Innovación educativa en Filología Clásica: un enfoque
colaborativo y visual
Fátima Aguayo Hidalgo
Universidad de Sevilla
1. La enseñanza de la Filología Clásica en la Universidad
En el ámbito universitario, la enseñanza de la Filología Clásica ocupa un lugar esencial
en la formación filológica, ya que conecta al alumnado con las raíces de la civilización
occidental a través del estudio de las lenguas clásicas: el griego y el latín. Estas lenguas
no solo constituyen la base del pensamiento, la literatura y la cultura de la antigüedad,
sino que también han influido profundamente en el desarrollo de las lenguas modernas
y en la configuración del mundo contemporáneo. Esta disciplina no se limita a la
adquisición de competencias lingüísticas, como la traducción y el análisis gramatical,
sino que ofrece una puerta de entrada a las grandes obras literarias de la antigüedad.
Las oraciones y textos, al ser estudiados en su lengua original, permiten una
comprensión más rica y matizada de conceptos fundamentales que aún influyen en
nuestra forma de pensar, desde la ética y la política hasta las nociones de estética y
justicia. El enfoque filológico, que combina el rigor textual con el análisis crítico, fomenta
en el alumnado una serie de habilidades que son altamente valoradas en diversos
ámbitos profesionales: el pensamiento analítico, la capacidad de síntesis, la
argumentación estructurada y el trabajo meticuloso con fuentes primarias. Además, el
estudio de la filología clásica promueve un entendimiento interdisciplinario (García 2011;
Pedroza Flores, 2006), ya que dialoga constantemente con áreas como la historia o la
filosofía. Esto convierte a aquellos estudiantes de lenguas clásicas en investigadores
versátiles y preparados para abordar problemáticas complejas desde diversas
perspectivas.
Sin embargo, en un contexto académico contemporáneo, donde las disciplinas
humanísticas y, en especial las clásicas, enfrentan el desafío de demostrar su
relevancia, la enseñanza de la Filología Clásica debe adaptarse e innovar para
mantenerse vigente. Es imprescindible incorporar tecnologías digitales y metodologías
pedagógicas modernas que enriquezcan el aprendizaje y atraigan a nuevas
generaciones de estudiantes. Al igual que en otras disciplinas, la enseñanza de estudios
clásicos puede verse beneficiado por las nuevas herramientas digitales, como la
inteligencia artificial (IA) u otros recursos como Padlet, Moodle o Edmodo para
enriquecer el proceso de aprendizaje y aumentar la motivación del alumnado (Aguayo
Hidalgo, 2024; Salinas: 2004). Por otro lado, los docentes también debemos reflexionar
sobre nuestro papel en la formación de valores éticos y ciudadanos (Fuentes et al.,
2023: 22-23). Los textos clásicos, al abordar temas universales tales como el poder, la
libertad, la justicia y la condición humana, ofrecen un marco para el debate crítico y el
análisis de dilemas actuales. De esta manera, la Filología Clásica no solo contribuye al
enriquecimiento intelectual, sino también al desarrollo de una ciudadanía más reflexiva
y comprometida con los desafíos del presente (Husillos García, 2011: 4).
2. La realidad de las aulas
En un escenario ideal, los docentes podrían aplicar estas estrategias en un entorno en
el que el alumnado accediera a los distintos grados universitarios con una sólida
formación previa en lenguas clásicas e interés genuino por el aprendizaje. Un contexto
en el que los estudiantes no solo estuvieran motivados por aprobar las asignaturas
cumpliendo con el mínimo indispensable, sino que mostraran curiosidad intelectual y
compromiso con el conocimiento profundo del griego y/o el latín. No obstante, la realidad
educativa actual presenta desafíos que distan de este escenario idílico, tales como el
reducido peso de las lenguas clásicas en los currículos de enseñanza secundaria o la
percepción de estas disciplinas como irrelevantes en el ámbito profesional moderno. Por
ello, los docentes debemos enfrentarnos al reto de captar el interés de un alumnado
que, en muchos casos, carecen de bases sólidas en griego y latín, y necesitan ser
guiados para descubrir la riqueza cultural, literaria y lingüística que estas lenguas
ofrecen.
Este fue el contexto en el que decidimos implementar nuestra propuesta metodológica
de innovación docente, diseñada específicamente para afrontar los desafíos que plantea
la enseñanza de las lenguas clásicas en un entorno académico contemporáneo. En
concreto, esta metodología se ha aplicado en diversos grupos de la asignatura Lengua
Clásica Latín de la Universidad de Sevilla, impartida en el marco de distintos programas
académicos, como el Grado en Filología Hispánica y el Grado en Estudios Ingleses. En
todos ellos, nos encontramos con dos problemas fundamentales que obstaculizan la
obtención de un aprendizaje significativo. El primero de ellos es la falta de interés y
motivación por parte del alumnado. En la Facultad de Filología de la Universidad de
Sevilla, el alumnado debe cursar obligatoriamente una Lengua Clásica, ya sea latín o
griego, en el primer cuatrimestre de su primer año académico. El simple hecho de que
la asignatura sea de carácter obligatorio genera, en muchos casos, una falta de
motivación intrínseca por parte del alumnado, lo que se traduce en un aprendizaje
superficial y mecanizado (Hernández-Flórez, 2019). En lugar de fomentar un
conocimiento profundo y significativo, muchos estudiantes se limitan a adquirir los
conceptos básicos necesarios para probar la materia, conocimientos que,
lamentablemente, tienden a olvidarse poco después de finalizar el cuatrimestre. Este
fenómeno no solo dificulta el desarrollo de habilidades analíticas y críticas asociadas al
estudio de la lengua y la cultura clásica, sino que también compromete el verdadero
objetivo de la asignatura: ofrecer al alumnado herramientas para comprender,
interpretar y valorar la riqueza cultural y lingüística del periodo clásico y su influencia en
el pensamiento y lenguas contemporáneas. Este primer problema también puede
deberse a la percepción que muchos estudiantes tienen de las lenguas clásicas, pues
las ven como disciplinas ajenas a sus intereses personales o a las demandas del
mercado laboral actual. Este desinterés suele derivar en una actitud pasiva frente al
aprendizaje, en la que el objetivo principal se limita a superar la materia con el mínimo
esfuerzo posible, en lugar de explorar y valorar la riqueza histórica y lingüística que estas
disciplinas ofrecen. Por tanto, se hace imprescindible reflexionar sobre las metodologías
docentes y diseñar estrategias que estimulen un interés genuino, vinculando los
contenidos de la materia con aplicaciones prácticas y contextos actuales que resaltan
su relevancia en el mundo moderno.
El segundo problema radica en el nivel desigual de conocimientos previos con los que
el alumnado llega a las aulas universitarias. La nula o escasa formación básica en
lenguas clásicas durante la educación secundaria, unida a la reducida oferta de
asignaturas relacionadas con estas disciplinas en los programas educativos
preuniversitarios, provoca que muchos estudiantes carecen de las herramientas
fundamentales para enfrentarse al estudio del latín o el griego con confianza. Además,
la ausencia de un sistema educativo que fomente el aprendizaje progresivo de estas
lenguas a lo largo de las diferentes etapas formativas genera una desconexión que
dificulta la continuidad del aprendizaje en la universidad. Este desnivel en las
competencias iniciales no solo dificulta la asimilación de los contenidos, sino que
también incrementa la frustración de aquellos que se sienten incapaces de avanzar al
ritmo requerido. Por otra parte, esta desigualdad en el punto de partida supone un
desafío adicional para los docentes, quienes nos vemos obligados a equilibrar las
necesidades de estudiantes con distintos niveles de preparación, lo que muchas veces
limita su capacidad para profundizar en los contenidos más avanzados o desarrollar
actividades más complejas.
Estos dos factores, combinados, generan un entorno de aprendizaje poco propicio para
la adquisición de conocimientos profundos y duraderos. Los estudiantes con menos
preparación suelen limitarse a memorizar conceptos básicos para aprobar los
exámenes, mientras que aquellos con mayor formación previa pueden perder la
motivación al no sentirse suficientemente retados. En este contexto, resulta
imprescindible repensar las estrategias pedagógicas y fomentar una enseñanza
inclusiva que contemple la diversidad del alumnado, implementado medidas que
refuercen los conocimientos básicos de quienes lo necesiten sin comprometer la calidad
del aprendizaje global (Biggs, 1999). Así pues, este panorama refleja la necesidad de
establecer vínculos más estrechos entre la educación secundaria y la universitaria, con
el fin de promover una formación más coherente y continuada en el ámbito de las
lenguas clásicas. Solo de esta manera se podrá garantizar que los futuros estudiantes
lleguen a las aulas universitarias con una base sólida y una actitud positiva hacia el
aprendizaje de disciplinas fundamentales para la comprensión de nuestra herencia
cultural.
3. Uso de herramientas digitales para mejorar el aprendizaje
Ante el contexto previamente expuesto, los docentes podemos implementar estrategias
pedagógicas innovadoras que despierten el interés del alumnado y personalicen el
proceso de enseñanza-aprendizaje (Fullan & Stiegelbauer, 1991). Una de estas
estrategias puede ser el uso de herramientas digitales que transforman la enseñanza
en una experiencia más atractiva, inmersiva y adaptada a las necesidades del alumnado
actual. Por ejemplo, podemos reinventar el ya tradicional PowerPoint y utilizarlo como
algo más que un simple recurso de presentación de contenido (Simons, 2005; Tufte
2003). En lugar de limitarse a exponer información de manera estática, lo cual se
asemeja más a una clase magistral tradicional, se puede utilizar para crear actividades
interactivas que fomentan la participación del alumnado, promoviendo así una
experiencia de aprendizaje más dinámica y comprometida (Imbernon, 2009). En el caso
concreto de la asignatura Lengua Clásica Latín, hemos implementado actividades de
análisis sintáctico de oraciones latinas utilizando PowerPoint, promoviendo una
participación más activa y dinámica. La principal razón para implementar este recurso
fue precisamente incrementar la motivación del alumnado, ya que muchos estudiantes
habían expresado no haber comprendido los contenidos previamente impartidos por
otra docente que utilizaba una metodología más tradicional. Con este enfoque, nuestro
objetivo no se limitaba únicamente a mejorar la comprensión de los contenidos, sino
también a promover un aprendizaje más participativo y adaptado a las necesidades del
grupo. Para ello, tomamos en consideración las limitaciones de las aulas, que carecen
de pizarras electrónicas, lo que nos impulsó a buscar alternativas efectivas dentro de
los recursos disponibles. Decidimos sacar el máximo provecho de las herramientas
interactivas que ofrece PowerPoint, un programa disponible en todas las aulas, pero que
pocas veces se utiliza de manera creativa en contextos educativos. Sin embargo, su uso
adecuado puede resultar altamente efectivo y satisfactorio (Amare, 2006; Levasseur &
Sawyer 2006; Nouri & Shahid, 2005; Bartsch & Cobern, 2003). Estas herramientas nos
permitieron crear análisis sintácticos que no solo eran visualmente atractivos, sino
también dinámicos y altamente interactivos. De esta manera, las actividades diseñadas
captaron la atención del alumnado inmediatamente, ya que no solo les ofrecemos
información de forma pasiva, sino que fomentamos la participación, involucrándose en
el proceso de construcción del conocimiento. La aplicación de esta metodología se llevó
a cabo en el ámbito sintáctico de la asignatura, dada su importancia en el desarrollo de
la competencia lingüística del alumnado. Se buscó no solo mejorar la comprensión de
la estructura oracional, sino también fomentar la motivación mediante un enfoque
dinámico y contextualizado. El primer paso fue seleccionar oraciones, simples o
subordinadas, que fueran accesibles, pero también interesantes para el alumnado. A
continuación, se identificaron los elementos principales de la oración mediante un
sistema de codificación por colores. Se destacó primero el verbo y su sujeto, al ser la
base de la estructura oracional, y luego se analizaron los complementos según su
función.
Este enfoque progresivo y visual favorece un aprendizaje más sólido y significativo,
ayudando al alumnado a desarrollar su capacidad de análisis sintáctico y su expresión
oral y escrita. La ejecución de dichos ejercicios se llevó a cabo de manera colaborativa
en clase, lo que permitió integrar la teoría y la práctica en un formato accesible,
estimulante y eficaz. Una de las claves de su éxito fue que el alumnado se convirtió en
el verdadero protagonista del proceso de aprendizaje. De forma dinámica, asignaban
colores a los diferentes elementos sintácticos de las oraciones latinas. Este enfoque les
permitió, por un lado, identificar visualmente los componentes de la oración y, por otro,
establecer una relación directa entre el contenido gramatical y su representación visual.
Por ejemplo, cuando un elemento aparecía en rojo, lo asocian automáticamente con el
verbo, mientras que el azul representaba al sujeto de la oración.
Imagen 1. Ejemplo de diapositiva utilizada en clase
Además de facilitar la comprensión de los conceptos, este sistema visual ayudó a los
estudiantes a internalizar la información de manera más efectiva. La repetición de este
ejercicio, con la participación en la asignación de colores, reforzó tanto la memorización
como la capacidad de análisis crítico. Al tomar decisiones sobre cómo interpretar las
oraciones y representar gráficamente su estructura, los estudiantes desarrollaron
habilidades cognitivas clave, como la atención al detalle, el razonamiento lógico y la
capacidad para hacer conexiones entre diferentes conceptos. Este enfoque promueve
un aprendizaje activo y significativo, donde el estudiante no sólo recibía información,
sino que también la transformaba y aplicaba de manera práctica, consolidando de forma
efectiva su conocimiento. Asimismo, dado que cada grupo utilizaba una combinación
única de colores para representar los distintos elementos sintácticos, se logró reforzar
no solo la comprensión del contenido, sino también la identidad y el sentido de
pertenencia del grupo. Esta personalización permitió a los estudiantes sentirse
partícipes de un trabajo colectivo distintivo, lo que fomentó la cohesión grupal y potenció
su motivación. Al asociar los colores con su propio sistema de codificación, cada grupo
desarrolló una estrategia única para abordar el análisis sintáctico, lo que, además,
favorece un aprendizaje colaborativo en el que todos los integrantes aportan y se
sentían involucrados en el éxito común del equipo (Boud et al., 2014).
4. Evaluación de la metodología
Como ocurre en la mayoría de las metodologías alternativas, las primeras fases
representaron un desafío debido a la reticencia del alumnado. Por un lado, su arraigo a
enfoques tradicionales generó escepticismo sobre la efectividad de las actividades
propuestas para mejorar su conocimiento sintáctico del latín. Por otro lado, aquellos
estudiantes sin conocimientos previos de la lengua experimentaron frustración al no
poder identificar los elementos fundamentales de la oración, especialmente al
compararse con compañeros que sí lograban hacerlo con mayor facilidad. No obstante,
de manera general, la metodología implementada comenzó a mostrar resultados muy
positivos. A medida que avanzaba el cuatrimestre, los estudiantes que inicialmente
tenían dificultades para realizar análisis sintácticos fueron progresando de forma
gradual, adquiriendo mayor confianza y precisión en sus respuestas. Este avance no
solo evidenció la efectividad del enfoque, sino que también contribuyó a una actitud más
receptiva y motivada hacia el aprendizaje de la sintaxis latina.
La participación del alumnado aumentaba de manera constante, y los estudiantes
demostraban cada vez más confianza y motivación al enfrentarse a los análisis
sintácticos. Esta confianza no solo se traducía en una mayor disposición a participar en
clase, sino también en su capacidad para aplicar los conceptos aprendidos de manera
autónoma y eficaz. Además, el ambiente en el aula se tornó más dinámico y
colaborativo, lo que favorece un aprendizaje más enriquecedor tanto a nivel individual
como grupal. Sin embargo, para validar que este enfoque no solo funcionaba en el corto
plazo, sino que constituía una metodología eficaz, sostenible y capaz de consolidar los
aprendizajes a largo plazo, era indispensable respaldarlo con datos concretos. Con este
objetivo, diseñamos una estrategia de evaluación sistemática que incluía actividades
específicas, análisis prácticos en clase y exámenes parciales. Esto nos permitió
recopilar evidencias claras sobre el progreso del alumnado y realizar comparaciones
con los resultados obtenidos en periodos anteriores, cuando se empleaban
metodologías más tradicionales. Además de evaluar el desempeño académico, también
incorporamos un análisis cualitativo que consideraba aspectos clave, como la
percepción del alumnado sobre su propio aprendizaje y su grado de satisfacción con la
nueva metodología. Este enfoque integral nos permitió no solo identificar las fortalezas
y áreas de mejora en nuestra estrategia pedagógica, sino también realizar ajustes y
optimizaciones basadas en las necesidades y resultados específicos del grupo. Este
análisis detallado resultó fundamental para obtener una visión completa del impacto real
de la metodología, tanto en el aprendizaje de los contenidos como en el desarrollo de
competencias esenciales, como el razonamiento crítico, la autonomía, la capacidad de
colaboración y la resolución de problemas (Pozo, 2009, p. 17-18).
Al llevar a cabo pruebas parciales, el impacto de esta metodología se manifestó de
manera diferenciada según los diversos perfiles del alumnado. Por un lado, aquellos
estudiantes que ya contaban con una base sólida en latín, pero que previamente habían
manifestado dificultades para comprender los contenidos impartidos mediante
metodologías tradicionales, lograron alcanzar el nivel más alto posible en la asignatura.
Este grupo no sólo afianzó sus conocimientos previos, sino que también adquirió un
dominio profundo de los conceptos de sintaxis y morfología, demostrando una
comprensión avanzada que les permitió participar activamente en las actividades más
complejas y en el apoyo a sus compañeros. Por otro lado, los alumnos con una base
más limitada en latín que habían reportado dificultades similares también mostraron
avances significativos. Este grupo logró asimilar los contenidos de manera efectiva y fue
capaz de ofrecer respuestas detalladas y precisas en actividades relacionadas con la
sintaxis y la morfología. Además, su participación en las dinámicas de clase les permitió
superar progresivamente las barreras iniciales, ganando confianza en sus capacidades
y desarrollando una actitud positiva hacia la asignatura. El caso más revelador, sin
embargo, fue el del alumnado que no había estudiado latín previamente durante la
educación secundaria y que, además, había señalado una falta de aprendizaje bajo
metodologías tradicionales. Para nuestra sorpresa, un porcentaje considerable de este
grupo logró superar la asignatura en su primer intento, alcanzando competencias
básicas en tan solo un mes y medio desde la implementación de estas metodologías
innovadoras. Este resultado evidencia que, cuando se implementan estrategias
pedagógicas centradas en el estudiante, incluso aquellos con un punto de partida menos
favorable pueden superar las expectativas y alcanzar niveles de desempeño notables.
Además de estos logros académicos, la metodología implementada tuvo un impacto
significativo en la mejora del clima en el aula y en el fortalecimiento de la cohesión entre
el alumnado. La combinación de actividades interactivas, la personalización del
aprendizaje y un enfoque colaborativo fomenta un entorno en el que cada estudiante se
sentía valorado no solo por sus aportaciones individuales, sino también por su papel
dentro del grupo. Este factor fue determinante para aumentar la motivación, ya que los
estudiantes comenzaron a asociar el aprendizaje del latín con una experiencia positiva,
creativa y enriquecedora.
5. Conclusiones generales
En los tiempos actuales, resulta innegable que la innovación docente no solo es
deseable, sino absolutamente necesaria para responder a las demandas de una
educación más inclusiva y efectiva. Las metodologías tradicionales, como las clases
magistrales en las que el docente asume un rol central y exclusivo, deben ser
reevaluadas y, en muchos casos, superadas. Este enfoque, donde el docente tiene la
primera y última palabra, limita la participación del alumnado y reduce el aprendizaje a
un proceso unidireccional, alejándose de las necesidades reales de los estudiantes. Un
aprendizaje verdaderamente inclusivo debe considerar la diversidad inherente al
alumnado, tanto en términos de niveles de conocimiento como de estilos de aprendizaje,
ritmos y contextos personales. Esto implica diseñar estrategias pedagógicas que
fomenten la participación, el pensamiento crítico y la colaboración, permitiendo a los
estudiantes convertirse en protagonistas de su propio aprendizaje (Mora, 2017; Finkel,
2008; Bain 2007). La innovación docente, por tanto, no se trata únicamente de
incorporar herramientas tecnológicas o nuevas dinámicas en el aula, sino de transformar
la forma en que concebimos la enseñanza, promoviendo entornos donde todos los
estudiantes tengan la oportunidad de desarrollar su máximo potencial.
Superar las metodologías tradicionales no significa ignorar su valor histórico, sino
adaptarlas y complementarlas con enfoques más dinámicos y participativos que
respondan a los desafíos actuales. Esto incluye el uso de recursos interactivos,
proyectos colaborativos, metodologías basadas en la resolución de problemas y un
enfoque personalizado que atienda a las particularidades de cada estudiante. La clave
está en crear espacios educativos donde se fomente la curiosidad, el interés y la
motivación, y donde el error se perciba como una oportunidad para aprender, no como
un obstáculo (Pinos Vélez, 2013: 101). En cuanto a la metodología propuesta, el uso de
dinámicas participativas, como la asignación de colores a los elementos sintácticos y el
análisis colectivo de oraciones, permitió que los estudiantes interactúen entre sí de
manera más activa y constructiva. Esto no solo facilitó el intercambio de ideas y
conocimientos, sino que también promovió el desarrollo de habilidades sociales
importantes, como la comunicación efectiva, la empatía y la capacidad de trabajar en
equipo.
Los hallazgos muestran que esta metodología contribuyó a una mayor retención de los
conceptos sintácticos, ya que el uso de recursos visuales y la colaboración grupal
reforzaron la comprensión y el aprendizaje a largo plazo. Asimismo, se observó un
aumento en la confianza del alumnado al enfrentarse al análisis oracional, reduciendo
la ansiedad ante la sintaxis y fomentando una actitud más positiva hacia la asignatura.
El involucramiento de todos los estudiantes en las tareas y decisiones,
independientemente de su nivel inicial de conocimiento, contribuyó a la reducción de las
diferencias percibidas entre ellos, creando una sensación de equidad y pertenencia que
reforzó los lazos dentro del grupo. Además, esta participación activa favoreció el
desarrollo de un pensamiento crítico más sólido, permitiendo que los alumnos
argumentaron y justificaran sus respuestas con mayor seguridad y precisión.
Asimismo, como docentes debemos comprometernos a crear un ambiente positivo
dentro del aula adoptando un rol de guía y facilitadores en lugar de una figura
exclusivamente instructiva (Pozo y Del Puy Pérez Echeverría, 2009: 31-32; Tejada
Fernández, 2002: 35). Esto permite establecer una relación más cercana con los
estudiantes, quienes perciben un interés genuino por su progreso y bienestar. El clima
de confianza que se genera alienta a los estudiantes a plantear dudas, asumir riesgos y
superar el miedo al error, factores que son esenciales para un aprendizaje significativo.
Este enfoque colaborativo y personalizado no solo tuvo efectos inmediatos en la
motivación de los estudiantes, sino que también transformó su percepción del
aprendizaje del latín. En lugar de verlo como una asignatura rígida o inalcanzable,
comenzaron a asociarlo con una experiencia positiva, creativa y enriquecedora. El uso
de estrategias visuales y dinámicas rompió con la monotonía de métodos tradicionales,
haciendo que las clases fueran más atractivas y estimulantes. Los estudiantes se
involucraron activamente, sintiendo que tenían un papel central en su propio
aprendizaje, lo cual reforzó su interés y entusiasmo por la materia.
En definitiva, esta metodología no solo impactó en los resultados académicos, sino
también en aspectos emocionales y sociales que son fundamentales para el desarrollo
integral del alumnado. La creación de un aula donde el aprendizaje se vivió como una
experiencia colectiva, participativa y personalizada fortaleció los vínculos entre los
estudiantes, aumentó su compromiso y transformó la asignatura en una oportunidad de
crecimiento personal y grupal (Monedero y Durán: 2002; Boud 2000). Esto demostró
que un enfoque pedagógico centrado en la interacción y la creatividad puede tener un
impacto duradero en la actitud y disposición de los estudiantes hacia el aprendizaje.
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