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El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos Ok

El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos, conocido como 'Padre Marianito', fue un sacerdote colombiano nacido en 1845, destacado por su dedicación al servicio de la comunidad y su amor por los campesinos. A lo largo de su vida, enfrentó numerosas adversidades, incluyendo la guerra civil, mientras promovía la fe y ayudaba a los más necesitados, ganándose una reputación de santidad. Falleció en 1926 y fue beatificado en el año 2000, con su causa de canonización aún abierta.
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El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos, conocido como 'Padre Marianito', fue un sacerdote colombiano nacido en 1845, destacado por su dedicación al servicio de la comunidad y su amor por los campesinos. A lo largo de su vida, enfrentó numerosas adversidades, incluyendo la guerra civil, mientras promovía la fe y ayudaba a los más necesitados, ganándose una reputación de santidad. Falleció en 1926 y fue beatificado en el año 2000, con su causa de canonización aún abierta.
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El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos (“Padre Marianito”) nació en Yarumal, Colombia,

el 14 de octubre de 1845 y fue bautizado al día siguiente.

Los padres de Mariano eran muy religiosos, por eso, desconfiando de la escuela pública,
que entonces se comportaba de modo muy hostil a la Iglesia, se ocuparon personalmente de
la educación de su hijo.

De ellos aprendió Mariano no sólo las buenas costumbres sino también a leer, escribir y los
rudimentos de las ciencias. El empeño de los padres dio sus frutos, y muy pronto, el
muchacho comenzó a enseñar a otros niños menos afortunados que él.

Por haber pasado su infancia y adolescencia en el campo y entre campesinos, Mariano de


Jesús parecía un verdadero campesino. Esto le fue de grande ayuda más tarde, cuando
siendo ya sacerdote, ejerza su apostolado entre la gente del campo.

Cuando, a los 16 años, manifestó su deseo de ser sacerdote, fue confiado a la solicitud de su
tío Fermín Hoyos, párroco de Girardota, sacerdote de reconocidas virtudes y de ciencia. A
su lado, Mariano, con grande ahínco y perseverancia, dio comienzo a su formación cultural
y espiritual. Acompañó a su tío cuando éste fue trasladado a San Pedro como párroco y
vicario foráneo.

Mariano pasaba su vida, sencilla e íntegra, entre la oración, el estudio y el trabajo. En 1869,
a los 24 años de edad, entrò en el recientemente abierto Seminario de Medellín, donde se
preparó con mucho empeño al sacerdocio. El 14 de julio de 1872 recibió la ordenación
sacerdotal.

Inició su ministerio en San Pedro, como coadjutor de su tío Don Fermín, quien lo había
solicitado del Sr. Obispo. Esta colaboración no duró mucho, porque Don Fermín murió en
enero de 1875, y Don Mariano fue trasladado, siempre como coadjutor, primero a Yarumal
(1876) y luego a Angostura (1878). El párroco de Angostura era Don Rudesindo Correa,
anciano y de salud muy precaria. Apenas tomó posesión de su cargo, Don Marianito, como
era llamado afectuosamente, se dio cuenta de las muchas y no pequeñas dificultades que se
le presentaban. Lo primero de todo, la construcción del templo parroquial, que había
comenzado, pero que estaba parada por falta de fondos, por las dificultades técnicas y por
las amenazas de guerra civil en la región. Después de un año de espera, con paciencia y
perseverancia, superadas las dificultades, pudo concluir la construcción. Durante la guerra
se vio obligado a esconderse varias veces en las montañas o en las cuevas. Nombrado
párroco de Angostura, permaneció en su puesto hasta su muerte, siendo un pastor eximio y
solícito para todos sus fieles.
Su fama de santidad se difundió en toda la región. Nada era capaz de frenarle en su celo: ni
los obstáculos de parte de la autoridad civil, en aquel entonces muy contraria a la Iglesia, ni
las dificultades de tiempos y lugares. Su apostolado constante y eficaz produjo muchos
frutos, dejando entre la gente un profundo efecto y un vivo recuerdo.
Supo insertarse totalmente en la vida del pueblo, participando en las penas y alegrías de
todos. Para todos fue padre diligente, maestro y consejero de confianza y testigo fiel del
amor de Cristo entre ellos. Los pobres, que él llamaba "los nobles de Cristo", eran sus
preferidos. No tenía ningún reparo en emplear sus propios bienes para aliviar las penurias y
la indigencia de los más débiles. Visitaba con frecuencia a los enfermos, y para asistirles
estaba dispuesto a cualquier hora del día o de la noche. Con infinita mansedumbre y
sencillez se ocupaba de los niños y de los jóvenes para guiarlos por el camino de las buenas
costumbres y de la prudencia.
Tenía un grande amor por los campesinos, recordando que él mismo había sido uno de ellos
hasta los 16 años. Estaba muy atento a sus necesidades espirituales y sociales, e incluso a
las económicas.
Conociendo como conocía a su gente, sabía hablarles al corazón. Su predicación era muy
sencilla, pero al mismo tiempo muy eficaz. Difundía la buena prensa y enseñaba la doctrina
cristiana a todos, pobres y ricos, niños y adultos, hombres y mujeres. En su parroquia
promovió mucho la práctica religiosa: la asistencia a la misa dominical y festiva, el rezo del
rosario en familia, la devoción al Corazón de Jesús, las asociaciones católicas, la oración
por las vocaciones santas...
Hizo además algunas obras materiales: la conclusión de la iglesia parroquial, su propia casa
de habitación, el campanario, la ermitas de la Virgen del Carmen y de San Francisco y el
cementerio. Estas obras contribuyeron mucho a despertar y sostener la vida cristiana de los
fieles.
Su vida era muy pobre, austera y mortificada. Era muy constante en su vida de oración en
la que se hallaba la raíz de su apostolado y de su vida sacerdotal. Era muy devoto de la
Eucaristía, de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos. Amaba sobre todo a
Dios, por cuya gloria trabajó siempre. De aquí nacía su afán por salvar las almas de sus
parroquianos y el mundo entero.
Durante muchos años gozó de buena salud. Eso le permitía practicar la mortificación con
penitencias y ayunos. Pero al fin le sobrevino una grave infección de la vejiga y una fuerte
inflamación de la próstata. A mitad de junio de 1926 se vio obligado a guardar cama. El 12
de julio tuvo un ataque de enteritis. Era tan grande su pobreza que no tenía ni la ropa
necesaria para cambiarse. Los que le cuidaban tuvieron que acudir a la caridad de la gente
para poder asistir al enfermo como convenía. Él dijo entonces: "Ya he vivido bastante.
Ahora mi deseo más grande es unirme a mi Jesús".
Murió el 13 de julio de 1926, justo 46 años después de su ordenación sacerdotal. Fue
sepultado en la capilla de la Virgen del Carmen, que él mismo había hecho construir. Su
muerte fue muy sentida por el pueblo, que participó en pleno en los funerales junto con
varios sacerdotes y las autoridades.
Ya en vida gozaba de fama de santidad. Ahora, con el reconocimiento de sus virtudes en
grado heroico y la aprobación del milagro, la Iglesia corrobora lo que el pueblo fiel había
sentido y propagado.
Hoy conmemoramos al Beato
Mariano Euse, ‘Padre
Marianito’, patrono de la paz
para Colombia

Beato Padre Marianito


El 13 de julio la Diócesis de Santa Rosa de Osos celebra la fiesta en honor del Beato Mariano
de Jesús Euse Hoyos, mayormente conocido como el Padre Marianito. Fue un sacerdote
nacido en Yarumal, Antioquia, que trabajó durante casi toda su vida en la parroquia de
Angostura, cerca de su pueblo natal, y se distinguió por su espíritu de servicio y amor por la
comunidad de la cual estuvo al cuidado en su ministerio sacerdotal.

Desde su más tierna edad su madre le repetía con frecuencia la


máxima de San Alfonso María de Ligorio: “Quien ama a María
se salva; quien no la ama se condena”. Su advocación preferida
fue Nuestra Señora de Chiquinquirá, a la que le tuvo devoción
toda su vida.

El 3 de febrero de 1869 ingresó al seminario de Medellín; en


1871 recibe las órdenes menores y el 14 de julio de 1872 es
ordenado sacerdote. Fue coadjutor del P. Fermín Hoyos en San
Pedro de los Milagros. “Se dedicó al cuidado de los niños, de las
jóvenes amenazadas por el peligro enorme de su desamparo, de
los campesinos arruinados por la guerra y de las almas alejadas
de Dios, envenenadas por las malas ideas que saturaban el
ambiente”.

En marzo de 1876 fue nombrado coadjutor en Angostura, donde


continuó con mucho celo su apostolado siendo muy bien
recibido por la población pues su fama “de santo y de varón
encendido en el celo por la gloria de Dios y la salvación de las
almas” se había extendido por todas esas regiones del noreste
antioqueño.
Estando como coadjutor le tocaron los aciagos días de la
persecución del clero durante la guerra civil que asoló a
Colombia por esos años. Ante la amenaza de que Angostura
fuera tomada por tropas anticatólicas, debió refugiarse en las
montañas o en una cueva amplia a las afueras de la población
que le servía de habitación y de capilla; celebraba casi todos los
días la misa en casas de confianza o en la cueva donde se
escondía. Exhortaba a los feligreses a la oración y él mismo
dedicaba muchas horas a la penitencia, a los ayunos, para que
Dios se dignara proteger a la Iglesia de esa persecución
incontenible.

El 21 de enero de 1882 fue nombrado “cura propio de Angostura”,


cargo que ejerció hasta su muerte en 1926.
Durante sus 44 años al frente de la parroquia de angostura se dedicó
con ardor en la conversión de los pecadores, no solo con la oración sino
también con ayunos, mortificaciones y privaciones. Soportó con mucha
paciencia toda clase de injurias, burlas y afrentas. Con frecuencia creía

escuchar a Jesús agonizante que le decía: “Tengo sed”. Eso lo


reconfortaba y le daba redobladas fuerzas para atender sus
obligaciones de párroco. El Señor lo colmó para esa labor
apostólica de carismas, de una caridad inmensa para atraer a
Dios las almas extraviadas.

Se relata que en una ocasión se presentó un incendio en una


finca, que se extendió rápidamente amenazando con consumir
las casas de la población. Llamado el P. Marianito rezó el
exorcismo y el fuego se extinguió. En otro incendio en la misma
población roció el lugar con agua bendita y el incendio terminó.

En otra ocasión, dos señoras se burlaron del P. Marianito


dibujando ridículas caricaturas. Una de ellas enloqueció y la
otra contrajo un dolor de cabeza que la obligó a pedirle perdón.
El P. Marianito le hizo la señal de la cruz y la curó para siempre
de ese dolor.
A una niña, sorda de nacimiento, la llevaron donde el Beato
Mariano Euse, quien, humedeciendo los dedos en su saliva, los
puso sobre sus oídos retirándolos inmediatamente. La niña
quedó curada.
Un largo verano amenazaba acabar con sementeras y potreros.
Le rogaron al P. Mariano que hiciera una procesión de rogativa,
llevando las imágenes de Nuestra Señora de Chiquinquirá y de
San José. Unos forasteros se burlaban apostando a que no
llovería. Antes que la procesión terminara Dios probó lo
contrario: se descargó un aguacero tal que hubo que suspender
la procesión y guardar las imágenes.
Murió sin esfuerzo sin señales de angustia, como dormido,
semblante que aún hoy podemos admirar. Fue beatificado por
San Juan Pablo II el 9 de abril de 2000 y esperamos que su
canonización sea pronto.

aunque el cuerpo del padre Marianito fue exumado con una increíble
conservación, y no fue embalsamado, luego se descompuso producto de unos
eventos que pasaron al lado del santuario en el que reposaba.

El Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos, cariñosamente conocido


como el "Padre Marianito", fue un sacerdote diocesano nacido
en Colombia, quien se santificó a través de su servicio como
párroco. San Juan Pablo II lo llamó "don de paz" para su país, en
tiempos en los que dicha nación sufría los más duros embates
de la violencia.

El sacerdote fue beatificado el 9 de abril del año 2000. Hoy, la


causa de canonización del Padre Marianito sigue abierta.
Le falta un milagro para ser santo.

En la homilía de la Misa de beatificación celebrada en el año


2000, San Juan Pablo II destacó que el "Padre Marianito… se
comprometió incansablemente en la evangelización de niños y
adultos, especialmente de los campesinos". El Papa recordó que
el párroco "no ahorró sacrificios ni penalidades, entregándose
durante casi cincuenta años en una modesta parroquia de
Angostura, en Antioquia, a la gloria de Dios y al bien de las
almas que le fueron encomendadas".
Mariano de Jesús Euse Hoyos nació el 14 de octubre de 1845 en
Yarumal, un municipio ubicado en el departamento colombiano
de Antioquia, cuya capital es Medellín. Su infancia la pasó en
ambientes rurales, muy cerca de quienes trabajan la tierra. La
primera parte de su educación la recibió en casa.

A los 16 años evidenció su deseo de ser sacerdote y fue


confiado a su tío párroco, don Fermin Hoyos, para iniciar su
formación. A los 24 ingresó al seminario de Medellín.

El Padre Marianito se caracterizó por su humildad y cercanía con


la gente. No le importaba si eran ricos o pobres. Él se enfrentaba
a cualquier peligro o dificultad con tal de hacer prevalecer el
amor de Cristo en medio de las circunstancias que le tocaron
vivir. Así, su fama de santidad se difundió en toda la región.

Grande fue su desprendimiento de las cosas materiales y su


espíritu de pobreza. Cuando cayó enfermo en su vejez, la gente
solícita quiso ayudarlo. En ese momento muchos vieron cómo
vivía: sin nada, sin siquiera las prendas mínimas de las que se
hacen los sacerdotes para llevar a cabo su ministerio o para las
ocasiones especiales.

Nunca tuvo reparos en emplear sus propios bienes para aliviar


las penurias de los más pobres entre sus feligreses. Visitaba con
frecuencia a los enfermos y se ocupaba de los niños y los
jóvenes para ayudarlos a caminar por el sendero de la
prudencia, la moral y la fe en Dios.

El Beato Mariano de Jesús falleció el 13 de julio de 1926 a los 81


años, luego de una crisis de enteritis, una inflamación aguda del
intestino. Quienes lo asistieron en el epílogo de su vida
recuerdan sus palabras: "Ya he vivido bastante. Ahora mi deseo
más grande es unirme a mi Jesús".

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