 veces a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado de San José a una posición de dignidad tan excepcional.)
SÚPLICAS EN HONOR DE LA VIDA OCULTA DE
SAN JOSÉ CON JESÚS Y MARÍA
1. San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi alma y me santifique.

2. San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi corazón e inspirarme con la
caridad.

3. San José, ruega para que Jesús pueda entrar en mi mente y me ilumine.

4. San José, ruega para que Jesús pueda guiar mi voluntad y la refuerce.

5. San José, ruega para que Jesús pueda dirigir mis pensamientos y purificarlos.

6. San José, ruega para que Jesús pueda guiar mis deseos y dirigirlos.

7. San José, ruega para que Jesús pueda mirar mis acciones y extienda sobre mi
sus bendiciones.

8. San José, ruega para que Jesús me inflame de amor por él.

9. San José, solicita de mi parte a Jesús la imitación de tus virtudes.

10. San José, pide de mi parte a Jesús un verdadero espíritu de humildad .


11. San José, pide de mi parte a Jesús mansedumbre de corazón.

12. San José, pide de mi parte a Jesús la paz del alma.

13. San José, pide de mi parte a Jesús el santo temor del Señor.

14. San José, pide de mi parte a Jesús un deseo de perfección.

15. San José, pide de mi parte a Jesús una dulzura de corazón.

16. San José, pide de mi parte a Jesús un corazón puro y caritativo.

17. San José, pide de mi parte a Jesús la sabiduría de la fe.

18. San José, pide de mi parte a Jesús su bendición de la perseverancia de mis buenas
obras.

19. San José, pide de mi parte a Jesús la fuerza para llevar mis cruces.
20. San José, pide de mi parte a Jesús el desprecio por los bienes materiales de este
mundo.

21. San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de caminar siempre en el camino angosto
hacia el Cielo.

22. San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de evitar toda ocasión de pecado.

23. San José, pide de mi parte a Jesús un deseo santo de la felicidad eterna.

24. San José, pide de mi parte a Jesús la gracia de la perseverancia final.

25. San José, no me abandones.

26. San José, ruega que mi corazón nunca deje de amarte y que mis labios nunca dejen
jamás de elogiarte.

27. San José, por el amor que le tienes a Jesús, haz que yo pueda aprender a amarlo.

28. San José, amablemente acéptame como tu fiel devoto.

29. San José, yo me entrego a ti, acepta mis ruegos y escucha mi oración.

30. San José, no me abandones en la hora de mi muerte.

T. Jesús, María y José, yo les doy mi corazón y mi alma.

(Recitar un Gloria 3 veces, a nuestro Padre Celestial en acción de gracias por haber
exaltado a San José a una posición de dignidad tan excepcional.)

Invocaciones a San José


I

Acuérdate, oh purísimo esposo de María y mi amadísimo guardián, San José, que jamás
se ha oído decir que alguno de los que han implorado tu protección y pedido tu ayuda,
ha sido dejado sin consuelo. Animado con esta confianza, acudo a ti con todo el fervor
de mi espíritu, me encomiendo a ti. No desprecies mi súplica, oh Padre Adoptivo del
Salvador, antes bien, dígnate recibirla favorablemente y concedérmela. R. Amén.

II
Glorioso San José, esposo de la Santísima Virgen María y virginal padre de Jesús,
guárdame y vela por mí, llévame por el camino de la gracia santificante, presta atención
a las necesidades urgentes que ahora te pido que envuelvas dentro de los pliegues de tu
manto paternal. Aparta de mí, los obstáculos y las dificultades que se encuentran en el
camino de mi oración y concede que la feliz respuesta a mi petición puede servir para la
mayor gloria de Dios y mi salvación eterna.

Como prenda de mi eterna gratitud, me comprometo a difundir la noticia de tu gloria,


mientras que dar gracias al Señor por tener tanta bendición de tu poder y maravillas en
el Cielo y la Tierra

Recitar las letanías de San José


1. Señor, ten misericordia de nosotros

2. Cristo, ten misericordia de nosotros.

3. Señor, ten misericordia de nosotros.

4. Cristo óyenos.

5. Cristo escúchanos.

6. Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

7. Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

8. Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

9. Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

10. Santa María, ruega por nosotros.

11. San José, R. ruega por nosotros.

12. Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.

13. Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.

14. Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.

15. Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.

16. Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.


17. Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.

18. Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.

19. José, justísimo, ruega por nosotros.

20. José, castísimo, ruega por nosotros.


21. José, prudentisimo, ruega por nosotros.

22. José, valentísimo, ruega por nosotros.

23. José, fidelísimo, ruega por nosotros.

24. Espejo de paciencia, ruega por nosotros.

25. Amante de la pobreza, ruega por nosotros.

26. Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.

27. Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.

28. Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.

29. Sostén de las familias, ruega por nosotros.

30. Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.

31. Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.

32. Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.

33. Terror de los demonios, ruega por nosotros.

34. Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.

35. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.

36. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,

37. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.


Oremos

Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu
Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tenerle por intercesor en el
cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R. Amén

Oración final de la Capa Santa


Oh Glorioso Patriarca San José, tú que fuiste elegido por Dios por encima de todos los
hombres para ser la cabeza terrenal de la más santa de las familias, te ruego que me
aceptes en los pliegues de tu manto sagrado, que llegues a ser el guardián y custodio de
mi alma.

A partir de este momento, yo te elijo como mi padre, mi protector, mi consejero, mi


Santo Patrón y te ruego que custodies mi cuerpo, mi alma, todo lo que soy, todo lo que
poseo, mi vida y mi muerte.

Mírame como uno de tus hijos; defiéndeme de la traición de mis enemigos, invisible o
visibles, ayúdame en todo momento en todas mis necesidades, consuélame en las
amarguras de mi vida, y especialmente a la hora de mi muerte. Di tan solo una palabra
a mí favor al Divino Redentor a quien tú fuiste considerado digno de sostenerlo en tus
brazos, y ser digno de la Santísima Virgen María, tu castísima esposa.

Pide para mí las bendiciones que me llevarán a la salvación. Inclúyeme dentro de los
más queridos por ti y yo te demostraré que soy digno de tu especial amparo. R. Amén.

Oración a San José

A ti clamamos en las tribulaciones, Oh Bendito San José, suplicamos con confianza tu


amparo, después de la de tu santísima esposa, la Virgen María.

Por ese enlace sagrado de devoción que te ligó a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y
por el amor paternal que prodigaste al niño Jesús, te pedimos echar una mirada sobre
los dones celestiales que el Divino Redentor ha obtenido para toda la humanidad a
través de su Preciosa Sangre y por tu poder y misericordia, ayúdanos en nuestras
necesidades.

Oh Santo protector de la Sagrada Familia, protégenos a nosotros los niños de nuestro


Señor Jesucristo, mantén lejos de nosotros los errores y males que corrompen el mundo,
ayúdanos desde el cielo en nuestras luchas contra los poderes de las tinieblas. como tú
una vez protegiste al Divino Niño de la crueldad del edicto de Herodes, ahora defiende
la iglesia y mantenla segura de todos los peligros y amenazas, reparte sobre todos
nosotros tu Santo amparo , para que siguiendo tu ejemplo y con la ayuda de tu guía
espiritual, todos podamos aspirar a una vida virtuosa, una muerte santa y asegurar
para nosotros la bendición de la felicidad eterna en el Cielo. . Amén.

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