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(s) UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
IIIIIIIIIII
y S \{\\
COLECCION
DE
-,
Vi
\
DB LOS ,
T DEMAS CONVENIOS
celebrados después del Concillo *rldenttno entre los
Hejes de España y la Santa Sede,
ILISTRAM CON NOTAS T OBSERVACIONES,
DE UNA INTRODUCCION HISTÓRICO-CANÓNICA
SOBRE LA MATERIA :.
jDoaa óetvtt teóto crj ZxA cuiíaó
DE DERECHO ECLESIASTICO,
fspmalmentí
EN LAS DE 5.° AÑO DE JURISPRUDENCIA:
Por no Catedrático que ha sido de esta asignatura.
VS^V v TECA i.;
MADRID, 1848. --s
IMPRENTA DE D. JOSÉ C. OE LA PENA.
Galle de Atocha, uúm. 100.
Es propiedad del auto», guien perse
guirá ante la ley al que la reimprima.
i na de las grandes dificultades que en
estos años se han opuesto á la ejecucion de los
arreglos verificados en el importante ramo de
la instruccion pública, ha sido á no dudarlo
la falta de libros á propósito para servir de
testos en muchas de las asignaturas creadas
por los planes respectivos. De aqui la señala-
—VI
da conveniencia y oportunidad de ciertas dispo
siciones del Gobierno, encaminadas á escitar á
los catedráticos y á los hombres ilustrados en
general, á llenar este notable vacío con pro
ducciones originales ó traducidas, por cuya
publicacion se les ofrecen ventajas conside—
rables.
De esperar es que este aliciente, y sobre
todo, la doble conviccion de que eriste la ne—
cesidad indicada y de que á ellos especialmen
te incumbe satisfacerla, estimulen á nuestros
profesores á dar á luz las obras que se neces
tan para que la enseñanza marche con des
embarazo, removido tan grave inconveniente.
Pruebas tenemos de que asi se piensa y se pro
cede en nuestras Escuelas: y esto hace esperar
que el tiempo hará realizable lo que en ese pun
to nos falta; dado que respecto de muchas ma
terias, se aventura el acierto grandemente á
no escribir acerca de ellas con el mayor dele
nimiento.
A la par se nos presentan tratados en cu
ya razon es dable llenar de pronto las mas
urgentes necesidades de la instruccion univer
sitaria; y á este género pertenecen los con
•-VI
cordatos celebrados entre nuestros Monarcas
y la Santa Sede: materia que muy atinada
mente ha hecho entrar la Real órden de 8 de
setiembre último, en el plan del quinto año
de Jurisprudencia, destinado á las asignaturas
de disciplina eclesiástica y colecciones canó.
nicas. -
Hé aqui lo que me ha movido á formar la
presente coleccion; en la cual me he propuesto
reunir los concordatos y demás convenios de
importancia que con los sumos Pontífices han
otorgado nuestros leyes en los últimos tiempos,
comprendiendo en ese número, entre otras le—
tras pontificias, la célebre bula Apostolici mi
nisterii, que espresamente se cita en la men
cionada Real órden. Me ha parecido del caso
añadir á todos estos documentos algunas notas
y observaciones que sirviesen para señalar el
enlace que sus disposiciones tienen con otras,
ya anteriores, ya posteriores, dictadas ora por
la potestad eclesiástica, ora por la potestad ci
vil á virtud de las facultades que le competen
en negocios de Religion.
El trabajo que emprendo acaso parezca á
algunos de escasa utilidad, puesto que los prin
-VII
cipales concordatos se encuentran insertos en
la Novísima Recopilacion. Pero, en primer
lugar, no todos los cursantes de Jurispruden
cia poseen ni están obligados á poseer este có
digo; y además aparecen en él esos convenios
truncados y esparcidos en muchos y diversos tí
tulos, de forma que cuesta trabajo reunir las
partes que de los mismos se abrazan en dicha
coleccion de leyes; lo cual desde luego se perci
be que dificulla en gran manera el estudio que
de estas convenciones es preciso hacer en los
cursos de materia canónica. Ultimamente, la
Novísima Recopilacion omite la bula Apostolici
ministerii; la cual, como se inferirá de lo que
poco ha indicábamos, es uno de los documen
los mas importantes en el género que nos
ocupa. -
Me resta advertir que el testo de todos los
convenios que contiene este libro, se ha tomado
de los orígenes mas auténticos, siendo en lo
general oficiales las versiones respectivas. Es
la circunstancia y la de no dejarse de mencio
nar en la presente publicacion ninguno entre
aquellos que sea de especial interés y perte
nezca á la época de que se trata; hace esperar
que sea bien acogida, no solo por los cursantes
de Jurisprudencia á quienes principalmente se
dedica, sino también por los abogados , jueces
y demás personas á quienes por cualquier mo
tivo convenga estar al alcance de nuestro dere
cho canónico novísimo.
INTRODUCCION.
Siendo el objeto de esta obrita los concordatos ce
lebrados entre nuestros católicos Monarcas y la
Santa Sede, parécenos oportuno comenzarla dan
do una idea general de esta especie de convenios,
y una noticia histórica de los principales que huu
tenido lugar en España despues del último concilio
general.
" Es comun confundir los concordatos con las
concordias otorgadas entre los príncipes temporales
y la Silla Apostólica; es decir, hacer general
aquel nombre al tratar de la materia que nos
ocupa. Pero cuando se habla con propiedad, el
—12—
nombre genérico en ella es el de concordia , bajo el
cual se espresa cualquier convenio celebrado en
tre los Monarcas y el Sumo Pontífice sobre los
asuntos eclesiásticos de las naciones respectivas;
y el de concordato se aplica solamente á los actos
solemnes de transaccion que sobre dichos asuntos
pasan entre los mismos personajes.
De lo que se acaba de decir se infiere desde
luego , que un concordato supone cierta duda,
supone una anterior diferencia entre el Principe y
el Papa acerca de un derecho que cada uno de
ellos se creia en el caso de ejercer : el primero
como protector de la Iglesia y conservador del or
den social; el segundo como vicario de Jesucris
to y cabeza visible de su iglesia.
Pues aunque no sean desconocidos en general
los limites de entrambas potestades; aunque se
confiese que el Príncipe no es legislador en la
Iglesia , siendo esta calidad esclusiva en el poder
que al efecto creó su divino Fundador: aunque
se dé por innegable , que el Príncipe en mate
rias de Religion no tiene otras facultades que las de
auxiliar con su autoridad suprema las disposicio
nes que emanan de la misma Iglesia, siempre
—13—
que su ejecucion no perjudique al bienestar de la
sociedad que le está encomendada ; en cuyo caso
negativo es en él un deber cooperar á que sean
cumplidas , (*) porque, segun San Agustín, «los
reyes , como tales, sirven á Dios promoviendo en
sus Estados el bien., é impidiendo el mal , aun
en materias de Religion» (**) ; asi como, en el
caso de ver ciertamente que ha de resultar per
juicio á la .sociedad de que se ejecuten las dispo
siciones que proceden de la Iglesia en materias
de disciplina , puede y debe el Príncipe oponer
un veto á su cumplimiento , suplicando á la po
testad espiritual la oportuna reforma de sus pro
videncias , á cuya facultad se dá generalmente
por los canonistas la denominacion de jus cavendi:
aunque estas doctrinas sean corrientes en teoría;
pero tratándose de su aplicacion á la práctica,
no dejan de presentarse graves dificultades ; ha
biendo desgraciadamente ocurrido muchas veces
largas y animadas disensiones entre los deposita
rios de la una y de la otra soberana autoridad. No
(*) D. José CoYarrubias € Discurso sobre U Real Jurisdiccion
S. ». n.2».
(**) Lib. 3. Contra Cresc. c. M.
—u—
M pierda de vista que el poder de la Iglesia tuvo
una inmensa estension en los siglos medios. Fué
aquel un poder estraordinario ; poder de circuns
tancias ; poder que cabe decir era una necesi
dad en semejantes tiempos oscuros , en que el de
recho público no estaba creado, en que la legi
timidad de los tronos no se hallaba asentada bajo
los principios seguros en que hoy se apoya ; po
der que , por consecuencia, hubo de abarcar el
dominio de una gran parte del mundo , el del
Occidente , para evitar que , en semejante estado
de cosas , la fuerza valiese por la razon , y los
Monarcas ejercieran sin cortapisa la opresion y la
tiranía sobre sus subditos : poder , sobre todo , de
origen humano , y que no debe confundirse con el
que se defirió á los Apóstoles , y especialmente á
San Pedro , como gefe de los mismos , por el que
dijo: mi reino no es de este mundo; y que , por tan
to , cesó completamente cuando acabaron los ca
lamitosos tiempos en que fué preciso que se cons
tituyese y se desplegase. Comprendiendo los he
chos históricos que se acaban de bosquejar rápi
damente , no cuesta trabajo alcanzar la causa de
que se mostrasen algun tanto oscuros los derechos
— 15
respectivos del Sacerdocio y del Imperio en órden
á muchos é importantes puntos; y de que, des
pues que los papas han dejado de ejercer aquella
decisiva influencia en los negocios políticos, haya
habido necesidad de que generalmente las nacio
nes aspirasen á que, por las transacciones solemnes
que, como se ha dicho, reciben con propiedad el
nombre de concordatos, se asegurase á la potestad
Real el ejercicio de sus atribuciones propias, sien
do garantida á la vez la autoridad pontificia en el
de aquellas facultades que originariamente le
competen.
De aqui el concordato germánico, concluido en
1 448 entre el Papa Nicolas V por un lado, y el
Emperador Federico IV con los príncipes de Ale—
mania, por el otro; mediante el cual se arregla
ron entre Su Santidad y los soberanos otorgantes
las reñidas cuestiones que respectivamente habian
mediado sobre reservas, eleccion de prelados y
colacion de otros beneficios, y sobre la prestacion
de annatas. De aqui el concordato francés, que
tuvo lugar en 1515 entre la Santidad de Leon X
y el rey Francisco I, y forma parte del concilio
V Lateranense; en el cual se trató de corregir la
A.
—16—
Pragmática decretada en la asamblea de Bourges
año de 1438, reservando al rey de Francia el
nombramiento de los obispos y su confirmacion al
Papa, con otras disposiciones que fueron en ade
lante objeto de empeñadas contiendas para los
partidarios de la referida Pragmática ("). De aqui
otros varios acuerdos semejantes que han ocurrido
especialmente en los pueblos que siguen la Reli.
gion Católica; sin que hayan dejado tambien de
entenderse muchas veces con Su Santidad aun los
monarcas de aquellos en que no domina tal creen
cia, pero en los cuales existen católicos, en razon
de los derechos y obligaciones de estos mismos
súbditos. De aqui finalmente los muchos conciertos
que en el siglo actual han mediado entre la Silla
Apostólica y los Estados que en América se eman
ciparon de la dependencia de la España, fraccio
nados luego entre sí y constituidos en pequeñas
repúblicas, á fin de obtener la confirmacion de los
obispos respectivos, y otras habilitaciones pontifi
cias conducentes á mantener en aquellos paises
la Religion que recibieran de los conquistadores.
(*) Ducreux, Hist. Ecca., edicion de Madrid, t. 6. (1805) páginas
42 y siguientes.
—17—
Pero preciso es que me contraiga á lo que mas
nos importa en la materia. No trato de dar á conocer
todos los concordatos que se han celebrado entre
las testas coronadas y la Santa Sede en los últimos
siglos, ni siquiera los mas notables entre ellos,
porque esto no nos interesa directamente como es
pañoles. Tampoco me propongo entrar en mas por
menores acerca de las cuestiones que por lo comun
han sido materia de los concordatos , ni determi
nar los casos en que suele ser necesario ó muy con
veniente para las naciones entrar en esta especie de
convenios; porque de dar alguna latitud asemejan
tes investigaciones, seria preciso trazar un curso de
de derecho público eclesiástico en la parte acaso
mas difícil que presenta este ramo de la Jurispru
dencia; es decir, la que tiene por objeto desen
volver la doctrina relativa á los límites de las
.atribuciones que á las dos potestades competen en
materias eclesiásticas. Voy , pues, únicamente á
fijar, aunque en breve , la importancia canónico-
. legal de los concordatos, atendidos los resultados
que producen.
rf-En sanos principios , el concordato ¿es ó no un
pacto bilateral que igualmente obligue á las dos
2
—18
potestades entre las cuales se ha concluido? ¿ó es
mas bien un privilegio otorgado por la Silla Apos
tólica, un acto que como tal haya de considerar—
se para decidir sus efectos?
Un docto prelado español contemporáneo ha
observado con harta razon, que no deja de haber
canonistas escrupulosos y asustadizos, á quienes,
por su siniestro modo de discurrir, parezca un de
sacato hácia la Santa Sede reconocer que los con
cordatos tengan, cual en realidad tienen, seme—
jante naturaleza bilateral, que los constituye en
obligatorios respecto del Papa, como lo son respecto
de los príncipes cootorgantes; siguiéndose de ahí
que existe una inmensa distancia entre estos pactos,
verdaderamente tales, y los privilegios pontificios.
Es preciso cerrar los ojos á la luz para no perci
bir tan notable diferencia, y la calidad que, como
queda indicado, presentan positivamente los con
cordatos. Asi que será escusado que me deteng
comprobar la proposicion que acabo de emitir; y
habré de contentarme con apoyarla en un testo,
seguramente bien esplícito y terminante, que so
bre el particular se registra en las Instituciones de
derecho público eclesiástico que ha dado á luz re
—19—
cientemente en Roma el sábio cardenal Soglia; cu
yas palabras son: «La Sede Apostólica ha con
cluido concordatos con muchas naciones y reinos;
pero no pertenecen al derecho comun. En los con
cordatos se trata principalmente del número de
obispados y arzobispados; de la demarcacion de las
diócesis; de los cabildos y seminarios; de las do—
taciones; de la colacion de beneficios; del nom
bramiento de obispos; del patronato régio; del
ejercicio de la potestad eclesiástica; de las inmuni
dades real, local y personal; de las causas que
respectivamente son del resorte de los tribunales
eclesiástico y secular; y de otros negocios seme
jantes. Los concordatos, pues, tienen el carácter
no de privilegio, sino de pacto: y este pacto es, no
temporal y personal; sino real y perpétuo, que eri—
ge religiosa obervancia ()»is -
Todavia hay que considerar, al propósito mis
mo que en el instante nos ocupa, cual sea el ver
dadero sentido de algunas frases que se leen en
ciertos cánones, á las cuales aludiendo el fingido
Febronio, decia: la curia Romana pretende no es—
(*) Dichus Iustituciones, segunda edicion, de Loreto, p. 135.
—20
tar ligada por los concordatos. Es de notar la cali
ficacion que de este juicio hace el hábil autor del
Febronio abreviado, con notas (*) en las palabras
que siguen: «¿Donde está la prueba de que la San
ta Sede no se crea ligada por los concordatos? Se
mejante suposicion, absolutamente hablando, es
una grande falsedad. Para convencerse de ello
basta oir á los papas Inocencio X, Clemente VII,
Paulo V, Gregorio XIII; y distinguir entre la
potestad del Sumo Pontifice, y el uso de esta misma
potestad, como lo advierte el canonista aleman
D. Barthel, en su disertacion general sobre con
cordatos, cap. 3, seccion 2, múmeros 3 y 5. Hé
aqui como se espresa: «Si lo exijiese una utili
»dad comun muy evidente, v.g., cuando la dis
»ciplina moderna degenerase en abusos graves,
»generales y constantes etc., ó una necesidad es
»traordinaria y gravísima de la Iglesia; entonces,
»mediante la plenitud de su potestad, dominado
»por la caridad y conducido por la prudencia,
» podria proveer lo oportuno el Sumo Pontífice: y
»en tal sentido, no me atreveré á negar que la po
(*) Tom. 3. 8.1 m. Francofurti et Lipsia 1785.
—24 —
»testad del mismo, su general inspeccion é im
»perio supremo, como esencial al primado que
»por Dios se le ha concedido, no es abdicable
»apesar de los concordatos; ó mas bien , que
»nunca se comprende bajo la accion de los con
»cordatos, ni se coarta por ellos. La plenitud de la
»potestad pontificia se dirije por derecho divino
»al bien comun de la Iglesia: luego en cualquier
»pacto que otorgue el Sumo Pontífice, no pued
»escluir semejante condicion, á no exijir otra cosa
»el bien comun de la Iglesia; y en órden á este se
»han establecido y arreglado los concordatos; -
»puesto que el medio deja de ser lo que es cuando
»evidentemente se opone al fin intentado.» Ha de
notarse como se distingue en este testo entre la
potestad del Papa y el uso de la misma; asentand9
que el uso, no la potestad, es lo que en el Ponti
fice se liga por los concordatos. He aqui el sentido
en que hablan, y han de ser entendidos, ó mas
bien, combinados, los pontífices que se citan y
otros, cuando indican, los unos que estan ligados
por los concordatos, y los otros que no. »
Facil es inferir de lo que se acaba de esponer,
cuán estricta observancia reclaman los concorda
—22—
tos por parte de los gobiernos temporales: el celo
y la puntualidad que apliquen á su ejecucion, no
deben ser menores que los que por su parte se
consideran obligados á emplear al mismo fin los
pontífices. La potestad civil debe meditar que no
es libre para proceder contra tan sagrados pactos,
dado que el uso de su autoridad está por ellos li
gado , como de si respectivamente protestó el
jefe visible de la Iglesia: debe meditar que seme
jantes leyes de su pais, porque leyes á la vez
que cánones son los concordatos, como fácilmente
se desprende de la doctrina establecida, no son de
aquellas que está en su mano variar cuando le
plazca, aun tratándose de monarcas cuya facul
tad de legislar sea de todo punto libre é indepen
diente. .
Porque la calidad de estas leyes exige para su
válida derogacion, que concurran á dictarla las
dos potestades; una vez que ambas han concurrido
á su formacion. Ningun jurista, por poco versado
que se halle en la ciencia, podrá desconocer la
verdad de este principio. Haciéndose cargo de él
el profesor Lackics en su Introduccion al derecho
eclesiástico universal, reconoce su exactitud; y
— 23—
para fundarle, cita unas palabras del Pontífice Cle
mente VIII que se copian á continuacion: «Aten
diendo Nos á que los dichos concordatos (de Ale
mania) tienen la fuerza propia de un pacto entre
partes, y á que lo que deriva su orígen de un pac
to, no se ha acostumbrado ni se debe abrogar sin
consentimiento de las mismas partes....» (*)
Igual concurrencia de las dos potestades su
premas debe exigirse para la interpretacion autén
tica de los concordatos; dado que la una y la otra
han concurrido á la vez á otorgarlos, y que, como
va asentado, á ambas compete de lleno en parti
cular el carácter de legisladoras; y que, por otro
lado, el legislador es el único competente para dic
tar esta especie de interpretaciones. Será suficien
te insinuar una doctrina que es muy obvia su
puestos los antecedentes que van apuntados (”),
y de la cual no tenemos noticia que haya sido ata
cada por canonista alguno atendible; para que á
su mera enunciacion, alcancen su verdad cuantos
tienen una ligera idea de las teorías fundamenta
les del Derecho.
(*), «Praecognita Jur. Eccl. univ.» Valent. 1788; pág. 142.
(**) Véase el mismo libro de Lackics, pág. 143.
—-24- -
Vista la particular eficacia legal de los concor
datos, la cual mas y mas se percibe atendiendo á
las firmezas que el derecho comun ha prestado en
todos tiempos á las transacciones, como medio que
son de terminar las disputas entre los ciudadanos,
siempre odiosas á los ojos de la ley; desde luego
se deduce, que aquellos solemnes pactos de poten
cia á potencia no pueden caer bajo las prescrip
ciones comunes. Asi lo manifiesta el mismo Lackics,
afirmando que solo aquella especie de prescrip
cion que acaba con todos los derechos humanos,
á saber, la inmemorial, es aplicable para des
truir los adquiridos por los concordatos; siendo de
notar que este escritor, al insinuar semejante opi
nion, lejos de mostrarse animado por un espíritu
favorable á la subsistencia de los concordatos, por
el contrario, se espresaba escitado por el deseo de
darles la menor estabilidad posible, atento sobre
todo á que tuviesen amplitud las regalías de los
príncipes de su pais (*). º -.
Aqui termina la primera parte de este discur
so preliminar; siendo de advertir que las doctri
() véase el mismo libro, págs. 144 y 145.
--25—
mas que respecto de los concordatos quedan en ella
consignadas, son igualmente aplicables á las tran
sacciones menos solemnes concluidas entre los
principes temporales y la Silla Apostólica sobre
negocios eclesiásticos, ó sea, á las que al princi
pio del presente escrito se han designado bajo el
nombre genérico de concordias.
Viniendo ahora á la reseña histórica ofrecida
de los concordatos que en los últimos tiempos han
tenido lugar respecto de España; hay que observar
desde luego, que el concilio Tridentino, aunque
suena aceptado de un modo absoluto por el rey
Felipe II en la Cédula de 12 de julio de 1564
(*), como igualmente en otras soberanas disposir
ciones en que se intimaba su cumplimiento y se
prevenia á las autoridades seculares auxiliasen á
los prelados para su ejecucion; sin embargo,
realmente no fué ni era natural que fuese reci
bido en estos reinos sino en cuanto no perjudica
se con sus decretos de disciplina á los derechos
del trono y de la nacion, y á las leyes en esta
vigentes, Tal fué el sentido en que insinuaron su
(*) Ley 13 tit. 1, lib. 1 Novisima Recopilacion.
aceptacion los mismos obispos españoles que tu
vieron parte en aquella santa asamblea; y tales
han sido las modificaciónes con que de hecho
vinieron á regir en nuestro pais sus decretos disci
plinares; como se infiere lo uno y lQ otro de un
pasage de las Instituciones del Selvagio anotadas
por cuatro jurisconsultos regnícolas *. Bastará
acerca del particular esta ligera indicacion ; pues
to que la disciplina de Trento no pertenece al
objeto de la presente obrita.
Asi entendido, para derivar de su verdadero
orígen la rápida esposicion objeto de esta segun
da parte, hay que fijarnos en el célebre Memo
rial estendido á nombre del rey Felipe IV, que
firmado por el mismo en 18 de diciembre de 1634,
fué puesto en manos del Papa Urbano VIII por
D. Juan Chumacero y Carrillo , y D. Fr. Do
mingo Pimentel, obispo de Córdoba, represen
tantes de S. M. C. en la corte romana. Esta sumi
sa queja, que es la primera reclamacion formal
producida por nuestro gobierno ante la Silla Apos
tólica á fin de provocar entre ambas partes un
* Lib. 1 , tit. $8. 23 y 24.
—27—
arreglo que hiciera cesar algunos agravios que en
la nacion se sentian por parte de los agentes de la
curia de Roma, fué redactada en consecuencia de
escitaciones hechas al efecto por el Reino que aca
baba de reunirse en Córtes en Madrid. En cuanto
á los agravíos alegados en aquella esposicion, no
table por lo respetuosa y enérgica, no menos que
por lo bien razonada, se reducian á los diez capitu
los siguientes: 1. º Imposicion de pensiones sobre
los beneficios de estos reinos á favor de estran
geros. 2.° y 3.° Esceso en la cantidad de estas
pensiones, sobre todo, respecto de los beneficios
curados, especialmente dignos de consideracion
para la Silla Apostólica. 4.° y 5.º. Concesion de
coadjutorías con futura sucesion, prescindiendo de
las limitaciones al efecto establecidas por los cáno
nes; y de resignaciones con reserva de frutos, en
órden á los beneficios curados. 6." Derechos cuan
tiosos exigidos por la espedicion de las dispensas
y otros despachos. 7.” Reservas de beneficios, es
pecialmente en favor de estrangeros. 8.” Rigores
cometidos en los Espolios de los prelados, que
pertenecian á la Cámara Apostólica; y asi bien al
percibir las vacantes de los obispados, cuya provi
—28—
sion solia dilatarse mucho. 10 y último. Inconve
nientes con que aqui se ejercia la Nunciatura,
siendo estrangeros los jueces, largos y dispendio
sos los procedimientos; con cuyo motivo se indica
ba la conveniencia de establecer en España Rotas
que hiciesen raros los recursos á Roma, y de que
las magistraturas eclesiásticas fuesen cometidas
á naturales del pais.
El prelado monseñor Esmeraldi entregó algun
tiempo despues á los embajadores una respuesta
al Memorial, dada á nombre de la corte de Roma;
lo cual movió á los mismos Chumacero y Pimentel
á insistir en las peticiones alli consignadas, re
chazando los argumentos con que se trataba de
desautorizar las doctrinas del Memorial; argu
mentos que los comisionados calificaron de frívo
los, espresando que solo replicaban porque no se
creyese «que callar era consentir, y que cerraban
la puerta á que los escesos referidos tuviesen re
medio.» La réplica de los enviados españoles fué
comunicada al gobierno Pontificio en enero de
1636; y, como lo anunciaba su introduccion, en
que se pedia á la Santa Sede que al juzgar el ne
gocio comparase las razones aducidas de entram
—29—
bas partes, en la confianza de que hallaria mas
valederas las que apoyaban la causa del Memorial
que las contrarias, fué esta nueva instancia hecha
á nombre del gobierno español, un escrito mas ra
zonado y profundo aun que el primero; escrito
abundante en todo género de erudicion y cono
cimientos, con especialidad en materias canóni
eas. Sin embargo de ello, no tuvo por entonces
resultados la gestion de Chumacero y Pimentel.
En adelante veremos como la Santa Sede no ha
podido menos de tomar en consideracion los prin
cipales artículos alli deducidos, y de resolver lo
conveniente para la reparacion de tales agravios.
El primer acuerdo trascendental que ocurre
mencionar en esta línea, es la transaccion que se
conoce por el nombre de Concordia Facheneti,
porque tuvo lugar entre el Nuncio D. César Fa
cheneti, arzobispo de Damiata, y la córte de España.
Este legado, conforme con nuestro gobierno y con
Su Santidad, trató de dar una nueva planta á la
Nunciatura de España: y hecho asi, la concordia
se verificó sobre las Ordenanzas respectivas, que
llevaban la fecha de 8 de octubre de 1640, y que
fueron aprobados en consejo pleno por Auto-acor
-
—30—
dado que recayó en 9 de los mismos. Las Orde
manzas referidas indudablemente remediaron al
gunos de los males denunciados en el Memorial:
la Nunciatura procedió en su consecuencia con
mayor regularidad , menor gravámen de los parti
culares, mayor respeto al derecho de los prelados
ordinarios; y sobre todo, incluia el arreglo que
nos ocupa, un arancel y tasa de derechos y pro
pinas, que limitaban la arbitrariedad que se ha
bia advertido en tales materias; arancel y tasa pa
ra cuya observancia se adoptaron disposiciones
oportunas, y á que en adelante hubieron de ate
nerse los demas Nuncios. En el cuerpo de esta
obrita quedará consignada la parte mas interesante
de la concordia Facheneti.
Sigue en el órden cronológico la bula Aposto
lici. Ministerii, que seguramente ocupa un lugar
privilegiado entre los convenios que son materia
de este libro. La bula Apostolici Ministerii no pre
senta el carácter de muchas otras cuyo objeto es
propiamente especial: ella tuvo por motivo el res
tablecimiento de aquellos cánones importantes de
la disciplina Tridentina que, sin haber dejado de
ser admitidos como obligatorios para el Reino, sin
—3 —
embargo no eran tan observados como debieran
serlo supuesto tal precedente. Por consecueneia,
esta bula es una disposicion general de aplica
ciones vastas, estensísimas. Con eso se habrá
formado una idea de su mérito, y se comprende
rá la razon de que el gobierno, al dictar los regla
mentos para la ejecucion de los últimos planes
de Estudios, en los cuales se ha propuesto que la
disciplina de la Iglesia española sea examina
da en nuestras aulas con la debida latitud, la haya
citado como en otro lugar insinué, entre los monu
mentos de este género mas dignos de la atencion
de los catedráticos. La bula Apostolic Ministerii,
segun en su introduccion se espresa, fue despachada
á instancia del rey Felipe V y por consejo del car
denal Belluga y Moncada (*), uno de los prelados
españoles mas distinguidos del siglo inmediato,
bajo el pontificado de lnocencio XIII: lleva la
fecha de 3 de mayo de 1723.
En seguida ocurren los dos concordatos ó con
venios solemnes de 1737 y de 753, á los cuales
(”). En la historia eclesiástica de Ducreux, ó mas bien en su conti
nuacion, t. 75 pág. 304 ¿? se halla una reseña biográfica de
este ilustre cardenal, obispo que fué de Cartagena y después de Cór—
¿
lesia.
y que murió en Roma habiendo hecho dimision de esta última
—32—
precedieron largas y embarazosas negociaciones.
Daremos una idea general de los acontecimientos
que con ellos se ligan.
Notoria es la prolongada guerra de sucesion
que sostuvo Felipe V con el archiduque Cárlos,
su competidor á la corona de España. Durante
aquella contienda dinástica el Papa Clemente XI,
en virtud de compromisos contraidos con la ca
sa de Austria, y en fuerza de la coaccion que
ella le impusiera, segun declaró despues, se vió
en el caso de tener que reconocer á dicho ar
chiduque, y de resultas de ello instituyó algun
obispo presentado por el mismo. Felipe V, resentido
de semejante paso, mandó espedir en 4709 una
órden terminante cortando las comunicaciones con
Roma, prohibiendo la estraccion de dinero á
aquella corte y cerrando la Nunciatura; habiendo
ademas hecho conducirá la frontera al legado de Su
Santidad. Esta suspension de relaciones duró pró—
ximamente hasta la paz de Utrecht. Entonces, por
mediacion de la Francia, se entablaron negocia
ciones entre nuestra corte y la Santa Sede para
ua arreglo de los asuntos eclesiásticos y para su
direccion creó el gobierno español por su parte
—33—
una junta compuesta de sugetos inteligentes en ma
terias canónicas; quienes, con presencia de va
rios antecedentes que se tomaron de las Secretarías
y del archivo público de Simancas, y en particu
lar atendiendo á los escritos producidos en tiempo
de Chumacero, antes mencionados, formularon las
instrucciones que habian de darse y se dieron en
efecto á D. Rodrigo de Villalpando, en adelante
marqués de la Compuesta, el cual partió á París á
agitar el asunto con el Nuncio de Su Santidad en
aquella capital, monseñor Aldrobandi.
Asi tuvo efecto: y despues de varias dificulta
des, se celebró en París durante el año de 1714 un
concordato, cuyo tenor no llegó á darse al público,
porque la curia romana se negó á su ratificacion.
Anulado aquel convenio, se restablecieron poco
despues las negociaciones emprendidas.
. A esta época pertenece el Pedimento del fiscal
Macanaz, () quien reprodujo el memorial de Chu
macero sin notable variacion, é hizo en otros escritos
algunas manifestaciones sobre los sucesos á que
”). Este famoso documento fué ¿ en consejo pleno en 19
de diciembre de 1713; y sus peticiones fueron ampliadas por el mismo
l). Melchor de Macanaz en escritos de 21 de dichos mes y año, y de a
de enero de 17
3
—-34--
dieron lugar las mismas negociaciones. Quejábase
en especial de la conducta del cardenal Alberoni,
y atribuía, como lo hacen otros, principalmente
á sus intrigas el éxito que tales gestiones tuvieron,
poco satisfactorio para España, en cuyo nombre to
maba en ellas parte aquel diplomático. Lo cierto
es que, firmado en 17 de junio de 1717 un nuevo
concordato que se ajustára entre las mismas au
gustas personas Felipe V y Clemente XI, en cuyo
tratado habían respectivamente intervenido el mi
nistro español Alberoni, y monseñor Aldrobandi,
que viaiera á Madrid como plenipotenciario de la
Santa Sede, quedó tambien sin efecto; porque la
corte de España, instruida de sus artículos, no tuvo
por conveniente procederá su ratificacion. Ademas
Alberoni tuvo que salir de España en clase de des
terrado, con absoluta prohibicion de mezclarse en
asunto alguno concerniente al gobierno de este pais.
Del contenido de este segundo concordato apenas
tenemos mas noticias positivas que las escasas que
dá el caballero Artaud en la Vida del Papa Pio
VII (*), insertando una nota del cardenal Con
.
.
- - º* -
Tomo 1, páginas 231 y siguientes. Edicion de Paris año de 837
--35—
salvi, su fecha 9 de febrero de 1802, contestacion
h otra que le habia dirigido en 9 de octubre de
1800 el caballero Vargas, embajador de España
en Roma; de cuyos documentos se desprende que
el referido concordato de 1717 debia de estar con
cebido en términos de derogar absolutamente la
concordia Facheneti , levantando todas las restric
ciones impuestas para el ejercicio de la Nunciatu
ra en estos reinos; retroceso harto perjudicial sin
duda , y que tal vez fue la causa principal ó al
menos uno de los mas fuertes motivos que deter
minaron al gobierno español á negar el pase á la
estipulacion que nos ocupa.
Asi las cosas, habiendo tenido lugar durante el
pontificado de Inocencio XIII la ya citada bula
Apostolici JUinislerü, se sucedieron varios acon
tecimientos desagradables ; y la política se com
plicó en España con la union de los intereses
de Ñapóles y otras posesiones que nuestra corte
miraba como propias. Despues de reclamacio
nes prolongadas y acerbas contestaciones, se re
novó la incomunicacion con la curia romana en
1736. Pero al terminarse este mismo año, es de
cir, el 23 de diciembre, el rey anunció al Consejo
—36—
qué existían pendientes nuevas negociaciones con
Roma, escilándole á que pusiese en plañía cierto de
creto, «como uno de los medios mas oportunos, de
cía S. M., para conseguir de aquella cortelo que de
dos siglos á esta parte, por los reyes mis predece
sores y por mí se ha pretendido, á representacio
nes de los reinosjuntos en Cortes, de los prelados
y del mismo Consejo.» El decreto que el rey men
cionaba , era , segun afirma un publicista con
temporáneo, relativo á la previa presentacion en
el Consejo de las bulas, breves y rescriptos, asi
de gracia como de justicia, esceptuando única
mente los de Penitenciaría; su fecha 24 de octu
bre del repetido año de 1736: decreto que, segun
esta version, anticipaba el contenido de la prag
mática de 16 de junio de 1768.
Las negociaciones anunciadas se terminaron
al poco tiempo; y se firmó en Roma el concordato
á 26 de setiembre de 1737, siendo plenipotencia
rios : por Su Santidad Clemente XII, el cardenal
Firrao; y por el rey Felipe V, D. Troyano de Aqua-
viva y Aragon, cardenal tambien del título de
Santa Cecilia , ministro de nuestra Corte en la ca
pital del orbe católico. Este concordalo, si bien fue
-37—
ratificado por ambas partes, con todo ello no satis
fizo los deseos del gobierno español; de lo cual es
una prueba bien atendible la circunstancia de no
haber salido á luz con el pase del Consejo, puesto
que este se le negó; asi que, en vez de ser publi
cado por una pragmática sancion, corno lo hubiera
sido mediando aquel requisito, se le circuló por un
simple decreto; lo cual le ha tenido como desau
torizado.
Con efecto, si se cotejan las pretensiones de
Madrid con los artículos del concordato de 1737,
se hallará que hay grande distancia entre las unas
y los otros. Algunas observaciones van á compro
barlo. Se refiere , en prueba de que de corazon
ansiaba el Rey conservar sus derechos á la Igle
sia , que se obligó S. M. á restablecer plenamente
el comercio con la Santa Sede ; á dar , como an
tes, «ejecucion á las bulas apostólicas y matrimo
niales , á reintegrar al nuncio, el tribunal de la
Nunciatura y á sus ministros, siu alguna dimi
nucion, ni aun levísima , en los honores, faculta
des, jurisdicciones y prerogativas que por lo pa
sado gozaban , y á hacer observar y practicar todo
io que en cualquier materia tocante á la autoridad
—38—
de la Santa Sede, á la jurisdiccion é inmunidad
eclesiástica, se observaba y practicaba antes de
las últimas diferencias; escepto lo que fuese mu
dado por el concordato. Se pide por el rey que
todos los bienes que habian adquirido los ecle—
siásticos desde el principio de su reinado , y los
que adquiriesen en adelante, se sujetasen á las
mismas cargas que los poseidos por los legos; y
Su Santidad dice que no puede convenir en gra
var á todos los eclesiásticos, y accede únicamen
te respecto de los bienes que adquiriesen las igle
sias, los lugares pios y las comunidades eclesiás
ticas, desde la fecha del concordato en adelante;
esceptuando los bienes de primera fundacion , y
estableciendo que no puedan compelerlos á su
eumplimiento los tribunales seculares, sino que lo
ejecuten los obispos. Se pide, para moderar los es
cesos de la Nunciatura, que se reduzcan los de—
rechos al arancel de los tribunales Reales; y se
estipula que se dará providencia luego que lle
guen á Roma las instrucciones que se creian ne
cesarias. Se quiere obtener una declaracion del
patronato universal; y se deja pendiente este
punto, acaso el principal, para arreglarle des
—39—
pues amigablemente , declarando pertenecer en el
interin á Su Santidad y en su caso á los ordi.
narios, la provision de las piezas sobre que pu
diese recaer la disputa del patronato. «Todas las
demas cosas, dice el art. 24, que se pidieron y
espresaron en el resúmen formado por el Señor
marqués de la Compuesta, D. José Rodrigo Vi
llalpando, que se exhibió á Su Santidad, en las
cuales no se ha convenido en el presente trata
do, continuarán observándose en lo futuro del
modo que se observaron y practicaron en lo an
liguo ; sin que jamás se puedan controvertir de
nuevo.» -o º - º si
Estos hechos , el contesto del breve que se
espidió á virtud del concordato mencionado,
que abunda en el mismo sentido, y el haberse
suscitado dudas sobre las disposiciones de 11 ar
tículos de aquel, entre los 22 decisivos que con
tiene, todo ello motivó largas y ruidosas contes—
taciones entre las dos cortes. La de España, segun
noticias, acusaba al cardenal Aquaviva como cul
pable de que no se hubiese sacado mejor partido
en aquella estipulacion. Lo cierto es que luego se
pensó en ulteriores pretensiones: y de aqui el
—40
concordato de 1753, cuya historia bosqueja el pu
blicista antes aludido en los términos siguien
teS:
«Despues de haber transcurrido mas de tres
años (desde 1737), se convino en que el punto del
Patronato se tratase en Roma y los demás con el
Nuncio en Madrid; pero ni aqui ni allá se adelan
tó nada absolutamente por de pronto; pasando los
años en disputas y canges de notas y comunicacio
nes , mas ó menos acres, comedidas mas ó menos
y templadas, segun las circunstancias....»
«En 31 de agosto de 171 se providenció que
quedasen vacantes hasta el ajuste los beneficios so—
bre que hubiese duda; en lugar de lo estipulado en
el concordato. En noviembre del mismo año se en
vió al cardenal Belluga comision para que, en
compañja del cardenal Aquaviva, tratase con Su
Santidad. D. Gabriel de Olmeda, fiscal del conse—
jo de Castilla, escribió por órden del Rey un papel
muy erudito para demostrar el derecho de nues
tros reyes al patronato, reuniendo gran número de
documentos existentes en el archivo de Simancas,
y gran copia de otros datos: escrito que se remitió
á los cardenales Belluga y Aquaviva en 28 de di—
—41 —
cho mes de noviembre para que les sirviese de
guia y norte en la negociacion. En 10 de mayo de
1742 manifestó el cardenal Aquaviva al gobierno
la buena, disposicion del Papa para concluir, las
controversias del patronato conforme á lo preveni
do en el papel de Olmeda. Sin embargo, en 21 de
junio siguiente dió cuenta al cardenal Belluga del
resultado de una conferencia que habia tenido con
el secretario de Estado de Su Santidad, el cardenal
Aldrobandi, y de los reparos que ponia este al pa
pel de Olmeda....» -
«Nada se adelantó: el Papa entregó á dichos
cardenales un papel con el título de Demostracion,
en cuya contestacion escribió Olmeda un manifies.
to satisfactorio, que fué examinado y aprobado por
la Cámara, y se mandó ponerlo en manos de Su
Santidad. Para entonces se habia ya indicado por
la Santa Sede, como medio de terminar es—
tas disputas, que propusiese el rey dos personas
para proveer Su Santidad entre ellas las preben
das que vacaren en los ocho meses de la reser
va, debiendo, el clero sacar la correspondiente
bula (cuya propuesta no se aceptó por España)....»
«Los cardenales Belluga y Aquaviva fallecieron
---42—
sin haber concluido nada: los puntos sujetos á arre
glo con el Nuncio no tuvieron mas satisfactoria so
lucion. Fatigados el ilustrado y digno Pontífice Be
nedicto XIV, y el marqués de la Ensenada, mi
nistro de Estado de Fernando VI, de tantas di
laciones y disputas, y convencidos íntimamente
de que sin mudar de camino, no era posible lle
gar al termino deseado de una avenencia, y te
miendo las funestísimas consecuencias de un nne
vo rompimiento, que amenazaba muy de cerca;
convinieron en tratar directamente todas las cosas
pendientes, sin mas escritos ni disputas. Enton
ces se entablaron negociaciones de otra espe
cie. Afortunadamente se hallaba de auditor de la
Rota romana por la corona de Castilla, D. Manuel
Ventura Figueroa, que obtuvo luego las dignida
des y empleos mas eminentes del Estado en el
ramo eclesiástico; en quien encontró el marqués
de la Ensanada un cooperador distinguido, á
quien pudo dar y dió, sin que tuviese de que
arrepentirse, la mas completa y entera confianza
en todo y para todo lo tocante á la negociacion, y
para preparar su feliz resultado. Tal era la opo—
sicion y resistencia de la curia romana, que es fa
— 43—
ma haber hecho todo por sí mismo y directamente
el Papa, sin consultar á los cardenales; y que no
tuvo conocimiento la curia de lo resuelto hasta
que se publicó el concordato, encargando el Santo
Padre la mayor reserva al auditor Figueroa, que
se entendia personalmente con Su Santidad. Sea
lo que se quiera de estas particularidades, es cierto
que entendieron únicamente, en el último estado
de la negociacion, Su Santidad, el marqués de
la Ensenada, el cardenal Valenti, Camarlengo,
secretario del Estado Eclesiástico, y el auditor es
pañol. Figueroa. De aqui resultó el Concordato
de 11 de enero de 1753, que firmaron estos dos
últimos personages, como plenipotenciarios, de
Su Santidad, y de S. M. Católica. La bula de
confirmacion se espidió en Roma por Su Beati
tud el dia 5 de junio del mismo año.
«Este concordato es una continuacion y com
plemento del celebrado en el año de 37: es decir,
que duraron mas de 15 años las negociaciones des
de la fecha de este, y mas de 40 si contamos des
de el año de 3 en que principiaron los ajustes en
París; habiendo intervenido en el negocio cinco
papas y dos reyes de España. El arzobispo de Na
—44—
cianzo, nuncio de Su Santidad en la córte de Ma—
drid, no vió con buen ojo el concordato, como no
le vió tampoco con satisfaccion la curia romana; y
asi es que, al circularle el nuncio á los prelados
para su ejecucion, se estendió á esplicar la inteli
gencia, sentido ó declaracion de algunos capítulos
no sin alguna equivocacion, confusion y redun
dancia, y de un modo en nada correspondiente y
conforme á las recíprocas intenciones de las Altas
Partes contratantes. Esta conducta poco acertada
del nuncio causó justamente la mas penosa sensa
cion en Madrid : y se reclamó contra ella á Roma.
Su Santidad desaprobó franca y lealmente el pro
ceder de su nuncio; y espidió con fecha 10 de se
tiembre del propio año de 53 un Breve dirigido al
Rey, dando las esplicaciones convenientes. Este
Breve es, pues, una parte del concordato; aunque
la Cámara de Castilla consideraba innecesaria una
declaracion, habiéndose escedido evidentemente el
nuncio.»
El concordato de 1753 produjo las ventajas si
guientes:
La corona quedó en posesion de su patronato s
l,
universal, reconocido definitivamente con la mayor l
— 45—
latitud posible. Se reservaron únicamente á la
provision de Su Santidad 52 piezas eclesiásticas
que se espresaron nominalmente en el mismo tra
lado; y á los prelados las que vacasen en los cua
tro meses llamados ordinarios, que son marzo,
junio , setiembre y diciembre, sucediendo en este
derecho el rey en sede vacante, y debiendo pre
ceder la oposicion y propuesta en terna por los
Ordinarios para la presentacion de los curatos y
beneficios curados, aun los pertenecientes al pa
tronato real y efectivo de la Corona, que es muy
distinto del universal. Se abolió el indulto carde
nalicio y otros, como consecuencia necesaria de
la declaracion del patronato universal á favor del
rey, sin consentimiento de S. M. No se hizo nove
dad respecto de las prebendas de oficio, ni en
cuanto al patronato particular laical, y al derecho
de los patronos eclesiásticos. Renunció la corte
de Roma á imponer pensiones á los espolios de los
obispos, á la exaccion de cédulas bancarias, y á
los frutos de las iglesias vacantes, aplicándolas á
los usos pios que prescriben los sagrados cáno—
nes, y concediendo al rey la eleccion de los ecó—
nomos , que deben ser eclesiásticos, para que
—46—
bajo la Real proteccion los administren y distribu
yan en aquellos usos.
Por lo demas el Rey se obligó á depositar, co
mo tuvo efecto, por via de compensacion , en fa
vor de la Santa Sede, un capital de 310,000 escu
dos romanos redituando anualmente al 3 por 100,
como se estipuló, 9,300 , ademas de otros 5,000
escudos anuales que se comprometió á dar anual—
mente al Nuncio del fondo de Cruzada.
Algunos, sin embargo de haberse obtenido
con esta solemne transaccion los beneficios que
van indicados, la critican porque con ella no se
realizaron todas las reformas pedidas por nuestra
corte en asuntos eclesiásticos, en especial todas
aquellas que se solicitaban en el Alemorial de
1634. Pero los agentes del gobierno español que
promovieron este concordato, se penetraron de que
la razon y la política reclamaban que no se com
plicasen las negociaciones en que entendian, de
suyo harto difíciles y espinosas , con otros puntos
diversos de los concertados; tanto mas cuanto el
hecho de limitar á ellos la resolucion á que aspi—
raban , no era un obstáculo para entrar en ulte
riores negociaciones; antes bien reconocieron que
—47—
estas podian en adelante entablarse con mayor
ventaja y probabilidad de buen éxito, decididos
que fuesen los puntos capitales sobre que ver—
saban sus solicitudes. A , , , , , ,,
Asi ha sido con efecto, Nuevas negociaciones
han producido concesiones nuevas, algunas de no
pequeña importancia. Al tratar de este particular,
hay que prescindir de las reiteradas disposiciones
pontificias que han recaido á instancias de nuestros
monarcas, relativas á aprovecharse el Erario pú
blico de alguna porcion de los bienes del clero y
de parte de las rentas eclasiásticas; porque en esa
materia las circunstancias han variado de un mo.
do tal, que no es dable tengan aquellas en lo su
cesivo, aplicaciun, á lo menos sin ser modifica
las notablemente; cuyo punto es de creer se re
suelva en adelante por otras concordias entre las
dos supremas Potestades.
Asi que en este libro se dará razon en especial,
por lo que hace á la época posterior al concordato
de 1753, de las convenciones siguientes:
1." El Breve del Papa Clemente XIII, de 18 de
diciembre de 1766, aceptado por el rey Cárlos
lll , en que se determinan las facultades del Nup—
—48—
cio en estos Reinos; con las restricciones acorda
das en su razon á propuesta del Consejo.
2.° Breve de 26 de marzo de 1771. espedido
por el Papa Clemente XIV, de acuerdo con el mis
mo Rey, por el cual se ha creado el tribunal lla
mado Rota de la Nunciatura Apostólica en España.
3. ° Breve del mismo Pontífice, fecha 12 de
setiembre de 1772, recibido tambien por Carlos
III, para la reduccion de asilos en estos reinos y
sus dominios de Indias.
4. ° Disposiciones adoptadas por la Santa Sede,
de acuerdo con el trono español , para la reforma
de Regulares.
lié aqui bosquejadas las convenciones que van
á prestar materia al presente trabajo, en el cual
ha sido forzoso omitir otras menos interesantes, por
no aumentar su volumen mas de lo que ha parecido
convenir.
capítulo z.
Concordia Faclienett.
En la Introduccion queda indicado que esta con
cordia recayó sobre las Ordenanzas de la Nun
ciatura decretadas en 8 de octubre de 1640 por
1). César Fachelieti, á la sazon nuncio de Su San
tidad en España, cuyo cumplimiento fue preveni
do por el Consejo pleno en Auto-acordado de 9
del mismo mes y año , que forma la ley 2, tít. 4
lib. 2 de la Novísima Recopilacion, conteniendo
la mayor parte de los capítulos de aquellas. Dichas
ordenanzas, ademas de ser consentidas por el rey
— 50—-
Felipe IV, fueron concertadas con el Papa Ur—
bano VIII.
Se transcriben los pasages mas notables de es
ta concordia, que son como sigue:
Cap. 2.—Comisiones extra curiam.
«En las comisiones que se hubieren de dar y des
pachar por la Abreviatura, cometidas á jueces eatra
curiam, se guarde el órden y forma que se da por
el santo Concilio de Trento, cometiéndose solamente
á los ordinarios ó jueces sinodales, y no á otros: y las
que se dieren contra el tenor y forma del santo Con
cilio, sean de ninguna fuerza y valor con todo lo que
en virtud de ellas se hiciere.
Cap. 3.—Multiplicacion de Breves.
«Para obviar la multiplicacion de Breves en las ma
terias de justicia, ordenamos y mandamos, que asi en
el tribunal como en la Abreviatura , se tenga cuidado
de no concederse letras, comision ni otro breve al
guno en grado de apelacion, sin que se presente tes
tinionio del agravio del juez á quo; y que no se
libre sin que primero se presente y quede en el oficio
poder legítimo de la parte apelante; y para esto no se
admitan cauciones algunas; y si el juez ó notario de
la primera instancia rehusare dar el dicho testimonio;
en este caso, exhibiéndose fé de la peticion del ape—
lante y denegacion del juez ó notario, se pueda despa
char la tal inhibicion sin el dicho testimonio.
—51—
Cap. i. — Inhibiciones sin perjuicio de las primeras
instancias.
«Y por cuanto es nuestro principal intento qtie
en ninguna manera se haga perjuicio á los ordina
rios en el conocimiento y determinacion de las cau
sas en primera instancia, y que se guarde puntual
mente la disposicion del .santo Concilio de Trento;
proveemos y mandamos., que en cualquiera (inhibi
cion que se despachare en este tribunal enwirlud de
cualquier apelacion, se ponga la cláusula: Ha tamen
quod , si sententia , á qua extitit appellatum, non fue—
rit diffinitiva, vel vim diffinitivm non habens, prasen-
(es lilterm nullius sint roboris ■vel momenti , aut prcs-
sens inhibitio non ¿f/iciat. »
Cap. 22.— Despachos en materia de Gracia.
«Queremos y mandamos que en todas las mate
rias de gracia, provisiones de beneficios, y otras de
cualquier calidad que sean , se observe y guarde lo
dispuesto por el santo Concilio y nuestras facultades;
y que en derogacion ó contra la disposicion del san
to Concilio, y de lo que nos compete por nuestras
facultades, no se despachen ningunos breves ni letras;
y que si de hecho se despacharen algunas, nullius
tint roboris el momenti ; y en virtud de ellas no se
pueda adquirir ni se adquiera derecho alguno al im
petrante, sin embargo, de cualquiera estilo que has
ta ahora se haya observado.
«Y aunque nuestras facultades sean muy amplias,
—52—
y en virtud de ellas pudiéramos conceder todo género
de gracias que pueden conceder los cardenales legados
á latere de Su Santidad, en virtud de la facultad que
nos está concedida de legado á latere , como de todo
ello á mayor cautela tenemos suficiente declaracion de
Su Santidad; sin embargo, por la noticia que habernos
tenido que de muchos despachos de gracia que han
acostumbrado dar nuestros antecesores, han resultado
algunos inconvenientes, y tambien que en muchos Su
Santidad no suele poner la mano ni dispensar tan fácil
mente; por tanto habernos determinado de declarar
aqui algunas cosas particulares, en las cuales no en
tendemos de ninguna manera usar de nuestra facul
tad, con dispensar ó poner la mano en ellas; para que
estante en esta parte la declaracion de nuestro áni
mo, ninguna persona, de cualquier estado, grado ó
condicion que sea, asi seglar como eclesiástica ó re
gular, se atreva de aqui adelante á pedirnos seme
jantes gracias.
1. «Primeramente , no entendemos de ningun
modo conmutar las últimas voluntades, sino en el mo
do que permite el Santo Concilio de Trento ; ni tam
poco interpretarlas ; y si alguna gracia de eslas se al
canzare por importunidad ó en otra manera, desde
ahora para entonces la declaramos por nula, y de nin
gun valor ni efecto, cscepto en caso que se nos pida
por S. M. ó su Real Consejo.
2. «No entendemos dispensar sobre la incompati
bilidad de los beneficios , sino al tenor de las faculta
des escritas y del.Santo Concilio de Trento.
3. «No queremos admitir composiciones sobre los
—53—
frutos mal percibidos, para a quellos que han dejado
de rezar los oficios divinos, ni tampoco dispensar en
la residencia de los beneficios curados ó que tienen
obligacion de personal residencia. ;
á. «No queremos en manera alguna indultar lites
ni delitos.
5. «No queremos admitir instituciones ni tampoco
permutas de beneficios , sino es conforme al Santo
Concilio de Trento. -
6. «No se admitirán en ninguna manera resigna
ciones de beneficios ad favorem alicujus.
7. «No queremos dar licencia para oir confesiones
ni predicar:
8. «No queremos dar licencia para enagenar ó per
mutar bienes eclesiásticos, sino por la suma que nos
está concedida en las facultades escritas.
9. «No queremos conceder ertra-tempora si mo es
para los arctados. -
10. «No queremos dar facultad para recibir órdenes,
sino es conforme al Santo Concilio de Trento, y sola
mente en caso de sede vacante, ó en caso de injusta
penitencia ó justo impedimento del ordinario, oyéndole
primero sobre ello: y en tal caso y con las dichas fa
cultades, lo cometeremos á los obispos ciciniores; y
en caso de sede vacante, tendremos siempre atencion
á la necesidad de la Iglesia y calidad de ella, y con los
requisitos del Santo Concilio de Trento, se concede
rán solamente cuatro ó cinco Reverendas para cada
obispado; salvo en los casos que sucedieren en la sede
vacante de provisiones de beneficios curados y otros
artados.
—54—
. «No queremos dispensar en las amone tacio
nes que se mandan hacer por el Santo Concilio de
Trento sobre los matrimonios.
12. «Declaramos que no queremos conceder ora
torios á personas algunas que no sean Señores de titu
los calificados, y consejeros de S.M., y en casos par
ticulares de necesidad; y estos se darán gratis; y para
la revocacion de los demás ya concedidos tomaremos
el espediente que mas convenga.
13. «Declaramos que, en cuanto á los regulares,
no queremos darles títulos de grados, ni suplemento
de hábito, habilitacion para votar ni para ser reelegi
dos; sino es en caso que, por alguna conveniencia, se
propusiere á instancia de S. M. ó se hiciere alguna
reeleccion.
14. «Ni tampoco queremos concederles dispensa
cion alguna de las penas ó penitencias que les estu
vieren impuestas por sus superiores, ni sobre las
constituciones.
15. «Ni queremos entrometernos en el gobierno
económico y disciplina regular, y obediencia debida á
sus superiores; salvo en caso que se hubiere proce
dido contra ellos processu compilato; con que esto no
sea habiendo procedido por via de visita ni per modum,
correctionis; guardando en esto y en todo lo demás la
forma del Santo Concilio.
16. «Ni tampoco queremos dar licencias á los re
gulares legos para poder ser promovidos á los sagra
dos órdenes. -
17 «Ni tampoco queremos conceder indulto alguno
á los regulares para que puedan gozar réditos anuos.
—55—
18 «No queremos darles dispensaciones para co
mer carne en los dias prohibidos por sus reglas y
constituciones. - -
19. «No queremos dar licencia á los espulsos para
celebrar. -
20. «No queremos dar licencia á ningun regular
para poder estar entra claustra en casa de sus padres
ó parientes retento habitu. -
21. «No queremos dar ningun género de abso—
lucion de juramento ó relajacion de él, para efecto de
que no se guarden las constituciones.
22. «Ni conceder reduccion de misas.»
Los capitulos 23 hasta el 35, contienen el aran
cel de los derechos y las propinas de los ministros
y oficiales del nuncio, y comisionados respectivos
de todas clases y para los diferentes negocios que
suelen ocurrir en el caso, inclusos los derechos
que han de aprontarse por los despachos particu—
lares del secretario de la Cámara Apostólica ; pre
viniendo que todo ello se pague en cualquiera
moneda corriente en los reinos de Castilla y Leon
en que las partes interesadas quisieren satisfacer,
sin que se les pueda desechar; lo cual se impone
bajo las penas de escomunion y otras á prudente
arbitrio del nuncio. Y la concordia Facheneti con
cluye asi:
«Ordenamos y mandamos que todos los registros
-56-.
y protocolos del tribunal, asi, de gracia como de jus
ticia, esten siempre patentes y notorios á todas y cua
lesquier personas; y que se puedan ver, y recono
cer como se ajustan, observan y guardan estas Or
denanzas; porque el ánimo é intencion nuestra es
que se administre justicia y no se dé materia de queja,
y que esto se haga, con una satisfaccion pública en
estos reinos. Mandamos que estas constituciones,
aranceles y tasas se guarden y observen asien nues
tro tiempo como en el de nuestros sucesores: y sí,
por algunas causas, conviniere en algun tiempo alterar
ó mudar, en todo ó en parte, alguna cosa, ha de ser con
gusto y satisfaccion de S. M. C.: y para la perpetua
observancia y entero cumplimiento, Nos traeremos la
aprobacion y confirmacion de Sti Santidad dentro de
ocho meses; porque la santa y recta intencion de Su
Santidad es, que este tribunal y los ministros de él
sirvan de edificacion y buen ejemplo á todos los
demas. Y para que á todos los vasallos de estos rei
nos sean notorias estas Ordenanzas y arancel de nues
tro tribunal,
á todos mandamos se impriman, y se envien
los ordinarios». - s - =
, , , , , , , *
, , , , , , -r
OBSERVACIONEs.
, , , , , , , , ,, , -
No ocurren muchas que hacer sobre el docu
mento que precede; porque en otro lugar se ha de
transcribir, segun en la Introduccion se ha ofre
cido, el Breve pontificio que regla hoy las facul
—57—
tades del nuncio en estos reinos ("); y aun antes se
notarán algunas disposiciones concernientes á la
misma materia, que se contienen en los últimos
concordatos, particularmente en el de 1737.
Por lo demas, en la concordia Facheneti apa
recen confirmados algunos mandatos del concilio
Tridentino. Estos son puntos de disciplina comun;
y en razon de ellos no hay mas que hacer, que re
mitirnos á los capitulos de la reforma correspon
dientes, á que aluden los artículos indicados de
las ordenanzas que nos ocupan. -
Comparando el Memorial de Chumacero y
Pimentel con otros de estos artículos, se percihe
desde luego que la corte de Roma no pudo dejar
de hacer justicia á algunas de las reclamaciones
en aquel formuladas. s
Hé aqui unas cláusulas del documento diplo—
mático que se acaba de citar, que comprueben
este juicio. En el capítulo 10 del Memorial se de
cia, entre otras cosas: « Los derechos que en él.
(*) será oportuno consignar aquí lo que sobre el origen de la ju
risdiccion delegada que ejercen en España los nuncios de Su Santidad
decía D. Melchor Macanaz en su Pedimento antes citado. Hé aquí
pues sus palabras (núm. 15 y 16): «Hasta el año de 1537 no tuvo el
nuncio en España mas jurisdiccion que la de un embajador ordinario.
Pero el Sr. D, Cárlos I de Castilla y V de Alemania, instado de sus
Reinos y vasallos, pidió á la Santidad de Paulo III comunicase al nun
cio la jurisdiccion delegada, á fin de que conociese de los pleitos
y que los vasallos no fuesen obligados de ir á litigar á los tribunales -
de Roma y así se ejecutó: Y fué el primero Juan Poggio. Antes de esto
los Papas comunicaban la jurisdiccion delegada á uno de los obisposº
de España, y con eso aca se terminaban todos los pleitos.» ".
—58—
el juzgado de la Nunciatura) se llevan, asi por
los ministros como por los jueces delegados, se
arreglan omnímodamente por la voluntad de cada
uno. Pasan las propinas de 200 y 300 ducados; y
no solo en lo definitivo, sino muchas veces en
lo interlocutorio. En el precio no se atiende á
la dificultad de la causa y grandeza del pleito....
Se ha introducido tanta diferencia de artículos y
autos, que ni hay vida que alcance al fin de un
pleito, ni hacienda que lo costee. Antes de haber
contestádose las demandas en lo principal, prece
den tantas instancias sobre manutenciones , recu
saciones y otra diversidad de puntos, que cada
uno importa mas en tiempo y cantidad, que un
gran pleito en los tribunales seculares. A ninguno
que pide buleto, se le niega.... No se recibe la
moneda usual; sino plata doble y oro. Los sala
rios que señalan á los jueces, alguaciles y recep—
tores que despachan, son en tan grande esceso,
que sola una salida puede ser condenacion cabal
de delitos muy graves.» Esta narracion esplica
los fuertes motivos que hubo para establecer la
tasa y arancel de derechos y propinas de que va
hecha insinuacion, sujetando su observancia á re
glas severas y á cierto sistema de fiscalizacion
constante, como tambien para prevenir que el
pago respectivo se admitiese en cualquier moneda
corriente; para sujetar á los oficiales de la nuncia
tura á un órden de procedimientos legal y menos
—59—
gravoso; para impedir la multiplicacion de bre
ves; y finalmente, para recordar la necesidad de
que fuese respetado el derecho de los ordinarios
á conocer de las causas en primera instancia: de
recho sagrado en sí y ademas útil si se atiende
al interés de las partes.
Prosigue poco despues el Memorial: «Estando
dispuesto por diferentes capítulos del santo Con
cilio, que no se den dimisorias á título de patrimo
nio ni de pensiones, y que los capítulos sede va
cante no puedan dar reverendas dentro del año
sino en beneficios curados, reservando esta juris
diccion privativamente á los prelados; se espiden
breves en las vacantes: y todo lo que los obispos
han trabajado , en el tiempo de su gobierno, de
fendiendo sus iglesias de que entren en ellas per—
sonas indignas é insuficientes, se destruye en
pocos dias de vacante, en que todos hallan des—
pacho; y con esta avenida se inundan las igle
sias....» Estos gravísimos inconvenientes han sido
con alguna latitud removidos mediante el artículo
10 capitulo 22 de la concordia Facheneti.
Grande debia de ser tambien el abuso que se
notase en los tiempos del Memorial en punto á
conceder dispensas á regulares. Hé aqui dos pár—
rafos de aquella esposicion que asi lo manifies
tan: «El estado religioso vive sujeto á los mismos
si no mayores accidentes (que el clero secular). No
hay exencion de regla que no se allane, con la
— 60—
licencia de salir, de mudar provincia ó conven
to , de elegir celda....; dispensacion de leyes y
preceptos en el fuero de la conciencia; con los pri
vilegios de Maestros en quienes no lo han sido ni
merecido, con que se pierde de todo punto la ob
servancia regular y la obediencia á los superiores,
se da mal ejemplo á los demas; los observantes
quedan sin el premio que les es debido, y con el
desconsuelo de verle en personas menos dignas;
y á los que empiezan se les enseña el atajo de su
bir sin merecer. Entre los religiosos se admiten
pleitos en este tribunal , en derogacion de las bu
las Apostólicas que tienen las religiones, dispen
sándose en ellas: con que se turba la paz , y es—
traga la subordinacion, que tanto importa para
conservar los conventos en vida religiosa.» Estas
cláusulas nos patentizan la razon que existió para
establecer los artículos 13 al 21 del mismo capí
tulo 22, en que se protesta por el nuncio que no
atacará la disciplina de los institutos regulares.
Los escesos últimamente indicados y otros de
que en parte va hecha tambien mencion, escita
ron el celo del gobierno español á fin de procurar
su reforma pór diferentes medios, como lo de
muestran algunas providencias, entre las cuales
merecen especialmente citarse: La resolución del
rey Felipe II á la peticion 38 de las Córtes de
Madrid año 1593, inserta en la ley 1 º citados tí
tulo 4, libro 2, de la Novísima Recopilacion , en
—fri
que se previene que los nuncios no conozcan de
las causas eclesiásticas en primera instancia en
perjuicio de la jurisdiccion de los ordinarios; en
cargando al Consejo que «tenga gran cuidado de
que se ejecute en lo que á esto toca el santo Con
cilio de T rento , y que para ello se den las provi
siones necesarias». El acuerdo del mismo Consejo
fecha 27 de marzo de 1619, dirigido á que «el
nuncio no despache dimisorias , ni haga órdenes en
la corte en perjuicio de los ordinarios diocesanos»;
acuerdo mencionado en la ley 4 dichos título y
libro. La Real resolucion á consulta del Consejo de
29 de octubre de 1636 (año en que propusieron
su réplica Chumacero y Pimentel), en la cual se
manda «avisar al nuncio se abstenga de tomar co
nocimiento alguno en materias de regulares, y que
no admita recursos en lo que nudamente tocare al
gobierno interior de las religiones» ; cuya provi
dencia se recuerda en la ley 3 del repelido título.
Por fin, las determinaciones adoptadas en tiempo
de Carlos II á las consultas de 9 y 18 de diciem
bre de 1677 y 78 , y 13 de agosto 1691 , en que,
reencargando lo mismo que se acaba de indicar
respecto á regulares , se anadia , entre otras cosas
(dicha ley 3): «Porque se esperimenta mayor
daño en los que se ordenan en sede vacante eu
virtud de reverendas despachadas por los provi
sores de los cabildos , los cuales las espiden en
virtud de breves de promovendo que sacan las par
—62—
tes del nuncio de Su Santidad , con los cuales se
juzgan dispensados los provisores del impedimento
que tienen por el santo ConoiHo de no despachar
reverendas dentro del año, sino en caso de coarta
cion ; y esto , no teniendo el nuncio jurisdiccion
ni pudiendo dispensar sobre lo mandado por el
santo Concilio; se ordene ó avise al nuncio no es
pida semejantes 'breves».
—63—
, , GAPI ULO II.
- —o C39# SQ-o-
nsula Apostoliel Ministerii (º).
INOCENCEO PAPA XIII
Para perpetua memoria.
El cargo del ministerio Apostólico , que la divina
Providencia ha puesto sobre Nos sin merecerlo, pi
de principalmente que con el mayor cuidado velemos
sobre que se haga observar la disciplina eclesiástica
por los del clero secular y regular , ó restaurarla
donde la necesidad lo pidiere, segun los estatutos de
(*) Este documento no se halla en el Bulario Romano. Se ha
impreso á parte y dado á luz, por lo que hace á Roma, por órden del
Papa Benedicto XIII, sucesor inmediato de Inocencio XIII su au
tor, quien confirmó y renovó su contenido por las Letras que empiezan
In supremo militantis Ecclesiae, espedidas á 23 de setiembre de 1724,
poco mas de un año posteriores á la fecha de la presente Bula. La
traduccion de ella que aqui se estampa está tomada de la «Coleccion
de las bulas, constituciones etc., del Santisimo Padre Benedicto XIV,
con ilustraciones y resoluciones teológico-morales y canónico-legales.»
Madrid 1791.t. 3, páginas 70 y siguientes. Alli se manifiesta que esta
version procede de un códice de la Biblioteca nacional de Madrid;
siendo sin duda la misma con que dicha Bula se circuló á los pre
la los del reino á poco de haber sido comunicado su original por la
corte Romana al Rey Felipe V.
—64—
los sagrados cánones, santísimas leyes y preceptos
de la Iglesia. Verdaderamente el contagio de la hu
mana naturaleza, despues de la caida del primer padre,
siempre nos abate á lo terreno, y el vigor de la ob—
servancia con la fragilidad de la carne poco á poco se
va relajando; de donde la esperiencia cada dia nos
enseña, que aun los corazones religiosos de ordina
rio se manchan con el polvo mundano, y que en el
campo mismo del Señor brotan espinas y abrojos;
por lo cual, si se arrancasen de él las hiervas nocivas,
y se plantasen las útiles, no puede dudarse que con
la bendicion de Dios nacerá mies muy fértil de la mas
selecta semilla de santas obras, y todo el pueblo, sir
viéndole de antorcha el clero, caminará felizmente
por la senda del Señor. Habiéndonos, pues, repre
sentado, al principio de nuestro pontificado, nuestro
muy amado hijo en Cristo Luis Belluga y Moncada,
Cardenal de la Santa Iglesia Romana, y obispo de
Cartagena por concesion y dispensacion Apostólica,
que en diversos lugares de la inclita nacion española
se iban introduciendo sin sentir algunas cosas en
nada conformes al espíritu de la disciplina eclesiastica,
y á los muy saludables decretos del sagrado y general
Concilio Tridentino; y como no solo el mismo Luis,
cardenal obispo, sino tambien otros venerables her
manos arzobispos y obispos de los reinos de España,
suplicasen humildemente el que por Nos, á quien es
tá encomendado el cuidado de todos, se pusiese el
oportuno remedio; á cuyos eficaces ruegos juntaba
tambien sus repetidas instancias nuestro muy amado
hijo en Cristo Felipe, Rey católico de España, en mu
... -65—
chas cartas que sobre este asunto nos remitió, efectos
todos de su singular piedad y excelente zelo por la Re
ligion Católica; lo encomendamos á una Congregacion
particular de algunos de nuestros venerables hermanos
cardenales de la Santa Iglesia Romana, intérpretes del
Concilio Tridentino, diputados por Nos para que con él
mayor esmero examinasen todo el negocio. Y habién
dolo ejecutado dicha Congregacion de cardenales con la
madurez que pedia, y referido á Nos el secretario de la
misma Congregacion lo que les parecia, tuvimos por
conveniente y oportuno, á consulta de dichos cardena
les, establecer, decretar y declarar, por esta nuestra
constitucion que perpetuamente ha de valer, lo que
abajo se dirá, para gloria de Dios Todopoderoso, utili
dad de la Iglesia, restauracion de la antigua discipli
na, y espiritual edificacion de los reinos de España.
1. Primeramente, habiendo reconocido muy sa
biamente los Padres del referido Concilio Tridentino,
por inspiracion divina, cuanto importa á la repúbli
ca cristiana el acierto en la eleccion de aquellos á
quienes se han de encomendar los sagrados ministe
rios, como que su vida ha de servir á los demas fie
les de modelo para que tomen de ellos ejemplo, y por
lo tanto habiéndose determinado con acertado acuerdo
por los mismos Padres, que no deban ser admitidos
á la milicia eclesiástica para la primera tonsura, sino
aquellos que den una probable congetura de haber
elegido este tenor de vida, no con intento de eximir
se del fuero secular, sino con un sincero ánimo de ob
sequiar y servir á Dios; queremos que, para la mas
segura ejecucion de la referida sancion del Concilio,
5
—66—
ninguno de los arzobispos y obispos de los reinos de
España admita en adelante para la primera tonsura,
sino á quienes inmediatamente se haya de conferir
algun beneficio eclesiástico, ó á aquellos de quienes
constase se ocupan en estudiar, de suerte que parez
can estar en carrera de recibir las órdenes ya meno
res, y ya despues las mayores; ó en fin á aquellos
que tuvieren por conveniente deputar al servicio y
ministerio de alguna Iglesia.
2. E igualmente todos los que desearen ser promo
vidos á la primera tonsura, como tambien á las órde
nes menores, deberán guardar la regla dada por el
mismo Concilio Tridentino: es á saber, que ninguno
sea ordenado, que no sea útil ó necesario á sus igle
sias, á juicio de su obispo; y juntamente, que no de
je de ser destinado á aquella Iglesia ó lugar pio por
cuya utilidad ó necesidad fue ordenado, en donde con
efecto ejercite las funciones correspondientes á su
cargo. Pero si al presente se hallasen algunos ton
surados, ó promovidos á órdenes menores ó ma
yores, que no estuviesen asignados á alguna deter
minada Iglesia ó lugar pio; al punto los ebispos
suplan dicha asignacion omitida, ó por sí ó por
sus antecesores, no solo por lo respectivo á los or
denados de mayores, aunque sean de presbíteros,
sino tambien cuanto á los de sola primera tonsura
ó de menores, que asimismo poseen beneficio ecle
siástico; pero de los demas, que segun se ha dicho,
estuviesen solo tonsurados ó de menores, y sin be
neficio, no asignen sino á aquellos que juzgasen
útiles ó necesarios á sus Iglesias. Mas permitimos
—67—
que la ejecucion de dicha asignacion pueda dilatarse
p0r el espacio de tiempo que pareciese conveniente
á los mismos obispos, cuanto á aquellos que con mo
tivo de estudiar, ó en universidad pública ó estu
dio particular, ó por otra razonable causa aprobada
ó digna de aprobarse por su obispo, se halláren ausen
tes de aquel obispado en donde fueron tensurados
ú ordenados.
3. Y como por decreto del Concilio Tridentino es
tán obligados los clérigos que se educan en los semi
narios episcopales, á servir solo los dias de fiesta á la
catedral ú otras iglesias del lugar, para que con mas
comodidad puedan aplicarse al estudio de las letras
cosas sagradas, y ocuparse con mas continuacion en
aprender todo lo dispuesto por el dicho Concilio; que
remos y mandanaos, que en todos los obispados de
España se observe este medo de servir á las iglesias,
como tambien el que dichos, clérigos solo asistan á las
rogativas generales ó procesiones de todo el clero,
no obstante cualquiera costumbre de mayor obliga
cion, aunque sea, inmemorial, y pospuesta cualquiera
apelacion ó inhibicion. Pero si se encontrase algun
Seminario, en cuya fundacion se hubiese establecido
otra cosa, á causa de haber añadido alguna constitu
cion de mayor servicio, el que lo fundó ó dotó ó le
hizo alguna piadosa donacion: los obispos dén cuen
ta á Nos y al Pontífice romano que por tiempo lo
fuese, para que pueda proveer lo que convenga.
4. Ademas, siendo muy conveniente, que los que
estan próximos á llegarse á los sacratísimos miste
rios, tengan, fuera de otras cualidades, ciencia com
--68—
petente, con que puedan enseñar á los demas fieles el
camino de la salud: no admitan los obispos para los
sagrados órdenes, sino á clérigos, asi seculares co
mo regulares, que despues de un diligente exámen, se
juzguen por su ciencia y demás cualidades verdadera
mente dignos de tal grado; de suerte que á los que
desean ser promovidos á dichos órdenes no les baste
entender la lengua latina, saber la doctrina cristiana,
y responder adecuadamente á las preguntas que en el
exámen se les hagan sobre el órden que han de recibir.
Pero á los que han de ascender al presbiterado, igual
mente es necesario el que primero por un diligente
exámen sean aprobados para administrar los sacra
mentos, y enseñar al pueblo lo que todos necesitan
saber para salvarse; y para que lo dicho se ejecute
bien, exhortamos en el Señor á los mismos obispos,
que en cuanto les sea posible solo ordenen de sa
cerdotes á aquellos que á lo menos estuviesen com
petentemente instruidos en la teología moral.
5. Y si los que viviendo en un obispado tienen
el beneficio en otro, desearen ordenarse á título de
su beneficio por el obispo en cuya diócesi le tienen:
el obispo del domicilio, si es que han de volverá su
obispado, deberá examinar su ciencia é idoneidad,
antes de concederles las testimoniales que han de ob
tener sobre su nacimiento, edad, vida y costumbres,
segun la constitucion de Inocencio Papa XII de feliz
memoria, nuestro predecesor, que empieza Speculato
res; añadiendo asimismo en tales testimoniales una
certificacion de su suficiencia: y estas de ningun mo
do deban concederse, si antes en dicho exámen no
—69—
hubieren sido aprobados por hábiles: y no lográndo
las en la forma dicha, no puedan de modo alguno ser
promovidos á órdenes por el otro obispo, á quien por
razon del beneficio que obtienen tambien estan su
jetos; pues de lo contrario, el obispo que le ordenase,
por el mismo hecho quedará suspenso por un año de
la colacion de las órdenes, y el ordenado de las re
cibidas por todo el tiempo que le pareciere convenien
te al ordinario propio; y además uno y otro queda
rán sujetos á otras mas graves penas, que á propor
cion de la culpa les serán impuestas á nuestro arbi
trio ó del Pontífice romano que por tiempo fuere: y
como por la referida constitucion de Inocencio, nues
tro predecesor, no de otro modo es licito el recibir ór
denes del obispo de su misma diócesis a título de bene
ficio, que posee en otro obispado, sino cuando rebaja
das las cargas, son las rentas del dicho beneficio por sí
suficientes para su cóngrua manutencion; declaramos
que esta cóngrua se ha de señalar, no segun la tasa si
nodal ó costumbre que hubiere para ordenar de ma-,
yores en el lugar del dicho beneficio (á no ser que
pida precisa y continua residencia); sino segun la tasa
o en su defecto la costumbre que haya en el lugar
del dominio. -
6- Verdaderamente que no es de menos impor
lancia para conservar inviolable la disciplina eclesiás
tica, el no permitir se alistea en la milicia clerical
los que no son suficientemente idóneos, que el que
despues de alistados , profesen un ejemplar modo de
vivir, y manifiesten tal inocencia de costumbres, que
corresponda a la santidad del instituto que recibieron;
- — 70—
y mucho mas que se abstengan de todo lo que justí
simamente les está prohibido por los sagrados cáno
nes, como del todo indigno á hombres que habitan
en el tabernáculo del Señor, y estan dedicados al
venerable ministerio del altar. Por tanto establece
mos y mandamos, que si hubiese algunos clérigos,
bien sean de prima tonsura ó de menores, que no
poseyendo beneficio alguno eclesiástico, con menos
precio de los decretos del Concilio Tridentino, no
lleváren hábito clerical ô corona abierta, ó si la lle
vasen, no sirvan a aquella particular Iglesia ó lu
gar pío, á que por mandato del obispo se les destinó,
ó no estuviesen en algun seminario eclesiástico, es
cuela ó universidad con licencia de su ordinario:
los obispos, sinº preceder amonestacion alguna, los
declaren privados del privilegio de fuero, y manden
borrar la anterior asignacion que se es hizo al ser
vicio de la tal Iglesia. Y si ellos no mejorasen de vida,
ó hubiese tambien otros, de quienes por culpa suya
no se pueda esperar que se hagan dignos para se r
promovidos á los sagrados órdenes; los mismos obis
pos, observando la fórma que prescriben los sagra
dos canones, procedan contra ellos á la privacion de
los demas privilegios clericales. Mas en donde se ha
llasen clérigos que poseen capellanías ó beneficios
de cualquiera renta, por ténue que sea, cuya mala
vida, sirviendo á los demas de escándalo, mas bien
destruya que edifique, ó siendo concubinarios ó
usureros, dados al vino y juegos de suertes, autores
de discordias, negociantes, ó que llevan armas, va
gamundos, ó que no traen hábito clerical ó corona
—71—
abicrta, ó que abusan temerariamente de la inmuni
dad] eclesiástica, en fraude de los tributos y alcabalas
reales*, que debe» pagarse por los seglares no escep-
tuados , ó en finque, cometiendo iguales y mayores
delitos, mas parece que pertenecen. á la Iglesia para
aumentar en ella el numero que el* mérko; los obis
pos; precediendo los avisos necesarios y. guardando
Jo dispuesto por derecho, procedan. contra ellos, im
poniéndoles las penas establecidas por los romanos
Pontífices, nues: ros predecesores, y sagrados con
cilios, privándolos tambien de los beneficios,, cape
llanías y oficios eclesiáslicos en* todos aquellos casos
en que la dicha privacion está impuesla por los sa
grados cánones; y lo ejecuten pospuesta toda huma
na pasion., acordándose que por ser descuidados en
corregir á sus subditos, recibirán de Dios irritado el
merecido castigo.
7, Pero como las personas eclesiásticas n«nca; pue
den ejercitarse basiante.en los obsequios que son de
bidos á Dios, dándole. cuan tos corresponden á su esta
do ; recomendamos mucho en■ el Señor la piadosa cos
tumbre que hay en los mas de los obispadosde España,
de que los clérigos asi de menores como de mayo
res órdenes,, y tambien los presbiteros, aunque no
tengan beneficios ú oficios eclesiásticos , asistan con
sobrepelliz los domingos y dias de fiesta , en, las Igle
sias á que estan destinados , á, la misa conventual
cantada , y á las primeras y segundas vísperas del ofi
cio. Por tanto exhortamos con las mayores veras á los
obispos de otros, obispados en que hasta ahora no
ha habido la tal costumbre, cuiden de que en adelante
—72
se observe en todos; y ademas procuren que todos los
referidos eclesiásticos asistan á las conferencias que
se deberán tener sobre casos de conciencia, ritos y
ceremonias sagradas, á presencia de sus párrocos ó
de otras personas nombradas por el obispo.
8. Y por cuanto tenemos entendido que en los
referidos reinos de España, hay diferentes benefi
cios y capellanías de patronato eclesiástico ó laical,
sin renta alguna cierta, ó tan ténue, que no llega á
la mitad ni á la tercera parte de la cóngrua nece
saria para que puedan los clérigos ascender á los sa
grados órdenes; deseando ocurrir á los daños no leves
que de lo dicho se originan; establecemos y manda
mos, que los obispos supriman luego al punto los
beneficios y capellanías que no tienen renta alguna
cierta. Y por lo que mira á otros beneficios y cape
llanías, cuya renta anual no llega mi aun á la terce
ra parte de la cóngrua, determinatmos, que á ningu
no en adelante se le confiera la primera tonsura con
motivo de adquirir derecho á alguno de dichos bene
ficios ó capellantas. Y para que los derechos de patro
nato queden ilesos cuanto sea posible, será lícito á
los patronos, tanto eclesiásticos como seglares, ha
cer los nombramientos de dichos beneficios y cape
llanías, no como de beneficios eclesiásticos que piden
en los hombrados prima tonsura, sino como de lega
dos píos; y los nombrados, aunque no esten tonsu
rados, podrán poseerlos como tales legados, con la
obligacion de cumplir todas las cargas impuestas por
los fundadores.
9. Tambien hemos sabido, no sin grave dolor de
/
—73
nuestro corazon, que aunque el Concilio Tridentino
determinó que todos los que obtienen Iglesias parro
quiales; ú otras qúe tienen de cualquier modo anejo
el cargo de almas, deben segun su capacidad y la de
los fieles, á lo menos los domingos y fiestas solemnes,
apacentar con palabras saludables los pueblos que se
les encomendaron, enseñándoles lo que necesitan sa
ber para salvarse, esplicándoles los mandamientos de
la Ley Dios, y artículos de la Fé, instruyendo á los
niños en los rudimentos de ella, advirtiéndoles con un
breve y sencillo razonamiento los vicios que deben
huir, y las virtudes que deben practicar; con todo, al
gunos curas párrocos omiten hacerlo, siendo tan de
su obligacion, y procuran disculparse, ó con el pre
testo de inmemorial, aunque verdaderamente mala
costumbre, ó porque no les parece necesario hacerlo
ellos, á causa de haber abundancia de sermones en
otras iglesias, y quien enseñe á los niños los miste
rios de la Fé, ó en las escuelas ó en los sitios pú
blicos. Y asi para que con el vano pretesto de estas
y otras semejantes escusas, no vaya en aumento tanta
destruccion de la república cristiana; mandamos es
trechamente á cada uno de los arzobispos y obispos de
España, hagan un esfuerzo para que todos los que ejer
cen la cura de almas, cumplan diligentemente dichos
cargos por sí mismos, ó por personas idóneas si se
hallasen legítimamente impedidos. Y si hubiere algu
nos que no sean suficientemente hábiles para cumplir.
los, los arzobispos y obispos cuiden se supla oportu
namente por otros que señalen á costa de los párrocos
menos idóneos; y de aquí en adelante no se dé cura
—74—
to, sino á los que verdaderamente puedan cumplir por
sí mismos dichas obligaciones.
10. Asimismo para que no suceda el que se dé in
terpretacion agena de su sentido á la constitucion de
San Pío V, nuestro predecesor, en la cual se tasa la
cóngrua porcion de frutos que se ha de señalar á los
vicarios, perpétuos que tienen cargo de almas; de
claramos que aquella censtitucion pertenece solamente.
á los vicarios perpetuos de las iglesias parroquiales que
estén unidas a otras iglesias, monasterios, colegios,
beneficios y lugares pios; como tambien que la anual
porcion de frutos, que en ella se mandaseñalar a los
mismos vicarios en no mayor cantidad que la de cien
ducados, ni menor que la de cincuenta, se deba entene
der de escudos de á diez Julios de moneda romana, ca
da uno.
4. Todas las veces pues que por algun motivo
justo, conviniere en otras iglesias parroquiales, que
segun se ha dicho no estan unidas, proveerlas de te
nientes ó vicarios temporales; cuidarán los Obispos,
segun la fácultad que se les dió en el Concilio,Triden
tino, de determinar la parte de frutos que se ha de
señalar á los referidos tenientes ó vicarios, en la canti
dad que á su prudente arbitrio y conciencia pare
ciere conveniente; es á saber, segun las rentas y
emolumentos de la Iglesia parroquial á que fueren de
putados, y hechos cargo tambien de las condiciones del
lugar, número de feligreses, calidad del trabajo y
cantidad de los gastos que pidiere la necesidad del
empleo que se les confirió. Pero si amonestados los
párrocos por los obispos, dejasen de poner, cuando
—75 —
haya necesidad; en el conveniente término que se les
señaló, los coadjutores ó vicarios temporales; po
drán los obispos por su propia autoridrd nombrar los
que juzgasen idóneos para este empleo, con la asig
nacion de dicha porcion de frutos: con todo en donde
hubiesen sido nombrados ó puestos dichos tenien
tes ó vicarios temporales por los párrocos, deberá,
constar por exámen á los obispos de su suficiencia ani
tes de ser admitidos al ejercicio: ni baste que antes,
hayan sido aprobados de confesores, si no constase.
que estan tambien dotados de las demás cualidades á
propósito para ejercer rectamente la cura de almas; y
en el caso de carecer de ellas, y que los párrocos no
hayan nombrado despues otros verdaderamente hábiles,
dentro de otro igual término que se les ha de señalar
por los obispos; entonces pertenezca igualmente á es
tos el nombrarlos á su arbitrio con la referida asigna
eion de cóngrua; y ninguna contradiccion de los pár
rocos, exencion, apelacion, ó inhibicion de cualquier
juez, pueda en los casos referidos suspender la ejecu
cion del nombramiento y asignacion de la determina
da cantidad de frutos; sin que obste tampoco cualquie
ra contraria costumbre, aunque sea inmemorial.
12. Pero porque algunas veces no se provee lo
bastante al cuidado y necesidades de las almas con
aumentar á los párrocos otros sacerdotes que cum
plan las obligaciones parroquiales, sino que conviene
añadir mayores remedios; es á saber, cuando por la
distancia de los lugares ó dificultad del camino, no
puedan sin grave incomodidad ir los feligreses á la
iglesia parroquial á recibir los Sacramentos y oir los
—76—
divinos oficios; entonces acuérdense los obispos que
libremente les es lícito, aun contra la voluntad de los
rectores, ó destinar otras iglesias dentro de las mis-,
mas parroquias, en las cuales los sacerdotes, tenien
tes de los párrocos, administren los Sacramentos y
cuiden del culto divino; ó establecer nuevas parro
quias y nuevas iglesias parroquiales, distintas de las
antiguas, poniendo en ellas nuevos Parrocos, señalan
do de las rentas de cual quier Inodo pertenecientes á.
la antigua iglesia parroquial, la porcion conveniente
para la sustentacion de aquellos que ejercieren la cu
ra de almas, ó como ceadjutores destinados á las di
chas nuevas iglesias, ó como distintos é independien
tes párrocos; no sirviendo de impedimento para lo di
cho cualquiera apelacion ó inhibicion.
13. Debiendo darse á los obispos, por disposicion
del Concilio Trideatino, a quel honor que conviene
á su dignidad , y correspondiéndoles tambien el pri
mer lugar en el coro, cabildo, procesiones y demás
actos públicos, y la principal autoridad en todas las co
sas que se han de tratar; mandamos se guarde esto
religiosa y perpetuamente en todos los actos corres
pondientes, á tan justa preeminencia, y autoridad tan
debida, no obstante los privilegios, aunque procedan
por fundacion, costumbres aun inmemoriales, senten
cias, juramentos y concordias, las que obliguen sola
mente à sus autores. - ,
14. Además de esto, para que el vigor de la disci
plina claustral permanezca en su total integridad, nos
ha parecido tambien interponer nuestra pontificia so
licitud. Y asi constándonos por esperiencia cuanto de
—77—
trímento se le sigue por ser mas los admitidos al há
bito religioso, que los que permiten las rentas; por
las presentes encargamos y mandamos al nuestro nue
vo Nuncio y de la Silla Apostólica, que por tiempo
estuviere en los reinos de España, que cuide y cele
á fin de que en los monasterios, conventos y casas,
asi de hombres como de mugeres, ya posean ó no
bienes raices, no se reciba, contra lo establecido por
el referido Concilio Tridentino, mayor número del que
cómodamente pueda sustentarse, ya sea con las
propias rentas de los mismos monasterios, convenios
ó casas, ó ya con las limosnas acostumbradas y otros
algunos emolumentos, que deben repartirse en comun.
15. Y asi todas las veces que hayan de ser promo
vidos los regulares para órdenes, se guardará en todo
el decreto de la Congregacion de cardenales intérpre
tes del Concilio Tridentino, confirmado tambien el dia
15 de marzo de 1596 por Clemente Papa VIII de piado"
sa memoria, nuestro predecesor, en el cual se esta
blece, que para recibir dichos órdenes no dirijan los
superiores las dimisorias á otro que al obispo diocesa
no, fuera del caso en que éste se halle ausente de su
diócesis, ó no celebre órdenes, que entonces en las
dimisorias que se han de dirigirá otro obispo, se de
berá hacer espresa mencion de la dicha ausencia de
obispo diocesano, ó de la otra causa, es á saber, que
no ha de celebrar órdenes: esceptuándose cuanto á lo
dicho aquellos regulares á quienes por especial privi
legio, se hubiere concedido por la Silla Apostólica,
despues del Concilio Tridentino, el que puedan reci
bir las órdenes de cualquier prelado católico, sobre
—78—
cuyo indulto no intentamos por las presentes innovar
cosa alguna. Pero entiendan los obispos que por sí
mismos, á no estar enfermos, deben conferir las órde
nes, y celebrar públicamente las mayores en los tiem
pos establecidos por derecho, «y en la iglesia catedral
siendo convocados á este fin y presentes los canóni
gos, y si fuese en otro lugar del obispado, sea siem
pre en la Iglesia mas digna, y en presencia del clero
del mismo lugar. Y para que la incertidumbre de si
estos han de celebrar órdenes, no ocasione demasia
da incomodidad á los ordenandos que habitan en di
ferentes distritos de la diócesis, deberán los mismos
obispos, cada vez que han de celebrar órdenes, avisar
los por un público edicto, de suerte que siempre que
falte dicho aviso, conozcan por esto los regulares sufi
cientemente, que por aquella vez el obispo diocesano
no ha de celebrar órdenes, y que por lo tanto les se
rá lícito recibir las órdenes de otro obispo con dimiso
rias de sus superiores dirigidas á él, guardándose en
ellas la forma arriba dicha. -
16. Cuidarán los obispos que se observe inviola
blemente en todos los monasterios de mugeres suje
tos á ellos con jurisdiccion ordinaria, y en los demás
exentos con autoridad de la silla Apostólica, todo lo
que acerca de la clausura de las monjas y prohibi
cion de entradas en dichos monasterios, fue mandado
oportunamente, asi en los decretos del Concilio Tri
dentino, como en la constitucion de Gregorio Pa
pa XIII nuestro predecesor, que habla sobre lo mis
mo, y se expidió en 13 de enero del año de 1575.
17. Considerando asimismo que conviene ante
—79—
todo á la república cristiana que el ministerio y po
testad de las llaves en absolver y retener los pecados
se ejecuten rectamente; declaramos que los sacerdo
tes, asi seculares como regulares, que hubiesen obte
nido de sus obispos licencia limitada para confesar,
bien sea cuanto al lugar ó cuanto á la clase de per
sonas, ó cuanto al tiempo, no pueden administrar el
sacramento de la Penitencia fuera del tiempo, lugar
ó clase de personas que les señaló el obispo, sin que
en manera alguna les pueda sufragar cualquier pri
vilegio, aunque sea en virtud de la bula llamada de la
Santa Cruzada. Y habiendo tambien decretado el mismo
Inocencio nuestro antecesor, por sus letras espedi
das en 19 de abril del año de 1700, que no les era
lícito á los sacerdotes, asi seculares como regula
res, oir en confesion á aquellos que los eligiesen en
virtud del indulto de la referida bula de la Santa Cru
zada, sin preceder la aprobacion del ordinario del
territorio enrique los penitentes habitan y eligen con
fesores, aun en el caso de haber sido aprobados an
teriormente por los ordinarios de otros lugares, y
aunque los penitentes hubieran sido súbditos de aque
llos ordinarios que hubieren aprobado á los confesores
elegidos, de manera que las confesiones de otro mo
do hechas y oidas, se declaren y den por nulas, inútiles
y de ningun valor, y que por el mismo hecho queden
los confesores suspensos: Nos, aprobando, confirman
do y renovando la misma constitucion, declaramos
demas de esto, que de ningun modo pueda favorecer
á los dichos sacerdotes, asi seculares como regulares,
r
elegidos para oir confesiones ó en virtud de la re
— 80—
ferida bula de la Cruzada, ó por otro cualquier pri
vilegio, el haber sido antes aprobados por aquel obis
po que en algun tiempo hubiere sido ordinario del
lugar en que se han de oir las confesiones, aunque
al presente no lo sea, ó porque ha muerto ó renun
ciado el obispado, ó se halla trasladado por autoridad
Apostólica á otra Iglesia; sino que es absolutamente
necesaria la aprobacion del que actualmente y por en
tonces ejerce en la tal diócesis la jurisdiccion ordina
sia, bien que basta esta aun tácita y se reputa haber
la mientras dure la precedente licencia ó aprobacion
y no fuese revocada por él; en cuyo caso, si la obte
nida anteriormente hubiese espirado por haberse con
cluido el tiempo, prefinido, ó fuese quitada por poste
rior revocacion, se ha de pedir nueva y espresa li
cencia. -
18. Se acordarán tambien los regulares, que no
pueden confesar monjas, aunque esten sujetas á su
direccion y gobierno, sin que, ademas de la licencia
de sus prelados regulares, preceda el exámen que se
ha de hacer ante el obispo diocesano, y su especial
aprobacion para confesarlas, no obstante cualquiera
costumbre contraria por inmemorial que sea.
19. Y debiéndose dar á las monjas dos ó tres ve
ces al año confesor estraordinario que las confiese á
todas, segun el Concilio Tridentino; si en adelante
sucediese que otras tantas veces los superiores regu
lares dejasen de nombrar dicho confesor estraordi
nario cuanto á los monasterios sujetos á ellos, ó si
tambien aconteciese que siempre los nombrasen de su
mismo órden, sin que a lo menos una vez al año es--
—8—
cogiesen para este cargo un sacerdote secular, ó re
gular profesor de otro diverso órden, en estos ca
sos los obispos puedan á su arbitrio y conciencia ha
cer el dicho nombramiento, sin que con título ó
pretesto alguno se lo puedan impedir los superiores
regulares.
20. Procuren tambien los obispos remover entera
mente los abusos que asi en las Iglesias de seculares
como de regulares, se hubieren introducido contra lo
mandado en el ceremonial de obispos y ritual roma
no, ó contra las rúbricas del Misal ó Breviario. Y si
acaeciese que contra lo establecido en el dicho cere
monial, alegasen costumbre aun inmemorial: despues
que hubieren reconocido que no se puede bastante
mente probar, ó que aun probada no puede, como irra
cional, hacerse valer por derecho; pongan en ejecucion
con toda diligencia lo que en dicho ceremonial se man
da, y no se admita apelacion alguna suspensiva.
21. Cuiden tambien los obispos con toda diligen
cia que se destierren los abusos, si acaso algunos se
hubiesen introducido, ya sea en cuanto á los eclesiás
ticos seculares, ó en cuanto á los regulares, contra
el decreto del Concilio Tridentino de observandis, et
vitandis in celebratione Missarum ses, 22, y si fuese
necesario, procedan contra los regulares con la dele
gacion Apostólica que se les concede en este decreto,
pospuesta cualquiera apelacion suspensiva, y solo re
servada en el efecto devolutivo, sobre cualquiera du
da que aconteciese excitarse, por declaracion de la con
gregacion de cardenales intérpretes del referido Con
cilio que por tiempo fueren. - ,
—82— -
-22. Y habiéndose promulgado un oportuno decre
to, por Clemente XI, de feliz memoria, nuestro prede
cesor, en el dia, 15 de diciembre del año de 1703,
acerca de la celebracion de las misas en oratorios pri
vados, como tambien sobre el uso del altar portátil;
procuren los obispos se observe, aun en los Reinos de
España, todo lo que, en él se determinó; y para que
mas facilmente liegue á noticia de todos, hagan publi
car este decreto en sus respectivos obispados, prohi
biendo asimismo el que se ponga altar en las celdas
privadas ó apasentos de los regulares, para celebrar
en él Misa, y procedan contra los contraventores con
censuras eclesiásticas, usando en cuanto á los regu
lares de la autoridad de la Silla apostólica, que se les
ha delegado en el referido decreto, quitando juntamen
te cualquiera costumbre contraria, aunque sea inme
morial. Pero estableciéndose en dicho decreto, no ser
licito á los obispos poner altar en las casas de segla
res, fuera de la de su propia habitacion, y celebrar
alli ó mandar celebrar el sacrosanto sacrificio de la
misa, declaramos no se ha de entender esta prohibi
cion de aquellas casas seglares en que los obispos con
motivo de visita ó de camino se hospedasen, por ca
sualidad, como ni tampoco cuando los obispos en
los casos permitidos por derecho, ó por especial li
cencia de la Silla Apostólica, estuviesen ausentes de
la casa de su propia ordinaria habitacion, y por lo
mismo se detuviesen en casa agena, como si estu
vieran en la suya; pues en estos casos les será lícito
erigir altar para docir, misa, no menos que en la casa
de su propia ordinaria habitacion, , , , , , -
-—83—
23. Mandamos tambien se entienda con cuidado,
y cumpla todo lo demas que se manda en la ses. 25 de
regularib, et monialib., del mismo concilio general. Y
derogándose con toda estonsion en el capítulo 25 to
dos los privilegios contrarios, concebidos bajo cual—
quiera fórmula de palabras, y llamados mare magnum,
aunque sean obtenidos, en la fundacion, como tam
bien las constituciones y 9 reglas ya juradas, y asi
mismo las costumbres ó prescripciones por inmemo- ,
riales que sean; sepan todos que dicha derogacion, no
solo se refiere á lo contenido en dicho capítulo, sino
tambien á todo lo establecido en . cada uno de los an +
tecedentes de la misma sesion. , , , , , , -
24. Demas de esto, para que en el modo de sus
tanciar las causas se guarde el debido método, man
damos que cuando los ordinarios de los lugaresa en
los reiaos de España, procediesen de oficio en las
causas criminales, esto es, no por querella ó acu
sacion, de alguno; si de la sentencia de dichos ordi
narios se interpusiese apelacion , al nuncio de la Silla
Apostólica ó á los metropolitanos, entonces (para que
no suceda que faltando actor, queden los delincuentes
sin el castigo correspondiente á sus delitos), los pro
curadores, fiscales del tribunal de la Nunciatura Apos
tólica, y respectivamente tambien los de la curia me
tropolitana, hagan y sigan las , instancias y otros actos
necesarios para que las dichas sentencias de los or
dinarios logren la justa confirmacion y ejecucion. Pe
ro si sucediese el dar sentencias contrarias en gradó
de apelacion sin haber citado ni oido á los procura
dores fiscales, se tendrán todas ellas con todo lo ac
tuado, por nulas y de ningun valor, ni deban tener
efecto alguno; antes bien se pongan en ejecucion las
antecedentes sentencias de los ordinarios, como si de
ellas no se hubiera interpuesto apelacion alguna.
25. Pero habiéndose provisto generalmente lo bas
tante acerca de las apelaciones é inhibiciones por la
constitucion de Inocencio Papa IV, de piadosa me
moria, nuestro antecesor, en el capítulo Romana, y
tambien por decretos del Concilio Tridentino, y otros
espedidos el dia 16 de octubre de 1600 por la congre
gacion encargada de los negocios y consultas de los
regulares, y confirmados por el dicho Clemente VIII
nuestro predecesor, y finalmente, por otros en el pon
tificado de Urbano Papa VIII de igual memoria, tam
bien nuestro antecesor, el dia 5 de setiembre de 1626:
queremos y mandamos, que todo lo que se establece
en dichas constituciones y decretos concernientes á
las causas que corresponden á las curias eclesiásticas
de los Reinos de España, se observe diligentísima
mente por todos los comprendidos en ellas, con total
esclusion de cualquier costumbre, aunque sea inme
morial, ó cualquiera privilegio ó estilo de conceder
tambien ciertas inhibiciones llamadas temporales.
26. Y por lo respectivo á los jueces conservado
res, acerca del modo y facultad de proceder en las cau
sas civiles que puedan pertenecer al conocimiento de
ellos, se ha de observar puntual y firmemente la
norma prevenida en las constituciones de Inocencio
IV, Alejandro IV, Bonifacio VIII, Gregorio XV y otros
romanos Pontífices nuestros predecesores de feliz me
moria, espedidas sobre este asunto, como tambien en
—85 -
los decretos del Concilio Tridentino, bajo las penas alli,
contenidas, que renovamos y confirmamos en nuestra
presente constitucion: añadiendo asimismo que di
chos jueces conservadores y los ejecutores de sus man
datos, deban exhibir á los obispos y demas ordinarios
de los lugares las letras de su comision , en cuya vir
tud intentan proceder. "-
27. Finalmente, de todas veras y de lo mas ínti
mo de nuestro paternal corazon amonestamos á to
dos los de la religiosísima nacion Española, se acuer
den que tambien están obligados á observar exacta,
firme y efectivamente, todas y cada una de las cosas
establecidas en todos los demas decretos del mismo
Concilio Tridentino. Y para que en adelante de nin
gun modo, se impida ni retarde su ejecucion, man
damos y declaramos, que ningun privilegio contrario,
que haya sido obtenido de la Silla Apostólica antes de
la promulgacion, de dicho concilio, pueda ó deba va
ler para impediró suspender la ejecucion de los es r
tablecimientos conciliares, ó de los decretos igual-,
mente espedidos por los ordinarios, para la ejecu
cion de los establecidos en el mismo concilio, á
no ser que despues de él se hubieren confirma
do en forma específica por la misma Silla Apostó
lica, ó concedido de nuevo; y ademas que no pue
da obstar estatuto ó concordia alguna que no esté
confirmada especialmente por la dicha Silla Apostó-.
lica; ni cualquier antiguo uso, ó contraria costum-,
bre, ó prescripcion, aunque Sea centenaria ó inmemo-,
rial, si no es que acaso sea la materia capaz de dicha
cºstumbre ó prescripcion, y demas de esto, esté la
—86—
una ú otra, por inmemorial que sea, aprobada y ad
mitida por juez competente por tres sentencias con
formes, ó por una que haya pasado en autoridad de
cosa juzgada; ni en suma cualquiera apelacion ó in
hibicion, aunque sea temporal; reservando solamente
el recurso en el efecto devolutivo á la nominada con
gregacion de cardenales intérpretes del mismo conci
lio, á quienes, como ejecutores tambien de nuestras
presentes letras, no solo cometemos y mandamos que
hagan observar perpétua é inviolablemente estas y
todos sus decretos y ordenaciones, con la potestad
general que se concedió á los mismos cardenales por
la Silla Apostólica para la ejecucion de los decretos
del mencionado Concilio; sino que tambien damos
particular facultad de interpretar, esplicar y declarar
cuando fuese necesario, dicha nuestra constitucion , ,
todas y cada una de las ordenaeienes en ella contenidas
(escepto aquellas que pertenecen aleeremonial de los
obispos, ritual remano, y rúbricas del misal ó brevia
rio), cuando se suscitase acerca de ellás alguna duda
ó dificultad: sin que por esto se retarde en el interin
su ejecucion, de manera, que antes de ella no pueda º
hacerse a dicha congregacion de cardenales, sobre
cualquier duda, recurso alguno ni eonsulta. Pero des
pues que los decretos ó declaraciones que se hicieren
por la referida congregacion, tengan nuestra aproba
cion ó la del romano Pontífice que por tiempo fuere,
deberá al punto cesar totalmente cualquiera reclama
cionó consulta, y se tendrá por impuesto perpétuo
silencio. , , , , , , ni - -
28. Mandamos igualmente que estas nuestras pre
—87—
sentes letras sean y existan siempre firmes, válidas
y eficaces, y que obtengan y causen sus plenos y en
eros efectos, y que en todo y por todo favorezcan
cumplidamente á aquellos á quienes pertenecen ó en
lo sucesivo de cualquier modo perteneciesen, y que
por ellos respectivamente se deben observar inviola
ble y firmemente; y que asis y no de otro modo se
debe en todas partes definir y juzgar por cualesquiera
jueces ordinarios, delegados y auditores de las causas
del palacio Apostólico, como tátibien por los cardena
les de la Santa Iglesia Romana, legados á latere y
nuncios de la dicha Silla, ó por cualesquiera otros
que gozan y gozaren de cualquiera preeminencia y
potestad, quitando á estos y á cada uno de ellos cual
quiera autoridad y facultad de juzgar é interpretar de
otro modo; y si acaeciese que alguno, de cualquiera
autoridad que sea, á sabiendas ó con ignorancia in
enta lo contrario acerca
ningun valor. "." o
de lo dicho,, ,sea
,
inútil y de2
ºp. No obstante lo dicio, huestra regla y la de la
cancillería apostólica de jure quesito non tollendo, y
otras constituciones y ordenaciones Apostólicas, como
ambien otros cualesquiera estatutos, costumbres y
prescripciones, aunque sean muy antiguas é inmemo
riales de cualesquiera órdenes, congregaciones, ins
titutos y sociedades, aun la de Jesus, y de cuales
quiera monasterios, conventos, iglesias y lugares
pios, por mas corroborados que sean con juramento,
confirmacion apostólica ú otra cualquiera firmeza; y
asimismo los privilegios, indultos, letras Aostólicas,
y otros decretos, aunque sean emanados moti proprio
- 88
con cierta ciencia, y de plenitud de potestad. Apostó-.
lica, en general ó en particular, ó de otro cualquier,
modo concedidos, confirmados, é innovados en con
tra de lo arriba dicho á las órdenes, congregaciones,
institutos, sociedades, aun la de Jesus, y á los mo
nasterios, conventos, iglesias y lugares pios mencio
nados, y á sus respectivos superiores y otras cuales
quiera personas, aunque sean dignas de especialísima,
mencion, bajo cualesquier tenor y forma de palabras,
y con cualesquiera cláusulas desusadas é irritantes y
aunderogatorias de las derogatorias y otras mas efi
caces. A cuyos privilegios todos y cada uno de ellos,
y á otros cualesquiera contrarios y los derogamos es
pecial y espresamente por esta vez no mas, á efecto de
lo arriba dicho, dejándolos por lo demas en su vigor,
y aunque, para su suficiente derogacion se hubiese de
hacer de ellos y su contenido especial, especifica, es-,
presa é individual mencioa, ú otra cualquiera espre
sion, palabra por palabra, y no por cláusulas genera
les que importasen lo mismos ó se hubiese de obser
var para esto alguna otra esquisita forma; teniendo el
tenor de todos y cada uno de ellos por espreso é in
serto en las presentes letras, como si observada la
forma puesta en ellos, se espresara ó insertara palabra
por palabra sin omitir cosa alguna, , , ,
- - o , , , ,,
30. Queremos tambien, que á los trasladosó ejem
plares de estas mismas presentes letras, aun impresos,
firmados por algun notario público, y sellados con el
sello de alguna persona constituida en dignidad ecle
siástica, se les deba dar en todas partes,asi en
juicio como fuera de él, el mismo crédito que se les
—89—.
daria á las presentes letras si fuesen exhibidas ó ma
nifestadas. --- , . . .. . . . . .
Dado en Roma en Santa María la Mayor, bajo el
Anillo del Pescador, el dia 13 de mayo del año de
1723, segundo de nuestro pontificado.
-
- a e ,
-
F. CARDENAL Ouvenio. "
. de º i, , , , ,, , ,
. .. . . .. . . . . . . . . . . . ...
. - º*
, , , , , OBSERVACIONES, ,,,
,, , , , ,, , -
, , , . . . . . y:
Queda dicho en otro lugar (Introduccion pági
mas 30 y 3l), que esta bula, espedida por el Papa
Inocencio XIII en 13 de mayo de 1723, y renevada,
por su inmediato sucesor, Benedicto Xlll en 33 de
setiembre de 1724, tuvo por objeto restablecer mu
clios cánones importantes de la disciplina de Tren
to, no bien observados en España. Hay que ad
verlir además, que la bula Apostolici, Ministerii se
habia, mandado cumplir en todas sus partes por
real decreto de 9 de marzo del mismo año de 1724,
y que se dirigieron ejemplares impresos de ella a
todos los ptelados del reino, recomendándoles su
ejecucion y, práctica , en las respectivas diócesis y,
distritos (*). Por lo temás, á continuacion se notan
las correspondencias de los artículos ó decretos de
-- , , , , , , º, - , , , , , , , , , ,, , , , , , ,
-(t). Nota a lit. a, lib. 1, Novisima Recopilacion, , , , , , , , , ,
— 90—
esta bula, con los capítulos de la Reforma Tridenti
na y con las leyes de España.
E decreto º que trata de los que han de ser
3
admitidos á la primera tonsura, está tomado del ca
pítulo 4 º sesion 23 de la reforma Tridentina, sien
do en lo demas conforme á las reglas generales
que rigen en la materia. Tal es tambien el espíritn
de la ley 6, tít. 8, lib. 1.° Novisíma Recopilacion
en su párrafo final.
El decreto 2."; que hablá de lávasignacion de los
clérigos á las iglesias, en su primera parte, es una
reproduccion casi á la letra del capítulo 16 de la
misma sesion 23, en lo esencial. En cuanto á
la 2." parte, en que se manda que de los tonsura
dos ú ordenados de menores sin beneficio , solo se
asignen á las iglesias los que el obispo juzgáre ser
útiles ó necesarios; es de advertir que esta dispo
sicion fué motivada por la escesiva multitud de
clérigos menóres que à la sazon habia en el lleino;
en cuya virtud , si todos ellos hubiesen de ser
asignados, se seguiria perjuicio notable á los
pueblos, creciendo de una manera asombrosa el
número de las personas exentas de tributos; ade
mas de ser esta limitacion conforme á la disciplina
comun, segun la cual solo deben asignarse á las
iglesias aquellos clérigos que, ya que no necesarios,
al menos sean útiles á las mismas. Igual restriccion
se encuentra consignada en las leyes patrias; es—
pecialmente en la 9 til o lib. 1" Novísima Re
—9 —
copilacion, en la cual se previene ademas que los
obispos señalen á estos clérigos agregados «tiempo
preciso en que hayan de pasar á las órdenes ma
yores; porque de no ejecutarse asi, hay muchos
que se quedan en las menores, mostrando que sur
ánimo no es mas de que les sirva este estado de
color á sus acciones.... » , -
El decreto 3.º, relativo al servicio que en las
catedrales ú otras iglesias han de prestar en cier
tos dias los clérigos alumnos de los seminarios con
ciliares, vá conforme en lo principal con lo que
en el cap. 18, dicha sesion 23, determina el Tri
dentino, diciendo: Cathedrali et aliis loci Ecclesiis
diebus festis inserriant. Asi se practica general
mente en el Reino. La última cláusula del capítu-º
lo se ha puesto, como es notorio, para juzgar
hasta qué punto sean conciliables las particulares
disposiciones á que se refiere, con los objetos
esenciales de los seminarios, y si en casos dados
conviene ó ne su derogacion para realizar estos
fines. - , , , ,,
El decreto 4.º, en que se trata de la ciencia y
demás cualidades de los que han de recibir órde
nes mayores, se encuentra en consonancia con lo
dispuesto en el Tridentino, dicha sesion 23, capí
tulos 11, 13 y 4. Lo que previene respecto de los
aspirantes al presbiterado, es conforme con la Iey8,
tit. 8, lib. 1.° Novísima Recopilacion. "
- El decreto 5", dispone en su "patte, que
-92—.
el que solicite órdenes á título de un beneficio
que tiene en diócesi diversa de aquella en que con
tinuamente habita, y á la cual ha de volver, debe
ser examinado ante el obispo de esta última, con
siderándole como obispo propio; cuyo precepto se
comprende en la regla general que en la repetida.
sesion 23 cap. 3." se establece; á saber, que cuan
do el obispo propio haya de dar dimisorias á sus
clérigos para que sean ordenados por otro, lo haga
prévio el exámen correspondiente de su ciencia
y conducta; como que él es quien mejor puede
formar juicio exacto sobre el conjunto de estas
cualidades. La 2," parte de este decreto es consi
guiente à la l.", y conforme al principio asentado
en el cap. 2.° sesion 21 de la reforma Tridentina,
sobre la necesidad de un título para la ordenacion,
ó sea, por regla comun, un beneficie cóngruo se
gun la tasa sinodal del distrito en que ha de resi
direl ordenando. La observancia de este capítulo
está recomendada en el artículo 5.º del Concorda.
to de 1737. ... º
El decreto 6.º se funda en el capítulo 6 de la
sesion 23 tantas veces citada, y en varias decla
raciones de las congregaciones del Concilio y de
Inmunidad.Véase sobre este punto la ley 6, tit. 10,
lib. 1" Navísima Recopilacion, dictada por Feli
pe IL en 1565 para el mejor cumplimiento del cá
mon Tridentino que se acaba de citar; con la Ins
truccion que aquella comprende, formada por ór
—93—
den del mismo monarca, en Aranjuez á 4 de ene—
ro de dicho año. El mismo artículo 5.º del Concor
dato de 1737 encarga la observancia del referido
capítulo 6.º
El decreto 7.º, sobre la asistencia de los cléri.
gos mayores y menores á los divinos oficios, es
consiguiente á lo dispuesto en el capítulo 16 sesion
23 de la reforma Tridentina, en que se previene
la agregacion de aquellos á iglesias ó lugares píos,
y que la ordenacion se haga en tal concepto: se
gun va indicado al tratar del decreto 2:º de esta
bula. -
El decreto 8.º se funda en el capítulo 2.° sesion
21 de la reforma Tridentina de que se ha hecho
mencion al hablar de la 2.º parte del decreto 5.º
Lo que aqui se determina sobre supresion de cape
llanías y beneficios incóngruos, tiene por objeto
evitar que á título de semejantes fundaciones se
aumente el número de los clérigos con perjuicio del
decoro del estado eclesiástico y de su buena disci
plina; como tambien el que se promuevan en los
tribunales quejas y pleitos sobre el fuero de dichos
beneficiados ó capellanes. Véanse las leyes del
tit. 16, lib. 1.º Novísima Recopilacion.
El decreto 9.º, relativo á la obligacion de lo
párrocos á enseñar la doctrina á sus feligreses,
predicarles etc., es conforme á lo mandado en el
capítulo 7:º sesion 24 de la reforma Tridentina y
en otras disposiciones canónicas.
—-94--
e. El decrelo Ose funda en la constitucion que
cita. La declaracion que en él se hace, ha sido
efecto de que en la práctica de nuestros tribunales
eclesiásticos se procedia á veces indistintamente,
estendiendo á los vicarios y coadjutores de las
parroquias no unidas la limitacion que solo se ha
bia acordado respecto de los que lo eran de las
parroquias unidas. L. 2, tit. 16, lib. 1.° Novísima
Recopilacion. , , , ,,
- El decreto es conforme á lo dispuesto en la
sesion 7 de la reforma de Trento, cap. 5; asi como
el 12 lo es á lo que manda la sesion:21 cap. 4 de
la misma reforma.
El decreto 13 está casi copiado de una cláusula
del cap. 6 sesion 25 de dicha reforma. La ley 2,
tít. 8, lib. 1.º. Novísima Recopilacion, habla ade
mas del aparato que debe permitirse á los obispos º
en las procesiones públicas. ,
El decreto está tomado de la sesion 25 ca—.
pítulo 3 de Regularibus en el Tridentino; con cuya
disposicion van conformes otros mandatos ponti
ficios. ,
, , El decreto 15 se funda en las disposiciones
que cita, y es conforme además á lo dispuesto
por el concilio de Trento sesion 23 de la reforma
cap. 8, en las palabras: Unusquisque á proprio
Episcopo ordinelur; en cuya regla se comprenden
los Regulares: pues, aunque el papa San Pio V
habia declarado lo contrario en esta parte; con to
—95--
do eso, segun observa un escritor nacional, Grego
rio XIII, su sucesor, en la bula que es en el Bulario
la 9.", revocó dicha declaracion, reduciéndolo todo
á los términos del derecho comun y del concilio
Tridentino. A lo cual Gregorio XIII se movió, aña
de, por cierta ciencia que tuvo de que Pio V (como
lo espresa en el párrafo 4 de la misma bula) á ve
ces se quejó de que muchas cosas se habian con—
signado por escrito de un modo muy diferente de
aquel en que las habia dictado; y de que manifestó,
que no solo habia tenido intencion de revocar mu
chas, disposiciones suyas, sino, que de hecho las
habia revocado. , , , , ,, ,, , ,, ,, ,
El decreto 16, sobre la clausura de las monjas,
está fundado en el cap. 5, ses, 25 de Regularibus
del Concilio de Trento, conforme á una constitu
cion de Bonifacio VIII que en este se cita, como
tambien á otra de Gregorio XIII indicada en la
bula que nos ocupa. Otra hay de Gregorio XV, que
confirmó la disciplina de que se trata. Por lo que
hace á España, se ofrecen disposiciones canónicas
relativas, á la clausura de las monjas en época en
que estaba muy distante de ser general tal obser
vancia: por ejemplo, el can. 13 del concilio cele
brado en Valladolid año de 1322. Por lo demas,
sancionada esta ley por el Concilio de Trento, la
hallamos repetida en el de Toledo de 1582, Acc, 3;
siendo de notar, por otra parte, que el Concilio de
Valencia de 1565, en su ses, 2, tít. 3, c. 19, ha
—96—.
bia prohibido á todos so pena de escomunion, en
trar en los conventos de monjas para conversar
º
con estas.
El decreto 17 se reduce á declarar en la for
ma que se ve, una constitucion de Inocencio XII,
en la cual á su vez se declaraba el cap. 15, ses. 23
de la reforma Tridentina. -
El decreto 18, que trata de las confesiones de
las monjas sujetas á los Regulares, se funda en la
bula de Clemente X que empieza Superna magni, que
en el bulario es la 7.º, párrafo 4; y ademas declara
el capítulo 15 citado en el párrafo inmediato pre
cedente; cuya palabra saecularium se ve que es
aplicable á todos los que habitan fuera de los mo—
nasterios respectivos de los Regulares, cuando á
estos se prohibe confesar á las personas con aque
lla designadas; y que tal prohibicion comprende á
las monjas, aunque no son seglares; esto es, á no
obtener los Regulares beneficio parroquial ó licen
cia de confesar dada por el obispo.
El decreto 19, sobre dar á las monjas confesor
estraordinario dos ó tres veces al año, va confor
me con el cap. 10, ses. 25 de Trento de Regula
ribus." o , o o , ,,
Los decretos 20, 21 y 22, que tratan de la ob
servancia de las ceremonias, especialmente en la
misa, y de oratorios, se fundan en la bula de Cle
mente VIII que va al principio del ceremonial de
los obispos; en los cánones y decreto de la sesion
—97—
22 de T rento sobre el sacrificio y celebracion de la
misa; y sobre todo, el último, en el decreto que cita
de Clemente XI relativo á oratorios; acerca de cu
yo particular es de tenerse presente la Encíclica
de Benedicto XIV que empieza Magna cim animi,
su fecha 2 de julio de 1751 , dirigida á estirpar los
abusos introducidos en los oratorios privados de
las casas de los legos. Véase la Coleccion de bulas
etc. de dicho Pontífice citada en la nota pág. 63;
tom. 3, pág. 251 y siguientes.
El decreto 23, espresa su referencia al concilio
Tridentino, .
El decreto 24. se apoya en una disposicion de
la Reforma Tridentina, can. 3, ses. 13.
El 25, quetfata de las apelaciones é inhibicio
nes, se funda en los capítulos 20, ses. 24, y 1 .°r
ses. 13 de la misma Reforma, y en las demas dis
posiciones que cita. Véase la Concordia Facheneti
cap, 4, Can el mismo espíritu se ha dictado el ar
tículo 12 del Concordato de 1737.
El decreto 26, que habla de los jueces conser
vadores, se refiere al cap. 5.° ses. 14 de la Refor
ma Tridentina, en el cual se previene, que ana
die sufraguen tales concesiones para dejar de ser
juzgado, en causas criminales y mistas, ante su su
perior ordinario; y que en las civiles, siendo actor,
no pueda sujetar al reo ante el juez que se le con
cedió por privilegio; que proponiéndose por el ac
tor ó por el ordinario recurso contra el conserva-
—98—
dor, por sospechoso ó incompetente, no se proce
da en lo principal antes de que este incidente se
decida por árbitros nombrados en forma de dere
cho. Por lo demas, el Tridentino limita el uso de
estas conservadurías, esceptuando de la restriccion
que impone, las universidades y colegios, casas
de regulares y hospitales. Este decreto espresa
otras referencias que tiene. - -
Los decretos siguientes hasta el 30, con el cual
concluye este documento, nada ofrecen de particu
lar. El 27 se reduce á encargar á los españoles la
observancia de los decretos Tridentinos en general,
recordando las disposiciones de la célebre bula de
Pio IV, confirmatoria de los mismos. Véanse las
páginas 23 y 26 de este libro. Los tres últimos se
encaminan á dar firmeza al contenido de la pre
sente bula. -
- -
v! , ,
a
.. , ar º
-
*
ºe
. . . º
—c99
CAP, U.O .
-o C393.63Q-o-
Comncordilato de fi 333.
SECCIONl."
- TESTO DE DICHO CONCORDAT0.
,
Descando la Majestad Católica de Felipe V rey de
las Españas, dar providencia para la quietud y bien pú
blico de sus reinos, con la solicitud de algun regla
mento oportuno sobre ciertos capítulos concernientes
á sus iglesias y eclesiásticos; y queriendo, no solo ter
minar por medio de una firme é indisoluble concordia
con la Santa Sede, las acaecidas diferencias que al pre
sente ocurren, sino tambien quitar cualquiera materia
y ocasion que pueda en adelante ser orijen de nuevos
disturbios y disensiones, hizo presentar á la Santidad
de N. M. S. P. Clemente XII que reina felizmente,
Rin TOSu men de varias proposiciones º formó el Sr.
don José Rodrigo Vilºpando, marqués de la Com
puesta, su ministro en el tiempo del pontificado de su
r
—100—
antecesor Clemente XI, de santa memoria, y se comuni
có entonces al Pontifice referido, suplicando a Su San
tidad que providenciase benignamente con su autori
dad Apostólica al tenor de las instancias y demandas
que en el resumen insinuado iban espuestas; y no de
seando menos Su Santidad cooperar al bien de aquel
reino y especialmente á la quietud y tranquilidad del
clero, para que, libre de todas molestias y embarazos,
pueda mas facilmente dedicarse al culto divino, y apli
carse á la salud y cuidado de las almas que tiene á
su cargo: estendiendo con especialidad su anhelo á dar
á Su Majestad nuevas pruebas de su paternal afecto
y de su constante deseo de mantenerle una sincera,
perfecta y perpetua correspondencia y unio; despues
de haber oido el parecer de algunos señores cardena—
les sobre las dichas proposiciones, se mostró propen
so y dipuesto á conceder todo aquello que pudiese ser
eoncedido, dejando á salvo la inmunidad y libertad
eclesiastica, la autoridad y jurisdiccion de la Silla
Apostólica, y sin perjuicio de las mismas iglesias. En
consecuencia de sus reciprocos deseos, Su Santidad y
S. M. C. respectivamente nos deputaron y concedie
ron las facultades necesarias á Nos los infrascriptos,
para que unidos confiriésemos, tratásemos y conclu
yésemos el mencionado negocio, como consta por las
plenipotencias que respectivamente se nos dieron y se
insertarán á la letra al fin del presente tratado (); y fi
(*) Estos docuentos se omiten en la presente , publicacion me
diante su ningun"nterés. La plenipotencia conferida por el , rey al
cardenal Aquaviva llevaba la fecha de setiembre, año de este
concordato: la dada por el Papa al cardenal Firrao se espidió á 24
de los mismoS.
—101—
malmente, despues de examinados y controvertidos mº"
duramente todos los dichos asuntos, acordanºs ºº
siguientes articulos:
AitTICUL0 I.
Su Majestad Católica, para hacer á todos manifiesta
la perfecta union que quiere tener con Su Santidad y
y con la Sede Apostólica, y cuan de corazon es su an
sia de conservar sus derechos á la Iglesia, mandará
que se restablezca plenamente el comercio con la Santa
Sede: que se dé como antes ejecucion a las bulas apos
tólicas y matrimoniales: que el Nuncio destinado por
Su Santidad, el tribunal de la Nunciatura y sus minis
tros, se reintegren sin alguna disminucion (aun levisi
ma) en los honores, facultades , jurisdicciones y pre
rogativas que por lo pasado gozaban: y en conclusion,
que en cualquier materia que toque à la autoridad de
la Santa Silla, como á la jurisdiccion é inmunidad
eclesiástica, se deba observar y practicar todo lo que
se observaba y pacticaba antes de estas últimas dife
rencias: esceptuando solamente aquello en que se hi
ciere alguna mutacion ó disposicion en el presente
concordato; por órden á lo cual se observará lo que en
él se ha establecido y dispuesto, removiendo y abro
gando cualquiera novedad que se haya introducido,
sin embargo de cualesquiera órdenes y decretos con
trarios espedidos en lo pasado por S. M. ó sus mi
nistros. -
ARTl CULO Il «
Para mantener la quietud y tranquilidad públi
ca é impedir que con la esperanza del asilo se cometan
algunos mas graves delitos que puedan ocasionar ma
—402—
yores disturbios, dará Su Santidad en cartas circu
lares á los obispos, las órdenes necesarias para estable
cer que la inmunidad local mo sufrague en adelante
á los salteadores ó asesinos de caminos, aun en el
caso de un solo y simple insulto, con tal que en aquel
acto mismo se siga muerte ó mutilacion de miembros
en la persoma del insultado. Igualmente ordenará que
el crímen de lesa magestad, que por las constituciones
apostólicas está escluido del beneficio del asilo, com
prenda tambien á aquellos que maquinaren ó trazaren
conspiraciones dirijidas á privar á S. M. de sus domi
nios en el todo ó en parte. Y finalmente para impedir
en cuanto sea posible la frecuencia de los homicidios,
estenderá Su Santidad con otras letras circulares á los
reinos de España, la disposicion de la bula que comien
za: In supremo justitia solio, publicada últimamente
para el Estado Eclesiástico.
ARTICULO TII.
Habiéndose en algunas partes introducidó la prác
tica de que los reos aprehendidos fuera del lugar sa
grado, aleguen inmunidad, y pretendan ser restitui
dos á la Iglesía por el título de haber sido estraidos
de ella, ó de lugares immunes en cualquiera tiempo,
huyendo de este modo el castígo debidó á sus delitos,
cuya práctica se llama comunmente con el nombre de
Iglesias frias; declara Su Santidad que en estos ca
sos no gocen de inmunidad los reos, y espedirá á
los obispos de España letras circulares sobre este
asunto para que en su conformidad publiquen los
edictos. -
-- -
ARTICULo Iv. *
º .. ..., ; - -
Porque S. M. particularmente ha insistido en que se
providencie sobre el desórden que nace del refugio que
buscan los delincuentes en las ermitas é iglesias ru
rales y que les da ocasion y facilidad de cometer otros
delitos impunemente; se mandará igualmente á los
obispos por letras circulares, que no gocen de inmu
nidad las dichas iglesias rurales y ermitas en que el
Santísimo Sacramento no se conserva, ó en cuya casa
contigua no habita un sacerdote para su custodia, con
tal que en ellas no se celebre con frecuencia el sa
crificio de la misa.
ARTICULO 7, -
Para que no crezca con esceso y sin alguna nece
sidad el número de los que son promovidos á las ór
denes sagradas, y la disciplina eclesiástica se manten
ga con vigor por órden á los inferiores clérigos; en
cargará Su Santidad estrechamente con breve especial
a los obispos la observancia del Concilio de Trento, y
precisamente sobre lo contenido en la sess. 21, cap. 2,
y la sess, 23 cap. 6 de Reform, , , bajo las penas que
por los sagrados cánones, por el concilio, mismo y
por constituciones apostólicas están establecidas; y á
efecto de impedir los fraudes que hacen algunos en la
constitucion de los patrimonios, ordenará Su Santidad
que el, patrimonio sagrado no esceda en lo venidero la
suma, de 60 escudos de Roma en cada un año.
- Demas de esto, porque se hizo instancia por parte
de S. M., católica, para que se provea de remedio á
los fraudes y colusiones que hacen muchas veces los
— 104—
eclesiásticos, no solo en las constituciones de los refe
ridos patrimonios, sino tambien fuera de dicho caso,
fingiendo enagenaciones, donaciones y contratos á fin
de eximir injustamente á los verdaderos dueños de los
bienes, bajo de este falso color de contribuir á los dere
chos Reales, que segun su estado y condicion estan
obligados á pagar; proveerá Su Santidad á estos incon
venientes con breve dirigido al Nuncio Apostólico que
se deba publicar en todos los obispados, establecien
do penas canónicas y espirituales con escomunion
ipso facto incurrenda, reservada al mismo Nuncio y
á sus sucesores, contra aquellos que hicieren los
fraudes y contratos colusivos arriba espresados ó co
operaren á ellos.
ARTICUL0 VI,
La costumbre de erigir beneficios eclesiásticos que
hayan de durar por limitado tiempo, queda abolida
del todo, y Su Santidad espedirá letras circulares á
los obispos de España, si fuere necesario, mandándoles
que no permitan en adelante semejantes erecciones de
beneficios ad tempus; debiendo estos ser instituidos
con aquella perpetuidad que ordenan los cánones sa
grados; y los que están erigidos de otra manera no go
cen de exencion alguna. ,
ARTICULO VII.
Habiendo S. M. hecho representar que sus vasallos
legos están imposibilitados de subvenir con sus pro
pios bienes y haciendas á todas las cargas necesarias
para ocurrir á las urgencias de la monarquía, y ha
biendo suplicado á Su Santidad que el indulto en cuya
—05.-
virtud contribuyen los eclesiásticos á los 19 millo
nes y medio impuestos sobre las cuatro especies de
carne, vinagre, aceite y vino, se estienda tambien á
los cuatro millones y medio que se cobran de las mis
mas especies por cuenta del nuevo impuesto de los
8000 soldados: Su Santidad, hasta tanto que sepa con
distincion si los cuatro millones y medio de ducados
de moneda de España que pagan los seglares, como
arriba se dijo, por cuenta del nuevo impuesto, y por el
tributo de los 8000 soldados, se exijen ó en seis años ó
en uno; y hasta tener una plena y específica informa
cion de la cuantidad y cualidad de las otras cargas á
ue los eclesiásticos están sujetos, no puede acordar
¿ que se ha pedido; dejando sin embargo sus
penso este articulo hasta que se liquiden dichos im
puestos, y se reconozca si es conveniente gravar á los
eclesiásticos mas de lo que al presente están gravados.
Su Santidad, por dar á S. M. entre tanto una nueva
prueba del deseo que tiene de complacerle en cuanto
sea posible, le concederá un indulto por solos cinc
años, en virtud del cual paguen los eclesiásticos el ya
dicho nuevo impuestoy el tributo de los 8000 solda
dos, sobre las cuatro mencionadas especies de vi
nagre, carne, aceite y vino, en la misma forma
que pagan los 19 millones y medio; pero con tal que
los dichos 4 millones y medio se paguen distribuidos
en seis años; y que la parte en que deben contribuir
los eclesiásticos, no esceda la suma de 50000 ducados
anuos de moneda de España. Reservase entre tan
to Su Santidad el hacer las diligencias y tomar las in
formaciones ya insinuadas antes de dar otra dispo
— 106
sición sobre la sujeta materia ; con espresa décla
racion de que, en caso que Su Santidad ó sus suceso
res no vengan en prorogar esta gracia, concedida por
los cinco años, á mas tiempo, no se pueda jamás decir,
ni inferir de esto, que se ha contravenido al presente
concordato. , , " "- , º.
ARTICULO VIII. . . . . . . . . . .
Por la misma razon de los gravísimos impuestos
con que estan gravados los bienes de los legos, y de la
incapacidad de sobrellevarlos á que se reducirian con
el discurso del tiempo, si aumentándose los bienes
que adquieren los eclesiasticos por herencias, dona
ciones, compras ú otros titulos, se disminuyese la
cuantidad de aquellos en que hoy tienen los seglares
dominio y estan con el gravamen de los tributos ré
gios; ha pedido á Su Sanidad el Rey Católico se sirva
ordenar que todos los bienes que los eclesiásticos han
adquirido desde el principio de su reinado, ó que en
adelante adquirieren con cualquier titulo, estan suje
tos á. aquellas mismas cargas á que lo estan los bie
nes de los legos. Por tanio, habiendo considerado Su
Santidad la cuantidad y cualidad de dichas cargas y
la imposibilidad de soportarlas, a que los legos se re
ducirían si por órden á los bienes futuros no se toma
se alguna providencia; no pudiendo convenir en gra
vará todos los eclesiásticos como se suplica condes
cenderá solamente en que todos aquellos bienes que
por cualquier título adquirieren cualquiera iglesia,
lugar pío ó comunidad eclesiástica, y por esto caye
ren en mano muerta, queden perpetuamente sujetos
desde el dia en que se firmare la presente concordia,
—07
á todos los impuestos y tributos régios que los le
gos pagan, á escepcion de los bienes de primera fun
dacion; y con la condicíon de que estos mismos bie
mes que hubieren de adquirir en lo futuro y queden li
bres de aquellos impuestos que por concesiones apos
tólicas pagan los eclesiásticos, y que no puedan los
tribunales seglares obligarlos á satisfacerlós, sino que
esto lo deban ejecutar los obispos.
ARTICULO IX.
Siendo la mente del Santo Concilio de Trento, que
los que reciben la primera tonsura tengan vocacion al
estado eclesiástico, y que los obispos, despues de un
maduro exámen, la densa aquellos solamente de quie
nes probablemente esperen que entren en el órden
clerical con el fin de servirá la Iglesia y de encami
narse á las órdenes mayores; Su Santidad, por órden
á los clérigos que mo fueren beneficiados, y á los que
no tienen capellanías ó beneficios que escedan la ter
cera parte de la cóngrua tasada por el sinodo para el
patrimonio eclesiástico, los cuales, habiendo cumplido
la edad que los sagrados cánones han dispuesto, no
fueren promovidos por su culpa ó negligencia á los
órdenes sacros, concederá que los obispos, precediendo
las advertencias necesarias, les señalen para pasará
las órdenes mayores un término fijo que no esceda de
un año; y que si pasado este tiempo no fueren promo
vidos por culpa ó negligencia de los mismos interesa
dos, que en tal caso no gocen exencion alguna de los
impuestos públicos. -
—108—
ARTICULo x.
No debiéndose usar de las censuras sino es in
subsidium, conforme á la disposicion de los sagrados
cánones y al tenor de lo que está mandado por el San
to Concilio de Trento en la Sess. 25 de Regul. cap. 3,
se encargará á los ordinarios que observen la dicha
disposicion conciliar y cánonica; y no solo que las
usen con toda la moderacion debida, sino tambien-que
se abstengan de fulminarlas siempre que con los re
medios ordinarios de la ejecucion real ó personal se
pueda ocurrir á las necesidades de imponerlas, y que
solamente se valgan de ellas cuando no se pueda pro
cederá alguna de dichas ejecuciones contra los reos,
y estos se mostraren contumaces en obedecer los de
cretos de los jueces eclesiásticos.
ARTICULO XI. s
Suponiéndose que en las órdenes regulares hay al
gunos abusos y desórdenes dignos de corregirse, de
putará Su Santidad á los metropolitanos con las facul
tades necesarias y convenientes para visitar los no
nasterios y casas regulares, y con instruccion de
remitir los autos de la visita, á fin de obtener la
aprobacion apostólica, sin perjuicio de la jurisdiccion
del nuncio apostólico, que entretanto y aun mientras
durare la visita, quedará en su vigor en todo, segun
la forma de sus facultades y del derecho; y estableci
do a los visitadores término fijo para que la deban
concluir dentro del espacio de tres años.
ARTICUL0 Xll.
La disposicion del Sagrado Concilio de Trento con
—409
cerniente á las causas de primera instancia, se hará
observar exactamente; y en cuanto á las causas en
grado de apelacion, que son mas relevantes, como las
beneficiales que pasan del valor de veinte y cuatro
ducados de oro de cámara, las jurisdiccionales, ma
trimoniales, decimales, de patronato y otras de esta
especie, se conocerá de ellas en Roma; y se cometerán
a jueces in partibus las que sean de menor impor
tancia.
ARTICUE,0 XIll.
El concurso á todas las iglesias parroquiales, aun
vacantes juata decretum, et in Roma, se hará impartibus
en la forma ya establecida, y los obispos tendrán la fa
cultad de nombrar á la persona mas digna cuando vaca
re la parroquia en los meses reservados al Papa. En
las demas vacantes, aunque sean por resultas de las ya
provistas, los ordinarios remitiran los nombres de los
que fueren aprobados, con distincion de las aproba
ciones en primero, segundo y tercer grado, y con in
dividuacion de los requisitos de les opositores al con
CUl TS0.
ARTICULO XIV.
En consideracion del presente concordato, y en
atencion tambien á que regularmente no son pingües
las parroquias de España; vendrá Su Santidad en no
imponer pensiones sobre ellas; á reserva de las que se
hubieren de cargar á favor de los que las resignan, en
caso de que con testimoniales de los obispos se juzgue
conveniente y útil la renuncia, como tambien en caso
de concordia entre dos litigantes sobre la parroquia
misma. -
- 10—
Amrituto xv.
En cuanto á la reserva de pensiones sobre los de
mas beneficios , se observará aquello mismo que has
ta estas últimas diferencias se ha practicado; pero no
se harán pagar renovatorias en lo venidero por las
prebendas y beneficios que se hubieren de conferir
en lo futuro, quedando intactas las renovatorias fu
turas, que cedieren en favor de aquellas personas
particulares que por la Dataría han tenido ya las pen
siones.
- . ART1CULO XVl.
Para evitar los inconvenientes que resultan de la
incertidumbre de las rentas de los beneficios y de la
variedad con que los mismos provistos espresan su va
lor; se conviene en que se forme un estado de los réditos
ciertos é inciertos de todas las prebendas y benefi
cios, aunque sean de patronato; y que este se haga
por medio de los obispos y ministros que por parte de
la Santa Sede habrá de destinar el Nuncio, esceptuan
do empero las iglesias y beneficios coasistoriales ta
sados en los libros de cámara, en los cuales no se
innovará cosa alguna: pero mientras este estado no
se formare se observará la costumbre. Luego que la
nueva tasacion esté hecha, antes de ponerla en ejecu
cion, se deberá establecer el modo con que se ha de
practicar, sin que la Dataria, Cancelaría ni los pro
vistos, queden perjudicados, tanto por lo que mira á la
imposicion de las pensiones, como por lo que mira al
costo de las bulas y paga de las medias annatas; y en
tre tanto se observará del mismo modo lo que hasta
ahora ha sido de estilo.
—41 --
ARTICULo XVII. -
Asi en las iglesias catedrales como en las colegiatas
no se concederán las coadjutorias sin letras testimo
niales de los obispos, que atesten º ser los coadjutores
idóneos á conseguir en ellas canonicatos; y en cuanto
á las causas de la necesidad y utilidad de la Iglesia,
se deberá presentar testimonio del mismo ordinario ó
de los cabildos; sin cuya circunstancia no se concede
rán dichas coadjutorías. Llegando empero la ocasion
de conceder alguna, no se le impondrán en adelante á
favor del propietario pensiones ú otras cargas; ni á su
instancia en favor de otra tercera persona. -
- . , , ,, , , ART1GULO XVIII... , ,, , , , , ,
Su Santidad ordenará á los Nuncios Apostólicos
que nunca concedan dimisorias. , ,
,
ARTICULo xix.
Siendo una de las facultades del Nuncio Apostólico
conferir los beneficios que no escedan de veinte y cua
tro ducados de cámara; y resultando muchas veces
entre los provistos controversias sobre si la relacion
del valor es verdadera ó falsa; se ocurrirá á este in
conveniente con la providencia de la nueva tasa que
se dijo arriba, en la cual estará determinado y espe
cificado el valor de cualquiera beneficio. Pero hasta
tanto que dicha tasa se haya efectuado, ordenará Su
Santidad á su Nuncio, que no proceda á la colacion
de beneficio alguno, sin haber tenido antes el proceso
que sobre su valor se hubiere formado ante el obispo
del lugar en donde está erigido: en cuyo proceso se
—12
hará por testimonio la prueba de los frutos ciertos é.
inciertos del beneficio.
*,
ART1CULO XX.
Las causas que el Nuncio Apostólico suele delegar
á otros que a los jueces de su audiencia y se llaman
jueces in curia, nunca se delegarán sino es á los jue
ces nombrados por los sínodos, ó á personas que ten
gan dignidad en las iglesias catedrales.
- ART1CULO XXI. ( , , ,
Por lo que mira á la instancia que se ha hecho
sobre que las costas y espórtulas en los juicios del tri
bunal de la Nunciatura, se reduzcan al arancel
que en los tribunales Reales se practica y no le esce
dan; siendo necesario tomar otras informaciones para
verificar el esceso que se sienta de las tasas de la Nun
ciatura, y juzgar si hay necesidad de moderarlas; se ha
convenido en que se dará providencia luego que lle
guen á Roma las instrucciones que se tienen pedidas,
ARTICULo xxii.
Acerca de los espolios y nombramiento de sus
colectores se observará la costumbre; y en cuanto á
los frutos de las iglesias vacantes, asi como los Sumos
Pontífices, y particularmente la Santidad de N. M. S.
Padre que hoy reina felizmente, no han dejado de
aplicar siempre para uso y servicio de las mismas
iglesias una buena parte; asi tambien ordenará Su
Santidad que en lo porvenir se asigne la tercera parte
para servicio de las iglesias y pobres, pero desfalcan
do las pensiones que de ella hubieren de pagarse.
—113—
' ARTICULO XXIII. '
Para terminar amigablemente la controversia de los
patronatos de la misma manera que. se han termina
do las otras como Su Santidad desea; despues que se
haya puesto en ejecucion el presente ajustamiento, se
deputarán personas por Su Santidad y por S. M. , pa
ra reconocer las razones que asisten á ambas partes; y
entretanto se suspenderá en España pasar adelante en
este asunto; y los beneficios vacantes ó que vacaren,
sobre que pueda recaer la disputa del patronato, se
deberán proveer por Su Santidad, ó en sus meses por
los respectivos ordinarios, sin impedir la posesion á■
los provistos.
*. ARTICULO XXIV.
Todas las demas cosas que se pidieron y espresa
ron en el resumen referido formado por el señor mar
qués de la Compuesta D. José Rodrigo Villalpando, y
que se exhibio a Su Santidad, como arriba se dijo,
en los cuales no se ha convenido en el presente tra
tado, continuarán observándose en lo futuro del modo
que se observaron y practicaron en lo antiguo, sin que
jamás se puedan controvertir de nuevo. Ypara quenun-
ca se pueda dudar de la identidad del dicho resumen,
se harán dos ejemplares, uno de los cuales quedará á
Su Santidad y otro se enviará á S. M., firmados am
bos por Nos los infrascritos.
ARTICULO XXV.
Si no se ajustaren al misino tiempo los negocios
pendientes entre la Santa Sede y la corte de Nápoles,
promete S. M. cooperar con eficacia á que se espidan
—4 1 4
y concluyan feliz y cuidadosamente; pero cuando esto
no pudiese conseguirse, antes sí por esto (lo que Su
Santidad espera que mo suceda) en algun tiempo se
aumentaren las discordias y sinsabores; promete S. M.
que jamás contravendrá por esta causa á la presente
concordia, ni dejará de perseverar en la buena armo
nía establecida ya con la Santa Sede apostólica.
ARTICUL0 XXWl,
Su Santidad y S. M. católica aprobarán y ratifica
rán el tratado presente; y de las letras de ratificacion
se hará respectivamente la consignacion y cange en
el término de dos meses ó antes si fuere posible. ()
En fé de lo cual Nos los infrascritos, en virtud de
las respectivas plenipotencias antes espresadas de Su
Santidad y S. M. católica, hemos firmado el presente
concordato y selládolo con nuestro propio sello.
En el palacio Apostólico del Quirinal en el dia
veinte y seis de setiembre de mil setecientos treinta y
siete. -
(L.S.) G. CARDENAL FIRRAo.
(L.S.) T. CARDENAL AQUAviv.A.
-cºo. GN(2/Sée oro-2- * º
(*) Con efecto este concordato fué ratificado ¿? rey Felipe V
en 18 de octubre del referido año de 1737, y por el Papa Clemente XII
en 12 de noviembre inmediato siguiente.
—45 --
. . . . .. . . . . . . . . . . . i ,
SECCION 2. -
y
- . . . . . . . . . ...". d
Breve confirmatorio y esplicativo del Concor
dato de 1737. “) "a, " " (,
cLEMENTE xII PAPA
-
A LOS veNERABLEs IIERMANos Anzobispos y obispos DE,
EsPAÑA. -
Venerables hermanos:
y -
Salud y la, Apostólica
, , ,, , ,, , , ,
bendición.
, , , , ,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
1. De la singular fé y reverencia que vuestra reli
giosa hermandad, imitando los esclarecidos ejemplos,
de vuestros mayores, con grande loor de vuestro,
nombre y crédito de vuestra sacerdotal constancia,,
se ha señalado en tributará esta santa y Apostólica
Sede, no dudamos, antes sí, estando vosotros dota-,
dos de tan heróico celo y aplicacion á conservar y,
defender la disciplina eclesiástica, vivimos muy per-,
suadidos, que asi como os han servido de notable,
molestia las diferencias que el año pasado empezaron
á perturbar la estrecha acorde armonia entre esta
santa Sede y esos reinos de España; de la misma
suerte, en oyendo ahora que esta grande union y
concordia se restituyó á su tranquilidad antigua, da
reis al Omnipotente Dios inmortales gracias, congra
tulándoos con Nos en el Señor. Y porque en lo que
o ; Cº
(*) Este
de Benedicto XIV
documento e transcri
¿?"¿? la Coleccion
ccion de BulasS, etc.,
de e ¿-
— 6---
principalmente toca á nuestro supremo Apostolado,
nos ha parecido entonces que debiamos hacer sa
bedor vuestro fraternal buen celo, asi de los gravísi
mos cuidados en que nos hallabamos, como de los
acuerdos que nuestra apostólica providencia al mis
mo tiempo habia tomado: igualmente ahora juzgamos
que es correspondencia debida á vuestra, obediencia y
constancia, para Nos muy apreciable, la espresion de
nuestra caridad pontificia con que tiernamente os
a Imam OS. º, º,
2. Y os hacemos saber, nos pareció que debiamos
condescender, á fin de atajar las dichas diferencias, y
asegurar mas bien la disciplina eclesiástica, de donde
resulte á Dios mayor gloria, y de hecho convenimos,
en el Concordato que se celebró entre esta santa Se
de, y esos reinos de España; para que enteradós vos
otros de todo, pongais todo vuestro conato en que
se lleve á debida ejecucion; que asi os lo pedimos,
y deseamos. Por lo cual, aunque bien creemos que
antes que á Nos llegase ninguna noticia cierta, estais
vosotros ya cerciorados de la real órden que despa
chó nuestro carísimo hijo en Cristo Felipe, rey cató
lico de las Españas, por la cual, correspondiendo á la
filial reverencia, con que siempre nos miró, asiá
Nos, como á esta santa Sede, tiene mandado que
todo despacho ó decreto que hasta ahora se haya
publicado y promulgado, ó bien en nombre del
mismo rey inmediatamente, ó por sus Ministros, y
fuese en detrimento del antiguo comercio y loable
correspondencia, que siempre hubo entre esta santa
Sede y los dominios de España, ó de algun modo
— 17—
perjudicase a los derechos de la Iglesia , se tenga
desde luego por irrito , y de ningun valor y efecto,
y como enteramente quitado y borrado; y con todo
que de ello os suponemos ya noticiosos, queremos,
no obstante, que esto mismo lo sepais tambien dere
chamente de Nos. - - -
3. Asi mismo, facilmente nos inclinamos á creer
que la misma Magestad Católica, como quien siem
pre tuvo y tiene muy en su corazon proteger y
guardar los derechos, de la o santa Iglesia Romana,
tiene ya antecedentemente mandado, que reintegrado
enteramente el antiguo comercio con esta santa Sede,
segun y en la forma que hemos concordado, se dé
tambien pronta y facil ejecucion , de la misma suerte
que antes de ahora estuvo en costumbre, á las letras
apostólicas que hayan de dimanar de esta misma
santa Seder a 9: si ez ºvn, o cºn a º
4. Igualmente nos persuadimos que el venerable
hermano Silvio , Arzobispo de Nicéa, al que tenia
mos nombrado nuestro Ordinario y Nuncio Apostóli
co de esta santa Sede en esos Reinos de España, Dele
gado ya allá, asi él como todos los demas ministros
que componen el tribunal de la nunciatura Apostóli
ca en esos reinos, estan ya ejerciendo unos y otros
su ministerio, que antes de ahora pudo padecer algun
género de internision, enteramente con las mismas
prerogativas, honores, facultades y jurisdiccion con
que antes le solian ejercer, sin ninguna restriccion
ó menoscabo ºtro º nº º º
5. Ultimamente, que si acaso en este intervalo
de tiempo se hubiese introducido en cosa que, ó to
— 8
que á la autoridad de esta santa apostólica Sede, ó
bien pertenezca á la jurisdiccion é inmunidad ecle
siástica, alguna novedad en contrario; apartada y abro
gada esta, todo aquello que antes de ahora loable
mente se observaba (á escepcion de tan solas de al
gunas cosas contenidas en el dicho concordato, que
luego diremos), prosiga absolutamente, y tenga en
adelante la misma puntual y loable observancia de
antes. ** * * , , ,, ,
6. Y ahora, pasando á lo contenido en el referid
concordato, lo primero es, que mediante siempre
Nos ha sido de grande pena, dolor y sentimiento el
ver que los lugares sagrados, en los cuales, como
especialmente dedicados á Dios, debe su Divina Ma
gestad cada vez ser adorado con mas particular de
vocion y reverencia, sirven de casas de refugio y
de asideros á aquel perverso linage de hombres que,
entregados á su última perdicion, y enteramente ol
vidados de todo derecho divino y humano, osan ma
tará otros, principalmente llevados de la confianza de
que, una vez refugiados en las santas iglesias, se li
hran y evaden del castigo merecido por sus maldades;
cuya ocasion , y vana confianza con que, mal se eje
cutan tan grandes atrocidades, hemos procurado an
tes de ahora enteramente quitar y desterrar de todos
nuestros dominios eclesiásticos , providenciándolo asi
por medio de letras apostólicas, que dimos en forma
de breve, para remedios que nos parecieron muy úti
les é importantes; los mismos, como tan saludables,
hemos escogido tambien, por otras nuestras letras,
despachadas hoy dia de la fecha en forma de breve
— 19—
para todos esos reinos de España; y mandamos que
en todos ellos respectivamente se apliquen y obser
ven; esperando de su aplicacion que, asi como acá se
ha contenido en fuerza de ellos el bárbaro furor de
algunos hombres contra los de su mismo linage, del
mismo modo se refrene tambien con el tiempo en esos
dominios de España. -
7. Y ademas queremos, y mandamos que de hoy
en adelante de ninguna suerte les valga á los asesi
nos y salteadores de los caminos la inmunidad local
de las Iglesias, ni aun por uno tan solo y único crí
men que hayan cometido de este género, como se
hubiese seguido efectivamente la muerte de aquel á
quien hicieron fuerza y violencia, ó resultado muti
lacion de alguno de los miembros de su cuerpo; del
mismo modo que no vale este beneficio de inmuni
dad á todos aquellos que han incurrido en el crímen
de lesa magestad, pues estos quedan totalmente pri
vados por constituciones apostólicas del derecho del
asilo.
8. Asi tambien no les sufrague á todos aquellos
que se hubiesen secretamente agavillado, y conspi
rado entre sí de robar y quitar al rey de Espa
ña, ó el todo, ó parte de los señoríos y dominios
sujetos á su corona. Mas como este nuestro decreto
camine principalmente al fin de asentar una mejor
paz y tranquilidad en las cosas; no es nuestro ámi
mo, que en todos los demás casos se derogue cosa
alguna á la inmunidad de las Iglesias, como cosa tan
establecida por sagradas leyes, y en todos tiempos de
fendida y vindicada.
—120—
9. Pero porque tambien debemos ocurrir y preca
ver los efugios que los hombres facinerosos ordinaria
mente buscan, con solo el fin de huir el castigo me
recido por sus maldades: queremos y es nuestra vo
luntad, que cualesquiera reos y delincuentes crimi
nosos, que falsamente suelen tal vez suplantar haber
sido extraidos, ó con caricias ó con engaños, ó tam
bien violentamente, de alguna iglesia ó lugar de in
munidad: cuando de hecho han sido presos y cogidos
en lugares no inmunes, estos de ninguna manera
pueden defenderse ni ser favorecidos para el efecto
de gozar de inmunidad, de la práctica, hasta ahora
admitida en España, de iglesias frias.
10. Asímismo, como sea notorio que las ermitas
ó iglesias del campo, de que hay muchas en España,
sirvan de motivo ú ocasion oportuna á los hombres
malvados y facinerosos, de delinquir con mas liber
tad, persuadidos de tener en ellas seguro refugio para
no ser castigados con la pena que corresponde a sus
delitos:
11. Desde ahora declaramos, que aquellas er
mitas é iglesias semejantes, en las cuales ó no se
guarda el Santísimo Sacramento, ó que la casa del
sacerdote que tiene cura de almas no está contigua á
ellas, y tales que en ellas tampoco se celebre fre
cuentemente el santo sacrificio de la misa: estas er
mitas é iglesias del campo de ninguna manera go
zan de inmunidad eclesiástica.
12. Como entre los gravísimos cuidados de nuestra
pastoral vigilancia, que el príncipe de los pastores
Jesucristo nos impuso y encomendó á la obligacion
Ǽ
—12 —
de vuestro celo, hacemos juicio que no es el último,
sino el principal y primero, el cuidar como mas
bien se guarde la disciplina eclesiástica, principal
mente en cuanto á los que han de ser promovidos á
los órdenes sagrados, y a los que se hayan de orde
nar de nuevo; por tanto, para que la multitud de es
tos, no habiendo urgente necesidad ó utilidad de la
Iglesia, nunca llegue á crecer de suerte que con vili
pendio del caracter se vean necesitados ó a mendigar,
ó tal vez á tratar en negociaciones indecorosas al es
tado:
13. A vuestro celo rogamos y pedimos, que te
niendo presente todo lo que el Concilio de Trento
santísimamente ha determinado, principalmente en la
ses. 21 cap. 2, y en la ses. 23 cap. 6 de Reformatione; de
aqui en adelante, sopena de incurrir en las mismas
penas impuestas por los sagrados cánones, por el di
cho concilio Tridentino y otras Constituciones apostó
licas, de ninguna manera paseis á ordenará ningun
sugeto precipitadamente, y sin prévio conocimiento
de su idoneidad y utilidad que de él se puede seguirá
la Iglesia. s -
14. Y para precaver asimismo los dolos y fraudes
que frecuentemente se suelen maquinar y practicar en
la subrogacion de los patrimonios, á cuyo título por
falta de beneficio ó prebenda algunos se hacen sacer
dotes; añadimos tambien, que estos patrimonios no
deben pasar de renta cierta en cada un año de sesen
ta escudos de moneda romana.
15. De esta suerte pues esperamos que, no sola
mente con el tiempo se eviten las muchas colusiones
— 122—
que suele haber en la institucion de los dichos patrí
monios; sino tambien que totalmente se destierren
las enagenaciones fraudulentas, donaciones fingidas,
y contratos simulados, solamente hechos para la apa
riencia, y celebrados con personas eclesiásticas, que
de todo suele tambien intervenir en la espresada su
brogacion de los tales patrimonios, para que con esta
capa y socolor fingido, no hayan los dueños verdaderos
y legítimos de las haciendas, que como tales estan
obligados á pagar, de contribuir cada uno, segun
su estado y condicion , al rey con sus derechos , tri
butos, y alcabalas reales, y para eximirse por aqui de
pagarle lo que deben : y como que este abuso se nos
hace muy detestable, en este mismo dia de la fecha
despachamos al sobredicho nuestro Nuncio apostóli
"co otras letras nuestras en forma semejante de breve,
las cuales se habrán de publicar y fijar en todos los
obispados de España, para que proceda contra todos
aquellos que hiciesen los dichos contratos simulados
y fraudulentos, ó ayudasen á hacerlos, denuncián
doles penas canónicas y espirituales, aunque sea con
escomunion ipso facto incurrenda, á él y á sus suce
sores particularmente reservada. -
46. Item , porque la forma de erigir beneficios
en la iglesia, establecida desde su principio por los
sagrados cánones, consta haber sido siempre el que
no se fundasen por tiempo limitado, sino para con
-servarse y mantenerse perpetua mente:
17. Por lo tanto, para que los beneficios eclesiás
-ticos, que acaso hasta ahora se hubiesen fundado de
otra forma que la que prescriben los sagrados cánones,
- —123—
queden enteramente abolidos, ni en adelante se fun
den otros semejantes; no solamente declaramos que
los tales beneficios no gozan de privilegios algunos de
exencion, sino que tambien enteramente los prohi
-bimos.
18. Mas, como por muchísimos se nos ha es
puesto y representado, que por haber de soportar las
- muchas cargas que sobre sí tienen los reinos de Es
paña, y surtir de algun modo sus urgencias y ne
cesidades, no sea bastante la posibilidad de los le
gos, bien computados sus bienes y haciendas; supli
-candosenos en nombre de la Magestad católica, que
los eclesiásticos de sus reinos, á la manera que actual
mente están contribuyendo por un sexénio sobre las
cuatro especies de carne, vimo, aceite y vinagre á la
suma y cantidad de 19 millones y medio; de la misma
suerte, condescendiendo con nuestra autoridad apos
tólica, contribuyesen tambien al cumplimiento de
otros 4 millones y medio mas, que por via de nuevo
tributo, para la manutencion de 8000 soldados, has
ta ahora han estado pagando los legos; de la mane
-ra que en este asunto nos pareció debiatmos con
descender á la súplica del rey católico por el tiempo
de solos, cinco años, constará largamente por otras
nuestras letras, escritas en semejante forma de breve
á la misma Magestad católica.
19. Asimismo, en nombre tambien del mismo Rey
católico nos fué representado , es á saber, que las
haciendas de los eclesiásticos ya adquiridas las unas
por derecho de sucesion, ya las otras por dona
ciones, compras y otros títulos, con estas nuevas
- — 24— \,
añadiduras se han aumentado y cada dia aumentan
mas y mas; de suerte que, si Nos no tomamos al
guna providencia para contenerlos en esto, llegará
luego el caso que las haciendas de los legos, que
estan sujetas á las alcabalas y derechos reales, ven
gan á minorarse de manera que ni aun á pagar
los dichos derechos reales alcancen; en cuya atencion
se nos suplicaba diésemos sobre esta materia la nor
.ma que nuestra providencia acordase se debia to
mar; esta es la que en toda buena equidad nos ha
parecido que se debia establecer; conviene á saber,
que todas aquellas haciendas que tan solamente des
de el dia veinte y seis del mes de setiembre próximo
pasado, por cualquiera título hayan adquirido, ó en
adelante ad uirieren , toda comunidad eclesiástica,
iglesia, ó lugar pío, recayendo en estas llamadas vul
garmente manos muertas (á escepcion de las de su pri
mera fundacion), todas las dichas haciendas se entien
da quedar sujetas á las mismas cargas y tributos rea
les que suelen pagar las personas legas; con tal
que hayan de quedar enteramente exoneradas de otras
cualesquiera cargas ó pensiones que por indulto apos
tólico han estado hasta ahora los eclesiásticos en
costumbre de pagar, ó aconteciere haber de pagar en
adelante y con el tiempo. * - , . , ,
20. Pero ordenamos que las personas eclesiásticas
nunca puedan ser compelidas á la paga y contribucion
de estas cargas y tributos por los ministros de los tri
hunales legos; sino que esto tan solamente se haga y
ejecute por ministros puestos y señalados por nues
tra órden. - - º *
—125—
21. Y aunque bien es verdad, que estando á la
mas importante prevencion hecha por el Concilio Tri
dentino, ningun sugeto debe ser promovldo, ni aun
á la primera Tonsura clerical, sin que preceda sério
exámen de su vocacion al estado eclesiástico, y que
los obispos únicamente la deben dará aquellos de
quienes hay esperanza y se tiene moral certeza que
no con otra intencion escogen alistarse en la milicia
eclesiástica, sino derechamente con el fin de que, sir
viendo á Dios en la Iglesia, vayan sucesivamente as
cendiendo por todos los grados de todas las órdenes,
hasta subir al Sacerdocio; mas porque la misma espe
riencia nos tiene enseñado, que algunos despues de
haber obtenido la primera Tonsura ú ordenádose de
las órdenes menores, se estancan alli, como que les es
bastante para gozar del privilegio del Fuero;
22. Por tanto, determinamos y establecemos, que
á clérigos de esta calidad, que ni tienen beneficio, ni
han obtenido capellanía; ó si consiguieren algun be
neficio ó capellanía, estos no esceden de la tercera,
parte de la tasa sinodal, como es necesario para cons
tituir el sagrado patrimonio;
23. Si en teniendo la edad competente y señalada
por los sagrados cánones, por su culpa y flojedad no
estuviesen ordenados de órden sácro; sea vuestro cui
dado amonestarlos, y mandarles que en el término
que les señalareis de tiempo, mas que no pase de un
año, concurran a ordenarse de los órdenes sagrados:
24. Y si hecho esto, pasado el plazo ó término
señalado, sucediere que por culpa y flojedad suya no
fueron promovidos á los órdenes sagrados; estos tales
— 126
clérigos no se tengan por exentos de las cargas y ofi
cios públicos. -
25. Mas con cuanta atencion se deba mirar por es
tas cosas, como basas y fundamentos que son de la
disciplina eclesiástica, vosotros, venerables hermanos,
lo sabeis muy bien: pues que piden y requieren la ma
yor; pero no menor discrecion se necesita para saber
cuando se han de fulminar las censuras eclesiasticas;
las cuales, segun lo que disponen los sagrados cáno
nes y el Concilio Tridentino en la ses. 25 de Reforma
tione, cap. 3, nunca se deben librar sino por via de
socorro y con mucha cautela:
26. Por lo cual os mandamos en el Señor, que en
conformidad de la regla dada y puesta por el mismo
Concilio Tridentino y los sagrados cánones, no so
lamente cuideis de fulminar las censuras eclesiásticas
con mucha circunspeccion; sino que todas las veces
que se pueda ocurrir á cualquier mal y daño con re
medios ordinarios, como por via de ejecucion real ó
personal, ó no interviniese alguna contumacia contra
los despachos de los jueces eclesiásticos; entonces no
podreis usar contra los tales del rigor de las censuras.
27. Pero habiendo llegado á nuestros oídos, que
no tan solamente queda poco observado el método de
vivir por algunos que han profesado el instituto re
ligioso, sino tambien que, pervertido el órden de las
cosas, va cada dia aumentándose mas en todos la
malicia de las costumbres; nos pareciera por cierto
faltar con grande remordimiento de nuestra concien
cia á la obligacion de nuestro apostólico oficio, si no
tuviésemos el cuidado de ocurrir en tal necesidad
-127—
con la caridad pontificia en lo que pudiéramos á los
deseos de todos:
28. Por lo mismo hemos venido, por otras nues
tras letras en semejante forma de breve, en constituir
á todos los metropolitanos de las Españas y declarar
los visitadores apostólicos de todos los monasterios,
conventos, y casas regulares, con las facultades nece
sarias que para ello se requieren; los que, sin
perjuicio en ningun modo de la jurisdiccion de nues
tro Nuncio apostólico y sus facultades, conforme
previene el derecho, despues de haber cumplido en
su trienio la visita apostólica, segun la instruccion
que les dames, deberán remitir á esta santa Sede
Apostólica la relacion de todo lo por ellos ejecutado
en su comision; y esto para que, siendo todo ello
justamente aprobado por la misma, tenga para siem
pre estabilidad y firmeza, y exactamente se guarde.
29. Ademas, lo que el Concilio Tridentino tiene
resuelto y determinado tocante á las causas de pri
mera instancia, esto mismo es nuestra voluntad que
inviolablemente se observe.
30. Asimismo, en el grado de apelacion, todas
aquellas causas de mayor importancia, como las bene
ficiales que pasan de veinte y cuatro ducados de oro
de cámara, asi regularmente llamados, las jurisdic
cionales, las matrimoniales, las decimales y las cau
sas asimismo de derecho de patronato y otras seme
jantes, esas tan solamente se deberán conocer en esta
curia romana y por esta santa Sede; pero otras cua
lesquiera de menor consideracion, determinamos el
que se puedan cometer á Jueces dichos in partibus.
—128—
31. Los concursos á los beneficios de todas las
iglesias parroquiales, que tambien segun el decreto
vacasen á esta santa Sede, queremos que se hagan
en las partes y territorios que les corresponde.
32. Y los obispos, en sucediendo vacar alguna
iglesia parroquial en los meses reservados á esta san
ta Sede Apostólica, solamente tengan la facultad de
señalar el mas idóneo para ella. En todas las demas va
cantes de semejantes iglesias parroquiales, entrando
tambien aquellas que suelen vacar por ascenso de los
curas á otros beneficios, los ordinarios delos territorios
tengan la obligacion de remitir á esta santa Sede los
nombres de aquellos concurrentes, que despues de
haber sido examinados en concurso público, salieron
aprobados, con toda especificacion y distincion de la
preferencia de cada uno, en primero , segundo ó
tercero lugar, grado ó punto, como se suele decir,
y de sus particulares méritos y requisitos.
33. Todas las veces que constase, que los frutos
ó rentas anuales de esta ó la otra iglesia parroquial
de España, son en sí ténues y cortas; declaramos, que
semejantes iglesias pobres de aquí en adelante no de
berán ser gravadas con pension alguna; y si alguna
vez fuese conveniente la cesion ó resigna de algu
na de las dichas iglesias parroquiales, cuya utilidad
y conveniencia deberá constar de las letras testimo—
miales que diesen los obispos, y las tales iglesias
admitiesen pension: queremos y es nuestra volun
tad, que la dicha pension ó pensiones tan solamen
te se impongan á beneficio y favor de aquellos que
ó hayan dado las tales iglesias ó las resignasen.
—129—
34. Y lo mismo se observe en caso de convenir asi
para haber de conciliar y ajustará dos que pleiteasen
sobre un mismo curato. Mas en cuanto á las pen
siones sobre otros cualesquiera beneficios, lo mismo
que hasta ahora estuvo en costumbre, esto mismo
queremos que á lo adelante enteramente tambien se
observe.
35. Sobre los beneficios y prebendas que con el
tiempo se hubieren de dar, no se permitirán de hoy
en adelante las vulgarmente llamadas Renovatorias.
36. Pero quedaran intactas las Renovatorias futu
ras que recayesen en beneficio de aquellas personas
particulares que ya antecedentemente habian obte
nido pensiones en la Dataría Apostólica.
37. Y para que del todo se eviten en los tiempos
venideros, las muchas confusiones é inconvenientes
que se suelen padecer por la incertidumbre de los bie
nes y frutos de los beneficios, y la variedad que tam
bien suele haber en la relacion de sus valores, como
ordinariamente hecha á arbitrio de los mismos inte
resados que solicitan y pretenden los mismos benefi
cios: á vosotros, venerables hermanos, os comete
mos y mandamos por estas muestras letras , que por
cada uno de vosotros en su propia diócesi, ó por
ministros eclesiásticos que para ello designareis á
vuestra eleccion, juntamente con los que nuestro nun
cio Apostólico en nombre de esta santa Sede tambien
designará, hareis que de todos los curatos y preben
das, aunque sean de derecho de patronato, a escep
cion de las iglesias y beneficios llamados 6'onsistoria
les, nominados y tasados en los libros de la cámara
9
—130—
Apostólica (en los cuales nada queremos que se in
nove), se forme una diligente razon, tome estado y
haga tasa; y los valores y frutos, asi ciertos como
inciertos, que constase tener despues de hecha la
cuenta, se aumentarán con toda distincion y claridad.
38. Entretanto, hasta que esto se ejecute, obsér
vese la costumbre que hasta ahora se ha practicado,
la cual igualmente prosiga con la armonia que hasta
aqui, de una prudente relacion de los valores y frutos
de los dichos beneficios y prebendas, que se deberá
hacer de nuevo en vacando, hasta que se asiente el
mejor modo de hacerla sin perjuicio de la dataría y
cancelaría Apostólica, ni tampoco de aquellos á quie
nes se dieren los beneficios, asi en cuanto á la impo
sicion y carga de las pensiones sobre ellos, como
gastos de bulas y pagas de las medias annatas.
39. Item, declaramos que en cualesquiera iglesias,
sean catedrales ó colegiatas, de hoy en adelante y
en ningun tiempo se instituyan coadjutores en las
prebendas, sin que antes precedan letras testimonia
les de los obispos, tan solamente por lo que mira á
la idoneidad de los sugetos para los canonicatos; y
por lo que toca á la utilidad ó necesidad que de ellos
pueda tener la Iglesia, sean bastante las testimoniales
de los mismos obispos ó de los cabildos; y que no
se admitirán pensiones ni otras ningunas cargas sobre
las prebendas, ni á favor del propietario , ni de otra
persona alguna á peticion del mismo propietario.
40. Enteramente prohibimos las dimisorias que
el Nuncio apostólico en otro tiempo solia dar para el
efecto de recibir órdenes; como tanubien en cuanto á los
— 131—-
beneficios, que en no pasando de veinte y cuatro duca
dos de oro de cámara, suele proveer el Nuncio apostó
lico, en conformidad de las facultades que para ello se
le tienen dadas, queremos que hasta tanto que no se
haya formado la regulacion sobredicha de los valo
res y frutos de los beneficios y prebendas, á cual
quiera que se le hubiesen de dar, sea con la forma
lidad de que antecedentemente se haga constar por
autos hechos por el ordinario del territorio, y por de
posicion de testigos, de los frutos ciertos é inéiértos
de los tales beneficios ; y hecho esto, pase el Nunº.
cio á hacer la colácion. Asimismo mandamos; qué
fuera de los jueces del tribunal de la nunciatura
apostólica llamados in Uuria, y puestos por el mis
mo Nuncio apostólico y á ningunos otros se puedan
cometer ó delegar las causas, que no sean jueces
sinodales ó dignidadés de alguna iglesia catedral.”
4. Tocante á los derechos; gastos y espórtulas
que en los juicios del tribunal de la nunciatura apos
tólica se deban hacer y llevar por lo de presente, na
da podemos arreglar sin qué primeramente se liquide
y haga constar la exorbitancia que se asegura; y en
tonces, si necesitasén de moderacion indubitable, se
moderarán. " a
42. Por lo perteneciénté a los Espolios ordinaria
mente asi llamados, y a la eleccibn de aquellos que
con nombre de subcolectores los deben recoger, guár
dese lo que está en costumbre y por lo que mira a
los frutos de las iglesias vacantes, hágase de la misma
suerte que por los romanos pontifices nuestros pre
decesores y por Nos mismo está ya mandado, que mu
—182—
cha parte de ellos se aplique en utilidad y beneficio
de las mismas iglesias. .; . , ¡:. , . .
43. Asi á lo adelante , quitadas las cargas de las
pensiones que se deban pagar á los interesados, la ter
cera parte de los mismos distribuyase, asi en beneficio
de las sobredichas iglesias , como en limosna a los
pobres. Para que los puntos controvertidos de pa
tronato amigablemente se compongan , como mu
cho lo deseamos por el bien de la paz y tranqui
lidad comun, se nombrarán por una y otra parte su-
getos letrados y espertos , que averigüen y exami
nen , asi los derechos de esta Sede apostólica , como
los que tenga el Rey católico de España. ..
44. Entretanto , suspendida en España toda otra
determinacion , los beneficios sobre los cuales sucedie
se haber algun género de disputa , que ó esten ya
vacantes ó vacaren con el tiempo , se habrán de
proveer por esta santa Apostólica Sede, ó por los or
dinarios á quienes toca respective á los meses que les
estan consignados : y no se les impedirá á ios provis
tos que lomen y entren en la posesion de los dichos
beneficios. .;; ...;¡
, 45. Ultima nente , venerables hermanos , si fuera
de lo que aquí largamente va espuesto en estas nues
tras letras ,. testimonio de nuestra apostólica benevo
lencia para con vosotros, aconteciese el que, saliendo
Juera de la an ligua costumbre, por tantos siglos, con
tinuada, se hubiesen introducido en esos Reinos algu
nas cosas en contrario ó intentasen introducirse por al
gun otro sin autoridad de esta santa Sede: cuanto es
necesario, segun la plenitud de nuestra potestad
apostólica, y en virtud de santa Obediencia, os manda
mos , que como cosas irritas, y de ningun valor y mo
mento , las resistais con pastoral solicitud y libertad
sacerdotal, y procureis totalmente desvanecerlas y des
terrarlas. Ademas, Venerables Hermanos, á quienes
Nos gozamos de tener, por altísimo consejo de la Di
vina Providencia y gracia de esta santa apostólica
Sede, por coadjutores de nuestro Apostolico Minis
terio; os rogarnos y exhortamos en el Señor, pres
cribimos y determinamos, que todas y cada una de las
cosas que van contenidas en estas nuestras letras,
las cuales, impresas, firmadas de mano del asimismo
venerable hermano Nicolas Xavier , arzobispo de Ate
nas j y por el igualmente venerable hermano Cárlos,
arzobispo Emiseno , y selladas con su mismo sello,
van dirigidas á vos; aplieando todo vuestro cuidado y
diligencia, las hagais notificar, promulgar y cumplir;
á todos y á cualesquiera, por exentos que sean, en esos
Reinos y dominios de España, y procureis que se lle
ven luego á debida ejecucion, sin embargo de lo que
de cualquiera suerte pueda obstar en contrario; todo
lo cual , con la misma plenitud de nuestra apostóli
ca autoridad y potestad, desde luego en esta parle
derogamos.
46. Por último, hermanos venerables, Nos, que
tan próximo estamos á morir y á dar estrecha cuen
te al eterno Juez de nuestro oficio apostólico , e,sto de
seamos que principalmente tengais presente ; quCj
asi como Nos en este, asunto no hemos mirado otra
cosa sino á la mayor gloria de Dios, y como mas bien
asentar la disciplina eclesiástica, pacificar y tranqni»
-434 -
lizar los pueblos en union mas estrecha de la católi
ca fé; ,, - - , --
47. Tampoco, vosotros (como á quienes se ha
enconmendado tambien el cuidado de los mismos pue
blos y fiado su salud espiritual) debeis pretender otra
cosa; y sobre esto ha de ser toda vuestra atencion, y
a esto se han de dirijir todos vuestros pensamientos
y operaciones; para que todos, unos y otros, á la hora
de nuestra muerte, merezcamos oir de boca de Je
sucristo, Obispo supremo de nuestras almas: Venid,
benditos de mi Padre: tomad y poseed: el Reino que
9s está aparejado desde el principio del mundo. Vene
rables hermanos: os damos nuestra apostólica, ben
dicion, salida de lo íntimo del alma, prenda y pro
nóstico de la bienaventuranza; la cual igualmente con
fianlos se alargará con la mayor abundancia a los
pueblos que os estan encomendados.—Dado en Ro
ma, en Santa María la Mayor, bajo el anillo del
Pescador, el dia 14 de noviembre de 1737, y de nues
tro pontificado el año octavo. Por C., ARZOBISPO
EMISENO.—N. X., ARZOBISPO DE ATENAS. () .
obsERVACIONES.
-
.. . - - ... . . . . ... -- "
"Acerca de este concordato
1•
considerado
«... . . . . .
º ,
en ge
- º * .
neral, no hay que añadir
* - º "
al juicio que de él se ha
---:... . . . . ... -- o- ... - -.. --
-
formado en la Introduccion páginas 37 y siguien
º) Este documento se conoce por la denominacion ivº Pro
singulari fide, con cuyas palabras comienza su testo latino. ,
-135
tes. La corte de España le consideró como insu
ficiente, puesto que dejaba sin resolver los puntos
mas interesantes entre los que habian sido objeto
de las negociaciones; y por otra parte, fueron ata
cados fuertemente algunos artículos de esta con—.
vencion, calificándolos de opuestos á las «costum—
bres, concilios y leyes de la Monarquía». Asi se
espresaba el docto bibliotecario D. Gregorio Ma—
yans y Siscar en sus Observaciones legales, histó
ricas y críticas sobre el concordato de 1753, pu
blicacion notable que mas de una vez ocurrirá ci
tar en este libro; añadiendo (Observacion 2.") lo
que á continuacion se transcribe: «Por esta cau
sa los mas sabios letrados le tuvieron desde luego
por nulo. Y debe ereerse que esta fué la causa que
tuvo el Real Consejo de Castilla para no haber da
do á dicho concordato otro curso sino haber man
dado pasarle al exámen de los fiscales; sin haberle
enviado á las chancillerías, audiencias y jueces
ordinarios del reino, con provisiones circulares,
como lo hubiera y debiera haber hecho, si desde
luego no hubiera previsto el Consejo los gravísi
mos inconvenientes que habia, de ponerse en eje
cucion un concordato contrario á las loables cos
tumbres, concilios, leyes é intereses de España. Y
no faltó quien probó su autoridad; aunque por la
repentina muerte del Rey D. Felipe V, de inmortal
memoria, y por otras consideraciones políticas, no
se hicieron públicas las razones y pruebas legí
—136
timas de su nulidad siendo el principal motivo la
justa esperanza de que nuestro Rey y Sr. D. Fer
nando VI aplicaria el remedio mas decoroso; co
mo lo vemos felizmente practicado, con tantas, tan
grandes y notorias ventajas de sus vasallos.» En
estas palabras aludia Mayans al citado convenio
de 1753, á cuya fecha era muy poco posterior su
obra. En la Observacion 8." esfuerza el mismo es
critor el dictámen emitido sobre la nulidad del
concordato de 1737; concluyendo de sus reflexio
nes, haber sido harto graves los fundamentos que
movieron al Rey Fernando VI y al Pontífice Bene
dicto XIV á estipular el nuevo convenio á que se
refieren sus comentarios. . . . . -
Este último aserto no ofrece la menor duda
En cuanto á la nulidad absoluta del concordato de
1737 asentada por Mayans, no es esta una opinion
con que fácilmente se pueda convenir, viendo que
muchos años despues de otorgado aquel convenio,
y transcurrido ya medio siglo desde que tuvo lu
gar el de 1753, se han estampado en la Novísima
Recopilacion leyes que suponen el primero eficaz
en aquello en que no ha sido derogado por actos
posteriores de las potestades Real y Pontificia; en
cuyo caso se encuentran las disposiciones del mis
mo que merecieron mayor censura.
Asi entendido, hagámonos cargo en particular
de los artículos que abraza el concordato de 1737.
El artículo 1.° de él, al cual son conformes
- 37
aquellos con quc empieza el Breve inserto á las
páginas 115 y siguientes, en especial el 3° y 5.",
se dirige á facilitar la ejecucion en España de las
letras apostólicas; sobre todo, de las que versen
acerca de puntos de disciplina, únicas que pudie
ran hallar algun embarazo en su cumplimiento. Los
términos absolutos en que se habla sobre este par
ticular en el uno y el otro documento, parecen es
cluir la regalía del pase ó eaequatur. Pero al tra
tar del concordato de 1753, veremos que el ante
rior que ahora nos ocupa, no ha obstado ni podido
obstar al ejercicio de esta facultad soberana, cu
yos fundamentos se espondrán con tal motivo;
marcando ademas los términos en que la consignan
las leyes patrias. . . . . . .
Los artículos 2, 3 y 4 del concordato, 6 al
inclusive del breve, se mandaron cumplir espe—
cialmente por disposicion del rey Felipe, su fecha
7 de diciembre del mismo año de esta convencion;
cuyo mandato forma la ley 4, tít. 4, lib. 1.° de la No
vísima. Pero como se ha de formar capítulo aparte,
del breve de Su Santidad Clemente XIV espedido
en 12 de setiembre de 1772, relativo á la reduc
cion de asilos en España y sus Indias, aquel será
el lugar oportuno de esponer esta materia, sobre
la cual versan los artículos mencionados. s!"
El artículo 5.º del concordato, artículos 12 al
15 inclusive del breve, en que se establecen re
glas para la admision al clericato con referencia á
—138
la disciplina de Trento, y para evitar los abusos y
fraudes frecuentes en la coustitucion de patrimo
nios; estan conformes con los decretos 5." y 6.” de
la bula Apostolici Ministerii, como queda notado
en su lugar (páginas 92 y 93.) Ademas sobre es
ta materia son de tenerse presentes las cuatro pri
meras leyes tit. 12 lib. 1."Novísima Recopilacion;
en las cuales se mandan observar las disposiciones
de que en el momento se trata, y se adoptan otros
medios para precaver abusos en la ordenacion á
título de patriamonio. En particular la nota 3.º cor
respondiente á la ley 4.* indicada, previene, «que
en caso de ordenarse algun clérigo á título de pa
trimonio que esceda de los dichos sesenta escudos
(romanos), que hacen 600 reales plata de á 16
cuartos, las justicias en los pueblos encabezados,
y los administradores en los administrados, envien
justificacion de ello al Consejo» para la providen
cia oportuna. : ,. . .. ..."
El artículo 6.º del concordato, artículos 6 y 17.
del breve, dirigidos á prohibir la ereccion de be
neficios temporales, cosa opuesta à la naturaleza
ordinaria de estos, aunque no á su esencia, segun
los cánones, se ha confirmado por la ley 5." del
tit, 12 que se cita en el párrafo anterior: ley en la
cual se copian las palabras de dicho breve sobre
el particular. . . . . . . . . .
- El artículo 7.º del concordato, 8 del breve,
contiene un indulto, que ha venido á quedar - sin
— 139
efecto, al menos en lo principal , segun insinúa
Mayans (Observacion 8,"). Otros muchos indultos
semejantes se han espedido posteriormente: su re
seña se omite aqui por la razon indicada á la pá
gina 47. Por lo demás, la disposicion de este ar
tículo tiene conexion con la doctrina relativa á la
inmunidad de los clérigos en lo personal y en lo
concerniente á sus bienes patrimoniales... Pueden
verse acerca de esta materia las Instituciones ca
nónicas de Selvagio anotadas, lib. 1.ºlit.8; las
Antigüedades eclesiásticas del Maestro, Villodas,
tomo l.º, páginas 127 á la 130 en la edicion latina,
de 1829; y la Ilustracion del Derecho de España,
por el pavorde Sala, lib. 1 .." tit...2, párrafos 16 al
18, donde se citan varias leyes patrias, que deter
minaban el estado de esta parte de la jurispruden
cia antes de la legislacion novisima, que única
mente ha reservado á los eclesiásticos el goce del
fuero. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , ,
El artículo 8:º del concordato, artículos 19 y 20
del breve, establecen que todos los bienes que por
cualquier título cayesen en Mano-Muerta despues
de la fecha de la convencion que nos ocupa , que
den perpetuamente sujetos á todos los tributos Rea
les que pagan los legos; á escepcion de los bienes
de primera fundacion; si bien libres de los impues
tos que por concesiones Apostólicas paguen los ecle
siásticos. La escepcion que en esta parte se acuerda
respecto de los bienes de primera fundacion, es
—140—-
altamente conforme á una antigua disciplina: pu
diéndose equiparar esta parte del patrimonio de
las iglesias, á lo que en los siglos medios se
llamó manso; cuya porcion de la riqueza eclesiás
tica gozaba de una exencion parecida á la que
aqui se sanciona , aun en los tiempos en que no
era general el privilegio de no contribuir de que
se habla. Acerca de esto pueden verse el Selvagio,
lugar citado anteriormente; y el compendio de
Tomasino, parte 3.° cap. 7.º; donde hallarán las
especies mas importantes relativas á la inmunidad
real, los que no tengan proporcion de consultar
obras mas latas sobre la materia. Desde luego se
percibe la razon de haberse eximido los bienes de
que trata este artículo, de las contribuciones de
cretadas por letras Apostólicas, á saber; para que
no llegasen á ser nulos sus rendimientos cual se
harian sin duda si, además de pagar los tributos
civiles, se les sujetase á los eclesiásticos, acorda
dos (estos últimos) bajo el concepto de ser efecti
va la inmunidad real en los predios sobre que se
imponen. En otro caso, quedaria desatendido aquel
tan motorio principio de justicia que prohibe sea
uno gravado con dos cargas á la vez. º
Sobre el contenido de este articulo hay que te
ner presentes las leyes del tít. 5.º lib. 1 º de la
Novísima Recopilacion. La ley inserta aquel
con una instruccion para su cumplimiento: la 45
abraza otra nueva instruccion sobre lo mismo: la
- 41
16 hace aclaraciones importantes en las dos prece
dentes. º
- Por otro lado, la ley 17 dichos título y libro,
contiene una Real resolucion del Sr. D. Cárlos III,
fecha 40 de marzo de 1763, en la cual se observa
que, resultando considerable perjuicio á los con
tribuyentes por las muchas adquisiciones de las
Manos-Muertas, se había visto S. M. obligado á.
prohibirlas; y se reitera esta disposicion negativa,
diciendo que «por ningun caso se admitan instancias
de Manos—Muertas para la adquisicion de bienes,
aunque vengan vestidas de la mayor piedad y ne
cesidad.». - ºrº
Mas en 1795, como se vé en la ley que inme
diatamente sigue, decreto del Sr. D. Cárlos IV de
21 de agosto de dicho año y cédula tres dias pos
terior, el rey creyó oportuno poner corrientes las
adquisiciones de Manos-Muertas, salvo en los dis
tritos en que la ley de amortizacion, se hallase de
hecho establecida y radicada; imponiendo , en
compensacion de este permiso, con destino pre
cisamente á la estincion de Vales, un 15 por 100
de todos los bienes raices y derechos reales que á
lo sucesivo se trasladasen al dominio ó cuasi-do
minio de aquellas, por título oneroso ó lucrativo,
cualquiera que fuese; de cuya exacción se declara
ron libres, con calidad de «por ahora», las funda
ciones de patrimonios temporales eclesiásticos, por
acuerdo de la Cámara de 16 de marzo de 1796
- 42
(nota 5 dichós título y libro. La Real órden de
19 de setiembre de 1798 y cédula de 17 de di
ciembre próximo siguiente (nota 7 del mismo títu—
lo) reiteró lo dispuesto en el año anterior y de que
va hecha referencia; habiéndose además espedido
otras tres cédulas, que forman las leyes 19, 20 y
21 del repetido título en la Novísima, sobre amor
tizaciones en Valencia, Murcia y Córdoba. Hay
que advertir que el gravámen de 15 por 100 men
cionado, se auntentó al 25 por 100 en virtud de
decreto de 13 de octubre de 1815. - ºb
- El artículo del concordato de 1737 que nos
ocupa, y las leyes pátrias recieates que se acaban
de estractar , nos tlanifiestan que, si bien la una y
la otra Potestad concurrieron en aquel á imponer
gravámenes á la amortizacion eclesiástica, poste
riormente el soberano temporal se ha creido au
torizado para legislar sobre la materia sin invocar
la autoridad de la Santa Sede. De aqui surge la
controversia, en otros tiempos tan debatida, sobre lo
que se llama regalia de amortizacion, á cuya de
fensa ha dedicado un libro el famoso conde de
Campomanes. La crítica ha descubierto en él de
fectos no livianos, el especial, poca exactitud, poca
fidelidad en las citas. Pero asi y todo , esa obra
abunda en sólidos principios: y en el dia todo pu
blicisla ilustrado é imparcial está conforme con el
fondo de la doctrina que en ella se vierte, pres
ciudiendo de los estravíos en que pueda haber in
-4 43
currido el autor en algunos pasages. En igual sen
tido escribió Jovellanos en su informe sobre ley
agraria, y lo hicieron otros economistas en tiempo
de Cárlos III, preparando asi la adopcion de las
providencias que van reseñadas.
Todos estos escritores estaban acordes en sos
tener, que la corona de España habia tenido y con
servaba el derecho de oponer un óbice á las ad
quisiciones de los cuerpos eclesiásticos, cuando se
llegase á convencer por notoriedad de que ellas
inferian un perjuicio notable á los contribuyentes
estrayendo una masa escesiva de propiedad, del
libre comercio, y privando por consecuencia á los
últimos de los medios necesarios para subvenir sin
arruinarse á las cargas públicas; asi que opinaban
que el poder temporal tenia el derecho, ó de pro
hibir absolutamente á dichas corporaciones que ad
quiriesen para lo futuro, mientras tal estado de co
sas no se alterase; ó al menos, de sujetar las adqui
siciones que hiciesen, á las condiciones y á los gra
vámenes que estimase convenir para dificultarlas
cuanto fuese preciso. Asi entendida la regalía de
que se habla, aparece una aplicacion legitima de
lo que llaman los canonistas fus cavendi, ó sea, ve
to que el legislador civil se halla en el caso de
oponer á aquellos actos de la potestad eclesiástica,
que prevée ciertamente que han de causar un mal
de consideracion á la sociedad cuyo órden le está
encomendado y cuyo bienestar es obligado á pro
- 144-.
mover: veto que, como se vé, no es arbitrario, si
no exigido por una necesidad imperiosa. , ,
Queda, pues, manifestada con la brevedad que
exije el carácter del presente escrito, la regla de
derecho público que rige en punto á amortizacion.
Falta ahora bosquejar rápidamente la historia de
esta regalía desde su origen hasta los tiempos ac
tuales. , , , . *
- Al efecto, poco habrá que añadirá la reseña
de esta legislacion que dejó consignada en el Par
lamento uno de nuestros jurisconsultos mas autori
zados (*). Hé aqui sus palabras: «En la nacion ro
mana, que puede mirarse como la fuente de los
derechos de todos los pueblos cultos, los cuerpos ó
colegios lícitos, es decir, permitidos por la autori
dad civil, podian adquirir todo género de propieda
des, considerándose para ello Como una persona par
ticular: persona vive fungebantur (l. 22 de fideju
ssoribus); y aun en el caso de que fuesen ilícitos,
es decir, no permitidos ó aprobados por el Estado
(esceptuando las sociedades ó corporaciones fac
ciosas, cuyos individuos sufrian la interdiccion lla
mada de agua y fuego), la pena se reducia á la
disolucion: los asociados se dividian entre sí el cau
dal existente (l. 3, de collegiis et corporibus illici
tis); mas no le ocupaba el Estado. Y pues bajo el
gentilismo se permitió coire religionis causa, d
-
(*) Diario de las Sesiones del Senado, legislatura de 1844 á 1845,
núm. 48; discurso del Sr. Garelly.
—1 45—
tamen hoc non fiat contra Senatusconsultum (l. 1 de
collegmis et corporibus illicitis); podian poseer bie—
nes con seguridad bajo el amparo de la ley; hasta
tal punto, que el feroz Licinio, asociado de Cons
tantino, mandó devolverá las asociaciones de cris
tianos los bienes raices de que habian sido des—
pojados por los gentiles, segun consta del edicto
que nos han conservado Eusebio y Lactancio.
—Trasladémonos ahora de la Roma gentílica á la
Roma cristiana. Desde Constantino el Grande, pri
mer emperador cristiano, se permitió la adquisicion
de bienes á la Iglesia, como consta de la ley pri
mera título de Sacrosanclis Ecclesiis.—Esta misma
facultad disfrutó la Iglesia de España durante la
dominacion goda y durante la restauracion, y has
ta nuestros dias, aunque con las modificaciones
que paso á manifestar.—En los reinos de Valencia
y Mallorca debia preceder el Real permiso, y el
pago de los derechos de amortizacion y sello, só
pena de nulidad.—En los reinos de Castilla y Leon
se aspiró á lo mismo bajo el reinado de Alonso VI;
esceptuando empero la iglesia de Toledo.—Tam
bien lo intentó San Fernando, III de este mom
bre; pero no llegó á arraigarse esta legislacion: (*) y
la primera ley prohibitiva fue la de 27 de setiembre
de 1820 (**). Hasta entonces las restricciones úni
(*) véase la ley 55, tit. 6, Partida 1 a palabras Puede cada
1470 etC.
(**) Esto significa que no tuvieron cumplimiento la ley 17, tít. 5,
lib.1. º de , la Novísima Recopilacion, y otras disposiciones Reales que
van indicadas. 40
— 46
cas fueron, la quinta parte del valor de lo adqui
rido, segun la ley de D. Juan II en 452 (), ele
vada al 4, ó sea al 25 por 100, en 1815; y la de
quedar los bienes de Manos—Muertas, adquiridos
despues del concordato de 1737, sujetos á cargas
y tributos como en manos de legos; salvo cuando
se tratase de la dotacion primitiva de las iglesias,
que se llama manso.—De esta reseña resulta, que en
nuestra legislacion no hubo novedad alguna esen
cial sobre esta materia desde los primeros siglos
hasta nuestros dias.»
Las reflexiones transcritas manifiestan que en
España, generalmente hablando, la amortizacion
solo ha sido aplicada de hecho, hasta una época
reciente, en el sentido de haberse cobrado por el
Erario público una pensional entrar los bienes en
el dominio de los cuerpos exentos, por vía de com
pensacion de lo que con tales contratos se cal
culaba que perdia aquel; puesto que una vez
amortizada la propiedad, no produce los derechos
de que se aprovecharia la Hacienda, por las per
mutas y ventas respectivas, si permaneciese en
poder de los particulares. La justicia de esta exac
cion se comprende desde luego atendidas las re
glas comunes; no hay necesidad de elevarse á las
regiones del derecho público, para señalar el fun
damento de la regalía de amortizacion tomada en
*
(*) Es la ley 12 del mismo título.
— 47—
semejante sentido, que puede decirse material. En
los siglos medios se vió á los señores feudales re
clamar una indemnizacion parecida en el caso de
caer el feudo en manos de una comunidad ecle
siástica; las cuales, en todo evento, no se consi
deraban seguras en la adquisicion de los feudos
mientras el Señor no prestase al efecto su confor—
midad; cuya acta de consentimiento se llamaba
letras de Amortizacion (*).
Algunos buscan el orígen de la regalía que nos
ocupa, en el concilio tercero de Toledo, cuyo cá
non 45 está concebido en los términos siguientes:
«Si acaso algunos siervos del fisco construyesen
iglesias y las dotasen de su peculio, cuide el obis.
po de que á sus ruegos sean confirmadas estas
fundaciones por la autoridad Real.» Mas como ese
cánon, segun está reconocido por sus mejores in
térpretes, no tiene por objeto oponer obstáculos á
las adquisiciones de las iglesias, sino antes bien,
asegurar en sus manos las propiedades que se les
donan, haciendo intervenir la autoridad del Rey
únicamente para remover toda duda acerca de la
legitimidad con que han derivado sus derechos del
siervo; se infiere claramente, que la regalía cues
tionada no tiene apoyo alguno en la venerable san
cion que se cita. Ni era natural, por otro lado,
que en el acto mismo de consagrarse Recaredo á
(*) Diccionario de Derecho Canónico del abate Andrés, palabra
A mortizacion. . * , .
e
e
- —M 8—
la proteccion del culto cristiano, abjurando el ar
rianismo; celoso, como se le debia suponer, en tal
estado, de fomentar por todos los medios posibles
la riqueza material de las iglesias católicas, pro
moviese ni aceptase una restriccion puesta á las
mismas en su facultad de adquirir.
No hay, pues, motivo para dar á la regalía de
amortizacion, por lo que hace á España, un orígen
histórico anterior al que señalan los párrafos poco
há transcritos; muy al contrario, el canónigo Ma—
rina, en su Ensayo histórico-crítico sobre la legisla
cion castellana, lejos de derivarla de tan remota
época, la hace partir de las Córtes convocadas en
Benavente por el rey D. Alonso IX el año de
1202 ("); asi como otros la traen, al parecer, del
fuero dado á la ciudad de Cuenca por D. Alon
so VIII hácia los años de 1190. (")
Pero completemos las noticias históricas que
sobre la amortizacion se dan en los mismos párra
fos. Los bienes de todos los monasterios y conven
tos de ambos sexos se hallan totalmente desamor.-
tizados. En otro lugar se citarán las disposiciones
dictadas sobre esta materia.
Por lo que hace al clero secular, la ley de 2
de setiembre de 1841 declaró bienes nacionales to
das las propiedades del mismo y de las fábricas de
*), Dicho Ensayo, párrafo 95 y sus notas,
**) Elementos de derecho civil y penal de España, por los docto
res Laserna y Montalvan, tom. 1.º, edic. de 1841, pág. 52.
—4 49—
las iglesias y cofradías; y puso desde luego en
venta esta masa de riqueza, esceptuando las fun
daciones de patronato de sangre, los bienes de co
fradías y obras pías procedentes de adquisiciones
particulares para usos privativos de sus miembros,
los bienes dedicados á la hospitalidad, beneficencia
é instruccion pública, los edificios de las catedra
les y parroquias, los palacios episcopales, y casas
rectorales con sus adyacencias.
Mas esta disposicion ha sido modificada pro
fundamente: pues en 26 de julio de 1844 se manda.
ha suspender por un decreto la venta de los bienes
procedentes del clero secular, y en 3 de abril de
1845 se ha dado la siguiente ley: «Los bienes del
clero secular que quedan por vender, y cuya ven
ta se mandó suspender por Real decreto de 26
de julio de 1844, se devuelven al mismo clero: »
ley que ha sido ejecutada como es notorio.
De lo espuesto se inferirá facilmente cuál sea
en la actualidad el estado de la amortizacion en
España.
El artículo 9 del concordato, artículos 21 al 24
inclusive del breve, ha sido confirmado por el
Rey Felipe V, en decreto de 28 de febrero y pro—
vision del Consejo de 12 de mayo de 1741 , que
forman la ley 10, tít. 10, libro 1, º de la Novísi
ma. Para su mejor cumplimiento se dictó la ley
que inmediatamente sigue, cuya fecha es de 1745.
Por lo demas, lo dispuesto en este artículo esta
—150—
ba prevenido en la ley 9." dichos título y libro,
segun se ha observado al hablar del decreto 2.”
de la bula Apostolici Ministerii; cuya ley perte
nece á la época de Cárlos II. - sº,
El artículo 10 del concordato, artículos 25 y
26 del breve, se mandó guardar puntualmente en
estos reinos por la cédula de 1741, que va citada
en el párrafo inmediato.
El artículo 1 del concordato, artículos 27 y
28 del breve, mandado cumplir por la misma
real cédula, pertenece á la reforma de regulares,
á. cuyo particular se dedicará el capítulo último
de esta obrita; y por consiguiente, pasará ahora
sin mas comentario.
En cuanto al artículo 12 del concordato, artícu
los 29 y 30 del breve, reducido á prevenir que no
se invada la jurisdiccion de los ordinarios en 4."
instancia, y á dar reglas sobre las apelaciones, pue
de verse lo que sobre el particular va indicado al
tratar de la concordia Facheneti. Ademas, este
punto se enlaza con los breves de 1766 y 1771, en
el primero de los cuales se han determinado las
facultades del nuncio en España, asi como en el
segundo se ha establecido el tribunal de la Rota.
en Madrid; de cuyas letras. Apostólicas se ha
ofrecido formar capítulos especiales. -,
El artículo 13 del concordato, artículos 31 y
32 del breve , relativo á la provision de curatos,
ha sufrido una justa modificacion en el artículo
—154 —
3.° del concordato de 1753 al cual nos remitimos.
Unicamente hay que notar aqui dos cosas: 1."Que
la saludable disposicion del Concilio Tridentino
que estableció la forma del concurso para la pro
vision de las parroquias (cap. 18, ses. 24 de la
Reforma ), se debió á un ardoroso razonamiento
del venerable Bartolomé de los Mártires, arzo—
bispo de Braga quien, al proponer aquella, citó
varios ejemplos de diócesis de España donde se
hallaba establecido el método que recomendaba
(Vida de dicho prelado, escrita por Fr. Luis de
Granada y otros dominicanos, y ordenada por
el licenciado Muñoz, libro 2, cap. 14). 2."Que
aun acordada en el Concilio la provision de cura
tos por concurso, eran frecuentes en España hasta
el concordato de 1753 las colaciones de ellos sin
este requisito, á virtud de letras pontificias; segun
se infiere del Memorial de Chumacero y Pimentel,
cap. 5.º, y de la Observacion 8." de Mayans.
Los artículos 4 y 15 del concordato, 33 al 36
inclusive del breve, se refieren á la imposicion
de pensiones en los beneficios, partícularmente en
los curados. El Concilio de Trento ses. 24, cap.13
de la Reforma) estableció que los obispados que
no escediesen de la renta anual de mil ducados, y
los curatos que no pasasen de la de ciento, no pu
diesen ser gravados con ninguna pension ó reser
va de frutos. El Concilio Compostelano de 1565
(Ac. 3, c. 41) acordó el cumplimiento puntual de
- -152—
este mandato tridentino. Sin embargo, haciéndose
frecuente la concesion por la corte de Roma, de
pensiones sobre los beneficios de España, nues
tros Monarcas previnieron, ya que por ningun es
tilo recayesen estas en estrangeros, ya que no se
sujetasen á semejantes gravámenes las prebendas
de oficio, leyes 1.° y 2.", tít. 23, y 1..", tít. 19, li
bro, l.” de la Novísima; donde se añade que
sean suplicadas las letras pontificias que en con
trario se espidieren. No obstante, continuaron los
abusos de las pensiones, aun sobre beneficios cu
rados, Las Córtes de Madrid reclamaron contra este
hecho: Chumacero y Pimentel esforzaron en sus
escritos dicha mocion; pero fué en vano, hasta
que el Pontífice Inocencio XII mandó publicar en
la Dataría, «que á los beneficios curados de Espa
ña, aunque fuesen de patronato de legos, no se
pudiese cargar pension alguna, por ninguna causa
ó título ni aun de alimentos.» Véase la ley 3 del
mismo título 23, que es de Cárlos II, año de 1693.
Benediclo XIII renovó el mismo, decreto en 25 de
setiembre de 1724. A pesar de todo, y de los artí-.
culos que nos ocupan del concordato de 1737, no
cesó la imposicion de pensiones por la corte de Ro
ma, hasta que en el concordato de 1753 se estipuló
lo que se verá en su artículo,8.” -
El artículo 16 del concordato, artículos 37 y
38 del breve, es análogo, en parte, á la propuesta
que sobre el particular hicierou Chumacero y Pi
-153
mentel en la réplica ya citada. Creian que la tasa
del valor ánuo de los beneficios debia determinar
se segun los libros de cada diócesi.
El artículo 17 del concordato, 39 del breve,
no fué exactamente ejecutado, segun dice Ma
yans en su Observacion 8." de que se ha hecho
mencion. Esto movió al Rey Felipe V á espedir
el decreto de 24 de agosto, circulado en cédula
de 2 de setiembre, de 1745, en el cual, hacién
dose cargo de que las coadjutorías con futura su
cesion se hallaban prohibidas por los cánones, y
en especial por el capítulo 7.”, ses. 23 de la Re
forma tridentina, dispuso terminantemente que no
se permitiesen semejantes concesiones; y que se
suplicase de las bulas que acerca de esto viniesen á.
España, remitiéndolas al Consejo. Esta disposicion,
forma la ley 5, tit. 13 , , libro 1.º de la Noví
sima. - - - - º , ,
Acerca de los capítulos 18, 19 y 20 del con
cordato, 40 del breve, han de tenerse presentes
las especies indicadas á continuacion de la con
cordia Facheneti, como lambien lo que sobre el
particular se manifieste en los breves que reglan
hoy las facultades del nuncio y la organizacion de
la Nunciatura de esta corte...,
El artículo 21 del concordato, 4 1 del breve,
nada resuelve. *
El artículo 22 del concordato, artículos 42 y
43 del breve, relativos á Espolios, han sido mo
—154—
dificados por el art. 8.º del concordato de 1753,
donde se hablará del particular. ,
En el artículo 23 del concordato, artículos 43
y 44 del breve, se aplazaba la cuestion del patro—
nato Real. Es notable la cláusula en la cual se dice:
«entretanto se suspenderá en España pasar ade
lante en dicho asunto». Por estas palabras la Cá
mara se consideró inhibida en el conocimiento de
los negocios del patronato, que se le deferia de un
modo terminante por las leyes del reino : atúvose,
pues, á este decreto provisional en virtud de las
representaciones hechas por el nuncio, y por res—
petar la voluntad que el Rey Felipe manifestaba
de estar á su palabra en cuanto fuese dable; hasta
que, viendo que se dilataba la resolucion definitiva
del negocio, y escitado por otras causas, S. M.
Fernando VI, en Real cédula de 3 de octubre de
1748, dispuso, entre otras cosas, lo siguiente: «Es
toy enterado que las diferencias acaecidas en tiem
po del rey mi señor y padre, con la corte romana,
sobre algunos derechos de patronato, se remitieron,
de acuerdo de ambas cortes, por el concordato
que celebraron el año de 1737, á un amigable
convenio: y que de hallarse, despues de tanto
tiempo, sin resolucion este acordado medio, se si
guen considerables perjuicios á mi corona, por
cuanto se la embaraza el uso de los legítimos de
rechos que de justicia corresponden á mi Real pa
tronato; en cuya justa causa no menos se interesa
—f55
el divino culto que el beneficio comun de mis va
sallos. Deseando, no obstante, dar á la Santa Sede
y á su Santidad las mas reales pruebas de mi filial
veneracion y respeto, y que de mi parte no se di
latará la última determinacion de este incidente;
mando á la Cámara que por el tiempo de un año
suspenda las providencias, demandas y pretensio
nes que dieron motivo á las espresadas diferencias,
sobre las cuales pueda recaer la disputa de los
patronados que se reservaron por el art. 23 del
concordato á un amigable convenio; y que esta
resolucion se comunique al nuncio de su Santidad,
para que por su parte no omita que se traten y alla
nen estas dudas en el espresado tiempo; previnién
dole que si, pasado , no se hubiesen concluido, no
podré negarme al buen uso de los derechos de mi
regalía, por los medios justos que me permita la
justicia.» A seguida S. M. madaba guardar las cé
dulas de los reyes Felipe II y Felipe III, fechas
6 de enero de 1588 y 7 de abril de 1603, leyes
11 y 13, tít. 17 , lib. 1.° Novísima Recopilacion;
las cuales contienen una instruccion á la Cámara
para la consulta de prelacías y beneficios del Real
patronato, y una declaracion de ser incompetente
para conocer sobre negocios que pertenezcan á él,
todo tribunal que no sea la misma Cámara.
En cuanto á la conclusion del citado artículo
23 «y los beneficios vacantes ó que vacaren» etc.,
es de advertir, que á la vez que se suspendia el
—456—.
conocimiento de la Cámara en los casos en que su
competencia no podia ser dudosa, segun las in
dicadas leyes del reino; se quitaba absolutamente
al monarca la provision de los beneficios sobre los
cuales podia caer la disputa del patronato. Estas
dos resoluciones no parecen compatibles en bue
-
nos principios. - -
Los demas artículos del concordato y del bre
ve no necesitan de comentarios.
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— 157—
CAPITULO IV.
Concordato de 1953.
SECCION 1."
TESTO DE DICHO CONCORDATO.
Habiendo lenido siempre la Santidad de Nuestro
Beatísimo Padre Benedicto Papa XIV, que felizmente
rige la Iglesia, un vivo deseo de mantener toda la
mas sincera y cordial correspondencia entre la Santa
Sede, y las naciones, príncipes y reyes católicos, no
ha dejado de dar continuamente señales segurísimas y
bien particulares de esta su viva voluntad hacia la es
clarecida, devota y piadosa nacion española, y hacia
los monarcas de las Españas, reyes católicos por tí
tulo y sólida Religion, y siempre afectos á la Sede
Apostólica y al Vicario de Jesucristo en la tierra.
Por tanto, habiéndose tenido presente que en el úl
timo concordato, estipulado el dia diez y ocho de oc
tubre de mil setecientos treinta y siete, entre Cíe
—58- -
mente Papa XII, de santa memoria, y el rey Felipe V,
de gloriosa memoria, se habia convenido en que se
deputasen por el Papa y el Rey personas que recono
ciesen amigablemente las razones de una y otra parte
sobre la antigua controversia del pretendido Real Pa
tronato universal, que quedó indecisa; no omitió Su
Santidad, desde los primeros pasos de su Pontificado,
hacer sus instancias con los dos, al presente difun
tos, cardenales Belluga y Aquaviva, á fin de que ob
tuviesen de la corte de España la deputacion de per
sonas con quienes se pudiese tratar el punto indeci
so; y sucesivamente, para facilitar su exámen, no dejó
Su Santidad de unir, en un escrito suyo que entregó á
los espresados dos cardenales, todo aquello que creyó
conducente á las intenciones y derechos de la Santa
Sede.
Pero habiéndose reconocido por la práctica, que no
era este el camino de llegar al deseado fin, y que por
los escritos y respuestas se estaba tan lejos de allanar
las dispustas, que antes bien se multiplicaban, sus
citàudose controversias que se creian olvidadas, en
tanto estremo que se hubiera, podido temer un infeliz
rompimiento, pernicioso y fatalá una y otra parte; y
habiendo tenido pruebas seguras de la piadosa pro
pension del ánimo del rey Fernando VI, que felizmen
te reina, á un equitativo y justo temperamento sobre
las diferencias promovidas y que se iban siempre au
mentando, á lo que igualmente se hallaba propenso
con pleno corazon el deseo de Su Beatitud, ha creido
Su Santidad que no se debia malograr una ocasion
favorable para establecer una concordia, que se espre
— 159 -
Sa en los capitulos siguientes; los cuales se pondrán
despues en forma auténtica y serán firmados por los
procuradores y, plenipotenciarios de ambas partes en
el modo que se acostumbra hacer en semejantes con
venciones. * - , *
Habiendo éspuesto la Magestad del Rey Fernan
do VI , á la Santidad de nuestro beatísimo Padre, la
necesidad que hay en las Españas de reformar en al
gunos puntos la disciplina del clero secular y regular;
promete Su Santidad que, propuestos los capitulos so
bre que se debiere tomar la providencia necesaria, no
se dejará de ejecutar asi, segun lo establecido en los
sagrados cánones, en las constituciones apostólicas y
en el santo Concilio de Trento; y si esto sucediese, co
ne lo desea suñamente, en tiempo de su Pontificado,
biga, no obstante la multitud de otros
#iegocios que le primen, y sin embargo tambien de
su edad muy avanzada, á interponer para el feliz éxito
toda aquella fatiga personal, que in Minoribus, tantos
años há, interpuso en tiempo de sus predecesores, en
las resoluciones de las materias establecidas en la bula
Apostolici Ministerii, en la fundacion de la universidad
de Cervera, en el establecimiento de la insigne colegia
ta de San Ildefonso, y en otros importantes negocios
pertenecientes á los reinos de las Españas.
No habiendo habido controversias sobre la perte
nencia á los reyes católicos de las Españas, del Real
Patronato, ósea nómina a los arzobispados, obispados,
monasterios y beneficios consistoriales, es á saber,
escritos y tasados en los libros de Cámara, cuando
vacan en los reinos de las Españas, hallándose apoya
... es º ,
—160—
do su derecho en bulas y privilegios apostólicos, y en
otros títulos alegados por ellos, y no habiendo habido
tampoco controversia sobre las nóminas de los reyes
católicos á los arzobispados, obispados y beneficios
que vacan en los reinos de Granada y de las Indias,
ni tampoco sobre la nómina de algunos otros benefi
cios; se declara deber quedar la Real Corona en su
pacífica posesion, de nombrar en el caso de las vacan
tes, como lo ha estado hasta aqui ; y se conviene en
que los nominados á los arzobispados, obispados, mo
nasterios y beneficios consistoriales, deban tambien
en lo futuro continuar la espedicion de sus respectivas
bulas en Roma, en el mismo modo y forma practicada
hasta aqui, sin innovacion alguna.
Pero habiendo sido graves las controversias sobre
la nómina á los beneficios residenciales y simples que
se hallan en los reinos de las Españas, esceptuados,
como se ha dicho, los que están en los reinos de Gra
nada y de las Indias; y habiendo pretendido los reyes
católicos el derecho de la nómina en virtud del Patro
nato universal, y no habiendo dejado de esponer la
Santa Sede las razones que creia militaban por la li
bertad de los mismos beneficios, y su colacion en los
meses apostólicos y casos de las reservas, y asi res
pectivamente por la de los ordinarios en sus meses;
despues de una larga disputa, se ha abrazado final
mente, de comun consentimiento, el temperamento si
guiente:
La Santidad de Nuestro Beatisimo Padre Benedicto
Papa XIV, reserva á su privativa libre colacion, á
sus sucesores y á la Sede Apostólica perpetuamente,
— 161— -
cincuenta y dos beneficios, cuyos títulos serán espre
sados inmediatamente, para que asi, Su Santidad como
sus sucesores, tengan el arbitrio de poder proveer y
premiar á los eclesiásticos españoles que por probidad
é integridad de costumbres, ó por insigne literatura,
ó por servicios hechos á la Santa Sede, se hicieren be
neméritos; y la colacion de estos cincuenta y dos be
neficios deberá ser siempre privativa de la Santa Sede
en cualquier mes y en cualquier modo que vaquen,
aun por resultá real, y tambien aunque alguno de
ellos se hallase tocar al Real Patronato de la Corona;
y aunque estuviesen sitos en diócesis donde algun
cardenal tuviese cualquiera ámplio indulto de confe
rir, no debiendo en manera alguna ser este atendido
en perjuicio de la Santa Sede; y las bulas de estos
cincuenta y dos beneficios deberán espedirse siempre
en Roma, pagándose los acostumbrados emolumentos
debidos á la dataría y cancillería apostólica, segun los
presentes estados; y todo esto sin imposicion alguna
de pension y sin exaccion de cédulas bancarias, como
tambien se dirá abajo. Y los nombres de los cincuen
ta y dos beneficios son los siguientes:
En la cetedral de Avila, el arcedianato de Aré—
valo.
En la de Orense, el arcedianato de Bubal.
En la de Barcelona, el priorato antes secular y aho
ra regular, de la colegiata de Santa Ana.
En la de Burgos, la maestrescolia, y el arcediana
to de Palenzuela. -
En la de Calahorra, el arcedianato de Nájera y la
tesorería. - -
4
-162—
En la de Cartagena, la maestrescolia; y en su dió
cesi, el beneficio simple de Albacete.
En la catedral de Zaragoza el arciprestazgo de Da
roca, y el arciprestazgo de Belchite.
En la de Ciudad-Rodrigo, la maestrescolia.
En la de Santiago, el arcedianato de la Reina; el
arcedianato de Santa Tasia y la tesoreria.
En la de Cuenca, el arcedianato de Alarcon, y la
tesoreria.
En la de Córdoba, el arcedianato de Castro; y en
su diócesi, el beneficio, simple de Belalcazar, y el
préstamo de Castro y Espejo.
En la de Tortosa, la sacristia y la hospitalaria.
En la de Gerona, el arcedianato de Ampurdán.
En la de Jaen, el arcedianato de Baeza; y en su
obispado, el beneficio simple de Arjonilla. -
En la de Lérida, la preceptoría.
En la de Sevilla, el arcedianato de Jerez; y en su
diócesi, el beneficio simple de la Puebla de Guzman, y
el préstamo de la iglesia de Santa Cruz de Ecija.
En la de Mallorca, la preceptoría, y la prepositura
de San Antonio de Santo Antonio Vienense.
Nullius, en el reino de Toledo, el beneficio simple
de Sta. María de la ciudad de Alcalá la Real. -
En el obispado de Orihuela, el beneficio simple de
Santa María de Elche. - -
En la catedral de Huesca, la chantría.
En la de Oviedo, la chantria.
En la de Osma, la maestrescolía, y la abadía de
San Bartolomé.
En la de Pamplona, la hospitalaria, antes regular,
—163—
ahora encomienda; y la preceptoría general de Olite.
En la de Plasencia, el arcedianato de Medellin, y
el de Trujillo.
En la de Salamanca, el arcedianato de Monleon.
En la de Siguenza, la tesorería, y la abadía de
Santa Coloma. ,
En la de Tarragona, el priorato.
En la de Tarazona, la tesorería.
En la de Toledo, la tesorería; y en su diócesi, e
beneficio simple de Ballecas.
En la diócesi de Tuy, el beneficio simple de San
Martin del Rosal. -
En la catedral de Valencia, la sacristía mayor.
En la de Urgel, el arcedianato de Andorra,
En la de Zamora , el arcedianato de Toro. (*)
Para reglar bien despues las colaciones, presen
taciones, nóminas é instituciones de los beneficios
que vacaren en adelante en los dichos reinos de las
Españas, se conviene.
EN PRIMER LUGAR.
Que los arzobispos, obispos y coladores inferiores
deban continuar en lo venidero en proveer los benefi
cios que proveian por lo pasado, siempre que vaquen
(*) En lugar del préstamo de Santa Cruz de Ecija se subrogó y
reservó á la libre y perpétua colacion de la Santa Sede, en 1757,
uno de los tres ¿ene simples servideros de Santa María de Al
calá la Real. Otro beneficio simple de la misma iglesia aparece re
servado ya en este concordato.
Por breve de Su Santidad, fecha 24 de agosto de 1787, en que
se estinguió la órden de canónigos reglares de San Antonio Abad en
los Reinos de España, ¿ secularizada perpéluamente la enco
mienda de San Antonio Vienense, reservada por este concordato á la
provision Apostólica. - - -
La encomienda de Olite quedó tambien secularizada perpétua
mente en virtud del mismo breve de Estincion,
—64 -
en sus meses ordinarios de marzo, junio, setiembre.
y diciembre, aunque se halle vacante la Silla Apostóli
ca; y tambien que en los mismos meses, y en el mis
mo modo, prosigan en presentar los patronos ecle
siásticos los beneficios de su patronato, esclusas las
alternativas de meses, en las colaciones que antece
dentemente se daban y que no se concederán jamás
en adelante.
º SEGUNDO.
Que las prebendas de oficio, que actualmente se
proveen por oposicion y concurso abierto, se confie
ran y se espidan en lo venidero en el propio modo y
con las mismas circunstancias que se han practicado
hasta aqui, sin la menor innovacion en cosa alguna; ni
que tampoco se innove nada en órden á los beneficios
de patronato laical de particulares.
TERCERO.
Que no solo las parroquias y beneficios curados se
confieran en lo futuro, como se han conferido en lo pa
sado, por oposicion y concurso, cuando vaquen en los
meses ordinarios, sino tambien cuando vaquen en los
meses y casos de las reservas, aunque la presenta
cion fuese de pertenencia real; debiéndose en todos
estos casos presentar al ordinario, el que el patrono
tuviese por mas digno entre los tres que hubiesen sido
aprobados por idóneos por los examinadores sinoda
les ad curam animarum.
CUARTO.
Que habiéndose ya dicho arriba que deba quedar
—165—
ileso á los patronos eclesiásticos el derecho de presen
tar á los beneficios de sus patronatos en los cuatro
meses ordinarios; y habiéndose acostumbrado hasta
ahora que algunos cabildos, rectores, abades y cofra
dias erigidas con autoridad eclesiástica, recurran á la
Santa Sede, para que las elecciones hechas por ellas
sean confirmadas con bula apostólica; no se entienda
innovada cosa alguna en este caso, sino que todo
quede en el pie en que ha estado hasta aqui. -
QUINTo. , , ,
Salva siempre la reserva de los cincuenta y dos
beneficios hecha á la libre colacion de la Santa Sede y
salvas siempre las declaraciones poco antes espresa
das; Su Santidad, para concluir amigablemente todo
lo restante de la gran controversia sobre el patronato
universal, acuerda á la Majestad del Rey Católico y a
los reyes sus sucesores perpétuamente, el derecho uni
versal de nombrar y presentar indistintamente en to
das las iglesias metropolitanas, catedrales, colegiatas
y diócesis de los reinos de las Españas que actual
mente posee, á las dignidades mayores post Pontifica
lem, y otras en catedrales y dignidades principales, y
otras en colegiatas, canonicatos, porciones, prebendas,
abadias, prioratos, encomiendas, parroquias, perso
natos, patrimoniales, oficios y beneficios eclesiásti
cos, seculares y regulares, cum cura et sine cura, de
cualquier naturaleza que sean, que al presente existen
y que en adelante se fundaren, si los fundadores no
se reservasen en sí y en sus sucesores el derecho de
presentar en los dominios y reinos de las Españas,
que actualmente posee el rey católico, con toda la ge
-166
neralidad con que se hallan comprendidos en los me
ses apostólicos y casos de las reservas, generales y es
peciales; y del mismo modo tambien en el caso de va
car los beneficios en los meses ordinarios, cuando va
can las sillas arzobispales y obispales, ó por cualquie
ra otro título. - - , ,
Y á mayor abundamiento en el derecho que tenia
la Santa Sede, por razon de las reservas, de conferir en
los reinos de las Españas los beneficios, ó por sí, ó por
medio de la dataría, cancelaría apostólica, nuncios
de España é indultarios, subroga á la magestad del
rey católico y reyes sus sucesores, dándoles el dere
cho universal de presentar a dichos beneficios en los
reinos de las Españas, que actualmente posee, con
facultad de usarle en el mismo modo que usa y ejerce
lo restante del patronato perteneciente á su Real Co
rona; no debiéndose en lo futuro concederá ningun
Nuncio Apostólico en España, ni á ningun cardenal ú
obispo en España, indulto de conferir beneficios en
los meses apostólicos sin el espreso permiso de S. M.
ó de sus sucesores. * -
- º SEST0.
Para que en lo venidero proceda todo con el debido
sistema, y en cuanto sea posible se mantenga ilesa la
autoridad de los obispos; se conviene en que todos
los que se presentaren y nombraren por S. M. Cató
lica y sus sucesores á los beneficios arriba dichos,
aunque vacaren por resulta de provisiones Reales,
deban recibir indistintamente las instituciones y co
laciones canónicas de sus respectivos ordinarios, sin
espedicion alguna de bulas apostólicas; esceptuada
— 67—
la confirmacion de las elecciones que arriba quedan
espresadas, y esceptuados los casos en que los pre
sentados y nombrados, ó por defecto de edad, ó por
cualquier otro impedimento canónico, tuvieren nece
sidad de alguna dispensa ó gracia apostólica ó de
cualquier otra cosa superior á la autoridad ordina
ria de los obispos; debiéndose en todos estos casos y
otros semejantes, recurrir siempre en lo futuro á la
Santa Sede, como se ha hecho por lo pasado, para
obtener la gracia ó dispensacion , pagando á la dataría
y cancelaría apostólica los emolumentos acostumbra
dos, sin imposicion de pensiones ó exaccion de cédu
las bancarias, como tambien se dirá en adelante.
SEPTIMO.
Que para el mismo fin de mantener ilesa la auto
ridad ordinaria de los obispos, se conviene y se de
clara, que por la cesion y subrogacion en los referi
dos derechos, de nómina, presentacion y patronato,
no se entienda conferida al rey católico ni á sus suce
sores jurisdiccion alguna eclesiástica sobre las igle
sias comprendidas en los espresados derechos, ni
tampoco sobre las personas que presentare y nombra
re para las dichas iglesias y beneficios; debiendo asi
estas como las otras á quienes fueren conferidos por
la Santa Sede los cincuenta y dos beneficios reserva
dos, quedar sujetas á sus respectivos ordinarios,
sin poder pretender exencion de su jurisdiccion; sal
va siempre la suprema autoridad que el Pontífice Ro
mano, como pastor de la Iglesia universal, tiene
sobre todas las iglesias y personas eclesiásticas; y
salvas siempre las reales prerogativas que competen
—168—
á la Corona en consecuencia de la Real proteccion, es
pecialmente sobre las iglesias del Real Patronato.
OCTAVO.
Habiendo considerado S. M. Católica que, quedan
do la dataría y cancillería apostólica, por razon del Pa
tronato y derechos concedidos á S. M. y á sus suceso
res, sin las utilidadesde las espediciones y annatas, se
ria grave el menoscabo del erario pontificio; se obliga á
hacer consignar en Roma, á título de compensacion,
por una sola vez, á disposicion de Su Santidad, un ca
pital de trescientos y diez mil escudos romanos, que
a razon de un tres por ciento, producirá anualmente
nueve mil y trescientos escudos de la misma mone
da, en cuya cantidad se ha regulado el producto de
todos los derechos arriba dichos, -
Habiéndose originado en los tiempos pasados algu
na controversia sobre algunas provisiones hechas por
la Santa Sede, en las catedrales de Palencia y Mondo
ñedo; la Magestad del Rey Católico conviene en que los
provistos entren en posesion despues de la ratifica
cion del presente concordato. Y habiéndose tambien
suscitado nuevamente, con motivo de la pretension del
Real Patronato universal, la antigua disputa de la
imposicion de pensiones y exaccion de cédulas banca
rias, así como la Santidad de Nuestro Beatísimo Pa
dre, para cortar de una vez las contiendas que de
cuando en cuando se suscitaban, se habia manifesta
do pronto y resuelto a abolir el uso de dichas pen
siones y cédulas bancarias, con el único sentimiento
de que, faltando el producto de ellas, se hallaria, con
fa su deseo, en la necesidad de sujetar el erario
A
-469
pontificio á nuevas cargas, respecto de que el pro
ducto de estas cédulas bancarias se empleaba por la
mayor parte, en los salarios y gratificaciones de los
ministros que sirven á la Santa Sede en los negocios
pertenecientes al gobierno universal de la Iglesia; asi
tambien la Magestad del Rey Católico, no menos por
su heredada devocion á la Santa Sede que por el afecto
particular con que mira la sagrada Persona de Su
Beatitud, se ha allanado á dar por una sola vez un
socorro, que cuando no en el todo, á lo menos en par
te alivie el erario pontificio de los gastos que está
obligado á hacer para la manutencion de los espresados
ministros; y asi se obliga á hacer entregar en Roma
seiscientos mil escudos romanos, que al tres por
ciento, producen anualmente diez y ocho mil escudos
de la misma moneda: con lo cual queda abolido el uso
de imponer en adelante pensiones y exijir cédulas
hancarias, no solo en el caso de la colacion de los cin
cuenta y dos beneficios reservados á la Santa Sede,
en el de las confirmaciones arriba espresadas de al
gunas elecciones, en el de recurso á la Santa Sede para
obtener alguna dispensacion concerniente á la cola
cion de los beneficios, sino tambien en cualquiera
otro caso; de tal manera que queda para siempre es
tinguido en lo venidero el uso de la imposicion de las
pensiones, y de la exaccion de las cédulas banca
rias; pero sin perjuicio de las ya impuestas hasta el
tiempo presente.
Habia tambien otro punto de disputa, no ya en
órden al derecho de la Camara apostólica y nuncia
tura de España sobre los espolios y frutos de las
—170— s
iglesias obispales vacantes en los reinos de las Espa
ñas, sino sobre el uso , ejercicio y dependencias de
dicho derecho; de modo que era necesario llegar so
bre esto á alguna concordia ó composicion. Para alla
nar tambien estas contínuas diferencias, la Santidad
de Nuestro Beatísimo Padre, derogando, anulando y
dejando sin efecto alguno todas las precedentes cons
tituciones apostólicas, y todas las concordias y con
venciones que se han hecho hasta aqui entre la re
verenda Cámara apostólica, obispos, cabildos y dió
cesis, y cualquiera otra cosa que sea en contra
rio, aplica desde el dia de la ratificacion de este con
cordato, todos los espolios y frutos de las iglesias va
cantes, exijidos y no exijidos, á los usos pios que
prescriben los sagrados cánones; prometiendo que no
concederá en adelante por ningun motivo, a persona
alguna eclesiástica, aunque sea digna de especial ó
especialísima mencion, la facultad de testar de los fru
tos y espolios de sus iglesias obispales, aun para usos
pios; pero salvas las ya concedidas, que deberán te
ner efecto: concediendo á la Magestad del Rey Católico
y á sus sucesores el elegir en adelante los ecónomos y
colectores; pero con tal que sean personas eclesiásti
cas, con todas las facultades oportunas y necesarias
para que, bajo de la real proteccion, sean fielmente
administrados y fielmente empleados por ellos los so—
bredichos efectos en los espresados usos.
Y S. M., en obsequio de la Santa Sede, se obliga
á hacer depositar en Roma, por una sola vez á dis
posicion de Su Santidad, un capital de doscientos
treinta y tres mil trescientos y treinta y tres escudos
- 17 —
romanos, que impuestos al tres por ciento, produce
anualmente siete mil escudos de la propia moneda; y
ademas de esto acuerda S. M. que se señalen en Ma
drid á disposicion de Su Santidad, sobre el producto
de la Cruzada, cinco mil escudos anuales para la ma
nutencion y subsistencia de los Nuncios Apostólicos,
y todo esto en consideracion de la compensacion del
producto que pierde el Erario Pontificio en la referi
da cesacion de los espolios y frutos de las iglesias va
cantes, y de la obligacion de no conceder en adelante
facultades de testar.
Su Santidad, en fé de Sumo Pontífice, y S. M., en
palabra de Rey Católico, prometen reciprocamente, por
sí mismos y en nombre de sus sucesores, la firmeza
inalterable y subsistencia perpétua de todos y cada
uno de los artículos precedentes; queriendo y decla
rando que ni la Santa Sede ni los Reyes Católicos
hayan de pretender respectivamente mas de lo que se
haya comprendido y espresado en dichos capítulos, y
que se haya de tener por irrito y de ningun valor
ni efecto, cuanto se hiciere en cualquiera tiempo
contra todos ó alguno de los mismos artículos.
Para la validacion y observancia de cuanto se ha
convenido, se firmará este concordato en la forma
acostumbrada; y tendrá todo su entero efecto y cum
plimiento, luego que se entregaren los capitales de
recompensa que van espresados, y despues que se
hiciele la ratificacion. (*) - -
(*) Este concordato fue ratificado por el Rey Católico en 31 de
de enero año de su fecha; y por Su Santidad en 20 de febrero del
IInlSIn0.
— 172—
En fé de lo cual, Nos los infrascriptos, en nvirtud
de las facultades respectivas de Su Santidad, y de
S. M. Católica, hemos firmado el presente concordato
y sellado con nuestro propio sello. En el Palacio Apos
tólico de Quirinal hoy once de enero de mil setecien
tos cincuenta y tres.
(L. S)— S. CARDENAL VALENTI. , ,, , , ,
(L. S) — MANUEL VENTURA FIGUEROA.
- º * -
- - , , , , -,
SECCION 2
-" - ,-
- -
Constitucion Apostólica Quam semper á Deo,
confirmatoria del concordato anterior.
BENEDICTo, OBISPo,
SIERVO DE LOS SERVOS DE DIOS:
Para perpetua memoria. ... -
No sin una continua afliccion y desvelo de nues
tro ánimo considerábamos, que aquella paz y concor
dia que estábanos obligados á pedir coatinuamente
con rendidas súplicas á Dios, dispensador de todos
los bienes, y que Nos hemos procurado guardar y con
servar cuidadosamente en todo el tiempo de nuestro
—473 —
pontificado, entre Nos y todos nuestros, muy amados
en Cristo Hijos, los Reyes y Príncipes cristianos, como
que siempre anda unida con la utilidad de la Religion;
no estaba bastante asegurada entre esta Sede Apostó
lica y los Reyes Católicos de España, y sus pueblos,
por ocultas causas de disensiones, que podrian pro
rumpir en algun tiempo, aun con el leve soplo de cual
quiera viento, en discordias manifiestas.
No habiéndose, pues, ajustado espresamente
cosa alguna, en el tratado hecho el año del Señor de
mil setecientos treinta y siete entre Clemente Papa XII
de feliz recordacion, nuestro predecesor, y Felipe, V,
de este nombre, Rey Católico que fué de las Españas,
de clara memoria, y firmado en Roma el dia veinte y
seis de setiembre del referido año, por los plenipoten
ciarios nombrados por una y otra parte, acerca de la
antigua y árdua controversia sobre y en razon del
pretendido derecho de patronato universal de los Reyes
Católicos, á todos y cada uno de los beneficios ecle
siasticos que se hallan en los reinos y provincias de
su dominio; sino que solamente se remitió á otro
tiempo el exámen de esta controversia, como indecisa
y pendiente; y no faltándo otros puntos de disputas
entre esta misma Sede Apostólica y los dichos Reyes
de las Españas, ya sea con motivo de la costumbre,
que estaba en vigor de mucho tiempo á esta parte, de
que en las colaciones y provisiones de los referidos
beneficios eclesiásticos, que se hacian por la espresa—
da Sede, se reservaban algunas pensiones anuales so
bre los frutos y proventos de los mencionados benefi
cios, y para su mas segura paga se exigian de los be
—174
neficiados provistos fianzas de banqueros públicos ó
cédulas bancarias; ó ya sea por algunas incidencias ,
en el ejercicio y uso del derecho de que gozaba la Cá
mara Apostólica sin contradiccion alguna, es á saber,
de exigir y recoger, y respectivamente administrar
y distribuir, por el Nuncio Apostólico por tiempo resi
dente en dichos reinos de las Españas, y por otros mi
nistros constituidos alli, los espolios de los prelados
eclesiásticos, y de otros que fallecian en ellos, y los
frutos, rentas y proventos de las iglesias vacantes;
sobre cuyos puntos todos se suscitaban de una y otra
parte no leves quejas, y se temia pudiesen originarse
cada dia nuevos motivos de discordias: y , habiendo
parecido que la aplicacion puesta por Nos en juntar
y esponer las razones sustanciales en que se apoya
ban los derechos y costumbres de la Santa Sede y Cá
mara Apostólica en todo lo referido; no tanto allanaba
el camino para componer las cosas, cuanto abria la
puerta para escitar nuevas cuestiones de mas prolijo
exámen; para desviar finalmente los peligros de la te
mida disension en el presente tiempo, y aun precaver
los perpetuamente en el futuro; de comun consenti
miento nuestro, y de nuestro muy amado en Cristo
Hijo Fernando VI, Rey Católico de las Españas, se to
mó el saludable y conveniente consejo de que se ter
minase todo el negocio por un justo y equitativo tem
peramento, acomodado á las razones de ambas partes.
Por lo cual deputamos á nuestro venerable her
mano Silvio, actual obispo de Sabina, Cardenal de
la Santa Iglesia Romana, llamado, Valenti, Camarlen
go de la misma Santa Iglesia Romana, por nuestro
—175—
Plenipotenciario y de dicha Sede apostólica; para
que, en nuestro nombre y de la misma Sede, junto
con el amado hijo nuestro Manuel Ventura Figueroa,
nuestro Capellan y uno de los Auditores de las cau
sas de nuestro palacio apostólico, á quien el referido
Fernando, Rey Católico, habia nombrado tambien para
esto por su Plenipotenciario, tratase de los artículos
y condiciones del convenio que se habia de hacer; los
cuales, habiendo examinado con grande estudio y ma
durez todos los puntos, y comunicádolos tambien res
pectivamente con Nos, y con el dicho Fernando Rey,
pusieron felizmente, con el auxilio divino, todo el ne
gocio en términos aceptables á entrambas partes; y
finalmente, autorizados con los poderes y facultades
correspondientes de una y otra parte, firmaron en
Roma, en nuestro palacio apostólico del Quirinal, un
tratado el dia once de enero próximo pasado: el cual
aprobó, confirmó y ratificó despues en todos y cada
uno de sus artículos, el espresado Rey Católico por su
Real despacho espedido el dia treinta y uno del mismo
mes, inserto en él á la letra; y habiendo interpuesto su
palabra Real, prome.ió por sí, y sus sucesores, cum
plirle y guardar plenísimamente, asi por su Magestad,
como por los demás á quienes toca ó tocáre en adelan
te; cuyo tratado aprobamos, confirmamos y ratifica-,
mos tambien por nuestras Letras apostólicas espedidas
en forma de Breve el dia veinte del siguiente mes de
febrero, insertando en ellas todo el referido tratado;
prometiendo con palabra de Pontífice Romano, cumplir
y guardar sincera é inviolablemente, de nuestra parte
y de la dicha Sede, todas y cada una de las cosas pro
—176—
metidas en él, en nombre nuestro y de la mencionada
Sede, como mas plena y distintamente se contiene en
dicho real despacho, y en nuestras referidas Letras,
cuyos tenores queremos se tengan por insertos en las
presentes. . . . . . - -
Y no habiendo dilatado el dicho Fernando, Rey
Católico, el cumplir efectivamente con aquellas co
sas convenidas en este tratado que podian tener pron
ta ejecucion, principalmente en cuanto á las com
pensaciones de los menoscabos que la Cámara Apostó
lica podia padecer por las concesiones y cesiones he
chas por Nos al dicho Rey y sus sucesores, y otras
cosas prometidas por nuestra parte; queriendo tam
bien Nos llevará ejecucion , en cuanto Nos toca al
presente, las cosas que fueron ajustadas y prometi
das en nuestro nombre en el referido tratado, y ma
nifestar la sincera dileccion de nuestro paternal áni
mo hácia el mismo Rey, muy benemérito de la Cató
lica Religion y de la Sede Apostólica, y á toda la
nacion española, siempre distinguida por su piedad y
sumision á la misma Sede: º
Primeramente habiéndonos hecho representar el es
presado Fernando, Rey Católico, que la disciplina del
Clero, asi secular como regular, en las Españas, ne
cesita de reforma en algunos puntos; declaramos por
el tenor de las presentes, que cuando Nos fueren pro
puestos los artículos particulares de esta disciplina,
sobre que conviene tomar la providencia necesaria, no
dejarémos de interponerla, segun lo que se halla dis
puesto por los sagrados cánones y constituciones
apostólicas, y por los decretos del Concilio Tridentino;
—177—
antes bien, si aconteciere esto hallándonos ocupando
esta cátedra de San Pedro, como lo deseamos suma
mente, ni la multitud de los negocios que Nos oprimen,
ni el peso de nuestra avanzada edad, Nos desalentará
para dejar de poner por Nos mismo en el cumpli
miento de una obra tan saludable, la misma aplicacion
y trabajo , que tantos años há, cuando Nos hallába
mos in Minoribus, en los tiempos de nuestros prede
cesores, pusimos diligentemente, ya sea para la reso
lucion de las cosas que se establecieron en las Letras
del Papa Inocencio XIII, de feliz recordacion, que
empiezan Apostolici Ministerii, ya para la fundacion
de la universidad de Cervera, ya para el estableci
miento de la insigne colegiata de San Ildefonso, y
otros importantísimos negocios pertenecientes á los
reinos de las Españas.
Y por lo tocante á las nominaciones, presenta
ciones, colaciones y provisiones, que en lo sucesivo
se hicieren, de las iglesias y beneficios eclesiásticos
que se hallan en los reinos y provincias de las Espa
ñas; Nos, adhiriendo al referido tratado, no intenta
mos establecer cosa nueva en cuanto á las iglesias ar
zobispales y obispales de dichos reinos y provincias,
ni por lo que mira á los monasterios y beneficios
consistoriales escritos y tasados en los libros de nues
tra Cámara Apostólica, como ni tampoco en cuanto á
otros beneficios eclesiásticos, de cualquiera calidad
y nombre, que se hallan en los reinos y dominios
de Granada y de las Indias, y otros algunos, que
tambien existen en otras partes, y que se sabe que
han sido y son hasta el presente dia, sin contradic
12
— 178—
cion alguna, de derecho de patronato de dichos Reyes
Católicos, por fundacion ó dotacion, ó por privilegios
y letras apostólicas, ú otros legítimos títulos; sino
que queremos y decretamos, que asi las referidas igle
sias y monasterios, y otros beneficios consistoriales,
como los demas beneficios eclesiásticos existentes en
los espresados reinos de Granada y de las Indias y
demas referidos, se confieran y provean á nominacion
y presentacion de los mencionados Reyes Católicos,
como antes, todas las veces que aconteciere vacar ó
carecer respectivamente de pastores ó prelados, rec
tores ó comendatarios; pero observándose inconcusa
mente, que los nombrados y presentados para estas
iglesias, monasterios y beneficios consistoriales, de
ban y esten obligados á impetrar de Nos, y de esta
Sede Apostólica las acostumbradas letras de colacion
y provision, y a pagar sin innovacion alguna las ta
sas acostumbradas de nuestra Dataría, Cancelaria, y
Cámara Apostólica, y otros derechos y emolumentos
debidos á los oficiales, como se ha practicado hasta
aqui.
Y de todas las demas dignidades de las iglesias
catedrales y colegiatas, y tambien de los canonicatos
y prebendas de las dichas iglesias y beneficios ecle
siásticos, sitos en cualesquiera iglesias de los referi
dos reinos y provincias, Nos, adhiriendo al espresado
tratado, y tambien con autoridad apostólica, y por el
tenor de las presentes letras, reservamos perpetuamen
te á nuestra libre disposicion y de la Sede Apostólica,
ciertas dignidades, canonicatos y prebendas, y algu
nos beneficios señalados con especial denominacion y
— 179—
espresados en el referido tratado, y que tambien se
nombrarán abajo, todos los cuales componen el núme
ro de cincuenta y dos; para que á Nos y a los Pontífi
ces Romanos nuestros sucesores, nos quede algun ar
bitrio de proveer y gratificar á personas eclesiásticas
de la nacion española, que sobresalgan en bondad
de costumbres y doctrina, ó que por otra parte sean
beneméritas de Nos y de ellos, y de la Sede Apostó—
lica; de manera que no puedan proveerse, ni disponer
se de ellos por otros que por Nos y los Pontífices Ro
manos nuestros sucesores, en tiempo alguno, aunque
entonces se hallare vacante la Sede Apostólica, y en
cualquiera mes del año, aunque se halláren sitos en
ciudades y diócesis, á cuyos obispos y prelados, aun—
que gocen del honor del cardenalato, se hubieren acaso
concedido ó se concedieren en adelante, como abajo se
dice, cualesquiera indultos amplísimos, de conferir
algunos ó todos los beneficios eclesiásticos reservados
y afectos por otra parte á la Sede Apostólica, y que
aconteciere vacar por cualquiera modo ó título, aun
por consecucion de otra iglesia ó beneficio eclesiástico
de patronato de los Reyes Católicos ó pertenecientes
por otra parte á la nominacion y presentacion de los
mismos Reyes, ó por cualquiera persona, y aunque se
halláre que algunos de ellos sean del dicho patronato
real, por fundacion, dotacion, privilegio, ú otro legi
timo título, porque asi se ha convenido en el referido
tratado; sino que siempre, y todas cuantas veces sa
cáren todos y cada uno de ellos, como arriba se ha di
cho, se confieran libremente por Nos ó el Pontífice
Romano que por tiempo fuere ó próximo futuro, á
—180—
clérigos ó presbiteros idóneos de la nacion española,
bien vistos de Nos y de ellos respectivamente, sin
reservacion alguna de pension ó exaccion de fianza; y
que los dichos clérigos 6 presbíteros , á cuyo favor se
dispusiere de los espresados beneficios, esten obligados
á sacar las letras apostólicas de su provision, y á pagar
tambien las tasas acostumbradas y emolumentos debi
dos á la Cámara Apostólica , y á otros oficios y oficia
les de la Curia Romana.
Y los títulos y denominaciones de las dichas cin
cuenta y dos dignidades , canonicatos y prebendas , y
beneficios existentes en varias iglesias y diócesis de los
referidos reinos y provincias , cuya libre y fija dispo
sicion hemos reservado perpetuamente en Nos y en
los Pontífices Romanos nuestros sucesores , son como
siguen.
Aqui se enumeran los 52 beneficios que se reservan á
la Santa Sede y que van espresados en el testo del con
cordato ; y continua asi :
En lo demas , habiéndose suscitado en otro tiem
po alguna controversia sobre algunas provisiones he
chas con autoridad apostólica, de dignidades y canoni
catos , prebendas ó beneficios , vacantes tambien en
otro tiempo en las iglesias catedrales de Palencia y
Mondoñedo, por la cual no pudieron los provistos en
ellas tomar respectivamente su actual posesion; abo
lida al presente cualquiera causa de disputa por la
conclusion y ratificacion del mencionado tratado , co
mo va referido , deberán los espresados provistos,
en virtud de sus letras apostólicas respectivamente,
entrar sin dilacion en la verdadera , real y actual
—181 —
posesion de dichas dignidades, canonicatos y preben
das ó beneficios segun lo convenido en el referido
tratado.
Y en cuanto á las demas dignidades, canonicatos
y prebendas, como tambien á los beneficios eclesiás
ticos cum cura, et sine cura, sitos en las iglesias de
dichos reinos, que aconteciere vacar en adelante, de
cualquier modo que sea, para que se prefije un méto
do cierto en las colaciones y provisiones futuras de
ellos; queremos en primer lugar, y establecemos, que
los arzobispos y obispos de las iglesias existentes en
los mismos reinos, y otros inferiores que tienen facul
tad de conferir, deban en los futuros tiempos conferir
como antes; es á saber, aquellos beneficios que tie
nen derecho de conferir; y proveerlos en personas idó
neas y beneméritas; siempre que aconteciere que va
quen en los meses de marzo, junio, setiembre y di
ciembre tan solamente, aunque entonces se halle va
cante la Sede Apostólica; escluidas enteramente las
gracias de conferir alternativamente en seis meses del
año, que se habian acostumbrado conceder á los es
presados arzobispos y obispos todo el tiempo que re
sidiesen verdadera y personalmente en sus iglesias
y diócesis, y que en adelante no se concederán en
manera alguna. Y que del mismo modo las personas
eclesiásticas ó patronos eclesiásticos á quienes toca
y pertenece la nominacion y presentacion de algunos
beneficios eclesiásticos por tiempo vacantes, en per
sonas idóneas, que suelen instituirse en ellos en
virtud de este nombramiento ó presentacion por el
Ordinario del lugar, ó de otra manera, puedan y de
--182
ban tambien en los futuros tiempos nombrar y pre
sentará los mencionados beneficios vacantes por tiem
po, en los dichos meses tan solamente, cesando las
reservaciones y afecciones apostólicas.
Y porque algunos cabildos y canónigos de igle
sias, rectores y abades de monasterios, y tambien
cofradías erigidas con autoridad eclesiástica, á las
cuales se sabe pertenecer la eleccion de persona idó
nea para algunos beneficios semejantes cuando llegan
á vacar por tiempo, suelen recurrir á Nos y á la Se
de Apostólica para obtener la confirmacion de estas
elecciones, que se ha de hacer por letras apostólicas;
queremos tambien y establecemos, que nada se haya
de innovar en esta parte, sino que todo lo que se hu
biere observado hasta aqui acerca de esto, se deba
observar tambien en adelante.
Y los canonicatos, magistralías, dºctorales, lec
torales y penitenciarías, llamadas vulgarmen e pre
bendas de oficio de dichas iglesias, que suelen confe
rirse precediendo concurso, se den y confieran tam
bien en adelante y en los futuros tiempos, en el
mismo modo y forma guardada loablemente hasta aqui,
sin la mas minima innovacion en cosa alguna; igual
mente queremos y decretamos, que no se innovela
menor cosa en cuanto á los beneficios que existen de
derecho de patronato de legos de personas particulares,
por fundacion ó dotacion. -
Tambien se deberá disponer como antes de las
iglesias parroquiales y otros beneficios eclesiásticos,
que tienen anexa la cura de almas, precediendo el
concurso, segun la forma establecida en el decreto
—183—
del Concilio Tridentino promulgado acerca del modo
de proveerlos, no solamente en el caso de vacar estos
y aquellas en los referidos cuatro meses, sino tam
bien cuando unos y otros vacáren en los otros ocho
meses del año, ó en otra cual quiera manera estu
viere reservada la disposicion de ellos á la Sede Apos
tólica, aunque entonces la presentacion para las mis
mas parroquiales ó beneficios referidos de reserva
que vacaren, deba pertenecer á los Reyes Católicos,
como abajo se dice; porque en todos estos casos
tendrá derecho el Rey Católico por tiempo existente, y
respectivamente los patronos eclesiásticos por lo to
cante á las iglesias parroquiales y beneficios curados,
que vacáren en lo sucesivo, pertenecientes a su no
minacion y presentacion en los dichos cuatro meses,
de presentar al Ordinario del lugar uno de los tres
que aprobaren los examinadores sinodales en el men
cionado concurso; y que el mismo Ordinario les sig
nificáre respectivamente ser idóneos para el cuidado
de las almas, es á saber, aquel que el mismo Rey,
ó respectivamente el patrono eclesiástico, juzgáren
entre los referidos tres por mas digno en el Señor.
Y salvas siempre, asi las dichas cincuenta y dos
dignidades, canonicatos y prebendas, ó beneficios
de las iglesias existentes en los mencionados reinos,
por la especial reservacion que hemos hecho arriba
á Nos y á la Sede Apostólica, como todas y cada
una de las declaraciones hechas tambien hasta aqui:
Nos, por justas causas que dignamente mueven nues
tro ánimo, y principalmente para abolir final, ente
ra y perpetuamente la antigua disputa sobre el pre
—184—
tendido derecho de patronato universal de los Reyes
Católicos, á todos y cada uno de los beneficios ecle
siásticos existentes en los reinos y provincias de las
Españas, segun lo convenido en el dicho tratado;
motu proprio y con autoridad apostólica, en ejecucion
de las cosas convenidas, como arriba va dicho, y tam
bien por especial dón de gracia, por el tenor de las
presentes, damos y concedemos al espresado nuestro
muy amado en Cristo Hijo, Fernando Rey, y al Rey
Católico de las Españas que por tiempo fuere, el de
recho universal de nombrar y presentar á todas las
demas dignidades, aunque mayores despues de la
Pontifical, y á las demas de metropolitanas, y cate
drales, y tambien á las dignidades principales y á
las demás respectivamente de iglesias colegiatas y á
todos los demas canonicatos y prebendas, raciones,
abadías, prioratos, encomiendas, iglesias parroquia
les, personados, oficios, y demás beneficios eclesiás
ticos, aun patrimoniales, y seculares, y regulares de
cualquiera órden, cum cura, et sine cura, de cual
quiera calidad y denominacion que sean , existentes
al presente, y que en adelante se erigieren é institu
yeren canónicamente, en caso de que los fundadores
no se reserven en sí, y en sus herederos y sucesores
el derecho de patronato y de presentar á ellos; y
sitos en cualesquiera iglesias metropolitanas, catedra
les, colegiatas, parroquiales, y otras existentes en los
reinos y provincias de las Españas, que actualmen
te se poseen por el dicho Fernando Rey, siempre que
las referidas dignidades, canonicatos y prebendas,
y demas beneficios, vacáren en los ocho meses reser
—185—
vados á la Sede Apostólica, y tambien en los otros
cuatro meses del año preservados, como arriba se es
presa, á disposicion de los Ordinarios, estando vacan
te la silla arzobispal ó episcopal, ó que de otra ma
mera la disposicion de aquellas vacantes se halle en
tonces reservada, ó afecta general ó especialmente á
Nos y á la Sede Apostólica, ó que toque y perte
nezca por cualquiera título á Nos y á la misma Sede.
Y para mayor declaracion y firmeza de esta concesion
é indulto, subrogamos plenaria y perpétuamente al di
cho Rey Fernando, y á los Reyes Católicos de las Espa
ñas, sus sucesores, que por tiempo fueren, en todos los
derechos competentes hasta aqui á Nos y al Pontífice,
Romano que por tiempo fuere, y á la espresada Sede
Apostólica, sobre la colacion de cualesquiera benefi
cios, en virtud de las reservaciones apostólicas, y
que solian ejercerse por Nos mismo, y por medio de
la Dalaria y Cancelaria apostólica, ó por nuestros
Nuncios y de la referida Sede, residentes en los
reinos de las Españas, ó por otros cualesquiera auto
rizados con facultad para ello por indultos apostólicos;
de manera, que el mencionado Fernando Rey y los
Reyes Católicos sus sucesores, puedan usar libre
mente, y ejercer en todo y por todo, el derecho uni
versal concedido á ellos, de nombrar y presentar á to
dos y cada uno de los referidos beneficios existentes
en los reinos y provincias de las Españas, que ac
tualmente posee el dicho Rey Católico, y de los espre
sados derechos, aunque se halle vacante la Sede
Apostólica, segun las referidas declaraciones , del
mismo modo en que el mencionado Fernando Rey, y
—186
los Reyes Católicos sus predecesores, han acostumbra
do usar de los derechos de su patronato real, y ejer
cerlos en cuanto á las iglesias y beneficios eclesiás
ticos que antes eran del referido patronato real; y
por tanto establecemos y decretamos, que no se haya
de conceder en adelante indulto alguno de conferir
beneficios eclesiásticos reservados á la Sede Apostóli
ca en dichos reinos de las Españas al referido Nuncio
Apostólico, ni á ningun cardenal de la Santa Iglesia
Romana, arzobispos, ú obispos, ni á otros cuales
quiera, sin espreso consentimiento del Rey Católico
de las Españas entonces existente.
Y queremos que todos y cada uno de los cléri
gos ó presbíteros, que fueren nombrados y presen
tados para los espresados beneficios por el dicho Fer
nando Rey, y por los Reyes Católicos de las Españas
sus sucesores, en virtud de la presente concesion,
aunque vacáren estos beneficios por consecucion de
otra iglesia ó de otro beneficio eclesiástico pertene
ciente al Patronato de los Reyes Católicos, ó que por
otra parte sea de la nominacion y presentacion de
los mismos Reyes, ó por resulta Real, como vulgar
mente se dice , esten obligados á pedir y obtener
indistintamente la institucion y canónica colacion de
sus Ordinarios respectivamente, sin espedicion algu
na de letras apostólicas.
Pero si los referidos nombrados y presentados;
obstándoles, de cualquiera manera que sea, el defecto
de edad ú otro cualquier impedimento segun las
sanciones canónicas, para obtener ó retener estos
beneficios, necesitá ren de alguna dispensacion ó gra
— 187—
cia, ó de otra cualquiera cosa que escediere los limi
tes de la autoridad y potestad ordinaria de los Obis
pos; en todos estos casos deban recurrir tambien en
los futuros perpetuos tiempos á la Sede Apostólica,
como se ha hecho hasta aqui, para impetrar y espe
dir las gracias necesarias de estas dispensaciones, y
esten obligados tambien a pagar los derechos y emo
lumentos acostumbrados en la Dataría y Cancelaría
Apostólica; pero sin que deban ser gravados con pen
sion alguna, ó la carga de dar cédulas bancarias.
Nos, pues, adhiriendo al referido tratado, y aten
diendo tambien á la recompensa hecha ya por el men
cionado Rey Fernando, segun la equidad de su real
ánimo, para obviar los menoscabos de nuestra Cámara
Apostólica, previstos por este motivo; por el tenor de
las mismas presentes, decretamos y establecemos per
petuamente, que nunca jamás se reser arán ó impon
drán en cantidad alguna, por mínima que sea, pensiones
sobre los frutos, rentas y proventos de cualesquiera be
neficios eclesiásticos existentes en los dichos reinos y
provincias de las Españas, es á saber, asi en las co
laciones y provisiones apostólicas que por tiempo se
hicieren de los cincuenta y dos beneficios que hemos
reservado arriba á nuestra libre disposicion y de la
Sede Apostólica, y en las confirmaciones de las refe
ridas elecciones hechas por tiempo por algunas per
sonas eclesiásticas y colegios de ellas, como va dicho,
para algunos beneficios que son de su derecho de pa
tronato eclesiástico, y en las concesiones de estas dis
pensaciones y gracias; como tambien en otros cuales
quiera casos que pudieren ocurrir en lo futuro; y
—188—
consiguientemente, que no se hayan de exijir ni exi
jan en modo alguno fianzas algunas ó cédulas banca
rias para su paga; pero quedando firmes las que hasta
el presente dia han sido reservadas, impuestas y da
das respectivamente.
Y queremos, que quede espresamente declarado
por las mismas presentes, segun el tenor del referi
do tratado, que por la cesion y subrogacion de los
espresados derechos de nombrar, presentar, y patro
nato, hecha por Nos á favor del mencionado Fernan
do Rey, y de los Reyes Católicos por tiempo existen
tes, no se deberá juzgar concedida y adquirida juris
diccion alguna eclesiástica sobre las iglesias compren
didas en estos derechos, ó sobre las personas que se
nombráren y presentáren para las mismas iglesias y
beneficios en virtud de esta concesion y subrogacion;
sino que las referidas iglesias, y tambien estas per
sonas, é igualmente las otras en quienes por tiempo
se proveyeren por Nos y por los Pontífices Romanos
nuestros sucesores, los espresados cincuenta y dos
beneficios eclesiásticos ó dignidades, canonicatos y
prebendas, reservados perpetuamente á Nos y á la
Sede Apostólica, como va dicho, deberán permanecer
sujetas respectivamente à la jurisdiccion de sus obis
pos ordinarios, sin que puedan pretender exencion
alguna; salva siempre a Nos y á nuestros sucesores
la suprema autoridad que el Pontífice Romano, como
Pastor de la Iglesia universal, tiene sobre todas las
iglesias y personas eclesiásticas; y salvas siempre las
Reales prerogativas que competen al dicho Fernando
Rey y á su Corona en consecuencia de la Real protec
— 189—
cion, especialmente sobre las iglesias que son del Real
patronato.
Finalmente, por lo que toca á la exaccion, admi
nistracion y distribucion de los Espolios eclesiásticos,
y frutos de las iglesias vacantes en los referidos rei
nos y provincias; habiéndose recompensado los emolu
mentos que provenian de ellos á la Cámara Apostólica,
parte por el referido Fernando Rey, segun la forma del
espresado tratado, y como otra parte se deba recompen
sar sucesivamente en virtud del mismo tratado, con la
paga anual de cinco mil escudos de moneda romana,
que se han de sacar del producto de la Cruzada, y
pagar en los perpetuos futuros tiempos en la Real
villa de Madrid á nuestra disposicion y del Pontífice
Romano que por tiempo fuere, para la manutencion
del Nuncio Apostólico: Nos, adhiriendo igualmente al
dicho tratado, por el tenor de las referidas presentes
y con autoridad apostólica, destinamos y aplicamos
perpetuamente estos Espolios, y los frutos de todas
y cada una de las mesas arzobispales, episcopales, y
otras iglesias existentes en dichos reinos y provincias,
vacantes por tiempo, asi exigidos como no exigidos,
y que cayeren y se exigieren durante la vacante de
las espresadas iglesias, ó que carecieren de prelado ó
administrador, desde el mencionado dia de la ratifica
cion de dicho tratado, á los usos píos á que ordenan
aplicarlos los sagrados cánones; y queremos y man
damos, que en adelante se empleen y distribuyan en
ellos; dando al referido Fernando Rey, y á los Reyes
Católicos de las Españas sus sucesores, libre y plena
facultad de elegir algunas ó muchas personas ecle-.
siásticas que mejor les pareciere, y de nombrarlas
por colectores y exactores de estos Espolios y fru
tos, y por ecónomos de las mesas de dichas iglesias
vacantes; las cuales, teniendo para esto las faculta
des correspondientes, y por la autoridad de las pre
sentes, con la asistencia de la proteccion real, pue
dan y deban respectivamente y esten obligadas á em
plearlos y distribuirlos fielmente en los espresados
llS0S. -
A cuyo efecto, con la plenitud de la autoridad
Apostólica, segun las cosas referidas, reducimos y
moderanos, y respectivamente rescindimos, añula
mos y abolimos por las presentes, no solamente todas
y cada una de las constituciones de los Pontífices Ro
manos nuestros predecesores, publicadas sobre los
Espolios de los eclesiásticos y frutos de las iglesias va
cantes, como tambien todos y cada uno de los ins
trumentos de transacciones, convenciones y concor
dias, hechos respectivamente hasta aqui entre la Cá
mara Apostólica y cualesquiera arzobispos, obispos
y ecónomos de sus mesas, cabildos y diócesis de di
chos reinos y provincias, en cuanto sean contrarios
á las presentes; sino que tambien establecemos con
el mismo tenor y autoridad, que no deban conceder
se nunca jamás en adelante a persona alguna ecle
siástica, aunque digna de especial y especialísima
mencion, en los referidos reinos y provincias, indul
tos, licencias y facultades de testar de bienes y cosas
adquiridas de frutos eclesiásticos, aun para usos píos
y privilegiados, ó de disponer de otra manera de ellos
por causa de muerte; pero salvos los que se sabe ha
—19—
herse concedido hasta el sobre dicho dia, y que to
davía no han tenido efecto:
Decretando, que estas nuestras letras, y todas y
cada una de las cosas contenidas y espresadas en
ellas, y tambien las convenidas y prometidas respec
tivamente en el referido tratado aprobado, confirma
do y ratificado por entrambas partes, como va dicho,
aunque para ellas no hubieren dado su consentimien
to cualesquiera que tuvieren ó pretendieren tener de
recho ó interés en las cosas referidas, ó alguna de
ellas, de cualquier estado, órden y preeminencia
que sean, aunque dignos de específica é individual
mencion y espresion, ó que no hubieren sido llama
dos para ellas, ó por otra cualquiera causa, aunque
jurídica y privilegiada, color, pretesto y título, aun
que comprendido en el cuerpo del Derecho, no pue
dan ser notadas, impugnadas ó llevadas á controver
sia en tiempo alguno, por vicio de subrepcion ú obrep
cion, ó de nulidad ó defecto de intencion nuestra, ó
de consentimiento de los que tengan interés, ú otro
cualquiera defecto, aunque grande, no pensado y
sustancial; ni tampoco porque en las cosas referidas
no se hubiesen guardado en modo alguno ni cumpli
do las solemnidades y otros cualesquiera requisitos
que acaso se deberian guardar y cumplir; ó porque
las causas por las cuales han emanado las presen
tes, no hubieran sido suficientemente deducidas, ve
rificadas y justificadas; ni que puedan impetrar con
tra ellas el remedio de restitucion in integrum, aber
tura de boca y otra cualquiera de derecho, hecho
ó justicia; sino que, como hechas y emanadas para
—192—
estinguir las antiguas y gravísimas disputas, y abolir
las causas de las futuras disensiones, con beneficio
de la paz eclesiástica y el orden recto de las cosas,
sean y deban ser perpetuamente válidas y eficaces, y
surtir y obtener sus plenarios é íntegros efectos; y
que deban observarse inviolablemente por todos y
cada uno de aquellos á quienes toca y de cualquie
ra manera tocáre en adelante respectivamente; y que
sea irrito y nulo, si aconteciere atentarse contra esto
por alguno, de cualquiera autoridad que sea, sabién
dolo é ignorándolo.
No obstante la constitucion de Clemente III y
Bonifacio VIIl sobre la reservacion de los beneficios
eclesiásticos vacantes ante la Sede Apostólica, y de
Paulo III, Pio IV, Pio V, Sisto tambien V, y Ur
bano VIII, Pontifices Romanos, nuestros predeceso
res, sobre la aplicacion de los Espolios de los eclesiás
ticos á la referida Cámara Apostólica y su administra
cion; y tambien otra del primero dicho Pio, de las
gracias de cualquiera manera concernientes al interés
de la misma Cámara, que se deben registrar en ella;
ni las publicadas ó que se publicáren en concilios
sinodales, provinciales y generales; ni las constitu
ciones y ordenaciones, especiales ó generales, que de
cualquiera manera sean contrarias á las cosas sobre
dichas; ni tampoco nuestras reglas y de la Cancela
ría Apostólica, aun la de jure quaesito non tollendo,
privilegios, indultos y gracias, aunque sean de al
ternativas y letras apostólicas, concedidas y emanadas
á cualesquiera iglesias, colegios y personas que go
cen de dignidad eclesiástica, ya sea cardenalicia ó
—193—
secular, aunque dignas de específica é individual
mencion , bajo de cualesquiera tenores y formas
en contrario de lo sobredicho; ni los estatutos, usos
y costumbres de las espresadas iglesias y colegios, ó
cabildos, ó universidades, aunque corroborados con
confirmacion Apostólica ú otra cualquiera firmeza,
aunque inmemoriales; á todas las cuales, y cada una
de ellas, aunque se hubiese de hacer especial, es—
pecífica é individual mencion, ú otra cualquiera espre
sion de ellas y de todos sus tenores, ó se hubiese de
guardar para esto alguna otra esquisita forma, te
niendo sus tenores por espresados en las presentes,
nada omitido, y guardada en todo la forma prevenida
en ellos, como si fuesen insertos palabra por pala
bra en las mismas presentes, con la plenitud de la
potestad apostólica, derogamos y queremos que se de
rogue latísima, plenísima, especial y espresamente
para efecto de todas y cada una de las cosas sobre
dichas, como tambien á todas y cada una de las cosas
que en las mismas presentes letras arriba espresadas,
y las que en otras espedidas sobre la ratificacion del
referido tratado decretamos no obstasen, como ni las
demas cualesquiera que fueren contrarias.
Y queremos, que á los traslados de las mismas
presentes, aunque impresos, firmados de mano de al
gun notario público, y corroborados con el sello de
alguna persona constituida en dignidad eclesiástica,
se dé en todo y en cualquiera parte aquella fé que se
daria á las mismas presentes, si fuesen exhibidas ó
mostradas.
A ninguno, pues, de los hombres sea lícito que
43
—194—
brantar esta nuestra página - de reservacion, conce
sion, indulto, subrogacion, declaracion, aplicacion,
facultad de distribucion, estatuto, decreto, voluntad
y derogacion, ó contravenirá ella con osadía temera
ria; y si alguno presumiere atentar á esto, sepa que ha
de incurrir en la indignacion de Dios Omnipotente, y
de los Bienaventurados Pedro y Pablo, sus Apóstoles.
Dado en Castel-Gandolfo, diócesis de Albano, el
año de la Encarnacion del Señor de mil setecientos cin
cuenta y tres, á cinco de los Idus (dia 9) de Junio; de
nuestro Pontificado año decimotercio.— D. Cardenal
Passionei—J. Datario.—Visto por la Curia.—J. C.
Boschi.—Lugar K del Sello de Plomo.
SECCION 3."
breve de su sanidad que aclara y esplica el
- concordato de 1753.
A nuestro muy amado en Cristo hijo, Fernando
Rey Católico de las Españas, -
BENEDICTO PAPA XIV.
Muy amado en Cristo hijo nuestro: Salud y bendi
cion Apostólica. Despues que por el concordato ajusta
do el dia once del mes de enero del corriente año de
mil setecientos cincuenta. y tres, y ratificado tam
bien mútuamente el dia veinte del mes de febrero del
mismo año, se habian ya compuesto y estinguido del
—195—
todo, con el favor de Dios Omnipotente, las contro
versias, que suscitadas largo tiempo há entre la Santa
Sede apostólica y la Real corte de tu Magestad, y
ventiladas por muchos años, perturbaban aun la paz
deseada por ambas partes; el amado hijo nuestro Ma
nuel Ventura Figueroa , nuestro capellan y auditor
de las causas del palacio apostólico, y plenipotenciarios
de tu Magestad en el negocio del mismo concordato,
nos refirió que el venerable hermano Enrique, arzobis
po de Nacianzo, nuestro Nuncio ordinario y de la re
ferida Santa Sede en tus reinos de las Españas, habia
ejecutado nuestras órdenes, que se le habian dado con
ocasion del mencionado concordato; pero no en el mis
mo modo y forma en que se le habian cometido; y asi
mismo que se habia conducido sin aquel obsequio y re
verencia que convenia y se debe á tu Magestad en la di
reccion de sus cartas circulares á los venerables herma
nos, arzobispos, obispos y otros prelados eclesiásticos
de tus reinos y dominios de las Españas, por las cua
les, para exhortar á los mencionados arzobispos, obispos
y prelados á la pronta y entera ejecucion del mismo
concordato (ya mandado publicar , comunicar y ob
servar diligentísimamente por tu Magestad) hacia sa
ber y esplicaba á los espresados arzobispos, obispos y
prelados la inteligencia, sentido ó declaracion de al
gunos capítulos del referido concordato no sin alguna
equivocacion, confusion y redundancia, y de un mor.
do en nada correspondiente y conforme á muestros re
cíprocos animos é intenciones: lo cual á la verdad oi
mos no sin dolor de nuestro paternal corazon; no
permitiendo la justicia debida á la fé pública del men
—-96--
cionado concordato, ajustado y estipulado por el bien
de la paz y en utilidad de la disciplina eclesiástica, ni
la sinceridad de nuestro ánimo apostólico, que las
cosas contenidas en el mismo concordato se entiendan
de otro modo que el que sea conforme á la ley esta
blecida en el contrato.
Por tanto, para ocurrir con remedio oportuno,
que corte todos los inconvenientes que acaso podrán
resultar de las cartas circulares del referido Enrique,
arzobispo y nuncio nuestro; no omitimos declarar
abiertamente á tu Magestad, que nunca fue nuestra
voluntad apartarnos, ni aun en la mas minima parte,
de cuanto se habia convenido en el mismo concordato;
antes bien establecemos y mandamos, no solo que se
guarden fiel y perpetuamente todas y cada una de las
cosas que á favor de tu Magestad y en utilidad de la
nacion española, fueron concedidas, declaradas y ce
didas; sino tambien, para mayor prueba de la benig
nidad apostólica con que atendemos tus grandes
meritos hacia la Religion Católica, declaramos asi
mismo á favor de tu Magestad, que aquellos que en
adelante fueren elegidos y provistos en las prebendas
magistrales, doctorales, lectorales y penitenciarías,
llamadas de oficio, que acostumbran conferir por opo
sicion y concurso los venerables hermanos prelados
y amados hijos canónigos y cabildos, mo necesitan
que se les espidan bulas bajo el sello de plomo por
esta Santa Sede Apostólica, para confirmacion de las.
mismas colaciones, aunque suceda la vacante en los
meses y casos reservados, y aunque se hubiese acos
tumbrado por lo pasado que se debiese obtener con
- 197—
firmacion apostólica para algunas de las referidas co
laciones; no obstante asimismo que nuestra dataria
apostólica pudiese tambien, segun el concordato, pre
tender, no sin alguna razon, que se debiese continuar
y observar en adelante sin innovacion alguna el mé
todo acostumbrado y antiguo; pues estos casos suce
den rara vez; y asi se trata de cosa de poco momento,
segun en otra ocasion lo espuso en una carta suya el
referido Enrique, arzobispo y nuncio nuestro.
Previendo, pues, Nos que de los estados que
en este asunto pudiese producir nuestra misma data
ría apostólica, podrian originarse no leves pleitos; pa
ra cortarlos, fortalecer y hacer mas y mas estable la
paz y armonía recíproca, cedemos gustosamente el de
recho que en este negocio podria pretender, no sin al
guna razon , nuestra misma dataría, aun conforme al
concordato; el cual, en cuanto sea necesario, con auto
ridad apostólica, derogamos por el tenor de las pre
sentes, y queremos que se tenga por derogado en es
ta parte tan solamente. - “;
Demas de esto, por lo que mira á los derechos
pertenecientes, asi á tu Magestad, como a los venera
bles hermanos, prelados, coladores inferiores y pa
tronos eclesiásticos, esta tan claro y esplicado el con
cordato y nuestra constitucion apostólica que, en eje
cucion del mismo concordato, publicamos por otras
nuestras letras espedidas motu proprio bajo el sello de
plomo, á nueve de junio en este mismo año, que na
da mas queda que hacer, que la debida ejecucion y
observancia de todas y cada una de las cosas que con
tiene. Y á la verdad, pudiendo y teniendo autoridad tu
—198—
Magestad y los reyes católicos, tus sucesores, como
monarcas de las Españas y cesionarios de esta Santa
Sede Apostólica, para usar y ejercer el derecho uni
versal en cuanto á las nominaciones y presentaciones
en todos vuestros dominios; de ninguna manera se
debia hacer memoria en dichas cartas circulares de
patrono eclesiástico. 2 -
Tambien fué por demas aquella declaracion de la
diferencia entre el patronato eclesiástico y el laical en
cuanto á las aprobaciones de los que han de ser nom
brados, respecto de no haberse puesto en el concorda
to ni una palabra, ni determinádose cosa alguna, acer
ca del patronato laica de personas particulares; pues
solo se estableció que nada se habia de innovar acer
ca de él.
Finalmente, debiéndose espedir y continuar las
letras apostólicas bajo el sello de plomo en nues
tra dataría y cancelaría apostólica, sobre todos los ne
gocios y gracias no contenidas en el mismo concordato,
en cuanto á las uniones, permutas, resignas y afec
ciones ó indultos, como llaman, de afecciones y otros
semejantes, donde se trate de derecho de tercero; era
necesario esplicar por las mismas cartas circulares,
que esto se debia entender y observar segun el es
tito de la dataría apostólica, esto es, guardadas las co
sas que se deben guardar, y con tal, y en cuanto in
tervenga el consentimiento, asi de tu Magestad y de tus
sucesores los reyes católicos de las Españas, por
tiempo existentes, como de otros cualesquiera que
tengan interés, y asimismo las testimoniales de los
ordinarios de los lugares. . . . . . .
— 199—
Por último, hemos determinado poner en tu noti
cia todo esto, para que tu Magestad, muy amado en
Cristo hijo nuestro, esté mas persuadido de la since
ridad y rectitud de nuestro ánimo, conducta y accio
nes; y asi mandamos al referido Enrique, arzobispo
y nuncio nuestro, que en nuestro nombre y por nues
tro mandado, haga notorias todas las cosas sobredichas
á todos y á cada uno de los arzobispos, obispos y pre
lados á los cuales habia ya escrito sus cartas circula-,
res, que procurará se le restituyan; y que asi mismo,
cuide de acreditar á tu Magestad la recíproca armonía
y complacencia de ambas cortes.
Asi confiamos en el Señor que sucederá; y pedi
mos con fervorosas súplicas al Padre de las misericor
dias y Dios de toda consolacion que, estrechándose
mútuamente nuestra paternal dileccion y de esta San
ta Sede Apostólica, con tu Magestad y tus sucesores
los reyes católicos de las Españas, y tu amor filial,
y el de ellos con esta Santa Sede y Nos mismo, se
enlacen tambien mútuamente y subsistan firmísimas,
la perpetua justicia y la paz que han de ser tan útiles
a ambas partes. Entre tanto damos á tu Magestad
amantísimamente la bendicion apostólica. Dado en
Roma en Santa María la Mayor, bajo el anillo del
Pescador, el dia diez de setiembre de mil setecientos
cincuenta y tres, de nuestro pontificado año décimo
CuartO. . . . . . . . . . ,, , , , , ,, , ,
y
CAYETANo AMATo. , ,,
(Lugar del Anillo, del Pescador)... . . .
obsERVACIONEs.
El primer punto que ocurre examinar en vista
del concordato de 1753, es el relativo al patronato
de nuestros monarcas en las Iglesias de la Penín
sula y de las Indias, especialmente en lo que hace
á la presentacion para las prelacias, dignidades
y demas beneficios respectivos. Para proceder con
órden en este grave asunto, trataremos en primer
lugar de la regalía en lo que concierne á la pre
sentacion de arzobispos y obispos, y en 2.° lugar
de su ejercicio en la presentacion de las dignida
des, prebendas y demas beneficios; bajo cuyos
dos aspectos se espondrán las principales vicisitu
des que ofrece nuestra historia en el uso de la in
dicada régia facultad.
Viniendo desde luego á la aplicacion de la re
galía al nombramiento ó presentacion de obispos,
será nuestro punto de partida la época de la Es
paña goda; bajo cuya espresion queremos única
mente entender los tiempos posteriores á la con
version de Recaredo; hecho en consecuencia del
cual se estableció en la nacion la mas completa ar
monía entre la Iglesia y el Estado.
Asi supuesto, decimos que, segun nuestra
opinion, los monarcas españoles usaron desde los
primeros tiempos de la España goda, del derecho
de designar las personas que habian de ser insti
—20 -
tuidas en los arzobispados y obispados de España.
Aqui se ofrece desde luego el famosísimo cánon
6.º del Concilio XII de Toledo, celebrado en tiem
p0 del rey Ervigio, año de 681 ; cánon cuyo con
tenido, por lo que hace al caso, es como sigue:
«Todos los obispos de España y de las Galias han
convenido en que, salvo el privilegio de cada pro
vincia, tenga en adelante facultad el pontífice de
Toledo, para colocar como prelados de las indica
das sedes, y elegir por sucesores á los obispos
que fallezcan, á cualesquiera personas que la po
testad real eligiere, y que calificáre como dignos
el espresado obispo de Toledo (*).» Para no em
barazar la presente discusion, omitiremos la con
(*) Será muy oportuno insertar aqui á la letra este cánon, que es
sin duda uno de los mas importantes que se leen en nuestros códi
ces. Dice, pues, asi : «Illud quoque collatione mutuo , decernendum
nobis occurrit, quod in quibusdam civitatibus, decedentibus Epis
copis propriis, dum differtur diu ordinatio successoris, non minima
creatur, et officiorum divinorum offensio, et ecclesiasticarum rerum
nocitura perditio. Nam dum , longe lateque difuso tractu terrarum,
commeantium impeditur celeritas nuntiorum, quo aut non queat re
giis auditibus dedecentis praesulis tran situs innotesci, aut de suc
cessore morientis Episcópi, libera PRINCIPIs El Ectio praestolari;
nascitur saepe, et mostro órdini de relatione talium difficultas, et
regiae potestati, dum coNsuLTUM NosTRUM PRo suBRoGANDIs PoN
TIFICIRUs susTINET , injuriosa necessitas. Unde placuit omnibus Pon
tificibus Hispaniae atque Galliae, ut, salvo privilegio uniuscujusque
provinciae, licitum maneat deinceps Toletano Pontifici, QUoscUMqUE
REGALIs poTEsTAs ELEGERIT , et jam dicti Toletani Episcopi judi
cium dignos, esse probaverit, in, quibuslibet provinciis, in praece
dentium sedium praeficere praesules et decedentibus Episcopis eli
gere successores; ita tamen ut, quisquis ille fuerit ordinatus, post
órdinationis suae tempus, infra trium , mensium y spatium, próprií
metropolitani praesentiam visurus accedat; qualiter ejus auctoritate
vel disciplina instructus, condigne susceptae sedis gubernacula teneat.
Quod si, per , desidiam aut neglectu quolibet, constituti, temporis
metas excesserit, quibus metropolitani sui nequeat obtutibus prae
sentari, excomunicatum se per omnia noverit; excepto , si regia jus
sione impeditum se esse probaverit. Hanc quoque definitionis formu
lam, sicut de Episcopis ita et de caeteris Ecclesiarum rectoribus placuit
observandam.» En este testo se hace notar la poca exactitud con que
se aplica la palabra eleccion, cuyo acto se atribuye en él, ya al rey,
ya al arzobispo de Toledo: respecto de aquel equivale á, la presen
tacion ; respecto de este á la confirmadion y ordenacion. *
--202—.
troversia tan debatida sobre el significado de las
palabras de este cánon, en lo que se refiere á las
facultades que antes y despues de él residieron en
los metropolitanos ó en los concilios provinciales
de España y en el arzobispo de Toledo, respecto á
la institucion de prelados para las sedes del reino;
cuestion que, como es evidente, no tiene un enlace
necesario con la del patronato real.
Bajo este supuesto, haremos notar que el ca
non 6.º referido es un comprobante poderoso del
patronato de los monarcas godos, entendida la voz
patronato en el sentido de derecho de designar
obispos para las sedes del reino; siendo claro, en
nuestro entender, segun el testo que nos ocupa,
que ese derecho no se defirió por el Concilio XII
de Toledo á los referidos príncipes, sino que esta
ba vinculado á su corona desde tiempos anterio
res. Esto se deduce indudablemente, á lo que nos
parece, de aquellas espresiones del mismo cánon,
en que se alegaba como uno de los principalos mo
tivos de semejante disposicion, la dificultad de que
llegase á la corte del rey la noticia del falleci—
miento de los obispos en términos de que pudiese
verificarse la libre eleccion del mismo principe
oportun amente por el antiguo sistema , es decir,
contando precisamente con el metropolitano res
pectivo; y de las otras que se declara que la
potestad régia contribuye con los prelados á rea
lizar el reemplazo de los obispos: consultum nos
—203
lrum pro subrogandis Pontificibus sustinet (regia
potestas). La mas ligera atencion sobre estos luga
res del cánon de que se trata, y la observacion de
que, examinado en su conjunto, resulta sin difi—
cultad alguna que el único particular en que se es
tablece novedad por el mismo, es el concerniente á
la intervencion concedida al arzobispo de Toledo en
la confirmacion de todos los prelados de España,
salvo privilegio uniuscujusque provincia (lo cual
parece significar que se le otorga en la materia
una jurisdiccion cumulativa con la de los metro—
politanos correspondientes, de suerte que haya
en adelante entre el uno y los otros lugar á pre
vencion, segun se dice en términos forenses, sos
teniéndose el hecho del que primero haya toma
do parte en el asunto); todo ello convence la
exactitud del juicio que acabamos de emitir. Es
muy estraño que, al hacerse cargo de este monu
mento conciliar el docto autor de la Independencia
de la Iglesia Hispana, haya dado tan poca impor—
tancia á su contenido, pretendiendo demostrar que,
no obstante esa resolucion de los Padres toledanos,
la Iglesia española procedió durante los diez pri
meros siglos de la era cristiana en la provision
de los obispados con una independencia omnímoda
del poder temporal; puesto que, en opinion del
ilustre prelado á quien aludimos, el cánon que de
jamos apuntado, no tuvo cumplimiento á virtud de
haber sobrevenido luego la invasion de los maho
—204—
metanos. La inexactitud de estos asertos se pre
senta muy clara si se atiende al doble concepto
que ofrece dicho canon , á saber, el de documen
to histórico, que comprueba el ejercicio de la regalía
en cuestion anteriormente al año de 681 ; y el de
precepto dirijido á la conservacion de la misma
facultad en los monarcas para los tiempos sucesi
vos. Digno de aplauso es ciertamente el pensa—
miento de aquel respetable escritor, pensamiento
que, en obsequio de la verdad sea dicho, ha des
empeñado en lo general con el mejor éxito; esto
es, el de defender la libertad de la Iglesia españo
la, ó sea su independencia del poder civil en to
das épocas; pero estamos muy distantes de conve
nir con el escelentisimo prelado á quien nos refe
rimos, que hubiese necesidad de apelar, á fin de
que quedase plenamente satisfecha su intencion,
al estremo de suponer que los reyes godos, como
tambien muchos monarcas de la reconquista, no
habian tenido parte en la provision de los obispa
dos del Reino. Si eslo fuese cierto, nosotros, en
lugar de ver en ello una prueba de que la Igle
sia española habia logrado, en los tiempos que se
mencionan, una racional independencia del poder
temporal; veríamos mas bien en semejante hecho
una prueba de que este la habia mirado con indi
ferencia; puesto que e! poder temporal no se con
siderase facultad), que en nuestro concepto no se
consideró, á intervenir en el reemplazo de los
—205--
obispos por un derecho originariamente suyo y no
derivado del poder eclesiástico.
Mas volviendo á nuestro propósito, notaremos
que las disposiciones del Concilio XII de Toledo,
entre ellas la que particularmente nos ocupa, fue
ron confirmadas por el concilio XIII de los cele—
brados en la misma capital (cánon 9); y que en el
concilio XVI tambien entre los toledanos (cánon
t2), recibió una nueva sancion el patronato de
los monarcas godos, en el sentido en que le veni
mos sosteniendo, en cuanto las traslaciones de
algunos obispos en dicho sínodo verificadas tu
vieron lugar con asentimiento del rey Egica.
Ademas Mayans, en la 3.º de sus Observacio
nes citadas, alega varias autoridades dirijidas á.
probar el ejercicio del derecho de que se trata,
por los monarcas godos: á saber, una carta de
Sisebuto al obispo Eusebio, otras de los insignes
prelados los santos Braulio é Isidoro, y algunos
testos de San Julian de Toledo.
Ahora , en confirmacion de lo que arriba va
indicado sobre que el patronato régio, en el sen
tido en que esta voz se entiende aqui, se ejerció
desde los primeros tiempos de la España goda, ci
taremos desde luego al Padre Mariana, el cual,
en el libro 6.º cap. 17, de su célebre historia,
hablando puntualmente del Concilio XII de Toledo,
y en especial de su cánon 6.º, que sin duda no
comprende bien (asienta el mismo que sus palabras
—206
son oscuras), afirma con tal motivo, que pertene
cia á cargo del Rey crear y elegir obispos en todo el
reino , Por ANTIGUA costuMBRE anterior al año de
681, en que se ha dicho haberse celebrado el re
ferido concilio XII. El erudito canónigo Sabau,
ilustrador del insigne jesuita, en el prefacio al
tomo 4.º de la misma historia (pág. XXVII y si
guiente), señala el ejercicio de la regalía en cues
tion, en la cláusula que vamos á transcribir:
«Pocos años despues del Concilio Toledano IV,
nombraba el rey en todos sus Estados sugetos
capaces para ocupar las sillas vacantes»: cuyas
palabras, dado que, al parecer, no tanto espresan
el orígen de este derecho, cuanto la conviccion
del docto escritor sobre que consta haberle usado
los monarcas por los tiempos que cita, se mues
tran muy conciliables con la opinion que dejamos
insinuada por nuestra parte. Pero todavía halla
mos una autoridad mas terminante en apoyo de
esta: la del célebre Gaspar Cardillo y Villalpando,
cuyos Comentarios sobre los Concilios de Toledo
han merecido siempre la mas justa aceptacion, si
bien su conocimiento no es ahora tan general como
dabiera en nuestro dictámen. En el libro, pues, de
Cardillo, cap. 39, leemos entre otras cosas: «Por
mis noticias históricas relativas á los Concilios de
Toledo, tengo por cosa averiguada, que los reyes
godos conocieron y ejercieron en España Desde el
PRINcipio esta facultad de elegir y nombrar obispos
—207—
para las iglesias.... Asi se observó en España desde
el principio del reinado de los godos convertidos
á la fé; es decir, DEsDE EL TIEMPo DE RECAREDo.»,
Al fin del capítulo inmediato siguiente afirma
el mismo autor, que los reyes godos derivaron
este derecho de un privilegio de la Silla Apostóli
ca; mas el argumento con que pretende autorizar
su sentir, está muy distante de tener la eficacia
que le atribuye: todo él gira sobre una paridad,
fundada en que los demas príncipes que gozan de
iguales prerogativas, las deben á concesiones del
Sumo Pontífice. Esto, como va indicado, no con—
cluye á favor de la opinion del sabio comentarista:
porque, toda vez que no produce el privilegio que
supone, ni ofrece datos históricos acerca de su
existencia, limitándose á aducir ejemplares de
gracias pontificias que han tenido lugar en tiempos
bastante posteriores á los de la España gótica, gra ,
cias en cuya consecuencia ciertos soberanos nom
braban los obispos en sus reinos; aparece por ello
completamente desvirtuado el dictámen que se men
ciona. -
Mas fundado pues, será, á lo que entende
mos, establecer que, siendo preciso admitir una
concesion del poder eclesiástico á favor de los re
yes godos, en cuya virtud estos ejerciesen legiti
mamente el patronato que nos ocupa; suposicion
que antes hemos consignado para aquietar el es
erúpulo del ilustre autor de la Independencia de
—208—
la Iglesia Hispana; aparece lo mas natural en
el caso que, una vez puesta en armonía esta mis
ma Iglesia con el Estado mediante la conversion
de Recaredo, desde luego desplegasen los reyes
de aquella época la prerogativa en cuestion me
diante el consentimiento de los concilios naciona
les, á cuya autoridad estaba sometido entonces
sin duda lo relativo á la confirmacion y ordena—.
cion de los obispos del pais, lo cual á la sazon se
verificaba en España sin recurrir á la Santa Sede
(sin que por eso se niegue el derecho primordial
de esta para la creacion de obispos, derecho que
en la antigua disciplina ejercieron generalmente
los metropolitanos con los concilios provinciales
por delegacion del Sumo Pontifice). Tal consenti
miento, si bien positivo, no era esplícito, á nuestro
modo de ver, sino tácito; dado que no se halla en la
serie de aquellas santas asambleas monumento algu
no que á priori establezca semejante regalía, la cual,
segun lo hemos advertido, se presenta como un he
cho existente y antiguo en el pais, en el Concilio
XII de Toledo. A este propósito cuadra lo que opor
tunamente observa un escritor contemporáneo en
las palabras que siguen: «¿Quién nos dará el tes
to del concordato celebrado entre la Iglesia y Re
caredo, á quien vemos ejercer funciones propias
de la autoridad espiritual, mientras la Iglesia ejerce
las que son peculiares de la temporal? Nadie es
capaz de producirlo, porque nunca ha sido escri
—209—.
to; y lo que es mas, se estaba obrando conforme
al concordato, sin que á nadie le ocurriese que
hubiese un concordato hecho entre las dos Potes
tades (*). *
Todavia podemos aducir, para corroborar lo
que en los párrafos precedentes se afirma sobre la
antigüedad de la regalía de que tratamos y sobre
su orígen mas probable, otra observacion, que
parece bastante atendible. Tal es la de que, al de
ferir la Iglesia española á los monarcas godos, des
de la época de su conversion, la facultad de nom
brar obispos para las sedes del reino (los cuales
habian de ser despues canónicamente instituidos,
segun va supuesto), hubo de atenerse probable
mente á un ejemplar que en el asunto ofrecia la
Iglesia de Francia. Porque en el Concilio V de
Orleans, celebrado en 549, se habia exigido como
calidad precisa para la inauguracion de los obis
pos de aquel Estado, el consentimiento del monar
ca respectivo (**). Sin dificultad, pues, podremos
persuadirnos de que el derecho sancionado sobre
la materia en el vecino reino, con el cual mas
que con ningun otro se hallaba entonces en rela
(*) Historia del derecho de , la Iglesia de España en órden á su li
bertad é independencia del poder temporal.» etc. Barcelona 1845. Pá
ginas 111 y siguiente.
(**) El cánon décimo del citado Concilio francés es á la letra como
ue: «Ut nullum episcopatum per praemia aut comparatione liceat
ipisci; sed voluNTATE REGIs, juxta electionem cleri, ac plebis
(sicut in antiquis canonibus continetur scriptum), consensu cleri, ac
plebis, á metropolitano, vel, quem vice, sua permisserit,, cum cóm
provincialibus pontifex consecretur.» Bail Summa Conciliorum om
nium, tom. 2, pág. 210.
44
—210—
cion nuestra patria, entró por algo en el estable
cimienlo del concordato tácito de que derivaba
mos la regalía en cuestion por lo respectivo á los
monarcas godos: derecho comun á aquel pais con
el de España, que en adelante se consagró en las
Capitulares de Carlo Magno, donde se asegura ha
ber prestado el poder temporal su consentimiento
para que las elecciones de los obispos se verifica
sen con arreglo á los cánones (*).
No concluiremos esta parte de nuestras obser
vaciones sin prevenir que, cuando enunciamos la
regalía de los monarcas godos de que hasta aqui
hemos tratado, lo hacemos confundiendo los dos ac
tos, ya de designar á priori la persona que ha de
ser instituida en la dignidad episcopal, ya de con
sentir la eleccion ó el nombramiento verificado
por un personage ó un cuerpo eclesiástico, para
el mismo destino. Porque no falta quien cuestione
acerca de la especie de intervencion que los mo—
narcas godos tuvieron en la provision de los obis
pados: esto es, si designaban préviamente á los
que habian de ejercerlos, para que fuesen á segui
da instituidos canónicamente en sus cargos, puesto
que no apareciese ser indignos; ó si el poder real
se limitaba entonces á consentir á posteriori las
eleciones ó los nombramientos por personas ecle—
siásticashechos para las dignidades de que se trata.
.
el cer s; lib. 1. - -
--244 —
El uno y el otro sistema parece haber regido en
los tiempos de la España goda. El cánon 6.” del
Concilio XIl de Toledo, en la alternativa que esta
blece por las palabras AUT NoN QUEAT REGIIs AUDIT1
Bus DECEDENtis PR EsULIs TRANSITUs INNotEsc, AUr
DE sUCCEsoRE MorrieNTIs EPisco Pl LIBERA PRINCIPIs
ELECTio PR. EstoLARI, manifiesta, á lo que creemos,
que en los tiempos anteriores á dicha santa asam
blea, se veian casos, ora de que, elegido ó nom
brado ya el sucesor al obispo difunto dentro de
la respectiva provincia, este acto fuese consul
tado con el príncipe, para que, conociendo las
prendas y circunstancias del electo, aprobase ó
rechazase la eleccion; ora de no darse al monarca
conocimiento mas que del hecho de la muerte
(transitus) del prelado, para que tomase la iniciar
tiva en el reemplazo respectivo. Asi comprende
mos que se deduce del contesto literal del cánon
que nos ocupa; al paso que, en el hecho de esta
blecer en su parte dispositiva, que en adelante,
pueda el arzobispo de Toledo instituir por prela
dos para las provincias, QuoscUAgUE REGALIs Fores.
TAs ELEGERIT, ET JAM DICTI ToLETAN EPISCOPI
Judicium dignos Esse Paobavenir, esto es, hacién
dose cargo en primer lugar del requisito del bene
plácito régio, y en seguida de la calificacion por
dicho arzobispo; puede, á nuestro modo de ver,
asegurarse que el concilio quiso que en lo futuro
precediese la designacion del monarca á todo ac
—212—
lo del poder eclesiástico en la materia; ó lo que es
lo mismo, que la corona ejerciese el derecho que
llamamos propiamente de presentacion. La palabra
quoscumque , que puede parecer indiferente , tal
vez corrobora la opinion que se acaba de insinuar,
en cuanto de un modo muy natural indica que en
semejante sistema la voluntad del Rey campeaba
en terreno mas vasto que en el del asenso ex-post-
facto; que en el segundo de estos casos el pro
puesto al Rey seria por lo comun originario de la
provincia en que habia ocurrido la vacante y ve
rificándose la eleccion ó el nombramiento consul
tado; al paso que en el primero se supone que el
príncipe presentaría para los obispados á eclesiás
ticos de cualquiera provincia , en quienes creyese
que concurrían la capacidad y demas circunstan
cias que son de exijirse á un prelado , y además
las propias de un consejero de la corona (*) ; pues
á esta doble dignidad eran llamados entonces tales
personages, en virtud de la intervencion que á la
vez tenían en el gobierno de la Iglesia y en el del
Estado; en cuanto á lo último por concesion del
Rey. De aqui el que todavía se titulen nuestros obis
pos miembros del Consejo de S. M.
Hemos creído oportuno dar tanta latitud hasta
aqui á las presentes observaciones, á fin de contri
buir cuanto nos sea dado á que se fije mas y mas de
(♦y Can. í.concil.VIIdeTotedo.
º —213—
un modo seguro el origen histórico del patronato
de nuestros monarcas en su parte mas trascendental;
precioso derecho que hemos procurado vindicar,
en lo que hace á la época que va recorrida, de las
contradicciones de que es objeto para algunos es—
critores respetables. En lo sucesivo podemos ser
respectivamente mas breves, como lo exige el ca
racter de este escrito; una vez que las pruebas
que en apoyo de aquella prerogativa hemos de ale
gar, son menos susceptibles de largas controversias.
Prosiguiendo, pues, la reseña histórica co
menzada, por lo que concierne á la época de la
reconquista, hallamos que en los primeros tiempos
de esta el ejercicio de la regalía en cuestion hubo
de ser muy limitado por necesidad. La razon es la
siguiente. La invasion de los sarracenos nos ofre
ce desde luego dividida la España en dos grandes
fracciones: la pequeña porcion de patriotas que,
luchaban contra los mahometanos y que por con
secuencia, vivian independientes de estos; y la ma
yoría inmensa del pais, subyugada por los con
quistadores, sometida á sus leyes, y que profesaba
no obstante la verdadera Religion, tal vez en su
libre culto garantida por solemnes capitulaciones
otorgadas con el vencedor al ocupar este los res
pectivos pueblos. Asi las cosas, visto es que los
monarcas de la reconquista, mediante á estar in
comunicados con estos mismos pueblos, apenas
pudieron usar de la prerogativa declarada en el
-2M 4—
Concilio XII de Toledo: y que aparece exac
to lo que, refiriéndose en sus noticias á la España
Sagrada del P. Risco, tomos 37, 38 y 39, afirma
por lo relativo á los indicados tiempos, un escritor
nacional contemporáneo: «Que se hacian eleccio
nes de obispos, ya por los cabildos, ya por los re
yes, ó bien en la misma Iglesia, ó ya en los luga
res de Asturias, donde estaban huidos y morian;
y que se les ordenaba por los otros, dándoles y
conservándoles los títulos y asignacion á las igle
sias correspondientes que vacaban, aunque estu—
viesen en poder de los moros, y aun desoladas y
destruidas; y que estos obispos desde alli las go.
bernaban , y dirigian á sus fieles en la manera
que les permitian las circunstancias; lo acreditan
infinitos monumentos.... (*) *
Por lo demas, si se buscan hechos particulares
que prueben la intervencion que tuvieron los reyes,
en los varios Estados de la reconquista, en el nom
bramiento de los obispos, desde el siglo VIII hasta
el XII inclusive; nos los ofrecen los anotadores á
las Instituciones canónicas de Selvagio (lib 1.° tí
tulo 19), y Mayans (citada Observacion 3.º). Por
otro lado, los Papas, lejos de oponerse al uso de
esta regalía, daban muestras de conformarse con
... ... ¿, si
º ¿iº º ¿¿?
cabiIdos en nuestra nacion; 1undancios 9
o de Mérida celebrado el año 704 de la Era española 666 de la
vulgar l. - -
— 21 5—
él, como, prescindiendo de otros documentos que
pudiéramos aducir, se infiere de nna carta de San
Gregorio VII (llildebrando) al rey Alfonso VI de
Leon , I de Castilla, que inserta el cardenal de
Aguirre en su coleccion de concilios, tomo 3, pá
gina 256; y lo acredita particularmente otra co
municacion semejante de Urbano Il á Bernar
do, arzobispo de Toledo, fecha 15 de octubre de
1088, en la cual se leen estas palabras; «Volun
tate et consensu unanimi comprovincialium popu
lorum , pontificum, atque principum, et Ildephon
si, ercellentis Regis, te, frater charissime, Ber
narde, primum illius urbis (Toletana), pos lanta
tempora, praesulem eligi, divinae placuit examini
Majestatis». ¡Qué cosa mas natural que la influen
cia de los monarcas restauradores en el nombra
miento de los obispos que se iban constituyendo
en aquellas ciudades de la Península que sucesi
vamente se reconquistaban de los moros!,
El célebre código de las Partidas, que se formó
durante el siglo XIII, reinando Alfonso el Sabio
y que, en opinion del que esto escribe, que no
es por cierto la mas comun, fué promulgado por
el mismo príncipe, que dirigió los trabajos de esa
notable obra de legislacion; el primer libro, de
cimos, de las Partidas, en su cap. 5, ley 18,
ofrece un poderoso, comprobante histórico de que
continuaba por su tiempo en ejercicio la regalia
que nos ocupa, generalizado el sistema de la elec
—216—
cion por los cabildos. Hé aqui el testo de dicha ley:
«Antigua costumbre fué de España, et dura to
davía, que cuando fina el obispo de algunt lugar,
que lo facen saber los canónigos al rey por sus
compañeros de la eglesia, con carta del dean et
del cabildo de como es linado su perlado; et quel
piden merced quel plega que puedan facer su elec
cion desembargadamiente, et quel encomiendan
los bienes de la eglesia: et el rey otorgágelo, et
envíalos recabdar. Et despues que la eleccion fue
re fecha, preséntenle el eleito, et él mandal entre
gar de aquello que recibió....» (*)
Macamaz, en su Pedimento (núm. 40), sostiene
que cuando comenzaron las reservas pontificias,
se dejó á salvo la regalía de los monarcas españo
les en lo relativo á la promocion de los obispos del
reino; y que asi lo declararon entonces las actas
que prevenian aquellas.
Lo cierto es que la Novísima Recopilacion (ley
1." tit. 17 lib, 1.") nos ofrece disposiciones de don
Alonso XI, años 1338 al 1348, en las cuales se
confirma el derecho de nuestros reyes en los tér
minos que vamos á consignar: «Costumbre antigua
es en España, que los reyes de Castilla consientan
las elecciones que se han de hacer de los obispos
y perlados, porque los reyes son patronos de las
iglesias; y costumbre antigua fué siempre, y es
(*) Edicion de la Academia de la Historia.
-
—217—
guardada en España, que cuando algun perlado ó
obispo finare, que los canónigos é otros cualesquier,
á quienes de derecho y costumbre pertenece la elec
cion, deben luego hacer saber al rey, por mensagero
cierto, la muerte del tal perlado ó obispo que finó,
é antes de esto no pueden ni deben elegir el tal
perlado ó obispo: é otrosi, desque el tal perlado
ó obispo fuere elegido como debe, y confirmado,
fué y es costumbre antigua, que antes que haya de
aprehender posesion de la iglesia , deben venir
por sus personas á hacer la reverencia al Rey: y
por esto rogamos y mandamos á todos los arzobis—
pos é obispos, é otros perlados cualesquier, é á
todos los cabildos de las iglesias catedrales, que
agora son y serán de aqui adelante, que guarden
á Nos, é á los Reyes que despues de Nos vinieren,
la dicha costumbre y derechos que en esta razon
tenemos; y que no sean osados de atentar ni hacer
las tales elecciones, sin que primeramente nos lo
hagan saber, y Nos sobre ello veamos y provea
mos como cumple á nuestro servicio: é si en otra
manera lo hiciesen, y lo susodicho no guardasen,
habriamos por ningunas las tales elecciones, y
procederemos sobre ello como cumple á nuestro
servicio, porque el nuestro derecho sea siempre
conoscido y guardado.» -
Comprueban mas y mas el ejercicio de la rega
lia que nos ocupa, dos notables documentos del
siglo XV de que vamos á ocuparnos. El primero es
—218—
el ordenamiento que para el régimen del consejo,
dictó D. Enrique III en las Córtes de Segovia de
1406, en el cual dicho príncipe reservaba esclusi
vamente á su persona las suplicaciones de obispos,
en las palabras siguientes: «Otrosi, porque los
del mi Consejo sepan mi voluntad, quiero declarar
cuales son las cartas que yo quiero librar de mi
nombre, sin poner en ellas su nombre ninguno de
los del mi Consejo... Son estas... nuevas suplica
ciones de perlados é de otros beneficios, é de pre
sentaciones, é de patronatos, é capellanías é sa—
cristanías.» El segundo documento indicado se pu
blicó en las Córtes de Valladolid de 1442, reinan
do D. Juan II. En él se manifiesta que el Consejo
llegó á tener intervencion en las suplicaciones de
prelados; á cuyo acto se dió cierta forma eclesiás.
lica, como se ve por su contenido, que es asi:
«Otrosi, que en las suplicaciones de prelacias ó dig
nidades, que á su merced place, que todos los del
Consejo que fuesen diputados, é con ellos los pro
curadores de San Benito de Valladolid,, é de Ras
cafria, é de Montamarta, ó los dos dellos, si el Rey
fuere aquende los puertos; é si aliende, que sean
con los del dicho Consejo, los procuradores de San
Bartolomé de Lupiana, é de Santa María de Gua
dalupe é de Rascafria, ólos dos dellos, como dicho
es; sobre juramento que todos fagan que, pospuesta
toda afeccion é interese, é toda otra cosa que lo em
bargar pudiese, nombren la persona que segun Dios
— 219 —
é sus conciencias entiendan ser idónea é pertene
ciente, é que cumple á servicio de Dios é del di
cho Señor Rey é á bien de la Iglesia, para la tal
prelacía ó dignidad. Pero que este nombramiento
non lo puedan facer falso pasados veinte dias del
dia que la vacacion vacante fuese sabida en la
corte: el cual nombramiento fagan de aquellos por
quien fuere al Rey suplicado para la tal vacacion
ó fueren nombrados para ella; é que el Rey supli
cará por la tal persona que todos ellos ó la mayor
parte se acordaren como dicho es.» Alguno dirá
tal vez que estas ordenanzas prueban tan solo que
el Rey recomendaba al superior eclesiástico com
petente las personas que le parecian mas dignas
de obtener los obispados de la nacion; pero si se
atiende á las formalidades con que se procedia en
el nombramiento de que se habla en el último de
los testos que acabamos de aducir, nombramien
to que, segun las palabras del mismo, solia re
caer sobre candidaturas autorizadas; desde lue
go se comprende sin género de duda, que la supli
cacion del príncipe no tenia, en semejante estado
de cosas, una importancia y eficacia menor que la
eleccion admitida por el cánon 6.º del Concilio XII
de Toledo, y que la presentacion consignada en
el concordato que nos ocupa. -
Pero hemos llegado á una época en que los
Pontifices, propagadas con estraordinaria latitud
las reservas, se propusieron convertir el derecho
- —220—
de confirmar las elecciones de los obispos, en el
de verificar sus nombramientos; asi que, á favor
de la debilidad de algunos de nuestros Monarcas
y de las perturbaciones del pais, se vieron ejem
plares de que se confiriesen las prelacías del mis
mo á estrangeros que tal vez nunca venian á resi
dir en sus diócesis: «mal mucho mas grave en Es
paña que en otras partes de Europa; porque los
Estados episcopales, como que cubrian frecuente
mente la frontera de los moros, eran una valla im
portante para la defensa nacional, que no conve
nia fiar á manos de estrangeros ni de ausentes;»
segun con mucha oportunidad observa el docto
historiador contemporáneo W. H. Prescott (*).
De aqui surgió una empeñada contienda entre
las dos Potestades. Vinieron á terminarla felizmen
te los Reyes Catolicos en 1482 por concordia ajus
tada con el Pontífice Sixto IV; concordia en cuya
virtud nuestros monarcas siguieron interviniendo
sin dificultades ulteriores en la promocion de los
obispos, segun lo establecido por el cánon de To—
ledo que poco ha se recordaba, interpretado como
lo hemos hecho en las presentes observaciones. Es
tan curiosa la relacion que de tales acontecimientos
hace el entendido escritor D. Santiago Agustin
Riol, en el informe elevado á 16 de junio de 1726
º), «Historia del reinado de los reyes Católicos D. Fernando y doña
¿?
Ul.0 65.
traduccion del doctor Sabau y Larroya; parte primera capí
—22—
al rey Felipe V, por quien se le habia prevenido
apuntase las noticias que sobre el estado de la
cuestion de regalía y otras en tiempo de los reyes
Católicos, ofreciesen los archivos del pais, y en es
pecial el de Simancas; que nos parece muy con—
veniente estamparla á continuacion. Es, pues, co
mo sigue:
«Hallaron (los reyes D. Fernando y Doña lsa
bel) los arzobispados y obispados de sus reinos
ocupados de sugetos tan poco conformes para ejer
cer el oficio pastoral, como lo fueron las circuns
tancias que ocurrian para ser nombrados. Estingui
do el estilo que tenian los cabildos de las iglesias
de España para la eleccion de sus obispos, se in—
trodujo por los Pontífices y los Reyes una contien
da muy reñida sobre á cual de estas autoridades
pertenecia; y aunque no se declaró por entonces
este derecho á favor de ninguna, usaron ambas de
él, venciendo en las ocasiones la que tenia mas
fuerza para sostener su intento; y asi hallaron los
Señores Reyes Católicos, á su ingreso, obispos pre
sentados por una y otra. Los ahogos y las fatigas
padecidas por el Sr. Rey D. Enrique (IV), no le
dejaron en la plena libertad de escoger lo mejor;
y el tiempo fue tan fatal, que era preciso distri
buir estas dignidades entre sugetos á quienes, por
lo belicoso de sus génios y por la dependencia de
parientes poderosos, se les asegurase, para que no
avivasen ó hiciesen mayor el fuego de la sedicion
—222—-
intestina. Los electos por los Pontífices eran co
munmente estrangeros: no veian sus iglesias unos,
ni otros, y sacaban de ellas gruesas rentas, para
convertirlas en el fausto y ostentacion impropia de
su misma dignidad. Los estrangeros enviaban otros
de su nacion con poderes absolutos para gobernar
las.....» (Habla aqui de las quejas que se dieron
á los reyes de los escesos de estos gobernadores y
de los prelados, y de las providencias en su razon
adoptadas; y prosigue asi:) a
«Para conseguir que la eleccion de todos (los
prelados) fuese únicamente de los reyes, practi
caron cuantos medios fueron imaginables. Luego
que vacaba un obispado, escribian al dean y ca
bildo de la misma iglesia, y á las justicias reales de
la diócesis: « que bien sabian que los arzobispados
» y obispados de estos reinos se debian proveerá vo
a tod l rey que en ellos reina; y que ningun cabildo
»ni otra persona debia proceder á la eleccion (es voz
» propia suya ) de prelado sede vacante, sin haber,
» primeramente espreso mandamiento y licencia del
rey. » Ordenaban á los cabildos no pasasen á ele
gir prelado ni á admitir por tal á quien no fuese
presentado por los reyes ; y que si alguno acu—
diese con bulas para tomar posesion, no diesen
cumplimiento á ellas, antes bien las recojiesen,
juntamente con la persona que las presentase, y
las enviasen á la corte con seguridad: imponiendo
á los cabildos que lo contrario hiciesen, las penas
—223—
de estrañeza temporalidades y otras. Y aunque
como se ha dicho, muchos de los obispos de Es—
paña eran estrangeros , y gozaban las rentas de
sus iglesias en Roma y otras partes; si cuando fa
llecian, proveia el Pontífice los obispados, sa
biéndose acá al mismo tiempo la vacante y la elec
cion; usaron los reyes del medio de secuestrar las
rentas de los obispados, depositándolas en personas
fieles, para acudir con ellas á quien ordenasen;
reiterando á los cabildos el encargo de que no die.
sen la posesion.
« Los ministros de Roma, como estaban en la
de ver gozar de estas gruesas rentas á muchos de
su curia, escitaban el ánimo pontificio para que
tuviesen efecto sus elecciones; y los reyes lo de
fendian con tanto teson, que admira lo que
ejecutaron oponiéndose vigorosamente á los inten
tos y amenazas de los sumos pontífices Sisto IV,
Hnocencio VIII, Alejandro VI, Pio III y Julio II.
Llegó á tanto esta reñida controversia, que en
Roma prendieron á D. Francisco Santillan, obispo
de Osma, embajador de los reyes, privándole
el Papa del obispado y secuestrándole sus bienes;
y murió encarcelado. Los reyes prendieron en
Medina del Campo á Dominico Centurion, em
bajador del Papa; y para librarse de su real
indignacion , se halló precisado á desnudarse del
carácter de embajador, y á jurar obediencia y
vasallage á los reyes; y despues á ser instru
—224—
mento para que se efectuase una concordia entre
las dos cortes, muy ventajosa á la de España; la
cual se estipuló en el año de 1482; y pude des
cubrirla en el archivo de Simancas en el pri
mer legajo intitulado Cruzada y Subsidio. -
«Si hubiese de referir lo que he visto sobre
este punto, me dilataria mucho....
«Por estos medios obtuvieron (los reyes católicos)
la omnímoda presentacion de los obispados de sus
reinos; y consiguieron colocar en ellos prelados tan
grandes, que se puede decir que su conjunto no
lo tuvieron mayor las iglesias de España en muchos
siglos.....» (”)
Asi resuelta la cuestion de regalia, no es es—
traño que hallemos mencion espresa del derecho
de presentar para obispados, en el testamento de
la reina Doña Isabel I otorgado en Medina del
Campo á 12 de octubre de 1504; ni que el empe
rador Cárlos V y la reina Doña Juana, su madre,
afirmasen en 1575, que «ellos y los reyes sus pro
genitores habian estado y estaban en la costumbre
de hacer dichas presentaciones y nominaciones; »
ni que Felipe II hubiese dicho diez años antes,
como se observa en la ley 4, tit. 17, lib. 1.° de la
Novísima Recopilacion: «Por derecho y antigua
costumbre, y justos títulos y concesiones apostóli
(*) Dicho informe, párrafos 22 siguientes. Este importante do
cumento se , halla en el tomo 3. º del Semanario Erudito que publi
caba en Madrid D. Antonio Valladares de Sotomayor.
—22S^
cas, somos patron de todas las iglesias catedrales
de estos reinos ; y nos pertenece la presentacion
de los arzobispados y obispados, y prelacias yaba-
días consistoriales de estos reinos , aunque vaquen
en corte de Roma» .
El concilio Tridentino , en la sesión 24, capí
tulo 1 de la Reforma general , cláusula Omnes
vero el singulos, ba declarado que no innovaba en
cuanto á los derechos de presentar obispos , que
tuviesen cualesquiera personas , por cesion de la
Santa Sede, ó por otro título que las facultase pa
ra intervenir en semejantes promociones.
Aqui concluimos la reseña histórica de la re
galía en lo que se refiere á la presentacion de ar
zobispos y obispos. Mayans, en la Observacion 3.*,
á que nos hemos referido, cita multitud de autores
regnícolas célebres, en cuyas obras se mencionan
las varias declaraciones que. en Roma recayeron
confirmando la cuasi-posesion de los monarcas
españoles en el particular : alli podrán , pues , re
currir los que deseen mas pormenores acerca de
él. Pero nos parece oportuno dar fin á esta parte
de nuestra ilustracion, por las palabras con que el
mismo escritor termina aquel capítulo de sus co
mentarios, á saber: «El uso del derecho del patro
nato puede ser de muchas maneras; y por cual
quiera de ellas que se conserve, aunque segun la
variedad de los tiempos se varíe y se. mude una en
otra ,' siempre se mantiene el derecho principal. ¥
—226- .
esta última observacion debe tenerse muy presen
te, para reconocer la firmeza de las pruebas de,
que los Reyes de España siempre han tenido y,
conservado el derecho de patronato de todas las,
iglesias catedrales; porque siempre han usado, de,
él, de una manera ó de otra, segun las varias
costumbres de las iglesias, reinos y tiempos, y las
concesiones que han hecho de su uso. Y asi unas,
veces han nombrado ó elegido obispos presentados,
al metropolitano, otras han dado licencia para,
elegirlos, y otras han aprobado las elecciones.
hechas: variedad que, habiendo sido del uso del
patronato Real, no debe confundirse con su natu
raleza. Y si esto es asi, siempre han conservado,
los Reyes de España el patronato universal de tor
das las catedrales.... » , , l . . . . . .»
Por lo que hace á la intervencion de nuestros
reyes en el nombramiento de prelados inferiores á,
los obispos, asi seculares como regulares, pudié—,
ramos producir bastantes documentos en compro—,
bacion de ella, algunos por cierto bien antiguos,
si nos propusiésemos tratar con latitud esta mate
ria. Por ejemplo, en el tomo III de la coleccion de
Aguirre se nos ofrece la epístola del Papa Bene
dicto VII (siglo X) al abad del monasterio Bisul
dense; en la cual, declarando el derecho de los
monjes para elegir ahad en adelante, y haciendo,
espresa mencion de que el Rey no le constituya,
se muestra claramente cuan grande y decisiva ha
—227—
bia sido hasta entonces la accion del monarca en
semejantes provisiones. Además, D. Alonso XI,
D. Enrique II y D. Juan I (siglo XIV), en las dis
posiciones que comprenden las leyes 2." y 3." ci-,
tado tit. 17, lib. 1." de la Novísima, fundan de
un modo muy positivo el patronato general de
nuestros reyes en los monasterios y abadengos del
pais, al paso que prohiben tener encomiendas en
los mismos á toda persona lega que no sean,
SS. MM. Mas prescindiendo de estos y otros docu—
mentos, de los cuales seria fácil inferir la existen
cia del derecho en cuestion, consignado como en
ellos se halla el fundamento en que se apoya; no—
taremos, que los reyes D. Enrique II en Burgos,
año de 1377; D. Juan I en el mismo punto dos
años después; D.Enrique III en Tordesillas, año
de 1 401 ; D. Enrique IV en Santa Maria de Nieva,
año 1473; D. Fernando y doña Isabel, en Madri
gal, año de 1476, y en Toledo 1 480; afirmaron, se
gun se observa en la ley 1.." tit. 14 del mismo li—
bro en la Novísima, que «de las prelacías y digni
dades mayores siempre los Santos Padres (los Pa—
pas) proveyeron á suplicacion del Rey que á la sa
zon reinaba:» con cuyas espresiones va conforme
la ley de Felipe II poco ha citada, en cuanto dice:
«Nos pertenece la presentacion de las PRELACIAs y
ABADIAs coNsistor IALEs de estos reinos, aunque va
quen en corte de toma.» Este derecho y los de
mas que comprende el patronato Real, se confir—
—228—
man por el contenido de las letras apostólicas que
los monarcas españoles obtuvieron de los Pontífi
ces, Alejandro VI, año de 1493; Adriano VI, año
de 1523 ("); Clemente VII, año de 1529; Pau
lo III, año de 1536; y de otras espedidas por los
papas sucesivos (“”). -
Asi asentada la regalía que nos ocupa, como
punto de derecho general y sin contar con los he
chos particulares que en contrario pudieron ocurrir,
ora respecto de los arzobispados y obispados, ora
en cuanto á las prelacías y abadías consistoriales,
seculares y regulares, ora por último en lo pertene
ciente á las dignidades mayores, aunque no se ha
(*), Maríana, año correspondiente del sumario que termina su histo
ria, indica ademas que esta bula, fecha 6 de setiembre del mismo, ase
guró á nuestros reyes el derecho de presentar para los arzobispados y
obispados de España.
Riol, al párrafo 70 de su Informe, hacia presente al rey, que no se
habian sacado todas las ventajas posibles de esta gracia , que en buena
parte, segun él, no alcanzó el debido cumplimiento, á pesar de que in
dican lo contrario las leyes aducidas, aqui. Véase, pues, cómo se es
presa Riol reseñando el deplorable abandono en que estuvieran los pa
peles de la secretaria del patronato:
«El Sr, emperador Cárlos V obtuvo de la santidad de Adriano VI, su
maestro, la omnimoda presentacion de todas las abadías consistoriales
de sus reinos, como si hubiesen sido fundadas y dotadas por la corona.
Para usar y ejercer el Sr. emperador íntegramente esta utilísima gra
cia, y sus sucesores, escribió circularmente á todos los arzobispos y
obispos de todos sus reinos y señoríos en el año 4523 (que fue el de su
concesion), para que enviasen razon individual de las º habia en cada
una , de sus diócesis, al Consejo de Castilla. Ademas de esta dilijencia,
nombró S. M. diferentes sugetos para que averiguasen el número y
circunstancias de estas abadias; pero habiendo pasado estos informes
y ayeriguaciones por el Consejo, se sepultaron en tal olvido, que aun
de la noticia de háberse mandado ejecutar ha carecido la cámara y la
secretaria; con que quedó inoficiosa esta amplisima gracia: lo que no
sueedió en las de la corona de Aragon, Valencia y Cataluña, que en
virtud de ella presenta V. M. en aquellos reinos las nuevas y grandes
dignidades y abadías que se sabe; porque hubo distinto cuidado con los
papeles en aquel Consejo que en el de Castilla.»
(**) Mayans, observacion XI. «Por esta causa, añade el mismo escri
tor, dice el presente concordato, que no ha habido controversia sobre
los nombramientos para las catedrales, prelacías y abadías consistoria
les, aun de monastérios.»
—229—
llen inscritas en el libro del Consistorio; será con
veniente advertir que, cuando las reservas habian
alcanzado su mayor latitud , los monarcas espa
ñoles ejercieron en ciertos tiempos su patrona
lo de un modo indistinto, asi sobre estas, como
sobre las demas dignidades, prehendas y benefi
cios de las iglesias del reino; segun nos lo acredita
ltiol en las cláusulas que vamos á transcribir de
su Informe, relativas á la época de los reyes Ca
tólicos. Son como sigue: s;
«Estaban ocupadas las dignidades, canongías,
raciones, abadías y piezas eclesiásticas, de mu
chos sugetos indignos, que entraron á la posesion de
ellas por el perjudicial medio de las espectativas,
reservas, regresos y resignaciones usadas en aquel
tiempo.... Dábanse muchas á cardenales y otras
personas estrangeras; y estos hacian regresos de
ellas..... Estilábase conceder los Pontífices á los
mismos cardenales y estrangeros, la gracia de que
proveyesen todas las dignidades, canongias, ra
ciones, prebendas y beneficios que vacásen en este
ó aquel obispado, durante sus vidas ó por tiempo
limitado: de que provenia estar los cabildos llenos
de gente incapaz por su ignorancia, indigna....»
«Para reparar este daño, y poblar las iglesias de
ministros dignos y correspondientes, son impon
derables los medios de que usaron los reyes. Lue
g0 que vacaba alguna dignidad ó prebenda, escri
bian al Papa pidiendo la proveyese en la persona
—230
que proponian. Al mismo tiempo avisaban al ca
bildo de esta interposicion; y porque entendian
que Su Santidad condescenderia á ella, le ordena
ban depositase los frutos de la tal prebenda hasta
nueva órden; de que he visto muchos ejemplares.
Pero lo que admira es, no solo que por estas inter
posiciones consiguiesen un crecido número el efec
to de ellas; sino que el modo de hacerlas fuese
con tanto teson y entereza, que escediese los limi
tados y blandos términos del ruego; usando, en el
caso de la negativa, de la fuerza de su autoridad,
para que no se diese cumplimiento á las bulas sin
presentarlas antes en el Consejo, y reiterar las ór
denes para el embargo de los frutos; como suce
dió con las del deanato de Toledo en el año de
1476, que pidieron á Su Santidad para el presbí
tero Présamo, y otros. . . .
«Aunque por este medio, como he dicho, se
conseguian algunas presentaciones; como no te
nian mas fuerza que las del ruego.... no produjo
todos los efectos que convenian al intento. Para lo
grarlos con plenitud, obtuvieron los reyes de los
sumos pontífices Sixto IV, Inocencio VIII y Ale
jandro VI, indultos amplísimos para presentar y
nombrar personas de su satisfaccion á las digni
dades, canongías, raciones, préstamos y bene
ficios de las iglesias metropolitanas, catedrales
y colegiales de estos reinos; y por jueces ejecu
tores de ellos, el capellan mayor de los reyes ú
—33=
dtros obispos que nombraban. Fueron tan útiles
estos indultos, y tan copiosas las presentaciones que
hicieron en su virtud, que solo el día 30 de octu
bre de 1488 pasaron mas de 20 dignidades y pre
bendas.... En el año de 1499 obtuvieron los reyes
de la santidad de Alejandro VI, breve revocando
todas las reservas y coadjutorías (").»
Por lo que respecta al patronato universal de
los monarcas españoles en el reíno de Granada y en
tos dominios de Indias, jamas ha sido este objeto
de controversia, como claramente se dice en el
concordato que nos ocupa. Los títulos en que se
apoya la regalía, tratándose de las respectivas igle
sias, se hallan consignados en dos bus muy ter
thinantes, que vamos á citar. La primera fue es—
pedida por el Papa Inocencio VIII á 8 de diciem
bre de 1486; y por ella se concedió «á los Reyes
Católicos y á sus sucesores, el derecho de patro
mato en todas las iglesias y monasterios del reino
de Granada, y demas tierras é islas ganadas, y
que en adelante se gamasea á los mahometanos.»
1'or eso suelen llamarse las catedrales y colegia
tas de este distrito, iglesias de conquista; y es tan
estenso el patronato que en las mismas ejercen
nuestros monarcas, que hasta se estiende á las pre
bendas de oficio correspondientes; siendo el Rey
el que nombra para ellas, en virtud de la propues
, , , . . . . . . . . . . . . . .
o e , "... . . . . ... , , -, - º
-
* -
(*) Dicho Informe, párrafos 27 al 32. ... " -- .
la en terna que elevan los cabildos, prévias las op0
siciones que son de ley general para tales casos,
. . La otra bula iudicada fue espedida por la san
tidad de Julio II á 28 de julio de 1508, con acuer
do y unánime, consejo del sacro colegio; y por
ella se concedió á los reyes D. Fernando, y doña
Juana, y sus sucesores en Castilla y Leon, el de
recho de patronazgo en las iglesias de Indias; man
dando «que ninguna iglesia metropolitana, cate
dral, colegial, abacial, parroquial, votiva, mo
nasterio, convento, hospital, hospicio, ni otro lu
gar pio y religioso, de cualquiera clase y gradua
cion que fuese, se pudiese en todo el Estado de las
Indias erigir, instituir, fundar, dotar ó constru ir,
sin que precediese el permiso de SS. MM.; y que
en las ya entonces erigidas y que en adelante se
erigiesen y edificasen, tuviesen, y ejerciesen, como
patronos únicos é in solidum de ellas, el derecho de
patronazgo, y de presentará arzobispos, obispos,
prebendados y beneficiados idóneos; y la nomina
cion en otros cualesquiera oficios, eclesiásticos y
laicales, como quiera anexos y dependientes de
ellos (*). » , , , , , , , , , , , , , , - ss. - º
Terminada asi nuestra reseña histórica del pa
tronato Real en España, será oportuno hacernos
-
* De ambas bulas se da noticia en estos mismos términos, en las no
tas y 2, tit: 18, libro 1. º de la Novisima Recopilacion; en cuyo titulo
se comprende lo principal del concordato de que se trata. En cuanto á
la última, cuyo testo latino empieza: , «Universalis ecclesiae regimini»,
se halla inserta en las adiciones à la Biblioteca de Ferraris; tomó I, pá
ginas 5 y siguientes. «. - , ,, , y , , , , ,
—233—
cargo, aunque brevemente, de los fundamentos
de esta regalía. Felipe II, como hemos visto, la
apoya, en derecho, y, antigua costumbre, y justos
títulos y concesiones apostólicas. . . . . . . .
... Dejando, pues, á un lado estas últimas, en cu
ya razon queda espuesto lo bastante; examinemos
las demas causas, de que hace derivar aquel Mo
narca la legitimidad de la prerogativa que nos
ocupa. Acerca de esto nos bastará estractar algu
nas reflexiones de Mayans, concebidas en esta for
ma: «(Observaciones 11 y 12.) El primer título en
que apoya el Rey su patronazgo, es el Derecho:
conviene á saber, el derecho canónico, que resul
ta de los sagrados cánones, y con especialidad de
los concilios de España; de cuyo derecho es com
probante el civil español (en las leyes menciona
das)..... ¿Qué titulos son los alegados por los Reyes
de España, sino la costumbre, la fundacion, edifi
cacion y dotacion de las iglesias catedrales y otras
muchas, y las conquistas de otras? (asi se contiene
en la ley 18, tit. 5, Partida 1.º) ¿Por ventura la
costumbre y estos títulos no dan á cualquiera per
sona particular el derecho de patronazgo? Fuera
de esto, la nómina que dicen, ó el nombramiento á
los arzobispados y obispados, ¿de donde nace si
no del derecho, de patronazgo...? En Roma se ha
dudado sobre el patronazgo de los beneficios con
sistoriales...(mas se dice que no ha habido sobre
ello controversia); y se eligieron unas palabras
—234—
alusivas á esta duda, en que no deben embara
zarse los hombres inteligentes en la historia de Es.
paña; pues saben que no es dificil probar que ca
si todos los dichos monasterios son de fundaciones
Reales. Por último, en este mismo concordato se
declara deber quedar la Real corona en su pací
fica posesion de nombrar en el caso de las vacan
tes, como lo ha estado hasta aqui; y esta posesion
pacífica de nombrar nació del incontrastable título
del patronazgo... pues se prueba en una larga y
continuada série de siglos dicho patrotazgo y nom
bramiento. El derecho canónico, el civil y la cos—
tumbre se fundan en justos titulos; y por eso en di
cha ley la de Felipe II se añade la mencion de
estos tales, como son la funllacion, edificacion, do
tacion y conquista...» " " "
Esplanando este último titulo con especial apli.
cacion al patronato de Granada y de Indias, se
espresa Mayans asis «El derecho de conquista es
de gentes, como es notorio; y por él recobra el
conquistador todo lo que fue suyoó de sus proge
nitores: lo cual no tiene duda en las cosas inmue
bles (como son las iglesias), segun la ley 3, tit. 26:
Partida 2."; pero se probará mejor por medio de
la siguiente induccion. Si la Iglesia fué en su orígen
del Real patronato por fundacion, edificacion ó do
tacion, y todavía existia y se conquistó, es evidente
que volvió á ser del Real patronato; porque el Rey
tá recobró por derecho de postliminio, segun la ley
—235--
10, tít. 29, Part. 2, etc.; con que concuerda el
capítulo Sanctissimus, 1.° de Jurepatronatus in 7
Decretal.; donde Adriano VII, revocando todas las
gracias y concesiones del derecho de patronazgo
que hasta entonces habia hecho la Silla Apostólica,
esceptuó los patronazgos adquiridos por conquista
de mano ó poder de los infieles, por ser este un
titulo preeminente y superior á todos los demas; y
con el concilio Hispalense 2.º, año de 613, que es
presó en su capítulo 1.º, que no se ha de oponer
la prescripcion del tiempo donde media la autoridad
de la hostilidad (*). Si la Iglesia permanece, y su
patronazgo fue de alguno de los antecesores del lley
que la conquistó; tambien este hace suyo el pa
tronazgo de ella, como sucesor de sus derechos; y
puede recobrarlos, como ellos, por conquista. Si la
Iglesia permanece, y antes de ocuparla el enemi
go, fue el patronazgo de ella de algun particular,
tambien le hace suyo el soberano que de nuevo
la ha conquistado; porque en cuanto la recupera
eon ejército armado, que es lo mismo que decir
con armas públicas ó con las del Reino, la adquie
re para la corona. Y este es el célebre derecho de
conquista, muy viejo en España, pues ya se con
taba entre sus antiguas costumbres en el siglo XIV
(Vida del Rey D. Juan I, por D. Pedro Lopez de
¿
¿iº hºgº
dicho concilio en 619, (año 657 de
Nº.
mas probable. ( le la
la era espanola);l: lo. cual
. al ºes
- 236
Ayala, c. 10); bien que los reyes suelen conce
derá los antiguos patronos la reintegracion de su
derecho. Si la Iglesia está ya arruinada, y el Rey
recupera ó hace suyo el sitio ó suelo de ella con
sus armas, por derecho de conquista; asi por este
título dominical, como por el de la fundacion, re
edificacion ó dotacion, adquiere el patronazgo, co:
mo es notorio, por la disposicion del derecho canó
nico. Finalmente, si la Iglesia se habia profanado
haciéndose mezquita, y despues se ha recuperado
con ejército formado; tambien la hace suya el Rey
por la conquista; y espiándose, bendiciéndose ó
consagrándose, adquiere el Rey su patronato por
este título, como equivalente al de fundacion; de
cuyo caso trata la ley 18, tit. 5, Part. 1." Los hom
bres instruidos harán la debida aplicacion de esta
doctrina, considerando qué sillas se han renova
do, y á espensas de quién, en las tierras conquis
tadas; qué Iglesias se han recuperado; qué mez
quitas se han espiado y consagrado; quién las ha
dotado y nuevamente erigido en las tierras conquis
tadas, aplicándolas rentas; y qué derecho han po
dido añadir las bulas apostólicas al patronazgo ad
quirido, ó por los títulos canónicos regulares, ó por
el estraordinario de conquista.»
Evacuada la cuestion del patronato régio, punto
principal del solemne convenio que nos ocupa,
seguiremos comentando este en los demas particu
lares que comprende.
—237—-
ücirre desde luego notar la reserva "perpetua
que hace Su Santidad en su favor, de los cincuen
ta y do9 beneficios que se mencionan. Esta com
pensacion no se consideró gravosa , en cuanto,
mediante ella, quedó el Rey asegurado en el dere
cho de proveer mas de doce mil beneficios , se
gun el cálculo que se hizo por el tiempo del con
cordato de que se habla. La condicion de que Su
Santidad haya de proveer precisamente en espa
ñoles las dichas cincuenta y dos piezas eclesiásti
cas, es muy conforme á las antiguas leyes del pais
de que antes de ahora se ha hecho indicacion. Se
ria largo reseñar las muchas disposiciones que so
bre el particular recayeron, oraá peticion de nues
tras antiguasCórtes, ora por acuerdo espontáneo de
nuestros monarcas ; mas de ello podrá adquirirse
una regular noticia en las leyes 1.a y 2.*, til. 13,
lib. 1.° de la Novísima , y todas las del título que
inmediatamente, sigue y notas que á estas corres
ponden. Tambien es de tenerse presente la ley 1 *
del título 15 de dicho libro. En cuanto á la regalía
que se indica con el título de resulta Real, consiste
en el derecho de proveer S. M. todos los bene
ficios , de cualquiera clase , que vaquen por pro
mocion á otros del patronato de la corona. No se'
sabe positivamente el origen de esta regia facul
tad; pero en la remision 13, lib. tit. 6 de la
Nueva Recopilacion , cuya fecha es de 1 640, se
decia proceder de una costumbre inmemorial.
—238--
Para hacer efectivo este derecho, de resulta se dic
taron las disposiciones que compendia la notal ,
tit. 18, lib. 1.º de la Novísima; título en el cual se
inserta lo principal del concordato de 1753. (*) La
ley 10 del mismo título declara pertenecer á la
Real provision toda pieza eclesiástica que vaque
por promocion de su poseedor á uno de los cin-;
cuenta y dos beneficios reservados al Papa. o
Viniendo ahora á los artículos del concordato
de que se trata, es de notar en el primero la es
presion de que en adelante no se concederán al
ternativas; quedando, por supuesto, en vigor las
concedidas y aceptadas antes de aquel, como de
rechos justamente adquiridos. Esta disposicion se
confirma en la ley 2." citado tit. 18, que lleva tres
notas. Para entender lo que eran las alternativas,
hay que tener en cuenta, que por la regla 9.º de
la cancelaría, los papas reservaron á su colacion
los beneficios que vacasen en los ocho meses de
enero, febrero, abril, mayo , julio, agosto, oc
tubre y noviembre, dejando á la de los obispos
los que vacasen en marzo, junio, setiembre y di
ciembre. Esto entendido, la alternativa consistia,
segun la misma regla, en que los obispos asiduos
en sus iglesias, confiriesen los beneficios que va
casen en dos de los meses pontificios; como desde
(*) El mismo titulo contiene instrucciones para las consultas de ,
prelacias, dignidades; prebendas y demás piezas eclesiásticas, ¿
elevaba al Rey la suprimida Cámara; y sobre las pruebas que deben
hacer los provistos, -
—239
luego lo hace percibir el significado de aquella
voz. Queda, pues, por este artículo, el Rey en
pacifica posesion del derecho de proveer en los
ocho meses antes reservados á Su Santidad, y los,
obispos quedan limitados á conferir libremente en
los cuatro que sin la alternativa les estaban fijados.
Acerca del articulo 2" en lo que espresa rela
tivo á las prebendas de oficio y acerca de la anti
güedad y funciones de estos canonicatos, y del
modo de proveerlos, véanse el tit. 26, lib. 1"Insti
tuciones canónicas de Selvagio anotadas; y las le
yes del tit. 19, lib. 1" de la Novísima. En la 3",
de ellas se confirma lo que dijimos sobre la pro
vision Real de las referidas prebendas en las igle
sias, del reino de Granada; cuya disposicion se
vé que es estensiva á las del principado de Cata
luña. Mallorca y Canarias, , , ,
Por lo que respecta al artículo 3", que trata de
la provision de curatos por concurso, regla gene—,
ral en la materia, hay que tener á. la vista las.
ocho primeras leyes tit. 20 dicho lib. 1.º, en las
cuales y sus notas se halla confirmada esta dispo
sicion, y se acuerda lo conveniente para su mejor
observancia, recomendando el método que en el
particular rige en el arzobispado de Toledo. Puede
recordarse tambien lo que va advertido á la pági
na 15 de esta obrita, - -
El art, º no necesita comentario. En las no
las 3 y cilado tit, 18, lib. 1" de la Novísima, se
—20—
encuentran dos aclaraciones á el, que no son de
interés general. " " º "
Son juiciosas las reflexiones de Mayans rela
tivas al art. 5.º (Observacion 27). Hablando
de la cesion que en él aparece hecha por Su San
tidad al Rey, se espresa asi dicho escritor: «Que
daban sujetos à la controversia los casos en que se
dudaba ó no se tenia noticia de la fundacion, edi
ficacion, dotacion ó conquista. En estos casos es
mas verosímil que el Rey haya sido el fundador
ó conquistador, que no el Sumo Pontífice. Es
tambien mas verosímil que los vasallos hayan sido
los fundadores que no el Papa. No probando,
pues, estos, debe suceder en su lugar, ó el obis
po, ó el príncipe, como padre de todos.... De he
cho no sucedió el obispo: ¿qué mucho, pues, que
el principe pretenda suceder, por la presuncion
de la piedad , riquezas y liberalidad en las funda
ciones de los reyes de España? Fuera de esto, es
notorio que los papas en muchas constituciones
han manifestado querer presentar por el derecho
de las reservaciones recientes y contradichas. Y
asi la cesion de Nuestro Santísimo Padre propia
mente recae sobre estos últimos casos de dudoso ó
incierto derecho de patronazgo, y de cierta pre
sentacion, por ser cosa de hecho: y de este mo
do, uniéndose los dos derechos de patronazgo, el
Real indubitable, y el pontificio cedido por Nues
tró Santísimo Padre, de cualquier modo que le
—1 41—
tuviese, resulta de los dos uno que puede llamaru
se universal.... » . - º
"", «El modo de la concesion, prosigue el docto
bibliotecario, es: con facultad de usarle (el patro
nato de cuya cesion se trata) en el mismo modo que
usa y ejerce (el rey católico) lo restante del patro
nato perteneciente á su Real Corona el que no ha
sido objeto de disputa). Conviene, pues, saber,
qué derecho tenia el Rey de España antes de este
concordato, para estenderle del mismo modo al
comprendido en esta cesion pontificia que, des
pues de hecha y aceptada la cesion, ya es igual-,
mente Real; y por serlo, competen en él al Rey las
mismas prerogativas, que son las siguientes: 1."
Si en adelante hubiere alguna abrogacion ó dero—,
gación, la bula abrogatoria ó derogatoria se reten
dria (ley 13, tit. 17, lib. 1.° de la Novísima); y esto
es muy conforme al Concilio de Trento, que es
ceptúa de la derogacional patronato Real, (ses. 25
de Ref. cap. 9.) 2.º. Otra pragmática del patronato
Real es que no le corre el tiempo de los cuatro
meses que se limitan á otros patronos legos para
presentar, cuyo derecho tiene prescrito el Rey de
España (García de Beneficiis part. 10, cap. 2, n.
34); verdad es que debe el Rey procurar... que
los beneficios eclesiásticos, prebendas y dignida
des no estén mucho tiempo vacantes. 3." Fuera de
esto, el Patronazgo Real no se pierde por el no uso,
segun la bula de Alejandro VI. 4." Finalmentº , el
- 42—
Rey conoce privativamente de las controversias
que recaen en su Patronato Real, en el juicio p0
sesorio y petitorio de todas las causas y pleitos que
se suscitan sobre él... » Véanse sobre lo último las
páginas 154 y 155 de esta obra; las leyes reco
piladas que alli se citan, y otras del título 17 repe
tido libro 1." de la Novísima. Por lo demás, el co
nocimiento sobre los negocios contenciosos del pa:
tronato, pertenece en la actualidad al tribunal su
premo de Justicia, segun el Real decreto de 24 de
marzº de 1834, por el cual se creó el tribunal su
premo de España é Indias; el reglamento provi
sional para la administracion de justicia, decretado
en 26 de setiembre de 1835, capítulo 5."; y el de
creto de Córtes de 16 de setiembre de 1837, en
cuya virtud quedó en vigor, entre muchos otros,
el art. 26 de la Constitucion de 1812, por el cual
se habia declarado « que tocaba al supremo tri
bunal de Justicia conocer de todos, los asuntos
contenciosos pertenecientes al Real Patronato». En
cuanto á los negocios de este que ocurra despa
char gubernativamente, es de advertir que la ley
orgánica del Consejo Real, fecha 6 de julio de
1845, previene lo que sigue: «El Consejo Real de
berá ser siempre consultado sobre los asuntos del
Real Patronato» (art. A 1, S. 3.º) . . . .
Háblase hácia el fin de este artículo de reservas,
y de indultos, en el concepto de quedar las primeras
abolidas definitivamente en España (prescindiendo
— 3---
de los 52 beneficios yá mencionados) y sujetos los
últimos á la condicion que allí se espresa. Sobre re
servas é indultos en general puede verse la escelente
obra de Berardi Commentaria in Jus Eccl, universum,
tom. 2, disertacion 5, part, 4, c. 4; y por lo que
respecta á la abolicion de los indultos de conferir
en España, esta disposicion se confirma en la dey
2, tit. 18, libro tº Novísima, citada ya, con una
escepcion de circunstancias nó aplicable en el dia.
Hay dos notas á dicha ley, la 9 y la 10: en aque
lla se previenen los procedimientos que se debian
seguir en la Cámara respecto á los indultarios y
otros que alegasen derechos de presentar toa,
"Los artículos 6" y 7 º nada ofrecen de parti
cular: por el último de ellos se vé que quedan in-,
tactas las regalías de los monarcas españoles. Ma
yans, en la Observacion 29, relativa á dichoar-,
ticulo 7", apoya con largos razonamientoso la ju--
risdiccion Real en el conocimiento de los negocios
de Patronato, sobre cuyo punto queda indicado
aquí lo suficiente; ademas de lo que se espuso
en las páginas 154 y 55.:orreo; " a toi -el o
º El artículo 8º comprende varios estremos de
que se hablará sucesivamente, aunque con la ma
yor brevedad posible, pues se van haciendo muy.
dilatadas estas observaciones, o ', '--to "
º Por este artículo quedan abolidas las anatas.
que percibia la turia Romana por eiertos benefi
cios de su provisioli. Pero hay que advertir que la
-4 44+-—
corona, por Breves de 6 de abril y 10 de Mayode,
1754, estuvo en posesion de percibir por regla
general media anata de cada uno de los beneficios
que se proveyesen, con tal que su rentallegase á,
300 ducados moneda de Vellon. Esta prestacion,
ascendió á una analazíntegra en 1801, y, es no
torio que se ha aumentado hasta tres analas en tiem-,
po del rey Fernando VII. Pueden verse las leyes.
y notas tit. 24, lib. l.” N9yísima. , , , o , º
-Sobre el mismo articulo 8.º, , en lo relativo á.
pensiones, hay que tener presente lo que en el par:
ticular ya anotado á las páginas 3 y 52. Por el
concordato, que ahora nos ocupa se ha inhibido elo
Papa de toda imposicion libre de pensiones; y de
cimos imposicion libre, porque aun tratándose de
cargar aquellas sobre los cincuenta y dos benefi
cios reservados, Su Santidad no puede realizarlo
sin el consentimiento del Rey, como patrono uni
versal: , segun seo infiere de la ley 7, tit, 23li
bro "Novísima, cuya fecha es de 1778. Por lo
demás º los monarcas españoles hano estado hasta
estos tiempos en posesion inmemorial de imponer,
pensiones á las mitras hasta en la tercera parte de
los frutos o respectivos, ó en la cuarta descontados,
gravámenes; ó mas bien, á su prudente arbitrio.
Véanse sobre todo ello las leyes de dicho tit, 23 y
sus notas. Unicamente consignaremos aqui que las
leyes 5 y 6 disponen que no se proponga al Rey
enagenacion perpetua de pensiones, eclesiásticas,
-45 —
«para no verse S.M privado de la regalía que
tiene de premiar los méritos y servicios de sus va
sallos por medió de ellas»; y que no se proponga
para pensiones á sugetos menores de 18 años y sin
vocacion al sacerdocio; y que la nota cuarta del
mismo título está concebida en estos términos: «En
vista de las notas remitidas, á la Cámara por el
ministro de S. M. en la corte de Roma, de varias
espediciones de gracias apostólicas, asi de bene
ficios de patronato laica y misto, con pretesto de
devolucion á la Santa a Sede y de litispendencia
entre los patronos, como de beneficios curados,
tambien de patronato laical y misto, con la impo
sicion de pensiones á favor de los presentados por
los patronos, y otras bulas degratificacion pro me
dietate; y con vista asimismo de todo lo espuesto
por el fiscal de S. M. asi sobre este punto, como
sobre las resignas in fuvorem y con pension, que
suelen hacerse ante la SantaSede de los mismos
beneficios de patronato laical, y de las cincuenta
y dos piezas que por el último concordato queda
ron á la privativa disposicion de la Santa Sede;
y tambien de las pensiones que impone en ella la
misma Santa Sede con motivo de renuncias, per
mutas, dispensaciones, y otras causas; o acordó
la Cámara en7 de marzo de 1763 lo siguiente:
«En los beneficios de patronato laical y misto no
ºse haga novedad: en las cincuenta y dos piezas
»reservadas á la SantaSede, se puedan estas re
- 46
» signar, y cargar sobre ellas pensiones, como no
»sean bancarias, prohibidas por el último concorda
»to: en cuanto á las parroquias ó beneficios cura
»dos, sean de patronato laical ó misto, no se per
»mita cargar pension alguna sobre ellos, á escep
»cion de los casos prevenidos en el articulo 14 del
»concordalo celebrado con la Santa Sede el año
» de 1737.: y de estas providencias se comunique
»aviso á los prelados, y tambien al ministro de
»S. M. en Roma, para su inteligencia y gobierno.
»Por lo tocante á las bulas que se presentasen en
»este asunto, no teniendo interés S. M., remitan
»se á las respectivas chancillerías y audiencias.»
Por último, acerca del orígen de las pensiones en
general y sus vicisitudes, puede verse á Van-Espen
Jus Ecol. Universum, tom. 3, páginas 141 y si
guientes, en la edicion de Venecia de 1769: esté
célebre escritor deriva las pensiones del concilio
de Calcedonia; y espone los abusos á que dieron
ocasion, y los clamores que contra ellas se levan
taron en varios tiempos, especialmente en un con
cilio tenido en Roma bajo Paulo III año de 1537 ó
1538, y luego en el Tridentino, Macanaz, en el
papel de 2 de enero de 1714, supone que las pen
siones comenzaron á ser frecuentes en España du
rante el siglo XII. Clamaron contra ellas varios
obispos y otros personages distinguidos del Reino;
y sobre todo en las Cortes de 1632 se hicieron en
tal sentido peticipnes, que fueron transmitidas á Su
— 47 --
Santidad por los enviados Chumacero y Pimentel.
En las mismas Cortes se clamó fuertemente con
tra las cédulas bancarias, que suenan abolidas en el
artículo que nos ocupa. Darenos una sucinta idea
de semejantes obligaciones. Para ello se debe re
cordar que así como, prohibida á los estrangeros
la obtencion de beneficios en España, se introdujo
el abuso de las pensiones en favor de aquellos;
asi prohibidas las pensiones, se inventaron las
cédulas bancarias. La dataría romana señalaba un
español capaz de ser pensionado, al cual se llama
ba testa ferrea, y que era un fiduciario de las pen
siones, pues en su cabeza se hacian las reservas
en favor de la persona nombrada por la curia de
Roma, que era verdaderamente el pensionista.
Muchas veces la dataria reservaba estas pensiones
por persona determinada; y no solia nombrarla
hasta pasado el sexenio; asi que el provisto, que
liabia verificado el depósito, no tenia accion para
el reintegro. El que arreglaba la cancelacion con la
dataría, perdonaba un año del sexenio, para que
renunciase todas las acciones y diese desde luego los
cinco. Y cuando se verificaba asi la casacion ó can
celacion, era preciso valerse de un banquero, que
pusiese en la dataría una cédula de lo que importa
ban los seis años, lo cual equivalia á dar una fianza
obligándose á la paga antes de espedirse las bulas:
el banquero ganaba crecidos intereses por el capital
representado en la cédula, que percibia anticipa
—M 8—
damente por lo que, vencido el sexenio, habia de
aprontar; y asi de una vez adquiria todo el capi
tal que debia el provisto, obligándose á hacerle
efectivo en doce plazos; y con las usuras cumplia la
obligacion de estos plazos, quedándole á los seis
años libre el capital. Hé aqui el orígen del nombre
dado á estas cédulas, cuya prohibicion se registra
en la ley 14, tit. 22, libro 1.º de la Novísima. a
Para completar la interpretacion del art. 8.",
diremos lo preciso sobre los Espolios. Acerca del
orígen y progresos de esta exaccion, considerada
como punto de derecho comun, pueden verse los
Comentarios de Berardi, antes citados, tom, 2.", di
sertacion 6.º, cap. 3." Por lo que hace á la intro
duccion de los espolios en España, es notable lo que
en la Vida del Rey D. Fernando, lib. 3, cap. 15,
escribe el famoso historiador Gerónimo Zurita; de
cuyo pasage se infiere que, en su dictámen, los es
polios no tuvieron aplicacion general en nuestro pais
hasta el pontificado de lnocencio VIII, fines del
siglo XV, siendo nuIcio en estos Reinos D. Eer
nardino de Carbajal, cardenal de Santa Cruz. Des
de luego fue combatido en ellos el derecho de es
polio, y con grande instancia se procuró una bula
de abolicion que no se pudo obtener. Mas en el
siglo XVI, despues del concilio de Trento, aparecen
eoncordias de muchas iglesias con el nuncio y co
lector apostólico, á fin de moderar semejante pres-,
tacion. Es de notar, que entre nosotros no se ha
—149
dado lugará ella sino respecto de los prelados (");
puesto que en canto á los clérigos inferiores, exis
te una disposicion muy esplícita, del emperador
Cárlos V en las Cortes de Walladolid de 1523, con
firmada por Felipe II en 1566, que forma la ley 12,
tit, 20, lib. 10 Novísimaltecopilacion, concebida
en los términos siguientes: «Por cuanto en estos
Reinos hay costumbre muy antigua, que los bienes
que los clérigos de órden sacro dejaren al tiempo
de su muerte, aunque sean adquiridos, por razon
de alguna iglesia ó iglesias, ó beneficios ó rentas
eclesiásticas, se suceda en ellos, ea teslamento y ab
intestato, como en los otros bienes que los dichos
clérigos tuvieren patrimoniales, habidos per heren
cia, ó donacion ó manda; mandamos que se guar
de la dicha costumbre (”).» Aun limitado en Espa
ña el espolio en los términos referidos, fueron gran:
des las quejas á que dió lugar su introduccion. Cla
- (*) En cuanto á las disposiciones adoptadas por los antiguos cáno
nes españoles, ora acerca del derecho del obispo á disponer de
ciertos bienes, ora ¿? garantir el de , los acreedores, ora para
evitar la sustraccion del¿? del prelado á su muerte; pueden
verse el can. 4 del concilio IX de Toledo, el can. 3 del concilio de
Valencia de 546, y el can. 12 del Concilio Tarraconense de 516. A este
último pº e: es de notar la antigua costumbi e segun la ctual estaba
á cargo del Rey de los bienes de lasº vacantes ; cos
tumbre que se acredita, asi por la ley 18, - tit. 5, Partida 1. en su lu
¿ itada , como por las cláusulas que van transcritas del informe de
# El docto conde de la Cañada, en la Esposicion del Breve de
14 de marzo de 1780, acerca del Fondo Pio Beneficial, publicada en
Madrid, Imprenta Real, año de 1792, cap. 3, º números 30 y si—
guientes, se ocupa de la interpretacion de esta ley, que supone a
yada por una tácita, convención entre las dos Potestades, por el bien
de la Iglesia del Estado, mediante el racional, supuesto de que
los clérigos habian distribuido cumplidamente en vida las rentas so
brantes de sus beneficios, y que era inútil indagar si lo habian
verificado ó no, por medios judiciales, tan complicados de oscuri
dad confusion, que, haciendo inciertas las decisiones, seria segu
ro el daño público.» 9º -tº, *
--150—
maron desde luego contra él enérgicamente mu
chos varones insignes, entre ellos algunos obispos,
sosteniendo «que los despojos de los arzobispados y
obispados, y todos los frutos de las iglesias sede
vacante, por Derecho pertenecen á las iglesias y
á los sucesores, asi para edificar y reparar las
iglesias, como para pagar las deudas de los mis
mos obispós;» añadiendo que «percibidos estos
frutos á nombre de la Silla Apostólica, ni se pa
gaba á los familiares de los prelados, ni á sus
acreedores, ni se podia dar cumplimiento á los
legados pios de aquellos; » y concluyendo con
proponer, que «tal costumbre de despojar las he—
rencias de los prelados difuntos se abrogase se
gun el Concilio de Constanza; y que los bienes de
los obispos, muertos ellos, se distribuyesen segun
los decretos de los antiguos cánones.» Chumacero
y Pimentel, en sus ya citados escritos, esforza- .
ron mas y mas las indicadas reclamaciones, ha
ciendo una pintura tristísima de la situacion de
los obispos en sus últimos momentos, cuando con
mayor esmero debian ser asistidos, cuando su
dignidad debiera ser mas acatada que nunca;
como tambien de los escesos que eran frecuentes
en los exactores: advirtiendo por último que la
supresion del espolio en España apenas causaria
perjuicio á la Cámara Apostólica, pires con las
grandes deducciones que sufrian las masas de bie
nes sobre que se ejercian, por derechos de colec
—151 —
tacion etc., el emolumento que por este título iba en
cada año, á Roma, no alcanzaba a cuatro mil duca
dos. Hemos visto ya que en el concordato de 1737,
art. 22, se habia reservado la tercera parte del es
polio que en adelante se recaudase en estos Reinos,
para servicio de las iglesias y socorro de pobres,
desfalcando las pensiones correspondientes; y, aho
ra vemos con satisfaccion, que al fin se ha hecho
justicia por entero á las peticiones que van insi.
nuadas. El tít, 13 lib. 2, º de la Novísima contiene
varias disposiciones consiguientes á esta parte del
eonvenio que nos ocupa: á saber, la creacion de un
colector general de Espolios y vacantes, y de sub
colectores en las diócesis; instrucciones y regla
mentos para el desempeño de los respectivos en
cargos; aclaracion de varias dudas, etc. ; n.-
Réstanos únicamente hacernos cargo de un ar
tículo secreto del concordato de 1753 : artículo de
que dan noticia los anotadores de las Instituciones
canónicas de Selvagio, lib. 1, tít. 5, párrafo 4; á
saber, la aquiescencia del Papa Benedicto XIVá
que continuase en España la costumbre del ere
quatur ó pase régio; cuyo derecho parecia haber
sufrido una grave lesion en el concordato de 1737,
como observámos á las páginas 136 y siguiente.
Materia es esta que exige para ser tratada compe
tentemente, harto mayor latitud de la que nos es
posible dar ahora á nuestras reflexiones. Bajo este
concepto, nos contentaremos con indicar: l.º. El
—152—
principio de derecho público en que se apoya es
ta regalía :2.º su origen y vicisitudes en España:
3" las disposiciones pátrias mas notables sobre la
amateria, , ,2 ... ",
- Acerca del primer punto, notamos que algunos
jurisconsultos no han comprendido bien, i en nues
tra opinion, el fundamento legal del pase, cuando
para sostenerle recurren al derecho de proteccion.
Nosotros entendemos que mal, puede aplicarse
este principio en el caso, por la razon bien obvia,
de que la facultad protectriz del príncipe no se
ejerce restringiendo la - accion del poder eclesiás
tico, sino viceversa, coadyuvando al éxito de sus
providencias; auviliándole , segun la voz técnica
de nuestra curia. Asi que, en el mero hecho de
ser el erequatur una regalía que frecuentemente
se despliega oponiendo cortapisas á la ejecucion
de las providencias emanadas del poder eclesiás
tico, y tal vez embarazándola poderosamente; o es
inexacto, á nuestro juicio, resolver la cuestion por
el príncipio que se acaba de indicar. El modo,
pues , lógico y legal de esplicar el fundamento del
pase régio, es, si mucho no nos equivocamos, derie
yarle del jus cavendi, º insinuado á la página 13 de
este libro. Porque si el poder temporal tiene la fa
cultad y se halla constituido en la obligacion de opd
ner, como conservador del órden social, una velo
enérgico á todas aquellas providencias que, ejecutar
das en sus eslados, perturbarian dicho orden, ofenº
—453+-—
diendo, ura las regalías del monarca, ora los de
rechos de la nacion ó las leyes existentes; facultad
y obligacion, que emanan de las bases constituti
vas de la misma sociedad, y de que no puede des
prenderse el gefe de esta sini abdicar la autoridad,
de que es depositario; supuesto, este antecedente,
decimos, la regalía del erequatur y la necesidad,
del exámen prévio de los mandatos que proceden
del poder eclesiástico,á fin de conceder ó negar
aquel segun las circunstancias, aparecen desde lue
go, cimentadas sobre un fundamento, tan sencillo.
como sólido. Ampliaremos algun tanto esta idea,
con algunos testos que nos parecen muy oportunos.
... El primero, tomado de las obras de un docto
canonista alemani, que ha sabido, á nuestro pare
cer, colocarse sobre esta materia en un justo me
dio racional y prudente, es como sigue: «El pla
ce regio, en cuya yirtud no puede publicarse
ninguna ley eclesiástica que no sea préviamente,
revista por el principe, á fin de cerciorarse de
que nada contiene que perjudique á los intereses,
públicos, es una consecuencia inofensiva del de
recho del poder temporal en materias eclesiásticas,
No por ello se ha de decir que la ley eclesiástica
depende en la esencia de la potestad profana; da
do que en realidad no merece el concepto de ley,
eclesiástica la que establece una cosa perjudicial,
al bien público. La historia y la esperiencia nos
acreditan suficientemente, que tal vez bajo el
—154---
nombre de constituciones eclesiásticas se introdu
jeron en algunos Estados disposiciones no confor
mes á los intereses comunes respectivos. Asi que
una persona medianamente entendida no puede
menos de penetrarse de toda la justicia que hay en
esta regalía del placet, siempre que considere: 1.”
Que en el Principe reside la facultad, no solamen
te de repeler los perjuicios actuales de los intere
ses públicos, sino tambien de precaver los perjui
cios que puedan en lo futuro irrogárseles. 2.° Que
nada hay de irregular y opuesto á equidad en que,
asi como la ley que concierme á una familia, por un
órden natural, se ha de hacer saber, antes que á
ningun otro individuo de ella, al que es su gefe,
el imperante exija tambien que la ley que á su
ciudad concierne, se le comunique, en el concepto
de que es el primero en la misma ciudad.3.º. Que
una disposicion nociva á un pueblo, no puede ser
reconocida como ley eclesiástica. 4 º Que no se pue
de saber que sea con efecto nociva, si no se toma
conocimiento de ella.5:º Que si una disposicion
eclesiástica nada contiene que perjudique al pú
blico, el principe debe considerarse obligado á
promover su promulgacion, no en el derecho de
impedirla. 6.” Que por lo mismo, la promulgacion
que pertenece á la esencia de la ley, no pende del
arbitrio del príncipe en una ley eclesiástica pro
piamente tal...» . -i , , , , ,, , , , ,
El segundo testo á que aludiamos, es parte de
— 155—
un escrito del ilustre colegio de Abogados de esta
corte, inserto por D. José de Covarrubias en el Dis
curso sobre la Real Jurisdiccion que precede á sus
Márimas sobre los recursos de fuerza (SS 2.° y 3.º);
y dice asi: «La confirmacion de los decretos conci
liares, no solo fue usada de los emperadores en
los concilios del Oriente, sino pedida é instada al
gunas veces por los mismos Padres; pero es gran
de equivocacion querer que estos actos, en tan
diversas materias y personas de distinto órden,
tengan un mismo efecto....- Los príncipes tempo
rales pueden... inquirir sobre los decretos de dis
ciplina, para resistirlos si perjudican á la tranqui
lidad pública, á la Regalía, costumbres y dere
chos seculares; ó para consentirlos si no perjudi
can, Demos que no causen perjuicio al Estado; en
tal caso no puede la potestad temporal introducir
se ó conocer de la justicia ó prudencia de las le—
y es eclesiásticas; porque este exámen es privati
vo de la Iglesia..... La confirmacion de los empe
radores recaía indistintamente sobre el dogma y
disciplina....., Ningun católico puede afirmar que
la confirmacion del dogma arguya facultad en los
príncipes para establecerlo y declararlo: luego de
la confirmacion tampoco puede deducirse facultad
para formar leyes de disciplina; sino para resistir
las perjudiciales al público... Es preciso distinguir
las leyes que pertenecen al dogma y buenas cos
tumbres, relativas á la salud eterna, de las que pu
—156—
ramente son de disciplina. En aquellos dos prime
ros puntos, que son los esenciales de la Religion,
todos los fieles, desde el mas alto grado, estan
enteramente subordinados á la Iglesia. No cabe en
los gefes de lo temporal contradiccion ni examen; ni
la regalía, ni las costumbres del pueblo, ni la tran
quilidad del Estado, pueden decir contradiccion
con la fé... Aunque en tales puntos mo tiene la re
galía uso para el exámen y resistencia; con todo
conviene, y aun es indispensable, que el Soberano
se halle préviamente advertido, para allanar los
obstáculos que suelen presentarse en la publica
cion de semejantes decretos, en el tiempo, en el
lugar y en el modo. El Sr. Salcedo, tratando de los
decretos dogmáticos y doctrinales, defiende como
preciso el conocimiento prévio de los príncipes no
para examinar su fondo, que es muy ageno de la
potestad temporal; sino para allanar los estorbos
estrínsecos en su promulgacion. Esta misma dis—
tincion entre lo dogmático ó doctrinal, y la disci
plina, abraza y defiende el obispo Pedro de Mar—
ca; y el Sr. Ramos del Manzano está constante en
la misma doctrina.....» - º
"Ultimamente, para completar los principios fun
damentales acerca de esta regalia y de su recto
uso , aduciremos otro testo, estraido del Manuál de
Derecho Eclesiástico de F. Walter (Lib. 4.º, capí
tulo 3."), cuyas palabras son: «En cuanto al con
sentimiento prévio del soberano exijido por el de
—257—
recho público moderno para la promulgacion de
las leyes eclesiásticas, véanse las distinciones que
en doctrina deben hacerse. El decreto de la autori
dad eclesiástica se refiere únicamente al dogma
ó al culto? En tal caso el derecho de placet no en
vuelve respecto de la autoridad temporal la facul
tad de constituirse en juez de su contenido; sino
únicamente la de enterarse de él, para convencerse
de que no comprende disposiciones de otra natura
leza. ¿Se trata, por el contrario, de leyes discipli
nares nuevas, que sean relativas á la vida civil, ó
que necesiten del concurso del poder secular (ne—
gocios propiamente de fuero mirto)? Entonces el
placet da derecho al Estado para exijir que sean
concertadas con él, ó al menos por él reconocidas
y admitidas, como acomodadas á las circunstan—
cias. En cuanto á los mandatos y circulares que
solo conciernen al curso ordinario de los negocios,
no suele estenderse á ellos el placet....»
- Por lo que hace á la antigüedad de esta rega
lía en España y fases que presenta en la historia
respectiva, no tenemos inconveniente en afirmar
que aquella comenzó á ejercerse por los monarcas
de la España goda. Por ejemplo, las leyes en que
Recaredo, Ervigio y Egica confirmaban los conci
lios de Toledo, son otros tantos monumentos insig
nes del ejercicio del placet por aquellos monarcas.
No es nueva esta aplicacion: los doctos anotadores
de Selvagió lo han consignado as, picamente
—258
(Lib. 1, tit. 5 de las indicadas Instituciones, don
de se insinúan principios atendibles sobre la ma
teria que nos ocupa). -
Durante los primeros tiempos de la reconquis
ta, la mano Real, generalmente hablando, tuvo
un estraordinario, alcance, cual lo exijian las cir
cunstancias de unos tiempos, en que al monarca se
debia la restauracion del culto católico, y en que
era por lo mismo muy natural que se guardase há
cia él la mayor deferencia por parte del poder
eclesiástico. Esta consideracion nes basta para in
ducir, que entonces, lejos de desvirtuarse en lo
mas mínimo la regalia de que se trata, debió de
conservarse íntegra y vigorosa. En el siglo XI se
nos presentan dos ejemplarés célebres que com
prueban el uso de la misma en los términos en que
se habia verificado en los concilios de Toledo; á
saber, los concilios de Leon y de Coyanza, habi
dos en los años de 1020 y 1050 ("); que fueron, como
aquellos, verdaderas juntas mistas, cuyos decretos
eclesiásticos, acordados por los individuos de esta
clase, al mismo tiempo que los civiles, en cuya for
macion tenian parte todos los asistentes, eran pu
blicados los unos y los otros con la aprobacion pré.
via del Rey y por su mandato. En prueba de esto nos
basta leer en el encabezamiento del citado concilio
-
lº l(:
en sus cartas eruditas y criticas que ha publicado D. A. Valadares de
Sotomayor, habla del eoncilio y fuero de Leon, desde la pág. 16.
r.
—259—
de Leon las siguientes palabras: «In praesentia
Regis Domini Alphonsi, et uxoris ejus Geloirae,
Reginae, convenimus apud Legionem, in ipsa sede
B. Mariae, omnes Pontifices, et Abbates, et Opti
mates regni Hispaniae; el jussu ipsius talia decreta
decrevimus.»
En el siglo XIII encontramos otra demostracion
aun mas solemne del pase régio , en el hecho
de haber autorizado á la sazon D. Alonso el Sábio
todo un sistema de legislacion eclesiástica, puede
decirse ; á saber la de las Decretales, la cual se
incluyó en el inmortal códice de las Partidas, para
que fuese observada en la nacion. Si aquel doctí
simo y religioso monarca no estuviese muy acos
tumbrado á ver que en otros códigos legislativos
de España, especialmente en los que se formá—
ran en tiempo de su santo progenitor, se habian
incluido las disposiciones canónicas á la par con
las civiles, para robustecer aquellas por este me
dio y darlas una doble sancion que condujese á
su mejor cumplimiento; si no estuviese muy acos
tumbrado á observar que la autoridad régia, lejos
de recelar el cometer en ello una profanacion, al
contrario, entendia auxiliar asi eficazmente la ac
cion de la potestad sagrada (cual tambien se con—
sideraba en el derecho de oponerse á sus provi
dencias, siendo perjudiciales al bien público); es
bien seguro que no se hubiera atrevido á refundir
en su grande obra los capítulos de las Decreta
—260—
les, que constituyen uno de sus mas importantes
libros.
Siguiendo esta rápida reseña, encontramos en
el siglo XV comprobantes mas directos y positivos
de la regalía de que se trata. En 1442 D. Alfon
so V de Aragon espidió un notable decreto previ
niendo que, durante el cisma á la sazon existente,
en el cual disputaba la tiara á Eugenio IV, Ama
deo, elegido en Basilea, que se titulaba Felix V,
no se obedecieran, sin permiso suyo, ningunas
bulas, letras, rescriptos, sentencias etc. que pro
cediesen de cualquiera de los dos contendientes,
ó del Concilio de Basilea (*). La nota núm. 1. en el
tit. 3, lib. 2.º de la Novísima Recopilacion, cuyo
título trata « de las bulas y breves, su presenta
cion y retencion en el Consejo », habla de una
bula espedida por el Papa Alejandro VI á 26 de
junio de 493, incorporada y mandada observar
en Real cédula de 22 de junio de 1497, por la
cual se habia prevenido «que estuviesen suspen
sas y no se predicasen ni publicasen, bulas ni
cuestas apostólicas algunas, salvo siendo primero
examinadas por el ordinario de la diócesi donde
se hubiesen de publicar, y por el Nuncio Apostó
lico, y por el capellan mayor de SS. AA. (los
reyes), y por uno ó dos prelados de su Consejo
diputados para esto por SS. AA.» Esta disposi
*) «Curso de Historia y disciplina particular de la Iglesia de Espa
ña» por Ximena; tom. 3. º Documento núm. 165
—26 —
cion se reiteró por pragmática de los Reyes Cató—
licos, fecha Sevilla 9 de junio de 1500.
Ya que hemos recordado la época de los Reyes
Católicos, insertaremos aqui una curiosa noticia
que sobre los progresos del erequatur en este
tiempo, con referencia al ministerio del cardenal
Jimenez de Cisneros, nos da , Alvar Gomez de
Ciudad—Real , historiador del mismo insigne per
sonage, citado por D. José de Covarrubias en el
discurso sobre la Real jurisdiccion (S 3). Pa—
rece que un capitular de Avila habia obtenido
letras de Roma para que se le hiciese presente en
las horas canónicas, ganando las distribuciones
en ausencia. Jimenez, á lo que se asegura , se
opuso á la ejecucion de semejante dispensa, y es
cribió al rey esponiendo los inconvenientes que
habia de producir tal concesion si con tiempo
no se prevenian. Y en consecuencia se espidió,
dice Alvar Gomez, una circular á nombre del
monarca á las justicias, prescribiéndolas que los
diplomas que se trajesen de Roma, se remi
lieran al Supremio Tribunal del mismo rey, para
decidir si habia ó no lugar á su cumplimiento. De
aqui deduce Covarrubias el orígen del pase, en
tendido con la aplicacion general que le dan las
leyes del siglo próximo que en su lugar estracla—
"(ºll ()S. , , ,
Viniendo á la epoca del Concilio Tridentino, el
mismo Covarrubias, en sus Máarimas sobre los re
—262—
eursos de fuerza (tit. 19), asegura que Felipe II per
mitió publicar los decretos de aquella santa asam
blea en los estados de Flandes, con la cláusula de
que «no se ejecutasen en lo que perjudicaran á sus
regalías y á los derechos de aquel pais, especial
mente en lo relativo á la jurisdiccion laical, al de
recho de patronato, al indulto ó facultad de no
minacion , al conocimiento de causas y mate
ria posesoria beneficial, á los diezmos poseidos ó
pretendidos por legos, á la superintendencia y ad
ministracion de hospitales y otros lugares pios,
y cosas semejantes; habiéndose prevenido lo mis
mo respecto de estos reinos.» Ademas el Sr. Sal—
gado, en su célebre obra de Supplicatione ad Sanc
tissimum, donde se trata con estension y grande co
nocimiento de la materia que nos ocupa, mencio
na algunos decretos del Tridentino que no estan
en uso en España como opuestos, á la regalía y á
los derechos de la nacion. (Véase en especial los
números 43, 134 é inmediatos del capitulo 2.”,
parte 1.") -
Sigue por órden cronológico la ley 6 dieho ti
tulo y libro, fecha año de 1747, en que, hacién
dose cargo el Rey Fernando VI de que no se su
plicaba puntualmente de las Letras apostólicas re
tenidas, prevenia se le diese parte de las reten
ciones verificadas en el Consejo, cada cuatro me
ses, para cuidar de que la súplica se realizase sin
demora.
—263—
Y despues de otras disposiciones particulares,
recayó en tiempo de Cárlos III, 1768, la ley ma
gistral en la materia, que es la 9." dicho título; en
la cual se decreta la presentacion en el Consejo y
exámen prévio de todas las Letras pontificias que
cóntuvieren ley, regla ú observancia general, y las
que, siendo de particulares, derogaren, aun in
directamente, el Concilio de Trento, la disciplina
recibida en España y los concordatos: los notaria
tos, grados y títulos de honor: los rescriptos de
jurisdiccion contenciosa y publicaciones de censu
ras, los que alteraren las constituciones de los re
gulares, y los que contuvieren exencion de la ju—
risdiccion ordinaria. Los breves de dispensas ma
trimoniales, edad, extra-témporas y oratorios etc.,
han de presentarse á los ordinarios; y los de in
dulgencias, á estos y al comisario de Cruzada,
segun la bula de Alejandro VI. En sede vacante
se presentarán al Consejo cualesquiera letras que
no procedan de Penitenciaría; pues estos breves
siempre estan exentos, como dirigidos al fuero in
terior. Y se imponen graves penas á los transgre
sores. , , , ,,- - º
Ademas se dictaron instrucciones para la eje
cucion cumplida de este mandato; y se creó en
Roma un agente general, por cuyo conducto hu—
biesen de obtenerse las gracias y dispensas, remi
tiendo las preces por la secretaría de Estado; no
llevándose á ejecucion las alcanzadas en otros tér
—264—
minos; con otras disposiciones consiguientes, que
se hallan en las leyes y notas del mismo titulo de
la Novísima, y en el correspondiente del suplemen
to á este código. - -
En la actualidad, segun la ley orgánica del Con
sejo Real de 6 de junio de 1845 y el decreto de 22
de setiembre del mismo año, dicho cuerpo debe
ser siempre consultado sobre el pase y retencion
de las bulas, breves y rescriptos pontificios, y de
las preces para obtenerlos: siendo estos puntos
propios del consejo pleno cuando las indicadas le
tras son de interés general, , , , , , ,,
- Concluimos recomendando, ademas de la obra
de Salgado, las Máarimas de Covarrubias, en cu
yos títulos 17 al 23 se encontrará una notable es+
plicacion de la pragmática mencionada de 1768.
Tambien han hablado del evequatur D. Diego Covar
rubias Quest. pract, q,35; y el mismo Salgado
en su tratado de tegia Protectíome; ademas de
otros autores que pudiéramos citar, entre ellos Van
Espen que, en un opúsculo especial sobre la ma
teria, establece los principios fundamentales de
ella sobre testos de nuestros compatriotas , aunque
no conviene con estos en algunas deducciones.
º , ..." - º: , , , , , , , en a rº
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--265
- , , º ,
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CAPÍTULov. -
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o ...; -
BREVE DEL PAPA CLEMENTE XIII
De sus picirunne ne 1766
Sobre las facultades del Nuncio Apostólico
º a en España. * --
, , , , ,
.
,
e , o - ,
a 1. Es conveniente al Pontífice romano favorecer
colmadamente con los privilegios apostólicos, en cuan
to lo permite la razon del tiempo y los lugares, á sus
Nuncios en los paises remotos, á fin de que autori
zados con ellos, puedan en el ejercicio de su cargo
franquear liberalmente la benignidad de esta Santa Si
lla para con sus hijos y devotos, cuando llegue el ca
so. Y concurriendo en tí, ( ) una singular fidelidad,
doctrina, industria, probidad y práctica en las cosas
que se han de ejecutar, y otras insignes virtudes; te
hemos nombrado Nuncio nuestro y de la Silla Apos
tólica, á nuestro muy amado en Cristo hijo Cários,
Rey Catolico de las Españas, á todos los Reinos de
España, y todas sus provincias, principados, ciudades
y lugares, de cualquiera manera sujetos á dicho Rey
Carlos, con facultad de legado á lafere; no dudando
- º º
, º -
- º *
.
(*) Este breve se referia á la persona de Monseñor Uésar A. Lucini,
arzobispo de Nicea. . . . . . . . . s , , ,
—266—
que, instruido de nuestros mandatos y consejos, cui
darás con el mayor esfuerzo de los negocios de la
Santa Iglesia Romana, de la fé católica y nuestros,
para la utilidad de toda la república cristiana. Pero
para que tambien con tu cuidado se atienda á la utili
dad y estado de estos reinos, vasallos y lugares de
ellos, hemos juzgado hacer especiales favores á este
tu cargo, para que tú, autorizado con ellos, uses allí
moderada y prudentemente segun la ciencia que Dios
te ha dado, cuando vieses convenir ála Iglesia de Dios,
consuelo y edificacion de los pueblos, y decoro de la
dicha Silla. Por tanto, para que tú puedas atender
oportunamente á las personas de los dichos reinos,
provincias, ciudades, dominios y lugares, y mostrarte
útil y benigno para con ellas, no derogando los decre
tos del sacro Concilio Tridentino, con la autoridad
apostólica, por el tenor de las presentes, te damos y
concedemos plena y libre licencia y autoridad, duran
te esta legacion y dentro de sus términos, y solo para
con sus personas y lugares alli existentes: , , , ,
2. Para visitar con la autoridad apostólica, segun
los cánones y decretos del Concilio de Trento, siempre
que te pareciere, por tí ú otro ú otros varones buenos
é idóneos, las iglesias patriarcales, metropolitanas, y
otras catedrales, colegiatas y parroquiales; y los mo
nasterios, así de hombres como de mugeres, priora
tos, preposituras, y lugares seculares y regulares de
cualesquiera órdenes, aunque mendicantes; como
tambien los hospitales, aunque sean exentos, sujetos
inmediatamente á dicha Silla, y autorizados con otro
cualquier privilegio, y sus capítulos y canonicatos,
—267—
universidades, colegios y personas, asi, seculares co
mo regulares, aunque exentos y sujetos como se ha
dicho.
3. Y para averiguar cuidadosamente el estado,
formas, reglas, institutos, régimen, estatutos, cos
tumbres, vida, ritos, usos y disciplina, asi junta como
separadamente, y tanto en la cabeza como en los
miembros.
4. Asimismo, para reformar, mudar, corregir y
componer de nuevo, sin separarte de la doctrina evan
gélica y apostólica, decretos de los sagrados cánones y
concilios generales, y tradiciones é institutos de los
santos Padres, y segun la ocasion y cualidad de las
cosas lo pidiere, cualesquiera cosas que conocieres
necesitar de mutacion, correccion, enmienda, revoca
cion é íntegra restitucion; confirmar, publicar y ha
cer que se ejecuten las cosas compuestas que no re
pugnen á los sagrados cánones y decretos del mismo
Concilio de Trento: quitar cualesquiera abusos, resti—
tuir y reintegrar por los modos congruentes las reglas,
instituciones, observancias y disciplina eclesiástica,
donde quiera que ellas hayan decaido: proponer y man
dar que se observen los decretos de dicho Concilio de
Trento donde todavía no estén introducidos.
5. Para averiguar cuidadosamente, corregir, en
mendar, estrechar y castigar las referidas personas,
así seculares como regulares, aunque sean exentas y
privilegiadas, que vivan mal y relajadamente, y se
desvien de sus institutos, ó por otra parte de cualquier
manera sean delincuentes, y para reducirlas al modo
debido y honesto de vída , segun la justicia persua
—268 —
da y el órden razonable dictc; y hacer que se obser
ve perpetuamente todo cuanto desde entonces esta
blecieres y ordenares.
6. Igualmente, para averiguar y proceder con
tra los desobedientes, falsarios, y tambien contra los
usureros, raptores, incendiarios, y otros cualesquie
ra criminosos y delincuentes, aunque sean exentos, y
contra los encubridores y acojedores de ellos, de cual
quier dignidad , órden y condicion que sean, por via
de acusacion, denuncia, ó de oficio, aunque sumaria,
simplemente y de plano, y sin estrépito y figura de jui
cio, y castigará los reos segun piden los establecimien
los canónicos, y por otra parte te pareciere convenir.
7. Además, para proceder, y conclusas debida
mente segun fuere de justicia, determinar las causas
de dichos crímenes, y otras cualesquiera criminales,
meras y mistas, eclesiásticas y profanas, y otras per
tenecientes de cualquier modo al fuero eclesiástico
fuera de las causas en primera instancia, si no es que
necesiten reparo de gravamen irreparable ó que ten
ga fuerza de sentencia definitiva), asi por via de re
curso y simple querella, como en fuerza de cuales
quiera apelaciones interpuestas, y que se interpusie
ren durante dicha legacion , de cualesquiera Jueces
erdinarios, y tambien de los delegados de la dicha Si
lla, y de otra manera en adelante de cualquier modo
devueltas, movidas y que se movieren, con todas sus
incidencias, emergencias, dependencias, anexidades
y conexidades, tambien sumaria y simplemente, de
plano y sin estrépito y figura de juicio, reconocida
sola la verdad del hecho, y observados los términos
- — 269—
substanciales en un solo contesto, ó tambien seña
lando término á tu arbitrio en lugar de ellos; y para
este efecto, y de los demás que acontezcan, citar y
amonestar á cualesquiera, aunque sea por edicto pú
blico, constando primero tambien sumaria y estrajudi
cialmente, no ser segura la entrada é inhibirlos y tam
bien á cualesquiera jueces y á las demás personas, cuan
do y cuantas veces fuere necesario, tambien por sense
jante edicto, e igualmente bajo de censuras y penas
eclesiásticas y pecuniarias, que se hayan de moderar
y aplicar á tu arbitrio ó de tus delegados; declarar
que cualesquiera desobedientes han incurrido en di-.
chas censuras y penas, y agravarlas repetidas veces
é impetrar el auxilio del brazo secular, ó delegar las
mismas causas, para que igualmente sean oidas y
terminadas, a otra ú oras personas idóneas, constitui
das en dignidad eclesiástica en el modo y forma referi
dos, y con semejante ó limitada facultad (no siendo
en la dicha primera instancia, como se ha espresado);
restituir in integrum, segun fuere de derecho, á cua
lesquiera personas, contra sentencias, cosas juzgadas
y cuales quiera contratos; relajar á cualesquiera los
juramentos a efecto de litigar solamente. -
8. Para absolver a cualesquiera de cualesquie
ra censuras y penas simplemente, ó á cautela ; pero
despues que hayan satisfecho congruamente como de
ben, asi á las partes como á los Jueces. Asimismo,
para absolver en ambos fueros á cualesquiera que re
curran a ti, que hayan cometido homicidio (pero no
voluntario), como tambien reato de perjurio de cual
quiera manera, y los que hayan asistido a guerras;
—270—
y además, aquellos que hayan cometido adulterio, in
cesto, fornicacion y cualquier otro pecado carnal;
y tambien á los usureros (hecha la restitucion de las
usuras), si te lo pidieren humildemente, de las senten
cias de excomunion , y otras censuras y penas ecle
siásticas y temporales, en que por esta razon hayan
incurrido de cualquier modo; imponiendo á cada uno
la penitencia saludable á proporcion de la culpa, y
otras que de derecho se hayan de imponer; y dispen
sar con ellos y con cualesquiera otros clérigos y per
sonas sobre cualquiera irregularidad contraida de cual
quier modo por ellos (pero no por causa de homici
dio voluntario, simonía real, heregía, lesa magestad,
ó bigamia, ó indebida percepcion de frutos eclesiásti
cos), aunque los así ligados con estas censuras hayan
celebrado misas y otros oficios divinos, pero no en
menosprecio de las llaves, ó de otra manera se hayan
mezclado en las cosas divinas; de suerte que los no
promovidos todavia puedan recibir los sagrados órde
nes, y el del presbiterato; y así estos como otros, mi
nistrar en el ministerio del altar en los recibidos, ob
tener cualesquiera beneficios eclesiásticos con cura,
calificados de cualquiera manera, y retenerlos libre
y licitamente, y los que de otra manera han obtenido
canónicamente, de los cuales no hayan percibido fru
tos algunos indebidamente, con tal que no sean mu
chos beneficios juntos, sino los que se permiten por
el Concilio de Trento.
9. Y tambien para dar licencia á cualesquiera
constituidos en edad legítima, y por otra parte idó
neos para ello, que quieran ordenarse de sacerdotes,
—271—
que tengan beneficio competente, y de tal manera se
hallaren precisados por razon de los beneficios que
obtienen , que si esperasen los tiempos establecidos
por derecho, los dichos beneficios vacaran por la no
promocion, para que puedan ser promovidos á título de
estos beneficios á todas las sagradas órdenes, y á la del
presbiterato por su obispo, perseverante en la verdad
de la fé, y obediencia á la Silla Apostólica, ó de su
licencia, por otro cualquier obispo católico que quiera,
el cual tenga la gracia y comunion de dicha Silla, re
sida, fuera de la Curia Romana, y en diócesi propia,
en tres domingos ú otros dias de fiesta, que se acos
tumbran guardar de precepto de la Iglesia (pero no
continuos, sino siempre interpolados con algun espacio
de tiempo, que se determine á arbitrio del mismo
obispo), aunque sea fuera de los tiempos establecidos
para esto por el derecho; y promovidos ministrar
tambien en el ministerio del altar.
10. Y para dispensar con los que padecen defecto
corporal, con tal que no sea tanta la deformidad, que
pueda ocasionar escandalo en el pueblo, ó no sea tal
el defecto que cause impedimento en el ejercicio de
los oficios divinos, para que igualmente puedan ser
promovidos á todas las órdenes sagradas y a la del
presbiterato, y obtener cualesquiera beneficios ecle
siásticos sin cura, aunque sean canoaicatos y pre
bendas en iglesias catedrales, aunque metropolitanas,
ó colegiatas, si por otra parte se le confieren canó
nicamente, ó son presentados, elegidos, ó admitidos
á ellos; y retenerlos, con tal que no sean muchos jun
tos, sino los permitidos por el Concilio de Trento.
—272- -
11. Y para dispensar sobre cualquier impedimen
to de pública honestidad de justicia donde solo hayan
intervenido esponsales, para que puedan libre y líci
tamente contraer matrimonio entre sí, y solemnizarle
in facie Ecelesiae, y permanecer en él despues que esº
té contraido; é igualmente con aquellos que, no obs
tante este impedimento, lo hayan ya contraido debida
mente, aunque lo hayan consumado por cópula cat
nal, y hayan tenido sucesion de él; absolviéndolos
del reato del incesto, y tambien de las censuras ecle
siásticas, para que puedan libre y licitamente con
traer matrimonio de nuevo entre sí, y solemnizarle
como se ha diclio, y permanecer en él, con tal que
por esto no hayan padecido rapto las mugeres; y
sentenciar y declarar legítima la sucesion habida.
12. Y para conceder licencia á cualesquiera per
sonas eclesiásticas que obtengan beneficios eclesiásti
cos, seculares ó regulares, en título ó encomienda,
y que quieran mejorar la condicion de ellos, para
que puedan enagenar ó permutar los bienes raíces de
sus beneficios en enfiteusis hasta la tercera genera
cion solamente, bajo de un canon ó censo anual (pe
ro que no exceda de tres ducados), en evidente utilidad
de dichos beneficios; y tambien para confirmar las
enagenaciones y permutas ya hechas, con suplemento
tambien de los defectos así de derecho como de hecho;
pero con tal que la concesion ó confirmacion, y cono
cimiento de todo este negocio, se cometa al ordinario
del obispado ó su provisor, y al que obtenga dig
nidad en la iglesia catedral, los cuales procedan jun
tamente. . . . . . . . . . . . . . . ..
—273
13. Además, para conceder cualesquiera letras
monitorias y penales en la forma significavit acostum
brada contra los malhechores ocultos é ignorados, y
para descubrir otros diferentes sabedores; pero guar
dando la forma del Concilio de Trento, y de la cons
titucion del Papa Pio V, de feliz memoria, nuestro
predecesor, promulgada sobre esto, y publicada en la
cancillería apostólica.
14. Y para conceder á cualesquiera personas
eclesiásticas (pero no que obtengan iglesias parro
quiales), que puedan oir los Derechos civiles, y estu
diar en ellos por cinco años, y ejercer cualesquiera
actos escolásticos; y despues que fueren hallados idó
neos en ellos, recibir los grados acostumbrados. º
15. Yá fin de que los que florecen en virtud y
méritos puedan ser honrados por tí con mas digno tí
tulo, para recibir, crear é instituir durante este tu en
cargo, solos doce notarios nuestros y de la dicha Silla,
los que juzgares escelentes, ó en nobleza, ó en grado,
y en doctrina y costumbres, que tengan á lo menos el
carácter clerical con las insignias debidas y acostum
bradas; recibiéndoles primero el acostumbrado jura
mento, y la profesion de la fé católica, segun los artí
culos propuestos por dicha Silla, y agregarlos favora
blemente á este número y consorcio de los demás no
tarios; y para concederles que, aunque no lleven há
bito y roquete, sin embargo gocen de todos y cuales
quiera honores, prerogativas y favores concedidos á
nuestros notarios tambien de número de los partici
pantes (pero no de las facultades de legitimar, crear
notarios, y promoverá grados, de las cuales de nin
48
—274—
guna manera puedan usar), pero sin perjuicio de di
chos notarios de número de los participantes, y fue
ra de la exencion abolida por el sagrado Concilio de
Trento. - -
16. Finalmente, para perdonar misericordiosa
mente en el Señor á todos los fieles cristianos de am
bos sexos, que verdaderamente arrepentidos, habien
do confesado, visitaren cualesquiera iglesias ó capi
llas seculares ó regulares en un dia de fiesta solamen
te, desde las primeras hasta las segundas vísperas y
ocaso del sol de dicho dia de fiesta, y pidieren á Dios
por la union de los príncipes crístianos, y por la pro
pagacion de la fé católica, el dia que hicieren esto
siete años y otras tantas cuarentenas (como se dirá)
de las penitencias que se les han impuesto, ó justa
mente se les debieran imponer; de suerte que este
perdon se conceda solamente una vez para una iglesia
ó capilla. -
17. Y tambien para conmutar en otras obras de
piedad cualesquiera votos; esceptuados solamente los
votos ultramarinos, de visita de los templos de los
Apóstoles San Pedro y San Pablo de Roma, y de San
tiago en Galicia, y los de castidad y de religion.
18. Para conceder facultad á cualesquiera per
sonas de anabos sexos, eclesiásticas y seculares, que
aconteciere llegará sitios que con autoridad apostó
lica es,án bajo de entredicho eclesiástico, que puedan
libre y lícitamente celebrar y hacer celebrar en ellos,
cerradas las puertas, sin tocar las campanas; echando
fuera totalmente los escomulgados y entredichos, en
su presencia, de sus domésticos y familiares; con tal
— 275
que ellos no hayan dado causa al entredicho, ni acon
tezca que ellos sean entredichos especialmente.
19. Y para concederá cualesquiera personas de
ambos sexos que quieran visitar el sepulcro del Se
ñor, que puedan ir á él y á otros lugares pios ultra
marinos, sin incurrir en alguna censura ó pena, con tal
que no lleven algunas cosas prohibidas; y que puedan
libre y lícitamente usar y comer en las cuaresmas, y
otros tiempos y dias prohibidos, huevos, manteca y
carnes, de consejo de ambos médicos, y secretamen
te y sin escándalo (escepto el viernes y sábado, y
tambien el miércoles de las cuatro témporas, y toda,
la semana santa, en cuanto á la comida de carnes so
lamente): con tal que uses parcamente y con mu
cha reflexion de esta facultad. , º
20. Yá fin de que las concesiones, gracias, y
letras, que en virtud de las presentes se concedieren
por ti, quitados todos los obstáculos, surtan su efecto;
para absolver y declarar por absueltas á cualesquiera
personas, solo para conseguir el efecto de todas y
cualesquiera sentencias de excomunion , suspension,
y entredicho, y otras censuras y penas eclesiásticas
á jure, vel ab homine por cualquier motivo ó causa.
promulgadas, si de algun modo se hallaren incursas
en algunas, con tal que no hayan permanecido un año
en ellas. . . . .
21. Y para conceder tus veces en las cosás re
feridas, en todo ó en parte, delegar jueces acompa
ñados, comisarios y ejecutores, para el cumplirien
to y observancia de las cosas referidas y de tus letras.
22. Para decretar y librar mandamientos, pro
—276—
hrbicrones y monitorios, tambien bajo de censuras y
demas penas dichas, y los demás remedios bien vis
tos, y no obstante apelacion. . • .. •.. ¡
33. Y para hacer, determinar y ejecutar todas y
cualesquiera otías cosas necesarias y oportunas de
cualquier modo, en lo referido y acerca de ello.
24. Determinando que puedas usar libre y líci
tamente de todas las facultades y concesiones ya
dichas, tambien con las derogaciones, suspensio
nes, indultos, y otros decretos y cláusulas irritan
tes, necesarias y oportunas, y acostumbradas conce
der y estender en las letras apostólicas, en cuales
quiera partes, reinos, provincias, ciudades, tierras
y lugares referidos. Y en las concesiones y gracias y
otras disposiciones que se hicieron por ti con la au
toridad de las presentes y de tu legacion, se esté
á sola lu narrativa, y tambien á solas las concesio
nes y letras, sin intimacion ó exhibicion de las pre
sentes, ó fé de Notario ó testigos, ni se requiera
para ello el adminículo de otra prueba: y que asi
y no de otra manera se deba juzgar y determinar
en cualquiera causa ó instancia, por cualesquiera
jueces ordinarios y delegados, aunque sean audito
res de las causas del palacio apostólico, y car
denales de la santa iglesia romana; quilando á ellos
y cada uno de ellos, cualquiera facultad de juzgar
ó interpretar de otra manera, y declarando nulo y de
ningun valor lo que de otra suerte aconteciere ha
cerse atentadamente por alguno sobre estas cosas
con cualquiera autoridad, sabiéndolo ó ignorándolo.
25. No obstante las letras del Papa Sixto : IV,
- —277—
de feliz memoria, muestro predecesor, en las cua
les se previene expresamente, entre otras cosas,
que los nuncios de dicha silla, aunque sea con
facultad de legado á latere, no puedan usar de las
facultades en cuanto á conceder dispensas y otras
gracias, sin que sufraguen cosa alguna contra dichas
Letras, cualesquiera cláusulas puestas en las Letras
de estas facultades; ni º tampoco los defectos y otras
cosas dichas, y las constituciones del concilio Late
ranense novísimamente celebrado, del determinado
número de notarios, aunque no se haya llegado á él,
que por esto no entendenuos derogar, y las de otros
cualesquiera concilios, universales, provinciales y si
nodales; ni las del Papa Bonifacio VIII, igualmente
nuestro predecesor, de feliz recordacion, de una dieta,
y las del concilio general de dos, y otras constitucio
nes y ordenaciones Apostólicas, y las generales ó es
peciales pronunciadas en los concilios provinciales y
sinodales, y las i reglas de la Cancillería Apostólica,
sin esceptuar alguna; y las que puedan señaladamen
te espresarse ó estenderse en cualquiera cosa, y los es
tatutos y costumbres de dichas iglesias y monasterios,
universidades, colegios, ciudades y lugares de cuales
quiera órdenes, aunque corroborados con juramento,
cofirmacion apostólica,ú otra cualquiera firmeza; aun
que algunas personas hayan prestado antes juramento,
ó aconteciere prestarlo en lo sucesivo de observarlos y
no impetrar Letras apostólicas contra ellos, y no usar
de ellas aunque se hayan impetrado por otro ú otros,
ó se hayan concedido por otra parte de cualquierania
nera; y otros cualesquiera privilegios é indultos apos
- 278--
tólicos generales ó especiales de cualesquiera ordenes,
aunque sean la Cisterciense y Cluniacense, que parez
can obstar de algun modo á las cosas referidas; por
las cuales, no estando espresadas ó insertas totalmente
en las presentes, el efecto de ellas se pueda impedir ó
diferir en cualquiera manera, y de las cuales, con to
dos sus tenores y de cualquiera parte, se deba hacer
especial mencion en las Letras nuestras y tuyas, las
cuales en cuanto á esto queremos que de ninguna
manera sufraguen á persona alguna. -
26. Todas las cuales, y cualesquiera otras co
sas contrarias puedas derogar cuando y como conven
ga, segun la necesidad de la cosa, y el caso en gene
raló en especial, y asi junta como separadamente, se
gun te agradare proveer sobre estas cosas.
27. Pero queremos que los moarios que se crea
ren por tí en fuerza de las presentes, antes que em
piecen á gozar del ejercicio del titulo, insignias y
privilegios que competen á tales notarios, no solamente
estén obligados á hacer en tus manos, ó de alguna per
sona constituida en dignidad eclesiástica, la profesion
de la fé (como se ha dicho) y prestar el acostumbrado
juramento de fidelidad; sino ademas de esto, antes de
dicho ejercicio, y dentro de tres meses contados desde
entónces, bajo las penas de inhabilidad para obte
ner en lo sucesivo cualesquiera pensiones y benefi
cios eclesiásticos, y otras á nuestro arbitrio y del Pon"
tífice romano, que actualmente sea, deban totalmente
exhibir ó hacer exhibir copia ó traslado auténtico de
tus Letras de su creacion de notarios, ante el secreta
rio de breves nuestro y de dicha silla, y se haga espe
—279—
cial mencion en dichas tus Letras de esta nuestra vo
luntad. . . . . .. . . . . . . . . .
28. Y que á las copias de las presentes, aunque
impresas, firmadas de mano de tu secretario y sella
das con tu sello, se dé la misma fe que se daría á las
mismas presentes si fueran exhibidas ó manifestadas.
29. Pero declaramos por las mismas presentes,
y te prohibimos rigurosamente, que durante este car
go te atrevas á usar de otras facultades fuera de las
espresadas arriba, ó lo intentes con cualquier titulo ó
pretexto, aun de cualquiera costumbre por inveterada
que sea, y si lo hicieres de otra suerte, cualesquiera
facul ades usurpadas sean nulas, y se tengan por de
ninguna fuerza y valor, y á ninguno le aprovechen.
- 1
5 - º* ,,, , , , , , , -
OBSERVACIONES.
- . . . . .
. Este breve se inserta en la ley 4, tit, 4, lib.
2.º de la Novísima Recopilacion. , , , , , , , , , ,
Para su inteligencia han de tenerse presentes
el capítulo 1", en que se estracta la concordia
Facheneti con algunas advertencias; y los capi-n
tulos 3.° y 4.", pues en los solemnes convenios
de 1737 y 1753 se contienen algunos articulos qu
conciernen á los Nuncios de España. , , ,,
. . Por lo demas, observaremos, que este breve
ha servido de norma para las credenciales de
los Nuncios sucesivos, segun varias, notas dicho
—280—
titulo de la Novísima ; salva alguna innovacion
exijida por las circunstancias ; como es en el pár
rafo 7.° respecto de las palabras « delegar las mis
mas causas , para que igualmente sean oidas y
terminadas , á otra ú otras personas idóneas cons
tituidas en dignidad eclesiástica», la adicion si
guiente: « ó para que delegues las dichas causas,
á efecto de que tomen conocimiento de ellas y las
decidan , á los jueces sinodales ó al tribunal de la
Rota de la Nunciatura de España , establecido por
otras nuestras Letras, espedidas en igual forma
de breve , el dia 26 de mayo de 1771 ; observando
en todo y por todo la forma y disposicion de las
mismas Letras.» Esta modificacion se hacia pre
cisa supuesta la existencia de la Rota española
En las demas leyes del mismo título 4." apa
recen varias disposiciones adoptadas para evitar
que el Nuncio, lejos de escederse en el uso de
sus facultades, se atuviese en él á algunas pro
videncias que se han indicado anteriormeníew
• :Es atendible la nota 9 , en la cual se consigna
que, con motivo de preveerse una reclamacion
de cierto superior local de monasterio, contra un
procedimiento del Nuncio, que le habia separado á
instancia de sus subditos , se resolvió, por Real
orden de 9 de noviembre de 1785 , « que en caso
de preparar el removido algunos recursos judicia
les, ó el de fuerza , antes de tomar providencia el
consejo , lo pusiera en la Real noticia ; y que lo
—281 —
mismo ejecute en otros semejantes en que, con
aprobacion de S. M., ó en virtud de oficios que se
le pasen de su Real órden, proceda el Nuncio
económicamente. » - * a s.
Pero todavía ofrece mayor interés la ley 8.º
y última citado título 4.° Es el Auto—acordado de
30 de enero de 1795; en el cual se espresan las
restricciones con que solia proponer el consejo y
la corona dar, el evequatur á las facultades del
Breve transcrito. Alli se espresa que el Nuncio las
ejerza «sin perjuicio de las leyes, pragmáticas,
usos y buenas costumbres de estos reinos, rega
lías de la corona, bulas pontificias, derechos
adquiridos por el Concordato del año de 1753, y
con arreglo en todo á lo dispuesto en el último
breve que dió nueva forma al tribunal de la Nun
ciatura, y á lo resuelto con respecto á su ejecu
cion; con la específica restriccion de que, en
atencion á la súplica interpuesta á Su Santidad
por los fiscales, no use el M. R.-Nuncio de las
facultades generales que se le dan de visitar, por
sí ó por medio de varones de probidad é idóneos
las iglesias patriarcales , metropolitanas y demas
que espresa el articulo 1." (S 2) de dicho breve:
de las en que se le conceden la averiguacion y cor
reccion de cualesquiera personas que vivan mal y
relajadamente, distraidas de sus institutos, ó que
sean delincuentes: de las en que se le habilita para
crear doce notarios, y conocer de cualesquiera
—282—.
causas que, por recursos ó apelacion interpuesta
ante el R. Nuncio, de los jueces ordinarios, se
sustancien en su tribunal, y cometerlas general
mente á los jueces sinodales ó á la Nunciatura:»,
y « que pueda delegar sus veces, en todo ó en
parte, y dar comision á jueces asistentes ó eje
cutores, sin que pueda variar el órden gradual de
las instancias en los casos y juicios de que deba
conocer; observándose lo dispuesto en la Real
Pragmática de 18 de enero de 1770 (*): y que
estas restricciones y suplicaciones se anoten á con
tinuacion del breve, »
Véase el capítulo que inmediatamente sigue.
.
-
*
* *
* -
, , , ," " - ,
- , , , , ,,
p -
, (*) Es la ley o, tit. 14 lib. 2 Novisima, relativa á la creacion de no
tarios para los tribunales eclesiásticos, ya sean de los de asiento, ya de
la clase de ordinarios. º .
—283—.
. CAPI MULO VI.
-re orQ/Q/e) oro-o-
BREVE ESPEDIDO EN 26 DE MARZO DE 1774
PoR EL PAPA CLEMENTE xiv
-, a - , , ,
creando la Rota de la Nunciatura en España.
.
-
, , ,
-
- . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . • - -)
2. Habiendo sido informados poco há, de que en
el tribunal de nuestra Nuciatura apostólica de las Es
pañas, el auditor del Nuncio apostólico, que en cual
quiera tiempo ha sido en aquellos, reinos, ha estado
de mucho tiempo á esta parte en posesion de conocer
y decidir en primera instancia, como juez, ordinario,
los pleitos y causas, asi civiles como criminales, de los
regulares, y demás exentos sujetos inmediatamente á
la Silla Apostólica, y de que el mismo auditor tambien,
como juez de apelacion, confirmaha ó revocaba las
sentencias que habian pronunciado en las causas
nuestros venerables hermanos, los arzobispos y obis
pos de dichos reinos; para que en lo sucesivo se ad
ministre justicia á todos en las sobredichas causas
—284—
mas espeditamente y con mas madurez, habiendo an
tes considerado seriamente el asunto, hemos determi
nado establecer y prescribir por estas nuestras letras
una nueva forma que se ha de observar en todo y por
todo perpetuamente en el conocimiento y decision de
ellas. - -
3. Por tanto, motu proprio, de cierta ciencia, con
madura deliberacion nuestra, y con la plenitud de la
potestad apostólica, privamos perpetuamente, y que
remos y mandamos que se tenga por privado al audi
tor del nuncio nuestro y de la Silla Apostólica, que
en adelante fuere en los reinos de España, de toda y
cualquiera autoridad, facultad y jurisdiccion de co
nocer de todas y de cualquiera de las mencionadas
causas, y de decidirlas y determinarlas, así en primera
instancia como en las ulteriores, ó en grado de apela
cion; y en lugar del dicho auditor, igualmente motu
proprio, de cierta ciencia, y con la plenitud de la po
testad Apostólica, substituimos, ponemos y subroga
mos perpetuamente un tribunal que se ha de llamar
la Rota de la Nunciatura Apostólica, el cual se ha de
erigir y establecer en la villa y corte de Madrid, de
la diócesis de Toledo; y á este tribunal de la Rota, que
se ha de erigir y establecer como acabamos de decir,
ha de cometer el Nuncio nuestro y de la dicha Silla,
que lo fuere en lo sucesivo en los Reinos de España,
el conocimiento de las inencionadas causas, del mis
mo modo y forma que nuestro tribunal llamado la Sig
natura de Justicia en esta nuestra ciudad de Roma, ha
acostumbrado siempre cometer las causas a los audito
res de la Rota Romana. º su
—285— -
- 4, El número de jueces de que se ha de componer el
tribunal de la Rota de dicha Nunciatura, por ahora ha
de ser el de seis; los cuales se han de dividir en dos
turnos, de suerte que cada uno de estos turnos deba
tener y constar de tres votantes ó votos: concediendo
al ponente, es á saber, al uno de los tres á quien se
haya dirigido la comision de la causa, no solo la mis
ma facultad y jurisdiccion que tienen, y de que usan
los auditores de la sobredicha Rota Romana, cuando
son ponentes en los actos judiciales que preceden á
la decision; sino tambien el que tenga voto en la cau
sa que él haya propuesto. -
95. Y si por discordia ó diversidad de votos no que
dasen decididas las causas propuestas, en tal caso, se
gun la norma y práctica de la Rola Romana, el dicho
Nuucio podrá libre y lícitamente hacer que vote en las
sobredichas causas, cuarto, y siendo necesario, tam
bien quinto, juez de los sobredichos. Y demás de es
to el dicho Nuncio, atendiendo al estado, circunstan
cias y calidades de cada una de las causas, podrá
tambien libre y lícitamente cometer una y mas veces,
así en el efecto suspensivo como en el devolutivo res
pectivamente, las causas decididas y determinadas por
sentencia de un turno de dicha nueva Rota, á otro juez
de ella del otro turno; de la misma suerte que se co
meten por el tribunal de la Signatura á otro auditor de
la Rota Romana. Y todos estos seis jueces de que se
ha de componer dicho tribunal de la Rota de la Nun.
ciatura, se juntarán para la decision de las causas, ó
en la casa de dicha Nunciatura, ó en la del decano, es á
saber, del que sea el mas antiguo de dichos jueces, ó
—286—.
en otro sitio que señalare el dicho Nuncio que en ade
lante fuere.
6. Y siendo asi que hasta ahora el mencionado
Nuncio, en virtud de letras apostólicas é igual forma de
breve, nombraba seis jueces in curia, que gozaban el
honor de ser protonotarios apostólicos, a los cuales el
mismo Nuncio cometia algunas veces el conocimiento
de dichas causas; por tanto, á fin de que en lo suce
sivo el nombramiento de los seis jueces, que han de
ser igualmente eclesiásticos, y de quienes se ha de
componer dicha Rota, se haga atendidos los méritos,
ciencia y calidades de cada uno, queremos y deter
minamos que este se haya de hacer perpetuamente
por Nos y por los pontifices romanos sucesores nues
tros, por letras apostólicas en igual forma de breve,
á presentacion de nuestro muy amado en Cristo hijo
Cárlos, Rey Católico de las Españas, y de sus suceso
res en los mismos Reinos. Por lo tocante al fiscal que
ha habido siempre en la sobredicha Nunciatura apos
tólica, permanecerá con su mismo oficio, y tendrá lu
gar en la Rota que se ha de erigir segun vá espresa
do; y en adelante ha de ser precisamente español, y
elegido por letras nuestras, ó de nuestros suceso
res en igual forma de breve; constando ser su per
sona del agrado y aceptacion de dicho Rey Carlos,
y de sus sucesores en los dichos Reinos.
7. Mas no ha de poder el dicho Nuncio cometer
todas las causas á este tribunal de la nueva Rota:pues
Nos motu proprio, de cierta ciencia, y con la plenitud
de la potestad apostólica, establecemos y mandamos,
que esté obligado y deba cometer en lo sucesivo las
-287—
causas de los exentos que residen ó habitan en laspro
vincias de dichos Reinos, á los ordinarios locales, ó á
los jueces sinodales en las mismas provincias, re
servando la apelacion á la Nunciatura apostólica. Por
lo respectivo á las demas causas que vienen á la so
bredicha Nunciatura en grado de apelacion, inter
puesta en segunda ó tercera instancia de las senten
cias de los ordinarios ó arzobispos de dichos reinos,
establecenios y mandamos, que el mencionado Nuncio
que en adelante fuere, consideradas todas las circuns
tancias de las enunciadas causas, de las personas y
de las distancias de los parages, y observando en cuan
to ser pueda, lo dispuesto por los sagrados cánones
y concilios, que prohiben se estraigan sin grave causa
de sus respectivas provincias los pleitos y los liti
gantes, deba cometer las dichas causas, ó á los jueces
sinodales de las diócesis ó á la sobredicha nueva Rota,
8. Asimismo establecemos y mandamos, que en las
causas criminales se observe perpetua y puntualmente
en todo y por todo, lo prescrito por el Concilio Triden
tino, por los sagrados cánones y por las constituciones
Apostólicas acerca de las apelaciones y recursos, en
todo lo que sea compatible con esta nueva forma de juz
gar las causas establecida por estas nuestras letras; por
lo cual se observará perpetuamente el órden gradual
y legítimo en admitir y recibir las apelaciones y cual
quiera recurso; de suerte que siempre quede salva á
los ordinarios la facultad de conocer en primera instan
cia, y quede subsistente la disciplina regular monás
tica en cuanto á la correccion de los Regulares.
9. Y aunque, mediante lo dispuesto hasta aqui por
—288
las presentes, quede suprimida enteramente por lo res
pectivo á las mencionadas causas, toda la jurisdiccion
del auditor de dicho Nuncio apostólico que en ade
lante fuere, como vá espresado; no obstante queremos
y determinamos que por Nos y por los dichos su
cesores nuestros, por lo ras apostólicas en igual for
ma de breve, se elija en lo sucesivo por asesora ó
auditor de dicho Nuncio, un varon eclesiástico dotado
de prudencia, ciencia y virtud, que ha de ser es
pañol, y tambien del agrado y aceptacion de dicho Rey
Cárlos, y de dichos sus sucesores; del cual asesor ó au
ditor se ha de valer dicho Nuncio que en adelante fue
re, para que con intervencion del mismo asesor ó audi
tor se libren todos los despachos de gracia y justicia,
debiendo este exáminar la forma de dichos despachos.
Igualmente ordenamos y mandamos, que el oficial de
la sobredicha Nunciatura llamado Abreviador, que an
tes solia escojerse de cualquiera nacion, haya de ser
en lo sucesivo español, y tambien del agrado y acep
tacion de dicho Rey Cárlos y de sus sucesores en
los mencionados reinos; y que sea elegido por Nos y
por los sobredichos sucesores nuestros, como va
espresado.
10. Pero determinamos y declaramos, que por las
presentes no se limita, muda ó innova en nada la
jurisdiccion, facultad y autoridad del Nuncio que en
adelante fuere en los reinos de España; por lo cual es
nuestra voluntad, y ordenamos y mandamos, que el
dicho Nuncio tenga, goce y use en lo sucesivo de
todas y cada a una de las facultades, autoridades y
M
privilegios que antes, como legado á Latere de la men
—289
cionada Silla, tenia, y de que gozaba y usaba en vir
tud de Letras. Apostólicas, que se han acostum
brado espedir en igual forma de breve, á cada uno
de dichos Nuncios y establecemos y mandamos mo
tu proprio, de cierta ciencia, y con la plenitud de la po
testad apostólica, que por las presentes letras nuestras,
ó por cualesquiera otras disposiciones y reglas que
ocurran darse ó prescribirse en adelante por lo res
pectivo al nuevo tribunal de la Rota, que se ha de
erigir como va dicho, no haya de quedar mudada,
limitada ó innovada en cosa alguna la omnímoda ju
risdiccion, autoridad y facultad del dicho Nuncio; si
no que deba permanecer en todo y por todo perpetua
mente firme en lo sucesivo como antes. . . . . . .
OBSERVACIONES.
Estas Letras presentan una mejora de conside
racion; mejora indicada ya durante el siglo XVI
en las quejas que elevaron á S.M. los Reinos, en
vista de que los Nuncios embarazaban á los ordi
narios en el conocimiento de los negocios respec
tivos en l." instancia, y de que pasaba á Roma la
mayor parte de los que se seguian en su tribunal.
Chumacero y Pimentel esforzaron, en las esposi—
ciones de que va hecha mencion, aquellos clamores,
concluyendo con pedir se estableciesen en Espa—
ña Rotas de jueces naturales del pais, y que fuesen
modificadas notablemente las facultades del Nun
4 $9
—290—
cío. En varios de los capítulos precedentes se ha
podido observar hasta qué punto se atendió á se-
mejantes proposiciones , en que insistiera el fis
cal Macanaz en el tono vehemente que caracteriza
sus escritos. Pero hasta la fecha del breve que
ahora nos ocupa , no se vieron regularmente sa
tisfechas las necesidades que habian escitado tan-
tas reclamaciones.
La Ilota española creada por él , ofrece las
ventajas de que los negocios eclesiásticos que
ocurran en la nacion, sean en la misma termina
dos por regla general ; puesto que en solo este
tribunal, supremo en su línea, hay logará tres
instancias , ora en los dos turnos de tres jueces,
del uno de los cuales se apela para el otro . ora
últimamente agregando á jueces que han visto la
causa en dichos dos turnos , un nuevo magistra
do , que puede llamarse tercero en discordia^).
Vara facilitar estas combinaciones, por decreto del
rey Cárlos IV, fecha 29 de julio de 1799, cuya dis
posicion fué aceptada en lioma, se aumentaron á
la Ilota de España dos auditores supernume
rarios , que sirven sin sueldo , bajo el concepto
de tener opcion precisa á las plazas de número
(') Este es el sistema que hasta cierto punto se ha adoptado en la ju
risprudencia novísima del Reino para obtener las decisiones en rt-
vista de nuestras audiencias territoriales , bajo bases mas conformes i
razon que las que por punto general se observaban en la materia hasta
los últimos tiempos. Sin embargo, este sistema no os absolutamente
nuevo en nuestros tribunales de provincia; como, por ejemplo, lo acre
dita la lev 1, g 3, del tit. 8, lib. 5, de la Novísima ttecopilacion.
—29—
que vacaren. Este decreto forma la ley 3.º,tit. 5.",
lib. 2.º de la Novísima; y en la lº del mismo título
va el decreto de 26 de octubre de 1773, en que el
rey Cárlos III, que habia obtenido el breve orgá
nico de la Rota española, dispuso su publicacion,
mandando que en su vista el Consejo le consul
tase lo oportuno para el mejor establecimiento del
nuevo tribunal , sus oficinas y subalternos.
- En la ley 2." de dicho título 5.º, se dispone que
de las seis plazas de número, cinco se distribuyan
entre los naturales de los grandes distritos en que
divide el Reino, para que en el conjunto de los jue
ces haya pleno conocimiento de los estatutos sino—
dales, costumbres y reglas especiales de disciplina,
vigentes en las varias diócesis de aquel. Ademas,
por Real resolucion de 2 de octubre de 1787, ley
4, alli mismo, se declara que este tribunal, «como
colegiado único eclesiástico de apelaciones últimas
en estos reinos, y del efectivo Real patronato y
nombramiento, » ha de conocer de las apelacio
mes y demas recursos que procedan de la vicaría
general del ejército.
Lo dicho y la lectura del breve bastan para
formar idea del origen de la Rota española y de
sus atribuciones. Por lo demas, los autores de
práctica forense enseñan lo concerniente al modo
de proceder que le es propio.
Consignaremos aqui algunos datos históricos
relativos á este tribunal. . . . . . ... es º
—292—
En 3 de octubre de 1800 el caballero Vargas,
ministro de España en Roma, dirijió, por órden
de su gobierno, al cardenal Consalvi, secretario de
Estado del Papa Pio VII, una nota en que se pro
ponian ciertas modificaciones importantes en la or
ganizacion de la Rota y dela Nunciatura de Madrid.
Esta nota no fué contestada hasta 9 de febrero
de 1802, y ello tuvo efecto en sentido negativo.
Hé aqui una parte de la nota del señor Vargas:
«Puesto que los seglares tienen la ventaja de
»terminar entre sí sus diferencias , por qué ha de
»carecer el clero de iguales facultades?
«¿Por qué la porcion del pueblo escogida por
»el Señor para instruir al pais en la Religion, se
»ha de mezclar en las contiendas del foro, dando
»ocasion á que los seglares duden del espíritu de
» paz, de amor y caridad que debe reinar en su
» corazon?
«Un principe tan piadoso como el rey de Es—
»paña, no puede ver con indiferencia este mal, pe
»ligroso por el ejemplo y mas aun por sus conse
» cuencias. o
«Bien sabe que los eclesiásticos de sus dominios
»son sus súbditos, igualmente que los demas. Sabe
» que exijir en ciertos negocios tres sentencias con
»formes y en algunos hasta cinco sentencias, es
»hacer durar los pleitos y las causas mas que la
»vida de los litigantes é interesados; fomentar los
»odios, alentar la impunidad, y afectar una in
—293—
» coherencia chocante en el modo de impartir la
»justicia dentro de una misma nacion. :
«Si un prelado español preside como delegado
» de Su Santidad el tribunal de la Inquisicion, ¿por
»qué no ha de suceder lo mismo tratándose de la
»jurisdiccion contenciosa , que es de menor interés
»que la Religion ? ,
de «Un juez del pais conoce la lejislacion de su
»patria, los usos, el mérito , las pasiones del liti
»gante, del encausado y de los testigos. Un juez
»estrangero se asocia á un auditor español, depo—
» niendo por lo mismo su autoridad de un modo in
» directo. ¿Puede este juez fallar, aunque se una
»con dicho auditor, como lo haria un tribunal de
»españoles, cuyos conocimientos son tan com
»pletos ?». . . . . . . . . . . , , .
La contestacion del cardenal Consalvi á estas
insinuaciones fué como sigue: . .
- «Sin remontarnos á épocas mas remotas, S. M.
»podrá tener presentes las ordenanzas del tribunal
» de la Nunciatura, publicadas en Madrid por los
»años de 1640 y 64 , consentidas por el inmor
»tal rey Felipe IV y concertadas con el Papa Ur
»bano VIII. * , º
«En seguida se firmó un concordato , el de 17
»de junio de 1717, entre Clemente XI y Felipe V,
»en cuya consecuencia el Nuncio fué reintegrado
» en el lleno de las funciones que ejerciera en
»tiempos anteriores. - y
- —294—
«Estas disposiciones, se confirmaron, en un se
»gundo concordato concluido en 1737.
«Ultimamente, por breve de Clemente XIV, su
»fecha 26 de marzo de 1771 , se concedió al ilus
»tre padre de S. M. facultad para crear una Ilota
» de jueces españoles, pero reteniendo en sí el Nun
»cio la jurisdiccion contenciosa. º
«Todos los monarcas de España han dado su
»placet á estas diferentes convenciones. . . . . . .»
y «Exije W. E. ..º Que se quite al Nuncio la ju
»risdiccion contenciosa y la autoridad sobre los
» regulares; y que para ello sea el Nuncio consi
»derado como embajador de un príncipe temporal.
2.º, «Que Su Santidad nombre á propuesta del
»rey un prelado español, al cual, en union con el
»tribunal de la Rota, se atribuya la jurisdiccion
»contenciosa con independencia del Nuncio.... .»
«La soberanía temporal de Su Santidad es una
»cosa secundaria en comparacion con su aposto
»lado supremo. Su Santidad no puede tener otros
»enviados que los nuncios: tal es el título de sus
» embajadores: tal el carácter que los califica y
»llama á las primeras distinciones. Los Papas han
»enviado siempre legados ó nuncios con el objeto
5 real de velar por los intereses de los católicos
» existentes fuera de sus dominios; sin haber com
»cebido jamás la idea de que por este medio se
»manifestase paridad de comunion entre la Iglesia
»romana y las demas Iglesias. . . . .»
—295—
«En cuanto al nombramiente de un prelado es
»pañol, de esto resultaria que Su Santidad hubie
»se de tener en Madrid dos legados; el uno mera
»mente de nombre, de todo punto inútil; el otro
»efectivo, si bien estrangero. Su Santidad habria
» de retirar á su ministro las facultades que le
» pertenecen! ¿No se palpan desde luego los incon
»venientes de semejante sistema? ¿No es evidente”
»la lesion que resultaria á los derechos de la San
»la Sede?... , . .» -
- «Su Santidad no duda que el piadoso Monar—
»ca español prestará acogida á las razones ale
»gadas; y desea por su parte que las cosos se man
» tengan en el punto en que las han dejado sus pre
» decesores.» (*)
Esta correspondencia diplomática muestra que
nada se innovó por entonces en la materia sobre
la cual versaba. -
Ahora , prescindiendo de otras molicias, im
porta recordar, que en fines del año de 1840,
con ocasion de hechos que son muy notorios, la
regencia que gobernaba á la sazon , decretó que
fuese estrañado el Vice-gerente de Su Santidad
en España, y que se cerrase el tribunal de la Rota
y Nunciatura Apostólica; encargando al Supremo
de Justicia propusiese medios para seguir y termi
nar los negocios en aquel pendientes etc. etc. En
”), «Vida del Papa Pio VIl» por Mr. Artaud, antes citada; tomo
cap. 17. ”,
—296—
virtud de esta disposicion de la regencia, la Rota
se cerró con efecto en 31 de diciembre del mismo
año; permaneciendo en tal estado hasta que en 20
de febrero de 1844 recayó un Real decreto asi con
cebido: «Artículo 1.° Se alza la prohibicion de
ejercer las facultades jurisdiccionales, impuesta al
tribunal de la Rota de la Nunciatura de España por
decreto de la regencia provisional de 30 de diciem
bre de 1840.—Artículo 2." Las causas incoadas en
este tribunal, respecto de las cuales exista comision
especial de conocer, emanada del último Vice
gerente ó de sus antecesores, seguirán sustancián
dose hasta su resolucion definitiva con arreglo á
las leyes y á los cánones.»
No habiendo entonces en España Nuncio ni otro
representante de Su Santidad que pudiese delegar
nuevas causas, visto es que la Rota española vi
via, se puede decir, no mas que á medias en se
me ante posicion. Sin embargo, duró hasta el año
inmediato; en cuya época, habiendo venido al
pais un Delegado apostólico, pudo aprovecharse
tal ocasion de hacer que aquel tribunal funcionase
cumplidamente, restableciéndole en su antigua si
tuacion; segun se espresa en la circular que en 26
de julio se dirijió al caso á los obispos del reino
por el ministerio de Gracia y Justicia, la cual de
cia: «Por el ministerio de Estado se ha comunica
do al de mi cargo, con fecha 20 del actual, la
Real órden siguiente: «Desde el dia de hoy ha
—297—
»quedado reinstalado el tribunal de la Rota de la
»Nunciatura; volviendo á ejercer sus funciones
»con arreglo al Breve de su creacion, bajo la pre
»sidencia y en virtud de comision del Sr. Delega
»do Apostólico en los dominios de S. M. Católica».
Tal es hoy el estado de la Rota de Madrid ".
e-e-> óOt, esº
, (*), Aqui parece oportuno advertir que nuestros monarcas conser
van el derecho de presentar dos auditores para la Rota de Roma (cuya
jurisdiccion es hoy harto limitada): á saber, el uno por los reinos de
Castilla y Leon ; el otro por los de la corona de Aragon. Mr. Artaud,
citada obra, tambien tomo 1, º, cap. 28, da noticias sobre el estado
presente de aquel célebre tribunal.
—298-
' . i • . : •
CAPÍTULO VII.
BREVE DEL PAPA CLEMENTE XJ\
Sobre reduccion de asilos.
En este Breve , que comienza En semper , su
fecha 1 2 de setiembre de 1772 , con referencia á
bulas de Gregorio XIV, Benedicto XIII y Clemen
te XII , se mandó ¿los prelados y ordinarios ecle
siásticos de España é Indias , que con la mayor
prontitud . y alo mas dentro de un año, señalasen
en cada lugar sujeto á su jurisdiccion , una ó á
lo mas dos iglesias ó lugares sagrados , segun su
poblacion . en las cuales se guardas?, y observara
solamente la inmunidad y el asilo, segun 1.a forma
de los sagrados cánones y constituciones apostóli
cas, y no en otra de las demas: previniendo queá
las que asi quedaren sin inmunidad , se les tenga
el correspondiente respeto , culto y veneracion.
Y para que sin faltar á esto, baya facilidad de es
traer el reo que por cualquier delito se retraiga á
ellas; que el juez eclesiástico proceda por sí mis
mo á la estraccion del reo eclesiástico , y para la
— 299 -
del lego los ministros de la curia seglar practi
quen el oficio de ruego de urbanidad, pero sin
usar de ninguna forma de escrito, ni esponer la
causa de la estraccion, que se pedirá al eclesiás—
tico que con título de vicario, general ó foráneo,
ó con cualquiera otro, ejerciere en la ciudad ó
lugar la jurisdiccion episcopal ó eclesiástica; y
por su ausencia ó falta, y tambien en caso de re
pugnancia, se deberá hacer el mismo ruego de
urbanidad á otro eclesiástico de edad provecta, y
el mas visible de todos los del pueblo: y que el
juez eclesiástico, el superior local de iglesias re
gulares ó el eclesiástico provecto, que fuesen amo
nestados, sin la mas pequeña detencion y sin co
nocimiento alguno de causa, esten obligados á.
permitir la estraccion, que inmediatamente se ha
de ejecutar por los ministros del tribunal eclesiás
tico si se hallasen prontos; y si no, por los del
brazo secular; pero siempre con intervencion de
persona eclesiástica. . . . ,
No hemos creido necesario dará la letra este
breve, que ocuparia muchas páginas: asi que nos
contentamos con insertar un estracto autorizado
de él (“). - , ,, , , , s
Se ha visto que en el concordato de 1737, ar
tículos 2, 3 y 4, á los cuales corresponden los
(*) . Este estracto se ha tomado de la nota 9, tit., 4, lib. 1.º, de la
Novísima;. El documento íntegro se halla en el Bulario traducido
¿? ºpedictº XIV que va citado anteriormente; tom. 3.º, desde la
pág. 47.
—300—
articulos 6 al inclusive del breve que le con
firma y esplana, se dictaron algunas disposiciones
para restringir el derecho de asilo. Estas disposi
ciones no satisfacian á las necesidades gravísimas
que sobre el particular se presentaban; ni por
otro lado, han tenido en España el cumplimiento
que fuera de apetecer, segun advierte Mayans
(Observacion 8."). Se hacia pues indispensable una
providencia que fundamentalmente atacase los
abusos que se cometian en la materia; y tal es la
que nos ocupa, acordada entre el referido Papa
Glemente XIV y el Rey Cárlos III.
En ella se citan las siguientes Letras Pontifi
cias: l." La Bula de Gregorio XIV Cum alias non
nulli, en la cual fueron escluidos del asilo los la
drones públicos, los salteadores de caminos ó ca
lles, los que talasen campos, los que matasen ó
hiriesen en las iglesias, los asesinos, los que mata- -
sen á traicion, y los reos de heregía ó de lesa Ma—
gestad; cuya bula no se recibió en España, por
contener cosas opuestas á la Regalía (*). 2." La Bu
la de Benedicto XIII Er quo divina, en la cual se
estendió la privacion del asilo á los homicidas de
caso pensado, á los falsificadores de Letras Apos
tólicas, á los empleados en montes de piedad ú
otros establecimientos públicos, que cometiesen
hurto ó falsedad, á los monederos falsos y á los
salgado de Supplic. ad Sanct. part. 1, c. 2, sect. , núme
ro 44.
—30 —
que, fingiéndose ministros de justicia, robasen en
las casas causando muerte ó mutilacion de miem
bros. 3.º La Bula de Clemente XII In supremo justi
tiae solio, espedida para los Estados Pontificios; en la
cual se dispone, entre otras cosas, que habiendo,
indicios que basten para la captura del retraido, y
siendo informado de ello y requerido el juez ecle
siástico, no ponga éste dificultad en la estraccion.
Siguen por orden cronológico las disposiciones
del Concordato de 1737: y despues la constitucion
de Benedicto XIV Officii nostri ratio, en la cual
se resuelven varias dudas sobre la inmunidad lo
cal, en sentido restrictivo de ella; y un Bre
ve del mismo Pontífice, espedido á instancias del
Rey Fernando VI á.20 de junio de 1748, modifi
cando el asilo en cuanto á ciertos delincuentes.
Sobre todo lo espuesto pueden verse las Insti
tuciones canónicas de Selvagio anotadas, libro
2.º tit. 23. Ademas en el tomo 9.º de las obras de
Van-Espen se halla un opúsculo sobre asilos, que
contiene especies importantes; como tambien las
ofrece Berardi, citada obra, tom. 4, part. 1.º disert.
3.° cap. 1.º Aqui hubimos de contentarnos con
dar una idea general de los monumentos indicados
en el Breve de 1772. -
Lo contenido en este se ha mandado obser
var por Real cédula de 14 de enero de 1773,
ley 5.º, tit. 4, lib. 1.º de la Novísima Recopila
cion. En la ley que inmediatamente sigue, se ha
—302 -.'
insertado otra Real cédula, de 11 de noviembre
de 1800, en la cual se prescriben reglas para la
estraccion de los reos refugiados, y para la forma
cion y determinacion de sus causas; disposicion
muy importante en materia de procedimientos. En
el referido título se encuentran otras especiales
concernientes al asunto.
Aquí ocurre una cuestion que no podemos me
nos de locar aunque ligeramente. El poder civil
¿tiene algunas facultades en materia de asilos? ¿es
este un negocio en que no pueda haber lugar á la
Regalía? ó mas bien ¿no es cierto que ella puede
ejercerse, y de hecho se ejerció en otras épocas de
un modo estenso, en lo tocante al derecho de asilo?
Al resolver esta cuestion, recordamos que un
escritor contemporáneo advierte oportunamente
que en realidad son pocas las materias de fuero
mixto; pues bien examinadas las que ordinaria
mente se califican como tales, resulta que son bajo
cierto respecto de la inspeccion de la autoridad
temporal, y bajo otro diverso pertenecen á la espi
ritual. Tal decimos en cumio al derecho de asilo:
considerado como una especie de indulto , es, en
su general acepcion,: de verdadera y esclusiva
competencia del poder temporal;; mas considera
do el respeto que se debe guardar hacia los tem
plos en la estraccion de los que á ellos se acojen,
no puede negarse que el poder eclesiástico tiene
interés en que la legislacion que sobre el partí
—303—
cular se dictáre abunde en aquel sentimiente, lejos
de desvirtilarle en lo mas mínimo. -
Para apoyar la competencia del Príncipe que
se acaba de establecer en la materia, vamos á.
transcribir un pasage del Discurso mas de una vez
citado del jurisconsulto Covarrubias (S. 5.º): «La
idea mas sencilla que puede formarse de la potes
tad temporal, está reducida á dos esenciales ca
racteres. El 1.° en ser universal; y el 2.° en ser
independiente y eficaz por sí misma para desem
peñar las funciones inherentes á la soberanía...
De este sólido y verdadero principio nace el dere
cho de la espada, que Dios le confió para castigar
los crímenes opuestos á la felicidad de los que
gobierna. Si para cumplir esta obligacion, que to
do soberano se impone desde el instante que ocu
pa el trono, necesitase acudir á la jurisdiccion
eclesiástica; seria hacerlo dependiente, en vez de
soberano; y quedaria imperfecta, precaria y débil
su potestad. Es pues absoluto en imponer las pe—
nas, como en indultarlas ó moderarlas. Si esto es
asi, ¿cómo podrá otro disponer del asilo, que no es
mas que un indulto ó modificacion de la pena, por
contemplacion y respeto á la casa del Señor?»
La historia apoya poderosamente esta doctrina.
Los códigos Teodosiano y Justinianeo; las legisla
ciones de los visigodos y longobardos del siglo V;
los Capitulares de Carlo Magno en el VIII y el IX;
las leyes de los alemanes y otras antiguas que re
—304—
copiló F. Lindembrogio; todos estos respetables
monumentos atestiguan el uso de la Regalía en
cuestion, en épocas cuyas observancias son sin
duda de la mas grave autoridad.
Por lo que hace á España, Gundemaro y otros
monarcas godos promulgaron leyes sobre inmuni
dad local, concediendo ó negando el asilo, y pres
cribiendo los límites en que debia encerrarse esa
gracia. El Fuero-Juzgo acredita esta verdad (títu
tulos 3, lib. 9, y 16, lib. 6.)
El Fuero Real, leyes 7." y 8.º tit. 5, lib. 1.º, que
forman la 1." tit. 2.º y la 1.º tit. 4, lib. 1.º de la
Novísima; sobre todo, en la última; la ley 97 del
Estilo, y las del tit. 2." Partida 1.”; manifiestan que
en el siglo XIII continuaban nuestros Monarcas en
el ejercicio de aquella facultad con toda su plenitud.
Covarrubias prosigue aduciendo multitud de
ejemplos, en comprobacion de lo mismo, to
mados de los varios reinos en que se dividia la na
cion durante la reconquista; y concluye de ello,
que por el espacio de diez siglos, á saber, hasta
la época en que la Iglesia estendió su poder tem
poral del modo que es notorio, dando á su fuero
esterior un aparato que antes no habia tenido, no
se han visto hechos que pudiesen argüir en con
cepto desfavorable al uso de la Regalía de que se
trata. Los que despues ocurren, claro es que no
pueden destruir un derecho que se apoya sobre
tan sólidos é incontrastables fundamentos.
—SOS—
CAPITULO VIII.
Disposiciones concordadas sobre reforma de
Regulares. Supresion de estos.
Como en el articulo 11 del convenio de 1737
y en la introduccion del otorgado en 1753 [pági
nas 108 y 159) se habia manifestado la necesidad
de una reforma en el estado eclesiástico de estos
Reinos, particularmente en el regular; parece con
veniente estractar aqui las resoluciones concorda
das que hayan recaído sobre el último punto.
Son dos: la primera , la bula de 10 de setiem
bre de 1 802 (*) ; la segunda , la de 1 5 de mayo de
1804: ambas, como se vé, del Papa Pio VII.
La bula de 1802 se dirijia al cardenal de Bor-
bon, arzobispo de Toledo. En ella, despues de ha
cerse cargo Su Santidad de que en esposicion del
Rey Carlos IV se insinuaba ser la causa de los
(*) Este documento te baila traducido al castellano , en el dictámen
que las comisiones encargadas de informar á las Cortes sobre el esta
blecimiento jr la reforma de las casas religiosas, estendieron en U de
enero de 1811.
20
«»
-306
males y abusos quese advertian en los claustros, por
lo relativo á España, la exencion de que gozaban
los regulares de la jurisdiccion de los obispos, y
de aplaudir la reforma aqui verificada en los mis
mos por disposicion del Pontífice Alejandro VI,
siendo visitador Apostólico ad hoc el cardenal Ji
menez de Cisneros, á quien llamaba Pio VII esela
recida lumbrera de España; se constituia á dicho
cardenal de Borbon igualmente por Visitador Apos
tólico de las órdenes relijiosas en España y sus do
minios de Ultramar; encargándole que, con el au
xilio de uno ó mas obispos, ó personas constituidas
en dignidad eclesiástica, seculares ó regulares, á
su eleccion, visitase por una vez las provincias re
gulares de dichos distritos, comprendiendo las
fundaciones exentas ó de cualquier modo privile
giadas, y tomase las providencias de reforma y
correccion que tuviese por oportunas, reponiendo
en su vigor los estatutos monásticos, restaurando
el culto, y el método de vida regular que prescri
ben los cánones, y especialmente el Concilio de
Trento; con facultad de delegar la comision de
las visitas, en personas piadosas, instruidas y pru
dentes, que hubiesen de dar cuenta de todas sus
operaciones al referido cardenal; y prevencion de
que, si se notasen cosas de mayor gravedad, y
principalmente de aquellas que piden innovacio
nen generales y perpetuas, las participase reser
vadamente al Papa, proponiendo lo que en el ca
—307—
so le pareciese, para la resolucion del mismo Pon
tífice. Por fin, se encargaba al cardenal de Borbon
que informase, si verificada la visita, creia ó no
preciso que con efecto se diese en España á las fa
cultades de los obispos respecto de los regulares,
mayor latitud de la que determinan las resolucio
nes de Trento: y se le autorizaba para resolver y
ejecutar la diminucion de mendicantes y la union
de los conventos de relijiosas que no pudiesen
subsistir á parte por falta de rentas; particulares
sobre los cuales el Rey habia llamado tambien la
atencion de la Santa Sede.
La bula de 1804 fué causada por una nueva
esposicion de la corte de España, en la cual se
manifestaba, que de estar sujetos los institutos re
ligiosos de este pais á generales estraños á él, se
seguian males de consideracion: asi que se pedia
que se pusiesen á todos los regulares del Reino vi
earios generales españoles, que gobernasen dichas
corporaciones inmediatamente por sí y sin recurso
al general de Roma. Tal peticion fué resuelta en
sentido favorable por la bula últimamente citada;
añadiendo Su Santidad, que si se propusiesen en
los capitulos reformas generales de los cuerpos mo
násticos, estas no se llevasen á efecto sin la apro—
bacion pontificia.
Estas bulas no habian producido ulteriores re
sultados cuando se verificó la invasion francesa.
El gobierno intruso suprimió los institutos regula
—308
reS en 1809: mas este decreto fué algun tanto mo
dificado por el gobierno de Cádiz. e: ,
Poco despues quedaron completamente anula
das todas aquellas providencias; y los regulares
volvieron á sus conventos sin restricciones.
En el trienio constitucional de 1820 á 1823 fue
ron esclaustrados los monges, continuando los
mendicantes en la vida comun; cuya disposicion
y las á ella consiguientes se revocaron al cesar
aquel estado de cosas.
Durante el actual reinado han tenido efecto
varias reformas de los institutos regulares. En ju
lio de 1835 fueron suprimidas la órden de jesuitas
y todas las casas de religiosos que no contasen doce
individuos. Un decreto de 8 de marzo de 1836 es
tinguió en general las congregaciones de varones
existentes en estos reinos; cuya providencia fué
elevada á ley en 29 de julio de 1837. En esta,
como hasta cierto punto en aquel, se hicieron es
cepciones á favor de los colegios de la mision en
Asia, de las casas de Escolapios, de las de Hospi
talarios de San Juan de Dios, de las Hermanas de
la Caridad de San Vicente de Paul, y de otros bea
terios destinados á la hospitalidad y á la enseñanza;
consignando que se trataria de la conservacion y
arreglo de los conventos y colegios de Jerusalen
y sus dependencias. Aunque dicha ley estendia
la supresion á los institutos de religiosas; sin em
bargo permitió á estas continuar en sus casas, diri
—309
jidas por preladas de su eleccion. La misma ley
aplicó los bienes de los conventos á la Amortiza—
cion de la deuda pública: señaló pensiones á los
religiosos de ambos sexos, y los habilitó com
pletamente para adquirir herencias; con otras cosas
análogas. La ley de 5 de marzo de 1845 ha estable
cido que el instituto de las Escuelas Pias volviese
al estado en que se hallaba antes de la de 1837 y
del decreto de 22 de abril de 1834 ("); quedando
sujeto al Gobierno en lo relativo á la enseñanza.
De estas noticias se podrá deducir cuál sea el
estado actual de los regulares en España.
Son al caso las leyes del tit. 26 lib. 1.° de la
Novísima. La 1.", del siglo XVII, recuerda la refor
ma de Cisneros y fija varias bases para la mejora
de los institutos regulares; la 3.° y 4." conciernen
á la supresion de los jesuitas, verificada por una
pragmática de Cárlos III, fecha 2 de abril de 1767,
generalizada en el orbe católico por breve de Cle
mente XIV de 21 de julio de 1773. Notorio es que .
estas disposiciones habian sido revocadas respecti
vamente por Fernando VII y Pio VII.
Ultimamente, sobre la reforma de regulares en
tiempo de los Reyes Católicos, se puede consultar
el Informe de Riol , SS 35 al 45.
Por este decreto se creó una Junta Eclesiástica para proponer la
reforma del clero secular y regular. La instruccion que le acompaña
ba, decia, entre otras cosas: «Que los conventos de mendicantes por
constitucion ó regla, guarden la debida proporcion con las necesidades
de las diócesis respectivas, para desempeñar su cargo esencial de auxi
liares natos, º
ERRATAS.
PAO. UN. DICE DEBE DECIR.
. .<6 17 fraccionados algunos fraccionados
27 21 8.° 8.° y 9.6
28 0 Esmeraldi Maraldi
69 24 dominio domicilio
124 30 V 31 nuestra vuestra
133 autoridad nulidad
144 18 vive vice
212 11 y 12 verificándose . . verificádose
213 Í8 pequeña selecta
215 26 cap. tit.
217 deque
última. ocuparnos vamos
que vamos á estampar
219 6 falso salvo
264 6 junio julio
280 12 mayo marzo
(evitar que el
id. 17 I Nuncio. escitar al Nuncio á que
Nota. Desd¿ la página 240 á la 273 se ha equivo
cado el primer guarismo de la numeracion , poniendo
1 por 2.
En la página 27S entre las líneas 20 v 21 intercá
lese lo siguiente : de cada una de las cosas referidas^
de todas y de
ÍNDICE.
PRólogo. . . ,
INTRoDUCCION. e º e e º e
CAPITULo 1.º—Concordia Facheneti.
Observaciones á la misma. a e -
CAPITULo 2.º—Bula Apostolici Ministerii.
Observaciones á dicha Bula. . . . . .
CAPITULo 3.º—Testo del Concordato de 1737. 99
Breve que confirma dicho Concordato. 15
Observaciones á estos dos documentos. 434
CAPITULo 4.º—Testo del Concordato de 1753. 157
Constitucion Apostólica consiguiente al mismo. 172
Breve que esplica el Concordato de 1753. 494
Observaciones al Concordato de 1753. 200
CAPITULo 5.º—Breve de 1766 sobre las faculta—
des del Nuncio en España. 65
Observaciones á este documento. - - 279
CAPITULo 6.º—Breve que establece la Rota de la
Nunciatura en España . . . . . . . . 283
Observaciones á este documento. . . . . . 289
CAPITULo 7.º—Breve de Clemente XIV sobre re
duccion de asilos en España. e e 298
CAPITULo 8º y ULTIMo.—Disposiciones concor
dadas sobre reforma de Regulares. Supresion
de estos. 305
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