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Unidad I Notas para Una Historia de La Escuela Inglesa de Psicoanálisis. Etchegoyen

El documento presenta una historia de la escuela inglesa de psicoanálisis, destacando la influencia de Melanie Klein y su técnica del juego en el análisis infantil, así como las diferencias teóricas con Anna Freud. Se discuten los debates entre las dos escuelas, especialmente en relación al complejo de Edipo y la formación del superyó. A lo largo de la década de 1930, las discrepancias entre Viena y Londres se intensifican, reflejando la evolución del pensamiento psicoanalítico en ambos contextos.

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Unidad I Notas para Una Historia de La Escuela Inglesa de Psicoanálisis. Etchegoyen

El documento presenta una historia de la escuela inglesa de psicoanálisis, destacando la influencia de Melanie Klein y su técnica del juego en el análisis infantil, así como las diferencias teóricas con Anna Freud. Se discuten los debates entre las dos escuelas, especialmente en relación al complejo de Edipo y la formación del superyó. A lo largo de la década de 1930, las discrepancias entre Viena y Londres se intensifican, reflejando la evolución del pensamiento psicoanalítico en ambos contextos.

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IV Congreso Argentino de Psicología

Relato oficial
Año 1980

NOTAS PARA UNA HISTORIA DE LA ESCUELA INGLESA DE PSICOANÁLISIS

R. Horacio Etchegoyen1

El desarrollo de la investigación psicoanalítica se comprende mejor con una perspectiva histórica que
revele cómo se gestan y desenvuelven las teorías, cuándo se superponen o se contraponen al dar cuenta de
los mismos problemas, cómo los viejos interrogantes reaparecen en el cuerpo de las ideas nuevas. La
historia nos permite discriminar, también, los avatares del movimiento psicoanalítico de las conquistas de
la ciencia psicoanalítica, que a veces se confunden, sobre todo cuando confluye la búsqueda de la verdad
con el legítimo deseo de preservar el legado de Freud.
Estas reflexiones se aplican válidamente a la escuela inglesa que, en cuanto abarca diversas teorías y
diferentes autores, tiene más unidad histórica que doctrinaria. Vamos a tratar de comprenderla, siguiendo
el proceso que tiene por escenario la British Psycho-Analytical Society (Sociedad Psicoanalítica Británica); y,
cuando lleguemos de esa historia al presente, nos encontraremos con un haz de ideas, variadas y valiosas,
que no caben ya en una delimitación geográfica.

En la década del veinte, cuando funda el International Journal (Publicación Periódica Internacional de
Psicoanálisis- Libro Anual de Psicoanálisis) y dirige con mano maestra la Sociedad Británica, Ernest Jones
echa las bases de un gran desarrollo del psicoanálisis, donde aparecen ideas renovadoras y originales que
comprenden el desarrollo psicosexual infantil, sobre todo la etapa anal, la sexualidad femenina, la teoría
del carácter, la naturaleza de la angustia, el origen del superyó y otros temas no menos importantes.
El punto de partida de lo que va a ser la escuela inglesa puede ubicarse en la convergencia de esas
investigaciones con la llegada de Melanie Klein a Londres en 1926, invitada por Jones. Melanie Klein ya
había elaborado, en Budapest y Berlín, su técnica del juego para el análisis de niños. La clave de esta
técnica, como es sabido, estriba en analizar el juego como si fuera un sueño, integrándolo con la conducta
verbal y no verbal del niño, equivalentes a las asociaciones libres del adulto. Muchos analistas de aquella
época rechazaron abiertamente este procedimiento y lo criticaron con severidad; pero hoy día casi todos lo
aceptan, si bien no siempre con el mismo entusiasmo.
La influencia de Melanie Klein en Londres fue inmediata y profunda, como lo prueba el Simposio
sobre el análisis del niño que tuvo lugar en la Sociedad Británica el 4 y el 18 de mayo de 1927. Melanie Klein
lo abrió con un trabajo riguroso sobre su técnica del juego, en el que campeaba un tono fuerte de polémica
frente al libro de Anna Freud, Psicoanálisis del niño, recién publicado. Todos los que hablan en el Simposio,
Joan Rivière, M. N. Searl, Ella F. Sharpe, Edward Glover y Ernest Jones, se declaran a favor de la técnica
lúdica y reprueban la fase pedagógica propuesta por Anna Freud para poner en marcha el análisis de niños.
Ya sabemos que Freud se molestó por la publicación de este simposio y, en septiembre de 1927, se lo hizo
saber a Jones (Jones, 1955/57, 3: 152).
El Simposio marca una diferencia clara entre Londres y Viena en cuanto al análisis de niños, una
diferencia de fondo, que va desde la técnica a la clínica y desde la clínica a la teoría. Melanie Klein afirma
que ya en la primera infancia existen fenómenos de transferencia y que la situación analítica se establece y

1Posadas 1580-13° ‘A’


1112 Buenos Aires
1
desarrolla igual que con el adulto si, como exige Freud2, no la perturbamos con consejos u opiniones. Anna
Freud piensa que mal puede darse una “segunda edición” cuando todavía no está agotada la primera -esto
es, la relación del niño con los padres- y que, carente todavía de superyó, el niño necesita que el analista
sea también educador. El analista debe guiar al niño, atraerlo al tratamiento, hacerlo tomar consciencia de
enfermedad; sólo entonces podrá analizarlo. Lo mismo había postulado la vienesa Hermine von Hug-
Hellmuth en un trabajo pionero presentado en el VI Congreso Internacional de La Haya en septiembre de
1920. Mientras que Anna Freud evita los sentimientos negativos del niño (y aquí juega su actitud
educadora), Melanie Klein los abarca, los trata como transferidos y los interpreta3. La idea de que tanto la
transferencia positiva como la negativa deben interpretarse equidistantemente, según aparezcan y más allá
de toda estrategia, es la base de la técnica kleiniana, no sólo en el análisis del niño sino también del adulto
y el psicótico. Melanie Klein se declara partidaria de la interpretación profunda, busca tomar contacto con
el inconsciente del niño e interpreta el complejo de Edipo exhaustivamente.
Según Klein el complejo de Edipo se inicia mucho antes de lo que Freud señaló y con él el superyó,
tanto más severo cuanto más temprano. Aquí la discrepancia es absoluta e irreductible. Anna Freud
considera, como su padre, que el superyó es el heredero del complejo de Edipo y sólo se instituye con su
disolución (Freud, 1923, 1924). Melanie Klein no pone en duda que el superyó se origina por la introyección
de los padres edípicos; pero sostiene que el proceso es gradual y empieza mucho antes. Como en otros
campos de su investigación, Melanie Klein prefiere adherir aquí a las teorías de Freud antes de construir las
propias, si bien es cierto que, en este caso, carece todavía de los instrumentos conceptuales necesarios,
esto es, una teoría del mundo interno y de los objetos introyectados.
En “Los principios psicológicos del análisis infantil” (1926), un año antes del Simposio, Melanie Klein
había comunicado por primera vez sus observaciones sobre el superyó temprano (el elefante de Rita);
afirmando que sus hallazgos en nada contradecían la afirmación freudiana de que el superyó deriva de la
introyección de los padres edípicos, ya que ese desarrollo lleva años. Y agrega: “El análisis de niños muy
pequeños muestra que, tan pronto como surge el complejo de Edipo, los niños comienzan a elaborarlo y,
por tanto, a desarrollar su superyó”4. En su documentado libro La obra de Melanie Klein, Elsa del Valle
(1979) considera que este artículo, basado en una conferencia leída en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín
en diciembre de 1924, es la primera exposición ordenada de la doctrina de Melanie Klein, en cuanto
describe con claridad su técnica del juego y desarrolla la teoría del complejo de Edipo temprano y el
superyó precoz (pp. 55-56).
Vale la pena destacar que en ese mismo año (1926), Jones escribe un trabajo sumamente importante
sobre el superyó, donde subraya la importancia de los factores innatos en su formación y señala
taxativamente que su severidad deriva de los impulsos sádicos del niño, un punto que, a partir del
Simposio, va a ser una clave del pensamiento kleiniano. Aunque Melanie Klein no cite este trabajo de Jones,
autores como Elizabeth R. Zetzel (1958) y Harold Stewart (1979), subrayan la coincidencia que, en su
espontaneidad, marca claramente las bases doctrinarias de la escuela inglesa.
Todavía durante algunos años, Melanie Klein seguirá sosteniendo que el superyó depende del
complejo de Edipo. Aunque algunas afirmaciones de esos años implican que el superyó aparece (como el
yo) desde el comienzo, la verdad es que Melanie Klein vacila en afirmarlo. En una nota del capítulo 8 de El
psicoanálisis de niños (Writings, 2: 127) dice que el objeto incorporado asume el papel de un superyó y en

2 “En cambio, si adoptamos desde un principio una actitud que no sea ésta de cariñoso interés y simpatía nos mostramos
rígidamente moralizantes o aparecemos ante los ojos del paciente como representantes o mandatarios de otras personas, de
su cónyuge o padres, por ejemplo, destruimos toda posibilidad de semejante resultado positivo”. (“La iniciación del
tratamiento”, 1913. O. C., 14: 135).
3 H. Hug-Hellmuth recurre sin hesitar a toda clase de artefactos para lograr la colaboración del pequeño paciente, pero no

rehúye a interpretar la transferencia negativa.


4 “The Analysis of very young children shows that, as soon as the Oedipus Complex arises, they begin to work it through and

thereby to develop the superego”. (Writings, 1: 133).


2
1935 afirma que los objetos incorporados tempranamente forman la base del superyó y entran en su
estructura (Writings, 1: 267), que no es lo mismo que decir concretamente que el desarrollo del superyó es
previo e independiente del Edipo, como afirma en 1948. Así pues, mientras que para Freud el complejo de
Edipo determina el origen y la estructura del superyó, para Melanie Klein, al contrario, la naturaleza de éste
condiciona el desarrollo de aquel.
En el X Congreso Internacional de Innsbruck (septiembre de 1927) la controversia Londres-Viena se
plantea en dos frentes, la sexualidad femenina y el análisis de niños, a través de tres trabajos memorables
que leen Jones (“El desarrollo temprano de la sexualidad femenina”), Melanie Klein (“Estadios tempranos
del conflicto edípico”) y Anna Freud (“Sobre la teoría del análisis de niños”).
El trabajo de Anna Freud expone lúcidamente lo ya dicho en su libro: para adaptarse a la peculiar
condición de su paciente, el analista de niños debe unir la actitud analítica a la pedagógica. En la medida
que el superyó no ha alcanzado su completa independencia, el trabajo analítico debe influirlo desde el
exterior. En 1946, cuando se reedita su libro, y más tarde en el prólogo de sus Writings (1965), Anna Freud
modifica algunos de sus puntos de vista. Dice, por ejemplo, que puede suprimirse la fase introductoria
pedagógica si se analizan adecuadamente las defensas del yo infantil, dado que la actitud del medio social
frente al análisis del niño se ha modificado. Piensa, asimismo, que el niño de primera infancia es analizable
y que en él se encuentran frecuentes fenómenos de transferencia, si bien no una neurosis de transferencia.
Melanie Klein mostró en Innsbruck su vena descubridora: reafirma que el complejo de Edipo se inicia
antes de la etapa genital o fálica y lo describe en relación al cuerpo de la madre, dando especial
importancia a lo que llama la fase femenina, una identificación con la madre en la etapa anal-sádica que se
presenta tanto en la niña como en el niño a partir de la conjunción del impulso epistemofílico y el deseo de
tomar posesión y atacar el cuerpo materno y sus contenidos. Esta fase femenina es un aspecto del
complejo de Edipo temprano y tiene profunda influencia en la definición sexual y en la construcción del
superyó.
Luego del Congreso de Innsbruck, Melanie Klein (1929) propone una teoría del juego infantil basada
en el fenómeno de la personificación, que explica por un doble mecanismo de identificación y proyección, y
cuya finalidad es disminuir el conflicto intersistémico. Se ha acercado ya notoriamente al concepto de
mundo interno, ofrece una versión original de la transferencia y esboza el concepto de identificación
proyectiva.
En julio de 1929 Melanie Klein presenta en el Congreso de Oxford su hermoso trabajo sobre el
simbolismo, donde sigue la ruta abierta por Ferenczi (1912, 1913) y por Jones (1916) a partir del genial
descubrimiento de Freud en la Interpretación de los sueños (1900). La ponencia de Oxford se basa en el
análisis de Dick, un niño psicótico de 4 años, en quien el proceso de simbolización estaba interferido por
una angustia extrema. Con su ensayo, Melanie Klein abre el camino para el análisis de la psicosis y expone
una teoría del simbolismo y del funcionamiento yoico que va a desarrollar después su discípula Hanna Segal
(1957, 1978). Apoyada en la teoría del signo de Charles Morris (1938), Hanna Segal propone una explicación
del símbolo que tiene en cuenta a la vez la teoría de las posiciones y de la identificación (proyectiva e
introyectiva).
En 1932 Melanie Klein publica El psicoanálisis de niños, que comprende todos los descubrimientos
realizados con la técnica del juego; Jones, por su parte, presenta al XII Congreso de Wiesbaden, en
septiembre, un trabajo sumamente importante, donde reafirma lo dicho en Innsbruck y declara
decididamente que la fase fálica de Freud (1925) o deuterofálica -como prefiere llamarla- no es una etapa
normal del desarrollo sino un compromiso neurótico en ambos sexos. “Más papista que el papa”, Jones
afirma que el complejo de Edipo es universal, rechazando las limitaciones que propone Freud en su ensayo
“Sobre la sexualidad femenina” (1931) cuando, al referirse a la fase pre edípica de la mujer, dice: “Puesto
que en este período caben todas las fijaciones y represiones a las cuales atribuimos la génesis de las

3
neurosis, parecería necesario retractar la universalidad del postulado según el cual el complejo de Edipo
sería el núcleo de la neurosis” (pág. 282); y más adelante afirma: “Sólo en el niño varón existe esa fatal
conjunción simultánea de amor hacia los padres y de odio por rivalidad contra el otro” (trad. Ludovico
Rosenthal).

A mediados de la década del treinta las discrepancias teóricas entre Viena y Londres alcanzaban una
tensión considerable y, a fin de discutirlas, se propuso una serie de reuniones científicas. Jones las inauguró
el 24 de abril de 1935 leyendo su trabajo “La sexualidad femenina temprana”, en el que precisa las
diferencias de las dos escuelas en cuanto al desarrollo psicosexual de la mujer. Conviene recordar que las
opiniones de Jones eran compartidas también por analistas del continente como Karen Horney (1924,
1926, 1933), Mary Chadwick (1925) y Josine Müller (1925), cuyo trabajo apareció en el International Journal
de 1931, no menos que por Melanie Klein y otros5.
Es evidente que Freud consideró siempre la envidia fálica como primaria en cuanto a la sexualidad
femenina y la mantuvo como pieza fundamental de su doctrina, un punto de vista que habrá de profundizar
después Jacques Lacan (1958, etc.), cuando ubica al falo como primer significante.
En los días de su conferencia en Viena, Jones habló a Freud extensamente de Melanie Klein y de sus
aportes al psicoanálisis, sin lograr convencerlo. El 26 de mayo de 1935 Freud le escribió: “Yo no considero
que nuestras divergencias teóricas sean de poca monta, pero siempre que tras de tales discrepancias no se
escondan malos sentimientos, no hay por qué temer consecuencias enojosas. Puedo afirmar
decididamente que nosotros, en Viena, no hemos puesto ninguna mala voluntad en esta disputa, y, por
otra parte, su amabilidad ha servido de reparación por la forma en que Melanie Klein y su hija se
comportaron con Anna. Es verdad que en mi opinión su Sociedad ha seguido a la Sra. Klein por un camino
equivocado, pero la esfera en que ella ha hecho sus observaciones me es ajena, de manera que yo no tengo
derecho a tener ninguna convicción bien establecida (Jones, 1955/57, 3:216).
Para retribuir la visita de Jones, viajó Robert Wälder a Inglaterra en noviembre de 1935. Al año
siguiente Joan Rivière leyó el 5 de mayo en Viena su trabajo “Sobre la génesis del conflicto psíquico en la
primera infancia”, a lo que respondió Wälder (1937) con un trabajo ponderado y minucioso. Mientras los
analistas de Londres piensan que disponen de instrumentos para conocer el primer año de vida, los
vieneses se muestran escépticos, al par que consideran que ni los impulsos oral-sádicos ni los mecanismos
de introyección y proyección tienen tanto peso como se pretende en Londres: “Las situaciones de ansiedad
surgen del interjuego de la agresión y la libido forman el punto de partida de una gran parte del trabajo de
los analistas ingleses”, dice Joan Rivière6. Y agrega que la mente del niño responde a su medio con una
interpretación subjetiva de la experiencia, que lleva a cabo a través de mecanismos de introyección y
proyección, base de su vida de fantasía. Para los vieneses, y desde luego para el mismo Freud, el yo se va
organizando poco a poco y no existe en el lactante -al menos como instancia capaz de esa supuesta vida de
fantasía por demás compleja-.
Visto con una perspectiva actual, se podría decir que la controversia radica en el primer año de vida y
adquiere valencia doble ya que cuestiona al método y el contenido de la investigación kleiniana, lo cual,
dicho sea de paso, es contradictorio. En cuanto al método, Wälder considera que no hay suficientes
elementos de juicio para afirmar que las fantasías que revela el análisis de niños de primera infancia existen
ya en el primer año de vida. En lo referente a contenidos, se pone en duda que existan en el lactante
impulsos agresivos de tanta intensidad como supone Melanie Klein. En este punto, sin embargo, como dice
Otto Kernberg (1972), actualmente se acepta en general que la agresión tiene importancia en los estadios

5 Un lúcido desarrollo de esta polémica, que se prolonga hasta nuestros días, puede encontrarse en la “Introducción” de
Janine Chasseguet-Smirgel a La sexualité femeninne (1964).
6 “The anxiety-situations which arise from the interplay of aggression and libido form the starting-point of much of the work

of English analyst” (International Journal, 17:396).


4
tempranos del desarrollo (pág. 325). La hipótesis freudiana del instinto de muerte, en cambio, aplicada por
Melanie Klein con todo rigor, no goza de la simpatía de los psicólogos del yo, como tampoco de Fairbairn
(1944), Balint (1952), Winnicott (1945, 1950) y del mismo Jones (1948 “Introducción” a Contribuciones al
psicoanálisis de Melanie Klein).
Wälder encuentra, además, que la realidad es poco tenida en cuenta por la teoría kleiniana, cuando
afirma que su solo efecto es confirmar o refutar la angustia del niño (es decir, sus fantasías). Tampoco cree
que sea legítimo asimilar los mecanismos mentales del primer año con la psicosis.
Las objeciones de Wälder siguen teniendo cierta vigencia, si bien el progreso de la investigación
psicoanalítica de todas las escuelas nos ha ido aproximado de hecho a un mejor conocimiento del primer
año de la vida. Es verdad que, como advirtió Wälder, lo que se descubre con la técnica lúdica en los niños
de la primera infancia no puede sin más tomarse como evidencia de lo que pasa en el lactante; pero aquí la
crítica es más aplicable a la forma en que se presentan los hallazgos que al método: Klein omite un paso
metodológico, que toma la transferencia como teoría presupuesta, aunque lo implica cuando observa que
resulta incomprensible que un niño de cuatro años pueda tener una imago parental que devora, corta y
muerde; pero es claro, en cambio, que pueda ser ésa la imago de un niño de un año7. Sólo en 1957, en el
primer capítulo de Envidia y gratitud, justificará ella su derecho a reconstruir el pasado más antiguo
apoyada en el Freud de 1937; y en una nota de la página 5 introduce el concepto de memories in feelings
como una forma de recuerdo de las experiencias más arcaicas.
Michael Balint participó en la controversia Viena-Londres a título de representante de la escuela de
Budapest8.
Luego de reivindicar el método reconstructivo, afirma que algunos hechos se repiten continuamente
en la situación analítica, lo que permite inferir ciertas constantes del desarrollo temprano. Cuando el
proceso ha avanzado suficientemente es invariable que el analizado espere y demande gratificaciones
primitivas, como por ejemplo ser llamado por su nombre de pila o darle ese trato al analista, tener la
oportunidad de verlo fuera de la sesión, recibir o darle un regalo, establecer un contacto físico, corporal,
etc. Si estos deseos son frustrados, se despierta esa tumultuosa gama de sentimientos que describen los
analistas de Londres, donde el sadismo ocupa un lugar principalísimo, con el inevitable corolario del temor
a la venganza o la pérdida del amor. Por otra parte, si se satisfacen, sobreviene una exaltación maníaca que
plantea problemas no menos graves. Sin embargo, si el analista entiende esos deseos como “new
beginning” y los satisface adecuadamente, lo que obtiene es una respuesta callada y tranquila de bienestar,
que nunca va más allá del placer preliminar. (Los analistas kleinianos piensan que esta técnica crea un
vínculo idealizado que sofoca la transferencia negativa y la angustia persecutoria). Como estas demandas
del paciente no se calman con recursos autoeróticos o narcisísticos, Balint postula que los estadios más
tempranos del desarrollo son radicalmente objetales, aunque de fines pasivos. Este amor objetal primario
es egoísta, asume que los deseos del otro son iguales a los propios.
De esta forma, cree Balint haber resuelto (desde Budapest -que es también decir desde Ferenczi-) el
desacuerdo entre Londres y Viena: las observaciones de los analistas de Londres son correctas en cuanto
describen con acierto las reacciones que siguen a la frustración del amor objetal primario; las críticas de los
vieneses son justas, porque denuncian la unilateralidad de esos hallazgos. Balint concluye que el talón de
Aquiles de ambas escuelas es la adhesión a la hipótesis del narcisismo primario.
He citado extensamente a Balint porque sus ideas anuncian las de otros autores más recientes y
porque se ubica en un punto que pronto va a ser la manzana de la discordia. Si bien los analistas de
Londres, por la índole de sus investigaciones, se inclinan a pensar que el niño nace más integrado de lo que

7 “It does not seem clear why a child of, say, four years old should set up in his mind an unreal, phantastic image of parents
who devour, cut and bite. But is clear why in a child of about one year old the anxiety caused by the beginning of the Oedipus
Conflict takes the form of a dread of being devoured and destroyed” (Writings, 1: 187).
8 Balint leyó su trabajo en Budapest en mayo de 1937. Ese año se publicó en Imago y en 1949, en el International Journal.

5
suponen las teorías freudianas, sólo muy lentamente abandonan la hipótesis del narcisismo primario.
Cuando Melanie Klein escribe sobre el tic (1925), oscila entre Ferenczi (1921), que considera al tic como un
fenómeno específicamente narcisista (siguiendo alguna sugerencia verbal de Freud) y Abraham (1921), que
lo califica de conversión pregenital anal-sádica; y decide por fin, salomónicamente, que el tic presenta una
estructura narcisísticamente secundaria, sin cuestionar para nada la teoría en su conjunto. Todavía cuando
diez años después, Joan Rivière visita Viena, la teoría de los objetos internos no está del todo formalizada y,
a pesar de que ya se afirme que el yo existe desde el comienzo de la vida post-natal, no se cree por ello
imperioso abandonar el concepto de narcisismo primario. Cuando decidir incluir su trabajo de 1936 en
Desarrollos en psicoanálisis (1952), Joan Rivière cuestiona en alguna nota la hipótesis del narcisismo
primario, pero no la abandona.
Ese mismo año, sin embargo, en “Los orígenes de la transferencia”, Melanie Klein (1952), afirma que
la relación de objeto opera desde el comienzo de la vida, coexistiendo con el autoerotismo y el narcisismo
como expresión de amor por el objeto bueno internalizado, que en la fantasía forma parte del cuerpo
amado y del self: el autoerotismo es un modo de gratificación, el narcisismo es un estado y no una etapa
del desarrollo. De esta forma, Klein reconoce por fin explícitamente que ha abandonado la hipótesis de que
existen una etapa autoerótica y una etapa narcisista antes de que se establezca la etapa objetal, como
Freud propone en Schreber (1911) y otros trabajos de esa época, que van a cristalizar en “Introducción del
narcisismo” (1914).

La discusión entre Viena y Londres pronto empezó a darse en el seno mismo de la Sociedad Británica,
en especial a partir de la presentación “Una contribución a la psicogénesis de los estados maníacos-
depresivos” en el XIII Congreso Internacional de Lucerna (1934), donde Melanie Klein empieza a construir
hipótesis propias para dar cuenta de sus descubrimientos. La teoría de la posición depresiva apoya sin duda
en Freud (1917) y Abraham (1924), pero va más allá en su intento de ordenar el primer año de la vida, la
etapa oral, en función del yo, de la angustia y la relación de objeto. Este esfuerzo se continuará en el XV
Congreso (París, 1938), con “El duelo y su relación con los estados maníacos-depresivos” (1940).
El trabajo de Lucerna sostiene que el primer año de vida es decisivo para el futuro del individuo y que
en su transcurso el niño sufre angustias de tipo psicótico, persecutorias y depresivas. La neurosis infantil de
la primera infancia -un genial descubrimiento de Freud- tiene pues un antecedente en las angustias
psicóticas del primer año y sirve justamente para elaborarlas. Melanie Klein concibe la posición depresiva a
la vez como una etapa del desarrollo y como una estructura -de ahí que la llame posición y no “etapa” o
“estadio”-. Con razón dice Meltzer (1978) que el concepto de “posición” es primero una constelación
psicopatológica, luego una fase del desarrollo y por fin un principio económico (o estructural), que Bion
(1963) señala con su signo Ps  D.
Lo que marca la entrada en la posición depresiva es un cambio substancial en la relación de objeto,
que de parcial se hace total: paralelamente a su creciente integración, el niño se relaciona con la madre
como una totalidad -y es justamente este nuevo vínculo lo que lo expone a la vivencia de pérdida-. Desde el
comienzo de la vida se introyectan objetos buenos y malos, de los cuales el pecho de la madre es el
prototipo. Los mecanismos de proyección son también muy activos, y por ellos el pecho malo se constituye
no sólo a partir de la frustración sino también de la proyección de la hostilidad.
Estas afirmaciones significan un cambio teórico de gran envergadura. No es de extrañar que
despertaran fuerte oposición en el seno de una sociedad en la que ya se estaba planteando el desacuerdo.
En su excelente biografía, recién publicada, Hanna Segal (1979) dice que, a partir de este momento, ya no
se puede hablar de la escuela inglesa y de la escuela kleiniana como si fueran lo mismo, un punto que
también señaló Bibring (1947) cuando diferencia entre la escuela inglesa y la Sociedad Británica.

6
Las discrepancias se expresaban ahora enérgicamente y su principal vocero es nada menos que
Glover, que rompe bruscamente con Melanie Klein y la acusa de haberse apartado por completo del cuerpo
doctrinario del psicoanálisis y hasta de usar métodos ilegítimos para apoyar su causa (Gillespie, 1980, p.
86).
A este creciente malestar en el seno de la Sociedad Británica se agrega la diáspora del grupo de Viena
luego de la invasión nazi a Austria en marzo de 1938. En junio, Freud, su esposa y Anna pudieron salir de
Viena y llegar a Londres.
Contrastan con las exaltadas afirmaciones de Glover las críticas mesuradas de Marjorie Brierley
(1939, 1942) que se coloca en una perspectiva histórica para evaluar las nuevas ideas y recuerda que
ninguna opinión puede dejar de darse desde lo personal. Piensa que Melanie Klein ha hecho
descubrimientos importantes pero que no siempre es precisa al conceptualizar sus hallazgos, por lo que a
veces el hecho clínico y la teoría se superponen y confunden. Se pregunta si la teoría de la libido es
compatible con la de las relaciones tempranas de objeto y señala que Fairbairn piensa que no lo son en
absoluto9, un punto de vista que Brierley no comparte.
Los avatares de la II Guerra Mundial postergaron un enfrentamiento que era inevitable y que por fin
tuvo lugar en 1943. En esa época la vida de la Sociedad se había normalizado y se decidió iniciar una serie
de discusiones científicas sobre la obra de Klein. Gillespie (1980) precisa que esta convocatoria surgió de
una serie de reuniones administrativas donde se discutió la naturaleza de las teorías de Klein, la estructura
del poder de la Sociedad y otros temas. Visto el retiro de Jones, nadie cuestionaba a Glover el derecho a ser
el nuevo presidente; pero se deseaba fijar límites para que nadie se eternizara en el cargo. Gillespie llega a
afirmar que el grupo kleiniano apoyó esa opción para disminuir el poder de un enemigo, no por razones
institucionales.
El resultado de aquellas reuniones administrativas fue que se limitó la permanencia en el poder de
las autoridades de la Sociedad y se nombró un comité integrado por Brierley, Glover y James Strachey para
convocar una serie de reuniones científicas donde se discutieran las ideas de Melanie Klein. Estas
reuniones, que fueron once en total, se llevaron a cabo en 1943 y 1944 y quedaron bautizadas en la historia
del movimiento psicoanalítico como “Controversial discussions”.
Los cuestionados presentaron cuatro trabajos, a saber: “Naturaleza y función de la fantasía” por
Susan Issacs; “Algunos aspectos del papel de la introyección y la proyección” por Paula Heimann;
“Regresión” por Susan Isaacs y Paula Heimann y “La vida emocional y el desarrollo del yo del lactante, con
especial referencia a la posición depresiva”, por Melanie Klein. Estos trabajos formaron la base del libro
Desarrollos en Psicoanálisis (1952), si bien el de Melanie Klein no se publicó nunca como tal y originó otros
escritos, en especial “Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del lactante” (1952).
El centro de las discusiones fue el trabajo de Susan Isaacs sobre la fantasía inconsciente, que sin duda
representa la más acabada y rigurosa formalización del pensamiento de la escuela kleiniana, que tuvo en
ella su más vigoroso expositor.
Si bien Susan Isaacs encuentra muchos puntos de apoyo en la obra de Freud, como por ejemplo en
algunos de sus trabajos de comienzos de siglo sobre la fantasía, así como también en su afirmación de que
todo proceso mental se origina en el inconsciente o en la teoría del deseo, el concepto de fantasía
inconsciente transforma la teoría toda del psicoanálisis y se constituye en el punto nodal de una explicación
del psiquismo: cambia el objeto de estudio, modifica sustancialmente la técnica. Cuando se opera con el
concepto de fantasía inconsciente no es necesario aguardar una ruptura en el discurso a interpretar, con lo
que la tarea del analista se hace más rica y flexible, pero también más riesgosa.

9Una exposición detallada del pensamiento de Fairbairn puede encontrarse en los capítulos 14 y 15 del gran libro de Guntrip
(1961).
7
Más allá de las heridas y sinsabores que siempre deja un enfrentamiento de esta índole, las
“Controversial discussions” dieron una nueva fisionomía a la Sociedad Británica, con tres grupos bien
definidos, el de Anna Freud, el de Melanie Klein y el de los analistas independientes o middle group, el más
amplio, donde se alistaron los que reconocían los valores en la obra de Klein, pero no la aceptaban en
bloque y se reservaban el derecho a criticarla y refutarla. Como consecuencia de esta gran polémica y
gracias a las gestiones conciliatorias de Silvia Payne, el Instituto de Londres se reorganizó en dos grupos, el
A con los analistas kleinianos e independientes y el B, de Anna Freud.
A partir de la nueva estructura de la enseñanza, los tres grupos pudieron convivir y no se cerró el
diálogo. Desde ese momento, como dije al principio, no corresponde hablar de una escuela inglesa del
psicoanálisis sino de grupos o tendencias, de pensadores originales que mantienen el alto prestigio de la
Sociedad que fundó el gran Ernest Jones en 1919.

Buenos Aires, 5 de octubre de 1980.

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