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Los Efectos Disruptivos en El Futuro de La Educación

El documento aborda los desafíos disruptivos que enfrenta la educación en un mundo en rápida transformación, destacando la necesidad de adaptar los sistemas educativos para preparar a las nuevas generaciones ante la automatización y la inteligencia artificial. Se enfatiza que la educación debe ir más allá de las habilidades técnicas, promoviendo competencias como el pensamiento crítico y la creatividad, esenciales para enfrentar problemas complejos. Además, se señala la urgencia de invertir en educación para cerrar la brecha entre el crecimiento económico y el desarrollo social en México.

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Los Efectos Disruptivos en El Futuro de La Educación

El documento aborda los desafíos disruptivos que enfrenta la educación en un mundo en rápida transformación, destacando la necesidad de adaptar los sistemas educativos para preparar a las nuevas generaciones ante la automatización y la inteligencia artificial. Se enfatiza que la educación debe ir más allá de las habilidades técnicas, promoviendo competencias como el pensamiento crítico y la creatividad, esenciales para enfrentar problemas complejos. Además, se señala la urgencia de invertir en educación para cerrar la brecha entre el crecimiento económico y el desarrollo social en México.

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Los efectos disruptivos en el

futuro de la educación
OCTUBRE 3, 2018 Nikola M. Zivkovic
El mundo está cambiando drásticamente a una velocidad que
nunca se había visto. Los retos que nuestras sociedades,
economías y gobiernos enfrentan ponen a prueba su capacidad
para responder y adaptarse. Cada vez se vuelve más difícil para
las nuevas generaciones planear su futuro, cuando la promesa de
éxito se ve tan lejana y la posibilidad de fracaso a la vuelta de la
esquina. Las nuevas generaciones están ansiosas, y con razón.
La brecha entre la esperanza del futuro y la realidad que los
golpea en el momento que comienzan a buscar trabajo influye en
la creciente tendencia entre los jóvenes de buscar respuestas
fuera del sistema y adoptar posturas políticas radicales y en
ocasiones populistas. ¿Quién los puede culpar?

Aclaro, la educación es importante y probablemente ahora más


que nunca. Ésta sigue siendo la inversión más efectiva que tanto
individuos como sociedades pueden hacer para avanzar y
encontrar formas creativas para superar obstáculos y problemas.
Afecta desde la base de nuestra sociedad, impactando su
democracia, igualdad, confianza, economía y desarrollo,
relaciones sociales, y calidad de vida. Si queremos ciudadanos
activos, dedicados e involucrados, una buena educación es
requisito. Y, a pesar de que fácilmente podemos estar de acuerdo
con lo anterior, vemos que el tema de la educación es
subestimado y los debates a su alrededor frecuentemente no
logran aterrizarse.
La educación no garantiza que decisiones malas o mal
informadas no vayan a ocurrir, o que individuos y sociedades
vayan a obtener inmediatamente respuestas a los efectos
disruptivos de las nuevas tendencias mundiales, tecnologías e
inventos, o nuevos modelos de negocios. Queremos creer que la
educación es la principal y mejor herramienta para combatir las
“fake news” o el populismo. No obstante, hemos visto el
resultado en el caso de Brexit. Aun ciudadanos de países
desarrollados —a sólo unos cuantos años de una crisis
económica e inestabilidad— optaron por líderes populistas que
ofrecían soluciones viejas y fáciles para problemas muy
complejos. No hay atajos, porque estos son contraproducentes.

Ilustración: Víctor Solís


Sin embargo, la pregunta que hoy nos agobia es: qué tipo de
educación es la más adecuada. Quizás es momento de
plantearse que las sociedades no pueden darse el lujo de seguir
discutiendo problemas y asuntos de décadas pasadas. Los retos
que no se atendieron afectan nuestras vidas, el medio ambiente,
la sociedad y la economía. Como el famoso profesor y filósofo
canadiense Marshall McLuhan dijo: “nuestra era de la ansiedad
es, en gran parte, el resultado de tratar de hacer los trabajos de
hoy con las herramientas de ayer”.
Es muy difícil predecir con exactitud el impacto de los cambios
tecnológicos, la automatización y la inteligencia artificial, pero su
potencial perturbador es enorme. Según un reporte de
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el comercio y
el desarrollo, se estima que dos tercios de los empleos en los
países en desarrollo están en riesgo de perderse ante la
automatización y los robots. No obstante, los países tienden a
financiar y promover estilos antiguos en las carreras
(principalmente dentro de las ingenierías) con la expectativa de
potenciar habilidades y empleos que influyan en el crecimiento
económico de una forma rápida. Al mismo tiempo, se
desacreditan las humanidades, ciencias sociales y la educación
liberal. Esto no sólo muestra una visión de corto plazo, sino
también puede resultar eventualmente peligroso.

Los jóvenes de hoy trabajarán en nuevos tipos de empleos que


aún están por descubrirse. Se vuelve cada vez más importante
para nuestra sociedad educarlos y prepararlos para ser capaces
de competir contra computadoras y robots. Es por eso que —
aunado al conocimiento relevante de toda carrera— debemos
promover el desarrollo de esas competencias y habilidades que
ningún invento tecnológico del mañana podrá tener; ir más allá de
lo que robots y computadoras serán capaces de hacer.
El McKinsey Global Institute estimó que los robots podrían
reemplazar entre 400 y 800 millones de empleos para el año
2030. Cuanto más se base nuestra economía en la manufactura y
la mano de obra barata, mayores serán los riesgos y el potencial
de pérdida de empleos. Sólo en México, un reporte declara que
5 millones de trabajadores en sectores como la manufactura de
automóviles, producción aeroespacial y los plásticos, serán
desplazados. Con un bajo sistema de protección de la red de
seguridad social, podemos esperar que estos ciudadanos se
acerquen al gobierno buscando respuestas en las calles y las
plazas.
En su discurso en Davos este año, Jack Ma fundador del Grupo
Alibaba y —de acuerdo a Forbes una de las personas mas
poderosas del mundo— declaró que “si no cambiamos la forma
en la que educamos, en 30 años estaremos en problemas”.
Añadió que el enfoque basado en el conocimiento de hace 200
años le fallará a nuestros hijos, quienes jamás serán capaces de
competir contra máquinas puesto que éstas son más inteligentes;
que tenemos que enseñarles a nuestros hijos algo único para que
las máquinas nunca puedan alcanzarlos. Estos sistemas
educativos, según Jack Ma, deben centrarse en “valores,
creencias, pensamiento independiente, preocupación por otros…
ellos [los niños] deben aprender deportes, música, arte, para
hacer a los humanos diferentes”. En este sentido, únicamente la
educación liberal y flexible que tome en serio a las humanidades
podrá lograr eso.
Steve Jobs era conocido como alguien que con frecuencia
enfatizaba en la relación entre la tecnología y las humanidades
como la fuente del éxito de Apple. En una entrevista con Walter
Isaacson , quien escribió su biografía, Jobs se refería a las
genialidades de Leonardo da Vinci, quien de acuerdo con
Isaacson fue su héroe: él [Leonardo] veía la belleza en el arte y la
ingeniería, y su habilidad para mezclarlas es lo que lo hacía un
genio”. Con motivo de la presentación de una nueva edición del
iPad, Steve Jobs enfatizó que “es el ADN de Apple que la
tecnología no basta. Es la tecnología junto con las artes liberales,
junto con las humanidades, la que nos da el resultado que hace a
nuestros corazones cantar”.
En un evento organizado recientemente por la cámara de
comercio canadiense en Ciudad de México (CanCham México), el
rector de la Universidad de Toronto, Meric Gertler, habló acerca
del futuro de la educación superior en un mundo turbulento y de la
necesidad urgente de un cambio de paradigma en el pensamiento
educativo. El funcionario universitario declaró que “las
universidades deben asegurarse de que los alumnos aprendan no
sólo habilidades técnicas, sino también habilidades y
competencias de comunicación, trabajo en equipo, habilidades
sociales, pensamiento crítico, solución de problemas,
razonamiento cuantitativo y ético y liderazgo.” De acuerdo con él,
“estas habilidades son cruciales para atender los retos actuales
de intolerancia, nativismo y desigualdad. En un mundo
preocupado por un futuro afectado por la automatización, la
inteligencia artificial y el aprendizaje automático, la sociedad debe
mirar hacia las universidades para preparar ciudadanos y líderes
del mañana”. No podemos esperar que estas habilidades se
desarrollen como subproducto del currículo universitario, sino que
deben enfocarse en éstas, promoviendo el aprendizaje basado en
experiencias.
Según un reporte de PWC, la economía mexicana es actualmente
la decimoprimera más fuerte del mundo con pronósticos de
moverse al séptimo lugar para el año 2050. Estas pueden ser
buenas noticias para los mexicanos, pero únicamente si el éxito
se llega a sentir y se distribuye de forma más equitativa entre la
sociedad. Lo que requerirá, además, de inversión en
infraestructura, como caminos, puertos, aeropuertos, hospitales,
escuelas, pero también infraestructura digital que asegure el flujo
de personas, productos, servicios, energía e información. Sin
embargo, el mejor punto de partida para el nuevo presidente y su
administración sería incrementar las inversiones en la educación
de sus ciudadanos y diseñar reformas educativas y estrategias
que traigan innovación de vanguardia centrada no sólo en los
beneficios, sino también en las necesidades reales de la sociedad
y su desarrollo; ésta sería una clara señal para la sociedad de que
el cambio real y sustentable es el eje de sus intenciones.
México no puede darse el lujo de mantener la presente brecha
existente entre la fuerza de su economía y las inversiones en
educación: ocupa el puesto número 30 de 35 países de la
OCDE en gastos en educación. El país necesita políticas públicas
que vean hacia adelante y estrategias que reconozcan la
necesidad de educar generaciones futuras que sean capaces de
ofrecer respuestas creativas a nuevos problemas y que se
adapten continuamente a nuevas circunstancias. Se requieren
generaciones futuras que trabajen no sólo por el crecimiento
económico y personal, sino cuyas decisiones estén motivadas por
el crecimiento de sus sociedades, sus ciudadanos y la protección
del medio ambiente. Si queremos creer que México puede reducir
sus enormes desigualdades sociales y económicas elevando el
nivel de igualdad de oportunidades para todos como el camino
para una mejor calidad de vida y mayor confianza social,
entonces la educación no es sólo un buen punto de partida, es
sobretodo uno urgente.

Nikola M. Zivkovic
Profesor de relaciones internacionales y políticas exteriores del
Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de
la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de
Monterrey.

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